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SILVANA MARTÍNEZ

(Editora)

CONTEXTOS Y PRÁCTICAS DE TRABAJO SOCIAL

Los desafíos de concretar derechos en la


Argentina Contemporánea

SUSANA CAZZANIGA - SILVANA MARTÍNEZ - JUAN AGÜERO


NICOLÁS LOBOS - PILAR RODRÍGUEZ - RICARDO RUBIO
VÍCTOR MAMANÍ - RUTH TEUBAL

Prólogo de Mario Villarreal


INDICE
Pág.
Introducción………………………………………………………………………

Capítulo 1
La relación Trabajo Social y las gestiones de gobierno. O de cuando
la “complicidad” o la “confrontación” se convierten en un falso dilema
Susana Cazzaniga………………………………………………………………………..

Capítulo 2
La estructura social Argentina: implicancias para el Trabajo Social
Silvana Martínez………………………………………………………………………….

Capítulo 3
Poder, Cotidianidad y Trabajo Social
Juan Agüero……………………………………………………………………………….

Capítulo 4
¿De qué hablamos cuando hablamos de Derechos Humanos y
de qué -al hablar de ellos- evitamos hablar?
Nicolás Lobos, María del Pilar Rodríguez, Ricardo Rubio………………………..

Capítulo 5
Reconstruyendo Identidad Cultural. Discursos y prácticas culturales
de la cosmovisión andina en estudiantes de Trabajo Social - Jujuy
Víctor Hugo Mamani, José Luis Ávalos, Raúl Flores, Teresita Lascano,
Cecilia Machaca, Griselda Méndez, Romina Morales, Liliana Navarro,
Hugo Prieto, María Ramos, Alcides Vázquez………………………………………

Capítulo 6
Abuso sexual intrafamiliar de niños, niñas y adolescentes:
La experiencia de madres protectoras
Ruth Teubal………………………………………………………………………………

Conclusión……………………………………………………………………….
PRÓLOGO

“Quiero decir que las cosas están llenas de vida, o por lo menos muertas o vivas en la
medida que nosotros estamos muertos o vivos, y que mis zapatos tienen algo que decirme
con solo que les preste un poco de atención. Que es lo que hago, justamente, cuando no se
para donde tirar el primer paso”
Haroldo Conti
El texto que encabeza este prologo no es casual. El texto de Haroldo Conti tiene un
doble significado en el contexto de la obra que estoy presentando. Por un lado, la vigencia
de un pensamiento nacional, original, que recupere las tradiciones intelectuales de nuestro
país y de nuestra América latina. Pensamiento que recoge las preocupaciones de nuestro
pueblo desde lo literario, académico, debates, producciones visuales y otros variados
formatos para dar cuenta, como lo hace este libro, que la vigencia de los Derechos Sociales
es una lucha diaria, cotidiana, conflictiva.
La cita de Haroldo aquí nos anima a tirar esos primeros pasos, a reflexionar que la
historia de nuestra Argentina no se agotó en “el argentinazo” sino que sigue fluyendo con
cambios significativos para nuestro pueblo y para los profesionales de “lo social” en
particular.
Decía, que tiene un doble significado, el otro alude al destino trágico de Haroldo,
detenido y desaparecido por sus ideales, su pensamiento comprometido desde la literatura.
Aquí encuentro el aporte fundamental de la obra como brasa ardiente, que molesta y nos
invita a pensar el nuevo escenario que se abrió en Argentina desde el año 2003. La alusión
a Haroldo tiene sentido en una Argentina que enarbola la bandera de la defensa irrestricta
de los derechos humanos y este libro se trata de eso, de derechos conculcados, restaurados,
peleados...
“No pedí nacer pero bueno, aquí voy,
Como vos, como todos”
León Gieco
Podríamos cantar a coro con León Gieco los trabajadores sociales en nuestro trabajo
cotidiano. Como bien expresa la editora “En este libro se intenta dar cuenta de los
múltiples contextos de la praxis profesional del Trabajo Social en nuestro país, como
asimismo de la potencialidad y el poder de la profesión en la vida cotidiana de los sujetos
y de los desafíos de concretar derechos en la Argentina contemporánea”. Conociendo a
Silvana Martínez puedo dar fe de su preocupación en torno a la concreción de los derechos
no solo de los sujetos con los cuales intervenimos sino del propio colectivo profesional.
Ello se expresa en una militancia activa en el espacio de organización profesional de los
colegios de trabajadores sociales sino en esta faceta de militancia desde la producción
intelectual apelando -otra vez- a lo colectivo.
El libro es un esfuerzo colectivo donde encontramos diversidad de trayectorias,
posiciones, enfoques y miradas sobre la misma preocupación de la concreción de derechos
en nuestra Argentina contemporánea.
La obra “piensa en nacional” como nos decía don Arturo Jauretche. No viene a
enseñarnos nada sino a “...suscitar en cada uno la verdad, a veces introducida, que cada
uno lleva dentro de él ...”.
“Yo se que vendrán buenos tiempos
Y si ahora llueve mejor
Que la esperanza no quede empañada por
Un triste nubarrón
Abandonar es más fácil que nada
Yo se que otra vez habrá sol”
Buenos tiempos
Los Piojos
Apelar a otros lenguajes, estéticas, formatos, es un desafío que tenemos también los
profesionales de lo social. Cortázar en un texto de “Octaedro” apelaba al “cuchillo de las
palabras” a sus “nítidos filos” y en esa dirección la obra que presento “desbroza” aspectos
que están siendo discutidos (o no) en el ámbito de nuestra profesión. Desbrozar, separar,
diferenciar, son procesos y exigencias ineludibles para aquellos que apostamos a una
sociedad igualitaria, de concreción efectiva de los derechos de ciudadanía, no solo la
liberal.
La concreción de los derechos no es una tarea sencilla y necesita para ello de un
esfuerzo colectivo, reconociendo que no hay “un” único trabajo social pero a pesar de ello
es irrenunciable la búsqueda de mejores condiciones de vida de nuestro pueblo.
Auguro para esta obra la misma sensación del personaje de Cortázar cuando expresa
“...simplemente tenía que decirlo y esperar, decirlo otra vez (…) tratando de decirlo de
otra manera, insistir: por esperanza...”
Este texto tiene esa porfía, hay que leerlo! Por esperanza.

Mario Villarreal
Córdoba, Abril de 2012
INTRODUCCIÓN

Las décadas de 1990 y 2000 fueron dos momentos claves para la historia de nuestro
país. Sin dudas, pasarán precisamente a la historia por su bagaje de cambios profundos en
un sentido y en otro, de manera sucesiva y traumática. El 19 y 20 de Diciembre de 2001
podemos considerar como la bisagra de este cambio de sentido y también como el punto
más profundo de la crisis vivida por nuestro país. Ya no se podía ir más al fondo, porque se
había llegado a una situación tal de ingobernabilidad que todo parecía, o tal vez era, el
comienzo de un proceso de desintegración nacional. La serie sucesiva de cinco presidentes
en diez días, las movilizaciones y protestas populares, las muertes de compatriotas por la
represión policial, el estado asambleario de la población, son sólo algunos hechos que dan
cuenta de este proceso.
Sin embargo, se inicia luego una nueva etapa de acelerada recuperación del país, tras la
derogación por el Congreso Nacional de la ley de convertibilidad, que era el símbolo del
modelo político y económico de la década de 1990. El proceso de recuperación parte de la
necesidad de superar las consecuencias más nefastas de aquel modelo: dos de cada tres
argentinos en situación de pobreza, uno de cada tres en situación de indigencia, otro tanto
desocupado o en situación de absoluta precariedad laboral, fábricas cerradas o
desmanteladas, endeudamiento externo, subordinación a los organismos financieros
internacionales y la mayor parte de la población despojada y excluida de los derechos más
elementales a la salud, la alimentación, la vivienda, la justicia y la educación, entre otros.
Los nuevos tiempos reclaman justicia y ciudadanía. Así, la recuperación de los derechos
humanos y la justicia social se constituyen en los dos ejes centrales del nuevo proyecto
político instalado en el país a partir del año 2003. Se recupera el crecimiento económico, el
mercado interno, los salarios, la negociación paritaria, la industria y el desarrollo científico
y tecnológico nacional. Se crean nuevas empresas públicas y se reestatizan servicios
básicos como el correo, el transporte aéreo de pasajeros y los fondos de jubilaciones y
pensiones. Se incorpora masivamente a los ancianos al régimen previsional nacional y a los
niños al régimen nacional de asignaciones familiares. Se sancionan leyes claves como la
nueva ley de educación, de matrimonio igualitario, de trata de personas, de violencia de
género, entre otras. Se trata en definitiva de un proceso de reparación histórica de tanto
daño, impunidad, desguace del Estado y deciudadanización de millones de argentinos,
causados por el neoliberalismo y el neoconservadurismo en Argentina.
Los/las Trabajadores/as Sociales y los sujetos con los cuales éstos/as interactúan en sus
prácticas profesionales no quedaron al margen sino sumergidos en estos procesos,
empapados en ellos, y lógicamente padecieron durante la década de 1990 las
consecuencias señaladas anteriormente, pero también formaron parte durante la década de
2000 de los procesos de cambio y recuperación vividos por el país. En ambos sentidos, la
actuación profesional siempre estuvo presente en estos dos procesos, implicando en un
sentido trabajar la angustia, la desesperación, la anomia, la exclusión y muchos otros
padecimientos individuales y colectivos y, en otro sentido, la reconstrucción del tejido
social, la búsqueda de nuevas identidades, la concreción de derechos, la construcción de
proyectos individuales y colectivos, entre otros.
En este libro se intenta dar cuenta de los múltiples contextos de la praxis profesional del
Trabajo Social en nuestro país, como asimismo de la potencialidad y el poder de la
profesión en la vida cotidiana de los sujetos y de los desafíos de concretar derechos en la
Argentina contemporánea. En el primer capítulo, Susana Cazzaniga aborda la relación
entre Trabajo Social y Estado desde una perspectiva teórica e histórica, señalando los
fundamentos que legitiman la intervención profesional del Trabajo Social en cuestiones
que tienen que ver con el Estado como principal protagonista de la construcción del orden
social en Argentina.
En el segundo capítulo, intento dar cuenta de los cambios profundos ocurridos en las
últimas décadas en nuestro país y las implicancias que tuvieron los mismos no sólo en la
estructura social argentina sino también en la formación y práctica profesional del trabajo
social. Asimismo, expongo algunas ideas y reflexiones sobre los nuevos contextos y los
desafíos que implican para la formación y las organizaciones profesionales estos nuevos
tiempos que vivimos en nuestro país.
En el tercer capítulo, Juan Agüero aborda la relación entre el poder, la vida cotidiana y
el trabajo social, intentando poner de relieve las potencialidades del trabajo social como
práctica profesional que interviene en la vida cotidiana de los sujetos y desde allí construye
poder con los sujetos, reconfigurando sus mundos de vida, aprovechando los espacios de
libertad y resistencia, creando autonomías, intersubjetividades, lazos sociales e identidades.
En el cuarto capítulo, Nicolás Lobos, María del Pilar Rodríguez y Ricardo Rubio
problematizan la categoría Derechos Humanos como universal y homogeneizante del
pensamiento progresista, analizando sus diversos significados particulares y sus usos en
situaciones muy disímiles e incluso contradictorias. Analizan especialmente la relación de
esta categoría con el Trabajo Social y particularmente sus implicancias en la práctica
profesional, con el fin de alertar sobre la clausura anticipada de todo debate o pensamiento
crítico en torno a esta cuestión.
En el quinto capítulo, Víctor Hugo Mamaní y su equipo describen y relatan una
experiencia de investigación-acción de reconstrucción de identidad cultural, en este caso de
la cultura andina. Se trata de una experiencia de investigación utilizando como método el
conversatorio, un espacio de construccionismo social donde los mismos investigadores son
investigados y donde sus propias prácticas y discursos constituyen el objeto de
investigación. Se aborda aquí la problemática de la diversidad cultural y de la
interculturalidad, particularmente en relación a la práctica del Trabajo Social.
En el sexto capítulo, Ruth Teubal aborda la problemática de la intervención profesional
del Trabajo Social en casos de abuso sexual infantil intrafamiliar, haciendo hincapié en la
experiencia de las madres como figuras protectoras. Analiza el recorrido que las madres
transitan desde un lugar de desconocimiento de la situación de abuso, pasando por la
sospecha y arribando a la confirmación de la misma. Sin embargo, este recorrido no
termina aquí sino que continúa con la denuncia y demás implicancias que la misma
conlleva en términos de efectivizar y afrontar durante tiempos prolongados los
requerimientos de lo que se denomina el sistema legal-institucional de protección de niños,
niñas y adolescentes.
El hilo conductor de los trabajos presentados en este libro gira en torno a los desafíos de
concretar derechos como uno de los objetivos principales de la praxis profesional de los/las
Trabajadores/as Sociales en estos tiempos de profundos cambios y transformaciones
sociales y políticas que vive nuestro país. Las situaciones sociales en las cuales se demanda
la intervención de estos profesionales son aquellas que derivan o se originan en la
vulneración de algún derecho, allí donde la ciudadanía está ausente o cercenada y se
necesita reconstruir los sujetos y las subjetividades, los mundos de vida, las
intersubjetividades, los procesos identitarios, los proyectos de vida y la trama de
significaciones constitutivas de la vida social. En estas situaciones se convoca a los/las
Trabajadores/as Sociales por la singularidad de su intervención profesional, basada en una
mirada compleja, multimensional y transdisciplinar de los problemas sociales.

Silvana Martínez
Responsable de la edición
Capítulo 1

LA RELACIÓN TRABAJO SOCIAL Y LAS GESTIONES DE GOBIERNO.


O DE CUANDO LA “COMPLICIDAD” O LA “CONFRONTACIÓN” SE
CONVIERTEN EN UN FALSO DILEMA

Susana Cazzaniga*
I.- A manera de presentación
El eje está puesto en la discusión sobre algunas de las controversias que atraviesan la
profesión y consecuentemente su legitimidad, haciendo foco en la relación de trabajo
social con las gestiones políticas e intentando superar las “miras estrechas” desde las que
comúnmente se realizan.
Para ello hemos organizado el trabajo en tres apartados, dando inicio con una mirada a
las ciencias sociales en general colocando los debates de trabajo social en los debates de
aquellas; en un segundo apartado tratamos las producciones disciplinares y su relación con
las decisiones políticas de las gestiones de gobierno ubicando el caso de trabajo social,
para llegar a un último tramo en el que discutimos la relación Estado y nuestra profesión,
recuperando la noción de régimen político, en tanto su examen puede otorgar herramientas
interesantes, a nuestro criterio, como para dirimir de otro modo esta relación.
A fin de argumentar ciertas posiciones consideramos apropiado por una parte recurrir a
la historia convencidos sobre la importancia de desnaturalizar las narraciones reificadas;
por otro, poner de alguna manera una mirada comparativa con las ciencias sociales y con
la propia disciplina en otras latitudes. Por último, todo el texto está recorrido por una
premisa: la necesidad de la formación teórica de los trabajadores sociales como condición
de reposicionamiento político de nuestra disciplina en la construcción de su legitimidad.
II.- Ciencias sociales, controversias y trabajo social
1.- Acerca de las ciencias sociales en general
Las ciencias sociales, como hijas “legítimas” de la Modernidad se entrelazarán a su
programa y participarán, consecuentemente, de sus propias contradicciones constitutivas.
De este modo van a intentar el desciframiento de las nuevas configuraciones que ese
momento histórico abre, dando cuenta desde explicaciones y alternativas, de los conflictos
que se desencadenan. Las interpelaciones del contexto se constituyen en referentes
empíricos que van a dar forma a estos estudios, más aún, las ciencias sociales se han
desarrollado y han crecido, según valoran ciertos autores, en relación con situaciones de

*
Docente investigadora de la Facultad de Trabajo Social, Universidad Nacional de Entre Ríos. Directora de
la Maestría en Trabajo Social de esa institución.
crisis1. Peter Wagner et al en el libro “Ciencias sociales y Estados modernos. Experiencias
nacionales e incidencias teóricas” expresan “… Las ciencias sociales surgieron como parte
de la modernización de las sociedades occidentales en el curso del siglo XIX y comienzos
del XX. Desde el principio se mostraron interesadas en los efectos trascendentes de la
transformación de las sociedades tradicionales en sociedades modernas (…) La “cuestión
social”, la racionalización del mundo (…) el desarrollo de la economía nacional y el
surgimiento de instituciones representativas fueron algunos de sus intereses principales
(…) Pretendían contribuir a reducir los males sociales…”2
No obstante y aunque los teóricos partan de preguntas e inquietudes comunes, las
respuestas serán discrepantes tanto en términos de posiciones teórico ideológicas 3, como
epistemológicas. Un repaso rápido desde los clásicos en adelante nos permite decir que las
producciones en el marco de la teoría social han dado lugar a diferentes matrices o
corrientes de pensamiento, que han validado o cuestionado tanto el orden social –el
capitalismo de las sociedades occidentales- como los cánones de la ciencia moderna que
ese mismo orden propone y que se convierte en “el modelo de ciencia”. De esta manera las
ciencias sociales van a ir configurándose en forma compleja y tal como hemos
considerado, participando de los propios laberintos de la sociedad moderna, de sus
dispositivos hegemónicos y contra hegemónicos, promoviéndose múltiples discusiones en
el interior de ellas mismas, con las ciencias naturales y con otros actores sociales.
En relación con esto último, dentro de los debates que podemos considerar, entre otros
temas, se encuentran:
- la diferenciación de los campos disciplinares según objetos particulares, separación
que comienza hacia los finales del siglo XIX y que se ha sostenido como concepción
dominante a pesar de ciertas posiciones que abogaron –y siguen haciéndolo- por la
indiferenciación;
- como una suerte de derivación de esto último (no mecánica por cierto) podemos
señalar la clasificación de ciencia, tecnología y técnica o ciencia pura y ciencia aplicada,
clasificación que se importa desde las ciencias naturales -traducida en la polarización
teoría/práctica- y que de alguna manera se traslada a la cuestión de disciplina/profesión,
contestada a su vez, con la concepción de praxis que es enarbolada por matrices teóricas
llamadas “críticas”;

1
SCHUSTER, Federico “Charla debate” en Consejo de Decanos de Facultades de Ciencias Sociales y
Humanas de Universidades Nacionales Crisis de las ciencias sociales de la Argentina en crisis, Buenos
Aires, Prometeo Libros, 2005 (Pág. 113). Ver también NISBET, Robert La formación del pensamiento
sociológico, Buenos Aires, Amorrortu, 1977 (Pág. 22).
2
WAGNER, Peter, HIRSCHON WEISS, Carol, WITTROCK, Bjön, WOLLMAN, Hellmut (comp.)
Ciencias Sociales y Estados Modernos. Experiencias nacionales e incidencias teóricas. México, Fondo de
Cultura Económica, 1999 (Pág. 41).
3
PORTANTIERO, Juan Carlos y DE IPOLA, Emilio “Introducción” en Estado y sociedad en el pensamiento
clásico. Antología conceptual para el análisis comparado, Buenos Aires, Editorial Cántaro, 1987.
- la neutralidad valorativa versus el entrelazamiento axiológico dentro de las propias
opciones teóricas, lo que no significa renunciar a la necesaria rigurosidad;
- y ya en otro orden –sin por ello estar desvinculado de lo anterior- la relación más
estrecha o más distante de las producciones de la ciencia social con las gestiones de
gobierno, o en palabras de los autores de la obra ya citada “Ciencias sociales y Estados
modernos…” las ciencias sociales orientadas a la política.
Seguros que esta puntualización no agota los temas de controversias dentro de las
ciencias sociales, responden, según nuestro criterio, a algunos de los más sustantivos que
nos darán pie para trabajar cuestiones relativas a trabajo social.
Por otra parte, no podemos dejar de considerar que en el plexo que terminamos de
dibujar e independientemente de las diferencias, estas construcciones teóricas fueron
librando batallas por su legitimidad y que justamente los distintos caminos asumidos han
tenido como norte –y lo siguen manteniendo- esta intención.
2.- Ciencias sociales y trabajo social:
Hemos planteado en el apartado anterior que es hacia fines del siglo XIX y principios
del XX en que las ciencias sociales se consolidan como áreas de conocimiento específico;
además, el alambrado de sus fronteras se produce en un proceso de diferenciaciones
complejo en tanto en no pocas de las hoy consideradas “disciplinas consolidadas”, en un
principio estuvieron incorporadas en otros campos4. Es también por esa época en que
emerge trabajo social compartiendo, de alguna manera, ciertos derroteros con otras
disciplinas.
En efecto, durante los últimos años han surgido investigaciones que resaltan la activa
participación que Mary Richmond y particularmente Jane Addams -con sus diferentes
perspectivas5- tuvieron en la naciente sociología norteamericana, así como el uso de los
datos de primera mano producido por trabajadoras sociales para las monografías que
hicieron famosos a los representantes de la Escuela de Chicago. Una participación activa
que según Alvarez Uría fue encubierta porque por la época la producción intelectual

4
La ciencia política, por ejemplo, logra su diferenciación de la filosofía y de otras disciplinas de las ciencias
sociales como estudios sobre el poder hacia 1900 Apuntes de cátedra del Seminario Problemas de Teoría
Política Latinoamericana dictado por el Profesor Arturo Fernández, Doctorado en Ciencias Sociales, UNER,
Paraná, mayo de 2008. Victoria Kandel citando a Bobbio dice que la ciencia política moderna se produce a
través de la separación de los estudios políticos respecto del derecho en “El estudio académico de la ciencia
política. El caso de la UBA” en FERNANDEZ, Arturo (comp.) La ciencia política en la Argentina. Dos
siglos de historia. Buenos Aires, Edic. Biebel, 2002 (pág. 128)
5
Tanto Mary Richmond como Jane Addams son consideradas como pioneras de nuestra profesión en los
Estados Unidos, “comandando” respectivamente tendencias diferentes aunque no antagónicas. Mientras la
primera desarrolla la visión de un trabajo social más individualizado, Addams se inclina por una perspectiva
comunitaria. Jane Addams obtuvo en 1931 el Premio Nobel de la Paz por su activismo a favor de la paz en
esos convulsionados años.
femenina era considerada como de segundo orden6. En la misma línea George Ritzer
expresa “…Junto a los desarrollos de la Universidad de Chicago (…) y al mismo tiempo
que Durkheim, Weber y Simmel creaban una sociología europea, y a veces también en
concordancia con ellos, un grupo de mujeres, que formaban una red amplia y
sorprendentemente conectada de reformadoras sociales, desarrollaron también teorías
sociológicas pioneras. Entre ellas se encontraban Jane Addams…” (Entre las)
“principales características (que estas mujeres planteaban se encuentra) la idea de que el
propósito de la sociología y la teoría sociológica era la reforma social, es decir mejorar la
vida de las personas a través del conocimiento; la pretensión de que el mayor problema de
su época para mejorar esa vida era la desigualdad. Creían que la investigación en
ciencias sociales era una parte tanto de las tareas teóricas como del activismo. A medida
que la joven disciplina de la sociología marginó a estas mujeres como sociólogas y
teóricas de la sociología, incorporó a menudo sus métodos de investigación a sus propias
prácticas mientras utilizaba su activismo como excusa para definirlas como no
sociológicas. Así son recordadas como activistas sociales y trabajadoras sociales más que
como sociólogas…”7.
En 1971 Henry Meyer en un capítulo del conocido texto “Las sociologías de las
profesiones” dice “… De todas las profesiones establecidas, la asistencia social (social
work) es probablemente la que más a menudo está asociada a la sociología. A comienzos
del siglo, la asistencia social y la sociología estaban tratando de adquirir identidades
independientes, pero todavía tenían intereses comunes en problemas sociales tales como la
pobreza y la dependencia, la inmigración y la asimilación, el delito y las conductas
desviadas, la vivienda y otros aspectos de una sociedad en proceso de industrialización y
urbanización. Tanto a la disciplina como a la profesión les interesaban las causas y los
remedios. La diferenciación se hizo más clara cuando la sociología se esforzó por
fundamentar su pretensión de lograr su reconocimiento como ciencia en las universidades,
particularmente en el período que transcurrió entre las dos guerras mundiales.
Paralelamente la asistencia social trató de cimentar su carácter profesional. Durante este
período los sociólogos se preocuparon sobre todo por los problemas de la metodología de
la investigación, mientras que los asistentes sociales, inspirándose en gran medida en el
psicoanálisis, se esforzaron por perfeccionar los estudios de caso (casework) como
elemento distintivo de su técnica”.8 Nos hemos tomado la licencia de incorporar citas
extensas ya que nos permiten reconocer desde diversos autores un aspecto no siempre
recuperado en la historiografía de trabajo social, o en todo caso puesto en forma

6
Citado por MIRANDA ARANDA, Miguel en “Pragmatismo, Interaccionismo simbólico y Trabajo Social.
De cómo la caridad y la filantropía se hicieron científicas”. Tesis Doctoral Universidad Rovira y Virgili,
Terragona, 2003 (mimeo, pág. 15)
7
RITZER, George Teoría sociológica moderna México, Editorial Mc Graw Hill, 2002. (pág. 71/72).
8
MEYER, Henry y otros “Asistencia social y bienestar social” en LAZARSFELD, P.F. y otros Las
sociologías de las profesiones, Buenos Aires, Paidós, 1971. (Pág. 196)
reduccionista o con fuertes sesgos sobreideologizados –por lo menos en los trabajos que
sobre este tópico se han producido en Latinoamérica- como es el proceso de emergencia y
diferenciación de nuestra disciplina en el campo de las ciencias sociales.
A esta altura resulta interesante recuperar los debates dentro de las ciencias sociales que
hemos considerado anteriormente, en tanto ellos juegan un papel destacado en las distintas
visiones que sobre trabajo social hoy encontramos. Uno de los principales es el que hemos
considerado como la división científica que realiza la ciencia moderna –ciencia,
tecnología, técnica- que se traduce en los campos autorizados para la construcción de
conocimientos y aquellos que son destinados a la aplicación de los mismos, ya que en
términos generales trabajo social asumió este segundo destino9; pero es quizás el que
refiere a la relación con las gestiones de gobierno, el que se erige como una de las
controversias fundamentales en el seno mismo del colectivo profesional, debate que se
produce particularmente en la región sur de América Latina. Este aspecto que surge con
mayor fuerza –y virulencia- en los años 60 y 70 y que vuelve permanentemente10, ha
llevado a una suerte de “parte aguas”, entendiéndoselo como opciones ideológicas de sus
agentes: “estar a favor del sistema/estar a favor del pueblo”, “oficialistas/opositores”,
“conservadores/revolucionarios”. Según nuestra perspectiva estas “clasificaciones” opacan
los nudos sustantivos de nuestro campo particular y expresan, en cierta manera, el enlace
con la concepción dominante de entender a trabajo social como una práctica instrumental,
en tanto la condición necesaria para dar cuenta en forma rigurosa de este tema es
reconociéndolo como un “problema teórico”, y como tal su elucidación es, valga la
redundancia, teórica. Por otra parte, en general estas discusiones se abordan como una
dificultad propia de trabajo social sin encarar estudios comparativos con otras disciplinas,
obturando una vez más la posibilidad de ampliar los horizontes de comprensión.
Sin dejar de considerar que actualmente aparecen tendencias dentro de la disciplina que
vienen superando estas visiones, no es menos cierto que aquellas siguen circulando con
mucha fuerza en diferentes ámbitos. Creemos, además, que este tema se convierte en un
nudo significativo que de alguna manera se asocia a las cuestiones de la
legitimidad/legitimación en trabajo social.
III.- Producción teórica, intervención social y política
1.- Producciones disciplinares y ámbito de las decisiones políticas

9
Queda claro este aspecto particularmente en la cita de Henry Meyer y las consideraciones que realizan los
otros autores citados. No obstante la posición hegemónica que tiene esta posición dentro de trabajo social,
desde siempre existieron posiciones que la cuestionaron, encontrándonos en estos momentos con tendencias
que reconocen a la investigación y la intervención como dimensiones constitutivas de la disciplina,
superando además el carácter meramente instrumental de la intervención profesional.
10
Desde la década del 90 la discusión sobre la cuestión del Estado y las propuestas del “contra poder”
adquieren relevancia en particular a la luz del Movimiento Zapatista en Méjico, con importantes desarrollos
teóricos de la mano de Tony Negri, John Holloway entre otros. En nuestro país los movimientos piqueteros y
la conmoción social y política del 2001 reintroduce el debate en el colectivo de trabajo social.
Existe una tradición en el pensamiento político y social dentro de la cual su producción
teórica se destaca no sólo por las preocupaciones sobre diferentes fenómenos de la
sociedad, sino por hacerse cargo de los asuntos prácticos dando a la vez “consejos” a los
responsables de las políticas11. Si bien se puede rastrear esta tendencia en las obras de
Maquiavelo, particularmente “El Príncipe” (1513), de Juan Luis Vives en “Del socorro de
los pobres” (1525), los autores que estamos tomando como referencia –Peter Wagner,
Carol Hirschon Weiss, Bjön Wittrock y Hellmut Wollman- se remontan, recuperando a
otros estudiosos del tema, a Aristóteles y Platón, pero expresan que particularmente
durante los siglos XIX y XX, en el escenario de los estados modernizadores y frente a los
problemas de urbanización, industrialización y migración entre otros, es que se produce
este acercamiento entre estudios empíricos sobre la realidad social y los formuladores de
políticas públicas, y en este marco entre ciencias sociales y Estado.
Una tendencia que se intensificó en los tiempos de los estados de bienestar –con sus
variantes según los países- y que también se ha mantenido durante los giros políticos
neoliberales. De esta perspectiva podemos resaltar algunos puntos: los autores, si bien
hablan de esta tradición de las ciencias sociales “…que intenta ser pertinente para los
asuntos contemporáneos…”12 identifican a las disciplinas como la economía, la sociología
y la ciencia política como aquellas que más se han inclinado en este sentido; los estudios
comparativos que realizan entre Estados Unidos y países europeos dan cuenta de
diferencias que tienen sus orígenes en los procesos históricos particulares, donde las
instituciones académicas (universidades por ejemplo) pueden ser más o menos permeables
a articular sus investigaciones a los problemas prácticos de la política, el financiamiento
estatal para tales investigaciones, entre otra cosas; también alertan respecto del problema
de la autonomía científica.
Con estas consideraciones estamos intentando colocar la controversia identificada
dentro de trabajo social –su relación con las políticas, con los “gestores” de las políticas13 y
en última instancia con el Estado- en el plexo más amplio de las ciencias sociales a fin de
superar en un principio una mira estrecha sobre el tema, ya que esta relación no se
configura como un aspecto que nos afecta sólo a los trabajadores sociales,
independientemente de los sesgos particulares que adquiere en nuestro campo. Con otras
palabras, la idea es postular que todo conocimiento que pretende dar cuenta y transformar
los problemas de la época necesariamente intentará influir sobre los ámbitos decisorios.
No obstante creemos importante realizar algunas advertencias sobre este tópico
retomando algunas cuestiones ya planteadas. En efecto, las ciencias sociales no son
unívocas y en su interior encontramos diferencias teórico ideológicas que definirán los

11
WAGNER, Peter, HIRSCHON WEISS, Carol, WITTROCK, Bjön, WOLLMAN, Hellmut (comp.) Op.
Cit. (Pág. 45).
12
Op. Cit. (Página 43)
13
Designamos aquí como “gestores de las políticas” a los funcionarios de los gobiernos electos.
modos y lugares desde donde las mismas pueden contribuir a las transformaciones de las
políticas y consecuentemente de la sociedad. Así aquellas que entienden al Estado como
aparato de dominación que asume los intereses particulares de la burguesía, con una
concepción “restricta” del mismo14, asumirán que sólo la revolución proletaria
proporcionará un cambio sustantivo a favor de una nueva sociedad, se trata del marxismo
que bien podemos denominar “dogmático” y en consecuencia a partir de sus premisas no
estarán a favor de la articulación de las ciencias sociales y los decidores de las políticas
“mientras el capitalismo esté vigente”. En las antípodas encontramos las posiciones que
avalando el sistema no dudan en poner sus conocimientos al servicio de su consolidación,
incorporándose sus “cuadros” al staff de los decidores directos de las políticas. Sostenemos
que es esta dualidad la que circula en el colectivo de trabajo social, sin que se profundice
en la compleja trama teórica que existe en las ciencias sociales por una parte y las
condiciones estructurales que ponen a las profesiones en ciertos espacios.
Para desandar estas cuestiones que obstaculizan, por lo menos a nuestro criterio, la
potencialidad que en términos de conocimiento y acción tiene trabajo social, es necesario
revisar ciertas categorías conceptuales para dar cuenta ya en forma más particularizada el
tema en trabajo social.
2.- Sobre la ubicación estructural de trabajo social
Si bien como consideramos en apartados anteriores, trabajo social contribuyó desde su
propio surgimiento a la producción de conocimientos sobre “lo social”, aportando a la
naciente sociología norteamericana, sus agentes pasaron a ser consideradas como dice
Ritzer “activistas de la reforma social”. Es probable que no sólo la construcción de
conocimientos de mano de las mujeres fuera considerada como de “segundo orden” por
una sociedad marcadamente patriarcal, sino que la hegemonía de la ciencia moderna
colocó a trabajo social en el espacio de la “aplicación”, una noción de práctica centrada en
la racionalidad instrumental, legitimándose en su carácter interventivo15. Sumado a esto, su
implicación como profesionales en la esfera preferentemente estatal para dar respuesta a

14
Para un análisis riguroso sobre la concepción de Estado y su transformación en el pensamiento marciano se
recomienda el texto de Carlos Nelson Coutinho Marxismo e política. A dualidad de poderes e outros ensaios.
Sao Paulo, Editorial Cortez, 1996 (2ª Edición).
15
En esta concepción “intervención” es reducida al “hacer”, donde en el mejor de los casos el aspecto
científico se centra en la cuestión metodológica. Valentina Maidagán de Ugarte –experta de Naciones
Unidas- convocada por el gobierno argentino en 1957 para realizar un estudio sobre los planes de estudio de
las escuelas de trabajo social, a fin de reformularlos en relación con las pautas internacionales que se plantean
por la época, escribe en su texto Manual de Servicios Sociales (publicado por el Ministerio de Bienestar
Social de nuestro país) “Las tendencias modernas referentes a la enseñanza científica que necesita el
asistente social para ejercer sus funciones, se han abierto paso con dificultades, luchando contra prejuicios
de quienes aún sostienen que para ayudar al prójimo sólo se necesitan buenos sentimientos y deseos de
hacer el bien. A éstas personas podría contestárseles que en las escuelas de Servicio Social se enseña a
hacer el bien y a hacerlo bien”. (Página 64). En este libro la autora se explaya sobre los distintos métodos de
trabajo social (Caso Social individual; Grupo; Comunidad), poniendo énfasis en lo instrumental, más
precisamente en “cómo hacer”.
“las manifestaciones de la cuestión social”, condujo a una imagen social sobre trabajo
social –y valga decir, también una autoimagen- de subordinación teórica y de dependencia
de las políticas formuladas por las gestiones gubernamentales de turno. Esta forma de
entender a trabajo social por sus propios agentes –no sólo de entenderlo, sino de ponerlo en
acto- contribuye a los análisis superficiales y las rápidas “categorizaciones” a las que antes
hacíamos referencia.
Señalado esto, el examen de ciertos aspectos del campo puede ayudarnos en nuestra
problematización. Para comenzar tomaremos lo que se da en llamar “el aspecto de la
realidad” sobre el que trabajo social conoce y actúa, un tema tan controversial como
esquivo para nuestro colectivo. Denominado objeto, campo problemático 16 desde lecturas
más epistemológicas o conceptualizado como situaciones problemáticas, problemas
sociales, necesidades, para designar referencias empíricas, este punto se fue convirtiendo
en verdadero desvelo.
En términos generales podemos decir que trabajo social interviene17 en los obstáculos
materiales y simbólicos para la producción y reproducción individual y colectiva de la
población. Esta proposición merece algunos comentarios dado el nivel de generalidad, y en
principio se impone una pregunta ¿Por qué en una sociedad se producen estos obstáculos?,
evidentemente las respuestas varían de acuerdo a las matrices teóricas en las que nos
inscribimos. Así encontramos interpretaciones que reconocen en esos “obstáculos”
anomalías o disfunciones; son aquellas que abrevan en el positivismo y el funcionalismo
donde el foco de atención son los “individuos” (problemas psicológicos, problemas de
educación, improntas culturales y morales, condiciones diversas como edad, accidentes,
entre otras se convierten en “causas” de estos obstáculos).
Otras otorgan a la sociedad las responsabilidades de tales impedimentos, aunque entre
ellas existen también diferencias, por lo que es posible ubicar las que consideran que la
sociedad “no logra integrar” a los diversos sectores sociales, o en otras palabras existe un
problema de anomia y por lo tanto el problema se vuelve moral (esta es una visión
conservadora que en algún punto se asocia con la anterior, aunque el eje no es sólo el
individuo, sino que participan también las instituciones sociales), y también hallamos las
argumentaciones que volcando su análisis a la sociedad, o más precisamente al sistema
social, expresan que es ella misma la responsable de estos obstáculos, no ya como déficit
de integración, sino haciendo visible que las desigualdades constitutivas del sistema
capitalista originan, en los sectores subalternos, los obstáculos para su propia reproducción
material y simbólica.

16
ROZAS PAGAZA, Margarita La intervención profesional en relación con la cuestión social. El caso del
Trabajo Social. Buenos Aires, Espacio Editorial, 2001 (Página 231)
17
Estamos tomando aquí el concepto de intervención desde una perspectiva que entiende que toda
intervención es ante todo una pregunta teórica que implica conceptos, categorías, argumentaciones que van a
dar las “pistas” sobre la estrategia para abordar una situación por la que se demanda una modificación.
Cada inscripción teórica expresa una concepción de sociedad, de sujeto y de la relación
Estado-sociedad, e involucra necesariamente los modos de desplegar la acción profesional.
En una operación de extrema síntesis –con el riesgo de sustraer rigurosidad al análisis-
podemos decir que estamos en presencia de una antinomia epistemológica que ha recorrido
a las ciencias sociales en general: el centramiento en el individuo “versus” la focalización
en la estructura, con los atravesamientos ideológicos que esta mirada binaria conlleva.
Sostenemos que un camino de apertura a esta encrucijada puede localizarse en un análisis
que entrecruce estructura y sujeto (o acción), en el marco de los condicionamientos de los
momentos históricos, en tanto resulta necesario entender que las construcciones teóricas
son histórico sociales. El “rodeo” realizado hasta acá nos lleva a introducirnos al tema de
trabajo social y su relación con el Estado.
IV.- La relación Estado y trabajo social
1.- Estado y trabajo social en el contexto latinoamericano
En América Latina a diferencia de Estados Unidos por ejemplo, trabajo social desde sus
inicios se inserta en el ámbito estatal18. No podemos obviar que hacia fines del siglo XIX
la naciente profesión de la mano de las pioneras norteamericanas, imbuidas del ideario
liberal y en consonancia con el propio contexto político, desarrolló su intervención en
instituciones sostenidas por recursos privados, situación que se mantuvo en forma
preponderante hasta por lo menos la década de 193019. Esta circunstancia marca una
diferencia –entre otras- que coloca un sesgo particular al trabajo social latinoamericano,
sobre todo en lo que respecta a su relación con el Estado, pero justamente para comprender
esta “diferencia” es importante recuperar el proceso de constitución del mismo en estas
latitudes.
Los procesos históricos que van dando lugar a la conformación de las sociedades son
conflictivos y contradictorios en tanto participan del mismo sobredeterminaciones
económicas, políticas, culturales, ideológicas, entre otras, estructurando un entramado que
“modela” las características particulares de tal sociedad. En Latinoamérica, y sin ingresar a
un análisis de mayor profundidad, podemos señalar una primera peculiaridad: es el Estado

18
En nuestro país las experiencias en los ámbitos público estatales (organizaciones no gubernamentales) es
más reciente y se produce a partir de la década de 1990. Los espacios privados siempre fueron poco
explorados y también se observa un incremento de la inserción de trabajadores sociales en ellos en esa
década.
19
En 1922 Mary Richmond escribía “Periódicamente, la comprobación de las lagunas de los servicios
públicos (…) inspira (…) la idea de que todas las operaciones del servicio social debieran ser absorbidas
por el Estado (…) algunos de nosotros, estimando que el Estado representa solamente una de las formas
deseables de asociación en una sociedad libre, y que el derecho de asociarse voluntariamente constituye una
protección contra la autocracia, consideran sin entusiasmo la perspectiva de colocar bajo la égida del
Estado un conjunto de funciones tan extendidas como variadas” RICHMOND, Mary Caso social individual,
Buenos Aires, Editorial Humanitas, 1962 (Páginas 164/65) . Actualmente la inserción profesional en Estados
Unidos se da tanto en los espacios público estatales, como público societales (agencias) y en ámbitos
privados.
el que se erige moldeando la sociedad civil. La heterogeneidad y consecuente debilidad
estructural de los grupos sociales que no se conforman aún como clase, hace que el Estado
cumpla un papel decisivo en la organización y ordenamiento de las relaciones sociales 20 y
como plantea Enzo Faletto “… En América latina, en cierta medida, al Estado le ha
correspondido la función de instaurar el capitalismo…”21. Las características que va
adquiriendo este proceso llevan a entenderlo como la forma de revolución pasiva a la que
hace referencia Gramsci22, ya que son las elites las que encaran los procesos de
transformación sin la participación de los sectores subalternos. Además, y particularmente
en ciertos países de la región, cobra realce el papel de los intelectuales que reemplazando a
burguesías endebles asumen la dirección de la modernización capitalista desde o en
estrecha vinculación con el Estado.
Es en Argentina, Brasil, México y Uruguay, que esta participación se observa con
nitidez23, y justamente en ellos, incluyendo también a Chile –entendiendo las diferencias
entre todos estos países, desde luego- en que trabajo social va a hacer su aparición
aproximadamente entre las décadas de 1920/1930 de la mano de los médicos higienistas24.
Para el caso de Argentina la primera escuela en 1930 se funda en el Museo Social
Argentino, que desde 1911 y como réplica del que funcionaba en París, se había convertido
en un centro de estudios, publicaciones y debates sobre la “cuestión social”, y en tanto tal,
cuna del reformismo social25.
En el mes de diciembre de 1927 aparece en el diario La Nación de Buenos Aires un
artículo firmado por el Doctor Germinal Rodríguez que fundamenta la necesidad de la
creación de la Escuela de Servicio Social26, donde expresa como propósitos básicos de esta
nueva “disciplina” “… el estudio del problema social como un capítulo del dolor humano

20
ANSALDI, Waldo y FUNES, Patricia (comp.) Formación, consolidación y reforma del Estado en América
Latina. Documento de Trabajo 53, Serie II. UDISHAL. UBA, Buenos Aires, 1994. CD Materiales para el
estudio de América Latina Versión 2.1-2005. Colección del Nuevo Siglo. Serie Electrónica, Volumen 0/2
(Página 2)
21
FALETTO, Enzo “La especificidad del Estado en América Latina” en e-latina Revista de estudios
latinoamericanos. Vol. 1 N° 4 Julio – Setiembre 2003. UDISHAL. Instituto Gino Germani. Fac. de Ciencias
Sociales. UBA (Página 8)
22
ANSALDI, Waldo y FUNES, Patricia Op. Cit. (Página 2)
23
Ibidem (Página 10)
24
Si bien en Brasil también se constata la ingerencia del higienismo en la aparición de la profesión, la Iglesia
Católica jugó un papel preponderante, institución que en nuestro país comienza a interesarse por trabajo
social a partir de 1940 (creación de la primera escuela dependiente del Instituto Superior de Cultura Religiosa
del Obispado de Buenos Aires)
25
Esta institución que congrega a prominentes intelectuales y políticos -que no necesariamente se enrolan en
las mismas filas partidarias pero que comparten las preocupaciones por la modernización del país- tiene
como objetivos la investigación y divulgación de los temas vinculados a la cuestión social. Para una lectura
más completa sobre el MSA puede consultarse a ZIMMERMANN, Eduardo Los liberales reformistas. La
cuestión Social en la Argentina 1890 – 1916, Buenos Aires, Editorial Sudamericana de San Andrés, 1995
(Página 74 y ss)
26
El artículo completo figura como anexo en ALAYON, Norberto Hacia la historia del Trabajo Social en la
Argentina Lima, Ediciones CELATS, 1980 (Página 171)
e investigar cada vez más los nuevos horizontes que lleven a su resolución… (para) …
formar técnicos sociales (social workers) que deban actuar al frente de las sociedades de
asistencia y previsión…”27. Más adelante considera que hasta el momento todos los
intentos de asistencia al pobre, al enfermo, al desvalido han sido empíricos e impulsados
por los dictados del corazón y por ello se han malogrado, por lo que es necesario la
inteligencia directriz y la ciencia de la organización. En 1930, al inaugurarse la Escuela de
Servicio Social en el Museo Social, su director el Dr. Zwanck, define al Servicio Social
“como el conjunto de métodos destinados a desarrollar la personalidad del individuo o de
la familia asistida, reajustándolo con el medio en que vive”28.
Estas declaraciones designan por una parte el carácter de “técnico social” que se les
otorga a los trabajadores sociales, cuestión que reafirma lo que hemos expresado en
párrafos anteriores. Por otra, el espacio de inserción: las sociedades de asistencia y
previsión, que aunque puede dar lugar a ser asimiladas a “las obras” de las organizaciones
no estatales, al estilo de Estados Unidos, necesita ser comprendido en el contexto de época.
Nos encontramos en esos momentos en el punto de inflexión de un Estado que va ir
asumiendo con mayor fuerza la intervención en las manifestaciones de la cuestión social, y
por lo tanto requerirá de estos técnicos para enfrentar desde una cierta racionalidad
científica los problemas sociales.
No debemos olvidar que los médicos higienistas libran verdaderas “batallas” contra la
Sociedad de Damas de Beneficencia por sus acciones discrecionales frente a la pobreza y
también contra la Iglesia Católica y sus obras de caridad, en este caso no sólo por la falta
de capacidad técnica, sino también por sus prácticas en casos reñidas con el paradigma de
“higiene”. Por último, la enunciación de Servicio Social es extraída –y resignificada en
parte- de la definición que del Servicio Social de Casos Individuales realizara Mary
Richmond.
Si realizamos una mirada “comparativa”29 con el proceso de diferenciación del campo
de trabajo social realizado en Estados Unidos, es posible reconocer los aspectos más
particularizados que adquirió por lo menos en nuestro país30. Entre ellos es destacable que

27
Ibidem (Página 176)
28
Ibidem (Página 154)
29
En trabajo social no existe, por lo menos en nuestras latitudes, una tradición de estudios comparativos tal
como se ha extendido particularmente en la ciencia política. Una lectura profunda de diferentes textos sobre
“la comparación” –SARTORI, Giovanni y MORLINO, Leonardo (comp.) La comparación en las ciencias
sociales. Alianza Editorial; NOHLEN, Dieter “El método comparativo” monografía, www.ciudadpolítica.org
, entre otros- nos lleva a plantear la importancia de introducir esta perspectiva metodológica a fin de
reconocer similitudes y diferencias de nuestro campo en diferentes países, lo que abriría nuevas hipótesis de
investigación que a la vez propiciarían, a nuestro juicio, saltos cualitativos para la disciplina. En este trabajo
sólo estamos haciendo referencias muy generales y por esa razón hemos decidido llamarlas “miradas”
comparativas.
30
Estamos en condiciones de decir que en otros países de Latinoamérica se pueden encontrar procesos
similares con su singularidad devenida de las características de cada país, particularmente en los del Cono
Sur. Un estudio comparativo de este tema entre Argentina y la República Oriental del Uruguay que hemos
no encontramos contribuciones de trabajadoras sociales en las producciones teóricas sobre
la “cuestión social” -en general en manos de médicos y abogados-; la iniciativa de crear
una escuela que forme a estos profesionales proviene fundamentalmente de los médicos; el
carácter es puramente técnico y en consonancia con la definición que se extrapola de
Estados Unidos aparece una “misión” muy clara respecto del “reajuste” social de
individuos y familias31. En este sentido podemos arriesgar la hipótesis de que el complejo
ideario político de la época, donde confluían tanto liberales reformistas (o modernizadores)
como conservadores que además pujaban, en el momento que estamos describiendo, por el
control de la conducción política y social del país, condicionó la trayectoria profesional.
De esta manera, trabajo social en nuestras latitudes rápidamente se convertirá en una
profesión que se enlaza en los aparatos estatales y su formación en los centros
especializados otorgará preponderancia a los “cómos” de su intervención, más que al
entramado teórico desde el cual se derivan esos “cómos”, anexando una suerte de
principios axiológicos sobre este proceder que validarían un accionar profesional. La
emergencia de los “problemas sociales” (o con nuestras palabras, de la existencia de los
obstáculos para la producción y reproducción social) se engarza en el pensamiento
positivista que además es el que prevalece en aquellos tiempos y son considerados
entonces como anomalías más ligadas a situaciones individuales (culturales, psicológicas,
de entorno). Deberán pasar varios años para que trabajo social tome en cuenta otros
aspectos, entre ellos el cuestionamiento hacia la propia sociedad, a pesar que también se lo
realiza desde ciertos reduccionismos teóricos que vuelve a entorpecer lo que consideramos
indispensable para colocar a la profesión en otros andariveles.
En esta línea argumentativa se hace necesario volver al tema del Estado en general y
particularmente en nuestros países.
4.- Sobre “la cuestión” de la producción y reproducción social: Estado y trabajo social
De acuerdo con Nun “… hablar del Estado nunca es hablar de un dato sino de una
construcción, de un artefacto cultural que aparece, a la vez, como el producto y la
expresión de determinados conflictos y tradiciones, cristalizados en conjuntos
históricamente específicos de instituciones y prácticas (…) Decir Estado, entonces,
connota siempre experiencias particulares”32. En este sentido y retomando la
“particularidad” del Estado en América Latina y en nuestro país, consideramos pertinente

realizado para el trabajo final del Seminario Problemas de la historia sociopolítica y económica de América
Latina del Doctorado en Ciencias Sociales UNER, dictado por el profesor Waldo Ansaldi, respalda esta
proposición.
31
Este último aspecto no ha sido explorado en profundidad en los estudios históricos de la profesión que den
cuenta de las posibles razones por las que se toma reductivamente la noción de servicio social
norteamericano centrándolo sólo en una de las concepciones vigentes y sin ampliar el propio despliegue
teórico que Mary Richmond realiza en sus producciones.
32
NUN, José Democracia ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 2000 (Pág. 63)
las consideraciones de autores como Faletto del papel central que le cupo al Estado en la
“modernización” de la sociedad y la instauración, en esa línea, del capitalismo.
A su vez, Oszlak33 expresa que las referencias al Estado han supuesto un doble carácter:
la instancia de articulación de relaciones sociales y un aparato institucional; mientras que
la primera alude a una relación social abstracta, la segunda se refiere a actores concretos –
organizaciones burocráticas- que son su objetivación institucional. Seguidamente el autor
indica en qué sentido utiliza el concepto de aparato institucional del Estado diciendo “(que
ellos) aluden vagamente a un conjunto heterogéneo e interdependiente de organizaciones
“públicas” que, en atención a los fines generales que las agrupa y a la frontera que las
“separa” de la sociedad civil, conforman una unidad susceptible de análisis
particularizado” (…) “Las instituciones que componen el aparato del Estado presentan
notorias diferencias en términos de autonomía, funciones, tamaño, clientela, jurisdicción y
recursos, lo cual dificulta la atribución de rasgos genéricos al conjunto (…) en su
objetivación institucional el aparato del Estado se manifiesta como actor social
diferenciado y complejo, en el sentido que sus múltiples unidades e instancias de decisión
y acción traducen una presencia estatal difundida –y a veces contradictoria- en el
conjunto de las relaciones sociales. El referente común de su diversificado
comportamiento, el elemento homogeneizador de su heterogénea presencia, es la legítima
invocación de la autoridad del estado que, en su formalización institucional, pretende
encarar el interés general de la sociedad … los dos elementos que introducen mayor
ambigüedad (su relativa coherencia interna e indiferenciación externa) permiten concebir
su ámbito de competencia y acción como una arena de negociación y conflicto, donde se
dirimen cuestiones que integran la agenda de los problemas sociales vigentes”34.
La expansión del aparato estatal es consecuencia del creciente involucramiento de sus
instituciones en áreas problemáticas (o “cuestiones”) de la sociedad, frente a las que se
adoptan posiciones respaldadas por recursos de dominación, que expresan variable grado
de coerción o consenso. “… El grado de consenso o coerción implícito en estos actos de
apropiación depende de la particular combinación de las fuerzas sociales que los
enmarcan. Pero en todo caso siempre se hallan respaldadas por alguna forma de
legitimidad, derivada del papel que el Estado cumple como articulador de relaciones
sociales, como garante del orden social que su actividad tiende a reproducir… Como
principal articulador de esta estructura de dominación y como arena fundamental para
dirimir el contenido y las formas de resolución de las cuestiones que integran la agenda, el
aparato institucional del estado tiende a expresar las contradicciones subyacentes en el
orden social que se pretende instituir”35.

