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CAPÍTULO SEGUNDO

COMPLEJIDAD Y CIENTIFICIDAD DE LA TEORÍA


ECONÓMICA

En el capítulo anterior hemos concluido que una ética


de la economía aplicable en el mundo actual requiere, en sus
momentos empíricos, de una teoría económica, entendida en
sentido muy amplio como el conjunto de disciplinas que intentan
explicar los hechos económicos, y en sus momentos
propiamente éticos, de una o algunas teorías éticas. Para los
momentos empíricos, es decir, el del análisis de los problemas
específicos y el de la instrumentación de las decisiones, hemos
propuesto la asunción de la microeconomía, criticada y ampliada
a la luz tanto de las teorías que se han desarrollado en torno a la
misma, como de la economía del bienestar y de la teoría
económica institucional. Estas tres teorías no agotan las
mediaciones económicas a que puede y debe recurrir nuestro
método, habría que añadir por lo menos la macroeconomía y la
economía internacional pero, en nuestro caso, no tenemos ni la
capacidad ni el espacio necesario para hacerlo. Vimos también
que hay una convergencia de las posturas teológicas con
respecto a la economía, en el sentido de que se asumen los
mecanismos del mercado, para algunos deseables y para otros
inevitables, como instrumentos que permiten resolver en cierta
medida los problemas económicos reales, pero constatamos
también que hay más ambigüedad con respecto al papel de la
teoría económica dominante.
También hemos detectado que las críticas a la teoría
económica adolecen de cierto reduccionismo, que se manifiesta
básicamente en dos posturas:
- desconocer tanto la complejidad del pensamiento
económico, reduciendo su núcleo a una cuestión de
motivación o señalando sólo la pretensión teórica de
que el mercado se regula a sí mismo, como su
vitalidad, abordándola como si se tratara de un
pensamiento concluido y
- negarle su carácter científico.
El propósito de este capítulo es el de ayudar a superar
estas dificultades:

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1º ofreciendo un pequeño esbozo de la génesis histórica de
la microeconomía actual, que nos permita apreciar tanto su
complejidad, descubriendo que su núcleo no se reduce
solamente a una cuestión de motivación, como su vitalidad,
señalando las potencialidades latentes en el pensamiento de
sus iniciadores y los intentos por actualizarlas y ampliarlas en
algunos teóricos de hoy, y

2º presentando los principales argumentos que esgrimen los


economistas para reivindicar el estatuto científico de su
disciplina.

En el capítulo siguiente intentaremos detectar las


implicaciones éticas de la microeconomía exponiéndola de
manera más sistemática, pero yendo más allá de la exposición
que hacen de su paradigma los manuales usuales de
microeconomía.

Sin embargo, el propósito de la parte histórica de este


capítulo no es el de exponer la evolución de la “teoría”
económica, ni tampoco el de exponer el “pensamiento
económico” íntegro de los autores o de los períodos que
incluimos, sino únicamente el de señalar las cuestiones que nos
permitan apreciar tanto su complejidad como su vitalidad,
básicamente, las características del pensamiento económico
que en cada autor o en cada período tienen algo que ver con la
moral o con el resto de las relaciones sociales. Por ello, desde la
perspectiva de un economista o de un historiador del
pensamiento económico, este capítulo adolece de vacíos
enormes, por ejemplo, cuando reducimos la exposición sobre
Adam Smith a los aspectos morales, históricos e institucionales
de su pensamiento, o cuando excluimos a Karl Marx y a otros
autores del mismo.

Es inevitable que toquemos también cuestiones


puramente económicas, pero lo haremos solamente en la
medida en que ayuden a comprender las consecuencias de esas
cuestiones en la relación que se da o se ha dado entre la teoría
económica y el resto del pensamiento social o, más
particularmente, entre la teoría económica y el pensamiento
moral, o bien, en la medida en que nos ayuden a comprender el
camino del pensamiento económico hacia su constitución como
ciencia o conjunto de disciplinas científicas. La segunda parte
del capítulo la dedicamos a exponer los argumentos que
permiten asignar tal estatuto epistemológico a la teoría
económica. Por lo tanto, para una exposición más sistemática de
la teoría económica, específicamente en sus vertientes

- 122 -
microeconómica y de la economía del bienestar, remitimos a los
capítulos tercero y cuarto.
Existe un amplio consenso entre los economistas sobre
la importancia de tres momentos clave en la historia del
pensamiento económico predominante en el mundo occidental:
la aparición de La riqueza de las naciones de Adam Smith, a
finales del siglo XVIII, la “revolución de los marginalistas”, a
finales del siglo XIX, y la publicación de la Teoría General de
John Maynard Keynes, en 1936. El pensamiento económico de
Marx es ineludible en una historia global del pensamiento
económico moderno, sin embargo, con respecto a la formación
del paradigma dominante, es considerado como un “vástago” 1
de los clásicos, lo cual, aunado a sus diferencias con los autores
del segundo período, lo deja fuera de la vertiente que
desemboca en la microeconomía actual, por lo que no lo
incluimos en este esbozo histórico. Para algunos autores las
obras de Marx introdujeron en el pensamiento económico la
perspectiva dinámica e institucional de la realidad económica 2,
pero como veremos en seguida, tanto el análisis de la dinámica
económica como su carácter institucional tienen sus propios
exponentes dentro de lo que se ha llamado “la corriente
principal” de la teoría económica actual. Lo que no se puede
negar es la existencia de un debate, con sus auges y
decadencias, entre los economistas de la tradición clásica, a
partir del marginalismo y hasta nuestros días, y los economistas
de la corriente marxista. Las influencias mutuas existen, de
hecho Marx ha sido reivindicado por algunos como “clásico”,
pero ni tenemos la capacidad para desentrañarlas ni es el
propósito de este trabajo hacerlo. De cualquier manera, no
faltarán las referencias al pensamiento marxista y a su debate
con la teoría económica convencional.

1. El pensamiento económico
como economía política: los clásicos

El apogeo de la economía clásica se dio durante la


primera mitad del siglo XIX, pero es un lugar común datar su
inicio en 1776, con la aparición de la gran obra económica de
Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the
Wealth of Nations, y su conclusión en 1870, un año antes de la
1
Cf. O’BRIEN D.P., Los economistas clásicos, Alianza Universidad
(Economía nº 601), Madrid 1989, 14.
2
Cf. GRANGER Gilles-Gaston, Epistemología económica, en PIAGET Jean,
Tratado de lógica y conocimiento científico, Vol. 6 (Epistemología de las
ciencias del hombre), Paidós, Buenos Aires 1979, 95-127; KÜHNE K., Economía
y marxismo o.c., 15-23 y 102-108.

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aparición de la obra de William Stanley Jevons, Theory of
Political Economy, considerado por algunos historiadores de la
economía como el progenitor de la economía neoclásica o
marginalista3. No se puede afirmar que el pensamiento
económico clásico haya surgido como una novedad total, pues
muchos de los temas y técnicas de análisis considerados como
propios de los clásicos, o incluso de economistas posteriores,
tienen antecedentes previos a las obras de Smith. De hecho la
teoría smithiana puede ser leída como una refutación de las
ideas de los mercantilistas, teóricos del capitalismo comercial
europeo anterior a la industrialización del siglo XVIII, pues éstos
daban una importancia fundamental al papel del Estado en los
asuntos económicos. Incluso algunos autores consideran al
mercantilismo como una fase de la historia de la política
económica que tuvo como objetivo básico el fortalecimiento de
los Estados nacionales recién formados o en vías de
consolidarse, pero es más posible que sus ideas hayan
respondido en mayor medida a las necesidades del capitalismo
comercial durante los siglos XV, XVI y XVII4.
En cuanto al elenco de sus autores, la lista va mucho
más allá de los que aquí abordaremos. Según algunos
historiadores, en los clásicos se pueden distinguir tres grandes
grupos. El primero sólo incluiría a dos autores, Adam Smith
(1723-1790) y David Ricardo (1772-1823), si se considera su
enorme influencia; en un segundo grupo se incluiría a otros de
los “grandes”, como Thomas R. Malthus (1766-1834), Jean
Baptiste Say (1767-1832), James Mill (1773-1836) y su hijo John
Stuart Mill (1806-1873), además de otros menos mencionados
como John Ramsay McCulloch (1789-1864), Nassau Senior
(1790-1864), Robert Torrens (1780-1864), Thomas Tooke (1774-
1858), J.E. Cairnes (1823-1875) y Henry Fawcett (1833-1884).
Por último, habría un tercer grupo en el que se incluyen más de
quince nombres, caracterizado porque sus autores no
escribieron tratados omnicomprensivos, como los anteriores,
sino que fueron especialistas en temas específicos, como
cuestiones monetarias y teorías del valor. Así, lo clásico no se
reduce a lo inglés, sino que habría que hablar más bien del

3
Cf. O’BRIEN D.P., Los economistas, o.c., 17-19; GALBRAITH John K.,
Historia de la economía, Ariel, Barcelona 1989, 72; GRANGER G.G.,
Epistemología económica, o.c., 97; PORTA Pier Luigi, Le teorie economiche,
en AA.VV., Enciclopedia dell’economia Garzanti, Garzanti, Milano 1992, 1169-
1170. Para otros este período se cierra con la muerte de John Stuart Mill en
1873 (Cf. EKELUND Robert B. - HÉBERT Robert F., Historia de la teoría
económica y de su método, McGraw-Hill, Madrid 19973, 107).
4
Para una exposición más amplia de este período, cf. ROLL Eric, Historia
de las doctrinas económicas, FCE, México 1994 (3ª edición en español de la 5ª
edición en inglés), 52-80.

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conjunto de Islas Británicas sin olvidar su extensión a Francia y
Alemania 5.
Para entender el surgimiento de la economía clásica
debemos tomar en cuenta tanto las influencias históricas e
institucionales como las influencias intelectuales, tanto en su
vertiente económica, como en su vertiente filosófica. La
consideración de las primeras rebasa con mucho el propósito de
este capítulo, pero se tocarán en la medida en que hagamos
referencia a los contextos de los diferentes autores. A grandes
rasgos, habría que mencionar el aumento de la población en la
Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, el surgimiento de los
llamados Estados-nación, el desarrollo de la sociedad burguesa,
la revolución industrial, así como cuestiones más particulares,
como el descontento con ciertas reglamentaciones económicas.
En general, tal surgimiento se da en medio de una explosión de
crecimiento económico sin precedentes, acompañada de
cambios en el comercio, en la estructura económica y
poblacional, así como en el sistema monetario6.
Los antecedentes más inmediatos del pensamiento
económico clásico vienen de dos vertientes, por una parte,
aunque se discute el peso real de esta influencia 7, la del
pensamiento económico inglés a partir de los últimos
mercantilistas, con autores como William Petty (1623-1687),
Richard Cantillon (1680-1734), James Steuart (1712-1780), sin
olvidar las ideas económicas de Locke y Hume, y por la otra, la
del pensamiento de los llamados fisiócratas, del siglo XVIII
francés, cuya influencia en los clásicos es mucho más clara8.
Con los fisiócratas se inicia propiamente la era de las
“escuelas” y “sistemas” de pensamiento económico. Para estos
autores el objeto de estudio es “el circuito económico” de la
producción y del consumo de riquezas. En consecuencia, para
ellos la ciencia económica consistiría en describir la circulación
de las cantidades globales de productos y de dinero entre las
tres grandes clases de la sociedad que los intercambian
recíprocamente. El sujeto económico en este caso es el conjunto
de la sociedad. La noción fundamental de esta concepción de la
economía es que sólo la producción agrícola es capaz de dar un
“produit net”, o excedente, en el sentido de riqueza generada,
es decir inexistente antes de la actividad económica. Como
puede apreciarse se trata de una concepción fuertemente
naturalista de la economía, que tendía a justificar el poder de los

5
Cf. O’BRIEN D.P., Los economistas, o.c., 19-26.
6
Cf. Ibid., 36-38, 44.
7
Cf. Ibid., 50-52.
8
Cf. Ibid., 52-54.

- 125 -
terratenientes franceses del siglo XVIII9, y de ahí el apelativo
dado a sus teóricos10. El legado de los fisiócratas a la ciencia
económica incluye la noción de un sistema económico como
estructura real, la idea de un “derecho natural” que rige las
relaciones económicas y sociales, noción que refleja la lucha de
los terratenientes franceses contra el absolutismo de los reyes,
la necesidad de que el poder público se limite al laissez faire-
laissez passer en materia de economía y la noción de produit
net, germen de lo que más tarde sería concebido como
plusvalía11.
En este periodo es importante destacar la concepción
de la actividad económica como un proceso regido por leyes
inherentes al comportamiento humano y por lo tanto una
presencia muy acentuada de la dimensión moral del
comportamiento económico subyacente a sus teorías,
básicamente la idea de la búsqueda del interés propio (self-love)
como motivación de la actividad económica y la tendencia al
intercambio de bienes (truck, barter and exchange one thing for
another) 12. En este sentido, es interesante notar que durante el
período clásico lo que hoy llamamos teoría económica
(Economics), o “economía positiva”, se designaba como
“economía política” (Political economy) pues aún no se
planteaba el conflicto inherente al pensamiento económico
entre su dimensión técnica y su dimensión ética 13. De hecho la
primera cátedra dedicada a la economía como disciplina
diferente a la filosofía moral en las Islas Británicas no se
estableció hasta 1825 en Oxford14.
Por eso es muy simplista identificar el pensamiento de
los economistas clásicos con el pensamiento que hoy
designamos como “neoliberal”. Los clásicos nunca pensaron en
un mercado sin restricciones legales, religiosas o morales, pues

9
Cf. DOBB Maurice, Teorías del valor y de la distribución desde Adam
Smith. Ideología y teoría económica, Siglo Veintiuno Editores, México 19826,
55-56; GALBRAITH John K., Historia de la, o.c., 59-70.
10
Entre los más destacados se mencionan a François Quesnay (1694-1774)
y Anne-Robert-Jacques Turgot (1727-1781), (Cf. PORTA Pier Luigi, Le teorie,
o.c., 1167-1168). Algunos añaden, al mismo nivel de importancia de los
anteriores, a Pierre Samuel Dupont de Nemours (1739-1817), (Cf. GALBRAITH
J.K., Historia de la, o.c., 62-63).
11
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 69-70; DOBB M, Teorías del
valor, o.c., 55-56; PORTA P.L., Le teorie, o.c., 1168. Para una exposición más
amplia de los autores de este período se puede consultar ROLL E., Historia de
las, o.c., 119-127.
12
Cf. VAUGHN Karen I., Invisible Hand, en AAVV, The Invisible Hand, (THE
NEW PALGRAVE), W.W. Norton, New York-London 1989, 170.
13
Cf. SEN Amartya, Sobre ética y economía, CNCA/Alianza (Col. Los
Noventa, nº 87), México 1989, 19-21.
14
Cf. O’BRIEN D.P., Los economistas, o.c., 28.

- 126 -
su propósito era asegurar la coincidencia de los intereses
individuales y comunitarios en un tiempo en el que el
crecimiento del poder del Estado amenazaba las libertades
individuales. No tenían un “dogma” sobre las funciones del
Estado en la economía, pues en este sentido eran más bien
pragmáticos, los límites y las intervenciones del Estado eran
cuestión de experiencia y contextos sociales, así como de los
resultados que dieran en la economía real. A grandes rasgos, en
los clásicos aparecen como funciones del Estado la defensa, la
justicia, la infraestructura básica (carreteras, canales, puertos,
faros, acuñación de moneda, correo, etc.), los impuestos, etc.
Por eso en sus obras encontramos temas como las leyes de
fábricas, las relaciones entre mecanización y trabajo, los pobres,
la educación y los sindicatos15.

Como influencias filosóficas, hay que destacar la de los


iusnaturalistas, con sus proposiciones fundamentales de un
orden subyacente a los fenómenos naturales, cuyas leyes
pueden ser descubiertas por la razón a partir de la observación o
por simple intuición, y la convicción de que tales leyes deben
reflejarse en la legislación positiva, adecuación que llevaría a las
mejores soluciones posibles de los problemas sociales. Tal
concepción se integra en una mezcla de determinismo, libertad
y armonía entre ambos 16 que se verá reflejada en las teorías
económicas modernas, sea a través de los mismos fisiócratas,
sea a través de filósofos como Francis Hutcheson (1694-1746),
fundador de la escuela iluminista escocesa. Otras influencias
filosóficas las iremos mencionando cuando tratemos
específicamente a cada autor de este período.

1.1. La economía política como parte


de la filosofía moral: Adam Smith (1723-1790)
A pesar de ser considerado por muchos “padre” de la
economía moderna, Smith no fue un economista en el sentido
actual del término, sino un filósofo moral preocupado por
entender la conducta humana y sus repercusiones en la vida
social. Esta preocupación le llevó a tratar de entender y explicar
las causas del progreso económico de las naciones y para lograr
este objetivo hizo teoría económica. La relación tan estrecha
entre el pensamiento económico y el pensamiento moral de los
clásicos es muy evidente en la mayoría de estos autores, pero
sobresale el caso de Smith, quien ocupó la Cátedra de Filosofía
Moral en la Universidad de Glasgow (1752-1763/4) que estaba
dividida en cuatro partes: Teología natural (natural theology),
15
Cf. Ibid., 375-410.
16
Cf. Ibid., 44-45.

- 127 -
Ética (ethics), Jurisprudencia (jurisprudence) y Economía
(expediency)17. Estos cursos fueron la base para la redacción de
sus obras principales, tanto de Filosofía Moral (Theory of Moral
Sentiments, 1767) como de Economía (Wealth of Nations)18.

1.1.1. La “mano invisible”

Como veremos en esta exposición, la piedra angular de


la teoría económica moderna es la idea de una racionalidad
supraindividual, la racionalidad del mercado, que genera orden
en las interrelaciones de los agentes económicos y cuyo
resultado se designa con el término de “equilibrio”. La intuición
básica de tal racionalidad y su primera apología se atribuye a
Smith y su famosa expresión de “una mano invisible”. En este
sentido es interesante constatar que las dos veces que Smith
usa tal expresión, una es en su obra moral, que acentúa más
como bases de la sociedad los principios del altruismo y la
cooperación 19, y la otra en su obra económica 20. En la primera, lo
hace a propósito de cómo los ricos a pesar de su “egoísmo” 21
(natural selfishness and rapacity) son conducidos por una mano
invisible para lograr aproximadamente (nearly) la misma
distribución de las cosas necesarias de la vida que se hubiera
realizado si la tierra hubiera sido dividida en proporciones
17
Cf. SKINNER Andrew S., Adam Smith, en AA.VV., The Invisible Hand, o.c.,
1-42; FERGUSON John M., Historia de la economía, FCE, México 19664, 59.
18
. “Smith’s teaching from the Chair of Moral Philosophy fell into four parts
and in effect set the scene for the major published works which were to follow...
made it clear that the lectures on ethics form the basis for the «Theory of Moral
Sentiments» and that the subjects covered in the last part of the course were
to be further developed in the «Wealth of Nations»” (SKINNER A.S., Adam
Smith, o.c., 2).
19
Por influencia de su maestro Francis Hutcheson (1694-1746), iniciador de
la tradición escocesa y antecesor de Jeremy Bentham en la concepción
utilitarista de la virtud en su dimensión social (Cf. AA.VV., Enciclopedia de la,
o.c., 462-463; SKINNER Andrew S., Francis Hutcheson, en AA.VV., The Invisible
Hand, o.c., 143-148).
20
Cf. VAUGHN Karen I., Invisible Hand, o.c., 168-172.
21
Es importante distinguir entre los términos ingleses self-interesed
(autointeresado) y selfish (egoísta): “concerned with one’s own welfare
excessively or without regard for others” (The Merriam Webster Dictionary,
1994). Dos textos de Smith pueden darnos idea del sentido de self-interesed:
“Cada hombre... se recomienda primera y principalmente a su propio cuidado;
y cada hombre es, ciertamente, en cualquier aspecto, más adecuado y más
capaz para cuidar de sí mismo que de cualquier otra persona” (Theory of Moral
Sentiments); “... el deseo de mejorar nuestra condición... aunque generalmente
sea sereno y desapasionado, nos acompaña desde el nacimiento hasta la
tumba” (Wealth of Nations) [Ambos textos citados por EKELUND R.B. - HÉBERT
R.F., Historia de la, o.c., 109]. La selfishness no se propone como virtud, se
afirma que a pesar de ella la “mano invisible” funciona, pero no debemos
olvidar que se suponen dos correctivos: la simpatía en el ámbito moral y la
competencia en el económico.

- 128 -
iguales entre todos sus habitantes 22. En la segunda, utiliza la
expresión en el contexto de la explicación de por qué las
restricciones a la importación o al uso del capital privado son
innecesarias; esto se debe a que, sin intentarlo y sin saberlo,
cada individuo empleando lo mejor posible su capital en
beneficio de su propio interés es conducido por una mano
invisible para promover un fin (hacer crecer lo más posible el
ingreso anual de la sociedad) que no formaba parte de su
intención 23. En la primera, el egoísmo es corregido por el
sentimiento de simpatía, en la segunda, es corregido por la
competencia24.

Aquí lo importante es señalar que se trata de una


misma idea en dos vertientes del mismo sistema teórico de un
autor, la vertiente moral y la vertiente económica, lo cual nos
permite afirmar que no es conveniente disociar estos aspectos
cuando se estudia el pensamiento del primer clásico de la
economía, pues como afirma Amartya Sen refiriéndose a los
clásicos “sólo suponiendo que se trataba de «esquizofrénicos»
se puede afirmar que concebían la economía como una ciencia
desvinculada de la moral” 25. Estamos ya ante “los dos orígenes
de la teoría económica”, el moral y el técnico, que están en la
raíz de dos de las grandes ramas de la economía moderna, la
“economía positiva” y la “economía normativa” o “del
bienestar”, de que nos habla el mismo autor26, así como de los
nuevos enfoques de los historiadores de la economía que
intentan explicar el funcionamiento de los mercados en su
22
“... in spite of their natural selfishness and rapacity, though they mean
only their own conveniency, though the sole end which they propose from the
labours of all the thousands whom they employ be the gratification of their own
vain and insatiable desires, they divide with the poor the produce of all their
improvements. They are led by an invisible hand to make nearly the same
distribution of the necessaries of life which would have been made had the
earth been divided into equal portions among all its inhabitants; and thus,
without intending it, without making it, advance the interest of the society,
and afford means to the multiplication of the species (Moral Sentiments, IV,1,
304-5)” (citado por VAUGHN K.I., Invisible Hand, o.c., 168; énfasis nuestros).
23
“As every individual, therefore, endeavours as much as he can both to
employ his capital in the support of domestick industry, and so to direct that
industry that its produce may be of the greatest value; every individual
necessarily labours to render the annual revenue of the society as great as he
can. He generally, indeed, neither intends to promote the publick interest, nor
knows how much he is promoting it. By preferring the support of domestick to
that of foreign industry, he intends only his own security; and by directing that
industry in such a manner as its produce may be of the greatest value, he
intends only his own gain, and he is in this, as in many other cases, led by an
invisible hand to promote an end which was no part of his intention (Wealth
of Nations, IV, ii, p. 456)” (citado por VAUGHN K.I., Invisible Hand, o.c., 168-
169; énfasis nuestros).
24
Cf. EKELUND R.B. - HÉBERT R.F., Historia de la, o.c., 109.
25
Cf. SEN A., Sobre ética y economía, o.c., 45.
26
Cf. Ibid., 12 y 21-25.

