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CELEBRACION EUCARISTICA DE LA CONSAGRACION TOTAL

(Si no se ha hecho la procesión anterior se puede iniciar con el canto de entrada):

Comentario:
Nos hemos reunido como Pueblo de Dios para realizar un acto solemne y comprometedor:
renovar, con clara conciencia nuestra consagración de cristianos por manos de María a Jesucristo
y a nuestros hermanos.
Consagrados básicamente al Señor desde nuestro bautismo, hechos hijos adoptivos de Dios,
María se ha convertido en Madre nuestra. El Papa Juan Pablo II, renovando el gesto de otros
predecesores suyos y nuestros mismos pastores nos han consagrado a Ella y por Ella a Jesús.
Hoy sentimos la necesidad de reflexionar a la luz de la Palabra de Dios y dentro de esta
celebración de nuestra vida pascual de consagración a Jesucristo, para dar una respuesta total al
Señor, a ejemplo de María y bajo su protección.

Acto Penitencial
Reconozcamos ahora que somos pecadores, que hemos roto muchas veces nuestro compromiso
con el Señor y con nuestros hermanos y pidamos, por intercesión de la Virgen María, ser más
fieles que en el pasado a las exigencias de nuestro bautismo.
– No hemos mantenido la fidelidad que te juramos en nuestro bautismo, hemos quebrantado la
alianza contigo: SEÑOR, TEN PIEDAD.
– No nos hemos guiado por el ejemplo de María y, por ello, no hemos sabido vivir nuestra
consagración total a Cristo y a su obra: CRISTO, TEN PIEDAD.
– Hemos descuidado el amor y servicio a nuestros hermanos, no hemos hecho de nuestra vida un
don para ellos, no hemos sabido irradiar en el mundo el mensaje de salvación: SEÑOR, TEN
PIEDAD.

Oración colecta
Oh Dios y Padre nuestro,
confirma el propósito de estos hijos tuyos
y haz que la gracia del bautismo
produzca en ellos frutos de plenitud,
mediante una vida consagrada
a la edificación de tu Reino.
Por J.N.S. Amén.

Liturgia de la Palabra
Comentario: El tema central de nuestras lecturas de hoy es el de la alianza que hace de nosotros
un pueblo consagrado al Señor. María es la Mujer consagrada, la que ha vivido perfectamente
esa alianza con Dios. Y nos invita a realizarnos también nosotros, mediante una obediencia
incondicional a Jesucristo, su Hijo.

Primera lectura: La alianza de Israel con Dios: Ex 19,3-8.

Salmo responsorial.

Todos: PROTEGE A TU PUEBLO, SEÑOR.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,


dad a conocer sus hazañas a los pueblos,
cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
T: PROTEGE A TU PUEBLO, SEÑOR.

Recurrid al Señor y a su poder,


y buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo:
sus prodigios, las sentencias de su boca;
estirpe de Abraham, tu siervo,
hijos de Jacob, su elegido.

T: PROTEGE A TU PUEBLO, SEÑOR.

El Señor es Dios, Él gobierna toda la tierra:


se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada por mil generaciones,
de la alianza con Abraham,
del juramento hecho a Isaac,
confirmada como ley para Jacob,
como alianza eterna para Israel.

T: PROTEGE A TU PUEBLO, SEÑOR.

Segunda lectura: Los cristianos, pueblo consagrado: 1 Pe 2,4-5.9-10.


Aleluya. Aleluya. Ofreced vuestra propia existencia como sacrificio vivo, consagrado, agradable a
Dios. Aleluya.

