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ESENCIA DE LA PERSONA
SINCRONIZACION SISTEMICA

Aprenda a cultivar la relación médico-


paciente

La palabra del médico tiene muchísimo poder,


positivo o negativo, para el enfermo, y es
demasiado frecuente, el efecto negativo

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Índice
Prólogo ........................................................................................... 5
Introducción .................................................................................... 8
El Médico y las gentes .................................................................. 12
La riqueza del médico ................................................................... 32
Breve historia de la relación médico enfermo ............................... 39
La relación médica en el cuadro de las relaciones interpersonales 47
Formas de relación médico- enfermo. ........................................... 48
La relación objetivante .................................................................. 50
La relación interpersonal............................................................... 51
La relación médico-enfermo ......................................................... 53
La relación de consejo .................................................................. 55
La relación médico enfermo en la actualidad ................................ 58
El modelo sociocultural en la relación médico enfermo................ 62
El modelo psicoanalítico de la persona enferma ........................... 63
El modelo humanista en la relación médico enfermo .................... 67
Crisis actual de la relación médico enfermo.................................. 71
La práctica médico paciente .......................................................... 74
El maleficio médico ...................................................................... 87
El médico como medicina ............................................................. 91
Pruebas de que la atención médica adecuada es lo que marca la
diferencia ...................................................................................... 95
El mecanismo de la atención humana y afectuosa....................... 101
Cómo el estilo de vida afecta al cuerpo ....................................... 112

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El escuchatorio y la medicina basada en la narrativa en la relación


médico paciente .......................................................................... 116
La medicina basada en la narrativa ............................................. 118
Médico cúrate a ti mismo ............................................................ 123
Bibliografía ................................................................................. 127

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Prólogo
La transmisión de una concepción
humanística
Sin duda alguna, en una consulta médica moderna, lo
primero que hará un médico o médica, es identificar
“el motivo de la consulta” y a partir de éste,
desarrollar, en base a normas y métodos, (de la
medicina occidental), un procedimiento, que tenga
como objetivo, la consecución del diagnóstico, luego,
podríamos decir, que lo siguiente que hará, es definir
un pronóstico, y por último, indicar un tratamiento.

En el enfoque PPC (persona paciente caso) los


elementos que mayormente, no son manifestados por
el enfermo, respecto de su particular vivencia, deben
ser necesariamente, identificados como parte de una
instancia, que digamos que resulta importante.
Podríamos decir, que estos elementos se refieren a
instancias personales meramente subjetivas, sobre las

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circunstancias particulares de las personas y


fundamentalmente, vinculadas con los factores de
riesgo en cada caso. Esto determinará, la posible
evolución de un proceso típico de salud y enfermedad.

Según este enfoque, la problemática de la relación


médico paciente, requiere una revisión fundamental
en sus implicancias prácticas más concretas. La
práctica de la medicina contemporánea suele fallar
cuando trata de identificar los elementos
manifestados por el enfermo, respecto de sus
vivencias e interpretaciones subjetivas. Ya que por
más teorizaciones y disertaciones que existen al
respecto, su aplicabilidad brilla por su ausencia en casi
todas partes.

Dicho fácilmente, el acto médico, es siempre un hecho


singular, porque es respecto a una persona singular.
Entonces, a pesar de enumerar principios que hacen
notar que el acto de la atención médica es único e
irrepetible, irreductible por cuanto cada persona

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necesitada de asistencia, es única e irrepetible, en la


vida real, de las propias experiencias profesionales,
suele ocurrir algo netamente diferente, es decir, una
práctica de la profesión médica, no centrada en la
persona.

Desde la perspectiva PPC, cada contacto con el


enfermo PPC (persona, paciente, caso), someterá al
médico “al desafío” de un esfuerzo, en el cual se ha de
comprometer intelectualmente, sentimentalmente, y
emocionalmente, poniendo en ejercicio su pericia, y
su más noble actitud, si quiere perpetrar aquellas
características PPC y practicar este enfoque.

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Introducción
La literatura de todos los tiempos, nos brinda una
interesante y serena reflexión, la de Vicente Espinel,
quien en el siglo XVI, escribió: “Los grandes médicos
que yo he conocido, llegan al enfermo, procurando
con gran cuidado, averiguar su estado emocional” y
luego “también logran saber el origen, causa y estado
de la enfermedad”, y agrega, “y logran descubrir los
dones ocultos del enfermo, para de esta manera,
asentar la cura, así al mismo tiempo, se acredita al
médico”

El Filósofo y pensador Romano, Guardini, se ha


preguntado “¿Cuándo se llega a lo más profundo, rico
e interior, de las personas-pacientes?, él, escribió:
“Cuando la relación vital del médico y el paciente,
está formada por seres, en cada uno de los cuales, vive
una interioridad, que se manifiesta exteriormente, y
puede ser leída ahí por el otro, el cual es un ser
análogo”

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Para el enfoque PPC, una buena y aguda mirada, junto


con una delicada sensibilidad, y una capacidad de auto
sincronizarse, superan la extrañeza, y las ilusorias
diferencias de la relación médico - enfermo. Esta
actitud de ir hacia la persona como una realidad
irreductible requiere de empatía y comprensión. En
nuestro caso, preferimos, la práctica del enfoque PPC,
destacando una escala de valores, central para el
tratamiento mismo, porque se trata de un enfoque que
interpela al saber médico para sondear el ser interior,
llamado alma, de los pacientes, las personas enfermas,
toda vez que, el enfoque se respalda en el instrumento
de la comprensión. Ya que es un concepto operativo,
muy enriquecedor que indaga, en el interior de cada
ser, partiendo de la palabra, de su significado, y de lo
observado exteriormente. La comprensión es un
concepto que conlleva a la idea de abarcar y tomar
todas las causas y consecuencias de cada realidad
individual de la persona que padece, para finalmente

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“poseer la entrada principal” al tema de su estudio


patológico.

Todos los jóvenes y no tan jóvenes médicos, que por


vocación, han elegido comprometer su destino y
ejecutar un noble esfuerzo para enfrentar el siempre
enigmático fenómeno salud-enfermedad, pronto han
de descubrir que la vida tiene reservado para ellos,
profundas e inolvidables gratificaciones.

Les aconsejamos, sinceramente, dar los pasos en la


dirección del enfoque PPC, con un único requisito:
una “torre de razón” y muy fuerte optimismo y
esperanza sin límites. Ha llegado, el momento
propicio de expresar en plenitud, su bondad, en un
constante enfoque integrador de persona-paciente-
caso, para que los médicos sean recordados con amor,
dirán de él o ella: “que buena persona, muy amable, y
siempre mi gran protector”.

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El Médico y las gentes


Profesor Dr. Florencio Escardo, maestro humanista de
la medicina argentina

Si hay una actividad humana en que la grandeza y la


solidaridad, se unifican venturosamente, esa es la
medicina. Los médicos, son seres cuya vida está
dedicada por entero a ayudar a vivir. En ese trajín,
vital, los médicos casi no tienen tiempo de ver, cómo
viven y cómo se desviven. La existencia les es tan
hazañosa, y tan afanosa, que con cumplirla ya tienen
bastante. Por eso es útil y saludable realizar el
ejercicio, de vez en cuando, de detenerse a observar,
cómo miran a los médicos las gentes. Eso es lo que
intentaremos hacer en estas páginas, ellas contienen
frecuentes citas de Osler, y de Duhamel. Ellos, hondos
y finos observadores de los médicos, han dejado una
profunda enseñanza. De la mano de tan ilustres
legados, entonces, iremos a reflexionar, sobre las

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vueltas y revueltas, los secretos y misterios de nuestro


antiquísimo arte médico.

Nos vamos a referir al arquetipo tradicional del


médico, y cuando digamos “pacientes” a la masa
múltiple y anónima, que representa frente al médico,
el agente solicitante y juzgador.

Existen muchas definiciones de médico, venturosas


unas, desventuradas casi todas. De momento vamos a
atenernos a ésta: el médico, es la persona que “por
inclinación y por deber se mezcla en lo que no le
importa” (Duhamel). Bravo diagnóstico que nos pone
de golpe, en lo más profundo del tema, a tratar. En ese
mezclarse del médico, está precisamente, lo mágico
que mueve todo el drama de la profesión. Señala Osler
que: “el médico puede ilustrar mejor que nadie la
segunda y más importante lección de la vida (…) de
que estamos aquí para tratar de hacer más felices las
vidas ajenas”. Claro está que el médico, en función de
las profundas convicciones de su ser interior y ante las

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necesidades sociales, elige decisivamente, ese


concurso a la felicidad ajena, dejando de lado otras
necesidades y aun las suyas propias e inmediatas.
Dicho de otra manera, cuando el enfermo busca al
médico, no busca solo que este le cure la enfermedad,
quiere además que lo ayude y acompañe en el
desorden vital, que esta enfermedad le implica.

La gente busca en el médico un contacto humano: no


le basta una persona que lo cure, exige también que
ésta lo ayude a curarse, que lo convenza de que debe
curarse, que lo anime a curarse y que le prometa
pronto y vivamente que se puede curar. Eso ocurre, en
la vecindad tempestuosa de la angustia. El médico es
la persona de la hora de la aflicción y de la duda, de la
premiosidad y del conflicto, el testigo inexcusable de
los grandes momentos definitivos. El nacimiento, la
impotencia y el dolor. Esos instantes en que la vida
humana está asistida por el temor y la incertidumbre.
El espectáculo, habitual del médico, es el del estado

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de crisis. Los momentos que preceden al goce, y los


que encierran la alegría y la satisfacción, están
reservados para el modista, el peluquero, el maitre
d´hotel, al arquitecto o al vendedor de automóviles: al
médico los minutos desolados y augustos. Por eso es
explicable que haya tantos y tan buenos escritores
entre los médicos, caballeros solidarios del segundo
candente, del instante catastrófico. Pero junto a eso, el
médico es el individuo del apuro, casi toda su acción
se rige, bajo el signo de la urgencia. Y esta señal de
premiosidad es tan significativa, que con ella debe
moverse, con un a pesar suyo, que como no puede
esquivarse, acaba por parecer de buen grado.

¿De dónde nace esa premiosidad? Casi nunca de la


enfermedad misma: son pocos, contadísimos, los
trances en que una vida depende, del tiempo de
llegada del médico. El apuro nace de otra fuente más
recóndita y menos somática, nace de la imagen, que el
enfermo y su ambiente se hacen de la enfermedad,

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nace del susto, para decirlo en buen romance, nace del


miedo, nace de la cobardía, nace de la impaciencia,
nace de la impertinencia. Casi siempre la enfermedad
puede esperar, casi nunca el enfermo quiere esperar.
Esta realidad es la primera que se nos aparece apenas
tomamos contacto con la medicina, lo sabemos de
memoria, al día siguiente de comenzar como
practicantes a hacer “auxilios” que así se llaman
simbólicamente, lo dan por descontado los muchachos
que cruzan la ciudad, en ambulancias ululantes y
pronto, muy pronto, nos enteramos del alto desnivel
que media en el ser enfermo, entre su realidad
psicológica y su realidad patológica, pero pasan los
años y no hacemos experiencia alguna, la gente sigue
movida por la urgencia, a solicitar a los médicos, más
allá de cualquier padecimiento.

La fábula del lobo y el pastor mentiroso. Decimos en


la noche unas palabras tranquilizadora: “no es nada,
no se aflija” colgamos el teléfono y volvemos a la

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cama, aun no enfriada, pero no podemos dormir “¿y si


fuera cierto?” pensamos, y aunque sabemos que no es
cierto, comenzamos a vestirnos apresuradamente. Al
día siguiente la gente, la buena gente, se extraña si
estamos irritables y de mal talante. Cuando los años
jóvenes pasan y el físico ya no resiste esa vida
hipertensa, el médico defiende su reposo
imprescindible, desconectando el teléfono, entonces
la gente, la buena gente, lo descalifica: “no tiene
corazón”. Es bien curioso, que quienes acuden en
procura de vitaminas, apenas se sienten un poco
fatigados, no piensan nunca, que el médico tiene
también terribles cansancios y preocupaciones
intensas, y amores venturosos, o desventurados.

La cantidad de médicos que padecen de ulcera gástrica


y el síndrome de burnout son muchísimos, y por
supuesto, que estos no son hechos casuales.