- 129 -
contexto histórico-institucional 27. Que no existió en el
pensamiento smithiano una escisión entre sus concepciones
morales y económicas nos lo confirma también la importancia
orgánica, y no meramente material 28, que sus reflexiones sobre
la historia, la política y la jurisprudencia tienen en el conjunto de
sus obras, pues en realidad Smith no era un “economista” en el
sentido que hoy se da a ese término, sino un “ilustrado” del
siglo XVIII, como veremos más adelante.

Como consecuencia de lo anterior, el primado de la


libertad del individuo frente al poder público y la idea de una
“racionalidad” social que es resultado del comportamiento
racional de los individuos 29, ocupan un lugar central entre los
supuestos sobre los que se elabora el análisis económico de
este período. La idea que subyace a la “mano invisible” de
Smith se encuentra también en otros autores anteriores y
contemporáneos, entre los que se pueden mencionar a Bernard
Mandeville (1670-1733) cuya obra más conocida lleva por título
The Fable of the Bees: or, Private Vices, Publick Benefits (1714),
que anteriormente había sido publicado como anónimo con el
título de The Grumbling Hive: Or Knaves turn’d Honest (1705)30.
Estos títulos son de por sí reveladores de la afinidad de estas
obras con la idea de la “mano invisible”. Adam Ferguson (1723-
1816) describe la propiedad privada y las instituciones políticas
en general como “los resultados de la acción humana, pero no
de la ejecución de algún designio humano” 31. David Hume
27
“The central focus is on the problem of human cooperation -specifically
the cooperation that permits economies to capture the gains from trade that
were the key to Adam Smith’s «Wealth of Nations». The evolution of institutions
that create an hospitable environment for cooperative solutions to complex
exchange provides for economic growth”... “Smith was concerned not only with
those forms of cooperation that produced collusive and monopolistic outcomes,
but also with those forms of cooperation that would permit realization of the
gains from trade” (NORTH Douglass C., Institutions, institutional change, o.c.,
vii y 11).
28
Aún cuando la importancia material de su pensamiento “no económico”
tampoco es despreciable si vemos el contenido de la edición de sus obras
“Works and Correspondence of Adam Smith” (Clarendon Press, Oxford 1976-
83), donde, además de sus dos grandes obras citadas más arriba, encontramos
temas tan diversos (sobre todo si los confrontamos con los que incluiría el
curriculum académico de nuestros actuales economistas) como “Essays on
Philosophical Subjects” (que incluye subtemas como “Ancient Logics”, “Ancient
Physics”, “Astronomy”, “Of the Affinity between Certain English and Italian
Verses”, “External Senses”, “Imitative Arts”, “Of the Affinity between Music,
Dancing and Poetry”, etc.); “Lectures on Rhetoric and Belles Lettres”, “Lectures
on Jurisprudence”, etc. (Cf. SKINNER A.S., Adam Smith, o.c., 40).
29
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 53-55;
30
Cf. ROSENBERG Nathan, Bernard Mandeville, en AA.VV., The Invisible
Hand, o.c., 196; GEYMONAT Ludovico, Historia de la filosofía y de la ciencia.
2. Del renacimiento a la ilustración, Editorial Crítica (Grijalbo), Barcelona
1985, 238-239.
31
Cf. VAUGHN K.I., Invisible Hand, o.c., 169.

- 130 -
recurre a la misma noción cuando explica cómo un sistema de
justicia emerge como un subproducto de una serie de decisiones
egoístas en el proceso de dirimir disputas; lo mismo cuando
argumenta que instituciones humanas como el dinero y el
lenguaje surgen de acciones individuales orientadas a otros
fines32.
Pero no se trata de simples coincidencias, si recordamos
que estos dos últimos autores mencionados son parte, junto con
Smith, de un mismo movimiento intelectual, el “iluminismo
escocés” (Scottish Enlightenment33) cuyas raíces, o influencias
contemporáneas, venían de autores como Bacon, Locke, Newton
o Berkeley. Aunque más adelante profundizaremos la noción de
“mercado” que es la expresión teórica de “la mano invisible”,
este es el momento para describir el contexto en el que nace
esta idea, porque esta contextualización nos ayuda a ubicarla en
su justa dimensión, al menos en la intención de sus primeros
expositores. Cuando “la mano invisible” se desprende tanto de
su contexto intelectual como de la situación histórica en que se
propone por primera vez, caemos en uno de dos extremos:
descartarla por simplista e ideologizada, o absolutizarla como
paradigma de la racionalidad social, como hacen los
neoliberales34.
1.1.2. El marco socio-histórico de la economía

La preocupación fundamental del Iluminismo escocés,


que en el ámbito de la economía tiene como expresión más
acabada la obra de Smith, fue el desentrañar las causas del

32
Cf. Ibid., 169; ROTWEIN Eugene, David Hume, en AA.VV., The Invisible
Hand, o.c., 134-142.
33
Cf. ROBERTSON John, Scottish Enlightenment, en AA.VV., The Invisible
Hand, o.c., 239-244.
34
Como es el caso de Friedrich August von Hayek (1899), Premio Nobel de
economía (1974), y autor de obras sobre filosofía política, psicología y
epistemología, para quien los fenómenos económicos son un “orden
espontáneo” y las instituciones sociales son el “resultado de la acción humana
pero no del designio humano” (Cf. GARRISON Roger W.-KIRZNER Israel M.,
Friedrich August von Hayek, en AA.VV., The Invisible Hand, o.c., 119-130).
Hayek mismo comenta: “durante los últimos quince años he tratado de
entender el significado de la llamada «justicia social», y debo confesar que no
he logrado aclararlo. Esa frase no tiene ningún sentido cuando se aplica a una
sociedad de hombres libres. No puede existir justicia distributiva en un
contexto en que nadie está encargado de distribuir... El punto esencial que
debe subrayarse es que la justicia social solamente tiene sentido como
concepto en una economía centralmente planificada, pero es inaplicable a los
resultados de un proceso espontáneo. Una vez que uno se da cuenta de la
vaguedad del término, es deshonesto continuar usándolo” (entrevista a Hayek,
en PIZANO SALAZAR Diego, Algunos creadores del pensamiento económico
contemporáneo, FCE «Col. Popular nº 201» México 1980, 28).

- 131 -
progreso social 35, o en palabras de Smith, de “la riqueza de las
naciones”. Pero el progreso económico de un país está
estrechamente trabado con su contexto histórico, moral y
político, y en este sentido para entender el porqué de los temas
que más preocuparon a estos pensadores, es necesario recordar
que el siglo XVIII fue crucial para el pueblo escocés. Ante el
dilema de mantener su soberanía parlamentaria o anexarse a
Inglaterra, es decir, entre la independencia o el libre comercio y
el crecimieinto económico, los escoceses optaron por la anexión
en 1707, lo cual ponía sobre la mesa la cuestión de las
condiciones institucionales del crecimiento económico. A la vez,
este fue un siglo en el que se dio el ascenso político de los
presbiterianos moderados, lo cual condujo a la reforma de las
universidades escocesas que permitió las especializaciones y la
formación de clubes en torno a las mismas y, en último término,
a una libertad intelectual y apoyo social indispensable para el
desarrollo de las nuevas ideas. Estos dos acontecimientos
coincidieron con un importante desarrollo económico del país.
De ahí la importancia de considerar en la investigación de las
causas del progreso no sólo los aspectos materiales sino
también los morales y culturales 36. Esta realidad condujo a los
ilustrados escoceses a estudiar los fenómenos económicos en el
marco de una investigación más amplia que incluyó las
dimensiones histórica, moral e institucional.

En la perspectiva histórica, la concepción del desarrollo


social como natural, progresivo y ascendente, pasando por los
estadios de caza, pastoral, agrícola y comercial-manufacturero,
establece las premisas históricas para la economía política que
puede tratar así el desarrollo económico como “el natural
progreso de la opulencia” 37. En este proceso histórico van
inevitablemente unidos la actividad económica, el tipo de
propiedad y el modo de gobierno38.

En la dimensión moral Smith recoge el legado de


Mandeville, Hutcheson y Hume. Con respecto a la concepción de
la virtud, Smith se distancia tanto de Mandeville, quien afirmaba
que “toda pasión es completamente viciosa” 39, como de
35
Cf. NISBET Robert, Historia de la idea de progreso, Gedisa, Barcelona
19912, 265-273; ROBERTSON J., Scottish Enlightenment, o.c., 239.
36
Cf. ROBERTSON J., Scottish Enlightenment, o.c., 239-240.
37
Cf. SKINNER A.S., Adam Smith, o.c., 9-13; ROBERTSON J., Scottish
Enlightenment, o.c., 240; NISBET R., Historia de la, o.c., 267-269.
38
Cf. ROBERTSON J., Scottish Enlightenment, o.c., 240-241.
39
Cf. SKINNER A.S., Adam Smith, o.c., 6. Esta afirmación es resultado de
una concepción fuertemente ascética de la virtud como autonegación, lo cual
descarta del ámbito de lo virtuoso cualquier pasión que tenga el mínimo rasgo
de autoaprecio, por lo tanto, si la experiencia nos dice que la vida social se
construye en gran parte por pasiones o intereses que siempre tienen rasgos de

- 132 -
Hutcheson y su condena del amor propio (self-love) “que nunca
puede ser virtuoso en ningún grado y en ninguna dirección” 40.
En sentido positivo, Smith es más bien continuador del
pensamiento de Hume, sobre todo en su obra moral, pues
propone como base de la moral el sentimiento de simpatía, que
es un instinto natural que surge y se desarrolla a partir de la
vida en sociedad. La introyección del observador de uno mismo
que son los otros, y que por lo tanto se convierte en “observador
imparcial” de uno mismo, se constituye así en la instancia que
juzga nuestras acciones41. Por lo tanto, el acento en el amor
propio como virtud social en su obra económica debe
entenderse, según algunos autores, a la luz del altruismo y la
cooperación establecidos en su primera obra42 o, en otros
términos, la competencia atomística de su obra económica
presupone el marco general de justicia establecido en su obra
moral 43.
En general, se puede concluir que existe un consenso
básico en los ilustrados escoceses sobre la moralidad en la
etapa comercial-manufacturera: como consecuencia del
progreso de la sociedad, la multiplicación de las necesidades no
es sólo irreversible, sino la característica esencial de una
sociedad “civilizada” y, aún con su ambigüedad moral, ésta es
mejor que la barbarie 44.
Las concepciones histórica y moral implican a su vez
una perspectiva institucional. El nivel de desarrollo social
contemporáneo a estos autores y su idea del ser humano como
individuo “egoísta-empá-tico” requieren de un marco jurídico y
político correctivos de las pasiones egoístas, orientado
fundamentalmente a la impartición de justicia (correctiva), la

amor propio, la única conclusión teórica posible es que los beneficios públicos
son resultado de vicios privados; en palabras de Mandeville: “I flatter myself to
have demonstrated that, neither the Friendly Qualities and kind Affections that
are natural to Man, nor the real Virtues he is capable of acquiring by Reason
and Self-Denial, are the Foundation of Society; but that what we call Evil in this
World, Moral as well as Natural, is the grand Principle that makes us sociable
Creatures, the solid Basis, the Life and Support of all Trades and Employments
without Exception: That there we must look for the true Origin of all Arts and
Sciences, and that the Moment Evil ceases, the Society must be spolied, if not
totally dissolved (Mandeville, 1732, vol. I, 369)” (citado por ROSENBERG N.,
Bernard Mandeville, o.c., 196-197).
40
Cf. SKINNER A.S., Adam Smith, o.c., 6-7.
41
Cf. GEYMONAT L., Historia de la, o.c., 252-254.
42
“Es justo afirmar que, precisamente porque el orden social ha sido
cimentado por los valores e instituciones que derivan de los sentimientos
altruistas y del principio de la cooperación puede haber, dentro de ese orden
previo, un sistema económico impulsado por el egoísmo” (NISBET R., Historia
de la, o.c., 267, énfasis nuestro).
43
Cf. O’BRIEN D.P., Los economistas, o.c., 56-57.
44
Cf. ROBERTSON J., Scottish Enlightenment, o.c., 241.

- 133 -
defensa del país y la provisión de ciertos bienes públicos. Esta
funcionalización de lo jurídico y lo político con respecto a la
libertad individual, permitirá el desarrollo del comercio que, a su
vez, incorporará cada día a un mayor número de ciudadanos a
los beneficios del progreso. Mientras que el crecimiento de
demandas políticas que serán consecuencia del progreso debe
responderse desde el poder legislativo.
De esta manera se cierra el círculo histórico-moral-
institucio-nal que permite el desarrollo de la vida económica
basada en la expansión del mercado. Ésta permite la máxima
extensión de la división del trabajo y la asignación óptima del
capital, y éstas, a su vez, son la causa del crecimiento
económico y de la distribución de la riqueza45. Para Smith la
economía política seguía siendo “una rama de la ciencia de un
estadista o de un legislador” 46. El pensamiento económico de
Smith es muy fecundo y sirve de punto de referencia a los
autores posteriores a él. En esta exposición irán apareciendo sus
principales aportaciones a la formación del paradigma
convencional a medida que avancemos en la presentación del
pensamiento de sus sucesores.

1.1. La búsqueda de cientificidad:


David Ricardo (1772-1823)
El inglés David Ricardo (1772-1823) es tal vez la figura
más discutida, “enigmática y polémica”,47 entre los clásicos.
Para algunos, su pensamiento económico constituye
francamente una desviación con res-pecto al pensamiento de
Smith, en cuanto que su tendencia a la abstra-cción y a la
simplificación, que son consecuencia de su pretensión
cientificista de que los problemas de la economía están en “la
determinación de las leyes” que regulan la distribución, “alteró
el espíritu con el que se trataban los «problemas» de la
economía política y se presentaban las «teorías» y las
recomendaciones prácticas”, rompió “la fructífera combinación”
de historia y teoría, propia de The Wealth of Nations, y en últi-
mo término significó “pérdidas intelectuales muy graves” 48. Para
otros pesa sobre él la responsabilidad de haber proporcionado
los instrumentos de análisis que posibilitaron la heterodoxia
marxista49, se reduce simplemente a un “glosista y
sitematizador de Smith” o es “el mayor he-redero de la
45
Cf. Ibid., 242.
46
Citado por ROBERTSON J., Scottish Enlightenment, o.c., 243.
47
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 95-96.
48
Cf. HUTCHISON T.W., Sobre revoluciones y progresos. En el
conocimiento económico, FCE, México 1985, 48 y 84-85.
49
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 95-96.

- 134 -
enseñanza de Smith” sobre el laissez-faire50. Para Samuelson,
representante típico de la economía convencional, de Ricardo
“se deriva el pensamiento de la economía neoclásica y de la
moderna” 51.
Tal vez lo más cercano a una evaluación objetiva de la
obra de Ricardo consista en considerarlo como un autor
complejo y fecundo. Ciertamente, después de Smith es el clásico
más citado y no se puede negar que fue más analítico que
aquél, lo cual lo llevó a afinar las principales categorías
económicas, a plantear problemas fundamentales para la
economía moderna y a originar corrientes de pensamiento
económico nuevas y duraderas 52. De hecho, antes de él aún no
existía un sistema teórico integrado, al menos en esbozo, de
economía política53.

1.2.1. Un nuevo método


Lo que no se puede negar es que con Ricardo se inicia
un nuevo método en el análisis económico, más deductivo y
sistemático54. Puede ser que esto sea explicable por la misma
personalidad de Ricardo. Judío de origen holandés, su formación
académica fue elemental pero desde muy joven se inició en la
práctica bursátil, que era la profesión de su padre, lo que le
permitió acumular una gran fortuna y dedicarse a la vida
intelectual y política. Se trata entonces de un “financiero” que
se convierte en teórico de la economía 55. Por eso, primero
aparecen sus trabajos, en forma de panfletos 56, sobre cuestiones
monetarias o de legislación económica y después su obra
teórica más trascendente, titulada Principles of Political
Economy and Taxation (1817, 1819, 1821). Además de su
método de “construcción de modelos” 57, en el conjunto de su
obra destacan algunos acentos fundamentales que le dan una
trascendencia que llega hasta nuestro tiempo.

50
Cf. PORTA P.L., Le teorie, o.c., 1170.
51
Cf. SAMUELSON P.A.-NORDHAUS W.D., Economía, McGraw-Hill, Madrid
199314, 457. En algunos textos citaremos la 15ª edición, en cuyo caso
añadiremos al final de la cita: “(15ª ed.)”.
52
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 161 y 179.
53
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 79-80.
54
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 162; PORTA P.L., Le teorie, o.c., 1170;
GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 95-96; DOBB M., Teorías del valor, o.c., 79-
80.
55
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 161-162; PORTA P.L., Le teorie, o.c.,
1170; FERGUSON J.M., Historia de la, o.c., 93.
56
The High Price of Bullion (1810), Essay on the Influences of a Low Price of
Corn on the Profits of Stock (1815), entre otros.
57
O’BRIEN D.P., Los economistas, o.c., 71.

- 135 -
1.2.2. Implicaciones sociales de la teoría del valor-
trabajo

Su teoría del valor-trabajo, que en palabras del propio


Ricardo es “el ancla mayor sobre la cual están construidas todas
mis proposiciones” 58, motivada por la búsqueda de una medida
de valor invariable o absoluta 59, ligada a la explicación de la
distribución del ingreso, privilegia la concepción del proceso
económico como originado en las condiciones de producción y la
productividad, más que en la formación de los precios en el
mercado60, lo que tiene consecuencias importantes en su
concepción de otros fenómenos económicos como la formación
de los salarios, las utilidades de los capitalistas y la renta de los
terratenientes, la acumulación del capital y el crecimiento
económico 61.

Ricardo fundamenta el origen del valor de las


mercancías en el trabajo incorporado a las mismas durante su
proceso de producción. Este supuesto desplaza la atención del
análisis económico a los salarios y a las condiciones de la
producción, ampliando el análisis, más allá del mercado, a
cuestiones como las condiciones de subsistencia de los
trabajadores, esto es, el mínimo consumo que les permita seguir
laborando, o en palabras de Ricardo “el necesario que permite a
los trabajadores... subsistir y perpetuar su raza sin incremento ni
disminución”, lo que depende “de la cantidad de alimentos,
productos necesarios y comodidades de que por costumbre
disfruta” 62. La inclusión de la “costumbre” remite
necesariamente a la consideración de cuestiones institucionales
como es la definición socio-cultural de esos mínimos 63. Es
interesante citar a Ricardo a este respecto:
“no debe entenderse que el precio natural del
trabajo, aun estimado en alimentos y otros artículos
necesarios, sea absolutamente fijo y constante. Varía
en distintas épocas, en el mismo país, y muy
concretamente difiere en los distintos países.
Depende en lo esencial de los hábitos y costumbres
del pueblo. Un trabajador inglés consideraría que sus
salarios están por debajo de la tasa natural, y son
demasiado escasos para sostener a la familia, si no le
58
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 91.
59
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 96-99; ROLL E., Historia de las, o.c.,
165; PORTA P.L., Le teorie, o.c., 171.
60
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 134-136.
61
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 164-172.
62
Cf. Ibid., 167.
63
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 132; ROLL E., Historia de las, o.c.,
167.

- 136 -
permitieran adquirir otro alimento que las papas, y
una vivienda que no fuera mejor que una sucia
choza; y, sin embargo, con frecuencia esas
moderadas demandas de la naturaleza se consideran
suficientes en los países donde la vida del hombre es
barata y sus necesidades se satisfacen con facilidad”
(Works and Correspondence of Ricardo, Sraffa [ed.], t.
I. pp. 96-97)64.
Y si el capital es definido como trabajo acumulado, de
ahí se deriva también la discusión sobre la legitimidad de los
beneficios del capitalista y la acumulación del capital, lo cual
conduce en último término al problema también institucional de
la propiedad.

1.2.3. Ambivalencia ideológica de la teoría de la renta

Su teoría de la renta, o ganancia del propietario de la


tierra, es también consecuencia de su teoría del valor, pues si
sólo el trabajo es fuente de valor, entonces el origen de la renta
debe ser relativa al trabajo. Ricardo explica esta dependencia
con su “teoría de la renta diferencial” según la cual el precio de
los productos agrícolas, dado que no puede haber diferencias de
precios en un mismo mercado, debe cubrir los costos de
producción en las tierras menos fértiles, donde es más caro
producir lo mismo que en tierras más fértiles. Las ganancias de
los propietarios de las tierras más fértiles constituyen la renta,
que de esta manera resulta ser sólo un excedente no
productivo65. A nivel ideológico esta conclusión alcanzaba dos
objetivos en el contexto social de la época, se prestaba para
justificar la productividad del capital y descalificaba las
pretensiones de los terratenientes que en ese momento
pretendían establecer una ley proteccionista frente a los
productos agrícolas del extranjero 66. A largo plazo, la teoría de la
renta diferencial dio lugar a la “ley de los rendimientos
decrecientes” de los factores productivos, supuesto fundamental
en la teoría actual de los costos y la producción 67.

La teoría del valor-trabajo en el pensamiento de Ricardo


dejó pendiente la cuestión de la diferencia entre el trabajo que
incorpora el obrero a las mercancías que produce y el trabajo
64
Citado por DOBB M., Teorías del valor, o.c., 106.
65
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 167-168.
66
Cf. Ibid., 169 y 174. Se trataba de la “Ley de granos” aprobada en 1815 y
que respondía a la necesidad de evitar la entrada de cereales extranjeros más
baratos, pues durante las guerras napoleónicas se habían encarecido en
Inglaterra (Cf. FERGUSON J.M., Historia de la, o.c., 95-96).
67
Cf. FERGUSON J.M., Historia de la, o.c., 97.

- 137 -
incorporado a las mercancías que puede comprar con el salario
que recibe y que siempre es menor que el primero, diferencia
que constituye el beneficio del capitalista 68. Lo que sí afirmó
Ricardo fue que las utilidades tienden a disminuir por el
aumento de los salarios debido a que cada vez es más costoso
producir los alimentos que permiten la subsistencia de los
obreros, y esto era un nuevo argumento en contra de los
terratenientes69. A largo plazo, estas ideas constituían el germen
de la teoría marxista de la explotación, pues evidenciaban un
conflicto de intereses entre los sectores de la producción y el
usufructo del trabajo ajeno por parte de los propietarios de los
medios de producción 70. Sin embargo, en su propósito de
justificar la preeminencia del capital y evidenciar los beneficios
sociales de su acumulación, el pensamiento de Ricardo también
se ubica en la corriente principal que desemboca en la economía
convencional a través de los neoclásicos.

1.2.4. La teoría de la acumulación


como justificación del capitalismo

En su teoría sobre la acumulación Ricardo partía de la


aceptación de la “Ley de Say” 71, según la cual en un sistema de
mercados la oferta crea su propia demanda y por lo tanto no
puede darse en el conjunto de una economía el fenómeno de la
sobreproducción (o subconsumo) porque los ingresos totales
(salarios + rentas + beneficios) son iguales al producto total.
Esta identidad supone que el mercado tiende a “autorregularse”
a través del sistema de precios y que los desequilibrios entre
oferta y demanda son siempre temporales y propios de un
mercado particular, pero no de todo el sistema a largo plazo 72.
De aquí extraía dos conclusiones importantes por su carga
ideológica: que era imposible una saturación general de
mercancías en una economía completa y, por consecuencia, que
era imposible una acumulación de capital que excediera el uso
que pudiera dársele, de lo que se seguía que la acumulación de
capital nunca puede ser perjudicial. Esto implicaba también un
ritmo de acumulación de capital “autorregulado” por las leyes
del mercado y que estaría en la raíz de la tendencia intrínseca
del sistema capitalista a la estabilidad 73. En este tema adquiere
importancia la figura de Malthus, otro de los grandes clásicos.
68
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 167.
69
Cf. Ibid., 171-172.
70
Cf. Ibid., 172-173 y 174.
71
Jean Baptiste Say (1767-1832), fundador de la escuela clásica francesa
que publicó Traité d’Économie Politique en 1803.
72
Cf. Ibid., 185-186. Una explicación técnica accesible se puede ver en
SAMUELSON P.A.-NORDHAUS W.D., Economía, o.c., 464-565.
73
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 186-188.

