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CONCILIUM

Revista internacional
de Teología
LITURGIA

Febrero 1968

Breuning
Pinell
Macomber
Sicard
Savioli
Filthaut
Boros
Maldonado
Stone
CONCILIUM
Revista internacional de Teología
CONCILIUM
Diez números al año, dedicados cada uno de ellos Revista internacional de Teología
una disciplina teológica: Dogma, Liturgia, Pastoral,
cumenismo, Moral, Cuestiones Fronterizas, Histo-
la de la Iglesia, Derecho Canónico, Espiritualidad
Sagrada Escritura.

CONTENIDO DE ESTE NUMERO 32


V. Breuning: Muerte y resurrección en la pre-
dicación 177
. Pinell: Teología de la vida y de la muerte LITURGIA
en el rito hispánico 197
V. Macomber: La liturgia funeraria de la Igle-
sia caldea 207 RITOS FUNERARIOS CRISTIANOS
). Sicard: ¿Misa en las exequias? 215
SL. Savíoli: La última morada de los cristianos
difuntos 223
¡r». Filthaut: Los cementerios como lugares
de proclamación 237
•ERSPECTIVAS Y EXPERIENCIAS
j . Boros: El espíritu de una reelaboración de
la escatología 247
... Maldonado: La reforma litúrgica ulterior. 258
Th. Stone-A. Cunningham: Ritual de exequias
experimental en Chicago 267
i. Rennings: Anotaciones a la reforma de la
liturgia del entierro 275
30LETIN
H. Hucke: La instrucción sobre la música en
la liturgia 283
DOCUMENTACIÓN CONCILIUM 301

Traductores de este número:


Un grupo de profesores del
Seminario Diocesano de Madrid
Director de la edición española: EDICIONES CRISTIANDAD
P. JOSÉ MUÑOZ SENDINO MADRID
Editor en lengua española: 1968
EDICIONES CRISTIANDAD
A «Mr. 14 8QR . M A D R T n
COMITÉ DE DIRECCIÓN

Directores de sección:
Prof. Dr. E. Schillebeeckx OP (Dogma) Nimega Holanda
Mons. Dr. J. Wagner (Liturgia) Tréveris Alemania
Prof. Dr. K. Rahner sj (Pastoral) Münster Alemania
Prof. Dr. H. Küng (Ecumenismo) Tubinga Alemania
Prof. Dr. Bockle (Moral) Bonn Alemania
Prof. Dr. J.-B. Metz (Cuestiones Münster Alemania
fronterizas)
Prof. Dr. R. Aubert (Historia de la Lovaina Bélgica
Iglesia)
Mons. Dr. N. Edelby (Derecho Damasco Siria
Canónico)
Prof. Dr. T. I. Jiménez Urresti (Derecho Bilbao España
Canónico)
Prof. Dr. Chr. Duquoc OP (Espiritualidad) Lyon Francia
Prof. Dr. P. Benoit OP (Sagrada Jerusalén Jordania
Escritura)
Prof. Dr. R. Murphy o. CARM. (Sagrada Washington U.S. A.
Escritura)

Consejeros:
Dr. L. Alting von Geusau Groninga Holanda
Ludolf Baas Amersfoort Holanda
Dr. M. Cardoso Peres OP Fátima Portugal
Marie-Dominique Chenu OP París Francia
Mons. Dr. C. Colombo Várese Italia
Prof. Dr. Y. Congar OP Estrasburgo Francia
Prof. Dr. G. Diekmann OSB Collegeville U.S. A.
Prof. Dr. J. Mejía Buenos Aires Argentina
Roberto Tucci sj Roma Italia

Secretario general:
Dr. M. C. Vanhengel Nimega Holanda

Secretario adjunto:
Jan Peters Smakt-Venray Holanda

Secretariado General:
CON CENSURA ECLESIÁSTICA
Arksteestraat 3-5, Nimega, Holanda
Depósito legal: M. 1.399.—1965
COMITÉ DE REDACCIÓN DE ESTE NUMERO

PRESENTACIÓN
Director:

Dr. Johannes Wagner Trévetis Alemania Occ. La Constitución sobre la Liturgia del Concilio Vaticano II
exige una reforma de la actual liturgia funeraria. ¿Cómo han
de configurarse las nuevas normas litúrgicas que emplea una
Directores adjuntos comunidad cristiana cuando uno de sus miembros abandona
la vida? A estas asambleas cultuales se aplican ante todo los
Dr. Helmut Hucke Neu-Isenburg Alemania Occ. principios generales de la renovación litúrgica: participación
Dr. Heinrich Rennings Tréveris Alemania Occ.
activa, abundante utilización de la biblia, claridad de los sig-
nos, etc. Pero la Constitución conciliar ofrece además una es-
Miembros:
pecial indicación para la nueva liturgia funeraria: según el
artículo 81, «el rito de las exequias debe expresar más clara-
Mons. Jan van Cauwelaert Inongo República del Congo mente el sentido pascual de la muerte cristiana».
Prof. Dr. Godfrey Diekmann OSB Coilegeville, Minn. Estados Unidos Sobre la base del documento conciliar, el grupo 23 del
Prof. Dr. Balthasar Fischer Tréveris Alemania Occ.
Dr. Gastón Fontaine CRIC Roma Italia «Consilium para la aplicación de la Constitución sobre la Li-
Dom Adalberto Franquesa OSB Montserrat España turgia» ha preparado un proyecto para el sepelio de adultos,
Prof. Dr. Joseph Gelineau sj París Francia que puede ensayarse, desde el verano de 1966, en numerosos
Prof. Dr. Antón Hanggi Friburgo Suiza
Mons. Denis Hurley Durban Sudáfrica lugares de todo el mundo. Terminado el período de prueba y
Mons. Dr. Henry Jenny Cambrai Francia de elaboración de las experiencias —en muchos aspectos, bue-
Prof. Dr. Joseph Jungmann sj Innsbruck Austria nas— que ofrezca la práctica, el proyecto pasará a ser rito
Prof. Dr. Emil Lengeling Wolbeck Alemania Occ.
Dom Thierry Maertens OSB Saint-Andries Bélgica modelo del Ritual Romano. El rito modelo constituirá la base
Prof. Dr. Salvatore Marsili OSB Roma Italia para los ritos funerarios de los rituales particulares, los cuales
Prof. Dr. Juan Mateos sj Roma Italia
Prof. Dr. Frederick McManus Washington Estados Unidos habrán de ser preparados por las conferencias episcopales
Jairo Mejía Gómez Medellín Colombia (cf. Constitución sobre la Liturgia, art. 63b).
Dr. Ignacio Oñatibia Vitoria España
Prof. Dr. Joseph Pascher Munich Alemania Occ. Así, pues, la reforma de la liturgia funeral no terminará
Prof. Dr. Jordi Pinell Pons OSB Montserrat España con la elaboración del rito modelo para el enterramiento de
Dr. Juan Rivera Recio Toledo España adultos del Ritual Romano, sino que entonces entrará en una
Prof. Dr. Hermán Schmidt sj Roma Italia
Alfredo Trusso Buenos Aires Argentina nueva fase: la de acomodar —bajo la dirección de las con-
Prof. Dr. Cipriano Vagaggini OSB Bolonia Italia ferencias episcopales— el rito modelo a las condiciones y
Prof. Dr. Cyrille Vogel Estrasburgo Francia circunstancias regionales. Por supuesto, tal adaptación no con-
Mons. Dr. Guilford Young Sandy Bay Australia
sistirá tan sólo en la traducción de los textos del Ritual Ro-
mano a las lenguas vernáculas. Tampoco podrá limitarse a
una selección de las posibilidades de variación previstas en el
174 Presentación Presentación 175

rito modelo. Es de esperar que este rito ofrezca ya esquemas de fuentes antiguas. El hecho de que haya una serie de verda-
para todas las eventuales necesidades. des de fe sobre el tema «muerte y resurrección» que apenas
Según esto, en la elaboración de las liturgias funerarias tienen sentido para los hombres de hoy, si es que tienen algu-
para los rituales particulares en el ámbito de las conferencias no, obliga a no dificultarles más el acceso al mensaje cristiano
episcopales —y de los distintos idiomas— se plantean nume- mediante expresiones no esenciales a la verdad revelada.
rosas cuestiones, algunas de las cuales son estudiadas en él Una nueva liturgia funeral debe ofrecer, tanto en cada uno
presente número de la revista. de sus ritos como en la combinación de éstos para formar un
Si la liturgia del entierro debe proclamar, mediante la pa- rito de conjunto, un margen suficientemente grande para que
labra y el signo, el sentido pascual de la muerte cristiana, re- no se apliquen formas fijas a las distintas situaciones, sino que
sulta imprescindible una reflexión sobre los presupuestos an- él rito y los actos del sepelio formen una unidad orgánica. Por
tropológicos de tal proclamación. ¿Cómo concibe la muerte tanto, las normas rituales deben atender ya a las posibles mo-
el hombre actual? O mejor: ¿cómo la conciben los hombres dalidades del sepelio; por ejemplo, la capilla ardiente en la
de una cultura determinada? El análisis de las corrientes filo- casa, en un establecimiento público o en otro lugar; el sepelio
sóficas dominantes, de la literatura, de las artes plásticas y de por inhumación, cremación, en el mar. Las normas litúrgicas
los hechos sociológicos y psicológicos puede servir como pun- habrán de variar también de acuerdo con la condición de los
to de arranque para reflexionar sobre la situación del destina- que participan en el acto: un pequeño grupo compuesto por
tario de la proclamación. ¿Qué concepción de la muerte se los familiares; asistentes en su mayoría no cristianos; partici-
refleja en las formas concretas de enterramiento fuera de las pación de todo un pueblo o tribu; entierro de un personaje
comunidades cristianas y qué puede inferirse de ello para la público con numerosa concurrencia, etc. Esta diversidad de
sepultura de los cristianos? los asistentes tiene gran importancia, por ejemplo, por lo que
Otro fundamento necesario para una nueva liturgia del se refiere a la posibilidad de un canto comunitario. Sería equi-
entierro es su referencia al contenido teológico de la predica- vocado organizar una liturgia de entierro basada de tal suerte
ción cristiana sobre la muerte y las «postrimerías» en general. en él canto que, a falta de éste, quedara mutilada (reducién-
Decir, por ejemplo, que la muerte es «la separación del alma dose a una recitación de los textos destinados al canto). Final-
y del cuerpo», ¿constituye una definición suficiente, o resulta mente, la ordenación litúrgica dependerá también de la distin-
hoy más bien desconcertante? ¿Conviene mantener esta for- ta condición de quien dirige el culto, según que presida la
ma de hablar en las oraciones? ¿Cómo expresar en los textos asamblea un obispo, un presbítero, un diácono o un laico.
litúrgicos algunas realidades de fe como el purgatorio, el cielo, A la hora de pensar en la reforma hay que considerar tam-
el infierno, el juicio final, la resurrección, la visión de Dios, el bién la celebración de la Eucaristía con ocasión de un entierro.
nuevo cielo, la nueva tierra, etc. ? No sólo de una manera que ¿Cómo ha de integrarse en el conjunto de los actos fúnebres?
sea inteligible al hombre actual y tenga en cuenta sus reservas, ¿Tendrá lugar antes o después del entierro? ¿Qué configura-
sino también de suerte que esas realidades de fe se le presen- ción debe tener esta asamblea eucarística celebrada con moti-
ten como lo que son: inesperada plenitud de sus ansias secretas vo de la muerte de un cristiano? Por otra parte, es evidente
y satisfacción concedida por Dios a su afán de saber. No se la necesidad de reformar los textos y los ritos de la misa de
puede esperar que las oraciones fúnebres de los libros litúrgi- «réquiem». ¿Existe alguna perspectiva de que, tratándose de
cos de la antigua Edad Media expresen la relación de un cris- un reducido grupo de participantes, la misa se celebre no en
tiano de hoy con la creación y el mundo. Por tanto, no es po- una gran iglesia vacía, sino en el ámbito de la familia?
sible renovar la liturgia únicamente a base de textos tomados Para la renovación de la liturgia funeral de la Iglesia ro-
176 Presentación
mana es, sin duda, sumamente útil el estudio de los demás
ritos e Iglesias cristianas: las liturgias latinas no romanas, el
culto mortuorio de las Iglesias orientales, las solemnidades
fúnebres de las Iglesias reformadas y de otras confesiones cris- MUERTE Y RESURRECCIÓN EN LA PREDICACIÓN
tianas. En un solo número de la revista no hay lugar para
tocar en concreto estas cuestiones.
El hecho de que la muerte del cristiano es una participa- En su número de junio de 1967, la revista «Concilium»
ción en el misterio pascual de la muerte y la resurrección del ofreció a sus lectores un boletín de documentación sobre
Señor debería plasmarse en todo aquello que tiene relación Muerte y vida futura. En él se llegaba a la conclusión de
con el entierro. De entre la multitud de costumbres y expre- que, aun dentro de la perplejidad general frente a los proble-
siones entresacamos aquí algunos temas sobre la última mo- mas de la escatología, cuando se inicia una búsqueda apare-
rada de los cristianos difuntos. Ya ha pasado el tiempo del cen muchas más cosas de lo que se podría sospechar a primera
camposanto medieval, situado junto a la casa de Dios. El ce- vista. Aludimos a este artículo por haberlo tomado expresa-
menterio confesional se está convirtiendo en una excepción: mente como base para las reflexiones siguientes. Ello nos
si es urgente que se unan los cristianos vivos, ¿por qué separar exime de la labor de comenzar informando a nuestros lectores
a los muertos? El cristiano que vive compartiendo su destino sobre la bibliografía actual. La información que allí se ofrece
humano con los no creyentes encuentra su tumba entre ellos. puede servir como base de nuestro trabajo, dado que los en-
¿Por qué esa tumba —lo mismo que toda su vida— no habría sayos teológicos completos se ordenan claramente en tres tipos
de ser un testimonio de su fe? distintos: tendencia a una solución apocalíptica, esperanza te-
leológica futura y perspectiva profética. No pretendemos en
H. RENNINGS
este trabajo confrontar mutuamente estos tipos fundamenta-
les, sino preguntarnos qué posibilidades nos ofrecen estas di-
versas soluciones globalmente consideradas, dado que la pre-
dicación está llamada actualmente a expresar algo sobre el
contenido de aquella esperanza que no sólo da sentido a la
vida cristiana, sino que además deberá constituir una teodicea
digna de crédito. Para abarcar esta tarea en toda su amplitud
no podemos exponer toda la materia en sus detalles, sino in-
dicar solamente algunas líneas, sintetizadas de ordinario en
forma de tesis. Para las citas bibliográficas, en donde se puede
encontrar ulterior información sobre los problemas concretos,
consúltese el mencionado artículo.

I. ESTRUCTURA TEOLÓGICA
DE LAS AFIRMACIONES ESCATOLOGICAS

Generalmente, los teólogos están de acuerdo en que las


afirmaciones de fe acerca de la escatología encierran una es-
178 W. Breuning Muerte y resurrección en la predicación 179
pedal dificultad. La razón de ello radica, según la opinión el hombre. Sobre el misterio salvífico de Dios sólo es posible
común, en el hecho de que la tensión entre el contenido que hablar en el lenguaje de la fe. Y el lenguaje de la fe convierte
se pretende expresar y las posibilidades de expresión es tan toda expresión plena acerca de Dios en una palabra dirigida
grande, en lo que se refiere a la escatología, que todo resulta inmediatamente a Dios. Sólo entonces el «acerca de Dios»
fluctuante. Precisamente en este campo de múltiples tensio- alcanza su verdadero objetivo. La palabra dirigida a Dios en
nes los conceptos utilizados se hallan bajo el influjo de imá- cada afirmación de fe es la donación del hombre al Deus sem-
genes especialmente inadecuadas: nos referimos a aquella per maior, cuya grandeza es experimentada como presente
imagen ingenua del mundo, superada desde hace tiempo por precisamente porque franquea al hombre el camino hacia el
la ciencia, que vincula las características propias de cada es- misterio siempre mayor. La analogía en las afirmaciones acer-
tado a la naturaleza cualitativa de cada uno de los «pisos» en ca de Dios significa, pues, que, cuando se hace una afirmación
los que se mueven. sobre Dios con conceptos humanos que esté de acuerdo esen-
Y en cuanto tratamos aquí de constatar un estado de co- cialmente con la realidad, habrá de formularse en un lenguaje
sas, esta constatación deberá ser tan general que nos exima cuyo principio de intelección sean la fe, la esperanza y el amor.
de una explicación más detallada. Pero sí será necesario re- Si se tiene esto en cuenta, toda afirmación de fe «entenderá»
flexionar sobre el valor de este estado de cosas. ¿Nos enga- realmente a Dios, es decir, entenderá que él, en cuanto miste-
ñamos acaso al creer que esta falta de claridad es valorada, la rio infinito de amor, quiere comunicarse precisamente en esta
mayor parte de las veces, negativamente? Esta oscuridad hace su grandeza siempre mayor. Sólo en este contexto conservan
hoy especialmente difícil toda afirmación acerca de la muerte su sentido las afirmaciones de fe. Conservan, por una parte,
y la resurrección. Frente a ello quisiéramos preguntar: en esos la dimensión teocéntrica en cuá'nto que el hombre, alejándose
dos momentos aducidos por nosotros, ¿no se encierran más de sí mismo, avanza hacia este misterio. Pero salvan también
bien ciertas ventajas para nuestra predicación? Una fuerte ten- el «antropocentrismo» de Dios, que en todo su misterio sale
sión entre la realidad verdadera que se quiere expresar y las al encuentro del hombre. Las afirmaciones escatológicas repre-
posibilidades de su expresión constituye fundamentalmente sentan, por así decir, el ejemplo clásico de esta analogía; ana-
un signo de que el pensamiento teológico se halla en el recto logía que, por lo demás, abarca todo el ámbito de la teología
camino. Y la norma crítica que nosotros aplicamos a nuestras de la revelación. Aquellas afirmaciones sólo pueden tener sen-
representaciones imaginativas contribuye en definitiva a esta- tido en este ámbito de relaciones personales. Por parte de
blecer esa tensión. La teología no tiene por misión reducir tal Dios tienen como contenido el carácter definitivo de su com-
tensión, sino más bien mantenerla viva. Esto deberá ser con- promiso amoroso para con los hombres. Por parte del hombre
cretado ulteriormente con vistas a nuestro tema. implican siempre el hecho de que el hombre consumado ha
a) En el lenguaje técnico teológico esta tensión viene «entendido» este carácter definitivo de Dios para con él.
expresada por la idea de que nuestras afirmaciones teológicas Cuando el hombre afirma algo acerca de esto, lo hace siempre
han de ser interpretadas analógicamente. Esto implica nada anticipándose. Pero esta anticipación no se orienta primaria-
menos que el convencimiento de que Dios mismo ha entrado mente al destino del propio hombre, sino que es algo que el
realmente en la proposición: él está como realidad en nuestra hombre deberá ejercitar fundamentalmente siempre que se
afirmación, y precisamente por ello como misterio. Es verdad encuentra con Dios por la fe. Con otras palabras: las afirma-
que la realidad de Dios no forma parte de una proposición si ciones escatológicas encierran la misma seguridad, intensidad
tomamos a Dios en un sentido abstracto, como una frase. Pero y concreción que las afirmaciones acerca de Dios. Pero tienen
toda proposición sólo tiene sentido en el lenguaje hablado por también el mismo grado de apertura que señala hacia aquella
180 W. Breuning Ai uerte y resurrección en la predicación 181

grandeza siempre mayor que se nos franqueará un día. Sin mente de forma que la realidad terrena se desvanezca ante
embargo, no implican aquel carácter de indisponibilidad, ne- Dios, sino siendo cualificada por Dios como criatura suya. Por
gativo para el hombre y que es parte integrante del futuro eso pertenece a la esencia de toda afirmación escatológica el
puramente intramundano, porque tienen como contenido la que la realidad creada sea situada en relación a Dios, pero de
entrega que Dios hace de sí mismo en favor del hombre. tal forma que la expresión de esta relación tenga siempre en
cuenta, de modo crítico, la tensión entre la esperanza, cuya
b) Una postura crítica, bajo este aspecto, va necesaria- infinitud proviene del conocimiento del Dios siempre mayor,
mente implicada en el contenido de las afirmaciones escato- y la imposibilidad de expresar esta infinitud más que como
lógicas. Tiene su fundamento en las afirmaciones de la reve- orientada hacia la esperanza. Si aceptamos como presupuesto
lación y ha sido utilizada consciente y reflejamente por la este rasgo fundamental, críticamente necesario, de toda teo-
«teología negativa». Quien pusiese todo su empeño en puri- logía negativa, no deberá extrañarnos el que esta tensión se
ficar las afirmaciones escatológicas de toda imagen ingenua haga visible con mayor precisión por medio de imágenes que
del mundo estaría luchando contra molinos de viento, olvi- de conceptos. La Biblia y la liturgia funeraria nos ofrecen a
dando al mismo tiempo que fueron precisamente las afirma- este respecto un tesoro inagotable, que no necesita ser des-
ciones de la revelación y su plasmación en la Escritura las que mitizado porque está por encima de la ingenua crítica científi-
franquearon las puertas en un grado mucho mayor de lo que ca a causa de la situación superior propia de una teología ne-
lo hizo la confrontación de la imagen científica con la antigua gativa orientada hacia el misterio de Dios. La actitud crítica,
imagen ingenua del mundo. No queremos decir con ello que tan frecuentemente utilizada hoy día, parece conducir única-
esta tendencia crítica «positiva» aparezca con igual profundi- mente al examen de las cosas que actualmente ya no se pueden
dad en todas las afirmaciones de la Escritura, pues en realidad afirmar o que no son ya del todo exactas y que por ello habrán
no constituye un mero dato objetivo, sino que es el reflejo que de ser eliminadas. Como consecuencia surge la impresión de
brota del contacto mismo con la realidad del misterio escato- que cada vez podremos afirmar menos cosas y tendremos que
lógico. Si tomamos como ejemplo —uno, entre los muchos pagar nuestra actitud racional crítica con una inevitable atro-
que podríamos citar— el texto de Ap 21, veremos claramente fia del contenido de nuestra fe. En cambio, la crítica de la teo-
cómo la «cualidad» escatológica no proviene del espacio cielo, logía negativa, inmanente a la revelación, implica una mayor
sino que, viceversa, este «espacio» es cualificado partiendo de posibilidad de expresión que brota de la esperanza en el Deus
Dios. (Véanse a este respecto las afirmaciones de los w . 22-24 semper maior.
acerca de Dios y del Cordero como templo y luminaria de la
ciudad escatológica.) Si poseemos una edición en la que se ci- Los resultados de estas primeras reflexiones podrían, pues,
ten los pasajes paralelos del Antiguo Testamento, nos admira- sintetizarse de la forma siguiente: aunque en la escatología
remos del gran número de estas caracterizaciones esenciales se trata de la salvación o condenación del hombre, el presu-
que remiten al Antiguo Testamento y en las que se trata, en puesto primero y fundamental consiste en que las afirmacio-
definitiva, de la presencia de Dios. Por encima de la constata- nes que se refieren al hombre sean, por su parte, teocéntricas.
ción —que no causa especial extrañeza ni intranquilidad— En definitiva, se trata de la explicación del hecho que va im-
de que los autores bíblicos comparten una imagen precientífica plicado en toda afirmación acerca de Dios: toda afirmación
del mundo, no debería olvidarse la admiración por aquella crí- correcta acerca de Dios jamás es neutral frente al hombre. La
tica más profunda que hunde aquí sus raíces: el conocimiento afirmación escatológica manifiesta una especial intensidad y
de que la realidad escatológica no recibe sus características urgencia respecto a esta implicación.
propias de un presupuesto mundano, sino de Dios. No cierta-
Muerte y resurrección en la predicación 183

b) No nos acercaríamos más a esta visión totalitaria de


II. LA FISONOMÍA DE LA MUERTE IRREDENTA la muerte por el mero hecho de distanciarnos de la doctrina
de la «inmortalidad» del alma. Se puede discutir con razón
Este contexto personal-teísta no sólo es válido para los si es o no feliz la expresión «inmortalidad» referida a nuestras
diversos estados escatológicos, sino también para la muerte afirmaciones. Dos son las dificultades que conviene tener en
del hombre. cuenta: por una parte, la falsa idea, ya expuesta, de que el
a) La muerte viene a ser, pues, en primer término, un alma no es afectada por la muerte; luego también el error de
proceso que no sólo afecta al cuerpo del hombre, sino a todo que la inmortalidad es algo así como una propiedad «química»
el hombre al que sobreviene. Esta perspectiva no resulta de del espíritu. Pero el valor auténtico de nuestra afirmación no
difícil comprensión para el hombre actual. El hombre mo- estaría sujeto a malentendidos si se hiciese de la relación del
derno no acepta la concepción idealista según la cual el alma espíritu con la eternidad algo así como una propiedad objetiva.
inmortal supera incólume el trance de la muerte; aún más: el Toda crítica justa a una metafísica demasiado objetiva no debe
alma se eleva quizá entonces hasta su espiritualidad más pura. olvidar que es propio del espíritu personal el poseer ante Dios
El que quisiera consolar al hombre actual, ante su propia muer- una irrevocabilidad que no se diluye simplemente en la nada
te o ante la muerte de un ser querido, con la idea de la «in- por la muerte. Pero precisamente esta irrevocabilidad hace
mortalidad del alma» provocaría únicamente la desconfianza. imposible el buscar la inteligencia de la muerte en la separa-
El darse por contento con la definición de la muerte como se- ción de alma y cuerpo y en la conservación del alma. Nos ha-
paración de alma y cuerpo es presuponer, en definitiva, una llamos, pues, de nuevo avocados a concebir las afirmaciones
determinada visión idealista del alma: se considera como algo acerca de la muerte partiendo del ser personal de Dios y del
natural la ulterior existencia del alma para sí sola. La muerte hombre.
será entonces una fase dolorosa, sumamente desagradable, del c) Este contexto manifiesta claramente que la afirmación
tránsito; podrá ser considerada con la natural angustia, pero de la irrevocabilidad de la persona ante Dios no representa una
en realidad no pone en cuestión el ser auténtico de la persona. seguridad ante la muerte, sino que, por el contrario, hace pa-
El motivo del juicio, estrechamente ligado al de la muerte, tente en su envergadura máxima el aspecto más amenazador
fue el que determinó el influjo del idealismo en la visión cris- de la muerte. Forma parte de la experiencia humana universal
tiana de ésta. Aquí se trata, en efecto, de aquella caracterís- el hecho de que, ante la muerte, nadie está seguro de su vida.
tica que pone en cuestión a todo el hombre. El peligro del En esto se esconde algo más que la mera constatación de que
espiritualismo encontró su expresión principalmente en el he- la muerte puede llegar de un momento a otro, en forma re-
cho de que la separación de alma y cuerpo, por una parte, y pentina. Pero la verdad más amarga en esta contingencialidad
el juicio, por otra, no parecían tener una intrínseca relación de la muerte está constituida por el conocimiento de la defi-
mutua. ciente validez de toda vida humana, situada sobre el trasfon-
Por el contrario, en el ámbito de la revelación, la muerte do de la insaciable nostalgia de perennidad de la propia per-
amenaza al hombre en su existencia total. El hombre experi- sona y de todos los seres queridos. No es necesaria en absoluto
menta esta amenaza no ya como algo oscuro, indeterminado toda una vida para lograr esta experiencia fundamental, pues
e incierto, sino que percibe claramente que la razón más pro- es suficiente la parte de inseguridad que va inherente a todas
funda de tal amenaza radica en su existencia ante Dios. Cuanto nuestras buenas acciones para comprobar la amenaza que pesa
más vive el hombre en la presencia de Dios, tanto más profun- sobre nuestra existencia. En el ámbito de la revelación esta
damente experimenta esta amenaza. experiencia se convierte en certeza y sufrimiento, porque nin-
184 W. Breuning Muerte y resurrección en la predicación 185

gún hombre tiene «consistencia» ante Dios. (Nosotros no ne- (cf., por ejemplo, Rom 8,3). Una profundización de las afir-
cesitamos aducir aquí toda la doctrina del pecado, que repre- maciones escatológicas acerca de la muerte presupone, sobre
sentaría ciertamente el análisis teológico concreto de esta falta todo en este caso, una nueva profundización de la soteriología.
de consistencia.) En el ámbito de la revelación, la inanidad del Cristo asume no sólo el proceso biológico de la disolución del
hombre —que se manifiesta en la muerte— adquiere toda su cuerpo sensible dentro de una forma especialmente dolorosa
nitidez por el conocimiento de que esta inanidad humana se y como castigo, sino que comparte nuestra situación mortal.
hace perenne en y con la muerte. La muerte no incluye, huma- Aquel que pudo y quiso que su vida fuese una pura donación
namente hablando, la posibilidad de evadirse definitivamente para los otros se encuentra inevitablemente ante el fin de su
de sí mismo en una u otra forma, sino que proyecta al hombre, existencia antes que su amor y su entrega hayan llegado a
sin Dios e irrevocablemente, hacia una fracción de su propio la meta, y por ello a la consumación. La coacción a la que todos
ser amputada de la vida. Cabría reconsiderar la posibilidad de los hombres de una u otra forma se ven sometidos se convierte
que la antigua convicción veterotestamentaria de la existencia aquí, sin embargo, en receptáculo de un amor íntegro en toda
fantasmal de los difuntos prestase un importante servicio al su delicadeza y que brota precisamente de las heridas mortales
esclarecimiento de toda esta problemática en cuanto que esta asestadas a su propia vida. Pero no podemos olvidar que la
concepción representa una imagen fiel a la realidad y opuesta fecundidad de esta muerte como entrega de sí mismo se basa,
por el vértice a la fantasía idealista que considere a la muerte en definitiva, en un acontecimiento personal entre Jesús y su
en cierto modo como una liberación. Padre, pues de lo contrario, con este amor, se entonaría nue-
d) Ante la seriedad con que la Escritura presenta a la vamente un himno a la autosuperación humana de la muerte.
muerte como la condenación hecha carne, tenemos que cons- Ese encuentro es un acontecimiento bipolar. Considerado des-
tatar igualmente que la muerte, humanamente hablando, no de Jesús, es la adoración y la entrega al misterio del Padre.
puede constituir una acción del hombre. Este perenniza, pre- Considerado desde el Padre, es la autocomunicación definiti-
cisamente en la muerte, su incapacidad de disponer de sí mis- va, que abarca todo el ser y la majestad de Dios y entronca en
mo en el amor. La muerte en el estado de condenación tiene la autoalienación amorosa de su Hijo. (Conviene subrayar,
el carácter de un fallo irreparable del hombre. aunque no podamos estudiarlo detenidamente, que es aquí,
en la vida humana de Cristo, donde se realiza la relación tri-
nitaria.)
III. LA MUERTE DEL REDENTOR
IV. LA RESURRECCIÓN
La visión desoladora del carácter negativo de la muerte COMO ACONTECIMIENTO DE CRISTO
encuentra su expresión, en el ámbito del mensaje cristiano,
no dentro de una teología aislada de la condenación, sino a Precisamente este enfoque personalista de la muerte de
partir del conocimiento de la muerte de Cristo como muerte Cristo nos lleva a una consecuencia ulterior: a considerar su
salvadora. Ahora bien: este conocimiento no sólo representa muerte y resurrección como vinculadas por una unión más
una variante en la valoración de la muerte, sino que constituye íntima de lo que hasta ahora se creía. La teología de la liturgia
el centro absoluto del mensaje cristiano de la salvación. Sin ha contribuido ciertamente de un modo esencial al redescubri-
embargo, la valoración positiva de la muerte de Cristo como miento del misterio pascual. Pero importa mucho que esta uni-
muerte salvadora presupone el conocimiento del carácter ne- dad no sea concebida como una interpretación adicional aña-
gativo de la muerte. Cristo padeció la muerte del pecador dida al acontecimiento como tal, sino como la intuición del
13
186 W. Breuning Muerte y resurrección en la predicación 187
mismo misterio por la fe. Llegados aquí, no solamente se nos rrección del cuerpo nos preservará de caer en ciertas concep-
ofrecen soluciones para una apologética demasiado superficial ciones insuficientes y nos comunicará una inteligencia más
de la resurrección, sino que nos encontramos con la clave que profunda de la realidad del cuerpo. Dios ama algo más que las
nos abrirá las puertas de toda nuestra escatología \ moléculas que forman parte del cuerpo en el momento de la
a) También la resurrección es, en primer término, un muerte. El ama a un cuerpo que se caracteriza por un infati-
acaecer personal entre Cristo y el Padre. Sólo dentro de esta gable esfuerzo, pero también por la incesante nostalgia de una
relación mutua tiene sentido hablar de resurrección. peregrinación en cuyo decurso han ido quedando innumerables
b) La resurrección no anula la muerte, sino que es la huellas en un mundo que por estas mismas huellas se ha he-
respuesta de Dios a la «muerte de pecado» del hombre, con- cho más humano; un cuerpo que se ha empapado incesante-
traria a los deseos del mismo Dios 2 . Aunque esta respuesta mente con la plenitud de este mundo, para que el hombre no
es acción creadora de Dios, y por ello sólo le es posible a él, pase sin dejar huella y sin potenciar su fuerza en esta tierra;
renueva desde su interior la potencia negativa de la muerte: un cuerpo herido en la deficiente ductilidad de este mundo y
bajo la gracia definitiva de Dios, la misma muerte se convier- que conserva todavía las cicatrices, mientras extiende sus bra-
te en instrumento de la adoración y la vida por los muchos. zos incesantemente —necesitado de ternura— hacia ese mis-
De este modo, la muerte puede llegar a ser aquello que no mo mundo. La resurrección del cuerpo significa que Dios no
sería jamás sin el Hijo de su amor: un tránsito. No el fin de permitirá que se pierda ninguna de estas cosas, porque él ama
una existencia fragmentaria que clausura la vida. Pero lo que al hombre. El ha reunido todas las lágrimas y no se le escapa
franquea el acceso no es un nuevo espacio, añadido como una sonrisa alguna. La resurrección del cuerpo significa que el hom-
habitación adyacente al recinto de la existencia humana, sino bre vuelve a encontrar en Dios no sólo su último momento,
que es la plenitud del misterio divino, que, a su vez, daba lige- sino también toda su historia. No en vano algunos relatos de
reza a los pies del peregrino en su caminar antes del tránsito. las apariciones nos presentan al Resucitado llevando sus lla-
Sí, pues, para Cristo la muerte es un tránsito, ello significa gas, mientras la carta a los Hebreos hace entrar en el santuario
que él ha llegado, de modo absoluto, junto al Padre. al Sumo Sacerdote portando su sangre (9,12) y el Apocalipsis
c) Para la mentalidad de la revelación resulta inconce- nos habla del Cordero sacrificado que vive ante el trono de
bible que Dios sólo salve de la muerte una parte del hombre Dios (5,6).,
Jesús, por él tan querido. Dios conduce a todo el hombre a d) La confesión de la resurrección del cuerpo afirma tam-
través del paso de la muerte. La imposibilidad de investigar bién algo acerca del sentido personal del mundo. La corpora-
cómo se realiza esto deberá inclinarse ante la certeza indiscu- lidad adquiere su pleno sentido únicamente en la relación bi-
tible de que Dios ama al hombre entero,,vivo, y ante la certeza polar hombre-mundo. El cuerpo es el puente que participa de
resultante de que Dios no permitirá que se pierda nada de ambos. Se trata, pues, del hombre situado en el mundo, con
este hombre. toda su esencia vuelta hacia Dios y hacia los demás hombres,
Precisamente un planteamiento personalista de la resu- y que de este modo eleva también al mundo a la esfera de lo
1
Lo que sigue es válido principalmente para la resurrección de personal. Con la decisión de Dios de resucitar al hombre va
Cristo. Pero se trata también, en parte, de las mismas perspectivas unida la decisión de Dios en favor del mundo, que está orde-
que son imprescindibles para la comprensión de nuestra propia nado a aquella corporalidad. Pero también aquí importa recal-
resurrección. car que se trata de un mundo pleno de sentido, es decir, hu-
2 manizado, tal como ha sido configurado por el hombre, al que
Con esta denominación nos referimos al carácter de la muerte
anteriormente descrito. Dios ama.
188 W. Breuning Muerte y resurrección en la predicación 189
e) El cómo de esa corporalidad es para nosotros todavía tológicas. La culpa de que en nuestros conceptos hayamos sido
invisible. Esta afirmación no es un cómodo subterfugio. Tam- a veces víctimas de la imagen exótica de un país encantado se
poco es un salto ciego en el absurdo. Muchas de las objeciones debe al poco desarrollo de nuestra teología del Espíritu Santo.
contra la resurrección de Cristo y la resurrección en general La resurrección, y sobre todo la resurrección de Jesús, acaece
reciben su respaldo —en parte confesado; con mayor frecuen- porque es principalmente un proceso personal entre el Padre
cia, quizá, inconfesado— gracias a una concepción de la resu- y el Hijo, en el Espíritu, que es quien hace vivir al Padre y al
rrección que considera a ésta como un devanar hacia atrás, Hijo como una unidad personal, es decir, como comunidad.
hacia el tiempo anterior a la muerte, los hilos de la vida, para En la resurrección de Cristo es él quien, como amor, salva-
encontrarse luego sin saber qué sentido pueda tener todo ello: guarda el misterio humano de Jesús, impregnándolo de la in-
nos hallamos ante un cuerpo del que no sabemos a punto fijo candescencia del misterio del Padre e identificándolo con el
para qué es necesario. Pero entonces se mantiene a este cuer- eterno dinamismo del Hijo hacia el Padre. A todo aquel que
po, por medio de una actividad milagrosa continua, en una posea algo de fantasía pneumatológica le será familiar la idea
especie de país utópico espiritualizado. Nosotros hemos inten- de que el Espíritu conserva al transformar, de que él no per-
tado mostrar que la resurrección, considerada desde un Dios mitirá que el hombre se vea enajenado de sí, cuando él mismo
amante y personal, no sólo está llena de sentido, sino que lo llena con la plenitud de Dios. En todo caso, la Escritura ve
además es una simple consecuencia de su sincero amor. Aun- en la resurrección un proceso propio de la Trinidad y destaca
que el amor de Dios es lo que entraña mayor certeza dentro en él al Espíritu como principio no sólo del momento concre-
de nuestra fe (cf. Rom 8,31-39), nos hallamos ante él al mis- to de la resurrección, sino también de la vida de la resurrec-
mo tiempo en una relación de esperanza frente a algo que ción en el seno de Dios (cf., por ejemplo, Rom 8,10s) 3 .
todavía no es transparente (cf. Heb 11,1). Por tanto, así como
la esperanza no representa una reducción de nuestra fe en el
amor de Dios, así tampoco significa una reducción el confesar
V. LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO
nuestra incapacidad de describir en categorías humanas las
Y NUESTRA MUERTE Y RESURRECCIÓN
propiedades del cuerpo resucitado; categorías que, por otra
parte, presupondrían ya la plenitud. Al acentuar, por una par-
Al vincular tan intensamente nuestra propia resurrección
te, que para el Dios-amor nada de nuestro ser se pierde, nos
con la resurrección de Cristo nos hemos adelantado a los acon-
encontramos ante la imposibilidad de decir en qué consiste esa
tecimientos. Para poder entender nuestra propia suerte ten-
totalidad nuestra, válida ante Dios. Por otra parte, no es muy
dríamos antes que decir una serie de cosas sobre nuestra co-
difícil comprender que la corporalidad después de la muerte
munión con la muerte de Cristo. Ya hemos estudiado la
—es decir, después del tránsito que desemboca en el misterio
resurrección de Cristo como algo estrechamente vinculado a
de Dios—, y precisamente porque se tratará de nosotros mis-
mos, deberá ser constituida como en un «estado de agrega- 3
Cabría también preguntarse si una teología «económica» de
ción». Por lo demás, encontramos ya ciertos indicios de crítica la visión beatífica, estructurada a partir de una teología del Espíritu
teológica en este sentido en 1 Cor 15,35-58. Este nuevo «es- Santo, no contribuiría a superar algunas de sus dificultades consti-
tado de agregación» nada tiene que ver, sin embargo, con la tucionales. No se trata tanto de contemplar, en perpetua admira-
mentalidad ya citada de un país utópico, sino con la observa- ción, la esencia de Dios —que aquí, por otra parte, es considerado
ción aducida al principio de que es Dios mismo el que deter- demasiado unilateralmente como un ser «único»—, sino de ser in-
mina, desde su misterio, la cualidad de las propiedades esca- corporado a su profundidad en unión de aquel que «escudriña las
profundidades de Dios» (1 Cor 2,10).
190 W. Breuning Muerte y resurrección en la predicación 191

su muerte. Pero, partiendo precisamente de este principio, esperanza para nuestra muerte. El «por nosotros» de la muerte
nos queda aún por estudiar cómo su muerte transforma nues- de Jesús escapa a la desmitización de las representaciones pri-
tra muerte. mitivas del sacrificio y la retribución, y hasta necesita de ellas.
a) Partimos del hecho de que la muerte de Cristo puede Hunde sus raíces en la convicción de que Jesús, en la aplica-
cambiar el carácter negativo de nuestra muerte universal hu- ción de su muerte a nosotros, no ha cedido a un mero impulso
mana. Pero ya no es tan sencillo describir este cambio de tal altruista, conmovedor ciertamente, pero en definitiva impoten-
modo que aparezca con suficiente claridad la posición de Cris- te, sino que por amor ha asumido en sí las estrecheces de la
to. Algunas teorías avanzan hoy en la dirección siguiente: no muerte de todos los hombres; y se funda también en la con-
importa creer en Jesús, sino creer como Jesús creía. Sin pre- vicción de que este amor no representaba solamente un acto
tender negar esta segunda idea, yo haría depender absoluta- de buena voluntad, aunque ineficaz, sino que penetró efecti-
mente de la fe en Jesús la posibilidad de creer como Jesús vamente hasta el punto donde todos los hombres se encontra-
creía. De modo semejante, algunas concepciones, quizá fre- ban solos consigo mismos, sin salvación, y donde se situaba
cuentes en la actualidad, de la muerte de los fieles son dema- la condenación: en la reducción a la propia incapacidad de
siado parciales. Parece como si Jesús sólo hubiese enseñado amar. Ciertamente, la salvación y la superación de la muerte
cómo podemos escapar de las apreturas de la muerte haciendo consisten en poder amar de nuevo. Pero esta posibilidad de
de ella una acción o una hazaña. Cristo sería entonces única- amar nuevamente es, en primer término, una relación a Cristo.
mente el descubridor de una nueva «ley» salvífica cuya estruc- Sólo en cuanto yo reconozco, en el amor, lo que él ha hecho
tura tendríamos que apropiarnos. Ciertamente no podemos por mí, mi propia vida adquiere nuevamente sentido. Sólo en
negar que el cristiano debe morir como Jesús murió. Pero esta el hecho de que él haya muerto así radica para mí la posibili-
acción no consiste —principalmente al menos— en que el dad de que, al final, en mi muerte, me convierta, por Jesús,
cristiano asuma su propia muerte como acción, sino en que en algo digno de ser amado por Dios. Mi acción, mi vida y mi
haga suya la muerte de Jesús. Toda transformación positiva muerte no dicen relación primariamente a mí mismo, sino a
de la muerte no puede partir del presupuesto de que la muerte él. Esto podría expresarse con una fórmula que debería formar
es principalmente lo contrario de una acción, entendida ésta parte de la liturgia funeraria: «Pues ninguno de nosotros vive
en el sentido de una disposición definitiva del hombre sobre para sí mismo, y ninguno de nosotros muere para sí mismo:
sí mismo. Precisamente aquí radica el carácter de condenación pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morímos, para el
inherente a la muerte: en que hace patente la imposibilidad Señor morimos; así que, vivamos o muramos, somos del Se-
y la inconsistencia ante Dios del dominio sobre sí mismo. Sólo ñor. Pues para esto vivió y murió Cristo, para ser Señor de
una única muerte ha escapado a esta «ley», y ello en cuanto vivos y muertos» (Rom 14,7-9).
que la misma muerte fue superada desde su propia realidad En este sentido, la espiritualidad de la muerte cristiana
intrínseca por una acción personal, como ya hemos visto. Con debería incluir, en mayor medida de lo que sucede general-
ello Cristo no nos ha señalado un camino que cada uno haya mente, una piedad centrada en Jesús. Quizá en la espirituali-
de recorrer luego «como Jesús», sin fundar esta nueva posi- dad protestante existen ya algunos indicios a este respecto.
bilidad en una inclusión personal en Jesús. La transformación Por ello podría ser aplicado a la muerte cristiana aquel rasgo
de la muerte no se realiza, pues, por el hecho de que Jesús nos característico de la teología del martirio al que se alude en la
enseñe cómo se puede hacer de la muerte algo positivo —aun fiesta del protomártir San Esteban: «Fue él el primero que
contra todas las apariencias—, sino en la sencilla confesión de devolvió al Salvador la muerte que el mismo Salvador nuestro
que sólo en la entrega de Jesús por la muerte existe también se dignó padecer por nosotros.» El testimonio en favor de
192 W. Breuning Muerte y resurrección en la predicación 193