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Dijimos que el médico, es la persona de los momentos


críticos, es que la medicina, se confronta con la vida y
la vida parece concentrarse en los instantes agudos,
como si se gastasen de golpe. Parece nada, dicho así,
y como al paso, que la medicina, se confronta con la
vida, pero ello significa, una aventura tremenda “en
ello reside toda su grandeza y toda la razón de ser de
sus incertidumbres. El progreso mecánico, es cosa de
juego: propone una serie de problemas que todos y a
su tiempo, son finalmente resueltos. En medicina, “la
reserva de lo desconocido, de insoluble y de ilógico,
es inagotable” (Duhamel). Cada avance de la
medicina no es tan ilustre, por la cantidad de
conocimiento, que aporta, como por la mayor zona de
misterio que revela. Todos los médicos lo saben, y sin
embargo, hacen sin cesar, un permanente esfuerzo,
para atacar, esa reserva de incógnita y transformar lo
desconocido, en algo más conocido. Pero esa lucha,
esa pugna sin tregua, ni respiro, no se trata cómoda y
académicamente en el campo universal de las ideas:

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se plantea y resuelve en un trato cara a cara con la


verdad, en duelo singular, con el paciente a cada día y
a cada hora. Conocemos, tocamos, medimos con
pavorosa consciencia, los límites de nuestra
ignorancia, y sin embargo, somos asaltados, sin
piedad, por la gente que exige precisiones,
exactitudes, seguridades, garantías, con la inocente
insistencia del paciente. Esa inquisición irresponsable,
es una de las torturas consuetudinarias que nos inflige
la gente. El más necio, se encuentra infinitamente
iluminado, en lo que se refiere a las enfermedades y
su tratamiento. Dentro de su cerebro deslumbrado, por
los axiomas de publicidad ilustrada sobre efectos de
tratamientos y medicamentos, y las afirmaciones
vulgares e internet, de por medio, maneja estas
precarias nociones y habla de vitaminas y rayos
ultravioletas. El médico, llamado a asistir a un
enfermo, se ve interrogado y en defensa de estas
situaciones, se hace categórico, y autoritario, son
maneras que le permiten evadirse de ser, puesto contra

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la pared, por cualquier lego impertinente. Pero


también es lo comprensible, la actitud del enfermo que
inquiere y pregunta. Desea saber, no como un acto de
conocimiento, sino como un método por su
preocupación humana. Quiere que el médico se ocupe
de él, de una manera intensa, profunda, prolongada,
total, ansia ocuparlo y preocuparlo. Este acercamiento
estrecho e intencionado entre enfermo y medico
suscita, dos situaciones peculiares, que merecen
atención especial: el llamado secreto médico y la libre
elección.

Se piensa que el secreto médico, atañe solamente al


diagnóstico, pero el contacto humano entre médico y
enfermo, es tan amplio, que lo que el primero “llega a
saber” va mucho más allá de lo que se quisiera que
supiese, no hay limitaciones para su entrometimiento.
Por algo, el Juramento Hipocrático, que convierte a
nuestra profesión en un hecho, nos advierte, el día
mismo que nos consagran doctores, acerca de la

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intimidad de los hogares, que nuestros ojos deben ser


ciegos y nuestros oídos deben ser sordos. La visión
periférica del médico, es terrible, él sabe por más que
no lo quiera, si la hermosa actriz, padece de una hernia
de ombligo, si al prestigioso militar que manda los
desfiles, le grita y agrede la esposa en la intimidad, si
el conocido filósofo, está lleno de supersticiones, o si
el juez jubilado, tiene relaciones con su ama de llaves.
Toda la convenida arquitectura de la pretensión
humana, se derrumba en la hora diminuta de la
cataplasma, el enema o el gargarismo. Se habla y se
escribe mucho sobre el secreto médico, y sus aspectos
jurídicos, y sociales, pero apenas se tiene en cuenta
ese hecho moral, admirable que significa, la
discreción médica.

No se puede negar que para vergüenza de la


corporación, haya médicos indiscretos, pero son muy
pocos y la sociedad siempre los aísla y neutraliza, de
cualquier manera, son los menos, su escaso número se

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diluye, en la enorme, circunspección general, que


acertando la fuerza de la convención en cuanto tiene
de útil y de sano, sigue considerando a los pacientes
como ellos, quieren ser considerados, y no como de
ropa adentro el medico los ha visto ser.

Ello no impide que el médico tenga una peculiarísima


visión del ser humano, que se traduce en ese
desenfado particular, en esa categórica confianza, en
esa mirada, desaprensiva, que poco a poco vamos
adquiriendo, con el ejercicio profesional.

Es en cambio, excelencia de la profesión médica, que


a nuestros ojos la gente siga siendo "la lección más
difícil de todas las que tiene que aprender el médico,
es saber que la ley de la vida solo se completa con el
amor, es decir con la caridad”.

Pero existe también el otro aspecto de la visión: si el


medico consigue o debe conseguir la mirada neutra y
empapada de comprensión, el enfermo ejecuta cada
vez ante esa mirada, un acto de desnudamiento, de

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entrega y de súplica. Mucho de lo que solemos atribuir


a ingratitud de nuestros enfermos, es solo efecto de un
mecanismo de defensa, mediante el cual pretenden
hacer olvidar, una intimidad sorprendida, una
vergüenza descubierta, y es por eso absolutamente
lógico, que suelan ser más ingratos, precisamente,
aquellos enfermos a quienes servimos mejor.

Siendo así, no es sino natural y además


respetabilísimo, que “el hombre herido por el
desorden orgánico, tenga la posibilidad de elegir la
persona a la que forzosamente tendrá que confesarse,
delante de la cual, de buen o mal grado, deberá
mostrarse desnudo, débil, desposeído, miserable o
ridículo” (Duhamel).

Esta elección, es una de las necesidades más intensas


del enfermo y motiva hechos dramáticos, en las
relaciones entre los pacientes, y el médico. Los pobres
que frecuentan el hospital, llegan siempre mediante
argucias y cálculos a hacerse atender por el médico

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que prefieren, filtrándose siempre por las limitaciones


y los reglamentos. Cuando un médico cambia de
hospital es habitual que las gentes de humilde
condición opten por hacer largos trayectos, con tal de
no perder su asistencia, las molestias de viajes
incómodos y de horarios desapacibles. Esa adhesión,
un poco astuta de la gente anónima, reconforta
enormemente a los médicos de auténtica vocación, de
los momentos de angustia y de injusticia, que no faltan
en la profesión, por el sistema vigente, en todo el
mundo occidental. “Esa predilección, como todas las
afinidades electivas, supone por otra parte, caprichos,
celos infidelidades, pequeñas y grandes, traiciones,
crisis de odio, y ternura, a través de los fastidios, de
las decepciones, los peligros, y las alegrías, de esa
profesión, difícil y magnifica, el verdadero médico
marcha con prudencia y paciencia” (Duhamel). Es
justamente el juego de esa libre elección, lo que hace
que de los grupos diferenciables, que integran la
sociedad, el grupo médico sea uno de los más

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significativos. No tanto por lo que muestra en sí,


cuanto por el modo con que el conjunto humano, en
que actúa, lo considera y lo refleja. Ello en tanto la
profesión del médico resulta de una encrucijada, en la
que se encuentra lo cultural y lo primariamente
humano. Ambos factores se equilibran, o
desequilibran en el médico, y en él, se comportan o
desnivelan. La cultura de éste profesional
particularmente, es una cultura urgida, por las
necesidades del medio, este le exige que sepa pronto
lo mejor que se sabe. El saber de los médicos refleja y
pone en acción, la obra de los investigadores: por eso
son, y tienen que ser, superiores los médicos de los
países donde residen y actúan los investigadores. “el
saber de un investigador realmente grande.- ha escrito
Osler.- equivale para su país, al de media docena de
elevadores de granos o de un nuevo ferrocarril
transcontinental”, mas añade, “tratase de un artículo
muy caprichoso, y variable, que no puede obtenerse a
voluntad, por eso, cuando se alcanza la fortuna de

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tenerlo a mano, hay que valorarlo, por cuanto


representa como dignidad nacional y por cuanto
significa como progreso material”. Si en lo intelectual
el médico tiene que mantenerse en permanente
contacto, con la ciencia dura, en lo profesional,
necesita un apretado contacto con el hombre, sin
perder ni en un sólo instante, ni una partícula de su
personal independencia, porque “el ejercicio de la
medicina es un arte, no un negocio, una profesión no
una industria, una actividad en la que se ejercita por
igual el corazón y el cerebro. A menudo, nos advierte
Osler, la mejor parte de nuestro trabajo, no tendrá
nada que ver con pócimas y polvos, sino con el
ejercicio del influjo del fuerte sobre el débil, del justo
sobre el malvado, del sabio sobre el necio. “A
vosotros como consejeros en quienes la familia reposa
fe, el padre vendrá con sus ansiedades, la madre con
sus ocultos dolores, la hija con sus tribulaciones y el
hijo con sus locuras”. Para poder actuar así, con valor,
y con ánimo resuelto, frente a las necesidades físicas

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y morales de su prójimo, el médico tiene que


conservar, repetimos, sobre todas las otras
condiciones, de su carácter, dos máximas
primordiales. Su independencia del auténtico sentir y
su libertad moral. Sin ellas, el médico casi no es
médico, pierde su esencia aunque pueda conservar su
título.

La gente reconoce implícita o explícitamente, en el


médico, ese aliento de libertad, esa independencia de
individuo, que es toda su fuerza y su signo moral, y
deprecia más, al médico que se hace mercenario, que
a cualquier otro profesional en igual trance.

Tal vez quieran decirme ustedes que mi visión solo


puede aplicarse a un médico ideal y yo podré
responder que de él estoy hablando, pero poco a poco,
por más que me apuren, afirmaré que no hay médicos
malos, sencillamente porque no puede haberlos.

Cuando un médico es incompetente o inmoral, o


simplemente desafortunado, la sociedad, las gentes, lo

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abandonan, lo aíslan, lo segregan, hasta tornarlo,


inofensivo, insignificante, y olvidado: es la gente y no
la medicina, quien hace a los médicos grandes o
pequeños. Nada como la profesión médica es lo más
directo en cuanto al resultado social.

Cuando afirmamos que el médico haciéndose


funcionario del estado y aun honestamente retribuido
en sus funciones, arriesga perder no solamente su
nobleza sino también y sobre todo, la independencia,
no estamos exagerando, ya que es ésta, su carácter
“esencial”.

No miramos tanto a la independencia personal del


médico, por cara que nos sea, cuanto a la seguridad
moral, que significa para el paciente, la libre elección
de su médico, y la garantía que esa libertad representa,
de que los malos profesionales sean poco a poco
puestos de lado, por el fino sentido del pueblo
sufriente. Basta pensar un poco, para observar, que
esta selección, acto vital, y defensivo por excelencia,

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se torna imposible, cuando el médico se transforma en


funcionario. En lo personal tampoco hay médicos
malos, el pésimo para unos, es genial para otros, por
eso hay tantos tipos de médicos, como hay grupos y
subgrupos, en la humana psicología. Cada cual busca
y encuentra el médico que prefiere: aquel técnico y sin
periferias será buscado, por la gente, culta y
responsable de sí misma: el buen mozo y galanteador,
por las damiselas solitarias. El tierno y paciente, por
los que necesitan apoyo y compresión, que son la
mayoría, y aquel otro con ribetes de charlatán por
aquellos que gustan ser deslumbrados y con ello se
consuelan y satisfacen. Cada ser humano, merece y
cada médico maneja, la clientela que le corresponde.
Es segura vía de conocimiento, psicológico, valorar a
cada médico, por la clientela que lo busca, así también
como acertado conocer a la gente, por el médico que
prefiere. No Juzguen nunca, a los personajes por sus
discursos, o declaraciones, valórenlos por los médicos
que escogen.

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El hecho de que el medico entiende de enfermedades,


ha creado el concepto de que es un auxiliar de la
naturaleza, a la que secunda y acompaña. La
naturaleza se toma tiempo para sus experiencias
enormes, el pobre médico, tiene siempre apuro porque
el enfermo lo tiene, apuro durísimo y angustiado. El
medico realiza una mezcla curiosa, de escéptico y de
optimista, que espera contra toda esperanza, pudiera
ser su lema. Hay que señalar especialmente este alto
coeficiente de solidario absurdo, porque de su
existencia tan notoria, como poco reconocida, nace
una situación especial. La gente encuentra tan natural
que el médico lo asista, que no valora en casi nada ese
concurso. Admira con gusto la técnica, la realización,
y aun la decisión, pero tiene en muy escasa cuenta el
compromiso. La solidaridad humana, que en todo
momento se requiere, del médico, se da por
descontada, y por lo tanto, se valora en muy poco, y
se agradece en casi nada. Lo curioso y en cierto grado
emocionante, es que el médico vive de esa cuota de

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mal pagada efusión y cuando le mandan de regalo


lechón o un pastel casero, se regocija como un niño y
se conmueve como un adolescente. En su regocijo y
en su conmoción, hay un significado intenso; el
medico comprueba que existen gentes que cuando le
han pagado, no le han pagado cuanto dio, y no hay
comprobación en el mundo, que le haga tanto bien,
como esa verdad sencilla. También por eso, le duele
mucho que para la gente, sean siempre caros los
honorarios del médico y que cuando quieren
descalificarlo, lo llamen comerciante. Por supuesto
hay médicos interesados, y tacaños, en su profesión,
pero los que existen son casos excepcionales.

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La riqueza del médico

Los médicos son desinteresados, miren ustedes, el


ancho campo de la sociedad y de la historia, y verán
que pocos son los médicos ricos: no hay médicos
enriquecidos por obra de su trabajo profesional.
Somos, en cambio, ricos de otras maneras
imponderables. Esa que de un modo amplio, pero
significativo, se comprende dentro de lo que se llama
amor y toda la potencialidad de ser por la profesión.

