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IADPA

LA EDUCACIÓN
Original English title of work: Education
Copyright © 2020 by Pacific Press® Publishing Association, Nampa, Idaho 83653, USA.
All rights reserved. Spanish language edition published with permission of the copyright owner.

IADPA
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Vicepresidente de Producción Daniel Medina
Vicepresidenta de Mercadeo y Ventas Ana L. Rodríguez
Vicepresidente de Finanzas Moise Javier Domínguez

________________________

Traducción: Ernesto J. Giménez


Edición del texto: Jorge Luis Rodríguez
Diseño y diagramación: M. E. Monsalve Montoya
Diseño de la portada: Elías Peiró Arantegui

Copyright © 2020 de la edición en español


Inter-American Division Publishing Association®

ISBN: 978-1-78665-310-9

Impresión y encuadernación: USAMEX, INC


Impreso en México / Printed in Mexico
1ª edición: junio 2020
Procedencia de las imágenes: Pacific Press Publishing Association

Está prohibida y penada, por las leyes internacionales de protección de la propiedad intelec-
tual, la traducción y la reproducción o transmisión, total o parcial, de esta obra (texto, imágenes,
diseño y diagramación); ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia, en audio o por cualquier otro
medio, sin el permiso previo y por escrito de los editores.
En esta obra las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de
1995: RV95 © Sociedades Bíblicas Unidas (SBU). También se ha usado la versión Dios
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dad Bíblica de España: BLP. En todos los casos se ha unificado la ortografía y el uso de los
nombres propios de acuerdo con la RV95 para una más fácil identificación.
En las citas bíblicas, salvo indicación en contra, todos los destacados (cursivas, negritas)
siempre son del autor o el editor.
Las citas de las obras de Elena G. de White se toman de las ediciones actualizadas
caracterizadas por sus tapas color marrón, o, en su defecto, de las ediciones tradicionales de
la Biblioteca del Hogar Cristiano de tapas color grana. Dada la diversidad actual de edicio-
nes de muchos de los títulos, las citas se referencian no solo con la página, sino además con
el capítulo, o la sección, o la página más el epígrafe en el caso de Consejos sobre alimentación.
Contenido

Prefacio................................................................................................. 5

1. La educación en el jardín del Edén..................................................... 7

2. La familia.............................................................................................. 17

3. La ley como maestra............................................................................ 25

4. «Los ojos del Señor»: La cosmovisión bíblica.................................... 35

5. Jesús como el Maestro de maestros..................................................... 45

6. Más lecciones del Maestro de maestros.............................................. 53

7. La adoración en la educación.............................................................. 61

8. la educación y la redención................................................................. 71

9. La iglesia y la educación...................................................................... 81

10. La educación en las artes y las ciencias.............................................. 89

11. Los cristianos y el trabajo.................................................................... 97

12. El sábado: experimentar y vivir el carácter de Dios........................... 105

13. El cielo, la educación y el aprendizaje eterno.................................... 113


Prefacio

A
l final de algunos capítulos de este libro, usted encontrará unas
historias ambientadas en un lugar ficticio llamado «el bosque
Fenton». Durante mis trece años como pastor de la iglesia de la
Southern Adventist University en Collegedale, Tennessee, descubrí
que cuando concluía mis sermones con una historia que ilustraba el mensaje
principal del sermón, podía llegarles fácilmente tanto a los adultos como a
los niños. Espero que las historias que incluyo en esta obra sirvan para que los
niños entiendan el mensaje principal del capítulo y para que los adultos tam-
bién lo recuerden fácilmente.
Quiero agradecer a los miembros de la iglesia de la Southern Adventist Uni-
versity y a todos sus alumnos, desde preescolar hasta la universidad, que me
animaron a través de sus comentarios y su participación en los servicios. So-
bre todo, estoy agradecido con mi familia, Cynthia, Gina y Julie, por su dis-
posición a escuchar pacientemente las fábulas del bosque Fenton y sus valio-
sas sugerencias.1
La palabra «educación» viene del latín educare que significa «alimentar».
Así como necesitamos el alimento físico diariamente, también necesitamos
nutrirnos espiritualmente de forma habitual. La educación cristiana es ese
alimento espiritual para la mente. A través de ella, los maestros pueden esti-
mular el análisis y despertar el deseo de un compromiso espiritual más

1. Algunos me expresaron su preocupación por contar historias ficticias en las que los animales hablan. Mi reco-
mendación a los que tienen dudas sobre el uso de la ficción, es que lean Jueces 9: 7–15, donde Jotam cuenta
una historia que incluye árboles que hablan; así como la historia ficticia que Jesús contó sobre el hombre rico
y Lázaro en Lucas 16: 19–31.
6 • L a educación

profundo entre los estudiantes. Un buen maestro de la Escuela Sabática cum-


ple con su responsabilidad de enseñanza creando ocasionalmente una incon-
gruencia que obliga a sus alumnos a pensar en cómo resolverla. Usted puede
hacer esto a través de las fábulas del bosque Fenton, preguntando a la clase
qué moraleja comunica la historia.
Además, como maestro, usted ha de crear un ambiente inclusivo en el que
los miembros de la clase se sientan libres de participar en la discusión. Una
forma de lograrlo es utilizando algunas de las historias e ilustraciones de este
libro como temas de discusión.
Por ejemplo, en el capítulo 1 cuento la historia de cómo mi abuelo se
mudó para estar cerca de la iglesia y así lograr que sus hijos pudieran recibir
una educación cristiana. Entre las preguntas que puede hacer, están:
• ¿Es razonable hoy en día tomar una decisión como esa?
• ¿Cómo podemos hacer hincapié en la importancia de la educación cris-
tiana en nuestro contexto social?
• ¿Existe hoy en día ese mismo nivel de compromiso para educar a nues-
tros jóvenes en la vida cristiana?
• ¿Cómo se manifiesta actualmente un alto nivel de compromiso con la
educación cristiana?

El llamado a los maestros de la Escuela Sabática es noble y sagrado. En


este libro, me esfuerzo por ayudarle a responder a ese llamado de una mane-
ra que edifique a su iglesia. Cuando repase las ilustraciones y las historias
contenidas en estas páginas, tenga presente el potencial que tienen para ini-
ciar análisis y alimentar el espíritu de nuestras familias adventistas del sépti-
mo día.
1
La educación
en el jardín del Edén

M
i abuelo emigró a los Estados Unidos desde un asentamiento
alemán en Ucrania a finales del siglo XIX. Durante sus pri-
meros años, era poco el inglés que sabía. En una ocasión en
la que asistió a un campestre, compró un libro de Elena G.
de White que estaba traducido al alemán. En él, leyó una declaración que
decía: «Los padres deben comprender que ya no es seguro mandarlos [a los
niños] a las escuelas públicas». Esta declaración se convirtió en un problema
para mis abuelos.1
Ellos se instalaron en el condado de Kidder, en Dakota del Norte, donde
construyeron una casa de dos pisos en un terreno de su propiedad. El proble-
ma era que la casa estaba a varios kilómetros de la Iglesia Adventista más
cercana, en el condado de Bowdon, demasiado lejos como para que sus nue-
ve hijos se fueran en la carreta y el caballo a la escuela todos los días. Así que
mis abuelos decidieron mudarse. Compraron un terreno de unas 60 hectá-
reas a menos de dos kilómetros de la iglesia, pero había otro problema.
El nuevo terreno no tenía casa, ya que solo era tierra de cultivo, así que mi
abuelo decidió mudar la casa que había construido. Rentó dos tractores a
vapor de los utilizados para la cosecha, ató la casa a ellos y, durante los

1. Elena G. de White, Conducción del niño, cap. 52, p. 310.


8 • L a educación

siguientes tres días, fue remolcando la casa hasta la nueva propiedad cerca de
la iglesia.
Al principio, la iglesia ni siquiera tenía una escuela. Pero mi abuelo logró
contagiar a otros con su compromiso con la educación cristiana y, al poco
tiempo, la iglesia inauguró la escuela de la iglesia del condado de Bowdon.
Mi tío Emil nos dice que mientras los niños Bietz estuvieron cursando la
educación primaria, la iglesia tuvo una escuela en funcionamiento. Él cita a mi
abuelo decir: «Aunque ninguno de los otros miembros envíe a sus hijos a la
escuela de la iglesia, los míos estarán allí. Siempre tendremos una escuela,
aunque tenga que alojar al maestro y pagarle el sueldo».2 Y durante un año
mis abuelos hicieron exactamente eso.

El valor de la educación cristiana


Las escuelas públicas a fines del siglo XIX, especialmente en una comuni-
dad agraria rural de Dakota del Norte, no enfrentaban las influencias nocivas
de la televisión, el Internet y los teléfonos inteligentes que tenemos hoy, pero
a pesar de eso mis abuelos decidieron que la educación cristiana era una prio-
ridad. Ellos procuraban un entorno tipo «jardín del Edén» en el que sus hijos
encontraran su identidad en Jesús en medio de una comunidad cristiana.
Mi padre sostuvo la misma prioridad para mi hermano y para mí. Cuando
éramos niños, conducía muchos kilómetros para llevarnos a una escuela cris-
tiana a pesar de que las excelentes escuelas públicas de nuestro distrito ha-
brían sido mucho más convenientes. Fue en esa escuela que cristalicé mi
compromiso con Jesús y entregué mi vida a él. Fue allí, bajo la influencia de
mis compañeros y mentores, que lentamente hice la transición de «la religión
de mis padres» a elegir por mi mismo mi propia fe.
Y aunque yo no hubiera sido el pastor de la iglesia cuando nuestras hijas
estaban en edad escolar, no habría tenido duda alguna sobre dónde mi espo-
sa y yo las habríamos enviado. Las escuelas públicas y preparatorias en nues-
tra región eran famosas por tener excelentes maestros y un alto nivel académico,

2. Reinhold Bietz, Happy Home Farm: An Expression of the Faith and Fun in a Christian Home (Brushton, NY:
Teach Services, 1994).
1. La educación en el jardín del Edén •9

pero también queríamos que estuvieran en un ambiente bajo la influencia de


amigos y maestros de la iglesia. Recibieron una excelente formación académi-
ca y hoy son profesionales exitosas, pero, más importante aún, hoy en día soy
yo el que aprende espiritualmente de ellas.
Elena G. de White afirma en el libro La educación: «La verdadera educación
significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Signi-
fica más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser y toda la
vida del ser humano. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas,
mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este
mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio
en el mundo venidero».3
La educación se relaciona con la vida misma, con conocer al Creador de la
vida. En el jardín del Edén, conocer al Creador era caminar con Dios «al aire del
día» (Génesis 3: 8). En el entorno secular imperfecto de nuestro mundo, cono-
cer al Creador es caminar con mentores y compañeros que creen en su Creador.
Solo en una comunidad de aprendizaje viva podrán caminar con Jesús.

Los peligros de la sociedad


Algunos sugieren que integrar a los jóvenes en la sociedad, exponiéndolos
al mundo, es como vacunarlos. Creen que enfrentarlos al mundo los inocu-
lará contra las tentaciones, así como el cuerpo desarrolla inmunidad a través
de la exposición controlada a una enfermedad. Algunos defensores de esta
teoría expresan preocupación porque las escuelas cristianas muchas veces ac-
túan como incubadoras, aislando a los jóvenes.
En el mundo digital de hoy, resulta imposible aislar a los jóvenes, aunque
queramos hacerlo. Lo que ellos necesitan es estar rodeados de mentores y
compañeros de fe para que puedan experimentar la vida en una comunidad
de fe sin estar inmersos en el mundo. El objetivo es proporcionar un entorno
donde se pueda ver el mundo desde el punto de vista cristiano. Este tipo de
«incubadora», o jardín, proporciona el entorno necesario para el crecimiento,

3. Elena G. de White, La educación, cap. 1, p. 13.


10 • L a educación

de modo que cuando los estudiantes se enfrenten al mundo, puedan lidiar


con los desafíos a su fe.
Henry Dunster, el primer presidente de Harvard, declaró que todo estu-
diante debería «recibir instrucciones claras y presiones serias para que conside-
re bien [que] el propósito principal de su vida y de sus estudios es conocer a
Dios y a Jesucristo, que es la vida eterna».4 Ese era el objetivo original de la
mayoría de las instituciones educativas establecidas sobre principios cristia-
nos, pero como James Burtchaell señala en su libro The Dying of the Light: The
Disengagement of Colleges and Universities From These Christian Church [La muer-
te de la luz: la desconexión de las escuelas y colegios de las iglesias cristianas],
la mayoría de estos centros de enseñanza ya no respetan esos principios. La
mayoría de las universidades y colegios universitarios han cambiado las creen-
cias de sus fundadores por la incredulidad de la sociedad secular.
No es necesario reflexionar demasiado sobre el ambiente de las escuelas
públicas o el ambiente secular de agnosticismo y ateísmo que reina en las
universidades para darnos cuenta de que no son lugares propicios para en-
contrar las respuestas de Dios a las preguntas más profundas de la vida. La
educación superior pública actual ha recorrido un largo camino desde el Jar-
dín del Edén.
En el Jardín del Edén, un ambiente que podríamos catalogar como perfec-
to, Satanás logró confrontar a nuestros padres originales con la mentira de
que si comían del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, no
solo nunca morirían, sino que serían como Dios.5 Incluso en un ambiente
perfecto, Adán y Eva ejercieron el don del libre albedrío que Dios les había
dado para desobedecerlo. Hoy, el mundo está lleno de árboles proverbiales
del conocimiento del bien y del mal. Satanás tiene muchos caminos a través
de los cuales puede confrontar a los estudiantes con artimañas que descarri-
larían el plan de Dios para sus vidas. Las instituciones educativas adventistas
no son perfectas como el Jardín del Edén, pero la posibilidad de que los

4. Lynne Cheney, A Time for Freedom: What Happened When in America (Nueva York: Simon & Schuster, 2005),
p. 15.
5. «Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente
morirás» (Génesis 2: 17).
1. La educación en el jardín del Edén • 11

mentores y amigos influyan positivamente en el crecimiento espiritual son


bastante mayores que en cualquier escuela pública o universidad secular.
Arthur F. Holmes, exprofesor de filosofía cristiana en el Colegio Universi-
tario de Wheaton, lo expresa de otra manera. «Debemos preguntar cómo se
transmiten los valores. Los jóvenes los asimilan más con el ejemplo que con
el precepto, más con sus compañeros que con los mayores, y más al involu-
crarse que como espectadores».6
En un entorno cristiano, el grupo de compañeros —la comunidad de es-
tudiantes que cohabitan en una comunidad de aprendizaje viva— es el que
crea el ambiente para que madure la fe. En este entorno, pueden participar en
el servicio cristiano en lugar de ser simples espectadores los sábados. A medi-
da que los estudiantes se conectan en un ambiente de fe como este, es que
pueden desarrollan el carácter necesario para ser cristianos contraculturales
que se resistan a la cultura secular. El apóstol Juan ofrece esta nota de adver-
tencia: «No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al
mundo, no ama al Padre; porque nada de lo que el mundo ofrece viene del
Padre, sino del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos
deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y
el orgullo de las riquezas. Pero el mundo se va acabando, con todos sus ma-
los deseos; en cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre»
(1 Juan 2: 15–17, DHH). O, como lo expresó Elena G. de White: «Amar al Ser
infinito, omnisciente, con todas las fuerzas, la mente y el corazón, significa el
desarrollo más elevado de todas las facultades. Significa que en todo el ser
—cuerpo, mente y espíritu— ha de ser restaurada la imagen de Dios».7
En el Jardín del Edén, Satanás contradijo directamente a Dios cuando afir-
mó que Adán y Eva no morirían, sino que se volverían como Dios (Génesis
3: 4–5). Esta mentira recuerda cómo Isaías nos dice que Lucifer busca ser
como Dios (Isaías 14: 12–14). La tentación que muchos tienen hoy es la de
asistir a universidades seculares de prestigio o academias secundarias priva-
das y caras, donde algunos creen que los jóvenes serán más inteligentes y se

6. Arthur F. Holmes, The Idea of a Christian College, rev. ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1987), p. 82.
7. Elena G. de White, La educación, cap. 1, p. 15.
12 • L a educación

graduarán de carreras que podrían hacerlos, si no como dioses, al menos


como los ricos y famosos. Elena G. de White dijo: «Por medio de diversos en-
gaños, él [Satanás] se esfuerza en inducir al hombre a comer del árbol prohi-
bido. De esta forma, tienta al hombre a la desobediencia, haciéndole creer
que está adentrándose en un maravilloso campo de conocimiento. Pero todo
es un engaño. Entusiasmado con sus ideas de progreso, el hombre encamina
sus pasos en dirección a la degradación y la muerte. Con un atuendo engaño-
so, Satanás todavía acecha en el árbol del conocimiento».8
Eva se dejó deslumbrar por la agradable apariencia de la fruta en el árbol.
Era físicamente atractiva para ella, así como las instituciones educativas secu-
lares de prestigio también tiene muchas características atractivas. En su poe-
ma épico El paraíso perdido, John Milton expresa el atractivo de la fruta prohi-
bida en la boca de Eva:

«Aquí crece el remedio de todo; ese fruto divino, de aspecto agra-


dable, que halaga el apetito y cuya virtud comunica la sabiduría.
¿Quién me impide, pues, que lo coja y alimente a la vez el cuerpo
y el alma?».9
«El remedio de todo» es esa sensación de exclusividad, de ser uno
de los pocos aceptados; de saber que uno está por encima del
promedio; el atractivo de presumir acerca de nuestras capacida-
des educativas. Todo esto alimenta nuestro yo egoísta, el deseo
de ser los más inteligentes del lugar, de asistir a las universidades
más prestigiosas, de ser exaltados sobre los que nos rodean. Je-
sús, siendo Dios, se humilló a sí mismo, convirtiéndose en nada, al
punto de morir en la cruz (Filipenses 2: 5–8). Pablo nos pide que
actuemos de la misma manera (versículos 3–5), pero la búsqueda
de logros educativos en las instituciones públicas seculares está
impulsada por dominación y poder, y no precisamente por el ser-
vicio y la abnegación. Elena G. de White describe el modelo

8. Elena G. de White, «The Tree of Life and the Tree of Knowledge», Daily Bulletin of the General Conference,
6 de marzo de 1899, p. 158.
9. John Milton, El paraíso perdido, disponible en: https://biblioteca.org.ar/libros/656292.pdf
1. La educación en el jardín del Edén • 13

educativo ideal: «El sistema de educación establecido inicialmen-


te en la tierra debía ser siempre el modelo para la humanidad. En
el Edén, el hogar de nuestros primeros padres, se fundó una es-
cuela que ejemplificaría la aplicación de los principios del sistema.
El jardín del Edén era el aula; la naturaleza, el libro de texto; el
Creador mismo era el Maestro; y los padres de la familia humana,
los alumnos».10

El objetivo de la educación cristiana


La elección de dónde se estudiará depende del objetivo de la educación. Si
el objetivo es seguir a Jesús y servir a la humanidad, aprender a los pies de
aquellos que conocen a Jesús proporcionará la mejor capacitación. Pedro ha-
bla del mundo al que nos enfrentamos hoy: «Sobre todo, quiero recordarles
que, en los últimos días, vendrán burladores que se reirán de la verdad y se-
guirán sus propios deseos. Dirán: “¿Qué pasó con la promesa de que Jesús iba
a volver? Desde tiempos antes de nuestros antepasados, el mundo sigue igual
que al principio de la creación”» (2 Pedro 3: 3–4, NTV).
El objetivo de la educación cristiana lo podemos encontrar en Proverbios:
«El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; el conocimiento del San-
tísimo es la inteligencia» (Proverbios 9: 10).
Mis abuelos jamás dudaron si sus nueve hijos debían disfrutar el beneficio
de estudiar en una escuela cristiana. Lo planearon y lo creyeron, y el Señor
reconoció su compromiso. No siempre fue fácil, pero tenían el convenci-
miento de que «la educación recibida en la infancia y juventud afecta toda su
carrera de trabajo en la vida madura, y su experiencia religiosa lleva la estam-
pa correspondiente».11
La filosofía personal de mis abuelos, que ellos llamaban de «la feliz granja
familiar», era que para que «sus hijos entraran por las puertas de la ciudad de

10. E lena G. de White, La educación, cap. 2, p. 19.


11. E lena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 165. El testimonio 22, de donde se obtiene este pasa-
je, se publicó originalmente en 1872.
14 • L a educación

Dios como vencedores, debían educarlos en el temor de Dios y en la obser-


vancia de sus mandamientos en la vida actual».12
Mis abuelos no terminaron con una enorme granja, grandes cantidades de
terrenos ni mucho dinero en el banco, pero nunca se arrepintieron del dine-
ro, el tiempo, el trabajo y las muchas oraciones ofrecidas a favor de sus nueve
hijos. Su único objetivo en la vida era ver a sus hijos aceptar al Señor Jesús,
unirse a la iglesia remanente y usar los talentos que Dios les dio para servir en
el hogar, la iglesia, la comunidad y la sociedad en general.
De los nueve hijos, cada una de las cuatro hermanas se casó con pastores,
tres de los cinco hermanos se convirtieron en pastores, y todos permanecie-
ron en la iglesia. «Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará
de él» (Proverbios 22: 6).

Fábulas del bosque Fenton


Y para los niños y los jóvenes de corazón, traigo una historia. Había una
vez una escuela en el bosque Fenton. En esta escuela, todos los habitantes del
bosque aprendieron a evitar las trampas que colocaban en el bosque los ca-
zadores que vivían en la gran ciudad a varios kilómetros de distancia. En esta
escuela se impartían materias como «teoría de la colocación de trampas»,
«diseños de trampas» y «medicina de emergencia» para los que cayeran en las
trampas.
Dos de los alumnos matriculados en la escuela eran el zorro Freddy y su
primo Sam. Pero ambos eran diferentes como el día lo es de la noche. En la
escuela había una maestra maravillosa y Freddy prestó mucha atención en su
clase. Sam, por el contrario, se burlaba de la maestra y no escuchaba en clase.
Sam aprobó la materia memorizando lo más importante para luego poder
recordarlo durante los exámenes.
Freddy sabía que la maestra tenía mucha experiencia y quería aprender
todo lo que pudiera sobre las trampas, para no caer en ninguna de ellas. Cuan-
do terminaba la clase, se quedaba con la maestra estudiando el diseño y la

12. E lena G. de White, Conducción del niño, cap. 50, p. 303.


1. La educación en el jardín del Edén • 15

colocación de trampas. Había oído hablar de zorros descuidados que habían


perdido algunos dedos en una trampa y no quería que le pasara algo así.
Tanto Freddy como su primo Sam se graduaron. La noche de graduación,
hubo la típica fiesta y celebración en el gran salón del bosque Fenton. Sin
embargo, ocurrió una tragedia la noche de la graduación que demostró que,
aunque saques las mejores calificaciones en una clase, tu vida puede terminar
mal. Hoy, Freddy es un próspero zorro de negocios en el este del bosque Fen-
ton, donde dirige una empresa de construcción de represas. A Sam, por el
contrario, lo lleva una dama de la gran ciudad sobre sus hombros en ocasio-
nes especiales.
2
La familia

«¡
B
ienvenido a casa!». Así me recibió el agente aduanero cuan-
do regresé a Estados Unidos después de pasar mi tercer año
de estudios en la Universidad Adventista de Francia, en Co-
llonges. Aunque la experiencia en el exterior había sido
agradable, me sorprendió un poco la agradable sensación que las palabras de
recibimiento produjeron en mí. Ciertamente, no hay nada como estar en
casa. Se dice que George Bernard dijo: «Una familia feliz no es más que la
antesala del cielo».1

La importancia de la familia
Alguien dijo que «tu hogar está allí donde está tu corazón», pero también
sugiero que el hogar es donde crece la mente. Cuando pensamos en el lugar
donde se lleva a cabo la educación, normalmente pensamos en las aulas,
pero la principal institución educativa es el hogar. Según First Things First
[primero lo primero], una organización sin fines de lucro que se especializa
en el desarrollo de relaciones saludables, el 90 por ciento del cerebro físico de
los niños se desarrolla a la edad de cinco años.2 El National Research Council
informa que si bien «antes se creía que los bebés carecían de la capacidad de

1. «George Bernard Shaw Quotes», BrainyQuote, disponible en: https://www.brainyquote.com/quotes/george_


bernard_shaw_118101
2. «Brain Development», First Things First, consultada el 22 de enero de 2020, https://www.firstthingsfirst.org/
early-childhood-matters/brain-development/
18 • L a educación

formar ideas complejas», diversos estudios han demostrado que «los niños
pequeños son agentes competentes y activos por su propia cuenta».3
Muchos de los que reconocen la importancia de la familia en la educación
apoyan el sistema de escolaridad en casa. Para el año 2016, aproximadamen-
te 3.4 millones de adultos en los Estados Unidos adoptaron el sistema de
escolaridad en casa durante al menos un año de su educación básica y media.
Los que adoptaron este sistema fueron educados en el hogar por un prome-
dio de siete años. Aproximadamente 2.3 millones de estudiantes reciben edu-
cación en el casa hoy, lo que lleva el total a cerca de 5.7 millones de estadou-
nidenses que han experimentado la educación en sus propios hogares.4 Elena
G. de White dijo: «El sistema educativo establecido en el Edén tenía como
centro la familia. Adán era “hijo de Dios” (Lucas 3: 38) y de su Padre recibie-
ron instrucción los hijos del Altísimo. Su escuela era, en todo el sentido de la
expresión, la escuela en el hogar».5
La familia crea el ambiente propicio para que la educación se desarrolle.
Es en el ambiente de la familia que el niño copia los modelos de los padres.
Sin embargo, algunos niños optan por desobedecer y transitar un camino
que sus padres no desean para ellos. Y algunos padres pasan la vida analizan-
do qué fue lo que hicieron mal, porque sus hijos no «resultaron» como espe-
raban. Adán y Eva tenían un hogar perfecto y aún así tomaron decisiones te-
rribles. Se supone que Caín y Abel igualmente tuvieron un buen hogar, pero
cuando los dos hermanos se enfrentaron con la oportunidad de honrar a
Dios, sus respuestas fueron drásticamente distintas.
¿Cómo podemos entender las diferentes respuestas a la vida? Dios le dio
libre albedrío a cada ser humano, y Adán, Eva y Caín demostraron que su
voluntad no estaba alineada con Dios. Se podría decir que, si bien Dios pro-
porcionó la educación adecuada, ellos ejercitaron el libre albedrío y siguieron
el consejo de Satanás.