Cristo es, por tanto, la confesión personal de que yo le debo c) Cristo ha incluido en su muerte todas las situaciones
únicamente a él todo cuanto hay en mí de válido y amable. humanas en la vida o en la muerte; por eso, aun para aquel
Y en este sentido precisamente la vida y la muerte de cada que no ha llegado a una fe explícita, se da la posibilidad de
creyente deberían encerrar un carácter profético. Hoy debe- incorporarse en su vida y en su muerte, por una relación po-
ríamos mostrarnos menos reservados ante esa espiritualidad, sitiva, a aquella única muerte redentora. No es éste el lugar
que, a pesar de la insuficiencia de su soteriología, se encon- apropiado para exponer más ampliamente tal afirmación. Si
traba centrada en Cristo en muy diversas formas a lo largo de Cristo busca al hombre allí donde éste realmente se encuentra,
la tradición; y ello tanto más cuanto que dicha espiritualidad es también lógico que su Espíritu —aun en el caso de que la
constituye, en definitiva, la forma más alta de una teología fe y la incredulidad luchen entre sí en el corazón del hombre—
trinitaria y cristológica. Ella encuentra su expresión más clara conduzca hasta su meta a esa afirmación incipiente, inexpresa-
en aquella analogía de proporcionalidad que aparece en la teo- da todavía en categorías, del misterio constituido por el Dios
logía de San Juan: así como Cristo dice relación al Padre, así amor. En el juicio, que es gracia, no le será negada la consu-
nosotros decimos relación a Cristo. Por ello nuestra muerte mación en Cristo \
tampoco acaece ante un Dios indiferente. La muerte de Cristo
ante el Padre, en cuanto única acción salvadora, nos da la po-
sibilidad de vivir y morir para Cristo en un encuentro perso- VI. RESURRECCIÓN Y JUICIO
nal y amoroso con él y, de este modo —y en forma igualmente
personal—, ser asumidos por el Hijo en su dinamismo hacia Finalmente, en este contexto hemos de referirnos en for-
el Padre. Precisamente la situación extrema de la escatología ma breve al Dios que, por ser juez, es también consumador.
nos permite reconocer que la historia de la salvación no se pue- No es una tarea muy difícil la recta integración de Dios como
de reducir a estructuras y leyes, sino que ha de ser considerada juez en el conjunto de la escatología. Ciertamente, no hemos
como un encuentro personal con el Dios trino en personas, de considerar como falso todo lo que indujo a la espiritualidad
b) Partiendo de lo dicho quizá fuese posible encuadrar medieval al temor ante el juicio. Sería de lamentar que ciertos
en su justo medio aquella hipótesis que considera la muerte cantos, como el Dies trae y el Libera, se viesen privados del
como la disposición última, decisiva, del hombre sobre sí mis- derecho a subsistir. Es bueno para mí el saberme frente a un
mo. Ciertamente, una interpretación meramente antropológica Dios que no me acepta sin más por mis bellos ojos, sino que
de la muerte como disposición definitiva del hombre sobre sí —sin acepción de personas— escudriña mi propio corazón. Yo
mismo no respondería a la naturaleza de la muerte tal como no sé sobre quién pesa en concreto esta amenaza del juicio,
es concebida por la revelación. Pero, desde la perspectiva de pero sí puedo afirmar con certeza que pesa sobre mí. Una pie-
la muerte de Cristo, la muerte humana deja todavía un camino dad centrada en el juicio no es falsa por el mero hecho de que
abierto, por ser el instante último que sirve de frontera a la
4
misericordia. Como instante-límite, la muerte actúa ya en la Habría que preguntarse, además, si en este orden de salvación
misma vida y, dentro de ella y sin que el hombre pueda darse no existiría algo así como una restauración de la muerte en el sen-
cuenta exacta, puede conducir a la decisiva aceptación de la tido de un ser creado que retorna a su claridad original: la hermana
muerte de Jesús como única salvación. Pero, como instante- muerte del Cántico del Sol. No sería entonces la muerte que, se-
límite, permanece abierta también aun cuando no se haya lle- gún 1 Cor 15,26, es aniquilada como el enemigo último, sino la
gado a esto; aun cuando no parezca existir una buena prepa- muerte que impide que la vida del hombre se convierta en un esté-
ración, la muerte de Jesús ha mantenido abierto este instante. ril vegetar en un mundo que, por voluntad de Dios, es efímero y
es comparable a la caída del fruto ya maduro.
194 W. Breuning Muerte y resurrección en la predicación 195

infunda temor, sino sólo cuando hace a Dios garante —de una (En cierto sentido, la misma escolástica defiende en germen
manera falsa e impersonal— de unas exigencias éticas y fari- también esto.) Karl Rahner habla de una relación universal
saicas de justicia por parte del hombre. El juicio no recae en- cósmica del alma separada5. Teniendo en cuenta ambos pun-
tonces sobre el hombre, sino sobre las «obras» objetivas. En tos de vista, ¿no significará esto que la resurrección se inicia
todo caso, sin la sentencia del juez, la imagen de la escatología ya, al menos, cuando acaba nuestra forma terrenal de existir?;
quedaría incompleta. Pues precisamente esta realidad del juez ¿habrá que desplazar la resurrección, dentro de un sentido
nos da la posibilidad de situar una concepción demasiado indi- puramente temporal y con todas sus características concretas,
vidualista de la escatología dentro del contexto de la historia a un momento situado al final de los tiempos?; o, por el con-
de la salvación y enlazar así de forma conveniente la muerte trario, ¿sería compatible con aquel definitivo gran momento
con la resurrección. de Cristo el considerarlo como la consumación y la revelación
a) En el juicio de Dios se trata de que Cristo tenga razón. —al mismo tiempo— de una integración del universo en el
El hecho de que, después de la resurrección, pueda existir to- misterio de Cristo? Integración que, por otra parte, tiene to-
davía un día del juicio y la salvación definitiva se debe a que davía una historia incluso para los que han muerto: la historia
toda historia humana concreta ha de ser integrada en el mis- de la integración del mundo, al que todavía pertenecen, en el
terio pascual que ha tenido lugar en Cristo. Nosotros hemos misterio pascual. La historia personal del hombre queda cier-
hablado ya del núcleo central de esta integración al hablar de tamente decidida con la muerte: se trata de su pertenencia o
la resurrección corporal. A Dios le importa el hombre entero no pertenencia a Cristo. Pero el modo de integrarse su propio
y vivo, y por eso también su cuerpo y todo aquello que da ser en el mundo futuro y permanente habría de ser explicado
sentido a su cuerpo: la existencia histórica del hombre en un a partir de la consumación de todas las cosas en Cristo. El
mundo «corpóreo». Desde la perspectiva del juez consumador, hombre participaría con todo lo que él es en este tiempo esca-
se trata de una integración. Pero la integración sólo se da den- tológico, activamente y en forma decisiva para los demás. Pero
tro del misterio de Cristo; sólo en él se construye la existencia para una integración total de nuestro ser fragmentario sería
eterna del hombre. necesario además contar con el número total de nuestros her-
En la escatología anterior se reducía el proceso de la resu- manos. Naturalmente, entonces habría también una tensión en
rrección del cuerpo, de forma espontánea, a un único instante. esta actividad. En Cristo sería ya una actividad pura y perfecta,
(En realidad no por inadvertencia, sino basándose en pasajes y en un sentido derivado también en aquel que fue recibido
como 1 Cor 15,52.) Por el contrario, la concepción —defen- plenamente con cuerpo y alma en el cielo. ¿Tendremos aún
dida ya libremente desde hace algún tiempo— de que la resu- que advertir que en todo lo dicho no se trata de atenuar o
rrección no se centra en las moléculas y átomos que constituían diluir la corporalidad de la resurrección? Ahora bien: si el
el cuerpo en el momento de la muerte, sino en el hecho de que «cómo» de la resurrección sólo puede ser comprendido en la
el alma se edifica nuevamente un cuerpo a partir de la materia realidad del Espíritu de Dios, esto significa que, en el actual
«apropiada», ha franqueado el acceso hacia un planteamiento estado de vía, la resurrección sólo puede ser creída en el amor;
más reflexivo acerca del sentido de todo el proceso. No se por eso es necesario situarla en un clima de amor, es decir, en
siembran átomos para el cuerpo de la resurrección, sino que el del Espíritu, en el que únicamente puede tener sentido: nos
se confía a la tierra la corporalidad como forma del hombre
que se ha hecho historia en el mundo. Por otra parte, se ha 5
afirmado con razón que después de la muerte no sobrevive un Cf. Zur Theologie des Todes («Quaest. disput.», 2), Fribur-
go, 1958, 20 (traducción: El sentido teológico de la muerte, Bar-
alma totalmente desligada del mundo e indiferente al cuerpo. celona, 1965).
196 W. Breuning
referimos precisamente al misterio pneumático pascual de
Cristo.
b) ¿No podrían llegar a encontrarse, en esta perspectiva,
aquellas dos líneas, la apocalíptica y la evolutiva? Ambas han TEOLOGÍA DE LA VIDA Y DE LA MUERTE
encontrado su expresión en el concepto de historia de la sal- EN EL RITO HISPÁNICO
vación, y aunque procedentes de diversas concepciones, han
quedado plasmadas también en la misma Escritura. Dios sigue
siendo, en su misterio divino, el integrador de esta historia y La muerte constituye para el cristiano el último y supremo
por ello su consumador, pero la integración crece en la historia. acto de culto a Dios en esta tierra. En muchos de los cantos
La una constituye la historia tal como el Padre del universo de los ritos funerarios, la Iglesia ruega al Señor en nombre
la ha entregado al Hijo de su amor y que culmina en la resu- del mismo difunto. Esto, que puede decirse de todas las litur-
rrección de su Hijo. La otra, la historia tal como el Hijo, que gias, se aplica especialmente al antiguo rito hispánico. Plegaria
vive en la tierra como hombre, la hace retornar a su Padre. del cristiano, que pasa por el trance de la muerte, y plegaria
La escatología representa el intento de determinar, en este di- de la Iglesia, solícita por la eterna suerte de todos sus hijos,
namismo, nuestro puesto definitivo hecho posible por el Pneu- se alternan y se compenetran hasta formar un solo acto: el
ma y por él también realizado. cristiano en tránsito hacia la eternidad sigue orando en la Igle-
sia, y la Iglesia considera como suya aquella última actitud de
W. BREUNING sumisión al plan de Dios, que debe verificarse en el alma in-
mortal, al verse desprendida de su cuerpo.
Para ello, la liturgia, que expresa las realidades trascen-
dentes por medio de signos visibles, no sólo toma en conside-
ración el cuerpo del difunto, sino que lo envuelve con demos-
traciones de ternura y lo convierte en objeto de veneración.
En el cuerpo exánime, la Iglesia ve ante todo el recuerdo de
una vida. No cierra los ojos ante la humillante corrupción por
la que tiene que pasar. Pero encuentra sus razones para expli-
car la necesidad de esa desintegración del cuerpo: a través de
ella, el cuerpo nuevo reflorecerá para una nueva vida.
De ahí que los textos funerarios hispánicos, abundantes y
profundos, contengan una teología de la muerte inseparable-
mente vinculada a una teología de la vida. Y, por otra parte,
no se hubiera podido llegar a una doctrina sobre la muerte tan
optimista, y al mismo tiempo tan bien fundada en razones de
fe y de esperanza, si la misma liturgia no presentara periódica-
mente, con insistencia y claridad, una concepción del más allá
que preparase la formulación de aquella doctrina.
Vida y muerte en el rito hispánico 199

fiadamente por el difunto. No basta tampoco el que sirva de


LO P R O P I O DEL RITO HISPÁNICO preparación remota a la muerte para los que viven, cuando
en realidad la celebración de los ritos funerarios tiene como
En esto, verdaderamente, la liturgia hispánica merece una objeto inmediato el cristiano que ha llegado al fin de su vida
atención especial entre los demás ritos. Los temas escatológicos temporal.
constituyen un motivo constante de contemplación y de ple- La exigencia de autenticidad, que debe guiar la reforma
garia, sobre todo en el oficio; y se desarrollan con una abun- litúrgica de nuestro tiempo, nos obliga no sólo a revisar lo
dancia tal de figuras y de afirmaciones teológicas directas y que dice de la muerte la liturgia de difuntos, sino también a
precisas, que tenían que repercutir por fuerza en la concepción examinar qué es lo que la liturgia da al cristiano durante toda
de la muerte de todos los que participaban en aquella liturgia. su vida, para que en el momento de su tránsito a la eternidad
Conviene tener presente que en el oficio eclesial ordinaria- sea capaz de dirigirse a Dios con aquella actitud serena que
mente participaba también el pueblo. suponen, o tendrían que suponer, los ritos funerarios. Una tal
Un estudio como el presente no puede pretender, por su revisión debería hacer sentir sus efectos en la selección y com-
misma brevedad, dar una síntesis completa de la doctrina so- posición de los textos, y también en la institución de unos
bre la muerte contenida en los ritos funerarios hispánicos. Por principios de homilética, necesarios para que la liturgia sea
otra parte, las bases de esa síntesis están ya formuladas en un plenamente eficaz.
excelente trabajo de publicación reciente 1 . La precisión téc-
nica de ese artículo de J. Llopis permitirá desenvolver y orde-
TEOLOGÍA EN LA SELECCIÓN DE TEXTOS
nar los elementos de la síntesis en modos diversos, según se
desee. Su presentación de la temática, a partir del uso que se Al menos por lo que respecta a la selección y composición
hace de la Sagrada Escritura en los ritos funerarios hispánicos, de textos, encontraremos un ejemplo magnífico en la antigua
deja a un lado desde luego afirmaciones doctrinales no deri- liturgia hispánica. Con ello se demostrará una vez más cómo
vadas tan directamente de los libros sagrados. Sirve, sin em- un verdadero sentido pastoral tiene que fundarse en una visión
bargo, para orientar cualquier estudio sobre el contenido de teológica del hombre cristiano profunda y coherente. Y se
las fórmulas a partir de ese principio indiscutible: de la Sagra- verá todavía hasta qué punto la liturgia resulta ser un medio
da Escritura deduce toda su teología de la muerte la liturgia de formación de la conciencia cristiana no sólo porque en ella
de difuntos del rito hispánico. se predica, sino también porque, integrando la oración del
Creemos, por tanto, que en el presente caso será mejor hombre, que se descubre objeto de la Redención, la liturgia
presentar otro aspecto del problema. No podemos resignarnos tiende necesariamente a informar toda su vida con la penetra-
a que la liturgia de difuntos sirva para consolar a los que ción en ella del misterio de Cristo.
quedan todavía en este mundo o para incitarlos a rezar con- La parte más abundante y original de los textos hispánicos
1
J. Llopis, La Sagrada Escritura, fuente de inspiración de la que proponen una doctrina escatológica, en íntima conexión
liturgia de difuntos del antiguo rito hispánico, en Mise. Férotin con la liturgia de alabanza, la encontramos en una serie de co-
(Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Inst. E. Flórez), lectas de salmos, que nosotros consideramos atribuible a San
Madrid-Barcelona, Hispania Sacra, 1966, 349-391. Véase también: Leandro de Sevilla2. Estas oraciones se conservaron en el ofi-
J. Llopis, Influencia del salterio en la oración litúrgica. Testimonio 2
de la liturgia funeraria del antiguo rito hispánico: «Phase», 3 Esta preciosa colección, dispersa entre varias fuentes hispáni-
(1963), 201-205. cas, comprende más de 200 oraciones, muy características por su
200 J. Pinell Vida y muerte en el rito hispánico 201

ció ferial ordinario, y se decían sobre todo en la oración de la de alabanza, pero también en la observancia de la justicia, en
mañana. Seguían al canto de los salmos correspondientes y de la caridad fraterna, en el celo por el bien de los demás.
sus antífonas. Cuando fueron compuestas estaban destinadas
sin duda también a los domingos y a fiestas del año litúrgico.
Pero aun después de su reducción al oficio ferial, dada la sim- EJEMPLOS
plicidad del calendario hispánico, serían unos textos que los
fieles oirían recitar con extraordinaria frecuencia. Como uno entre tantos ejemplos, véase el texto siguiente:
Se describe en ellas la vida eterna con los conceptos de
descanso, de tranquilidad, de paz y de libertad, señalando el Jesucristo, dueño y señor, que de un mar al otro mar
contraste con las realidades opuestas que se experimentan extiendes tu poderío: concédenos permanecer dentro de
en esta vida. Pero las ideas dominantes que se usan al designar la unidad de tus dominios, e impulsados por la dulzura de
la vida celeste son las de gozo y felicidad. Si, por una parte, tu santa doctrina, alcancemos la meta de nuestra fe; con
como hemos dicho, descanso, paz, libertad y alegría se oponen las riendas de tu ley gobierna nuestra carne, defendiendo
a los sufrimientos de la vida presente, por otra también se el espíritu con la justicia y con la paz; sí, la paz que vino
indica con claridad que los bienes eternos no son sino una sobre los montes reconcilie contigo los humildes; la jus-
prolongación y plenitud del gozo de Dios que puede obtenerse ticia que se hizo visible a las cumbres interceda sin cesar
ya en la vida presente. por los que ruegan; y así ambas virtudes, por un deseo
Posesión y goce de Dios están condicionados al conoci- de bondad, se afirmen en los pueblos; la justicia enseñe
miento de la verdad de Dios, la fe, que penetra en el alma la piedad y la paz realice la unidad en los vínculos del
como una luz, y la conduce a la humildad, en una profunda amor; de modo que la justicia nos defienda en este mun-
pobreza de espíritu. De ello se sigue el deseo y la esperanza de do, y la paz nos reúna con Cristo en el reino eterno 3 .
permanecer siempre en la Iglesia, como miembros vivos del
Como en el ejemplo que acabamos de aducir, casi siempre
Cuerpo de Cristo, y de aceptar y amar la gracia, que actúa en
el tema escatológico aparece sólo en la última frase de la ora-
los cristianos glorificando a Dios, precisamente en la liturgia
ción. Pero está preparada por toda una serie de consideracio-
3
contenido y su estilo formal. Esperamos poder someter en breve a «Dominator Domine Iesu Christe, qui dominaris a mari us-
la crítica nuestros argumentos demostrando tal atribución a San que ad mare: concede nobis in tuae dominationis unitate consistere,
Leandro. Sobre las fuentes de la liturgia hispánica en general, véa- et doctrinae sanctae dulcedine cursum fidei nostrae perficere; ac sic
se: J. Pinell, Los textos de la antigua liturgia hispánica. Fuentes carnem nostram legalibus frenis adstringas, ut mentem nostram
para su estudio, en Estudios sobre la liturgia mozárabe {Publica- iustitiae et pacis ope defendas; pax igitur, quam susceperunt mon-
ciones del Inst. Provincial de Investigaciones y Estudios Toleda- tes, ipsa tibi reconciliet humiles; et iustitia, quam videre meruerunt
nos), Toledo, 1965, 109-164; J. M. Mora, Bibliografía general. colles, iugiter exoret pro supplicibus; ac sic utraque virtus zelo
Ediciones de textos, trabajos y repertorios, ibíd., op. cit., 165-187. sanctitatis in populis vigeat, ut iustitia informet ad pietatem, et
Una síntesis histórica del mismo rito: J. Pinell, Mozarabische pax vinculis caritatis innectat; ut iustitia defendat in saeculo, et
Liturgie, en Liturgisch Woordenboek, Nimega, 6 (1966), 1796. pax coniungat Christo in regno perpetuo» (J. P. Gilson, The
1825. Una colección bibliográfica y estudio histórico doctrinal más Mozarabic Psalter [H. Bradshaw Soc. 30], Londres, 1905, 51;
recientes: J. Pinell, De liturgiis occidentalibus, cum speciali trac- texto revisado en J. Pinell, Collectae Psalmorum [Pontificium
tatione de liturgia hispánica (Pontificium Institutum Liturgkurn Institutum Liturgicum Anselmianum], pro manuscripto, Roma,
Anselmianum), pro manuscripto, 2 vols., Roma, 1967. 1966, n. 244).
14
202 J. Pinell Vida y muerte en el rito hispánico 203

nes y peticiones, y viene al fin a coronar todo deseo y esperan- en la del oficio. No es, pues, de extrañar que un número muy
za. Tendríamos que multiplicar los ejemplos para demostrar considerable de oraciones y bendiciones del oficio festivo con-
la variedad y riqueza de esas breves indicaciones del tema cluyan también con el tema escatológico. Casi al azar tomamos
escatológico. Veremos en seguida que no faltan textos en los una oración del tiempo pascual que termina: «... de modo
que el mismo tema se desarrolle ampliamente hasta constituir que, al llegar al cumplimiento de tus promesas, habiendo creí-
el objeto primordial de la oración. Pero refiriéndonos todavía do ahora firmemente en tu resurrección, podamos verte, Señor
a las otras oraciones que sólo insinúan el tema, conviene se- nuestro, en la eterna majestad de tu gloria» 5.
ñalar que lo que mejor infundiría en la mente de los cristianos En las segundas vísperas de Navidad, la oración que em-
una idea serena de la muerte era la insistencia con que se de- pieza: «Hemos visto tu gloria, Señor, tu gloria de Unigénito
mostraba que la vida eterna es liberación y compensación de del Padre», termina así: «Concédenos el formar parte de tu
los sufrimientos de este mundo, y constituye al mismo tiempo reino, ya que has sido benigno con nosotros en este mundo;
la plenitud de la misma alegría del espíritu, que podemos gozar como redentor viniste a nosotros, entréganos tú mismo el pre-
en el tiempo. mio en el futuro» *.
Véase ahora otra oración, que trata por entero el tema de Una de las oraciones principales de la fiesta de Epifanía
la eternidad: concluye con estas palabras: «Enciéndenos con la llama salva-
El lote de nuestra heredad consiste, Señor Dios, en dora de tu amor; de modo que los que ya te conocemos por
tu ser eterno; por eso, Señor, te rogamos que con tu el don de tu luz, ardientes en el fuego de tu caridad, perma-
piedad acostumbrada conserves tu heredad; el cáliz de la nezcamos unidos contigo eternamente» 7.
pasión, que por ella bebiste, dáselo como remedio; y ya Todo el esfuerzo ascético de la Cuaresma tiende como a
que son tan espléndidos los dones de la redención, sea su fin definitivo: «Habiéndonos desatado de las malas costum-
también abundante tu conquista de los redimidos; redi- bres, nos reúnas en el futuro con la multitud de los santos para
midos por tu cruz, seamos así tu heredad para siempre; ser coronados» 8.
y no abandones en el reino de la muerte nuestras almas,
antes bien llévalas a ti, libres de corrupción, para que 5
«... qualiter ad tua venientes promissa te, dominum nostrum,
vivan siempre contigo4. quem nunc resurrexisse certa credimus fide, post in aeterna te
Esta serie de oraciones ejerció, en muchos aspectos, una videre mereamur gloriae maiestate» {J. Vives-J. Claveras, Oracional
gran influencia en toda la eucología hispánica, especialmente Visigótico [Monumenta Hispaniae Sacra, 1], Barcelona, 1946,
n. 904).
4 6
«Pars hereditatis nostrae, Domine Deus, in tua consistit «Vidimus gloriam tuam, Domine, gloriam quasi unigeniti a
aeternitate; unde precamur te, Domine, pietate sólita hereditatem patre... largire igitur, tuo fieri participes regno, quibus es propi-
tuam conserva; et calicem passionis, quem potasti pro ea, semper tiatus in mundo; quibusque pius advenisti redemptor, exsiste in
ei pro remedio praesta; ut sicut redemptionis praeclara sunt mu- futuro munerator» (Id., op. cit., n. 314).
7
ñera, ita redemptorum sit adquisitio copiosa; quique redempti «... accende nos etiam, precamur, salutífero tui amoris ar-
sumus cruce tua, simus perpetim hereditas tua; ut nec in inferno dore; ut qui te iam dono tuae inluminationis agnovimus, tuae quo-
animara nostram relinquas, sed incorruptam tecum semper victu- que dilectionis ardore flagrantes, tibi adhaerere in perpetuum me-
ram adtollas» (F. de Lorenzana, Breviarium Goticum secundum reamur» (Id., op. cit., n. 416).
8
regulam beatissimi Isidori, Madrid, 1776, reproducido en Patr. «... quatenus, dum nos malae consuetudinis ligamine reddi-
Lat. 86, 275; texto revisado en J. Pinell, Collectae Psalmorum, deris absolutos, sanctorum catervis in futuro consocies laureandos»
op. cit., n. 43). (Id., op. cit., n. 568).
204 J. Pinell Vida y muerte en el rito hispánico 205
Y toda la expectación del Adviento va a desembocar a la nombre del mismo difunto. En éstos se dan a veces frases de
misma esperanza: «En nuestra humildad te esperemos deseán- acento dramático, procedentes del libro de Job. Pero abundan
dote, para que cuando llegues nos hagas partícipes de tu glo- más las expansiones de confianza y del deseo de Dios. «Yo
ria para siempre»'. entro en el camino, por que tiene que pasar toda carne; voy a
Las mismas ideas reaparecen en los textos de la misa du- dormir con mis padres, y mi vida termina. Acuérdate de mí,
rante todo el año litúrgico. Señor, desde tu reino» 13. «Libra mi alma de la cárcel, Señor,
En los ritos funerarios hispánicos se ruega con insistencia para que pueda confesar tu nombre; los justos me esperan,
por la purificación del alma del difunto; se admite que ha sido hasta que tú me des la recompensa» 14. «Creo que mi Redentor
frágil y que ha pecado. La Iglesia lo presenta ante el Juez su- me resucitará, y con mi propia carne veré a mi Señor» I3. «Si
premo recordando sobre todo lo que Dios ha hecho por él: subo al cielo, Señor, tú estás allí; y si bajo al reino de la muer-
la creación, la redención, el don de la fe, las promesas de la te, allí también te encuentro; líbrame, Señor, de la morada
eternidad, los sacramentos. En defensa del cristiano, se recuer- de los muertos» 16. «No te alejes de mí, Señor Dios mío, no te
da al Señor la fe y esperanza con que aceptó los dones de Dios. apartes de mí» ".
«Se alegre de haber recibido lo que durante esta vida esperó La Iglesia se dirige también al difunto en sus cantos; le
con fe» 10. llama «tierra», pero le invita a oír la voz del Señor que le re-
Se habla con crudo realismo del cuerpo exánime: «Puede sucitará: «Tierra, tierra, oye la voz del Señor. Que te acojan
ser temerario, Señor, el que un hombre recomiende ante ti a los ángeles de Dios» 18. «Que el Señor te abra las puertas del
otro hombre, un mortal a otro mortal, una ceniza a otra ceni- paraíso, y regreses a aquella patria, en donde no existe la
za...» 11 . Pero no se pide la salvación del alma sin recordar muerte, en donde permanece para siempre la dulce alegría» 19.
la necesaria devolución y glorificación de ese mismo cuerpo: Entre las súplicas penitenciales que acompañan el trasla-
«... al llegar el gran día del reconocimiento y la recompensa, do del cadáver al cementerio se destacan las preces de la in-
cuando los resucitarás a todos, él se encuentre con tus santos
13
patriarcas, profetas y mártires, coronado de gloria, y devol- «Ecce ego viam universae carnis ingressus sum, ut dormiam
viéndole su cuerpo, lo envuelvas con tu luz» 12. cum patribus meis, et amplius iam non ero. Memento mei, Domine,
Como ya hemos indicado, muchos de los cantos hablan en de regno tuo» (Id., op. cit., 110).
14
«Educ, Domine, de carcere animam meam, ad confitendum
9 nomini tuo; me expectant iusti doñee retribuas mihi» (Id., op.
«... et ideo expectemus te desiderio humiles, ut quum veneris, cit., 117).
efficias nos tibi sine fine consortes» (Id., op. cit., n. 67). 15
«Credo quia Redemptor meus resuscitabit me, et in carne
10
«Gaudeat se percepisse quod in hac vita fideliter credidit» mea videbo Dominum meum» (Id., op. cit., 121).
(M. Férotin, Le Líber Ordinum [Monumenta Ecclesiae Litúrgica, 16
«Si ascendero in caelum, Domine, tu ibi es, et si descendero
5], París, 1904, 134). in infernum, ades. Mitte manum tuam, Domine; libera me ex in-
11
«Temeritatis quidem est, Domine, ut homo hominem, mor- ferno inferiori» (Id., op. cit., 122).
talis mortalem, cinis cinerem tibi Domino Deo nostro audeat com- 17
«Ne elonges a me, Domine Deus meus, ne discedas a me»
mendare» (Id., op. cit., 125). (Id., op. cit., 126).
n
«...ut cum dies ille magnus agnitionis ac remunerationis 18
«Terra, térra, audi verbum Domini. Suscipiant te angelí Dei»
advenerit, quando resuscitaturus es omnes, ibi inveniatur cum sanc- (Id., op. cit., 125).
tis tuis patriarchis, et prophetis, ac martyribus tuis gloria caelesti 19
«Aperiat tibi Dominus paradisi ianuam, ut ad illam patriam
coronatus, corporeque reddito, facías eum in lumine decoratum» revertaris ubi mors non est, ubi dulce gaudium perseverat» (Id., op.
(Id., op. cit., 134). cit., 123).
206 } . Pinell

dulgencia. Estas recuerdan las preces del perdón, que cons-


tituyen una de las partes más emotivas de la acción litúrgica
del Viernes Santo. De este modo, la muerte del cristiano apa-
rece, incluso ritualmente, referida a la muerte de Cristo.
Es así como, en su conjunto, los ritos funerarios hispánicos LA LITURGIA FUNERAL DE LA IGLESIA CALDEA
presentan un concepto de la muerte cristiana como un corona-
miento de la vida sacramental: «Viviendo en este mundo fue
Entre todos los ritos de la cristiandad, el caldeo se distin-
marcado con el sello de la Trinidad» 20; una muerte, que no es
gue por su arcaísmo. Esto es particularmente cierto en cuanto
sino el tránsito de la Iglesia de la tierra a la Iglesia del cielo:
a su liturgia funeral, y no sólo por lo que respecta a la estruc-
«Así como por la fe entró a formar parte de la multitud de los
tura de sus ceremonias, sino también por lo que se refiere a
fieles, así también por tu misericordia sea incorporado a los
la teología de la muerte y la resurrección que se desprende de
coros de los ángeles» 21.
sus himnos y, ciertamente, por la actitud básica dentro de la
J. PINELL
idea cristiana de la muerte que da sentido y unidad a todo el
conjunto. En consecuencia, un serio estudio de esta liturgia
tiene su importancia incluso para aquellos que están preocu-
pados por la renovación de su propia liturgia funeral, pues a
través de aquél se encontrarán en condiciones, por encima de
la profunda diversidad de los respectivos idiomas, para alcan-
zar, por así decirlo, la fuente auténtica de esa misma liturgia
que tratan de renovar.
La liturgia funeral de que nos ocuparemos en este artículo
es fundamentalmente la que está prevista para los laicos. La
verdad es que en todos los ritos orientales la liturgia que se
celebra por los clérigos y religiosos difiere mucho de la que
corresponde a los laicos. Algunas de estas diferencias se irán
anotando según lo pida la ocasión.
Asimismo, se tendrán en cuenta aquellos ritos que vienen
consignados en los rituales manuscritos y en los textos impre-
sos de los ortodoxos'. Hay una notable uniformidad en la
tradición manuscrita, desde sus testimonios más antiguos del
siglo xn hasta los del xrx; esta tradición está fielmente refle-
jada, con mínimas variantes, en la edición reciente de los
20
«... qui dum hic adviveret signatus est signáculo Trinitatis»
1
(Id., op. cit., 400). Ktaba d-kurrasta d'-annide brtay 'alma, Trichur, 1954. Ciertas
21
«... ut sicut hic eum vera fides iunxit fidelibus turmis, ita partes del rito para los sacerdotes han sido traducidas al inglés por
eum illuc tua miseratio consociet angelicis choris» (Id., op. cit., G. P. Badger, The Nestorians and their Rituals, II, Londres, 1852,
401). 282-321.
208 W. Macomber Liturgia funeraria de la Iglesia caldea 209

ortodoxos. Incluso en la recentísima edición católica2, los define el tono general de toda la liturgia funeral caldea. Para
cambios han sido muy poco mayores. La práctica actual, sin un cristiano, la muerte es el paso de este mundo, lleno de do-
embargo, y especialmente entre los católicos, ha introducido lor y pecado, a la verdadera vida de inocencia e incorrupción
algunas modificaciones verdaderamente sustanciales, que en en la resurrección. Por eso, según hace notar un comentarista
sí mismas son de gran interés, puesto que sirven como ilustra- anónimo de la liturgia caldea, en el siglo ix, los cristianos no
ción al grave problema que supone la adaptación de un esque- son llevados a la tumba en medio de tristeza y lamentos, como
ma litúrgico antiguo a las circunstancias de la vida moderna. ocurre en el caso de los paganos que no tienen esperanza, sino
En su estructura tradicional, la liturgia funeral caldea entre cantos de alegría, como cuando se va a un banquete 7 .
consta de cuatro partes: el lavatorio ritual del cuerpo, una
vigilia de oración en la casa del difunto, una procesión solem-
ne acompañada de cantos, desde la casa hasta el cementerio, y II. LA VIGILIA DE ORACIÓN
el sepelio efectivo. Esta estructura procede de tiempos muy
antiguos. El lavatorio del difunto antes del entierro lo men- Este oficio consta de tres cathismata (equivalente aproxi-
ciona ya el Nuevo Testamento en la muerte de Tabita 3 ; la vi- mado del nocturno latino), con salmodia e himnos, más lectu-
gilia de oración nos es transmitida por San Gregorio de Nisa ras de la Escritura. Es de notar el carácter popular de este
con ocasión de los funerales de su hermana Santa Macrina, en oficio. La salmodia de cada cathisma, en particular, consta so-
el siglo iv 4 ; la procesión funeraria era una costumbre pagana lamente de dos secciones apropiadas de salmos, con una sola
que la Iglesia cristianizó y también es mencionada por San antífona, breve e invariable: «Oh Vivificador de los muertos,
Gregorio, igual que por otros autores del siglo iv 5 ; el entie- ¡gloria a tu nombre!» Los himnos son de dos clases: uno es
rro del difunto era una costumbre que la Iglesia tomó de los un canto meditativo que expresa, en una serie de estrofas rít-
judíos. micas, cada una de ellas introducida por un versículo apropia-
do de algún salmo, la teología de la muerte y la resurrección;
I. EL LAVATORIO RITUAL DEL CUERPO el otro es más bien una especie de lamentación popular, dos
o tres estancias cantadas lentamente y en tono fúnebre por un
El moderno ritual de los ortodoxos sigue dando todavía cantor, con un estribillo para el coro, que frecuentemente ex-
hoy unas instrucciones muy detalladas para el lavatorio del presa la humana tragedia de la muerte y proporciona un des-
cuerpo del difunto. En sí mismas no tienen mayor importan- ahogo a la pena reprimida de quienes han perdido a un ser
cia sino porque demuestran la reverencia con que tradicional- querido. También se intercalan, entre los salmos y los himnos,
mente se han de tratar los cuerpos de los cristianos. Más signi- algunas breves oraciones del sacerdote, muy parecidas a las
ficativa es la prescripción siguiente: «Y lo visten con vestidu- colectas del rito romano, excepto en que su tema es casi úni-
ras blancas como en el día de su casamiento» 6. Esta norma camente la glorificación de Dios, es decir, que seamos capaces
2
de glorificarle siempre, especialmente cuando estamos ante la
Taksa d'-annide ak 'yoda d'-etta qaddista d-Suryaye Madnhaye muerte.
d-hennon Kaldaye, Mosul, 1907.
3
Act 9,36-37. Las lecturas bíblicas se toman no de las epístolas y los
4
PG 46, 992-993. evangelios, como ocurre en los otros ritos, sino únicamente
5
Cf. M. Righetti, Manuale di storia litúrgica, II, Milán, 1946, 7
340-343. R. H. Connoly (ed.), Anonymi auctoris Expositio officiorum
6
Ktaba d-kurrasta, 2. Ecdesiae, II, CSCO 76, Roma, 1915, 123-125.
210 W. Macomber Liturgia funeraria de la Iglesia caldea 211
del Antiguo Testamento y de los Hechos de los Apóstoles. do, se les dice adiós cuando salen de su casa o al abandonar su
Quizá se deba esta peculiaridad al hecho de que el servicio pueblo.
tiene lugar en la casa, pues los laicos difuntos son llevados no
a la iglesia, sino directamente al cementerio. Hay lecturas di- IV. LA PROCESIÓN FÚNEBRE
ferentes para los hombres, las mujeres y los niños; la mayoría
de ellas aluden a la resurrección de una forma o de otra, por El núcleo de la liturgia funeral caldea que da sentido a
ejemplo, la acción de gracias de Ezequías después de sanar todo el conjunto es la procesión fúnebre, representación sen-
milagrosamente de su enfermedad mortal y la resurrección de sible del viaje que hace el cristiano desde este mundo al Pa-
los huesos secos en la profecía de Ezequiel. El ritual impreso raíso. Antiguamente, el difunto era acompañado por el canto
de los ortodoxos tiene además una colección de lecturas espe- de los salmos 8. Sin embargo, la Iglesia caldea los ha sustituido
ciales, que se toman en lugar de las acostumbradas, para el por una serie de doce cantos procesionales, del mismo tipo de
caso de la defunción de un anciano, un rico, un soltero, los los que ya hemos encontrado en la vigilia. Cada una de las
extranjeros, las vírgenes, etc., anticipándose con ello al deseo estrofas va introducida por un versículo de salmo en conso-
manifestado por el Vaticano II en favor de un repertorio más nancia con la ocasión, con lo que todo el conjunto adquiere un
amplio y más variado de lecturas bíblicas. Las lecciones van aire meditativo. Estos cantos son, con toda seguridad, muy
seguidas de otra breve sección tomada de los salmos, cantán- antiguos, pues se encuentran ya en una colección funeraria
dose invariablemente con la misma antífona que antes se jacobita de 823 d. C , en la que son atribuidos a San Efrén 9 .
empleó. Los distintos temas expresan en varios modos la idea de que
el difunto no va camino de la corrupción del sepulcro, sino
hacia la gloria y la alegría de la resurrección, pues Cristo nos
III. DIFERENTES FUNERALES PARA LAICOS Y CLÉRIGOS los ha ganado en su propia resurrección, que es prenda y mo-
delo de la nuestra.
La principal diferencia entre los funerales de los laicos y Entre estos cantos, el primero y el último son los más sig-
los de los eclesiásticos consiste en el hecho de que solamente nificativos. En el primero se expresa la despedida del difunto
los segundos son llevados a la iglesia. Por supuesto que la que dice adiós a este mundo: «Adiós, oh morada temporal,
misa se celebra también en sufragio de los laicos, lo mismo que no puedes salvar a los que te poseen; yo voy a contemplar
que por los clérigos, pero lo tradicional es que se celebre, por el lugar de la luz, donde el justo que ha penado tiene su man-
los laicos, no en el día del sepelio, que suele ser el mismo de sión.» En el funeral de los eclesiásticos, este canto tiene lugar
la muerte, sino en el día más conveniente de los siguientes; el exactamente al salir del pueblo, mientras que en el caso de los
sábado es lo más frecuente. La principal razón por la que los laicos se canta al salir de la casa. Mientras este y los siguientes
laicos no son llevados a la iglesia antes del sepelio está en el cantos son ejecutados, el coro que canta alternando las estro-
hecho de concebirse el rito funeral como una despedida de este fas y todos los demás participantes preceden al difunto. Pero
mundo y un viaje hacia la vida verdadera del mundo futuro. apenas llegan al cementerio, depositan el féretro en el suelo
De acuerdo con ello, los eclesiásticos, toda cuya vida estuvo
dedicada al servicio de la Iglesia, son llevados a la iglesia a la 8
que estuvieron adscritos y en ella tiene lugar la despedida, y Cf. M. Righetti, loe. cit.
9
de nuevo se les despide al salir del pueblo en que vivieron. Muchos de estos cantos han sido publicados con traducción
A los laicos, por el contrario, cuya vida transcurrió en el mun- latina por S. E. Assemanus, Sancti Paíris Nostrí Epbraem Syri
opera omnia, III, Roma, 1743, 333-359.
212 W. Macomber Liturgia funeraria de la Iglesia caldea 213

y comienza el último canto, que expresa la inminencia de la tamente expresa la inminencia de la verdadera vida en la re-
resurrección: «Nuestro Señor viene y resucita al muerto y surrección, hacia la que ha partido el difunto.
llena de esperanza a todos los difuntos.» Después de cantar
tres estrofas, toman de nuevo el féretro y avanzan hacia la
tumba, pero ahora el difunto encabeza la procesión10. V. JUNTO A LA TUMBA
La procesión funeral, a pesar de ser el corazón de todo el
Las ceremonias junto a la tumba están dominadas por la
rito, que da sentido a todo el conjunto, es, sin embargo, la
esperanza de una resurrección gloriosa. En primer lugar, el
parte más vulnerable y la más difícil de adaptar a las condi-
diácono dirige una exhortación a todos los presentes para que
ciones de la vida moderna. Esto es aún más manifiesto en
oren por el difunto, para que «Dios, que le ha tomado en la
otros ritos orientales, que han reducido los distintos cantos
fe verdadera, lo lleve a la meta de todo justo; y cuando resu-
procesionales a un solo himno, o los han suprimido por com-
cite y levante a todos los que duermen en el polvo y conceda
pleto, como ocurre en la Iglesia copta. Ya en los manuscritos
un final feliz a todos los que han sido piadosos y justos, lo
caldeos del siglo XVIII puede observarse que la mayor parte
llame y lo haga sentar a su derecha, lo inscriba en el Libro de
de los cantos procesionales son anticipados y tienen lugar en
la Vida, lo incluya en el número de los elegidos y lo junte a
casa del difunto, pero al menos el primero y el último, que son
toda la multitud de los que le glorifican...» Análogas ideas
los más importantes, se mantuvieron en su lugar tradicional,
se contienen en la colecta que sigue. Una segunda plegaria
cumpliendo así su verdadera función. Hoy día, con las carro-
sacerdotal sirve luego de preparación para el descendimiento
zas automóviles y el tráfico urbano, ya no es posible hacer
del difunto a la fosa: «Bendito sea el decreto soberano de tu
una procesión desde la casa al cementerio. Los ortodoxos si-
majestad, que nos lleva a la muerte y nos restaura para la vida;
guen cantando el primer cántico procesional cuando abandonan
que lleva al Sheol y hace resurgir; que reviste de gloria nues-
la casa del difunto, después que han anticipado los demás en
tros cuerpos en la resurrección...»
la misma casa. Por el contrario, los católicos que viven en las
ciudades acostumbran trasladar el oficio de la vigilia a la El acto de depositar el cuerpo en la fosa tiene lugar actual-
iglesia y simplemente omiten la mayor parte de los cantos mente en medio de una homilía cantada, que consiste general-
procesionales. Por lo que se refiere al primer canto de despe- mente en una selección de párrafos tomados de las homilías
dida, cantan tres o cuatro estrofas al entrar en la iglesia ". Sin métricas de Narsai, el doctor máximo de la Iglesia caldea n.
embargo, al llegar al cementerio se forma una verdadera pro- Contienen expresiones tomadas de la Escritura llenas de espe-
cesión, en la medida en que lo permitan las condiciones del ranza en la resurrección y unas descripciones muy vivas de la
lugar, y tanto católicos como ortodoxos cantan entonces el parusía, con la separación de los condenados y los justos. Tie-
tradicional canto final, «Nuestro Señor viene...», que tan exac- nen carácter de meditación ante la tumba abierta y es de sos-
pechar que son una reminiscencia de usos monásticos.
El sacerdote oficiante toma entonces un puñado de tierra
10
Ktaba d-kurrasta, 113. Los sirios y los maronitas tienen el con ,1a mano derecha y, dirigiéndose al difunto, recita esta
mismo canto para el enterramiento. última bendición: «Que Dios, Señor de todas las cosas, que
11
De esa forma, el canto de despedida se ha cambiado, y ello
72
resulta una incongruencia, en canto de entrada. La adaptación, sin Los tres que más frecuentemente se encuentran en los distin-
embargo, puede justificarse hasta cierto punto considerando que tos rituales han sido editados con traducción alemana por M. Wolff,
la iglesia es tipo del cielo; al entrar en la iglesia, podría pensarse, Drei Begrabnisgesange Narsais: «Oriens Christianus», 12 (1922),
el difunto dice adiós simbólicamente a este mundo. 1-29.
214 W. Macomber

dio este mandamiento que ahora se cumple en ti 'polvo eres


y al polvo has de volver', que él mismo te llame y te siente a
su derecha en la gloria de la resurrección; y que los santos
misterios que has recibido defiendan tu causa y te alcancen el ¿MISA EN LAS EXEQUIAS?
perdón ante el tribunal del juicio. Amén.» Concluida la ora-
ción, echa la tierra en la tumba y los demás asistentes hacen
lo mismo. Mientras se entierra al difunto, cantan un último La celebración de la misa por los difuntos es una tradición
cántico que repite en distintas formas la esperanza y la súpli- católica tan extendida, según los testimonios de los primeros si-
ca por una resurrección gloriosa. Al final, dos colectas sub- glos, como puedan serlo la comunión por viático y la toilette
rayan la misma idea, que reaparece igualmente en la bendición fúnebre.
final sobre la tumba y los circunstantes. Pero antes del siglo vn, ninguno de los testimonios co-
De esta forma, el tema de la resurrección penetra todo el nocidos sobre el sacrificio eucarístico hace referencia explícita
rito funeral. En primer plano aparece la resurrección univer- a una misa celebrada durante las exequias o en presencia del
sal del último día, hacia la que ha emprendido viaje el difunto, cadáver. Podemos plantearnos la pregunta de en qué medida,
pero también la gloria de esta resurrección es puesta en rela- bajo qué forma y a partir de qué época han incluido los fune-
ción con Cristo y su cruz de forma clara y repetida. Por con- rales la celebración de la misa. La pastoral no puede sino que-
traste, se presta poca atención a la forma de existencia del alma dar enriquecida por los resultados de una investigación his-
entre la muerte y la resurrección. Se tienen en cuenta también tórica.
el juicio particular y el purgatorio, pero sólo en forma muy
indirecta. Tampoco se olvidan las lecciones de la muerte, la Las costumbres funerarias romanas
vanidad de este mundo y el pensamiento del juicio, que hace La práctica de la liturgia romana en materia de eucología
reflexionar, pero no hasta el punto de oscurecer la nota domi- funeraria nos es conocida por los ordiñes romani u «ordina-
nante de la esperanza cristiana y también del gozo. rios» usados en Roma. Hasta estos últimos años sólo se cono-
Lástima que estos tesoros espirituales de la liturgia funeral cía uno solo de estos textos, editado por M. Andrieu en su
caldea estén encerrados en lengua siríaca, que resulta práctica- obra, que se ha hecho clásica \ Pero después se han descubier-
mente ininteligible para la gente. Cierto que las lecturas bíbli- to otros «ordinarios» que han sido, o van a ser, editados.
cas son proclamadas en lengua vernácula y tampoco las ora- Una lectura atenta de los mismos obliga a sacar la conclu-
ciones ofrecen mayor complicación con vistas a una eventual sión de que en Roma no se conocía la celebración eucarística
traducción. Pero los espléndidos himnos fúnebres que contie- durante los funerales. El responsoria missam que traía el texto
nen tan profunda teología no pueden ser fácilmente traducidos editado por M. Andrieu 2 se lee responsoria mista en el ordi-
a otro idioma, que tendrá una estructura prosódica diferente, nario de Limoges, responsoria permixtos en el de Colonia,
estará relacionado con unos cánticos religiosos distintos y ten- responsoria permixti en el de Rheinau y en todos los rituales
drá, en cierto sentido, una mentalidad extraña. Cabe esperar
que la Iglesia, a pesar de todo, no se sienta desanimada por 1
M. Andrieu, Les Ordines Romani, Lovaina, 1931-1961. Se
estas dificultades, que desde luego son grandes, y no dejará de trata del Ottobonianus latinus 312, editado con el número XLIX
abrir estos tesoros para que los disfruten sus hijos en Cristo. en el tomo 4 (1956).
2
En el texto se lee: Psallant psalmos vel responsoria missam
W. MACOMBER vel lectiones de Job.
216 D. Sicard