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La gran mayoría de los médicos aman su profesión y


aceptan su servidumbre si no es así, acaban por
abandonarla. La mayoría de los médicos sienten con
más o menos impulso, con más o menos brusquedad,
con más o menos candor o escepticismo, el
sentimiento de la caridad, aun cuando por explicable
pudor, afectan defenderse o desconfiar de él. Los
espectáculos, los actos mismos de la medicina, la
frecuentación de gentes inquietas disminuidas,
irritables, las exigencias, los caprichos, los peligros de
contagio, las responsabilidades jurídicas, materiales,
morales, de semejante profesión, no estarían, de modo
alguno, compensadas, por los beneficios, siempre
duramente adquiridos, y a menudo cruelmente
discutidos. Todas las servidumbres del médico
derivan, de una servidumbre esencial: su profesión, se
ejerce merced a una directa e intransferible dación de
persona. Sean como sean, los trabajos en equipo o las
perfectas organizaciones burocratizadas,
oficializadas, o socializadas, el hecho médico es, al

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fin de cuentas, un contacto de persona a persona. Si


para cualquier profesional o trabajador, la ausencia de
su persona, implica, una merma de la actividad y del
rendimiento, en el médico, la ausencia física, es la
amputación instantánea y total. El trabajo del médico
es indelegable: cada viaje, cada descanso, cada
enfermedad, le cuesta lo que gasta y lo que deja de
ganar, si el médico, se fractura y lo enyesan ,es posible
que la gente lo consulta por teléfono, pero
seguramente no cobra por ello. Es que el médico lleva
su profesión a cuestas y adonde quiera : en tren, en
una playa, en mitad de un concierto, en la sobremesa
de un banquete, en una fiesta de cumpleaños, o en el
velatorio de una anciana, cualquiera le consulta su
caso, le pide una receta, le requiere una opinión
técnica o le recomienda un amigo, y eso en seguida,
ahí nomás, sin preámbulos y sin compensaciones
¿Quién haría lo mismo, con un arquitecto, un químico,
o un matemático? Nadie, al médico se le pone en el
trance, con la misma desaprensión, que se dice al

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músico: ¿Por qué no toca algo? Lo tremendo es que


nosotros tocamos…este es el aspecto trivial de la
accesibilidad del médico, lo terrible y peligroso es que
a él se llega, con solo presentarse cualquiera que lo
busque: el irritado, el iracundo, el furioso, el
neurópata. Todo hombre, puede poner una barrera
entre el mundo y su persona, elegir sus visitas,
clasificarlas, y ubicarlas: el medico está siempre
disponible, para el primero que llegue son sus buenos
y a veces no tan adecuados modales, y preguntas. Para
eso es médico “dice la gente”. Y tiene razón, que es lo
menos que puede tener la gente. Esa es una enorme
cuenta abierta, que la sociedad tiene con los médicos,
con todos los médicos, desde el especialista de hora
prevista y último consejero, hasta el trajinado médico
rural, que lucha con la enfermedad, con barro y sobre
todo, ante la desconfianza campesina, de aquellos que
cada vez que hacen un viaje a la ciudad para
comprarse ropas nuevas, aprovechan para visitar al
médico, controlando si el profesional que atiende en

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el campo, está o no acertado. Todos los médicos y


cada uno damos en nuestra medida, esa solidaridad
humana, pero se nos reprocha como una traición, una
mala interpretación y se nos deja de valorar. Todavía
más, la nueva y triunfante filosofía de la medicina, el
psicosomatismo, nos exige la asistencia total del
hombre, con especial cuenta de sus procesos anímicos
y sentimentales. Volvemos así por novísimos
vericuetos, a darnos de manos a boca, con aquella
palabra, que tanto equívoco ha arrastrado para la
profesión médica: sacerdocio. Nos guste o no nos
guste, fuerza se hace contestar a esta pregunta
¿adónde van a parar, lejos ya de las religiones, los
angustiados, los inseguros, los estresados, las
enfermedades mentales, con las complejidades de
todo tipo? ¿Adónde los hombres desesperados que,
como un mecanismo de supervivencia, han
encontrado la conversión somática de sus conflictos?
Y sobre todo ¿Adónde pueden ir? Mal que pudiera
pesarnos a nosotros vienen y nosotros los médicos,

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luego de haber soñado, una era maravillosa de


remedios soberanos que curaran fácilmente los males
físicos, del ser humano, y después de haberla
alcanzado plenamente, hacemos de nuevo frente al
caos del hombre atormentado, como en la primera
hora del miedo primitivo, del hombre que para aliviar
su tormento, nos atormenta también un poco, y
tratamos de permanecer serenos, contra la continua,
persistente y desagradecida demanda de su inquietud.
El sacerdote, el artista, el amigo más íntimo oye la
confidencia, del desorden y aconseja, o comenta, a lo
sumo apoya. El médico, el pobre médico, tiene que
hacerse cargo del desordenado. Y mal o bien, mucho
o poco, acertado o inhábil, lo hace lo mejor que puede,
porque es el hombre que por tendencia y por deber
tiene que meterse en todo lo que no le importa. No les
pedimos que lo reverencien, solo les pedimos, que por
un momento, invirtiendo las situaciones, comprendan
un poco y nos conformamos con un poco, porque
sabemos de antemano, que no puede ser mucho.

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Malos, o buenos, eficientes o no, los médicos somos


hombres mareados por la íntima marca de la medicina,
que hace que nos reconozcamos y nos acerquemos
unos a otros, en cualquier parte del mundo, en todos
los paisajes de la tierra y que en todos los idiomas, y
por todos los medios, los médicos, nos comuniquemos
nuestros aciertos y nuestros errores. Buenas, malas
gentes, el medico es el único trabajador intelectual,
que publica y documenta sus propios errores, para que
otros no caigan en ellos. Le espanta el error por la
calidad no por el número, le espanta porque sabe que
se ejerce sobre un ser humano. Sabe que no puede,
piense lo que piense, y haga lo que haga, sino actuar
como médico, y pensar como médico. Cada palabra
que pronuncia, lo quiera o no, es palabra de médico.
Guarda en el fondo de sí mismo, el placer de cuidar y
la necesidad de curar. Y en el fondo de su corazón, no
renuncia jamás a sus privilegios, son sus obligaciones,
ni renuncia a sus poderes, porque esos poderes son
antes que nada sus imperiosos deberes.

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Breve historia de la relación médico


enfermo

La relación médico enfermo ha cambiado a lo largo de


la historia, según han sido las transformaciones
sociales y culturales. En civilizaciones antiguas la
asistencia al enfermo era realizada, por magos y
brujos. La enfermedad era considerada como
maldición, pecado, castigo de los dioses y la salud,
como un don también de los dioses. La enfermedad y
la salud eran interpretadas sobrenaturalmente. El
tratamiento del enfermo era el rito mágico, el
exorcismo, el abandono, la muerte, la plegaria, el
sacrificio u ofrenda a los dioses. El médico tenía un
carácter sacerdotal. En el siglo XVIII antes de cristo,
el código de Hammurabi, rey de babilonia, regula ya

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el ejercicio de la medicina con diecisiete leyes,


aparece por primera vez en este código, la relación
médico-enfermo y el ejercicio médico. Dispone
también penas para los errores médicos.

La medicina científica comienza en Grecia en los


siglos IV y V antes de cristo. Se excluye ahora la
medicina mágica y se adopta una explicación racional
de la enfermedad. Surge el concepto naturalista de
salud, y la enfermedad se ve como un desorden
natural. El gran médico griego Hipócrates, señala que
hay en la medicina tres elementos: la enfermedad, el
enfermo, y el médico. Insiste en la fuerza potencial de
la relación médico-enfermo, en el proceso curativo y
considera que el paciente es ante todo una persona que
hay que respetar y cuidar. El corpus hipocrático,
colección de 70 textos de la antigüedad, propone:
“estudiar más al paciente que a la enfermedad”.
Hipócrates abandona la idea de que la enfermedad es
producida por causas mágicas y defiende el punto de

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vista centrado en la persona, diciendo que la


enfermedad es producida por la alteración de los
cuatro humores en el organismo. La sangre, la flema,
la bilis amarilla y la bilis negra. En el corpus
hipocraticum se incluye el Juramento Hipocrático,
indica como debe ser la enseñanza de la medicina y se
habla de eutanasia, el aborto, la sexualidad y el secreto
profesional. En la cultura Griega, se da un fuerte
vínculo, entre acción de la palabra y la curación de las
enfermedades, la palabra del médico opera como un
verdadero medicamento y produce acciones
psicológicas en ciertos enfermos. Hipócrates indicaba
que el enfermo, debe colaborar, activamente en la
curación. El médico no debe emplear sus fármacos
hasta que no haya establecido, con el paciente, una
relación terapéutica satisfactoria, así, para Platón, el
enfermo es amigo del médico a causa de su
enfermedad. La relación entre médico y enfermo es de
amistad y en ella, es fundamental la confianza del
enfermo en la medicina y en el médico que le trata.

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Durante la edad media el desarrollo científico y


técnico queda subyugado de criterio moral y religioso.
Con el cristianismo las órdenes religiosas se hacen
cargo de la asistencia sanitaria, que es un acto
religioso y moral. Se crean los primeros hospitales
cristianos, la asistencia sanitaria es gratuita para los
enfermos sin recursos, y se atiende también a los
enfermos incurables y moribundos. El fundamento de
la relación médico enfermo, en el cristianismo, es una
modalidad de amistad cristiana entre hombres. El
medico medieval, le da importancia a la comunicación
verbal, con el enfermo, con el objetivo de darle
consuelo, de aliviarle. Se concibe la enfermedad como
un castigo de dios, se producen unos cambios en el
ejercicio de la medicina con el paso del tiempo.
Luego, en el siglo VII, se sistematiza la enseñanza de
la medicina en un currículo de cinco años en la ciudad
italiana de Salerno. En la mitad del Siglo XIII. Se
crean, las primeras facultades de medicina, en las
universidades europeas se adquiere un mayor nivel

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técnico por parte de los médicos. La asistencia de los


enfermos se recibe, según la clase social, a la que
pertenece. En el siglo XVII, la filosofía racionalista de
Descartes, con la separación del alma y el cuerpo, el
dualismo, cartesiano, provoca en los médicos un
cuestionamiento y les lleva a plantearse nuevos temas,
que antes no se habían atrevido por temor a
enfrentamientos. En el siglo XVIII los médicos
empiezan a hacer un estudio natural de las
enfermedades. Sydenham, señala que la especie
morbosa sería un conjunto de síntomas que se repiten,
idénticamente y de igual modo ordenados, a lo largo
del tiempo, en una serie indefinida de enfermos, y
más tarde, ya en el siglo XIX se desarrolla la medicina
con bases científicas. Aparecen nuevos modelos como
el anatomo-clínico y el fisiopatológico que buscan, las
causas de la enfermedad, siendo los síntomas, un
efecto de ellas.

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La medicina consigue bastantes avances, se describe


mejor la enfermedad, pero se olvida del enfermo. En
la medicina hospitalaria del siglo XIX, el enfermo
básicamente, es un objeto cognoscible y una persona
desconocida. La relación médico-enfermo es muy
insatisfactoria. Las luchas de los movimientos
revolucionarios de los siglos XIX Y XX, logran una
asistencia médica igualitaria. El enfermo toma
consciencia de su derecho a la asistencia, aun en los
casos leves. La medicina progresa en tecnificación y
especialización. El siglo XIX desarrolla una medicina
masificada. La sociedad de consumo provoca una
superabundancia de productos farmacéuticos.

En los hospitales con mayor tamaño y tecnificación,


se da un uso masificado de la medicina, superándose
la pura relación médico-enfermo. Como consecuencia
de los errores cometidos por la medicina, a pesar de
los muchos aciertos, reaparece un modelo
humanizado de la medicina. El enfermo, no puede ser

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visto sólo según la estrecha idea científica sino que ha


de incluir a la persona enferma con su subjetividad.
Este cambio intenta recuperar el poder de la palabra
como factor terapéutico, lo cual hace resaltar, la
relación médico- enfermo. A este modelo contribuye
Freud con su psicoanálisis. Sigmund Freud (1858-
1939) supone un cambio muy importante en la
relación médico enfermo, al introducir el sujeto en
medicina. Considera que en el acto clínico, la relación
es fundamental y la historia clínica un instrumento
imprescindible, que permite al paciente contar lo que
le pasa y relacionarlo con la vida familiar, su trabajo
y su vida cotidiana. También relaciona Freud los
afectos del paciente, con sus procesos corporales.
Cree que la palabra, cura por la palabra, es el mejor
recurso, para crear en el enfermo, un estado anímico
favorable a la curación. En los diagnósticos
freudianos, la “visión” se transforma en
interpretación, que consiste en la inferencia, de los
pensamientos latentes e inconscientes a partir de los

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elementos, que integran su contenido manifiesto.


También otros autores como Weitzaker, Gregorio
Marañon, que han incluido lo psicológico en el origen
de la enfermedad, fueron precursores de un enfoque
humanizado. Para Weitzsaker, el enfermo y la
enfermedad, constituyen un todo, al que hay que
interpretar de manera unitaria, para Marañon, hay que
buscar con más ahínco a la persona en la enfermedad
y no la enfermedad en la persona, afirma, que la
medicina, “es ciencia, arte y oficio” últimamente un
grupo de autores, resaltan la importancia de los
factores sociales, en el proceso de salud-enfermedad,
estos factores pueden ser ambientales y económicos.
El gran progreso de las técnicas específicas y la
especialización de la medicina en el siglo XX, los
mejores recursos de diagnóstico y tratamiento, han
hecho olvidar nuevamente, la subjetividad del
enfermo, y con ello la relación médico paciente.
Gruth, plantea que el hecho tratado por la medicina,
no tiene relación, con la persona, de este modo no se

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le reconoce el derecho a la palabra y el médico,


prefiere obtener la información de aparatos
sofisticados y no de lo contado por el paciente.