Evangelio. María invita a renovar y vivir la alianza con Dios en Jesucristo: Jn 2,1-12.
Sugerencias para reflexión en torno al tema:
* Cada uno de nosotros busca dar sentido a su existencia, hacer de ella algo útil; triunfar en ella.
Evitando reducirla a fragmentos carentes de sentido. Necesitamos valores fundamentales para
vincular a ellos nuestro ser y hacer. Buscamos felicidad, salvación, encontrarnos en comunidad de
amor con Dios para siempre.
* Dios mismo responde a estas inquietudes, ofreciéndonos su alianza... En el Sinaí había sellado
una alianza con el pueblo de Israel, transformándolo en una comunidad consagrada a su servicio,
guiada por la ley y depositaria de su promesa universal de salvación. Esa comunidad debía hacer
presente en la historia del reino de Dios y difundirlo por toda la tierra.
* La respuesta del pueblo es unánime: «Haremos todo lo que nos dice el Señor» (Ex 19,8; 24,3.7).
Sin embargo, Israel fue infiel a la alianza (Jr 22,9; 31,32). Pero Dios no permitió que su designio
salvífico quedara condenado al fracaso. Promete una alianza nueva, gratuita, eterna, en el
Espíritu (Jr 31,31-34; Ez 36,26-28).
* Esa promesa la estamos viviendo. Jesús ha puesto en marcha su nueva alianza, eterna y
gratuita, mediante su vida, su mensaje, su sacrificio redentor, su resurrección y el envío del
Espíritu Santo (Lc 22,20; 1 Cor 11,25; Ef 8,16; Rom 8,4-9).
* El bautismo nos introduce en la alianza sellada con la sangre de Cristo, nos transforma en
Pueblo de Dios, sacerdocio regio, nación consagrada (1 Pe 2,9), nos inserta en Cristo y nos da
participación en su carácter y misión sacerdotal, profética y real (LG 10-12). La respuesta a esta
alianza de Jesús es la FE como opción fundamental, don total a Cristo aceptación de su
Evangelio en toda su integridad y en plena disponibilidad al Espíritu.
* En el Evangelio aparece María como la Mujer «totalmente consagrada a Cristo y a su obra» (LG
56). Es el modelo perfecto de la respuesta a la alianza propuesta por Dios: en la Anunciación el
Espíritu ha anticipado en Ella su efusión desbordada, capacitada para dar su SI de absoluta
disponibilidad al proyecto del Padre. Era la respuesta que Dios había aguardado inútilmente del
pueblo israelítico. Más aún María aparece como la primera en aceptar la alianza nueva: «hágase
en mí según tu palabra» (Lc 1,38) y mediadora de la alianza con Cristo: «hagan lo que El les
diga» (Jn 2,5). Palabras que constituyen el eco de la fórmula de alianza del antiguo Testamento
(ver LG 57; MC 57). Para que podamos responder a este testamento de María, Jesús nos envía el
Espíritu Santo, que en Pentecostés nos vincula a la alianza nueva y definitiva.
* Con frecuencia nos hemos consagrado a Jesucristo: cada año en la noche de Pascua,
renovamos solemnemente las promesas de nuestro bautismo, de renuncia al pecado y de fe en
Jesucristo. En cada eucaristía, volvemos a renovar en la sangre del Señor nuestra alianza con
Dios.
* Hoy queremos, con más clara conciencia, renovar nuestro compromiso para siempre,
interponiendo la intercesión, solicitud maternal y la fidelidad de María. Esto significa poner en
manos de la Madre de la Iglesia toda nuestra vida, a fin de ser fieles al Señor y vivir según las
exigencias de nuestro bautismo. Es un momento de gracia excepcional que Dios nos concede:
tratemos de acogerlo como oportunidad sin precedentes para decidirnos definitivamente por el
Señor, y por su reino, en el mundo. Somos, en cierta forma, responsables de la consolidación y el
avance del Reino de Dios por un apostolado que irradie al mundo la salvación de Dios, hecha
realidad en Jesucristo para cuantos le buscan con sincero corazón.

PRECES COMUNITARIAS):
Te damos gracias, Padre infinitamente bueno, por habernos dado a María como Madre y Modelo
de vida cristiana: guiándonos en su compañía y bajo su protección por los senderos de la
santidad.

T: ¡OH SEÑOR, ESCUCHA Y TEN PIEDAD!

C: Tú que quisiste que María estuviera siempre atenta a tu Palabra y fuera humilde esclava tuya:
haz que vivamos siempre atentos a tu Palabra de vida.

T: ¡OH SEÑOR, ESCUCHA Y TEN PIEDAD!

C: Tú que concediste a María el privilegio de ser Madre de tu Hijo por obra del Espíritu Santo:
concédenos, por su intercesión, ser dóciles seguidores de tu Espíritu.

T: ¡OH SEÑOR, ESCUCHA Y TEN PIEDAD!

C: Tú que concediste a María permanecer firme junto a la cruz de tu Hijo y la alegraste con el
gozo de la restauración del Señor: consuélanos en nuestras penas y reaviva nuestra esperanza,
mediante su intercesión.

T: ¡OH SEÑOR, ESCUCHA Y TEN PIEDAD!

C: Escucha, Señor, nuestra plegaria, por intercesión de la Virgen María, y danos la verdadera paz,
a fin de que podamos dedicarnos con gozo a tu servicio toda la vida y llegar a la plena felicidad de
tu Reino.

