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Palabras introductorias
Analizar cómo se conforma y consolida una alianza de clase dominante en la Argentina, así
como las características más sobresalientes de la misma, es el objetivo central de este artículo. Se trata
de una temática que si bien ha sido abordada, generalmente en forma indirecta, por estudios
construidos desde campos disciplinarios distintos y con ópticas también disímiles, no se ha visto de
manera alguna agotada. Subsisten interrogantes y problemas, sobre todo de naturaleza sociológica, a
nuestro juicio ineludibles si se quiere avanzar en este campo.
Nuestra tesis central es que desde mediados del siglo XIX tiene lugar una serie de
transformaciones económicas y políticas que concurren a la emergencia y afirmación de una alianza de
clase dominante o bloque en el poder en cuyo seno la burguesía terrateniente tiene una posición
hegemónica frente a las otras fracciones de la burguesía.
Cuando hablamos de fracciones es para señalar los subgrupos en los que puede descomponerse
una clase de acuerdo con diferenciaciones económicas importantes. Por tanto, las fracciones implican
lugares diferentes en el proceso mismo de acumulación del capital i. Esta distinción resulta crucial
tanto para el análisis de la composición de la clase dominante como para el estudio de sus
contradicciones internas ya que algunos autores piensan a la clase dominante como compuesta sólo
por una de sus fracciones (la burguesía terrateniente, por ejemplo) colocando a las otras fracciones de
la burguesía como parte de las clases dominadas mientras que otros piensan a la clase dominante o
“elite dominante” como un bloque sin fisuras internas. Por su parte, con el término hegemonía
hacemos referencia a la fracción que se constituye en el elemento dominante del bloque en el poder.
Pero hay algo más. Cuando decimos bloque en el poder o alianza de clase dominante estamos
significando que la alianza dominante no se constituye exclusivamente en virtud del lugar que tiene en
las relaciones económicas sino también por el que ocupa en el terreno por excelencia de las luchas
políticas, el Estado. Para ser exactos con las definiciones, el concepto de bloque en el poder o alianza
de clase dominante designa la unidad contradictoria de fracciones y capas de clase económica, política
e ideológicamente dominantes.
Volvamos a nuestra tesis para desarrollarla. Los procesos de concentración de la propiedad de
las tierras productivas, de configuración de una forma de acumulación agraria y exportadora (producto
a su vez de los cambios que tienen lugar a fines del siglo XIX en la expansión de las relaciones
capitalistas a nivel mundial) y de consolidación del Estado nacional son los que, según nuestro
análisis, producen en su conjunción la constitución y afianzamiento de una clase dominante ii
caracterizada por la hegemonía de la burguesía terrateniente.
1. La existencia de grandes extensiones de tierras fértiles en la región pampeana
En el período previo a la consolidación de la forma de acumulación agraria-exportadora son la
producción ganadera y la actividad comercial ligadas al puerto de Buenos Aires las que inician la
acumulación de capital en el Litoraliii.
En efecto, entre fines del siglo XVIII y 1.860 se dan algunas condiciones que favorecen cierto
desarrollo de la producción ganadera. La abundancia en la zona pampeana de tierras fértiles que casi
no requieren la contratación de fuerza de trabajo, la liberación del monopolio comercial español, la
baja complejidad de la ganadería (la cría, matanza y faena de ganado pueden realizarse con elementos
técnicos precarios y escasa organización) y la moderada expansión de la demanda mundial (el
incipiente proceso de industrialización de las potencias europeas estimula el comercio mundial de
productos tales como las lanas y los cueros al tiempo que crece la demanda de tasajo para el consumo
de la mano de obra esclava en Estados Unidos y Brasil) son los factores que permiten la primera
expansión ganaderaiv.
Dicha expansión hace que la ocupación por el indio de la mayor parte de las tierras se torne
problemática. Mientras que para las actividades ganaderas orientadas a una exportación muy limitada
o al consumo interno y basadas en la caza a campo abierto (predominantes hasta aproximadamente
1.750) la imposibilidad de expandir la apropiación territorial no es un obstáculo serio, el agotamiento
progresivo de la hacienda cimarrona y el desarrollo de la exportación de cueros conducen a la
emergencia del rodeo como forma básica de crianza de la hacienda y hacen necesaria la posesión
efectiva de las tierras. Es así que la consolidación de la estancia como forma de organización del
trabajo empuja simultáneamente a la expansión de la frontera y a la apropiación privada de la tierra.
