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HOMBRE

DE HOY
ANTE
JESÚS
IJ
NAZARET
n/i
HISTORIA Y ACTUALIDAD
Sinópticos y Pablo

Juan Luis Segundo


LISTIANDAD
JUAN LUIS SEGUNDO

EL HOMBRE DE HOY
ANTE
JESÚS DE NAZARET
Tomo II/l
HISTORIA Y ACTUALIDAD
Sinópticos y Pablo

EDICIONES CRISTIANDAD
En un lugar del mundo —exterior o interior—
existe un grupo, una comunidad de personas con
las que, desde hace veinte años, discuto una noche
por semana sobre los temas de este libro. Los
miembros de este grupo nos hemos vuelto más que
amigos: hermanos. Y es difícil entonces que uno
pueda siquiera percibir con claridad lo que al otro
debe y distinguirlo de lo que es suyo.

A ese grupo llegaron personas que sólo de adultos


se volvieron cristianos y que ni siquiera lo eran
mientras discutíamos los temas que llenan este li-
bro. Vero a todos nos interesó por igual Jesús de
Nazaret y su búsqueda nos hizo aún más hermanos.

Algunas personas de esa comunidad están hoy lejos


en el espacio, no en el afecto. Otras se han sumado
luego a ese afecto y a la reflexión. A todos ellos
dedico este volumen, no como quien regala lo pro-
pio, sino como debe ser: una obra que vuelve a
quienes le dieron vida.
J. L. SEGUNDO

Con las debidas licencias

© Copyright en
EDICIONES CRISTIANDAD, S. L.
Madrid 1982

ISBN: 84-7057-311-X (Obra completa)


ISBN: 84-7057-313-6 (Tomo I I / l )
Depósito legal: M. 15.000.—1982 (Tomo I I / l )
CONTENIDO DE ESTE VOLUMEN

INTRODUCCIÓN GENERAL

I. El «evangelio de la cruz» y su clave 11


II. ¿Anti-cristología? 25
III. Jesús en poder de la teología 39
IV. Crear evangelios 65

PRIMERA PARTE

EL JESÚS HISTÓRICO DE LOS SINÓPTICOS


Introducción: ¿Una «historia» de Jesús? 69
Cap. I: Jesús y la dimensión política 105
Cap. II: El anuncio central de Jesús 127
Cap. III: La cercanía del reino 155
Cap. IV: Las exigencias del reino 179
I. Conversión y hermenéutica 179
Cap. V: Las exigencias del reino 201
II. Profetismo y concienciación 201
Cap. VI: La venida del reino 225

Anexos a la primera parte:


I. Jesús resucitado 251
II. Algo más sobre la clave 269

SEGUNDA PARTE

LA CRISTOLOGIA HUMANISTA DE PABLO


Introducción: El paso a la «cristología» en Pablo 287
Cap. I: El pecado, esclavizador del paganismo 305
Cap. II: El pecado, esclavizador del judaismo 331
10 Contenido de este volumen

Cap. III: Entre la Ley y la Fe 351 INTRODUCCIÓN GENERAL


Cap. IV: Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 381
Cap. V: Adán, Cristo y la victoria 409
Cap. VI: La vida nueva del cristiano 449
Cap. VII: El hombre dividido 475
Cap. VIII: La muerte vencida , 499
Cap. IX: Conclusiones: Cristo y el hombre 535 I
EL «EVANGELIO DE- LA CRUZ» Y SU CLAVE
Anexo a la segunda -parte:
Predicar hoy la cruz de Jesucristo significa:
Sobre la clave de Pablo 564
1) Comprometerse en la construcción de un mundo donde
sean menos difíciles el amor, la paz, la fraternidad, la apertura y la
entrega [a Dios]. Esto lleva consigo denunciar las situaciones que
engendran el odio, la división, [el ateísmo] en el plano de las
estructuras, los valores, las prácticas y las ideologías. Supone anun-
ciar y realizar, con un comportamiento comprometido, el amor, la
solidaridad y la justicia en la familia, en las escuelas, en el sistema
económico, en las relaciones políticas. Tal compromiso tiene como
consecuencia crisis, confrontaciones, sufrimientos, cruces. Aceptar
la cruz inherente a esta lucha es cargar con la cruz como lo hizo el
Señor: soportando y sufriendo por la causa y la vida que hemos
elegido.
2) El sufrimiento derivado de este compromiso, la cruz que
hay que cargar en esta andadura, es sufrimiento y martirio [por
Dios y su causa en el mundo]. El mártir es mártir por causa [de
Dios], no por el sistema. Es mártir del sistema, pero para [Dios].
Por eso, quienes sufren y son crucificados por causa de la justicia
de este mundo son testigos de [Dios]. Rompen el sistema cerrado
que se considera justo, fraterno y bueno. El que sufre es mártir
por la justicia; como Jesús y todos los que le siguen, descubre el
futuro, deja abierta la historia para que crezca y produzca más
justicia de la que existe, más amor del que hay en la sociedad. El
sistema quiere cerrar y encubrir el futuro. Es fatalista; cree que no
necesita reformas ni modificaciones. El que soporta la cruz y sufre
en la lucha contra el fatalismo del sistema carga la cruz y sufre con
Jesús y como Jesús. Sufrir así es digno. Morir así tiene sentido.
3) Cargar con la cruz como Jesús significa, por tanto, solida-
rizarse con los que son crucificados en este mundo: los que sufren
12 Introducción general El «evangelio de la cruz» y su clave 13

violencia y pobreza y se sienten deshumanizados y privados de sus peso. Muchas veces tenemos que asistir al drama humano silencio-
derechos. Defenderlos, atacar las prácticas en cuyo nombre se les sos e impotentes, porque cualquier palabra de consuelo resultaría
convierte en no hombres, asumir la causa de su liberación y sufrir vacía y cualquier gesto de solidaridad sonaría a resignación inope-
por ella es cargar con la cruz. La cruz de Jesús y su muerte fueron rante. Las palabras se ahogan en la garganta y la perplejidad seca
consecuencia de un compomiso en favor de los desheredados del las lágrimas en su fuente. Especialmente cuando el dolor y la muer-
mundo. te provienen de una injusticia que lacera el corazón o cuando el
drama es irremediable y no se ve ninguna salida. Aun así, contra
4) El sufrimiento y la muerte por causa de los crucificados todo cinismo, resignación y desesperación, tiene sentido hablar de
implica soportar que el sistema difame los valores de quien lucha la cruz. El drama no tiene que transformarse necesariamente en
contra él. El sistema dice: los que asumen la causa de los pequeños tragedia. Jesucristo, que pasó por todo esto, transfiguró el dolor
y los indefensos son subversivos, traidores, enemigos de los hom- y la condena a muerte convirtiéndolos en un acto de libertad y de
bres, están [execrados por la religión y abandonados de Dios] amor que se autoentrega, en [un acceso posible a Dios y] en una
(«maldito el que muere en la cruz»). Son los que quieren revolu- nueva aproximación a quienes lo rechazaban: perdonó y se entregó
cionar el orden. Entre tanto, el mártir doliente se opone al sistema confiado a Otro mayor. El perdón es la forma dolorida del amor.
y denuncia sus valores y prácticas, porque no son sino el orden del Entregarse con confianza y ponerse en manos de alguien que nos
desorden. Lo que el sistema llama justo, fraterno y bueno, en rea- supera infinitamente es arriesgarse al misterio como último por-
lidad es injusto, discriminatorio y malo. El mártir desenmascara tador de un sentido que compartimos, pero no creamos. Esta
el sistema: por eso sufre su violencia. Padece por una justicia ma- oportunidad se ofrece a la libertad humana: el hombre puede
yor, por un orden distinto («si vuestra justicia no es mayor que aprovecharla y descansar en la confianza: pero también puede per-
la de los fariseos...»). Sufre sin odio; soporta la cruz sin huir de derla y zozobrar en la desesperación. El perdón y la confianza cons-
ella. Carga con la cruz por amor a la verdad y a los crucificados y tituyen las formas con que evitamos que el odio y la desesperación
arriesga por ellos su seguridad personal y su vida. Así lo hizo Jesús. tengan la última palabra. Es el gesto supremo de la grandeza del
Así deberán hacerlo todos sus seguidores a lo largo de toda la hombre.
historia. Jesús sufre como [«maldito»], pero es bendecido; muere Sólo mirando al Crucificado vuelto a la vida puede afirmar el
como [«abandonado»], pero es acogido por [Dios]. Así confunde cristiano que la muerte en cuanto entrega confiada tiene un sen-
[el Señor] la sabiduría y la justicia de este mundo. tido último como muestra la resurrección, que es la plena manifes-
tación de la Vida presente en la vida y en la muerte.
5) La cruz es, por tanto, símbolo del rechazo y de la viola-
ción del sagrado derecho de [Dios] y del hombre. Producto del 7) Morir así es vivir. En esta muerte de cruz hay una vida
odio. Quienes luchan por abolir la cruz del mundo, tienen que car- que no puede aniquilarse. Está oculta en la muerte. No llega des-
gar la cruz impuesta e infligida por los que la crearon. La aceptan, pués de la muerte. Está en la vida de amor, solidaridad y coraje
pero no porque vean en ella un valor, sino porque rompen la lógica para soportar y morir. Con la muerte se revela en su poderío y en
de la violencia con el amor. Aceptarla significa ser más grande que su gloria.
la cruz; vivir así es ser más fuerte que la muerte. Así lo expresa san Juan cuando dice que la elevación de Jesús
en la cruz es glorificación, que la «hora» es a la vez la hora de la
6) Predicar la cruz puede significar una invitación a un acto pasión y de la glorificación. Hay, pues, una unidad entre la pasión
extremo de amor, de confianza y de total despojo de sí mismo. La y la resurrección, entre la vida y la muerte. Vivir y ser crucificado
vida tiene su cara dramática; ahí están los derrotados por una causa por la justicia y por [Dios] es vivir. De ahí que el mensaje de la
justa, los desesperanzados, los condenados a cadena perpetua, los pasión vaya siempre unido al de la resurrección. Los que murieron
que se hallan ante una muerte irremediable. De alguna forma, to- como insurrectos contra el sistema de este siglo y se negaron a
dos están colgados de la cruz, cuando no tienen que cargar con su entrar «en los esquemas de este mundo» (Rom 12,2) son ahora
14 Introducción general

los «resucitados». La insurrección por causa de [Dios] y del otro 1


es resurrección. La muerte puede parecer un sinsentido. Pero tiene
futuro y guarda el sentido de la historia. ¿Qué es el texto que acabamos de leer? Sin duda un evange-
lio. A quien extrañe la falta de comillas en la palabra evangelio,
8) Predicar la cruz hoy es anunciar el seguimiento de Jesús. es decir, a quien espontáneamente, en pleno siglo xx, se crea obli-
No es exaltar el dolor ni magnificar lo negativo. Es anuncio de gado a metaforizar el término, dedicamos estas primeras refle-
algo positivo: de la lucha para que cada vez sea más imposible xiones.
que unos hombres crucifiquen a otros. Esa lucha implica abrazar ¿Qué dificultad habría, en efecto, en dar a esta versión —par-
la cruz, llevarla con coraje y dejarse crucificar con hombría. Vivir cial, es cierto, por referirse sólo a la pasión y resurrección, pero
así es ya resurrección, es vivir a partir de una vida que la cruz no no más parcial, por ejemplo, que la carta a los Hebreos— un esta-
puede sacrificar. La cruz no hace sino mostrarla más victoriosa aún. tuto semejante al de los cuatro evangelios canónicos o a lo que
Predicar la cruz significa seguir a Jesús. Y seguir a Jesús es prose- Pablo llamaba «su» evangelio?
guir su camino y su causa y conseguir su victoria. Hay una y, por cierto, relevante. Lo que acabamos de leer no
pertenece ni pertenecerá nunca a la Biblia, también llamada, y no
9) [Dios] no se quedó indiferente ante las víctimas y los su- sin razón, el «depósito de la fe».
frimientos de la historia. Por amor y solidaridad (cf. Jn 3,16) se Con ello aludimos a un hecho decisivo en ese proceso por me-
hizo pobre, fue condenado, crucificado y muerto. Asumió una rea- dio del cual Dios va llevando a su pueblo a la verdad. A la verdad
lidad que le es objetivamente contraria, pues él no quiere que los
sobre Dios y sobre el hombre, ya que nunca las dos cosas aparecen
hombres empobrezcan y crucifiquen a otros hombres. Este hecho
separadas.
revela que la mediación privilegiada de [Dios] no es la gloria ni
la transparencia del sentido histórico, sino el sufrimiento real del La Escritura consigna ese largo proceso educativo y, al ponerlo
oprimido. «Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros de- por escrito, lo deposita. Y decimos que ese depósito culmina con
bemos amarnos unos a otros» (1 Jn 4,11). Acercarse a Dios es los testigos directos de Jesús, en quien se concentra la totalidad
acercarse a los oprimidos (Mt 25,46ss), y viceversa. Decir que de la fe y de la apuesta humana.
[Dios] asumió la cruz no equivale a glorificarla y eternizarla. Sig- Pero hemos de hacernos dos preguntas importantes para valo-
nifica únicamente mostrar cuánto ha amado [Dios] a los que su- rar lo que viene después y llega hasta nosotros. Como el texto
fren. Sufre y muere con ellos. citado de L. Boff entre mil otros.
Por otro lado, [Dios] tampoco es indiferente a los crímenes, La primera: ¿se detiene el proceso cuando se cierra el depósito?
al lastre de la historia. No deja que la llaga quede abierta hasta De ninguna manera. La misma Biblia nos dice por qué y cómo
la manifestación de su justicia en el fin del mundo. Interviene y continúa. Podemos acudir, para cerciorarnos en este punto, al evan-
justifica en Jesús resucitado a los despojados y crucificados de la gelio, que, dentro del Nuevo Testamento, parece tener la mayor
historia. La resurrección quiere mostrar el verdadero sentido y el conciencia de crear, para nuevos oyentes, una nueva formulación
futuro garantizado de la justicia, del amor y de las luchas, apa- del mensaje de Jesús: el de Juan. Pues bien, éste hace decir a Jesús
rentemente fracasadas por el amor y la justicia en el proceso his- la víspera de su muerte —y poco importa, desde el punto de
tórico. Al fin triunfarán. Será el reino de la pura bondad '. vista de la «inspiración», que las palabras sean de Jesús mismo o
de su evangelista—: «Tengo todavía mucho que deciros, pero sería
1
Leonardo Boff, Pasión de Cristo y sufrimiento humano, pp. 437-441. To- un peso muerto ( = no lo podríais soportar) para vosotros. Cuando
mamos el texto de la edición publicada por Ediciones Cristiandad en el tomo venga él, el Espíritu de verdad, os guiará a toda verdad» (Jn 16,13).
colectivo Jesucristo y la liberación del hombre (Madrid 1981). La única mo-
dificación que nos hemos permitido fue poner en cursiva las referencias di- La segunda es: ¿no puede haber cierto peligro en volver de-
rectas de Boff a los escritos del Nuevo Testamento, y entre corchetes las ex- masiado rápida y mecánicamente a la verdad depositada, teniendo
presiones explícitamente religiosas. Con ello pretendemos que el lector ad- el Espíritu tantas cosas que decirnos aún y tanta verdad hacia
vierta la diferencia de lenguajes, para ulteriores reflexiones y lecturas.
16 Introducción general El «evangelio de la cruz» y su clave 17

donde conducirnos? Sin duda. Y lo prueba el hecho de que los lo que hemos leído en el comienzo del capítulo es, rigurosamente
evangelios sean cuatro (y no uno) y que ya en el Nuevo Testamento hablando, un evangelio, no una cristología.
encontremos nuevas interpretaciones de Jesús exigidas por con- Una cristología, como todo discurso razonado, se desarrolla, se
textos nuevos. estudia, se enseña. Un evangelio se predica2. Y precisamente el
El hecho de que el «depósito» se cierre no significa, por tanto, título de las líneas con que encabezamos el capítulo rezaba: «Pre-
que termine también el proceso por el que Dios, mediante el Es- dicar la cruz... hoy...».
píritu de Cristo, nos conduce a toda verdad. ¿Por qué entonces No se trata sólo de un título discutible o de una etiqueta pre-
se cierra el «depósito» mientras la educación de Dios continúa? tenciosa e infundada. La cristología, en cuanto parte de la teo-
Sin duda porque también en el proceso educativo de cada hombre logía, está inserta dentro del esfuerzo global del intellectus fidei,
en un momento dado éste debe salir de lo «depositado» en las es decir, del esfuerzo por comprender la fe. Un evangelio, en cam-
consignas paternas o maternas. Y no para negarlas, sino para con- bio, se predica; esto quiere decir que la fe se ofrece, que se llama
frontarlas con los desafíos de la vida. Allí, errando y corrigiendo a otros a dejarse penetrar por su atractivo, a estructurar de ese
errores, lo depositado se hará más hondamente vida y posibilidad modo el mundo del sentido y de los valores. Así lo hace Jesús,
de creación. Y adquirirá, al compás de nuevas circunstancias, nue- según Marcos, una de las fuentes evangélicas: «... marchó Jesús
vas facetas. a Galilea y predicaba el evangelio ( = buena noticia) de Dios di-
Nada indica a priori que las palabras de Jesús y, más explícita- ciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca;
mente, las de Pablo sobre el peligro del recurso a la «letra muer- convertios y creed en el evangelio ( = buena noticia)» (Me 1,
ta», no se vuelvan a repetir, por lo menos en cierta medida, con 14-15).
la letra de los evangelios. Se acude a veces a ellos no para «inspi- De acuerdo con lo que señalábamos en el tomo anterior, esa
rarse» en contacto con lo «inspirado», sino por una seguridad in- llamada a la fe no es, ni puede ser en primer término, una llamada
fantil. Como el joven al «depósito» de las consignas paternas. Es a una fe religiosa. Sólo puede llegar a ella pasando necesariamente
decir, esquivando el riesgo sano de interpretar a Jesús de nuevo por la comunicación de un mundo de sentido y de valores a otro
frente a problemáticas igualmente nuevas. Ante las cuales, las res- mundo afín, ya existente de alguna forma en el oyente. Ese mundo
puestas de Jesús, tomadas a la letra, traicionarían su Espíritu. Se de significación y valores es lo que Jesús designa con el título de
las consideraría como algo mágicamente dotado de verdad. Y ello «reino de Dios». Y su afinidad con un mundo paralelo de valores,
terminaría llevando a dar, en nombre de Jesús, soluciones in- existente en algunos de sus oyentes —por lo menos de manera
humanas (cf. GS 11). incoativa, pues aún precisan de conversión— es, lógicamente, lo
Es necesario, pues, volver a escribir evangelios. Eso no quita que le permite decir que la proximidad de ese «reino» constituye
nada de maravilloso y exclusivo al momento en que los primeros una buena noticia. Sólo que no por eso deja de ser noticia. La
y canónicos se escribieron. Hoy mismo, tantos siglos después, el afinidad de la expectativa no significa que se crea «próximo» el
Espíritu de Jesús puede hacer que esos evangelios sean «espiritual- reino. Hay que convertirse a esa esperanza, aceptar ese dato que
mente» tan fieles a Jesús como lo fueron los primeros.
2
Obviamente no negamos que la obra total de Boff a la que nos referi-
mos sea, aunque parcialmente (en cuanto referida casi exclusivamente, y de
acuerdo con su título, a la Pasión), una cristología, lo que no obsta a su valor
positivo en el sentido y medida en que posee muchos elementos que abren
2 la cristología a un verdadero y actual hablar de Jesús de Nazaret. Valga como
ejemplo el capítulo que hemos citado casi en su totalidad sobre «cómo pre-
dicar hoy la cruz de Nuestro Señor Jesucristo». Por otra parte, la «parciali-
Nos hemos referido al evangelio (sin comillas) de la cruz, es- dad» de este evangelio —su única temática es la cruz— no es mayor que la
crito por Leonardo Boff y que encabeza este capítulo. El primer de otros escritos del Nuevo Testamento, como por ejemplo la carta a los
párrafo indicó una de las principales razones que tuvimos para ello. Hebreos, donde sólo son analizadas las relaciones de Jesús con el culto de-
Quisiéramos ahora aducir y explicar otra, no menos importante: finitivo.
18 Introducción general El «evangelio de la cruz» y su clave 19

supera las posibilidades empíricas y que, por eso, llamamos tras- resistencia de lo real), reflejada en ese «hecho» que doy por sen-
cendente. tado sin poder verificarlo empíricamente por mí mismo, y la auto-
En el evangelio de la cruz, de Boff, que encabeza este capítulo, validación de esas premisas, que no es un capricho, sino una apues-
ocurre lo mismo: se trata de la buena noticia de que existe una ta: el futuro, es decir, «el final» mostrará lo acertado de trabajar
solidaridad total, eficaz y victoriosa del Crucificado con todos los con tales premisas 3 .
crucificados del mundo. No es asunto de este capítulo comprobar Pero esto, como decíamos, no es más que el esquema vacío (di-
si esa pretendida buena noticia es fiel a la anterior, citada del Evan- gital) donde va a habitar el espíritu de un mensaje icónico. Es
gelio de Marcos. Lo que sí interesa es comprobar que, a través de obvio que la comunicación eficaz de un mundo de valores no puede
este evangelio, Jesús (presumiblemente) sigue invitando a los que hacerse en forma lineal y expositiva: se realiza mediante la repe-
ya se interesan apasionadamente por los crucificados del mundo tición de la imagen viva de ese mundo mismo en actividad. El así
a creer en la buena noticia de su solidaridad con ellos. del actuar de Jesús se convierte de esa manera —en este evangelio
Después de comprobar que el proyecto de Boff es, efectiva- como en los otros— en un tema con variaciones, cada una de las
mente, paralelo al de los otros evangelios, analicemos brevemente cuales muestra, a su vez, una faceta diferente de la misma estruc-
el lenguaje en que se expresa. Veremos que es el que corresponde tura de sentido: vale la pena solidarizarse, como Jesús, con los
a la comunicación, entre personas, del mundo de la significación o crucificados del mundo hasta sufrir la misma cruz, con tal de poner
del sentido. fin a esa crucifixión de unos hombres por otros.
El lector recordará aquí, sin duda, algunos resultados de nues- Pero para actuar así es preciso aceptar la buena noticia (que
tro análisis del volumen anterior. La comunicación eficaz de sen- será buena, en primera instancia por lo menos, sólo para quienes
tido entre los hombres requiere una dosis prioritaria de lenguaje ya estén preocupados por ese sufrimiento innecesario infligido al
icónico. El lenguaje digital, mucho más relacionado con el racio- hombre); es necesario aceptar el dato trascendente de que la cruz
cinio (o con el mero mostrar cosas), tiene su función propia, pero 3
a partir de las premisas (en gran parte auto-validantes). Estas se Kasper parece llegar a un esquema prácticamente idéntico al escribir:
«La pregunta por el sentido por parte del hombre no se puede contestar sólo
adquieren por el mecanismo de testimonios, esto es, por las imá- desde dentro de la historia, sino que únicamente es posible hacerlo desde el
genes repetidas y familiares de las satisfacciones inherentes a los punto de vista escatológico. Por eso el hombre se mueve, en todas las reali-
mundos de valores, que vemos reflejados en el actuar de otras per- zaciones fundamentales de su ser, implícitamente por la cuestión sobre la
sonas y, de acuerdo a los cuales, tratamos luego nosotros de estruc- vida y su sentido definitivo. Por supuesto que la contestación sólo es posi-
ble al final de la historia. Ahora el hombre lo único que puede hacer es escu-
turar también el nuestro. char y escrutar la historia por sí descubre signos en los que se vislumbre este
Hemos visto que el lenguaje artístico en general, y el poético final o en los que hasta acontezca anticipadamente. Estos signos siempre se-
en particular (mezcla de lenguaje digital e icónico con predominio rán ambiguos dentro de la historia; claros se hacen sólo gracias a la anticipa-
ción creyente del fin de la historia y, viceversa, esta anticipación tendrá que
de este último), era el más apropiado para vehicular la imagen cerciorarse constantemente al contacto con la historia. Sólo en este amplio
viva de una satisfacción vinculada a cierta estructura de valo- horizonte de la cuestión pueden entenderse en plenitud los testimonios de
res. Y que cuando este lenguaje llega a sus máximas posibilidades la Iglesia primitiva y de la tradición eclesiástica posterior» (op. cit., 169).
de expresión se ajusta al siguiente esquema (expresado en forma Parecería que, a partir de ahí, se debería llegar a nuestro mismo esquema.
¿Por qué no lo hace Kasper? Porque en realidad no acepta el aspecto auto-
abstracta y, por tanto, digital): dado este hecho, que la limitación validante de las premisas o, lo que es lo mismo, su necesario carácter de
de toda existencia humana me impide verificar (por mí mismo), apuesta. Por eso tiende, a nuestro parecer, a validarlas por un razonamiento
al final se verá que era mejor actuar así. con base empírica, convirtiendo así las premisas en conclusiones. Precisamen-
te ese carácter de autovalidación es el que hace necesaria la fe, es decir, la
Como se ve, hay en este esquema (vacío) general tres elemen- comunión arriesgada en los valores de otro, sin pedirle señales del cielo. Sin-
tos fundamentales: la premisa ontológica (la estructuración para tomáticamente, Kasper pasa de esa formulación a la «señal del cielo», es de-
el actuar de lo que vale en la realidad, de su deber-ser) reflejada cir, a la resurrección, no a «los signos de los tiempos», esto es, a la actua-
en el «así»; la premisa epistemológica (el dato trascendente clave ción concreta de Jesús, como parece que deberíamos esperarlo después de
las afirmaciones citadas.
para poder afirmar la posibilidad de imprimir ese deber-ser a la
20 Introducción general El «evangelio de la cruz» y su clave 21
de Jesús no es una puerta cerrada, sino abierta, por donde la vida, mil para explicar la inserción de esos pasajes —y en relación con
la justicia y el amor ya comienzan a transformar la realidad his- lo visto en el párrafo anterior— es que la falta de creatividad en
tórica. Sólo puntuando los acontecimientos con esa premisa episte- la traducción (poética) actual se llena a menudo con lo que, sobre
mológica podremos ir encontrando en la historia señales de esa todo para un teólogo, es la gran tentación del menor esfuerzo: ate-
liberación. Sólo así, en efecto, nos acostumbraremos a poner un nerse a la letra bíblica. De ahí que esos pasajes, a nuestro parecer,
punto, ese punto que termina cada secuencia similar, no en la sólo susciten un interés erudito en el exegeta o en el teólogo, interés
muerte del mártir, sino en cada progreso del amor, de la solida- muy diferente —aunque por costumbre no lo percibamos así—
ridad, de la justicia, por provisorio, débil y amenazado que pa- del que suscita en el hombre común el propio desarrollo de las
rezca. ideas e imágenes evangélicas en términos de hoy 5 .
Por otra parte, todo ello no tendría sentido si, con nuestro La segunda observación se refiere a los pasajes o palabras que,
mundo de significación y valores, no estuviéramos embarcados en en el mismo evangelio aquí presentado, hemos señalado con un
una apuesta (necesaria a toda existencia humana) según la cual corchete. Como el lector podrá apreciar, son ésos los pasajes que
quede validada al final —escatológicamente— la elección realiza- hacen una referencia explícita a lo religioso y, en particular, a
da. Esa escatología es aquí la resurrección de Jesús que des-vela Dios.
el futuro y nos hace ver, ya presente en medio de una vida en apa-
riencia sometida a la muerte, el triunfo de la vida y de la causa del Por lo pronto, debe quedar claro que, como lo hemos estudiado
hombre; triunfo que aparecerá, en toda su realidad y extensión, en el volumen anterior, de ninguna manera nos oponemos a priori
al final de la historia. al empleo de ese tipo de lenguaje. Admitimos, eso sí, que es peli-
groso, por lo menos cuando, como en este caso, no lleva consigo
No obtenemos así lo que H. Küng llama despectivamente una un contexto lo suficientemente denso o explícito como para poder
«extrañamente inexacta y vinculante 'verdad religiosa' igual, más eventualmente corregir lo que el lector u oyente coloca bajo el
o menos, a 'verdad poética'» 4. No hay, en efecto, aquí más in- término «Dios».
exactitud que el espacio necesario para que cada uno cree su pro-
pio modo de vivir, dentro de sus propias e irrepetibles coordenadas, Claro está que los evangelios canónicos expresan la buena noti-
ese mundo de significado. En otras palabras: gracias a Dios, la cia en términos religiosos. Pero cabría hacer alguna observación
al respecto, especialmente relevante para nuestro tiempo. Serán
misma poesía y la misma inexactitud que la de los evangelios ca-
notas someras y, por otra parte, están lejos de parecemos conclu-
nónicos.
yentes; en todo caso, no podemos pasarlas por alto.
Sólo quisiéramos agregar dos observaciones más a propósito
del lenguaje empleado por Boff. El uso de una terminología religiosa en un mundo total o casi
totalmente religioso no puede siquiera discutirse. Es inevitable.
Al transcribir su evangelio de la cruz, nos permitimos poner Además, los evangelios tienen en ese uso dos correctivos impor-
en cursiva algunos pasajes donde el autor prácticamente cita los tantes. El primero es que las palabras de ese lenguaje, por lo me-
evangelios neotestamentarios. Entendiendo éstos en sentido lato, nos en Israel, estaban cargadas de un contenido específico. No nos
es decir, comprendiendo entre ellos las interpretaciones no narrati- referimos sólo al decantamiento de lo religioso operado por la
vas, como la de Pablo. ¿Por qué cambia de lenguaje en esos pasa- globalidad del Antiguo Testamento. Además de la globalidad de
jes, que hasta añade referencias a citas bíblicas? éste, ya Jesús, ya la comunidad cristiana primitiva, privilegiaron
Creemos que, desde el punto de vista del desarrollo (icónico) en él, como tendremos ocasión de estudiarlo mejor, ciertas tradi-
de su evangelio, tales pasajes, introducidos desde un contexto le-
jano, sólo consiguen interrumpir una línea de expresión propia, 5
No tendría sentido, como es obvio, oponerse a las citas bíblicas en un
que prende y cautiva. La hipótesis que se nos ocurre más verosí- escrito teológico. Tratamos sólo de distinguir el uso literal de la Biblia en
un razonamiento de teología, del mismo uso literal cuando se trata de hacer
4 pasar un mensaje significativo y de crear para ello un lenguaje nuevo, actual,
Op. cit., 102. Cf. infra, nota 20, p. 54. preponderantemente icónico.
22 Introducción general El «evangelio de la cruz» y su clave 23

ciones específicas, como la de Elías-Eliseo, el profeta semejante a Un fenómeno nuevo viene a complicar las cosas en este punto
Moisés, el Siervo sufriente del segundo Isaías, etc., con sus corres- del lenguaje religioso: la aparición del ateísmo a nivel masivo y
pondientes imágenes de lo divino. Eso hace que la palabra «Dios» el malentendido de que un abismo separa a ese ateísmo de todo
suene en los evangelios, si bien se mira, de una manera mucho más lo religioso. Tenemos, por el contrario, como ya hemos visto, to-
precisa y profunda que en un texto actual. Ya que su implantación das las razones para pensar que lo dicho por Jesús a propósito de
en la cultura '«occidental» le ha hecho perder, en gran parte, la las diferentes «religiones» de su época vale hoy también para la
referencia a dichas tradiciones por lo menos para el lector común. diferencia entre ateísmo y religión (cf. Hch 17,23; 1 Jn 4,20).
El segundo correctivo es el aportado particularmente por Jesús. Por todo lo dicho, los pasajes donde se habla explícitamente
En medio del politeísmo del Oriente de entonces, Jesús desecha de Dios en el Evangelio de L. Boff, aun teniendo en cuenta el
como decisivas las diferencias religiosas, en pro de la decisoriedad contexto religioso de la cultura brasileña (o, tal vez, aun a causa
de actitudes humanas más fundamentales aún. Los idólatras nini- de ello), nos parecen, hasta cierto punto, un desafío no aceptado.
vitas tenían, según él, una concepción más certera de lo divino En un pasaje habla Boff de «Alguien más grande...», «Alguien que
que los yahvistas ortodoxos del fariseísmo. Jesús tacharía a este nos supera infinitamente». Creemos que por ahí iría la solución,
último de idolatría práctica, es decir, en el lenguaje bíblico de así como el hablar de una causa que vale más que nuestras vidas,
«adulterio» (cf. Mt 12,39; 16,4 y par.). Lo mismo ocurre proba- u otros términos semejantes. Claro está que no ignoramos que el
blemente en otras varias ocasiones (cf. Mt 8,5-13 y par.; 25,3lss). contexto —por breve que sea— de esas páginas destruye, en cierto
Esta relativización de las distinciones introducidas por el lenguaje modo, la ambigüedad señalada, por lo menos en una buena me-
religioso (cf. Gal 3,28; Rom 10,12; 1 Cor 12,13; Col 3,11) parecen dida.
destinadas a mostrar el peligro especial del lenguaje cuando se Nos interesaba el lenguaje sobre Dios de este texto por la ra-
aplica a lo sagrado y la necesidad consiguiente de pasar por el cri- zón fundamental de que hablábamos antes y que, como dijimos,
terio de actitudes (mundos de significación) humanas para saber no tiene nada que ver con un rechazo a priori del lenguaje religioso.
si se está hablando de lo mismo cuando se emplean palabras Por todas las razones expuestas, eremos que los hombres deben
idénticas. comunicarse amplia, lenta y profundamente sus respectivos mun-
Y ¿qué ocurre hoy con ese lenguaje? Que la unificación for- dos de sentido antes de comenzar a discutir si comulgan o no en
zada en Occidente de todos los nombres divinos en el sustantivo, una fe «religiosa». En otras palabras, que sólo sobre un puente
común y propio a la vez, de «Dios», acentúa aún más la ambigüe- sólidamente establecido de fe antropológica, la cuestión religiosa
dad de su contenido. Valga como ejemplo el que filosofías que sobre Jesús adquiere relevancia y precisión. Trataremos de mos-
vehiculan conceptos totalmente diferentes y aun opuestos de la trarlo particularmente en la primera parte de esta obra.
divinidad se valen de la misma palabra. Otro tanto puede decirse
de la teología y de la piedad dentro de la tradición cristiana y aun
católica6. •k k k

6
Antes de que Marx hablara de la religión (cristiana) como del opio del
pueblo, Balzac, más cínico, pero también más amplio observador de los de- Lo que este —tal vez extraño— capítulo quisiera hacer resaltar
talles de la sociedad humana, hacía decir a uno de sus personajes femeninos es que si existe una cristología, ésta no puede consistir en ningún
de La comedia humana: «La religión, Armando, como puede verlo usted, es caso en una sustitución de la continua tarea de reelaborar el evan-
lo que mantiene unidos los principios conservadores que permiten a los ricos
vivir tranquilos» (Histoire des Treizé, II [1834] en La comedie humaine gelio en la comunidad cristiana.
[París 1866] IX, p. 173). Aun habida cuenta de la posible superficialidad En este sentido preciso entendemos las palabras iluminadoras
de la observación, o de su contexto particular, no será difícil comprobar lo
peligroso del uso de la palabra «Dios», sin la posibilidad de darle un con- de Karl Rahner sobre los dogmas cristológicos: «La fórmula (dog-
tenido más concreto y preciso del que la cultura le da. mática) es... un término, un resultado y una victoria que nos re-
24 Introducción general

gala su precisión y claridad y que posibilita la enseñanza segura. II


Pero en tal victoria todo depende de que el término sea, a la vez,
también un comienzo» 7. ¿ANTI-CRISTOLOGIA?

El objetivo de este segundo volumen es doble.


A partir de esas dimensiones del hombre que son la fe y la
ideología analizadas o, por lo menos, esbozadas en el volumen an-
terior, se trata aquí de recurrir nuevamente al método para decidir
qué aporta —en la hipótesis de que lo haga— Jesús de Nazaret y
la tradición que viene de él al proceso de humanización.
No ocultamos que nos seduce la idea de reemprender con más
método y lógica si fuera posible —esto es, para nosotros dentro
de las coordinadas del primer volumen— la tarea que se propuso
M. Machovec: escribir un Jesús para ateos. Si no de manera exclu-
siva para ateos «actuales», sí para ateos «potenciales». En efecto,
creemos haber mostrado allí que quien no está dispuesto a poner
ciertos valores humanos como criterios previos y superiores a cual-
quier religión determinada no será capaz de reconocer la impor-
tancia y el significado de Jesús. Y que aunque luego, eventualmente,
lo declare Mesías, Hijo de Dios o Dios mismo, ello no impedirá,
sino todo lo contrario, que haga de Jesús un ídolo.
Aun dando por sentado que Jesús sea la verdad misma encar-
nada, si observamos el único modo en que ésta puede comunicár-
senos en la historia, concluiremos que se puede creer en él por
razones falsas y dejar de creer en él por razones verdaderas. Jesús
mismo, como vimos, advirtió de este peligro, peligro mayúsculo,
puesto que ofrece una falsa seguridad cubierta con etiqueta sagrada.
Exigió jugárselo todo por él en un mundo sin señales del cielo.
Exigió dejar de hacer consultas a Dios cuando se estaba frente al
7
Karl Rahner, Problemas actuales de cristologta, en Escritos de Teología hombre necesitado.
(Madrid 1961) I, p. 169 (subrayado nuestro). A pesar de no concordar a me- No es, pues, una paradoja sin sentido el pretender que incluso
nudo con los contenidos y orientaciones globales de la teología de Hans
Urs von Balthasar, no podemos menos de reconocer la justicia con que ha el creyente debe acercarse a Jesús con una apuesta donde hay que
señalado dos lagunas de la teología corriente y que, tal vez con otras pala- hacer entrar todo el porvenir positivo o negativo de la «creencia»
bras, también ha señalado este capítulo. Se trata, por un lado, de no haber en Dios.
sacado suficiente partido teológico de las experiencias morales de los santos,
quienes, como los vitraux de las viejas catedrales, constituyen a menudo una No se podrá sospechar en esto de una Iglesia que muestra en
especie de Biblia más cercana y actual (cf. del autor citado, Théologie et su historia una tendencia tan clara a sacralizarse a sí misma como
Sainteté [Dieu Vivant 1948, n. 12] p. 15 y, como ejemplo, su biografía Tere- es la Iglesia católica romana. Pues bien, es doctrina oficial suya
sa de Lisieux. Historia de una misión, trad. cast. Ed. Herder, Barcelona 1957). que parte del ateísmo se debe a que muchos cristianos, como tes-
Señala Von Balthasar, por otro lado, que en su mismo mecanismo de pensa-
miento la teología no ha hecho suficiente caso de la belleza, importantísima tigos referenciales de valores (morales y sociales) presentan un
cuando se está en el dominio de la significación (cf. del autor citado, La rostro inauténtico de Dios (Gaudium et spes, 19). Cabe deducir
Gloire et la Croix, 2 vols. [París 1965]). de ello, en buena lógica, que quienes, dependiendo necesariamente
26 Introducción general ¿Anti-cristología? 27
de tales testigos, hayan negado ese dios (que no era) tenían, en Pero, como decíamos, este objetivo se entronca con otro.
primera instancia (y hasta la aparición o descubrimiento de testigos Si entendemos por teología el esfuerzo por comprender una
diferentes), razón en su negativa, y no así los que aceptaban a auténtica fe religiosa —en la misma línea antropológica estudiada
«Dios», a pesar de mostrárseles un dios inauténtico, inexistente l. en el tomo anterior—, la teología latinoamericana se ha caracte-
Para quienes el riesgo de «no creer» en Dios sea más grande rizado, en los últimos quince años, no tanto por aportar contri-
que el de creer «en un Dios que no es», Jesús no será jamás acce- buciones nuevas a esa rama especializada del saber (con su bien
sible. Y este libro habrá sido escrito en vano. Por eso decíamos o mal adquirido estatuto científico), sino por retroceder a las con-
que un ateísmo «potencial», es decir, la aceptación seria del ateís- diciones primigenias en las que, en las proximidades de Jesús de
mo como posibilidad frente a Jesús es una condición hermenéutica Nazaret, se comenzó a hacer «teología».
ineludible. Prescindiendo de que ésa sea condición de toda herme- Ahora bien: se ha observado, a manera de crítica, que esa pre-
néutica de elementos religiosos, como tratamos de mostrar en el tendida teología —comprensión de la fe— latinoamericana no ha
tomo anterior, la exige concreta, históricamente, Jesús de Nazaret. querido o, más probablemente aún, no ha osado o no ha podido
Al hombre que hace tal apuesta va dirigido el primer objetivo estructurar un modo de pensar propio, coherente y sistemático
de este libro: dialogar con él sobre lo que significó y puede aún sobre Jesucristo. Dicho en palabras más técnicas: que a la teología
significar para la comprensión y realización del hombre ese perso- latinoamericana, llámesela o no teología de la liberación, le falta
naje que hace una fugaz aparición pública en la Palestina del si- una «cristología».
glo i de nuestra era, encuadrado, es cierto, en una larga tradición Demos por sentado el hecho 2. Pero recurramos al método para
que le precede y en otra que le sigue. explicarlo. Como todo el mundo sabe, las ciencias son a menudo
1
Resulta casi increíble cómo, aúa después del Vaticano II, esta conclu- etiquetadas en nuestro lenguaje por el tema que abordan, seguido
sión de lógica elemental no ha sido sacada por teólogos tan identificados con de un cierto tipo de sufijo griego que indica si se trata de una mera
él y de tanta reputación como Hans Küng, por ejemplo. Así, la falsa uni- descripción —grafía—• o de una explicación (causal) de los fenó-
vocidad de la palabra Dios, a pesar de no resistir obviamente a la crítica que menos estudiados —logia—. La mejor traducción del término
le hace el Vaticano II, le permite a Küng las siguientes afirmaciones: «El griego logos, origen del sufijo logia, sería discurso o tratado en el
precio que el ateísmo paga por su no es bien conocido. Pone en peligro su
propia existencia por falta de un último fundamento, apoyo y término: arries- sentido de un pensamiento que raciocina sistemáticamente, tra-
ga incluso la posible pérdida del sentido, del valor y de la entidad de la mis- tando de agotar los porqués de los hechos que ha elegido estudiar.
ma realidad en general. Todo ateo que sea consciente de su ateísmo se expone, Pues bien, dejando de lado las preguntas —por pertinentes
por decisión enteramente personal, al riesgo de una existencia radicalmente
amenazada, abandonada, arruinada, con las necesarias secuelas de duda, an- que puedan ser— sobre lo que puede significar así el término global
gustia y desesperación. Todo esto, naturalmente en caso de que el ateísmo de teo-logía, es decir, discurso o tratado sobre los «hechos» rela-
sea serio y no mera pose intelectual, coquetería esnobista o superficialidad tivos a Dios, constituye un dato cultural que esa disciplina acadé-
irreflexiva». Y todo esto, ¿vale independientemente de que se le presente un
Dios auténtico o inauténtico? Esto no parece preocupar a H. Küng, quien
prosigue hablando de la fe: «La recompensa que la fe en Dios obtiene por su 2
Existen, es cierto: Jon Sobrino, Cristología desde América Latina (es-
sí es también conocida. Puesto que yo opto confiadamente por un fundamen- bozo) (Ed. C. R. T., México 21977), que, a nuestro parecer, y a pesar del
to primero, en lugar de optar por la sinrazón, por un apoyo primordial, en aprecio que nos merece su autor, debería llamarse más bien «Cristología para
vez de optar por la inconsistencia, por una meta primordial, en vez de optar América Latina desde Europa»; Leonardo Boff, Jesucristo, liberador (Ed. Cris-
por el absurdo, puedo descubrir fundadamente una unidad dentro de la dis- tiandad, Madrid 1981, en el vol. colectivo Jesucristo y la liberación del hom-
persión, un sentido dentro de la insensatez y un valor dentro de la invalidez bre, pp. 39-282 [que se resiente también, a nuestro juicio, de ser la primera
de la realidad total del mundo y del hombre». ¿Aun cuando el ídolo en que obra de Boff al terminar sus estudios teológicos europeos]); José Comblin,
crea sea inhumano y cruel? (Cf. Hans Küng, Ser cristiano, Madrid, Ed. Cris- Jesús de Nazaret (Santander 1977) que, aunque carezca de una relación ex-
tiandad, 41981, pp. 88-89). Se verá allí ejemplificado el peligro latente del plícita con América Latina, lleva tal vez en su mismo método los rastros de
paso por la metafísica, que estudiábamos en el tomo anterior a propósito de la inserción de su autor en nuestro continente. Nos parece lo más represen-
Pannenberg y sobre todo de Tracy, a pesar de las precauciones de este últi- tativo de una cristología latinoamericana, aunque parcial, la obra posterior
mo o de las de Schubert M. Ogden (The Reality of God, Harper and Row, de L. Boff, Pasión de Cristo y sufrimiento humano, en Jesucristo y la libe-
Nueva York 1977, cap. I) quien guía, en este punto, su pensamiento. ración del hombre (Ed. Cristiandad, Madrid 1981) pp. 283-443.
¿Anti-cristología? 29
28 Introducción general
habría comunicado de esa manera una determinada función a cier-
mica se divide para su estudio en tratados o logias más particu- tas personas, reyes, sacerdotes o profetas.
lares. Se estudian así, en su interior, la escatología, la eclesiología,
Pero el problema —y su ambigüedad— se complica no sólo
la soterio/ogk, etc.; esto equivale a decir que existen tratados acer-
por el hecho de que la «cristología» se limita al estudio de un sólo
ca de las realidades últimas, de la Iglesia, de la salvación, etc., y
Mesías, de un solo Cristo («Estas cosas han sido escritas para que
—con o sin el título griego— tratados sobre la creación, la reden-
creáis que Jesús es el Cristo = el Mesías» Jn 20,31), sino, y sobre
ción, la gracia, el pecado, los sacramentos, etc. Entre tales tratados
todo, porque, ya en el Nuevo Testamento, la palabra «Cristo» se
o logias se ubicaría, y de manera central, la cristología3. De ahí que
ha convertido en una especie de apellido inseparable de Jesús de
su ausencia sorprenda en el quehacer teológico latinoamericano.
Nazaret. En otras palabras: va dejando rápidamente de designar
El lector interesado en una problemática humana no tiene por una categoría —la de la función o misión de Jesús— para conver-
qué internarse en la temática o en los procedimientos de todas estas tirse en un nombre propio personal intercambiable con el de Jesús.
subteologías. Lo que sí puede interesarle y guiarle en la lectura de Lo que hoy hacemos sin pensar al expresarnos indiferentemente
este tomo es que toda logia, aquí como en cualquier otro ramo del en términos de «Jesús dijo...», «Jesucm/o dijo...», «Cristo di-
saber, supone una cierta objetivación o cosificación. Tratándose de jo...», lo hacía ya Pablo entre el 50 y el 60 de nuestra era en su
un «discurso», de un esfuerzo raciocinado por captar algo de vali- carta a los Romanos.
dez universal, toda ciencia estudia su objeto bajo un aspecto. Hace
de él una categoría, lo que le permite eludir los hechos «singu- ¡Resulta, pues, que la tan mencionada «cristología» sería un
lares». tratado, una logia sobre una persona singular! ¿Dónde queda, en-
tonces, en ella la categoría específica que haría posible superar la
Así, las ciencias humanas, sobre todo para desembarazarse de mera descripción de hechos, introducir el raciocinio y sacar con-
cada caso singular, de cada hombre, suelen estudiar un sustantivo clusiones?
verbal (cosificación), muchas veces terminado en -ción. Esa es la
Ahora bien, aunque no sea más que enfrentarse a Jesús en
categoría que constituye la base de una ciencia determinada. La
busca de tales categorías, ya es falsear radicalmente ese encuentro
sociología, así como la psicología animal o humana, estudiarán,
con un testigo humano, histórico, singular 4 , Jesús de Nazaret.
por ejemplo, fenómenos de adaptación o de inhibición. Y los tra-
En ese sentido preciso habría que decir que nuestra tentativa
tados sub-teológicos antes mencionados no escapan a esa ley. Ten-
en este volumen se definiría mejor como anti-cristología que como
dremos así tratados que versan sobre la creación, la reden«ó«, la
una cristología más. Ni siquiera la definiríamos como la cristología
revelación o la salvado». Es decir, sobre categorías, no sobre cosas
correspondiente a la teología de la liberación latinoamericana.
o personas singulares.
Pretende ser un hablar sobre Jesús que abra camino para consi-
¿Qué puede significar, entonces, una cristología, es decir, una derarlo como testigo de una vida humana más humana y libera-
logia sobre Cristo? Como se sabe, «Cristo» es una palabra ambi- da aún.
gua, sobre todo habida cuenta de su etimología. No es, originaria-
mente, el nombre propio de una persona. Significa en griego «un- De lo dicho en el tomo anterior debería haber quedado claro,
gido», lo que equivale, en hebreo, a «mesías». En ese sentido, si la misma historia no nos lo dijera ya, que así se presentó de
tendríamos aquí una categoría que podría ser objeto de estudio: hecho Jesús.
la expresada en el sustantivo verbal «unción», con el que se desig- El mismo Juan, sospechoso de haber hecho en su Evangelio
na el destino o función especial dados por Dios o sus interme- una teología «desde arriba» y de re-escribir la «vida» de Jesús
diarios a una persona. En esa misma medida, la «cm/ología» estu- partiendo, más que de su historia real, del presupuesto de que en
diaría los casos en que, de acuerdo con la Biblia, por ejemplo, Dios
4
3 Tanto las cristologías «desde arriba» (desde las categorías: mesianidad,
«La doctrina [otro sinónimo de logia] acerca de Jesucristo constituye divinidad), como las «desde abajo» (en busca de esas categorías desde la his-
el núcleo central de cualquier teología cristiana», palabras iniciales de la in- toria concreta) responden, pues, a una pregunta —qué es Jesús—, pregunta
troducción a la obra de Wolfhart Pannenberg, Fundamentos de cristología rechazada por el mismo Jesús y que impide el acceso a él.
(trad. cast. Ed. Sigúeme, Salamanca 1977) p. 27.
JO Introducción general ¿Anti-cristología? 31
5
él Dios se hacía hombre , sostiene no sólo la plena historicidad contemporáneos. ¿De dónde procedió ese interés? Y ¿puede llegar
global de esa vida («habitó = puso su tienda entre nosotros», hasta nosotros? 8.
Jn 1,14) y la materialidad requerida aún para interpretarlo («y Ciertamente ese interés tiene dos polos, y ambos deben ser te-
nosotros vimos su gloria», ib'td., cf. 1 Jn 1,1-2), sino que Jesús nidos en cuenta. Jesús fue testigo de ciertos valores humanos ante
reclamó para sí una fe, ese tipo de fe antropológica dirigida a los ciertas personas o grupos de hombres 9 . No se puede hablar sobre
testigos humanos de valores, como el único camino para decla- Jesús, sobre el Jesús real, sin tener en cuenta a sus interlocutores.
rarlo portador de algo trascendente: «Si al deciros cosas de la Aunque hoy tuviéramos una reconstrucción histórica, total y per-
tierra no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?» fecta de un Jesús solitario, ello no daría jamás origen a una «cristo-
(Jn 3,12). f t logía».
Lo que pueda saberse con más certeza sobre Jesús es que huyo Jesús fue un hombre común. No tenía título religioso alguno.
positivamente de que lo definieran (de que dijeran lo que era) Era un laico más en la sociedad religiosamente estructurada de
antes de captar qué valores representaba en sus dichos y obras 6. Israel. Un artesano común, si se quiere precisar su estatuto social.
Dejemos aquí la terminología esotérica que la teología acadé- A partir de cierto momento de su vida, sus hechos y dichos comien-
mica, sobre todo reciente, multiplica, y atengámonos a hechos de zan a suscitar atención, adhesión o rechazo.
muy sencilla verificación. Esa adhesión o ese rechazo hacen que tanto sus partidarios
A veces las palabras mismas con que comienza una cristología como sus detractores lleguen a conclusiones sobre lo que él es.
—el discurso sobre Jesús— son ya extraordinariamente sugerentes. Pero sería un malentendido enorme, además de un anacronismo,
Se señala, por ejemplo, que una cristología actual no puede tener hacer un discurso sobre lo que es Jesús a personas que, actualmente,
la falsa seguridad de antaño en cuanto a captar fielmente la figura en sus existencias normales, no se interesarían por él. A personas
histórica de Jesús 7. Pero, dado que lo mismo se podría decir de que, de reproducirse hoy el hecho exacto, pasarían a su lado como
infinitos hombres del pasado, sobre los cuales no se piensa ni inte- pasamos ante un acontecimiento extraño, pero que no nos atañe.
resa hacer discurso alguno, ¿qué se está suponiendo, sin decirlo,
como justificación de esa cristología que, a pesar de la distancia
8
histórica, tiene que ser intentada de nuevo en y para hoy? De ahí nuestra coincidencia con las palabras preliminares de José Com-
blin en su Jesús de Nazaret: «En este libro tratamos de meditar en la vida
Ello debería llevarnos a formular la pregunta esencial. No hu- humana —simplemente humana— de Jesucristo. Queremos examinar una vez
biera habido «cristología» alguna si el hombre llamado Jesús de más a ese Jesús de Nazaret exactamente como sus discípulos lo conocieron
Nazaret no hubiera interesado poderosamente a algunos de sus y lo comprendieron —o no lo comprendieron— cuando caminaban con él
por los ásperos valles de Galilea errando por las aldeas de Israel, cuando
5 no lo conocían todavía como Señor e Hijo de Dios» (op. cit., p. 1).
Cf. Pannenberg y sus descripciones de las cristologías «desde arriba», ' Tales testigos humanos son, a su vez, testigos en sí mismos, porque
op. cit., pp. 45, 51ss. Jesús los encontró ya interesados en lo que su vida humana mostraba y ates-
6
El «secreto mesiánico» que Jesús guarda, sobre todo en Marcos, no es tiguaba. Valga, pues, otro ejemplo de la manera extraña con que algunas
otra cosa. Y la exégesis de los «títulos» mesiánicos que Jesús se habría atri- «cristologías» comienzan su tarea. ¿De qué se trata en ella? Pannenberg res-
buido históricamente durante su ministerio, cuando se encuentra con el único ponde: «Se trata de lo que nosotros, como cristianos, hemos de decir de Je-
que, con toda probabilidad, apareció en su lenguaje —«Hijo del hombre»— sús, a diferencia del modo como puede expresarse un no cristiano por con-
olvida que, aun cuando los evangelistas lo identificaran (acertada o errónea- vicción o que haya suspendido provisionalmente su juicio definitivo acerca
mente) con el «yo» de Jesús, dejan expresa constancia de que no constituyó de Jesús... La particularidad del lenguaje cristológico sobre Jesús radica en
para ellos un título mesiánico, por lo menos al comienzo. Cf. infra, pp. 79ss. el hecho de que es teológico» (op. cit., p. 27). El autor no parece percibir,
7
«A muchos les parecerá una empresa prematura la de acometer en la como lo hace Comblín, que la manera más «realista» de acceder a Jesús, la
actualidad la elaboración de una cristología. Las síntesis clásicas católicas... que corresponde a la de sus primeros testigos, es hoy la de los «que han
están basadas en una exégesis precientífica y en una posesión serena de la suspendido provisionalmente su juicio definitivo acerca de Jesús» hasta ver
fe, dentro de un clima de cristiandad. En consecuencia, no le permiten al lo que hace, lo que dice y lo que significa ese hombre. Partir de donde quiere
creyente contemporáneo expresar de una forma refleja su fe en Jesucristo» partir Pannenberg es condenarse a hacer, aunque inconscientemente, una
(Christian Duquoc, Cristología. Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret. I. El cristología «desde arriba», aunque se pretenda comenzar «desde abajo». Ó sea,
Mesías, trad. cast. Ed. Sigúeme, Salamanca 21972, p. 11). el tipo mismo de cristología que él pretende desechar.
32 Introducción general ¿ Anti-cristología ? 33

Es así sobremanera interesante y esencial el que no tengamos ahora, la fe en Jesús. Es decir, que Jesús predica antes de la resu-
nada directamente de Jesús. Jesús de Nazaret llega siempre hasta rrección de la carne una resurrección del espíritu (o de la «mente»,
nosotros interpretado ya por personas o grupos interesados en él. que es la palabra empleada por Agustín). ¿No es acaso —se pre-
lo que equivale a decir que no tenemos acceso alguno a él que no gunta— recobrar vida (espiritual) pasar «de injusto a justo, de
pase, de alguna manera, por esos intereses 10. impío a piadoso, de tonto a sabio»? No nos interesa aquí lo bien
La cristología académica supone, una y otra vez, que el interés o mal fundado de esta exégesis. Y sí las reflexiones que hace a este
por Jesús se suscita cuando, de manera más o menos confusa e propósito Agustín u .
incipiente, se reconoce en él a Dios o, por lo menos, a un enviado Señala que este tipo de «resurrección espiritual» es común.
cercano a él. La presuposición de la anti-cristología que intenta- O, por lo menos, es común el prometerla. Según él, cada uno de
mos aquí es exactamente la contraría. Si se llegó, frente a un hom- los fundadores de religiones o sectas la han predicado a sus fieles.
bre determinado, limitado, ambiguo como todo lo que corre una «Nadie, en efecto, negó esta resurrección espiritual para que no
suerte histórica, a ver en él a Dios o una revelación divina, fue se le dijera: si el espíritu no resucita, ¿para qué me hablas?... si
porque ese hombre interesó, porque fue humanamente significativo. no me haces mejor de lo que era, ¿para qué hablas?» n.
Y si hoy se reproduce lo primero, será porque también se habrá En este caminar junto al lector por los capítulos del presente
reproducido lo segundo. volumen quisiéramos que resonara continuamente, como clave de
Ya hemos indicado la opinión general de que, en el Nuevo todo lo que aquí se diga entre nosotros sobre Jesús, la pregunta
Testamento, el Evangelio de Juan representa, con su prólogo sobre humana respetuosa, pero insoslayable: ¿para qué me hablas?
el Verbo encarnado, la línea cristológica que sería exactamente Sólo que no va a ser fácil responder a ella. Aunque no sea más
opuesta a la nuestra. La más entroncada con la cristología que la que porque no me habló nunca directamente a mí. De Jesús sólo
teología cristiana establecerá, siglos más tarde, sobre todo en las tengo el testimonio de otros que, de manera diversa, creyeron que
fórmulas del Concilio de Calcedonia. Tributario tanto de Juan lo que mostraban los hechos y dichos de Jesús tenía una impor-
como de la corriente que lleva a Calcedonia, es, sin duda alguna, tancia decisiva: los hacía «mejores de lo que eran».
san Agustín, precisamente en sus comentarios al Evangelio de Juan, No obstante, lo que añade dificultad a la respuesta le añade
predicados menos de cuarenta años antes de Calcedonia. Por eso asimismo riqueza. O debería añadírsela. A partir de los primeros
son, a nuestro entender, de tanto mayor valor las reflexiones que testigos del testimonio de Jesús, este testimonio no ha dejado de
hace frente a un pasaje (Jn 5,25) donde Jesús promete la resurrec- hablar a quienes tuvieron la audacia —y el método— de formu-
ción a los que crean en él. Como Jesús habla de un paso de la larle esa pregunta clave: ¿para qué me hablas?
muerte a la vida, que ha de tener lugar de manera inmediata («ésta Ciertas indicaciones metodológicas fundamentales para nuestra
es la hora»), Agustín cree detectar en ello el índice de que no se tarea parten precisamente de que Jesús nos habla a través de las
trata de la resurrección final (incluso de los cuerpos), sino de ese respuestas que otros recibieron de él a sus respectivas problemá-
paso de la muerte a la vida, que significa por sus efectos, ya desde ticas. Alguien podría decir, y se ha repetido a menudo, qué en tales
circunstancias es una pretensión exagerada declarar que se cree
10
A nuestro parecer, el hecho como tal, no sus consecuencias metodoló-
gicas, es percibido por Pannenberg, cuando escribe: «Los documentos neo- 11
In loannis Evangelium Traclatus, tract. XIX, 14, en Obras de San
testamentarios acerca de Jesús manifiestan también algo de la situación espi- Agustín (Madrid 21968) XIII, 447-448.
ritual en que se encontraban los testigos de entonces, así como algo de los 12
De ahí lo extraño y, para nosotros, inconsecuente de la actitud de Ma-
problemas que se debatían en su momento y que ellos resolvieron con su chovec quien, después de haber tenido la audacia de preguntar sinceramente
confesión acerca de Cristo. De ahí nace la pluralidad, que no debe soslayarse, a Jesús desde posiciones marxistas ¿para qué me hablas?, continúa con un
de los testimonios neotestamentarios respecto a Jesús. A causa de esta acuña- discurso que es como si dijera: ¡Sigúeme hablando porque me interesa enor-
ción del testimonio sobre Cristo mediante la problemática que en su tiempo memente lo que me dices y, como diría Agustín, resucita mi espíritu; pero
acuciaba a los testigos, no se puede identificar sin más, como lo hizo Kahler, sabe que no puedo creer en ti! Nos preguntamos: ¿acaso todo aceptar como
la misma persona de Jesús y el testimonio que de él dieron los apóstoles» insustituible el testimonio existencial de otro no es «creer» en él de alguna
(op. cit., p. 31). manera? ¿No habrá aquí una trampa en las palabras?
34 Introducción general ¿Anti-cristologta? 35

en Jesús de Nazaret, siendo así que, en realidad, se cree en sucesi- Esa distancia recobrada entre el personaje histórico y sus intér-
vos «intérpretes» de (o testigos interesados desde diferentes expec- pretes abre, de esta manera, un espacio para mi propio diálogo dos
tativas en) Jesús. Ello querría decir que ya no puedo, a mi vez, mil años después con Jesús de Nazaret. Aunque no sea más que
preguntarle a Jesús de Nazaret ese para qué me hablas. Tendría porque termina con la inhibición impuesta por la falsa pregunta
que preguntárselo a Mateo, a Pablo, a Francisco de Asís, a los cris- tan común: ¿Quién, entonces, interpretó correctamente a Je-
tianos de hoy día. sús? 14.
Otra corriente busca llegar, a través de los testigos interpreta- E n efecto, no podemos soslayar el hecho de que, en un cierto
dores, al Jesús «histórico», a las obras que realmente hizo y a las sentido, Juan se opone a los sinópticos, Pablo se opone a Juan y
mismísimas palabras que pronunció. Y ello para que la fe sea fe a los mismos sinópticos, los sinópticos al Apocalipsis, la carta a
en él y no en sus intermediarios. Y no cabe duda de que u n ade- los Hebreos a P a b l o . . .
cuado método histórico puede descubrir, sobre todo a través de Así, por ejemplo, si los pobres fueron objeto central del men-
las variantes que ofrecen los llamados evangelios sinópticos (Mateo, saje de Jesús como lo presentan los sinópticos (con diferentes ma-
Marcos, Lucas) y a través del conocimiento del ambiente que rodeó tices, es cierto), este tema central desaparece por completo (valga
a Jesús, hechos y dichos que pueden serle atribuidos históricamente el anacronismo) en la «cristología» de los ocho primeros capítulos
con razonable certeza. de la carta a los Romanos. A su vez, el Jesús que aparece, tanto en
Se puede así reducir a esos datos más o menos históricos, o la interpretación de los sinópticos como en la de Pablo, práctica-
por lo menos comenzar por ellos, nuestro diálogo con Jesús. Pero, mente insensible a lo monstruoso del mal encarnado en el poder
¡atención! La trampa que acecha en este camino es la de olvidar político casi absoluto del Imperio Romano, se vuelve, en la comu-
la pregunta clave: ¿para qué me hablas? Porque el Jesús histórico, nidad donde se escribe el Apocalipsis, el Cordero que sale vencedor
como es obvio, no me habla. ¿De dónde vendría, pues, mi obliga- de la Bestia que encarna ese poder político ilimitado en sus diversas
ción de escuchar o mi conveniencia en hacerlo? ¿De que —sea que transfiguraciones.
me hable o no a mí, sea que me interesen o no sus palabras, sea La pregunta sobre quién interpretó correctamente a Jesús no la
que resucite o no mi espíritu, como diría Agustín— son palabras contesta el Jesús histórico. Aunque no sea más que porque el Jesús
de Dios? Volveríamos así a la teología de los fariseos, al malen- no interpretado por nadie no existe. No existe un Jesús-Jesús. Lo
tendido central de la cristología que justamente hemos tratado de
disipar. 14
Cf. Leonardo Boff, Pasión de Cristo y sufrimiento humano: «Esta cons-
La solución está, a nuestro parecer, en percibir que el estudio tatación tiene como consecuencia que una lectura situada fuera del interés
del Jesús histórico, lejos de restarle importancia a la interpretación inmediato de los relatos del Nuevo Testamento debe preceder a un trabajo
de cada testigo (Pablo, Mateo...) le da su verdadero valor y su crítico previo. Debe atender permanentemente al alcance de la interpretación
del Nuevo Testamento y a la realidad histórica de los hechos narrados. Debe
futura relevancia. Estableciendo cierta distancia entre Jesús y su preguntarse honestamente hasta qué punto son proyecciones de la interpre-
intérprete, es posible descubrir mejor el trabajo creador de éste, tación teológica previa; hasta qué punto son hechos que realmente sucedie-
sus motivos de interés en Jesús, su problemática y cómo el hombre ron tal como son interpretados. Y también nosotros debemos preguntar con-
Jesús la iluminó. Mateo, Marcos, Pablo, se vuelven así, de meras tinuamente hasta qué punto nuestro interés no obliga a los textos a decir
más de lo que dicen; hasta dónde proyectamos más de lo que tenemos. En
pantallas colocadas entre Jesús y nosotros, testigos en sí mismos los relatos del Nuevo Testamento, el hecho y su interpretación forman una
— y no sólo de Jesús— personas reales con su propio contenido unidad homogénea. Es lo que hoy tenemos como texto literario. En función
significativo, contenido que los vuelve, a su vez, interesantes para de nuestro interés, que difiere del interés del Nuevo Testamento, debemos
nosotros u . intentar separar el hecho de la interpretación dada por la Iglesia primitiva y
recogida por los evangelistas. Solamente así se abre la posibilidad para nues-
13 tra lectura, que quiere ser también teológica. Nos colocamos así, sin mayores
Se establece así la cadena educativa del «aprender a aprender» —a pretensiones, en la misma situación que los evangelistas. Como ellos, nosotros
que nos referimos en el volumen anterior— única manera de que el hombre procedemos a una interpretación teológica de la pasión del Señor. La actitud
Jesús, desde sus concretas coordenadas históricas, promueva, en lugar de dis- de fe es igual. Sólo varía el Sitz im Leben (contexto vital)». En Jesucristo y
minuir, nuestra propia creatividad humana. la liberación del hombre (Madrid, Ed. Cristiandad, 1981) p. 297.
36 Introducción general ¿Anti-cristología? 37
que, con razonable certeza, podemos atribuirle históricamente es, Ahora bien, cuando Pablo, por una u otra razón —rechazo o voca-
también ello, interpretación. No sólo porque los documentos de ción— se enfrenta al mundo pagano de cultura griega, los Hechos
que disponemos para esa tarea son interpretaciones ni sólo porque de los Apóstoles narran cómo trata de interesar a los atenienses
nosotros mismos tenemos que interpretar para discernir lo que es desde las perspectivas y expectativas humanas que él suponía po-
de Jesús mismo y lo que se le atribuye, sino porque el propio Jesús dían ser las de ellos. Estos desechan la presentación de Jesús hecha
de Nazaret se va interpretando a sí mismo, aprovechando para ello por Pablo, con una versión negativa de la misma pregunta que
las tradiciones interpretativas de su propio pueblo y definiendo así nos persigue: ¿para qué nos hablas? No nos interesa. Déjalo para
su destino y su misión. otra ocasión... (Hch 17,22-33).
¿En qué sentido abre, pues, el Jesús histórico espacio para que ¿Qué hacer entonces? ¿Emprender la abrumadora, desesperan-
mi propia pregunta llegue hasta él y obtenga una respuesta signi- te y finalmente inviable tarea de introducir a los paganos en el
ficativa y real, no fantasmal, imaginaria? En el sentido de que así proceso veterotestamentarío, con todos sus supuestos culturales,
las diferentes interpretaciones del mismo Jesús histórico no apa- para así unificar la pregunta interesada de ellos con la de los lec-
recen como contradictorias. Ninguna de ellas agota, en efecto, la tores de Mateo (lectores que ya no eran, por otra parte, los inter-
riqueza de significado del testigo principal, al mismo tiempo que locutores prepascuales de Jesús), para poner sólo un ejemplo?
todas hacen ver la riqueza de los testigos secundarios y sucesivos. Pablo se decide por volver a la carga en la misma dirección que
Los cabos sueltos que cada uno deja de esa realidad histórica de antes, sólo que con mayor profundidad. Quien compare el discurso
Jesús, que evidentemente lo supera; el desfase necesario entre la a los atenienses con los ocho primeros capítulos de la carta a los
interpretación y el interpretado, hacen que no sea violentar la his- Romanos percibirá el camino recorrido en esa tentativa de hablar
toria ni instrumentalizar a Jesús el proponerle problemas que él de Jesús o, mejor, de hacer hablar a Jesús a un auditorio que no
explícitamente no trató. O sea, el preguntarle para qué me habla, fue históricamente el suyo. Para ello sumerge a los paganos en una
aunque sea cierto que, históricamente hablando, nunca se dirigió escuela de preguntas paralela, pero de ninguna manera parecida,
a mí y a mis problemas. a la del Antiguo Testamento: la de lo que podríamos llamar el
Y esto es así por lo limitada que resulta necesariamente la his- «humanismo».
toria real de un hombre, de cualquier hombre, pero más de un gran Las trágicas incógnitas de la existencia del hombre, tal como
hombre, con respecto a la universalidad de su mundo significativo. podía vivirlas entonces un ciudadano de Roma o de Corinto, se
En efecto, ese mundo de significación y de valores abraza en su tornan preguntas dirigidas a Jesús de Nazaret. Y el Jesús de Pablo
complejidad, en sus derivaciones, el universo entero y las posibili- no responde, como es obvio, con las palabras históricas de Jesús
dades que, de manera imprevisible, ofrecerá la realidad. Así, aunque de Nazaret. Percibiendo perfectamente —lo mismo que el autor
a la pregunta sobre qué pensaba Jesús del Imperio Romano, en del Apocalipsis, el del cuarto Evangelio, el de la carta a los He-
términos valorativos, alguien basado en la historia pudiera respon- breos— la distancia entre el Jesús histórico y las interpretaciones
der que nada, la serie de «interpretaciones» hechas de Jesús me de Mateo, Marcos o Lucas se siente libre para crear, también él,
ayuda a injerir, a derivar, de las decisiones que tomó y de las eva- su propio «evangelio» (Rom 2,16; cf. también Rom 16,25; 2 Cor
luaciones que hizo con respecto a otras cosas, cómo se hubiese in- 4,3; 1 Tes 1,5; 2 Tes 2,14).
sertado ese elemento preciso en su mundo significativo si la pre- No inventa Pablo un Jesús inexistente. No siente tampoco la
gunta a la que hubo de responder hubiese sido históricamente esa. necesidad de adaptar en parte los acontecimientos mismos de Jesús
Tomemos el caso de Pablo. Lo que podemos, con razonable para que adquieran su verdadero significado frente a grupos que
certeza, decir del interés suscitado por Jesús de Nazaret en su los perciben desde otros enfoques, como ocurre sin duda en el
propio pueblo —su respuesta a la pregunta clave del «¿para qué Evangelio de Juan. Lisa y llanamente, sin anécdotas ni citas, inter-
me hablas?»— tuvo efectivamente relación muy estrecha con la preta a Jesús. No refiere: infiere de lo que Jesús dijo a sus inter-
expectativa, desarrollada desde el Antiguo Testamento, de la llega- locutores históricos lo que habría dicho a quienes, fuera de Israel,
da desde Dios de un nuevo, definitivo y perfecto reino davídico. habían seguido hasta entonces con sinceridad el duro camino de
38 Introducción general

bucear en lo que significaba ser hombre en un universo condenado III


en apariencia a la inutilidad y al absurdo.
Se acusó así a Pablo de haber sido el «inventor» del cristianis- JESÚS EN PODER DE LA TEOLOGÍA
mo. Y lo que hizo en realidad fue mostrarnos, más claramente aún
que los evangelistas, el camino para que nuestra fe antropológica Debería quedar claro desde el comienzo que el autor, en un
pudiera entroncar sus preguntas fundamentales en Jesús de Nazaret sentido que trató de precisar ya en el primer volumen, y que pre-
de la manera correcta. De la única manera aceptada por el mismo cisará aún más en éste, cree en Jesús de Nazaret. Y que no pre-
Jesús. tende engañar a nadie haciéndole pensar que se aproxima a esa figu-
El caso de Pablo ilumina así nuestro propósito y la pregunta ra histórica por primera vez y desde una sistemática neutralidad.
a la que quisiéramos comenzar a responder en este volumen: Podría precisar aún más desde ahora y declarar que tiene en
¿cómo hacer una cristología hoy? ¿Es posible, recurriendo al mé- Jesús una fe que, en el primer volumen, ha definido como fe reli-
todo esbozado en el volumen anterior, hallar criterios orientadores giosa. Cree que Jesús fue la Palabra de Dios hecha hombre, Dios
para la tarea de investigar cuál es hoy, en nuestras circunstancias, él mismo. Desgraciadamente, estas declaraciones postuladas por su
el significado antropológico de Jesús de Nazaret? sinceridad hacia el lector están rodeadas por lo común en nuestra
Si todo esto es así, nuestro ensayo de anti-cristología, es decir, cultura de tantas cosas estereotipadas, de tantos malentendidos,
de abrirle camino por entre las cristologías a Jesús de Nazaret hasta que más bien teme con ellas engañar involuntariamente al lector
nuestra actualidad y los problemas de nuestra fe antropológica, que fijar claramente su propia posición.
tendrá que hacer, por lo menos, tres lecturas (que justificaremos Para poner un ejemplo, sólo un lector muy atento del volumen
a su debido tiempo) del significado de Jesús: investigación histó- anterior sacará como consecuencia de lo que acaba de decirse que
rica, generalización antropológica y problematización actual. Aun- el autor se siente, por lo tanto, mucho más próximo a muchos que
que íntimamente vinculadas, el lector podrá comenzar por cual- afirman no creer en Jesús, pero se interesan en los valores que esa
quiera de las tres, ya que las tres deben necesariamente recubrirse figura humana vehicula, que de la inmensa multitud que, decla-
en cierta medida si se cumple nuestro propósito. Le interesará más rando a Jesús Dios, creen haberse colocado en una posición que
una u otra, de acuerdo a su postura en ese camino de aproxima- les da ventajas sobre el resto de los hombres.
ción hacia el testigo que es Jesús. No creemos posible, por lo tanto, explicar con claridad en qué
Cada una de las partes va precedida de su particular introduc- consiste esa fe en Jesús de que se tratará aquí, antes de hacer esas
ción, para indicar al lector el método que guió la lectura y la rela- lecturas sucesivas que implican investigación histórica, análisis e
ción de esa parte con las restantes del libro. interpretación humana y problematización actual de Jesús de Na-
zaret. Por eso sólo al final, y para los que hayan recorrido el mismo
camino, cobrará todo su sentido la pregunta: ¿qué significa para
mí que Jesús de Nazaret sea Dios?
Esta pregunta final es propiamente teológica. Destinamos, pues,
unas páginas de introducción a aquellos lectores que, partiendo
desde el mismo punto, puedan estar interesados en la polémica teo-
lógica acerca de la cristología. Y aun a aquellos que, sin estarlo,
quieran reiterar y profundizar, frente a un ejemplo concreto de teo-
rización reÜgiosa, las reflexiones hechas en el primer volumen de
esta obra.
Dijimos allí que toda fe, religiosa o no, comienza constituyendo
una dimensión antropológica que la limitación de toda existencia
humana hace necesaria: estructurar el mundo de la significación y
40 Introducción general Jesús en poder de la teología 41
de los valores como si conociéramos por experiencia propia las por lo menos dentro de él, las versiones son compatibles. El reducir
posibilidades de la existencia. Es decir, en realidad, gracias a tes- a cuatro los evangelios dentro de esa lista o canon (dejando fuera
tigos referenciales que nos presentan las maneras más satisfactorias, los evangelios que, por ello mismo, fueron llamados apócrifos) con-
hermosas y plenificadoras de vivir esa existencia. tribuye a que se los estime «concordantes» y a que no se perciban
Jesús de Nazaret, enmarcado en una tradición que le precede claramente sus distintos enfoques, aun en casos tan obvios como
y permite comprenderlo, y en una que le sigue y permite actuali- el del cuarto Evangelio. Prueba de ello es que, alrededor del 180
zarlo y traducirlo a nuestras circuntancias es, sin duda, uno de de nuestra era, se vuelve popularísima en toda la cristiandad una
esos testigos. Y uno de los testigos más importantes con que la «concordia» de los cuatro evangelios (los cuatro reducidos a uno):
humanidad cuenta desde hace dos mil años. el Diatessaron de Taciano l. Y si los evangelios, cuyas diferencias
Constituye además otra evidencia el que ese testimonio histó- estaban a la vista, eran «compatibles», el problema parecía aún
rico fue vivido dentro de un marco religioso. Y, para bien o para menor cuando se trataba de armonizar no ya hechos —más resis-
mal, uno de los sistemas religiosos más difundidos en el planeta tentes—, sino interpretaciones aun explícitamente declaradas tales,
se apropió de su nombre: el cristianismo. Jesús de Nazaret aparece como las de las epístolas paulinas o joánicas.
así, tal vez a pesar suyo, como el fundador de una de las religiones Después de largos siglos de un transitar, tal vez no fácil, pero
con pretensiones universales existentes hoy día. sí ingenuo, por esta vía de una cristología única, apoyada por el
Todas las religiones que llegan a ese nivel poseen su sistema magisterio eclesiástico que separaba, por vía de autoridad, las inter-
teórico mediante el cual relacionan acontecimientos presuntamente pretaciones compatibles de las heréticas, el descubrimiento del «Je-
históricos con la revelación de mensajes, conocimientos o personajes sús histórico» sobrevino, primero en la teología protestante y lue-
divinos. go en la católica, como una crisis. Se lo vivió como un peligro en
No vamos a hacer la historia de ese sistema teórico —teología— la medida en que no se sentía su necesidad. Antes de ser una solu-
en la tradición cristiana, precisamente en sus tentativas por sacar ción, verdadera o falsa, pareció un peligro para la fe.
de Jesús de Nazaret esa revelación divina en él contenida. Nos Por lo pronto se perdió la confianza en la «historicidad» de mu-
referiremos únicamente, al comenzar, a nuestra época contempo- chos hechos referidos en los evangelios. Y no de los menores. ¿Era
ránea con las posibilidades que ésta ha adquirido gradualmente posible, en efecto, que si la resurrección de Lázaro hubiera tenido
de llegar a un cierto conocimiento, históricamente satisfactorio en efectivamente lugar como la cuenta Juan, públicamente, en las
buena medida, del personaje donde esa revelación aparecería: Jesús inmediaciones de Jerusalén, afectando a las mismas autoridades
de Nazaret. judías de manera decisiva con respecto a Jesús, el hecho pudiera
¿Cuál es, pues, ahora la alternativa principal a que se enfrenta ser ignorado por los evangelistas sinópticos?
la teología para tratar de Jesús, o sea, para formar su «cristo- Era menester elegir, además, entre la versión de Juan, de un
logia»? Jesús reconocido como Mesías desde el primer capítulo de su evan-
En la medida en que no se poseyó en el pasado un instrumen- gelio, y el Jesús de los sinópticos, que sólo obtiene la confesión
tal afinado como para separar la historia de Jesús de sus interpre- mesiánica de labios de Pedro poco tiempo antes de su Pasión.
taciones, sólo contaban estas últimas en la teología, aunque no se Y aun entre los sinópticos, ¿cómo puede faltar en Marcos algo
percibiesen como tales, esto es, como interpretaciones. Acentuamos tan central como el «sermón de la montaña», aun en la versión
el plural —interpretaciones—, ya que es obvia la pluralidad de breve de Lucas? Más aún, dentro del sermón mismo, ¿declara
las «versiones» sobre Jesús. Más aún, fue percibida muy pronto Jesús felices a los que sufren «hambre» (situación social) o a los
y hasta dio origen a desviaciones serias consideradas herejías. que tienen «hambre de justicia» (virtud moral)?
Pero, en este punto, una fuerte autoridad eclesiástica ayuda
a minimizar el problema. Por lo pronto, con la limitación canónica 1
de los libros que habrán de ser tenidos como Escritura (divina) Sobre la obra, su autor y su éxito, al mismo tiempo que las resistencias
que tuvo, cf. Xavier Léon-Dufour, Les Evangiles et l'histoire de Jésus (París
y formar parte del Nuevo Testamento, ya se da a entender que, 1963) pp. 57-61.
42 Introducción general
Jesús en poder de la teología 43
Así, aun superadas las exageraciones sobre la imposibilidad
de saber nada cierto sobre Jesús y su historia, la crisis se acentúa nenberg: «¿Se trata primariamente en la cristología del Jesús de
cuando se percibe que hasta los testigos más confiables, los sinóp- entonces o del Jesús presente en la actualidad? Ambas cosas no
ticos, son, también ellos, predicadores de la fe en Jesús y no meros •pueden, ciertamente, excluirse. El Jesús que hoy se predica no es
narradores de su vida. otro que el que vivió entonces en Palestina y fue crucificado bajo
El Jesús histórico aparecía así como un reducido número de el poder de Poncio Pilato, y al revés. Con todo, cabe hacer, sin
datos fidedignos, muy lejano del cúmulo de (supuestos) hechos con duda alguna, una distinción más sutil: ¿intentamos comprender
los que se había construido la cristología clásica. Entraba la duda la predicación moderna a partir de quién es Jesús y de lo que sig-
especialmente en lo que se suponía eran las pruebas que el mismo nifica para nosotros desde entonces, o, por el contrario, hablamos
Jesús habría dado de su divinidad: milagros y profecías. Se percibía de los acontecimientos pasados sólo en un segundo plano y única-
que todos los escritos del Nuevo Testamento eran interpretaciones mente a la luz de lo que sobre ello nos dice hoy la predicación?
hechas desde la fe y, lo que es peor, interpretaciones diferentes y La pregunta estriba en si la cristología debe basarse en Jesús mismo
hasta cierto punto opuestas —véase la concepción de la resurrec- o bien en el kerigma de su comunidad» 2 .
ción universal en Pablo y en Juan, por ejemplo— del significado Pannenberg, como veremos, se inclinará por el primer extremo
de Jesús de Nazaret, el Mesías resucitado. de la alternativa. Y nosotros nos preguntamos: ¿de dónde procede,
Por otra parte, aunque los Reformadores del siglo xvi no se en el fondo, su repugnancia por el segundo? En términos teológi-
salieron de la tradición cristológica común, la que, por otro lado, cos, él y muchos otros que optan como él hablan de una mezcla
admitía acentos y enfoques diferentes, la acción conjunta del libre espúrea de cristología y soteriología3. No debe sorprendernos, en
examen y de la rápida desaparición de lo que podría llamarse el efecto, que quien cree en Jesús crea en él «como salvador» (sote-
magisterio eclesiástico de las primeras iglesias reformadas lleva, riología o logia sobre la salvación). Y es obvio que el Jesús que
con el tiempo, a una considerable fragmentación del «Cristo pre- me aparece como salvador no sea el Jesús remoto de hace dos mil
dicado», o sea, de las «interpretaciones» de un Jesús cuyos datos años reconstituido (en su propia época) por la crítica histórica, sino
históricos fidedignos parecen cada vez más dependientes de cono- el Jesús predicado con quien me encuentro en la comunidad cris-
cimientos esotéricos y más desproporcionados con la tarea de uni- tiana. Este es el Jesús al que puedo hacer con sentido la pregunta
ficar y fundamentar esos diversos «Cristos de la fe», vivientes en
el mosaico actual de comunidades cristianas. 2
Op. cit., pp. 29-30. Pannenberg añade, un poco más adelante: «Con es-
Dentro de la Iglesia católica romana, la diversidad es casi la tos asertos, Káhler tenía también razón en precaverse de la tendencia a con-
misma. Basta pensar en el Cristo de la religiosidad popular. Sólo traponer de tal modo la figura y el mensaje de Jesús con la predicación apos-
que, a nivel teológico, se pretende mantener una unidad cristo- tólica, que ya no fuera posible entre ambos ninguna clase de continuidad.
lógica casi perfecta. Sin embargo, la unidad de esa «cristología» Al rehusar estas falsas antítesis no se sigue, sin embargo, a) que en la pre-
dicación apostólica sólo se deban encontrar los efectos que ha producido la
única parece, por las razones aludidas, basada cada vez más en una persona de Jesús, b) ni que lo 'auténticamente histórico' de Jesús sea úni-
especie de doble milagro «externo»: la fijación del canon escrito camente su 'impacto personal'. En cuanto que este impacto se ponía de ma-
—dejando fuera del Nuevo Testamento interpretaciones de Cristo nifiesto en una situación histórica determinada, que ya en el cristianismo pri-
mitivo era una situación plurivalente, los documentos neotestamentarios acer-
consideradas incompatibles— y la capacidad cuasi mágica del magis- ca de Jesús implican también algo de la situación espiritual en que se encon-
terio posterior para decidir esa misma compatibilidad frente a pen- traban los testigos de entonces, así como algo de los problemas que se deba-
samientos nuevos y complejos, aparentemente por el solo recurso tían en su momento... A causa de esta acuñación... no se puede identificar
a la fórmula calcedonense, que, no sin problemas posteriores, fijó sin más, como hizo Kahler, la misma persona de Jesús y el testimonio que
de él dieron los apóstoles» (ibíd., p. 31).
la posición correcta hace un milenio y medio. 3
Precisamente a causa de este problema, el capítulo II de los Vuniamen-
Vamos llegando así, tanto desde el lado protestante como desde tos de cristología de Pannenberg lleva el título sugerente de: «Cristología y
el católico, a la alternativa cristológica moderna. Esta, a grandes soteriología: la confesión de Jesús no debe separarse del significado que tiene
rasgos, quedaría de manifiesto en las siguientes preguntas de Pan- Jesús para nosotros. Con todo, el interés soteriológico no puede ser el prin-
cipio de una doctrina cristológica».
44 Introducción general
Jesús en poder de la teología 45
(soteriológica): ¿para qué me hablas? El que puede «resucitar
Las objeciones contra este extremo por parte de los teólogos
mi espíritu», esto es, hacerme «mejor de lo que era».
son menos pragmáticas y tienen relación íntima con el estatuto
¿Dónde reside más precisamente el peligro de esta mezcla
científico de la teología y, por tanto, de la cristología. En singular.
que, a primera vista, parecería ser la única respuesta sensata al
En una obra que es centralmente una cristología, Ser cristiano,
descubrimiento de que, desde el comienzo, Jesús de Nazaret apa-
H. Küng observa a propósito del hecho que acabamos de mencio-
rece ya interpretado como «salvador» de algo? Es evidente que
nar: «Después de que muchos teólogos de nuestro siglo se han
se teme aquí que se invente un Cristo salvador a la medida de los
dejado deslumhrar por el espíritu del tiempo y han pretendido
deseos de salvación que cada uno tenga. Sería, como si dijéramos,
poner cimientos teológicos al nacionalismo, a la propaganda gue-
la muerte de la cristología, que pasaría a dar lugar a las «cristo-
rrera e incluso a programas partidistas totalitarios de todo color
grafías», es decir, al inventario acrítico de los «Cristos» vigentes
(negro, marrón y hasta rojo), lo indicado es proceder con sobriedad,
en las comunidades de la fe 4.
sin hacerse ilusiones». Pero más interesante que la constatación y
En otras palabras, y usando las de Pannenberg, «¿no se proyec- la subsiguiente llamada a la «sobriedad» —sin duda sinónimo de
tarán aquí únicamente los deseos de los hombres en Jesús, perso- «cientificidad»— es el juicio que emite a continuación Küng sobre
nificándolos en él?» 5. Los ricos, por ejemplo —el ejemplo no es de una teología que cayera en esa trampa: «De otra forma, los teó-
Pannenberg— buscarán en él la justificación de su riqueza apelando logos pasan fácilmente a ser ideólogos, defensores de ideologías.
a la «pobreza en espíritu», y los pobres, la buena noticia de que Y las ideologías no son nunca neutras, sino que implican una va-
Dios va a despedir a los ricos «con las manos vacías»... loración crítica: son sistemas de 'ideas', conceptos y convicciones,
Claro está que las Iglesias, preocupadas sobre todo de embar- modelos interpretativos, motivaciones y normas de acción, que,
car gente en sus propios navios, no tienen hoy demasiadas objecio- guiados en general por intereses muy concretos, presentan defor-
nes contra cristologías sumamente variadas 6 , con tal precisamente mada la realidad del mundo, encubren las verdaderas anomalías
de que acepten una coexistencia pacífica en el plano práctico y no y suplen la falta de argumentos racionales con llamadas a la emo-
pretendan introducir sus lenguajes, por claros que sean, en el de tividad» 7.
la teología académica. Cuidan, sobre todo, de que ninguno de esos
«deseos humanos» pretenda acaparar para sí a Cristo y llevar con- De ahí otra expresión teológica semejante a esa petición de
siguientemente a la Iglesia a optar en forma global y lógica por él, sobriedad: hay que «recibir» a Jesús tal cual es y no introducirlo
con exclusión de los demás. como elemento de una tarea nuestra, lo que equivaldría a subor-
dinarlo a nuestras finalidades. La observación viene esta vez de
4
Cf. H. Borrat, El Cristo de la fe y los Cristos de América Latina. Para W. Kasper: «La reconciliación liberadora, como acontece en y por
una cristología de la vanguardia: «Víspera» (Montevideo 1970) n. 17, Cristo, es primariamente don de Dios y sólo en segundo lugar una
pp. 26-31. tarea del hombre. Por aquí corre con toda precisión la frontera
5
Op. cit., p. 60.
6
A otro propósito H. Küng señala lo que vale también para el nuestro: entre la teología cristiana y la ideología o utopía con tonalidades
«En lo que respecta a la cuestión central de qué pretende propiamente el cristianas a lo más» s .
cristiano y qué quiere decir concretamente el mensaje cristiano, no ha sido Si el lector recuerda la terminología usada —y discutida— en
hecha pública en el último medio siglo (por no volver más atrás) ninguna
declaración solemne del magisterio de Roma» (op. cit., p. 103). En lo que el volumen anterior, comprenderá lo inútil de esta llamada a la
a estricta cristología se refiere, la observación valdría prácticamente para más sobriedad o a la receptividad como medio de evitar que, junto al
de diez siglos (cf. K. Rahner-W. Thusing, Cristología. Estudio teológico y mundo significativo «real» de Jesús, se nos transmita asimismo su
exegético, Madrid, Ed. Cristiandad, 1975, pp. 75-79). A partir de la baja
Edad Media, en efecto, o bien se repiten las fórmulas calcedonenses o bien, 7
en muy contadas ocasiones (Abelardo en la Edad Media, A Günther y A. Ros- 8
Op. cit., p. 36.
mini en la Edad Moderna), condenan errores en declaraciones que difícilmen- Walter Kasper, Jesús, el Cristo (trad. cast. Ed. Sigúeme, Salamanca
te merecerán el título de solemnes o extraordinarias. Todo hace pensar que, 1976) p. 15. Un poco más adelante explícita: «El peligro consiste en que
después de Calcedonia, la multiplicidad de concepciones sobre Cristo dejó de aquí Jesucristo es introducido en un esquema previo y en que de una fe
preocupar a las autoridades de la Iglesia católica. así reducida cosmológica, antropológicamente y al punto de vista de la his-
toria universal, lo que resulta es una filosofía o una ideología» (ibíd., p. 19).
46 Introducción general
Jesús en poder de la teología 47
«ideología» (o utopía), es decir, la concreción histórica (con todas
las limitaciones señaladas por Küng) con que esos valores se reali- nuestro pensamiento los intereses que proceden, entre otras cosas,
zaron. La significación de Jesús de Nazaret se manifestó dentro de la posición que ocupamos en la sociedad y de las ventajas inhe-
de un determinado contexto histórico de tareas, motivaciones e rentes a ella. No se necesita ser marxista, ciertamente, para percibir
intereses. Ese contexto no es el nuestro. Y no se ve cómo se lo lo ridículo del remedio de la sobriedad contra la enfermedad ideo-
podría trasladar «sobriamente» al nuestro mediante una metódica lógica...
erradicación de nuestras propias tareas, motivaciones e intereses Precisamente quienes, frente al Jesús histórico, hicieron con-
hoy. Pero sobre este punto volveremos más tarde. tinuamente gala de neutralidad, imparcialidad y receptividad (teo-
Lo que en este momento nos interesa es la dificultad que ven lógica) a lo revelado por Dios, fueron los que pasaron a su lado
los teólogos que analizamos en hacer un discurso actual sobre sin reconocer su importancia. Pidieron «humildemente» señales del
Jesús, es decir, uno que de alguna manera interprete a Jesús en cielo para reconocer al Mesías (cristología), sin dejarse conmover
relación con los deseos y expectativas del hombre de hoy. En tér- por deseos humanos. La consecuencia fue, según Jesús, que el
minos más técnicos se apunta aquí a la dificultad de una relación endurecimiento de sus corazones les impidió ver lo que tenían
demasiado estrecha o, por mejor decir, poco científica, entre soterio- delante.
logía y cristología. Retomemos, pues, el hilo de nuestro examen. La pluralidad de
Lo que parece, sí, inconcebible es que se crea evitar a tan bajo «Cristos predicados», de «Cristos de la fe», se atribuye a la falta
costo la ideología, en el sentido obvio con que la palabra está uti- de cientificidad con la que se pretende ver en Jesús de Nazaret
lizada y aun definida en las frases citadas 9. ¡Como si el no desear respuestas salvadoras para las diferentes —e irreconciliables—
(consciente o explícitamente) nada frente a Jesús fuera condición expectativas humanas.
posible, necesaria o suficiente para comprenderlo, interpretarlo y Se comprenderá así que, después del primer momento de crisis,
reconocer su significado dos mil años más tarde! Todo el mundo, muchos hayan buscado la solución en el otro extremo de la alter-
por lo menos a partir de cierto nivel cultural, sabe que el fenómeno nativa. Precisamente las investigaciones más o menos recientes
de la ideología se da precisamente en las pretensiones de neutra- sobre el «Jesús histórico» permiten, al parecer, preservar la reali-
lidad. Es decir, cuando no se percibe cómo están influenciando dad objetiva de Jesús de las infiltraciones «soteriológicas». O sea,
de las deformaciones subjetivas introducidas por quienes lo obser-
van a través del prisma de sus deseos insatisfechos.
' Permítasenos una acotación humorística. J. Moltmann, en su «Carta
abierta a José Míguez Bonino» y, en realidad, a toda la teología latinoameri- Así se expresa Pannenberg: «La vuelta al Jesús histórico que
cana {critica explícitamente también a G. Gutiérrez, J. L. Segundo y H. Ass- subyace en el kerigma apostólico es, por tanto, posible. Por otra
mann), después de reconocer los factores indígenas de las teologías africana, parte, es también necesaria. Wilhelm Herrmann ha objetado con
japonesa, americana negra, hace notar acerbamente que lo único propio de
la latinoamericana parece ser su recurso a Marx y Engels quienes, como se razón a Káhler: precisamente porque los testigos neotestamentarios
sabe, fueron alemanes... ¿Quién creería esto último al leer lo que tan impor- anunciaron a Jesús tal como él aparecía por entonces a la fe, pre-
tantes teólogos alemanes escriben sobre cómo evitar la ideología? ¿No pare- cisamente por eso, 'aun cuando nos entreguemos confiadamente
cerían estar haciendo teología en la selva amazónica? En cambio un Leonardo a ella, esta predicación no puede por sí sola precavernos de la duda
Boff, a título de ejemplo, encabeza su cristología parcial ya mencionada, Pa-
sión de Cristo y sufrimiento humano, con estas palabras, ciertamente más se- de que tal vez queremos fundamentar nuestra fe sobre algo que
rias: «Ningún texto y ninguna investigación, por más objetivos que quieran quizá no es un hecho histórico, sino sólo un producto de la fe'
ser y así se presenten, dejan de estar estructurados a partir de un horizonte (G. Ebeling)» 10.
de interés. Conocer es siempre interpretar. La estructura hermenéutica de
todo saber y de toda ciencia consiste así en que el sujeto entra siempre, con Ahora bien, no es difícil prever las dificultades por las que ten-
sus modelos, paradigmas y categorías, en la composición de la experiencia del drá que pasar una cristología que adopte seria y coherentemente
objeto, mediatizada por un lenguaje. El sujeto no es una razón pura: está esta segunda dirección en la alternativa metodológica. ¿Cómo hacer
inmerso en la historia, en un contexto sociopolítico, y está movido por inte- que sean decisivos para mí los pocos hechos conocidos como his-
reses personales y colectivos. Por eso no existe un saber libre de ideología
y puramente desinteresado» (op. cit., 11).
Op. cit., 32.
48 Introducción general
Jesús en poder de la teología 49
tóricos de un personaje que vivió hace dos milenios? ¿No será mil
veces más interesante conocer íntimamente el mundo significativo A no ser que... exista un puente válido entre cristología y so-
de un personaje tal vez poco histórico, pero abocado, según sus teriología que no mezcle de manera indebida el Jesús histórico
intérpretes, a problemas similares a los míos y que, además, me con el Cristo de la fe, los datos objetivos con los deseos humanos.
brinda un acceso más amplio, comprensible y polifacético a la pro- Pero que, de alguna manera, combine ambas cosas.
blemática humana, es decir, el «Cristo de la fe»? Los intentos de cristología que examinamos creen encontrar,
Tal vez le resulte difícil al lector «imaginar» esa pretendida en general, esa vía media, manteniendo simultáneamente activos
destrucción metodológica de dos mil años de «cristocentrismo» los dos polos, aunque dándole prioridad en el tiempo al estudio
vehiculados por la cultura occidental y ligados a esa mezcla de cris- del Jesús histórico.
tología y soteriología que hace de Jesús —histórico o inventado— W. Kasper declara: «Al descartar una cristología parcial de
el punto decisivo de la historia. El que divide nada menos que en tipo kerigmático y dogmático como también una orientada exclu-
dos partes el calendario total de la humanidad. El que, al estar sivamente hacia el Jesús histórico se quiere decir que el camino de
indisolublemente unido a la salvación completa, que es la obra por la nueva fundamentación de la cristología no puede consistir más
excelencia de Dios, resalta de entre todo el resto de la humanidad que en tomar igualmente en serio ambos elementos de la profesión
como lo más divino y sagrado que poseyó jamás la historia. cristiana y preguntar cómo, por qué y con qué razón se hizo del
Cristo predicador el Cristo predicado y creído, y qué relación hay
Pero nótese bien que eso es precisamente lo que, con su duda
entre este Jesús de Nazaret históricamente único y el Cristo de la
metódica, rechaza la cristología del Jesús histórico. Por lo menos
fe con pretensión de valor universal» 13.
en cuanto presupuesto o fundamento. Porque ése —o esos— es
el Cristo de la fe, y para encontrarse de manera realista con Jesús En realidad, Kasper sigue en esto a Pannenberg, quien explí-
de Nazaret hay que salir del mundo «cristiano» y enfrentarse con cita aún mejor la relación entre ambos polos. Un correcto entron-
una figura histórica que, al parecer, no presagió jamás semejante que de soteriología y cristología es, según él, posible «en el su-
porvenir. Que se debatió frente a problemas muy concretos y hoy, puesto de que la auténtica historia de Jesús tenga en sí misma una
en cuanto tales, irrelevantes. Que desconoció otros que han pasado significación soteriológica. La realidad histórica de Jesús no se basa
a primer plano. Que basó su predicación en una próxima irrupción en bruta jacta en el sentido del positivismo, para el cual las inter-
divina que no se realizó... pretaciones pueden sobrevenir luego arbitrariamente, con el mis-
mo valor y la misma verdad en unas que en otras. Más bien la
Este segundo extremo de la alternativa cristológica, el que
actuación y el destino de Jesús, en el contexto original de su acon-
separa metódicamente la soteriología del conocimiento de Jesús,
tecimiento y de su tradición, tienen ya un sentido propio, a partir
para edificar sobre la realidad objetiva, y no sobre nuestros deseos
del cual pueden juzgarse todas las interpretaciones explicitadas
(ideológicos), un discurso fehaciente sobre Jesús, parece así desti-
posteriormente» 14. Esto es lo que Pannenberg llama una cristo-
nado a un fracaso teológico, si no científico. Porque si la teología
logía que comienza «desde abajo» (desde el Jesús histórico) en
consiste en comprender la fe, mal puede el Jesús histórico dar
oposición a otra «desde arriba» (desde el Cristo de la fe).
asidero a la fe. Sus hechos son meramente hechos, jacta bruta n,
«apunte craso de su realidad histórica» n, de acuerdo con el mismo Pero no nos engañemos. ¿Qué se le pregunta al Jesús histórico
Pannenberg. antes que nada? Su relación con el «arriba»: «Si la cristología,
pues, debe ponerse en juego a partir del hombre Jesús, la primera
La alternativa no ofrece, pues, al parecer, salida alguna. Por
cuestión que ha de tratar es la de su unidad con Dios. Porque cual-
un lado tendríamos no una, sino una pluralidad (ideológica) de
quier afirmación sobre Jesús prescindiendo de su relación con Dios,
cristologías sin criterios objetivos de discernimiento; por otro, unos
podría ir a parar solamente a un apunte craso de su realidad his-
datos históricos sin relevancia teológica ni humana hoy.
tórica» 15. Y, más adelante: «La primera parte del proyecto cristo-
13
Ibíd., 62. Op. cit., 20.
Ibíd., 47. " Op. cit., 62.
15
Ibíd., 47.
A
50 Introducción general Jesús en poder de la teología $\
lógico que aquí presentamos versará, por tanto, sobre el conoci- podemos menos de hacerlo, que un relativismo absoluto quitaría
miento de la divinidad de Jesucristo» 16. todo significado y relevancia a Jesús, volviéndolo juguete inventado
Detengámonos aquí un instante. Al teólogo rutinario, alarmado por y para los deseos humanos, tendremos necesariamente que pre-
por el problema del Jesús histórico, del hombre Jesús, lo tranquili- guntarle a Jesús desde las preguntas a las que históricamente quiso
zará el percibir que, a pesar de la vuelta, se comienza de nuevo a (y pudo) responder. Deberemos incorporarnos, a través de una es-
transitar por los caminos acostumbrados. En cambio, al lector que pecie de túnel del tiempo, a los deseos y a las expectativas con las
haya recorrido el volumen anterior, ¿no le recuerda algo muy pre- que Jesús entró en diálogo.
ciso esta postura teológica? ¿No equivale acaso a buscar la «señal ¿Será eso disfrazarnos con deseos ajenos (y basarnos, sin de-
del cielo» que exigió la teología de los fariseos y saduceos, o sea, cirlo o percibirlo, en el Cristo de la fe)? Y, lo que es más, ¿po-
el argumento histórico (señal) de la unidad de Jesús con Dios (del dremos retormar el túnel en sentido inverso para conectar de
cielo), previo al que surgiría de cualquier deseo o necesidad huma- alguna manera (sin renegar del Jesús histórico) aquellas expecta-
nas satisfechas por el Jesús histórico? tivas con las nuestras y con garantías o criterios de que tal cone-
¡Extraña paradoja! La teología que, según Jesús, surgía del xión es más o menos correcta?
corazón duro e insensible (cf. Me 3,5 con 8,12), de la hipocresía Por supuesto, una respuesta global afirmativa a la última pre-
(Le 12,56), de la inhibición para asumir la responsabilidad de juz- gunta está virtualmente contenida en innumerables tareas que
gar por sí mismos (Le 12,57), de una fundamental idolatría emprende a diario nuestra cultura en diversas áreas. Bastaría me-
( = adulterio: Mt 12,39; 16,4) parecería que es hoy la mejor equi- ditar, por ejemplo, en nuestro interés por la historia —y cierta-
pada para reconocer (sin los inconvenientes del relativismo subjeti- mente por una historia «científica»— del pasado. Ahora bien, to-
vo y del positivismo reductivista) la divinidad de Jesús de Na- dos sabemos que ese interés está en íntima relación con la posibili-
zaret... dad de colocarnos en el contexto vital de aquellos acontecimientos.
Se dirá que esta crítica es por demás fácil y que resta por saber De experimentarlos hoy, en cierta manera, con el suspenso, las
cómo se puede —si es que se puede— hablar hoy de otra forma expectativas, las angustias de un «entonces» en que el futuro estaba
y con sentido sobre Jesús de Nazaret. cerrado y el presente era muy diferente al nuestro. Más aún, la
Dijimos que nuestro intento podría definirse como una anti- historia entra en todo proceso educativo, por aceptarse que es
cristología. En el sentido de que las cristologías de la teología clá- «maestra de la vida», lo cual supone la posibilidad de ese «apren-
sica, de una manera u otra, colocan la carreta delante de los bueyes. der a aprender» —que el lector recordará del volumen anterior—
Formulan a Jesús de Nazaret preguntas para las que él, de manera y, por tanto, la posibilidad de «vivir» experiencias ajenas sin caer
clara y explícita, dijo no tener respuesta que dar. En lugar de eso, en la arbitrariedad total.
¿no será posible dejarse interesar por aquel hombre común —por Algo muy semejante se podría decir del lenguaje 17 y de nues-
más extraordinario que haya resultado— que comenzó a «actuar tras posibilidades de entender documentos provenientes de otras
y enseñar» en la Palestina del primer siglo de nuestra era? épocas y culturas, géneros literarios mitológicos, relatos primitivos,
Ello es menos simple de lo que parece. Si aceptamos, como no comparaciones, metáforas y otras figuras de estilo en estrecha re-
16
lación con contextos que ya no son ni serán nunca los nuestros. El
Ibíd., 63. De ahí que no debería extrañarnos el que esta pretendida trabajo de traducir, de hacer a lo humano ¿repasar las barreras
cristología «desde abajo» (desde el Jesús histórico), comience ya mirando del espacio y del tiempo, parece constituir una necesidad del hom-
«hacia arriba», hacia «señales del cielo». Así reza, en efecto, el subtítulo (te-
sis) con que se inicia la tarea cristológica en el capítulo III: «La unidad de bre. Con facetas diferentes y aun opuestas —traducir para enrai-
Jesús con Dios no está fundamentada ya en la pretensión implícita a su actua- zarse y para desenraizarse, para manipular lo existente y para crear
ción prepascual, sino que se fundamenta sólo mediante su resurrección de lo inexistente—, pero todas ligadas a la tarea de ser hombre.
entre los muertos» (ibíd., 67). La institución prepascual del discipulado ha-
bría sido así sólo la ocasión inventada para llevar a unos hombres, por ra- 17
Así como del arte. Cf. G. Bateson, Pasos hacia una ecología de la mente
zones erradas, hasta el único acontecimiento decisivo para que Jesús cobrara (Buenos Aires 1976) en particular el capítulo «Estilo, arte e información en
su auténtico interés. el arte primitivo» (155-180) analizando la pintura de la isla de Bali.
Introducción general
n Jesús en poder de la teología 53
Este presupuesto de la básica unidad inteligible de la especie
humana, además de ser un axioma inevitable de todas las ciencias Sintetizando mucho, y aun a riesgo de ser injustos con él, diríamos
del hombre (así como la racionalidad del universo constituye el que propone dos procedimientos para ello: uno negativo y otro
resorte necesario de todas las investigaciones físicas), es esencial positivo.
a nuestro intento de aproximación a Jesús de Nazaret. El lector El negativo sería la des-mitologización. Pata Bultmann sería
recordará que en el volumen anterior hablábamos de la fe como mítica (o mitológica) cualquier intervención de la trascendencia
de una dimensión antropológica, por la que los hombres se trans- divina en los acontecimientos profanos —amén de muchas ideas
miten unos a otros datos centrales para el mundo significativo hu- cosmológicas ligadas con el mundo religioso de la antigüedad—,
mano, y que constituye así, en su generalidad, como una memoria de manera que el abrir camino a la interpelación que nos hace hoy
de la especie y el lazo más profundo de su unidad. lo Absoluto a través de los relatos e interpretaciones de Jesús de
Pero precisamente cómo haya que entender esta unidad básica Nazaret supondría deslindar, como propias de otras mentalidades
del hombre a través de las diversas épocas y problemáticas consti- —y obstáculos para la nuestra— tales afirmaciones. Ello significaría
tuirá un punto decisivo para nuestro intento. Y permitirá situarlo hacer caso omiso, para dejarse interpelar por Jesús, de cosas tales
frente a otros dos que, tal vez, representan en la actualidad las como la idea de una encarnación de Dios, los relatos milagrosos
puntas de lanza de un discurso sobre Jesús, que podría romper y aun los de la misma resurrección de Cristo 19.
con los procedimientos sin salida de las cristologías clásicas. Nuestra opinión frente a este «deslinde» es muy clara, en tér-
Nos referimos a las «cristologías» de Bultmann y Rahner. Las minos sumarios. En cuanto partir de tales elementos suponía una
dos apuntan claramente, a diferencia de las anteriores, a entablar teología «desde arriba», estamos de acuerdo en que el acceso a
un diálogo con Jesús acerca de lo que Jesús tiene que decir a la Jesús debe, por lo menos en un primer momento, prescindir de
existencia del hombre. El interés para el hombre de Jesús de Naza- ellos. Pero no estamos de acuerdo con una sencilla «supresión» de
ret aparece así como previo al del establecimiento de sus relacio- lo mítico. La estructura mítica del lenguaje constituye ciertamente
nes con Dios o incluso de su divinidad. En el lenguaje empleado un obstáculo para una comprensión moderna, en un mundo donde
en el volumen anterior podríamos decir que ambos comienzan ésta se halla limitada (demasiado) por un concepto positivista del
preguntándose por el contenido y la significación de una fe antro- saber (y del lenguaje). Pero, como hemos tenido ocasión de mos-
pológica en Jesús. trar en el volumen anterior, lo vehiculado por un lenguaje mítico
no es un puro desatino obsoleto: ha de ser traducido y no simple-
Dejemos de lado, por haberla examinado ya de manera implí-
mente omitido.
cita en esta introducción, la polémica de Bultmann con sus adver-
Así, por ejemplo, para una correcta comprensión del Jesús his-
sarios (y aun con sus discípulos) sobre la posibilidad y la impor-
tórico, los llamados «milagros» son un elemento constitutivo e
tancia de basarse en el Jesús histórico. Se sabe que, para él, la
relevancia del evangelio —esto es, del Jesús que, de una u otra diferentes y no siempre ligadas entre sí: la de la historicidad de Jesús, la de
manera, podemos conocer— consiste en que, a través de él, y a la precomprensión (filosófica o antropológica) requerida para la interpretación
pesar del tiempo transcurrido y de las culturas atravesadas por el de la revelación bíblica, la de la desmitologización, etc. Ante la imposibilidad
mensaje, lo Absoluto continúa interpelando nuestras existencias, —;y la inutilidad— para nuestros fines de tratar todas esas cuestiones, nos li-
poniéndolas en crisis, obligándolas a decisiones radicales sobre mitaremos a las referencias necesarias para situar y comprender el porqué
de nuestra propia tentativa referente a Jesús.
cómo ser hombre o sobre cómo serlo mejor. " El que la desmitologización en Bultmann se detenga «a mitad de ca-
Hemos dicho «a pesar del tiempo», porque la manera de salvar mino» parece obvio. En primer lugar porque el mismo Bultmann no podría
el hiato creciente entre Jesús y nosotros tiene una importancia hablar, en rigor, de una «teología» del Nuevo Testamento, siendo ya mítica
la idea de una «revelación» divina en Jesucristo. Este sería, a lo más, «la
central para situar y evaluar el intento cristológico de Bultmann I8. manifestación especialmente clara de una posibilidad del hombre de llegar a
ser tal auténticamente» (W. Kasper, op. cit., 53). ¿Cómo hay que entender,
" Casi no es necesario insistir en que un juicio global sobre Bultmann es entonces, que se tenga «fe» en él?, ¿en un sentido parecido al explicado por
tanto más difícil cuanto que, con respecto a él, se han desatado polémicas nosotros en el volumen anterior, y que explicitaremos en lo que sigue?
(cf. todo el párrafo que Kasper dedica a esta cuestión: op. cit., 50-57).
54 Introducción general
Jesús en poder de la teología 55
imprescindible. Se puede negar o poner entre paréntesis que sean
realmente milagros, es decir, intervenciones divinas cambiando, ñera de ver las cosas, de percibir la realidad. Y lo que se dice del
a despecho de las leyes físicas, el curso de los acontecimientos. lenguaje vale más aún que la problemática humana con que todo
Pero, aún así, el hecho de que Jesús fue tenido por taumaturgo, lector u oyente comprende lo que se le dice y aquello que se le
la identidad de los beneficiarios de su poder, las ocasiones en que «responde».
éste se ejercita y las explicaciones que lo acompañan constituyen El problema comienza cuando alguien se pregunta cómo mejo-
un número significativo histórico de decisiva importancia para sa- rar esa pre-comprensión pata captar de manera más cabal el men-
ber por qué interesó en su tiempo Jesús de Nazaret hasta el punto saje. Es evidente, por ejemplo, que un mejor conocimiento de la
de volverse una amenaza para las autoridades religiosas judías y gramática ayudará a comprender cualquier mensaje. Y parecería
ser llevado a la muerte. que, cuando se trata de esa gramática «humana» que se aprende
Es muy importante que la «cientificidad» de la teología y, en buceando en las profundidades de la existencia, se podría decir lo
este caso, del saber acerca de Jesús, nunca debe buscarse en una mismo. Pero ello ya no es tan claro o tan simple.
eliminación de los elementos ¿cónicos o poéticos del lenguaje20, En efecto, con mis conocimientos de la existencia humana, he-
ya que son ellos los que mejor nos introducen en el mundo signi- chos siempre a partir de ciertos valores —y no de otros—, ¿no
ficativo que tratamos de explorar y que le habla a la fe. Y así estaré ya poniendo barreras a una interpelación que, desde lo abso-
como, para algunos, la des-mitologización de Bultmann no significa luto, me quiere conducir a valores diferentes, es decir, a un cambio
eliminación, sino «traducción existencial», así también el paso por de dirección, a una conversión?
la poesía, además de condición obligatoria, no es empobrecimien- De hecho, Bultmann, por lo menos en una parte de su obra,
to, sino riqueza. para mejorar esa pre-comprensión, ahondarla y salvarla de la bana-
lidad, se apoyó en el análisis de la existencia humana hecho por
Pero pasemos ahora al segundo procedimiento —positivo—
Heidegger y, más exactamente, en la obra más conocida de su
que Bultmann propone para la interpretación bíblica en general
primera época, Ser y tiempo. ¿Habrá, pues, que interrogar a Jesús
y, por tanto, para la de Jesús de Nazaret. Se trata de que todo
de Nazaret con las preguntas que surgen de esa obra? Contra tal
hombre lleva a la «escucha» de la palabra (de toda palabra y tam- dependencia específica se levantaron muchas objeciones 2 .
bién de la de Dios) una pre-comprensión. Ello es obvio, por ex-
En el ámbito de esta introducción no cabe un estudio más pro-
puesta que quede así la palabra o, mejor, su comprensión, al asalto
longado y hondo de las posibilidades hermenéuticas (o de inter-
de «lo humano» Z1.
pretación) que pueda brindar una «fenomenología» como la que
El lector del volumen anterior recordará nuestra coincidencia se desarrolla en Ser y tiempo. Sólo podremos decir aquí lo nece-
fundamental con el procedimiento bultmanniano en cuanto consta- sario y suficiente para que se entienda nuestra posición al respecto.
tación de una necesidad hermenéutica. En efecto, cualquier lectura Le pedimos al lector, por lo tanto, que se limite a seguir el hilo
de un mensaje será comprendida en la medida del conocimiento de nuestras reflexiones metodológicas relativas a la cristología.
del lenguaje que posea el lector, para no hablar del autor. A su vez,
¿Qué objeciones fundadas puede levantar el uso de una especie
ese conocimiento de determinado lenguaje vehicula una cierta ma- de «gramática existencial» para comprender mejor lo que me inter-
pela en Jesús de Nazaret?
20
Como parece entenderlo H. Küng: «En ningún caso puede contentarse A esto se ha respondido con un argumento sin consistencia.
la teología con que se la tolere indulgentemente en una esfera peculiar, extra- Se ha dicho que así se erigía a un filósofo determinado —en este
ñamente inexacta y vinculante: 'verdad religiosa' igual, más o menos, a 'verdad caso Heidegger— en juez de cómo había que entender la revela-
poética'» (op. cit., 102). Es ésta una prueba más de cómo, insensiblemente, ción divina en Jesús. La inconsistencia de este argumento viene
la teología se ha ido desviando de las fuentes mismas (eminentemente poéti-
cas) de su saber: Biblia y Patrística, tradición eclesial de místicos y santos. de tres supuestos falsos.
21
Cf. supra, las vanas tentativas para eliminar la «ideología» mediante
la sobriedad (Pannenberg) o la receptividad, el gran argumento opuesto —en 22
Objeciones que, sobre todo en sectores protestantes se han vinculado,
vano— por K. Barth a R. Bultmann. no sin lógica, con las empleadas contra la «teología natural».
56 Introducción general
Jesús en poder de la teología 57
El primero es que, renunciando a Heidegger, derribaríamos una
barrera entre Jesús y nosotros. Este supuesto es falso. En lugar bertad: el tener que «llamar a la puerta». Así acontece además en
de una pre-comprensión (heideggeriana) asumiríamos otra. Y pro- cualquier educación y en cualquier relación humana. Todos los
bablemente una inconsciente. Ahora bien, no hay peor pre-com- medios con los que se pretenda reducir esta dosis inevitable de
prensión, precisamente en cuanto al peligro de constituir una ba- relatividad se vuelven contra sí mismos. Es mejor que la palabra
rrera, que una que se ignora y, en la misma medida, no se critica. de Dios resuene ante oídos con prejuicios y que, de acuerdo a la
Ingenuidad no es sinónimo de transparencia, como parecen creerlo imagen bíblica, pueda ser «sofocada» como simiente por las malas
varios críticos de Bultmann. Y entre ellos, sí no nos equivocamos, hierbas, que el pretender esterilizarla de antemano, con lo que
un teólogo de la talla de Karl Barth. sólo se consigue que no resuene o, en la imagen de la simiente,
El segundo supuesto errado —el lector del volumen anterior que se defienda de las otras hierbas no germinando... M.
lo habrá ya percibido— es que nos hallaríamos situados en un caso Jesús percibió siempre con claridad meridiana que sus palabras
muy especial: nos enfrentaríamos a una «revelación divina», la eran acogidas o rechazadas, comprendidas total o parcialmente, se-
cual, por lo mismo, a diferencia de cualquier mensaje humano, gún las actitudes ya existentes en el corazón de sus oyentes con
debería estar por encima de cualquier criterio procedente del hom- respecto a los términos en que se expresaba. No por eso inventó
bre. En otras palabras: la comprensión, cuando se trata de una un lenguaje inédito y sin resonancias para comunicarse. Habló como
revelación divina, debería juzgar la pre-comprensión, y no a la todos y sólo se contentó con añadir repetidas veces: «el que tenga
inversa. Lo profundamente erróneo de este supuesto viene de su oídos para oír ( = pre-comprensión favorable) que oiga» (cf.
pretensión de reconocer primero (¿de qué manera, sin pre-com- Me 4,9.23; 7,16; y también 4,12; 8,18). Y lo decía precisamente
prensión?) un acontecimiento, persona o documento como palabra cuando, mediante parábolas, trataba de llevar una lógica viva, des-
de Dios. La lógica humana más elemental y aun el testimonio his- truir lugares comunes y pre-juicios, para que su mensaje fuera
tórico de Jesús nos muestran que el único camino posible es el comprendido.
inverso. Precisamente porque comprendemos desde cierta postura, En segundo lugar, y en estrecha relación con lo que acabamos
y no desde otra —signos de los tiempos— esos acontecimientos, de ver, círculo hermenéutico no significa, como algunos piensan,
personas y documentos, llegamos a la adhesión de fe (antropo- deformación inevitable y total. Una pre-comprensión determinada
lógica) a ellos, y sólo a partir de allí, a tenerlos por una interpela- puede ser la condición para la comprensión objetivamente más
ción que se nos hace desde lo Absoluto. cabal de un mensaje. Además, por más prejuzgada que sea la apro-
El tercer supuesto nos va a ocupar más. Ya hemos dicho que ximación a un personaje, a un texto, a un testimonio, el mundo
para muchos críticos de Bultmann, la pre-comprensión, ligada siem- significativo de éstos no es una mera víctima pasiva. Tiene su pro-
pre a elementos e intereses humanos, aparece como una imposición pia fuerza para influir a su vez, por lo menos cuando se trata de
indebida hecha a una palabra que debería emitir un juicio inape- algo importante, sobre la pre-comprensión con la que, en un pri-
lable —tal vez negativo— sobre nosotros. Siguiendo a Bultmann, mer momento, se lo capta.
al parecer seríamos nosotros, por el contrario, los que, a partir de Es cierto, por ejemplo, que se le pueden plantear preguntas
esa manera de encarar prejuzgada, emitiríamos un juicio sobre la erradas al evangelio, tales como la manera de justificar la explota-
palabra de Dios. Concretamente seleccionaríamos en ella lo que ción de unos hombres por otros. Pero no es menos cierto que el
conviene a nuestra postura previa. evangelio, aun leído desde ese punto de vista deformante, tiene
En primer lugar, cabe responder a esto que, de todos modos,
el «círculo» es aquí inevitable 23 . Es el de toda interpretación hecha 24
El uso de la palabra política «reino» por Jesús es un ejemplo claro. Se
por el hombre de cualquier «testimonio» que le llega desde otra prestaba a todos los prejuicios (o preconcepciones) en la misma medida en
existencia. Es el precio que Dios ha querido pagar por nuestra li- que era interesante. Jesús pudo fácilmente evitar los malentendidos a ese
respecto creando una palabra nueva, sin resonancias concretas para la pre-
comprensión de sus oyentes, e irla poco a poco llenando con el significado
23 preciso que él quería darle al «reino». Sólo que mucho antes de terminar
Cf. nuestra obra, Liberación de la Teología (Buenos Aires 1975) cap. I.
ese proceso se hubiera quedado solo...
58 Introducción general
Jesús en poder de la teología $<)
su propia consistencia y es muy capaz de protestar. No es pura
y simplemente deformado: lucha contra la deformación previa y hacer entrar al lector en los caminos intrincados y tal vez «sin
apela a una «conversión» que se volverá, a su vez, pre-comprensión salida» del pensamiento heideggeriano—- Bultmann minimizó la
para una nueva lectura e interpretación. universalidad que Heidegger pretende darle a su análisis de la
No nos debe inquietar, pues, el carácter circular del método de existencia ya desde Ser y tiempo.
interpretación propuesto por Bultmann para hablar hoy con sen- Y como el filósofo alemán no habló de cristología, creemos que
tido de Jesús de Nazaret. Por más que no estemos de acuerdo con puede ser interesante presentar el problema como lo hace otro
algunos puntos particulares 25, es, a nuestro parecer, el que mejor teólogo que sintió también la influencia de Heidegger, Karl Rahner.
integra en principio el interés presente del hombre con la inter- Este da a su ensayo cristológico el título significativo de «cristología
pelación que lo Absoluto nos hace en Jesús. trascendental» 26.
Nos interesa, sin embargo, para terminar esta introducción me- El lector no confundirá, por supuesto, trascendental con tras-
todológica, examinar una objeción particular que se le hace a Bult- cendente. Desde Kant se ha acostumbrado a llamar trascendental
mann: la de haber «elegido» (como medio para mejorar la pre- cualquier investigación sobre las condiciones de posibilidad de una
comprensión cristológica) un análisis particular —entre otros posi- ciencia, de un determinado grupo de fenómenos o problemas, etc.
bles— de la existencia del hombre: el de Heidegger en Ser y Ahora bien, la característica más saliente de todo pensamiento o
tiempo. investigación trascendental será, como es lógico, su vaciedad con
Esta objeción está basada —se den o no cuenta de ello la ma- respecto a aquellos fenómenos concretos sobre cuyas condiciones
yoría de quienes la hacen— en el supuesto de que Heidegger ana- de posibilidad se investiga.
liza un tipo de hombre, propone - ciertos caminos para una com- Así, Kant estudia en su «estética» (entendida etimológicamente,
prensión auténtica de la existencia y de que habría que comparar o sea, facultad del conocimiento sensible) trascendental, las condi-
sus resultados con los análisis existenciales paralelos (?) de un ciones de posibilidad de que yo pueda decir, por ejemplo, «ayer
Sartre, de un Jaspers, etc. Tal vez el mismo Bultmann dio lugar a llovió». Como, para Kant, una de esas condiciones de posibilidad
esta objeción desconociendo prácticamente al Heidegger posterior es que mi sensibilidad tenga el tiempo, como forma a priori de
con sus problemas ontológicos. El hecho es que —sin pretender todo cuanto percibe, es frecuente entre principiantes el malenten-
dido de llamar a Kant idealista27. Hay que comprender, por el
25
contrario, que para Kant, el dato de haber llovido o no no procede
Ya hemos indicado nuestra negativa a «eliminar» el lenguaje mítico, de la forma tiempo. Yo lo saco de mi experiencia (a posteriori)
así como a minimizar lo histórico de Jesús de Nazaret. En otra obra critica- o se lo pregunto al servicio de meteorología. Así como las medi-
mos igualmente el poco caso que hace Bultmann del elemento ideológico que
necesariamente interviene en el círculo hermenéutico: precomprensión, inter- das concretas de mi mesa de trabajo no proceden de la forma a
pretación, nueva precomprensión, etc. Leonardo Boff define así una tarea, priori del espacio. Las formas que hacen posibles los conocimientos
que es la que tratamos de explicar y fundamentar aquí, la de desconstruir sensibles están, en cuanto tal, vacías. Los datos encajan en ellas y
un lenguaje que ya no es el nuestro: «La tarea de nuestras reflexiones se así son percibidos.
concentrará en un trabajo de desconstrucción. Trátase de someter a un análi-
sis crítico tres representaciones comunes de la acción salvífica de Cristo: la
del sacrificio, la de la redención y la de la satisfacción. Hablamos de descons- 24
Se trata de un libro (o más exactamente de un curso) que se supone
trucción y no de destrucción. Los tres modelos mencionados son construccio- está constituido por una colaboración, de la cual saldría una cristología «tras-
nes teológicas con la finalidad de comprender, dentro de un determinado cendental-dialógica». Rahner desarrolla la primera parte, la que tiene que ver
tiempo y espacio cultural, el significado salvífico de Jesucristo. Desconstruir con el pensamiento «trascendental»; W. Thussing, la segunda. Sin abrir jui-
significa ver la casa a través de su plan de construcción, rehacer el proceso cio sobre esta segunda parte, nos interesa en este momento la primera y la
de la construcción, mostrando la temporalidad y, eventualmente, la caducidad formulación de sus bases (op. cit., 21-80).
del material representativo y revelando el valor permanente de su significado 27
En el sentido corriente que esta palabra tiene en filosofía, esto es, en
y de su intención. Excusado es explicar el sentido positivo que atribuimos oposición al realismo (más o menos «ingenuo» según las posiciones) que pone
a la palabra crítica: es la capacidad del discernimiento del valor, del alcance
y de la limitación de una determinada afirmación» (Pasión..., op. cit., 109-110). el tiempo entre los datos mismos (a posteriori). Como hemos tenido ocasión
de ver, Kant sólo es idealista en el sentido que el materialismo histórico da
a esta palabra.
60 Introducción general
Jesús en poder de la teología 61
En este sentido pensamos que el título de «trascendental»
aplicado a la cristología por Rahner no es totalmente apropiado. testigos referenciales de diferentes valores, o sea, a la fe, mostrá-
Estudiar las condiciones de posibilidad de un hablar sobre Cristo bamos ciertas «condiciones de posibilidad» para el existir humano.
no dice aún nada sobre Cristo. Sería, a lo más, una pre-cristología La «vaciedad» a que nos referimos es que esa deducción no indica
Lo que ocurre es, como veremos, que Rahner llama a su cristo, ni qué testigos son preferibles ni qué fe se ha de tener. Sólo se
logia «trascendental» en el sentido de que el puente entre el Jesú s apunta a la necesidad de la fe como dimensión antropológica31.
histórico del pasado y mi interés humano de hoy en él sólo es p Q , En ese mismo sentido dice Rahner que «una cristología tras-
sible (condición de posibilidad) «cuando el hombre ha alcanzado cendental parte siempre de las experiencias que hace el hombre
el estadio histórico de una antropología trascendental (no se olvide de manera constante e ineludible» 32. Rahner, a nuestro parecer,
este dato)» 28. comprende así mejor a Heidegger (y en particular Ser y tiempo)
El que se trate con esto de salvar el hiato entre un interés que Bultmann. En efecto, procurar en esa obra un método para
humano que se pretende correcto y la concreción histórica de Je_ mejorar concretamente nuestra pre-comprensión existencial y hacer
sus lo dice también claramente Rahner: «Una 'cristología trascen. así que la interpelación de Jesús cale más hondo en nosotros es,
dental' presupone una comprensión mutua de condicionamiento y por lo menos, deformar la intención del autor.
mediación que, en la existencia humana como tal, se da entre 1Q Pero, se preguntará el lector, finalmente, ¿puede, sí o no, una
necesario a nivel trascendental y lo histórico, concreto y contin- antropología trascendental proporcionar ese sólido puente que
gente» . buscamos entre el histórico Jesús de Nazaret que nos interpela y
Como se ve por la cita, lo concreto está del lado de lo histórico los intereses y problemas que acucian nuestra existencia hoy? Una
mientras que la existencia humana entra sólo «como tal», es decir' vez más, y a pesar de las apariencias de que estamos así más cerca
con sus elementos «necesarios» (no libres y contingentes) en Á de lograrlo, la respuesta categórica debe ser no.
encuentro. Esta «vaciedad» —que no quiere decir inutilidad— ¿ e ¿Por qué? Ya hemos indicado lo valioso del análisis o deduc-
lo trascendental antropológico está afirmada, además, cuando se ción trascendental. Al establecer las condiciones de posibilidad de
habla de ese «hombre» que entra en relación con el Jesús histórico amplias zonas de nuestro conocer, nos ayuda a desbaratar mal-
y se dice que «las decisiones de la razón práctica y la relación con entendidos y lugares comunes «ingenuos». No obstante, no pierde
un hombre concreto nunca pueden ser en su concreción objeto de por ello la vaciedad de su abstracción. Decir, por ejemplo, que la
una deducción trascendental, aunque la comprensión de estos da- fe es una dimensión antropológica —o sea, que la encontramos en
tos entre en las funciones de la razón trascendental» M. el análisis trascendental aplicado a la existencia humana— no nos
Para comprender todo esto, dicho de una manera un tanto eso- dice de qué «fe» se trata. Más aún, el mismo planteamiento nos
térica, bastará recordar que en el primer volumen de esta obra avisa que se trata de cualquier fe: la del criminal y la del mártir,
tenemos ya varios ejemplos de datos obtenidos por una «deduc- la del rico y la del pobre...
ción trascendental» antropológica. Al mostrar, por ejemplo q Ue Hay aquí una trampa en la que tal vez cayó Bultmann, y que
dada la limitación de toda existencia humana, todos los hombres es preciso evitar. Una antropolgía trascendental parece llena de
estructuran necesariamente su mundo significativo recurriendo a concreción y de vida con sus expresiones relativas a la existencia
del hombre (pero que designan, en realidad, categorías o «existen-
28
Op. cit., tesis 8b, p. 25 (subrayado nuestro; el paréntesis, en cambio
ciarios») B . Términos aparentemente tan concretos como «caída»,
es del autor). El porqué de esta exigencia está expresado claramente en lá
tesis 6: «Las bases que en la existencia del hombre hacen posible tal rela- 31
La religión, en el sentido que le daba D. Tracy y que estudiamos en
ción irrepetible con otro hombre deberán encontrar una expresión explícita y el volumen anterior, es otro ejemplo de la «vaciedad» a que nos referimos.
articulada en una 'cristología trascendental'» (ibld., p. 22). 32
Op. cit., tesis 12, p. 26.
29
Ibld., tesis 10, p. 25 (excepto para la palabra mutua, el subrayado es 33
El carácter de antropología «trascendental» de Ser y tiempo (en fun-
nuestro). ción de una ontología) no sólo quedó claro y explícito en la segunda época
30
Ibíd., tesis 8a. de Heidegger —quien escribía al mismo tiempo Kant y el problema de la
metafísica, centrado en el sentido ontológico de la «imaginación trascenden-
62 Introducción general
Jesús en poder de la teología 63
«ser para la muerte», «ser deudor» en Heidegger M, o la «esperanza
de un salvador absoluto» en Rahner 35 , son sólo abstracciones, abier- embargo, eso es precisamente lo que Rahner pretende, cuando dice
tas a actitudes humanas concretas no sólo diferentes, sino muchas que su ausencia (la de la antropología trascendental) «entraña un
veces opuestas, y que, por tanto, en el caso que nos ocupa, tanto doble riesgo: considerar las afirmaciones de la cristología tradicio-
pueden abrir como cerrar el acceso a Jesús. nal como exaltaciones mitológicas (en el peor sentido) de unos
En efecto, en cuanto trascendentales, eran las mismas en quie- acontecimientos históricos, o bien carecer de todo criterio para
nes se adhirieron a Jesús y en quienes le rechazaron. La esperanza distinguir en esta cristología entre lo que es genuina realidad de
de un salvador absoluto, «ineludible» al hombre, puesto que, según fe y lo que es una interpretación incapaz de seguir comunicándonos
Rahner, forma parte de la antropología trascendental (o sea, de hoy aquello que la fe quiere expresar» 37.
las condiciones de posibilidad para ser hombre), debía hallarse, Entonces, ¿qué? ¿Estamos aún en el mismo punto de partida?
por tanto, tanto en las preguntas que se hicieron los fariseos sobre Recurramos una vez más al método. ¿Qué es lo que hemos estado
Jesús como en las que se hicieron sus discípulos. Pero Jesús no buscando, en realidad? Las bases de una ciencia: la cústo-logía.
respondió a la esperanza concreta de los primeros y sí a la espe- En otras palabras, un método científico, libre de subjetivismos e
ranza concreta de los segundos. No pretendemos, por supuesto, ideologías, para aproximarnos así, con criterios ciertos y universa-
que esta segunda esperanza sea superior por terminar en la je. Sí les, a Jesús de Nazaret. ¿Qué extraño, entonces, que todos los
creemos mostrar con ello que en la antropología trascendental no caminos aparezcan bloqueados?
encontramos criterio concreto alguno que nos oriente sobre cuál Así comprenderá el lector por qué llamamos a nuestro ensayo
sería el acceso correcto a cualquier personaje del pasado 36 . Y, sin una anti-cristología. Sin pretender jugar con las palabras, no se
trata de una logia del Anti-cristo. Por el contrario, se trata de una
tal» kantiana—, sino a partir de muchos indicios claros desde la investigación anú-logía que libere a Cristo de todas las falsas pretensiones de
que hace de la existencia humana en la primera de las obras mencionadas. los hombres, y por cierto de los cristianos, a apoderarse de él, enca-
Así por ejemplo, si distingue autenticidad e inautenticidad, avisa que ello no sillarlo en categorías universales, quitarle su mordiente y su escán-
constituye un juicio de valor, que no le interesa más una que la otra, sino dalo y evacuar su cruz.
que va en busca de las estructuras (existenciarias, no exhtenciales) que ha-
cen posibles ambas, o sea de un conocimiento trascendental (cf., por ejem- No se crea, sin embargo, que nuestra intención sea reempla-
plo, §§ 34, 35, 38, etc.)._ zar una aproximación científica a Jesús por otra ingenua, funda-
34
Como se sabe, Heidegger distingue en alemán entre actitudes existen- mentalista.
ciales (exístentiell) y categorías existenciarias (existential), pata seguir la
traducción hecha por Gaos de M. Heidegger, El Ser y el tiempo (México Pensamos que el único acceso válido a Jesús de Nazaret es el
2
1962). del Nuevo Testamento, esto es, el de un proceso de lecturas suce-
35
36
Op. cit., tesis 11, p. 26. sivas que vayan desde el interés concreto, histórico, suscitado por
Al lector familiarizado con Heidegger bastará recordarle, como ejemplo él en su tiempo y espacio propios, hasta problemas humanos pos-
de lo que decimos, que Heidegger trata de la conciencia moral como de una teriores y actuales, insertados en mundos de significación radical-
voz que se presenta o deja oír esporádicamente. Pues bien, este hecho de la
presencia esporádica y no continua, nos pone necesariamente frente a una mente emparentados con el suyo (por los valores procurados y no
cierta equivalencia, dentro de la existencia humana, de la «voz» y de la «no- por etiquetas confesionales), y abiertos por lógica existencial a los
voz». Sentirse llamado y no sentirse llamado son igualmente reales. El ser datos trascendentes aportados por Jesús dentro de sus propias
del hombre tiene que ser el fundamento tanto de lo uno como de lo otro, coordinadas históricas.
puesto que se trata de dos posibilidades «fácticas» del «ser ahí». Esta reduc-
ción de lo óntico a la condición de algo fáctico, esta comprensión de lo óntico Si se insistiera en preferir, aun para nuestro intento, la palabra
como sólo óntico, nos abre las posibilidades de ir más a fondo, de encontrar «cristología», diríamos que la única que podemos reconocer
el fundamento, lo «ontológíco». En el caso de la conciencia moral Heidegger como válida y adaptada a los mismos planteamientos de Jesús es
encuentra ese fundamento en el ser comprendido y experimentado como
«deuda». El «ser deudor» es el fundamento de la voz de la conciencia («ser
deudor» que atiende a su deuda) y de la intranquilidad de la conciencia («ser
deudor» que no atiende a su deuda). Así la estructura ontológica fundamen- tal, el existenciario de la conciencia, se revela tanto en la conciencia como
en 37
su falta.
Ibíd., tesis 9, p. 25.
64 Introducción general

una que, a partir de los datos históricos sobre él, multiplica las
lecturas de su mensaje, modificando cada vez la pre-comprensión IV
que se lleva a la lectura ulterior.
CREAR EVANGELIOS
Una cristología acabada, consistente en una única lectura de
todo el material (bíblico y/o dogmático) referente a Jesús de Naza-
ret nos parece sin salida y, en verdad, no cristiana. Liberar a Jesús de las cristologías que lo aprisionan supone la
tarea incesante de crear «evangelios» que sean, efectivamente, bue-
na noticia para nuestros contemporáneos, sin dejar por eso de veri-
ficar su coherencia con el evangelio predicado históricamente por
Jesús de Nazaret.
No queremos ni hablarle al hombre de hoy y de aquí de cosas
que «deberían importarle» ni inventar un Jesús «importante» que
nunca existió.
Nuestra tentativa —de hablar con sentido, fidelidad y relevan-
cía de Jesús de Nazaret— es, por ende, una tentativa abierta por
naturaleza. Crear «evangelios» que puedan ser considerados su
palabra hoy es una empresa múltiple y multiplicadora. Siempre
parcial y perecedera, aunque no librada al azar, esto es, no sin
criterios. Supone, pues, dejar una tarea paralela a otros que, en
otras coordenadas de tiempo y espacio (ya desde hoy), la emprendan
en la Iglesia viviente, o sea en la comunidad que asume la respon-
sabilidad de re-presentar hoy a Jesús. Y aun —¿por qué no?—
fuera de esa Iglesia hecha institución.
Por eso hemos juzgado lo más conveniente comenzar este se-
gundo volumen de nuestra obra con un «evangelio» o, por mejor
decir, con un mini-evangelio, y recurrir más tarde al método para
discernir su coherencia con el del Jesús que conocemos por la his-
toria y, por el otro extremo del devenir, con los problemas a que
nos enfrentamos hoy y aquí. Es éste el «evangelio de la cruz» tal
como lo presenta en síntesis Leonardo Boff en el capítulo IX de
su obra, ya citada, Pasión de Cristo y sufrimiento humano.
Puede sorprender al lector que, después de haber insistido en
comenzar con el interés que Jesús de Nazaret suscitó de hecho en
su tiempo, cuando aún no se sabía nada de su condición mesiáníca
ni divina, cuando aún la cruz era una posibilidad improbable y la
resurrección totalmente inverosímil, comencemos nosotros propo-
niendo un «evangelio» actual, donde todas estas claves interpreta-
tivas están obviamente presentes.
Pero ya hemos indicado que es un puro espejismo tratar de
acudir a los evangelios canónicos como si en ellos pudiéramos ha-
llar un Jesús aún no interpretado. Como si el Jesús de Marcos o de
Juan no hubiera sido ya puesto en clave para solucionar problemas
66 Introducción general

humanos, más cercanos sin duda al tiempo de Jesús, pero proble- PRIMERA PARTE
mas humanos desde los cuales se procura penetrar en lo que él
fue, hizo y dijo. Aun en lo que tienen de «historia», los evangelios EL JESÚS HISTÓRICO
canónicos utilizan un procedimiento que ninguna historia significa-
tiva puede evitar: proyectar una hipótesis interpretativa desde nues- DE LOS
tro mundo. Desde aquello que nos interesa. Aun sabiendo que la SINÓPTICOS
persona histórica no vivió lo que nos problematiza o, por lo me-
nos, no lo vivió de la misma manera.
Al colocar así, antes de un estudio «histórico» de Jesús, un
evangelio actual, queremos, en cierta manera, llamar la atención.
Obligar al lector a hacerse preguntas que los lugares comunes de
la cultura le escamotean, sea o no cristiano.
En primer lugar, pues, ¿tiene sentido para él ese evangelio
extraño y actual? ¿Le dice algo de interés para el significado de
su vida, aun cuando no crea en ello? ¿Pone, por lo menos, un
punto de interrogación y tal vez de esperanza en un campo que
parecía desierto?
En el caso de que se dé a estas preguntas una respuesta afir-
mativa, las partes siguientes de nuestra obra tratarán de investigar
si ese evangelio tiene algo que ver con la figura histórica que,
con la ayuda de ciertos instrumentos científicos que hoy poseemos
—y sin negar valor al trabajo interpretativo—, podemos extraer
de las narraciones evangélicas, especialmente de las de los sinóp-
ticos.
Pero, como entre la interpretación dada de Jesús por los sinóp-
ticos, y aun suponiendo que de las tres podamos hacer una, y la
de Pablo, por ejemplo, media una gran distancia, también tendre-
mos que hacernos la misma pregunta frente al pluralismo de in-
terpretaciones con que los escritos neotestamentarios tratan de
captar el interés para la existencia humana de la figura, hechos y
mensaje de Jesús de Nazaret. Y a ello responderán las partes del
libro que siguen a continuación.
Conforme a lo que ya dijimos, el lector puede perfectamente,
si nuestra intención se logra, comenzar por cualquier lado. Por
donde más le interese. Por donde más se sienta involucrado. Por-
que si hemos tenido éxito en nuestra función «anti-cristológica»,
Jesús de Nazaret hablará lenguajes muy diferentes. Habremos li-
berado los significados que tiene para el hombre su vida y su
mensaje.
INTRODUCCIÓN

¿UNA «HISTORIA» DE JESÚS?

El lector interesado en recobrar metódicamente la significación


de Jesús de Nazaret no tiene por qué esforzarse por poseer todo
el instrumental científico que pone en juego para ello un historia-
dor de oficio.
Más aún, si deseara controlar por sí mismo lo que se ha dado
en llamar el «Jesús histórico», no sería ciertamente ésta, ni ninguna
otra «introducción», lo que le proporcionaría los medios para
hacerlo. La historia que quiere representar, a partir de los docu-
mentos existentes, a Jesús tal como fue o, por lo menos, llegar a
la imagen más fiel posible de su vida y de su mensaje, supone una
preparación científica equivalente a la de cualquier disciplina uni-
versitaria.
Pero una cosa es controlar y otra comprender el proceso que
sigue la historiografía en esta materia. Hay ciertas líneas generales
que pueden y deben ser comprendidas, en la medida misma en que
ayudan a entender cómo y en qué se basa la historia para acercarse
a la figura de Jesús de Nazaret. El conocer estas líneas ayudará,
como ya dijimos, a comprender el proceso de interpretación de
Jesús, que tiene lugar en cada obra neotestamentaria y en cada
realización histórica de la comunidad que asume su tradición.
Por lo pronto, aunque todos los escritos del Nuevo Testamento
sean ya interpretaciones de Jesús procedentes de una fe en él y no
tengamos ningún documento neutral o «histórico», en el sentido
preciso que damos a ese término hoy, es obvio que los documentos
que más se acercan a tales características son los tres evangelios
llamados sinópticos: el de Marcos, el de Mateo y el de Lucas.
Pero, como decíamos, la historiografía, la ciencia histórica, tiene
aún que salvar la distancia que separa a los tres sinópticos de Jesús
mismo. Y ello no es fácil.
Por lo pronto, con la dudosa excepción del Evangelio de Mateo,
ni Marcos ni Lucas fueron verosímilmente testigos directos de los
acontecimientos. No pertenecieron al grupo de los Doce que acom-
¡
70 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 71

pañaron a Jesús durante su vida pública de un modo más íntimo hacia el desenlace y dar así una coherencia mayor a la vida toda del
(a diferencia de otros discípulos que deben haber tenido con él personaje. En otras palabras, las que encajan en la interpretación,
un trato más esporádico o superficial). Esta vida pública es la que dependiente a su vez del desenlace. Dichos o gestos de significado
los tres sinópticos relatan; se extiende desde el bautismo hasta la ambiguo o casual se adaptan, de modo inconsciente, a esa línea de
pasión (aunque, en algunos más profusos —Lucas y Mateo— fuerza y entran así a formar parte de la orientación general que
exista algo así como un apéndice relativo a la infancia, y en todos, va en sentido opuesto al tiempo, puesto que se descubre al final
otro que contiene los sucesos que van desde la muerte de Jesús y, desde allí, se proyecta hacia el comienzo.
hasta la ascensión) (Hch 1,22)1. Y en cuanto a la proximidad a El mismo Lucas señala que Jesús advirtió a los Doce: «Mirad
esa vida pública, Lucas mismo se presenta como alguien que hace que subimos a Jerusalén y se cumplirá todo lo que los profetas
una seria investigación entre los testigos oculares (Le 1,1-2). En escribieron del Hijo del hombre; pues será entregado a los gentiles
cuanto a Mateo, y aun dando por sentado que este nombre sea el y será objeto de burlas, insultado y escupido, y después de azotarlo
de uno de los Doce, no parece que sea el autor mismo del primer lo matarán y al tercer día resucitará» (Le 18,31-33). Y añade el
evangelio, tal cual ha llegado a nuestras manos en su redacción evangelista mismo la confesión: «Ellos nada de esto comprendieron;
definitiva. estas palabras les quedaban ocultas y no entendían lo que había
Por supuesto, el no ser directa o enteramente obra de testigos dicho» (Le 18,31) 2 . Como es lógico, esta oscuridad se disipa con
presenciales no convierte a los tres sinópticos en testigos de poco la pasión y la resurrección de Jesús. Pero, y aquí surge nuestro
fiar. Pero acentúa la necesidad de una precaución que debería to- problema, el historiador tiene derecho a pensar que una predicción
marse aun si esas narraciones se debieran a autores que hubieran tan precisa y pormenorizada de los acontecimientos futuros no debe
acompañado inmediatamente a Jesús: hasta los testigos interpretan haber tenido lugar de esa manera. Recordado desde la pasión y la
lo que recuerdan a la luz de los acontecimientos últimos y decisivos. resurrección, un dicho cualquiera de Jesús sobre el peligro que
iban a correr en Jerusalén, pudo haber sido primero seleccionado
Eso es humano. Ha pasado con todos los héroes de la historia.
por la memoria como signo de la coherencia de la vida de Jesús,
Cuando se conoce, con su desenlace, la trayectoria de una existen-
y luego, expresado con los términos que los mismos acontecimien-
cia significativa se hace, aun sin querer, en la memoria una selección
tos ocurridos después sugerían, cuando ya no se recordaban las
de los datos referentes a su pasado. Se recuerdan —o se recuerdan
palabras exactas pronunciadas.
en forma más viva— las cosas que ya entonces parecían apuntar
Además sería un anacronismo pedir en la época de Jesús el
1
mismo tipo de «fidelidad» histórica que hoy se impone la ciencia,
El criterio para sustituir a Judas en el grupo de los Doce (necesidad aun prescindiendo del hecho de que los evangelistas no pretenden
que se siente, no a causa de una futurible «sucesión apostólica», sino proba-
blemente en memoria del Maestro o como número simbólico representativo hacer libros de historia. Los historiadores de la Antigüedad no
de las doce tribus —o totalidad— del Israel de Dios) es haber acompañado creían pecar contra la verdad «histórica» poniendo en boca de
a Jesús desde el bautismo (de Juan) hasta «el día en que nos fue llevado» protagonistas de hechos importantes discursos nunca pronunciados,
(Hch 1,22), alusión, sin duda, a la ascensión de Jesús (cf. Hch 1,11). Si es- pero capaces de explicar el sentido de la actuación. Obvio procedi-
cribimos «hasta la pasión» (inclusive), a pesar del período siguiente que com-
prende las experiencias relativas a la resurrección de Jesús, es que estas úl- miento literario. Así, Mateo interrumpe claramente la lógica de
timas pertenecen a un plano ciertamente real, pero no «histórico» en el sen- un discurso de Jesús sobre la señal que constituyó la predicación
tido científico moderno que tiene habitualmente la palabra. Como veremos a de Jonás para los habitantes de Nínive, atribuyendo a Jesús mismo
su debido tiempo, la resurrección de Jesús no es empíricamente verificable la intención de dar a sus contemporáneos como signo su propia
como algo que, independientemente de la fe, pudiera constituir una prueba
histórica válida para todos. De ahí que el período de las apariciones del re- resurrección (cf. Mt 12,40 y comparar con Le 11,30-32 y Jn 1 y 3).
sucitado varíe según cada autor neotestamentario: un día, probablemente, 2
para Juan; cuarenta días (cf. Hch 1,3) para Lucas, o aún más si hay que Cf. Me 6,52; 9,10.32. Juan —no es posible saber si por procedimiento
comprender en ellas la aparición a Esteban (cf. Hch 6,15 y 7,55); meses o literario o por fidelidad histórica— separa, en dos ocasiones, lo que los Doce
años (tal vez tres) si, con Pablo, contamos también como tal la experiencia comprendieron antes y lo que comprendieron después de los hechos pascua-
de Damasco (cf. 1 Cor 15,8). les: cf. Jn 2,21-22; 12,16.
72 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 73

Aparece así el primer criterio (de los tres que habremos de como se dice en la jerga de la exégesis, es decir, puestas en su boca
estudiar). Vemos que lo pos-pascual se introduce dentro de lo pre- después de ocurridos los acontecimientos en cuestión y conocidos
pascual en las narraciones evangélicas. La interpretación pos-pascual posteriormente por los evangelistas. Una vez más, no se trata de
tiñe, inconscientemente, los acontecimientos que precedieron la que se intente así falsear la historia: un dicho vago de Jesús puede
pascua. No es, pues, extraño que la historiografía moderna (puesta haber sido iluminado por acontecimientos futuros y quedar así con-
al servicio de la exégesis y de la teología) intente recobrar y pre- signado en la memoria. Nos ocuparemos más adelante 4 de dos clases
servar, en la medida de lo posible, lo pre-pascual tal como fue, de predicciones de Jesús, centrales para comprender su destino his-
sin esas irrupciones de sentido hechas desde el desenlace conocido tórico: las que se refieren a su pasión y las que atañen a la irrup-
posteriormente y proyectado hacia la memoria de lo anterior. ción del reino de Dios.
No es este criterio algo que nos permita desechar, como ca- Es más importante, en cambio, en este lugar introductorio apli-
rente de importancia o veracidad, una parte de los sinópticos. La car este criterio, a título de ejemplo, a un punto decisivo para com-
interpretación es también un hecho histórico. Se trata aquí de hallar prender el condeno real del ministerio de Jesús.
un criterio de fiabilídad. O, mejor dicho, de la prioridad en la Ya indicamos que es extraordinario —y necesita explicación—
fiabilidad de los hechos narrados. El retrato histórico de Jesús el hecho de que un hombre común, sin autoridad alguna, interese
—y aun las cristologías futuras— deberá apoyarse sobre aquellos y apasione con su mensaje a sus contemporáneos. Es verdad que,
hechos que sean más seguros y progresar desde ese núcleo. Y lo bien entendida, como trataremos de mostrarlo en capítulos siguien-
que, con toda lógica, aparece como más cierto, a partir del testi- tes, la predicación de Jesús tocaba puntos muy concretos de la
monio evangélico mismo, es aquello que se ha atribuido a Jesús situación económica, social y política del Israel de su tiempo. Pero
sin referencia a su pasión, muerte y resurrección. no basta esto para desencadenar un movimiento de la amplitud
Tal vez el uso más obvio de este criterio atañe a predicaciones —peligrosa— que tuvo el desatado por Jesús. Tenemos que añadir,
supuestamente hechas por Jesús J . Ellas podrían ser ex eventu, entonces, que existían latentes en Israel expectativas que eran, en
cierto modo, convergentes con esa predicación y que ayudaron
3
Por ejemplo, las que conciernen a la ruina de Jerusalén. Si tenemos en a darle relieve. Nos referimos a las varias y vagas expectativas
cuenta que, según toda probabilidad, por lo menos dos de los sinópticos mesiánicas vigentes en la época de Jesús.
—Mateo y Lucas— están redactados después de esa destrucción por los ro-
manos en el año setenta, nos sentimos más seguros ante una exclamación Después de pascua —pasión y resurrección—, la interpretación
vaga de Jesús como la que recogen Mateo y Lucas (y que formaría parte de que los evangelios hacen de Jesús es, hablando en general, que él
Q, la fuente común a ambos): «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los pro- es el Mesías de Israel, el que colmaba las largas esperanzas de ese
fetas y apedreas a los que te son enviados!... Pues bien, se os va a dejar
vuestra casa desierta» (Mt 23,37-38; Le 13,34-35). Y, por el contrario, menos pueblo, de acuerdo con las promesas de los antiguos profetas. Todo
seguros ante los detalles de ese «quedar desierta», que se añaden en Lucas nos lleva a creer que esa identificación la hicieron no sólo los Doce
(19,43-44): «Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán y los demás «discípulos», sino, de manera más o menos dudosa
de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes y te estrellarán o superficial, la muchedumbre misma antes de la muerte de Jesús.
contra el suelo a ti y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti
piedra sobre piedra...». Por supuesto que tenemos aquí ia mención muy cla- En quienes lo siguieron hasta el fin, esa fe en haber «encon-
ra de un sitio, aunque los detalles son aún vagos si se tiene en cuenta el trado al Mesías». Cf. Jn 1,41, así como los términos equivalentes de
conocimiento casi inmediato que se tenía de los acontecimientos, poco tiempo esa mesianidad en el mismo primer capítulo: «aquel de quien
después de ocurridos éstos. Además, debemos contar con la posibilidad de
un argumento circular. El que Mateo y Lucas (no Marcos, quien sólo pre- escribieron Moisés en la ley, y también los profetas» (1,45); el
senta como predicción de Jesús sobre el templo: que «no quedará de ti «Hijo de Dios», «el Rey de Israel» (1,49); «el Hijo del hombre»
piedra sobre piedra») estén redactados después de los acontecimientos depen- (1,51), que coincide probablemente con el final del ministerio de
de, en gran parte, de que sus alusiones a una destrucción concreta de Jeru-
salén sean tomadas como profecías ex eventu. Por otra parte, no hay razón
alguna dirimente que nos obligue a rechazar la posibilidad de que Jesús haya ' Sobre las predicciones de Jesús sobre su pasión, cf. infra, c. II, párr. III;
profetizado el sitio y la ruina de la Ciudad Santa. Compréndase, pues, que acerca de las predicciones sobre la venida —inminente o no— del reino,
el criterio a que aludimos es sólo una medida de fiabilidad histórica. cf. c. VIL
J4 El Jesús histórico de los sinópticos
¿Una «historia» de Jesús? 75
Jesús en Galilea, entra en crisis con la muerte de Jesús en la cruz
(cf. Le 24,21: «Nosotros esperábamos que sería él el que iba Antes de examinarlas una por una, comprobemos algo impor-
a librar a Israel [Mesías], pero...) y se recobra y afianza definitiva- tante. Los evangelios no sólo nos muestran que Jesús fue inter-
mente con las experiencias de su resurrección (cf. Rom 1,4: «esta- pretado según esas cuatro líneas de esperanzas mesiánicas, sino
blecido Hijo de Dios [Mesías] en poder... por su resurrección de que pretenden que él mismo se habría aplicado (de manera más
entre los muertos»). o menos críptica) o habría dejado que le aplicaran tales categorías.
En otras palabras: tenemos datos suficientes —y aun fuera del Así, por ejemplo, la de profeta escatológico, precedido por
Nuevo Testamento— para pensar que la mesianidad de Jesús fue por Elias, en Mateo (17,12-13): «Os digo... que Elias ha venido
ya una interpretación pre-pascual. El hecho de que se nos diga ya, pero no lo han reconocido, sino que han hecho con él cuanto
que esa creencia se eclipsa durante los acontecimientos de la pasión han querido. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer
abona la fiabilidad del dato. Sabemos, en efecto, que la idea de de parte de ellos». En Lucas, que omite el texto citado de Mateo,
un Mesías circulaba precisamente entonces en el ambiente de Israel. Jesús es él mismo (como) el nuevo Elias, y así explica su negativa
Sabemos, además, que no estaba asociada con la idea de la muerte a hacer milagros en Nazaret, su patria: «Os digo de verdad, muchas
y la resurrección, sino con la llegada del reino (o, para ser más viudas había en Israel en los días de Elias... y a ninguna de ellas
exactos, reinado) de Dios que efectuaría la liberación de Israel. fue enviado Elias, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón...»
Ahora bien: en los evangelios sinópticos encontramos, en térmi- (Le 4,25-26). La de Hijo de David la asume implícitamente Jesús
nos generales, cuatro líneas de interpretación de esas expectativas cuando, movido por los gritos del ciego: «¡Hijo de David, ten
mesiánicas de Israel. Los evangelistas, por lo menos después de compasión de mí!», lo sana y le dice: «Vete, tu fe te ha salvado»
pascua, las hacen converger en Jesús. Pero del hecho de que Jesús (Me 11,47-48.52). Algo semejante ocurre además en la entrada
haya sido reconocido por sus discípulos, y aun por la muchedumbre, triunfal de Jesús en Jerusalén. En cuanto a la línea mesiánica del
como Mesías no se sigue que lo haya sido según las cuatro líneas siervo de Yahvé, Lucas, narrando los episodios ocurridos en la
de interpretación. Algunas pueden ser pre-pascuales, mientras que sinagoga de Nazaret, nos dice que Jesús, desarrollando la profecía
otras pueden constituir una interpretación hallada después de los de Isaías, «halló el pasaje donde estaba escrito: 'El Espíritu del
acontecimientos de pascua. Señor sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar
Por motivos de claridad, podríamos denominar esas cuatro a los pobres la buena noticia, a proclamar la liberación a los cauti-
líneas de la siguiente manera: «el profeta de los últimos tiempos» vos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y pro-
(o profeta escatológico: un nuevo Moisés o Elias vuelto a la tierra), clamar un año de gracia del Señor'. Cerrando el volumen lo de-
«el hijo de David» (o rey de Israel), «el siervo (sufriente) de volvió al ministro y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban
Yahvé» y, finalmente, «el Hijo del hombre». fijos en él. Comenzó entonces a decirles: 'Esta escritura que aca-
Tanto los sinópticos como Juan (muy fiable en cuanto a datos báis de oír se ha cumplido hoy'» (Le 4,17-21). Este pasaje de
geográficos, históricos y culturales), así como la literatura judía Isaías (61,1-2) se añade comúnmente a los clásicos que describen
de la época, nos brindan abundantes testimonios sobre la existencia
de tales expectativas. Todas ellas tienen además un fundamento vehicular una tensión que para presentar de manera precisa lo que será el
bíblico más o menos vago, aun cuando se mezclen, sobre todo en futuro de Dios. No hay que sorprenderse, pues, de la fluidez de las expre-
las más populares, elementos imaginativos, legendarios y a veces siones, fluidez que se explica igualmente por la diversidad de los ambientes
judíos de la época, por el escalonamiento de tales concepciones en el tiempo
quizá contradictorios 5. y por su contaminación recíproca. Sea de ello lo que fuere, y aunque los lí-
mites sean vagos, es posible vislumbrar la realidad. Existe una esperanza es-
5
Cf., por ejemplo, André Myre, Développement d'un instantané chris- catológica en el judaismo en el tiempo de Jesús, según la cual vendrá un pro-
tologique. Le prophéte eschatologique (Université de Montréal. Colloque de feta que tendrá un papel que desempeñar al fin de los tiempos. Según algu-
Christologie 1975): «La Biblia y el judaismo no ofrecen ni una definición nos ese profeta mismo establecerá el nuevo eón; para otros, será el precursor
simple o única del profeta escatológico ni una descripción coherente de su del Mesías; para otros aún, acompañará a este último en su venida». Cf. in-
misión. En el dominio de la escatología, las palabras sirven más bien para fra, el desarrollo de la tradición del profeta escatológico en esta misma in-
troducción.
76 El Jesús histórico de los sinópticos
¿Una «historia» de Jesús? 77

que la exégesis del tiempo de Jesús hubiera separado esos pasajes


la función mesiánica del servidor sufriente de Yahvé (como Is 42,
del resto del libro de Isaías.
1-3, reproducido en Mt 12,18-21). Finalmente, de acuerdo con los
sinópticos y aun con Juan, Jesús se llama a sí mismo continuamente Más aún: notan con razón los historiadores que la concepción
Hijo del hombre, lo que equivaldría a asumir las esperanzas depo- de un Mesías doliente y ajusticiado no entraba en la línea de las
sitadas en la profecía de Daniel (7,13-14) acerca de un personaje esperanzas mesiánicas de la época. En este sentido preciso sería
que, «como un hijo de hombre, venía en las nubes del cielo» para una creación cristiana.
adquirir un reino eterno. Si esto fuera así, bien hubiera podido Jesús apropiarse pasajes
de Isaías que hoy consideramos pertenecen a esa unidad en torno
Ahora bien: parece obvio que, si no desde el primer momento,
al siervo de Yahvé, sin que ello significara que se identificaba con
por lo menos de modo paulatino, Jesús llegó a formarse una con-
este personaje misterioso y con su supuesto mesiánico. Nada obsta,
ciencia coherente de su misión. Y lo más probable es que para ello
pues, a que alusiones de Jesús, ya mencionadas, a Is 42,7, por
haya echado mano de las categorías con que sus contemporáneos
ejemplo (cf. Le 4,18), sean pre-pascuales.
expresaban las esperanzas mesiánicas y escatológicas de Israel.
Aunque haya introducido correcciones en ellas. Pero llegamos a los hechos de pascua y el panorama cambia,
aunque no de inmediato. Parece evidente, en efecto, que los discí-
Pues bien: el criterio a que hacemos alusión —el de la distin-
pulos, frente a los padecimientos y muerte de Jesús, no pensaban
ción, en la redacción evangélica, entre lo pos-pascual y lo pre-
en ninguna realización mesiánica, del tipo de la supuestamente
pascual— pretende establecer tres cosas: si los contemporáneos
descrita en los poemas del Siervo de Yahvé. Es la resurrección,
de Jesús usaron algunas de esas categorías mesiánicas para inter-
y sólo ella, la que modifica la lectura misma que hacen del Antiguo
pretar los dichos y hechos de éste, si Jesús pudo también haber
Testamento. La certidumbre pos-pascual del mesianismo de Jesús
usado alguna o algunas para comprender él mismo su propia
lleva a buscar en las Escrituras reconocidas una explicación que
misión y, en cualquier caso, cómo los acontecimientos de pascua
haga compatible ese mesianismo con los hechos. Sin temor a errar,
retro-proyectan esas categorías al Jesús pre-pascual.
se puede suponer que la frase de Lucas a propósito de los discípulos
Desde este punto de vista, las dos primeras líneas de expecta- de Emaús: «abrió (Jesús resucitado) sus inteligencias para que
tivas mesiánicas, la del profeta escatológico y la del Hijo de David, comprendieran las Escrituras» (Le 24,45), alude precisamente al
además de ser las más difundidas y populares, se diferencian pre- descubrimiento de la línea mesiánica del siervo de Yahvé en Isaías.
cisamente de las dos últimas, la del siervo de Yahvé y la del Hijo La pregunta que su misterioso compañero de camino les hace
del hombre, en no apuntar al destino personal (respectivamente —«¿No era necesario que el Mesías padeciera eso y entrara así en
doloroso o glorioso) de la figura mesiánica. En esa misma medida, su gloria?» (Le 24,26)— muestra hasta qué punto estaba lejos
las dos primeras pueden clasificarse grosso modo y en principio de sus mentes una tradición mesiánica unida al sufrimiento y a la
como pre-pascuales y las últimas como pos-pascuales. inmolación y cómo sólo la resurrección los orienta hacia los pasajes
Comencemos nuestro estudio —que es sólo, repetimos, un de Isaías que hoy parecen tener una obvia relación con Jesús.
ejemplo de la aplicación del primer criterio de fiabilidad histórica—
por las dos últimas tradiciones, las más dependientes de los sucesos Debió entonces producirse, por una parte, el reconocimiento
de Pascua. de la especificidad de los poemas de Isaías que presentan esa figu-
ra, a la vez que el de su carácter mesiánico. Y, por otro lado, co-
1) La tradición de un Mesías bajo la figura de ese personaje
mienzan a saltar a la vista en esos poemas del Deuteroísaías textos
de varios poemas del Deuteroísaías, que hablan de un Servidor de
convergentes, de manera extraordinaria, con los acontecimientos
Yahvé que sufre por los pecados de su pueblo y con su muerte lo
dolorosos de la pasión. Hasta es posible que las narraciones evan-
libera de ellos, es harto conocida en todo el Nuevo Testamento.
gélicas hayan acentuado esas semejanzas frente a pasajes como éste:
Pero hemos de puntualizar algunas cosas. Hoy se habla del «Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que
Siervo de Yahvé como de un personaje mesiánico sobre el cual mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos...»
versarían cuatro poemas separados en el texto de Isaías (42,1-9; (Is 50,6).
49,1-6; 50,4-11; 52,13-53). Pero es muy incierto, por lo pronto,
78 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 79

