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Reseña 3
Para sustentar esta tesis, el autor realiza un análisis que se divide en tres partes: una
caracterización del secularismo en Indonesia, un apartado histórico describiendo la colonia
y la “Era del Antiguo Orden” (1945-1966) para pasar, en la tercera parte, a realizar un
análisis de la “Era del Nuevo Orden” (1966-1998) así como sus consecuencias.
Así, el autor comienza afirmando que el secularismo en Indonesia tiene dos significados
conflictivos entre sí: la separación entre el Islam “político” (politized) y el Estado,
defendido por los musulmanes más moderados así como los ciudadanos indonesios no-
1
El texto original está en inglés, sin embargo, para mantener la claridad y cohesión del texto, todo lo citado
o referenciado de este será traducido al español por mí.
musulmanes. La segunda concepción del secularismo puede decirse que es un anti-
secularismo, al establecer que esta es una “ideología antirreligiosa y un ataque cristiano a la
sociedad musulmana de Indonesia” (Myengkyo, 2012, Pág. 1047). El primer significado es
considerado por muchos como una forma de contener el radicalismo islámico siendo un
ejemplo el expresidente indonesio Abdurrahman Wahid, nieto del fundador del NU y
partidario de la compatibilidad del Islam con la democracia, para el cual la (entonces
fuertemente consolidada) forma administrativa del control de la religión tenía por objetivo
encontrar un punto medio (mild secularism) entre el mayoritismo religioso y el secularismo
antirreligioso, ambos a los cuales se resiste. Este intervencionismo “legal-secular” se
encarga, contrario al secularismo, a alejar la religión de la esfera privada.
La Pancalisa fue creada por el primer presidente del país, así como dirigente del Antiguo
Orden, y con ella buscaba “definir Indonesia creando una base filosófica para el nuevo
Estado” (Myengkyo, 2012, Pág. 1049) constando de 5 puntos dados en el siguiente orden:
“nacionalismo en la unidad de Indonesia; humanitarismo; democracia consultiva basada en
la delegación y el consentimiento; justicia social; y la creencia en un Dios” (Myengkyo,
2012, Pág. 1050).
Sin embargo, aún con la intención de generar un consenso con los islamistas, estos aún
estaban descontentos con la falta de mención explícita del papel del Islam, por lo que
dirigieron un comité que se encargaría de revisar los principios. De este comité surgiría la
Carta de Yakarta la cual puso el punto quinto de primero y agregó las famosas 7 palabras:
“con la obligación de los adherentes del Islam de practicar la ley Islámica” (Myengkyo,
2012, Pág. 1050). Aún con esto, la frase adicionada era vaga al no aclarar qué tipo de
relación debía mantener el Estado Indonesio frente a la Shari’a, si debía protegerla,
implementarla o promoverla.
Así, con la independencia declarada de manera definitiva el 17 de agosto, Sukarno retiró las
7 palabras, así como el requisito de que el presidente y el vicepresidente debían ser
musulmanes por lo que ahora, y para siempre, la Pancalisa sería la ideología estatal de
Indonesia. Lo cual, desde luego, implicó un rápido aumento de las tensiones entre
islamistas y el nuevo presidente llegando a provocar rebeliones, hecho que intentó ser
solucionado por este con la recuperación de la Oficina de Asuntos Religiosos que pasó a ser
un Ministerio. Sin embargo, la intención no era favorecer a los islamistas sino aplacarlos,
por lo que Sukarno creó en el mismo ministerio oficinas para las otras religiones, la
protestante, la católica y, luego, la hindú-budista (Myengkyo, 2012, Pág. 1051) logrando así
mantener una neutralidad relativa frente a todas las religiones. Este ministerio, con el
tiempo, se convertiría en uno de los ministerios más importantes y poderosos de Indonesia,
siendo sus cargos ocupados, especialmente en la Era del Nuevo Orden, por musulmanes
seculares.
