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LOS PRIMEROS HUMANOS EN

AMÉRICA: Distintas teorías y


relaciones que se pueden extraer.

Andrés A. Fernández Gómez.


a.fernan.preh@gmail..com
abunbury2003@yahoo.es
Institut de Paleoecología Humana i Evolució Social.
Universitat Rovira i Virgili.

Marzo 2008. ISBN: 978-84-936605-9-8

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Anidia Editores.
Sección arqueología. (pg. 1-49), Marzo de 2008.

Abstract.

Occupation of the Americas continent is a peculiarity, since only Homo sapiens have
occupied this territory, and because they do not have broad chronological sequence. The
issues on which focuses research on the prehistory of America are how? And, where the
settlement took place?, when occurred? And, who were the first settlers?

The Clovis culture has been accepted until recently as the colonizers of the continent. But in
recent years it spoke of the colonization of the continent by pre–clovis populations. Thus, in
this paper we will try, based on archaeological evidence, to solve the problem.

The position that advocates for a settlement pre-clovis is to gaining adherents slowly. The
evidence is increasingly significant and beginning to have a presence on scientific
publications.

Key Words:
American Prehistory; First American settlers; Clovis Consensus; Population Early Theory;
Population Theory.

Palabras Clave:

Prehistoria de América, Primeros pobladores de América, Consenso Clovis, Teoría de la


Población Temprana, Vías de Población

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1) Introducción.

A efectos de estudio, la Prehistoria de América consta de 5 periodos, los tres


primeros afectan propiamente a la Prehistoria, los restantes al desarrollo de las
civilizaciones americanas (Clásico y Posclásico). Se considera que la prehistoria americana
comienza con la llegada de los primeros pobladores al continente y finaliza con el
desarrollo de las civilizaciones americanas del siglo III.
En el estado del conocimiento actual, la ocupación de este continente erige una
peculiaridad ya que únicamente la especie H. sapiens ha ocupado esta área, causa por la
cual no disponemos de secuencias cronológicas amplias. La etapa que ocupan el
Paleolítico, Mesolítico, Neolítico y Edad de los Metales en la prehistoria universal, en
América tan solo ocupa los periodos Paleoindio, y un discutido período anterior que
llamaremos Pre-Clovis (también existe un neolítico y un periodo arcaico con
características diversas).
A pesar de ser el último continente poblado, las primitivas fases de América se
vertebran en torno a una serie de grandes cuestiones todavía no resueltas y en continua
disputa. Actualmente los estudios se cimientan en la resolución de los siguientes
interrogantes ¿Cómo y por donde tuvo lugar el poblamiento?, ¿Cuando tuvo lugar este
poblamiento? y ¿Quiénes fueron los primeros colonizadores?
Este trabajo pretende dar respuesta a estas problemáticas, las más importantes
del periodo de colonización del continente. Para ello haremos referencia a las dos
grandes culturas Paleoindias, Clovis y Folsom, reconocidas según el paradigma imperante
como representantes de la primera población del continente.
También revelaremos aquellas evidencias que han aparecido en los últimos años y
sostienen una llegada anterior a la idea más extendida. En este caso a su vez se defienden
dos tendencias, una que ampara la población algo anterior a los 12.000 años y la otra que
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patrocina una llegada en fechas muy anteriores. No obstante, ambas defienden un
poblamiento anterior al “paradigma Clovis”.
En este artículo, en lo referente a las culturas Paleoindias, solo señalaremos los
dos complejos más representativos que defienden este paradigma, los Clovis y los Folsom.
En cuanto a la teoría de la “población temprana” exclusivamente expondremos los cinco
yacimientos más distintivos, que forman el puntal de la misma.
La respuesta a estas cuestiones, la intentaremos dar mediante la sinopsis de las
evidencias arqueológicas y en razón a la exposición de los puntos en los que se basan
ambas teorías, en muchos casos apuntalados por teorías lingüísticas y genéticas, que ha
dado lugar a una posición encontrada entre ambas posturas y en muchos casos se ha
reflejado en enfrentamientos personales.
Expondremos los pros y los contras, que propugnan o refutan ambas teorías, con
la intención de obtener una solución que nos ayude a posicionarnos. Pero antes de todo,
intentaremos hacer un breve resumen sobre la historia de las investigaciones
arqueológicas del continente Americano, con el propósito de conocer las razones que han
llevado al punto de comprensión actual.

2) Presentación de datos.

Historia de las investigaciones sobre el Continente Americano. Desde sus inicios


hasta la actualidad.
En los inicios de la prehistoria Americana convivieron ideas sustentadas en círculos
Europeos por las teorías bíblicas e ideas de las culturas mesoamericanas que
sustentándose en escritos Mayas y Zapotecas concebían la existencia de poblaciones más
antiguas. (Fiedel, 1996).
El primer gran descubrimiento se dio en 1876, cuando C. Abbott localizó diferentes
útiles en su granja de Delaware, imputándolos a culturas indígenas cercanas a los 10.000
años. Con esto se iniciaba una disputa que en cierto modo, aunque con diferentes
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cronologías y envolturas, aún sigue existiendo; colonización antigua vs colonización tardía.
La idea amparada por C. Abbott y sus partidarios fue objetada por aquellos científicos que
defendían una colonización posterior a los 10.000 años, entre los que destacaban
investigadores como A. Hrdlička y W. H. Colmes (Fiedel, 1996).
En este contexto llegamos a 1908, cuando G. McJunkin encontró una serie de
fósiles en Folsom (Nuevo México) con cronología Pleistocénica. Junto con esta fauna J. D.
Figgins, en 1926, descubrió puntas de flecha dispuestas entre las costillas de bisontes
extinguidos. Estas revelaciones hicieron que la sociedad científica americana empezara a
aceptar la trascendencia y la cronología de este yacimiento, a pesar de que A. Hrdlička
hostigara su cronología siendo escéptico ante estos hallazgos (Fiedel, 1996).
Pero cuando en 1929, R. Whiteman, descubrió nuevos restos óseos en Clovis
(Nuevo México, EEUU) y E. Billings (en 1932) durante la excavación de dichos restos
ratificó que era un asentamiento del Pleistoceno asociado a "puntas Clovis" (2005; Fiedel,
1996), la antigüedad de las cronologías fue confirmada. A raíz de estos hallazgos fueron
apareciendo nuevos yacimientos que, con la aparición del Carbono 14 (C14) como
método de datación, fueron admitidos en ambas culturas. Las dataciones de los
yacimientos oscilaban entre los 11.500-10.900 años (13.325-12.975 años calibrados) para
la cultura Clovis y los 10.900-10.200 años (12.975-8375 años calibrados) para la cultura
Folsom. Se caracterizaban y diferenciaban por el tipo de punta hallada en los yacimientos
que habían dado nombre a la cultura, “punta Clovis” o “punta folsom” (Dixon, 1999;
Fiedel, 1996; 2000; Haynes, 2002; Holliday 2000).
El Instituto Smithsoniano, también fue aceptando la Cultura Clovis como la más
antigua de América, describiéndola como el reflejo de la primera llegada a América
(Fiedel, 1996, Waters & Staffort Jr., 2007a). Parecía que se había resuelto la vieja disputa
sobre la antigüedad de las primeras poblaciones del continente Americano,
constituyéndose “El Consenso Clovis”, que fue aceptado mundialmente hasta finales del

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siglo XX. La “Cultura Clovis” era la más arcaica de América y la teoría se consolidaba bajo
los siguientes puntos (Fiedel, 1996):

- Desvelamiento de la Cultura Clovis, con una antigüedad de 13.500 años BP (11.425


años calibrados), y su reconocimiento generalizado desde 1937 como prueba de la
presencia humana en América durante el Pleistoceno.

- Ingreso de estas poblaciones a través de Alaska, procedente de Siberia, a través


del estrecho de Bering, idea expuesta por A. Hrdlička (1937).

- Existencia durante la última glaciación del “Puente de Beringia”, a causa del


descenso del nivel de los océanos, que uniría Asia y América. Por dicho puente
habrían cruzado grupos de cazadores-recolectores hace 14.000 años. Esta idea fue
expuesta por V. Haynes en 1964.