Pero no es sino a través de la acción de políticas estatales específicas que dichas expansión y
apropiación privada tienen lugar. En otras palabras, la acción estatal juega un papel principal en la
configuración de los grandes latifundios y, de esta forma, en la constitución de un conjunto de grandes
propietarios territoriales.
Efectivamente, desde 1.822 las políticas estatales de enajenación de las tierras públicas, sobre
todo las llevadas adelante por el gobierno de Buenos Aires, conducen a la rápida concentración de las
mismas en pocas manos. El régimen de enfiteusis rivadaviano es el punto de partida de esa
concentración. Éste da al Estado el dominio de la tierra no escriturada (es decir, la mayor parte del
campo argentino) prohibiendo por decreto todas las donaciones o ventas de la misma hasta tanto no se
cuente con una ley que regule esas transferencias. Tal política tiene como propósito declarado poblar
la campaña y asegurar un régimen agrario de pequeños burgueses. Pero esto no sucede. Como la ley
no limita la superficie de tierra que cada solicitante puede obtener, los ganaderos, comerciantes e
inversores extranjeros de la época son los más grandes enfiteutas v.
La ley de enfiteusis viene entonces a permitir el proceso de enajenación de las tierras fiscales y
marca el nacimiento de los grandes terratenientes. En 1.828, ya disuelto el gobierno nacional, la
legislatura provincial de Buenos Aires dispone el arrendamiento de tierras para pastura y cultivo de las
que se benefician apenas unos 538 arrendatarios vi. En la época de Rosas el mecanismo de apropiación
territorial alcanza grandes dimensiones ya que toda una serie de leyes propicia la venta de tierra
fiscales. En 1.836 se promulga una ley que ordena la venta de 1.500 leguas de tierras fiscales
estableciendo además que sólo podían ser compradas por los enfiteutas, es decir, por los que ya
arriendan las tierras (éstos no están obligados a comprarlas pero se ven favorecidos si lo hacen porque
la ley aumenta al mismo tiempo el alquiler de las tierras no vendidas) vii. En 1.838, merced a una ley
similar, un buen número de tierras arrendadas queda en manos privadas. No es extraño entonces que
en 1.840 293 familias posean 3.436 leguas de tierra de la provincia de Buenos Aires viii, esto es,
9.276.650, 24 hectáreas. Todas las tierras vendidas están situadas en las mejores zonas de la provincia
y constituyen grandes parcelas.
Entre ese período y 1.867, cuando el régimen de enfiteusis es anulado, se dictan más leyes y
decretos que favorecen la adjudicación de tierras fiscales. La ley de arrendamiento de 1.857 es
ejemplar: permite alquilar las tierras que aún quedan en poder del Estado defendidas por la ley de
Rivadavia al tiempo que establece la entrega de tierras libre de pagos de arrendamiento más allá de la
línea de frontera. Finalmente, la ley de 1.867 prohíbe directamente la renovación de los contratos de
arrendamiento y ordena la venta de todas las tierras arrendadas en virtud de la ley de 1.857 dando
prioridad nuevamente a los arrendatarios ya existentes. A esto se deben sumar las múltiples leyes y
decretos que autorizan a diferentes municipios de Buenos Aires a vender tierras de propiedad pública ix.
El proceso descrito de adjudicación de tierras fiscales se ve reforzado por la entrega de tierras
como forma de pago a los militares de la guerra de la independencia y de los conflictos civiles, las
cuales casi inmediatamente son enajenadas.
En el momento que la denominada “campaña al desierto” de Roca de 1.879 señala la derrota del
indio ya está prácticamente consumado el proceso de apropiación privada de las tierras más fértiles de
la región pampeana. A las expropiaciones ya mencionadas se agregan las tierras entregadas a los
militares de la lucha contra el indio, rápidamente vendidas a los propietarios existentes, y las ventas a
través de subastas de grandes extensiones disponibles tras la campaña al desierto.
