Вы находитесь на странице: 1из 35

Dossier Caso maltrato fuera ámbito familiar

CORTE SUPREMA p. 2
8 de marzo de 2016, Rol Nº 17027-2015.
Redacción de ministra Andrea Muñoz S. y voto disidente de ministro Blanco.

CORTE DE APELACIONES DE SANTIAGO p. 13


28 de agosto de 2015, rol Nº 1434-2015. 1

CENTRO DE MEDIDAS CAUTELARES p. 16


8 de mayo de 2015, RIT P – 3148 - 2014
Juez Pilar Zamorano

1
La identidad del niño ha sido resguardada modificando datos relacionados.

1
CORTE SUPREMA
8 de marzo de 2016, Rol Nº 17027-2015.
Redacción de ministra Andrea Muñoz S. y voto disidente de ministro Blanco.

Tags: medida de protección, maltrato grave a menor fuera de ámbito familiar, art. 62 de Ley
de Menores, sana crítica
También: Corte de Apelaciones de Santiago, 28 de agosto de 2015, rol Nº 1434-2015.
Redacción de ministra Jessica González T.
Y: Centro de Medidas Cautelares, 8 de mayo de 2015, RIT P – 3148 – 2014. Fallo de Jueza de
Familia Pilar Zamorano

Santiago, ocho de marzo de dos mil dieciséis.


Vistos:
En autos Rit P 3148 2014, Ruc 1420218057 5 del Centro de Medidas
Cautelares de Santiago, sobre procedimiento de protección, caratulados "B. S. ", por
sentencia de ocho de mayo de dos mil quince, se hizo lugar al requerimiento deducido
por doña Daniela S. S. H., en favor de su hijo menor de edad R.B.S., en contra de don
Felipe A. M. M., sólo en cuanto habiéndose establecido un maltrato en los términos del
inciso 2° del artículo 62 de la Ley 16.618, se sancionó al requerido condenándolo a
someterse, a su costa, a una intervención destinada al mejoramiento del control de
impulsos, en la institución Novasum, por el plazo de seis meses desde su inicio, el que
deberá ser comunicado al tribunal, por la institución o el requerido, en este caso
adjuntando documentación suficiente para acreditar aquello; la institución deberá
informar al tribunal acerca del avance del proceso. En lo demás, se rechazó el
requerimiento y no se hizo lugar a la declaración de falsedad solicitada en relación al
documento que indica.
Se alzó la parte requerida y se adhirió el requirente y una sala de la
Corte de Apelaciones de esta ciudad, por sentencia de veintiocho de agosto de dos mil
quince, la revocó y, en su lugar, decidió rechazar en todas sus partes el requerimiento.
En contra de dicho pronunciamiento, la parte requirente dedujo
recurso de casación en el fondo, solicitando se invalide y dicte una sentencia de
reemplazo que confirme en todas sus partes la de primera instancia.
Se ordenó traer estos autos en relación.

2
Considerando:
Primero: Que, luego de transcribir la sentencia impugnada y algunas partes de
la de primera instancia, que dicen relación, fundamentalmente, con la prueba aportada,
la entrevista reservada del niño y la opinión manifestada por la consejera técnica, el
recurrente denuncia la infracción de los artículos 62 inciso 2° de la Ley 16.618 y 32 de
la Ley 19.968.
Respecto de la primera infracción, sostiene que el tribunal ha hecho
una interpretación errónea del artículo 62 inciso 2° de la ley 16.618, que sanciona el
maltrato resultante de una acción u omisión que produzca menoscabo a la salud física o
síquica de los menores, no comprendido en leyes especiales sobre materias similares, por
cuanto ha incorporado elementos que no están comprendidos en la norma. Señala que,
si bien ésta no define lo que se entiende por maltrato, establece sus consecuencias, esto
es, que cause menoscabo en la salud física o síquica de los menores. Agrega que, de
acuerdo al uso general de la voz maltrato en la sociedad chilena, su sentido natural y
obvio, que coincide con la definición dada por el Diccionario de la Real Academia
Española, es el de "tratar mal a alguien de palabra u obra", lo que complementa la ciencia
médica en términos que incorpora "todas las formas de malos tratos físicos y
emocionales, abuso sexual, descuido o negligencia o explotación comercial o de otro
tipo, que originen un daño real o potencial para la salud del niño (a), su supervivencia,
desarrollo o dignidad...".
A su juicio, el error de la sentencia es que ha elaborado un concepto
de maltrato que no dice relación con el artículo 62 de la Ley 16.618, ya que lo enmarca
dentro del contexto de la violencia intrafamiliar, regulada en la Ley 20.066, que es una
ley especial que no tiene aplicación en el caso de autos. Indica que la sentencia le ha
agregado exigencias de temporalidad, vulnerabilidad del menor, daño real o potencial,
momento y lugar en que se produce el maltrato, la acción concreta que se reprocha y el
autor de ella, agravándose dicha errónea interpretación al crear una justificación al
maltrato de niños, usando conceptos de accidentabilidad, objeto legítimo para actuar y
magnitud del daño. Indica que la conceptualización utilizada en la sentencia
corresponde a la de una investigación médica realizada acerca de la violencia
intrafamiliar, que cita. Señala que, en tales circunstancias, la sentencia instala la doctrina
de que si un padre para defender a su hijo golpea a otro niño de 7 años y este golpe no
le causa un daño de gran magnitud, se estaría frente a un accidente, es decir, ante una
exención de responsabilidad; indica que el tema de la accidentabilidad ni siquiera fue un
aspecto incorporado por la defensa en su teoría del caso. Termina este acápite señalando
que la sentencia hace una falsa aplicación de la norma denunciada, toda vez que

3
prescindió de su aplicación al caso concreto, acudiendo al concepto de maltrato
contenido en una ley especial, como es el de violencia intrafamiliar.
Con respecto a la vulneración del artículo 32 de la Ley 19.968, el
recurrente, luego de hacer una extensa exposición doctrinaria acerca del significado del
sistema de apreciación de la prueba conforme a la sana crítica, de sus reglas y principios
y previa cita de alguna jurisprudencia sobre el tema, sostiene, en primer término, que la
sentencia infringe las reglas de la lógica, porque incorporó un hecho nuevo, que no
formó parte de la litis y que consiste en justificar la agresión del niño, en un accidente.
Indica que con ello se vulneran diversos principios lógicos, como son, el de identidad,
del cual son expresión los principios de pertinencia y congruencia; de no contradicción,
toda vez que el fallo entiende que un mismo acto puede ser una agresión y un accidente,
lo que se contradice con la prueba rendida, de la que se desprende que no se trató de un
accidente, especialmente considerando la opinión de la consejera técnica, que transcribe;
y el de la razón suficiente, porque el fallo no justifica jurídica ni fácticamente la
ocurrencia de un accidente, sobre lo cual no existiría prueba en el proceso. A juicio del
recurrente la sentencia infringe, en segundo término, las máximas de la experiencia, toda
vez que desestimó el concepto de maltrato que todas las personas tienen sobre una
conducta de ese tipo y, en especial, que las consecuencias de la agresión en el niño temor,
eneuresis, llanto son efectos que evidencian, de conformidad a la experiencia común de
la vida, un daño que es resultado de un maltrato y no de un accidente; funda su
afirmación en las pruebas rendidas en el juicio y, particularmente, en la declaración del
niño en entrevista reservada, la declaración de parte prestada por la requirente y la
opinión de la consejera técnica, todas las cuales transcribe. Agrega como fundamento
de la infracción de las máximas de la experiencia, que el fallo desestimó incorporar en
su análisis, la situación fáctica materia del requerimiento, que se refiere al significado
del deporte del Rugby, a las reglas que son obligatorias para quienes lo practican y al
conocimiento de que es un deporte en que hay enfrentamientos físicos y que los padres
los aceptan durante el juego; reprocha, en ese sentido, que no se hubiera considerado el
reglamento de las leyes del Rugby, incorporado al juicio como prueba documental,
transcribiendo una parte pertinente del mismo.
Termina indicando de qué manera estos errores influyeron en lo
dispositivo del fallo, a propósito de lo cual indica que vulneran el interés superior del
niño, porque afectan sus derechos garantizados por tratados internacionales y normas
del ordenamiento jurídico.
Segundo: Que la determinación de una eventual infracción al artículo 62 inciso
2° de la Ley 16.618, pasa necesariamente por verificar cuáles fueron los hechos
establecidos en la causa, ya que son éstos y no otros los que los jueces del fondo debieron

4
calificar y decidir si se encuadran o son constitutivos de la figura de maltrato
contemplada en la norma legal citada.
Examinada la sentencia impugnada con dicho objeto, se observa que
luego de hacer un análisis de diversas pruebas incorporadas al juicio como la constancia
en Carabineros estampada por la requirente, la entrevista del niño con la sicóloga y la
testimonial de ambas partes los sentenciadores de segundo grado son categóricos en
concluir que "en definitiva el acto probado y que se le puede atribuir a la contraria es
haber separado en forma brusca a los niños, lo que importó que uno de ellos cayera al
suelo producto del empujón". Previo a esa afirmación, habían dejado establecido que "el
requerido ingresó a la cancha" en circunstancias que "su hijo se trenzaba a golpes con
un contrincante".
Sobre la base de los hechos así asentados, los jueces del fondo
estimaron que el ingreso del requerido a la cancha no fue con la intención de lesionar al
hijo del requirente sino de dar protección al suyo; si bien existe una acción de parte del
requerido reflexionaron "el entorno en que ésta se produjo y su motivación, llevan
razonablemente a concluir que se trató de un accidente como consecuencia de un acto
justificado del progenitor y con la finalidad exclusiva de ampararlo".
Tercero: Que, como ha sostenido reiteradamente esta Corte, los hechos
establecidos por los jueces del fondo resultan definitivos e inamovibles en sede de
casación limitación que fluye de lo dispuesto en los artículos 785 y 807 del Código de
Procedimiento Civil a menos que se denuncie y acredite una vulneración a las leyes
reguladoras de la prueba, lo que, en los asuntos de familia, se estima puede producirse
al contravenir las reglas de la sana crítica, que es el sistema de valoración de la prueba
previsto en la materia.
De manera que para modificar ese único acto probado respecto del
requerido y que condujo a los jueces a estimar que se trataba de un accidente, cual es el
de haber separado a los niños que estaban trenzados en una pelea de manera brusca, lo
que genera la caída de uno de ellos producto del empujón, es menester determinar si
efectivamente se produjo una infracción al artículo 32 de la Ley 19.968, que ha
denunciado el recurrente.
Cuarto: Que, de acuerdo a lo preceptuado en el artículo 32 de la Ley 19.968,
que creó los Juzgados de Familia, los jueces pueden apreciar la prueba con libertad, pero
sin contradecir los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los
conocimientos científicamente afianzados.
Haciendo eco de aquello, el recurrente sostiene que la sentencia
infringe las reglas de la lógica y las máximas de la experiencia. Funda lo primero, en que
habría incorporado un hecho nuevo, que no formó parte de la litis y que consiste en