A la postre, una serie de evidencias han cuestionado duramente los fundamentos


de “El Consenso Clovis”, así, científicos derivados de diversas áreas (arqueólogos,
genetistas, lingüistas) han dado lugar a la “teoría del poblamiento temprano”. Este
concepto mantiene una mayor antigüedad de estas primeras poblaciones y, otras rutas
alternativas para su ingreso en el continente (Dillehay, 1999; Dixon, 2001; Miotti, 2003;
Guidon et al., 1994).
La nueva afirmación esta basada en publicaciones efectuadas sobre diversos
yacimientos, destacando Monte Verde (Chile), Piedra Museo (Argentina) y Meadowcroft
(EEUU). Dentro de los defensores de dicha teoría hay investigadores que consideran que
la población tuvo lugar hace 16.000-20.000 años, mientras que otros piensan que se
produjo hace 30.000 años o más (Dillehay, 1999; Dixon, 2001; Miotti, 2003; Guidon et al,
1994; Waters, 2000).
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No obstante, los defensores de “El Consenso Clovis” se muestran muy escépticos ante los
yacimientos con dataciones superiores a 12.000 años; mostrando reticencias sobre el
carácter antrópico de los objetos encontrados en algunos de esos yacimientos. Razón por
la cual siguen sosteniendo su teoría para la colonización del continente, ayudándose de
poseer el paradigma y el control de la mayoría de las revistas de investigación, pues esta
teoría la defienden en su mayoría arqueólogos de EEUU (Fiedel, 1996; 2000; Haynes, 2002;
Holliday 2000).
Sin embargo, la postura que defiende un poblamiento anterior a los Clovis esta
poco a poco ganando adeptos, hay cada vez más evidencias y empiezan a tener presencia
en las publicaciones científicas. Razón por la que el viejo paradigma está seriamente
dañado aunque no derrumbado (Carbonell et al. 2005; Dillehay, 1989; 1999; Lorenzo,
1994; Lozano, 1999, Waters, 2000).

3. Discusión.
3.1) “Consenso Clovis”.

Paradigma que defiende el pasó a través del “puente de Beringia”, por parte del
pueblo Clovis o sus predecesores sobre los 14.000 años. Estos se desplazarían desde
Siberia a Alaska en el transcurso de la última glaciación, momento en que el nivel de las
aguas había bajado. De hay, caminaron, trasladándose hacia el sur por un corredor libre
de hielo al oeste del Canadá, según retrocedía el glaciar, convirtiéndose en el primer
pueblo en colonizar América. En el nuevo continente se toparon con una serie de grandes
animales del Pleistoceno final que les permitiría sobrevivir: destacando el Mamut y el
Mastodonte (Dixon, 2001; Fiedel 1996; 2000; Martin, 1973; Haynes 2002).
Se desplegarían entre los 11.000-10.0000 años, cuando diferentes cambios
causados por la fase interglaciar (paso del Pleistoceno al Holoceno y/o el repliegue de los
casquetes antárticos) estimularon un cambio medioambiental de grandes proporciones

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(disminución de la nieve y la lluvia; realce de las estaciones; y extinción de los grandes
animales). Así, sobre los 10.900 años brotó el complejo Folsom, adaptado a estos
contextos (Standford, 1999). Esta será la posición hegemónica durante muchos años,
sobre todo en las publicaciones científicas de mayor impacto, convirtiéndose en la idea
paradigmática.
El camino de entrada fue a través de Beringia, razón por la cual es esencial revisar
los yacimientos del noroeste de América, Alaska; Pues también de aquí han partido
diversas teorías para su refutación (Dixon, 2001; Roosevelt et al., 1996; Starikovskaya et
al., 1998). Aunque, desgraciadamente las excavaciones allí no son sencillas a causa de las
condiciones climáticas.
No obstante, sí existen evidencias arqueológicas datadas en más de 12.000 años;
Entre las que destacan Trail Creek Caves, 13.070 ± 280 Ka - 15.750 ± 200; Fairbanks donde
se han hallado diversos yacimientos, de los cuales en tres han aparecido artefactos líticos
sin asociación con la fauna (Fairbanks Creek 1948, con 24.000 ± 1.200 años; Fairbanks
Creek 1940, con 17.550 ± 80 y 17.170 ± 70 años); The Ester Stripping Pit en torno a 12.500
años, y finalmente las cuevas de Blue Fish (Canadá) con dataciones próximas a los 13.500
años (Dixon, 1999; 2001).
Todas las evidencias en su mayoría proceden de excavaciones de mediados del S.
XX o antes, han dado fechas anteriores a los 12.000 años y son consideradas dudosas y
poco fiables por parte de la comunidad de investigadores (Dixon, 2001). Por ello se ha
planteado que los primeros habitantes de la zona serían los pertenecientes al “complejo
Nenana”, con yacimientos en el río Tanana y su afluente el Nenana, y que parece que se
prolongó desde los 11.600 hasta los 10.000 años (Dixon 1999; Fiedel, 1996; Goeble et al,
1991), fechas que hacen difícil su distinción de la Tradición Paleoindia del norte,
otorgándole una estrecha relación con esta. De esta cultura los yacimientos más
destacados son Walter Road, Dry Creek component 1, Moose Creek y Swan Point (Goebel
et al., 1991).
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Yacimientos de donde brota una manufactura variada, compuesta por puntas triangulares
y lanceoladas con base cóncava, perforadores, raspadores, raederas, buriles, percutores,
yunques, cuchillos unifaciales, lascas sin retocar y “pieces esquillées” (Carbonell et al.,
2005; Goebel et al., 1991). Pero al mismo tiempo existen una serie de tradiciones
contemporáneas, que contaban con microláminas y no con puntas acanaladas, como los
Clovis, lo que hace difícil admitir que los Clovis procedan de ellas (“Tradición Paleoártica
Americana” y “Tradición Paleoartica del Norte”) (Dixon, 1999; 2001).
No obstante, también se ha indicado que, la proliferación de tantas culturas,
podría deberse al uso de asentamientos específicos para tareas diferentes. Sin embargo,
esta no parece una explicación satisfactoria ya que todos los lugares se han interpretado
como lugares de caza, por lo que se habla de diferentes oleadas de entrada (Dixon, 1999;
2001).

3.1.1. Los paleoindios o paleóamericanos del Pleistoceno final.

El conocimiento cronológico de los paleoindios esta razonado principalmente en


disertaciones estratigráficas y dataciones; y en permutas morfológicas y tecnológicas de
la industria (puntas de proyectil). A raíz de esto se han diferenciado diversos complejos,
creándose una clasificación con dos grandes tradiciones relacionadas entre sí, la
paleoindia propiamente dicha (Complejos Clovis, Goshen y Folsom) y la tradición Plano
(tradiciones Plainview, y complejo de las grandes llanuras del norte) (Dixon 1999).
De estas tradiciones para lo que nos interesas solo tomaremos dos, ambas procedentes
de la tradición paleoindia propiamente dicha, Complejo Clovis y Complejo Folsom. La
razón por la que hemos hecho esta elección es porque respecto al tema que nos
concierne son las que más información nos pueden dar.

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3.1.1.1 El complejo Clovis.

También conocido como “Complejo del Llano”, es para muchos la cultura


paleoíndia que pobló América (Fiedel, 1996; 2000; Haynes 2002; Holliday, 2000).
Dispuesta, cronológicamente, entre los 11.500 y los 10.900 años (13.325-12.975 años
calibrados) (Dixon 1999), siendo Aubrey (Texas) el yacimiento Clovis más antiguo datado
en 11.570 ± 70 BP, y Debert (Canadá) el más reciente, con una fecha media de 10.590 ±
50 BP (Fiedel, 1996; 2000; Haynes, 2002; Holliday, 2000).

El pueblo Clovis tiene, potencialmente, a sus predecesores en Alaska,


concretamente en el Complejo Nenana, 11.660 y 10.000 años, a pesar de las distintas
tradiciones apuntadas en el punto 4.1. La procedencia atribuida a los Nenana se debe a
que ya contaban con puntas triangulares y lanceoladas de base cóncava, similares a las
puntas Clovis (Goebel et al., 1991).
El nombre deriva de la localidad donde se produjeron los primeros hallazgos,
Blackwater Draw Locality 1(1929), cerca de Clovis (Nuevo México). Donde se localizaron
las primeras piezas típicas (Puntas Clovis) que, rápidamente, empezaron ha surgir en
otros yacimientos cercanos de EEUU (Nuevo México, Colorado, Arizona, Wyoming y
Oklahoma), México y América Central (Carbonell et al., 2005; Fiedel 1996; Holliday, 2000).
Para Dixon debe circunscribirse, solamente, a las Grandes Llanuras y al este de
Norteamérica, mientras que en el Oeste habría tres tradiciones diferentes (Dixon, 1999).
Entre estas destaca el complejo Western Fluted Point Tadition con puntas y cronologías
similares, 11.500 a ~ 10.500, que por su similitud también puede considerarse como
equivalentes, a pesar de tener una mayor variación.
Si bien a simple vista parecen estar más concentrados en el oeste de EEUU, la
mayor cantidad de puntas se han hallado en el este. Desgraciadamente la mayoría en
superficie, no obstante también los hay en estratigrafía, Debert (Nueva Escocia, Canadá),
Vail (Maine), Bull Brook (Massachussets), Shawnee-Minisink (Pennsylvania) y Flint Run

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(Virginia) (Dixon, 1999). Por el contrario en el sur de California, Arizona y posiblemente
México, se considera que pudo darse una menor producción de puntas, por lo que se ha
interpretado que estos yacimientos estaban más relacionados con la recolección de
plantas y semillas, si bien también esta documentada la caza del mamut.

Figura (1). Dispersión de la tradición Clovis. Modificado de (Carbonell et al., 2005).