Es así que cuando la exportación de capitales y el incremento de la demanda de alimentos por
parte de los mercados consumidores europeos comienzan a ejercer su influencia, existen en la
Argentina campos localizados en la zona templada, cuya propiedad está concentrada, que ofrecen
condiciones óptimas para la producción agraria. Prácticamente no requieren de empleo de abono y los
ganados pueden pastar al aire libre gracias al clima benigno. Una característica particular de la pampa
húmeda va a determinar la abundante rentabilidad de los campos propiedad de los terratenientes
argentinos. Monopolio de la propiedad a su vez posibilitado tanto por las múltiples acciones estatales
que tienen lugar desde principios del siglo XIX como por la existencia de una incipiente acumulación
de capital alrededor del comercio portuario y la ganadería.
2. La plena incorporación de la Argentina al mercado mundial y la consolidación de un proceso
de acumulación del capital basado en la renta agraria
En la Argentina la constitución a fines del siglo XIX de las diferentes fracciones de la burguesía
(comercial, financiera, agraria, industrial, terrateniente) en una clase dominante con alcance nacional y
relativamente unificada bajo la hegemonía de la burguesía terrateniente responde principalmente a la
conjunción de tres procesos.
Por una parte, se establece una profunda conexión entre las estrategias desplegadas por las
burguesías de los países centrales con vistas a contrarrestar la tendencia descendente de la tasa de
ganancia (importación de alimentos baratos, exportación de capitales, etc.) y la existencia en nuestro
país de grandes territorios, de propiedad monopólica, dotados de aptitudes inmejorables para la
producción agropecuaria. El consiguiente desarrollo de una acumulación del capital asentada casi
exclusivamente en la explotación de una renta agraria internacional hace que la fracción propietaria de
las tierras puestas en producción ocupe un lugar central al interior de la burguesía.
En efecto, la burguesía terrateniente se apropia privilegiada y crecientemente de la renta agraria
obtenida a escala internacional bajo la forma de renta del suelo. Y dentro de la burguesía terrateniente
corresponderán a los invernadores (propietarios de tierras especialmente aptas para la producción
agropecuaria) los más altos niveles de valorización de las tierras y de percepción de renta diferencial.
Los otros componentes de la clase dominante vinculados al comercio exterior y a la especulación
hipotecaria, sobre todo aquellos segmentos concentrados y controlados por capitales extranjeros
(piénsese, por ejemplo, en la comercialización de granos, en los frigoríficos, etc.), participan asimismo
del proceso de apropiación de la renta agraria y defienden la política librecambista y aperturista xlv.
Pero hace falta tener en cuenta la concurrencia de una tercera condición para dar con la
formación de la clase dominante en la Argentina: es el Estado el que, al tiempo que consolida sus
aparatos e instituciones, interviene organizando políticamente a las diferentes fracciones de la
burguesía como una clase dominante a pesar de sus contradicciones. Para llevar las cosas a un
extremo: sin esta organización política las fracciones de la burguesía no llegarían a constituir una clase
dominante. Ello porque las diferentes fracciones de la burguesía no se encuentran de por sí unificadas.
O lo que es lo mismo: no es posible pensar a la clase dominante, compuesta de varias fracciones, como
constituida en la sola esfera económica.
Más concretamente, sólo cuando se produce la unificación nacional, la consolidación de un
Estado verdaderamente nacional - esto es, un conjunto de aparatos especializado, centralizado, con
autoridad legítima y soberana en todo el territorio, con un poder específico relativamente separado del
poder económico y de las alianzas localistas- se produce la articulación (inestable, por supuesto) de los
diferentes segmentos de la burguesía. Como ya hemos señalado, esa unificación es impuesta por el
roquismo (sustentado en la alianza entre las burguesías provinciales desconectadas del capital
internacional, en el incipiente ejército nacional y en ciertos sectores populares) a las burguesías
comercial y terrateniente ganadera bonaerenses que monopolizaban la renta y portaban un proyecto
político estrictamente circunscripto a Buenos Aires y su puerto.
