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MALETAS – JOSÉ LUIS DE SANTOS

(ÉL hace la maleta y recoge sus cosas. ELLA le mira paralizada desde un
rincón. Así están en
silencio un rato largo. Sólo se oyen los ruidos de meter las cosas en la maleta.)
ELLA. - Estaba pensando cuántas veces se habrá dado esta situación en el
mundo… Millones.
ÉL. - ¿Qué situación?
ELLA. - Que alguien recoja sus cosas, haga la maleta y se largue… ¡Cuántas
lágrimas habrá
visto en su vida las maletas!
ÉL. - Déjalo, por favor. Creo que ya lo hemos hablado todo suficientemente.
ELLA. - Sí, ya está todo dicho. Sólo queda hacer la maleta y marcharse… ¡Qué
fácil es todo para
ti! (Pausa. Silencio. ÉL sigue moviéndose como un autómata recogiendo sus
cosas, y ELLA
mirándole.)
ÉL. - (Va a guardar unos CD en la maleta, pero los vuelve a dejar en su sitio.)
Te dejo los CD.
No los quiero. Además, no sé los que son míos o tuyos…
ELLA. - Muy amable. Gracias. Pero puedes llevarte lo que quieras. En cuanto
te vayas todo lo
que quede tuyo lo tiraré por la ventana.
ÉL. - Si te pones así, mejor…
ELLA. - ¿Cómo puede haber gente como tú en el mundo?
ÉL. - Tiene que haber de todo, ya sabes.
ELLA. - ¿No me vas a decir cómo es ella?
ÉL. - No, no quiero hablar de eso. Ya te he dicho que ella no tiene nada que ver
en esto. Lo
nuestro se había terminado hace mucho.
ELLA. - Sí, esa es una frase muy útil para estos casos. La he oído muchas
veces en las películas
cuando uno rompe un compromiso y deja a alguien. ¿Cuándo se terminó?
¿Hace mucho? ¿Hace poco? ¿Ayer?
ÉL. - Ya, basta. No quiero estar discutiendo contigo hasta el último minuto de
estar juntos.
Déjalo.
ELLA. - No quiero dejarlo. Ya da igual… ¿No? Pues al menos te diré lo que me
apetezca. Bastante me he cortado ya contigo todos estos años. (Pausa.) Esa
maleta es mía.
ÉL. - ¿Esta maleta es tuya? ¿Por qué es tuya? Será de los dos, digo yo.
ELLA. - Ya nada es de los dos. Es mía porque quiero yo. Dámela.
ÉL. - Está bien, espera, espera, no voy a discutir ahora por una maleta…
(Va a un rincón y viene con otra maleta en sus manos. Saca la ropa de la otra
maleta y empieza
a pasarla a la que acaba de traer.)
ELLA. - Ésa también es mía.
ÉL. - ¡Joder! O sea…. Todas las maletas son tuyas.
ELLA. -Sí, las compré yo.
ÉL. - Las compraste tú… con el dinero de los dos…
ELLA. - Es mía.
ÉL. - De acuerdo. Cojo la roja vieja...
(Trae una tercera maleta y empieza a pasar las cosas a ella.)
ELLA. - La roja también es mía. Son mías todas.
ÉL. - Está bien. (Deja de meter la ropa en la maleta.) ¿Las bolsas de basura
son tuyas o de los
dos? ¿Puedo coger alguna para llevarme mis cosas?
ELLA. - Las bolsas de basura son perfectas para ti. Puedes llevártelas todas y
meterte dentro tú
también si quieres.
ÉL. - Vale, muchas gracias. (Coge bolsas de basura y pasa a varias bolsas sus
cosas.) ¡Anda que
también…! (Carga las bolsas de basura llenas de su ropa, y va hacia la puerta.)
Adiós. Ya hablaremos cuando estemos más tranquilos.
ELLA. - Puedes llevarte las maletas si quieres, me da igual.
ÉL. - No, ya no, gracias, está bien así. Me voy.
ELLA. - Ya te he oído.
(ÉL se vuelve en la puerta, antes de salir, y se miran un momento los dos en
silencio.)
ÉL. - Bueno...
ELLA. - ¿Así acaba todo?
ÉL. - No empecemos otra vez...
(Siguen los dos inmóviles.)
ELLA. - ¿Y qué se dice cuando ya no hay nada que decir?
ÉL. - No lo sé. Lo mejor, seguramente, será no decir nada. (Sale.)
(ELLA mira la puerta por donde Él ha desaparecido, con su cara llena de
lágrimas. Luego mira
las tres maletas abiertas y vacías ante ella, como cadáveres a su alrededor, y
las golpea arrojándolas
al suelo.)
OSCURO

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