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LA EDUCACIÓN
Original English title of work: Education
Copyright © 2020 by Pacific Press® Publishing Association, Nampa, Idaho 83653, USA.
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Presidente Saúl Andrés Ortiz
Vicepresidente de Producción Daniel Medina
Vicepresidenta de Mercadeo y Ventas Ana L. Rodríguez
Vicepresidente de Finanzas Moise Javier Domínguez
________________________
ISBN: 978-1-78665-310-9
Está prohibida y penada, por las leyes internacionales de protección de la propiedad intelec-
tual, la traducción y la reproducción o transmisión, total o parcial, de esta obra (texto, imágenes,
diseño y diagramación); ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia, en audio o por cualquier otro
medio, sin el permiso previo y por escrito de los editores.
En esta obra las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de
1995: RV95 © Sociedades Bíblicas Unidas (SBU). También se ha usado la versión Dios
Habla Hoy: DHH © SBU, la Nueva Versión Internacional: NVI © Bíblica, la Nueva
Traducción Viviente: NTV © Tyndale House Foundation, la Biblia La Palabra © Socie-
dad Bíblica de España: BLP. En todos los casos se ha unificado la ortografía y el uso de los
nombres propios de acuerdo con la RV95 para una más fácil identificación.
En las citas bíblicas, salvo indicación en contra, todos los destacados (cursivas, negritas)
siempre son del autor o el editor.
Las citas de las obras de Elena G. de White se toman de las ediciones actualizadas
caracterizadas por sus tapas color marrón, o, en su defecto, de las ediciones tradicionales de
la Biblioteca del Hogar Cristiano de tapas color grana. Dada la diversidad actual de edicio-
nes de muchos de los títulos, las citas se referencian no solo con la página, sino además con
el capítulo, o la sección, o la página más el epígrafe en el caso de Consejos sobre alimentación.
Contenido
Prefacio................................................................................................. 5
2. La familia.............................................................................................. 17
7. La adoración en la educación.............................................................. 61
8. la educación y la redención................................................................. 71
9. La iglesia y la educación...................................................................... 81
A
l final de algunos capítulos de este libro, usted encontrará unas
historias ambientadas en un lugar ficticio llamado «el bosque
Fenton». Durante mis trece años como pastor de la iglesia de la
Southern Adventist University en Collegedale, Tennessee, descubrí
que cuando concluía mis sermones con una historia que ilustraba el mensaje
principal del sermón, podía llegarles fácilmente tanto a los adultos como a
los niños. Espero que las historias que incluyo en esta obra sirvan para que los
niños entiendan el mensaje principal del capítulo y para que los adultos tam-
bién lo recuerden fácilmente.
Quiero agradecer a los miembros de la iglesia de la Southern Adventist Uni-
versity y a todos sus alumnos, desde preescolar hasta la universidad, que me
animaron a través de sus comentarios y su participación en los servicios. So-
bre todo, estoy agradecido con mi familia, Cynthia, Gina y Julie, por su dis-
posición a escuchar pacientemente las fábulas del bosque Fenton y sus valio-
sas sugerencias.1
La palabra «educación» viene del latín educare que significa «alimentar».
Así como necesitamos el alimento físico diariamente, también necesitamos
nutrirnos espiritualmente de forma habitual. La educación cristiana es ese
alimento espiritual para la mente. A través de ella, los maestros pueden esti-
mular el análisis y despertar el deseo de un compromiso espiritual más
1. Algunos me expresaron su preocupación por contar historias ficticias en las que los animales hablan. Mi reco-
mendación a los que tienen dudas sobre el uso de la ficción, es que lean Jueces 9: 7–15, donde Jotam cuenta
una historia que incluye árboles que hablan; así como la historia ficticia que Jesús contó sobre el hombre rico
y Lázaro en Lucas 16: 19–31.
6 • L a educación
M
i abuelo emigró a los Estados Unidos desde un asentamiento
alemán en Ucrania a finales del siglo XIX. Durante sus pri-
meros años, era poco el inglés que sabía. En una ocasión en
la que asistió a un campestre, compró un libro de Elena G.
de White que estaba traducido al alemán. En él, leyó una declaración que
decía: «Los padres deben comprender que ya no es seguro mandarlos [a los
niños] a las escuelas públicas». Esta declaración se convirtió en un problema
para mis abuelos.1
Ellos se instalaron en el condado de Kidder, en Dakota del Norte, donde
construyeron una casa de dos pisos en un terreno de su propiedad. El proble-
ma era que la casa estaba a varios kilómetros de la Iglesia Adventista más
cercana, en el condado de Bowdon, demasiado lejos como para que sus nue-
ve hijos se fueran en la carreta y el caballo a la escuela todos los días. Así que
mis abuelos decidieron mudarse. Compraron un terreno de unas 60 hectá-
reas a menos de dos kilómetros de la iglesia, pero había otro problema.
El nuevo terreno no tenía casa, ya que solo era tierra de cultivo, así que mi
abuelo decidió mudar la casa que había construido. Rentó dos tractores a
vapor de los utilizados para la cosecha, ató la casa a ellos y, durante los
siguientes tres días, fue remolcando la casa hasta la nueva propiedad cerca de
la iglesia.
Al principio, la iglesia ni siquiera tenía una escuela. Pero mi abuelo logró
contagiar a otros con su compromiso con la educación cristiana y, al poco
tiempo, la iglesia inauguró la escuela de la iglesia del condado de Bowdon.
Mi tío Emil nos dice que mientras los niños Bietz estuvieron cursando la
educación primaria, la iglesia tuvo una escuela en funcionamiento. Él cita a mi
abuelo decir: «Aunque ninguno de los otros miembros envíe a sus hijos a la
escuela de la iglesia, los míos estarán allí. Siempre tendremos una escuela,
aunque tenga que alojar al maestro y pagarle el sueldo».2 Y durante un año
mis abuelos hicieron exactamente eso.
2. Reinhold Bietz, Happy Home Farm: An Expression of the Faith and Fun in a Christian Home (Brushton, NY:
Teach Services, 1994).
1. La educación en el jardín del Edén •9
4. Lynne Cheney, A Time for Freedom: What Happened When in America (Nueva York: Simon & Schuster, 2005),
p. 15.
5. «Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente
morirás» (Génesis 2: 17).
1. La educación en el jardín del Edén • 11
6. Arthur F. Holmes, The Idea of a Christian College, rev. ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1987), p. 82.
7. Elena G. de White, La educación, cap. 1, p. 15.
12 • L a educación
8. Elena G. de White, «The Tree of Life and the Tree of Knowledge», Daily Bulletin of the General Conference,
6 de marzo de 1899, p. 158.
9. John Milton, El paraíso perdido, disponible en: https://biblioteca.org.ar/libros/656292.pdf
1. La educación en el jardín del Edén • 13
«¡
B
ienvenido a casa!». Así me recibió el agente aduanero cuan-
do regresé a Estados Unidos después de pasar mi tercer año
de estudios en la Universidad Adventista de Francia, en Co-
llonges. Aunque la experiencia en el exterior había sido
agradable, me sorprendió un poco la agradable sensación que las palabras de
recibimiento produjeron en mí. Ciertamente, no hay nada como estar en
casa. Se dice que George Bernard dijo: «Una familia feliz no es más que la
antesala del cielo».1
La importancia de la familia
Alguien dijo que «tu hogar está allí donde está tu corazón», pero también
sugiero que el hogar es donde crece la mente. Cuando pensamos en el lugar
donde se lleva a cabo la educación, normalmente pensamos en las aulas,
pero la principal institución educativa es el hogar. Según First Things First
[primero lo primero], una organización sin fines de lucro que se especializa
en el desarrollo de relaciones saludables, el 90 por ciento del cerebro físico de
los niños se desarrolla a la edad de cinco años.2 El National Research Council
informa que si bien «antes se creía que los bebés carecían de la capacidad de
formar ideas complejas», diversos estudios han demostrado que «los niños
pequeños son agentes competentes y activos por su propia cuenta».3
Muchos de los que reconocen la importancia de la familia en la educación
apoyan el sistema de escolaridad en casa. Para el año 2016, aproximadamen-
te 3.4 millones de adultos en los Estados Unidos adoptaron el sistema de
escolaridad en casa durante al menos un año de su educación básica y media.
Los que adoptaron este sistema fueron educados en el hogar por un prome-
dio de siete años. Aproximadamente 2.3 millones de estudiantes reciben edu-
cación en el casa hoy, lo que lleva el total a cerca de 5.7 millones de estadou-
nidenses que han experimentado la educación en sus propios hogares.4 Elena
G. de White dijo: «El sistema educativo establecido en el Edén tenía como
centro la familia. Adán era “hijo de Dios” (Lucas 3: 38) y de su Padre recibie-
ron instrucción los hijos del Altísimo. Su escuela era, en todo el sentido de la
expresión, la escuela en el hogar».5
La familia crea el ambiente propicio para que la educación se desarrolle.
Es en el ambiente de la familia que el niño copia los modelos de los padres.
Sin embargo, algunos niños optan por desobedecer y transitar un camino
que sus padres no desean para ellos. Y algunos padres pasan la vida analizan-
do qué fue lo que hicieron mal, porque sus hijos no «resultaron» como espe-
raban. Adán y Eva tenían un hogar perfecto y aún así tomaron decisiones te-
rribles. Se supone que Caín y Abel igualmente tuvieron un buen hogar, pero
cuando los dos hermanos se enfrentaron con la oportunidad de honrar a
Dios, sus respuestas fueron drásticamente distintas.
¿Cómo podemos entender las diferentes respuestas a la vida? Dios le dio
libre albedrío a cada ser humano, y Adán, Eva y Caín demostraron que su
voluntad no estaba alineada con Dios. Se podría decir que, si bien Dios pro-
porcionó la educación adecuada, ellos ejercitaron el libre albedrío y siguieron
el consejo de Satanás.
3. National Research Council, How People Learn: Brain, Mind, Experience, and School, exp. ed., (Washington, D.
C.: The National Academies Press, 2000).
4. Brian D. Ray, «Research Facts on Homeschooling», NHERI, 27 de noviembre de 2019, disponible en:
https://www.nheri.org/research-facts-on-homeschooling/
5. Elena G. de White, La educación, cap. 5, p. 33.
2. La familia 19
El poder de la aprobación
La Biblia cuenta la historia de una familia disfuncional en la que la pareja
no tuvo hijos durante un tiempo, pero luego tuvieron gemelos. Estos geme-
los no eran para nada idénticos. Uno era el niño de papá y el otro el niño de
mamá. Al niño de papá le encantaba jugar afuera. Era un niño callejero y se
la pasaba sucio la mayor parte del tiempo. Cuando arrastraba el lodo hasta
adentro de la casa, su madre se quejaba: «¿No puedes limpiarte los pies cuan-
do entras a la casa? ¡Ve a lavarte las manos! ¿Por qué no puedes ser más como
tu hermano?».