33
OSZLAK, Oscar “Formación histórica del Estado en América Latina: elementos teórico-metodológicos
para su estudio”, Estudios CEDES, Volumen 1, N° 3, 1978, Buenos Aires, Argentina.
34
Ibidem (Pág. 10 y 11)
35
Ibidem (Pág. 11 y 12)
En consecuencia con estos análisis podemos decir que en nuestros países
latinoamericanos y con sus características, en nuestro país, ha sido el Estado el que
centralmente ha estructurado la producción y reproducción de la sociedad,
independientemente de las formas en que fue llevado a cabo y dejando momentáneamente
de lado las transformaciones ocurridas de la mano del neoliberalismo en las últimas
décadas.
Es justamente éste el “cruce” inerradicable que ha vinculado Trabajo Social con el
Estado: la cuestión de la producción y reproducción social. En tanto y en cuanto hemos
sostenido el lugar neurálgico de este último en relación con tales tareas y lo que
consideramos en páginas anteriores como el aspecto de la realidad sobre el que conoce y
actúa nuestra profesión en tanto obstáculos que presenta la población para su
sobrevivencia, nos lleva a comprender que la relación no es una “opción” ideológica de los
profesionales, sino una condición estructural que ha marcado (y marca) la intervención
profesional.
A fin de continuar con esta argumentación parece productivo tomar la noción de
“régimen político” donde se entrecruzan conceptos tales como legitimidad, eficacia,
eficiencia y estabilidad que otorgan cuerpo al funcionamiento del Estado. La legitimidad,
retomando las palabras de Oszlak, derivada del papel que el Estado cumple como
articulador de relaciones sociales, como garante del orden social que su actividad tiende a
reproducir, expresa la construcción de hegemonía desde los discursos pero también desde
las acciones. La eficacia consiste en los planes considerados “correctos” para solucionar
los problemas o cuestiones sociales; la eficiencia responde a la capacidad para concretar
esos “planes” con los mínimos costos económicos y/o sociales. La estabilidad da cuenta
del orden social que va variando de acuerdo a normas preestablecidas36.
Esta conceptualización nos permite expresar que la profesión inserta en “los aparatos
del Estado” –para utilizar el concepto de Oszlak- participa de alguna manera en la
construcción de legitimidad del mismo.
Esta última consideración no debe interpretarse como homologación entre la
intervención estatal y la intervención profesional (en este caso, de los trabajadores
sociales) ya que nos encontraríamos nuevamente en la trampa de la sobreideologización. Si
existe un lazo insoslayable entre la profesión y los aparatos del Estado, no es menos cierto
que la misma puede construir su propia autonomía relativa, configurando entre ese “lazo” y
la necesidad de legitimación del Estado un espacio de tensión, donde evidentemente se
juega la propia legitimidad de la intervención profesional.
Por otra parte, si bien es opinable la eficacia y eficiencia de nuestras prácticas
profesionales –entendiendo estos conceptos desde la pura razón instrumental- en tanto y en
36
FERNANDEZ, Arturo “Apuntes de clase del seminario Problemas de Teoría Política Latinoamericana”
Doctorado en Ciencias Sociales UNER. Paraná, mayo de 2008.
cuanto estos aspectos constituyen “piezas” articuladas de todo régimen político, bien
pueden constituirse en herramientas con eficacia simbólica para dirimir el carácter de las
políticas sociales con foco en las problemáticas que afectan la producción y reproducción
social y el derecho que le asisten a las poblaciones de vivir dignamente.
En esta línea de argumentación, la intervención profesional desde el Estado y su
inclusión en la “maquinaria” de un régimen político democrático lejos está de una posición
de complacencia o complicidad con las decisiones políticas de las gestiones de turno, por
el contrario y desde nuestro punto de vista, se convierte en una oportunidad para “influir”
en las políticas.
De este modo “influir en las políticas” está dentro de la intencionalidad de la propia
intervención profesional que deberá incorporar un análisis político serio a fin de entender
las relaciones de fuerza que permiten (o no) que las políticas –en este caso particularmente
las políticas sociales- den cuenta en sus dispositivos de la distribución más igualitaria de la
riqueza socialmente producida, como también de la distribución del poder y del saber. No
obstante es importante recordar que esta posibilidad desde una concepción basada en los
derechos de los sujetos no es producto del voluntarismo, esto es, decisiones personales o
definiciones de “una” profesión. Por el contrario, se trata de una construcción que se juega
con otros y en última instancia se convierte en una estrategia política, donde los
profesionales deben contar con una sólida formación teórica. Así, conocer en profundidad
las contradicciones del Estado en las sociedades capitalistas, los aspectos del régimen
político que da forma a su funcionamiento permite, desde nuestro punto de vista, colocar a
trabajo social en otro lugar para construir su propia legitimidad, otorgando relevancia a la
construcción constantes de espacios ampliados de reconocimiento de derechos.
Por último, si la legitimidad no sólo se valida en un origen “legal” que para las
profesiones deviene del título habilitante para su ejercicio con reconocimiento de las
autoridades competentes (Ministerio de Educación de la Nación), sino que se construye en
el propio proceso de ese ejercicio, resulta indispensable una sólida formación de sus
agentes que les permita el discernimiento riguroso tanto teórico como político de su propia
práctica. Nos atrevemos a decir que de lo contrario, si persistimos en los discursos
sobreideologizados y las prácticas repetitivas, estaremos atentando nosotros mismos contra
nuestra legitimidad.
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ZIMMERMANN, Eduardo (1995) Los liberales reformistas. La cuestión Social en la
Argentina 1890 – 1916, Buenos Aires, Editorial Sudamericana de San Andrés.
Capítulo 2

LA ESTRUCTURA SOCIAL ARGENTINA. IMPLICANCIAS PARA EL


TRABAJO SOCIAL

Silvana Martínez*

Introducción
Como sostiene Tokman (1997) son tres los procesos principales que caracterizan el
escenario actual: la globalización, la privatización y la desregulación. La globalización ha
implicado cambios profundos en las relaciones entre los países, en la naturaleza y
distribución del poder mundial, en el modo de producción, en el modo de vida, en las
creencias y en los valores. Con la globalización, se estableció un nuevo orden, basado en la
fuerza, no en el derecho; en todo caso, en el derecho de unos pocos países de usar la
fuerza. Se rompió el pie de igualdad entre los países, si es que alguna vez lo hubo. Hay un
regreso a un estadio anterior al derecho, más cerca de la barbarie y la brutalidad que de la
civilización. La política fue reemplazada primero por la economía y luego por las finanzas.
Ya no se discuten derechos, sino intereses; .más concretamente flujos de fondos. Ya no hay
sujetos autónomos, sino agentes que actúan en representación, actores, personajes, algunos
muy nefastos y de enorme influencia a escala mundial.
Es decir, la globalización ha modificado el modo de vida, las creencias y los valores. El
trabajo ha dejado de ser un factor de desarrollo humano e integración familiar y social,
para transformarse en contingencia y precariedad. Ya no es un derecho sino apenas una
prebenda y a veces de muy poco valor. La incertidumbre torna difícil la planificación y
afecta las condiciones de vida y las posibilidades de desarrollo humano de los sujetos. Se
han modificado muchas creencias y valores en relación a las parejas, las familias y las
relaciones sociales. El individualismo y el interés personal han reemplazado a la acción
colectiva y al interés público. El utilitarismo y la manipulación reemplazaron a la
solidaridad y la cooperación (Agüero, 2008:66).
Con el proceso de privatización se disminuyeron los tamaños y las funciones de los
gobiernos y aumentó la importancia del sector privado y los mercados en la administración
y en la asignación de los recursos (Klein y Tokman, 2000). En tanto que la desregulación
ha significado la reducción en cuanto a la protección y la intervención de los gobiernos en
el comercio, las finanzas y los mercados de trabajo.

*
Presidenta de la Federación Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicio Social. Licenciada y
Magíster en Trabajo Social. Cursó el Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Entre
Ríos. Doctoranda en Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Docente Investigadora de la
Universidad Nacional de Misiones.
En general, estos tres procesos ampliaron y profundizaron la desigualdad social,
fragmentaron y mercantilizaron las relaciones sociales, aceleraron la pérdida de ciudadanía
y transformaron el futuro en una amenaza aterradora para los sujetos sociales y para las
formaciones sociales que éstos integran.
Argumedo diferencia la globalización técnica (refiriéndose a los grandes avances
tecnológicos e informáticos, como por ejemplo la comunicación en tiempo real a escala
planetaria) de la globalización neoliberal que se ha padecido en América Latina en general
y en Argentina en particular. En este sentido sostiene que “En realidad, para nuestras
naciones, la globalización significó –con matices en cada una de ellas- la apropiación de
les esquemas productivos, los servicios, las finanzas, los recursos naturales, la
comercialización interna e internacional, las comunicaciones y la información por parte
de grupos económico-financieros locales y externos guiados por exclusivos fines de lucro,
ganancias extraordinarias y especulación, sin ningún tipo de responsabilidad acerca de
las consecuencias sociales o la estabilidad de los países donde actúan” (Argumedo,
2005:82).
En Argentina, durante la década de 1990, esta globalización neoliberal, al decir de
Argumedo, se vivió de una manera cruda y descarnada, impactando profundamente en la
configuración de la estructura social y el entramado de relaciones sociales. Según Agüero,
“la globalización generó amenazas y oportunidades para el modelo argentino de la
década de 1990, que profundizó la apertura y desregulación económica iniciada con la
dictadura militar de 1976, en reemplazo del modelo de industrialización sustitutiva de
importaciones vigentes desde mediados de la década de 1940” (Agüero, 2008:71).
En este sentido, el modelo de los noventa integró plenamente a la Argentina al contexto
mundial globalizado, implicando ello: a) la incorporación del país como mercado
emergente, b) el ingreso de capitales financieros, c) inversiones extranjeras directas, d) la
renegociación de la deuda externa por el Plan Brady, e) el alineamiento en el nuevo orden
mundial, liderado por EUA, f) el apoyo explícito de la banca mundial y los organismos
internacionales y g) la integración regional en el Mercosur.
Sin embargo, Alcira Argumedo denomina a este período la Argentina privada, en el
sentido de que “por una parte 15% de la población se encuentra en una situación
privilegiada, con educación privada, universidades privadas, salud privada, seguridad
social privada, espacios de recreación privados, seguridad policial privada, etc. utilizando
el término privado en sentido de apropiación. Por otra parte, el 85% restante se encuentra
crecientemente privada de educación, privada de salud, privada de trabajo, privada de
seguridad social, privada de vivienda, privada de espacios de recreación, etc. en su
sentido de privación o carencia” (Argumedo, 2005:80-81).
En relación al tema de este trabajo, es necesario plantear algunos interrogantes que nos
permitan orientar el recorrido del mismo. Entre éstos, son importantes los siguientes:
¿Cuáles son los cambios políticos, económicos y sociales que ha experimentado la
Argentina durante las décadas de 1990 y 2000? ¿Qué implicancias tuvieron estos cambios
en la configuración de la estructura social contemporánea? ¿Cuáles son las categorías que
desde las ciencias sociales pueden dar cuenta de estas profundas transformaciones
sociales? ¿Cuáles son los nudos problemáticos de la estructura social argentina
contemporánea? ¿Qué implicancias tienen estos cambios para el trabajo social?
Para intentar responder a estos interrogantes, este trabajo se organiza en cuatro partes.
En la primera, se intenta caracterizar los principales cambios experimentados en la
estructura socioeconómica del país en los años noventa y las consecuencias que los
mismos tuvieron en términos de estructura social. En la segunda, se abordan las diferencias
conceptuales entre pobreza, vulnerabilidad, marginalidad y exclusión social, destacando las
dimensiones de estos procesos y sus principales consecuencias en el entramado social. En
la tercera, se intenta señalar los principales nudos problemáticos de la estructura social
argentina contemporánea. Finalmente se destacan los principales cambios sociales,
políticos y económicos ocurridos en la Argentina partir del año2003 en adelante y qué
implicancias tienen estos cambios para el Trabajo Social.
1. Memoria de un saqueo
En relación a la primera cuestión, ¿cuáles son los cambios políticos, económicos y
sociales que ha experimentado la Argentina durante la década de 1990?, Pino Solanas
resume maravillosamente en el título de uno de sus documentales “memoria de un
saqueo” lo ocurrido en la Argentina durante los últimos 30 años y por eso, me tomo el
atrevimiento de utilizarlo en este apartado, para dar cuenta de la brutal apropiación de los
recursos naturales, humanos, económicos y financieros por parte de los grandes grupos
económicos nacionales e internacionales.
Las condiciones previas a los noventa
Las dictaduras militares instaladas en América Latina en las décadas de 1960 y 1970
tuvieron por objeto (a) terminar con los movimientos populares que desafiaban la
dominación de Estados Unidos en la región, (b) instaurar un proyecto económico de
expansión y consolidación de las grandes corporaciones y (c) implantar en la región el
nuevo orden neoliberal monetarista que reemplazaría al modelo keynesiano de estado de
bienestar.
En Argentina, si bien la experiencia de golpes militares es de vieja data, la primera
dictadura que se instala con la intención de quedarse y no de interrumpir meramente un
gobierno democrático, como había sucedido contra Yrigoyen, Perón y Frondizi, es la
autodenominada “Revolución Argentina”, que va del 28 de Junio de 1966 al 25 de Mayo
de 1973 (2523 días) y luego continúa con otra dictadura autodenominada “Proceso de
Reorganización Nacional” que va del 24 de Marzo de 1976 al 10 de Diciembre de 1983
(2817 días).
Hacia fines de 1983, las condiciones sociales del país mostraban con toda crudeza las
consecuencias humanas de la política económica desarrollada desde 1976 por la dictadura
militar. La vigencia de la patria financiera, la apertura indiscriminada de la economía, el
desmantelamiento del aparato productivo nacional, el endeudamiento externo, el
congelamiento salarial, la orientación del gasto público hacia las grandes obras faraónicas,
la especulación financiera y el consumo superfluo, provocaron despidos, concentración del
ingreso, aumento de los índices de pobreza y marginalidad social y un alto porcentaje de
población que fue excluida de la salud, la alimentación, la educación y la vivienda.
El gobierno del presidente Raúl Ricardo Alfonsín se inicia el 10 de Diciembre de 1983
y concluye el 8 de Julio de 1989 (2037 días), anticipadamente, ya que su mandato
constitucional se extendía hasta el 10 de Diciembre de 1989. Durante su gobierno, se
suceden cuatro ministros de economía: Bernardo Grinspun, Juan Vital Sourrouille, Juan
Carlos Pugliese y Jesús Rodríguez. Los gobiernos democráticos que se suceden desde 1983
en adelante continúan con la aplicación y profundización del nuevo régimen de
acumulación económica37 iniciado en Argentina con la última dictadura militar a partir del
24 de Marzo de 1976.
Al respecto, Miguel Teubal sostiene “No cabe duda de que, desde mediados de los años
1970, con el advenimiento de la última dictadura militar, se va instaurando otro modelo o
“régimen de acumulación” diferente al de décadas anteriores. Este régimen de
acumulación, que aparece con toda violencia en “el proceso de reorganización nacional”
(aunque se podría afirmar que comienza con el “rodrigazo”, durante el gobierno
peronista anterior), es profundizado bajo el gobierno de Alfonsín y por la administración
menemista. Se sustenta en un nuevo esquema o marco estructural e institucional donde las
políticas de ajuste y de apertura al exterior -particularmente en el ámbito financiero-
podían ser consideradas variables dependientes”38.
Rofman39 denomina a este nuevo régimen de acumulación “Modelo de Ajuste
Estructural”. Constituye un proceso de adecuación de la economía nacional a las

37
Por régimen de acumulación se entiende “el esquema o modelo de crecimiento de una economía en una
época dada, cuyas condiciones de producción e intercambio dependen de regularidades económicas como: 1)
articulación entre el modo de producción dominante y las formas de organización de la actividad económica,
2) organización de la producción dentro de las unidades económicas, 3) relación de los asalariados con los
medios de producción, 4) horizonte temporal de valorización del capital, 5) distribución del valor producido
entre los factores de producción y 6) demanda social que sirve de sustento a la evolución de la capacidad de
producción” (Boyer, Robert “Teoría de la regulación: un análisis crítico”, Humanitas, Buenos Aires, 1987).
38
Teubal, Miguel (1994) “Cambios en el modelo socioeconómico: problemas de incluidos y excluidos” en
N.Giarracca (comp.) “Acciones colectivas y organización cooperativa. Reflexiones y estudios de caso”,
Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
39
Rofman, Alejandro (1999) “Desarrollo regional y exclusión social. Transformaciones y crisis en la
Argentina contemporánea”, Amorrortu, Buenos Aires.
condiciones del Nuevo Orden Económico Mundial40 impulsado desde los organismos
financieros internacionales. Dicho autor divide este proceso en dos etapas: una
transicional, aplicada durante la década de 1980 y otra de consolidación, aplicada durante
la década de 1990.
Durante el gobierno de Alfonsín, se aplica una política de ajuste recesivo (Rofman,
1999:29), consistente en favorecer la generación de saldos de divisas para cumplir con los
pagos de la deuda externa, ajustando el gasto público, la inversión y el consumo interno, y
buscando al mismo tiempo controlar la inflación. Los sucesivos programas económicos
aplicados por los ministros de economía tienen como objetivos reducir el déficit fiscal,
desalentar las importaciones mediante la caída del consumo interno, alentar las
exportaciones a través del incremento de la producción de bienes no demandados por el
mercado interno y adecuar continuamente el tipo de cambio para favorecer la
competitividad externa de los productos argentinos.
Esta política de ajuste recesivo continuo, aplicada sistemáticamente por Alfonsín con el
fin de generar saldos para cumplir con los compromisos de pago a los acreedores externos,
provoca graves conflictos sociales por el deterioro acelerado de las condiciones de vida de
la población, la disminución del salario real, el continuo incremento del costo de vida y la
precarización del trabajo, originada en la política de flexibilización laboral. El gobierno de
Alfonsín queda entrampado entre dos tensiones41. Por un lado, las demandas redistributivas
de la mayoría de la población, exigidas como reparación histórica ante los daños
ocasionados por la dictadura militar no reparados por la democracia y, por el otro, las
demandas de protección de las empresas generadoras de empleo en la búsqueda por la
mayor consolidación en los mercados.
La década de 1980 fue denominada por los historiadores “La Década Perdida”, por el
retroceso que significó en materia económica y social para todos los países de América
Latina. Argentina, en este sentido, no fue la excepción sino que, por el contrario, es el
mejor exponente de este justificado calificativo histórico. Según datos de Azpiazu y
Nochteff42, el salario real en 1983 era un 36 % inferior al de 1975 y en 1989 un 46 %
inferior. A mediados de la década de 1970, el porcentaje de hogares por debajo de la línea
de pobreza era levemente inferior al 5%, mientras que a finales de la década de 1980 llega
al 20%.

40
Este tema se encuentra desarrollado en Agüero, Juan (1996) “La globalización de los mercados
financieros”, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas.
41
Rozas Pagaza, Margarita (2000) “La intervención profesional en relación con la cuestión social”, Espacio,
Buenos Aires.
42
Azpiazu, Daniel y Nochteff, Hugo (1994) “El desarrollo ausente. Restricciones al desarrollo,
neoconservadurismo y elite económica en la Argentina. Ensayos de economía política”, Tesis-Norma,
Buenos Aires.
La deuda pública externa a fines de 1983 era de unos 45.000 millones de dólares y en
1989 de más de 62.000 millones de dólares. El Producto Bruto Interno por habitante a
principios de la década de 1980 era de unos 14.000 dólares (a precios de 1999), pero este
valor a fines de la década de 1980 disminuye a unos 3.000 dólares (Heymannn y Kosacoff,
2000:22-23).
La segunda década infame
El gobierno del presidente Carlos Saúl Menem se inicia el 8 de Julio de 1989 y
concluye el 10 de Diciembre de 1999 (3745 días). Durante su gobierno se suceden cinco
ministros de economía: Néstor Mario Rapanelli, Orlando Ferreres, Antonio Erman
González, Domingo Felipe Cavallo y Roque Fernández. En la década de 1990, se produce
la etapa de consolidación del Modelo de Ajuste Estructural (Rofman, 1999). Menem inicia
su gestión intentando resolver el problema de la hiperinflación que dejara el gobierno
anterior.
Durante su gobierno produce las transformaciones que son requeridas por el Modelo de
Ajuste Estructural y por el Consenso de Washington. Mediante estos dos instrumentos,
Estados Unidos, como potencia hegemónica del Nuevo Orden Económico Mundial,
disciplina al resto de países en torno al paradigma ideológico, político y económico del
Neoliberalismo, que algunos autores prefieren denominar Neoconservadurismo43.
Argentina es reconocida por los organismos financieros internacionales, principalmente
por el Fondo Monetario Internacional, como ejemplo de país a imitar en lo que hace a la
aplicación de las recetas neoliberales más ortodoxas. Sin embargo, esta calificación
internacional de Argentina queda totalmente desdibujada con la crisis y los hechos sociales
del 19 y 20 de Diciembre de 2001, que tienen un alto costo en muertos y heridos y que el
presidente Fernando De La Rúa -sucesor de Menem y continuador del modelo- y su
ministro de economía Domingo Felipe Cavallo -ex ministro de economía de Menem- no
pueden afrontar y superar, abandonando sus cargos, primero el ministro de economía y
luego el presidente, en la mitad de su mandato, sumiendo en el desprestigio más absoluto
al histórico partido político al que pertenece, la Unión Cívica Radical, repitiendo de esta
manera la experiencia del ex presidente Alfonsín, que también abandona su mandato en
medio de un país que estallaba en llamas (Martínez y Agüero, 2008).
Menem elige como colaboradores más inmediatos, al comienzo de su mandato, a
reconocidas figuras históricamente repudiadas por el peronismo. Entre éstas cabe
mencionar a Néstor Rapanelli y Orlando Ferreres, ministro y viceministro de economía,
provenientes del grupo Bunge&Born y a los ingenieros Álvaro Alsogaray y su hija María
Julia Alsogaray, de antigua raigambre conservadora liberal y representantes de los
intereses norteamericanos en la Argentina. Además, Domingo Felipe Cavallo, designado

43
Por ejemplo Azpiazu, Daniel y Nochteff, Hugo, obra citada.
canciller, figura destacada de la Fundación Mediterránea, ex presidente del Banco Central
de la República Argentina que, en 1982, estatiza la deuda externa privada, hombre de
reconocida ideología económica liberal formado en Harvard y vinculado al general Liendo,
ex ministro de la última dictadura militar. Estos colaboradores, seleccionados por Menem,
dan una idea del perfil ideológico de su gobierno.
Durante la década de gobierno de Menem, se lleva a cabo la más profunda
transformación política, económica, social y cultural que se recuerda en la historia
argentina. En efecto, son muy pocas las instituciones del país que no fueron alcanzadas por
esta acción transformadora. Podemos hablar de una verdadera revolución menemista, en el
sentido estricto de cambio social acelerado y profundo. Sin embargo, el signo de este
cambio es claramente negativo y de profundo carácter regresivo.
En el orden político, en la década de 1990, Menem impulsa la modificación de la
Constitución Nacional mediante un acuerdo político con Alfonsín que se denomina “Pacto
de Olivos”. Amplía a nueve (9) el número de miembros de la Corte Suprema de Justicia,
con la intención de erigirla como aliada del gobierno, indulta a los nueve (9) comandantes
de las fuerzas armadas que habían sido condenados en la década de 1980 por graves
violaciones a los derechos humanos, reprime el levantamiento militar de La Tablada,
desmantela el movimiento de carapintadas, suprime el servicio militar obligatorio y reduce
sustancialmente el presupuesto de las fuerzas armadas.
En el orden sindical, Menem subordina a la mayoría de los dirigentes obreros para que
apoyen su política económica y social, que abiertamente perjudicaba a los trabajadores
asalariados por la ola de despidos masivos y disminución de salarios originados en las
privatizaciones de empresas públicas y en la política de desregulación laboral. Divide al
movimiento obrero peronista en tres centrales: la oficialista Confederación General del
Trabajo (CGT) y las disidentes Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y Movimiento
de Trabajadores Argentinos (MTA).
Con esta estrategia de división debilita enormemente el poder sindical, aplicando el
antiguo adagio romano “divide y reinarás”. En el orden religioso, Menem suma el apoyo
de la gran mayoría de obispos, sacerdotes y feligreses de la Iglesia Católica Argentina,
caracterizada por su ortodoxia y conservadurismo. Varios de sus ministros y funcionarios
provienen de Universidades Católicas, como el caso del economista Juan Llach, el abogado
Rodolfo Barra, el economista Javier González Fraga y el educador Antonio Salonia.
Menem mantiene y amplía la subvención a la educación privada católica, defiende la
prohibición legal del aborto y viaja en varias oportunidades al Vaticano para visitar al
pontífice romano.
Sin embargo, es en el campo económico-social donde se producen las mayores
transformaciones en la década de 1990. En los comienzos de su gestión, Menem envía al
Congreso Nacional y éste sanciona las dos leyes que se constituirían en los marcos
jurídicos básicos para la instrumentación del conjunto de medidas de política económica: la
ley de emergencia económica y la ley de reforma del Estado. Con estas dos leyes se pone
en marcha el Plan de Privatización de Empresas Públicas y de Concesión de los Servicios
Públicos.
La primera privatización es la Empresa Nacional de Telecomunicaciones y la lleva
adelante la ingeniera María Julia Alzogaray. Luego siguen Aerolíneas Argentinas, Aguas
Sanitarias de la Nación, Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires, Ferrocarriles
Argentinos, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Gas del
Estado y otras. Se concesiona el mantenimiento y mejoramiento de la red vial argentina,
mediante el sistema de peajes. Se obliga a las provincias a privatizar los Bancos
Provinciales y se liquidan los Bancos Nacionales, quedando en poder del Estado solamente
el Banco de la Nación Argentina como agente financiero y el Banco Hipotecario Nacional
como banca mayorista dedicada al negocio de colocación de emisiones hipotecarias en los
mercados financieros internacionales.
Heymann y Kosacoff44 presentan un cuadro que resume las principales reformas
monetarias, financieras, fiscales y comerciales llevadas a cabo en los años menemistas:

Año 1989 Año 1990


Eliminación de restricciones sobre las transacciones Plan Bonex.
en divisas. Caja única para empresas del Estado.
Reprogramación de títulos públicos. Reducción de áreas de la Administración
Suspensión de subsidios a la promoción industrial. Central.
Aumento de tarifas públicas. Aumento del Impuesto a los Activos e IVA.
Intervención de empresas públicas. Ampliación de la base del IVA.
Generalización del IVA y disminución de la alícuota. Derogación del Impuesto a los Capitales y al
Disminución del Impuesto a las Ganancias. Patrimonio Neto.
Aumentos de Derechos de Exportación y Aumento de derechos de exportación y
disminución de Aranceles de Importación. disminución de aranceles de importación.
Suspensión de pagos en efectivo de reintegros. Negociación por el MERCOSUR

Año 1991 Año 1992


Ley de convertibilidad. Carta orgánica del Banco Central.
Ley de cancelación de deudas del Estado. Reforma de la ley de entidades financieras.
Aumento del IVA. Autorización para constituir encajes bancarios
Impuesto a los Bienes Personales. en dólares.
Acuerdo Nación-Provincias por transferencias de Acuerdo de facilidades ampliadas con el FMI.
servicios. Ampliación de la cobertura del IVA.
Eliminación de gran parte de derechos de Aumento del Impuesto a las Ganancias.
exportación. Acuerdo Nación-Provincias: garantía de un
Disminución de aranceles de importación. ingreso mensual mínimo desde la nación.
Régimen de importación temporaria. Regulación de deudas con jubilados.
Tratado de constitución del MERCOSUR. Aumento de la tasa estadística de importación.
Venta de acciones telefónicas. Aumento de los reembolsos a las exportaciones.

44
Heymann, Daniel y Kosacoff, Bernardo (2000) “La Argentina de los Noventa. Desempeño económico en
un contexto de reformas”, Tomos I y II, Eudeba, Buenos Aires.
Contratos asociación y concesión en extracción de Avance en el sistema de preferencias del
combustibles. MERCOSUR.
Concesión de ramales ferroviarios.
Disolución de entes estatales y transportes de cargas.
Año 1993 Año 1994
Plan Brady. Modificación de la ley de entidades financieras.
Prohibición de depósitos de menos de 30 días. Disminución de los aportes patronales.
Ley de fondos comunes de inversión. Entrada en funcionamiento del régimen
Normas de securitización. previsional nacional.
Sanción de la reforma del sistema jubilatorio. Definición del arancel externo común en el
Acuerdo Nación-Provincias: coordinación de MERCOSUR.
estructuras impositivas.
Modificación del Impuesto a las Ganancias.
Acuerdo de arancel externo común en el
MERCOSUR. Zonas francas.
Año 1995 Año 1996
Modificación de la carta orgánica del Banco Central. Modificación de la ley de entidades financieras.
Fondos fiduciarios. Rebaja de los aportes patronales.
Garantía de depósitos. Aumento del Impuesto a los Combustibles.
Aumento del IVA. Aumento de la base imponible del Impuesto a
Ampliación de la base de Ganancias y Bienes las Ganancias.
Personales. Modificación del régimen de asignaciones
Eliminación parcial y transitoria de la reducción de familiares.
contribuciones patronales. Modificación de reintegros máximos extra e
Vigencia del arancel externo común. intrazona.
Aumento de los aranceles a las importaciones. Suspensión de los reembolsos a la producción de
Reducción de los reembolsos a las exportaciones. bienes de capital.
Años 1997 y 1998
Aumento de los requisitos de liquidez.
Regla de operación bancaria en el MERCOSUR.
Aumento del Impuesto a las Ganancias.
Reforma del IVA.
Reforma laboral.
Aumento de aranceles externos.
Derogación de la tasa de estadística.

La ley 23.928, vigente desde el 1º de Abril de 1991, que declara la libre convertibilidad
del peso con el dólar estadounidense a una paridad de uno a uno, constituye el eje de la
política económica, financiera, monetaria y cambiaria del gobierno menemista. El objetivo
básico de la convertibilidad es estabilizar la moneda y por consiguiente superar el crónico
problema argentino de aumento continuo de precios de los bienes y servicios. Establece el
respaldo en oro y en dólares estadounidenses de la totalidad de pasivos monetarios del
Banco Central, limitando de esta manera la emisión de moneda sin respaldo, otro de los
males crónicos de la economía argentina. Además, constituía un anclaje para el tipo de
cambio entre el dólar estadounidense y el peso, superando también aquí la crónica
inestabilidad y volatilidad cambiaria de la economía argentina.
Estos tres aspectos positivos para la economía argentina hace que en los primeros años
de la gestión menemista se produzca un acelerado crecimiento económico y entrada de
capitales extranjeros al país, con lo cual se disimula la enorme vulnerabilidad externa que
implicaba la convertibilidad y la necesidad de un creciente endeudamiento público para
sostenerla. Además, el tipo de cambio fijo se constituía en una malla de acero que trababa
toda aplicación de política monetaria como para atemperar los ciclos económicos en el
corto plazo, con lo cual la política económica se torna procíclica, acompañando tanto el
proceso de expansión como el de contracción económica, generándose de esta manera
continuos problemas de liquidez y recesión.
El endeudamiento externo argentino crece aceleradamente, pasándose de algo más de
62.000 millones de dólares, al comienzo del gobierno de Menem, a más de 150.000
millones de dólares al final de su segundo mandato. El crecimiento económico de los
primeros años se detiene hacia mediados de 1994 y la economía termina de estancarse y
entra en una profunda recesión y depresión luego de la crisis mexicana del 20 de
Diciembre de 1994, conocida como “crisis del tequila”, por los efectos de la globalización.
En mayo de 1995 el desempleo llega al nivel más alto de la década menemista: el 18,1 %,
aunque luego con De La Rúa –sucesor y continuador de Menem- llega casi al 22 % en el
año 2001, cuando el país se acerca al borde de la desintegración social.
El 26 de Julio de 1996 Domingo Cavallo es reemplazado por Roque Fernández, que
maneja el ministerio de economía con “piloto automático”, según su propia frase, situación
que no le permite anticiparse a las crisis que luego sobrevendrían con la devaluación en
cadena llevada a cabo por los países del sudeste asiático en 1997, la crisis rusa de 1998 y la
devaluación brasileña de comienzos de 1999. La tenue reactivación de la economía
argentina, que se inicia a mediados de 1996, se esfuma totalmente con estas crisis y el país
entra nuevamente en un prolongado período de recesión y depresión económica, que se
extiende hasta mediados del año 2002, con todas las consecuencias sociales que ello
implica en términos de desempleo, subempleo, precarización del trabajo, cuentapropismo y
marginalización económica.
Estos hechos económicos impactan profundamente en las relaciones sociales y en el
modo de vida de la población. La década menemista es la década de la mayor
concentración económica y desigualdad social que se conoce en la historia argentina
reciente. Para algunos autores45, el eje de la cuestión social pasa a ser la pobreza, para otros
el trabajo. Las cifras publicadas por el Banco Mundial dan cuenta de una población
cercana a los 18 millones de habitantes por debajo de la línea de pobreza hacia fines de la
década de 1990, cifra que luego se incrementa superando los 20 millones de habitantes en
el año 2002. La mitad de esta población pobre se encuentra por debajo de otro indicador
estadístico más dramático aun: la línea de indigencia, que marca el límite de posibilidades
materiales de supervivencia física como seres humanos (Martínez y Agüero, 2008).

45
Lo Vuolo, Rubén (1999) “La pobreza como emergente de la cuestión social”, Miño y Dávila, Buenos
Aires.
En el campo de las políticas sociales, se aplican criterios de focalización,
asistencialización, compensación y privatización. La focalización apunta a los grupos de
poblaciones identificados selectivamente como vulnerables, en contraposición a las
políticas universales del modelo de bienestar que aplica Perón, creador del Movimiento
Político al que supuestamente afirma pertenecer el gobierno menemista. Rozas Pagaza
(2001) sostiene que el carácter asistencial de los programas sociales llamados “combate a
la pobreza”, que algunos denominan neoasistencialismo, ha tenido un carácter focalizado,
acentuando la “estatización” de la pobreza, en tanto se la considera un problema social que
no tiene relación con la esfera económica.
La compensación apunta a reparar los daños sociales causados por la política neoliberal
aplicada impecablemente por el mismo gobierno menemista, que demuestra -en este
sentido- un desempeño ejemplar desde la mirada de los organismos financieros
internacionales que sostienen dicho paradigma. La compensación, de ninguna manera logra
tan siquiera atemperar dichos daños, que, por el contrario, adoptan diversas caras: pobreza,
indigencia, desigualdad, marginalidad y exclusión social. En el momento culminante de
aplicación del modelo, más de la mitad de la población del país adquiere algunos de estos
rostros (Martínez y Agüero, 2008).
Otro rasgo característico de la política social menemista es la deserción del Estado en
este campo y su pretendido reemplazo por el mercado y por las Organizaciones No
Gubernamentales (ONGs), bajo la supuesta búsqueda de mayor eficiencia y eficacia en la
aplicación de dichas políticas. La acción social, transformada en negocio privado, sólo se
convierte en un justificativo para engordar la deuda externa argentina. La política de
descentralización del Estado, sumada a la política social focalizada y asistencial, se aplica
en medio de una aguda crisis de las economías regionales, profundizada por los procesos
de reconversión agraria e industrial y privatización de empresas públicas.
La gran mayoría de los Estados Provinciales son afectados por las políticas de ajuste y
la transferencia de servicios sociales, principalmente los de educación y salud. Esto
provoca un sinnúmero de protestas sociales cuyas prácticas de lucha son novedosas y se
canalizan a través de formas organizativas no tradicionales, como históricamente fueron
los sindicatos.
Todo indica que la política social se conforma con lo que Bustelo (2000) denomina
modelo de ciudadanía asistida. En la base de esta estrategia, existe una serie de supuestos:
la desigualdad social es algo “natural” y las políticas redistributivas son de tipo
discrecional y no se basan en derechos sociales de los ciudadanos. La acción política en el
campo social se basa en la voluntad y el interés de “los que tienen”, hacia los pobres y
excluidos, que son tratados como una especie de “ciudadanos subsidiados”. En
consecuencia, se tiende a ejecutar una política social marginal y secuencialmente posterior
a la política económica, que se convierte en lo central y hegemónico.
Al respecto, Maristella Svampa (2005) sostiene que en la década de 1990, en
consonancia con la dinámica neoliberal, el Estado argentino fue consolidando nuevas
formas de intervención en lo social, a través de una batería de planes y programas
focalizados, políticas de contención social a través de las Organizaciones No
Gubernamentales y distintas empresas denominadas Tercer Sector, que agrega a la
asistencia social focalizada, ciertos componentes de formación y capacitación. Asimismo,
aparece la noción de “Responsabilidad Social Empresarial”. Estas nuevas formas de
intervención en lo social se inscriben en un determinado marco ideológico y
epistemológico que sostiene la idea de individualización y autoorganización de los
sectores populares (Svampa, 2005:123).
Implicancias en la estructura social argentina
¿Qué implicancias tuvieron estos cambios en la configuración de la estructura social
argentina contemporánea? En la Argentina privada, según la expresión de Alcira
Argumedo, que se va conformando desde la dictadura, se produce una desarticulación de
las clases sociales tradicionales: los trabajadores se transforman en desocupados-
piqueteros, las clases medias en nuevos pobres e incluso una fracción de las clases medias-
altas se desprende de sus antiguas pertenencias para sobrevivir. En contraste, una minoría
privilegiada de nuevos y antiguos grupos económicos, algunos sectores profesionales,
políticos y sindicales, se enriquecen y multiplican sus fortunas principalmente gracias al
despojo y la corrupción46. Se invierte así la histórica movilidad social ascendente, que
diferenció a la Argentina del resto de países latinoamericanos (Argumedo, 2005:90).
En efecto, el proceso de movilidad descendente asumió una dimensión colectiva que
arrojó del lado de los “perdedores” a grupos sociales que formaban parte de las clases
medias asalariadas y autónomas: empleados, técnicos, profesionales del ámbito público
ligados a la administración, la educación, la salud, cuentapropistas, entre otros.
Algunos autores, como Minujin y Kessler (1995), centran su atención en el fenómeno
de la nueva pobreza o los nuevos pobres, sector que ha crecido enormemente en la
Argentina. Postulan que la profundidad y la persistencia de la crisis, iniciada a mediados de
la década de 1970, hicieron que centenares de miles de familias de clase media y de ex
pobres estructurales, que en el pasado habían podido escapar de la miseria, hayan visto
reducirse sus ingresos hasta caer por debajo de “la línea de pobreza”. Estos autores
estudian sobretodo este empobrecimiento de una parte importante de las clases medias,
como contracara de la “nueva riqueza” de la que gozan en gran medida personas
vinculadas con el poder político, cosa que viene a señalar que la nueva pobreza fue un
acontecimiento económico, social y político. Además, articulan pobreza con pauperización
y pauperización con marginalidad, concluyendo que no es la pauperización la que margina

46
Durante el año 2009 se estrenó en nuestro país la película “Las viudas de los Jueves” de Marcelo Piñeyro,
donde muestra de manera maravillosa este proceso de la Argentina privada que nos llevó a la crisis del 2001.
“sino que la exclusión se produce cuando la pobreza no da acceso a derechos
compensatorios”47.
En nuestro país, la experiencia del empobrecimiento fue traumática, en la medida en
que ésta puso de manifiesto el colapso de los marcos sociales que estructuraban la
identidad de los sujetos y orientaban sus prácticas. Esto provocó la utilización de múltiples
estrategias individuales, mediante la utilización de recursos y competencias culturales y
sociales preexistentes en términos de capital cultural y social, orientadas a obtener ventajas
comparativas (Svampa, 2005).
Maristella Svampa advierte un cambio en el discurso de los sujetos, en el sentido de que
a comienzo de los 90, los discursos giraban en torno al fracaso personal, las trayectorias
individuales y las malas elecciones personales. Sin embargo, a mediados de esta década,
los sujetos toman conciencia de que las situaciones por las que estaban atravesando, en
realidad tenían que ver con aspectos más estructurales de la crisis, que con causas
individuales (Svampa, 2005). En este sentido, González Bombal sostiene que se registra un
cambio importante en lo que hace al posicionamiento de la subjetividad de los sujetos. En
sus palabras, “el sujeto autónomo de la racionalidad micro-económica desaparece y en su
lugar emerge la pura víctima de la macroeconomía” (González Bombal, 2002).
2. Pobreza, marginalidad y exclusión social. Ramas de un mismo tronco: la
desigualdad.
En este apartado se intenta reflexionar acerca de algunas categorías teóricas utilizadas
por las ciencias sociales para dar cuenta, analizar, explicar y comprender estos procesos de
profundas transformaciones por las que han atravesado las sociedades latinoamericanas
(aunque no de manera exclusiva) a partir de la era neoliberal (Portes y Hoffman, 2003).
Las categorías que aquí se abordarán son: pobreza, marginalidad, vulnerabilidad y
exclusión social.
Pobreza y marginalidad
La problemática de la pobreza ha resurgido con fuerza a finales del siglo XX. Como
sostiene Eduardo Devés Valdés “a la pobreza se le dice cada vez de maneras más
variadas” (Devés Valdés, 2004:128). En efecto, las nuevas configuraciones de “lo social”
exigen a los intelectuales de las ciencias sociales un despliegue de imaginación para
entender y explicar el impacto que el neoliberalismo ha tenido en la configuración de la
estructura social en América Latina. Esta diversidad conceptual llevó a algunos autores a
sostener que en realidad se intenta frivolizar, escamotear, ocultar y dulcificar la pobreza,
con el fin de quitarle toda su crudeza.

47
Para profundizar este tema ver Minujin Alberto y Kessler Gabriel (1995) La nueva pobreza en Argentina,
Planeta, Buenos Aires.
En efecto, en los 90 la pobreza se dice de muchas formas: “inequidad”, “exclusión”,
“informalidad”, “marginalidad”, “empobrecimiento”, “vulnerabilidad”, “nueva pobreza”,
como también “pobreza o miseria de siempre” o “pobreza estructural”. También se ha
hablado de “desempleo” y “desigualdad”. Cada una de estas categorías pretende dar cuenta
de una especificidad del fenómeno de la pobreza.
El concepto de marginalidad en América Latina reconoce tres grandes corrientes: a) la
que surge en el marco del desarrollismo, b) la que se sostiene desde el marco de la teoría
de la dependencia y c) la que surge a raíz de las críticas a esta última teoría. Más allá de las
diversas acepciones de este concepto, es importante resaltar que si hay un sector pobre
“marginalizado” es porque existe un sector no pobre “marginalizante”.
En los primeros trabajos de investigación, se utilizó la noción de marginalidad para
hacer referencia a quienes están comprendidos en el concepto de sector informal. A partir
de la década de 1950, se concebía la marginalidad como el resultado del proceso de
migración masiva rural-urbana. De esta manera, empezaron a formarse alrededor de las
grandes ciudades, aglomeraciones de viviendas improvisadas en terrenos “ocupados”. No
obstante, en estos grandes aglomerados no sólo se encontraban los migrantes de origen
rural, sino también los expulsados de la propia ciudad (Faletto, 1993).
La preocupación inicial estuvo centrada en la condición social y rasgos de estos grupos.
Faletto (1993) sostiene que una de las características era la amplitud y el carácter masivo
de este nuevo fenómeno -denominado marginalidad ecológica- siendo una de las
explicaciones que la situación de estos grupos era propia de una fase de transición entre el
mundo rural y el mundo urbano. En este sentido, algunos autores (por ejemplo J. Matos-
Mar) llamaron a este fenómeno “ruralización del mundo urbano”.
De esta manera, se puede afirmar que la categoría marginalidad tuvo en sus inicios un
componente espacial, por cuanto se identificaron como marginales a aquellos que vivían en
asentamientos precarios ubicados “al margen” de las ciudades. Sin embargo, Rosenblüth
(1963), a partir de un estudio llevado a cabo en Chile, demostró que la marginalidad
adquiría un significado más amplio que el puramente ecológico. Siguiendo esta línea, los
estudios del Centro para el Desarrollo Económico y Social de América latina (DESAL)
señalaron que estos grupos tendían a no participar de las normas y valores de la sociedad,
su inserción en el mercado de trabajo era precaria, no tenían acceso a lugares de toma de
decisión y tampoco participaban de modo efectivo en la solución de sus problemas
(Faletto, 1993:178).
Posteriormente, algunos autores con enfoque marxistas, como por ejemplo José Nun,
iniciaron una discusión acerca de la función económica de estos grupos y otros acudieron a
la categoría ejército de reserva, adecuando esta categoría a las condiciones particulares de
las economías dependientes como las latinoamericanas. Esta categoría no tardó en ser
criticada, ya que se apoyaba la noción de población excedente que tenían estos grupos
respecto de la economía. La paradoja era que el mismo proceso de desarrollo y
modernización en América Latina, tenía la capacidad para desorganizar formas de
economía anteriores, pero carecía de capacidad para absorber a los desplazados y volver a
incorporarlos a las diversas formas productivas (Faletto, 1993).
De esta manera, se abandonaron los primeros supuestos de que la condición de
marginalidad era un momento de una fase de transición de la vida rural a la vida urbana y
se centró la preocupación en los rasgos del sistema económico y sus características
negativas, articulándose la noción de desigualdad con la de la economía informal (Tokman,
1979).
Rodrigo Baño (1993) estudia las modificaciones de la economía informal, su efecto en
la estratificación social y analiza la posibilidad de acción colectiva de los distintos actores
sociales. Este autor sostiene que desde la perspectiva de las posibilidades de generalización
de intereses y de organización y acción colectiva, sería más conveniente usar el concepto
de marginalidad antes que los de pobreza o informalidad, debido a que las posibilidades de
generalización y representación de intereses de los distintos segmentos de la población no
se definen por sus diferentes niveles de ingresos, sino por sus diferentes posiciones
estructurales. Es decir, “hay muchos obreros pobres, pero eso no les hace perder su
posición de obrero” (Baño, 1993).
Respecto a la informalidad, Baño sostiene que la distinción es más difícil, puesto que
los trabajadores marginados normalmente establecen relaciones laborales informales. Sin
embargo, reconoce que la informalidad es de gran utilidad en el momento de determinar
las condiciones económicas estructurales de la estratificación social. Según este autor, la
conceptualización de la informalidad o de la pobreza no busca determinar si existen o no
condiciones propicias para la generalización de intereses, la organización o la acción
colectiva. Por el contrario, busca identificar situaciones que permitan medir niveles y
modalidades de desarrollo económico, por lo general con miras a la formulación de
políticas para enfrentar situaciones problemáticas. Es decir, estos conceptos tienen una
connotación económica más que política.
Si bien posteriormente se miró la marginalidad como una posición más estructural,
ligada preferentemente a la inserción ocupacional, se equiparó implícitamente la
marginalidad ocupacional a la espacial. En este sentido, entran dentro de esta categoría, por
ejemplo, el comercio ambulante, el servicio doméstico, los trabajadores rurales, los
trabajadores autónomos en los servicios personales y los desocupados crónicos, entre otros
(Baño, 1993). En la década de 1960 esta clase de trabajadores era denominada “masa
marginal” para indicar su exclusión de la economía moderna (Nun, 1969; Germani 1965).
Al respecto, Portes y Hoffman (2003) sostienen que “América Latina se diferencia de
las sociedades desarrolladas en que una proporción importante de su población no ha
sido incorporada a relaciones de trabajo plenamente mercantilizadas y reguladas
legalmente, sino que sobrevive al margen de ellas, desarrollando una gran variedad de
actividades económicas de subsistencia cuasi clandestinas”. Éstas suelen englobarse en el
concepto de “sector informal” (Bromley 1978; Roberts, 1989; Tokman, 1987).
El fenómeno de la nueva marginalidad urbana, descrito por Wacquant (2001) para los
países desarrollados, responde a cuatro lógicas estructurales: El resurgimiento de la
desigualdad social, la mutación del trabajo asalariado, la reconstrucción de los Estados de
Bienestar y la concentración y estigmatización espacial. Para este autor, la nueva
marginalidad en estos países, se inscribe enigmáticamente en procesos de crecimiento y
prosperidad económica. Coexisten “la opulencia y la indigencia, el lujo y la penuria, la
abundancia y la miseria”, como consecuencias de una doble transformación de la esfera
del trabajo: La eliminación de puestos de trabajo y la degradación de las condiciones
básicas de empleo, remuneración y seguridad social.
Alayón48 sostiene que el problema de la marginalidad, en rigor, no es más que el
problema de la pobreza. Los marginados son concretamente y más allá de todo eufemismo:
Los pobres del sistema. En esta línea de pensamiento, se puede decir entonces, que el
concepto de marginalidad se refiere a las condiciones de vida, que estructuralmente traen
consigo el hambre, la enfermedad, el analfabetismo y la desocupación, entre otras,
aludiendo el autor, al momento de escribir su obra, a la situación de pobreza en la que se
encontraba gran parte de la población del país.
Con diversas argumentaciones, se intenta disimular la injusticia del orden social
vigente, que genera pobres y luego les atribuye el peso de la responsabilidad por la
situación que atraviesan. Para los que sostienen este tipo de argumentación, la
marginalidad, se debe a una serie de limitaciones personales o familiares de determinados
sectores sociales. Es este tipo de caracterización lo que contribuye también a extender la
falsa creencia de que lo que reciben los sectores vulnerados es una suerte de donación o
dádiva del Estado y no un reconocimiento del derecho conculcado.
La representación social del pobre como marginal, implica una fuerte carga de
significación social negativa. Esto se manifiesta principalmente en la diferenciación social
y en la separación espacial de la población. Por un lado, la proliferación de barrios
privados, fuertemente custodiados por servicios de seguridad privada, que se constituyen
en modernos fortines. Esto habla de un sector de la sociedad que desea protegerse de los
marginales, a quienes atribuye todo tipo de intenciones y hechos delictivos. Al respecto
Svampa sostiene que en la década de 1990 se redefinen los espacios de sociabilidad y
socialización. Éstos aparecen ilustrados en la expansión de las urbanizaciones privadas.
Frente a la deserción del Estado y el vaciamiento de las instituciones públicas, se fueron

48
Alayón, Norberto (2000) Asistencia y asistencialismo. Pobres controlados o erradicación de la pobreza,
Lumen-Humanitas, pág.25.
desarrollando modalidades privatizadas de la seguridad y de la integración social, que
marcarían nuevas y rotundas formas de diferenciación entre los “ganadores” y los
“perdedores” del modelo neoliberal (Svampa, 2005:120-121).
Por otro lado, la estigmatización condena a gran parte de la sociedad, por el solo hecho
de vivir en conglomerados de pobreza y les atribuye todo tipo de inmoralidad, violencia,
promiscuidad y delincuencia. Sin embargo, esta representación no condice con varios
casos resonantes de violencia ocurridos en estos barrios privados adornados de moralidad.
Estos casos muestran la gran carga de prejuicios sociales que recae en relación a los
sectores populares (Martínez y Agüero, 2008).
Algunos autores sostienen que marginación-marginalidad ha llegado a transformarse en
un concepto que alude a los excluidos de la globalización, como lo han marcado entre otros
Leopoldo Zea y Manuel Antonio Garretón, o excluidos de la ciudad moderna como lo han
puesto de relieve Enrique Ubieta Gómez Y Francisco Weffort. En este sentido, Devés
Valdés sostiene que, “la marginación es un fenómeno económico que alcanza ribetes
antropológicos, marcando una especie de subhumanidad que remontándose podría
asociarse a la idea de estar fuera de la historia, a la idea de ´condenados de la tierra´ de
Fanon o de condenados por haber cometido el pecado original de ser americanos de
Murera” (Devés Valdés, 2004:129).
Filgueira (2001) hace una distinción interesante entre pobreza, vulnerabilidad y
marginalidad. Reconoce que la línea de pobreza (LP), como aproximación unidimensional
por ingresos, y el índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), apoyado en un
conjunto de indicadores de bienestar social, han permitido un importante avance en la
captación del fenómeno de la pobreza. No obstante, sostiene que la categoría
vulnerabilidad constituye un aporte en tanto escapa a la dicotomía pobre/no pobre,
proponiendo la idea de las configuraciones vulnerables, que pueden encontrarse en sectores
pobres y no pobres. Al respecto, Minujín sostiene que la pobreza solo está centrada en el
ingreso, el gasto o el consumo y que en realidad hay que relacionarla con el problema de la
distribución y los recursos. Es decir, como lo sostiene Kliksberg “no hay desigualdad
porque hay pobreza, sino que hay pobreza porque hay desigualdad” (Kliksberg, 2000).
Para Filgueira (2001), la marginalidad retoma la vieja tradición norteamericana del
círculo vicioso de la pobreza de Oscar Lewis (1961). En efecto, el antropólogo
norteamericano Oscar Lewis49 es quien formula por primera vez la idea de que la pobreza
crea por sí misma un patrón de vida que se transmite de generación en generación. Esta
cultura de la pobreza constituye un conjunto de rasgos de conductas y sistemas de valores,
generado por la situación de desposesión, que trasciende las fronteras regionales y aún
nacionales, es decir, que tiene características universales.

