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Rafael Farace
De un tiempo para acá, la cuestión se ha vuelto más complicada para los que vivimos de
nuestro trabajo. A la inflación que nos viene comiendo el sueldo desde hace varios años,
se le sumó ahora una mayor inestabilidad en el empleo y, en los establecimientos
fabriles, una creciente presión por acelerar los ritmos de producción. Quienes se
esfuerzan en vano por eximir al gobierno nacional de sus responsabilidades quieren
culpar de esto a las convulsiones económicas internacionales, pero la memoria nos
indica que los límites de su modelo se hicieron sentir antes de que todo estalle en
EE.UU.: inflación, trabajo en condiciones precarias, fuerte dependencia del mercado
extranjero, baja tasa de inversión, fuga de capitales en pago de deuda externa, estrechez
del mercado crediticio, etc.
De todas maneras, es cierto que es desde el año pasado cuando la cosa se puso más
complicada. Según las cifras presentadas por el Instituto de Estudios y Formación de la
CTA, a pesar de algunos aumentos, los salarios no se recuperan con cada aumento de la
inflación. Esto se traduce en una menor parte de la riqueza producida en el país que va a
las manos de los trabajadores. A esto se le agrega que este año el gobierno decidió
reducir los subsidios a las empresas privatizadas de servicios públicos y permitir el
aumento de las tarifas en desmedro directo del salario.
Por otro lado, si bien la fortaleza política de la propuesta económica del gobierno ha
sido la creación de empleo (y trabajadores pobres), podemos notar que en el último año
ha ido perdiendo la capacidad de crear fuentes de trabajo. Además, según el mismísimo
INDEC, desde octubre de 2008 viene aumentando la desocupación y la cantidad de
personas que trabajan menos horas de las que desearían, mientras que el empleo formal
viene reduciéndose. Y como siempre, los despidos han golpeado más fuerte a los
sectores más desprotegidos: los contratados y los trabajadores “en negro”. Esto también
nos indica que el modelo se vuelve cada vez más regresivo en cuanto a la distribución
de la riqueza, la cual sabemos, se produce por el esfuerzo cotidiano de los trabajadores.
RECUADRO
Aprendamos de las experiencias
A fin de no perdernos el proceso de organización que se viene dando la clase
trabajadora en los últimos años, nos vemos obligados a realizar un breve racconto de
algunos casos emblemáticos: en Neuquén, luego de años de lucha, se ha recuperado
definitivamente la fábrica Zanón para los trabajadores y se consolida la conducción
combativa del sindicato de ceramistas (SOECN); en Concepción del Uruguay, los
trabajadores de la carne, encabezados por los del frigorífico FEPASA, están peleando
por conformar un sindicato propio ante la apatía de la burocracia cuando se despide y
encarcela a los delegados; el fortalecimiento de los sindicatos docentes anti burocráticos
ha permitido en algunos lugares la recuperación de las regionales de la CTA (como en
Rosario y Bahía Blanca); en Kraft, desde agosto se viene manteniendo una lucha que de
a poco avanza contra la política de despidos que mantiene la patronal yanqui; los
trabajadores del subte, luego de unificar a todos los trabajadores bajo un solo convenio
obteniendo aumentos salariales y el fortalecimiento organizativo, están luchando para
que les reconozcan su propio sindicato, luego que la UTA boicoteara todas sus
iniciativas; entre otras situaciones.