- 138 -
1.3. Las primeras contradicciones:
Thomas Robert Malthus (1766-1834)

Thomas Robert Malthus (1766-1834) fue sacerdote y


párroco de la Iglesia anglicana y después profesor de historia y
economía política74. Malthus manifiesta en su pensamiento la
tensión del pensamiento económico clásico entre la continuidad
y la ruptura con el sistema social que estaba siendo
transformado por la revolución industrial. Se trata entonces a la
vez de un “clásico” y de un “crítico”, por conservadurismo, de
los clásicos, especialmente de Ricardo 75. Sus dos obras
principales son An Essay on the Principle of Population (1798) y
Principles of Political Economy (1820).

A Malthus se le reconoce más por sus teorías de la renta


y de la población, asociadas en nuestro tiempo al
“neomalthusianismo” que no es sino la radicalización del
pensamiento de aquel 76. Pero en la formación interna de la
economía convencional es mucho más importante su teoría
sobre la acumulación, porque cuestiona la supuesta tendencia
inherente al equilibrio, o “autorregulación”, del sistema
capitalista como fue concebido por Smith, Say y Ricardo 77.

1.3.1. ¿Que hacer con los pobres? teoría de la


población

Su teoría de la población asume dos postulados, que “la


pasión entre los sexos es necesaria y ha de permanecer
aproximadamente en su estado actual” y que “el alimento es
necesario para la existencia del hombre”, y parte de varios
principios:

“el poder de la población para reproducirse es


indefinidamente superior a la capacidad de la tierra
para producir la subsistencia del hombre”,

74
Cf. FERGUSON J.M., Historia de la, o.c., 87-88; AA.VV., Enciclopedia
dell’economia, o.c., 665.
75
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 180.
76
Cf. AA.VV., Enciclopedia dell’economia, o.c., 665-666. Para una
exposición más detallada de las repercusiones éticas del pensamiento de
Malthus, se puede ver BONNIN BARCELÓ E., Etica y políticas demográficas en
los documentos del Episcopado Latinoamericano, Universidad Pontificia de
México, México 1986.
77
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 180. Una pequeña síntesis de la
correspondencia epistolar (y los desacuerdos) entre Ricardo y Malthus, se
puede ver en EKELUND R.B. - HÉBERT R.F., Historia de la, o.c., 164-168.

- 139 -
“la población, si no es restringida, aumenta en una
progresión geométrica. La subsistencia sólo lo hace
en progresión aritmética”,

“la ley de nuestra naturaleza que hace al alimento


indispensable para la vida humana iguala los efectos
de esas dos capacidades desiguales”,

“esto supone que la dificultad de conseguir la


subsistencia actúa como freno poderoso y constante
a la población. Esta dificultad debe recaer sobre
alguien; y debe necesariamente ser experimentada
por una gran parte de la humanidad” 78.

Existen dos tipos de freno al crecimiento excesivo de la


población: los positivos, que aumentan el coeficiente de
mortalidad, como la guerra y el hambre, y los negativos, que
disminuyen el coeficiente de natalidad, como el vicio y la
restricción moral. Como políticas prácticas habría que alentar la
abstinencia, sobre todo de los pobres, y habría que evitar la
beneficencia pública porque alienta la reproducción de los
pobres79.

La base de la teoría de la población de Malthus es su


teoría de la “renta diferencial” que es una aplicación de la “ley
de los rendimientos decrecientes” al uso de la tierra y postula
que en la medida en que se aplica más trabajo y capital a una
parcela la productividad de ésta es cada vez menor. Esto obliga
a utilizar tierras más pobres y de aquí la dificultad creciente para
obtener la subsistencia de la sociedad 80.

1.3.2. ¿Qué hacer con los ricos? teoría de la


acumulación

Su teoría de la acumulación o de la “saturación” tiene


más incidencia en el análisis económico, sin ignorar sus
connotaciones político-ideológicas, tanto coyunturales en la
época de Malthus como de largo plazo. En su concepción de la
economía como ciencia todavía se manifiesta un esfuerzo por
evitar que sea reducida sólo a una disciplina de “cifra y número”
y por dejar abierta la posibilidad de corregir la deducción pura
con datos empíricos nuevos 81. Recordemos que el problema de

78
Cf. O’BRIEN D.P., Los economistas, o.c., 89.
79
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 181-182.
80
Cf. Ibid., 182.
81
Cf. Ibid., 189.

- 140 -
las utilidades del capitalista, que según Ricardo provenían de la
diferencia entre el trabajo y el salario pagado por el mismo,
implicaba la cuestión de la distribución de la riqueza entre los
sectores de la sociedad y que además en ese tiempo estaba a
debate la justificación de la nueva clase capitalista industrial
frente a la clase terrateniente. El problema de Malthus consistió
en justificar a los terrratenientes sin descalificar a los
capitalistas en el marco del análisis económico vigente, en un
intento claramente conservador82. La solución se dio a través de
una teoría del valor basada en el costo de producción, en el que
incluía las utilidades, que justifica el aporte del capitalista pero a
la vez plantea un nuevo problema, el de la posibilidad de que la
demanda de los obreros, que han recibido menos de lo que
producen, no sea suficiente para agotar lo producido. En el
esquema de Malthus, la respuesta cae por su peso: era
necesario incluir el consumo de las clases improductivas
(terratenientes, servidores, estadistas, soldados, médicos y
clérigos) que mantuviera la “demanda efectiva” en un nivel
adecuado, tanto para que el capitalista tuviera incentivos como
para que el sistema económico no cayera en la sobreproducción
y el estancamiento83.

La conclusión es de gran trascendencia porque


cuestiona la idea de un sistema económico “autorregulado” e
introduce la posibilidad de crisis inherentes al capitalismo si no
intervienen en su corrección factores exógenos al mercado 84. En
su tiempo, la teoría de la saturación de Malthus sirvió para
apoyar un último intento por justificar la persistencia de un
orden social que estaba en trance de desaparecer85. Pero la obra
de Malthus contiene también una contradicción más profunda
que la de querer justificar a la vez los intereses de terratenientes
y capitalistas. Por una parte está la convicción de que es
necesario desalentar la beneficencia y la multiplicación de los
pobres (teoría de la población) pero por la otra se justifica la
necesidad de mantener una clase de consumidores
improductivos que eviten la quiebra del sistema (teoría de la
saturación).

1.4. Preocupaciones sociales y economía:


John Stuart Mill (1806-1873)

82
Cf. Ibid., 188-189.
83
Cf. Ibid., 190-192; DOBB M., Teorías del valor, o.c., 107-109.
84
Cf. Ibid., 192-193.
85
Cf. Ibid., 193-194; DOBB M., Teorías del valor, o.c., 109-110.

- 141 -
Otro caso paradigmático de la estrecha relación entre
pensamiento moral y pensamiento económico durante el
período clásico es el de John Stuart Mill, “el último pensador
importante de la tradición clásica ”86 y a la vez “crítico agudo del
capitalismo existente” y “el último utilitarista clásico que intenta
integrar una teoría moral y social utilitarista con una psicología
y una teoría de la política” 87. La presencia de la perspectiva
moral en este autor se puede documentar simplemente
revisando algunos de los títulos de sus obras. Además de sus
Principles of Political Economy, with some of their applications to
Social Philosophy, escribió System of Logic 88 (1843), Liberty
(1859), Considerations on Representative Government (1861),
Three essays on Religion (1874), Utilitarianism (1862) y The
subjection of Women (1869), entre otras89, esta diversidad de
temas es coherente con su afirmación de que no es buen
economista el que es sólo economista90.

Como filósofo moral, Mill se ubica en el final de la


corriente del primer utilitarismo inglés; se ha dicho de él que es
“el más famoso proselitista y el más famoso apóstata del
radicalismo filosófico” (Philosophical Radicalism) o “utilitarismo
temprano” (early utilitarianism)91. Se puede afirmar que,
literalmente, el pensamiento de Mill se incubó en el utilitarismo
pues fue educado por su padre James Mill 92 (1773-1836) con una
fuerte presencia de Jeremy Bentham (1748-1832) en su
formación intelectual 93, ambos pilares del utilitarismo inglés
junto con el mismo John Stuart y Henry Sidgwik (1838-1900).
Como sugieren los títulos de sus obras, el pensamiento de Mill
se mueve por todo el ámbito de los temas sociales candentes de

86
Entre otras cosas por ser un sintetizador de los clásicos anteriores (Cf.
PORTA P.L., Le teorie, o.c., 725-726; GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 132-
135; EKELUND R.B. - HÉBERT R.F., Historia de la, o.c., 197).
87
“In economics he was both the last important thinker in the classical
tradition and a sharp critic of existing capitalism”; “... the name can better be
applied to Mill in the sense that he was the last thinker to attempt to integrate
a utilitarian moral and social theory with a full-blown psychology and a theory
of politics” (WELCH C.B., Utilitarianism, en AA.VV., The Invisible Hand, o.c.,
260-261). Cf. GUISÁN Esperanza, Utilitarismo, en CAMPS Victoria (ed.),
Concepciones de la ética, Trotta, Madrid 1992, 269-295; AA.VV., Enciclopedia
de, o.c., 658-659.
88
Que culminaba (Libro VI) con “The Logic of the Moral Sciences” en el que
se incluían la psicología, la economía, la política y la etología (Cf. RYAN Alan,
John Stuart Mill, en AA.VV., The Invisible Hand, o.c., 203).
89
Cf. Ibid., 199.
90
Cf. RICOSSA S., Diccionario de economía, o.c., 204.
91
“The most famous proselytizer of Philosophical Radicalism, and its most
notable apostate” (WELCH C.B., Utilitarianism, o.c., 257 y 260).
92
Con una notable ausencia de la madre (Cf. RYAN A., John Stuart Mill, o.c.,
200).
93
Cf. Ibid., 199 y 201.

- 142 -
su época: economía, justicia, libertad, tipo de gobierno,
liberación de la mujer, opinión pública, derecho, etc.
Con respecto a la economía, consideraba que ésta debía
ser discutida en una “perspectiva históricamente sensible” 94, y
en este sentido es importante señalar su convicción de que “las
leyes de la distribución” son de un orden diferente a “las leyes
de la producción” en el sentido de que aquéllas dependen del
arbitrio humano y por lo tanto pueden ser modificadas por las
normas sociales, mientras que éstas se basan en hechos
naturales inalterables. Si consideramos que en las leyes de la
distribución se incluyen la regulación de los salarios, la renta y
las ganancias, la distinción es importante, porque abre la
posibilidad de una concepción de la economía que considere su
dimensión institucional 95.

94
“historycally sensitive way” (citado por RYAN A., John Stuart, o.c., 201).
95
Cf. FERGUSON J.M., Historia de la, o.c., 122; DOBB M., Teorías del valor,
o.c., 191.

- 143 -
1.5. La fecundidad de los clásicos
En el pensamiento de los clásicos quedan ya delineados
los grandes temas de la economía moderna:
- la explicación de la economía a partir de la
interrelación de los individuos y su resultado social
(microeconomía, en términos actuales 96),
- sus implicaciones morales (núcleo de lo que después
fue la economía del bienestar) y
-la dinámica de los grandes agregados económicos
(macroeconomía, a partir de Keynes).
- también queda ya planteada en germen la cuestión
fundamental de las relaciones entre el mercado y las
instituciones sociales.
Sin embargo, la distinción entre el período de los
clásicos y el que le sigue, el de los marginalistas, es
fundamental porque nos salva de la simplificación: en los
primeros la visión de la economía es mucho más amplia y
compleja pues de manera más o menos explícita siempre
implica el marco institucional de las relaciones puramente
económicas. Y como veremos posteriormente, esta cuestión
vuelve al campo del debate económico en nuestros días con la
aparición de la “Economía constitucional” 97 y el
“neoinstitucionalismo” 98. Para nuestro propósito se trata de una
cuestión esencial porque abre, una vez más en la historia de la
economía, el debate sobre la posibilidad de articular las
dimensiones técnica y moral de la reflexión económica.
Así, desde la perspectiva de los clásicos, el período que
veremos a continuación aparece como un empobrecimiento de
la visión de la vida económica, que tal vez constituya el costo de
lo que se ganó en la precisión del análisis, y nos permite
ubicarlo como un momento entre otros del desarrollo de un
pensamiento económico cuya matriz, la de los clásicos, siempre
96
“Microeconomics analizes interactions between economic agents in
different institutional contexts.” (Cf. BLAD Michael C.-KEIDING Hans,
Microeconomics. Institutions, Equilibrium and Optimality, North-Holland
«Elsevier Science Publishers B.V./Advanced textbooks in Economics, nº 30»,
Amsterdam 1990, 1).
97
Cf. BUCHANAN James M., Constitutional Economics, en AA.VV., The
Invisible Hand, o.c., 79-87.
98
Cf. PORTA L., Le teorie, o.c., 1186. Recuérdese que el Premio Nobel de
Economía fue otorgado en 1993 a un historiador de la economía cuya obra está
dedicada a esta cuestión, Douglass C. North. Su libro más conocido,
Institutions, Institutional Change and Economic Performance, es ya un
testimonio de la importancia del tema.

- 144 -
ofrece potencialidades no actualizadas. Y si recordamos que
para muchos autores el pensamiento económico de Marx forma
parte de esa matriz, la fecundidad de ésta resulta mucho mayor.

- 145 -
2. El pensamiento económico como teoría económica:
los marginalistas
El “mercado” de los marginalistas y de los matemáticos,
también llamados “neoclásicos”, constituye un hito fundamental
en la formación del paradigma económico moderno. Con estos
autores el pensamiento económico se orienta más al
perfeccionamiento de los instrumentos analíticos de la
economía, principalmente las matemáticas, con el propósito de
hacer de ésta una ciencia con las características requeridas por
el pensamiento científico de la época 99. Simultáneamente a esta
profundización en el análisis, se da un empobrecimiento de los
temas que preocupan a los economistas. Este viraje se debe
tanto a necesidades internas del desarrollo teórico de la
economía, pues los clásicos habían dejado muchas preguntas
sin respuesta, como al ambiente social europeo del momento,
impactado fuertemente por el surgimiento del socialismo como
movimiento social y del marxismo como crítica teórica del
capitalismo y sus justificaciones intelectuales 100.

2.1. Los iniciadores, “economistas-economistas”

Los perfiles intelectuales de los autores claves de esta


corriente también cambian 101. Cronológicamente, aparece en
primer lugar Hermann Heinrich Gossen (1810-1858), dedicado
exclusivamente al estudio de los problemas económicos y autor
de una sola obra, Entwickelung der Gesetze des menschlichen
Verkehrs und der daraus flieszenden Regeln für menschliches
Handeln (1854) [El desarrollo de la ley de las relaciones entre
los hombres y de las reglas que se derivan para el intercambio],
en la que ya se encontraban las intuiciones básicas del
desarrollo teórico de este período 102. El núcleo de los
99
Cf. ZAMAGNI Stefano, Economic Laws, en AA.VV., The Invisible Hand, o.c.,
99-104.
100
“Las conclusiones políticas de la teoría clásica, simplemente, no eran
aceptables para la mayoría de los científicos sociales” (EKELUND R.B. - HÉBERT
R.F., Historia de la, o.c., 211). Parece ser que el acicate del marxismo no fue
tan importante en los iniciadores del marginalismo, pero sí en sus
continuadores (Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 185-186 y 212; DOSTALER
Gilles, Valor y precio. Historia de un debate, Terra Nova, México 1980; KÜNE
Karl, Economía y marxismo [4 vols.] Grijalbo, Barcelona 1977). Como
recopilación de tres artículos fundamentales en el debate, Cf. BÖHM-BAWERK-
HILFERDING-BORTKIEWICZ, Economia borghese ed economia marxista. Le
fonti dello scontro teorico «presentazione di Paul M. Sweezy», La Nuova Italia,
Firenze 1971.
101
Muchas de las contribuciones a la microeconomía en el siglo XIX vinieron
más de ingenieros que de filósofos (Cf. EKELUND R.B. - HÉBERT R.F., Historia
de la, o.c., 328-330).
102
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 186, n. 4 y 211; FERGUSON J.M.,
Historia de la, o.c., 150. Las dos “leyes” de Gossen sobre la conducta humana

- 146 -
marginalistas lo constituyen tres autores que
independientemente, pero casi simultáneamente, inician una
nueva fase en la evolución de la teoría económica 103, ellos son el
inglés Stanley William Jevons (1835-1882), cuya obra principal
fue The Theory of Political Economy (1871) pero de quien es
interesante notar que otra de sus obras fue Principles of the
science (1874), de carácter lógico-epistemológico 104, Karl Menger
(1840-1921), fundador de la escuela austríaca de economía 105 y
cuya obra principal es Grundsätze der Volkwirtschaftslehre
(1871) [Principios de economía pura]; en su obra Unterschungen
über die Methode der Sozialwissenschaften (1883)
[Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales],
propone el individualismo metodológico como método propio del
análisis económico106; su postulado es que los fenómenos
económicos sociales no son la expresión de alguna fuerza social
sino resultado de la conducta de los individuos y por lo tanto el
punto de vista “atomístico” es una necesidad metodológica sin
implicaciones éticas107, y por último, Léon Walras (1834-1910),
francés, primero en formular el equilibrio económico general
partiendo del marginalismo en su obra principal Eléments
d’Economie Politique pure (1874) 108. Lo esencial de las
aportaciones de los neoclásicos constituye el centro de la teoría
económica actual, cuyas conclusiones expondremos en
capítulos posteriores. Aquí sólo señalaremos los énfasis propios
de esta corriente en la concepción de la economía y, sobre todo,
sus implicaciones antropológicas y morales.
Dos cambios de perspectiva son cruciales en este
momento de la historia del pensamiento económico109:
1º el desplazamiento desde la perspectiva de la oferta a la
perspectiva de la demanda, es decir, del vendedor al
comprador o del coste a la utilidad, en la explicación de la
formación de los precios, y que en el fondo constituye un
cambio en la concepción del valor económico.
2º un cambio de sentido en la explicación causal de la
distribución de la riqueza en la que el mercado final, es decir,
permanecieron como legado común a todo el marginalismo. La primera se
refiere a la utilidad marginal decreciente y la segunda al equilibrio final del
consumidor (Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 341-342). Ofrecemos la
traducción de los títulos de las obras escritas en alemán porque es una lengua
que no estamos utilizando en este trabajo.
103
Cf. PORTA P.L., Le teorie, o.c., 1173-1174.
104
Cf. AA.VV., Enciclopedia dell’economia, o.c., 618.
105
Cf. FERGUSON J.M., Historia de la, o.c., 154.
106
Cf. AA.VV., Enciclopedia dell’economia, o.c., 702.
107
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 352.
108
Cf. Ibid., 1152-1153.
109
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 187-190.

- 147 -
el de bienes de consumo, es causa de la determinación de los
precios de los factores de la producción (salarios e intereses)
y, por lo tanto, de la distribución de la renta en un sistema
económico completo. En otras palabras, un cambio en la
concepción del proceso económico y sus fronteras.

2.1.1. El poder de la demanda: teoría subjetiva


del valor
Con respecto a la concepción del origen del valor
económico, o teoría(s) del valor, en la historia del pensamiento
económico se distinguen dos grandes vertientes: una que radica
el valor económico de un bien en el trabajo intercambiable por
aquél (Smith)110 o requerido para producirlo (Ricardo, Marx), y la
otra, que encuentra la fuente del valor de un bien en la utilidad
que proporciona a quien lo consume y que se manifiesta en la
preferencia por tal bien. La primera es más objetiva y
absolutista, la segunda más subjetiva y relativista. La primera es
propia de los autores clásicos, la segunda es la de los
marginalistas o neoclásicos111.
La teoría clásica del valor había dejado pendiente la
cuestión del valor de uso (satisfacción de necesidades) y su
relación con el valor de cambio (¿por qué vale más un diamante
que un vaso de agua?)112. La respuesta la dieron los
marginalistas con la teoría de “la utilidad marginal”, según la
cual, el valor de un bien radica en la utilidad que proporciona la
última unidad del mismo que es demandada, es decir, en su
escasez relativa o grado de saciedad con respecto a ese bien en
que se encuentra quien lo demanda. El valor económico de un
bien pasa así de la objetividad (trabajo requerido para
producirlo) a la subjetividad (escasez/utilidad de quien lo
demanda)113, por lo que esta teoría recibe también el nombre de

110
“The value of any commodity... to the person who possesses it, and who
means not to use or consume it himself, but to exchange it for other
commodities, is equal to the quantity of labour which it enables him to
purchase or command. Labour, therefore, is the real measure of the
exchangeable value of all commodities (WN, I. v. 1)” (citado por SKINNER A.S.,
Adam Smith, o.c., 16).
111
Para algunos autores hay en la obra de Smith una distinción entre “trabajo
ordenado o capaz de ser comprado” (to purchase or command, en palabras de
Smith) por un bien, lo cual remite en último término al precio de mercado de
éste y a la demanda, y “trabajo incorporado” (embodied) a un bien. En este
sentido ambas teorías, la del valor-utilidad/preferencia y la del valor-trabajo,
estarían ya en germen en el pensamiento de Smith (Cf. SCHETTINO M.,
Economía contemporánea. Un enfoque para México y América Latina,
Grupo Editorial Iberoamérica, México 1994, 18-19).
112
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 79-80.
113
Cf. Ibid., 122;

- 148 -
“teoría subjetiva del valor” 114. Para los clásicos la utilidad era
una cualidad intrínseca a los bienes e independiente de su valor
de cambio, ahora la utilidad es subjetiva y por ser fuente de
valor, que se objetiviza en la demanda efectiva, puede también
explicar el valor de cambio 115.
Una consecuencia de este énfasis en la subjetividad del
valor, importante para nuestro propósito, es que ahora el objeto
de estudio (y sujeto de las decisiones económicas) es el
individuo, y a partir de ese análisis “microeconómico” se dan las
generalizaciones de la teoría económica. Este hecho unido a la
posibilidad de matematizar los incrementos marginales de la
utilidad 116, a través del cálculo diferencial, fortaleció la
pretensión de hacer de la economía una ciencia semejante a la
ciencia de la mecánica estática, y de ahí la importancia del
“equilibrio” en la economía. Ya era posible sistematizar la
intuición de Bentham de hacer un cálculo matemático del placer
y del dolor117.