posteriores. Por otra parte, y en el caso de que missam no


fuese un error de copista, cabría preguntarse aún si no desig- Las costumbres funerarias galicanas
nará una unidad de plegaria más bien que la celebración euca-
rística3. A partir del siglo ix empie2an a aparecer trazos de dispo-
Por otra parte, puede resultar esclarecedor el testimonio siciones rubrícales galicanas y puede percibirse que la misa era
que nos dan las colecciones penitenciales teodorianas acerca algo normal en las exequias7. Esta tradición que reproducen
de las costumbres romanas en materia de exequias. En ellas un gran número de sacramentarios de origen francés o germá-
sólo se menciona la celebración de una misa el día de los fune- nico, desde el siglo ix hasta el xn, pasará en el x m al ponti-
rales cuando se trata de la sepultura de monjes o religiosos. fical de la curia romana 8 , convirtiéndose a partir de entonces
En cuanto a los laicos, la misa se celebraba más tarde, al tercer en uso universal.
día para los que fueron «buenos cristianos»; al trigésimo o al Pero una investigación que sólo tuviera en cuenta los or-
séptimo día, después de siete de ayuno que debían cumplir los dinarios no bastaría a dar respuesta a la pregunta que nos he-
parientes, cuando se trataba de «penitentes» 4 . mos planteado. Es preciso investigar también en los sacramen-
El testimonio de los restantes ordinarios romanos nos per- tarios primitivos para saber si contienen ya algunos formularios
mite situar el contexto de la tradición litúrgica posterior. Se para las misas de exequias.
lee acerca de los difuntos: «En su misa no se cantan ni el
Gloria ni el Aleluya» 5. ¿Cómo explicar esta supresión si se Las primeras misas propias de difuntos
tratase de una misa propia de difuntos?
Las disposiciones rubrícales romanas, al ser reproducidas Las rúbricas que hemos encontrado hasta ahora no men-
en un medio no romano, añadirán: cionan la existencia de misa para las exequias, o al menos no
«El cuerpo mismo debe permanecer en la Iglesia hasta precisan de qué misa se pueda tratar. Las indicaciones que
tanto hayan sido celebradas las misas por su alma» 6 . contienen pueden referirse tanto a la misa del día como a una
Insisten en la espera de la misa, pero sin precisar si se tra- misa propia de las exequias. Sin embargo, el ordinario XV
ta de una misa especial, una misa de difuntos. (Andrieu) lleva una indicación que puede referirse a una misa
propia, sin precisar si se trata efectivamente de una misa cele-
brada en el curso de los funerales propiamente dichos: «Para
el ritual de difuntos, antífona de entrada Donet vobis dominus
3 réquiem sempiternam, con el salmo Te decet; para la comu-
Cf. Ch. Mohrmann, Missa, Vigiliae Christianae, XII, 2,1958, nión, antífona, con el mismo salmo Te decet, "Tú nos has for-
67-92. Por lo demás, ¿cómo interpretar el psallant missam, si se mado de la tierra", o si se trata de uno solo, "Tú me has forma-
tratase de una celebración eucarística?
4
Cf. A. Chavasse, Le Sacramentare Gélasien, París-Tournai, do". Esta es la tradición según el ordinario o la costumbre de
1958, 67-70.
5 7
Cf. Ordines Romani XVI y XVII (clasificación Andrieu): In Cf. Sacramental de San Denys de París (París, B. N. lat.
(Ad) missam eorum, Gloria in excelsis Deo nec Alleluia non 2290): In ecclesia autem requiescet corpus defuncti quoadusque
cantatur. pro eius anima missa canatur et offeratur ab ómnibus quibus fuerit
6
Cf. Ordines de Colonia, Limoges, Rheinau (siglos ix-x): In visum.
8
ecclesia autem requiescet corpus defuncti quoadusque pro eius En él se lee: In ecclesia corpus defuncti requiescat doñee
anima missa canatur et offeratur ab ómnibus quibus fuerit visum. missa cantetur, sed ante missam dicatur vigilia.
15
218 D. Sicard ¿Misa en las exequias? 219
la Santa Sede de la Iglesia romana»'. El texto no dice si se El Sacramentario de Hadriano contiene bajo el título «Ora-
trata precisamente de exequias o de una celebración por los ción sobre un obispo difunto» un formulario de seis piezas
difuntos. El inciso «si se trata de uno solo» (si de uno) parece que reproducirán luego el Suplemento de Alcuino y el Sacra-
indicar un servicio de carácter general por uno o varios difun- mentario de Epternach, en el siglo xi 12 . Sólo en Hanc igitur
tos. Sin embargo, el contexto proseguirá indicando los días en de esta misa da una indicación sobre el día de su celebración
que pueden celebrarse exequias y misas. «por la conmemoración de la deposición del alma de este obis-
Pero hay muchos testimonios romanos que nos dan a co- po, tu siervo sacerdote» ". Se trata de la conmemoración de
nocer la existencia de misas propias de difuntos, sin ponerlas las exequias mismas.
en relación directa con las exequias. En primer lugar están las Estas rápidas comprobaciones nos llevan a las mismas con-
llamadas misas de octubre del Sacramentario de Verona, lla- clusiones que sacábamos de la lectura de los ordinarios. En
mado Leoniano (L). Hablando en rigor, una sola pieza de Roma no había originariamente una misa propia para las exe-
este Sacramentario (1161) podría haber sido compuesta para quias.
el día de las exequias de San Silvestre. El Misal de Bobbio,
del siglo VIII, reproduce una «misa de un sacerdote difunto»,
dos de cuyas piezas están en relación muy estrecha con L y la Los formularios de los testimonios galicanos
tercera se encuentra en las adiciones galicanas del Sacramen-
tario gelasiano antiguo (V) en el ritual de los funerales. Este La mayoría de los sacramentarlos gelasianos del siglo VIII,
último texto contiene catorce formularios de misas (seccio- el «Suplemento de Alcuino» al Hadrianum (Alk) y muchos
nes XCII a CV de la tercera parte). Diez se encontraban ya, otros testimonios de los siglos x-xi reproducen, con mayor o
al menos en parte, en L. Cae fuera de nuestro propósito el menor libertad, las misas XCII a la CV de la tercera parte del
estudio detallado de estas piezas. El profesor Chavasse ha sub- Sacramentario gelasiano antiguo (V), bien según la versión
rayado los elementos romanos que contenían estas misas y la que se lee en este Sacramentario, bien según el «Suplemento
unidad redaccional que presentan tres de ellas, que él data de Alcuino». Hay que considerar aparte dos Sacramentarios
en el siglo vil 10 . Nos contentaremos con hacer notar que sola- gelasianos del siglo v m por ser los únicos que insertan un for-
mente cuatro piezas de las sesenta que contiene V se aplican mulario de misa dentro del ritual de los funerales. Son los
al día de las exequias (diem depositionis), y, en cuanto a dos Sacramentarios de Gellone y de Berlín. El Sacramentario de
de ellas, se trata manifiestamente de una interpolación poco Gellone (G) reproduce, bajo el título «Oraciones de la misa
afortunada n . Ninguna de las misas que presenta V puede con- antes de enterrar al muerto», cuatro piezas escatológicas, de
siderarse como misa propia de las exequias romanas primitivas. las que la primera y la última (precedida del título «igualmen-
te otra oración después de la comunión») no son sino dos pie-
9 zas del ritual de V. De todas ellas, la única pieza que se pre-
Ai agendas vero mortuorum, antephona ad introitum Donet
vobis Dominus réquiem sempitemam cum psalmo Te decet: ad senta como propia de una misa de exequias, la secreta «Nos-
communionem vero antephona cum ipso psalmo Te decet, De térra
formasti nos, si de uno, formasti me. Ista est traditio secundum y el otro en el Hanc igitur del formulario XCVIII. En ambos casos
ordinem vel consuetudinem sanctae sedis romanae ecclesiae. puede pensarse que se trata de un recuerdo de las exequias más
10
Cf. A. Chavasse, Le Sacramentaire Gélasien, op. cit., 61-71 que del día de las exequias.
y 470-495. 12
Esta misa lleva el número 224 en la edición Lietzmann.
11
Son las dos piezas del formulario CV (cf. A. Chavasse, op. 13
Pro commemoratione depositionis animae famuli et sacerdo-
cit., 69). Los otros dos casos están uno en el formulario XCII, 2, tis tui illius episcopi.
220 D. Sicard ¿Misa en las exequias? 221

otros te rogamos, Señor», es en realidad una reproducción de en el siglo ix-x; los de Nevers, de Prudencio de Troyes, de
la misa CVI de Alk, «Misa para el aniversario de un difun- Tyr, de Hamburgo en el siglo xi; de Jerusalén en el siglo xn,
to» M, muy semejante a bastantes fórmulas de V. La quinta que toman de la misa CV de V las oraciones para su misa del
pieza, muy próxima a V, la CIV, 2 (núm. 1.686 de la edición día de la deposición, que viene a continuación del ritual de los
de Mohlberg), y a la primera pieza del ritual hadriánico de la funerales o integrada dentro del mismo ritual". El pontifical
muerte, merece ser citada: «Presta el oído de tu bondad a de París, del siglo x m , y el de Toulouse, del xiv, utilizan una
nuestros ruegos, Señor, y concede el perdón de todos sus pe- misa en que se encuentran dos de las tres piezas que traía el
cados al alma de tu servidor N., a fin de que repose en la alegría ritual hadriánico de la muerte.
de la luz hasta el día de la resurrección. Por J. C.» 15. En la Las «oraciones de misa» que presenta el Sacramentario
espera del día de la resurrección, esta oración hace pedir para de San Dionisio de París, de hacia 875, sólo toma una pieza,
el difunto el reposo en el gozo de la luz y da pruebas de una la poscomunión Prosit, Domine, quaesumus, de la colección
escatología más elaborada que la subyacente a la eucología de de misas para difuntos de V, modificándola profundamente,
esta época. Pero sigue siendo imposible afirmar con toda cer- por otra parte. Las otras dos piezas no tienen paralelo exacto
teza que estos primeros testimonios romano-galicanos conten- en los testimonios romanos. Su lectura da oportunidad de en-
gan una misa propia de las exequias. contrar de nuevo la importancia que en los ambientes no ro-
Lo mismo hay que decir acerca de algunos testimonios ais- manos se daba a la petición de misericordia y perdón salu-
lados que desearíamos recordar aquí. La misa por un difunto dable:
de San Dionisio (D) que se ha acordado fechar a principios «Te pedimos, Señor, en tu bondad, que tengas piedad del
del siglo VIII 16 trae la oración Deus cui proprium est, una se- alma de tu servidor N. y, apartándole de los contagios morta-
creta y un largo prefacio cuyas fórmulas están muy próximas les, que le des parte en la salvación eterna. Por...» ,8.
a las del Sacramentario gelasiano (núms. 1.610-1.612 de la edi- «Sobre las oblatas. Que esta ofrenda, Señor, libere al alma
ción de Mohlberg). El intento de pontifical de San Albano de de tu servidor N. de todos los vicios y pecados de la condición
Maguncia, en el siglo x, contiene una secreta y dos poscomu- humana, pues por su sacrificio ella quita el pecado del mundo
niones tomadas del formulario XCIX de V (2 y 4) y del ritual entero. Por...» 19.
hadriánico de la muerte (Annue nobis). El Misal de Roberto La mayoría de los sacraméntanos de origen galicano desde
de Jumiéges (siglo xi) inserta en el desarrollo de su ordinario el siglo xi al xii reproducen las «oraciones de misa» del Sacra-
galicano una misa cuyas tres oraciones están tomadas de V. mentario de San Dionisio de París, u otro tipo de formulario
Hay también una serie de testimonios, entre los que se cuen- que se lee a partir del siglo ix en el pontifical de Aurillac, que
tan los Sacraméntanos de Amiens y de San Gereón de Colonia añaden a la oración Deus cui proprium est, que se encontraba
14 37
Missa in aniversario unius defuncti. La secreta y el Hanc Se trata de las piezas 1, 4 y 6 de la misa CV de la tercera
igitur del Phillipps de Berlín reproducen la expresión: cuius hodie parte del gelasiano (L. C. Mohlberg, Liber Sacramentorum Roma-
annua dies agitar, sin conjunción alguna. nae Ecclesiae, Roma, 1960, núms. 1.690, 1.693 y 1.695).
15 18
Inclina domine praecibus nostris aures íuae pietatis et ani- Quaesumus domine pro tua pietate miserere animae famuli
mae famuli tui ill. remissionem trihue omnium peccatorum ut us- tui ill. et a contagiis mortalitatis exutam in aeternae salvationis
que ai resurrectionis diem in lucis amoenitate requiescat. Per partem restitue. Per.
19
dominum. Super oblata. Animam famuli tui ill. domine ab ómnibus
16
París B. N. lat. 256, fol. 103v. Editada por Delisle (1884), vitiis et peccatis conditionis humanae haec absolvat oblatio, quae
De Bruyne (1922), Beyssac (1934), Combaluzier (1955). totius mundi tulit immólata peccatum. Per.
222 D. Sicard

ya en la misa galicana de San Dionisio, una secreta y una pos-


comunión sin paralelo conocido con los testimonios romanos.
* * *
LA ULTIMA MORADA
No podemos reproducir aquí las piezas eucológicas de los DE LOS CRISTIANOS DIFUNTOS
testimonios manuscritos antiguos de misas exequiales. Presen-
tan una gran riqueza. Pero creemos útil concluir haciendo no-
tar que no parece probado por la historia de los textos que la A lo largo de mis experiencias pastorales y también, desde
liturgia de la exequias estuviese ligada con una celebración hace algunos años, en mis experiencias profesionales como ar-
eucarística propia. Históricamente parece que es la muerte quitecto he conocido distintos tipos de comportamiento ante
del cristiano en sí misma lo que se ha considerado ligado a una el misterio de la muerte y he reflexionado sobre la interpreta-
celebración, más que las exequias. La liturgia de la Palabra ción que muchos cristianos dan al tema de la tumba y del ce-
de esta misa incluía la lectura de la Pasión, con el relato de la menterio. Cuando era joven párroco, casi todas las familias
muerte del Señor. Su oración era la antigua oración romana de los difuntos venían a mí para redactar los epitafios (no pien-
de la muerte, evocadora de los episodios evangélicos del pobre so molestar al lector refiriendo ahora aquellas inscripciones).
Lázaro y del buen ladrón (Le 16 y 23). Su conclusión normal Al comenzar a interesarme por la música sinfónico-coral fue
era la comunión por viático bajo las dos especies. una verdadera desilusión para mi gusto, acostumbrado al gre-
Esta antigua oración romana de «recomendación» del que goriano, el encuentro con los distintos Réquiem, incluso de
está a punto de morir, ¿no podría orientar mañana nuestra grandes genios, a causa de los contrapuntos demasiado lúgu-
oración, como ya lo hizo ayer? bres y sombríos. El contraste era aún más chocante cuando en
«Dios, junto a quien viven todas las cosas mortales, por mis pocas correrías ministeriales por los pueblos, en las que
quien nuestros cuerpos, al morir, no perecen, sino que son encontraba bastantes motivos para ironizar sobre los luctuosos
transformados en un estado mejor, te pedimos insistentemen- y desafinados cantos de los sacerdotes, tenía que entrar en al-
te que te dignes acoger el alma de tu servidor. Que sea llevada gún cementerio agreste, entre el perfume picante y los vivos
por manos de tus santos ángeles al seno de tu amigo el patriar- tonos de las flores del campo y las hierbas exuberantes en tor-
ca Abraham; que resucite en el último día del gran juicio. En no a pobres tumbas cobijadas a la sombra de la iglesia. Cuan-
tu piedad, limpia, perdonándole, cuanto por instigación del do, por razones de estudio, tuve que residir en algunas de las
diablo hubiera podido contraer y que te sea contrario, durante grandes ciudades de la mitad norte de Italia —Roma, Floren-
su estancia en la región mortal. Por J. C.»20. cia, Bolonia, Milán—, me familiaricé con los grandes cemen-
D. SICARD terios, llamados monumentales, y con las iglesias-cementerio.
20
Entre éstas, un ejemplo muy expresivo es el templo de la Santa
Deus apud quem otnnia morientia vivunt, cui non pereunt Cruz de Florencia, en el que la antigua tumba integrada en el
moviendo corpora nostra sed mutantur in melius, te supplices de- altar ha llegado a ser en los tiempos más recientes una exhibi-
precamur ut suscipi iubeas animam famuli tui Ulitis per manus ción de retórica pagana: mientras los antiguos difuntos duer-
sanctorum angelorum deducendam in sinu amici tui patriarchae men en las criptas y yacen en figuras paviméntales de mármol
Abrahae resuscitandam in die novissimo magni iudicii; et quid de
regione mortali tibi contrarium contraxit, fállente diabolo, tua pie- o bronce, los «poderosos» modernos son evocados en frías
tate ablue indulgendo. Per. estatuas que los representan como inmersos en su faena tem-
224 A. Savioli Ultima morada de los cristianos difuntos 225

poral K Los monumentos a los papas en San Pedro, aparte su histórico, podrá interpretar estas distinciones en clave clasista;
intención exhibicionista, están concebidos como un homenaje2. pero en realidad la «convivencia» de pobres y ricos en los ce-
En Florencia me gustaba el pequeño cementerio de la Mi- menterios cristianos antiguos indica unas costumbres de cari-
sericordia, al pie de las montañas de Soffiano, en el que por dad, fruto de un sentido comunitario, como, tal vez, nunca
fin encontré una costumbre cristiana: la misa «colectiva». La más se haya dado en la historia de las tumbas y los cemente-
estructura del cementerio no impide las tumbas privadas ni rios. También de la tumba cristiana medieval se pueden re-
las sepulturas en columbario; pero grandes capillas con la ima- coger algunas observaciones llenas de ejemplaridad. A pesar
gen de un santo y el altar hacen la guardia a los cadáveres, y de la costumbre de distinguir las sepulturas según criterios de
en ellas cada mes, el día establecido, los vivos se reúnen en jerarquía o de merecimientos, es posible sacar algún elemento
comunidad para la misa y la comunión. positivo no sólo del deseo de los creyentes por encontrar el
Hubiera preferido dejar en el tintero estos apuntes un reposo de la muerte a la sombra de las iglesias o en las criptas
tanto impresionistas; pero me han parecido lo suficientemente de las capillas, sino también del sentido comunitario que re-
significativos como para recordarlos, al menos como introduc- flejan las sepulturas de las comunidades eclesiales y de las
ción a nuestro tema. cofradías laicales. Así lo atestiguan las losas paviméntales,
todavía numerosas en las iglesias antiguas 5. El creciente pro-
1. Recordaré algunos elementos de la praxis funeraria ceso de desigualdad social, la decadencia cada vez más rápida
antigua y moderna y repasaré la bibliografía más reciente3. del sentido comunitario y cristiano, el triunfo del individua-
La antigüedad cristiana de Roma nos ofrece algunas indicacio- lismo significaron la afirmación de la tumba individual. No es
nes útiles sobre el tema de la tumba. El Príncipe de los Após- el momento ahora de insistir en este triste monólogo, que ni
toles fue enterrado en una necrópolis común, y su tumba se siquiera la nueva civilización francesa, en el pórtico de la Edad
convirtió en el polo de una constelación de durmientes en Cris- Moderna, logró frenar6.
to. Lo mismo ocurrió también con las tumbas de algunos már-
tires. En las catacumbas se reservaba un especial tratamiento 4
a las tumbas de los obispos, los papas. Distinciones como el Un reflejo de la costumbre antigua en Roma, como trasfondo
arcosolio, el sarcófago y la cripta familiar en los cementerios de cierto interés para el conocimiento de la organización funeraria,
se encuentra en Hipólito a propósito del derecho de los pobres a la
subterráneos se explican teniendo en cuenta los motivos de sepultura y del deber de pagar al enterrador y el precio de los la-
orden económico: quien tenía más posibilidades económicas drillos; cf. B. Botte, La tradition apostolique de Saint Hippolyte,
se procuraba una tumba más rica4. Alguien, con poco criterio Münster-Westfalia, 1963, 86.
5
Véase la estupenda losa de la sepultura de los canónigos de
1
En este tema está inspirado el poema de Ugo Foseólo Dei la catedral de Ñapóles (1475), en la basílica de Santa Restituta, en
Sepolcri, publicado en 1807. Arte funeraria, 91.
2 6
No se libra de esta característica el reciente monumento a El decreto de la legislación francesa que regulaba las sepultu-
Juan XXIII, de iconografía complicadísima. ras es del 12 de junio de 1804; los artículos del texto sobre las
3
La mejor contribución italiana es el cuaderno Arte funeraria, medidas sanitarias que se refieren a los cementerios llevan los nú-
Milán, 1958, enriquecido con una antología figurativa y con una meros 75, 76, 77 de la Sección X, y están publicados en el «Gior-
bibliografía en la que se ve la escasez de obras recientes. Entre las nale Italiano», n. 276 (3 de octubre de 1806). Estas noticias se
obras de repertorio se cita el volumen, muy conocido para los ar- encuentran en F. Trevisan, 11 Carme dei Sepolcri e altre poesie di
quitectos, de R. Aloi Architettura funeraria moderna, de la colec- Ugo Foseólo, Milán, 1898, 47-49; cf. la nota de G. A. Martinetti
ción Hoepli de Milán. sobre los epitafios.
226 A. Savioli Ultima morada de los cristianos difuntos 227
Las costumbres paganas, nunca perdidas ni tampoco re- en la hipótesis de que sea posible encontrar una comunidad de
absorbidas, son todavía hoy las manifestaciones más patentes bautizados con este nivel de formación, es justo reservarle un
de nuestros entierros y tumbas: llanto inconsolable y deses- terreno en el centro de un cementerio pagano o seudocatólico.
perado, retrato del difunto en forma realista, conservación del Pero ¿cómo ha de expresarse «la gran igualdad de los cuerpos
cadáver, concepción monumental de la tumba. Son hoy menos ante la muerte» y la idea de que «nada debe parecer definiti-
frecuentes los panegíricos y los cantos laudatorios del difunto vo»? ¿Es esencial a la expresión católica el modo de sepultura
más o menos retóricos o embusteros o prolijos7. También una en el que de alguna manera se pueda ver la fe en la vida futura
cuidadosa exégesis de la temática epigráfica (invocaciones, ex- y en la resurrección de los cuerpos?
clamaciones, citas literarias) revelaría aspectos delusorios y Un estudio de R. Auzelle examina el modo racional de se-
negativos desde el punto de vista cristiano. pultura en los cementerios desde el punto de vista urbanístico
de forma compatible con la legislación eclesiástica9. El uso
2. Las consideraciones sobre la tumba tienen su paralelo
cada vez más extendido de enterrar en columbarios de piedra
en el tema del cementerio. En este último, sin embargo, el
o de cemento, revestidos con monumentos de mármol, perte-
acento está puesto más en los aspectos de urbanismo, ya que
nece a una creencia que dista mucho de la cristiana, ya que
los cementerios representan uno de los hechos más notables
está basada en la idea de la semiconservación. Como esta cos-
desde el punto de vista espiritual y organizativo del contexto
tumbre prolonga el proceso de putrefacción, es una de las prin-
urbano, si bien la administración pública las más de las veces
cipales causas de la extensión constante de los cementerios y
sigue considerándolos como un simple servicio civil, inspiran-
del aspecto caótico que presentan. Si la tierra de los cemente-
do su política en conceptos puramente fiscales y reduciendo su
rios no estuviese ocupada por los «inmundos» columbarios y
contenido a un problema de higiene. El pueblo, por su parte,
sirviese pura y simplemente para la inhumación de los cadá-
insiste en los aspectos preferidos de la fantasía romántica, le-
veres, podría estar llena de plantas, flores y césped; semejantes
yendas y fenómenos de miedo. En conjunto, costumbres indig-
cementerios constituirían en las ciudades una amplia zona ver-
nas de una comunidad de creyentes y bautizados.
de, oasis de tranquilidad y de recogimiento. Desde el punto de
En un escrito del año 1958, G. Bardet reflexiona sobre el vista urbanístico, la cremación resolvería perfectamente el
tema y descubre en él motivos de profunda inspiración cristia- modo de sepultura, pero se encuentra con la oposición de la
na; sin embargo, es más agudo en la crítica que en las suge- Iglesia9a. Sin embargo, a fin de que la inhumación propiamen-
rencias8. Sin duda, un arte funerario cristiano que no sea te tal pueda tener un modo de sepultura urbanísticamente fun-
mentira ni escándalo no se tendrá hasta que los fieles no den cional, tiene que generalizarse y llegar a imponerse por el inte-
ejemplo de una actitud teológicamente exacta ante la muerte; rés de la comunidad. En cuanto al problema religioso, Auzelle
7
Un ejemplo curioso es la inscripción siguiente: «Qui unite 9
Arte funeraria, 13-20. Vuelve a sostener la tesis defendida en
alie cenen / del genitore e del fratello / quelle puré si troverebbero el Instituto de Urbanística de la Universidad de París en 1940: Les
di / A. Z. / conforme sua viva brama / ove a farla piena / sorte problémes de sepulture en urbanisme.
non fossero opposte leggi» (iglesia del cementerio municipal de 9a
Nota de la Redacción: «Oposición» no debe entenderse aquí
Faenza). El estilo es retorcido; el contenido demuestra la impopu- como «prohibición», puesto que la jerarquía ha autorizado la cre-
laridad de las leyes francesas en la Romana. Una buena colección mación de cadáveres en algunas diócesis y ha publicado un rito
de inscripciones funerarias de inspiración cristiana puede verse en apropiado y específico de cremación, que testimonia la aproba-
C. y G. Costantini, Fede e Arte, vol. I, Roma, 1945, 275-290. ción eclesiástica. En Inglaterra fueron incinerados, en 1967, 40.000
8
Arte funeraria, 7-12. católicos.
228 A. Savioli Ultima morada de los cristianos difuntos 229
afirma que «la Iglesia desde hace mucho tiempo no se interesa mente el cementerio (de aquí la denominación de camposanto),
por el cementerio...; la semiconservación de la tumba no pa- apartándolo de los usos profanos y reservándolo exclusivamen-
rece preocuparla. Pero sí tendrá la Iglesia que tomar una de- te para su fin propio. La naturaleza íntima de esa bendición
cisión si quiere dar a la inhumación una espiritualidad dife- constitutiva es la de ser un sacramental. Además, por el hecho
rente de la que supone la cremación». de que el cementerio es sagrado, el fin del culto de los difuntos
También para G. Gresleri10 la necrópolis moderna es soli- es equiparado, al menos bajo ciertos aspectos, al culto de Dios.
taria y angustiosa, los nichos y los mausoleos privados son ele- El entierro, que es officium humanitatis, es elevado por Cristo
fantiasis de la distinción y expresión de la grandeza humana; a officium religiosum, es decir, acto de religión, parte del culto
a la comunidad de reposo ha sucedido el baluarte de los indi- divino. No sólo el rito, las ceremonias, sino también el entierro
viduos, la burocracia funcional y la técnica del almacenamien- mismo pertenece al orden de lo religioso y, como tal, requiere
to; la naturaleza, el verde, las flores han sido sustituidos por ser llevado a cabo por medio de un rito sagrado y en un lugar
paradigmas tecnocráticos como las dimensiones, la altura, el sagrado. La inhumación es una buena expresión de la fe cris-
número, la concesión, los impuestos; los senderos idóneos para tiana en la inmortalidad del alma y en la resurrección de los
el descanso y la meditación se han convertido en grandiosas cuerpos, responde a los hechos escriturísticos (sepultura del
avenidas como en los esquemas escuálidos de las ciudades me- cuerpo de Jesús) e interpreta casi al pie de la letra algunas
canizadas. La nueva interpretación de los cementerios tendría ideas vivas y operantes de la tradición judeocristiana, como
que poner de manifiesto y traducir el concepto comunitario la del cuerpo-semilla, la de la tierra-madre, la de la muerte-
como impulso a la dilatación vertical de la vida del individuo reposo o sueño. Es obvio que tales relaciones encuentran su
más acá y más allá de la muerte. Urbanísticamente, el cemen- justificación y su desarrollo en el plano del simbolismo, no
terio es órgano que participa de la economía general del área en el de la realidad. En líneas generales, no hay razón natural
habitada, y, como tal, tiene relación con la ciudad o área me- o revelada que excluya de modo absoluto la cremación. Las
tropolitana, relación que está determinada y reelaborada den- preocupaciones principales que se derivan del uso de la inhu-
tro del contexto de un paisaje natural. Si se logra traducir en mación son de naturaleza urbanística (como consecuencia del
términos urbanísticos y arquitectónicos el sentido de comuni- fenómeno del urbanismo) e higiénica por la dificultad práctica
dad de los durmientes, se disminuirá en gran parte el peligro de situar el cementerio de tal manera que no resulte perjudicial
de caer en soluciones negativas de la muerte, propias de las a la capa hídrica subterránea y teniendo en cuenta la dirección
sociedades opulentas (cementerios-parque americanos), o que de las corrientes atmosféricas predominantes.
tienden a dar una versión individualista y romántica (cemen- «Los vivos tienen miedo de los muertos, tienen sobre todo
terios-bosque alemanes) o, en fin, incapaces de superar la in- miedo a la muerte», escribe G. de Menasce n. De aquí el dua-
terpretación pagana (ciudad mediterránea).
12
V. Rovera estudia el cementerio en las prescripciones ca- G. de Menasce, Urbanística e pensiero cattolico: «Urbanís-
nónicas vigentes ". El lugar que acoge el cuerpo de los fieles tica», n. 42-43 (febrero de 1965), 144, en el párrafo Polis e necro-
póli: «Estoy pensando en el cementerio sobre césped, delante de
debe ser sagrado; por eso una bendición transforma intrínseca- la iglesia, de algunas ciudades inglesas; en el pequeño cementerio
10
de Trinity Church, encerrado entre los rascacielos de Wall Street
G. Gresleri, II cimitero, en L'edificio sacro per la comunitá en Nueva York; y pienso también en las antiguas catedrales que
cristiana, Brescia, 1966, 174-184. ofrecían hospitalidad a los vivos y a los muertos, y en las que los
11
V. Rovera, II cimitero nelle prescrizioni canoniche, en Arte muertos no consideraban profanación el ser pisados en el ir y ve-
funeraria, 44-50. nir de los fieles.»
230 A. Savioli Ultima morada de los cristianos difuntos 231
lismo ciudad de los vivos-ciudad de los muertos netamente chas caras del prisma. Las referencias al Concilio no se limitan
separadas. Existen ciudades en que los muertos permanecen a la cita del n. 8 de la Constitución de Liturgia, sino que se
entre los vivos, ciudades que acogen en su trama los cemente- extienden a todos aquellos pasajes de los que se puede sacar,
rios. Esta convivencia pacífica, esta presencia tranquila y ho- en su renovada frescura, el pensamiento de la Iglesia a este
meopática, llena de discreción y de sana familiaridad, otorga propósito. En el fondo, la palabra cementerio, que no aparece
verdad y permite establecerse en la verdad del destino huma- explícitamente en los textos conciliares como expresión del
no. Los arquitectos que no están dispuestos a compartir los lugar material de convergencia temporal y tránsito necesario
miedos y los prejuicios de los urbanizados deberían pensar en para todos los hombres, hay que sobrentenderla siempre que
descongestionar esos «insensatos barrios» que son los grandes el Concilio habla de vida y de muerte, de pecado y de reden-
cementerios urbanos, previendo pequeños cementerios de dis- ción, de bautismo y de resurrección. Las ideas que hay que
trito en donde «los niños pudiesen jugar entre las tumbas y dar al pueblo cristiano son: sentido comunitario, índole pas-
en los que las madres, mientras hacen calceta, dicen con natu- cual de la muerte, perspectiva escatológica de la Iglesia pere-
ralidad una oración». grinante 14. La muerte, para los creyentes, es una participación
No insistiré más en esta búsqueda bibliográfica, ya que no en el misterio pascual. Con el bautismo se inicia un movimien-
aportaría con ello elementos nuevos. Por otra parte, la litera- to que termina con la muerte, la cual, a ejemplo de Cristo, es
tura urbanística es avara en referencias, y obras como las de un pasar de este mundo al Padre. El dolor acompaña a la
Lavedan y Giedion, por poner un ejemplo, ignoran el tema, muerte, pero el pensamiento y la unión con la agonía del Re-
si bien podrían deducirse elementos de juicio de la orientación dentor la llena de esperanza en la resurrección 15. El entierro
ideológica y formal a la que obedecen13. cristiano y, por tanto, la tumba y el cementerio han de tener
como componente principal la alegría por la fe en la participa-
3. Vamos a puntualizar las directrices del Vaticano I I . ción del difunto en la gloria de Cristo resucitado. De aquí brota
El cementerio cristiano es una realidad compleja que com- el carácter sagrado que la Iglesia quiere que se confiera a la
prende muchos aspectos. Este mismo volumen demuestra mu- tumba y al terreno en que está, el cual se convierte así en el
lugar del reposo. Esta visión doctrinal está subrayada en los
13 formularios litúrgicos existentes (con ciertas reservas ante los
En Fierre sur pierre, de G. Bardet, París, 1945; cf. el cemen- más recientes) y, como es obvio, puesta de relieve al máximo
terio-jardín de K. Hippenmeier, en Zurich, en armonía con la topo-
grafía y dividido en distritos. El mismo autor en Problémes d'ur- en los formularios propuestos 16.
banisme, París, 1948, 62, reproduce la planimetría de Sabaudia, Para una confrontación entre las directrices conciliares y
ciudad proyectada y construida en el Agro Pontino entre las dos las que pueden sacarse del derecho actual consúltense las fuen-
guerras; el cementerio resulta todavía como ajeno al contexto ur- tes ya conocidas, las cuales se interesan más o menos por la
bano. Véase en II cuore della cittá, Ciam, Milán, 1954, 67, el ce- traducción arquitectónica y urbanística de la tumba y del ce-
menterio del crematorio de Asplud en Estocolmo, definido como menterio. Así, por ejemplo, Fattinger es muy minucioso en
cementerio-corazón, si bien de tipo especial; y en la p. 109, el ce- explicitar las exigencias que la palabra cementerio tiene en el
menterio del pueblo agrícola de Nagele (Holanda), tradicional en
su distribución. Como prueba de indiferencia recuerdo en el n. 14
de «Urbanística» (1954) los dos estudios sobre las comunidades 14
L. della Torre, Corso di Liturgia, Brescia, 1965, 173-181.
del campo romano y de la Laguna Véneta, ilustrados con estupendas 15
Constitutio litúrgica cum commentario, Roma, 1964, 156,
fotografías y gráficos; el análisis estructural de los complejos no comentario de P. Jounel.
hace mención alguna de los cementerios. 16
Cf. «Paroisse et liturgie» (1966/3).
232 A. Savioli Ultima morada de los cristianos difuntos 233

Código n . Se me va a permitir, por el contrario, examinar una perpetuo...» (cruz al Oriente); «... como al pueblo de Israel
fuente litúrgica antigua; su substrato doctrinal me parece to- concediste la tierra prometida..., los fieles, después de la resu-
talmente equilibrado al hacer la fusión de los componentes rrección..., merezcan gozar de la felicidad eterna» (cruz al Oc-
propios de la temática funeraria. En el Pontifical de Guillermo cidente); «... las almas con los cuerpos se reúnan con los san-
Durando 18 , para la bendición solemne del cementerio, el obis- tos» (cruz al Sur).
po se para ante cada una de las cinco cruces y pronuncia una El reciente directorio belga para el nuevo ritual de la li-
oración cada vez. El llamativo cursus no impide captar las co- turgia funeraria, antes citado, no difiere sustancialmente del
nexiones del espléndido contexto doctrinal, de perfecta caden- Pontifical de Durando; los textos señalados para las lecturas
cia conciliar, podría decirse; digno, por tanto, de ser propuesto bíblicas pueden ser agrupados en torno a los temas de la re-
a la consideración de arquitectos y urbanistas. surrección, de la Eucaristía y la vida eterna, de la esperanza,
El cuerpo humano y la tierra: «de tierra formaste el cuer- del dolor cambiado en gozo. Gracias al desarrollo de la doc-
po humano..., lo asumiste..., lo disuelves en la tierra..., lo trina y de la piedad eucarísticas, la Eucaristía ha logrado muy
resucitarás de la tierra...» (cruz al Norte). oportunamente un puesto de relieve dentro de la liturgia fune-
Sepultura y bautismo: «... los que han recibido el sacra- raria. Comidas fúnebres y refrigeria eran practicados también
mento del bautismo... tengan aquí la sede del reposo...» (cruz por los cristianos de los orígenes recogiendo ritos antiguos;
al Sur); «... los que por el bautismo ya han sido consepulta- restos de tales costumbres se conocen aún entre nosotros 19.
dos contigo... reposen en paz...» (cruz al Norte). En realidad, el difunto toma parte en el banquete celestial, en
Cementerio, lugar de reposo: «... los cuerpos humanos la gloria de Cristo, representado en la tierra por el banquete
que aquí reposarán en Dios...» (cruz central); «... este cemen- eucarístico. El componente escatológico era típico en la Edad
terio en el que deben reposar los cuerpos de tus siervos...» Media, y ello explica en Durando la figura de la trompeta del
(cruz al Occidente); «... los que han entregado el propio cuer- arcángel y el juicio final, si bien encuadrados en un contexto
po al reposo en este cementerio...» (cruz al Sur). de esperanza y de salvación20. Este es un tema que yo no olvi-
Resurrección final: «... a los cuerpos de aquellos que... daría si tuviera que componer textos litúrgicos funerarios.
esperan la trompeta del primer arcángel...» (cruz al Oriente); Una observación: tanto Durando como el directorio belga
«... después de la resurrección de las almas y de los cuer- son ricos en sugerencias para los artistas figurativos. Ejemplos
pos...» (cruz al Occidente); «... hasta que en el día del juicio tomados del antiguo Pontifical (oración junto a la cruz al
final las almas con los cuerpos resuciten...» (cruz al Sur); Norte):
«... Señor Jesucristo, que de tierra formaste el cuerpo huma-
no... y lo resucitarás de la tierra...» (cruz al Norte).
Gozo de la vida eterna: «... los cuerpos humanos..., des-
pués del curso de la vida, merezcan la alegría de la vida eter-
na. ..» (cruz central); «... a los cuerpos... conceda el consuelo 19
En la zona de Faenza, provincia de Rávena, se hace un dulce
en forma de nuez llamado «al favett di murt» {el haba de los muer-
17
R. Fattinger, Dizionario tecnico-pratico di liturgia, Roma, tos), que todos comen como quienes cumplen un rito.
20
1954. En este aspecto, el intérprete moderno más dotado, que yo
18
M. Andrieu, Le Pontifical romain au Moyen-Age, III. Le conozca, es Adolfo Wildt; véanse los mármoles de las tumbas Ti-
Pontifical de Guillaume Durand (Studi e Testi, 88), Ciudad del biletti y Cornex del «Cimitero Monumentale» de Milán, en Arte
Vaticano, 1940. funeraria, 11.
16
234 A. Savioli Ultima morada de los cristianos difuntos 235
Señor Jesucristo, que de tierra for- indispensable establecer a priori un modo concreto de sepultu-
maste el cuerpo humano creación de Adán
ra ni recurrir a la hipótesis del cementerio de distrito. Es in-
lo asumiste para la redención encarnación, pasión y muerte de dispensable, en cambio, tener en cuenta la actual tendencia
Nuestro Señor Jesucristo
de distribuirse la población en el territorio, tendencia que, a
lo resucitarás de la tierra resurrección final mi parecer, favorece soluciones en armonía con la certeza de
dígnate consagrar este lugar como los creyentes.
participación de tu sepultura Jesucristo es puesto en el sepulcro
La época neotécnica va hacia la descentralización, así como
hacia las localizaciones industriales y residenciales. Este pro-
Ejemplos tomados del directorio belga: la Eucaristía y la ceso ha de crecer en el futuro con intensidad, haciendo que la
vida eterna: sociedad evolucione hacia un orden final completamente nue-
vo. Las grandes ciudades se han de transformar en centros ter-
canet enim tuba et mortui ciarios. La motorización favorece la formación de zonas resi-
resurgent incorrupti resurrección final
denciales en el campo, dentro de un cierto radio en torno a los
Cum Christus apparuerit... tune centros urbanos. La ciudad-región será el lugar de los empla-
et vos apparebitis... in gloria los elegidos
zamientos de diversa especialización, que la existencia de in-
omne quod dedit mihi Pater terrelaciones socioeconómicas ha de hacer homogéneos22. La
non perdam ex eo el Buen Pastor
profundización en estas previsiones hace pensar en una urba-
Ego sum pañis vivus qui nística que concibe la ciudad en función del hombre colectivo,
de coelo descendí institución de la Eucaristía
respetando al hombre aislado; no como una reunión de células
iniciales para un hombre sin vecinos, sino como un conjunto
Se trata de orquestar con inteligencia esta maravillosa te- orgánico en el que cada una de esas infinitas partes colabora
mática, transfigurando su letra, uniendo en ciclos sus momen- con su propia fisonomía. Los principios de método y los mo-
tos, abstrayendo sus motivos sin perder la transparencia de los delos formales que han de presidir las fases del desarrollo or-
significados. En una palabra: el valor que hay que encontrar gánico serán generalmente variables; pero hay cuestiones en
y que volver a dar a la sepultura es una sacralidad no genérica las que la elección del método no presenta alternativas. Así,
e inmanentista, sino la que brota de la doctrina cristiana de por ejemplo, según Nairn23, el acoplamiento en zonas según
la muerte y que se ofrece a las almas como experiencia de fe las funciones será abandonado en favor de las zonas según
y luz de esperanza21. las características, el cual consiente fundar miniestructuras ur-
La expresión del dato comunitario, fundamento y trans- banas diferenciadas para cada unidad elemental, con posibili-
parencia de la vida de los creyentes, pienso que en gran parte dad de agregarse en formaciones cada vez más amplias hasta
hay que buscarla considerando la ubicación de los cementerios formar las estructuras principales. Según este proceso orgánico
en relación con los conglomerados urbanos; en otras palabras:
la solución urbanística del cementerio no puede olvidar el 22
grado de madurez comunitaria de una sociedad. No me parece J. F. Gravier, Accentramento e decentramento, en Relazioni
del seminario «La nuova dimensione della citta. La citta regione»,
21
P.-R. Régamey, Art sacrée au XXe siécle?, París, 1952, 417; Stresa, 19-21 de enero de 1962, ILSES, Milán, 1962. Del mismo
en nota se cita el fascículo de noviembre de 1949 de la revista «Art autor véase también L'aménagement du territoire, París, 1964.
23
Sacrée», dedicado a «Omitieres et tombeaux». I. Nairn, Problemi della trasformazione della átta in regione,
en Relazioni del seminario...
236 A. Savioli

de crecimiento, las estructuras principales, a su vez, se plasman


en configuraciones formales que consienten establecer una re-
lación equilibrada entre ciudad y campo, entre edificación y LOS CEMENTERIOS
ambiente natural. COMO LUGARES DE PROCLAMACIÓN
Los cementerios se deberán prever en los puntos más adap-
tados del territorio, en el plano de las unidades elementales,
en donde la relación edificación-naturaleza se traduce en tér- Al que desee tener una prueba convincente de la poca im-
minos integrales. La propuesta, hecha así a modo de enunciado, portancia que encierra la esperanza de la resurrección para la
podrá parecer dura; pero creo que es un modo que ofrece po- conciencia del cristiano actual le basta entrar en un cementerio
sibilidades concretas a la idea de De Menasce, rica en conte- para buscar en él algún «signo de la resurrección». Como en
nido humano, y a la de Auzelle-Bardet en lo que concierne a ninguna otra parte debería ser en estos lugares donde encon-
los aspectos técnicos del problema. Hay que romper el bloque trase su máxima expresión la esperanza en la resurrección de
de la necrópolis megalítica y realizar cementerios para las nue- los muertos. Si recordamos, además, que en la predicación
vas unidades urbanas, estructurándolos a modo de jardín, sim- apostólica la resurrección formaba parte del núcleo central
plificando la ornamentación privada y confiriéndoles el carác- del mensaje (cf. 1 Cor 15,1-58), bien cabría esperar que los
ter sagrado querido por la Iglesia. La consagración ritual podrá creyentes reflejasen, en las tumbas de sus difuntos y con la
asumir también formas distintas de las tradicionales, pero la intensidad correspondiente, su fe en esta promesa.
cruz conserva siempre su altísima significación expresiva, en
cuanto que hace visible el misterio pascual del que depende
la salvación del hombre. INSUFICIENTE TESTIMONIO DE F E
A. SAVIOLI EN LA RESURRECCIÓN

