Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Resolver los problemas en la cama, es uno de los más grandes mitos que
existen alrededor del sexo.
Aquello de que los problemas de pareja se resuelven en la cama, es uno de los más
grandes mitos que existen alrededor del sexo.
Es más, hay quien les confiere a los polvos una condición casi mágica para zanjar
discusiones, disgustos y conflictos. Bueno, hay que reconocer que los orgasmos no
tienen nada malo; en situaciones tensas pueden ayudar a diluir malas sensaciones,
como la soledad, la tristeza y, por qué no, las ganas de ahorcar al cónyuge.
Aclaro, eso sí, que se trata de un efecto tan placentero como momentáneo, porque
si bien puede espantar de la cama la desazón, no paga deudas ni soluciona los
malos entendidos ni los conflictos, y mucho menos, el desamor.
Es claro que en la cama los hombres encuentran una manera de profundizar en la
intimidad de la pareja, y las mujeres una vía para fortalecer la confianza mutua.
Pero hay que decirlo con franqueza: el sexo en sí mismo es incapaz de remendar las
grietas de una relación que está en franca crisis.
Ojo: no me refiero a que un berrinche, el olvido de un aniversario o un mal modo
no puedan ser corregidos, en una pareja bien establecida, con un par de caricias o
un buen aquello, sobre todo si son debajo de las sábanas...
¡Es más, lo recomiendo! Esas reconciliaciones son deliciosas, afrodisíacas. Pero
hasta ahí. Y en eso quiero insistir: si entre los dos hay problemas serios, no hay
nada peor que mezclarlos con sexo. De eso no sale nada bueno. Créanme. No
olviden que en medio de las peleas se reparten culpas, y que tarde o temprano uno
de los dos acaba sintiéndose más responsable de la situación.
No es raro que, en lugar de aceptarlo y de buscar la forma de resolver el asunto de
raíz, éste opte por arrastrar melosamente al otro a la cama para ponerle punto final
a la discusión.
La contraparte, que no es tonta, aprovecha porque siente que tiene la sartén por el
mango... De ahí a que el polvo se convierta en un sistema de compensación, hay
apenas un paso. Lo que sigue es dramático: un círculo vicioso de disgusto-polvo-
disgusto-polvo... Y así hasta caer en un resentimiento y una insatisfacción
insufribles.
Así que, señores y señoras, a solucionar los problemas como toca: hablando y
mirándose a los ojos, no juntando la pelvis. Acuérdense que nada requiere un
estado de mayor equilibrio que un polvo, y que si los líos con el otro son
irreconciliables, lo primero que hay que hacer es mandarlo al sofá y, en caso
extremo, a otra casa. Hasta luego.
Esther Balac
Para EL TIEMPO