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INTRODUCCIÓN
La teoría del delito es una construcción científica, cuya finalidad es la resolución de casos
penales, y su método es el dogmático-penal. La teoría del delito define a este en armonía
con la ley vigente-esto es, desde el derecho positivo- y no desde la filosofía, la moral o las
buenas costumbres. A través de la teoría del delito, la dogmática penal sistematiza las
categorías que configuran a aquél y le dota de un sustento científico sólido. De ahí deriva
su legitimidad, pues genera las condiciones para un ejercicio racional del derecho penal
vigente. Como producto humano, no es una construcción acabada, por lo que se encuentra
en constante evolución y es objeto de intensos debates teóricos. Como sostiene
Kindhäuser:
«La dogmática penal tiene la finalidad de sistematizar científicamente los presupuestos del
comportamiento delictivo y para estos efectos ha construido la teoría del delito».
El derecho penal mexicano -al igual que los sistemas jurídicos de nuestro entorno-reacciona
ante delitos y ante injustos (una acción-típica y antijurídica).
A lo largo de la evolución de la ciencia del derecho penal se han sostenido posturas que, en
su momento, pusieron especial atención a uno u otro elemento del delito. Así, mientras que
en el causalismo el elemento del delito que más literatura y debate generó fue la
culpabilidad, el finalismo se centró en el concepto jurídico-penal de acción, por tanto, en el
injusto. Aun y cuando el funcionalismo ha impactado en los contenidos de todas las
categorías --por ejemplo, en la normativización del concepto de culpabilidad, quizás sea en
la tipicidad donde más puede verse su influencia. Lo señalado podría dar la impresión de
que, dependiendo de la teoría que se asuma, existen categorías del delito más importantes
que otras. Esta sería una postura errónea que no debe asumirse. Como lo afirma
Kindhäuser, «toda vez que las distintas categorías del delito fundamentan la punibilidad,
resulta que no existe algún elemento que sea más importante que otro, de tal forma, que
tienen el mismo peso lógico. No existen elementos más importantes que otros».
De esta forma, el Ministerio Público podría imprimir todas sus fuerzas en imputar
objetivamente el resultado a quien, efectivamente, lo produjo mediante su accióntípica.
Bastaría, sin embargo, que la defensa acreditara que el sujeto activo no sabía que dicha
acción estaba prohibida por el ordenamiento jurídico (error de prohibición invencible), para
echar abajo la acusación y excluir de responsabilidad penal al imputado. Lo mismo sucederá
en sentido contrario: si el sujeto activo no posee la calidad exigida por el tipo, de nada
servirá esforzarse por acreditar su culpabilidad.
El injusto se construye con los tres primeros elementos del delito: acción, tipicidad y
antijuridicidad. Estrictamente hablando, se trata de sólo dos elementos, pues al derecho
penal solo interesa la acción-típica, de tal forma, que ésta se constituye como un elemento
del tipo objetivo y, por tanto, del injusto. La acción no es, por el contrario, una categoría
independiente a la definición de delito: «en consecuencia, antes de la tipicidad solo puede
existir como factum brutum una conducta, la cual se interpreta como un hecho punible
concreto solo mediante los predicados del delito respectivo. La culpabilidad, por su parte,
constituye por sí misma un elemento -a la vez que una de las grandes dimensiones del
concepto de delito: injusto v culpabilidad engloban a todas las categorías del delito: acción,
tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad. Estos cuatro elementos, que a su vez configuran el
injusto y la culpabilidad, tienen que verificarse necesariamente, de tal forma, que si falta
alguno de éstos, el delito quedará excluido:
Que la policía detenga a una persona por haber privado de la vida a otra mediante
apuñalamiento, no significa que nos encontremos ante un homicidio. Resta, para tales
efectos, acreditar todas y cada una de las categorías señaladas: si la defensa comprueba
que el supuesto homicida actuó en defensa legítima, entonces no habrá antijuridicidad,
tampoco injusto ni delito (solo se estará frente a la muerte de una persona).
Como afirma Kindhäuser; <para acreditar el injusto, es necesario comprobar que se han
colmado todos los elementos del tipo desde el punto de vista positivo, así como verificar
que no acude a favor del sujeto activo una causa de justificación»; mientras que, como
sostiene el mismo autor, «la culpabilidad no se acredita positivamente. La ley penal parte
del supuesto de que los ciudadanos tienen capacidad de motivación, de tal manera, que
están en condiciones de respetar la norma penal», ¿En qué se traducen ambas
afirmaciones? Estas afirmaciones se traducen en que existen causas por las que el injusto y
la culpabilidad pueden excluirse, impidiendo así la existencia del delito: el injusto puede
excluirse por una causa de atipicidad (falta de bien jurídico, por ejemplo), o por la existencia
de una causa de justificación (cumplimiento de un deber o estado de necesidad, por citar
un par de casos). Por su parte, la culpabilidad puede excluirse debido a que se verifique una
causa de exculpación, también denominada de inculpabilidad, como la falta de capacidad
de culpabilidad, el error de prohibición invencible o la no exigibilidad de otra conducta. En
los siguientes capítulos se abordará cada uno de los elementos que integran a las dos
grandes dimensiones del delito -injusto y culpabilidad-, perfilando también cada una de las
causas que excluyen a uno y a otro. Antes, sin embargo, analizaremos como es que se
configuran estas dos grandes dimensiones del delito.
-EL INJUSTO
El injusto es la acción-típica y antijurídica. Este constituye el primero de los dos juicios que
realiza el juzgador en materia penal. Solo es relevante el injusto que se configura de las
dimensiones física e intelectual, por lo que la falta de cualquiera de estas dos facetas impide
su actualización. Para acreditar el injusto, el juzgador debe analizar el hecho sucedido en
armonía con las herramientas científicas que le otorga la teoría del delito. Como ya se
advirtió, la teoría del delito ha ordenado sistemáticamente los elementos del injusto de la
siguiente forma: 1) acción; 2) tipicidad, 3) antijuridicidad.
Privar de la vida a una persona (acción), se adecua a lo establecido como delito en el Código
Penal (tipicidad), siempre que no acuda a favor del autor una causa de justificación
(antijuridicidad).
Para determinar si el imputado ha cometido o no un injusto, el juzgador hace uso del bagaje
probatorio que le otorga el CNPP. El desafío de la parte acusadora será demostrar que el
autor disparo a la víctima con el arma de fuego (acción), y que a través de ese despliegue
físico lo privó de la vida, adecuando su acción al tipo penal de homicidio (tipicidad).
Finalmente, deberá acreditar que, al desplegar la accióntipica, no acudió a favor del agente
una causa de justificación (antijuridicidad). El reto de la defensa es exactamente el
contrario: comprobar que el injusto se excluye por atipicidad, o debido a la actualización de
una causa de justificación. Por otro lado, hay que advertir, en armonía con Kindhäuser, que
el «injusto se divide también en injusto de la acción (desvalor de la acción) e injusto del
resultado (desvalor de resultado). Al primero, pertenecen el comportamiento del autor y
los elementos subjetivos del tipo, siempre que no se verifique una causa de justificación. Al
segundo, por el contrario, pertenecen los elementos relativos a las consecuencias del hecho
(muerte, lesiones)». Desvalor de acción y desvalor de resultado significa «desvalorizar», es
decir, atribuir una característica negativa a uno o a otro, precisamente, por haber entrado
en contradicción con el ordenamiento jurídico:
Una acción dolosa tiene un mayor grado de desvalor de acción que una acción
imprudente, mientras que privar de la vida tiene un mayor grado de desvalor
de resultado que causar unas lesiones simples. Lo mismo sucede entre un
delito consumado y el mismo delito, pero cometido en grado de tentativa: el
derecho penal desvaloriza de forma más intensa robar que intentar robar sin
lograrlo.
Si bien todo injusto se construye mediante una acción-típica y antijurídica, siempre habrá
diferencias de contenido. Esas diferencias se deben a los elementos que configuran cada
una de las categorías antes señaladas, por ejemplo, el grado de lesión o puesta en peligro
del bien jurídico. Lo anterior genera que todo injusto sea graduable. Esto significa que hay
«grados» de injusto, unos mayores que otros, dependiendo, por ejemplo, de la cuantía del
robo: el grado de injusto de un robo de un millón de pesos será mayor que el grado de
injusto de un robo de 1000 pesos.
Lo antes señalado se debe a que el injusto será mayor o menor, siempre que el grado de
lesión o puesta en peligro del bien jurídico lo sea también. Un mayor grado de injusto
significa, en la mayoría de los casos, un mayor quantum en la consecuencia jurídica
impuesta al autor. La ecuación es, entonces, la siguiente: a mayor grado de lesión o puesta
en peligro del bien jurídico, corresponde un mayor grado de pena o de consecuencia jurídica
(multa, medida de seguridad), y viceversa. La graduación del injusto se verifica-expuesto de
otra forma-, toda vez que la antijuridicidad forma parte del injusto, y es en la antijuridicidad
material donde se mide el grado de lesión o puesta en peligro del objeto jurídico (bien
jurídico penalmente protegido)
En relación con la teoría del caso, una estrategia acertada sería enfocar los
primeros esfuerzos en el tipo de injusto. Así, por ejemplo, si la defensa logra
que el juzgador considere que se trata de un delito imprudente -no uno
doloso como sostiene la fiscalía. Una condena menor a la esperada podría
obtenerse por esta vía, así como también acreditando un grado menor de
lesión o puesta en peligro del bien jurídico.
El ejemplo expuesto pone de relevancia lo importante que resulta acreditar, o no, cada uno
de los distintos elementos del delito, pues la consecuencia de ello puede ser la condena o
la absolución ¿por qué hemos afirmado que una buena defensa centrada en el injusto
puede beneficiar al imputado? La razón es relativamente sencilla: la pena o consecuencia
jurídica impuesta por el juzgador se basa en el grado de injusto y el grado de culpabilidad.
Así, queda claro que a menor grado de injusto menor grado de pena. Esto no es un ejercicio
académico, sino una disposición vigente en el derecho penal mexicano. Así lo determina el
artículo 52 del CP:
Artículo 52. El juez fijará las penas y medidas de seguridad que estime
justas y procedentes dentro de los límites señalados para cada delito, con
base en la gravedad del ilícito, la calidad y condición específica de la
víctima u ofendido y el grado de culpabilidad agente (...).
Con el juicio de culpabilidad concluye la evaluación de las categorías del delito: el juzgador
deberá tener claro si el imputado es o no culpable. De confirmase la culpabilidad, tendrá
entonces los elementos suficientes para individualizar con base en los criterios de
merecimiento y necesidad de pena, la consecuencia jurídica a imponer: injusto y
culpabilidad son los dos pilares de dicha determinación.
El juicio sobre la persona que cometió el hecho tiene tres presupuestos: 1) su capacidad de
culpabilidad (que falta, por ejemplo, en el caso de las personas inimputables); 2) el
conocimiento de la prohibición (que falta, además de otros casos, frente a un error de
prohibición invencible), y 3) la exigibilidad de una acción diferente (que falta en el caso del
estado de necesidad exculpante). Al igual que respecto al iniusto, para graduar la
culpabilidad, el juzgador deberá analizar todas y cada una de las circunstancias establecidas
en la legislación vigente. Además del CPF ---Cuyo texto ya se reprodujo al abordar el injusto-
, también el CNPP (art. 410) exige lo advertido hasta ahora:
Puede suceder, sin embargo, que la culpabilidad no se excluya, pero si se vea disminuida.
Efectivamente, tal y como sucede con el injusto, también la culpabilidad puede ser mayor
o menor, y esto impactará en el quantum de pena al igual que sucede con el grado de
injusto: las circunstancias personales del autor al momento de cometer el hecho, su nivel
cultural o su imputabilidad disminuida, desempeñarán un rol importante para la
determinación del grado de culpabilidad (art. 29 del CPDF):
EL CONCEPTO CAUSAL-NATURALISTA
DE ACCIÓN - LISZT-BELING
Sin embargo, el concepto causal-naturalista no podía explicar la omisión, por lo que fue
objeto de posteriores adecuaciones por parte de sus defensores, específicamente von Liszt,
con el fin de encontrar un concepto común que pudiese abarcar el hacer positivo y el no
hacer: «pero como esa concepción difícilmente se podía compaginar con la omisión, que no
causa nada, Liszt llegó posteriormente a formular otra descripción algo distinta "acción es
conducta voluntaria hacia el mundo exterior, más exactamente: modificación, es decir,
causación o no evitación de una modificación (de un resultado) del mundo exterior
mediante una conducta voluntaria"; con lo cual quedaba la "voluntariedad" como
supraconcepto». Con palabras de Kindhäuser: «al respecto, el concepto causal de acción-
concepto de pobre contenido pretendió que bastaba con que el autor simplemente hubiera
actuado como un mero portador de voluntad».
EL CONCEPTO CAUSAL-VALORATIVO
DE ACCIÓN -MEZGER
Más peso tiene la objeción, como afirma Roxin, «de que el concepto natural de acción, si
atiende demasiado al impulso consciente de voluntad, tropieza con dificultades en las
reacciones espontáneas, acciones automatizadas o hechos pasionales o bajo embriaguez».