La relación médica en el cuadro de


las relaciones interpersonales

La relación entre un médico y un enfermo, señala


rotundamente Pedro Lain Entralgo, es la relación que
“vincula mutuamente a personas, esta relación está
por encima del hecho que uno sea médico y la otra
enferma”. Y afirmará: “el más grave error de quien
aspire a describir recta e integralmente la consistencia
de la relación médico enfermo, sería el de olvidar o
desconocer el llamado “fundamento genérico”, a
saber, el hecho de que en ella, se articulan, más o
menos eficaz y armoniosamente, el menester de una

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persona y la capacidad de otra persona. La relación


médica, es entonces, una relación interhumana y una
relación de ayuda. La relación médico-enfermo, está
formada por dos personas, y el vínculo entre ellas, es
la palabra. En este vínculo interpersonal, el
comportamiento del médico, sobre todo, con sus
palabras, influye en el paciente, y el de éste en el
medico. Estar relación está formada por el médico, el
enfermo y la enfermedad. En su relación efectiva,
puede adoptar, muy diversas formas, que pueden
llegar hasta el infinito.

Formas de relación médico-


enfermo.
Las formas de poder relacionarse las dos personas que
la integran, son muchas, pudiendo oscilar de la
amistad a la agresión, y pasar por diferentes grados
intermedios como son la indiferencia, el desdén, el
menosprecio. Esta relación podría clasificarse, por la

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intención, la forma y el contenido. Pedro Laín


Entralgo, considera que todas las posibilidades de
relación médica, podrían encuadrarse en dos, la
relación objetivante y la relación interpersonal.

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La relación objetivante
Define Lain Entralgo, la relación objetivante como,
“aquella en que una de las personas que la integran,
intenta convertir al otro en puro objeto y a mayor
abundamiento, cuando son los dos quienes
mutuamente se tratan, con tal intención”. Intencional
e hipotéticamente, el otro queda entonces reducido a
ser cosa, realidad exterior carente de libertad personal
y de fines propios. Ejemplos objetivante son los
señalados por Hegel con la relación siervo señor y el
de Jean Paul Sartre, con el encuentro a través de la
mirada objetivante. El encuentro o la relación
objetivante, busca convertir al otro en objeto, de
contemplación o espectáculo en un objeto de manejo
o instrumento. El otro como objeto de contemplación,
ofrece a mis fines, curiosidad científica, interés
profesional, investigación: el otro, como instrumento,
se da cuando le modifico artificiosamente, al servicio
de mis propios fines. Al otro lo puedo contemplar con

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amor o con odio, y puede ser instrumentado también


con amor o con odio. En la clasificación de formas de
amor, de Lain Entralgo, estas formas de relación
objetivante, serían de amor distante y odio distante.

La relación interpersonal
La relación interpersonal, es aquella que se establece
entre dos personas, cuando se tratan mutuamente.
Lain Entralgo afirma tajante que “el hombre es por
esencia persona. Ser persona existente, es la esencia
del hombre”. Señala nuestro autor las definiciones de
persona, que le agradan, como son las de Boerio,
Kant, Zubiri.

Para Boecio. la persona es una sustancia individual de


naturaleza racional. Kant, defiende que la persona es
un sujeto dotado de fines propios. Zubiri, define a la

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persona como un ser vivo e inteligente con


sustantividad de propiedad.

Añade Laín Entralgo que uno es persona en cuanto


ejecuta actos inteligentes, libres y propios. Lo cual
equivale a decir que la actividad constitutiva y
definidora de la relación interpersonal, será la
coejecución de los actos reciprocamente. Por tanto, la
relación, interpersonal, se dará cuando el uno y el otro,
se consideren y traten como seres a cuya realidad
individual pertenecen, el sentido de vida, la intimidad,
la inteligencia, la libertad y la capacidad de
apropiación. Será esta una relación de convivencia,
entre las dos personas, que se realizará mediante una
ejecución de actos, hacer algo en común, también
podrá ser una convivencia amorosa o una convivencia
no amorosa.

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La relación médico-enfermo
La relación médico enfermo ha sido a lo largo de la
historia una relación objetivante. El médico ha
considerado al enfermo un objeto, una cosa de
estudio. Laín Entralgo, escribe al respecto: “Así, se ha
venido concibiendo la patología en occidente. Según
esta mirada, el enfermo debe ser para el médico, puro
objeto de contemplación cognoscitiva, a la postre,
espectáculo, en el sentido más amplio y noble de esta
palabra”. El paciente debe ser, en principio, lo que la
planta individual es para el botánico, que la identifica
y lo que es el motor averiado, para el ingeniero que lo
repara, objeto contemplable en un caso y objeto
manejable, en el otro. “Cuanto en la práctica del
diagnóstico y del tratamiento haya de apartarse de
estos esquemas será, a lo sumo, concesión táctica y
resignada, no científica y no técnica, a la nunca bien
dominable realidad del mundo exterior” (.Lain
Entralgo). El enfermo es una persona por tanto, su

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relación con el médico, debería ser interpersonal. El


médico para ser buen médico, “tiene que
necesariamente que convertir en objeto contemplable
el cuerpo del enfermo” (Lain Entralgo), “la relación
interpersonal perfecta, es la diada nosotros, de un yo
y un tu, amorosamente fundidos entre ambos, sin
mutua confusión física”. Y ante los dos extremos de
la relación objetivante, y de la relación interpersonal
apunta, que “existen dos relaciones o realidades
intermedias, el duo y la cuasi diada”.

El duo Para Laín Entralgo, es el conjunto de dos


personas, unidas para lograr, una meta exterior a ellos,
ejemplo sería un contrato mercantil de actividad. La
cuasi diada, es una relación de ayuda, con tres tipos:

El consejo. La educación. Y la asistencia médica.

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La relación de consejo
Es en la que una persona ayuda a otra, para que tome
una decisión, mostrándole un camino hacia el futuro y
dejándole en libertad, para que lo siga o no.

La educación: es la actividad en la que el maestro


ayuda al discípulo, para que aprenda y adquiera un
hábito mental. No pude realizarse la educación sin
cierta “amistad pedagógica”. La asistencia médica se

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da cuando un médico ayuda a un enfermo, y trata de


que este adquiera un hábito psicosomático, no otra
cosa, es la salud.

La amistad del médico hacia el enfermo, se halla a


distancia de la amistad interpersonal. Hay distinguir la
relación diádica, de la pura amistad interpersonal, de
la relación, cuasi diádica de ayuda. La relación diádica
de pura amistad, interpersonal es la que se da entre
verdaderos amigos y entre amantes. Aquí la
objetivación del otro es necesaria, como medio, pero
lo más decisivo e importante, es la co-ejecución, de un
“nosotros” fundidos entre sí. A la relación cuasi
diádica de ayuda entre un médico, y un enfermo, la
co-ejecucion es necesaria, como medio, y la
objetivación del otro como contemplación o manejo
instrumental, es el fin de la relación. Las actividades
de aconsejar, enseñar y curar, han de ser eficaces
aplicando técnicas rigurosas.

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Una brillantísima conclusión de Lain Entralgo, es que


dentro del cuadro de las relaciones interhumanas “la
relación médica, es una cooperación cuasi diádica de
ayuda enderezada, hacia el logro del hábito
psicosomático, que solemos llamar salud”.

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La relación médico enfermo en la


actualidad
En el siglo XXI el modelo de asistencia sanitaria se
apoya en tres principios constituidos, por la
continuidad de cuidados, la accesibilidad y
disponibilidad, con un equipo profesional, en la
asistencia, la promoción y cuidado de la salud, de una
población determinada. El primer nivel es la atención
primaria, que es el fundamento de todo sistema de
salud, con el objetivo de una atención integral, a la
salud de la población, y en que la relación médico-
enfermo, tiene un papel importantísimo, es central o
nuclear. La práctica clínica genera ansiedad, en los

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médicos. Se ha descrito el llamado “síndrome del


residente de psiquiatría” en el que se observa:
ansiedad, depresión, entre otras; es indudable que el
trabajo médico genera algún tipo de estrés, más agudo
en algunos profesionales que en otros. En la relación
médico enfermo, hay cuatro líneas de investigación:

 El modelo de comunicación
 El modelo sociocultural
 El modelo psicoanalítico
 El modelo humanista

El modelo de comunicación en la relación médico


paciente

En los años sesenta, se intenta recuperar el diálogo


entre el médico y el paciente y se busca investigar,
todo el proceso referente a la comunicación entre
ambos. Se publican estudios, sobre entrevistas
médicas, a partir de 1968 y se aumenta el interés por
el estudio de esta relación. El encuentro entre médico

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y paciente, es lo central de la asistencia sanitaria, por


ello para los médicos internos y residentes, el estudio
de las entrevistas, es muy útil en el aprendizaje, de esta
relación.

Esta comunicación es muy importante, pero también,


se dan tensiones entre médico y paciente e
incomunicación en un 40% a 60% de todas las
consultas de medicina general (Penleton 1991). Para
Pendletón, solo el 30% de los pacientes sigue, las
recomendaciones médicas, coincidiendo con la
opinión de varios autores.

Cumplir la medicación está vinculado con la


comunicación entre el médico y el paciente. Solo una
tercera parte de los pacientes, tienen una información
adecuada del fármaco prescrito. La mejor información
conlleva un mejor cumplimiento del tratamiento.
Anstett(1980) señala que lo que se llama “paciente
difícil” es consecuencia, del fracaso de la relación
médico-enfermo. Hay una mala comunicación, por

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numerosas consultas, de los pacientes, por mala o nula


información, y por el sometimiento a múltiples
pruebas diagnósticas y tratamientos innecesarios. El
médico, debe conocer y responder a las necesidades
psicológicas de los pacientes.

Un tema muy importante y delicado, es la


comunicación e información a pacientes y familiares,
en las enfermedades incurables. Especialmente
significativo, es la comunicación del diagnóstico de
cáncer al paciente. El principal estrés del paciente se
debe a como el médico transmite el diagnóstico,
pronóstico y tratamiento. Los conflictos o
dificultades, en la relación médico paciente, aumentan
los costos económicos, de la sanidad, debido a que
conlleva mayor petición de pruebas, derivaciones y
hospitalizaciones. Para las instituciones sanitarias, es
de gran interés, la elaboración de estrategias, para la
resolución de conflictos que aporte soluciones o
mejores expectativas para médicos y enfermos. La

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satisfacción del paciente ha sido muy mal estudiada,


una buena comunicación se debe a la educación y trato
del médico, a la información transmitida al paciente,
y al tener en cuenta sus deseos ante la enfermedad.
Este modelo debe incluir las diferentes necesidades de
médicos y pacientes.

El modelo sociocultural en la
relación médico enfermo
El médico y el enfermo, constituyen un sistema social.
Su relación, está explicada, por los roles que adoptan
ambos. El rol del médico se refiere más a que la
profesión médica, necesita formación técnica y
científica. El rol del enfermo es no ser responsable de
su condición, tener que superar la enfermedad,
cooperar con el médico. El encuentro entre médico y
enfermo ha sido analizado por Lewin (1980) y
Naitzkin (1990). Se da una situación en la que
influyen la clase, la ideología, y los mecanismos de

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control social. Muchísimos autores y los más


importantes, critican a las instituciones sanitarias, del
mundo occidental, porque prestan poca atención a los
aspectos humanos, de la enfermedad y de la curación.
La mayor critica es la despersonalización, en la
relación médico paciente, al buscar el médico,
prioritariamente los datos necesarios, para elaborar,
un diagnóstico, olvidándose, de la persona enferma.

El modelo psicoanalítico de la
persona enferma
Freud es el introductor, de la persona en medicina. Es
el primero en señalar la gran importancia de la
relación médico paciente. Aporta el concepto de
transferencia, que es la intensa emoción afectiva del

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enfermo, hacia el médico durante el tratamiento.


También Freud muestra las dificultades en la relación
médico enfermo, los problemas de relaciones
interpersonales, con personas significativas de la
niñez. Un autor importante en la investigación sobre
la relación médico enfermo es Michael Balint, un
psicoanalista, y bioquímico británico, de origen
Húngaro. La medicina, debe tener por objeto al
enfermo y estudiar su subjetividad. Balint, Insiste en
incluir no sólo el discurso del paciente, sino también
del médico. Siendo central la ansiedad que se produce
en el médico ante determinados enfermos. Insiste en
la importancia de la psicoterapia, para el médico
general. Escribe el libro “El médico, el paciente y la
enfermedad” (1961). Creador de los grupos médicos
que tienen como objetivo la investigación, enseñanza,
y aprendizaje de la relación médico enfermo, estos
grupos se han extendido por distintos países europeos
y latinoamericanos. Los grupos Balint, siguiendo el
modelo psicoanalítico, estudian la relación en

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cuestión, analizan aspectos conscientes e


inconscientes, presentes en el acto de la consulta. Con
la ayuda de un psicoanalista, sus objetivos principales,
son enriquecer la práctica médica a través del “saber
escuchar” e introducir la noción de acción terapéutica
de la medicina. Mediante el análisis, pretende
aumentar las posibilidades diagnósticas y terapéuticas
del médico. Señala, que el medico es el primer y más
poderoso medicamento que dispone la medicina,
cuando ha aprendido a escuchar al enfermo. Balint
estaba preocupado por la escasez y limitaciones del
tiempo en la consulta médica, por lo cual desarrolla
técnicas de apoyo psicológico a sus pacientes, basadas
en entrevistas breves, así surgen la llamada
“psicoterapia de los diez minutos” y la técnica del
“flash”

El “flash” es una toma de consciencia espontánea y


mutua de algo importante para el enfermo. Su esposa
Enid Balint, también publicó el libro, “Seis minutos

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para el paciente” (1975). Michael Balint, señala


además que la “contratransferencia”, que refiere a las
emociones surgidas del médico hacia el paciente, es
de gran importancia, y defiende que, la terapia se da
entre médico y enfermo. En la actualidad se conoce
más y mejor el cuerpo biológico pero menos el
sufrimiento y la subjetividad del enfermo. Hay que dar
prioridad al enfermo y no a la enfermedad. Son
muchísimos y cada vez más los importantes
investigadores que defienden que hay que reintroducir
al enfermo en el dialogo terapéutico, para evitar la
deshumanización y despersonalización que amenazan
fuertemente a todas las instituciones sanitarias y a la
práctica médica, en todas las latitudes del planta.