3. National Research Council, How People Learn: Brain, Mind, Experience, and School, exp. ed., (Washington, D.
C.: The National Academies Press, 2000).
4. Brian D. Ray, «Research Facts on Homeschooling», NHERI, 27 de noviembre de 2019, disponible en:
https://www.nheri.org/research-facts-on-homeschooling/
5. Elena G. de White, La educación, cap. 5, p. 33.
2. La familia 19

El poder de la aprobación
La Biblia cuenta la historia de una familia disfuncional en la que la pareja
no tuvo hijos durante un tiempo, pero luego tuvieron gemelos. Estos geme-
los no eran para nada idénticos. Uno era el niño de papá y el otro el niño de
mamá. Al niño de papá le encantaba jugar afuera. Era un niño callejero y se
la pasaba sucio la mayor parte del tiempo. Cuando arrastraba el lodo hasta
adentro de la casa, su madre se quejaba: «¿No puedes limpiarte los pies cuan-
do entras a la casa? ¡Ve a lavarte las manos! ¿Por qué no puedes ser más como
tu hermano?».
El niño de mamá, por el contrario, rara vez arrastraba barro hasta la casa.
Era amable y considerado, sensible a las necesidades de su madre. Papi no se
llevaba tan bien con él. A papá le gustaba pescar y cazar, pero este niño no
quería lastimar a los peces ni matar a los animales. Extrañaba a su mamá
cuando estaba lejos de ella durante unos días.
Esta situación en la que la madre apoyaba a un hijo y el padre apoyaba al
otro creó una intensa rivalidad entre hermanos. La situación llegó a tal extre-
mo que uno de los hermanos se escapó de casa por miedo a que el otro lo
matara. Jacob y Esaú eran niños con problemas en una familia disfuncional.
Ninguno de los hermanos tenía la aprobación de ambos padres.
Durante toda nuestra vida buscamos aprobación, desde que tenemos dos
años y nos lanzamos por el tobogán buscando la aprobación de nuestra ma-
dre o en la escuela primaria jugando futbol y buscando la aprobación de
nuestros compañeros. La búsqueda de la aprobación de los demás —de nues-
tros maestros, de nuestro cónyuge, etcétera— es algo que viene integrado en
nuestra mente.
Póngase a recordar un momento cuando usted estaba en la escuela. ¿Qué
maestros ejercieron mayor influencia sobre usted, los que tenían más conoci-
mientos o los que se conectaron con usted al mostrar interés en usted como
persona? Lo que es válido con los maestros en la escuela también es válido
para los padres en el hogar. Expresar su aprecio por los jóvenes construye una
relación con ellos que permite al adulto ser una influencia en sus vidas.
20 • L a educación

Ryan era uno de esos alumnos incorregibles que creció en un hogar abu-
sivo. En cuarto grado su comportamiento era tan desafiante que lo asignaron
a una clase para delincuentes. El primer día en la nueva clase le arrojó su
pupitre a la profesora. Sin embargo, en lugar de echarlo de la clase, ella le
preguntó: «¿Está todo bien en tu casa? ¿Por qué estás tan molesto?». Elizabeth
Hughes era una maestra muy perspicaz, que sabía que aunque su comporta-
miento en ese momento estaba dirigido hacia ella, tenía su origen en un ho-
gar disfuncional.
En otra ocasión, estando Ryan en casa, amenazó a su familia con un cu-
chillo. La policía vino y lo pusieron en detención juvenil. Mientras estuvo
allí, el único contacto de apoyo con el mundo exterior provino de la Sra.
Hughes, que lo llamó y le dijo: «No dejes que esto te defina. Tú puedes ser
mejor que esto».6 La trabajadora social que le asignaron también le mostró
amor a pesar de los insultos de él. Hoy, Ryan Speedo Green es una estrella de
la ópera de fama mundial. Él atribuye su éxito a dos personas: a su maestra y
a la trabajadora social, que mostraron amor y aceptación a un niño enojado
y vieron potencial en lugar de un problema.
Cuando Isaac, el padre de Jacob y Esaú, «envejeció y sus ojos se oscurecie-
ron quedando sin vista, llamó a Esaú, su hijo mayor», pero el que se presentó
fue Jacob. Sin poder reconocerlo, le dijo: «Hazme un guisado como a mí me
gusta; tráemelo y comeré, para que yo te bendiga antes que muera» (Génesis
27: 1–4).
¿Qué representaba esta bendición? En el período patriarcal, la bendición
de un padre moribundo se transmitía a su heredero. A través de ella le trans-
mitía poder para salud, prosperidad, la victoria en las batallas y la sabiduría.
Tales bendiciones, una vez invocadas, no se podían revocar. Era como apare-
cer en un testamento que no se podía impugnar.
La importancia de esta bendición se evidencia en la reacción de Esaú
cuando se dio cuenta de que no la recibió de Isaac: «“¿No tienes más que una

6. «Elon Musk, Screen Time, Ryan Speedo Green», 60 Minutes T51, E11, 44: 11, 9 de diciembre de 2018, dispo-
nible en: https://www.cbs.com/shows/60_minutes/video/ssIdFncaAvDxXuvWKfMbTXvSl1zbceDm/elon-musk-
screen-time-ryan-speedo-green/
2. La familia 21

sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!”. Y alzó
Esaú la voz, y lloró» (Génesis 27: 38).

Cómo superar la disfuncionalidad


Vivimos en familias y por tal motivo buscamos la bendición y aprobación
de nuestra familia. Es posible sobreponerse de las consecuencias de una fami-
lia disfuncional, como lo hizo Ryan Green, a través del apoyo y la aprobación
de otras personas importantes en nuestra vida. No se trata solo de que los
estudiantes universitarios llamen a casa por dinero lo que sugiere que forman
parte de una familia. Emocionalmente, todos vivimos en armonía con nues-
tra familia o reaccionando contra ella.
Elena G. de White le envió una carta a un padre que de forma egoísta no
expresaba aprobación hacia su familia. «El hermano B no tiene un tempera-
mento que alegre a su familia. En esto conviene que empiece a trabajar. Se
asemeja más a una nube que a un rayo de luz. Es demasiado egoísta para di-
rigir palabras de aprobación a los miembros de su familia, especialmente a la
persona que debería ser el objeto de su amor y tierno respeto. Es malhumo-
rado, intolerante y autoritario. Con frecuencia pronuncia palabras mordaces,
cuyas heridas él no trata de curar corrigiendo su temperamento, reconocien-
do sus defectos y confesando su mal proceder».7
Revise su relación con su hogar y su familia; no solo con aquellos bajo su
techo, sino también con sus parientes, independientemente de donde vivan.
¿Cómo podría ayudar a que haya relaciones más sanas en su familia? ¿Quizás
por medio de palabras de aliento, expresiones de apoyo o muestras de amor?
Nadie es un ser aislado. Todos estamos muy conectados con nuestra familia
y somos un producto emocional de esas relaciones familiares.
«El Señor es lento para enojarse y está lleno de amor inagotable y perdona
toda clase de pecado y rebelión; pero no absuelve al culpable. Él extiende los
pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia se ve afectada, hasta
los hijos de la tercera y la cuarta generación» (Números 14: 18, NTV). La

7. Elena G. de White, El hogar Cristiano, cap. 37, p. 217.


22 • L a educación

transferencia de los pecados de los padres sobre sus hijos no es un castigo


vengativo de un Dios enojado, sino una simple declaración de cómo funcio-
na la vida.
Si el problema es la madre como tal, el hijo podría tomar la decisión de
casarse para salir de la casa y así resolvería el problema. Pero sabemos que eso
no funciona. Si el problema es el padre, entonces mudarse y conseguir un
trabajo por su cuenta resolvería el problema. Pero sabemos que eso no fun-
ciona. Si el problema es el hijo, cuando este se mude el hogar recobrará su
dulzura y luz. Pero sabemos que eso realmente no resuelve nada.
Tratar de resolver los problemas alejándose físicamente no funciona porque
no aborda la raíz del problema. Ningún padre es perfecto. Ningún hijo es per-
fecto. Solo hay Uno que es perfecto y, cuando encontramos nuestra identidad
en él, cuando recibimos su gracia y aceptación, nos libera para poder ser aque-
llo para lo cual fuimos creados: vasos de gracia para todos los que nos rodean.
Encontrar nuestra identidad en Dios nos libera para desarrollarnos hacia su
ideal en lugar de seguir un camino trazado por otros que pueden no tener los
mejores intereses en el corazón, sino que buscan usarnos para solucionar sus
propias crisis de identidad. Encontrar nuestra identidad en Dios nos ayuda a
no depender de ninguna disfunción de nuestra familia humana en relación
con nuestro sentido de identidad.
Una vieja canción popular estadounidense llamada «Huesos secos», inspi-
ra su letra en Ezequiel 37, cuando el profeta sale y mira el valle de los huesos.

«Ezequiel conectó los huesos secos […]


Ahora escucha la palabra del Señor.
Bueno, el hueso del dedo de tu pie conectado al hueso del pie
Tu hueso del pie conectado a tu hueso del talón
Tu hueso del talón conectado al hueso de la pierna».8

La palabra en esta canción que se relaciona con el mensaje de la historia


de Jacob y Esaú es «conectó». Jacob y Esaú estaban conectados, incluso

8. James Weldon Johnson, «Dry Bones», según la versión grabada por los Delta Rhythm Boys en 1946.
2. La familia 23

cuando estaban separados. Todos estamos conectados con nuestra familia,


independientemente de que tengamos una familia funcional o disfuncional,
y recibimos gran parte de nuestra educación a través de ella. Jesús «vino para
restaurar, elevar, purificar y ennoblecer cada corriente de puro afecto, para que
la familia de la tierra pudiera convertirse en un símbolo de la familia
celestial».9 Vivir una vida plena implica lidiar con nuestras conexiones fami-
liares y aprender el hecho de que el amor perfecto, la aceptación y la aproba-
ción provienen solo de la gracia insondable de Dios.
Se cita a George Bernard Shaw diciendo: «La vida, para mí, no es una vela
que se apaga. Es más bien una espléndida antorcha que sostengo en mis ma-
nos durante un momento, y quiero que arda con la máxima claridad posible
antes de entregarla a las futuras generaciones».10
No tenemos que estar en nuestro lecho de muerte, como Jacob, para pasar
la antorcha o la bendición. Tal vez es hora de que descubramos formas de
aceptarnos y apoyarnos mutuamente en familia para que todos en ella pue-
dan aprender sobre el Dios de amor. «Queridos hijos, que nuestro amor no
quede solo en palabras; mostremos la verdad por medio de nuestras accio-
nes» (1 Juan 3: 18, NTV).
Podemos pasar la antorcha en nuestro hogar a través de la aprobación y
aceptación de nuestros hijos. Pasamos la promesa del pacto de la gracia, que
es la misma gracia que nosotros hemos recibido. Aprobamos el pacto al acep-
tar, aprobar y bendecir a nuestros hijos.
En una de las fábulas de Esopo, una madre cangrejo que hablaba con su
hijo le preguntó: «¿Por qué caminas así de lado, hijo mío? ¡Deberías caminar
derecho!». El cangrejo joven respondió: «Muéstrame cómo, querida madre, y
seguiré tu ejemplo».

9. Elena G. de White, A fin de conocerle, p. 41.


10. « George Bernard Shaw», GoodReads, disponible en: https://www.goodreads.com/quotes/41166-life-is-no-
brief-candle-to-me-it-is-a
24 • L a educación

Fábulas del bosque Fenton


Había una vez, en el bosque Fenton, una ardillita llamada Corretón, que
era hijo de la ardilla Corretona. Como típica ardilla que era, Corretón era
muy curioso y siempre estaba buscando lugares para explorar. Pero su curio-
sidad a menudo lo metía en problemas. Una vez, trepó hasta el nido de Car-
lota la gaviota, alterando sus huevos. En otra ocasión, casi pierde la vida
cuando su exploración lo llevó directamente al foso de Freddy el zorro. Pero
Corretón era una pequeña ardilla intrépida y no se desanimó por estas expe-
riencias, así que continuó explorando nuevos territorios y frecuentemente
metiéndose en problemas.
Un día, Corretón desapareció. Bueno, no solo desapareció, sino que en
una de sus excursiones, no regresó a casa. Su familia estaba preocupada y
comenzó a buscarlo, sin éxito. Preguntaron por todo el bosque, pero nadie
sabía nada.
De hecho, Freddy el zorro dijo: «Bueno, se lo merece por ser tan proble-
mático». Y Carlota la gaviota incluso dijo que pensaba que el bosque estaría
mejor sin él.
La familia de Corretón lo denunció como desaparecido en la Oficina de
Desaparecidos del Bosque Fenton, pero nadie mostró demasiada preocupa-
ción. Cuando Conejín se enteró de que Corretón se había perdido, dijo: «Bue-
no, sabía que algún día tendría problemas serios». El oso Mañoso dijo: «Yo lo
vi crecer aquí en el bosque, y siempre me pareció que no era muy bueno».
Algunos no fueron lo suficientemente valientes como para decírselo en la
cara a la familia, pero pensaron: ¿Será que ellos piensan que nosotros los del bos-
que tenemos que hacer el trabajo de ellos de preocuparnos por sus hijos?
Pero la familia de Corretón lo amaba y decidieron encontrarlo, independien-
temente de lo que él fuera. Organizaron una comisión de búsqueda y cubrieron
sistemáticamente el bosque de un extremo al otro. Finalmente, descubrieron a
Corretón perdido, hambriento y con frío. Lo trajeron a casa, lo alimentaron y lo
calentaron. Hubo regocijo en su familia. Corretón estaba contento de haber re-
gresado y dijo que había aprendido la lección de no alejarse.
Entonces, el viejo Búho sabio añadió: «En la Familia, nadie se olvida».
3
La ley como maestra

L
ucas, Jorge y Billy conversaban acaloradamente en el pasillo. Había
una especie de agitación en el aire y los tres la sentían. ¿Qué causaba
esa extraña sensación que hacía que sus corazones estuvieran más
acelerados de lo normal?
—Bueno, ¿no te parece que el jefe nos impone demasiadas reglas? —Sugi-
rió Lucas—. Lo que quiero decir, es que somos suficientemente grandecitos
como para saber qué hacer sin que se nos indique cada paso que debemos
dar.
—No sé a qué reglas te refieres —dijo Billy un poco inseguro—. A ver, di-
nos.
—¿En serio? —dijo Lucas con escepticismo— ¿De verdad crees que pue-
des hacer aquí lo que te venga en gana?
—Siento que puedo hacer lo que quiero —dijo Billy, encogiéndose de
hombros—. Nadie me puede obligar a hacer nada.
—¿De Verdad? —exclamó Lucas—. Bueno, ¿sabías que esta tarde nos lla-
maron a una reunión, no?
—Sí —dijo Billy.
—No vengas —añadió Lucas.
—Pero —dijo Billy un tanto nervioso—, yo no quiero faltar. ¡Quiero ir!
—¿Estás viendo? —exclamó Lucas en tono triunfante—. El jefe te tiene tan
engañado, que crees que tú quieres hacer exactamente lo que él te pide que
hagas. Estás esclavizado y ni siquiera lo sabes.
—¡No lo estoy!
26 • L a educación

—Claro que sí.


—¡Qué no!
—Bueno, entonces no vayas hoy a la reunión —volvió a decir Lucas.
—Perfecto, ¡no iré! —concluyó Billy.
La extraña sonrisa de Lucas hizo que Billy se sintiera incómodo.
—Ya veremos qué tan libre estás esta tarde —añadió Lucas. Y con eso, se
alejó, dejando a Billy y a Jorge solos.
Jorge habló primero:
—No me gustó nada esta conversación. Nunca te había escuchado hablar
así. Me siento raro. No creo que debamos hablar así.
Billy permaneció callado un buen rato antes de decir:
—No sé. Tal vez Lucas tiene razón. Si nunca hacemos algo que el jefe des-
aprueba, ¿cómo podemos saber si somos realmente libres de hacer lo que
queremos? Tal vez solo somos esclavos: concéntrate en tu trabajo, sonríe po-
líticamente, haz esto, haz aquello. ¿Alguna vez te sentiste como un robot?
—¡No! —respondió Jorge.
—Bueno, mírate —dijo Billy—. ¿Cuándo fue la última vez que decidiste
hacer algo diferente a lo que quería el jefe?
Jorge se quedó callado.
—Bueno... creo que nunca, supongo. Creo que nunca lo he hecho —dijo
Jorge.
—¿Estás viendo? —dijo ahora Billy triunfante—. No estás pensando por ti
mismo y ni siquiera te das cuenta de ello.
—Pero estoy de acuerdo con el jefe —replicó Jorge.
—¿Cómo sabes que estás de acuerdo si no se te permite estar en desacuer-
do?
—Bueno, podría estar en desacuerdo —dijo Jorge vacilante.
—¿Podrías?
—Creo que sí.
—¿Ves? Tienes miedo de estar en desacuerdo. El jefe te tiene en la palma
de la mano.
Jorge se sintió entrampado. Estaban tergiversando lo que decía y se sentía
cada vez más incómodo.
3. La ley como maestra • 27

—No me gusta lo que estás diciendo —dijo.


—¿Y sabes por qué no te gusta lo que digo? —respondió Billy.
—No. Simplemente me parece extraño.
—Mira, Jorge, eres solo un esclavo emocional de la organización. No pue-
des pensar por ti mismo. No eres libre. Eres un robot. El hecho de que yo
pueda hacer preguntas y ofrecer algunas críticas demuestra que soy un pensa-
dor independiente. Jorge, ¿no te das cuenta de que Lucas tiene razón? Él quie-
re ayudar al jefe y a todos. Creo que las cosas serían mucho mejores por aquí
si hubiera un poco más de libertad. Yo no voy a ir a esa reunión esta tarde.
La reunión se realizó según lo planeado y Billy no fue. Jorge estaba presen-
te, pero su mente estaba en otra parte. Se preguntaba qué estaría pensando el
jefe y qué estaría haciendo Billy. No esperaba ver a Lucas, pero allí estaba,
todo sonriente. Como líder, habría sido demasiado obvio si hubiera faltado.
La emoción que Billy había experimentado esa mañana se desvaneció un
poco mientras se preguntaba qué hacer con su vida mientras todos estaban
en la reunión. Se sentía incómodo estando solo mientras todos los demás
estaban allá. Pensó en meterse debajo de su escritorio, pero, ¿y si alguien lo
veía? Quedaría como un tonto. Así que simplemente se sentó, preguntándose
qué estaría pasando en la reunión.
Y así fue que Lucas, o Lucifer, extendió el descontento en un ambiente
celestial perfecto, y la emoción del pecado cautivó a algunos. A todos los án-
geles les quedó claro que había una ley en el cielo. Lucifer afirmó que no
había necesidad de una ley, que los ángeles deberían ser libres de seguir su
propia voluntad en lugar de estar sujetos a restricciones innecesarias. Por pri-
mera vez, hubo conflicto en el cielo y se rompió la armonía perfecta del reino
celestial.
«El pecado tuvo su origen en el egoísmo. Lucifer, el querubín protector,
deseó ser el primero en el cielo —nos dice Elena G. de White—. Trató de do-
minar a los seres celestiales, apartándolos de su Creador, y granjearse su ho-
menaje. Para ello, representó falsamente a Dios, atribuyéndole el deseo de
ensalzarse».1 El egoísmo es el núcleo de todo pecado; el agujero negro de la

1. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 1, p. 13.


28 • L a educación

búsqueda del predominio, ya sea en una relación matrimonial, en un nego-


cio o al conducir de manera agresiva su automóvil.

Lucifer tergiversa a Dios


Lucifer continúa hoy retratando al gobierno de Dios como opresivo, a la
ley de Dios como un pesado yugo de esclavitud y a la voluntad de Dios como
dictatorial.
La ley de Dios no es un decreto abstracto de una deidad distante o una
lista de prohibiciones talladas en piedra. Es una expresión de quién es Dios,
una expresión de su carácter.2 Experimentar a Dios es experimentar la ley de
Dios; por lo tanto, la ley es la maestra que nos enseña sobre Dios. Conocer
a Dios es conocer la ley y conocer la ley es conocer a Dios. Los ángeles en el
cielo no conocían la ley; solo conocían a Dios. Vivían en armonía con la ley
de Dios porque vivían en armonía con Dios. Elena G. de White dice: «Los
principios de la ley de Dios se deben presentar ante la gente tan eternos e
inexorables como el carácter de Dios mismo».3 Educar sobre Dios es enseñar
sobre la ley de Dios, y la suma de la ley es el amor. La ley describe cómo luce
el amor. Los primeros cuatro mandamientos nos enseñan cómo amar a Dios,
y los últimos seis nos enseñan cómo amar a nuestro prójimo. La educación,
entonces, consiste en enseñar a los estudiantes sobre la ley, que es automáti-
camente enseñarles sobre Dios. Elena G. de White señaló que «los padres
debían enseñar a sus hijos que la ley de Dios es una expresión de su carácter,
y que al recibir los principios de la ley en el corazón, la imagen de Dios se
grababa en la mente y el alma».4
En una serie de evangelización a la que asistí de niño, el orador tuvo una
manera memorable de ilustrar el papel que juega la ley en nuestra vida. Se
limpió la frente con un pañuelo, volvió a colocar el pañuelo en el bolsillo y
continuó hablando. El público se incomodó porque ahora tenía una marca
negra en la cara que todos podían ver. El orador actuó como si no supiera lo

2. Elena G. de White, «The Glory of God Revealed in Mystery», Signs of the Times, 23 de abril de 1896.
3. Elena G. de White, «A Lesson for the Times, Number Two», Health Reformer, 1 de agosto de 1878, p. 237.
4. Elena G. de White, El Desado de todas las gentes, cap. 7, p. 52.
3. La ley como maestra • 29

que estaba pasando y preguntó cuál era el problema. Luego, sacó un espejo y
se miró la cara, «dándose cuenta» de la mancha negra. Antes de la reunión,
había puesto un poco de carbón en su pañuelo para hacer una ilustración.
Luego le preguntó a la audiencia si era posible quitar la mancha con el espejo.
Cuando todos estuvieron de acuerdo en que no era posible, tomó un poco de
agua y un paño limpio para limpiarse. El espejo solo servía para mostrarle la
mancha, pero se necesitaba algo más para eliminarla.
El espejo es la ley. Ella puede revelarnos cuáles son los problemas, pero no
los elimina. La única forma de quitar la mancha es ir a Jesús. «Lo que era im-
posible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su
Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pe-
cado en la carne» (Romanos 8: 3).
Cuando compré mi automóvil, este trajo un manual, al cual muchas veces
acudo para asegurarme de que lo estoy cuidando adecuadamente. Yo tengo
la libertad de ignorar los consejos del manual y poner agua en el motor en
lugar de aceite, pero con seguridad lo dañaré. Elijo seguir las instrucciones
proporcionadas por aquellos que hicieron el automóvil, ya que ellos saben lo
que lo mantendrá funcionando.
Dios es nuestro creador. Él nos hizo y sabe lo que es mejor para nosotros.
«Pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus man-
damientos no son gravosos» (1 Juan 5: 3). Sus mandamientos no solo no son
gravosos, sino que también dan vida y sostienen a sus seres creados de la
manera más plena y feliz.
Debo admitir que cuando tengo la oportunidad de conducir un automó-
vil potente, no me gusta mucho la ley. No me gusta que la ley de tránsito me
enseñe lo que es mejor para mí. Prefiero hacer lo mío y conducir tan rápido
como quiera. Pero la ley me enseña que el camino es estrecho y tiene muchas
curvas, y me protege de conducir a una velocidad peligrosa.
Enseñar la ley sin conocer al legislador es peligroso. Incluso el conoci-
miento de la Biblia sin el amor de Dios resulta en orgullo y legalismo. El pe-
ligro más significativo del legalismo es que nadie se ve a sí mismo como lega-
lista: creen que son cristianos celosos. Los fariseos juraban que estaban exal-
tando la ley, pero en realidad la estaban degradando porque guardaban los
30 • L a educación

mandamientos sin conocer al que los había dado. La ley puede resultar peli-
grosa en manos de alguien que no conoce al legislador, tan peligrosa como
un bisturí en manos de alguien que nunca ha estudiado cirugía.
Los fariseos no sentían convicción por sus pecados, porque separaron la
ley del Autor de la ley. Cuando Jesús, el autor de la ley, vino a ellos, lo cruci-
ficaron. El legalismo es una trampa diseñada por Satanás para hacer que las
personas piensen que están honrando la ley cuando la están destruyendo.
La shemá es la oración diaria más antigua del judaísmo, y se ha recitado
mañana y tarde desde la antigüedad. Se llama así, porque la primera palabra
hebrea en la oración es shemá: «escucha». Esta se encuentra en Deuteronomio
y nos habla de la ley como maestra. «Ama al Señor tu Dios con todo tu cora-
zón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con
todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego» (Deu-
teronomio 6: 5–6, NTV).
Observe cómo el pasaje asocia el amor con los mandamientos. Son inse-
parables. Enseñar la ley de Dios es enseñar sobre Dios. Por supuesto, hay
personas cuyo enfoque de la ley y los métodos que usan para enseñarla dejan
fuera del panorama al amor de Dios y el resultado es un legalismo sin amor
que fomenta la rebelión.
La ley es una revelación de la voluntad y el carácter de su Autor. Dios es
amor y su ley es amor. Sus dos grandes principios son el amor a Dios y a la
humanidad. Elena G. de White dice: «“El cumplimiento de la ley es el amor”
(Romanos 13: 10). El carácter de Dios es justicia y verdad; tal es la naturaleza
de su ley».5
Jorge se encontró con Billy después de la reunión.
—Bueno, cuéntame cómo te sientes con tu recién adquirida libertad.
Billy guardó silencio.
—¿Sabías que Lucas fue a la reunión? —acotó Jorge.
Billy levantó la vista enojado. Jorge sintió una punzada en el pecho al
observar lo mal que se sintió Billy. Jorge continuó:

5. Elena G. de White, «La ley es una revelación de la voluntad y del carácter de Dios» Reflejemos a Jesús, p. 33.
3. La ley como maestra • 31

—Pensaba que esta libertad era una experiencia extraordinaria que resul-
taría en un gran beneficio para todos. Pero la verdad es que no pareces muy
feliz. ¿Qué hiciste durante la reunión?
—No es asunto tuyo. Hice lo que quise.
En ese momento, llegó Lucas y Billy dijo:
—Yo no fui a la reunión tal como había dicho que haría. Ahora, ¿cómo es
eso de que tú fuiste?
—Bueno, nunca dije que no iba a ir —dijo Lucas haciéndose el sorprendi-
do—. Solo dije que no pensaba que eras lo suficientemente libre como para
no ir.
—¡Me engañaste! —dijo Billy molesto.
—No, no. Estoy orgulloso de ti por ser tan independiente. Tú y yo hare-
mos grandes cosas juntos. Eres mi tipo de ángel. Sabes que soy responsable
de las rotaciones y puedo hacer algo por ti.
—Bueno, me siento bien pensando por mí mismo —dijo Billy más relaja-
do—. Me imagino que el jefe necesita más gente que piense por sí misma.
—¡Claro que sí! —dijo Lucas—. ¿Cómo crees que él llegó a donde está?
—Bueno, nunca lo había visto de esa manera —dijo Billy—. ¿Quieres de-
cir que piensas que él está donde está porque alguna vez fue como nosotros
y luego comenzó a pensar por sí mismo?
—Es posible —dijo Lucas.
Como Jorge había escuchado atentamente la conversación, Lucas se vol-
vió a él.
—¡Bien, Jorge! ¿Qué opinas? Mucha información junta, ¿no? ¿Crees que
puedes manejarla?
Cuando Jorge iba a abrir la boca para hablar, cambió de opinión. Se dio la
vuelta y corrió, o voló.
La ley es nuestra cerca. Ella nos protege y nos enseña acerca de Dios.

«Era un precipicio peligroso, todos estaban de acuerdo.


Pero caminar cerca de su cumbre era tan placentero;
mas por el terrible despeñadero habían resbalado
un duque y muchísimos campesinos.
32 • L a educación

Así que la gente coincidió en que se tenía que hacer algo,


pero sus proyectos no llegaron a nada;
algunos dijeron: “Cerquemos el precipicio”,
otros: “Pongamos una ambulancia en el fondo del valle”.

Predominó el clamor por la ambulancia,


cierto, una cerca podría ser útil o no,
mas el corazón de la gente, de piedad rebosaba
por quienes habían por el farallón resbalado;
y los habitantes junto al camino y los del callejón
donaron mucho o poco, mas no para un vallado,
Sino para una ambulancia en el fondo del valle.

“El precipicio no es peligroso, si se tiene cuidado”, dijeron,


“Y aun cuando alguien resbalare y se despeñase,
no sería el resbalón lo que más dolor le causaría,
sino el impacto de estrellarse contra el suelo”.
Así que, día tras día, al ocurrir los accidentes,
prestamente salían los socorristas
a rescatar a las víctimas que caían por el despeñadero,
con su ambulancia en el fondo del valle.

Luego un anciano comentó: “No deja de asombrarme a mí,


que la gente dedique una mayor atención
a la reparación de los resultados que a evitar la causa,
cuando mucho mejor sería prevenir el mal.
“Resolvamos la raíz del problema”, exclamó,
“Vengan vecinos y amigos, unámonos;
si cercamos el despeñadero casi podremos prescindir
De la ambulancia en el fondo del valle”.