Pero ¿qué es lo que vemos?, ¿con qué nos encontramos


en los cementerios «cristianos» o, donde éstos no existen, en
las sepulturas «cristianas»? Escasean los símbolos de la resu-
rrección. Y esto es válido tanto para las sepulturas de los cris-
tianos protestantes como para las de los católicos y es válido
también no sólo para los monumentos funerarios de nuestra
época1. Pero ¿qué representaciones se nos ofrecen en concre-
to? Prescindiendo de imágenes no religiosas —como fotogra-
fías del difunto, símbolos de su profesión, columnas quebradas,
ángeles afligidos, etc.—, nos encontramos predominantemente
1
Cf. Rudolf Pfister, Die Friedhof-Fibel, Munich, 21954; Otto
Valentien - Josef Wiedemann, Der Friedbof, Gestdtung-Bauten-
Grahmde, Munich, 21963; Erwin Panofsky, Grabplastik. Vier
Vorlesungen über ihren Bedeutungswandel von Alt-Ágypten bis
Bernini, Colonia, 1964, 43-106; «Friedhof und Denkmal» (Kassel,
desde 1956).
238 Th. Filthaut Los cementerios, lugares de proclamación 239
con la cruz como símbolo de la fe. Los católicos prefieren, a los cuerpos muertos descansan en sus sepulcros; pero nada se
su vez, imágenes de santos, sobre todo de la Virgen María. afirma acerca de estos «restos mortales», de los «despojos te-
Mas la preferencia dada a la cruz, ¿no parece contradecir nues- rrenos» que el espíritu ha abandonado. Al igual que muchas
tras afirmaciones? Pues la cruz aparece como la imagen de la otras religiones, también el cristianismo da la impresión —en
fe y de la esperanza de los cristianos, sobre todo si pensamos lo que respecta a los cementerios— de ser una religión del
en la unión esencial entre la muerte y la resurrección de Jesús espíritu, que considera el cuerpo y la materia como algo in-
tal como nos la describe el testimonio bíblico. Sin embargo, digno del hombre, o al menos como algo accesorio. De aquí
tales consideraciones se apartan de los datos reales. En efecto: proviene también la sensación de impotencia e inutilidad que
podemos afirmar que, aunque no exclusivamente, sí en su ma- estos lugares producen. ¿Cómo podría ser de otro modo, dado
yor parte, las cruces de los cementerios constituyen un símbolo que la comprensión intelectual de la fe renuncia a considerar
de la esperanza en la resurrección, si bien no pocas veces son la salvación como salvación del mundo y del hombre en su
utilizadas con fines puramente decorativos o convencionales. totalidad? Nuestros cementerios hacen patente la discrepancia
La transformación que en los últimos años parece iniciarse ha que hoy día existe entre el evangelio y la conciencia religiosa
tenido hasta ahora pocas repercusiones. La cruz sigue siendo, de numerosos cristianos. La fe es la esperanza confiada, triun-
en forma abrumadora, la imagen de la muerte, del dolor y del fadora y gozosa del nuevo mundo venidero. ¿Por qué aparece
sufrimiento. Lo cual no excluye el que la cruz exprese también tan pocas veces esta esperanza en nuestros cementerios? Las
la entrega y el consuelo y manifieste la fe en el amor miseri- necrópolis no son lugares de una alegría franca y perceptible.
cordioso de Dios. En este sentido encuentra también su expre- Pero ¿no debería sentirse también —o mejor, precisamente—
sión la dimensión de esperanza que la fe encierra. No obstante, en ellos (aunque en forma adecuada) algo de aquel gozo que
se equivocaría el que identificase esta esperanza con la espe- Cristo prometió a los que en él creen? (Jn 15,11).
ranza en la resurrección. Lo que aparece ante nuestros ojos es,
de ordinario, la esperanza en una vida ulterior del alma con
Dios «en el cielo». En este sentido se orientan los epitafios CONCIENCIA DE LA F E Y RESURRECCIÓN CORPORAL
más frecuentes, que desean el «descanso eterno» o la «vida
En este contexto no nos es posible estudiar los motivos de
eterna» a los difuntos. Es significativo el hecho de que la Con-
estas deficiencias en los testimonios de la fe, aunque probable-
memoración de los fieles difuntos, el 2 de noviembre, reciba
mente el esclarecimiento de estas causas pudiese constituir una
en alemán el nombre de «todas las almas» (Aller-Seelen), sin
provechosa desilusión para teólogos, predicadores y educado-
que nadie encuentre en ello motivo de extrañeza. A la entrada
res. Pero parece innegable que este hecho no es casual, sino
de nuestros cementerios bien podría ponerse como lema el
que es expresión de la religiosidad que domina sobre amplios
conocido slogan misional: salva tu alma. En esta concepción
estratos de la Iglesia. Más de una encuesta en torno al proble-
es únicamente el alma lo decisivo e importante. Nos encontra-
ma de la religiosidad del hombre actual confirma que la gran
mos, pues, con una cristiandad que proclama su fe en la sal-
mayoría de aquellos que se reconocen todavía como miembros
vación, pero de un modo parcial, restringido y que puede in-
de alguna Iglesia creen en una vida ulterior después de la
ducir a error. Los resultados de este menosprecio dualístico
muerte, aunque concebida de un modo muy vago. En cambio,
del cuerpo son, al mismo tiempo, profundos y funestos. Sobre
otra gran parte de los consultados declaran categóricamente
nuestros cementerios se cierne un sentimiento de melancólica
que ellos no pueden creer en la resurrección de la carne. En
resignación que ni los jardincillos ni los parques logran alejar
este caso no se trata únicamente de personas que sólo tienen
de nosotros. Es extraño: los cementerios son campos donde
un contacto muy débil con su Iglesia. El porcentaje de los que
240 Th. Filthaut Los cementerios, lugares de proclamación 241

participan con regularidad en la liturgia y que defienden, sin haya sido hasta el presente una liturgia de la resurrección cons-
embargo, esta opinión es sorprendentemente alto. Los datos tituyó uno de los motivos por los que el Concilio pidió su
ofrecidos por los institutos de investigación de la opinión pú- reforma.
blica atestiguan y confirman la suposición de que los cemen-
terios pocas veces sirven para dar testimonio de la resurrección,
porque los creyentes, o bien carecen en absoluto de esta espe- LOS CEMENTERIOS COMO LUGARES DE ESPERANZA
ranza —reducida, a lo sumo, a una verdad teórica que no in- Y CONFIANZA CRISTIANA
fluye en su conducta— o sienten inseguridad frente a ella. Por
lo demás, hay también otros indicios que elevan a certeza esta Si nos preguntamos qué podríamos hacer para convertir
suposición. Son ciertamente cosas mínimas, y por ello apenas nuestros cementerios en centros de fe en la resurrección, que
se les da importancia: nada más equivocado. Me refiero tanto irradien esa misma fe y esperanza, tendríamos que urgir, en
al conjunto de costumbres que van ligadas al entierro como a primer término, la reforma de estructuras que son causa de la
las imágenes religiosas que los fieles utilizan con tal motivo falta de esperanza dentro de los cementerios. En primer lugar,
en sus casas. En lo que concierne a las primeras, ¿cuándo ates- todos aquellos de quienes depende la predicación deberían re-
tiguan las esquelas, las cartas o las coronas la esperanza en la flexionar sobre el mensaje bíblico acerca de la nueva creación
resurrección?, ¿y la ornamentación doméstica? Aquí, como que se inicia en Cristo para comparar con él su propia fe y la
en los cementerios, los motivos que siempre se repiten son la predicación que de ella dimana. Sin una reforma de la predi-
cruz y las imágenes de la Virgen. Pero ¿encontramos alguna cación, en especial de los sermones en el seno de la asamblea
vez símbolos o máximas que aludan a la resurrección o a la litúrgica, no habrá cambio alguno en la religiosidad pascual de
venida de Cristo, o que representen la resurrección de toda los fieles y, por consiguiente, tampoco habrá una renovación
la humanidad o el mundo nuevo? del culto funerario. Al mismo tiempo será decisivo que el
Todo esto constituye un fenómeno inquietante de la reli- mensaje de la resurrección sea predicado no sólo durante el
giosidad actual. La teología, la predicación, la pedagogía y la tiempo pascual, sino también a lo largo de todo el año, espe-
misma liturgia no parecen ejercer influjo alguno en este sector cialmente en la liturgia funeraria. Si bien esta reflexión bíblica
de la fe. ¿O tal vez se puede apreciar también en ellas un fe- sólo podrá surtir efecto en los fieles si va acompañada de un
nómeno paralelo de deficiencias?, ¿y sería esto, posiblemente, sincero esfuerzo por actualizar el kerigma bíblico. Con ello
la causa de aquello? El hecho de que, en los últimos años, ha- queremos referirnos, entre otras cosas, a la atención y compren-
yan sido publicados numerosos libros y artículos teológicos sión de las dificultades que el hombre actual encuentra ante
sobre la resurrección y su importancia no demuestra todavía el mensaje de la resurrección.
que la predicación y la catequesis ordinarias hayan aprovechado Vengamos ahora a la reforma de los cementerios3. Si los
y transmitido estas sugerencias. Un análisis crítico de los últi- miembros de la Iglesia —ya sean o no constituidos en jerar-
mos sermones de Pascua de Resurrección aparecidos en lengua quía— se abren al testimonio de la resurrección de Jesús y
alemana convierten en una ilusión toda interpretación opti- del mundo en su totalidad, aceptándolo por la fe y viviendo
mista 2. Y, finalmente, el hecho de que la liturgia funeraria no de esta misma fe, se llegará forzosamente a una transformación
de nuestros cementerios. Como siempre que se inicia una reno-
2
Cf. F. Kamphaus, Von der Exegese zur Predigt, Die Bedeut-
3
ung der neuen Evangelienforschung für die Predigt, dargestellt Cf. Werner Linder, Der Dorffriedhof. Wege zu seiner Ge-
an den Oster Wunder- und Kindheitsgeschichten, Maguncia, 1968. sundung, Kassel, 1953.
242 Th. Filthaut Los cementerios, lugares de proclamación 243

vación, también en este caso deberá ser uno el que comience. salen en un momento dado. Pero ni el mensaje bíblico de la
Estos primeros pasos empiezan a darse claramente. Mencione- resurrección ni su actualización litúrgica conocen esta limita-
mos algunas posibilidades prácticas. ción historicista, sino que, por el contrario, la resurrección
Los templos o capillas adyacentes a los cementerios debe- alude a aquel acontecimiento que comenzó en la resurrección
rían ser estructurados como iglesias de la resurrección y la y ascensión de Jesús y que desde entonces se realiza de una
vida eterna. No deben ser expresión, principalmente, del luto manera permanente en los que creen en Cristo y que encon-
y el dolor, sino de la esperanza. Las imágenes, esculturas, sím- trará su plenitud definitiva en la nueva creación total y uni-
bolos o textos escritos pueden llenar esta función. Lo mismo versal por la segunda venida de Cristo. La resurrección es el
cabría exigir en la ornamentación de las tumbas. Al menos mundo nuevo, imperecedero y salvado que Dios crea a través
hagamos notar que la labor de configuración de los cemente- de Cristo y el poder de su Espíritu. Esta «salvación del mun-
rios —en cuanto éstos no son simplemente neutrales, sino do» se realiza como resurrección; lo cual quiere decir: a través
solamente cristianos— a partir del espíritu pascual de la resu- de la muerte y el fracaso. Lo nuevo se apodera de lo antiguo
rrección no se limita a las sepulturas. Ya hemos hablado del transformándolo. Por eso la consumación es al mismo tiempo
problema de la configuración de las iglesias en el cementerio. «el nuevo cielo y la nueva tierra» (Act 3,21). La apertura de
También cabría mencionar la cruz central que se encuentra en este horizonte global hace también inteligible la vinculación
numerosos cementerios. La cruz no es sólo la imagen de la esencial entre la tumba y la resurrección. Para una recta com-
muerte; es también el signo de la nueva vida y de la victoria, prensión de la historia de la salvación en su conjunto es indis-
el madero del que proviene la salvación y el gozo para el mun- pensable tener en cuenta su dimensión material. Ya hemos
do (liturgia del Viernes Santo). Tal es el significado de la cruz hecho hincapié en ello. Esta dimensión es, en efecto, decisiva,
como signo de la muerte de Cristo. Otro problema ulterior pero al espíritu humano le cuesta reconocerlo claramente (cf. la
sería si esta importancia decisiva de la cruz encuentra también experiencia de Pablo en el Areópago de Atenas —Act 17,32—,
su expresión en la forma artística. Un cementerio de la Comu- como también la historia de la piedad hasta nuestros días). Por
nidad de Hermanos Moravos, o de Hermhut, nos ofrece un ello nunca se hará suficiente hincapié en la diferencia clara y
ejemplo de cómo la puerta de entrada puede convertir todo terminante que media entre aquella dimensión y la otra ima-
el cementerio en un testimonio de la resurrección: todo aquel gen, lisonjera al espíritu, de una existencia ulterior inmaterial
que entra puede leer sobre la gran puerta estas palabras de la después de la muerte. Mientras en la Escritura todas las afir-
Escritura: «Yo soy la resurrección y la vida.» maciones se concentran en la resurrección corporal y en su
plenitud definitiva por la irrupción del reino de Dios, sucede
Pero volvamos nuevamente a la disposición ornamental de
todo lo contrario para una gran parte de la cristiandad actual:
las sepulturas. Aquí disponen los creyentes de una ocasión úni-
la resurrección de los muertos y del universo entero casi no
ca de atestiguar su esperanza. Antes de aludir a algunos puntos
significa nada, mientras que el pensamiento y la creación, los
concretos debemos aclarar, con la brevedad que se nos impone,
afanes y las luchas giran en torno a la vida del alma después
a qué nos referimos al hablar de la resurrección en este trabajo.
de la muerte (purgatorio, cielo, infierno, visión de Dios, des-
Con esta aclaración pretendemos también salir al paso de una
canso, paz). El debilitamiento y la inseguridad; aún más: la
posible objeción: nuestras exigencias de una mayor atención
angustia de la moderna conciencia cristiana frente al mundo,
a la esperanza de la resurrección, ¿no conducirían a una mo-
a la cultura, a las ciencias de la naturaleza, a la sexualidad, etc.,
notonía en la creación artística? La objeción tendría fuerza si,
tiene una de sus causas en la negación práctica de la resurrec-
bajo el término de resurrección, entendiésemos únicamente el
ción corporal. Cuando la meta de la existencia es únicamente
acontecimiento de la resurrección de Jesús, acaecido en Jeru-
244 Th. Filthaut Los cementerios, lugares de proclamación 245
la vida eterna del alma desaparece la base sobre la que es po- 42-44; Ap 21,5), de la liturgia (sobre todo, de las Iglesias
sible sustentar una relación positiva con el mundo y sus ám- orientales), de las canciones religiosas y de las obras de los
bitos concretos. poetas *. Estos textos no deben ser utilizados como elementos
Del conjunto de los diversos aspectos de la fe en la resu- decorativos, como, por ejemplo, para llenar espacios vacíos;
rrección que merecen ser tenidos en cuenta por la creación artís- tampoco necesitan de imágenes o símbolos que los ilustren.
tica elegiremos aún el aspecto de alabanza de Dios. La espe- Su función de testimonio es con frecuencia más expresiva que
ranza creyente no sólo se refiere a la salvación del hombre y la de las imágenes y los símbolos. Por lo que se refiere al valor
del mundo. Por muy importante que sea esta relación, no es estético de las inscripciones en las lápidas sepulcrales, si están
la única, y menos aún la que ocupa el primer lugar. Como bien esculpidas, pueden ser magníficas obras de arte.
todo en la fe, también su relación con el futuro se ordena fun- El mundo invisible de la fe sólo puede ser atestiguado a
damentalmente a Dios, a su honor y alabanza, pues la resu- través de los signos. Por eso el mundo de los símbolos es espe-
rrección y la renovación del mundo es obra de Dios. La salva- cialmente apropiado para dar testimonio de la resurrección.
ción representa únicamente la dimensión antropológica de La cruz, la corona, el cordero, la mano de Dios y el sol consti-
aquella realidad cuyo aspecto teocéntrico es la revelación y la tuyen algunos de los signos que se nos ofrecen.
irrupción victoriosa del reino de Dios (cf. 1 Cor 15,24-28). Los motivos figurativos utilizados pueden ejercer igual-
La salvación plena consiste precisamente en que «Dios sea mente una función de proclamación, pero sólo en cuanto son
todo en todas las cosas» (v. 28). Una auténtica predicación considerados como signos. Por ello no solamente han de ser
de la resurrección será, pues, en primer término, testimonio tenidas en cuenta, a este respecto, las imágenes de Jesús, sino
del poder y del amor de Dios, «que creó el cielo y la tierra» también las representaciones de acontecimientos del Antiguo
y que los creará nuevamente. Testamento (Jonás) y del Nuevo (el hijo de la viuda de Naím
De esta concepción amplia de la resurrección pueden dedu- y Lázaro).
cirse los motivos de la expresión artística. Estos son, a todas No podemos tratar en este contexto el problema de la ca-
luces, variados. Sería una equivocación y un empobrecimiento lidad artística de los monumentos funerarios. Hagamos cons-
limitar estos motivos a la representación de la resurrección de tar al menos que no constituye en modo alguno un problema
Cristo y de los acontecimientos que la acompañaron (ángeles, secundario; es importante tanto por motivos estéticos como
mujeres, apóstoles ante la tumba vacía, discípulos de Emaús). religiosos. El nuevo mundo futuro que debe ser «significado»
Representaría igualmente un defecto el dejarla reducida a los será de una belleza sin tacha. También esta dimensión de la
límites de una forma más o menos historizante. No se trata esperanza debería por ello ser tenida en cuenta. En realidad,
de una representación lo más fiel posible de este o de aquel nuestros cementerios no pocas veces se encuentran en crasa
hecho, sino de la proclamación y la explicación de la impor- contradicción con esta exigencia. La objeción de que en esta
tancia salvífica que encierra la esperanza cristiana. ¿De qué cuestión se trata de un problema financiero, por ser muy cos-
manera será esto posible? Aquí entran en consideración las tosos los monumentos funerarios de gran valor artístico, no
diversas formas de arte tanto objetivo como inobjetivo, tanto
concreto como abstracto; arte que puede abarcar desde las 4
inscripciones de las tumbas hasta las representaciones simbó- Cf. en mi libro Zeichen der Auferstehung. Zur Erneuerung
licas y figurativas. Para poder atestiguar artísticamente la rea- der christlichen Grabmalkunst, Maguncia, 1965, una serie de estos
lidad invisible de la resurrección, podemos valemos de las textos en torno a la resurrección (págs. 36-41), así como ejemplos
y motivos con vistas a una serie de símbolos e imágenes de la resu-
palabras de la Escritura (por ejemplo, Jn 11,25; 1 Cor 15, rrección (págs. 42-49).
246 Th. Filthaut

es convincente. Pues esta exigencia no se dirige a la producción


de costosas obras de arte. La industria de los monumentos
funerarios no tiene por qué producir forzosamente cosas sin
valor y sin gusto. Las normas en este sentido no son necesaria- Perspectivas y experiencias
mente enemigas de una forma buena, bella y oportuna. Pero
estas formas deberían antes ser ambicionadas para cada monu- EL ESPÍRITU DE UNA REELABORACION
mento funerario. DE LA ESCATOLOGIA
TH. FILTHAUT

Durante la Semana Académica de Salzburgo, en 1967, Ladislao


Boros, autor muy conocido por sus numerosas publicaciones en tor-
no a la reflexión teológica sobre la muerte cristiana, dio cuatro
meditaciones sobre el tema: muerte, juicio, resurrección. Agrade-
cemos al autor su autorización para publicar, como primicias, la
siguiente selección de textos. En una reforma de la liturgia fune-
raria no sólo hemos de tener en cuenta las perspectivas teológicas,
sino que habrán de ser creados también nuevos textos a partir de
la piedad cristiana actual, tal como aparece, por ejemplo, en estas
meditaciones.
Boros antepone cinco advertencias a las meditaciones propia-
mente dichas. En ellas pretende describir la mentalidad con que
el cristianismo actual debe abordar los problemas de la escatologia.

I
1. EL FINAL ES PROPIAMENTE EL COMIENZO

El mensaje esencial de la Nueva Alianza se centra en la procla-


mación de que en Cristo se ha iniciado una dimensión totalmente
nueva del ser: el cielo. Este crece y llega a su madurez en los hijos
de Dios, en los hermanos y hermanas de Jesucristo. A partir de
aquí el hombre no puede ya ser comprendido desde la perspectiva
de su objetividad terrena. Su vida está proyectada hacia el cielo,
hacia una situación que está cerca y, sin embargo —o mejor: pre-
cisamente por ello—, sigue siendo algo inalcanzado. Todo lo que
le precede —toda la serie de búsquedas y tentativas que constitu-
yen en gran parte la historia de la humanidad y de cada uno de
nosotros— representa únicamente el alumbramiento. El mundo
como tal nace cuando el hombre entra en el cielo. Nosotros, pues,
no vivimos todavía, en el más auténtico sentido de este término;
248 L. Boros Una reelaboración de la escatologta 249

todavía no vemos, ni oímos, ni penetramos en lo más auténtico; don), suplementaria y condicionada por la historia, no suprime su
la vida todavía no está aquí, sino que viene hacia nosotros; la esen- actividad existencial (la consumación), prevista y predeterminada
cia de la humanidad y del mundo es aún un futuro delante de desde la eternidad. Cristo sigue siendo el que conduce nuestra na-
nosotros. turaleza hasta su más perfecto desarrollo. Pero, después del pecado
original, esta consumación se efectúa en la cruz.
Cristo eleva nuestra naturaleza, y con ella también el universo
2. EL MUNDO HA SIDO ORIENTADO HACIA LA CONSUMACIÓN que en nosotros encuentra su concreción, hacia el ámbito de la
consumación. Cristo es el hombre definitivo y la culminación de
El mundo se encuentra todavía en los dolores del parto. El uni- todo el dinamismo universal. El arrastra hacia sí todas las fuerzas
verso se desarrolla, partiendo de su constitución original, hacia la del universo, siempre hacia el futuro, siempre hacia arriba, hacia
vida. La vida alcanza su perfección al desembocar en el espíritu, el ámbito de la glorificación. También en este sentido Cristo es el
dentro del hombre. El espíritu se recobra a sí mismo «en la apre- Dios «que eleva» (Deus elevans). La epístola a los Colosenses
hensión», al reconocer a Dios y al entregársele en el amor. La uni- afirma de este Cristo cósmico: «En él ha sido creado todo lo que
ficación del hombre arrastra al universo hacia la consumación eter- existe en el cielo y en la tierra (el universo). Todo ha sido creado
na. Esta consumación está constituida por un universo en el que por él y para él... y todo subsiste en él.» La evolución del cosmos
Dios se transparenta definitivamente. El universo implica una uni- se orienta ya de antemano y en todas sus etapas hacia Cristo. Cris-
dad de génesis. La creación sigue todavía. Dios crea el mundo al to es el «mundo predestinado». El dinamismo del ser se concentra
otorgarle unas fuerzas para que se eleve hacia él en una evolución y converge, en el decurso de millones de años, en un único punto
que abarca millones de años. El desarrollo del mundo y la historia central: el punto Omega, el Logos encarnado. La evolución del
de la humanidad son desde siempre una historia de salvación: na- mundo que precede a la aparición de Cristo constituye una prepa-
cimiento del valor eterno desde el seno de la tierra. No existe, en ración para la génesis del hombre. Esta evolución global que con-
nuestro cosmos, una esfera profana del devenir. verge en el Cristo histórico abarca toda la amplitud del universo
y de la historia hasta incluir toda la realidad universal. El universo,
proyectado hacia Cristo, alcanza la vida y consigue la consumación
de su ser en el hombre (encarnación u hominización del mundo);
3. LA CREACIÓN SE REALIZA SEGÚN UN PROYECTO
la humanidad despierta progresivamente hacia la conciencia y la
CRISTOLOGICO FUNDAMENTAL
capacidad de decisión y, en consecuencia, se halla confrontada cada
vez más decisivamente con Dios (encarnación u hominización del
«Por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó del hombre); en la encarnación, el Hombre-Dios recopila en sí todas
cielo.» El credo da así respuesta a una antigua cuestión: ¿por qué las energías del mundo y de la humanidad, orientadas hacia el fu-
se hizo hombre Dios? Dos son los motivos que se aducen: primero, turo, y las conduce en su gran éxodo, en su muerte y en su resu-
«por nosotros los hombres»; para que el hombre pueda ser real- rrección y ascensión, hacia la consumación definitiva (encarnación
mente hombre. Luego, «por nuestra salvación»; para salvarnos de u hominización de Dios). Esta es la estructura fundamental de un
la culpa. Estas son las dos funciones esenciales de Cristo en la his- mundo proyectado hacia Cristo.
toria de la salvación. Entre ellas existe una jerarquía que también
encuentra clara expresión en el credo. Fundamentalmente, Dios se
hizo hombre para conducir a su perfección nuestra existencia hu-
mana. Independientemente, pues, de que el pecado haya entrado 4. LA CONSUMACIÓN COMO UN PROGRESO ILIMITADO
en nuestro mundo, Dios hubiese realizado el hecho de la encarna-
ción. Pero la humanidad se halla bajo el peso de la culpa, es decir, La consumación definitiva (el cielo) es la participación onto-
se ha situado en la lejanía de Dios; por eso, para poder perfeccionar lógica de la criatura en Dios mismo. Pero la plenitud infinita de
nuestra realidad, Cristo tuvo que ser nuestro redentor y reconci- Dios no puede ser agotada ni abarcada totalmente por la criatura.
liarnos antes con Dios. Esta segunda función salvífica (la reden- Nuestra naturaleza no podrá jamás identificarse plenamente con el
17
250 L. Boros Una reelaboración de la eseatología 251

ser infinito de Dios. Por ello toda plenitud —aun en el cielo— damental según el cual un cristiano tiene que reflexionar acerca de
será, al mismo tiempo, un eterno empezar, inicio de una búsqueda los acontecimientos de la escatología. Debemos apartar de nuestra
incesante y de una plenitud siempre mayor. Según ello, el cielo alma toda oscuridad. Esta, además, no sirve para nada, porque deja
habrá de ser entendido esencialmente como un dinamismo sin lí- al margen lo principal. Por otra parte, la superación —en el plano
mites. La plenitud misma «dilatará» nuestra alma de tal modo que intelectual— de las cuestiones ligadas a una «doctrina de los noví-
en el momento siguiente pueda ser llenada en mayor grado aún por simos» debería basarse en esta actitud y debería dar expresión a
el ser de Dios. Nosotros somos, pues, eternos buscadores de Dios. aquel espíritu que acabamos de formular por vía de ensayo.
Dios seguirá siendo siempre mayor que nuestro ser finito. El Dios
«encontrado» definitivamente no es Dios. Durante nuestra vida
terrena buscamos a Dios para encontrarlo. En la eterna bienaven- II
turanza buscaremos a Dios después de haberlo encontrado. El está
oculto con objeto de que se le busque para encontrarlo. El es infi- De la tercera meditación ofrecemos a nuestros lectores las re-
nito para que se le siga buscando después de haberlo encontrado. flexiones del autor sobre el purgatorio, juicio, cielo e infierno.
De este modo, nuestra eternidad será un continuo progreso en el
seno de Dios. Todo lo estático se convierte, en el cielo, en un di- 1. EL PURGATORIO COMO PASO AL SENTIMIENTO PURO
namismo sin límites que avanza también hacia el infinito. En el
cielo nada puede haber aletargado. La consumación es una trans- En la muerte se realiza la quiebra de todo aquello que el hom-
formación eterna, un estado de actividad sin fin y sin descanso. bre ha ido acumulando en sí como inautenticidad existencial. El
hombre es confrontado con lo que realmente es, con lo que tiene
de eternamente estable en su ser. Sus éxitos son destruidos; su
5. LA ESCATOLOGIA CRISTIANA, MENSAJE DE ALEGRÍA poder se deshace; su riqueza desaparece. No tiene ya ningún apoyo
externo en su ser. Oye correr todavía la sangre por sus venas; la
Después de la resurrección de Cristo, el destino del mundo ya siente palpitar en sus oídos. A través del velo purpúreo de sus
está decidido. Al existir consciente o inconscientemente como cris- ojos, enrojecidos por la fiebre, ve todavía un mundo ya obnubilado.
tianos, es decir, en Cristo, avanzamos sin pérdida posible hacia el El cansancio se va extendiendo por todo su ser y va borrando ante
cielo. En toda la «provisionalidad» del mundo actúa ya lo definiti- él las figuras y los semblantes del mundo. Todo se convierte en
vo. Ninguna búsqueda desemboca en el vacío. «Nada puede sepa- una sombra uniforme. Una fatiga infinita se va adueñando del
rarnos del amor de Cristo»; nada, excepto la repulsa de este amor. hombre y un mundo de sombras gira en torno. Su fuerza ya no es
Nosotros hemos alcanzado definitivamente la libertad, la apertura suficiente para romper la barrera de su soledad: se encuentra defi-
y la alegría. «Yo he dejado una puerta abierta que nadie podrá nitivamente solo. Solo como nunca en su vida. Todos los seres
cerrar ya», dice el Cristo del Apocalipsis. Donde arde una llama, queridos a su alrededor tienen que contemplar doloridos e impo-
aunque pequeña, de verdadero amor se hace visible ya la luz del tentes cómo es absorbido fatalmente por el remolino del desam-
cielo. Ninguna esperanza quedará defraudada. Nosotros no perde- paro y arrastrado hacia la soledad implacable, conducido hasta la
mos nada; mucho menos aún de aquello a lo que hemos renuncia- lejanía más extrema. Esto es la muerte del hombre. Ya no puede
do en nuestra vida. En este mundo no hay razón alguna para la siquiera pedir auxilio; se encuentra impotente y desconcertado,
desesperación y la pusilanimidad. Se podría reducir todo el cristia- desamparado como un niño que ha sido encerrado en el cuarto
nismo a la fórmula: el cristianismo es la fe en la que Dios afirma oscuro. El hombre es arrojado hacia el más absoluto abandono,
sin restricciones todos los anhelos del hombre; aún más: los sobre- allí donde ninguna criatura permanece a su lado ni puede ofrecerle
pasa hasta tal punto que las esperanzas y los sueños de la huma- consuelo y cercanía. El hombre se ha despeñado en la niebla lejana
nidad, aun los más desbordantes, aparecen como algo pobre e in- y gris de la infinita lejanía, en el desamparo inmóvil, silencioso y
significante. callado. Incluso se ha vuelto extraño a sí mismo.
De modo parecido podríamos describir aquel sentimiento fun- Lo que el hombre, con tanto esfuerzo, había construido, alean-
252 L. Boros
zado, deseado y amado en su vida ha desaparecido sin más. Los
papeles representados —no sólo ante el mundo, sino también ante 2. EL JUICIO
sí mismo— han acabado definitivamente. Con toda su existencia
el hombre se halla entregado a lo único que, en este momento, El juicio será, en este sentido, la «mayor sorpresa» de nuestra
queda todavía de su ser: su anhelo, sus gritos implorantes de auxi- existencia, la revelación de la dimensión de Cristo en nuestra vida.
lio, sus fracasos y su propio ser a merced de la misericordia abso- En el evangelio de Mateo (25,27ss) se nos transmiten unas
luta. Ninguna criatura, ninguna fuerza terrenal podría interponerse palabras de Jesús donde los justos (y también los reprobos) pre-
en este encuentro con la esencia del propio ser. Ahora el hombre guntan a Cristo: «Señor, ¿cuándo hemos hecho eso...?»; ¿cuándo
ya no puede construir en torno suyo una muralla que pueda pro- te hemos visto hambriento, sediento, desnudo, enfermo, peregrino,
tegerlo de sí mismo y de Dios. encarcelado? Al parecer, hemos realizado las acciones más impor-
Este es el momento del absoluto riesgo. ¿Qué queda de mi tantes de nuestra vida sin darnos cuenta exacta de lo que hacíamos.
ser si yo me entrego totalmente? Entonces reconoce el hombre que, Si no atenuamos estas palabras de Cristo, podríamos bosquejar
en definitiva, sólo le queda de su vida aquello a lo que él ha re- —partiendo del concepto de juicio formulado por el mismo evan-
nunciado: la entrega desinteresada. Aquí comienza a florecer el gelio— toda una teología del encuentro con Cristo. Este encuentro
valor auténtico de la existencia; los momentos de entrega altruista se realiza en un nivel secreto de nuestra existencia, en la profun-
se condensan convirtiéndose en el ser auténtico del hombre: las didad de nuestra vida; el juicio mostrará aquella dimensión de
horas de permanencia al lado del amigo afligido, las vivencias de la nuestras acciones que, por encima de la provisionalidad de su rea-
donación en el amor, la experiencia del gozo de no pertenecerse lización concreta y vivencial, desemboca inmediatamente en Cristo.
ya a sí mismo, el misterio incomprensible del dolor y la soledad, El trasfondo último de nuestras vivencias, de nuestras esperanzas,
la decisión firme de llorar con el que llora y alegrarse con el que se de nuestros anhelos y nuestras exigencias de amistad, de bondad
alegra y participar de la existencia humana de los otros. Esta reduc- y de compañía en el mismo Jesucristo. Aún más: él es la hondura
ción del hombre a la esencia de sus sentimientos constituye sim- de aquellos actos sencillos de ayuda desinteresada.
plemente lo que llamamos el purgatorio. Es aquel proceso que todo Una nueva elaboración teológica de esta dimensión oculta de
el que ama experimenta sin cesar: la extrema humillación. Pode- Cristo en nuestra existencia serviría para fecundar toda nuestra
mos, por tanto, definir el purgatorio —como encuentro del hombre religiosidad cristiana y constituiría el cometido más importante de
con su ser auténtico— del siguiente modo: la concentración de la cristología actual.
toda la existencia en el vértice de una autenticidad incandescente, Al llegar aquí hemos de fijar nuestra atención en un punto
un acontecimiento momentáneo del devenir personal en el abismo
de la muerte, la dimensión antropológico-existencial del aconteci- olvidado con frecuencia en la predicación: el «descenso (de Cristo)
miento de la muerte. Pero como el hombre no puede ser absolu- a los infiernos». Esta expresión de la reflexión teológica en torno
tamente «él mismo» sin experimentar al propio tiempo en su pro- a Cristo quiere dar a entender que el mismo Cristo penetró en la
pia encarnación u hominización la realidad del Hombre-Dios, el profundidad del mundo. El bajó hasta el estrato más profundo,
encuentro personal de sí mismo se eleva hasta desembocar en el aquel donde toda la realidad se halla concentrada radicalmente.
encuentro con Dios a través de Cristo. Este encuentro no consti- El descenso es entendido aquí como algo metafísico-existencial:
tuye una dimensión suplementaria del acontecimiento de la muerte, se refiere a aquella profundidad de la tierra que es el centro intrín-
sino la revelación de la integración, por la gracia, de la realidad seco de toda la esencia del mundo, no sólo del mundo cósmico,
humana en el ser de Cristo. Por el hecho de encontrarse el hombre sino también del mundo histórico, personal y existencial. La bajada
a sí mismo en una absoluta sinceridad, encuentra también a Cristo. de Cristo al «hades» como entrada en la trama del universo es, por
consiguiente, la prolongación del descenso de la encarnación. Antes
de la muerte de Cristo no había cielo; el acceso a Dios estaba «ce-
rrado» en el mundo entero. La carta a los Hebreos afirma: «El
acceso al santuario no estaba patente.» La muerte de Cristo rompió
las fronteras del mundo, y éste volvió a ser nuevamente la morada
254 L. Boros Una reelaboración de la escatología 255

de Dios. Dios llenó al instante el conjunto del universo mundo. De un rostro. Lo que allí tiene lugar no es algo extraño; parece como
este modo se encendió también la luz divina para aquellos que, has- si el hombre hubiese experimentado ya todo esto alguna vez, y no
ta entonces, habían tenido que vivir bajo el cautiverio del mundo. sólo alguna vez, sino muchas veces en su vida. El hombre es ab-
Estos fueron los hombres del tiempo antes de Cristo. El hombre sorbido hacia aquel punto donde siempre había vivido ya en sus
se libera, por la muerte, de su vinculación al espacio tridimensional sueños, hacia aquella región de la realidad esencial que él había
y, pasando a través del mundo, se convierte en un ser cósmico, pre- sospechado latente tras las cosas, los encuentros, los acontecimien-
sente en todo el universo, presente en el mundo. Entra en aquel tos y las personas. Allí está todo lo que tiene que estar: las sonrisas
ámbito esencial del mundo de donde procede la naturaleza entera. que el hombre ha percibido en el semblante de la persona amada,
La muerte es la bajada a la madre tierra, a la unidad original de la los afectos que han hallado su expresión en la paternidad, la ma-
realidad donde todas las cosas, la relidad entera, están radicadas: ternidad, el amor y la amistad, toda aquella belleza que impresiona
al corazón del universo. Cristo entró, por su muerte, en los funda- profundamente el alma: las montañas, los valles, el mar, los bos-
mentos del mundo, bajó al «corazón de la tierra» (como nos dice ques bien poblados, los árboles frutales con la profusión de sus
el evangelio de Mateo), haciéndose así presente a toda la humani- flores, el verano con el sabor agradable de su fecundidad, el blanco
dad precristiana. resplandor del invierno, el suave despertar de la primavera, el can-
Todos los hombres muertos han experimentado a Cristo en un sancio solemne del otoño. Toda la belleza y la grandiosidad del
instante y con toda su realidad esencial. Todo se convirtió en luz: ser coinciden aquí, en un maravilloso resplandor; todo late como
en luz de conocimiento, de libertad y de decisión. En este mo- un único corazón; todo hierve como en un oleaje; todo palpita,
mento, el dinamismo de millones de años, los gemidos, los anhelos todo brilla y resplandece. El hombre ya se encontraba aquí, desde
de la creación alcanzaron su meta. El mundo dejó de ser lo que era » siempre, como en su casa: esta única realidad latía ya en lo más
antes: en su «profundidad», en su «trasfondo» y en su «esencia» profundo de todos sus sueños y aspiraciones. Y este «uno» fue
vive el mismo Cristo. Cristo es el centro misterioso de todo devenir desde siempre Cristo.
creado. Desde entonces toda muerte, toda incorporación al mundo El resto no cuenta, desaparece, ya no es obstáculo, no impide
por la muerte constituyen una marcha hacia Cristo, y toda actuali- al hombre entrar en la alegría sin límites. Esto es el juicio. ¡Qué
zación de la muerte —concretamente: toda acción altruista, toda sencillas son las cosas en su esencia! Juicio: mensaje de alegría.
ayuda a los semejantes, toda entrega del propio corazón a empresas A cuántos hombres no habrá mantenido alejados la mera alusión
mayores— es, ya de por sí, fe, salvación, relación con Cristo. a la entrada en las promesas de la buena nueva. Después de este
Al convertirse en «profundidad del mundo», Cristo ha creado trabajoso y complicado camino de ideas estamos ya en disposición
una nueva situación salvífica cósmica. En lo más hondo de los va- de hablar también del infierno.
lores humanos acontece el encuentro con Cristo y es creado un
mundo salvado: el cielo. A partir de esta afirmación habría que
reelaborar toda la teología de la Iglesia, de los sacramentos (como 3. EL INFIERNO
«lugares de encuentro con Cristo»), de la religiosidad en el mundo
y el encuentro con los hombres. El infierno no es algo que nos sobreviene; no es algo impuesto
El juicio es revelación del ser de las cosas y de los sentimientos por Dios posteriormente a nuestras maldades. Nada hay de gran-
del corazón humano y, por ello, el encuentro con Jesucristo, base deza, de culminación, ni tampoco de realidad abrasadora o asfixian-
de todos los demás fundamentos. Pero, si no queremos reducir el te en el infierno. El infierno es, sencillamente, el hombre mismo
juicio a una realidad abstracta, también aquí tendremos que intuir que se identifica del todo con su propio ser, con sus posibilidades,
con el corazón lo que todo esto significa. De repente, el hombre con sus exigencias de vivencias propias y realizaciones por sí mismo.
se encuentra ante su ser definitivo y eterno y descubre en él que El infierno es el modo de existir de un hombre que está contento
todo su dinamismo ha sido «parte integrante» de Cristo, dinamis- consigo mismo —pero a lo largo de toda una eternidad— y que
mo del propio corazón de Dios. En la muerte el hombre se preci- no tiene ni desea nada fuera de sí mismo. El infierno no es una
pita hacia algo ya de siempre conocido. De su vida entera emerge amenaza, sino la proyección esencial de nuestra pequenez. Pero
256 L. Boros Una reelaboración de la escatología 257

quien experimenta a diario su propia pequenez debe recordarse a / tenemos que vivir ya en el presente; como si estuviésemos ya en el
sí mismo: yo puedo ir al infierno; yo puedo asfixiarme en mi pro- cielo, como amigos de Cristo. Cristo ha hablado de esto sin cesar.
pio ser; yo puedo identificarme con mi propia nada. Entonces Ser amor: tal es nuestro destino y nuestra misión; no una perfec-
estaría perdido. Dios es un Señor demasiado grande para condenar ción conceptual, ni una «doctrina perfectamente elaborada». El
a nadie. No existe retribución alguna para la rebeldía; y ya sería Dios hecho hombre nos promete la vida bajo diversos nombres:
una retribución el hecho de que Dios tomara en serio nuestra so- reino de los cielos, tierra de los vivientes, consuelo perfecto, ple-
berbia. No existe una tragedia del infierno porque, en definitiva, nitud de nuestros anhelos, misericordia infinita, existencia con Dios.
no existe el infierno como «lugar»: sólo existe ¿1 sentimiento del También nos ha señalado el camino: abandono de nosotros mismos,
corazón. Todo vive en el cielo, porque Dios ha creado el mundo benignidad, compasión humana, pureza, amor a la paz, hambre y
orientado hacia el cielo. Pero este cielo es experimentado a partir sed de «justicia» (del mundo de la bondad). Todas éstas son pro-
del sentimiento interno. Quien se ha hecho pobre puede experi- piedades esenciales del amor a través del cual el hombre se recobra
mentar su belleza. Quien sigue siendo rico deberá contentarse con a sí mismo al entregarse. Cristo no nos ha enseñado otra cosa.
su propia riqueza.
Nadie puede «ir» al infierno, sino sólo al cielo. Quien puede L. BOROS
soportar el cielo (quien, en el amor, es capaz de recibir más y por
ello puede entregarse a sí mismo cada vez en mayor grado) está
en el cielo, vive ya en el gozo eterno del poder amar, del no per-
tenecerse ya a sí mismo, del no tener ya que poseer nada. Sólo no
puede resistir el cielo aquel que carece de valor para amar.

4. EL HOMBRE, CENTRO DEL MUNDO

El hombre puede salvarse entrando en la eternidad a través


del amor de Dios. Su corazón va más allá, hacia aquello que es
afirmado y fundado en el amor: no su provisionalidad, ni su fragi-
lidad, sino lo que en él hay de bello, de válido y digno de afirma-
ción. ¡El corazón! Este corazón es el misterio del ser humano;
más ancho, profundo y abismal que todo lo que es puramente es-
piritual; floreciente espiritualmente y, sin embargo, siempre ligado
al denso y profundo abismo de la individualidad de la existencia.
El hombre en el seno del amor eterno de Dios (el hombre «resuci-
tado») es la unidad y la culminación de toda naturaleza, la suprema
unión vital de todas las relaciones cósmicas, el orden total de todas
las oposiciones y todos los elementos. El amor en su eterna relación
corporal-anímica jamás fue pensado tan seria y radicalmente como
en la doctrina del cristianismo acerca de los novísimos. ¿Quién
podría comprender la insondable profundidad de las palabras de
Pablo: el Espíritu Santo «ha sido derramado en nuestros corazo-
nes», y nuestro cuerpo (no nuestro espíritu) es «templo del Espíritu
Santo»? La resurrección de Cristo ha dado paso a los «últimos
tiempos». Para permanecer fieles a nuestra vocación de amor a Dios
La reforma litúrgica ulterior 259

una espiritualidad, de una teología. Nuestra fe, nuestra espiritua-


lidad y nuestra teología se hallan hoy en niveles muy diferentes y
nuevos.
En un formulario se pueden distinguir, si bien un tanto artifi-
LA REFORMA LITÚRGICA ULTERIOR cialmente, como tres capas: las palabras, las ideas, la estructura.
Hemos cambiado las palabras gracias a la traducción. Está próxima
Gracias a las recientes instrucciones emanadas de la Curia ro- una nueva etapa en que se cambiarán, se modificarán las ideas.
mana y a los informes procedentes de los coetus creados por el Permanecerá la estructura (v. gr., anafórica-beracática, litánica, etc.).
«Consílium», se puede ya prever el final de una primera etapa de Llega, pues, un período eminentemente creacional, de composición
reforma litúrgica. Esta etapa habrá estado caracterizada por dos de textos. En tal período importa mucho estar a la escucha del Es-
tareas fundamentales: traducción de textos y simplificación de ritos. píritu actuante en la Iglesia, iluminador de su fe, para que la ex-
Como sucede en toda acción histórica colectiva, cuando algu- presión oracional corresponda realmente a la conciencia fiducial.
nos aún no se han puesto en movimiento, otros han llegado ya a Algunas de las grandes adquisiciones de la teología actual y de
la meta y comienza nuevos movimientos para rebasarla. He aquí la historia de la Iglesia contemporánea deben hallar su «precipi-
un primer hecho, el hecho evolutivo, del que parece se va tomando tado» litúrgico: la teología del mundo, de lo seglar, de la historia,
conciencia para al fin aceptarlo como insoslayable. Ello lleva con- del acontecimiento, la nueva, profundizada comprensión de la gra-
sigo una conclusión práctica que ya en el campo de la eclesiología cia, de lo sobrenatural, de la cristología, es decir, de Cristo como
es evidente: la reforma no es un acontecimiento ocasional, sino Kyrios de toda la realidad.
un estado permanente. Todas estas grandes adquisiciones teológicas confluyen y des-
¿Cuáles parece serán las características de la nueva etapa que embocan, por lo que a la liturgia se refiere, en la siguiente consta-
se abrirá cuando se cierre la actual? No es del todo difícil responder tación: la distinción clásica entre lo profano y lo sagrado debe ser
a esta pregunta. Los últimos tiempos nos muestran lo siguiente: sometida a una profunda revisión. Vale la pena detenerse aquí.
la reforma se desarrolla en una dialéctica peculiar que consiste en Aquí está la clave del nuevo clima que llega.
ir haciendo pasar a un estatuto de ture lo que era un estatuto de
jacto. Así resulta que coexisten siempre dos estratos superpuestos: Lo sagrado ha sido considerado siempre como lo que es segre-
el presente, que ya empieza a ser caduco, refrendado como legal- gado para y por la presencia de lo divino; segregado de aquello
mente irreprochable, y el futuro, ya iniciado, pero aún desvalido que no posee tal presencia, es decir, de lo profano. Ahora bien: los
y en desamparo jurídico, quizá empañado también por adherencias estudios teológicos, especialmente de K. Rahner, en torno a lo
impuras que el tiempo irá decantando. El análisis y la comparación sobrenatural 1 nos han mostrado con nueva fuerza que esa presen-
de los dos estratos nos ayuda a diseñar la línea evolutiva. cia, a partir de Cristo, como que se ha derramado sobre toda la faz
de lo real, rotas las compuertas que la podían hacer presa y coto
La palabra, el texto litúrgico, ha de tener primacía sobre el cerrado, dejando, por tanto, de ser patrimonio exclusivo de lo
rito, sobre el gesto. Este alcanzará una elemental simplicidad, una sagrado; mejor, de la zona sagrada. En este sentido se puede decir
transparencia, un despojamiento evangélicos. que el cristianismo es desacralizador. Gracias a la Encarnación, la
El gran problema, pues, es el de los textos. Los textos tradu- condición humana se ha convertido en la materia y el espacio con-
cidos han supuesto un extraordinario avance. Pero al quedar en creto de la manifestación histórica de Dios. Gracias a Cristo, toda
su desnudez «ideal» dejan al descubierto su extrema vulnerabili- la historia humana está envuelta en el amor de Dios; está asumida
dad. Sencillamente son la expresión de determinadas épocas de la en la presencia absoluta y gratuita del misterio divino (presencia
fe cristiana, venerables, pero remotas y alejadas de nuestro mo-
mento actual de evolución como creyentes. La vieja tradición de
la lex orandi, lex credendi opera aquí inexorable y erosivamente. 1
K. Rahner, Natur und Gnade: «Orientierung», 14 (1950), 141-145;
Los formularios litúrgicos son la expresión oracional de una fe, de K. Rahner, Natur und Gnade, en Scbriften z. Th., IV (1960), 209-237.
260 L. Maldonado La reforma litúrgica ulterior 261

radicalmente distinta de la derivada de la creación sensu puro; liar de tercera posición entre lo profano y lo sagrado, adquirido
la una sería natural, la otra es sobrenatural). por la creación, el mundo, la historia en Cristo y por Cristo4.
Esta presencia santifica en cierto modo lo profano y lo tempo- Otros autores que parecen situados en posiciones distintas, en rea-
ral. No es que deje de ser realidad profana, convirtiéndose en algo lidad discrepan sólo por razones terminológicas5. Recordemos, en
sagrado. Hay un tertium quid, que es lo profano santificado o in- fin, para no remontarnos muy lejos, al padre Chardin como uno de
troducido en un «medio» santificador. los primeros en afirmar que, con Cristo, lo profano «químicamen-
Esa presencia de la gracia en el fondo de todo hombre, creyente te» puro había desaparecido *.
o no, que Rahner ha descrito como «existencial» sobrenatural y He aquí, pues, uno de los aspectos positivos de la tendencia
como conciencia trascendental, no categorial, es lo que hace haya llamada, quizá impropiamente, desacralizante. El término no es el
un cristianismo anónimo por la esfera de lo profano o, como dice más afortunado. Puede hacer sospechar que se trata de una acción
Schillebeeckx, un cristianismo implícito 2. El mundo humano, con- negativa. Es, por el contrario, la anotación de un hecho positivo,
creto, como región distinta de la Iglesia, es, dentro de su ambigüe- revolucionariamente positivo, el hecho cristiano, por una connota-
dad, en medio de sus hondas adherencias de pecado, expresión ob- ción negativa.
jetiva, no sacral, pero sí santa, de la comunión de los hombres con Sin entrar a fondo en el asunto, se puede mencionar, sin em-
el Dios vivo. La Iglesia, por su parte, es la expresión directa y bargo, la famosa y ruidosa corriente actual de «desreligiosización»
sacral de esa misma realidad. La relación entre la Iglesia y el mun- como coincidente, en parte, con las constataciones recién hechas.
do, continúa Schillebeeckx, no se plantea como un diálogo entre Tal como aparece en su primer y principal promotor, ciertamente
lo religioso y lo profano, entre lo natural-intramundano y lo sobre- carismático, D. Bonhoffer, se ve que es una reacción enérgica con-
natural. Se trata más bien de un diálogo entre dos expresiones tra tantos cristianos y teólogos que escinden la realidad en dos
auténticas cristianas, complementarias ambas de una sola y una sectores incomunicados entre sí: uno, el más vasto, el de la profa-
misma vida teologal, oculta en el misterio de Cristo, a saber: la nidad, y otro, diminuto, casi tangencial, el cultual-sacral. Como
expresión eclesial y la3 expresión mundana de esta misma gracia. Bonhoffer reprocha a la «religión» en cuanto distinta del cristia-
Rahner dice también : el mundo es un mundo desnuminizado, nismo (o en cuanto fuerza deformante del cristianismo) tal vivi-
pero santo. Lo sacral o sagrado sigue existiendo en los sacramen- sección, su campaña es denominada «desreligiosizante». «Yo que-
tos, en la Escritura, en la Iglesia. Pero esta realidad sacral no es rría —dice— hablar de Dios, colocándole no en el límite, sino en
sino la toma de conciencia refleja de la santificación o divinización el centro... ¿Cómo hablar de Dios laicamente, cómo formar una
del mundo profano dispuesta libre y graciosamente por Dios. "Ecclesia" sin considerarnos segregados, antes bien como pertene-
Igualmente, Congar ha confesado en la última edición de Jalons cientes plenamente al mundo?»7. «La oposición fe-religión —dice
pour une théologie du laicat (París, 1964, 652) que, si hoy volviera Geffré— corre parejas con la oposición religioso-profano. La reli-
a tratar la cuestión de las relaciones entre creación y Reino de gión introduce un corte entre lo sagrado y lo profano dentro de la
Dios, haría una crítica de las categorías de lo sagrado y lo profano. existencia humana, mientras que la fe deja al hombre su condición
La razón, añade, está en que para el cristiano no hay nada profa- laica, mundana. Bonhoffer, con su oposición fe-religión, quiere
no (pp. 666-668).
Puede verse también cómo el padre Chenu ha optado por la 4
M.-D. Chenu, Los laicos y la «consecratio mundi», en La Iglesia del Va-
categoría de lo santo como la que mejor expresa el carácter pecu- ticano II (Barcelona, 1966), 999-1015.
s
J. Grand'Maison, Le monde et le sacre, I. Le sacre. París, 1966; P. Audet,
Le sacre et le profane. Leur situation en christianisme: «Nouv. Rev. Theol.»,
2
K. Rahner, Die anonymen Christen, en Scbriften z. Tk, VI (1965), 79 (1957), 32-61; P. Audet, La revanche de Promethé: «Rev. bibl.» (1966),
545-555; K. Riesenhuber, Der anonyme Christ nach K. Rahner: «Zeitschr. f. 5-30; C. Geffré, Desacralización y santificación: «Concilium», 19 (1966),
kath. Theol.», 84 (1964), 286-303; E. Schillebeeckx, L'Eglise et le Monde: 291-308.
8
«DO-C», 142 (1964). 7
P. Teilhard de Chardin, Le milieu divin, París, 1957, 54.
3
K. Rahner, Der Mensch von heute und die Religiones, en Scbriften z. D. Bonhoffer, Widerstand und Ergebung, carta de 30 abril 1944 (utilizo
Theol., VI (1965), 13-34. versión francesa: Resistance et soumission, Ginebra, 1963, 123).
262 L. Maldonado La reforma litúrgica ulterior 263

superar la oposición entre lo sagrado —entendido en sentido es- este sentido desacralizante, de lo cristiano en el culto se constata
trecho— y lo profano —entendido pesimistamente—. La fe no en los siguientes elementos: lugares, tiempos, acciones, personas.
corta en dos mitades la realidad humana: lo sagrado por un lado El primer punto, el referente al lugar sagrado, es suficiente-
y lo profano por otro, como si Dios sólo se interesara por lo sa- mente conocido. El texto de la conversación de Jesús con la sama-
grado. En virtud del Evangelio todo ha devenido sagrado» 8 . «En ritana es bien explícito: «Llega la hora de adorar al Padre no en
la mentalidad religiosa deformada —dice Robinson—, el culto es este monte ni en Jerusalén... (sino) en espíritu y en verdad» (Jn 4,
un reino al que hay que retirarse abandonando el mundo para estar 21-24; 2,19-21; Rom 9,6-13; 26-29; 11,16-24). No hay localiza-
con Dios. Cristo es encontrado sólo aquí, dentro de ese círculo. ción prefijada de Dios, gracias a Jesús devenido Señor del mundo,
Al salir de él, el cristiano lo lleva al mundo, que es lo profano en Primogénito de lo creado, desde siempre.
sentido estricto y literal, es decir, lo que está fuera del fanutn,
del santuario. Lo santo no está en lo cotidiano, lo temporal; hay Una consideración similar se puede hacer en torno a otra abo-
que sacarlo del templo para santificar lo que no es templo... Esto lición decisiva de la Nueva Ley, la abolición del sábado (Me 2,
es una recaída en el judaismo, superado por el evento de la Encar- 27-28). Lo mismo que para el cristiano no hay lugares sagrados
nación, gracias a la cual todo ha recibido la visita de lo santo... particulares, tampoco hay tiempos sagrados aislados, en exclusiva.
La liturgia es precisamente la proclamación de lo santo latente bajo El tiempo propiamente santo es el «hoy», la «hora», el «día» inau-
lo profano. La plegaria debe ser como la penetración del mundo gurado por Cristo, es decir, el tiempo «post Christum» (Heb 3,
en nuestro caminar hacia Dios»'. 7-4.11). El sábado era sólo una sombra de la plenitud que ha lle-
gado con Cristo (Col 2,16). Ese tiempo como unidad no desmenu-
Añadamos, por nuestra parte, que sería erróneo pensar que la zada en días aislados es llamado, en Lucas 4,19-21, «año sabático»,
liturgia es sólo eso: mera explicitación. Es ciertamente signo, y año de gracia, de liberación de todas las esclavitudes, cumplido
signo histórico instituido por Cristo. Pero a la noción de signo va en Cristo, es decir, realizado en Cristo. Podemos decir con Rordorf:
unida en la tradición la de eficacia. El signo y la palabra (ambas «El sábado como institución y día sagrado desaparece o se difunde
. magnitudes son explicitantes) son fuente originante de lo que sig- a través de cada día, de la cotidianidad cristiana. En ese sentido se
nifican y dicen. El culto no sólo explícita y anuncia la gracia de desacraliza» 10.
Cristo, sino que la hace brotar, la hace presente. De ahí el valor
privilegiado de la acción litúrgica, cualitativamente diferenciante; Hoy, poco a poco, empieza a recordarse ciertos pasajes de Pa-
de ahí la necesidad de una virtualidad especial, una potestas para blo muy severos, hasta ahora muy olvidados, hacia quienes siguen
presidir el culto (sacerdocio jerárquico). «guardando» (traduzcamos: segregando) días particulares: «Guar-
dáis días, meses, estaciones, años. Pienso si no me he fatigado en
Desde estos aprioris teológicos, vividos hoy en una fuerte vano» (Gal 4,8-11). «Que nadie os critique ya a causa de fiestas
concienciación, la liturgia aparece mucho más cerca de la vida y de anuales, lunas nuevas, sábados. Todo esto no era sino sombra de
la realidad en torno del cristiano. Consiguientemente, el acto li- lo que iba a venir. La realidad es el cuerpo de Cristo» (Col 2,16-17).
túrgico, a través de todos sus elementos, deberá aparecer no como
algo completamente diferente, sino como algo que mantiene una La idea neotestamentaria está en que todos los días son igua-
continuidad dentro de una discontinuidad con la vida «cotidiana» les, no en cuanto que todos son neutrales, sino por el contrario
del creyente. en cuanto que todos forman parte del «ecce nunc tempus accepta-
bile» (2 Cor 6,1-10), inaugurado en Cristo.
Ahora bien: lo que los a prioris teológicos nos dicen de la li-
turgia nos lo confirma con creces la misma historia y fundamen- Dentro de esa inundación niveladora emerge, sin embargo, un
tación bíblica de la liturgia. La irrupción antisegregacionista, y en día a la semana, el primero, el día del Señor, el día en que acaece
la Resurrección de Jesús, su glorificación. ¿En qué sentido emerge?
No en sentido de quedar segregado por el descanso, pues los cris-
' C. Geffré, La critique de la religión chez Bartb et chez Bonhoffer: «Pa- tianos trabajaron en ese día hasta el siglo iv, sino porque ese día
role et mission», 31 (1965), 567-584.
5
J. A. T. Robinson, Honest lo God, Londres, 1962, 44. W. Rordorf, Der Sonntag, Zurich, 1962, 115-116.
264 L. Maldonado La reforma litúrgica ulterior 265

celebran la Cena del Señor; se reúnen para la Eucaristía. Ahora Toda su vida es una fiesta, un domingo, una pascua ". El perder
bien: la Iglesia ha celebrado la Eucaristía, ya desde los comienzos, este espíritu de sobriedad (en el siglo IV hay ya síntomas de ello)
en otros días de la semana (v. gr., con motivo de la muerte de los hace caer en mitificaciones que a su vez reclaman una desmitifica-
mártires). Se ve, pues, que tampoco el domingo es día que posea ción... Por lo que se refiere a las acciones litúrgicas, se puede ha-
en exclusiva la intervención salvadora de Dios a través del culto, blar de revisión desacralizante en cuanto que, gracias a la Consti-
la actualización de su Muerte y Resurrección entre los fieles (eso tución conciliar sobre la Iglesia, se ha vuelto a recordar la doctrina
es la misa). De donde se desprende que esa historia santa, puede ser bíblica de que no sólo es cultual la acción litúrgico-sacramental
historia santa (es decir, la trama de las intervenciones de Dios en del cristiano, sino su vida de caridad, de apostolado, de ministerio
la vida de los hombres) cada uno de los días del año, siempre que profético (1 Pe 2,4-10; Rom 15,16.17; 1,9-10; Flp 2,17; 3,3; 4,18;
se reúnan a celebrar la Eucaristía. Si bien es verdad que hay un Heb 9,4; 10,22.24; 12,1; véase Lumen gentium, 10, 34, y Decreto
día a la semana con rango especial, el domingo, no por eso dejan sobre Apostolado seglar, 3).
de ser susceptibles de santificación los otros. (En este sentido hay La noción de culto queda también expandida y ampliada. J. Fris-
una desacralización a partir de Cristo.) que concluye: «Este enfoque bíblico y conciliar corresponde a la
Pero el hecho de más volumen que debemos registrar en los dos verdadera antropología cristiana. Si la categoría de culto se agota
primeros siglos cristianos es la ausencia de toda otra fiesta fuera en lo ritual, la existencia cristiana no es valorada en su dimensión
del domingo. Ni siquiera existe la fiesta anual de Pascua, excepto religiosa más que en la medida en que se halla jalonada por mo-
en cuanto es subrayada la celebración semanal de la Resurrección mentos de plegaria explícita, como si sólo así alcanzara M tal sentido
coincidente con la pascua anual judía, aniversario de la muerte de religioso y de lo contrario estuviese desprovisto de él» . «En tal
Jesús ". Se guarda fielmente el espíritu de Pablo de no distinguir mentalidad —añade Hamman— lo religioso-cristiano es un simple
aniversarios, períodos especiales del año (estaciones), neomenias... añadido a lo profano; la liturgia es un en-sí. Todo queda escindido
El año aparece en estos siglos muy igual, como un lago de superfi- en dos» 15. Por último, respecto de las personas, recordemos que
cie tersa cuyas aguas inundan todo. Sólo poco a poco van emer- en el Nuevo Testamento son personas sagradas, santas, no sólo
giendo, a modo de islotes, ciertos días especialmente festejados los sacerdotes, los pontífices, sino todos los bautizados. Más, todos
que, enlazados entre sí, forman ese organismo solemne hoy llamado los hombres en cuanto que como hermanos son signo de Cristo
«año litúrgico». (el prójimo como «sacramento»).
Ahora bien: esas fiestas, cuando aparecen, tienen una absoluta Estas son las coordenadas teológico-litúrgicas del nuevo espíri-
semejanza entre sí. Celebran lo mismo: la glorificación de Jesús. tu en que las nuevas generaciones se asoman al mundo litúrgico.
Por eso toda celebración se centra en la Eucaristía. En un principio, Se podrían especificar otras causas del cambio. Así, los numerosos
ni las fiestas de Navidad, ni de Semana Santa, ni de Pentecostés seglares formados en la «revisión de vida», que les enseña a ver
se proponían celebrar etapas aisladas de la vida de Cristo (Naci- la presencia de Cristo en los hechos de vida, en la profanidad, etc.
miento, Manifestación, Getsemaní, Ascensión, Envío del Espíritu); Una consecuencia clara para la composición de los nuevos for-
no celebraban aniversarios, es decir, no desplegaban, cronologjza- mularios es que deberá entrar en ellos con nueva insistencia la
da, la historia de la salvación u . Se mantenía el espíritu recomen- alusión a las realidades temporales y a su carácter de signos de los
dado por Pablo. Orígenes lo dice muy claramente (Contra Celsum, tiempos; en ellos deberá registrarse un aprecio muy singular, desde
VIII, 22): los cristianos no necesitan de fiestas como los paganos. la fe, de todo lo llamado profano. Deberán también, a su modo,
educar para la contemplación de Cristo como fuerza dinámica sal-
11
vadora no sólo en el acto cultual sensu stricto, sino en ese otro
J. A. Jungmann, Das kirchliche Fest nach Idee und Grenze, en Litur-
gisches Erbe und pastorale Gegenwart (Innsbruck, 1960), 502-527; C. Calle- 13
wart, Sacris erudiri, Steenbrüggen, 1940, 300. G. C. S., 2 (1899), 239-240.
12 14
R. Cabié, La Ventéente, París, 1960; R. Berger, Ostern und Weibnach- J. Frisque, Composants du «cuite» ebrétien selon Vatican II: «Paroisse
ten: «Archiv f. Lit.», 8 (1963), 1-20; J. Mossay, Noel et Epipbanie en et Liturgie»
15
(1966), 603-612.
Capadocie, en Noél-Epiphanie retour du Cbrist (París, 1966), 232. A. Hamman, Liturgie et Apostolat, París, 1964, 26-32.
18
266 L. Maldonado

culto sensu análogo, si se quiere, pero propio y real de la vida toda


del cristiano. Así, el paso de lo profano a lo sagrado no será un
salto en el vacío, sino un tránsito suave, como pide la teología
actual. He aquí una positiva cualidad que se nota en algunos for-
mularios holandeses publicados en revistas w . RITUAL DE EXEQUIAS EXPERIMENTAL
EN CHICAGO
L. MALDONADO

En septiembre de 1966, la Comisión litúrgica de la Archidióce-


sis de Chicago creó un comité de trabajo para estudiar el problema
de los funerales parroquiales, en relación con el artículo número 81
de la Constitución sobre Sagrada Liturgia: «El rito de las exequias
debe expresar más claramente el sentido pascual de la muerte cris-
tiana.» Hasta entonces sólo las Archidiócesis de St. Louis y Atlanta
tenían autorización, en los Estados Unidos, para usar un rito fune-
rario experimental.
Al examinar los experimentos realizados en Atlanta y St. Louis,
el comité de estudio de Chicago observó que el carácter pascual no
estaba suficientemente marcado. Un reciente artículo en «Wor-
ship» l corrobora este juicio y describe los experimentos de Atlanta
y St. Louis como fuertes impulsos en el trabajo de la reforma, pero
faltos de imaginación y originalidad. El estudio da a conocer que
se trata únicamente de traducciones verbales procedentes de la
Comisión posconciliar para la Liturgia. Este documento romano
sobre los ritos funerales es un ritus typicus, y como tal sólo ofrece
unas directrices, no unas normas claras o exhaustivas. Indudable-
mente son éstas las limitaciones propias de un experimento llevado
a cabo sobre un rito que ha sido desarrollado por técnicos en una
16
«Paroisse et Liturgie» (1967), 241-242. Esta anáfora interesó mucho a parte determinada del mundo con vistas a su aplicación en las pa-
diversos sacerdotes, de diversas nacionalidades hispanoamericanas, que la es- rroquias de todo el orbe; de todas formas, parece ser que la invi-
tudiaron en un curso de liturgia. Por el contrario, la anáfora publicada por tación a cambiar y sustituir, al menos por lo que se refiere a At-
el padre Vagaggini en 11 canone delta messa e la riforma litúrgica, Turín, lanta y St. Louis, no ha sido aprovechada todo lo que hubiera sido
1966, 100-133, comentada en «Paroisse et Liturgie» (1967), 229, y en «Litur- de desear.
gisches Jahrbuch», 17 (1967), 1-18, no logró interesarles, aun reconociendo
sus valores formales. Prescindiendo de las críticas que le hace Jungmann en
el número citado de «Liturgisches Jahrbuch», la encontraron aburrida. Sus
ideas discurren por un «olimpo» religioso que no se ve reflejado en la vida I. PRINCIPIOS GENERALES PARA LA EXPERIMENTACIÓN
concreta del hombre actual con sus valores y contravalores, luces y sombras,
angustias y esperanzas. En la creación actual de nuevos textos no basta con Ha sido ampliada la invitación a la creatividad litúrgica en una
calcar los antiguos retocando ciertas imperfecciones formales. Eso sería arcaís-
mo. Así las cosas, es evidente que los nuevos textos no podrán emanar de un serie de principios generales y directrices para la experimentación.
único órgano supremo, por muy internacional que sea la composición de sus Aparecieron por vez primera en «Notitiae» 2 de diciembre de 1966
miembros. Urge pase a las Iglesias locales no sólo el derecho de traducir, sino
de componer formularios. Nuevas ideas sobre el tema pueden hallarse en la 1
A. Tegels, The New Funeral Rites: «Worship», 40 (1966), 658-661.
obra de G. Gamber, Liturgie übermorgen. Gedanken zur Geschichte uni 2
«Notitiae» es el boletín editado por el Consilium para la aplicación de
Zukunft des Gottesdienstes, Friburgo de Brisgovia, 1966. la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (Comisión posconciliar para la Li-
268 Stone y Cunningham Ritual de exequias en Chicago 269

y fueron traducidos al inglés para «Newsletter», boletín de la Co- ligeramente modificadas. Se ha añadido un buen número de op-
misión episcopal para el Apostolado litúrgico 3 , en enero de 1967. ciones y algunos de los textos en uso hasta ahora han sido supri-
La descripción aparecida en «Notitiae» es del padre Pierre- midos, cuando estaban en conflicto con el sentido de la esperanza
Marie Gy, O. P., y empieza por describir el planteamiento general cristiana.
del problema: la ya extensa variedad de usos y costumbres en cuan- Se espera del Consilium que los textos latinos teológicamente
to a ritos funerarios y el deseo del Concilio de que los funerales inexactos (los hay, por ejemplo, en los responsorios) sean corregi-
«expresen más claramente el carácter pascual de la muerte cristiana dos o mejorados en la traducción.
y vayan más de acuerdo con las circunstancias y tradiciones de las En la descripción que hace «Notitiae» del experimento se pun-
distintas regiones». tualiza, finalmente, que los textos de este rito deben servir como
Esta variedad básica de ritos funerarios se da en una gama muy modelo, de forma que, en los rituales locales, las conferencias
amplia, desde la celebración del rito pleno, que se desarrolla en episcopales podrán hacer cambios, introduciendo oraciones de com-
tres etapas (la casa del difunto, la iglesia y el cementerio), hasta el posición original.
servicio único, que, en algunos lugares, se celebra limitándose es- Hay una cuestión aparte en relación con la adaptación de deter-
trictamente al domicilio del difunto. minados ritos, tales como la incensación o la aspersión con agua
Por supuesto que la elaboración de un rito romano mejorado bendita. Las tradiciones culturales sugerirán la conveniencia de
para los funerales es únicamente un primer paso hacia la prepara- retener o introducir tales prácticas, su omisión o el estudio de la
ción de rituales particulares, nacionales, que el Concilio encomendó sustitución por otros ritos. Otro ejemplo es el cambio de colores
a las conferencias episcopales (Const., art. 63b). El rito básico, litúrgicos que sugiere el Concilio (Const., art. 81). Según el rito
objeto del experimento de que nos ocupamos, está previsto para experimental, se puede elegir entre varios colores; una vez que
ser incluido después en el Ritual Romano. Aun en su forma provi- hayan sido estudiados los resultados del experimento, este asunto,
sional pretende favorecer la diversidad en la práctica; por ejemplo: de acuerdo con la propuesta del Consilium, pasará a las conferencias
1. Todos los textos litúrgicos (oraciones, cantos) están dis- episcopales.
puestos de forma que puedan ser sustituidos, según las circunstan-
cias; se ha previsto así para conseguir una mayor propiedad y
autenticidad. II. PROGRAMA DE PREPARACIÓN EDUCATIVA
2. Determinados elementos o partes del rito pueden ser li- Y EVALUACIÓN
bremente incluidos u omitidos, según lo aconsejen las circunstan-
cias. Así, por ejemplo, en el texto se ha previsto una sola oración, El «rito de Chicago» ha sido preparado a la luz de esta idea
pero se añade una nota para sugerir que pueden incluirse además de experimentación creadora. Quienes trabajan actualmente con el
un salmo o una segunda oración, según se desee. rito propuesto tienen la esperanza de que otras diócesis, en cuyo
3. Se tiene en cuenta la dificultad pastoral que puede suponer favor ha sido ampliada la autorización para realizar esta experimen-
el empleo de determinados salmos, y por ello se ofrece la alterna- tación litúrgica, harán uso de los documentos de Chicago provecho-
tiva de elegir otros distintos; hay también una rúbrica especial que samente. Para que el ritual rinda plenos frutos es esencial un pro-
permite la omisión de uno o varios versículos que pudieran resultar grama educacional preparatorio y un plan subsiguiente de evalua-
difíciles de entender. ción. El primero responde a una necesidad pedagógica; el segundo
Los nuevos textos de las oraciones están tomados generalmente es indispensable para ulteriores adaptaciones y su aplicación4.
de las fuentes existentes, de tal forma que armonizan con las ora- Puesto que el programa educacional ha de preceder necesaria-
ciones actualmente en uso, que se han mantenido o que han sido mente al uso efectivo del rito, la adaptación de Chicago no ha sido
turgia). Para la traducción de este texto, véase en este mismo número de aún puesta en práctica. A pesar de que se cuenta ya con la auto-
«Concilium»,
3
pág. 275.
Comisión episcopal para el Apostolado litúrgico, «Newsletter», 3 * Comisión episcopal para el Apostolado litúrgico, «Newsletter», 3
(1967), 1-3. (1967), 4.
270 Stone y Cunningham Ritual de exequias en Chicago 271

rización, se prevé que el uso no llegará antes de principios de debe ofrecer a la luz de la promesa de Resurrección que Cristo nos
1968, por la importancia que se ha concedido a la preparación asegura. El rito de Chicago tiende a subrayar lo segundo, al mismo
educativa. Con vistas a la educación de la diócesis en este sentido tiempo que respeta los sentimientos humanos de los asistentes. Se
se cuenta con una serie de jornadas de estudio en torno a la teolo- ha evitado la repetición innecesaria de signos o plegarias. El pro-
gía de la muerte cristiana. Las jornadas de estudio están destinadas grama educacional pretende orientar a los sacerdotes para que evi-
a sacerdotes, hermanas coordinadoras de la liturgia parroquial, ten tales duplicaciones (al poner en práctica determinadas opciones),
directores de funerales y lectores y monitores parroquiales, laicos a menos que razones pastorales aconsejen otra cosa.
generalmente. Se han preparado unos escritos de tipo doctrinal Se ha puesto mucho cuidado en estructurar el rito de tal forma
para todos los participantes sobre el tema de «El misterio pascual que avance hacia un clima, a partir del principio, en la vigilia, con
y la muerte» y sobre «La actitud americana ante la muerte y la el reconocimiento de la tristeza y la pérdida, pasando al momento
vida». Se ha preparado también una película en color, de una dura- en que el cuerpo es recibido a las puertas de la iglesia, lo que su-
ción entre veinte y treinta minutos, distribuida comercialmente, pone un recuerdo del Bautismo, llegando después a la liturgia euca-
con la que se pretende describir el rito experimental, destacando en rística, en que se establece la relación entre Eucaristía y vida y
forma original el rico simbolismo que contiene el mismo rito. Se muerte del cristiano; viene a continuación la súplica final, en que
espera que la película resulte apta para la televisión y pueda ser se encomienda al difunto, como preludio adecuado para la proce-
presentada así en otras diócesis, difundiéndose por todo el país. sión desde la iglesia, con la que se significa el triunfo sobre la
Aquellas parroquias de la Archidiócesis de Chicago que de- muerte; finalmente, en el cementerio, tiene lugar una ceremonia
seen usar el rito y estén dispuestas a cumplir las exigencias básicas en que los asistentes levantan la mirada hacia la resurrección final
quedarán incluidas en posteriores programas de estudio y en el pro- y la parusía.
grama de evaluación. Chicago tiene la suerte de contar con enti-
dades profesionales, como el National Opinión Research Center,
y con universidades católicas locales, como la Loyola University. El servicio en el velatorio
Es de esperar que el personal de estas entidades orientará la eva-
luación del proyecto. Gradualmente se irán pasando relaciones con La vigilia en el duelo es un servicio comunitario que compren-
todos los resultados de la evaluación a la Comisión episcopal para de lecturas y oraciones. Hay que tener a mano impresos de este
el Apostolado litúrgico, a fin de que ésta pueda estudiar el material
servicio en formato manejable para ser repartidos en la estancia
recogido y hacer las oportunas recomendaciones.
funeraria. El sacerdote normalmente irá vestido con traje de calle,
llevando una pequeña estola; se recomienda el color violeta por
simpatía con el duelo de los asistentes y como preludio del color
III. DESCRIPCIÓN DEL RITO EXPERIMENTAL blanco que habrá de usarse en la misa de funeral. El sacerdote
DE CHICAGO invitará a un laico a participar en la proclamación de la Palabra
de Dios por las lecturas. Se sugiere tomar las lecturas para este
Lo que sigue es una descripción a grandes rasgos del rito expe- servicio de Ez 37,12-14; Ap 21,2-5 y Jn 16,20-22, aunque el sacer-
rimental de Chicago. En Chicago, la costumbre pide que haya misa dote está autorizado a elegir otras lecturas distintas, si así lo desea.
de funeral, un servicio en el cementerio y que el párroco acompañe Se intercalan salmos responsoriales; se sugieren: Sal 50,1-7; 12-14.
al duelo. El ritual propuesto ha sido dividido de acuerdo con esta Se recomienda hacer una homilía basada en las lecturas de la Es-
triple exigencia: servicio de velatorio, servicio en la iglesia y servi- critura, en relación con la muerte del cristiano, junto con la reci-
cio en el cementerio. tación del padrenuestro y el credo 5 .
Es preciso hacer algunas consideraciones fundamentales. Un
rito de este género ha de tener en cuenta la forma de establecer
un equilibrio armónico entre la tristeza humana y el dolor de quie- 5
El documento romano habla de una homilía (núm. 12), el padrenuestro
nes han sufrido una pérdida, y el género de consuelo que se les (núm. 13) y el credo (núm. 117).
Ritual de exequias en Chicago 273

El servicio en la iglesia Se ha preparado una colección ordenada de oraciones de la


asamblea, oraciones sobre los dones y oraciones para después de la
La ceremonia de recibir el cuerpo a la puerta de la iglesia in- comunión, según las distintas ocasiones; así, por ejemplo, para
cluye el empleo de símbolos que recuerdan el bautismo del cristia- «caso de muerte repentina»:
no: agua bendita, palio blanco, cirio pascual. Es ahora cuando la
sencillez y la riqueza del rito pasan a hacerse arrolladoramente evi- Colecta
dentes al concentrar la atención sobre los símbolos esenciales, pri-
mordiales, de nuestra participación personal en el misterio pascual. Oh Dios, cuyos dones a los hombres son siempre generosos y
La procesión que sale al encuentro del cuerpo está formada por espontáneos; venimos ahora a pedirte, en el nombre de tu Hijo,
ministros; uno de ellos lleva la cruz procesional, otro el cirio pas- que recibas a N. en la gloria de tu reino, como tú has prometido
cual. El sacerdote, revestido de casulla blanca, llega hasta la puerta a todos los que creen en ti. Por Jesucristo...
de la iglesia para recibir el cortejo funeral. El celebrante hace la
aspersión del féretro con agua bendita:
«Yo te bendigo, N., con el agua bendita que recuerda el día Oración sobre los dones
de tu renacimiento en las aguas vivas del bautismo; aquel día del Acepta, oh Padre, estos dones en el nombre de tu Hijo, cuya
que San Pablo ha escrito: "Cuando fuimos bautizados en Cristo resurrección es nuestra esperanza. Que el hecho de haber sido re-
Jesús, fuimos bautizados en su muerte; en otras palabras: cuando pentina la muerte de N. sea para nosotros un signo de lo espontá-
fuimos bautizados, fuimos sepultados con él y nos unimos con él neo de tus dones para nosotros todos. Por Jesucristo...
en su muerte, de forma que así como Cristo fue resucitado de entre
los muertos por la gloria del Padre, también nosotros podamos vi-
vir una vida nueva. Si en unión con Cristo hemos imitado su muer- Para «una religiosa»:
te, también le imitaremos en su resurrección" (Rom 6,3-5).»
Después de esto, y estando aún en el vestíbulo, se coloca sobre Colecta
el féretro un paño blanco, cubriéndolo por completo; este palio
quiere ser un recuerdo de la vestidura blanca del bautismo y está Oh Dios, que das la vida eterna a quienes te aman, mira con
decorado con símbolos que aluden a Cristo resucitado. bondad a quienes hacen profesión de su amor hacia ti, y especial-
Ha sido restaurado en su verdadero cometido el introito de la mente a N., tu hija, cuya vida en común con sus hermanas fue sig-
misa, que en este conjunto queda como verdadero canto procesional no de su amor hacia ti. Por Jesucristo...
de entrada. Es recitado o cantado mientras la cruz, el cirio pascual,
los ministros y el celebrante se dirigen procesionalmente hacia el
altar. Para «un padre de familia»:
El empleo de ornamentos blancos durante la misa es esencial
en el experimento, a fin de relacionar la muerte del cristiano con Colecta
su bautismo y para captar la relación con el triunfo de Cristo sobre
la muerte. El celebrante puede elegir libremente cualquiera entre Oh Dios, Padre nuestro amantísimo; hoy nos reunimos para
las diez epístolas y diez evangelios propuestos, o bien sustituirlos recordar a N., que fue padre de tus hijos en la tierra. Que el cui-
por otras lecturas de su propia elección si el cambio puede ser más dado que él tuvo de su familia sea para nosotros un signo del cui-
útil para la ocasión. Las lecturas habrán de tomarse de traducciones dado que tienes para con todos nosotros. Por Jesucristo...
aprobadas para el uso litúrgico.
La Comisión litúrgica de la Archidiócesis de Chicago ha pre- En conexión con el carácter pascual de la misa, se recitarán un
parado un leccionario con los cantos propios, epístolas y evangelios gradual y verso con aleluya, que también podrán ser cantados. Se
seleccionados y partes propias para los distintos casos. han eliminado el tracto y la secuencia (Dies irae).
274 Stone y Cunningham

Es obligatoria la homilía, no es potestativa y no debe conver-


tirse en un elogio fúnebre.
Con la variedad de lecciones opcionales, la homilía tiene mu-
chas más oportunidades en cuanto a las distintas formas en que
puede ser presentado y aplicado el mensaje de Dios sobre el sen- ANOTACIONES A LA REFORMA DE LA LITURGIA
tido de la muerte y la vida eterna. DEL ENTIERRO
Un cambio notable de ceremonias dentro de la misa es el rito
de la incensación en el ofertorio y la supresión de la misma en el Los temores de muchos pesimistas no se han visto confirmados
rito final que sigue a la misa, para evitar duplicaciones innecesarias. por los hechos; la liturgia no está siendo reformada a puerta ce-
La antigua «Absolución», de acuerdo con el documento romano, rrada por unos pocos especialistas. Mientras las reformas relativas
se llama ahora «Recomendación final». En el rito de Chicago se al culto durante los años cincuenta fueron elaboradas en su mayor
usan un responsorio y una oración introductoria tomados ambos parte en los despachos de unos pocos especialistas en liturgia y
directamente del documento romano (núm. 117). Se incluye tam- después presentadas al clero y al pueblo —que las recibía con agra-
bién una sencilla letanía que expresa los mejores sentimientos que decimiento, pero también con extrañeza—, el «Consejo para la
estaban contenidos en el «Libera», ahora suprimido, pero expre- aplicación de la constitución sobre la liturgia» se ha venido pre-
sando mejor que nuestra «liberación» está relacionada con el poder ocupando de una forma concreta por una información suficiente.
de los misterios de Cristo.
De hecho, éste era el único camino para hacer de la reforma una
La procesión al cementerio (es decir, hasta la porción del mis- obra de toda la Iglesia, como deseaba el presidente del Consilium,
mo situada en la iglesia) va guiada por la cruz y el cirio pascual. cardenal Lercaro, en su carta a los presidentes de las Conferencias
Este símbolo del triunfo de Cristo sobre la muerte, el pecado y el Episcopales de 30 de junio de 1965. Si, a pesar de todo, aún han
sepulcro es un recuerdo de nuestro triunfo simbólico, desde las quedado sin respuesta algunos deseos legítimos relativos a una in-
tinieblas a la luz, en la noche del sábado santo. formación precisa y a tiempo a la opinión pública, esto no se debe
tanto a la falta de buena voluntad del Consilium como a las condi-
Servicio en el cementerio ciones de trabajo a que éste se ve sometido dentro de la Curia
romana. Así, por ejemplo, los mismos miembros del Consilium
La lectura evangélica <Jn 14,1-6; Jn 12,23-26; Jn 17,24-26, o no saben muchas veces si un texto decidido por el mismo Consi-
Ap 21,2-5), los salmos (por ejemplo, 22, 26, 41, 102, 113, 114, lium sufrirá alteraciones y cuáles antes de su publicación.
129), el responsorio y el verso que se emplean aquí han sido ele- Para información general, «Notitiae», el boletín mensual del
gidos con la idea de significar la reunión para siempre de los difun- Consilium, daba ya, en diciembre de 1966 J , una descripción de-
tos con Cristo resucitado. Por ello se presta aún menos atención tallada del nuevo rito de entierro de adultos. Su autor, padre
al elemento de tristeza humana, para destacar más el verdadero P.-M. Gy, dominico francés, es director del grupo de estudio 23,
gozo que la muerte de un buen cristiano produce en el corazón de que ha elaborado el proyecto de la nueva liturgia de entierro de
quienes lo «pierden» sólo durante un tiempo, y únicamente para adultos en sus líneas fundamentales 2. Contra la idea de un prin-
dejárselo a Dios. Esta noción de despedida se ha tomado de las cipio, según la cual no debería haber intercambio alguno público
costumbres paganas porque realmente es un gesto profundamente de opiniones sobre los ritos introducidos ai experimentum du-
humano. No es sólo una despedida de la comunidad, sino una «re-
rante el tiempo de prueba de los mismos, «Notitiae» daba ya al-
comendación». Este servicio en el cementerio, o «comendación»,
gunos informes de la experiencia3.
o despedida, suprime el cántico del Benedictus y propone en su
lugar una breve letanía, con el padrenuestro recitado por todos 1
«Notitiae», 2 (1966), 353-363; cf. los extractos citados en el artículo de
los presentes como conclusión. Th. Stone y A. Cunningham en el presente número de «Concilium».
2
TH. STONE P.-M. Gy es también el autor del capítulo «La muerte del cristiano» en
La Iglesia en oración.
A. CUNNINGHAM 3
«Notitiae», 2 (1966), 363; 3 (1967), 155-164.
Reforma de la liturgia del entierro 277

copiar los primeros introduciendo algún cambio en los mismos. El


carácter ejemplar de un nuevo Ritual Romano debe más bien verse
¿ADAPTACIÓN SOLO POR SELECCIÓN? en su aplicación de los principios de la Constitución sobre la Litur-
gia. Cabe, pues, pensar —y en muchos casos será necesario— que
Uno de los principios de la Constitución conciliar exige para la liturgia del entierro del ritual de una región tenga sólo de común
la reforma litúrgica que las ordenaciones del culto, los ritos, estén con el nuevo rito del Ritual Romano el espíritu y los principios,
adaptados a la «comprensión de los fieles» (art. 34). Pero esta y no los textos.
capacidad de comprensión es muy distinta según la edad, el medio, Ya desde ahora, sin embargo, parece dudoso que baste una
las relaciones de vida y el grado de comprensión de la fe (cf. art. 19). utilización como ésa de las posibilidades abiertas por el Concilio
La consideración de esas diferentes circunstancias impide el esta- para instituir una verdadera congruencia entre los ordenamientos
blecimiento de un rito uniforme y estático. litúrgicos y las diferentes situaciones concretas del entierro, sobre
Además de la posibilidad de adaptación a los individuos, el todo en lo que se refiere a los textos de las oraciones. Que éstas
documento conciliar pide expresamente una adaptación a la comu- sean las de un nuevo Ritual Romano o los textos propios de un
nidad cultual, a los usos y peculiaridades de los pueblos y regiones ritual regional, en ambos casos se ofrece para cada circunstancia
(cf. art. 37s). De ahí se sigue igualmente una necesaria variabilidad la selección de una colección previa de textos. Esto constituye, sin
de las ordenaciones litúrgicas, para la cual contienen algunas direc- duda, un enriquecimiento de no poco valor que permite más posi-
trices los artículos 39 y 40 de la Constitución. bilidades que el Ritual Romano, que no contenía, como es cono-
El proyecto del rito del entierro responde a estas exigencias, cido, la utilización de textos adaptados más que en un pequeño
ya que ofrece toda una serie de variaciones. Así, por ejemplo, se número 5 . Pero ¿qué puede esperarse de una colección de textos
prevén en él tres formas fundamentales generales. La primera tiene previamente dada que contenga textos adaptados a todas las situa-
tres lugares para las reuniones rituales: la casa del difunto, la igle- ciones? A partir de la experiencia de la Iglesia evangélica con un
sia, el cementerio; la segunda tiene sólo dos estaciones: capilla del gran número de formularios de oraciones para los entierros, afirma
cementerio y sepultura. La tercera sólo prevé un rito que se ha de F. Schulz: la justa aspiración a tener presente en la oración cada
celebrar en la casa del difunto. Dentro de cada una de estas formas caso concreto y único no queda satisfecha con un gran número de
fundamentales, se puede elegir entre las muchas oraciones salmos, oraciones casuísticamente ordenadas (que, a pesar de todo, luego
lecturas, antífonas, etc., ofrecidas. La escueta rúbrica vel o ad no se adaptarán perfectamente), sino sólo si se le da al oficiante la
libitum alia, que tan frecuentemente aparecía en los libros litúr- posibilidad de decir libremente una oración (previamente prepara-
gicos pretridentinos y tan pocas en los de la reforma litúrgica de da) 6. La colección de textos puede cumplir el objetivo de ofrecer
Trento, confiere a los ritos una mayor flexibilidad. ejemplos en los que puede verse cómo podría ser una oración apro-
piada; en alguna ocasión podrá incluso tomarse una oración de esa
Sin embargo, subsiste la cuestión de si basta la simple posibili- colección literalmente. Pero no se justifica la obligación de utilizar
dad de elección entre varios formularios del Ritual Romano para
conseguir una adaptación real de la liturgia a cada una de las situa-
s
ciones. Los autores del rito de sepultura ad experimentum res- En el Oficio de los difuntos (tít. VII, cap. IV), por ejemplo, la oración
ponden a esa cuestión negativamente. El informe en «Notitíae» cambia según se trate del día tercero, séptimo o trigésimo después del entierro
o en el día del aniversario. Características de una liturgia clericalista y jerar-
llama expresamente la atención * sobre el hecho de que las Confe- quista eran las variantes del texto de acuerdo con la persona difunta: nueve
rencias Episcopales puedan adoptar nuevos textos en las liturgias variantes para un clérigo (Pro Summo Pontífice; episcopo; episcopo cardinali;
de la sepultura de los rituales regionales, es decir, textos no con- presbytero cardinali, qui episcopali dignitate auctus non fuerit-, diácono cardi-
tenidos en el rito modelo del Ritual Romano. El hecho de que los nali, qui fuerit sacerdos; diácono cardinali, qui in ordine presbyteratus non
fuerit constitutus; pro defuncto sacerdote; ítem alia); para laicos existen sólo
textos del Ritual Romano sean la muestra para los textos propios las variantes: un difunto, una difunta, hermanos, parientes, bienhechor, padre
de los rituales regionales no significa que éstos deban limitarse a y madre.
6
F. Schulz, Die evangelischen Begrabnisgebete des 16. und 17. Jahr-
4 hunderts: «Jahrbuch für Liturgik und Hymnologie», 11 (1966), 1.
Loe. cit., 356.
278 H. Rennings Reforma de la liturgia del entierro 279

los textos de la misma. Al presidente del acto litúrgico le compete mí; cuando llegue la muerte, acude tú a mi lado; cuando mi cora-
reconocer la situación correspondiente y expresarla en la oración,, zón se llene de miedo, sácame de la angustia, por tu angustia y
con la observancia de todas las propiedades de la oración eclesiás- dolor»), constatará que en una liturgia para los hombres de nuestro
tica ministerial, es decir, litúrgica. tiempo, junto a los salmos, debe haber lugar para textos que estén
El desarrollo ulterior de la reforma litúrgica en la Iglesia cató- más inmediatamente9 a su alcance que las oraciones del pueblo de
lica deberá llevar a considerar soluciones como ésta a medida que la Antigua Alianza .
se desarrolle el esfuerzo por conseguir una adaptación de la liturgia La instrucción sobre la «Música en la liturgia», de 5 de marzo
a las diferentes situaciones. Esto presupone, en primer lugar, que de 1967, pide que para la liturgia de los sacramentos y sacramen-
haya presidentes de las asambleas litúrgicas preparados y capaces tales «haya música apropiada que permita las formas festivas del
para ello. Pero si hoy pedimos del sacerdote que pueda hacer un culto en las lenguas vernáculas» (n. 45); en semejantes ocasiones
sermón, ¿no podrá darse una generación de sacerdotes que estén habrá que 10pensar igualmente en música puramente instrumental
en disposición de componer una oración litúrgica? (n. 62-67) . Un rito único para toda la Iglesia latina no puede
contener, naturalmente, indicaciones precisas en este sentido. Tal
es la tarea de los rituales particulares. Pero habría que pensar si el
SALMOS, CANTOS DE ALABANZA Y CÁNTICOS ESPIRITUALES Ritual Romano no debería prever en su rito modelo de entierro
semejantes posibilidades, si no quiere exponerse al reproche de
El proyecto del nuevo rito del entierro prevé en numerosos remitir unilateralmente a los salmos y de tener una mentalidad
momentos el canto de salmos. El frecuente uso del Salterio es fun- poco inspirada. En lugar de una referencia constante a nuevos sal-
damentado con la afirmación de que «junto al ofrecimiento de la mos, o junto con ella, debería, por tanto, ser destacada la función
Eucaristía, la Iglesia no tiene nada más santo que la oración de los y peculiaridad de la parte cantada (cf. instrucción sobre la música,
salmos, ni tiene nada más poderoso para 7expresar el dolor, ni nada de 5 de marzo de 1967, n. 6). De esa forma, los que después debie-
más eficaz para robustecer la esperanza» . Dejando de lado lo que ran elaborar los rituales particulares tendrían una línea directriz
esta razón tiene de exageración retórica, tiene el peligro de querer para las correspondientes adaptaciones.
justificar teóricamente un uso excesivo de los salmos8. La indica-
ción en las rúbricas del nuevo rito, según la cual los salmos pro-
puestos pueden ser cambiados y puede prescindirse de versículos LAS ASAMBLEAS LITÚRGICAS
poco apropiados desde el punto de vista pastoral es de gran utili- Y SUS FUNCIONES EN UN ENTIERRO
dad y valor; pero esta rúbrica no soluciona el problema de que la
liturgia del entierro no puede limitarse a los salmos para sus partes Las nuevas ordenaciones litúrgicas son concebidas, con razón,
cantadas, sino que debe dejar lugar para la gran riqueza de las dis- como celebraciones de una comunidad articulada en diferentes ser-
tintas formas de textos litúrgicos, para las diferentes formas de vicios y funciones. Presidente, cantor, lector y comunidad, que
canto e incluso para la música puramente instrumental. Quien ha toman parte activa, son los principales sujetos de la acción litúrgica.
vivido una vez cómo cantaban un coro polifónico y la comunidad, La nueva liturgia del entierro asigna a cada uno de ellos su función.
junto a la sepultura abierta, el coral: «¡Oh cabeza llena de sangre Una realización auténtica del nuevo ordo supone, pues, natural-
y heridas!» (con la estrofa: «Cuando deba partir, no te apartes de
' Este desiderátum es expresado también en «Notitiae», 3 (1967), 164,
7
en un informe sobre la utilización experimental del nuevo proyecto que pro-
«Notitiae», 3 (1967), 164. cede de London (Canadá).
10
' En la introducción a la Begrabnisagende (Kassel, 1962), editada por La prohibición de la música puramente instrumental en el oficio y en
W. Lotz en conexión con la Micbaelbruderschaft evangélica, se expresa, a la misa de difuntos (no en la liturgia del entierro como tal), en el número 66
propósito de algunas experiencias del protestantismo alemán, la opinión de de la instrucción, se compagina difícilmente con el artículo 120 de la Cons-
que «por regla general, en un entierro no puede apenas pensarse en una titución sobre la Liturgia, que dejaba tales disposiciones a las Conferencias
salmodia cantada o recitada alternativamente». A pesar de ello, Lotz no qui- Episcopales. Por lo demás, esa prohibición se funda en un desconocimiento
siera renunciar al salterio. de k función de la música instrumental litúrgica.
280 H. Rennings Reforma de la liturgia del entierro 281

mente la presencia en la celebración litúrgica de sujetos capaces de mulación de diferentes funciones en una sola persona13, sólo podrá
realizar esas funciones. Sin ellos no puede haber un culto de una ver la solución, en el caso de que tratamos, en preparar una liturgia
comunidad cristiana según el espíritu de la renovación litúrgica. del entierro que de antemano prevea tan sólo la acción de los su-
Y dado que todavía hay muchas comunidades que no son capaces jetos que de hecho han de estar presentes. El Ordo exequiarum
de ello, una tarea urgente de la pastoral litúrgica será llevarlas a pro adultis «ad experimentum» ofrece algún material para ello;
ese punto. Sería una falsa solución crear nuevas ordenaciones litúr- pero no parece que se haya tenido suficientemente en cuenta el
gicas que partieran de las condiciones de una comunidad no des- problema. La responsabilidad misionera del presidente de un rito
arrollada litúrgicamente. de entierro frente a los asistentes al mismo no se debe expresar
Pero en relación con el entierro se da un problema especial. El sólo en la predicación (que debe ser predicación a no católicos y
mismo proyecto ad experimentum llama la atención sobre el catecúmenos), sino que debe determinar todo el rito.
hecho de que, con ocasión de un entierro, frecuentemente están
presentes en la celebración litúrgica personas no católicas, o cató-
TRADICIÓN Y ACTUALIDAD
licos que raramente toman parte en la Eucaristía o que incluso
parecen haber perdido la fe. En muchas regiones no son raros los La descripción del rito del entierro en «Notitiae» muestra que
casos en los que la asamblea litúrgica en los entierros consta fun- para los textos de las oraciones, lecciones y cantos en general se
damentalmente, cuando no en su totalidad, de miembros que no han mantenido los de los libros litúrgicos del rito romano con pe-
toman parte en la vida de la Iglesia. En esos casos es imposible queñas variaciones y aportaciones de fuentes litúrgicas antiguas M.
una acción litúrgica articulada. Una asamblea que no es capaz de Se podría fundar tal proceder con la exigencia de la Constitución
rezar en común el padrenuestro tiene unos límites muy estrechos sobre la Liturgia, según la cual las nuevas formas deben surgir or-
para una participación activa. La incapacidad de los reunidos para gánicamente de las ya existentes (art. 23). Pero hay que preguntar
dividirse en grupos para las oraciones, diálogos, saludos, peticiones, si la necesaria conexión con el pasado se consigue de la mejor for-
antífonas, responsorios, etc., impide en esas circunstancias un orden ma con la simple utilización de textos de la tradición. Estos textos,
litúrgico que descanse en una participación de ese tipo ". Estamos en efecto, fueron creados o tomados de la Biblia porque expresaban
de acuerdo con W. Lotz cuando dice que tales circunstancias «pro- la realidad de la fe de una forma comprensible para los hombres
hiben la utilización de formas de culto que sólo pueden ser tomadas de su tiempo. Pero ¿se consigue la continuidad con la tradición
por los presentes como "estribillos" extraños o como una liturgia por el hecho de tomar simplemente textos antiguos, o más bien
impuesta a la fuerza» B . Se plantea, pues, el problema de una litur- por la aplicación del mismo criterio que dio lugar a la tradición?
gia en la que faltan los más importantes sujetos activos, o incluso En este caso se debería adoptar como criterio el de poner los textos
todos, a excepción del presidente. Esta situación no es nueva. Era de una liturgia renovada en contacto con la realidad de la fe del
una característica de muchas celebraciones antes de la renovación hombre de nuestro tiempo y explicársela a través de ellos. ¿Se
litúrgica. Lo que es nuevo es que la solución anterior del problema expresa en ellos su sentir, pensar y esperar cristiano? La inmuta-
no nos parece aceptable. Esta consistía, en efecto, en que el presi- bilidad de la fe no exige en modo alguno unos textos litúrgicos
dente, o eventualmente algún otro de los sujetos activos, realizase inmutables. La difícil tarea de la elaboración de nuevos textos no
todos los demás papeles. Quien con buenas razones tiene por in- puede pesar sólo sobre los redactores de los libros litúrgicos de
compatible con el espíritu de la Constitución de la Liturgia la acu- cada región. El Ritual Romano no debe mostrarnos cómo rezó en
otro tiempo el rito latino, sino cómo reza hoy. Cuanto mejor reali-
zada esté esa tarea por el Ritual Romano (no sólo a partir del saber
" Habrá que distinguir entre esta situación y la de una liturgia de entie-
rro en una comunidad cristiana. Un asistente (no católico o católico aleja-
do, etc.) se sabe en ese caso presente como extraño a una fiesta familiar cuyo 15
Un caso extraño de esa acumulación de funciones lo constituye la asam-
estilo
12
y usos no comprende en su totalidad, pero que respeta como huésped. blea eucarística (celebración de la misa) de un sacerdote solo, sin ministro.
Loe. cit., 6. 14
«Notitiae», 2 (1966), 355.
19
282 H. Rennings

del historiador de la liturgia, sino sobre todo a partir d e la espiri-


tualidad de nuestra época), tanto más cabrá esperar que el nuevo
Ritual Romano no se reducirá a un simple producto de especialis-
tas, sino que inspirará los rituales particulares y de esa forma man-
tendrá la unitas substantialis (cf. la Constitución sobre la Sagra-
da Liturgia, art. 38) del rito romano.
H. RENNINGS
Boletín

LA INSTRUCCIÓN SOBRE LA MÚSICA EN LA LITURGIA

El 5 de marzo d e 1967, dominica «laetare», apareció la Instruc-


ción Musicam sacram sobre la música en la liturgia.
Después se ha sabido que esta Instrucción había tenido una
prehistoria muy movida. Se sabe que el primer proyecto de la Ins-
trucción estaba preparado en febrero d e 1965 ' y que el Consilium
ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia, tras consultas y
asesoramientos importantes que se prolongaron durante casi todo
el año 1965, el 2 d e diciembre del mismo año decidió y transmitió 2
una quinta redacción de la Instrucción. «Pero pronto se conoció
que algunos músicos litúrgicos influyentes y varios consultores del
consejo episcopal, que no habían tomado parte en los últimos tra-
bajos, pusieron grandes dificultades en distintos ambientes roma-
nos porque temían que se perdiese el patrimonio d e la música
litúrgica en lengua latina» 3 . Más de u n año debió pasar aún hasta
que la Instrucción pudo ser publicada.