El niño de mamá, por el contrario, rara vez arrastraba barro hasta la casa.
Era amable y considerado, sensible a las necesidades de su madre. Papi no se
llevaba tan bien con él. A papá le gustaba pescar y cazar, pero este niño no
quería lastimar a los peces ni matar a los animales. Extrañaba a su mamá
cuando estaba lejos de ella durante unos días.
Esta situación en la que la madre apoyaba a un hijo y el padre apoyaba al
otro creó una intensa rivalidad entre hermanos. La situación llegó a tal extre-
mo que uno de los hermanos se escapó de casa por miedo a que el otro lo
matara. Jacob y Esaú eran niños con problemas en una familia disfuncional.
Ninguno de los hermanos tenía la aprobación de ambos padres.
Durante toda nuestra vida buscamos aprobación, desde que tenemos dos
años y nos lanzamos por el tobogán buscando la aprobación de nuestra ma-
dre o en la escuela primaria jugando futbol y buscando la aprobación de
nuestros compañeros. La búsqueda de la aprobación de los demás —de nues-
tros maestros, de nuestro cónyuge, etcétera— es algo que viene integrado en
nuestra mente.
Póngase a recordar un momento cuando usted estaba en la escuela. ¿Qué
maestros ejercieron mayor influencia sobre usted, los que tenían más conoci-
mientos o los que se conectaron con usted al mostrar interés en usted como
persona? Lo que es válido con los maestros en la escuela también es válido
para los padres en el hogar. Expresar su aprecio por los jóvenes construye una
relación con ellos que permite al adulto ser una influencia en sus vidas.
20 • L a educación
Ryan era uno de esos alumnos incorregibles que creció en un hogar abu-
sivo. En cuarto grado su comportamiento era tan desafiante que lo asignaron
a una clase para delincuentes. El primer día en la nueva clase le arrojó su
pupitre a la profesora. Sin embargo, en lugar de echarlo de la clase, ella le
preguntó: «¿Está todo bien en tu casa? ¿Por qué estás tan molesto?». Elizabeth
Hughes era una maestra muy perspicaz, que sabía que aunque su comporta-
miento en ese momento estaba dirigido hacia ella, tenía su origen en un ho-
gar disfuncional.
En otra ocasión, estando Ryan en casa, amenazó a su familia con un cu-
chillo. La policía vino y lo pusieron en detención juvenil. Mientras estuvo
allí, el único contacto de apoyo con el mundo exterior provino de la Sra.
Hughes, que lo llamó y le dijo: «No dejes que esto te defina. Tú puedes ser
mejor que esto».6 La trabajadora social que le asignaron también le mostró
amor a pesar de los insultos de él. Hoy, Ryan Speedo Green es una estrella de
la ópera de fama mundial. Él atribuye su éxito a dos personas: a su maestra y
a la trabajadora social, que mostraron amor y aceptación a un niño enojado
y vieron potencial en lugar de un problema.
Cuando Isaac, el padre de Jacob y Esaú, «envejeció y sus ojos se oscurecie-
ron quedando sin vista, llamó a Esaú, su hijo mayor», pero el que se presentó
fue Jacob. Sin poder reconocerlo, le dijo: «Hazme un guisado como a mí me
gusta; tráemelo y comeré, para que yo te bendiga antes que muera» (Génesis
27: 1–4).
¿Qué representaba esta bendición? En el período patriarcal, la bendición
de un padre moribundo se transmitía a su heredero. A través de ella le trans-
mitía poder para salud, prosperidad, la victoria en las batallas y la sabiduría.
Tales bendiciones, una vez invocadas, no se podían revocar. Era como apare-
cer en un testamento que no se podía impugnar.
La importancia de esta bendición se evidencia en la reacción de Esaú
cuando se dio cuenta de que no la recibió de Isaac: «“¿No tienes más que una
6. «Elon Musk, Screen Time, Ryan Speedo Green», 60 Minutes T51, E11, 44: 11, 9 de diciembre de 2018, dispo-
nible en: https://www.cbs.com/shows/60_minutes/video/ssIdFncaAvDxXuvWKfMbTXvSl1zbceDm/elon-musk-
screen-time-ryan-speedo-green/
2. La familia 21
sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!”. Y alzó
Esaú la voz, y lloró» (Génesis 27: 38).
8. James Weldon Johnson, «Dry Bones», según la versión grabada por los Delta Rhythm Boys en 1946.
2. La familia 23
L
ucas, Jorge y Billy conversaban acaloradamente en el pasillo. Había
una especie de agitación en el aire y los tres la sentían. ¿Qué causaba
esa extraña sensación que hacía que sus corazones estuvieran más
acelerados de lo normal?
—Bueno, ¿no te parece que el jefe nos impone demasiadas reglas? —Sugi-
rió Lucas—. Lo que quiero decir, es que somos suficientemente grandecitos
como para saber qué hacer sin que se nos indique cada paso que debemos
dar.
—No sé a qué reglas te refieres —dijo Billy un poco inseguro—. A ver, di-
nos.
—¿En serio? —dijo Lucas con escepticismo— ¿De verdad crees que pue-
des hacer aquí lo que te venga en gana?
—Siento que puedo hacer lo que quiero —dijo Billy, encogiéndose de
hombros—. Nadie me puede obligar a hacer nada.
—¿De Verdad? —exclamó Lucas—. Bueno, ¿sabías que esta tarde nos lla-
maron a una reunión, no?
—Sí —dijo Billy.
—No vengas —añadió Lucas.
—Pero —dijo Billy un tanto nervioso—, yo no quiero faltar. ¡Quiero ir!
—¿Estás viendo? —exclamó Lucas en tono triunfante—. El jefe te tiene tan
engañado, que crees que tú quieres hacer exactamente lo que él te pide que
hagas. Estás esclavizado y ni siquiera lo sabes.
—¡No lo estoy!
26 • L a educación
2. Elena G. de White, «The Glory of God Revealed in Mystery», Signs of the Times, 23 de abril de 1896.
3. Elena G. de White, «A Lesson for the Times, Number Two», Health Reformer, 1 de agosto de 1878, p. 237.
4. Elena G. de White, El Desado de todas las gentes, cap. 7, p. 52.
3. La ley como maestra • 29
que estaba pasando y preguntó cuál era el problema. Luego, sacó un espejo y
se miró la cara, «dándose cuenta» de la mancha negra. Antes de la reunión,
había puesto un poco de carbón en su pañuelo para hacer una ilustración.
Luego le preguntó a la audiencia si era posible quitar la mancha con el espejo.
Cuando todos estuvieron de acuerdo en que no era posible, tomó un poco de
agua y un paño limpio para limpiarse. El espejo solo servía para mostrarle la
mancha, pero se necesitaba algo más para eliminarla.
El espejo es la ley. Ella puede revelarnos cuáles son los problemas, pero no
los elimina. La única forma de quitar la mancha es ir a Jesús. «Lo que era im-
posible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su
Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pe-
cado en la carne» (Romanos 8: 3).
Cuando compré mi automóvil, este trajo un manual, al cual muchas veces
acudo para asegurarme de que lo estoy cuidando adecuadamente. Yo tengo
la libertad de ignorar los consejos del manual y poner agua en el motor en
lugar de aceite, pero con seguridad lo dañaré. Elijo seguir las instrucciones
proporcionadas por aquellos que hicieron el automóvil, ya que ellos saben lo
que lo mantendrá funcionando.
Dios es nuestro creador. Él nos hizo y sabe lo que es mejor para nosotros.
«Pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus man-
damientos no son gravosos» (1 Juan 5: 3). Sus mandamientos no solo no son
gravosos, sino que también dan vida y sostienen a sus seres creados de la
manera más plena y feliz.
Debo admitir que cuando tengo la oportunidad de conducir un automó-
vil potente, no me gusta mucho la ley. No me gusta que la ley de tránsito me
enseñe lo que es mejor para mí. Prefiero hacer lo mío y conducir tan rápido
como quiera. Pero la ley me enseña que el camino es estrecho y tiene muchas
curvas, y me protege de conducir a una velocidad peligrosa.
Enseñar la ley sin conocer al legislador es peligroso. Incluso el conoci-
miento de la Biblia sin el amor de Dios resulta en orgullo y legalismo. El pe-
ligro más significativo del legalismo es que nadie se ve a sí mismo como lega-
lista: creen que son cristianos celosos. Los fariseos juraban que estaban exal-
tando la ley, pero en realidad la estaban degradando porque guardaban los
30 • L a educación
mandamientos sin conocer al que los había dado. La ley puede resultar peli-
grosa en manos de alguien que no conoce al legislador, tan peligrosa como
un bisturí en manos de alguien que nunca ha estudiado cirugía.
Los fariseos no sentían convicción por sus pecados, porque separaron la
ley del Autor de la ley. Cuando Jesús, el autor de la ley, vino a ellos, lo cruci-
ficaron. El legalismo es una trampa diseñada por Satanás para hacer que las
personas piensen que están honrando la ley cuando la están destruyendo.
La shemá es la oración diaria más antigua del judaísmo, y se ha recitado
mañana y tarde desde la antigüedad. Se llama así, porque la primera palabra
hebrea en la oración es shemá: «escucha». Esta se encuentra en Deuteronomio
y nos habla de la ley como maestra. «Ama al Señor tu Dios con todo tu cora-
zón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con
todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego» (Deu-
teronomio 6: 5–6, NTV).
Observe cómo el pasaje asocia el amor con los mandamientos. Son inse-
parables. Enseñar la ley de Dios es enseñar sobre Dios. Por supuesto, hay
personas cuyo enfoque de la ley y los métodos que usan para enseñarla dejan
fuera del panorama al amor de Dios y el resultado es un legalismo sin amor
que fomenta la rebelión.
La ley es una revelación de la voluntad y el carácter de su Autor. Dios es
amor y su ley es amor. Sus dos grandes principios son el amor a Dios y a la
humanidad. Elena G. de White dice: «“El cumplimiento de la ley es el amor”
(Romanos 13: 10). El carácter de Dios es justicia y verdad; tal es la naturaleza
de su ley».5
Jorge se encontró con Billy después de la reunión.
—Bueno, cuéntame cómo te sientes con tu recién adquirida libertad.
Billy guardó silencio.
