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Este texto tiene para mí un valor especial como resultado del conjunto de
investigaciones que desarrollé desde principios de los años 80 y que sirvieron de
material empírico para la elaboración de mi tesis de doctorado, defendida en 1992.
Su principal objetivo consiste en exponer una alternativa teórico-metodológica para el
diagnóstico y caracterización de los niveles de desarrollo de la motivación profesional.
Este análisis se ha basado en el estudio bibliográfico de numerosas obras y trabajos
dedicados al tema de la motivación profesional y su orientación y abarcó las
contribuciones de diversos autores, que desde diferentes concepciones psicológicas,
realizaron significativos aportes al estudio del diagnóstico y la orientación profesional,
como importantes esferas del quehacer psicológico.
Las consideraciones que se exponen a continuación sirven de punto de partida para
reflexionar acerca de aquellas estrategias, que partiendo de nuestra concepción,
permitirán promover, de manera conscientemente organizada, el desarrollo de la
motivación profesional en el proceso de enseñanza. No obstante, es importante
señalar que en la literatura psicológica y pedagógica, hasta nuestros días, los
planteamientos formulados al respecto se mantienen en un plano teórico general o
bien se absolutiza lo instrumental, al margen de una fundamentación teórica que avale
la práctica de la orientación profesional.
AL hacer un análisis de los componentes psicológicos, que en nuestra opinión,
integran la motivación profesional como formación de la personalidad, se abre un
camino para analizar y determinar las posibles estrategias educativas que promuevan
su desarrollo. Las vías para implementar las mismas, dependerán de múltiples
condiciones, como por ejemplo: la preparación técnica y psicopedagógica del docente,
su creatividad, la forma en que se estructura el proceso de enseñanza, las
características de los estudiantes, sus intereses, capacidades y diferencias
individuales, entre otras.
Introducción
La caracterización de la motivación profesional y sus niveles de desarrollo en jóvenes
estudiantes, constituye una línea de investigación que ha cobrado especial interés en
nuestro país y a la que han dedicado sus esfuerzos numerosos investigadores.
Este interés es explicable por varios motivos. En primer lugar, el problema del hombre,
de su desarrollo pleno, ha estado en el centro del programa
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Con relación a las teorías hasta aquí tratadas coincidimos con las apreciaciones
siguientes de D. González, 1987:
Los teóricos conductistas desprecian la importancia de los factores conscientes y
superiores en la motivación y tienden a reducirlo todo al estudio de la conducta, del
estímulo y la respuesta, y del aprendizaje en función de los impulsos fisiológicos. El
psicoanálisis de Freud y otras concepciones biologistas destacan la importancia de los
requerimientos biológicos y menosprecian la naturaleza e influencia fundamental del
carácter superior (psíquico y social) de la personalidad y la motivación humanas.
Ambas direcciones son diferentes manifestaciones del mecanicismo (pág. 38).
Como una “tercera fuerza” que se propone superar las insuficiencias del conductismo
y el psicoanálisis, surge la psicología humanista. Esta corriente destaca la importancia
de los componentes internos de la personalidad, el carácter superior de la motivación
humana, el papel del “yo” y de la conciencia en la regulación del comportamiento,
aunque tampoco sus teóricos logran esclarecer el problema de la determinación social
de la personalidad.
Respecto a la distinción entre estas concepciones, señala L.I. Antsiférova (1980):
En la solución del problema de las fuerzas motrices de la conducta y de las formas que
determinan la actividad del hombre, se destacan dos tendencias opuestas. Los
representantes de la primera desarrollan un modelo homeostático de la personalidad,
en el cual se empalman teorías diferentes a primera vista, como el freudismo y el
neoconductismo. Los representantes de la segunda tendencia defienden la idea
de un proceso de formación constante, de un desarrollo y un perfeccionamiento
continuos de la personalidad (Allport, Maslow, Rogers, C.Bühler y otros) (pág. 303).
En relación a esta segunda tendencia resulta apropiada la siguiente valoración de
K.A.Abuljanova-Slavskaia (1980):
Las teorías que tratan de aclarar la particularidad de la forma individual de existencia
se contraponen a las concepciones que tipifican y estandarizan al individuo (...) La
descripción psicologizada de los atributos de la forma individual de existencia no le
ofrece la posibilidad a los existencialistas (en virtud de las directrices teóricas iniciales)
de poner en claro las particularidades de la forma individual de existencia, que están
relacionadas con su esencia social (pág. 55).