“Él es un fanático”, los otros se unieron,


“¿prescindir de la ambulancia? ¡Jamás!
También prescindiría de todas las obras de caridad si pudiera;
¡no! ¡no! Los apoyaremos para siempre.
3. La ley como maestra • 33

¿No estamos recogiendo a la gente tan rápido como cae?


¿Y este hombre nos dará instrucciones? ¿Lo hará?
¿Por qué alguien sensato se detendría para poner una valla
si la ambulancia está trabajando en el fondo del valle?
Pero los pocos sensibles, que también son prácticos,
no aguantarán esta tontería durante mucho tiempo;
creen que prevenir es mejor que curar,
y los que así lo creen pronto serán más fuertes.
Anímalos entonces, con tu plata, tu voz y tu pluma,
y mientras otros filántropos se entretienen,
ellos despreciarán toda pretensión y levantarán una valla resistente
en el acantilado que se levanta sobre el valle.
Es mejor dirigir bien al joven que rescatarlo cuando sea viejo,
pues nos llama la voz de la verdadera sabiduría,
“rescatar al caído es bueno, más aun es mejor
evitar que otros lleguen a caer”.
Es mejor cerrar la fuente de tentación y delitos,
que liberar de la prisión o de las galeras;
es mejor cercar el despeñadero
que tener una ambulancia en el fondo del valle».6

6. Joseph Malins, «Una ambulancia en el valle» (1895), disponible en: https://institutoedison.edu.mx/download.


php?f=1322366036.pdf
4
«Los ojos del Señor»:
La cosmovisión bíblica

«
U
n célebre científico (algunos dicen que se trataba de Ber-
trand Russell) dio una conferencia sobre astronomía. Des-
cribió cómo la tierra gira alrededor del sol y cómo este, a
su vez, gira alrededor de un inmenso conjunto de estrellas
al que llamamos “Vía Láctea”. Al final de la conferencia, una vieja señora se
levantó del fondo de la sala y dijo: “Todo lo que nos ha contado son dispara-
tes. En realidad, el mundo es una placa plana que se sostiene sobre el capara-
zón de una tortuga gigante”. El científico sonrió con suficiencia antes de repli-
car: “¿Y sobre qué se sostiene la tortuga?”. “Se cree usted muy agudo, joven,
muy agudo —dijo la anciana—. ¡Pero hay tortugas hasta el fondo!”».1
Esa historia aparece en el libro Brevísima historia del tiempo de Stephen
Hawking, el renombrado físico teórico. Se trataba de una descripción popu-
larizada de algunas de las implicaciones de la mecánica cuántica. En su intro-
ducción al libro, Carl Sagan dijo: «Este también es un libro sobre Dios […] o
tal vez sobre la ausencia de Dios. La palabra Dios llena estas páginas. […]
Hawking está intentando, como afirma explícitamente, de comprender la
mente de Dios».2

1. Stephen Hawking, Brevísima historia del tiempo (Barcelona: Editorial Planeta, 2015), cap. 1.
2. Ibíd., x.
36 • L a educación

La identidad
No son solo los filósofos y los teólogos los que están explorando la exis-
tencia de Dios: los científicos también lo están. A medida que amplían nues-
tro conocimiento del universo, se topan con la pregunta de cómo comenzó
la vida. Saber cómo comenzó la vida es fundamental para nuestro sentido de
identidad, ya que la manera en que comenzamos tiene implicaciones para
nuestro final. ¿Es el fin la inexistencia eterna o, como dice la Biblia, es Dios
morando con los hombres? «Y oí una gran voz del cielo, que decía: “El taber-
náculo de Dios está ahora con los hombres. Él morará con ellos, ellos serán
su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios”» (Apocalipsis 21: 3).
Mientras estudiaba en Francia como parte de un programa de intercambio
viajé solo a Lausana, Suiza. Estando en un hotel a la orilla del lago Ginebra se
me ocurrió una idea: Estoy a 8,000 kilómetros de mi casa, solo, en una ciudad
donde nadie me conoce. Podría romper todas las reglas de la escuela y de mi familia
y nadie se enterará. ¿Qué hice? Me fui a la cama y no hice nada que estropeara
mi apellido. Mi identidad, mi origen familiar, me llevó a no querer decepcio-
nar a mi familia ni a mi Dios.
Saber de dónde provengo da forma a nuestra identidad moral. No solo es
vital para el sentido de identidad de una persona, sino que despeja la gran
pregunta de los orígenes. ¿Creemos en un ser supremo al que debemos leal-
tad y en el que encontramos nuestra identidad, o somos el producto de una
colisión aleatoria de átomos y moléculas ocurrida hace millones de años?
Muchas voces buscan responder hoy estas preguntas. Al final, solo hay dos
respuestas. Como dice Henry Morris: «Todas las cosas se pueden o no se pue-
den explicar en términos de un universo autónomo mediante procesos natu-
rales continuos. Si pueden explicarse, entonces la evolución es verdadera. Si
no se pueden explicar, entonces deben explicarse, al menos en parte, median-
te procesos sobrenaturales ocurridos en un universo que fue creado».3

3. Henry M. Morris, What Is Creation Science (Green Forest, AR: Master Books, 1987), p. 14, disponible en:
https://www.masterbooks.com/mwdownloads/download/link/id/956/
4. «Los ojos del Señor»: La cosmovisión bíblica • 37

La cosmovisión bíblica
La cosmovisión o filosofía de vida de una persona influye significativa-
mente en su identidad y su posición moral. El enfoque evolutivo naturalista
de la existencia que se enseña en la educación superior pública refleja la cul-
tura poscristiana. La educación adventista del séptimo día ofrece a los estu-
diantes una cosmovisión bíblica que responde a las preguntas fundamentales
de los orígenes de la vida poniendo al Dios creador personal en el centro. ¿Es
posible en esta era científica mantener una cosmovisión bíblica? Pedro predi-
jo que habría un momento en que el mundo ridiculizaría a los que sostuvie-
ran una cosmovisión bíblica. «Sobre todo tengan esto en cuenta: que en los
días últimos vendrá gente que vivirá de acuerdo con sus propios malos de-
seos, y que en son de burla preguntará: “¿Qué pasó con la promesa de que
Cristo iba a volver? Ya murieron nuestros padres, y todo sigue igual desde
que el mundo fue creado”» (2 Pedro 3: 3–4, DHH).
Hoy tenemos claras manifestaciones de esa ridiculización en la educación
pública, donde se prohíbe la enseñanza de la creación. Desafortunadamente,
la iglesia a lo largo de los siglos ha caído en la trampa de afirmar más de lo
que la Biblia requiere, haciendo que la persona con la cosmovisión bíblica
parezca poco inteligente. Al principio de la historia de la civilización, todo lo
que no se entendía se atribuía a la intervención milagrosa de Dios o de los
dioses. Todo lo que no podía explicarse era fácilmente un milagro. Se catalo-
gaba de infieles y ateos a los que explicaban ciertos fenómenos según las leyes
naturales. Los científicos, a través de la observación y la experimentación,
comenzaron a discernir cómo funcionaban las cosas y desarrollaron las leyes
de la ciencia.
La iglesia llamó a la química una de las «siete artes diabólicas» porque
presumía explicar la causa de los fenómenos, pretendiendo que Dios no era
la causa. En el siglo XIII, cuando Roger Bacon afirmó que el arcoíris era el re-
sultado de la refracción de la luz, fue condenado «por ciertas novedades sos-
pechosas». El arcoíris obviamente era una señal de Dios y, por lo tanto, no
podía ser el resultado de leyes naturales. Hubo oposición a colocar
38 • L a educación

pararrayos en las iglesias porque se estaba «intentando controlar la artillería


del cielo».
A principios de la década de 1960, algunos afirmaron «con autoridad bí-
blica» que los humanos nunca llegarían a la luna. Cayeron en la trampa de
pedir más de la Biblia de lo que se requiere. No es necesario decir que Adán
fue creado a las 9 de la mañana el 23 de octubre del 4004 a. C., como lo hizo
el arzobispo Usher. La Biblia no exige eso. No se puede calcular la fecha de la
creación sumando genealogías bíblicas. La Biblia tampoco exige el fijismo de
las especies. Una de las razones por las que Darwin desarrolló la teoría de la
evolución fue porque la iglesia en ese momento consideraba que las Escritu-
ras afirmaban que las especies eran inmutables. Esto, en base a la frase de
Génesis «según su especie». Darwin salió a la naturaleza y simplemente llegó
a la conclusión de que esto no era sí. Debemos tener cuidado de no hacer que
la Biblia diga más de lo que dice.
Tener una cosmovisión bíblica no es incompatible con el método científi-
co. La Biblia no es una pieza de literatura científica, pero eso no significa que
sea incompatible con la ciencia verdadera. Significa que no deberíamos re-
querir demasiado de un libro que fue escrito en una era diferente, en un
idioma diferente, para un propósito diferente. El mensaje que recibimos de la
Biblia no es principalmente científico, sino salvífico. Su enfoque es la historia
de salvación.
La falta de una cosmovisión bíblica ha desarraigado el fundamento moral
de la sociedad. ¿Sobre qué base se pueden tomar decisiones morales si no hay
un fundamento moral, o si no hay una norma a la cual apelar, o si la identi-
dad de una persona es lo que la persona quiere que sea, sin ningún marco de
referencia externo? Nuestro mundo es muy parecido a Israel durante la época
de los jueces cuando no tenían rey. «En aquellos días no había rey en Israel y
cada cual hacía lo que bien le parecía» (Jueces 17: 6).
Una cosmovisión exclusivamente científica dará como resultado una cul-
tura o sociedad sin una norma o fundamento moral. La ley de Dios es nula y
sin efecto. La siguiente declaración de Jeremy Rifkin describe el resultado de
una cosmovisión exclusivamente científica:
4. «Los ojos del Señor»: La cosmovisión bíblica • 39

«Ya no nos sentimos invitados en el hogar de otra persona y, por


lo tanto, nos sentimos obligados a hacer que nuestro comporta-
miento se ajuste a un conjunto de reglas cósmicas preexistentes.
Es nuestra creación ahora. Nosotros hacemos las reglas. Estable-
cemos los parámetros de la realidad. Creamos el mundo y, porque
lo hacemos, ya no nos sentimos en deuda con las fuerzas exter-
nas. Ya no tenemos que justificar nuestro comportamiento, por-
que ahora somos los arquitectos del universo. No somos respon-
sables de nada fuera de nosotros mismos, porque somos el reino,
el poder y la gloria por los siglos de los siglos».4

¿Podemos ser intelectualmente honestos viviendo en un mundo de burla-


dores científicos? ¿Cómo podemos ser personas de fe en un mundo que solo
cree en la ciencia? Elegir una cosmovisión, sea basada en la Biblia o basada en
la evolución, requiere fe. «No es posible demostrar, en el sentido experimen-
tal, ni la evolución ni la creación, ya que no podemos observar la historia
pasada directamente ni reproducirla en el laboratorio».5
En el capítulo final de Brevísima historia del tiempo, Stephen Hawking repi-
te las preguntas básicas: «Nos encontramos en un mundo sorprendente. Qui-
siéramos conocer el sentido de lo que vemos a nuestro alrededor y nos pre-
guntamos: ¿Cuál es la naturaleza del universo? ¿Cuál es nuestro lugar en él y
de dónde viene y de dónde venimos nosotros? ¿Por qué es tal como es?».6
Hawking y muchos científicos que buscan entender el universo sin invo-
lucrar a Dios se enfrentan a la imposibilidad de que algo provenga de la nada.
Se necesita mucha fe para creer que el universo y toda la vida humana provie-
nen de la nada.

4. Henry M. Morris, What Is Creation Science, pp. 49-50.


5. Henry M. Morris, What Is Creation Science, p. 30.
6. Stephen Hawking, Brevísima historia del tiempo, cap. 12.
40 • L a educación

Todos tienen fe en algo


Se cuenta la historia de un hombre que quería estudiar la vida en las pro-
fundidades, así que usó una red que tenía una malla con agujeros de siete
centímetros. Con ella, logró capturar muchos especímenes, pero concluyó
que no había peces de aguas profundas de menos de siete centímetros de
largo. Si usamos solo la red de la ciencia para atrapar la verdad, no podremos
capturar la evidencia del espíritu.7
En el universo ocurre mucho más de lo que se puede poner en un tubo de
ensayo o bajo un microscopio. Es como tratar de entender un mundo de cua-
tro dimensiones viviendo en un mundo tridimensional. Hay cosas que no
podemos explicar a través del método científico, como el amor, la belleza, la
conciencia humana y la moral. La fe es la forma de entender aquello que no
se puede explicar a través de la experimentación con probetas.
Todos nos enfrentamos a las preguntas de la vida. ¿Cuál es el objetivo de
mi vida? ¿Cual es su origen? ¿Cual es su significado? Todos tenemos fe, ya sea
en la teoría de la tortuga, en la teoría de la evolución natural, en la teoría del
Dios creador, o en lo que sea. De una forma u otra, avanzamos por fe. Enton-
ces, elegimos aceptar por fe una cosmovisión bíblica. «Por la palabra de Jeho-
vá fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su
boca» (Salmo 33: 6). Creerlo, marca toda la diferencia.
¿Alguna vez ha escuchado decir: «Bueno, lo entenderías si supieras de
dónde viene»? Es una forma de explicar el comportamiento de algunas perso-
nas. Sugiere que si entendiéramos sus antecedentes, no nos apresuraríamos
tanto en juzgar su comportamiento. Nada es más importante para el sentido
de identidad de una persona que su sentido de origen, su familia. Tener una
cosmovisión bíblica me confiere una identidad que me dice quién soy.
Yo tengo gemelas y a veces las confundo. Una vez le pregunté a mi hija:
—¿Quién eres?
—Julie —respondió.
—¿Pero quién es Julie? —bromeé.
—Yo —dijo con cierta confusión.

7. Henry M. Morris, What Is Creation Science.


4. «Los ojos del Señor»: La cosmovisión bíblica • 41

—¿Quién eres? —volví a preguntarle.


—Julie —respondió de nuevo. Y mientras continuaba presionándola, fi-
nalmente dijo con exasperación:
—¡Soy tu hija!
Y eso es lo que es, mi hija. Es allí donde encuentra su identidad.
La doctrina de la creación nos confiere nuestra identidad definitiva como
hijos de Dios. En nuestra creencia en un Dios creador, encontramos nuestra
herencia más profunda y nuestro marco moral referencial. Si la «superviven-
cia del más apto»8 es nuestro marco de referencia, entonces cualquier cosa
que nos dé prominencia y poder sobre los demás es aceptable, pero ese es
precisamente el enfoque de exaltación propia de Lucifer, que contrasta radi-
calmente con el enfoque de Jesús, que «siendo en forma de Dios, no estimó
el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallán-
dose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obedien-
te hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2: 5–8).
Los que eligen el camino de la evolución teísta, la cual combina la creen-
cia en Dios y en la evolución, se verán en dificultades para cotejar el hecho de
que a Dios le tomó millones de años crear al hombre, pero pudo resucitar a
Lázaro en un día. ¿Cómo es que Dios decide tardarse millones de años en
sacar de la sopa primordial del pantano las primeras formas de vida que se
volverían humanas pero, sin embargo, decide resucitar del polvo de la tierra
en el momento de la Segunda Venida a todos los que habitaron el mundo?
«En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se
tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros
seremos transformados» (1 Corintios 15: 52).
Estoy de acuerdo con Tomás de Aquino, que dijo: «Creer en Dios, y no
creer que él es el Creador, es no creer que Dios existe en absoluto».9

8. «La supervivencia del más apto» es una frase que se originó a partir de la teoría evolutiva darwiniana como
una forma de describir el mecanismo de selección natural.
9. Christoph Cardinal Schönborn, Chance or Purpose? Creation, Evolution, and a Rational Faith, ed. Hubert Philip
Weber, trad. Henry Taylor (San Francisco: Ignatius Press, 2007), p. 17.
42 • L a educación

Fábulas del bosque Fenton


En una ocasión, ocurrió una terrible tragedia en el bosque Fenton. Una
fuerte tormenta azotó el bosque y uno de los grandes árboles que sostenía el
nido de una familia de azulejos se vino abajo. Cuando terminó la tormenta,
los habitantes del bosque Fenton salieron de sus diversas casas para evaluar
el daño ocasionado por el temporal. Pronto, se dieron cuenta de que una fa-
milia entera de azulejos había muerto.
Todos se reunieron en la base del árbol donde había ocurrido la tragedia.
Mientras examinaban los restos de la casa, encontraron un huevo que no
había sido aplastado por la caída. Estaba debajo del cadáver de la madre azu-
lejo y aún estaba tibio.
¿Qué debían hacer? Mientras intentaban decidir qué hacer con el huevo,
este se iba enfriando. Bueno, Negrín, el pequeño cachorro del oso Gruñón,
no estaba dispuesto a esperar una decisión de la junta sobre qué hacer con el
huevo. Así que lo tomó con cuidado en sus patas y, mientras los demás esta-
ban ocupados discutiendo, lo llevó con cuidado a su guarida y encontró un
lugar donde guardarlo. Mantuvo el pequeño huevo de azulejo caliente y lo
observó cuidadosamente hasta que, finalmente, el pequeño azulejo salió del
cascarón.
Negrín estaba muy feliz. Hizo un trabajo maravilloso alimentándolo. Le
pidió ayuda al mapache Randy para conseguir algunos gusanos y le preguntó
a Jackie la arrendajo cómo debía alimentar al pequeño pajarito. En pocos
meses, el pequeño azulejo andaba saltando por todo el foso del oso Gruñón.
Gruñón y su familia hicieron todo lo posible para cuidar al pequeño azu-
lejo, pero el pobre estaba tratando de actuar como un oso. Trataba de imitar el
gruñido y la actitud de los únicos padres que conocía. Era una tarea imposible,
ya que no había nacido para ser un oso. Era sumamente frustrante. Sabía que
algo andaba mal y pensó que el problema era él. No podía hacer nada de lo
que hacían los otros cachorros de oso, por mucho que lo intentara.
Cada vez se desanimaba más con su vida en la madriguera de Gruñón,
hasta que un día, un día glorioso, un azulejo llegó al bosque Fenton y visitó
4. «Los ojos del Señor»: La cosmovisión bíblica • 43

al pajarito donde vivía. Fue entonces cuando el bebé azulejo se dio cuenta de
aquello para lo cual había sido creado y dejó de tratar de ser un oso.
Entonces, el viejo Búho sabio dijo: «Cuando sabes de dónde vienes, sabes
quién eres».
5
Jesús como
el Maestro de maestros

H
abía una vez una escuela que era muy buena y tenía un grupo
de docentes extraordinario. Uno de ellos, el maestro de sexto
grado, era el epítome de los buenos maestros, por dondequiera
que se lo viera. Era inmaculadamente organizado. La sala de
este maestro siempre se ponía como ejemplo en la escuela. Era como si ahí se
hubieran inventado las carteleras de exhibición, ya que cada semana había
una cartelera nueva y creativa decorando la pared. La alfombra siempre lucía
impecablemente limpia y un rayón de lápiz en un escritorio o en la pared no
sobrevivía más de cinco minutos. Los otros maestros en la escuela envidiaban
en silencio el control perfecto que este maestro parecía tener sobre todo lo
relacionado con el aula de sexto grado. Los planes de lecciones diarias, los
planes de lecciones semanales y los planes de lecciones anuales con objetivos
de comportamiento detallados siempre estaban en el escritorio del director
antes del comienzo del año escolar. Mientras otros maestros se apresuraban
en el último momento para terminar de organizar sus salones, este maestro es-
taba relajado, visitaba a los padres y estudiaba, porque su salón siempre esta-
ba listo una o dos semanas antes de que comenzara la escuela.
Había un niño en sexto grado llamado Freddy. Freddy era un poco dife-
rente y no lograba ajustarse al programa metódicamente planificado del sa-
lón de sexto grado. Él no venía de un hogar ordenado y nunca estuvo a la
46 • L a educación

altura del nivel de limpieza que era la norma del maestro inmaculadamente
organizado. Freddy tenía un poco de sobrepeso y los otros niños de la escue-
la lo molestaban. El maestro frecuentemente se exasperaba con él. Freddy
comía en su pupitre galletas que se desmenuzaban y dejaba marcas de choco-
late, y rara vez almorzaba sin dejar un desastre que había que limpiar. No se
vestía muy bien y, por supuesto, su desempeño en las clases dejaba mucho
que desear. Cuando entregaba la tarea, esta tenía suficiente mantequilla de maní
como para hacer un emparedado. El bajo nivel de Freddy a los ojos de la
clase se reflejaba en el nivel que los chicos le daban en su propio orden jerár-
quico. Cuando Freddy se enfermaba y se quedaba en casa, parecía que todo
fluía mucho mejor en el aula. El maestro inmaculadamente organizado esta-
ba cansado de Freddy y secretamente deseaba que se retirara de la escuela. Eso
le facilitaría la vida a todos.
Y sucedió que San Pedro llamó a Freddy, que fue llevado por los ángeles
directamente al cielo, donde lo metieron en el aula celestial justo al lado del
Maestro Modelo. San Pedro también llamó al maestro inmaculadamente or-
ganizado, pero este terminó en el infierno. Durante su tormento, el maestro
inmaculadamente organizado levantó la vista y vio a Freddy en el aula celes-
tial con el Maestro Modelo. Estaba ocupado trabajando en sus tareas, y el
maestro gritó y dijo:
—Maestro Modelo, ten piedad de mí. Envía a Freddy para que sumerja la
punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado
en esta llama.
Pero el Maestro Modelo dijo:
—Maestro inmaculadamente organizado, recuerda que cuando estabas
vivo tenías todo lo que querías: una clase moderna, excelentes planes de lec-
ciones y muchos equipos y materiales. Y recuerda que pensabas que Freddy
no encajaba en tu programa perfecto y metódicamente planificado. Recuerda
cómo nunca tenía sus lecciones listas y jamás podía hacerlas bien ni recibir
mucha ayuda de tu parte. Así que ahora él está aquí, recibiendo la ayuda que
necesitó en sus lecciones y el reconocimiento que nunca pudo recibir de ti, y
tú estás sufriendo. Además, hay un abismo entre nosotros y nadie puede cru-
zarlo en ninguna dirección.
5. Jesús como el Maestro de maestros • 47

Luego, el maestro inmaculadamente organizado dijo:


—Por favor, envía a Freddy al departamento de educación de mi Asocia-
ción. Allí tengo muchos compañeros maestros a los que puede advertir sobre
este lugar de tormento y así evitarán venir aquí cuando mueran.
—No es necesario. Ya tienen el código educativo, los libros de Elena G. de
White y la Biblia. Pueden recibir el mensaje de ellos —dijo el Maestro Modelo.
—No —dijo el maestro inmaculadamente organizado— si el mensaje les
llega de alguien que se ha levantado de entre los muertos, se arrepentirán.
—Si no leen y escuchan la Biblia y el Espíritu de Profecía —respondió el
Maestro Modelo— tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los
muertos (ver Lucas 16).
¿Tiene algo de malo que un maestro sea inmaculadamente organizado y
que planifique cuidadosamente sus planes de lecciones y objetivos de compor-
tamiento? ¡Por supuesto que no! Y Freddy ciertamente tenía problemas serios.
Jamás sería una luminaria. No había nada más que el maestro pudiera hacer
por Freddy, excepto atender su necesidad: su desesperada y urgente necesidad.
El maestro inmaculadamente organizado fue elegido para aparecer en la
revista de educación. La comisión de acreditación solo tenía palabras halaga-
doras sobre este maestro y su salón de sexto grado. No había nada malo en él,
excepto el hecho de que no supo responder a una necesidad desesperada y
urgente. Jesús dijo: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfer-
mos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Marcos 2: 17). Elena
G. de White dice que todo lo que Jesús hizo en su vida en la tierra tenía un
solo propósito: «el ennoblecimiento de Dios para la elevación de la
humanidad».1

Jesús fue Maestro y alumno


Jesús es el Maestro de maestros, pero antes de ser maestro fue también
alumno. Nosotros debemos ser primeramente alumnos, como Cristo lo fue.
«Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los

1. Elena G. de White, La educación, cap. 8, p. 74.


48 • L a educación

hombres» (Lucas 2: 52). Jesús fue un alumno de tres maneras importantes,


que nosotros debemos emular.
Primero, Jesús crecía en sabiduría. Él de hecho era un estudiante de sí mis-
mo. ¿De qué manera era Jesús un estudiante de sí mismo? Él pasó la primera
y mayor parte de su vida respondiendo las preguntas: «¿Quién soy yo? ¿Para
qué estoy aquí?». Segundo, Jesús crecía en gracia para con Dios. Él era un es-
tudiante de Dios. Tercero, Jesús crecía en gracia para con los hombres. Él es-
tudiaba a la gente.

«La naturaleza y la Biblia fueron los libros de texto de Je-


sús. [Jesús] se educó en las fuentes designadas por el cielo, en el
trabajo útil, en el estudio de las Escrituras, en la naturaleza y en
las experiencias de la vida, en los libros de texto de Dios, llenos de
enseñanza para todo aquel que recurre a ellos con manos volun-
tarias, ojos abiertos y corazón dispuesto a entender. […] Así se
revelaba a Jesús el significado de la Palabra y las obras de Dios,
mientras trataba de comprender la razón de las cosas que veía».2

Toda la humanidad está tratando de responder la pregunta de la identidad


personal. A menos que nos convirtamos en estudiantes lo suficientemente
dedicados como para responder a la pregunta: «¿Quién soy yo?», no podre-
mos ayudar a otros. Sócrates dijo: «Conócete a ti mismo». Arthur Holmes
ubicó la pregunta en el contexto de la educación. «La pregunta que se debe
hacer sobre la educación, no es: “¿Qué puedo hacer entonces con todo esto?”,
porque tanto yo como mi mundo estamos cambiando, sino más bien: “¿Qué
hará todo esto por mí?”. Esta pregunta es básica en el concepto de la
educación».3
La educación cristiana hace más que preparar con hechos y habilidades a
los estudiantes para que consigan un trabajo. A través de mentores y otros
pares cristianos, desarrolla la madurez cristiana, produciendo un cambio en
el corazón. Necesitamos conocernos a nosotros mismos. Estudiarnos a

2. Elena G. de White, Conducción del niño, cap. 6, pp. 51–52.


3. Arthur F. Holmes, The Idea of a Christian College, rev. ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1987), 24.
5. Jesús como el Maestro de maestros • 49

nosotros mismos nos permite poner en perspectiva las dificultades de la vida.