Pero durante los siguientes 20 años las directrices de Sukarno se mezclaron con los legados
coloniales que derivaron, en últimas, en todas las regulaciones religiosas surgidas en este
periodo e incluso después; la ultima parte del texto la caracteriza el autor así: Sukarno era
marxista y tenía como pretensión mezclar ese enfoque con la idea de construir un
nacionalismo en Indonesia, conciliar marxismo con Islam, hecho que falló drásticamente
ocurriendo a la par del rápido crecimiento del partido comunista indonesio así como el
aumento de las tensiones entre estos y el ejército (dada la intención de crear una fuerza de
campesinos armados a la par del ejército, la marina, la fuerza aérea y la policía (Myengkyo,
2012, Pág. 1051)). Un golpe fallido contra Sukarno, por parte de generales de izquierda,
llevó a los militares musulmanes, liderados por el general Suharto, en alianza con el NU y
la Muhammadiyah y otras organizaciones musulmanas, a tomar las riendas del Estado
Indonesio. Este hecho concluyó en una enorme purga anticomunista en 1965 que muchos
musulmanes incluso llamaron Yihad. Era el comienzo de la Era del Nuevo Orden.
Las medidas tomadas por Suharto “no eran ni pro-islámicas ni anti cristianas. En cambio,
pusieron la religión in las manos del Estado, haciendo de las prácticas religiosas menos
religiosas y más un asunto de la administración estatal” (Myengkyo, 2012, Pág. 1052). Su
enfoque, el que caracterizaría la política religiosa de ahí en más, reproducía la equidistancia
del Estado hacia todas las religiones limitando severamente la libertad de culto de los
ciudadanos sin importar que fé profesaran. Fue en ese contexto que el sustento material más
importante de Myengkyo se desarrolló; fue en ese contexto que aparecieron los decretos
religiosos.
El primer decreto es el “Decreto Presidencial de 1965” (Myengkyo, 2012, Pág. 1052) que
originalmente fue expedido por Sukarno para reconocer, de manera oficial y exclusiva, a 6
religiones: el Islam, el Protestantismo, el Catolicismo, el Budismo, el Hinduismo y el
Confucianismo. Sin embargo, dicho decreto tuvo su mayor impacto durante el mandato del
Suharto quien convirtió la religión en un punto estratégico desde el cual poder combatir el
comunismo en Indonesia. A través de este decreto se exigía que todos los ciudadanos, sin
excepción, declarasen ante el Ministerio de Asuntos Religiosos a cuál religión pertenecían,
significando esto que no podía haber indonesios animistas (entre otras religiones
minoritarias), irreligiosos y, mucho menos, antirreligiosos. Con ello, en medio de esta
purga, y esta Yihad, la religión se convirtió en un asunto de vida o muerte, dado que los
ateos podrían ser perfectamente pasados por comunistas y ser asesinados, sea por el Estado
o por musulmanes radicales.
El otro decreto descrito por el autor, el decreto conjunto No. 1/1969 (Myengkyo, 2012, Pág.
1053), dado entre el Ministerio de Asuntos Religiosos y el de Asuntos Internos, actualizado
en el 2006, regula la construcción y expansión de las casas de adoración en el territorio
indonesio. El decreto de 1969 establecía el Izin Mendirikan Bangunan (permiso de
construcción), dado por el jefe del ministerio local, el cual requería la aprobación de la
comunidad objetivo (los que la iban a usar) siendo muy ambigua y sirviendo como
justificación de una incremental de violencia contra instalaciones religiosas cristianas por
parte de los musulmanes, mismos que “cazaban” iglesias “ilegales” (algunas no lo eran).
Para solucionar esta ola de violencia interreligiosa, nunca vista durante la Era del Antiguo
Orden, en el 2006 (37 años después) reemplazó este decreto ministerial agregando nuevos
requisitos, los cuales eran: una lista de 90 usuarios, con su documento de identidad,
solicitando; una lista de 60 usuarios vecinos de otras religiones manifestando una no
objeción; una aprobación de la cabeza local del Ministerio de Asuntos Religiosos: y una
recomendación oficial del foro local para la armonía entre las religiones (Myengkyo, 2012,
Pág. 1054). De todos esos requisitos, el más difícil de cumplir era el segundo por lo que
muchos, cristianos principalmente, optaron por usar casas o edificios privados para sus
ritos, dando paso a una nueva cacería por parte de musulmanes contra estos.