49
Lewis, Oscar (1961) Antropología de la pobreza, Fondo de Cultura Económica.
Se han hecho críticas de todo tipo a esta idea de Lewis, pero la más severa es aquélla
que critica el concepto de cultura de la pobreza como entidad que se autoperpetúa. La idea
de círculo vicioso está presente en este autor, en el hecho de que esta cultura se transmite
de generación en generación. Para Lewis, el mecanismo de transmisión de esta cultura son
los niños. Éstos, al llegar a los seis años, ya han construido en sus mentes un modelo de lo
que es la vida y de cuáles son las posibilidades que ella ofrece.
De acuerdo con las ideas de este autor, los niños que son educados en esto que él
denomina cultura de la pobreza, no pueden sacar provecho de las nuevas oportunidades
que se presentan en la sociedad. La teoría del círculo vicioso de la pobreza es
absolutamente criticable, porque pone de alguna manera el énfasis en el papel que les cabe
a los pobres mismos en la causa de la situación en que se hallan. Parecería ser que la
cultura de la pobreza genera pautas que condenan a los individuos y a sus descendientes a
vivir en condiciones infrahumanas, independientemente de las condiciones objetivas
producidas en el seno de la sociedad. Es una visión endogenista que no compartimos en
absoluto, porque implicaría que la pobreza se justifica a sí misma como una tautología.
Sería un sistema autopoietico, en la forma como lo entiende Niklas Luhmann (1998).
En este sentido, para Filgueira, “la marginalidad no constituye al sujeto en una mera
situación de deprivación material, sino que denota un posicionamiento social más general
que coloca al individuo fuera de los canales y espacios “normales” y “legítimos” de
producción y reproducción de la vida social, relacionada con pautas comportamentales y
actitudinales que tienden a reproducir un círculo vicioso de pobreza y marginación”
(Filgueira, 2000: 2).
Minujin (1998) sostiene que, siguiendo el camino inverso al de la expansión histórica de
los derechos, que en el campo social permitió pasar de la compasión a la asistencia y de allí
a los derechos sociales (Bustelo, 1997), se puede observar una regresión política que pasó
de la justicia a la compasión, de la compasión a la indiferencia, de la indiferencia a la
exclusión. Se excluye sin problema ni remordimientos a quienes ya no existen (Guillebaud,
1995)
Al respecto, para Alayón “es así como observamos el reenvío de la asistencia (como
derecho social) hacia la caridad privada (como gracia arbitraria). Si de la caridad y la
beneficencia veníamos avanzando hacia las políticas sociales, ahora estamos
retrocediendo y resulta claro el retorno desde las políticas sociales (entendidas como
derechos) hacia la caridad privada (como figura optativa, a asumir voluntariamente por
los sectores pudientes)”50.
Exclusión y vulnerabilidad social

50
Alayón, Norberto, obra citada.
En lo que respecta a exclusión, para Minujin (1998) la exclusión es un concepto relativo
(no absoluto) en un doble sentido. Por un lado, constituye una contrapartida de la
inclusión, es decir se está excluido de algo cuya “posesión” implica un sentido de
inclusión. Por el otro, este concepto varía en el tiempo y en el espacio. En el marco de las
ciencias sociales el debate giró en torno a si el concepto de exclusión agrega algo a los
conceptos de pobreza, marginalidad o informalidad o es más bien una importación de los
países europeos que en el fondo no agrega nada a los marcos elaborados en la región.
Si bien el concepto de exclusión merece un análisis crítico como categoría social, al
igual que el de marginalidad y pobreza, se lo puede asimilar -en términos generales- al
concepto sociológico de segregación. Castel (1997) prefiere hablar de desafiliación en
relación al trabajo, entendida no como relación técnica de producción, sino como el
soporte más importante de inscripción de los sujetos en una determinada sociedad.
En su obra La exclusión social, publicada hace ya más de diez años, Juan Villarreal
expresaba: “Los excluidos en la historia de la humanidad –leprosos, enfermos, locos,
insanos, razas inferiores, indígenas, cabecitas negras-, han pasado por formas diversas de
segregación, fragmentación y heterogeneización, como el apartamiento, la internación o
la segregación territorial. Ésta última -la villa miseria, los asentamientos, el regreso a
zonas marginales, la pobreza de las provincias pobres-, parece la forma de exclusión
típica de la Argentina y América Latina hoy. En esa exclusión sociocultural y territorial se
cruzan factores convergentes que a su vez son diferenciados, tales como “raza”,
“territorio” y “cultura”, frecuentemente potenciados por elementos de género, edad,
pobreza y migración. Pareciera que en el mundo contemporáneo -y, por tanto, en
Argentina y gran parte de América Latina-, “la lucha de clases” de base socioeconómica
está siendo sustituida por la lucha interna de las naciones de base sociocultural”
(Villarreal, 1997:18).
Si, históricamente, el eje de la cuestión social de origen europeo giró en torno a la lucha
entre capitalistas y proletarios, es decir, los de arriba y los de abajo, respectivamente, hoy
pareciera ser que ya no son solamente “los de arriba” contra “los de abajo”, sino -además-
“los de adentro” contra “los de afuera”. En las categorías utilizadas por Villarreal, la “base
socioeconómica” es sustituida por la “base sociocultural”. La cuestión social circula, en
este nuevo estadio del desarrollo histórico del capitalismo, por dos ejes: uno vertical de
dominación y otro horizontal de exclusión.
En La exclusión: concepto falso, problema verdadero51, Saül Karsz se refiere a la
exclusión como construcción social, es decir como “modalidad determinada de nombrar
lo real y de intervenir sobre él” (Karsz, 2004:133). En este sentido, adopta el enfoque de

51
Publicado en Karsz, Raül (coord.) (2004) La exclusión: bordeando sus fronteras. Definiciones y matices,
Gedisa, Barcelona, capítulo 5.
Saussure: “El punto de vista define el objeto”, es decir, la mirada inscribe lo real en una
red significante.
Karsz sostiene la tesis de que “No es excluido el que quiere. Para acceder a la
exclusión, individuos y grupos deben conocer ciertos itinerarios relativamente típicos y
presentar cierto número de características en términos de empleo, escolaridad, vivienda,
vida familiar, etcétera. Esta es la condición necesaria…Para que individuos y grupos sean
reconocidos como tales, es decir, para que sean situados en semejante lugar y para que
nos ocupemos de ellos en la medida que allí se mantienen, para que por su lado individuos
y grupos puedan reconocerse como excluidos, es decir, para que entiendan que se trata de
ellos, para que análisis teóricos los tomen por tema e intervenciones instituciones los
apunten como blanco, se requiere na condición suficiente. Condición decisiva,
determinante, estratégica: la existencia de una problemática de la exclusión. Sin
problemática teórico-política de la exclusión, no hay excluidos de carne y hueso” (Karsz,
2004:134-135).
Este autor habla de dos condiciones indispensables para que haya exclusión: una
necesaria, que se refiere a las condiciones materiales de vida de ciertos sujetos sociales;
otra suficiente, que se refiere a la problemática de la exclusión. No todos son o pueden ser
excluidos, por más problemas graves que tengan, sino sólo aquellos que se nombra o se
designa desde lo político-ideológico como tal. Este nombrar otorga existencia e identidad.
Es decir, para que un sujeto sea un excluido no sólo tiene que tener ciertas condiciones
materiales de existencia, sino –además- tiene que inscribirse o encuadrarse en ciertas
clasificaciones, encasillamientos, etiquetamientos, codificación de lo real, normas
administrativas, construidas desde el poder y las políticas públicas. Ni arriba ni abajo:
¿dónde? Evidentemente no fuera de la sociedad, sino donde definan o demarquen las
políticas públicas. Nunca se está fuera de la sociedad, pero sí hay un “adentro” o “afuera”
en términos de esta demarcación político-ideológica de quién es quién y qué cosas se
asignan u otorgan en función de eso.
Según Minujin (1998) si la inclusión social está referida explícitamente a tener la
posibilidad real de acceder a los derechos sociales, la exclusión social se refiere a la
imposibilidad o a la no habilitación para acceder a tales derechos, implicando ello, además,
padecimientos subjetivos, disminución o pérdida de autoestima y posiblemente riesgo de
estar relegado por largo tiempo en un proceso de estigmatización y condenado a sobrevivir
del asistencialismo.
Vilmar Faría señala que el concepto de exclusión social permitió relacionar y articular
nociones y conceptos como los de pobreza, privación, falta de acceso a bienes, servicios y
activos, precariedad de los derechos sociales, entre otros (Faría, 1995). Asimismo, este
concepto permitió romper con el determinismo del círculo de la pobreza (Lewis, 1961) e
incorporar una visión dinámica de los procesos que pueden tender a la exclusión,
eliminando la idea de situaciones dicotómicas y estancadas. En este sentido, la relevancia y
utilidad del concepto permite incorporar una visión holística de la sociedad,
contraponiendo en forma dinámica, el problema de la exclusión con el de la inclusión
social.
Minujín sostiene que “el marco de exclusión-inclusión social coloca al problema de la
pobreza en un contexto más amplio” (Minujín, 1998:172). En este sentido, para Bhalla y
Lapeyre, “el concepto de exclusión social va más allá de los aspectos económicos y
sociales de la pobreza e incluye los aspectos políticos tales como derechos políticos y
ciudadanía, que remarcan la relación entre los individuos y el Estado, así como entre la
sociedad y los individuos (Bhalla y Lapeyre, 1994).
Además, Minujin advierte que la categoría exclusión ha perdido especificidad, porque
es utilizada para situaciones muy diversas y, por este motivo, es importante acotarla a
situaciones que implican una fuerte acumulación de desventajas, es decir, para condiciones
sociales de fuerte privación (Castel, 1997). En cambio, encuentra útil la noción de
vulnerabilidad, porque permite interpretar una amplia gama de situaciones intermedias, o
sea de exclusión en algunas esferas o aspectos, e inclusión en otras (Minujín, 1998:173).
Siguiendo esta línea de pensamiento es la acumulación de desventajas o acumulación
de vulnerabilidades la que lleva a procesos de exclusión social (Fitousi y Rosanvallon,
1996; Kessler y Golbert, 1996). Aquí es menester aclarar que la vulnerabilidad no
necesariamente lleva a la exclusión social, en muchas situaciones los sujetos o las familias
logran superarla y pasar al grupo de los incluidos. Por el contrario, en otras ocasiones las
dificultades se acentúan y potencian, llevando a situaciones de exclusión.
3. “Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron…sobreviviendo, dije,
sobreviviendo”
¿Cuáles son los nudos problemáticos de la estructura social argentina en los inicios de la
década de 2000? La letra de la canción de Víctor Heredia que aparece como título de este
apartado, a mi entender, condensa y resume la situación de la mayoría del pueblo argentino
en ese momento histórico. En efecto, una gran mayoría, a veces silenciosa y otras no tanto,
sobrevive con muy poco, en un país rico pero empobrecido por la sistemática destrucción
de la estructura económica generadora de empleo y la fuerte concentración del poder
político y económico, en un contexto de profunda desigualdad social que la democracia no
ha logrado revertir desde 1983 en adelante y que, por el contrario, continúa como la otra
cara de la deuda externa argentina: la deuda interna.
Ubicando a nuestro país en un contexto latinoamericano, podemos caracterizar la
estratificación social en América Latina como un proceso relativamente lineal hasta
mediados de la década de 1970, donde según algunos autores, la fuerza de trabajo
experimentaba una clara movilidad social ascendente (Tokman y Klein, 2000). Esto, si
bien no se dio en todos los países latinoamericanos, se dio claramente en Argentina, donde
el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones aplicado incipientemente desde
1930 y con mayor profundidad y alcance desde mediados de la década de 1940, generó
condiciones políticas, económicas y sociales bastante similares al welfare state europeo.
Podemos establecer entonces, desde un punto de vista histórico de largo plazo, que los
rasgos distintivos de la estructura social argentina, durante buena parte del siglo XX,
particularmente entre mediados de la década de 1940 y mediados de la década de 1970,
fueron: a) el tamaño y composición de sus clases medias, b) la acentuada movilidad social
ascendente, c) la fuerte cohesión social y d) los reducidos y transitorios bolsones de
pobreza considerados como un fenómeno marginal (Chiroleu y Delfino, 2000). Luego
ocurre lo contrario entre mediados de la década de 1970 y mediados de la década de 2000,
donde la configuración muestra un camino totalmente inverso, con rasgos que nos
permiten hablar de una estructura social donde: a) las clases medias se reducen y cambian
su composición; b) hay una acentuada movilidad social descendente; c) hay un fuerte
deterioro y ruptura del tejido social y d) ya no hay bolsones de pobreza transitorios ni
marginales, sino pobreza generalizada y de carácter permanente, que ya no afecta a unos
pocos sino a la gran mayoría.
Para Klein y Tokman, la estructura social argentina ha estado bajo tensión durante los
30 años que transcurren desde mediados de 1970. Esta tensión ha afectado la cohesión
social y se ha traducido en un aumento de la heterogeneidad. Estos cambios, a diferencias
de los anteriores, son significativos y afectan estructuralmente no sólo el presente, sino
también el futuro de la población y la sociedad y el destino mismo como nación (Klein y
Tokman, 2000).
Se puede observar, para el caso de nuestro país, que la heterogeneidad a que se refieren
estos autores adquiere múltiples dimensiones: las cuestiones de género, la etaria, la étnica,
la espacial, la política, la económica, la educativa, entre otras. En fin, se trata de una
heterogeneidad de desigualdades o de las múltiples caras que adopta la desigualdad en
nuestro país, lo que dificulta el abordaje teórico de la misma o la construcción de
tipologías. Además, desde una perspectiva histórica, varias de estas formas de desigualdad
se originan en largos procesos de dominación y opresión que, incluso, los podemos
inscribir en la misma gesta fundacional de la conquista.
La condición de vulnerabilidad es permanente en amplios sectores de población y es
una característica de la actual estructura social argentina (Minujín, 1998:176). Las políticas
económicas y sociales no contemplan sistemas de contención y búsqueda colectiva de
inclusión (Minujín, 1993), por el contrario, son las que generan y reproducen dichas
situaciones de vulnerabilidad. Un amplio sector de la sociedad argentina padece de futuro y
los sujetos que lo integran constituyen nudas vidas, según la expresión de Giorgio
Agamben, es decir, vidas descartables, que a nadie le importa ni tienen valor políticamente.
Los sistemas de seguridad y protección social y los mecanismos de integración y
cohesión social, que otrora caracterizaron a la Argentina y la acercaron al welfare state
europeo, se desvanecieron en el aire, según la expresión de Marx y ya nada subsiste como
algo estable y sólido, sino que todo es líquido, todo se diluye y se escurre entre las manos.
La modernidad liquida de Baumann ha arrasado con todo en Argentina, desde mediados de
la década de 1970. Ha corroído las familias, las instituciones políticas y sociales, el mundo
del trabajo e incluso la ciudadanía. Los mercados laborales incluyen a un número cada vez
más reducido de población. Es como si la economía no alcanzara para todos.
En este sentido, todo parecía indicar por entonces que vivíamos en una sociedad
excluyente en Argentina (Maristella Svampa, 2005), en una sociedad con una economía
para muy pocos y donde una inmensa mayoría sobrevivía como desocupados, con algún
plan social, o en la economía informal como cuentapropista o con empleos precarios mal
pagados y sin ninguna protección laboral, mientras la política y la democracia parecían no
tener capacidad para transformar las condiciones que generaban inequidad.
La inequidad en la distribución del ingreso y de la riqueza no sólo subsistía más allá de
los cambios de gobierno, sino que la concentración del ingreso iba en aumento en
Argentina, es decir, ricos cada vez más ricos y simultáneamente pobres cada vez más
pobres y amplios sectores de la población empobrecidos (Minujín, 1998). Los informes de
la CEPAL del año 2006 mostraban que el porcentaje de pobreza era el mismo que tenía el
país hacia fines de la década de 1980.
Impacto del neoliberalismo y neoconservadurismo en las Universidades y
organizaciones profesionales del Trabajo Social Argentino
El neoliberalismo y el neoconservadurismo implicaron transformaciones profundas no
sólo en el campo de la política y la economía, sino fundamentalmente en la vida social, en
la organización social y en las relaciones sociales, en la cultura y la educación, en los
valores y las formas de pensamiento y de representación de la realidad.
El neoconservadurismo no sólo desmanteló el Estado de Bienestar, sino los
presupuestos filosóficos, teóricos, políticos y culturales sobre los cuales se asentaba. Se
dejaron de lado sus principios y valores, sus categorías y sus formas y contenidos
discursivos. Se asemeja a una gran gesta civilizatoria porque construyó una nueva
civilización en el mundo y en nuestros países latinoamericanos.
De la planificación y la protección social se pasó al caos y la incertidumbre, a la
coyuntura del día a día, a la supervivencia diaria, a la crisis permanente. Se construyó un
“estado de crisis”, de inseguridad y de vulnerabilidad. Se construyó la sensación de estar
expuestos como sociedades y como sujetos sociales a las vicisitudes del contexto, a lo
imprevisto, lo inesperado, a la contingencia del presente y al padecimiento de futuro.
Parafraseando a Marx, todo lo sólido se desvaneció en el aire. Las grandes teorías
estallaron en mil pedazos. Como lo sostenía Anthony Giddens en una conferencia en la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA allá por el 2001: “Hay que comenzar de nuevo en
las ciencias sociales, porque todas las teorías no dan cuenta ni explican estas profundas
transformaciones sociales”.
El neoconservadurismo y el neoliberalismo también llegaron a las políticas sociales, a
las universidades y por supuesto a las organizaciones profesionales.
En el caso de las políticas sociales, se reemplaza el universalismo por la focalización y
la meritocracia, la compensación se constituye en el fundamento de las políticas sociales,
el asistencialismo y el clientelismo reemplazan a la asistencia como derecho, el usuario o
consumidor reemplaza al ciudadano, hay un regreso a la caridad y la filantropía, las
organizaciones sociales reemplazan al Estado en la ejecución de las políticas sociales.
Además, las políticas sociales se construyen a partir de ciertas representaciones de los
sujetos destinatarios de las mismas: la culpa de ser pobre, el pobre es peligroso, el
marginal, el cliente, usuario o consumidor, el individuo, el excluido, el emprendedor. Las
representaciones no solamente nombran o designan lo real sino que determinan qué es lo
real. No son sólo representaciones mentales sino ideología, que se imprime en los cuerpos
de los sujetos destinatarios de las políticas sociales.
En el caso de las Universidades, se desencadena un proceso de acortamiento de planes
de estudio con posgrados arancelados, no pensando en el prestigio y la formación
académico-profesional sino como forma encubierta y nefasta de arancelar, clasificar,
segmentar y estratificar la educación pública, excluyendo a la gran mayoría y
transformando al sistema universitario en un mercado de títulos basado en la lógica de
sálvese quien pueda.
Asimismo, se reemplazan asignaturas, contenidos y aquella formación histórico-política
que había caracterizado a la educación universitaria argentina, por una concepción
tecnocrático-instrumental, inspirada en los lineamientos político-ideológicos del Banco
Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Por ejemplo, se reemplaza la
planificación social por el gerenciamiento, la concientización por la sensibilización, entre
otros.
Hay un fuerte proceso de despolitización de toda la sociedad y las Universidades no son
ajenas al mismo. Se deja de hablar de la política como el gran instrumento de
transformación social y se dejan de lado grandes categorías como pueblo, ideología,
explotación, entre otras. El académico aséptico, autoerigido en experto, reemplaza al
intelectual comprometido con su tiempo y su realidad histórica.
Ya se refería a esto Darcy Ribeiro, intelectual y político brasileño, cuando se preguntaba
en 1991 en un párrafo transcripto por Alcira Argumedo: “¿Dónde está la intelectualidad
iracunda que se haga voz de este pueblo famélico? ¿Dónde están las militancias políticas
que armen a los latinoamericanos de una conciencia crítica esclarecida sobre nuestros
problemas y decidida a dejar atrás tantos siglos de padecimiento? Frente al silencio
ruidoso de esas voces de indignación, lo que prevalece es el entorpecimiento producido
por los medios. Y la inclinación casi irresistible de tantos subintelectuales de culpar a los
negros por el atraso en que están enlodados; de culpar a los pobres por su miseria; de
culpar a los niños del pueblo por su fracaso en la escuela; de atribuir el hambre a la
imprudencia de la población; de acusar a los enfermos como culpables de sus males por la
falta de higiene o negligencia…Lo que nos sobra en estos tristes días son las voces de
irresponsables, sólo sensibles a los intereses minoritarios y a las razones del lucro”
(Argumedo, 2006: 333).
En el caso de las organizaciones profesionales de trabajadores sociales, las prácticas y
los perfiles de ejercicio profesional también replican esta misma lógica. Es muy fuerte y
fácilmente observable la falta de sentido de pertenencia y asociatividad profesional. Esto
no es casual por supuesto, sino que hay una cuestión de fondo, que se refiere a los resabios
de individualismo, utilitarismo y mercantilismo que construyeron el neoconservadurismo y
el neoliberalismo en nuestro país y que se encarnaron y siguen presentes en muchos
colegas, lamentablemente.
Es muy duro decir esto y mucho más duro aún reconocerlo. Pero creo yo que el punto
de partida de cualquier acción humana es reconocer el problema, para poder abordarlo.
Esto lo sabemos muy bien porque seguramente lo hacemos en nuestras prácticas
profesionales.
El individualismo es un problema serio, que no es privativo de los Trabajadores
Sociales, pero para nosotros es un contrasentido absoluto, porque trabajamos con “lo
social”, que está presente en lo singular, pero siempre como una producción histórico-
colectiva, no individual. Por otro lado, el utilitarismo considera importante y válido sólo
aquello que es útil o que reporta algún beneficio. La lógica en este caso es muy sencilla: si
algo me beneficia, entonces tiene valor para mí y hago lo posible para conseguirlo.
Por otra parte, el mercantilismo es el principio más sagrado del Neoliberalismo. Es
constitutivo de un tipo de relaciones sociales, donde todo tiene un precio, todo se compra y
se vende, todo es una mercancía. Aun las cosas que nosotros comúnmente consideramos
como más sagradas: el amor, la amistad, la lealtad, la política, etc. Todo se transforma en
mercancía y entonces “lo económico” reemplaza a “lo social”. De esto tenemos bastante
experiencia en nuestro país, lamentablemente.
En este contexto, los colegios profesionales se perciben como algo formal y burocrático,
no como espacios estratégicos de poder, de participación, de posicionamiento ideológico,
de lucha política o como instrumentos que posibilitan el reconocimiento social y la
legitimación profesional.
4. “Volver a empezar…”
La letra de la canción de Alejandro Lerner refleja lo que nos ha pasado como argentinos
y latinoamericanos. Refleja esa esperanza, esa capacidad de resistencia y lucha ante las
adversidades, esa capacidad de interpelar(nos) como sociedad, esa capacidad de “volver a
empezar”.
No se puede negar el punto de inflexión que hubo en la Argentina hacia fines de 2001.
Las protestas sociales, por ese entonces giran en torno de un reclamo central: “que se
vayan todos”. Esta frase constituyó el lema de los ciudadanos argentinos que el 19 y 20 de
Diciembre de 2001 se concentraron espontáneamente en la Plaza de Mayo, en repudio al
gobierno de Fernando de la Rúa y a los integrantes del Poder Judicial y Poder Legislativo
de la Nación. Si bien esta frase fue el emblema de la protesta social de estas dos jornadas,
que implicaron la muerte de varios manifestantes y la consecuente renuncia de De la Rúa y
sus funcionarios, se instaló también en muchas otras protestas ocurridas a lo largo del año
2001 (Martínez y Agüero, 2008: 120)
La demanda colectiva que se vayan todos expresaba la bronca, el repudio, la
indignación y el hartazgo ante el aumento de la corrupción en los tres poderes del Estado
Nacional y al mismo tiempo la aplicación de brutales políticas económicas de ajuste que
castigaban duramente a la clase media empobrecida y a los sectores populares condenados
al hambre y la desnutrición. El desaliento y la humillación llegan al hartazgo y el pueblo
reacciona con gran vigor y decisión. Los cacerolazos se convierten en el símbolo moderno
de la protesta social, que recorre el mundo a través de los medios masivos de comunicación
social. En otros puntos geográficos muy distantes de la Argentina, esta forma de protesta es
imitada por otros pueblos (Martínez y Agüero, 2008: 120)
En la segunda mitad del año 2002, se inicia un proceso de recuperación económica, que
deja atrás más de cinco años de recesión. Más que de recesión, fue una depresión
económica, porque el país tocó fondo y estuvo al borde la desintegración. Acá también no
estamos hablando de problemas económicos, que resuelven los economistas, sino de
problemas políticos, de los cuales muy pocos economistas, en Argentina al menos,
entienden algo.
El proceso de recuperación económica, se prolonga en el tiempo, creciendo la economía
argentina a tasas anuales del 8 % al 9 %. Kirchner asume la presidencia con este proceso
de crecimiento y mantiene en su cargo de ministro de economía a Roberto Lavagna, con
cuya gestión se había iniciado, precisamente, dicha recuperación económica. Kirchner basa
su política económica en un tipo de cambio alto, competitivo, acompañado de importantes
volúmenes anuales de superávit fiscal. Renegocia la deuda pública con los tenedores de
bonos privados y cancela la deuda que mantenía el país con el Fondo Monetario
Internacional, recuperando la autonomía en la decisión de la política económica nacional
(Martínez y Agüero, 2008: 123).
Escuchando el reclamo popular de que se vayan todos y con el fin de recuperar el
prestigio, la independencia y la credibilidad de la justicia en el país, Kirchner impulsa la
incorporación de nuevos ministros en la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
remplazando a los ministros comprometidos con la Argentina de los Noventa. Vuelve a los
cinco miembros que históricamente conformaron el tribunal. Los nuevos ministros resultan
de una compulsa pública de antecedentes y, por primera vez, dos mujeres integran la
máxima instancia judicial del país. Esta política de participación de las mujeres en el
poder, se da también en los ministerios y organismos descentralizados del Estado,
marcando el inicio de nuevos tiempos y una nueva forma de concebir y hacer política en
Argentina (Martínez y Agüero, 2008:124).
En este sentido, se observa en Argentina y los países de la región una tendencia a dejar
atrás el pesado lastre del neoliberalismo. En efecto, se observa la efervescencia de nuevos
tiempos, tiempos de reivindicación de derechos, de repolitización de las relaciones
sociales, de revalorización de lo nacional, de construcción de libertad y autonomía,
tiempos fundacionales de nuevos procesos, nuevos contratos societales, nuevas lógicas, en
fin, tiempos de integración latinoamericana.
Estos nuevos vientos soplan fuerte en nuestro país, como en otros países suramericanos,
y señalan un nuevo rumbo incluso para los propios países desarrollados, contrariamente a
aquellos otros tiempos en que nos vendían espejitos de colores y recetas de cómo debíamos
comportarnos. Hoy estos países autodenominados “desarrollados” estallan en mil pedazos,
cayendo en sus propias trampas, en los discursos del Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial, que no le sirve a nadie, ni a ellos mismos. Están entrampados en el
neoconservadurismo y el neoliberalismo. Quizás en un futuro no muy lejano los
suramericanos tengamos que darles algunas clases de luchas por la liberación y la
emancipación.
Como sostenía precedentemente, soplan nuevos vientos en Suramérica. En otros
tiempos, jamás nos hubiéramos imaginado que un obrero metalúrgico llegara a la
presidencia del país cuya economía es la sexta del mundo, que un aymará llegara a la
presidencia de su país y lo transformara en Estado plurinacional, intercultural y plurilingüe,
que varias mujeres fueran electas presidentas y condujeran los destinos de sus pueblos, que
un tupamaro fuera electo presidente luego de 15 años de prisión, que un militar abrazara el
socialismo e introdujera las más profundas reformas políticas, económicas y sociales en su
país.
En Argentina, se ha retomado el debate político y la política ha recobrado su sentido
transformador de la realidad. Asistimos a un despertar de los jóvenes, la militancia y la
participación popular. Hoy se vive en nuestro país, por primera vez desde la década de
1970, un clima de cambio y de certeza de que otro país es posible. Esto no es una retórica
ni un sueño, sino que son muchos los hechos que objetivamente dan cuenta de estos
cambios.
A partir del 2003 se inicia un proceso sostenido de recuperación de todo lo
desmantelado por el neoconservadurismo y el neoliberalismo: crecimiento económico,
fábricas recuperadas, desarrollo de la industria nacional, inversión pública en obras de
infraestructura, política de desendeudamiento público, nuevos miembros de la suprema
corte de justicia, derogación de las leyes de obediencia debida y punto final, derogación de
indultos a militares condenados por delitos de lesa humanidad, apertura de más de 1.000
causas de juzgamientos de militares y civiles genocidas, creación del museo de la
memoria, reestatización de empresas, creación de puestos de trabajo, recuperación del
salario y de las jubilaciones y pensiones, incorporación de 2 millones de jubilados sin
aportes, asignación universal por hijo para la protección social que abarca actualmente a
más de 5 millones de niñas, niños y adolescentes, matrimonio igualitario, leyes contra la
violencia de género y la trata de personas, derogación de la figura de advenimiento para los
casos de violación, nueva ley nacional de educación, ley de educación sexual, ley de salud
sexual y salud reproductiva, promoción de la ciencia y la tecnología nacional, recuperación
de las universidades nacionales, recuperación del salario docente y no docente
universitario, recuperación del banco central como instrumento clave de la política
económica, unificación de los códigos civil y comercial incorporando normas progresistas
en materia de familia, matrimonio, hijos, reforma del código penal, entre otros.
En estos nuevos tiempos también se reclama a las Universidades su participación y
contribución a los procesos de cambio. Por primera vez, después de mucho tiempo de
silencio, complicidad y convalidación de medidas nefastas que saquearon a nuestro país, se
piensa en la construcción de Universidades más comprometidas con su tiempo y su
realidad histórica. Se piensa en la relación entre las Universidades y sus territorios y se
promueve un proyecto de Universidad “con el pueblo y en la calle”.
Estos fuertes vientos de cambios políticos y sociales también nos interpelan como
Trabajadores Sociales. Para ello, necesitamos encarnar estos cambios en nosotros como
sujetos sociales, además de encarnarlos en los sujetos sociales con los cuales trabajamos.
Ahora bien, ¿qué Trabajadores Sociales requieren los nuevos tiempos?
Estoy convencida que es necesaria la formación de intelectuales, con todas las
consecuencias que implica este término en cuanto a capacidad de pensamiento, reflexión y
compromiso con la realidad social. Los nuevos tiempos requieren trabajadores
intelectuales y, de manera más específica, Trabajadores Sociales intelectuales. Es decir, ni
técnicos, ni pseudointelectuales, ni subintelectuales como lo dice Darcy Ribeiro, ni
expertos encumbrados candidatos al bronce como lo dice Denise Najmanovich, sólo
Trabajadores Sociales intelectuales.
Además, la formación de Trabajadores Sociales intelectuales debería basarse no
solamente en autores reconocidos de las ciencias sociales, sino también en autores
latinoamericanos y pensadores del campo nacional y popular. Esto apuntaría a formar
profesionales críticos y comprometidos con su tiempo y su realidad histórica.
Asimismo estoy convencida que el contexto actual requiere prácticas profesionales
emancipatorias. Los procesos de emancipación social se componen de dos aspectos
centrales: a) por un lado, la libertad y autonomía de los sujetos y b) por otro lado, contar
con condiciones materiales y simbólicas que permitan el ejercicio de la libertad y la
autonomía.
En estos dos aspectos intervenimos los Trabajadores Sociales y por eso creo que es
sumamente necesario formarnos y capacitarnos para poder aportar a los procesos de
emancipación social.
Como sabemos, las intervenciones nunca son neutras: o bien pueden favorecer los
procesos emancipatorios o bien pueden reproducir o profundizar los procesos de
dominación y opresión social. Como Presidenta de la FAAPSS52, mi aspiración es contar
con una masa crítica de Trabajadores Sociales intelectuales, formados, comprometidos con
su realidad, con su profesión, con las organizaciones profesionales y que puedan contribuir
a los procesos de emancipación social que se vienen construyendo con mucho esfuerzo y
voluntad política en nuestro país como en otros países suramericanos.
En este sentido, desde que asumí mi mandato en el 2010, venimos trabajando
fuertemente en FAAPSS para transformar a nuestra Federación en un actor político con
presencia y opinión en los temas importantes que afectan a nuestro país. Tenemos muchas
cosas para decir en temas que son claves para profundizar los procesos de emancipación
social y que tienen que estar no solamente en la agenda del colectivo profesional de
Trabajadores Sociales del país sino en la agenda social y política.
Uno de estos temas, por ejemplo, son las enormes desigualdades territoriales que
existen en nuestro país entre provincias y regiones: de poder y representación política, de
recursos presupuestarios, de oportunidades de desarrollo, de condiciones de vida de la
población, etc. Otro ejemplo es la urgencia de una nueva ley de contrato de trabajo que
cierre el período nefasto de flexibilización, desregulación y precarización laboral que
todavía sigue vigente e intacto en nuestro país.
En síntesis, estos nuevos tiempos requieren repolitizar la formación profesional,
repolitizar el ejercicio profesional, repolitizar las organizaciones profesionales,
recuperando una concepción militante del Trabajo Social, que implique formación,
convicción, compromiso, presencia, constancia, participación activa, capacidad de lucha y
de transformación social.
CONCLUSIÓN

52
Federación Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicio Social
La estructura social argentina se ha complejizado y heterogeneizado. Ya no tiene la
homogeneidad que presentaba hasta mediados de la década de 1970, sino la diversidad
surgida de desigualdades persistentes y heterogéneas, marcadas por el género, la diferencia
sexual, la edad, la etnia, la posición social, las diferencias económicas, educativas y
religiosas, entre otras. La pobreza se ha complejizado no sólo por los pobres estructurales o
pobres históricos sino también por los “nuevos pobres”. A las “desigualdades
tradicionales”, provenientes de diferencias entre categorías de ocupación o de ingresos, se
suman las “nuevas desigualdades” surgidas al interior de esas categorías que se suponían
homogéneas.
La década del 90 ha puesto al descubierto en Argentina la cara más cruel y violenta de
la desigualdad y la dominación social. El daño provocado por el neoliberalismo y el
neoconservadurismo es irreversible en amplios sectores de la población del país, a los
cuales se les hipotecó el futuro y se los condenó a deambular por el resto de sus vidas
como “nudas vidas”, no sólo sin posibilidad de ser libres y poder elegir su futuro, sino
privados de autonomía para poder construirse como sujetos y, por tanto, sin posibilidad de
emancipación.
No obstante, a pesar de la sangre derramada que ha corrido por las “Venas Abiertas de
América Latina”, al decir de Eduardo Galeano, los pueblos latinoamericanos mantienen
intacta su capacidad de lucha y resistencia y no se resignan a esta situación, más allá de la
labor de sus representantes. Al respecto, existen numerosos antecedentes de luchas
sociales, reclamos populares, encuentros multitudinarios contra hegemónicos, movimientos
sociales y, desde hace algunos años en varios países, el surgimiento de líderes políticos con
fuerte respaldo popular que parecen decididos a introducir los cambios estructurales que
requieren los países. Esto genera -sin dudas- una sensación de esperanza y aire fresco que
recorre la región. Parece instalarse cada vez más la idea de que los gobiernos
efectivamente deben responder a los intereses del pueblo y ser capaces de realizar los
sueños de las mayorías populares.
Estos fuertes vientos de cambios políticos y sociales también nos interpelan como
Trabajadores Sociales. Como lo sostiene Alcira Argumedo (2006) hoy la historia nos
convoca a la construcción de una gran nación latinoamericana. Reivindicando el sueño de
“nuestra América” con el que soñaba Martí, esa “patria inmensa de hombres alucinados y
mujeres históricas cuya temeridad sin fin se confunde con la leyenda”. La unidad de
América Latina que estuvo en las esperanzas de tantos millones de hombres y mujeres a lo
largo de los siglos, como mandatos que perviven en la profundidad de la historia.
Las organizaciones profesionales de Servicio Social o Trabajo Social de Argentina y la
Región, tenemos la oportunidad histórica de ser protagonistas de estos procesos de cambio,
aportando nuestra mirada particular como profesión, nuestro bagaje de competencias
teórico-metodológicas y nuestro compromiso con los sectores más vulnerables y
desprotegidos de nuestros pueblos.
En este momento histórico que viven nuestros países, como trabajadores sociales
estamos convocados a trabajar por la construcción de formas de vida y de organización
social más justas e igualitarias, luchando por la democratización de las relaciones sociales
y de poder, la distribución más justa de la riqueza, el ejercicio efectivo de la ciudadanía, el
respeto irrestricto de los derechos humanos, el reconocimiento de la diversidad étnica,
cultural, sexual y religiosa, y contribuyendo de esta manera a los procesos emancipatorios
de nuestros pueblos latinoamericanos.
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Capítulo 3
PODER, COTIDIANIDAD Y TRABAJO SOCIAL

Juan Agüero*
Introducción
En este trabajo analizo las vinculaciones entre el poder, la cotidianidad y el trabajo
social. Desde un enfoque basado en Michel Foucault, analizo los componentes de las
relaciones sociales de poder, los espacios de libertad y de resistencia que implican y las
formas sociales de construcción y conservación del poder. Asimismo, en base a autores
como Gyorgy Lukács, Ágnes Heller, Anthony Giddens, Peter Berger y Thomas Luckmann,
entre otros, analizo el concepto de vida cotidiana como categoría sociológica central del
espacio de prácticas profesionales de los trabajadores sociales, el enfoque epistemológico y
metodológico que implica y el modo particular de trabajo social que resultaría de este
enfoque. Finalmente, describo algunas vinculaciones entre el poder y la vida cotidiana y
analizo su importancia para el trabajo social en lo que respecta a algunas estrategias de
abordaje de procesos de construcción de sujetos y de relaciones sociales.
Se puede observar en la realidad, al menos en lo que podemos conocer de ella, que no
hay una sola forma de trabajo social, sino más bien una multiplicidad de formas, no
siempre compatibles entre sí. Esto torna muy difícil el intento de definir o precisar el
campo del trabajo social. A lo largo de muchos años de mi vida, compartí y sigo
compartiendo espacios laborales con trabajadores sociales, fui docente de la licenciatura en
trabajo social de la Universidad Nacional de Misiones, cursé una maestría en trabajo
social, estoy cursando un doctorado en trabajo social y comparto un proyecto de vida con
una maravillosa trabajadora social. Me he convertido así, a lo largo de todos estos años, en
un observador participante del trabajo social, es decir, en un estudioso del campo, pero,
sobre todo, en un militante del trabajo social, porque creo en sus posibilidades de
transformación y construcción de la vida social y lo creo incluso más allá del escepticismo
o de la posición aséptica o de la falta de compromiso social o, lo que es peor aún, del
abandono del campo de lucha y deserción de muchos trabajadores sociales.
Desde este lugar de investigación y militancia, he podido observar, a lo largo de todos
estos años, las diversas modalidades de trabajo, de estrategias y de concepciones del
trabajo social, desde algunas muy reaccionarias y conservadoras, hasta otras más críticas y
progresistas, incluyendo algunas idealistas y otras francamente ingenuas. Creo que sucede
con el trabajo social lo que sucede con otros campos profesionales y también con otros
campos de la vida social, donde la diversidad, la diferencia y la heterogeneidad es lo

*
Doctor de la Universidad de Buenos Aires en Administración. Doctorando en Trabajo Social de la
Universidad Nacional de La Plata. Magister en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos.
Docente Investigador de la Universidad Nacional de Misiones.
predominante, además de la complejidad y la incertidumbre, más allá de la manipulación
política y la tentación siempre presente en los aparatos ideológicos del Estado, como los
denomina Althusser, de disciplinar, uniformar y normalizar a los sujetos sociales.
Desde este mismo lugar, quiero exponer algunas ideas sobre un tema que ha estado
presente y latente en todos estos años de contacto diario con el trabajo social, me refiero a
las vinculaciones entre el poder, la cotidianidad y el trabajo social. ¿Por qué el poder?
porque la vida social y las relaciones sociales están teñidas de poder; y no sólo teñidas o
coloreadas, sino también tejidas con y desde el poder. Los trabajadores sociales, al intentar
abordar una realidad social, se topan con el poder y no pueden soslayarlo ni obviarlo. Está
ahí, lo perciben, lo sienten, lo pueden ver atravesando a los sujetos sociales, las
instituciones, los proyectos sociales, las políticas públicas y al Estado en sus distintas
categorías y expresiones. En fin, está en todos los ámbitos de praxis profesional. ¿Y por
qué la vida cotidiana? Porque es la realidad diaria con la que trabajan los trabajadores
sociales y donde se hacen visibles y están presentes, en forma muy concreta, los
condicionamientos históricos, las estructuras sociales, las políticas públicas, pero también
la carencia efectiva de derechos, la ausencia de ciudadanía o la fractura de los lazos
sociales.
En este trabajo intento aportar algunos elementos que ayuden a responder el siguiente
interrogante: ¿cómo se vinculan el poder, la cotidianidad y el trabajo social? En una
primera parte, desarrollo algunas ideas acerca de las relaciones de poder, sus elementos
constitutivos, los espacios de libertad y resistencia y algunas formas sociales de
construcción y conservación del poder. En una segunda parte, me refiero a la vida
cotidiana, desarrollando algunos conceptos sociológicos en base a algunos autores y
analizando su importancia para el trabajo social. Finalmente, en una tercera parte,
reflexiono sobre algunas relaciones que se pueden establecer entre el poder, la vida
cotidiana y el trabajo social, analizando su implicancia en lo que respecta a los procesos de
construcción de sujetos y de relaciones sociales.
1. Las relaciones de poder
Cuando se habla de poder, se lo entiende comúnmente como una estructura política, un
gobierno, una clase social dominante o un señor frente a un esclavo. Sin embargo, el poder
no es una cosa que se puede dar o poseer, sino una relación social, tal como lo sostiene
Foucault53. Para este filósofo, en cualquier relación humana, sea una comunicación verbal
o una relación amorosa, institucional, económica o de otro tipo, el poder está siempre
presente. Una relación de poder es cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir
la conducta de otro. Son relaciones que se pueden encontrar en situaciones muy distintas y

