CXIV
JUNIO 1001
FRAILES
Curas y Masones
ADMINISTRACIÓN
D E L A PO STO LA D O DE LA P R E N SA
Plaza de Santo Domingo, 14, bajo
MADRID
IN D IC E
PAgg.
I.—¿Qué es un cura?...................................... 3
I I .—Qné doctrina enseña el cura.................. 7
I I I .—E s necesario que haya c u r a s ........... ....... 11
IV.—Los malos curas..............*.............. *. . . . 17
V.—¿Qué son los masones y demás sectarios? 21
VL—¿Qué doctrina enseñan los masones?.....25
V IL —Otras enseñanzas que reciben los ma
sones.................... *.....................................30
V III.—La obra de loa masones y demás secta
rios ........................................... * . . ..35
IX .—Frutos de Ja enseñanza masónica .. 40
X —E l mundo en poder de masones y de
más sectarios..................................... ....... 44
X f.—Pese á los masones y demás secta rio?,
habrá siempre curas.............................. ...49
X II,—Conclusión................................... * ...57
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CON LAS LICENCIAS NECESARIAS
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T ip o g r a f ía del S a g r a d o C q b a z ú s , L e g a n it o s , M , M a d r id .
FRAILES, CÜRAS Y MASONES
¿Qué e s un cura?
considerado, el cura es
n d iv id u a lm e n t e
un hombre que pudiendo disfrutar de los
jJw y goces del mundo, renuncia á ellos para
consagrarse por completo al servicio de
una idea que sabe de antemano ha de
convertirle en blanco de contradicción de
muchos, en víctima de burlas para no pocos y en
objeto de las investigaciones de gran número de
gentes que están deseando cogerle en la más leve
falta para desacreditarle á los ojos de todo el
mundo.
En menos tiempo que el que tardó para llegar
al sacerdocio pudo hacerse abogado y aspirar á
ruidosos triunfos en el foro, de esos que además de
honra dan positivos provechos. Pudo seguir la ca
rrera de las armas y llegar á figurar en los pues
tos más preeminentes de la milicia; dedicarse al
comercio y realizar una pingüe fortuna, y sobre
todo, lanzarse á la política y con una gran dosis
de desaprensión y osadía escalar las alturas del
poder y ser árbitro de los destinos de todo un
pueblo.
En cambio, como cura no podrá pasar, desde el
punto de vista de las comodidades humanas, de
una modesta medianía, rayana no pocas veces en
la miseria. El traje que ha de vestir es humilde;
las diversiones con que se solaza el mundo, aun
aquellas que no son pecaminosas para los segla
res, le están vedadas, y su alimentación, aunque
el carácter de que se halla investido y el ejemplo
que debe dar á los demás no se lo impusiera, ha
de ser forzosamente frugal en razón á la escasez
de sus emolumentos.
¿Pero por qué se ha hecho cura? ¿Acaso por
egoísmo y para verse libre de los cuidados y sa
crificios perennes que exige la familia á cambio
de los fugaces goces que proporciona? Nada de
eso; el cura tiene por lo general, todas las cargas
que la familia impone, sin los goces que propor
ciona la que el seglar se forma por medio del ma
trimonio. El padre y la madre, ancianos, requie
ren su protección, y si no los tiene, pocas veces le
faltan hermanos á quienes amparar ó colaterales
en cuyo auxilio ha de acudir.
Por ambición ya hemos visto que no ha toma
do el estado eclesiástico, pues en cualquiera de
las carreras ó profesiones que hemos citado y en
muchas más que hemos omitido, habría tenido
más ancho campo para satisfacer sus aspiracio
nes en este punto.
¿Se habrá hecho cura por misantropía ó abo
rrecimiento al resto del linaje humano? Tampo
co; porque el cura está en contacto con el mun
do, aunque no vive según el mundo. ¡Y con qué
mundo vive! No seguramente con los que se di
vierten y gozan de los placeres de la vida, sino
con los que sufren, con los que lloran, con los an
gustiados por todo género de calamidades.
* Si se dedica al confesonario, ¡qué de miserias y
de horrores se ve obligado á escuchar! ¡Cuántas
dolencias morales tiene que curar! ¡Qué casos más
intrincados de conciencia ha de resolver! ¡Cuánta
dosis de paciencia y de misericordia tiene que em
plear para escuchar tranquilamente el relato de
los más repugnantes pecados sin. dejar desbordar
los sentimientos de repulsión que el delito produ
ce en todo pecho honrado, á fin de no desesperar
con una dureza impremeditada al pecador que á
él se confía! ¡Qué tacto ha de desplegar en la re
prensión de los vicios! ¡Qué prudencia en dar los
consejos que se le piden! ¡Qué tino en sondar las
llagas del alma, á fin de no irritarlas en lugar de
sanarlas!
Si so dedica con preferencia á la predicación,
no son menores sus afanes ni los temores de in
currir en tremendas responsabilidades por el uso
que haga en este punto de los talentos que Dios
le ha dado.
No va como el orador parlamentario ó tribuno,
á escuchar los aplausos de un púbüco á quien pue
de entusiasmar con períodos ,grandilocuentes,
aunque se hallen, como por lo general están esa
clase de discursos, formados con palabras vanas
ó vacías de sentido. Va, por el contrario, á predi
car una doctrina que pugna con los apetitos de la
carne, que se opone á la vanidad humana, que
está en guerra abierta con lo que el mundo desea
y quiere- Sabe, y esto le alienta, que le está pro
metida la asistencia del Espíritu Santo, pero no
ignora que ha de merecerla por una preparación
solícita, por un estudio concienzudo, y sobre todo,
por una pureza de intención que excluya todo ob
jeto que no sea el fin elevado que su misión apos
tólica le impone, y esto le hace experimentar no
pocas zozobras y temores.
Vive, sí, en el mundo el cura, y puede decirse
que es esclavo de todo el que padece, porque el
enfermo le llama á la cabecera de su cama, y
aunque sea á hora avanzada de la noche, ha de
levantarse de su lecho, como el médico, para acu
dir al apremiante llamamiento. Con una diferen
cia muy notable, á saber: el médico se lucra con
esas molestias inherentes á su profesión, mientras
el cura no recibe recompensa ninguna material, y
sabe, por el contrario, que no pocas veces ha de
ser mal recibido por algún pariente anticlerical,
que, por espíritu sectario, quiere privar al mori
bundo de los auxilios espirituales que el cura va
caritativamente á prestarle.
Pero si demostrado queda con esto que el cura
no lo es, ni por egoísmo, ni por ambición, ni por
misantropía, ¿cuál puede ser la causa de que haya
abrazado el estado eclesiástico con preferencia á
cualquiera otro?
La respuesta no puede ser más sencilla. El cura
digno de este nombre ha seguido, para serlo, los
impulsos de una vocación que implica, como ya
iremos demostrando en el curso de este modesto
trabajo, el amor más sublime y más puro hacia el
género humano.
II
Q ué doctrina enseña el cura.
III
Ü8 necesario que haya curas.
IV
JLos m alos curas.
V
¿Qué *on los m ason es y dem ás sectarios?
VI
¿Qac doctrina enseñan los masones?
VII
Otras enseñanzas que reciben l«s masones.
VIII
L o obra de los masones y demás sectarios.
IX
Frutos de In en«e úadza masóbion,
X
E l mundo en poder de masón«« y dem ás
sectarios.
XI
P e s e á loe m asones y dem ás eeeiarlos, habrá
siempre coras.
XII
C o n d a sto n .
A. M. D. G.