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Advocación Mariana

Nuestra Señora, La Virgen de La Estrella

El Instituto de los Hermanos de las Escuelas


Cristianas fundado por San Juan Bautista de la
Salle en 1680, para la educación de la niñez y de la
juventud, sentó las bases de las futuras escuelas de
maestros, pues fue la primera en preparar hombres
dedicados específicamente para ello. Pero, aunque
desde los inicios la Congregación tuviera a la
Virgen María como referente y Madre, no tenían
advocación o imagen propia. Les llegaría de manos
de otros en una fusión.

Así que el origen de la advocación surge con la


leyenda que dice: la abadía de Nuestra Señora de
Monteburgo (llamada luego "de la estrella"), fue
fundada por unos ermitaños procedentes del centro
de Europa, partieron hacia las islas británicas, para
fundar unas ermitas y dedicarse a una vida de
oración. Llegaron a las playas de Normandía, y en
espera de poder cruzar el mar, se echaron a
descansar. El hermano Roger se echó en la arena, y
su compañero en una barca abandonada y agujereada que había en la orilla. Por
la noche se desató una tempestad, que arrancó la barca de la orilla y, sin
hundirse, llevó a su dormido tripulante a la costa británica a una ciudad
(desconocida), donde recién había muerto el obispo y el involuntario marinero
fue visto como una respuesta del cielo.

Pero, ¿y el compañero? Pues este, al quedar solo, vio que era voluntad de Dios,
que fundase en tierra francesa y no en otro lado, por lo que se dio a la oración y
a la penitencia hasta que Dios le mostrase una señal del sitio escogido. Y no
tardó: Soñó que una estrella le indicaría el punto exacto, y apenas despertó vio
caer del cielo una estrella, que incendió unos matorrales. Y allí levantó una
ermita, dedicada a la Madre de Dios, estrella que nos guía. Al poco tiempo ya
tenía discípulos y gente que acudía a escuchar su consejo. Y la ermita pasó a ser
el monasterio de Santa María de Monteburgo, y el monasterio pasó a ser abadía,
cuya iglesia, de estilo románico se bendijo en 1152.

Meditaciones" de San Juan Bautista de La Salle:

“Tengamos la certeza de que todo cuanto hagamos para honrar y hacer honrar a
la Santísima Virgen será, por su mediación, copiosamente recompensado por
Dios. Reconozcámosla siempre como nuestra bondadosa madre, ya que
Jesucristo se la dio por tal, en la persona de san Juan, a cuantos fueran sus
devotos, cuando, cercano a la muerte, le dijo: 'Hijo mío, he ahí a tu madre'".
(Meditación 151. Para la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves).

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