El tercer sustento es la ley de matrimonios de 1974 (Myengkyo, 2012, Pág. 1054) que pasó
a llenar un vacío legal sobre los matrimonios. Esta ley, dado que ni la Oficina de Asuntos
Religiosos (encargada de los musulmanes) ni la Oficina Civil de Registro (encargada de las
otras religiones) reconocían el matrimonio interreligioso, hizo de la conversión a la religión
del cónyuge algo obligatorio, convirtiéndose esta en la razón más importante de conversión
desde la purga de 1965. La ley de 1983 (Myengkyo, 2012, Pág. 1055) complementó la
primera al regular específicamente el matrimonio de servidores públicos obligando al civil
a convertirse a la religión del servidor, previa autorización de su superior.
La última medida de la Era del Nuevo Orden analizada, es la política religiosa sobre
proselitismo religioso en Indonesia regulada por los decretos No. 70 y 77 de 1978
(Myengkyo, 2012, Pág. 1055). Limitando estas la intervención de gobiernos extranjeros en
asuntos religiosos locales o regionales (Decreto 77) y prohibiendo a cualquier religión, sin
importar cual de las reconocidas sea, a llevar a cabo misiones de conversión sobre
poblaciones que ya tienen una religión.
Aunque no sea dicho con las siguientes palabras, el autor trata, de manera especial en la
sección de análisis de la época colonial, la independencia y la Era del Antiguo Orden, el
asunto del islamismo y el secularismo como puntos divergentes, conflictivos, en el proceso
de constitución de un Estado-Nación moderno. Cuando recoge las influencias académicas e
ideológicas de las organizaciones musulmanas (Myengkyo, 2012, Pág. 1047) y la lucha
entre secularistas e islamistas antes de la independencia que derivaron en la Pancalisa
(Myengkyo, 2012, Pág. 1049-1050) este lo hace de manera explícita como elementos de
una lucha por crear una base ideológica sobre la cual consolidar un Estado y un
nacionalismo que le de unidad, lo cual es lo mismo que una Nación.
Sin embargo, y dado el tipo de ensayo que busca construir, la reflexión que hubo detrás de
esos elementos y la que puede partir de ella escapa a su interés y, por lo tanto, aunque lo
menciona, no desarrolla la forma en que se relacionan con la construcción teológica e
ideológica del Estado-Nación como un todo en los países musulmanes. Por el contrario, su
interés está en sustentar la tesis expuesta antes, más que cuestionar o explorar la razón, lo
característico y la forma de esta construcción frente a los ideales con los cuales compara su
estudio de caso. No le interesa saber cómo se construye un Estado-Nación moderno, y por
tanto bajo ideales occidentales, en un territorio mayormente artificial con mayoría
musulmana, con todas las contradicciones que ello trae.
Empezando sobre las discusiones en torno al islamismo pre y post revolución islámica de
Irán en 1979, el texto de Macías-Amoretti es especialmente ilustrativo al reconocer el
carácter paradójicamente moderno del islamismo: “la referencia al Estado “como ámbito
fundamental del pensamiento y de la acción política islamista, constituye claramente una
innovación respecto a las teorías políticas clásicas, siendo sin duda el resultado de la
dialéctica desarrollada entre el islamismo y sus antagonistas ideológicos en el mundo
árabe”” (Macías-Amoretti, 2012, Pág. 295); o “éste no deja de ser una adaptación al árabe
de la idea de “Estado-nación” surgida en Europa y aplicada posteriormente de manera
vehemente y antinatural por parte de las potencias coloniales a los países colonizados”
(Macías-Amoretti, 2012, Pág. 300). El concepto mismo de Estado “Dawla” desarrollado
por el islamismo que llegó incluso a ser adoptado por seculares, lleva dentro de sí la raíz del
conflicto. La “Dawla” tenía originalmente el sentido de dinastía, es decir, un tipo de
soberanía, un concepto premoderno original del Islam que evocaba un tipo de legitimidad
discutible y muy dinámica que fue sometido a un cambio semántico en las discusiones
modernas de la academia musulmana de principios del siglo XX, para adaptarse a las
necesidades discursivas de una realidad impuesta por el dominio colonial que nunca fue
discutido por los movimientos anticoloniales. La “Dawla” sufrió un proceso de sinonimia
con el concepto occidental de “Estado” al cual necesariamente se le relacionaba con una
“Nación”, teniendo como resultado el paso de ese significado, el dinamismo, a uno que
evocaba estabilidad, lo estático, la exclusividad y más aún la irrevocabilidad del nuevo
modelo de organización del poder político, así como su sustento ideológico de legitimidad,
el nacionalismo (islámico en este caso). Este hecho chocaba y choca con elementos
característicos del imaginario musulmán como la dirigencia de los fieles, Irshad (elemento
que vincula el poder moral (imam) y el político (amir) poniendo como prioridad, en
muchos casos, el primero) (Macías-Amoretti, 2012, Pág. 304) o el mismo concepto de
Umma (supranacionalidad que invoca la unidad de todos los musulmanes) (Macías-
Amoretti, 2012, Pág. 300).