Jesús se conocía a sí mismo y no se sintió amenazado por las críticas farisaicas
ni por los elogios de las multitudes. ¿Me conozco suficientemente a mí mismo
y a mis emociones como para preocuparme más por los «Freddy» en mi vida
que por mi reputación? ¿Me conozco lo suficiente como para que los «Freddy»
en mi vida sean más importantes que mi perfeccionismo? «El conocimiento
de uno mismo es un conocimiento formidable. El verdadero conocimiento de
sí mismo llevará a una humildad que le permitirá al Señor educar la mente, y
modelar y disciplinar el carácter».4
Segundo, ¿de qué manera era Jesús un estudiante de Dios? No muchas
veces pensamos en que Cristo era un estudiante de Dios; pero él no recibió
todo su conocimiento sobre Dios de manera automática al nacer o al bauti-
zarse. Aprendió al igual que nosotros aprendimos. «Su gran conocimiento de
las Escrituras nos demuestra cuán diligentemente dedicó sus primeros años al
estudio de la Palabra de Dios. Delante de él se extendía la gran biblioteca de
las obras de Dios. El que había hecho todas las cosas, estudió las lecciones
que su propia mano había escrito en la tierra, el mar y el cielo».5
Podemos llegar a conocernos y entendernos al ser estudiantes de Dios. No
podemos conocernos a nosotros mismos a menos que conozcamos a nuestro
Creador. Él descubrió y llegó a conocer su identidad en el mismo material
que está disponible para nosotros: la Biblia. Así que, podemos conocernos
verdaderamente a nosotros mismos al conocer a Dios y hacer de él nuestra
materia de estudio. ¿Estamos pasando nuestra vida buscando descubrir más
sobre Dios con el propósito de poder entender quiénes somos? La educación
cristiana es solo cristiana en la medida en que somos estudiantes de Dios,
porque conocer a Dios es vida eterna.
Finalmente, ¿de qué manera fue Jesús un estudiante de las personas? Se
dice que Abraham Lincoln dijo: «No me gusta ese hombre. Tengo que cono-
cerlo mejor».6 Aunque mis hijas gemelas viven en extremos opuestos del país,

4. Elena G. de White, Fundamentos de la educación cristiana (Doral, Florida: IADPA, 2019), cap. 70, p. 588.
5. Elena G. de White, Conducción del niño, cap. 6, p. 52.
6. «Understanding Others», GoodReads, disponible en: https://www.goodreads.com/quotes/tag/understanding-
others
50 • L a educación

ambas entablaron una estrecha amistad con personas que estaban en gran
necesidad. Las dos personas que conocieron eran alcohólicas, y una de ellas
no tenía casa y vivía en un huerto de naranjos. Mis hijas acordaron realizar
actos de bondad por ellos, como regalarles un pastel de cumpleaños, cortar-
les el cabello y lavar su ropa. Resulta fácil juzgar a estos caballeros si miramos
sus vestimentas, su alcoholismo y su falta de empleo remunerado. Fácil, has-
ta que uno escucha sus historias. El hombre sin hogar tenía un padre abusivo
que una vez mató al gato de su hijo y lo obligó a comérselo. El otro hombre
vio cómo asesinaron a sus dos hermanos cuando era joven, fue abusado físi-
camente y tenía TEPT (trastorno de estrés postraumático) debido a lo que vio
e hizo durante su servicio militar. El peregrino John Bradford supuestamente
dijo: «“Allí iría yo de no ser por la gracia de Dios”, al ver a un grupo de prisio-
neros que estaban siendo llevados a ser ejecutados».7 Es necesario que recor-
demos pensar antes de criticar o juzgar a alguien. Toda la gente que conoce-
mos ha recorrido un camino diferente al nuestro y, a menos que intentemos
entender su experiencia, seremos rápidos en juzgarlos porque no se ajustan
con nuestro criterio. Se dice que un nativo norteamericano dijo: «No juzgues
a nadie hasta que hayas caminado una milla con sus mocasines».
Imagine que golpeó a un perro accidentalmente con su automóvil, no tan
fuerte como para matarlo, pero sí lo suficientemente fuerte como para herir-
lo. Usted se baja responsablemente de su automóvil y se acerca al perro para
ayudarlo. ¿Cuál es la respuesta del perro cuando se usted acerca a él? Lo más
probable es que lo muerda. Cuando nos encontramos con personas enojadas
y hostiles, nuestro primer pensamiento no debe ser: ¡Esa es una mala persona!,
sino más bien: ¿Qué clase de dolor está experimentando esta persona en la vida?
Jesús fue estudiante antes de convertirse en maestro. Era un estudiante de
la vida, de las personas. El conocía a la gente. Sabía de dónde venían. Jesús no
muerde fácilmente el anzuelo. Cuando habló con la mujer en el pozo de Ja-
cob, ella le arrojó un anzuelo tras otro (ver Juan 4).
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samari-
tana?» (vers. 9).

7. Wiktionary, s.v. «There but for the grace of God go I», última modificación realizada el 27 de junio de 2019,
14:00, disponible en: https://en.wiktionary.org/wiki/there_but_for_the_grace_of_God_go_I
5. Jesús como el Maestro de maestros • 51

«¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob […]?» (vers. 12).
«Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Je-
rusalén es el lugar donde se debe adorar» (vers. 20).
Jesús se negó a discutir con ella. Él se conocía a sí mismo, conocía a Dios
y conocía a las personas. Él conocía su necesidad y no se distraería. Este cono-
cimiento de las personas no era simplemente un don divino, algo que solo él
podía tener. Con toda seguridad juzgaríamos menos a los demás si escucha-
mos sus historias.
Jesús, el Maestro Modelo, entendía bien la situación de sus alumnos. No
hace falta ser brillantes para estudiar a las personas. Cuando la gente hable,
escuchemos lo que dice. Una manera de mostrar respeto a otros es escuchan-
do lo que tienen que decir. No se requiere una maestría en consejería o psico-
logía; solo se necesita amor. Significa despojarnos del egoísmo, lo cual es
posible cuando hemos sido estudiantes de nosotros mismos y de Dios.

Fábulas del bosque Fenton


Ocurrió una vez en el bosque Fenton que Freddy el zorro llegó a casa des-
pués de un largo viaje. Había atravesado muchos bosques desconocidos y
compartió con todos el maravilloso viaje que había disfrutado. A Freddy le
encantaba viajar y, en este viaje, viajó más lejos de lo que había viajado antes.
Unas semanas después de que Freddy regresó, se sintió enfermo. Su enfer-
medad comenzó con un dolor de cabeza y luego progresó a sus extremidades.
Estaba tan enfermo que le era difícil caminar. Como los demás habitantes del
bosque Fenton no sabían dónde había estado o qué enfermedad pudo haber
contraído durante su viaje, no se acercaron a él. Tenían miedo de que cual-
quiera que fuera su enfermedad, podría ser contagiosa.
Freddy se enfermó tanto que no pudo conseguir comida por sí mismo.
Apenas podía moverse. Todos en el bosque comenzaron a hablar sobre el
pobre Freddy. Discutieron cuál podría ser su enfermedad. Incluso tuvieron
una reunión del Consejo del bosque Fenton y formaron algunas comisiones
para decidir qué hacer con su problema. La comisión del oso Gruñón decidió
que si la enfermedad se extendía pondría en peligro a todo el bosque, por lo
52 • L a educación

que sugirieron que se le pidiera que abandonara el bosque Fenton hasta que
se recuperara. Por supuesto, no podía irse porque estaba tan débil que no
podía caminar. Otra comisión sugirió que pusieran letreros alrededor de la
guarida de Freddy que dijeran: «¡Peligro! ¡Zorro en cuarentena!». Los carteles
se colgaron y nadie se acercó a Freddy. Cada vez que uno de los niños del
bosque Fenton estornudaba o tosía, sus padres decían: «¿Has estado en la
guarida de Freddy? Mantente alejado de él; está en cuarentena».
Como toda la gente del bosque evitaba a Freddy como la peste, no estaba
comiendo lo suficiente. No bebía agua y empeoraba rápidamente. A medida
que Freddy se debilitaba, los habitantes del bosque Fenton hablaban más de
él y expresaban preocupación. Sus expresiones de preocupación no eran tan-
to por la salud de Freddy, sino por no contagiarse de su terrible enfermedad.
Un día, El conejo Orejón, que no era precisamente un buen amigo de
Freddy, fue a su guarida y escuchó a Freddy quejándose. Aunque le preocupa-
ban los carteles de cuarentena, se detuvo de todos modos, principalmente
por curiosidad. Cuando vio a Freddy, corrió a su casa y le trajo agua y comida.
Trabajó alrededor y limpió un poco su guarida. Fue a ver a la abuela Conejo
y consiguió unas hojas de medicina que ella le había dicho que «curaban
cualquier cosa». El conejo Orejón le dio la medicina a Freddy y lo cuidó.
Otros amigos del bosque le dijeron a Orejón «¿No te preocupa que pue-
das contraer su enfermedad?».
«Sí, supongo que sí —dijo Orejón— pero si mi vecino está enfermo, yo
estoy enfermo». Después de algunas semanas bajo el cuidado vigilante de
Orejón, Freddy recuperó su fuerza y, aunque usted no lo crea, para sorpresa
de todos, se hizo amigo del conejo Orejón.
Entonces, el viejo Búho sabio dijo: «A nadie le importa lo que uno sabe
hasta que ve lo que uno está dispuesto a hacer» (ver Santiago 2: 14–17).
6
Más lecciones
del Maestro de maestros

«Que nadie se engañe: si alguno de ustedes se cree sabio según


la sabiduría de este mundo, vuélvase como un ignorante, para así
llegar a ser verdaderamente sabio» (1 Corintios 3: 18, DHH).

A
veces, cuando tomamos pruebas que miden nuestros conoci-
mientos y el resultado nos dice que nuestro puntaje es alto,
nos sentimos sabios. Pero, ¿realmente somos sabios? Si el
puntaje promedio de las pruebas de aptitud académica en

nuestra escuela fuera alto, ¿pensaríamos que nuestra escuela es superior a las

demás? ¿Qué sugerencia da Pablo para aquellos que piensan que son sabios

según los estándares de esta época? «Vuélvase como un ignorante, para así

llegar a ser verdaderamente sabio» (vers. 18). ¿Cómo puede uno volverse ig-

norante? ¿Está sugiriendo Pablo que olvidemos la información que ya sabe-

mos? ¿Está Pablo hablando de no poder responder ninguna pregunta de

«¿Quién quiere ser millonario?» o de obtener una puntuación baja en el exa-

men de aptitud académica?


54 • L a educación

La sabiduría divina
Pablo se refiere en este pasaje a la sabiduría y la ignorancia de una manera
particular. Esta sabiduría no consiste en entender cómo funcionan las compu-
tadoras o en ser capaces de explicar la revolución industrial. Pablo, que fue
educado en las instituciones de mayor prestigio de su época, no está sugirien-
do que solo estamos listos para la verdadera sabiduría cuando no podemos
responder la pregunta del millón. Lo que Pablo está diciendo, es que la sabi-
duría es más que saber mera información. La sabiduría según los estándares
del mundo no es la verdadera prueba de la sabiduría. La sabiduría puede ayu-
darnos a aprobar exámenes e incluso a conseguirnos un trabajo donde gane-
mos mucho dinero, pero no le dará sentido a nuestra vida. La información sin
un marco referencial moral y ético nos deja sin orientación en cuanto al uso
de la información. Como dice Pablo: «Pues aunque han conocido a Dios, no
lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han termi-
nado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras.
Decían que eran sabios, pero se hicieron tontos» (Romanos 1: 21–22).
Hay muchos tontos en este mundo postcristiano en el que cada uno tiene
su propia verdad. Cada uno elige su propia fruta del árbol de la vida, ignoran-
do a su Creador. Cuando los sentimientos se convierten en la única norma de
comportamiento, el mundo desciende al caos, donde las personas «cambia-
ron la verdad de Dios por la mentira» (vers. 25, NVI).
Salomón persiguió precisamente esa sabiduría mundana. «Me entregué de
corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo
del cielo […]. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol». Sin embargo,
consideró todo eso «vanidad y aflicción de espíritu» (Eclesiastés 1: 13–14). Es
posible que podamos responder la pregunta del millón, pero, ¿qué diferencia
hace? Cuando podemos responder la pregunta más difícil del libro de cien-
cias, el contraste es aún más marcado. «Que nadie se engañe: si alguno de
ustedes se cree sabio según la sabiduría de este mundo» (1 Corintios 3: 18,
DHH). Estamos tan ajustados a los estándares del mundo, que las calificacio-
nes junto al nombre significan más que el nombre. Obtener una educación
6. Más lecciones del Maestro de maestros • 55

costosa en las instituciones más prestigiosas del mundo puede tentarnos a


encontrar nuestro valor en lo que el mundo valora.
¿Por qué Salomón lo llamó «vanidad»?

«Miré luego todas las obras de mis manos y el trabajo que me


tomé para hacerlas; y he aquí, todo es vanidad y aflicción de espí-
ritu, y sin provecho debajo del sol» (Eclesiastés 2: 11).

Adán y Eva trataron de cubrir su desnudez después de comer del árbol


prohibido. Ya no buscaban la comunión de Dios, sino que se escondieron de
él. Hoy, algunos buscan promocionarse cubriendo sus inseguridades con
más carreras universitarias, dinero o poder (ver 2 Corintios 11: 18). La bús-
queda de lo que nos exalta a los ojos de la sociedad secular nunca satisfará
más que los ídolos que adoraban los tontos de la época de Pablo (ver Hechos
17: 22–23). «El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; el conoci-
miento del Santísimo es la inteligencia» (Proverbios 9: 10).

La verdadera sabiduría
Hoy en día, la gran mayoría de los colegios universitarios y las universida-
des son sistemas de comunicación de información profesionalizados que
preparan a sus alumnos para la búsqueda de trabajo en lugar de desarrollar el
carácter. Hay demasiada «vanidad» en muchas instituciones educativas. Vivi-
mos en una época en la que los hechos y la información están en la punta de
nuestros dedos. Internet ha puesto la información a disposición de cualquie-
ra que tenga una computadora. «Nada en educación es tan sorprendente
como la cantidad de ignorancia que acumula en forma de hechos inertes».1
Pero la información no nos hace sabios, y pareciera que cuanta más infor-
mación hay disponible, menos sabiduría tiene la gente. La verdadera educa-
ción consiste en encontrarle sentido a la vida. Jesucristo, el Maestro de maes-
tros, le da sentido a la vida. No es información abstracta sobre el universo,
sino más bien información relevante sobre quiénes somos y por qué estamos

1. Henry Adams, The Education of Henry Adams: An Autobiography (Boston: Houghton Mifflin, 1918), p. 379.
56 • L a educación

aquí, y esa sabiduría proviene del Señor. «Porque Jehová da la sabiduría y de


su boca proceden el conocimiento y la inteligencia» (Proverbios 2: 6).
Lo que es válido sobre la sabiduría del mundo también lo es sobre el co-
nocimiento de la religión. La acumulación de conocimientos religiosos, inde-
pendientemente de cuán verdaderos sean; la acumulación de hechos religio-
sos, independientemente de cuán precisos sean, no es diferente a la sabiduría
mundana, que es «vanidad» si no se pone en práctica en la vida. Si sustituyé-
ramos la palabra «adventista» por judío en Romanos 2: 17–24, quedaríamos
con algo así: «Si tú te llamas adventista; confías en la membresía de la iglesia
y presumes de ser el remanente; si conoces la voluntad de Dios y apruebas lo
que es superior porque la ley y el testimonio lo instruyen; si estás convencido
de que eres un guía para los ciegos hacia una vida saludable, una luz para
aquellos que están en la oscuridad en cuanto al estado de los muertos, un
instructor para los tontos que no entienden la escatología, un maestro de ni-
ños espirituales porque tienes el Espíritu de Profecía. Tú, pues, que enseñas a
otros, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de robar,
¿robas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que te jactas de
la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?, pues, como está escrito: “El
nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de ti”» (comparar
con Isaías 52: 5; Ezequiel 36: 22).
¿Por qué se blasfema el nombre de Dios? Reclamar la verdad como una
posesión pero no vivir la verdad es blasfemar. Blasfemar no es solo jurar o
tomar el nombre del Señor en vano. Es reclamar el nombre de Cristo y no ser
transformados por él. Afirmar que somos el pueblo remanente de Dios por-
que poseemos la verdad, es como cuando Adán y Eva buscaron cubrir su des-
nudez con pieles de animales. Profesar la verdad sin vivirla es blasfemar. Elena
G. de White dijo: «Muchos que profesan ser seguidores cristianos no están
deseosos de examinar sus corazones para ver si han pasado de la muerte a la
vida. Algunos se apoyan en una antigua experiencia, y parecen pensar que una
mera profesión de la verdad los salvará, pero la Palabra de Dios revela el terri-
ble hecho de que los tales están gozando de una falsa esperanza».2 La

2. Elena G. de White, Nuestra elevada vocación, p. 165.


6. Más lecciones del Maestro de maestros • 57

educación que consista en simplemente comunicar los hechos de la vida sin


la sabiduría de vivir, no es verdadera educación; es tontería, simple vanidad.
Jesús señala lo mismo que Pablo en Lucas 11: 52: «¡Ay de ustedes, maes-
tros de la ley!, que se han apoderado de la llave del conocimiento; pero ni
ustedes mismos entran ni dejan entrar a los que quieren hacerlo». Los exper-
tos en conocimiento religioso, los predicadores y los maestros, se han apode-
rado de la llave del conocimiento. Se quedaron con la llave y no abrieron la
puerta. Tenían la llave: no la usaron ellos y no la compartieron con otros. El
Maestro de maestros se enfocó en lo que era importante. «Cristo hubiera po-
dido comunicar a la gente conocimientos que hubieran sobrepujado cual-
quier revelación anterior y dejado en segundo plano todo otro descubrimien-
to. Hubiera podido desentrañar misterio tras misterio, y concentrar alrededor
de estas maravillosas revelaciones el pensamiento profundo y serio de la ge-
neraciones sucesivas hasta el fin de los tiempos. Pero ni por un momento
quiso dejar de enseñar la ciencia de la salvación».3
Entonces, ¿en qué consiste la educación cristiana? La educación cristiana
no enseña que dos ángeles más dos ángeles equivalen a cuatro ángeles; ni
consiste en estudiar la geografía de la Tierra Santa, ni en estudiar la Biblia en
lugar de Shakespeare. No es diferente por los hechos que dispensa. Los jóve-
nes aprenden las mismas matemáticas, geografía e inglés. Es diferente porque
Jesús, el Creador, está en el centro de ella. Una escuela cristiana no combina
los conocimientos correctos aislando a los alumnos del mundo, porque como
cristianos sabemos que el mal es realmente un problema del corazón. Son los
maestros los que dispensan el conocimiento, los compañeros4 que apoyan ese
conocimiento y el ambiente cristiano en el que se aprenden esos conocimien-
tos los que la hacen cristiana. Jesús nos enseñó sobre Dios cuando vino como
Dios encarnado. «Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre no-
sotros» (Juan 1: 14, NTV). De esta manera, los estudiantes ven a Jesús en la
facultad y el personal a medida que enfocan a Jesús en su propia vida.

3. Elena G. de White, El ministerio de curación, cap. 37, p. 320.


4. «Los compañeros de clase del estudiante son la fuente de influencia mayor sobre el crecimiento y el desarrollo
durante los años de pregrado». Alexander Astin, What Matters in College? Four Critical Years Revisited (San
Francisco: Jossey-Bass, 1997), p. 398; la cursiva figura en el original.
58 • L a educación

La pregunta que se debe hacer sobre el instituto educativo o la universidad


no es el puntaje promedio de los alumnos o cuántos premios Nobel ha pro-
ducido la facultad, sino qué tipo de estudiantes atrae la institución. ¿Buscan
la verdadera sabiduría o simplemente andan en busca de vanidad?
Al principio del ministerio de Cristo, los discípulos de Juan el Bautista
fueron a verlo. Estaban desanimados y abatidos. Su líder estaba en la cárcel y
el propio Juan tenía algunas preguntas. «Al oír Juan en la cárcel los hechos de
Cristo, le envió dos de sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú aquel que había
de venir o esperaremos a otro?”» (Mateo 11: 2–3).
Jesús usualmente tenía una respuesta lista para esta clase de preguntas, pero
esta vez no. Jesús simplemente continuó llevando a cabo su trabajo, abriendo
los ojos de los ciegos, curando a los leprosos, liberando a los endemoniados,
curando enfermedades y enseñando a la gente. Al final del día, respondió: «Re-
gresen a Juan y cuéntenle lo que han oído y visto» (Mateo 11: 4, NTV).
Jesús no les dio un estudio bíblico demostrando que él era el Mesías. No les
dijo: «Deberían confiar en mí». Tampoco dijo: «¿Qué le pasa? ¿por qué duda
tan pronto?». No, Jesús siguió trabajando y, al final del día, les dijo que fueran
y le contaran a Juan lo que vieron.
¿Tenemos una institución educativa cristiana? Esta no se determina por su
nombre, ni por su plan de estudios. No la determina el hecho de que sea
patrocinada por una iglesia. La prueba es más objetiva: «¡Vengan a ver!». Ob-
serven cómo sus alumnos comparten su fe. Observen cómo sus alumnos
oran juntos en la acera. Escuchen cómo los profesores comparten su fe y en-
señan cada tema desde una perspectiva bíblica. Observen cómo todo el equi-
po de la institución de la escuela se involucra en proyectos comunitarios.
¿Qué vieron los discípulos de Juan? «Los ciegos ven, los cojos andan, los le-
prosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los po-
bres es anunciado el evangelio» (Mateo 11: 5).
No es por teoría que somos cristianos, sino porque experimentamos la
vida de Jesús en nuestra vida. Nuestra educación enseña a estar con Jesús, el
Maestro de maestros. Los discípulos no tenían mucha educación; eran pesca-
dores, trabajadores comunes. Ni siquiera tenían una educación de octavo gra-
do. En Hechos 4: 5 se describe a los discípulos reunidos con los intelectuales
6. Más lecciones del Maestro de maestros • 59

de los líderes judíos, aquellos que se habían graduado en las universidades


judías más prestigiosas de su época. «Al día siguiente, el Concilio —integrado
por todos los gobernantes, ancianos y maestros de la ley religiosa— se reunió
en Jerusalén. El sumo sacerdote, Anás, estaba presente junto con Caifás, Juan,
Alejandro y otros parientes del sumo sacerdote» (NTV). Es decir, se reunieron
los que manejaban el poder en Jerusalén. Era como una reunión conjunta del
Congreso, con el presidente y todo su equipo ministerial.
«Hicieron que Pedro y Juan comparecieran ante ellos y comenzaron a in-
terrogarlos» (vers. 7, NVI). La reunión fue una inquisición. Los mejores y más
brillantes estaban interrogando a estos pescadores, y el registro dice: «Cuando
vieron la seguridad con que se expresaban Pedro y Juan, que eran hombres
sin cultura y sin instrucción, no salían de su asombro. Por una parte, no po-
dían menos de reconocer que Pedro y Juan habían sido compañeros de Jesús»
(vers. 13, BLP).
Esa es la verdadera sabiduría. Esa es la verdadera educación. Eso es lo que
tiene significado eterno. Cuando se tiene una educación cristiana, los demás
ven nuestra seguridad y se dan cuenta de que hemos estado con Jesús. Para
que la educación tenga un valor infinito, debe ponernos en contacto con el
Infinito.

Fábulas del bosque Fenton


A Roberto, un oso que vivía en el bosque Fenton, le encantaba la miel.
Dada su pasión, decidió que estudiaría todo sobre la miel, incluyendo cómo
se fabricaba. Ahora, cuando el oso Roberto decidía hacer algo, jamás lo hacía
a medias. Pasó días con un panal de miel, estudiando las intrincadas técnicas
de elaboración. Estudió en el campo, estudió en el Colegio Universitario Téc-
nico del Gran Árbol, Estudió en la biblioteca, estudió en su guarida.
Se empeñó en obtener su doctorado en mielología. Siempre estaba inves-
tigando algo nuevo sobre las abejas y la miel. Cualquier cosa que se le pre-
guntara sobre la miel y las abejas, él sabía la respuesta. El oso Mañoso vino a
él un día con miel goteando de su boca y sobre sus papadas.
60 • L a educación

—¡Ven conmigo! —le dijo—, encontré una colmena, y está realmente


buena.
—No puedo ir ahora —respondió Roberto—. Acabo de aprender infor-
mación nueva sobre la construcción de colmenas.
—¿Construcción de colmenas? —dijo Mañoso en tono burlón—. ¡Olví-
date de eso! Ven conmigo a destruir esta colmena. ¡Vamos a comer!
—¡No! —dijo Roberto—. ¡Necesito aprender esto!
Entonces Mañoso se fue a comer mientras Roberto memorizaba la geome-
tría de las celdas de cera. Entonces, el viejo búho sabio dijo: «El conocimiento
puede llenar la mente, pero no vale mucho a menos que también llene el
estómago».
De la misma manera, el conocimiento religioso puede llenar la mente,
pero si no llena el corazón, no tiene valor. Es solo «vanidad».
7
La adoración en la educación

D
aniel y sus compañeros no tenían una gran educación según
los estándares del mundo, así que Nabucodonosor les dio lo
mejor que el mundo podía ofrecer. «Selecciona solo a jóvenes
sanos, fuertes y bien parecidos —le dijo [Nabucodonosor]—.
Asegúrate de que sean instruidos en todas las ramas del saber, que estén do-
tados de conocimiento y de buen juicio y que sean aptos para servir en el
palacio real. Enseña a estos jóvenes el idioma y la literatura de Babilonia»
(Daniel 1: 4, NTV).

Bajo prueba en Babilonia


Nabucodonosor irrumpió en su cómodo mundo de obediencia religiosa
en Jerusalén con su maquinaria militar y los llevó a la Universidad de Babilo-
nia. Ahora debían comer chuletas de cerdo en lugar de verduras, beber vino
en lugar de agua y ser eunucos en lugar de casarse y formar un hogar con una
linda chica judía. La vida tranquila que llevaban Daniel, Sadrac, Mesac y
Abed-nego, se convirtió en un enorme vacío que llegó a amenazar hasta sus
propias identidades. Incluso les cambiaron los nombres para identificarlos
con dioses paganos. Daniel se convirtió en Beltsasar, que significa «el dios Bel
protege la vida del rey». Azarías se convirtió en Abed-nego, que significa «sier-
vo del dios Nabu». Su entorno seguro de elecciones religiosas restringidas se
convirtió en un mundo religiosamente pluralista con una gran cantidad de
62 • L a educación

opciones. Les cambiaron el pequeño pueblo rústico de Palestina por una


gran ciudad.
¿Cómo manejarían estos jóvenes hebreos el haber salido de su capullo de
comodidad cultural judío hacia el mundo babilónico? Comenzaron hacien-
do un trato con el asistente que designó el jefe de personal para que cuidara
de ellos. Pasaron exitosamente la prueba de diez días de no comer la comida de
Nabucodonosor y los encontró «diez veces más capaces» (vers. 20, NTV) que
la competencia, lo que les permitió mantener su estilo de vida dietético en
Babilonia.
Otra prueba de su disposición a ajustarse a la cultura babilónica ocurrió
cuando el rey erigió una estatua de oro, de 27 metros de alto y 3 de ancho, en
la llanura de Dura. Luego envió un mensaje a todos de que en la ceremonia
de dedicación, todos debían postrarse y adorar la estatua. Un desafío eterno de
los gobiernos, las empresas y las iglesias es lograr la unidad entre la gente, y
Nabucodonosor sintió que había encontrado la actividad unificadora perfec-
ta. Si todos adoraban al mismo dios, especialmente si él era ese dios, todo
fluiría mucho mejor en su reino.
Llegó el momento de la ceremonia de dedicación, el momento de la uni-
dad a través de la adoración en Babilonia. La palabra salió del rey: «Cualquie-
ra que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno
de fuego ardiente» (Daniel 3: 6).
La orquesta comenzó a tocar, marcando el comienzo del servicio de ado-
ración. Todos cayeron al suelo y adoraron, excepto los tres dignos hebreos:
Sadrac, Mesac y Abed-nego. Los recién graduados de Jerusalén, ignoraron las
instrucciones del rey y se mantuvieron de pie. La multitud se postró sobre su
rostro, dejando tres figuras solitarias en el horizonte.
El acto de desobediencia fue reportado al rey, que al principio pensó que
los jóvenes hebreos tal vez tuvieron problemas para escuchar la orden. Gene-
rosamente decidió darles una segunda oportunidad, advirtiéndoles nueva-
mente sobre el horno ardiente que tendrían que enfrentar si desobedecían.
Me imagino que dijo algo así cuando se dirigió a ellos. «Oigan, esta idea de la
estatua se me ocurrió gracias a que su amigo Daniel interpretó mi sueño. No
tienen que creer en la estatua, simplemente inclínense y piensen en lo que
7. La adoración en la educación • 63

quieran. Arrodíllense y átense las sandalias cuando suene la música. Me caen


bien y no quiero lastimarlos, pero saben que tendré que cumplir mi orden, ya
que no puedo desprestigiarme».
Sorprendentemente, Sadrac, Mesac y Abed-nego no querían una segunda
oportunidad. Fueron firmes e inquebrantables en su decisión. «Oh Nabuco-
donosor, no necesitamos defendernos delante de usted. Si nos arrojan al hor-
no ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará
de su poder, su Majestad; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro
ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua
de oro que usted ha levantado» (vers. 16–18, NTV).
Sus principios eran los que los mantenían en pie, como un mensaje al rey
que decía: «Puede que hayas capturado nuestros cuerpos, pero nuestros cora-
zones están en Jerusalén». Este era su mensaje de «resistencia» escrito en las
paredes de la prisión. Sadrac, Mesac y Abed-nego estaban negando las religio-
nes del mundo antiguo y la autoridad del rey.

