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En el último libro que Husserl publicó en vida Crisis de las ciencias europeas,
escrito entre los años 1934 y 1937 (en pleno auge del Estilo Internacional), hace un
diagnóstico más bien pesimista de la situación de la cultura europea. Europa se
encuentra en medio de una profunda crisis. Si bien el diagnóstico de Husserl se centra
en la crisis de las ciencias europeas, ésta es en el fondo la expresión de otra crisis más
profunda y preocupante: la crisis de la humanidad, en principio la humanidad
europea pero que debido a su hegemonía mundial es una crisis de la humanidad en
su conjunto. Si aceptamos este diagnóstico, que la situación de Europa es de una
crisis en su conjunto, del sentido de la cultura europea y, por extensión, de la cultura
humana, entonces también la arquitectura está en crisis; la arquitectura registra esta crisis
y nosotros podemos leerla en ella. Para comprender y evaluar porqué la arquitectura
moderna está en crisis o, mejor, cómo esta crisis determina el sentido de la
arquitectura moderna, debemos comprender cómo Husserl entiende la crisis de las
ciencias.
Desde el punto de vista científico, nos dice Galileo, el mundo está compuesto
de magnitudes exactas, completamente medibles y calculables. La característica más
definitoria de la ciencia moderna es que es completamente matemática y es este
componente matemático lo que da a este tipo de conocimiento tanta autoridad en
la cultura moderna: la ciencia explica la verdad de las cosas. Sin embargo, Husserl
llamó la atención sobre la enorme diferencia que hay entre el mundo tal como lo
explica la ciencia y el mismo mundo tal como lo vivimos cotidianamente, el mundo de
la vida (Lebenswelt). El mundo de la vida no es simplemente el mundo en que vivimos,
es el mundo en que vivimos en contraste con el mundo de las ciencias exactas. La
problemática entorno al mundo de la vida surge sólo cuando es puesto en cuestión
por la ciencia, cuando su verdad se interpreta como mera apariencia por el tipo de
ciencia exacta realizada desde Galileo, Descartes y Newton. Ocurre entonces una
especie de escisión del mundo en dos. Como dice Alexandre Koyré:
“Hay algo de lo que todavía podemos hacer responsable a Newton —o más bien dicho,
no sólo a Newton, sino a la ciencia moderna en general—: la división de nuestro mundo
en dos. Lo hizo mediante la sustitución de nuestro mundo de cualidades y sensaciones,
el mundo en que vivimos, amamos y morimos, por otro mundo —el mundo de la
cantidad, de la geometría, un mundo en el cual, aunque hay sitio para todo, no hay sitio
para el hombre. Éste, el mundo de la ciencia —el mundo real— se hizo extraño y
completamente divorciado del mundo de la vida, el cual la ciencia no ha podido
explicar —ni siquiera mediante el subterfugio de llamarlo subjetivo. Dos mundos, esto
significa dos verdades. O ninguna verdad en absoluto. Esta es la tragedia de la vida
moderna que resolvió el enigma del universo, pero sólo para reemplazarlo por otro
enigma”.
Resulta así que tenemos dos mundos, el mundo en que vivimos y el mundo
explicado por la ciencia matemática, y generalmente se piensa que el mundo de la
vida cotidiana es totalmente subjetivo, mientras que el mundo de la ciencia
matemática es el verdadero mundo objetivo. Por ejemplo, percibimos subjetivamente
el color azul, pero “en realidad” o “en verdad” es una determinada longitud de onda
del espectro visible de la luz. Según Husserl el mundo de la ciencia se construye sobre
un conocimiento exacto el cual relega el mundo en que vivimos y que percibimos
directamente, con sus imprecisiones y cualidades, a la condición de un mundo
meramente aparente, un mundo subjetivo que se debe superar en una explicación
última de qué y cómo son las cosas. La cuestión del mundo de la vida no surgió antes
del comienzo de la ciencia moderna porque antes simplemente se pensaba que el
mundo en que vivimos era el único que había. La ciencia premoderna, antigua y
medieval, simplemente articulaba en términos exactos, definiciones y descripciones
del mundo familiar de las cosas tal como se encuentran directamente, tal como se
perciben y articulan conceptualmente, pero no propuso uno alternativo. El problema
de cómo debemos interpretar el mundo de la vida, si lo debemos tomar como válido y
verdadero o bien como puramente subjetivo y acientífico, aparece en primer plano
en respuesta a la ciencia moderna. La única manera de superar la crisis científica, sostiene
Husserl, es salvar la brecha abierta entre el mundo científico, cuya sustancia es matemática y
geométrica, y el mundo de la vida cotidiana donde siempre estamos y realizamos nuestra
existencia, y que no se deja explicar en términos exclusivamente objetivo matemáticos, pues
en él se mezclan los hechos con las valoraciones, entrelazados a la vez con la tradición cultural
e histórica.