La cultura se caracteriza por la presencia de la punta que le dio nombre, Punta


Clovis. Una hoja plana tallada bifacialmente por presión, casi simétrica, adelgazada para
ampliar su penetración. Con un formato lanceolado y una base cóncava acanalada, que
tienen generalmente una longitud de entre 7 y 15 cm. La morfología de la base esta
conformada para beneficiar su inclusión en un una lanza (Holliday, 2000).
Junto a estas morfologías los yacimientos paleoindios de esta cultura presentan
otros útiles como puntas de hueso, láminas, raspadores, raederas, utensilios efectuados

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en hueso, imaginariamente para normalizar fustes de hueso o madera (Fiedel, 1996;
Holliday 2000; Carbonell et al., 2005).

Figura (2). Izquierda: cara ventral de una Punta Clovis; derecha: conjunto de puntas Clovis.

Estas puntas, usualmente, se han asociado con la gran tradición cazadora que han
tenido estas culturas, revelando que la caza era el mecanismo primordial para la
obtención de recursos nutritivos. Esta, practicada de manera más o menos sistemática, se
realizaba sobre los grandes mamíferos, en concreto los mamut y mastodontes (Fiedel &
Haynes, 2004; Haynes, 2002; Martin 1973).
Esta idea ha provocado gran cantidad de inferencias, incitando la creación de una
discusión sobre las secuelas que esta caza habría provocado en los grandes animales del
Pleistoceno y en su rápido avance hacia el sur de América (Fiedel & Haynes, 2004; Haynes,
2002; Martin 1973). Discusión que Haynes ha vuelto ha sostener en fechas cercanas para
defenderse de las críticas recibidas desde los defensores de la teoría de “la población
temprana” (Haynes, 2002). No obstante, la idea que Haynes presenta tiene bastantes
puntos débiles, que han sido aprovechados por sus detractores para criticarla. Entre estos
puntos destaca la falta de evidencias arqueológicas que indiquen que los paleoindios
cazaran muchas de las especies extinguidas (Grayson & Meltzer, 2002).

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A día de hoy, la visión más aceptada es que estas poblaciones tenían en la caza
una importante estrategia para la obtención de recursos alimenticios, hecho que pudo
contribuir a la desaparición de ciertas especies. Pero es necesario remarcar que estas ya
estaban reducidas por las circunstancias climáticas existentes y los Clovis tendrían una
alimentación más variada (Canon & Meltzer, 2004).
Así, las evidencias halladas en yacimientos como Aubrey o Lehner indican que
explotaban una amplia gama de recursos y especies animales, incluidas las de pequeño
tamaño (Bisontes, ciervos, camellos, caballos perezosos, ardillas, conejos, peces, tortugas,
ratas, pájaros, tapires, etc.), e incluso las plantas (Canon & Meltzer, 2004).
Los yacimientos Clovis han sido divididos en varios arquetipos según las acciones
realizadas, los artefactos encontrados o las particularidades vistas en el entorno en el que
se ubican. Se han determinado cuatro tipos básicos: los conectados con la provisión de
materias primas (Flint Mine may, Williamson, Flint Run), alejados hasta en 160-240 Km.;
Los “Cache sites”, donde se reparaban y ocultaban sus útiles (Richie-Roberts, Anzick,
Busse Cache, Simon site y Drake Cache); Los “Kill sites” (Dent, Lehner, Blackwater dra. y
Colby); Y finalmente los “Camp site” (Debert, Bull Brook, Thunderbird y quizás Shopp y
West Athens Hill (Carbonell et al. 2005).
Los Clovis tuvieron un vertiginoso avance, desarrollo y final, en menos de 100 años
ya estaba instaurado el complejo Folsom. Más si cabe si aceptamos el rango de tiempo
interpretado como “etapa Clovis”, que según nuevas fechas anunciadas recientemente,
no serían tan largas como lo hasta ahora dicho y estaría entre los 11.050 años (Montana,
Sur de Dakota y Florida) y los 10.800 (Waters & Stafford, 2007 a). Dejando fuera algunos
yacimientos que para los defensores de la cultura no pertenecen a la misma, por malas
dataciones o malas atribuciones tecnológicas (Waters & Stafford, 2007 a y b).
Esto suma un punto más en la tentativa de refutar el “Consenso Clovis”, que se
esta produciendo en los últimos años del S XX y principios del XXI (Waters & Stafford,
2007 a).
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3.1.1.2 El complejo Folsom.

Segundo complejo que forma la tradición Paleoindia, y que tuvo una


transformación muy rápida. Toma su nombre del yacimiento situado en la ciudad de
Folsom (Nuevo México), descubierto en 1908 por G. Mcjunkin, e identificado en 1925, por
J. Figgins, como perteneciente a época glacial, por la especie de bisontes que aparecían
en el lugar (Fiedel, 1996).
En las excavaciones de 1926, se encontraron nuevos huesos y piezas líticas
asociadas, que B. Brown y F. Roberts ya en esos tiempos databan con una antigüedad de
unos 10.000 años, estimación que se acerca mucho a la realidad. Hoy día, el complejo
está datado entre los 10.900 y 10.200 años (Fiedel, 1996; Holliday, 2000).
La aceptación de estas herramientas líticas como Pleistocénicas, empezó a dar la razón a
quienes habían indicado que había existido población humana durante la época glacial en
Norteamérica.
A esto le siguieron más descubrimientos con restos similares y, lo que es más
importante, puntas similares. Los nuevos yacimientos han demostrado que la transición
de una cultura a otra se efectuó de forma rápida, en un centenar de años, o quizás menos.
Rapidez que expresaría la ausencia de realidades de esta mutación, aunque hay autores
que han sugerido una transición a través de las puntas Goshem (Frison, 1998). Punto muy
discutido debido a la desigual morfología entre las puntas Goshem, Clovis y Folsom
(Stanford, 1999).
La extensión de este complejo era bastante importante, una zona geográfica que
discurría: del oeste de las Montañas Rocosas hasta las grandes llanuras y de norte a sur,
desde Dakota del Norte hasta el norte de México (Carbonell et al., 2005).

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Figura (3). Dispersión de los yacimientos Folsom. Modificado de (Carbonell et al., 2005)

El elemento característico de la cultura, evidentemente, es la punta Folsom


ejecutada por presión sobre una hoja más menuda que la Clovis. Exterioriza la base
cóncava y cuenta con un acanalado más espacioso, que se acerca al extremo distal de la
punta, lo que podría involucrar una mayor capacidad de penetración (Dixon, 1999).
Junto a estas puntas también han aparecido una serie de instrumentos muy
variados, poseyendo entre su instrumental lascas, cuchillos bifaciales muy delgados,
perforadores, raspadores, raederas, “Choppers”, piedras abrasivas, núcleos sobre lasca,
punzones, diversos pigmentos minerales y piedras para machacar pigmentos (Carbonell
et al., 2005; Dixon, 1999).

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Figura (4) Punta Folsom. Modificada de (kunz et al., 2003).

Al igual que con los Clovis, la caza se ha señalado como el medio más utilizado
para la obtención de alimento, ya sea de forma individual o a través de matanzas en
grupo. Para su realización se han citado distintas evidencias como trampas naturales,
restos de fuego para trasladar a los animales a dichas trampas, etc. También se ha
apuntado la existencia de evidencias de almacenaje de los excedentes de dichas cacerías
(Fiedel, 1996).
La especie preferida mayoritariamente es el bisonte, con dos subespecies el Bison
antiquus y Bison Occidentales. No obstante los descubrimientos de Lindenmeier
manifiestan que realizaban una economía inclusive más diversa que los Clovis,
envolviendo también otros recursos tanto animales como vegetales (Dixon 1999; 2001;
Fiedel, 1996).
La vida cotidiana, usualmente, la debieron desarrollar en campamentos al aire
libre, acomodados en colinas y/o lugares desde donde pudieran observar las acciones de
los animales en las orillas de antiguas lagunas. En determinados establecimientos se han
apreciado diferentes áreas de actividad, hogares con ceniza y restos que supuestamente
eran de tiendas, pertrechadas con pieles y ramas de los árboles (Dixon, 1999). Entre los

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yacimientos Folsom más destacados estarían Lindenmeier, Indian Creek y Cooper (10.375
años BP) (Dixon, 2001).
Podemos indicar que los restos de estas dos tradiciones Paleoíndias son
irrefutables, si bien no esta clara su procedencia y cuantas culturas existieron realmente,
debido a la gran cantidad de yacimientos y supuestas civilizaciones que coinciden en el
tiempo, antes de su formación y durante el desarrollo de las mismas. Aunque parece
posible que tengan su origen en pueblos de Alaska, la existencia de tantas culturas
coetáneas en el tiempo deja muchas dudas al respecto y abre nuevas preguntas, pues su
diferencia, en muchos de los casos, solamente se basa en el tipo de puntas que utilizan.
Se hace difícil aceptar que pudieran extenderse hasta el Centro-Sur del continente
en un espació tan breve de tiempo como mantiene el “Consenso Clovis”, más si tenemos
en cuenta las nuevas dataciones realizadas a la cultura Clovis, que indican que no duró
más de 200 a lo sumo 400 años. A pesar de que haya autores que desarrollen teorías
acerca de la supuesta rapidez en la expansión de cada generación (Haynes, 2002; Martin,
1977) y del echo de que supuestamente no hayan aparecido restos humanos con fechas
anteriores a lo que el paradigma indica.

