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El ensayo

Tania Ramos
El ensayo, ante todo, es un ejercicio de
pensamiento, en el cual el autor desarrolla cuan
extensamente quiera sus ideas alrededor de un
tema. Es uno de los textos más personales, pero
no por ello carente de valor científico. La mayor o
menor cientificidad del texto dependerá del grado
de profundidad y veracidad alcanzado. La
profundidad teórica es una consecuencia de un
vasto análisis de los factores que intervienen en
la definición de un fenómeno. Cabe añadir que
toda reflexión nos conduce a la producción de un
conocimiento nuevo particular, evidente en, por lo
menos, una conclusión y en la conciencia acerca
de una serie de argumentos.

El ensayo contiene, implícita y necesariamente,


los siguientes componentes:
1.Nuestras propias teorías y experiencias.
2.Teorías y experiencias ajenas.
3.Evidencias propias y ajenas.
4.Análisis y evaluación de los tres
componentes anteriores.
5.Síntesis y conclusiones.
6.Fuentes.
Sobre este último punto hay que decir que el
texto adquiere mayor calidad, si se usa un gran
número de fuentes de teorías, experiencias y
evidencias, y si estas son fidedignas académica y
científicamente. Sin embargo, es poco útil citar, si
no hay un análisis y evaluación lo
suficientemente profundos. Es justamente la
conjunción de estos dos elementos lo que
finalmente define la calidad y veracidad de este
documento, y en general de cualquier reflexión,
sea académica o no.

Estructuralmente, cuenta con las siguientes


partes (Pérez Grajales, 2008: 120):
1.Planteamiento.
2.Tesis.
3.Argumentos.
4.Conclusión.
Cabe aclarar que la estructura y el desarrollo
del ensayo dependen del estilo y criterio del
autor.

Leamos el siguiente ejemplo:

La coherencia y su relación con la realidad


(Ensayo en construcción)
Tania Ramos
“Todo se cae por su
propio peso”.
Sabiduría popular
1.No hay conocimiento alguno independiente
de la realidad. Entiéndase por realidad todo
objeto de conocimiento, todo elemento
enmarcado en un contexto particular,
concebido por una mente humana. Por
ejemplo, los elementos que constituyen la
realidad relativa a un individuo. Esta se suele
llamar en epistemología: realidad subjetiva.
En esta encontramos sus sueños, sus
deseos, sus anhelos, sus necesidades, sus
pensamientos, sus sentimientos, sus
percepciones, sus apreciaciones, sus
inquietudes, entre otros. Estos son
generados, en principio, por la sensibilidad, la
emotividad y el pensamiento del individuo.
Como resulta natural deducir, esto nos lleva
a relativizar el concepto de realidad, puesto
que en cierta medida cada individuo
constituye una realidad. Por lo tanto, habría
tantos individuos como realidades.
Sin embargo, ¿cuál es la realidad sobre
la que se ponen de acuerdo los individuos?,
¿sobre la que construyen ese conocimiento
compartido que se enseña en la Academia o
sobre aquel acerca del cual se dialoga en la
cotidianidad? Metodológicamente, habremos
de distinguir, entonces, entre una realidad
externa a los individuos y otra interna a los
mismos.  Pero, ¿es posible que la realidad
interna a un individuo se encuentre aislada
de las realidades de sus congéneres, las
cuales a su vez constituyen su realidad
externa? Así, por ejemplo, dos novios tienen
una realidad interna propia; pero, acaso
¿estas dos realidades internas no se
complementan y determinan, valga el
pleonasmo, recíprocamente? Si es así,
tendremos que llegar a la conclusión de que
la realidad de un cierto individuo no está
aislada de la realidad de otro. En ese mismo
sentido y por extensión, diremos que la
realidad de los individuos en una sociedad no
está aislada de la de otros, sino que por el
contrario está en una relación de
complementariedad y determinación
recíproca. En otras palabras, no hay
conocimiento individual independiente del
conocimiento social, ni conocimiento social
independiente del conocimiento individual.
2.El conocimiento es un texto. En ese sentido,
se comporta como una unidad o, si se quiere,
como un organismo, cuyas partes
componentes se interrelacionan de manera
funcionalmente dependiente. En el ámbito de
lo humano, por ejemplo, se puede discretizar
tal organismo en tres grandes componentes
de análisis: el campo estético, el campo
lógico y el campo ético. El primero hace
alusión a la experiencia sensible; el segundo
a los procesos de producción de
conocimiento, y el tercero al tipo de relación
social entre el individuo y sus congéneres.
La educación tradicional nos ha
enseñado a construir conocimiento
fragmentariamente, es decir, desde
disciplinas independientes. Tal método nos
ha llevado a reducir el objeto del
conocimiento a uno solo de los aspectos en
que el mismo puede comprenderse. En
tiempos recientes, se habla de un método
llamado transdiciplinariedad, que parte de la
base de que un objeto de conocimiento debe
estudiarse considerando relacionalmente los
aspectos que lo conforman.
Así, si tomamos, por ejemplo, el estudio
de la indigencia, a partir de un estudio de
caso, podemos llegar a conclusiones muy
diferentes según sea la perspectiva
metodológica. El estudio disciplinar desde
cierto enfoque de la psicología puede decir
que la indigencia es la consecuencia de un
desorden de comportamiento, asociado al
consumo de sustancias psicoactivas. Sin
embargo, un estudio transdisciplinar, puede
considerar muchas más variables del
fenómeno, además del aspecto
comportamental. Si se revisa la hoja de vida
de esta persona, pueden evidenciarse más
elementos de análisis: víctima de
desplazamiento forzado en el año 2XXX;
pérdida violenta de familia, propiedades y
trabajo; ausencia de programas de acogida a
ciudadanos desplazados en las distintas
ciudades receptoras; perdida de identidad,
dignidad e integridad, etcétera. Así las cosas,
¿cómo tratar lo psicológico, sin atender a su
relación con lo económico, lo educativo, lo
político, etcétera? Tal análisis visibiliza que la
indigencia es un fenómeno social complejo, y
que su estudio está relacionado con múltiples
disciplinas, y que, en consecuencia, la
intervención en el mismo debe tratar cada
uno de los elementos que le son propios.
3.Este carácter unitario y complejo del
conocimiento debe quedar representado en
los textos, orales y escritos. Tal
correspondencia, entre la realidad, el texto y
el conocimiento, del todo icónica, es
conocida como coherencia. Se trata, pues,
no solo de una condición estructural del
texto, sino también del conocimiento y de la
realidad misma, que de suyo, es una unidad,
en tanto en cuanto es sintética, continua y
dinámica. En ese sentido, responde es a la
lógica dialéctica (Lefebvre, 1976: 152) y a la
teoría del conocimiento (Escobar Valenzuela,
1999: 271).

En tal sentido, la coherencia determina el


carácter de verdad de una definición, un juicio o
un razonamiento mayor, tanto en el marco de la
teoría del conocimiento como en el de de la
lógica formal. Recordemos que aquella estudia la
correspondencia entre las teorías sobre los
objetos de conocimiento y los objetos de
referencia. Y la lógica formal, por su parte,
estudia los elementos lingüístico-formales de
tales teorías.
En consecuencia, toda teoría que no guarde
correspondencia con la realidad es incoherente,
ilegítima y falsa. No siempre lo que está bien
dicho o escrito es verdad. Cabe distinguir,
entonces, las teorías que están bien construidas
en tanto en cuanto estructuras lógico-lingüísticas,
porque tienen un hilo conductor y temático, una
estructura en la que se representan, secuencial y
evidentemente ciertas observaciones, procesos y
conclusiones, aun cuando se trate de un
conocimiento relativo al tiempo, al lugar y al
modo en el cual se ha producido, y,
metodológicamente, parcial y sesgado. Pero, por
otra parte, distinguimos de estas, las teorías que,
además de estar bien construidas, se
corresponden con los hechos, con su dinámica y
complejidad.
Sin embargo, si observamos atentamente
a nuestro alrededor, encontramos múltiples
contextos marcados por su incoherencia.
Tomemos solo tres ejemplos, desde ámbitos
bastante significativos en la vida de las personas:
el político, el moral y el educativo. Tengamos en
cuenta, que en cada ámbito la coherencia tiene
una designación e implicaciones diferentes. En el
campo político, se habla de legitimidad; en el
moral, de honestidad (honor u honra), y en el
educativo de praxeología.
Examinemos un caso por ámbito:

Ámbito político
Tomemos el primer artículo de la Constitución
Política de la República de Colombia: "Colombia
es un Estado social de derecho, organizado en
forma de república unitaria, descentralizada, con
autonomía de sus entidades territoriales,
democrática, participativa y pluralista, fundada en
el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y
la solidaridad de las personas que la integran y
en la prevalencia del interés general".
Sin ir más lejos, tomemos solo la primera
oración, en negrilla, y examinémosla. Un estado
social de derecho es aquel que garantiza el
cumplimiento de todos los derechos y deberes de
la población que lo conforma. Revisemos algunos
titulares y subtitulares de noticias que ilustran el
incumplimiento del derecho a la vida, honra y
dignidad, el derecho a la educación, al desarrollo
integral, y a un trato digno.

(1) El número de víctimas del


conflicto armado registradas llegó a
6.043.473. (Semana: 8 de febrero de
2014).
(2) En los últimos cuatro años, el
porcentaje de población que accede a la
educación superior en Colombia pasó de
37.1% en 2010 a 47% en 2014. (Dane,
Boletín de prensa, 2015).

(3)  Si Colombia decidiera meter a


todos sus presos en un escenario de
fútbol tendría que copar dos estadios
como el Metropolitano de Barranquilla,
cuya capacidad es de 49.600
espectadores. Aún así, 17.900 reclusos,
de los 117.018 que hay en las 138
cárceles del país, quedarían por fuera.
(El tiempo: 19 de noviembre de 2015).

La base de la democracia (directa), que


constituye la piedra angular de la filosofía de la
Constitución Política de la República de
Colombia, es el estado social de derecho. Lo
contrario es un estado de derecho. De manera
que “desde su institucionalización, el poder se
encuentra legitimado y limitado por la idea de
derecho de la cual procede” (Naranjo Mesa,
2000: 124). Es, por lo tanto, “la idea de bien
común la que da fundamento a la autoridad”
(Ibidem) de un estado democrático. Así, si un
estado que se autodenomine democrático no es
garante de los derechos manifiestos en la ley, no
tiene el reconocimiento del populo, esto quiere
decir que este no valida ni el papel cumplido por
el estado ni la ley misma, no los considera
ciertos, o sea, legítimos.

Ámbito moral
Tomemos un fragmento de Mateo 23, en el
Nuevo testamento de la Biblia de América y
reflexionemos sobre ellos:
“Denuncia de la hipocresía.
¡Ay de ustedes, maestros de la ley y
fariseos hipócritas, que parecen sepulcros
blanqueados: por fuera su apariencia es
hermosa, pero por dentro están llenos de
huesos de muerto y podredumbre!”.
Muchos años después de mostrarse
como un gobierno honorable, los medios de
comunicación de todo el mundo empiezan a
difundir una información que para muchos,
especialmente para los afectados, siempre
ha sido vox populi:
“Chile reconoce a más de 40.000
víctimas de la dictadura de Pinochet” (El
país, 20 de agosto de 2011).
Así como en Chile, a lo largo de toda
América Latina tenemos varios casos similares
de gobiernos que se han presentado como
proyectos democráticos, esto es, como estados
sociales de derecho, cuyo único interés es el
bienestar popular. No obstante, con el paso del
tiempo, se ha descubierto que eran defensores
de intereses particulares, que engañaron a su
pueblo y castigaron a todos aquellos que les
demandaron justicia social.