«Las paredes de piedra no hacen una prisión,


Ni las barras de hierro una jaula;
Una mente inocente y tranquila las
considerará como una ermita;
Tengo libertad en mi amor;
Y soy libre en mi alma,
Solo los ángeles que se elevan en las alturas,
Disfrutan de semejante libertad».1

Su adoración no se basaba en demandas externas sino en un compromiso


interno con el Dios verdadero. El rey Nabucodonosor les advirtió: «Si se nie-
gan, serán inmediatamente arrojados al horno ardiente y entonces, ¿qué dios
podrá rescatarlos de mi poder?» (vers. 15, NTV).

1. Richard Lovelace, «To Althea, from Prison», 1642, disponible en: https://www.poetryfoundation.org/poems/
44657/to-althea-from-prison
64 • L a educación

Fe en Dios
Los dioses de los antiguos eran vistos como los benefactores de sus segui-
dores. Si se llevaban a cabo los sacrificios apropiados, cuidaban de ellos. El
dios de la lluvia traía la lluvia, el dios de la fertilidad traía hijos, el dios del
pulgar verde traía buenas cosechas y el dios de la guerra traía la victoria en la
batalla. Tenían un dios para cada necesidad. Si su dios no estaba trabajando
para ellos, entonces lo cambiaban. Si la tribu vecina tenía mejores cultivos,
entonces tenían un dios mejor. Si el reino de al lado recibía más lluvia, enton-
ces su dios era mejor. No se les ocurriría servir a un dios que no pudiera darles
nada. ¿De qué sirve un dios que no hace nada por uno?
El rey desafió al Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego a un duelo. «Su Dios
no los rescatará; mi dios es mejor que el suyo». Como el niño que dice: «Mi
papá puede golpear a tu papá». El horno era el desafío para el perdedor. Pero
Sadrac, Mesac y Abed-nego presentaron un concepto nuevo y sorprendente
de Dios y de la adoración. La respuesta de los tres amigos de Daniel le dio a
Nabucodonosor una imagen drásticamente nueva de Dios. «Nuestro Dios,
a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus ma-
nos, rey, nos librará. Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus
dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado» (vers. 17–18).
En otras palabras, «nuestro Dios puede rescatarnos, pero no es una pata de
conejo que vamos a frotar cuando estemos en problemas. Nuestro Dios pue-
de rescatarnos, pero él puede decidir no hacerlo, y eso no cambiará nuestro
compromiso con él».
Según la mentalidad de Nabucodonosor, el dios que perdiera este duelo
no era digno de adoración, ni digno de ser un dios en absoluto. Era un dios
perdedor si no proporcionaba protección. Si no proporciona lluvia, si no evita
el accidente, si no proporciona hijos, si no consigue un trabajo, si no cura del
cáncer, si no da la victoria en la batalla, entonces, ¿quién lo necesita? Para
Nabucodonosor, cualquier dios que no hiciera su voluntad no era digno de
ser un dios. Pero para Sadrac, Mesac y Abed-nego, su Dios era más que un
genio en una botella o un Santa Claus celestial.
7. La adoración en la educación • 65

El Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego era EL DIOS, el Dios Creador que


debían servir y adorar porque él es Dios, no porque él proporcionara protec-
ción. Debían amarlo por lo que él era, y no por lo que podía hacer por ellos.
Ellos recibieron su educación en los salones sencillos de Jerusalén. Fue allí
donde recibieron por primera vez una educación que los hizo diez veces más
sabios que los graduados de la Universidad de Babilonia. Fue allí, en Jerusa-
lén, donde aprendieron sobre un Dios que no está hecho a imagen de las
necesidades del hombre. El suyo no era un dios creado por el hombre para
complacer al hombre y hacerlo sentir cómodo.
La educación cristiana, como la de Jerusalén, nos da un Dios que es digno
de adoración, independientemente de qué tipo de conflictos enfrentemos. La
estatua de oro de la educación secular ignora al Dios verdadero y fabrica dio-
ses de sabiduría humana que no proporcionan una base moral.

Hombres comunes
«El Batallón 101 de la Policía de Reserva tenía su base en Ham-
burgo, Alemania, pero servían en Polonia. El grupo estaba com-
puesto en su mayoría por hombres de familia de mediana edad de
las clases trabajadora y media baja de la ciudad de Hamburgo.
Como se consideraban demasiado viejos para ser de utilidad para
el ejército alemán, los habían reclutados en la Policía de Orden
Público. Eran reclutas sin experiencia previa en el territorio ocupa-
do por los alemanes.
El 13 de julio de 1942, el Batallón 101 de la Policía de Reserva
estaba en el límite de la ciudad polaca de Józefów. Estaban a
punto de recibir instrucciones sobre su primera acción importante.
El pueblo de Józefów era un típico pueblo polaco de modestas
casas blancas con techos de paja. Entre sus habitantes había
1,800 judíos.
Temprano en la mañana, cuando el sol estaba saliendo, los hom-
bres del Batallón 101 de la Policía de Reserva bajaron de sus
66 • L a educación

camiones y se reunieron en semicírculo alrededor de su coman-


dante. Con sus rifles en sus manos, esperaban instrucciones sobre
lo que deberían hacer en esta misteriosa misión. Debían escuchar
al mayor Wilhelm Trapp, un policía de carrera de 53 años. Él les
explicaría su tarea.
El comandante Trapp estaba pálido y nervioso, con voz ahogada
y lágrimas en los ojos. El batallón tenía que realizar una tarea te-
rriblemente desagradable, dijo. La tarea no era de su agrado; de
hecho, era muy lamentable, pero las órdenes venían de las más
altas esferas.
Al batallón se le ordenó reunir a los judíos. Los varones judíos en
edad de trabajar debían ser separados y llevados a un campo de
trabajo. Los judíos restantes, las mujeres, los niños y los ancianos,
serían baleados en el acto por el batallón. Después de explicar
cuál era su tarea, el Mayor Trapp les hizo una oferta: si alguno de
los hombres mayores entre ellos no se sentía capaz de llevar a
cabo la tarea que tenía ante sí, podía retirarse. Entre el diez y el
veinte por ciento del batallón salió, entregó sus rifles y se les dijo
que esperaran una nueva asignación. El mayor Trapp se quejó de
sus órdenes y lloró amargamente, pero sus hombres procedieron
a llevar a cabo la tarea del batallón.
Equipos de búsqueda de 2, 3 y 4 entraron en la sección judía de
Józefów y otros vigilaron las calles que conducían al mercado. Los
judíos fueron detenidos y enviados al mercado. Un médico del
batallón explicó con precisión cómo debían disparar para provo-
car la muerte inmediata. Esbozó el contorno superior de un cuer-
po humano en el suelo e indicó con precisión el punto en el que
colocarían la bayoneta fija como guía de puntería, justo detrás de
la cabeza.
Los hombres jóvenes y sanos fueron llevados a un campo de tra-
bajos forzados y las mujeres, niños y ancianos fueron llevados al
7. La adoración en la educación • 67

bosque, donde fueron obligados a acostarse boca abajo en fila y


les dispararon. Luego, llevaron más personas desde la plaza del
pueblo y se produjo la misma secuencia de disparos».2

Mil quinientas personas fueron asesinadas ese día, 13 de julio de 1942, en


el pequeño pueblo polaco de Józefów. Fueron asesinados por hombres «co-
munes». Aquellos hombres grises es el título del libro de Christopher Browning
que relata esta historia.3 Solo del 10 al 20 por ciento de los hombres, cuando
se les dio la opción, se negaron a llevar a cabo la asignación inmoral. La ma-
yoría de los que tuvieron la opción de negarse eligieron seguir a la multitud.
Estos eran hombres comunes, hombres con esposas e hijos. Tenían traba-
jos comunes en Hamburgo. Eran barberos, mecánicos y granjeros. Algunos
de ellos, sin duda, se consideraban cristianos. ¿Por qué estos «hombres co-
munes» cometieron estos horrores inenarrables? Se han propuesto explica-
ciones válidas, pero su educación aparentemente no creó en ellos una base
moral sólida que les permitiera oponerse a órdenes inmorales. El dios que
adoraban no era el Dios Creador. No, tenían un dios hecho a su propia me-
dida, un dios que era bueno para la iglesia y agradable para oraciones ocasio-
nales, pero no un Dios que pudiera hacer que permanecieran de pie por sus
principios como los jóvenes en la llanura de Dura.

Un llamado al heroísmo
¿Es nuestro Dios un dios hecho a nuestra medida, creado a nuestra ima-
gen y que responde como el genio de la lámpara a nuestras necesidades? ¿Es
un dios que solo satisface lo que queremos y que va tachando nuestros de-
seos en una lista? ¿Tenemos un dios diseñado por nosotros mismos, fabrica-
do con la arcilla de los sentimientos, horneado en el horno de nuestros de-
seos, y finalizado en el horno de nuestra imaginación? Si es así, tenemos

2. «When Is Someone Accountable for Their Own Actions Who», HIST 338, Colorado State University, disponible
en: https://www.coursehero.com/file/p7fvlk8/When-is-someone-accountable-for-their-own-actions-Who-are-
these-ordinary-men/
3. Christopher R. Browning, Ordinary Men: Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland (Nueva
York: HarperPerennial, 1992).
68 • L a educación

entonces un Dios de origen pagano, tanto como el dios que Nabucodonosor


erigió en la llanura de Dura.
Si nuestro dios no hace demandas, no pide favores y no cierra puertas a
nuestros deseos mundanos, entonces nuestro dios es un dios diseñado por
nosotros mismos, un dios pagano y condicionado por la sociedad. El simple
hecho de que lo llamemos Jesús no lo hace diferente a la estatua de oro en la
llanura de Dura, a una pata de conejo, o a un hechizo, que nos sirva para
aprobar lo que exigen los deseos mundanos.
La educación que recibieron Sadrac, Mesac y Abed-nego en Jerusalén per-
maneció con ellos cuando fueron llevados cautivos a Babilonia. No abando-
naron sus convicciones cuando entraron en la llanura de Dura. No permita-
mos que nuestros hijos rindan culto a los pies de una educación mundana,
aceptando doctrinas concebidas por una sociedad poscristiana en los labora-
torios de la Nueva Era de la sociedad pagana.
Babilonia necesita jóvenes como Sadrac, Mesac y Abed-nego; no estudian-
tes comunes y corrientes, sino hombres y mujeres extraordinarios que perma-
nezcan erguidos en la llanura de Dura cuando todos los demás se inclinen.
¡Jóvenes que vivan con valor moral en un mundo inmoral! Walker Percy
advirtió en su libro The Second Coming [La segunda venida] que es posible
obtener las mejores calificaciones estudiantiles y reprobar en la vida.4
Actualmente, se necesita más que inteligencia académica y convicciones
de los padres para vivir una vida espiritual en Babilonia. Se necesita más que
el adventismo tradicional para ser cristianos en la Babilonia de hoy. Nada
puede ocultar el hecho de que la religión cristiana se centra en la cruz. Los
cristianos que proclaman a Cristo sin cruz no están proclamando nada. No
podemos esperar que Dios haga más por nosotros que lo que hizo por Jesús,
y Dios lo llevó a la cruz. El cristianismo es un llamado al heroísmo. Es un
movimiento contracultural que no tolera a dioses hechos a nuestra medida.

4. Walker Percy, The Second Coming (Nueva York: Picador, 1980), pp. 32, 93.
7. La adoración en la educación • 69

Fábulas del bosque Fenton


Una vez, en las profundidades del bosque de Fenton, en una parte tan
oscura del bosque que Freddy el zorro rara vez se atrevía a adentrarse en ella
y el cervatillo Saltarín no conocía por miedo, mucho más allá de la calle Uni-
versidad y de la Octava Carrera, donde ya no había senderos ni moradas, en
un área que asustaría a cualquiera, justo al lado de un viejo roble nudoso
enorme, junto a algunas piedras cubiertas de musgos, brotó una flor.
Era una hermosa flor, con pétalos amarillos felpudos y un tallo verde pá-
lido. Esta flor levantó la cabeza sobre el oscuro y húmedo suelo del bosque y
abrió sus pétalos hacia la escasa luz que se filtraba a través de los árboles
hasta donde ella estaba en la base del viejo roble.
Allí estaba ella, como un solitario punto amarillo, como una salpicadura
de pintura en el oscuro paisaje del suelo del bosque primitivo. Cada vez que
soplaba una ligera brisa, ella enviaba su deliciosa fragancia con la esperanza
de que alguna abeja que pudiera haberse desviado de su ruta de vuelo siguie-
ra el aroma y la alcanzara.
Allí creció, con gotas de rocío que brillaban en sus pétalos de color cana-
rio. Día tras día permanecía allí, en la parte más profunda y oscura del bos-
que de Fenton. Semana tras semana, permanecía en los oscuros recovecos del
bosque. Durante toda su vida permaneció allí, floreciendo.
Ninguna abeja errante encontró allí su delicioso néctar junto al gran roble,
ningún pájaro nómada vio la pequeña mota amarilla, y ningún habitante
serpenteante del bosque observó la belleza que ella le proporcionaba a su
pequeña cañada oscura.
Su vida llegó a su fin cuando sus pétalos de azafrán dorado se desvanecie-
ron en la alfombra incolora del suelo del bosque para proporcionar nutrien-
tes para una futura generación de flores.
Mientras se desvanecía por última vez, el viejo roble le dijo: «Tu vida ape-
nas valió la pena. Tanto color desperdiciado en la profunda oscuridad del
bosque».
Su respuesta al morir junto a las raíces del antiguo roble fue:
«Simplemente florezco donde estoy plantada, y Dios lo ve».
8
La educación y la redención

E
lena G. de White resume la relación que hay entre la educación y la
redención en su libro La educación. «La obra de la redención debía
restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo a la
perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del
cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevara a cabo el propósito divino
para el cual los seres humanos habíamos sido creados. Este es el objetivo de
la educación, el gran propósito de la vida».1

La gracia institucional
¿Cómo se transmite mejor la historia de la redención y el don de la gracia
gratuita en un entorno educativo? A las expresiones del tipo «actúa natural-
mente», «tensa calma», «un placer espantoso» o «un ligero sobrepeso» se les
conocen como oxímorones. Se trata de expresiones que en su significado su-
perficial o literal son contradictorias. ¿El término «gracia institucional» tam-
bién se ajusta a esa definición? ¿Es un oxímoron? ¿Es posible comunicar la
gracia en una institución como una iglesia o escuela?
La naturaleza de la gracia es aceptar y perdonar, mientras que la naturaleza
de una institución es establecerse mediante el uso de reglas, políticas y regu-
laciones. La gracia nos acepta tal como somos, con defectos y todo, mientras
que una institución es más probable que nos acepte si estamos a la altura.

1. Elena G. de White, La educación, cap. 1, p. 15.


72 • L a educación

La palabra institución proviene de una raíz que significa «defender» o «es-


tablecer». La institución está organizada por personas que «defienden» algo y
desean perpetuar sus convicciones. Por lo tanto, establecen políticas y nor-
mas. Para garantizar que sus convicciones persistan en el futuro, «institucio-
nalizan» sus ideas. ¿El resultado? Las instituciones desarrollan manuales de
iglesia, manuales de políticas, manuales estudiantiles y códigos de educa-
ción, los cuales enseñan y requieren ciertos comportamientos. Este proceder
institucional nos devuelve a la pregunta: ¿Es la «gracia institucional» un oxí-
moron?
En una ocasión, escuché la historia de una mujer que tuvo un hijo fuera
del matrimonio, y la iglesia le extendió la gracia recibiéndola en la iglesia. Le
hicieron un baby shower y le dieron todo el apoyo mientras cuidaba a su recién
nacido. ¿El resultado? Todo fue tan extraordinario que tuvo otro hijo fuera
del matrimonio. ¿Cómo podemos distinguir entre ser permisivos y extender
la gracia? Imagine a Moisés, el gran líder institucional, diciendo: «Señor, tus
hijos moldearon un becerro de oro. Creo que este es un problema de depra-
vación ambiental causado por las malas condiciones de su hogar en Egipto.
No son responsables de estas acciones». Pero esa no fue la respuesta de Moi-
sés o de Dios. Era claro que necesitaban aprender mucho sobre el Dios que
los redimió de Egipto. Necesitaban mucha educación sobre la gracia de Dios
y su ley.
En el Nuevo Testamento, los líderes de la iglesia buscaron encontrar el
equilibrio entre la aplicación de la ley y la gracia. Estos líderes se encargaron
de enseñarle a la recién formada iglesia sobre el Dios verdadero y la manera
en que este redimía al hombre. «Algunos que habían llegado de Judea a An-
tioquía se pusieron a enseñar a los hermanos: “A menos que ustedes se cir-
cunciden, conforme a la tradición de Moisés, no pueden ser salvos”» (Hechos
15: 1, NVI).
Les estaban enseñando a los nuevos creyentes que la salvación requería
la realización de ciertos ritos judíos, como la circuncisión. Querían hacer de la
circuncisión un requisito para la redención. «¡No podemos abandonar las
normas que nos enseñó nuestro padre Abraham!», exclamaban. «Pablo y Ber-
nabé tuvieron una fuerte discusión con ellos, y por fin Pablo, Bernabé y
8. la educación y la redención • 73

algunos otros fueron nombrados para ir a Jerusalén a tratar este asunto con
los apóstoles y ancianos de la iglesia de aquella ciudad» (vers. 2, DHH).

Individualismo y conformismo
Vivimos en un mundo individualista en el que se suelen ignorar las reglas
institucionales. La respuesta a la iglesia y a la educación es: «Yo soy mi propia
persona, y no puedes pretender restringir mi libertad». Podemos aprender
algo de la respuesta de Pablo a la disputa en la iglesia primitiva. ¿Por qué fue
Pablo a Jerusalén? Porque se preocupaba por la comunidad. La institución, la
iglesia, era importante para él. Lo que «los hermanos» tenían que decir le
importaba a Pablo.

«Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los após-
toles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había
hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que ha-
bían creído, se levantaron diciendo: “Es necesario circuncidarlos y
mandarles que guarden la ley de Moisés”» (vers. 4–5).

Si tradujéramos esto a nuestro entorno contemporáneo, podría leerse así:


«Entonces, algunos de los creyentes que pertenecían al grupo conservador se
pusieron de pie y dijeron: “No podemos permitir que nadie que coma carne,
use joyas o ____________ se una a la iglesia» (estoy seguro de que usted pue-
de completar el espacio en blanco con alguna anécdota de su experiencia).
Se escuchó la exigencia de que los gentiles tenían que adaptarse y «se reu-
nieron entonces los apóstoles y los ancianos para estudiar este asunto» (vers.
6, DHH). Cómo me gustaría haber escuchado esta reunión de la junta de
apóstoles y ancianos. Si tenemos en cuenta la relación entre judíos y gentiles
durante este tiempo, sin duda fue una discusión acalorada. Los judíos consi-
deraban a los gentiles como paganos. Según la ley judía, no podías casarte
con ellos, no podías comer con ellos y no podías entrar a sus casas. Ahora
todos estos «paganos» aceptaban a Jesús y se unían a la iglesia. Estoy seguro
de que los judíos que habían estado siguiendo a Dios toda su vida dijeron
que se estaba rebajando la norma. Querían educar a estos nuevos seguidores
74 • L a educación

de Jesús en las reglas de la Torá. Al defender sus puntos de vista, citaron las
reglas del Antiguo Testamento sobre la circuncisión (ver Génesis 17: 9–14;
Levítico 12: 3; Génesis 34: 15).
«Después de una larga discusión, Pedro tomó la palabra: “Hermanos, us-
tedes saben que desde un principio Dios me escogió de entre ustedes para
que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran. Dios,
que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu
Santo, lo mismo que a nosotros. Sin hacer distinción alguna entre nosotros y
ellos, purificó sus corazones por la fe. Entonces, ¿por qué tratan ahora de
provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni
nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? ¡No puede ser!
Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Se-
ñor Jesús”» (Hechos 15: 7–11, NVI).
Por lo tanto, durante el desarrollo inicial de la iglesia institucional, Pedro
notó que Dios no hacía distinción entre los pecadores gentiles y los santos
judíos, señalando que todos vivían bajo la gracia. Jacobo resume así la deci-
sión que se tomó en ese primer congreso de la Asociación General.

«Cuando terminaron, Jacobo tomó la palabra y dijo: “Hermanos,


escúchenme. Simón nos ha expuesto cómo Dios desde el principio
tuvo a bien escoger de entre los gentiles un pueblo para honra
de su nombre. […] Por lo tanto, yo considero que debemos dejar de
ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios”» (vers.
13–19, NVI).

Debemos dejar de poner trabas


El fundamento de la decisión no fue una serie de citas del Antiguo Testa-
mento que demuestran la importancia de la circuncisión. Eso era lo que esta-
ban haciendo los judaizantes. No decidieron establecer clínicas de circunci-
sión en las iglesias. Los líderes no sacaron a relucir el reglamento operativo,
el manual de la iglesia o el manual del alumno. Jacobo expresó lo que parecía
ser el consenso del grupo después de su discusión. Y ese consenso se resume
8. la educación y la redención • 75

en cinco palabras: «Debemos dejar de ponerles trabas». Las instituciones hu-


manas tienden a dificultar las cosas, a ser exclusivistas. Nos gusta pertenecer a
un grupo privilegiado, ser elegidos para la tarjeta de crédito de platino y que
nos eleven a primera clase en el avión. El grupo de fariseos quería usar su
«club» para elevar la exclusividad. Jesús vino a enseñarnos cómo es Dios, que
para nada es exclusivista, sino que desea que todos reciban la redención (ver
1 Timoteo 2: 3–4).
¿Qué significa «dejar de poner trabas» en una institución, en una iglesia o
en una escuela? Significa establecer reglas racionales mediadas por las relacio-
nes. Si las reglas institucionales son comprensibles y explicables a cualquier
persona razonable, ¡entonces dejan de ser «trabas»! Fíjese que dije: «a cual-
quier persona razonable» (soy consciente de que las iglesias y las escuelas no
siempre tratan con personas razonables). A las instituciones educativas ad-
ventistas se les presenta una tarea complicada. Por un lado, el evangelio es
gratis y se enseña que la historia de la salvación no es dependiente del com-
portamiento. Por otro lado, esta tarea se lleva a cabo en un entorno social que
requiere una lista bastante larga de normas y reglas de comportamiento.

La categorización de las reglas


La disciplina es necesaria en toda institución, incluidas las escuelas y las
iglesias. Ningún grupo puede considerarse una comunidad a menos que ten-
ga algunas cosas en común. La definición misma de comunidad es tener co-
sas en común, y eso incluye reglas y leyes que requieren disciplina. Pero la
inclinación humana es a imponer el castigo, no la disciplina. La disciplina es
redentora, mientras que el castigo es punitivo. En una comunidad disciplina-
da, los miembros expresan su responsabilidad mutua asegurándose de que la
corrección se aplique con gracia. Diferentes categorías de reglas pueden ayu-
dar a las instituciones a no poner «trabas» a los estudiantes y miembros de la
iglesia. Dividir las reglas en categorías puede ser una solución.
Primero, algunos patrones de comportamiento tienen su origen en las
creencias doctrinales, que son parte integral de la existencia misma de la co-
munidad. Sin estas leyes o reglas, la comunidad no tendría nada en común y
76 • L a educación

no sería una comunidad en absoluto. Los Diez Mandamientos y las veintio-


cho creencias fundamentales entran en esta categoría. Son una expresión de
las enseñanzas fundamentales de la iglesia y están respaldados por las Escri-
turas, proporcionándole a la comunidad su identidad básica. Estas reglas no
son negociables.
Segundo, algunos estándares de comportamiento surgen de nuestra he-
rencia religiosa y cultural. Entre ellas, por mencionar un ejemplo, tenemos
normas de vestimenta conservadoras. Nos abstenemos de estos elementos o
los aceptamos porque forman parte de nuestra imagen: es lo que somos. Son
parte de nuestra tradición religiosa. Estas reglas o políticas reflejan nuestra
cultura colectiva y cómo deseamos representarnos a nosotros mismos. No
excluimos a las personas de la iglesia, ni emitimos juicios sobre ellas si no
siguen estas reglas.
Tercero, algunas políticas de comportamiento son reglas necesarias en si-
tuaciones que involucran a los adolescentes y adultos. Por ejemplo: dónde
estacionar el automóvil y, en el caso de una escuela, regulaciones como guar-
dar los teléfonos celulares durante la clase y no comer en la biblioteca.
Para crear regulaciones racionales, necesitamos entender estas categorías
en las reglas. No debemos tratar de adjudicarles implicaciones morales a la
transgresión de los estándares de comportamiento que son meramente nor-
mas institucionales o culturales.
Por supuesto, incluso cuando los administradores saben que tienen una
buena motivación para una regla, los estudiantes y los padres pueden no es-
tar de acuerdo. Entonces, al final, es la relación la que equilibra la ley y la
gracia. El Antiguo Testamento nos brinda una ilustración perfecta. La gloria
shejiná, o la presencia de Dios, residía en el propiciatorio, sobre las tablas de
la ley. En ese lugar era donde se unían la misericordia y la ley. La presencia
de Dios era lo que las unía. En los tiempos del Nuevo Testamento, Jesús nos
mostró a través de su vida y sus enseñanzas cómo combinar la ley y la gracia.
Él murió para revalidar la ley y darnos la gracia.
En el contexto de la educación cristiana, tenemos maestros, decanos y ad-
ministradores espirituales que combinan la ley y la gracia en sus vidas. Ellos
ejemplifican con sus vidas cómo vivir las reglas y amar a los alumnos.
8. la educación y la redención • 77

Nuestras instituciones no pueden hacer extensiva la gracia desestimando las


reglas o haciéndolas inocuas. Hacen extensiva la gracia al tener personal lleno
de ella, que ha experimentado el evangelio en su propia vida y que modela
las reglas de la vida institucional. Los pastores, la facultad y el personal deben
primero infundir a los estudiantes su amor antes de que puedan moldear sus
opiniones. Con demasiada frecuencia, buscamos moldear sus opiniones pri-
mero, haciendo que se rebelen. A través del amor, podemos unir la gracia y la
ley. La siguiente tabla ilustra la educación basada en la gracia:

Problema Orientación sin la gracia Orientación con la gracia

Ambiente escolar Frío y tenso Amigable e inclusivo

Director Celador Ayudante

Maestros Policías Mentores

Trabajadores Tratados con desconfianza Tratados con confianza

Dormitorio Prisión Hogar

Decanos Vigilantes Amigos

 uscan a los que están dispuestos


B
Políticas de aceptación Buscan la perfección
a aprender

Manual del estudiante Lo que no puedes hacer Lo que no debes hacer

Preguntas No preguntes Libertad de preguntar

Obediencia Por miedo Por amor

Pecado Romper las reglas Romper la relación

Segunda Venida Miedo Alegría

Fe Salto en la oscuridad Salto a la luz

Dios Juez severo Padre amoroso

Ley Instrucción restrictiva Pautas amorosas


78 • L a educación

Al comienzo de este capítulo usamos a Moisés como una ilustración de


alguien que no pasó por alto los pecados de los israelitas cuando adoraron a
un becerro de oro. De hecho, les administró un castigo severo. Pero Dios le
sugirió a Moisés: «Yo he visto a este pueblo, que por cierto es un pueblo muy
terco. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los consuma;
pero de ti yo haré una nación grande» (Éxodo 32: 9–10). Entonces, en ese
momento Moisés manifestó el amor de un verdadero líder. Regresó al Señor
y dijo: «Puesto que este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse dioses
de oro, te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame del libro que
has escrito» (vers. 31).
Moisés mediaba la ley con tanto amor, que estaba dispuesto a renunciar a
su salvación por el pueblo al que servía. Ese tipo de amor siempre comunica-
rá la gracia divina, incluso en un entorno institucional cargado de reglas.
Entonces, ¿es la «gracia institucional» un oxímoron? No, a menos que las
personas de la institución no representen a Jesús y su amor en sus vidas.
Cuando los pastores, administradores y maestros experimenten el amor de
Dios y su aceptación incondicional, habrá gracia institucional, y no será un
oxímoron.