5
justificar la agresión del niño de autos, en un accidente. Refiere, dentro de este mismo
punto, que se infringen los principios de identidad, no contradicción y de razón
suficiente.
Sin perjuicio de abordar el análisis de cada una de tales infracciones,
es menester aclarar, previamente, que cuando los jueces señalan que la situación
acaecida constituye un "accidente", no están incorporando un hecho nuevo, sino
calificando lo que allí ocurrió, es la forma en que ellos interpretan o aprecian los hechos,
cuestión que implica, ciertamente, una valoración jurídica, que se traduce en restarle
intencionalidad a la conducta del requerido, atribuyéndola al deseo de proteger a su hijo.
Corrobora lo que se viene diciendo, la apreciación hecha por el recurrente al sostener
que el hecho nuevo "consiste en justificar la agresión del niño de autos en un accidente";
es decir, se está reconociendo que es una atribución de significado, una calificación. Por
lo anterior, debe descartarse esta primera imputación.
Con respecto a los principios enunciados, el recurrente no explica de
qué forma se infringe el de identidad, limitándose a decir que es expresión de los
principios de pertinencia y congruencia, por lo que basta aquello para desechar esta
acusación. La vulneración del principio de no contradicción, a su turno, se funda en que
el fallo entiende que un mismo acto puede ser una agresión y un accidente, lo que se
contradice con la prueba rendida, de la que se desprende que no se trató de un accidente,
especialmente considerando la opinión de la consejera técnica, que transcribe. Sobre este
aspecto resulta necesario explicar, en primer término, que si bien en un par de acápites
del fallo de primera instancia que mantuvo el de segundo grado, aparece el término
"agresión", se hace en el contexto de un relato cronológico de lo acaecido, lo que de
ningún modo puede ser interpretado como conclusivo acerca de los hechos establecidos,
desde que la fijación definitiva de los mismos se produce luego de analizar la prueba, al
hacer la descripción en el párrafo final del motivo cuarto del fallo impugnado. Por otra
parte, resulta claro que esta imputación no es sino reflejo o manifestación del desacuerdo
del recurrente con la apreciación de la prueba, ya que intenta discutir que no se trató de
un accidente, valiéndose de la opinión de la consejera técnica. Siendo, pues, una mera
discordancia con la ponderación de la prueba, debe ser desestimada, toda vez que esta
es una facultad privativa de los jueces de instancia, a menos que se pruebe una
transgresión a las reglas de la sana crítica, lo que, como se aprecia, no ha sucedido en la
especie. La vulneración del principio de la razón suficiente, por último, se funda, a juicio
del recurrente, en que el fallo no justifica jurídica ni fácticamente la ocurrencia de un
accidente, sobre lo cual no existiría prueba en el proceso. Lo cierto es que esta alegación
no tiene asidero, desde que los jueces del fondo analizan la prueba en el motivo cuarto,
en forma precisa, destacando aquello que les pareció relevante, cual es el hecho que la

6
requirente, originalmente, declara que su hijo fue objeto de "un empujón y una caída",
que hay coincidencia en que ambos niños se estaban golpeando, cuestión que reconoce
el hijo de la requirente y que el padre al ingresar a la cancha estaba en una actitud de
separarlos. Ya hemos dicho, por otra parte, que lo del accidente es una calificación
jurídica, lo que conduce a descartar la acusación.
Por último, en lo que atañe a la vulneración de las máximas de la
experiencia, el recurrente sostiene que se desestimó el concepto de maltrato que todas
las personas tienen sobre una conducta de ese tipo y, en especial, que las consecuencias
de la agresión en el niño temor, eneuresis, llanto son efectos que lo evidencian, de
conformidad a la experiencia común de la vida. Se equivoca, sin embargo, el recurrente,
ya que el maltrato está considerado como una conducta infraccional dentro del Título V
de la ley 16.618, referido a las "Disposiciones Penales" y, en consecuencia, solo cabe
atenerse a la conceptualización del tipo que en ella se hace, y no "al concepto de maltrato
que todas las personas tienen sobre una conducta de este tipo". Con todo, valga aclarar
que no es objeto de la infracción denunciada la interpretación de la norma legal, sino
solo la utilización de dicha máxima en la ponderación de la prueba para determinar los
hechos. Por otra parte, cabe tener presente que no es un hecho de la causa que el niño
haya tenido los efectos que el recurrente indica, ni menos que ellos hubieren sido
causados por la "agresión" sufrida, desde que, como se dijo, no se estableció que la
hubiera habido. En cuanto al fundamento de no haber tenido presente el reglamento del
rugby, que fija las reglas de conducta respecto de dicho deporte, es una demostración
más de que lo que se refuta es la ponderación de la prueba y no la infracción de las reglas
de la sana crítica, en especial, si se considera que el hecho establecido no dice relación
con una disputa del juego.
Así las cosas, lo reflexionado lleva a concluir que no se han
infringido las reglas de la sana crítica, razón por la cual la invocación de este yerro debe
ser desestimado.
Quinto: Que, tal como se adelantó, al no poderse modificar los hechos
establecidos por los jueces del fondo, resulta inoficioso pronunciarse sobre la infracción
que se denuncia del artículo 62 inciso 2° de la ley 16.618, por lo que el recurso en esta
parte también debe ser rechazado.

Por estos fundamentos, disposiciones legales citadas y de


conformidad a lo preceptuado en los artículos 764, 765 y 767 del Código de
Procedimiento Civil, se rechaza el recurso de casación en el fondo interpuesto por la
parte requirente, en contra de la sentencia de veintiocho de agosto de dos mil quince.

7
Acordada con el voto en contra del Ministro Sr. Blanco, quien fue
de opinión de acoger el recurso de casación en el fondo intentado, en virtud de los
siguientes fundamentos:
1° Que, como se viene señalando, el recurso de casación se funda por
un lado, en la infracción del artículo 62 inciso segundo de la Ley N° 16.618, y por otro,
en la del artículo 32 de la Ley N° 19.968.
Como ya se señaló de manera precedente, en lo relativo al primer
texto legal citado, la recurrente asevera que la sentencia yerra al elaborar un concepto
de maltrato impropio a la norma, agregándole elementos extraños a su contexto,
creando una justificación al maltrato de niños, por medio del uso de conceptos de
accidentabilidad, objeto legítimo para actuar y magnitud del daño. Con respecto a la
vulneración del artículo 32 de la ley 19.968, el recurrente, se afirma en el recurso, que la
sentencia infringe las reglas de la lógica, vulnerando principios como el de identidad, y
el de la razón suficiente, además de las máximas de la experiencia.
2° Que el artículo 62 de la Ley N° 16.618, establece que:
"Artículo 62° Será castigado con prisión en cualquiera de sus grados o presidio menor
en su grado mínimo, o con multa de diez a cien escudos:
1° El que ocupare a menores de dieciocho años en trabajos u oficios que los obliguen a
permanecer en cantinas o casas de prostitución o de juego;2° El empresario, propietario
o agente de espectáculos públicos en que menores de dieciséis años hagan exhibiciones
de agilidad, fuerza u otras semejantes con propósito de lucro;3° El que ocupare a
menores de dieciséis años en trabajos nocturnos, entendiéndose por tales aquéllos que
se ejecutan entre las diez de la noche y las cinco de la mañana.
El maltrato resultante de una acción u omisión que produzca
menoscabo en la salud física o psíquica de los menores, no comprendido en leyes
especiales sobre materias similares, será sancionado con todas o algunas de las siguientes
medidas:
1) Asistencia del agresor a programas terapéuticos o de orientación familiar, bajo el
control de la institución que el juez estime más idónea o conveniente, tales como el
Servicio Nacional de la Mujer, el Servicio Nacional de Menores, el Centro de
Diagnósticos del Ministerio de Educación o los Centros Comunitarios de Salud Mental
Familiar, declarándolo así en la sentencia definitiva. La Institución designada deberá,
periódicamente, remitir los informes de cumplimiento al tribunal en que esté radicada
la causa;2) Realización de trabajos determinados, a petición expresa del ofensor, en
beneficio de la comunidad, para la Municipalidad o para las corporaciones municipales
existentes en la comuna correspondiente a su domicilio, análogos a la actividad,
profesión u oficio del condenado o relacionados con ellos, sin que estos trabajos alteren

8
sus labores habituales, y3) Multa, a beneficio municipal, equivalente al ingreso diario
del condenado, de uno a diez días, la que se fijará prudencialmente por el juez.
En todos los casos en que los hechos denunciados ocasionen lesiones
graves o menos graves, los antecedentes serán remitidos al tribunal del crimen
respectivo.
Lo dispuesto en este artículo será también aplicable cuando las
personas indicadas en el inciso primero abandonen al menor sin velar por su crianza y
educación o lo corrompan".
3° Que, dicha norma hace parte del grupo normativo que regula el
tratamiento referido al maltrato infantil, que como es sabido, se encuentra disperso en
diversos cuerpos legales, como respuesta de las exigencias constitucionales y
convencionales contenidas en la Constitución Política de la República, y en
instrumentos internacionales como la Convención de derechos del Niño, que en su
artículo 19.1 obliga a los Estados Partes a "adoptar todas las medidas legislativas,
administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda
forma de prejuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o
explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de
los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo",
norma complementada por el artículo 37 de la misma convención, que señala que los
Estados velarán porque "ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes", lo que ha sido interpretado por el propio Comité de
los Derechos del Niño de una manera amplísima, al señalar, a propósito de ambas
normas mencionadas, que la fórmula "toda forma de perjuicio o abuso físico o mental"
no deja espacio para ningún grado de violencia legalizada contra los niños. Los castigos
corporales y otras formas de castigos crueles o degradantes son formas de violencia y
perjuicio.
4° Como demostración de la dispersión normativa antes señalada, se
puede citar como ejemplo, además del artículo 62 de la Ley N° 16.618 que en lo
pertinente fue modificado por la Ley N° 19.324 , la Ley N° 20.066 que establece normas
sobre procedimientos y sanciones relativos a los actos de violencia intrafamiliar, la Ley
N° 20.526 que sanciona el acoso sexual de menores, la pornografía infantil virtual y la
posesión de material pornográfico infantil y la Ley N° 20.536 sobre violencia escolar.
De este modo, el sistema nacional de protección de los niños frente
al maltrato infantil, se estructura conforme el contexto en que dicha actividad se
verifique. En efecto, la norma contenida en el inciso segundo del artículo 62 antes citado,
corresponde a una de carácter residual que opera en el caso que el maltrato que se
pretende sancionar, no se encuentre descrito en leyes especiales similares. De este modo,