1
Rinnovamento litúrgico e Música sacra. Commento alia Istruzione 'Mu-
sicam sacram', Bibliotheca 'Ephemerides Liturgicae', Sectio pastoralis, IV, 42.
1
Emil Joseph Lengeling, Zur neuen Instruktion über die 'Kirchenmusik
innerhálb der Liturgie': «Bibel und Liturgie», 40 (1967), 184.
3
Emil Joseph Lengeling, ibidem. «At hoc tempore non defuerunt voces
contentiosae, ope aliquorum diariorum aut unius alteriusve consociationis
propalatae, quae dubia moverant de interpretatione Constitutionis, timores
urgerent circa possibilem deperditionem thesauri musicae sacrae e superioribus
saeculis traditi; damna conclamarent insurgentia e derelictione linguae latinae
et cantus gregoriani» (Rinnovamento litúrgico e Música sacra, 42). Entre el
comienzo de los trabajos para la elaboración de la Instrucción y su publicación
tuvieron lugar dos Congresos Internacionales de Música Sagrada: en agosto
de 1965, una Semana Internacional de Estudios sobre el canto en la Liturgia,
en Friburgo, Suiza; en agosto de 1966, el Congreso de Música religiosa de la
Consociatio Internationalis Musicae sacrae, en Milwaukee y Chicago. Las
conferencias de la Semana de Friburgo han sido publicadas en diferentes len-
guas: Kirchenmusik nach dem Konzil, Friburgo de Brisgovia, 1967; Le chant
liturgique aprés Vatican II, Kinnor, vol. VI, París, 1966; La Música nel rin-
284 H. Hucke La música en la liturgia 285

En casi todos los comentarios se ha observado que el texto de ciones concretas de la Instrucción como a sus principios y a la con-
la Instrucción no es unitario, que se pueden descubrir transiciones cepción que se expresa en ella.
bruscas, diferencias de estilo y terminología entre diferentes capí- De hecho, la valoración negativa de la Instrucción parece des-
tulos, algunas contradicciones en el texto, referencias a ordenacio- cansar en la circunstancia de que no se ha tenido en cuenta el cam-
nes preconciliares e interpolaciones posteriores, y todo esto espe- bio fundamental de estilo que la distingue de las ordenaciones pre-
cialmente en los artículos 4a, 4b y 28. Naturalmente, no se ha de- conciliares: se la considera en esos comentarios igual que se acos-
jado de relacionar estas interpolaciones con la prehistoria del do- tumbraba a considerar las ordenaciones que se venían dando sobre
cumento. De ahí que, en general, se haya comentado la Instrucción música litúrgica. Lo que en éstas se ofrecía más allá de las prescrip-
con no disimulado disgusto o que se haya renunciado simplemente ciones jurídicas era fundamentalmente cosa accesoria, puramente
a comentarla. No aporta realmente apenas nada nuevo, se dice por ornamental. Un músico no podía tomar las afirmaciones sobre pro-
una parte. Y esta constatación se encuentra, por otra, con el deseo blemas musicales de tipo histórico, estético o teórico sino como
de que nada debería haber cambiado y todo debería permanecer elementos del estilo curial y no como moneda válida. Por eso no
como antes. se les prestaba atención y se buscaban determinaciones precisas so-
En general predomina la opinión de que las tendencias progre- bre lo permitido y lo prohibido. Una lectura atenta de la Instruc-
sivas y restauradoras se han neutralizado mutuamente en esa Ins- ción Musicam sacram muestra que en este documento se han des-
trucción o, en todo caso, han sido compensadas. El resultado, en plazado los acentos, que recaen sobre las expresiones fundamenta-
definitiva, no es otro que una confirmación, adaptada con más o les y no sobre las rúbricas precisas. Sólo este cambio hace ver la
menos apuros a la Constitución del Concilio sobre la liturgia, de la Instrucción como un documento progresivo y orientado hacia el
Instrucción sobre música litúrgica dictada el año 1958 por la Con- futuro. Cuanto más nos adentramos en el texto más se confirma
gregación de Ritos. la convicción de que la Instrucción se ha esforzado por prescindir
Por eso la Instrucción sería o una señal decepcionante e insig- de precisiones rubricistas y, en lugar de esto, ha procurado asentar
nificante en lo que se refiere al progreso de la reforma litúrgica principios generales. Y en el prólogo se dice expresamente que la
o un documento que demuestra que se mantienen en pie bastiones Instrucción no pretende comprender toda la legislación sobre mú-
tradicionales y la música sagrada se encuentra ya desde hace tiempo sica litúrgica, sino simplemente dar «las líneas más importantes,
en el buen camino. cuya afirmación aparece actualmente necesaria en el más alto gra-
Pero hay también algunos comentarios que expresan una opi- do» 5. Las expresiones concretas de la Instrucción sobre cómo se
nión enteramente distinta sobre la Instrucción Musicam sacram. ha de actuar en determinados casos aparecen, más que como rúbri-
Estos la ven como una nueva etapa de la reforma litúrgica e incluso cas, como aplicaciones prácticas. Son un intento de explicar a las
como la que más mira al futuro entre las Instrucciones sobre la apli- comunidades celebrantes los principios fundamentales y su realiza-
cación de la Constitución litúrgica aparecidas hasta ahora 4 . Estos ción en la liturgia.
comentarios no se refieren tanto a las prescripciones y determina- Las interpolaciones posteriores que ha sufrido el texto de la
Instrucción entre su elaboración por el Consilium y su publicación,
novamento litúrgico, en Liturgia e cultura, II, Turín-Leumann, 1966. Las y que sería inútil discutir, han hecho más imprecisos los contornos
Actas del Congreso de la Consociatio Internationalis Musicae sacrae no han del documento por haber introducido en él elementos rubricistas.
sido publicadas hasta ahora. El presidente de la Consociatio, profesor doctor
Johannes Overath (Colonia), tomó este Congreso como ocasión para dar a la Pero precisamente por su carácter rubricista estos aditamentos no
prensa una noticia falsa, según la cual la Unión Internacional Universa laus han influido en el contenido propio de la Instrucción y en sus prin-
paca el canto y la música en la liturgia, creada a partir de la Semana de Fri- cipios y expresiones fundamentales.
burgo, había sido condenada por la Santa Sede. El Consilium ad exsequendam
Constitutionem de Sacra Liturgia fue autorizado a rectificar esta calumnia y
dio la correspondiente aclaración en «Notitiae», 21-22 (1966), 249.
4
Cf., por ejemplo, Rinnovamento litúrgico e Música sacra, así como los
comentarios de las revistas «Musik und Altar», «Eglise qui chante» e «II
Canto dell'Assemblea». 5
Art. 3.
La música en la liturgia 287

verdadero arte, «pues de lo contrario no podrá ejercer en los oyen-


LA CONCEPCIÓN PRECONCILIAR DE LA MÚSICA SAGRADA tes el influjo que pretende ejercer la Iglesia al introducir la música
en la liturgia» 8 . A partir de esta concepción de la música sagrada
La Instrucción lleva por título Instructio de Música in sacra como música de los coros de iglesia se comprende la máxima de
Liturgia. La comparación de este título con el de la Instrucción que debe ser «humilde sirviente de la liturgia», y se comprende
de 1958, De Música sacra et sacra Liturgia, nos permite ya descu- igualmente la noción de la música sagrada como ornamento, como
brir un cambio radical en comparación con las disposiciones pre- «parte esencial» ciertamente, pero sólo de la «liturgia festiva»'.
conciliares sobre música litúrgica: la música sagrada y la liturgia El tema de la Instructio de Música sacra de Pío X no es el canto
no son ya yuxtapuestas como dos realidades separadas. El concepto en la liturgia, sino la música sagrada de los coros de iglesia y las
«música sagrada» es evitado en el título, y en el texto es utilizado condiciones para su permisión en las acciones litúrgicas. Por eso
sólo de forma limitada y en un sentido muy limitado. en este «código general de la música sagrada» no se habla del canto
No hace mucho que al cantar y hacer música en la iglesia se del sacerdote y los ministros, y del canto del pueblo sólo como
le da el nombre de música sagrada 6. El nombre procede del lute- participación del mismo en el canto gregoriano.
ranismo alemán y designaba originariamente la música religiosa en Las declaraciones sobre música sagrada emanadas bajo el pon-
sentido amplio, en oposición a la música propiamente «eclesiás- tificado de Pío XII representan, por una parte, el esfuerzo de con-
tica». El romanticismo descubrió su ideal de la «música sagrada» tinuar con el concepto de la música sagrada dentro del cauce es-
en la «capella al estilo de los antiguos italianos». Este estilo fue tablecido tanto en lo que se refiere al repertorio como al estilo
comprendido por el movimiento de renovación de la música litúr- musical y, por otra, el afán de integrar en ese concepto los pro-
gica de la segunda mitad del siglo xix como el de la «polifonía blemas suscitados por el movimiento litúrgico. Este esfuerzo se
vocal» del siglo xvi, y el concepto «música sacra» se convirtió en lleva a efecto en cuanto se amplía cada vez más el concepto de
su programa frente a una praxis de la música eclesiástica que había «música sagrada» y se le hace ir más allá de la música de iglesia
perdido su conexión con la música y con la liturgia y se había asen- y en cuanto se intenta concretarlo rubricistamente con ayuda de los
tado junto a los nuevos géneros de la música de entretenimiento principios propuestos por Pío X para la música religiosa, los cuales
y de salón: se copiaban los medios estilísticos y el repertorio de la
toman con ello un aspecto enteramente distinto. Un ejemplo expre-
música desde la marcha nupcial hasta el vals triste para crear un
so de tal proceder lo ofrece la exposición de los «géneros» de la
ambiente litúrgico.
música sagrada. Pío X había designado en su Motu proprio el can-
Pío X tituló su Motu proprio de 1903 sobre la música religiosa to gregoriano como el ideal al que se aproximaba la polifonía clási-
Instructio de Música sacra, identificando así la música religiosa con ca de la escuela romana del siglo xvi. Pero, según él, también la
el concepto programático de la «música sagrada». Pero al mismo música más moderna ha producido obras que no son indignas de
tiempo orientó la restauración de la música religiosa expresamente los actos litúrgicos ,0. De ahí deduce la Instrucción de la Congre-
hacia el canto gregoriano como «canto de la Iglesia romana» y el gación de Ritos de 1958 tres géneros de música sagrada. En ella
más alto ejemplo de la «música sagrada». Según esto, se entiende el canto gregoriano es definido como el canto propuesto en los li-
por música sagrada en sentido propio el repertorio y el cultivo de bros litúrgicos, y la «polifonía clásica del siglo xvi» es explicada
la música polifónica del coro de iglesia; todavía Pío XI habla de la como «polifonía sagrada» que va desde el canto gregoriano hasta
música sagrada y del gregoriano como dos cosas distintas 7 . La mú- el siglo xvi. A partir de las palabras de Pío X sobre la «música
sica sagrada es definida en oposición a los inconvenientes de la moderna» se desarrolla el género de la «música sagrada moderna»,
habitual música religiosa. La música sagrada debe ser santa, es decir, y en él es comprendida la música compuesta para su uso en la li-
apartarse de todo lo profano. Debe, además, poseer el carácter de turgia desde el siglo xvi, pero sólo la música polifónica, ya que se
' Cf. a este propósito Rinnovamento litúrgico e Música sacra, 56-60.
' En el título de la Constitución apostólica «Divini cultus», de 20 de di- ' Art. 2.
ciembre de 1928: De liturgia deque cantu gregoriano et música sacra cotiáie '10 Art. 1.
magis provehendis. Art. 3-5.
288 H. Hucke La música en la liturgia 289

sigue aferrado al concepto introducido por Pío X con el término la liturgia juntamente con las «acciones y gestos y posturas cor-
«poliphonia». porales» 15.
A estos géneros se añaden otros tres: la música sagrada para A primera vista, este hecho puede parecer un menosprecio de
órgano, el canto popular religioso y la música religiosa "; y estos la música sagrada. En realidad, en este punto se realiza el paso a
dos últimos comprenden, por su misma definición, incluso el canto la comprensión del canto en la liturgia como acontecimiento litúr-
y la música religiosa no cristiana u. En general, estos seis géneros gico: el canto no es entendido ya como música sagrada en el sentido
de música sagrada representan categorías muy diferentes: jurídicas, de ornamento de los actos litúrgicos, que podía ser realizado más
históricas, prácticas de ejecución, sociológicas, espirituales. Lo úni- sencillamente, pero no menos bien, hablando. El canto no es ya
co que tienen de común es que se las puede comprender a todas en comprendido como un añadido a la liturgia definida por las rúbri-
el sentido de repertorio musical. cas como solemne, sino como una forma natural de tomar parte en
la celebración litúrgica y como una expresión humana.
Naturalmente, la música de iglesia tiene y necesita un reperto-
rio musical. Pero la identificación del repertorio con la música re- La Instrucción Musicam sacram ha hecho suya esta concepción
ligiosa y la opinión de que el repertorio es la música religiosa misma y la ha desarrollado 16. Vemos esto con la mayor claridad si com-
no es sostenible cuando se comprende la celebración litúrgica como paramos su articulación con la de la Instrucción De Música sacra
un acontecimiento y una acción. Tampoco musicalmente es soste- et sacra Liturgia de 1958. La Instrucción de 1958 partía de las
nible esa opinión, pues no alcanza en absoluto, como pretenden formas de la celebración litúrgica y los géneros de la música sa-
los ideólogos de la música sagrada, la conexión con la música, y grada para regular después cómo habían de articularse éstos con
mucho menos es garantía de que la música religiosa sea verdadero aquélla. La Instrucción Musicam sacram comienza con la pregunta
arte. Ella es más bien una explicación solidaria con un ejercicio de por qué se canta en la liturgia, y explica que este canto debe
musical irrelevante en el fondo desde el punto de vista artístico y surgir, por una parte, de la esencia de los ritos y de la estructura
que se distancia de la música de su época. de la celebración litúrgica, y por otra, de las circunstancias de cada
asamblea litúrgica. Deben «ser cantadas sobre todo aquellas partes
que exigen de suyo el canto y deben ser cantadas en la forma exi-

EL CANTO, ACONTECIMIENTO LITÚRGICO 15


Art. 30.
" Es verdad que la Instrucción Música sacra, en el artículo 4b concreta-
En el Mota proprio de Pío X se pone como ejemplo de música mente, ha utilizado y desarrollado los géneros de la música sagrada. Además
sagrada el canto gregoriano: «Una composición religiosa es tanto se da —por primera vez en la historia de las disposiciones sobre la música
más eclesial o litúrgica cuanto más se aproxima en su contenido, religiosa— una definición de la música sagrada, y esta definición lleva a su
culmen el concepto de música sagrada como repertorio: «Por eso es llamada
en su espíritu y en su sentimiento al canto gregoriano» 13. En opo- música sagrada la compuesta para la liturgia y que está dotada de santidad
sición a esto se dice en la Constitución conciliar sobre la liturgia: y bondad en la forma» (art. 4a). El hecho de que esta definición se refiera
«Así, pues, la música religiosa es tanto más santa cuanto más es- en una nota a Pío X constituye o una mala comprensión o un error. En el
lugar citado no se trata de una definición de la música sagrada, sino sólo de
trechamente ligada está con la acción litúrgica...» 14. En otro lugar que la música sagrada debe poseer las propiedades peculiares de la liturgia:
de la Constitución es nombrado el canto de la asamblea que celebra santidad, bondad de la forma. Es característico que este pasaje interpolado de
la Instrucción no se refiera a la expresión de la Constitución conciliar citada
al principio de este capítulo sobre la santidad de la música religiosa y, en
11
" Art. 4-10. cambio, se refiera a Pío X. La santidad de la música religiosa se define en ese
Art. 9-10. lugar como lo que no es profano. El artículo 4a es el único lugar de la Ins-
" Art. 3. trucción en el que es empleado aún el concepto de «poliphonia», tomado de
" Art. 112. La expresión se relaciona ciertamente con un lugar de la en- la historia y tan sujeto a malentendidos. En los demás pasajes, la Instrucción
cíclica Musicae sacrae disciplina, de Pío XII: «La dignidad y eficacia de la habla, según el uso general en música, de música a muchas voces, música plu-
música religiosa son tanto mayores cuanto más se aproximan al acto más santo ribus vocibus. Los párrafos 4a y 4b de la Instrucción carecen de importancia,
del culto cristiano, al sacrificio eucarístico del altar» (II, 5). Cf. también la ya que no guardan relación con ningún otro lugar del texto y, al mismo tiem-
Constitución sobre la sagrada liturgia, art. 28. po, parecen flotar en el aire.
290 H. Hucke La música en la liturgia 291

gida por su esencia» l7. «En la elección de la música religiosa para de comunicación humana que tiene su lugar en la liturgia y es una
coros de cantores y para el pueblo ha de ser tenida en cuenta la ca- parte de la celebración litúrgica. No hay en esto ninguna renuncia
pacidad de aquellos que deben cantar. La Iglesia no cierra sus ac- a la música en la liturgia ni a la tradición musical religiosa del pa-
ciones litúrgicas a ninguna clase de música religiosa siempre que sado. También el arte musical tiene su lugar en la celebración litúr-
ésta responda al espíritu de la acción litúrgica correspondiente y gica. Pero también el arte debe ser parte de esa celebración. Y no
a la esencia de cada una de sus partes y siempre que no impida la lo es sólo por el hecho de que sea música religiosa ni por el hecho
necesaria participación activa del pueblo» JS . Después habla la Ins- de que esa música esté contenida en un texto litúrgico. Debe «res-
trucción en primer lugar de los que cantan en la liturgia19, y des- ponder al espíritu de la acción litúrgica correspondiente y a la esen-
pués da indicaciones para la realización del canto litúrgico en las cia de sus partes». Con ello no se exige otra cosa sino que sea
distintas formas de celebración20. Finalmente, trata los problemas «verdadero arte». El arte verdadero no existe por el simple hecho
de los géneros especiales de la música religiosa y del repertorio de que se dominen las reglas de su composición. El arte verdadero
musical21. En lugar de hablar de la ornamentación de la liturgia supone autenticidad. En la liturgia debe ser auténtico aconteci-
solemne por medio de la música dice la Instrucción: «La acción miento litúrgico.
litúrgica cobra su forma más importante cuando se realiza con el
canto» 22 ; el término técnico «in cantu» 23 , ligado hasta ahora al
canto del sacerdote, es empleado para el canto de todos los parti- EL CANTO COMO SIGNO LITÚRGICO
cipantes en la celebración litúrgica, que era considerado en las dis-
posiciones preconciliares sobre la música litúrgica como «empleo La Instrucción sobre la música sagrada y la liturgia de 1958
de música litúrgica». Y frente a la comprensión de la música reli- estableció tres grados de participación de los fieles en la misa so-
giosa como «ornamento de la liturgia» se afirma «que la verdadera lemne: 1) la participación en las respuestas litúrgicas; 2) el canto
solemnidad de una acción litúrgica no depende principalmente de del ordinario de la misa y, en primer lugar, de sus partes más sim-
la magnificencia del canto y de un ceremonial grandioso», y que ples: Kyrie, Sanctus-Benedictus y Agnus Dei; el Gloria y el Credo
«se ha de procurar la integridad de la acción litúrgica, es decir, la podía ser reservado a la schola cantorum; 3) el canto del propio
realización de todas sus partes según la esencia de cada una de
de la misa cuando todos los presentes estaban familiarizados con
ellas»24.
el canto gregoriano25. La diferente significación de los distintos
La Instrucción no entiende el canto en la liturgia como cultivo cantos como actos rituales y partes de la celebración litúrgica no
de la música sacra ni considera problema el poner de acuerdo un era tenida en cuenta. El fundamento de esa distinción es el grado
repertorio musical con los datos de la liturgia. La Instrucción con- de dificultad de los cantos gregorianos, y los criterios de pedagogía
sidera el canto como forma corporal de expresión y como medio musical que sirven de base son, por lo demás, equivocados. La
17
participación activa de los fieles en la celebración litúrgica es, por
u
Art. 7. lo que se refiere al canto, convertida en participación en la música
Art. 9.
" Art. 13-26. sagrada.
20
El canto de la celebración de la misa, art. 27-36. El canto del rezo de En la Constitución del Concilio sobre la liturgia se dice, por
horas, art. 37-41. La música religiosa en la celebración de los sacramentos y el contrario: «La liturgia contiene una parte inmutable en virtud
sacramentales, en fiestas especiales del año litúrgico, en las celebraciones de de la institución divina y unas partes susceptibles de cambio. Estas
la palabra, en los ejercicios de devoción y en las fiestas litúrgicas de las Igle-
sias particulares, art. 4246. pueden cambiar en el curso de los tiempos, o incluso deben hacer-
21
La lengua en el canto de las acciones litúrgicas solemnes y la conserva- lo si contuvieran algo que correspondiera menos perfectamente a
ción del tesoro de la música eclesiástica, art. 47-53. La composición musical la esencia interna de la liturgia o si se mostrasen menos apropiadas.
sobre textos en lengua vernácula, art. 54-61. La música religiosa instrumen- En esta renovación deben ser ordenados los textos y los ritos de
tal, art. 60-67. Comisiones para el desarrollo de la música religiosa, art. 68-69.
22
Art. 5. tal forma que expresen más claramente la realidad santa a la que
23
24
Instrucción de 1958, art. 3; cf. art. 16-20.
Art. 11. 25
Art. 25
292 H. Hucke La música en la liturgia 293
sirven de signo y de tal forma que el pueblo cristiano los pueda que la función y la peculiaridad de cada parte y de cada canto sea
comprender de la forma más fácil y puedaM realizarlos en una parti- observada de la forma conveniente...»29. Con ello no se remite al
cipación activa y comunitaria más plena» . Y añade: «En las cele- modelo de canto gregoriano; basta para verlo que en las «líneas
braciones litúrgicas debe cada uno, ya sea liturgo o fiel, hacer en generales» de la Instrucción no se dice ni una palabra del canto
el desempeño de su tarea todo y sólo lo que le corresponde de gregoriano. La Instrucción hace suyo el artículo 116 de la Consti-
acuerdo con la naturaleza de la acción y las reglas litúrgicas»27. tución sobre la liturgia antes citado sobre la primacía del canto
Estas expresiones de la Constitución conciliar se han entendido, gregoriano, siempre que, por lo demás, se den los mismos presu-
concretamente en el Congreso Internacional de la Consociatio In- puestos. Pero lo hace al hablar «de las acciones litúrgicas celebra-
ternationdis Musicae sacrae de 1966 en Milwaukee y Chicago, das en latín y con canto», señalando expresamente que eso no vale
como si para el canto litúrgico el signo y la naturaleza de la cosa más que para esas acciones litúrgicas30.
estuvieran dados en el canto gregoriano. En apoyo de esta inter- La Instrucción ha definido expresamente la esencia y la función
pretación se cita el artículo 116 de la Constitución conciliar: «La de los cantos en la celebración litúrgica y ha indicado que las reglas
Iglesia considera el canto gregoriano como el canto propio de la para su ejecución y para la participación de toda la asamblea litúr-
liturgia romana; de acuerdo con esto, este canto... debe ocupar gica en el canto se deducen de esa esencia y no del modelo de canto
el primer lugar en sus acciones litúrgicas.» La limitación «cuando gregoriano ni de los presupuestos de la música religiosa:
en lo demás se dan los mismos presupuestos» es pasada por alto.
Y se concluye: «El coral gregoriano es parte integrante de la litur El Gradual o salmo interleccional es, «por su propia esencia,
gia romana. En el canto polifónico pueden ya darse dificultades parte de la liturgia de la palabra. De ahí que durante su ejecución
funcionales cuando, por ejemplo, debido a una elección poco feliz, deben todos estar sentados y escuchar y, en la medida de lo posible,
son cantados textos que no responden exactamente a los que pro- distribuirse para su recitación»31.
pone el misal romano... En el canto popular nos alejamos aún más «El Símbolo, por ser una confesión de la fe, debe, en lo posi-
de la forma ideal del canto litúrgico, es decir, del coral gregoriano... ble, ser cantado por 32
todos o en una forma que permita la partici-
Las funciones de los diferentes cantos son reducidas, con lo cual el pación de los fieles» .
canto deja de ser una parte integrante de la 28misa para pasar a ser El Sanctus, aclamación que concluye el Prefacio, «debe regu-
un añadido que puede siempre cambiarse» . Sirviéndose de un larmente ser cantado por toda la asamblea juntamente con el sacer-
texto de la Constitución conciliar acortado y sacado de su contexto dote» M.
se tiende un puente hacia las disposiciones preconciliares sobre la El Agnus Dei es definido como letanía por la indicación de que
música sagrada. «puede ser cantado tantas veces como sea preciso» y la de que el
pueblo, «al menos en la petición final, debe mostrar su acuerdo»;
En la Instrucción Musicam sacram son aplicadas al canto las además es definido como canto de acompañamiento, «ya que acom-
exigencias de la Constitución sobre la liturgia, en cuanto al carác- paña la partición del pan» M. La Instrucción explica la función del
ter de signo y en cuanto a la realización, de acuerdo con su natu- Introito, Ofertorio y Comunión al hablar de ellos como de cantos
35
raleza, de los actos litúrgicos, y son sacadas las consecuencias que para la entrada o para el comienzo , para la preparación de las
36
esto implica para la música religiosa. La Instrucción afirma: «Una ofrendas y para la comunión .
recta configuración de la celebración litúrgica exige en primer lugar Los «cantos» de la liturgia son, pues, en sentidos distintos,
la recta distribución y realización de las tareas...; además exige
29
u
Art. 21. 30
Art. 6.
27 Art. 50.
Art. 28. 31
Art. 33.
M
Gottfried Gbller, Strukturprobleme der Missa cantata: «Música sacra- 32
Art. 34.
CVO», 87 (1967), n. 5, p. 136. Del informe de Ferdinand Haberl, II quinto 33
Art. 34.
congresso internazionale per la música sacra cattólica- «Rivista italiana di Mu- 34
sicología», se deduce que en ese artículo se trata de la reproducción de una 35
Art. 34.
conferencia tenida en el Congreso. 36
Art. 36.
Art. 32; cf. art. 31.
294 H. Hucke La música en la liturgia 295

«cantos» y «música»37. De su diferenciación se sigue que el ordi- La Instrucción Musicam sacram dice, por el contrario: «Entre
nario y el propio de la misa no son ya considerados como ciclos la forma más solemne de la celebración litúrgica, en la cual todo
y que, por tanto, no pueden servir como categorías para el canto lo que puede ser cantado es cantado efectivamente, y la más mo-
litúrgico. La Instrucción habla también de los «cantos del llamado desta forma, en la que no se canta nada, son posibles grados inter-
ordinario de la misa» M y pone regularmente los términos «ordi- medios según lo que se canta en ellos. En la elección de las partes
nario» y «propio de la misa» entre comillas. Ya no se trata de qué cantadas se debe comenzar por las más importantes, sobre todo por
parte del ordinario se ha de cantar ni de cómo se ha de cantar el aquellas que deben ser cantadas por el sacerdote o por los minis-
propio, sino, en cada una de las circunstancias y con los medios tros y en las que el pueblo debe responder y aquellas otras que
musicales de que se disponga, de cómo cada rito «puede expresar deben ser cantadas conjuntamente por el sacerdote y el pueblo; las
más claramente la realidad santa a la que sirve de signo»39. restantes, las partes que no han de ser cantadas más que por el
pueblo o por un coro de cantores, deben ir siendo introducidas
gradualmente»43.
EL CANTO COMO EXPRESIÓN DE LA ASAMBLEA LITÚRGICA En los artículos 29-31 de la Instrucción se explica más claramen-
te cómo ha de ser entendido esto con el ejemplo de la celebración
La Instrucción de 1958 define: «Una misa es misa cantada de la misa. También ha de aplicarse, naturalmente, a las otras ce-
(Missa in cantu) cuando el celebrante canta realmente las partes lebraciones litúrgicas como indica expresamente al hablar de la ora-
que, de acuerdo con las prescripciones de las rúbricas, debe cantar. ción de las horas **. La distinción de la Instrucción de 1958 entre
En otro caso, se trata de una misa rezada (Missa leda)»40. Y de- Missa solemnis, cantata y lecta sigue estando en pie y es comple-
termina: «En las misas cantadas deben tanto el celebrante como tada con la aplicación de otros criterios 4S . El hecho de que en la
los ministros, y la schola y los fieles, utilizar solamente la lengua frase siguiente los grados intermedios entre el hablar y el cantar
latina.» Sólo donde de acuerdo con una costumbre secular e inme- sean designados como «grados de participación según la capacidad
morial son introducidos cantos populares en lengua vernácula, des- de la comunidad» muestra que se ha partido del error de que se
pués de que hayan sido cantadas las palabras de la liturgia en lengua trata de la participación de la comunidad en la música sagrada y
latina, está permitido seguir haciéndolo, siempre que no se pueda que se han utilizado las prescripciones anteriormente citadas esta-
prudentemente terminar con esa costumbre. Las palabras litúrgicas blecidas por la Instrucción de 1958. Pero esto no causa ya ningún
no deben ser cantadas en lengua vulgar41. En las misas rezadas perjuicio al fondo de la cuestión.
deben el celebrante, el ministro y los fieles que toman parte direc- La Instrucción Musicam sacram no prescribe, pues, a la asam-
tamente en la acción litúrgica con el celebrante, es decir, que dicen blea litúrgica indicaciones rubricistas ni esquemas fijos, sino que
con voz perceptible las partes de la misa que les están asignadas, abre un espacio para su canto. Además responde al hecho de que
utilizar siempre la lengua latina. Pero si los fieles, fuera de esta en distintas comunidades se dan distintos presupuestos; por eso
participación litúrgica directa, quieren añadir oraciones o cantos permite que el sacerdote y los ministros, que debieran comenzar
populares de acuerdo con la costumbre del lugar, pueden hacerlo el canto en la asamblea litúrgica, puedan recitar en alto y clara-
en lengua vulgar42. mente en lugar de cantar cuando no posean las condiciones nece-
sarias de voz para una ejecución conveniente del canto; en todo
" Esto fue elaborado especialmente en la Semana de Estudios de Friburgo caso, no pueden hacerlo por simple comodidad *6. Además, donde
(Suiza) de 1965 (cf. n. 3). Una nueva contribución sobre este tema y sobre hay diferentes personas para la misma función, debe cantar el que
la naturaleza y las distintas formas de canto la ofrece Gino Stefani, L'Espres-
úone vocale e musicale nella liturgia, en Liturgia e cultura, III, Turín-Leu- puede hacerlo bien 47 . Ya se había tenido en cuenta que «en la elec-
mann, 1967. 43
38 Art. 7.
39
Art. 34. 44
Constitución sobre la liturgia, art. 21. 45
Art. 38.
40 Art. 28.
41
Art. 3. 46
Art. 14a. 47
Art. 8.
42 Art. 8.
Art. 14b.
296 H. Hucke La música en la liturgia 297

ción de la música para el coro de cantores y para el pueblo se ten- litúrgicas y de la asamblea dependerá el que el coro cante respon-
gan en cuenta las posibilidades de los que tienen que cantar» *. diendo a toda la asamblea litúrgica o, por el contrario, el que él
A ser posible, se debería disponer de un coro, y no sólo en las ca- cante y la asamblea oiga, por ejemplo, en la preparación de las
tedrales y en las grandes iglesias, sino también en las pequeñas 49. ofrendas y en la comunión; de esas mismas circunstancias depen-
Cuando y donde no ocurre así, el coro debe ser sustituido por un derá incluso el que pueda ser ejecutada música instrumental —como
cantor 50 . La Instrucción habla indirectamente de la función espe- permite expresamente el artículo 65— para la entrada, la prepa-
cial de cantor, al hablar del cantor del gradual o del salmo respon- ración de las ofrendas, la comunión y el final. Hay comunidades
sorial que sigue a la lectura 51 . que cantan más fácilmente que otras, y hasta en las mismas comu-
El coro es parte de la comunidad. Han sido suprimidas todas nidades hay fiestas en las que se canta mejor que en otras. También
las limitaciones relativas al sexo de los miembros del coro 52 , así es muy distinta la calidad de los coros y su disposición para cantar
como la distinción, tan característica del perfeccionismo rubricista más o menos frecuentemente. De ahí que la Instrucción diga: «Es-
de la Instrucción de 1958 y de su mala comprensión del Motu pro- pecialmente cuando se trata de una comunidad insuficientemente
prio de Pío X B , entre los coros que ejercen una función litúrgica instruida o de la ejecución de música polifónica, pueden ser con-
propia, los que ejercen una función litúrgica delegada y los que no fiados al coro de cantores algunos cantos del pueblo, siempre que
ejercen función litúrgica alguna M. La Instrucción Musicam sacram el pueblo no sea excluido de las demás partes que le corresponden.
dice que el coro no tiene una función litúrgica especial, sino que Pero no se puede aprobar la costumbre de confiar el canto de todo
lleva a cabo un servicio litúrgico especial. «Su función ha ganado el propio y de todo el ordinario de la misa a un coro de cantores,
importancia y significación gracias a las prescripciones del Concilio excluyendo completamente al pueblo de la participación en el can-
sobre la renovación litúrgica. Al coro le compete la recta ejecución to» *. A este propósito se ha de observar que la Instrucción no
de sus partes de acuerdo con las distintas formas de cantos y las cuenta el Sanctus entre los cantos, sino entre las aclamaciones ^
exigencias de una participación activa de los fieles en ellos» 55 . «Sus y que no habla del Credo, sino de la profesión de fe M para evitar
partes, de acuerdo con las diferentes formas de canto.» Muchos la impresión de que lo considera un canto en sentido propio 59 .
cantos son por naturaleza cantos a dos coros, como el Kyrie y el
56
Agnus Dei. En otros cantos la tradición y la experiencia enseñan 57
Art. 16c; cf. art. 34.
que la misma forma de cantarlos les es particularmente apropiada; 58
Art. 34; cf. art. 16a y 29.
así, por ejemplo, los cantos procesionales. También en otros casos, 59
Art. 34; cf. art. 30b.
Sin embargo, un comentario que se precia de conocer «una redacción
y por diferentes razones, para hacer más vivo el canto o para faci- anterior» de la Instrucción ha podido leer en ella lo siguiente: «Allí podía
litar la participación del pueblo en el mismo, puede el canto a dos verse, por ejemplo, que el Credo y el Sanctus no deben nunca ser cantados
coros mostrarse muy apropiado. en una forma que no permita la participación del pueblo; más aún: la distri-
bución del Credo entre pueblo y coro no es buena, ya que el Credo es profe-
Las funciones del coro no se limitan, sin embargo, en modo sión de fe de toda la comunidad reunida. ¿Cuántos de nuestros fieles resisten
alguno, al canto con la asamblea a dos coros. De la naturaleza y de tal forma el canto que sean capaces de cantar un Credo completo? Pero
peculiaridad del rito y también de las condiciones de las fiestas aquí se confundió actuosus con activus, y a partir de ahí se estableció un prin-
cipio. Tales exageraciones no son ya posibles. Apenas es necesario subrayar
que la participación del pueblo en el Sanctus, incluso en las misas en latín,
48 debe ser nuestra primera tarea y es la que más fácilmente puede conseguirse.
49
Art. 9.
Art. 19. Pero ¿de qué ley estructural se sigue propiamente que no debe ser nunca de
50 otra forma?» (Karl Günter Peusquens, Kleiner Kommentar zur «Instructio
51
Art. 21.
Art. 33. de música in sacra liturgia»: «Pastoralblatt für die Diozesen Aachen, Berlín,
52 Essen und KSln», 19 [1967], 173). Por otra parte, la Instrucción evita el es-
53
Art. 22.
Cf. a este respecto Kinnovamento litúrgico e Música sacra, p. 101. tilo de las disposiciones preconciliares sobre música religiosa y dice: «El
54 Sanctus, como aclamación al Prefacio, debe regularmente ser cantado por
Art. 93a, 93c, 99 y 100. La distinción había originado divertidas discu-
siones, como la de si en la liturgia es posible la delegación de capacidades toda la asamblea juntamente con el celebrante» (art. 34), en lugar de deter-
físicas, concretamente la capacidad de cantar. Hermann Schmidt criticó esto minar: «Está terminantemente prohibido que el Sanctus sea cantado por el
en su comentario a la Instrucción («Periódica», 47 [1958], 441ss). coro.» De aquí se saca la conclusión de que la Instrucción condena como una
55
Art. 19. exageración tomar la expresión al pie de la letra y se adopta el punto de vista
20
298 H. Hucke La música en la liturgia 299

Es verdad que el artículo 4b de la Instrucción Musicam sacram, correspondan a las partes de la misa, a la fiesta y al tiempo litúr-
lo mismo que las disposiciones preconciliares sobre la música reli- gico» y los textos sean aprobados por la autoridad territorial 62 .
giosa, no cuentan como música religiosa más que los corales y no Esto afecta no sólo al canto religioso, sino también al coro, al can-
la música para solistas. Pero en otro lugar de la Instrucción se dice tor y sobre todo a los compositores, pues el texto del Gradúale
expresamente que «la música tanto a una voz como a muchas voces romanum predetermina en gran parte la forma musical. Y la dis-
debe ser considerada y utilizada en las ocasiones en que correspon- tancia que separa a los compositores contemporáneos de la com-
da y que esta música puede proceder del tesoro de la tradición o posición de los textos en canto gregoriano les hace ver como abso-
de la creación de los músicos actuales» *°. Con la determinación de lutamente clásico el modelo que con él se les propone, desviándo-
que la autoridad territorial competente puede decidir «si pueden les la atención del hecho de que no se trata de otra cosa que de un
ser utilizados determinados textos en lengua vulgar recibidos de canto para el comienzo de una celebración litúrgica, o para la pre-
tiempos antiguos, textos ligados con composiciones musicales, in- paración de las ofrendas, o para la comunión63. Pero tal vez la
cluso cuando no coinciden con las traducciones de los textos litúr- importancia de esta determinación esté sobre todo en el hecho de
gicos legítimamente aprobadas»61, se abre nuestra liturgia al ám- que la Instrucción confía a la Iglesia local la elección de sus cantos
bito católico y a la tradición de la música religiosa, así como a las litúrgicos y le permite crear su propia liturgia.
nuevas composiciones sobre textos tradicionales en las Iglesias se-
paradas. Esto se refiere tanto a composiciones para coros como a ¿Y la lengua latina? La lengua litúrgica no pertenece para la
composiciones para solistas y a cantos para el pueblo. «Finalmente, Instrucción Musicam sacram a los problemas que trata al hablar de
a juicio de la autoridad competente, se permite 'sustituir por otros «líneas generales». La Instrucción habla del latín después de que
los cantos propuestos en el libro gradual para la entrada, la prepa- ha tratado del canto en las diferentes especies de las celebraciones
ración de las ofrendas y la comunión', en la medida en que este litúrgicas y en conexión con el «mantenimiento del tesoro de la
uso esté ya establecido legítimamente, y siempre que esos cantos música religiosa»: «De acuerdo con la Constitución sobre la Sagra-
da Liturgia, debe ser mantenido el empleo de la lengua latina en
de aquellos que entienden el canto en la celebración litúrgica no como parti- los ritos latinos, mientras no se oponga a ello un derecho especial.»
cipación en la liturgia, sino como participación en la música sagrada. Sólo a
partir de esta confusión se puede llegar a concluir que la exigencia de una La Instrucción añade que en esto deben ser tenidas en cuenta «las
participación activa en el canto lleva, cuando se la eleva a la categoría de posibilidades de cada comunidad» **. «Los ordinarios pueden pro-
principio, a un activismo vacío y a una negación de la música religiosa. Na-
turalmente, la música religiosa tiene su lugar en la liturgia; la renovación
litúrgica le ofrece nuevas tareas y posibilidades. Pero la música religiosa debe, B
Art. 32; cf. art. 36 y 65: «Al principio, antes que el sacerdote se acer-
incluso para ser verdadero arte, tener en cuenta de qué rito se trata y cuál es que al altar, en el momento de la preparación de las ofrendas, en la comunión
el signo que debe ser manifestado. Tal música será tanto más santa y tanto y al final de la misa, puede ser interpretada música instrumental.»
más verdaderamente arte cuanto más inmediatamente proceda del rito mismo. B
Cf. a este propósito la respuesta de un reputado compositor, Max Bau-
La tarea artística de la música religiosa y su misión en la liturgia no es ni mann, a la invitación del Allgemeiner Caecilien-Verband para que compusiera
negada ni pasada por alto cuando, bajo el título de «Liturgia y música reli- música sobre «los textos del propio de la misa en la traducción alemana»: «El
giosa en el sentido de la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la sagra- coral gregoriano es para mí una obra de arte tan única y una fuente tan rica
da liturgia», se dice: «Es tarea de la realización propia de cada hombre estar en todos los aspectos, que me parecería un delito sustituirlo de alguna manera
siempre dispuesto a escuchar. ¡Qué peligrosamente amenazado está el hombre por una obra propia. Frente a las formas orgánicamente crecidas del gregoria-
que no es capaz de oír y de escuchar! Su conocimiento de la verdad está no, creadas en el anonimato y de la profunda fe religiosa de aquella época,
limitado, está limitado su sentido de la rectitud, y el mismo amor sufrirá tam- cualquier otra cosa creada a corto plazo no puede ser más que un sucedáneo.
bién menoscabo. ¿Quién puede olvidar la advertencia del Señor: Quien tiene Frente a esa herencia insuperable de formas y fórmulas acuñadas a lo largo
oídos para oír, que oiga? La actuosa participatio incluye también un oído de los siglos, cualquier imitación estará en una situación lastimosa. La música
atento. Acostumbramos a decir: toda oración es, en última instancia, estar a creadora de nuestros tiempos con sus tensiones armónicas está más allá de
la escucha de la voluntad de Dios. Creemos un espacio a esa escucha en la esa ingenua monodia. Por eso sólo puede expresarse en el lenguaje de nuestro
liturgia. Creo deber decir que necesitamos una piedad un poco más a la escu- tiempo» («Música sacra-CVO», 84 [1964], 7-8, p. 214). Esto significaría que
cha» (Johannes Overath, «Música sacra-CVO», 84 [1964], 7-8, p. 194). hoy no sería posible componer música litúrgica porque el lenguaje musical de
60
Art. 50c. nuestro tiempo es distinto del gregoriano.
" Art. 55. " Art. 47.
300 H. Hucke
bar si tras la introducción de la lengua vernácula en la celebración
de la misa parece conveniente en algunas iglesias, sobre todo en
las grandes ciudades, donde se encuentran con frecuencia fieles de
distintas lenguas, prever una o más misas latinas, especialmente
cantadasȎ5.
H. HUCKE
Documentación Concilium *