2.1.2. Una economía aislada de lo social


Con respecto al sentido y los límites del proceso
económico también se dio un viraje fundamental, al postular
que la determinación de los precios de los factores productivos,
y por lo tanto la distribución del ingreso, depende del mercado y
más específicamente del mercado de los productos finales 118.
114
Cf. PORTA P.L., Le teorie, o.c., 1173-1174; DOBB M., Teorías del valor,
o.c., 202-230.
115
Cf. PORTA P.L., Le teorie, o.c., 1174. La imposibilidad de pasar de los
precios de producción, propios de la teoría objetiva del valor (valor-trabajo), a
los precios de mercado, que consideran la dimensión subjetiva de la demanda
(utilidad), es una de las razones por las que se afirma que la teoría marxista no
es operativizable en las economías actuales (Cf. RICOSSA S., Diccionario, o.c.,
370). Ver antes la nota 3 de la Presentación de este trabajo y las notas 250 y
258 de este mismo capítulo.
116
Jevons afirma: “Me parece que nuestra ciencia debe ser matemática
simplemente porque trata de cantidades. Siempre que las cosas tratadas sean
mayores o menores en magnitud, las leyes y las relaciones deben ser de
naturaleza matemática” (citado por DOBB M., Teorías del valor, o.c., 203). Sin
embargo, esto no significa que afirme la prioridad del cálculo matemático o la
búsqueda de utilidad sobre las consideraciones o los sentimientos morales,
según John Rawls: “The theory of utility in economics began with an implicit
recognition of the hierarchical structure of wants and the priority of moral
considerations... Jevons states a conception analogous to Hutcheson’s and
confines the economist’s use of the utility calculus to the lowest rank of
feelings” (RAWLS John, A theory of justice, The Belknap Press Of Harvard
University Press, Cambridge, Massachusetts, 1994 [Twentieth Printing], 42-43
nota 23).
117
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 187-188 y 192.
118
Walras afirma que “aunque es verdad que los servicios productivos
(factores de la producción como el salario) se compran y se venden en sus

- 149 -
Para autores como Ricardo y Marx la distribución del ingreso y
las relaciones de intercambio tenían condicionantes sociales
más amplias y previas al juego del mercado, como las
condiciones de producción o las relaciones sociales de
producción. Con los marginalistas las variables económicas son
sólo las que se dan al interior del mercado y esto redefine los
límites de “lo económico” 119.

2.2. La escisión entre la ética y la economía


Lo anterior tiene consecuencias muy importantes para
el propósito de nuestra investigación, pues en el pensamiento
económico de los marginalistas se manifiesta claramente la
escisión, que no encontramos en los clásicos, entre las
dimensiones técnica y ético-institucio-nal de la economía:

1) En primer lugar, con la concepción económica de los


marginalistas quedan fuera del análisis económico los
factores institucionales que influyen en la distribución pues
ésta es únicamente resultado de las fuerzas del mercado. El
sistema económico queda así aislado del sistema social
global y ahora cuestiones como el régimen de propiedad o los
conflictos de clase se remiten al campo de las otras ciencias
sociales 120. Se trata en realidad de la expulsión de las
consideraciones éticas de la vida económica, cuestión que
está en el centro del debate sobre la economía durante todo
el siglo XX bajo diferentes formulaciones, como pueden ser
los falsos dilemas entre Estado y mercado o entre eficiencia y
justicia.
2) En segundo lugar, sobre todo por la pretensión de hacer de la
economía una ciencia exacta semejante a la mecánica
estática, la noción de “equilibrio” pasó a ser fundamental
como idea reguladora del análisis y para ello se postularon
condiciones ideales muy fuertes, como la competencia
perfecta o la ausencia de una dinámica desestabilizadora121.
3) En tercer lugar, la reflexión económica se concentró más en
lo que hoy se denomina “microeconomía”, descuidando así las
relaciones cau-sales más amplias de la vida económica
global 122. Cuando la concepción microeconómica tiende a
propios mercados especiales, los precios de estos servicios, sin embargo, se
determinan en el mercado de productos (bienes de consumo)” (citado por
DOBB M., Teorías del valor, o.c., 189, los paréntesis son nuestros).
119
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 188-190.
120
Cf. Ibid., 191-192.
121
Cf. Ibid., 192.
122
Cf. Ibid., 192-193.

- 150 -
constituir también la explicación de los fenómenos globales
estamos ante el riesgo de “economicizar” la vida política y las
relaciones internacionales, como está sucediendo
actualmente en países donde se toman decisiones
“macroeconómicas” con criterios “micro”.
4) En cuarto lugar, la “optimización” de la propia utilidad se
postuló como la racionalidad propia de los agentes
económicos, incluidos los productores, que bajo ciertas
condiciones tendría por resultado también la optimización de
la utilidad social 123. Esto tiene consecuencias ideológicas, y
por lo tanto sociales, de mucha trascendencia pues la virtud
de la eficiencia queda monopolizada por el mercado, de tal
manera que se dan por científicas afirmaciones dogmáticas
como la de que “lo privado”, por serlo, es eficiente y “lo
público”, también por el sólo hecho de serlo, es ineficiente.

5) Por último, la afirmación de que los precios de los factores de


la producción vienen dados por el mercado, excluyó la
consideración de las circunstancias sociales de los oferentes
(los obreros en el caso del “factor” trabajo) en la formación
de la oferta124, o como afirma Juan Pablo II, se pierde la
dimensión subjetiva del trabajo ante la priorización de su
dimensión objetiva, o técnica, pues al convertir el trabajo
objetivo en mercancía se convierte también en mercancía al
sujeto del mismo (LE,16-31).

123
Cf. Ibid., 193-194.
124
Cf. Ibid., 194-195.

- 151 -
Todo lo anterior no descalifica, aunque sí califica, el
progreso del pensamiento económico en este período. El
marginalismo permitió elaborar una explicación mas coherente
y operativizable de los fenómenos económicos. La noción de
equilibrio, muy estrecha en esta etapa del pensamiento
económico, abrió la puerta para la reconsideración de la
economía en su conjunto a través del concepto de equilibrio
“general”, lo que a su vez permitió a la economía del bienestar
plantear nuevamente el problema de la distribución y la
equidad.

2.3. Un mercado puro e ideal:


Léon Walras (1834-1910)
Walras fue quien llegó más lejos en la elaboración del
concepto de “equilibrio general” 125 como diferente al “equilibrio
parcial”. El equilibrio parcial estudia una parte de un sistema
económico, por ejemplo, una industria o un mercado, mientras
todo lo demás, esto es, el resto de las variables económicas, se
mantiene constante (el famoso ceteris paribus presente en
cualquier manual de teoría económica). El equilibrio general
incluye todas las variables económicas de una economía y
excluye “sólo” las variables no económicas (lo cual sigue
planteando el problema de la relación entre éstas y las variables
económicas) o, en otros términos, abarca a todos los agentes de
una economía y sus interrelaciones. Lógicamente, se suponen
los equilibrios parciales de todos los mercados y de todos los
individuos 126. Si consideramos las variables que el análisis de
equilibrio general considera como “no económicas” o
“constantes”: gustos, tecnología y recursos, incluyendo la
población, tal análisis sigue siendo parcial con respecto a lo que
es la vida económica real. A lo anterior habría que añadir las
“anomalías”, que trataremos al exponer las conclusiones de la
teoría económica en capítulos posteriores127.

2.4. Las “escuelas”


Muertos los fundadores del marginalismo se
consolidaron las “escuelas” económicas más allá de las
fronteras inglesas. Algunos hablan de la escuela inglesa, la
escuela alemana-austriaca, la escuela francesa, la escuela
125
Cf. Mc KENZIE Lionel W., General Equilibrium, en AAVV, General
equilibrium (THE NEW PALGRAVE), W.W. NORTON, New York-London 1989, 1-
35.
126
Cf. Ibid., 1.
127
Cf. Ibid., 28-29.

- 152 -
italiana, la escuela americana y la escuela escandinava 128. Para
otros las escuelas se reducen a tres, la inglesa, con Alfred
Marshall a la cabeza (1842-1924), la austríaca, con Friedrich von
Wieser (1851-1926) y Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914)
como representantes principales, y la de Laussane 129 con
Vilfredo Pareto (1848-1923) sucesor de Walras en la cátedra de
Laussane. Esta “segunda generación” de marginalistas converge
en lo esencial del marginalismo, sus diferencias son más de
formas de expresión y de acentos que de contenidos o método
analítico, pues todos postulan el individualismo metodológico de
Menger, aceptan las leyes de Gossen sobre la conducta humana
(utilidad marginal decreciente y equilibrio del consumidor),
asumen el método de los incrementos marginales y buscan las
condiciones del equilibrio 130.

2.5. Economía igual a matemáticas:


Vilfredo Pareto (1848-1923)

Por varias razones conviene cerrar este período con la


figura del italiano Vilfredo Pareto (1848-1923). Para algunos este
autor pasa sin pena ni gloria por la historia de la teoría
económica 131, para otros “es el último de los grandes
pensadores de la segunda generación” (de marginalistas)132. Sin
embargo, si consideramos su personalidad y el conjunto de su
pensamiento descubrimos que no puede pasar inadvertido en
esta exposición. Un primer dato interesante es la trayectoria de
sus preocupaciones intelectuales, que se inicia con la práctica
de la ingeniería en empresas ferroviarias y siderúrgicas 133,
después de veinte años pasa a la economía, interesado por la
relación de ésta con las matemáticas, y sus últimos años los
dedica a la sociología 134; esto ya es relevante para nuestro
interés de señalar los perfiles personales y sociológicos de los
formadores del paradigma económico hoy dominante, pues las
aportaciones teóricas de Pareto están estrechamente vinculadas
a su interés por las matemáticas. En su pensamiento económico,
esta tendencia lo lleva a intentar hacer de la teoría económica
128
Cf. PORTA P.L., Le teorie, o.c., 1174-1178.
129
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 360.
130
Cf. Ibid., 360.
131
“... entre otras cosas, procedió a corregir, sin mayor trascendencia, el
análisis de la utilidad y del equilibrio dentro de la corriente principal del
pensamiento económico” (GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 138); “Fuera de
esto (divorciar la teoría de la demanda de sus raíces hedónicas y utilitaristas)...
no hizo nada más que traducir el sistema de Walras a una forma más
accesible” (DOBB M., Teorías del valor, o.c., 229).
132
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., , o.c., 372.
133
Cf. AAVV, Enciclopedia de, o.c., 741.
134
Cf. Ibid., 372.

- 153 -
un pensamiento puramente formal, que haga abstracción de las
relaciones causales de los fenómenos económicos, esto es, que
postule simplemente la interdependencia matemática de los
mismos135. Esta tendencia se evidencia en su tratamiento de la
utilidad y del equilibrio general.

Partiendo de la imposibilidad, que ya había notado


Jevons, de hacer comparaciones interpersonales de las
utilidades 136, Pareto asume que las utilidades de un individuo no
son mensurables, pero afirma que sí pueden ser ordenadas
según una escala de preferencias que no requieren de ser
cuantificadas, pasando así del concepto de “utilidad”
proporcionada por un bien, al concepto de “preferencia” (o
“deseabilidad”) entre diversos bienes o combinaciones de
bienes. De aquí se puede elaborar una teoría de la elección
económica con formulación matemática, pues se pueden
elaborar “mapas de indiferencia” formados por varias “curvas
de indiferencia” que representen, cada una, diferentes
combinaciones de cantidades de bienes que son indiferentes (de
igual preferencia) para el consumidor. De esta manera, en cada
uno de los ejes de una gráfica cartesiana estaría medida la
cantidad a consumir de un bien y en cada curva una gama de
combinaciones de ambos bienes, lo cual permite formar un
mapa de combinaciones de bienes “más preferidas” (las que
están en curvas más alejadas del origen), combinaciones de
bienes “menos preferidas” (las que están en curvas más
cercanas al origen) y combinaciones indiferentes (las que están
en una misma curva). Si se introduce en el diagrama el
presupuesto (dinero) disponible para el consumidor (que se
puede graficar como una recta que une a los dos ejes) y se van
suponiendo cambios en el precio de uno de los bienes, la recta
del presupuesto va tocando tangencialmente a diferentes curvas
(si los precios van subiendo, curvas cada vez más cercanas al
origen) y la unión de todos estos puntos nos da una curva de
demanda sin necesidad de acudir a la categoría de “utilidad” 137.
Lo importante de esta teorización para nuestro
propósito es que se sustituye la categoría de “utilidad” (de
origen moral) de un bien, por la categoría de “preferencia” o
“deseabilidad” (de carácter empírico138, porque sólo se
manifiesta a través de la “demanda efectiva”, es decir, el poder

135
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 229-230; ROLL E., Historia de las,
o.c., 372.
136
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 261.
137
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 376. Una exposición bastante accesible
se puede encontrar en SAMUELSON P.A.-NORDHAUS W.D., Economía, o.c., 118-
125.
138
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 373.

- 154 -
de compra) de un bien, sin necesidad de considerar su real
capacidad de satisfacer o no una necesidad, o aumentar o no el
bienestar del consumidor139. Se desplaza así el interés de una
ciencia que busca “las causas” del progreso (Smith) a una
ciencia que sólo formaliza teóricamente los hechos; de una
ciencia que busca caminos para superar la escasez, a una
ciencia que sólo formula matemáticamente lo que todos
sabemos: que tenemos preferencias... pero que no todos
podemos hacer realidad, porque éstas son hechos que sólo se
realizan a través de una “demanda efectiva”. Esta tendencia a
liberar la teoría económica de toda connotación ética fue
general tanto en los economistas europeos como en los
norteamericanos, de tal manera que la rama “normativa” de la
economía, o “economía del bienestar”, quedó reducida a unas
cuantas páginas en los manuales universitarios 140, o “se la ha
metido en una caja arbitrariamente estrecha, separada del resto
de la economía”141. Este alejamiento entre la ética y la economía
ha traído como consecuencias el empobrecimiento de la
economía positiva, la marginación de la economía normativa y
el empobrecimiento de la ética142. Sin embargo, la influencia del
utilitarismo en la “economía del bienestar” no ha desaparecido,
como veremos en capítulos posteriores 143.

Con respecto al equilibrio general, Pareto demostró que


se puede formular matemáticamente como una
interdependencia general de todas las variables económicas 144.
El equilibrio general es el resultado del mecanismo del mercado
y por lo tanto remite al problema de la distribución, que en la
corriente marginalista es intrínseco a la racionalidad económica,
pero que deja sin resolver la cuestión de la equidad. La equidad
en la distribución de la riqueza y el ingreso ha sido una
preocupación siempre latente, aunque no siempre explícita, de
los economistas serios y Pareto no es la excepción, de hecho
culminó su carrera intelectual como sociólogo. Partiendo de
estadísticas sobre la distribución en varios países, Pareto
encontró que sus “curvas” eran similares, lo cual, según él,
reflejaba una regularidad natural que hoy se conoce como la
“ley” de la distribución de Pareto145, que no es sino la
justificación “económica” de su teoría sociológica de las élites 146.
139
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 229.
140
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 261.
141
Cf. SEN A., Sobre ética, o.c., 47.
142
Es la tesis de Amartya Sen en su obra citada.
143
Cfr. SEN A., Sobre ética, o.c., 47-74; RAWLS J., A Theory, o.c., 258-259 y
passim.
144
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 372.
145
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 138.
146
Cf. BOBBIO Norberto, élites, teoría de las, en AAVV, Diccionario de
política, Siglo Veintiuno Editores, México 19948, 519-527.

- 155 -
Si la “prueba” estadística ya es discutible, llama más la atención
la “explicación” de tal regularidad. Pareto afirma que refleja y se
debe a la desigual distribución de las capacidades humanas,
pero no demostró ni la coincidencia general de ambas
regularidades, ni la causalidad de la segunda con respecto a la
primera.

Pero más interesante para nuestro propósito es su


segunda conclusión. Si la distribución del ingreso es un
resultado natural de la distribución de las capacidades humanas,
la única manera de reducir la desigualdad, según Pareto, es la
elevación del ingreso medio, es decir, un crecimiento de la
producción más rápido que el crecimiento de la población. Esta
conclusión manifiesta el ultraliberalismo de Pareto 147 y evoca la
máxima neoliberal de “primero crecer y luego distribuir” que
puede justificar los costos sociales de cualquier programa
económico.

El divorcio entre la ética y la economía en el


pensamiento de Pareto es muy evidente en sus tesis
sociológicas. Pareto distingue dos fuerzas que influyen en el
cambio social: las fuerzas coercitivas, representadas por el
Estado y las leyes, y las fuerzas automáticas, más identificadas
con la libertad individual. Las fuerzas automáticas son causa de
progreso humano, las fuerzas coercitivas detienen el progreso 148.
Como se puede apreciar, el debate sobre la preeminencia del
Estado o la del mercado no es nuevo y atraviesa todo el
pensamiento económico moderno. Obviamente, en la
concepción de Pareto la economía es una ciencia “pura” que
tiene por objeto las acciones “lógicas” de los seres humanos, las
que eligen los medios objetivamente adecuados a los fines
deseados, y el conflicto entre fines (gustos) y las limitaciones de
los medios (obstáculos) da por resultado el equilibrio económico.
Por su parte, la sociología, que busca las condiciones de
equilibrio del sistema social, se ocupa de las acciones “no
lógicas” de los individuos y desemboca en su teoría de la
circulación de las élites149.

2.6. Las aportaciones de los marginalistas

La “revolución marginalista” que abarca las últimas


décadas del siglo XIX y primeras del XX, constituye en realidad
el pasado inmediato del pensamiento económico actual. Con
147
Cf. Ibid., 374-375.
148
Cf. Ibid., 374.
149
Cf. BOBBIO N., élites, o.c., 519-521; AAVV, Enciclopedia de, o.c., 741-
742.

- 156 -
respecto a los clásicos no sólo aportó nuevas herramientas de
análisis sino también un método nuevo 150 y parece que se debe
hablar más de superación, como una combinación de
continuidad y ruptura, que de una nueva teoría económica, al
menos con respecto a las intuiciones principales de los clásicos.
La preocupación fundamental sigue siendo la de buscar la
explicación “fundamental” del proceso económico, y la
pretensión básica sigue siendo la de dar validez universal a sus
teorías151. Las diferencias quedan expuestas en los párrafos
anteriores152.

3. La “revolución” keynesiana

En el período que va de la primera a la segunda guerra


mundial se consolidó la teoría económica marginalista, pero
también empezaron a perfilarse nuevos problemas y nuevas
inquietudes teóricas, sobre todo por exigencia de la misma
realidad social y económica de esos años. Basta con recordar el
fenómeno bélico en sí mismo y la gran crisis del 29. La primera
guerra generó problemas económicos que necesariamente
requerían de la intervención del Estado y esto dejaba mal
parada a una teoría fundamentada en el laissez-faire y enfocada
básicamente al análisis de los fenómenos microeconómicos.
Como consecuencia directa de la guerra, pasaron a primer
término las cuestiones monetarias, pues se habían dislocado las
vías normales del intercambio comercial y de comercio
internacional, debido a los cambios en las relaciones entre
deudores y acreedores y al ascenso de los nacionalismos
económicos 153.

150
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 336.
151
Cf. Ibid., 338-339.
152
Cf. Ibid., 339-341.
153
Cf. Ibid., 414-416.

- 157 -
En este último tema, lo mismo que en el campo de la
econometría, es indispensable mencionar a Irving Fisher (1867-
1947), economista norteamericano que con su “ecuación de
cambio”, que es una reexposición de la teoría cuantitativa del
dinero, la cual postula la variación de los precios en función del
volumen de dinero en circulación, dadas su velocidad y el
número de transacciones, es considerado como el principal
antecesor de la escuela monetarista actual 154.

En las dos décadas posteriores a la primera guerra se


pueden diferenciar dos grandes tendencias en el pensamiento
económico, que ya presagian la manifestación de uno de los
problemas fundamentales de la teoría actual, el de articular el
análisis microeconómico con el análisis macroeconómico, como
veremos más adelante. Por una parte, algunos economistas se
orientaron al perfeccionamiento de la teoría de la elección, la
producción y el intercambio, que había sido el ámbito propio de
los marginalistas. Otros se enfocaron a los problemas de la
estabilización monetaria, los ciclos económicos y la intervención
del Estado en situaciones de monopolio 155.

3.1. El equilibrio como


puente hacia la macroeconomía

En el campo microeconómico, cuyo contenido


constituye el núcleo de la economía moderna integrado por los
“equilibrios” (del consumidor, de la empresa y del intercambio),
más que cambios radicales hubo afinación en el análisis, sobre
todo por el recurso a las matemáticas, que permitieron la
creación de un lenguaje más universal. Sin embargo, también
surgieron problemas nuevos a los que se respondió con nuevos
análisis156. Con respecto al equilibrio del consumidor, se
asumieron casos sobre la formación de la demanda que antes
no habían sido considerados, como la situación en la que dos
bienes de consumo son complementarios entre sí, de tal manera
que el aumento en la demanda de uno repercute en el aumento
de la demanda del otro, en cuyo caso desaparece la

154
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 167-169; ROLL E., Historia de las,
o.c., 509-510. La teoría cuantitativa del dinero se remonta, al menos, a los
siglos XVII-XVIII con autores como John Locke (1632-1704), Richard Cantillon
(1680-1734) y David Hume (1711-1776) entre otros.
155
Cf. Ibid., 416.
156
En esta fase es imprescindible considerar el pensamiento de John Hicks
(1904-1989) -Premio Nobel de economía en 1972- con obras como The Theory
of Wages (1932), Value and Capital (1939), The Trade Cycle (1950), Capital and
Growth (1965), A Theory of Economic History (1969), Collected Essays on
Economic Theory (1982) y A Market Theory of Money (1989).

- 158 -
alternatividad entre los mismos, o el caso de los efectos de los
cambios en el ingreso y en los precios sobre la demanda de un
bien. Además se profundizó el análisis del equilibrio en el
intercambio y su posible estabilidad, así como el equilibrio de la
empresa, en donde se aplicaron las mismas herramientas que se
habían utilizado en la teoría del consumidor 157.

Sin embargo, el equilibrio de la empresa supone una


condición que cuando no se da plantea graves problemas, de
hecho se trata de una condición puramente ideal. Tal condición
es la competencia perfecta, que supone la simetría de todos los
agentes económicos, de tal manera que ninguno, aislado, tiene
influencia sobre la formación de los precios en el mercado. En
este estadio de la reflexión, si no hay competencia perfecta no
es posible el equilibrio del productor, lo cual afecta al equilibrio
de todo el sistema y consecuentemente a la teoría económica 158.

El problema del monopolio, un caso de competencia


imperfecta, impulsó avances teóricos importantes sobre todo
con autores como Piero Sraffa 159 (1898-1983), Eduard
Chamberlin160 (1899-1967) y Joan Robinson 161 (1903-1983) que
profundizaron en la posibilidad de un equilibrio sin competencia
perfecta. Los desarrollos teóricos de estos autores tuvieron
consecuencias importantes, porque si se postulan condiciones
de equilibrio para situaciones de competencia imperfecta, la
teoría se hace más “realista”, en el sentido de que puede
explicar más situaciones reales, y además se dan elementos
para juzgar desde la política, o desde la ética, situaciones de
equilibrio diversas, así como sus resultados, por ejemplo, en la
distribución del ingreso, por lo que ya no se puede hablar de
una distribución óptima de los recursos, ni de un “orden natural”
que a través del laissez-faire conduzca a la mejor situación
social. Con el análisis del “duopolio” queda también en
entredicho otra de las “verdades” del marginalismo, la de la

157
Cf. Ibid., 422-427.
158
Cf. Ibid., 427-428.
159
Production of Commodities by Means of Commodities (1960) es su obra
más mencionada, lo mismo que su edición de las obras de Ricardo The
Collected Works and Correspondence of David Ricardo (1951-1955).
160
Su obra Teoría de la competencia monopólica (1933).abrió la posibilidad
de considerar formas de mercado fuera del esquema de competencia perfecta
(Cf. Enciclopedia dell’economia..., o.c., 224).
161
En The Economic of Imperfect Competition (1933) profundiza sobre las
“estructuras de mercado” que consideraremos más delante, su The
Accumulation of Capital (1956) se enfoca sobre todo a cuestiones
macroeconómicas. Es muy importante en otros escritos su crítica a la teoría
económica por su defensa ideológica del capitalismo y por su incapacidad para
responder a los grandes problemas de la dinámica económica real (Cf. .
Enciclopedia dell’economia..., o.c., 958-959).

- 159 -
estabilidad del equilibrio 162. Este filón de la teoría económica
desapareció a partir del estallido de la segunda guerra mundial,
pero resurgió con la reacción antikeynesiana en décadas más
recientes163.

La inclusión del Estado como actor económico en el


debate teórico, se acentuó con el triunfo de la revolución
bolchevique y puso sobre el tapete un tema muy característico
en la discusión entre economistas orientales y occidentales, el
de determinar si se puede lograr una distribución racional de los
recursos sin el mecanismo fundamental del mercado que es la
formación de los precios, o desde otra perspectiva, si es posible
en una economía donde los factores productivos son de
propiedad colectiva, utilizar de alguna manera ese mecanismo o
suplirlo con otro. Se trata en último término del problema de la
posibilidad o conveniencia de una planificación de la actividad
económica. Con la experiencia de la guerra y la aportación de
Keynes el tema evolucionó hacia una formulación más
moderada, la del papel del Estado en la economía. El contraste
con la tradición marginalista planteaba nuevamente la discusión
sobre el ámbito y el método de la teoría económica. Como
reacción se acentuó la formalización matemática de la
economía, que se reforzó con la sociología de Weber y su
limitación del campo científico a la ordenación intelectual de
conceptos y juicios, que no son ni representan la realidad, pero
nos ayudan a entenderla. Esto reafirmaba la separación entre
ética y economía, fundamentada en la pretendida neutralidad
de ésta, pero en el ámbito puramente teórico condujo a la nueva
formulación de la teoría del equilibrio164. La posibilidad de un
equilibrio del sistema económico que sea resultado del sistema
de precios constituye, como veremos, un puente entre el
marginalismo y el “keynesianismo” que le siguió como teoría
económica predominante, sobre todo en el campo de la
aplicación de la teoría económica a los problemas de las
economías nacionales reales.

3.2. John Maynard Keynes (1883-1946)

La tendencia al análisis macroeconómico evolucionó


paralelamente con el análisis del equilibrio, de hecho en muchos
casos habría que citar a los mismos autores, pero su predominio
en el debate económico va unido a la figura y el pensamiento de
162
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 429-436; DOBB M., Teorías del valor,
o.c., 231-232.
163
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 436.
164
Cf. Ibid., 417-420.

- 160 -
John Maynard Keynes (1883-1946). Con Keynes el discurso
económico dominante se desplaza, por una parte, de la
consideración de los “agentes” y sus interrelaciones
(microeconomía) al análisis de los agregados económicos
(macroeconomía) y por la otra, a través de sus continuadores,
de la estática a la dinámica económica y el nuevo problema del
crecimiento165. En Keynes encontramos nuevamente al tipo de
economista fuertemente involucrado en la vida social y política
de su tiempo, de hecho es de los pocos grandes economistas
que tuvieron el privilegio de influir directamente, y no sólo a
través de sus escritos, en las grandes decisiones políticas de su
gobierno, pues además de escritor y maestro fue funcionario
público, inversionista, consultor del gobierno y estadista166.

165
Cf. DOBB M., Teorías del valor, o.c., 231.
166
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 437-438.

- 161 -
Su contribución teórica refleja los problemas de la
primera mitad del siglo XX. En ese sentido las necesidades de
las economías nacionales se habían adelantado a los aportes
teóricos de Keynes, pues antes de la aparición de su obra
principal, General Theory of Employment, Interest and Money
(1936), en países como Alemania, Suecia y los Estados Unidos
ya se aplicaban políticas económicas semejantes a las que se
deducirían del pensamiento keynesiano 167. Sin embargo, el
impacto teórico y político de su General Theory trascendió
fronteras, influyendo en la economía mundial de nuestro siglo, y
aún en nuestros días, a pesar de la “contrarrevolución
monetarista”, es inevitable el recurso a los principios de la
economía keynesiana, tanto a nivel de interpretación de la
realidad, como a nivel de respuestas prácticas a los problemas
económicos que el mercado por sí solo es incapaz de resolver.

3.3. Nuevas preguntas, nuevas teorías

Se ha dicho que la evolución de la ciencia económica es


en realidad el cambio de unas preguntas a otras, pues
diferentes intereses han dado lugar a teorías y metodologías
diferentes168. Keynes cambió la pregunta a la que intentaba
responder con su teoría, pues si para Smith la pregunta
fundamental había sido sobre las causas del progreso, si Ricardo
había buscado los determinantes de la distribución del ingreso y
los marginalistas habían orientado su análisis a los mecanismos
de la formación de los precios, para Keynes lo importante fue
establecer cuáles son las causas que determinan el nivel de
producción y empleo de una economía; se trata de una cuestión
claramente macroeconómica y en este sentido tal vez se pueda
afirmar que con él se da un retorno a los clásicos, aunque, como
veremos más adelante, difiere en aspectos fundamentales, que
han dado lugar a la expresión de “revolución keynesiana” para
referirse a la trascendencia de esta teoría169. Sin embargo, el
propósito de Keynes no era desechar las teorías anteriores, ni
siquiera la de los marginalistas, sino la de ampliar el
pensamiento económico con una teoría que permitiera orientar

167
Se habla de Hitler como “pre-keynesiano”, debido a que logró reducir
notablemente el desempleo con inversiones públicas. También en Suecia el
pensamiento de Knut Wicksell (1851-1926) había influido en la misma dirección
sobre las políticas de su gobierno, y lo mismo se puede afirmar de los gobiernos
de Herbert Hoover (1929-1933) y Franklin D. Roosevelt (1933-1945) en los
Estados Unidos (Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 242-247).
168
Cf. DOBB Maurice, Introducción a la economía, FCE, México 1986 (11ª
reimpresión), 5-9.
169
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 242, 253; ROLL E., Historia de
las, o.c., 441-443.

- 162 -
el ambiente macroeconómico del mercado, de tal manera que
éste llevara a su máxima potencialidad el aparato productivo y
el factor humano de una economía nacional 170, o en sus propias
palabras

170
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 443.

- 163 -
“...nos acercamos a una teoría más general, que
incluye co-mo caso particular la teoría clásica que
conocemos bien” 171.

Con respecto a los pensadores del período anterior,


Keynes cuestiona dos afirmaciones fundamentales
estrechamente relacionadas:

- la posibilidad de una sola posición de equilibrio


estático con pleno empleo, que excluye la posibilidad
de que una economía se estacione cuando aún no
están empleados todos sus recursos, y

- la tendencia inherente al sistema de mercado a


encontrar espontáneamente tal equilibrio, que
reduce la necesidad de la intervención del gobierno
para evitar las fricciones que obstaculizan el buen
funcionamiento del mercado172.

En la concepción anterior, el libre juego de la oferta y la


demanda, a través del mecanismo de precios, conducía
necesariamente a todo un sistema económico tanto al equilibrio
como al pleno empleo, de tal manera que cuando hubiera
trabajadores desempleados el mercado tendería
automáticamente a reducir los salarios, lo cual impulsaría a los
empresarios a ofrecer más puestos de trabajo hasta que todos
aquellos que estuvieran buscando empleo lo encontraran. De la
misma manera, el mercado llevaría a la inversión de todo el
ahorro a través del movimiento de la tasa de interés, si
aumentara el ahorro las tasas de interés bajarían y esto
impulsaría a los empresarios a invertir hasta que todo lo
ahorrado fuera invertido 173. Esto significaba que con una
cantidad dada de recursos nacionales sólo podía existir un único
nivel de actividad económica, aquel en el que todos esos
recursos están siendo utilizados eficientemente174.

En la economía keynesiana, el nivel de ocupación


(actividad económica de un país) depende de la demanda
efectiva (todo lo que se espera vender) generada por el ingreso
(pago que reciben todos los factores de la producción en
salarios, rentas, intereses y beneficios). En una primera
aproximación, el ingreso se descompone en gasto para el
consumo más ahorro, y el ahorro es lo que se destina a la
171
KEYNES John Maynard, Teoría General de la ocupación, el interés y el
dinero, FCE, México 1958 (2ª reimpresión) Prefacio.
172
Cf. DOBB M., Teorías del valor..., o.c., 235-236.
173
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 441-442.
174
Cf. Ibid., 441.

- 164 -
inversión, de tal manera que se pueden formular algunas
ecuaciones que describen los grandes agregados de una
economía (sin gobierno ni sector externo):

- 165 -
Ingreso = Consumo + Inversión, y

Ahorro = Ingreso - Consumo,

de tal manera que

Inversión = Ahorro

3.4. No todo lo que se recibe se consume:


la propensión marginal al ahorro

Sin embargo, para Keynes lo importante es saber cuáles


de estos términos son dependientes y cuáles son
independientes, cuál o cuáles determinan a los demás sin ser
determinados por ellos, ya que lo que se intenta localizar son las
causas que determinan los niveles de consumo e inversión que
generan el nivel de ocupación de los recursos de una economía
dada. Lo primero que se constata es que la proporción del
ingreso que se consume no siempre es constante para todos los
niveles de ingreso, ya que a medida que éste aumenta la
porción que se gasta en consumo es porcentualmente menor.
Existe entonces una “propensión marginal a consumir”
decreciente con relación al aumento del ingreso; y como lo que
no se consume se ahorra, entonces se puede afirmar que existe
una “propensión marginal al ahorro” creciente con respecto al
aumento del ingreso. Entonces, si el volumen de ocupación
depende de la demanda efectiva y ésta depende (en parte) de lo
que se consume, uno de los determinantes últimos del nivel de
ocupación será el nivel de ingreso pues no todo aumento del
ingreso generará necesariamente el mismo aumento en la
demanda efectiva por vía del consumo 175.

3.5. No todo lo que se ahorra se invierte:


la preferencia por la liquidez

Si todo lo que se ahorrara se invirtiera, el aumento en la


inversión compensaría la disminución en el consumo y el
sistema seguiría funcionando al máximo, pero Keynes encuentra
que no todo lo que se ahorra termina siendo invertido, porque la
gente prefiere conservar parte de sus ahorros en efectivo, hay
cierta “preferencia por la liquidez” que impide que la parte del
ingreso que no se consume vaya a dar totalmente a la inversión.
Tal preferencia por la liquidez tampoco es constante para todos
175
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 444-447.

- 166 -
los niveles de ingreso, pues al aumentar éste es mayor la
tendencia a conservar “dinero en efectivo” 176. Y aquí
nuevamente la distribución del ingreso es determinante, pues a
mayor ingreso mayor propensión a la liquidez y por lo tanto
menor ahorro disponible para ser invertido.
Existe entonces la posibilidad de que una economía se
equilibre en una situación en la que la demanda efectiva sea
menor a lo que se está produciendo, una situación en la que no
toda la remuneración de los factores productivos se convierta en
demanda de los bienes producidos por los mismos. Se rompe así
la “ley de Say”, según la cual “toda oferta crea su propia
demanda” o, en otras palabras, según la cual todo lo que se
paga en salarios, rentas y beneficios se convierte
automáticamente en demanda de bienes de consumo o de
inversión (a través del ahorro) de manera que todo lo que se
produce se compra. En el planteamiento keynesiano, se estaría
en una situación de equilibrio pero no de pleno empleo 177.
Entre el ingreso total de un país y su gasto total, que da
el nivel de ocupación, hay un flujo circular entre el ingreso y el
gasto a través de la inversión y el consumo, o demanda efectiva,
y de éste nuevamente al ingreso, pero el determinante último es
la composición del gasto, que a su vez depende de tres factores:
- la propensión marginal a consumir, que determina la
parte del ingreso que se convertirá en demanda de
bienes de consumo y a través de éste en demanda
de nuevos bienes de producción (multiplicador);
- la preferencia por la liquidez y
- la eficiencia marginal del capital, que determinan la
parte del ahorro que se destinará a la inversión.

3.6. Las consecuencias políticas e institucionales


Lo importante para nuestro propósito son las
consecuencias políticas e ideológicas que se siguieron de la
teoría keynesiana.

1ª La principal consecuencia práctica fue una conclusión


lógica de la posibilidad de que existan situaciones de
equilibrio con desocupación, unida a la posibilidad de que sea
el gasto total el que determine el nivel de ocupación: si en

176
Cf. Ibid., 447-450.
177
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 254-255.

- 167 -
una situación de desempleo se aumenta el gasto total éste
generará un proceso de consumo e inversiones que en último
término hará crecer la demanda total y como consecuencia la
ocupación, llevando el equilibrio a un nivel más alto de uso
de los factores productivos. Y como en un caso así las
posibilidades de inversión privada están muy limitadas,
entonces toca al gobierno desencadenar el proceso
aumentando su gasto. A nivel ideológico se trata claramente
de la reapertura del debate sobre la naturaleza benéfica de
las leyes del mercado, frente a la necesidad de la creación
deliberada, por parte de la administración pública, de las
condiciones necesarias para llevar al mercado a su máxima
eficiencia.
2ª Una segunda conclusión para la política económica fue
que si la propensión marginal al consumo y la preferencia por
la liquidez no son constantes para todos los niveles de
ingreso, entonces una política redistributiva puede influir en
el nivel del gasto total y por lo tanto en el nivel de
ocupación 178 o en palabras de Schumpeter, “la desigual
distribución del ingreso constituye la causa última de la
desocupación” 179.
3ª Una tercera consecuencia práctica es que el ahorro deja
de ser siempre una virtud benéfica para el sistema económico
global, pues como hemos visto, según Keynes, no todo ahorro
se convierte en inversión 180:
“De este modo nuestro razonamiento lleva a la
conclusión de que, en las condiciones
contemporáneas, el crecimiento de la riqueza, lejos
de depender de la abstinencia de los ricos, como
generalmente se supone, tiene más probabilidades
de encontrar en ella un impedimento. Queda, pues,
eliminada una de las principales justificaciones
sociales de la gran desigualdad de la riqueza.”181
La eficacia de la aplicación de las políticas económicas
derivadas de la teoría de Keynes, durante los años de la
posguerra, generó un auge de la teoría económica en diversas
direcciones. Con el énfasis keynesiano en los problemas
macroeconómicos se exploraron nuevos campos de desarrollo

178
Cf. KEYNES J.M., Teoría General, o.c., 357-359.
179
Cf. SCHUMPETER Joseph A., 10 grandes economistas: de Marx a Keynes,
Alianza Editorial, Madrid 1990 (5ª reimpresión), 391.
180
“Quien intenta ahorrar destruye el capital real” afirma Schumpeter,
interpretando a Keynes (Cf. SCHUMPETER J.A., 10 grandes economistas, o.c., p
391).
181
Cf. KEYNES J.M., Teoría General, o.c., 258 (énfasis nuestro).

- 168 -
teórico que con el tiempo reabrieron el debate sobre cuestiones
como el equilibrio, el crecimiento, las relaciones monetarias
internacionales, etc. En el ámbito de la práctica, los economistas
se transformaron en asesores de estadistas, sin olvidar que
muchos de ellos accedieron personalmente a puestos
importantes en la administración pública. Se generalizó el
estudio de la economía en las universidades del mundo y el
tema económico se convirtió en tema común e indispensable en
los medios de comunicación social. Nacieron las grandes
organizaciones internacionales orientadas a problemas
económicos, en las que los economistas ocupan un lugar
predominante. En este sentido se puede hablar de una
“institucionalización de la economía” 182.

182
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 487-502.

- 169 -
4. Los “bisnietos” de Smith:
síntesis neoclásica y desarrollos posteriores

Pero quedaba aún pendiente la articulación entre esta


“nueva economía” y la tradición anterior que hemos llamado
“marginalista” o “neoclásica”, pues Keynes había cuestionado la
teoría del equilibrio general que constituía el vértice de ésta
última. A la vez, y desde tiempos de Keynes, se había ido
gestando una nueva defensa del mercado con autores como
Ludwig von Mises (1881-1973) y su discípulo Friedrich August
von Hayek (1899-1992), ambos de la escuela austriaca. Por
último, en nuestros días también encontramos un regreso a los
clásicos, sobre todo en teorías que intentan desentrañar las
relaciones entre mercados e instituciones.

4.1. La síntesis neoclásica

El esfuerzo de síntesis se concretó en la llamada


“síntesis neoclásica”, “enfoque keynesiano convencional
moderno” o simplemente “economía convencional” 183, que
concibe el esquema keynesiano como un caso particular de la
teoría del equilibrio general de los neoclásicos, intentando así
dar un fundamento microeconómico a la Teoría General de
Keynes. Desde esta perspectiva, el análisis microeconómico es
una descripción aceptable de los mercados en condiciones de
pleno empleo, pero se requiere de un arbitraje exógeno, al estilo
keynesiano, que permita el equilibrio entre el desempleo y la
inflación y que se puede lograr a través del manejo de la
demanda global utilizando una política fiscal adecuada 184.

Sin embargo, el abuso de las políticas inspiradas en la


teoría keynesiana, que condujo a grandes déficit públicos y
problemas de inflación, así como la aparición de nuevos
problemas, como los casos en que coexistían la inflación y el
desempleo, generaron una reacción teórica que desembocó en
183
En la 15ª edición de su manual, Paul A. Samuelson, autor que hemos
tomado como punto de referencia para la economía convencional, se adhiere a
esta versión: “El punto de partida de este libro es, en conjunto, el enfoque
keynesiano convencional moderno de la economía. Este enfoque se pone de
relieve, en parte, porque es el que han adoptado más a menudo los gobiernos
de las principales economías de mercado, pero principalmente porque, a juicio
de los autores, es más acorde con las desordenadas y caóticas realidades
económicas que forman parte de la vida diaria” (SAMUELSON P.A. - NORDHAUS
W.D., Economía, McGraw-Hill, Madrid 199515, 613).
184
Cf. KREGEL Jan A., Teoria economica post-keynesiana, en AA.VV.,
Enciclopedia dell’economia, o.c., 857-858; AA.VV., Enciclopedia dell’economia,
o.c., 963-964 y 1018; LESOURNE Jacques, Y a-t-il crise de la science
économique?, en Etudes 360 (1984), 337-338; ROLL E., Historia de las, o.c.,
481-484.

- 170 -
la multiplicación de teorías que caracteriza a la ciencia
económica actual 185. Y nuevamente el trasfondo de la discusión
tiene un carácter fuertemente ideologizado, porque esta
reacción es también una respuesta al cuestionamiento
keynesiano de la racionalidad de las conductas individuales
cuando se aplican a la economía global, por ejemplo en el caso
del ahorro o de los salarios. Si como afirmaban los keynesianos,
la racionalidad individual no garantiza por sí sola un equilibrio
general aceptable, es necesaria la intervención del gobierno
para lograr tal objetivo y esto, en último análisis, cuestiona la
viabilidad del individualismo metodológico propio de la teoría
económica anterior, así como su complemento ideológico de la
existencia de una tendencia al equilibrio inherente al
mecanismo del mercado.

4.2. Las versiones económicas del neoliberalismo

La reacción emergió en nuevas apologías del mercado y


la racionalidad individual en el ámbito de la macroeconomía. Las
más consolidadas son la de los “monetaristas” y la escuela de
las “expectativas racionales” o “nueva macroeconomía
clásica” 186 que están en la base de las reformas neoliberales de
las últimas décadas 187. Ambas tienen como raíz común el
pensamiento de los autores de la “escuela de Chicago”,
básicamente el de Milton Friedman 188. Las divergencias entre la
síntesis neoclásica, el monetarismo y la escuela de las
expectativas racionales se dan fundamentalmente en torno a
tres cuestiones propias de la macroeconomía: los factores que
determinan la demanda agregada, el papel de la flexibilidad de
los precios y el grado de racionalidad de las decisiones de los
agentes189.

En esencia, el monetarismo actual afirma que:

185
Cf. LESOURNE J., Y a-t-il crise, o.c., 338.
186
Cf. SAMUELSON P.A. - NORDHAUS W.D., Economía, o.c., 620, 624 (15ª
ed.).
187
El monetarismo y la teoría de las expectativas racionales serían la parte
propiamente económica del llamado neoliberalismo, que es un fenómeno
teórico-práctico más amplio, pues además de los aspectos estrictamente
económicos incluye una visión de la sociedad y de la historia, así como los
instrumentos políticos adecuados para imponer tal visión. Esto se aplicaría
particularmente a la “versión” latinoamericana del neoliberalismo (Cf.
GALLARDO Helio, Elementos para una comprensión de los procesos de
cambio en América Latina, en CRIE [Centro regional de informaciones
ecuménicas] Documento 134 y 135, México D.F., 1996, 1-10; también cf.
GÓMEZ R.J., o.c. y GANDARILLA SALGADO J.G., o.c.).
188
Cf. SAMUELSON P.A. - NORDHAUS W.D., Economía, o.c., 620 (15ª ed.).
189
Cf. Ibid., 613 (15ª ed.).

- 171 -
1) la oferta monetaria (cantidad de dinero en todas sus formas
circulando en una economía) es, en el corto plazo (un período
en el cual las empresas pueden ajustar la producción
alterando los factores variables, como las materias primas y
el trabajo, pero no los factores fijos, como el capital) el único
determinante de la demanda agregada (gasto total planeado
o deseado en todos los mercados de una economía en un
período dado) y por lo tanto del Producto Interno Bruto (PIB)
nominal (valor de la producción total anual de una economía
a los precios actuales de mercado); en cambio, para la
economía convencional los determinantes de la demanda
agregada son varios, básicamente, la oferta monetaria, la
política fiscal y las exportaciones netas;
2) debido a que los precios son flexibles (se adaptan
rápidamente a los cambios en la oferta y la demanda) la
economía tiende al pleno empleo (máximo nivel de empleo
en una economía dado su capital disponible), por lo que, a
largo plazo (un período suficientemente largo en el que
pueden ajustarse todos los factores, incluido el capital), un
cambio en la oferta monetaria (o en la política fiscal si no se
equilibra con cambios monetarios) influye en los precios pero
no en el PIB real (PIB nominal corregido de inflación); para la
economía convencional los precios son rígidos, por lo que
puede haber desempleo y por lo tanto las políticas
económicas pueden influir a través de la demanda agregada
en el PIB real en el largo plazo;
3) la iniciativa privada tiende a la estabilidad, la inestabilidad
viene de las intervenciones gubernamentales en la oferta
monetaria.
La consecuencia obvia para las políticas económicas es
que los gobiernos deben mantenerse alejados de intervenir
discrecionalmente en las cuestiones monetarias y someter la
oferta monetaria a una regla fija de crecimiento constante,
mientras que la política fiscal resulta poco menos que inútil si no
se corrige con la monetaria 190. En este sentido hablamos de una
versión económica del neoliberalismo.
Por su parte, la escuela de las expectativas racionales
afirma que los individuos forman sus expectativas con un
conocimiento perfecto del modelo económico e información
perfecta de las variables pertinentes191 o, en otros términos, que
los agentes económicos particulares conocen perfectamente
cómo actúan los gobiernos, por lo que no pueden ser engañados
por éstos, y conocen perfectamente cómo funciona la economía,
190
Cf. Ibid., 622-623 (15ª ed.).
191
Cf. SCHETTINO M., Economía contemporánea, o.c., 265.