9
el maltrato de menores, ejercido en el seno de la familia por los padres, guardadores o
persona que tenga a su cuidado al niño víctima, es regido por la Ley de violencia
intrafamiliar; por su parte, aquel que se configura en el contexto de la vida que el niño
lleva en el ámbito de su escolaridad, se aplicará la Ley sobre violencia escolar, sin
perjuicio de la comisión de algún delito que deba ser conocido por la jurisdicción penal.
5° Que como se advierte entonces, el ámbito posible de aplicación del
artículo 62 de la Ley N° 16.618, es sancionar el maltrato efectuado por quienes carecen
de vinculación familiar, de responsabilidad legal o escolar respecto del niño víctima, que
se configura con la sola constatación de una acción u omisión que produzca menoscabo
en la salud física o síquica del niño. De este modo, no se precisa una determinación de
la graduación o cuantificación del acto de violencia, sino que basta la comprobación de
la existencia de una relación causal entre la conducta y el menoscabo, consistente en la
interferencia o daño en la salud del niño, en el corto, mediano o largo plazo.
6° Que según se consigna en el párrafo tercero del motivo cuarto del
fallo impugnado, se estableció por los jueces del fondo como hecho de la causa, que en
el contexto del desarrollo de una partida de rugby entre dos colegios, y con ocasión de
una riña surgida entre el hijo de la recurrente y el del requerido, éste último ingreso a la
cancha, separando en forma brusca a los niños, ambos de alrededor de siete años de
edad a la fecha, lo que importó que uno de ellos cayera al suelo producto del empujón,
entendiendo los sentenciadores que dicho actuar se trató de un accidente que se produjo
como consecuencia de un acto justificado del progenitor y con la finalidad exclusiva de
ampararlo.
Posteriormente, expresan los sentenciadores del grado en el motivo
quinto de la sentencia en análisis, que "no todo acto que en forma directa o indirecta
pueda ocasionar un daño a un niño ha de calificarse como maltrato infantil", pues a su
entender, para ello la agresión puede ser ocasional o habitual, pero excluye los hechos
accidentales, en virtud de lo cual, exime de responsabilidad al requerido por el
menoscabo que su actuar pudo haber provocado al niño.
7° Que, como se indicó anteriormente, el tipo sancionatorio que
establece el inciso segundo del artículo 62 de la Ley 16.618, tiene una aplicación residual,
que justamente aparece como procedente en este caso concreto, en el cual el requerido
por el maltrato, no tiene una vinculación específica con el niño que haga aplicable alguna
legislación especial, y por lo mismo, el análisis de la conducta establecida, debe ser
ponderada conforme la norma citada, la cual considera como maltrato toda acción u
omisión que produzca un menoscabo al niño.
8° Que, desde dicha perspectiva, es necesario detenerse brevemente en
el concepto de acción y omisión en el contexto del maltrato infantil. Al respecto, se

10
distingue dentro del maltrato figuras que responden a la acción directa del agresor, como
es el caso del maltrato físico y emocional que proviene de una conducta positiva que
genera menoscabo de tal naturaleza, incluyendo la agresión física simple, los malos
tratos emocionales mediante actitudes de rechazo del niño, el abuso sexual, la
explotación laboral, la corrupción y otros, mientras que la omisión se identifica con la
negligencia en el cuidado, supervisión o atención de los niños (en general, así se plantea
en la literatura especializada, por ejemplo, en Journal for the study of education and
development, volumen 18, issue 71, 1995: "Maltrato infantil. Lecturas para saber más",
de Jesús Palacios).
9° Que, de este modo, las tipologías de maltrato físico y emocional, que
contemplan la acción y omisión como elemento fáctico típico, excluyen entonces de tal
calificación los actos accidentales. Sin embargo, dicha categoría debe entenderse como
asimilable al caso fortuito o fuerza mayor, que tradicionalmente en nuestro país se
entiende como aquel hecho imprevisto e irresistible, no derivado de la acción u omisión
de un individuo determinado. Nuestro Código Civil en su artículo 45, ejemplifica dicha
situación con casos como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los
actos de autoridad, etc.
10° Que, en la especie, no puede calificarse como accidente, el
menoscabo que proviene del actuar directo del agente, pues si bien, puede entenderse
que el empujón recibido por el niño materia de estos antecedentes, producto de la
separación brusca ejercida por el requerido, puede tener un sustrato legítimo, no se
corresponde con el concepto de accidente, pues no es encuadrable dentro de la noción
de hecho fortuito o fuerza mayor.
De esta manera, la acción desplegada por el requerido, no puede
entenderse como accidental, sino más bien, como una conducta desplegada por exceso
de fuerza, pues si bien, la intención pudo haber sido la mera separación de ambos niños
que se agredían mutuamente, erró en el cálculo de su propio ímpetu, resultando en un
empujón brusco que provocó el desplazamiento y caída al suelo del niño, lo que
configura una agresión que genera menoscabo sicológico y emocional en este último,
pues otra no puede ser la consecuencia, en el caso de un niño de siete años, que en el
contexto de una actividad deportiva, es arremetido por un adulto desconocido. Es
posible, considerar la inexistencia de dolo en su actuar, pero se verifica en el agente, una
conducta culpable, desmedida y mal calculada.
De este modo, los hechos acreditados denotan el ejercicio de una
acción voluntaria, donde el exceso de fuerza utilizado, convierte la acción en una
agresión ilegítima, pasible de ser encuadrada dentro del concepto de maltrato infantil,
conforme se ha indicado.

11
11° Que, así las cosas, a juicio del disidente, se incurre en el fallo
impugnado en un yerro de derecho, al haberse efectuado una calificación jurídica
equivocada de los hechos establecidos, infringiéndose el tenor del artículo 62 inciso
segundo de la Ley N° 16.618 denunciada en el recurso de casación en el fondo, razón
por la que éste debió ser acogido, por haber influido sustancialmente el yerro indicado
en lo dispositivo del fallo impugnado.
Redactó la ministra Andrea Muñoz S. y el voto disidente, su autor.
Regístrese y devuélvase.
Pronunciado por la Cuarta Sala de la Corte Suprema, integrada por los Ministros señor
Ricardo Blanco H., señoras Gloria Ana Chevesich R., Andrea Muñoz S., señor Carlos
Cerda F., y la Abogada Integrante señora Leonor Etcheberry C.

12
CORTE DE APELACIONES DE SANTIAGO
28 de agosto de 2015, rol Nº 1434-2015.2
Redacción de ministra Jessica González T.

Santiago, veintiocho de agosto de dos mil quince.


Vistos:
Se reproduce la sentencia en alzada, con excepción de los fundamentos Sexto,
Octavo letras b), e), j), k) y l) y Décimo a Duodécimo, que se eliminan.
Y se tiene en su lugar y, además, presente:
Primero: Que para el asunto a resolver ilustrativo es consignar que la
UNICEF define como “víctimas de maltrato y abandono a aquellos niños, niñas y
adolescentes de hasta 18 años que sufren ocasional o habitualmente actos de violencia
física, sexual o emocional”.
Por otro lado, la Convención sobre los Derechos de los Niños,
ratificada por Chile en el año 1990, en su artículo 19 establece que “Los Estados Partes
adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas
apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o trato negligente, malos
tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la
custodia de los padres, un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a
su cargo”.
Segundo: Que en esta materia no se puede desconocer que los niños y niñas
sufren violencia y la viven precisamente en aquellos espacios que por esencia son de
protección para el pleno desarrollo de sus derechos -familia, cuidadores,
establecimientos educacionales, entorno social- sin embargo, en el caso de autos cabe
revisar los antecedentes de la causa por cuanto. para calificar un hecho ocasional como
“maltrato” han de considerarse diversas variables como son factores de vulnerabilidad
del niño, existencia de daño real o potencial, el momento y lugar en que se habría
producido, la acción concreta que se reprocha y el autor de ella
Tercero: Que las reglas de la sana critica no solo obligan a valorar los medios
de prueba en forma individual, sino que y, lo más importante, es la comparación de los
elementos de convicción en su conjunto; se trata de un juicio crítico que debe realizar el
sentenciador para aceptar o descartar la verificación de los enunciados de hecho
introducidos al proceso a través de la prueba. En todo el proceso intelectual el juez debe

2
La identidad del niño ha sido resguardada modificando datos relacionados.

13
tener presente las leyes de la lógica, la experiencia y los conocimientos científicamente
afianzados.
Cuarto: Que en la Constancia N° 13534, de 11 de mayo de 2014, dejada por
la requirente en Carabineros, describe que su hijo fue víctima de “un empujón fuerte”
en un partido de rugby de parte del padre de un niño del otro equipo, en su declaración
de parte en el juicio reitera que “lo empuja y cae mi hijo”, “golpeó con la mano a
Rodrigo lo separó fuerte y lo golpeó fuerte”. En la entrevista con la psicóloga forense,
doña Patricia Condemarín, según evaluación que se acompaña, el niño manifestó que
mientras jugaban “un niño (el hijo del requerido) lo golpeó y él respondió también
golpeándolo, que después de eso y sin que se diera cuenta alguien lo tomó, lo lanzó y el
cayó el suelo” con las consecuencias que él mismo describe. Las testigos de la parte
requirente están contestes en que el día de los hechos se produjo una disputa en el juego
entre Rodrigo y un alumno de otro colegio y que un adulto, que luego supieron era el
padre del otro niño entró a la cancha y lanzó al niño varios metros. Por su parte los
testigos de la parte requerida, apoderados de un alumno del equipo del hijo de éste,
señalan que los hechos ocurrieron en un partido de rugby que se desarrolló en canchas
del colegio Saint Gabriel y que percibieron un altercado y vieron que Felipe M. había
entrado a la cancha y estaba en actitud de separación con los brazos extendidos de dos
niños involucrados en el altercado, que no se produjo en torno a una jugada del partido.
En cuanto a la versión de los hechos dada por el niño es dable
destacar que: “el niño me pegó primero, después yo le pegué y después él me pegó a mí,
después él viene y me pega a mí”, “como que le empujaban bien fuerte”, continuó
jugando unos minutos hasta que lo cambiaron.
De la prueba antes referida es dable concluir que el requerido ingresó
a la cancha, no con la intención de lesionar al hijo de la requirente, sino con la finalidad
de dar protección de su hijo quien se trenzaba a golpes con un contrincante y que en
definitiva el acto probado y que se le puede atribuir a la contraria es haber separado en
forma brusca a los niños, lo que importó que uno de ellos cayera al suelo producto del
“empujón”. Si bien existe una acción de parte del requerido, el entorno en que ésta se
produjo y su motivación, llevan razonablemente a concluir que se trató un accidente que
se produjo como consecuencia de un acto justificado del progenitor y con la finalidad
exclusiva de ampararlo.
Quinto: Que así las cosas, no todo acto que en forma directa o indirecta
pueda ocasionar un daño a un niño ha de calificarse como maltrato infantil; lo
determinante para esa calificación jurídica es establecer que se trató de una agresión bien
sea ocasional o habitual, quedando por tanto excluidos de tal concepto los hechos
accidentales en que el autor tenía un objeto legítimo para actuar -en este caso proteger a

14
su hijo- aún cuanto estos puedan eventualmente provocar un daño de menor intensidad
a un niño o niña.

Por estas consideraciones y de conformidad a lo que disponen los


artículos 62 de la ley 16.618 y 32 de la ley 19.968, se revoca la sentencia apelada de ocho
de mayo de dos mil quince, y en su lugar se decide que se rechaza, en todas sus partes,
el requerimiento presentado por Daniela S. H. en contra de Rodrigo B. S. [sic]
Regístrese y comuníquese. No firma la abogada integrante señora Chaimovich, no
obstante haber concurrido a la vista y al acuerdo del fallo, por encontrarse ausente.
Pronunciada por la Sexta Sala de esta Iltma. Corte de Apelaciones de
Santiago, presidida por el Ministro señor Mario Rojas González e integrada por la
Ministro señora Jessica González Troncoso y la Abogado Integrante señora Claudia
Chaimovich Guralnik.

15
CENTRO DE MEDIDAS CAUTELARES
8 de mayo de 2015, RIT P – 3148 - 2014
Juez Pilar Zamorano

Santiago, ocho de mayo de dos mil quince.