3.2. Teoría de poblamiento temprano.

“El Consenso Clovis”, ha sido cuestionado en los últimos años del S XX, por
científicos provenientes de diversas áreas (arqueólogos, genetistas, lingüistas, etc.,) y por
la aparición de ciertas evidencias arqueológicas. Indicarían un poblamiento anterior,
surgiendo nuevas teorías que, paradójicamente, también se llaman de “poblamiento
temprano”, nombre que en sus inicios tenía “el consenso Clovis” (Adovasio & Pedler, 2004;
Dillehay 1999; Dixon, 2001; Lorenzo 1994; Lozano 1999; Waters, 2000; Waters & Stafford,
2007a y b).
Estas nuevas teorías sostienen una mayor antigüedad y otras rutas alternativas
para el primer ingreso de las poblaciones en América. Así, hoy día, la comunidad científica
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discute fechas, rutas y la cantidad de oleadas que poblaron el continente americano. Los
principales hallazgos en los que se basan, son la aparición de una importante cantidad de
yacimientos pre-Clovis, en Norteamérica y Sudamérica (Adovasio & Pedler, 2004; Dillehay
1999; Dixon, 2001; Lorenzo 1994; Lozano 1999; Waters, 2000; Waters & Stafford, 2007a y
b).
El tema es materia de un apasionado y apasionante debate antropológico entre
los defensores de ambas teorías. Si bien, debemos indicar que dentro de los partidarios
de esta teoría, hay quienes sostienen que la entrada se produjo sobre los 15.000-20.000
años y otros que consideran que esta entrada fue muy anterior, incluso sugiriendo fechas
de 60.000 años (Adovasio & Pedler, 2004; Dillehay, 1999; Dixon, 2001).
Las nuevas teorías creadas a raíz de estas evidencias se han recombinado con teorías ya
existentes que afirmaban la existencia de múltiples corrientes migratorias y con
evidencias genéticas que apoyan cada una de ellas (Adovasio & Pedler, 2004; Dillehay,
1999; Dixon, 2001).
Entre los yacimientos que han aparecido con cronologías superiores a la cultura
Clovis hemos elegido mencionar sólo unos cuantos, que en principio aportan datos más
seguros o rompedores con lo sostenido hasta ahora (Monte Verde, Chile; Piedra Museo,
Argentina; Pedra Furada, Brasil; Topper, Cactus Hill y Meadowcroft Rockshelter, EEUU),
sin olvidar mencionar algún otro que ayude a comprender o sustentar mejor los ya
mencionados.

3.2.1. Los yacimientos más antiguos de América

Entre las evidencias más antiguas de presencia humana en América, que


presentamos, debemos tener en cuenta que muchas de ellas ofrecen fechas muy
discutidas por la comunidad científica, en especial por los defensores de “el Consenso
Clovis”.

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Para su explicación empezaremos por realizar una síntesis de las evidencias
aparecidas en el Norte del continente, siguiendo con las halladas en la parte Sur y
deteniéndonos sólo en aquellos yacimientos que, a nuestro juicio, más información
puedan aportar. Finalmente, haremos una valoración sobre los hallazgos explicados y
nuestra opinión sobre los distintos temas. En Norteamérica existen, principalmente, dos
hallazgos de gran interés para el tema que nos ocupa, Meadowcroff y Topper.
o Meadowcroft, EEUU. Yacimiento situado cerca del río Ohio (Pensylvania)
excavado entre 1973-1978 por un equipo de la Universidad de Pittsburgh dirigido por
J. M. Adovasio (Adovasio & Carlile 1988; Adovasio & Pedler, 2004).
Presenta dataciones que indican actividad humana entre los 16.000 y > 19.000 años
(Adovasio & Carlile 1988; Adovasio & Pedler, 2004; Dillehay 1999; Lozano 1999),
aunque estas han sido cuestionadas por científicos partidarios del consenso Clovis,
conjeturando una posible contaminación del carbón (Fiedel, 2000).
Esta compuesto por 11 unidades bien definidas, que abarcan un período que va entre
los 16.000 años, para la parte media del nivel IIa, y los 19.000 años. El momento de
las ocupaciones más antiguas es la base del estrato IIa, donde se localizaron 13
instrumentos líticos retocados y más de 300 lascas y restos de talla, junto a restos de
ciervo y micromamíferos (Adovasio & Carlisle, 1988; Adovasio & Pedler, 2004).
Las dataciones obtenidas por C14 son coherentes con la estratigrafía, aunque algunas
tengan márgenes de error muy altos, 19.100 ± 810 años (Adovasio & Carlisle, 1988;
Adovasio & Pedler, 2004; Carbonell et al., 2005; Lozano 1999).
Los defensores del paradigma han cuestionado sobre todo los niveles con cronologías
más antiguas, apuntando inconvenientes como la irresolución de la fauna
encontrada, que no sería determinante del periodo al que se refiere y podría ser
Holocena (Fiedel, 2000). Además, se ha atribuido una supuesta contaminación de las
muestras datadas, y que los restos vegetales no serían indicativos del paisaje que
debería haber en la fecha indicada (Fiedel, 2000; Carbonell et al., 2005).
19
No obstante Adovasio y su equipo ha defendido reiteradamente la integridad de sus
fechas, quedando como principal problema la incoherencia de los restos vegetales.
Para lo cual han indicado que podrían no estar asociados con la industria lítica
(Adovasio & Pedler, 2004).
Por ello, Meadowcroft es considerado como uno de los yacimientos más antiguos
de la Prehistoria Americana, utilizándose como evidencia para los defensores de la
presencia humana en la era pre-Clovis.
Incluso hay autores que defienden la validez de este yacimiento, indicando que
podría tratarse de un yacimiento antecesor de los Clovis, atendiendo a la morfología de
sus puntas (Stanford & Bradley, 2000).

Figura (.5). Comparación de las puntas Clovis y la Industria de Meadowcroft.

20
o Topper, EEUU: Yacimiento de South Carolina, en el que Albert Goodyear, de la
Universidad de Carolina del Sur, empezó a trabajar en 1984 (Dillehay, 1999; Marshall,
2001). En 2004 anuncio dataciones por C14 muy antiguas (entre 50.000 y 37.000
años), para niveles 1 m., por debajo de los niveles paleolíndios, con supuesta
presencia de instrumentos de piedra, objetos tipológicamente comparables a los
Clovis (restos de talla, pequeños instrumentos de talla, cantos de sílex y de cuarzo)
(Dillehay, 1999; Marshall, 2001). Fueron muy cuestionados tanto los útiles en sí,
como las dataciones, aún en mayor medida (Fiedel 2000; Marshall, 2001).
Nuevas dataciones realizadas por OSL, encima de los niveles más antiguos han dado
fechas de 13.000- 16.000 BP y nuevas luces al problema (Marshall, 2001). Además la
invitación a una serie de investigadores escépticos han convencido a algunos de sus
detractores (Marshall, 2001) aunque las dudas sobre la verosimilitud de estas
industrias y de su verdadera cronología siguen en el aire.
Por lo cual, Topper, pese a las nuevas dataciones sigue albergando serias dudas sobre
su industria y deberemos esperar nuevas investigaciones para aceptar sin problemas
su situación anterior a la cultura Clovis.

Junto a estos dos yacimientos de vital importancia, existe toda una lista de
yacimientos con dataciones muy antiguas: Schaefer y Hebior en Wisconsin (10.960 ± 100
BP, 12.220 ± 80, 12.480 ± 130 años BP, 12.310 ± 60 años BP, 12.480 ± 60, 12.520 ±50),
Fort Rock Cave, en Oregon (10.200 ± 230, 13.200± 720), Manis Mastodom en Washington
(12.000 ± 310 BP y 11.850 ± 60 BP) y Cactus Hill, 11.000 y ~ 16.000 años. Todos ellos en
EEUU con la presencia de evidencias más o menos firmes de presencia humana anterior a
Clovis (Carbonell et al., 2005).

En la parte norte del Continente encontramos un yacimiento, casi aceptado por


todos, con cronologías muy altas (Meadowcroft), otro que pese a las dudas también

21
podría aceptarse en un futuro, de resolverse ciertos problemas señalados. Más toda una
serie de yacimientos que ofrecen dudas que los sitúan a la espera de nuevas
comprobaciones para ser aceptados como representantes de la teoría del poblamiento
temprano.
En la parte Sur del continente se sitúan los yacimientos que quizás más
inconvenientes están proporcionando al mantenimiento del viejo paradigma, pues a
parte de la antigüedad, muy importante en algún caso (Pedra Forada), esta la dificultad
para llegar a esta zona del continente desde Beringia. A esta distancia se le sumaría la
barrera que formaban los glaciares continentales, lo que implicaría una entrada a América
hace más de 20.000 años.
Otro elemento ha destacar es la reiteración con la que están apareciendo
yacimientos de gran antigüedad en Sudamérica y la escasa cantidad de los mismos en
Norteamérica. El dato resulta llamativo, entre otras cosas porque Estados Unidos y
Canadá han dedicado grandes recursos a investigar los sitios arqueológicos, a diferencia
de lo que sucede en el sur. Esto ha planteado la idea de una posible población distinta en
ambas partes del continente.
Los yacimientos en que vamos a centrarnos se encuentran el la zona de Argentina,
Chile y Brasil, no obstante también los hay en el centro-sur del continente, que podrían
servir como eje de unión entre las poblaciones de ambos continentes en caso de que
estas hubieran entrado por Alaska, por lo cual haremos una pequeña mención sobre ellos.

o Monte Verde, Chile: posiblemente el yacimiento Pre-Clovis más significativo y


aceptado de América del Sur. Fue excavado sistemáticamente entre 1977 y 1985 por
Tom Dillehay (Universidad de Kentucky) y el geólogo Chileno Mario Pino (Universidad
Austral de Chile) (Dillehay 1989; 1999; Lorenzo 1994; Lozano 1999; Marshall, 2001;
Meltzer et al., 1997; Waters, 2000).