- 172 -
por lo que sus predicciones son correctas. Si a esto añadimos
que consideran que los precios son flexibles y por eso la
economía tiende al pleno empleo, la consecuencia lógica es que
las políticas económicas son ineficaces y que por ello es mejor
abstenerse de decisiones discrecionales por parte de los
gobiernos 192. Por ejemplo, si el gobierno decide reducir los
impuestos, los agentes preverán un déficit fiscal que llevará en
el futuro a aumentar los impuestos, por lo que en lugar de
gastar el excedente que les dejó la disminución de impuestos,
que es el objetivo del gobierno, lo ahorrarán para pagar
impuestos en el futuro 193. Se trata entonces de otra versión
económica del neoliberalismo.

192
Cf. SAMUELSON P.A. - NORDHAUS W.D., Economía, o.c., 624-627 (15ª
ed.).
193
Cf. SCHETTINO M., Economía contemporánea, o.c., 266-267.

- 173 -
Sin embargo, el propósito final es idéntico: rescatar la
racionalidad de la conducta individual del homo œconomicus
como explicación y causa última de los fenómenos globales de
la economía, lo que plantea como problema fundamental el de
establecer los fundamentos microeconómicos de la
macroeconomía 194. Esta reacción ha fortalecido los postulados
básicos de la teoría económica moderna y en este sentido las
teorías de Keynes, aunque dieron lugar a disidencias
importantes, no se pueden caracterizar como radicalmente
críticas de la misma, sino como un estímulo para su refinamiento
teórico195. En palabras de Keynes:
“Por consiguiente, mientras el ensanchamiento de las
funciones de gobierno, que supone la tarea de
ajustar la propensión a consumir con el aliciente para
invertir, parecería a un publicista del siglo XIX o a un
financiero norteamericano contemporáneo una
limitación espantosa al individualismo, yo las
defiendo, por el contrario, tanto porque son el único
medio practicable de evitar la destrucción total de las
formas económicas existentes, como por ser
condición del funcionamiento afortunado de la
iniciativa individual.”196
En síntesis, se puede afirmar que, a lo largo de los
últimos decenios, la versión económica del liberalismo
occidental se ha consolidado teóricamente sin rupturas
esenciales con respecto a la tradición que viene desde los
clásicos, y esta consolidación es indiscutible sobre todo en el
análisis microeconómico. Lo que se cuestiona actualmente entre
las diversas corrientes de la teoría dominante, no es tanto su
individualismo metodológico sino cómo ampliarlo al ámbito
macroeconómico . Este es el caso de la teoría de la “elección
pública” (public choice), particularmente de la “economía
constitucional” (constitutional economics) de James Buchanan,
quien reivindica esta teoría como prolongación de la de los
clásicos, principalmente la de Smith, en el sentido de que éste
se empeñó en la comparación de estructuras institucionales
alternativas al interior de las cuales los agentes económicos
toman decisiones, y en el sentido de que la economía política
clásica emergió de la filosofía moral197. Para Buchanan, el objeto
de esta teoría no es tanto el de analizar la elección al interior de

194
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 555-559; SOCI Anna, Offerta, en AA.VV.,
Enciclopedia dell’economia, o.c., 773-774; AA.VV., Enciclopedia
dell’economia, o.c., 765.
195
Cf. GALBRAITH J.K., Historia de la, o.c., 257-258.
196
Cf. KEYNES J.M., Teoría general, o.c., 364 (énfasis nuestros).
197
Cf. BUCHANAN J. Constitutional economics, o.c., 79, 80, 81 y 82.

- 174 -
un conjunto de restricciones (choice within constraints), como es
el caso de la microeconomía, sino de analizar la elección entre
conjuntos de restricciones (choice of/among constraints),
entendiendo por restricciones las instituciones (legal
constitutional rules) o reglas que definen el marco en el que
ordinariamente son tomadas las decisiones de los agentes
económicos y políticos. Enraizado en el criterio de unanimidad o
consenso de Wicksell (unanimity or consensus test) desemboca
en el neocontracualismo y en la filosofía política 198. Y aun cuando
afirma que la economía constitucional “regresa lo político a la
economía” 199 su opción por el individualismo metodológico más
estricto200, y su defensa del homo economicus como sujeto no
sólo de las decisiones y relaciones económicas sino también de
las políticas201 lo ubica más bien en la corriente ortodoxa más
radical (neoliberal) de la economía moderna202.

4.3. Economía e instituciones


Por último, entre los intentos por ampliar la
comprensión de la economía real es importante consignar en
este esbozo histórico el esfuerzo de Douglass C. North por
comprender el desempeño de una economía a través del
tiempo, buscando la clave de explicación de ese proceso en el
marco institucional en el que se desenvuelven las relaciones
económicas. Aunque North denomina su teoría como “teoría
económica institucional”, no se debe confundir su pensamiento
con el de la llamada “economía constitucional” que expusimos
más arriba y que algunos califican de “neoinstitucionalismo”. Si
quisiéramos ubicar a este autor en una corriente del
pensamiento económico, tendríamos que hacer referencia al
“institucionalismo” americano de la primera mitad de este siglo,
con autores como Thorstein Veblen (1857-1929), John Rogers
Commons (1862-1945), Wesley Clair Mitchell (1874-1948),
198
Cf. Ibid., 83-84; Cf. BUCHANAN J., Economics in the post-socialist
century, en HEY John D. (edit.), The future of economics, Royal Economic
Society/Blackwell Publishers, Oxford 1992, p 19. El consenso por unanimidad de
Wicksell, se refiere a las decisiones públicas: “en el análisis final, la unanimidad
y el consentimiento completamente voluntario en la toma de decisiones
proporcionan la única garantía cierta y palpable contra la injusticia en la
distribución de los impuestos” ( EKELUND R.B. - HÉBERT R.F., Historia de la,
o.c., 681).
199
“... restores «political» to «economy»...” (BUCHANAN J., Constitutional,
o.c., 87).
200
“... central methodological presupposition... that locates the ultimate
sources of value exclusively in individuals” (Ibid., 83).
201
Cf. Ibid., 84-85.
202
Buchanan lo explicita así: “Constitutional economics, ...shares a central
methodological presupposition (el individualismo metodológico) with both its
precursor, classical political economy, and its counterpart in modern
neoclassical economics” (Ibid., 83, paréntesis nuestro).

- 175 -
Clarence E. Ayres (1892-1972) y más recientemente John
Kenneth Galbraith (1908), pero tal referencia no se debe
confundir con identidad o continuidad. Ni siquiera los
institucionalistas mencionados llegan a formar una “escuela”, lo
que tienen en común entre sí es que introducen en el análisis
económico factores que para la economía convencional son
considerados como variables exógenas, básicamente, las
instituciones o marco jurídico y cultural en el que se dan las
relaciones económicas. La afinidad del pensamiento de North
con estos autores tampoco iría más allá de tal enfoque 203.

203
Cf. EKELUND R.B. - HÉBERT R.F., Historia de la, o.c., 480-506; CONTRERAS
SOSA Hugo J., Institucionalismo y neoinstitucionalismo: un abecedario
económico, en Economía informa 257 (1997) 5-9; AA.VV., Enciclopedia
dell’economia, o.c., 613-614.

- 176 -
North es un historiador de la economía y su objetivo es
encontrar la explicación de las diferencias en la evolución de
largo plazo de las economías nacionales. Aunque su propósito
no es proponer una nueva teoría económica o un modelo
diferente de sociedad, su conclusión es que para entender la
economía es necesario entender las instituciones y para
entender las instituciones es necesario desentrañar los factores
que explican el cambio de aquéllas a través de la historia. Entre
esos factores tienen especial relevancia el uso del poder político,
que desemboca en la creación o reforma de las instituciones
formales, y los factores culturales, como la moral y las
ideologías, que se expresan en instituciones informales y que
evolucionan por causas distintas y a ritmos diferentes en
comparación con las primeras. Ambos elementos tienen una
profunda incidencia en el tipo de economía y de mercados que
se dan en una sociedad específica: hay marcos institucionales
que fomentan la eficiencia y hay marcos institucionales que la
dificultan. En el campo de la teoría económica, su conclusión es
que el paradigma neoclásico es insuficiente para la comprensión
de la economía real, por lo que se debe modificar y enriquecer
con las aportaciones de la teoría de las instituciones, o en otras
palabras, “debemos desarrollar una verdadera disciplina de
economía política” 204.
La teoría de North es un instrumento esencial en la
investigación que estamos presentando, porque se puede
constituir como mediación entre la teoría económica y una
teoría de la justicia, al vincular definitivamente al mercado con
la política (instituciones formales) y la cultura (instituciones
informales), abriendo posibilidades para responder a la
necesidad expresada por los teólogos latinoamericanos de
encontrar mediaciones institucionales para los proyectos
históricos inspirados en la utopía. Y aún cuando lo que está
haciendo North es en el fondo una apología de las instituciones
de los países desarrollados, su teoría nos permite ampliar la
discusión sobre la economía a los campos de la política y la
cultura. Por eso no abundamos más en esta teoría y le
dedicaremos una sección especial en el capítulo cuarto.

5. Las “revoluciones” en la historia del pensamiento


económico moderno
Cuando analizamos los textos teológicos que se refieren
a la economía, encontramos que un aspecto fundamenal en sus
críticas a la economía occidental es la descalificación de la

204
NORTH Douglass C., Institutions, institutional change, o.c., 112.

- 177 -
teoría económica dominante. Los argumentos más radicales van
contra su reduccionismo al intentar explicar la realidad
económica y contra su carácter ideológico, que la convierte en
instrumento teórico para justificar la concentración de la
riqueza, y la ampliación y profundización de la pobreza,
atribuidas al sistema capitalista. Es obvio que la teoría
económica es reduccionista en sus postulados antropológicos
pero, como veremos ahora, esto no significa que no sea
científica en el sentido más aceptado actualmente. También es
evidente que ha sido utilizada y se sigue utilizando como
instrumento ideológico, pero esto no significa que no pueda ser
utilizada como instrumento explicativo si su uso se somete a
ciertas condiciones teóricas y morales. Para esto es
indispensable acercarnos a la teoría económica desde la
perspectiva epistemológica.

A lo largo del proceso descrito se manifiestan rupturas y


continuidades en el pensamiento económico. Es innegable una
tendencia permanente a desentrañar la racionalidad de los
fenómenos económicos, tanto en su dimensión individual como
en su dimensión colectiva o social, lo mismo que un esfuerzo
continuo por afinar los instrumentos de análisis que pretenden
ayudar a explicar tal racionalidad. También es continua la
afirmación de haber descubierto generalidades o “leyes” en el
comportamiento de los agentes económicos. Por otra, parte hay
temas que van desapareciendo, o que se olvidan por un tiempo
y después vuelven a ser objeto del interés de los economistas,
así como virajes en la concepción de los elementos y procesos
económicos.

En conjunto se puede apreciar una fuerte presencia de


los aspectos morales e institucionales en el pensamiento
económico durante el período clásico, seguida de una
abstracción generalizadora que los deja en segundo plano en el
pensamiento económico de los marginalistas, para volver a ser
focos de atención importantes en nuestro siglo. Sin embargo, ni
las continuidades significan que todo ya estaba en Smith y lo
demás sólo han sido refinamientos metodológicos o de lenguaje,
ni las rupturas significan “revoluciones” (en el sentido kuhniano
del término) que hayan desechado todo lo anterior. Todo
depende de cómo se conciba el progreso del pensamiento
económico a través de su historia.

El término “revolución” en la historia del pensamiento


económico es previo a la aparición de la obra de Thomas S.
Kuhn La estructura de las revoluciones científicas (1962). Sin
embargo, la noción de “revoluciones científicas” de este autor

- 178 -
puede ser útil como punto de referencia para establecer en qué
sentido se puede hablar de progreso en la teoría económica
desde una perspectiva científica. La teoría de Kuhn fue
elaborada para explicar los cambios de paradigma en las
ciencias de la naturaleza, como la física y la química, y aún
cuando la economía tiene algunos rasgos de ciencia empírica,
como la estadística o el uso de las matemáticas, predominan en
ella cuestiones mucho más cercanas a las ciencias sociales o de
la conducta. La economía también tiene por objeto las “cosas”,
en su caso los bienes económicos que pueden ser cuantificados,
pero se trata de cosas que se constituyen en medios de
relaciones humanas como las de producción, de intercambio y
de consumo.

- 179 -
Para Kuhn, una revolución implica discontinuidades y
pérdidas de conocimiento, debido precisamente a que una
revolución es una lucha entre paradigmas incompatibles 205. En el
caso de la teoría económica la pérdida de conocimiento a través
del tiempo es particularmente cierta206, y para confirmarlo baste
como ejemplo las pérdidas que ha implicado la exclusión de la
explicación marxista de la realidad económica del campo de la
“ciencia normal”, que en nuestro caso sería lo que estamos
llamando “economía convencional”. Piénsese por ejemplo en las
categorías de “trabajo”, transformada por la economía
convencional en la categoría “factor de producción”, y
“necesidad”, convertida en “capacidad de demanda” que son
indispensables para una concepción más humana de los
fenómenos económicos.
Las pérdidas y discontinuidades en el progreso del
conocimiento económico nos remiten necesariamente a su
dimensión histórica. En economía no sólo debemos considerar
los cuestionamientos -los “enigmas” y “anomalías” de Kuhn 207-
que provienen de la misma relación entre actividad científica y
realidad, sino también los cuestionamientos que se generan
externamente a la misma, esto es, los cambios históricos en su
objeto mismo de estudio o “universo económico”. La realidad
económica es histórica y no puede ser estudiada como
“naturaleza”, y si a esto añadimos que el economista está
involucrado en el objeto de estudio de su disciplina,
entenderemos que se den cambios de interés en las
preocupaciones científicas de los economistas, o incluso
invalidación de respuestas anteriores que fueron elaboradas
para otra circunstancia social 208.

Para Kuhn, las revoluciones científicas implican la


exclusión del antiguo paradigma. Sin embargo, en economía no
hay derrotas rápidas, completas y duraderas de un paradigma, y
esto simplemente porque no existe la posibilidad de
contrastaciones empíricas decisivas entre dos realidades
económicas, a lo que se debe añadir la enorme influencia de los
factores ideológicos y políticos que están detrás de la
permanencia de una explicación económica. Por lo tanto, en
economía la “ciencia normal” lo es en un sentido mucho más
relativo, porque como nunca desaparecen totalmente los
paradigmas alternativos, los cuestionamientos siguen siempre
presentes, con más o menos latencia. Su vigencia parece
depender más de factores sociológicos, como el medio
205
Cf. KUHN T.S., La estructura, o.c., capítulo IX.
206
Cf. HUTCHISON T.W., Sobre revoluciones, o.c., 383-384.
207
Cf. KUHN T.S., La estructura, o.c., 68-79 y 92-111.
208
Cf. HUTCHISON T.W., Sobre revoluciones, o.c., 384-385.

- 180 -
académico, los intereses de los grupos en el poder o
simplemente la moda, que de las demostraciones empíricas
realizadas 209.
Por último, en economía es difícil aceptar las
afirmaciones de Kuhn de que “una vez alcanzado el status de
paradigma, una teoría científica se declara inválida sólo cuando
se dispone de un candidato alternativo que ocupe su lugar” o de
que “la decisión de rechazar un paradigma es siempre,
simultáneamente, la decisión de aceptar otro, y el juicio que
conduce a esa decisión involucra la comparación de ambos
paradigmas con la naturaleza y la comparación entre ellos” 210.
Por las mismas razones anteriores los economistas tienen más
posibilidades de permanecer en terreno de nadie durante largos
períodos 211.

5.1. En economía, revoluciones “sui géneris”

¿En que sentido entonces se puede hablar de


“revoluciones” en la historia del pensamiento económico?
Cuando los economistas hablan de “revoluciones” se refieren a
cambios relativamente rápidos y comprehensivos de la teoría
económica, pero que, como vimos anteriormente, no
necesariamente constituyen la sustitución de un paradigma por
otro, ni se difunden tan rápidamente como en el caso de las
ciencias naturales, ni alcanzan el mismo consenso; en economía
los “derrotados” pueden revivir212.

En la historia de la economía ha habido muchos


cambios de temática o metodología, pero no todos pueden
considerarse como “revoluciones”. Los fisiócratas son en
realidad parte de la gran revolución del laissez-faire que tuvo su
auge con los clásicos. Las aportaciones de Ricardo no cambiaron
sustancialmente los contenidos de sus antecesores y su
notoriedad se encuentra más bien en el método de análisis. El
marxismo debe ser considerado aparte porque, incluso desde su
propia perspectiva, el hecho de que no se haya dado la
revolución social que predijo, implica que tampoco en el
pensamiento la hubo; además es difícil hablar de “una
comunidad científica” en el ámbito del marxismo. Y después de
209
Cf. Ibid., 385-386.
210
Cf. KUHN T.S., La estructura, o.c., 128-129.
211
Cf. HUTCHISON T.W., Sobre revoluciones, o.c., 386-387. Esto es
particularmente cierto en el período posterior al auge de la economía
keynesiana (Cf. HEILBRONER Robert - MILBERG William, La crisis de visión en
el pensamiento económico moderno, Paidós, Barcelona 1998).
212
Cf. Ibid., 351-354.

- 181 -
Keynes habría que analizar si el auge del monetarismo y de la
teoría de las expectativas racionales, que son la base teórica de
las políticas neoliberales, es propiamente una revolución
científica213.

Quedan entonces como grandes puntos de inflexión o


“revoluciones” (en caso de que se quiera usar tal categoría) en
la teoría económica dominante:

213
Cf. Ibid., 354-356. Samuelson añade el ultraclasicismo, o economía del
lado de la oferta, y afirma que se trata de “escuelas” o “facciones” “en liza”
que se ubican en el ámbito de la macroeconomía y que no han logrado
imponerse a la comunidad de los economistas convencionales (Cf. SAMUELSON
P.A.-NORDHAUS W.D., Economía, o.c., 613-636).

- 182 -
- la revolución smithiana (o del laissez-faire),
- la revolución jevoniana (o de la utilidad/marginalista)
y
- la revolución keynesiana (o macroeconómica)214.
Los principales componentes de las revoluciones en el
pensamiento económico serían entonces los siguientes:
- Cambios en los objetivos de la política económica.
Por ejemplo, la teoría de Smith implicaba reducir la
intervención del Estado en la economía, mientras que
la de Keynes indujo a dar más importancia a la lucha
contra el desempleo a través de las políticas
económicas del Estado.
- Cambios de intereses o de prioridades de la
investigación, o lo que algunos han llamado
“cambios de atención”. Como ejemplo se puede citar
el gran cambio de atención de la oferta a la demanda
por parte de los marginalistas.
- Cambios en la terminología, en el marco conceptual o
en la formulación de una teoría. Esto es muy claro
también en la invasión del uso de las matemáticas en
el análisis económico que se dio con los
marginalistas.
- Cambios de contenido empírico, verificable y
refutable, que sería lo más cercano a una revolución
en el sentido de Kuhn. Como vimos anteriormente
este tipo de cambios es muy relativo en teoría
económica, por la fuerte presencia de factores
sociales e ideológicos y por la dificultad de realizar
refutaciones empíricas en materia de economía. Una
nueva “ley” puede perder credibilidad o simplemente
ser rechazada cuando su verificación implica estudios
estadísticos, siempre muy discutibles, o porque los
cambios sociales la vuelven inoperante. Sin embargo,
la aceptación o rechazo de este tipo de cambios nos
remite nuevamente a la explicación que se dé de los

214
Cf. HUTCHISON T.W., Sobre revoluciones, o.c., 354. Otros dividen la
historia del pensamiento económico bajo el criterio de “situaciones clásicas”
(en las que se logra un cierto consenso en torno a una teoría) y señalan cuatro:
la que se da con Adam Smith, la representada por la obra de John Stuart Mill, la
que se da en torno al marginalismo con la obra de Alfred Marshall y, por último,
el consenso en torno al keynesianismo. Según esta interpretación, actualmente
estaríamos en un período de “crisis de visión” del pensamiento económico,
opuesta a lo que sería una “situación clásica” (Cf. HEILBRONER R. - MILBERG
W., La crisis de, o.c., 28-39).

- 183 -
mismos en términos de historia del pensamiento
científico215.

5.2. Las causas de las revoluciones


Desde el punto de vista de los economistas que han
estudiado las revoluciones en la teoría económica, encontramos
varios tipos de explicación de lo que ha sucedido en tales puntos
de inflexión. Para algunos se trataría de una expansión del
contenido empírico o “crecimiento del conocimiento objetivo”
del tipo que propone Lakatos como “historia interna” o
“reconstrucción racional” del progreso de una ciencia 216. Parece
ser que esta reconstrucción racional de la teoría económica es
aún sólo un buen deseo y no es seguro que exista consenso
sobre la posibilidad de realizarla. Sin embargo, existe una
evidencia mínima de que sí se ha dado un cierto crecimiento del
conocimiento de los fenómenos económicos, aún cuando no hay
un acuerdo sobre los momentos, los lugares y los contenidos
precisos de tal crecimiento217. De esta reconstrucción que
demuestre la existencia o no de una ampliación de los
contenidos empíricos de la teoría económica, depende que ésta
pueda o no ser considerada como una ciencia empírica218.

Otros explican los cambios en la historia del


pensamiento económico como respuestas a los grandes cambios
históricos de las condiciones y las instituciones económicas, que
plantean nuevas urgencias sociales prácticas, las que a su vez
impelen a los economistas a elaborar nuevas teorías.
Evidentemente no hay contradicción entre esta explicación y la
anterior, pues un cambio de este tipo puede dar lugar a la
ampliación del conocimiento objetivo de la realidad económica.
Es importante aclarar que esta explicación no se refiere a la
forma como se llega a las respuestas, en donde sí se puede
hablar de ideologización o defensa de intereses de parte de la
teoría, sino a la forma en que aparecen nuevas preguntas
generadas por realidades sociales objetivas 219.
215
Cf. Ibid., 356-360.
216
Cf. PÉREZ RANSANZ Ana Rosa, Modelos de cambio científico, en
MOULINES C. Ulises (ed.), La ciencia: estructura y desarrollo, Trotta, Madrid
1993, 181-202.
217
Para algunos, los avances más evidentes se han dado en cuanto a los
datos económicos, las predicciones empíricas y los progresos tecnológicos
-como herramientas para el análisis- (Cf. HOOVER Kevin D., Why does
Methodology matter for Economics?, en The Economic Journal 430 [1995]
726-731).
218
Cf. HUTCHISON T.W., Sobre revoluciones, o.c., 362-365.
219
Cf. Ibid., 365-368. Muy cercana a esta postura está la que distingue en el
pensamiento económico dos dimensiones, la de la “visión” (un esquema
explicativo o percepción de las experiencias de la vida político-material) y la del
“análisis”. Según esta interpretación, los cambios en el consenso en torno a una

- 184 -
Otra explicación afirma que se trata de cambios en las
normas y criterios intelectuales de los economistas, derivados
de cambios sociológicos en esa profesión, poniendo claramente
el acento en el aspecto subjetivo de las revoluciones. Se trata
del extremo opuesto a la primera explicación, de carácter
preeminentemente objetivista. Después de lo que hemos visto
hasta aquí, es evidente que los cambios en la teoría económica
se deben a factores que van más allá del ambiente intelectual
en el que se elaboran 220.

teoría (“situación clásica”) estarían determinados por los cambios de visión que
posteriormente repercutirían en los cambios propiamente analíticos (Cf.
HEILBRONER R. - MILBERG W., La crisis de, o.c., 39-43).
220
Cf. Ibid., 368-375.