CON LO OBRADO EN EL JUICIO, EL TRIBUNAL RESUELVE:
PRIMERO: Que comparece ante este Segundo Juzgado de Familia de Santiago
la señora DANIELLA S. S. H., cédula de identidad número XXX, ingeniera civil
industrial, domiciliada en YYY departamento ZZ, comuna de Las Condes, en
representación de su hijo menor de edad RODRIGO B. S. cédula de identidad número
BBBBB, estudiante, del mismo domicilio de la primeramente nombrada, e interpone
requerimiento a favor de su hijo, en contra de don FELIPE A. M. M. cédula de identidad
número CCCCC, ingeniero comercial, domiciliado en DDD, comuna de Vitacura, y
solicita, en procedimiento proteccional previsto en los artículos 68 y siguientes de la Ley
19968, inicialmente, se decrete que se configura la disposición penal del inciso segundo
del artículo 62 de la Ley 16.618, sancionando al requerido con el máximo de la pena
corporal que indica la norma, y decretándose al mismo tiempo todas las medidas de
protección que sean pertinentes y necesarias para asegurar la integridad física y
sicológica de su hijo y, al ratificar su requerimiento en la audiencia preparatoria, solicita
se apliquen al requerido las medidas contempladas en el artículo 62 de la Ley 16.618,
decretando la prohibición de acercamiento al niño a una distancia no menor de 500
metros, se prohíba la asistencia del agresor a todos y cada uno de los encuentros de rugby
que se desarrollen en el país y en el extranjero a los que asista el niño, ordenar la
asistencia del agresor a programa terapéutico de control de impulsos, multa a beneficio
municipal por el máximo legal y toda medida cautelar que se estime pertinente.
Fundamentando su pretensión, la requirente expone, en síntesis, que
es la madre del niño RODRIGO B. S., de 7 años de edad a la fecha del requerimiento,
estudiante entonces del 2º año básico del colegio R., en el que además practica rugby en
la categoría M8; que, en circunstancias que se practicaba el ”Festival de Rugby de O.
G.” en las canchas del colegio S. G., ubicadas al lado de la Clínica ZZ, el día 11 de mayo
de 2014, aproximadamente a las 11:00 horas, se produce la disputa por un balón entre
el hijo de la requirente, y otro niño, hijo del requerido, lo que sería una cuestión de
normal ocurrencia en este deporte. Sin embargo, prosigue, en forma sorprendente e
injustificable, el requerido tuvo una reacción brutal ante esta disputa deportiva ya que

16
ingresó en forma indebida al área de juego, levantó del piso a Rodrigo “…lanzándolo
lejos con gran fuerza, y al caer rebotó en el suelo producto de la fuerza aplicada en el
acto violento, provocando que … tuviera una reacción sicológica, pocas veces visto,
salvo en dramas de tortura en el cine”.
Explica la requirente que su hijo Rodrigo quedó en shock, mudo, y
luego se orinó encima de la ropa (delante de padres, niños, entrenadores y otros
asistentes al juego), y sólo después de unos instantes logró llorar, lo que, señala,
constituye un shock causado exclusivamente por la agresión ilegítima y abusiva de un
adulto descontrolado, provocando gran angustia y miedo al niño, por lo que tuvo que
llevarlo de vuelta a casa y llorando a mares. Agrega que en el deporte mencionado
existen principios que constituyen columnas fundamentales que enriquecen las vidas de
los involucrados, y leyes del rugby, conforme a las cuales este deporte, de gran
despliegue físico y en el que es normal ocurrencia el choque de cuerpos durante el juego,
se desarrolla bajo un estricto control del árbitro, encontrándose prohibido a los padres
ingresar al área de juego, y el actuar violento y abusivo del requerido vulneró todos los
principios del juego y las leyes del rugby; que las consecuencias del acto ilegítimo y
violento del requerido provocaron consecuencias físicas y sicológicas en el niño aún
después del partido de rugby y, por último, que la magnitud de los hechos fue tal que las
autoridades del Festival expulsaron al requerido del campeonato, y el colegio al que
asiste el hijo del requerido, S. C., ofreció disculpas por escrito a la requirente y a Rodrigo.
Por lo expuesto, previo argumentos de derecho que expone y citas
que efectúa de normas legales y de la Convención Internacional de los Derechos del
Niño, solicita lo anteriormente indicado.
SEGUNDO: Que, contestando el requerimiento de medida de protección
deducido en su contra, FELIPE A. M. M., ya individualizado, ha solicitado su total
rechazo, negando que sean efectivos los hechos expuestos en él. Sostiene que,
efectivamente, se realiza un partido de rugby entre los colegios de los hijos de la
requirente y de él, y al final de este partido el hijo de la requirente golpea en la cabeza al
hijo del requerido, lo que éste observa, sigue entonces una pelea entre los niños,
ingresando el requerido a la cancha y separando a los niños. Añade que las agresiones
de puño y pies no son comunes del juego de rugby, que tuvo una conversación con el
árbitro del partido por su ingreso a la cancha, y que él ingresó porque nadie intervino en
una pelea que se estaba desarrollando, pero que estaba dispuesto a ofrecer disculpas; que
ese día termina el partido y el campeonato, y el requerido no fue expulsado ni del partido
ni del campeonato; que él no incurre en ninguna agresión, sino que evita una agresión
entre dos menores de fuerza equivalente, con patadas, puños e intento de ahorcamiento,
cuyos resultados desconocía; que nadie más intervino, ni el árbitro ni el entrenador de

17
ninguno de los dos equipos, esto es, frente a una pelea que se estaba iniciando nadie hizo
nada por evitarla, por lo que él interviene separando a los dos niños. Añadió que, dado
que es padre de uno de los niños involucrados, y teniendo presente lo dispuesto en el
artículo 222 inciso primero del Código Civil, con relación a lo dispuesto en el artículo
18 número 1 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, él tenía la
obligación de intervenir porque debía evitar la agresión a su hijo, en procura de su interés
superior, que es principio rector de la Ley de Tribunales de Familia; que se vio
compelido a actuar para prevenir la violencia y por lo tanto está jurídicamente justificado
para ingresar a la cancha y separar a los niños, no obstante lo cual estuvo dispuesto a
ofrecer disculpas por la situación.
TERCERO: Que es un hecho que se tendrá por probado en esta causa,
establecido como convención probatoria en la audiencia preparatoria, el siguiente:
La parte requirente no llevó al niño a centro asistencial, posterior a
los hechos motivo de la denuncia, para efectos de constatar lesiones, pese a que según
sus dichos el requerido habría lanzado al niño 5 metros.
CUARTO: Que las partes han incorporado en el juicio, en los términos que
consta en registro de audio, la siguiente prueba:
En el caso de la parte REQUIRENTE:
i.- Documental, consistente en:
- copia, que se indica como fiel de constancia de los hechos N° 13534 del año 2014,
dejada por la requirente ante la 17ª Comisaria de Las Condes con fecha 11 de mayo de
2014, dando cuenta de agresión sufrida, que describe como un empujón fuerte, por su
hijo Rodrigo B. S., en un partido de rugby entre el equipo de su colegio, el que integraba,
y otro del colegio S. C., de parte del padre de un alumno del otro colegio;
- certificado de nacimiento de Rodrigo B. S., nacido el 21 de junio de 2006, hijo de don
Carlos B. C., y cuya madre es la requirente;
- copia de correos electrónicos de fechas 12 y 13 de mayo remitidos, el primero de ellos,
por don Alejandro Espinoza, Director de Menores de los equipos del colegio R., según
se indica en los correos, a la requirente (reenviándole correos en relación al incidente),
el segundo dirigido por una persona de nombre Pablo C., a quién se identifica en los
correos como Presidente de A., el equipo de rugby del colegio S. C., dirigido a otra de
nombre Percy R., quién se identifica como Presidente de O. R. RUGBY, con la
respuesta de éste, y por último un correo dirigido por la requirente al ya nombrado Pablo
C. agradeciendo la preocupación por contactarla para ofrecer apoyo por lo sucedido. En
concreto, en los correos incorporados se da cuenta del agradecimiento expresado por la
señora S., con fecha 13 de mayo, a los 3 dirigentes deportivos antes mencionados tras la
situación ocurrida en un partido de rugby, ante lo que califica como una agresión a su

18
hijo, a través de una acción abusiva, demencial y criminal de parte del padre de un
alumno del colegio S. C. a quién, se indica, a través de las autoridades de dicho colegio,
se logró identificar como el señor M. M., señalando la madre que dicha acción no
provocó daños físicos en su hijo ”pero el efecto sicológico perdurará en el tiempo”; en
el correo fechado el lunes 12 de mayo de 2014, dirigido por quién se identifica como
representante de A., al Presidente de rama de rugby del colegio de Rodrigo, aquel señala
haber recibido información de un incidente entre dos niños ”de nuestras categorías M8,
”y que el apoderado del niño del Alumni había reaccionado mal”, ello a través de un
reclamo que llegó directamente a la dirección del colegio S. C., efectuado por la madre
del niño del equipo O. R., agregando que el apoderado fue identificado y citado al
colegio, y que, como institución, lamentan y condenan lo acontecido, que va en sentido
contrario de lo que quieren transmitir como valores, tanto con los compañeros de
equipo, como con los rivales que les corresponda enfrentar, lamentando finalmente no
contar con correo o teléfono del apoderado del niño de O. R. ”para transmitirle nuestras
disculpas como institución por este lamentable hecho”
- y, finalmente, correos dirigidos por el Presidente de O. R., donde juega Rodrigo,
dirigidos tanto al representante de A., agradeciendo su respuesta y ofreciendo su
disposición a intervenir ante la madre de Rodrigo para, ”como deportistas y como
buenos rugbiers”, como a la señora S., enviándole abrazos a Rodrigo y apoyo ante la
agresión sufrida por el niño de parte de un papá de A., así como las gestiones realizadas
con el Presidente de A., a fin de que se les dieran las disculpas;
- reglamento de las leyes del rugby, aprobadas por la International Rugby Board,
incorporándose especialmente lo relativo a la ley signada con el numeral 6, ”Oficiales
del Partido”, disponiendo que el juego queda bajo el control de los oficiales de partido,
que son el Referee y dos jueces más, señalando las tareas que le corresponden y, en el
caso del referee, señalando, entre otros aspectos, las ”tareas del referee en la cancha”,
disponiendo que ES EL ÚNICO JUEZ DE LOS HECHOS Y DE LA LEY DURANTE
EL PARTIDO, quién debe aplicar equitativamente las leyes del juego en cada partido,
controla el tiempo, el resultado, otorga permiso a los jugadores para dejar el área de
juego, otorga permiso para que entren los reemplazos o sustitutos, e incluso los médicos
o personas entrenadas en temas médicos, e INCLUSO, debe otorgar permiso a cada
entrenador para entrar al área de juego para asistir a sus equipos en el entretiempo; y
- documento denominado evaluación sicológica forense, datada el 9 de septiembre de
2014, suscrito por la sicóloga Patricia Condemarín Riquelme, que indica dar cuenta de
una evaluación sicológica efectuada al niño Rodrigo B. S., de 8 años de edad a la fecha
de aquella, con el fin de determinar el potencial daño sicológico asociado a los eventos
ocurridos el 11 de mayo de 2014, en el contexto del requerimiento deducido en esta