Una vez constituida la primera comunidad cristiana (a partir «¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros
de Pentecostés), en la polémica con los judíos acerca de la mesia- dolores los que soportaba!... El ha sido herido por nuestras rebel-
nidad de Jesús, la tradición del Siervo de Yahvé que sufre no días, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae
parece jugar, de acuerdo con Lucas (en los Hechos), un papel la paz y con sus cardenales hemos sido curados... y Yahvé des-
muy importante 6 . Sólo una vez se citan en tales discusiones los cargó sobre él la culpa de todos nosotros... Si se da a sí mismo en
poemas del Siervo (cf. Hch 13,47), y sin relación con los sufri- expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca
mientos de la pasión y cruz. a Yahvé se cumplirá por su mano» (Is 53,4-5.10).
En cambio, no es aventurado afirmar que muy pronto, en la Desde esta elaboración pos-pascual vemos cómo la línea del
primitiva Iglesia neotestamentaria, esta tradición fue la tradición Servidor de Yahvé penetra, sobre todo a través de Mateo, en los
mesiánica por excelencia con la que se interpretó el destino de acontecimientos inmediatamente anteriores a pascua, es decir, en
Jesús de Nazaret. Tanto la escuela de Pablo (cf. Rom 3,26; 4,25; la narración de los sufrimientos de la pasión (cf. Mt 26,27; 27,
8,31-33; Gal 1,15; 3,13; 2 Cor 5, 2 1 ; Col 2,15; Flp 2,8.11; Heb 30.38).
4,12; 1 Pe 2,22.24-25) como la de Juan (cf. Jn 1,29.32-34; 3,11; Más aún: aunque no podamos estar plenamente seguros de ello,
8,12.32.45; Ap 1,16; 19,15) desplazan la razón de la muerte de yendo hacia atrás, y en episodios donde las intenciones teológicas
Jesús, de la conflictividad (política) desatada por su predicación, pasan tal vez por encima de las narrativas, como es el caso del
a un designio divino donde el dolor es el precio que se paga por bautismo de Jesús, la voz divina desde lo alto usa las palabras
los pecados de Israel —y de los hombres en general—, obteniendo dirigidas al Servidor (Me 1,11 y par.).
así su redención o liberación. Quienes dieron muerte a Jesús se Más atrás aún, hallamos rasgos de esta tradición en los envan-
convierten así en meros ejecutores de un plan divino de sacrificio gelios de la infancia y, en particular, en el canto de Simeón (Le
expiatorio y redentor, que será tematizado por los mismos autores 2,32; cf. Is 42,6; 49,6).
del Nuevo Testamento 7 y se volverá interpretación central de la 2) La tradición mesiánica del Hijo del hombre tropieza con
muerte de Cristo en la Iglesia primitiva. serias dificultades exegéticas en los evangelios sinópticos. Por una
En el origen de esta interpretación netamente pos-pascual están parte, el que Jesús haya usado esa expresión como sujeto —en
los poemas del Siervo de Yahvé, y en especial pasajes como éste: tercera persona— de muchos verbos constituye uno de los datos
pre-pascuales más seguros.
6
Todo sucede como si el descubrimiento de esta línea hubiera quedado Lo que no es seguro es si, al leer hoy los sinópticos, nos halla-
como un elemento central, sí, pero dentro de la comunidad, mientras que mos ante la forma original en que Jesús usó esa expresión. En
fuera, por lo menos en el ámbito judío, se insistía en basar la mesianidad
de Jesús en el hecho de su resurrección. Así, las citas del Antiguo Testamen- efecto, la emplea, según los sinópticos, como otra forma, algo extra-
to se refieren a esta última. Es cierto que se dice, en general: «Dios dio ña, de la primera persona del singular, es decir, en lugar de «yo».
cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los Por ejemplo, leemos en Mateo (16,13.15): «¿Quién dicen los
profetas: que su Mesías padecería» (Hch 3,18); pero, a diferencia de las pro- hombres que es el Hijo del hombre?... Y vosotros, ¿quién decís
fecías relativas a la resurrección, las que conciernen al sufrimiento no se con-
signan. Probablemente la razón principal de esto es la ausencia, ya aludida, que soy yo?», mientras que Lucas opta simplemente por el yo en
de una tradición centrada en torno a un Mesías sufriente y ajusticiado. Pero los dos casos: «¿Quién dice la gente que soy yo?... Y vosotros,
el que, aun en esta argumentación, la comunidad cristiana pensara ya en el ¿quién decís que soy yo?» (Le 9,18.20).
Siervo de Yahvé aparece implícitamente en un elemento teológico importante:
Jesús «fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento Si es esta la forma original, la lógica nos obliga a concluir que
de Dios, vosotros los matasteis...» (Hch 2,23). Se distingue así la muerte «Hijo del hombre» no podía ser una expresión reconocida por sus
de Jesús como designio redentor —tal cual aparece en los poemas del Ser- oyentes como título mesiánico. Y eso contra la mayoría de los
vidor— y la muerte de Jesús como desenlace de un conflicto de intereses exegetas. En efecto, obviamente, en Marcos, y de manera menos
humanos.
7 acentuada pero clara también en Mateo y Lucas, «antes de ser reco-
Particularmente Pablo, como veremos en la segunda parte. Y también la
carta a los Hebreos, donde Jesús es presentado, al mismo tiempo, sumo sacer- nocido como Hijo de Dios [Mesías] en el momento de su muerte,
dote y víctima propiciatoria. Jesús, que se dice 'el Hijo' o 'el Hijo del hombre', esconde volun-
80 El Jesús histórico de los sinópticos ¿una «historia» de Jesús? 81

tunamente su identidad mesiánica» 8. No es posible, pues, que esté Pero en este punto, como en el que concierne a la tradición
continuamente aludiendo a ella cada vez que identifica su propia mesiánica del Servidor de Yahvé, los acontecimientos pascuales
persona como «Hijo del hombre» 9. cambian el panorama. Sobre todo, en este caso, las apariciones del
Pero existe, en relación con esta expresión, una hipótesis más resucitado en su nuevo «cuerpo glorioso» (como dice Pablo).
compleja. El Hijo del hombre puede haber designado realmente, en Es cierto que Jesús no se les aparece sobre las nubes del cielo,
boca de Jesús, una tercera persona, un personaje distinto de Jesús tal como parecía prometerlo la profecía de Daniel hablando de ese
y ciertamente mesiánico. Por ejemplo, cuando Marcos (8,38) refiere personaje «como un Hijo de hombre», pero el punto de origen,
esta afirmación de Jesús: «Quien se avergüence de mí y de mis por así decirlo, de esa venida queda adquirido para Jesús con su
palabras... también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando resurrección. El final (apócrifo) de Marcos da testimonio de esa
venga...» 10. comprensión, al decirnos que «el Señor Jesús, después de hablar-
Esta hipótesis sostiene que, en la redacción —pos-pascual— les, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Me 16,19).
de los sinópticos, la identificación de Jesús con el Mesías obliga Así lo ve también Lucas (24,51) cuando describe esa «eleva-
a identificar asimismo a Jesús con el Hijo del hombre y que de ción» añadiendo que «una nube lo ocultó a la vista de ellos» (Hch
ahí parte el uso de esa expresión como sinónimo de yo (cf. Mt 1,9). Y aquí aparece en toda su fuerza la interpretación pos-pascual
10,32-33, paralelo del texto acabado de citar en Marcos). de esa identificación de Jesús con el Mesías —Hijo del hombre—
Es, sin embargo, extraño que la mayoría de los exegetas que según Daniel: «Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús
sostienen esta hipótesis no perciban la contradicción en que incu- vendrá del mismo modo que lo habéis visto subir al cielo» (Hch
rren, precisamente cuando creen escapar de ella con la hipótesis 1,11), es decir, de entre las nubes.
anteriormente aludida. En efecto, es imposible suponer que redac- En efecto, aunque los acontecimientos de pascua muestren que
tores en manera alguna ingenuos no hayan percibido, al hacer Jesús es el Mesías esperado, no lo presentan con las características
a Jesús usar indistintamente «yo» o un título mesiánico como de la venida gloriosa de un Hijo del hombre. Por eso, sin duda,
«Hijo del hombre», que ello iba contra sus mismas afirmaciones tampoco juega la profecía mesiánica de Daniel un papel impor-
de que el Jesús pre-pascual nunca se predicó a sí mismo como tante en las polémicas de la primera comunidad cristiana con sus
Mesías ni quiso que públicamente se le tuviera por tal. Lo menos contemporáneos judíos.
que se puede decir aquí es «que es dudoso que la expresión haya En cambio tiene importancia para solucionar un problema teo-
sido interpretada por los oyentes de Jesús como título mesiánico; lógico: la desproporción entre el reino de Dios sobre la tierra, que
nunca suscita oposición ni siquiera curiosidad» ". Jesús trae o decía traer, y lo módico —cuantitativamente hablan-
do— de sus apariciones, reducidas a un núcleo de discípulos. En
8
X. Léon-Dufour, op. cit., p. 182. Tal vez el autor no sea siempre con- otras palabras: la «segunda venida» gloriosa de Jesús suplanta la
secuente con esta afirmación. No obstante, ella se impone si, como la mayo- inminente instalación sobre la tierra del «reino de Dios» (término
ría de los exegetas admiten, Jesús nunca se declaró —por lo menos anterior- que, tal vez por lo mismo, desaparece, a partir de los sinópticos,
mente a los episodios de la pasión y ante el sanedrín— Mesías.
9
Por otra parte, en arameo, la expresión significaría algo aún más sim- del Nuevo Testamento) predicado por el Jesús pre-pascual (cf. 1 Cor
ple: «un hombre», «este hombre». Es, por tanto, muy difícil que el mero uso 1,8; 15,23, 1 Tes 5,1; Ap 22,17.20, etc.).
de esa expresión hiciera pensar en el personaje de Daniel, a no ser que se A partir, pues, de esta interpretación pos-pascual de la escato-
le agregaran los otros rasgos de la profecía: su venida sobre las nubes del
cielo, etc. logía —relacionada con la espera de la venida del Hijo del hombre
10
Esta hipótesis no parece tener suficientemente en cuenta que si bien de Daniel— se proyectan sobre el Jesús pre-pascual, pero ya próxi-
Jesús no predica su mesianidad de manera abierta, muestra ya, en sus pre-
tensiones de poder prepascuales, la imposibilidad de pensar en su subordina-
ción a un futuro Hijo del hombre. Cf., por ejemplo, W. Pannenberg, op. cit., Bíblico Teológico» (Nuevo Testamento), bajo el título «hombre», p. 1924.
c. III. Sobre el sentido original de esta expresión, así traducida en griego, cf. tam-
11
Nueva Biblia Española. Edición Latinoamericana. Trad. dirigida por bién J. Jeremías, Teología del Nuevo Testamento (trad. cast. Ed. Sigúeme,
A. Schokel y J. Mateos (Ed. Cristiandad, Madrid 1976). En el «Vocabulario Salamanca 1974) I, pp. 302ss.
#2 El ]esús histórico de los sinópticos
¿Una «historia» de Jesús? 83
mo a los últimos acontecimientos de su vida, las promesas de una
segunda venida, esta vez sí «sobre las nubes del cielo». No tenemos, pues, razones para rechazar la conclusión de Des-
En el discurso escatológico de Jesús, según Q, leemos: «Si camps: «A nuestro parecer, constituye un hecho establecido el que
alguno os dice: 'Mirad, el Cristo está aquí o allí', no lo creáis... el pueblo judío, por lo menos el pueblo de Jerusalén y de Judea,
que fue testigo de las obras de Jesús y que se representaba común-
Porque como el relámpago sale por Oriente y brilla hasta el Occi-
mente al Mesías bajo los rasgos de un príncipe descendiente de
dente, así será la venida del Hijo del hombre... y verán venir al David, reconoció la mesianidad de Jesús saludándolo como Hijo
Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria» de David» 12.
(Mt 24,23.27.30; cf. Le 17,24). Es interesante además que Lucas
Y ¿qué pensar con respecto a Jesús mismo? La pregunta tiene
recuerda en los versículos anteriores un dicho casi idéntico de Jesús, sentido no sólo porque Jesús parece aceptar ese título, a pesar de
pero referido no a la (segunda) venida del Hijo del hombre, sino las connotaciones políticas que no podían escapársele, sino porque
a la del reino de Dios: «El reino de Dios viene sin dejarse sentir. él mismo parece suscitar activamente tales esperanzas al poner toda
Y no dirán: 'vedlo aquí o allí', porque el reino de Dios ya está su predicación bajo el título de la venida de un reino donde él
entre vosotros» (Le 17,20-21). aparece como figura central y decisiva.
También a la pregunta del sumo sacerdote sobre su mesianismo Con todo, antes de poder responder a esta pregunta se imponen
Jesús responde usando la expresión Hijo del hombre en su sentido aquí ciertas precisiones sobre la idea misma de «Mesías». Nota
obviamente mesiánico y dependiente de Daniel: «... y veréis al Hijo con razón Mowinckel 13 que en la Biblia, fuera del Nuevo Testa-
del hombre sentado a la diestra del poder y venir entre las nubes mento, Mesías —o sea, «ungido» en hebreo— se aplica más a los
del cielo» (Me 14,62; Mt 26,64). Se puede, pues, presumir que reyes del Israel histórico (todos ungidos para ejercer su cargo)
este uso tiene su origen en una interpretación pos-pascual y, por que a la figura de alguien que hubiera de venir en el futuro a inau-
tanto, mesiánica de una expresión que Jesús empleó, en la etapa gurar los últimos tiempos. Es decir, que en el Antiguo Testamento
pre-pascual de su vida, sin ese sentido. la palabra no lleva por lo común una connotación escatológica.
Nos quedan así por estudiar las dos líneas más populares de Así, por ejemplo, las profecías que sirvieron, una vez destruida
esperanzas mesiánicas: la del nuevo rey, hijo de (la casa o dinastía la monarquía y siglos después del exilio, para alimentar las espe-
de) David, y la del profeta de los últimos tiempos (Moisés o Elias). ranzas «mesiánicas» de Israel fueron, en realidad y en su origen,
Ya indicamos que, en su indeterminación sobre la suerte que habría profecías hechas en la época de la monarquía y referentes, dentro
de tener el personaje mesiánico en cuestión, son las que tienen más de la dinastía de David todavía reinante, a la aparición de un rey
probabilidades de haber sido usadas antes de pascua en relación extraordinario, semejante al fundador de esa dinastía real (cf. Is
con Jesús, ya sea por el pueblo, ya por Jesús mismo para compren- 11,1-9). Inmediatamente después del exilio, los profetas Ageo
y Zacarías ponen las esperanzas de una restauración de la monar-
der su misión.
quía (con la consiguiente independencia de Israel) en un descen-
Podríamos decir que, aunque las dos mezclan en esas esperan- diente de David, Zorobabel (cf. Ag 2,20ss; Zac 4,6ss).
zas elementos religiosos y políticos, lo que las diferencia es precisa- Es obvio que, en los largos siglos que siguen al exilio, se per-
mente la dosis en que esos elementos están combinados en ellas. cibe con angustia que una «política» de Yahvé con respecto a Israel
Mientras que la tradición del Hijo de David apunta más a lo polí- parece brillar por su ausencia. El pueblo judío deja de ser una
tico, la del profeta escatológico muestra un predominio de los
elementos religiosos. Comenzaremos por la primera. 12
A. Descamps, Le tnessianisme royal dans le Nouveau Testament, en
3) Ya indicamos que, de acuerdo a la triple tradición sinóp- L'attente du Messie (Brujas 1954) 66.
13
tica, Jesús acepta dos veces sin comentarios que lo llamen Hijo de Sigmund Mowinckel, Ham som kommer. Messiasforvenlningen i det
Gamle Testament og -pao Jesu tid (Copenhague 1951). Esta obra clásica está
David, y una de ellas con ocasión tan importante como su entrada resumida y comentada por J. Coppens en el artículo Les origines du tnessianis-
triunfal en Jerusalén (Me 10,46-52; 11,9-10 y par.; Mateo relata me. Le dernier essai de synthése historique, perteneciente a la obra citada
tres casos más: cf. 9,27-31; 15,21-28; 12,22-23). en la nota anterior, pp. 31-38.
¿Una «historia» de Jesús? 85
84 El Jesús histórico de los sinópticos
elevación de Jesús al cielo los apóstoles le preguntan: «Señor, ¿es
nación y de tener monarca propio. Los descendientes de David ahora cuando vas a restablecer el reino de Israel?» (Hch 1,6).
desaparecen dentro de una población mezclada. No obstante, los hechos de pascua terminan por quitar a esta
Sería entonces cuando, de acuerdo con Mowinckel, se genera tradición toda ambigüedad. Dos cosas quedan claras: que el reino
una esperanza «mesiánica», en el sentido corriente que damos hoy predicado por Jesús no era la independencia política de Israel y la
a la palabra y como se usó ya en el Nuevo Testamento. La desespe- restauración de su monarquía, sino, sobre todo, la aparición de
ranza, referida a cálculos históricos, se relaciona cada vez más, en un poder absoluto sobre la muerte que las experiencias pascuales
la Biblia y fuera de ella, con la irrupción de los últimos tiempos, han puesto de manifiesto en el resucitado, y que ese poder consti-
que Yahvé mismo ha de inaugurar mediante el rey mesiánico de la tuye a Jesús de Nazaret como Mesías, es decir, como el esperado
casa de David. Hijo de David.
Lo menos que se puede decir es que Jesús mantuvo una descon- La primera constatación pos-pascual es, sin duda, la causa de
certante ambigüedad con respecto a esta tradición sobre el Mesías. que desaparezca prácticamente en todo el resto del Nuevo Testa-
En los capítulos siguientes veremos por qué. Lo cierto es que, sin mento el término reino de Dios (o de los cielos), tan característico
prestarse a las inmediatas consecuencias políticas de esa línea me- del Jesús pre-pascual. Su ambigüedad, ya innecesaria, y su relación
siánica (parece, según Jn 6,14-15, que la muchedumbre quiso, efec- \ con la monarquía de un Israel borrado (desde el año 70) del mapa
tivamente, hacerlo rey), que lo hubieran asimilado a los zelotas, j del mundo hacían tal vez preferible usar otros términos para expre-
no disipó nunca de manera clara la ambigüedad14. sar la misma realidad.
La mejor prueba de ello es que el círculo estrecho que lo ro- En cambio, el título de Hijo de David como expresión del me-
deaba y que gozaba de sus explicaciones más precisas pensó hasta sianismo de Jesús se vuelve crucial en los debates pos-pascuales
el final que en Jesús se realizaría, del modo más literal, la restaura- dentro del mundo judío. El argumento fundamental en esta discu-
ción de la monarquía e independencia de Israel. Es, en efecto, clara sión no es, obviamente, la restauración del trono de David, sino
señal de lo pre-pascual todo aquello que los sinópticos nos dicen la resurrección de Jesús. Se dirá que esta resurrección parece no
sobre los malentendidos en que caen los apóstoles, es decir, los tener mucha relación con las esperanzas mesiánicas depositadas en
jefes de las Iglesias cristianas en el momento en que los evangelistas el Hijo de David. El puente, sin embargo, está previsto por la atri-
componen sus obras. bución, comúnmente admitida en la época, de la redacción de los
Así, se nos cuenta que, poco antes de pascua, los hijos del Ze- salmos a David en persona. Ahora bien: lo que David dice de sí
bedeo se acercan a Jesús para pedirle nada menos que los dos en ellos aparece cumplido, y con creces, en otro David, en su hijo
puestos de mayor jerarquía en su reino, es decir, sentarse a la dere- (sucesor-superior), es decir, en Jesús. Es posible que ya éste haya
cha y a la izquierda de su trono real. Que esta petición denote iniciado tal tipo de argumentación (cf. Me 12,35-37), aunque
poca inteligencia o ambición, o ambas cosas, se ve claro en que también puede ello deberse a una retro-proyección realizada a partir
Lucas (quien trata a menudo de ocultar los aspectos negativos de de los hechos pascuales. En todo caso puede verse, en este contexto
los Doce) omite enteramente este pasaje de la tradición marciana pos-pascual, el uso de los salmos 16 (Hch 2,25), 132 (Hch 2,29-30),
(a la que generalmente es muy fiel), mientras que Mateo atribuye 110 (Hch 2,34-36), 2 (Hch 4,25-27) y 89 (Hch 13,22-23) como
la petición a la madre de Santiago y Juan, no a éstos (cf. Me 10, prueba del mesianismo de Jesús entendido en la línea del Hijo
35-37; Mt 20,20-21). de David.
Más aún: este malentendido se extiende hasta los mismos Retrocediendo desde los hechos pascuales, y aunque tenga gran
hechos pascuales, puesto que, según el mismo Lucas, el día de la fiabilidad histórica el título de «rey de los judíos» puesto, según
los cuatro evangelistas, sobre la cruz, la discusión de Jesús con
14
Ella ocasionó probablemente las dos grandes crisis del ministerio de Pilato sobre si el primero era efectivamente rey puede constituir
Jesús {en la medida en que podemos reconstruirlo): la crisis galilea (sobre una retro-proyección de la interpretación mesiánica realizada des-
todo si ésta sigue a la multiplicación de los panes, como parece indicarlo pués de Pascua. Sobre todo si hubiera que incorporar a ella la dis-
la versión de Juan en el capítulo sexto de su evangelio); y la de Jerusalén,
que comenzó con el triunfo y terminó con la cruz. i
86 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 87
tinción que, según Juan (19,33-37), hace Jesús entre dos reinos tica. Función religiosa no sólo porque velaban por la pureza de la
procedentes de poderes diferentes, distinción que fue comprendida fe yahvista, sino porque representaban, más visiblemente aún que
con claridad, como vimos, sólo después de los acontecimientos el poder real, un poder que sólo procedía de Yahvé. Aun cuando
pascuales. no fuera siempre fácil distinguir los verdaderos de los falsos pro-
Más hacia atrás todavía, y en un plano ya teológico, la proyec- fetas (cf. Dt 18,19-22), verse frente a uno de ellos suponía optar
ción desde pascua de la mesianidad de Jesús como Hijo de David frente a Yahvé. Pero función política también, puesto que, antes
está presente en el trabajo que se toman tanto Mateo como Lucas del exilio, los profetas se erguían como un contrapeso de la auto-
en sus respectivas genealogías de Jesús para mostrar la descenden- ridad civil, señalándole sus límites, crímenes y omisiones. Y ello
cia directa de éste —a través de José— desde David (cf. Mt 1,1-7; tanto en el campo de la política interna, saliendo en defensa de los
Le 3,23-38). marginados y olvidados, como en el que hoy llamaríamos el de la
Finalmente, y dando un paso más hacia atrás, cuando se re- política internacional.
dactan —por motivos teológicos— los evangelios de la «infancia»
de Jesús, los mismos evangelistas (Mateo y Lucas) señalan en Se ha observado más el segundo aspecto de esta función política
muchos lugares la procedencia davídica de Jesús. El género literario de los profetas —recordarle a Israel sus deberes con respecto a na-
—mucho más alejado de la historiografía moderna que el usado ciones no yahvistas— que el primero, siendo éste, con mucho,
para la vida pública de Jesús— permite a los autores una mayor el más importante y desarrollado. Con la monarquía, en efecto,
libertad con respecto a los hechos, y a ella debemos probablemente el equilibrio e igualdad social de los israelitas se desmorona rápida-
la narración del nacimiento de Jesús en Belén, la ciudad natal de mente, como había amenazado (tal vez en una profecía ex eventu]
David. Asimismo, a la pregunta de los magos de Oriente sobre el el profeta Samuel al instaurarla a petición del pueblo (cf. 1 Sm 8,
nuevo rey, la reunión subsiguiente de escribas y sacerdotes señala 10-18) 15 .
Belén como el lugar apropiado para hallar al recién nacido, fundán- Sintomáticamente, la profecía parece apagarse en Israel tras el
dose en una profecía que alude al nacimiento de David. pobre y fracasado intento de restauración de la nación después
4) Frente a la ambigüedad, ya notada, de la tradición mesiáni- del exilio. Es como si el profeta no tuviera ya más sentido frente
ca del Hijo de David, la del profeta escatológico ofrece las mejores a gobernadores extranjeros que no respetan a Yahvé. Por otra parte,
garantías de haber sido usada en el período pre-pascual. al borrarse el contexto político se desarrolla en Israel una literatura
Por lo pronto —y además de las referencias ya citadas— es cuyo tema se adapta mejor a la situación de país dominado: la
interesante comprobar que, en la crisis galilea, la ambigüedad del búsqueda de la «sabiduría», término que podríamos traducir por
mesianismo «real» de Jesús se resuelve con la referencia a un me- «santidad» o, mejor aún, por «vida espiritual».
sianismo de tipo «profético»: Juan Bautista, Elias, (Jeremías) El interés llevado por esta literatura sapiencial a los problemas
o «uno de los profetas» (Me 8,28 y par.). Algo semejante ocurre del individuo, de sus relaciones con un Dios a quien se supone
después de que, en su entrada triunfal en Jerusalén, es saludado justo en su providencia, aparece claramente «despolitizado», por lo
como Hijo de David. Sin duda, su actitud posterior a este respecto
desorienta, pero si no es aún prendido por las autoridades ello se 15
«La descripción —hecha por Samuel en este lugar— ... corresponde a
debe a que éstas «tuvieron miedo a la gente porque lo tenían por un estado de cosas que únicamente se realizó bajo Salomón y sus sucesores,
profeta» (Mt 21,46). y esta sátira supone una larga experiencia». Biblia de Jerusalén (Bilbao 1967)
No se trataba, sin embargo, de un profetismo cualquiera, sino p. 287. Hay que entender el «únicamente» de esta nota histórica como rec-
tificación en cuanto al punto de partida cronológico de esa división del tra-
de uno mesiánico. Veámoslo. bajo, que no hará sino acentuarse y justificarse ideológicamente más y más
Es sabido que, frente a la autoridad de la monarquía, siempre hasta la época misma de Jesús. Es importante y esclarecedor señalar, a este
ambigua religiosamente con su manejo de la «razón de estado» respecto, y comparar las explícitas reservas «políticas» de Samuel, con las ra-
—tan clara ya desde Saúl—, los profetas de Israel desempeñaron zones y justificaciones «religiosas» del hecho, que Jesús ataca (cf. infra, c. IV).
A propósito del rechazo político-religioso de la monarquía en Samuel, cf. Von
hasta el exilio (y la vuelta de él) una función crítica religioso-polí- Rad, teología del Antiguo Testamento (Salamanca 1972) I 90-91.
88 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 89

menos en comparación con la época de los profetas (y reyes). La Jesús, además, al darle a sus discípulos una misión semejante
historia pierde el valor central que tuviera en otro tiempo y que y complementaria a la suya, los asimila a la línea —extinguida—
constituyera la base para la actividad profética. Se comprueba a me- de los antiguos profetas (cf. Mt 5,12; Le 6,23.26).
nudo en Israel, con añoranza, que ya no se escucha la voz de Yahvé Resumiendo: la atribución de la tradición mesiánica del profeta
a través de sus representantes más característicos. escatológico a Jesús de Nazaret por la muchedumbre, por los dis-
La esperanza, sin embargo, no muere. Se «escatologiza», es cípulos y aun por Jesús mismo parece claramente pre-pascual,
decir, se coloca en el final de los tiempos. La profecía volverá aunque por parte de Jesús esté siempre como velada y envuelta en
entonces a Israel para preparar e inaugurar el eschatón. Y ¿cómo lo que ha dado en llamarse el «secreto mesiánico».
concebir esa vuelta? La lectura bíblica sabia —y más aún la po- En la medida en que muchos datos pre-pascuales concuerdan con
pular— se había fijado, desde mucho tiempo atrás, en dos pasajes esta tradición, no se percibe un cambio notorio cuando llegamos
de la Escritura que daban pie para ser interpretados como promesas a los acontecimientos pascuales. Después de la crisis de la cruz
de «vuelta profética» en los últimos tiempos: la que, en el Deutero- (sin relación específica con este profeta, pero sí con la suerte común
nomio, anuncia la venida de un profeta «semejante a Moisés» que, de los profetas), la resurrección viene a ser como la firma divina
por fin, será escuchado (Dt 18,15.18), y la constituida por un que acredita a Jesús como el profeta escatológico inaugurador de
retorno de Elias, de quien se decía que, sin haber muerto, había los últimos tiempos, o sea, como Mesías.
sido arrebatado en un carro de fuego (2 Re 2,11) y reservado por Por lo pronto, encontramos que, en las controversias mesiáni-
Dios para fines ulteriores. cas con los judíos, se hace uso expreso de la promesa divina del
Deuteronomio de enviar a un profeta semejante a Moisés. Así, en
Estas esperanzas eran muy vagas en muchos aspectos. Si hemos el segundo discurso de Pedro al pueblo se une la idea de la segunda
hablado sólo de Moisés y de Elias es porque en esos dos personajes venida de Jesús con la primera, y Pedro pide conversión a la
se centraba, por lo general, la imagen del profeta escatológico, pre- muchedumbre para que Dios «envíe al Mesías que os había desti-
cursor del Mesías o Mesías él mismo. Pero también se identificaba nado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la
ese acontecimiento de los últimos tiempos con la vuelta de algún restauración universal, de la que Dios habló por boca de sus santos
otro entre los «grandes» profetas de Israel. El que Dios visitara profetas. Moisés, efectivamente, dijo: 'El Señor Dios os suscitará
de nuevo a su pueblo, después de la larga ausencia del profetismo, un profeta como yo de entre vuestros hermanos; escuchadle todo
ese era el contenido fundamental de la esperanza. cuanto os diga'» (Hch 3,20-22; cf. también Hch 7,37).
Parece históricamente cierto que, más o menos en la época que Si nos preguntamos, sin embargo, sobre una posible retro-
nos interesa, esta expectativa se acentúa con la aparición de varios proyección de la línea mesiánica del profeta escatológico a las
personajes, entre los cuales figuran Juan el Bautista y Jesús de Na- narraciones prepascuales, encontraremos varios estadios en esta
zaret. Constituye un dato histórico eminentemente fiable que ambos historia de la redacción evangélica. Además, como veremos, las dos
suscitaron desde el comienzo la pregunta de si no se estaría frente líneas principales de esta tradición (la de Moisés y la de Elias)
al profeta escatológico prometido por Dios bajo alguna de sus aparecen a veces unidas, a veces separadas: lo esencial es mostrar
formas. que, bajo una u otra forma, Jesús es el profeta mesiánico de los
Parece fuera de toda duda que el pueblo, en Galilea y en últimos tiempos.
Judea, sintió que con Jesús el largo silencio de Yahvé, que no El primer estadio está constituido por la inserción, entre los
hablaba más proféticamente a Israel, había terminado. Lucas, des- acontecimientos pre-pascuales del relato —presente en los tres
pués de narrar —él, el único entre los sinópticos— la resurrección sinópticos— de la transfiguración de Jesús sobre el monte (¿nuevo
del hijo de la viuda de Naím (caso muy similar al referido de Elias Sinaí?). La semejanza con las apariciones de Jesús resucitado y
en 1 Re 17,17-23), nos presenta así la reacción del pueblo: «Alaba- especialmente con su «cuerpo glorioso» han llevado a muchos
ban a Dios diciendo: 'Un gran profeta ha surgido entre nosotros' exegetas a pensar que se trataría aquí de una de esas experiencias
y 'Dios ha visitado a su pueblo'» (Le 7,16). pascuales, pero trasladada por los evangelistas al período pre-
90 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 91

pascual. Ya sea ello cierto, ya se trate de un atisbo milagroso y El segundo criterio histórico que nos sirve para determinar lo
preliminar de la gloria futura (escatológica) de Jesús, la interpreta- más fiable en los documentos que poseemos con respecto a Jesús
ción procedente de la comprensión pos-pascual es evidente. Nos tiene también una cierta relación con el primero, que distinguía
interesa, a este respecto, un dato cuyo valor teológico no puede lo pre de lo par-pascual. Sólo que aquí trataremos de distinguir
negarse: Jesús transfigurado aparece «conversando con Moisés y lo pre-eclesial de lo pos-eclesial.
Elias» (Me 9,4 y par.). Si pensamos en la cantidad de otros posibles Los evangelistas escriben para la o las Iglesias cristianas. Y és-
interlocutores —Daniel, Isaías, David...—, comprenderemos la tas constituyen obviamente un hecho pos-pascual. Jesús, en cambio,
intención y el significado dado por los evangelistas a este aconte- habla y actúa en otro contexto. Si trata de formar a sus discípulos,
cimiento (pos-pascual en su esencia). es más para que lo comprendan que para solucionar problemas de
Otro estadio lo constituye el episodio narrado —en un género esa «comunidad» que aún, hablando con rigor, no existe. Y esto,
literario diferente al empleado con respecto al ministerio público— independientemente de la cuestión suscitada por historiadores exe-
por los tres sinópticos acerca de las tentaciones de Jesús en el getas o teólogos de si Jesús pensó o no en fundar una comunidad
desierto. Por lo pronto, los «cuarenta días» de la experiencia pue- organizada que lo sucediese en su misión.
den constituir un símbolo de los cuarenta años del éxodo (y, por En cambio, el que una buena parte de lo que hoy tenemos en
tanto, de las tentaciones del mismo Moisés), pero aún más, y sobre los evangelios ha sido sacado de su contexto primitivo y dirigido
todo en la redacción de Mateo, que añade «cuarenta noches», una a las Iglesias contemporáneas de los evangelistas, a sus miembros,
alusión al viaje de Elias hasta la montaña santa (cf. 1 Re 18,1-8 autoridades y problemas, parece evidente. Y con ello, la necesidad
y en especial este último versículo). También puede ser una alusión científica de distinguir lo contextual en sus dos aspectos: el con-
a Elias el hambre que acomete a éste, y a Jesús, durante esa texto eclesial y lo que a él se debe por una parte y el contexto
estancia en el desierto. Finalmente puede verse otra alusión al religioso, social, económico y político de Jesús y las cosas que,
mismo personaje —mesiánico— en el servicio que los ángeles pres- o vienen de él o deberían ser interpretadas en función de él por
tan a Jesús de acuerdo a los sinópticos, así como un ángel había otra.
alimentado y confortado a Elias. Claro está que la fiabilidad histórica va a este último (el más
En un último estadio de esa retro-proyección de la línea mesiá- primitivo) contexto. Pero precisamente ser consciente de la in-
nica del profeta escatológico llegamos a los evangelios de la «in- fluencia del primero llevará a descubrir el segundo.
fancia» de Jesús. Y encontramos que Lucas tiene una clara alu- El contexto eclesial es muy claro, por ejemplo, en el Evangelio
sión al profeta que prepara los caminos del Señor que viene de Juan. Todos sabemos que los acontecimientos, en el cuarto Evan-
(cf. Le 1,76), quien debe ser Elias, de acuerdo a la tradición que gelio, están colocados y seleccionados en virtud de la lógica de un
comentamos. Mateo, en cambio, usa abundantemente para narrar cierto simbolismo, lo cual no quiere decir que no hayan ocurrido.
la primera infancia de Jesús, las tradiciones relativas al nacimiento, Símbolos como el agua, el pan, la luz, la vid, son centrales para
ocultamiento y salvación de Moisés que circulaban en el ambiente comprender las preferencias y estructura de la memoria del evan-
judío, tanto las basadas en Ex 2,5ss como las leyendas —recogidas, gelista. Pero parecería que, además de su simbolismo natural, por
por ejemplo, por Josefo—, aún más cercanas al texto de Mateo. así decirlo —y de la relación de este simbolismo con las necesidades
Como se ve, todo lo indicado aquí en apretado resumen sobre culturales de una Iglesia geográficamente situada—, la mayoría
las diferentes tradiciones mesiánicas y su reelaboración pos-pascual, de esos símbolos tuvieran, en un proyecto más esotérico del redac-
aunque no constituyen más que un ejemplo entre otros muchos tor del cuarto Evangelio, un segundo plano, sacramental. En otras
que podrían ser citados —o serán estudiados más adelante—, mues- palabras, a diferencia de un lector pagano que entendería ya per-
tran hasta qué punto, para entender lo que quisieron decir los fectamente el texto, el lector cristiano del evangelio de Juan haría
mismos evangelistas, es determinante aplicar el primer criterio de otra lectura más, desde el interior de su vida eclesial. Así, aunque
fiabilidad histórica: la distinción entre lo pre-pascual y lo pos- observe que el simbolismo del pan es la vida que la fe procura,
pascual. no podrá menos de asociar el símbolo «pan» con la eucaristía que
92 El Jesús histórico de los sinópticos
¿Una «historia» de Jesús? 93
celebra en la comunidad eclesial. Y el evangelista se las ingenia
para que también esta lectura tenga sentido.
tes que creían en él y que, en el tiempo en que los evangelistas
En los sinópticos, la presencia de este contexto eclesial en el redactaron su obra formaban una Iglesia, esto es, una comunidad
texto evangélico es menos consciente y voluntaria y también, por de «elegidos» (cf. Rom 8,28-30, texto anterior a la redacción final
tanto, más sutil y difícil de detectar. de Mateo). La parábola servirá entonces para explicarle a la Iglesia
Dodd y Jeremías w , entre otros, han mostrado, por ejemplo, la gratitud que debe a Dios por su inesperada preferencia y afian-
cómo las parábolas de Jesús han sido puestas a disposición de zar así su vocación 18.
las necesidades de la Iglesia después de pascua, a pesar de que La segunda moraleja está aún más alejada de la lógica interna
para Jesús son casi todas ellas parte de una polémica con las acti- de la parábola. Está sugerida, sin duda, por la orden dada por el
tudes de resistencia al reino que encuentra en sus interlocutores propietario de pagar a los trabajadores «comenzando por los últi-
(fariseos y autoridades religiosas de Israel). mos». Los últimos en llegar al trabajo son, pues, los primeros en
Jeremías comenta, por ejemplo, el caso de la parábola en que cobrar. Pero no está aquí la enseñanza de la parábola. Por lo pron-
Jesús narra cómo un propietario contrata obreros para su viña a to, poco importa en ella el orden en que se hace el pago, ya que
diferentes horas de la jornada, de modo que, al cabo de ésta, unos éste es el mismo para todos. Además, lo más verosímil es que la
la han trabajado toda, otros sólo una hora; y cómo el propietario orden dada por el propietario sea sólo un recurso literario para
ordena entonces que, comenzando por estos últimos, se les dé a hacer que los trabajadores de la primera hora estén presentes cuan-
todos el salario (mínimo vital) de una jornada entera, añadiendo do los de la última reciben su paga y tengan así ocasión de pro-
testar y de escuchar la respuesta con la que el propietario explica
Jesús que, ante la protesta de los que han trabajado todo el día,
su actitud. En cambio, el que los primeros serán los últimos y
les pregunta el propietario quién puede impedirle a él ser bueno
viceversa constituye un mensaje y advertencia a la comunidad
(sobre la base de justicia de pagar el salario debido a un día de
cristiana y especialmente a los privilegiados y autoridades de ella,
trabajo).
como consta por lo que sigue inmediatamente en Mateo: «No
Leyendo el final —o moraleja— de la parábola en la redacción debe ser así entre vosotros. Quien quiera hacerse grande entre
de Mateo, que es el único evangelista que la consigna, vemos que vosotros, hágase siervo vuestro. Y el que quiera volverse primero
éste es triple: «¿ves con malos ojos el que yo sea bueno?» (Mt 20, entre vosotros, hágase esclavo vuestro», es decir, el último (Mt
15); «los últimos serán los primeros y los primeros últimos» (Mt 20,26-27; cf. Le 14,7-11).
20,16a); «muchos son los llamados, pero pocos los elegidos» En cambio, la primera conclusión —«tú ves con malos ojos
(Mt 20,16b). el que yo sea bueno»— constituye el resumen de la parábola: la
De estas moralejas, si así podemos llamarlas, se ve claramente réplica de Jesús al malhumor de los israelitas piadosos que se que-
que las dos últimas no tienen relación lógica con el contenido de jaban de que, de acuerdo a Jesús, el reino de Dios viniera ante todo
la narración parabólica ". En efecto, la parábola no dice para nada para socorrer a pobres y pecadores, es decir, a gente sin mérito,
que quienes protestaron hayan sido «rechazados» ni que los tra- a trabajadores de la última hora...
bajadores de la última hora hayan sido «elegidos»: la recompensa, Este ejemplo puede servir para mostrar cómo la Habilidad his-
por el contrario, y ello es lo que se acentúa, es la misma para tórica se afirma cuando podemos separar el contexto eclesial pos-
todos. No obstante, la Iglesia percibió muy pronto que, al hablar terior del contexto de las circunstancias que rodeaban a Jesús y
Jesús de estos últimos trabajadores, se estaba refiriendo a los oyen- de las reacciones que provocaban sus hechos y predicación.
16
Cf. C. H. Dodd, Las parábolas del reino (Madrid, Ed. Cristiandad, 1974); 18
J. Jeremías, Las parábolas de Jesús (Estella 1976). Si «muchos son los llamados y pocos los elegidos» tuviese relación con
Los manuscritos indicarían que fue agregado al texto original. En este la «puerta estrecha» (Mt 7,13-14; cf. la versión de Le 13,23ss), aún tendría
caso, ello confirmaría aún más cómo prevalecen las necesidades de la comu- menos relación con la parábola, ya que la «puerta estrecha» tiene en Mateo
nidad cristiana sobre el sentido literal dado por Jesús a la parábola. el sentido del mayor esfuerzo, contrario, precisamente, a la enseñanza de la
parábola.
94 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 95

Otro ejemplo de esta diferencia de contextos pre y pcr-eclesia- Precisamente este ejemplo de las bienaventuranzas nos permi-
Ics, ejemplo que habremos de examinar con más detalle en capí- tirá señalar un elemento de suma importancia en este desliza-
tulos siguientes, se da en la misma formulación central del men- miento de un contexto a otro: del pre al poí-eclesial.
saje de Jesús: las bienaventuranzas. En efecto, la Iglesia cristiana primitiva, por poco estructurada
Como se sabe, tenemos dos versiones de éstas: la de Lucas y que se presente aún y por más reservas que tenga sobre su propio
la de Mateo. Una simple comparación entre ambas nos permite carácter «religioso», constituye, sin lugar a dudas, una comunidad
inmediatamente comprobar que ambas poseen un elemento común hasta cierto punto esotérica, limitada de una manera clara del
y otro «agregado» (y que difiere en ambas). Si quitamos el «vos- resto del universo, aunque no sea más que por el hecho de la fe
otros» de Lucas y el «en espíritu» de Mateo, nos hallamos ante en Jesús. Los primeros testimonios paganos que poseemos sobre
esta simple fórmula: «Felices los pobres porque de ellos es el reino ella nos la muestran, efectivamente, como un grupo aparte, cono-
de Dios» (o «de los cielos», que es una expresión sinónima usada cido por entonar himnos a Jesús como a Dios.
como circunloquio para evitar usar el nombre divino). Prescin- El Jesús pre-eclesial, por el contrario, no pertenece a grupo
diendo de otras razones exegéticas, que estudiaremos más adelante, alguno (dentro del cual haya que entender sus palabras y actitu-
esta fórmula simple se caracteriza, desde nuestro punto de vista, des) y menos aún a un grupo religioso determinado. No actúa en
por no ser «eclesial». Indica que el reino de Dios viene ante todo una esfera precisa que pudiéramos caracterizar como religiosa. Es
para quienes, por su situación, necesitan más de él: los pobres, los un judío en medio del mundo judío, y todas las coordinadas cul-
afligidos, los hambrientos de este mundo (o, por lo menos, de turales de ese mundo pasan por él. Lo que dice y hace tiene, al
Israel). mismo tiempo, las diversas resonancias propias de los distintos
planos o componentes de una cultura: sociales, económicos, polí-
Es evidente, en cambio, que las «adiciones» de Lucas y Mateo
ticos... Habría que tener presente, además, que, si la diferencia-
son típicamente «eclesiales». Comencemos por Lucas. Según éste,
ción (relativa) entre esos planos es propia de las culturas modernas
las bienaventuranzas no son dirigidas a la muchedumbre, sino que
más desarrolladas, no hay que esperar algo semejante en las más
Jesús, «alzando los ojos hacia sus discípulos, dijo: 'felices (vos-
primitivas, como las de Palestina en el primer siglo de nuestra era.
otros) los pobres, porque vuestro es el reino de Dios...'» (Le 6,20).
Dicho de otra manera, mediante la segunda persona del plural, Estamos hoy tan acostumbrados a mirar a Jesús a través del
Lucas se dirige claramente a la comunidad cristiana primitiva, prisma eclesial (religioso) que instintivamente buscamos —como
pobre y perseguida y pone en labios de Jesús la explicación, el en gran parte lo hacen los evangelistas mismos— un significado
consuelo y el aliento que deben iluminar esa crítica situación específica y exclusivamente religioso a cada hecho o dicho suyo.
eclesial. Nos cuesta mucho pensar, y más aún imaginar que Jesús, al decla-
La preocupación (catequética) de Mateo en su Evangelio es, rar felices a los pobres, está usando simplemente una categoría
como se sabe y es fácil verificarlo, la predicación de una nueva socio-económica (sin relación con virtudes o disposiciones morales
justicia (o manera de proceder), que Jesús exige a sus discípulos o religiosas); que reino de Dios significaba primariamente para
y que debe distinguir a éstos de los discípulos de sacerdotes y sus oyentes una realidad por lo menos tan concretamente política
fariseos. Así ve él en las bienaventuranzas —en vez de situaciones como religiosa.
humanas de las que Dios se apiada y que pretende rectificar— Los especialistas en Jesús de Nazaret son, por lo común, teó-
virtudes que configuran otros tantos elementos de esa justicia logos o investigadores bíblicos. En nuestro mundo especializado,
«mayor que la de los escribas y fariseos» (Mt 5,20). Así, para él, la teología y la exégesis son consideradas generalmente como dis-
el «hambre-situación» se convierte en «hambre de justicia», los ciplinas procedentes de un interés religioso y, de una u otra manera,
«pobres», en «pobres en espíritu», etc. En otras palabras: la ense- patrocinadas por las Iglesias cristianas. No es de extrañar, por
ñanza universal de Jesús pasa, en Mateo, a formar parte de la tanto, que, cuando el criterio de fiabilidad histórica que estudia-
catequesis eclesial sobre la nueva justicia propia de los cristianos. mos —separación y primacía de lo pre con respecto a lo pos-
Eso es lo que le urge cuando redacta su evangelio. eclesial—, se impone, lo pre-eclesial se limite por lo común al
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panorama exclusivamente religioso contemporáneo del Israel, Pero, más concretamente aún, si existe un dato implícito que
donde actuó y predicó Jesús. atraviesa todos los evangelios (aun el de Juan) es que Jesús ame-
Así, se han estudiado mucho las variantes que representaban naza seriamente el fundamento de la autoridad (teocrática) que,
los distintos grupos religiosos a los que Jesús (el Jesús pre-eclesial) en Israel, era la responsable de la marginación de los pobres (y
se dirige o alude: escribas, fariseos, saduceos, zelotas (en cuanto, que no era ciertamente el Imperio Romano). Y si esa autoridad
además de su actividad política, vehiculaban una concepción reli- deja un cierto espacio a su actividad pública es, nos dicen unánime-
giosa), esenios, seguidores del Bautista, etc. Se ha estudiado, en mente los evangelios, porque no se atreve —por un cálculo de
cambio, mucho menos el resto del contexto humano, tan impor- poder político— a poner un fin violento. Tienen envidia de su
tante como lo anterior para comprender los evangelios, así como autoridad (poder) sobre las muchedumbres (cf. Me 15,10). Y, al
otros escritos del Nuevo Testamento y su base histórica en Jesús mismo tiempo y por eso mismo, le tienen miedo (cf. Me 11,18).
de Nazaret. Nadie teme lo que no ejerce poder alguno. Se dice y se repite que
No hace mucho, un libro de Fernando Belo, Lectura materia- Jesús no fue un «revolucionario» en ningún sentido político 20 .
lista de Marcos, suscitó una polémica, tal vez desproporcionada, ¿Por qué, entonces, unas autoridades cuya presencia ubicua estaba
al tratar de llenar esa laguna. perfectamente al tanto de todas sus actividades desde el comienzo
Valga un ejemplo. Ya hemos indicado cómo las bienaventu- lo tienen por tal, lo temen por tal y, finalmente, lo condenan
ranzas más primitivas tenían probablemente como destinatarios a por tal?
los pobres, lisa y llanamente pobres en el obvio sentido económico Precisamente uno de los puntos difíciles en la exégesis global
y social de la palabra, aunque en su marginalización actuara tam- de los evangelios consiste en explicar cómo, cuándo y por qué las
bién el factor religioso. Ahora bien, ¿esperó Jesús pasivamente autoridades, aunque con precauciones (cf. Me 14,53 y ss), deciden
que irrumpiera del cielo, que se realizara desde arriba la felicidad que ya pueden, sin excesivo riesgo, prender y asesinar a Jesús.
consistente, para esos pobres, en dejar de serlo, en ser saciados, en Los evangelios insinúan claramente que este cambio decisivo
reír? ¿O trató de modificar histórica y eficazmente la suerte de de situación ocurre durante la última subida de Jesús a Jerusalén,
esos pobres luchando contra el poder que los marginaba? Y ¿cómo la que comienza con su entrada triunfal en la ciudad santa. En
pudo luchar por ello sino transfiriendo a los pobres un poder que pocos días las autoridades religiosas de Israel parecen poder anular
éstos no poseían y debilitando paralelamente el que los esclavizaba el «poder» de Jesús sobre las mismas multitudes que lo aclamaron
a su suerte? como rey e Hijo de David y que aparecerán ante Pilato pidiendo
Aquí aparece el malentenido tenaz. Hombres de la talla de luego su muerte. ¿Qué pudo haber ocurrido entre tanto para ex-
Reinhold Niebuhr, a pesar de ceñirse por lo demás a la exégesis plicar ese cambio, aprovechado políticamente?
más seria, caen en la trampa cultural de considerar a Jesús como
Fernando Belo apunta a algunos hechos que, aunque no fueran
reformador religioso y suponer que, por lo tanto, renunció a todo
desconocidos de la exégesis, no habían recibido en ella su debido
poder 19. Cabría, no obstante, preguntar en abstracto: ¿es acaso
énfasis. El contexto socioeconómico de la población de Jerusalén
posible ejercer la ágape, cumplir el mandamiento del señor, sin
es aquí decisivo. Jerusalén es una ciudad cuyos habitantes viven,
ejercer poder sobre las causas del mal, sea éste de origen físico o
económicamente hablando, de lo que podríamos llamar el turismo
social?
sagrado que atrae de la diáspora y del interior del país miles de
peregrinos a las fiestas periódicas centradas en el templo, así como
19
Tbe Nature and Destiny of Man (Nueva York 1964), t. I I , cap. I I I , § I I , del comercio sagrado que se realiza en éste.
p. 72. Es para mí obvio que en el brillante análisis de antropología cristiana
que es este estudio de Niebuhr, la imagen de Jesús como rechazando todo Los sacerdotes (generalmente saduceos), por una parte, consti-
poder histórico procede no tanto de una lectura peculiar de los evangelios, tuyen un elemento esencial de esa básica estructura económica,
cuanto de presupuestos teológicos, más o menos inconscientemente asumidos,
tales como el de solí Deo gloria. ¿Es acaso posible ejercer el ágape sin ejer- 20
cer poder sobre las causas del mal, sean éstas cosas o seres humanos? Cf. H. Küng, op. cit.
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98 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 99

bajo una autoridad romana que no interfiere sino para cobrar político 21 , por estar éstos en categorías y vocabulario religiosos.
impuestos. Los zelotas, por otra parte, al oponerse a la dominación Inútil es añadir, en el caso particular de Belo, que un término
romana, prometen un florecimiento aún mayor de esa estructura como lectura «materialista» (cf. el volumen anterior) del evangelio
económica montada en torno al templo. no hace más que envenenar un debate que hubiera podido ser
Y ¿qué ocurre con Jesús? Verosímilmente durante su última mucho más sano y equilibrado.
estancia en Jerusalén (aunque Juan desplace el episodio, por razo- Nos referiremos sólo de manera muy breve y sumaria al tercer
nes teológicas, al libro de los «nuevos comienzos», es decir, al criterio de Habilidad histórica con respecto a Jesús de Nazaret: el
principio de su evangelio), Jesús realiza dos acciones que resultan criterio literario.
fatales para su popularidad, dado que lo muestran con un poder Como se sabe, tenemos en cuatro documentos del Nuevo Tes-
amenazador para esa misma estructura económica básica de la po- tamento otras tantas narraciones del ministerio público de Jesús,
blación de Jerusalén. es decir, de los hechos que van desde su bautismo a su muerte y
Por lo pronto, y éste parece ser el hecho decisivo, expulsa resurrección. ¿En qué medida dejan estos cuatro documentos
—símbolo de la llegada del reino— de la casa de Dios a los mer- —evangelios— aparecer una historia fidedigna de Jesús o, en
otras palabras, dan acceso al Jesús histórico?
caderes y, según Juan, condena todo «comercio» en ella (Jn 2,
16; cf. Me 11,15 y par.). Además, y amén de anunciar profética- Por una parte, es cierto que ninguno de esos cuatro documentos
mente la destrucción del templo y de la ciudad santa (Me 13,1 es una obra de historia, en el sentido moderno y científico de la
y par.), se habría arrogado el poder de destruir el templo (cf. Mt palabra. Ninguno de los cuatro pretende ocultar que esas narracio-
nes vehiculan una comprensión de Jesús unida estrechamente a la
26,61) o aun habría invitado a hacerlo a sus oyentes (cf. Jn 2,19).
fe en él, fe que pretenden explícitamente transmitir. Por otra parte,
En todo caso, las variantes parecen indicar los rumores confusos
esto no hace que los datos que nos proporcionan sean falsos o poco
—y alarmantes— que circulan entre la muchedumbre, y que, sin
creíbles. Nos obliga, eso sí, a tomar las precauciones que hemos
duda, son asociados a la expulsión de los mercaderes del templo, mencionado en los criterios estudiados hasta aquí para llegar más
aunque fuera ésta sólo una acción simbólica, seguida inmediata- cerca de lo que realmente ocurrió con Jesús de Nazaret.
mente, sin duda, por la reinstalación del comercio sagrado.
De estos cuatro documentos se destaca uno —el cuarto Evange-
Esta podría muy bien ser la explicación histórica del cambio de lio o Evangelio de Juan— como particularmente alejado de lo que
actitud de la muchedumbre, aprovechado por los sumos sacerdotes. hoy consideraríamos una narración fiable. Su redactor se explaya
Y mostraría así la necesidad de no encerrarse en un contexto pura- principalmente en acontecimientos que las otras tres narraciones
mente religioso para explicar muchas cosas de la vida de Jesús, inexplicablemente ignoran, como, por ejemplo, la resurrección de
sino tener más en cuenta hechos básicos de la economía, la socie- Lázaro, personaje conocido en Jerusalén, hecho que habría influido
dad y la vida política de su tiempo. posteriormente en el prendimiento y muerte de Jesús.
Por otro lado, es cierto que si este contexto clave —o esta Por otra parte, es obvio que en el cuarto Evangelio el énfasis
ampliación del contexto— ha sido bastante descuidado en el estu- puesto en el simbolismo teológico lleva a su redactor a desplazar
dio del Jesús histórico, ello se debe asimismo al reduccionismo acontecimientos narrados por los otros evangelistas. Así, no pa-
economista de los análisis que, desde Engels hasta el mismo Belo, rece verosímil que un Jesús, galileo desconocido aún en Jerusalén,
han tratado de llenar esa laguna. Muchas veces, en efecto, la des- haya podido, en el comienzo mismo de su ministerio como lo pre-
cripción minuciosa del modo de producción y de las relaciones hu- senta Juan, tener autoridad suficiente como para expulsar —aunque
manas que éste genera —¿eran los fariseos pobres, o pequeño- no fuera más que momentáneamente— a los mercaderes del
burgueses? ¿Eran los publícanos ricos explotadores, o sólo sus templo.
jefes, aunque marginados religiosa y socialmente, alcanzaban un 21
relativo nivel de riqueza?— se pierde en vericuetos insustanciales Aquí, más aún que en el caso de Valéry (o Flaubert) valdría la ob-
servación crítica de Sartre, citada en el volumen anterior (segunda parte,
y aún deja pasar, por ejemplo, datos clave en el plano socio- c. VII).
200 El Jesús histórico de los sinópticos ¿Una «historia» de Jesús? 101

Todo esto, unido al vuelo teológico del prólogo y de varios es, lógicamente, más difícil de aquilatar, faltando un conocimiento
discursos de Jesús en este evangelio han desacreditado en demasía preciso de su origen.
su fiabilidad histórica. Es cierto que éste plantea problemas no Aunque están lejos de ser claras las relaciones existentes entre
resueltos todavía, pero dos elementos han ayudado a reconsiderar los tres sinópticos y resulte difícil explicar la razón tanto de sus
el valor histórico de muchos datos contenidos en él. semejanzas como de sus diferencias, se estima, por lo general, que,
Por lo pronto, la arqueología y otros descubrimientos historio- cuando nos hallamos frente a una triple testificación de un hecho
gráficos recientes muestran, detrás de un redactor que se siente o palabra de Jesús, la fuente común es el Evangelio de Marcos
bastante libre con respecto a la exactitud material y encadenamiento (o un estadio algo más primitivo de su redacción). Cuando nos
de sus narraciones, un testigo ocular de lugares, costumbres y hallamos ante dos testificaciones —Mateo y Lucas— se piensa que
hechos contemporáneos de Jesús de Nazaret. Es muy probable que, ambos toman su material común de una fuente escrita Q, que no
en varias ocasiones, puntos concretos del Evangelio de Juan sean poseemos y que debió ser redactada primero en arameo en un
más de fiar que los paralelos de los tres sinópticos, como ocurre, contexto palestino (probablemente en Jerusalén) y luego tradu-
por ejemplo, con respecto a la fecha exacta de la última cena y cida al griego y completada en la diáspora helenística con elemen-
de la pasión, así como a la tentativa popular de constituir rey a tos de la catequesis de las Iglesias cristianas. Quedarían aparte los
Jesús después de la multiplicación de los panes. hechos o dichos de Jesús que aparecen sólo en Mateo o sólo en
Lucas (alguno en Marcos, como en 14,51, aunque no se refiere
En segundo lugar, no hay que minimizar el hecho de que, entre propiamente a Jesús), y que se deben, sin duda, a las tradiciones
narraciones convergentes y alusiones más o menos extensas, en- particulares recibidas aisladamente por cada uno de ellos. En este
contramos en Juan una confirmación importante de gran parte del último caso, su origen es difícil de rastrear, y sólo tenemos para
material de los sinópticos. En otras palabras: tenemos hechos o ello una historia eclesiástica bastante posterior y un poco legen-
enseñanzas de Jesús recogidos unánimemente por las cuatro fuen- daria que atribuye ese material a los recuerdos de algunos apóstoles,
tes documentarías que poseemos, lo que es ciertamente importante de los que Marcos y Lucas habrían sido algo así como secretarios.
desde el punto de vista histórico.
De todo esto se deduce que existe una fiabilidad histórica ma-
Los otros tres evangelios, los sinópticos, constituyen un hecho yor, desde el punto de vista literario, cuando nos hallamos frente
y un problema aparte. Aunque cada autor ha dejado en ellos trazas al material vehiculado por una de las dos fuentes más primitivas:
de un trabajo redaccional importante y original —de acuerdo a Marcos (generalmente tres testificaciones) o Q (Mateo y Lucas).
características personales y a diferentes situaciones eclesiales—, Se hallará así, además, una marcada convergencia entre este
es evidente en ellos una mayor fidelidad a los recuerdos de Jesús criterio (literario) y los anteriores. Ya hemos visto cómo Q, en la
transmitidos de palabra y por escrito en las comunidades cristianas versión probable de las bienaventuranzas, presenta una versión
primitivas. pre-eclesial de éstas, a diferencia del trabajo redaccional propio de
Así, a través de ellos, una gran cantidad de episodios y ense- Mateo o de Lucas, mucho más influido por necesidades eclesiales.
ñanzas nos llegan «sinópticamente», es decir, en tres versiones Otro ejemplo interesante de esta convergencia nos lo ofrece Marcos
semejantes, aunque no idénticas, lo que no es despreciable desde en su tratamiento —que podríamos llamar pre-pascual y pre-
el punto de vista de la fiabilidad histórica. Otra buena parte del eclesial— de los Doce y del mismo Jesús. En efecto, Lucas se
material evangélico, especialmente dichos —logia— de Jesús nos muestra en este punto claramente influenciado por la posición de
llega en una doble versión, o sea, a través de Mateo y de Lucas, autoridad que los Doce tienen en la Iglesia naciente y, hasta cierto
los que parecen haber utilizado una fuente escrita primero en Pa- punto, quita de Marcos lo que podría (en su actuación pre-pascual)
lestina, en una época muy cercana a los acontecimientos mismos, producir una mala impresión respecto a ellos, así como el epíteto
y ampliada luego en ambientes helenísticos. Finalmente, cada evan- de Satanás, que las protestas de Pedro le valen de labios de Jesús
gelista presenta una reducida (aunque especialmente importante en (Me 8,33; Mt 16,23).
Lucas) parte de material que le es propia, y cuyo valor histórico Algo semejante ocurre con Jesús mismo. Marcos, seguido tam-
¿Una «historia» de Jesús? 103
102 El Jesús histórico de los sinópticos
reconocer, especialmente en algunos giros más o menos torpes de
bien aquí por Mateo, presenta a Jesús en la cruz gritando las pa- la «traducción» griega, la presencia del lenguaje arameo.
labras con las que chocan tantos exegetas que tienen otra idea de Aunque esta presencia —explícita o implícita— del idioma de
lo que debió ser el Dios-Hombre: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué Jesús no pruebe, de por sí, la historicidad de tales palabras como
me has abandonado?» (Me 15,34; Mt 27,46.50) a . Lucas no sólo dichas efectivamente por Jesús mismo, constituye un testimonio
ignora esta interrogación angustiada de Jesús, sino que identifica fehaciente de que estamos frente a una tradición antigua, cercana
su último grito con la actitud precisamente opuesta: «Padre, en a los hechos y recordada en forma precisa, siempre en los mismos
tus manos encomiendo mi espíritu» (Le 23,46). términos, lo que sugiere la voluntad de reproducir palabras consi-
A este criterio literario global hay que añadir otro más preciso deradas como más o menos sagradas.
y especializado: el idiomático. Por supuesto, es éste un criterio Esta fiabilidad se refuerza cuando encontramos en los sinóp-
donde el lego tiene que dar fe a conocedores. Lo único que aquí ticos redactados en griego un fenómeno extraño. A veces, en un
podemos indicar son sus elementos esenciales. pasaje, el griego más culto de Lucas, o de Mateo, refleja giros semí-
Es sabido que los evangelios —como también el resto del Nuevo ticos (árameos) allí donde el griego más básico de Marcos alcanza
Testamento— están escritos, tal como los poseemos, en una va- un grado aceptable de fluidez. ¿Cómo explicar esto? Partiendo del
riante del griego —koiné—, hablada corrientemente en esa época hecho de que los distintos evangelistas manifiestan una cierta li-
en las costas del Mediterráneo. El dominio del estilo y de la gra- bertad en el uso de sus fuentes, la única hipótesis verosímil sería
mática griega no es grande en Marcos, aumenta en Mateo y llega que, en tales casos, Lucas (o Mateo) no se cree personalmente auto-
a una cierta corrección y elegancia en Lucas, especialmente en rizado a hacer una traducción libre allí donde está frente a expre-
pasajes que se deben exclusivamente a su redacción. siones arameas estereotipadas, transmitidas como importantes en
Por otra parte, parece fuera de toda duda el que Jesús, aunque la catequesis cristiana M. Todo lo cual nos acerca al Jesús histórico.
tal vez no fuera totalmente ajeno a esa lengua más o menos «inter-
nacional», habló la lengua popular de la Palestina de ese tiempo, * * *
o sea, una variante occidental del arameo con particularidades ga-
lileas B . Los mismos evangelistas así lo recuerdan en griego, tra- Lo dicho en esta larga introducción no pretende determinar
yendo de vez en cuando las palabras arameas originales y tradu- qué es o no «histórico» en las narraciones —o evangelios— que
ciéndolas al griego, sobre todo en ocasiones cuando el arameo es poseemos sobre Jesús de Nazaret.
necesario para comprender algún malentendido o juego de pala-
Ya indicamos que no existe interpretación o reconstrucción del
bras. Precisamente el «¡Dios mío, Dios mío!» de Jesús en la cruz
pasado totalmente libre de prejuicio u objetiva. Siempre será posi-
está consignado en arameo en los evangelios («Eloi, Eloi...») para
ble, claro está, desprenderse de los prejuicios más llamativos. Por
explicar la confusión, voluntaria o no, entre los asistentes, de esas
ejemplo, Jesús fue un judío del siglo i, y nadie en su sano juicio
palabras con una llamada de Jesús a Elias (cf. Me 15,34-36).
pretenderá comprenderlo inmediatamente desde categorías cultu-
Además de esas citas explícitas en arameo, el amplio conoci- rales griegas, del lejano Oriente u occidentales modernas...
miento que hoy se tiene de esta lengua permite a los especialistas En cambio, prejuicios más sutiles, enraizados en la misma lec-
22 tura de los evangelios, en tradiciones teológicas y espirituales de
Se ha hecho valer, además de complejas explicaciones teológicas, la hi-
pótesis de que Jesús, con estas palabras, se referiría al contenido total del las distintas Iglesias cristianas o en tendencias culturales que atra-
Salmo 22, que termina con el agradecimiento por la salvadora ayuda divina. viesan las distintas denominaciones, son más difíciles de detectar
Pero esta hipótesis supone demasiada sofisticación en un moribundo (y en y de refutar.
los lectores del evangelio) y concuerda poco con el carácter de grito que Ma- Así, por ejemplo, si el exegeta va a los evangelios persuadido
teo le atribuye claramente.
23
Cf. J. Jeremias, Teología..., op. cit., I, pp. 13-57: «¿Hasta qué punto de que todo su contenido auténtico tiene que referirse a un Jesús
es fidedigna la tradición de las palabras de Jesús?». Habría que añadir que
Jeremias, acudiendo al conocimiento del arameo, es más bien optimista sobre 24
Cf. X. Léon-Dufour, op. cit., pp. 194-195.
las posibilidades de reconocer la ipsissitna vox lesu en los sinópticos.
104 El Jesús histórico de los sinópticos

que trató de preparar a su generación para el fin inmediato de la CAPITULO PRIMERO


historia, ¿constituirá ello una clave enriquecedora o un prejuicio
reduccionista? Cuando Bultmann comienza su Teología del Nuevo JESÚS Y LA DIME}¿ge&si
TestamentoM, estableciendo que sólo puede provenir del Jesús
retratado en los evangelios una concepción del reino de Dios como
algo que Dios mismo envía sin intervención o colaboración alguna
del hombre, ¿constituirá ello una clave enriquecedora o un pre-
juicio reduccionista?
Y porque no se piense que ese problema se le plantea única-
mente a la exégesis protestante, es obvio que aquella católica que Veíamos al comienzo de e s t e ^ S Í B ^ ^ t a E & ^ i S i ^ r q u e pre-
asume desde el principio que fue intención de Jesús dejar después tenda acercarse al Jesús histórico tiene que hacerse la pregunta de
de sí una Iglesia estructurada (según un derecho divino) y que cómo un hombre, al parecer en nada diferente de los demás (y que
lee desde esa perspectiva los evangelios, pierde la comprensión no insistió nunca en sus propios títulos), comienza a interesar y a
correcta de gran parte de su contenido. apasionar a sus contemporáneos.
No se extrañe, pues, el lector si los criterios que hemos tratado Ahora bien, en nuestro mundo limitado es difícil imaginar un
de ordenar y exponer como los más «objetivos» no pesan lo mis- apasionamiento, un entusiasmo, un interés profundo, que no sea,
mo, ni individual ni globalmente, en los diferentes exegetas y si de alguna manera, conflictivo. Este conflicto podrá darse en el
se discute, reduce o aumenta en consecuencia lo que se cree saber plano más abstracto de las ideas —combatiendo algunas y defen-
con seguridad sobre el Jesús histórico M. diendo otras— o en el más concreto de intereses de grupos, clases,
naciones, etc. Algo que no divide tampoco entusiasma ni engendra
militancia y compromiso.
Jesús, hombre verdadero, no pudo escapar a esta ley. Pero no
es fácil poner de acuerdo en este punto los documentos neotesta-
mentarios que tratan de él.
Así, los evangelistas —incluso Juan— nos muestran a un Jesús
conflictivo en el segundo sentido. Constituye un peligro para cier-
tos grupos concretos de personas. Ello concuerda con su misma
declaración: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No
he venido a traer paz, sino espada (Le división). Sí, he venido a
enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la
nuera con su suegra; y sus propios familiares serán los enemigos
de cada cual» (Mt 10,34; cf. Le 12,51-53).
25
En la parte primera «Presuposiciones y motivos de la teología del Nue- Y ciertamente, cuando leemos los evangelios liberados de la
vo Testamento», § I, declara: «La llegada del reino de Dios es un suceso imagen prefabricada del «dulce Jesús de Nazaret», nos encontra-
maravilloso que será llevado a cabo por solo Dios sin la ayuda de los hom-
bres». R. Bultmann, Theology of the New Testament (Nueva York 1951) p. 4. mos a cada paso con un conflicto consciente y voluntario entre
26
Como nuestro trabajo no es de exégesis bíblica, en los capítulos que grupos perfectamente determinados, conflicto que, lejos de dismi-
siguen usaremos los criterios establecidos en esta introducción sin referirnos nuir, lleva al asesinato jurídico de Jesús.
explícitamente a ellos. Nos apoyaremos en los datos exegético-históricos que Por ello mismo nos sorprende el constatar que la imagen que
nos parezcan más seguros, sin fatigar al lector con disquisiciones y pruebas
ajenas al propósito de esta obra. Esta introducción tiene únicamente el ob- Pablo vehicula (aun antes de la redacción final de los evangelios
jeto de orientar al lector, en general, sobre la base científica de todo lo que sinópticos) de Jesús parece, en este punto, totalmente opuesta.
sigue en esta primera parte de nuestra obra. Jesús unifica: «Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni
106 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 107
hombre ni mujer, ya que todos sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3, ción a esas mismas autoridades religioso-políticas del judaismo. De
28). Sin embargo, el conflicto se sitúa para Pablo en otro plano. alguna manera, que tendremos que precisar, lesionó sus intereses,
No sólo tiene lugar con quienes tienen y difunden una concepción o ellos así lo creyeron, y de ahí procedió la envidia y el miedo
diferente del evangelio de Jesús (cf. Gal 1,7-8; 5,7-12), sino que la primero, luego el complot y el prendimiento, más tarde la senten-
muerte de Jesús aparece en él como la consecuencia de un pro- cia y, por último, la tentativa, coronada de éxito, de poner pública-
fundo conflicto, sólo que las fuerzas en juego ya no son grupos mente al procurador romano en una situación sin salida si no acce-
humanos, sino más bien las grandes fuerzas que oponen la «carne» día a sus intentos de ajusticiar a Jesús.
al «espíritu»: el pecado-esclavitud, la ley y la muerte (Rom 8,2
y passim). Pero frente a estos elementos documentados en los evangelios
surge la anti-hipótesis: Jesús fue ciertamente presentado y, final-
El contraste entre estas dos concepciones tan diferentes de mente, ajusticiado como agitador político; pero ello habría cons-
conflicto y, por tanto, de quien lo introduce —Jesús— constituye tituido una mentira y, en quienes se dejaron así engañar, un trágico
un serio problema y ciertamente ha dado lugar a muchos malen- error. Jesús habría así muerto por razones que no habrían tenido
tendidos, sobre todo cuando una concepción excluye la otra y no nada que ver con su sentencia, o sea, con la causa alegada de su
se reflexiona en la convergencia oculta que las une. muerte. «La muerte de Jesús sería, 'hablando históricamente, un
Así, nos será forzoso inclinarnos sucesivamente sobre estas dos destino estúpido' (Bultmann); habría sido exclusivamente el resul-
versiones extremas del conflicto centrado en Jesús: la de los sinóp- tado de una interpretación política de su actividad» '.
ticos y la de Pablo. Siempre con la intención de salir del pasado
y construir cristologías para nosotros hoy y aquí. En cuanto al Imperio romano se refiere, no cabe duda, como
Para responder como historiadores al interrogante mencionado ya dijimos, de que la condena a muerte de Jesús fue el fruto de
tenemos un dato importante convergente con el de los sinópticos: un malentendido interesado por parte de las autoridades (tanto
aun los testimonios históricos contemporáneos no cristianos insis- judías como romanas). Todas las tentativas hechas recientemente
ten en un punto que parece fuera de toda duda: Jesús de Nazaret por mostrar a un Jesús vinculado políticamente con los zelotas
murió después de haber sido condenado por las autoridades roma- —revolucionarios judíos contra la dominación romana por motivos
nas como un agitador político. nacionalistas, pero, sobre todo, religiosos— parecen poco serios y
traídos por los pelos. Por lo menos en los términos científicos en
Otro problema, y muy diferente por cierto, es determinar qué que se mueve la exégesis de los documentos más próximos a Jesús,
verdad «real», y no sólo qué exactitud histórica, se esconde bajo no aparece en su vida nada de ello. El que tuviera un discípulo
esa convergente certid'unbre. En efecto, los escritos provenientes (el Simón diferente de Pedro, según Le 6,15) apellidado «el Ze-
del cristianismo naciente —entre ellos los evangelios— están de lota», y tal vez otro más relacionado con esa tendencia, prueba
acuerdo en que los romanos fueron, culpables o no, proveedores muy poco: que tal vez algunos zelotas o ex zelotas, defraudados
de un pretexto jurídico y ejecutores de una sentencia elaborada o confundidos, pasaron a «militar» con Jesús y que éste no se
y promulgada fuera de su propia esfera de intereses. Los evangelios opuso por ello a recibirlos entre los Doce. Tampoco prueba mucho
son coincidentes en que Jesús de Nazaret no tuvo nunca conflicto el que Jesús no condena ni polemiza con los zelotas como lo hace
alguno con las autoridades romanas, y hasta se podría documentar con fariseos y saduceos: los zelotas eran más activistas que ideó-
lo contrario. En realidad, Jesús les fue presentado a los romanos logos.
como un agitador político, poniéndolos así en una situación incó-
moda frente a sus propias autoridades más altas. Pero consta en Es muy posible que los zelotas pensaran que Jesús se uniría
los cuatro evangelios que, a pesar de la vigilancia romana y de la a ellos o que podría ser instrumentado para su causa, sobre todo
predicación y actividad pública de Jesús, aquéllos nunca vieron en a través de la plebe, de la misma plebe de pobres que repartían
él un peligro político, ni siquiera un posible aliado de los zelotas.
Si Jesús de Nazaret constituyó una amenaza, si agitó algo (po-
líticamente como para recibir una sanción política), fue con rela- ' X. Léon-Dufour, Jésus face a la mort menacante: «Nouvelle Revue
Théologique», vol. 100, n.° 6 (noviembre-diciembre 1978) 802.
108 El Jesús histórico de los sinópticos

probablemente sus simpatías entre los zelotas y Jesús confundien- I


do tal vez, sobre todo al comienzo, las intenciones de unos y otro.
Pero igualmente se puede argumentar, y con mayor rigor cien- Por lo demás, resulta obvio a primera vista que nada del Jesús
tífico aún, que, investigando en los documentos escritos sobre Je- que presentan los evangelios sinópticos (y menos aún el de Juan)
sús, no hallamos en ellos la más mínima aprobación de la causa corresponde a la idea que nos hacemos hoy de un «agitador polí-
zelota, aunque se da a Jesús ocasión para ello (cf. Le 13,1). Por tico». Parece no caber duda alguna de que sería inútil y contra-
el contrario, Jesús alterna con los publicanos, los pecadores máxi- producente tratar de leer los evangelios desde esa perspectiva.
mos a los ojos de los zelotas por estar al servicio del tributo y, Sin embargo, el problema tiene orígenes más hondos. Jesús es
por tanto, de la dominación romana. Otros elementos nos confir- hoy considerado, por una parte, con fundamento o sin él, como
man en esta línea. Aunque ni Juan Bautista ni menos aún Jesús el fundador de una religión universal, la más universal que haya
mismo hayan pertenecido a la secta de los esenios, las investiga- existido en el mundo, si no se tienen en cuenta sus divisiones in-
ciones recientes —que han sucedido al descubrimiento de los ma- ternas. No parece posible desplazarlo a la historia de la política
nuscritos del Mar Muerto— muestran ciertos puntos de afinidad sin quitarle su trascendencia histórica y convertirlo en un pequeño
entre ellos, y cada punto de afinidad aquí significa un alejamiento personaje, más o menos fracasado en su intento de hacer felices
proporcional con respecto a los zelotas. a los pobres de su país. Por otra parte, Jesús de Nazaret es el
En otras palabras: todo lo que históricamente aparece como supuesto fundador de una Iglesia, es decir, de una institución
más cierto en lo que se refiere a la orientación de la vida y del sociorreligiosa que ha tenido que convivir y tiene que hacerlo aún
mensaje de Jesús de Nazaret aparece en oposición a la hipótesis hoy con diferentes regímenes políticos, apoyándose en el inevitable
de que éste haya sido en su tiempo un agitador político antirromano. argumento de que no pertenece a ese plano, sino que tiene su razón
¿Habrá, entonces, que desechar la hipótesis como absurda? Antes de ser en otro diferente: el religioso, por más vago que sea este
de decidirlo habrá que tomar ciertas precauciones, ya que el len- concepto (sobre todo cuando se trata de definir el ámbito de su
guaje está, en este plano, cargado de trampas y lugares comunes 2. acción con relación a los demás). Esa «vaguedad» no obsta a que
la supervivencia de la Iglesia esté ligada en la práctica a lo peculiar
2
Es lógico que no escapen a estos lugares comunes quienes no hacen de de su objetivo, es decir, a que no pretende competir con otras or-
la crítica cultural una específica tarea intelectual. No se extrañe, pues, el ganizaciones, proyectos y realizaciones propiamente políticas.
lector de encontrar en las páginas que siguen alusiones al discurso inaugural
de S. S. Juan Pablo II con que se abrió la III Conferencia general del Epis- Decir hoy, por tanto, que Jesús fue un agitador político, aceptar
copado latinoamericano en Puebla (el 28 de enero de 1979). En ese discurso la fuerza del dato histórico clave de que el serlo lo llevó a la muerte
leemos, por ejemplo en el párrafo 1,4: «Ahora bien, corren hoy por muchas y que esa muerte no fue un simple error supone luchar con cosas
partes —el fenómeno no es nuevo— 'relecturas' del evangelio, resultado de que, en cierta manera, escapan al control del lenguaje y lo condi-
especulaciones teóricas más bien que de auténtica meditación de la palabra
de Dios y de un verdadero compromiso evangélico. Ellas causan confusión al cionan prematuramente desacreditando, sin más examen, la afirma-
apartarse de los criterios centrales de la fe de la Iglesia y se cae en la teme- ción. Hacen, por lo menos, que esos dos términos, «agitador polí-
ridad de comunicarlas, a manera de catequesís, a las comunidades cristianas. tico», aparezcan como una intolerable distorsión y caricatura de
En algunos casos o se silencia la divinidad de Cristo, o se incurre de hecho
en formas de interpretación reñidas con la fe de la Iglesia. Cristo sería sola-
mente un 'profeta', un anunciador del reino y del amor de Dios, pero no el Utico y se calla la voluntad de entrega del Señor y aun la conciencia de su
verdadero Hijo de Dios, ni sería por tanto el centro y el objeto mismo del misión redentora. Los evangelios muestran claramente cómo pata Jesús era
mensaje evangélico. En otros casos se pretende mostrar a Jesús como com- una tentación lo que alterara su misión de Servidor de Yahvé (cf. Mt 4,8;
prometido políticamente, como un luchador contra la dominación romana y Le 4,5). No acepta la posición de quienes mezclaban las cosas de Dios con
contra los poderes, e incíuso implicado en la lucha de clases. Esta concepción actitudes meramente políticas (cf. Mt 22,21; Me 12,17; Jn 18,36). Rechaza
de Cristo como político, revolucionario, como el subversivo de Nazaret, no inequívocamente el recurso a la violencia. Abre su mensaje de conversión a
se compagina con la catequesis de la Iglesia. Confundiendo el pretexto insi- todos, sin excluir a los mismos publicanos. La perspectiva de su misión es
dioso de los acusadores de Jesús con la actitud de Jesús mismo —bien dife- mucho más profunda. Consiste en la salvación integral por un amor transfor-
rente— se aduce como causa de su muerte el desenlace de un conflicto po- mante, pacificador, de perdón y reconciliación» (Puebla, Conclusiones finales,
Ed. Paulinas, Montevideo 1979, pp. 12-13).
110 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 111