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El modelo humanista en la relación


médico enfermo
Su mayor defensor es Pedro Lain Entralgo, afirmando
que esta relación es ante todo el encuentro entre dos
personas. En su libro la relación médico enfermo,

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historia y teoría (1964) estudia esta relación a lo largo


de la historia y la analiza dentro del cuadro de las
relaciones interpersonales. Enfatiza que el enfermo es
a la vez naturaleza y persona. Carballo, partidario de
la medicina psicosomática, estudia los aspectos
psicológicos, en el enfermar humano, como ser, la
afectividad, que se da en la relación médico paciente,
en especial, la angustia. Considera que la palabra del
médico tiene muchísimo poder, positivo o negativo,
para el enfermo, y es demasiado frecuente, el efecto
negativo causando iatrogenia. Por su parte, Pedro Lain
Entralgo señala que el siglo XX, se inicia con una
“rebelión de la persona” que hace que el médico, tenga
que considerar los factores psicológicos, y personales
en la enfermedad. Lain considera que todas las
enfermedades son psicosomáticas, y que esta es la
razón, por la que se debe introducir a la persona en
medicina y no caer en la exclusividad de la técnica
pura del ejercicio médico. Diego Guillen, discípulo de
Lain Entralgo, muestra que a finales del siglo XX se

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une a la “rebelión de la persona” una “rebelión del


enfermo”. Esta rebelión reivindica la autonomía
moral, es decir, la capacidad y el derecho del enfermo
a tomar decisiones que afecten a su cuerpo y su salud.
Describe tres tipos de relación médico enfermo:

La paternalista.

La oligárquica

La democrática

La relación paternalista es la adoptada por la medicina


occidental, extendida desde Hipócrates hasta la mitad
y finales del siglo XX, en ella el médico manda y toma
decisiones, sobre el curso de la enfermedad y el
enfermo, simplemente obedece.

La relación oligárquica es la que un equipo toma las


decisiones y se pierde la confidencialidad.

La relación democrática es aquella en la que el


paciente tiene mayor autonomía, se produce a finales
del siglo XX, cuando aparece el primer código de

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derechos y deberes de los enfermos. La relación


médico enfermo, tiene una nueva dimensión, que es el
“consentimiento informado”. El medico tiene el deber
de informar y el paciente, tiene el derecho a tomar la
decisión. Para López Piñero y García Ballester,
discípulos de la escuela de Lain Entralgo, el núcleo
de la asistencia médica, es la relación médico
enfermo, condicionada por la clase social, a la que
pertenecen ambos. Para el medico es un ejercicio
profesional y para el enfermo es una situación
excepcional, que es su necesidad, de ayuda en la
enfermedad.

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Crisis actual de la relación


médico enfermo
Colodron Alvaréz, considera en su libro “Crisis de la
relación médico enfermo”(1990) que en la actual
crisis uno de los factores se debe a la medicina
defensiva, que para evitar responsabilidades legales,
efectúa practicas innecesarias, alterando radicalmente
la relación.

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Los principios que entran en relación son: El princpio


de beneficencia. Que aporta el médico, el principio de
autonomía, que aporta el enfermo, el principio de
justicia, que aporta la sociedad.

La relación de estos principios en la asistencia


sanitaria universal, están produciendo unas relaciones
médico-enfermo, más conflictivas, que beneficiosas
para el paciente. Movimientos reivindicativos, han
conseguido diversos hitos, un modelo a imitar, y
profundamente transformador, el tribunal del colegio
de médicos generales, ha introducido el tema de la
“comunicación interpersonal” dentro del examen,
para ser miembro del Royal College. Que incluye la
escucha, el buen trato, y la participación del paciente
en la toma de decisiones. En Estados Unidos, ha
aparecido la carta de los derechos de los pacientes de
la asociación de los hospitales americanos y el
documento sobre la unión de los derechos y libertades
civiles de los pacientes. En muchos hospitales de todo

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el mundo, se han creado comités de ética, para


analizar y mediar, en los conflictos de la nueva
relación médico-enfermo, y la asistencia sanitaria. En
Estados Unidos, y el resto del mundo, muy similar, los
médicos más denunciados, son los que tienen peor
relación con los pacientes. En España, se ha
constituido el colectivo de afectados por errores
médicos, y también una federación de asociaciones
para la defensa de la sanidad pública. La relación
médico enfermo, actual, se ha hecho problemática,
por diferentes causas: sociales, políticas, morales,
psicológicas y técnicas.

La relación médico enfermo, puede mejorar, pese a


todas las dificultades actuales. Si se implementa en
todas las facultades de medicina, la adecuada
formación del médico, en los aspectos de esta
relación, que esté fundada en una auténtica
comunicación humana, de persona a persona, y en
una auténtica comunicación interpersonal.

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La práctica médico paciente


Nuestras creencias no son siempre tan conscientes
como pensamos. Tal vez nos dé la impresión de que
al aceptar una idea, es suficiente para que trabaje a
nuestro favor, pero si en el fondo no lo creemos
realmente, la aceptación de dicha idea no será más que
un proceso intelectual. Supongamos que una persona,
aquejada de ciertos síntomas, va a ver al médico, y
este le diagnostica una enfermedad basándose en sus
conclusiones objetivas. El médico le hace el
diagnóstico, y el pronóstico y le da indicaciones en
cuanto al tratamiento, basándose en los mecanismos
médicos habituales. Tan pronto como el paciente oye
“diabetes” “cáncer” “hipotiroidismo”, “síndrome de

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fatiga crónica”, “insuficiencia coronaria”, etc. le


vienen a su mente una serie de pensamientos,
imágenes y emociones basadas en experiencias
negativas en cuanto a este diagnóstico, como por
ejemplo, tal vez recuerde que alguno de sus familiares
padeció la misma afección, o que algún conocido suyo
leyó algo en internet, que luego le comentó, etc. lo que
queremos decir, es que generalmente se asocia a la
enfermedad no con una etapa inicial, controlable o
leve, sino con los estados graves y las consecuencias
desfavorables, por lo cual las palabras del médico, a
veces paralizan y asustan. En cuanto el paciente ve al
médico y oye su opinión profesional, acepta
automáticamente la enfermedad, cree lo que ese
médico tan seguro de sí mismo le dice, y luego se
entrega al tratamiento, y a los resultados, sin analizar
demasiado la situación en absoluto. El paciente se
deja sugestionar y es vulnerable, por lo que le dice el
médico. Si acepta entonces las emociones del miedo,
la preocupación y la ansiedad y también la tristeza,

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todas las reacciones del organismo, causarán estrés, y


serán desencadenantes que graven aún más su
experiencia clínica. Las mayoría de las veces, aunque
el paciente intenta tener pensamientos positivos,
acerca de que se acabará curando, su cuerpo deberá
superar la falta de expectativa positiva, que como un
efecto nocebo, introdujo en él el médico, sobre todo
por la forma en que éste ha trasmitido la información
correspondiente, creemos muy inadecuado para la
primera fase de cualquier tratamiento, este dispositivo
o modelo característico de la primera situación. El
paciente estará a merced de creencias limitantes,
inducidas por el tipo de devolución médica ¿Qué han
hecho las personas, que pueden superar el efecto
nocebo, que logran curarse a sí mismas, con la
autosugestión? ¿Cuál es la diferencia? En primer lugar
no aceptaron la irrevocabilidad del diagnóstico,
pronóstico o tratamiento. Ni creyeron en el resultado
más probable, o en el destino futuro que el médico le
resumió de forma tan poco empática. Sino que

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consultaron con otros especialistas, hasta que


encontraron a uno con una actitud positiva, afectuosa,
que brindó una explicación clara de todas las
posibilidades, y así experimentaron un estado distinto
en su organismo, y emocionalmente, mucho más
optimista. No se dejaron sugestionar por el consejo, ni
las opiniones, ni se sintieron aterrados, victimizados,
ni tristes. En lugar de esto, crearon el escenario para
facilitar actitudes que justificasen emociones más
esperanzadoras, más entusiastas, así, estas emociones
les produjeron una nueva serie de pensamientos, que
a su vez les permitió crear nuevas posibilidades para
su organismo. Al contar con la ventaja de poseer
varias alternativas, pudieron elegir con cual afrontar
su situación, y eligieron resultados lo más optimistas
posibles. Tal vez sin saberlo, comprendieron la
función de la epigenética, y de la neuroplasticidad. De
ahí que como consecuencia de su elección, de lo que
eligieron creer, se volvieron más proactivos, y
estimulados. Por eso cosecharon unos resultados

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mejores, que los de otros pacientes, que con el mismo


diagnóstico, ni se imaginaron capaces.
Las personas que intentan cambiar algo de su vida,
sólo con la mente consciente, nunca salen de su estado
habitual, y aunque necesitan reprogramar su mente y
sus genes, no saben cómo hacerlo. Por eso no se curan.
Son incapaces de entregarse a la posibilidad, ya que
les resulta imposible dejarse sugestionar por cualquier
otra cosa que no sea lo que le dicen en una primera
consulta, incluso cuando no se han sentido conformes
con la actitud del profesional, que no fue ni afectuosa,
ni escuchatoria, ni comprensiva. Es posible que una
persona siga enferma, por vivir a diario en el mismo
estado emocional, aceptando, creyendo y siguiendo el
modelo médico, sin analizarlo.
El diagnóstico y la forma de transmitirlo, como en el
ejemplo, equivalen en realidad, a un maleficio vudú.
Si prestamos atención siquiera al contacto físico, en
una situación basada en la relación médico paciente,
notaremos en general, una total ausencia del mismo.

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En algunas facultades de medicina, se hace lo posible


para ayudar a los estudiantes, a que comprendan la
necesidad de escuchar, realmente, y con empatía
sincera, a cada paciente, jamás perdiendo de vista que
se trata de seres humanos. Lo que suele ocurrir, es que
el foco principal en nuestra actualidad está puesto en
la enfermedad, no en la persona. Pero para nosotros la
persona, según su opinión, su estado emocional, y su
predisposición a participar en forma activa contra el
padecimiento, hace la diferencia. Hay muchas cosas
que pueden obstaculizar el contacto directo. Muchos
médicos carecen de formación en este ámbito de la
medicina. No son conscientes de la importancia
crucial que tiene una comunicación eficaz, y una
actitud curativa, en el ámbito asistencial, ya que con
demasiada frecuencia, se olvidan de que están
tratando algo más que un virus o un órgano. No es
posible resolver una enfermedad, sino se tiene en
cuenta a la persona que la padece. De esto no hay
duda. Los médicos pueden ocultarse

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inconscientemente, detrás de su trabajo, los


instrumentos, los análisis clínicos, y el vocabulario
técnico, pueden mostrarse reacios a entrar en contacto
de forma demasiado directa con el paciente como
persona completa, como alguien que tiene
pensamientos, temores, dudas, incertidumbres,
valores, preocupaciones, y preguntas particulares y
únicas, ya sean expresadas o no expresadas. Suelen
dudar acerca de su capacidad para hacer esto, porque
es un territorio para ellos inexplorado y
potencialmente aterrador. En parte, esto se debe a que
no están acostumbrados a observar, sus propios
pensamientos, temores, valores, preocupaciones y
dudas, con lo cual, los de otras personas pueden
resultarles muy intimidantes. Puede ocurrir también
de manera muy frecuente, en todo el mundo, que
tengan la impresión y la certeza de que carecen de
tiempo, para abrir estas compuertas o que tengan
dudas acerca de si sabrán responder de manera
adecuada. Pero lo que necesitan la enorme mayoría de

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los pacientes, es simplemente que les escuchen, que


estén presentes para ellos, que se tomen en cuenta su
situación personal, no sólo a la enfermedad. En
algunas facultades les enseñan a los estudiantes, entre
otras cosas, a hacer esta pregunta abierta al final de la
visita médica ¿Hay algo más que le gustaría
contarme? Les animamos a hacer una pausa, larga si
es necesario, con el fin de dejar al paciente el espacio
de tiempo suficiente para considerar cuáles son sus
necesidades y quizás, el motivo real que les ha llevado
a la consulta. Con frecuencia ese motivo no es el que
se expresa en un primer o segundo momento, y en
ocasiones ni siquiera se expresa, menos si el médico,
no está particularmente conectado con cada situación
que atiende. Algunos expertos han ahondado sobre
esta temática, presentando un programa de formación
para la entrevista médica. En este programa utilizan la
grabación en video para que los estudiantes supieran
corregir luego, sus faltas de atención adecuada. En
general, cuando llega la pregunta de si hay algo más

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que al interlocutor le gustaría decir, todos ellos,


tienden a enviar la señal no verbal de que no se quiere
oír más nada. Es decir, echan el típico movimiento con
la cabeza de la negación, esto se percibe de manera
inconsciente, con lo cual, la mayoría de los pacientes,
tiende a corresponderlos.
Hace 15 años en una organización médica, se ha
comenzado a confeccionar una historia clínica más
adecuada, y ampliada, con resultados totalmente
sorprendentes. En lugar de limitar las preguntas a los
antecedentes patológicos, quirúrgicos y familiares, se
añadieron una larga lista de cuestiones relevantes a
nivel personal. Indagándoles a los pacientes, aspectos
que la enorme mayoría de los médicos no
acostumbran a hacer ¿Hay algo que le impida ser lo
más auténtico que usted desearía? En caso afirmativo
¿Qué es lo que la detiene? ¿Qué le faltaría a su vida?
¿Qué es lo que más aprecia de su vida? ¿Está teniendo
una buena relación de pareja? ¿Es feliz? ¿Desearía
serlo? ¿Se encuentra satisfecha con su trabajo? ¿Se