Fábulas del bosque Fenton


Hace muchos años, en el bosque Fenton, se tomó la decisión de que todos
los habitantes del bosque recibirían almuerzos gratis. Se pensó que esto dis-
minuiría el alto nivel de pobreza y aseguraría un ambiente forestal estable.
Durante unos años, pareció funcionar bien y había un nivel de vida más alto
en el bosque y, sin la necesidad de competir por el suministro de alimentos,
los habitantes del bosque se la llevaban mejor. El bosque Fenton se convirtió
en un lugar muy atractivo para vivir.
Tiempo después de que la política de almuerzo gratis entró en vigor, un
grupo comenzó a cuestionarla. Habían pasado muchos años desde que se
instituyó y, en su cuidadoso estudio de la economía, ellos concluyeron que
no había tal cosa como un almuerzo gratis. Comenzaron a expresar dudas
8. la educación y la redención • 79

sobre la generosidad de quien lo proporcionó y su capacidad para seguir pa-


gando por ello.
Este grupo estaba convencido de que la economía y el bosque en general
mejorarían si cada cual pagara su propio almuerzo. Dijeron que traería más
dinero a la economía forestal y que el resultado sería un mejor bosque. Ade-
más, ¿cómo sabían cuánto tiempo su benefactor podría continuar proporcio-
nando el almuerzo gratis?
Llamaron aprovechadores a los que querían almuerzos gratuitos, gente que
no contribuía en nada a la economía forestal. Ignoraron el hecho de que los
que participaban en el programa de almuerzo gratuito estaban trabajando
tan duro como ellos y, en algunos casos, incluso más. Adoptaron como lema:
«¡No existe un almuerzo gratis!».
Entonces, un día, el que tomó la decisión de instaurar el programa de al-
muerzo gratuito y que también los financiaba, se encontró con que sus gene-
rosas disposiciones no eran aceptadas o apreciadas por algunos. Les preguntó
por qué, pero estos se quedaron sin palabras. Y así, los arrojó en las tinieblas
de afuera, donde será el lloro y el crujir de dientes.
9
La iglesia y la educación
«Estaba sorprendido, confundido, desconcertado
Cuando entré por la puerta del cielo,
No por la belleza de todo,
Ni las luces ni su decoración.
Sino por la gente que estaba en el cielo,
Que me dejó sorprendido y boquiabierto
Los ladrones, los mentirosos, los pecadores,
Los alcohólicos y lo peor.
Allí estaba el niño de séptimo grado.
Que me robó el dinero del almuerzo dos veces.
Junto a él estaba mi antiguo vecino.
El que nunca me dijo nada bueno.
Bob, del que siempre dije
Que se estaba pudriendo en el infierno
Estaba cómodamente sentado en la nube nueve,
Se veía increíblemente bien.
Le di un codazo a Jesús, “¿Qué es esto?
Me encantaría saber tu opinión.
¿Cómo llegaron todos estos pecadores aquí?
Dios debe haber cometido un error.
Y por qué están todos tan callados,
Tan sombríos, dame una pista”.
“Silencio, niño”, me dijo.
“Todos están sorprendidos.
Porque ninguno pensó que te vería por acá”».1

1. «Best Poem in the World», Meme, visitada el 28 de enero de 2020, disponible en:
https://me.me/i/ap-best-poem-in-the-world-i-was-shocked-confused-6394792
82 • L a educación

Las comparaciones
Un día, caminaba por la calle de regreso a mi automóvil en el centro de
Chattanooga después de una reunión del club de Rotarios. Un hombre alto y
de tez oscura se me acercó, y enseguida pensé: Es un mendigo y me va a pedir
dinero. Imagine mi sorpresa cuando me preguntó: «¿Ha alcanzado la salva-
ción?».
Lo había juzgado mal. Es este tipo de juicio erróneo el que destruye las
comunidades y socava la iglesia. Pensamos: No es como yo; es de otra raza; no
se viste como yo, y sentimos una falsa seguridad en un mundo que es como
nosotros. Pero nuestro mundo está lleno de diversidad y, como cristianos,
reconocemos a todos como parte de la familia de Dios.
Esta tendencia a evaluar o juzgar a los demás es egoísmo. Es como si colo-
cáramos a todos en una escala y buscáramos determinar en qué posición están
en relación con nuestro orden jerárquico. ¿Cuánto dinero ganan? ¿Qué tipo de
automóvil conducen? ¿Cómo se visten? Pablo abordó esta actitud en la iglesia
de Corinto: «Solo se comparan el uno con el otro, empleándose a sí mismos
como estándar de medición. ¡Qué ignorantes!» (2 Corintios 10: 12, NTV).
Compararnos con los demás no edifica a la comunidad. Dios vive en comu-
nidad: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo han estado en comuni-
dad durante toda la eternidad. En el consejo celestial, decidieron expandir esa
comunidad para incluir a la humanidad. «Y creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1: 27).

Dios ama a la comunidad


Uno de los significados de ser creados a imagen de Dios es vivir en comuni-
dad. Cuando Dios terminó cada día de la creación, vio «que era bueno» (vers.
18). Sin embargo, cuando creó a Adán, había algo que no era bueno. «No es
bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Génesis
2: 18, NVI).
Dios nunca ha estado solo. Él ha vivido toda la eternidad en la comuni-
dad de la Trinidad y nos creó para que nosotros también viviéramos en
9. La iglesia y la educación • 83

comunidad, en amorosa unidad unos con otros. Un Dios solitario amoroso


es imposible, porque el amor siempre mira fuera de sí mismo. El amor no se
cumple si no hay un objeto receptor de ese amor. La creación es simplemente
la extensión del amor que es intrínseco a la Trinidad, una comunidad que ha
existido desde siempre en una atmósfera de amor.
¿Cómo es su iglesia? ¿Qué tipo de educación provee? ¿Es una comunidad
amorosa donde la gente se siente aceptada? ¿Sienten las visitas que están en
casa cuando entran a su iglesia? ¿Es un lugar donde se puede hacer cualquier
pregunta sin ser juzgado? Si la iglesia ha de ser un lugar donde se eduque
(tenemos la Escuelas Sabática), entonces las preguntas deben ser bienveni-
das. «No juzguen a los demás, y no serán juzgados. Pues serán tratados de la
misma forma en que traten a los demás. El criterio que usen para juzgar a
otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes» (Mateo 7: 1–2, NTV).
¿Qué piensa el ciudadano promedio de la iglesia? La organización Gallup
y el Centro de Investigación Religiosa de Princeton investigaron a los no cre-
yentes en los Estados Unidos.2 A muchos les atrae la religión, pero no la reli-
gión organizada. A muchos les atrae la espiritualidad, pero no la iglesia. Alguien
dijo: «La mitad de las personas que van a la iglesia son hipócritas. Van porque
es lo que hay que hacer, no porque crean. Es un asunto de estatus. Piensan: Fui
a la iglesia hoy, así que soy una buena persona. Puedo orar y creer a mi manera.3
Sin embargo, esta tendencia no es nueva. John Heywood, que vivió en el si-
glo XVI, escribió: «Cuanto más cerca de la iglesia, más lejos de Dios».4
Los fundadores de nuestra iglesia no eran muy partidarios de la «iglesia» o
la «religión organizada», ya que habían sido expulsados arbitrariamente de
sus iglesias. No se les dio la oportunidad de explicar bíblicamente su nueva
fe. Fueron silenciados y expulsados de las iglesias por creer en el pronto regre-
so de Jesús. Era lógico que tuvieran un mal sabor en la boca por la religión
organizada.5 Estas primeras actitudes milleritas encontrarían aceptación hoy

2. A Summary of Qualitative Research of the Unchurched (Religion in American Life, 1982), p. 7.


3. Summary of Qualitative Research, p. 7
4. Julian Sharman, ed., The Proverbs of John Heywood. Being the ‘Proverbes’ of That Author Printed 1546 (Lon-
dres: George Bell and Sons, 1874), p. 35; las cursivas son del original.
5. Leroy Edwin Froom, Movement of Destiny (Washington, D. C.: Review and Herald, 1971), p. 133.
84 • L a educación

en nuestra sociedad, donde la gente quiere espiritualidad pero no religión,


Jesús pero no denominaciones.
En el estudio «Valuegenesis»,6 realizado entre jóvenes adventistas del sép-
timo día, al medirse los factores de efectividad congregacional, se encontró
que el 81 por ciento de los estudiantes en edad académica experimentaron la
enseñanza de los estándares adventistas en sus escuelas e iglesias. Sin embar-
go, solo el 35 por ciento indicó que la iglesia tiene un clima cálido, y solo el
27 por ciento indicó que a menudo experimentó el afecto por parte de los
adultos. Esas estadísticas deben revertirse. Para muchos miembros de la igle-
sia, lo único que representa el adventismo del séptimo día es una serie de
características de comportamientos más bien peculiares, más que la manifes-
tación del amor de Dios en la comunidad de la iglesia. La iglesia primitiva
demostraba la unidad y la comunidad de Dios.
En la iglesia primitiva, «todos los que habían creído estaban juntos y te-
nían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo re-
partían a todos según la necesidad de cada uno» (Hechos 2: 44–45). Fuimos
creados para vivir en comunidad y para vivir en comunión con Dios, pero la
iglesia está amenazada por el individualismo. El enfoque de nuestra sociedad
posmoderna está puesto en el individuo y lo que este desee.
Esta tendencia nos pone en peligro de terminar aislados en Facebook y
Snapchat con nuestros dispositivos electrónicos, escuchando solo a aquellos
con los que estamos de acuerdo y juzgando a los que no. La sociedad crea
nichos cuando las personas se separan en grupos polarizados; conectados
electrónicamente por creencias uniformes, razas, nacionalidades o prejuicios.
En el libro Hábitos del corazón, Robert Bellah habla de la comunidad como
un término que contrasta con el individualismo alienante. «La radio partici-
pativa […] moviliza la opinión privada, no la opinión pública, y comercia
con la ansiedad, la ira y la desconfianza, todo lo cual es mortal para la cultura
cívica».7

6. V. Bailey Gillespie et al., Valuegenesis—Ten Years Later: A Study of Two Generations (Riverside, CA: Hancock
Center, 2004).
7. Robert Bellah et al., Habits of the Heart: Individualism and Commitment in American Life (Berkeley, CA: Uni-
versity of California Press, 2008), xxiii.
9. La iglesia y la educación • 85

Una vez escuché el caso de una iglesia que estaba polarizada por algunos
problemas teológicos. Una pareja que se identificaba con una de las partes,
generalmente se sentaba en un banco específico en la iglesia. El personal pas-
toral se dio cuenta que se necesitaban más áreas abiertas para ubicar a las
personas en sillas de ruedas así que, sin pensar en quién se sentaba allí, deci-
dió cortar un banco para dejar espacio para una silla de ruedas. Tal como lo
estará pensando, cortaron el banco donde se sentaba esta pareja. Se corrió el
rumor de que el personal pastoral estaba enviando el mensaje de que esta
pareja no era deseada en la iglesia.

Comunidad e individualismo
¿Alguna vez has estado en una iglesia en la que se ha perdido la confianza?
Algunos forman grupos adentro de la iglesia. Otros, se van rápidamente luego
de finalizar el servicio. Otros evitan a ciertas personas. Los almuerzos en con-
fraternidad se convierten en un problema. Se gasta mucha energía en activi-
dades no productivas. Los unos hablan de los otros. Como dijo alguien: «Los
cristianos no chismean, ¡simplemente comparten peticiones de oración!».8
Se ha observado que en la mayoría de las organizaciones, la primera gene-
ración hace hincapié en la misión, la segunda generación hace hincapié en la
doctrina y la tercera generación hace hincapié en la burocracia. ¿Dónde se
ubica nuestra iglesia? ¿Son personas de hábitos similares que se juntan para
acicalarse mutuamente? ¿Es un lugar donde se busca simplemente estar con
personas que comen como nosotros, viven como nosotros, creen como noso-
tros y son compatibles con nosotros? ¿O es una comunidad que vive como
una unidad, como Jesús dijo en Juan 17: 21: «Para que el mundo crea que tú
me enviaste»? Todas las iglesias educan. La pregunta es: ¿Qué tipo de educa-
ción proporciona su iglesia?
Una cita a menudo atribuida a George Eliot dice: «Oh, cuán cómodo es
sentirse seguro con una persona; sin tener que medir ni los pensamientos ni

8. Michael P. Green, ed., Illustrations for Biblical Preaching (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1989), s.v.
«Gossip».
86 • L a educación

las palabras, sino poder expresarlas todas tal como son, tanto la cascarilla
como el grano, juntas; sabiendo que una mano fiel las tomará y las examina-
rá cuidadosamente, quedándose con lo que es aprovechable y, luego, con un
hálito de amabilidad, descartando las que carecen de valor».
La gente dejará de creer en las enseñanzas de Jesús que no toquen aspectos
significativos de la vida. Podemos mantener las enseñanzas de la iglesia du-
rante una generación o dos pero, a la larga, aquello que no afecta nuestra vida
desaparecerá de nuestras creencias. Transmitimos de una generación a otra el
evangelio y las enseñanzas de Jesús, no por medio de formulaciones doctri-
nales ni a través de declaraciones escandalosas, sino experimentándolas no-
sotros mismos. La iglesia debería ser una comunidad que represente a Jesús
en acción, un pequeño cielo en la tierra, una expresión viva de la descripción
que hace Jesús de la comunidad cristiana, tal como la presentó en el Sermón
del Monte (ver Mateo 5–7).
A veces pienso en la iglesia como la experiencia de un ratón que encontré
en mi garaje. Un día escuché un ruido como de algo que se movió cuando me
subí al automóvil para ir a trabajar. Miré a mi alrededor y vi el cuenco del gato
deslizándose por el suelo. Al acercarme, intuí que un ratón se había quedado
atrapado debajo del cuenco del gato. Estaba a salvo del gato pero llevaba una
vida desdichada. Algunos experimentan la iglesia como una trampa en lugar
de encontrar la libertad del evangelio. No debemos aislarnos de los demás en
un capullo de seguridad individual. Nuestras iglesias deben estar más com-
prometidas con la comunidad y no separarnos del mundo como el remanen-
te que espera que el Señor venga a rescatarnos. La única seguridad para la
iglesia es vivir como Dios nos creó, en comunidad.

La diferencia entre el cielo y el infierno


Se cuenta la historia de un hombre que murió y fue al cielo (al igual que
la historia del rico y Lázaro, esta historia es una parábola). Cuando llegó a las
puertas de perla se encontró con San Pedro, que le echó un vistazo a sus cre-
denciales y le dijo que podía entrar.
9. La iglesia y la educación • 87

El hombre dijo: «Creo que agradecería más el cielo si pudiera ver cómo es
el infierno. Me gustaría ir al infierno».
San Pedro trató de disuadirlo del viaje, pero el hombre insistió, por lo que
San Pedro ordenó a un ángel que lo acompañara al infierno. Entonces, partió
con su ángel guía a lo largo de una larga escalera al infierno. Cuando llegaron,
el hombre se quedó asombrado de lo hermoso que era. Había cisnes en la-
gos, campos verdes y todo era como el Jardín del Edén. Miró al ángel guía y
este, comprendiendo su confusión, le dijo: «Solo espera». Luego vio un edifi-
cio muy grande en el que estaban los residentes del infierno. Entró al edificio
y había una mesa alrededor de la cual se sentaban todos los residentes del
infierno, y sobre la mesa había un banquete digno de un rey. Toda la comida
más lujosa imaginable estaba sobre la mesa para los residentes del infierno.
Pero cuando el hombre miró más de cerca, notó que todos los residentes del
infierno morían de hambre. Se veían demacrados y con mucho dolor. El
hombre miró al ángel que lo guiaba y el ángel dijo que todos los residentes
del infierno tenían los brazos entablillados y no podían llevarse la comida a
la boca.
«Ahora entiendo por qué el infierno es tan terrible —dijo el hombre—. Sé
que ahora apreciaré más el cielo. Por favor, sácame de este horrible lugar y
volvamos al cielo».
Entonces, el ángel guía lo llevó de regreso al cielo y atravesaron las puertas
nacaradas. El cielo se veía bastante parecido al infierno. Estaban los cisnes en
los lagos y los hermosos campos verdes. Luego el hombre entró en un edificio
en el cielo que se parecía al que vio en el infierno y, en él, los residentes del
cielo estaban sentados alrededor de una larga mesa que estaba repleta con el
abundante banquete que era exactamente como el que el hombre había visto
en el infierno Al mirar más de cerca, notó que todos los residentes del cielo
también tenían los brazos entablillados y no podían alimentarse, pero todos
se reían y disfrutaban de la comida. El hombre se volvió hacia el ángel guía y
dijo: «No entiendo».
El ángel que lo guiaba le dijo: «La única diferencia entre el cielo y el infier-
no es que en el cielo, las personas se alimentan mutuamente».
88 • L a educación

Y esa es la única diferencia entre el cielo y el infierno. En el infierno, cada


persona está tan centrada en sí misma, que está ahogándose en un pozo de
egoísmo; mientras que en el cielo, todos se aman y se alimentan mutuamen-
te. El egoísmo, el núcleo de todo pecado, es un pozo de amor propio interior
en el que lo único que pensamos es en nosotros mismos. El amor es el núcleo
de toda comunidad, donde nos entregamos a los demás. Las iglesias son es-
cuelas donde aprendemos a edificar comunidades y convertirlas en pequeños
paraísos en la tierra, donde las personas se sienten seguras y anhelan su hogar
celestial.
10
La educación
en las artes y las ciencias

S
i hubiera vivido en Zúrich en 1524, me habría llevado una sorpresa
al llegar a la iglesia. Habría encontrado que retiraron todas las imá-
genes, además de las reliquias, los altares, las velas y los adornos. Las
paredes de la iglesia estarían vacías y no habría música durante el
servicio de adoración. Estas reformas fueron el resultado del ministerio de
Ulrico Zuinglio en Zúrich y su esfuerzo por eliminar de la adoración cual-
quier asociación con la Iglesia Católica Romana.
Cuando se destruyeron los órganos, no se trataba tanto de una aver-
sión al instrumento, sino más bien de un rechazo a la liturgia tradicio-
nal que representaba. El arte y la música, originalmente diseñados para
atraer a los fieles a Dios, se convirtieron en receptores de la adoración
en sí mismos, así que Zuinglio buscó devolver a los fieles a la sencillez
de la palabra de Dios. Ciertamente, la Reforma Protestante y Martin
Lutero empleaban música en la adoración, e incluso Calvino, que no
era partidario del uso del órgano, usaba ampliamente el canto de los
salmos.1 Su música no se habría llamado el «Salterio de Ginebra»2 si no
hubiera tenido alguna clase de innovación artística.

1. «Hay una gran diferencia entre la música que se hace para entretener a los hombres en la mesa o en sus casas,
y los salmos que se cantan en la iglesia, en la presencia de Dios y de sus ángeles», prefacio de El salterio de
Ginebra, de Calvino, de 1543.
2. Allan W. Atlas, La música del renacimiento, «El salterio de Ginebra» (Madrid: W. W. Norton & Company,
1998), p. 587, disponible en: shorturl.at/vwEH9
90 • L a educación

A lo largo de su historia, la iglesia cristiana ha oscilado de un extremo


en el que se adoran el arte, los símbolos y las imágenes; a otro extremo en
el que se eliminan totalmente las representaciones artísticas de las ideas
religiosas. Algunos culpan al cristianismo por la destrucción de mucho
arte valioso, pero cuando la verdad se distorsionó por el arte, la reforma
requirió la eliminación de este, de la misma manera en que la elimina-
ción del culto a Baal en el Antiguo Testamento requería talar las arboledas
sagradas de los árboles a pesar de que esos reformadores no se oponían a
los árboles.3
La palabra adoración se deriva de una raíz del inglés antiguo que sig-
nifica «darle, en su forma más pura, valor a algo».4 Fuimos creados para
adorar y si nuestra adoración no está dirigida a Dios, la dirigiremos
hacia algo más; tal vez un pasatiempo, una persona, un trabajo, los ni-
ños, la ciencia, el arte o cualquier otra cosa a la que nuestras acciones le
den valor. Dada la existencia de este peligro, ¿sobre qué bases podemos
fundamentar la educación en las artes y las ciencias en la vida cristiana?

Orden en el caos
«En el principio, Dios creó los cielos y la tierra. La tierra no tenía
forma y estaba vacía» (Génesis 1: 1–2, NTV). El Creador tomó aquello
que no tenía forma, tomó lo que no tenía coherencia y sacó orden del
caos. Y la humanidad, creada a imagen de Dios, tiene un papel que des-
empeñar: «Tomó, pues, Jehová Dios al hombre y lo puso en el huerto de
Edén, para que lo labrara y lo cuidara» (Génesis 2: 15).
Dios bendijo a Adán y Eva y les dio dominio. Al igual que su Padre
celestial, ellos buscaron sacar el orden del caos al ejercer dominio sobre
la tierra. De la misma manera, los maestros educan a sus alumnos bus-
cando brindar comprensión en las ciencias e inspiración en la belleza
del arte y la música.

3. Francis A. Schaeffer, How Should We Then Live (Old Tappan, NJ: Fleming H. Revell, 1976), p. 89.
4. N. del T.: El autor se refiere a la raíz etimológica de la palabra «worship», Wikipedia, s. v. «Worship», última
modificación 3 de septiembre de 2019, 15: 33, https://en.wikipedia.org/wiki/Worship.
10. La educación en las artes y las ciencias • 91

Mi esposa refleja la imagen de Dios mientras busca sacar el orden del


caos de mi armario. La humanidad, creada a imagen de Dios, busca sa-
car forma de lo que no la tiene, orden del caos. El cristiano expresa ser
un hijo de Dios creando como su Padre. El artista saca del cedro, el ro-
ble, el plomo y el oro puros un órgano, y el músico lo usa para producir
música majestuosa. Para el profesor de ciencias, podría tratarse de la
confusión sin forma que la ciencia atea usa para explicar el origen hu-
mano durante miles de millones de años y el movimiento aleatorio de
átomos y moléculas. Para los profesores de ciencia, arte y música, es
eminentemente cristiano ser creativo con lo que no tiene forma. Esto
sigue los pasos del Creador.

El arte y la música alimentan el alma


Si a alguno de nosotros nos llevaran y nos dejaran en la jungla, inme-
diatamente buscaríamos adaptarnos a nuestro entorno. Primero, inten-
taríamos conseguir refugio y comida. Cuando tengamos satisfechas esas
necesidades, podríamos elegir una flor para el refugio y tal vez cortar un
poco de bambú para hacer una flauta. Eso forma parte de la imagen de
Dios que él puso en nosotros para ir más allá de asegurar nuestra sobre-
vivencia física a la aventura de la creación estética.

«Si de tus bienes mortales te despojaran,


Y solo dos panes te quedaran,
Vende uno y con calma
Compra jacintos para alimentar el alma».5

Los cristianos tienen una razón especial para comprar jacintos para
alimentar el alma, para tomar el caótico mundo a su alrededor y sacar
orden de él. Al hacerlo, ejercen el imago Dei, la imagen de Dios, y

5. Moslih Eddin Saadi, «Hyacinths to Feed Thy Soul», The Best Loved Poems of the American People, ed. Hazel
Felleman (Nueva York: Doubleday, 1936), p. 78.
92 • L a educación

ayudan a los estudiantes a ver a Dios en su creación y a ser hijos de Dios


al ser creativos.
Durante la mayor parte de la historia del cristianismo, la población
general era analfabeta, y por esa razón, el arte y la música se usaban para
contar historias bíblicas. Un obispo del siglo XII le escribió a un artista:
«Adornando el techo y las paredes con obras variadas y de colores diver-
sos, de alguna manera has expuesto a los ojos de los fieles el Paraíso de
Dios, decorado con innumerables flores. Has tenido éxito en dejar que
el Creador sea alabado en la creación y en mostrar que Dios es admira-
ble en su trabajo».6 Hoy, los cristianos continúan alabando a Dios e
imitando al Padre celestial creando música, arte e instrumentos. Crean-
do orden donde hay desorden.

Dios ama la belleza


Gran parte del desarrollo del pensamiento científico se logró gracias
a muchos que buscaron entender la creación de Dios; pero el esfuerzo
científico actual, con sus presupuestos materialistas ateos, es impulsado
por individuos que excluyen a Dios de la ecuación. Como dice Pedro:
«Esa gente no quiere darse cuenta de que desde tiempos antiguos ya
existía el cielo, y también la tierra, que Dios con su palabra hizo salir del
agua y la mantiene en medio del agua» (2 Pedro 3: 5, DHH).
La educación científica que excluye al Creador da como resultado
que los estudiantes se queden sin una base moral para la vida. Los resul-
tados Pablo los describe en su Epístola a los romanos. «La ira de Dios se
revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres
que detienen con injusticia la verdad, porque lo que de Dios se conoce
les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó: Lo invisible de él, su eterno
poder y su deidad, se hace claramente visible desde la creación del mun-
do y se puede discernir por medio de las cosas hechas. Por lo tanto, no
tienen excusa» (Romanos 1: 18–20).

6. Jacques Barzun, The Use and Abuse of Art (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1974), p. 32.
10. La educación en las artes y las ciencias • 93

¿Qué fundamento pueden tener las decisiones con consecuencias


morales si la única norma es la supervivencia del más apto? Ese princi-
pio evolutivo egoísta da prioridad a los poderosos, pero Jesús vino a
elevar a los oprimidos.

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vis-
ta a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4: 18).

El diseño que vemos en la naturaleza apunta a un Diseñador creativo


y artístico, y expresa la gloria y la belleza de Dios. El maestro cristiano
de ciencias y arte con una cosmovisión bíblica, enseña desde la perspec-
tiva fundamental de la creación de Dios. Esta clase de educación distin-
gue entre la necedad de la falsa sabiduría que excluye reconocer al Crea-
dor, y la belleza de temer a Dios y aceptar al Diseñador creativo.