22
Situado en la orilla del arroyo Chinchihuapi (sur de Chile), se han registrado 8
unidades estratigráficas, de MV1 la más reciente a MV8 la más antigua (Dillehay,
1989; 1999; Meltzer et al., 1997).

Figura (6). Situación geográfica de Monte Verde.

En MV7 están las evidencias arqueológicas más significativas, una capa abierta
por turba que selló y preservó el registro arqueológico (Carbonell et al., 2005). Este
nivel contiene evidencias de una amplia gama de actividades humanas, con
estructuras de hábitat, restos orgánicos excepcionalmente bien conservados
(semillas, frutos, hueso y madera), y a unos 30 m., al oeste una significativa
concentración de huesos de al menos 7 mastodontes y artefactos líticos (lascas,
cantos, lascas retocadas y otros objetos) (Dillehay 1989; Marshall, 2001; Taylor et
al., 1999).

23
Los restos de Mastodonte certifican una antigüedad superior a los 11.000 años, y una
serie de más de 30 dataciones de C14, coherentes con la secuencia, indican la
presencia humana desde hace > 12.500 años (Dillehay 1989; 1999; Moreno, 2000;
Marshall, 2001; Lozano, 1999; Taylor et al., 1999).
A unos 70 m., en un nivel inferior aparecieron dos estructuras que en un principio se
interpretaron como hogares, MVII, junto a ellas apareció algún objeto lítico datado
por C14 en 33.370 ± 530 y > 33.020 BP (Marshall, 2001; Moreno, 2000). No
obstante, en este caso las fracturas de los objetos líticos no son del todo claras y,
ante la ausencia de más datos, su atribución antrópica ha quedado en el aire para
nuevas investigaciones (Meltzer et al., 1997).

Aunque a priori, las evidencias de Monte Verde parecen bastante claras, su


significado ha hecho que recibiera numerosas críticas, provocando incluso
enfrentamientos personales (Carbonell et al., 2005; Fiedel, 2000; Marshall, 2001).
Podemos afirmar que se trata de un yacimiento con evidencias plausibles de población
Pre-Clovis. Durante un viaje al yacimiento la mayoría de los investigadores han tenido que
aceptar su validez y sus dataciones, pues no hay mecanismo natural que pueda revelar
esas evidencias (Marshall, 2001; Taylor et al., 1999).
o Piedra Museo, Argentina: yacimiento descubierto a principios del siglo XX por el
eminente paleontólogo argentino F. Ameghino, quien lo denominó "Piedra Museo".
Esta situado en la Provincia de Santa Cruz, Argentina, en una zona con importantes
recursos hídricos, y una cantera para la obtención de materia prima (Miotti, 2003).
Presenta en las cercanías una serie de cuevas y otros yacimientos con cronologías
antiguas, como el caso de Los Toldos (Lorenzo, 1994; Miotti, 2003).
Fue excavado en 1995 por la arqueóloga Argentina Laura Miotti (Universidad
Nacional de La Plata), apareciendo numerosos instrumentos líticos unifaciales y
bifaciales, que se encuentran en ocasiones asociados a numerosas especies

24
extinguidas de megafauna del Pleistoceno, (milodonte, guanaco, caballo americano,
etc.), datados en 12,890 ± 90 años. En muchos casos esta fauna presenta marcas
antrópicas (Miotti, 2003).
También se han mencionado, supuestas, pinturas rupestres y grabados en las rocas.
Junto a todo este material aparecieron una serie de restos humanos, datados, en
EEUU, mediante A.M.S en una cronología de 11.000 años B.P (Carbonell et al., 2005;
Dillehay 1999; Miotti, 2003).
En una zona superior (a 1,20 m., de profundidad) a los restos humanos apareció más
industria lítica, entre la que destaca la presencia de una punta denominada "Cola de
pez". Esta punta tiene otorgada una fecha cercana a los 10.000 años de antigüedad y
sería la más antigua de este tipo en la zona (Miotti, 2003).
La estratigrafía pareja a los restos que hemos mencionado y las dataciones presentan
un altísimo nivel de confiabilidad (Dillehay, 1999; Fiedel, 2000; Miotti, 2003), aunque
también han sido cuestionadas por una posible contaminación (Fiedel, 2000). Pese a
ello, la aparición de animales extinguidos ayuda a probar su gran antigüedad y las
dataciones de los restos humanos realizadas en EEUU le confieren mayor credibilidad
a nivel científico (Miotti, 2003).

Por tanto, nuevamente, hallamos un yacimiento situado en el Sur del continente,


con dataciones no excesivamente antiguas pero si indicativas de poblaciones Pre-Clovis.
Su situación geográfica (al Sur del continente) y la aparición de restos humanos son las
circunstancias que más importancia le confieren. Por otra parte, las críticas no han sido
muy persistentes y son poco convincentes. Por todo ello el yacimiento tiene un gran valor,
pues el sitio demuestra que restos humanos convivían con animales actualmente extintos
hace unos 13.000 años.
o Pedra Furada, Brasil: Yacimiento arqueológico hallado en Monte Alegre, al este de
Piauí (Brasil), fue descubierto en 1973 y excavado entre 1978-1988 por un equipo

25
franco-brasileño dirigido por Niède Guidon (Dillehay 1999; Guidon et al., 1994;
Lorenzo, 1994; Parenti et al, 1990).
Esta situado al pie de un risco de arenisca, donde se han reconocido 10 unidades
estratigráficas, en las que se han citado diversas estructuras semicirculares/elípticas
realizadas con bloques de arenisca o cuarcita, algunas con carbones, interpretadas
como hogares (Parenti et al., 1990). Junto a estos restos ha sido hallada industria
lítica, básicamente unifacial con presencia de huellas de uso según los autores
(Guidon, et al., 1994; Parenti et al, 1990).
Las dataciones obtenidas en 1986 dieron unos resultados entre 48.000 y 32.000
años, pero, posteriormente, nuevas dataciones realizadas sobre los hogares han
confirmado la vejez dilatándola en ciertos casos hasta los 60.000 años (Guidon et al.,
1994; Parenti et al., 1990).
Estas dataciones provocaron la reacción de los defensores del consenso Clovis, que se
centraron en tres aspectos fundamentales: La no aceptación de los objetos como
antrópicos, pudiendo ser consecuencia de la caída de bloques del techo de la cueva.
La sospecha de que las fechas sobrepasaban el límite fiable de las dataciones por C14.
La procedencia de los carbones y el método utilizado en la excavación (Carbonell et al.
2005).
Los dos primeros puntos fueron respondidos, así se indico que como mínimo había
595 piezas intencionales, aunque no hubiera fauna asociada. También se indico que
la serie de 54 dataciones era coherente y tenían fechas anteriores a los Clovis que si
entraban dentro de los límites fiables (Parenti et al., 1990).
Sin embargo la última y quizás más grave de las críticas, sólo fue respondida
vagamente indicando que tal vez la naturaleza de los carbones no era
contemporánea con los restos. Pero la crítica metodológica sigue ahí y no ha
convencido a una gran parte de la comunidad científica.

26
A pesar de que los investigadores de Pedra Furada se han defendido de las graves
acusaciones recibidas afirmando que ni las dataciones ni los métodos son erróneos, las
evidencias halladas en este yacimiento hay que ponerlas en tela de juicio. No obstante,
los propios investigadores han recurrido a la colaboración con investigadores de
reconocido prestigio en Europa, con el objetivo de despejar las dudas que sobre ellos y su
trabajo se han depositado.
En caso de aceptarse serían los restos más antiguos de todo el continente y, por
consiguiente, seria el yacimiento, máximo valedor de la idea que defiende la colonización
más antigua del continente > 30.000 años. Por esta razón lo hemos introducido en la
síntesis que estamos realizando en este artículo.
Pero ninguno de estos yacimientos tiene una presencia clara de elementos
antrópicos, aunque la cantidad de supuestas evidencias de gran antigüedad podría
indicarnos una pronta colonización de la zona, quizá antes de los Clovis.
En defensa de dicha cronología podemos citar otros yacimientos, que estarían en
concordancia con las fechas de Pedra Furada o con su situación geográfica. Todos
contenidos en la edad Pre-Clovis: Toca da Bastiana datado en 36 Ka (TL y ESR); el abrigo
de Toca do Sitio do Meio, muy cerca de Pedra Furada y datado entre 14.300-12.200; Y
finalmente el abrigo de Lapa Vermella IV con industria en cuarzo y niveles datados entre
22.400 y > 25.000 años (Carbonell et al., 2005). Pero ninguno tiene una presencia clara
de elementos antrópicos, aunque si parece haber evidencias de una presencia humana
antigua en la zona, quizá antes de los Clovis.