53
Foucault, M.: La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad.
bajo formas muy diversas; son móviles, modificables, no están determinadas de una vez
para siempre, son reversibles e inestables.
Hasta fines de la década de 1960, Foucault tenía una concepción negativa del poder. Lo
asociaba exclusivamente a mecanismos políticos de negación, represión o exclusión social.
A partir de la década de 1970, cambia su mirada y lo asocia con dispositivos, tecnologías,
recursos y estrategias (Díaz, 2005). Foucault critica los postulados tradicionales
formulados en los estudios sobre el poder y los reformula expresándolos como sigue:
Propiedad. El poder no es propiedad de un grupo social ni surge de una
conquista o apropiación, sino de condiciones históricas que permiten
posicionamientos estratégicos.
Localización. El poder no se encarna sólo en el Estado, sino en la
multiplicidad de sujetos y micro relaciones sociales.
Subordinación. El poder no es externo a las relaciones sociales sino que está
enraizado en ellas y circula entre los sujetos.
Esencia o atributo. El poder no es un atributo ni tiene esencia, es una
relación que pasa por y a través de sujetos que actúan.
Modalidad. El poder ordena la realidad social, produce verdad, significados
discursivos e identidades subjetivas.
Legalidad. El poder crea el orden jurídico, como distribución de
ilegalismos, es decir, privilegio para los que dominan y compensación para
los dominados.
Estos planteos de Foucault ponen en tela de juicio la concepción tradicional que se tenía
del poder. Aparece claramente como un acto, como algo que se hace, se utiliza o se ejerce.
Un sujeto no tiene poder estando aislado, sino solo en la medida que se relaciona con otros
sujetos y puede influir en ellos. Es decir, el poder implica dependencia entre un sujeto y
otro; implica obediencia y sumisión; requiere reconocimiento y aceptación del otro. Todo
interrogante, cuestionamiento, resistencia o disputa, erosiona el poder de quien lo ejerce. El
poder produce privilegios y discursos considerados verdades, cuya finalidad es el
reconocimiento y la aceptación del otro. Estos discursos se instalan en el imaginario social
y se reproducen por las prácticas sociales de los sujetos, como normas y valores aceptados
por el conjunto. De esta manera, estos discursos se naturalizan como “sentido común”,
legitimando el ejercicio del poder.
El poder se construye socialmente, no tiene una existencia a priori, ni una naturaleza
abstracta, como si se tratara de una entelequia. Por el contrario, se encarna en las relaciones
sociales y éstas en determinadas condiciones históricas. En el proceso de construcción de
poder, los sujetos utilizan una diversidad de recursos, estrategias y dispositivos:
recompensa, coerción, castigo, símbolos, tradiciones culturales, capacidad de referencia,
carisma, mesianismo, conocimiento, información, capacidad de liderazgo, control de los
recursos, posición que se ocupa, situaciones límites y exclusividad.
1) Poder de recompensa
El poder de recompensa se basa en la capacidad que tiene un sujeto de conceder a otros
sujetos, ciertos beneficios, prestaciones, dinero, bienes, contactos o influencias, a cambio
de obediencia y sumisión. La relación de poder se torna más asimétrica en la medida en
que los bienes son más necesarios o las necesidades más urgentes o los beneficios más
prometedores.
En este poder se basa, por ejemplo, el clientelismo político o el sometimiento en las
empresas y otras organizaciones. Se juega con las carencias materiales, la falta de trabajo o
el miedo a perderlo. Se juega con el padecimiento de los sujetos. Es un juego macabro y
nefasto para la democracia, porque alimenta el autoritarismo, la concentración de poder y
la corrupción sistemática. El poder de recompensa transforma a los enanos fascistas en
“figuras políticas” (léase payasos políticos) y a la corte de adulones e imbéciles en
todopoderosos. Todo queda sujeto a la voluntad del monarca y los derechos de los
ciudadanos se convierten en simples cuentos de hadas.
Cuando el reparto de la torta, la dádiva o la prebenda reemplazan o pueden más que los
derechos de los ciudadanos, la democracia se convierte en una simple entelequia y el
juego de poder decide quién vive y quién muere, como sucedía con el dedo pulgar de los
antiguos emperadores en el Coliseo Romano. Estos hombres todopoderosos decidían,
como si fueran dioses, quién vivía y quién moría en Roma. En realidad, eran considerados
“dioses” por los romanos. Pasaron muchos siglos, muchas luchas y revueltas populares,
pasaron Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Locke, Hume, Hobbes y otros teóricos de la
política, se crearon los Estados nacionales, los regímenes constitucionales y las
democracias “modernas”, pero hoy no estamos tan seguros de vivir en una “democracia
real” en Argentina y me pregunto si tal vez no hemos vuelto a la antigua Roma.
2) Poder de coerción
El poder de coerción se basa en la capacidad que tiene un sujeto de subordinar a otros
sujetos por la fuerza física, la amenaza o el miedo. En este poder se apoyan los estados
nacionales, las fuerzas armadas y de seguridad, los imperialismos y el terrorismo
internacional. Los Estados pueden obligar a los ciudadanos, mediante el uso de la fuerza
pública, a realizar determinados actos o acciones mandadas por la ley o la constitución.
Esto hace al ordenamiento de la vida social. Ahora bien, cuando se somete a los
ciudadanos, no en virtud de la ley o la constitución, sino a los caprichos o intereses de los
funcionarios públicos, aduciendo supuestas “razones de estado”, estamos en presencia de
lo que Foucault denomina biopolítica.
En los cursos desarrollados entre 1977 y 1979 en el Collège de France, explica el
nacimiento de la biopolítica y su relación con el neoliberalismo como sistema de
explotación económica y coerción de los ciudadanos. El Fondo de Cultura Económica
publicó estos cursos con los títulos de Seguridad, territorio, población (2006) y
Nacimiento de la biopolítica (2007). El neoliberalismo, como sistema de explotación,
transformó la fuerza de trabajo en capital humano y con ello en capital variable, como lo
denomina Marx en el Tomo I de El Capital, es decir, ajustable según las necesidades de
acumulación y reproducción del capital. Los Estados no son ajenos a estos procesos, sino
parte constitutiva, al transformar las políticas públicas en instituciones funcionales a los
mismos y la potestad de uso de la fuerza pública en poderoso instrumento de represión,
incluyendo el terrorismo de estado tal como lo vivimos en Argentina en la última dictadura
militar. Siempre se puede invocar una “razón de estado” para conculcar derechos, aunque
se traten de los derechos humanos más fundamentales.
3) Poder de castigo
El poder de castigo se basa en la capacidad que tiene un sujeto de sancionar, castigar o
condenar a otros sujetos. En este poder se apoyan -por ejemplo- los jueces, funcionarios
públicos, patrones, empresarios y -en un sentido más cotidiano- muchos padres, tutores y
docentes. De igual manera, los sacerdotes, pastores y dirigentes de las iglesias y grupos
religiosos basan su poder, en gran medida y entre otras cosas, en esta capacidad de
amenaza, condena y supuesto castigo divino. Son mecanismos poderosos de dominación y
explotación de la buena fe y de la ingenuidad de la feligresía, que se traduce generalmente
en explotación económica al exigirse la entrega de bienes, dinero, joyas y otros elementos
de valor, “en nombre de Dios”, además del “trabajo misionero y apostólico” de aumento
del número de feligreses, distribución de material, promoción, venta, publicidad, visitas
domiciliarias y otras tareas “religiosas”.
El poder de castigo se utiliza muchas veces para obligar a los obreros y empleados a
cumplir largas jornadas de trabajo que exceden ampliamente las ocho horas diarias,
privándoles del derecho de estar con sus parejas, sus hijos, sus vecinos, sus amistades, es
decir, a tener una vida que no esté controlada ni vigilada por el patrón. En Argentina, a
partir de la década de 1980 y, especialmente, en la nefasta década de 1990, que sigue
vigente en gran medida en materia laboral, se instalaron estos mecanismos de represión
basados en el poder de castigo, para disciplinar a la fuerza de trabajo y para imponer un
modelo de acumulación económica claramente perjudicial para los trabajadores, que
solamente benefició y sigue beneficiando a unos pocos grupos económicos, que adulan a
los gobiernos y son capaces de besar los pies de los funcionarios de turno con tal de
mantener o incrementar sus privilegios.
El poder de castigo se da también en el ejercicio de la paternidad, la maternidad o la
docencia y en otros ámbitos de la vida social. Muchos chicos, por ejemplo, reciben
castigos corporales de parte de sus padres, abuelos o tutores, que reemplazan las palabras
por la mano fácil, por ineptitud, brutalidad o por haber sido ellos también “educados” de
la misma manera. Por otra parte, muchos docentes muestran su ineptitud y mediocridad,
ejerciendo el poder de castigo con sus alumnos, especialmente a través de las calificaciones
o la arbitrariedad, el autoritarismo, la discriminación y muchas otras formas de maltrato
diario.
En muchas instituciones públicas, se ejerce el poder de castigo con aquellos miembros
que no se “ponen la camiseta” de los “funcionarios”, es decir, que no son obsecuentes o
“comprometidos con la gestión”, aunque sean altamente calificados y experimentados. En
instituciones autocalificadas “prestigiosas”, como las universidades, se los excluye del
“reparto” de cargos y funciones, se los pone “en capilla”, no se abren concursos, no
participan en proyectos, no tienen espacios ni oportunidades de trabajo y “no existen”
institucionalmente. En las oficinas públicas, son sometidos a controles rigurosos de
asistencia, cambios permanentes de tareas, de horarios o de lugares de trabajo, entre otros
castigos.
4) Poder simbólico
El poder simbólico se basa en los significados o significaciones que se atribuye a una
cosa, sujeto o elemento. Es el caso, por ejemplo, del lenguaje, las imágenes, los gestos, los
colores, las fechas, los relatos, los personajes o ciertos acontecimientos y lugares. Este es el
poder que tienen las instituciones, los símbolos patrios, los uniformes, los logotipos, los
slogans, los medios de comunicación social, las doctrinas, los discursos y las ideologías,
entre otros. La disputa por los significados y significaciones sociales es una lucha cultural
y político-ideológica, y es la lucha más profunda y trascendental que se da en una
sociedad, grupo o institución social. De esta lucha devienen los mandatos sociales y
culturales, las creencias, valores, costumbres, normas, rituales y prácticas sociales.
La Argentina de los noventa es el ejemplo más elocuente de poder simbólico y de
disputa por los significados y significaciones sociales. La fenomenal revolución cultural y
político-ideológica llevada a cabo por el neoliberalismo menemista alcanzó tal magnitud y
profundidad, que excedió ampliamente el campo de la política y la economía y se extendió
a los más diversos ámbitos de la vida social, incluyendo los valores, las creencias, las
instituciones, el imaginario y las prácticas sociales. Fue como un huracán que arrasó con
todo: justicia, educación, salud, trabajo, leyes laborales, partidos políticos, empresas
públicas, protección social, entre otros. Las famosas “reformas del Estado” de primera,
segunda, tercera y enésima generación, no son más que escaleras de un túnel profundo de
regreso a la barbarie, aunque Sarmiento lo hubiera escrito como civilización y muchos
maestros colonizados lo hubieran reproducido en las aulas como ritual sagrado de las
escuelas argentinas, como lo hicieron durante décadas con los postulados de la Generación
del 80.
5) Poder de referencia
El poder de referencia se basa en la capacidad que tiene un sujeto de influir en otros
sujetos como modelo, parámetro o referente. Es el poder, por ejemplo, de los diseñadores
de modas, los personajes televisivos, los dirigentes políticos y sociales, los que predicen el
futuro, las agencias de opinión, los consultores, gurúes y también de los padres, docentes y
adultos en general. Asimismo, es el poder de muchas figuras reconocidas del deporte, la
cultura, el espectáculo o la ciencia. En general, se trata de sujetos, personajes o figuras que,
de alguna manera, influyen en el modo de ser o en el comportamiento de otros sujetos
sociales, instalan tendencias, generan estereotipos o son tomados como fuentes de
inspiración para muchas acciones humanas.
El poder de referencia puede darse en figuras construidas como modelos para la
sociedad. Tal el caso, por ejemplo, del empresario exitoso o del profesional exitoso de la
Argentina de los noventa, que se proponían desde el menemismo como referentes o
modelos a imitar para alcanzar lo que se consideraba “la” meta de todos los argentinos: el
éxito individual. ¡Qué lejos había quedado sepultada la ideología de la felicidad del pueblo
y la grandeza de la nación! La ideología del éxito individual era totalmente compatible con
la propuesta central del neoliberalismo: una sociedad de individuos.
6) Poder carismático
El carisma es una capacidad de comunicación tal que permite a un sujeto convencer y
lograr la adhesión espontánea de otros sujetos para una determinada idea, acción o
decisión. Estos sujetos se sienten atraídos por quien tiene carisma y actúan bajo la
influencia de éste, estableciéndose de esta manera una relación de dependencia que genera
poder. Muchos liderazgos políticos y sociales se basan en este poder. Tal el caso, por
ejemplo, de los caudillos argentinos del siglo XIX y de figuras políticas como Hipólito
Irigoyen, Alfredo Palacios, Lisandro de la Torre, Juan B. Justo, Alicia Moreau, Juan
Domingo Perón, María Eva Duarte, Ricardo Balbín, Oscar Alende, Arturo Frondizi, Raúl
Alfonsín e incluso Carlos Menem, independientemente de las posiciones político-
ideológicas sostenidas por cada uno de ellos. Esta lista sería interminable si pretendiéramos
nombrar otras figuras de nuestro país con poder carismático, de manera que los nombrados
son sólo ejemplos.
El poder carismático tiene una enorme importancia social, por eso Max Weber lo
analiza como forma de autoridad en Economía y sociedad, publicada en alemán en 1922 y
varios años después en inglés, con la traducción de Talcott Parsons. No sólo es importante
para el conjunto de la sociedad, como es el caso -por ejemplo- de alguna figura con
capacidad de generar una gran adhesión social, sino también para procesos sociales que se
llevan a cabo en los grupos, instituciones sociales, organizaciones, barrios o comunidades
particulares. Con los carismas se construyen o ejercen liderazgos y este tema no es menor a
la hora de analizar las relaciones de poder y su vinculación con los procesos sociales.
7) Poder mesiánico
El mesianismo es la capacidad de un sujeto de convencer a otros mediante promesas de
salvación que crean una relación mística de convencimiento y aceptación del poder
sobrenatural del supuesto mesías, de su papel providencial y de su misión sagrada y única
destinada a mostrar y conducir a otros por el camino de la salvación. Un ejemplo de este
poder lo encontramos en el campo de la política, donde la tentación del mesías y la
salvación es muy fuerte y no son pocos los políticos que caen en ella. En Argentina
tuvimos un gobernante que en 1983 nos prometió un remedio que curaba todos los males:
la democracia. Era una panacea maravillosa. Con este remedio “se come, se cura, se
educa”, decía el prospecto.
Después nos enteramos que sólo comieron, se curaron y se educaron unos pocos. En
1989 vino “el salariazo”, otra promesa mesiánica más poderosa que la anterior. Todos los
que no comieron, no se curaron y no se educaron con el remedio anterior, lo iban a poder
hacer ahora con “el salariazo”. Después nos enteramos que eran salarios místicos y
celestiales, que nunca tuvieron vida terrenal y sólo estaban en la fe de millones de
peregrinos que rezaban a San Cayetano y le pedían pan y trabajo. En 1995, como los que
rezaban eran más numerosos que los que trabajaban, vino la promesa de la “pulverización
del desempleo”. Era un desafío al santo, porque iba a quedar sin feligreses. El desempleo
no sólo no se convirtió en polvo, sino que se extendió como pomada, aerosol,
comprimidos, inhalantes y supositorios.
8) Poder de conocimiento
El conocimiento que posee un sujeto, en cualquiera de sus formas, especialmente el
científico-tecnológico, puede afectar la vida o el futuro de otros sujetos, en un sentido
positivo o negativo, y esto coloca a quien lo posee en una posición privilegiada de poder.
No es lo mismo saber que no saber y esto, en una determinada sociedad, produce una
clasificación o categorización de sus miembros. En una determinada sociedad, es
importante la distribución del ingreso entre sus miembros, pero más importante aún es la
distribución del conocimiento y las oportunidades y posibilidades de saber.
La concentración del conocimiento es más terrible que la concentración del ingreso,
porque esto último podría revertirse más rápidamente, por ejemplo, con políticas
económicas que modifiquen la distribución del ingreso, a través de impuestos, gasto
público, subsidios, créditos, promoción del empleo, inversión pública, entre otros. En
cambio, modificar la distribución del conocimiento requiere trabajar sobre condiciones
estructurales de largo plazo, que pasan por la educación, la ciencia, la cultura, la
investigación y los procesos socio-históricos, políticos y demográficos.
9) Poder de información
La información reduce la incertidumbre, permite tomar decisiones y también puede
afectar la vida o el futuro de los sujetos, en sentido positivo o negativo. En esto se basa el
poder de quien posee información o puede acceder a ella y tiene esta capacidad en relación
a otros sujetos. La información amplía el horizonte de posibilidades de un sujeto y las
oportunidades de progreso y desarrollo.
Las posibilidades de acceso a la información no son iguales para todos. Y aun si fueran
iguales, la desigual distribución del conocimiento crearía la diferencia, porque aun
contando con la misma información las posibilidades de interpretación y uso de la
información serían distintas entre un sujeto y otro. Se trata entonces de ambas cosas: el
conocimiento y la información. En una democracia republicana, representativa y federal,
como el caso argentino, todos los ciudadanos del país deberían tener iguales posibilidades
de acceso a la información pública, para poder ejercer sus derechos, reducir la
incertidumbre, tomar decisiones y controlar la gestión pública. Cuando no se tiene
información, las posibilidades de ciudadanía se reducen considerablemente.
10) Poder de liderazgo
El líder es un sujeto capaz de generar la adhesión de otros sujetos. Estos sujetos aceptan
voluntariamente ser conducidos por el líder, aceptan sus decisiones y están dispuestos a
acompañarlo en sus ideas y proyectos. Los líderes movilizan a los grupos y organizaciones
y, cuando se ausentan por algún motivo, no resulta fácil llenar el vacío y la sensación de
carencia. No se nace líder, sino que el liderazgo emerge de condiciones históricas, sociales
o grupales específicas. No obstante, hay condiciones subjetivas que facilitan el liderazgo,
por ejemplo tener carisma, saber comunicarse con los demás, tener capacidad de decisión o
ser persistente en la acción, entre otras. Los líderes señalan el rumbo, generan adhesión y
rechazo, movilizan a los sujetos, despiertan sentimientos y crean condiciones para la
acción.
Hay ejemplos en el mundo, de liderazgos que han sido claves en algunos países, en
ciertos momentos de su historia, por ejemplo Wilson Churchill en Inglaterra, Theodore
Roosevelt en Estados Unidos, Mahatma Gandhi e Indira Gandhi en India, Golda Meir en
Israel o Mao Tsé Tung en China. En nuestro país, es reconocido -por ejemplo- el liderazgo
que ejercieron los caudillos federales durante varias décadas del siglo XIX, o el que ejerció
Hipólito Irigoyen a finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX, o el
que ejerció Juan Domingo Perón, entre las décadas de 1940 y 1970. Algunos líderes
tuvieron su momento de apogeo y luego sobrevino su declinación por pérdida de
liderazgo, como Raúl Alfonsín en la década de 1980 y Carlos Menem en la década de
1990. En estos dos casos, pierden liderazgo por desencanto y rechazo popular, mientras
que en el caso de los caudillos, de Irigoyen y Perón no pierden su liderazgo, sino que lo
conservan hasta su muerte.
11) Control de los recursos
Cuando ciertos recursos son vitales para un grupo, quien puede disponer de los mismos
o proveerlos, se encuentra en una posición privilegiada de poder y está en condiciones de
generar obediencia y sumisión. El poder aumenta en la medida que aumenta la necesidad
de los recursos o éstos son escasos. Esto sucede en nuestro país, por ejemplo, con los
grandes grupos económicos que acumularon y concentraron poder en forma creciente y
sistemática a partir del nefasto 24 de Marzo de 1976, principalmente con la política
privatizadora llevada a cabo en la década de 1990 por el neoliberalismo menemista, que
aumentó enormemente el poder de esos grupos, con la entrega generosa y corrupta del
control sobre el petróleo, el gas, la energía, las rutas, el ahorro nacional, los bancos, las
comunicaciones, la alimentación, la salud, los medicamentos, los ferrocarriles y los
servicios públicos, entre otros.
Con el poder que acumularon esos grupos -vinculados a los capitales financieros
internacionales- entregado generosamente por “gobiernos democráticos”, hoy están en
condiciones de exigir obediencia y sumisión al gobierno y a todo el pueblo argentino, que
tiene que conformarse con migajas, pagar sobreprecios, comer lo que queda y conformarse
con muy poco, como aquél que ya no tiene derecho a nada. Aunque el gobierno proclame a
viva voz su “rebeldía y progresismo de los 70”, todos sabemos que está maniatado y tiene
que cumplir las órdenes que vienen de estos grandes grupos económicos que han
acumulado el excedente económico en Argentina con una alta tasa de rentabilidad y
capitalización, como solamente se obtiene en economías de “países bananeros”, donde los
capitales transnacionales saquean los recursos naturales más estratégicos y someten a la
población a duras condiciones de esclavitud y servilismo, como en el imperio romano.
12) Poder de posición
La posición que ocupa en una organización o en un grupo social puede colocar a un
sujeto en una situación que le permite tener acceso a la información, controlar los recursos,
gozar de ciertos privilegios o ejercer influencia, de tal manera que adquiere la capacidad de
generar obediencia y sumisión en otros sujetos. Este es el poder de la burocracia en la
administración pública, en los hospitales públicos, en las escuelas públicas, en las
universidades nacionales y, por supuesto, también en los centros privados de salud, en los
sindicatos, en las empresas, en las universidades y escuelas privadas, particularmente
aquellas subvencionadas por el Estado que se reservan el “derecho de admisión” como si
fueran clubes privados.
La burocracia ahoga al ciudadano, lo agobia y lo paraliza. Se siente impotente ante la
prepotencia y el maltrato de quienes supuestamente están para brindarle una buena
atención y un buen servicio. La burocracia transforma a los profesionales en “tecnócratas”
de la salud, la educación, la justicia o los servicios públicos y a los empleados en
“déspotas” que deciden quiénes pueden tener acceso a esos servicios y quiénes no, o
cuándo pueden ser atendidos y cuándo no. Los trámites y las colas pueden llegar a ser
interminables y los derechos de los ciudadanos suelen quedar reducidos a la buena o mala
voluntad de una secretaria, un empleado, un chofer, un portero o un vigilante privado que
decide quién vive y quién muere.
13) Poder emergente
En las crisis o situaciones límites, el miedo, la incertidumbre o la desesperación suelen
producir liderazgos emergentes y colocar a algunos sujetos en posición de exigir
obediencia y sumisión a otros sujetos. Estas relaciones de poder se consolidan y pueden
extenderse más allá de las crisis o situaciones límites. En el orden mundial actual, las crisis
son generadas por el propio sistema capitalista globalizado, para aumentar el poder de los
países hegemónicos y disciplinar al resto de países. Este disciplinamiento se da incluso
entre los mismos países hegemónicos, como quedó demostrado en la reciente “crisis de las
hipotecas”, que se originó en Estados Unidos en septiembre de 2007 y estalló en octubre
de 2008, trasladándose al resto de países del Grupo de los 8 que gobierna el mundo:
Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Rusia y Japón.
La crisis se originó en Estados Unidos, la principal economía del mundo, pero se
extendió al resto de países desarrollados y en desarrollo, aumentando el riesgo de inversión
de los capitales financieros internacionales, que optaron por cubrirse del mismo comprando
dólares y bonos del gobierno de Estados Unidos. Con esto, no sólo aumentaron el poder de
este país y sus posibilidades de disciplinamiento y ordenamiento del mundo, sino que
transfirieron el riesgo y las consecuencias de la crisis al resto de países del mundo,
restando posibilidades de maniobra a los gobiernos y debilitando sus economías. Este es el
efecto político de las crisis en el capitalismo globalizado: más poder al que ya concentra el
poder y menos posibilidades aún al que ya no tiene poder. En otros términos: más riqueza
al que ya concentra riqueza y menos posibilidades al que ya no tiene riqueza. Es decir,
empobrecer a muchos más, para que cada vez menos tengan mucho más.
14) Poder de exclusividad
Algunos sujetos gozan de ciertos derechos, atribuciones o beneficios que otros sujetos o
el conjunto no poseen. Esta posición de privilegio o exclusividad coloca a unos en
inferioridad de condiciones o en situación de desventaja en relación a los otros, que de esta
manera pueden aprovechar su posición para generar obediencia y sumisión. En algunas
sociedades existen “castas” o grupos sociales que nacen con privilegios en relación al
resto de la población, por alguna razón histórica o cultural. En otras sociedades existen
“nobles” que gozan de privilegios y se diferencian del resto con títulos nobiliarios. En las
democracias hay una tendencia a suprimir formalmente estos privilegios, igualando a todos
ante la ley, con el conocido principio de que “nadie tiene prerrogativas ni está por encima
de la ley”.
Sin embargo, la misma democracia “formal” consagra privilegios: jueces que no pagan
impuestos, legisladores que viven muchos años casi sin trabajar y luego cobran
jubilaciones de privilegio, funcionarios que disfrutan de los beneficios del poder: autos,
casas, empleados, vigilancia, escuelas privadas, viajes y otros servicios. Obviamente, todos
estos privilegios son pagados con impuestos por los ciudadanos que, a cambio y como una
paradoja, reciben muy poca justicia, cuentan con muy pocas leyes justas y la mayoría no se
cumplen y la gestión pública favorece el privilegio y no busca resolver los problemas ni
aumentar el bienestar de la población.
2. Los espacios de libertad y resistencia
Para Foucault, no pueden existir relaciones de poder sino en la medida en que los
sujetos sean libres. Si uno de los dos sujetos estuviese completamente a disposición del
otro y se convirtiese en una cosa suya, en un objeto sobre el que se puede ejercer una
violencia infinita e ilimitada, no existirían relaciones de poder. Para que exista relación de
poder, es necesario que exista al menos un cierto tipo de libertad por parte de las dos
partes. Incluso cuando la relación de poder está completamente desequilibrada, cuando
realmente se puede decir que uno tiene todo el poder sobre el otro. El poder no puede
ejercerse sobre el otro más allá de la medida en que al otro le queda, como última
instancia, la posibilidad de matarse, de saltar por la ventana o de matar al otro.
Esto quiere decir, siguiendo el pensamiento de Foucault, que en las relaciones de poder
existen necesariamente posibilidades de resistencia, ya que si no existiesen posibilidades
de resistencia, de resistencia violenta, huida, engaño o estrategias de inversión de la
situación, no existirían relaciones de poder. Si existen relaciones de poder a través de todo
el campo social, es porque existen posibilidades de libertad y resistencia en todas partes.
No obstante, también existen efectivamente lo que este filósofo denomina estados de
dominación. Estos se dan cuando las relaciones de poder son fijas, de tal forma que son
totalmente asimétricas y el margen de libertad es extremadamente limitado.
En el siguiente esquema, expongo cuatro posiciones en un espacio continuo de
posibilidades de libertad, desde la más mínima posibilidad de libertad que se da en el
estado de opresión, hasta el máximo grado de libertad que se da en el estado de
emancipación. Hacia la izquierda y hacia abajo, van disminuyendo cada vez las
posibilidades de libertad y, hacia la derecha y hacia arriba, van aumentando cada vez más
las posibilidades.
(+) (+) EMANCIPACION
(+) LIBERACIÓN
(-) DOMINACIÓN
(-) (-) OPRESIÓN
La opresión es un estado de imposibilidad de autodesarrollo humano. Consiste en
procesos sociales que impiden el desarrollo de las capacidades y posibilidades como
sujetos, de interactuar con otros sujetos, de aprender y usar habilidades, de expresar las
ideas y los sentimientos y de participar activamente en la vida social (Young, 2000:68). Iris
Young identifica cinco caras de la opresión: la explotación económica, la marginación
social, la carencia de poder, el imperialismo cultural y la violencia. En el caso particular
de la violencia, es una forma de opresión no por los hechos particulares que afectan a
algunos sujetos, sino por el contexto social que los rodea y que los hace posibles y hasta
aceptables, es decir, su carácter sistemático o su existencia como práctica social (Young,
2000:107).
La dominación es un estado de imposibilidad de autodeterminacion. Consiste en
procesos sociales que impiden que los sujetos puedan decidir sobre sus propias acciones y
las condiciones de dichas acciones. Normalmente, la opresión implica dominación, pero no
siempre la dominación implica opresión, porque ésta es más amplia y comprende aspectos
que no provienen de una relación de dominación (Young, 2000:68).
La liberación es un estado de posibilidad de autodeterminación, de posibilidad de
elección. Liberarse implica cortar las ataduras, lazos o cadenas de la prisión y poder elegir
dónde, cómo y con quién ser o estar. Para un pueblo, la liberación es la posibilidad de
poder decidir su propio destino y su propia forma de gobierno. Para un sujeto o un grupo
de sujetos, la liberación es la posibilidad de poder elegir un proyecto de vida o una forma
de vida determinada.
La emancipación es un proceso más amplio y abarcativo que la liberación. Implica no
sólo un estado de liberación, sino -además- el desarrollo de capacidades, posibilidades y
condiciones reales que permitan la autonomía y el desarrollo como sujetos sociales,
interactuando con otros sujetos, aprendiendo y usando habilidades, expresando las ideas y
sentimientos y participando activamente en la vida social. De nada sirve la libertad si uno
no sabe qué hacer con ella o no puede hacer nada con ella porque no tiene desarrollo
humano, ni posibilidades materiales ni las condiciones necesarias.
3. La vida cotidiana
Hablar de cotidianidad o de vida cotidiana significa hablar de una multiplicidad de
espacios sociales donde diariamente los sujetos configuran sus mundos de vida y a otros
sujetos, y a su vez son configurados por éstos, en una relación dialéctica de mutua
imbricación. Son, por ejemplo, los espacios de la cotidianidad del poder político, donde
diariamente los que gobiernan toman decisiones que afectan a millones de ciudadanos,
pero también son los espacios donde diariamente millones de ciudadanos padecen en carne
propia las consecuencias de las políticas públicas. Son, por ejemplo, los espacios de la
cotidianidad del poder económico, donde diariamente los propietarios y administradores de
las grandes corporaciones toman decisiones que afectan a miles de trabajadores y familias,
pero también son los espacios donde diariamente miles de trabajadores y familias padecen
en carne propia el despido, la falta de trabajo o la precarización laboral.
En estos espacios de cotidianidad, los sujetos sociales construyen, modifican o
convalidan proyectos, reglas de juego, instituciones; y producen o reproducen imaginarios
sociales, creencias, ideologías, discursos y prácticas sociales. En estos espacios se
construyen los propios sujetos, las identidades, los sentidos y las significaciones de la vida
social. Son espacios de familiaridad y cercanía, pero también de contradicción y de
conflicto, de odios y amores, de lealtades y traiciones, de heroísmos y miserias, de
grandezas y mezquindades.
En la vida cotidiana se condensa la vida social. Todo transcurre en la vida cotidiana, por
ejemplo, de una nación, un gobierno, una organización, una institución, un grupo humano,
una calle o una vivienda. El mundo entero padece, por ejemplo, la cotidianidad de Wall
Street, la calle más famosa del mundo, donde funciona el New York Securities Exchange,
el Mercado de Valores de Nueva York y también la cotidianidad de White House, la casa
blanca donde funciona el gobierno de los Estados Unidos. En esta calle famosa y en esta
casa también famosa, un grupo de hombres poderosos y sin escrúpulos, movidos por la
codicia y la ambición de poder, construyeron sus propias reglas de juego y decidieron
someter a ellas a millones de seres humanos de todo el mundo.
Gyorgy Lukács sostiene que “La sociedad sólo puede ser comprendida en su totalidad,
en su dinámica evolutiva, cuando se está en condiciones de entender la vida cotidiana en
su heterogeneidad universal” (Heller, 2002:20). En la vida cotidiana los seres humanos
expresan sus particularidades y singularidades más genuinas, expresan la riqueza de la
diversidad. Ningún ser humano es igual a otro y, por lo tanto, cada ser humano es “un
mundo” para si mismo y para los demás. Este mundo sólo puede ser conocido en la
cotidianidad, donde los seres humanos pueden ser conocidos y reconocidos como sujetos
por otros. Más allá de la vida cotidiana, los mismos sujetos construyen formas que pueden
“objetivarse”, estructuras, dispositivos o ideologías, como la “ciencia”, la “filosofía”, los
“estados”, las “religiones”, la “política”, la “economía” o, como los denomina Niklas
Luhmann, los “sistemas funcionales” de la sociedad (Luhmann, 1997).
Estas construcciones “objetivas” no se entienden si no se acude a la cotidianidad de los
sujetos que las crean. Para entender una filosofía es necesario conocer la cotidianidad de
los filósofos que la crearon. De igual manera, para entender la crisis de Wall Street que se
inicia en Julio de 2007 y estalla en Octubre de 2008, afectando a millones de seres
humanos de todo el planeta, hay que conocer la cotidianidad de los hombres que
construyeron la crisis, por ejemplo la cotidianidad de Alan Greenspan, ex presidente de la
Reserva Federal (el Banco Central) de Estados Unidos, nombrado por Ronald Reagan en
1987 y que estuvo en ese cargo hasta su jubilación en el 2006. Fue el hombre más
poderoso del mundo y en su libro “La era de las turbulencias. Aventuras en un nuevo
mundo”, publicado en el 2007 (hay una edición en español de Ediciones B, Barcelona,
2008), relata minuciosamente su vida cotidiana y las intimidades del poder, presagiando la
terrible crisis que luego sobrevendría y que constituiría la peor crisis desde 1929.
Ágnes Heller, la socióloga de la vida cotidiana, escribía en 1970: “Para reproducir la
sociedad es necesario que los hombres particulares se reproduzcan a sí mismos como
hombres particulares. La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la
reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la
reproducción social…En toda sociedad hay una vida cotidiana y todo hombre, sea cual
sea su lugar en la división social del trabajo, tiene una vida cotidiana” (Heller, 2002:37).
Aquí encontramos un fuerte acento en la expresión “hombres particulares”. Esta
expresión tiene un rico significado en Heller. Tiene que ver con la situación concreta de
cada hombre y, por lo tanto, con la manera singular de ser, de estar y de apropiarse de un
mundo que se le presenta como ya constituido, pero que al mismo tiempo él lo va
constituyendo en condiciones históricas particulares y concretas.
Al apropiarse del mundo, cada hombre lo hace de una manera diferente a cualquier otro
hombre. Por eso la vida cotidiana necesariamente es diversa y heterogénea, porque tiene el
toque de singularidad que le pone cada hombre. Peter Berger y Thomas Luckmann,
discípulos de Alfred Schütz, comienzan su famoso libro “La construcción social de la
realidad”, publicado en 1967, hablando de la vida cotidiana y cómo se dan en ella el
conocimiento, la interacción social y el lenguaje. Luego se refieren a la sociedad como
realidad “objetiva” y finalmente como realidad “subjetiva”. Para ellos, “la vida cotidiana
se presenta como una realidad interpretada por los hombres y que para ellos tiene el
significado subjetivo de un mundo coherente…Es un mundo que se origina en sus
pensamientos y acciones y que está sustentado como real por éstos…La realidad de la vida
cotidiana se organiza alrededor del “aquí” de mi cuerpo y el “ahora” de mi presente”
(Berger y Luckmann, 2006:34, 35 y 37).
El “aquí” del cuerpo y el “ahora” del presente, de Berger y Luckmann, son el
“particular” de Heller. La vida cotidiana es el mundo de la experiencia, de lo que hacemos
o nos pasa todos los días. Pero es, además, el mundo que comparto diariamente con otros
y, por lo tanto, es un mundo intersubjetivo. En la vida cotidiana interactuamos y nos
comunicamos con otros. Es el mundo del lenguaje, de los símbolos y significados que
atribuimos a todo lo que nos rodea. En este mundo cotidiano, no hay separación entre
animales, plantas y seres humanos, entre “naturaleza” y “cultura”, entre “sociedad” e
“individuo”, entre “sociedad” y “cultura”. No hay dicotomías, porque la vida cotidiana es,
en si misma, una unidad de sentido. El mundo de vida de los sujetos es una unidad de
sentido para ellos. Tiene un espacio y un tiempo muy particulares, que tienen que ver con
los acontecimientos que transcurren en la vida de los sujetos. La interacción es cara a cara
y está mediada por los significados de un “saber mutuo” de los sujetos (Giddens,
1995:42).
4. El poder del trabajo social en la vida cotidiana
El límite de la opresión es la muerte, aquella situación extrema en que un sujeto, en un
estado de angustia o desesperación tal, decide quitarse la vida o matar a otros. A este límite
no se llega repentinamente, sino después de un proceso -generalmente largo- de
dominación y opresión, donde las posibilidades de libertad o de resistencia se van
reduciendo cada vez más, hasta un punto tal en que el sujeto prefiere morir o matar antes
que seguir viviendo en esas condiciones. Por el lado de la liberación o emancipación, los
límites están dados por una diversidad de factores o circunstancias, que frenan u
obstaculizan la libertad y las posibilidades de los sujetos, tales como la escasez de recursos
materiales, la falta de políticas públicas específicas, las escazas posibilidades de desarrollo
humano, entre otros.
Entre la situación o estado más negativo de opresión y la situación o estado más
positivo de emancipación, se extiende un ancho espacio por donde transitan los sujetos y
grupos sociales en una determinada formación social. Las fronteras de este espacio son los
límites señalados anteriormente que, para el caso de la opresión, una vez atravesado ya no
hay nada que hacer y la situación es irreversible, mientras que, en sentido contrario, los
límites son siempre móviles y modificables. Entre estas fronteras, el espacio está en
continuo proceso de configuración y reconfiguración, ya que las estructuras condicionan a
los sujetos, pero, al mismo tiempo, se van estructurando por la acción de los sujetos, que
siempre pueden optar por cursos de acción alternativos, como lo sostiene la teoría de la
estructuración (Giddens, 1995).
Las situaciones sociales donde actúan los trabajadores sociales son siempre el resultado
de procesos de dominación o de opresión social. Si bien puede existir un alto grado de
cristalización o naturalización social, todas estas situaciones son modificables de alguna
manera, en el corto o en el largo plazo, dependiendo, entre otros factores, del tipo de
regulaciones sociales que las determinan, condicionan o producen. En algunos casos, estas
regulaciones tienen un alto grado de estructuración social y están muy arraigadas en el
imaginario social, en los discursos y en las prácticas sociales. En otros casos, son más bien
el resultado de manipulaciones político-ideológicas o de ejercicios de poder coyuntural que
detente algún grupo social o algún líder.
La actuación de los trabajadores sociales puede producir resultados muy diversos,
dependiendo del tipo de trabajo social de que se trate, de los encuadres teóricos y
metodológicos que se utilicen, de los capitales que se movilicen, de las posiciones político-
ideológicas que se pongan en juego o de los intereses que se persigan. Depende también de
los contextos históricos donde se lleven a cabo, de los recursos materiales y simbólicos que
se movilicen, de los marcos institucionales donde se inscriban, de los procesos sociales que
se pongan en marcha y de las subjetividades e identidades que se construyan.
En algunos casos, la actuación de los trabajadores sociales puede profundizar los
procesos de dominación o de opresión social. Éste puede tratarse de un efecto no deseado
ni buscado por los profesionales, pero que de todas maneras puede producirse por acción
de alguno de los factores señalados anteriormente. Un ejemplo lo constituye la aplicación
de políticas públicas de alto contenido asistencialista o prebendario, que aumentan la
dependencia de los sujetos y la indefensión ante el acoso clientelar de los políticos, que los
transforman en rehenes y en mercado cautivo del negocio político de la pobreza y la
indigencia. En Argentina hay una enorme deuda de la democracia en este sentido,
particularmente en varias provincias gobernadas como feudos por dictadores que dominan
y oprimen al pueblo utilizando como formas básicas de poder la extorsión, la amenaza, el
miedo y el reparto de favores.
En otros casos, la actuación de los trabajadores sociales puede contribuir o ayudar a
disminuir, modificar en parte o incluso frenar algunos procesos de dominación o de
opresión social. Es más, en algunos casos puede revertir ciertos procesos e iniciar, en
sentido contrario, procesos de liberación o de emancipación social. Estos procesos no son
lineales sino dialécticos y generalmente se dan en forma simultánea y tienen un carácter
contradictorio. Las mismas trayectorias de vida de los sujetos y de las relaciones sociales
que éstos construyen tienen esta misma impronta y no resulta para nada sencillo mantener
en el tiempo procesos de liberación o de emancipación social.
La realidad social que abordan los trabajadores sociales generalmente tiene que ver con
la vida cotidiana de los sujetos. Este es un espacio privilegiado de actuación que tiene el
trabajo social, como campo transdisciplinar, porque es el espacio de los sujetos
particulares, singulares, que viven en situaciones históricas concretas. En la vida cotidiana,
está el “da-sein” de Martin Heiddegger, el “estar aquí”, el “ser aquí”. Es el lugar de la
existencia misma de los sujetos, donde el mundo tiene sentido para ellos y es posible
construir proyectos de vida y de sociedad. El trabajo social “no estudia la sociedad” como
lo hace -por ejemplo- la sociología; el trabajo social “construye la sociedad” y lo hace
desde un lugar muy particular: desde y en la vida cotidiana, desde y en las situaciones
históricas concretas de los sujetos sociales.
Este espacio de actuación que propongo para este tipo particular de trabajo social, lo
transforma en un campo transdisciplinar especializado en la diversidad, en la
heterogeneidad y en la riqueza de la vida cotidiana, donde siempre es posible construir
sentido, construir sujetos, construir identidades y descubrir una razón para seguir viviendo.
El trabajo social al que aquí me estoy refiriendo, es siempre una apuesta a la vida y al valor
del ser humano, donde nada de lo humano le es indiferente y ninguna experiencia humana
queda excluida como espacio de construcción de subjetividad, de sentido y de proyecto de
vida. Para este tipo de trabajo social, los sujetos sociales son siempre particulares,
singulares, concretos y están siempre “en situación”. No son generalidades matemáticas o
estadísticas, ni fórmulas físicas o químicas, ni “sistemas funcionales” con las
características o los atributos que propone Niklas Luhmann.
En síntesis, la forma particular de trabajo social a la que me estoy refiriendo, se ocupa
de cinco aspectos fundamentales de la vida social, sin que esto agote o subestime -
obviamente- otras posibilidades de actuación profesional: 1) construir espacios de libertad
y resistencia, 2) construir valor y autoestima, 3) construir proyectos de vida e identidades,
4) construir subjetividades y autonomías y 5) construir intersubjetividades. Esta
construcción es, necesariamente, con los sujetos, en un proceso dialéctico de paridad y no
de “intervención”, por cuanto este término implica intromisión, direccionalidad, hacerse
cargo del otro y, en definitiva, subestimarlo. “Paridad” significa de igual a igual, ubicarse
en la misma posición que el otro, partir de su situación real y no del “otro” construido
según la conveniencia político-ideológica del profesional. “Dialéctico” significa de ida y
vuelta, que puede ser modificado, que es contradictorio porque admite lo contrario o lo
diverso.
1) Construir espacios de libertad y resistencia
Ante todo, es necesario construir espacios de libertad y resistencia como requisito
previo y condición necesaria para la existencia misma de los sujetos. Estos espacios son
imprescindibles para frenar la obediencia y la sumisión que pretenden los que ejercen
poder de recompensa y creen que todo lo pueden comprar con dinero, incluyendo la vida y
la dignidad de los ciudadanos. La prebenda dura muy poco, por eso es necesario trabajar
los derechos, mientras se busca atender las necesidades más urgentes y se desarrollan
estrategias para responder al clientelismo político y el sometimiento.
Es necesario no ceder ante la amenaza o el miedo que tratan de imponer los que ejercen
el poder de coerción; proteger los espacios de libertad y resistencia, no aceptando ni
consintiendo la subordinación de las mujeres o el maltrato a los ancianos, niños o
discapacitados; hacer visibles los procesos de dominación basados en amenazas de castigo
divino o en falsos mandatos religiosos y trabajar la culpa y el miedo. Asimismo, es
necesario trabajar los significados y significaciones que se atribuyen a las cosas y a los
sujetos, para entender los procesos de dominación y comprender los slogans, los discursos
y las prácticas sociales. Además, revisar los modelos que sirven de parámetros o referentes,
la moda, los personajes televisivos, los presagios de futuro y las opiniones que se
escuchan.
Una tarea importante es descubrir y aprovechar los carismas, la capacidad de liderazgo
y las aptitudes para comunicarse con otros sujetos, para convencer a los demás y lograr la
adhesión espontánea para una determinada idea, acción o decisión, evitando caer en
mesianismos y desconfiando de la promesa fácil, los poderes mágicos y las soluciones que
salvan. Un camino sólido de libertad y resistencia es mejorar el conocimiento y la
información de los sujetos, buscando oportunidades de estudio y formación, desarrollando
las capacidades y habilidades, y construyendo liderazgos que movilicen, señalan el rumbo,
generen adhesión, despierten sentimientos y creen condiciones para la acción.
Otro aspecto fundamental para construir espacios de libertad y resistencia es proteger
los recursos que son vitales para los sujetos y que hacen a la supervivencia como grupo,
barrio o comunidad. Además, ejercer los derechos y no dejarse amedrentar ni ceder a las
presiones, caprichos o pretensiones de quienes ocupan posiciones burocráticas en oficinas
públicas, hospitales, centros de salud, escuelas, juzgados u otros lugares. Asimismo, no
convalidar el maltrato y la humillación, sino, por el contrario, denunciarlo ante quien
corresponda y no aceptar el privilegio o la pretensión de exclusividad que crean tener
algunos sujetos.
2) Construir valor y autoestima
Si los espacios de libertad y resistencia son la condición previa y necesaria para
comenzar a trabajar con los sujetos, el punto de partida es la valoración del ser humano
como tal. Esta valoración es fundamental para los sujetos e implica una clara opción
político-ideológica como profesional, ya que señala el tipo de trabajo social que se va a
realizar, el marco teórico-metodológico que orientará el proceso y el tipo de relación que
se construirá con los sujetos. ¿Qué significa “valorar” a los sujetos como seres humanos?
Significa reconocer que son valiosos en si mismos, independientemente de la situación en
que se encuentren o el mundo de vida que hayan construido; que es posible el cambio, la
construcción, la reconfiguración; que está intacta la capacidad emancipatoria como sujeto;
que es totalmente posible recuperar lo que está perdido, rescatar lo que está oculto y
reconocer lo desconocido.
Esta valoración como ser humano hay que construirlo con los sujetos o al menos
develarlo. Ser reconocido como ser humano valioso es el primer paso del proceso de
construcción de autoestima. En este caso hay un proceso de autovaloración, de mirarse uno
mismo en el espejo de la vida y reconocerse a si mismo como valioso. Esta imagen de uno
mismo es muy importante para poder construir la imagen de los “otros”. Si me veo valioso
a mi mismo, es probable que aprenda a valorar a los demás. Si yo me reconozco como
sujeto, es probable que también reconozca como sujetos a los demás. Esto me lleva a
descubrir posibilidades en mi mismo y en los “otros” que están a mi lado. Uno ama en los
demás lo que uno ama en uno mismo y odia en los demás lo que uno odio en uno mismo.
Por eso es importante construir valor y autoestima, como punto de partida en el proceso
dialéctico de paridad.
3) Construir proyectos de vida e identidades
Otro aspecto fundamental para los sujetos es la construcción de proyectos de vida e
identidades. Todo ser humano es un proyecto de vida en si mismo, algo que se va
construyendo, se va haciendo. No hay esencialismo ni universalismo en esto. Cada ser
humano es una absoluta particularidad y un maravilloso proyecto en si mismo, que hay que
descubrirlo y hacerlo, obviamente. Este enfoque llena de significado y de sentido la
existencia de cualquier ser humano. No sólo es valioso en si mismo como ser humano, sino
como proyecto de vida. En esto consiste la vida, en construir una existencia que no está
para nada construida y que hay que construirla, con toda la impronta de la época y los
desafíos del momento. Cada época y cada tiempo tienen sus propios desafíos y el ser
humano como sujeto social es capaz de expresarlo en un proyecto de vida.
Este es el desafío de la existencia. El proyecto de vida me permite identificarme
conmigo mismo, reconocerme a si mismo, descubrir las múltiples facetas que tengo
potencialmente como ser humano. No hay una sola identidad, sino múltiples identidades de
un mismo sujeto. Cada faceta implica una identidad, al igual que cada momento histórico
de mi vida con el cual puedo identificarme y reconocerme como sujeto. Cada ser humano
se va constituyendo como sujeto con múltiples identidades, que se van tejiendo en nuestras
vidas. Tenemos identidades subjetivas, intersubjetivas, culturales, en fin, múltiples
posibilidades de ser y de ocupar lugares en el mundo de muchas maneras. No hay una sola
manera de ser y de estar en el mundo y esto es lo maravilloso de la vida y de la existencia
humana cuando se descubre su potencialidad. Construir proyectos de vida e identidades es,
entonces, encontrar sentido a la existencia humana y esto es muy importante para los
sujetos sociales.
4) Construir subjetividades y autonomías
Sin embargo, para construir proyectos de vida e identidades, se necesitan sujetos y
autonomías. Nada se puede hacer si no se remueven los lazos de la dependencia y la
sumisión. Hay que trabajar los procesos de liberación y emancipación de los sujetos, si se
quiere fortalecer las capacidades y desarrollar las potencialidades. En esto, es fundamental
la participación en la vida colectiva. El sujeto es una construcción sociohistórica. Las
subjetividades se van constituyendo y configurando a lo largo de toda la vida. No son
procesos cerrados ni terminados, sino abiertos y en permanente reconfiguración. El sujeto
es una condensación sociohistórica de elementos y procesos muy diversos, con unidad de
sentido y significación.
En este proceso de subjetivación es fundamental la construcción de autonomías. Éstas
permiten el ejercicio y no el renunciamiento a los propios derechos e implican dejar de
lamentarse por lo que no se puede ser o hacer y sí en cambio, aprender a aprovechar las
oportunidades y las posibilidades de ser o hacer. La autonomía confiere a los sujetos la
posibilidad de autodeterminación, pero esto sólo es posible si se crean las condiciones para
ello, no sólo materiales sino de capacitación y autodesarrollo personal. Además de los
espacios de libertad y resistencia, valoración y autoestima, construcción de proyectos de
vida e identidades, es necesario crear las condiciones para la autonomía y la emancipación
de los sujetos.
5) Construir intersubjetividades
Los sujetos son siempre con “otros”. Las subjetividades se constituyen a partir de la
mirada de los “otros” y de la interacción con otras subjetividades. Estas
intersubjetividades, a su vez, configuran el mundo de vida de los sujetos, a través del
lenguaje, los discursos, la producción y circulación de repertorios comunes, las
significaciones imaginarias y las prácticas sociales. La vida cotidiana de los sujetos está
plagada de lazos intersubjetivos, de “ser con” y “estar con”, y es aquí donde los acuerdos
y la confianza mutua adquieren importancia. No se puede vivir ni construir nada
desconfiando de todo el mundo. La confianza implica lealtad, fidelidad, no venderse, no
vender al compañero, respetar los acuerdos y las reglas de juego y reconocer derechos y
espacios a los “otros”. Implica integración y no segregación. Implica solidaridad:
compartir con los “otros” un mismo destino.
Conclusión
En este trabajo me referí expresamente a las vinculaciones entre el poder, la vida
cotidiana y el trabajo social. A partir de las tesis más generales de Foucault sobre el poder,
hice un breve desarrollo de las diversas formas de relaciones de poder y su implicancia
para la vida social. Asimismo, me referí al posicionamiento del trabajo social en relación
con los procesos de opresión, dominación, liberación y emancipación. En base a autores
como Lukács, Heller, Berger, Luckmann y Giddens, reflexioné sobre los significados de la
vida cotidiana y, finalmente, me referí al poder del trabajo social en la vida cotidiana de los
sujetos, realizando una propuesta en relación a cinco aspectos de la vida social que
considero fundamentales y en los cuales debería ocuparse el trabajo social, al menos la
forma particular de trabajo social a la que me refiero en este trabajo, sin desconocer que
hay muchas otras formas y concepciones del campo.
Como observador participante y militante del trabajo social, no oculté en este trabajo mi
posición político-ideológica, sin pretender por supuesto que el lector la comparta y
aceptando cualquier otra postura, pero creo que no sirve decir cosas escondiéndose debajo
de la alfombra o desde una posición tibia y repugnante de “ni”, es decir aquella posición
que tienen algunos sujetos, de querer quedar bien con Dios y con el diablo o de decir cosas
vagas que no dicen nada con tal de quedar bien. Yo he optado por un lenguaje claro y
directo, como suele ser mi estilo, y pido disculpas si alguien se siente ofendido al leer el
texto. Las ideas expuestas en este trabajo reflejan mi más profunda convicción y mi
compromiso de no claudicar ni abandonar jamás la lucha por una nación y una provincia
sin esclavos ni siervos y con justicia y dignidad.
BIBLIOGRAFÍA
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YOUNG, Iris (2000) La justicia y la política de la diferencia, Ediciones Cátedra,
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Capítulo 4

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE DERECHOS HUMANOS


Y DE QUÉ -AL HABLAR DE ELLOS- EVITAMOS HABLAR?

Nicolás Lobos*
María del Pilar Rodríguez*
Ricardo Rubio*

Introducción: Intervenciones profesionales y derechos humanos


Más allá del consenso que suscita en nosotros -como en todo ciudadano o profesional
progresista- el discurso de los derechos humanos, más allá del enorme orgullo que nos
produce como argentinos los juicios contra los crímenes de lesa humanidad que se
desarrollan en nuestro país, más allá del visceral rechazo que nos generan los discursos de
derecha cuando tocan el tema, creemos pertinente señalar algunos matices en la relación
entre derechos humanos (en adelante DDHH) y trabajo social.
El problema que nos inquieta -y sobre el que queremos reflexionar en este escrito- es el
haber escuchado con demasiada frecuencia en nuestros encuentros académicos, en las aulas
de nuestras facultades así como en muchos ámbitos del ejercicio profesional, hablar sobre
los DDHH como el punto final de toda reflexión crítica sobre la intervención social. El
consenso en torno a la centralidad de los DDHH en el trabajo social es tan importante y
difundido que pareciera haberse constituido en un espacio de certidumbre ética
transparente y definitivo (Eroles, C., 1997; Augusto de Paiva, B. y Sales, M.A., 2001;
Omill, N.G., 2001; Sánchez Stürmer, M. D. y Aquín, N., 2002).
Apelar al discurso de los DDHH y postular la lucha por su vigencia efectiva parece
funcionar como una suerte de garantía de criticidad de toda práctica profesional, no solo
ético-política sino también teórica. Como una panacea que resolvería todos los problemas,
dilemas o encrucijadas en los que pueden encontrarse los profesionales comprometidos,
como una piedra filosofal que transformaría lo opaco en transparente aclarando
definitivamente la dirección de toda pretensión progresista de intervención social, los

*
Licenciado en Filosofía (FFyL-UNCuyo), Maestrando en Sociología y Ciencia Política (FLACSO).
Docente titular en la carrera de Trabajo Social (FCPyS-UNCuyo), en la materia Filosofía Social y Política.
Actualmente se desempeña como Vicedirector de la carrera de Trabajo Social (FCPyS-UNCuyo). Director de
proyectos de investigación en el marco de la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado (UNCuyo).
*
Licenciada en Trabajo Social, Maestranda en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales (CLACSO),
Doctoranda en el Doctorado en Ciencias Sociales (FCPyS-UNCuyo) y Becaria del CONICET. Docente en la
carrera de Trabajo Social (FCPyS-UNCuyo), en la materia Filosofía Social y Política.
*
Licenciado en Trabajo Social (FCPyS-UNCuyo), Maestrando en Estudios Latinoamericanos (FCPyS-
UNCuyo). Docente en la carrera de Trabajo Social (FCPyS-UNCuyo), en la materia Política Social y por
extensión en Trabajo Social V: Práctica Profesional y Supervisión Docente.
DDHH brillan cristalinos en la cima de nuestro pensamiento. Se escucha frecuentemente
caracterizar a los trabajadores sociales como agentes profesionales abocados a la “defensa
de los derechos humanos” y eso nos reconcilia con nuestra tarea y –frecuentemente- nos
alivia de la necesidad de seguir pensando.
Sin embargo si recorremos los usos de los DDHH (quiénes los enarbolan, en qué
momento histórico, en el marco de qué luchas sociales, políticas, económicas, en qué
escenario internacional), si seguimos el hilo de sus connotaciones (a qué discursos, relatos,
ideologías, fantasmas, remiten), o si recorremos su historia (el momento de su emergencia,
las fuerzas que se han apoderado de ellos en diferentes etapas) veremos que lo evidente se
vuelve oscuro y lo simple complejo y situacional. Si nos preguntamos qué significaban
para el presidente norteamericano Jimmy Carter a finales de los ‟70 o para George Bush
(h) luego de los acontecimientos del 11 de setiembre de 2001, o para nuestras Madres de
Plaza de Mayo desde el „76, para los magistrados vernáculos de aquellos años o las cortes
internacionales, para diferentes organizaciones nacionales e internacionales de DDHH,
para las diversas organizaciones feministas o para las de protección de la infancia, lo que
veremos es una multiplicidad bastante sorprendente de significados y usos que no podemos
simplificar con la idea de que ¡se malentienden, tergiversan y manipulan tanto los DDHH!,
salvo –claro- nosotros.
Los DDHH son múltiples y, muchas veces, contradictorios. No todos ellos avanzan
simultánea y acumulativamente. Mientras los derechos sociales y laborales avanzaron
especialmente en el marco del modelo industrial keynesiano/fordista, los derechos de las
minorías sexuales y étnicas avanzaron sensiblemente en un momento cultural
preponderantemente posmoderno. Esto se debió en buena medida al relajamiento que
significó para las anteriores identidades esencialistas y homogeneizantes la noción de „ser
nacional‟ auténtico, por ejemplo, pero también las de „hombre‟ y „mujer‟, que habían
funcionado de forma opresiva y excluyente de las diferencias.
Por lo tanto, la pregunta respecto de la vigencia de los DDHH no puede ser respondida
de modo universal sin considerar derechos y situaciones singulares como resultante de
luchas específicas, históricamente situadas. En definitiva, a la pregunta que inquiere sobre
las razones de la imposibilidad de concreción efectiva de los DDHH estos últimos dos
siglos, debemos responderla con otras preguntas: ¿Los derechos humanos de quiénes?
¿Contra quiénes? ¿Para hacer qué? ¿En qué circunstancias?
El problema de los universales abstractos
Los DDHH son un universal abstracto (Hegel, G.W.F., 1807) que hoy forma parte de lo
dado, de la sustancia social, de la Sittlichkeit diría Hegel, de la estructura discursiva
mediática, algo tan legitimado como difuso. Los DDHH, como la ciudadanía, la dignidad,
la democracia o la felicidad forman parte de ciertas maneras de hablar, ciertas retóricas
que están disponibles para ser investidas, apropiadas, conquistadas por las fuerzas
políticas, sociales, ideológicas, económicas en pugna en cada formación social (Zizek, S.,
1992; Laclau, E., 2007). En general, estos significantes son significantes vacíos, es decir,
no tienen un significado preciso, unívoco, transparente; son significantes que de ninguna
manera señalan una esencia positiva (en realidad, ningún significante señala una esencia
positiva, pero es más fácil definir “mesa”, “semáforo” o “robo a mano armada” que
“dignidad humana” o “felicidad”). Más bien, son campos de batalla, espacios de lucha
(entre fuerzas progresistas y reaccionarias por lo menos), regiones a ser colonizadas,
estandartes a ser arrebatados. Asimismo, cada uno de estos significantes -como todo
concepto luminoso- además de iluminar también produce sombras, oscurece y encandila,
es decir, aparte de mostrar también impide ver.
Los universales abstractos tienen la posibilidad de iluminar aquello que puede ser
superado, que puede ser llevado más allá. Ciertos usos de los significantes DDHH,
dignidad, ciudadanía, permiten analizar lo que se ha avanzado en su cumplimiento y
señalar un camino, pujar hacia lo aún no alcanzado, lo que falta, lo que se anhela, lo que
trasciende las realizaciones particulares y, en ese sentido, gozan de una notable eficacia
(Hinkelammert, F., 1998; Roig, A., 2000; Dusell, E., 2001; Fóscolo, N., 2007).
Dado que, tal como expresamos en nuestra introducción, en trabajo social abunda ya
una importante bibliografía en la cual se desarrolla cómo los DDHH permiten analizar lo
existente y pensar lo posible, entendemos que, en lugar de volver a ahondar en estos
aspectos, puede ser más valioso -aunque tal vez políticamente menos correcto- centrarnos
en las zonas grises, en las sombras que proyectan algunos usos de los DDHH.
Nos centraremos, entonces, en aquello que un uso inadvertido de los mismos no deja
ver, en aquello que no se dice al pronunciarlos, aquello que no se nombra al nombrarlos.
Creer en la existencia absoluta, esencialista, de los DDHH, de la ciudadanía, de la
dignidad, de la democracia o de la felicidad trae sus inconvenientes. Veamos el tema de la
felicidad. El confrontar eventualmente la propia vida con la pregunta ¿soy feliz? puede
servir para tensar lo vivido y promover, tal vez, un cambio que suele ser -en principio y
casi siempre- revitalizador. Sin embargo, si alguien dirige férreamente su vida en la
búsqueda obstinada de la felicidad es probable que pase varias décadas persiguiendo una
ficción que tiene –sino la finalidad- por lo menos el efecto de producir el desprecio por lo
efectivamente vivido.
Comparar la experiencia real y posible con esta ilusión indefinible puede hacer de la
“felicidad” un ideal mortífero. Éstas es una de las sombras de la felicidad. Entonces,
cuando alguien afirma que quiere ser feliz, si quisiéramos hablar en serio, la primera
pregunta que habría que formularle es ¿ser feliz como quién? La otra sería ¿ser feliz a
diferencia de quién? La tercera pregunta debería ser ¿de qué evitamos hablar cuando
hablamos de nuestro deseo de ser felices? ¿Qué queremos obturar con ese fetiche
deificado? Y en última instancia tal vez lleguemos a la pregunta liberadora ¿¡quién dijo
que había que ser feliz!!? Rebelión que puede conducir a una militancia gótica contra la
felicidad o a un tratamiento paradojal o dialéctico de la cuestión que concluiría en
formulaciones al estilo de “sólo puede alcanzar la felicidad aquel que dejó de buscarla”.
Nada mal para empezar.
Veamos democracia. La democracia es uno de los grandes logros de la modernidad y
particularmente nuestra época se ha calificado como democratizadora en nuestro país, en
Latinoamérica, en el mundo árabe y en tantos otros lugares del planeta. Sin embargo, de
toda democracia realmente existente se puede afirmar –y se lo hace- que no es una
democracia real y en cierto sentido es verdad. Toda democracia (europea, yanqui, cubana o
neopopulista) se puede denunciar como poco democrática. Digamos, para ser gentiles, que
toda democracia se puede democratizar. Sin embargo el valor de la afirmación ¡esto no es
una democracia! depende de quiénes la hagan, desde dónde se la haga, en qué contexto y
en qué momento se la haga. Entre tantos ejemplos posibles pensemos que “democratizar”,
en nuestro país, es para algunos apoyar la nueva Ley de Medios de Comunicación
Audiovisual sancionada en 2009, mientras que para otros mayor democracia es la
desregulación absoluta del “mercado” comunicacional. Para apreciar la verdad (relativa) de
esas diferentes afirmaciones respecto a la necesidad de democratizar y sus efectos
(potenciales) en el espacio sociopolítico en cuestión es necesario hacer –primero y como
siempre- muchas preguntas.
Con respecto al significante dignidad pasa lo mismo. Immanuel Kant (1785) la definió
como la necesidad de pensar a todo ser humano siempre como un fin y nunca como un
medio, lo cual es sin duda interesante pues nos aleja de todo tipo de explotación, abuso,
manipulación, etc. La dignidad se podría definir de manera general como la puesta en valor
de cada uno, como considerarse a sí mismo como tan valioso que nunca pueda ser tratado
como una cosa. Considerarse a sí mismo y al otro como valiosos, como sagrados, siempre
sujetos y nunca objetos es el sentido de la dignidad. Sin embargo, pensando por ejemplo en
una intervención social con una persona adicta al alcohol, ¿cuántas veces en vez de decirle
usted tiene que valorarse más no deberíamos decirle ¿por qué se cree tan especial? En
realidad, la mayoría de las depresiones y dolencias psíquicas contemporáneas podrían ser
definidas como productos de la convicción de que somos demasiado especiales, demasiado
valiosos para este mundo. ¡Demasiado sujetos!54 De hecho en psicoanálisis se habla del fin
de análisis como una “destitución subjetiva”. En este sentido no podemos menos que
recordar aquel momento del film La vida de David Gale (Alan Parker) cuando la

54
La noción de sujeto no es unívoca, incluso existen definiciones contradictorias entre sí. En este caso, nos
referimos a la noción más extendida que entiende al sujeto como causa de sí. Reconocernos como sujeto es
reconocernos capaces de conducir nuestra propia vida, responsables de lo que nos sucede, de las
oportunidades que aprovechamos y que desperdiciamos, capaces de elegir, de tener claro qué nos conviene y
qué no. Esto puede llevar a una inadvertida minimización y naturalización de las múltiples determinaciones
(sociales, económicas, políticas, ideológicas) que constituyen nuestra subjetividad, lo cual provoca mucho del
malestar psíquico contemporáneo.
protagonista -una militante feminista (Kate Winslate)- le dice al profesor (Kevin Space):
“¡tantos años luchando para que no me tomaran por un objeto sexual y ahora nadie
quiere tocarme!” y de allí podemos dar un paso al pasaje de la novela Diana o la cazadora
solitaria de Carlos Fuentes cuando el escritor relata su historia con Diana: “… úsame, me
decía, gástame, quiero ser usada por ti (...) -Un día -se reía con excelente humor- estaré
en estado de subjetividad total. Es decir, muerta. Ámame ahora”. Luces y sombras de la
dignidad. Nunca está muy claro de qué hablamos cuando hablamos de dignidad55 y, a
veces, queda bastante claro de qué, al hablar de ella, evitamos hablar.
Con respecto al significante ciudadano podemos decir algo que es también aplicable a
los casos anteriores: todo significante que determina la identidad de una comunidad define
un sentido de pertenencia y en el mismo gesto una lógica de exclusión. Ciudadano sólo
termina de significar cuando se nombra al extranjero, al excluido. La lógica de la
identificación implica la lógica de la exclusión. Walter Mignolo (2009) afirma que la
virulencia de la exclusión ha sido mayor en Occidente, consideramos que es posible, y
estaríamos de acuerdo en profundizar esa idea en el actual contexto de imperialismo
norteamericano desenfadado, sin embargo, para ser honestos, creemos que toda
civilización se ha identificado con un significante y en el mismo gesto ha excluido a un
otro. Ciudadano cobra sentido en oposición a extranjero, por lo tanto, la idea de una
ciudadanía global es un contrasentido, porque no habría un extranjero a la ciudadanía
global, o –como suele suceder con los universales abstractos- habría que encontrarlo
adentro. Todos somos ciudadanos porque todos somos humanos, excepto, claro, los
“inhumanos”. Cuando se habla de lo humano se hace en referencia a un cierto modo de ser
humano, aquel que reúne lo que esperamos que el humano sea y, en el mismo movimiento,
aquello que el humano no debería ser porque lo consideramos, justamente, inhumano
(Karsz, S., 2010: 18).
La misma lógica de inclusión y exclusión puede reconocerse en ciertos usos, ya sean
inadvertidos, ya sean cínicos, de los DDHH. Debemos estar atentos a los usos, a las
prácticas, pues se pueden realizar prácticas de derecha enarbolando significantes de
izquierda, se pueden realizar prácticas controladoras y represivas apelando a significantes
emancipatorios y libertarios. Los DDHH han servido tanto para justificar las
intervenciones militares en los Balcanes o en Irak, para sacralizar la tiranía del mercado
(Zizek, S., 2005), como para producir una politización progresiva de las relaciones
políticas y económicas vigentes y para juzgar y condenar crímenes de lesa humanidad. El
punto está –entonces- no en tratar de sumergirse en su esencia sino en inquirir sobre su
uso, en estar atentos a las sombras que producen y en estar advertidos de aquello que –al
hablar de ellos- evitamos hablar.