El valor educativo del arte y la música


Hay quienes afirman que las obras de arte o musicales no tienen uso,
debido a que no son prácticas. ¿Qué podemos decir de eso? Estas perso-
nas no comprarían jacintos, sino únicamente pan. Pero es este aspecto
del arte, su inutilidad desde un punto de vista utilitario, lo que lo hace
tan útil. Porque nos llama a salir del utilitarismo, donde todo debe
usarse para algo. Nos llama a salir del materialismo, donde la atención
se enfoca en obtener un retorno de la inversión. Nos llama a través de
símbolos a ir más allá de lo visible hasta el Dios invisible. La creación
de arte y música moldea nuestros sentimientos al tocar lo intocable, así
como una imagen de resonancia magnética «toca» los órganos internos
del cuerpo. Del mismo modo, el arte y la música fotografían nuestro
espíritu, los pensamientos y sentimientos que se agitan en lo profundo
de nuestro ser. Desafortunadamente, en la educación secular de las ins-
tituciones públicas, donde se excluye al Dios Creador, la música, el arte
y la ciencia tienen pocos fundamentos morales y con frecuencia
94 • L a educación

exponen el espíritu del mal y de pecado que domina la perversión de la


creación de Dios producto de la sociedad.
Algunas veces, al escuchar una pieza musical se nos eriza la piel. ¿Al-
guna vez ha visto una película y, durante una parte cargada de suspenso
y acción, le baja el volumen para no involucrarse demasiado en el dra-
ma? Eliminar el sonido reduce diez veces el efecto dramático. Cuando
yo escucho la «Serenata a la música» de Vaughan Williams, recuerdo
haberla cantado en la universidad y la canto. Produce recuerdos en mí.
Toca lo intocable, lo inefable.
La educación debe ir más allá de hacer preguntas importantes y pro-
porcionar respuestas satisfactorias. La educación debe ir más allá de
proporcionar comunión. La educación debe ir más allá de ofrecer con-
sejos para una vida ética. El objetivo de la educación no es simplemente
convencer intelectualmente a las personas del valor de la religión, sino
ayudarlas a sentir este valor en lo más profundo de su ser.7
La adoración es una forma de arte educativo, y nuestra música es el
pincel con el que aplicamos la pintura de la fe a nuestro espíritu. La
música no debe tener el propósito de crear un ambiente. No es para
llenar espacios vacíos durante el servicio de adoración. La música sirve
para ayudarnos a expresar lo inexpresable. La música es un acto de ado-
ración que, como dijo Samuel Mitter, es «la proyección en un lugar es-
pecífico, en un momento específico, de lo que los fieles creen que es la
naturaleza de la realidad última».8
Algunos subestiman el valor educativo de la adoración colectiva, pre-
firiendo la primacía de la meditación individual. Sin embargo, el esfuer-
zo individual no proporciona un alcance que pueda ir más allá de nues-
tra esfera personal. En la adoración colectiva, nos tomamos de las ma-
nos y nuestra expresión mutua es mayor que la suma de sus partes. La
forma principal en que nos tomamos de las manos durante la adora-
ción es a través de la expresión musical. El centro de la adoración está

7. Paul Hoon, The Integrity of Worship: Ecumenical and Pastoral Studies in Liturgical Theology (Nashville, TN:
Abingdon Press, 1978), p. 200.
8. Paul Hoon, Integrity of Worship, p. 41.
10. La educación en las artes y las ciencias • 95

en el Verbo, el Verbo que se hizo carne, la expresión objetiva de la vo-


luntad de Dios a través de su Palabra. Y su Palabra siempre debe ser
soberana, pero también debe tocarnos profundamente, llegar a nuestro
corazón y sentimientos. En este sentido, la música y las artes nos educan
de maneras que los sermones no pueden lograr.
El arte y la música deben relacionarse con la adoración cristiana
como adjetivos, no como sustantivos. En el cristianismo, la integridad
del lenguaje estético debe provenir de la teología. Sin embargo, existe
una estrecha relación entre el contenido de nuestra vida y nuestra músi-
ca y arte. Existe una estrecha relación entre nuestro comportamiento
moral y nuestra música y arte.9
Amós expresó la preocupación de Dios por la música divorciada del
comportamiento, la experiencia estética separada de la vida:

«¡Alejen de mí el ruido de sus cantos! ¡No quiero oír el sonido de


sus arpas! Pero que fluya como agua la justicia, y la honradez
como un manantial inagotable» (Amós 5: 23–24).

La música y el arte pueden ser el recubrimiento que oculta una debi-


lidad en la vida espiritual. La experiencia estética puede buscarse como
un fin más que como un medio para el propósito de glorificar a Dios.
Cualquier ofrenda a Dios que no incluya el corazón, que no incluya la
justicia y la rectitud, es engañosa y puede adormecer al adorador con
una falsa sensación de seguridad. La música puede movernos, pero has-
ta que no nos mueva la acción en nuestra vida, cualquier melodía no
será sino una mera droga o un escape narcótico hacia uno mismo.

Fábulas del bosque Fenton


En cierta ocasión en el bosque Fenton, a Freddy el zorro lo despertó
el fuerte canto de Jackie la arrendajo. Parece que Jackie había encontra-
do el lugar secreto donde la ardilla Corretona escondía sus nueces, cerca

9. Paul Hoon, Integrity of Worship, capítulo 6.


96 • L a educación

de la guarida de Freddy. Estaba dándose un banquete con las nueces y


cantando a todo pulmón. Bueno, no hace falta decir que Freddy no es-
taba muy contento de que lo hubieran despertado tan temprano con
esos cantos.
—¡¿Puedes callarte?! —le gritó Freddy a Jackie desde la puerta de su
guarida—. A la gente civilizada le gusta dormir en la mañana.
Jackie no le hizo caso a Freddy. En realidad, rara vez lo hacía, así que
continuó cantando feliz mientras cavaba más profundamente en el es-
condite de nueces de la ardilla Corretona.
—Sé por qué cantas así —gritó Freddy—. Cantas tan feo, que tu mú-
sica mata a los gusanos que están en las nueces.
—Simplemente no aprecias la buena música —gritó Jackie.
En medio de la discusión, el viejo búho sabio pasó y se detuvo para
ver de qué se trataba aquel asunto.
—A Freddy no le gusta escuchar el alegre sonido de la buena fortuna
de los demás —le dijo Jackie al viejo búho sabio.
En ese momento, sonó a lo lejos un largo y definido sonido como de
un cuerno.
—Ese es otro sonido hermoso —dijo Jackie la arrendajo, haciendo
una pausa para escuchar los tonos suaves a la deriva a través de la comu-
nidad forestal.
—¡Ese sonido es aún más terrible que tu canto! —dijo Freddy mien-
tras corría colina arriba.
—¿A dónde va tan rápido? —le preguntó Jackie al viejo búho sabio.
—El sonido del cuerno de caza de zorros no es un sonido hermoso
para Freddy —dijo el viejo búho sabio, que luego reflexionó: «La expe-
riencia personal aporta significado a los sonidos y la música que uno
escucha».
11
Los cristianos y el trabajo

H
ace poco me jubilé y me di cuenta de que pasar de un trabajo
tiempo completo a un trabajo a tiempo parcial (mi esposa cree
que no me he jubilado) es todo un desafío. Pasar de tener una
larga lista de «tareas pendientes» que incluye a diversas perso-
nas a trabajar por mi propia cuenta en una oficina en casa es un cambio sig-
nificativo. Es bueno tener mi propio horario, pero extraño la rutina de las
horas de trabajo regulares y a mis compañeros. Conocí a alguien que mantu-
vo su rutina cuando se jubiló. Se levantaba a la misma hora, se vestía con
ropa de oficina y entonces se iba a otra habitación de su casa, donde trabaja-
ba. Simplemente mantuvo su rutina.
«Jubilarse» generalmente significa dejar de trabajar, pero dejar de ejercitar
el cerebro y el cuerpo los debilita. La fragilidad no tiene que ser necesaria-
mente una consecuencia del envejecimiento. Los que cuando se jubilan cesan
su actividad se vuelven frágiles tanto mental como físicamente. No es una
meta sana esperar la jubilación si lo que se tiene en mente es dejar de trabajar.

La definición de trabajo
Cuando decimos que algo «funciona», queremos decir que no está daña-
do, que hace lo que se supone que debe hacer. Podemos extrapolar esta defi-
nición al trabajo. De hecho, en inglés tenemos una sola palabra para «funcio-
nar» y «trabajar». Una persona «funciona» cuando no está dañada. Podemos
trabajar como pasatiempo o tener un trabajo a tiempo parcial, pero el
98 • L a educación

significado de la vida se obtiene cuando contribuimos a través de nuestro


trabajo. El que pase la jubilación sentado en una mecedora vegetando en
frente de un televisor no sentirá satisfacción y no vivirá mucho. Jubilarse no
significa no trabajar porque «retirarse del trabajo ha deprimido a muchos
hombres y ha acelerado su muerte».1 Fijarnos objetivos productivos es lo que
nos mantiene avanzando en la vida. A mi suegra, de 99 años, todavía le gusta
trabajar repartiendo folletos a las personas que la visitan en el centro de asis-
tencia donde ella vive.
Una pregunta que siempre me hacen es: «¿Y qué tal te va en tu jubila-
ción?». La insinuación es que ya no estoy trabajando, así que me apresuro a
contarles todo el trabajo que estoy haciendo en mi «jubilación». «Cualquier
persona que deja de aprender es viejo, ya sea a los veinte o a los ochenta.
Cualquiera que sigue aprendiendo se mantiene joven».2 El aprendizaje per-
manente es crecimiento intelectual continuo. Este aspecto importante y con-
tinuo de la educación proporciona las herramientas para crecer intelectual-
mente durante toda la vida. El crecimiento mental no se jubila.
La palabra «trabajo» evoca una imagen de compulsión o tormento. Esta
palabra incluso se usa para describir el dolor de dar a luz, en la frase «trabajo
de parto». La palabra trabajo en español, así como travail en francés, se derivan
del termino latín trepaliare, que significa torturar, infligir sufrimiento o ago-
nía. ¡No es precisamente algo muy inspirador!
Para aclarar el asunto, necesitamos usar la palabra «vocación», y no «tra-
bajo». Vocación sugiere un llamado que uno sigue en la vida y no solo un
trabajo que uno debe hacer para ganarse la vida. Cuando uno deja un trabajo
en particular que es una expresión de su vocación (en otras palabras, cuando
uno se retira de ese trabajo), entonces asume otra responsabilidad que es una
expresión diferente de su vocación. Jamás nos retiramos completamente de
nuestra vocación o llamado. En muchos casos, la continuación del empleo
puede ser voluntaria, no remunerada, pero sigue siendo una expresión de
vocación. Yo siempre les aconsejé a los estudiantes universitarios que si se

1. Attribuida a Ezra Taft Benson en BrainyQuote, disponible en: https://www.brainyquote.com/quotes/ezra_taft_


benson_ 556124
2. Atribuida a Henry Ford en Akifrases, disponible en: https://akifrases.com/frase/146580
11. Los cristianos y el trabajo • 99

dedican a la carrera que aman, jamás tendrán que trabajar un día en sus vi-
das.3 Cumplir nuestro llamado no se siente como trabajo o travail. Es la sim-
ple consecuencia de una vida que busca usar los dones que Dios le dio para
servir a los demás. Uno nunca se retira de su vocación o llamado. Es nuestra
búsqueda de por vida de transformar el mundo, de cambiarlo. Jason D. Ste-
vens toca este tema en una entrada de su blog: «La vocación y el apocalipsis:
El camino de McCarthy». «Yo les pregunto a mis alumnos qué hace que la
elección del hombre a vivir sea más que el simple miedo a la muerte o el
instinto de supervivencia. La respuesta es la vocación: el sentido de propósito
del hombre eleva su elección de vivir más allá de la mera supervivencia ani-
mal (las pandillas de caníbales eligen la «vida») a algo genuinamente
humano».4

La importancia del trabajo


Pablo habla de la importancia del trabajo, sugiriendo incluso que los es-
clavos sirvan a sus amos como si sirvieran a Cristo mismo. Nos dice: «Traba-
jen con entusiasmo, como si lo hicieran para el Señor y no para la gente»
(Efesios 6: 7, NTV). A los Tesalonicenses, les dice que los que no trabajan no
deberían comer (2 Tesalonicenses 3: 10).
La educación en sí misma es trabajo; es el trabajo de consolidar nuestro
llamado. La educación cristiana es el proceso de llevar a los jóvenes a encon-
trar una vocación satisfactoria, un llamado que le dé sentido a su vida y la
oportunidad de servir a la humanidad. Yo les decía a los alumnos de primer
año cuando llegaban por primera vez a Southern que su trabajo consistía en
educarse. Ese era su trabajo. Lo primero que debe hacer es presentarse a su
trabajo. Si usted no pasa ocho horas al día en el trabajo, no está haciendo su
trabajo. Y también lo pueden despedir de este trabajo de educarse. Las

3. «Debes estar seguro de dos cosas: debes amar tu trabajo y no estar deseando que acabe para que empiece la
diversión. Y la otra: no debes avergonzarte de él y pensar que sería más honroso para ti hacer otra cosa. Debes
sentirte orgulloso de tu trabajo, y de aprender a hacerlo bien», George Eliot, Middlemarch: A Study of Provin-
cial Life, t. 2, Foleshill ed. (Boston: Little, Brown, and Company, 1900), p. 564.
4. Jason D. Stevens, «Vocation and the Apocalypse: McCarthy’s The Road», Vocation Matters, 14 de agosto de
2019, disponible en: https://vocationmatters.org/2019/08/14/apocalypse-mccarthys-the-road/.
100 • L a educación

universidades lo llaman «despido académico». El esfuerzo educativo se rela-


ciona con trabajar nuestra mente. Como dice Elena G. de White: «Todo ser
humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante
a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. […] La obra
de la verdadera educación consiste en desarrollar esta facultad, en educar a
los jóvenes para que sean pensadores, y no meros reflectores de los pensa-
mientos de otros».5

La formación de pensadores
Para convertirse en «pensadores, y no meros reflectores de los pensamien-
tos de otros», se requiere de un ambiente seguro en el que el joven pueda eva-
luar sus pensamientos en una atmósfera de libertad académica. En las univer-
sidades seculares, la libertad académica se considera el santo grial, y las res-
tricciones sociales del discurso políticamente correcto excluyen los pensa-
mientos de los alumnos y maestros por igual, casi tan estrictamente como
muchas instituciones educativas patrocinadas a nivel denominacional.
Las conversaciones, por supuesto, tienen límites, pero aquellos que parti-
cipan íntimamente en ella no deben, solo porque escuchan fragmentos de la
conversación, llegar a conclusiones injustificadas sobre la fe de los comunica-
dores. Debe haber confianza entre el constituyente, la facultad, el personal, la
administración y la junta de fideicomisarios. La educación no consiste en
simplemente acumular ciertos hechos sobre historia mundial, química, bio-
logía, religión, filosofía, matemáticas e informática. El propósito de la educa-
ción no ha de ser únicamente conseguir un trabajo y convertirse en parte del
engranaje en una economía capitalista, buscando poder y dinero. La educa-
ción cristiana ha de transformar el pensamiento y el carácter del alumno.
Albert Meyer dice: «La educación es una conversación entre las generacio-
nes mayores y las más jóvenes sobre lo que es verdaderamente importante».6
La educación superior es un lugar para entablar conversaciones significativas
entre las generaciones más antiguas y las más jóvenes de adventistas del

5. Elena G. de White, La educación, cap. 1, p. 16.


6. A
 lbert J. Meyer, «The Church and Higher Education», Menno Simons Lectures, lunes, 1o de noviembre de 1993.
11. Los cristianos y el trabajo • 101

séptimo día. Es un lugar para mantener un diálogo en el que, a través del


amor y la confianza mutuos, se tomen las palabras del otro como un legado
sagrado, tamizando la cizaña y aprovechando al máximo el trigo. En esta re-
lación de confianza mutua, el alumno tiene la libertad de evaluar los pensa-
mientos y, aquellos pensamientos que no calen en la comunidad, mueran de
muerte natural. No debería haber creadores de teorías conspirativas que, to-
mando las palabras del profesor o de los alumnos, lancen una cadena de
acusaciones destinadas a entrampar a los demás en una cadena de rumores
que se publiquen en páginas de Internet disidentes.
Cuando yo tenía dudas sobre algo, mi padre solía decirme: «Duda de tus
dudas y cree en tus creencias». La duda es normal. Se debe alentar a los estu-
diantes a cuestionar las cosas, ya que hacerlo es el preludio del conocimiento.
Las universidades y colegios universitarios por lo general no brindan todas
las respuestas. Una buena educación alienta a los alumnos a hacer preguntas
difíciles y mirar todo desde una variedad de puntos de vista. La facultad y el
personal proporcionarán mentores como modelos a seguir sobre cómo rela-
cionarse con las dudas y la vida en general. La buena noticia de la aceptación
de Dios crea una atmósfera que promueve las conversaciones educativas.
Elena G. de White dijo: «La ignorancia no es aceptable para Dios, y es des-
favorable para la ejecución de su obra».7 Incluso llega a decir que «la ignoran-
cia es inadmisible cuando se puede obtener luz y conocimiento».8 Las institu-
ciones educativas no existen para que clonen el pasado o proteger el statu quo.
Nuestro Señor murió en la cruz para proteger nuestra libertad, y lo deshonra-
mos cuando nuestra visión de la educación se vuelve adoctrinamiento en
lugar de conversación; lavado de cerebro en lugar de diálogo.
No es posible aprender una habilidad en ninguna universidad que nos
mantenga durante toda la vida. Los cambios en el lugar de trabajo llegan de-
masiado rápido. La educación no consiste tanto en aprender un oficio como
en aprender a vivir la vida. Educarnos no es llenar la mente con mucha infor-
mación, sino en encender el fuego de la curiosidad sobre el mundo y la vida.

7. Elena G. de White, Conducción del niño, cap. 21, p. 128.


8. Elena G. de White, Manuscript Releases, t. 11 (Silver Spring, MD: Ellen G. White Estate, 1990), p. 170.
102 • L a educación

No es posible aprender un poco de conocimiento en la universidad que al-


cance para toda la vida. El trabajo del estudiante consiste más bien en apren-
der a aprender, aprender a adaptarse continuamente al cambio de circunstan-
cias, a ser un aprendiz de por vida.
La novela distópica Un mundo feliz, de Aldous Huxley, describe un mundo
en el año 2540 en el que los humanos son clonados para realizar trabajos
como máquinas diseñadas para una tarea, lo que resulta en la pérdida de la
moral y la humanidad.9 Aún estamos muy lejos del 2540, pero la vinculación
de la inteligencia artificial con las máquinas apunta a un futuro en el que el
trabajo es cada vez más mental y cada vez menos físico. Todo esto apunta a la
importancia de una educación que guíe a los jóvenes hacia una vocación de
servicio con sólidos fundamentos morales bíblicos. La sabiduría sin un funda-
mento bíblico es propensa a dar como resultado una sociedad distópica, que
es lo opuesto al plan de Dios para su reino en la tierra. «El principio de la sa-
biduría es el temor de Jehová; buen entendimiento tienen todos los que prac-
tican sus mandamientos; ¡su loor permanece para siempre!» (Salmo 111: 10).

Fábulas del bosque Fenton


Ocurrió una vez en el bosque Fenton que el zorro Freddy y el oso Gruñón
se pusieron a conversar sobre lo bueno que sería tener comida fresca de un
huerto. El tema surgió porque Freddy recibió un catálogo de semillas por
correo, que tenía muchas imágenes a color de frutas y verduras deliciosas. De
solo mirar las fotos les dio hambre. Mientras hablaban de eso, se emociona-
ron con la idea.
—¡Cada cual podría tener un jardín, y lo que no usemos nosotros mis-
mos, podríamos venderlo! —dijo Gruñón.
—¡Buena idea! —respondió Freddy—. La gente siempre quiere zanaho-
rias, tomates y sandías frescas, y yo siempre quiero más dinero.

9. «El gobierno de Un mundo feliz mantiene el control al hacer a sus ciudadanos tan felices y superficialmente
satisfechos que no les importa su libertad personal. En Un mundo feliz, las consecuencias del control estatal
son la pérdida de la dignidad, la moral, los valores y emociones; en resumen, la pérdida de la humanidad»,
«Brave New World», SparkNotes, disponible en: https://www.sparknotes.com/lit/bravenew/themes/.
11. Los cristianos y el trabajo • 103

—¡Podríamos armar un puesto de frutas y verduras en la calle Harvard,


frente a la cabaña de nueces de la ardilla Corretona! —Dijo gruñendo el oso
Gruñón. Gruñón siempre gruñía cuando se emocionaba.
—Exacto —agregó Freddy— Si la ardilla Corretona gana algo de dinero
vendiendo nueces en Nueces Hut, ¿por qué no podemos ganar dinero noso-
tros con un puesto de frutas y verduras?
Todo parecía tan fácil que ambos decidieron seguir adelante con sus pla-
nes y cada uno plantar un jardín.
Ahora, Freddy no era un tipo muy trabajador que se diga. Él mismo no se
veía cavando la tierra. Su abrigo sedoso podría ensuciarse. Tampoco se veía
tirando de las malas hierbas. De hecho, algunas malas hierbas eran espinosas
y podrían pincharlo. Pero en realidad quería un jardín, así que pidió algunas
semillas del llamativo catálogo de semillas. Cuando llegaron las semillas, en-
contró un lugar en el prado donde parecía que pegaba bastante sol y extendió
generosamente las semillas que compró. Freddy luego se fue a su casa a espe-
rar la cosecha.
El oso Gruñón nunca le tuvo miedo al trabajo duro o a la suciedad. Nadie
podía decir que el pelaje de Gruñón era sedoso. Había aprendido a través de
la televisión que tener un jardín era más que arrojar unas semillas en la tierra.
Entusiasmó a toda su familia y pasaron mucho tiempo excavando la tierra,
sacando malezas y esparciendo fertilizantes. Leyó un libro sobre jardinería.
Cuando recibió las semillas por correo, plantó las hileras a la distancia ade-
cuada y puso las semillas en el suelo a la profundidad correcta. Regó cuando
estaba seco y construyó un espantapájaros para mantener alejadas a las aves.
Pronto, el arduo trabajo de Gruñón dio sus frutos y comenzó a vender frutas
y verduras en un puesto en la calle Harvard, justo enfrente de Nueces Hut.
Cuando Freddy vio que el oso Gruñón estaba vendiendo en el puesto de
frutas y verduras, salió rápidamente al lugar en el prado donde había esparci-
do las semillas. No solo no pudo encontrar ninguna verdura, ¡ni siquiera es-
taba seguro del lugar exacto donde las había sembrado! Cuando el viejo
Búho sabio vio a Freddy buscando sus semillas, dijo: «Se necesita más que
semillas para hacer un jardín».
12
El sábado: experimentar
y vivir el carácter de Dios

T
odos los aspectos de la vida son sensibles al tiempo. Nuestro cora-
zón nos da una sensación de tiempo y de ritmo y nos sentimos
seguros con la regularidad de los acontecimientos. El sol sale y se
pone con regularidad. La luna nos da los meses. El sol nos da los
años. Sin embargo, el ser humano no quedó satisfecho con el sentido bioló-
gico del tiempo y se dedicó a inventar relojes. Al principio, eran relojes de
agua y de arena. Las velas también se usaban para medir los minutos, y en el
siglo XVII los relojes de péndulo medían los segundos. Las piezas para medir
el tiempo dependían de la duración del día, que depende de la rotación de la
tierra.
Hoy, tenemos un reloj atómico que usa el átomo de cesio para medir el
tiempo. Tiene 9,192,631,770 oscilaciones por segundo. La rotación de la tie-
rra ya no es la norma para medir el tiempo. Cada tantos años, se agrega un
segundo al año porque la tierra se está desacelerando y mantenemos el tiem-
po con mayor precisión que la rotación de la tierra. El reloj atómico de cesio
tiene una precisión de 1 segundo en 100 millones de años.1
Vivimos en la época del microsegundo y el reloj de pulsera digital. Nuestra
sociedad altamente informatizada depende de las horas, los minutos y los se-
gundos para su propia existencia. Pero toda esta precisión en las horas, los

1. Konstantin Bikos y Anne Buckle, «The Science Behind Leap Seconds», Timeanddate.com, consultada el 30 de
enero de 2020, disponible en: https://www.timeanddate.com/time/leap-seconds-background.html
106 • L a educación

minutos y los segundos nos ha convertido en esclavos del tiempo. Sabemos


cuando llegamos tarde y sabemos cuando estamos a tiempo. Sabemos cuándo
ir a trabajar y cuándo salir del trabajo. Registramos récords de tiempo para
todo. Hemos dividido, cortado, fraccionado y administrado el tiempo. Pero
de alguna manera, tendemos a perder el significado de la vida que medimos
con tanta precisión.

Un bocado de la eternidad
¿Se siente usted identificado con Macbeth, de Shakespeare?

«La vida es una sombra tan solo, que transcurre; un pobre actor
que, orgulloso, consume su turno sobre el escenario
para jamás volver a ser oído. Es una historia
contada por un necio, llena de ruido y furia,
que nada significa».2

Salomón también se sintió así. «Miré todas las obras que se hacen debajo
del sol, y vi que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu» (Eclesiastés 1:
14). ¿Alguna vez ha sentido como que usted es solo la posición de las mane-
cillas de un reloj eterno que va marcando lentamente el final? Las semanas
llegan y se van. La vida se desvanece y, ¿a dónde se fue el tiempo?
Algunos podrían sugerir que si tan solo pudieran saborear la eternidad, si
tan solo pudieran pasar un momento allí, serían capaces de soportar cual-
quier cosa en esta tierra. Bueno, Dios nos dio un regalo para que podamos
entender la eternidad. Nos dio una muestra de la eternidad. «El séptimo día
concluyó Dios la obra que hizo, y reposó el séptimo día de todo cuanto había
hecho. Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él re-
posó de toda la obra que había hecho en la creación» (Génesis 2: 2–3).
Experimentar el sábado es saborear la eternidad. ¿Lo ha experimentado
usted? Los judíos intentaban guardar el sábado con muchas reglas. Algunos

2. William Shakespeare, Macbeth, acto 5, escena 5, disponible en: https://www.cjpb.org.uy/wp-content/uploads/


repositorio/serviciosAlAfiliado/librosDigitales/Shakespeare-Macbeth.pdf
12. El sábado: experimentar y vivir el carácter de Dios • 107

adventistas del séptimo día, tratando de guardar legalmente el sábado, usan


computadoras para determinar el minuto exacto en que se pone el sol. Sabe-
mos cuándo se pone el sol, sabemos cuándo comienza el sábado y memori-
zamos el cuarto mandamiento. «Acuérdate del sábado, para consagrarlo al
Señor. Trabaja seis días y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el
séptimo día es de reposo consagrado al Señor tu Dios. No hagas ningún tra-
bajo en ese día, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni
tus animales, ni el extranjero que viva contigo. Porque el Señor hizo en seis
días el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y descansó el día sép-
timo. Por eso el Señor bendijo el sábado y lo declaró día sagrado» (Éxodo 20:
8–11, DHH).
Pero con todo nuestro conocimiento del sábado, ¿cuánto sabemos sobre
su origen? Abraham Joshua Heschel, un famoso autor judío, escribió: «El sig-
nificado del sábado es celebrar el tiempo en lugar del espacio. Seis días a la
semana vivimos bajo la tiranía de las cosas del espacio; en el sábado tratamos
de sintonizarnos con la santidad en el tiempo. Es un día en el que somos llama-
dos a compartir aquello que es eterno en el tiempo, a pasar de los resultados
de la creación al misterio de la creación, del mundo de la creación a la crea-
ción del mundo».3
¿Qué tipo de educación estamos impartiendo sobre el significado del sá-
bado en nuestras Escuelas Sabáticas? Un joven de veintiún años ha vivido tres
años de su vida en sábado, y un hombre de setenta años ha vivido diez años
de vida en sábado. ¿Cómo fueron esos años, todo ese tiempo que pasaron
con Jesús durante el sábado? ¿Nos educaron para amar a Jesús y experimentar
el sabor de la eternidad con él? ¿O pasábamos las horas esperando a que se
pusiera el sol para poder hacer lo que quisiéramos? Si estamos ansiosos por
que termine el sábado, ¿estaremos ansiosos por que termine el cielo?