—¿Sabías que Lucas fue a la reunión? —acotó Jorge.
Billy levantó la vista enojado. Jorge sintió una punzada en el pecho al
observar lo mal que se sintió Billy. Jorge continuó:
5. Elena G. de White, «La ley es una revelación de la voluntad y del carácter de Dios» Reflejemos a Jesús, p. 33.
3. La ley como maestra • 31
—Pensaba que esta libertad era una experiencia extraordinaria que resul-
taría en un gran beneficio para todos. Pero la verdad es que no pareces muy
feliz. ¿Qué hiciste durante la reunión?
—No es asunto tuyo. Hice lo que quise.
En ese momento, llegó Lucas y Billy dijo:
—Yo no fui a la reunión tal como había dicho que haría. Ahora, ¿cómo es
eso de que tú fuiste?
—Bueno, nunca dije que no iba a ir —dijo Lucas haciéndose el sorprendi-
do—. Solo dije que no pensaba que eras lo suficientemente libre como para
no ir.
—¡Me engañaste! —dijo Billy molesto.
—No, no. Estoy orgulloso de ti por ser tan independiente. Tú y yo hare-
mos grandes cosas juntos. Eres mi tipo de ángel. Sabes que soy responsable
de las rotaciones y puedo hacer algo por ti.
—Bueno, me siento bien pensando por mí mismo —dijo Billy más relaja-
do—. Me imagino que el jefe necesita más gente que piense por sí misma.
—¡Claro que sí! —dijo Lucas—. ¿Cómo crees que él llegó a donde está?
—Bueno, nunca lo había visto de esa manera —dijo Billy—. ¿Quieres de-
cir que piensas que él está donde está porque alguna vez fue como nosotros
y luego comenzó a pensar por sí mismo?
—Es posible —dijo Lucas.
Como Jorge había escuchado atentamente la conversación, Lucas se vol-
vió a él.
—¡Bien, Jorge! ¿Qué opinas? Mucha información junta, ¿no? ¿Crees que
puedes manejarla?
Cuando Jorge iba a abrir la boca para hablar, cambió de opinión. Se dio la
vuelta y corrió, o voló.
La ley es nuestra cerca. Ella nos protege y nos enseña acerca de Dios.
«
U
n célebre científico (algunos dicen que se trataba de Ber-
trand Russell) dio una conferencia sobre astronomía. Des-
cribió cómo la tierra gira alrededor del sol y cómo este, a
su vez, gira alrededor de un inmenso conjunto de estrellas
al que llamamos “Vía Láctea”. Al final de la conferencia, una vieja señora se
levantó del fondo de la sala y dijo: “Todo lo que nos ha contado son dispara-
tes. En realidad, el mundo es una placa plana que se sostiene sobre el capara-
zón de una tortuga gigante”. El científico sonrió con suficiencia antes de repli-
car: “¿Y sobre qué se sostiene la tortuga?”. “Se cree usted muy agudo, joven,
muy agudo —dijo la anciana—. ¡Pero hay tortugas hasta el fondo!”».1
Esa historia aparece en el libro Brevísima historia del tiempo de Stephen
Hawking, el renombrado físico teórico. Se trataba de una descripción popu-
larizada de algunas de las implicaciones de la mecánica cuántica. En su intro-
ducción al libro, Carl Sagan dijo: «Este también es un libro sobre Dios […] o
tal vez sobre la ausencia de Dios. La palabra Dios llena estas páginas. […]
Hawking está intentando, como afirma explícitamente, de comprender la
mente de Dios».2
1. Stephen Hawking, Brevísima historia del tiempo (Barcelona: Editorial Planeta, 2015), cap. 1.
2. Ibíd., x.
36 • L a educación
La identidad
No son solo los filósofos y los teólogos los que están explorando la exis-
tencia de Dios: los científicos también lo están. A medida que amplían nues-
tro conocimiento del universo, se topan con la pregunta de cómo comenzó
la vida. Saber cómo comenzó la vida es fundamental para nuestro sentido de
identidad, ya que la manera en que comenzamos tiene implicaciones para
nuestro final. ¿Es el fin la inexistencia eterna o, como dice la Biblia, es Dios
morando con los hombres? «Y oí una gran voz del cielo, que decía: “El taber-
náculo de Dios está ahora con los hombres. Él morará con ellos, ellos serán
su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios”» (Apocalipsis 21: 3).
Mientras estudiaba en Francia como parte de un programa de intercambio
viajé solo a Lausana, Suiza. Estando en un hotel a la orilla del lago Ginebra se
me ocurrió una idea: Estoy a 8,000 kilómetros de mi casa, solo, en una ciudad
donde nadie me conoce. Podría romper todas las reglas de la escuela y de mi familia
y nadie se enterará. ¿Qué hice? Me fui a la cama y no hice nada que estropeara
mi apellido. Mi identidad, mi origen familiar, me llevó a no querer decepcio-
nar a mi familia ni a mi Dios.
Saber de dónde provengo da forma a nuestra identidad moral. No solo es
vital para el sentido de identidad de una persona, sino que despeja la gran
pregunta de los orígenes. ¿Creemos en un ser supremo al que debemos leal-
tad y en el que encontramos nuestra identidad, o somos el producto de una
colisión aleatoria de átomos y moléculas ocurrida hace millones de años?
Muchas voces buscan responder hoy estas preguntas. Al final, solo hay dos
respuestas. Como dice Henry Morris: «Todas las cosas se pueden o no se pue-
den explicar en términos de un universo autónomo mediante procesos natu-
rales continuos. Si pueden explicarse, entonces la evolución es verdadera. Si
no se pueden explicar, entonces deben explicarse, al menos en parte, median-
te procesos sobrenaturales ocurridos en un universo que fue creado».3
3. Henry M. Morris, What Is Creation Science (Green Forest, AR: Master Books, 1987), p. 14, disponible en:
https://www.masterbooks.com/mwdownloads/download/link/id/956/
4. «Los ojos del Señor»: La cosmovisión bíblica • 37
La cosmovisión bíblica
La cosmovisión o filosofía de vida de una persona influye significativa-
mente en su identidad y su posición moral. El enfoque evolutivo naturalista
de la existencia que se enseña en la educación superior pública refleja la cul-
tura poscristiana. La educación adventista del séptimo día ofrece a los estu-
diantes una cosmovisión bíblica que responde a las preguntas fundamentales
de los orígenes de la vida poniendo al Dios creador personal en el centro. ¿Es
posible en esta era científica mantener una cosmovisión bíblica? Pedro predi-
jo que habría un momento en que el mundo ridiculizaría a los que sostuvie-
ran una cosmovisión bíblica. «Sobre todo tengan esto en cuenta: que en los
días últimos vendrá gente que vivirá de acuerdo con sus propios malos de-
seos, y que en son de burla preguntará: “¿Qué pasó con la promesa de que
Cristo iba a volver? Ya murieron nuestros padres, y todo sigue igual desde
que el mundo fue creado”» (2 Pedro 3: 3–4, DHH).
Hoy tenemos claras manifestaciones de esa ridiculización en la educación
pública, donde se prohíbe la enseñanza de la creación. Desafortunadamente,
la iglesia a lo largo de los siglos ha caído en la trampa de afirmar más de lo
que la Biblia requiere, haciendo que la persona con la cosmovisión bíblica
parezca poco inteligente. Al principio de la historia de la civilización, todo lo
que no se entendía se atribuía a la intervención milagrosa de Dios o de los
dioses. Todo lo que no podía explicarse era fácilmente un milagro. Se catalo-
gaba de infieles y ateos a los que explicaban ciertos fenómenos según las leyes
naturales. Los científicos, a través de la observación y la experimentación,
comenzaron a discernir cómo funcionaban las cosas y desarrollaron las leyes
de la ciencia.
La iglesia llamó a la química una de las «siete artes diabólicas» porque
presumía explicar la causa de los fenómenos, pretendiendo que Dios no era
la causa. En el siglo XIII, cuando Roger Bacon afirmó que el arcoíris era el re-
sultado de la refracción de la luz, fue condenado «por ciertas novedades sos-
pechosas». El arcoíris obviamente era una señal de Dios y, por lo tanto, no
podía ser el resultado de leyes naturales. Hubo oposición a colocar
38 • L a educación
8. «La supervivencia del más apto» es una frase que se originó a partir de la teoría evolutiva darwiniana como
una forma de describir el mecanismo de selección natural.
9. Christoph Cardinal Schönborn, Chance or Purpose? Creation, Evolution, and a Rational Faith, ed. Hubert Philip
Weber, trad. Henry Taylor (San Francisco: Ignatius Press, 2007), p. 17.
42 • L a educación
al pajarito donde vivía. Fue entonces cuando el bebé azulejo se dio cuenta de
aquello para lo cual había sido creado y dejó de tratar de ser un oso.
Entonces, el viejo Búho sabio dijo: «Cuando sabes de dónde vienes, sabes
quién eres».
5
Jesús como
el Maestro de maestros
H
abía una vez una escuela que era muy buena y tenía un grupo
de docentes extraordinario. Uno de ellos, el maestro de sexto
grado, era el epítome de los buenos maestros, por dondequiera
que se lo viera. Era inmaculadamente organizado. La sala de
este maestro siempre se ponía como ejemplo en la escuela. Era como si ahí se
hubieran inventado las carteleras de exhibición, ya que cada semana había
una cartelera nueva y creativa decorando la pared. La alfombra siempre lucía
impecablemente limpia y un rayón de lápiz en un escritorio o en la pared no
sobrevivía más de cinco minutos. Los otros maestros en la escuela envidiaban
en silencio el control perfecto que este maestro parecía tener sobre todo lo
relacionado con el aula de sexto grado. Los planes de lecciones diarias, los
planes de lecciones semanales y los planes de lecciones anuales con objetivos
de comportamiento detallados siempre estaban en el escritorio del director
antes del comienzo del año escolar. Mientras otros maestros se apresuraban
en el último momento para terminar de organizar sus salones, este maestro es-
taba relajado, visitaba a los padres y estudiaba, porque su salón siempre esta-
ba listo una o dos semanas antes de que comenzara la escuela.
