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LO QUE NO PUDO SER- ALONSO DE SANTOS

(Una cafetería. Una señora, muy elegante y atractiva, se levanta de su mesa,


donde estaba sola, y se acerca a otra mesa donde hay un señor de más edad
con pinta gris, menos agraciado físicamente, leyendo un periódico.)
Ella. - ¿Perdone…? ¿Puedo hablar con usted un momento?
Él. - (Violento, trata de recordarla.) Discúlpeme… no la había conocido…
Ella. - No, si no nos conocemos de nada…, sólo quería hablar con usted. (Se
sienta en una de las
sillas.) ¿Puedo sentarme?
ÉL. - (Violento.) Perdone, pero no me interesa comprar nada, ni apuntarme a
nada, si es lo que busca… Estaba aquí leyendo el periódico…
Ella. - No, no es nada de eso, no se preocupe… Comprendo que le extrañe que
de pronto alguien se acerque así, sin más… Pero es que estaba sentada en
esa mesa y vi que estaba solo… ¿Está esperando a alguien?
Él. - (Cada vez más desconcertado.) No, no espero a nadie… sólo estaba con
el periódico…tomando un café…
Ella. - Sí, ya lo he visto. Yo estaba en aquella mesa de allí…, tomando también
un café. Le vi, y
pensé cuántos seres humanos se cruzan con otros en un momento de su vida
y ni se dan cuenta, ni hablan una palabra, ni se conocen…
Él. - Bueno, es normal, ¿no? Estamos rodeados de desconocidos. La vida es
así. Si tratáramos de intimar con todos los que se cruzan en nuestro camino
nos volveríamos locos.
Ella. - Suponga que estamos en un desierto, o en una selva, que no hay nadie
y que de pronto nos encontráramos los dos. Hablaríamos.
Él. - Sí, pero esto no es una selva, ni un desierto. Es una cafetería.
Ella. - ¿Está usted seguro de que sólo es una cafetería? Tal vez sea también el
lugar designado por el destino para que nos encontremos los dos ¿Por qué
está tan nervioso? ¿Tanto le molesta que hable con usted?
Él. - No es eso, discúlpeme. Es que no estoy acostumbrado a que una mujer
como usted se acerque de pronto a mí… No es normal. A no ser que sea para
pedirme algo, que quiera algo de mí.
Ella. - Bueno, en eso tiene usted razón. Estoy aquí porque quiero algo suyo…
No se asuste, no soy vendedora de nada. Y por mi aspecto habrá deducido que
tampoco estoy buscando un encuentro amoroso por dinero, o algo así… No. Yo
quiero algo mucho más importante de usted. Quiero que se case conmigo.
Él. - ¿Cómo dice…?
Ella. - ¿Está usted casado?
Él. - No, estoy separado.
Ella. -Yo también. Como ve la cosa no puede ser más sencilla entonces.
Él. - Me está usted tomando el pelo…
Ella. - Le aseguro que no. Le estoy hablando completamente en serio.
Él. - Pero… ¿Por qué yo? No me conoce de nada… ¿O sí? No me irá a decir
que se ha enamorado nada más verme… A mí no me pasan esas cosas.
Ella. - No, ni le conozco ni me he enamorado de golpe al verlo. De eso se trata
precisamente. ¿Usted cree en la magia y los adivinos?
Él. - Para nada.
Ella. - Yo tampoco creía en esas cosas hasta hace poco, pero a una amiga mía
a la que le había ido la vida fatal fue a una adivina, siguió sus consejos y desde
entonces es una persona completamente feliz. Mis dos matrimonios anteriores
han sido un verdadero desastre. Y me casé muy enamorada, y conociendo
muy bien a la persona con la que me casaba, bueno, eso creía yo. Un fracaso
total. Esta mañana he ido a ver a la adivina de mi amiga, y me ha dicho que, ya
que no me puedo fiar de mi corazón y de mi cabeza, me fiara del destino, y me
iría mejor. Me ha dicho que las cartas dicen que la única oportunidad que tengo
de ser feliz es casarme con un desconocido, con el primero que me encuentre.
He salido de verla hace una hora. He venido a esta cafetería y le he encontrado
a usted.
Él. - (Pausa. Mira a los lados.) ¿Esto es una broma? ¿Lo está tomando con
alguna cámara o algo?
Ella. - Le aseguro que no es ninguna broma. Le estoy hablando completamente
en serio. (El hombre la mira un momento sin decir nada. Luego mira el ticket
que está sobre la mesa y deja encima unas monedas. Luego se levanta.)
Él. - Lo siento, tengo que irme.
Ella. - ¿Y mi proposición? ¿Tan poco interesante te parezco?
Él. - Es usted la mujer más bella y atractiva que he conocido en mi vida. Y me
parece muy interesante, pero eso no tiene que ver.
Ella. - ¿No me crees lo que te digo? Te aseguro que es verdad, por raro que te
parezca.
Él. - No sé qué decirle…
Ella. - Háblame de tú, por favor…
Él. - Bien. Sea verdad o mentira lo que me dices es algo que no tiene nada que
ver conmigo. Es cosa de películas y yo hace mucho que acepté vivir fuera de
las películas. Eres una mujer muy atractiva…, preciosa…, pareces
encantadora…, un sueño, pero yo sé que no eres para mí. Lo sé cómo sé que
esto que tengo debajo son mis pies, no alas para volar. ¡Qué más quisiera yo
que lo que me propones fuera posible! Pero, sencillamente, sé que no lo es.
Las cosas son lo que son. De vez en cuando en la vida llegan hasta uno las
hadas de los cuentos que leímos de niños ofreciéndonos paraísos, pero ya no
somos niños. Yo por lo menos no lo soy. Y no te puedes ni imaginar lo mucho
que me ha costado aceptar esto.
Ella. - Así no podrás ser feliz nunca.
Él. - Es posible, pero eso para mí no es el principal problema de la vida.
Ella. - ¿Entonces cuál es para ti el problema?
Él. - No ser desgraciado. Tú eres un sueño, y los sueños no sirven cuando uno
está despierto. Y
no quiero tener que vivir dormido toda mi vida.
Ella. - ¿No te gustaría besarme ahora?
Él. - Me muero por besarte.
Ella. - Entonces hazlo, aunque luego te marches.
(Él se acerca y besa suavemente su boca.)
Él. - Te aseguro que has sido el sueño más bonito de mi vida. (Se miran un
momento fijamente
sin hablar.) Adiós.
(Ella le mira con una dulce sonrisa. Él se aleja y sale sin volver la cabeza.)
OSCURO

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