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siente en contacto con el objetivo de su vida? ¿Está


actualmente desarrollando toda su potencialidad?
¿Está conforme con su carácter y personalidad? ¿Se
expresa habitualmente de manera creativa? En caso
afirmativo, ¿cómo? ¿Siente que el dinero es un factor
estresante? Si milagrosamente pudiera cambiar una
sola cosa de su vida, ¿Qué desearía? Las conclusiones
de esas historias clínicas, dieron un mayor
conocimiento del por qué muchas personas podrían
estar enfermas, mucho más que cualquier estudio
radiológico, análisis endocrinológico y cualquier otra
técnica conocida. Las conclusiones son que la enorme
mayoría de los pacientes están enfermos, no por tener
malos genes, o malos hábitos de salud, sino porque se
sienten dolorosamente tristes en sus relaciones,
estresados por el trabajo, angustiados por su economía
o profundamente deprimidos, y sin esperanzas de
cambio o mejoría. Como respuesta a la pregunta,
¿Qué le falta a su vida? La mayoría escribió una larga

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lista de cosas y no tenían nada que ver con la


alimentación o el ejercicio.
Por otra parte, hemos constatado que hay pacientes
con dietas inadecuadas desde el punto de vista
nutritivo, o con una frecuencia baja o nula de
ejercicios diarios, sin tener controles médicos de
rutina, disfrutan de una salud perfecta. Cuando
revisamos sus historias clínicas, ampliadas por este
enfoque más humanitario, notamos que en general,
sus vidas estaban llenas de amor, diversión, trabajo
importante, estabilidad económica, expresión creativa
conexión espiritual, etc. Hubo dos preguntas muy
importantes y siempre con respuestas muy
significativas ¿Qué piensa que se encuentra en el
trasfondo de su enfermedad? ¿Qué cree necesita su
organismo para curarse?
En este enfoque, la mayoría de las preguntas, no son
lo que caracteriza una entrevista típicamente médica.
Sin embargo, con mayor frecuencia de lo que se
piensa, contribuyen a orientar el comportamiento, y a

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revelar aspectos subjetivos de toda enfermedad. Por lo


común, cuando se les preguntaba ¿Qué piensa que se
encuentra en el trasfondo de su enfermedad? La
mayoría de los pacientes respondían cosas como estas:
“doy hasta agotarme” “me siento desdichada “en mi
matrimonio, odio mi trabajo” “necesito tiempo para
mi” “estoy sola, y me sienta mal” “no estoy en
contacto con mi deseo y propósito en la vida” “no creo
en nada” “me odio tanto que no puedo mirarme al
espejo” “estoy evitando enfrentarme con la realidad”
“no puedo perdonarme lo que hice” “estoy viviendo
una mentira” “estoy defraudada totalmente”. Etc. Y
cuando se les preguntaba ¿Qué cree necesita su
organismo para curarse? Las respuestas fueron muy
significativas: “tengo que dejar el trabajo” “debo
divorciarme” “tengo que acabar mi novela” “necesito
amigos” “tengo que confesarle a mi marido, que estoy
teniendo una aventura amorosa” “necesito
perdonarme por aquello que hice” “necesito quererme
más” “necesito dejar de ser pesimista “etc.

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Herbert Benson: el Neurólogo investigador de


Harvard, que investigó desde el año 1970,hasta la
actualidad, lo que él llamó respuesta de relajación, que
es la base del actualizado y transformador
entrenamiento autodirigdo al inconsciente, promueve
la idea de lo que él llama “el taburete de tres patas de
la curación”. Una de las patas es la medicación, otra
es la cirugía junto a otros procedimientos, y la otra
pata, que soporta el peso más importante, de acuerdo
a las últimas investigaciones, es el autocuidado.
Herbert sueña que algún día, la medicina moderna,
valore las tres patas del taburete de la curación,
alentando a los pacientes, a desempeñar un papel
fundamental en el cuidado de su propia salud. Él
sugiere, que el tratamiento y el autocuidado,
resolvería del 60% al 90% de los síntomas y
enfermedades que llevan a la consulta médica,
dejando las otras dos patas del taburete, para
completar, con los avances muy importantes de la
asistencia sanitaria moderna.

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El maleficio médico

Cuando los médicos sentenciamos a alguien con


estadísticas como: nueve de cada diez personas, con x
enfermedad mueren a los seis meses, ejercemos una
enorme influencia, así no le digamos esto al paciente,
pero sí a su entorno familiar. O cuando se suele decir
: tiene el 20% de probabilidades de sobrevivir al
menos cinco años, causamos un efecto parecido al
que se produce en las prácticas vudú de algunas
culturas nativas, es decir, estamos maldiciendo a
nuestro pacientes, desencadenando respuestas de

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miedo en sus mentes, y haciendo que estas activen las


respuestas al estrés, cuando lo que más necesita el
cuerpo, sobre todo en tales circunstancias, son
respuestas a la relajación, pronunciamos a nuestros
pacientes la palabra incurable o incluso, los
etiquetamos con una enfermedad crónica, u tiene
esclerosis múltiple o hipertensión , se les informa que
se verán afectados por ellas, el resto de sus vidas ¿No
estamos en esencia haciéndoles daño?
En “la curación espontánea” el doctor Andrew Weil
argumenta que los médicos se comprometen
involuntariamente con lo que él llama hechizo
médico, cuando declaran que un paciente presenta una
enfermedad crónica incurable o terminal, podrían
estar programándole su mente, de manera
inconsciente, con creencias negativas y activándoles
la respuesta al estrés, perjudicándoles más que
beneficiándoles. Al etiquetar a un paciente, con un
pronóstico negativo, y robarle la esperanza de que su

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curación podría ser posible, los médicos suelen


contribuir a un malestar mayor.
¿No sería lo mejor ofrecerle esperanza y hacer que su
mente desencadenara las sustancias químicas
inductoras a la salud y así estimular los mecanismos
de auto reparación del cuerpo?
Los médicos que dan cifras impredecibles y tienen
una forma de decir y transmitir no adaptada a la
necesidad del paciente, están perjudicándolo con un
nocebo, y esto ocurre en un porcentaje elevadísimo de
consultas, no hay médico que pueda en realidad ver el
futuro. No hay forma de predecir qué pacientes van a
desafiar las probabilidades. Esto es un hecho. Si un
paciente, encaja con la suerte probabilística, de ser el
caso, de uno sobre diez, que logra sobrevivir a
determinado pronóstico ¿Le hemos hecho algún favor
si le advertimos que tiene una probabilidad muy baja?
¿Si, tras oír el informe, el paciente no supera las
estadísticas, no es la probabilidad indicada un profeso
auto cumplido?

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¿Vale la pena que se elimine la esperanza para que


nuestros pacientes puedan ser “realistas” acerca de su
pronóstico?
Hay que poner en duda total y absoluta la forma de dar
la información médica aquí, y en cualquier parte del
mundo, ¿No tendría sentido para todos nosotros
médicos y pacientes por igual, cambiar el modo de
pensar? Comunicarse con optimismo es clave para
optimizar la oportunidad del paciente de gozar con
buena salud. En el optimismo, en la posibilidad de
mejoría y curación, en la atención de las necesidades
personales del paciente, en sus expectativas y en sus
proyectos de vida, existe un poder ilimitado, y yace
la receta del auto curación.

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El médico como medicina

Veamos los casos en que los pacientes se mejoran


porque creen en el poder de la medicina moderna y
esperan sentir alivio, al ir a ver a los médicos, y a otros
profesionales sanitarios de su confianza. Los
pacientes se han acostumbrado a acudir al médico y a
sentirse mejor luego, ya que su mente activa antes de
la visita, el resultado que se obtendrá después.
La propia expectativa, puede liberar hormonas en el
cuerpo, por sí sola, incluso en ausencia de cualquier
intervención terapéutica directa, causando unos
efectos benéficos, justo los que el organismo necesita.
¿Pero qué dicen los datos científicos?
Los científicos postulan que no sería suficiente ingerir
un placebo, y esperar un efecto sanador, si el paciente
se lo tomara sin la participación del médico durante el
proceso, es decir, que para ser verdaderamente
poderoso, el medicamento debe administrárselo

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alguien con autoridad socialmente aceptada. Alguien


en quien el paciente haya deposito una gran fe de
sanación. Ted Kaptchuk, director del programa de
Harvard, de ensayos con placebos, acerca del
encuentro terapéutico comentó: “Una pastilla de
azúcar no hace nada, lo que funciona es el contexto de
la relación, este es el ritual de la curación, se trata de
estar en una relación sanadora. Únicamente el acto de
la atención o cuidado es lo que medimos al estudiar
los efectos del placebo”.
Cuándo se le preguntó a kaptchuk, médico también de
formación en terapias alternativas chinas, cómo
justificaba, él como científico, la práctica de la
acupuntura, cuando la mayor parte de los ensayos
clínicos aleatorizados, y controlados, no habían
podido demostrar su eficacia, por encima del placebo,
él respondió “Porque yo soy un sanador
condenadamente bueno, esta es la complicada verdad”
y luego, agregó “Si necesitaras la ayuda y vinieras a
mí, mejorarías, les ha pasado a miles de personas”

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Kaptchuk fue coautor de un artículo para el New


England Journal of Medicine, en el que presentaba los
resultados de un estudio con asmáticos que
confirmaban esto: Aquellos que afirmaron tener
dificultad para respirar, recibieron un tratamiento con
un inhalador de salbutamol, tratamiento de referencia
para el asma. Otros que afirmaron tener dificultad para
respirar recibieron un falso inhalador (placebo), y
acupuntura fingida, (también placebo), y ningún
tratamiento real, sin embargo todos, tanto los del
primer grupo como los del segundo, mejoraron de
igual forma.
Quizás los pacientes del ensayo se encontraron mejor,
no únicamente gracias al salbutamol, la acupuntura
fingida, o el falso inhalador, sino porque alguien cuidó
de ellos ¿y si el tratamiento de los pacientes
consistiera no solo en el propio medicamento, sino en
la atención médica?
Quizá los grupos de tratamiento se sintieron igual de
bien, porque todos ellos recibieron la misma

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asistencia médica y quizás esto sea incluso más


importante que el medicamento o el tratamiento que
reciban.
Es posible que el asma sea diferente del cáncer.
Cuando se lucha contra una enfermedad
potencialmente mortal, no es tanto el alivio del
síntoma, lo que se persigue por lo general, sino el
control de la enfermedad. Lo más importante es que
tanto el alivio del síntoma como la remisión de la
enfermedad, están vinculados con la experiencia
terapéutica ya que la enfermedad está relacionada con
la respuesta al estrés, y el poder de curación está
relacionado con la respuesta a la relajación, ambas
variables se definen en el vínculo con el médico, que
es muy poderoso, independientemente de la
enfermedad, también es muy decisiva la actitud de
cada paciente.

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Pruebas de que la atención médica


adecuada es lo que marca la
diferencia

En esta etapa de la investigación está totalmente


demostrado que una gran parte, del efecto placebo,
gira en relación a la prestancia médica adecuada, y la
falta de la atención médica adecuada tiene una
relación muy importante con el efecto nocebo.
Pero ¿Cuánto efecto nocebo tiene? ¿Existe alguna
prueba de que la manera de atender a los pacientes, o
las creencias del profesional médico, afectan a la
respuesta obtenida? El doctor Lawrence Egbert llevó
a cabo un estudio en la escuela médica de Harvard,
que se publicó en el New England Journal of
Medicine, y para el cual distribuyó de forma aleatoria

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en dos grupos, a pacientes que iban a ser sometidos a


una intervención quirúrgica.
Uno de los grupos se encontró con anestesistas alegres
y optimistas que les aseguraron que su operación iba
a ser un éxito total, que se sentirían muy bien, que no
notarían dolor alguno y que muy pronto estarían
totalmente recuperados.
El otro grupo de desafortunados pacientes, fueron
atendidos, por anestesistas que habían recibido
instrucciones de mostrarse gruñones, aprensivos y
poco simpáticos, y no hablaron de la evolución del
acto quirúrgico, es interesante resaltar, que en realidad
eran los mismos anestesistas, que llevaban gorros
diferentes. Aquellos que estuvieron con los
anestesistas optimistas, necesitaron sólo la mitad de
medicación analgésica y fueron dados de alta 2,6 días
antes en promedio. El optimismo del médico es uno
de los factores más importantes que marca la
diferencia en la evolución del paciente, en cualquier
patología.

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En 1987 el K B Thomas quiso llevar a cabo un estudio


sobre si la actitud positiva del médico afecta la
respuesta del paciente.
Su estudio realizado en la Universidad de
Southampton y publicado en el British Medical
Journal, evaluó a doscientos pacientes que no habían
mejorado pero que no habían presentado signos de
alteraciones en los estudios diagnósticos, los pacientes
fueron asignados aleatoriamente a recibir uno de los
cuatro tipos de consulta.
Una consulta llevada a cabo de forma “positiva” con
o sin tratamiento, y una consulta de forma poco
positiva, con o sin tratamiento. El 64% de los del
grupo de la consulta positiva, mejoraron, mientras que
solo el 23 % de los del grupo de la consulta negativa
presentaron mejoría.
El estudio descubrió que se podía aumentar la
recuperación del paciente con palabras que le sugerían
que se encontraría mejor en pocos días.

