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CORRUPCIÓN EN COLOMBIA: EL LADO OSCURO DE UN PAÍS EN

DESARROLLO

LINA MARCELA VILLA ACEVEDO

DAYANA ARIAS MERCADO

DOCENTE:

CARLOS FABREGAS

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA AMERICANA

FACULTAD CIENCIAS ECONÓMICAS ADMINISTRATIVAS Y


CONTABLES

ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS

ETICA Y RSE - 9BG2

BARRANQUILLA

2020
CORRUPCIÓN EN COLOMBIA: EL LADO OSCURO DE UN PAÍS EN
DESARROLLO

Hoy la sociedad se encuentra hastiada de los niveles que ha alcanzado la


corrupción. La corrupción, tradicionalmente entendida como el abuso de un poder
delegado en detrimento del interés colectivo, toma muchas formas y se manifiesta
en distintos ámbitos de la vida pública, afectando de manera directa a los
ciudadanos en todas las regiones de nuestro país.

Sin duda la corrupción no es un problema nuevo, sin embargo, los actos de


corrupción que evidenciamos hoy son mucho más complejos que antes pues
involucran una amplia variedad de actores, se realizan de manera ágil mediante
técnicas difíciles de prevenir y rastrear, y generan impactos mucho más amplios
sobre la sociedad, la democracia, los derechos humanos y la economía.
Transparencia Internacional ha denominado estas situaciones como “gran
corrupción”, entendidas como el abuso del poder de alto nivel que beneficia a unos
pocos a costa de muchos, causa daños muy serios y extendidos sobre la toda la
sociedad y los individuos, y que usualmente queda en la impunidad. La gran
corrupción es un crimen que viola derechos humanos y por lo tanto merece un
castigo de las mismas proporciones del daño que genera. Varios de los casos de
corrupción que ha conocido el país entran dentro de esta descripción: afectaciones
al programa de alimentación escolar, el cartel de la hemofilia, el desvío de
recursos del sistema de salud, la alteración ilegal de registros de tierras, el saqueo
de recursos para sistemas de acueducto y saneamiento básico, la manipulación
de procesos judiciales contra parapolíticos, entre muchos otros.

Desde Transparencia por Colombia consideramos fundamental lograr tres


cambios para modificar la tendencia de corrupción creciente en nuestro país. En
primer lugar, es necesario que la lucha contra la corrupción logre un vínculo más
directo y efectivo con la ciudadanía de manera mucho más amplia. La actual ola
de indignación ciudadana frente a la corrupción puede ser una oportunidad para
generar este quiebre. No solo es necesario reconocer que la corrupción es un
problema de todos, que es necesario revisar nuestro comportamiento individual
además de cuestionar a los demás, también se requiere pasar de la indignación a
la acción. Nuevamente, todos los ciudadanos contamos ya con herramientas a
nuestra disposición: el voto, el control social a la gestión de lo público, la denuncia,
y el rechazo a cualquier forma de corrupción. Las dos primeras contribuyen
enormemente a prevenir y atacar la corrupción enquistada en la institucionalidad
pública, mientras que las otras dos pueden ser aplicada en cualquier rol que
desempeñemos en nuestros ámbitos sociales, económicos y laborales. De la
mano a lo anterior, debemos proteger a nuestras instituciones democráticas pues
ellas son la base de la garantía del bienestar social y económico, del respeto de
los derechos humanos, y del desarrollo sostenible. Esa protección se traduce en la
defensa de lo público que implica cuestionar a las personas, pero, ante todo,
fortalecer las instituciones.

No se salva ningún sector; empresarios, políticos, gobierno, jueces, magistrados,


docentes, medios de comunicación, entidades de control fiscal y administrativo, en
fin, todo el estamento y la sociedad. Por eso existe la sensación y percepción
generalizada que la situación es preocupante y caótica, queda muy poco margen
para que se arregle el mal que nos aqueja porque cada vez se profundiza más y
los escándalos son diarios; como dicen algunos, “por donde se toca sale pus”.
Razón que invita a plantear reformas profundas que ayuden a recomponer el
rumbo.

Sin embargo, hay que decir que las reformas tendrán validez, servirán y se podrán
aplicar, siempre y cuando se recuperen los valores éticos y valores morales que
necesita toda sociedad para comportarse de manera civilizada y respetuosa de los
derechos y deberes que se deben observar tener como referente para vivir en paz
y construir un tejido social basado en la tolerancia, la solidaridad y el interés
general como lo plantea el artículo primero de nuestra constitución.

La responsabilidad de recuperar y actuar con valores éticos y valores morales es


de todos. En el seno de las familias los padres deben dar ejemplo a los hijos de
buenas normas de comportamiento. Exigir y ejercer autoridad sobre los hijos,
hacer seguimiento de sus actuaciones de tal manera que así no sean iguales a
sus progenitores, por lo menos se garantice, hasta donde sea posible, que van a
actuar con responsabilidad y honestidad.

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