19
causa, realizada en base a la metodología que en detalle señala, la que incluyó una
entrevista conjunta madre-hijo, una entrevista a la madre, y dos entrevistas al niño, la
última de las cuales fue posterior a la aplicación de las pruebas que indica, los días 4 y 8
de septiembre de 2014. Detalla la profesional las pruebas aplicadas al niño, entre ellas
un test guestáltico visomotor de Bender, un test de personalidad ESPQ(A) para niños, y
test de matrices progresiva, junto a la entrevista sujeto-objeto de Kegan, cuyos resultados
lo ubican como un niño inteligente, rápido en comprensión y capacidad de aprendizaje,
sensible a las necesidades de otros, y dependiente de los demás, con baja tolerancia a la
frustración, con un ”sí mismo” que se encuentra en un período transicional, centrado
por una parte en sus impulsos y deseos, y por otra en necesidades, intereses y deseos,
con tendencia a la autoafirmación de la naciente organización sicológica; señala como
evento potencialmente estresante los hechos indicados en el requerimiento que cita, ello
a fin de determinar una posible asociación entre indicadores sicológicos y aquel, ya que
la literatura actualizada de sicología de la victimización indica que no existen estímulos
o eventos que, en sí mismos, por sí solos, sean capaces de desequilibrar a un sujeto
sicológico, trasladándose el foco de atención de la investigación desde el evento
estresante a la experiencia sicológica; aporta antecedentes familiares y de desarrollo de
Rodrigo, tales como que los padres del niño se separan cuando él tenía 4 años de edad,
y mantiene una relación esporádica con su padre, una de sus figuras significativas, junto
a su madre y abuelos. Sostiene la evaluadora que en la segunda entrevista a solas con
Rodrigo, se le pide que comente los recuerdos de la experiencia ocurrida a la que se
refiere el requerimiento, manifestando el niño ”vamos a hablar del problema”, refiriendo
que los eventos habrían ocurrido hace poco, no se acuerda la fecha ”parece que en julio”,
y dice que ese día, mientras jugaba, un niño (el hijo del requerido) lo golpeó, y él
respondió también golpeándolo; que, después de eso y sin que se diera cuenta,
ALGUIEN LO TOMÓ, LO ALZÓ, Y ÉL CAYÓ AL SUELO, ”volé”, agregando que
no sabía que pasaba, que tuvo mucho susto, y se hizo pipí, que nunca le había ocurrido
algo así, tuvo mucho miedo, y después fueron a Carabineros. Manifestó también el niño
que cercano a los hechos, a veces se acordaba y le daba miedo, pero luego se fue
olvidando, y YA NO LO EVOCA POR SÍ MISMO; que contrastando los dichos de
Rodrigo con la doctrina que sigue en la materia, la profesional afirma que la experiencia
vivida por Rodrigo lo fue como un evento altamente estresante, traumático, que generó
como reacción en el niño confusión, y pérdida del control de esfínter vesical; que los
cuidados recibidos de su figura de apego más significativa, el apoyo de amigos y
compañeros, y el haber retomado la práctica del rugby, facilitaron QUE LA
SINTOMATOLOGÍA ANSIOSA NO PERMANECIESE, a lo que se agrega que en
esa época el niño asistía a sicoterapia, lo que también lo ayudó a integrar lo vivido de

20
un modo adecuado, agregando que el que no existan secuelas sicológicas al momento
de la evaluación no niega la relación entre los indicadores de alto estrés, de confusión y
enuresis, y el evento de haber sido alzado repentinamente y depositado con fuerza en el
suelo por un adulto desconocido, de modo tal que, concluyendo, señala que se logra
establecer un daño síquico post trauma en Rodrigo, asociado a la experiencia que relata,
de manera exclusiva.
Al finalizar el juicio, y como prueba nueva, dados los cuestionamientos a este informe
en parte de la prueba incorporada por la otra parte, se incorporó también un currículum
vitae de la profesional que suscribe el informe, Patricia Condemarín Bustos, sicóloga de
la Universidad de Chile, indicando su experiencia laboral, académica, investigaciones
realizadas y publicaciones efectuadas;
ii.- Testimonial, consistente en los dichos prestados en estrados por doña Vanessa T. N.,
y doña Camila G. V., madres de hijos que juegan en el mismo equipo de rugby del
colegio R., categoría M8, en el que lo hace Rodrigo B., ”R.” para una de ellas, que
conocen a la requirente como apoderados del mismo colegio, y estaban viendo a sus
hijos jugar un día domingo, del mes de mayo del año pasado según la primera de las
nombradas, cuando ocurrieron los hechos en un partido entre el equipo de sus hijos, y
el S. C., en canchas del colegio S. G., al lado de la Clínica ZZ. Sin perjuicio de algunos
matices de diferencia en sus dichos (lo que no desmereció la impresión general de
veracidad por la espontaneidad que se advirtió en sus declaraciones, y la mayor cantidad
de información de que dieron cuenta tener, en relación a los demás testigos), y que la
primera testigo no reconoció al señor M., y lo confundió con uno de sus abogados,
ambas testigos se encuentran contestes en que, disputándose ese día un partido entre el
equipo de rugby de Rodrigo y sus hijos con el del S. C., A. según recordó una de ellas,
se produce una disputa en el juego entre Rodrigo y un alumno del otro colegio, y
entonces un adulto, que después supieron era el padre del otro niño, entró a la cancha,
y lanzó a Rodrigo, un niño de 8 años, varios metros (unos 3 metros dice la señora G.,
menos de 5 metros la señora T. quién dice que vio ”volar” a Rodrigo, agregando la
señora T. que con un brazo esta persona toma al niño del ”A.”, y con el otro tiró lejos a
”R.”, y que no estuvo en peligro la vida de Rodrigo, agregando la señora G. que Rodrigo
cayó ”como con el brazo”; que saben que son los árbitros los encargado de ”administrar
justicia” en el rugby, donde siempre hay roce, y dicen las reglas que los papás ”no se
pueden meter”, así como el que siempre hay ambulancias o paramédicos en los partidos
de rugby, y en este caso los había; que nunca habían visto (“en estos años” dice la señora
T., en los muchos partidos que ha visto, dijo la señora G.) a un padre entrar a la cancha
a defender a un hijo, menos, agrega la testigo señora G., a pegarle a un niño. En cuanto
a las consecuencias del hecho, la señora T. dijo que después de la agresión, ”D.” (la

21
requirente) se acercó al entrenador de A. por una explicación, y vio que éste llamó a la
persona, al agresor, y después de esta conversación él se fue con el otro niño, en tanto
D. se llevó inmediatamente a Rodrigo, mientras que la señora G. recuerda que Rodrigo
lloraba, pedía insistentemente irse, y después supo por Daniela que tenía un moretón, y
se había hecho pipí, y recuerda también que el árbitro se dirigió al adulto que entró a la
cancha, discutió con él, y después él se fue con su hijo, declarando además la señora T.
que frente a la disputa entre los dos niños, no entraron otros adultos a la cancha porque
estaba el árbitro;
y en el caso de la parte REQUERIDA:
i.- Documental, consistente en
- documento que aparece suscrito por quiénes se identifican como sicólogas clínicas de
la Universidad Católica, Bárbara Cajdler Bojan y Mónica Krebs Wrege, incorporándose
contenido en el sentido que, según las suscriptoras del documento, para determinar el
daño sicológico o no de una persona, se requiere de una evaluación clínica acabada, en
los términos que describen, la que habitualmente requiere entrevistas clínicas con la
persona y su núcleo familiar, y la administración de pruebas sicológicas, lo que requiere
de un tiempo de ejecución y administración, evaluación y elaboración del informe, y en
el que en su parte final se lee que las afirmaciones de daño sicológico, como resultado
de los hechos narrados en documentos incorporados en este juicio por la requirente que
en copia se adjuntan, esto es, constancia ante Carabineros, requerimiento de la señora
S. e informe suscrito por sicóloga Patricia Condemarín, debieran ser sustentados por un
peritaje realizado por una unidad clínica forense;
- estudio denominado “La prevención temprana de la violencia (herramientas para los
maestros de niños pequeños”, de los autores Ronald G. Slaby, Wendy C. Roedell, Diana
Arezzo y Kate Hendrix, material de apoyo para el programa “Estrategias para la
prevención temprana de la violencia en los niños”, de la Unión Temporal: Centro
Persona y Familia, de la Fundación para el Bienestar Humano SURGIR, estudio del
que, según consta en el registro de audio, sólo se incorporaron párrafos de la página 13
del mismo, que aluden a las reacciones adecuadas e inadecuadas de un MAESTRO ante
agresiones entre niños en la sala de clase, ejemplificando, y agregando que ignorar la
agresión puede ser igualmente perjudicial y, expresamente, se sostiene que ”un adulto
que presencie una situación agresiva y no interfiere, puede darles a entender a los niños
que aprueba dicha conducta agresiva”, siendo factible que la agresión en presencia de
un adulto que no reacciona aumente con el tiempo, presumiblemente porque los niños
interpretan la falta de reacción de un adulto como aceptación tácita de su agresión;
- y, por último, como documento que se admitió incorporar como prueba nueva, tras
debate en la audiencia de juicio, un documento que el tribunal observa es una

22
declaración escrita, que aparece firmada por don HERNÁN R. C., cédula de identidad
número MMM-, cuya firma aparece autorizada ante Notario Público, fechada el 22 de
octubre de 2014, en la que se lee que dicha persona, que señala desempeñarse hace 7
años como profesor de rugby de distintas categorías en el colegio S. C., expresa que
recibió citación judicial para declarar en la presente causa, a propósito de un incidente
ocurrido en un partido de rugby jugado el día 11 de mayo de 2014, y en el que se ha visto
involucrado el niño Rodrigo B. S., presentándose para tales efectos al Tribunal el día 11
de septiembre de 2014, fecha en la que un funcionario del Tribunal le informó que la
parte requirente se desistió de su declaración; que en dependencias del Tribunal ese día
se acercó a él don Felipe M., quién le preguntó si estaba dispuesto a extender una
declaración escrita para presentarla en el juicio; expresa que el día 11 de mayo de 2014
le correspondió desempeñarse como entrenador del equipo de rugby del colegio S. C.,
de la categoría M8 (menores de 8 años de edad), frente al equipo de la misma categoría
del colegio R., en un partido jugado en las canchas del colegio S. G., en un costado de
la Clínica ZZ, en los que siempre asisten muchos padres y apoderados acompañando a
sus hijos; que cuando el partido entre ambos colegios estaba terminando,
aproximadamente a las 11:00 horas, dos niños, uno de ellos Rodrigo B. S., comenzaron
a pelearse dentro de la cancha, con golpes y patadas, encontrándose el declarante a unos
10 metros del lugar de la pelea, en tanto el señor M. M., padre del otro niño involucrado
estaba más cerca, por lo que ingresó rápidamente a la cancha para separarlos, y recuerda
haber visto al señor Montero interponiéndose entre los niños y separándolos con sus
brazos, producto de lo cual Rodrigo B. S. tropezó y cayó al suelo; que luego él se acercó
al señor M. para explicarle que no debía ingresar a la cancha, que recuerda que ambos
niños lloraban, y que también se le acercó el entrenador del otro equipo para solicitar
disculpas por el ingreso a la cancha del señor M., recalcando, sin embargo, que la pelea
entre los niños no fue por la disputa de un balón, por lo que el árbitro no se percató de
la pelea ni intervino para ponerle término, pues se encontraba lejos del lugar, siguiendo
el juego; que tuvo la oportunidad de leer el requerimiento de la señora S., señalando que
estima ”importante adjuntar una copia” a su declaración pues, indica, ”es totalmente
falso lo indicado en dicho documento por la madre del menor”, refiriéndose a algunas
afirmaciones específicas que cita del requerimiento, afirmando además que ese día,
después de estos hechos, se puso término al partido, y el señor M. se retiró
”tranquilamente por sus propios medios”, agregando que ese día habló personalmente
con el señor M. M. y el entrenador del otro equipo para aclarar lo ocurrido;
ii.-Testimonial, consistente en los dichos de los testigos señores Rodrigo B. O., y Drina
M. M., matrimonio según dio cuenta esta última al ser consultada a fin de contextualizar
sus declaraciones, quiénes señalaron ser padres de un niño que juega en el equipo de