RITOS DE ENTERRAMIENTO NO CRISTIANOS

INTRODUCCIÓN

Incluso una ojeada superficial a un libro corriente que trate


sobre costumbres funerarias, como puede ser Funeral Customs the
World Over, demostraría que una documentación como la que se
intenta dar en esta sección no puede pretender en modo alguno ser
completa. Ni es realmente necesario en este volumen sobre liturgia,
en el que tratamos de indagar los caminos para la renovación del
rito funeral. Pero lo que sí es importante es ver el valor relativo
que tienen ciertos elementos de nuestro actual rito cristiano. Una
comparación con los ritos y costumbres de otras religiones hará ver
en seguida que determinadas partes de este rito funeral cristiano
están conectadas directamente con las tradiciones populares, las
ideas propias acerca de la higiene, el universal sentimiento humano
de respeto hacia los muertos y de impotencia, de incapacidad para
prolongar la vida de un ser querido, más que con la fe cristiana en
la vida que resurge. Cuando nosotros andamos tratando de reajus-
tar el actual rito funerario, será bueno que adoptemos un punto
de vista más distanciado respecto a determinadas partes de este
rito y quizá podamos también encontrar en las otras religiones
algunos elementos valiosos, que podrían ser integrados, a modo de
variantes, dentro de un rito básico más amplio.
Intencionadamente hemos incluido también en esta documen-
tación las actitudes de los marxistas y de los modernos americanos.
Ambas actitudes muestran claramente cómo el rito funeral es con-
siderado desde un punto de vista totalmente distinto del que tienen
las grandes religiones tradicionales. Es algo que aparece muy claro
en la «mortuary science», según la cual se trata ante todo de hacer
65
Art. 48. * Bajo la responsabilidad del Secretariado General.
302 Secretariado General

económicamente rentable la muerte del hombre. Cuando se com-


prueba que los americanos gastan dos veces más en los funerales
que en cuidados médicos para la vida presente, se saca la conclusión
de que tal explotación sistemática del dolor humano debe ser, eco-
nómicamente, un éxito. A pesar de todo, también este punto de I
vista de la «atención a los muertos» puede brindarnos una valiosa
información acerca del tipo de punto básico de partida desde el que MUERTE Y SEPELIO EN ÁFRICA
podemos acercarnos al hombre moderno.
Para que esta información resulte todo lo objetiva que sea po- La gran variedad de ritos que acompañan al sepelio en África
sible, y para conocer lo que sucede en los distintos grupos humanos son la prueba de que cada defunción afecta a toda la comunidad.
con ocasión de un entierro, hemos planteado cuatro preguntas a También son la prueba de que para los africanos, la muerte no es
personas cualificadas representativas de los distintos grupos: el final del hombre. La forma de tratar el cuerpo depende, por su-
1. ¿Qué se hace cuando el grupo a que usted pertenece se ve puesto, de la idea de cada grupo acerca del modo de existencia del
en la necesidad de tributar sus últimas muestras de respeto a una «alma», y por ello mismo, de la naturaleza y composición del ser
persona difunta? humano, de la existencia de un «mundo de los muertos», etc. Es
2. ¿Usan varios ritos distintos, que permitan una cierta im- de notar, de pasada, que esta vaga idea acerca de un más allá no
provisación, o son estos ritos un procedimiento cerrado y estático? supone necesariamente la de inmortalidad.
3. La forma de testimoniar el respeto hacia los muertos en el
entierro, ¿corresponde a unas ideas específicas respecto a la muerte El tipo de sepelio depende también de la posición social, el
o a una posible vida futura? sexo, la edad del difunto; en una palabra: de todo el contexto
4. ¿Se nota en ese grupo alguna tendencia hacia la renovación cultural. Si bien se dan toda clase de ritos fúnebres, el más común
del actual rito funerario? es la inhumación; hay algunos que solamente se aplican en casos
La respuesta a estas preguntas es el objetivo real que se ha excepcionales o cuando se trata de personas fuera de lo corriente.
propuesto la siguiente documentación. En el caso de que el cuerpo sea totalmente destruido, lo que se
pretende es privar así al difunto de todo soporte material que le
E L SECRETARIADO GENERAL
permitiera prolongar su presencia entre los vivos.
Aparte de los ritos con que se trata de socorrer a un hermano
gravemente enfermo, a fin de defender su vida con la fuerza que
le presta toda la comunidad reunida a su alrededor, las palabras y
los gestos que se realizan en el funeral sugieren una doble actitud.
La comunidad se siente afectada por el acontecimiento: la muerte
ha contaminado a todos los miembros y todas las cosas. La vida ha
sufrido un parón. Ha muerto una parte de la comunidad y el resto
se siente cubierto por una sombra de muerte. Si el que ha muerto
es el jefe de la aldea, entonces toda la aldea está sentenciada; se
apagan todos los fuegos, cesa el trabajo, los campos son abandona-
dos o incluso se dejan baldíos, los ganados son sacrificados o sim-
plemente aniquilados. Al finalizar el funeral o el período de luto,
para que la vida pueda proseguir hay que ayudarse con ritos de
purificación, clamores rituales, banquetes funerarios, competiciones
varias y cosas análogas. Se dio un peligro de perder contacto con
la vida o con el cosmos y es preciso asegurarlo de nuevo. La comu-
304 J. Theuws Muerte y sepelio en África 305

nidad que pasó por el desastre puede volver a ocupar otra vez su un culto. La continuidad de su existencia depende de que sea re-
puesto en la sociedad más amplia. La muerte significó el ostracismo cordado por los vivos. Esta existencia se extinguiría si negara a
para una parte de la comunidad y los «otros» se apartaron de ella. ser olvidado. Por eso, su nombre sigue existiendo en el nombre de
El exilio es superado por medio de ritos de reintegración, el aban- los niños. Pero si retorna para atormentar a los vivos, entonces se
dono del luto y la destrucción de los símbolos mortuorios. quema su cuerpo o se le echa veneno en la boca.
Otra fuente de ansiedades es la fatalidad de la muerte. Tam- La situación tanto de los vivos como de los muertos está mar-
bién en esto puede establecerse una distinción general entre ritos cada, como puede comprenderse, por una cierta ambigüedad. Vol-
de separación y ritos de integración. La muerte se resiste a aban- vemos a encontrar esta misma pauta en la elección de los lugares
donar la comunidad. Se intenta expulsarla de la casa o la aldea de enterramiento. Puede ocurrir también que el cuerpo quede sin
usando la fuerza suave, la astucia y a veces la violencia. Se saca fue- sepultura y su casa abandonada, dejándose el cuerpo más o menos
ra el cuerpo muerto a través de un agujero practicado en la pared, como una cosa desprovista de valor, para los animales salvajes, o
se le lleva a la sepultura por un camino tortuoso, la casa es purifi- bien, particularmente si se trata de una persona importante y po-
cada o destruida, se atan juntos los pies del cuerpo, se descoyuntan derosa, el enterramiento se hace en la que fue su choza o kraal.
sus miembros, se le clava al suelo, se enciende un fuego en el cami- En otros sitios se guarda solamente el cráneo o cualquier otra parte
no de regreso, etcétera. Todo esto se hace para evitar que el del cuerpo. Hay una gama muy amplia de costumbres a este res-
muerto regrese a su casa. No es suficiente con que se encamine pecto. Actualmente, sobre todo en ciudades modernas, se toman
hacia el lugar de los antepasados, sino que es preciso asegurarse del cuerpo solamente unos pocos cabellos o las uñas, para enterrar-
de que lo reciban allí y le asignen un lugar. Para él se trata de un los en el suelo ancestral y que de esta manera el espíritu pueda
«paso a través», y los vivos son responsables del éxito de este viaje. encontrar reposo. La sombra vital se aferra mientras puede a algu-
Según sean las creencias en el más allá y la situación y el camino na parte del cuerpo. Basta con eliminar o enterrar o tributar algún
que allí aguarden al muerto, se le provee de dinero para el viaje, honor a este elemento más o menos simbólico para entrar en con-
colocándolo en su boca o en las manos; se le dejan sus armas, he- tacto con el difunto.
rramientas, símbolos de su rango y dignidad. A veces se le provee Finalmente, hemos de decir que todo esto sólo adquiere su
también de algunas cabezas de ganado que le pertenecieron, de verdadero sentido cuando se tiene en cuenta todo el contexto de
esposas y de esclavos: las «sombras» o «almas» de las cosas, ani- una cultura concreta y viva.
males y seres humanos acompañan a la «sombra vital» del difunto J. THEUWS
hacia el crepúsculo del lejano mundo inferior, mundo de sombras
desoladas. Se increpa al muerto: «No somos culpables de tu muer-
te, no sabemos quién te mató, llévate contigo a tu asesino, no nos
envíes sueños malignos, etc.». A veces estas últimas palabras, que BIBLIOGRAFÍA BREVE
deben ser pronunciadas por el hijo mayor, se convierten en una es-
B. Ankermann, Die Religión éter Naturvolker, 4en Chantepie de la Saussaye,
pecie de abuso ritual: «Vete, para que yo pueda ocupar tu puesto.» Lehrbuch der Religionsgescbichte, Tubinga, 1925.
Como ocurre en otros ritos parecidos, la persona que ha muerto E. Dammann, Die Religionen Afrikas, Stuttgart, 1963.
alcanza su nueva situación sólo gradualmente: el cuerpo «se resiste» M. Eliade, Traite d'histoire des Religions, París, 1953.
mientras es llevado al sepulcro y ha de ser enterrado, en ocasiones, Evans-Pritchard, Nuer Religión, Oxford, 1956.
D. Forde, African Worlds. Studies in the Cosmológica Ideas and Social
hasta dos y tres veces. Valúes of African Peoples, Londres, 1955.
Sin embargo, por mucha atención que la gente ponga en elimi- M. Gluckman (ed.), Essays on the Ritual of Social Relations, Manchester,
nar al muerto, éste hará lo posible por seguir en contacto con los University Press, 1962.
vivos. Ocupa su lugar con los antepasados, se convierte en «espí- A. Le Roy, La Religión des Primitifs, París, 1925.
ritu», un espíritu tutelar. Ciertos acontecimientos, que son inter- J. Middleton, Lugbara Religión, Oxford, 1960.
G. Parrinder, West African Psychology, Londres, 1951.
pretados como signos, dan a entender la disposición y la voluntad B. Pauw, Religión in a Tswana Chiefdom, Londres, 1960.
del muerto. Este exige un pequeño «fuego para calentarse», pide R. Rattray, Religión and Art in Ashanti, Londres, 1956.
306 J. Theuws

P. Schebesta, Oorprong van de Godsdienst. Resultaten van het prebistorisch


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international African Seminar in Salisbury, Rhodesia, December 1960
Oxford, 1965.
DEL RITO MAHOMETANO DE ENTERRAMIENTO

Nota: esta exposición se refiere únicamente a los musulmanes


de los cuatro ritos sunnitas, cada uno de los cuales será indicado
por medio de una letra: Chafiitas (C), Hannabalitas (HB), Hana-
fitas (H) y Malikitas (M); también incluiremos los musulmanes
Shiitas imamitas, designados aquí por (I). Cuando haya acuerdo
entre los cuatro ritos sunnitas con los shiitas, lo designaremos con
el término (unánimes).

1. POSICIÓN QUE SE HA DE DAR AL MUERTO

El rostro del muerto debe estar vuelto en dirección a la Qibla


(Meca). El muerto estará acostado de espaldas, la planta de los pies
hacia la Qibla, de forma que si se le mantiene sentado, el rostro
mire hacia la Qibla (C, I); o bien acostado sobre el lado derecho,
vuelto el rostro hacia la Qibla; ésta debe ser también la posición
que guarde en la tumba (HB, H, M).

2. LA «TOILETTE» FÚNEBRE

A) Lavatorio del cuerpo

a) El lavatorio del cuerpo tiene por objeto que el muerto sea


purificado antes de la inhumación, pues ante Dios hay que presen-
tarse con el cuerpo limpio de toda mancha. Sin embargo, el mártir
—el que muere combatiendo a los infieles— no ha de ser lavado,
pues ya se purificó por la sangre (unánimes). En cuanto al abortivo,
sólo será lavado si ha cumplido al menos los cuatro meses (HB, I),
o cuando presenta ya una forma humana (H), o si estaba ya en edad
de poder vivir (M), o si fue expulsado después del sexto mes, o
expulsado vivo y muerto después, o si presenta ya una figura hu-
mana completa (C). En cuanto al muerto que hubiere perdido al-
308 A. Nader
guna parte de su cuerpo, será lavado si aún le queda la mayor
parte, o la mitad del cuerpo, incluyendo la cabeza (H), o si quedan B) El embalsamamiento del cuerpo
al menos las dos terceras partes (M) o incluso cuando no quede más
que una mínima parte (HB, C), o si queda el pecho o una parte Se practica una unción con alcanfor sobre las siete partes del
en la que esté contenido el corazón, o una parte que contenga algún cuerpo que entran en juego durante la prosternación en la plegaria:
hueso (I). la frente, las dos manos, las dos rodillas, la punta de los dedos
b) La persona que lava el cuerpo debe ser, en principio, del gordos de ambos pies. Este orden es observado por (I), que asi-
mismo sexo. Sin embargo, el cónyuge sobreviviente puede lavar el mismo embalsaman la nariz, pero no por los cuatro ritos sunnitas
cuerpo del otro cónyuge difunto (todos menos H). Según (H), el en el embalsamamiento del cuerpo.
esposo no puede lavar el cuerpo de la esposa difunta, pues la muerte
ha puesto fin a la potestad marital que tenía sobre ella (H); por el
contrario, la esposa podrá lavar a su esposo difunto, pues todavía C) El lienzo
tiene que pasar un plazo de viudedad durante el cual no puede
casarse con otro; durante ese tiempo sigue dependiendo de su es- Es preciso envolver el cuerpo en un lienzo (unánimes). Este
poso: si queda encinta en ese plazo, los hijos habidos serían consi- lienzo ha de incluir obligatoriamente una pieza capaz de envolver
derados como hijos de su esposo difunto (H). Sí el marido hubiera todo el cuerpo (cuatro ritos sunnitas); pero se recomienda que esté
repudiado a su mujer de forma definitiva o no definitiva, ésta no compuesto de tres piezas. Estas tres piezas son obligatorias (I): una
podrá lavar el cuerpo de él (C, M); si la repudiación no fue defi- para cubrir la parte del cuerpo que va desde el ombligo hasta las
nitiva, el cónyuge sobreviviente podrá lavar al otro cónyuge difun- rodillas, otra para cubrir desde los hombros hasta las piernas y la
to (I). La mujer puede lavar el cuerpo de un muchacho difunto si tercera para todo el cuerpo (I). El lienzo no debe ser de seda ni
éste tenía menos de tres años; el hombre puede lavar el cuerpo de estar bordado en oro: el rico y el pobre son iguales a la hora de
una muchacha difunta si ésta tenía menos de tres años (I); esto la muerte.
mismo vale si el difunto tenía menos de cuatro años (H), o menos
de siete años (HB), o si se trata de un niño menor de ocho años y 3. LA PLEGARIA FÚNEBRE
una niña menor de dos años y ocho meses (M).
a) Solamente es válida una vez que se ha hecho la toilette
c) Forma de lavar el cuerpo. Se lavará tres veces; primero, fúnebre. No se hace plegaria fúnebre por un mártir (C, HB, M),
con agua mezclada con un poco de leche; después, con agua mez- mientras que (H, I) la hacen. Se hará también por los abortivos de
clada con un poco de alcanfor, y, finalmente, con agua pura y clara. cuatro meses cumplidos (HB, H), o sólo por los recién nacidos que
Cada vez se empieza lavando la cabeza, luego el lado derecho del mueren después de haber dado algún signo de vida (C, M); sólo se
cuerpo y, finalmente, el lado izquierdo (I). Según los cuatro ritos hará por los niños muertos que hubieran cumplido los seis años (I).
sunnitas, sólo es preciso lavar el cuerpo una vez, con agua pura y b) Quién ha de hacer la plegaria. Según (I), toilette fúnebre
clara y no es preciso seguir un orden determinado. Se empleará y plegaria sólo son válidas cuando son realizadas por la persona que
agua fresca (C, HB, M, I), o caliente (H). Si falta el agua, se prac- tiene la misión de hacerlas: aquella persona precisamente que es
ticará el «tayamum»: el polvo de tierra reemplaza al agua; se hará primera en línea sucesoria del difunto; sin embargo, puede delegar
así cuando se teme que el agua pueda causar algún deterioro a un en otro para cumplirlas en su lugar. Los cuatro ritos sunnitas guar-
cuerpo que hubiera sido gravemente afectado por la enfermedad dan silencio sobre la persona que ha de realizar la toilette fúnebre;
antes de la muerte; es preciso que el cuerpo conserve lo más posi- pero la plegaria ha de ser dirigida por la persona que el difunto
ble su aspecto normal antes de ser inhumado. hubiera designado, o por el más cercano en la línea de sucesión o
por el cheikh de la demarcación.
c) Modo de hacer la plegaria. El director de la plegaria se
coloca, con el rostro vuelto hacia la Qibla, a la cabecera y por el
310 A. Nader

lado derecho de las andas en que está reclinado, de espaldas, el


muerto. Empieza por manifestar su intención de orar. La fórmula 5. LA INHUMACIÓN
será, según los distintos ritos:
Malikitas: «Allah es el más grande. Oh Dios, perdona sus pe- El muerto debe ser depositado en una tumba cavada en el sue-
cados a este muerto. Allah es el más grande. Oh Dios, ten piedad lo. Será reclinado sobre el costado derecho, con el rostro vuelto ha-
de él y de nosotros. Allah es el más grande. Oh Dios, perdónale y cia la Qibla. El esposo entierra a su esposa difunta; en defecto de
perdónanos nuestros pecados. Allah es el más grande. Oh Dios, éste, lo hará uno de sus maharim, que son aquellos a quienes estaba
que more en tu inmenso paraíso. La salvación esté con vosotros.» permitido verla cuando aún vivía ella. También puede hacerlo una
Hanafitas: «Allah es el más grande. Dios sea alabado, demos mujer o algún otro a quien se considere hombre justo (I, C, M).
gracias a Dios. Allah es el más grande. Oh Dios, bendice a Maho- Pero según (HB, H), el esposo no podrá inhumar a su esposa di-
ma. Allah es el más grande. Oh Dios, ten piedad de este muerto. funta, puesto que la muerte ha roto los lazos que los unían. El
Allah es el más grande. La salvación esté con vosotros, la miseri- que baja a la tumba para depositar en ella el cuerpo muerto debe
cordia de Dios esté con vosotros» (bis, esta última invocación). estar con los pies y la cabeza desnudos; debe desabrochar sus ves-
Chafütas y Hanbalitas: «Allah es el más grande.» (Se recita tidos y decir: «En el nombre de Allah. Según la religión del profeta
la Vatiha, primer capítulo del Corán.) «Allah es el más grande. Oh de Allah. Oh Dios, que su tumba le resulte amplia. Haz que este
Dios, bendice a Mahoma. Allah es el más grande. Oh Dios, ten muerto llegue a reunirse con su profeta. Oh Dios, si fue hacedor
piedad de él y de nosotros. Allah es el más grande. Que la salvación del bien, aumenta sus buenas obras; si hizo el mal, perdónale y ten
esté con vosotros.» piedad de él y perdónale sus pecados.» Es recomendable leer tam-
Shütas: «Allah es el más grande. Yo testifico que no hay más bién la Vatiha.
Dios que Allah y Mahoma es el profeta de Allah. Allah es el más Los Shütas del Irak y del Irán prefieren ser enterrados en
grande. Oh Dios, bendice a Mahoma y su familia. Allah es el Najaf o en Karbala (al sur del Irak), cerca de la tumba de Alí, el
más grande. Oh Dios, perdona los pecados de los creyentes y de yerno del Profeta, o cerca de la de al-Hosayn, hijo de Alí.
las creyentes. Allah es el más grande. Oh Dios, perdona los peca- La tumba no debe sobresalir del suelo (C, I), pues está probado
dos de este muerto (si el muerto es un niño: oh Dios, perdona los que el Profeta puso a nivel del suelo la tumba de su hijo Ibrahim.
pecados de sus padres). Allah es el más grande.» Sin embargo, (H, HB, M) prefieren dar a la tumba la forma de
d) Lugar de la plegaria. Lo mejor es decirla en la mezquita túmulo, pues —según dicen ellos— la forma plana ha adquirido
(C); está permitido decirla en la mezquita, si no hay peligro de valor simbólico entre ciertos pueblos no musulmanes. Una inscrip-
mancharla (HB, I); para (H) es cosa detestable decirla en la mez- ción sobre mármol sirve para indicar el nombre del muerto, la fecha
quita. de su muerte y también se pone un versículo del Corán'.
e) Tiempo para decir la plegaria. Podrá decirse en cualquier
momento (C, I); no podrá decirse ni al salir ni al ponerse el sol A. NADER
(HB, H, M).

4. EL CORTEJO FÚNEBRE

Las andas, recubiertas con un tapiz fino y portadas a hombros,


preceden al cortejo, que no deja de repetir: «No hay más Dios que
Allah; Mahoma es el profeta de Allah.» Actualmente y por causa
1
de la gran distancia que hay entre los cementerios y las viviendas, Algunas referencias: Muhammad Jawad Maghniyya, Al Fiqb 'alai maza-
las andas son puestas en un vehículo especial y el cortejo sigue en hib al kbamsa, Beirut; Dar al ilm lil malayin, 1960; Al-Ghazzali, Kilab al
Wajiz (varias ediciones); Al Qadi al Nu'amn b. Muhammad al Maghribi,
otros coches, o incluso en motocicletas (por ejemplo, en Rabat, Kitab al Iqtisar, Beirut, 1957; Muhammad al Kalisi, Ihya al Sbari'a fi maza-
Marruecos). hib ashsbi'a, 3 tomos, Bagdad, 1951.
Sepelio musulmán 313

media de las andas. La gente, de pie, se coloca en filas mirando


hacia la Qibla (Meca). El servicio comienza con un Takbir; cuando
éste ha sido recitado, se levantan las manos hasta la altura de las
orejas y después, como en la plegaria, se juntan sobre las mejillas.
III Durante el servicio se recitan cuatro Takbir; durante ellos, la gente
permanece de pie (Bu 23,64). Después del primer Takbir se pro-
SEPELIO MUSULMÁN * nuncia un Dbikr o Sana, ambos con un Al-Fátiha; el segundo va
seguido por un Salawát-annabi, y el tercero, por una plegaria espe-
cial. Con excepción de los Takbir, estas plegarias deben ser recita-
Para el Islam, la vida que viene después de la muerte forma das en voz baja 4 . El cuarto Takbir va seguido por el Taslim, du-
parte de esta vida presente. Cuanto hace, dice y piensa el hombre rante el cual la gente mueve la cabeza de derecha a izquierda.
queda guardado. En la vida del más allá todo vuelve a hacerse ac- Cuando el servicio ha terminado, se llevan el cuerpo y lo se-
tual para el creyente 1 . Cuando muere un musulmán, hombre o pultan, recitándose entonces esta plegaria: «En el nombre de Allah
mujer, viejo o joven, se oficia un servicio en presencia de los restos y con Allah y como el mensajero de Allah» (Tr 8,53). La tumba
mortales. Este servicio se llama Salát-al-djaná'is. Djaná'is es el plu- está excavada de tal forma que el cuerpo pueda ser colocado con
ral de Djináza: «el cuerpo muerto sobre las andas» o «las andas» 2. el rostro vuelto hacia la Meca. Comúnmente tiene de cuatro a seis
Cuando muere alguien, se lava el cuerpo con jabón o algún otro pies de profundidad y el costado tiene forma cóncava, a fin de fa-
desinfectante. Primero se lavan aquellas partes que suelen serlo cilitar la colocación del cuerpo. Esta concavidad se llama Ladh;
en un lavatorio ritual (Wudu). Luego se limpia todo el resto del no es preciso hacerla si se emplea féretro para el enterramiento.
cuerpo 3 , después de lo cual se le envuelve en una o más telas blan- Se cierra la tumba y se recita una nueva plegaria por el muerto,
cas (Bu 23,19,20 y 27); también se le aplican aromas (Bu 23,21). después de lo cual todos regresan a sus casas 5 .
Si el muerto es un mártir o alguien que ha caído en una batalla, El rito que se aplica a los niños sólo se diferencia del de los
entonces no se lava el cuerpo ni se le envuelve con telas (Bu 23,73). adultos en que la plegaria que viene después del tercer Takbir es
En señal de respeto, el cuerpo es llevado a hombros hasta el distinta. El servicio funeral de los niños no incluye la plegaria para
lugar del enterramiento, bien en unas andas o, si es preciso, en un pedir perdón. Se sustituye por otra pidiendo que el niño muerto
féretro. También puede transportarse el cuerpo usando cualquier alcance el perdón y la recompensa para sus padres.
otro medio. Por ahora, los musulmanes no demuestran tener intención de
El Profeta se cruzó una vez con unas andas en que era portado introducir cambios en los ritos actuales.
un judío. Se detuvo para rendir honor al muerto y ordenó a los Q. HAFIZ
musulmanes que hiciesen lo mismo (Bu 23,50).
Tomar parte en el servicio se llama Fard Kifaya. «Es suficiente
con que unos pocos musulmanes tomen parte en el servicio.» Este
servicio puede tener lugar en cualquier sitio. Todos los participan-
tes deben intervenir en el Wudu. Las andas se colocan en el suelo,
de frente, y el Imán está de pie, vuelto el rostro hacia la parte

* Para evitar referencias superfluas, se dan en abreviatura después de la


primera vez que se hace llamada a una fuente. 4
1
El Corán, libro santo dé. Islam, 28,78; 29,65; 18,103 y 107; 7,33; 45, Al Imán Al-Hafiz Abü Isa Mohammed Ibn Isa, Al-Djami' al Tirmidhi
25-30; 50,3-7; 75,4-16. (Abrev.: Tr), 8,37; Sjaich Wali ai-Den Muhammed Ibn 'Abd-Allah, Al Misjkát
s d-Masábih, 5,5-11.
E. W. Lañe, Arabic-Englisb Lexicón. 5
3
Al-Hafiz Abü 'Abd-Allah Muhammed Ibn Isma'il Al-Buchari, As-Sahih Abü Dawüd, Sunnah, 20,67; cf. M. M. Ali, The Religión of Islam;
d Buchari (Abrev.: Bu), 23,8,9,11. Ahmadiyya Moslim Missie, Gebedboek van de Moslims.
21
Ritos funerarios hindúes 315

puesto que nada tienen que expiar. La concesión de Manu en favor


de los infantes recibe a veces una interpretación muy amplia, hasta
el punto de incluirse en ella a los jóvenes antes de su ceremonia
de «iniciación» y a las muchachas antes de casarse. Los muertos
IV de enfermedades contagiosas son enterrados sin demora. En cuanto
a los demás, la mayoría de los hindúes queman a sus muertos.
RITOS FUNERARIOS HINDÚES Después que el cuerpo ha sido lavado y vestido, el karma-karta
(oficiante) inmola manteca clarificada, arroz, etc., en el fuego sa-
grado, mientras recita las oraciones del caso, por ejemplo: «Oh
El ritual hindú es excepcionalmente rico. Después de los ritos Agni, mírame; concédeme tu benevolencia y favor; con tus siete
del matrimonio quizá sean los más interesantes los funerarios. Fue- lenguas lame este sacrificio que te ofrezco.» Entonces, se deposita
ron codificados durante los dos o tres siglos anteriores al cristianis- el cuerpo en el féretro y se forma la procesión; todos van en fila
mo, pero son mucho más antiguos. El hinduismo se ha extendido detrás del féretro, los mayores delante y los más jóvenes detrás;
por un vasto subcontinente, dividiéndose en innumerables sectas; hombres y mujeres van en grupos separados. A la cabeza de la pro-
las ceremonias difieren de un lugar a otro en detalles menores, pero cesión marcha el karma-karta, director del duelo, llevando en la
en todas partes los ritos esenciales son fielmente observados por mano el fuego sagrado. Si los recursos de la familia son suficientes,
los hindúes ortodoxos. Daremos a continuación una breve descrip- también llevan algún animal para ser sacrificado. En las procesio-
ción de los ritos más frecuentes. nes de cremación no hay banda ni instrumento musical alguno;
Cuando un enfermo, de cualquier casta o sexo, está a punto de pueden, en cambio, acompañar a las procesiones de enterramiento.
morir, se le administra el último sacramento antyesti. El sacerdote En el camino tiene lugar, por tres veces, una curiosa ceremonia: la
se acerca al lecho mortuorio llevando en sus manos una poción procesión se detiene, se descubre el rostro del muerto y se le repite
llamada pancagavyam (los cinco productos de la vaca) y la admi- esta fórmula: Om jiva, punaragacchasi? (Oh alma, ¿has regresa-
nistra al moribundo, acompañando esta acción con plegarias extraí- do?). Con esto se da la confirmación oficial de la muerte.
das de las Escrituras; el enfermo bebe recitando: «Yo recibo este Mientras tanto, en el lugar de la cremación, se ha hecho una
sacramento de pancagavyam en expiación de todos mis pecados, excavación poco profunda, en forma de tumba, para recibir la pira
consciente o inconscientemente cometidos.» funeraria; se trata de una reminiscencia de los tiempos en que los
Cuando está próximo el momento de la muerte, el paciente es cuerpos eran enterrados. Cuando la procesión llega al lugar, el
depositado en el suelo, pues se considera deseable morir en los bra- karma-karta bendice el hoyo rociándolo con agua, para lo cual se
zos de la madre tierra. Inmediatamente después de la muerte, se sirve de una rama del árbol qami, recitando al mismo tiempo estos
enciende una lámpara junto a la cabeza del cadáver y comienzan versos tomados del Veda: «Salid (malos espíritus), abandonad este
los preparativos para el funeral. El hijo mayor del difunto es quien lugar; los Padres crearon para él este lugar de reposo, distinguido
debe oficiar en la ceremonia; en ausencia de los hijos, lo hace el por días y aguas y resplandores» (Rig-Veda, X, 14, 9). Se dispone
pariente varón más próximo. entonces la pira con troncos de madera (madera de sándalo, si la
En la época védica, el enterramiento era la forma común en familia es lo bastante rica para adquirirla) y sobre ella se coloca el
que se disponía del cuerpo, pero en el cuarto o tercer siglo antes cadáver desnudo: hay que salir desnudo de este mundo, como se
de Cristo prevaleció la cremación como única forma legítima de entró en él. Al tiempo que se van realizando muchas más ceremo-
funeral. Manu, el gran legislador, hace una excepción en favor de nias, se aplica el fuego sagrado a los troncos, recitándose entonces
los infantes: «Si muere un infante menor de dos años, el cuerpo versos seleccionados del Rig-Veda. A continuación damos algunos
será adornado con flores y llevado a un lugar despejado, donde se de los ejemplos más interesantes:
le enterrará. No es preciso recoger después los huesos» (Leyes de
Manu, v. 68). Esta misma norma se aplica a los ascetas que hicie- «Abre tus brazos, oh tierra, recibe al muerto
ron voto de renuncia total: son enterrados igual que los infantes, con delicado abrazo y con amoroso saludo.
316 C. Papali Ritos funerarios hindúes 317
Envuélvelo tiernamente, como una madre y son enterrados en un lugar conveniente, con acompañamiento de
arropa con su suave vestido al hijo que ama.» otros ritos. Quienes pueden pagarlo, hacen llevar los restos a Be-
(Ibíd., X, 18,11.) narés, para depositarlos en el sagrado río Ganges, pues «mientras
los restos de un hombre permanezcan en el Ganges, otro tanto
Evidentemente, estas palabras se refieren a la antigua costum- tiempo será él honrado en los cielos», según reza un antiguo pro-
bre de enterrar los muertos. verbio.
Pero el muerto no es fácilmente olvidado. Hay «ritos ocasiona-
«¡Alma del muerto!, parte; toma el camino les» que son practicados por el muerto, uno en el día octavo de
—el antiguo camino— por el que nuestros antepasados cada mes y otro en el aniversario de la muerte, y esto durante tres
marcharon antes que tú; tú mirarás generaciones. Incluso aunque dejen de practicarse, sigue teniendo
hacia los dos reyes, poderosos Varuna y Yama, lugar la libación general por todos los antepasados difuntos, que
que se complacen en las oblaciones; te reunirás es una práctica perpetua y diaria de religión en todo hogar hindú.
con los Padres y recibirás la recompensa
de todas tus ofrendas, allí guardadas. C. PAPALI
Deja aquí tus pecados y tus imperfecciones;
retorna de nuevo a tu hogar de antes; toma
una forma gloriosa...
Avanza al encuentro de los Padres que, con corazones
amorosamente dispuestos hacia ti, viven en la gloria
con Yama; y tú, oh dios poderoso,
encomiéndalo a tus guardianes para que lo conduzcan hacia ti,
y concédele la salud y la felicidad eterna.»
(Ibíd., X, 14, 7-11.)

Cuando el cuerpo ha quedado reducido a cenizas, el karma-


karta repite lo siguiente:

«Nosotros, los hombres vivos, supervivientes, ahora regresamos


y dejamos al muerto. ¡Que nuestras oblaciones agraden
a los dioses y nos alcancen bendiciones! Vamos ahora
a danzar y a reír y a esperar una más larga vida.»
(Ibíd., X, 18, 3.)

Sin embargo, el duelo no termina aún. Todos se bañan, cam-


bian de vestidos y aguardan hasta que aparezcan las estrellas antes
de regresar a casa. Todos ellos han estado en ayunas desde que
ocurrió la defunción, pero en esta noche no se cocina nada. Re-
parten entre sí cualquier comestible que puedan hallar en la casa
y durante tres días se abstienen de probar la sal.
Durante diez días se hacen servicios especiales por el alma que
partió. Mientras tanto, se recogen los huesos en una urna de barro
'• Confucianismo chino y enterramiento 319
i

llamadas de los ritos chinos, por Benedicto XIV, en 1742. Esto


constituyó una absoluta ruptura brutal entre los desdichados cris-
tianos y el resto de la población no cristiana, lo mismo en cuanto
V a vínculos familiares que en cuanto a relaciones sociales.
En 1929, China organizó unas exequias nacionales en honor del
EL CONFUCIANISMO CHINO Y EL ENTERRAMIENTO doctor Sun Yat-sen, protestante practicante, fundador y padre de
la revolución del pueblo chino. Monseñor Celso Costantini, que
En China no hay religión del Estado, sino una religión del pue- entonces era delegado apostólico en Pekín, fue oficialmente invi-
blo, basada en el confucianismo, el budismo y el taoísmo. Estas tado a asistir a estas ceremonias solemnes. El representante de la
fórmulas religiosas y morales, las tres a la vez, constituyen efecti- Santa Sede aceptó, a condición de que los chinos aclarasen el ca-
vamente un solo cuerpo místico y un ecumenismo perfecto. En rácter de tales ceremonias. El Gobierno chino declaró: «No pode-
chino se dice «San-kiao-y-kia», que quiere decir: «Las tres religio- mos hacer unos funerales con signos supersticiosos, porque el doc-
nes son una sola familia.» tor Sun Yat-sen era cristiano; pero tampoco nos es posible hacer
Confucio manda a sus discípulos que sirvan a los padres, en unos funerales de carácter cristiano, porque China es un país pa-
vida, con amor y con atenciones; en la muerte, por el luto, las gano.» Monseñor Costantini, al igual que los restantes jefes de
ofrendas y el enterramiento decoroso'. La enseñanza de Confucio las misiones diplomáticas, inclinó por tres veces la cabeza ante el
consiste en una filosofía moral, política y social, como lo fue tam- cuerpo del doctor Sun Yat-sen 3 .
bién la de sus grandes contemporáneos Sócrates, Platón y Aris- Bajo el régimen actual siguen manteniéndose los ritos de ente-
tóteles. rramiento. Lo mismo que en Europa, se tributan solemnes honras
Cuando muere un letrado confucianista, su familia invita a los fúnebres a los hombres de Estado, a los héroes de la nación, a los
bonzos budistas y a los sacerdotes taoístas para que cumplan el grandes patriotas, a los sabios ilustres, etc. Consisten en guardar
servicio religioso, en la misma capilla ardiente y formando juntos unos minutos de silencio respetuoso ante el cuerpo o el retrato del
en el mismo cortejo fúnebre. Las mismas ceremonias son muy va- difunto; se ofrecen coronas de flores, pero no cirios; se pronuncian
riadas y difieren mucho según las regiones, los usos locales, las oraciones fúnebres.
costumbres y el rango social, etc., pero la idea fundamental es Los dirigentes del Partido practican frecuentemente la crema-
siempre la misma, animada por los sentimientos religiosos y por ción. En todas las grandes ciudades de China siempre hay hornos
el respeto y la gratitud hacia los muertos. En China siempre se ha crematorios, pero la masa del pueblo considera la cremación como
practicado el enterramiento religioso; algo parecido a lo que ocurre una profanación, pues creen que los restos mortales son algo sagra-
en Occidente, donde todos los bautizados, incluso los no practi- do. Por este motivo, el pueblo, sobre todo en los ambientes rurales,
cantes, se entierran con rito religioso, según la antigua costumbre sigue observando respetuosamente los antiguos ritos de enterra-
de estos países. miento.
Confucio, hombre religioso, aunque no en el sentido estricto Citemos un ejemplo. En 1964, habiendo muerto un comunista
del término, no creía que existiese un alma inmortal; sin embargo, militante del norte de China, su familia preparó pollos, vino y
no niega tampoco la existencia del alma o el espíritu; practica el bastoncitos de incienso para ofrendarlo todo al espíritu del difunto.
culto de los muertos. «Se hacían ofrendas a los difuntos —dice— Los jefes del Partido llamaron entonces a los familiares para decir-
como si se viese la presencia de sus espíritus» 2. les que no existe tal espíritu ni alma, y que si ellos daban pruebas
Sabido es que el culto de los antepasados, tan querido para los de superstición con motivo de los funerales, ello significaría un
chinos, así como las restantes manifestaciones en honor de los di- malísimo ejemplo para el pueblo.
funtos, fueron condenadas, en el curso de las famosas discusiones Finalmente, otro ejemplo. Un anciano padre de familia, de
1
El Hiao-king, libro sagrado de la piedad filial, traducción francesa de setenta y siete años de edad, dijo un día a su hijo, comunista acti-
Léon Rosny, París, 1889; final del último capítulo. 3
2
Confucio, Conversaciones (Liun-iu), libro III, 12. Celso Costantini, Con i missionari in Ciña, Roma, 1946, vol. II, 105-109.
320 L. Wei Tsing-sing /

vo: «Yo soy viejo; ante mí está ya un mundo distinto. ¿Cuánto


dinero podrás gastar por mí? (Es decir, para los funerales de mi
enterramiento.)» La respuesta del hijo fue: «Vivimos en un mundo
nuevo y todas las tradiciones han sido cambiadas.» El pobre viejo
replicó: «Los nuevos ritos de los funerales son buenos, pero en VI
nuestra aldea nadie los observa todavía, ¿cómo podría yo ser la
excepción?» 4 . APUNTES SOBRE LOS FUNERALES BUDISTAS
En su editorial del 25 de abril de 1964, el «Diario del Pueblo»,
de Pekín, declaró que los antiguos ritos funerarios deben ser su-
primidos, pero que ello habrá de hacerse con mucha prudencia, Teniendo en cuenta la larga tradición histórica, el factor de la
pues las tradiciones han penetrado profundamente en la mentalidad extensión geográfica, las poblaciones numerosas y las divergencias
del pueblo y el intento de suprimirlas tropezará con dificultades; básicas de los países en que se ha extendido el budismo, resulta
ante todo hay que prever la reacción del pueblo. imposible hacer una relación detallada sobre el tema, dentro de los
En conclusión, hasta ahora la mayor parte del pueblo chino, límites del espacio de que disponemos para hacerlo. Tampoco nos
bajo la tolerancia de las autoridades locales, sigue enterrando reli- es posible explicar cómo se desarrollan los ritos o cuál pueda ser su
giosamente a sus muertos, según las posibilidades y las circunstan- significación. Nos limitaremos a una breve descripción de los ras-
cias actuales. gos más salientes de las ceremonias funerales budistas; habrá que
Cada año, con ocasión de la fiesta del Tsing-ming, el día chino prescindir de las que sean poco corrientes o de menor significación.
de los difuntos, que cae hacia marzo o abril, casi todos los miem- Al contrario de lo que ocurre en otras religiones en todo el
bros de cada familia van al cementerio y limpian las tumbas de sus mundo, en las antiguas escrituras budistas no hay normas rígidas
queridos difuntos con un gran respeto. La opinión pública consi- en cuanto a los ritos funerales; tampoco hay en la comunidad bu-
dera que esto es un asunto personal, que sólo se trata de una cues- dista una legislación uniforme. Esto puede ser debido a la misma
tión de afecto y sentimiento humano. enseñanza de Buda. De acuerdo con las doctrinas budistas, todos
A veces se pregunta por qué se permite depositar coronas y los seres transitorios, incluyendo a los hombres, son compuestos.
flores sobre las tumbas y, en cambio, se prohibe quemar sobre Cuando las condiciones son favorables, se integran; cuando aqué-
ellas papeles de plata. La prensa comunista da la siguiente respues- llas cambian, se descomponen. En consecuencia, el nacimiento no
ta: «La diferencia que hay entre ofrecer unas flores y quemar unos es algo que merezca la pena ser celebrado ni la muerte es cosa im-
papeles de plata es muy grande. La ofrenda de flores tiene un sen- portante. Ambos son únicamente eslabones en la cadena de la na-
tido conmemorativo, es una señal de respeto y de recuerdo, al paso turaleza. El budismo es una filosofía que ayuda a sus seguidores
que si se queman papeles de plata se realiza un gesto supersticioso; a comprender que la contingencia es la verdadera naturaleza de este
vale tanto como creer que existe un alma o un espíritu del difunto, mundo transitorio; nada hay en él a lo que uno pueda aferrarse;
que sigue teniendo necesidad de dinero en el otro mundo» 5 . sólo hay que comprender la naturaleza de las cosas y liberarse de
Resumiendo, los cristianos chinos, frente a estas grandes trans- la cadena del nacer y el morir. Más aún: el mismo Gotama Buda
formaciones que se están produciendo en los tipos de enterramien- negó toda utilidad a las fórmulas rituales y tampoco puso confianza
to, deben reflexionar seriamente, según su conciencia religiosa y en Dios o en el Karma. Estas enseñanzas básicas han hecho que los
humana. Sin embargo, hay que preguntarse si será verdad que es budistas no den importancia al ritual de la muerte.
absolutamente necesaria y urgente una reforma general de la litur- Según un Libro de Disciplinas perteneciente a la escuela Sar-
gia de enterramiento cristiana en el marco de la vida nacional. vastivadin del budismo, en cierta ocasión, cuando Buda vivía, al-
gunos monjes le pidieron instrucciones sobre lo que habría de dis-
L. W E I TSING-SING
ponerse al morir los monjes. Buda determinó que fuese incinerado
4
Tomado de «China News Analysis», Hong-Kong, 8 de mayo de 1964, 7. el cadáver. Pero en el caso de no disponer de leña suficiente, el
5
«Diario del Pueblo», Pekín, 10 de abril de 1964, 2. cadáver puede ser arrojado a un río o enterrado o abandonado en
322 J. Yün-Hua Apuntes sobre los funerales budistas 323
un bosque'. Esto indica claramente la actitud acomodaticia del rientes lavan el cuerpo y le afeitan la cabeza, lo visten y lo colocan
budismo con respecto a los ritos funerarios. sobre un lecho cubierto con telas blancas; se colocan también unas
Puesto que Buda fue incinerado después de su Gran Partida, lámparas encendidas junto a la cabeza y los pies. Se prepara un
la cremación se convirtió en la forma de funeral más extendida en ataúd y se coloca dentro el cuerpo, asperjándolo con agua olorosa,
el mundo budista. En la India, cuando fallece un monje y cuando entre las fuertes lamentaciones de las mujeres que tienen algún
se ha comprobado y declarado que ha muerto, el cadáver es colo- parentesco con el muerto. El ataúd es llevado hasta la tumba, se-
cado en unas andas y llevado a un lugar dispuesto para la crema- guido por una banda de música y un cortejo de mendicantes budis-
ción, y allí mismo es incinerado, el mismo día. A la luz de la ho- tas. Una vez que llegan a ella, el ataúd es paseado tres veces alre-
guera están sentados los amigos del difunto, a un costado del cre- dedor de la fosa y se coloca un rollo de tela blanca en uno de los
matorio. Se designa a alguien entendido para que lea una o dos extremos del ataúd, mientras la gente repite por tres veces los si-
páginas tomadas del Anitya-sutra, la Escritura de la Transitoriedad. guientes versos en pali: Buddham saranam gakkhami, Dhamman
Los amigos volverán al monasterio cuando el cadáver esté ya con- saranam gakkhami, Samgham saranam gakkhami!, que significa:
sumido por el fuego. Antes de entrar en sus respectivos monaste-
«¡Busco mi refugio en Buda, busco mi refugio en Dhamma, busco
rios tomarán un baño sin quitarse los vestidos, y después de ponerse
mi refugio en el Orden!» 4. A continuación de esto, el monje res-
otros vestidos secos, volverán a sus celdas, limpiarán el suelo de la
estancia con polvo de estiércol de vaca y se pondrán a meditar so- ponde tres veces, repitiendo unos conocidos versos en pali: Ánikka
bre la transitoriedad de los seres 2. Este sencillo procedimiento ha vata samkhara uppadavayadhammino, TJppaggitva nirugghanti te-
sido ampliamente aceptado por los fieles del budismo de muchas sar» vupasamo sukho {«¡Cómo son transitorias las cosas compues-
otras regiones, si bien se da un cierto número de variantes. En tas! ¡Su naturaleza se reduce a nacer y morir; van avanzando y lo
Ceilán, cuando muere una persona de cierto rango, su cuerpo ge- mejor que les ocurre es cuando cada uno va cesando de existir y
neralmente es incinerado con solemnidad. Primeramente se saca el todo es reposo!») 5 . Después de esto, se echa agua en una copa,
cuerpo y se le lava echándole cántaros de agua, se le cubre con un llenándola hasta el borde; se cantan de nuevo por tres veces otros
vestido de hilo y es llevado entonces para ser incinerado. Una vez versos pali como bendición al que acaba de partir. Se coloca enton-
en el lugar de la cremación, se coloca el cuerpo sobre una pira, ces el ataúd en la fosa y todos los presentes echan en ella un pu-
alta de dos o tres pies, se añade más leña encima del cadáver y se ñado de tierra. Cuando la ceremonia ha terminado, sigue una fiesta.
cubre todo con una especie de dosel; a continuación se prende fue- También se da la cremación con un largo ceremonial. Cuando el
go al conjunto. Cuando todo ha terminado de arder, los que han cuerpo ya ha sido quemado, se recogen las cenizas y se guardan en
tomado parte en el duelo barren las cenizas, formando con ellas un las stupas de los monasterios. Hay stupas construidas exclusiva-
montón, cercan el lugar y lo siembran de plantas. La gente de in- mente con vistas a la conservación de las reliquias de monjes o
ferior condición es enterrada en algún lugar a propósito en los laicos de alta categoría.
bosques, adonde son llevados los cuerpos por dos o tres de sus En China, aunque también se introdujo la cremación, los ritos
amigos, siendo enterrados sin ceremonia alguna. Colocan el cuerpo conservan una mayor influencia de las tradiciones propias, especial-
con el dorso en tierra, con la cabeza hacia el Oeste y los pies hacia mente entre los monjes Ch'an. Cuando muere un abad, se baña el
el Este. Cuando el enterramiento ha terminado, los amigos regresan cadáver, se le viste y rapa la cabeza. El cuerpo queda durante una
y se lavan 3 . noche sobre su lecho, para dar ocasión a que sus fieles rindan
homenaje al Maestro que acaba de partir. La segunda noche el
En la península Indochina, cuando muere un hombre, sus pa- cuerpo debe ser amortajado en medio de una gran ceremonia, du-
1
rante la cual se proclama su último sermón. Su discípulo actúa
Taishu shinshu daizokyo, ed. por J. Takakusu et al., núm. 1.451, Tokyo, como jefe del duelo y un monje anciano del monasterio dirige la
1924-29, 286s.
2
Cf. I-Tsíng, A Record of the Buddhist Religión as Practised in India ceremonia. Después de leer las escrituras y ejecutar el culto, los
and the Malay Archipelago, trad. de J. Takakusu, Oxford, 1896, 81-82.
3
T. W. Rhys Davids (trad.), Buddhist Suttas, Sacred Book East Sr., Ox- *5 Ídem, vni.
ford, 1881, XIISS. ídem.
324 J. Yün-Hua Apuntes sobre los funerales budistas 325

asistentes son invitados a lamentarse y llorar. Entonces se presen- rante este tiempo se le ofrece comida tres veces al día. Los tibe-
ta la gente para ofrecer incienso, según la posición de cada uno. tanos creen que el alma no termina de abandonar el cuerpo del
Antes de dispersarse la asamblea se ofrece té al Maestro que partió. todo hasta que pasan cuarenta y nueve días. Pasados éstos, se le
Al tercer día, la urna que contiene el cuerpo es trasladada a una quitan al cuerpo sus vestidos, se le parte en dos la espina dorsal
sala de lectura y desde allí es llevada fuera del monasterio. Cuando y se le dobla, colocando la cabeza entre las rodillas; se le envuelve
la urna pasa por la puerta principal del monasterio, tiene lugar una con tela blanca y se le coloca en un rincón de una habitación, se-
ceremonia sacrificial. El superior que administra el monasterio se parándolo de los visitantes con una cortina de tela. Frente a esta
coloca frente a la urna, recita los nombres santos y los conjuros. cortina se colocan lámparas de manteca y ofrendas, mientras los
Urna y cuerpo son llevados al área de cremación; los discípulos y lamas cantan plegarias incesantemente, día y noche. Cuando todo
los amigos del muerto siguen la ceremonia mientras el cuerpo va esto se ha hecho, el maestro espiritual particular del difunto, un
siendo consumido por el fuego. Las cenizas son recogidas y colo- lama, corta en trozos el cadáver y los dispersa en un paraje adecua-
cadas sobre el lecho que perteneció al monje. De nuevo tiene lugar do, llamado Ja-gor, para que sirva de pasto a las aves 7 .
una ceremonia consistente en recitación de las escrituras y ofren- Antes de terminar estos apuntes hemos de sacar en conclusión
das. Finalmente, las cenizas son llevadas a una pagoda y guardadas que el rito funerario del mundo budista observa la cremación como
en ella 6. Por supuesto, no es ésta la única forma de hacer los fune- práctica más generalizada. De las enseñanzas budistas se desprende
rales. Hay monjes que son enterrados por sus discípulos o abando- que el cuerpo humano es simplemente un compuesto de los cuatro
nados en un bosque; también existen otras formas distintas de elementos: tierra, agua, fuego y aire. Su destino es volver a estos
éstas; pero estos casos no reflejan la norma común. elementos; la doctrina enseña que la transitoriedad es la naturaleza
Dos de los conjuros que se leen en los funerales budistas chinos de la vida y no hay medio alguno para aferrarse a ella. De ahí que
son muy populares; uno es el Wang-sheng-chou (conjuro para re- los budistas se sientan capaces de dominar la tristeza que pudiera
nacer en el paraíso budista); otro, el Leng-yen-chou, es un extracto causarles la muerte. En cuanto al problema del renacimiento, no
de la traducción china del Mahapratyangiradharani. Se supone que es mencionado en la escuela Hinayana; sin embargo, es una reali-
el primero tiene poder para ayudar al difunto en un futuro naci- dad siempre presente en los ritos funerarios de los budistas Maha-
miento; el segundo servirá para librarle de herejías y dificultades, yana, aunque según éstos el renacimiento no se produce necesaria-
ayudándole también para alcanzar la iluminación y el renacimiento mente en este mundo o con estos mismos elementos materiales.
en la Tierra de la Pureza. También es beneficioso para sus descen- Aparte de este principio general, el rito ha sido notablemente cam-
dientes y para las cosechas. Aparte de estas inclinaciones mundanas biado o modificado bajo la influencia de las tradiciones locales de
características, otra realización importante de los budistas chinos las distintas regiones en que el budismo ha ido extendiéndose du-
Ch'an consiste en haber puesto por escrito las normas funerarias rante los últimos tiempos. Estas modificaciones se refieren no sólo
en sus libros de disciplina monástica, no como la mayoría de sus al tiempo que duran los funerales o al método que se observa para
colegas pertenecientes a otras escuelas, que se atienen a normas no preparar el cuerpo, sino que abarcan también otros aspectos de esta
escritas. cuestión. Por supuesto que estas divergencias entre el ideal reli-
En el Tibet, los altos lamas prefieren la cremación. Los cuer- gioso y la institución no son desconocidas para los investigadores
pos de la gente pobre son echados simplemente a los ríos; los muer- de la historia de las religiones.
tos de enfermedades contagiosas son enterrados. Pero la forma más J. YÜN-HUA
popular de hacer los funerales se desarrolla según un método ver-
daderamente horripilante: cuando fallece una persona, sus familia-
res tendrán que pedir, lo primero de todo, que un astrólogo haga
el horóscopo. Se invita a los lamas para que lean las escrituras y
se guarda el cuerpo en la casa durante cuarenta y nueve días. Du-
6
Taishu sbinshu daizokyo, op. cit., núm. 2.025, 1127s. ' T. L. Shen et al., Tibet and the Tibetans, Stanford, 1953, 149ss.
El budismo japonés y la cremación 327