En un intento por abordar la investigación de la personalidad como sistema, y al
considerar que una psicología auténtica debe comenzar por el estudio de su aspecto
individual, los psicólogos humanistas señalan la necesidad de utilizar todos los
recursos investigativos en “el estudio de las personas”, las cuales “solamente existen
en patrones concretos únicos” (Allport, 1971, pág. 55). También resulta meritorio en
este enfoque la importancia conferida a la organización cognitiva de la información
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carrera adquirida y la posición social propia se valoran a la luz de los criterios socio-
morales más generales (pág. 148).
En Cuba, el estudio de la motivación profesional y de los problemas relativos a la
elección de la profesión, aunque ocuparon la atención de algunos investigadores antes
del triunfo revolucionario (G. Torroella), adquiere especial énfasis, a partir de la década
de los setenta. Como pioneros de estos estudios, podemos mencionar a Diego
González (1982) y Fernando González (1983). A la concepción de este último, acerca
de la personalidad y la motivación, haremos referencia posteriormente, ya que sus
puntos de vista teórico-metodológicos, con relación a la caracterización de la
motivación profesional, constituyen el sustento más inmediato a partir del cual
desarrollamos nuestra visión del problema.
A continuación mencionaremos algunos trabajos de otros investigadores cubanos, que
por sus aportes al tema que nos ocupa, merecen a nuestro juicio ser mencionados.
Hiram Valdés (1984) realizó una caracterización de la motivación profesional de
estudiantes de preuniversitario y de escuelas deportivas que aspiraban a ingresar en
el Instituto Superior de Cultura Física “Comandante Manuel Fajardo”, así como de
jóvenes que cursaban estudios superiores en esta institución. En sus investigaciones
el autor demuestra el valor de la composición como técnica de expresión abierta para
diagnosticar el nivel de desarrollo de la motivación profesional.
Por su parte también, Natacha Rivera (1986) demuestra la posibilidad de desarrollar la
motivación hacia la profesión pedagógica mediante una estructuración particular del
proceso docente. En este caso, utilizó para tales fines el programa de la asignatura
“Psicología”, impartido a los estudiantes del Instituto Superior Pedagógico para la
Enseñanza Técnica y Profesional.
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Al respecto Nuttin escribe: “El hombre se conoce como un organismo que no puede
vivir sin alimento, que desea afecto y un cierto standing social, etc., es decir que las
necesidades están integradas a su concepción de sí mismo” (Nuttin, Pieron y
Buytendijk, 1965, pág. 138).
El planteamiento de la estrecha relación existente entre las necesidades de la
personalidad y el sí mismo representa un aspecto positivo de esta teoría. No obstante,
este proceso se concibe divorciado del contexto social en el que transcurre la vida del
sujeto, al depender, según el autor, de una fuerza interior de esencia genérica.
Es en la concepción de los psicólogos humanistas donde adquiere mayor relevancia el
concepto del “yo” o “sí mismo”.
Estos autores enfatizan particularmente la importancia de este mecanismo regulador y
su carácter consciente.
McDougall, precursor de esta corriente, señala que es la “consideración de sí mismo”
el sentimiento dominante en la personalidad que se asocia conscientemente a
determinados ideales y regula sentimientos de menor trascendencia.
A.H. Maslow concebía la conducta humana determinada por una motivación de
crecimiento que permite la “actualización de sí mismo”.
Por su parte, C. Rogers (1982) también destaca la importancia del “self” (sí mismo)
para el adecuado desarrollo personal. Su formación debe constituir el objetivo
fundamental de la psicoterapia. Este proceso permitirá al individuo convertirse en
persona que funcionará de manera eficaz e integrada, original y expansiva, confiada
en sus potencialidades y capaz de aceptar mejor a los demás (pág. 44-45).
Finalmente, en los trabajos de G.W. Allport encontramos un análisis detallado de la
formación del “sentido de sí mismo” y de sus componentes (corporal, de identidad,
autoestima, imagen, extensión y esfuerzo orientado). El autor elige el término de
“proprium” para expresar la integración de estos elementos dentro del sistema de la
personalidad, considerándolo un indicador fundamental de su desarrollo.
Así lo expresa cuando apunta: “...si nuestro trabajo, nuestros estudios y aficiones no
entran en la esfera del proprium, no podemos decir que somos personalidades
maduras” (Allport, 1971, pág. 340).