23
rugby A., del colegio S. C., en el que también juega Diego M., hijo de Felipe M., a quién
conocen porque sus hijos son compañeros, encontrándose contestes los testigos en que
los hechos por los que se les interroga ocurrieron en un partido de rugby que se desarrolló
en canchas del colegio S. G., al que fueron a ver jugar a su hijo, compañero de Diego
M., en un festival de rugby, en un partido contra el equipo del colegio R.; que se
encontraban ahí junto a su hijo menor, del que estaban pendientes según indican, y en
algún momento percibieron un altercado, miraron y vieron que Felipe M. había entrado
a la cancha, y estaba en actitud de separación, con los brazos extendidos, de dos niños
involucrados en el altercado. El señor Bunster agrega que no vio más que eso, no vio el
altercado propiamente tal pues estaba allí atento a su hijo menor que estaba con él, pero
supo después, por su hijo que jugaba ese día, que ”el otro niño” había golpeado a Diego,
y ahí se produce un altercado en el contexto de dos niños, de 7 a 8 años el que, señala,
no se produjo en torno a una jugada del partido; que recuerda que Diego M. lloraba, y
estaba como debajo del brazo de Felipe, agregando que se fijó más en él porque era de
su equipo, agregando que vio que unos segundos después llegó el árbitro al lugar, donde
”calmó, separó Y SACÓ A FELIPE DE LA CANCHA”, agregando posteriormente
que lo hizo Cristián Ramírez, entrenador del A. “porque esa es la regla, los adultos no
pueden ingresar”; que no vio que se atendiera médicamente al otro niño, habiendo
ambulancias y paramédicos y, tratándose de un partido ”agregado” éste se dio por
finalizado después de lo ocurrido; que sabe lo que se denuncia en esta causa y no vio
lanzar a un niño por los aires; que conoce a Felipe Montero, sus hijos son compañeros,
y no tiene antecedentes de violencia de él ni de su hijo. Por su parte la señora Minchel
agrega que leyó un escrito hace varios meses en relación a lo ocurrido, pero en relación
a ello indica que no es efectivo que haya ocurrido lo de “volar por los aires”, que ella no
vio a un adulto golpeando a un menor, y sí recuerda que vio a un niño llorando, y que
conoce a Felipe Montero como apoderado del mismo colegio hace varios años, y no
sabe que él ni su hijo sean personas violentas. El testigo declaró que las instrucciones
que han recibido es que se trata de un deporte de roce , en el que ésta todo bajo control,
”y uno debe permanecer fuera de la cancha”, agregando que ha visto disputas de juego
entre niños, y él a veces ha entrado, como cuando su hijo se quedó sin respiración
producto del juego, recordando que una vez un entrenador le dijo que no podía entrar
”pero por instinto créame que entré”, pero en tanto, su cónyuge, la otra testigo, declaró
que no recuerda haber visto antes que un padre ingresara a la cancha; y
iii.- Declaración de parte prestada por la requirente quién, contestando preguntas
formuladas por su contendor y por el Tribunal expresó, en síntesis, que, estando ella al
otro extremo de la cancha, vio a su hijo Rodrigo peleando una pelota con otros niños,
cuando ”se mete este señor, lo empuja y se cae mi hijo”, indicando que el señor Montero

24
golpeó con la mano a Rodrigo, lo separó fuerte y lo golpeó fuerte; que entonces ella se
acercó, ”Rorro lloraba a mares” y le dijo ”me hice pipí”; que no lo llevó a ningún centro
asistencial porque físicamente no tenía nada, se llevó a Rodrigo a la casa, se bañó, y
después fueron a dejar una constancia a Carabineros de la 17ª Comisaría de Las Condes,
en la que dice que no hay lesiones, pero sicológicamente estuvo muy mal; que fue el
entrenador Ramírez, de A., el que intervino en los hechos, agregado que después supo
que habían sacado de la cancha al señor M., siendo el señor Ramírez el que habló con
él, agregando que fue decisión de sus abogados desistirse de su declaración como testigo,
sin que necesariamente ella haya estado de acuerdo; que después de lo ocurrido Rodrigo
no quiso ir a rugby por un tiempo, pero se sintió apoyado por los correos electrónicos de
los señores Espinoza, Rasmussen y Cádiz en relación a lo ocurrido; que el señor M.,
quién no tiene ninguna relación con su hijo, es una amenaza para él en cuanto se pueden
encontrar en los festivales de rugby en que ambos colegios participan, haciendo presente
que se trata de colegios británicos que juegan juntos. Por último, expresó que su
intención al iniciar acciones judiciales fue que su hijo no se sintiera pasado a llevar; que
hubiera quedado feliz con un solo llamado telefónico, y lo que quiere ahora es que le
ofrezca disculpas a su hijo y a ella, y que queden antecedentes en toda la rama de rugby
para que no vuelva a ocurrir, no obstante lo cual la señora S. no aceptó las disculpas
ofrecidas por el señor Montero en la última audiencia.
QUINTO: que, además, el Tribunal estimó oportuno, y es el antecedente más
relevante para la decisión del Tribunal, escuchar a Rodrigo y para esos efectos se le
entrevistó privadamente junto a la señora consejera técnica señora María Angélica
Suazo Liberona, entrevista respecto de la cual se ha concedido acceso a ambas partes a
petición de ellas, tras haber hecho presente al emitir el veredicto que se trata del
antecedente más relevante para el esclarecimiento de la litis y la decisión del Tribunal.
En ella Rodrigo señala conocer la razón por la que vino al Tribunal (”…por el señor que
me pegó bien fuerte, y me hice pipí en la cancha, y después mi mamá me llevó a la
casa”), explicó al Tribunal cómo sucedieron los hechos, que señala ocurrieron en mayo
del 2014 (”el niño me pegó primero, después yo le pego, y después él me pegó a mí”,
”después él viene y me pega…”, aludiendo en último lugar al requerido), desde la
disputa deportiva que tenía con el niño del otro equipo, del colegio S. C., cómo sintió
que de repente ”como que lo empujaban”, bien fuerte, sintió que le pegaban y “y le dejó
morado”, y su reacción de hacerse pipí, continuando jugando unos minutos hasta que
lo cambiaron, tras lo cual su mamá lo llevó a la casa, se duchó, y fueron a Carabineros;
que cuando este papá le pega sintió dolor, ”mucho dolor”, se puso a llorar y se hizo pipí;
que al día siguiente ya no tenía morado; que él no pide nada respecto de eso que pasó,
y que está bien.

25
Los dichos de Rodrigo impresionaron como veraces, sin un discurso inducido ni ánimo
ganancial, lo que el Tribunal establece, especialmente, de los dichos del niño que dan
cuenta, muy vívidamente, de los hechos ocurridos; que incluso da cuenta de que, en la
disputa con el otro niño, el otro niño quedó llorando (“es que en esa época yo hacía
taekwondo”); de cómo ha superado lo ocurrido (“no necesito nada…estoy bien”, ”esto
me pasó sólo una vez”), y de cómo le contó lo sucedido a una de las sicólogas que lo
vieron en noviembre (“…yo no le iba a contar pero mi mamá le dijo que le contara”)
después que su mamá instara por ello, quitándole importancia el niño a los efectos de lo
sucedido, señalando que no ha tenido miedo al volver a jugar (“pasó una vez no más lo
que me pasó”).
SEXTO: Que respecto de la prueba rendida, en su apreciación el Tribunal
tiene especialmente presente lo siguiente:
el Tribunal valora especialmente la prueba que resulta posible contrastar en la audiencia
de juicio, siendo sometida al verdadero “control de calidad de información” que es el
juicio oral, lo que aconteció en la especie con la prueba testimonial y declaración de
parte rendidas, sin perjuicio de la concordancia de parte de dicha prueba viva con
algunos antecedentes de la documental incorporada;
que, por lo anteriormente señalado, la imposibilidad de ser contrastada con sus dichos
en la audiencia de juicio si se hubiera requerido su testimonio (lo que la requirente hizo
pero legítimamente desistió de presentarlo), la declaración escrita por don Hernán
Ramírez Cifuentes, que señala haberse desempeñado como entrenador del equipo que
jugaba contra el de Rodrigo cuando ocurrieron los hechos, resulta de muy escasa
relevancia para la decisión del Tribunal, pues su valor probatorio resulta muy menor
para los estándares de un juicio oral como el realizado. Ni siquiera se trata de que la
declaración se haya redactado o no por quién aparece suscribiéndola, como a lo menos
se insinuó por la parte requirente, porque, cualquiera sea su origen, aparece suscrita por
el señor Ramírez, careciendo este Tribunal, por otro lado, de antecedentes como para
estimar, como se ha solicitado se declare por la requirente, que se trate de un documento
falso. Lo que en verdad desmerece el valor probatorio de la tan discutida declaración, es
el no haberse contrastado lo que se lee en la declaración con los dichos del señor Ramírez
en estrados, pudiendo haber sido examinado y contraexaminado con la misma
intensidad de los cuatro testigos que sí declararon en estrados;
que, lamentablemente, para la calidad de la información que ha de ser valorada para la
resolución de esta litis, y no obstante las pretensiones hechas valer en esta causa, no se
aportó ninguna pericia sicológica en esta causa en orden a determinar la eventual
existencia de un daño sicológico en Rodrigo a consecuencia de los hechos ocurridos en
el partido de rugby tantas veces mencionado, no teniendo éste carácter el informe

26
suscrito por la sicóloga Patricia Condemarín que se incorporó, por cuanto, si bien el
curriculum vitae da cuenta de una profesional calificada, y el informe incorporado como
documento da cuenta de metodología utilizada, resultados de pruebas aplicadas,
contiene un relato del niño coincidente con el recibido por el Tribunal en la entrevista
con Rodrigo, y se leen justificadas las conclusiones del mismo, no puede otorgársele el
valor de una pericia sicológica, aquella en que, sin perjuicio de haber puesto el informe
escrito en conocimiento de las partes oportunamente, debió ser incorporada mediante la
declaración de la perito en la audiencia, de manera de haber contrastado en ella lo
aseverado en el informe escrito. Claramente no se trata de la omisión de una mera
formalidad, sino de haber privado a esta causa, inexplicablemente para esta
sentenciadora, de la oportunidad de una incorporación, como pericia, de una evaluación
que, según se advierte de los antecedentes que se indican para fundamentar el trabajo,
pudo ser mucho más relevante para la decisión de esta litis de lo que es, actualmente, y
el que en todo caso se valora por el Tribunal considerando su concordancia con otros
antecedentes de la causa, particularmente con la entrevista a Rodrigo;
si ya es claro que el trabajo de la sicóloga Patricia Condemarín no constituye para la
valoración de este Tribunal una pericia sicológica, mucho menor valor se le atribuye al
documento incorporado por el requerido, suscrito por dos personas, Bárbara Cajdler
Bojan y Mónica Krebs Wrege, respecto de quiénes, a diferencia de la señora
Condemarín, se ignora antecedente alguno en esta causa, que parece entonces una mera
opinión de dos personas, bastante obvia atendido lo anteriormente señalado, y que
responde a una ”modalidad de prueba” que fue de cierta frecuencia en esta causa
(descalificar por escrito antecedentes incorporados por la otra parte, lo mismo que en el
caso de la declaración de Hernán Ramírez incorporada como prueba nueva). Por lo
demás, y en relación a lo que se lee escuetamente en las líneas de este documento, si sólo
se tratare de lo que allí se lee, se podría estimar que el informe suscrito por la sicóloga
Condemarín cumple con las exigencias que allí se leen; y
que, en cuanto al estudio denominado “La prevención temprana de la violencia
(herramientas para los maestros de niños pequeños)”, de los autores Ronald G. Slaby,
Wendy C. Roedell, Diana Arezzo y Kate Hendrix, material de apoyo para el programa
“Estrategias para la prevención temprana de la violencia en los niños”, del que sólo se
incorporó información de una página, carece de valor probatorio en esta causa, sin
perjuicio de lo interesante que puede resultar un estudio de esas características, por
cuanto, pese a su muy escueta incorporación, resulta claro que se refiere a otro asunto,
la violencia entre niños pequeños en la sala de clases, que está dirigido a profesionales
de la educación que trabajan con niños, y que no se aplican al señor M. M., en su intento
de justificar su ingreso a la cancha de juego ”para prevenir la violencia”.