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Thomas llegó a la conclusión, con esta investigación,


de que el propio médico, es un poderoso
medicamento, él es el placebo, y su influencia, es
determinante en la evolución de los pacientes de
cualquier patología, y que en cada consulta se produce
este efecto. Totalmente comprobado, mientras que el
optimismo y las palabras positivas son claves, la
confianza, es igual de importante. Los efectos
nocebos, pueden aparecer, también cuando un
paciente desconfía del personal médico y de los
tratamientos que aplican.
La creencia del médico, es también muy importante.
En un estudio publicado en The Lancet, que
investigaba el papel de las endorfinas, en cómo los
placebos aliviaban el dolor, los investigadores
descubrieron que a pesar de haber utilizado un
procedimiento doble ciego, las expectativas del
médico seguían influenciando la respuesta de los
pacientes a la inyección de naxona o placebo, si el

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médico no creía que un determinado tratamiento


funcionaría, éste podría resultar mucho menos eficaz.
Otro estudio, llevado a cabo por el Instituto Nacional
de Salud Mental, de Estados Unidos, evaluó a 250
pacientes con depresión, que fueron asignados
aleatoriamente a uno de cuatro grupos de tratamiento,
durante 16 semanas, psicoterapia interpersonal,
terapia de comportamiento cognitivo, un
antidepresivo y un placebo.
Como sub estudio de un proyecto mayor, los
investigadores Georgetown grabaron en video, la
forma en que los médicos participantes en este estudio
interactuaban con sus pacientes, y a partir de los
intercambios de este video, pidieron a evaluadores
expertos que predijeran, cuales iban a mejorar y cuáles
no.
De forma sorprendente, los evaluadores fueron
capaces de predecir los resultados observando la
relación médico paciente, independientemente del
tratamiento que se le hubiera administrado al enfermo,

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no se trataba sólo de si el médico y el paciente


conectaban a nivel emocional. Resultó que lo que el
médico creía, sobre el pronóstico del paciente,
también repercutió de forma decisiva. Si un médico
creía que el paciente iba a mejorar, era muy probable
que así sucediese, que si el médico no irradiaba, este
tipo de positividad. Estos hallazgos sobre las
creencias de los médicos, se han replicado desde
entonces, en muchísimos otros estudios, tanto en el
campo de la salud mental, como en el resto de
patologías importantes.
No es sorprendente, por tanto, que la personalidad del
médico marque una diferencia muy significativa en la
posibilidad terapéutica. Un estudio de la escuela
médica de Harvard, publicado en el British Medical
Journal, demostró que la respuesta al placebo
aumentaba del 10 al 82% cuando el médico trataba al
paciente con “calidez, escuchando con atención
afectuosa, y confianza”. Entre un tercer grupo de
control de pacientes en lista de espera, y que no

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recibieron atención médica de ninguna clase, sólo


mejoraron el 18%. La combinación de un apoyo
médico humano, adecuado y con creencias positivas,
puede y da como resultado curaciones aparentemente
inexplicables.

El mecanismo de la atención humana


y afectuosa.

¿Cómo puede incidir la atención médica humana,


afectuosa y la creencia positiva, en la mejoría de la
salud del paciente?
Todo apunta, de nuevo a la respuesta al estrés,
inductora de enfermedad. Y la respuesta a la
relajación, que facilita el auto recuperación del
organismo. Cuando un paciente, que otorga al médico
un significado positivo, se siente atendido, confiado,
seguro y cuidado, se aborta la respuesta al estrés. Se

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induce la respuesta a la relajación. El paciente


empieza a mejorar inmediatamente. Imagina por un
momento que te diagnostican un cáncer.
Al minuto de oír la palabra cáncer, las respuestas de
alarmas al estrés se activan al máximo, las glándulas
suprarrenales segregan más cortisol. El sistema
nervioso simpático, se pone en alerta. La mente
interpreta la palabra cáncer, como una amenaza
mortal, aun cuando la amenaza de muerte no esté
relacionada, con la realidad médica, de un diagnóstico
inicial. Y con posibilidades terapéuticas totalmente
favorables. El tal estado, de estrés fisiológico, el
organismo está desequilibrado para poder luchar
contra la enfermedad.
Luego entra en escena el oncólogo, que es amable,
afectuoso y tranquilizador, te toma la mano, te abraza
cuando rompes a llorar y te asegura que ha atendido a
miles de pacientes con ese mismo tipo de cáncer, y
que la enorme mayoría en esta etapa se han curado
totalmente.

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Con las palabras de calma y delicada presencia, el


oncólogo explica que te acompañará y ayudará para
lograr la curación. Traza un plan de tratamiento y te
proporciona un número de teléfono, al que puedes
llamar, si te surge alguna otra duda, te vuelve a dar un
abrazo y una palmadita suave en la espalda.
Aunque vayas a enfrentarte a una intervención
quirúrgica, y a un tratamiento de quimioterapia, ya te
sientes mejor.
¿Por qué? Porque la mente se ha tranquilizado. Se ha
aliviado el miedo, se ha apagado la respuesta al estrés,
el organismo se relaja. El médico ha convencido a tu
cerebro-mente, de que todo va a ir bien.
En este estado de relajación el cuerpo puede ocuparse
de lo que mejor sabe hacer. Esforzarse para curarse a
sí mismo.
¿La ausencia de atención humana, afectuosa y de
creencias positivas puede dañarte?
Si los médicos, que infunden calma y tranquilidad, y
creen que todo va a ir bien, pueden inducir efectos

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fisiológicos positivos, ya sabemos qué pasa cuando


los médicos, de forma involuntaria, utilizan sus
superpoderes de forma incorrecta. Aunque tengan
buenas intenciones, muy a menudo los médicos no
sólo no tratan a sus pacientes, con actitud humanitaria,
afectuosa y delicada, sino que pueden estar tan
ocupados, sobrecargados de trabajo, y agotados, que
pueden perjudicarlos por completo.
Haremos una descripción de una paciente en una
entrevista médica, que con todas las variables que
puedan ocurrir, es la base de un modelo
lamentablemente muy frecuente.

La paciente describe lo que ocurrió en la entrevista


médica.
“Si este médico que me atendió me roba al salir del
edificio, no podré confirmar que fue él, porque en la
entrevista, tuvo la cabeza agachada y no creo que me
haya mirado ni una sola vez, ni el primer médico que
me atendió, recogiendo mis antecedentes médicos, ni

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el de la misma sala de exploración, me miraron una


sola vez. Clavaron los ojos en sus ordenadores y me
hicieron preguntas, mientras seguían tecleando. Un
equipo informático le proporcionó mi nueva receta,
que ni siquiera comentó conmigo”.
Si todo lo que necesito para controlar y tomar mis
recetas, para mis enfermedades actuales o crónicas,
es un programa de ordenador ¿Para qué estoy
malgastando una hora de mi tiempo en una sala de
espera? Ay! Y sin olvidar que la enfermera introdujo
un código erróneo en el ordenador y el médico, vino
preparado para hacerme una exploración de mama,
en lugar de para auscultar mis pulmones asmáticos.
Yo pregunté.- ¿Cómo, de qué está hablando doctor,
perdone?-O bien tiene una información errónea o de
lo contrario, estoy en una sala equivocada. Estoy muy
enfadada, no voy a volver aquí nunca más”.
Lamentablemente es muy frecuente escuchar
opiniones de este tipo, con todas las variantes,
referidas a la atención en las consultas médicas. Los

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profesionales médicos se sienten frecuentemente muy


agobiados, acotados, menospreciados, en los sistemas
médicos, con 5 o 7 minutos, de tiempo, para atender a
sus pacientes, y esto repercute en forma directa en los
enfermos, después de la visita al médico. Si tienes que
estar sentado durante dos horas en una sala de espera
abarrotada de gente, para tener entre cinco a siete
minutos y medio que es el promedio de tiempo de
todas las consultas de los profesionales sanitarios,
para ver a un doctor agotado, que te interrumpe al
hablar, olvida tu nombre ,te interroga como lo haría la
policía, no escucha y encima, acaba asustándote, con
pronósticos desconcertantes, puedes estar seguro de
que entonces lograrán activar tus respuestas al estrés,
sintiéndote así, más enfermo que antes. Nadie lo hace
de forma intencionada.
Los médicos con mucha frecuencia, se han sacrificado
tanto por sus pacientes, que dejan de ser conscientes
del por qué no están haciendo lo que estaban llamados
a hacer. Piensan que los sacrificios de atender a tantas

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personas en un mismo día, ya demuestra su vocación


de servicio. Sin embargo, es hora de focalizarse en
brindar la atención humana correspondiente,
incentivar las creencias positivas, y optimistas, los
médicos esperanzadores podrán modificar el sistema
sanitario perverso y deformado incorporado
actualmente en el mundo. Por supuesto que los
médicos, nunca tienen la intención de perjudicar a sus
pacientes, a la mayoría nos motivan las más puras
intenciones y no queremos otra cosa que ayudar a que
nuestros pacientes mejoren y sanen.
Pero hemos oído a buenos médicos, dar las malas
noticias, muchas veces, en la forma que no es la más
adecuada, daremos algunos ejemplos:

Médico Oncólogo: le dice a la paciente: .- “lo siento,


su tumor maligno es imparable, y no está limitado al
órgano que creíamos, está extendido al estómago, al
colon, y a los ganglios linfáticos. Todavía nos faltan

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algunos estudios, pero es posible que también se


encuentre en los pulmones, huesos, y cerebro.
Podemos administrarle quimioterapia, pero va a ser
sólo a modo paliativo, no curativo. Vamos a hacer
todo lo necesario para que esté lo mejor posible”.
.-“Tenemos que informarle que sólo una de cada 20
personas, con su tipo de cáncer, sobrevive a los cinco
años. El promedio de la mayoría, sobrevive unos seis
meses o a lo sumo un año. No sabe cómo siento decirle
esto, pero es nuestra obligación transmitirle la
realidad de su patología”.
Cuando las malas noticias se dan de este modo, sólo
pueden desencadenar las respuestas al estrés, puede
incluso conducir a la muerte, aun cuando no haya
razón médica que justifique tal desenlace.
Proponemos una nueva forma de dar malas noticias.
Tomemos el caso de la misma paciente que presentaba
el cáncer con metástasis y una posibilidad sobre
veinte de sobrevivir.

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.-“Vamos a tener buenas y malas noticias, vamos a


empezar por las malas. Me temo que su tumor
maligno, no esté confinado a un solo órgano, tal como
esperábamos. Parece que el cáncer se ha extendido al
estómago, el colon y los ganglios linfáticos, tenemos
que hacer algunos estudios para ver si puede haber
llegado a algún órgano más.
Pero vamos a planificar que es lo siguiente que vamos
a hacer. Pero, ya dijimos las malas noticias. Que
tenemos que informarle por obligación médica de dar
el pronóstico real, pero déjenos compartir con usted,
las buenas noticias (esto dicho con mucho énfasis,
creencia muy positiva y optimismo, fuerte esperanza
en la posibilidad de control de la enfermedad). La
buena noticia es que un porcentaje muy alto de
personas, con exactamente el mismo diagnóstico,
sobreviven y existen indicadores, de qué tipo de
pacientes pueden ser estos. El cuerpo está diseñado
para curarse a sí mismo, incluso cuando enferma, y
tenemos las pruebas suficientes, que quienes cuidan

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su organismo, y su mente, y tienen una creencia muy


fuerte en su capacidad para mejorar, con muchísima
fe y esperanza y con un proyecto de vida con vistas a
estar más allá de la enfermedad, tienen enormes
posibilidades de curarse. Es muy importante para su
organismo que sea muy optimista, que su cuerpo y su
mente se mantengan lo más relajados posibles,
porque en este estado de relajación, está toda la
posibilidad de vencer la enfermedad. Quiero que sepa
que creo totalmente en su curación y que voy a estar
con usted en cada etapa del proceso. Mañana
hablaremos de todas las posibilidades de tratamiento,
y qué es lo que haremos a partir de ahora”.
.-“¿Tiene alguna duda, tiene preguntas, para
hacerme?, si le surge alguna duda o pregunta en
cualquier momento, no dude en llamarme. La fe y
esperanza sin límites, ayudados con la medicina
adecuada, producen milagros. Usted es capaz de
salir adelante”

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Imagina lo diferente que te sentirías, después de esta


conversación. El primer médico te hubiera dejado en
un sentimiento de congoja, angustia, e incertidumbre,
estrés total y desesperanza.
El segundo médico seguramente te ha hecho sentir
apoyado, esperanzado y bien informado, con una
actitud de optimismo total, en la posibilidad de
curación. Como médicos es nuestra responsabilidad
considerar cómo podemos facilitar el proceso de
ayudar a nuestros pacientes, para que mantengan
creencias positivas y se liberen del estrés. Este acto de
vínculo humano, afectuoso, de fuerte optimismo, y
esperanza, tiene efectos más profundos, que cualquier
medicamento o cirugía, sin descartar para nada toda la
ayuda técnica de la medicina actual. Es muy posible
que nos lleve muchos más minutos de nuestro tiempo
diario, dar las malas noticias, de una forma, para que
ayude enormemente y facilite la curación, y sin dudas,
los resultados en todos los casos, por grave que sea la

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patología, en todos los casos comparativamente, son


extraordinarios.