55
Y todo eso sin detenernos a recordar el tristemente célebre Operativo Dignidad liderado por Aldo Rico
(1987 - 1988) o la escalofriante Colonia Dignidad en el sur de Chile. Queremos decir, de nuevo, que todo
depende del uso.
Distintos usos y efectos de los derechos humanos en las prácticas de trabajo social
Además de la densidad y relatividad histórica del término DDHH es necesario tener en
cuenta que sus relaciones con el trabajo social son múltiples. En esta oportunidad
priorizamos aquellas vinculadas a la intervención profesional cotidiana y trabajaremos en
torno a un caso en el que intervino uno de los autores del presente artículo 56. Intentaremos
analizar, abrir en sus elementos constitutivos el modo en que, en una situación particular de
intervención social, se tejieron las relaciones entre DDHH y trabajo social.
La niña Milagros de un año y medio de edad, ha nacido con un daño cerebral que le
impide tener el desarrollo psicomotriz esperado. Milagros es la hija menor de una pareja de
jóvenes padres, la madre tiene 21 años y el padre 23, Milagros tiene cuatro hermanos de 6,
4 y 3 años y un bebé de 4 meses respectivamente. La pareja de la madre es padre de
Milagros y de su hermano menor. El grupo familiar se encuentra en situación de pobreza,
con un único ingreso proveniente de tareas informales y de baja calificación realizadas por
el padre de los niños. Milagros presenta frecuentes cuadros de bronco espasmos y
deshidratación que, cuando es internada en el hospital de niños de la provincia, ceden con
facilidad. Diversos médicos coinciden en denunciar que la negligencia de los padres agrava
el cuadro clínico, de por sí severo, de la niña. Estas denuncias son inicialmente
recepcionadas por un equipo del programa “Atención de casos críticos”57, que las verifica
y formula posteriormente una presentación a un juzgado de familia, sugiriendo la
internación de Milagros en una institución que le garantice los cuidados que necesita.
Un equipo de otro programa, el programa “Proteger la familia”58 toma contacto con el
caso a partir de la internación de Milagros, entrevista a los padres y otros adultos
relacionados directamente con la niña e interpreta que la familia desea cuidar a la niña,
aunque presenta ciertas dificultades para atender al conjunto de los hijos (la niña mayor
asiste de modo irregular a la escuela, los niños no tienen todos los controles de salud al día,
Milagros no cuenta con toda la estimulación indicada por los médicos intervinientes, etc.).
Se sugiere el reintegro de la niña a los padres, a la vez que se generan ciertas condiciones
para mejorar la organización familiar, resaltar y aprovechar la presencia del padre (que es
quien más estimula e integra a Milagros en la dinámica familiar cotidiana y en los juegos

56
Para resguardar la privacidad de la información, no sólo se han modificado los nombres de los sujetos con
quienes se intervino sino también de los programas involucrados.
57
El equipo profesional al que llamaremos “Atención de casos críticos” pertenece a un programa provincial
que tiene por objeto atender situaciones “especialmente riesgosas”, caracterizadas por la gravedad de la
vulneración de derechos de los niños, niñas y adolescentes al interior de su familia. Está conformado por
trabajador social, psicólogo y médico pediatra.
58
El programa “Proteger la familia” tiene como función específica la de intervenir en el ámbito de albergues
en los que se aloja a niños, niñas y adolescentes separados de sus familias por medidas de protección
excepcional de derechos adoptadas por la autoridad competente. Este equipo tiene como objetivo
fundamental tomar otras medidas de protección que permitan reintegrar los niños a sus familias de origen o,
en su defecto, a miembros de la familia extensa, priorizando estos vínculos respecto a las situaciones de
internación.
de los niños) y se generan ciertas condiciones que faciliten el mejor cuidado de Milagros
en su casa (provisión de oxígeno permanente y de mobiliario acorde a la problemática de la
niña).
A la vez que el equipo “Proteger la familia” logra la autorización judicial para reintegrar
a Milagros a sus padres y resguardar los vínculos afectivos primarios de la niña, las
internaciones hospitalarias continúan, aunque con menor frecuencia que antes. Esto último
incide en que el equipo “Atención de casos críticos”, respaldándose en la opinión médica
según la cual Milagros presenta notables avances y mejorías cuando no está a cargo de los
padres, intensifique las medidas de control hacia los mismos y sostenga frente al juzgado la
conveniencia de la internación judicial de la niña (posición discutida por el otro equipo).
A partir de esta breve descripción del caso que utilizamos como ejemplo es posible
realizar algunos señalamientos y reflexiones que, según entendemos, dan cuenta de
aquellos aspectos de la relación entre DDHH y trabajo social escasamente visibilizados que
pretendemos enfatizar en el presente trabajo:
 El supuesto de que la expresión “interés superior del niño” tiene un significado
compartido oculta la lucha ideológica en torno de su definición.
El principio del interés superior del niño da sustento a la aplicación de los derechos de
los niños, niñas y adolescentes establecidos en la Ley nacional 26061, del año 2005. Se
trata de un principio ampliamente legitimado al interior de los campos profesionales
asociados a la planificación y ejecución de medidas de protección de los mencionados
derechos, siendo el trabajo social una de las profesiones en cuestión. Cuando se piensa en
el interés superior del niño se hilvanan el derecho a vivir con su grupo familiar, el acceso a
la salud, educación y recreación, el derecho a ser escuchado, a que se respete su integridad
física, etc. Sin embargo, esta aparente claridad, en casos como el que presentamos, puede
impedir ver algunos de sus elementos constitutivos y explicativos.
¿El equipo “Atención de casos críticos” y el equipo “Proteger la familia” entienden lo
mismo cuando hablan del interés superior de la niña Milagros? Para el primero parece
respetarse el interés superior de la niña cuando se resguarda su integridad física, se
garantizan condiciones de atención de salud adecuadas a su situación singular de daño
cerebral, cuando se le brinda una estimulación acorde a las pautas médicas, aunque, en
última instancia, esto pudiera requerir la separación temporal de la niña de su grupo
familiar. El otro equipo, en cambio, parece interpretar por interés superior de la niña su
permanencia en la familia, generando, en la medida de lo posible, las condiciones para
mejorar la atención de salud que cotidianamente se le brinda en ella. Es decir, algo tan
legitimado como el interés superior del niño, en la materialidad de las prácticas, en lo
concreto de la situación singular se torna objeto de debate y contradicciones.
Poseer un marco legal no asegura por sí mismo que se comparta el significado de
términos como derechos, interés superior, bienestar integral, etc., por lo cual, también, las
prácticas, las estrategias de intervención pueden diferir considerablemente, incluso pueden
estar directamente enfrentadas entre sí. Al interior de los equipos, la realidad es significada
y construida no sólo desde modelizaciones, valores y teorías a veces contradictorias, sino
también desde los miedos, compromisos y osadías de los profesionales intervinientes. Es
por ello que podemos afirmar que el caso no lo constituyen sólo Milagros, su enfermedad y
su familia sino también cierto marco legal, equipos intervinientes específicos y
determinados agentes profesionales. En realidad todos estos elementos, el colega que está
enfrentado y uno mismo somos parte de la situación en la que se interviene. Colegas,
legislación e instituciones no somos “el afuera” del caso.
Suponer, de modo inadvertido, que la referencia común a los derechos de los niños
implica siempre intervenciones con una orientación compartida puede ser un obstáculo
para ver cómo la significación de los mismos depende también de condicionantes
estructurales. No es casual ni arbitrario que los profesionales del equipo “Atención de
casos críticos” y del equipo “Proteger la familia” entendieran de modo diferente el interés
superior de Milagros. La función específica y principal del primer equipo es identificar,
diagnosticar y tratar situaciones de vulneración de derechos de niños y niñas,
especialmente graves, al interior de su grupo familiar. Podemos arriesgar que la función
misma que se les atribuye y, por ende, las expectativas que sobre ellos tienen otros
profesionales del sistema de salud y educativo, condiciona la mirada que pueden tener
sobre los casos que se les deriva. En cierto modo, la función específica atribuida por la
política pública a ese equipo ya constituye un prediagnóstico. Si el caso llega a ellos es
porque, con más o menos fundamentos, se lo ha considerado un caso especialmente grave.
“Proteger la familia”, función central del otro equipo condiciona lo que los profesionales,
literalmente, ven. Condicionan lo que perciben, lo que interpretan de la realidad percibida
y de los derechos que deben atenderse en tales situaciones.
A partir de lo expuesto, es posible pensar que la definición del interés superior del niño
es, en cada intervención, más que un significado compartido, un campo de batalla que
abarca la estructura entera del Sistema de Protección Integral de Derechos, un espacio de
lucha en el que confrontan distintos modos de pensar la niñez, la familia, la
responsabilidad profesional, y también, un espacio en el que se juegan los propios miedos,
fantasmas y proyecciones, las propias osadía y creatividad.
 El cumplimiento de derechos como un ideal perentorio puede invisibilizar
aspectos importantes de la realidad.
Toda política social contemporánea justifica su existencia en la obligación estatal de dar
cumplimiento a algún derecho, así por ejemplo las áreas asistenciales municipales buscan
garantizar el derecho a la asistencia pública, los programas de protección de la infancia
buscan garantizar los derechos de los niños, niñas y adolescentes teniendo como principio
rector el interés superior del niño. Ahora bien, nos preguntamos si el enfoque de las
intervenciones sociales desde la efectivización de ciertos derechos específicos según cada
política social posibilita una comprensión de las situaciones lo suficientemente compleja.
Orientar la intervención profesional a partir de la efectivización de derechos puede
constituir una herramienta que facilite la tarea, que otorgue un marco conceptual y
normativo desde el cual fundamentar las acciones a desarrollar. Este enfoque permite –por
ejemplo- que el caso de la niña Milagros sea considerado un caso social. Es decir, no es
suficiente que Milagros tenga problemas de salud, no alcanza con que tenga internaciones
hospitalarias recurrentes, ni con que provenga de una familia numerosa en situación de
pobreza; para que se la señale como un caso social es imprescindible que exista un aparato
estatal y una legislación que tengan por función atender ese tipo de problemáticas.
Los derechos humanos, en este caso específicamente los de la niñez, permitieron que un
conjunto de profesionales generaran interrogantes tales como: ¿por qué Milagros presenta
más internaciones hospitalarias de las esperables en función de su enfermedad de base?,
¿cómo actúan los adultos responsables de la niña y por qué lo hacen así?, ¿esos adultos
cumplen con sus responsabilidades?, ¿están en condiciones de cumplir con ellas?, ¿qué
responsabilidad compete al Estado en la garantía del acceso a la salud de Milagros? Es
decir, son los derechos humanos los que permiten que una situación que anteriormente
hubiera sido considerada exclusivamente del ámbito privado, sea analizada y
problematizada como pública, convocando la responsabilidad compartida del Estado y la
familia en el cuidado de Milagros. Esto permite también la disponibilidad de recursos
públicos -sin considerar por ahora si son o no suficientes- para atender la situación de la
niña.
Todo lo anterior es posible gracias al enfoque de los derechos humanos. Sin embargo,
una utilización desprevenida que los considere como un marco sin zonas grises ni fisuras,
puede constituirse en un obstáculo para visualizar otros aspectos de la realidad. Cuando los
derechos humanos son puestos en el lugar de certeza ética absoluta y definitiva la
convicción y el compromiso puestos en su garantía sustituyen con demasiada facilidad a la
necesidad de interrogar la situación y de reflexionar teóricamente sobre ella.
En el caso del equipo “Atención de casos críticos”, la apresurada definición según la
cual el interés superior de Milagros se garantiza internando a la niña en una institución que
le brinde la atención de salud necesaria, ¿no constituye una asunción apresurada del
discurso médico que asocia la gravedad del cuadro clínico de Milagros a la negligencia de
los padres?, ¿era tan evidente que otra familia “menos negligente” hubiera cuidado de
Milagros mejor?, ¿qué tan “mínimos” y “básicos” podían considerarse los cuidados
calificados como “mínimos” y “básicos” por los profesionales médicos?, ¿existe alguna
familia que, en las condiciones de la familia de Milagros o incluso en condiciones mucho
más favorables, no presente „dificultades‟ en el cuidado de los niños?, ¿hasta qué punto
pesa el temor a afrontar el riesgo profesional y las posibles consecuencias legales de “no
haber hecho lo suficiente por la niña” en el diagnóstico realizado por el equipo?
En el caso del equipo “Proteger la familia”, la certeza a priori de que el interés superior
de Milagros es permanecer en su grupo familiar ¿no constituye un obstáculo para
interrogar más detenidamente la situación?, ¿la definición misma de los objetivos del
programa no delimita la existencia de preguntas “autorizadas” y preguntas “indebidas”,
cuando no “prohibidas”?, ¿ello no sesga la mirada profesional?, ¿hasta qué punto pesó en
el diagnóstico del caso la evaluación que, a modo de control social informal, se realiza del
desempeño profesional en función del número de reintegros realizados conforme al
objetivo del programa? Por otra parte, ¿los padres de Milagros disponían de un nivel de
alarma adecuado en relación a la enfermedad de base de la niña?, ¿eran sólo las
condiciones materiales las que incidían en que la mamá, quien más tiempo estaba con
Milagros, no pudiera estimular a la niña con juegos cotidianos?, ¿a qué se debía que los
padres, disponiendo de cierta red familiar y social, no hubieran pedido apoyo para su
cuidado?, ¿eran suficientes los recursos materiales que la institución afectó para mejorar
las posibilidades de atención de Milagros por su propio grupo familiar?
Con el ejemplo planteado intentamos mostrar que, de manera tal vez más frecuente de
lo que estamos habituados a pensar, trabajamos en instituciones cuya tarea suele centrarse
en algún derecho puntual (pues no es que los trabajadores sociales “garantizamos
derechos” en general, no todos los derechos, no todos al mismo tiempo) y ello nos lleva a
insistir en la garantía del mismo sin detenernos a visualizar otros aspectos de las
situaciones en las que intervenimos. Así, cierta rapidez en la definición del problema como
“vulnerabilidad de un derecho puntual” puede constituirse en un obstáculo para alcanzar
mayor precisión en el diagnóstico, y un mal diagnóstico puede llevarnos a intentar resolver
problemas que no existen y a pasar por alto otros que sí existen.
Este tipo de utilizaciones de los DDHH por el trabajo social los constituye, entonces, en
una explicación válida, legítima, suficiente, evidentemente cierta y justa tras la cual no es
necesario seguir pensando sino actuar perentoria y comprometidamente. Cabe preguntarse
si tras estos usos no se esconde, muchas veces, la debilidad de nuestros marcos teóricos
interpretativos, ¿este uso de los derechos humanos no los convierte acaso en un refugio
moral que nos protege de la intemperie que implica pensar y enfrentar una realidad más
compleja de lo que podemos/queremos ver? En ocasiones, la referencia inmediata a la
vulneración de un derecho es instrumentalizada para racionalizar intervenciones mecánicas
y repetitivas, altamente criticables, entre otras cosas, por la escasa profundidad reflexiva
que arriesgan a poner en juego y por la desnudez teórica que evidencian. En tales casos
podemos referirnos a un uso ideológico de los DDHH en trabajo social, un uso que los
naturaliza como legítimos, anteponiéndolos como un a priori ético-jurídico universal,
creyendo que su sola invocación tiñe de progresismo crítico a algunas soluciones
imaginarias a problemas reales mucho más estructurales y complejos de pensar y, más aún,
de resolver.
 La vulneración de un derecho a partir de la evidente búsqueda de su
cumplimiento.
Lo planteado hasta el momento alcanza ya para que se comprenda nuestra intención:
señalar ciertos efectos colaterales del uso de los DDHH en trabajo social producidos por
algo que trasciende por lejos a la profesión como es la existencia y el uso poco advertido
de universales abstractos. De ninguna manera puede esto entenderse como una “crítica a
los DDHH”, pues se trata de una reflexión en torno al uso de los mismos. La dificultad
central de los universales abstractos es, como ya hemos expresado, que tienen una claridad
y un consenso que son aparentes, lo que produce distintos efectos.
Así, continuando con el caso elegido para ejemplificar, otro efecto posible de un uso
poco reflexionado del principio del interés superior del niño es desembocar en lo contrario
de lo que se busca, la generación de una contradicción en el mismo acto de su defensa.
Pensemos en el equipo “Atención de casos críticos”, preocupado por el estado de salud
de Milagros. Su argumentación se sostenía en un dato objetivo: Milagros mejoraba
(disminuían las crisis respiratorias y lograba un mejor contacto con el medio) cuando
pasaba periodos de tiempo separada de su grupo familiar… claro, internada en un ámbito
hospitalario y con una cuidadora especializada que de modo permanente y exclusivo se
destinaba para su acompañamiento y estimulación. Es decir, nunca se analizó la evolución
del cuadro clínico de Milagros albergada fuera de un hospital y al cuidado de un adulto que
tuviese además otras responsabilidades, otros hijos a cargo, muchos menos se consideró la
alternativa de analizar su evolución en un hogar en el que estuvieran albergados otros niños
que obligaran a compartir la atención del adulto responsable de su cuidado, tampoco nunca
las internaciones fueron por un periodo de tiempo muy extendido. La permanencia de
Milagros por periodos extensos de tiempo en un hospital, ¿hubiese respetado el interés
superior de la niña según la definición del mismo equipo “Atención de casos críticos”?, ¿la
internación en centros hospitalarios no supone poner en riesgo la salud de la niña frente,
por ejemplo, al contagio de enfermedades intrahospitalarias? Ante el inevitable recambio
de cuidadoras que supone una dificultad particular para los niños sobre los cuales se toman
medidas excepcionales, ¿acaso la falta de estabilidad de una figura que fuera sostén
afectivo no afectaría la salud de Milagros y sus posibilidades de aprovechar mejor la
estimulación que se le brindaba?
Pasemos al equipo “Proteger la familia” para quienes el interés superior de Milagros era
permanecer con su grupo familiar, mejorando algunas condiciones para que la niña
recibiera mejor atención. Las principales mejoras que se arbitraron fueron la compra de un
mobiliario adecuado para Milagros y la disponibilidad de un tubo de oxígeno permanente
en la casa. ¿Se dispuso de estos recursos tras una evaluación respecto de su adecuación y
suficiencia para lograr el cambio que se esperaba?, ¿o se trató más bien de los recursos de
que pudo disponerse según los acotados límites de la institución? En tal caso, ¿realizar un
reintegro sin que se modificaran de manera más estructural las condiciones materiales que
incidían en el problema, no „condenaba‟ a la familia a una reincidencia en el „fracaso‟
atentando nuevamente contra la posibilidad de permanencia de Milagros con su grupo
familiar? La reducción del análisis a los problemas materiales de la familia, sin haberse
detenido en la consideración del vínculo diferente que parecía unir a Milagros con su papá
respecto al que sostenían Milagros y su mamá, ¿no implicaba dejar una brecha demasiado
significativa que se volvería en contra de la medida de restitución tan defendida?
 Toda pretensión de definir un modelo de „buenos padres‟ implica la exclusión
de otros modos reales de ser padres.
¿Existen los buenos padres y los malos padres? ¿Existe lo normal y lo anormal? Si
nuestra respuesta es positiva corremos el riesgo de incurrir en ciertas afirmaciones
esencialistas y autoritarias: „una madre normal no dejaría de estimular diariamente a su
niña enferma‟, „una buena madre no fumaría cerca de su hija si la niña tiene problemas
respiratorios‟. Si nuestra respuesta es negativa y consideramos como autoritaria,
homogeneizante y arbitraria cualquier definición de normalidad, corremos el riesgo de
incurrir en posiciones relativistas: „cada madre tiene el derecho de hacer con sus hijos lo
que le parezca mejor‟, „no hay manera de determinar qué es una buena madre y qué no‟.
La noción de buenos y malos padres, de padres normales o anormales es ideológica, es
decir, sesgada, histórica, mutable, provisoria, rectificable. En tanto se trata de una
construcción, esta noción no tiene nada de evidente, se trata siempre de un resultado, de un
producto, de un efecto (Karsz, S., 2010). Es decir, no se trata de una normalidad que
descanse en cierta objetividad en el sentido clásico del término, nada une a „la madre
normal de hoy‟ con el hecho de la maternidad. Ha habido, hay y habrá muchos modos
diferentes de vivir la maternidad. No hay normalidad que descanse en la naturaleza y que
siga sus leyes.
La ley 26061 señala como funciones de los padres reconocer al niño, niña y adolescente
como un sujeto de derecho; oírlos y tomar en cuenta sus opiniones, respetarlos teniendo en
cuenta su edad, grado de madurez y capacidad de discernimiento (Art. 3); asegurarles, con
apoyo estatal, el disfrute pleno y el efectivo ejercicio de sus derechos y garantías (Art. 7),
compartir entre padre y madre las responsabilidades y obligaciones; respetar la dignidad de
los niños sin someterlos a trato violento, discriminatorio, vejatorio, humillante,
intimidatorio ni a ninguna forma de explotación económica, torturas, abusos o
negligencias, explotación sexual (Art. 9), garantizarles el adecuado uso de los servicios
educativos, de salud, recreativos, etc. Lo que queda claro de esta enumeración es la
voluntad de romper con un modelo patriarcal, machista, autoritario y tutelar propio del
patronato. Queda también bastante claro qué significación otorgar a “trato vejatorio,
torturas, abusos, explotación sexual”. Sin embargo no queda igualmente claro qué puede
significar en la práctica cotidiana de un padre “reconocer al niño, niña y adolescente como
sujeto de derecho” o “asegurar el disfrute pleno y el efectivo ejercicio de sus derechos y
garantías” o “tomar en cuenta sus opiniones”. Si nosotros podemos llenar con algún
contenido estas frases es desde la perspectiva personal, es decir desde la ideología que
comulgamos. Cada una de las obligaciones de los artículos enumerados más arriba son –
también- significantes vacíos, es decir que son siempre objeto de lucha ideológica cuando
se los trata de aplicar a la realidad. Tal definición del comportamiento deseable en los
padres, de lo que de ellos se espera no es -de nuevo- ni unívoco ni transparente, no es como
indicar en una receta “agregue 200 grs. de manteca y 125 grs. de azúcar”.
Cuando cada equipo específico avanza en la construcción de una cierta objetividad, es
decir de cierto consenso en la comprensión y abordaje de las situaciones así como en la
elaboración de estrategias, cuando logra cierta hegemonía al interior de su estructura sobre
la definición de “buenos padres”, inevitablemente excluye a una gran cantidad de formas
de ser padres, así como otras formas posibles de abordaje de la situación. El riesgo de
avanzar en los protocolos de intervención es el de estandarizar las situaciones a partir de
una cierta mirada y perder de vista la singularidad del caso.
¿Qué implica que se excluya otras formas de ser padres? Implica que los equipos en su
carácter de agentes estatales se encuentran autorizados a tomar medidas de protección de
los derechos de los niños y niñas y que estas medidas pueden derivar en una separación de
los niños de su grupo familiar. Si se tiene una mirada sesgada, por ejemplo, por el ideal
ético de los derechos humanos como único horizonte de comprensión de la situación, se
puede llegar a tomar medidas que no perciban la singularidad del caso y que agraven
situaciones.
En cuántas oportunidades quienes trabajamos en áreas de niñez hemos escuchado a
niños y adolescentes literalmente suplicar a las autoridades el ser reintegrados al lado de
sus padres “golpeadores”, qué lógicas se encuentran en la base de esas relaciones, qué
sucede en esos vínculos, qué aspectos de ese modo cuestionable de ser padres escapan a la
legislación, qué es aquello que el sistema no pudo reemplazar en el deseo de esos niños.
Esto no significa que el estado no deba actuar en tales casos, mucho menos que haya que
dejar a niños o adolescentes sometidos a un trato denigrante y violento (pero que en cada
caso tenemos que definirlo); se trata de que, aunque difícil, es necesario recordar que lo
normal no es natural, que las situaciones en que las familias atentan contra ciertos derechos
de sus niños, aun cuando lo hagan de manera evidente, requieren un esfuerzo de
interpretación en lugar de la tentación de una rápida condena moral y jurídica. Suele no
alcanzar con la condena del hecho ilícito, suele no ser suficiente el alejamiento del padre o
madre “violento”, incluso la privación de su libertad puede no alcanzar, igualmente lo real
resiste, frecuentemente los niños quieren volver a su hogar y las parejas se recomponen. De
esto, habitualmente, muy poco se dice cuando se habla de los derechos de los niños, las
niñas y los adolescentes.
Conclusiones
Hemos partido de reconocer el importante efecto que tienen los DDHH en términos de
politización progresiva de las relaciones sociales, políticas y económicas, así como de
ubicar al estado como su garante al que es posible interpelar. Pero no ha sido nuestro
interés hacer centro en esa cuestión puesto que entendemos que ya ha sido ampliamente
tematizada en la bibliografía especializada de trabajo social en las tres últimas décadas.
Nuestra intención ha sido realizar aportes para la complejización de la mirada de los
profesionales de trabajo social a partir de hacer foco en las zonas grises a que dan lugar las
múltiples interpretaciones posibles y reales de los derechos humanos que se ponen en
juego en cada intervención profesional. Nuestra reflexión apunta a ciertas comprensiones y
usos idealistas de los DDHH.
Hemos partido de analizar los riesgos y consecuencias no deseadas que implica
pretender interpretar lo real desde universales abstractos. Tomamos como ejemplo ciertas
comprensiones y usos de los DDHH en trabajo social donde éstos aparecen como un
fetiche deificado, como fuente de certidumbres y garantía de esclarecimiento de las más
complejas situaciones de intervención. De allí que intentamos interrogarlos, conocer mejor
sus presupuestos y sus elementos constitutivos desde una mirada que pone el acento en las
paradojas y contradicciones de la práctica.
Mostramos cómo, en ocasiones, lo que aparece como un ideal (felicidad) puede ser útil
para impulsar y favorecer transformaciones en un sentido positivo, en tanto en otras
ocasiones puede resultar en una ilusión opresiva, sofocante de lo efectivamente vivido.
Vimos, también, cómo los universales abstractos son verdades siempre “relativas”,
dependiendo su valor del sujeto de la enunciación. Pudimos analizar cómo el respeto a la
dignidad de los sujetos, que puede aparecer como valor absoluto y universal, puede en
otras ocasiones jugar en contra del propio sujeto o puede, en la complejidad de la
singularidad, no ser “evidentemente bueno”. Hicimos hincapié, por último, en la lógica de
la identidad que se pone en juego en el uso de universales abstractos, que conlleva en el
mismo gesto una lógica de la exclusión (ciudadano/extranjero).
Desde ellos analizamos, a modo de ejemplificación de la relación entre DDHH y trabajo
social, una situación efectiva de intervención profesional en la que se encuentran
vulnerados derechos fundamentales de una niña. Situaciones para nada evidentes como la
de Milagros dan lugar a dudas, controversias entre equipos, pruebas y contrapruebas,
incluso enfrentamientos interprofesionales. Difícilmente podría ser de otro modo.
A partir de allí podemos, finalmente, concluir que es conveniente ser conscientes de
que, más allá de las luces de ciertos significantes, tenemos que estar advertidos de que no
son un punto de llegada del pensamiento sino un punto de partida. Es decir, después de
nombrarlos, tenemos que seguir pensando.
Finalmente, tenemos que recordar que actuamos siempre -aún cuando actuamos con los
DDHH en la mano- sin garantías. Tomamos el riesgo de intervenir, luchamos para que el
significado de cada término, en cada caso, sea el más justo (según entendamos “justo”), el
más progresista (según entendamos “progresista”), el más liberador (según entendamos
“liberación”) y apostamos todo a ello, pero eso no significa que las cosas vayan a salir
necesariamente bien, ni significa que si no lo hacemos así vayan a salir necesariamente
mal. Sólo en matemáticas las cosas salen o bien o mal, sólo en las malas películas los
finales son felices (o trágicos). Los finales de nuestras intervenciones, como los vitales, los
realmente vividos, siempre son abiertos.
Conocemos el famoso texto de Eduardo Galeano “La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella avanza dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Entonces ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Texto que se suele
confundir apresuradamente con una posición idealista cuando es radicalmente materialista.
Si nos detenemos un momento en este párrafo notaremos que es una reflexión elaborada
desde el final de una vida, digamos que es una respuesta que se articula desde el atardecer,
diría Hegel (“la filosofía es un ave que sólo levanta vuelo al atardecer”). El sujeto de la
enunciación de esta frase podría perfectamente ser una persona de edad que ha tenido
grandes ideales en su vida y que, en un momento de evaluación final, podría decir: “ahora,
después de tanto luchar y luchar, me doy cuenta de que la utopía me ha servido, pero no
para lograr lo que tanto anhelaba, sino para caminar”. Es decir, “me ha servido para
mantenerme vivo”. También podría ser articulada por un sujeto colectivo que podría
afirmar: “siempre luchamos por llegar a la cumbre del cerro, pero al menos la utopía nos
ha servido para llegar a la mitad”. De cualquier modo, ya sea que la utopía sirva sólo para
mantenerse en movimiento (que no es poco) o sirva para avanzar un poco en una dirección
(¡que es mucho!), esta frase explicita la instrumentalización de la utopía ya que estamos
afirmando que la utopía no es un absoluto, no es real, no es algo sagrado, no contiene una
esencia a ser alcanzada; la utopía es algo para ser usado, es sólo la zanahoria que nos hace
caminar o (en el mejor de los casos) avanzar. Si se nos acompaña hasta este punto del
razonamiento tenemos que acordar con Galeano en no creer en la existencia absoluta de los
universales abstractos, ya sean la utopía o los DDHH, y en afirmar que hay, respecto de
ellos, diversas posibilidades de uso. El caminar, el producir movimiento, es un uso posible
de la utopía. Lo ornamental suele ser otro uso: tantas veces la utopía sirve como elemento
estético “¡es tan lindo su mensaje esperanzador!” piensa mucha gente con los ojos
húmedos frente a ciertos discursos. La utopía es bella en sí misma, sirve, también para
hacer brillar a cualquier orador. Pero, por último, queremos señalar la necesidad de estar
advertidos de que la utopía también puede resultar en una ilusión mortífera, un ideal que
nos lleve a no querer saber nada de la realidad. La utopía también puede ser una ficción
sofocante.

BIBLIOGRAFÍA
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Profissional. Práxis e Princípios”, en Bonetti, Dilsea (org.) Serviço social e ética: convite a
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ZIZEK, Slavoj (2005): “Contra los derechos humanos”, en New Left Review, Nº 34,
(edición en castellano, SEP/OCT)
Capítulo 5

RECONSTRUYENDO IDENTIDAD CULTURAL


Discursos y Prácticas Culturales de la Cosmovisión Andina en
Estudiantes de Trabajo Social - Jujuy59

Víctor Hugo Mamani* y Equipo


José Luis Ávalos, Raúl Flores, Teresita Lascano, Cecilia Machaca, Griselda Méndez,
Romina Morales, Liliana Navarro, Hugo Prieto, María Ramos y Alcides Vázquez

1. Introducción
“Sueño con un mundo en el cuál
los clientes participen en nuestros intercambios profesionales,
asistan a nuestros coloquios, elaboren sus concepciones junto con nosotros
para así ampliar nuestros recursos…” K. J Gergén (2006, p.42)
Año tras año, jóvenes jujeños de diferentes puntos de la provincia de Jujuy emigramos
desde el interior de la provincia a la ciudad Capital en busca de oportunidades educativas,
de carreras cortas y con rápida salida laboral. La universidad pública, universidades
privadas, institutos terciarios privados y estatales, emergen como posibilidades formativas.
Los estudiantes del interior de la provincia, provenimos de las regiones de Quebrada-Puna
y de las Yungas, en tanto que otro porcentaje mayor somos de la capital jujeña. En la
institución académica donde cursamos la carrera de Trabajo Social, encontramos en
algunos casos, estudiantes de la vecina provincia de Salta y del vecino país de Bolivia.
Cumplimos los requisitos administrativos, participamos de los respectivos cursillos de
ingreso y accedemos al cursado de la carrera elegida y comenzamos un proceso de
incorporación de nuevos contenidos y hábitos de estudio. Para nosotros se trata de un
nuevo proceso de socialización, pues nuevas compañías, nuevas prácticas, nuevos modos

59
Experiencia presentada en el XXV Congreso Nacional de Trabajo Social, por Víctor Hugo Mamaní, Julio
2010 Misiones. Entre los días 10 al 12 de Noviembre del mismo año el equipo investigador fue invitado y
presentó la experiencia en la Universidad Nacional de Misiones (Carrera de Trabajo Social) y en el Instituto
Educativo Superior “Esteban Lugo” Carrera: Técnico en Animación Artística e Intervención socioeducativa.
Misiones.
*
Asistente Social. Instituto Superior Populorum Progressio. Obispado de Jujuy. Diplomado Universitario en
Administración de Programas Sociales. Universidad de Antofagasta. Chile. Socioterapeuta en
Toxicodependencia Sedronar- Argentina /CEIS. Roma. Italia. Investigador Proyecto Udelac. FHCS.
Universidad Nacional de Jujuy- SECTER. Curso de Posgrado en Dinámica de Grupos. Secretaría de
Posgrado. Universidad Nacional de Tucumán. Cursó la Maestría en Trabajo Social (UNER, 2005-2007).
Experto Universitario en Educación Sociocomunitaria. (2009-Universidad Tecnológica Nacional). Coordina
el Proyecto “Por un Futuro Mejor” Redes e interculturalidad en problemáticas de la Niñez. Fundación
Carmo Lamas/ Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Jujuy.
de relación comenzamos a tejer, emergen diferencias y acuerdos con nuestros compañeros
y docentes.
Algunos estudiantes residimos durante toda la semana en la capital jujeña y solo
regresamos al hogar de nuestros padres, los fines de semana, en tanto que otros lo hacemos
cada quince días o una vez al mes, pues en muchos casos, la situación económica no lo
permite. Salimos de un sistema relacional (el del hogar paterno, el de nuestra comunidad) y
nos insertamos progresivamente a un campo interaccional instituido por la institución
académica y el nuevo contexto social que comenzamos a conocer y habitar. De este modo,
vamos incorporando capitales sociales, culturales y simbólicos, que por cierto siempre
están desigualmente distribuidos, en el sentido que los menciona Pierre Bourdieu (Von
Sprecher, 2007, pp. 42-45).
El proceso que vivimos en la formación técnica profesional transitaría por carriles
“normales” pues es lo que buscábamos cuando decidimos partir del terruño; nuevos
horizontes en la vida, ser alguien, tener “un título” que nos garantice el futuro propio y el
de nuestras familias. Impulsados quizás, por el sabio consejo de nuestros padres y abuelos
“si quieren ser alguien en la vida, estudien”
En este nuevo campo interaccional sucede que “…a veces ocultamos lo que somos, lo
que pensamos, por temor a la discriminación y llegamos a perder algo muy valioso,
nuestra identidad cultural y caemos en el hecho de desvalorizar lo que somos, lo que nos
enseñaron, nuestras costumbres. Nuestra sabiduría se va desvaneciendo poco a poco, a tal
punto, que no nos acordamos quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos. Así
nuestras tierras, nuestras tradiciones, van siendo enterradas por nuestra propia –negación
e- indiferencia y de lo nuestro va quedando, nada. Entonces, muchas veces ya no
regresamos a nuestros lugares de origen, porque no tiene nada que ofrecernos, más que
únicamente nuestras raíces culturales. Pero una vez introducidos en este mundo urbano -
institucional, académico- ya difícilmente podemos salir para continuar siendo aquel que
ayer fue alguien, en la más rica cultura y que ahora no nos reconocemos” (Gutierrez,
1999, p.11)
Durante el año 2010, como punto de partida, nos convocamos voluntariamente, una vez
a la semana, en el Centro de Estudios Jakasiña y protagonizamos conversatorios sobre
epistemología y paradigmas contemporáneos en ciencias sociales y su influencia en la
dimensión teórica y metodológica del Trabajo Social. Buscamos profundizar los
fundamentos y estrategia metodológica del construccionismo social en Trabajo Social,
propuesta por Natalio Kisnerman (1998).
Desde este punto de partida y durante el camino transitado realizamos un desvío
conversacional, proceso que nos llevó a la construcción de lo que llamamos nuestro objeto
de estudio: “discursos y prácticas culturales de la cosmovisión andina que se encuentran
presentes en nosotros, estudiantes de Trabajo Social en San salvador de Jujuy”
De este modo, presentamos nuestros fundamentos, los antecedentes y referentes
conceptuales remitiéndonos principalmente al construccionismo social, cultura, procesos
identitarios y la cosmovisión andina. Exponemos los objetivos de nuestra investigación,
una breve referencia de los investigadores-investigados y los puntos de llegada, siempre
provisorios. Describimos los conversatorios como recurso de investigación-intervención,
las categorías construidas sobre los discursos y prácticas culturales (protección, atracción
para un vivir bien) y las nuevas subjetividades en nuestro equipo de investigación.
En este proceso comprendimos críticamente los discursos y prácticas socio-
institucionales hegemónicas, invisibilizantes, homogeneizantes y asumimos un
posicionamiento social crítico en nuestros discursos y prácticas socioculturales. En otras
palabras, creemos que este es un posicionamiento social construido, desde donde podemos
defender nuestro derecho a la identidad cultural, como derecho humano fundamental.
2. CONSTRUCCION DEL OBJETO DE INVESTIGACION
Incluimos aquí, la breve trayectoria histórica y dinámica de nuestro proyecto.
Comenzamos a mediados de Junio/2010, con nuestros primeros conversatorios centrados
en indagar y profundizar nuestros conocimientos sobre el enfoque construccionista social o
socioconstruccionismo. Nuestro referente principal en Trabajo Social y
Socioconstruccionismo es Natalio Kisnerman (1998) Comenzamos a conocer parte de su
vida, su “ser y estar” en el mundo con sus obras y sus producciones escritas. Ello nos
permitió comprender la trayectoria epistemológica de Kisnerman en más de 40 años de
vida entregados al trabajo social argentino y latinoamericano especialmente, sabiendo que
sus trabajos trascendieron América. Para ello tuvimos que incursionar también en lecturas
sobre los llamados “paradigmas”, ya conocidos, leídos, memorizados en nuestras clases
del mundo académico que habitamos cotidianamente.
Aquí se produce una ruptura, un desvío interesante en nuestro proceso conversacional
centrados hasta aquí, en la tarea de “conocer más sobre construccionismo social”. Ante el
conocimiento de la existencia de los “paradigmas” entendiéndolos como visiones sobre el
mundo, modos de explicar, de estar y transformar el mundo que habitamos, nos
preguntamos lo siguiente “Antes de la conquista, en América ¿había paradigmas o algo
que se le parezca? La respuesta no tardó en llegar, ¡Pues claro que si!, existían
cosmovisiones del mundo de los Mapuches, de los Guaraníes, de los Tobas, los Wichies, y
en nuestra provincia tenemos la cosmovisión Guarani, y Kolla predominantemente.
Cosmovisiones que significaban, vivir, sentir y estar en el mundo transformándolo.
Emergieron nuevas preguntas: ¿Cómo nos relacionamos con esa cosmovisión del mundo?,
¿Qué sabemos y practicamos de ellas?, ¿Cómo las practicamos?, ¿Las tenemos presentes,
nos identificamos con ellas o no, las recordamos, las respetamos, las ignoramos, las
ponemos en palabras o las silenciamos?, ¿Como describiríamos lo que nos ocurre en la
vida académica y en el movimiento de “la ciudad” en relación a esa cosmovisión?, ¿cómo
visualizamos nuestra identidad cultural?
En la búsqueda de algunas respuestas, descubrimos que nueve de diez protagonistas de
nuestros conversatorios poseían raíces o son descendientes de pueblos originarios andinos,
incluso trascendiendo fronteras hasta el hermano país de Bolivia. De este modo, la
pregunta construida y cuyas respuestas intentamos profundizar y que constituye el eje-
motor de nuestra investigación colaborativa es: ¿Qué discursos y prácticas culturales de
la cosmovisión andina se encuentran presentes en nosotro,s estudiantes de Trabajo Social
en San salvador de Jujuy?
Nos propusimos conocer las representaciones, interpretaciones y construcciones
semánticas de nuestros antepasados vivos, que se generan en un espacio de diálogo
compartido. Exploramos validando el conocimiento que emerge en nuestras
conversaciones e interpretaciones, de lo que hacemos y decimos en el marco des nuestra
vida cotidiana y desde la cosmovisión andina.
Consideramos necesario rescatar, valorar y validar lo que los protagonistas (abuelos,
padres, nosotros como equipo) vivimos, hacemos, interpretamos y percibimos respecto a
nosotros mismos, en relación a la cosmovisión andina. También prestamos atención a los
fragmentos de experiencias que seleccionamos para organizar y dar sentido a nuestras
vidas y que se manifiestan en los propios relatos. Acercarnos a la propia experiencia desde
nuestra narrativa, no tiene sólo por finalidad obtener datos observables acotados de la
“realidad”, sino también acceder a las creencias y valores que definen los significados que
orientan y determinan nuestra particular forma de sentir, pensar y actuar.
3. FUNDAMENTOS DE LO QUE HACEMOS
El fundamento de nuestro proyecto se encuentra en cada una de las respuestas que los
integrantes de nuestro equipo (docente y estudiantes) fuimos dando a quienes con buenas
intenciones y no tan buenas (también docentes y estudiantes) nos preguntaron durante el
segundo semestre/2010: ¿Por qué van a esas reuniones? ¿Por qué se juntan? ¿Por qué
investigan lo que investigan?, ¿Por qué justo ese tema?, ¿Por qué no investigan otra
cosa?, ¿Por qué conversan, si no es una técnica de investigación?
Llegábamos a cada conversatorio trayendo anécdotas dialogales con compañeros o
colegas (en el caso de nuestro coordinador) donde emergían ese tipo de preguntas. Las
respuestas que pudimos construir a esos “interrogatorios” fueron las siguientes.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos en el Centro de Estudio Jakasiña
porque encontramos un tiempo y un espacio donde leer, reflexionar y profundizar nuestro
interés por el movimiento intelectual: el construccionismo social al que adhirió en los
últimos años de vida, nuestro maestro en Trabajo Social Natalio Kisnerman.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque a través de nuestro
coordinador pudimos conocer conversando, aspectos de la trayectoria profesional de
Natalio Kisnerman, sus recorridos epistemológicos y sus obras escritas, reconocidas
internacionalmente. Además por la amistad que unía a nuestro coordinador con dicha
figura del Trabajo Social Latinoamericano, pudimos acercarnos al hombre y su estar
siendo en el mundo que le toco vivir, en sus casi 75 años de vida y casi 40 años entregados
al trabajo social. Ello fue motivador e inspirador de la continuidad y compromiso con el
proyecto y con la profesión elegida.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque en el camino de conversar y
conocer más de Natalio Kisnerman y el construccionismo social, hicimos un desvío
conversacional hacia nosotros mismos, hacia nuestra historia, nuestros discursos y nuestras
prácticas culturales, nuestro presente y nuestro futuro como descendiente de los pueblos
originarios que habitaron estas tierras andinas. Conversando nos fuimos deconstruyendo y
reconstruyendo a nosotros mismos, a nuestras realidades.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque encontramos un tiempo y un
espacio alternativo al espacio académico donde el cum versare (al decir de muchos) no es
científico. No será científico, pero al decir de Humberto Maturana es un modo particular de
vivir juntos, coordinando el hacer y el emocionarse, es lo que hacemos. Es por ello que
conversar es constructor de realidades. Ya Kierkegaard había señalado que la vida es una
conversación, nuestras vidas son conversaciones. “Conversar, que etimológicamente viene
de cum, con y versare, dar vueltas. Reflexionar es justamente conversar con uno mismo o
con otros. Sócrates lo hacia con sus discípulos, caminando Atenas. Nosotros al elegir el
estilo conversacional, lo hacemos con un supuesto lector, ese que puede se cualquiera de
ustedes y con el que nos gustaría, en realidad, seguir dialogando” (Kisnerman, 1999, p.8)
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque construimos un tiempo y un
espacio donde integrar razón y emoción. Al mismo tiempo que sabemos que al negar
nuestras emociones, generamos un sufrimiento en nosotros mismos o en los otros, que
ninguna razón puede disolver. Por último cuando estamos en algún desacuerdo también
decimos (aún en el fragor del enojo) que debemos resolver nuestras diferencias
“conversando” y de hecho, si logramos conversar, las emociones cambian y el desacuerdo
se desvanece o se transforma con o sin lucha en una “discrepancia respetable” (Maturana,
2004, p. 86)
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque coincidimos con John Shotter
(1993, p.9) en que la conversación no es solo una de las muchas actividades que
desarrollamos en el mundo. Por el contrario nos constituimos y constituimos nuestros
mundos en la actividad conversacional. Esta es fundante para nosotros. Compone el
fondo, comúnmente ignorado, en el cual arraiga nuestra vida. Porque desde adentro de
nuestras propias actividades conversacionales podemos llamar la atención acerca de
algunos de sus rasgos de decisiva importancia, que de otro modo nos pasarían
inadvertidos”
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque en dicho proceso sentimos que
comenzamos a estar y vivir en lo que decimos y narramos. Porque comenzamos a abrir
nuestras mochilas culturales y emergen nuestras costumbres, tradiciones, creencias,
alegrías y tristezas. Resurge nuestro sentir y pensar en el existir presente y pasado.
Conversando recorremos nuestros históricos mundos de vida.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque sentimos que siguiendo la
huella de los abuelos, nos vamos encontrando con nosotros mismos, con nuestra identidad
cultural, con nuestros saberes, con nuestros ancestros, nos vamos comprendiendo a
nosotros mismos.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque buscamos abrir posibilidades
y formas de pensar-nos, de investigar-nos, encontramos conversacionalmente es una forma
de construir nuestro pasado, para comprendernos en nuestra circunstancia presente y tomar
en nuestras manos nuestro futuro.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque descubrimos y pusimos en
palabras que además de los paradigmas que la academia imponía saber, también existió
una cosmovisión del mundo antes de la conquista de América. Que esa cosmovisión aun se
encuentra presente en muchas de nuestras prácticas culturales actuales aunque con algunas
modificaciones o en otras versiones. De alguna manera, todos llevamos marcas con dichas
matrices culturales y que las mismas son silenciadas por vergüenza, miedo a la
descalificación o a la invisibilización del sistema imperante en la academia.
Nos convocamos, nos encontramos, conversamos porque somos conscientes de que
invisibilizar nuestra cultura es invisibilizarnos a nosotros mismos, ocultar y olvidar a
nuestros abuelos, eso lleva a callarnos por vergüenza de lo que somos o temor a ser
simplemente ignorados y discriminados. Por ahora nuestros conversatorios son un modo de
resistir para después resurgir. Por ello, nos convocamos, nos encontramos, conversamos.
4. ANTECEDENTES
4.1. La Identidad Cultural; un derecho humano fundamental.
El presente contenido es un sentido reconocimiento a la Dra Nimia Ana Apaza60. Ella
propone pensar la identidad de nuestros pueblos originarios como derecho humano
fundamental y adentrarnos brevemente en nuestra historia, sobre todo recorrer senderos de