La hegemonía de la burguesía terrateniente, en fin, no deviene exclusivamente de la dinámica
del proceso de acumulación del capital. También se explica por su posicionamiento en el campo
estratégico del Estado. En efecto, en función de sus intereses específicos logra imponer en medio de
un contexto mundial que lo permite, el bloqueo de la producción de bienes manufacturados y de
capital. Producción que probablemente tendría como efecto una elevación de los costos de las
actividades agropecuarias - en relación con el precio de los bienes de capital importados- a que se
dedica esta fracción y el rompimiento de las estrechas relaciones entabladas con las burguesías de las
formaciones capitalistas centrales, sumamente interesadas en colocar sus propias exportaciones.
También es un mérito del papel dominante que ejerce la burguesía terrateniente en el terreno
estatal el hecho de que la política agraria no estimule, como en otros países, a los pequeños y
medianos productores independientes. Por el contrario, la acción del Estado en este campo favorece la
valorización de las tierras e incentiva a sus propietarios a ponerlas en producción.
Es más, si bien los cambios en la economía capitalista mundial que tienen lugar a partir de la
crisis del treinta conllevarán la crisis definitiva de la forma de acumulación centrada en la exportación
de las producciones agropecuarias (cuyos síntomas de descomposición están incluso presentes al
finalizar la primera guerra mundial), la burguesía terrateniente mantendrá su posición principal en la
relación de fuerzas de la alianza de clase dominante durante toda la década del treinta y la primera
mitad de la década del cuarenta. Lo hace adaptándose al nuevo contexto de crisis de las exportaciones
de materias primas a través de una estrategia que consiste en aceptar ciertas formas restringidas de
industrialización, es decir, limitadas a cubrir la declinación de la importación de bienes de consumo.
Pero este ya es otro tema.
**
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO – CONICET.
**
Las autoras agradecen los consejos y comentarios de Juan Carlos Portantiero y, naturalmente, lo eximen de
las responsabilidades vinculadas con el análisis y los planteos que se efectúan en este artículo.
i
Existe otra diferenciación importante al interior de una clase: las capas. En la delimitación de las capas de
clase adquiere mayor peso la referencia a criterios políticos e ideológicos. Así, se trata de los subgrupos en
que puede dividirse una clase o fracción según posiciones políticas e ideológicas. El caso más sobresaliente
en la literatura marxista es el de la aristocracia obrera: se trata de un subconjunto que se diferencia del resto
de la clase obrera por su inclinación constante a colocarse política e ideológicamente del lado de la
burguesía.
Cuando decimos clase dominante (o burguesía) debe entenderse como sinónimo de bloque en el poder y de
ii
alianza de clase dominante. Esto precisamente porque, como demostraremos, la burguesía no se constituye
como tal fuera del Estado ni está indiferenciada internamente.
Ya en el período colonial existe en torno al puerto de Buenos Aires un núcleo comercial que opera de
iii
intermediario de las escasa producción de las regiones del interior y de los bienes importados. Pero la
pobreza de la producción exportable de la zona pampeana, el escaso intercambio con las otras regiones y el
monopolio impuesto por la Corona española explican que hasta fines del siglo XVIII no haya alcanzado un
desenvolvimiento apreciable. Con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1.776 y el Reglamento de
Libre Comercio de 1.778 se inicia una nueva etapa en el desarrollo de los grupos comerciales ya que el
puerto de Buenos Aires surge como intermediario privilegiado, sobre todo, de las producciones de cueros y
tasajo. Comienza así a conformarse una burguesía comercial centrada en el puerto de Buenos Aires y, por
ello, defensora a ultranza del librecambio.
FERRER, Aldo. La economía argentina. Las etapas de su desarrollo y problemas actuales. Fondo de
iv
Pág. 170.