Ámbito educativo
Partamos de la siguiente premisa: un sistema
educativo en el cual “la lógica de la acción
(praxis) se articula con la del conocimiento
(logos); y la clásica oposición entre teórico y
práctico se transforma en una
complementariedad dialéctica entre saberes y
saberes de la acción, favoreciendo un
movimiento en espiral entre lo vivido, la práctica
y el pensamiento, que termina haciendo de esa
práctica una praxis” (Juliao Vargas, 2011), es un
modelo pertinente para la construcción de un
conocimiento coherente con las necesidades
humanas y sociales. De lo contrario, es un
conocimiento que no repercute en todos los
órdenes de la vida humana.
El modelo educativo colombiano parece tener
unas fallas importantes al respecto, si como dice
este titular de Semana: Colombia, en el último
lugar de las pruebas de educación (Semana, 1
de abril de 2014). Además, se afirma en tal
artículo:
Colombia está en el último lugar de las
pruebas de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), que midieron la habilidad de 85.000
estudiantes de 15 años, 9.000 de ellos
colombianos, para resolver problemas de la
vida real con los que no están familiarizados.
Esto quiere decir que en tal modelo no hay
relación entre el conocimiento que se ha
impartido en nuestro país, de carácter
predominantemente disciplinar, y la aplicación del
mismo a las vidas de los estudiantes. De tal
manera, que el conocimiento aprendido no se
basa en la filo-sofía, o lo mismo, en un vínculo
empático necesario con ella, sino que por el
contrario es un conocimiento arbitrario, es decir,
impuesto, y, por lo mismo, carente de
importancia, repercusión y aplicabilidad.
En los ejemplos vemos como la validez o el
valor de verdad son categorías muy cercanas.
Ambas requieren de la correspondencia entre
una realidad y un conjunto de afirmaciones que
conforman la teoría correspondiente. En los
ámbitos examinados su carácter de verdad se
evalúa por el reconocimiento social y la
aplicabilidad de la teoría. En síntesis, son una
evidencia de que toda nuestra producción
académica, nuestro discurso cotidiano y nuestro
actuar están llenos de vacíos semánticos,
inconsistencias y contradicciones.
En conclusión, solo “una concepción racional
dialéctica del entendimiento, de la forma y de la
identidad” (Lefebvre, 1970: 153), puede ser la
base sobre la cual se asiente un pensamiento y
un conocimiento coherentes. Sin embargo, cabe
tener presente que los procesos de pensamiento
y de producción de conocimiento suelen contar
con varios factores que impiden tal entendimiento
objetivo de la realidad: la perspectiva de estudio
del investigador relativa al tiempo, al lugar y al
modo, sus prejuicios como investigador y
persona, sus intereses personales, sus
emociones, entre otros. Por lo tanto, “es
necesario adquirir una comprensión concreta del
objeto como un sistema integral, no como
fragmentos aislados; con todas sus
interconexiones necesarias, no fuera de su
contexto, como una mariposa clavada en el panel
de un coleccionista; en su vida y movimiento, no
como algo estático y sin vida.” (Woods y Grant,
1995: 38), si el objetivo es construir nuestra vida
como individuos y como sociedad sobre las
bases de unos conocimientos, unos discursos y
unas acciones coherentes entre sí.

Referencias

ANÓNIMO (2011) Biblia de América. Editorial


PPC, Madrid
ESCOBAR VALENZUELA, G. (1999) Lógica,
nociones y aplicaciones. Editorial Mc Graw
Hill, México D.F.
JULIAO VARGAS, C.G., (2011) La
responsabilidad social: una práctica de vida.
Editorial Corporación Universitaria Minuto de
Dios UNIMINUTO Virtual y a Distancia,
Bogotá.
LEFEBVRE, H. (1970) Lógica formal, lógica
dialéctica. Siglo veintiuno editores S.A.,
México D.F.
NARANJO MESA, V. (2000) Teoría
constitucional e instituciones políticas.
Editorial Temis, Bogotá.
PÉREZ GRAJALES, H. (2008) Argumentación y
comunicación. Cooperativa Editorial
Magisterio, Bogotá.
SÁNCHEZ LOBATO, J. (2007) Saber escribir.
Editorial Aguilar, Buenos Aires.
WOODS, A. y GRANT, T. (1995) Razón y
revolución. Online:
http://juventud.psuv.org.ve/wp-
content/uploads/2009/05/woods-alan-y-grant-
razon-y-revolucion.pdf

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