60
Abogada jujeña, indígena ella, presidente del Instituto de Derecho Indígena, Directora de la Cátedra
Abierta de Estudios Indígenas Argentinos-Canadienses, de quien comenzamos a enriquecernos con sus
publicaciones y sus trabajos por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Para este caso
particular utilizamos su artículo “La identidad de los pueblos indígenas: un derecho humano fundamental.
Revista Electrónica Mensual de Derechos Existenciales Nº 50. Febrero 2006. www.revistapersona.com.ar
la conquista e invasión, de la colonización y la pérdida de identidad o pérdida de la vida.
Nosotros diríamos la transformación obligada, forzada de la identidad de los nuestros
pueblos originarios. La autora recuerda que cuando a un pueblo se le quita la vida aparece
lo que llamamos genocidio y cuando a un pueblo se le usurpa, se le roba sistemáticamente
su identidad cultural lo llamamos “etnocidio”, significa que a un grupo étnico colectiva o
individualmente se le niega su derecho a disfrutar, desarrollar y transmitir su propia
cultura y su propia lengua, esto es una forma extrema de violación masiva de los derechos
humanos, particularmente del derecho de los grupos étnicos al respecto de su identidad
cultural.
Según Apaza el genocidio comienza con las primeras incursiones y avances de los
españoles en nuestras tierras cuando se funda Buenos Aires y continúa a lo largo de las
distintas campañas colonizadoras. Se incrementa cuando se organiza el país y se dicta la
Constitución Nacional de 1853, en el genocidio se destaca la Campaña al Desierto
diseñada por el General Roca para conquistar la zona de pampas, pobladas por mapuches
que termina con grandes matanzas, al igual que la campaña a los tobas en el nordeste. En la
Patagonia del siglo XIX, ingresaban los europeos a cazar focas y otros animales,
exterminando a los pueblos Aoniken (Tehuelches) y Shelknam (onas), los que finalmente
fueron casi extinguidos por las enfermedades que traían los blancos y fundamentalmente
por la pérdida de las tierras (Apaza, 2006, p.1)
“En la no lejana época de los imperios coloniales, la dominación y administración de
las colonias se justificaba a partir de enunciados ideológicos que notoriamente exaltaban
las superioridad del hombre europeo y descalificaban al otro colonizado, desvalorizaban
sus costumbres y modos de vivir y no eran infrecuentes los discursos paternalistas que
procuraban legitimar la violencia colonial indicando la necesidad de proteger, educar y
civilizar al nativo. A continuación transcribimos ejemplos de un género discursivo que
integraba los dispositivos culturales y políticos dominantes:
“Los indígenas son muy ignorantes, hay que enseñarles. Son muy perezosos, hay que
hacerlos trabajar. Son muy sucios, hay que asearlos. Están aquejados de toda clase de
enfermedades, hay que curarlos. Son salvajes crueles y supersticiosos: hay que ilustradlos
y dulcificarlos”
“No es natural ni justo que los pueblos civilizados occidentales vivan en espacios
restringidos donde acumulan las maravillas de la ciencia, el arte y la civilización, dejando
el resto del mundo a pequeños grupos de hombres incapaces e ignorantes, o bien a
poblaciones decrépitas, sin energías ni direcciones, incapaces de todo esfuerzo. Por lo
tanto la intervención de los pueblos civilizados en los asuntos de esos pueblos se justifica
como educación y como tutela” (Margulis, 1998, p. 47)
El etnocidio se encuentra en los antecedentes de nuestra Constitución Nacional, los
convencionales decidieron que había que convertirnos al catolicismo para hacernos más
mansos y poder quitarnos las tierras. Por eso el Art. 67. inc 15, decía que “corresponde al
Congreso de la Nación: el trato pacífico con los indios, proveer la seguridad de las
fronteras y su conversión al catolicismo” Se implementa como política de estado,
privarnos de nuestra espiritualidad, que es en suma, la pérdida de identidad o
transformación obligada de la dimensión espiritual, de nuestra identidad cultural. Desde el
gobierno se elaboró una política de integración, nos querían integrar. Integrar según el
diccionario significa formar las partes de un todo, completar un todo con las partes que
faltaban. Los conquistadores, los que “venían de afuera” eran el todo y nuestros pueblos
originarios “una parte”
La privación de nuestra identidad cultural vino también a través de la educación. En la
cosmovisión andina sabemos que la educación está en la casa, la instrucción en la escuela
y la información está afuera, en los medios, en los diarios, en los libros. Pero esta
educación que nosotros como padres hemos querido impartir a nuestros hijos ha sido
distorsionada, a través de una política que comienza con el gran educador argentino,
Sarmiento y su libro Civilización y Barbarie, donde los pueblos originarios, somos la
barbarie y los conquistadores la civilización.
“La oposición civilización y barbarie fue utilizadas históricamente para exorcizar al
“otro” de turno. Lo opuesto de lo civilizado era la barbarie, el bárbaro, que conservaba
en su origen etimológico (extranjero, otro) su carácter opuesto al progreso, a la
civilización. La civilización se legitimaba en el progreso y el bienestar colectivo, la
barbarie se satanizaba como obstáculo, incultura, estancamiento. La ideología
colonialista del siglo pasado se amparaba en su oposición a la barbarie (lo no europeo) y
en el imperativo ético de sacarlos de su estancamiento económico, cognitivo y moral. Se
trata de una metáfora que fue utilizada en diferentes contextos (Idem, pp.51-52)
En aquellos tiempos nadie pensó en nuestra identidad, nadie pensó que teníamos
derecho a conservarla. A comienzos del siglo XX se promueve desde el Estado, la gran
corriente inmigratoria europea, lo que hace que en el mundo identifiquen a los argentinos,
con el porteño, con el blanco e hijo de inmigrantes llegado en los barcos.
Apaza recuerda que actualmente hay un sistema Interamericano de Derechos Humanos
frente a los Derechos Indígenas, hay un marco jurídico internacional, hay disposiciones,
convenciones, tratados, también hay una Comisión y una Corte Interamericana de
Derechos Humanos. La Comisión tiene su sede en Washington y depende de la
Organización de Estados Americanos. La Corte de Derechos Humanos tiene su sede en
San José de Costa Rica. Estos son los órganos centrales del sistema. Esta Comisión
Interamericana de Derechos Humanos tiene que mantener una supervisión permanente
sobre la situación general de los Derechos Humanos en cada estado miembro (Apaza,
2006, p.2)
Pareciera – refiere Apaza- que los Derechos Humanos pasan por la muerte o la
desaparición física de la gente, por eso venimos a insistir en que hay un Derecho Humano
Fundamental, y es el derecho a ser nosotros mismos, el derecho a tener nuestra cultura,
nuestra propia identidad, de hablar nuestra lengua, de desarrollar nuestras prácticas
culturales, a cultivar nuestra espiritualidad y transmitirla. Buscamos ejercer esta identidad
que poseemos, sin discriminaciones y sin malos tratos. Esta identidad que expresamos está
protegida por la Comisión Interamericana y la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. Pareciera además que esta protección está negada para los Pueblos Indígenas de
Argentina porque si alguna vez llegó algo a esta Comisión fue en relación a las tierras,
pero no llegó nunca el tema de la identidad como tal.
Apaza cita “el caso que llegó fue por la pérdida de tierras del pueblo Wichí en Salta.
Esta es la Provincia que más viola los Derechos Indígenas y sin embargo tiene una
Constitución que no sólo reconoce la existencia de los Pueblos Indígenas, sino que dice
reconocer y garantizar el respeto a su Identidad. ¿No será que es tiempo de ejercer estos
derechos y obligar el cumplimiento de esta garantía? En estos momentos los hermanos
Wichí están procediendo a hacer denuncias internacionales porque está peligrando su
tierra y por eso están perdiendo su identidad como hombres pertenecientes a la tierra. La
tierra y el hombre, el hombre y la tierra, el hombre y el agua, el hombre y el fuego, el
hombre y el aire, el hombre y nuestros cuatros elementos, esa es nuestra identidad, sin
ellos no hay vida para los Pueblos Indígenas”
La jurista nos ilustra que este Derecho Humano Fundamental fue reconocido en una
Resolución sobre la situación de los Derechos Humanos de un Sector de la Población
Nicaragüense de Origen Miskito. Caso N° 7964 (Nicaragua 1984): Protección especial de
los Miskitos como grupo étnico “En concepto de la Comisión, para que un grupo étnico
puede subsistir preservando sus valores culturales, es fundamental que sus componentes
puedan gozar de todos los derechos reconocidos por la Convención Americana de
Derechos Humanos, pues de esta forma se garantiza su efectivo funcionamiento como
grupo, lo cual incluye la preservación de una identidad cultural propia. De esta manera se
vinculan a esta situación los derechos a la protección de la honra y la dignidad; a la
libertad de pensamiento y de expresión: y el derecho de reunión y asociación; el derecho
de circulación y de residencia y el derecho a elegir sus autoridades” (Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, Informe sobre la Situación de los Derechos
Humanos de un Sector de la Población Nicaragüense de origen Miskito).
La consagración del derecho a la Identidad en los distintos países de América está y es
básicamente constitucional y enumera la Dra. Apaza, los siguientes casos:
1) Argentina: Ley N° 23.302 de 1985 (Ley Nacional del Indígena) Art. 1 – Constitución
de la Nación Argentina (1994) Art. 75 Inc. 17: “Reconocer la preexistencia étnica y
cultural de los Pueblos Indígenas Argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el
derecho a una educación bilingüe e intercultural....” y el Art. 75 Inc. 19: “Dictar leyes que
protejan la identidad y pluralidad cultural.....”.
2) Bolivia en su Constitución Política del Estado dispone: Artículo 171: “I. Se
reconocen, respetan y protegen en el marco de la Ley, los derechos sociales, económicos y
culturales de los pueblos indígenas que habitan en el territorio nacional, especialmente los
relativos a sus tierras comunitarias de origen, garantizando el uso y aprovechamiento
sostenible de los recursos naturales , a su identidad valores, lenguas, costumbres e
instituciones .....”.
3) Brasil: Constitución de la República Federativa de Brasil Artículo 231: “Se reconoce
a los indios su organización social, costumbres, lenguas, creencias, tradicionales y los
derechos originarios sobre las tierras que tradicionalmente ocupan, correspondiendo la
Unión demarcarlas, protegerlas y hacer que se respeten todos sus bienes”.
4) México Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos Artículo 4: “La
nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus
pueblos indígenas. La Ley protegerá y promoverá el desarrollo de sus lenguas, culturas,
usos, costumbres, recursos y formas específicas de organización social, y garantizará a
sus integrantes el efectivo acceso a la jurisdicción del Estado.
5) Canadá Constitution Act of 1982 Part. II: “Rights of Aboriginal Peoples of Canada”
Sección 35 1 y 2 Art. 35.1 – Royal Comisión on Aboriginal Peoples.
6) Colombia Constitución Política Art. 7: “El Estado reconoce y protege la diversidad
étnica y cultural de la Nación colombiana”.
7) Ecuador Constitución Política del Estado Ecuatoriano Art. 1: “...El Estado respeta y
estimula el desarrollo de todas las lenguas de los ecuatorianos. El castellano es el idioma
oficial. El quichua, el shuar y los demás idiomas ancestrales son de uso oficial para los
pueblos indígenas, los términos que fija la ley…” y 85.
8) Honduras: Constitución de la República de Honduras Art. 346. 8) Nicaragua:
Constitución de Nicaragua Art. 89. Panamá: Decreto de Gabinete N° 53 (26-jj-71) Art. 4.
En Guatemala la Constitución y el acuerdo sobre identidad y derechos de los pueblos
indígenas son los que con mayor claridad definen el Derecho a la Identidad como un
Derecho Humano Fundamental cuando dispone: Artículo 66: “Protección a grupos
étnicos. Guatemala está formada por diversos grupos étnicos entre los que figuran los
grupos indígenas de ascendencia maya. El Estado reconoce, respeta y promueve sus
formas de vida, costumbres, tradiciones, formas de organización social, el uso del traje
indígena en hombres y mujeres, idiomas y dialectos. Acuerdo sobre identidad y derechos
de los pueblos indígenas: “El reconocimiento de la identidad de los pueblos indígenas es
fundamental para la construcción de la unidad nacional basada en el respeto y ejercicio
de los derechos políticos, culturales, económicos y espirituales de todos los
guatemaltecos”.
“La identidad de los pueblos es un conjunto de elementos que los definen, y a su vez,
los hacen reconocerse como tal. Tratándose de la identidad maya, que ha demostrado una
capacidad de resistencia secular a la asimilación, son elementos fundamentales: a) La
descendencia directa de los antiguos mayas; b) Idiomas que provienen de una raíz maya
común; c) Una cosmovisión que se basa en la relación armónica de todos los elementos
del universo, en el que el ser humano es sólo un elemento más, la tierra es la madre que da
la vida, y el maíz es un signo sagrado, eje de su cultura. Esta cosmovisión se ha
transmitido de generación en generación a través de la producción material y escrita por
medio de la tradición oral, en la que la mujer ha jugado un papel determinante; d) Una
cultura común basada en los principios y estructuras del pensamiento maya, una filosofía,
un legado de conocimientos científicos y tecnológicos, una concepción artística y estética
propia, una memoria histórica colectiva propia, una organización comunitaria
fundamentada en la solidaridad y el respeto a sus semejantes, y una concepción de la
autoridad basada en valores éticos y morales; y e) La autoidentificación”
Finalmente Apaza hace referencia al Proyecto de Declaración de las Naciones Unidas
sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas que no es todavía una Convención ni un
tratado pero se trabaja hace 25 años con todos los Pueblos Indígenas y en el Art. 8 se
enuncia: “Los pueblos indígenas tienen el derecho colectivo e individual a mantener y
desarrollar sus propias características e identidades comprendido el derecho identificarse
a sí mismos como indígena y ser reconocidos como tales”. El concepto está definido con
claridad.
Otro trabajo importante citado es el Proyecto de Declaración Interamericana de los
Derechos de los Pueblos Indígenas y lo está llevando adelante la O.E.A. cuyo Art. V define
lo que nosotros llamamos integración como asimilación “Los Pueblos Indígenas tendrán
derecho a preservar, expresar y desarrollar libremente su Identidad cultural, en todo sus
aspectos, libre de todo intento de asimilación”. (En nuestro noroeste no solo hubo intentos,
se nos cortaba la lengua cuando queríamos hablar quechua en los siglos XVIII y XIX.) Y
el texto citado continúa: “Los Estados no adoptarán, apoyarán o favorecerán política
alguna de asimilación artificial o forzosa de destrucción de una cultura que implique
posibilidad alguna de exterminio de un Pueblo Indígena” (Idem, p.4-6).
Apaza insiste y nosotros con ella, “que los pueblos indígenas o se exterminan con la
muerte o con la pérdida de Identidad. ¿De qué nos sirve, ser gente de piel oscura si no
sabemos quiénes somos?, ¿de que nos sirve decir que somos indígenas sino tenemos la
Identidad?, ¿de que nos sirve estar al frente de una organización indígena sino
practicamos la Cosmovisión que nos dejaron nuestros antepasados? Si hay algo que une a
los Pueblos Indígenas de América, es la Cosmovisión.
Es de destacar que en la Declaración de la Cumbre Indígena de las Américas que hubo
en Ottawa en el año 2001, de la cual la Dra. Apaza participó en la Comisión de Redacción,
uno de los temas que más trabajamos fue el de Derechos Humanos como el Derecho a la
Identidad por ese etnocidio que se hizo desde el Estado a través de la educación
aculturante, que negó la existencia de los pueblos indígenas y sus valores culturales. En el
Preámbulo refieren: “Recalcamos que los derechos fundamentales colectivos e
individuales de los pueblos indígenas son derechos humanos, y que la violación de estos
derechos debe ser abordada dentro de los marcos y principios de los derechos humanos.”
En la Cumbre de Presidentes de América y la Indígena paralela desarrolladas el año
2005 en Argentina, se han verificado los avances entre esa Declaración sobre nuestros
derechos a la identidad, a nuestra Cosmovisión. Cuando defendemos el Derecho a la
Identidad tenemos respaldos jurídicos a nivel constitucional en los países de América, en la
cúspide de una pirámide jurídica, ahí están nuestros derechos, por eso decimos que cuando
se viola el derecho a la identidad, se viola un derecho humano fundamental.
Nosotros agregamos brevemente que en el Capitulo XI titulada Educación Intercultural
Bilingüe de la Ley de Educación Nacional Nro. 26.206, garantiza el derecho constitucional
de los pueblos indígenas conforme a la Constitución Nacional a recibir una educación que
contribuya a preservar y fortalecer nuestras pautas culturales, nuestra lengua, nuestra
cosmovisión e identidad étnica, a desempeñarse activamente en un mundo multicultural y a
mejorar nuestra calidad de vida.
Asimismo la educación intercultural bilingüe promueve un diálogo mutuamente
enriquecedor de conocimientos y valores entre los pueblos indígenas y poblaciones étnicas,
lingüística y culturalmente diferentes, propicia el reconocimiento y el respeto hacia tales
diferencias. En su Art.53 refiere que el estado será responsable de crear los mecanismos de
participación permanente de los/as representantes de los pueblos indígenas en los órganos
responsables de definir y evaluar las estrategias de Educación Intercultural Bilingüe y
garantizar la formación docente específica, inicial y continua, correspondiente a los
distintos niveles del sistema. El Estado deberá impulsar la investigación sobre la realidad
sociocultural y lingüística de los pueblos indígenas, que permita el diseño de propuestas
curriculares, materiales educativos pertinentes e instrumentos de gestión pedagógica, y
promover la generación de instancias institucionales de participación de los pueblos
indígenas en la planificación y gestión de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
El estado debe propiciar la construcción de modelos y prácticas educativas propias de
los pueblos indígenas que incluyan sus valores, conocimientos, lengua y otros rasgos
sociales y culturales.
En el caso de la Educación Superior (Ley 24.521, actualizada según leyes 26002,
25754, 25573) en su Capítulo 1, Art.4 se plantea como objetivos promover una adecuada
diversificación de los estudios de nivel superior, que atienda tanto las expectativas y
demandas de la población como a los requerimientos del sistema cultural y de la estructura
productiva. Las Instituciones de Educación No Universitaria tienen por funciones
proporcionar formación superior de carácter instrumental en las áreas humanísticas,
sociales, técnicos-profesionales y artísticas. Las mismas deberán estar vinculadas a la vida
cultural y productiva local y regional.
4.2. Rescatando nuestras raíces culturales. Jujuy. En el año 2004 se editó a través del
Instituto Qheshwa Jujuymanta; Ñawpamanta Kunanman, se trata de una investigación y
recopilación sobre cultura indígena, desarrollado por estudiantes indígenas secundarios y
universitarios de Jujuy, beneficiarios de Becas del Programa de Apoyo a la Educación
Intercultural Aborigen, del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas – INAI, 1999.
El apoyo económico de las Becas fue entregado por el Instituto Qheshwa Jujuymanta en
las siguientes localidades: La Quiaca, Humahuaca, Abra Pampa, Susques, Fraile Pintado,
San Salvador de Jujuy, San Pedro Calilegua, Yuto, El Talar, Libertador General San
Martín) donde los estudiantes indígenas realizaron el trabajo cultural de entrevistar y
presentar las producciones escritas y fotográficas sobre las prácticas culturales ancestrales
de las comunidades exploradas.
El contenido del estudio, recorre tradiciones, leyendas, la espiritualidad, vestimenta,
alimentación, costumbres, comidas y plantas medicinales, medicina natural, viviendas, en
síntesis una recopilación de aspectos culturales de los Guaraníes y Kollas de nuestra
provincia. El estudio es valorable, y además llamativas las palabras finales: “Pero,
lamentablemente los objetivos del Programa de Apoyo a la Educación Intercultural
Aborigen, NO SE CUMPLEN, porque no se tiene a mano ningún Programa Curricular
con el contenido de la OTRA cultura regional. Solamente se cumple con la dádiva
“politizada”. Hasta la fecha- en la Provincia de Jujuy- el vocablo “intercultural” esta de
adorno. (Instituto Qheshwua JujuyManta, 2004, 96)
5. REFERENCIAS CONCEPTUALES
5.1. Sobre Cultura e interculturalidad.
Juan Agüero (2009, p. 46) cita un concepto semiótico de cultura propuesto por Geertz
(1987) y la presenta como una trama de significaciones tejidas por los hombres. Importa
aquí, según este autor, la acción simbólica, no la acción en sí misma, es decir el valor y
significado que tiene para los sujetos. La cultura consiste en estructuras de significaciones
socialmente establecidas, en virtud de las cuales la gente hace determinadas cosas. Son
sistemas en interacción de signos interpretables, esto es, un contexto dentro del cual
pueden describirse ciertos fenómenos de manera inteligible, es decir densa.
Las nuevas nociones de cultura son desarrolladas por los estudios culturales y la
antropología post-estructural-feminista, consideran cultura al proceso activo de
construcción de significados y de disputa sobre la definición, incluyendo la de sí misma.
Los sujetos posicionados en diferentes relaciones sociales y procesos de dominación, usan
los recursos económicos e institucionales que poseen, para definir una situación, evitando
que otros lo hagan. Los espacios no están restringidos ni las ideas cerradas La cultura como
proceso, implica la disputa de ciertos actores sociales por los símbolos y significados
constitutivos de la vida social de un grupo humano en un momento histórico
específicamente situado. Este proceso cultural es ideológico, institucional, hegemónico y
se construye situacionalmente en lugares y tiempos particulares
El concepto de cultura es dinámico, negociable y en proceso de discusión, aprobación y
transformación. Actores posicionados de diferentes maneras re-trabajan en nuevas
direcciones los significados acumulados de la “cultura”. En un proceso de disputa por el
poder y la autoridad, todos tratan de sostener diferentes definiciones, que tendrán
diferentes resultados materiales. (Idem, p.48)
Dolores Juliano (1998, p.33) refiere que autores como Giovanna Campani, Balibar y
Wallerstein señalan que el desafío desde las ciencias sociales y fundamentalmente desde la
Antropología, es defender una concepción dinámica y dialéctica de la cultura e identidad.
Cuando nosotros hablamos de identidad cultural y de especificidad, no estamos hablando
de ningún conjunto de elementos que vengan del pasado sino que estamos hablando de
estrategias de interrelación y como tales, modificables y que no implican ninguna idea de
permanencia o estabilidad, hablamos de elementos dinámicos y no elementos constitutivos
estáticos.
La autora propone partir de una idea dinámica de cultura y considerar que todas las
culturas, no solamente la nuestra, están atravesadas por contradicciones internas. Entonces
lo que respetaremos de las otras culturas es el nivel de lucha, de enfrentamiento, de
reivindicaciones que llevan y no su presunta homogeneidad o armonía interna que
sostenían los funcionalistas. Pues esta armonía funcionalista no es real, no existe ninguna
cultura sin conflictos internos y desconocerlo, es una forma de enmascararlos. Partiendo de
los supuestos, apoyar a otras culturas no significa apoyar a sus sectores dominantes, sino
apoyar las reivindicaciones con las que estamos de acuerdo. Esto pone de relieve nuestros
problemas y limitaciones.
Tampoco tenemos que tratar a otras culturas con una especie de paternalismo
displicente e irresponsable diciendo “ellos son así”, por el contrario, podemos utilizar con
ellos los mismos dispositivos críticos que usamos con nosotros mismos en nuestro contexto
cultural. Fundamentalmente lo que tenemos que hacer es escucharlos/nos y ver cuáles son
los problemas que ellos ven y cómo los ven. La autora, desde este posicionamiento
sostiene que debemos relativizar el relativismo.
Juliano propone superar las concepciones multiculturalistas de yuxtaposición que llevan
a la construcción de ghetos, pues una sociedad múltiple puede ser una sociedad escindida:
los tobas aquí, los guaraníes allá, los kollas más allá. Esta mirada llevaría a la construcción
de barreras interétnicas y seguramente a enfrentamientos. La idea superadora sería una
concepción interculturalista, es decir, una construcción que parta de la idea de que las
distintas culturas todas tenemos elementos que aportar, nos podemos enriquecer
mutuamente en términos de conocer y tratar a los distintos miembros, que una sociedad es
tanto más rica, mas viva, más pujante en cuanto sea capaz de abrigar en su seno mayor
número de propuestas alternativas que se enriquezcan mutuamente.
La opción intercultural, no se propone que en la escuela por ejemplo, enseñemos a las
nuevas generaciones a respetar el derecho que tienen los otros a ser diferentes. Mucho
menos se centra en la tolerancia, porque esta implica una posición de poder, es decir que
tolera el que puede. “La opción intercultural implica una modificación de nuestras
conceptualizaciones dogmáticas, donde aceptemos que no nos movemos con verdades
definitivas. Debemos aprender que nuestras soluciones pueden ser modificadas, porque
nosotros estamos en movimiento, creciendo y aprendiendo y ellos (los portadores de
especificidades culturales diferentes) también están en proceso de cambio y en
reconstrucciones dinámicas de sus patrones culturales. Esto da la oportunidad de
enriquecimiento mutuo. Es necesario entonces, pasar del reino de las seguridades al reino
de las ambigüedades, lo cual es muy difícil. Me temo que al respecto ni hay recetas”
(Idem, p. 37)
5.2. Identidad cultural y procesos identitarios
Para el informante javanés de C. Geertz “ser hombre es ser javanés”, nos recuerda
Ana María Gorosito Kramer (1998, p.102) y continua diciendo que adquirimos identidad
con la incorporación satisfactoria de un modo particular de significar la realidad y sin duda
esa identidad tiene un protocolo de expresión pública, diferente de otro de expresión
privada o de tantos otros como tipos de situaciones marcadas socialmente son posibles,
dentro de ese microcosmos cultural.
Para esta estudiosa de las comunidades indígenas sudamericanas, especialmente
guaraníes, la identidad es un aspecto crucial de la reproducción cultural, es la cultura
internalizada en los sujetos, subjetivada, apropiada bajo la forma de una conciencia de si
en el contexto, de un campo ilimitado de significaciones compartidas con otros. La
identidad es un aspecto crucial en la constitución y reafirmación de las relaciones
sociales, por cuanto confirma una relación de comunidad de conjuntos de variado
alcance, a los que liga una pertenencia vivida como “hermandad”. Puesto que la misma
forma que la identidad esta compuesta por manifestaciones elaboradas y no totalmente
coincidentes de parcelas del sujeto- pero que en él confluyen, con la misma intensidad
proveyéndole de una consciencia única- esa identidad permite la aparición de esferas de
identificación, experimentadas como “hermandad” o pertenencia, consistentes en su
interior y coextensivas con las restantes, bajo las más diversas combinaciones”
Silvana Martínez (2009, p. 285) sostiene que los procesos identitarios implican juegos
de reconocimiento que se presentan como relaciones de poder. Al construirse desde y en
un sistema relacional, las identidades se constituyen interna y externamente, mediadas por
el lenguaje, los medios de comunicación, las leyes entre otros, que reflejan el
reconocimiento social que tienen los sujetos
Afirma que los sujetos no poseen una sola identidad, por el contrario, en un mismo
sujeto coexisten distintas identidades según su posición y de acuerdo a las exigencias de las
diferentes situaciones en su vida cotidiana. Como señala Stuart Hall (2003) citado por
Martínez, las identidades se construyen dentro y no por fuera del discurso, “tenemos que
entenderlas como producidas en localizaciones históricas e institucionales específicas,
dentro de formaciones discursivas y por medio de estrategias enunciativas específicas.
Surgen dentro del juego de relaciones específicas de poder y por lo tanto, son más el
producto de la marcación de diferencia y la exclusión que signos de una unidad idéntica
naturalmente constituida, una identidad en el sentido de su concepción tradicional”. Para
Hall, contrariamente a la forma en que se invoca constantemente, las identidades se
constituyen a través y no por fuera de la diferencia. Esto implica el reconocimiento radical
perturbante de que solo a través de la relación con el otro, la relación con aquellos que no
es, con precisamente aquello que le falta, con lo que ha sido llamada su afuera constitutivo
se puede construir identidad. (Idem, p. 286)
5.3. La Cosmovisión Andina
La entendemos como una forma de ver, de sentir, de expresar, vivir y transformar el
mundo. Occidente tiene una cosmovisión de percepción y expresión individual y de un
proceso de insensibilidad, homogeneizador, depredador. Desde la cosmovisión de los
pueblos indígenas-originarios, la percepción es comunitaria, es decir, nadie puede ir fuera
de. Tenemos una premisa dentro de nuestra cosmovisión “que todos vayamos juntos, que
nadie se quede atrás, que todos tengan todo y que a nadie le falte nada” Es un contexto en
el que emerge un respeto profundo por la vida y eso nos devuelve la vitalidad de la
naturaleza y la cultura de la vida. Resumimos la cosmovisión andina como la cultura de la
vida, que cuida la vida, que proyecta la vida, por lo tanto emerge el respeto no como
interés de una circunstancia sino como una profunda convicción de que todo está
unificado. Si yo hago daño a alguien le estoy haciendo daño al conjunto, por eso tenemos
que cuidarnos todos, esa es la cosmovisión de los pueblos indígenas-originarios.
Cosmovisión andina es un llamado a poder ver nuestra naturaleza de vida en
complementación con el conjunto61.
Por otro lado Tupakusi Cordero Calizaya (2009, p.1), se refiere a cosmovisión de la
siguiente manera, “todas las culturas tienen una forma de ordenar y organizar las cosas y

61
Entrevista de Florencia Mujica a Fernando Huanacuni, Irpiri de la Comunidad Sariri. Director de
Ceremonial del Estado Plurinacional de Bolivia. www.caminantesdelosandes.org
los seres vivos de su entorno natural. A esta forma de organizar la cultura europea llama
cosmovisión; es decir una manera de ver el cosmos, como resultado de una manera de
relacionarse con el otro (mundo que esta fuera de él) El fundamento básico de la
racionalidad occidental tiene un carácter objetivo porque todas las cosas que le rodean
están fuera de él, son lo concreto, son los recursos naturales o el medio ambiente que le
rodea; El Cosmos y la naturaleza para él no son parte suya. El, es el sujeto y lo otro, es el
objeto”
En el territorio qollasuyano nosotros no vemos a la Pacha, no vemos (de visión) todo lo
que está en este tiempo y en este espacio (el mundo); nosotros lo sentimos (sentimiento)
porque es parte fundamental de nosotros mismos, puesto que nosotros somos parte de la
Pacha. Por esto Tupakusi Cordero prefiere hablar de un cosmosentimiento andino, más que
de una cosmovisión; por cuanto nosotros al relacionarnos con la Pacha, no la vemos con
los ojos de la razón sino la percibimos con los ojos del sentimiento.
“Cosmosentir es aproximarse a nuestras Illas, a nuestros Apus, a nuestros Achachillas
con el respeto y el agradecimiento permanente. Es hablar con los abuelos y abuelas a
través de la presentación de la mesa. Es esperar desde la Paqarina, los primeros rayos del
Tata Inti en el Gran Machaq Mara. Es el dialogo complementario con la madre
Pachamama, en sus Wak‟as o sus apachetas. Es celebrar el matrimonio de la Yakumama
con la qochamama en la gran fiesta de la madre agua” (Idem, p. 2).
También es acercarse con respeto a nuestros abuelos vivos de la comunidad y
escucharlos, es hablar con los hermanos animales, es agradecer a las hermanas plantas por
los servicios y beneficios recibidos en la relación del ayni complementario. No solo se trata
de sentir, es convivir, es compartir la anata, la fiesta de la vida en la cosecha o en la
siembra o cuando celebramos la tierra en plena madurez. Vivir con el cosmosentimiento es
agradecer la vida cuando seleccionamos la semilla, la fortaleza del próximo ciclo de vida.
En términos de vida cotidiana es armonizarnos, equilibrarnos (Idem, p.3.)
Rigoberta Menchú, en su reflexión inicial para el libro Historia y Cosmovisión
Indígena (Fondo Indígena, 2007) afirma que “la cosmovisión de los indígenas se
fundamenta en su relación con la madre tierra y la madre naturaleza” La idea e imagen
del cosmos involucra el principio de que todo está relacionado, todo se complementa y
todo debe ser recíproco, este principio ordena el cosmos, además de mantenerlo en
equilibrio dinámico, por lo que romper este equilibrio implica una catástrofe.
La segunda parte del libro destaca los elementos para identificar la cosmovisión
indígena, busca una reflexión filosófica sobre las formas de pensamiento y en particular la
relación que los pueblos indígenas han tenido con el medio ambiente.
Los indígenas tenemos nuestra propia idea e imagen del cosmos, nuestra cosmovisión.
Pero ha estado por siglos enterrada y dispersa, oculta, silenciada por temor al rechazo, a la
vergüenza, a la discriminación, ahora la podemos expresar. Para nosotros el mundo tiene
unos principios que lo ordenan y lo mantienen en equilibrio; cuando esos principios se
rompen, viene la catástrofe.
“La sabiduría no se puede comprar así como nadie puede poseer
la frescura del viento ni el fulgor del agua… Cada pino brillante
que está naciendo, cada grano de arena en las playas de los ríos
o los arroyos, cada gota de rocío entre las sombras de los bosques,
cada colina y hasta el sonido de los insectos, son sagradas para
la mentalidad y las tradiciones de mi pueblo”

Fragmentos de la Carta del Jefe Sealth como respuesta ante la petición de compra del territorio
indígena (en el actual estado de Washington). En la sabiduría de los indígenas de las Américas, obra
inédita de Marcos Matías Alonso (2005)

Los pueblos indígenas hemos sabido leer cuáles son estos principios y hemos sabido
respetarlos, es por eso que la naturaleza ha sido armoniosa con nosotros. Estos principios
son la base de nuestra cosmovisión, los elementos principales. Cambian de nombre y en
algunas características de pueblo a pueblo, pero en general son los mismos para todos
nosotros: todo está relacionado, todo se complementa, todo se corresponde y todo debe ser
recíproco; estos principios son los que rigen nuestra manera de ver y sentir el universo, a
ellos nos remitimos siempre, nuestras religiones y nuestras creencias más sagradas no
pueden escapar a estos principios (Idem, pp.53-57)
6. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
En este estado de la investigación podemos decir que nuestro objetivo general es
reconstruir y valorar nuestra identidad cultural, como descendientes de pueblos originarios
que formaron parte del Qollasuyu y posicionarnos críticamente en el campo social e
institucional. Consideramos que ello es posible a través del proceso conversacional de
rescatar, recordar, identificar, describir e interpretar nuestros discursos y prácticas en la
vida cotidiana.
7. SOCIOCONSTRUCCIONISMO E INVESTIGACION.
7.1. Nuevos Paradigmas
“Los nuevos paradigmas sustentan el concepto de diálogos generativos, porque
permiten trabajar con posibilidades y realidades emergentes. Del mismo modo que la
noción de paradigma nos recuerda el nombre de Kuhn (1962), la noción de nuevos
paradigmas nos remite a Ilya Prigogine (1994) y su trabajo sobre autoorganización, caos
y tiempo irreversible; a Edgar Morin (1994) y el paradigma de la complejidad; a Feliz
Guattari (1994) y el paradigma estético; como así también a la importancia de la
inclusión del observador propuesta por el contructivismo de Heinz von Foerster (1994), y
al énfasis del construccionismo social en la construcción social de la realidad de Kenneth
Gergen (1996-2000) y W. Barnett Pearce (1994) entre otros” (Schnitman, 2008,p.19-20)
7.2. Socioconstruccionismo
Nuestro enfoque epistemológico adhiere al construccionismo social. Kenneth Gergen lo
presenta como un abanico de diálogos donde todo contribuye en la fase deconstruccionista
y no como una especie de sistema dogmático, “como en los cinco principios del
construccionismo o algo por el estilo”. Ninguna autoridad queda en pié para proclamar
que sabe más o mejor que cualquier otro (Cisneros-Puebla, 2007, p.66) No constituye una
teoría singular y unificada, sino que cabe considerarlo como un diálogo entre quienes
participan y tienen ideas, valores y puntos de vistas diferentes. Pretender establecer una
verdad última, una lógica fundamental, un código de valores, un inventario de prácticas, es
contrario a la voluntad que este movimiento tiene de extender y liberar el sentido. (Gergén,
2006, p.47)
El construccionismo social es un conjunto de conversaciones que se desarrollan en
todas las partes del mundo y participan, todas ellas, en un proceso que tiende a generar
significados, comprensiones, conocimientos y valores colectivos (Idem, p.34) También que
es un “movimiento” intelectual y como un conjunto de elementos teóricos en progresión,
laxo, abierto y con contornos cambiantes e imprecisos, más que como una doctrina teórica
fuertemente coherente y estabilizada (Ibáñez, 2003, p.157) Aquello que consideramos
como verdadero y no falso, como objetivo y no subjetivo, como científico y no como
perteneciente al mito, como racional y no racional, como moral y no inmoral, ha nacido de
grupos de individuos que tienen una situación concreta en la historia y la cultura. El saber,
la razón, la emoción, la moralidad no residen en la mente del individuo, sino en las
relaciones (Gergén, 2006, pp.48-49)
No existe sujeto sin objeto, que no hay objetos independientes de nosotros, ni nosotros
somos independientes de ellos. La realidad siempre es realidad construida por nosotros,
que nos construimos al construir prácticas, conocimientos, dinámicas sociales, cultura y la
aprehendemos desde nuestra mirada. Ibáñez refiere que los criterios de verdad son obra
nuestra y esto significa que los hemos construidos nosotros mismos mediante nuestras
prácticas y las características de sus agentes. El conocimiento es construcción de sujetos
activos, no de la manipulación de las cosas en sí mismas ni es a priori a la experiencia. No
surge tampoco de las cosas en sí mismas o modelos elaborados de los que saben para los
que no saben. Al ser construidas por nosotros mediante la práctica, las cosas son relativas a
las características de esa práctica a sus actores, al contexto histórico y social. No se puede
entenderlas sin participar de su producción (Kisnerman, 1999, 16-17).
El socioconstruccionismo ofrece nuevas perspectivas para la ciencia, con el
reconocimiento de la subjetividad, nos invita a la reflexión crítica, a cambiar nuestras
lentes y a observar el mundo de forma diferente, rompiendo las características de lo
instituido. Privilegiamos la dimensión instituyente por encima de su dimensión instituida,
su carácter de proceso por encima de su carácter de producto acabado.
El construccionismo social en la investigación, nos orienta a estudios cualitativos
exploratorios de tipo fenomenológico. El investigador se ve influido, necesariamente, por
su entorno, sus creencias, sus valores, su actitud, etc. No se puede negar el hecho social ni
el carácter histórico. Buscamos comprender un fenómeno social, pudiendo servir
eventualmente de fundamento para otras investigaciones de este mismo carácter u otro, ya
que pone énfasis “en las reflexiones que se generan en el espacio conversacional grupal”,
sin pretender realizar generalizaciones. Nuestro interés está en aproximarnos a la
descripción que desde su discurso-lenguaje que realizan personas, familias, grupos,
comunidades respecto de un determinado tema o problema – objeto de investigación.
Como investigadores accedemos a las descripciones que los mismos sujetos realizan,
siendo posible entonces, conocer su vivencia y las distinciones que ellas hacen respecto de
lo que para ellas es significativo en un determinado tiempo y espacio, tópico o concepto, el
cual es manifestado dentro del grupo “en un proceso transformativo” (Niemeyer, 2004,
p.11)
Valoramos y validamos las diversas perspectivas que plantean los sujetos de estudio,
más que las creencias científicas vigentes en un determinado momento del desarrollo del
conocimiento. Las personas y los fenómenos no se reducen a determinadas variables
prefijadas, sino que se estudian en la medida que emergen en un contexto particular. La
espontaneidad de los sujetos en los relatos, con frecuencia, nos devela los aspectos más
significativos y esenciales que construyen sus experiencias relacionales. El retrato que
obtenemos del conocimiento y de la realidad, se torna más fiel, pues es aquel que los
sujetos – en su relato compartido- van construyendo a lo largo de su vida (Idem, p.11)
Prestamos atención al modo en que los lenguajes, incluyendo el científico, se utilizan en
la cultura. ¿Cómo funcionan los diversos modos de expresar las cosas, dentro de las
relaciones en curso? Es poco probable que el construccionismo pregunte por la verdad, la
validez o la objetividad de una expresión dada…Más bien, para el construccionista, las
muestras de lenguaje son integrantes de pautas de relación. No son mapas o espejos de la
realidad, sino excrecencias de modos de vida específicos, rituales de intercambio,
relaciones de control y dominación (Gergén, 1996, p.77)
“Las experiencias y los aprendizajes capitalizados en el transcurso de nuestras vidas
generan un modo de ser y estar en el mundo. Podemos hacer historia, podemos replicar y
reconstruir nuestras historias a través del hablar, del narrar, del evocar, de la
conversación y del relato que acontece en la interacción con otros sujetos pertenecientes
a diversos sistemas relacionales” (Idem, p.11) socioculturales.
7.2. Socioconstruccionismo, investigación y cultura
Planteados los supuestos básicos del construccionismo social, los tres conceptos
centrales que articulan la propuesta, son el lenguaje, la relación y la cultura, así como su
papel en la construcción de los sujetos en condiciones históricas particulares, y desde la
interacción de éstos, de los procesos sociales y culturales en general (Perdomo Giraldo,
2002, p.8).
Toda exploración construccionista debe apuntar a lograr investigaciones sobre la propia
cultura en el marco de un contexto espacio-temporal concreto, enfatizando la interacción o
las relaciones. Metodológicamente, buscamos poner en movimiento metodologías que los
autores construccionistas señalan como multiculturales, nosotros desde nuestra experiencia
profesional comunitaria diríamos: metodologías interculturales. “Estas metodologías
intentan, en primera instancia, analizar la forma en que los métodos circunscriben las
posibles construcciones de objetos-sujetos de investigación y relaciones de poder
inherentes al posicionamiento de los sujetos (investigador/investigado), para desde allí
generar procesos de intercambio y participación más equitativa en sus resultados de la
investigación, en lo que se podría llamar (…) el ámbito posmoderno de discusión e
innovación en las metodologías mismas (Gergen 1998)” (Idem, p.9)
Se trata de lograr estrategias de investigación adecuadas a los contextos, con el
protagonismo de los actores sociales y priorizando en el modo como se construye el
conocimiento colectivamente, situados históricos, social y culturalmente. No proponemos
abandonar los parámetros tradicionales de la investigación clásica, sino flexibilizarlos,
adecuarlos, hacerlos pertinentes, poniendo especial énfasis a no caer en la ideología del
individualismo que busca validez universal y verdad en el método. (Idem, p.10)
El construccionismo propone formas alternativas de investigación e intervención que,
incluso reformulan las viejas herramientas de las ciencias. Como premisas metodológicas,
podemos citar las siguientes a) No se trata de abandonar los tradicionales métodos de
investigación, sino darles nuevas significaciones. b) El insumo fundamental es el lenguaje
significado en las interacciones contextualizadas. c) En la medida en que se exploren
nuevos métodos de investigación, se transforman las comprensiones teóricas d) La
experiencia del investigador es un recurso fundamental para el proceso. e) Más allá de los
métodos cualitativos de investigación, se propone un desdibujamiento de las fronteras
entre el arte y la ciencia (Idem, p.10)
Investigar desde el socioconstruccionismo implica asumir una postura crítica, apelar al
recurso de las metodologías narrativas, llevar a cabo recuperaciones “polifónicas”, ampliar
perspectivas y establecer nuevos procesos de investigación, según lo que (Gergen, 1998)
denomina “colaboración investigativa” o lo que alguna vez nosotros llamamos en nuestros
trabajos comunitarios: “investigación compartida”, entre vecinas y profesionales (Alarcón,
2009, p. 136)
Las metodologías narrativas son importantes como punto de partida en la investigación
con los sujetos. Solo es posible investigar si son ellos quienes narran su propia historia o
hablen de ellos mismos, lo que permite que por medio de los mismos sujetos, el lenguaje
en la interacción, el investigador se haga partícipe de los procesos sociales y culturales
concretos que pretende comprender. Comprender desde adentro, tierra adentro. “La
narración no solo implica, entonces, un sujeto re-constructor de su realidad, sino una
construcción, un acompañamiento que se produce en el intercambio conversacional y que
da cuenta de la forma misma como se disponen las relaciones e interacciones en cada
contexto, a partir de lo que ocurre entre los protagonistas de la investigación” (Perdomo
Giraldo, 2002, p.10).
Las metodologías, sus herramientas e instrumentos son múltiples y variados, incluyendo
relatos autobiográficos, historias de vida, uso de voces de varios participantes, la selección
de fragmentos de discursos o de palabras y frases significativas, y/o conversatorios,
reconstrucción histórica-narrativa, descripción de fotografías o de producciones artísticas,
etc., que generalmente suelen ser desechados por las metodologías clásicas que buscan una
validación universal. “A ello, el construccionismo responde señalando cómo estos
lineamientos pueden reemplazar los métodos experimentales (especialmente de carácter
estadísticos), pues su verdadero valor se encuentra en el modo como las narraciones de
los sujetos diferenciadas y comprendidas en espacio-tiempos particulares, dan cuenta de
las relaciones entre significado y cultura, revelando complejas variedades relacionales,
simbólicas, axiológicas, en lo que a simple vista aparece como una cultura homogénea”
(Idem, p.10).
Lo múltiple, lo variado, lo diverso, el abanico de posibilidades del cuál habla Gergen
(1996) emergen como guías importantes en la investigación construccionista, pues
privilegiamos diversas formas de exploración que permitan aparecer lo múltiple en la
multivocidad que expresan varias versiones de la realidad. Lo singular adquiere un nuevo
valor, se incluye la voz y mirada del investigador en un papel que no es “presentador” de
informes de resultados sobre su investigación, sino que asume su propia versión y
posición como perspectiva enriquecedora de la realidad que estudia y de la que forma
parte. El investigador hace presencia y vive en lo que investiga, vive en la experiencia
investigativa construida, gracias al proceso de hacer - conocer conversando, que a su vez
busca captar las voces de los protagonistas que se relacionan también con su voz,
señalando de manera importante las relaciones construidas.
“Asimismo en la perspectiva política y ética que marca el trabajo
socioconstruccionista, se busca recoger no solo los discursos dominantes y/ oficiales, sino
también los discursos subalternos, a través de la expresión de ambivalencias, emociones,
ideologías o marcos axiológicos presentes, dando lugar a lo que Potter (1998) señala
como dar voz a grupos minoritarios o ignorados por la sociedad, haciendo un comentario
permanente sobre las estructuras (discursivas) de opresión y subordinación que disponen
los ámbitos relacionales” (Idem, p.12).
Siguiendo el pensamiento de Perdomo Giraldo, no debemos olvidar que la teoría es en
sí misma una forma de práctica, por lo tanto cada discurso es una invitación al acto en
cierta forma y opuesto a otras, motivo por el cual, no hay que perder de vista que la teoría
en sí misma constituye la vida cultural. El compromiso como investigadores
construccionistas es dar cuenta, deconstruir y re-construir las historias de las personas,
según ellos la significan, comprenden y viven sus vidas, así como el significado que
adquieren estas historias en el marco histórico y sociocultural del cual emergen.
7.3. Socioconstruccionismo, discursos, prácticas
Siguiendo la línea de trabajo propuesta por el Fondo Indígena en su módulo de
capacitación citado anteriormente y desde la pedagogía propuesta, nos concebimos como
sujetos conversacionales, sujetos esencialmente narrativos y no cognitivos o racionales.
Los seres humanos somos un entramado de historias, en que nos narramos unos a otros, y
esos otros también se narran y nos narran. Así las narraciones que escuchamos de nuestros
adultos, nuestros abuelos, nuestros maestros, cuando éramos niños viabilizaban nuestra
forma de ser en el mundo, nos conectaron/ban con la orientación y el sentido del mundo
vigente, nos autorizaban y conferían sentido de pertenencia. Somos “contadores” de
extensos relatos sobre nuestras vidas, sobre nuestras relaciones, sobre nuestra familia,
sobre nuestros años de colegio, nuestros amores y desamores, sufrimientos y alegrías.
“Posiblemente por su cotidianidad, los relatos sirven también como medios críticos a
través de los cuáles nos hacemos inteligibles en el seno del mundo social” (Cañón Ortiz,
2005, p.242).
“Ospina (1999) narra en su obra sobre la Conquista de América, cómo el conquistador
español es a su vez conquistado por la naturaleza exótica ante la cual no encuentra
palabras para describirla y comienza a denominar lo que observa en un proceso arduo,
dándose allí un proceso narrativo, a través del cual se integran dos mundos bien distintos.
El construccionismo social trabaja más en función del lenguaje que de la “realidad”
estudiada; se instala en lo cotidiano donde hay lenguajes, relaciones, interacciones,
emociones y cuerpos. Esa intrincada relación entre el relato y la realidad social es
documentada por Iñiguez (1997, pp.153-154) de esta manera: el discurso es el lenguaje
como práctica social, determinado por las estructuras sociales (reglas o conjuntos de
relaciones transformativas organizadas como propiedades de los sistemas sociales). Asi la
estructura social determina las condiciones de producción del discurso… El lenguaje es
parte de la sociedad, no es algo que se encuentre fuera de ésta; segundo, el lenguaje es un
proceso que está social e históricamente condicionado de la misma manera que otras
partes de la sociedad o de procesos no linguísticos” (Idem, p.243).
“Los relatos tienen niveles interactivos distintos de allí que Giddens (1992), citado por
Ibáñez (1994) concede importancia a los relatos formulados por los actores sociales.
Habla de una conciencia discursiva y una conciencia práctica; entiende la primera como
aquellas cosas que el actor puede decir, puede traducir en palabras sobre las condiciones
de su acción. La segunda se refiere a lo que los autores conocen, aunque no sepan
expresarlo verbalmente y sobre como desenvolverse en los múltiples contextos de la vida
social. Esta declaración es de mucho interés, en tanto que, como lo establece Echeverría
(1996), complementa la mirada del construccionismo haciendo claridad sobre la unidad y
complementariedad entre palabra y acción, entre discurso y coordinación de acciones. Asi
queda más claro que la palabra va más allá de las declaraciones y se convierte en acción
irremediablemente. Así el lenguaje, es un dispositivo de relación, pues no solo describe la
realidad, sino que ayuda a comprenderla y transformarla” (Idem, p.243).
Joseph Seguí (2004, p.4) en sus ideas sobre Socionstruccionismo. Antropología
postmoderna y Psicología Cultural cita a John Shotter (1999ª, 1999b), “la actividad
cotidiana del humano se da en una práctica de múltiples interacciones dialógicas que
implican una responsabilidad hacia la alteridad de los demás. Dicha práctica es, en la
mayor parte de las ocasiones, no pensada, espontánea y muy compleja. Su análisis nos
evidencia puntos de vistas sobre construcciones cognitivas y el comportamiento de los
sujetos en la vida cotidiana”
En el contexto de este estudio entendemos por práctica o praxis a la siguiente
construcción; como el desarrollo de una serie de actividades que realizamos para lograr un
determinado objetivo. Nos incluye e incluye a las personas con las que interactuamos o
trabajamos, todos somos actores en un escenario o espacio local específico, con los matices
socioculturales e históricos que presenta cada realidad, los problemas, los recursos y
procedimientos disponibles. El desafío, es construir prácticas como permanentes procesos
de reflexión en acción como dice Donald Shön (1996, pp.183-212) Las lógicas
hegemónicas y populares, se materializan en el campo de lo social fundamentalmente en
prácticas sociales. Entendidas estas como un conjunto de actividades, que un sector de la
sociedad expresa en discursos, actitudes, acciones (estrategias, tácticas, técnicas) con sus
instrumentos y recursos disponibles, (muchas veces de arraigo ancestral) respondiendo a
sus necesidades concretas y requiere, por lo tanto de un grado determinado de
conocimiento de la realidad que pretende transformar y de las necesidades que busca
satisfacer colectivamente.
Prácticas culturales denominamos también al conjunto de actividades comunes
habituales o ampliamente difundidas y aceptadas en nuestras comunidades de procedencia,
o donde habitamos, donde transcurre nuestra vida cotidiana, teniendo en cuenta el tipo de
relaciones que construimos con los objetos de la misma, el contexto sociocultural y el
modo de relación que construimos. Siguiendo la obra de Carlos Eroles (2005, p.45)
quisiéramos incorporar lo que Mercedes Gagneten entiende como práctica cultural “lo que
ancestralmente viene trayendo nuestro pueblo como raigal acumulado y sedimentado de
generación en generación, e historia a la vez condensa la construcción político-social”
7.4. Sobre el Conversatorio
El posicionamiento construccionista ha dado lugar a la construcción de nuevas prácticas
como las del Grupo Reflexivo de Andersen (1994) que se constituye en una de las fuentes
para nuestra construcción. Nosotros trabajamos desde la conversación y el conversatorio
(Mamaní, 2010, p.1) recursos que nos permite acceder a las experiencias y
representaciones de los conversantes respecto a un tema, en nuestro caso discursos y
prácticas de la cosmovisión andina. Exploramos los significados asignados a la propia
experiencia. ya que traemos los mundos que son objeto de la conversación reflexiva,
derivando en un multiverso descriptivo que resuena particularmente en cada uno de los
participantes de la experiencia produciéndose una mayor cantidad de distinciones de
realidad que enriquecen el tema de estudio. Nos enriquecemos en perspectiva dialógica,
generativa y transformadora, siguiendo a Dora F. Schnitman (2008, pp.34-35).
Presentaremos el conversatorio con sus características y dinámica en el Ítems
“Nuestras Construcciones” Otros recursos utilizados fueron la fotografía y material
hemerográfico, imágenes que evocan y activan reflexiones profundas sobre nuestras raíces.
Apelamos a la conversación franca y evocativa con nuestros padres y abuelos, recorrimos
parte de sus historias, viajamos con ellos hacia tiempos lejanos, casi olvidados, por lugares
y experiencias impensadas, narraron de a poco sus historias de vida. Quedan tareas
pendientes, conversaciones en profundidad, observaciones participantes, fotografías por
admirar y re-tomar sensaciones al decir de Scribano (2008, p. 253) sitios por recorrer y
describir, allí donde se construyo la historia de los abuelos y padres, nuestra historia.
8. NUESTRAS CONSTRUCCIONES
En esta instancia de la investigación, desde reflexiones y críticas al propio proceso,
presentamos nuestras construcciones:
8.1. El conversatorio como recurso de investigación – transformación
¿Qué son nuestros conversatorios?
Decimos que el conversatorio es un tiempo y espacio, un lugar donde desarrollamos un
proceso dialógico autónomo. Lugar de encuentro, de intercambio y de crecimiento mutuo,
encuentro que se va construyendo en sí mismo, en la medida que nosotros, los
conversantes decidimos “qué, cómo y cuando se habla” Vamos dando de nosotros, desde
nuestros equipajes personales y socioculturales, desde nuestras historias y saberes
culturales, desde nuestras emociones. Un sitio de intercambio de palabras, significados,
interpretaciones, acuerdos y desacuerdos. También somos un grupo de personas que nos
convocamos, permanecemos por un interés común y desarrollamos un tipo de
investigación colaborativa y transformadora, que es la práctica conversacional donde
priorizamos un diálogo crítico y reflexivo. En la dinámica que construimos nos
transformamos en conversantes y observadores al mismo tiempo, como decidores del
rumbo y dirección de la propia practica conversacional.
¿Cuál es el objetivo de nuestros conversatorios?
El conversatorio busca fomentar y promover el diálogo ameno, cálido, afectivo, que
lleve a los conversantes a la reflexión crítica más que a exigir y evaluar conocimientos
sobre un tema o problema que nos convoca. En el conversatorio seguimos la huella del
desarrollo de nuestros pensamientos y sentimientos puestos en palabras, ellos nos llevan a
“estar en lo que se habla” Busca que los conversantes comuniquen e intercambien sus
reflexiones admitiendo o no las reflexiones de los otros, lo que permite surgir un abanico
de visiones, concepciones, representaciones, ideas, opiniones, acuerdos, desacuerdos, etc.
También se orienta a que cada conversante, de manera silenciosa, tensione en su interior,
entre lo que se dice y lo que él piensa y siente. Ello no quita que emitamos planteos
teóricos, críticas, dudas, replanteos, reformulaciones, es decir que construyamos un diálogo
educativo.
El propósito de esta perspectiva es construir juntos, tiempos y espacios
conversacionales que faciliten el reconocimiento y desarrollo de los propios recursos y
generen oportunidades, alternativas y nuevos caminos en nuestras vidas. Finalmente
decimos que el conversatorio como construcción dialógica es un camino para reconstruir
los centros de experiencia de los conversantes “Podemos llamar “creación dialógica” a
la construcción gradual en el tiempo, de innovaciones múltiples mediante el dialogo
reflexivo y aprendizaje conversacional en grupos humanos. Estos procesos se caracterizan
por construir lo inédito, expandir, reciclar y recuperar lo existente. En el desarrollo del
proceso, las personas o grupos llegan a ver, experimentar, describir, vincularse y
posicionarse de una manera diferente” Dora Fried Schnitman (2008, p.21)
El enfoque propuesto por Schnitman, quien también se constituye en otra de nuestras
fuentes, está centrado en los diálogos generativos y considera a la creación de significado,
la experiencia y el conocimiento como procesos constructivos en los que los
acontecimientos específicos, los actos y episodios tienen la capacidad potencial de
transformar las pautas de relación social desde su interior. Los episodios con posibilidad
de expandir, transferir o crear nuevos significados y prácticas devienen núcleos
alternativos que pueden desarrollarse como contextos privilegiados de interpretación y
práctica, y transformar las relaciones sociales desde su interior”
En esta perspectiva de trabajo, la indagación, las herramientas y recursos para promover
diálogos generativos se focalizan en ¿Cómo emerge y se consolida una innovación para
convertirse en un contexto principal de práctica o significado? ¿Qué coordinaciones
discursivas y sociales producen estos desarrollos? ¿Qué contextos o condiciones facilitan
la emergencia y el sostén de las nuevas posibilidades de significado y acción?, “La
construcción de futuros como ingrediente del cambio conlleva la exploración de
procedimientos para acceder a dichos futuros actuando desde las circunstancias del
presente” (Idem, p. 23).
¿Cual es la dinámica de nuestros conversatorios?
Niemeyer (2004, p.12) reflexiona que en el contexto de su investigación no es necesario
estructurar un equipo reflexivo tal como lo plantea Andersen (1994), pero si incorporar la
modalidad de trabajo a) que los protagonistas constituyen un sistema autónomo y deciden
ellos “qué, cuándo y cómo se habla” b) que cada conversante escuche en silencio la
conversación, atenta y respetuosamente, y se tensione entre el “diálogo interno y el diálogo
externo” c) que el investigador, coordinador escuche en lo posible sin dar instrucciones,
que introduzca preguntas orientadoras y sin dar opiniones. Para nosotros, el coordinador al
ser parte del mismo sistema, puede emitir opiniones, ya que es protagonista también de la
historia en construcción. Compartimos con Niemeyer que la habilidad del coordinador
radica en su capacidad de formular preguntas oportunas, orientadoras de la conversación.
Las conversaciones exigen pausas que favorezcan en los conversantes la reflexión
acerca de lo dicho y oído en la conversación. Las pausas ofrecen un tiempo mínimo
necesario para realizar un proceso que les permita filtrar aquello que les hace sentido,
seleccionar aquellas ideas que sientan afines y encontrar las palabras que les permitan
expresarse. La conversación debe desarrollarse en un ritmo lento ya que para que cada
persona implique un esfuerzo incluir lo que las otras personas que participan en el grupo,
dicen, piensan, sienten y escuchan. (Mc.Namee y Gergén, 1996, p.53).
En los conversatorios se produce un diálogo interno, al entrecruzar el relato de la propia
experiencia en el tema que los reúne, con la influencia que ejercen otras personas con sus
particulares vivencias y experiencias. Cada uno, a su vez, va modificando la forma cómo
describe su propia experiencia (su mirada) abriéndose ante él, nuevas alternativas y
realidades no constituyentes de su planteamiento original. Al interior del espacio
conversacional, en la reflexión en curso, en cada uno de los participantes acontece un
proceso de construcción de realidad conjunta y a la vez, individual.
“La capacidad de todo sistema de significación de volverse sobre sí mismo, de
convertirse en su propio objeto refiriéndose a sí mismo… Por medio de conversaciones
reflexivas, en las que una persona hace de su conversación anterior un objeto de
observación, uno cambia de discurso y, por lo tanto, de perspectiva. Uno llega a ser capaz
de “apartarse” del discurso en el que participó inicialmente y contemplarlo desde otra
perspectiva” (Idem, p.100).
Creemos que no existe “lá dinámica”, “él modo”, decimos que es una construcción, los
conversantes protagonistas vamos construyendo nuestro propio conversatorio. En nuestro
caso, hicimos una convocatoria para participar de grupos de lecturas y conversatorios sobre
construccionismo social y la obra de Natalio Kisnerman. Creo que todos después de
escuchar en clases el enfoque teórico-metodológico de Kisnerman para el Trabajo Social,
nos sentimos identificados, atraídos y nos convocaba profundizar un poco más en su
propuesta. También buscábamos conocer un poco más al autor y su prolífica obra en
trabajo social.
Invitados, convocados, aceptamos y allá fuimos. Llegamos al Estudio Jakasiña, que
posee un ambiente físico acogedor, convocante, que permite la interacción cara a cara y
que facilita la creación de una atmósfera de confianza y aceptación, que propicia y convoca
a la conversación mediada por el mate socializador.
El moderador se presentó y dejó claro que él sería uno más del grupo, situado en una
posición de “un saber en construcción” y enunció el tema general que nos convocaba con
algunos ejes temáticos o áreas de interés del trabajo propuesto. Los conversantes nos
presentamos, cada uno fue comentando tímidamente los motivos que lo llevaron a
participar del mismo. El moderador presentó unos ejes temáticos, entregó documentos o
artículos de lectura a trabajar durante el primer mes y acordamos que nos encontraríamos
todos los viernes de 18:30 a 21:00. Había que realizar lecturas para interiorizarse del tema
nada más, el conversante que no podía leer los textos, igual trataba de no faltar, se
retroalimentaría con el resto. Todo transcurría según lo planificado y de acuerdo a las
características señaladas anteriormente. En uno de los encuentros abordamos los diferentes
paradigmas y emergió entre los aportes; el paradigma ecológico y su relación con la
cosmovisión andina y la relación de estos con cada uno de los conversantes. Surgió así, un
emergente que nos motivó a incursionar en un proyecto de investigación del cual somos
protagonistas “Discursos y Prácticas culturales de la cosmovisión andina presentes en
(nosotros) estudiantes de la carrera de Trabajo Social en San Salvador de Jujuy”. Este
tema se transformo en el eje principal de nuestros próximos conversatorios.
En todos los encuentros posteriores nos fuimos conociendo a nosotros mismos,
exploramos y fuimos conociendo como cada uno de nosotros significaba a la cosmovisión
andina, nuestras prácticas, nuestros discursos, cómo significábamos y jerarquizábamos
diferentes aspectos de nuestras realidades. Registramos lo conversado, cada conversante
llevaba sus registros y se enriquecía con el de los demás. En otras oportunidades y hasta el
presente grabamos nuestros conversatorios, para luego desgrabar (difícil tarea) y
sistematizar la información. En oportunidades proyectamos videos cortos que constituían
activadores de nuestros conversatorios o bien utilizamos ese medio como cierre.
En otros casos los emergentes grupales nos llevaron por caminos impensados, a trabajar
temas que si bien eran propuestos por algún conversante, eran de interés de todo el grupo,
del cual siempre salimos enriquecidos. Dando cuentas de un encuadre flexible.
Intentamos que el resultado provisorio de cada conversatorio quede plasmado en
documentos consensuados antes de salir al público. Nosotros trabajamos con un moderador
quien orienta la reflexión desde preguntas a otras preguntas, y que en nuestro caso, al ser
parte del grupo, también emitía opiniones y construía con nosotros la nueva mirada.
Durante estos últimos meses recibimos a profesionales invitados en el estudio62 donde
conversamos reflexiva y críticamente sobre temas fijados o emergentes, por ejemplo
conversamos sobre la familia y el enfoque sistémico, sobre nuestras elecciones
vocacionales y nuestras prácticas pre-profesionales, sobre los movimientos sociales en
nuestra provincia y la construcción de subjetividad, el papel de los estudiantes de trabajo
social en la cuestión social jujeña. Cada conversatorio está nutrido de una llegada y
recibimiento acogedor, de seriedad y respeto por el tiempo y la palabra de cada
conversante, del sentido del humor, del afecto, de una despedida afectuosa al momento del
cierre.
¿Qué caracteriza a nuestros conversatorios?
Vamos a narrar aquí lo surgido de nuestro conversatorio sobre el conversatorio, que a
modo de lluvia de ideas, éstas fueron surgiendo e inspirando nuevas ideas. Se trata de un
momento distinto a los conocidos en aulas y otros espacios académicos, nuestro
conversatorio intenta ser generativo - constructivo, amplio y también más educativo que la
sola argumentación teórica, creemos que este tipo de argumentaciones solo desde la teoría,
(transmitida por muchos docentes) empobrece el criterio de los conversantes al momento
de tratar un tema o problema.
A través del conversatorio, los conversantes – en nuestro caso estudiantes- partimos de
-y seguimos - nuestras reflexiones y emociones en el despliegue de opiniones sobre el tema
que tratamos y sobre los propios conceptos. Estos conceptos emergen y son los propios
conversantes quienes valoramos la pertinencia, veracidad o no, de lo puesto en palabras.
Surge la posibilidad en este intercambio de que cada conversante reencuentre sentidos y
reelabore o no, con el aporte de otros conversantes, su pensamiento, sentimiento y acción.
De este modo empezamos a transitar el camino de pensar con otros y pensarnos a nosotros
mismos.
Lenguajeamos al decir de Maturana, pensamos, reflexionamos, construimos nuestro
ritmo conversacional, sentimos que es posible investigar valiéndose del propio
razonamiento, del diálogo fraterno y afectuoso, desde los saberes académicos, de nuestros
saberes y prácticas culturales de los que somos portadores. En este encuentro descubrimos
los propios obstáculos personales, ideológicos, políticos, filosóficos, religiosos, morales.
También nuestras limitaciones de carácter intelectual, cultural o de personalidad. Emergen
frustraciones, decepciones, sueños, deseos y proyectos. Sela Sierra diría sinergias, a las
cuales sentimos que pertenecemos pues estamos en lo que decimos.