Acto de consagración
(Puede utilizarse la fórmula "clásica" en la Familia Monfortiana, escrita por Montfort que insiste
tanto en el aspecto comunitario, más acorde con las actitudes de hoy en el pueblo cristiano).

Celebrante: Iluminados por la Palabra de Dios, renovemos ahora nuestra consagración al Señor,
por manos de María Madre de Dios y Madre nuestra. Queremos así expresar nuestra
disponibilidad total a los planes de Dios, siguiendo el ejemplo y guía de María. Es un acto que nos
compromete a vivir según las exigencias del Evangelio en el mundo.
Reconociéndote, oh María, por Madre nuestra y para ser más fieles cada día a tu acción maternal
que nos ayuda a vivir como hijos de Dios.

T(odos): ¡OH MARIA, A TI NOS CONSAGRAMOS!


C: Para que sostenidos por ti, podamos consagrarnos más generosamente a Jesucristo y vivir en
forma más comprometida con El y con nuestros hermanos.

T: ¡OH MARIA, A TI NOS CONSAGRAMOS!

C: Digamos juntos:

T: Acepta, oh Madre, nuestra consagración, y ayúdanos a ser fieles a Jesús.


Contigo, Hija y Servidora del Padre, queremos responder SI a la voluntad divina, todos los días de
nuestra vida.
Por ti, Madre y primera discípula de Jesús, seguiremos siempre los caminos del Evangelio.
Conducidos por ti, Esposa y Santuario del Espíritu Santo, difundiremos alegría, fraternidad,
servicio y amor a todos.
Oh María, vuelve tus ojos misericordiosos a esta comunidad de hijos tuyos y a todo el género
humano consagrado a tu Corazón Inmaculado para seguir al Señor a donde quiera que vaya.
Tú que vives ahora en la gloria de Dios brinda al hombre de hoy, atormentado por tantas
inquietudes, la victoria de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre el odio y la violencia.
Míranos aquí presentes. Acompáñanos por los senderos de la vida y después de nuestro
peregrinar por el desierto, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente! ¡Oh
piadosa! ¡Oh dulce Virgen María! Por J.N.S. Amén.

Ofertorio
Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, misericordioso
los dones de esta comunidad cristiana y,
por el poder de tu Espíritu
que actúa en este sacramento,
haz que la multitud de los creyentes
exprese con su vida, más y mejor cada vez,
su dignidad de estirpe elegida,
sacerdocio regio, nación consagrada
y pueblo redimido por ti.
Que vives y reinas... Amén.

Prefacio
Realmente es justo y necesario,
darte gracias y ensalzarte,
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Jesucristo Señor nuestro.
El, hombre nuevo,
nacido de la Virgen María
–humilde sierva a ti consagrada–,
con su vida de obediencia hasta la muerte
se ofreció por nosotros
en sacrificio perfecto y agradable a ti
y consagró al servicio de tu Reino
a todos sus seguidores
prometiéndoles
un tesoro inestimable en el cielo.
Por este regalo de tu amor,
unidos a todos los ángeles y santos,
cantamos exultantes el himno de gloria.

Antífona de comunión
Aquí tenéis a mi madre y mis hermanos
–dice el Señor–:
el que cumple la voluntad de mi Padre,
ése es mi hermano y hermana y madre. (Mc 3,35)

Canto de comunión: Pueblo de reyes...

Oración después de la comunión


La comunión en tus santos misterios,
Señor, sea fuente de gozo para tu pueblo
y confirme en la consagración total
a estos siervos tuyos, para que,
cumpliendo fielmente sus compromisos de vida,
te sirvan con libertad de verdaderos hijos.
Por J.N.S. Amén.

CONSAGRACION A JESÚS POR MARÍA: Formula larga y breve.

Bendición final
* Que Dios, inspirador de los santos propósitos, los ilumine y reconforte, por intercesión de la
Virgen María, a fin de que cumplan fielmente sus promesas bautismales.
T: Amén.
* Que el Señor les conceda caminar gozosamente junto con María en pos de Jesús, dedicados al
servicio de sus hermanos.
T: Amén.
* Que el amor de Dios haga de ustedes una verdadera familia, consagrada a María y reunida en el
nombre del Señor y que sea signo viviente de la caridad de Cristo.
T: Amén.
* Y que sobre cuantos han participado en esta celebración eucarística descienda la bendición de
Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
T: Amén.

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