Con estos elementos es que se pueden entender, en el caso que nos compete, por qué el
proyecto de nacionalismo musulmán no podía ser conciliado con los ideales políticos de
unidad y Estado moderno occidental y por qué el proyecto de Sukarno fracasó y derivó en
las medidas del Nuevo Orden. Myengkyo lo considera la desvinculación de la religión de
su aparato religioso, lo cual es coherente con el análisis de Macías-Amoretti para quien
podría ser el vaciamiento mismo del islam. El Estado indonesio quiso solucionar estas
contradicciones atacando su fuente, lo cual lo llevó a la desvinculación del aparato
teológico de la identidad religiosa para obtener una religion mayoritaria vacía, una que,
como admite Myengkyo (2012, Pág. 1056), sirve más para mantener un modelo autoritario
de organización de la vida; un nuevo elemento de dominación.
Otro ejemplo es Malí, también de mayoría musulmana y también oficialmente laico, heredó
este concepto de su antigua metrópoli: Francia. “Entre favoritismo y represión, el dominio
colonial francés en Mali nunca fue “secular” en el sentido de remover la religión de la vida
pública o las estructuras de poder” (Thruston, 2013, Pág. 48). Mali, para la época en que
fue escrito el texto de Thruston, estaba enfrentando serios problemas internos derivados del
descontento de las poblaciones musulmanas frente a la negativa del gobierno de no aceptar
convertir la Shari’a en la ley de Estado, hecho que se enmarca, junto con Nigeria y todos
los países con mayorías musulmanas, dentro de un momento discursivo donde la yihad y el
fundamentalismo islámico tienen una importancia grande como elemento denunciativo de
la dominación de occidente.
Estos dos casos africanos, junto a Indonesia, tienen en común haber pasado por procesos de
secularización como alternativa de mantenimiento del orden interno frente a minorías
religiosas importantes (especialmente cristianas) y como requisito simbólico-discursivo del
proceso de constitución de Estados-Nación modernos. La diferencia entre el fracaso
aparente de la política secular de Malí y Nigeria e Indonesia es que este último, aún si
mantiene un fuerte vinculo entre religión y política, logró deshacerse del aparato teológico
del Islam para adaptarlo a sus necesidades políticas y disminuir las contradicciones moral,
ideológicas y teológicas derivadas de la mezcla entre Islam y modernidad. Ni yo ni
Myengkyo planteamos que esta sea una salida deseable, pues ello no elimina
completamente la violencia interreligiosa, por el contrario, planteo que un diálogo entre la
moral cristiana y la moral musulmana, desde una epistemología musulmana (para evitar
basiliscos como el islamismo moderno) podría llevar a consensos sin destruir la identidad
sociocultural de casi dos mil millones de personas.
Conclusión:
El texto de Seo Myengkyo representa una exploración histórica de tipo político, discursivo
y legal-administrativo para poder caracterizar, en el marco ideológico-discursivo de la
dicotomía entre secularismo e islamismo, al Estado indonesio. Con esta reseña, además de
contrastar, confirmar y ampliar las afirmaciones del autor, se pudo explorar elementos del
Estado-Nación moderno que se mencionaron en las reseñas pasadas y que no se pudo
profundizar.
Bibliografía:
Texto reseñado: