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Esta relación del cuerpo humano con el círculo y el cuadrado se asentara en la idea
arquetípica de la” cuadratura del circulo”, que fascinó a los antiguos, porque esas formas
se consideraban perfectas e incluso sagradas, tomándose el primero como orbita
celestiales y el segundo como representación de la “cuadrada” solidez de la tierra. Los
dos combinados en el cuerpo humano sugieren en el lenguaje simbólico de los modelos,
que aunamos en nosotros las diversidades del cielo y de la tierra idea compartida por
muchas mitologías y religiones.
Cuando el renacimiento redescubrió la
vigencia Clásica de Grecia y Roma,
Leonardo da Vinci ilustró con su famoso
dibujo la idea de Vittruvio. El diagrama de
barras y el diagrama triangular, que aquí
se añaden al dibujo, muestran cómo las
partes adyacentes de este cuerpo
comparten proporciones comprendidas
en el rango de la sección áurea del
triangulo Pitagórico. Leonardo, como otros
maestros del Renacimiento, fue un gran
estudioso de las proporciones armoniosas
e ilustró el libro del matemático Luca
Pacioli. En la divina proporción sobre la
sección áurea, publicada en 1509,
Leonardo sintetizó sus estudios de las
proporciones adecuadas en las siguientes
memorables palabras: “toda parte esta dispuesta a unirse con el todo para así, quizás,
escapar de su in completitud”.
Esta disposición de las diversas partes del cuerpo humano a unirse con el todo, también
fascinó a otro gran pintor del Renacimiento Albrecht Dürer que público varios volúmenes
sobre las proporciones humanas.
La idea de las armonías fundamentales de la música (según los conceptos pitagóricos) se
corresponde con las proporciones del cuerpo humano y deben continuarse en la
arquitectura, se convirtió en la idea dominante entre los maestros del renacimiento.
Tiempo después, la era iluminista y la racionalista fruncieron el ceño ante tales ideas
místicas.
El pintor William Hogarth consideró una extraña noción la idea que hubiera
alguna correspondencia entre la belleza vista por el ojo y la armonía
escuchada por el oído.
El filosofo escocés David Hume puntualizó que la belleza está en el ojo que la contempla
y es completamente subjetiva. El inglés Edmund Burke dijo que “no existen dos cosas
menos parecidas o análogas que un hombre, una casa o un templo.
A fines del siglo XIX, John Ruskin afirmó que las proporciones son infinitas como los
posibles aires de la música y se debe dejar que la inspiración del artista invente las
proporciones bellas.
Para finalizar debemos destacar que toda la estructura ósea del cuerpo humano se
encuadra perfectamente en tres rectángulos áureos y uno reciproco que contiene la
cabeza.
La unidad que compartimos con las plantas y los animales se puede apreciar en el hecho
que nuestro crecimiento como el de ellos parece desarrollarse desde un único centro, que
en nuestro esta en la parte superior del sacro (al igual que la rana).Quizás sea curioso
comentar que los espirales de la margarita y del girasol también se desarrollan desde el
centro.
Tan evidentes como son las diversidades de los cuerpos femeninos y masculinos, unos y
otros se aúnan en la casi completa identidad de sus proporciones anatómicas; al menos
en lo que a longitud de sus huesos se refiere. La única diferencia es un refinamiento
general en las medidas del esqueleto femenino y la ampliación del cinturón pélvico.
El cuerpo humano tiene las potencialidades de tal armonía y belleza eso es obvio en los
graciales movimientos de una bailarina de ballet, la gracia visible de la bailarina es un
símbolo de la otra invisible gracia el potencial de armonía y belleza que existe dentro de
cada ser humano, pues todos nosotros en efecto y no solo bailarines consumados,
tenemos un centro interior, un sacro tanto en sentido físico como espiritual.
Que también existan el desorden y la enfermedad es testimonio de la tolerancia de la
naturaleza, a veces muy magnánima en cuanto a la diversidad y la libertad.
Julio Teilhard