27
Cuadro (1). Yacimientos más antiguos de América ordenados según la cronología.

A parte de los yacimientos vistos (Cuadro I), existe todo un abanico de yacimientos
que barajan los defensores de un poblamiento temprano para defender su hipótesis. Es
imposible mencionarlos todos en este artículo por razones de espacio, sin embargo, no
podemos dejar de mencionar yacimientos significativos por su situación geográfica.
Hablamos de aquellos situados en el centro del continente, que podrían ser el lazo de
unión entre las poblaciones del Norte y las del Sur, en el caso de que las dos partes del
continente se hubieran poblado a la vez a través de entradas desde Beringia. Entre ellos
destacan Tlapacoya (21,700 ± 500) en México, Taima Taima (14.440 ± 435) en Venezuela;
Pikimachai o Cueva Flea, (~ 13.000-14.000 años) en Perú etc. Todos con artefactos líticos
y fauna, datados entre los 20.000- 16.000 años (Lorenzo, 1994; Carbonell et al., 2005).
Conclusiones de la población temprana. Existen bastantes evidencias de población en
América antes de los Clovis. Muchas de los nombradas, e incluso otras que hemos
omitido, han sido fuertemente desacreditados estableciendo inseguridad sobre su
verosimilitud. Esto afecta, sobre todo, a aquellos que defienden fechas más antiguas
(Topper y Pedra Furada). Pero inclusive, siendo cautelosos, hay firmes certidumbres de la
28
existencia antrópica a partir de los 12.500 años, Monte verde, Piedra Museo y
Meawdocroft.
Otro de los problemas que plantean los defensores de “El consenso Clovis”, para la
aceptación del poblamiento temprano, es la ausencia de restos humanos de gran
antigüedad (ninguno supera los 12.500 años). No obstante entre los restos humanos más
antiguos se barajan cronologías anteriores a las defendidas por “El Paradigma Clovis”
(cuadro 2).

Cuadro (2). Restos más antiguos de América

Hay que esperar al avance de las investigaciones que se están haciendo en la zona
sur del continente, donde han aparecido yacimientos de gran antigüedad, e incluso con
restos humanos (Piedra Museo), que presenta a los humanos conviviendo con animales
actualmente extintos hace unos 13.000 años.
Así la presunción de un poblamiento temprano sucedido entre los 15.000-20.000
años es la situación más viable, sin descartar una población anterior. Si bien, los
yacimientos y los restos humanos que presentamos no se enfrentan cronológicamente en

29
demasía con la cronología Clovis, pero situándose algunos, tan separados del foco de esa
cultura, se fragmenta el paradigma existente y abre nuevas cuestiones.
Viendo esos hechos se hace difícil mantener lo pensado sobre las rutas de
colonización planteadas, provocando una creciente adhesión de algunos investigadores a
la hipótesis de un poblamiento autónomo de América del Sur, para lo cual se han basado
en nuevas vías de acceso.

3.3) Por donde entraron los primeros humanos en América. Explicación de las distintas
teorías, con los pros y los contras acerca de su aceptación.

A tenor de lo visto en el punto anterior admitimos el poblamiento de América


como mínimo hace 15.000 - 20.000 años, esto implica que profusas cuestiones queden en
el aire, una de las más significativas es saber ¿por donde entró esta población al
continente?
Responderemos, de nuevo, detallando las ideas que han dado los defensores de la
teoría del poblamiento temprano, junto con aquellas dificultades que puedan presentar
dichas ideas. Posteriormente, nos pronunciaremos sobre lo que nosotros consideramos
más plausible, incluso colaborando con la propuesta de nuevas ideas si así lo viéramos
oportuno.
El “Consenso Clovis” departía un transitó de la población, por el puente de
Beringia, desde Siberia hacia Alaska, cuando la elevación de las aguas descendió durante
la última glaciación, con el inconveniente de que esto únicamente pudo efectuarse a
partir de los 13.000 años (Dixon, 1999; Fiedel, 1996). Momento en que Beringia,
contendría tierras surgidas en el contexto del estrecho, entre las que figurarían la franja
Este de Siberia (hasta el río Lena) y parte de Alaska, (hasta el río Mackenzie) (Dixon, 1999;
Fiedel, 1996; Goebel et al., 1991).

30
Actualmente el estrecho posee unos 90 Km., de extensión, interrumpidos por las islas
Diomedes, y poseyendo la superficie terrestre del estrecho únicamente 37 m., de
profundidad (Carbonell et al., 2005).
Con el descenso de la altura del mar durante casi todo el OIS 3 (57.000-24.000
años), y el OIS 2 (24-11 Ka), se habría instaurado un puente entre Siberia (Península de
Chukoka) y Alaska, que consentiría el paso de los pobladores de los 14.000 años en
adelante, llegando incluso hasta los 11.000-10.000 años (Dixon, 1999; Fiedel, 1996).
Debemos apuntar que este corredor geográfico no sería necesario, pues los humanos ya
habían demostrado su capacidad para navegar desde épocas anteriores, colonizando
Australia o incluso antes colonizando zonas del continente asiático (Carbonell et al. 2005;
Morwood et al., 1998).

Figura (7). Simulación de la extensión del puente de Beringia en la glaciación hace sobre 15.000 años BP.
Modificado de (M. King, in Kunz, 2003).

31
El “Consenso Clovis” defiende que estos pobladores habrían transitado hacia el sur
cruzando Alaska y Canadá por Yukon y Alberta, imagen comprometida de reconocer a no
ser por un “corredor” sin hielo, que permitiera atravesar la franja al oeste del Canadá
(Dixon, 1999; Fiedel, 1996).
Pero este corredor no fue practicable hasta los 13.000 años momento de su
aparición, igualmente, aunque existiera, la subsistencia en sus 25 km., de extensión sería
dificultosa. La amplitud esbozada crearía escasez de arboledas y fuentes de subsistencia
(Dixon, 2001; Dillehay, 1999; Miotti, 2003).

Figura (8). Supuesto corredor existente en Norteamérica. Modificado de (Carbonell et al., 2005)

Después de lo expuesto en el punto anterior los científicos que amparan un


asentamiento prematuro han promovido otras hipótesis, ya sea por la cronología

32
derivada de los yacimientos como por el trayecto que hay hasta el lugar de arribada
(Dillehay, 1999 Miotti, 2003). Así, en los últimos años ha habido una creciente deferencia
sobre hipótesis de un poblamiento autónomo de América del Sur. Hipótesis
estrechamente relacionada con la teoría del ingreso por Antártida desde Australia.
Además, existen otras teorías apuntaladas por estudios genéticos y lingüísticos,
que dan lugar a diversas propuestas, que intentaremos exponer a continuación. No existe
consenso entre los partidarios de unas y otras teorías, razón por la que se ha
transformado en una de las disputas más delicadas de la Prehistoria de América (Dillehay,
1999; Lorenzo, 1994; Lozano, 1999; Miotti, 2003; Carbonell et al., 2005). Incluso, algunos
arqueólogos han llegado a plantear que la migración hacia América del sur, desde
Beringia, pudo haber comenzado hace 150.000-200.000 años o antes (Dixon, 2001).
Mientras mantienen que los primeros seres humanos llegaron a América alrededor de los
50.000 años BP, probablemente cerca de los 14.000 años BP se produjo la población
definitiva.
Para esto se han barajado cuatro posibles rutas que explicaremos a continuación,
siendo en el fondo las dos primeras variantes de la admitida hasta ahora, con la diferencia
para la segunda de que el acceso se haría desde Beringia a través de la costa (Dillehay
1999; Lorenzo, 1994; Lozano, 1999). Ambas proceden de la realización de una cuidadosa
revisión del registro paleo-ambiental y de la geología glacial, y estuvo realizada por
Fladmark (Dixon, 1999).
Las otras dos proceden del intento de explicar las apariciones acaecidas en el sur
del continente (Dillehay 1999; Miotti, 2003).
Así, las opciones serían: el ilustre y conocido ingreso desde Alaska, a través de
Beringia, llegando al norte de América; la accesoria, que defiende una entrada desde el
noroeste de Asia, pasando por Beringia hasta el noroeste de América; la tercera iría desde
Oceanía a través de Polinesia y de allí a América del Sur; y finalmente la que defiende un