CÁRDENAS, Eduardo y PAYÁ, Carlos. En camino a la democracia política (1.904-1.910). La Bastilla.
xii
capitalistas que, en ese momento, permite enfrentar la depresión de la economía europea iniciada hacia 1.873
(en la cual el aumento masivo de la producción y la disminución de los costos del transporte se traducen en
una caída de los precios de los productos, sobre todo de los primarios): en efecto, al orientarse a las zonas
periféricas, los capitales pueden aumentar su tasa de ganancia. En el caso particular de Gran Bretaña, la
exportación de capitales y la expansión comercial hacia los países periféricos y los que forman parte de su
imperio le posibilita (frente a países como Estados Unidos y Alemania que comienzan a industrializarse y a
participar del comercio mundial) mantener su posición privilegiada. Pero, al mismo tiempo, la exportación
de capitales constituye un cambio estructural de la economía mundial capitalista relacionado con la
conformación del “capital financiero” (o sea, la fusión del capital industrial con el capital bancario) y los
monopolios o grandes empresas que implantan filiales en todo el mundo. Pero no hay que olvidar que, hasta
aproximadamente 1.930, las exportaciones de mercancía coexisten en importancia con las de capital.
Rapoport estima que la tasa de rentabilidad de las inversiones extranjeras a partir de 1.880 alcanza picos
xiv
del 10 al 15% de dividendos anuales en algunos años. RAPOPORT, Mario y colaboradores (MADRID,
Eduardo; MUSACCHIO, Andrés; VICENTE, Ricardo). Historia económica, política y social de la
Argentina (1.880-2.000). Macchi. Buenos Aires. 2.000. Pág. 32.
xv
Respecto de la red ferroviaria hay que tener en cuenta que las líneas estatales se encuentran fuera de
cualquier incentivo económico mientras que las líneas privadas, que obtienen grandes ganancias, se
proyectan en forma de embudo en torno al puerto de Buenos Aires. Además, el sistema de tarifas favorece la
remisión de materias primas del interior a Buenos Aires y de manufactura en sentido inverso, lo cual
conspira contra la industrialización de gran parte del interior.
xvi
La adopción de estos términos implica desestimar la categoría de renta diferencial a escala internacional,
muchas veces utilizada para explicar la forma de acumulación agroexportadora. Aquí consideramos válida la
crítica que efectúa Enrique Arceo a la utilización de dicha categoría y su propuesta de reemplazarla por la de
renta internacional. Los autores que explican el desarrollo de la forma de acumulación agroexportadora sobre
la base de la captación de una renta diferencial a escala internacional adscriben a la tesis de que dicho
desarrollo se explica, aceptando la vigencia de salarios similares a los del centro, exclusivamente por la
mayor calidad de sus tierras (tal es el caso de Di Tella y Zimelman, Laclau, Flichman y Sábato). Por el
contrario, Enrique Arceo, tras demostrar que en ese momento no pueden suponerse ni una completa
movilidad de capitales ni una igualación internacional de las tasas de ganancia, entiende que la cuestión
reside en determinar la cantidad de trabajo directo e indirecto empleado en relación a la productividad del
trabajo en el centro, la cual está determinada -entre otros factores- por la calidad de la tierra. ARCEO,
Enrique. Argentina en la periferia próspera. Renta internacional, dominación oligárquica y modo de
acumulación. Versión preliminar. Mimeo de la Diplomatura en Economía Política dictada por FLACSO en
la UNCuyo. Mendoza. 2.001. Págs. 32-64.
xvii
Ibídem. Pág. 59.
xviii
Ibídem. Pág. 60.
Cuando hablamos de terratenientes no lo hacemos para aludir a una clase precapitalista a semejanza de la
xix
que existió en los países europeos. Se trata de una fracción de la burguesía que se caracteriza por la
propiedad económica real de grandes extensiones de tierra, y por ende, por el poder de decidir qué uso
darles.
SÁBATO, Jorge Federico. La clase dominante en la Argentina moderna: formación y características.
xx
Born, Dreyfus, Weil Brothers, Wormser) que en poco tiempo controlan, a través del crédito y su inserción en
el mercado internacional, la expansión cerealera.