- 185 -
Como dijimos anteriormente, no se trata de
explicaciones excluyentes entre sí. Un cambio de interés o de
atención se puede deber tanto a la aparición de nuevas
preguntas planteadas por los cambios sociales, como a un
cambio en el ambiente intelectual de los economistas. De
cualquier manera, no se puede negar la presencia de factores
como la ideologización o dogmatización de una teoría en
cualquier tipo de explicación que se proponga sobre las
revoluciones en el pensamiento económico. Aunque también
sería imprescindible definir el contenido del término “ideología”,
que no necesariamente debe corresponder a la noción hegeliana
de “falsa conciencia”, sino que puede también ser entendido
como refiriéndose a la relatividad histórica de cualquier idea221.

En el extremo opuesto a la consideración de la teoría


económica como pura apologética del capitalismo, estaría la
concepción de la misma como una “caja de herramientas”
utilizable para cualquier situación real. Una estructura
puramente formal -la caja de herramientas- no tendría nada que
ver con los problemas económicos reales, ni por eso mismo con
una historia del pensamiento económico. Pero, si la “caja de
herramientas” es más bien un sistema lógico de proposiciones
sobre la realidad, entonces no puede ser suprahistórica. De
cualquier manera, en un sistema lógico de proposiciones sobre
la realidad está necesariamente implicada la cuestión de la
relación causal entre fenómenos y aquí, a fortiori, se supone una
ideología como explicación o visión del mundo que sustente la
dirección de causa a efecto222. El ejemplo más contundente de
esta afirmación está en las direcciones opuestas de causa a
efecto postuladas por el individualismo metodológico y el
holismo en la explicación de las relaciones entre individuo y
sociedad, así como en sus consecuencias para la teoría
económica o para las políticas económicas, por ejemplo en el
debate sobre la intervención o no de entidades no económicas
en el ámbito de los mercados.

Habrá que considerar entonces un movimiento “de ida y


vuelta” entre pensamiento económico y factores sociales, en el
que se incluyan tanto el influjo de las condiciones sociales sobre
el pensamiento económico, como el influjo de éste sobre
aquéllas. La vida social, con sus teorías y su praxis, genera
problemas a los que intenta responder la teoría económica, pero
ésta, a través de las políticas económicas, genera nuevos
problemas que impulsan a la modificación de las teorías 223. En

221
Cf. DOBB M., Teorías del valor..., o.c., 13-14.
222
Cf. Ibid., 14-28.
223
Cf. Ibid., 28-30.

- 186 -
economía es bastante claro este influjo mutuo. El origen de
muchas teorías está estrechamente ligado a la aparición de
problemas nuevos y, a la vez, cuando las teorías económicas
responden adecuadamente a los problemas, muchas veces son
llevadas a la práctica224. Esto permite la comparación entre
aproximaciones teóricas a la realidad en cuanto a su grado de
aproximación a la misma, pero también en cuanto a su origen
histórico-social. Por eso, en la explicación de la evolución de la
teoría económica se tendrá que considerar simultáneamente los
cambios que se refieren al contenido empírico, con sus
ampliaciones y sus pérdidas, generados a su vez por
necesidades internas a la disciplina, y los que se refieren a la
atención o el interés de los economistas, generados ya sea por
cambios en la realidad social global, o por las “modas” o clima
intelectual en el que se desenvuelve la actividad de los teóricos
de la economía225.

En las tres “revoluciones” del pensamiento económico


se mezclan los cambios anteriores y sus causas. Se trata
entonces de un progreso relativo en el que puede haber
pérdidas de conocimiento o retrocesos. Es en este contexto que
asumiremos la “economía convencional”, o “síntesis
neoclásica”, como punto de referencia para nuestra
investigación sobre la ética económica. Para ello, después de
haber dado un vistazo a la historia del pensamiento económico y
a la naturaleza de sus cambios internos, pasaremos a exponer,
también a manera de esbozo, el estado actual de la teoría
económica.

6. El estatuto científico de la teoría económica

Como ya señalamos en el primer capítulo, el uso de las


teorías económicas en el método ético-teológico requiere de la
fundamentación del estatuto epistemológico de aquéllas en el
ámbito del conocimiento científico. Las ciencias sociales suelen
ir a la zaga de las llamadas ciencias naturales en lo referente a
su propia fundamentación y, de alguna manera o de otra, aún
cuando van superando su propio complejo de inferioridad en
cuanto a rigor científico se refiere, vuelven una y otra vez a las
concepciones de las segundas en busca de su propia identidad.
Por ello iniciamos esta sección con una breve síntesis de lo que
parecen ser los acuerdos mínimos de los filósofos de las ciencias
que, generalmente, toman como objeto de estudio las ciencias

224
Cf. Ibid., 30-36.
225
Cf. HUTCHISON T.W., Sobre revoluciones, o.c., 387-388; DOBB M.,
Teorías del valor..., o.c., 49-51.

- 187 -
naturales. Con esta base será más comprensible el esfuerzo de
los economistas por ubicar sus teorías en el campo de las
ciencias.

6.1. Concepciones de la ciencia

El término “ciencia” se aplica actualmente a una


diversidad de teorías que van desde las llamadas ciencias
empíricas (p. ej. física, etología) hasta la teología, pasando por
las llamadas ciencias sociales (p. ej. economía, teoría literaria),
las intermedias (p. ej. geografía, psicología, lingüística), las
ciencias normativas (p. ej. filosofía del derecho), las
matemáticas/lógica y las ciencias puras (metafísica)226. Tal
diversidad hace poco menos que imposible el ofrecer “una”
definición de la ciencia227, por lo que hoy es más adecuado
hablar de “concepciones científicas”, entre las que podemos
mencionar, a modo de ejemplo, la aristotélica, la deductivista, la
descriptiva, la enunciativista, la estructural, la semántica, etc.
Sin embargo, no se puede afirmar que la reflexión
filosófica sobre las ciencias haya desembocado en la pura
fragmentación de teorías, pues de hecho esta disciplina alcanza
su madurez metodológica e institucional en el siglo XX, apoyada
en las herramientas conceptuales que habían acuñado los
filósofos de la generación anterior, básicamente la lógica formal,
la teoría de conjuntos y los métodos semánticos de la filosofía
analítica, por lo que se puede afirmar un “progreso” en la
filosofía de las ciencias si se entiende éste como “el proceso por
el cual se alcanzan perspectivas más complejas y diferenciadas,
que por su propia diferenciación hacen imposible una «vuelta
atrás», así como un amplio consenso sobre lo más valioso de los
resultados obtenidos hasta la fecha”, entre los que se pueden
mencionar una tipología precisa y diferenciada de los diversos
conceptos científicos (clasificatorios, comparativos y métricos),
la demostración efectiva de que los conceptos teóricos no
pueden reducirse a los observacionales, el abandono definitivo
del principio de verificabilidad para las leyes científicas, la
determinación exacta de la naturaleza del método axiomático,
de las diversas formas que éste puede adoptar y su aplicación
concreta a innumerables teorías científicas particulares, la
226
Cf. MOULINES C. Ulises, Introducción, en MOULINES C. Ulises (ed.), La
ciencia: estructura y desarrollo, Trotta, Madrid 1993, 11-12.
227
“Hasta la fecha, no contamos con una concepción de cómo funciona y
evoluciona la ciencia que haya logrado una aceptación general, o por lo menos
mayoritiaria. Lo que hay es una variedad de teorías atractivas, que a la vez que
proponen hipótesis iluminadoras de ciertos aspectos de la empresa científica,
son ampliamente discutidas y ninguna logra un acuerdo significativo” (PÉREZ
RANSANZ A.R., Modelos de cambio, o.c., 181).

- 188 -
introducción de distintos modos de metrizar conceptos
científicos, el abandono tanto de la concepción “cumulativista”
como de la “falsacionista” en el análisis diacrónico de la
ciencia228.
Si tomamos como criterio las dos grandes cuestiones a
las que intenta responder la reflexión filosófica sobre las
ciencias, la de la demarcación, entendida como la búsqueda del
criterio que permita separar la ciencia de otras actividades
intelectuales como la religión y la filosofía, y la de la
justificación, entendida como la búsqueda del método que
permita justificar la corrección de las llamadas leyes científicas,
podemos entonces detectar tres momentos importantes de la
filosofía de las ciencias en el siglo XX.
Primer momento (1923), con la aparición del
“manifiesto” del Círculo de Viena, La concepción
científica del mundo: el Círculo de Viena, con el que
se puede fechar el nacimiento del neopositivismo o
empirismo lógico (todo conocimiento entra por los
sentidos, su estructuración tiene la impronta de la
lógica matemática) que postulaba como criterio de
de-marcación la verificación, en el sentido de que los
enunciados de la ciencia tienen significado en tanto
que verificables por la experiencia, mientras que su
justificación viene de la experiencia directa, cuando
se trata de hechos, o por la inducción a partir de los
hechos, cuando se trata de leyes.

Segundo momento (1934), con la publicación de la


obra de Karl Popper Logik der Forschung, en la que se
consolida su concepción de la ciencia, el hipotético-
deductivismo, según la cual la demarcación no debe
ser entre enunciados con significado y enunciados
sin significado, pues puede haber tipos de
conocimiento no científico (p. ej. la metafísica) que
sin embargo tengan significado, sino entre la ciencia
y la pseudociencia, por lo que su propuesta será, en
sentido negativo, antiempirista, antiverificacionista y
antiinductivista, y en sentido positivo, refutacionista
o falsacionista e hipotético-deductivista (postulación
de hipótesis que permanecen como tales hasta ser
refutadas), configurándose así el racionalismo crítico
como nueva concepción de la ciencia. En este caso,
la lógica del descubrimiento científico no va de los
hechos a las teorías, sino que, partiendo de

228
Cf. MOULINES C. U., Introducción, o.c., 13-14.

- 189 -
problemas relevantes (1º: problema) que ya suponen
cierta concepción del mundo, se intuyen (2º: salto
creativo) teorías (3º: hipótesis fundamental, de la que
4º: se deducen hipótesis derivadas) que después
deberán ser confirmadas o refutadas por los hechos
(5: refutación y modus tollens). Con respecto a la
justificación de las leyes científicas, Popper nos dirá
que éstas sólo son refutables (modus tollens: si la
conclusión es falsa la premisa es falsa), nunca
verificables (falacia de afirmación del consecuente:
de la verdad de una conclusión [no] se sigue la
verdad de las premisas), por lo que siempre
permanecerán como hipótesis229.

Tercer momento (1962), con la publicación de la obra


de Thomas S. Kuhn The Structure of Scientific
Revolutions con la que se incicia la concepción
sociológico-histórica de las ciencias (la ciencia como
desarrollo de paradigmas) o postempiricismo 230 en la
que destacan autores como Imre Lakatos (la ciencia
como programas de investigación) y Larry Laudan (la
ciencia como tradiciones de investigación).

229
Cf. LORENZANO César, Hipotético-deductivismo, en MOULINES C. Ulises
(ed.), La ciencia: estructura y desarrollo, Trotta, Madrid 1993, 31-45.
230
Cf. Ibid. 53-55.

- 190 -
Entre los autores postempiricistas (Norwood R. Hanson,
Paul Feyerabend, Stephen Toulmin, Thomas S. Kuhn, Imre
Lakatos, Larry Laudan, Joseph Sneed, Wolfgang Stegmüller,
Dudley Shapere y Mary Hesse) se han dado acuerdos
significativos, aunque parciales, que integran los principales
rasgos de la imagen postempiricista de la ciencia 231. Se trata de
una concepción profundamente histórica en la que “los modelos
que intentan dar cuenta de la dinámica científica deben estar
respaldados por el estudio de la práctica efectiva y estar sujetos
a contrastación empírica (Kuhn y Feyerabend)”, de ahí que
cualquier teoría científica debe reconstruirse y evaluarse dentro
de su contexto socio-histórico de presupuestos, intereses o
preguntas a las que se intenta responder y compromisos
metodológicos específicos. En el seno de estos grandes marcos
conceptuales (paradigmas, programas de investigación,
tradiciones de investigación, metateorías, etc.), cambiantes a
largo plazo, se generan teorías que construyen sus propios
“hechos” científicos, pues todo “hecho” científico está cargado
de teoría. Por ello, no se puede hablar de la autonomía total de
la ciencia, ni de un desarrollo lineal y acumulativo de la misma,
ni de la racionalidad científica a priori, pues ésta sólo se nos
revela a través de los mecanismos y resultados de una
investigación empírica sobre la evolución de la ciencia “exitosa”.
Todo ello plantea la urgencia de establecer las relaciones e
interacciones entre historia de la ciencia y filosofía de la ciencia
o metodología científica, pues toda historia de la ciencia supone
una filosofía de la ciencia232.

Tales consensos se van imponiendo también en el


campo de las ciencias humanas-sociales, según sintetiza
Mardones. En el campo de las ciencias humanas y sociales
persiste la pugna entre quienes para proponer un modelo de
explicación científica acuden al canon de las ciencias naturales,
más positivista, y quienes se enfocan más a los sujetos y modos
de aproximación a la realidad apoyados en la hermenéutica, la
fenomenología, la dialéctica, la lingüística, etc. Según este
autor, las primeras son de raigambre galieana, mientras que las
segundas tienen raíces aristotélicas. Éstas han reaccionado
vigorosamente contra las concepciones positivistas desde
finales del siglo pasado. Sin embargo, también al interior de las
mismas existen profundas diferencias que tienen su causa en la
diversidad de metateorías o modelos de hombre y de sociedad
por los que se lucha. Actualmente parece que se van superando
los exclusivismos y se tiende más bien a la complementación
entre concepciones científicas diversas, así como a la aceptación
231
Cf. PÉREZ RANSANZ A.R., Modelos de cambio, o.c., 181-182.
232
PÉREZ RANSANZ A.R., Modelos de cambio, o.c., 182-183.

- 191 -
de los últimos avances de la filosofía de las ciencias que
mencionamos anteriormente y que en las ciencias sociales
toman la forma de generalizaciones débiles, aceptación y
acercamiento a otros tipos de conocimiento, “crece, en suma, el
convencimiento de la necesidad de profundizar la
autoconciencia de la ciencia sobre su propio quehacer”233.

Por último, conviene consignar una propuesta reciente,


que se ubica en el postempiricismo o, en términos de Mardones,
en la tradición aristotélica, y que está “basada en la inexorable
componente semiótica de toda actividad científica, que será
desarrollada y fundamentada en una ontología social de la
ciencia, a partir de la cual el concepto de ley científica podrá ser
considerado desde una perspectiva bastante diferente a la
usual” 234, se trata de la concepción de las leyes científicas como
“normas de acción”.

Según esta concepción, la ciencia moderna está


vinculada a una voluntad de transformación y progreso que se
realiza a través de la tecnología: “la ciencia es ante todo acción,
y acción social transformadora de la realidad existente,
incluidas las concepciones previas sobre la realidad”. Por eso la
concepción estructuralista de la ciencia ha postulado tres tesis
importantes:
1ª incluir en la estructura de las teorías a la propia
comunidad científica, de la que se sigue que “no hay
leyes científicas sin comunidad (y cabría añadir, sin
institución) científica que las acepte y difunda como
tales”;
2ª incluir el concepto de intervalo histórico en tal
estructura, de la que se sigue que “toda ley científica
tiene un ámbito limitado de aplicación en el tiempo”;
3ª dicho intervalo (como la propia comunidad
científica) sólo es determinable empíricamente, en
función del desarrollo histórico de las teorías, de la
que se sigue que “la propia historia de las teorías
resulta ser una componente estructural de las
mismas” 235.

233
MARDONES José María, Filosofía de las ciencias humanas y sociales.
Materiales para una fundamentación científica, Anthropos, (Col. Autores,
textos y temas. Cien-cias sociales, nº 1) Barcelona 1991, 56-57.
234
ECHEVERRÍA Javier, El concepto de ley científica, en MOULINES C. Ulises
(ed.), La ciencia: estructura y desarrollo, Trotta, Madrid 1993, 58.
235
Cf. Ibid. 79-81.

- 192 -
Pero dando un paso más allá de las posturas
estructuralistas, se puede afirmar que las leyes científicas
además de sus funciones de predicción y explicación tienen una
función normativa en el sentido sociológico-institucional 236 pues
“regulan el modo de percibir los fenómenos por parte
de los miembros de una comunidad científica (y si
esta es poderosa, también el modo de percepción
social de dichos fenómenos) y así mismo
normativizan lo que debe ser la acción científica,
tanto si ésta es investigadora como si es difusora,
polemizadora o docente”237,
de tal manera que las leyes científicas son muy
parecidas a cualquier tipo de ley social vigente, pues su
aceptación supone la integración a un grupo y por lo tanto a un
conjunto de instituciones, por lo que, desde la perspectiva de
esta concepción de la ciencia, es difícil seguir afirmando que los
fenómenos vienen “dados” a los científicos y que las leyes son
“descubiertas” por los mismos 238. Ante esta última postura, el
autor que estamos siguiendo propone seis consideraciones
críticas sobre las que fundamenta su propuesta:
“1ª...cada ser humano es enseñado a percibir,
nombrar y distinguir los fenómenos: la adaptación
del individuo no tiene a la naturaleza ni al mundo
como referentes, sino a la sociedad... aprender a
percibir los fenómenos de los que se ocupa la ciencia
implica un proceso largo y complicado de
adiestramiento social. De hecho, son pocas las
personas que adquieren una adecuada competencia
en la captación científica de esos fenómenos, que
implica técnicas complejas de observación y de
medida, procesamiento de datos, utilización de
lenguajes simbólicos y otras muchas herramientas
sin las cuales el aprendiz de científico es literalmente
ciego con respecto a la exactitud de las predicciones
y la validez de las explicaciones.

2ª ...la ciencia moderna, y en mayor grado la


contemporánea, rompieron radicalmente con la
tradición griega de un conocimiento científico
accesible a todos los seres humanos. Sólo previa
integración en una comunidad científica puede uno
acceder al conocimiento de las teorías y de las leyes
236
Cf. Ibid., 81-82.
237
Ibid., 82.
238
Cf. Ibid., 82-83.

- 193 -
científicas... En la mayoría de los casos, la convicción
de que las leyes científicas son hasta cierto punto
verdaderas proviene, o bien de un argumento de
autoridad, o bien de un criterio de eficacia... así como
de la utilidad de los artefactos que la ciencia y la
tecnología han producido.

3ª ...toda predicción científica implica la utilización


precisa y rigurosa de determinados sistemas de
signos, por medio de los cuales no sólo se formulan
las predicciones, sino que también se recogen,
codifican y tratan los datos que han de ser
contrastados con la predicción... Por consiguiente,
todo proceso de predicción y explicación científica (e
incluso de observación) está previamente
determinado por una competencia semiótica
suficiente en el uso de los sistemas de signos
socialmente pertinentes para el problema dado.

4ª ...el proceso de «descubrimiento» de una ley


científica está, como mínimo, tan mediatizado como
la reforma de una norma constitucional o una ley
fundamental de derecho civil, procesal o penal... La
inmensa mayoría de las «leyes científicas
descubiertas» perecen a lo largo de todos estos
vericuetos socio-científicos, que son mucho más
importantes que la experiencia inicial en el
laboratorio, cara a lograr el ansiado status de ley.

5ª ...ontología social de la ciencia... La objetividad de


las leyes científicas está altamente garantizada, pero
no precisamente por la concordancia entre
predicciones y experimentos, sino más bien por la
adecuada inter-correspon-dencia entre los múltiples
sistemas de signos que han de ser utilizados
competentemente a lo largo de todo proceso de
aceptación social de la ley científica... Paralelamente
a la objetividad, todo constructo científico adquiere
un alto grado de artificialidad (y si se prefiere, de
sofisticación social) a lo largo de este proceso de
objetivación científica.

6ª ...en la ciencia contemporánea, la investigación


científica pasa por la mediación de un sistema de
signos particularmente relevante: el económico. Si un
científico (o el grupo investigador en el que está
inserto) no se muestra suficientemente competente

- 194 -
en el dominio de las reglas que determinan la
aplicación de dicho sistema de signos a la ciencia, no
hay posibilidad alguna de que el «descubrimiento»
(aunque fuera efectivo) llegue a convertirse en una
novedad científica socialmente aceptada.”239

Las críticas anteriores pueden ser fácilmente aplicables a


la “co-munidad” o “comunidades” de economistas, lo mismo
que su conclusión:
“Una ley científica (económica)... es todo aquello que
los científicos (economistas) consideran que es una
ley científica (económica). El problema no está en
definir el concepto de ley científica, sino en analizar y
reconstruir este nuevo concepto metateórico: los
científicos (los economistas)”240.
Sin embargo, es con esas leyes económicas y con el
pensamiento de esos científicos de la economía con quienes
podemos contar para aproximarnos, tal vez muy
deficientemente, a la realidad económica que constituye la
materia de nuestra reflexión teológico-moral. Por ello hemos
optado por una concepción científica de la teoría económica que
permita dejar abierta la discusión sobre los factores socio-
históricos que modelan las teorías económicas vigentes.

6.2. La concepción postempiricista


de la teoría económica
Como ya hemos mencionado repetidamente, muchas de
las críticas a la teoría económica provenientes del campo de la
teología se reducen a la negación de su carácter científico. La
aplicación de los criterios de Kuhn a la historia del pensamiento
económico moderno, nos permitió ya una primera aproximación
a la asunción de la teoría económica como pensamiento
científico.
Ahora daremos un nuevo paso hacia una definición más
precisa de la cientificidad de esta teoría. Pero como nuestro
conocimiento de la teroría económica y de la filosofía de las
ciencias es muy limitado, para cumplir este propósito
acudiremos a dos autores que satisfacen sobradamente la
combinación de ambos tipos de conocimiento. Se trata de dos
autores que, motivados por la necesidad de establecer un
diálogo entre la teoría marxista y la teoría económica
convencional que respetara la seriedad de ambas corrientes,
239
Ibid., 83-85.
240
Ibid., 86, paréntesis nuestros.

- 195 -
adquirieron un conocimiento bastante riguroso de las
metodologías científicas y del modo de aplicarlas al
pensamiento económico 241. Su propósito es el de hacer “una
reconstrucción racional de la teoría económica” en el marco de
la metodología de los “programas de investigación” propuesta
por Imre Lakatos242.
Según nuestros autores, desde una perspectiva
fenomenológica se puede afirmar que la teoría económica es
una ciencia 243, porque
- existencialmente responde a problemas que
inquietan al ser humano,
- lingüísticamente se construye con un discurso
deductivo de proposiciones en el que encontramos
términos que designan realidades empíricas junto a
términos teóricos e hipotéticos,
- desde el punto de vista teleológico la teoría
económica pretende explicar fenómenos
controvertidos, pero además, tiene como finalidad
transformar la realidad económica a través de las
políticas económicas.

241
Cf. URRUTIA Juan-GRAFE Federico, Metaeconomía. Un ensayo sobre la
naturaleza del conocimiento económico, Desclée De Brouwer, Bilbao 1982, 7-
8.
242
Cf. LAKATOS Imre, La historia de la ciencia y sus reconstrucciones
racionales, en LAKATOS I.-MUSGRAVE A. (comps.), La crítica y el desarrollo del
conocimiento, Grijalbo, Barcelona 1975, 455-509; del mismo autor y en el
mismo volumen, La falsación y la metodología de los programas de
investigación, 203-343.
243
Cf. URRUTIA J.-GRAFE F., Metaeconomía. Un ensayo, o.c., 13-20 y 97-98.