En las consideraciones de los psicólogos humanistas relativas al papel del “yo” como
componente de la personalidad, se repiten las principales limitaciones señaladas a
esta corriente, en sus elaboraciones acerca de la motivación. A partir de una
orientación idealista, enfatizan el carácter psicológico y superior de la misma, pero sin
considerar suficientemente los determinantes socio-históricos en el proceso de
formación de la autovaloración y en especial, la influencia de la valoración social.
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propósito que el sujeto formula, sino también por la riqueza de contenido que tiene
dicha proyección” (González R. , 1985, pág. 14, primer artículo citado).
También en nuestro país, diversos investigadores han prestado atención al problema
del papel que juega la estructuración del futuro en la regulación motivacional (Arias,
1988; D´Angelo, 1984; Fariñas, 1990; González S., 1984; González R., 1985;
González P., 1985). Algunos puntos de vista al respecto son los siguientes:
“La conducta del hombre se caracteriza por la realización de una serie de fines
elaborados en un proyecto de vida y que se orientan hacia el futuro”. Según D.
González (1972), “Estas son las formas superiores y típicas del comportamiento
humano” (pág. 48).
Por su parte O.D´Angelo (1988) considera la tendencia a la autorrealización como una
de las principales direcciones de la personalidad desarrollada. Esta tendencia se
sustenta en el “proyecto de vida como subsistema general autorregulador de la
personalidad” que integra “ ...los objetivos vitales y los planes de su realización en las
dimensiones temporales de la experiencia individual referidos a las distintas esferas de
vida y actividad del individuo” (pág. 114).
En el análisis de este problema, resultan muy valiosos también, a los fines de nuestro
trabajo, los criterios de H. Arias (1988), al considerar la interrelación dialéctica ideales-
autovaloración-propósitos como “....la forma en que se organizan las estructuras
psicológicas de la personalidad para regular el comportamiento orientado al
futuro”(pág. 106).
Arias destaca la importancia de la categoría “propósito”, ya que la misma nos permite
vincular la autovaloración con el futuro proyectado en los ideales. Ella indica además
la necesidad de determinar no sólo qué objetivos se plantea la personalidad, sino los
motivos que los determinan y la estrategia para su consecución.
Sobre esta cuestión plantea F. González (1985 primer artículo citado), la necesidad
de estudiar las formaciones psicológicas proyectadas al futuro (ideales, intenciones,
etc.) a partir del nivel de fundamentación y elaboración que logra el sujeto de sus
contenidos y no solamente por su vinculación a una actividad concreta o por la lejanía
de su proyección temporal.
La valoración de diferentes opiniones relativas al papel de la proyección futura de la
personalidad, nos permite finalmente plantear en resumen nuestras consideraciones al
respecto.
La estructuración de los contenidos de la motivación orientados al futuro, constituye
una característica distintiva de la regulación personológica y un indicador esencial de
su nivel de desarrollo. Esta estructuración alcanzará una mayor organización y
elaboración consciente de acuerdo a la significación que posea para el sujeto la esfera
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de que se trate. Entre ellas, la motivación profesional puede ocupar un lugar relevante.
Es por esta razón que analizaremos el componente de proyección futura al
caracterizar sus niveles de desarrollo.
II. El estudio de la motivación profesional. Sus componentes y niveles.
2.1) Antecedentes
Como indicábamos anteriormente, nuestra alternativa para la caracterización de la
motivación profesional, tuvo como fundamento más inmediato las consideraciones de
Fernando González Rey acerca del tema y su concepción teórico-metodológica en la
conceptualización y estudio de la personalidad y la motivación (1983, 1985, 1989,
1993 y 1995). Es por ello, que haremos referencia a aquellos aspectos de sus trabajos
que resultaron para nosotros más significativos, y a la vez, expondremos nuestros
criterios al respecto.
González Rey señala que el estudio de la motivación profesional no puede realizarse
al margen de un enfoque general (teórico y metodológico) en torno al estudio de la
motivación humana. Su propuesta destaca el carácter esencialmente consciente de la
motivación como núcleo de la personalidad, sin negar las posibilidades reguladoras de
los motivos inconscientes, la unidad de los aspectos cognitivos y afectivos como
elemento determinante del potencial regulador del motivo; es decir, la necesaria
vinculación de operaciones intelectuales y vivencias y la capacidad del sujeto para
emplear sus recursos personológicos, a fin de dirigir su comportamiento presente y
orientarse hacia metas y proyectos futuros.
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