Había un niño en sexto grado llamado Freddy. Freddy era un poco dife-
rente y no lograba ajustarse al programa metódicamente planificado del sa-
lón de sexto grado. Él no venía de un hogar ordenado y nunca estuvo a la
46 • L a educación
altura del nivel de limpieza que era la norma del maestro inmaculadamente
organizado. Freddy tenía un poco de sobrepeso y los otros niños de la escue-
la lo molestaban. El maestro frecuentemente se exasperaba con él. Freddy
comía en su pupitre galletas que se desmenuzaban y dejaba marcas de choco-
late, y rara vez almorzaba sin dejar un desastre que había que limpiar. No se
vestía muy bien y, por supuesto, su desempeño en las clases dejaba mucho
que desear. Cuando entregaba la tarea, esta tenía suficiente mantequilla de maní
como para hacer un emparedado. El bajo nivel de Freddy a los ojos de la
clase se reflejaba en el nivel que los chicos le daban en su propio orden jerár-
quico. Cuando Freddy se enfermaba y se quedaba en casa, parecía que todo
fluía mucho mejor en el aula. El maestro inmaculadamente organizado esta-
ba cansado de Freddy y secretamente deseaba que se retirara de la escuela. Eso
le facilitaría la vida a todos.
Y sucedió que San Pedro llamó a Freddy, que fue llevado por los ángeles
directamente al cielo, donde lo metieron en el aula celestial justo al lado del
Maestro Modelo. San Pedro también llamó al maestro inmaculadamente or-
ganizado, pero este terminó en el infierno. Durante su tormento, el maestro
inmaculadamente organizado levantó la vista y vio a Freddy en el aula celes-
tial con el Maestro Modelo. Estaba ocupado trabajando en sus tareas, y el
maestro gritó y dijo:
—Maestro Modelo, ten piedad de mí. Envía a Freddy para que sumerja la
punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado
en esta llama.
Pero el Maestro Modelo dijo:
—Maestro inmaculadamente organizado, recuerda que cuando estabas
vivo tenías todo lo que querías: una clase moderna, excelentes planes de lec-
ciones y muchos equipos y materiales. Y recuerda que pensabas que Freddy
no encajaba en tu programa perfecto y metódicamente planificado. Recuerda
cómo nunca tenía sus lecciones listas y jamás podía hacerlas bien ni recibir
mucha ayuda de tu parte. Así que ahora él está aquí, recibiendo la ayuda que
necesitó en sus lecciones y el reconocimiento que nunca pudo recibir de ti, y
tú estás sufriendo. Además, hay un abismo entre nosotros y nadie puede cru-
zarlo en ninguna dirección.
5. Jesús como el Maestro de maestros • 47
4. Elena G. de White, Fundamentos de la educación cristiana (Doral, Florida: IADPA, 2019), cap. 70, p. 588.
5. Elena G. de White, Conducción del niño, cap. 6, p. 52.
6. «Understanding Others», GoodReads, disponible en: https://www.goodreads.com/quotes/tag/understanding-
others
50 • L a educación
ambas entablaron una estrecha amistad con personas que estaban en gran
necesidad. Las dos personas que conocieron eran alcohólicas, y una de ellas
no tenía casa y vivía en un huerto de naranjos. Mis hijas acordaron realizar
actos de bondad por ellos, como regalarles un pastel de cumpleaños, cortar-
les el cabello y lavar su ropa. Resulta fácil juzgar a estos caballeros si miramos
sus vestimentas, su alcoholismo y su falta de empleo remunerado. Fácil, has-
ta que uno escucha sus historias. El hombre sin hogar tenía un padre abusivo
que una vez mató al gato de su hijo y lo obligó a comérselo. El otro hombre
vio cómo asesinaron a sus dos hermanos cuando era joven, fue abusado físi-
camente y tenía TEPT (trastorno de estrés postraumático) debido a lo que vio
e hizo durante su servicio militar. El peregrino John Bradford supuestamente
dijo: «“Allí iría yo de no ser por la gracia de Dios”, al ver a un grupo de prisio-
neros que estaban siendo llevados a ser ejecutados».7 Es necesario que recor-
demos pensar antes de criticar o juzgar a alguien. Toda la gente que conoce-
mos ha recorrido un camino diferente al nuestro y, a menos que intentemos
entender su experiencia, seremos rápidos en juzgarlos porque no se ajustan
con nuestro criterio. Se dice que un nativo norteamericano dijo: «No juzgues
a nadie hasta que hayas caminado una milla con sus mocasines».
Imagine que golpeó a un perro accidentalmente con su automóvil, no tan
fuerte como para matarlo, pero sí lo suficientemente fuerte como para herir-
lo. Usted se baja responsablemente de su automóvil y se acerca al perro para
ayudarlo. ¿Cuál es la respuesta del perro cuando se usted acerca a él? Lo más
probable es que lo muerda. Cuando nos encontramos con personas enojadas
y hostiles, nuestro primer pensamiento no debe ser: ¡Esa es una mala persona!,
sino más bien: ¿Qué clase de dolor está experimentando esta persona en la vida?
Jesús fue estudiante antes de convertirse en maestro. Era un estudiante de
la vida, de las personas. El conocía a la gente. Sabía de dónde venían. Jesús no
muerde fácilmente el anzuelo. Cuando habló con la mujer en el pozo de Ja-
cob, ella le arrojó un anzuelo tras otro (ver Juan 4).
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samari-
tana?» (vers. 9).
7. Wiktionary, s.v. «There but for the grace of God go I», última modificación realizada el 27 de junio de 2019,
14:00, disponible en: https://en.wiktionary.org/wiki/there_but_for_the_grace_of_God_go_I
5. Jesús como el Maestro de maestros • 51
«¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob […]?» (vers. 12).
«Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Je-
rusalén es el lugar donde se debe adorar» (vers. 20).
Jesús se negó a discutir con ella. Él se conocía a sí mismo, conocía a Dios
y conocía a las personas. Él conocía su necesidad y no se distraería. Este cono-
cimiento de las personas no era simplemente un don divino, algo que solo él
podía tener. Con toda seguridad juzgaríamos menos a los demás si escucha-
mos sus historias.
Jesús, el Maestro Modelo, entendía bien la situación de sus alumnos. No
hace falta ser brillantes para estudiar a las personas. Cuando la gente hable,
escuchemos lo que dice. Una manera de mostrar respeto a otros es escuchan-
do lo que tienen que decir. No se requiere una maestría en consejería o psico-
logía; solo se necesita amor. Significa despojarnos del egoísmo, lo cual es
posible cuando hemos sido estudiantes de nosotros mismos y de Dios.
que sugirieron que se le pidiera que abandonara el bosque Fenton hasta que
se recuperara. Por supuesto, no podía irse porque estaba tan débil que no
podía caminar. Otra comisión sugirió que pusieran letreros alrededor de la
guarida de Freddy que dijeran: «¡Peligro! ¡Zorro en cuarentena!». Los carteles
se colgaron y nadie se acercó a Freddy. Cada vez que uno de los niños del
bosque Fenton estornudaba o tosía, sus padres decían: «¿Has estado en la
guarida de Freddy? Mantente alejado de él; está en cuarentena».
Como toda la gente del bosque evitaba a Freddy como la peste, no estaba
comiendo lo suficiente. No bebía agua y empeoraba rápidamente. A medida
que Freddy se debilitaba, los habitantes del bosque Fenton hablaban más de
él y expresaban preocupación. Sus expresiones de preocupación no eran tan-
to por la salud de Freddy, sino por no contagiarse de su terrible enfermedad.
Un día, El conejo Orejón, que no era precisamente un buen amigo de
Freddy, fue a su guarida y escuchó a Freddy quejándose. Aunque le preocupa-
ban los carteles de cuarentena, se detuvo de todos modos, principalmente
por curiosidad. Cuando vio a Freddy, corrió a su casa y le trajo agua y comida.
Trabajó alrededor y limpió un poco su guarida. Fue a ver a la abuela Conejo
y consiguió unas hojas de medicina que ella le había dicho que «curaban
cualquier cosa». El conejo Orejón le dio la medicina a Freddy y lo cuidó.
Otros amigos del bosque le dijeron a Orejón «¿No te preocupa que pue-
das contraer su enfermedad?».
«Sí, supongo que sí —dijo Orejón— pero si mi vecino está enfermo, yo
estoy enfermo». Después de algunas semanas bajo el cuidado vigilante de
Orejón, Freddy recuperó su fuerza y, aunque usted no lo crea, para sorpresa
de todos, se hizo amigo del conejo Orejón.
Entonces, el viejo Búho sabio dijo: «A nadie le importa lo que uno sabe
hasta que ve lo que uno está dispuesto a hacer» (ver Santiago 2: 14–17).
6
Más lecciones
del Maestro de maestros
A
veces, cuando tomamos pruebas que miden nuestros conoci-
mientos y el resultado nos dice que nuestro puntaje es alto,
nos sentimos sabios. Pero, ¿realmente somos sabios? Si el
puntaje promedio de las pruebas de aptitud académica en
nuestra escuela fuera alto, ¿pensaríamos que nuestra escuela es superior a las
demás? ¿Qué sugerencia da Pablo para aquellos que piensan que son sabios
según los estándares de esta época? «Vuélvase como un ignorante, para así
llegar a ser verdaderamente sabio» (vers. 18). ¿Cómo puede uno volverse ig-
La sabiduría divina
Pablo se refiere en este pasaje a la sabiduría y la ignorancia de una manera
particular. Esta sabiduría no consiste en entender cómo funcionan las compu-
tadoras o en ser capaces de explicar la revolución industrial. Pablo, que fue
educado en las instituciones de mayor prestigio de su época, no está sugirien-
do que solo estamos listos para la verdadera sabiduría cuando no podemos
responder la pregunta del millón. Lo que Pablo está diciendo, es que la sabi-
duría es más que saber mera información. La sabiduría según los estándares
del mundo no es la verdadera prueba de la sabiduría. La sabiduría puede ayu-
darnos a aprobar exámenes e incluso a conseguirnos un trabajo donde gane-
mos mucho dinero, pero no le dará sentido a nuestra vida. La información sin
un marco referencial moral y ético nos deja sin orientación en cuanto al uso
de la información. Como dice Pablo: «Pues aunque han conocido a Dios, no
lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han termi-
nado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras.
Decían que eran sabios, pero se hicieron tontos» (Romanos 1: 21–22).
Hay muchos tontos en este mundo postcristiano en el que cada uno tiene
su propia verdad. Cada uno elige su propia fruta del árbol de la vida, ignoran-
do a su Creador. Cuando los sentimientos se convierten en la única norma de
comportamiento, el mundo desciende al caos, donde las personas «cambia-
ron la verdad de Dios por la mentira» (vers. 25, NVI).
Salomón persiguió precisamente esa sabiduría mundana. «Me entregué de
corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo
del cielo […]. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol». Sin embargo,
consideró todo eso «vanidad y aflicción de espíritu» (Eclesiastés 1: 13–14). Es
posible que podamos responder la pregunta del millón, pero, ¿qué diferencia
hace? Cuando podemos responder la pregunta más difícil del libro de cien-
cias, el contraste es aún más marcado. «Que nadie se engañe: si alguno de
ustedes se cree sabio según la sabiduría de este mundo» (1 Corintios 3: 18,
DHH). Estamos tan ajustados a los estándares del mundo, que las calificacio-
nes junto al nombre significan más que el nombre. Obtener una educación
6. Más lecciones del Maestro de maestros • 55
La verdadera sabiduría
Hoy en día, la gran mayoría de los colegios universitarios y las universida-
des son sistemas de comunicación de información profesionalizados que
preparan a sus alumnos para la búsqueda de trabajo en lugar de desarrollar el
carácter. Hay demasiada «vanidad» en muchas instituciones educativas. Vivi-
mos en una época en la que los hechos y la información están en la punta de
nuestros dedos. Internet ha puesto la información a disposición de cualquie-
ra que tenga una computadora. «Nada en educación es tan sorprendente
como la cantidad de ignorancia que acumula en forma de hechos inertes».1
Pero la información no nos hace sabios, y pareciera que cuanta más infor-
mación hay disponible, menos sabiduría tiene la gente. La verdadera educa-
ción consiste en encontrarle sentido a la vida. Jesucristo, el Maestro de maes-
tros, le da sentido a la vida. No es información abstracta sobre el universo,
sino más bien información relevante sobre quiénes somos y por qué estamos
1. Henry Adams, The Education of Henry Adams: An Autobiography (Boston: Houghton Mifflin, 1918), p. 379.
56 • L a educación
D
aniel y sus compañeros no tenían una gran educación según
los estándares del mundo, así que Nabucodonosor les dio lo
mejor que el mundo podía ofrecer. «Selecciona solo a jóvenes
sanos, fuertes y bien parecidos —le dijo [Nabucodonosor]—.
Asegúrate de que sean instruidos en todas las ramas del saber, que estén do-
tados de conocimiento y de buen juicio y que sean aptos para servir en el
palacio real. Enseña a estos jóvenes el idioma y la literatura de Babilonia»
(Daniel 1: 4, NTV).
1. Richard Lovelace, «To Althea, from Prison», 1642, disponible en: https://www.poetryfoundation.org/poems/
44657/to-althea-from-prison
64 • L a educación
Fe en Dios
Los dioses de los antiguos eran vistos como los benefactores de sus segui-
dores. Si se llevaban a cabo los sacrificios apropiados, cuidaban de ellos. El
dios de la lluvia traía la lluvia, el dios de la fertilidad traía hijos, el dios del
pulgar verde traía buenas cosechas y el dios de la guerra traía la victoria en la
batalla. Tenían un dios para cada necesidad. Si su dios no estaba trabajando
para ellos, entonces lo cambiaban. Si la tribu vecina tenía mejores cultivos,
entonces tenían un dios mejor. Si el reino de al lado recibía más lluvia, enton-
ces su dios era mejor. No se les ocurriría servir a un dios que no pudiera darles
nada. ¿De qué sirve un dios que no hace nada por uno?
El rey desafió al Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego a un duelo. «Su Dios
no los rescatará; mi dios es mejor que el suyo». Como el niño que dice: «Mi
papá puede golpear a tu papá». El horno era el desafío para el perdedor. Pero
Sadrac, Mesac y Abed-nego presentaron un concepto nuevo y sorprendente
de Dios y de la adoración. La respuesta de los tres amigos de Daniel le dio a
Nabucodonosor una imagen drásticamente nueva de Dios. «Nuestro Dios,
a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus ma-
nos, rey, nos librará. Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus
dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado» (vers. 17–18).
En otras palabras, «nuestro Dios puede rescatarnos, pero no es una pata de
conejo que vamos a frotar cuando estemos en problemas. Nuestro Dios pue-
de rescatarnos, pero él puede decidir no hacerlo, y eso no cambiará nuestro
compromiso con él».
Según la mentalidad de Nabucodonosor, el dios que perdiera este duelo
no era digno de adoración, ni digno de ser un dios en absoluto. Era un dios
perdedor si no proporcionaba protección. Si no proporciona lluvia, si no evita
el accidente, si no proporciona hijos, si no consigue un trabajo, si no cura del
cáncer, si no da la victoria en la batalla, entonces, ¿quién lo necesita? Para
Nabucodonosor, cualquier dios que no hiciera su voluntad no era digno de
ser un dios. Pero para Sadrac, Mesac y Abed-nego, su Dios era más que un
genio en una botella o un Santa Claus celestial.
7. La adoración en la educación • 65
Hombres comunes
«El Batallón 101 de la Policía de Reserva tenía su base en Ham-
burgo, Alemania, pero servían en Polonia. El grupo estaba com-
puesto en su mayoría por hombres de familia de mediana edad de
las clases trabajadora y media baja de la ciudad de Hamburgo.
Como se consideraban demasiado viejos para ser de utilidad para
el ejército alemán, los habían reclutados en la Policía de Orden
Público. Eran reclutas sin experiencia previa en el territorio ocupa-
do por los alemanes.
El 13 de julio de 1942, el Batallón 101 de la Policía de Reserva
estaba en el límite de la ciudad polaca de Józefów. Estaban a
punto de recibir instrucciones sobre su primera acción importante.
El pueblo de Józefów era un típico pueblo polaco de modestas
casas blancas con techos de paja. Entre sus habitantes había
1,800 judíos.
Temprano en la mañana, cuando el sol estaba saliendo, los hom-
bres del Batallón 101 de la Policía de Reserva bajaron de sus
66 • L a educación
Un llamado al heroísmo
¿Es nuestro Dios un dios hecho a nuestra medida, creado a nuestra ima-
gen y que responde como el genio de la lámpara a nuestras necesidades? ¿Es
un dios que solo satisface lo que queremos y que va tachando nuestros de-
seos en una lista? ¿Tenemos un dios diseñado por nosotros mismos, fabrica-
do con la arcilla de los sentimientos, horneado en el horno de nuestros de-
seos, y finalizado en el horno de nuestra imaginación? Si es así, tenemos
2. «When Is Someone Accountable for Their Own Actions Who», HIST 338, Colorado State University, disponible
en: https://www.coursehero.com/file/p7fvlk8/When-is-someone-accountable-for-their-own-actions-Who-are-
these-ordinary-men/
3. Christopher R. Browning, Ordinary Men: Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland (Nueva
York: HarperPerennial, 1992).
68 • L a educación
4. Walker Percy, The Second Coming (Nueva York: Picador, 1980), pp. 32, 93.
7. La adoración en la educación • 69
E
lena G. de White resume la relación que hay entre la educación y la
redención en su libro La educación. «La obra de la redención debía
restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo a la
perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del
cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevara a cabo el propósito divino
para el cual los seres humanos habíamos sido creados. Este es el objetivo de
la educación, el gran propósito de la vida».1
La gracia institucional
¿Cómo se transmite mejor la historia de la redención y el don de la gracia
gratuita en un entorno educativo? A las expresiones del tipo «actúa natural-
mente», «tensa calma», «un placer espantoso» o «un ligero sobrepeso» se les
conocen como oxímorones. Se trata de expresiones que en su significado su-
perficial o literal son contradictorias. ¿El término «gracia institucional» tam-
bién se ajusta a esa definición? ¿Es un oxímoron? ¿Es posible comunicar la
gracia en una institución como una iglesia o escuela?
La naturaleza de la gracia es aceptar y perdonar, mientras que la naturaleza
de una institución es establecerse mediante el uso de reglas, políticas y regu-
laciones. La gracia nos acepta tal como somos, con defectos y todo, mientras
que una institución es más probable que nos acepte si estamos a la altura.
algunos otros fueron nombrados para ir a Jerusalén a tratar este asunto con
los apóstoles y ancianos de la iglesia de aquella ciudad» (vers. 2, DHH).
Individualismo y conformismo
Vivimos en un mundo individualista en el que se suelen ignorar las reglas
institucionales. La respuesta a la iglesia y a la educación es: «Yo soy mi propia
persona, y no puedes pretender restringir mi libertad». Podemos aprender
algo de la respuesta de Pablo a la disputa en la iglesia primitiva. ¿Por qué fue
Pablo a Jerusalén? Porque se preocupaba por la comunidad. La institución, la
iglesia, era importante para él. Lo que «los hermanos» tenían que decir le
importaba a Pablo.
«Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los após-
toles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había
hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que ha-
bían creído, se levantaron diciendo: “Es necesario circuncidarlos y
mandarles que guarden la ley de Moisés”» (vers. 4–5).
de Jesús en las reglas de la Torá. Al defender sus puntos de vista, citaron las
reglas del Antiguo Testamento sobre la circuncisión (ver Génesis 17: 9–14;
Levítico 12: 3; Génesis 34: 15).
«Después de una larga discusión, Pedro tomó la palabra: “Hermanos, us-
tedes saben que desde un principio Dios me escogió de entre ustedes para
que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran. Dios,
que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu
Santo, lo mismo que a nosotros. Sin hacer distinción alguna entre nosotros y
ellos, purificó sus corazones por la fe. Entonces, ¿por qué tratan ahora de
provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni
nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? ¡No puede ser!
Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Se-
ñor Jesús”» (Hechos 15: 7–11, NVI).
Por lo tanto, durante el desarrollo inicial de la iglesia institucional, Pedro
notó que Dios no hacía distinción entre los pecadores gentiles y los santos
judíos, señalando que todos vivían bajo la gracia. Jacobo resume así la deci-
sión que se tomó en ese primer congreso de la Asociación General.
1. «Best Poem in the World», Meme, visitada el 28 de enero de 2020, disponible en:
https://me.me/i/ap-best-poem-in-the-world-i-was-shocked-confused-6394792
82 • L a educación
Las comparaciones
Un día, caminaba por la calle de regreso a mi automóvil en el centro de
Chattanooga después de una reunión del club de Rotarios. Un hombre alto y
de tez oscura se me acercó, y enseguida pensé: Es un mendigo y me va a pedir
dinero. Imagine mi sorpresa cuando me preguntó: «¿Ha alcanzado la salva-
ción?».
Lo había juzgado mal. Es este tipo de juicio erróneo el que destruye las
comunidades y socava la iglesia. Pensamos: No es como yo; es de otra raza; no
se viste como yo, y sentimos una falsa seguridad en un mundo que es como
nosotros. Pero nuestro mundo está lleno de diversidad y, como cristianos,
reconocemos a todos como parte de la familia de Dios.
Esta tendencia a evaluar o juzgar a los demás es egoísmo. Es como si colo-
cáramos a todos en una escala y buscáramos determinar en qué posición están
en relación con nuestro orden jerárquico. ¿Cuánto dinero ganan? ¿Qué tipo de
automóvil conducen? ¿Cómo se visten? Pablo abordó esta actitud en la iglesia
de Corinto: «Solo se comparan el uno con el otro, empleándose a sí mismos
como estándar de medición. ¡Qué ignorantes!» (2 Corintios 10: 12, NTV).
Compararnos con los demás no edifica a la comunidad. Dios vive en comu-
nidad: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo han estado en comuni-
dad durante toda la eternidad. En el consejo celestial, decidieron expandir esa
comunidad para incluir a la humanidad. «Y creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1: 27).
6. V. Bailey Gillespie et al., Valuegenesis—Ten Years Later: A Study of Two Generations (Riverside, CA: Hancock
Center, 2004).
7. Robert Bellah et al., Habits of the Heart: Individualism and Commitment in American Life (Berkeley, CA: Uni-
versity of California Press, 2008), xxiii.
9. La iglesia y la educación • 85
Una vez escuché el caso de una iglesia que estaba polarizada por algunos
problemas teológicos. Una pareja que se identificaba con una de las partes,
generalmente se sentaba en un banco específico en la iglesia. El personal pas-
toral se dio cuenta que se necesitaban más áreas abiertas para ubicar a las
personas en sillas de ruedas así que, sin pensar en quién se sentaba allí, deci-
dió cortar un banco para dejar espacio para una silla de ruedas. Tal como lo
estará pensando, cortaron el banco donde se sentaba esta pareja. Se corrió el
rumor de que el personal pastoral estaba enviando el mensaje de que esta
pareja no era deseada en la iglesia.
Comunidad e individualismo
¿Alguna vez has estado en una iglesia en la que se ha perdido la confianza?
Algunos forman grupos adentro de la iglesia. Otros, se van rápidamente luego
de finalizar el servicio. Otros evitan a ciertas personas. Los almuerzos en con-
fraternidad se convierten en un problema. Se gasta mucha energía en activi-
dades no productivas. Los unos hablan de los otros. Como dijo alguien: «Los
cristianos no chismean, ¡simplemente comparten peticiones de oración!».8
Se ha observado que en la mayoría de las organizaciones, la primera gene-
ración hace hincapié en la misión, la segunda generación hace hincapié en la
doctrina y la tercera generación hace hincapié en la burocracia. ¿Dónde se
ubica nuestra iglesia? ¿Son personas de hábitos similares que se juntan para
acicalarse mutuamente? ¿Es un lugar donde se busca simplemente estar con
personas que comen como nosotros, viven como nosotros, creen como noso-
tros y son compatibles con nosotros? ¿O es una comunidad que vive como
una unidad, como Jesús dijo en Juan 17: 21: «Para que el mundo crea que tú
me enviaste»? Todas las iglesias educan. La pregunta es: ¿Qué tipo de educa-
ción proporciona su iglesia?
Una cita a menudo atribuida a George Eliot dice: «Oh, cuán cómodo es
sentirse seguro con una persona; sin tener que medir ni los pensamientos ni
8. Michael P. Green, ed., Illustrations for Biblical Preaching (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1989), s.v.
«Gossip».
86 • L a educación
las palabras, sino poder expresarlas todas tal como son, tanto la cascarilla
como el grano, juntas; sabiendo que una mano fiel las tomará y las examina-
rá cuidadosamente, quedándose con lo que es aprovechable y, luego, con un
hálito de amabilidad, descartando las que carecen de valor».
La gente dejará de creer en las enseñanzas de Jesús que no toquen aspectos
significativos de la vida. Podemos mantener las enseñanzas de la iglesia du-
rante una generación o dos pero, a la larga, aquello que no afecta nuestra vida
desaparecerá de nuestras creencias. Transmitimos de una generación a otra el
evangelio y las enseñanzas de Jesús, no por medio de formulaciones doctri-
nales ni a través de declaraciones escandalosas, sino experimentándolas no-
sotros mismos. La iglesia debería ser una comunidad que represente a Jesús
en acción, un pequeño cielo en la tierra, una expresión viva de la descripción
que hace Jesús de la comunidad cristiana, tal como la presentó en el Sermón
del Monte (ver Mateo 5–7).
A veces pienso en la iglesia como la experiencia de un ratón que encontré
en mi garaje. Un día escuché un ruido como de algo que se movió cuando me
subí al automóvil para ir a trabajar. Miré a mi alrededor y vi el cuenco del gato
deslizándose por el suelo. Al acercarme, intuí que un ratón se había quedado
atrapado debajo del cuenco del gato. Estaba a salvo del gato pero llevaba una
vida desdichada. Algunos experimentan la iglesia como una trampa en lugar
de encontrar la libertad del evangelio. No debemos aislarnos de los demás en
un capullo de seguridad individual. Nuestras iglesias deben estar más com-
prometidas con la comunidad y no separarnos del mundo como el remanen-
te que espera que el Señor venga a rescatarnos. La única seguridad para la
iglesia es vivir como Dios nos creó, en comunidad.
El hombre dijo: «Creo que agradecería más el cielo si pudiera ver cómo es
el infierno. Me gustaría ir al infierno».
San Pedro trató de disuadirlo del viaje, pero el hombre insistió, por lo que
San Pedro ordenó a un ángel que lo acompañara al infierno. Entonces, partió
con su ángel guía a lo largo de una larga escalera al infierno. Cuando llegaron,
el hombre se quedó asombrado de lo hermoso que era. Había cisnes en la-
gos, campos verdes y todo era como el Jardín del Edén. Miró al ángel guía y
este, comprendiendo su confusión, le dijo: «Solo espera». Luego vio un edifi-
cio muy grande en el que estaban los residentes del infierno. Entró al edificio
y había una mesa alrededor de la cual se sentaban todos los residentes del
infierno, y sobre la mesa había un banquete digno de un rey. Toda la comida
más lujosa imaginable estaba sobre la mesa para los residentes del infierno.
Pero cuando el hombre miró más de cerca, notó que todos los residentes del
infierno morían de hambre. Se veían demacrados y con mucho dolor. El
hombre miró al ángel que lo guiaba y el ángel dijo que todos los residentes
del infierno tenían los brazos entablillados y no podían llevarse la comida a
la boca.
«Ahora entiendo por qué el infierno es tan terrible —dijo el hombre—. Sé
que ahora apreciaré más el cielo. Por favor, sácame de este horrible lugar y
volvamos al cielo».
Entonces, el ángel guía lo llevó de regreso al cielo y atravesaron las puertas
nacaradas. El cielo se veía bastante parecido al infierno. Estaban los cisnes en
los lagos y los hermosos campos verdes. Luego el hombre entró en un edificio
en el cielo que se parecía al que vio en el infierno y, en él, los residentes del
cielo estaban sentados alrededor de una larga mesa que estaba repleta con el
abundante banquete que era exactamente como el que el hombre había visto
en el infierno Al mirar más de cerca, notó que todos los residentes del cielo
también tenían los brazos entablillados y no podían alimentarse, pero todos
se reían y disfrutaban de la comida. El hombre se volvió hacia el ángel guía y
dijo: «No entiendo».
El ángel que lo guiaba le dijo: «La única diferencia entre el cielo y el infier-
no es que en el cielo, las personas se alimentan mutuamente».
88 • L a educación
S
i hubiera vivido en Zúrich en 1524, me habría llevado una sorpresa
al llegar a la iglesia. Habría encontrado que retiraron todas las imá-
genes, además de las reliquias, los altares, las velas y los adornos. Las
paredes de la iglesia estarían vacías y no habría música durante el
servicio de adoración. Estas reformas fueron el resultado del ministerio de
Ulrico Zuinglio en Zúrich y su esfuerzo por eliminar de la adoración cual-
quier asociación con la Iglesia Católica Romana.
Cuando se destruyeron los órganos, no se trataba tanto de una aver-
sión al instrumento, sino más bien de un rechazo a la liturgia tradicio-
nal que representaba. El arte y la música, originalmente diseñados para
atraer a los fieles a Dios, se convirtieron en receptores de la adoración
en sí mismos, así que Zuinglio buscó devolver a los fieles a la sencillez
de la palabra de Dios. Ciertamente, la Reforma Protestante y Martin
Lutero empleaban música en la adoración, e incluso Calvino, que no
era partidario del uso del órgano, usaba ampliamente el canto de los
salmos.1 Su música no se habría llamado el «Salterio de Ginebra»2 si no
hubiera tenido alguna clase de innovación artística.
1. «Hay una gran diferencia entre la música que se hace para entretener a los hombres en la mesa o en sus casas,
y los salmos que se cantan en la iglesia, en la presencia de Dios y de sus ángeles», prefacio de El salterio de
Ginebra, de Calvino, de 1543.
2. Allan W. Atlas, La música del renacimiento, «El salterio de Ginebra» (Madrid: W. W. Norton & Company,
1998), p. 587, disponible en: shorturl.at/vwEH9
90 • L a educación
Orden en el caos
«En el principio, Dios creó los cielos y la tierra. La tierra no tenía
forma y estaba vacía» (Génesis 1: 1–2, NTV). El Creador tomó aquello
que no tenía forma, tomó lo que no tenía coherencia y sacó orden del
caos. Y la humanidad, creada a imagen de Dios, tiene un papel que des-
empeñar: «Tomó, pues, Jehová Dios al hombre y lo puso en el huerto de
Edén, para que lo labrara y lo cuidara» (Génesis 2: 15).
Dios bendijo a Adán y Eva y les dio dominio. Al igual que su Padre
celestial, ellos buscaron sacar el orden del caos al ejercer dominio sobre
la tierra. De la misma manera, los maestros educan a sus alumnos bus-
cando brindar comprensión en las ciencias e inspiración en la belleza
del arte y la música.
3. Francis A. Schaeffer, How Should We Then Live (Old Tappan, NJ: Fleming H. Revell, 1976), p. 89.
4. N. del T.: El autor se refiere a la raíz etimológica de la palabra «worship», Wikipedia, s. v. «Worship», última
modificación 3 de septiembre de 2019, 15: 33, https://en.wikipedia.org/wiki/Worship.
10. La educación en las artes y las ciencias • 91
Los cristianos tienen una razón especial para comprar jacintos para
alimentar el alma, para tomar el caótico mundo a su alrededor y sacar
orden de él. Al hacerlo, ejercen el imago Dei, la imagen de Dios, y
5. Moslih Eddin Saadi, «Hyacinths to Feed Thy Soul», The Best Loved Poems of the American People, ed. Hazel
Felleman (Nueva York: Doubleday, 1936), p. 78.
92 • L a educación
6. Jacques Barzun, The Use and Abuse of Art (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1974), p. 32.
10. La educación en las artes y las ciencias • 93
«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vis-
ta a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4: 18).
7. Paul Hoon, The Integrity of Worship: Ecumenical and Pastoral Studies in Liturgical Theology (Nashville, TN:
Abingdon Press, 1978), p. 200.
8. Paul Hoon, Integrity of Worship, p. 41.
10. La educación en las artes y las ciencias • 95
H
ace poco me jubilé y me di cuenta de que pasar de un trabajo
tiempo completo a un trabajo a tiempo parcial (mi esposa cree
que no me he jubilado) es todo un desafío. Pasar de tener una
larga lista de «tareas pendientes» que incluye a diversas perso-
nas a trabajar por mi propia cuenta en una oficina en casa es un cambio sig-
nificativo. Es bueno tener mi propio horario, pero extraño la rutina de las
horas de trabajo regulares y a mis compañeros. Conocí a alguien que mantu-
vo su rutina cuando se jubiló. Se levantaba a la misma hora, se vestía con
ropa de oficina y entonces se iba a otra habitación de su casa, donde trabaja-
ba. Simplemente mantuvo su rutina.
«Jubilarse» generalmente significa dejar de trabajar, pero dejar de ejercitar
el cerebro y el cuerpo los debilita. La fragilidad no tiene que ser necesaria-
mente una consecuencia del envejecimiento. Los que cuando se jubilan cesan
su actividad se vuelven frágiles tanto mental como físicamente. No es una
meta sana esperar la jubilación si lo que se tiene en mente es dejar de trabajar.
La definición de trabajo
Cuando decimos que algo «funciona», queremos decir que no está daña-
do, que hace lo que se supone que debe hacer. Podemos extrapolar esta defi-
nición al trabajo. De hecho, en inglés tenemos una sola palabra para «funcio-
nar» y «trabajar». Una persona «funciona» cuando no está dañada. Podemos
trabajar como pasatiempo o tener un trabajo a tiempo parcial, pero el
98 • L a educación
dedican a la carrera que aman, jamás tendrán que trabajar un día en sus vi-
das.3 Cumplir nuestro llamado no se siente como trabajo o travail. Es la sim-
ple consecuencia de una vida que busca usar los dones que Dios le dio para
servir a los demás. Uno nunca se retira de su vocación o llamado. Es nuestra
búsqueda de por vida de transformar el mundo, de cambiarlo. Jason D. Ste-
vens toca este tema en una entrada de su blog: «La vocación y el apocalipsis:
El camino de McCarthy». «Yo les pregunto a mis alumnos qué hace que la
elección del hombre a vivir sea más que el simple miedo a la muerte o el
instinto de supervivencia. La respuesta es la vocación: el sentido de propósito
del hombre eleva su elección de vivir más allá de la mera supervivencia ani-
mal (las pandillas de caníbales eligen la «vida») a algo genuinamente
humano».4
3. «Debes estar seguro de dos cosas: debes amar tu trabajo y no estar deseando que acabe para que empiece la
diversión. Y la otra: no debes avergonzarte de él y pensar que sería más honroso para ti hacer otra cosa. Debes
sentirte orgulloso de tu trabajo, y de aprender a hacerlo bien», George Eliot, Middlemarch: A Study of Provin-
cial Life, t. 2, Foleshill ed. (Boston: Little, Brown, and Company, 1900), p. 564.
4. Jason D. Stevens, «Vocation and the Apocalypse: McCarthy’s The Road», Vocation Matters, 14 de agosto de
2019, disponible en: https://vocationmatters.org/2019/08/14/apocalypse-mccarthys-the-road/.
100 • L a educación
La formación de pensadores
Para convertirse en «pensadores, y no meros reflectores de los pensamien-
tos de otros», se requiere de un ambiente seguro en el que el joven pueda eva-
luar sus pensamientos en una atmósfera de libertad académica. En las univer-
sidades seculares, la libertad académica se considera el santo grial, y las res-
tricciones sociales del discurso políticamente correcto excluyen los pensa-
mientos de los alumnos y maestros por igual, casi tan estrictamente como
muchas instituciones educativas patrocinadas a nivel denominacional.
Las conversaciones, por supuesto, tienen límites, pero aquellos que parti-
cipan íntimamente en ella no deben, solo porque escuchan fragmentos de la
conversación, llegar a conclusiones injustificadas sobre la fe de los comunica-
dores. Debe haber confianza entre el constituyente, la facultad, el personal, la
administración y la junta de fideicomisarios. La educación no consiste en
simplemente acumular ciertos hechos sobre historia mundial, química, bio-
logía, religión, filosofía, matemáticas e informática. El propósito de la educa-
ción no ha de ser únicamente conseguir un trabajo y convertirse en parte del
engranaje en una economía capitalista, buscando poder y dinero. La educa-
ción cristiana ha de transformar el pensamiento y el carácter del alumno.
Albert Meyer dice: «La educación es una conversación entre las generacio-
nes mayores y las más jóvenes sobre lo que es verdaderamente importante».6
La educación superior es un lugar para entablar conversaciones significativas
entre las generaciones más antiguas y las más jóvenes de adventistas del
9. «El gobierno de Un mundo feliz mantiene el control al hacer a sus ciudadanos tan felices y superficialmente
satisfechos que no les importa su libertad personal. En Un mundo feliz, las consecuencias del control estatal
son la pérdida de la dignidad, la moral, los valores y emociones; en resumen, la pérdida de la humanidad»,
«Brave New World», SparkNotes, disponible en: https://www.sparknotes.com/lit/bravenew/themes/.
11. Los cristianos y el trabajo • 103
T
odos los aspectos de la vida son sensibles al tiempo. Nuestro cora-
zón nos da una sensación de tiempo y de ritmo y nos sentimos
seguros con la regularidad de los acontecimientos. El sol sale y se
pone con regularidad. La luna nos da los meses. El sol nos da los
años. Sin embargo, el ser humano no quedó satisfecho con el sentido bioló-
gico del tiempo y se dedicó a inventar relojes. Al principio, eran relojes de
agua y de arena. Las velas también se usaban para medir los minutos, y en el
siglo XVII los relojes de péndulo medían los segundos. Las piezas para medir
el tiempo dependían de la duración del día, que depende de la rotación de la
tierra.
Hoy, tenemos un reloj atómico que usa el átomo de cesio para medir el
tiempo. Tiene 9,192,631,770 oscilaciones por segundo. La rotación de la tie-
rra ya no es la norma para medir el tiempo. Cada tantos años, se agrega un
segundo al año porque la tierra se está desacelerando y mantenemos el tiem-
po con mayor precisión que la rotación de la tierra. El reloj atómico de cesio
tiene una precisión de 1 segundo en 100 millones de años.1
Vivimos en la época del microsegundo y el reloj de pulsera digital. Nuestra
sociedad altamente informatizada depende de las horas, los minutos y los se-
gundos para su propia existencia. Pero toda esta precisión en las horas, los
1. Konstantin Bikos y Anne Buckle, «The Science Behind Leap Seconds», Timeanddate.com, consultada el 30 de
enero de 2020, disponible en: https://www.timeanddate.com/time/leap-seconds-background.html
106 • L a educación
Un bocado de la eternidad
¿Se siente usted identificado con Macbeth, de Shakespeare?
«La vida es una sombra tan solo, que transcurre; un pobre actor
que, orgulloso, consume su turno sobre el escenario
para jamás volver a ser oído. Es una historia
contada por un necio, llena de ruido y furia,
que nada significa».2
Salomón también se sintió así. «Miré todas las obras que se hacen debajo
del sol, y vi que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu» (Eclesiastés 1:
14). ¿Alguna vez ha sentido como que usted es solo la posición de las mane-
cillas de un reloj eterno que va marcando lentamente el final? Las semanas
llegan y se van. La vida se desvanece y, ¿a dónde se fue el tiempo?
Algunos podrían sugerir que si tan solo pudieran saborear la eternidad, si
tan solo pudieran pasar un momento allí, serían capaces de soportar cual-
quier cosa en esta tierra. Bueno, Dios nos dio un regalo para que podamos
entender la eternidad. Nos dio una muestra de la eternidad. «El séptimo día
concluyó Dios la obra que hizo, y reposó el séptimo día de todo cuanto había
hecho. Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él re-
posó de toda la obra que había hecho en la creación» (Génesis 2: 2–3).
Experimentar el sábado es saborear la eternidad. ¿Lo ha experimentado
usted? Los judíos intentaban guardar el sábado con muchas reglas. Algunos
3. Abraham Joshua Heschel, The Sabbath (Nueva York: Farrar, Straus and Giroux, 2005), p. 10.
108 • L a educación
4. Ibíd., p. 3.
5. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 29, p. 255.
6. Shakespeare, Macbeth, acto 5, escena 5.
12. El sábado: experimentar y vivir el carácter de Dios • 109
tiempo para compartir con Jesús. Estar ansiosos por pasar menos tiempo con
él es como declarar nuestro amor por nuestra esposa y no encontrar tiempo
en la agenda para estar con ella. El tiempo del sábado le da sentido a nuestra
vida porque nos pone cara a cara con Aquel que nos creó, que nos justifica y
que nos santifica. La vida no tiene sentido afuera de Aquel que la creó. No es
posible comprender la vida aparte de Aquel que nos da una vida nueva.
El tiempo, todo el tiempo, no es más que la medida de movimientos sin
sentido, el tictac interminable del reloj cósmico, de una sombra que avanza,
de olas que se desvanecen en una orilla de guijarros. La única excepción a esta
regla es nuestra relación con nuestro Creador Jesucristo. Todo el tiempo, toda
la vida sin una relación con Jesús, «es breve […] y nuestros corazones, aunque
bravos y valerosos, todavía, al igual que tambores sordos, tocan marchas fú-
nebres hacia la sepultura».7
El sábado es una vislumbre de la eternidad. ¿Qué no debemos hacer en
sábado? Cualquier cosa que hagamos que destruya esa relación es transgredir
el sábado. Todo lo que hagamos para mejorar esa relación con Jesús es guar-
dar el sábado.
regalo del rey. Algunos no aceptaban la fruta, y otros desconfiaban de los que
la habían encontrado. Algunos decían que no les gustaba en absoluto. Pero
muchos comieron y, a través de esa experiencia, anticipaban el momento en
que el rey, el dador del regalo, regresaría. Pronto, tal como lo había prometi-
do, el rey regresó y llevó a todos al hermoso bosque en la cima de la gran
montaña. Todos estaban emocionados, pero cuando llegaron después del
viaje de siete días, tenían mucha hambre. Fue entonces cuando descubrieron
que la única comida disponible en la cima de la montaña era el mismo tipo
de fruta que el regalo que el rey les había dado en el otro bosque al pie de la
montaña.
Todos los que disfrutaron de la fruta al pie de la montaña disfrutaron de
la fruta en la cima de la montaña, así como el rey que se la dio. Pero algunos
no pudieron soportar el sabor de la fruta y expresaron su deseo de irse. Tris-
temente, el rey aceptó su pedido y permitió que los que no disfrutaban de la
fruta se fueran. Hubo llanto y crujir de dientes.
Las horas del sábado son un anticipo de la eternidad, una muestra del
tiempo con Jesús. ¿Le gusta el sabor? ¿Tiene hambre de más?
13
El cielo, la educación
y el aprendizaje eterno
E
n Las aventuras de Huckleberry Finn, la señorita Watson, una soltero-
na cristiana, hace una ligera descripción del espíritu amante de la
diversión de Huck, así como de un cielo que no es nada emocio-
nante para él. «Entonces ella se lanzaba a contarme todo lo de
aquel lugar. Decía que lo único que se hacía allí era pasarse el día cantando
con un arpa, siempre lo mismo. Así que no me pareció gran cosa. […] Le
pregunté si creía que Tom Sawyer iría allí y dijo que ni muchísimo menos, y
yo me alegré, porque quería estar en el mismo sitio que él».1
¿Cómo es el cielo?
Hay muchísimas teorías sobre lo que sucede cuando uno muere, pero en
general, todas concuerdan en que cuando uno muere, sucede algo. En su li-
bro sobre el cielo, Randy Alcorn dice:
1. Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn, disponible en: Freeditorial.com https://freeditorial.com/es/
books/las-aventuras-de-huckleberry-finn
114 • L a educación
¿Cómo será el cielo? Para mí, el cielo plantea muchas preguntas. Habla-
mos de él y lo anhelamos, pero ¿qué es lo que anhelamos? ¿Es el cielo un
centro de retiro de lujo con calles de oro? ¿Es el cielo un lugar donde se atien-
den todas nuestras necesidades, como una comunidad de retiro en Florida?
Gary Larson nos muestra una de las percepciones erróneas más comunes
del cielo en una de sus caricaturas de The Far Side. En ella, un hombre con alas
de ángel y una aureola está sentado en una nube sin hacer nada, sin nadie
cerca. Tiene la expresión de alguien abandonado en una isla desierta sin ab-
solutamente nada que hacer. Una leyenda muestra sus pensamientos inter-
nos: «Ojalá hubiera traído una revista».
Cuando los saduceos, que no creían en la resurrección o en el cielo, le
preguntaron a Jesús quién sería el esposo de la mujer que se casó siete veces,
Jesús respondió: «En la resurrección, las personas no se casarán ni serán dadas
en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en el cielo» (Mateo
22: 30, NVI).
Ese mensaje me molestaba, hasta que mi esposa y yo concluimos que tal
vez no estaríamos casados en el cielo, pero que igualmente viviríamos juntos.
Jesús dice que seremos como los ángeles, pero, ¿cómo son los ángeles? ¿Son
inmateriales? ¿Son solo espíritus? ¿Pueden pasar de una dimensión a otra?
Me cuesta imaginar la personalidad y la existencia sin materialidad, sin un
cuerpo. Preguntas como esta provocaron un debate en la Edad Media sobre
cuántos ángeles podían bailar en la cabeza de un alfiler.
El cielo es real
Las descripciones bíblicas del cielo sugieren que es un lugar físico. Leemos
en Isaías: «Edificarán casas y morarán en ellas; plantarán viñas y comerán el
fruto de ellas» (Isaías 65: 21). Además:
Aquí el Señor se está comunicando con las tribus de Israel, que estaban
construyendo casas que serían ocupadas por otros, plantando viñedos que
los filisteos cosecharían y protegiendo a los rebaños de los lobos y los leones.
Quizás Isaías quería transmitir la imagen de un lugar seguro y sin peligros, en
lugar de tratar de describir los hábitos alimenticios de los leones en el cielo.
La Biblia indica que todo será más o menos igual, ya que podremos reco-
nocernos: «Ahora vemos de manera indirecta, como en un espejo, y borrosa-
mente; pero un día veremos cara a cara. Mi conocimiento es ahora imperfec-
to, pero un día conoceré a Dios como él me ha conocido siempre a mí» (1
Corintios 13: 12, DHH). Esta realidad se llama la nueva tierra. No se llama
nuevo mundo espiritual o nuevo pueblo fantasma. Juan nos da una vislum-
bre del cielo en Apocalipsis 21, donde describe la Nueva Jerusalén con joyas
y calles doradas. Me recuerda el relato de un hombre que llegó al cielo con
una gran maleta, y cuando San Pedro le dijo que no tenía permitido traer
nada al cielo, el hombre reclamó. Así que finalmente San Pedro le dijo: «Está
bien, déjame ver lo que tienes en la maleta». El hombre la abrió y estaba llena
de lingotes de oro. San Pedro le dijo: «Veo que traes adoquines».
Las descripciones que la Biblia hace del cielo son más significativas que las
joyas resplandecientes y las calles doradas. El oro es valioso porque es un
metal raro. Si se lo usa como asfalto, entonces no es particularmente valioso.
Las descripciones bíblicas son simbólicas. Es un lugar seguro donde los leo-
nes comen pasto y se acuestan con los corderos. Es un lugar protegido. Los
muros de la ciudad son enormes. Es un lugar hermoso donde las calles son
de oro y las puertas de perlas. Pero, sobre todo, es un lugar que Jesús nos ha
preparado, y Elena G. de White describe su importancia: «No hay voces de
contienda que contaminen la dulce y perfecta paz del cielo. […]. Todo está en
perfecta armonía, en perfecto orden y en perfecta bienaventuranza […]. Allí
reina el amor. No hay elementos desagradables, ni discordia o contenciones
o guerra de palabras».4
5. Stanley I. Stuber y Thomas Curtis Clark, Treasury of the Christian Faith: An Encyclopedic Handbook of the
Range and Witness of Christianity (New York: Association Press, 1949), 355.
118 • L a educación
Montaña Mágica. La única forma en que una criatura finita puede disfrutar
del tiempo infinito es poniendo su atención fuera de sí mismo. Cuando me
enfoco desinteresadamente en los demás y en Jesús, tengo una eternidad de
alegría para explorar. El cielo es una escuela eterna donde no solo se nos en-
señará, sino que también enseñaremos a otros sobre nuestras experiencias
vividas en la tierra. Junto con seres no caídos, nos entregaremos a los demás.
Elena G. de White dice: «En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni buscará su
propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino, procurarán la felici-
dad de los seres celestiales que los rodeen. Si deseamos disfrutar de la socie-
dad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los prin-
cipios celestiales ».6
Imaginemos el cielo
Dada nuestra capacidad limitada para entender el universo y nuestra com-
prensión limitada del cielo, podemos identificarnos con Pablo, que escribió:
lenguaje más exaltado no bastaría para describir la gloria del cielo ni las in-
comparables profundidades del amor del Salvador».7
¿Qué destaca en la descripción de Elena G. de White? El amor de Jesús, no
la belleza física. Ella concuerda con Pablo al afirmar que no es posible descri-
birlo. El cielo es el cumplimiento de los anhelos más íntimos, rascarse donde
ni siquiera sabemos que nos pica. Es ser completamente conocidos. Sentir
que somos aceptados, como si realmente perteneciéramos allí. Clive S. Lewis
dice: «Hay momentos […] en los que creo que no deseamos el cielo, pero la
mayoría de las veces me pregunto si, en nuestro corazón, alguna vez hemos
deseado algo más».8
En el libro El león, la bruja y el ropero de Lewis, Edmund busca llenar ese
«vacío que tiene la forma de Dios» con delicias turcas. Hay un vacío que tiene
la forma de Dios en toda la humanidad. Muchos hoy buscan llenarlo con
adicciones, artilugios y adicción al trabajo, pero no hay nada en este mundo
que pueda llenarlo.
Cuando asistí al seminario en Míchigan planeé durante semanas y meses
regresar a California para las vacaciones de Navidad. No se trataba de ver
California, ni de ver naranjos, ni de tomar el sol. Estaba ansioso por ver a una
persona. Estaba ansioso por ver a Cynthia, mi futura esposa. El anhelo de ir
al cielo es estar con nuestro Salvador. El anhelo de ir al cielo es estar con nues-
tro Creador. La gloria del cielo está en «las incomparables profundidades del
amor del Salvador».9
Se dice que Blaise Pascal dijo: «En el corazón de todo hombre existe un
vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna
cosa creada. Él puede ser llenado únicamente por Dios».10 ¿Alguna vez ha
armado un rompecabezas con un grupo de amigos en Navidad u otro día li-
bre? Todos se esfuerzan y, lentamente desde los bordes, el rompecabezas co-
mienza a tomar forma. Todos celebran cuando las piezas se encuentran y se
«¡Nadie hace nada por nadie en este lugar! —decía Gruñón—. La ardilla
Corretona guarda todas sus nueces para sí misma, y las abejas no quieren
compartir su miel conmigo. Todos siempre buscan su bienestar personal. An-
helo el día en que pueda mudarme al bosque Amigable».
El bosque Amigable, en la tradición del bosque, era un lugar al que iban
todos los buenos miembros de la familia del bosque cuando morían (antes
lo llamaban el campo de cacería feliz, pero ese nombre no gustaba mucho a
varios de los habitantes del bosque, por razones obvias).
Cuando Freddy el zorro escuchó a Gruñón decir que anhelaba irse ya al
bosque Amigable, le dijo que él podía ayudarlo empujándolo hacia el acan-
tilado que estaba junto al la Gruta del Accidente; pero a Gruñón no le pareció
gracioso. Gruñón siguió hablando sobre lo maravilloso que sería vivir en el
bosque amigable:
• H
abría bayas disponibles sin tener que arrastrarse por las zarzas para
conseguirlas.
• H
abría un suministro constante de miel, ya que las abejas serían gene-
rosas y le proporcionarían todo lo que él quisiera comer.
• H
abría muchas truchas, y saldrían del río hacia la orilla cada vez que
tuviera hambre.
• Siempre habría un sol brillante para calentar su estómago satisfecho.
• Y
, sobre todo, en lo que respecta a Gruñón, el zorro Freddy no estaría
allí, por lo que sería un bosque verdaderamente amigable.