- 196 -
6.2.1. Desde la perspectiva sociológica
Pero la dimensión de la perspectiva fenomenológica
más importante para nuestro propósito es la sociológica. El
punto de vista sociológico postula que una disciplina es ciencia
cuando tiene los siguientes rasgos:
- la hace y evalúa una comunidad científica constituida
por un conjunto de individuos con formación similar;
-los miembros de la comunidad científica tienen en
común un conjunto de elementos que constituyen
su matriz disciplinar:
. elementos formales, que son expresiones
formales integradas por términos definitorios
que al interior de la comunidad no requieren de
justificación y que permiten la comunicación
entre sus miembros;
. elementos cuasi-metafísicos que expresan la
“fe” de los científicos en ciertos modelos
explicativos que permiten la jerarquización de
los problemas y la evaluación de sus
soluciones;
. ejemplos compartidos que unidos a los
anteriores forman el paradigma de la
comunidad;
. los elementos-valor que constituyen la
metodología propiamente dicha o criterios de
cientificidad de una teoría;
- al interior de la comunidad se da la discusión crítica
(en torno a la definición de racionalidad que se haya
asumido, o elementos valor, y que desemboca en
una metodología), regida por cierto código ético, que
permite el desarrollo del conocimiento científico.
Aplicando esta descripción a la teoría económica
podemos entonces decir que ésta:
- es elaborada y controlada por una comunidad
científica
- que participa de una misma matriz disciplinar,
constituida por los elementos teóricos que
permanecen a lo largo de la historia que hemos
esbozado anteriormente,

- 197 -
- los elementos-valor comunes a tal comunidad
aparecen cuando analizamos los supuestos
fundamentales de la teoría que desarrollaremos con
más amplitud en el capítulo siguiente; por último,

- 198 -
- existe entre los economistas, a la vez que un debate
permanente, un consenso más o menos amplio sobre
la metodología o criterios de cientificidad con los que
se aceptan o rechazan nuevas teorías.
Un vistazo a los manuales de teoría económica
utilizados a nivel universitario o a las revistas de economía, la
existencia de asociaciones y la realización de congresos de
“economistas” confirma estas aseveraciónes.
Pero un acercamiento más profundo a la cientificidad de
la teoría económica exige que se determine su objeto de
análisis. Podemos iniciar preguntándonos ¿qué hacen los
economistas? En un primer momento podemos responder que
explican los hechos económicos, pero la definición de un hecho
como “económico” es establecida por los economistas. En este
sentido es simultánea la definición del objeto de la economía
(teoría económica) y la realidad económica (objeto de la teoría
económica), sin embargo no se trata de una tautología si
abordamos el problema preguntándonos por los temas sobre los
que tratan los economistas cuando hacen teoría económica.
Estos los encontramos en las definiciones que los economistas
han dado de la ciencia económica. En todas ellas encontramos
dos elementos: los “bienes económicos” y la “actividad
económica”, entendida como todas las operaciones de
producción, intercambio y consumo realizadas en un momento y
espacio determinados. A veces se acentúa su carácter individual
y a veces su carácter social, pero ambas dimensiones tienen en
común la “búsqueda de bienestar”. El estudio de la actividad
económica siempre supone, en mayor o menor grado, la
consideración de las instituciones en las que se da (en nuestro
caso el mercado), pero más allá de las instituciones se pretende
encontrar las “leyes generales” que rigen tales actividades. El
análisis de la actividad económica se puede referir también a
momentos diferentes o “evolución del sistema” en el que se
realizan. Sea en la perspectiva individual sea en la social, el
estudio de lo económico supone una racionalidad de sus
agentes, que a grandes rasgos se puede definir como la elección
de medios adecuados a fines, regida por la búsqueda de la
maximización del bienestar244.

6.2.2. Las áreas de investigación


De esta noción de actividad económica como objeto de
estudio de la teoría económica se desprenden tres grandes
áreas de investigación:
244
Cf. Ibid., 23-42.

- 199 -
1º el área de la elección, individual o social, que
analiza la racionalidad de las decisiones económicas,

- 200 -
2º el área de la actividad económica en un momento
determinado, que supone la anterior y se orienta más
bien a la racionalidad del conjunto de las decisiones
particulares,
3º el área de la actividad económica entre dos
momentos determinados, es decir su evolución en el
tiempo y que también supone la primera.
Si el análisis de la decisión (1ª área) está incluida en las
otras dos, tenemos entonces sólo dos grandes áreas: la
microeconomía, como respuesta al problema de la asignación de
recursos racional, y la macroeconomía, como respuesta al
problema de la desocupación y si añadimos la perspectiva
temporal tenemos un tema derivado del segundo, el del
crecimiento económico 245.

6.2.3. La economía convencional


como “programa de investigación”

Si este cuerpo de pensamiento lo consideramos desde


la perspectiva de los programas de investigación propuesta por
Lakatos, podemos proponer una manera de enfocar nuestra área
de investigación ética, la microeconomía, que nos permita
delimitar las posibilidades de una ética económica. La
concepción de una ciencia desde la perspectiva de los
programas de investigación difiere en algunos puntos de la
teoría de las revoluciones científicas de Kuhn. La diferencia más
importante para nuestro propósito es que la teoría de Kuhn
supone la incompatibilidad de paradigmas, lo cual excluye la
posibilidad de una continuidad y por lo tanto de un progreso
histórico en el conocimiento científico. Además, para Kuhn la
última palabra siempre la tienen los científicos de la comunidad
vencedora246.

La consideración de la historia del pensamiento


científico como programas de investigación permite elaborar la
historia de una teoría, porque concibe a ésta como constituida
por un centro firme aceptado convencionalmente y de manera
provisional como irrefutable, por lo que se constituye como
heurística negativa. Pero un programa de investigación también
contiene una heurística positiva que define problemas, esboza la
construcción de un cinturón de hipótesis auxiliares y prevé
anomalías transformándolas en ejemplos victoriosos, todo ello
según un plan preconcebido. La respuesta a las anomalías a
245
Cf. Ibid., 42-45.
246
Cf. Ibid., 157.

- 201 -
través de hipótesis auxiliares va ampliando la problemática
empírica de la teoría dejando intocado el centro firme. Las
hipótesis corroboradas o por corroborar van formando un
cinturón de teorías que mantienen vivo al programa. Hay
entonces una referencia permanente de la teoría a la realidad,
pues la función de las hipótesis auxiliares es dar cuenta de la
misma dentro del marco de referencia constituido por el centro
firme. Así, el criterio para optar por un programa será su mayor
progresividad comparada con la de programas alternativos. Tal
progresividad depende de la capacidad de plantear nuevos
problemas (teóricamente progresiva) y resolverlos como
ejemplos victoriosos (empíricamente progresiva); cuando falta
esta capacidad se dice que una teoría está estancada 247.

Lo anterior no excluye la coexistencia de un programa


inconsistente con el centro firme del programa principal. La
tensión se resolverá cuando aparezca un centro firme capaz de
contener a ambas teorizaciones. Es lo que está sucediendo, en
el campo de la teoría económica, con la microeconomía y la
macroeconomía y los esfuerzos por articularlas en un nuevo
programa que contenga a las dos. Esto supone una discusión
permanente entre teorías y una gran honestidad de los
científicos para poner en la mesa del debate los problemas
nuevos por resolver248.

Tampoco excluye la posibilidad de que existan otras


teorías que rechacen o modifiquen el núcleo o supuestos
básicos del paradigma vigente, pero en todo caso sería cuestión
de determinar si, según la concepción de Kuhn, la teoría
económica dominante se encuentra en una etapa de “ciencia
extraordinaria” en la que se da la discusión entre paradigmas
alternativos o, desde la perspectiva de Lakatos, si la teoría
económica dominante es un programa de investigación
“degenerativo” o “refutado” en el sentido de que existe una
teoría alternativa que tenga un mayor contenido empírico
corroborado 249. En este sentido, afirmamos que actualmente no
existe alternativa a la economía convencional, y no en el sentido
de que no exista un pensamiento económico que acentúe otros
aspectos de la realidad económica, como es el caso del
marxismo o de otros autores contemporáneos, y que pueda
constituirse en un paradigma o un programa alternativo250.
247
Cf. Ibid., 154-155.
248
Cf. Ibid., 155-156.
249
Cf. PÉREZ RANSANZ A.R., Modelos de cambio, o.c., 185 y 190.
250
Por ejemplo, la teoría del valor-trabajo no tiene forma de ser corroborada
históricamente, ni como existente en una etapa precapitalista (Cf. URRUTIA J.-
GRAFE F., Metaeconomía. Un ensayo, o.c., 181-182) ni como operacionalizable
actualmente (Cf. SCHETTINO M., Economía contemporánea, o.c., 23; PORTA

- 202 -
Nuestra área de estudio, la microeconomía concebida
por la “síntesis neoclásica” o “economía convencional”, puede
ser entendida como un programa de investigación de largo
alcance en el tiempo porque:

- su centro firme está constituido por la postulación de


una doble racionalidad: la de los agentes económicos
que eligen siempre la alternativa económica que
maximiza su utilidad/beneficio y la del mercado que
resuelve la posible incompatibilidad de tales
objetivos en un equilibrio único que supera el caos.
La formación de este centro puede ser rastreado
hasta la “mano invisible” de Smith pero tuvo su
mayor elaboración con los marginalistas y se ha ido
refinando durante lo que va del siglo; aquí
hablaríamos de la heurística negativa del programa
por tratarse de postulados convenidos como
irrefutables;

- las anomalías que vienen de la realidad han sido


numerosas y han dado lugar a hipótesis auxiliares
también numerosas que cuando se han transformado
en ejemplos victoriosos han ampliado el campo de la
teoría251. Baste con mencionar la incertidumbre, los
costos de transacción, el poder de mercado, las
externalidades, la asimetría en la información, etc. y
la multiplicación de sus teorías correspondientes,
como la teoría de la elección, la teoría del monopolio,
la teoría de la información, la teoría de las
instituciones, etc.; este campo constituye la
heurística positiva del programa.

En el siguiente capítulo desarrollaremos con más


amplitud los elementos de la microeconomía, con su
complejidad y su articulación, e intentaremos saber si es posible
o no, y si lo es en qué sentido, una reflexión ética en el marco de
esta teoría. Por lo pronto sólo enumeramos los temas principales
que encontramos en cualquier texto de microeconomía de nivel
universitario252:
P.L. Le teorie, en AA.VV., Enciclopedia dell’economia, o.c., o.c., 1173). Ver
antes la nota 3 de la Presentación de este trabajo y las notas 115 y 258 de este
capítulo.
251
Cf. URRUTIA J.-GRAFE F., Metaeconomía. Un ensayo, o.c., 158-164.
252
La opción por los libros de texto se adecúa a la hipótesis heurística de que
éstos “son documentos especialmente adecuados para identificar una matriz
disciplinar y sus elementos carácterísticos” (GÓMEZ MIER V., La refundación,
o.c., 53) pues, “en general, dentro de cualquier disciplina posee validez la
apreciación que considera a los libros de texto como «vehículos pedagógicos

- 203 -
- la teoría del consumidor,
- la teoría de la producción,
- los mercados,
- la distribución de la renta,
- el equilibrio general,
- las imperfecciones de los mercados y
- el Estado y la economía.

6.3. El juego de la economía

para la perpetuación de la ciencia normal» (Kuhn Th. S., 1962: 214). Existe
correlación entre ciencia normal de una disciplina y la correspondiente matriz
disciplinar. Por eso los libros de texto tienen, íntegramente o en parte, que
volver a ser escritos (Kuhn Th. S., 1962: 214) cuando sobrevienen cambios en
la matriz disciplinar.” (Ibid., 13). Para la exposición de la teoría económica, aquí
utilizaremos de ahora en adelante básicamente a: SCHETTINO M., Economía
contemporánea, o.c.; este manual tiene las ventajas de estar pensado para
economías como la mexicana y de ser de publicación muy reciente. Como
representativo de la síntesis neoclásica o, en palabras de Samuelson, del
“enfoque keynesiano convencional moderno de la economía”, utilizamos en
mayor medida SAMUELSON P.A.-NORDHAUS W.D., Economía, o.c., este manual
tiene la ventaja de que a lo largo de quince ediciones (Cf. GÓMEZ MIER V., La
refundación, o.c., 53) ha incorporado infinidad de sugerencias y correcciones
propuestas por los mismos lectores, además, cada nueva edición añade las
discusiones teóricas y los casos reales más relevantes, por lo que “Ha
sobrevivido a casi medio siglo de cambios dramáticos en la economía mundial y
la profesión de la economía”, ha vendido cuatro millones de ejemplares y ha
sido traducido a 41 idiomas (SKOUSEN Mark, The perseverance of Paul
Samuelson’s Economics, en Journal of Economic Perspectives, vol. 11, 2 [1997]
137); optamos por la versión en castellano debido a la calidad de su traducción,
respaldada por una editorial internacional de alcance mundial (25 sedes) con
una larga tradición en la edición de libros de economía y, para la edición en
castellano, con un equipo de traductores y revisores técnicos especializados en
economía y filología hispánica; algunas veces citamos la 15ª edición (1996).
Con un acento especial sobre la conducta, FRANK Robert H, Microeconomía y
conducta, McGraw-Hill, Madrid 1992; este manual tiene las ventajas de ser muy
reciente y de dedicar la mayor parte de su contenido a ofrecer ejemplos de la
vida económica real. BLAD Michael C.-KEIDING Hans, Microeconomics.
Institutions, Equilibrium and Optimality, North-Holland [Elsevier Science
Publishers B.V./Advanced textbooks in Economics, nº 30], Amsterdam 1990; se
trata de una exposición matemática de la microeconomía. También se pueden
consultar dos diccionarios muy recientes y extensos, RICOSSA Sergio,
Diccionario de economía, Siglo Veintiuno Editores, México 1990, con las
ventajas de estar construída en torno a la teoría convencional del valor, con
artículos muy extensos que no se pierden en la multiplicación de las “entradas”
y complementados con bibiliografías específicas; y AAVV, Enciclopedia
dell'economia, o.c. que tiene la ventaja de estar elaborado por 150
especialistas. Un texto crítico de la economía convencional, accesible y bien
fundamentado, lo encontramos en ALBARRACÍN J., La economía, o.c..

- 204 -
Sin embargo no debemos olvidar el influjo de la realidad
como generadora y discriminadora de problemas sobre la teoría
económica, porque esto hace que el juego de la ciencia
económica esté inmersa, más allá de lo postulado por la
metodología de los programas de investigación, en un “proceso
recursivo” de hechos a hechos, generados por la teoría
económica a través de su aplicación en las políticas económicas.
Así, tendríamos una realidad previa sobre la que se elabora una
teoría explicativa que como centro firme de un programa de
investigación genera teorías auxiliares que van dando cuenta de
más fenómenos. Esta interpretación de la realidad económica
perfila las actitudes y las acciones de quienes toman decisiones
en materia económica253 implementando políticas económicas
que transforman la realidad previa en una nueva realidad
económica. La nueva realidad puede llevar a la postulación de
un nuevo centro firme o sólo a la ampliación de sus hipótesis
auxiliares. O incluso puede darse la coexistencia de dos
programas diferentes durante algún tiempo. No se trata
entonces del acercamiento progresivo a “una” verdad, sino de la
dialéctica que se da entre la teoría económica y la realidad
económica, lo que nuestros autores llaman “el juego de la
ciencia económica” 254.
Por último, es necesario recordar que muchas veces lo
que se califica de ideologización de la teoría económica es más
un problema de honestidad de los economistas y de luchas de
poder que de validez de la teoría. Los economistas deben tener
la honestidad de reconocer y explicitar que su teoría está
elaborada en el marco institucional de una sociedad concreta y
que ese marco configura las “restricciones” que limitan y a la
vez dan validez a tal teoría, y que por lo tanto ésta no es la
verdad sobre la realidad económica, y mucho menos social, sino
que es sólo eso, una teoría que por lo mismo está inmersa en la
dialéctica que se da entre teoría y realidad. Una realidad en la
que existe una lucha real por imponer concepciones parciales de
la realidad social, a través también de teorías científicas, en este

253
En ese camino de la teoría económica hacia la política se da además una
doble pérdida de conocimiento: de parte del economista porque tenderá a
simplificar su teoría para hacerla comprensible, de parte del político porque
también simplificará para retener lo aprendido (Cf. LESOURNE Jacques, Y a-t-il
crise de la science économique?, en Etudes, 360 [1984], 329-344).
254
Cf. URRUTIA J.-GRAFE F., Metaeconomía. Un ensayo, o.c., 26-27 y 169-
170. Para algunos la influencia de la teoría económica sobre la historia es
innegable: “the subject matter of our discipline was, indeed, influenced
strongly by the events of history, and, to some much lesser extent, these
events were themselves influencied by the scientific inquiry of economists...
the focus of scientific inquiry in our discipline is not independent of history. Nor
are the events of history independent of developments in economics”
(BUCHANAN James M., Economics in the post-socialist century, o.c., 15-21).

- 205 -
caso económicas, que tienden a sostenerla255. Esto es
trascendental en países con una larga tradición de colonización
intelectual europea y norteamericana, porque cuando se trata
de teorías económicas su transformación en “doctrinas” y
políticas económicas concretas que pretenden trasplantar
concepciones nacidas en otro marco institucional, fracasan
como instrumentos de interpretación y transformación de la
realidad, además de que causan daños inimaginables. Para
confirmarlo basta con ver los resultados de varias décadas de
neoliberalismo en México y América Latina, y recordar que sus
promotores desde los equipos gobernantes han sido y son en su
mayoría “economistas”, cuya única función ha sido esa labor de
trasplante y administración de modelos ajenos.
Es inevitable citar aquí las palabras de Joseph A.
Schumpeter refiriéndose a la aplicación de las políticas
keynesianas:
“el keynesianismo práctico es una semilla que no
puede ser trasplantada a un suelo extraño: cuando
así se hace, muere, y antes de morir se vuelve
venenosa” 256.

255
Cf. URRUTIA J.-GRAFE F., Metaeconomía. Un ensayo, o.c., 185-187.
256
Cf. SCHUMPETER J.A., o.c., 373.

- 206 -
Y Eric Roll, comentando estas palabras, afirma:
“separada de la tradición oral, alejada del íntimo
conocimiento de la multilateralidad de su autor y de
su coherencia esencial en medio de un eclecticismo
aparente, la nueva doctrina fácilmente crece de un
modo temiblemente exuberante”257.
Palabras fácilmente, y con mayor razón, aplicables a los
modelos económicos más recientes recetados a los pueblos del
tercer mundo.
En este breve recorrido a través de la historia de la
teoría económica moderna, hemos constatado que se trata de
un pensamiento vivo y complejo, con debilidades y fortalezas.
En los clásicos predominaban las visiones amplias de la realidad
económica, sobre todo en el sentido de que se intentaba
comprenderla en su contexto histórico e institucional. Esta
amplitud de perspectiva se manifestaba en la coexistencia de
dos vertientes en su interior; la que concebía a la economía
como una disciplina normativa y la que la concebía como una
ciencia empírica. Muchas intuiciones de los clásicos están aún
latentes y han servido para desarrollar una diversidad de teorías
cada día más numerosas.
Con la hegemonía de los marginalistas, la teoría
económica se hizo más formal y abstracta, con lo cual ganó en
precisión pero perdió en capacidad explicativa. Sin embargo, la
aparición de nuevos problemas económicos en las sociedades
del siglo XX y la misma necesidad intrínseca a la teoría de
ampliar su capacidad explicativa, ha multiplicado las “disciplinas
económicas” en dos direcciones:
- las que tienden a hacer de la economía una ciencia
más “empírica”, en el sentido de que sus
formulaciones deben ser resultado de la constatación
de hechos reales, y
- las que tienden a hacer de la teoría económica una
ciencia más “política”, en el sentido de que asuma
las aportaciones de otras disciplinas de lo social y se
oriente más a la solución de problemas sociales
actuales.
4
Sin embargo, la microeconomía ha prevalecido como
paradigma de la racionalidad económica, aunque, como
veremos en el siguiente capítulo, sometida a numerosas críticas
y ampliaciones que muchas veces vienen del campo mismo de

257
Cf. ROLL E., Historia de las, o.c., 469.

- 207 -
los economistas convencionales. De cualquier manera,
considerada a la luz de las nuevas filosofías de la ciencia, llena
sobradamente los requisitos que éstas requieren de una teoría
para reconocerle el estatuto de cienfificidad.

Esto permite superar la simplificación de calificar a la


teoría económica dominante sólo de ideología justificadora del
sistema capitalista, porque se trata más bien de un pensamiento
que lleva una profunda ambigüedad en su seno, ser científico y
contener elementos ideológicos que tienden a reforzar el tipo de
relaciones económicas propio de las sociedades occidentales
modernas. Tal ambigüedad es la que nos permite utilizar esa
teoría para comprender la realidad económica, pero también es
la que nos obliga a someterla a algún tipo de crítica.

Otra simplificación que debemos evitar es la de


considerar a la “comunidad” de los economistas como un bloque
monolítico de pensadores en el que no existen la discusión ni la
disidencia. No todos los teóricos que analizan (o defienden) la
economía de mercado han sido, ni son actualmente, defensores
a ultranza del capitalismo tal y como ha existido o existe hoy. De
la misma manera, no todos avalarían las versiones politizadas
de sus doctrinas cuando caen en manos de los gobernantes o de
las élites del poder y sus defensores.

Las disciplinas económicas actuales son resultado de la


evolución del pensamiento económico a lo largo de los dos
últimos siglos. En este largo proceso de inclusiones y
exclusiones de teorías se encuentra la presencia constante de
ciertos elementos, temas, supuestos, intuiciones, explicaciones,
que revelan un hilo conductor del pensamiento económico que
ha logrado constituirse en una teoría bastante coherente y
compacta y, a la vez, con cierta flexibilidad y apertura para
admitir nuevos problemas e intentos de solución. Esta mezcla de
solidez y apertura, aunada a la hegemonía de la dinámica
económica de occidente, es lo que ha dado a la teoría
económica convencional su preeminencia sobre otros intentos
de explicación, de tal manera que hoy prácticamente no existe
una alternativa teórica que pueda suplantarla, al menos en el
corto y mediano plazos 258.
258
Ver antes la nota 3 de la Presentación de este trabajo y las notas 115 y
250 de este mismo capítulo. Jesús Albarracín, autor marxista, afirma: “...pero la
teoría económica de raíz neoclásica sigue siendo la dominante”; “las teorías
dominantes... sobre el funcionamiento de la economía, están basadas en sus
principios fundamentales. Se imparte en la mayoría de las universidades de los
países industriales en las que se presenta como la elaboración científica por
excelencia. En ella creen, de una u otra forma, la inmensa mayoría de los
economistas no marxistas de todo el mundo... En sus principios más puros, es
la teoría que anima el «neoliberalismo»... pero, con algunas matizaciones, es

- 208 -
En el próximo capítulo nos abocamos a exponer los
elementos esenciales de la microeconomía, pero presentando
también las críticas y ampliaciones a los mismos.
Simultáneamente, y de acuerdo al método que propusimos en el
primer capítulo, iremos desarrollando una reflexión ética
rudimentaria, en el sentido de que intentaremos detectar los
márgenes de libertad y los valores implicados en sus categorías
básicas.

también la base teórica de todos aquellos que proponen una salida de la crisis
que no cuestiona la economía capitalista de mercado” (ALBARRACIN J., La
economía, o.c., 42 y 40-41).

- 209 -

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