62
Recibimos en nuestros conversatorios a la Lic. en Psicología Liliana Menú, Lic. en Trabajo Social (Mg)
Susana Malacalza, Universidad Nacional de la Plata, y la Lic. Andrea María Gauto, Universidad Nacional de
Misiones.
En ocasiones los argumentos, las explicaciones racionales, los aportes de los
conversantes-estudiantes de una clase suelen ser más efectivas que las dadas por los
mismos docentes o moderador del conversatorio.
Tratamos en lo posible, poner entre paréntesis al decir de Maturana, algunos
condicionantes como objetividad y la autoridad, el apremio del tiempo, la exigencia a
participar o el temor a ser considerado “lento” para el aprendizaje. Cada uno tiene su
tiempo en el tiempo del conversatorio.
Buscamos salirnos de la crítica irrespetuosa, de la corrección ofensiva diría Pablo
Valle63 de los juzgamientos hirientes, tratando de presentar nuestras ideas sin censura y
estimulando todas las ideas por muy “erradas o fuera de sintonía” que puedan parecer.
Estamos convencidos que la idea del conversante-compañero puede estimular e inspirar las
propias ideas y visiones. Las ideas se retroalimentan desde el acuerdo y el desacuerdo,
inspirando cambios cualitativos en las intervenciones y representaciones de los
conversantes.
Nos ejercitamos en conversar, acción básica que se está perdiendo en la vida cotidiana,
en ella construimos realidades. Intercambiamos ideas, interpretaciones sueños, tristezas y
alegrías, emociones, visiones, argumentos contradictorios, conflictivos, compartidos,
provocadores, novedosos. Como verán los consensos de ideas y planteamientos, no quitan
nuestro sueño, pueden estar como no estar. Creemos con Gergén que la búsqueda de un
acuerdo es acotar posibilidades.
En nuestro caso en particular, en los conversatorios no faltan el mate, galletas, masas,
algún brindis y comidas compartidas que representa de alguna manera lo que sentimos en
ese encuentro humano y pedagógico, encuentro de risas y alegrías, sentido del humor, que
es un modo también de resistir. Como refiere Guillermo Brown (1998, p.32) “poco se
escribe de la risa y su importancia en la educación popular. Y es que la risa se nos ha
vuelto clandestina. En las aulas no se ríe, en la iglesia no se ríe, en el sindicato o en el
partido tampoco se ríe (o se ríe cada vez menos) La risa está reservada a la taberna con
los amigos o al patio de la casa. Tal vez los educadores, los dirigentes, piensan que riendo
y haciendo reir pierden autoridad. O simplemente por rutina repiten la misma pesadez con
que ellos mismos fueron formados. Antes se decía: la letra con sangre entra. En realidad
entra con risa. No hay buena pedagogía sin buen humor. La educación Popular…”, el
Trabajo Social, la Animación Sociocultural, etc., “…si son o pretenden ser populares,
serán divertidos. Porque al pueblo le gusta reirse, disfrutar, brindar, lo necesita. Reirse
para descansar y para resistir”. Nosotros agregamos para resurgir.
8.2. Construcciones realizadas sobre discursos y prácticas culturales de la
cosmovisión andina.

63
Pablo Valle es responsable de la corrección de textos de la Editorial Lumen Humanitas.
A lo largo del proceso de conocer nuestras regiones étnicas (Cruz, 2009, p.13)
recuperar nuestras raíces culturales, enunciamos y deconstruimos nuestros discursos,
recorrimos numerosas prácticas y analizamos nuestras prioridades narrativas, nuestras
familias, costumbres y creencias, ello nos permitió acceder a un contenido que
seguramente en el Informe Final de nuestra investigación desarrollaremos en profundidad,
por ahora solo haremos una breve referencia a las categorías construidas.
a) “Prácticas Culturales de Protección con símbolos u objetos a los que le atribuimos
significados, transmitidos de nuestros mayores, para una mejor calidad de vida”
Recorrimos este camino recordando y resignificando prácticas con objetos cargados de
diversos significados para nosotros y nuestros ancestros mayores, como los “atajos”, un
trozo de pan en los bolsillos, el ajo o una ristra de ajo colgada en la puerta, una cinta roja o
hilos de colores, los sahumerios, el puñal debajo de la cama, la tijera colgada en forma de
cruz, detrás de la puerta, el “trenzado de 7 hilos o el lazo” para ahuyentar malos espíritus,
“para ahuyentar el mal de la envidia, la bronca o el odio de otros/as hacia uno, porque
quieren que te vaya mal o que no progreses, cuando te engualichan a vos y a la familia”
Recordamos algunas prácticas como la de levantar la ropa de los bebés (de la soga)
antes de que les caiga el rocío o sereno de la tarde-noche. Esto para que el bebe duerma
bien, es decir que el viento no se lleve el anima del bebe y llore toda la noche como en el
caso del susto. Prácticas de sahumar todos los meses de agosto o cuando se tenga fe para
hacerlo evitar las malas energías, prácticas de dar de comer a la pachamama (madre tierra),
pedirle permiso y dar gracias a la tierra para que nos ayude a progresar y que no nos lleve
(muerte) La práctica de elaborar ofrendas (pan casero en formas de escaleras, palomas,
cruces, ángeles, etc.) y brindarlas a nuestros santos difuntos como una forma de tenerlos
presentes en nuestros hogares y visitarlos en el cementerio, prácticas de “leer” las hojas de
coca para visualizar el futuro o prevenir situaciones no deseadas, saber qué nos pasa o
pasará.
Acudir a los curanderos para curarse del mal aire, las sopladuras, las aykaduras o del
susto (pues al bebé se le va el hambre, tiene vómitos y diarrea, fiebre, le invade la pereza
para todo, se siente débil, hasta puede morir. Para esto no hay jarabes ni pastillas, solo la
curan los curanderos (Maidana y Ramos, 2000, p.16) También conversamos de las limpias
personales o de las casas que hacen los curanderos o en algunos casos alguien de la
familia.
En éstas prácticas resultan comunes el uso de la basura de las cuatro esquinas de la casa,
plantas aromáticas como la ruda o el romero, la limpia con alumbre, la protección con el
ajo, velas, cigarrillos, alcohol, incienso, agua bendita, agua de clavel serenado, hilos de
colores, hojas de coca. También recordamos como en nuestra cultura se presta atención a
la presencia de mariposas negras en el hogar, al aullido de los perros, “ellos avisan de
cosas feas que pueden pasar”
b) Prácticas Culturales de Atracción de suerte, de salud, desde símbolos cuyo
significado nos fuera transmitido por nuestros mayores.
Así como existen objetos de protección, también encontramos en nuestros
conversatorios el uso de objetos que atraen la suerte, la salud y el vivir bien. En esta
categoría rescatamos la quinua que se reparte en oportunidad de dar de comer a la tierra,
los dueños de casa reparte para que los invitados las guarden en los bolsillos, llamando a la
abundancia.
Por otro lado llegamos a la creencia de que la billetera siempre debe llevarse en el lado
izquierdo, para que no se quede sin dinero. Del mismo modo, conversamos sobre los
“atajos para la suerte”, que incluye la atracción de dinero, mujeres, etc. Desde otra
experiencia un miembro del equipo habló de la suerte que trajo para su negocio, un
caparazón de quirquincho, a quien aun después de muerto le sigue creciendo el pelaje,
signo de vivir bien. Dialogamos sobre el uso de los sahumerios y las preferencias al
elegirlos de acuerdo a la necesidad, sahumerios con símbolos de autos, de casa, dinero.
Cada sahumerio tendría el poder de satosfacer el deseo o necesidad del dueño de casa.
Las “chayadas” de casas o vehículos son prácticas de búsqueda de bienestar, deseos
que el auto no choque, que funcione bien al servicio de los dueños y la familia. En este
orden también en algunos casos se mencionó “las flechadas”, que se organizan con
invitados especiales que representan el deseo “que sea en buenahora” la inauguración de
la nueva vivienda. En el caso del rutiado (primer corte de cabello a los niños) en la
ceremonia que se realiza, los padres del niño entregan a los invitados trenzas
confeccionadas con el cabello del niño, anudada con una cinta roja. Ello significa que trae
suerte al que la porte (Mamaní, 2009, pp.193- 201)
También se habló de la “herradura” en las puertas de las casas. Y en lo que respecta a
las prácticas de búsqueda de salud, siempre está presente el curandero como recurso
terapéutico para situaciones como la manteada, la tiricia, ursuelos, empachos, problemas
de piel.
En esta instancia emergen como objetos significativos la quinua, los cabellos de un
“angelito” con las cintas rojas, el lugar izquierdo donde colocar la billetera, los
sahumerios y los símbolos que estos poseen (casitas, billetes, autos, etc.)
Conversar sobre el vivir bien desde las prácticas de protección y de atracción nos
llevaron por caminos impensados y la categoría con la que continuaremos nuestro trabajo
de investigación durante el período 2011, será: “c) Imágenes y Prácticas Culturales
relacionadas con la salud, la enfermedad y la muerte”
8.3. Nuevas Subjetividades
Enumeraremos aquí los ejes principales por donde circularon nuestras lecturas, debates,
reflexiones, pensamientos y nuevas subjetividades construidas en nuestro proceso de
investigación.
Nos convocamos, nos encontramos porque buscamos abrir posibilidades y formas de
pensarnos a nosotros mismos, de investigarnos a nosotros mismos, reencontrarnos con
nuestras raíces culturales de los pueblos del Qollasuyo. Es una forma de reconstruir nuestro
pasado, para comprendernos en nuestra circunstancia presente y tomar en nuestras manos
el futuro. Es decir ser protagonistas en el proceso de poner en palabras nuevas
construcciones que emergen de este trabajo y promover en nuestros compañeros un
posicionamiento crítico en lo social como descendientes de pueblos originarios y difundir
su preexistencia, pero fundamentalmente, su existencia organizada y autoconciente, capaz
de luchar por el reconocimiento de nuestros derechos, entre ellos a la identidad cultural.
No fue sencillo transitar nuestro proceso en el marco de una globalización que se erige
como una nueva forma de imperialismo y dominación, implicó un esfuerzo no solo de
narrar, describir, deconstruir discursos y prácticas sino debatir sobre nuestro
posicionamiento social como ciudadanos y futuros profesionales de Trabajo Social.
Recorrer conversacional y críticamente nuestros discursos y prácticas culturales de la
cosmovisión andina, exigió que seamos actores protagónicos en este proceso, nos llevó a
reconocernos y valorar nuestros orígenes. Hacernos cargo de debatir y construir nuevas
ideas, nuevos pensamientos, nuevos conceptos acerca de quiénes somos y nuestros
orígenes en nuestra propia tierra, fue un logro que va más allá de la investigación
científica. Se constituye para nosotros en un triunfo sobre las concepciones que acerca de
la identidad cultural, las formas clásicas de educación y el discurso invisibilizador –
civilizador nos impusieron desde hace 500 años.
En el ámbito educativo, a pesar que existen leyes y articulados que se refieren al respeto
a la identidad cultural y sus trayectorias histórica- sociales y políticas, creemos que
continúan siendo “palabras vacías de contenido”, pues las diferentes cátedras toman la
cultura y a la identidad cultural como objeto abstracto de estudio, no como parte
constitutiva de la propia identidad como descendientes de pueblos originarios. En la
academia se estudia cultura e identidad cultural de manera abstracta, en este proyecto
estudiamos, vivimos y construimos nuestra identidad cultural, construimos nuevos
conocimientos de nuestra cultura situada, nos reconstruimos. La academia se olvida de que
los argentinos o jujeños en este caso, no somos hijos de los barcos solamente, sino de
pueblos originarios ancestralmente arraigados en estas tierras.
Ontiveros Yulquila (2008, p.2) nos informa que trabajó en la primera Universidad
Intercultural del Estado de México, UIEM, donde se modifica progresivamente toda la
vieja tradición pedagógica verticalista y neocolonial. La universidad referida es una
especie de estadio, donde cada salón es un círculo, es redondo. El docente debe estar en el
medio y los alumnos se sientan en sus butacas en círculo, se modifica todo. Además de
eso, treinta minutos antes de iniciar la clase formal hay un diálogo con los alumnos,
obligatorio, sobre qué traen al salón los alumnos en sus mochilas, en sus discos duros, en
sus neuronas, en sus vidas. Se preguntan qué aprenden o aprendieron en su comunidad de
origen, en su familia, en su pequeño mundo. El estudiante puede ser mazahua, kolla,
aymara, mapuche, etc. Nosotros preguntamos ¿qué de este pequeño relato podemos
aprender?
Nos posicionamos desde una concepción dinámica y dialéctica de cultura e identidad.
Cuando nosotros hablamos de identidad cultural, no estamos hablando de solamente de un
conjunto de elementos que traemos del pasado sino que estamos hablando de estrategias
actuales de interrelación, como tales; modificables y que no implican ninguna idea de
permanencia o estabilidad, hablamos de elementos dinámicos y no elementos constitutivos
estáticos. Somos conscientes que todas las culturas y no solamente la nuestra, están
atravesadas por contradicciones internas. Es una ficción la presunta homogeneidad y
armonía interna que sostenían los funcionalistas. No es real, no existe ninguna cultura sin
conflictos internos y desconocerlo, es una forma de enmascararlos y de mentirnos a
nosotros mismos.
Nuestra construcción cultural al ser dinámica es un proceso activo de construcción de
significado e implica la disputa de ciertos actores sociales por los símbolos y significados
constitutivos de la vida social de un grupo humano situado socio-cultural-política e
ideológicamente. Este proceso cultural es ideológico, institucional y hegemónico y como
vemos se construye situacionalmente en lugares y tiempos particulares (Agüero, 2009
p.48)
Nuestros rasgos identitarios se fueron construyendo en la medida que adquirimos,
incorporamos de modo satisfactorio un modo particular de significar la realidad,
diferenciado de otros modos existentes en el microcosmos cultural. Esos modos se dan en
medio de juegos de reconocimientos e indiferencias, de procesos de negación e
invisibilización, de relaciones de poder históricas y socialmente situadas. Es decir se
establece, se construye en un sistema relacional. Las identidades se construyen interna y
externamente, mediadas por el lenguaje, las identidades se construyen dentro y no por
fuera del discurso. Nuestra identidad cultural que hoy intentamos recuperar-reconstruir fue
construida y defendida por nuestros ancestros de una manera particular en otros tiempos
históricos, sociales, políticos, diferentes a las condiciones actuales donde hoy nosotros
somos protagonistas. Hoy asistimos a otro juego de fuerzas, a otros poderes en juego, a
nuevas construcciones.
Estamos convencidos de que los sujetos no poseen una sola identidad, por el contrario,
son portadores de muchas identidades. Por lo tanto en un mismo sujeto coexisten distintas
identidades según su posición y de acuerdo a las exigencias de las diferentes situaciones en
su vida cotidiana. En palabras de Daniel Feierstein (2008, p.10) las identidades siempre
son múltiples. Pensar y pensarnos de esta manera es encarar un pensamiento capaz de
dar cuentas de la dinámica, es decir, de una mirada que incluya al tiempo como variable
interna, como expresión del cambio y la transformación. En esta concepción los vínculos
no son conexiones entre entidades (objetos o sujetos) preexistentes, ni estructuras fijas e
independientes, sino que los vínculos emergen simultáneamente con aquello que enlazan
en una dinámica de autoorganización. Se trata entonces de pasar de un único mundo
compuesto por elementos y relaciones fijadas por las leyes de la lógica clásica a
“multimundos” donde unidades heterogéneas y vínculos no tienen un sentido unívoco, no
están completamente determinados, no existen independientemente sino emergen y
coevolucionan en una dinámica creativa: el juego de la vida (Najmanovich, 2005, 70-71)
Debemos superar las concepciones multiculturalistas pues una sociedad múltiple puede
ser una sociedad desconectada, fragmentada. El camino superador sería una concepción
interculturalista. Es decir, una construcción que parta de la idea de que todas las culturas
tenemos elementos que aportar, que nos podemos enriquecer mutuamente en términos de
conocer y tratar a los distintos miembros, que una sociedad es tanto más rica, mas viva,
más pujante en cuanto sea capaz de abrigar en su seno mayor número de propuestas
alternativas que se enriquezcan mutuamente.
Nuestros pueblos originarios luchan por la propiedad comunitaria y la tenencia de la
tierra ancestral, por la protección de los recursos naturales, el derecho al territorio y a la
doble nacionalidad, luchan por derecho a utilizar la propia lengua, por el derecho a la
consulta en la toma de decisiones que afecten a los pueblos originarios El derecho de los
Pueblos Originarios a tener su propio derecho y cohabitación de dos sistemas jurídicos: el
derecho positivo y el derecho consuetudinario. Luchan por el derecho a la identidad de la
cultura de los Pueblos Originarios. Nuestros pueblos originarios y sus descendientes no
somos objeto de estudio de una olvidada y muchas veces distorsionada historia, sino que
somos presente, estamos vivos y luchando por nuestros derechos.
El futuro sin conocimiento del pasado y del presente, implica no visualizar el futuro o
hacerlo parcialmente. Sin imaginario ni utopía no hay futuro. Para tener acceso a un futuro
buen vivir, consideramos necesario también conocer la evolución de las reivindicaciones
de los pueblos originarios de las Américas. Sobre todo el proceso ocurrido desde la
segunda mitad del siglo XX hasta el presente (Ontiveros Yulquila, 2010, p.32)
8.4. Finalmente
Compartimos con los lectores expresiones significativas de nuestro último conversatorio
2010, donde reflexionamos sobre la experiencia:
Griselda64: “yo diría dos palabras, valoración e identificación. Valoración porque
esta experiencia me permitió valorar lo mío, mi cultura, la de mi familia, identificarme con
lo mío un poco más. Que por distintos motivos fui perdiendo desde que me vine a la
ciudad”
Hugo65: “bueno yo… a mi este espacio me permitió plantearme las cosas de otra
manera, desde una crítica profunda. Aumentó mi interés de mostrar, contar, decir. Logré
más identificación con mis raíces culturales, si bien yo vengo haciendo este trabajo, y que
es reconocido a nivel nacional, me ayudó como persona y futuro profesional, más
comprometido con esta causa de los pueblos indígenas. Por ejemplo yo me animé a
plantear con más fuerza mis argumentos como militante y criticar como por ejemplo en la
materia economía, donde el profesor, reconoció mi posicionamiento. Esto me ayudo a
fundamentarme mejor y soltarme más”
José Luis66: “a mi me dejó un compromiso conmigo mismo, con mis raíces culturales,
con mi propia familia ¿no?, de alguna manera, esto fortalece la persona de cada uno. Vi
que la propia palabra, la palabra de cada uno comienza a tener valor, palabra que antes o
en otro lugar no se podía expresar. Otra palabra sería esfuerzo, por venir
voluntariamente todos los viernes, estar y compartir, conocernos mejor, tenernos en
cuenta y constituirnos como equipo, eso es muy importante.

64
Griselda Adriana Edith Méndez. Descendiente de los Pueblos Originarios Andinos. (Pueblo Kolla -
Localidad de Tres Cruces) aunque sus padres provienen de Purmamarca.
65
Hugo Jonás Prieto: originario de El Toro, localidad situada a 80 km. al NO de Susques en el Departamento
del mismo nombre en la Provincia de Jujuy. Integrante de la Cooperativa Agroganadera El Toro, que busca
conservar la biodiversidad y reducir los procesos erosivos en la puna jujeña, mediante el mejoramiento de la
ganadería local basada en camélidos, incorporando acciones de manejo ganadero en los rodeos de llamas,
selección y tipificación de fibras, comercialización, mediante la asistencia técnica, capacitación, adquisición
de bienes y mejoramiento de infraestructura. Militante activo de la Comunidad Aborigen El Toro, buscando
la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios.
66
José Luis Avalos Colque. Nacido en la Ciudad de San Salvador de Jujuy, hijo de Juana Lidia Colque y de
Jose Luis Avalos (p), ambos nacidos en la Ciudad de San Salvador de Jujuy. Los abuelos maternos son
Eleuteria Flores nacida en Purmamarca y Ercilio Colque nacido en Bolivia. El pueblo de Purmamarca, (en
lengua Aymara purma significa desierto y marca ciudad, literalmente "pueblo del desierto", pero desierto en
dicha lengua significa también la tierra inculta, no tocada por la mano humana, de allí que la traducción más
adecuada en esta lengua sea "pueblo de la Tierra Virgen” y en quechua “pueblo del león” se ubica a 3 km al
oeste de la Ruta 9, a 65 km de San Salvador de Jujuy y a 25 km de Tilcara. Quizás sea el más pintoresco y
encantador pueblo de la Quebrada de Humahuaca aunque geográficamente pertenezca a otra quebrada
transversal homónima, rodeada por sierras multicolores. La ancha Quebrada de Purmamarca semeja un gran
valle frente al río Grande. Son típicos los cardones del ecosistema de los cerros y dan una característica
propia a la región. Los abuelos paternos son Lucindo Avalos (Abra Pampa) y de la señora Ursula Bernardette
(Campo Santo - Salta) Abra Pampa es la ciudad cabecera del Departamento de Cochinota. Es la segunda
población en importancia de la región Puna, se encuentra a 73 km al sur de La Quiaca, por la Ruta Nacional
9, que también la comunica con la capital provincial, distante 224 km. Se encuentra situada en la entrada
meridional de la gran altiplanicie conocida como la Puna Argentina al pie de cerro Huancar.
María67: “para mi sería renovarme, más cuando miramos las fotografías me hizo
recordar toda mi niñez, las cosas que viví cuando era chica, junto a mi familia en el
campo. Y después productiva, muy productiva esta experiencia para no olvidar de donde
vengo y mis raíces.
Teresita68: bueno yo,… enriquecimiento mutuo en el venir y aportar, hablar sobre mi
abuelo. El está entusiasmado y esta esperando la entrevista. Conocer y conocernos mas y
de decirnos grupo o equipo. Cómoda, me sentí cómoda. (Se soltó un poco más por la
confianza que encontró)
Romina69: Si bien yo no tengo raíces culturales como ustedes, pero vivo con mi suegra
que es de aquí, ella practica y me permite participar de algunas cosas que ella hace. Y aquí
comprendí mejor muchas cosas. Para mi fue apertura, entre nosotros y a las otras
culturas, profundice mis conocimientos y compartir con ustedes, con todos. Me sentí
cómoda.
Cecilia70: para mi la experiencia fue de crecimiento, gratificante. Siento que lo
compartido, lo dialogado quedará grabado en nosotros y no se borra más, esto fue una
construcción compartida.

67
María Ester Ramos. Nació en Bárcena, Departamento de Tumbaya, en la Quebrada de Humahuaca, a 38
Km de la ciudad de San Salvador de Jujuy y sobre la Ruta Nac. Nro. 9, donde vivió hasta los cuatro años
aproximadamente. Hija de Raúl Alfredo Ramos nacido en la localidad de Iturbe, del norte de la Quebrada
de Humahuaca a 161 Km. de la ciudad de San Salvador de Jujuy, a 3223 metros sobre el nivel del mar. Se
llega desde San Salvador de Jujuy por la ruta Nacional Nº 9 y la Provincial Nº13. Se halla asentada entre la
Quebrada y la Puna jujeña. Su abuelo paterno fue don Justino Ramos originario de Bolivia en tanto que su
abuela materna fue Elvira Faustina Vargas era oriunda de Iturbe. En cuanto a la madre de María; Rosa Pilar
Huanco, es hija de hija de Gervasio Huanco y de Ángela Quispe todos nacidos en Volcán, localidad jujeña a
41 km de San Salvador de Jujuy, a la vera de la Ruta Nacional Nº 9. La villa de Volcán nació en el año 1905,
con el trazado del ferrocarril que trepó la quebrada. La estación, que fue el último en el recorrido ferroviario
de la región, se complementó con un importante taller de reparaciones. En las faldas del Chañi aún se
mantienen las vetas de plata, cobre, hierro y plomo, que hallaron los conquistadores españoles.
68
Teresita Lascano. “Mi abuelo nació en La Quiaca y sus padres eran de Bolivia por tanto se crió entre las
prácticas culturales que estamos investigando- recuperando”. “Mi abuelo aún las practica, además de ello
aún conserva habla Quechua, que también le dicen runa simi”. La Quiaca es una ciudad ubicada en las
áridas tierras del altiplano de la Puna y en el norte de la Quebrada de Humahuaca, Provincia de Jujuy
cabecera del Departamento de Yavi, sirve de paso fronterizo con Bolivia. Cruz (2004,55) refiere que en dicha
zona habitaron los Apatamas, Chichas y Lipes. En cuanto al Quechua o Runa Simi (el idioma de los incas)
que significa habla del hombre, forma parte de una familia de lenguas que bajo el nombre de Quechua
todavía se habla en seis países de América (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile) donde lo
usan más de seis millones de personas. Los incas toleraron que los diversos pueblos continuaran usando sus
propias lenguas, pero exigieron que, al mismo tiempo, emplearan el Runa Simi o Quechua como lenguaje
común.
69
Romina Morales. Nacida en Palpalá, de madre salteña y padre tucumano. Si bien expresa no ser
directamente descendiente de pueblos originarios andinos, algunas prácticas culturales las conoce a través de
su suegra.
70
Cecilia Machaca, hija de Elena Vargas oriunda de Humahuaca y Santos Machaca nacido y criado en
Tilcara.
Raúl71: “una palabra sería resignificar nuestra cultura y la otra la oportunidad de
compartir, aprender y aportar al diálogo, de manera libre, desde la mirada de cada uno.
Liliana72: la experiencia me permitió reflexionar lo que fue mi niñez, revalorizar lo que
mi papá me enseñó y lo que quiso transmitirme y que por algún motivo nos vamos
olvidando, bah me fui olvidando. Valoración de eso, y el aporte de cada uno que viene que
además del trabajo que hacemos, nos conocemos, compartimos, nos contenemos, reímos”
Víctor: yo había escrito en mi cuaderno dos palabras gratitud; a ustedes por estar y
construir esto que hoy estamos cerrando, que fue una experiencia compartida, desde el
tema de investigación hasta temas personales que cada uno quiso compartir con el equipo,
contenernos como dijo Liliana, reir, y crecer juntos. Y la otra palabra fue construcción o
co-construcción, que es construcción compartida también, y es lo que venimos haciendo
desde nuestros primeros encuentros, tratando de estar en lo que hablamos.
También participó de estos conversatorios Alcides73. El juego de fuerzas en el que nos
movemos en la actualidad, nos abre muchas posibilidades de continuar el legado de la

71
Raúl Flores, se presenta diciendo que su madre en una conversación le narró que sus raíces culturales
vienen de parte de sus abuelos maternos de apellido Rearte y Alemán, que pertenecieron a una comunidad
originaria. Vivían en el Departamento de Tarija, en el pueblo que lleva el nombre de “Tacuara Arce” El
departamento de Tarija está ubicado al sur en la República de Bolivia, limitando con Argentina. La capital
del departamento es la ciudad de Tarija (1.866 m.s.n.m), cuenta con 6 provincias y 157 cantones. Los
primitivos grupos étnicos que habitaron son: las tribus selvícolas de los Tobas, Matacos, Chulupis, Caicuris y
Chiriguanos que sujetaron a las legiones del inca. Actualmente el grupo de los Matacos conserva su
vestimenta tradicional, costumbres y técnicas para elaborar artesanías. Por Ley 8 de Noviembre de 1894 el
Congreso Nacional, durante la gestión del Presidente Constitucional de la República Mariano Baptista,
dispone que se eleva al rango de provincia en el departamento de Tarija, la segunda sección de la provincia
de Concepción, con su Capital Padcaya, los cantones Bermejo, Chaguaya, Camacho, y los vice-cantones
Rosillas, Tariquia, Tacuara, Cañas, Mecoya, Rejara, Merced, Toldos, San Francisco y Orozas. En su Art. 2°
expresa que la nueva provincia llevará la denominación de «Provincia Arce», en recuerdo del notable
estadista y ex-presidente de la república, señor Aniceto Arce. Aquí podemos afirmar que el relato no esta
muy alejado de la realidad, la nueva provincia se llamó Provincia Arce, y uno de sus vicecantones era
Tacuara. El Principal idioma de la provincia es el español, hablado por 80.7 %, mientras que 8.6 % de la
población hablan Quechua 1.0 hablan Aymara, y 0.2 % Guaraní. Arce tiene dos municipios, uno de ellos es
Padcaya que contiene doce distritos, uno de ellos es Tacuara.
72
Liliana Navarro. Hija de Juan Modesto Navarro quien actualmente reside en el Departamento de Santa
Catalina en el Distrito de Puesto Grande, lugar donde nació. Santa Catalina es una localidad del NOA y
cabecera del departamento homónimo, provincia de Jujuy. Es la localidad más poblada del departamento y se
encuentra a 67 km al oeste de La Quiaca. Es un lugar minero, con ex yacimientos auríferos, teniendo en su
río la tentación de hallar, mediante un cedazo, pepitas de oro. Santa Catalina es uno de los pueblos mineros
de la Puna Jujeña que se originó en el siglo XVII y que llegó a tener gran importancia. En el año 1756 fue
erigido en curato independiente del de Cochinoca, e incorporó las capillas de Rinconada y Talna. Al igual
que de los demás pueblos de la Puna, la primera mitad del siglo XIX le resultó desventajosa. En Santa
catalina el clima es frío, seco y con algunas precipitaciones en verano. La flora y la fauna son escasas, se
crían llamas, ovejas y cabras. Liliana comenta que su padre refirió que sus antepasados fueron los que
adquirieron una porción de la finca con el nombre antiguo de “Finca Santa Catalina”. Muchos descendientes
(tras los grandes acontecimientos que vivió la Puna a mediados del siglo XIX) son una mezcla de razas entre
españoles y originarios del lugar.
73
Alcides, Vásquez. Nacido en Susques, nieto de Victoriano Vásquez, “cacique” de los pueblos originarios
de la región. La Identidad étnica de la población correspondería a una estirpe atacameña (Atacama) a la que
reconstrucción como nueva construcción y preservación de los principios fundamentales
(más allá de los matices diferenciales) de la cultura andina del Qollasuyu. Una de esas
posibilidades es la oportunidad de narrar, describir, distinguir, analizar e interpretar y
construir conocimiento desde nuestros registros que podamos rescatar de nuestros
conversatorios, entrevistas, de nuestras observaciones y fotografías de visitas a domicilios
o lugares geográficos, descripciones de las prácticas culturales, grabaciones, etc.
Por tal motivo debemos prestar más atención, dedicación y compromiso con esta tarea.
Si bien “decimos” que “hay que registrar y tomar notas”, “muchos de nosotros nos
confiamos en que otros lo harían”, o que “como se grabaría no eran necesarios tantos
registros”, “confiamos demasiado en la tecnología y a veces el aparato no graba bien o
no graba” “o borramos sin querer algún archivo, por ello hay que desgrabar rápido y
guardar el archivo”, “ si sabemos que es un trabajo tedioso, cansador, es lo mas
importante y nos turnemos para hacerlo”, “tenemos que organizarnos mejor”.
Hicimos un recuento de los registros disponibles, y tenemos fotografías, recortes
periodísticos y bibliografía donde se narran historia de vida de algunos ancestros,
registros en cuadernos de campo que son necesarios subir a nuestra página (revisados),
disponemos de grabaciones por desgrabar para lo cual se propone un plan de trabajo y
mejor organización. El proceso de aprendizaje respecto a los registros y la escritura, sobre
todo con relación al tema de investigación decimos con González Ortiz (2010, p.20) que
“escribir es un acto fundamental para los pueblos originarios de América, pues
escribiendo se proyecta la posibilidad de la visibilidad. La oralidad es una riqueza en sí,
pero esta riqueza se potenciará…” cuando el quechua y el resto de los lenguajes, se
escriban.
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Jujuy y Misiones, Buenos Aires, Dunken.
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Eric Boman (1908) denominó Apatamas, portadores de la lengua Kunza. Las actividades de subsistencia son
el pastoreo de llamas, cabras y ovejas y la minería. Don Victoriano recibió a Eric Boman, quien escribió
“Antigüedades de la región andina de la República Argentina y el Desierto de Atacama”. En una de sus
obras, que fue leída en nuestro equipo, Boman relata su incursión en Susques con el objetivo de “medir”
mujeres y hombres indígenas de la zona, describe el encuentro con el “introvertido” Cacique Victoriano, y
pone en evidencia el maltrato que le dio al Cacique dueño de casa. Eric Boman, sueco, había nacido en
Falun, en 1867, había estudiado en la Escuela de Antropología y el Museum de Paris, y desde 1889
deambulaba nuestro NOA en busca de información sobre las primitivas etnias aborígenes.
APAZA, Nimia Ana (2006): La identidad de los pueblos indígenas: un derecho humano
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Capítulo 6

ABUSO SEXUAL INTRAFAMILIAR DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES


La Experiencia de Madres Protectoras
Ruth Teubal
“¿Cómo describir con pudor y dignidad los actos
que han degradado y humillado a las personas?”74
I. Introducción.
Las violencias intrafamiliares ejercidas contra los /as niños/as y adolescentes (NNyA)
son prácticas gravísimas de vulneración de sus derechos, los cuales, según diversos
factores, pueden llegar a comprometer su futuro como adultos del mañana. Vulneran el
derecho de NNyA a una vida sin violencia y a llevar adelante un recorrido vital con
integridad y dignidad personal. Como consecuencia de la violencia intrafamiliar, pueden
ver impedido tanto en el presente como posteriormente, el ejercicio pleno de las
potencialidades propias de cada etapa de la vida.
Dentro de las categorizaciones reconocidas en el campo de la infancia maltratada en el
ámbito familiar, el abuso sexual infantil intrafamiliar o incesto (ASII) es, tal vez, la más
grave, dolorosa y potencialmente devastadora de las violencias intrafamiliares: por su
significación simbólica en la cual se ha producido una alteración o subversión de la
parentalidad y la filiación; por sus derivaciones sociales, como por ejemplo, la tendencia a
la transmisión intergeneracional de la violencia y por las consecuencias traumáticas sobre
las víctimas a corto y largo plazo.
Esta problemática ha cobrado en los últimos años una mayor visibilidad, y a partir del
incremento de las denuncias y de una mayor demanda de intervención, se constituye en
una problemática de salud, de educación, y de justicia, lo que debería dar como resultado
una presencia mucho mayor en las políticas públicas que se evidenciara en programas de
asistencia y prevención especializadas. Cabe tener en cuenta que la revisión histórica de la
visibilización de este fenómeno como cuestión social y como fenómeno que ocurre en las
sociedades y en las familias, tiene una larga historia de fluctuaciones en los cuales,
hubieron períodos de aceptación y consideración como problemática social que alternaron
con otros períodos de negación e invisibilización, tanto a nivel individual, como
institucional y colectivo (Teubal, R., 2009; Summitt, R. 1988).
Los conocimientos logrados hasta ahora en lo referente a su detección como también a
su comprensión e intervención es el resultado de investigaciones empíricas extensas por
parte de cientistas sociales, inicialmente de países centrales, como también de luchas
sociales principalmente llevadas a cabo por el movimiento feminista. Sin embargo, aún