la. figura de Jesús tal cual la presentan los evangelios (por no decir y en la expresión concreta que examinamos un matiz netamente
nada de la versión religioso-antropológica y políticamente domes- peyorativo, que, en nuestro caso, se añade al ya peyorativo del
ticada que, aparentemente por lo menos, es la de Pablo, con su adjetivo «político». Revolucionario y agitador se apÜcan general-
tremendo peso teológico posterior). mente a personajes que han modificado superficialmente el panora-
Aun así, el hecho de que la causa «oficial» de la muerte vio- ma político, siendo finalmente derrotados. Si no lo hubieran sido,
lenta de Jesús haya sido el que éste fuera, de hecho, un agitador y cualquiera que sea el valor que se dé a la política en sí, los
político da que pensar. ¿Es posible que todo se deba a una con- mismos personajes hubieran sido caracterizados con sustantivos
fusión? Aun teniéndola por malintencionada y destinada única- más o menos nobles, como legislador, jefe, libertador...
mente a chantajear políticamente a Pilato, ¿de dónde vendría la Sintomáticamente, ninguna de estas últimas funciones se aso-
necesidad de deshacerse de Jesús que experimentaron las autorida- cian, normalmente (por lo menos en el plano político) con Jesús
des judías? de Nazaret. No hay que olvidar que si Jesús actuó en este plano
Ya hemos visto (cf. Introducción I) que uno de los criterios pertenece sin lugar a dudas al número de los fracasados. Si legisló
que la historiografía aplica a los evangelios es que la interpretación e imaginó otras estructuras para la sociedad, sus leyes nunca fue-
de Jesús hecha por los documentos cristianos refleja las necesida- ron puestas en práctica. Si conquistó por un momento al pueblo
des —posteriores a Jesús— de una Iglesia naciente que tiene que fue para perderlo cuando éste, desengañado del proyecto de Jesús,
arreglárselas para vivir y desarrollarse en circunstancias muy dife- pidió su muerte, al comprender su engaño. Si trató de librar a la
rentes a las del ministerio público de Jesús. El criterio de que multitud del pesado yugo de una estructura político-religiosa que
hablamos da el paso de afirmar, lógicamente, que lo que se dice la marginaba, ésta comprendió pronto que las nuevas exigencias
de Jesús tiene tanto mayor valor histórico cuanto menos encaja para adquirir y mantener esa liberación eran tal vez más pesadas
en las necesidades de la primitiva Iglesia cristiana. que el yugo anterior...
Resulta así mucho más verosímil suponer que una comunidad Jesús sería, pues, aun en el caso supuesto de que haya que
que ya en el siglo i (cf. Hch 24,14) se presentaba a sí misma como tomar en serio el aspecto político de su vida y mensaje, un revo-
secta religiosa tratara de presentar como error o mentira la causa lucionario, pero un revolucionario fracasado. La palabra le cua-
(política) del ajusticiamiento de su fundador que, a la inversa, draría en cuanto su intento de instaurar un nuevo orden quedó
suponer que una comunidad orientada políticamente (como la de en estado de proyecto, inacabado y derrotado. Por eso, más aún
los zelotas, por ejemplo) minimizara precisamente el elemento po- que el título de revolucionario, le cuadraría el de agitador, siem-
lítico del mensaje y de la actuación de Jesús. pre en el caso hipotético de que haya que admitir como clave de
Una vez aceptado este criterio histórico de sentido común, su actuación el aspecto político.
aunque no se llegue a una total persuasión, el que Jesús haya sido El argumento lingüístico se vuelve así claro, por inconsciente-
de veras en cierta medida por lo menos un agitador político no mente que obre. Si Jesús fue algo en el plano político, si hay que
debería sorprendernos ni chocarnos tanto. ubicar allí de alguna manera lo central de su mensaje, todo lo que
Tratemos de estudiar mejor, por tanto, los mecanismos (ideo- en ese plano se podría decir que resultó de él habría sido una
lógicos) de esta —¿fingida?— sorpresa o desconcierto. agitación, una de esas ondas sísmicas que sacudían periódicamente
«Agitador político», «revolucionario político», son una combi- al Israel de entonces, mesianismos apenas esbozados que termina-
nación de sustantivo y adjetivo construida sin duda, en nuestro ban trágicamente antes de desplegar sus potencialidades, y que
caso, a propósito para chocar. Es decir, para hacer ver la incon- trajeron finalmente la destrucción de Jerusalén en el 70 y la dis-
gruencia caricaturesca entre el Jesús descrito por los evangelios y persión del pueblo judío.
algunas interpretaciones históricas que parecerían forzadas o re- Lo implícito —y lo fuerte— del argumento es lo ridículo que
lecturas fantasiosas. significaría interpretar de esa manera a Jesús, o sea, como un po-
Comencemos por el estudio de los sustantivos. Agitador, lo lítico fracasado, cuando, en el plano religioso, pocas dudas ofrece
mismo que revolucionario, han adquirido en el lenguaje en general la historia sobre la profunda y duradera influencia que ha tenido
112 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 113
y sigue teniendo en Occidente (y, a través de la civilización occi- eos, tenemos que admitir que el Jesús de los sinópticos se presenta,
dental, en el resto del mundo). desde el comienzo al fin de su ministerio, y con la proclamación
A este lugar común cabría objetar, aunque no podemos dete- central de su mensaje, como alguien que pretende —y consigue—
nernos en ello aquí (de alguna manera lo hemos tratado en el vo- agudizar los principales conflictos latentes en la sociedad de Israel.
lumen anterior), que lo débil del argumento está en identificar lo La división radical que el mero anuncio de la proximidad del
que histórica o sociológicamente llamamos «religión cristiana» (una reino produce, en cuanto algo que hará felices a los pobres y des-
de las grandes religiones universales) con el mensaje de Jesús de graciados (ayes) a los ricos, no sólo llama la atención sobre la si-
Nazaret. No se puede, en efecto, olvidar que el vacío cultural pro- tuación opuesta de dos grupos distintos en Israel, sino que des-
ducido por la caída del Imperio romano y la invasión de los pue- truye por su base la más o menos habituada convivencia pacífica
blos bárbaros lleva a realizar una extraña síntesis —cristianismo entre ellos.
constantiniano y medieval— de elementos hallados en el evangelio Se habla del absurdo de su muerte por razones políticas. Pero
con otros, muy ajenos a él, postulados por la necesidad de encua- no se ha notado —o no se ha querido notar— que el primer efecto
drar social, cultural y políticamente a las masas que vienen a ocu- visible de su predicación ya en Galilea, y de sus controversias en
par el vacío dejado por el Imperio. defensa de los pobres, es, de acuerdo con los mismos sinópticos,
Es esa mezcla, y no una cuidadosa y fehaciente exégesis (y un complot donde se confabulan las autoridades ideológico-religio-
menos una puesta en práctica) de las enseñanzas de Jesús, la que sas (fariseos) con las políticas (herodianos) para «eliminarlo»
encontraremos en la así llamada «religión cristiana» 3. Paradójica- (Me 3,9).
mente, lo que hoy se llama «religión cristiana» es una versión ¿No es esto decir que el conflicto había llegado, ya en Galilea,
mucho más politizada del evangelio que las famosas relecturas po- a un punto donde quienes no estaban de acuerdo con el grupo
líticas que de él se hacen en la actualidad. protegido por Jesús se sentían tan amenazados como para progra-
Pero volvamos al término de «agitador» aplicado a Jesús. En mar asesinarlo? Y ello uniendo fuerzas, que, en otras ocasiones y
el lenguaje común, «agitador» es también aquel que se vale de los para otros fines, nunca se hubieran aliado. Es, en efecto, otro signo,
conflictos existentes en una determinada sociedad, exacerbándolos que veremos repetido, de la radicalidad del conflicto suscitado por
para llegar a sus fines. Es así cómo «agita», y una de las formas Jesús el que, contra él, se pasen por alto otros tradicionales y
más comunes que tiene hoy esa actividad es la de apoyarse en el mantenidos por generaciones. A sus espaldas, como ya se ha vuelto
tipo de conflicto social más corriente en sociedades desarrolladas: proverbio, se hacen amigos Herodes y Pilato.
la lucha de clases. ¿No se nos dice más tarde claramente que Jesús equilibra con
Por supuesto que hablar de «lucha de clases» en el caso de el poder de los pobres, del pueblo que lo sabe de su parte y contra
Jesús es una especie de caricatura dirigida a propósito para des- quienes lo oprimen (cf. Me 11,14; 12,12; 14,2, etc.), el de las
acreditar de dos maneras esa relectura del evangelio: por el obvio autoridades propiamente político-religiosas de Israel en Jerusalén?
anacronismo que significa el término «lucha de clases» en la Pales- También aquí, los eternos enemigos —fariseos y saduceos— se
tina del siglo i y, sobre todo, por la no menos anacrónica atribu- unen contra Jesús. El conflicto interno entre ellos se ha vuelto
ción del término —y, lo que es más increíble aún, del hecho— mucho menos importante que el que Jesús introduce entre el pue-
de la lucha de clases al marxismo, como si tales conflictos fueran blo y ellos. Y ni aun así se atreven en varias ocasiones a hacer
característica esencial y hasta obra suya. uso abierto de su autoridad, a prenderlo y a eliminarlo. Será me-
Pero también aquí, cuando descartamos los rasgos caricatures- nester una ocasión hábilmente percibida y aprovechada para que,
3
por la noche, para que no entere el pueblo, lo prendan y lo juzguen.
En su estudio, realmente ponderado y ecuménico, de la antropología Tanto es el poder que le ha dado el conflicto que él provocó y
cristiana, Reinhold Niebuhr (op. cit., vol II, passim), muestra cómo las di- por lo cual se jugó todo, hasta las últimas consecuencias.
visiones del cristianismo después del Medioevo traducen el redescubrimiento,
no siempre equilibrado, de elementos del mensaje evangélico perdidos en Para decir que es sólo una «relectura» tendenciosa la que pue-
dicha mezcla. de hacer de Jesús un agitador político es menester un desconocí-
114 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 115
miento muy grande del testimonio evangélico más directo. Si Jesús 17,7-24), muestra a Elias enfrentándose a la política de Ajab, rey
no agitó la escena política de Israel, habrá que tachar de falsos los de Israel (y brevemente a la de Ocozías, su hijo y sucesor).
evangelios, en sus datos prepascuales más obvios. Elias representa, ante la razón de estado esgrimida por el rey
La única explicación que podría caber de tal extraña ceguera y las consiguientes alianzas sincretistas de la política de Ajab, el
es tomar la palabra política en un sentido restringido y pobre: punto de vista opuesto: el de la religión yahvista en su pureza
como mero intento de ocupar el poder. Y claro está que la expre- y su intransigencia. Sus conflictos con el rey tienen, por lo común,
sión «agitador político» se presta a las mil maravillas para sugerir un contenido inextricablemente político-religioso. Por supuesto que
tal interpretación. Jesús no fue agitador político en ese sentido. muchos tratan de sacar partido de esta inclusión constante de lo
Tampoco lo fue en una acepción de lo político que excluya a religioso para negar la significación y la actividad política de Elias
priori una dimensión religiosa. (como si lo político, para ser tal, tuviera que ser rigurosamente
Por eso nos vemos obligados a pasar, en nuestra investigación, secular). Sin embargo, Elias no se limita a recordar al rey sus debe-
del uso del sustantivo al del adjetivo. res religiosos y cultuales, sino que, en primer lugar, busca siempre
los medios políticos de presionarlo (cf. 1 Re 18,11-40). Negar
aquí el contenido político —aun en el sentido moderno de tal acti-
II vidad— sería como negar el carácter político del conflicto contem-
poráneo en Irlanda del Norte por el mero hecho de que la división
Traslademos, pues, nuestra atención al adjetivo con el que se tuvo un origen religioso.
pretende descalificar la versión de Jesús como agitador o revolu- Pero hay más. Elias se enfrenta a la política de Ajab no sólo
cionario: político. con el uso del poder político, sino en materias no religiosas, como
Lo caricaturesco de este adjetivo, aplicado precisamente a Je- cuando lucha en pro de una política interna justa en defensa del
sús, procede en gran parte de un simple —o no tan simple— mal- débil (cf. 1 Re 21,1-24). El episodio de la viña de Nabot 5 , profun-
entendido, intencional o no, al identificar lo que hoy se llama «po- damente enraizado en la memoria popular de Israel, debe haber
lítico» (como plano especializado del quehacer humano) y la dimen- servido a la identificación de Jesús con Elias más que —o junto a—
sión política que ha acompañado al hombre desde el comienzo de el hecho de que, en la creencia del pueblo, Elias había de volver
su convivencia en sociedades organizadas. personalmente al final de los tiempos.
Pero antes de inclinarnos sobre este punto decisivo para los Claro está que, aun aquí, la exigencia de justicia política está
capítulos que siguen 4 , conviene recordar que Jesús se presentó, hecha a Ajab en nombre de Yahvé y, en la misma medida, no deja
como vimos (Introducción I), en la línea de los antiguos profetas de ser religiosa por el hecho de ser política. Pero tampoco dejan
de Israel. Ahora bien, éstos tuvieron todos, de acuerdo con el An- de ser políticas y religiosas a la vez, por ejemplo, las bienaventuran-
tiguo Testamento, una injerencia clara en el plano político, aun zas de Jesús dirigidas a los pobres, afligidos y hambrientos.
entendiendo por éste lo que hoy entendemos corrientemente. Y es El profeta Jeremías, relacionado con Jesús en la tradición de
un hecho que el pueblo de Israel reconoció en Jesús rasgos de los Mateo, es, si cabe todavía más que Elias, un personaje político, sin
antiguos profetas, y especialmente de Elias (cf. Me 8,28; Le 9,19) dejar por eso de actuar en la esfera religiosa, es decir, invocando
y de Jeremías (Mt 16,14). para su acción la aprobación y el mandato de Yahvé.
Ahora bien: echemos una mirada a lo que puede llamarse el Por lo pronto, al igual que Elias, relaciona el porvenir político
ciclo de Elias, que va de 1 Re 17 a 2 Re 1. Prácticamente todo el del reino de Judá con el cambio liberador de estructuras propia-
ciclo, con excepción de episodios menores (por ejemplo, 1 Re mente político-sociales (por oposición a cultuales o específicamente
4
Y donde la teología europea llega a extremos difícilmente compatibles 5
con la buena fe o, por lo menos, con la que cabría esperar en intelectuales Como otros tantos conflictos célebres de los profetas en la misma línea
conscientes del peligro ideológico siempre presente en los instrumentos que propiamente política, tales como el episodio entre Natán y David a propó-
manejan. sito de Urías (cf. 2 Sm 12,lss).
116 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 117

religiosas): «Así dice Yahvé: Practicad el derecho y la justicia representantes políticos consideran siempre, y no sin razón, como
librad al oprimido de manos del opresor, y al forastero, al huérfano propias de su responsabilidad específica.
y a la viuda no atrepelléis; no hagáis violencia ni derraméis sangre Es obvio que esto no constituye una prueba fehaciente de que
inocente en este lugar. Porque si ponéis en práctica esta palabra sea necesaria una lectura también política de la actividad y mensaje
entonces seguirán entrando por las puertas de esta casa reyes suce- de Jesús. Únicamente lleva, lógicamente, a descartar el falso escán-
sores de David en el trono, montados en carros y caballos, junto dalo que provoca —a menudo por razones ideológicas transpa-
con sus servidores y su pueblo. Mas, si no oís estas palabras, por rentes— el suponer que la condena a muerte de Jesús no fue un
mi mismo os juro —oráculo de Yahvé— que en ruinas parará esta mero malentendido, la indebida interpretación política de algo que
casa» (Jr 22,3-5; cf. 38,17-18). no pretendía en manera alguna ser tal, sino sólo religioso.
Pero, yendo en esto más allá que Elias, interviene Jeremías
con sus dictámenes en materias que hoy llamaríamos estrictamente
políticas (donde sólo se percibe conveniencia y no juicio moral III
alguno). Así sucede cuando, ante la coyuntura histórica por la que
pasa el reino de Judá, atacado por el rey de Babilonia, anuncia el El ejemplo de los profetas veterotestamentarios que el evangelio
profeta que, so pena de morir todos, deben salir de Jerusalén mismo nos apunta como clave para comprender a Jesús debe llevar-
y entregarse a los caldeos (cf. Jr 21,8-9). Se dirá que detrás de nos a un entendimiento más global de las relaciones existentes
tal imperativo —que es en sí mismo una decisión estrictamente entre lo religioso —por lo menos lo «religioso» tal cual los profe-
política— hay un plan de Yahvé (cf. Jr 21,10) 6 ; pero ello no obsta tas, a la par que Jesús, lo vivieron— y la política, tanto en su sen-
a que el profeta no pueda siquiera invocar aquí para su exigencia tido más universal, propio de todas las épocas, como en el más res-
un argumento de moral social, como en el caso anterior. tringido de lo que hoy consideramos como la esfera política. Sólo
así se podrá aquilatar la naturaleza del impacto producido por Jesús
La incapacidad de dar pruebas «objetivas» de esa presunta
de Nazaret y evitar las trampas que nos tiende el lenguaje con sus
voluntad de Yahvé hace que Jeremías sea juzgado en el único plano
lugares comunes.
razonable en que puede humanamente ser juzgado: el político. Así,
es encarcelado por pretender, de acuerdo a sus adversarios, pasarse Por eso, antes de pasar a estudiar más globalmente las relacio-
a los caldeos (cf. Jr 37,13) o por ser un vulgar agitador que desvía nes posibles —o necesarias— entre religión y política, conviene
al pueblo de sus deberes políticos: «Hágase morir a ese hombre, sacar una conclusión más acerca del papel político de los profetas,
porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ya que Jesús se presentó como uno de ellos y la Iglesia se presenta,
ciudad y a toda la plebe diciéndoles tales cosas. Porque este hombre a su vez, como continuadora de la obra de Jesús.
no procura en absoluto el bien del pueblo, sino su daño» (Jr 38,4). La posición de los profetas en Israel fue siempre incómoda. La
Como se ve, no deja de tener relevancia el hecho de que Jesús Escritura abunda en testimonios acerca de su soledad y de sus
parezca a sus contemporáneos (o por lo menos a Mateo) reencarnar persecuciones. Los evangelios suponen que todos los profetas estu-
la suerte de los antiguos profetas, y especialmente de Elias y de vieron sujetos a esa suerte: «Felices vosotros cuando los hombres
Jeremías, en quienes hay que unir inextricablemente la revelación os odien, cuando os expulsen, os injurien y pronuncien vuestro
de Dios y de su voluntad, con estructuras y decisiones que los nombre como malo... Alegraos en ese día... Porque de ese modo
trataron los padres de ellos a los profetas» (Le 6,22-23; cf. Mt 5,
6
11-12). Más aún: según una tradición recogida por Jesús, todos
Esa decisión política puede ser errada. H. Cazelles hace observar esto a o casi todos los profetas de Israel, los auténticos, habrían tenido
propósito de la recepción, en el canon (escriturístico), de los oráculos de los que pagar con su sangre el derecho —o el deber— de ejercer su
profetas: «Hay que notar un hecho extraño en esa actividad política de los
profetas: termina normalmente en un fracaso político. A pesar de ello, los profetismo (cf. Mt 23,29-35). Así ocurrió, según Cristo, con el
discípulos de esos profetas recogieron sus oráculos y reconocieron su validez último de los profetas, el Bautista, y así habría de ocurrir con el
como 'palabra' divina» (Bible et Volitique: «Recherches de Science Religieu- Hijo del hombre (cf. Mt 11,14; 17,12).
se», vol. 59, n. 4 [oct.-déc. 1971] 512).
118 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 119

Este destino tan especial entre todas las funciones religiosas ya otro profeta cpmo él, sino el sacerdote, el pontífice, cuya carac-
exige una explicación. Y la única válida es que el profetismo entra terística —verificada durante siglos en la Iglesia— fue la de esta-
en conflicto con el poder establecido y lo amenaza, a lo que aquél blecer cuidadosa y aun violentamente (como en las guerras entre
responde con la violencia provocando la muerte del profeta. Este el papado y el imperio) la competencia respectiva de lo político y de
hecho de que la «razón de estado» entre sistemáticamente en lo religioso 8 .
conflicto con el profetismo sólo puede provenir de que éste entra Ahora bien: esta delimitación de competencias es siempre, cris-
a su vez en la esfera de aquélla —la política— e interfiere en ella, tianamente hablando, inviable. Si el mandamiento de Jesús es el
aunque el origen de su reclamo y el poder que lo respalda sean amor, y ciertamente el amor eficaz, y si el amor está, como el más
«religiosos». ciego puede ver, condicionado por todos los sistemas que afectan
Prueba —por el contrario— de todo esto es la rapidez de la al hombre en su convivencia, desde los psicológicos e interpersona-
Iglesia, cuando tuvo que convivir con regímenes políticos no im- les hasta los sociales e internacionales, es obvio que todos igual-
puestos por ella, en declarar su neutralidad frente a ellos 7 y en mente han de quedar sujetos, para el cristiano, al mismo criterio
acallar todo profetismo. El representante de Jesús-profeta no es supremo.
7 Y de hecho así es, y a nadie que posea ese punto de vista le
Una aguda prueba de lo incómodo de su posición en este punto pue- parece extraño que lo «religioso» decida lo que es conveniente
de brindarla el párrafo 42 de la constitución Gaudium et spes (sin duda al-
guna la más progresista del Vaticano II). El párrafo comienza con el proble- o nocivo en el plano educacional, lo que es o no moral en manifes-
ma de saber hasta qué punto la Iglesia puede servir a la unión de toda la taciones culturales como arte, moda, comunicación y aun lo que
familia humana. Es significativo que lo primero que sigue a esta cuestión es justo o injusto en la distribución social de la riqueza u otros
—o intención de unidad— sea una declaración que podríamos llamar «re- privilegios. ¿Por qué, entonces, esa extraña excepción de lo po-
ductivista» (de conflictividad): «La misión propia que Cristo confió a su
Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es lítico? 9 .
de orden religioso. Pero precisamente de esta misión religiosa derivan tareas, Huelga decir que cuando afirmamos que a nadie le extrañaba
luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad la injerencia de lo religioso y de sus criterios universales en esos
humana según la ley divina. Más aún, donde sea necesario según las circuns-
tancias de tiempo y de lugar, la misión de la Iglesia puede crear, mejor dicho,
debe crear, obras al servicio de todos...». Ya resulta difícil entender cómo la s
Lo que, en el plano teológico, dio origen a la teoría de las dos espadas,
Iglesia puede tener, de acuerdo a su misión propia, una «doctrina social» de los dos reinos o de los dos planos. Es interesante señalar que la teoría
oficialmente sancionada, si su misión no es social. Pero, ¿no lo será? ¿Tiene agustiniana de las dos ciudades no entra en esta línea de definición de com-
la Iglesia algo más propio que la fe? Pues bien, de la misión de la fe se dice petencias. Representa (aunque confundiendo «ciudad de Dios» e Iglesia) más
en el párrafo 11: «La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan bien el reclamo profético que se hace en nombre de Dios sobre la «razón de
divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la mente hacia estado».
soluciones plenamente humanas» (subrayado nuestro). ¿Dónde? Sin duda en 9
En muchos casos no existe tal «excepción» sino para los ingenuos. Mien-
la realidad histórica, con sus diferentes planos, tanto individuales como «po- tras la Iglesia cree poder afectar lo político —como quien no quiere la cosa—
lítico, económico o social». Pero, ¿cómo hacerlo sin dividir? De ahí las pocas a través de lo económico o social, lo hace y aun en ocasiones excepcionales
ganas de llegar a concreción alguna en tales terrenos, como consta del uso lo dice. Así, al crearse, a principios de siglo en Uruguay, frente a un proceso
(dos veces seguidas) de la palabra «puede», hasta que el Concilio se ve obli- político de secularización, tres uniones «religiosas» —Unión económica, Unión
gado por la lógica a corregir: «mejor dicho, debe...». En el mismo párrafo, social y Unión cívica (o sea, política)— la función de la Unión social se des-
y de acuerdo con esa intención de unidad para la familia humana, leemos: cribe en los siguientes términos: «Es necesario adquirir una noción bien clara
«Como... en virtud de su misión y naturaleza, no está ligada a ninguna forma sobre la verdadera esencia de la Unión social. No es ésta una institución re-
particular de civilización humana ni a sistema alguno político, económico o ligiosa por más que adopte como lema de su bandera la defensa de los prin-
social, la Iglesia, por esta su universalidad, puede constituir un vínculo es- cipios de la justicia social cristiana. Nuestra Unión social será en Uruguay lo
trechísimo entre las diferentes naciones y comunidades humanas...». Sin duda que es el Volksverein en Alemania, respecto del cual ha dicho su director,
que cada palabra está pesada y que la expresión es, esencialmente, inatacable. el doctor Otto John: 'El Volksverein para Alemania es una liga social, es
Pero el contexto sugiere, de manera inexorable, que no hay conflictos deci- decir, que se empeña en levantar intelectual y económicamente al pueblo
sivos —donde estén en juego «soluciones plenamente humanas»— entre tales católico a fin de crear, en forma indirecta, las condiciones preliminares para
sistemas, de modo que sea menester escoger y sufrir así que la Iglesia no ten- la mejora de la situación religiosa'» (Informe Rius-Perea, en 1911, de acuerdo
ga, de hecho, esa fácil universalidad unificadora. a las directivas del III Congreso católico).
120 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 121

planos de la existencia humana antes mencionados exceptuábamos la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale
a una porción no pequeña numéricamente de cristianos para quienes también el manto, y al que te obligue a andar una milla vete con
lo religioso es un asunto meramente individual o, a lo sumo, inter- él dos. A quien te pida da; al que desee que le prestes algo no le
personal. vuelvas la espalda. Habéis oído que se os dijo: Amarás a tu prójimo
A primera vista, las principales Iglesias cristianas condenan y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros ene-
unánimemente este individualismo y desinterés estructural. El evan- migos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de
gelio social, la doctrina social de la Iglesia, la responsabilidad sen- vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos
tida (tal vez demasiado tarde) frente a genocidios o profundos y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman,
abusos políticos que se vuelven sistemáticos, todo eso haría pensar ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los
que el cristianismo más responsable no acepta reservar los criterios publícanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué
evangélicos de una actuación «religiosa» al plano o planos de la hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?»
vida individual o interpersonal. (Mt 5,38-47; cf. Le 6,27-35).
Sin embargo, apenas salimos de este último plano hacia los En cuanto a esos mismos escribas y fariseos, cuya «justicia»
condicionantes más generales —y políticos— del amor eficaz, en- es declarada insuficiente para entrar en el reino de los cielos, es
contramos, aun en la enseñanza de la Iglesia, inhibiciones cre- cierto que un versículo (tal vez dos, añadiendo el v. 13) nos habla
cientes, por incoherentes que puedan parecer. de la «estructura» que establecen en la sociedad de Israel: «Atan
Se nos dice, por ejemplo, que la aportación cristiana no está en cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos
el cambio de estructuras (económicas, sociales o políticas), sino en ni con el dedo quieren moverlas» (Mt 23,4). Pero, por uno o dos
la conversión del corazón, y que aquéllas sin éstas serían vanas y en- versículos en ese sentido, tenemos dieciocho en el mismo capítulo
gañosas. Y, lo que atañe de manera más directa al tema que nos donde esos mismos grupos de personas son caracterizados por la
ocupa, se acude al evangelio para mostrar que Jesús de Nazaret hipocresía en su actuar individual o interpersonal: recorren mar
se preocupa únicamente en su mensaje de esa conversión del cora- y tierra para hacer un prosélito y lo convierten luego en peor de
zón en el trato de persona a persona. lo que era (v. 15); dicen que no están obligados a mantener su
Y no puede negarse, en efecto, que la evidencia material en ese juramento quienes juran por el santuario o por el altar, y sí quienes
sentido es abrumadora. La inmensa mayoría de las enseñanzas juran por el oro del primero o por las ofrendas del segundo
(prácticas) de Jesús, aun las que Mateo y Lucas colocan nada menos (vv. 16-18); pagan el diezmo de la menta, del aneto y del comino
que en el discurso central de Jesús, se refieren continuamente y descuidan la justicia, la misericordia y la fe, colando así el mos-
a cómo actuar con otras personas (o con Dios). Sólo una pequeña quito y tragando el camello (vv. 23-24); purifican lo exterior
parte de la enseñanza de Jesús trata de cómo actuar frente a grupos —copas y platos—, mientras por dentro están llenos de rapiña
(escribas, fariseos, sacerdotes, pobres, pecadores). Más aún: a pri- e intemperancia (v. 25); aparecen justos como las tumbas apare-
mera vista tales grupos son identificados por Jesús no tanto por cen blancas y por dentro están llenos de la inmundicia de los sepul-
su situación o por su impacto, diríamos, «estructural» en la socie- cros, es decir, de hipocresía y de iniquidad (vv. 27-28); edifican
dad cuanto por el modo de actuar de cada uno de sus miembros. y adornan los sepulcros de los profetas, mostrando en su actuación
Vale la pena, en pleno proceso de elaborar cristologías, volver que son hijos auténticos de quienes los mataron (vv. 29-31).
a sentir el fuerte acento literario puesto en lo interpersonal en los Pero resulta que este clima «evangélico» se traslada, sin más,
evangelios y especialmente en Mateo. Cuando éste describe en seis con toda su atracción imaginativa, al contexto de dos mil años
secciones la nueva justicia cristiana, superior a la de los escribas más tarde. Cabría añadir que ese clima es particularmente patente
y fariseos, las dos últimas, correspondientes a una actitud de gra- en la preocupación de Mateo por la «nueva justicia». Ya nos es
tuidad, suenan como sigue: «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo conocida esta tendencia a través de su típica versión «virtuosa»
y diente por diente. Pero yo os digo que no resistáis al mal; antes de las bienaventuranzas. Añadamos a esto un hecho histórico deter-
bien, al que te abofetee en la mejilla derecha preséntale también minante. Durante siglos (hasta la reforma litúrgica que siguió al
122 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 123

Vaticano II), el pueblo cristiano se familiarizó con uno solo de los medidas que lo condicionarán del modo más decisivo? Y ¿no será,
evangelios sinópticos: el de Mateo, cuya lectura dominó amplia- entonces, más lógico traducir en términos políticos lo que Jesús dijo
mente el año litúrgico. Lucas especialmente, y a su modo Marcos, en los términos aparentemente más interpersonales, propios de su
hubieran aportado en esta alternativa —si así puede llamarse— época? Más aún: ¿no habrán tenido ya en aquella época las expre-
entre moral interpersonal y moral estructural perspectivas y acentos siones de Jesús una punta política más explícita y decisiva de lo
diferentes, como tendremos ocasión de ver. que generalmente se está dispuesto a admitir, dado que la dimensión
Sea de ello lo que fuere, lo más importante aquí es una obser- política, aunque menos aparente y dotada de menos elementos
vación de orden general. La fe, en el sentido en que usa este tér- específicos, es ya determinante dondequiera que existe una sociedad
mino Pablo, consistente en confiar a Dios nuestro destino, nos humana organizada por más que su modelo sea menos complejo
libera de la tentación de buscar la seguridad de la ley, y nos libera o desarrollado que el nuestro de hoy?
para procurar, con los instrumentos que cada época y cada circuns- Claro está que el desarrollo moderno de la esfera política y de
tancia nos brindan, la realización del amor más perfecto posible. su complejidad plantea un problema. En cierto sentido ese desarro-
Ahora bien: es evidente que los condicionantes de la eficacia llo hace nacer un determinado y específico tipo de hombres: los
del amor han variado, y mucho, de dos mil años a esta parte. Y no políticos o, si se prefiere, los políticos por profesión o políticos pro-
ciertamente de una manera arbitraria. El Vaticano II ha recogido fesionales (aunque este último adjetivo es usado aquí muchas veces
mucho de esta evidencia histórica mostrando cómo los males que en sentido peyorativo). Se impone así cada vez más la distinción
en la Antigüedad podían ser eliminados o disminuidos con la acción entre estos políticos por profesión específica y otras personas que,
aplicada a un único plano muy determinado —limosna en el plano desde sus respectivas esferas, pueden tener una profunda influencia
económico, curaciones en el plano de la salud, mejores relaciones política, en el sentido amplio de la palabra.
interpersonales e intergrupales en el plano social— dependen cada Esta distinción, en rigor, debe ya aplicarse, como decíamos,
vez más de una interacción entre todos esos campos, entre todos a fenómenos de relativa antigüedad. Si los profetas de que habla-
los grupos sociales y, finalmente, entre todas las naciones. mos en el párrafo anterior pertenecen obviamente al segundo grupo,
Pues bien: lo único que caracteriza a la política como un plano los reyes de Israel —como muchos de los miembros de la corte—
diferente de otros es el juntar los hilos de todos los demás dirigién- pertenecen ya al primer tipo de «políticos», aunque sus rasgos no
dolos, en principio, hacia el bien común con el poder proporcionado estén tan acusados como hoy día.
a esta unificación. Así, todos los planos donde lo religioso inter- Si recordamos cosas importantes del volumen anterior, estare-
viene y orienta deben abrirse al final a esa dimensión más universal mos de acuerdo en que ambos tipos de «políticos» (los profesionales
—política— del amor. y los que influyen políticamente a partir de otros planos del que-
Por ejemplo, la calidad y la extensión de la educación desbor- hacer humano) obedecen en su actuación a una «fe», en sentido
dan, por así decirlo, a la buena voluntad y competencia de los antropológico. Y, conforme a esa fe, desarrollan una «ideología»,
educadores. Dependerán en gran parte, en cambio, del equilibrio es decir, un sistema de medios para llevarla a cabo.
entre los bienes destinados a la defensa (militar) de la seguridad Pero, como indicamos, los medios utilizados terminan a su vez
nacional y los demás apartados del presupuesto, cuestión eminente- por influir en la fe inicial. Así, nada impide que un político profe-
mente política. La mejor distribución del producto nacional no sional (en el caso de Israel, un rey como Saúl) tenga inicialmente
puede depender ya más de cualquier tipo de asistencia social. Estan- la misma fe antropológica, y aun religiosa, que un personaje decisi-
do sujeta en buena parte a las leyes del mercado internacional, de- vo en la política, aunque desde otra esfera de actividades (en el
penderá en última instancia de ias prioridades que la política fije caso de Israel, un profeta como Samuel).
dentro del juego de esas leyes. Y así en todos los planos. Sin embargo, lo que hace profundamente trágica —mucho más
Ahora bien: ¿qué razón habría para excluir de la comprensión que criminal— la figura de Saúl es precisamente su capacidad para
cristiana del amor (que, como se sabe, interviene sin disfraz alguno manejar y aquilatar medios políticos y su consiguiente valoración
en todos los planos mencionados) la esfera donde se toman las progresiva de la «razón de estado», mientras que la esfera «reli-
124 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús y la dimensión política 125
giosa» propia de la actividad de Samuel lo muestra como «político» de sabiduría, refiriéndose a la conducta de cada individuo. Y lo
ciertamente, y de manera decisiva, pero extraordinariamente indi- han hecho también los profetas, mostrando cómo veía Dios la so-
ferente a los cálculos que Saúl tiene necesariamente que hacer como ciedad de Israel como un todo, es decir, acentuando una visión
rey de Israel, esto es, como político en el sentido especializado política desde la fe religiosa. Ahora bien: como veremos, los docu-
de la palabra (cf. 1 Sm 10-31). mentos que poseemos sobre Jesús nos inclinan a ver en su vida
Este mecanismo se desarrolla con la complejidad creciente de una tentativa profética y, por tanto, una revelación de Dios en
la esfera política. Si Saúl podía en su tiempo llevar en sus manos categorías preferentemente políticas.
y abarcar con su vista esa razón de estado de que hablábamos, en Esto se confirma cuando observamos que las autoridades con
un Israel apenas organizado como monarquía, ningún político pro- las que Jesús lucha y que finalmente ponen fin a su vida muestran
fesional de hoy puede hacer algo semejante sin contar con infinidad la misma mezcla de religión y política. Los pobres y marginados
de colaboradores cuya capacidad especializada no puede ni siquiera políticamente en Israel lo eran por autoridades que actuaban en
juzgar, a no ser a largo plazo, por los resultados y aun de manera nombre de la supuesta visión que Dios tenía de la relación entre
incierta dada la complejidad de los factores en juego. conducta y status social. Jesús, al atacar de frente esta visión, ataca
Esta complejidad, sin embargo, parecida a la de cualquier plano ciertamente la estructura política de Israel y, desde la revelación
de las sociedades actuales, no puede invocarse para hacer que lo de Dios, destruye la base de una autoridad que era política en
proveniente de una fe religiosa deba detenerse ante las opciones nombre de una concepción «idólatra», es decir, de una que vehicu-
políticas. Una vez más, mantenemos erguida la sospecha de que laba un falso rostro de Dios.
esta pretensión indebida viene de una «supervaloración sectorial» Quizá —sólo quizá...— estas observaciones ayuden a compren-
por razones estratégicas: la Iglesia sacrifica su función profética der sin demasiados malentendidos la exégesis que haremos de los
al mantenimiento de sus estructuras religiosas destinadas a las sinópticos en los capítulos que siguen.
masas.
Pero, sea de esto lo que fuere, lo anterior nos permite quizá
decir algo pertinente con respecto a Jesús de Nazaret, algo que
puede abrir el camino para la comprensión de su mensaje en los
capítulos siguientes.
En el volumen anterior pretendimos mostrar que una revelación
divina, que funde una fe religiosa, no puede mantenerse en el plano
religioso puro (a menos que no se trate de fe, sino de una ideolo-
gía, es decir, de una magia sagrada). Dios sólo puede ser revelado
en relación con valores significativos para el hombre, y estos valores
se han de manifestar históricamente en uno cualquiera de los planos
donde el hombre pone el sentido de su existencia y sus posibilida-
des de felicidad. No hay, pues, estrictamente hablando, revelación
de Dios que no se abra camino a través de preferencias y realiza-
ciones en el plano de las relaciones interpersonales, en el educacio-
nal, social, económico o político. La revelación de Jesús no consti-
tuye —ni podría hacerlo— una excepción.
Es obvio, por otra parte, que Jesús de Nazaret no es ni puede
ser interpretado como un político profesional. Jesús pretende reve-
lar a Dios y cómo Dios ve y juzga el obrar humano, a fin de darle
su más auténtico sentido. Eso lo han hecho en Israel los maestros
CAPITULO II

EL ANUNCIO CENTRAL DE JESÚS

Los sinópticos no están estructurados como para que aparezca


ya desde la primera lectura lo que Jesús propone de nuevo, inte-
resante y aun chocante, a sus contemporáneos cuando abandona su
anonimato de treinta años de artesano para comenzar su ministerio.
No obstante, tres ocasiones decisivas forman como una especie
de círculo significativo que puede constituir una acertada aproxima-
ción a esta cuestión. Esas tres ocasiones son las siguientes: a) La
fuente marciana nos brinda un resumen de la predicación inicial
de Jesús cuando, después de su bautismo, se traslada a Galilea para
comenzar allí su ministerio; b) Q, es decir, la fuente común
a Mateo y Lucas, nos presenta la respuesta de Jesús —describiendo
su misión, resultados y obstáculos— a la cuestión decisiva del
Bautista sobre si Jesús era el que había de venir; c) Q, igualmente,
nos proporciona el solemne comienzo de un discurso (el sermón
de la montaña según Mateo, de la llanura según Lucas) donde, al
parecer, Jesús muestra el juicio o visión de Dios sobre la realidad
de Israel, juicio o visión que inspirarán luego la actividad toda
de Jesús.
Veamos un poco la obvia concatenación circular de esos tres
pasajes.
El resumen marciano de la predicación inicial de Jesús dice
como sigue: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está
cerca; cambiad de mentalidad y creed en la buena noticia» (Me
1,15 par.).
Como se ve, el reino de Dios es «lo que ha de venir» y, por fin,
llega, ya que el tiempo de su venida se ha cumplido y está, por
tanto, cerca. Por otro lado, la necesidad de conversión, es decir,
de un cambio radical de mentalidad (o actitud), apunta al hecho
de que ese reino o bien no es esperado o bien es esperado de otra
forma. Para quienes están en uno u otro caso, la proximidad del
reino no es, sin más, una buena noticia en la que se pueda creer
espontáneamente sin un cambio profundo.
El anuncio central de Jesús 129
128 El Jesús histórico de los sinópticos
sólo para los pobres constituye la venida del reino una buena no-
El segundo pasaje nos habla de una duda que acomete al Bau- ticia, al añadir que esa noticia no puede sino ser mala para aquellos
tista con respecto a Jesús y que los discípulos del primero transmi- a quienes el reino encuentre llenos de bienes. Sólo la conversión
ten a este último: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar (a la causa del pobre) podrá hacer lógicamente que la llegada del
a otro?». A esta cuestión responde Jesús señalando signos de la
reino sea —mediante el cambio de valores— ocasión de alegría,
proximidad (o de la presencia) del reino: «Id y contad a Juan lo
evangelio.
que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan
Dentro de este círculo, que relaciona estrechamente los tres
limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los
pobres la buena noticia, ¡y dichoso aquel que no se escandalice términos de reino, pobres y buena noticia, se mueve lo que po-
de mí!» (Mt 11,2-6; Le 7,22-23). dríamos llamar el contenido profético de la predicación de Jesús.
En otras palabras: su mensaje y la clave de su actitud, de su mi-
Como se ve, si bien es cierto que, a diferencia del anterior, nisterio y aun de su muerte. Será necesario, pues, estudiarlos más
no aparece en este texto el término «reino de Dios», está implícito en profundidad.
en la pregunta por el que ha de venir. En efecto, en cierto modo,
el que ha de venir se identifica con lo que ha de venir (con él)
—una vez cumplido el tiempo—•, es decir, el reino. El primero
I
introduce el segundo: de ahí lo decisivo de la pregunta acerca de
si hay que esperar a otro, entiéndase para que introduzca lo decisi-
vo, es decir, el reino. Es particularmente digno de estudio el hecho de que los tér-
minos claves que encontramos en ese círculo significativo son polí-
Jesús responde a esta pregunta mostrando «signos de los ticos. Por supuesto, habría que exceptuar el de evangelio o buena
tiempos» ligados a él y a su actividad, y que tienen una caracte- noticia, pues éste, ciertamente, desempeña un papel neutro. Es
rística común: los más desfavorecidos son socorridos en su necesi- como un continente calificado por su contenido, en este caso por
dad (en la mayoría de los casos, con la excepción del último, en pobres y reino. Es decir, que es político o, si se prefiere, se vuelve
forma taumatúrgica). Dentro de esta característica común, el último también él político, en cuanto señala una relación positiva entre dos
signo —a los pobres se les anuncia la buena noticia— resalta por términos que apuntan a una estructura política: declara que el reino
varios motivos característicos. Señalemos aquí sólo dos. Ya vimos constituirá algo benéfico, feliz, de manera específica para los pobres.
en el texto anterior que la buena noticia consiste en la llegada
del reino. Esto es, pues, lo que se les anuncia precisa y específica- El capítulo anterior puede haber abierto el camino para com-
mente a los pobres, los únicos en la lista que se distinguen no por prender mejor lo que entendemos aquí por político y en qué sentido
su condición física, sino por su condición social. Probablemente, «reino» y «pobres» pertenecen a esta categoría. Es obvio que no
esto no deja de tener una estrecha relación con la bienaventuranza son «políticos» por oposición a «religiosos», sino que, por el con-
con que termina el pasaje: Jesús prevé que por lo menos alguno trario, son tanto más decisivos políticamente cuanto más son empu-
de esos signos de la llegada del reino va a ser motivo de escándalo jados, digámoslo así, por motivaciones religiosas.
y no de alegría. Es difícil no identificar este escándalo con ese No pretendemos, pues, olvidar que el término reino está explí-
particular anuncio a los pobres de la buena noticia. citamente calificado por la forma adjetival «de Dios» 1 y que, por
Finalmente, esta relación intrínseca entre los pobres, la buena
1
noticia y la llegada del reino aparece claramente en el tercer pasaje, Cuando Mateo usa la expresión «reino de los cielos» en lugar de «reino
es decir, en las bienaventuranzas, especialmente si las leemos tal de Dios», la exégesis reconoce unánimemente que se trata de un giro lin-
güístico entre otros con los que Mateo, según la costumbre hebrea, evita en
como debieron estar redactadas en Q: «Felices los pobres (llorosos, lo posible pronunciar o multiplicar el nombre sagrado de Dios. Esta expre-
hambrientos), porque de ellos es el reino de Dios» (cf. Mt 5,3ss; sión de respeto no tiene, pues, nada que ver con una realización del reino
Le 6,20ss). Para ellos viene, y para hacerlos felices, quitándoles su «en el cielo», esto es, después de la muerte. «Reino de los cielos» no tiene
pobreza (aflicción y hambre). La versión —más cercana al origi- para el judío de entonces la acepción puramente religiosa y ultraterrena que
adquiere —equivocadamente— para muchos cristianos actuales.
nal— de Lucas explica aún más en su trabajo redaccional cómo
9
130 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 131

lo menos en principio, «los pobres» de que aquí se trata podrían pueda ser una interpretación pos-pascual o aun redaccional de
ser los que, en varios pasajes del Antiguo Testamento, son llamados Mateo no haría más que aumentar la fuerza del argumento.
igualmente pobres «de Yahvé». En efecto, por más que exageremos la incomprensión y obtusa
Los oyentes de Jesús entendieron perfectamente una cosa: si inteligencia de los mismos discípulos de Jesús (a los que, por otra
bien la fuerza que estaba detrás de ese reino (o de esos pobres) parte, debemos la comprensión y transmisión de enseñanzas bien
era la fuerza divina, la realidad del reino era algo que habría de difíciles y sutiles), no podemos pasar por alto —son netamente pre-
realizarse sobre la tierra, de manera que la sociedad entera reflejara eclesiales— los testimonios de que ni siquiera ellos mismos sepa-
el querer de Dios: «...venga a nosotros tu reino: hágase tu volun- raron jamás el contenido religioso del contenido político de la pa-
tad en la tierra como (se hace) en el cielo...» (Mt 5,3; cf. Le 6,20). labra reino en labios de Jesús. Marcos y Mateo narran que, ya sea
Dejemos, sin embargo, por el momento la cuestión de los pobres la madre de los hijos del Zebedeo (Mt 20,20-24, tal vez para dis-
y tratemos de recuperar lo que significó en Israel la predicación culpar a los discípulos mismos), ya sean Santiago y Juan en persona
profética de Jesús —y tal vez del mismo Bautista (cf. Mt 3,2)— (Me 10,35-41, quien, como vimos, no duda normalmente en intro-
sobre la llegada del reino. ducir en su relato elementos que no contribuyen a la gloria de las
Comprobemos, por lo pronto, algo muy sencillo y sugerente. futuras autoridades eclesiales), piden a Jesús sentarse a la derecha
Jesús aparece en escena anunciando la llegada de un reino, y des- e izquierda suya en su reino. Petición política, si las hay. Y que no
aparece de esa misma escena acusado de introducir un reino y de es objeto de risa, sino de envidia e indignación por parte de los
ser su rey. En efecto, no sólo los sinópticos, sino los cuatro evan- demás apóstoles, señal de que todos pensaban en términos idénticos
gelistas son aquí coincidentes en que la razón de la muerte de acerca del poder en el reino futuro.
Jesús, fijada en un rótulo sobre su cruz, decía: «(Jesús de Nazaret) Pero tal vez es más significativo aún que Lucas, quien, como
el rey de los judíos» (Me 15,26; cf. Mt 27,37; Le 23,38; Jn 19, vimos, tiende a excluir de su relato lo que podría aparecer en des-
19-22). ¡Tres años (de acuerdo a la mayoría de los exegetas) no crédito de las primeras autoridades de la Iglesia y, por tanto, omite
habrían bastado a Jesús para disipar la ambigüedad del término el episodio anteriormente mencionado, coloca otro semejante nada
y mostrar que lo usaba en un sentido puramente religioso! menos que el día mismo de la ascensión de Jesús a los cielos, es
¿No es más lógico pensar que asumió esa ambigüedad —ese decir (cualquiera que sea la fecha que los exegetas atribuyan a ese
doble sentido— desde el comienzo hasta el fin? Por lo pronto, al acontecimiento), después de la crisis de sentido producida por su
elegir el término no podía Jesús ignorar el contenido político que muerte y resurrección. Se entiende generalmente que la cruz des-
ya tenía en la mente del pueblo, acostumbrado, como vimos en autorizó radicalmente toda concepción del reino que no se base en
la página 93, a soñar con la restauración —y bien política, por la gratuidad del don de sí y en la exclusión de todo uso del poder.
cierto— del trono de David. Los tres sinópticos atestiguan que Y que las experiencias de la resurrección fueron para sus destina-
Jesús no hace el menor esfuerzo por disipar el malentendido —si tarios, los discípulos, experiencias escatológicas, es decir, de la
es que hay malentendido— cuando la turba de Jerusalén lo saluda victoria definitiva del reino y por ese nuevo e inesperado medio.
como rey y sucesor de David (Me 11,10 par.) 2 . Ante una petición Sin embargo, los discípulos, de acuerdo con Lucas, parecen haber
de aclaración en este sentido hecha por las autoridades Jesús habría quedado perplejos ante la falta de «realización» política del reino.
respondido, de acuerdo a la tradición de Mateo: «¿No habéis oído Hasta el punto de que «los que estaban reunidos le preguntaron:
nunca que de la boca de los niños y de los lactantes te preparaste «Señor, ¿es ahora cuando vas a establecer el reino de Israel?»
alabanza?» (Mt 21,15-16; cf. Le 19,39-40). El suponer que esta (Hch 1,6). Y lo más extraño es que, según la versión lucana, Jesús
no les reprocha el burdo malentendido encerrado en la pregunta,
2
Es interesante observar que en una ocasión semejante, de acuerdo con
sino que, en cierto sentido, la avala al responder: «A vosotros no
Juan, Jesús escapa de quienes quieren hacerlo rey, aunque sin disipar, al os toca conocer el tiempo y el momento...» (Hch 1,7).
parecer, el presente y continuo malentendido de su propia función en el reino Ya hemos insistido largamente en que político y religioso no
de Dios (cf. Jn 6,15). constituyen, especialmente en el contexto de Jesús, planos contra-
t
132 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 133

dictónos. No se trata, pues, de colocarse en la alternativa de optar tal (exclusivamente religioso) detentado por el partido de los sa-
por una u otra significación. Se trata, sí, de constatar que no se duceos.
puede atacar fácilmente a las autoridades de Israel por haber con- Sin embargo, ya desde la predicación del Bautista, la proximi-
denado a Jesús valiéndose de una falsa apariencia, cuando quienes dad del reino aparece relacionada con el conflicto y el juicio. No
acompañaban al mismo Jesús y recibían continuamente enseñanzas hay que olvidar que estamos frente a una predicación profética
privadas de su parte compartían el mismo parecer en este punto. con toda su radicalidad y conflictividad: «Raza de víboras, ¿quién
Es más lógico, históricamente hablando, investigar en qué me- os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, dignos frutos
dida concreta el contenido político (entiéndase político-religioso) de un cambio de mentalidad... Ya está el hacha puesta a la raíz
del reino que llega amenaza la situación (estructural) de esas auto- de los árboles... Yo os bautizo con agua para que cambiéis de men-
ridades, hasta llevarlas a defender su poder con el asesinato. talidad, pero aquel que viene detrás de mí... tiene en sus manos
el bieldo y va a limpiar su era: recogerá trigo en el granero, pero
la paja la quemará con fuego inextinguible» (Mt 3,7-12),
II Con respecto a los criterios de este juicio inminente de acuerdo
con el Bautista podríamos decir, sin embargo, que transitan menos
Si lo dicho hasta aquí no agota, ni mucho menos, lo que puede por los caminos de una conflictividad política (aunque varios abusos
decirse sobre el reino en la predicación de Jesús de Nazaret, nos sociales son citados en la versión lucana de la predicación de Juan).
lleva, eso sí, a estudiar su relación con el segundo término de los En la medida en que podemos comparar —sin descontar que los
tres indicados. sinópticos pueden no ser fieles en su visión del Bautista— la pre-
El reino de Dios no es anunciado a todos. No es «proclamado» dicación de Juan con la de Jesús, la inminencia catastrófica de un
a todos. No por decisión de Jesús, sino por la esencia misma del juicio discriminatorio por parte de Dios lleva al primero a acentuar
reino. En efecto, no se trata tanto de que Jesús establezca diferen- los cambios individuales de mentalidad y actitud que pueden salvar
cias entre hacerse oír por unos y no por otros —aunque también de la «ira». Jesús, sin dejar de expresarse en términos escatológicos,
en esto pudo él establecer discriminaciones significativas (cf. Me parece contar con un «tiempo» en el que los cambios que deben
4,10-12 par.)—, sino, sobre todo, de que el reino mismo no puede ser realizados son más profundos, complejos y con un aspecto más
ser predicado indistintamente como buena noticia, como evangelio. social o grupal. Si la conflictividad del reino es la misma radical-
El reino está destinado a ciertos grupos, es de ellos, les pertenece. mente, las líneas divisorias de los criterios pasan por estructuras
Sólo para ellos será causa de alegría. Y, de acuerdo con Jesús, la más amplias.
línea divisoria entre la alegría y la pena que habrá de producir el Lucas es, de los sinópticos, el que percibe y explícita más clara-
reino pasa entre pobres y ricos. mente este aspecto conflictivo en la predicación de Jesús sobre
Muy ciego tiene que ser quien no vea ya en esta característica el reino que llega. Al redactar las bienaventuranzas, de acuerdo con
diferencia que el reino de Dios establece entre grupos sociopolí- la fuente, como dirigidas exclusivamente a los pobres, llorosos y
ticos de Israel la fuente de una intrínseca conflictividad política. hambrientos, se preocupa de marcar y acentuar el aspecto negativo
Desde el momento en que hacemos esta constatación podemos sos- correspondiente: el reino de Dios es una mala noticia —la causa
pechar con razón que tenemos aquí la clave de la muerte violenta de un ¡ay!— para los grupos concretos opuestos a los anteriores
—por razones explícitamente políticas— de Jesús, el profeta en- en el espectro social. Su venida significa que toca a su fin el privi-
cargado de predicar ese reino. legio que habían tenido hasta entonces los ricos, los hartos, los
que podían reír en el mundo tal cual estaba de hecho estructurado
Es cierto que, como dijimos, la expresión «reino de Dios» (cf. Le 6,24-25) 3 .
era en sí misma un término político (entiéndase siempre religioso-
político) capaz de suscitar el interés apasionado y favorable de
3
todo Israel. La restauración del trono de David, asociada con ese Como se verá, dejamos fuera (por el momento) la cuarta bienaventuran-
término, podía a lo más amenazar indirectamente el poder sacerdo- za (y el cuarto ay) porque, aunque pertenezca a la (última) redacción de la
134 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 135

Aunque los ayes de la redacción lucana no hayan sido pronun- Escándalo significa aquí conflictividad, y, como veremos, con-
ciados explícitamente por Jesús, no hay duda de que corresponden flictividad política. ¿Por qué, entonces, se quiere evadir esta con-
a la lógica de esa conflictividad general que Jesús introduce o acen- flictividad mediante el recurso a una «trascendencia» supuesta-
túa con su predicación profética del reino, y que aparece global- mente imparcial? El mismo Hans Küng escribe: «Jesús, claramente,
mente tanto en Marcos como en Q. no se deja encuadrar en ninguna categoría: ni entre los poderosos,
Pero, como luego tendremos ocasión de ver siguiendo un hilo ni entre los rebeldes, ni entre los moralizantes, ni entre los silencio-
consistente, la lista de los grupos preferidos (desde el principio al sos del campo. Se muestra provocador hacia la derecha y hacia
fin) por la predicación conflictiva de Jesús se extiende y su aspecto la izquierda. No respaldado por ningún partido, desafiante en todas
político se vuelve aún más obvio. Paradójicamente, esta conflicti- direcciones: 'el hombre que rompe todos los esquemas'» 6. ¿Por
vidad política aparecerá más y más decisiva en la medida en que qué, entonces, fue considerado peligroso por unos y por otros no?
esa preferencia pase de grupos «sociales» a otros que habría que «No está ni en la derecha ni en la izquierda, mas tampoco es sim-
clasificar usando términos mucho más directamente religiosos. plemente un mediador entre ambas. Exactamente, él está más allá:
Aun los exegetas más consistentemente apolíticos se ven obli- verdaderamente más allá de todas las alternativas, que él mismo
gados a señalar una preferencia clara del reino por ciertos grupos elimina de raíz. Esta es su radicalidad: la radicalidad del amor,
bastante bien caracterizados en los sinópticos. Más aún: si se tiene radicalidad sobria y realista, básicamente diferente de todos los
en cuenta que después de pascua desaparece prácticamente de los radicalismos ideologizados»7.
escritos neotestamentarios el término «reino de Dios», así como la Por supuesto que es factible hacer una larga lista de alterna-
mención de sus inmediatos destinatarios en favor de un universa- tivas (dominación romana, independencia política de Israel) frente
lismo más unificador —piénsese en Pablo, a quien luego estudia- a las cuales se puede decir con razón que Jesús se sitúa más allá.
remos desde este punto de vista—, ambos elementos se presentan Pero ¿se sitúa más allá de la alternativa del fariseo y del publicano
así como dotados de una gran fiabilidad histórica. orando en el templo, con todo lo que uno y otro simbolizaban y
Tomemos un ejemplo de entre los innumerables posibles. Hans representaban como grupos estructurados?
Küng escribe: «No caben más discusiones: Jesús estuvo de parte Dejemos de lado por el momento este problema y vayamos
de los pobres, los que lloran, los que pasan hambre, los que no a la lista de los grupos humanos «preferidos» por Jesús en su pre-
tienen éxito, los impotentes, los insignificantes4... No era simple- dicación —hablada y actuada— del reino de Dios. Esta lista, par-
mente imperdonable que Jesús se ocupase de los enfermos, tullidos, tiendo de los pobres, afligidos y hambrientos, se ha ensanchado
leprosos y posesos, que tolerase junto a sí a las mujeres y a los considerablemente en el texto citado de Küng.
niños, ni siquiera que estuviese de parte de los pobres y humildes. En realidad, sin embargo, su sentido humano es probablemente
Lo imperdonable era que se mezclase con los moralmente fracasa- el mismo. Se añaden, es cierto, categorías religiosas y morales;
dos, con los descreídos e inmorales públicos: con gente con moral pero inmediatamente nos asalta el pensamiento de que estas últi-
y política reprobables, con existencias dudosas, equívocas, perdi- mas son usadas para disfrazar la opción política tan clara en las
das, desahuciadas, que anidan al margen de la sociedad cual plaga primeras. Jesús dice «felices los pobres porque de ellos es el reino
inevitable e inextirpable. Este fue el verdadero escándalo» 5. de Dios», y, so pena de pasar por inhumano, es difícil a cualquie-
ra acusarlo por ello. Cuando se busca disminuir su prestigio, se
prefiere presentarlo como «amigo de publícanos y pecadores» (Le
fuente Q, representa un problema eclesial y, por tanto, es difícil que se re- 7,34; cf. Me 2,15-17 y par.). No se requiere ser lince para sospechar
monte directamente a Jesús. Más aún, en el caso de que se remonte a él,
debió formar parte de otro contexto y sólo fue añadida a las bienaventuranzas que se está ante idéntica preferencia por un idéntico grupo de
por el trabajo redaccional de Mateo y Lucas, que subordinaron las tres pri- personas 8 . Y que el cambio de rótulo para designarlas obedece a
meras bienaventuranzas a las exigencias de sus respectivas Iglesias, lo que
6
los llevó tal vez a añadir naturalmente la bienaventuranza sobre la persecu- Ibíd., p. 266. 7 Ibíd., p. 330.
8
ción4 y la forma de reaccionar ante ella. Cuál fuera el estatuto «económico» de los publícanos ordinarios (en Ga-
Op. cit., p. 337. 5 Ibíd., p. 341. lilea) es materia de discusión. Pero los «pobres» de Jesús comprenden (como
136 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 137
las razones (ideológicas) con las que se justifica la situación de la el territorio palestino —y la que se mezcló con ella— durante el
mayoría de Israel bajo pesadas cargas (Mt 23,4), al margen de exilio (que sólo comprendió a lo más destacado de Israel).
todos los beneficios de la equidad social. El llamado, en sentido despectivo, «pueblo de la tierra» por
Examinaremos más tarde los fundamentos teológicos de esta los poseedores de cultura religiosa comprendía así la mayoría de la
discriminación religiosa y de las reclamaciones de Jesús contra ella. población que, por no representar a los ojos de los invasores peli-
Por el momento, nos interesa calibrar la hipótesis antes sentada gro alguno desprovista de representantes y conductores, fue dejada
de que, en Israel, cuanto más «religiosa» es la calificación que se como mano de obra en Palestina bajo la autoridad de gobernadores
opone a Jesús, más político es lo que está realmente en juego. que representaban el Imperio babilónico.
En cualquier sociedad, una gran mayoría de desposeídos, des- Se trataba, sin duda, de una población religiosa, pero, privada
favorecidos y marginados constituye una amenaza para la minoría de sacerdotes y de la élite cultural por una parte y mezclada por
que goza de autoridad y, por tanto, de los privilegios de toda clase otra con poblaciones vecinas, se desvió sensiblemente de la orto-
que la acompañan. ¿Cómo afianzar, contra dicha amenaza mayori- doxia yahvista. Cuando terminó la directa dominación extranjera
taria, la «división del trabajo» que la condiciona y los privilegios y regresó el núcleo exiliado, este último tomó naturalmente el po-
anejos a ella? Los medios políticos pueden ser variados, desde los der de aquélla, aun manteniendo relaciones de vasallaje respecto
más obviamente tales, como dotar de una abrumadora fuerza mili- a los sucesivos imperios bajo los cuales pasó hasta el tiempo de
tar a las autoridades, hasta los más sofisticados, como convencer Jesús la nación de Israel. Pero lo tomó más a título «religioso»
a los mismos marginados de que ésa es la situación que les corres- que político.
ponde por decreto divino. Socialmente considerada, Palestina, aun privada de sus reyes,
En lo que toca al Irael del tiempo de Jesús, se comete a menudo continúa siendo una teocracia, aun cuando en el plano de la polí-
el anacronismo —o se cae en el lugar común— de identificar el tica exterior sea colonia o provincia de naciones extranjeras. La
poder político decisivo con la institución política más visible y división de «clases» o grupos sociales es sancionada religiosamen-
poderosa de la época en el territorio de Palestina: el Imperio Ro- te. Sólo una minoría conoce la ley (religiosa) y la cumple, por lo
mano. menos en sus exigencias externas. La «pureza» o «impureza» lega-
Sin embargo, todas las investigaciones históricas serias nos les cumplen la función ideológica que en otras sociedades se atri-
muestran que, por lo menos en esa provincia de su imperio, los buye al prestigio, al dinero o al poder. Los pobres son llamados
romanos se limitaban a ejercer dos funciones políticas: mantener pecadores y acaban por considerarse tales.
el orden mediante sus legiones y cobrar un tributo generalizado Hay que leer así -—políticamente— la parábola lucana del
mediante un cuerpo de funcionarios locales, los publícanos. fariseo y del publicano (Le 18,9-14). Si este último representa,
Ahora bien, ninguno de estos dos factores explica la estructura como es obvio en la parábola, a la inmensa mayoría de los «peca-
social interna del Israel de entonces. Esta procede de factores muy dores», y aquél a la élite (de los que no son como los demás), los
anteriores a la dominación romana e independientes de ésta en su detalles figurativos muestran a las claras cómo una minoría explo-
conservación. tadora —en palabras de Jesús— no tiene nada que temer de una
Para no remontarnos demasiado lejos (cf. 1 Sm 8,10-18), desde mayoría con los ojos bajos, golpeándose el pecho y denominándose
la vuelta de la élite cultural y religiosa de Israel del destierro de pecadora. El peligro político sólo podía venir de alguien que abriera
Babilonia, es fácil percibir en las narraciones bíblicas el abismo los ojos de esa mayoría y la llamara «justificada», al mismo tiempo
creciente entre esa élite y la población rústica que permaneció en que declarara «pecadora» —impenitente e imperdonable— a la
minoría dominante 9 .
aparece en la segunda y tercera bienaventuranza) a quienes sufren y son mar-
ginados. Y entran ciertamente en este grupo los publícanos. No será extraño 9
El fariseo es, en Israel, ideológicamente dominante cualquiera que sea
el volverlos a encontrar entre los «escandalosos» amigos de Jesús a quienes la situación «económica» media que le cuadre al grupo, cosa, por otra parte,
se promete el reino de Dios (cf. Mt 21,31). difícil de determinar con los datos que poseemos.
138 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 139

He aquí sólo un ejemplo, entre los muchos que tendremos oca- ex eventu, es decir, puestas en boca de Jesús después de los acon-
sión de estudiar más adelante, de cómo una tensión pensada y tecimientos (de Pascua). Ello se vuelve casi certidumbre en la se-
expresada en términos religiosos se vuelve la «contradicción domi- gunda mitad de la última predicción, que resume prácticamente
nante» o «sobredeterminada» en una sociedad particular como los pasos de la pasión. Lo mismo valdría de la profecía de la resu-
Israel. rrección y de su plazo «al tercer día».
Dicho en otras palabras: en una teocracia, aquel que destruye A favor de la historicidad, por lo menos del contenido global
sistemáticamente la autoridad real del grupo dominante, aunque de las tres predicciones, milita el hecho de constituir virtualmente
lo haga —o precisamente porque lo hace— en términos religiosos, un caso único en la redacción de los sinópticos. Un pasaje paralelo
se vuelve un temible adversario político. En el contexto interno, muy raramente aparece en forma idéntica, es decir, con las mismas
en la estructura social de Israel, Jesús es mucho más señaladamente palabras y en el mismo orden. Pero aquí se trata no ya de uno, sino
político con su mensaje religioso que los zelotas con su actividad de tres pasajes, y es sabido con qué libertad los sinópticos tratan
más directamente ocupada de subversión ante un poder más grande, las repeticiones de hechos que encuentran en sus fuentes (como la
pero también más extrínseco. de la multiplicación de los panes), sintetizándolas, suprimiendo
No puede caber duda de que Jesús, sin dejar ni por un momento alguna o ubicándolas de manera diferente en la cadena de los acon-
su intento central de revelar a Dios y el sentido consiguiente que tecimientos. Aquí, aunque los sinópticos colocan distintos episo-
esa revelación brinda a la existencia humana total, se vale para ello dios o logia entre las tres predicciones, concuerdan notablemente
de una ideología política, en el sentido dado al término «ideología» en situar la primera después de la confesión de fe mesiánica de
en el volumen anterior. Es decir, que se hace entender introducién- Pedro 10.
dose, en nombre de Dios, en las tensiones sociopolíticas del Israel 10
contemporáneo y solicitando allí el interés de sus oyentes, tanto Para facilitar en este punto la percepción «sinóptica» del lector, pre-
el positivo como el negativo. Así adquiere discípulos y adversarios. sentamos a continuación en columnas paralelas las tres versiones de las tres
predicciones señalando con cursiva las expresiones donde la identidad literal
es prácticamente total.
Me Mt Le
III (confesión de Pedro) (confesión de Pedro) (confesión de Pedro)

Los cuatro evangelios, como vimos, atribuyen en último tér- 1) 8,31ss. 1) 16,21ss. 1) 9,22ss.
mino la muerte violenta de Jesús a las autoridades religioso-polí- El Hijo del hombre El El Hijo del hombre
debía debía... debe
ticas que vieron en él una amenaza a su propio poder. ¿No pudo sufrir mucho sufrir mucho sufrir mucho
Jesús disipar el malentendido —si malentendido había— cambian- y ser reprobado y ser reprobado
do de lenguaje o precisando mejor el alcance religioso, no político, por los ancianos, los su- de parte de los ancia- por los ancianos, los su-
de su mensaje? ¿O acaso no percibía la incidencia política de éste? mos sacerdotes y los nos, los sumos sacer- mos sacerdotes y los
escribas, dotes y los escribas, y escribas,
Aquí, de acuerdo con la misma hipótesis histórica que hemos ser condenado a muer- ser condenado a muerte ser condenado a muerte
adoptado y en la misma línea de coherencia que hemos percibido te y resucitar y resucitar y resucitar
en los párrafos anteriores, vemos a un Jesús plenamente consciente a los tres días al tercer día al tercer día
no sólo de las consecuencias generales de la conflictividad que 2) 9,31ss. 2) 17,22ss. 2) 9,44ss.
acentúa, sino de sus consecuencias «políticas». El Hijo del hombre El Hijo del hombre El Hijo del hombre
Por supuesto, no es fácil determinar qué debe pensarse sobre será entregado va a ser entregado va a ser entregado
la fiabilidad histórica de las tres predicciones que Jesús hace en en manos de los hom- en manos de los hom- en manos de los hom-
los tres sinópticos de un desenlace violento y mortal del conflicto. bres, bres, bres.
lo matarán lo matarán
Como ya hemos indicado en la introdución, en contra de su y a los tres días y al tercer día
historicidad militaría el hecho de que puede tratarse de profecías resucitará. resucitará.
140 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 141
Todos estos hechos, sorprendentes para cualquier exegeta fa- Jesús. Esta antigüedad, difícilmente rebatible, hace que, aun admi-
miliarizado con los sinópticos —sus variantes y similitudes— su- tiendo que la primitiva comunidad cristiana haya puesto en boca
giere que estamos aquí frente a algo más que a una mera adición de Jesús predicciones de su muerte violenta que ésta nunca for-
pos-pascual. muló, el cómo relacionan —tan cerca de los acontecimientos—
Precisamente allí donde encontramos con toda probabilidad esa muerte violenta con el ministerio de Jesús está lejos de ser algo
una profecía ex eventu, es decir, en la predicción detallada de lo desprovisto de significación histórica. Gran parte de lo que luego
que habrá de ocurrir en la pasión (burlas, insultos, escupidas, azo- diremos, suponiendo que esas predicciones pertenecen a Jesús
tes y crucifixión), así como de la resurrección (al tercer día o tres mismo, valen igualmente aun en el caso de declararlas pos-pascuales,
días después), es donde nos enfrentamos a lo acostumbrado de la habida cuenta de su antigüedad e idéntica formulación n.
redacción sinóptica: gran similitud global y numerosas variaciones Por otra parte, hay que preguntarse con muchos exegetas —por
en lo particular. ejemplo con Hans Küng— a propósito de la exclusión de tales
Queda, pues, lo excepcional: un material extraordinariamente profecías por pretenderlas pos-pascuales: «¿Quiere decir que Jesús
idéntico aun en los detalles y vocabulario. La única variante signi- no previo su muerte en absoluto? Esto es otro problema. ¿Cómo
ficativa que puede ser notada ocurre con la tercera predicción en iba a ser Jesús tan ingenuo que no vislumbrara lo que se le venía
la versión de Lucas. En vez de dos «entregas» de Jesús, una en encima?» 13.
las manos de los sumos sacerdotes y escribas y otra en las de los Esta última pregunta no merece sólo una respuesta negativa.
gentiles (romanos), sólo aparece una: esta última. Merece asimismo que se investigue la lógica que en Jesús podía
¿Qué pensar, entonces, del núcleo central de las tres predic- dar origen a tal previsión de un futuro casi inevitable. En otras
ciones que hace Jesús de su muerte, en los sinópticos? Por lo pron- palabras, hay que descubrir y explicitar la relación de causa a efecto
to, es un criterio de Habilidad histórica la antigüedad de la tradi- entre la predicación-actuación de Jesús y su muerte violenta. ¿Para
ción. Ahora bien, la semejanza o identidad extraordinaria de las
tres versiones sugiere el ne varíetur, la fidelidad literal o la fuente el verbo «deber» de la primera predicción. Esto no obsta a que Jeremías con-
que sólo se da cuando ésta transmite una memoria antigua y casi sidere históricas, en su globalidad, las predicciones que Jesús hace aquí de
sagrada n, asociada muy estrechamente con las palabras del mismo su pasión (cf. ib'id., pp. 323ss) y admita la gran antigüedad de la segunda pre-
dicción (cf. ibíd., p. 326).
12
Las predicciones de Jesús sobre su muerte violenta aparecen, además,
3) 10,33ss. 3) 20,18ss. 3) 18,31ss. en contextos prepascuales como Me 12,8 y par.; Mt 23,37-39, etc. (cf. Jere-
Mirad que subimos a Mirad que subimos a Mirad que subimos a mías, ibíd., pp. 327ss).
Jerusalén Jerusalén Jerusalén " Op. cit., p. 405. Y continúa: «Siempre hay que contar, es cierto, en
y el Hijo del hombre y el Hijo del hombre y... el Hijo del hombre los evangelios con posibles intenciones cristológicas; pero también puede re-
será entregado será entregado ... será entregado sultar acrítico un escepticismo histórico total. Para advertir el peligro de un
a los sumos sacerdotes a los sumos sacerdotes final violento no se necesitaba ninguna ciencia sobrenatural, bastaba con mi-
y a los escribas, y a los escribas, rar la realidad desapasionadamente. Por la radicalidad de su mensaje, que puso
lo condenarán a muerte lo condenarán a muerte en entredicho las piadosas certidumbres del hombre y de la sociedad y todo
y lo entregarán a los y lo entregarán a los el ordenamiento religioso tradicional, provocando desde el principio gran opo-
gentiles gentiles sición, Jesús tuvo que contar necesariamente con graves colisiones y duras
a los gentiles, reacciones por parte de los poderes religiosos y eventualmente también políti-
y se burlarán de él, para burlarse de él, será objeto de burlas, cos, con graves consecuencias para ambas esferas» (ibíd.). Cf. una opinión di-
insultado y escupido, ferente en W. Pannenberg, op. cit., pp. 303-304, donde las razones exegéticas
lo azotarán azotarlo parecen ceder ante las teológicas). Habría que añadir a esto, de acuerdo o
y lo matarán y crucificarlo lo matarán no con Küng, que no existen dos esferas separadas, una la religiosa (judía)
y a los tres días y al tercer día y al tercer día y otra la política (romana), con sus respectivas autoridades e intereses. Los
resucitará. resucitará. resucitará. cuatro evangelios son coincidentes en que Jesús no constituyó nunca un
11 problema político para los romanos y que éstos así lo reconocieron. La esfera
Contra la antigüedad de estas predicciones, cf. el argumento (lingüísti-
co) de J. Jeremías, Teología..., op. cit., p. 322, que, en lo que toca al núcleo política, donde se sienten las «consecuencias» peligrosas del mensaje de Jesús,
central, sólo pone en duda (como de cuño helenístico, por oposición a arameo) no puede ser otra que la dominada por las autoridades religiosas de Israel.
142 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 143

quiénes y por qué ella se volvía intolerable, hasta el punto de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas (y) ser condenado
obligarlos a una acción política que ellos mismos estimaban com- a muerte; 2) El Hijo del hombre será entregado en manos de los
pleja y peligrosa? hombres (y lo matarán, Mt, Me); 3) Subimos a Jerusalén y el Hijo
Creemos que todas las acusaciones puramente «religiosas» que del hombre será entregado (a los gentiles, Le) a los sumos sacer-
pudieran hacerse a Jesús se quedan aquí ridiculamente cortas, a dotes y a los escribas; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los
menos de añadir la dimensión política o, mejor, de tener en cuenta gentiles (Mt, Me).
la dimensión política que les era intrínseca. Ahora bien, tres puntos principales en este núcleo merecen
El que Jesús violara públicamente el sábado algunas veces, el cuidadosa consideración. En primer lugar, la mención en la tercera
que tergiversara la ley con sus interpretaciones autoritarias, el que predicción de Jerusalén como lugar de destino de un proceso que
se declarara Mesías o aun el que fuera tenido por blasfemo, sea llevará a esos acontecimientos previstos sirve para situar las tres
directamente (de acuerdo a la teología joánica), sea indirectamente predicciones antes de la (¿única o última?) subida de Jesús a la
perdonando pecados o poniéndose por encima de la ley (de acuerdo ciudad santa. Por otra parte, el que la primera predicción esté in-
a los sinópticos) M, difícilmente constituirían hechos capaces de variablemente situada en los tres sinópticos inmediatamente tras
provocar el proceso que lleva a la muerte violenta de Jesús. Claro la confesión mesiánica de Pedro nos permite situarla después del
está que podemos, en este plano, ser víctima de nuestro contexto ministerio de Jesús en Galilea, terminado con toda probabilidad
secularizado donde es muy raro encontrar una razón puramente por una crisis. Nótese a este respecto que el contexto de esta con-
religiosa como causa suficiente de importantes y arriesgados suce- fesión nos muestra que se trata de una conversación privada entre
sos políticos. Cuando esto, no obstante, sucede, hablamos de fana- Jesús y sus apóstoles y deja prácticamente entender que no todos
tismo. ¿Tendremos que suponer este fanatismo en las autoridades participaban de la certidumbre de Pedro.
religiosas que envían a Jesús a la muerte? En segundo lugar sorprende la ausencia en las tres predicciones
Tal vez la mejor respuesta a este problema nos venga de un del grupo con el que, de acuerdo a los tres sinópticos, Jesús ha
detenido examen del núcleo central de esas tres principales pre- tenido que luchar de manera más constante y profunda: los fariseos.
dicciones que hace Jesús de su eventual pasión. Por ahí podremos Es cierto que algunos «ancianos» o miembros del sanedrín serían
quizá ver cómo concebía él mismo su propia conflictividad. Pues sin duda fariseos; pero sorprende de todos modos la omisión ex-
bien, de acuerdo a lo dicho, ese núcleo puede reducirse a las si- plícita de éstos, siempre presentes en las más significativas contro-
guientes afirmaciones: 1) Debía sufrir mucho y ser reprobado por versias religiosas de Jesús.
14
Es de notar, en tercer lugar, el acento puesto, por lo menos en
Con respecto a este punto clave, Pannenberg se contenta con escribir: dos de las predicciones, sobre las autoridades religiosas jerosolimi-
«El cargo de blasfemia (Me 14,64) por razón de apropiarse de un poder y de
una autoridad que únicamente correspondía a Dios debió haber sido el autén- tanas: sumos sacerdotes acompañados de sus «funcionarios», los
tico motivo de la acción de las autoridades judías contra Jesús, fueran cuales escribas. A esta, por así llamarla, «burocracia religiosa» se le añade,
fueran los pretextos concretos con los que se promovió la acusación en sí con toda lógica, en la primera predicción la mención de «los an-
misma» (op. cit., p. 312). Kasper, por su parte, añade algo importante (que cianos», es decir, del consejo consultivo que daba fuerza a las deci-
subrayamos): «Más difícil que la cuestión de por qué fue condenado Jesús por
Pilato, lo es esta otra: cuál fue la razón de que lo condenara el sanedrín. Pero siones de aquélla.
parece que en el proceso de Jesús ante el sanedrín jugaron dos cosas: la cues- Tratemos ahora de ver cuál puede ser la significación de estos
tión mesiánica, importante para la acusación ante Pilato, y la palabra de Je- tres elementos, dando por sentado que las predicciones (así redu-
sús sobre la destrucción del templo. Con ello se debía probar que Jesús era
un falso profeta y blasfemo, contra lo que existía la pena de muerte (cf. Lv 24, cidas a su núcleo y desprovistas de adiciones pos-pascuales) se re-
16; Dt 13,5ss; 18,20; Jr 14,14ss; 28,15-17)», op. cit., p. 139. H . Küng va montan a Jesús mismo. Nótese además, como ya indicamos, que
aún más allá al encabezar el párrafo consagrado a esa pregunta con estas pa- las consecuencias de este estudio no pierden su vigencia por el
labras: «Se ha constatado una y otra vez con gran asombro de unos y de hecho de ser consideradas fruto de la observación de la primera
otros, que los relatos evangélicos del proceso a Jesús apenas detallan los mo-
tivos por los que Jesús de Nazaret fue condenado a muerte» (op. cit., comunidad cristiana en lugar de predicciones directamente atribui-
pp. 368ss). bles a Jesús.
144 El Jesús histórico de los sinópticos Til anuncio central de Jesús 145
Respecto al primer punto, según dos sinópticos (Me y Le), ya En las circunstancias narradas por Marcos, ese grupo pudo, vero-
durante el ministerio de Jesús en Galilea —provincia bajo la juris- símilmente, concebir un odio mortal de origen religioso contra
dicción de Herodes— los adversarios de Jesús habían conspirado Jesús. Ese primer complot parece confirmar esta hipótesis, sobre
para deshacerse de él. todo si se tiene en cuenta que, en el mismo contexto galileo, las
Así debe entenderse la advertencia que, según Lucas, hacen al- controversias fueron numerosas y violentas y que la ubicación cro-
gunos fariseos a Jesús: «Sal y vete de aquí porque Herodes quiere nológica que da Marcos al complot puede, como otros datos mar-
matarte» (Le 13,31-33)1S. Pocos datos tenemos que confirmen la cianos de este tipo, no ser absolutamente exacta.
verosimilitud de tal intención en Herodes mismo. Pero Marcos, Lo cierto es que los fariseos, no obstante su importancia y pres-
probablemente más fidedigno en esto, nos informa de un complot tigio, carecían de autoridad y poder para deshacerse de Jesús.
contra Jesús, casi desde el comienzo de su ministerio en Galilea, Y no estando dispuestos al asesinato individual, por una u otra
donde intervienen herodianos. Después de dos duras controversias razón, tienen que aliarse con otros que la posean, y ciertamente
de Jesús con los fariseos acerca de la observancia del sábado, se en el terreno político.
nos informa: «En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con Al explicitar Marcos que «salieron de la sinagoga» para tal
los herodianos contra él para ver cómo eliminarlo» (Me 3,6). confabulación, parece sugerir que sus aliados se encontraban fuera.
Decíamos antes que un tema «religioso» como el de la obser- No es probable, en efecto, que el respeto por la santidad del lugar
vancia del sábado, cualquiera que fuera la legislación vigente contra —la sinagoga no era un templo— haya impedido que la confabu-
los violadores, difícilmente hubiera llevado a la muerte violenta lación se realizara dentro de sus muros. Sea de ello lo que fuere,
de Jesús de no existir un grupo sinceramente fanático en materia y aun suponiendo que los herodianos no frecuentaran la sinagoga,
religiosa. Y nos preguntábamos si ese grupo existía. La respuesta ello no quiere decir que fueran arreligiosos ni menos irreligiosos.
debe ser afirmativa: existía y estaba compuesto por los fariseos 16. Pero otros intereses eran dominantes entre ellos. La Biblia de
Jerusalén los define, no sin razón, por su característica más saliente:
15
No debe extrañar demasiado que esta advertencia esté hecha por fari- «judíos políticos» ".
seos (si se da crédito a Me 3,6). Por lo pronto, éstos no formaban, contraria-
mente a simplificaciones literarias, un grupo monolítico. Por otra parte, la El evangelista no nos dice qué razones fueron aducidas por los
advertencia pudo constituir una trampa para anular a Jesús, ya sea llevándolo fariseos para establecer un terreno de lucha común. Sólo tenemos
a esconderse, ya sea haciéndolo subir a Jerusalén donde los fariseos contaban que suponer que presentaron a los herodianos las consecuencias
con aliados más interesados y poderosos que los herodianos de Galilea. políticas de la predicación religiosa de Jesús. La concepción que
16
El que la preocupación religiosa de los fariseos fuera mera fachada para
ocultar ambiciones de prestigio (cf. Mt 23,4), amén de que puede ser una Jesús tenía del reino de Dios y de sus extrañas preferencias y el
interpretación pos-pascual de la resistencia opuesta por el judaismo a la pri- derribar las barreras de la ley poniéndola al servicio del hombre
mitiva Iglesia, no debería tomarse como una negación sin matices de su sin- no eran sólo una herejía: para quien las entendiera podían ser con-
ceridad. Con la excepción de los esenios, que huían del mundo, no había sin sideradas como una llamada a la subversión. Tal vez sea un re-
duda en Israel otro grupo que tomara más en serio la fe yahvista y lo que
entendían eran sus exigencias. Hay en esto un punto común entre los fari- cuerdo de ésto el que, al final de su vida, Jesús sea presentado como
seos y Jesús que no excluye, sino tal vez explica, la dureza de la polémica un «agitador» «desde Galilea» (Le 23,5).
que Jesús mantiene con ellos. Se ha pretendido ver una relación mucho más
íntima todavía entre Jesús y los fariseos. Jesús habría sido una especie de de sospecha ideológica. Sin duda los fariseos reconocían el valor revelatorio
fariseo hereje. John T. Pawlikowski, en un curso dado en África del Sur, de los profetas y de las prescripciones sociales de la ley; pero ¿qué uso hacían
declara que «mi investigación me ha llevado a concluir que Jesús participó de la ley como tal, por ejemplo en lo concerniente al reposo sabático? La re-
teológica y políticamente en el movimiento general de los fariseos». Y, más volución copernicana que intenta Pawlikowski cae, a nuestro parecer, en la
en particular: «No queda la menor duda de que las concepciones fariseas de trampa de olvidar, por declaraciones aisladas, el impacto ideológico global de
la Tora oral, del rabinismo y de la sinagoga jugaron un papel significativo en la teología farisea (cf. J. T. Pawlikowski OSM, Social Ethics: Biblical and
el desarrollo de la autoidentidad de Jesús». Donde el artículo parece perder Theological Foundations, artículo que publicará la Asociación regional de obis-
pie, o por lo menos equilibrio, es cuando sitúa el movimiento fariseo en pos católicos de África del Sur. Curso dado en Swazilandia en agosto de
continuidad con el profético, y como defensor del pobre. Creemos percibir 1977).
aquí, a pesar de las explícitas menciones de la dimensión política, una falta 17
Op. cit., p. 1349.
m
146 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 147