3. Abraham Joshua Heschel, The Sabbath (Nueva York: Farrar, Straus and Giroux, 2005), p. 10.
108 • L a educación

El sábado mejora la vida


El tiempo es vida y la vida es tiempo. Nuestra vida y nuestro tiempo en-
cuentran sentido cada sábado que pasamos en la presencia de Dios. La frus-
tración que sentimos con cada segundo que se va de nuestra vida encuentra
consuelo durante el sábado con Jesús. El mensaje del sábado es que es posi-
ble encontrarle sentido a la vida, no midiendo nuestras acciones, nuestros
logros o nuestras ocupaciones, sino manteniéndonos en sintonía con Dios.
Dejando que Dios llene nuestra vida en lugar de tratar de llenarla nosotros
mismos con objetos y el yo. El interminable avance sin dirección de la vida
encuentra respuesta en la declaración del sábado de que no es lo que hace-
mos lo que nos da identidad: es lo que somos lo que da sentido a lo que ha-
cemos. Heschel añade: «Hay un ámbito de tiempo en el que el objetivo no es
tener sino ser, no es poseer sino dar, no es controlar sino compartir, no es so-
meter sino estar de acuerdo. La vida no funciona bien, el control del espacio
y la adquisición de cosas del espacio se convierten en nuestras únicas preo-
cupaciones».4
La continua sensación de que la vida no tiene sentido se resuelve en el
tiempo del sábado como hijos de Dios y no como la simple posición de las
manecillas de un reloj eterno que pronto nos llevará a la inexistencia. El sába-
do nos une en una relación con el Señor de la vida. ¿Se puede guardar el sá-
bado sin conocer a Cristo? Elena G. de White dice: «A fin de santificar el sába-
do, los hombres mismos deben ser santos».5
Cuando nuestra fe se convierte en un credo y nuestra adoración en un
simple hábito, cuando nuestra iglesia se convierte en un edificio en lugar de
un instrumento de servicio, cuando nuestra religión se convierte en una serie
de formulaciones doctrinales en lugar de un estilo de vida compasivo, enton-
ces es, como dice Shakespeare, «una historia contada por un necio, llena de
ruido y furia, que nada significa».6

4. Ibíd., p. 3.
5. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 29, p. 255.
6. Shakespeare, Macbeth, acto 5, escena 5.
12. El sábado: experimentar y vivir el carácter de Dios • 109

Cualquiera puede limpiar la casa el viernes e ir a la Escuela Sabática y a la


iglesia. La observancia del sábado es una relación con Jesús. Si no es eso, no
es observancia del sábado.

«Si dejas de profanar el sábado, y no haces negocios en mi día


santo; si llamas al sábado “delicia”, y al día santo del Señor, “ho-
norable”; si te abstienes de profanarlo, y lo honras no haciendo
negocios ni profiriendo palabras inútiles, entonces hallarás tu
gozo en el Señor; sobre las cumbres de la tierra te haré cabalgar,
y haré que te deleites en la herencia de tu padre Jacob. El Señor
mismo lo ha dicho» (Isaías 58: 13–14, NVI).

El sábado es el cielo en la tierra


Cuando Jesús dijo: «El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el
hombre por causa del sábado» (Marcos 2: 27), le estaba quitando la carga en
la que se había convertido e iluminando su propósito original. Los adventis-
tas del séptimo día se preocupan por las futuras leyes dominicales, a través de
las cuales se intentará prohibir la observancia del sábado. ¿Cuántos de noso-
tros amamos tanto el sábado en este momento que estaríamos dispuestos a
morir por él? Una futura ley dominical no nos hará amar el sábado. Los cris-
tianos están sellados, no porque creen que el séptimo día es el sábado, sino
porque han experimentado a Jesús en ese día sin permitir que nada los separe
de él y de esa experiencia.
El sábado es como el cielo, y el cielo no es glorioso porque tiene calles
doradas. El oro es valioso porque es escaso. Cuando no sea escaso, no será
valioso. El cielo no es glorioso por su belleza, aunque sin duda será hermoso.
No queremos llegar al cielo porque allí no habrá enfermedades, aunque eso
obviamente será extraordinario.
¿Cuál es el atractivo del cielo? ¿Cuál es el atractivo del sábado? El cielo es
glorioso porque nuestro Señor estará allí. El cielo deriva su significado de la
presencia de Jesús. El sábado es el tiempo que pasamos por adelantado con
él. Las horas del sábado son el cielo en la tierra. Las horas del sábado son
110 • L a educación

tiempo para compartir con Jesús. Estar ansiosos por pasar menos tiempo con
él es como declarar nuestro amor por nuestra esposa y no encontrar tiempo
en la agenda para estar con ella. El tiempo del sábado le da sentido a nuestra
vida porque nos pone cara a cara con Aquel que nos creó, que nos justifica y
que nos santifica. La vida no tiene sentido afuera de Aquel que la creó. No es
posible comprender la vida aparte de Aquel que nos da una vida nueva.
El tiempo, todo el tiempo, no es más que la medida de movimientos sin
sentido, el tictac interminable del reloj cósmico, de una sombra que avanza,
de olas que se desvanecen en una orilla de guijarros. La única excepción a esta
regla es nuestra relación con nuestro Creador Jesucristo. Todo el tiempo, toda
la vida sin una relación con Jesús, «es breve […] y nuestros corazones, aunque
bravos y valerosos, todavía, al igual que tambores sordos, tocan marchas fú-
nebres hacia la sepultura».7
El sábado es una vislumbre de la eternidad. ¿Qué no debemos hacer en
sábado? Cualquier cosa que hagamos que destruya esa relación es transgredir
el sábado. Todo lo que hagamos para mejorar esa relación con Jesús es guar-
dar el sábado.

El sábado es un regalo para disfrutar


Había una vez un pueblo situado al pie de una gran montaña y un rey
sabio era su gobernante. Un día, el bondadoso rey tuvo que irse, pero le dijo
a su gente que regresaría y que, cuando lo hiciera, los llevaría a la cima de la
montaña, donde vivirían para siempre. Sin embargo, como se iría durante
mucho tiempo, les dijo que les dejaría un regalo especial para que lo recorda-
ran durante su ausencia. Cuando el rey sabio se fue del bosque, dejó en el
centro de este un hermoso árbol frutal como regalo, diciéndoles que prote-
gieran el árbol y disfrutaran de su fruto hasta que él regresara.
Al principio, todos felizmente protegieron el árbol y disfrutaron de él.
Cortaban toda la maleza a cierta distancia y se aseguraban de que recibiera un
suministro generoso de agua. Sin embargo, cuanto más tiempo se había ido

7. Henry Wadsworth Longfellow, «El salmo de la vida», disponible en: https://www.epdlp.com/texto.


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12. El sábado: experimentar y vivir el carácter de Dios • 111

el rey, más pensaban en el árbol y olvidaban al rey. Pronto, lo consideraban


un árbol demasiado sagrado para que las aves pudieran anidar, así que lo
protegieron para que las aves no hicieran nidos. El árbol también estaba cer-
cado para que ningún oso se frotara la espalda contra él. Se desarrollaron
muchas reglas sobre el cuidado del árbol. Tan empeñados estaban en su pre-
servación, que nadie comió el fruto del árbol. En cambio, tomaban la fruta,
la preservaban en plástico y la vendían plastificada como recuerdo. Muchos
se llevaban la fruta plastificada a sus hogares, donde la colocaban en lugares
especiales para mirarla. Solo personas especiales podían vender y empaque-
tar la fruta, y la demanda era muy alta. Se olvidaron de cómo era el rey. Pare-
cía, en lo que a ellos concernía, ser un rey duro y exigente debido a todas las
reglas que creían que había establecido sobre su árbol.
Lentamente, el árbol daba cada vez menos fruto y por mucho que se esfor-
zaban sus cuidadores no podían lograr que diera más. La situación empeoró
tanto, que después de varias generaciones se olvidaron del árbol por comple-
to. Era demasiado complicado cuidarlo y algunos lo habían abusado y co-
mercializado tanto que decidieron que no lo necesitaban para recordar al rey.
Tenían su fruta plastificada y, después de todo, cada árbol podía recordarles
al rey, y no solo este árbol.
Un día, se corrió la voz de que el rey regresaría pronto. Algunos recorda-
ron el regalo del rey, pero les fue difícil encontrarlo. La maleza había crecido
y estaba casi muerto, salvo por un poco de fruta que aún quedaba. Cuidado-
samente, aquellos que se enteraron del regreso del rey, nutrieron el árbol y le
dieron nueva vida. Al principio, algunos no comieron del árbol debido a las
viejas tradiciones que recordaban. Pero finalmente algunos, recordando que
era un regalo para ellos y para su bien, decidieron comerlo. La fruta era buena
y energizante. Estaban tan entusiasmados con su degustación del regalo del
rey, que lo compartieron con todos los que pudieron encontrar para que lo
probaran. Descubrieron que el árbol, que había estado produciendo muy
poca fruta, comenzó a producir abundantemente. Cuanto más regalaban,
más producía.
Emocionados, corrieron por la comunidad dando la fruta a otros. Instala-
ron puestos de frutas en todo el bosque para que otros experimentaran el
112 • L a educación

regalo del rey. Algunos no aceptaban la fruta, y otros desconfiaban de los que
la habían encontrado. Algunos decían que no les gustaba en absoluto. Pero
muchos comieron y, a través de esa experiencia, anticipaban el momento en
que el rey, el dador del regalo, regresaría. Pronto, tal como lo había prometi-
do, el rey regresó y llevó a todos al hermoso bosque en la cima de la gran
montaña. Todos estaban emocionados, pero cuando llegaron después del
viaje de siete días, tenían mucha hambre. Fue entonces cuando descubrieron
que la única comida disponible en la cima de la montaña era el mismo tipo
de fruta que el regalo que el rey les había dado en el otro bosque al pie de la
montaña.
Todos los que disfrutaron de la fruta al pie de la montaña disfrutaron de
la fruta en la cima de la montaña, así como el rey que se la dio. Pero algunos
no pudieron soportar el sabor de la fruta y expresaron su deseo de irse. Tris-
temente, el rey aceptó su pedido y permitió que los que no disfrutaban de la
fruta se fueran. Hubo llanto y crujir de dientes.
Las horas del sábado son un anticipo de la eternidad, una muestra del
tiempo con Jesús. ¿Le gusta el sabor? ¿Tiene hambre de más?
13
El cielo, la educación
y el aprendizaje eterno

E
n Las aventuras de Huckleberry Finn, la señorita Watson, una soltero-
na cristiana, hace una ligera descripción del espíritu amante de la
diversión de Huck, así como de un cielo que no es nada emocio-
nante para él. «Entonces ella se lanzaba a contarme todo lo de
aquel lugar. Decía que lo único que se hacía allí era pasarse el día cantando
con un arpa, siempre lo mismo. Así que no me pareció gran cosa. […] Le
pregunté si creía que Tom Sawyer iría allí y dijo que ni muchísimo menos, y
yo me alegré, porque quería estar en el mismo sitio que él».1

¿Cómo es el cielo?
Hay muchísimas teorías sobre lo que sucede cuando uno muere, pero en
general, todas concuerdan en que cuando uno muere, sucede algo. En su li-
bro sobre el cielo, Randy Alcorn dice:

«El sentido de que viviremos para siempre en algún lugar le ha


dado forma a cada civilización en la historia de la humanidad. Los
aborígenes australianos se imaginan al cielo como una isla distan-
te más allá del horizonte occidental. Los finlandeses primitivos

1. Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn, disponible en: Freeditorial.com https://freeditorial.com/es/
books/las-aventuras-de-huckleberry-finn
114 • L a educación

pensaban que era una isla en el distante oriente. Los mexicanos,


los peruanos y los polinesios pensaban que iban al sol o a la luna
después de la muerte. Los indios nativos norteamericanos creían
que en el más allá sus espíritus cazarían los espíritus de los búfa-
los. La epopeya de Gilgamesh, que es una antigua leyenda babi-
lónica, se refiere a un lugar de descanso de héroes y hace insinua-
ciones en cuanto a un árbol de la vida. En las pirámides de Egipto
colocaban mapas al lado de los cuerpos embalsamados para
guiarlos al mundo futuro. Los romanos creían que los justos ha-
rían un picnic en los Campos Elíseos mientras sus caballos pasta-
ban en las cercanías. Aunque esas ilustraciones de la vida después
de la muerte difieren, el testimonio unido del corazón humano a
través de la historia es la creencia en la vida después de la muerte.
La evidencia antropológica sugiere que cada cultura tiene un sen-
tido innato de lo eterno, dado por Dios».2

Cuando pienso en el cielo, generalmente imagino lagos con cisnes, verdes


praderas, hermosas nubes blancas, y gente vestida de blanco. Creo que llegan
a mi mente las imágenes que vi de niño en los libros de historias bíblicas.
Una cosa es segura: Jesús enseñó que había un lugar así y que él lo está pre-
parando para que estemos allí (ver Juan 14: 1–3).
¿Qué tipo de existencia tendremos en el cielo? Vivimos en un mundo tri-
dimensional. ¿Hay otra dimensión, digamos, una cuarta dimensión? Si estu-
viéramos en la cuarta dimensión, ¿podríamos pasar a la tercera sin que nos
vean los que viven en la tercera dimensión? ¿Es ahí donde existen los ángeles?
«Las matemáticas utilizadas en la teoría de supercuerdas requieren al menos
de diez dimensiones».3 Albert Einstein especuló sobre la posibilidad de la
existencia de un universo paralelo. Si pudiéramos viajar a través de un aguje-
ro negro, ¿llegaríamos al cielo? ¡Hay tanto que no entendemos sobre el uni-
verso!

2. Randy Alcorn, El cielo (n.p.: Tyndale Español, 2006), Introducción.


3. Rick Groleau, «Imagining Other Dimensions», NOVA, julio de 2003, disponible en:
http://www.pbs.org/wgbh/nova/elegant/dimensions.html
13. El cielo, la educación y el aprendizaje eterno • 115

¿Cómo será el cielo? Para mí, el cielo plantea muchas preguntas. Habla-
mos de él y lo anhelamos, pero ¿qué es lo que anhelamos? ¿Es el cielo un
centro de retiro de lujo con calles de oro? ¿Es el cielo un lugar donde se atien-
den todas nuestras necesidades, como una comunidad de retiro en Florida?
Gary Larson nos muestra una de las percepciones erróneas más comunes
del cielo en una de sus caricaturas de The Far Side. En ella, un hombre con alas
de ángel y una aureola está sentado en una nube sin hacer nada, sin nadie
cerca. Tiene la expresión de alguien abandonado en una isla desierta sin ab-
solutamente nada que hacer. Una leyenda muestra sus pensamientos inter-
nos: «Ojalá hubiera traído una revista».
Cuando los saduceos, que no creían en la resurrección o en el cielo, le
preguntaron a Jesús quién sería el esposo de la mujer que se casó siete veces,
Jesús respondió: «En la resurrección, las personas no se casarán ni serán dadas
en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en el cielo» (Mateo
22: 30, NVI).
Ese mensaje me molestaba, hasta que mi esposa y yo concluimos que tal
vez no estaríamos casados en​​ el cielo, pero que igualmente viviríamos juntos.
Jesús dice que seremos como los ángeles, pero, ¿cómo son los ángeles? ¿Son
inmateriales? ¿Son solo espíritus? ¿Pueden pasar de una dimensión a otra?
Me cuesta imaginar la personalidad y la existencia sin materialidad, sin un
cuerpo. Preguntas como esta provocaron un debate en la Edad Media sobre
cuántos ángeles podían bailar en la cabeza de un alfiler.

El cielo es real
Las descripciones bíblicas del cielo sugieren que es un lugar físico. Leemos
en Isaías: «Edificarán casas y morarán en ellas; plantarán viñas y comerán el
fruto de ellas» (Isaías 65: 21). Además:

«“El lobo y el cordero serán apacentados juntos; el león comerá


paja como el buey y el polvo será el alimento de la serpiente. No
afligirán ni harán mal en todo mi santo monte”. Jehová lo ha di-
cho”, dice el Señor» (vers. 25).
116 • L a educación

Aquí el Señor se está comunicando con las tribus de Israel, que estaban
construyendo casas que serían ocupadas por otros, plantando viñedos que
los filisteos cosecharían y protegiendo a los rebaños de los lobos y los leones.
Quizás Isaías quería transmitir la imagen de un lugar seguro y sin peligros, en
lugar de tratar de describir los hábitos alimenticios de los leones en el cielo.
La Biblia indica que todo será más o menos igual, ya que podremos reco-
nocernos: «Ahora vemos de manera indirecta, como en un espejo, y borrosa-
mente; pero un día veremos cara a cara. Mi conocimiento es ahora imperfec-
to, pero un día conoceré a Dios como él me ha conocido siempre a mí» (1
Corintios 13: 12, DHH). Esta realidad se llama la nueva tierra. No se llama
nuevo mundo espiritual o nuevo pueblo fantasma. Juan nos da una vislum-
bre del cielo en Apocalipsis 21, donde describe la Nueva Jerusalén con joyas
y calles doradas. Me recuerda el relato de un hombre que llegó al cielo con
una gran maleta, y cuando San Pedro le dijo que no tenía permitido traer
nada al cielo, el hombre reclamó. Así que finalmente San Pedro le dijo: «Está
bien, déjame ver lo que tienes en la maleta». El hombre la abrió y estaba llena
de lingotes de oro. San Pedro le dijo: «Veo que traes adoquines».
Las descripciones que la Biblia hace del cielo son más significativas que las
joyas resplandecientes y las calles doradas. El oro es valioso porque es un
metal raro. Si se lo usa como asfalto, entonces no es particularmente valioso.
Las descripciones bíblicas son simbólicas. Es un lugar seguro donde los leo-
nes comen pasto y se acuestan con los corderos. Es un lugar protegido. Los
muros de la ciudad son enormes. Es un lugar hermoso donde las calles son
de oro y las puertas de perlas. Pero, sobre todo, es un lugar que Jesús nos ha
preparado, y Elena G. de White describe su importancia: «No hay voces de
contienda que contaminen la dulce y perfecta paz del cielo. […]. Todo está en
perfecta armonía, en perfecto orden y en perfecta bienaventuranza […]. Allí
reina el amor. No hay elementos desagradables, ni discordia o contenciones
o guerra de palabras».4

4. Elena G. de White, Eventos de los últimos días, cap. 20, p. 249.


13. El cielo, la educación y el aprendizaje eterno • 117

El disfrute del cielo


Un cisne flotaba por la orilla de un estanque en el que vadeaba una garza
buscando caracoles.
—¿De donde vienes? —preguntó la garza.
—Vengo del cielo —respondió el cisne.
—¿Y dónde está el cielo? —preguntó la garza.
El cisne entonces describió las glorias del cielo, con sus calles de oro, pie-
dras preciosas y el árbol de la vida.
La garza no mostró interés y finalmente preguntó:
—¿Habrá caracoles allí?
—Por supuesto que no —respondió el cisne.
—Entonces —dijo la garza mientras continuaba su búsqueda de caraco-
les—, quédate con tu cielo; yo quiero caracoles».5
Si pensamos en el cielo en términos de: Podré hacer lo que disfruto. Podré
volar de aquí para allá. Podré dormir hasta el mediodía. Tendré ángeles a mi entera
disposición. Si pensamos en el cielo en términos de: Ya no tendré que hacer esto.
O no tendré que ir a trabajar, ni limpiar la casa, ni hacer nada que no quiera. Si
ponemos nuestra atención en cómo será el cielo para nuestro placer eterno,
satisfaciendo nuestras necesidades, satisfaciendo nuestros deseos y consi-
guiendo todo lo que siempre quisimos y más, entonces el cielo sería aburri-
do, porque como seres finitos, no podríamos sobrevivir al infinito enfocado
en nosotros mismos. Con el tiempo resultaría aburrido y se convertiría en un
infierno. El ambiente desinteresado del cielo sería insoportable para una per-
sona egoísta.
La búsqueda del placer propio es, al final, destructiva. El cielo no es una
solución al egoísmo, cumpliendo todos nuestros deseos. El infierno es la so-
lución definitiva al egoísmo. El cielo es un lugar para aquellos que han apren-
dido a ser desinteresados, ya que solo los desinteresados pueden disfrutar de
la existencia eterna. El cielo no es un Disneylandia eterno donde nuestros
anhelos se satisfacen en vueltas cada vez más largas en la atracción de la

5. Stanley I. Stuber y Thomas Curtis Clark, Treasury of the Christian Faith: An Encyclopedic Handbook of the
Range and Witness of Christianity (New York: Association Press, 1949), 355.
118 • L a educación

Montaña Mágica. La única forma en que una criatura finita puede disfrutar
del tiempo infinito es poniendo su atención fuera de sí mismo. Cuando me
enfoco desinteresadamente en los demás y en Jesús, tengo una eternidad de
alegría para explorar. El cielo es una escuela eterna donde no solo se nos en-
señará, sino que también enseñaremos a otros sobre nuestras experiencias
vividas en la tierra. Junto con seres no caídos, nos entregaremos a los demás.
Elena G. de White dice: «En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni buscará su
propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino, procurarán la felici-
dad de los seres celestiales que los rodeen. Si deseamos disfrutar de la socie-
dad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los prin-
cipios celestiales ».6

Imaginemos el cielo
Dada nuestra capacidad limitada para entender el universo y nuestra com-
prensión limitada del cielo, podemos identificarnos con Pablo, que escribió:

«Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón


del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo
aman» (1 Corintios 2: 9).

¿Es totalmente incomprensible? La mayoría de la gente se detiene después


de leer el versículo 9, afirmando básicamente que es inútil tratar de entender-
lo, pero Pablo continúa, añadiendo: «Pero Dios nos las reveló a nosotros por
el Espíritu» (vers. 10).
¿Qué nos reveló Dios? Elena G. de White vio el cielo y escribió: «Las pala-
bras son demasiado limitadas para intentar una descripción del cielo. Siem-
pre que el espectáculo se vuelve a presentar ante mi vista, me anonada de
admiración. Arrobada por el insuperable esplendor y la excelsa gloria, dejo
caer la pluma exclamando: “¡Oh! ¡qué amor, qué maravilloso amor!”. El

6. Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 121.


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lenguaje más exaltado no bastaría para describir la gloria del cielo ni las in-
comparables profundidades del amor del Salvador».7
¿Qué destaca en la descripción de Elena G. de White? El amor de Jesús, no
la belleza física. Ella concuerda con Pablo al afirmar que no es posible descri-
birlo. El cielo es el cumplimiento de los anhelos más íntimos, rascarse donde
ni siquiera sabemos que nos pica. Es ser completamente conocidos. Sentir
que somos aceptados, como si realmente perteneciéramos allí. Clive S. Lewis
dice: «Hay momentos […] en los que creo que no deseamos el cielo, pero la
mayoría de las veces me pregunto si, en nuestro corazón, alguna vez hemos
deseado algo más».8
En el libro El león, la bruja y el ropero de Lewis, Edmund busca llenar ese
«vacío que tiene la forma de Dios» con delicias turcas. Hay un vacío que tiene
la forma de Dios en toda la humanidad. Muchos hoy buscan llenarlo con
adicciones, artilugios y adicción al trabajo, pero no hay nada en este mundo
que pueda llenarlo.
Cuando asistí al seminario en Míchigan planeé durante semanas y meses
regresar a California para las vacaciones de Navidad. No se trataba de ver
California, ni de ver naranjos, ni de tomar el sol. Estaba ansioso por ver a una
persona. Estaba ansioso por ver a Cynthia, mi futura esposa. El anhelo de ir
al cielo es estar con nuestro Salvador. El anhelo de ir al cielo es estar con nues-
tro Creador. La gloria del cielo está en «las incomparables profundidades del
amor del Salvador».9
Se dice que Blaise Pascal dijo: «En el corazón de todo hombre existe un
vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna
cosa creada. Él puede ser llenado únicamente por Dios».10 ¿Alguna vez ha
armado un rompecabezas con un grupo de amigos en Navidad u otro día li-
bre? Todos se esfuerzan y, lentamente desde los bordes, el rompecabezas co-
mienza a tomar forma. Todos celebran cuando las piezas se encuentran y se

7. Elena G. de White, El hogar cristiano, cap. 85, p. 511.


8. Wayne Martindale, Beyond the Shadowlands: C. S. Lewis on Heaven and Hell (Wheaton, IL: Crossway Books,
2005), 16.
9. Elena G. de White, El hogar cristiano, cap. 85, p. 511.
10. Blaise Pascal, Citas.in, disponible en: https://citas.in/frases/57793-blaise-pascal-en-el-corazon-de-todo-hom-
bre-existe-un-vacio-que-t/; itálicas añadidas
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colocan en su lugar. También se quejan por la dificultad del rompecabezas, y


muchas veces buscan una pieza que no pueden encontrar.
Finalmente, el trabajo está a punto de finalizar y, con gran entusiasmo, las
últimas piezas se ponen en su lugar. El trabajo va cada vez más rápido, pero
al final, hay una pieza que no aparece. Pareciera que falta. Hay un agujero en
la imagen. No está completa. Todos buscan debajo del sofá, debajo de la
mesa, debajo de las sillas. Finalmente, con un grito de alegría, alguien dice:
«¡La encontré!» Todos se acercan para ayudar a poner la última pieza para
completar el rompecabezas y finalmente, la imagen se completa.
La persona que pensamos que nos conoce mejor, no nos conoce realmen-
te. La persona que pensamos que más nos quiere, no nos quiere totalmente.
La persona que pensamos que más nos disfruta, no siempre nos disfruta. In-
cluso cuando nos sentimos en casa, nunca estamos completamente en casa.
El cielo, sin embargo, está diseñado para nosotros. Hay una pieza faltante en
el rompecabezas celestial que estamos destinados a completar. Hay un vacío
en el corazón de nuestro Creador para el que fuimos formados. Nosotros
encajaremos allí. Seremos completamente conocidos por él. Finalmente, es-
taremos en casa con Jesús, nuestro Creador.
El mensaje que necesitamos aprender sobre el cielo es el mensaje que ne-
cesitamos para vivir en la tierra. Elena G. de White lo describe así: «El gran
conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo
está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la
creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por
toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible
hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran
en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor».11

Fábulas del bosque Fenton


Ocurrió una vez en el bosque Fenton, que el oso Gruñón estaba haciendo
lo que siempre hacía: quejarse por todo. Nunca le parecía nada agradable en
el bosque. Pero parecía que esta vez, su queja era peor de lo habitual.

11. E lena G. de White, El conflicto de los siglos, cap. 43, p. 657.


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«¡Nadie hace nada por nadie en este lugar! —decía Gruñón—. La ardilla
Corretona guarda todas sus nueces para sí misma, y las abejas no quieren
compartir su miel conmigo. Todos siempre buscan su bienestar personal. An-
helo el día en que pueda mudarme al bosque Amigable».
El bosque Amigable, en la tradición del bosque, era un lugar al que iban
todos los buenos miembros de la familia del bosque cuando morían (antes
lo llamaban el campo de cacería feliz, pero ese nombre no gustaba mucho a
varios de los habitantes del bosque, por razones obvias).
Cuando Freddy el zorro escuchó a Gruñón decir que anhelaba irse ya al
bosque Amigable, le dijo que él podía ayudarlo empujándolo hacia el acan-
tilado que estaba junto al la Gruta del Accidente; pero a Gruñón no le pareció
gracioso. Gruñón siguió hablando sobre lo maravilloso que sería vivir en el
bosque amigable:
• H
 abría bayas disponibles sin tener que arrastrarse por las zarzas para
conseguirlas.
• H
 abría un suministro constante de miel, ya que las abejas serían gene-
rosas y le proporcionarían todo lo que él quisiera comer.
• H
 abría muchas truchas, y saldrían del río hacia la orilla cada vez que
tuviera hambre.
• Siempre habría un sol brillante para calentar su estómago satisfecho.
• Y
 , sobre todo, en lo que respecta a Gruñón, el zorro Freddy no estaría
allí, por lo que sería un bosque verdaderamente amigable.

En el pasado, la gente del bosque toleraba las constantes quejas de Gru-


ñón, pero esta vez les estaba colmando la paciencia. Un día, el viejo Búho
sabio se encontró con Gruñón cerca de la Gruta del Accidente y le dijo:
—Gruñón, tú te quejas tanto, que tan pronto como llegues al bosque Ami-
gable, dejará de ser amigable.
—Todos serán tan amables allí, que no tendré motivos para quejarme
—dijo Gruñón.
—No es así —dijo el viejo Búho sabio—. Los que pasan al bosque Amiga-
ble cambian su ubicación, pero no su disposición.

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