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Si bien es cierto que todas las etapas aquí descritas son muy importantes en este
modelo, yo sólo me referiré a las primeras cuatro, que se relacionan coincidentemente con
nuestro enfoque de la mediación mexicana.
1. Crear una atmósfera efectiva
Se requiere de una preparación personal, con apertura, para disipar el miedo. Se explica que
el proceso no es una batalla, que se debe mostrar el interés por el mejoramiento de la
relación. Convencer a las partes de que se busca un esfuerzo compartido, con disposición a
escuchar y aceptar nuevas ideas. Se procura llegar a distinguir que los desacuerdos no tienen
que afectar los otros aspectos de la relación.
2. Clarificar percepciones
Las percepciones son las lentes a través de las cuales nos vemos a nosotros mismos, a los
demás, a nuestras relaciones y a las situaciones que nos salen al encuentro.
¿Cuáles son las fuentes de las percepciones? En la medida en que fuimos educados
y en la medida en que fuimos aprendiendo, en nuestra familia se da el aprendizaje formal e
informal. También se da en las escuelas, y mediante la convivencia social se aprende con
los sistemas de recompensa social, a lo que ayuda la fijación de deseos intereses o metas.
¿Cuándo tenemos conflictos de percepción propia? Cuando basamos la propia
percepción en las expectativas que otros tienen acerca de nosotros, o cuando los propios
valores no son claros, o el comportamiento no es coherente con los valores.
Pero, ¿también están presentes los conflictos que involucran las percepciones de la
otra parte? Sí, cuando uno o ambos tienden a ver la existencia de diferencias como una
batalla entre adversarios y cuando las imágenes mentales acerca del otro son afectadas
negativamente por rumores, chismes, estereotipos o por una acción en particular.
También cuando se distorsiona la imagen del otro como una forma de sobresalir o
cuando se perciben “amenazas” que no existen, debido a dudas de las propias demandas por
cuidar el “poder”, por sentir que no hay habilidad para manejar diferencias, o por la noción
de que el conflicto es un campo de batalla.
Este modelo de negociación propone el abordaje de las percepciones, primero, desde
las percepciones del conflicto mismo y la percepción de uno mismo.
Por ejemplo, para clarificar las percepciones del conflicto, deberíamos preguntarnos:
¿Es el conflicto un evento aislado o es el último episodio de una serie, que revela problemas
dentro de la relación como un todo? ¿Estoy seguro de que éste es un conflicto con la otra
parte, no conmigo mismo (conflicto interno)? ¿Cuál creo que es el conflicto? ¿El conflicto
es sobre valores o preferencia? ¿Es un conflicto de valores y de principios?
Es fácil negar los valores del otro o ubicarnos cuando uno, o ambos, no tienen claros
sus propios valores. O cuando se asume que el conflicto es por valores o principios
incompatibles, puede tratarse de conflictos por sentimientos y emociones. O bien, se debe
aclarar si éstos se intelectualizan para que la otra parte no se dé cuenta del dolor que
provocan.
Cuando hablamos de los conflictos internos nos estamos refiriendo a la dificultad
para aceptar que existe un conflicto inicial que reside en nosotros mismos. Los conflictos
internos afectan la relación y se manifiestan en desacuerdos constantes. Son una especie de
“voces internas” que impulsan conductas incomprensibles. Para clarificar percepciones, aquí
nos debemos preguntar:
• ¿El conflicto es acerca de necesidades o de deseos?
• ¿El conflicto es acerca de metas o métodos?
• ¿Cuáles son los componentes del conflicto?
• ¿Cuáles componentes deberán ser abordados primero?
• ¿Cuáles componentes son los prioritarios para cada parte?
Para tomar en cuenta las necesidades de la otra parte, primero hay que conocer qué
necesita el otro de la relación, qué resultado necesita del abordaje del conflicto, que
favorezca su desarrollo y al mismo tiempo que la relación mejore. Cabe mencionar que no
es nada fácil identificar las necesidades de la otra parte, sobre todo en una situación de
conflicto, donde cada parte tiene su propio universo y, unido con el universo del otro, resulta
agobiante para el mediador que no está avezado en las técnicas para cuestionar con
acercamiento a las necesidades de cada parte. Curiosamente, al desagregarse los elementos
constitutivos de un conflicto, tarea que tienen que hacer los mediadores, aparecen cuestiones
más ligadas a los valores que a las necesidades.
Podemos acudir a las reflexiones propias: "Si yo estuviera en su lugar, ¿qué
necesitaría o qué espero de la relación?"
Al apuntar hacia las necesidades individuales, las reflexiones ahora vienen desde el
yo. Nos ubicamos en el aspecto individual, con reflexiones propias:
Algunos equipos de mediadores han visualizado el poder desde muchas perspectivas, pero,
en general, si los mediadores nos ubicamos en el significado del poder, veremos que el poder
está compuesto por el conjunto de actitudes, percepciones, creencias y valores que dan a las
personas o grupos la habilidad de actuar o desenvolverse eficientemente frente a una
situación dada.
Existe el poder negativo, con el que se trata de debilitar a la otra parte, que busca
ganar ventajas en aspectos específicos o que se concentra en un poder sobre, no en un poder
con. Pero la tarea en la mediación es construir un poder positivo.
El poder positivo del otro significa esforzarse por encontrar el poder y el potencial
positivo del otro en el conflicto. Se trata de no definir a la otra parte sólo por su aspecto
negativo, reconocer que se la necesita y sentir que mantener la relación le hace más fuerte.
Cuando sumamos poderes estamos hablando del nosotros, y eso, para los propósitos de la
mediación, es muy importante. Estamos hablando del poder compartido, que es más fuerte
que el poder individual de cada una de las partes.
(Véase la Guía práctica de supervisión en el Anexo #3)