Puede ser que los herodianos se desinteresaran o que no logra- Este calificativo, sin embargo, merece reservas o, al menos,
ran convencer del peligro al hedonista superficial que parece haber distinciones. La palabra abraza actitudes que pueden ir desde la
sido Herodes. Puede ser, sobre todo, que las razones parecieran simple mentira (disfrazada, pero consciente) a la mala fe (respon-
demasiado sutiles a unas autoridades cuya base no era ciertamente sable en su origen, pero inconsciente en sus ulteriores desarrollos).
religiosa, sino el apoyo armado del Imperio. Lo importante es que Es verdad que Jesús los ataca por ambos capítulos. Según Ma-
el esquema tenía verosímilmente que repetirse en Jerusalén porque teo, Jesús habría atribuido globalmente la religiosidad de los fari-
las mismas fuerzas allí presentes cobrarían una radicalidad y con- seos a una mera ambición de prestigio (hipocresía como mentira):
flictividad explosivas. Ello aparece, en buena medida, en la res- «Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres... van
puesta que Jesús envía a Herodes según Lucas. El sabe que su buscando los primeros puestos en los banquetes y los primeros
destino se jugará, y por las mismas razones, en Jerusalén (cf. Le asientos en las sinagogas, que se los salude en las plazas y que la
13,33), sin duda porque es allí, y sólo allí, donde interpretación gente los llame 'rabbí'» (Mt 23,5-6).
religiosa (profética) y razón de estado se hallan intrínsecamente Marcos, la única vez que presenta a Jesús dirigiendo a los fa-
ligadas. riseos la acusación de hipocresía, se refiere a algo mucho más radi-
Respecto, pues, al segundo punto, no debe extrañar la des- cal: a la deformación profunda de una religión profesada «de
aparición explícita de los fariseos en las predicciones que concier- corazón», pero que insensiblemente se ha vuelto contraria a sus
nen a los acontecimientos que han de tener lugar en Jerusalén. propias raíces iniciales. El fanatismo legalista los ha llevado a un
Y no ciertamente porque no existieran allí fariseos o no fueran en fanatismo donde la misma ley es desconocida y las tradiciones ocu-
la capital tanto o más importantes que en Galilea 18. pan su lugar (hipocresía como mala fe). La misma palabra «tradi-
Es que los protagonistas han cambiado, aunque el esquema ción» implica ese lento e insensible oscurecimiento de la capaci-
básico de la confabulación se reproduzca. ¿Por qué? Porque un dad de juzgar (cf. Me 7,1-6; Mt 15,1-7).
nuevo grupo captará aquí, con más inteligencia y más poder, lo que Todo lo que sabemos de los fariseos, tanto por los evangelios
los herodianos no supieron calibrar en Galilea: el peligro político como por testimonios extrabíblicos nos los muestran como un
de Jesús. grupo sincera y fanáticamente religioso (la sinceridad y el fana-
Los fariseos desaparecen de la escena —en las predicciones— tismo muy a menudo acompañan los últimos desarrollos de la mala
por haber ya cumplido su papel ideológico: el de su fanatismo reli- fe). Eso sí, de un terrible legalismo. Si hay hipocresía en ellos es
gioso. En efecto, este grupo plantea un caso ilustrativo y extraño. más bien la que viene, más allá de toda deformación consciente
Jesús, sin lugar a dudas, desde su visión de Dios, descarga contra en busca de privilegios, de una dureza de corazón (corazón, sede
ellos sus más decisivos golpes. Son sus enemigos por antonomasia del juicio) que se traduce en insensibilidad frente a las necesidades
o, sí se prefiere, los enemigos por excelencia del Dios que Jesús evidentes del prójimo, invocando preceptos superiores y divinos.
revela como centro del reino inminente. Y para caracterizarlos y Ya tendremos ocasión de estudiar (como ya se hizo parcialmente
atacarlos en su concepción religiosa, usa una etiqueta que les ha en el volumen anterior) la polémica de Jesús contra tal concepción
quedado ligada desde entonces en el lenguaje de Occidente: hipó- de Dios, polémica que, para los fines de este capítulo, podría ser
critas 19. resumida, en cuanto concierne a la posición de Jesús, por las pala-
bras marcianas: «el sábado ha sido instituido para el hombre, y
Más aún, de acuerdo a Marcos y Mateo, también en una ocasión los no el hombre para el sábado» (Me 2,27).
fariseos se unen con los herodianos en Jerusalén para poner una trampa polí-
tico-religiosa a Jesús: ¿qué hacer con el tributo al César? (Me 12,13;
Mt 22,16). pósito del tributo al César, le tienden juntos fariseos y herodianos (Me 12,15).
La aplicación abundante (catorce veces) del sustantivo hipocresía o La única atribución de hipocresía que, aparte de esta última, aparece en el
del adjetivo hipócritas, y sólo para caracterizar a los fariseos, es propia de Evangelio de Marcos y paralelos, responde a la pregunta de por qué Jesús
la tradición de Mateo. Marcos atribuye sólo dos veces hipocresía a los oyen- habla en parábolas, y se aplica al pueblo de Israel, para explicar teológica-
tes de Jesús, y sólo una de ellas se refiere a los fariseos. Es interesante que mente su sustitución como pueblo de Dios en su misión propia y exclusiva
esta caracterización aparece justamente a propósito de la trampa que, a pro- (cf. Me 7,6 y par.).
148 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 149
Pero hay un punto esencial que es preciso comprender a partir ridad, los fariseos dejan de ser el núcleo decisivo; el ataque contra
de lo que precede: los fariseos tenían una importante función en ellos alcanza, por fin, en su propia sede, a sus verdaderos destina-
la sociedad de Israel. Y ello a pesar de no tener o precisamente tarios políticos: los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas.
por no tener prácticamente autoridad política alguna. No cabe duda Llegamos así al tercer punto de nuestro estudio de las predic-
de que esa función está íntimamente ligada con el prestigio (que ciones. Cuando éstas deben precisar quiénes serán los adversarios
Mateo les atribuye como motivo religioso), es decir, con su auto- que llevarán a Jesús a la muerte hallamos mencionados, en dos
ridad moral. Para todo Israel, eran el grupo que representaba la ocasiones, a los sumos sacerdotes y los escribas, y en una de ellas
ley, interpretada con autoridad intelectual y tomada en serio (hasta también a los ancianos. Dejemos, por el momento, la significación
el fanatismo). que puedan tener «los hombres» a quienes, según la predicción
En ese mismo sentido, representaban, como Jesús mismo lo considerada más antigua, Jesús va a ser entregado.
dice, las «tradiciones» de los antepasados, lo más propio y enrai- Por lo pronto, la unión de ancianos, sumos sacerdotes y escri-
zado de la cultura y de la nacionalidad judía. El punto de apoyo bas designa a los componentes del gran sanedrín en tiempos de
para apelar a una grandiosa identidad nacional. Jesús, o sea, la autoridad que juzgaba en todo lo tocante a lo reli-
Una vez más, fuera del prestigio, poco se lucraban ellos con la gioso y aun en materia civil, con excepción de causas graves, que
estructura sociopolítica de Israel. Pero, por eso mismo, la sancio- concernieran por su naturaleza también a las autoridades roma-
naban con más autoridad y objetividad mediante la interpretación nas, en cuyo caso éstas asumían la jurisdicción.
de la ley. No hay que olvidar, en efecto, que de la ley y de su En segundo lugar, la conjunción de «sumos sacerdotes y escri-
interpretación dependía el status de cada uno —y de cada grupo— bas» designa exactamente lo que, en términos modernos, llamaría-
en Israel. Los enfermos, los marginados, los ignorantes, los pobres, mos el clero judío de la época x, por oposición al laicado. En efecto,
los acorralados en situaciones sin salida moral, todos encontraban los escribas, algo así como nuestros teólogos o moralistas, eran
en esas interpretaciones de la ley la sanción divina y, por tanto, ordenados —por imposición de manos 2I — para desempeñar esa
la justificación de su triste situación en la sociedad. Quienes repre- función, que consistía primariamente en la interpretación de la ley
sentaban, pues, de la manera en apariencia más neutra y desintere- y su aplicación a los casos prácticos, no siempre comprendidos
sada tal «justicia» divina, dividiendo los papeles sociales en la literalmente. En otras palabras: la combinación de «sumos sacerdo-
tierra, constituían así (conscientemente o no) el más poderoso apa- tes y escribas» comprende la autoridad religiosa oficialmente cons-
rato ideológico, por medio del cual las verdaderas autoridades lo- tituida e indiscutible como tal en Israel.
graban introyectar, aun en las víctimas del sistema imperante, su Finalmente, cuando se habla —en Jerusalén— de todos estos
justificación en nombre de Dios. componentes del sanedrín se alude a su tendencia político-religiosa
Por eso mismo, el descrédito «religioso» de los fariseos —parte
20
esencial de la predicación de Jesús— fue considerado, y con razón, Es cierto que, verosímilmente, al emplear los evangelistas a menudo
como la acción política más subversiva. No porque nadie pensara el término «sumos sacerdotes» en plural —como componentes del sanedrín—
se refieren no sólo a los que habían ya desempeñado alguna vez el cargo, sino
que se deslizaba indebidamente de un plano a otro, sino porque a representantes de las grandes familias sacerdotales, es decir, a aquellos que
percibían cada vez más claramente las consecuencias políticas de contaban con algún «sumo sacerdote» presente o pasado entre su parentela.
un mensaje que seguía siendo intrínsecamente religioso. En reali- En todo caso, constituían lo más conspicuo de la casta o linaje sacerdotal o,
dad, muchísimo más subversivo era este mensaje —puesto que en términos nuestros, clerical.
21
Cf. J. Jeremías, Teología..., op. cit., p 172. Según éste, la búsqueda
muchísimo más eficaz— que el tratar de atentar con medios polí- de prestigio sería propia de los escribas (cf. ib'td., p. 174), como lo atestigua-
ticos contra las autoridades que dominaban el sistema social de rían, contra la confusión de Mt 23,5, las versiones de Le 20,46 y Me 12,38.
Israel. Lo más probable es que fuera característica de ambos grupos (que, por otra
parte, no se excluían). Además es interesante que, de acuerdo con la versión
Estas representan, pues, una nueva fase en la lucha emprendida de Marcos y Lucas, los escribas, por su status clerical (no así los fariseos como
por Jesús, a la vez que se vuelven centrales en su predicción de tales), unían la ambición de prestigio a la opresión económica de los des-
un porvenir doloroso. En Jerusalén, sede y baluarte de esa auto- validos.
150 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 151

dominante (aunque no única): constituyen, además de un soporte antigua y digna de crédito (en cuanto pre-pascual): «el Hijo del
fundamental, la representación más visible del partido sacerdotal hombre será entregado en manos de los hombres».
o saduceo. Es verdad que los fariseos —grupo de por sí laico— Por lo pronto, hay en ella, con toda probabilidad, una forma
contaban entre sus adeptos muchos escribas (y así se habla en los gramatical llamada pasivo divino, es decir, un procedimiento des-
evangelios de «escribas de los fariseos», como en Me 2,16, con tinado a evitar la multiplicación del nombre de Dios, cuando éste
más propiedad que de «escribas y fariseos», como en Mt 5,20). era el sujeto activo de la acción. Debemos entender, por lo tanto,
Pero el partido sacerdotal o saduceo era dominante, sobre todo que, en Jerusalén, Dios entregará al Hijo del hombre en manos
en torno de su baluarte: el templo. de los hombres.
Como se sabe, existían diferencias teológicas entre fariseos y Entendida así la segunda predicción, parece íntimamente rela-
saduceos —entre otras, la creencia o no en la resurrección (cf. cionada con la exclamación de Jesús —ipsissima vox Jesu, con
Hch 23,1-8)—, pero el «partido» saduceo, más que como una toda probabilidad— en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué
sincera secta religiosa (oponente a la farisea), aparece interesado me has abandonado?» 23. La piedra de toque de la revelación reli-
en su propio poder y en los beneficios de éste mucho más que en giosa de Jesús será así el momento en que los intereses humanos
la profundidad o pureza de sus opiniones religiosas H . sean manifestados y amenazados. Cuando las pretendidas autori-
Los saduceos eran, como los herodianos, «judíos políticos», dades «religiosas» tengan que mostrar los mecanismos «humanos»
en relación estrecha con las otras fuentes o soportes de poder: a que obedecen. Cuando los que pretenden tener fe en Dios tengan
Herodes, los romanos, la plebe de Jerusalén al servicio del templo. que poner de manifiesto con qué «ideología» tratan al hombre
Sólo que, en esta alianza de intereses, podían no sólo escudarse en (cf. 1 Jn 4,20).
razones religiosas dotadas de autoridad oficial, sino también en El núcleo esencial de las tres predicciones, hechas en la mitad
su poder propio de presión sobre otras autoridades meramente del ministerio de Jesús, proyectan así una luz muy clara sobre el
políticas. significado que éste daba a su mensaje. Se explica de este modo
La perspicacia con que los fariseos descubrieron el aspecto po- que, una vez en Jerusalén, no haga nada —más bien que haga
lítico de la predicación de Jesús debía, así, influenciar finalmente todo lo contrario— por disipar ese malentendido mortal que lo
de un modo mucho más decisivo al partido saduceo en Jerusalén va necesariamente a presentar como agitador político. Y no lo hace
que al partido herodiano en Galilea. Las diferencias con los fariseos porque no hay tal malentendido. Cuando sea entregado a los hom-
no jugaban aquí papel alguno. Lo jugaba, sí, el hecho central de bres, será porque su mensaje habrá llegado a su término natural,
que los saduceos tenían mucho más —y cosas más palpables— que porque habrá sido definitivamente comprendido M .
perder con el reino de Dios anunciado «con poder» por Jesús. Este * * #
no podía ser —y no fue— inconsciente de la incidencia política
23
de su mensaje. Y de su mortal conflictividad cuando llegaba a afec- Se podría objetar que la pregunta no tiene sentido si la predicción es
tar intereses tan concretos. De ahí la verosimilitud de sus predic- auténtica. Bastaría, empero, para solventar el problema, con considerar como
ciones. pos-pascual la predicción precisa de la muerte que, implícita o explícitamente,
sigue a los dolores de la «entrega». Jesús podría haber esperado una inter-
Este complejo de motivaciones, mucho más terrestre y «huma- vención de Dios entre esa entrega y la muerte misma. Es de notar, en este
no» que el que jugaba en la polémica con los fariseos, había de sentido, que la segunda predicción, considerada por varios como la más anti-
decidir, pues, su destino en Jerusalén. Esto explica tal vez la se- gua, se detiene, en Lucas, con la «entrega» y no añade la muerte. Existen,
además, otras explicaciones que muestran como compatibles la predicción y
gunda predicción, considerada por muchos exegetas como la más la queja en la cruz.
24
A partir de ahí los exegetas pueden discutir si Jesús prevé o no una
22
intervención victoriosa de Dios liberándolo, o su muerte y aun su resurrec-
Los evangelistas, que no tienen obviamente simpatía alguna por los fa- ción. Las predicciones sobre estos dos últimos hechos, aunque presentes en
riseos, parecen despreciar aún más a los saduceos por su superficialidad reli- las tres versiones, podrían ser pos-pascuales. No obstante se hace difícil negar
giosa y cinismo oportunista. Algo de eso se transparenta en la pregunta que que Jesús haya previsto su muerte frente a testimonios tan aparentemente
dirigieron a Jesús sobre la resurrección. pre-pascuales como la parábola de los viñadores homicidas.
152 El Jesús histórico de los sinópticos El anuncio central de Jesús 153

Se cierra así el círculo. Desde el principio hasta el fin, desde letra. Pero, en el fondo, ¿por qué no? Se pretenderá tal vez que
los adversarios hasta Jesús mismo, todo y todos muestran que la éste sólo puede ofrecer principios generales y que la política real
revelación de Dios en Jesús fue intrínsecamente política, sin dejar exige medios concretos —ideologías— que actúen como palanca
por eso para nada de ser religiosa, en el sentido de apelar a una sobre la historia. Pero he aquí el anacronismo: Jesús fue suma-
fe verdaderamente tal. mente concreto en su época, hasta obligar a sus enemigos «polí-
Dios no puede comunicarse al hombre sino asumiendo, de la ticos» a darle la muerte como único medio de evadir su poder.
manera limitada propia de todo lo histórico, el lenguaje de la sig- ¿Por qué, entonces, se llama hoy abstracto lo que fue ayer
nificación y de los valores humanos en uno de los planos de la concreto y eficaz? ¿No será porque ya no creamos cristologías,
existencia. El plano político no es más indigno que otros de ve- si es que podemos usar este término en ese sentido positivo? La
hicular tal revelación. No compromete ni enturbia más que cual- cristología única, como tentativa de convertir en tratado lo que
quier otro el contenido religioso que se quiere verter en él. en Jesús fue vida, proyecto, concreción situada, sólo puede escapar
Al final de estos dos capítulos sobre el tema, vale la pena, una al problema del tiempo mediante la abstracción. Una fe sin ideo-
vez más, volver a confrontarnos con la pregunta: ¿fue Jesús un logías evita ciertamente el «peligro» de llamar político a Jesús.
político? Pero el precio de esta neutralidad segura es la insignificancia de
Decir que Jesús no fue un político «profesional», que no fue Jesús para el hombre. Y la imposibilidad de la fe.
autor ni tributario de ninguna «ideología» política, puede consti-
tuir una falta histórica más grave que un simple anacronismo.
Porque, ¿qué es un «político», o un político «profesional», en
nuestros días? Alguien que ejerce o crea (de manera abierta y
explícita) un sistema de medios políticos para ponerlos al servicio
de una fe, es decir, de una concepción determinada de la significa-
ción del hombre y de su existencia social, sea esa fe religiosa o no.
Y ¿no existen acaso esas mismas dos dimensiones en la actuación
de Jesús?
¿Diremos que alguien es tanto más «político», en sentido «pro-
fesional», cuanto más oculta los valores que sirve, para preocu-
parse única o casi únicamente de los «medios»? Claro está que,
en ese sentido, Jesús no podría ser tenido como político. Pero ¿no
es eso desacreditar la función política contra el mismo lenguaje,
que nos hace designar como grandes políticos a quienes se han
preocupado por expücitar y propagar muy claramente los valores
que servían, y como meramente «politiqueros» a quienes sólo se
preocupan de obtener poder, sin saber o sin pensar para qué?
Es posible igualmente empeñarse en llamar «políticos» sólo
a los que han ejercido de hecho el poder. Pero eso también choca
contra el extendido reconocimiento histórico de la importancia
«política» de hombres que, sin ejercer jamás el poder, orientaron
la acción política de otros.
Se dirá, finalmente, que, por lo menos hoy día, nadie puede
seriamente pensar en orientar su acción política de acuerdo al
evangelio de Jesús. Indudablemente, si esa negación se toma a la
CAPITULO III

LA CERCANÍA DEL REINO

Este capítulo, donde, como en círculos concéntricos, volvere-


mos a tratar puntos fundamentales de los dos anteriores, no cons-
tituye ni un resumen de ellos ni menos aún una corrección «reli-
giosa» de lo que allí se ha denominado, y con razón, «político».
En realidad, los capítulos anteriores han pretendido abrir el
camino para dos cosas decisivas.
Nos preguntamos cómo fue que un hombre común, sin auto-
ridad religiosa alguna —un laico en el sentido pleno de la palabra—
comenzó a interesar a sus contemporáneos. Y ello sin predicarse
a sí mismo. ¿Cómo pasó a través de la poderosa y compleja estruc-
tura religiosa de Israel para suscitar el interés concreto y apasio-
nado de sus contemporáneos? Cuando, desembarazados de tenaces
lugares comunes, planteamos rigurosa e históricamente este pro-
blema, comprendemos que ese interés se debió a que la predica-
ción de Jesús afectaba de manera muy concreta a la vida del hom-
bre del pueblo. Y que así fue hasta el fin, fin «político» si los hay,
fruto lógico de la confilctividad desatada por él y no de un error
o de un engaño jurídico. En otras palabras, que la fuerza del men-
saje predicado por el Jesús «histórico» no procedió de que, desde
el comienzo, se vislumbró en él al fundador de una nueva reli-
gión \
La segunda cosa, que puede parecer opuesta, es que no por
esas consecuencias concretas, de naturaleza política, del mensaje
1
El corte, hoy obvio, entre religión judía y religión cristiana, no existe
en absoluto para varios escritos neotestamentarios, como, por ejemplo, para
Mateo. Para este evangelista es, por el contrario, evidente que Jesús se sitúa
en la mejor tradición profética de la religión judía, corrigiendo sus desviacio-
nes. Véase, en este mismo sentido, cómo su versión de la parábola de los re-
miendos difiere de la de Lucas. Mientras que a este último le interesa que no
se destruya un vestido nuevo para remendar uno viejo, a Mateo le interesa
que no se remiende un vestido viejo con paño nuevo, dado que la solidez
de éste constituye una amenaza —más bien que una solución— para el pro-
blema de mantener en vigor lo antiguo (cf. Le 5,36ss y Mt 9,16ss).
156 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 157
y de la actuación de Jesús, dejaron éstos de ser religiosos. Y no cuanto a Lucas, la versión de la predicación de Jesús al comenzar
ciertamente «por añadidura». No se trata, pues, de elegir el otro su ministerio en Galilea la tenemos, con un llamativo paralelismo
término de la alternativa ni de complementar una cosa con la de motivos, en el episodio de la sinagoga de Nazaret (Le 4,16-21).
otra para equilibrar ambas dimensiones. Lo que hemos querido Frente a ese compendiado resumen surgen espontáneamente
mostrar hasta aquí, y seguiremos mostrando en lo que sigue, es varias preguntas: ¿en qué consistía ese «reino de Dios» que se
que todo lo que Jesús de Nazaret hizo y dijo tuvo intrínsecas im- aproximaba?; ¿por qué o para quiénes constituía un «evangelio»,
plicaciones políticas, no meras «aplicaciones» hipotéticas. Que esto es, una buena noticia?, y ¿por qué esa buena noticia exigía
expresó su mensaje religioso en clave política. Que de esa manera «cambiar de mentalidad», es decir, conversión, para «ser creída»?
manifestó a Dios. Y, por tanto, que sólo entendiendo la carga po- Si nos abstenemos de imponer a tales cuestiones las soluciones
lítica que tienen (en su propio contexto) expresiones en apariencia prefabricadas de nuestra teología encontraremos la respuesta en
meramente religiosas captamos la verdadera intención de Jesús y los mismos sinópticos y, en particular, en los dos que dependen
la auténtica interpretación (religiosa) de su mensaje. de Q, Mateo y Lucas. En efecto, el primer desarrollo del compen-
Teníamos que destruir previamente ese malentendido herme- dio de la predicación galilea lo hallamos en el primer discurso de
néutico de la alternativa «o político o religioso» para poder conti- Jesús citado in extenso: el que podríamos llamar, con Mateo, el
nuar nuestra exégesis de lo que Jesús históricamente fue. «sermón de la montaña», o con Lucas, el «sermón de la llanura».
Con esta doble hipótesis de trabajo vamos, pues, en lo que Y todavía de modo más concreto, en las declaraciones de felicidad
sigue a tratar de interpretar el mensaje global de Jesús de Nazaret. —o bienaventuranzas— que lo encabezan2.
Volveremos, sí, a pasar por puntos ya estudiados, pero veremos Una cosa sorprende, sin embargo, aquí. Tanto Mateo como
cómo ellos no constituyen solamente «aplicaciones» aisladas (o Lucas parecen, ya sea por la forma típica y solemne que les dan,
exageradas) a otros planos diferentes del religioso, que aparecerían ya sea por el contexto significativo en que las ponen, respetar
aquí y allá, sino verdaderos centros que articulan y hacen com- palabras de una importancia clave en el mensaje de Jesús. ¡Y, no
prensible todo el resto. obstante, hacen decir a Jesús cosas muy diferentes!
En efecto, si nuestro primer tomo tenía razón en su aná- Aun prescindiendo del recurso comparativo a la fuente común
lisis de la fe, una auténtica fe religiosa no es tal por versar sobre y a lo que podemos saber sobre ésta, la mera lectura de los evan-
un plano particular que llevaría ese nombre. La fe religiosa siem- gelios en cualquier traducción basta para acusar esa diferencia des-
pre estará transmitida en clave antropológica, es decir, en uno de orientadora. Según Lucas, Jesús habría declarado felices a los cris-
los planos de valores que busca el hombre para dar sentido a su tianos («levantando los ojos hacia sus discípulos... vosotros») en
existencia. Lo religioso no es uno de esos planos: es una cualidad su situación real de pobreza, hambre y aflicción. Según Mateo, Jesús
de la fe. Y aunque lo político no sea un plano exclusivo o privi- habría declarado felices a los que (¿judíos?, ¿cristianos?, ¿hom-
legiado para vehicular cualquier fe religiosa, ya hemos comenzado bres?) poseyeran la «pobreza en (o de) espíritu», el «hambre de
a comprender que lo que la historia puede saber de Jesús de Naza- justicia» y otra serie de virtudes.
ret muestra que ése fue el plano donde el «Jesús histórico» tuvo J. Dupont muestra cómo un motivo teológico —la inerrancia
su destino significativo desde el comienzo al fin de su ministerio. de las Escrituras— impidió durante siglos a los exegetas reconocer
esta obvia diferencia y plantearse la pregunta de cuál de las ver-
siones era la verdadera. En otras palabras: la lógica exige que una
I por lo menos, si no las dos, tiene que haber entendido la expresión
2
Ya hemos aludido al resumen que ofrece Marcos de la predi- En la exégesis de las bienaventuranzas seguimos la obra clásica de J. Du-
cación inicial de Jesús en Galilea: «El tiempo se ha cumplido y el pont, Les Beatitudes. Le probléme littéraire. Le message doctrinal, 3 vol.
reino de Dios está cerca: convertios (cambiad de mentalidad) y (Brujas-Lo vaina 1954) espec. III; así como su continuación y profundización
por André Myre en varios, Cri de Dieu. Espoir des pauvres (Ed. Paulines,
creed en la buena noticia (evangelio)» (Me 1,15; cf. Mt 4,17). En Montréal 1977).
158 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 159

de Jesús de manera impropiada. Ello, por supuesto, si se entiende las tres bienaventuranzas (más otras cuatro explicativas que añade)
por «inapropiado» un sentido distinto del dado por Jesús mismo 3 . al servicio del tema general que le sirve para centrar el sermón de
¿Cómo explicar esta escandalosa diferencia en punto tan cen- la montaña: el programa de una justicia «mayor que la de los
tral? Presentimos que algún obstáculo inherente a este punto espe- escribas y fariseos» (Mt 5,20). Quien dice «justicia» dice camino
cífico del mensaje de Jesús debe estar en el origen de esta dificul- de virtudes 6 . Así, Jesús, según Mateo, declara felices a los posee-
tad en recordar su tenor exacto. dores de las principales virtudes que componen la justicia cristiana,
Pues bien, si seguimos a grandes rasgos el camino de la redac- culminación, por otra parte, de la auténtica justicia veterotesta-
ción de este pasaje", hallamos lo siguiente. mentaria. Las situaciones de las bienaventuranzas originales se
Primero. La forma más corriente y natural (con numerosos transforman esta vez en virtudes: la pobreza, en «pobreza de es-
ejemplos en el Antiguo Testamento y aun en los mismos evange- píritu»; el hambre, en «hambre de justicia», etc.
lios) es la de las bienaventuranzas en tercera persona: felices los Tercero. Uniendo estas dos dislocaciones redaccionales diver-
que... Probablemente la cuarta bienaventuranza de Q (y de Lucas), gentes, y suprimiéndolas, tendremos el texto probable de Q, la
venida de otro contexto, contenía una predicción de persecuciones fuente común a Mateo y Lucas: «Felices los pobres..., felices los
futuras, semejantes a las de Jesús, y que habrían de caer sobre sus que lloran..., felices los que tienen hambre...». En otras palabras:
seguidores. Lógicamente, esa bienaventuranza especial, como ocu- la declaración de felicidad va a quienes están comprendidos en una
rre en el texto de Mateo, en esto igual a Lucas, exigía la segunda situación determinada que no es específica de la comunidad cris-
persona del plural: felices vosotros cuando... Ante esta situación tiana. Esta situación es siempre de dolor y de necesidad.
de tres bienaventuranzas en tercera persona y una en segunda, ¿Dónde está la dificultad de las tres primeras bienaventuranzas
Lucas tiene que haber preferido una unificación y haber elegido así redactadas? ¿Por qué la expresión de Jesús tan simple y clara
para ello la segunda persona, consciente de que así trasladaba las hubo de aplicarse o explicarse por caminos tortuosos que sólo tie-
bienaventuranzas a la Iglesia continuadora de Jesús y, por ello nen en común el reducir la amplitud de las bienaventuranzas?
mismo, perseguida, pobre, hambrienta y afligida. Pero, en este Para comenzar a responder a estas preguntas debemos recordar
punto, poca duda cabe de que el original debió responder a la que se trata, ni más ni menos, como dijimos, de definir en qué
forma en que Mateo lo expresa: las tres primeras bienaventuranzas consiste ese reino de Dios que llega con Jesús. Las bienaventuran-
de Q deben haber ido en tercera persona del plural: felices los zas lo definen, ya que no sólo declaran felices a tres categorías de
que... 5 . personas, sino que aducen el porqué de tal declaración. Y aquí te-
Segundo. Lo que Lucas consigue haciendo concordar las tres nemos dos elementos más que añadir a los tres anteriores.
primeras bienaventuranzas con la cuarta, Mateo lo efectúa poniendo Cuarto. En efecto, los pobres son felices, nada menos que
«porque de ellos (no de vosotros, como en Lucas) es el reino de
3
Ya hemos tenido ocasión de comprobar que los evangelios dan a mu- 6
chas de las parábolas de Jesús «moralejas» que no eran las que Jesús sacaba Ese es el sentido que la palabra va adquiriendo, sobre todo a partir de
de ellas. Pero tal vez esto se considere menos grave que la misma libertad la literatura bíblica sapiencial. El esfuerzo exegético de Porfirio Miranda en
tomada a propósito nada menos que del sermón de la montaña. su obra Marx y la Biblia (Ed. del autor, México 1971) por mostrar que «jus-
4
Cf. André Myre, op. cit., pp. 75-104. ticia» tiene en la Biblia invariablemente un sentido sociopolítico es esclare-
5
Otro signo de esta unificación forzada es que el vosotros que, en las cedor en lo que se refiere a las primeras etapas veterotestamentarias, pero pa-
bienaventuranzas propiamente dichas, se explica gramaticalmente porque Je- rece forzado cuando el autor examina la literatura sapiencial y obras neotes-
sús está mirando hacia sus discípulos (sea el pequeño grupo, sea la multitud tamentarias centradas en torno a esa noción, como el Evangelio de Mateo
considerada por Lucas como en camino hacia el discipulado), se vuelve arti- y las cartas de Pablo. Lo esclarecedor de este trabajo consiste, a nuestro pa-
ficio verbal en los ayes. Los destinatarios de estos últimos, en efecto, no es- recer, en liberar los textos más antiguos sobre la «justicia», del sentido «es-
tán presentes, a pesar de lo que permitiría pensar el vosotros que, por para- piritualizante» que ésta adquiere sólo después (desvanecido el panorama po-
lelismo con las bienaventuranzas, se usa también para ellos. Por eso, al ter- lítico de Israel), así como en mostrar que siempre subsiste una dimensión
minar los ayes, Lucas, consciente del artificio, corrige la irrealidad del se- sociopolítica en el término, por más que se llegue a emplearlo como sinónimo
gundo vosotros (que, en realidad, es una tercera persona): «...pero yo os de «sabiduría», de «santidad» o, con términos aún más modernos, de «vida
digo, a vosotros que me escucháis...» (Le 6,27). espiritual».
160 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 161

Dios». Los pobres definen el reino porque serán sus poseedores. Nadie mejor que J. Dupont puede guiarnos en este punto cuan-
Para ellos viene. Hasta el punto de que quienes están en situación do, después de haber llegado a estas conclusiones sobre la historia
opuesta deberán responder lógicamente al anuncio de su llegada de su redacción, se plantea el siguiente problema a propósito de
con un ¡ay! de dolorosa sorpresa. El reino hará que aquello que la situación mayoritaria de los pobres (en Israel): «¿Será menester
los «recompensaba», lo que hacía que valiera la pena todo lo hecho concluir que basta pertenecer a la masa, más o menos indiferente
para llegar a esa situación, cese, y con ello, el sentido y el valor en materia de práctica religiosa, para asegurarse la participación
de la situación misma. en la felicidad del reino? ¡Evidentemente no! Weiss explica: "La
Quinto. Y el reino viene para cambiar la situación de los po- pobreza o la opresión social no constituyen aún una razón para
bres y ponerle fin. Que los pobres posean el reino de Dios, de proclamar felices a esos hombres. Es necesario además que sean
acuerdo con la primera bienaventuranza, no es un mérito de ellos, conscientes (empfinden) de su miseria. Cuando los autores del An-
ni menos aún la consecuencia de un valor que tendría la pobreza. tiguo Testamento hablan, sobre todo en los salmos, de los pobres,
La razón es la opuesta: lo inhumano de su situación de pobres. suponen naturalmente que, en su dolor, esos hombres ponen su
El reino viene porque Dios es «humano», porque no puede sufrir única esperanza en Dios. Por más apartados que estén de la con-
esa situación y viene a hacer cumplir su voluntad sobre la tierra: ducta irreprochable de quienes pasan por modelos de piedad, esos
que la pobreza cese su obra destructora de humanidad. Así, la pecadores no han dejado que se extinguiera en ellos la chispa de
última parte de la segunda y de la tercera bienaventuranza explica, la vida religiosa. Los representantes de la justicia les niegan la sal-
a su vez, el significado de la última parte de la primera: el reino vación; y ellos saben que no participarán del mundo futuro, que
hará que los que lloraban puedan reír, que los hambrientos queden se presentarán al gran día del juicio con las manos vacías y, no
saciados. O sea, que los pobres cesen de ser pobres. obstante, se aferran todavía, con una esperanza muy débil y frágil,
al Dios de la promesa'» 8. Hermoso texto, sin duda; sólo que ni
Hay aquí algo que ha resultado profundamente escandaloso el Antiguo Testamento es el Nuevo, ni los salmos son el evangelio,
para la teología, por poco que se reflexione sobre ello. Y no es ni es seguro que los salmos hablen siempre de los «pobres de
tanto, por cierto, la preferencia de Jesús por los pobres. Aun los Yahvé» en ese sentido.
teólogos más conservadores convienen en que Jesús, aun dirigién-
dose a todos, privilegia a los pobres en su trato y en su mensaje7. Cuando decimos que esta dificultad «teológica» de entender en
Ya veremos qué mecanismos permiten a la teología aceptar esa su tenor más obvio las palabras de Jesús puede ser responsable del
clara preferencia sin llegar a la terrible conclusión de que Jesús hecho extraño de dos versiones divergentes (Mateo y Lucas) en un
promueve, de esta manera, una especie de «lucha de clases». texto tan central no cometemos un anacronismo. El mismo Dupont
Por el momento veamos dónde está realmente la piedra de es- cita una obra cristiana de los primeros siglos, las epístolas llamadas
cándalo propiamente teológica de las tres primeras bienaventu- Pseudo-Clementinas, que, al transcribir las bienaventuranzas, «adop-
ranzas en Q (y que serían la razón de las versiones divergentes de tan un punto de vista particular y no mencionan, por otra parte,
Mateo y Lucas). Tenemos, en efecto, que recuperar el «escándalo la precisión [de Mateo] "en espíritu'». Pues bien, al problema «de
de la cruz» (de que habla Pablo), ya que las bienaventuranzas diri- saber si los pobres serán salvados aun en el caso de que fueran
gidas a los pobres por una parte y la cruz por otra constituyen impíos, Pedro responde: "De ninguna manera. La indigencia del
diferentes etapas de un mismo camino. indigente no es buena si codicia lo que no conviene...'» 9.
Como se ve, el escándalo teológico de las bienaventuranzas está
7 en que hay punto después de «pobres». Según ello, pues, en su
Ya hemos indicado el acuerdo de H. Küng sobre este punto. Lo que no
le impide, como vimos, pretender que Jesús trasciende por igual derecha e tenor más antiguo y claro, existe una relación intrínseca y positiva
izquierda —como si ambas vieran al pobre de la misma manera— así como
declarar sin arribajes que «ni en Occidente ni en Oriente, ni en teoría cien- 8
tífica ni en praxis política se ha desarrollado hasta ahora otro sistema econó- J. Dupont, op. cit., p. 435 (subrayado nuestro). La cita de J. Weiss está
micosocial que elimine las deficiencias del capitalismo sin ocasionar males tomada de Die Schriften des Neuen Testaments (Gotinga 1906) I, p. 240.
mayores» (op. cit., p. 47). ' Ibíd., p. 412.
11
162 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 163

entre el reino y la situación de todo pobre. Entre la felicidad que tan exclusivamente basadas en el horror que el Dios que Jesús
trae el reino y el ser pobre, sin más. Todo lo que aquí se agregue conoce siente por el estado actual del mundo y en la decisión divi-
es especulación, pero no es de Jesús. El mismo Dupont, que llega na de venir a reestablecer la situación en favor de aquellos para
a esa conclusión exegética, la niega teológicamente, por más ilógica quienes la vida es más difícil. Jesús revela a Dios, no la vida espi-
que resulte esta negación después del largo trabajo realizado para ritual de sus oyentes» n .
establecer el significado original de las bienaventuranzas. Esta es la gran paradoja, la constatación inesperada: cuanto
El contexto del sermón de la montaña hace suponer que si és- más aluden las bienaventuranzas a la simple situación angustiosa
tas, en su forma original —de acuerdo con la reconstrucción que de los pobres, afligidos y hambrientos, tanto más políticas se reve-
nos lleva a Q— se remontan al mismo Jesús, tenían como natura- lan; pero en la medida en que se desligan de toda relación intrín-
les destinatarios a los pobres de Israel. No sólo, o no tanto, porque seca con disposiciones morales, espirituales o religiosas de grupos
la predicación de Jesús de Nazaret se limitó al territorio palestino humanos, se vuelven más religiosas. Porque, en esa misma medida,
(cf. Mt 10,5-6), sino porque sus mismos términos y origen aluden nos hacen penetrar mucho más hondo en el «corazón» de Dios, en
a la tradición veterotestamentaria. Pero limitación no significa ex- el misterio de su voluntad sobre la tierra. Sólo así nos asomamos
clusión. Pronunciadas en nuestro contexto contemporáneo, ¿usaría al mundo de los valores por los que Dios opta para hacerlos objeto
Jesús los mismos términos, prescindiendo de que entre los pobres de su reinado.
de hoy se encuentran buenos y malos, cristianos y ateos? ¿Sería,
una vez más, la situación la que primaría sobre las condiciones
morales y religiosas? II
André Myre saca, en su exégesis, las conclusiones lógicas que
J. Dupont prepara con su gran estudio exhaustivo de las bienaven- Lo que hasta aquí hemos visto sobre los destinatarios de las
turanzas: «Por lo tanto, es la intuición que Jesús tiene de su Dios bienaventuranzas —y del reino mismo— no es una mera especu-
la que gobierna su vida y le hace elegir a quienes va a hablar de lación ni está basado únicamente en la reconstrucción hipotética
Dios. Ahora bien, es obvio que Jesús no se dirige a un grupo social de la fuente común a Mateo y Lucas. "
o religioso que se hubiera preparado de un modo especial para Consignemos, antes de pasar adelante, un hecho documental
recibir a Dios y que tuviera las disposiciones religiosas requeridas importante. Dijimos que, a diferencia de Marcos y Mateo, Lucas
para ello, a un pequeño resto 10 de gente particularmente piadosa, no presentaba un resumen de la predicación de Jesús en Galilea al
escogida de entre una masa del mundo destinada a la perdición. comenzar allí su ministerio. A no ser que valiera como tal la pre-
Las disposiciones interiores no tienen nada que ver con la elección dicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, narrada únicamente
de Jesús; éste se dirige a los pequeños, a los marginados sociales, por Lucas y situada por éste en el comienzo del ministerio galileo.
a los enfermos, a los desfavorecidos, a la pobre gente víctima de la Pues bien, en ese episodio, Jesús se vale de una referencia bí-
injusticia, a ese tipo de personas que no tienen esperanza alguna blica, sacada de la profecía de Isaías, que le toca comentar. Elige
en este tipo de mundo. Y a ellos les anuncia que Dios los ama. en ella un pasaje, lo lee y continúa: «Este pasaje que acabáis de
Y hay que insistir: esta opción, esta proclamación, no tienen nada oír se ha cumplido hoy» (Le 4,21). Parece un eco de las palabras
que ver con el valor moral, espiritual o religioso de esa gente. Es- del resumen: «El tiempo se ha cumplido». Y ¿qué tenemos en
lugar de la afirmación de que «el reino de Dios está cerca»? ¿Cuál
10
Jesús, como veremos, no ignora la tradición veterotestamentaria del es la «buena noticia»? La respuesta la tenemos en el texto elegido
«resto» piadoso y humilde de Israel (el verdadero Israel, los pobres de Yah- por Jesús en el rollo de Isaías (61,1-2): «El Espíritu del Señor
vé), tal como lo presentan, entre otros, Is 4,3 y Sof 3,11-13. Pero su predica- sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los
ción y, en particular, las bienaventuranzas, tienen como destinatarios a la pobres la buena noticia, a proclamar la liberación a los cautivos
gran mayoría, pobre y marginada. Para el «resto» —esto es, para sus segui-
dores en la edificación del reino— Jesús tiene reservadas otras exigencias
y responsabilidades (cf., por ejemplo, Le 12,32). Op. cit., pp. 80-81.
1 (¡4 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 165
y la vista a los ciegos, para liberar a los oprimidos y proclamar un Sabemos que Lucas destinaba su evangelio a lectores de cultura
año de gracia del Señor» (Le 4,18-19). helenista. Ello no lo lleva, como a Juan, a abandonar el respaldo
Una vez más, como en las bienaventuranzas, los pobres son los «sinóptico», pero sí a disminuir lo que dice relación casi exclusiva
destinatarios de la buena noticia, porque la misión del Ungido va al mundo judío y a acentuar aspectos antropológicos comunes a
dirigida a ellos. Y es su situación dolorosa lo que mueve a Yahvé cualquier sociedad de su tiempo y, por lo mismo, más directamente
a intervenir. Tampoco aquí se hace mención alguna de las cualida- accesibles a sus lectores.
des morales o religiosas de los pobres, cautivos, ciegos y oprimidos. En este aspecto impresiona el lugar considerable que el material
No se dice —aunque muchos lo den por obvio— que los ciegos propio de Lucas da al tema pobreza-riqueza en el plano socio-
que maldigan su ceguera permanecerán en ella. De acuerdo al para- cultural. Difiere en esto claramente de los otros dos sinópticos.
lelismo, el «año de gracia del Señor» es para «los oprimidos» n Difiere, claro está, también de la imagen contemporánea que tene-
como el reino es de los pobres, sin más. mos de ambos términos y, sobre todo tal vez, de nuestra concepción
Otra vez —y ésta sin equívocos— la situación sociopolítica de la riqueza13. No es ello de extrañar, porque el desarrollo del
parece pasar delante, por lo menos a nivel de la expresión, de las capitalismo ha creado una especie de rico desconocido en la época
cualidades morales y religiosas, de las que no se hace mención de Jesús, por lo menos en Palestina: el de aquel que acumula y
alguna como de posibles condicionantes de la buena noticia. El maneja capitales, cualquiera que sea el estilo de vida con que se
paralelo con la fuente de las bienaventuranzas no puede ser más presente ante nosotros. Hoy asociamos más riqueza con poder; en
evidente. el tiempo de Lucas, el rico se caracteriza más por una cierta manera
Sin embargo, entramos ya en un camino donde la interpretación de gastar el dinero después de haberlo procurado.
del anuncio del reino, aunque continúa siendo esencialmente la Con estas precauciones, que habrá que seguir teniendo en cuen-
misma en los sinópticos —confirmando lo que veíamos en el párra- ta, podemos calibrar la peculiar importancia que da Lucas a los
fo anterior—, comienza a mostrar, en germen, cristologías diferen- aspectos sociales de la pobreza y la riqueza.
tes, adaptadas de modo creador a diferentes auditorios. Por lo pronto, en lo que toca a la primera, su vocabulario, más
Así, en el material recogido únicamente por Lucas encontramos, preciso que el de los otros dos sinópticos, permite comprobar en
y acabamos de ver un caso, la confirmación y explicitación —en él una peculiar sensibilidad o atención con respecto a diferentes
una dirección precisa— de las bienaventuranzas de Jesús dirigidas formas de pobreza. Distingue así a los pobres que carecen de lo
a los pobres. necesario (los ptochói de las bienaventuranzas y de la parábola del
rico y Lázaro el mendigo), los pobres que cuentan únicamente con
12
Se sabe que ese «año de gracia del Señor» constituyó una utopía a la lo indispensable (la viuda penichrá que pone su limosna en la alcan-
que el capítulo 25 del Levítico trató de dar un topos, es decir, un lugar «po- cía del templo) y los indigentes o necesitados de algunas cosas
lítico», convirtiéndola en legislación: «Declararéis santo el año cincuenta, y indispensables, endeés que, según Lucas en Hechos, no existían
proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes (v. 10)... En
este año jubilar recobraréis cada uno vuestra propiedad (v. 13)... La tierra en la Iglesia primitiva gracias a la repartición de bienes que en ella
no puede venderse para siempre, porque la tierra es mía (v. 23)... Si se em- se observaba.
pobrece tu hermano en asuntos contigo y tú lo compras, no le impondrás En cuanto a los ricos, el extraordinario interés de Lucas por su
trabajos de esclavo; estará contigo como jornalero o como huésped, y traba-
jará junto a ti hasta el año del jubileo. Entonces saldrá de tu casa, él y sus situación (tanto en sí misma como en su relación con el mensaje
hijos con él, volverá a su familia y a la propiedad de sus padres (vv. 39-41)».
Habrá que recordar que, en todas estas disposiciones, el Levítico no hace 13
Es obvio que también difiere la imagen que hoy nos hacemos de la
distinción alguna entre quienes, por haraganería u otros defectos morales, pobreza, sobre todo de la extrema pobreza, unida a la mendicidad. La dife-
hayan tenido que vender su tierra o a sí mismos con su familia, y quienes, rencia es tal vez menos cualitativa que cuantitativa. Los pobres «totales» se
con hacendosa perseverancia, hayan acumulado tierras y propiedades. Todos dan ciertamente en nuestras sociedades de hoy, aunque éstas se preocupan
volverán, en el año jubilar, a la igualdad de oportunidades que, por lo me- más de mantenerlos aislados y ocultos. Conocemos al mendigo y al enfermo
nos de tanto en tanto, es necesaria a todos los miembros de la sociedad para desprovisto de todo cuidado, pero nos es difícil, en muchos países, imaginar
ser plenamente hombres. una sociedad donde el mendigo «total» sea lo común.
166 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 167

de Jesús) se manifiesta en la frecuencia con que se refiere a ellos. de la Iglesia, que en los siglos siguientes llegarán a la conclusión
Además de dos pasajes comunes con Marcos M y del ¡ay! que les de que «nadie puede, sin injusticia, hacerse rico» 1S, Lucas no se
dirige en su versión contrastante de las bienaventuranzas, Lucas pronuncia sobre el problema (moral y social) del origen de la ri-
habla nada menos que ocho veces más de los ricos en el material queza. Más ingenuo tal vez, piensa sólo en su uso.
que le es propio. Y ese uso, cuando es normal, se concentra para el evangelista
En una ocasión, la mención se limita a explicar por qué el joven en el momento «social» por excelencia: el de la mesa. Lucas usa
o magistrado rico que pregunta a Jesús sobre cómo entrar en el siempre 16 la voz media del verbo griego «alegrar», es decir, ale-
reino de Dios, es decir, en la vida eterna, termina por alejarse grarse, en el doble sentido que tiene la alegría de la mesa: manjares
triste: «... era extremadamente rico» (Le 18,23). En las demás y compañía. Eso es lo que hace el rico de la parábola mientras
ocasiones, por el contrario, se trata nada menos que de pasajes el pobre Lázaro pasa hambre a la puerta (Le 16,19.21). El hijo
enteros que sólo hallamos en la tradición lucana: la conversión de «pródigo» recuerda en su pobreza total la comida de los jornaleros
Zaqueo (Le 19,2); el consejo de invitar a la mesa —tema prefe- en la casa del padre y recibe, al volver, la bienvenida de éste bajo
rente de Lucas, como veremos— a quienes no pueden devolver la forma de la alegría de la mesa —de un banquete—, provocando
la invitación (Le 14,12-14, y que termina en forma de bienaventu- así la envidia de su hermano mayor (Le 15,16.23.24.25.29.32). Los
ranza: «serás feliz...»); la parábola del rico y del mendigo Lázaro banquetes futuros asegurados constituyen el cálculo «insensato»
(Le 16,1.19.21.22), y, finalmente, la parábola del rico insensato del que pasa la línea de la riqueza (Le 12,19), pero está destinado
(Le 12,16). a morir esa misma noche. De acuerdo con Mateo, la diferencia entre
Si a ello agregamos pasajes lucanos donde, de una u otra ma- el Bautista y quienes viven en los palacios de los reyes está en la
nera, se trata del tema —como en la parábola llamada del «hijo vestimenta grosera o fina; para Lucas, hay que añadir en este últi-
pródigo»—, podemos llegar a afirmar que casi todo el material con mo caso las «delicias», sin duda, de la mesa.
que Lucas contribuye a los sinópticos versa, más o menos directa- Lógicamente, el carácter espléndido de los banquetes (cf. Le
mente, sobre esas dos situaciones contrapuestas de la existencia 16,19) está en proporción con la magnitud de la riqueza. Pero los
humana: pobreza y riqueza. Por supuesto que siempre será posible placeres de la mesa compartida no son exclusiva posibilidad de
minimizar esta comprobación alegando que el hecho se debe a una los ricos. También pueden tenerlos quienes comparten los modestos
curiosidad o sensibilidad personal del redactor del tercer evan- bienes que poseen. Así, y no como participación en banquetes de
gelio, algo así como la hipótesis inocua de que Lucas fuera médico ricos propiamente dichos, debe entenderse la frecuencia típica de
por el detalle con que describe diferentes enfermedades o curacio- Lucas en señalar la presencia de Jesús en algún banquete. Según
nes. Exegéticamente, sin embargo, y habida cuenta del lugar central él, Jesús es invitado tres veces por algún fariseo y acepta. Lucas
que ocupan las bienaventuranzas, es más seguro y científico pensar convierte además la simple comida ofrecida por Leví (según Me
que ese interés procede precisamente de la confluencia de testi- 2,15) en un banquete. La relación entre comida y alegría aparece
monios sobre el mensaje de Jesús mismo recogidos en las tradiciones
de las Iglesias primitivas por una parte y del contexto eclesial hele- 15
Cf., por ejemplo, san Juan Crisóstomo (In Ep. I ad Tim. cap. IV, hom.
nista de Lucas por otra. Dos caminos que parten del mismo punto: XII): «Dios, en un principio, no hizo a unos pobres y a otros ricos, ni en
las bienaventuranzas de Jesús. el momento de la creación a unos mostró muchos tesoros y a otros no, sino
que a todos dejó la misma tierra para que la cultivasen. (Por eso) nadie pue-
Desde nuestra perspectiva, el interés de Lucas en el tema es de, sin injusticia, hacerse rico». O el Pseudo-Clemente Romano (Recognitio-
tanto más notable cuanto que no muestra ningún partí pris o pre- nes): «Todas las cosas que hay en este mundo debieran ser de uso común
juicio inconsciente contra la riqueza. A diferencia de los Padres entre los hombres; sin embargo, injustamente llamó éste a esto suyo, y aquél
a lo otro, de donde se originó la división entre los mortales». Según san Am-
brosio, «la avaricia distribuyó los derechos de propiedad» (In Psalmum
14
El joven rico de Me 10,17-25 y Le 18,25, y los ricos que echaban sus CXVIII, sermo VIII, n. 22).
16
limosnas en la alcancía del templo, de Me 12,41, donde Le 21,1 se guarda Cf. Max Zerwick, Analysis Philologica Novi Testamenté Graeci (Ed.
de decir que los ricos echaran mucho en ella. Pont. Inst. Bibl. Roma 1957) p. 171.
ICnS El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 169

asimismo bajo su pluma en relación con la Iglesia primitiva, a pesar cíente ya de la tardanza del reino escatológico de Dios. El que no
de su relativa pobreza (cf. Hch 2,46; 14,17), así como va unida se trate, como en la teología posterior, de los diferentes destinos
la falta de ambas en la segunda y tercera bienaventuranzas. de dos hombres que pasan de la vida temporal a premios o castigos
Pero sobre todo Lucas desarrolla más que los otros la relación eternos lo da a entender claramente la discusión entre el rico
entre el placer de la mesa compartida y las realidades escatológicas y Abrahán, como enseguida veremos.
(aunque, según la opinión común, aleje estas últimas, que debie- Ambas situaciones, la del rico (sin nombre) y la del pobre
ron ser esperadas en lo inmediato por los otros dos sinópticos). Lázaro, están descritas de una manera que nos sorprende, a pesar de
Algo que se hace visible en la importancia que da —aunque el dato las consideraciones que acabamos de hacer sobre el material lucano.
sea pos-pascual— a lo acontecido en la última comida de Jesús Esos hombres que, en la segunda parte, van a tener un destino
con los apóstoles «antes de padecer» (Le 22,15). No sólo recoge tan diferente son presentados en su vida cotidiana sin la menor
más materiales que Marcos y Mateo sobre lo acontecido v dicho referencia a sus condiciones morales o religiosas. No se dice de Lá-
en ella, sino que insiste en el «ansia» de Jesús por «comer esta zaro, aunque uno estaría tentado de suponerlo, que sea paciente,
pascua con vosotros... porque os digo que ya no la comeré más piadoso, ni que haya puesto su confianza en Yahvé. Y por más
hasta que se cumpla en el reino de Dios» (Le 22,15-16). Pero Jesús antipatía que sintamos hacia el rico, no se dice de él que sea des-
se encarga de acentuar más aún esta continuidad en el Evangelio piadado, cruel, ciego ante la desgracia ajena, conculcador de la ley
de Lucas. Sólo en él, en efecto, aprovecha esta ocasión de la mesa de Yahvé. Más aún: si queremos ver en la descripción misma
común para definir el reino precisamente en términos de un ban- —donde se acentúa al máximo la oposición— insinuaciones mora-
quete: «Yo, por mi parte, dispongo un reino para vosotros, como les, el resto de la parábola nos desengañará: las razones que se
mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi darán para su opuesto destino post-mortem excluyen la calificación
mesa...» (Le 22,29-30)". moral. Lo mismo que en las bienaventuranzas originales (y hasta
Pues bien: de todo este material lucano nos interesa de modo en la versión misma de Lucas), lo que se describe son dos situacio-
especial la parábola del rico y del pobre Lázaro, por ser una incon- nes, no el interior de las personas en cuestión.
fundible explicitación de las bienaventuranzas, tal como Lucas debió ¿De dónde procede entonces la situación diametralmente opues-
leerlas en Q. Sólo que, para reconocer esta conexión, tenemos que ta que les cabe después de la muerte, con la llegada del reino?
recobrar el tenor original de la parábola, despejándola no sólo de La respuesta, clara y terminante —teológicamente escandalosa—,
añadiduras pos-pascuales, sino también de presupuestos teológicos la da el mismo Abrahán explicándole al rico: «Hijo, recuerda que
de siglos posteriores. tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, males;
Ante todo se trata de una parábola acerca de los cambios que ahora, pues 18, él es aquí consolado y tú atormentado» (Le 16,25).
habrá de introducir la llegada del reino de Dios. El que Lázaro Una vez más, lo sorprendente y desconcertante, desde el punto
aparezca al final reclinado sobre el pecho de Abrahán es una clara de vista teológico, de la explicación es la ausencia total de razones
alusión al banquete escatológico. El que deba mediar la muerte morales o religiosas. El pobre toma parte en el banquete escato-
entre la situación actual y la futura (que introducirá la llegada del lógico sencillamente porque éste pertenece a los pobres.
reino) es sin duda un rasgo reconocido de la teología lucana, cons- El lector verá sin duda aquí la reproducción casi literal, en
17 18
Ya en la parábola del rico y del pobre Lázaro se dice que, una vez Se usa aquí la conjunción griega de, cuya significación es generalmen-
muertos ambos, el rico «vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno» te adversativa (pero). No obstante, muchas otras coordinaciones entre dos
(Le 16,23). El «seno de Abrahán» no designa el «limbo de los justos», como frases de sentido contrario pueden expresarse en griego con la misma con-
lo hará en la teología posterior, sino que alude a la costumbre de comer re- junción, de significado mucho más vago que cualquiera de nuestras conjun-
clinados. En esa postura, Lázaro aparece junto a Abrahán en el banquete es- ciones castellanas. Incluso es correcto —y acorde con el único sentido posi-
catológico, sinónimo del reino de Dios (cf. también Mt 8,11). El que ello ble aquí— traducirla por pues o por eso, como lo hacen recientes versiones
ocurra, no en la tierra, sino después de la muerte, abona sin duda la idea españolas, como la Biblia de Jerusalén y Nueva Biblia Española, ya citadas.
lucana de la prolongación de la espera escatológica y el comienzo de una teo- Ese sería, en todo caso, el sentido implícito, aunque se tradujera, más lite-
logía que conecta lo escatológico con lo que ocurre post-mortem. ralmente, «ahora, pero...».
170 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 171

imágenes, de la primera bienaventuranza. Y aun de las otras dos, sino el mismo Lucas cuando depende de las dos fuentes comunes
en las que aparece todavía más claramente que el reino de Dios de los sinópticos.
viene a invertir las situaciones: para que los que lloraban puedan Ya hemos dicho que Q presentaba probablemente las bienaven-
reír y los que tenían hambre puedan quedar saciados. Así como, turanzas o declaraciones de felicidad como dirigidas a los hombres
de acuerdo siempre con Lucas, para que los que reían lloren y los (judíos) en situación de pobreza, aflicción y hambre. La palabra
saciados sientan hambre, ya que termina con el reino la ventaja clave, explicada por las otras dos, es la de pobres. Vimos igual-
(recompensa) de los ricos. mente cómo Lucas, de acuerdo a su genio o a su contexto, acen-
No sin razón, podríamos decir que Lucas, con esta parábola, tuaba en esa explicación la privación de comida y de las relaciones
devuelve a las bienaventuranzas su universalidad, quitándoles la sociales ligadas a ésta. En él, el «llorar» de la segunda bienaventu-
limitación eclesial que les había dado en su redacción. Las bien- ranza parece ser la consecuencia de tal privación.
aventuranzas originales vuelven así a sonar en su tenor más radical. Cabría, con todo, preguntarse si este «llorar» de los pobres
Y ello nos obliga a repetir, con ocasión de la parábola, lo que podrá identificarse simplemente con su hambre o si aludirá a otras
André Myre escribía sobre las bienaventuranzas: «Hay que insistir: dimensiones de la pobreza que habrían interesado menos a Lucas.
esta opción [por Lázaro], esta proclamación no tienen nada que Y aquí nos asaltan dos dificultades.
ver con el valor moral, espiritual o religioso [de Lázaro]. Están La primera es que no sabemos si en realidad Jesús pronunció
exclusivamente basadas en el horror que el Dios que Jesús conoce las bienaventuranzas (aun en su versión, más primitiva, de Q).
siente por el estado actual del mundo [y de Lázaro en él] y en la Cuando la memoria intenta recordar a un personaje fallecido con-
decisión divina de venir a reestablecer la situación en favor de funde a veces los hechos con las palabras. Además, en la Antigüedad
aquellos para quienes la vida es más difícil. Lo que Jesús revela era un procedimiento común y aceptado (por historiadores) poner
es a Dios, no la vida espiritual [del rico y de Lázaro]» 19. en boca de personajes eminentes palabras o discursos —no pro-
nunciados— que explicaban el sentido de sus acciones. Esto brin-
daba más vivacidad a la narración que si el historiador hubiera
III dado esa explicación como propia. Así, la fuente Q, aunque más
próxima a Jesús que los evangelios actuales, no es garantía suficien-
Estas observaciones sobre el material propio de Lucas (material te de que él haya pronunciado las bienaventuranzas. Estas pudieron
en el sentido de sustantivo y también en el de adjetivo) tenían la ser una fórmula usada por la comunidad cristiana para recordar
finalidad de mostrar hasta qué punto la forma, supuestamente ori- y explicar cómo actuaba Jesús, de quiénes se preocupaba con pre-
ginal, de las bienaventuranzas estaba ligada con otros elementos ferencia, quiénes eran sus amigos, con quiénes hablaba del reino
importantes del tercer evangelio. Pero el acento de Lucas nos des- como de una buena noticia 20 .
plaza del contexto palestino, que recogen no sólo Marcos y Mateo, La segunda dificultad consiste en que, aun suponiendo que se
haya reconstruido Q con acierto, con ella sólo estamos frente a una
" Es sabido que las parábolas no son alegorías, donde cada detalle haya
20
de ser interpretado simbólicamente. No obstante, subsiste en ésta la dificul- «Se plantea el problema de saber si Jesús mismo utilizó la forma de
tad que ya aparece en las bienaventuranzas y en otros pasajes (Le 1,53, por 'bienaventuranzas'. No es fácil llegar a una certidumbre en este campo, pero
ejemplo): ¿por qué el reino no hace sino invertir —aparentemente— los el autor (A. Myre) propondría la siguiente hipótesis. Jesús trató ciertamente
grupos que han de sufrir y gozar, en lugar de suprimir el sufrimiento? Alguien de hacer más felices a toda una cantidad de gente desfavorecida y desprovista
podría alegar que Jesús absolutiza así la «lucha de clases» llevándola a lo de derechos: publícanos, prostitutas, mujeres, niños, enfermos, etc. Tal vez
escatológico, mientras que Marx, más «cristiano», procuraría una sociedad sin les dirigía largas catequesis donde insistía en el aspecto siguiente: felices vos-
clases. Tal vez para una concepción más primitiva que la nuestra, la justicia otros, enfermos, publícanos, etc., porque Dios mismo está a punto de hacer
en un mundo de necesidad y dolor (ananke) —recuérdese que el reino no maravillas con vosotros. La tradición cristiana habría recordado esta caracte-
equivale a nuestro «cielo»— equivale a distribuir equitativamente las necesi- rística importante de las catequesis de Jesús y la habría expresado en fórmu-
dades y el sufrimiento. Sobre la «conversión» acerca de la cual discuten el las breves, estereotipadas, inspirándose, en cuanto a la forma y al contenido,
rico y Abrahán, cf. infra, el capítulo siguiente. en el Antiguo Testamento» (A. Myre, op. cit., p. 82).
172 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino
l>3
traducción griega de otra Q aramea. Así, sea o no Jesús el autor de la expresión n. Nos interesa la probabilidad de que sea ést e
de la fórmula de las bienaventuranzas, ¿qué término original hay término que, a falta de un equivalente griego inteligible, haya Sj ?'
detrás de la traducción que convierte a los pobres en poseedores traducido simplemente por «pobres». De hecho aludía a toda ^ Q
del reino? plebe marginada en la que se combinaban pobreza económica y /**
e
Supongamos —aunque no sea en pura lógica necesario para probación moral. -
sustentar lo que sigue, como enseguida veremos— que las bien- En efecto, la pobreza, con su secuela de falta de cultura geu e
aventuranzas, más que palabras del mismo Jesús (ipsissima verba), y, sobre todo en aquel tiempo y contexto, religiosa, se trad^?*
representan lo que los testigos entendieron acerca de su actitud en una fe ferviente, sí, pero plagada de impurezas teóricas y ,^
general, de sus preferencias y amistades. Si ello fuera así, debemos negligencias prácticas. Los fariseos, según Juan, se referían a e e
constatar que los evangelios no muestran a Jesús con excesiva fre- realidad hablando de «esa plebe maldita que no conoce la Je ^
cuencia entre los pobres —en el sentido tan marcadamente econó- (Jn 7,49). Y si traducimos por «plebe» es porque, para norn¿ t *
mico que da Lucas a la palabra— representados en la imagen del al pueblo, a la gente, a la muchedumbre, el evangelista podía uní*
mendigo Lázaro21. Lucas mismo, por otra parte, citando una muy zar dos palabras (algo así como, en castellano, masa-pueblo), ^ l -
antigua y fidedigna acusación hecha contra Jesús, conviene con —laós— con sentido neutro o positivo y otra —óchlos—, po t i*
Mateo (y Q) en que sus adversarios le tenían por «comilón y borra- general, con sentido peyorativo. Esta última es la palabra que, s e » ^
cho, amigo de publícanos y pecadores» (Le 7,34; Mt 11,19). Esto Juan, emplean los fariseos y sumos sacerdotes. *
responde mucho más a lo que los sinópticos narran, así como Es, por tanto, indudable que hay un concepto único det>-
a buena parte de la predicación que atribuyen a Jesús. de pobres y pecadores (al que alude quizá el «llanto» de la segqjj ? s
¿No habrá, pues, un término, en el lenguaje original de Jesús, bienaventuranza). Tendremos ocasión de comprobarlo amplianw *
que una a las dificultades cotidianas de la pobreza económica el en lo que sigue. Por el momento nos limitamos a un ejemplo. ^
rechazo social sufrido por quienes son considerados públicamente La amistad de Jesús con los pecadores no está en contradiccí,*
como pecadores? con su mensaje sobre el reino de Dios, sino que se conecta estj.1*
chámente con él. Una de las frases más escandalosas de la pteH-~
Ciertamente, en Israel existía tal término despectivo. Su tra- cación de Jesús, recogida por Mateo (de ordinario, el más pruder>?~
ducción literal al castellano (del arameo) sería «el-pueblo-de-la- de los evangelistas), se refiere precisamente a la relación entre ]
tierra». No nos detendremos a investigar históricamente el origen 1
pecadores .__>!_ i :
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obvios y el reino: .."C_
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verdad, en .vet^
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os digo, los publícanos y las rameras llegarán antes que vosotfa


21
Siempre dentro de la suposición de que las bienaventuranzas reflejen,
no palabras del mismo Jesús, sino el recuerdo de aquellos a quienes él pri- J. Dupont cita, a este propósito, a J. Bonsirven: «En el siglo prirn e r
vilegió con su trato y enseñanzas, escribe acertadamente André Myre: «No este término despectivo se aplica a una parte de la población: son los igj.°>
hay narración alguna evangélica que muestre a Jesús en medio de 'pobres'. rantes en cuanto se oponen a los rabinos o a los discípulos de éstos, así C Q ^ "
Como se verá a continuación, el vocabulario utilizado para designar a quiénes la gente de una piedad inferior, de una moral fácil y negligente. Ese e j °
Jesús frecuentaba preferentemente es menos general que el que designa la sentido de la máxima de Hillel (hacia el año 20 a. C ) : el ignorante no t e ^
'pobreza'. En este sentido, el uso de la palabra 'pobres' es tal vez más propio el pecado y el 'am-ha'arez no es piadoso (basid)» (J. Bonsirven, Le /«^«¿'.j? 6
del vocabulario cristiano que del de Jesús. Se trataría de una manera clásica, Palestinien au Temps de Jésus-Christ, Bibl. de Théol. hist., París 1934 >
general, típica, de apuntar a quiénes Jesús favorecía con su trato. Hay, pues, p. 61). Y Dupont continúa: «Mientras no se pruebe lo contrario, los *arnt¡J K
'algo de Jesús' en ello, pero más en profundidad que en la superficie» (ibíd., hd'arez son considerados impuros; un judío piadoso evitará, pues, tener ve-
p. 78, n. d). Si suponemos, en cambio, como tal vez habría que hacerlo se- laciones con ellos. En tiempo de Jesús el 'pueblo-de-la-tierra' está constit u : ,e~
gún J. Jeremias, que las bienaventuranzas fueron efectivamente pronunciadas por los parias de una sociedad cuya jerarquía se establece esencialmente ^ °
por Jesús, valdría prácticamente lo mismo para lo que concierne al término según la fortuna o el poder político, sino según criterios religiosos. R e p r ^ ^ S
«pobres». Sólo que éste, en lugar de ser menos general, lo sería aún más: tada por los fariseos y los doctores de la ley, la élite religiosa se opone a ?~
comprendería no sólo a todos los pobres (los frecuentara o no Jesús), sino masa, que conoce mal la ley y hace poco caso de sus prescripciones, espe c ¡ *a
también a los marginados como pecadores por la ideología religiosa dominante mente de aquellas que conciernen la pureza ritual» (op. cit., pp. 43l-43>r
en Israel. Cf. sobre esto supra, párr. II del capítulo anterior. '•
174 El Jesús histórico de los sinópticos La cercanía del reino 175

al reino de Dios» (Mt 21,31). Si bien se mira, existe un estrecho parse de aquellos cuyas cosas van bien y se une a aquellos que lo
paralelismo entre esta declaración y la primera bienaventuranza han perdido todo (Le 15,4-7). Son los enfermos y no los sanos, los
(según Q) si pobres y publícanos y rameras constituyen en realidad pecadores y no los justos (Me 2,17) los que le necesitan. Por eso
un mismo grupo. irá hacia ellos, los curará, les dirá que Dios los ama hasta perdo-
En efecto, llegar (antes) al reino a es una declaración de felici- narlos y hasta querer ser su rey. Así, con su propia vida, Jesús
dad, una bienaventuranza que en estricta lógica podría verterse en encarna una línea de fuerza importante del Antiguo Testamento,
la expresión: «Felices los publícanos y las rameras...». Por otra da rostro a Dios, lo revela» 24.
parte, el llegar antes establece una relación especial entre este Todo esto es, por supuesto, exacto. Pero al hacer esta «suma»
grupo y el reino, una relación de pertenencia. Lo que nos llevaría de las preferencias de Jesús, ampliando así el concepto de pobres,
a terminar la bienaventuranza en forma estrictamente paralela: no se percibe el cambio político-religioso radical que se da cuando
«... porque de ellos es el reino de Dios», aunque sólo sea por prio- se trata específicamente de los pecadores.
ridad. En efecto, lo que importa sobremanera comprender aquí es que
Llegados, pues, a este punto, podemos abandonar las hipótesis Jesús no ha añadido, abrazándolo con idéntica compasión, el grupo
exegéticas que adelantamos. Ya no son necesarias. Poco importa, de los pecadores al de los pobres, enfermos, afligidos, hambrientos.
en realidad, que las bienaventuranzas hayan sido pronunciadas por Los mismos pobres son pecadores. En efecto, si se les considera
Jesús o que resuman su manera de actuar y relacionarse; poco según su situación material y su marginación en la sociedad de
importa igualmente que la palabra aramea que está detrás de Israel, son pobres; pero, si nos fijamos en la presunta razón de su
pobres sea o no el-pueblo-de-la-tierra. Porque en uno y otro caso, pobreza y marginación, son pecadores.
si concedemos que las bienaventuranzas resumen la predicación En otras palabras: declarándolos pecadores se da la razón ideo-
y actuación global de Jesús, estamos obligados a ampliar el con- lógica de su pobreza: ésta se encubre y justifica. Estamos aquí en
cepto de los económicamente pobres. Ciertamente no para incluir pleno conflicto político y la fuerza de uno de los grupos está en su
las virtudes, sino el «llanto» de los marginados como pecadores. interpretación de la ley, en su concepción religiosa.
André Myre señala la necesidad de ampliar el concepto de Baste un ejemplo del evangelio para mostrar cómo esta con-
pobre en la actuación de Jesús. Según él, Jesús «se aleja de los cepción desempeña su papel en el mecanismo ideológico de opresión
grandes centros donde vivían los letrados y la gente de buena en la sociedad de Israel 25 .
posición (porque éstos tienen menos necesidad de esperanza y se Se trata, según los sinópticos, de la conversación entre Jesús
las saben arreglar en la vida) y recorre los lugares donde se encuen- y el joven (Marcos y Mateo) o magistrado (Lucas) rico acerca de la
tra la gente pobre que carece de recursos contra los poderosos. salvación. Este pregunta qué debe hacer para poseer (o heredar)
Come con los publícanos —que son anatematizados y despreciados la vida eterna, es decir, para entrar en el reino (Me 10,17.23 y
(Me 2,15-17)—, anunciando que Dios los quiere más que a los
fariseos, que son ciertamente gente de bien y tienen menos nece- 24
Op. cit., p. 80.
sidad de ayuda (Le 18,9-14); se le tacha de glotón y borracho, 25
Hay que tener en cuenta que la relación entre pecado y pobreza era
de hombre de malas compañías (Mt 11,19). No duda en decir, para fruto más de observación directa (legalista) que de teorías teológicas. No obs-
escándalo de la gente de bien, que las prostitutas estarán entre los tante, no dejaban éstas de intervenir —y como ideología asimilada por los
mismos pobres— si hemos de dar crédito a pasajes como Jn 9,2. Puede, a
primeros en el reino de Dios (Mt 21,31). Tiene que elegir: no pu- primera vista, parecer anacrónico que se adecuara así pecado y desdicha, des-
diendo dirigirse a todo el mundo al mismo tiempo, renuncia a ocu- pués de la brillante refutación de esta teología en el libro de Job. Pero el
caso de Job nunca se vio como principio general, sino excepción. Siglos des-
pués del mensaje cristiano, los jesuítas discutieron con Voltaire sobre si el
23
J. Jeremías (cf. Teología..., op. cit., pp. 142-143) opina que se trata terremoto de Lisboa debía ser interpretado como un castigo divino por los
de un semitismo que indica exclusión del reino para quienes vendrían detrás, pecados que, se suponía, se habían cometido allí. El uso ideológico de esta
como acontece en la parábola de las vírgenes necias. Si esto fuera así, el ar- teología de la retribución de Dios dentro de la historia (social) ha sido y es
aún no sólo evidente, sino aterrador.
gumento que ofrecemos tendría aún más fuerza.
176 El Jesús histórico de los sinópticos ha cercanía del reino 177
par.) M. Jesús responde primero mencionando los mandamientos w Los discípulos de Jesús habían oído —o sentido— las bien-
y, ante la pretensión del joven de haberlos cumplido, añade que aún aventuranzas dirigidas a los pobres, a cuyo grupo pertenecían. Se-
le falta algo. No para ser «perfecto» o heroico en su virtud, sino guían, sin embargo, oprimidos por la ideología dominante que jus-
para «completar» o cumplir las condiciones requeridas. Y, al saber tificaba su expulsión del reino futuro, así como en el presente
por Jesús que debe donar sus bienes a los pobres y aceptar el dis- estaban expulsados de la sociedad de Israel.
cipulado, se aleja triste porque era «extremadamente rico». Dejamos Se ve así la importancia capital —no siempre percibida— de
para más adelante discutir el sentido de esta conversión que se incluir la categoría de pecador en la de los pobres a quienes perte-
exige incluso al que, al parecer, ha cumplido los mandamientos. nece el reino.
Lo que ahora nos interesa es el comentario de Jesús y, sobre El Dios que Jesús revela será, pues, no sólo un Dios compasivo
todo, el de los discípulos, elegidos ciertamente de entre los «pobres» y comprometido con los que sufren. No sólo abarcará más y más
y atacados muchas veces por los puristas como «pecadores». Jesús, grupos de afligidos en su reino escatológico, sino que es, por así
mirando a su alrededor, dice a los discípulos: «¡Qué difícil será decirlo, un Dios «obligado» por fidelidad a sí mismo a a luchar
que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios!» (Me contra la ideología que instrumentaliza la ley religiosa como arma
10,23 y par.) 28 . Lo que nos interesa en este momento es el asombro de opresión.
de los discípulos y su pregunta desconcertada y reveladora: «En- Así, Jesús revelará a Dios, política y religiosamente al mismo
tonces, ¿quién se podrá salvar?» (Me 10,26 y par.). Si al rico que tiempo, transformando la noción acostumbrada de la ley de Dios
dispone de todas las condiciones y facilidades para ser justo le es —y la correspondiente de pecado— para volverlas contra los opre-
tan difícil o aun humanamente imposible (Me 10,27 y par.) la en- sores de su pueblo. Una vez más, cuanto más política es la clave
trada al reino, ¿cómo le será posible al que su pobreza lo lleva de la lectura en lo que concierne a los sinópticos, la predicación
necesariamente a convertirse en pecador? de Jesús descubre más y más su profundo carácter religioso. A una
nueva «política» corresponde una nueva noción de Dios. A medida
26
El pasaje que estudiamos muestra que Jesús considera sinónimos vida que Jesús pone en práctica la estrategia del reino de Dios, apare-
eterna y reino de Dios (o de los cielos). Ambos son expresiones del bien es- cen nuevas facetas del rostro divino.
catológico. A propósito del segundo de los términos, ya señalamos dos cosas
que han de tenerse en cuenta: que el ser «de Dios» o «de los cielos» no
indica que se trate de una realidad extraterrestre, sino, como lo hace ver el
padrenuestro (versión de Mateo), de que «la voluntad de Dios se cumpla
en la tierra como se cumple en el cielo». La segunda, que ya en tiempos del
Nuevo Testamento se pierde el uso de la expresión reino de Dios (o de los
cielos), reemplazada por vida eterna, entre otras. Así, mientras Mateo tiene cla-
ra preferencia por el primero de los términos (36 contra 3), Juan manifiesta
la preferencia contraria (17 contra 2).
27
Es interesante que Lucas formula de la misma manera —¿qué he de
hacer para tener en herencia la vida eterna? (Le 10,25-28)— la pregunta so-
bre el mandamiento principal. Si se supone, como muchos exegetas lo hacen,
una dependencia de Lucas con respecto a Pablo, y se cae además en la cuenta
que el tercer evangelio está escrito varios años después de Romanos y Gálatas,
se vuelve aún más difícil admitir que el Jesús de Lucas ignore tan abierta-
mente el pretendido secreto paulino sobre la justificación por la sola fe sin
las obras (de la ley). Véase sobre esto la segunda parte de este trabajo.
28
Aun admitiendo la sinonimia entre «vida eterna» (en la pregunta del
joven) y «entrar en el reino» (en la respuesta de Jesús), la diferencia puede
haber sido intencional en cuanto la segunda expresión sustituye una visión 2
individual y legalista de la realidad escatológica por otra más «política» donde ' Compasión y fidelidad son sus características distintivas desde la reve-
las riquezas son examinadas desde el punto de vista de una tarea social que lación mosaica en la versión yahvista (Ex 34,6) hasta el prólogo de Juan, que
cumplir. las traduce por gracia y verdad (Jn 1,14).
12
CAPITULO IV