“Conforme a las cifras disponibles, el capital extranjero invertido en el país pasó prácticamente de cero
xxiii
en 1.860 a tres mil millones de dólares de hoy en 1.900 y a cerca de 13.000 millones de dólares en 1.913. La
importancia de las inversiones extranjeras en la formación de capital resulta evidente si se recuerda que en
1.913 aquéllas representaban cerca del 50% del capital fijo existente. Todavía en 1.929, cuando termina la
etapa, el porcentaje se elevaba al 32%. Del capital existente en 1.913 el 36% estaba invertido en
ferrocarriles, el 31% en títulos gubernamentales y en servicios públicos el 8%. Esto es que del total de la
inversión extranjera existente aproximadamente el 75% estaba destinado a proporcionar el capital básico
de infraestructura en transportes y servicios públicos y, a través de la absorción de títulos del gobierno, a
articular política y económicamente al país mediante el financiamiento de la inversión y el gasto público. El
25% restante estaba compuesto por inversiones en comercio e instituciones bancarias (20%) y en
actividades agropecuarias (5%)”. FERRER, Aldo. Op. cit., pág. 116.
xxiv
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit. Págs. 9-10.
O’CONNELL, Arturo. “La Argentina en la depresión: los problemas de una economía abierta”.
xxv
precios internacionales, cuyo nivel está determinado fundamentalmente por las condiciones del mercado
mundial.
xxx
GIBERTI, Horacio C. E. Historia económica de la ganadería argentina. Hyspamérica. Buenos Aires. 1.986.
Pág. 153.
xxxi
RAPOPORT, Mario. “El modelo agroexportador argentino”. Op. cit. Pág. 194.
Vale agregar que el sistema de arrendamientos predominante en las explotaciones agrícolas es otro factor
xxxii
que contribuye a explicar (junto con la disminución de los costos de transporte y la amplia disponibilidad de
tierras, por nombrar algunos) el bajo costo de producción de las exportaciones argentinas.
xxxiii
FERRER, Aldo. Op. cit. Pág. 112.
xxxiv
FLICHMAN, Guillermo. La renta del suelo y el desarrollo agrario argentino. Siglo XXI, Buenos Aires. 1.982.
Pág. 97. Hay que subrayar, además, que el crecimiento de la producción agrícola es espectacular hasta la
primera guerra mundial y que a partir de entonces registra un crecimiento más suave e irregular. El
volumen físico de la producción de cereales y lino crece un 240% entre 1.900 y 1.915, en tanto que luego
de esa fecha (a través de vaivenes notables) llega a crecer un 50% más hasta alcanzar un máximo en 1.935
que habrá de mantenerse durante los próximos treinta años. SÁBATO, Jorge. Op. cit. Pág. 119.
xxxv
FERRER, Aldo. Op. cit. Pág. 112.
xxxvi
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit. Pág. 79.
xxxvii
FODOR, Jorge G. y O’CONNELL, Arturo. Op. cit. Pág. 11.
Al mismo tiempo, no hay que olvidarlo, ese Estado no constituye una realidad externa a las clases sino
xxxviii
que está conformado por las contradicciones de clase. Pero no se trata de pensar que el Estado “expresa” la
división en clases de la sociedad y que surge a partir de ellas para asegurar el dominio de una clase sobre
otras. El Estado se constituye juntamente con las clases sociales: no hay una división primera de la sociedad
en clases que luego da origen al Estado sino que en un mismo proceso se configuran el Estado y las clases
sociales.
OSZLAK, Oscar. “Reflexiones sobre la formación del Estado y la construcción de la sociedad argentina”.
xxxix
Aires. 1.982.
xlii
FERRER, Aldo. Crisis y alternativas de la política económica argentina. Fondo de Cultura Económica.
Buenos Aires. 1.980. Pág. 57.
xliii
ROMERO, José Luis. Breve historia de la Argentina. Huemul. Buenos Aires. 1.983. Pág. 102.
xliv
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit. Pág. 69.
La problemática, aquí no abordada, de los componentes de la alianza de clase dominante durante toda la
xlv
fase de acumulación agroexportadora, del peso específico de cada uno y de las contradicciones y
coincidencias entre ellos constituye el tema central de “La composición de la clase dominante y sus
contradicciones durante la fase agroexportadora en Argentina”, de nuestra autoría.
**