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La denominada revolución industrial, según algunos expertos y sus estudios, comienza en la década de

1780 cuando los índices estadísticas tomaron el súbdito, intenso y casi vertical impulso ascendente que
caracteriza al take off. Este último fue dominado por los economistas como "el despegue hacia el
crecimiento autosostenido" que se dio entre 1780 y 1790 haciendo referencia a la liberación de cadenas al
poder productivo de las sociedades humanas, que desde entonces se hicieron capaces de una constante,
rápida y hasta el presente, ilimitada multiplicación de hombres, bienes y servicios.
El origen de la Revolución Industrial hay que buscarlo en las mejoras producidas en la agricultura inglesa
de mediados del siglo XVIII, en donde el principal factor fue el trabajo, pues una economía industrial
significa una violenta y proporcionada disminución de la población agrícola sumado a un aumento
paralelo en la no agrícola y casi seguramente un rápido aumento general de toda la población.
En Gran Bretaña ya había un gran avance industrial y comercial impulsado por los ministros y
funcionarios inteligentes y nada cándidos en el aspecto económico de cada monarquía ilustrada Europea
desde Portugal hasta Rusia.
Un grupo de terratenientes con mentalidad comercial, monopolizaba casi toda la tierra, que era cultivada
por arrendatarios y a su vez empleaban agentes sin tierras o propietarios de pequeñas parcelas. Por otro
lado, los arrendamientos rústicos eran numerosísimos y los productos de las granjas dominaban los
mercados y manufactura se había difundido hacía tiempo por el campo no feudal. Por lo tanto, la
agricultura estaba preparada pues para cumplir sus tres funciones fundamentales en una era de
industrialización: aumentar la producción y la productividad para alimentar a una población no agraria en
rápido y creciente aumento; proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales reclutas para las
ciudades y las industrias; y por último suministrar un mecanismo para la acumulación de capital utilizable
por los sectores más modernos de la economía.
Dado que ya se habían puesto los principales cimientos sociales de una sociedad industrial se requerían
dos cosas: primero, una industria que ofrecía excepcionales retribuciones para el fabricante que pudiera
aumentar rápidamente su producción total, con innovaciones razonablemente baratas y sencillas; y
segundo, un mercado mundial ampliamente monopolizado por la producción de una sola nación. Una vez
que Gran Bretaña empezó a industrializarse, otros países empezaron a disfrutar de los beneficios de la
rápida expansión económica estimulada por la vanguardia de la revolución industrial, como por ejemplo:
entre 1789 y 1848 Europa y América se vieron inundadas de expertos, máquinas de vapor, maquinarias
algodoneras e innovaciones de capital.
Finalmente, Gran Bretaña poseía una industria admirablemente equipada para acaudillar la revolución
industrial en las circunstancias capitalistas y una consultora económica que se lo permitía: la industria
algodonera y la expansión colonial.
La industria británica como todas las demás industrias algodoneras tuvo su origen como un subproducto
del comercio ultramarino qué producía su material crudo. El comercio colonial había creado la industria
del algodón y continuaba nutriendola. En el siglo XVIII se desarrolló en él Hinterland de los mayores
puertos coloniales cómo Bristol Glasgow y especialmente Liverpool, el gran centro de comercio de
esclavos.
En términos mercantiles la Revolución industrial puede considerarse salvo unos cuantos años iniciales
hacia 1780/1790 como el triunfo del mercado exterior sobre el interior. Y dentro de esta creciente marea
de exportaciones, la importancia mayor de adquirir y a los mercados coloniales y semicoloniales que la
metrópoli tenía en el exterior. La expansión de la industria pudo financiarse fácilmente al margen de las
ganancias corrientes por la combinación de sus conquistas de bastos mercados y una continua inflación de
precios produjo fantástico beneficios.
Entonces el camino en sus inicios y la expansión industrial del siglo XVIII era no construir talleres, sino
que extender el llamado sistema doméstico o putting-out system, en el que los trabajadores elaboraban el
material en bruto en sus casas, recibiendo lo dé y entregando lo de nuevo a los mercaderes que estaban a
punto de convertirse en empresarios.
La revolución industrial y la competencia causaron una constante y dramática caída en el precio del
artículo terminado, pero no en los diferentes costos de la producción. Se vio obligada a mecanizarse, a
racionarse y a aumentar su producción y sus ventas , sustituyendo por un volumen de pequeños beneficios
por unidad la desaparición de los grandes márgenes.
La segunda fase del desarrollo industrial es la construcción de una industria básica de bienes de
producción. Hoy el índice más seguro de poderío industrial de un país es la cantidad de producción de
hierro y acero.
El XIX el carbón fue la mayor fuente de poderío industrial y también el más importante combustible
doméstico. La explotación de las minas de carbón se extendió rápidamente desde el siglo XVl y hacia
principios del XVIII era una primitiva industria moderna, empleando incluso lasas antiguas máquinas a
vapor. Sus innovaciones fueron más bien mejoras que verdaderas transformaciones en la producción, era
una industria lo suficientemente amplia para estimular la invención básica a transformar a las principales
industrias de mercancías: el ferrocarril. Esto último se debe a que las minas no solo requerían máquinas
de vapor en grandes cantidades y de gran potencia para su explotación sino también unos eficientes
medios de transporte para trasladar las grandes cantidades de carbón.

En un primer momento las primeras características de la producción industrial fabril: Había una
asignación eficiente del trabajo, un ahorro en los costes de transporte o del capital circulante en
existencias. Había mayor control empresarial, con más disciplina en el trabajo, mejora de la calidad y
tenía un flujo continúo en la producción de bienes estandarizados a bajo coste unitario, lo que posibilita la
existencia de economías de escala. Se utilizó de la energía fósil, como el carbón mineral en la máquina de
vapor.

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