1) Recitación de «amidakyo». Estas oraciones del principio


se llaman también «makurakyo» (cabecera-oración), por recitarse
al momento de expirar. Estas y todas las que siguen están entre-
sacadas de la doctrina que han ido dando los distintos represen-
VII tantes del budismo según las épocas.
Amidakyo resume la doctrina simplificada de Shaka Sanzon
EL BUDISMO JAPONES Y LA CREMACIÓN (Buda, año 600) y es como una exhortación suya desde el lugar de
su reposo: Amidabutsu es misericordioso para perdonarnos a todos
Entre las variadas ramas que forman parte de la gran religión nosotros pecadores, y con tal que creamos en su doctrina y recite-
budista está la del Joodo Shinshuu Honganji, muy antigua y exten- mos muchas veces su nombre, el dios Amida nos protege en este
dida en Japón, fundada por Kenshin Taishi Shinran Shoonin. mundo y al morir nos introduce en el cielo.
El objeto de veneración es Amida Nyoorai («Namuamida- En el altar, que todo fiel budista tiene en su casa, se colocan
butsu»). unas ramas olorosas (shikimi) que sólo se ofrecen al Hotoke Sama,
Su doctrina es una simplificación de la doctrina budista. Invo- u otras verdes si no hubiera éstas, pero no flores; éstas se quitan
cando este nombre de Namuamidabutsu, los creyentes tienen la si las había.
certeza de ser protegidos por este ser superior y de llegar a ser «Yukan» (agua caliente-caja). Se purifica el cuerpo del difunto
transformados después de la muerte en «hotoke» (ese ser supe- con agua caliente, se le viste un quimono blanco cruzándolo al con-
rior y bienaventurado, porque penetró íntimamente la verdad), lle- trario del uso diario y, volviéndole la cabeza hacia el Norte, se le
gando de este modo a conseguir el gozo de la felicidad temporal y cubre la cara con un velo blanco.
eterna. Y con el pensamiento puesto constantemente en esta re- Esta costumbre de volverle la cabeza hacia el Norte se dice que
compensa, viven para este mundo y para los demás hombres. es debida a que «Oshaka Sama» murió con la cabeza en esta di-
rección.
El ideal de esta doctrina es que los creyentes, unidos entre sí Delante del difunto no se pone ningún adorno ni flores. Sola-
con el mismo gozo y la misma fe, se esfuercen constantemente en mente unas velas o faroles (otomyo), que iluminen constantemente
hacer el bien con las palabras y las obras, guarden la moral natural al «hotoke sama», y el «shookoo dai» (incensario), en el que sin
y las leyes civiles y, en unión de fuerzas, procuren extender su fe. interrupción se queman varitas de incienso.
Además deben evitar el apoyarse en prácticas supersticiosas como
la adivinación, etc. 2) «Otsuya» (velación nocturna). Los parientes y amigos más
íntimos pasan la noche junto al difunto sin dejar que la luz y las
varitas de incienso se extingan. Los bonzos y personas menos alle-
gadas se retiran a una hora prudencial.
LOS FUNERALES EN EL JOODO SHINSHUU 3) «Nookan» (colocación en la caja mortuoria). Al día siguien-
te, que ordinariamente es el del funeral propiamente dicho, por la
Esta ceremonia, dividida en distintos actos, se considera como mañana, el cuerpo, que ha permanecido colocado en el suelo sobre
el acto más trascendental de la vida, y por eso se celebra con mu- los «futon» (equivalente a nuestro colchón), es colocado en la caja
cha solemnidad. por los familiares. Se le juntan las manos colocando en ellas el
El verdadero significado de estos actos, más que en rezar y «juuzu» (especie de rosario que los budistas hacen sonar frotán-
ofrecer sufragios por el difunto, consiste en establecer por medio dolo entre las manos cuando repiten su jaculatoria «Namu Amida-
de los sufragios, ofrecidos solemnísimamente, un fuerte lazo de butsu»).
unión entre la familia y conocidos con el difunto, transformado ya Colocan también siempre en la caja un papel con esta jaculato-
en «hotoke». ria escrita y, además, algún alimento que le gustara mucho o algún
Las ceremonias, que empiezan en el momento del fallecimiento, objeto que le fuera muy estimado. Aunque a continuación pongan
se desarrollan en el orden siguiente: la tapa a la caja, no la clavan hasta que todo ha terminado.
328 Kazuo Suitsu El budismo japonés y la cremación 329

4) «Shukkan» (salida para la cremación). Se recitan las ora- tan casi totalmente rodeadas de una especie de galería con puertas
ciones «Kisanboge» («La puerta del cielo no está cerrada; está de cristales corredizas.
abierta para todos siempre... Por eso las oraciones no son para Se dice que el hacerlo de este modo es porque no ha de volver
llamar y que se nos abra, sino para excitar al alma a la fe y al de- a casa ya otra vez.
seo de entrar pronto en él»). 6) «Hiya» (cremación). De nuevo se recitan oraciones y se
Se coloca la caja, cubierta con tela plateada, en el centro de la ofrece incienso.
habitación, y delante un altar con velas, candelabros, incensario, Una vez incinerado el cadáver, se recogen los huesos, usando
coronas hechas con flores de papel, etc. Los colores, blanco, pla- para ello un par de palillos, uno de madera y otro de bambú, y se
teado, negro. Se coloca también el nombre de la Tera a que perte- colocan en una especie de tinajita. Lo que en español llamamos
nece o el de Amida y también el que el difunto tiene recibido como «nuez de la garganta», los japoneses lo llaman «nodo-botoke» (ho-
distintivo de su religión, que procura recibir en vida por medio de toke de la garganta; hotoke: idoliüo, estatuilla, quizá también por
una ceremonia en que dicen se lo impone el Fundador, y si al morir lo que sobresale). Este hueso hioides lo recogen aparte y pasados
todavía no lo hubiera recibido, el bonzo de la Tera a que pertenece unos días lo llevan a la Tera. El resto lo conservan en el altar de
se lo impone. casa con profundísimo respeto hasta el día del entierro, que suele
Como final de esta parte, los familiares con los amigos más ín- diferirse bastante, hasta cuarenta días y más.
timos, delante del altar mismo, toman una comida de despedida del
Este acto de colocar los restos en el altar va acompañado, como
difunto a la que llaman «tachiba no zen» (comida del momento
todos, de oraciones con profundo sentido religioso: «La vida en
de la partida).
este mundo es como una ilusión; la muerte, como un viento que
5) «Soobagongyoo» (ceremonia propiamente dicha del fune- sopla cortando la vida del hombre. Nadie sabe el día en que ha de
ral). Unas veces se celebra antes de la cremación y otras después. morir..., y el día en que este viento de la muerte arrebate la vida
Cuando es antes, generalmente se celebra en casa, y también es muy del hombre, los gemidos de los seres queridos no lo harán volver...
frecuente la costumbre de hacer uno íntimo en casa con los fami- Sólo quedan huesos al acabar esta despedida, y esta vanidad del
liares y personas más íntimas, y otro más público y solemne en hombre es para todos igual sin diferencia de edad. Por eso, todos
alguna Tera (templo) o edificio público. nosotros, poniendo cuanto antes el corazón en lo que es lo más
Esta parte resulta muy larga y solemne, tanto más cuanto más importante de nuestra vida, invoquemos el nombre de Amida, que
alto era su puesto en la sociedad. Ofician los bonzos, y empieza es el que con su misericordia nos salva.»
como todo con la recitación de oraciones «shooshinge», repitiendo
más o menos las mismas ideas, ofrecimiento de incienso por los Desde el momento de la muerte, los vecinos acuden a la casa
bonzos y familiares, y a continuación muchos discursos de pésame, y son ellos los que se encargan de todo lo relacionado con los fu-
lectura de telegramas; en los discursos se alaban mucho las virtudes nerales, desde avisar a los parientes, dar parte al ayuntamiento,
de la persona difunta y se cuentan anécdotas de su vida. Al final, crematorio, casa funeraria, etc., hasta preparar la comida de esos
un representante de la familia hace un saludo en nombre de ésta, días.
y de nuevo recitación de oraciones y ofrecimiento de incienso de En agradecimiento a todo esto, es de etiqueta japonesa darles
todos los asistentes uno por uno. un banquete después que termina esta última ceremonia.
Con unas palabras del que dirige se cierra la ceremonia y, sa- Según regiones, sobre todo en los pueblos, hay costumbres
cando la caja al medio cuando es antes de la cremación, se le quita como las de poner en la cabecera del difunto la taza que usaba para
la tapa y los familiares uno tras otro hacen la ultima despedida y el arroz, colmada de arroz cocido con los palillos clavados vertical-
se clava la tapa. Ellos mismos es costumbre que den el último mente, o también romper la vajilla que usaba, hacer una hoguera
golpe con un piedra, y también son ellos mismos los que sacan a la puerta de casa, «okuribi» (fuego de despedida), con unas ramas
la caja de casa, y no lo hacen por la puerta que se usa ordinaria- especiales; pero todas estas cosas no tienen ningún fundamento
mente, sino por la salida que tiene la misma habitación, cosa fácil religioso y son más bien dignas de suprimirse, según el auténtico
de imaginar si se conocen las casas típicamente japonesas, que es- espíritu budista.
22
330 Kazuo Suitsu

Para la mayoría del pueblo japonés de nuestros días, estas ce-


remonias de profundo origen religioso, no constituyen ya más que
una costumbre a seguir, a veces pesada por las exigencias de la
etiqueta, pero revelan, en sí y en el modo de realizarse, la delicade-
za del alma japonesa. VIII
KAZUO SUITSU
COSTUMBRES Y RITOS FUNERARIOS JUDÍOS

Desde las ordenanzas de Gamaliel II (siglo n ) , el enterramien-


to judío se viene realizando dentro de una gran sencillez. Los ritos
y costumbres que se desarrollan con motivo de estos enterramien-
tos se remontan a cuanto ya está mencionado en la Biblia. Hay que
tener en cuenta, sin embargo, que muchas de estas costumbres son
comunes a toda la humanidad, así la costumbre de cerrar los ojos
(cf. Gn 46,4; Tob 14,15), o semíticas, tales como la de vestir al
muerto o celebrar una comida funeral (cf. Jr 14,5-8; Ez 32,27;
1 Sm 28,14). La «lamentación» por el muerto es tan importante
como el sepelio mismo. El dejar de lamentarse o el no enterrar a
un muerto se considera como el peor castigo que se pueda infligir
a nadie, e incluso a los criminales se les ha de perdonar tamaña pena
(Dt 21,22ss; Jr 7,33; Ez 29,5; Sal 79,3). El muerto ha de ser en-
terrado con preferencia en una cueva abierta en la roca, y si ello es
posible, en un terreno de su propiedad. Todavía hoy se mantiene la
costumbre de echar un puñado de tierra traída de Palestina en el
féretro o en la tumba. Hay algunas costumbres semíticas que fue-
ron prohibidas a causa de estar relacionadas con el culto pagano a
los muertos (Lv 19,28; Dt 16,1). Se menciona el embalsamamiento
como cosa realmente excepcional (Jacob y José, en Gn 38,24;
Lv 20,14). El que la persona muerta sea enterrada el mismo día del
fallecimiento se comprende fácilmente, dadas las condiciones del
clima (Dt 21,23). Aunque el judaismo posbíblico ha conservado
muchas de estas costumbres bíblicas, se han producido, sin embar-
go, algunas modificaciones como consecuencia de avances recientes.
Cuando está cercana la hora de la muerte, se hace una confe-
sión de los pecados y una profesión de fe, que se recita en unión
con todos los presentes. Cuando ha sucedido ya la muerte, se co-
loca el cuerpo en el suelo y todas las personas que lo velan recitan
el salmo 91. Se lava respetuosamente el cuerpo, de acuerdo con el
ritual, y se le envuelve en una sencilla tela blanca. Todo lo relacio-
nado con el lavatorio y la colocación del cuerpo en las andas es un
servicio que prestan algunos voluntarios o miembros de las llama-
das confraternidades sagradas. Este servicio, lo mismo que la asis-
332 R. J. Z. Werblowsky

tencia al funeral y el consolar a los deudos, es considerado como


una obra meritoria de amor fraterno. El cuerpo es colocado exten-
dido sobre unas andas y se le entierra sirviéndose de un sencillo
ataúd de madera, o bien se le coloca en la tumba sin nada más, se-
ñalándose ésta con una losa de piedra. El servicio funeral lleva
IX
consigo la recitación de unos Salmos, la aceptación de la justa vo-
luntad de Dios, una alocución funeral en que se pide por el difunto,
oraciones por el descanso de su alma y oraciones dirigidas al Santo EL ENTIERRO:
Nombre de Dios. Los presentes esparcen puñados de tierra en la UNA OPINIÓN MARXISTA
tumba y después de esto forman en dos filas para dar paso a los
familiares y, finalmente, abandonan el cementerio. Un hombre muere. Los que han trabajado o vivido a su lado
se reúnen. ¿Para qué una ceremonia? ¿Por qué no dejar de lado
Cuando ya han regresado todos del cementerio, los amigos y ese cuerpo abandonado? La pregunta puede ser dirigida lo mismo
vecinos preparan una sencilla comida para los parientes del difunto. a un cristiano que a un materialista. Y si se considera que la ora-
Los parientes más cercanos se visten de luto y permanecen sin salir ción o la celebración de la misa no exigen en modo alguno, por
de casa durante siete días {cf. 1 Sm 31,13), sentándose en pequeñas principio, la presencia de esos despojos mortales, tal vez también
sillas bajas. Como no pueden abandonar la casa, en ella habrán de la respuesta podría ser común. Más sencillamente, ¿qué ocurre en
celebrarse los servicios de la mañana y de la tarde, y de esta forma mi conciencia de marxista cuando tomo parte en esta ceremonia?
no tienen necesidad de acercarse a la sinagoga. El período de luto
varía según la afinidad, y el más largo corresponde a la muerte de La presencia del cuerpo tiene una significación dolorosa que
los padres. Este período de luto se divide en varias etapas —los puedo analizar. Por la desaparición de la conciencia personal, esa
primeros siete días, el primer mes, el primer año siguientes a la presencia muestra el carácter absurdo —en el sentido más negativo
fecha de la muerte—, de forma que les sea posible a los que guar- y más agresivo de la palabra— de los procesos naturales a partir
dan luto el ir volviendo paulatinamente a la vida normal. Estas de los cuales emerge el hombre. Si el ser, la materia es anterior a
etapas corresponden a las fases por que ha de pasar el alma hasta nuestros actos y, por tanto, al sentido que nosotros damos al mun-
alcanzar la paz de los cielos. La teología mística y la Cabala judía, do, el ser no tiene sentido, no tiene orientación, no tiene fin. La
particularmente durante el siglo xvi, extendieron la convicción de misma necesidad ciega domina el nacimiento, la vida y la muerte.
que quienes partieron de este mundo pueden ser ayudados por las El hombre —que pone el sentido— no mantiene con la naturaleza
oraciones y buenas obras de los vivos. más que una relación: la de lucha. La civilización entera, con sus
técnicas y su organización, desempeña un papel positivo cuando
El aniversario es celebrado por los parientes del difunto con la
recitación de unas oraciones y acudiendo a la sinagoga. Quizá sea somete la materia, y sólo entonces. Entre esos combates de nuestra
el elemento más notable del funeral judío la orden estricta de que especie hay, pues, que situar el esfuerzo por hacer retroceder la
haya absoluta igualdad de ritos para ricos y pobres. muerte. La tierra del futuro no estará poblada tan sólo de puertos
para los vehículos espaciales, sino también de hospitales y labo-
ratorios.
R. J. Z. WERBLOWSKY
Así, pues, la presencia del cuerpo muestra que, en nosotros y
fuera de nosotros, continúa la batalla que mantenemos con la na-
turaleza. El dolor que nos habita tiene necesidad de este escándalo:
una forma humana incapaz de acción y, por tanto, de sentimiento.
La llamada incoherente al cadáver para que responda a las caricias
y a las palabras, aun cuando nadie crea en el milagro de la resu-
rrección, es justamente eso, negarse a admitir el mal absoluto: la
necesidad material del ser sustraído a las manipulaciones que lo
someten al hombre. No somos capaces de comprender más que lo
334 Gilbert Mury El entierro: una opinión marxista 335

que nosotros hacemos y, por tanto, un mundo artesano en el que Digamos, si hay que filosofar, que una vez más los parientes,
la mano configura las cosas, en el que el carpintero con un poco de amigos y camaradas protestan contra el divorcio del ser y del sen-
madera hace una mesa. Es el mundo de la libertad. tido, que afirman con su presencia la continuidad de la especie
¿Podemos comprender un mundo inverso en el que las cosas humana, que tomará, frente a la naturaleza de la que procede, la
deshacen al hombre? Podemos, desde luego, buscar sus causas. revancha de la muerte del individuo. Y, dado que lo propio de la
Pero somos incapaces, y eso es lo esencial, de consentir. No trata- especie humana es construir su historia, es claro que no se puede
mos al cuerpo como al hombre; pero ante el cuerpo proclamamos separar su continuidad de la perspectiva abierta por las luchas co-
que no queda destruido el hombre entero. lectivas en las que todos los hombres y todas las clases no están
El fin de la conciencia personal es intolerable. Pero nosotros en el campo del hombre. Conscientemente en algunos casos, y en la
no lo decimos como los existencialistas: para nosotros, la concien- mayor parte de ellos sin saberlo, enterrar a sus muertos es inscribir
cia es acción. La conciencia se realiza en lo que hace. Por eso no el propio dolor en un movimiento que lo supera.
todo queda abolido. La mesa sobrevive al carpintero y la tarea al Y si esto no deja de ser algo trivial es porque la misma muerte
artesano. Frente al peso aplastante de la muerte, nosotros no sólo es de una trágica trivialidad. E incluso decirlo no deja de ser una
damos testimonio: nos reunimos para continuar la obra empren- trivialidad.
dida. Hay hombres —dicen nuestros camaradas chinos— cuya GILBERT MURY
muerte pesa menos que una pluma. Son los hombres cuya acción
está separada del porvenir. Aquellos que no dejan nada que pueda
ser proseguido. Aquellos cuya herencia es nula, porque han vivido
sólo para sí, al margen de la comunidad o, lo que es peor, contra
ella. Los explotadores y sus cómplices morirán por completo.
La muerte de otros hombres pesa más que una montaña. La
de los militantes revolucionarios, desde luego; pero no sólo la de
ellos. Se puede caer en plena batalla o dar poco a poco la vida día
tras día aprendiendo a preferir los otros a uno mismo. El campe-
sino de todos los medievos se prolonga en el hijo al que ha alimen-
tado, en la comunidad rural a la que le ha incorporado su tarea,
en el gesto de los que le sucederán en la misma tierra.
Por eso la muerte de un hombre reúne en torno a su cuerpo,
en una protesta monótona y solemne, a todos los que han vivido,
trabajado y luchado a su lado.
El sentido de esta reunión es claro cuando la conciencia com-
bativa del muerto se ha elevado hasta la conciencia clara de las
perspectivas de su combate. En ese momento pasamos de los ges-
tos, los sentimientos y las emociones a una lucidez práctica y teó-
rica de otro nivel. Sin embargo, no es necesario que un héroe caído
en la batalla haya vivido otra cosa que una ardiente solidaridad
con las masas de su clase, de su pueblo, de su país; no es necesario
que un hombre cualquiera haya analizado intelectualmente el sen-
tido del esfuerzo por el cual él prefirió los demás a sí mismo o el
«nosotros» al «yo», o el codo a codo a la capitulación, para que
su vida revista efectivamente una significación, para que el dolor
de los que sobreviven tenga su pleno valor.
Ciencia mortuoria 337

sus parientes gusten contemplarlo. Para eliminar todo cuanto de


penoso pudiera significar su aspecto, se aplica deliberadamente
un término tomado de la psiquiatría: «terapia»; efectivamente,
se intenta curar al superviviente de su dolor, mediante un experto
X manejo de cuanto le rodea, creando un ambiente adecuado y pro-
curando una presentación adecuada de los restos mortales. «La
CIENCIA MORTUORIA muerte puede convertirse en un feliz acontecimiento a condición
de que se procure que suceda en la conveniente forma estética.»
Jessica Mitford ha sugerido, en un conocido libro ', que los ame- Los deseos subconscientes de los parientes son analizados y subli-
ricanos han inventado un «estilo de muerte» que corresponde a su mados, a fin de darles el correspondiente remedio que parezca más
«estilo de vida». En los Estados Unidos, la muerte ha sido «civili- deseable. Se produce así una extraña mezcla de sentimiento y
zada». Se la ha despojado de las ansiedades religiosas que la enma- práctica comercial lo suficientemente oportunista como para no
rañaban y se la ha situado firmemente en el ambiente de una socie- herir una posible convicción religiosa. Se utiliza sobre todo la vul-
dad moderna. En la práctica esto significa que se han empleado nerabilidad de los supervivientes que se encuentran en un estado
todos los recursos que ofrecen las modernas técnicas y la economía de perturbación emocional. El proceso hace entrar en juego la va-
para evitar que la realidad de la muerte deje ningún rastro en la nidad de éstos, manejando los símbolos de su posición social y
sociedad de los vivos. Tanto en los Estados Unidos como en In- también el deseo de ver al difunto entrando en la historia como
glaterra se ha acuñado un término nuevo para lo que podría consi- un hombre famoso. El sentido de bienestar, estimulado por el con-
derarse como un ritual secularizado de la muerte: ciencia mortuoria fort, el de continuidad y seguridad en la vida son transferidos al
(mortuary science). El término ha sido elegido con perspicacia. difunto y al ataúd, en el que se le coloca como para que esté des-
Puede sugerir la realidad de una nueva rama de la ciencia que se cansado. El «nivel de vida» es conscientemente empleado para
ocupase seriamente de la muerte del hombre y de su mayor huma- crear un «nivel de muerte». La profesión de funerario se ha con-
nización, pero, de hecho, se ocupa preferentemente de las personas vertido en un oficio que requiere todo un conjunto de habilidades
sobrevivientes relacionadas con el muerto. Podría hablarse de cien- técnicas, entre las que pueden contarse la técnica del embalsama-
cia en el sentido de que los explotadores de este moderno rito fu- miento y del maquillaje, para transformar el cuerpo del difunto en
neral, sirviéndose de un cierto tipo de ciencia popular, han conse- un «hermoso retrato», lo cual permite una explotación científica de
guido catalogar y manejar las distintas circunstancias emotivas de los sentimientos que embargan a los parientes con ocasión de haber
los parientes cuando la muerte los ha privado de un ser querido. muerto un ser querido. Todo este proceso está plagado de eufe-
Se pone discretamente en marcha todo el tinglado del moderno mismos para evitar términos tales como cadáver, colocar en el
sentido comercial para conseguir, hasta donde sea posible, que tales féretro, enterrar, procesión funeraria o cementerio, a fin de sosla-
situaciones emocionales resulten rentables. Estas personas buscan yar la realidad repelente y brutal de la muerte: «Todo símbolo ca-
los métodos más eficaces para despojar a estas situaciones emocio- paz de provocar sentimiento de dolor, de la clase que sea, ha de ser
proscrito de los cementerios, que deben estar planeados como si
nales de todo elemento penoso o exasperante, como pueden serlo
fuesen verdadero paraísos terrenales; para ello deberán instalarse
el dolor, el sentimiento de culpabilidad y las demás perturbaciones
altavoces que difundan incesantemente música y mensajes inspira-
íntimas. Todo lo que pudiera resultar repulsivo por la presencia dos» (H. Eaton, creador de los cementerios americanos, diseñados
de un muerto es hábilmente camuflado y se sugiere que el difunto como si fuesen jardines de placer). De esta forma, la tarea de pro-
sigue estando allí, visiblemente presentado en la actitud en que porcionar consuelo a la gente se ha convertido en un artículo co-
1 mercial seguro. Ha dejado de ser una expresión «primitiva» de
J. Mitford, The American Way of Death, Nueva York, 1963. Contiene
un capítulo dedicado especialmente a la situación en Inglaterra (202-221), simpatía y de comunión humana para convertirse en un artículo
que, según los americanos, lleva cincuenta años de retraso respecto al mo- producido profesionalmente para su venta. Del mismo modo que
derno estilo funeral de los Estados Unidos. Evelyn Waugh hace una sátira el cuidado de los enfermos ha dejado de estar encomendado a la
de este estilo en su The Loved One
338 Secretariado General Ciencia mortuoria 339

piedad de los propios parientes, unidos todos por la común miseria sociales son reforzadas y se crea, a través del ceremonial, un estado
humana, y se ha convertido en una honorable profesión dotada de de catarsis emocional o relajación»2.
alto nivel ético y conocimientos científicos, así también el funeral Hay quienes con pleno derecho han calificado todo este proce-
de un difunto ha sido desplazado de la esfera de lo íntimo y huma- so como una «necrolatría»: la adoración de los muertos. Se trata
no y transferido al ámbito neutro de lo económico y de los nego- realmente de una forma secularizada de la superstición que dista
cios fuertes. Para llegar a convertirse en empresario se exige una mucho de resultar agradable a los americanos conscientes, quienes
carrera plena, que supone una enseñanza oficialmente reconocida, se rebelan actualmente contra ella, aunque sólo sea porque les due-
con su correspondiente diploma. En Estados Unidos hay un em- le esta forma de explotación económica. En su libro The American
presario de éstos por cada 7.000 personas; en Inglaterra, uno por Way of Death, Jessica Mitford, esposa de un miembro de la Bay
Área Funeral Society, sugiere que tal rebelión frente al grupo de
cada 11.000. Esta mentalidad de negocio tiende a despertar en los
presión que forman estos empresarios puede ser interpretado como
parientes unas necesidades y exigencias que no existen realmente,
un signo de madurez creciente de la conciencia americana: no acep-
siguiendo las orientaciones de la publicidad indirecta. La enseñanza tan que nadie venga a decirles lo que necesitan, sino que se sienten
se da en facultades especiales, tales como el conocido San Francisco dueños de resolver por sí mismos en la cuestión de sus auténticas
College of Mortuary Science. Sigue siendo algo curioso el que la necesidades de consuelo humano cuando se encuentran enfrentados
literatura y las publicaciones de estas instituciones circulen bajo con la crueldad y el absurdo de la muerte humana.
un aire de misterio, y de hecho sólo son accesibles a los empresarios
que pertenecen a la unión de Mortuary Management. Estos empre- E L SECRETARIADO GENERAL
sarios han tenido éxito, hasta el presente, en su intento de convertir
hábilmente la cuestión del funeral en un asunto simbólico-social.
Así se ha llegado, deliberadamente, a fomentar la creación de
un nuevo mito que es esencialmente menos primitivo que aquellos
otros que rodeaban el ritual funerario de los incas, pongamos por
caso. Se estimula abiertamente el desarrollo de este mito a fin de
justificar los enormes gastos que lleva consigo este tipo de fune-
rales. Los mismos expertos en la materia creen en el mito y, en
consecuencia, se sienten obligados a seguir adelante con tan extraña
ocupación. Este mito descansa sobre tres pilares. El primero, que
este tipo de funerales está de acuerdo con la tradición americana.
Pero lo cierto es que tal tradición viene siendo creada artificial-
mente desde hace veinte años, no más. El segundo es la convicción
de que esta industria funeral da a los americanos justamente lo
que necesitan, aunque la realidad es que sólo se cultivan, o se es-
timulan en exceso, aquellas «necesidades» que son psicológicamente
manejables: la vanidad humana, el complejo de culpabilidad, la
perturbación emocional que tiene ya trastornado a un hombre. El
tercero es un amasijo de teorías a medio digerir, derivadas de una
psiquiatría vulgarizada: el dolor exige terapia. Los empresarios
hablan del «papel dramático, en que el empresario se convierte en
un intermediario encargado de crear una atmósfera adecuada y di-
rigir la reunión funeral como si fuese un drama en que las relaciones Cf. op. cit., 18
Conclusiones generales 341

rito deberá expresar una protesta y un intento de integrar la muer-


te en la vida. La «ciencia mortuoria», concretamente, ha eliminado
uno de estos aspectos por completo: deliberada y hábilmente oculta
la realidad de la muerte, privando así a los vivos de una valiosa
CONCLUSIONES GENERALES oportunidad de autoconsciencia. Si consideramos al hombre como
una conciencia en desarrollo, este tratamiento de la muerte tiende
Las costumbres y los ritos funerarios son tan universales como a disminuir realmente cuanto de humano hay en nosotros, y por
la muerte misma. Varían de acuerdo con la conciencia humana ello también cuanto hay de cristiano. Las religiones corren el peli-
acerca del misterio de la vida. En consecuencia, estas variaciones gro de irse haciendo cada vez más indulgentes con lo que sólo es
dependerán de que el hombre sea un primitivo, religioso o total- humana ilusión. Una genuina renovación de estos ritos no podrá
mente secularizado, pero siempre queda algo en común. Ello hace darse por satisfecha con unos pocos reajustes pragmáticos, sino
posible el comparar los distintos valores de tales costumbres, ritos que habrá de tener en cuenta todo cuanto han ido descubriendo
y legislación referentes al funeral: todas estas cosas son manifes- las ciencias que se ocupan del hombre. El conocimiento cristiano
taciones conscientes de la actitud del hombre ante la muerte. En acerca del misterio de la vida humana no hace inútiles los avances
un sentido muy amplio, son una expresión de protesta ante la cada día mayores en los otros niveles de la vida; más bien cuenta
muerte, como algo que no debería ser, algo que resulta incompren- con ellos. Sólo entonces la visión cristiana podrá verterse en un
sible. Podría reducirse esta manera de proceder a la ley biológica rito funeral y convertirse en una llamada que abarque la totalidad
de conservación y al miedo a morir, pero éste sería tan sólo un as- de la vida.
pecto. Los ritos ponen en evidencia, además, a veces de una manera
desesperada y patética, que él hombre se resiste a aceptar un final
absoluto. Concretamente en el caso del cristianismo, estos ritos de-
muestran además una integración positiva de la muerte en la vida
del hombre. La muerte es él lugar y el tiempo privilegiados en que
él hombre empieza a saber lo que es su propia vida. El rito funeral
más adecuado será él que acierte a purgar todo este proceso de
cualquier ilusión y logre integrarlo en la autenticidad de una vida
de fe. La muerte crea una confusión en el contorno social del di-
funto —queda una plaza vacante, la propiedad cambia, alguien
queda en situación de viudez, etc.—, pero este ambiente ha de
tratar de recomponerse por medio de su fe en los verdaderos va-
lores y en la validez de esta vida que acaba de mostrarse tan frágil,
y todo esto implica además una fe en los valores cristianos de
esta vida.
Los habituales ritos funerarios habrán de ser interpretados a
veces en sentido psicológico y social, pero nunca deberán ser redu-
cidos a la sola condición de valores psicológicos y sociales, ni si-
quiera en el sentido de una psicología religiosa. Desempeñan una
importante función en la vida de los sobrevivientes y ello en todos
los niveles de esta vida: biológico, psicológico, religioso, cristiano,
social. Una verdadera reforma del rito funeral no puede tener en
cuenta únicamente uno de estos aspectos, sino que habrá de hacer
referencia también a todos los demás. En todos estos niveles, el
DAMIEN SICARD

Nació el 21 de noviembre de 1925 en Montpellier (Francia)


y fue ordenado en 1948. Estudió en el Seminario Mayor de Mont-
pellier y en el Instituto Católico de Lyon. Licenciado en teología,
es profesor en el Seminario Mayor y vicario episcopal de Mont-
COLABORADORES DE ESTE NUMERO pellier. Ha publicado La prédication en station balnéaire, en
67éme Congrés de l'Union des Oeuvres, Montpellier, 1954, y Le
décret conciliaire «Ad Gentes», en «Mission de PEglise» (junio
HEINRICH RENNINGS de 1967).
(Véase CONCILIUM, núm. 12, 1966)
JORDI M. PINELL PONS

WILHELM BREUNING Benedictino. Nació el 17 de mayo de 1921 en Barcelona y fue


ordenado en 1953. Estudió en la Universidad de Lovaina, en la
Nació el 15 de mayo de 1920 en Sobernheim (Alemania) y fue Gregoriana (Roma) y en la Facultad de Teología de San Anselmo
ordenado en 1948. Estudió en la Facultad de Teología de Tréveris (Roma). En 1966 obtuvo el doctorado en teología. Es profesor de
y en la Universidad de Bonn. Se halla en posesión del doctorado liturgia en San Anselmo y consultor del Consilium para la aplica-
en teología (1954) y de la «habilitación» para teología dogmática ción de la Constitución de Liturgia. Es autor de Los textos de la
(1958). Es profesor de dogmática en la Facultad de Teología de antigua liturgia hispánica, Toledo, 1965, y Las horas vigiliares del
Tréveris desde 1960. Entre sus publicaciones ocupa un lugar des- oficio monacal hispánico (estudio y edición crítica), Montserrat,
tacado Die hypostatische Union in der Theologie Wilhelms von 1966. Colabora en «Archivos Leoneses» e «Hispania Sacra».
Auxerre, Hugos von St. Cher und Rolands von Crentona, 1962.
Ha revisado el tercer tomo dé. Handbuch der katholischen Dog-
matik, de Scheeben (3. a edición, Friburgo de Brisgovia, 1961). ANTONIO SAVIOLI
Colabora en «Trierer Theologische Zeitschrift».
Nació en 1915 en Fusigano (Italia) y fue ordenado en 1940.
Estudió en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Flo-
WILLIAM FRANCIS MACOMBER rencia, obteniendo el doctorado en arquitectura en 1966. Es pro-
fesor de historia del arte en el Seminario Pío XII de Rávena y
Jesuíta. Nació el 27 de julio de 1921 en Duxbury, Mass. (Es- consejero del Museo Internacional de Cerámica (Faenza). Colabora
tados Unidos), y fue ordenado en 1956. Estudió en el Harvard en las revistas «Chiesa e Quartieri» y «Quaderni della Cattedrale
College, en el Weston College y en el Pontificio Instituto de Estu- di Faen2a», así como en «L'Osservatore Romano».
dios Orientales (Roma). Es licenciado en filosofía y en teología y
doctor en estudios orientales (1965). Desde 1964 es profesor en
el Pontificio Instituto de Estudios Orientales. Entre sus publicacio- THEODOR FILTHAUT (f)
nes merecen especial mención dos artículos aparecidos en «Orien-
talia Christiana Periódica»: un extracto de su tesis doctoral bajo La Redacción de «Concilium» recibía casi al mismo tiempo el
el título The Theological Synthesis of Cyrus of Edessa (1964) y manuscrito del profesor Filthaut y el anuncio de su muerte. Theo-
The Oldest Knotvn Text of the Anaphora of the Apostles Addai dor Filthaut había nacido el 27 de octubre de 1907. Su falleci-
and Mari (1966). miento tuvo lugar el 31 de octubre de 1967. Ordenado en 1934,
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obtuvo el doctorado en teología en 1947 y defendió su tesis de fraternity of Christian Doctrine» (Chicago) y miembro de la Sub-
«habilitación» en 1956. Fue profesor de teología pastoral en la comisión de adaptación litúrgica (rama de la Comisión episcopal
Facultad de Teología Católica de la Universidad de Münster para el apostolado litúrgico en los Estados Unidos). Ha publicado
(1957-1967). Una de sus obras más recientes es la titulada Zeichen Pastoral Catechetics, Nueva York, 1964, y World, comentario a
der Auferstehung. Zur Erneuerung der christlichen Grabkunst (Sig- la Constitución sobre la Iglesia en el mundo moderno, Chicago,
no de la resurrección. Para la renovación del arte funerario cristia- 1967.
no), Maguncia, 1965. Pertenecía a la redacción de la revista «Dia-
SOR ANSELM CUNNINGHAM
conia».
Dominica. Nació el 24 de mayo de 1936 en Milwaukee (Esta-
LADISLAUS BOROS
dos Unidos). Estudió en el «Rosary College», en la Universidad
de Illinois y en la Universidad de Loyola, consiguiendo la licencia-
Jesuíta. Nació el 2 de octubre de 1927 en Budapest (Hungría). tura en filosofía. Es responsable de la información y coordinación
Estudió en distintos escolasticados de la Compañía de Jesús en de los programas de educación religiosa para el clero de la Archi-
Hungría, Austria, Italia y Francia, así como en la Universidad de diócesis de Chicago.
Munich, donde obtuvo el doctorado en filosofía (1954). Es pro-
fesor de filosofía de la religión en la Facultad de Teología de la
HELMUT HUCKE
Universidad de Innsbruck. Ha publicado principalmente Mysterium (Véase CONCILIUM, núm. 2, 1965)
Mortis. Der Mensch in der letzten Entscheidung (El misterio de
la muerte. El hombre en su decisión última), Olten, 6 1967, e In En 1966 fue nombrado profesor de la Universidad oficial del
der Versuchung. Meditationen über den Weg zur Vollendung (En Congo-Kinshasa en Lubumbashi, cargo que ejerce en la actualidad.
la tentación. Meditaciones sobre el camino de la consumación), Entre sus últimas publicaciones destacan De Afrikaanse Mens en
Olten, 1967. zijn Cultuur (El africano y su cultura), en colaboración con Burssens
y Jacoby, Brujas, 1966, y Rites et religión en Afrique: «Revue du
LUIS MALDONADO ARENAS Clergé Africain» (mayo de 1965).
Nació el 23 de abril de 1930 en Madrid y fue ordenado en
1954. Estudió en las Universidades de Comillas, Salamanca, Inns- ALBERT NADER
bruck y Friburgo de Brisgovia. Licenciado en filosofía y doctor en
teología, es profesor de liturgia en el Instituto Superior de Pasto- Nació el 18 de agosto de 1911 en Tantah (Egipto). Estudió en
ral (Universidad de Salamanca) y en el Seminario Mayor de Madrid. la Facultad de Letras de París (Sorbona) y obtuvo el doctorado en
Entre sus obras merecen especial mención La plegaria eucaristica, letras (1949). Es profesor en la Universidad libanesa y en el Ins-
Madrid, 1967, y El mensaje de los cristianos, Barcelona, 1965. tituto de Letras Orientales de Beirut (Líbano) desde 1955. Entre
Próximamente publicará La nueva secularidad. Es colaborador de sus numerosos escritos citaremos Les courants d'idées en Islam,
las revistas «Pastoral Misionera» y «Phase». serie de artículos publicados en el diario «L'Orient», de Beirut,
en 1959, y Le Logos dans la pensée musulmane, en «Revue de la
Société de Philosophie du Maroc» (1967).
THEODORE C. STONE

Nació el 14 de junio de 1926 en Chicago (Estados Unidos) y QUDRATULLAH HAFIZ


fue ordenado en 1952. Estudió en el Seminario St. Mary of the
Lake (Estados Unidos), donde obtuvo la licenciatura en filosofía Nació el 22 de febrero de 1917 en el Pakistán Occidental y
y en teología. Es director del centro archidiocesano de la «Con- pertenece a la religión musulmana. Diplomado en literatura y teo-
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logia árabes por la Universidad Punjab de Pakistán, es imán en los doctorado en filosofía y letras (1951). Es profesor de religiones
Países Bajos. Es autor de Degrondslagen van de Islam (Los funda- comparadas en la Facultad de Humanidades de la Universidad He-
mentos del Islam), 1950. Colabora en las revistas «Al-Islam» (de brea de Jerusalén y decano de la misma Facultad (desde 1965).
Holanda) y «Al Fazl» (de Pakistán). Entre sus obras ocupa un lugar de relieve su tesis doctoral Lucifer
et Prométhée, publicada en 1951, y La repulsa mística de las ilu-
minaciones místicas. Nota sobre el misticismo no cognoscitivo de
CYRIL PAPALI San Juan de la Cruz (en hebreo): «Iyyun» (1963-1964).
(Véase CONCILIUM, núm. 30, 1967)

GILBERT JEAN MURY


LOUIS WEI

Nació el 15 de marzo de 1903 en Chang-Hai (China) y fue or- Nació el 12 de febrero de 1920 en París. Estudió en las Facul-
denado en 1966. Ha sido periodista y agregado a la Embajada de tades de Letras de Burdeos y de París, llegando a ser profesor ad-
China en París de 1947 a 1953. Es doctor por la Universidad de junto en 1943. Antiguo colaborador de la prensa comunista y se-
París (1957). Entre sus numerosas publicaciones tiene especial re- cretario general del Centro de Estudios e Investigaciones Marxistas,
lieve su tesis doctoral La politique missionnaire de la France en es actualmente director de estudios en la Oficina Francesa de Cien-
Chine 1842-1856. L'ouverture des cinq portes cbinoises au com- cias Humanas. Ha publicado entre otros títulos Les classes sociales
merce étranger et a la liberté religieuse, París, 1961. Colabora en en France, 1963, y Christianisme primitif et morale moderne, 1960.
la «Revue d'Histoire Ecclésiastique» (Lovaina).

JAN YÜN-HUA

Nació el 15 de marzo de 1924 en Szuchwan (China) y pertene-


ce a la religión budista. Es profesor auxiliar en la «McMaster
University» (sección de religión) de Hamilton (Ontario, Canadá).
Ha publicado principalmente Buddhist Historiography in Sung
China, 1964, y Buddhist Relations between India and Sung China,
1966.

KAZUO SUITSU

Nació el 15 de enero de 1927 en Osaka Fu (Japón) y pertenece


a la secta budista Jodosbinshu. Estudió en la Facultad de Medicina
de Osaka y obtuvo el doctorado en 1959. Es médico psiquíatra y
miembro de la Asociación Médica del Japón. A su pluma se deben
varios importantes artículos en revistas médicas japonesas.

R. J. ZWI WERBLOWSKY

Nació en Francfort (Alemania) en 1924. Es rabino de la comu-


nidad israelita. Estudió en Londres y Ginebra, donde obtuvo el

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