LAS EXIGENCIAS DEL REINO

I
CONVERSIÓN Y HERMENÉUTICA

Una de las preguntas planteadas en el capítulo anterior ha que-


dado sin responder: ¿qué significa el «cambio de mentalidad» o ac-
titud, es decir, la conversión, a la que Jesús invita con su predi-
cación: «convertios y creed en la buena noticia»?
No podíamos responder realmente a esa pregunta, como creen
poder hacerlo a menudo las cristologías, prescindiendo de la estra-
tegia liberadora de Jesús. Como si la conversión fuera algo unívoco
y general, exigida a todos por igual, independientemente de las
distintas y concretas necesidades políticas del reino de Dios.
En efecto, uno de los obstáculos más radicales para leer y com-
prender en forma lógica el mensaje de Jesús está en no reconocer
que el anuncio de la proximidad o inminencia del reino establece en
Israel tres grupos diferentes, entre los cuales se reparten, de manera
muy diversa pero muy coherente a la vez, las exigencias y recomen-
daciones del mensaje de Jesús.
Ante todo, el reino de Dios establece el grupo de los destina-
tarios «naturales» de la buena noticia, como acabamos de ver. Ade-
más, y de modo inexorable, opone a esos destinatarios el grupo de
los que, apresados en los mecanismos activos de la opresión, deben
recibir el reino con un «¡ay!» y actuar en consecuencia. Finalmente,
la estrategia liberadora y conflictiva de Jesús crea un tercer grupo,
el de los discípulos, es decir, el de aquellos a quienes reúne «para
estar con él y mandarlos a predicar» (Me 3,14) el mismo mensaje
que él anuncia sobre la venida del reino.
Claro está que la preocupación pos-eclesial, obvia sobre todo
en Mateo, lleva a los sinópticos a hacer de las recomendaciones
o exigencias, diferentes según estos tres grupos tan diversos, con-
sejos o condiciones dirigidas a la comunidad cristiana. Estas exigen-
180 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 181

cias resultan así una crux exegética a causa de la incoherencia que Ateniéndose siempre exclusivamente a los sinópticos, J. Jere-
proviene de mezclar las exigencias más heroicas con las aseveracio- mías reconoce treinta y ocho parábolas 1. Sin temor a equivocarnos,
nes de una compasión universal. y descartando en muchos casos las moralejas pos-eclesiales, podemos
Esta mezcla es particularmente visible en la estructuración que afirmar que al menos veintiuna, es decir, más de la mitad de ellas,
hace Mateo de los grandes «discursos» de Jesús, donde el hilo versan sobre las causas que llevan a los adversarios de Jesús a «es-
conductor son las llamadas «palabras-gancho». Allí, prescindiendo candalizarse» con su predicación acerca de la proximidad o llegada
del contexto, una palabra trae el recuerdo de otra ocasión en que del reino. En la misma medida, constituyen, como se verá, ataques
fue también introducida en una enseñanza de Jesús, a veces referida a la ideología religiosa opresora de la mayoría en la sociedad de
a un grupo diferente de personas. Lo mismo ocurre con la utili- Israel y, consiguientemente —no a pesar de ello—, una revelación
zación (ya mencionada) de parábolas, originadas en la polémica con y defensa del Dios que hace de los pobres y pecadores los destina-
los fariseos y escribas, para otro fin: la edificación de la comunidad tarios por excelencia de su reino.
cristiana primitiva, es decir, de la Iglesia. Por lo pronto, un primer grupo de parábolas —las que reco-
Lo visto hasta ahora debería permitirnos hacer de todo ese miendan velar ante la llegada imprevista de lo decisivo—, aunque
material sinóptico un mensaje más diversificado y lógico. También hayan sido adaptadas por la comunidad cristiana a la segunda venida
aquí, el volvernos sensibles al conflicto político latente ya, pero del Señor o, luego, simplemente a la muerte, fueron sin duda al-
desatado abiertamente por Jesús, para introducir el reino en la guna, en su tenor original, parábolas polémicas 2.
vida concreta de los pobres nos ayudará a reconocer las diferencias Con ellas destruye Jesús falsas seguridades. Quienes pertene-
y a ordenar así el todo. cen, si vale la palabra, al establishment religioso se sienten suficien-
temente seguros en él como para dar las espaldas al reino. Se en-
tiende que éste no ha de venir a trastocar los valores en torno a
I los cuales se ha edificado la existencia social con sus privilegios.
Jesús los desengaña.
Es lógico pensar que, si la buena noticia de la llegada del reino Lucas, el menos interesado de los sinópticos en las estructuras
no es evangelio para todos, el «convertios» de la predicación de sociales propiamente judías, coloca una de esas falsas seguridades
Jesús debe apuntar, por lo menos en primera instancia y con mayor en la riqueza acumulada; en este contexto hay que situar la parábola
radicalidad, a un grupo también determinado dentro de Israel. No del rico insensato (Le 12,16-21) 3 y la del administrador infiel
en vano aparece la conversión como condicionante para poder creer
en esa buena noticia. Sin duda porque la hace buena. ' Conservamos este número —que, por supuesto, depende de definicio-
Armoniza perfectamente con esto la advertencia hecha a los nes que nunca pueden aplicarse con exactitud— aunque consideramos que
discípulos de Juan, declarando felices a aquellos a quienes la proxi- lo que Jeremías llama la parábola del vestido nupcial no es otra cosa que el
midad del reino —patente en las obras de Jesús— no les sea final, en Mateo, de la parábola del banquete. Indicaremos por qué en el
curso del capítulo. En cambio tomamos como parábola lo que Jeremías llama
ocasión de «escándalo», es decir, de rechazo. «comparación» de la sal. El número de parábolas en los sinópticos no tiene
Una buena parte de las enseñanzas de Jesús está destinada pre- aquí, pues, otra función que marcar estadísticamente la importancia del ele-
cisamente a combatir las causas, pretendidas o reales, conscientes mento polémico en la enseñanza parabólica de Jesús, como ya dijimos (cf. nota
o inconscientes, de este rechazo del reino. A este conflicto se con- 16 de la introducción a esta primera parte).
2
C. H. Dodd (Las parábolas del reino) y J. Jeremías (Las parábolas de
sagra un buen número de las parábolas, tan típicas de la enseñanza Jesús) han contribuido de manera notable a la comprensión original de las
de Jesús. No es necesario insistir en que estas narraciones simbó- parábolas. En ellos, y particularmente en el último, basamos nuestras obser-
licas, sumamente originales, tienen mucha más posibilidad de haber vaciones en este capítulo. Desgraciadamente, el apoliticismo de este autor
sido transmitidas de manera correcta en las versiones evangélicas le impide sacar las consecuencias teológicas de la cuidadosa exégesis que rea-
liza.
(por lo menos en su esencia) que los dichos, consejos o discusiones 3
Aquí, como en la parábola del rico y de Lázaro, ha sustituido Lucas
de Jesús. —debido a la razón ya indicada— la venida del reino de Dios por la muerte
182 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 183

(Le 16,1-9). En ellas, la urgencia escatológica permite descubrir Si de las parábolas pasamos al mensaje explícito de Jesús y nos
el verdadero sentido de la riqueza, aun de la mal adquirida: com- preguntamos sobre la naturaleza de esta seguridad engañosa que
partirla y «hacerse amigos» entre los poseedores de las «moradas aparece en todas las parábolas de este grupo, encontramos ya en la
eternas», es decir, entre los destinatarios del reino. Ya sabemos predicación escatológica del Bautista la exhortación a no confiar
quiénes son 4 : los pobres, los que no pueden pagar sus deudas. en una obligación que Dios pudiera tener con respecto a «los hijos
Tanto Marcos como Q, más cercanos al Jesús histórico, mues- de Abrahán» (Mt 3,9) s . Pero Jesús va más allá si cabe. Los llama
tran un desplazamiento en la razón dada para «velar». De la in- «hijos del reino», en el sentido, sin duda, de que el reino parecía
tención socioeconómica de Lucas se pasa a otra, político-religiosa, estarles naturalmente destinado. Sin embargo, la misma seguridad
más en consonancia, si cabe, con la estrategia conflictiva que hemos con que han confundido el tiempo de la espera con el reino mismo
hallado en el anuncio de Jesús. será la causa de que despierten —tarde— a la realidad: verán
Así, el «dueño de casa» de la parábola del ladrón nocturno a los no hijos de Abrahán sentados (como el pobre Lázaro) a la
(Mt 24,43-44; Le 12,39-40) va a perder los bienes que en ella mesa con él: «Vendrán muchos de Oriente y Occidente a ponerse
guarda porque no hay previsión válida contra la venida inesperada a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos (o de
del Hijo del hombre con su reino. Que ese dueño de casa represen- Dios), mientras que los hijos del reino serán echados a las tinieblas
ta a las autoridades de Israel lo muestra claramente la parábola de fuera» (Mt 8,11; cf. Le 13,28-29).
que sigue inmediatamente: la del mayordomo (Mt 24,45-51; Le Pero con este primer grupo la polémica —ya evidente— no
12,41-46). Se trata de un siervo puesto al frente de toda la restante hace más que comenzar. Un segundo grupo de parábolas la llevará
servidumbre con órdenes de «darles la comida a su tiempo» hasta mucho más lejos poniendo —a la par de las bienaventuranzas— una
que llegue su señor. Sólo que éste tarda. El mayordomo, aprove- oposición entre el grupo que no velaba, por creerse asegurado por
chando esta tardanza, «se pone a golpear a sus compañeros», siendo —o contra— el reino, y el integrado por los que se tenían por
sorprendido por la llegada del amo, que lo envía al grupo (¡«de excluidos de él: los pobres y pecadores (que tal vez tampoco vela-
los hipócritas»!, según Mateo, o «de los infieles», según Lucas). ban, por eso mismo, pero sin volverse blanco de la polémica de
Entre las parábolas de este primer grupo, tenemos aquí tal vez la Jesús).
única alusión clara a la autoridad religiosa entendida como ins- Ya hemos tenido ocasión de ver cómo la parábola lucana del
trumento (hipocresía-ideología) de opresión. Sea de esto lo que rico y el pobre Lázaro era, casi término por término, la reproduc-
fuere, un contexto similar supone la parábola paralela del portero, ción en imágenes de la primera bienaventuranza y del primer ¡ay!
que procede de la fuente marcana (Me 13,33-37 y par.). Y ello con la acentuación propia del tercer evangelista, de la po-
Finalmente, también la excesiva tardanza del esposo confiere breza como situación social extrema, frente a la versión más «pru-
una falsa seguridad a las doncellas necias en la parábola (de Mateo) dente» de Mateo, que dirige las bienaventuranzas a los poseedores
sobre las diez vírgenes (Mt 25,1-13). Pero tampoco aquí se trata de determinadas virtudes que actúan como condicionantes de la
de una mera imprudencia cruelmente castigada. A su regreso, las felicidad que allí se promete con la llegada del reino.
doncellas llaman a la puerta, como quienes, por amistad o paren- La misma oposición redaccional entre Lucas y Mateo (en su
tesco, suponen tener derecho a participar en el banquete nupcial.
5
Pero también esta seguridad se revela vana, y el esposo las rechaza No parece que esta confianza pudieran tenerla quienes pertenecían al
con el inesperado «no os conozco». «pueblo-de-la-tierra». Tal vez en esto sea más exacto Juan cuando pone la
seguridad (de las autoridades) en que «nosotros somos discípulos de Moisés»
(Jn 9,28). El que la seguridad (falsa) tuviera, en efecto, estrecha relación con
individual. Si restituimos, pues, el probable tenor original, tendremos, aun la posesión de la facultad oficial de interpretar la ley de Moisés aparece en
con mayor lógica, que la llegada del reino trastorna todos los cálculos funda- el rasgo, ya señalado, de Mateo, quien, en la parábola, califica la expulsión
dos en la continuidad de la recompensa que brinda (antes del reino) la ri- inesperada con un irse «con los hipócritas» (Mt 24,51), característica que, en
queza (cf. Le 6,21 y 16,25). este evangelista, distingue a este grupo preciso, de la muchedumbre restante
4 de Israel, aun en el caso de que ésta pudiera alegar estar compuesta por
Por ello no vemos necesario el identificar, según la hipótesis de J. Je-
remías, esos «amigos» con los ángeles o intercesores. «hijos de Abrahán».
184 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 185

lectura de Q) a propósito de las bienaventuranzas la hallamos en la mente, aunque con claridad, en otros pasajes de su evangelio cuál
parábola del banquete (Mt 22,2-13; Le 14,16-24). Una vez más, debió ser su tenor primitivo. Y es así como vemos en él las situa-
la llegada del reino encuentra a sus invitados naturales, por así de- ciones a que aluden las bienaventuranzas convertidas en virtudes
cirlo, «sin hacer caso» (Mt 22,5). Entonces tiene lugar la segunda, que condicionan la felicidad declarada por Jesús y traída por el
decisiva y eficaz invitación: se trata de la gente que está a la vera reino.
de los caminos, de «los pobres, lisiados, ciegos y cojos» (Le 14,21). Esto mismo es lo que sucede al final de la parábola del banquete
Nada se exige de ellos: se los «obliga a entrar» (Le 14,23) aun y lo que lleva a J. Jeremías a hablar de una parábola diferente
sabiendo que entre ellos hay «buenos y malos» (Mt 22,10). Tenga- (que sería la del vestido de bodas). De todos modos, y aunque ello
mos en cuenta que una parábola no es una alegoría donde cada fuera así, el haber colocado esa nueva parábola a continuación de la
detalle posea su propio simbolismo. Por tanto, no debe pensarse del banquete probaría que Mateo tuvo miedo de la amoralidad de
que sólo el despecho divino sea el origen de las bienaventuranzas aquélla. Así, el rey que, según Mateo, ha hecho sentarse al banque-
—o de la invitación— a los pobres. Ello nos lo dirán de la manera te, sin selección alguna, a todos los desechos humanos pasaría re-
más clara y contundente las tres parábolas siguientes de este mismo vista a los convidados y expulsaría a uno de ellos por carecer del
grupo que examinaremos a continuación. vestido lujoso que correspondería a un banquete nupcial.
Precisamente, la necesidad lógica de sacrificar, en esta parábola, La incongruencia de esta actitud en la narración salta a la vista.
uno de los temas favoritos de Jesús —la preferencia original de No es posible exigir tales cosas de mendigos apostados a la vera
Dios por los que sufren— muestra con mayor claridad, si fuera de los caminos. Pero Mateo, aquí como en las bienaventuranzas,
posible, la intención polémica que prima en ella: el ataque a los que quiere que el simbolismo prevenga contra la falsa pretensión que
dejan pasar la oportunidad por creerse invitados de derecho al surgiría, según él, si a los convidados no se les exigieran las cuali-
banquete escatológico de Dios. Estos son los supuestos justos de dades morales correspondientes al reino. Se pierde otra vez así el
Israel. matiz «político» y, con él, la profunda revelación del corazón de
En cuanto a los que realmente participan en ese banquete, es Dios: su amor por los que sufren, por la sola razón de su situación
decir, los marginados de la sociedad, Jesús no los idealiza (como inhumana en la sociedad que los oprime y margina.
tendremos oportunidad de ver). Son buenos y malos. Si entran Como decíamos, las tres parábolas siguientes de este grupo, que
—sin condición moral alguna— como los pobres en la felicidad podríamos llamar las parábolas de la «alegría» de Dios —la palabra
del reino es por su situación inhumana que injuria a Dios: haberse aparece centralmente en las tres—, nos revelan la profunda inten-
quedado a «la vera de los caminos» en la sociedad religiosamente ción divina al instaurar su reino sobre la tierra. Las tres, por otra
instalada de Israel. parte, van juntas en la versión de Lucas, a quien debemos en exclu-
Este estrecho paralelismo con las bienaventuranzas —y aun con sividad dos de ellas, la de la dracma perdida y la del hijo pródigo.
los ayes, destinados aquí a los ricos, justos e instalados— nos hace A ellas se agrega la que Lucas tiene en común con Mateo, la de la
ver con una cierta extrañeza el final que Mateo añade a la parábola oveja perdida (Le 15,4-32; Mt 18,12-14) 7 .
que tanto él como Lucas encontraron en Q. Comencemos por las dos parábolas lucanas. Tenemos a una
En realidad, esa extrañeza proviene de que olvidamos que mujer que ha perdido una dracma (entre diez que poseía) y a un
Mateo ya había retrocedido ante la imprudencia6 de las bienaven- padre que ha perdido un hijo (mientras el otro le sigue fiel). Las
turanzas originales. Por más que haya dado a entender indirecta- dos parábolas muestran cómo la preocupación, el ansia, la actividad
se vuelcan hacia lo perdido para recobrarlo. Ahí está, por otra
6
Lo que algunos exegetas llaman la «prudencia pastoral» es una caracte- parte, el matiz polémico contra las autoridades religioso-políticas
rística redaccional de Mateo. Así, por ejemplo, en la cuarta bienaventuranza 7
(en el orden de Lucas y de Q), dirigida a los cristianos contra los cuales se Lucas introduce estas tres parábolas en su debido contexto polémico:
dirá «toda clase de mal», Mateo añade, para que nadie se llame a engaño y «Todos los publícanos y los pecadores se acercaban a él para oírlo, y los
para prevenir todo laxismo: «mintiendo». De lo contrario, para él, la bien- fariseos y los escribas murmuraban diciendo: 'Este acoge a los pecadores y
aventuranza queda sin efecto. come con ellos'» (Le 15,1-2).
186 El Jesús histórico de los sinópticos
Conversión y hermenéutica 187
de Israel que se valen del pretexto religioso de la «perdición» hu-
mana para desinteresarse de los pobres y pecadores, marginados Y llegamos al punto crítico del ataque. Este ha sido dirigido
hasta ahora contra las autoridades religiosas que, por no tener los
y olvidados en su desgracia.
mismos sentimientos que Dios, se oponen al reino. No lo esperan
Esto se hace todavía más evidente, si cabe, en la parábola del
porque, si llega, será para beneficiar a los justos redoblando su re-
hijo pródigo. El «ver de lejos» al hijo, el «correr» a su encuentro, compensa, y no ciertamente para hacer felices a pobres y pecadores.
el interrumpir sus expresiones de arrepentimiento para darle lo Jesús arguye que, al pensar así, desconocen al Dios cuya alegría
mejor de la casa y un banquete como nunca se le ha brindado al está en sanar a los pobres y pecadores de su situación de desgracia
hijo mayor, todo indica una preferencia casi, diríamos, escandalosa. y marginación y devolverles su humanidad.
Es obvio que el padre espera la vuelta del hijo, sin imponer con-
Hasta aquí se diría que, por fuerte que sea el ataque a esas
diciones. «Estaba perdido y ha sido hallado». ¿Cómo? ¿Con qué
autoridades, se admite, efectivamente, que los pobres son pecadores
disposiciones morales? No importa. El haber estado perdido es
y que tienen necesidad de médico como la tienen de perdón. A dife-
causa suficiente de la alegría paterna. rencia de los justos, se exigiría de los pecadores el primer paso de
El matiz polémico contra las autoridades de Israel aparece re- una conversión hacia el Dios que se apresura a declararlos felices
presentado particularmente en la pretensión del hijo mayor de —y no a los justos (y ricos)— con la llegada del reino.
mantener apartado de esa alegría al hijo pródigo con el pretexto En otras palabras: el ataque de Jesús es radical, pero se limita
de que «devoró su hacienda con prostitutas» (Le 15,30). Y, ante a mostrarnos dos grupos opuestos, señalando la preferencia ines-
esa razón, lo único que el padre arguye es: estaba perdido y ha perada de Dios por uno de ellos. Un grupo está constituido por los
sido hallado. pobres, los pecadores, los perdidos. El otro por los ricos, los justos
Si a estas dos parábolas unimos la de la oveja perdida, la des- y los que no tienen necesidad de conversión.
enfadada preferencia de Dios —bajo la figura del pastor— por todo La última parábola del grupo, la de los niños de la plaza —pro-
el que sufre adquiere una nueva característica. Sin que la oveja cedente de Q (Mt 11,16-19; Le 7,31-35)—, presenta a Yahvé que-
haga nada, el pastor parte en su busca. ¿Por qué? No es, sin duda, jándose de que sus representantes religiosos en Israel no han sinto-
la mejor oveja ni la más valiosa ni se dice que después de vagabun- nizado jamás con los sentimientos divinos expresados por los
dear haya emprendido el camino de regreso. Sufre y está perdida: profetas. De éstos, los dos últimos han sido el Bautista y Jesús;
eso es todo. Esto basta para que el pastor deje a las demás y, una uno heraldo de la tristeza que traerá consigo el juicio divino sobre
vez que la ha hallado, la cargue sobre sus espaldas para volver alegre quienes se sienten seguros; el otro, heraldo de la alegría que traerá
con ella. Como acontece con la dracma y con el hijo, aquí también consigo el reino para los pobres y pecadores 9 .
se trata de saber dónde está la «mayor alegría» para Dios. Pero Jesús no ha detectado ni desmontado todavía el mecanis-
Y la respuesta es clara: «Habrá más alegría en el cielo por un mo con que los primeros oprimen a los últimos. Y surge en nosotros
solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que
no tengan necesidad de conversión» (Le 15,7; Mt 18,13). Para
realizar esta mayor alegría divina viene el reino. Por eso Jesús no los fariseos que comía con los pecadores y los publícanos, decían a los dis-
cípulos: '¿Qué? ¿es que come y bebe con los publícanos y pecadores?'»
es enviado «sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt (Me 2,16 par.). Sólo Lucas, al citar la respuesta de Jesús, llevado tal vez de
15,24), y lo mismo sus discípulos y continuadores (Mt 10,6). La cierta lógica moralizante (o de la imagen del médico) especifica que esa lla-
tradición que procede de Marcos da su propia versión paralela de mada —que probablemente fuera a la alegría— es «a la conversión» (Le 5,32).
Mateo, en cambio, más inclinado que Lucas a este tipo de puntualizaciones
esta misión: «No necesitan médico los sanos, sino los que están prudentes, omite tal precisión que, por lo mismo, no debió existir. En lo
mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Me 2,17 que sigue se discutirá este punto.
y par.) 8 . ' Es aquí donde, a continuación de la parábola, Jesús es tenido por «co-
milón». Esta contraposición se extiende a los discípulos de Jesús, que, con-
trariamente a los de Juan y a los de los fariseos, no ayunan (cf. Me 2,18 par.).
8
De acuerdo con esta tradición, el contexto es el mismo que origina en La respuesta de Jesús alude a la alegría de su presencia, ligada a la proximi-
Lucas las tres parábolas de la alegría: «Al ver los escribas del partido de dad del reino.
188 El Jesús histórico de los sinópticos
Conversión y hermenéutica 189
una sospecha: ¿no habrá cierta ironía escondida cuando Jesús se
refiere a justos y pecadores? ¿Serán esos «justos» verdaderamente la predicación acusadora del Bautista. Los pecadores han creído en
él. En cuanto a los supuestos justos, Jesús les dice: «Vosotros,
justos y esos «pecadores» verdaderamente pecadores? ¿Quién tiene
ni viéndolo cambiasteis de parecer para creer en él» (Mt 21,32).
en Israel urgente necesidad de conversión?
Y es precisamente aquí donde, según Mateo, Jesús pronuncia
esa especie de bienaventuranza escandalosa dirigida a los más pers-
picuos pecadores: «En verdad os digo, los publícanos y las rameras
II
llegan antes que vosotros al reino de Dios» (Mt 21,31). Es que el
pecado, en su sentido más radical, decisivo e imperdonable, ha
Entramos así en el estudio del tercer grupo de parábolas (polé- cambiado de grupo: está ahora entre «los justos que no tienen
micas), caracterizado por la inversión del juicio de valor que se necesidad de penitencia».
hace de los dos campos en que se divide la sociedad de Israel: Mucho más clara aún en este sentido es la parábola lucana del
justos y pecadores. En otras palabras: de acuerdo con este grupo, fariseo y del publicano (Le 18,9-14). En el templo, el fariseo, de
los que piensan no tener necesidad de médico son los que más pie, da gracias a Dios por la justicia que lo separa de los pecadores
precisarían de él, y los que se consideran justos, los verdaderos y y, en particular —y para que no quepa duda— del publicano que
radicalmente pecadores. ora separado de él por una gran distancia, tanto física como moral.
Comienza así Jesús a desmontar desde la base el mecanismo Este último, perfectamente consciente de su marginación y sin
ideológico que, como vimos en el capítulo anterior, relaciona in- atreverse a alzar los ojos, se golpea el pecho pidiendo perdón a
trínsecamente los dos grupos: la mala interpretación del juicio de Dios por un pecado que no podía negar.
Dios, así como de la ley que funda ese juicio, oculta y justifica la Y la paradójica conclusión de la parábola es que el «justo»
opresión que uno de los grupos ejerce sobre el otro. volvió a su casa sin «justificación». El pecador, en cambio, si no
La oposición entre ambos grupos, aunque caracterizados esta volvió justo, volvió perdonado. Y, en realidad, ¿cómo haría Dios
vez por valores inversos de los que expresamente se apropian, se para perdonar a un justo?
ve ya en la parábola —exclusiva de Mateo— de los dos hijos (Mt Cabría detenerse un instante aquí para aquilatar, en la medida
21,28-32). Lo que caracteriza al primer hijo —que representa a de lo posible, el impacto conflictivo —y ciertamente subversivo—
los pecadores— es la abierta negación con que recibe la orden del de esta enseñanza de Jesús. No sólo toma partido, y de manera
padre (Dios), aunque luego, arrepintiéndose, la cumple. El otro decidida y pública, por los pobres y pecadores, sino que declara
grupo —el de los supuestos justos— se caracteriza, bajo la imagen que los defensores de la justicia son mucho más pecadores aún.
del segundo hijo, por la publicidad con que da cuenta de su volun- Pecadores imperdonables, puesto que la justicia que creen poseer
tad de obedecer, siendo así que, a fin de cuentas, no cumple la les cierra el camino de una posible conversión.
orden paterna. La audacia de esta inversión de valores dentro de la estructura
El carácter polémico de la parábola es, a primera vista, evi- socio-religiosa de Israel se ha perdido hoy, entre otras cosas, por-
dente: los supuestos justos son, en realidad, pecadores, mientras que se supone que en la Iglesia no puede repetirse lo que ocurrió
que los supuestos pecadores son, en rigor, relativamente justos: en la sinagoga. Se supone, además, asimismo erróneamente, que
han «cumplido la voluntad» del padre, esto es, de Dios. aquélla no juega ya papel alguno en la lucha de clases existente,
En realidad, esto sería forzar el sentido que Jesús quiere dar con su trascendencia y su misión reconciliadora. Y, sobre todo,
a la parábola, como consta del extraordinario comentario que le porque no percibimos lo que se desata cuando los marginados de
sigue. Según éste, todos son pecadores; pero mientras que unos, una sociedad, en nombre de leyes y virtudes, descubren que han
sabiéndose tales, son fácilmente perdonables, los otros, pretendién- sido engañados por quienes son, a los ojos de Dios, pecadores y
dose justos, son incapaces de conversión. Su pecado es, pues, no criminales imperdonables.
sólo mayor: es, de alguna manera, imperdonable. Jesús muestra En efecto, las otras tres parábolas de este grupo, a la vez que
esto al constatar cómo se han comportado uno y otro grupo ante insisten en el pecado mucho mayor de los que se consideran justos
190 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 191

y sin necesidad de conversión, descubren que ese pecado no es sólo Consiguientemente, aun el aparente sentido de justicia que se
un crimen «religioso»: consiste, concretamente, en crear una rela- pretende hacer valer detrás del resentiminto con que los obreros
ción opresora con los demás. de la primera hora preferirían ver a sus compañeros de la última
Ya hemos hablado en la introducción a esta primera parte faltos de lo necesario, desaparece en otra parábola, esta vez de
sobre la parábola de los trabajadores de la viña (Mt 20,1-16). Con- fuente marcana: la de los viñadores homicidas (Me 12,1-12 y par.).
forme a la restauración del sentido primitivo global de la pará- Una vez más estamos frente a autoridades intermedias: se trata
bola, el dueño de la viña quiere ser «bueno» o generoso, dando de arrendatarios. Aunque ya en la parábola anteriormente estu-
a todos sus obreros el mismo salario, aunque unos hayan trabajado diada se tratara de la viña (símbolo de Israel), en ésta es evidente
más que otros 10. El resentimiento con que los obreros de la primera la tirantez conflictiva entre el propietario y sus arrendatarios. Es,
hora reciben esta decisión provoca la reacción del propietario ante por lo tanto, imposible que los interlocutores de Jesús no recorda-
uno de ellos: «Amigo... n, ¿vas a mirar con malos ojos el que yo ran, al oírlo, la parábola de Isaías sobre la viña, que termina con
sea bueno?». las solemnes palabras: «Viña de Yahvé Sebaot es la casa de Israel»
He aquí por qué el anuncio del «año de gracia del Señor», (Is 5,7).
hecho por Jesús (cf. Le 4,19) —en un estrecho paralelismo con A diferencia de la de Isaías, la parábola de Jesús va dirigida
las bienaventuranzas—, tenía que resultar escandaloso y provocar no al pueblo, sino a las autoridades de Israel, a las que acusa de
el resentimiento de algunos. En efecto, significaba que «gratuita- haber rechazado a todos los servidores enviados para exigir el
mente», es decir, sin importar cómo la hubieran trabajado y admi- pago del arrendamiento 12, es decir, los frutos del especial cuidado
nistrado, la propiedad y la libertad se volvían a repartir por igual, de Yahvé por Israel. Cuando el propietario decide finalmente man-
cada cincuenta años, entre todos los israelitas. Así, todos recobra- dar, con el mismo objeto, a su propio hijo y heredero, la intención
rían sus básicas posibilidades humanas. general de los arrendatarios se expresa con toda claridad: «Vamos,
El escándalo procede de que los privilegios resultantes de la matémoslo y será nuestra la herencia» (Me 12,8 y par.).
división del trabajo son siempre atribuidos a la virtud, y se supo- Aunque falta aquí la oposición entre dos campos —patente en
nen, por tanto, fundados en la voluntad de Dios. La opresión se todas las otras parábolas de este grupo—, la polémica de Jesús
vuelve, de esta manera, sagrada, penetrando incluso en las mentes contra las autoridades religiosas de Israel adquiere una radicalidad
de los oprimidos. Pero el Dios de Jesús no siente así y se niega a mayor: desmontando el mecanismo de la opresión que ejercen, los
jugar ese papel. Los «malos ojos» o envidia con que se mira esta acusa nada menos que de querer apoderarse de Israel para su
distribución equitativa en el proyecto divino son considerados como propio provecho. Y los destinatarios de la parábola así lo entien-
culpa por el Dios de Jesús. En efecto, aquí aparece ya claramente den, por cierto: «Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus
el criterio con que Dios juzga lo que es pecado: no lo contrario parábolas, comprendieron que se estaba refiriendo a ellos. Y tra-
a la ley, sino lo contrario al hombre. taban de detenerlo, pero tuvieron miedo a la gente porque lo te-
nían por profeta» (Mt 21,45-46 y par.).
10
En cuanto a las consecuencias de no hacerlo así, merece consideración
Finalmente tenemos, en la misma línea, otra parábola en el
lo que advierte J. Jeremías: que un denario por día constituía una especie Evangelio de Mateo, la del deudor despiadado (Mt 18,23-34).
de salario mínimo —legal o vital— para este tipo de trabajadores, los más En ella, el siervo del rey, que debe a éste una suma tan impre-
pobres (J. Jeremías, Les Paraboles..., op. cit., p . 43). Por consiguiente, la sionante, es, sin duda, un soberano subalterno (algo así como los
presunta «justicia» que reclaman los obreros de la primera hora, es decir,
la división del salario por las horas trabajadas —y cualquiera que fuese la arrendatarios de la parábola anterior) al frente de una provincia
falta de los obreros de la última hora— implicaría dividir el grupo, y sus de cuyo tributo tal vez se ha apropiado B . Una vez más —el rasgo
respectivas familias, entre quienes tendrán y quienes carecerán de lo necesa-
12
rio para vivir. Los tres sinópticos difieren en el número y la suerte concreta de estos
11 servidores, en quienes la alegoría ve a los profetas veterotestamentarios.
Jeremías nota algo interesante a propósito de este epíteto: «En los tres
pasajes del Nuevo Testamento en que aparece, aquel a quien se dirige se Cf. ib'td., pp. 77ss.
13
ha hecho culpable de algo (Mt 20,13; 22,12; 26,50)». Ib'td., p . 141. Cf. ib'td., p . 200.
192 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 193

es ya característico de las parábolas de Jesús—, independiente- otro —y fatalmente y a la postre, el pobre— pasa a un lugar
mente de las disposiciones espirituales o morales de esa persona secundario con respecto a la riqueza divina que se cree poseer.
dotada de poder y autoridad, su deuda es perdonada. Lisa y llana- Y con tal criterio, ya no se entiende nada de la revelación, por más
mente porque no puede pagarla. Pero el siervo perdonado se vale cuidadosa y científica que sea la lectura de su palabra escrita.
de su derecho para oprimir a otro siervo que le debe la pequeña A combatir esta pre-comprensión, radicalmente deformante, se
suma de cien denarios, pero, para él, imposible de pagar. Y lo enderezan las tres primeras parábolas de este grupo: la de los ta-
envía a la cárcel. El rey restablece la situación: quien irá a la lentos, en Q (Mt 25,14-30; Le 19,12-27), la (parábola o compara-
cárcel será el primero, el siervo «malvado» y pecador. ción) de la sal, de origen marcano (Me 9,50; Mt 5,13; Le 14,34-35)
La autoridad delegada, en efecto, no está para aprovecharse y la lucana de la higuera (Le 13,6-9).
de la ley, sino para realizar los valores de la autoridad suprema, Las tres tienen un elemento común: el valor no está nunca en
Dios. Y el criterio de éste, su valor máximo, demostrado ante la la cosa en sí, en lo que puede ser objeto de posesión, sino en una
deuda enorme del primer siervo, es la preocupación y compasión funcionalidad, en un «fruto» que de ella se espera.
por el hombre y, muy en especial, por el que sufre. Esta polémica La parábola de los talentos, introduciendo el elemento imagi-
de Jesús contra la ideología opresora de las autoridades religiosas nativo de la moneda, subraya el peligro de tomarla como riqueza
de Israel, infieles a su responsabilidad, recuerda una acusación en si misma. Ese es, en el fondo, el error de quien recibió un ta-
expresa de Jesús a esos «ideólogos»: «Descuidáis lo más impor- lento y, preocupado por su valor intrínseco, lo escondió, prefirien-
tante de la ley: la justicia, la compasión y la fidelidad» (Mt 23,23). do no poner en peligro esa riqueza adquirida, aunque fuera provi-
Precisamente el cambio de las premisas (ontológicas) de valor, soriamente. El argumento contra él sale de su propia boca cuando
respecto a los dos campos en que se divide la sociedad del Israel intenta justificarse diciendo que el propietario «cosecha donde no
contemporáneo de Jesús, tiene, si es lógico, que implicar un cam- sembró», es decir, espera recibir algo que no dio como tal, sino
bio paralelo de las premisas (epistemológicas) a partir de las cuales escondido en el mecanismo que debía producirlo (en este caso, la
se interpreta la revelación divina M, es decir, la ley. moneda).
Esta última destrucción del aparato ideológico opresor aparece En la parábola de la sal se subraya la inutilidad de guardar y
en un cuarto y último grupo de parábolas polémicas, caracterizadas respetar (en lugar de rechazar y pisotear) algo que sólo es valioso
por un tema desarrollado también en discusiones explícitas, que cuando se pierde en su ser propio para transformar otra cosa, la
estudiaremos en el siguiente párrafo. Este tema capital del men- que verdaderamente importa, en este caso la comida. Además, esta
saje de Jesús versa sobre la clave (hermenéutica) para interpretar parábola o comparación está puesta por Mateo en un lugar muy
a Dios; clave que consiste, para Jesús, en entender al hombre y significativo de su evangelio: entre las bienaventuranzas del reino
ponerse al servicio de su plena humanización. y la revelación que habría hecho Jesús de la nueva ley («... pero
Desde este punto de vista, la conversión fundamental de aquel yo os digo...») en función de la nueva justicia («mayor que la de
a quien se reveló la palabra de Dios consiste en pasar de la noción escribas y fariseos»). Ese lugar específico da a la comparación la
de «privilegio» a la de «responsabilidad». Dejar de creerse «fin» función de clave hermenéutica que impida el error de interpretar
para sentirse «medio». Es, en efecto, una clave hermenéutica erró- la segunda ley y su justicia como se interpretó la primera 15.
nea considerar la revelación de Dios como una adquisición. In- La parábola de la higuera sin fruto subraya el plazo de conver-
conscientemente, esta clave va «endureciendo el corazón». Así, el sión, coincidente con el tiempo de la predicación de Jesús. Este
15
14
Ya indicamos que, según Juan, las autoridades judías oponían a Jesús Al hablar de primera y segunda ley, como de antiguo y nuevo Israel,
la seguridad de ser «discípulos de Moisés». Y añadían: «Nosotros sabemos somos conscientes de forzar —por razones de claridad— el pensamiento de
que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es» (Jn 9,29). los sinópticos, por lo menos el de Mateo. Para éste, no hay más que una ley,
Pero cabe preguntarles: ¿cómo sabían lo que pretenden saber? Y ¿estarán y Jesús, revelando su clave hermenéutica, la lleva a su plenitud. Lo mismo
aplicando a Jesús las mismas premisas que llevaron a sus antepasados a des- hay que afirmar de Israel, quien sigue siendo, en plenitud y universalidad, el
cubrir en Moisés una revelación divina? pueblo de Yahvé, gracias a Jesús.
13
194 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 195
plazo para dar fruto, otorgado por Jesús a quienes se han limitado presencia en las parábolas polémicas de Jesús: por un lado, los
a poseer lo dado por Dios, ha sido como arrancado a la voluntad judíos que representaban la autoridad de la ley (el sacerdote y el
de Dios, cansado de que se tergiverse su plan: poner lo dado a levita), y por otro, los pecadores marginados de Israel. Es sabido,
Israel (la ley y los profetas) al servicio de sus verdaderos desti- en efecto, que los samaritanos componían, desde la vuelta del exi-
natarios. lio, la parte más despreciada del pueblo-de-la-tierra, hasta el punto
Quiénes sean éstos aparece en la parábola de las ovejas y los de ser considerados prácticamente como paganos.
cabritos, es decir, en la imagen del juicio final (Mt 25,31-46). Son También se da aquí la inversión de valores, de acuerdo con el
obviamente los pobres, los que, comenzando por las carencias más corazón de Dios. Es precisamente el samaritano quien va a repre-
concretas y materiales, se vuelven así destinatarios —no recono- sentar, con sus actos, el partido de Dios, su voluntad, la acertada
cidos— de lo que debió ser Israel: talentos multiplicados, sal que interpretación de su ley, mientras que los representantes oficiales
sazona, higuera fructífera. de ésta la desconocen.
El que, contrariamente a todas las previsiones de quienes po- ¿Cómo pudo acertar así el samaritano? La respuesta, teológica-
seían la revelación divina, el juicio de Dios no se haga según la ley mente sutil, la tenemos en el contexto en que Lucas coloca la pará-
promulgada, estudiada y desarrollada durante siglos, sino de acuer- bola. Un legista se acerca para «tentar» a Jesús y le hace la misma
do con el socorro brindado a los «más pequeños» ló, no pretende pregunta que le hará el joven o magistrado rico: ¿qué he de hacer
—ni puede— significar la abolición de la ley y los profetas, es para tener en herencia la vida eterna? La pregunta respectiva de
decir, de la revelación divina (cf. Mt 5,17). Las necesidades huma- Jesús —«¿qué está escrito en la ley?»— suscita la respuesta, acep-
nas percibidas se convierten así en clave para interpretar lo que tada como correcta por Jesús, del doble mandamiento, tomado del
la revelación quiere decir al hombre ". Deuteronomio (6,5) y del Levítico (19,18): amar a Dios y al
Esta dislocación hermenéutica, que apunta a desmontar el apa- prójimo 18.
rato ideológico de la opresión en Israel, termina con la parábola El legista se ve así obligado a mostrar que su pregunta apun-
lucana del buen samaritano (Le 10,29-37). Vuelven a aparecer aquí taba a un problema más intrincado. Por eso, dando por sentado
—en su opuesta interpretación de la voluntad de Dios— los dos que no existen dificultades de interpretación sobre la primera parte
grupos siempre presentes, por implícita que pueda ser a veces esa del mandamiento, interroga a Jesús sobre la segunda: ¿quién es
mi prójimo?
16
La objeción más notoria contra la interpretación de la parábola como Jesús le responde con la narración parabólica. Y, al terminarla,
imagen de un juicio universal (no sólo en el espacio sino, sobre todo, en el
tiempo) viene del uso, por parte del juez, del término hermano, empleado, hace una pregunta mayéutica al legista. Pregunta extraña si se
en forma característica, para designar a los miembros de la comunidad cris- tiene en cuenta el problema que éste planteaba: «¿Quién de estos
tiana (aunque se pierde de vista que aquí se trata de «mis hermanos»), lo tres —el levita, el sacerdote o el samaritano— te parece que fue
que haría de la parábola un paralelo de Mt 10,4CM2, indicando que el juicio prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». A esta cues-
«a las naciones» (paganas) se hará según traten a los discípulos de Jesús.
Creemos que esto equivaldría a reducir, de manera indebida, la universalidad tión no cabía otra respuesta que la que se ve forzado a dar el
tan patente en todos los elementos simbólicos de la parábola. «El problema legista: «El que tuvo misericordia de él».
que subyace en la interpretación de nuestro texto es su novedad respecto al Consideramos extraña esta interrogación con que termina la
lenguaje tradicional. ¿Podemos suponer que sus palabras claves significan
lo mismo que en el viejo judaismo? ¿O se ha creado más bien un significado
parábola, en primer lugar, por no responder aparentemente a la
nuevo que responde a la totalidad del mensaje de Jesús y de la Iglesia? Todo pregunta que la generó: ¿quién es mi prójimo? O sea, a quién
nos permite suponer que Mt 25,31-46 está creando ese lenguaje, de tal forma debo amar. Parecería que Jesús escamotea esta cuestión, definiendo
que éthne son los hombres sin más, y adelphoí de Jesús, los más necesitados» al «prójimo» no como aquel a quien se debe amar, sino como aquel
(Xabier Pikaza, Mateo 25,31-46: cristología y liberación, en varios, Jesucristo
en la historia y en la fe [Ed. Sigúeme, Salamanca 1977] p. 227). que ama de verdad.
17 18
Incluso en criterio para reconocer que «a Moisés le habló Dios», pro- Ello prueba que, por lo menos para Lucas, el distribuir los bienes a
blema que daban por solucionado los que, según Juan, se decían discípulos los pobres es considerado por Jesús como la expresión, indispensable en un
de Moisés (cf. Jn 9,28-29). rico, del amor al prójimo.
196 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 197
En realidad, prójimo no equivale, en el original, al término con por Jesús. No es disculpa el que las parábolas, desviadas de su uso
que lo traducimos mentalmente en castellano: «los demás». Es polémico, sean hoy difíciles de interpretar como enseñanzas pro-
una deformación idiomática de próximo, que es el término con- piamente teológicas. Y añadiríamos: tanto más teológicas cuanto
creto usado por la ley. En efecto, la «proximidad» de familia, tribu más descubrimos el funcionamiento político de la teología que las
o nación limitaba y definía en la ley los deberes recíprocos del parábolas atacan. Pero por encima —o al lado— de éstas tenemos
amor (cf., entre innumerables prescripciones, las que atañen al las polémicas propiamente teológicas que ocupan un lugar central
préstamo hecho a connaturales o a extranjeros en Dt 23,20-21). en el más primitivo de los sinópticos: Marcos.
Era propio del legista saberse de memoria tales definiciones y No vamos a repetir aquí la exégesis detallada que hicimos de
distinciones hechas por la ley acerca de la «proximidad» y los estas polémicas en el tomo anterior I9. Nos limitaremos a seguir
deberes respectivos del amor. De ahí lo difícil de su pregunta. sus hitos más significativos. El lector tendrá la ocasión de apreciar
En este punto surge la verdadera extrañeza ante la respuesta el estricto paralelismo existente entre esas controversias y los gru-
parabólica de Jesús. Según éste, la «proximidad» no puede ser pos de parábolas que estudiamos en los párrafos anteriores. La
fijada de antemano. No es consecuencia de la ley, sino premisa. única diferencia, y lógica por cierto, consistirá en el género lite-
Siendo una relación recíproca entre personas o grupos, la proximi- rario: si las parábolas pueden expresar de manera más vivida su
dad se hace, precisamente, gracias al amor del hombre. Un corazón contenido, las controversias teológicas nos brindan datos raciona-
sensible a los demás, un corazón que ama, halla prójimos donde- les más detallados, sutiles y seguros sobre lo debatido.
quiera que se ofrece la oportunidad de acercarse con su amor a un Frente a la cuestión de saber qué es lícito hacer durante el
necesitado. Sólo quien parte de este ¿w-juicio por el hombre, aun- reposo sabático (cf. Me 2,23-3,5), Jesús niega la posibilidad de
que sea pagano —o ateo—, entiende la ley y la voluntad del Dios acudir primero «directamente», es decir, sin criterios previos, a la
de Jesús. lectura de la ley. El sábado no ha sido fijado, con sus prescripcio-
Este descalifica así la premisa (epistemológica) de acudir, con nes, por sí mismo, sino para que el hombre pueda «hacer el bien»
una disposición supuestamente neutral, a informarse sobre lo que al hombre. Por tanto, sólo quien lee la ley del reposo sabático rela-
Dios quiere, en lo que, de una u otra manera, se ha llegado a erigir tivizando sus prescripciones y entendiéndolas, o transformándolas
en ley, palabra o revelación divina. si cabe, en beneficio del necesitado entendió de verdad la ley.
Jesús aduce también no sólo que las tradiciones legalistas (hu-
manas) han ido sustituyendo a los auténticos mandamientos de
III Dios, sino que aun éstos, tomados «fuera» del hombre, no consti-
tuyen la voluntad de Dios generadora de valores morales (cf. Me
Tal es el radical «cambio de mentalidad» exigido por Jesús 7,1-23). Dios no llega al hombre con recetas morales preestable-
a uno de los grupos que su misma predicación pone en evidencia: cidas. Quiere que sea él, desde su interior, en libertad y asumiendo
el de quienes declaran oficialmente en Israel cuál es la voluntad el riesgo, quien fije su moral de acuerdo a sus intenciones. Y una
de Dios y, consiguientemente, qué pensar sobre el mismo mensaje vez más, sólo quien tiene intenciones basadas en el amor entiende
de Jesús. Esta conversión implica pasar de la seguridad —opre- correctamente el sentido útil de los mandamientos, relatívizándolos
sora— de la letra a la inseguridad —liberadora— del tener que en sintonía con las intenciones divinas y aun —como ocurre con
optar, aun frente a la palabra misma de Dios, por los pobres. Sólo el mandamiento sobre alimentos puros e impuros— suprimiendo el
la sintonía con éstos y sus intereses abrirá el corazón a la inter- precepto.
pretación correcta de Dios, de la ley y los profetas, hasta llegar Más radical es aún la polémica sobre cómo reconocer en la his-
a Jesús. toria la presencia reveladora de Dios, actuando en personajes como
Parece hasta cierto punto increíble que no se haya prestado Jesús. Este, según Lucas, está sanando a un mudo (Le 11,14-16).
mayor atención (en las elaboraciones crístológicas) a este desman-
telamiento sistemático de la ideología religiosa opresora, realizado Cf. tomo I, cap. II.
198 El Jesús histórico de los sinópticos Conversión y hermenéutica 199

¿Puede constituir esto una intervención de Dios? Los adversarios ideológico con que los mismos pobres hacían de la religión (po-
de Jesús no se convencen. Necesitan un criterio menos ambiguo, pular) que practicaban un instrumento de opresión en beneficio de
más seguro. Jesús puede estar obrando esa curación —liberar a un los poderosos de Israel.
poseso, de acuerdo con la mentalidad de la época— con el poder La posición de Jesús frente a los conflictos de intereses opues-
del príncipe de los demonios, y no de Dios. Es mejor exigirle una tos, existentes en la sociedad de su tiempo y de su patria, no es,
señal directa, inequívoca, del cielo. Piensan que así se acreditaron ni mucho menos, la de quien se coloca por encima de ellos o los
en el pasado los hombres que fueron reconocidos en la ley y los trasciende. La reconciliación (escatológica) que procura su mensaje
profetas como enviados por Dios. pasará por la acentuación desenmascaradora del conflicto y de sus
En cuanto a señales directas del cielo —aun en el caso de que mecanismos ocultos, a fin de convertir sus víctimas en sujetos
fueran posibles—, Jesús se niega a proporcionarlas (Me 8,11-13). conscientes y activos en la lucha20.
El cielo está mudo para quien no posee ya un criterio para reco- Y lo logró con las limitaciones de toda empresa humana —per-
nocer su voz en los acontecimientos humanos que afecten al hom- fectus homo— como lo acredita su muerte por motivos políticos.
bre. En otras palabras: sólo pueden reconocer la presencia del cie- Estos no enturbian su mensaje religioso, su revelación radical sobre
lo en la tierra —es decir, algo histórico como revelación de Dios— el corazón de Dios. Lejos de ello, nos proveen de la clave para
quienes ya tienen un pre-juicio sobre lo que constituye el bien del comprender su revolucionario mensaje sobre ese Dios y del criterio
hombre (cf. Mt 12,38-42; Le 11,29-32). para medir de manera realista el carácter decisivo de esa reve-
En cuanto a la posibilidad de que él esté curando con el poder lación.
del príncipe de los demonios, Jesús responde, siempre en la misma
línea de argumentación, de una manera escandalosa: poco importa,
a fin de cuentas, distinguir a Dios de Satanás en casos como éste.
Si Satanás se pone a curar, a devolver al hombre los despojos de
su humanidad perdida (cf. Le 11,22), obra contra sus propios inte-
reses y favorece los de Dios. Donde un hombre es liberado de un
obstáculo cualquiera que le impide alcanzar su plena humanidad,
Dios siempre gana (Me 3,22-27). De ahí que el hombre, antes de
dirigirse a Dios en busca de criterio seguro sobre la presencia divi-
na en la historia, deba desarrollar su propia sensibilidad y juicio
con respecto al hombre y sus necesidades (cf. Mt 16,1-4; Le 12,
54-57).
Precisamente el intento de escapar de este obligado círculo her-
menéutico que hace del hermano criterio para reconocer y enten-
der a Dios (hablando del hermano) es calificado por Jesús como
el «pecado (o blasfemia) imperdonable» (Me 3,28-30). No se trata,
por cierto, de que Dios no pueda perdonarlo si el hombre se arre-
piente; pero, a diferencia de tantos otros pecados sobre los que
Dios, compasivo, extenderá su perdón, hacer a Dios cómplice y
razón de la opresión del hombre exige perentoriamente la con-
versión.
Como puede verse, las parábolas polémicas por un lado y las 20
Cf. nuestro artículo, Conversión y reconciliación en la teología de la li-
controversias teológicas por otro convergen, abarcando la estrategia beración: «Perspectiva Teológica» 7 (1975) 164-178. Versión española sin-
global de Jesús en favor de los pobres: desmontar el mecanismo tetizada en «Selecciones de Teología» 15 (1976) 263-275.
CAPITULO V

LAS EXIGENCIAS DEL REINO

II
PROFETISMO Y CONCIENCIACIÓN

Las exigencias de conversión que muestra la predicación de


Jesús para con el grupo de los que, en Israel, se oponen al reino
tienen, como hemos visto, una lógica estricta y terminan por defi-
nir ese mismo reino. Por contraposición, si se quiere.
En cambio, cuando tratamos de estudiar la predicación de Jesús
a los pobres y pecadores por una parte y a sus propios discípulos
por otra, los contornos se desdibujan y nos encontramos con anun-
cios, recomendaciones y preceptos difíciles de compaginar.
En otras palabras: así como es fácil percibir lo que Jesús ataca,
es difícil captar lo que quiere construir con sus colaboradores en
beneficio de sus destinatarios. Tal vez la pluralidad y vaguedad
de lo que se esconde bajo el título de «reino de Dios» y la elabo-
ración de este concepto en diferentes «cristologías», aun dentro
del mismo testimonio sinóptico, sea la causa de esas antinomias.
Valga un ejemplo. Según Mateo, Jesús habría dicho: «Venid
a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad sobre vosotros mi yugo... porque mi yugo es suave y mi
carga ligera» (Mt 11,28-30). A primera vista, los fatigados y ago-
biados en Israel son (como en la parábola del banquete) los pobres
y pecadores, víctimas de una interpretación rigurosamente inhuma-
na de la ley, hecha por aquellos que «atan cargas pesadas y las
echan a las espaldas de la gente, pero ellos, ni con el dedo quieren
moverlas» (Mt 23,4).
Pero, como reconocen todos los exegetas, «tomar el yugo» es
una expresión figurada de uso común en Israel para indicar el dis-
cipulado. Jesús invitaría así a los pobres y pecadores, para quienes
—sin distinción ni condicionantes— viene el reino, a hacerse dis-
cípulos suyos, prometiéndoles, si lo hacen, una carga ligera en
202 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 203

comparación con la pesada que cargan sobre sus hombros cansados misión. Y si se tiene en cuenta que esta misión es la realidad que
y agobiados los fariseos y doctores de la ley. los evangelistas están viviendo en el momento de redactar los evan-
Ahora bien, a los discípulos por lo menos están, sin duda algu- gelios en el interior de comunidades o «Iglesias» cristianas, ello
na, destinadas las prescripciones de la «ley de Jesús», que se supo- no podrá sorprender.
ne fuente de una «justicia mayor que la de los escribas y fariseos» Podríamos aventurar desde ahora una hipótesis general: defini-
y, por otra parte, condicionante de la posibilidad misma de «entrar do el grupo de los adversarios de Jesús y lo que éste exige de ellos
en el reino». Este es el pensamiento de Mateo tal como aparece como conversión, quedan los otros dos grupos que, de alguna ma-
en el sermón de la montaña (Mt 5,20). nera, están unidos, si se quiere negativamente, por la defensa que
El lector recordará que, para describir esa justicia «mayor», de ambos hace Jesús y por sus declaraciones sobre la felicidad de
Mateo presenta a Jesús usando seis veces la expresión «se os dijo que gozan en el reino tanto los pobres y pecadores como los dis-
[en la ley]; pero yo os digo» (Mt 5,21.27.31-33.38.43). Pues cípulos de Jesús. Podríamos decir que en la definición de estos
bien, cada uno de estos «pero yo os digo» viene a hacer aún más dos grupos y de sus relaciones recíprocas comienzan a surgir, aun
exigente la moral de la ley. Así, hasta el adulterio de deseo es a nivel sinóptico, tres cristologías diferentes, con sus respectivas
asimilado al adulterio real, de la misma manera que el insulto se eclesiologías.
asimila al homicidio...
En otras palabras: la ley de Jesús sería mucho más exigente, I
es decir, una carga «más pesada» aún que la ley enseñada e inter-
pretada por los escribas. ¡Mal podría, entonces, invitar Jesús a los Afirma la exégesis actual que, si bien la actividad redaccional
cansados y agobiados por este último peso a recibir uno todavía de Marcos no debe tenerse por nula —y sería un error minimizar-
mayor sobre sus hombros! la—, sin embargo, es menor que la desplegada por los otros dos
No es casualidad que hayamos encontrado este evidente ejemplo sinópticos, Mateo y Lucas. Obviamente, ello quiere decir que la
de antinomia en el Evangelio de Mateo. cristología de Marcos es más sobria, en su distanciamiento del
Hasta este momento estábamos buscando en los tres sinóp- Jesús histórico, que la de los otros dos.
ticos la base más fidedigna para comprender cómo fue y actuó histó- No debe extrañarnos, pues, encontrar en él la continuación más
ricamente Jesús de Nazaret. Y, a pesar de significativas diferencias coherente de la predicación del reino de Dios, interpretado según
en la redacción de pasajes clave —como el de tes bienaventuran- la clave política ya conocida por el lector. Es ella la que, según
zas—, hemos mostrado que, de una manera u otra, los tres sinóp- hemos visto hasta aquí, mejor da cuenta del núcleo central de la
ticos dan testimonio inequívoco de un conflicto político-religioso predicación de Jesús. Y de su predicación religiosa, por cierto. Sólo
que opone a Jesús, defendiendo a los pobres y pecadores, a las en tal marco pueden comprenderse de forma cabal la mayoría de
autoridades ideológicas y materiales de Israel. Hemos visto tam- sus parábolas y controversias.
bién cómo los tres sinópticos coinciden en mostrar con claridad la ¿Cuál es, pues, esa continuación lógica? Declaremos desde aho-
teología que Jesús opone a la de esas autoridades para destruir el ra nuestra hipótesis de trabajo en lo que concierne al grupo de los
arma ideológica de opresión que poseen. La coherencia lógica de oprimidos y al de los seguidores y colaboradores de Jesús.
todo lo visto —más el dato significativo de que esta redacción fue A los primeros, como hemos visto, Jesús no les exige nada.
hecha para comunidades que, con la posible excepción del caso de El reino es suyo, ya que sufren a causa de las estructuras actuales
Mateo, ya no vivían el mismo conflicto— es la mejor garantía de del mundo. Ello no significa que Jesús no tenga nada que decirles
su fiabilidad histórica. como exhortación, o nada que hacer por ellos como anuncio de lo
No obstante, a partir de ese núcleo relativamente seguro y, que hará el reino en su favor. Pero todo lo que Jesús hace por los
a grandes rasgos, común, no podemos olvidar que los tres sinóp- pobres y pecadores se distingue claramente de la conversión radical
ticos constituyen otras tantas cristologías. Cada uno de ellos inter- que, como vimos en el capítulo anterior, es para el primer grupo
preta diferentemente a Jesús y otorga caracteres distintos a su —de los opresores— una condición para formar parte del reino.
204 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 205

De los segundos, de sus seguidores, exigirá Jesús —como con- Precisamente, el hecho de entender esta oposición solamente
dición para ese seguimiento, no para tener parte en el reino, ya como «religosa» y no someterla —a fin de descrifrarla— a la clave
que han asumido, en principio hasta sus últimas consecuencias, el política es el origen del malentendido que oculta la finalidad de
partido de los pobres— las cualidades que la misión misma de Jesús cuando habla en parábolas.
Jesús implica. Cualidades proféticas, con toda la clarividencia, Los tres sinópticos, en términos semejantes, pero no idénticos,
heroísmo y entrega que el profetismo implica, y que implicó de insertan un pasaje sobre esta finalidad, entre la parábola del sem-
modo particular en Jesús, a causa del conflicto que esa misión brador y su explicación (brindada sólo a los discípulos): «Cuando
genera con intereses no por disfrazados menos urgentes. quedó a solas, los que lo seguían le preguntaron sobre las pará-
bolas. El les dijo: 'A vosotros se os ha dado el misterio del reino
Comencemos con lo que, según Marcos, exige Jesús de sus
de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en pará-
propios discípulos. Ocasionalmente veremos que, pese a cristolo-
bolas, para que, por mucho que miren no vean, por mucho que
gías diferentes, también los otros dos sinópticos tienen que situar-
oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone»
se en la línea de Marcos.
(Me 4,10-12 y par.) l .
Hemos visto la importancia particular que este evangelista da
a las controversias teológicas que, junto con las parábolas, consti- No es la extraordinaria dureza de estas palabras 2 lo que ha
tuyen la oposición activa de Jesús al aparato ideológico y religioso, generado la dificultad exegética, sino la intención que se atribuye
causante de la opresión dentro de Israel. a Jesús de oscurecer, mediante el uso de las parábolas, el contenido
de su mensaje. El género literario de éstas hace poco verosímil
Es típico de Marcos señalar que Jesús exige con insistencia
que pretendieran «oscurecer». Es que, una vez más, se pierde
de sus discípulos la comprensión de esos mecanismos, sin la cual
de vista la clave política.
su función no tendría eficacia real alguna.
En medio de una polémica sobre la interpretación de la ley Con razón nota J. Jeremías acerca de las parábolas: «Introdu-
(moral), los discípulos no entienden el argumento de Jesús. Este, cen a los oyentes en un mundo que les es familiar; todo en ellas
aunque acostumbrado a la poca capacidad intelectual que los dis- es tan claro y simple que hasta un niño puede comprenderlo; todo
cípulos muestran con frecuencia frente a sus enseñanzas, parece no es tan evidente que, al oírlas, uno no puede menos de responder:
aceptar en este caso circunstancia atenuante alguna: «¿también ¡claro que sí, así es!» 3 . Prescindiendo de que pueda haber en tal
vosotros estáis sin inteligencia?, ¿no comprendéis que...» (Me 7, afirmación una pequeña dosis de exageración, cabe preguntarse:
18). Marcos añade que el argumento de Jesús consistía en «una ¿cómo, entonces, estarían destinadas a que los oyentes de «fuera»,
parábola» (Me 7,17). La esencia de las parábolas (en su mayoría es decir, los adversarios, «viendo no oyeran y oyendo no enten-
polémicas), cuando se las ve como un conjunto y se renuncia a dieran»?
entenderlas como enseñanzas moralizantes disgregadas, consiste en Precisamente en este punto es menester volver a la clave polí-
oponer una concepción liberadora de la revelación divina (con sus tica. Jesús no está dando una clase de religión. Está acentuando
criterios ontológicos y epistemológicos) a otra, fuente de opresión. y desenmascarando un conflicto que se disfraza con lo religioso.
La preocupación de Jesús no es, por tanto, que sus discípulos 1
no entiendan una parábola, sino que no entiendan la teología glo- La dificultad permanece en Mateo, a pesar de la modificación que in-
troduce en la profecía citada aquí por jesús (Is 6,9-10), gracias a la cual la
bal (anti-ideológica) que subyace en todas. Por eso reacciona ante intención de cerrar los ojos «para no ver», etc., se atribuye al pueblo y no
su pregunta: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, com- a Dios. No obstante, también en esa versión, y como castigo, Dios se resiste
prenderéis todas las parábolas?» (Me 4,13). Como si el entender a convertirlos. Lucas suprime en la profecía la parte que se relaciona con la
unas pocas no mereciera una calificación positiva, aunque limitada. conversión —la más amplia— dejando en ella sólo la intención de volver
ciegos a los que escuchan las parábolas.
Es que únicamente si se comprenden todas las parábolas se 2
Uno se pregunta si quienes insisten en que Jesús trasciende todos los
entenderá también la oposición entre la concepción de la revelación conflictos y alternativas y enseña a resolverlos mediante el perdón y la recon-
divina, propia de Jesús, y la de los fariseos y autoridades político- ciliación, habrán leído el evangelio.
3
religiosas de Israel. J. Jeremías, Les Paraboles..., op. cít., p. 16.
206 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 207

Y justamente por ser claras, las parábolas, en su totalidad orgá- cípulos de Jesús aprenderán a desmantelar el mecanismo religioso
nica, constituyen un tremendo, público y justificado insulto, mil opresor.
veces más fuerte que los calificativos que podrían surgir de una No inventamos nada. Los «secretos del reino» (que deben ser
polémica teológica. comprendidos) son necesarios para guardarse de una mentalidad
Si se leen las parábolas con la intención polémica que recons- opuesta y errónea. El carácter al mismo tiempo imperceptible y
truye Jeremías, se verá que los adversarios de Jesús, pintados sin eficaz de ésta aparece claramente en la imagen de la «levadura»,
piedad en ellas, reúnen todas las ruindades y todas las deformacio- considerada esta vez en sentido peyorativo. Hasta el punto de que,
nes que pueden atravesar por una mente humana, consciente o otra vez en clave política, «levadura» aparezca como la metáfora
inconscientemente interesada en dominar y explotar a otros hom- más natural para el concepto moderno de ideología opresora y
bres. distorsionante.
Hay parábolas que han quedado señaladas en la memoria con Así, los discípulos de Jesús no podrán guardarse de manera
una cualidad negativa que se refleja en el mismo título con el que espontánea de la levadura de los fariseoss, es decir, de su menta-
se las recuerda. Por ejemplo, la del rico «insensato», la de las vír- lidad, que invade la cultura toda. «El les hizo esta advertencia:
1
genes «necias» o la de los viñadores «homicidas». Si se hace la Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos...'. Ellos
prueba de atribuir todos los adjetivos contenidos en lo central de hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta Jesús, les
cada parábola a los adversarios de Jesús, se comprenderá cómo y dice: '... ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la
por qué las parábolas estaban destinadas a no ser oídas ni enten- mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no
didas por quienes se sentían de tal manera atacados por ellas ante oís?'» (Me 8,15-18).
el pueblo, su víctima. A pesar de la semejanza entre el hecho que aquí señala Jesús
En otras palabras: las parábolas, por su misma claridad, pro- y la intención que atribuye a su lenguaje parabólico, hay una dife-
nunciadas ante las multitudes, no estaban destinadas, como luego rencia fundamental: los discípulos no necesitan «conversión», sino
veremos, a convencer y a convertir a los adversarios del reino. «abrir los ojos», es decir, desembotar la mente para poder resistir
Sirven, sí, para señalar el abismo que separa dos mundos de valo- los embates de una mentalidad dotada de un presunto apoyo divino
res diferentes y opuestos, estructurados por premisas ontológicas y aun digerida por sus propias víctimas. Para que sean capaces de
y epistemológicas igualmente opuestas e irreconciliables. Nos sen- esa esencial penetración en los secretos del reino, Jesús distribuye
sibilizan precisamente porque acentúan y desenmascaran ese con- su enseñanza parabólica en dos partes: la primera, mediante las
flicto sin el cual el reino y su programa no causarían impacto ni parábolas propiamente dichas, las que, entendidas en su orientación
tendrían poder 4. El discipulado de Jesús no se concibe sin la com- polémica, debían desvelar y acentuar el conflicto; la segunda con-
prensión global de ese conflicto básico. Hay que conocer los «mis- siste en la explicación e interpretación de todo lo dicho parabólica-
terios del reino», y no es el origen popular ni la sencillez del cora- mente, hecha en privado a sus discípulos (cf. Me 4,33-34).
zón, ni la condición de pobreza lo que puede suplir esa compren-
sión liberadora y el deber de adquirirla. No es en el pueblo, vícti- 5
Y «de Herodes», añade el texto de Marcos, aunque ciertos manuscritos
ma de la ideología religiosa de quienes lo oprimen, donde los dis- omiten esto último o leen «de los herodianos». Esta adición situaría el con-
texto en Galilea, mientras que Mateo, al mencionar la advertencia a la leva-
* Los cambios de estructuras políticas no se realizan como las transfor- dura de «los fariseos y ¡adúceos» (Mt 16,6) supondría más bien un contexto
maciones individuales. La estructura anterior tiene que. mostrar su inhuma- jerosolimitano o una corrección destinada a reunir las mentalidades radical-
nidad, y mostrarla in actu, para que surja el poder de sustituirla por otra. mente opuestas a Jesús. Sabemos muy poco sobre la mentalidad de Herodes
Esto lo sabe el político, no así el moralista, preocupado por las responsabi- o de los herodianos (excepto el complot de los fariseos con estos últimos, lo
lidades individuales. Cuando Yahvé dirigía los destinos de Israel no procedía que no es propio de la imagen de la levadura). Por cierto, la predicación del
de otra manera. Cuando quiere reemplazar la monarquía de Saúl por la de reino de Dios, con sus valores revolucionarios, no era como para satisfacer
David, se nos dice que «el espíritu de Yahvé se había apartado de Saúl y las expectativas de los herodianos. Jesús, de todos modos, revela los «secre-
un espíritu malo que venía de Yahvé lo perturbaba» (1 Sm 16,14; cf. vv. 15- tos del reino» en oposición directa a la mentalidad de los fariseos, y es eso
16.23). El eufemismo es tan evidente como la intención «política» de Yahvé. lo que nos interesa aquí.
208 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 209
Claro está que al asociar así a sus discípulos a la tarea religioso-
plantea al grupo de sus discípulos, a sus colaboradores en el anun-
política de desmantelar los mecanismos de la opresión ideológica, cio del reino. Son las que surgen lógicamente del contenido con-
Jesús los incorpora a una tarea eminentemente peligrosa como es flictivo de este anuncio y no tienen otro límite que el de una total
la suya propia. asimilación a Jesús.
Cuando los hijos del Zebedeo piden a Jesús los dos lugares de
más poder en su reino, les responde: «¿Podéis beber el cáliz que
yo voy a beber?» (Me 10,38); como quien pregunta: ¿podéis pade- II
cer lo que yo voy a padecer? Y luego llama a los Doce y les enseña
que quien quiera ser el primero debe ponerse al servicio de los ¿Cuáles serían entonces las exigencias de Jesús para con el
demás. Y les da como ejemplo el suyo propio: «Tampoco el Hijo tercer grupo definido por su mensaje, el de los pobres y pecadores?
del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida La lógica de lo visto hasta aquí y la clave «política» que nos
como rescate (precio de liberación) por muchos» (Me 10,45). ha servido de hilo conductor nos llevan a una respuesta que podría
La última parte del versículo, que sobrepasa la oposición servir- parecer extraña, habida cuenta de la costumbre: ninguna.
ser servido, puede ser una añadidura pos-pascual relacionada con Si los pobres estuvieran todavía sujetos a condiciones (morales
la línea mesiánica del Siervo de Yahvé. Pero también, en el con- o religiosas) para gozar del reino de Dios que llega, caerían las
texto que sigue a los tres anuncios de la pasión (ya estudiados), bienaventuranzas originales y la revelación sobre Dios que ellas
puede responder a una previsión del desenlace lógico del conflicto contienen. No se podría decir que «de ellos es» el reino. Y que es
producido por la predicación de Jesús. De todos modos, y aun de ellos precisamente porque su situación infrahumana los hace
prescindiendo de ese desenlace, Jesús prevé para sus discípulos sufrir. El Dios de Jesús es un buen «político». No juzga al hombre
el mismo destino doloroso que él sufrirá: beber el mismo cáliz, mientras el hombre no es verdaderamente hombre. Y para ello
lo que significa más que un mero servir. viene, con su reino, a reestructurar una sociedad que empobrece,
Ya hemos visto cómo Q, en la cuarta bienaventuranza —diri- oprime y margina a la mayoría de los hombres, convirtiéndolos en
gida, tanto según Mateo como según Lucas, a la comunidad cris- infrahombres. Viene para vencer como «poder» que es —al «fuer-
tiana—, funda esta semejanza en cuanto al «cáliz» en el destino te» que tiene en su poder al hombre, a fin de devolverle a éste
reservado a los projetas, que es el que Jesús prevé para sus dis- su humanidad (cf. Me 3,27 y par., espec. Le 11,22: «reparte sus
cípulos. En Marcos, seguido por Lucas, hallamos una versión muy despojos»).
cercana cuando, en el discurso escatológico, predice Jesús: «Seréis Antes que nada, pues, los pobres son objeto del reino. Sólo
odiados de todos por causa de mi nombre» (Me 13,13; Le 21,17) 6 . éste puede convertirlos en sujetos cabales. Hay aquí un mentís muy
Queda así dibujado lo esencial de las exigencias7 que Jesús claro dado al malentendido (ideológico) que supone que, por ser
religioso, el mensaje de Jesús debe dar prioridad a la conversión
6
Difícil resulta imaginarse, sin clave política, de dónde podría provenir individual del corazón sobre el cambio de estructuras. Y, consi-
ese odio a «lo cristiano». Por cierto, numéricamente hablando, Jesús no fue guientemente, otra clara indicación de la clave política que es me-
odiado por todos, pero si por los representantes de esa totalidad —las auto-
ridades— que, con los medios de que disponían, podían hacer pesar sobre nester usar para comprender el mensaje religioso de Jesús. Esto
todo aquel que defendía con los mismos argumentos a los pobres y pecadores, es, su revelación de Dios.
e! peso de la reprobación —aparente por lo menos— de la sociedad entera. Pero veamos esto más de cerca. Dos son las actividades que,
7
Las otras no serían más que consecuencias, ya sea generales, como el de acuerdo con Marcos (y con los otros evangelistas), despliega
cargar con la cruz (cf. Mt 10,38; 16,24 par.), ya particulares, como las con-
diciones concretas para seguir a Jesús (cf. Le 9,57-62). En una ocasión, Je- Jesús con respecto al grupo de los pobres, preparando la llegada
sús llama a su presencia a ambos grupos: a los discípulos y a la multitud. del reino: la actividad taumatúrgica y la didáctica. Es el «hacer
Y es interesante observar que ello tiene por objeto explicar cuáles son las y enseñar» (Hch 1,1) con que Lucas compendia su ministerio.
condiciones del discipulado: «El que quiera venir en pos de mí...» (Me 8,34
par.). No se trata obviamente de una exigencia planteada a la muchedumbre,
sino de una invitación a los que quieran unirse al grupo de los discípulos. El que quiera hacerlo, deberá negarse a sí mismo, llevar su cruz y entregar su
vida.
210 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 211
1) Las «obras» o el «hacer» de Jesús consignados en los evan- de ver que ellos —y su relación precisa con los pobres— consti-
gelios se centran obviamente en los hechos extraordinarios llama- tuían signos 9 de la proximidad o presencia del reino. Este se mani-
dos por nosotros «milagros» (maravillas), traducción muy pobre fiesta con poder en ellos. No es, por tanto, extraño que los mila-
del término más empleado por el original en los sinópticos: «fuer- gros, como las bienaventuranzas, no tengan como destinatarios a
zas». Con Jesús, en efecto, el reino empieza a tener, por lo menos, los poseedores de determinadas cualidades subjetivas o morales,
poder visible. La manifestación de ese poder o fuerza ocupa un sino a los necesitados, y por el hecho de ser tales.
lugar central, particularmente en Marcos, el más narrativo (en En este sentido se ha prestado demasiada atención a algunas
proporción) de los sinópticos. Las muchedumbres son testigo y narraciones que relacionan los milagros con la fe de sus beneficia-
objeto del poder taumatúrgico y bienhechor de Jesús. rios (cf. Me 2,5; 5,34-36; 6,6; 9,23-24; 10,52; 11,22-24). Pero,
No nos pronunciamos aquí sobre la posibilidad (metafísica) de independientemente del problema que trataremos, de determinar
milagros estrictamente tales; sería algo que nos alejaría de una en qué consiste esa «fe» y en qué medida condiciona el milagro,
cultura donde no se distinguía entre lo extraordinario y lo mila- son muchos más, sin comparación, los casos en que el milagro, como
groso. Dos puntos parecen fuera de toda duda con respecto a el reino mismo, llega a los que lo necesitan, precisamente porque
Jesús: tuvo poderes extraordinarios para aliviar males y sanar en- lo necesitan y porque el amor de Dios es esencialmente compasivo.
fermedades y usó de esos poderes de un modo muy especial con La compasión es mencionada a veces (cf. Me 2,41; 6,34; 8,2) o
los más pobres y necesitados; lo hizo, además, para anunciarles, simplemente el hacer el bien (cf. Me 3,4); pero en la mayoría de
de manera fehaciente, la cercanía o presencia del reino de Dios. los casos no hay razón explícita alguna. A la descripción del mal
Recordará el lector que, al analizar los resúmenes de la predi- sigue la narración de su remedio.
cación de Jesús, que nos transmitían los sinópticos, encontrábamos Más aún: se nos advierte que, indistintamente, «cuantos lo
la exhortación: cambiad de mentalidad y creed en la buena noticia. tocaban, quedaban curados» (Me 6,56). Lo mismo ocurre, con
Lo lógico era pensar que ese «y» (que une el «cambiad» y el mayor razón, cuando el objeto del milagro es una muchedumbre,
«creed») significa, en realidad, un «para». Era obvio, en efecto, como en las dos multiplicaciones de los panes narradas por Mar-
que para poder creer en la buena noticia era necesario, ante todo, cos (cf. Me 6,30ss; 8,lss).
tenerla por buena. De ahí que el sentido más evidente de ese «cam- En esta misma línea de los milagros incondicionados está toda
bio de mentalidad» o conversión fuera el de alinearse junto a los la actividad desplegada por Jesús contra los demonios, liberando
pobres, para quienes el reino era, por excelencia, buena noticia. a los posesos. Es obvio que tanto la «posesión» (en cuanto priva-
De eso hemos hablado en el capítulo anterior. ción de libertad y personalidad) como su carácter «diabólico» se
Ello no impide, sin embargo, que los mismos pobres necesiten oponen a la existencia en el poseso de una fe, en el sentido normal
un cierto tipo de cambio de mentalidad o conversión para creer en de la palabra, que pudiera condicionar la liberación. Si alguien es
la buena noticia. Precisamente porque es tan buena (que suena propiamente objeto de un milagro es precisamente el poseso.
a increíble) y tan diferente de la situación acostumbrada. Aunque Por otra parte, el caso de los endemoniados merece que nos
el reino no precise que los pobres crean que viene —y ello plantea detengamos un momento en él antes de proseguir con nuestro tema
un problema que trataremos al final del capítulo—, Jesús quiere de los milagros incondicionados de Jesús.
anunciarles esa venida por medio de signos. Este es el sentido de No es extraño que se designe como posesos o endemoniados
su actividad taumatúrgica. a simples enfermos o personas afectadas por incapacidades físicas,
Comencemos, pues, por los milagros que Jesús dispensa a ma-
nos llenas, sobre todo entre los pobres 8 . Ya hemos tenido ocasión 9
Que los milagros sean un «signo» del reino, y no el reino mismo, lo
indica su misma limitación espacio-temporal. Pero la palabra «signo», propia
de Juan, es débil. Los milagros señalan algo que no es sólo simbólico, sino
' Según Marcos, sólo un milagro de Jesús tiene por objeto a alguien que real: la presencia del poder que trae el reino a la historia. Por eso los sinóp-
no podría llamarse «pobre» de acuerdo con la nomenclatura evangélica: la ticos prefieren llamarlos dynameis en griego, es decir, «poderes» o «fuerzas»
hija de Jairo, «jefe de la sinagoga» (cf. Me 5,22-24.3542). (cf. Mt 12,28: Le 11.201
Profetismo y concienciación 213
212 El Jesús histórico de los sinópticos
mayoría de textos sinópticos aplican el adjetivo a las situaciones
como sordos o mudos. En una sociedad de conocimientos médicos infrahumanas donde falta la libertad y la finalidad.
rudimentarios, el mundo de la enfermedad y de las incapacidades Así, en el caso del endemoniado de Gerasa, la descripción del
estaba poblado de espíritus malignos. La distinción entre impedido poseso antes de su liberación por Jesús nos lo presenta como un
o enfermo por una parte y poseso o endemoniado por otra era ser que «moraba en los sepulcros», «a quien nadie podía ya tener
vaga 10. Muy en general se puede decir que las enfermedades cir- atado ni siquiera con cadenas» y que «andaba dando gritos e hi-
cunscritas a lo exterior, como fiebre, lepra, flujo de sangre, eran riéndose con piedras» 13. Después de la curación, o expulsión de-
reconocidas como tales. Las que mostraban, en cambio, alguna moníaca, lo hallamos «sentado, vestido y en su sano juicio» y
relación con lo psíquico, como convulsiones o perturbaciones men- planeando para sí un destino social que Jesús corrige, es cierto,
tales, o aquellas que, de una manera estable, impedían al hombre pero aprueba en su intención fundamental.
el uso de alguna capacidad relacionada con lo mental, como pará-
No puede caber duda alguna: esta lucha total con un poder que
lisis, mudez, tartamudez, eran más bien reconocidas como «pose-
esclaviza al hombre y lo despoja de su humanidad no puede ser
siones» diabólicas ".
comprendida en una clave moralizante —como una llamada indi-
Aunque, como dijimos, la distinción no sea siempre clara o vidual a una decisión libre de conversión a la fe por parte del
unívoca, no deja de tener un sentido, y por cierto un sentido im- «paciente». Porque éste padece precisamente en cuanto «poseído»
portante, si se presta atención a la lucha de Jesús contra lo «de- de una cualidad negativa infra-moral. Es la clave política la que
moníaco», «satánico» o «diabólico», que, a través de todo su evan- funciona aquí como en el resto: Jesús no exige nada antes de curar
gelio, nos relata Marcos. Por supuesto que el lenguaje, en este y devolver «los despojos» de humanidad a sus legítimos y primi-
punto, es particularmente mítico. Pero ello no nos da derecho a tivos poseedores. Y con ello, conforme a su misión, anuncia la
desecharlo: sólo nos obliga a interpretarlo. proximidad del reino destinado —sin restricciones— a todos los
Y también en esta interpretación será necesario deshacernos de pobres, a todas las víctimas de inhumanidad. El reino de Satán
la clave individualista y moralizante con que vemos en el poder se diferencia del de Dios no en que los hombres pequen más o
«diabólico» el origen de las tentaciones dirigidas a nuestro libre menos, sino en que puedan pecar, así como no hacerlo, libremente
albedrío para que quebrantemos una ley y ofendamos a Dios. cuando el reino de Dios les restituya su condición humana.
La imagen de lo «diabólico» que tienen los sinópticos es dife-
rente. Y una vez más, la clave es sociopolítica. Uno de los relatos Es cierto, como decíamos, que algunos pasajes de Marcos rela-
más ilustrativos a este respecto es también uno de los más «míti- cionan milagro y fe. Pero cabe preguntarse en qué consiste de ma-
cos»: el del endemoniado de Gerasa (Me 5,1-20). nera precisa dicha relación y, en segundo lugar, a qué actitud se
Nuestra tendencia cultural actual —de tipo antropológico, mo- refiere Marcos con la palabra fe.
ral o religioso— sería buscar lo diabólico en la actitud, por ejem- En cuanto a lo primero, no hay que confundir la relación exis-
plo, de los adversarios de Jesús 12. Por el contrario, una inmensa tente entre la fe y el resultado de la oración (cf. Me 9,23-24) con
la que podría existir entre fe y milagro, aunque ambas contengan
10 un elemento —implícito o explícito— de petición. La distinción
Los sinópticos, refiriéndose a un mismo caso, hablan a veces de «en-
fermo», a veces de «poseso» o «endemoniado». Lucas, en los Hechos, hace se basa en una razón muy importante. La oración que Jesús enseña,
decir a Pedro que Jesús «pasó haciendo el bien y curando a todos los opri-
midos por el diablo» (Hch 10,38). 13
11
Con excepción, tal vez, de la vista. Los ciegos no son llamados ende- No interesa mucho a nuestro propósito que estuviera poseído por una
moniados. Mateo habla de un ciego «endemoniado», pero advierte que era «legión» de demonios o por uno solo, llamado «legionario», y que sea legen-
«mudo» (Mt 12,22). dario, y fundado en ese malentendido, el traslado de los demonios a los puer-
12 cos y su fin en el lago {cf. J. Jeremías, Teología..., op. cit., pp. 108-109).
A esta concepción corriente respondería críticamente el conocido pa-
saje de Santiago: «Ninguno, cuando se vea tentado, diga: 'Es Dios quien me Con todo, si hubiera que mantener el término «legión», la cantidad sería un
tienta'; porque Dios ni es tentado ni tienta a nadie. Sino que cada uno es indicio más de una fuerte posesión y acentuaría aún más la importancia sig-
tentado por su propia concupiscencia que lo arrastra y lo seduce» (Sant 1, nificativa de las características que se siguen de la liberación.
13-14).
214 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 215
la única y distintiva de él, a la que promete total eficacia, es la no existe a nivel explícito, aunque, claro está, el lector es libre
oración por la venida del reino, el padrenuestro 14. Su infalibilidad de introducirla 15.
no procede de que el hombre la pronuncie o no, ni de la fuerza Pero aun dando por sentado que Marcos nunca condicione
psicológica que deposite en ella: se trata de la infalibilidad del explícitamente el milagro a la fe del destinatario, en tres casos
proyecto mismo de Dios y de su realizador, el Espíritu Santo. relaciona ciertamente las dos realidades en forma estrecha y posi-
Los milagros, en cambio, no son la venida, propiamente dicha, tiva. El primero es el del paralítico, descolgado por sus compañe-
del reino, sino su anuncio y signo. En cuanto tales, no tienen la ños desde el tejado y puesto así frente a Jesús. Marcos dice que
amplitud del reino mismo. Están condicionados y limitados por su «viendo Jesús la fe de ellos» (Me 2,5), comienza por perdonarle
función de signos y su capacidad de significar. Así, un milagro los pecados al paralítico y termina restituyéndole la salud. Los
hecho en favor de alguien que manifiestamente no está de acuerdo otros dos casos son otros tantos milagros en los que Jesús se dirige
(en sus premisas ontológicas y epistemológicas) con la llegada del al destinatario con estas palabras: «Vete; tu fe te ha salvado» (Me
reino no tendría la cualidad significativa correcta, por más que lo 5,34.36; 10.52).
necesitara la persona en cuestión. Si pensamos que Jesús usa un término tan fuerte como el de
Teniendo en cuenta esta distinción importante, vale la pena salvación para la curación efectuada, tendremos que concluir que,
observar que nunca en Marcos el milagro aparece explícitamente para la persona en cuestión, llegó en alguna forma —preliminar
condicionado a la fe. o significativa— el mismo reino de Dios. Ahora bien, ¿qué puede
Marcos señala, con ocasión de la visita hecha por Jesús a Na- ser esa fe a la que, de alguna manera —como sujeto del verbo—,
zaret, su ciudad natal, que «no pudo hacer allí ningún milagro, se le atribuye tal poder?
a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó...» (Me 6,5). Obviamente, la teología ha convertido la cuestión en algo atem-
Y añade: «... y se maravilló de su falta de fe» (Me 6,6). Por su- poral, además de haber confundido este problema con el de la
puesto que, como ya tuvimos ocasión de ver, el «y» en Marcos eficacia de la oración. De ahí que haya buscado y creído encontrar
puede ser más que una mera conjunción copulativa. En ese caso, dos cualidades que podrían hoy tener el mismo resultado: la fe
significaría, como es obvio, causa. Pero ello no pasa de hipótesis. como convicción psicológica de que el milagro va a tener lugar y
En caso contrario, sería Mateo el que, con su prudencia acostum- la fe como creencia teológica en el mesianismo o divinidad de
brada, prefirió, en su redacción, relacionar causalmente milagro Jesús.
y fe, como en las bienaventuranzas felicidad y virtudes; y así su Sin embargo, quien lee a Marcos en estas ocasiones y en las
versión es: «Y no hizo allí muchos milagros a causa de su falta de relacionadas con ellas, como en el caso de la liberación de los en-
fe» (Mt 13,58). En Marcos, la relación causal entre ambos hechos demoniados, saca la impresión de que, por fe, el evangelista en-
tiende una realidad existencíal más amplia, menos circunscrita o
precisa (cf. Me 9,38-39).
14
Así lo entendió, sin duda correctamente, Lucas. Después de la oración Recordemos, una vez más, que Jesús trata de mostrar el poder
que será (la única) distintiva de los discípulos del Señor, y en la que el cen- del reino mediante signos de su cercanía o presencia. Esos signos
tro que lo reúne todo es «que tu reino venga» (Le 11,2), hay una parábola tienen que mostrar realmente, para ser signos y signos de ello, una
sobre la eficacia de la oración, a la cual sigue la explicación de tal eficacia, coherencia entre los valores del reino que llega y los valores que
que termina con la exclamación: «¡Cuánto más el Padre del cielo dará el
Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Le 11,13). Sabemos que, en la Biblia,
el Espíritu de Yahvé —o Espíritu Santo— es la fuerza operadora de las gran- 15
Esa falta de fe de los nazarenos es aparentemente asimilada por Mateo
des obras de Dios. Precisamente Lucas pone, a continuación, la controversia —mediante el proverbio citado por Jesús: «Un profeta sólo en su tierra y
sobre cuál es el poder que está detrás de los milagros de Jesús, el de Dios en su casa carece de prestigio»— a una falta de prestigio. El trabajo redaccio-
o el de Beelzebul. Y Jesús, según Lucas, concluye: «... si por el dedo de nal de Mateo se reconoce, además, en el hecho de haber cambiado el irres-
Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios» petuoso «no pudo hacer» de Marcos, por el más inocuo «no hizo». Por todo
(Le 11,20), es decir, la oración fundamental ha sido escuchada. Mateo pone ello, la hipótesis de que Marcos no haya querido unir causalmente falta de
«Espíritu de Dios» donde Lucas dice «dedo de Dios» (cf. Mt 12,28). milagros y falta de fe no deja de tener fundamento.
216 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciactón 217