Bajo esta concepción, no podría entonces sancionarse – por faltar precisamente una acción,
a quien se coloca en estado de ebriedad profunda para abusar sexualmente de su sobrina,
como tampoco al marido que encuentra a su mujer sosteniendo relaciones sexuales con su
pareja sentimental, los priva de la vida y abandona sus cuerpos desmembrados en medio
de la playa.
La base del concepto final de acción es la sujeción al dato ontológico, de conformidad con
el cual, el universo se encontraba ordenado antes de que fuese objeto de conocimiento por
el ser humano. Y esto incluye a la acción, que es, según el finalismo, una de las estructuras
lógico-objetivas: «las acciones humanas son acciones finales», de tal forma, que no hay
acciones sin voluntad, pues el hombre «obra guiado por una finalidad». Según Welzel, «el
hombre, gracias a su saber causal, puede prever en cierta medida las posibles consecuencias
de su actuación, fijarse, por ello, objetivos y dirigir planificadamente su actuación a la
consecución de esos objetivos. Actividad final es una producción consciente de efectos
partiendo de un objetivo».
El concepto social fue criticado por no poder resolver el desafío que representaban los actos
de personas jurídicas, efectos de la vis absoluta, movimientos puramente reflejos u otros
no controlables», que sí tienen trascendencia social y que no pueden ser excluidos
mediante su concepto de acción: el concepto social de acción «convierte la importancia
social de una conducta activa o pasiva en su concepto base (definido disyuntivamente). De
otra parte, es su deseo ofrecer un concepto de acción al cual puedan recurrir por igual
delitos dolosos o imprudentes. La conformación de un concepto tal es, sin embargo,
difícilmente utilizable, no solo por lo amplio e indefinido del predicado "socialmente
importante", el cual también se deja aplicar a procesos naturales, sino también porque al
dotar con contenido la capacidad de acción alternativa conforme a la norma --implícita en
el reproche de culpabilidad- lo hace tan pobremente como el concepto de acción causal».
EL CONCEPTO PERSONAL DE ACCIÓN -ROXIN
La acción es, según esta concepción, una «manifestación de la personalidad». Esto significa
que será acción todo aquello que se puede atribuir a un ser humano como centro anímico-
espiritual de acción». El concepto roxiniano de acción tiene tres dimensiones: física, mental
y anímico-espiritual. Esto se traduce en que, ante la falta de cualquiera de estas tres facetas,
se excluye la acción juridico-penalmente relevante la consecuencia de esta concepción, es
la exclusión de aquellas hipótesis que no pueden ser consideradas acciones, desde la
dimensión jurídico-penal, debido a que en su configuración no se integra el aspecto
anímico-espiritual, es decir, que constituyen solo movimientos corporales: la fuerza física
exterior e irresistible, despliegues físicos ejecutados durante el sueño o un ataque
convulsivo y los movimientos reflejos «todas estas son manifestaciones que no son
dominadas o dominables por la voluntad y la conciencia y por lo tanto no pueden ser
calificadas como manifestaciones de la personalidad, ni imputadas a la capa anímico-
espiritual de la "persona":
Por el contrario, hay casos en los que una persona puede tener pensamientos e ideas de
tipo delictivo que, por ejemplo, piensa realizar en el futuro: el sujeto «A» analiza la mejor
forma de ejecutar un asalto a la camioneta de transporte de valores y para ello piensa
detenidamente en la forma de llevar a cabo el hecho delictivo. Como sostiene Roxin, los
pensamientos y los impulsos de la voluntad pertenecen a la esfera espiritual-anímica de la
persona, pero en tanto permanecen encerrados en lo interno y no se ponen en relación con
los sucesos del mundo exterior, no son manifestaciones de la personalidad y por tanto no
son acciones.
Ausencia de acción
INTRODUCCIÓN
La ausencia de acción -que constituye una excluyente del delito-, se verifica cuando falta
cualquiera de las tres dimensiones que configuran la manifestación de la personalidad: la
física, mental o anímico-espiritual. Por ser un elemento del tipo objetivo, la ausencia de
acción es una causa de atipicidad. De inmediato salta a la vista que no interesan al derecho
penal -pues no constituyen acciones de conformidad con el concepto aquí asumido, los
hechos causados por animales, por la naturaleza, ni los pensamientos, ideas, emociones o
actitudes de una persona.
