Estrada Medina Grupo SB10A RESUMEN DE LOS CAPITULOS IV, V y VI DE EL IMPERIALISMO FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO DE LENIN.
4. La exportación del capital.
La exportación de capital ocupa en el régimen imperialista el puesto que la de mercancías ocupaba en un capitalismo de libre acumulación. En este régimen es inevitable, según Lenin, el desigual desarrollo entre las distintas ramas de la economía y entre uno y otro de los países capitalistas. Lo que provoca ―en los países más desarrollados― una gran excedencia de capital. Este capital, en teoría, se podría emplear para elevar el nivel de las masas más pobres dentro del mismo país ―desarrollando, por ejemplo, la agricultura―; «pero entonces el capitalismo dejaría de serlo, porque la desigualdad de desarrollo y la condición miserable de las masas son las condiciones indispensables, las bases mismas de la existencia del sistema. Desde el mismo momento en que el capitalismo es capitalismo, la excedencia de capital no se destina a elevar el nivel de la existencia de las masas en un determinado país ―ya que entonces resultaría una disminución de las ganancias para sus posesores―, sino a aumentar tales ganancias con el empleo del capital en el extranjero, en los países más atrasados» Esta exportación tiene además otra consecuencia: la inserción de los países menos desarrollados en el área del capitalismo. Con ello se consigue ―aparte de la explotación por parte de unos pocos países opulentos de la mayoría de los pueblos del mundo― que el capital financiero extienda sus tentáculos absolutamente por toda la tierra 5. La división del mundo entre agrupaciones capitalistas. Acabamos de ver cómo los países capitalistas se dividen las áreas de influencia mediante la exportación de capital. Además de esta división ―que Lenin llama trascendental― «el capital financiero ha conducido a una división también concreta del mundo» Los grandes trusts mundiales, estatales o privados ―así ocurrió, por ejemplo, con el de la electricidad―, se dividen el mercado mundial por medio de acuerdos; eliminan así la mutua concurrencia y hacen imposible ―dada la enorme potencia de estas agrupaciones― la de cualquier otra empresa más modesta Esta situación, observa Lenin, ha llevado a algunos escritores burgueses a pensar que «los cartels internacionales, constituyendo una de las expresiones más acentuadas de la internacionalidad del capital, permitían esperar que se mantuviese la paz entre los pueblos en régimen capitalista» Lo que supone, ni más ni menos, la negación más radical del marxismo: la revolución se torna no-necesaria, y también, por tanto, el paso de capitalismo a socialismo. No extraña, entonces, que Lenin afirme a renglón seguido: «Teóricamente esta opinión es absurda» Y lo es, porque ―en sede marxista― toda la realidad humana es economía; y la fuerza motriz que empuja el proceso económico es precisamente la lucha entre los contrarios: no se puede ser marxista ―y para Lenin el marxismo es, de modo dogmático, la misma «verdad»― e ignorar este profundo sentido de lucha: «Prácticamente no es sino un sofisma y un medio deshonesto para difundir el peor oportunismo. Los cartels internacionales demuestran hasta qué punto se han desarrollado los monopolios capitalistas y cuál sea el objeto de la lucha entre los grupos capitalistas. Esta última circunstancia es la más importante: ella sola nos revela el sentido histórico-económico de los acontecimientos, porque las mismas formas de la lucha pueden cambiar y cambian constantemente: por causas varias relativamente temporales y particulares, mientras que el sentido de la lucha, su contenido de clase, no puede cambiar mientras haya clases» Es más: las variaciones en la forma de la lucha ―manteniendo siempre la intrínseca contradicción para Lenin― son inevitables y constituyen la posibilidad misma del avance histórico. Es ese profundo «sentido de lucha» lo que de continuo tratarían de velar los escritores burgueses. Los capitalistas se reparten el mundo porque la concentración de capital les obliga a ello, si quieren obtener ganancias proporcionales a las fuerzas que poseen; «pero las fuerzas varían con el desarrollo económico y político. Para comprender lo que sucede es necesario saber qué problemas entran en juego como consecuencia de este cambio de fuerzas. El hecho de que estas variaciones sean «puramente» económicas o no económicas (por ejemplo, militares) es