visiblemente buscan los interlocutores de Jesús con los milagros tiene Jesús de sí mismo, está relacionado con esa tarea de con-
que de él solicitan. De ahí que el esfuerzo de los compañeros del cienciación a través de los milagros 18.
paralítico —esté o no él mismo incluido en ese «ellos» 16— basta Se ha notado que Jesús se opone a que lo llamen «Mesías». Lo
para que Jesús vea allí la ocasión de anunciar prácticamente el acepta sólo de sus propios discípulos (o más bien de los Doce)
reino con una «fuerza» o milagro. A esa coherencia fundamental y sólo en circunstancias muy particulares: la crisis galilea. En
de valores le daría Marcos, o Jesús mismo, el nombre de fe. cambio, los milagros —aun los más claros y obviamente públicos—
También puede ello explicar, si hay que admitir una relación van, la mayoría de las veces, seguidos del precepto de no divulgar-
entre el no hacer —o no poder hacer— muchos milagros y la falta los (cf. Me 1,40-45; 5,39.43; 7,32-36; 8,25-26; 9,9), lo que va
de fe de la gente de Nazaret, que el clima de envidia allí reinante mucho más allá del secreto sobre su condición de Mesías y exige
no ofrece a Jesús ocasión propicia para que sus obras de miseri- una hipótesis más amplia de explicación. Una actitud equivalente
cordia sean significativamente relacionadas con los valores del reino. rige para con los endemoniados, aunque en este caso la divulgación
Una vez más, si el reino mismo, como el banquete de la pará- de su condición de Mesías aparece en primer plano: «lo conocían»
bola, va a contar entre sus convidados a «buenos y malos» porque (cf. Me 1,34; 3,11-12). Habría todavía que añadir a éstos los casos
son objeto de él los que sufren, los signos de la venida de ese reino, en que Jesús se ve obligado a establecer una cierta distancia, aunque
para ser entendidos como tales, están más limitados que el des- sólo sea física, entre él y las necesidades de los hombres para poder
pliegue del reino mismo. A diferencia de este último, están condi- enseñar.
cionados por cualidades significativas, que aquél, siempre en clave No se puede menos de relacionar este «secreto a voces» con
política, deja de lado en su realización. la ambigüedad de los signos del reino. No se trata, como en la
Pero precisamente esa cualidad significativa de los milagros polémica con los fariseos, de un tipo de ambigüedad teológica.
nos lleva a percibir un elemento decisivo en la relación existente Los signos del reino son beneficios reales, indudables en cuanto
entre Jesús taumaturgo y los pobres: el secreto mesiánico. tales para quienes los reciben. Lo que es mucho más difícil en la
Sigue siendo cierto que el reino de Dios tiene como objeto a euforia misma de recibirlos es percibir su calidad de signos, de
las muchedumbres de Israel, pobres y marginadas. Pero eso no hechos que apuntan a un sentido que va más allá del beneficio
quiere decir que Jesús no aproveche todas las ocasiones a su dispo- que procuran.
sición para volver sujetos conscientes, en la medida de lo posible, Marcos muestra a Jesús asediado por la legión incontable de
a todos los que puedan y quieran serlo n. Y el secreto mesiánico, quienes necesitan su poder bienhechor, esté o no por venir reino
mucho más que con una duda o inconsistencia en la conciencia que alguno. ¿Cómo dar entonces su cabal poder significativo a beneficios
requeridos por sí mismos? ¿Cómo librarlos de la urgencia —deses-
16
Otro tanto ocurre en la curación de un poseso, donde la fe del padre, perada pero superficial— para anunciar con ellos algo que está
no la del que es objeto de la curación, aparece como decisiva. Es una narra- en la misma línea, pero que va mucho más lejos? ¿Cómo producir
ción difícil de interpretar (cf. Me 9,20-29), donde parecen mezclarse con el entre el hecho y la persona la distancia que dé lugar al pensamiento
milagro de Jesús, enseñanzas sobre la infalibilidad de la oración a Dios (cf. y a la reflexión?
Me 9,23.29. Nótese que en los sinópticos Jesús no es objeto de oración «re-
ligiosa» propiamente dicha: se le pide que cure como se le pediría un favor Cualquier lector de Marcos percibe la preocupación de Jesús,
a una persona cualquiera) y sobre el ayuno. en bien de las muchedumbres, por eludir la imagen de proveedor
17
Ño se trata de que sólo cuando esa conciencia comprenda a todos los de milagros. Más aún: poco le importa que se le tenga o no por
pobres haya de tener lugar la venida del reino. Usando una vez más la clave
política, el cambio de estructuras puede ser inminente; pero será tanto más el Mesías con tal de que esta identificación no sea prematura y obs-
fructífero y eficaz cuanto la conciencia de sus valores esté más difundida, taculice así la conciencia de lo que el reino mesiánico significa como
con la consiguiente imposibilidad —o improbabilidad— de que las nuevas cambio radical.
estructuras den lugar a nuevas distorsiones ideológicas. Tal vez, especulando,
se podría decir que el cristianismo se convirtió demasiado pronto en «reli-
18
gión imperial» como para poder comprender y enraizar todo su potencial anti- Ello no impide que la conciencia de Jesús sobre su destino y misión
ideológico. hayan evolucionado paralelamente con su actividad.
218 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 219

Queda así claro el valor significativo y didáctico de los milagros religión de Yahvé un instrumento de opresión en Israel. Pero la
de Jesús para con las muchedumbres, sin que ello menoscabe el enseñanza de Jesús a las muchedumbres comprende otras muchas
amor y la compasión que en él generan las más urgentes necesidades parábolas donde lo polémico está ausente o no tan acentuado.
de los hombres. O donde, finalmente, queda subordinado a otros propósitos.
2) Llegamos así al segundo elemento que caracteriza la re- Así, encontramos parábolas que invitan al seguimiento o disci-
lación de Jesús con las muchedumbres, la enseñanza. Y, cierta- pulado, como la de la lámpara, la del sembrador o la de la perla
mente, la enseñanza en parábolas. (cf. Me 4,1-23 y par.). Otras, en cambio, como las bienaventuran-
Como acabamos de ver, Jesús, mediante el método compren- zas, van destinadas, al parecer, a anunciar a las muchedumbres,
dido bajo el nombre, demasiado estrecho, de «secreto mesiánico», a los pecadores, enfermos y marginados la proximidad y seguridad
pretende mantener la distancia necesaria para poder enseñar. de la venida del reino, como, en Marcos, la de la semilla que crece
El Evangelio de Marcos, a pesar de desconcertar un poco a pri- sola 19 y la del grano de mostaza. Son parábolas que anuncian la
mera vista en este punto, es, con todo, muy lógico. Es cierto que alegría incondicionada que se aproxima a los que tanta necesidad
la primera impresión al leerlo es que Jesús apenas dirige sus pala- tienen de alegría y esperanza.
bras a quienes —según la fuente Q— llamó «felices» con la llegada También en los otros sinópticos abundan estas parábolas. Sólo
del reino. que en ese caso, como en el de la polémicas, tenemos que descubrir
En la mayoría de los casos, lo que Jesús dice parece ir dirigido, de nuevo dónde fue puesto primitivamente el acento. Así, por ejem-
por lo que se refiere a su contenido, a los otros dos grupos, de plo, acostumbramos a explicar la parábola de la cizaña (Mt 13,
quienes, como vimos, exige conversión o discipulado. La muche- 24-30.36-43) mezclada con el trigo aludiendo a la paciencia que
dumbre podía estar presente en una polémica con los fariseos, como implica la presencia simultánea del bien y del mal en los aconteci-
lo estarían sin duda los discípulos; sin embargo, los interlocutores mientos históricos. Sin embargo, el carácter escatológico del con-
de Jesús son, obviamente, en tal ocasión sus adversarios (cf., por texto en que Jesús expresa sus enseñanzas ^ señala en otra direc-
ejemplo, Me 3,1-6). En muchísimos casos nota Marcos que Jesús ción. La cizaña mezclada inextricablemente con el trigo explica lo
dirige sus enseñanzas a sus discípulos, de acuerdo con lo visto en el que ha venido aconteciendo hasta ahora. Este es el momento del
párrafo anterior de este capítulo. reino, el momento en que la ambigüedad cesa, la cizaña va a ser
En pocas ocasiones, comparativamente, presenta Marcos de ma- definitivamente separada y terminarán los desconcertantes efectos
nera concreta a Jesús «enseñando» a la muchedumbre. Pero nota de la mezcla. Se trata, pues, de una parábola de alegría, como lo es
globalmente que les enseñaba «como de costumbre» «muchas cosas» también la de la red y, en Lucas, la ya examinada del rico y el pobre
o «extensamente». Y aunque nos informe poco sobre el contenido Lázaro (Le 16,19-31). Para no considerar sino algunos entre muchos
de tal enseñanza, queda suficientemente claro que en Marcos esta ejemplos.
actividad didáctica de Jesús consistía en parábolas «según podían Resumiendo en estos dos párrafos la actitud de Jesús hacia los
entenderlo» (Me 4,33). En otras palabras: la misma claridad que dos últimos grupos que quedaron definidos por su mensaje, no po-
en las parábolas polémicas cerraba los ojos de sus enemigos lleva- demos minimizar el hecho de que la sombra de la cruz —que los
dos del encono —y de la vergüenza de ser tratados así delante de discípulos han de llevar «cada día»— nos ha hecho olvidar algo
la multitud— servía para abrir los ojos de quienes las oían sin no menos importante: que Jesús fue y quiso ser un signo de alearía
prevención y se interesaban por ellas porque descubrían que eran para las muchedumbres de Israel; que éstas aprendieron de aquel
creadas y pronunciadas para defenderles (cf. Me 4,14ss y par.). a quien sus enemigos llamaban «comilón y borracho, amigo de
Ya hemos visto, en efecto, cómo, recobrando el carácter polé-
19
mico intrínseco a la mayoría de las parábolas recogidas por los La colocación de esta parábola, pocos versículos después de la del sem-
sinópticos, podíamos llegar a percibir lo que sin duda compren- brador, sugiere que la siembra ya ha sido hecha: la «palabra» ha sido pues-
ta, como semilla, en la tierra. El centro significativo de la parábola es lo
dieron, de manera más o menos confusa, las muchedumbres: el inevitable del resultado.
20
ataque de Jesús contra el mecanismo ideológico que hacía de la Cf. ittfra, capítulo siguiente.
220 El Jesús histórico de los sinópticos
Profetismo y concienciación 221
publícanos y pecadores»; que Dios les preparaba algo maravilloso
en la medida misma —o aún más allá de ella— de los sufrimientos
que habían tenido que soportar hasta entonces. El primero es que ese anuncio encaminado a la conversión ante
lo terrible que ha de venir, Jesús lo atribuye en varias ocasiones
al Bautista, contraponiéndolo a su propia misión. Más aún: según
esos mismos pasajes, la función del Bautista ya ha terminado,
III mientras Jesús prosigue la suya. Y, ciertamente, ha terminado en
el fracaso. Los niños de la plaza no se han lamentado con las
A lo largo de estos dos últimos capítulos hemos ido viendo «endechas» entonadas por el precursor, que «no comía ni bebía»,
cómo la lógica más clara va indicando, distinguiendo y compaginan- como un profeta que anuncia próximas catástrofes (Mt 11,16-19;
do las actitudes que Jesús exige o espera de cada uno de los tres Le 7,31-34), y los verdaderos pecadores no han creído en él ni se
grupos en que su mismo mensaje ha dividido a sus oyentes: adver- han convertido, mientras que sí lo han hecho los publícanos y las
sarios, discípulos, muchedumbre. rameras (cf. Mt 18,31-32; Le 7,29-30).
Pero esas actitudes, exigidas o esperadas, a su vez iluminan El segundo es que Jesús mismo define su anuncio, a diferencia
más si cabe la concepción de Jesús sobre la venida del reino y sobre del de Juan, como anuncio de alegría destinado a pobres y pecado-
su propia función en esa venida. res. Y como si ello fuera poco, afirma no sólo que sus parábolas
En efecto, es demasiado fácil declarar simplemente que Jesús —principal instrumento de su predicación— no tienen la intención
«anuncia» el reino y su llegada. ¿Para qué anunciar lo que de todos de convertir a los adversarios del reino, sino incluso que están
modos ha de ocurrir? La función de un mero «anuncio» del aconte- dirigidas adrede a dificultar esa posible conversión. Desde cualquier
cimiento futuro sólo se compaginaría con la voluntad de Dios de otro punto de vista que no sea el político —para el cual es esencial
hacer una última llamada a la conversión y dirigirla precisamente desvelar y acentuar los verdaderos conflictos—, esta intención re-
a aquellos para quienes, de perseverar en su actitud, la llegada del sulta tan increíble que Mateo y Lucas tratan, de diferentes maneras,
reino significaría la peor de las noticias. de paliar la crudeza de la afirmación de Jesús.
Se podría así introducir una pequeña modificación en la cita El tercero es más sutil. Consiste en que las controversias cen-
evangélica y resumir de manera aún más lógica —y más parecida trales de Jesús con los fariseos mantienen, contra la aparente lógica
al impacto producido sin duda por el Bautista— la predicación de de que hablábamos, el extraño orden en que aparece primero el
Jesús: el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca: «convertirse» y luego, como consecuencia, el «creer en la buena no-
creed en la mala noticia y convertios. Nótese que hemos sustituido ticia». Jesús no arguye comenzando por probar que el reino viene
«buena» por «mala» y que hemos invertido el orden entre «creer» y que, por tanto, la conversión es necesaria. Comienza por probar
y «convertirse». que las premisas con que viven, actúan e interpretan las Escrituras
El orden lógico, en efecto, de anunciar el reino para la conver- sus enemigos son falsas y deben ser cambiadas en beneficio del
sión de quienes serán víctimas —no beneficiarios— de él es: pri- hombre, esté o no próximo el reino 21 . Sólo cuando se dé ese cambio
mero, que el tiempo se ha cumplido, prueba de que el reino llega; tendrá sentido preguntar a las señales de los tiempos si será o no
segundo, que importa darlo por hecho, creyendo en ello; tercero, cierta la buena noticia de esa venida. Sólo así se podrá creer en ella.
que así se tendrá la razón fundamental para un cambio de menta- Teniendo en cuenta estas tres razones, se ve que la actividad de
lidad y actitudes, es decir, la conversión. Jesús no puede reducirse a un «anuncio» del reino que vendrá de
Sin embargo, y por extraño que parezca, este no es el orden todas maneras, sea o no reconocido ese anuncio.
usado por Jesús, y en esto son unánimes los tres sinópticos. Más Jesús da la impresión de hacer algo más que proclamar un
aún: tenemos tres elementos importantes que militan contra esa 21
lógica, derivada de concebir la función de Jesús como un «anuncio» Ese es, en realidad, el verdadero orden lógico en que debimos exponer
los cuatro grupos de parábolas polémicas de Jesús. Y el lector, volviendo
destinado a la conversión. atrás, puede hacer la prueba. El orden elegido, lo fue por razones didácticas
y en función de nuestro presente, pasando de lo más superficial (consecuen-
cias) a lo más profundo (premisas).
222 El Jesús histórico de los sinópticos Profetismo y concienciación 223
evento futuro: genera un conflicto histórico. Y si ello ya es visible Todo lo dicho hasta aquí nos permite dejar que el lector juzgue
en cuanto se refiere a sus relaciones con el primer grupo —el de sobre esta cuestión23, esencial para el capítulo siguiente. Eso sí,
los adversarios—, ello se pone aún más de manifiesto en las exigen- no ocultamos nuestro parecer: creemos que habría que borrar prác-
cias que tiene para con el segundo grupo, el de sus discípulos y se- ticamente todo el evangelio para llegar a esa definición de la venida
guidores. del reino de Dios. Todo lo investigado hasta aquí muestra a Jesús
Ya el hecho de que Jesús reúna discípulos —y ese hecho es no sólo anunciando esa venida y preparándola históricamente, sino
innegable— es un reto a las concepciones simplistas sobre la venida asociando el grupo de sus discípulos a esa causalidad histórica.
del reino. Si ya es difícil saber (excluida la intención de convertir
in extremis) para qué debe Jesús anunciar el reino, que Dios intro-
ducirá de todos modos, todavía resulta más ardua la tarea de expli-
car para qué el último profeta de un reino ya inminente precisa
discípulos o, en otras palabras, precisa amplificar y multiplicar su
acción anunciadora o denunciadora.
Cuando se dice, con cierta ironía histórica, que si Jesús anunció
la venida del reino lo que en realidad llegó fue la Iglesia, se está
eludiendo realmente este problema con una simplista acusación de
infidelidad postuma. ¿De dónde procede la necesidad —o la con-
veniencia— para el reino de ser anunciado (¿o preparado?) por
un grupo de «profetas» destinados explícitamente a reforzar el
conflicto generado por Jesús y a ser «odiados» como él?
Pero el problema adquiere toda su dimensión cuando se percibe
la actividad desplegada por Jesús en beneficio de pobres y peca-
dores, sobre todo lo que concierne a su conciencíación y al desman-
telamiento de los mecanismos ideológicos de la opresión religioso-
política. Nadie podrá pretender que ello es periférico en la vida
de Jesús: una manera de llenar el tiempo «haciendo el bien»
mientras el reino se decide a venir.
En otros términos, la globalidad de la vida pública de Jesús,
en lo que es históricamente más fidedigno, muestra a las claras
una cosa: éste pretende poner la causalidad histórica al servicio
del reino. Y no sólo pone a ese servicio la suya de perfecto hombre
histórico, sino también la de sus discípulos. 23
Como ya hemos dicho en otra parte, Bultmann, desde el primer Que depende, como es lógico, de que se acepte o se descarte (como in-
terpretación pospascual) la mayor parte del material sinóptico. El conocido
párrafo de su Teología del Nuevo Testamento y previamente a cual- rechazo de Bultmann de la relevancia de la búsqueda (para él imposible) del
quier investigación exegética, afirma: «El concepto dominante del Jesús histórico, así como el rechazo de la clave política para un destino que
mensaje de Jesús es el reino de Dios... El reino de Dios es un queda, así, abocado al absurdo, están íntimamente ligados con la definición
concepto escatológico... La venida del reino de Dios es un suceso dada por él del reino de Dios. Pero tenemos el derecho de preguntarnos a
propósito de él (así como se lo concedemos en lo que a nosotros respecta) si
milagroso que será realizado sólo por Dios, sin la ayuda de los esa posición no procede, consciente o inconscientemente, del demedro que
hombre» 2 (subrayamos la última frase). sufriría, según él, el solí Deo gloria —la gloria que le corresponde únicamente
a Dios— de admitir cualquier concausalidad (sinergismo) humana, aun secun-
daria y falible, en la edificación del reino (tema profundamente relacionado
R. Bultmann, op. cit., p. 4. con la Reforma).
CAPITULO VI

LA VENIDA DEL REINO

Sin duda, el lector habrá observado que, después de distinguir


el material de la predicación de Jesús, destinado a cada uno de los
tres grupos que su presencia y acción generan, estamos tocando
un límite.
Este límite, que es también el de la finalidad de estos capítulos,
consiste en determinar, con cierta prudencia que creemos equili-
brada, lo más seguro que podemos saber sobre la historia del Jesús
pre-pascual.
Y estamos frente a ese límite no porque no sea posible y legíti-
mo ir mucho más allá en el campo de la interpretación, es decir,
en el descubrimiento de su riqueza significativa, sobre todo a la
luz de los acontecimientos pascuales, sino porque tocan a su fin
los datos históricamente más fidedignos de que disponemos en los
sinópticos. Pero aún hay algo que afecta a todos ellos.
Si nos preguntamos aquí en qué podía consistir últimamente
el reino —o, mejor, el reinado— de Dios que Jesús vino a anunciar
y preparar, el lector pensará tal vez que vamos a insistir en las
investigaciones ya realizadas en los capítulos anteriores o a re-
sumirlas.
Y, hasta cierto punto, así debería ser. El hecho de que Dios
reine no puede significar otra cosa que la realización de sus valores.
Jesús mostró cuáles son esos valores del modo más conflictivo
y radical.
¿Qué queda, pues, por saber? En cierto sentido todo, porque,
a decir verdad, el reino anunciado y preparado no llegól, o al
menos esa es la impresión que ofrece la historia.
1
Surge así la pregunta obligada que todas las cristologías se formulan
casi con idénticas palabras: «La pregunta que se plantea se refiere a la vali-
dez universal de este mensaje. ¿No se ha equivocado Jesús al anunciar que
el reino de Dios se ha iniciado ya en su generación? {Mt 23,26; 16,28;
Me 13,30 par.; cf. Mt 10,23). El fin del mundo no ha comenzado con la ge-
neración de Jesús, como tampoco con la generación de sus discípulos que
15
226 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 227
Los considerados felices por Jesús a causa de esa venida si- cativas. Por ejemplo, no es indiferente para una realidad dinámica,
guieron en su desgracia, mientras los ricos y hartos continuaron para algo que se desplaza en el espacio o en el tiempo saber si
triunfando. Los hambrientos generaron y multiplicaron nuevos ham- hemos de poner su presencia en pasado, presente o futuro. Ahora
brientos hasta el día de hoy. A menos que se trate, claro está, bien: ¡los tres tiempos son usados con respecto al reino!
de una felicidad y saciedad ultramundanas que las teologías de los Lo mismo se diga, y con creces, de la dificultad de compaginar
últimos libros sapienciales (griegos) y de los fariseos prometían en un todo lógico las imágenes que se suceden y que presentan
a los justos... el reino como un lugar o cosa estática. A la certidumbre de que
Sucede así que, cuando pensábamos tener los datos históricos se trata de un espacio o plano donde Dios ejerce un juicio sucede
situados en una trama lógica y resistente, nos encontramos con una la de que se trata de una posesión o herencia que se da a unos,
serie de preguntas que lo replantean todo. ¿Anunció Jesús la venida que se escamotea a otros o, simplemente, que «los violentos»
inminente de un reino que de hecho no vino? ¿O vino tal vez de arrebatan...
una manera no prevista ni siquiera por él? En uno u otro caso, Y todo ello sin contar el abundante uso del término en parábo-
¿se justificaba el conflicto que Jesús unió al anuncio del reino y que las, muchas de ellas encabezadas por una «similitud» vaga que,
se jugó —y perdió— en el plano político? ¿Tenía ese conflicto más que indicar que el reino se parece a esto o aquello, haría-
un mero valor simbólico o estaba preñado de una causalidad his- mos mejor en traducir por «acontece con el reino de Dios como
tórica de la que dependía la llegada del reino? Y, en el caso de cuando...» 2 . Lo que sirve a Jesús o al evangelista para asimilar
que el reino hubiera llegado, ¿qué tienen que ver con él nuestra de manera aún más indecisa el reino a toda clase de procesos de la
historia humana y sus objetivos? ¿Es el reino, como se afirma naturaleza, de las personas o de la vida social.
comúnmente, una realidad escatológica, es decir, última, señalando
No hay más remedio, pues, que internarnos en esta selva se-
el fin de los tiempos y de la historia?
mántica. El término es demasiado central como para dejarlo en la
Si todas estas preguntas son posibles y hasta atinadas, ello se sombra de su ambigüedad. Y no basta, por cierto, con destacar
debe en parte a que es difícil encontrar —a no ser en el uso sor- su origen y su sentido político, como lo hemos hecho hasta aquí.
prendente y antinómico de ciertos términos paulinos— una expre- Al internarnos en este estadio (final) de nuestra búsqueda del
sión que escape más que «reino de Dios» a todo molde gramatical Jesús histórico debemos hacerlo sin demasiadas esperanzas. No
y estilístico. sólo porque las tentativas hechas hasta ahora no han conseguido,
Mateo, el más prolífico de los sinópticos en citar a Jesús usando a nuestro juicio, reunir en un todo coherente todos esos elementos
expresiones relativas al reino —en su triple forma de «el reino», respecto a la espera que Jesús tenía de la realización del reino, sino
«el reino de Dios» o «el reino de los cielos»—, da a veces como porque tampoco la Iglesia primitiva pudo, al parecer, hacerlo de
contenido a éste una realidad dinámica (algo que se desplaza) y otras manera unívoca. De ahí que prefiriera desde el comienzo sustituir
una estática (algo como un lugar y aun casi como una cosa). la expresión «reino de Dios» por otras tal vez menos ricas y abs-
Pero, aun cuando optemos por una de estas líneas y preten- tractas, pero, por cierto, más precisas.
damos llevarla hasta el final, nos encontramos con barreras signifi- Es que, como decíamos al comienzo, estamos aquí en el filo
de una línea limítrofe entre la historia y la teología. Pocos datos
fueron testigos de su resurrección. Nos encontramos ante el problema triste-
mente célebre del retraso de la parusía...» (W. Pannenberg, op. cit., p. 280). seguros del Jesús pre-pascual pueden apoyar nuestras pretensiones.
«Con esta espera próxima se plantea un problema difícil y frecuentemente tra- Las interpretaciones, hechas a base de lo que sabemos o creemos
tado. ¿Se equivocó Jesús en esa espera inmediata? Sí tal fuera el caso, ten- saber a partir de pascua, tendrán, y no podía ser menos, un carác-
dría consecuencias incalculables no sólo para la pretensión de plenipotencia ter decisivo en este plano. Quede así establecido que este capítulo
de su persona, sino también para la pretensión de verdad y validez de todo
su mensaje» (W. Kasper, op. cit., p. 94). Estos dos ejemplos pueden bastar permanece, por lógica, a caballo entre dos realidades necesarias
para mostrar que si la pregunta es obligada y, por lo mismo, universal, se y positivas: la investigación acerca de la historia de Jesús de Nazaret
hace desde presupuestos diferentes y se atribuyen consecuencias igualmente
diferentes a las respuestas, ya sean positivas o negativas. 2
Cf. J. Jeremías, Les Paraboles..., op. cit., pp. 103-104.
22H El Jesús histórico de los sinópticos ha venida del reino 229

y la creación de cristologías, esto es, de interpretaciones de esa Dios, es decir, del juicio que, por el momento, parece como sus-
historia puestas al servicio de las cambiantes exigencias de las dife- pendido. La realidad, en cambio, es muy diferente: «Ya está el
rentes Iglesias cristianas primitivas. hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen
fruto será cortado y arrojado al fuego... En su mano tiene el bieldo
y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja
I la quemará con fuego que no se apaga» (Mt 3,10.12; Le 3,9.17).
La austera tensión suscitada por esta predicación la resume Lucas
Una buena manera de empezar es atender a «los comienzos». apuntando que su bautismo era un «bautismo de conversión en
Según Mateo, en efecto, todo empieza con la aparición (cf. Mt 3, vistas al perdón de los pecados» (Le 3,3).
1.13) de dos personajes que, a primera vista, traen el mismo men- Es sugerente que el estilo de vida de Jesús corresponda a las
saje: «Cambiad de mentalidad (convertios), porque el reino de los primeras palabras individualizadas de su predicación, según Mateo:
cielos está cerca» (Mt 3,2; 4,17). Esos dos personajes son Juan «Velices los pobres en espíritu, porque de ellos (es) el reino de los
el Bautista y Jesús 3. cielos» (Mt 5,2), a las cuales siguen insistentemente las promesas
Es claro que Mateo pretende subrayar así la identidad de los de felicidad que componen el umbral —alegre— del sermón de
dos profetas, estableciendo la identidad de ese reino cuya cercanía la montaña.
ambos anunciarían. Y es, en efecto, el único de los sinópticos que No es, pues, extraño que el anuncio de la proximidad del reino
lleva la identificación hasta ese extremo. se caracterice en la predicación de Jesús —no en la del Bautista4-—
Sin embargo, el mismo desarrollo del primer evangelio, además como la proclamación de una alegría, de una buena noticia, esto es,
de los datos proporcionados por los otros dos sinópticos, nos como un evangelio. Mateo traslada a diversas ocasiones de la vida
muestra ya que los dos profetas divergen —tal vez más y más pre-pascual de Jesús la expresión que debe haber encontrado en Q:
a medida que avanza el tiempo y se diferencian las circunstancias— «la buena noticia (el evangelio) del reino» (Mt 4,23; 9,25; 24,14;
en la idea que se hacen de lo que significa concretamente esa cer- Le 4,43).
canía. Así, la comparación de los dos comienzos, el del Bautista y el
Tenemos un índice de ello en el estilo de vida que cada uno de Jesús, nos permite señalar desde ahora una característica que no
de ellos adopta para significar, a la manera de los profetas de ha suscitado tal vez suficiente atención: es el Bautista quien encarna
Israel, el mensaje que anuncian. Ya hemos visto que tanto Mateo mejor las ideas apocalípticas de la época, combinando «reino de
como Lucas sintetizan en pocas y fuertes palabras esa divergencia: Dios» (si es que realmente empleó la expresión, lo que es dudoso),
«Vino Juan el Bautista, que no comía (pan) ni bebía (vino), y dicen juicio y catástrofe cósmica (cf. Am 5,18-20; Sof 1,14-2,3; Ez 22,24,
'demonio tiene'. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, etc.). Jesús, en cambio, en una transformación tanto más sugerente
y dicen: 'Ahí tenéis a un comilón y a un borracho, amigo de publí- cuanto más audaz, relaciona el día de Yahvé con la venida de su
canos y pecadores'» (Mt 11,18-19; Le 7,33-34; cf. también Mt 3,4). reino y con la alegría que ha de seguirla.
Mateo mismo, otra vez como Lucas, nos permite comprender Se dirá tal vez que, aun en ese caso, nada cambia en cuanto
cómo este diferente estilo de vida corresponde a dos contenidos a considerar el reino como una realidad dinámica que se acerca,
distintos de predicación explícita sobre la cercanía del reino. El que es inminente y, en cuanto tal, anunciada. Sin embargo, en rigor
Bautista, en efecto, predica la inminente aparición de la «ira» de no es así, y un nuevo intento de comparación nos llevará más lejos.
3
Cabe añadir que el mismo anuncio vuelve a caracterizar, en Mateo, el
La proximidad del juicio, la urgencia escatológica lleva al
comienzo de la «Iglesia». Jesús, después de haber llamado a doce discípulos, hombre —y ciertamente debe hacerlo— a decisiones y cambios
los envía a predicar diciéndoles: «Id proclamando que el reino de los cielos 4
está cerca» (Mt 10,7). Es inútil, aunque tentador, preguntarse si Jesús o, en Si alguien arguye que, a fin de cuentas, la predicación de Jesús, favo-
todo caso, Mateo considerarían que esa «cercanía» del reino habría aumentado rable para los pobres, era igualmente inexorable para sus adversarios (que
desde el primer comienzo (el Bautista) al tercero (la misión de los Doce). No lo eran también de los pobres), habría que hacer notar que la diferencia está
tenemos dato alguno en un sentido o en otro. en el modo de ver «la multitud» (cf. Le 3,7.10.12.14.15).
230 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 231
radicales y, por lo mismo, simples. Mateo alude ya claramente a ello que los dos predicadores de lo que estaba «cerca» hayan usado
cuando hace decir —irónicamente— al Bautista: «Raza de víboras, términos distintos para definirlo y que la expresión «reino de Dios»
¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?» (Mt 3,7). Es sea exclusiva de Jesús 5 . Juan no debió emplear esa imagen para
que en los últimos tiempos mucha gente se ha movilizado en Israel caracterizar la «ira inminente», sino otra más relacionada con la
en busca del perdón de los pecados, y por la vía más rápida. Y es temática de su predicación, tal como la clásica de «el día» o «el
obvio que Juan considera posible que lo logren. día de Yahvé». Y ello parece tanto más probable cuanto más im-
Ello implica que «los frutos dignos de un cambio de mentali- portancia damos a la hipótesis de Mowinckel (cf. la introducción
dad» se han simplificado al máximo, con la simplificación propia de a esta primera parte) de que las expectativas mesiánicas «reales»
toda urgencia. Así, Lucas, en su versión (única entre los sinópticos) —es decir, las concernientes al Hijo de David y al nuevo reino que
de la predicación detallada del Bautista, tiene un fuerte sabor realis- éste había de fundar— son en su origen más políticas que escato-
ta cuando hace a éste resumir lo que el juicio inminente pide de lógicas. Y, por cierto, no sólo en su origen.
los diferentes grupos sociales. El que, a pesar de toda la escatologización producida por largos
A «la gente» le sugiere: «El que tenga dos túnicas que las siglos de dominación extranjera (y de literatura sapiencial), este
reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo origen siga vivo en la época misma de Jesús lo prueba la existencia
mismo» (Le 3,11). A los publícanos: «No exijáis más de lo que y actividad de los zelotas. Es cierto que, como vimos, Jesús no se
está fijado» (Le 3,13). A unos soldados: «No hagáis extorsión asocia nunca con ellos, pero su mensaje del reino, la conflictividad
a nadie, no hagáis denuncias falsas y contentaos con vuestra sol- que éste desata contra las autoridades religioso-políticas de Israel,
dada» (Le 3,14). Es como si cada grupo estuviera a punto de la defensa de los pobres y oprimidos (por la única razón de serlo),
pasar por un control riguroso, sí, pero nada complejo. Cada uno todo hace planear una cierta ambigüedad —aun a los ojos de los
lleva el sello de su situación grupal y la conversión apunta al pecado discípulos más íntimos— sobre la relación posible entre ambos
central en ella. Nada más. grupos: los dos buscaban un reino, el de Yahvé, y esperaban su
Ahora bien: quien quiera hablar de «urgencia escatológica» en instalación mucho más que su juicio apocalíptico6.
Jesús deberá reconocer que éste se sitúa en las mismas antípodas
Sea lo que fuere de la identidad o diferencia de las expresiones
de esa simplificación propia de toda urgencia. De acuerdo con
usadas respectivamente por el Bautista y por Jesús, y a pesar de
Mateo —aunque no falten los testimonios convergentes de los otros
las importantes distinciones señaladas en nuestra hipótesis, parece
dos sinópticos—, no sólo vuelve la ley más interior, sutil y com-
claro, sin embargo, que ambos apuntan a una realidad dinámica,
prenhensiva (cf. Mt 5,17-48; Le 6,27-35), sino que la relativiza,
que se mueve en el tiempo y que, por lo menos al comenzar la
obligando a hacer de ella una interpretación siempre compleja,
predicación de ambos, está cerca, a la puerta.
habida cuenta de las intenciones y circunstancias (cf. Me 7,1-23;
Mt 15,1-20).
Además, quien haya seguido con atención la compleja y pro- 5
El que Mateo la haya puesto en boca del Bautista puede obedecer a la
funda enseñanza parabólica de Jesús sobre quiénes eran los verdade- dificultad, reconocida en Asia Menor, de que aquél no era siempre asociado
ros pecadores en Israel y sobre las premisas hermenéuticas con que como Precursor con Jesús, y tenía sus propios fieles (cf. Hch 19,3-4).
6
había que leer la ley, tendrá por más y más inverosímil la idea Pablo, sin embargo, por alguna razón que no es fácil apreciar, en su dis-
curso (por otra parte interrumpido) de «evangelización» en Atenas, hace del
de que Jesús concibiera la inminente venida del reino a la manera juicio universal inminente lo central de su anuncio en términos que podría-
de algo que, de algún modo como ocurre con el Bautista, quitara mos decir comparables, aunque en distinta clave cultural, a los del Bautista:
importancia y sentido a la complejidad exigida para manejar meca- «... anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben conver-
nismos históricos y cambiarlos a largo plazo. tirse porque ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia...»
(Hch 17,30-31). Más tarde, cuando escriba su carta a los Romanos, aunque
Llegados aquí, todo orienta hacia una hipótesis que concordaría el tema del juicio universal seguirá siendo central en él, ya estará traducido
mucho mejor con los hechos que conocemos, aunque carezcamos a una clave antropológica y no anunciada en términos apocalípticos. Las car-
de más datos para comprobarla directamente. Es muy probable tas a los Tesalonicenses podrían ser el testimonio de esta evolución en su pen-
samiento.
232 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 233
Esta parece ser, de todos modos, la concepción que al menos Además Mateo, abandonando las imágenes dinámicas del reino,
Jesús se hace del reino en la etapa más antigua de su ministerio. lo expresa a veces como un lugar o, si se prefiere, como «un es-
El reino se acerca, traído con el poder de Dios. Hay que «velar», pacio de tiempo» donde suceden cosas. Pero precisamente esas
es decir, renunciar a las falsas seguridades en lo establecido y estar cosas son futuras en el momento en que el evangelista las redacta
atentos a la transformación radical que implica la llegada del reinado poniéndolas en boca de Jesús. «El que quebrante uno de estos
de Dios. Y hay que pedir su venida en la oración (cf. Mt 6,10). mandamientos menores... será el menor en el reino de los cielos...»
¿Qué decir, entonces, cuando hallamos en Q un pasaje que (Mt 5,19), o «vendrán muchos de Oriente y Occidente a ponerse
atestigua que «ha llegado ya» y la indicación en Mateo de que ello a la mesa... en el reino de los cielos» (Mt 8,11; Le 13,28-29),
ha tenido lugar «antes de tiempo»? o, finalmente, «no beberé de este producto de la vid hasta el día
En efecto, hemos tenido ocasión de ver cómo los milagros de en que lo beba con vosotros de nuevo en el reino de mí Padre»
Jesús eran considerados por éste como algo más que signos: como (Mt 26,29 y par.).
manifestaciones reales del mismo poder que «dinamizaba» el reino, Para concluir: si bien es cierto que ninguna imagen da por sen-
por así decirlo, y lo traía a la tierra de Israel. De ahí que Jesús tada la presencia actual del reino en forma cabal sobre la tierra,
tome, en cierta manera, la parte por el todo y afirme en una ocasión: todas las que apuntan al futuro lo conciben como próximo. Sin
«Si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios [y, como que esta proximidad suprima, sin embargo, el carácter apocalíptico
vimos, no hay escapatoria para esa conclusión], es que ha llegado que elimina la atención cuidadosa a los complejos mecanismos de
a vosotros el reino de Dios» (Mt 12,28; Le 11,20). la historia.
¡Pero hay que tener en cuenta la objeción de los mismos de- No es fácil conciliar estos datos, los más seguros que poseemos.
monios! Y, según Mateo, éstos se quejan de que Jesús los moleste Veamos si otros pueden arrojar nueva luz sobre el problema.
o atormente «antes de tiempo» (Mt 8,29). No cabe duda de que
ese tiempo es el de la llegada del reino de Dios. De lo que debemos
concluir que, si bien es cierto que la presencia parcial del poder II
que trae el reino permite hablar de la presencia misma de éste
cada vez que ese poder se manifiesta, las limitaciones con que Jesús No es, sin embargo, más luz, sino más oscuridad, lo que en-
—¿por ser hombre? ¿por respetar la iniciativa divina? ¿por estar contramos, al parecer, cuando pasamos a otros usos de la expresión
actuando aún dentro de la historia?— hace uso de ese poder, sin «reino de Dios».
transformarlo todo, remite, propiamente hablando, la llegada del Como ya indicamos, lo primero que nos sorprende y desorienta
reino de Dios al tiempo futuro. es el paso de la imagen de algo dinámico a la de algo estático.
Probablemente menos primitivo u original, este segundo tipo de
Es verdad que ese carácter de porvenir que tiene el reino para expresiones sobre el reino es mucho más frecuente en Mateo
Jesús nunca se expresa directamente con un verbo en futuro, pero —casi el doble— que el tipo de las que parecen concebirlo como
aparece en otro tipo de expresiones imaginarias que sugieren de una realidad o transformación que se desplaza y acerca.
manera clara un tiempo que no es aún el actual. Dentro de este nuevo tipo, la expresión más clara y probable-
Así, por ejemplo, aunque la primera bienaventuranza afirme que mente antigua —en todo caso atestiguada en la triple tradición—
el reino pertenece desde ahora a los pobres (en espíritu, de acuerdo es la de «entrar en» (o llegar a) el reino (cf. Mt 5,20; 7,21; 18,3;
a la cristología de Mateo), mediante el uso del verbo ser, sin duda 19,23.24; 21,31; 23,13) 7 .
ausente en el original arameo, todos los paralelos en las demás
bienaventuranzas, cuando tratan de definir y concretar más en qué
7
consiste esa posesión, usan verbos en futuro: poseerán la tierra, Marcos, por ejemplo, más sobrio en el uso de la expresión, no la em-
serán consolados, etc. Y lo mismo ocurre en la versión breve de plea más de trece veces. Si exceptuamos las dos en que se trata de una «se-
Lucas. mejanza» (parábolas), prácticamente todas las otras aluden a un dinamismo,
ya sea del reino mismo que se acerca, ya sea de los hombres que entran en él.
234 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 235

Parecería como si la venida del reino, su inminente cercanía, dejarse de lado y que unificaría de manera bastante lógica los dos
se hubiera detenido y como si un dinamismo distinto lo reempla- tipos de expresiones (dinámicas y estáticas) que tienen como objeto
zara: el de los hombres que caminan hacia él. Pero no es fácil el reino de Dios.
hacer entrar esos dos dinamismos en una imagen significativamente Partamos de que la idea original es que el reino llega. Cabe
coherente. entonces preguntarse: ¿quiénes se asimilarán a él? ¿Quiénes en-
Baste pensar en lo que sigue: el dinamismo del reino, su lle- trarán en su dinámica y, por tanto, en los valores y en la felicidad
gada, están destinados, como hemos tenido largamente ocasión de que éste trae? ¿Quiénes deberán cambiar sus valores para que el
ver, a transformar la trama total de las relaciones humanas, a cam- reino los asuma en su dinámica?
biar el mundo en favor de los que sufren en él. Si observamos de esta manera todos los casos en que Marcos
El dinamismo, en cambio, que lleva a querer entrar en el reino habla de «entrar en el reino», descubriremos que no se trata de
y se pregunta por quiénes podrán lograrlo es de orden más indi- condicionamientos morales mínimos, sino de esa profunda conver-
vidual y moralizante. En esta línea, la expresión se usa siempre, sión que necesitan los adversarios del reino. En realidad, Jesús está
al parecer, para definir las condiciones mínimas exigidas para que desvelando las radicales oposiciones que deben existir a la llegada
alguien pueda ser admitido en él. de aquél: la riqueza, la pérdida de la sencillez infantil (como re-
Por supuesto que esto sintoniza a las mil maravillas con la clave quisito hermenéutico) y la incapacidad de hacer de un modo cabal
moralista que es propia de Mateo entre los sinópticos. De ahí el cálculo entre lo absoluto y lo relativo, propio de toda existencia
su propia versión redaccional de las bienaventuranzas. De ahí, humana. Jesús no está, como en Mateo, estableciendo las bases
sobre todo, el significativo resumen que hace del sermón de la mon- de una nueva «justicia», de una moral mínima compatible con el
taña: «Os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los reino. No habla, valga el anacronismo, de méritos morales. De-
escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 5,20). nuncia la oposición radical al reino y sus mecanismos. Mecanismos
Pero expresiones similares aparecen también en Marcos, mucho que podrían, sin duda, llamarse psicológicos o antropológicos si no
más persistente en aplicar la clave política, para la cual sólo tiene convergieran todos en la realidad —política— de la opresión de las
sentido obvio que es el reino el que viene. En Marcos podríamos muchedumbres de Israel.
suponer, a lo más, que los dos dinamismos (el del reino que viene En otras palabras: en Marcos es aún posible subsumir, bajo
y el de los hombres que entran en él) podrían converger en una el término del reino de Dios que llega, imágenes tanto estáticas
acción como la de tomar un ómnibus en marcha 8 . En ese sentido, como dinámicas en lo que a él se refiere y, en particular, al empleo
entrar en el reino que viene, «conociendo sus secretos» (Me 4,11), que allí se hace de la expresión «entrar en el reino». No así, como
sería lo propio de uno de los tres grupos que hemos estudiado, vimos, en Mateo, cuyo acento y clave son diferentes.
el de los discípulos de Jesús que entran en el reino a título de Es interesante en este punto el caso de Lucas. Diríamos que,
colaboradores. desde un punto de vista material, está próximo a Mateo en el abun-
Sin embargo, no es así. De las seis veces que Marcos emplea dante uso que hace de las expresiones relativas al reino; pero no
la expresión «entrar en el reino», todas se refieren asimismo a con- es esa la impresión que surge de su lectura. Y la razón es que,
diciones morales mínimas para «salvarse» y no «ser arrojado a la de las quince veces (más o menos) que el término aparece única-
gehenna» (Me 9,47; 10,14-15.23.24.25; 12,34). mente bajo su pluma, es decir, en su propio material sin paralelos
Pero, tratándose de Marcos, hay una hipótesis que no debe en Marcos o Mateo, sólo una nos llama la atención como no con-
vergente con la línea que hemos señalado en Marcos: cuando Lucas
8
En realidad, tenemos un ejemplo de algo parecido a esto en la forma cita a Jesús diciendo que nadie que ponga la mano al arado y mire
con que Marcos cita un logion de Jesús: «El que no reciba [el reino viene] hacia atrás es «apto para el reino de Dios» (Le 9,62). En todos los
ei reino de Dios como un niño, no entrará [el reino está quieto y el hombre demás casos, la polémica con los adversarios y, sobre todo, el dina-
se mueve] en él» (Me 10,15 par.). Lo más probable, sin embargo, es que la mismo del reino bastan para explicar el significado de la expresión.
imagen indique que sólo algunos gozarán de las ventajas (entrarán) del reino
cuando éste termine de llegar. Más aún: Lucas acentúa que el reino es una «buena noticia»
236 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 237
(Le 4,43), que «está cerca» (Le 10,11; 21,31), que «viene insensi- Como acentuando esta línea, en algunos lugares de Q hallamos
blemente» (Le 17,20), que se creía que «aparecería de un momen- que la presencia del reino aparece como objeto de la actividad
to a otro» (Le 19,11) y hasta que ya habría sido «dado» o habría de los hombres.
«llegado» (Le 12,32; 17,21), además, por supuesto, de insistir en Así, Jesús, diferenciando los tiempos que preceden al Bautista
figurárselo, según una característica suya ya señalada, como un fu- —esté o no incluido en ellos— de los suyos propios, dice que en
turo banquete (cf. Le 13,28; 14,16; 22,29.30). Cabría aún añadir
estos últimos «comienza a anunciarse la buena noticia del reino
que la línea dinámica de Jesús es la misma que la del dinamismo
de Dios y lodos se esfuerzan por entrar en él». Puede preferirse
del reino; por eso, donde Mateo pone en boca de Jesús que los
la versión de Mateo, aún más fuerte y que tanto ha dado que hablar:
discípulos han dejado todo «por mi nombre», Lucas escribe «por el
reino» (Le 18,29). «... el reino de los cielos sufre violencia y los violentos se apo-
deran de él» (cf. Le 16,16; Mt 11,12). Es difícil, por más razones
Llegamos así al material que Mateo comparte con Lucas y que teológicas que se tengan, quitarle a este antiguo logion el sentido de
proviene probablemente de Q. No es demasiado abundante ni que el reino, de alguna manera, es objeto del esfuerzo humano
difiere sensiblemente de la línea de Marcos. Ya hemos visto, por
hecho desde la historia.
ejemplo, cómo las bienaventuranzas, centrales —en su forma origi-
nal— para comprender el reino que se acerca, concuerdan con la Tenemos además una confirmación de esto en la advertencia
actitud y el mensaje de Jesús que Marcos nos presenta a todo lo de Jesús de no preocuparse o, mejor, de no vivir preocupados por
largo de su evangelio, aun desconociendo el sermón de la montaña las propias necesidades. La razón para no hacerlo es: «Buscad más
(o su equivalente en Lucas). bien el reino [de Dios], y esas cosas se os darán por añadidura»
Sólo un punto puede y debe ser mencionado aquí. A diferencia (Le 12,31; Mt 6,33). No se podría, por cierto, buscar aquello cuya
de prácticamente todas las perspectivas apocalípticas conocidas, la iniciativa perteneciese exclusivamente a Dios. Que existe, pues,
venida del reino no provoca una espera meramente pasiva, lo que un hilo causal, por pequeño y secundario que sea, entre la instau-
no excluye, por otra parte, el entusiasmo, el temor o el recurso ración del reino y la actividad humana que apunta hacia él parece
a la oración. Los hombres colaboran con esa venida y eso es lo conclusión inevitable. No así, por supuesto, el concluir, con Mateo,
menos que se puede decir en cuanto a la intervención que se exige que esa conexión está constituida por el mérito. En efecto, y aquí
de ellos. Esto aparece desde las fuentes más antiguas de los sinópti- se ve el rastro teológico de su orientación redaccional, Mateo añade
cos —Marcos y Q— hasta los datos particulares que nos brindan a reino de Dios «y su justicia», entendiendo por ésta la nueva inter-
Mateo y Lucas. pretación de la ley moral enseñada por Jesús de acuerdo con su
En todo lo visto en los capítulos anteriores (y de un modo par- evangelio.
ticular en el último párrafo del precedente) creemos haber mostrado Pero el logion, en su versión sin duda más primitiva, de Lucas
cómo la predicación de Jesús y, consiguientemente, la que él confía da para más. En Mateo, la secuencia entre la «justicia» (del reino
a sus discípulos es más que un mero anuncio, es decir, va más allá o de Dios) por una parte, y el que Dios dé —ése es el sentido
de la mera notificación de un acontecimiento que, de todas maneras, del pasivo que se usa—, por otra, a cada uno lo necesario sólo se
tendrá lugar. Es un poner en marcha mecanismos que se volverán
constitutivos de ese efectivo reinado de Dios.
de una responsabilidad en la instauración de ese reino. Eso ya está claro en
Por otra parte, la antigüedad de las expresiones «entrar en», la inclusión de la observación general, dentro de la parábola del sembrador,
tanto en Marcos como en Q, indica lo decisivo de la opción que ese con la terminación sobre el «llevar fruto» (Me 4,20 par.; cf. también 21,43).
reino propone a los hombres al indicarles premisas ontológicas Pero, como si eso fuera poco, Mateo añade a esa observación general la con-
y epistemológicas indispensables para unirse a su dinamismo 9. clusión de la parábola de los talentos (cf. Mt 13,12) sobre la «utilidad» o no
(cf. Mt 25,30) de los siervos de quien «recoge donde no sembró» (Mt 25,24.
26). Y ¿cómo podría hacerlo si no repartiera responsabilidad y colaboración
5 con respecto a ese reino? Sólo en este sentido el reino «se da» (Le 12,32)
Ya hemos indicado que la donación, reservada a los discípulos, de «los
misterios —o secretos—- del reino» implica un cambio de pueblo en función como una herencia y aun se transfiere de unos «hijos» (Mt 8,12) a otros
(cf. Mt 13,38).
238 El Jesús histórico de los sinópticos
La venida del reino 239
puede comprender, fuera de la causalidad histórica, como una re-
compensa milagrosa otorgada a personas que procuran otra cosa Es, por cierto, exegéticamente tentador explicar, en relación
que aquello que finalmente reciben. con esto, la respuesta de Jesús en un contexto escatológico, que
sólo Lucas trae: «El reino de Dios viene sin dejarse sentir» (Le
Ahora bien: si desechamos, con la versión de Lucas, la clave de
17,20). Es obvio que ello podría referirse a lo súbito e inesperado
Mateo, basada en la moralidad y sus correspondientes méritos,
de los apocalipsis, pero al menos Lucas le da claramente otro sen-
y recurrimos a la única coherente con la versión de Lucas y a la
tido. En primer lugar, concibe como sinónimo el que el reino
verificada, en la medida de lo posible, en los capítulos anteriores,
«venga» o «esté viniendo», con el presente: «porque el reino de
la significación se vuelve extraordinariamente más simple. ¿Cómo
Dios ya está entre vosotros» (Le 17,21). Lo que quiere decir tal vez
no haber pensado en ello antes? Procurar el reino es procurar que
que, a consecuencia de la revelación de los secretos del reino, pue-
todos tengan la dosis de humanidad que les permita ser hombres.
den, desde Jesús, empezar a converger conscientemente los esfuer-
De la misma manera que en el «reino» vegetal o animal tienen la
zos de los hombres con los de Dios en una construcción del reino
respectiva dosis las flores y los pájaros. No es así un «premio»
extendida a lo largo de la historia.
a la moralidad (ni mucho menos a la dejadez), sino un constitutivo
intrínseco del reino que todos tengan sus principales necesidades En segundo lugar, la otra razón que Jesús da de su respuesta
humanas solucionadas. Quien busca el reino vela, pues, aun sin negativa (es decir, de que el reino viene sin dejarse sentir) es la opo-
pensar en ello de manera explícita, por sus propias necesidades, sición a la simplificación y no a la parcialidad que caracterizaría
comprendidas en el cuadro global. esa venida. Jesús, en efecto, dice que en aquel día no se va a decir:
«vedlo [el reino] aquí o allá» (Le 17,21). Pero añade que ello
Es, por lo mismo, desde dentro de la causalidad histórica como no se deberá a la universalidad del apocalipsis, opuesta a la parcia-
los hombres colaboran con el reino. De ahí también que éste sig- lidad con que el reino aparecería ahora (cf. Mt 24,23.26-27), ni al
nifique un radical desplazamiento de energías. Si el reino fuera peligro de que surjan falsos Mesías (cf. Le 9,49-50): se debe a que
sólo el juicio divino acompañado de la catástrofe cósmica y si exigie- el reino de Dios ya está presente, trabajando sin hacerse sentir.
ra, como en el caso de la predicación del Bautista, conversiones Así, para Lucas, la imposibilidad de verlo ahora radicaría en la
simples y significativas, no se entendería lo que Jesús pide que se complejidad y consiguiente profundidad con que actúa, lo que
haga por el reino. Jesús exige, en efecto, en cuanto asimilación apunta a la densa trama de la causalidad histórica (¿qué tendría
a su propia misión, la disponibilidad más total, según Lucas. Es que ver con ello la simplicidad de los apocalipsis?) y hace que ni
decir, «dejar casa, mujer, hermanos, padres o hijos» (Le 18,29) 10 . siquiera se agote lo decisivo en el señalar a Jesús como el verdadero
La diferencia con el Bautista es ya patente, si hemos de creer la Mesías entre los falsos (cf. Mt 12,32; Le 12,10).
versión que el mismo Lucas da de su predicación a los distintos
grupos de Israel y que hemos tenido ocasión de estudiar; pero se Para terminar esta reseña, comprobamos que es sólo Mateo,
hace todavía más obvia cuando vemos que para «este tiempo» en su redacción o en sus materiales propios, quien nos desorienta
(o eón), es decir, antes de «la vida eterna» en el otro, se promete a propósito del reino.
el «ciento por uno» de esos bienes dejados en beneficio del reino Es cierto que, a su manera, también él, como hemos visto, es
(Le 18,30 y par.). Lo cual no hace sino confirmar la interpretación testigo involuntario del doble dinamismo que caracteriza a aquél.
dada a «la añadidura» prometida a los que busquen «más bien» Pero, personalmente, prefiere concebirlo de manera estática y, en
o «primero» el reino, es decir, anteponiéndolo a sus propios in- gran medida, cosista. En una visión moralizante como la suya, es
tereses. lógico que todo aquello que se ve como resultado extrínseco de
una conducta moral, se muestre, separado de él, como premio o
castigo. Y que, asimismo, se piense en los criterios que están en el
10
Mateo que, en este lugar, entiende que se debe dejar todo por «el origen de la acción como en algo preexistente y exterior a ella.
nombre —o persona— de Jesús» (Mt 19,29; cf. Me 10,29: «por el evan- Reino de Dios viene así a señalar, en Mateo, además del premio
gelio») concuerda con Lucas en su célebre logion sobre los eunucos volun- que se da o se niega (cf., además de lo visto, Mt 21,43; 25,34,
tarios «por el reino de los cielos» (Mt 19,12). etcétera), el campo o dominio donde rigen, en su idealidad inmu-
240 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 241
table, los criterios para obrar según la «justicia» nueva predicada en el reino n —y más aún cuando leemos esa enseñanza unida a
por Jesús (cf., por ejemplo, Mt 13,41-43; 18,1-4) ". otras— debemos ser sensibles al contexto político en que se in-
Con respecto a este material propio de Mateo, y que parecería serta. Pero ese contexto no la agota. En la moral que Jesús enseña
formar un bloque tan extraño y poco coherente con el resto de los hay un resorte decisivo: sentirse hijos ante el Padre y, sólo así,
datos proporcionados por los sinópticos, tal vez hemos conseguido con esa premisa, interpretar la ley revelada por el Dios creador.
dos cosas con nuestra encuesta sobre las fuentes. La primera ha Podemos, pues, suponer que Jesús en muchas ocasiones habrá
sido reducir su extensión o, mejor dicho, la cantidad de elementos expuesto enseñanzas morales, si no desvinculadas de su intención
que no concuerdan con la línea general —compleja, pero inteligi- global y del conflicto político en que se hallaba envuelto, tampoco
ble— que hemos encontrado en Marcos, en Q y en el material pro- susceptibles de ser reducidas a él. Así, por ejemplo, su predicación
pio de Lucas. sobre el obrar «gratuito» (cf. Mt 5,38-48; Le 6,27-35)13.
La segunda es más profunda, y se refiere al núcleo que, aún Ahora bien, esos juicios morales emitidos por Jesús tenían,
así, permanece irreductible en el material o redacción de Mateo. como sus actividades políticas, una función reveladora del Padre.
¿Cómo explicarlo? Una de las explicaciones tiene que ser la pe- Parece indudable que Mateo, interesado más que los otros sinóp-
culiaridad de sus ideas cristológicas y su relación con la moralidad, ticos, en el origen y criterios divinos de estas enseñanzas morales,
como ya hemos dicho. Pero debe haber más. Ninguna clave, to- las colocó bajo la expresión (originariamente política de) «reino
mada en un campo determinado de la existencia de un hombre de Dios» (cf., por ejemplo, Mt 5,20). En lugar de designar sim-
—y, sobre todo, en la medida en que ella es rica y profunda— plemente al Absoluto que estaba detrás de ellas con la sola pala-
puede dar cuenta de todas sus ideas y acciones. Un político tiene bra «Dios», prefirió hacerlo con el término que Jesús había con-
sus ideas sobre el arte o la religión y actúa también en esos cam- sagrado: el reino. De ahí el núcleo irreductible de las expresiones
pos. Un psicólogo sabe que, además de los problemas que varían de Mateo sobre éste.
de un individuo a otro, existen mecanismos económicos o políti-
cos que afectan a la totalidad de los miembros de un grupo o clase III
social.
Si hemos empleado para explicar al Jesús pre-pascual la clave Con el material así ordenado, tratemos de comprender, por
política, ello no pretende decir que lo religioso esté relegado a un último, cuál podría ser la respuesta adecuada a la pregunta que hi-
segundo plano, si es que existe un plano que pueda ser llamado cimos al comienzo de este capítulo: ¿esperó Jesús la llegada, du-
«religioso» con exclusividad (cf. el tomo I de esta obra). Me- rante su vida, del reino de Dios «con poder»?
nos aún pretende insinuar que todo en Jesús se explica por la clave 12
política. Sino, a lo más, que ésta es el mejor código para descifrar J. Jeremías parece estar en lo cierto cuando apunta que la característica
de los niños que aparece aquí como crucial para entrar en la dinámica del
la globalidad de su destino y de su enseñanza. reino, es la capacidad de decir Abba (¡papá!) a Dios (op. cit., p. 213). Ello
A veces, en un mismo dicho de Jesús se percibe, sí, el contex- no descarta, por cierto, un cierto carácter polémico dirigido a las premisas
«serviles» con que los adversarios de Jesús leían la palabra y, muy especial-
to político en que se sitúa y en cierta medida se explica, pero, mente, la ley de Dios. Pero la enseñanza, aun situada en un marco político,
por otra parte, también un contenido que no se agota con ello. Así, va mucho más allá de la clave que se le aplica.
13
en la condición que pone Jesús de ser «como niños» para entrar En efecto, tenemos allí la invitación de Jesús a no resistir al mal con
el mal, a «ofrecer la otra mejilla», etc. El matiz político está dado por el
11
hecho indudable de que se ataca así una interpretación materialista de la ley,
A este tipo de imágenes pertenecen los ejemplos en los que Mateo llega apelando a una ley creadora del corazón. Pero la invitación en sí misma des-
a identificar el reino con realidades ultramundanas y en particular —y en borda ese contexto y merece un examen en su propio terreno, es decir, como
oposición a la sinagoga cuyos malos guías «cierran la puerta» al reino, en vez actitud humana gratuita y, no obstante, eficaz. No se trata, pues, ni de hacer
de abrirla (Mt 23,13)— a la Iglesia que saldrá de Jesús y cuyos guías son de la clave política un reduccionismo absurdo, ni de abandonarla por el hecho
los únicos a quienes se han dado verdaderamente «las llaves del reino» de que no todos los elementos de la vida de Jesús sean cabalmente explica-
(Mt 16,19). bles por medio de ella.
1¿
242 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 243
La respuesta más general entre los exegetas actuales es la afir- (Me 13,32 par.) 16 , por otro, ese tiempo está tan próximo que Je-
mativa. Veamos en qué se basa y analicemos la legitimidad de esos sús puede decir aquí lo mismo que aventuró ya antes con respecto
fundamentos. No es pequeña, en efecto, la oscuridad que envuelve a la llegada del reino: «Yo os aseguro que no pasará esta genera-
este problema. ción hasta que todo esto suceda» (Me 13,30 y par.).
Los argumentos de más peso a favor de la respuesta afirmativa Debemos agregar a estos dos, un tercer elemento, aunque no
son dos elementos que encontramos en la triple tradición de los sea común a los tres sinópticos —Lucas, de acuerdo a su conocida
sinópticos. Ambos se refieren al tiempo de la llegada del reino, tendencia a borrar lo que le parece irrespetuoso, lo omite— y es
aunque usan también otras expresiones, como «el fin» y «la ve- el grito de sorpresa y desorientación con que muere Jesús en la
nida del Hijo del hombre». cruz: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»
El primer elemento es un logion de Jesús, situado por los tres (Me 15,34; Mt 27,46). Tendríamos en esta exclamación la prueba
sinópticos en un tiempo cercano a la primera predicción que Je- de que los acontecimientos no han correspondido a las expectati-
sús hace de su pasión. Es decir, por lo que sabemos, poco después vas de Jesús.
de la crisis galilea, y antes de su última predicación en Jerusalén. Pero, ¿cuál es la fuerza de esta argumentación, que probaría
Jesús habría dicho, en palabras de Marcos: «Yo os aseguro que que Jesús se equivocó al prever como inmediata la llegada y rea-
entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte lización —la llegada «con poder»— del reino de Dios?
hasta que vean venir con poder el reino de Dios» (Me 9,1 par.) M.
En un primer momento, su fuerza depende de que se la se-
El segundo elemento, en cambio, está constituido por un pe- pare del resto de los datos. De ahí que parece tanto más probable
queño «apocalipsis» situado por los tres sinópticos dentro de la cuanto, mediante una revolución copernicana, se la constituye en
última predicación de Jesús en Jerusalén, inmediatamente antes clave de todo el resto.
de su pasión. Biblias actuales rotulan ese conjunto de enseñanzas Y, en efecto, si hemos de aferramos a algo, en la reconstruc-
como «discurso escatológico». ción histórica de Jesús de Nazaret, es a lo claramente pre-pascual,
Este discurso —más sobrio en Marcos, más frondoso en Ma- a lo que no puede proceder de —ni fue confirmado por— los acon-
teo y Lucas— comienza, al parecer, con la pregunta desconcertada
de los discípulos ante la predicción de la ruina de Jerusalén (cf. 16
Me 13,1-4 par.). Ellos, acostumbrados a la manera profética, pre- Para juzgar (cf. Me 13,27 par.). Así, a medida que avanza el discurso
escatológico, la semejanza con el Bautista, que había prácticamente desapare-
guntan por «las señales» que anunciarán esos acontecimientos. cido con el despliegue del mensaje y de las actitudes de Jesús, se acentúa de
Jesús «empezó a decirles» —fórmula con que Marcos encabeza un nuevo, en forma misteriosa e ilógica. Esta sensación de ilogicidad, que da al
discurso prolongado— cuáles serían esas señales, pero situando, discurso escatológico la apariencia de un bloque errático (sin que ello supri-
a continuación de la tragedia local, la tragedia cósmica que había ma enteramente el problema) se nota en las rápidas observaciones de X. Léon-
Dufour al respecto (op. cit., pp. 392-393): «Si el reino de Dios está actuan-
de afectar al sol, la luna y las estrellas y que sería seguida por la do desde la venida de Jesús y si se desarrolla madurando progresivamente,
«venida del Hijo del hombre entre nubes con gran poder y glo- ¿para qué hablar todavía de un fin, de una parusía? Esta consecuencia ex-
ria» (Me 13,26 par.) IS . Y los evangelistas añaden la paradoja enig- trema ha sido sacada por algunos intérpretes recientes, sobre todo de lengua
mática de que si, por un lado, «de aquel día y hora nadie sabe inglesa, C. H. Dodd, F. Glasson, J. A. T. Robinson: si la escatología está
"realizada', ya no hay que seguir esperando una parusía. Con todo, las pará-
nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre» bolas... muestran ya que, de acuerdo con el pensamiento de Jesús, la inau-
guración y el crecimiento del reino de Dios no suprimen, en manera alguna,
su culminación futura... Contrariamente a los visionarios del apocalipsis, Je-
" Mateo asocia a ese logion otro (común con Lucas, pero que éste, de sús no fija de ordinario una fecha precisa a esa venida... Algunos autores no
manera más lógica, coloca en otro contexto): «Porque el Hijo del hombre ha temen afirmar que Jesús se habría equivocado fijando así durante su genera-
de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles... Yo os aseguro entre los ción el fin del mundo (T. W. Manson, O. Cullmann, W. G. Kiimmel, G. Beas-
aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta...» (Mt 16,27; ley-Murray)... Cualquiera que sea la interpretación de los pasajes anterior-
cf. Le 9,26). mente señalados (Mt 10,23; 24,34; Me 9,1), no debe contradecir abiertamen-
15
O, en palabras de Mateo, «la señal de tu venida y del fin del mundo» te el sentido general de la mayor parte de los dichos de Jesús ni sus decla-
(Mt 24,3). raciones explícitas».
244 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 245

tecimientos pascuales. Si Jesús se equivocó, los datos que, a pesar Los mismos adversarios reconocen que su importancia procede del
de Pascua, dejen traslucir esa equivocación deben ser, histórica- hecho de que Jesús se equivoque en ellos. Podríamos añadir que,
mente hablando, los más seguros. más aún que a la línea del Bautista, corresponden a las clásicas
En otras palabras: el reino no llegó «con poder» mientras du- expectativas escatológicas de los libros y letrados (donde van a bus-
raba aún la generación que escuchó a Jesús profetizar esa llegada. carlos hoy los exegetas) y que no concuerdan con la originalidad
Por tanto, hay que comenzar a reconstruir los acontecimientos —imposible de ser inventada por los discípulos— de Jesús de
históricos sobre Jesús de Nazaret a partir de esa certidumbre Nazaret. Es mucho más creíble que, si hubo error, hayan sido los
abierta y cruelmente desmentida por los hechos. La lógica interna discípulos y evangelistas quienes sucumbieran en la interpretación
de su mensaje, por ejemplo, debe considerarse menos segura, por- de (dichos de) Jesús a las clásicas perspectivas escatológicas, y no
que no sabemos en qué medida pudo, aun sin percatarse de ello, Jesús mismo, a quien debemos, sin lugar a dudas, un mensaje com-
estar influida por los acontecimientos pascuales. plejo y sutil, incompatible con ellas.
Pero si, en un primer momento, esta hipótesis gana en vero- Pero demos un paso más y aquilatemos, en segundo lugar, la
similitud cuanto más separa esos elementos mencionados del resto, aplicación del criterio de lo pre-pascual a esta materia. Se supone,
en un segundo momento gana aún más mostrando que el resto, como vimos, que los evangelistas, situados después de pascua, no
a fin de cuentas, puede explicarse como la consecuencia de esa consignarían una equivocación de Jesús, perfectamente perceptible
equivocación sobre el futuro inmediato. O, en otros términos, como tal, a menos de verse obligados a ello por una realidad (pre-
haciendo ver cómo el resto de los materiales tienen un sentido pascual) ineludible.
todavía más cabal cuando se los supone atravesados por la urgen-
Pero el argumento deja de tener peso si se supone que Jesús
cia escatológica que es central en la hipótesis 17.
no se equivocó. Ahora bien: ¿cómo sabemos hoy que el reino no
No vamos, por cierto, a rehacer todo el camino recorrido, si- llegó, que los discípulos de Jesús no lo vieron entre las nubes del
guiendo esta nueva clave. La prueba de que no nos satisface está cielo con poder y gloria? ¿Y que, por consiguiente, se vieron
en todo lo que precede. Pero sí vale la pena examinar de nuevo obligados a consignar su equivocación?
el argumento central o, en otras palabras, el punto de partida. Al-
gunos elementos en particular merecen especial atención. Este supuesto se halla en gran parte relacionado con un hecho
Constatemos, en primer lugar, que si no dispusiéramos de los literario ambiguo: la práctica desaparición, en los demás autores
dos dichos de Jesús ya mencionados —el logion sobre «esta ge- neotestamentarios, de los dos términos que harían posible la veri-
neración» y el «discurso escatológico»— no se nos ocurriría jamás ficación de si Jesús se engañó o no: «reino de Dios» e «Hijo del
introducirlos en el evangelio. No sólo porque el resto, sin ellos, hombre», objetos ambos de las cuestionadas predicciones de Jesús
está lejos de ser un caos, sino porque esos elementos (y especial- para un futuro próximo.
mente el discurso escatológico) constituyen como un bloque erráti- Si suponemos, en cambio, que, bajo diversos términos, y aun
co mucho más parecido a la línea del Bautista que a la de Jesús 1S. antes de la redacción de los sinópticos, las primeras comunidades
17 cristianas expresaron su convencimiento de que lo predicho por
Por ejemplo, parecería establecerse así un puente lógico entre la pri-
mera y la segunda parte del padrenuestro. En efecto, si en la primera se pide Jesús se había realizado —por lo menos en su núcleo medular—,
la venida (próxima) del reino, en la segunda se pediría la abreviación del el argumento de que dejar constancia de una equivocación recono-
período de prueba que trae consigo. Así, «danos hoy el pan nuestro de ma- cida como tal constituiría el dato pre-pascual por excelencia y clave
ñana» (cf. J. Jeremías, Teología..., op. cit., p. 234) tendría como paralelismo de lo demás se vuelve contra los que lo proponen. En efecto, la
explicativo el «no nos dejes entrar en la tentación» y correspondería a la
promesa de Jesús: «En atención a los elegidos se abreviarán aquellos días» predicción, si se la considera como realizada en Pascua, se vuelve
(Mt 24,22). una profecía ex eventu, es decir, un dato típicamente pos-pascual.
18
Recuérdese que lo que aquí llamamos la «línea de Jesús» está, por lo Pues bien, ya la introducción de Pablo a la carta a los Romanos,
menos en igual medida, compuesta por datos prepascuales como el de la ale-
gría que lo separa del Bautista y que motiva lo tengan por «comilón y borra- escrita unos diez años antes de la redacción actual de los sinópticos,
cho, amigo de publícanos y pecadores». consigna que Jesús fue «constituido Hijo de Dios con poder...
246 El Jesús histórico de los sinópticos La venida del reino 247

por su resurrección de entre los muertos» (Rom 1,4)19. Así, la candóse con respecto al fin del mundo y a las catástrofes cósmicas
misión salvífica de Jesús, que Pablo identifica con la «justificación», que debían preceder a éste 21 .
sólo puede ser realizada en su plenitud y llegar a todos los verdade- En otras palabras: estamos abocados, por el mismo testimonio
ros (y no sólo a los materiales) hijos de Abrahán después de la evangélico, así como por la más implacable lógica, a elegir entre
resurrección, ya que ésta constituye el don del Espíritu, es decir, tres posibilidades en cuanto al origen de ese error, comprobado por
del poder de Dios (cf. Rom 4,25 y comparar con Mt 12,28). Todo la comparación entre el texto y los acontecimientos: o Jesús mismo,
lleva a pensar que, con otro lenguaje (más adaptado a sus inter- o los evangelistas al consignar sus enseñanzas, o la Iglesia primi-
locutores), Pablo está indicando que, con la resurrección de Jesús, tiva confundiendo advertencias diferentes y situando erróneamente
el reino de Dios ha llegado ya con poder20. el criterio verificador Z2, lo habrían cometido.
El error de Jesús quedaría así reducido al que manifiesta su 21
grito en la cruz, a la creencia de que el poder para realizar y afian- No faltan, claro está, hipótesis que intenten echar por la borda esta
zar mucho más el reino vendría de Dios antes de su muerte. Que «piedra de escándalo», aunque lo único que, en realidad, se hace, es despla-
zar su peso de Jesús a los discípulos, a la comunidad o a los evangelistas.
ésta no interrumpiría —o por lo menos hasta mucho después— Tratemos de resumirlas en forma lógica, a) El Jesús histórico estructuró todo
ese proceso, ya que Jesús fue sin duda a la muerte como todos su mensaje en función de la espera escatológica inminente y errónea. Es mi-
nosotros (perfectus homo), sin descontar que su precio sería tan sión de su comunidad (piénsese en Pablo dirigiéndose a los Tesalonicenses,
o en Lucas en los Hechos) rectificar el rumbo gracias al retraso de la paru-
sólo permanecer dos o tres días en un sepulcro. sía. b) Jesús habló solamente de la realización del reino, y los discípulos
Se dirá, y con razón, que, aun dando por supuesto que la llegada tradujeron su mensaje erróneamente a las categorías apocalípticas de la épo-
del reino con poder y la visión del Hijo del hombre en su gloria ca. Los evangelistas no podían saber aún, en el momento de la redacción,
hayan sido datos pos-pascuales, de los cuales se hicieron luego que la generación de Jesús pasaría por entero, demostrando con ello lo falso
de tal mezcla de futuros, esencialmente diferentes, c) Semejante a b), sólo que
profecías colocadas en boca del Jesús pre-pascual, quedaría por añadiendo que, cuando comienza a percibirse el error cometido, los evange-
explicar por qué se habrían introducido en esas profecías elemen- listas que no son testigos de primera mano y reproducen la catequesis de las
tos que las constituyen en erróneas, tales como el fin del mundo Iglesias, se ven ante fuentes venerables que no se atreven a alterar aun ni
con su catástrofe cósmica. en ese caso, d) Jesús debió haber penetrado en el tema de la apocalíptica,
como lo hizo con el de la moralidad y otros, pudiendo haber aceptado ideas
Y, por cierto, llegamos aquí a una de las fronteras de nuestro corrientes sin percibir cómo estaban en contradicción con las líneas básicas
conocimiento sobre Jesús de Nazaret, ya que, en cualquier hipótesis, de su propio mensaje. A partir de ahí, resultaba difícil a los evangelistas
tenemos que reconocer que los evangelistas lo presentan equivo- efectuar por su cuenta un discernimiento, e) Jesús señaló diferentes etapas
en la realización universal del reino y sólo la primera de ellas, la universa-
" Véase también en los Hechos, de Lucas, expresiones muy semejantes en lización de la buena noticia después de la destrucción de Jerusalén, se llevó
la predicación de Pedro en Jerusalén («A este Jesús, Dios lo resucitó... a cabo. Los evangelistas no supieron ver esa gradación y dieron el carácter
Y exaltado por la diestra de Dios ha recibido del Padre el Espíritu Santo de inminente —espacio de una sola generación— a todo el conjunto. La re-
prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís» Hch 2,32-33), en la dacción de los evangelios, inmediatamente después de la destrucción de Je-
de Esteban («Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está rusalén no les permite aún rectificar el rumbo, como lo harán otras cristo-
en pie a la diestra de Dios» Hch 7,56) y en la narración de la ascensión, logias.
cuando los discípulos ven a Jesús entre nubes y ángeles (cf. Hch 1,9-10). 22
Puede tal vez ser útil señalar que, incluso los exegetas más cautos en
m
«La espera inmediata del reino de Dios, que ha determinado la actua- el campo católico, preocupados de mantener la inerrancia de la Escritura —de
ción y la vida de Jesús, de hecho ya no resulta sostenible para nosotros... la manera material con que ésta es habitualmente comprendida— y que ha-
Los dos mil años que... nos separan hacen esto imposible... En consecuencia, blan, en el discurso escatológico, de una confusión de diferentes planos, in-
nos es imposible compartir esta espera de lo inmediato. No obstante, pode- mediatos unos, remotos otros, tienen que conceder que esa misma confusión
mos vivir y pensar en continuidad con ella y, por lo mismo, también con la es errónea y conduce inevitablemente a error al lector. En efecto, después
actuación de Jesús, si consideramos la espera de lo inmediato por parte de de suponer que se ha hecho esa mezcla indebida de planos, y precisamente
Jesús... como algo cumplido provisionalmente con su propia resurrección; después del anuncio de la catástrofe cósmica, se añade: «No pasará esta ge-
mientras tanto, su repercusión universal aún pendiente, la resurrección uni- neración hasta que todo esto suceda» (Me 13,30; Mt 24,33-34; Le 21,32).
versal de los muertos como entrada en el reino de Dios, sigue siendo también Algo que solamente pueda ser evitado mediante la advertencia del erudito
el objeto de nuestra espera y nuestra esperanza» (W. Pannenberg, op. cit., exegeta a quien el tiempo trascurrido le permite deducir que se ha cometido
p. 300). una confusión, es, materialmente hablando, un error.
248 El Jesús histórico de los sinópticos ha venida del reino 249