Por otro lado, puede haber una multitud de acciones desplegadas por una persona, que a
su vez produzcan resultados lesivos en bienes jurídicos y que a pesar de ello no tengan la
calidad de acción jurídico-penalmente relevante. Entre estos casos se ubican los estados
de inconsciencia - desvanecerse y empujar así al mesero que cae lesionado, los
movimientos o actos reflejos - frente a la avispa que se acerca a un ojo- la fuerza física
exterior o irresistible (vis absoluta) -quien es empujado por otro y rompe el jarrón ruso- y
el caso fortuito. La legislación mexicana reconoce esta excluyente del delito de diferentes
formas. Es importante destacar, sin embargo, que en cualquier caso la ausencia de acción
excluye la tipicidad:
A pesar de que estos tres ejemplos -vigentes en México - definen de forma diversa a esta
excluyente del delito, los tres coinciden en la falta de voluntad como fundamento de la
ausencia de acción. Considerar la falta de voluntad como basamento para excluir el
elemento acción, o la categoría de tipicidad, no desempeña rol alguno, pues ya se ha
advertido que la acción jurídico-penal es un elemento del tipo, por lo que al excluirse
aquélla se genera una causa de atipicidad y se excluye también el delito.
Un caso de exclusión de la acción por vis absoluta, es el del destacado estudiante, que se
encuentra esperando la llegada del convoy del metro en la estación Universidad, y es
empujado por un aficionado al fútbol -que viste la camiseta del américa- hacia las vías, poco
antes de que cruce el primer vagón del sistema de transporte colectivo de la Ciudad. A su
vez, el estudiante empuja-siendo objeto de una fuerza externa, la carriola Bogaboo hacia
las vías del metro, siendo ésta impactada directamente por el primer vagón. Las gemelas,
de seis meses de edad, resultaron con graves en diversas partes del cuerpo. En un caso
como este, no se puede imputar penalmente al estudiante por las lesiones causadas a las
niñas, ni por la destrucción de la carriola, porque el hecho fue causado sin su voluntad. Si
procede por el contrario, detener en flagrancia al aficionado -inmaduro e irresponsable--,
y vincularlo a proceso penal.
Mir distingue, acertadamente, los distintos casos de fuerza que pueden afectar, según sea
el caso, el injusto o la culpabilidad. Tratándose de la fuerza física, exterior e irresistible,
como en el ejemplo expuesto, se excluye la acción, por tanto, la tipicidad y con ello el
injusto (no hay delito respecto de quien es empujado. Si, por el contrario, de quien impulso
a «Z» hacia la carriola). Algo diferente sucede con la vis cumpulsiva (fuerza moral), pues
aquí no se trata de una fuerza física excluyente de la acción, sino de una amenaza o fuerza
moral, que afecta la culpabilidad: «esta clase de fuerza debe distinguirse de la violencia
moral (vis moral) que no incide sobre el cuerpo de otro, sino sobre su mente, a la que
intimida mediante una amenaza. Aunque la intimidación sea insuperable, no excluye una
decisión de la voluntad (coactus temen, voluit) ni, por tanto, un comportamiento
voluntario».
La segunda hipótesis que excluye la acción resulta difícil de encontrar en la praxis, pero ello
no impide que sea posible, pues diariamente ejecutamos acciones debido a actos reflejos,
que a pesar de no ser jurídico-penalmente relevantes, sí pueden llegar a serlo. Así, como
destaca la doctrina, «los movimientos reflejos tienen lugar sin la participación de la
voluntad. Son procesos en que "el impulso externo actúa por vía subcortial, periférica,
pasando directamente de un centro sensorio a un centro motor. Todo ello sin intervención
primaria de la conciencia"».
Por el contrario, «no son movimientos reflejos las "reacciones primitivas", en las que el
estímulo externo no recorre totalmente la interpolación de una personalidad
desarrollada». Casos como el de actos en «corto circuito y las «reacciones explosivas son
incluidos aquí por la doctrina mayoritaria
LOS ESTADOS DE INCONSCIENCIA
Tampoco las lesiones o puestas en peligro de bienes jurídicos generadas bajo hipnotismo,
sueño o embriaguez letárgica, son acciones jurídico-penalmente relevantes. En el caso de
una lesión o puesta en peligro de un bien jurídico, bajo cualquiera de estos casos, se excluye
la acción y también el injusto. Es importante advertir, sin embargo, que el análisis de estas
hipótesis deberá ejecutarse en armonía con los principios de la actio libera in causa, que
de hacerse efectiva sentaría las bases para la imputación de responsabilidad.