una cuestión secundaria y no puede modificar en nada nuestra opinión esencial sobre la fase más reciente del capitalismo. Sustituir la cuestión del objeto de las luchas y de los acuerdos entre los grupos capitalistas por la de la forma de estas luchas y estos acuerdos (hoy pacíficos, mañana bélicos, pasado de nuevo pacíficos) significa rebajarse a la función de sofista» Y no otra cosa harían, según Lenin, los escritores burgueses. En resumen: el desarrollo objetivo del proceso económico se realizaría dialécticamente mediante constantes negaciones de la situación anterior; mediante enfrentamientos continuos ―violentos siempre en los momentos decisivos― entre las diversas formas que adquiere externamente este proceso. El desarrollo económico para Lenin determina y penetra las manifestaciones de cualquier otra esfera de la actividad humana, de la que ―en definitiva― constituye su infraestructura: «La época del más reciente capitalismo nos demuestra que entre los grupos capitalistas se establecen relaciones definidas, basadas sobre la división económica del mundo, mientras que, paralelamente y en relación a este hecho, se establecen determinadas relaciones entre grupos políticos, entre Estados, sobre la base de la división territorial del mundo, de la lucha por las colonias, de la lucha por el territorio económico» 6. La repartición del mundo entre las grandes potencias. Estudia Lenin en este capítulo las peculiares formas políticas ―sobre todo a nivel internacional― del imperialismo y su radical dependencia con respecto al momento actual del desarrollo económico. A finales del siglo XIX, y por primera vez en la historia de la humanidad ―según Lenin―, el mundo se encuentra completamente dividido entre las grandes potencias capitalistas: «Atravesamos ahora una época original de política colonial universal, unida con los más estrechos vínculos a la fase más reciente del desarrollo capitalista: la del capital financiero» El límite del desarrollo del capitalismo anterior al monopolio lo sitúa Lenin entre 1860 y 1870. Y es precisamente a partir de estas fechas cuando se iniciaría el desarrollo de las conquistas coloniales; y cuando la lucha por la división y repartición del mundo se tornaría extraordinariamente áspera. «Queda, por tanto, fuera de toda duda el hecho de que el paso del capitalismo de la libre concurrencia al monopolio, al capitalismo financiero, haya que unirlo a la intensificación de la lucha por la división del mundo» . Esta afirmación de Lenin supone elevar ―gratuitamente y de un plumazo― a la categoría de causa absoluta y excluyente lo que ―en un análisis objetivo― no pasaría de ser un elemento lateral y coadyuvante. Atribúyase a los factores económicos toda la importancia que se quiera; déseles si se desea ―y es ya conceder demasiado― una influencia decisiva; pero nunca actuarán estos factores más que tamizados, por la radical libertad de las personas individuales. El colonialismo actual reviste para Lenin un conjunto de características, derivadas todas ellas de las del actual capitalismo. Y éste tiene como base el monopolio, que nunca es más sólido y fuerte que cuando reúne en sí todas las fuentes de la materia prima: «Sólo la posesión de colonias da a los monopolios completas garantías de éxito contra todos los casos fortuitos en la lucha con los concurrentes, comprendiendo también la posibilidad de defenderse por medio de una ley que instituya el monopolio de Estado» . Cuanto mayor es el desarrollo del capitalismo, tanto más crece la concurrencia, la falta de materia prima, su búsqueda incontrolada por todo el universo y, en consecuencia, la lucha por la conquista de las colonias. Hasta aquí la influencia directa del proceso económico en la lucha por las colonias. Pero no es todo: en un materialismo dialéctico hay que considerar también la acción de retorno de los procesos conscientes sobre el desarrollo económico. Y así lo hace Lenin: «La superestructura no económica que se eleva sobre las bases del capitalismo financiero, es decir, su política y su ideología, refuerza la tendencia a las conquistas coloniales» . A nivel internacional, esta supersestructura crearía distintas formas de dependencia de los gobiernos: además de la de colonizador a colonizado, la de aquellos países formalmente independientes, pero fuertemente condicionados por una estrecha red de relaciones financieras y diplomáticas (semicolonias y países libres).