27
SÉPTIMO: Que, manifestando su opinión sobre la prueba rendida en el juicio,
la consejera técnica del tribunal señora María Angélica Suazo Liberona expresó, en
síntesis, que, de acuerdo a los antecedentes incorporados, se estima procedente acoger
la solicitud, considerando que el presunto agresor del niño de autos lo habría maltratado
sicológicamente; que él es el padre de uno de los contrincantes del equipo de rugby del
niño de autos y, durante el juego, el requerido, no obstante estar en conocimiento de los
reglamentos y leyes del rugby, en que no se permite a ninguna persona que no sea
jugador entrar a la cancha, igualmente las transgredió sin medir las consecuencias, para
actuar en defensa del contrincante de Rodrigo, lo que según el requerido habría hecho
en defensa de su hijo; los testigos no lograron concordar en sus declaraciones en cuanto
a que el niño de autos, además del maltrato sicológico haya sufrido agresión física, ya
que habría sido levantado a gran altura por el presunto agresor, según los testigos. Pero
el niño dice que sólo fue empujado con fuerza, y después de retirarse de la cancha, no
fue llevado por su madre a ningún centro clínico para constatar lesiones, ni tampoco en
el mismo lugar en que se produjeron los hechos, y por lo tanto no se logran clarificar
estas circunstancias, ni se aportan mayores antecedentes en cuanto a una eventual
agresión física. Agregó la señora consejera que el deporte del rugby de por sí presenta
características de violencia, brusquedad, y los niños se trenzaron en una discusión a
consecuencia del partido, que habría impulsado al requerido a ingresar a la cancha, con
intenciones de actuar en defensa privilegiando su rol paterno, sumado a un descontrol
de impulsos sin visualizar que, por ser una persona adulta, está en desmedro con un
menor de edad, a quién logró atemorizar, e incluso le habría provocado enuresis,
sumado a que no respetó el interés superior del niño de autos ni sus derechos; que se
estima que, a consecuencia de lo antes indicado, el maltrato sicológico a que estuvo
expuesto el niño ha dañado su autoestima, pudiendo llegar a provocarle un deterioro
en su personalidad, como también en su socialización, pudiendo limitar potencialmente
su desarrollo futuro, así como también el presunto agresor vulnera los derechos de la
presunta víctima de acuerdo a la Convención de los Derechos del Niño, en el sentido
que éstos no deben ser sometidos a malos tratos, debiendo ser protegidos, y al provocarse
alguna forma de maltrato debe ser la persona sancionada; que se deben considerar las
características del juego del rugby que, según indicó, hacen que aceptando sus reglas el
requerido deba respetar la actuación del árbitro, renunciando al ingreso a una cancha
sin autorización.
Finalmente, con relación al presunto agresor, estimó la profesional
que dictar alguna sanción en su contra no corresponde al tribunal de Familia, y por ello,
para proseguir la investigación de estos antecedentes, sugiere remitir los antecedentes a
la Fiscalía local correspondiente, pudiendo ser configurado como un delito de

28
amenazas. En cuanto al niño, sugiere derivarlo a una terapia reparatoria, por haber sido
afectado sicológica y emocionalmente por los hechos denunciados que le provocaron
temor e incluso enuresis, agresiones que le podrían llegar a provocar en el futuro gran
estrés y afectar su normal desarrollo, y sugiere incluso adoptar medidas cautelares para
respetar la integridad sicológica del niño, esto es, la prohibición de acercamiento del
demandado al niño en su domicilio, lugar de estudios, e incluso en instancias de rugby
a menos de 5 metros, y entregarle número telefónico de plan cuadrante, reiterando la
sugerencia de remitir los antecedentes al Ministerio Público.
OCTAVO: Que, teniendo presente lo expuesto en la motivación sexta, y el
hecho establecido como convención probatoria, la apreciación de la prueba incorporada
conforme a las reglas de la sana crítica, en los términos que en cada caso se indica,
permiten a esta sentenciadora dar por establecidos los siguientes hechos:
que, el día 11 de mayo del año 2014, Rodrigo B. S., entonces de 7 años de edad, como
integrante del equipo de rugby O. R. del colegio R., categoría M8(para menores de 8
años) disputaba un partido de rugby con su similar del colegio S. C., el equipo A., hecho
reconocido por ambas partes en la causa, sin perjuicio de existir antecedentes
incorporados que lo confirman, tales como las declaraciones de todos los testigos que
depusieron en la causa, la declaración de parte prestada, los correos electrónicos
incorporados, además del certificado de nacimiento del niño que se introdujo como
prueba en la causa;
que el día señalado se produce una disputa de juego entre el niño Rodrigo B. S. y un hijo
del requerido, contrincante ocasional de Rodrigo, producto de la cual ambos niños se
golpean, primero el hijo del requerido a Rodrigo, luego éste al hijo del requerido, niño
que queda llorando, y entonces ingresa de manera imprevista a la cancha el requerido
FELIPE M. M., quién agrede a Rodrigo, empujándolo fuertemente, dejándole un
moretón que desaparece al día siguiente, causando miedo y llanto en el niño, quién ”se
hace pipí” a causa del susto, lo que el Tribunal establece a partir del antecedente que se
ha juzgado, por las razones antes expresadas, como más relevante para la decisión del
Tribunal, esto es, la entrevista con Rodrigo, unido a que no existe controversia entre las
partes, y está por lo demás reconocido por toda la prueba viva incorporada, que el señor
M. M. ingresó al campo de juego cuando se desarrollaba la disputa entre los dos niños;
que señor M. M., así como los demás padres de los jugadores, no debía entrar a la cancha
de juego, hecho claramente establecido con el mérito de las declaraciones de todos los
testigos en la causa, los dichos de la señora S. y Rodrigo, concordantes con lo establecido
al efecto en las “leyes del rugby” incorporadas en el juicio;
que el ingreso del señor M. M. a la cancha de juego fue entonces, sorpresivo, excepcional
(algo nunca visto antes por la propia testigo presentada por el señor M. M.), sin

29
autorización del árbitro del partido, y estando el requerido, padre de un jugador del
equipo contrincante del de Rodrigo, en conocimiento que aquello era contrario a las
reglas del juego del rugby, lo que se establece de la concordancia en tal sentido de las
declaraciones de todos los testigos en esta causa, así como de los dichos de la señora S.
en estrados, y de Rodrigo en la entrevista, antecedentes de los que se infiere que se trata
de una limitación aceptada por todos los que intervienen en el juego y, tratándose de
niños jugadores, también por sus padres, calidad que ostentan no sólo la requirente y
requerido, sino cada uno de los testigos que declararon en esta litis;
que tras su ingreso a la cancha el señor M. M. fue sacado de la misma, dada la
prohibición de ingreso que regía a su respecto, hecho que no sólo es establecido a partir
de información concordante en tal sentido emanada de la parte requirente, sino también
por lo declarado en tal sentido por el testigo señor B.;
que tras la agresión, y después que Rodrigo deja de jugar, la requirente lo saca del lugar,
lo lleva a su casa, y después van a dejar constancia de lo sucedido en Carabineros, según
se establece con los dichos del niño, con lo que concuerda su madre y las declaraciones
de las señoras T. y G., además del tenor de la constancia incorporada;
que, como resulta evidente dado el hecho establecido como convención probatoria, no
existe constatación de lesiones físicas sufridas por Rodrigo ese día a consecuencia de la
agresión del señor M. M.;
que Rodrigo volvió a practicar rugby al poco tiempo de producirse el incidente en el que
fue agredido por el señor M. M., según se establece por la información concordante en
tal sentido proporcionada por el niño y por el informe de la señora Condemarín;
que, según expresa Rodrigo, no siente temor de reencontrarse con el requerido, al que
por lo demás declara que no cree reconocer, ello por la vestimenta, que no dejaba ver
bien su rostro, que tenía el día del incidente;
que no existen antecedentes en el sentido que Rodrigo presente una sintomatología
ansiosa a consecuencia de la agresión sufrida, ni tampoco que existan secuelas
sicológicas a partir de aquello, pues, nuevamente, no existe una pericia sicológica que
de cuenta de aquello, sin perjuicio de lo cual existen antecedentes en el sentido que, por
el contrario, actualmente no existe esa sintomatología ni tales secuelas, según se
desprende de lo expresado en el informe suscrito por la señora Condemarín,
concordante, con lo observado por esta sentenciadora en la entrevista con Rodrigo, a 9
meses de los hechos;
que no obstante lo establecido en el literal precedente, la valoración que el Tribunal
efectúa de los dichos del niño, a quién el Tribunal cree por las razones ya expresadas, en
cuanto a ”su experiencia de victimización”, permiten establecer que sí existió
menoscabo físico y sicológico sufrido por el niño a consecuencia de la agresión del señor

30
M. M., menoscabo expresado en la reacción del niño de entonces 7 años: sintió miedo,
lloró y se orinó en el campo de juego, reacción de la que da cuenta el niño, y resulta
creíble, tanto en la entrevista sostenida en el Tribunal, como en la entrevista consignada
en el informe suscrito por la sicóloga Patricia Condemarín, resultando verosímil lo
afirmado en su informe por la señora Condemarín en cuanto a que la experiencia vivida
por Rodrigo lo fue como un evento altamente estresante, que generó como reacción en
el niño confusión, y pérdida del control de esfínter; y
que, contrariamente a lo que expresó el testigo señor Bunster, y de alguna manera
pudiera desprenderse de la declaración escrita que aparece firmada por don Hernán
Ramírez Cifuentes, la agresión del señor M. M. al niño Rodrigo B. S., SÍ
TRASCENDIÓ más allá del partido disputado el día 11 de mayo de 2014 entre el equipo
de Rodrigo y aquel en que ese día jugaba un hijo del requerido, lo que queda
suficientemente acreditado por los antecedentes, en mayor cantidad y más concordantes
en sentido contrario, que aportaron las copias de correos electrónicos incorporados que
dieron cuenta de gestiones realizadas tras el incidente y a propósito de éste por directivos
de la rama de rugby del colegio de Rodrigo, y de las excusas que, a través de los
directivos del rugby del colegio R., se transmiten a Rodrigo y su madre por un directivo
de la rama de rugby del equipo Alumni del colegio S. C. en razón de la ”mala reacción”
del señor M. M., y en las declaraciones de las testigos señoras T. y G., madres de
compañeros del equipo de rugby de Rodrigo.
NOVENO: Que el artículo 62 de la Ley 19.968, en su inciso segundo, dispone
que “el maltrato resultante de una acción u omisión que produzca menoscabo en la salud
física o psíquica de los menores, no comprendidos en leyes especiales sobre materias
similares, será sancionado con todas o algunas de las siguientes medidas…”, materia
que, salvo en el caso que los hechos denunciados ocasiones lesiones graves o menos
graves, es de competencia de los Tribunales de Familia, conforme a lo establecido en el
literal 11) del artículo 8° de la Ley 19968.
DÉCIMO: Que, conforme a los hechos que se han dado por establecidos en la
motivación octava, ha quedado suficientemente comprobado que el día 11 de mayo de
2014, tras ingresar a la cancha en que se desarrollaba un partido de rugby entre los
equipos de la categoría M8 de los colegios R. y S. C., de manera inesperada y contraria
a las reglas que conocía del juego en cuestión, el requerido incurrió en un acto de
maltrato en contra del niño Rodrigo B. S., de 7 años de edad a esa época, quién se
encontraba en una disputa de juego con un par y ocasional contrincante de juego, hijo
del requerido, acto de maltrato consistente en un empujón fuerte, que ocasionó en
Rodrigo, un niño una reacción que es reveladora del menoscabo físico y sicológico a
consecuencia de dicho acto: miedo, dolor físico, un ”moretón” que desapareció al día