33
itinerario que va de Europa-Océano Atlántico-América (Carbonell et al., 2005; Dillehay
1999 Lorenzo 1994; Lozano1999; Miotti, 2003).
a) La primera de ellas, evidentemente, sigue amparando la ya tradicional idea
defendida por “El consenso Clovis”, manteniendo las suposiciones ya explicados en
este artículo, razón por lo que no prorrogaremos más su disquisición. Sólo indicar que
ciertos autores sugieren una migración anterior a lo señalado hasta ahora a través del
hipotético “corredor” sin hielo. De haber existido este durante la edad de hielo, a
pesar de las pocas evidencias que se han encontrado en la zona lo que complica su
demostración, sería una explicación para la aparición de yacimientos con más de
12.000 años BP. (Dixon, 1999; 2002; Fiedel, 1996; 2000).
Indicar que hoy día sigue siendo calificado como el itinerario más factible, aunque en
los últimos años también haya complementado otras teorías, que indicarían una
entrada anterior, a esta, de poblaciones procedentes de la misma zona (Starikovskaya
et al., 1998). Además de esta forma sería viable la idea de los autores que defienden
una entrada en América mediante oleadas.
b) Esta hipótesis exterioriza una posibilidad ya defendida por K. Fladmark (1970)
(Dixon, 2001), que consiste en acceder a América siguiendo la costa occidental del
Pacífico, por franjas, que en este momento probablemente estén bajo el mar. Esta se
habría realizado mediante barcos e igualmente explicaría la escasez de yacimientos
Pleistocenos en Alaska y Canadá (Dillehay 1999; Dixon 1999; 2001; Roosevelt et al.,
1996).
Estudios geológicos y paleoecológicos efectuados en la costa noroeste
de Norteamérica, muestran que está quedó libre de hielos a partir de los 16.000 años
(a excepción de 400 km). Erigiéndose un corredor marítimo que posibilitaría el
movimiento de las poblaciones humanas antes de los 14.000-13.000 años,
ayudándose de recursos marinos (Dixon, 2001).

34
Figura (9). Esquema del camino en la ruta a través de la costa. Según (Carbonell et al. 2005).

Esta presunción se fundamenta en una serie de estudios genéticos, que indican que
la población pudo derivar de grupos procedentes de Kamchatka, Chukotka, y Alaska
hace 15.000-20.000 años (Starikovskaya et al., 1998). Además recibió el apoyo
adicional de R. Gruhn y R. A. Rogers quiénes indicaron que la mayor diversidad en
lenguas indígenas ocurre a lo largo de la costa Oeste de América apuntando que esta
región haya sido colonizada antes (Dixon, 2001).
Los estudios lingüísticos apuntan que los primitivos nativos de las tierras de Bering se
fragmentaron tras el sumergimiento de estas tierras en dos poblaciones distintas.
Una aislada junto a los mamuts y los Bisontes que habrían dado lugar a las
poblaciones Clovis (Starikovskaya et al., 1998). La otra, constituida por pequeños
grupos de cazadores de mamíferos marinos, que habría pasado a través de Beringia
sobre los 36.000 años. Estos últimos serían los que habrían utilizado esta vía
(Roosevelt et al., 1996; Starikovskaya et al., 1998).

35
A favor, estarían los yacimientos del Sureste de Alaska datados entre 12.500 y 10.000
años, que ostentan la megafauna (caribú y oso pardo) que habría servido para apoyar
la subsistencia en la franja (Dixon, 1999; 2001), aunque siempre auxiliados por el
aporte de otros recursos nutritivos, como pueden ser los aportados por los alimentos
costeros (Dixon, 2001; Roosevelt et al., 1996).
Igualmente ayudarían los yacimientos localizados en el sur del continente, algunos de
los cuales básicamente se nutrían con una dieta frugívora, de recursos marinos y de
caza de pequeños animales (Dillehay 1999; Dixon, 2001; Roosevelt et al., 1996).
Enfrente están los problemas para clarificarla, pues la elevación del mar habría
provocado la desaparición de casi todas las huellas arqueológicas dejadas por estas
poblaciones.
C) Hipótesis que recupera la idea ya esbozada en 1943 por el antropólogo francés
Paul Rivet, quien presentó un origen multirracial para el hombre americano (Dillehay,
1999). Esta teoría se volvió a tomar en cuenta con la aparición de yacimientos más
antiguos de América del Sur, siendo la mayor valedora de un poblamiento aislado de
ambas partes del continente (Dillehay, 1999).
La adaptación, de Dillehay, defiende el ingreso de las poblaciones a partir de Oceanía
a inicios del Holoceno. Los melanésicos cruzaron por Polinesia el Océano Pacífico,
ayudados por las corrientes marinas, en “piraguas de balancín” llegando a
Centroamérica desde donde se esparcieron a otras zonas del continente (Dillehay
1999).

36
Figura (10). Vías de población: negro la población desde Siberia: gris las trayectorias de navegación
seguidas por el poblamiento de América desde Oceanía.

El fundamento del nuevo planteamiento fue la ya mencionada aparición de


yacimientos sudamericanos con cronologías antiguas, junto con estudios genéticos y
fenotípicos que marcan una diferencia entre los paleóindios del sur (con rasgos
australoides) y los del norte (con rasgos mongoloides). Esto indicaría que la población
se produjo antes de los 15.000 años (Neves, et al. 2004). Las aparentes afinidades
genéticas entre los esqueletos más antiguos de Suramérica y los habitantes de
Polinesia se basan concretamente en la similitud ósea y sanguínea de los melanesios
y los individuos de Lagoa-Santa, arcaicos cazadores de Brasil, de hace 6.000 años
(Dillehay 1999). Además se fundamentan en la analogía entre términos melanésicos y
de los indios Hoka de Norteamérica (Dillehay, 1999).
No obstante, cuenta con diferentes argumentos en contra, pues mayoritariamente
los axiomas lingüísticos y biológicos ubican el origen de los nativos americanos en el
noroeste de Asia, sinodontia (Klein, 1999; Turner 1993; in Carbonell et al. 2005).

37
No estamos seguros de que la población sobre la que se hicieron los mencionados
estudios genéticos fueran los descendientes de aquellas antiguas poblaciones. Hay
investigadores que sospechan que las semejanzas mostradas se deben,
especialmente, a viajes realizados por marinos peruanos en época pre-hispánicas
(Fiedel, 2000, Dixon, 2001). A lo que se añade la carencia de evidencias de
navegación desde Australia y Nueva Guinea hasta Polinesia y América (población de
Polinesia hace menos de 2.000 años y de Hawai y la isla de Pascua hace 1.200-1500
años (Gibbons, 2001).
Sin embargo, recientes descubrimientos arqueológicos de Australia y Polinesia
occidental indican el uso del barco en alta mar durante los 35.000-40.000 años BP, e
incluso más. Esto en principio daría más consistencia a la teoría (Adovasio & Pedler,
2004), no obstante sigue sin haber ninguna evidencia de ocupación humana en
Polinesia oriental antes del Holoceno medio, suponiendo el mayor problema para su
aceptación.
D) Finalmente, encontramos la ruta atlántica, replanteada por B. Bradley y D.
Stanford, aunque ya hubiese sido utilizada anteriormente por otros autores como R.
Cottevieille-Giraudet (1928-1931) o ya más tarde por E. Greenman (1963). Según la
última modificación, miembros solutrenses (de la Península Ibérica) consiguieron
migrar a América, desplazándose por los límites meridionales de los hielos del
Atlántico norte, hasta alcanzar la costa occidental de América del Norte, todo ello a
finales de la última glaciación (Wisconsin, América) (Stanford & Bradley, 2000).
Para realizar este camino habrían tenido que recorrer 5.000 km hasta alcanzar la
costa occidental de Norteamérica, idea que para muchos autores es posible de
realizar (Adovasio & Pedler). Desde la costa occidental, muchos de estos grupos
siguieron la dirección norte-sur, por la franja occidental del continente americano
(Stanford & Bradley, 2000). Estos autores utilizaron como base para realizar esta
afirmación yacimientos como: Topper, Pedra Furada, o Monte Verde I y II.
38
Figura (11). Ruta de la llegada desde Europa.

La teoría, conocida como “la Solución solutrense”, esta refrendada por


investigaciones de ADN mitocondrial, efectuadas M. Brown, que expone que algunos
nativos americanos poseerían ADN mitocondrial con un Haplotipo X, de procedencia
Europea (Stanford & Bradley, 2000). Pero básicamente se fundamenta en la aparente
similitud morfológica existente entre las puntas Clovis y las puntas Solutrenses
europeas.
A pesar de haber una gran diferencia cronológica entre ambas culturas (Straus, 2000),
habría un nexo de unión, la industria de Meadowcroft que como hemos indicado se
alude como antecedente de los Clovis (Stanford & Bradley, 2000).

39
Figura (12). Comparación visual de la punta Clovis y una hoja Solutrense. Modificado de (Bradley &
Stanford 2004, (Bradley & Stanford, 2004)

Enfrente, hay argumentos de todo tipo: los rasgos dentales comunes para los nativos
americanos y del noroeste de Asia; el largo y difícil recorrido, que habrían realizado
sustentándose solamente de recursos marinos; las evidencias de yacimientos pre-
Clovis con manufacturas diferentes (Straus et al., 2007).
O quizá la más importante, la ausencia de una gran variedad de herramientas
solutrenses entre los Clovis, lo que para Straus significa que el Solutrense y los
modelos culturales de la tecnología Clovis, están lejos de ser semejantes, faltando
sólidas evidencias para su relación directa (Straus, 2000; Straus et al., 2007).
Sus defensores no han descartado el ingreso por otras rutas, amparando la existencia
de diversas oleadas y citando para una de ellas los estudios genéticos que dan una
procedencia Europea (2005; Stanford & Bradley, 2000).