74
Memoria, Olvido, Silencio de Michael Pollak. Ed. Al Margen. La Plata. (2006).
hoy este fenómeno se ve atravesado por innumerables interrogantes, prejuicios, y mitos
como también por búsquedas de respuestas, en ocasiones, no consistentes.
Las investigaciones empíricas y los datos informales muestran que el descubrimiento de
una situación de incesto en una familia no es inmediata; no ocurre a menudo después del
primer hecho, puede llevar años, o nunca ser descubierta, frecuentemente debido al secreto
en el que queda aislada la víctima (Berliner,L. y Elliot, D. 2002). Es por esto que en todos
los ámbitos sociales, así como en el nuestro, circulan mujeres y hombres que nunca han
revelado su experiencia abusiva. Por ello, hacemos propio lo escrito por Michel Pollak
(2006)75, cuando menciona que en determinados contextos históricos y sociales, es difícil
revelar experiencias vividas como vergonzosas y humillantes.
En este sentido nos sumamos a la hipótesis de E. Jelin (2001) de que no están presentes
los marcos culturales y sociales que permitan o habiliten hablar sobre determinadas
cuestiones que están invisibilizadas o en donde hay interdicción familiar, social y cultural
para hablar sobre las mismas. La comprensión de su propio proceso por parte de las
víctimas del ASII se ve muchas veces impedida por la ausencia de marcos culturales
interpretativos que permitan disponer de recursos simbólicos para ubicar y dar sentido a su
posibilidad de narrar lo vivido. Son múltiples los factores de silenciamiento, entre los
cuales sencillamente podemos pensar en un contexto de carencia de oídos abiertos, ya que
para llegar a relatar sufrimientos complejos, condicionados por factores culturales e
interpersonales, se necesita asegurarse de una escucha.
Investigaciones empíricas dan como resultado que son considerablemente más
victimizadas las mujeres en el ámbito intrafamiliar que los varones, y que una proporción
importante de los agresores son los padres biológicos. (Finkelhor 1979; Finkelhor 1994).
En su primera investigación, Diane Russell en el año 1984, realizó entrevistas en
profundidad a más de ochocientas mujeres elegidas al azar, sobre sus experiencias con
violencia doméstica y la explotación sexual. Los resultados arrojaron que una de cada tres
mujeres había sufrido abusos sexuales durante la infancia. (Herman, 1981/2000).
Judith Herman, hace un recorrido extenso sobre las diversas investigaciones
epidemiológicas realizadas sobre el ASI y el AASII durante el siglo pasado y concluye
que lamentablemente el incesto ocasionado por un adulto masculino confiable del entorno
familiar es una experiencia no infrecuente en las vidas de innumerables mujeres (Herman,
J., 1981/2000).
En nuestro medio local, la investigación realizada por el equipo de M. I.
Bringiotti.2010. UBACyT 049), en un relevamiento de 2750 estudiantes universitarios de
ambos sexos, describe que el 62% de las personas abusadas sexualmente en la infancia
refiere no haber pedido ningún tipo de ayuda, por recibir amenazas, por miedo a la
reacción familiar, por vergüenza, porque fue “sólo una vez”, por que “me di cuenta cuando

75
Pollak ser refirió a las dificultades que tuvieron las mujeres de hablar sobre sus experiencias en los campos
de concentración durante el Holocausto, luego de terminada la Segunda Guerra Mundial. Hacemos propia su
reflexión para las situaciones de incesto.
empecé terapia” o “cuando fui más grande”. “El 16% manifiesta haberla pedido y no
recibirla o ser inadecuada o no servirle, muchas veces por ser culpabilizado o por no creer
que “fuese para tanto”. El 22% sí pidió ayuda y fue escuchado y atendido. Vemos,
entonces que el 78% de las víctimas de algún tipo de abuso antes de los 19 años, no ha
tenido una resolución efectiva” (Bringiotti, 2010). En su trabajo de investigación, M.I.
Bringiotti incluye en el término de abuso sexual infantil, el intrafamiliar y el extrafamiliar.
El presente capítulo está centrado en el abuso sexual intrafamiliar o incestuoso, desde la
perspectiva de las madres en su proceso de descubrir lo que sus hijos están padeciendo.
Sabido es que en muchos casos, los niños no hablan o hablan luego de un tiempo de
iniciada la acción abusiva. Son pocos y recientes los estudios referidos al proceso de
descubrimiento del ASII de los hijos por parte de la figura protectora, mayormente la
madre. En el presente trabajo se intentará comprender y analizar sus recorridos en el pasaje
que se inicia en un lugar de desconocimiento de la situación de abuso, transita hacia la
sospecha y arriba a la confirmación de la misma. Su recorrido no termina ahí, ya que
posteriormente, deberá efectivizar y afrontar durante tiempos prolongados los
requerimientos de lo que podríamos denominar el sistema de protección de niños, niñas y
adolescentes, en los cuales, se validará o no, formalmente, la ocurrencia del incesto y, a
nivel institucional, se implementarán las medidas correspondientes.
En la familia moderna, la madre es aún hoy considerada como la responsable principal
de la crianza de sus hijos/as. Este lugar de la función materna, en ocasiones y en
determinados sectores sociales, es valorado y destacado desde los discursos culturales, al
punto de cierta idealización. En el caso de madres cuyos hijos/as han sufrido abusos
sexuales incestuosos, ha operado negativamente: las teorías como también los sistemas de
creencias que ofrecen explicaciones o factores causales referidas al fenómeno del incesto
han descripto y aún las describen como conniventes, negadoras, negligentes o disociadas.
Posteriormente, a partir de estudios empíricos y de un mayor conocimiento acerca de los
ofensores sexuales y del proceso clandestino de captación de un hijo/a en una relación
incestuosa, se ha revertido esta postura, comprendiendo que frecuentemente las madres no
saben del incesto durante su ocurrencia. Investigaciones más recientes las visualizan como
personas que en todo caso, pueden tener su capacidad protectora disminuida (Faller, K
2006) o, dicho de otra manera , pueden contribuir a la vulnerabilidad del niño/a, antes de
considerarlas como responsables (Millar-Perrin, C. y Perrin, R. 1999).
La disminución de la capacidad protectora puede deberse a diversos factores de riesgo,
tanto intrafamiliares (por ejemplo, la violencia conyugal) como extrafamiliares (por
ejemplo, desempleo, pobreza, y otras carencias básicas) que generan dependencias de tipo
económica, social y afectiva. No se desconoce la existencia de madres no protectoras, o en
otros casos, abusadoras sexuales ellas mismas, como tampoco se niega la presencia de
padres protectores.
Lamentablemente, en tiempos más recientes y nuevamente a partir de un movimiento
social reactivo y conservador, paradojalmente se vuelve a atribuirle a la figura parental
materna la condición de madre maliciosa o generadora de falsas denuncias.76 El poder de
este contra-movimiento social puede afectar el desempeño profesional interviniente por las
amenazas reales o potenciales a las cuales los diferentes profesionales se ven expuestos, y
generando como consecuencia, como uno de los factores, que los niños/as que padecen
esta situaciones no sean adecuadamente protegidos/as.
Los estudios empíricos también muestran que la figura protectora, mayormente la
madre, cumple una función importantísima en la recuperación de los hijos/as dañados por
el ASII. Por lo tanto, comprender el impacto que sobre ellas tiene el develamiento del
ASII, el poder apoyar y asesorar a las madres tanto en las etapas iniciales de develamiento
del abuso, como también en los habitualmente complejos y prolongados procesos que le
siguen, es también colaborar en la recuperación de sus hijos/as (Hooper, 1992; Deblinger
E. y Heflin, A.H., 1996; Calder, M., Peake, A. y Rose, K.2001; Plummer, C.A., 2006).
Puede ser muy intenso el impacto emocional experimentado por las madres ante el
descubrimiento del incesto de algún hijo/a, especialmente si el ofensor sexual es el padre
biológico. Para una madre protectora, puede implicar una doble traumatización: la del
abuso y daño severo ocasionado a su/s hijos/as y el daño hacia ellas mismas por el duelo
que significa la traición de la confianza en sus vínculos significativos, en su concepción de
familia como proyecto de vida y la percepción de la familia que no era tal; en síntesis, la
pérdida de la creencia en un mundo predecible. A todo esto, se suma la ineludible
exigencia de tener que hacer elecciones y tomar decisiones que cambiarán el rumbo de sus
vidas: el descubrimiento de la situación de ASII generalmente implica, entre otras
decisiones, tener que elegir entre su marido o pareja y sus hijos.
Los diferentes profesionales intervinientes se encuentran más familiarizados con el
problema del incesto en el período post-descubrimiento, cuando las madres contactan los
servicios o instituciones que deberán atender esta situación de severa vulneración de
derechos de sus hijos/as. En este capítulo se intentarán desarrollar precisamente las
características del proceso previo al descubrimiento del abuso sexual incestuoso, con la
esperanza de que ampliará la mirada sobre este fenómeno y con la esperanza de promover
la capacidad profesional de dar respuestas contenedoras y comprensivas, a fin de
acompañar a las madres en sus pérdidas y fortalecer sus esfuerzos por cuidar y proteger a
sus hijos/as, como también sostenerlas en los avatares y los requerimientos legales,
sociales y psicológicos, posteriores a la denuncia. En cuanto a las madres mismas, se
verían ellas potenciadas en la medida que puedan explicitar, reconocer y sentirse
reconocidas en sus esfuerzos, reflexiones y acciones cuando han intentado descifrar los
signos de malestar de sus hijos/as.
Muchas veces son objeto de un tratamiento negativo o por lo menos, poco comprensivo,
por parte de los/as diversos profesionales que intervienen en las complejas etapas de

76
Esta reacción negativa conservadora, que ha surgido en casi todos los países en donde se ha llegado a
conocer más acerca de esta compleja problemática, se denomina el fenómeno del “backlash”. En la Argentina
comenzó a visibilizarse de forma más evidente a partir del 2000.
necesaria denuncia legal y de validación del abuso77, resultando en una nueva
victimización, la institucional.
Por último, con este trabajo, deseamos llevar adelante un deber ético e ideológico de
transmisión de resultados de investigaciones desarrollados desde la universidad pública.
Nuestro proyecto de investigación se llevó a cabo en el marco de la Universidad de Buenos
Aires entre 2008 y 2010.
Agradezco a Alicia Ganduglia por sus comentarios críticos y constructivos referidos al
presente trabajo. También agradezco a Amelia Dell´Anno, por sus aportes positivos en la
revisión del mismo.
II. Descripción del Proyecto: Las madres frente al abuso sexual infantil incestuoso
de sus hijos/as.
El presente capítulo se basa en resultados del trabajo de investigación “Las madres
frente al abuso sexual intrafamiliar de sus hijos/as”. Este proyecto de investigación UBCyT
(S030), posee un diseño de tipo exploratorio, con implementación de estrategias
metodológicas cualitativas, en tanto son heurísticas y posibilitan comprender los mundos
sociales de las madres de NNyA abusados intrafamiliarmente, como también captar
elementos en sus discursos, que podrán arrojar luz sobre su subjetividad y su experiencia.
Son estrategias que permiten explorar temas pocos desarrollados, analizar o estudiar un
contexto de investigación no del todo bien comprendido (Vasilachis de Gialdino, 2006),
como es el objeto nuestro de estudio. En forma simultánea, nos posibilita acercarnos a la
experiencia personal subjetiva y a la vez, evaluar las teorías sobre la vida social (S.J.
Taylor y R. Bogdan, 1992). La posibilidad de entender la perspectiva de los informantes
muestra tendencias existentes, por cierto no generalizables, abriendo el camino para poner
a prueba mitos y creencias fuertemente establecidos. Este aspecto es importante en la
medida en que refleja la situacionalidad cultural referida al lugar de las madres y las
concepciones vigentes sobre el incesto, concepciones de las que las madres, como
miembros de una misma cultura, también son portadoras. Por último, las investigaciones
cualitativas privilegian la profundidad sobre la extensión e intenta captar los matices sutiles
de sus experiencias vitales. Su carácter exploratorio abre posibilidades de generar nuevas
hipótesis y de profundizar diversos aspectos e interrogantes.
Fueron realizadas veinticuatro (24) entrevistas en profundidad a trece (13) madres
consideradas protectoras. Casi todas fueron entrevistadas dos veces, en encuentros de dos
horas o más. El estrato social fue mayormente de clase media (diez madres) y tres madres
provenientes de sectores de bajos recursos. Se consideró como condición necesaria para
que una madre fuera entrevistada, que el abuso de su/s hijo/a/s fuera validado por un
profesional con conocimiento en el tema. Todas las madres entrevistadas estaban
atravesando o habían atravesado la judicialización de la problemática.

77
La experiencia de las madres entrevistadas con la justicia y con otros profesionales ha sido en general muy
negativa. Remitimos a los trabajos ya publicados por este equipo de investigación.
Esta muestra intencional de las madres se obtuvo por diversas vías: se preparó una carta
de invitación a madres con estas condiciones, que fue enviada a servicios de asistencia que
intervienen en esta problemática, a profesionales, y a una red de madres. La participación
de las madres fue voluntaria, considerando ellas que su experiencia podría aportar un
mayor conocimiento sobre el tema. Todas leyeron y firmaron una carta de consentimiento.
Teniendo en cuenta que se trata de investigar un problema con una importante carga
emocional, se les ofreció la posibilidad de realizar una consulta con una psicóloga del
equipo, en caso de necesitarlo, luego de realizadas las entrevistas.
Algunos datos que surgieron en el proceso de investigación: Once de las trece madres
entrevistadas habían sido víctimas de violencia emocional en sus relaciones íntimas; seis
de ellas sufrieron además, violencia física; dos, violencia sexual78; y una fue víctima de
violencia económica.79 Presumimos que en algunos casos, hubo cierta cautela en revelar
más detalles sobre las formas de maltrato y por lo tanto la violencia sufrida podría haber
sido mayor que la consignada. Cabe destacar que la violencia conyugal de tipo emocional
y de carácter severo y crónico podría disminuir la capacidad de maternaje, de atención y
de lucidez, es decir, el alerta en relación a los padecimientos posibles de los hijos (Jaffe, P.;
Crooks, C., 2005). No obstante, con el adecuado apoyo y asesoramiento, estas posibles
situaciones se pueden revertir.
En el conjunto de las trece madres entrevistadas, existieron referencias sobre dieciocho
(18) niños/as abusados/as, no todos con validación profesional. Esto se conoció, según los
relatos de los hijos que sí la tuvieron, o en algún caso, según el relato de la madre que vivió
una revelación no intencional de un hijo. Algunas madres entrevistadas relataron que el
incesto afectó a más de un hijo/a de una misma familia, como también a otros niños/as
fuera de la familia nuclear. En todos los casos, el agresor fue el padre biológico, salvo un
caso en que el abusador fue el abuelo paterno. En un caso, y a partir del relato del hijo,
hubo más de un abusador de la rama paterna.80
En trabajos publicados y presentaciones realizados en congresos anteriores, el equipo
del Proyecto UBACyT S030, ha desarrollado otros resultados del mismo, relacionados
con: el impacto en las madres generado por el descubrimiento del abuso; la reacción de los
agresores hacia la madre; su experiencia con los profesionales con quienes tuvieron
contacto; y finalmente su experiencia en el ámbito judicial.
Si bien la autora escribe en nombre propio, son varios los desarrollos aquí mencionados
que fueron discutidos y conversados en prolongadas reuniones de estudio y reflexión del

78
No hemos preguntado en las entrevista acerca de la violencia sexual, los testimonios surgieron
espontáneamente. Por lo tanto, no sería improbable que no fueran revelados por razones de pudor o
vergüenza.
79
Las respuestas son múltiples.
80
Estas cifras no tienen valor estadístico; sí tienen valor como información para plantear hipótesis.
equipo de investigación.81 Asimismo, se hará referencia a otros trabajos presentados en
congresos o publicados, que en todos los casos, fueron de elaboración colectiva.
En el presente capítulo, se intenta realizar el análisis del recorrido realizado por las
madres en su proceso de develar el abuso, aportando sus reflexiones, respuestas y las
acciones realizadas, en su necesidad por comprender los cambios inquietantes de sus
hijos/as, reflejo del malestar que estaban viviendo.
III. Las madres frente al incesto sufrido por sus hijos/as.
Siguiendo la línea de los estudios sobre victimología, Mary Ann Hooper (1994) en su
obra Madres sobrevivientes al abuso sexual de sus niños, menciona que el incesto genera
una serie de consecuencias victimizantes de orden emocional, conductual y cognitivo en
las personas del entorno afectivo cercano de las víctimas, algunos de quienes son los que
asumen o deben asumir el papel de protegerlos. Desde los estudios en victimología, serían
por ello, víctimas indirectas (Pluis, L.1998).
Una actora principal en el ASII es la figura de la madre. Históricamente, ella ha sido
representada en la literatura profesional, y también en las representaciones populares, de
diversas maneras, mayormente negativas: ha sido y aún es, visualizada como la
responsable (“ella tendría que haberse dado cuenta”), la cómplice (“ella sabía y se
callaba”), la descreída (“fue otro el abusador”) y en todo caso, no protectora.82 Más
recientemente, los estudios académicos la describen como personas que, en todo caso,
pueden tener su capacidad protectora disminuida, o lo que es similar, como que pueden
contribuir a la vulnerabilidad del niño/o, pero en tanto víctimas secundarias de la
transgresión a un pacto social de prohibición del incesto, no les cabe la acusación de
responsables. Alicia Ganduglia (2007, 2010)83 argumenta que la madre sería una víctima
directa y primaria, por el daño profundo a su identidad, debido a que el incesto,
especialmente el paterno-filial84, conlleva en general, un ataque directo al vínculo madre-
hijo en su identidad como tal, como esposa, y como mujer, todos éstos, determinantes de
su subjetividad. Como se ha señalado anteriormente (Teubal y colaboradoras 2010)85,
puede significar el desmoronamiento de su “mundo construido” (Berger y Luckman 1983),
la aparición de una diversidad de emociones intensas como por ejemplo, los sentimientos
de culpa, la pérdida de la confianza hacia otros, el descenso de la auto estima, depresión,
etc. Los duelos a elaborar incluyen la pérdida de un vínculo afectivo, el ideal de niño y el

81
Las integrantes del equipo de investigación son: Edith Fuentes Licenciada en Trabajo Social; Alicia
Ganduglia, Licenciada en Psicología: Marta Ogly, Licenciada en Psicología. Durante el trabajo de campo, y
parte del trabajo de análisis e interpretación de datos, la Lic. en Trabajo Social Miriam Matossian integró el
equipo.
82
Como observará el lector, estas adjudicaciones a la figura de la madre, van de mayor a menor gravedad.
83
Ganduglia, Alicia. Curso online del Servicio de Adolescencia del Hospital R. Gutiérrez, 2007, 2010.
84
Que incluye al padrastro o padre adoptivo o pareja conviviente de la madre.
85
Trabajos presentados el 13 de noviembre 2009: II Congreso Internacional; III Nacional y IV Regional
“Violencia, Maltrato y Abuso” organizado por Salud Activa. En el 2010: el XII Congreso Metropolitano de
Psicología, - Psicología y Sociedad. Título: La experiencia de las madres protectoras frente al abuso sexual
intrafamiliar de sus hijos/as.
ideal de madre. Generalmente la separación o divorcio es acompañado por la salida del
hogar conyugal, pérdidas relacionales y familiares, como también una disminución de su
condición económica.
Reiteramos que los conocimientos desarrollados hasta el presente muestran que el ASII
es predominantemente perpetrado por el padre, raramente por la madre, y los casos de
niñas abusadas supera al de los niños.86 Al igual que los abusos sexuales no intrafamiliares,
un número significativo de personas que lo han sufrido nunca llega a la consulta; su
ocurrencia es generalmente secreta, y muchos/as llegan a la adultez sin haber revelado a
nadie su experiencia abusiva (Berliner, L; Elliot, D.2002). Otros estudios mencionan que
muchas madres de niños que padecieron incesto son a la vez, mujeres maltratadas física,
emocional y sexualmente, por sus maridos/parejas, lo cual complejiza el análisis de la
situación a la hora de intervenir y requiere ser tomado en cuenta.
Asimismo, una porción de ellas han sufrido abusos sexuales o incesto en su infancia,
y/o han sido niñas maltratadas intrafamiliarmente (Myers, J. y otros, 2002) . Respecto de
esta cuestión, existe una suerte de creencia que sobregeneraliza el dato de que muchas
madres cuyos hijos/as padecieron el incesto han sufrido abusos sexuales en su infancia.
Cabe aclarar que no sólo no siempre es así, sino que dicha creencia puede llevar a la idea
de la corresponsabilidad de la madre, según cómo ese dato se interprete. El incesto es
producto de la conducta del ofensor facilitada por los factores de riesgo asociados a la
situación (como puede ser el caso de un niño discapacitado o pequeño, un vínculo violento
con la madre, etc.)
El incesto es ocasionado en forma autónoma por el ofensor y puede ser independiente
de la historia personal de la madre. Las atribuciones de responsabilidad a las madres
(“Claro, ella también fue abusada, y no elaboró la situación, por eso no se dio cuenta”)
desconocen el proceso clandestino de captación de la víctima por parte del agresor, como
también patologiza a la madre. Éste es un importante factor, ya que pone el foco sobre la
figura no agresora y sus falencias y desvía la atención de quién es el agresor y verdadero
responsable.
A las madres también les “corresponde” mediar entre la familia y los organismos de
asistencia y judiciales, quienes tomarán medidas, en función de las aptitudes y conductas
que ellas muestren o que ellos perciban. Desde la intervención, se buscará evaluar su
aptitud para proteger al hijo del abusador y su capacidad para establecer relaciones de
cooperación y confianza con los servicios asistenciales. Estos factores afectarán las
decisiones que se tomarán respecto del hijo maltratado (mantenimiento o cambio de
tenencia, derivación a un hogar, ubicación en una familia sustituta, etc.).
Por otra parte, los estudios revelan que la protección y el apoyo al niño/a por parte de la
figura parental no abusadora (mayormente, la madre) es de la mayor importancia en su
recuperación, tanto en la etapa de revelación, en los acontecimientos inmediatamente
posteriores a la misma, como también en todos los procesos de orden judicial y psicológico

86
Los trabajos de Vázquez Mezquita (1995) y de Félix López (1997) en España, arrojan datos similares.
que el/los niños/as (y la madre misma) deberán enfrentar. En síntesis, ante la revelación del
ASII, la madre deberá afrontar una doble crisis: la de su/s hijo/s dañados por un proceso
incestuoso, y la de su propio duelo, por la pérdida y la aflicción que ella vive, ocasionado
por este hecho (Calder, Peake y Rose, 2001; Deblinger y Heflin, 1996; Hooper, A.C.,
1994; Plummer. C., 2006).
IV. Aproximación a algunos conceptos básicos.
Madre protectora: se considera a aquella madre que a partir de la develación del abuso
(accidental o intencional; directamente por el niño o a través de un profesional): a) aborda
la sospecha desde una posición de creencia; b) sigue los pasos que el sistema de
protección de niños/as y adolescentes le indica, sea a través de los operadores de salud o
de justicia; c) intenta prevenir futuros abusos y colabora en la promoción de la
recuperación de la víctima.
Esto no significa que la madre, ante la sorpresa de una revelación directa del niño/as, no
pueda tener cierto grado de incredulidad, o que el shock de la sospecha o certeza de
incesto no ocasione inicialmente cierta ambivalencia, confusión, parálisis y la necesidad de
reconfirmar la sospecha. La ambivalencia puede coexistir con la creencia en el abuso y el
apoyo materno hacia el/la niño/a, en el período inicial de la post revelación (Smith, D.W.;
Sawyer, G.K., y otros 2010). Lo importante es que le crea al niño/a, o que crea en la
posibilidad de ocurrencia del hecho, aunque inicialmente no lo haga y que pasado este
impacto inicial, instrumente las acciones necesarias para confirmar sus sospechas, intente
impedir nuevos abusos y concrete las consultas profesionales y las denuncias necesarias.
En aquellos casos donde ya existe intervención judicial con medidas cautelares, la
prevención de futuros abusos no siempre depende de la madre, sino del cumplimiento de
tales medidas por parte del ofensor sexual. En este tipo de situaciones, las instituciones son
las que están desprotegiendo a las víctimas infantiles, ya que con cierta frecuencia, no
impiden ni sancionan la desobediencia del ofensor.
¿Hay un perfil del agresor sexual de niños/as?: La diversidad de características de los
agresores sexuales advertidas en la muestra de nuestro proyecto de investigación, coincide
con los estudios sobre los agresores sexuales intrafamiliares. Myers (1997) refiriéndose a
las características de los abusadores sexuales menciona que no tienen un perfil psicológico
determinado. Según este autor, no existe algún test o grupo de tests que pueda decir si un
hombre es un agresor sexual de niños/as. Herman, citado por Myers, menciona que lo que
más distingue a los agresores sexuales es su aparente normalidad.
Las investigaciones permiten afirmar que los abusadores incestuosos también pueden
abusar de otros niños que no son de la familia, tanto de varones como de niñas, como
asimismo presentar otras conductas consideradas parafílicas (Becker, J. citado por Myers,
1997). La investigación de Abel, G., realizada sobre quinientos sesenta y un (561)
abusadores sexuales, muestra una diversidad de tipos: están aquéllos que sólo abusan de
niños a nivel intrafamiliar, aquéllos que abusan sólo de niños extrafamiliares y aquéllos
que abusan de ambos tipos de niños. Están aquéllos que sólo abusan de varones, sólo de
mujeres o de ambos sexos (Abel, G. y colaboradores, citado por Myers, J.E.1997).
Las razones por las cuales un hombre puede devenir en un abusador sexual de NNyA
son diversas; existiría un camino causativo múltiple por el cual un adulto adquiere un
interés sexual hacia NNyA. Para algunos es una conducta altamente compulsiva y
repetitiva. Anna Salter (1995, mencionada por Myers) describe un ciclo de desviación con
series de pensamientos, sentimientos y conductas entrelazados en un encadenamiento
multicausal que van a dar como resultado la conducta abusiva.
El abuso sexual infantil: “Es la involucración de niños y niñas dependientes y
evolutivamente inmaduros, en actividades sexuales que no comprenden completamente, y
que no toma en consideración la etapa de su desarrollo psicosocial y sexual” (Steele,
1992).
Además del componente sexual, y fortaleciendo la idea del abuso de poder de estas
actividades, M.A. Arruabarena y de Paul, J. (2004), detallan: a) la asimetría de edad entre
el abusador y la víctima; b) la coerción, es decir la utilización de la fuerza física, la presión
o el engaño, por parte del adulto para conseguir abusar de la víctima; c) la asimetría de
poder entre el abusador y la víctima. Esta asimetría puede derivar de la asimetría de roles,
la diferencia de edad, la fuerza física, la capacidad psicológica, etc.
“El abuso sexual infantil es un acto de tipo sexual impuesto a un niño/a que adolece del
desarrollo emocional, madurativo y cognitivo. La habilidad para atraer a un niño/a a una
relación sexual se basa en la posición poderosa y dominante del adulto o adolescente
mayor, que contrasta agudamente con la edad, la dependencia y la subordinación del
niño/a. Autoridad y poder posibilitan al perpetrador coercionar al niño/a a someterse,
implícita o explícitamente” (Sgroi, 1982, en Calder y Peake, 2001). Como se observa, la
definición de Susan Sgroi enfatiza las relaciones de poder entre el perpetrador del abuso y
el/la niño/a y señala que la víctima no tiene capacidad de elección.
Otra definición de Baker y Duncan, mencionado en Calder, M. y Peake, A. (1996): “Un
NNyA es sexualmente abusado/a cuando otra persona que es sexualmente madura,
involucra al niño/a en alguna actividad que la persona adulta espera lo lleve a una
excitación sexual. Puede involucrar penetración, tocamientos, exposición de órganos
sexuales, mostrar material pornográfico, o el hablar acerca de sexo de una manera erótica”.
Como se podrá comprender, esta definición menciona los objetivos del abusador sexual.
“El abuso sexual infantil puede tener diversas modalidades y presentarse en cualquier
edad, desde la infancia hasta la adolescencia, con diversos miembros de la familia,
parientes y extraños. Puede ser una única y aislada experiencia o ser repetida con mayor o
menor frecuencia a través de muchos años. Puede ser homosexual o heterosexual, con
varones como con mujeres e incluir cualquier actividad que va desde tocamientos a una
relación sexual completa, o variaciones de contacto oral y genital.
Todas estas variables juegan en el significado de la experiencia para el niño o niña, y
en la manera en que se va a entretejer en el desarrollo psíquico y afectar la conducta
posterior.
No es el carácter sexualizado de la conducta abusiva el único factor que lleva las más de
las veces a consecuencias traumáticas (como lo muestran las manifestaciones esperables de
la sexualidad de los niños), sino el hecho de que el niño sea tomado como objeto, desde
una posición de asimetría de poder, conocimientos y tipo de satisfacción, unido al trauma
de la traición a la confianza que subtiende toda agresión sexual intrafamiliar.
La conducta abusiva sexual es instigada por una persona mayor que el niño o la niña, y
están más allá de sus habilidades de realmente comprender y emocionalmente manejar los
afectos y conflictos generados.
No es una actividad consensuada entre pares, sino que es de explotación; y está en
función de la satisfacción del victimario más que de la víctima infantil” (Steele, 1990).
Dado el carácter secreto del abuso, su revelación frecuentemente requiere del esfuerzo
que debe realizar el niño para darlo a conocer. Depende principalmente de que el niño
hable por sí y que luego se le crea. Es un fenómeno apoyado en el secreto de ambos
protagonistas y en la vergüenza, el temor o la sumisión de la víctima. Frecuentemente no
deja marcas visibles.
Agregamos que los actos sexualmente abusivos comprenden también la explotación de
niños a través de la prostitución, la producción de material pornográfico u otro tipo de
actividad sexual ilegal.
El incesto. Dentro del abuso sexual infantil, se halla el incesto o abuso sexual
incestuoso. El término “incestuoso” designa más claramente las características del hecho y
sus implicancias en lo referente a intercambios sexuales intrafamiliares, prohibidos por la
cultura occidental y la ley del parentesco. El término no existe en la legislación vigente,
donde sí existe el concepto de delito contra la integridad sexual, agravado por el vínculo.
Seguimos la línea de definición de D. Finkelhor (1979), en tanto el incesto no incluye
gestos inconcientes, o la exposición accidental de una madre, o las preocupaciones de la
madre acerca del cuerpo del hijo/a. Sin embargo, para algunas tendencias dentro del
psicoanálisis, el incesto incluye las interacciones de poco contenido explícito sexual, como
en el caso de una madre exageradamente preocupada por el cuerpo de su hijo/a, su
bienestar físico, su higiene (Finkelhor, 1979).
Susan Sgroi (1982)87 describe las diferentes fases que se desarrollan en el proceso que
culmina con el incesto. Menciona que “el abuso sexual de niños no es un fenómeno
caprichoso, no planeado e impredecible. En la mayor parte de los casos el perpetrador es
alguien conocido por el niño y al que tiene acceso directo. La oportunidad para implicarse
en una actividad sexual es esencial y usualmente se trata de una situación con privacidad.
El ofensor y el niño necesitan estar solos uno con el otro, en un cuarto, en una casa o en
algún lugar retirado afuera. Aunque estas circunstancias de acceso y oportunidad pueden

87
El texto que sigue de S. Sgroi fue traducido por Alicia Ganduglia. (Ficha docente de circulación interna).
ser accidentales en su primer encuentro, es esperable que el perpetrador aguarde o cree las
oportunidades para una interacción privada con el niño, a partir de ese momento”.
“De este modo, la dinámica del abuso sexual en la infancia, la mayoría de las veces,
implica a un adulto conocido que está en una posición de poder legítimo sobre un niño y
que saca partido de los modelos sociales aceptados de dominio y autoridad para captar al
niño en una actividad sexual. Es imposible enfatizar lo suficiente el significado de la
explotación y el abuso de las relaciones de poder aceptadas, cuando se evalúa el impacto
del abuso sexual sobre el niño”.
No obstante esta descripción del proceso de captación e involucramiento de un niños/a
en una situación incestuosa, donde queda claramente focalizado el carácter planificado,
secreto, basado en la confianza y el abuso de poder, es frecuente que las madres, al ser las
responsables principales de la crianza de sus hijos/as, sean las responsabilizadas por esta
situación horrorosa” (Sgroi 1982).
Cuando el abuso sexual de un niño ocurre dentro del contexto de una familia donde ya
existe la violencia, insinuar el empleo de la fuerza o de la amenaza de fuerza si el niño se
opone puede ser un aspecto importante del proceso de captación y de posibilidad de
repetición en el tiempo, ya que el hijo o hija sabe que la violencia puede cumplirse. Sgroi,
enfatiza la responsabilidad del agresor y el carácter planificado, oculto, de coacción
simbólica y/o física, según los casos.
No existen indicadores específicos relacionados con el incesto o al ASI, salvo una
enfermedad venérea o un embarazo. Hay signos que por su cercanía a las partes más
íntimas del cuerpo pueden señalar la situación de incesto o ASI pero que, en muchos
casos, pueden estar relacionados con otros factores o problemas de los/as niños/as. Por
todo lo consignado anteriormente, el relato del niño y la creencia en sus palabras es de la
mayor importancia para el descubrimiento por parte de las madres. Para el sistema judicial,
el relato también lo es.
V. El proceso de descubrimiento del incesto por parte de las madres.
Dos autoras, Carl Ann Hooper (1994) y Tina Jensen (2005) plantean miradas
complementarias referidas al descubrimiento que pueda realizar una madre, respecto del
ASII de su/s hijo/a/s.
Hooper plantea el descubrimiento como un proceso que se desarrolla en el tiempo, más
que un hecho puntual. Frecuentemente no tiene principio ni fin evidentes, y su
descubrimiento puede llevar más o menos tiempo. Hay elementos en el proceso
acumulativo de signos y datos, que señalan que se puede transitar desde un “no saber”, y
luego advertir en el/la hijo/a que “algo anda mal”. Posteriormente pasar a sospechar del
incesto y finalmente llegar a saber, adquirir certeza. Hooper hace énfasis sobre el hecho de
que el trauma que ocasiona el estado de sospecha en la madre puede generar motivaciones
fluctuantes para seguir rastreando y averiguando, cuando está en la etapa de sospecha. Por
otra parte, el “saber” del incesto puede en determinado momento tener diferentes niveles y
la madre puede necesitar tiempo para asimilar la información. El trabajo de Hooper se
orienta teóricamente hacia la conceptualización de las “estrategias de afrontamiento”,
Tina Jensen, de la Universidad de Oslo88 se pregunta por qué es tan difícil detectar el
incesto o el abuso sexual infantil cuando está ocurriendo.89 Las sociedades, en el devenir
de sus historias, construyen discursos, saberes, criterios, valores y actitudes acerca del
desarrollo infantil y de lo que es una adecuada relación entre padres e hijos. También
construyen nociones, valores y actitudes de lo que sería el funcionamiento deseable en la
pareja de padres y ofrecen conocimientos y herramientas para interpretar cuándo los niños
se sienten contentos o no.
La interpretación parental de la conducta de sus hijos/as es un proceso continuo en la
vida cotidiana de las situaciones de crianza de niños y no se limita a las situaciones de
incesto. Es una actividad parental/maternal frecuente en la crianza de los hijos/as. Cuando
observan alguna conducta o signo que no se considera adecuado o normal, las madres se
dan explicaciones o interpretaciones, ofertados por la cultura, acerca el desarrollo infantil,
la vida familiar, la sexualidad, etc.
Estas interpretaciones son a la vez culturales y personales. Por ejemplo, si un niño ha
logrado el control de esfínteres y si a los diez años, comienza a tener encopresis y/o
eneuresis, fácilmente “interpretamos” que “algo anda mal”. Nos basamos en la idea,
generalizada, por lo menos en la cultura occidental, que los niños y las niñas “evolucionan”
en su desarrollo.
Estas interpretaciones o significados son tanto privados como públicos, ya que son
compartidos a través de la participación en la misma cultura.
Partimos de la base de que las madres no piensan que el ASI es algo frecuente que
llevan a cabo sus maridos o parejas íntimas. El matrimonio o la vida en pareja se
fundamenta en una situación de confianza y de cuidado mutuo. El ASII es una actividad
que generalmente ellas no presencian directamente y que se lleva a cabo en secreto, por
estrategias de ocultamiento del ofensor. Los NNyA generalmente no pueden hablar, por la
acción coactiva del agresor u otros factores.
El enfoque propuesto por Jensen sugiere pasar de la culpabilización de las madres a los
procesos de interpretación de signos que ellas realizan y que están anclados culturalmente
y, por lo tanto, poseen cierto grado de generalización inicial. Es allí donde se evidencia por
qué el abuso sexual infantil es difícil de descubrir o de interpretar ya que se revela la
situacionalidad (“situatedness”) cultural de tales sospechas.
Ejemplos del proceso de interpretación de los signos y conductas de los hijos, realizadas
por las madres:

88
Jensen se basa en las teorías de Pierce, en el aspecto comunicacional y desarrolla una serie de repertorios
interpretativos, que no se desarrollan en este trabajo.
89
Aclaramos que se trata de los casos en que los/as niños/as no han relatado aún el ASI.
Nueve (9) madres estaban separadas de sus maridos, cuando pensaron que “algo andaba
mal” con sus hijos/as. Cuatro de ellas interpretaron que los signos que presentaban se
debían a la separación. El significado cultural de la separación de la pareja parental de una
familia con hijos/as, tanto en la sociedad en general como también en estas madres, es
representado como un fenómeno que generalmente ocasiona efectos adversos en los/as
hijos/as.
“Lo que mis hijos presentaron siempre se atribuyó a la separación. Por ejemplo, mi
hijo comenzó a tener dolores de cabeza cada vez más contundentes y con menos
posibilidades de que fuera por causa fija. Comenzamos por el oculista, por el dentista, por
el pediatra, por el neurólogo, fuimos pasando por todos. Me di un poco por vencida, debe
ser la “psicosomatización”(…).90
En otro caso “:…en esos seis meses posteriores a mi separación Juan, cada vez que
venía de lo del padre venía nervioso, rompía cosas, irritable, histérico, se trepaba, no
respondía a nada, le pegaba a las cosas, enojado. Yo lo atribuía… pensé que era por la
separación. Imagináte que él vivía en una casa y yo lo saqué de ahí – no fue decisión mía,
pero bueno- lo normal hubiera sido que él se fuera y yo me quedara con mi hijo en mi
casa”.
Algunos hijos comenzaron a mostrar rechazo para ir a la casa del padre luego de la
separación. Cuatro (4) madres interpretaron que se debía a conductas del padre:
El padre no sabe cuidarlos”; “no sabe jugar con ellos”; “es negligente”; “mira la
TV”; “está con los amigos”.
Seis (6) madres observaron la inflamación de la vulva en sus hijas en diferentes
ocasiones: ya sea, al cambiarle los pañales, ya sea porque la hija se quejó de dolor durante
la ducha sin querer dar explicaciones, ya sea por el dolor al secarla. Hasta el momento, no
había sospechas de ASII. Las explicaciones fueron:
-“es por el pis”
- “tiene PH fuerte”;
- “(él) le hace doler cuando hace pis y la limpia”;
- “Se le escapa el pis y queda en la bombacha”.
Durante los baños, los niños y las niñas mostraban molestias importantes cuando les
tocaba bañarse con el padre: “María gritaba mucho mientras él la bañaba. Siempre lloraba
y gritaba y yo pensaba que no se quería bañar…”

90
Esta madre se refería a que lo que le ocurría a su hijo era psicosomático, referencia que inferimos adquirió
de los profesionales consultados.
Otra madre relata: “Y en realidad, bueno, lo del abuso me lo entero una vez que mi hijo
– el mayor, en ese momento tenía 6 años - me cuenta que el papá jugaba con él en el
baño… (se emociona, toma una pausa) ay, ay, ay…”
Otra entrevistada refiere: “… el papá bañaba a la nena porque yo generalmente estaba
haciendo la comida. A veces era al revés. Ese día me había tocado, y estaba haciendo una
salsa blanca y estaba revolviendo, y Carolina lloraba y lloraba… yo soy muy estructurada
y no podía dejar de hacer la salsa blanca en ese momento. Hasta que no sucedió que
lloraba desconsoladamente, no fui”.
Tres niños/as tenían dolor al defecar:
“…De hecho unas veces, vuelve de la casa de los abuelos, y defeca con sangre.
Espontáneamente, nunca le había pasado ¿no? Uno lo recuerda cuando… Yo pensé, qué
sé yo, pasó algo, no sé, tuvo que defecar y fue muy duro, entonces el próximo salió con…
(sangre) viste”.
Ejemplo de una secuencias interpretativa de un caso: Los signos no son interpretados en
forma lineal en el tiempo. Más bien deben comprenderse como signos que forman parte de
un rompecabezas, o puzzle, y que no tienen la figura de referencia. Por otra parte, se trata
de un proceso semiótico, o sea, de construcción de significados, hermenéutico dinámico91,
donde cada aquí y ahora de un signo presente es el punto de partida para la interpretación
de algún signo próximo, que emerge y es reinterpretado, conteniendo lo anterior, ya sea
para rechazarlo o para incluirlo o diferenciarlo; y a la vez, llegando a un nuevo estado de
conocimiento o desconocimiento.
En uno de estos casos analizados, la niña enojada (3 años) se quejó con su madre que la
estaba secando luego de ducharla, que le hacía doler “igual que papá”. Más allá del
impacto inicial tremendo, la madre continuó preguntando, y la nena siguió relatando el
dónde, el cómo y el cuándo. Y así el descubrimiento se completó con la revelación de su
hija, quien en el estrado judicial y en otras situaciones de exposición, siempre señaló al
padre.
En otro caso, se trata de una madre recientemente separada, que pasa a vivir a la casa de
sus padres, porque deseaba que su marido se sintiera mejor si se quedaba en el hogar
conyugal. Para la madre, a pesar de que el marido no deseaba la separación, ésta fue muy
buena ya que el trabajo en equipo de ambos padres respecto del cuidado de la nena
funcionaba bien. En forma anticipatoria al posible sufrimiento de la hija que ocasionaría la
separación, habían buscado una terapeuta para la hijita. Ésta tenía casi 3 años y un lenguaje
desarrollado. Los signos que la madre relata son:
-Un día vuelve de la visita con el padre, “muy cambiada”.
-Además, no quería abrir sus piernas cuando querían colocarle el pañal para que
durmiera a la noche. Estaban la mamá y la abuela materna. La madre vio “un raspón” en la

91
Término utilizado por Del Río, M.E. y Molina, M.T., 2007.
zona genital. La abuela le respondió terminantemente: eso no era un raspón, “la nena está
lastimada”.
-En el jardín, le informan que la nena había mostrado un cambio de conducta; estaba
más agresiva.
- Otra conducta que le llamó la atención de su hija fue la masturbación, pero le pareció
normal:
“…ella había empezado hacía dos semanas con actitudes masturbatorias, y yo tampoco
dije nada porque pensaba que era típico de la edad, que ella se estaba descubriendo. Qué
sé yo, por ahí yo sabía que los chicos empiezan a tocarse o se rozan, bueno, y digo „se
habrá raspado con algo‟.
-La nena no da explicaciones acerca de su conducta, a pesar de tener un lenguaje muy
desarrollado para su edad.
-La madre nota que se resiste a ir a la casa del padre. Cuando éste la viene a buscar, lo
entretiene, pidiéndole que se quede a jugar allí, donde vive actualmente (casa de los
abuelos maternos).
-La madre la lleva a su pediatra (por el raspón). Tras revisarla, observa una
vulvovaginitis. Pregunta ¿con quién estuvo?
También la lleva a la psicóloga de la hija: La evaluación arroja todos los indicadores de
abuso. No obstante, por la seriedad de esta cuestión, decide consultar o supervisar con
otros especialistas en el tema. Se confirma la compatibilidad de la ocurrencia del ASII, y
con el padre.
-Nuevamente vuelve a llevar a su hija a la pediatra. Ahora, la hijita relata lo que sucede.
Habla con palabras como “Pitulo en el culo”, lenguaje ajeno a su entorno. Relata,
señalando al padre.
En momento posterior, también relata lo mismo a su psicóloga. Ambas profesionales
consideran que hay compatibilidad con el ASI.
En el ejemplo anterior, se observa una característica del proceso de interpretación,
según Jensen: es un proceso de interpretación interactiva y contextual. Las interacciones
con otros/os, la articulación con otras averiguaciones que hicieron las madres, aportaron
nuevas interpretaciones que a la vez, incluyeron las interpretaciones anteriores. Estas
últimas fueron vistas desde una nueva perspectiva, o sea, resignificadas. Vemos cómo el
proceso de interpretación es una actividad social que involucra factores subjetivos en cada
acto de interpretación. Por ejemplo, en estas madres entrevistadas, las interacciones con
sus hermanas, amigas y madres contribuyeron a construir la sospecha y/o la certeza del
incesto.
La figura completa llega a ser comprendida desde la combinación de los signos
individuales. Simultáneamente la comprensión de las partes individuales presupone la
comprensión del todo. Pero son resignificadas restrospectivamente.
Otra característica del proceso de interpretación desarrollado por Jensen se refiere a que
la interpretación de un signo se puede ir modificando, o se le acoplan otras
interpretaciones:
En un ejemplo citado anteriormente, a la separación como factor que explicaría el
malestar de su hijo, la madre agrega que éste tuvo que dejar su hogar, sus lugares
habituales, parte de sus juguetes…
En otro ejemplo, a la separación, una madre agrega que comenzó a trabajar. Su hija
tenía pesadillas y llantos prolongados durante casi todas las noches. La madre cada noche
se levantaba par contenerla y consolarla. Ella ya se había separado, y habían acordado
visitas en forma privada, que incluían pernoctes.
En medio de un episodio de llantos y pesadillas, “…le decía “Juanita, por qué estás
llorando? Qué pasa?”, “yo no estoy llorando, yo no estoy llorando”, a veces hasta se
enojaba “yo no estoy llorando, no pasa nada”. Bueno, como esto continuaba… porque yo
al principio (pensé) que esto era por la separación, después porque había empezado a
trabajar todo el día, entonces digo “bueno, debe ser por todo esto”.
No obstante, hay un punto en que las interpretaciones culturales no son suficientes para
explicar el malestar de los niños. Las madres, entonces tienen que “desafiar” estas
explicaciones culturales, cruzar la valla de lo “habitual” para encarar la idea del ASII. Este
momento está cargado emocionalmente, y es aquí el lugar donde se inserta la visión de
Hooper relacionada con el proceso de descubrimiento como un tramo donde se despliegan
distintas estrategias en torno de la revelación de lo ocurrido, para ir logrando la
confirmación de la sospecha y el logro de la certeza.
Los signos pueden apuntar a diferentes direcciones y confundir a las figuras protectoras:
Tal es el ejemplo de una madre con un hijo de seis y una hija de cuatro años , que en el
momento del descubrimiento, reside en otra provincia. Ella y sus hijos sufren violencia
severa por parte de su marido. Los hijos le tenían pánico al padre:
“Mi hija, por ejemplo, se subía a las mesas y se desnudaba, o en el mercado le daban
ganas de hacer pis y se bajaba la ropa ahí nomás… yo no entendía nada, me
desesperaba…encima son celíacos los dos y toda esa trama de que los chicos son
hiperquinéticos por la celiaquía se mezclaba todo, menos entendía.
Se detectaron aspectos que han obstaculizado el descubrimiento del ASSI:
a) Ante evidencias de compatibilidad con el ASII, el deficiente trabajo de profesionales
no capacitados en el campo el abuso sexual infantil. O bien, la resistencia del profesional
en dar a conocer la posibilidad de esta situación.
b) Las negaciones rotundas del marido, cuando las madres lo confrontan con su nueva
información las mantienen en un estado de duda, lo cual es parte de la victimización hacia
ella. El vínculo de confianza existente hasta ese momento con el marido hace que las
madres supongan que éste va a decir la verdad de los hechos. Desconocen que sólo un
pequeño porcentaje de padres ofensores sexuales va a reconocer el abuso; asimismo,
ignoran sus aspectos manipulativos (Plummer, 2006). Se apoyan sobre estereotipos
referidos a los pedófilos, que no coinciden con estos padres (Jensen 2006). Las respuestas
de manipulación emocional de los maridos/cónyuges fueron: “estás loca”, “es por la
separación, la nena está mal”, “vos estás muy mal”. Algunas cuentan que “hasta me quiso
internar”, “querés destruirme”, “mente sucia”. Ante la descalificación del marido: Y,
dudaba de mí, como es lógico.
c) La visión esencialista de la paternidad, conlleva una idealización de la misma (qué se
espera de un padre por el sólo hecho de ser padre). Esto también obstaculiza la
comprensión de la ocurrencia del abuso:
Por más que nos llevemos mal, el papá tiene que amar a su hija. Desde el buen
sentido,¿no?
“No podía creer que él hubiera hecho eso”.
d) Ciertas características de los padres, como por ejemplo, en un caso, su torpeza en el
cuidado de los chicos, o en otro, el hecho de que durante las visitas, estaba con amigos y
no jugaba con su hija, desorientaban a las madres, en cuanto que a estas características se
les atribuía el malestar que tenían sus hijos al volver de las visitas.
e) Otros factores que retardan la adquisición de la certeza se deben a que los signos que
presentan muchos hijos/as pueden tener muchas diversas explicaciones no relacionadas con
el abuso, tanto para ellas como para los profesionales que consultan. Por otra parte, los
signos que se presentan pueden ser más o menos específicos del ASI o incesto. Por
ejemplo, la vulva inflamada, dolor anal o sangrado al defecar, serían signos más cercanos a
ser específicos y dolores de cabeza y pesadillas serían menos específicas.
f) Podríamos pensar que la dificultad máxima o la dificultad “reina” se refiere a la
prohibición cultural del incesto: el abuso sexual incestuoso es un imposible simbólico.
Hace estallar la idea de familia moderna, la concepción de la filiación (Calmels, 2007), o
como escribe Jensen, se opone a las visiones canónicas de la familia.
VI. Conclusiones.
El campo del abuso sexual infantil y especialmente el intrafamiliar, es una de las
problemáticas societales más angustiantes, por diversas razones. Por un lado, no se
comprende por qué hay adultos que dañan de esta manera a NNyA, incluyendo a sus
hijos/as. En segundo lugar no se comprende por qué es tan difícil detectar la misma.
El incesto en sí es un fenómeno complejo y tremendamente inquietante, tanto para las
familias que lo padecen, pero también para los profesionales y los equipos intervinientes
como también para la sociedad en general. En un solo acto abusivo, se ven comprometidos
sentimientos muy profundos; se ven cuestionados los lugares identitarios de los miembros
de una familia, por parte de los actores involucrados; quedan interrogadas las creencias
acerca del amor, la confianza básica en las personas, como asimismo los valores y las
concepciones acerca de la familia, de los/las niños/as y de los padres y de las madres.
Los esfuerzos por comprender este fenómeno se han dedicado mayormente a atribuir las
responsabilidades a las madres o a las víctimas mismas, por medio de teorías y de
creencias históricamente construidas. Se han centrado en las características de quien
“debería haberse dado cuenta”, o sea, la madre, por ser ella “quien tiene conocimiento de
todo lo que ocurre en el hogar”, quien “conoce mejor a sus hijos/as”. Son las llamadas
“teorías culpabilizadoras”, que desconocen las habilidades de los agresores para mantener
ocultos los hechos abusivos, y también, las amenazas, coacciones y la violencia simbólica
que ejercen sobre sus víctimas infantiles.
Tampoco se reconoce que finalmente son las madres las que, con mucho dolor y
aflicción, realizan las denuncias. Pareciera ser una situación de discriminación por género,
o sea hacia la mujeres, por ser tales. Al respecto, Herman (2004) escribe que el “trauma es
el drama de los que no tienen poder.”
El enfoque propuesto por Jensen, que sugiere pasar de la culpabilización a las madres a
los procesos de interpretación de signos, significados culturalmente, pareciera señalar esta
situación paradojal en la cual las madres nunca están libres de alguna situación de
culpabilización: o porque no se dieron cuenta, o porque inventan falsedades,
invisibilizando así al ofensor sexual, ofreciendo de este modo, una nueva visión acerca de
las situaciones de abuso sexual incestuoso.
En su complejo proceso de descubrimiento, los intercambios comunicacionales con
“otros”, que realizan las madres, a saber en nuestros ejemplos, con la propia madre, con las
hermanas, las amigas, con profesionales, o con conocidos del entorno laboral de las
madres, contribuyen a esta construcción interpretativa dinámica, hasta llegar a “saber” del
abuso.
Otros intercambios comunicacionales, en algunos casos, han sido negativos, por la
inducción en las madres a permanecer en la incertidumbre, en la confusión y en el no
saber. Mencionamos la respuesta profesional y la respuesta de los maridos o pareja íntima.
Plummer (2006) sostiene en su investigación, que la respuesta de los maridos o pareja,
fue uno de los factores importantes para no llegar a saber qué pasaba. No obstante, en otras
madres, justamente el conocimiento de las características de los agresores fue lo que las
hizo poder acercarse a la idea del incesto. En nuestros ejemplos, esto ha ocurrido.
Reiteramos que algo que puede parecer un signo obvio de abuso sexual
retrospectivamente, podría no parecer tan obvio, prospectivamente.
En la interpretación del signo hay una tensión constante entre interpretar demasiado o
demasiado poco, demasiado rápido o demasiado lentamente; demasiado normal o
exageradamente anormal. Las madres corren el riesgo de quedar entrampadas por la
tensión entre las acusaciones de negligencia parental por un lado y de falsas acusaciones
por el otro (Jensen, 2005).
Cabe preguntarse entonces si los profesionales de la salud, justicia y educación, ¿tienen
que preocuparse más por las falsas denuncias, o porque los niños, niñas y adolescentes no
revelan o no denuncian el abuso que están viviendo o han vivido. (Faller y Devoe, 1999).
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