31
siguiente, y pérdida del control de esfínter, el niño ”se hizo pipí” de susto, en una cancha
de rugby en que jugaba un partido con pares, partido que era presenciado numeroso
público, dentro del cual estaban apoderados y familiares de los jugadores, hechos que
configuran lo previsto en el inciso segundo del artículo 62 de la Ley 19968, razón por la
cual el requerido será sancionado. ¿Cómo? Con la sanción que el Tribunal juzga
proporcional al acto de maltrato cometido, a los hechos establecidos que dan cuenta
que, en la situación tantas veces mencionada, afirmando ampararse, injustificadamente
en el ejercicio de sus roles parentales, el requerido irrumpió sorpresivamente en una
cancha de rugby y maltrató a Rodrigo B. S. con las consecuencias ya indicadas.
Como se señalare al emitir el veredicto, se desestima la alegación del
requerido al pretender desvirtuar la antijuridicidad de su conducta. El pretendido intento
de ejercer sus obligaciones parentales no puede justificar agredir a un niño de 7 años que
jugaba un partido de rugby con la tranquilidad de saber que se encontraba en un juego
con pares, en una cancha en la que no podían ingresar otras personas que los ”oficiales
del partido”, los jueces del juego admitieren, Y EN EL QUE NO ERA DE NINGÚN
MODO ESPERABLE, según queda establecido con toda la prueba viva incorporada y
la reglamentación de juego en cuestión, QUE EL REQUERIDO INGRESARE A UN
CAMPO DE JUEGO Y AGREDIERE A UN NIÑO.
UNDÉCIMO: ¿y Rodrigo? ¿atendidos los hechos establecidos cabe adoptar alguna
medida en relación a él, especialmente considerando la obligación que pesa sobre el
Estado, y este Tribunal forma parte de él, de protegerlo contra los malos tratos según
mandato de la Convención internacional de los Derechos del Niño, tratado
internacional en materia de derechos de las personas ratificado por Chile, y que se
encuentra vigente? En este sentido la parte requirente, y concuerda con ella la señora
consejera técnica en ese sentido, solicitan y sugieren la adopción de medidas cautelares
a favor del niño tales como la prohibición de acercamiento del requerido al niño
Rodrigo, incluyendo especialmente el acercamiento menor a cierta distancia en los
partidos de rugby, mencionado incluso la señora consejera técnica que debería el árbitro
del respectivo encuentro cautelar de alguna manera la prohibición de acercamiento
menor a cierta distancia.
Es efectivo que, a través del acto maltratador, se afectaron derechos
de Rodrigo reconocidos en su favor en la Convención Internacional sobre los Derechos
del Niño, de manera principal el derecho a ser protegido contra los malos tratos, pero
también su derecho al esparcimiento, al juego, y a las actividades recreativas propias de
su edad, conforme a lo establecido en los artículos 19 y 31 de la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño. Es cierto también, que la Ley de Tribunales
de Familia establece la posibilidad de decretar medidas cautelares, en cualquier estado

32
del procedimiento, “…cuando ellos sea necesario para proteger los derechos…”, en este
caso de Rodrigo. Sin embargo, los hechos establecidos, especialmente en cuanto a la
situación actual de Rodrigo, no habiéndose acreditado que, ahora, Rodrigo presente
algún daño producto de los hechos que se han dado por establecidos(de hecho el propio
informe que la requirente presente da cuenta que no existe una sintomatología que de
cuenta de un daño actualmente), no parece a esta sentenciadora que concurran
circunstancias que ameriten la intervención del Tribunal en la vida de Rodrigo, ni
siquiera a través de la adopción de medidas cautelares, no siendo necesaria su adopción
para proteger sus derechos, advirtiéndose que, fundamentalmente por los recursos del
propio niño y el apoyo recibido de su entorno familiar y escolar(expresado en los correos
electrónicos y declaraciones testimoniales de la parte requirente, además de lo
consignado en el informe suscrito por la señora Condemarín, y por el propio niño en la
entrevista con el Tribunal), Rodrigo, para quién este proceso debería servir además como
instancia de validación ante el episodio de maltrato sufrido, HA SEGUIDO
ADELANTE, sin que se requiera injerencias de terceros en su vida.
DUODÉCIMO: Que el Tribunal espera que alguna reflexión de lo acontecido,
incluso referente al proceso judicial en que se han visto involucrados, ponga en su justo
lugar lo ocurrido especialmente en dos sentidos:
primero, que se valore lo que se percibe en el propio niño, quién da cuenta de haber
superado el episodio, lo que se expresa en que volvió a jugar rugby, no tiene necesidad
de hablar de lo acontecido en el partido de rugby de mayo de 2014 si nadie se lo pregunta
y, para el caso que se le pregunte, es capaz de entregar un relato de lo ocurrido que es
concordante, que da cuenta de una resiliencia que cabe ser apreciada, valorada, y no
minimizada intentando, inconscientemente tal vez proyectando temores que no son del
niño, hacer permanecer a Rodrigo en una situación que fue muy fuerte, cuyos efectos
dejan clara la afectación del niño, pero que al menos el niño ya ha superado; y
en otro sentido la reflexión debería indicar que los hechos ocurridos fueron graves, pues
tal carácter tiene que, encontrándose el niño, de entonces 7 AÑOS DE EDAD, en una
situación deportiva, en un ambiente en que se le ha asegurado, a través de reglas
establecidas y aceptadas por todos los involucrados, que podrá ejercer su derecho al
esparcimiento y a realizar deporte con pares, en un ambiente controlado por un árbitro,
IMPREVISTAMENTE, IMPENSADAMENTE Y DE UN MODO EXCEPCIONAL,
ingrese al campo de juego alguien cuya presencia, empujándolo, lo haya desplazado 3,
5 o cero metros, aunque no haya sido lanzado por los aires, en un episodio que fue
impensadamente violento para el niño, que llegó a ”hacerse pipí de susto”, no
justificándose dicha violencia, dicho maltrato de un niño, por circunstancia alguna de
las invocadas en este proceso, no pareciendo justificado tampoco que, a casi un año del

33
episodio, el adulto agresor de Rodrigo no haya ofrecido oportunamente, a diferencia de
terceros involucrados en los equipos de rugby de Rodrigo y su ocasional contrincante,
disculpas por lo acontecido, por la injustificable agresión a Rodrigo, por el maltrato de
que fue víctima.
DÉCIMOTERCERO: Que, en cuanto a la solicitud formulada al Tribunal en
cuanto a declarar la falsedad del documento incorporado consistente en una declaración
escrita, que aparece firmada por don HERNÁN RAMÍREZ CIFUENTES, cédula de
identidad número UUUU, cuya firma aparece autorizada ante Notario Público, fechada
el 22 de octubre de 2014, no advierte esta sentenciadora que dicho documento, sin
perjuicio de su escasa relevancia en la decisión de esta litis, sea un documento falsificado
por lo que, sin perjuicio de las acciones que la parte requirente ha anunciado en relación
a su tenor, el Tribunal no efectuará ni la declaración que se solicita ni tampoco remitirá
los antecedentes al Ministerio Público por esta situación pues no existe mérito para ello.

Por las anteriores consideraciones, y de conformidad a lo previsto en


los artículos 62 de la Ley 16618; artículos 3º, 4º, 12, 19 y 31 de la Convención
Internacional sobre los Derechos el Niño; artículos 28, 32, 55 y demás pertinentes de la
Ley 19968, se declara:
i.- que se hace lugar, parcialmente al requerimiento deducido en esta causa por la señora
DANIELLA S. S. H., cédula de identidad número BBB, domiciliada en FFF, comuna
de Las Condes, a favor de su hijo menor de edad R. B. S., cédula de identidad número
CCC, en contra de don FELIPE A. M. M., cédula de identidad número GGGG, todos
ya individualizados, sólo en cuanto, habiéndose establecido un maltrato en los términos
del inciso segundo del artículo 62 de la ley 16618, se sanciona al requerido condenándolo
a someterse, a su costa, a una intervención, destinada al mejoramiento del control de
impulsos, en la institución NOVASUM, por el plazo de 6 meses desde su inicio, el que
deberá ser comunicado al Tribunal mediante comunicación de la institución o del
requerido, en éste último caso, adjuntando documentación suficiente para acreditar
aquello. Ofíciese al efecto;
ii.- la institución NOVASUM deberá informar a este Tribunal, cada 3 meses, acerca del
avance del proceso de intervención, el que no podrá extenderse por un tiempo inferior a
los 6 meses antes indicados;
iii.- que, en lo demás solicitado, se rechaza el requerimiento deducido;
iv.- que, en cuanto a la declaración de falsedad que la parte requirente ha solicitado
efectuar a este Tribunal respecto de un documento incorporado por la parte requerida
en el juicio, no ha lugar a aquello, por las razones expresadas en la motivación
décimotercera que antecede; y

34
v.- no habiendo resultado vencida íntegramente ninguna de las partes, cada parte pagará
sus costas.
Ofíciese oportunamente a NOVASUM para el cumplimiento de lo resuelto,
adjuntándose copia autorizada de esta sentencia. Efectúense las coordinaciones que
fueren necesarias por el Consejo Técnico, dejándose constancia de aquello en la causa.
Si por cualquier razón NOVASUM no realizare el proceso de intervención ordenado,
pasen entonces los antecedentes al Consejo Técnico a fin de que asesore sugiriendo qué
institución pudiera en tal evento realizar la intervención ordenada, a costa del requerido.
No habiéndose culminado la redacción de la sentencia con anterioridad a la fecha fijada
para su lectura, por razones derivadas de la extensión de la prueba incorporada y carga
de trabajo del tribunal en que sirvo funciones, y a fin de dar curso progresivo a esta causa,
notifíquese a las partes a la brevedad vía correo electrónico a las direcciones registradas
en la causa.
Regístrese digital y físicamente, y archívese en su oportunidad.
RIT P-3148-2014 del Centro de Medidas Cautelares de los Tribunales de Familia de
Santiago.
Dictada por doña Pilar del Rosario Zamorano Moreno, Juez Titular del Segundo
Juzgado de Familia de Santiago.

35

Вам также может понравиться