Cómo el estilo de vida afecta al


cuerpo

El enfoque casi exclusivo de los médicos, en la


bioquímica del organismo, con exclusión de la salud
de la mente, deja a un lado un factor importantísimo,
con la posibilidad de mejoría o curación, es el estilo
de vida por el que se opta, este puede dar como
resultado, cambios fisiológicos en el organismo que
son trascendentes, mejorando o empeorando la salud.
Hay un vínculo estrecho entre el estrés que
experimenta la mente y la enfermedad del cuerpo. Los
factores de estrés emocional, asociados a la soledad,
la frustración en el trabajo, preocupaciones
económicas y el miedo, pueden desencadenar la
enfermedad, cada faceta de la vida, afecta a la salud

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de la mente y con ello a la salud corporal. Para vivir


en plenitud, prevenir la enfermedad u optimizar las
probabilidades de remisión de la enfermedad se
necesitará:

 Una forma saludable de pasar el día, tanto en el


trabajo como en la casa

 Una economía saneada, sin estrés económico

 Una vida mental y emocional sana que se


caracterice por el optimismo y la felicidad, libre
de miedo, ansiedad y depresión, u otras
afecciones de salud mental.

 Un entorno de vínculos saludables

 Un estilo de vida saludable que favorezca la


salud del cuerpo, buena nutrición, ejercicio

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regular, suficientes horas de sueño, y sin


adicciones que perturben la salud.

Los datos científicos avalan, que la salud mental, es


tan importante como la salud del cuerpo, y en
muchísimos casos es lo que más importa. El cuerpo es
siempre un espejo de cómo vivimos nuestras vidas. El
cuerpo es el reflejo, de la suma, de nuestras
experiencias vitales. Se aplica por extensión al
entorno social, personas con la que interaccionas en tu
vida personal y profesional. Vínculos familiares,
anteriores y presentes. Los objetivos de vida, que
permiten proyectar metas, tanto a mediano como a
largo plazo, y superar más fácilmente el estrés. La
libertad creativa, que se experimenta sólo en
momentos de distención y/o cuando se hace con
pasión algo. Otras cuestiones de la mente que afectan
al cuerpo, reflejando la salud y la enfermedad, son el
optimismo, cuanto más feliz la persona se sienta,

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mayor salud reflejará su organismo. La gente que


adopta una vida feliz y saludable, como la que se
deriva de encontrar una pareja cariñosa de por vida,
que brinde apoyo moral, o por ejemplo, mantener
estrechas relaciones familiares y dedicarse a realizar
un trabajo que resulta satisfactorio plenamente a nivel
personal, desarrollan su potencialidad, llevan una vida
llena de positividad que conduce a la respuesta a la
relajación, lo cual contrarresta la respuesta al estrés, y
remite a una salud mucho más prolongada y de mayor
calidad.

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El escuchatorio y la medicina basada


en la narrativa en la relación médico
paciente
“nosotros los médicos no hacemos nada, y sí
podemos hacer muchísimo, estimulando,
fomentando, alentando y optimizando fuerte e
intensamente al médico interior de nuestros
pacientes”
Albert Scheweizer

Decía, Lain Entralgo, que la relación médico- paciente


es el encuentro entre dos personas, dos necesitados,
uno que quiere curar y otro que quiere ser curado. Para
el paciente, el médico es un técnico, con guardapolvo
blanco, que extiende recetas y para el médico el
enfermo es un libro de texto, con signos y síntomas,
que hay que interpretar y codificar. En este tipo de
relación médico-paciente, desaparece aquel concepto
de enfermo de Miguel de Unamuno: “Un ser humano

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que sufre, piensa, ama y sueña”. Esta


despersonalización lleva al desgaste, al desánimo, y la
desesperanza, tríada característica del burnout o
agotamiento, ocurre tanto en el médico, como en el
paciente, cada uno lo percibe y siente a su manera. La
relación médico-paciente se tecnologiza y se
despersonaliza, por eso es alienante, desaparece el
otro como persona. Esta medicina basada en la
evidencia, en la que el paciente es un dato estadístico
y el médico un administrador, debemos sustituirla con
una medicina basada en la narrativa y el escuchatorio,
que no se opone a la perspectiva médica técnica y
científica, sino que la enriquece con la visión del
paciente y también del médico.

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La medicina basada en la narrativa


La medicina basada en la narrativa consiste en
subrayar los aspectos de la subjetividad humana, más
que preponderar en un primer encuentro, las
características objetivamente medibles. Lo que el
enfermo siente, que es su enfermedad, la
representación de su padecimiento, el significado que
le da a su enfermedad, lo que a él particularmente le
representa, en relación a sus proyectos de vida, es un
principio organizador de toda narrativa. El proyecto
de vida es realmente trascendental porque constituye
el impulso para vivir tanto en la salud, como en la
enfermedad. A veces los proyectos de vida no son tan
obvios, y se necesita profundizar en la narrativa. Una
estrategia es pedirle al paciente, que relate un día
habitual en su cotidianidad. Así podemos afirmar, que
más allá del comienzo biológico de la enfermedad, el

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día que aparecen los primeros síntomas, es el día en


que se interrumpen los proyectos de vida. Y la
curación tendrá relación con la posibilidad de volver
a retomar donde lo dejamos. En palabras de
Nietzsche, “cuando se tiene un porqué vivir, se asume
cómo vivir”
La medicina basada en la narrativa, es un modelo que
se explica por la búsqueda del sentido y del
sufrimiento, afirmó Spinoza, “si tenemos una idea
clara de por qué sufrimos, dejamos de padecer, y el
sufrimiento psíquico desaparece, tal vez el dolor
continúe, pero es un dolor puramente físico, para el
cual tenemos analgésicos.”
Un interrogatorio médico como se practica
actualmente, dista mucho de ser un escuchatorio,
donde yace la narrativa, que es el aspecto de la
subjetividad más relevante a considerar. Esta narrativa
es la explicación y el sentido de la enfermedad, es una
perspectiva antropológica inherente a la realidad de
cada persona. Para atender a los pacientes hay que

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dejar de lado el estilo del interrogatorio, basado en el


mecanismo de obtener sólo, datos de síntomas. No
olvidemos que la medicina es un arte, y como tal
requiere de apertura y predisposición.
En sí misma, la narrativa, es terapéutica, no sólo para
el paciente, sino también para el médico, porque al
interactuar, y comprender el padecimiento del otro, el
vínculo se configura en una especial relación, basada
en la personalización de los casos, en un encuentro por
demás fecundo para ambos. Levinas dijo: “Yo no soy
el otro, pero necesito al otro para ser yo”
La narrativa podemos decir que es invisible a la
biología, pero se materializa, y se manifiesta como
toda biografía, en la historia de vida de cada ser
humano. No serán médicos y pacientes, en un
encuadre habitualmente técnico y despojado de
humanidad, sino personas, en un intercambio
simbólico que enriquece la vida.
Tal vez, la utilidad de esta perspectiva radica en la
profesionalización del vínculo, atravesado por una

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visión antropológica, y no tanto médica. De humano a


humano. Los mismos médicos sufren las
consecuencias que se evidencian en tanta cantidad de
profesionales con el síndrome del burnout, la pregunta
que nos hacemos es: ¿Quién cuida a los cuidadores?
Cuando el promedio de cada atención de la consulta
médica dura no más de 10 minutos con suerte, y a
nivel global, existen asociaciones médicas
organizadas, que ya han planteado la necesidad de
extender el tiempo de consulta, tal es el caso de
España. Los 5 minutos que acostumbran a brindarse
en las clínicas incluso más allá de toda la península,
evidentemente causan congoja en los mismos
profesionales de la salud. La medicalización es un
drama realmente, puesto que coopera en un contexto
donde se requiere la mercantilización, llevada al
extremo, de todo tipo de sustancias químicas, de
drogas, a veces sin sufrientes pruebas de su
efectividad, como las psicotrópicas, y otras que ya son
de consumo masivo, a causa de un modelo

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hegemónico y social, donde prima la lógica del


mercado, sin importar otra cosa más que la ganancia
neta, y el control social.
Podemos citar un aforismo, el del Hipócrates,
“muchos enfermos se curan, solamente, con la
satisfacción de un médico que los escuche.” Parece
increíble, pero fue 2500 años atrás, y se adelantó a
Freud, por bastante tiempo. Dentro de una formación
biologicista y positivista, es común ver en las
facultades de medicina, de todo el mundo, la práctica
del interrogatorio, y no la del escuchatorio. Y lo más
importante, que es ni más ni menos que con la
medicina basada en la narrativa, que estamos
brindando el medicamento más poderoso que hay.
Basado en la relación afectuosa del médico y el
paciente. Un profundo humanismo, afectuosidad,
comprensión, empatía, actitud positiva, optimismo y
esperanza, para estimular la potencialidad ilimitada de
curación, que reside en cada uno de todos los seres
humanos del planeta.

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Médico cúrate a ti mismo

Cuando los médicos, dejamos espacio a la atención


escuchatoria afectuosa y de creencias positivas de
optimismo, creamos un ambiente ideal, para que los
pacientes se curen a sí mismos. Pero con demasiada
frecuencia cometemos el error de tratar de servir a los
que nos necesitan incluso cuando nos sentimos
agotados, ya que como médicos hemos aprendido a
sacrificar nuestras propias necesidades para servir a
los demás. Terminamos intensamente privados de
horas de sueño, comemos mal y apurados, no
atendemos a nuestras relaciones, abandonamos
nuestro autocuidado, solemos acabar, física y
emocionalmente, poco saludables. El minuto que un
médico otorga hasta el punto del agotamiento no se
valora, hasta que lo pierde, y la verdadera curación
puede que ya no tenga lugar, porque al estar tan
agotados, nos sentimos víctimas, terminamos

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trayéndoles consecuencias a los pacientes, por la mala


atención, pero es que tenemos que seguir, aunque ya
no nos quede energía. Si se pudiera cambiar el sistema
sanitario que es muy similar en la mayor parte de los
países del planeta, y modificar la idea descabellada de
que para ser buenos médicos, debemos entregarnos a
expensas de nuestra propia salud, sería posible estar
completamente presentes para nuestros pacientes,
abrir nuestros corazones, tanto como deberían de estar
y también sería posible, servir al máximo a los demás.
Si los médicos en general, pudieran ser modelos de
autocuidado, para que los pacientes sean capaces de
tomarlos como ejemplo y aprender de ellos. O Si los
sanadores pudieran sanarse a sí mismos primero,
serían capaces, de servir y amar desde la plenitud, y
así podrían sanar al mundo, en forma mucho más
eficaz. La auto curación es un trabajo duro, y nadie
debería tener que hacerlo solo. Los doctores pueden
administrar tratamientos que salven vidas, pero sino
se curan a ellos mismos para estar lo suficiente plenos,

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para que sus tratamientos, contengan una ración de


ayuda colmada de amor, estarán limitando la
capacidad de recuperación total y sostenible de sus
pacientes. Norman Cousins autor de “Anatomía de
una Enfermedad”, conoce todo esto muy bien.
Cousins fue diagnosticado de trastorno degenerativo
del metabolismo del colágeno, y espondilitis
anquilosante y creyó que él sería capaz de detener la
enfermedad, si le daban de alta del hospital y recibía
un tratamiento diario a base de grandes dosis de
vitamina y risa, en lugar de antiinflamatorios,
analgésicos y tranquilizantes, afortunadamente, su
médico, con quien Cousins gozaba de una relación de
equidad colaborativa, apoyó su decisión. En
“Anatomía de una Enfermedad” Cousins escribió:
“diría que la principal adaptación de mi médico para
dominar y posiblemente vencer mi enfermedad, fue
que me alentó a creer que yo era una parte respetada
de un compromiso conjunto”.

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Formas en que los médicos pueden ampliar su arte.

1- Escucha
2- Abre tu corazón
3- Mantén el contacto visual
4- Actúa sin apuro siempre
5- Ofrece a tu paciente todo tu poder sanador.
6- Invita a tu paciente a que colabore lo máximo
con el equipo médico
7- Evita juicios críticos
8- Enseña y sugiere, no impongas
9- Elige con mucho cuidado, tus palabras, y
mantente con creencias positivas y optimistas.
10- Confía en la intuición y percepción de tu
paciente.
11- Respeta a los demás médicos que están tratando
a tu paciente
12- Tranquiliza a tu paciente, diciéndole que no está
solo.

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13- Estimula el control del estrés y logra que tu


presencia lo alivie
14- Ofrece esperanza sin límites, ya no importa lo
desalentador que sea el pronóstico, siempre es
posible que ocurra una remisión espontánea.

Bibliografía
Los pacientes. Carta abierta a los pacientes. Florencio
escardó. Emecé editores, buenos aires, 1972
La dignidad del otro. Puentes entre la biología y la biografía.
Paco Maglio. El zorzal ediciones. .2009
Creer, esperar, amar. Pedro Lain Entralgo. Galaxia
Gutenberg, 1993
La espera y la esperanza. Pedro Lain Entralgo. Alianza
editorial, 1984
Cuerpo y alma. Pedro Lain Entralgo. Espasa libros.1991

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Ciencia, técnica y medicina. Pedro Lain Entralgo. Alianza


editorial 1986
Obras. Pedro Lain Entralgo. Biblioteca Nueva. 1990
Historia universal de la medicina. Pedro Lain Entralgo. Salvat
Editores 1981
Medicina Hipocrática. Pedro Lain Entralgo. Alianza
editorial.1982
Enseñanzas personales. Dra Ángela Oborzalek. Maestría y
expresión máxima en el ideal de la relación médico-paciente.

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