Como conclusión para el tema de las rutas de entrada, a nuestro entender ninguna
de ellas parece corroborar completamente su tesis, todas parecen tener puntos a favor,
pero a su vez todas han sido fuertemente fustigadas por sus detractores. Las teorías
genéticas a las que aluden muchas de las tesis aún no habitan convenientemente con las
40
técnicas de investigación arqueológica. No obstante, a pesar de la falta de consenso, la
idea más viable y por la que nos decantamos es situar el origen de los primeros
americanos en el noroeste de Asia. Admitiendo la idea tradicional, pero en parte, pues
nosotros nos decantamos más por la hipótesis que habla de una entrada por la costa, que
debido a las condiciones climáticas existentes en el norte del continente habrían
proseguido su navegación hasta el sur. De ahí la aparición de los yacimientos del Sur de
América.
Además, y como defienden los defensores de la ruta atlántica o la ruta por la costa,
no parece muy desatinado especular sobre la existencia de más de una oleada. Esto
dejaría abierta la puerta a que los pobladores hubieran transitado sino por todas, si por la
mayoría de las vías.

Figura (13). Rutas de colonización de América.

4. Conclusiones.
Hasta las últimas décadas del siglo XX había un profundo consenso sobre la llegada
a América de los primeros humanos. Esta se habría producido desde Siberia, pasando por

41
Alaska a través del Puente de Bering hace cosa de 13.000 años BP (“Consenso Clovis”). A
través del artículo, podemos afirmar la existencia de estas culturas Paleoíndias, si bien no
esta clara su naturaleza ni cuantas culturas existieron.
El principal punto de controversia es cuándo llegaron los primeros habitantes y si
lo hicieron mucho antes de los 13.000 años B.P., pues aparecen indicios de diversas
culturas que cohabitan en un mismo espacio temporal, antes, durante y después del
desarrollo de estas culturas Paleoindias.
El hombre arribó a las Américas como resultado de la larga dispersión que tuvo su
comienzo hace millones de años, cuando los más antiguos ancestros del género homo se
aventuraron fuera de África. En América usualmente se les ha atribuido un origen asiático,
el complejo Nenana, pero la existencia de otras culturas coetáneas, tanto en Alaska como
a la postre en América nos crea muchas dudas al respecto. Al mismo tiempo esboza
nuevas preguntas, pues en muchos casos su divergencia se basa en el tipo de puntas o
industria que utilizan. Así, ¿Son efectivamente distintas culturas? o ¿son distintas formas
adaptativas?
Aunque no tengamos todas las respuestas a estos interrogantes, o no exista entre
los estudiosos del tema unanimidad de criterios para dar respuestas, podemos asegurar
por el momento que los primeros americanos eran Homo sapiens. Además nosotros
entendemos que puede haber un poco de las dos cosas, por un lado una gran suma de
culturas que coexistieron antes de la entrada en América, se originaron en distintos
periodos de tiempo y en distintas zonas.
Sino todas la mayoría habrían formado parte de una misma cultura, que al aislarse
tuvieron que adecuarse a nuevos contextos. Así habrían emanado distintas poblaciones
que habrían entrado en América en diferentas oleadas, por distintas zonas y en diferentes
periodos.
Más allá de la controversia acerca de cuándo llegaron los primeros americanos
vale la pena destacar que este proceso tardó miles de años. Los primeros pobladores si
42
eran cazadores-recolectores, que parece lo más plausible, tenían desplazamientos lentos,
sobre todo cuando el ambiente les brindaba variedad de recursos explotables, y que
cuando la presión en la obtención de los alimentos se hizo sentir era cuando iniciaban su
recorrido a lo largo del continente.
Con todo esto se hace difícil la permanencia de “El Consenso Clovis”, pero si
además existen bastantes evidencias de población en América antes de los Clovis esta se
hace casi insostenible. Los yacimientos nombrados para “la población temprana”, o
incluso otros que hemos omitido, han sido fuertemente desacreditados por los
defensores del “consenso Clovis”, estableciendo inseguridad sobre su verosimilitud, que
ha afectado principalmente a los situados en fechas más antiguas, > 30.000 años (Topper
y Pedra Forada). Yacimientos para nosotros, que aunque sin excluirlos del debate,
optamos por darles más tiempo para que nuevas investigaciones que en estos momentos
se están haciendo y la colaboración con diferentes equipos de prestigio europeo aclare su
situación real. Inclusive, siendo cautelosos con los yacimientos pre-Clovis, hay firmes
certidumbres de la presencia de elementos antrópicos a partir de los 12.500 años (Monte
verde, Piedra Museo, Meawdocroft).
Por todo ello consideramos como la opción más viable, la presunción de un
poblamiento temprano acaecido entre los 15.000-20.000 años, sin descartar una
población anterior. Si bien, esta visión no se opone mucho a la cronología Clovis, al estar,
muchos de ellos, tan apartados del foco de esta cultura se rompe el paradigma existente.
Exigiría admitir un acceso por Beringia mucho antes de lo pensado, para alcanzar esas
latitudes superando inconvenientes climáticos que a nosotros se nos antojan difíciles de
superar.
Se alega la presencia de varias vías migratorias, a través de Alaska, el Océano
Pacifico, Australia, e incluso desde Europa. Rutas apoyadas en distintos estudios
lingüísticos o genéticos, aunque a nuestro entender estos aún no están
convenientemente combinados con la investigación arqueológica. Por tanto y como
43
defienden los defensores de la ruta atlántica o la ruta por la costa del pacifico, no nos
parece muy extravagante especular en la existencia de más de una oleada, dejando
abierta la puerta a que los pobladores hubieran transitado sino por todas, si por la
mayoría de las vías.
En este tema hay un punto sugerente, en la zona sur parece que están
apareciendo la mayor cantidad de yacimientos antiguos, con evidencias de diferenciación
entre los paleóindios sudamericanos y los norteamericanos, produciéndose la población
antes de los 15.000 años. Estas poblaciones habrían podido llegar a través del mar o de
polinesia.
Como conclusión final podemos decir que podrían haber cohabitado
temporalmente varias culturas, antes, durante y después de los Clovis, que podrían haber
usado, sino todas, sí diversas rutas. Siendo la idea más viable aquella que sitúa el origen
de los primeros americanos en el noroeste de Asia, y en concreto para nuestro entender
la que habla de una entrada por la costa. Para nosotros la entrada a través del mar desde
Asia sería la que habría llegado a la parte sur del continente y la razón habrían sido las
generosas condiciones climáticas que se producían en aquellas latitudes en comparación
con el norte de América. Esto no excluye que algún grupo se hubiera quedado en el norte
ni que hubiera poblaciones que entraran por otros lugares y en otros periodos.
Para mantener “El Consenso Clovis “sus defensores sólo se han limitado a negar
las cronología y la verosimilitud de las industrias, e incluso así en algún casos han tenido
que aceptar su existencia. Por tanto para mantener su hipótesis necesitan dar explicación
a dataciones de yacimientos aceptados con > 12,500 años. En caso de no hacerlo, puede
ser que en el momento en que se pierda el poder preponderante de este paradigma
muchas de las críticas efectuadas hacia los nuevos descubrimientos también
desaparezcan o disminuyan. E incluso la idea de una población más temprana sea la que
se demuestre como cierta.

44
Los primigenios hombres de América conformaban grupos o bandas denominadas
cazadoras-recolectoras, que vivieron en este ambiente hace más de 13.000 años BP, y
fueron testigos de cambios climáticos y ecológicos importantes. Incluyendo la extinción
de 35 géneros de megafauna (grandes mamíferos) como por ejemplo, las distintas
especies de mamuts, en América del Norte y de camélidos en América del Sur. Eventos
que señalaron el final del Período Pleistocénico y el inicio del Holoceno y que
indudablemente influyeron en el devenir y progreso de dichas culturas.

AGRADECIMIENTOS:

Este artículo que surgió como un simple trabajo de Máster al final se ha convertido
en el artículo que ven. Por lo tanto agradezco sinceramente las correcciones, charlas,
observaciones y consejos acerca de la arqueología en general y la Prehistoria de América
en particular a Xose Pedro Rodríguez. Este importante investigador y docente fue quien
me impartió las clases de Prehistoria de América y quien me descubrió las problemáticas
sobre la colonización de América. También agradezco sinceramente a todas aquellas
personas que con su conocimiento hayan contribuido a mejorar la realización del artículo.
Las opiniones y errores presentes en el texto son exclusivamente responsabilidad del
autor.
El autor es estudiante del Máster en Arqueología del Cuaternario y evolución
Humana de la URV (Universitat Rovira i Virgil) de Tarragona, a cuyos profesores también
agradezco su colaboración en mi formación.

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