Planteado así el problema, llamamos la atención del lector sobre sólo puede constatar la fiabilidad de los datos que le atribuyen una
un límite que se impone necesariamente a una búsqueda histórica predicción, de hecho incumplida.
como la que vamos llevando a cabo en todos los capítulos de esta Pero lo importante aquí es distinguir cabalmente, por lo menos
primera parte. Metodológicamente hablando, no se puede mini- en principio y en vistas a la elaboración de hipótesis, dos cosas
mizar o pasar por alto lo siguiente: una «cristología» puede, frente muy distintas: una es que Jesús haya vivido, obrado y enseñado
al problema que acabamos de plantear, brindar soluciones que no en plena urgencia escatológica, con la previsión de inminentes ca-
son tales en el plano en que situamos nuestra búsqueda por el tástrofes cósmicas y del fin de los tiempos 2S, y otra el que haya
momento, el de la «historia» de Jesús. esperado —en vano— durante el marco de su vida terrestre la
Por esa «historia» sabemos que los redactores de los sinópticos irrupción con poder del reino de Dios sobre la tierra.
entendieron que, por lo menos en un momento de su vida, Jesús La primera hipótesis invalidaría, como incoherente, todo lo
predijo para un futuro no mayor que el de una generación catástro- dicho hasta aquí 26 . Pero, en cuanto opuesta a la segunda, sólo
fes cósmicas culminando en el fin del mundo y de la historia, y que cuenta con un único dato (el del discurso escatológico) contra un
así lo entendieron comunidades cristianas primitivas como la de sinnúmero de hechos y estructuras significativas innegables que la
Tesalónica, donde varios miembros de la Iglesia dejaron de trabajar contradicen. La segunda tiene que admitir que Jesús esperó en vano
por esa misma razón (cf. 2 Tes 2,1-3,12). durante su vida esa irrupción con poder del reino de Dios, pero
No es tarea de esta «historia» disculpar a Jesús de ese error comprueba que su comunidad fue comprendiendo gradualmente
y afirmar sin datos fehacientes que su origen estribaría en un mal- que, con la resurrección de entre los muertos, ella se había realizado
entendido de discípulos o evangelistas23. Una «cristología» —no la no obstante las apariencias. Ello dará lugar al desarrollo cristoló-
«historia»— puede ciertamente especular sobre lo ilimitado o li- gico de Pablo desde Tesalonicenses a Romanos.
mitado del conocimiento de Jesús sobre el futuro 24 . La «historia»
Una última advertencia sobre el límite entre historia y cristo-
logia. Un gran error —no a pesar de, sino precisamente por ser
23
Ya indicamos en la nota anterior que, desde un punto de vista teoló- cósmico— parece darle a un personaje, en este caso Jesús, un
gico, ello no impediría caer en un problema de igual envergadura: el de la cierto dominio sobre la historia entera. Lo sitúa más allá de ella.
inerrancia de la Escritura. Veamos, por ejemplo, la explicación que da W. Kas- Y, liberada de ella, la interpretación puede volar en todas direc-
per: «La respuesta a esta importante cuestión se halla atendiendo a una se- ciones.
gunda característica del concepto bíblico del tiempo y la historia. La tensión
entre espera inmediata y retraso de la parusía no es meramente un problema Por el contrario, cuando aplicamos a Jesús una clave radical-
neotestarnentario, sino que se encuentra extendido por el Antiguo Testamen- mente histórica como es la política, el personaje adquiere, es cierto,
to. Esto se relaciona con lo que M. Buber llama 'historia que acontece'. Con-
forme a eso, la historia no discurre según un plan divino o humano. La his- 25
toria acontece más bien en el diálogo entre Dios y el hombre. La promesa de Porque, en efecto, si Jesús previo de manera inminente la catástrofe
Dios abre al hombre una nueva posibilidad; pero, el modo concreto de su cósmica y el fin del mundo y de la historia, y vivió y actuó basado en esa
realización depende de la decisión del hombre, de su fe o incredulidad. Por previsión, hemos de rectificar lo que hemos creído percibir constantemente
tanto, el reino de Dios no prescinde de la fe del hombre, sino que viene don- en él. No es posible que haya brindado tanta atención y valor a mecanismos
de Dios es realmente reconocido como Señor en la fe» (op. cit., pp. 94-95). históricos destinados a desaparecer de un momento a otro. Otra vez esta-
Pero, que se nos permita la irreverencia: si el Espíritu Santo, que no es ex- mos frente a un destino absurdo, y por absurdidad intrínseca (no por el he-
clusivamente alemán, necesita de tan oscura explicación para nacernos enten- cho de haber muerto por una equivocación). En otras palabras, la clave po-
der qué significa «no pasará esta generación hasta que todo esto suceda», lítica que hemos aplicado a su vida y a su mensaje —la que él nos hizo apli-
sería casi preferible el error, que, a fin de cuentas, podía ser detectado y car— quedaría invalidada por el ahistoricismo radical de la urgencia escato-
corregido con el paso del tiempo... lógica. A eso se refiere, en el texto ya citado, X. Léon-Dufour, cuando es-
24
Incluso una cristología desde arriba tiene que precaverse contra la cribe, a propósito del discurso escatológico que «no debe contradecir abier-
tentación de hacer del conocimiento de Jesús un conocimiento que mezcle tamente el sentido general de la mayor parte de los dichos de Jesús ni sus
datos provenientes de las dos naturalezas, las cuales, de acuerdo a los Con- declaraciones explícitas».
24
cilios de Efeso y Calcedonia, actúan inconfuse, es decir, sin confusión o mez- Cf. supra, pin. III del capítulo anterior en cuanto a los presupuestos
cla (DS 111 y 148). teológicos que están en su origen.
250 El Jesús histórico de los sinópticos

más consistencia; pero a la vez sus raíces históricas como que le ANEXO^Lv LA PRIMERA $B?#ñ** ST 'CO
impiden dar un fácil salto hacia otros tiempos, contextos y culturas.
Jesús tuvo un destino humano, concreto, histórico. «Trabajó
con manos de hombre» (Gaudium et spes, 22) en la construcción
del reino, como dice —en un sentido diferente, pero que brota, en
realidad, de aquí— el Vaticano II. Signo inequívoco de toda «ideo-
logía» (en el sentido definido en el tomo anterior), los medios que
Jesús empleó para revelarnos al Padre a través de la proximidad Una puntualización anterior cobra aquí importancia decisiva.
concreta de su reino llevan la marca de la historia y de su irrever- En los capítulos anteriores hemos discurrido sobre Jesús, no tanto
sibilidad. como si éste no hubiera muerto —estudiamos el conflicto que le
llevó a la muerte—, sino como si no hubiera resucitado.
Pero, por otra parte, en la medida en que Jesús muerde así en
nuestra historia, adquiere pasado y futuro. Se liga a una tradición Indicamos (en la introducción a esta primera parte) las causas
y exige un trabajo creador cada vez que se quiere hablar de él y el significado de esa «omisión». Interesados en reunir, ordenar
y serle fiel en un contexto nuevo. No hace inútiles las experiencias y verificar los elementos más fidedignos —históricamente hablan-
que lo precedieron ni nos permite trasladar las suyas por el simple do— sobre Jesús de Nazaret, desplazamos del dominio de la his-
procedimiento de la copia o de la analogía. toria al de la interpretación hecha por la fe, lo que llamamos datos
Ese trabajo, su condicionamiento, sus logros y su falta a veces pos-pascuales. No nos pronunciábamos con ello sobre su veracidad.
es lo que tratarán de mostrar las partes siguientes de esta obra, Pero era obligación lógica entenderlos como una posible retro-
si logran su objetivo. proyección, si no deformante, por lo menos no ajustada a los cáno-
nes- de h historia, de h resurrección de Jesús sobre los aconteci-
mientos anteriores a ella.
¿Queríamos decir con ello que la resurrección de Jesús no cons-
tituyó un «hecho histórico»?
Antes de responder a esta pregunta, y para proceder con orden,
debemos establecer que la resurrección de Jesús constituyó un
hecho verificable de la historia de la Iglesia naciente. La distinción
puede parecer sutil, pero apunta a algo muy claro. Quiere decir
que, cualquiera que sea la caracterización que se le dé al dato de
que Jesús resucitó —veracidad o ilusión, experiencia objetiva o en-
gaño subjetivo—, se puede científicamente mostrar, con los docu-
mentos a mano, cómo las experiencias constitutivas de ese dato
fueron históricamente decisivas para interpretar a Jesús y para
definir, según esa comprensión, el significado, función y estructura
de la Iglesia cristiana primitiva.
En ese sentido, aunque no constituyan datos históricamente
verificables respecto a Jesús mismo, como luego veremos, debemos,
no obstante, reconocer que forman parte, y parte central, de la
«Iglesia histórica». Para poner un ejemplo: aunque no conside-
remos fehacientes, desde un punto de vista científico, los datos
ofrecidos por antiguos historiadores como Herodoto o Tito Livio,
reconocemos el papel ciertamente histórico que, a través de sus
252 El Jesús histórico de los sinópticos
Jesús resucitado 253
autores, desempeñaron esos datos en la formación de la cultura
griega o romana. histórico al futuro si no hubieran estado persuadidas de que la
La resurrección no es, pues, una laguna que quedara al terminar expresión «Jesús resucitó» era tan verdadera (aunque de una ma-
los capítulos anteriores acerca del «Jesús histórico» '. Tanto más nera distinta en cuanto a su verificabilidad científica) como la
cuanto que ya hemos indicado algo (cf. la introducción a esta pri- expresión «Jesús murió en la cruz». Pablo lo hace constar así expre-
mera parte) sobre la influencia «histórica» de las experiencias samente (cf. 1 Cor 15,17).
pascuales en la atribución a Jesús de las expectativas mesiánicas de Y, precisamente cuando constatamos esa lógica y emprendemos
Israel, así como en el cambio de acento y contenido (cf. infra, el camino correspondiente, nos encontramos con un hecho extraño
anexo II) de la primera predicación apostólica después de Pascua y hasta, para muchos, sospechoso: los sinópticos nos narran sus
con respecto a la predicación de Jesús mismo. experiencias con Jesús resucitado sin variar, al parecer, el género
Desde este punto de vista, las experiencias pascuales consti- literario que usaron para contarnos sus experiencias con el Jesús
tuyen el paso decisivo —rastreable históricamente— entre la fe pre-pascual. Como si estuviéramos en el mismo plano de realidades.
antropológica de los discípulos de Jesús, unida radicalmente a los Como si cualquiera que se cruzara por casualidad con esas escenas
valores de éste, y la fe religiosa (cf. la terminología usada en el hubiera podido presenciar lo mismo, verificar lo mismo 2 .
tomo anterior). Esta coloca, en efecto, al mismo Jesús dentro de Nuestro asombro crece cuando vemos que Juan se une a los
una cadena de testigos. No sólo hacia atrás, involucrando el Antiguo sinópticos en esta actitud. Quien supo crear géneros literarios
Testamento entero, sino hacia adelante, ya que la imposibilidad nuevos —donde los símbolos, la filosofía y la teología se dan la
de verificar científicamente la resurrección de Jesús convierte a los mano— para narrar lo acontecido con Jesús antes de pascua retro-
discípulos y continuadores de Jesús en testigos decisivos de una cede, diríamos, al género literario de los sinópticos (o a uno muy
tradición en la que puede confiarse de un modo absoluto. semejante) cuando menos se lo espera: para narrar las apariciones
de Jesús resucitado.
Queda así establecido el trampolín o la cabeza de puente desde
la cual las cristologías se lanzan a la conquista significativa de la Vale la pena hacer algunas reflexiones sobre este problema, el
variabilidad histórica. único que, en rigor, nos sale al encuentro i después de las puntua-
1) Quien quiera, pues, entrar en el dominio de la significación 2
Hasta cierto punto, el mismo Pablo, a primera vista, parece suponer lo
de Jesús de Nazaret, es decir, en el de las cristologías, deberá confiar mismo, invitando, en cierto sentido, a «verificar» el hecho de la resurrección
en que los discípulos de Jesús son sinceros cuando nos aseguran de Jesús (cf. 1 Cor 15,5-8). Es cierto que se trata de acudir a testigos sobre-
haber tenido realmente la certeza de haber visto a Jesús después vivientes. Pero cabe preguntarse qué tipo de testimonio podían brindar esos
testigos. Pannenberg no vacila en decir que «la cuestión histórica de las apa-
de su muerte, pleno de nueva vida, y se sienten obligados, por riciones del Resucitado se concentra por entero en el relato paulino de 1
tanto, a sacar importantes consecuencias de esas experiencias para Cor 15,1-11. Las apariciones relatadas en los evangelios, que no son consig-
interpretarlo. nadas por Pablo, tienen un carácter legendario tan intenso que apenas puede
encontrarse en ellas un núcleo propiamente histórico» (op. cit., p. 110. Sub-
Las cristologías creadoras a que hacíamos alusión no hubieran rayado nuestro). Cabe, por lo pronto, preguntarse qué tendrá de más «his-
podido —no hubieran poseído la energía de— lanzarse del Jesús tórico» una mera lista de testigos a no ser la pura «sobriedad». Pero aun
dando por sentado que en esa lista se concentre todo cuanto sabemos de
1
Sirva —¡ojalá!— esto para evitar el escándalo de algún teólogo ante el «histórico» sobre la resurrección de Jesús, sorprende la indiferencia hacia las
hecho aparente de que tratemos nada menos que de la resurrección de Jesús narraciones evangélicas, tratadas simplemente de «legendarias». Si con eso se
en un anexo... Si ese teólogo es de buena fe, reconocerá que vamos a tratar quiere decir que no son dignas de fe por ser inventadas, cabe preguntarse
ese tema y su decisiva importancia allí donde tiene su papel central, es de- por qué Marcos o Lucas (para no hablar de Mateo) no aprovecharon esa oca-
cir, al estudiar cristologías como la de Pablo en Rom 1-8. Si introducimos en sión para inventar narraciones que corroboraran la lista de Pablo, sin duda
esta primera parte, destinada al «Jesús histórico», un anexo sobre su resu- conocida por ellos varios años antes de redactar sus evangelios. Además, una
rrección, ello se debe, como enseguida veremos, al hecho de que los evange- «leyenda» no puede descartarse como una invención: aun cuando lo fuera,
listas —nuestra fuente histórica— no parecen notar, a primera vista, la di- tendría un contenido significativo que urge averiguar. Y es lo que trataremos
ferencia radical que separa las narraciones sobre la actuación de Jesús antes de hacer en lo que sigue
3
y después de su muerte. Y esto requiere una explicación «histórica». Ya indicamos que no era nuestra intención explorar la cristología espe-
cial de cada uno de los sinópticos. Hemos buscado en ellos los datos histó-
254 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús resucitado 255
libaciones anteriores, por lo menos una vez que advertimos que resucitado tienen lugar únicamente en Jerusalén (o en sus alrede-
no podemos verificar, de manera directa, la resurrección de Jesús , dores, como Emaús). Lo mismo ocurre en Juan, aunque el apéndice
sino cerciorarnos, en forma más o menos negativa, de la veracidad que se agrega al cuarto evangelio añade una aparición, completa-
de los testigos. mente diferente de las demás, en Galilea.
Una mirada más detenida y profunda, dirigida a las narraciones ¿Qué indica todo esto? ¿Que no se da aquí el consenso general
pascuales que se parecen a las pre-pascuales, nos mostrará, como existente para los hechos ocurridos antes de la muerte de Jesús,
por círculos consecutivos, la profunda diferencia que separa a unas y en contra de todas las leyes de la memoria? Sería prematuro
de otras y relacionará esa diferencia con su contenido (narrativo) sacar conclusiones de este único elemento. Pero, en un punto
mismo. tan importante y que debió quedar más que otros grabado en el
Aun prescindiendo de las añadiduras introducidas, según ad- recuerdo, la imposibilidad para los evangelistas de volverse «si-
miten los exegetas, en tales relatos —Me 16,9-20; Jn 2 1 — , es nópticos» debe tener alguna relación con la materia de sus relatos.
obvio que éstos han perdido, y en relación con un contenido tan Si, en un segundo círculo, llevamos nuestra atención al conte-
decisivo, su carácter «sinóptico». En efecto, resulta ya imposible nido de las enseñanzas que Jesús habría dirigido a sus discípulos
superponer dos o tres cuadros, con sus semejanzas y sus diferencias, durante tales apariciones, encontraremos, por lo pronto, la misma
de una misma escena o relato. característica de falta de conexión. Es cierto que Lucas parece
El único punto en que los evangelistas coinciden en lo que poder resumir el tema de todos esos mensajes pascuales, escribien-
podríamos llamar una «sinopsis» es, sintomáticamente, el último do que fueron «acerca del reino de Dios» (Hch 1,3). Sin embargo,
elemento capaz de ser llamado con propiedad pre-pascual e histó- no se hace a tal respecto ningún anuncio nuevo, ninguna rectifica-
rico: el descubrimiento hecho por las tres mujeres, ocurrido el sá- ción importante, ninguna reafirmación de sus principios. Compro-
bado, del sepulcro vacio. A partir de ahí todo es diferente. A quié- bamos que las palabras atribuidas a Jesús parecen indicar aquí,
nes, cuándo y dónde se aparece el resucitado, qué les dice o qué más que una «enseñanza» que pueda ser consignada objetivamente,
creen entender de él, cuándo se retira definitivamente de la pre- un nuevo grado de comprensión alcanzado por los discípulos de lo
sencia de ellos, todo eso, de una manera que resulta inverosímil para ya conocido y, de alguna manera, referente a su propia condición
quien conoce la libertad con que Mateo, por ejemplo, maneja su y misión.
material, queda inconexo y disperso.
Así, Lucas, dejándonos a oscuras sobre el contenido concreto
Así, por ejemplo, según Marcos, Galilea es la indicación que se de una enseñanza tan decisiva, dice que Jesús «entonces abrió sus
da a los discípulos para poder ver al resucitado. Según Mateo, es inteligencias para que comprendieran las Escrituras y les dijo:
allí donde lo ven por última y única vez. En Lucas, Galilea es sólo 'Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los
un recuerdo de la predicación inicial de Jesús; las apariciones del muertos al tercer día'» (Le 24,45-46; cf. 24,6). Lo que vale, sin
duda, también para lo que aprendieron los discípulos camino de
ricamente más seguros sobre Jesús de Nazaret. Obligados a elegir entre las Emaús: «Empezando por Moisés y continuando por todos los pro-
cristologías, preferimos pasar de la «historia» de Jesús (seguida de un anexo fetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras»
sobre las experiencias «históricas» que tuvieron sus discípulos sobre su resu- (Le 24,27).
rrección) a la cristología de Pablo en la carta a los Romanos (cf. infra, se-
gunda parte). Si hemos de creer a Juan, Jesús resucitado habría comunicado
4
Pannenberg, por ejemplo, insiste en la fuerza histórica del argumento dos cosas a sus discípulos. La primera cuando les dice: «Recibid
que puede surgir de la tumba vacía de Jesús (cf. op. cit., pp. 124-130), sobre el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les quedan
todo cuando se piensa que, de tener una solución para tal problema, los ad- perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos» (Jn 20,
versarios de Jesús y de la predicación (centrada en Jesús resucitado) de los
discípulos, inmediatamente después de los hechos de Pascua, habrían mostra- 22-23). Y la segunda cuando, después de la verificación exigida por
do dónde se hallaba su tumba real. Pero entre el hecho «histórico» de un la poca fe de Tomás, termina Jesús: «Has creído porque me has
cadáver desaparecido, y el hecho «teológico» (o cristológico) y metahistórico visto. Dichosos los que aun no viendo creen» (Jn 20,28).
de una resurrección (a una vida gloriosa) media un abismo.
En cuanto a la primera, parece obvio que Juan es consciente
256 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús resucitado 257
de seguir, casi palabra por palabra, un logion que Mateo atribuye importancia: la dificultad en reconocer a Jesús en el resucitado
al Jesús pre-pascual (cf. Mt 18,18). El nuevo contexto que aquél y los procedimientos que usa Jesús para lograr ese reconocimiento.
le atribuye, es decir, después de Pascua, daría así a entender que Hallamos invariablemente que la nueva forma en que Jesús vive
sólo entonces se comprendió que lo que parecía prerrogativa de y actúa no permite reconocerlo, materialmente hablando, a primera
Jesús (cf. Mt 9,6 par.) constituía una realidad estructural del reino vista. Aunque Lucas en un caso (el de los discípulos de Emaús)
que debía, en alguna forma, convertirse en mecanismo histórico. presente una explicación «milagrosa» de esa falta de reconocimiento
En cuanto a la segunda, encontramos en ella un claro elemento —«sus ojos estaban retenidos para que no lo conocieran» (Le 24,
que podría extenderse a todas estas «enseñanzas pascuales»: el 16; se les apareció «bajo otra figura»: Me 16,12)—, él mismo atri-
apuntar a una significación futura. La primacía de los creyentes que buye el hecho en otra ocasión a causas psicológicas de los mismos
no podrán hacer verificación alguna directa acerca de un dato deci- discípulos (cf. Le 24,37.41). Mateo se contenta con señalar que
sivo para su fe apunta a la comunidad pos-apostólica y hace com- muchos discípulos, puestos ante el resucitado, «lo adoraron; algu-
prender su situación —ya actual cuando el cuarto evangelio se nos, sin embargo, dudaron» (Mt 28,17). Juan señala en las mismas
escribe—, al mismo tiempo que sus condicionantes y su valor. apariciones circunstancias extrañas que pueden haber influido en
Otro tanto cabría decir sobre las «enseñanzas» de Jesús resu- esa falta de reconocimiento («estando las puertas cerradas»: Jn 20,
citado reseñadas en los apéndices apócrifos: lo decisivo de la fe 19.26). En otros casos, sin embargo, no indica la causa que impide
y del bautismo (cf. Me 16,15-18) o las funciones respectivas en la el reconocimiento, como en el caso extraño de María de Magdala,
Iglesia naciente (cf. Jn 21,15-23). que confunde el aspecto de Jesús con el de un jardinero, pero que
Pero, aun ateniéndonos a Mateo y a Lucas, encontramos, con- lo reconoce al oírlo hablar (o al oírlo pronunciar su nombre; cf. Jn
vertida en «enseñanza» de Jesús resucitado, una comprensión de su 20,llss).
misión que la primera comunidad cristiana no poseyó hasta mucho Pero en todas las ocasiones el puente entre el resucitado y el
después de Pascua: la de la universalidad de un mensaje que Jesús, Jesús pre-pascual se establece de la misma manera indirecta: por la
en su predicación pre-pascual, había reservado a Israel (cf. Mt 10,5; reminiscencia de algo característico de Jesús y que permanece, o re-
15,24): «Id pues y haced discípulos a todas las gentes [pueblos aparece, a pesar de la transformación operada en él: otra pesca
paganos] bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del milagrosa, el nombre propio pronunciado, la fracción del pan, las
Espíritu Santo» (Mt 28,18; Le 24,47). heridas recibidas en la cruz...
Es así como, con respecto a estas enseñanzas pascuales de Jesús, Es indudable que estamos frente a un procedimiento literario
tenemos que concluir que la experiencia a que aluden es la de una intencional para quebrar cualquier lectura «realista» de la narra-
comprensión de Jesús y de su seguimiento que, aunque psicológica ción. La antinomia igual-irreconocible apunta así a una diferencia
e históricamente tenga lugar después, ha de buscar su origen lógico radical entre las experiencias pre-pascuales y las pos-pascuales.
en la realidad del resucitado. Así, aunque el género literario de la Finalmente, tenemos un dato importante, implícito, es cierto
narración parezca el mismo, sus leyes han cambiado de manera —aunque a veces asoma un poco explícitamente—, y que permi-
radical a instancias de su contenido. tirá la última vuelta de círculo: las apariciones de Jesús confirman
En tercer lugar, y en un nuevo giro circular, hallamos en todas la fe existente. No son una prueba válida independientemente
las apariciones narradas en detalle un elemento —que algunas cris- de ella.
tologías han minimizado de manera increíble 3 — de la más alta
5
a lo «legendario» de esas narraciones, se ve obligado a argumentar por otro
Aun aquellos que constatan el hecho no parecen darle un significado lado, con acierto indudablemente, aunque con menos fundamento «histórico».
verdaderamente decisivo. Así X. Léon-Dufour señala el «esquema» idéntico Su argumento se basa en que Pablo interpreta la resurrección de Jesús no
de las apariciones: «Iniciativa del Resucitado, lentitud del discípulo en reco- tanto como un acontecimiento individual sino como el comienzo del aconte-
nocerlo, palabra del Resucitado. Este quiere hacer constar que es el mismo cimiento escatológico por excelencia: la resurrección de los muertos. Jesús re-
Jesús de Nazaret que conocieron, aunque ahora viva en una condición dife- sucitado se diferencia, pues, del Jesús prepascual en que vive una condición
rente de la de antes-» (op. cit., p. 447). Pannenberg, al no dar importancia distinta de la de antes: la escatológica (cf. op. cit., pp. 92-110).
258 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús resucitado 259
Decíamos que esto asoma aun de manera explícita. Y, en efecto, mismos valores de Jesús constituye una condición indispensable
cuando, de acuerdo con las categorías que manejamos habitual- para poderlo «ver» y «reconocer» resucitado.
mente, parecería que con estos acontecimientos de Pascua los dis-
En otros términos: el concepto mismo de verificación tiene que
cípulos pasan del «creer» al «ver» o comprobar (cf., por ejemplo,
abrirse aquí a dos significados distintos. Por una parte, las narracio-
Jn 20,29, a propósito de la «verificación» hecha por Tomás), sin
nes de los evangelios no nos permiten hablar de una verificación
embargo, el uso del verbo creer (y verbos afines como dudar) tiene
científica, en cuya misma definición entra el ser esencialmente uni-
aquí, de manera sorprendente, un lugar proporcionalmente mucho
versalizable, y no depender más que de la reproducción de las
más grande que en las narraciones de los hechos ocurridos antes
mismas condiciones exteriores de observación y del juego de los
de la muerte de Jesús.
mismos elementos. Pero, por otra, es evidente que las narraciones
En cierto modo es como si aún resonara, en un nuevo plano, pascuales pretenden ser asimismo una «verificación» que los suce-
es verdad, la advertencia de Jesús: «... convertios y creed en la sos, independientemente de la propia voluntad de los discípulos,
buena noticia». Por eso, sólo a los que han creído en la primera permiten hacer de lo acertado que fue adherirse a los mismos valo-
y se han mantenido constantemente unidos a los valores que Jesús res que estructuraron la vida y muerte de Jesús de Nazaret.
representaba, por escasa que haya sido su comprensión de alguna Volvamos, pues, a la pregunta inicial: ¿constituye la resurrec-
de sus grandes ideas y por vacilante que fuera, en términos psico- ción de Jesús un hecho histórico? Si para definir un hecho como tal
lógico, esa fe ante el escándalo de la cruz, Jesús se les aparece nos referimos a la posibilidad de verificarlo en el primer sentido
resucitado. Repitámoslo: sólo a ellos. (científico) de la palabra, tendremos que responder, sin dudar, nega-
Es importante que, a pesar del uso «apologético» que se hará tivamente. Y por una negativa de principio, no sólo de hecho, ya
de la resurrección desde el comienzo de la predicación cristiana, que muchos datos lejanos en el espacio o en el tiempo, aunque no
no puedan citar los discípulos una sola aparición de Jesús resucitado permitan en la práctica hacer directamente tal verificación, presen-
que haya tenido lugar fuera del grupo de ese «nosotros», unido a él tan en sí mismos los requisitos esenciales para una tal verificación,
desde antes de Pascua. Tan formidable acontecimiento no ha tenido lo que no es el caso aquí.
un solo testigo imparcial... Más aún: las investigaciones hechas en este capítulo sobre el
Esta sobriedad es tanto más significativa cuanto que Jesús género literario de los relatos evangélicos concernientes a Jesús
mismo parecería haber dado un paso decisivo en ese camino (apolo- resucitado nos muestran precisamente que sus autores dieron mues-
gético) cuando, exasperado ante las pretensiones de las autoridades tras fehacientes de percibir con toda claridad esta cuestión (que no
religiosas de juzgarlo en nombre de Dios, apela a una verificación: es tan moderna como podría hacer pensar el adjetivo opuesto que
«... y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder hemos usado: científico). Los relatos del Jesús pre-pascual tendrán,
y venir entre las nubes del cielo» (Me 14,62 par.). sí, un cierto grado de inverificabilidad práctica, dada la distancia
¡Qué fácil hubiera sido —por lo menos a la cristología «desde temporal y cultural que nos separa de ellos y que, en cierta medida,
arriba» de Juan— el dar cumplimiento narrativo a esta profecía ya comenzaba a separar a los evangelistas mismos de los hechos
de Jesús! Sin embargo, ninguno de los evangelistas lo hace. Si pen- narrados. Pero los presentan, en principio, como esencialmente ve-
samos en una razón objetiva para que las cosas hayan ocurrido rificables.
como se nos narran, nos topamos con la profunda razón de una No sucede, por el contrario, tal cosa con los sucesos pascuales.
economía divina según la cual cuando se tienen valores (auto- Y no porque nosotros desconfiemos de los relatos correspondientes.
justificantes) tan opuestos a los de Jesús «... tampoco se conver- Podemos hacerlo o no, pero ya los mismos relatos, bajo la pluma
tirán aunque un muerto resucite» (Le 16,31). de quienes los escribieron, muestran todos los elementos de una
verificabilidad distinta, la que definíamos en segundo lugar. Pre-
Comprobamos así que el uso apologético y, por lo mismo, uni- tenden, sí, ser datos verdaderos y no meras expresiones líricas de
versal, verificable de la resurrección de Jesús queda excluido por el afectos o impresiones subjetivas. Cuando los discípulos dicen que
hecho de que, en las narraciones evangélicas, el haber seguido los son testigos de que Jesús resucitó (o de que Dios resucitó a Jesús),
Tesas resucitado 261
260 El Jesús histórico de los sinópticos
tructuran según un mundo distinto de valores. Sólo pagando este
como aparece en la predicación de Pedro (cf. Hch 1,32; 3,15; 5,32)
precio, en vistas a la eficacia, se comunica y se acumula el saber.
y de sus compañeros, no quieren decir: amamos a Jesús, o lo re-
cordamos como cuando estaba vivo, o está vivo en nuestra memoria. Pero entre estos dos dominios, tan claramente opuestos en prin-
cipio, existe siempre y necesariamente una zona donde ambos se
2) ¿Cuál es, entonces, el contenido propio de ese tipo —al
entremezclan y complementan.
parecer tan extraño y único— de expresiones, al mismo tiempo
verificadas e inverificables? Es la zona de los datos últimos o trascendentes sobre la realidad
y sobre lo que ella puede ofrecernos. Son datos, en efecto, puesto
Para responder a esta pregunta —esencial para todas las cristo-
que no se refieren a lo que debería ser (valores), sino a lo que es,
logias hechas y por hacer— es menester volver a un punto central u la realidad, a sus posibilidades o probabilidades más lejanas. Pero
tratado en el tomo anterior y relativo a los que allí llamábamos son últimos, y en un doble sentido: primero porque se refieren
datos trascendentes. u los límites mismos de la realidad, por lo que sólo podrían ser
Mostrábamos entonces cómo en toda existencia humana, se dé «verificados» si la realidad se presentara en su totalidad y simul-
o no el hombre cuenta de ello, se establece, más allá (trascendencia) taneidad. Y son últimos asimismo porque, constituyendo el funda-
de toda experiencia verificable, un conjunto de datos sobre la mento de la apuesta existencial de cada ser humano, una especie de
posibilidad de imprimir en la realidad cierto tipo de valores que «ya verán que al final yo tenía razón», apelan a una especie de
planeamos hacer nuestros. verificación escatológica. Es la escatología en cuanto elemento inte-
Esta operación es diferente de —aunque no ajena a— la otra grante y esencial de toda existencia humana: como en toda apuesta,
por la cual, ante los diferentes testigos de una vida satisfactoria, -el futuro es erigido en criterio.
elegimos para orientar la nuestra aquellos que, a nuestro juicio, Se podría decir que sólo quienes poseen de alguna manera el
han sido y son capaces de proporcionarnos una felicidad mayor por don de la palabra —oradores, maestros, escritores, poetas— son
la adopción de sus valores. El hecho de que esta elección la haga- capaces de dar forma explícita a tales datos trascendentes que, para
mos por medio de testigos, ya que nadie puede hacer por sí mismo la mayoría, permanecen, sí, activos y estables, pero implícitos.
y previamente la experiencia que aguarda, como meta posible, Siempre será necesaria una gran dosis de simbolismo para transmi-
detrás de uno solo (mucho menos detrás de todos) de los caminos tirlos en forma significativa sin hacerles perder su trascendencia
posibles hacia la felicidad, hace que a la determinación que toma característica.
cada hombre de apostar por los valores a los que quiere confiar el
éxito de su vida la llamemos —en un sentido antropológico y no Tomemos un ejemplo sin conexión aparente con los relatos
precisamente religioso— fe. de la resurrección que estamos estudiando. Marcel Proust, hablando
de la obra de arte que constituyen ciertas frases o temas musicales,
En el extremo opuesto aparece ante cada hombre el dominio concluye: «Quizá la nada es lo verdadero, y todo nuestro sueño,
de la realidad objetiva, de la realidad tal cual es, por oposición al inexistente; pero sentimos que, en ese caso, sería menester que
plano de los valores en el que cada uno decide lo que ella debería esas frases musicales, que esas nociones que no existen sino en
ser y queremos que sea. Si llamamos «objetivo» al conocimiento relación con él fueran asimismo nada. Pereceremos, pero tenemos
humano en este dominio no es, por cierto, para caracterizarlo como por rehenes esas divinas cautivas que seguirán nuestra suerte. Y la
verdadero ni siquiera como desinteresado. Todo conocer está y es- muerte con ellas tiene algo de menos amargo, de menos inglorioso,
tará siempre al servicio de una eficacia, es decir, de la realización de quizá también de menos probable» 6.
determinados valores. Pero en esa «objetividad» se alude a un
desvío que el conocimiento tiene que hacer para obtener «eficacia», ¿Cuál es el mecanismo lógico de ese argumento, ya que se trata,
el desvío de la comunicabilidad de los datos y de la universalidad obviamente, de un argumento?
de su verificación. Para aprovechar la mayor eficacia posible hay
que atenerse a un tipo de verificación que sea posible a todos 'Ala recherche du temps perdu. Du cóté de chez Swann (Ed. La Pléiade,
y, por tanto, a quienes dan a la vida un sentido diferente y la es- Gallimard, París 1954) p. 350.
262 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús resucitado 263
En primer lugar, si tiene sentido pensar así, implica, en el autor Y ello sin poder, claro está, verificar tal achicamiento7. Más aún:
de tal pensamiento, la elección primero y el cultivo después de sostenemos que, de manera totalmente inconsciente o «por las
ciertos valores precisos. En efecto, la belleza de una frase musical iludas», siempre hará una apuesta contra los límites aparentes de
no es ya un dato verificable científicamente. Depende de haber la realidad, siempre sacrificará algo a lo que no puede ser verificado
puesto unos valores por encima de otros y de haber «educado» de manera científica, siempre captará «rehenes», aunque sostenga
el gusto, pasando por el esfuerzo y, consiguientemente, por la de labios —o mente— para afuera que sólo tienen valor para él 8 .
fe que tal educación implica. Depende además de esa estructura Ahora bien: ¿qué relación tiene esta categoría de datos tras-
de valores elegida el que un grado —que no es objetivo— de esa cendentes y su mecanismo con los relatos evangélicos de la resu-
belleza pueda ser considerado como poseyendo esa cualidad «di- rrección de Jesús? Sin lugar a dudas, son evidentes los puntos de
vina» que es básica para la fuerza del argumento. contacto. Así, sin temor a equivocarnos, podemos decir que todas
En segundo lugar, el autor encuentra en esas experiencias esté- las precauciones literarias adoptadas por los evangelistas, y que
ticas hechas en el dominio musical razones para imaginar de cierta hemos ido siguiendo en nuestro análisis de esos relatos, apuntan
manera los límites de la realidad objetiva. Concluye, en efecto, de a distinguir ese dato trascendente de los otros, históricos, a los que
ellas que la vuelta a la nada es «menos probable» o, en términos se refieren las narraciones pre-pascuales.
que tal vez no habrían gozado de la aprobación del autor, pero que Con la resurrección de Jesús llegamos a un límite, cruzamos un
son equivalentes, que cierto tipo de inmortalidad, transmigración, umbral, entramos en lo último; pero eso que es ultimo no es una
resurrección, o como quiera llamársela, es más probable que la nada. categoría abstracta: es el dato concreto con que la realidad total
En tercer lugar, el argumento generaliza y trasciende experien- responde al problema del destino de los valores practicados y ense-
cias humanas «verificables» con rehenes. Implícitamente supone ñados por Jesús, el trato final que hace Alguien por los «rehenes»
la existencia de «algo» —finalmente siempre concebido como «al- que Jesús, de manera histórica y verificable, retuvo en su existencia
guien»— fuera de nosotros y coextensivo con la realidad toda que humana limitada, ideológica, cara a la muerte.
se perdería si con nosotros desaparecieran esas creaciones humanas, Pero salta también a la vista una divergencia entre el argu-
alguien para quien ellas sean real y eficazmente «rehenes». Decimos mento («ejemplar») de Proust y los relatos de la resurrección, y es
que siempre se trata de «alguien», ya que no puede haber compu- que aquél declara no saber aún el resultado de su apuesta, mientras
tadora capaz de «apreciar» valores si no ha sido programada para que los discípulos, después de Pascua, pretenden conocerlo. Proust
ello por alguien que los establece. postula un dato; los discípulos de Jesús creen haberlo presenciado
y ser «testigos» de él. A nuestro juicio, dos consideraciones mayores
En cuarto lugar, el argumento, en un extraño cortocircuito ló- se imponen en este punto: la primera es que la apuesta contenida
gico, apela a una «verificación» cuando precisamente cesen las con- en los valores que Jesús enseñó y practicó tendría sentido y per-
diciones actuales de verificación. Reconoce que, mientras tengamos fecta lógica existencial aunque no hubiera sobrevenido la resurrec-
vida, la apuesta es sólo eso: una apuesta. Sólo cuando no tengamos
ya vida —esta vida, la de las verificaciones «científicas»— «se
7
sabrá» si hemos apostado bien, si lo que hemos llamado «más pro- Y no vale la escapatoria de que se trata de un agnosticismo y no de una
bable» era en realidad tal. negación propiamente dicha. Ello será válido en el plano de la lógica formal.
Existencialmente, no sólo no soluciona nada en los problemas prácticos y
Por supuesto, es muy de temer que un positivista lógico abo- éticos que no podemos dejar de plantearnos y de solucionar de una manera
rrezca este tipo de argumentación y le niegue todo sentido, pero lo o de otra, sino que significa un «o a una apuesta que hubiera podido ser dis-
que pretendemos es que esa negación no impedirá, por cierto, que tinta y mayor.
* Recuérdese «la mano invisible» que en el liberalismo clásico debía hacer
él mismo, para estructurar su existencia humana, tenga también coincidir la competencia perfecta en el mercado con la satisfacción de todas
que adentrarse en esta zona limítrofe, trascendente, escatológica, las necesidades básicas. O la implícita mano invisible que, en el comunismo
aunque sólo sea para achicar sistemáticamente los límites de la reali- perfecto, según Marx, debía asimismo hacer coincidir el trabajo vocacional
dad frente a la realización del deber-ser establecido por los valores. de cada hombre (o el constante aumento de su tiempo libre) con la provisión
de las fundamentales necesidades de la sociedad.
264 El Jesús histórico de los sinópticos Jesús resucitado 265

ción. Estaría, en este caso, comprendida exactamente en el mismo Las narraciones acerca de las apariciones de Jesús no son «his-
tipo de lógica en que se basaba nuestro ejemplo, es decir, el argu- tóricas». No porque sean falsas, sino porque son mas que histó-
mento de Proust. La apuesta de la vida de Jesús, sus «rehenes», ricas. Pertenecen a un plano donde se juzga y verifica el sentido
estarían aún, como los de la vida del resto de los hombres, a la de la historia, al escatológico. Nos relatan, pues, experiencias
espera de las condiciones escatológicas de verificación. de una escatología anticipada. Como tales hemos de entenderlas
Esta espera no descalificaría en manera alguna a Jesús de Na- y como tales asimismo juzgarlas.
zaret, ni siquiera desde el punto de vista «religioso». Quedaría en Puede parecer paradójico, pero no deja de ser profundamente
la misma situación que todas las grandes figuras que introdujeron, verdadero que los relatos de las apariciones de Jesús resucitado
de parte de Yahvé, los datos trascendentes que jalonan la historia son mucho menos míticos, en el sentido estricto de la palabra,
y la tradición de Israel. Como los patriarcas, Moisés y los profetas, que los relatos, por ejemplo, de los milagros, correspondientes a la
Jesús habría quedado asimismo a la espera de la verificación divi- vida pre-pascual de Jesús. Más aún: no son míticos en absoluto.
na, sin que por ello, como en el caso de los otros, merecieran menos Piénsese, en efecto, que los milagros aspiran a ser un signo
fe los datos sobre la realidad última aportados por él 9 . totalmente objetivo, abierto a la verificación de cualquier observa-
No es así, sin embargo, como acontecieron las cosas, según los dor n y aun a la de los adversarios, y que la verificación que los
evangelistas. Según ellos, los discípulos tuvieron ocasión de aso- declara tales consiste en comprobar que sólo una causalidad de
marse a lo último y de hacer allí la verificación —en Jesús resu- una u otra manera sobrenatural puede ser tenida como respon-
citado— de un dato trascendente fundamental. Ello puede parecer sable del acontecimiento (cf. Me 3,27 par.).
antinómico, si no contradictorio: lo último en medio de la historia. Precisamente, uno de los elementos esenciales en la definición
Lo cual nos lleva a la segunda consideración. de lo «mítico» es la introyección, dentro de la causalidad histó-
Los discípulos viven y no viven, a la vez, las realidades últi- rica ordinaria (siempre verificable en principio), de otra causalidad
mas con respecto a Jesús. Y de ese vivir al mismo tiempo en la metahistórica basada en poderes trascendentes. Los milagros in-
historia y en lo escatológico —aunque sólo sea tangencialmente terrumpirían así, más o menos a menudo, la línea de los aconteci-
y como por chispazos— dan testimonio claro las características mientos históricos que la ciencia puede ligar a sus causas naturales.
peculiares del género literario de esos relatos, como se ha visto en Siempre, pues, que estamos frente a esa doble causalidad estamos
la primera parte de este anexo 10. frente a lo mítico, en el más puro sentido de la palabra.
Ahora bien: todo lo que hemos analizado acerca del género
' Pablo parece (cf. 1 Cor 15,12-19) decir lo contrario. Pero su argumenta- literario de las narraciones evangélicas sobre la resurrección nos
ción, además de ser ambivalente, es más compleja. Por de pronto se dirige a
quienes ya han decidido en general (como lo hacían los saduceos) negativa- muestra que, aunque éstas parezcan contener el milagro más sen-
mente sobre el dato trascendente de la resurrección de los muertos y hacen sacional de la historia de Jesús, no relatan en rigor milagro alguno.
de esta negativa un apriori contra la resurrección de Jesús. Es esta negativa La presencia de lo escatológico se da sin necesidad de quebrar
general (aunque esté como particularizada en el caso de Jesús), la que se o sustituir ley natural alguna.
considera, con toda razón, como opuesta a la fe, es decir, a los valores cris-
tianos, basados en el dato trascendente de que el amor es más fuerte que la Así, si la comparación aritmética entre los cinco panes iniciales
muerte, considerada por Pablo como fruto del pecado, es decir, del egoísmo y los doce canastos llenos de pan al final —después que la multi-
(cf. injra, segunda parte). tud se ha saciado— se ofrece a la verificación de todos como
10
De ahí el contrasentido en que incurren muchos exegetas (ya indicamos
el ejemplo de Pannenberg) cuando, en el tema de la resurrección, prefieren
remitirse a Pablo (1 Cor 15,5-8) no sólo porque hallan en él una formulación 11
No existe tal vez nada tan obviamente mítico en un mundo determina-
más antigua del hecho, sino, en el fondo, porque creen que su fórmula es do por la ciencia, como una oficina equipada científicamente para controlar
más sobria. Y es, precisamente todo lo contrario. La lista de Pablo hace pen- los verdaderos milagros, y distinguirlos de los falsos y dudosos, como la que
sar en una secuencia histórica tan verificable como, pongamos, la que con- funciona en relación con Lourdes. Pero ya algo de eso está en ciernes, y en
viene a la muerte de Sócrates. Los relatos evangélicos, por el contrario, son, un mundo sin instrumentos científicos de control, en los detalles (en tiempo
en su extraño género literario, mucho más reticentes en cuanto a identificar y cantidades) de los relatos evangélicos de milagros (cf., por ejemplo, Mt 8,
los hechos narrados con un material «histórico». 13; 14,20-21; 15,37-38).
266 El Jesús histórico de los sinópticos
Jesús resucitado 267
prueba de que un poder sobrenatural ha intervenido para multi-
plicar lo inmultiplicable, nada, absolutamente nada, puede el es- Esto nos lleva a una última consideración que el lector puede
pectador imparcial percibir de Jesús resucitado 12. La misma trans- omitir, pues sólo se esclarecerá plenamente, confiamos, a la luz
formación operada en los discípulos, a pesar de su carácter súbito de lo que estudiaremos en la última parte de esta obra. Hay que
y radical, si es que debemos considerarla así, puede perfectamente comprender el impacto de la resurrección de Jesús para el mundo
explicarse por un grado más hondo alcanzado en su fe en Jesús significativo del hombre como un efecto de redundancia.
de Nazaret, muerto en la cruz u . Al emplear el término «redundancia» estamos haciendo uso
Es como si, después de haber leído el pasaje citado de Proust de un elemento decisivo en el sistema científico de Bateson, ya
sobre las «rehenes divinas», que hacen «menos probable» una mencionado. Sucede que el mundo del sentido, como el físico, es,
vuelta a la nada, leyéramos en la página siguiente que esos mismos en cierta manera, cuántico. La significación de las cosas no avanza.
rehenes hacen de esa vuelta algo imposible. Nadie deduciría de ahí milímetro a milímetro con cada nuevo dato aportado 1S . En el
que Proust ha asistido en el intervalo a un milagro. Diríamos que mundo de la naturaleza (por azar) y también en el del lenguaje
se ha vuelto «más optimista», que ha tenido tal vez más ocasio- humano (adrede), ya sea cotidiano o artístico, la comprensión
nes de comprobar, dentro de los límites de las experiencias huma- avanza merced a acentuaciones, acumulaciones, repeticiones —esto
nas comunes y verificables, cómo los valores parecen forzar su es, redundancias— que se lanzan como olas al asalto de un nuevo
reconocimiento —rehenes eficaces— dentro de la causalidad his- umbral de sentido.
tórica ordinaria. Cuando nos inclinamos, por ejemplo, sobre la evolución zooló-
Por eso decíamos que la realidad escatológica ha tocado tan- gica de los primates sólo percibimos una mutación infinitamente
gencialmente la existencia histórica de los discípulos, al propor- - pequeña y gradual en la capacidad craneana, en el desplazamiento
cionarles, de la manera que queda explicada, experiencias del del pulgar, en la adaptación de la columna a la posición erecta...
resultado de la apuesta que significaban contra la muerte y la nada Y, de pronto, nos hallamos ante un nuevo mundo de sentido,
los valores predicados y practicados por Jesús. Tangencialmente ante un mundo que exige nuevas aproximaciones cognoscitivas.
no constituyen referencia alguna a una disminución de importan- Porque, aunque sea verdad que las mismas ciencias —matemáti-
cia significativa; alude, sí, a lo imperceptible e inverificable de cas, física, química, biología— siguen tranquilamente reconociendo
su inserción histórica. en el nuevo ser sus mismas leyes, se tiene la sensación inequívoca
de haber franqueado un umbral, algo inconmensurablemente dife-
Una vez que las experiencias de Jesús resucitado tienen lugar
rente de los aumentos infinitamente pequeños, ya mencionados,
y abren un sentido se descubre que ese sentido estaba ya presente
y que esas ciencias nos enseñan a detectar y medir. A partir de
y a la espera en lo que ya se sabía antes. No hay solución percep-
ese umbral —y de aquí la redundancia— no es como si cada
tible de continuidad 14 .
elemento siguiera desarrollándose solo, sino que todos juntos em-
12
Eso es lo que, con un género diferente al de los relatos evangélicos, prenden una imprevisible carrera hacia nuevas metas. Nuevos
hace igualmente Pablo, «desmitologizando» la pregunta «mítica» de sus oyen- «atajos» —como la psicología o la sociología— se vuelven necesa-
tes (o destinatarios) sobre el futuro cuerpo de los resucitados (cf. 1 Cor 15, rios para comprender de manera económica la conducta de un ser
35ss). al que nos vemos forzados a llamar nuevo 16.
13
Por eso insistimos anteriormente en que la resurrección no era requisi-
to indispensable para la fe, ni siquiera para la fe religiosa, en Jesús de Na-
zaret. No sin razón el prólogo del Evangelio de Juan sobre el Verbo de Dios 15
encarnado no hace mención alguna de la resurrección. El «haber visto su Por supuesto, existe aquí una dificultad insalvable de lenguaje. «Milí-
gloria» se sitúa, según el evangelista, en episodios prepascuales y culmina metro a milímetro» y «nuevo dato» son ya expresiones cuánticas. Como lo
en la cruz. serían asimismo «paso a paso», «gradualmente» o «paulatinamente» (que,
14
El que la fe de los discípulos sólo se afiance con las experiencias pas- desde el punto de vista etimológico, quiere decir poco a poco).
16
cuales se caracteriza como una indebida tardanza en el Evangelio de Lucas: Nadie esperará de la química el secreto de la Gioconda, como nadie
«¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los pro- esperará de las matemáticas las leyes del lenguaje humano. Y, no obstante,
fetas...!» (Le 24,25). nadie negará que la química y las matemáticas sigan ejerciendo sus leyes so-
bre ambos elementos.
268 El Jesús histórico de los sinópticos

Cada umbral es así como un regalo, como un acento puesto


en el don, en la novedad, en la finalidad. En una palabra: la redun- II
dancia significativa, figura sacada del lenguaje, se presenta como
gratuidad, como gracia, como apertura al sentido. ALGO MAS SOBRE LA CLAVE
Y así se produce, con la resurrección, la invasión de lo último,
de lo escatológico en la historia. No a manera de una segunda
La muerte y resurrección de Jesús nos obligan a plantearnos
causalidad (como tampoco significan una segunda causalidad la
de nuevo y por última vez la cuestión, si no de la legitimidad,
psicología o la sociología cuando son requeridas para la explicación
por lo menos de la conveniencia de aplicar a los datos históricos
del ser humano) que anularía o desplazaría la histórica, sino, dentro
sobre Jesús una clave política.
de un cambio infinitamente pequeño de ésta, la irrupción de un
mundo nuevo de sentido prometido a la existencia del hombre 1?. No abusaremos de la paciencia del lector volviendo a la jus-
tificación de la clave utilizada ni repetiremos las razones por las
que su empleo no nos parece se oponga al hecho innegable de que
la vida y el mensaje de Jesús expresan una revelación religiosa,
un testimonio sobre Dios.
Pero, si tomamos en serio esa clave y si pensamos que el mismo
Jesús la tomó en serio para concebir su misión, no podemos dejar
de preguntarnos si tal interpretación puede hacer justicia a los
últimos hechos de esa vida y, por tanto, a todos los hechos'.
La clave política o, mejor, religioso-política que hemos em-
pleado parece darse de bruces contra dos realidades globales.
La primera es que, si en ningún momento, menos aún hacia
el final de su vida parece Jesús interesado en hacer uso alguno
del poder político que su mensaje y actividad han creado en favor
de los pobres de Israel.
La segunda es que, después de las experiencias pascuales, la
comunidad de los discípulos de Jesús, que en los sinópticos brinda
testimonio claro, no obstante los hechos pascuales, de ese con-
flicto (político) suscitado por el Maestro, no intenta, al parecer,
reproducirlo en su propia misión.
En realidad, toda esta obra, y no sólo este anexo, está destinada
a responder, en la medida de lo posible, a esa doble pregunta.
17
¿Qué pensar —se preguntará, sin duda, un lector escandalizado a prio-
ri— de los resultados de este anexo acerca de la «verdad objetiva» de la 1
No pensamos sea necesario repetir que toda obra de reconstrucción his-
resurrección? Cuando decimos que la resurreción es un dato de la fe —y no tórica implica una interpretación, una clave, un mundo significativo lanzado
comprobable históricamente en el sentido que le hemos dado a la palabra desde el presente al pasado. Véase, por ejemplo, a este propósito Hans-Georg
«historia»— decimos que la fe tiene la resurrección por una verdad objetiva. Gadamer, Vérité et Méthode. Les grandes lignes d'une herméneutique philo-
Esa es la verdad correspondiente a cada dato trascendente, y acabamos de sophique (trad. franc. Ed. du Seuil, París 1976) espec. pp. 109ss y 134-140.
mostrar que la resurrección es uno de ellos. Esta objetividad de la resurrec- Cuando hablamos, pues, de interpretaciones teológicas o simplemente pos-
ción la encontrará el lector desarrollada en cristologías como la de Pablo pascuales no pretendemos insinuar que la reconstrucción del Jesús prepas-
(cf. infra, segunda parte) donde la resurrección como dato objetivo ocupa cual hecha por nosotros hasta aquí esté exenta de interpretación. Se trata
un lugar central. de «proporciones». Entre lo gráfico de una filmación o fotografía, y la es-
peculación teórica sobre un personaje, hay grados y jalones.
Algo más sobre la clave 271
270 El Jesús histórico de los sinópticos
nada con vistas a su previsible desenlace, ni siquiera la más mínima
Lo que haremos aquí, por consiguiente, no podrá ser otra cosa táctica para proseguir con su actividad concienciadora 3 .
que quitar obstáculos y preparar así el camino para ese plantea- Ya hemos indicado por qué la hipótesis de que dejaba todo
miento a largo plazo.
en manos de una causalidad superior que trabajaba sola no con-
1) Esperamos que el lector que haya seguido hasta aquí la cuerda ni con su mensaje ni con sus actos. Si, por el contrario,
exposición del material histórico con que contamos sobre Jesús partimos del supuesto de que Jesús es un hombre cabal —perfectus
no piense, como Bultmann, que su destino y la muerte que le homo— interesado en la historia y abocado a las leyes de su causa-
pone fin fueron absurdos. La clave política aplicada a su vida, lidad, nos asomamos a u n enigma.
a su mensaje y al conflicto suscitado por ellos muestra una gran
Veamos cómo se acostumbra a salir de él. Como indicamos
coherencia y significado. Podríamos decir que Jesús tuvo los amigos
desde el comienzo, podemos dejar de lado una de las escapatorias
que «merecía» (lógicamente) tener, así como los verdaderos ene-
más obviamente opuestas a los textos evangélicos: que con el térmi-
migos, discípulos y aun espectadores neutrales.
no «reino de Dios» se apunta a una realidad ultramundana que tras-
Pero, como decíamos, llega un momento, también lógico, en ciende por igual todas las categorías y conflictos que dividen a los
que la clave política parece agotarse y apelar a otro tipo de inter- hombres en el curso de la historia 4 . Sabemos básicamente — y lo
pretación para dar cuenta de los hechos 2. dicho hasta aquí da prueba fehaciente de ello— que Jesús no pasó
Tal vez estemos demasiado acostumbrados a dar por supuesto de esa manera tangencial por la historia de Israel.
el desenlace, harto conocido, de la vida de Jesús — m u e r t e y re- Por eso mismo no es desde otro mundo, sino desde la coheren-
surrección— como para permitir que surja en nosotros la pre- cia con su propia inserción en esta tierra y, más en particular, en
gunta. Pero ella es inevitable y surgió en sus mismos discípulos. su pueblo desde donde preguntamos a Jesús por su aparente
D e acuerdo con los evangelios, el conflicto provocado por Jesús indiferencia ante la posibilidad de utilizar el poder ganado en de-
llegó a un punto donde las fuerzas parecían tan poco equilibradas fensa de los pobres.
que, tanto por una parte como por otra, se temía o se preveía
Otra hipótesis, que también consideramos una escapatoria
la victoria del adversario.
(cf. supra, párr. I I I del cap. V I ) , pretende que Jesús se conside-
Cuando los discípulos de Emaús, de acuerdo con la tradición ra a sí mismo como el mero anunciador — e l profeta— de un reino
de Lucas, confiesan ante el desconocido que «esperaban» de Jesús que Dios, y sólo Dios, está a punto de inaugurar en la tierra, y par-
la liberación de Israel no se referían a sueños y quimeras, sino al ticularmente en Israel, sin ayuda alguna de los hombres.
«poder» manifestado tantas veces por Jesús de Nazaret ante «todo
Aunque en principio esto no obliga, para entender ese anuncio,
el pueblo» (Le 24,18-21). Y, en efecto, ¿por qué Jesús, que siente
a abandonar la clave política, explicaría por qué Jesús se habría
a menudo compasión por la muchedumbre, y precisamente porque
la ve «como ovejas que no tienen pastor» (Me 6,34 par.) usa su 3
Por supuesto que una (mala) cristología «desde arriba», es decir, desde
poder para alimentarla, no pone en práctica ese mismo poder para la divinidad de Jesús, posee, prefabricada, la respuesta a esta pregunta: Dios
darles una solución más estable y estructurada que una mera usa a ciertos hombres para que Dios encarnado pueda dar su vida como res-
comida en el desierto? cate. No se niega con esto que ambas intenciones puedan ser convergentes.
Se niega el que se use la «divina» para minimizar o desplazar la causalidad
Más aún: cuando sus adversarios, prudentemente, creen llegado histórica (cf. supra, nota 2, p. 108).
el momento de atacar se descubre que Jesús, tan sutil y penetrante 4
No se puede aducir en favor de esta hipótesis ni siquiera el pasaje de
en reconocer y manejar los hilos del conflicto, no ha preparado Juan: «Mi reino no es de este mundo» (Jn 18,36), pues la ambigüedad
(¿«procede de este mundo» o «pertenece a este mundo»?) que lo afecta en
español, es propia sólo de la preposición castellana de, que puede significar
2
Quede bien claro que no se pretende aquí, como ya se dijo, que una ambas cosas. Ya la traducción latina de la Vulgata (fiel al original griego)
clave cualquiera pueda, en caso alguno, explicar la vida entera de una per- indica sin escapatoria posible que Jesús alude a la fuente de donde procede
sona humana. Así, en el caso de Jesús, tenemos enseñanzas religioso-morales el poder del reino (cf. el resto del v. 36) y no al plano donde éste debe rea-
cuya explicación en clave política sería puro reduccionismo. lizarse. El texto, pues, sólo podría aducirse en favor de otra hipótesis que
estudiaremos a continuación.
272 El Jesús histórico de los sinópticos Algo más sobre la clave 273
limitado al anuncio, aunque en la forma compleja de una sociedad orientado, cuando percibe que el poder de Dios se reserva su
nueva, y habría evitado dar los pasos concretos para su realización independencia y no lo acompaña (cf. Mt 15,34).
política. El poder, así como el momento de la realización del Este es el precio, demasiado alto a nuestro juicio, que esta se-
reino, estarían pura y exclusivamente en manos de Dios. gunda hipótesis debe pagar para explicar las dos facetas de un
Es cierto que Jesús habría previsto erróneamente la inminen- mismo hecho: que el anuncio del reino fuese hecho en términos
cia de la llegada, milagrosa y desde lo alto, del reino anunciado, de «poder» político, sin que, por otro lado, la causalidad política
sólo que ésta habría tardado y, primero Jesús tal vez y luego en la historia concreta de Jesús de Nazaret tuviera la más mínima
ciertamente sus discípulos, desconcertados, habrían tenido que relación de causa a efecto —ni siquiera bajo la causalidad superior
buscar interpretaciones acordes con los hechos, así como una de Dios— en la introducción del reino de Dios en el mundo 6 .
misión para llenar el intervalo. Preferimos, pues, una tercera hipótesis que sea, por una parte,
Hay aquí implícitos supuestos teológicos sobre las relaciones más fiel a los datos que poseemos con certidumbre y sin multiplicar
de Dios con la historia 5 . Como ya dijimos, esos supuestos no se supuestos errores y que, por otra, se detenga frente al misterio
oponen a que el reino sea anunciado en clave política. Sólo se de todo destino humano escogido ante las incógnitas del futuro
oponen a que se procure, aun por parte de Jesús, su realización y de la muerte.
por la vía de la política (o de cualquier otra causalidad histórica). Partamos de otra hipótesis que vamos a rechazar en la alter-
Por consiguiente, aunque sea perfectamente lógico, dentro de nativa extrema e irreal que propone. Según ella, dentro de la clave
la hipótesis, que Jesús se valga de términos, imágenes y esbozos política misma, habría que escoger o cambio de estructuras (sin
significativos políticamente para preparar las mentes a comprender previa conversión de las mentes individuales) o conversión mental
la realidad futura y las razones y caminos para sintonizar con ella, de las personas (previa a todo cambio de estructuras).
el conflicto real y hasta mortal de poderes generado por Jesús La aplicación de esta alternativa extrema a nuestro caso daría
constituiría un doble error. como resultado presentarnos a Jesús testimoniando con su actitud
En primer lugar, el hecho (teórico) de haber situado dentro que de nada vale producir un cambio exterior de estructuras polí-
de los términos de una generación (cf. Me 13,30 par.) una inter- tico-sociales si los corazones no han sido conquistados previamente.
vención divina que habría de tardar siglos o milenios en llegar. Tanto más cuanto que, se afirma, cualquier cambio de estructuras
En segundo lugar, el error (práctico) de haber acentuado tanto que no responda a una modificación de mentalidad, si no unánime,
el conflicto político, destinado sólo a una función simbólica, que el por lo menos mayoritaria, convierte el uso del poder político en
malentendido sobre esa lucha habría de cerrar los ojos a muchos un acto violento, cualquiera que sean los métodos de coacción
y aun llevar a la muerte al anunciador del reino. que se usen 7.
Es decir, que, si no se rechaza a priori la clave política para
el anuncio del plan de Dios, habría que rechazarla (o, peor, atri- 6
Todo esto, por supuesto, hay que repetirlo, dentro de las coordenadas
buirla a un error de Jesús) para la comprensión del actuar de de una cristología «desde abajo». En una «desde arriba», Jesús no comete
Jesús, como si los evangelistas se hubieran equivocado al llevarla error alguno. La escatología está ya realizada con la encarnación, su reino
es el de la verdad, y su muerte el recate pensado por Dios para la liberación
a tal extremo o como si el mismo Jesús, olvidando o ignorando de la muchedumbre.
que su función era sólo anunciadora, hubiera querido forzar las 7
Véase sobre esto nuestra obra Liberación de la teología, cap. VI,
puertas de la historia a la venida del reino. Sólo que, en lo que pp. 177ss. Es increíble la capacidad de olvido histórico implicada en ciertos
respecta a Jesús, ese error no llegaría hasta sus últimas consecuen- razonamientos. Quienes arguyen en esa forma crudamente alternativa no pien-
san que la misma posibilidad de argüir y pensar libremente está condiciona-
cias: él mismo, que provocó el conflicto, lo abandona, como des- da, en los países occidentales por lo menos, por el derecho romano y que
éste fue un cambio de estructuras impuesto por el poder político sin previo
5
consenso, es decir, sin previa conversión del corazón de la muchedumbre. ¡Ni
Y, en la misma medida míticos, por cuanto aparece en la historia una qué hablar de la proporción creciente de cambio estructural sobre «conver-
segunda causalidad paralela y determinante al lado de la simple causalidad sión» a medida que uno se interna más y más en la línea de la evolución
histórica y humana que podemos experimentar. humana, biológica y económica!
274 El Jesús histórico de los sinópticos Algo más sobre la clave 27?

La alternativa, en esa formulación extrema, no es humana, cristiana, sin percibirlo claramente, se ha sentido culpable, de ma-
porque no tiene en cuenta la limitación energética dentro de la nera confusa pero inequívoca, de esa condenación radical y la ha
que se mueve toda acción humana, individual o grupal. En la sentido como injusta. No es «cristiano» tratar así a nadie. Justa-
misma medida, la mayoría de las veces no pasa de constituir una mente por ese resquicio, los nuevos «fariseos» y «escribas» se han
trampa ideológica conservadora, muy emparentada, por otra parte, apoderado de la ley cristiana y la han hecho servir, como antes,
con la llamada «muerte de las ideologías» 8. El ser humano real a la opresión del hombre, sin que nadie sienta ya el derecho de
siempre ocupará un determinado lugar más o menos próximo a uno identificarlos y atacarlos con las palabras mismas de Jesús. ¡Feliz-
de esos extremos en el espectro que los separa. Eso es lo único mente, ya nadie tiene que emplear tales invectivas, aunque sólo
que una planificación puede calcular y escoger. sea porque esas cosas ya no ocurren después de Jesús...!
Por otra parte, ya hemos tenido amplia ocasión de ver cómo Ño obstante, cuando despojamos el argumento —y su alter-
la cruda alternativa —o cambio de estructuras o metanoia (con- nativa— de sus formas extremas e irreales encontramos en él
versión o cambio de mentalidad) personal— era ajena a la idea un elemento digno de tenerse en cuenta y de ser aplicado a ese
misma del reino de Dios predicada por Jesús, al menos tal como extraño fin político de Jesús.
aparece en las bienaventuranzas cuando las leemos en su tenor Aplicar a su vida y mensaje una clave política, como hemos
original y sobre todo seguidas por los ayes respectivos. hecho hasta aquí, no significa presentarlo como un personaje a la
El hecho que estamos investigando, es decir, la falta de pre- espera de la primera ocasión propicia para ejercer el poder político.
paración de Jesús para afrontar, en beneficio de los pobres, la Se rebaja, en efecto, la función política, y consiguientemente la
lucha de poderes que iba a tener lugar en Jerusalén, probaría que clave que ella significa, cuando se la reduce a una ambición de
la urgencia de un cambio de estructuras fue, en cierto modo, sa- poder, por más que se admita que la persona o el grupo en cuestión
crificada por Jesús a su radicalidad. La lucha final lo encuentra saben más o menos de antemano qué hacer con ese poder una vez
en pleno proceso de concienciación. Pero, si hubo tal sacrificio, adquirido.
sólo pudo haberlo en cierta medida. Jesús no escapó, ni podía Ya indicamos la importancia que Jesús da al desmantelamiento
hacerlo, de manera total a la urgencia —que es propia del vivir del aparato ideológico-religioso que apuntaba, aun inconsciente-
para morir— ni pudo, por tanto, asegurar de una vez para siempre mente, a la opresión de las muchedumbres de Israel. De ahí el
lo irreversible de la transformación por él propuesta. valor central atribuido por Jesús en su misión y en la de sus
Valga un solo ejemplo. Se palpa la urgencia de Jesús, su no discípulos a esta lucha ideológica. Ello no indica en manera alguna
disponibilidad de un tiempo indefinido, en la manera de presentar que tengamos que desechar la clave política y menos aún que
a sus adversarios. La brutal claridad de las parábolas los ciega, Jesús fuera indiferente al poder. Sólo indica una cierta posición
los estereotipa y los desacredita, se diría, para siempre. Pero pre- tic Jesús dentro de ese espectro político que va del rápido uso del
cisamente en esa condenación sin matices, en ese urgente querer poder a la larga concienciación. Diríamos, pues, que, a pesar de las
trabajar «para siempre» está el peligro de la reversibilidad his- incontestables urgencias que encontramos en Jesús, su acción, in-
tórica. En efecto, hay mil maneras de comprobar que la Iglesia terpretada en clave política, apunta mucho más hacia una eficacia
a largo plazo.
8
Cf. el tomo I de esta obra, segunda parte, cap. III. Una cínica formula- Pero ¿qué es a su vez el largo plazo en política sino la ten-
ción del carácter conservador de este uso de la «muerte de las ideologías» tativa por radicalizar desde el interior, por prolongar y hacer irre-
—no tan nuevo como se piensa— aparece en esta frase de un personaje de
Balzac: «... Pásenme los espárragos. Porque, al fin de cuentas, la libertad en- versible un proceso de transformación que tarde o temprano nece-
gendra la anarquía, la anarquía conduce al despotismo, y el despotismo lleva sitará el poder para desplazar a los poderosos?
de vuelta a la libertad. Millones de seres han perecido sin haber podido hacer Llegados aquí nos detenemos ante el misterio de una persona.
triunfar ninguno de estos sistemas» (La comedie humaine. II. Études philo- Tintándose de un hombre cabal, no podemos suponer en él algo
sophiques. La peau de chagrín, Houssiaux, París 1866, t. XIV, p. 42). Es
obvio que «pásenme los espárragos» es una magnífica expresión icónica de impropio de la naturaleza humana: el conocimiento del futuro
la adhesión de quien pronuncia la frase al status quo. que dispensa del riesgo de toda opción.
276 El Jesús histórico de los sinópticos Algo más sobre la clave 277

Es posible que pensara tener aún mucho tiempo por delante De hecho, uno de los sinópticos, Lucas, es quien, junto con
para proseguir con su política concienciadora a largo plazo en favor Pablo, nos brinda los datos que podemos conocer hoy sobre los
de los pobres y del reino. Es posible que contara con una poderosa orígenes de la Iglesia. No cabe duda alguna de que ese paralelis-
intervención del reino mismo para asegurar ese plazo. Es aún más mo esperado no existe, por lo menos a primera vista. Lucas, que
probable que fuera sorprendido por el momento crítico que lo nos da mil testimonios de la vida y del mensaje de Jesús que en-
llevó a la muerte y por el silencio de Dios. No lo sabemos a ciencia cajan sin esfuerzo en una clave política, nos presenta una comu-
cierta, pero ello no invalida la clave global de su ministerio, obli- nidad cristiana que se expresa desde el comienzo en una clave
gándonos a sustituirla por otra. muy diferente y que además durante siglos no generará conflicto
2) El segundo obstáculo lo experimentamos al querer, de al- político alguno por haber asumido la causa de los pobres y pe-
guna manera, verificar indirectamente nuestra interpretación de cadores 9.
la historia de Jesús usando datos situados más allá de los aconte- En otras palabras: los numerosos conflictos que Lucas nos re-
cimientos de pascua. lata a propósito de la Iglesia cristiana primitiva no se parecen en
Hemos seguido para los acontecimientos pre-pascuales una nada —se aplique o no una clave política— al conflicto generado,
clave política, y la hemos seguido hasta sus consecuencias más según el mismo Lucas, por Jesús de Nazaret.
oscuras e inciertas, las que rodean ese inesperado desistir de Jesús Hagamos la prueba. Pensemos en esas luchas de la Iglesia
en la etapa final del conflicto. naciente y tratemos de explicarlas por uno de los juicios más ne-
Aunque no podamos calificar de «carente de prejuicios» la gativos hechos sobre Jesús y transmitido por Lucas: «comilón,
clave que hemos aplicado —ninguna lo es—, hemos visto cómo bebedor y amigo de publícanos y pecadores». Pues bien: una razón
los materiales históricos entraban de manera lógica y coherente así no encaja nunca con los ataques dirigidos a la Iglesia cristiana
dentro de ese molde interpretativo. del primer siglo ni aun de los siguientes.
Sería tentador para muchos, sin duda alguna, sacar de ello la
Pues bien: esos materiales nos vienen de la comunidad forma-
conclusión de que nuestra interpretación de Jesús fue errada
da por quienes siguieron a Jesús. Si nuestra interpretación es co-
rrecta, será porque corresponde al testimonio, voluntario o in- y volver atrás a corregirla. Pero ¿cómo vamos a entender, de todos
voluntario, de los discípulos de Jesús. Ninguna aproximación his- modos, que sea el mismo Lucas quien atribuya los respectivos
tórica a la figura de Jesús puede prescindir de la primera comu- conflictos a razones tan diferentes en uno y otro caso? No hay
nidad. ¿No sería lógico, entonces, suponer que las primeras co- corrección posible que pueda hacer convergentes tales datos.
munidades cristianas deben haberse dado a sí mismas una misión En realidad, existen razones de importancia para pensar que
paralela a la de Jesús? ¿Será demasiado esperar que los datos que entre el Jesús pre-pascual y la Iglesia cristiana pos-pascual existe
poseemos de esas comunidades confirmen de alguna manera nuestra un hiato más importante que el que normalmente se piensa, cual-
interpretación de Jesús, reproduciendo comunitariamente su men- quiera que sea el valor, positivo o negativo, que le atribuyamos.
saje, su acción, la clave para interpretar ambos? Examinemos algunas de las razones que nos llevan a pensar así.
Por supuesto que entre el «Jesús histórico» y la «Iglesia his-
9
tórica» están las experiencias pascuales y su impacto en los dis- A. Myre, a propósito de las bienaventuranzas, sostiene con razón que
cípulos de Jesús. Ello no obstante, así como hemos podido apreciar ellas constituyen una especie de «nomenclatura» misionera, es decir, una lista
que esas experiencias no borran (durante decenios) el recuerdo de de aquellos grupos a los que la Iglesia, como previamente Jesús mismo, es
enviada para anunciarles que, contrariamente a lo que parece significar la
los rasgos pre-pascuales de Jesús en los sinópticos, que responden estructura políticosocial, es a ellos a quienes Dios ama y prepara el mejor
ya a la catequesis pos-pascual practicada en las comunidades cris- lugar en la transformación que va a hacer, con su reino, de esas mismas es-
tianas, ¿no podríamos pensar que, si tuviéramos de esas comuni- tructuras (cf. op. cit., p. 93). Pero cabe preguntarse (A. Myre no lo estudia,
por no ser ése su propósito) si existió una Iglesia que asumiera efectivamente
dades datos semejantes a los recogidos sobre Jesús, veríamos entre esa misión. Y, en el caso de concluir negativamente, ¿a qué nos conduciría
esas dos series un cierto paralelismo o analogía? lógicamente la comprobación?
278 El Jesús histórico de los sinópticos Algo más sobre la clave 279
La primera razón es que Jesús no podía ser simplemente copia- unidos de manera vaga al principio con el poder del Espíritu que
do, y que asumir su misión en circunstancias muy diferentes plan- se hacía sentir fuera del mundo judío, llevan a la primera gran
teaba una ardua tarea creadora que sólo poco a poco, y con diferen- crisis de la Iglesia naciente: la posibilidad y las condiciones de la
te fortuna, se llevó a cabo. incorporación de los paganos (convertidos) a la comunidad cris-
Pensemos en un hecho significativo: ninguno de los tres si- tiana. Ya volveremos sobre este punto.
nópticos fue, según los datos que poseemos, destinado en su últi- Pero lo que puede interesar más es que incluso documen-
ma redacción a comunidades cristianas situadas en Palestina, es tos neotestamentarios destinados a judíos situados en la diáspora
decir, en el mismo marco en que se desarrolló la vida y el mensaje (y éste será, para ellos, el contexto real después de la destrucción
de Jesús. Marcos y Lucas se dirigen a paganos convertidos. Mateo, de Jerusalén pocos decenios después de la muerte de Jesús), como
aunque escriba para una comunidad judeocristiana, debe, puesto el Evangelio de Mateo o la carta a los Hebreos, tienen que re-
que lo hace con toda probabilidad después de la destrucción de nunciar, y con toda razón, a la clave política del mensaje de Jesús.
Jerusalén, escribir para cristianos que vivían en la diáspora, proba- Y ello por la sencilla razón de que, fuera de Palestina y de
blemente en Siria y tal vez en Antioquía, de todos modos en un su contexto sociopolítico, la religión judía ortodoxa, vinculada a la
ambiente fuertemente impregnado de cultura griega y sociopolítica- continuación de la interpretación de la ley hecha por los escribas,
mente mucho más dependiente de Roma que de las estructuras no constituía ya el mecanismo ideológico de opresión que Jesús
teocráticas del Israel donde actuó Jesús. atacó concretamente en su contexto apropiado n .
Ya hemos visto que cuando éste, a través de Q, la fuente De ahí que Mateo, por ejemplo, sustituya ya, cada vez que su
originalmente palestinense de Mateo y Lucas, proclama «felices trabajo redaccional es visible, la clave política del mensaje y de la
los pobres», piensa en los pobres de Israel. No porque excluya actitud de Jesús para imponerle una clave religioso-moral a la que
positivamente a los pobres paganos, sino porque piensa espontánea- podían ser sensibles los destinatarios de su evangelio, fuera del
mente en las categorías de la tradición religiosa de su pueblo. contexto palestino, lo que no quiere decir, por cierto, que toda
Porque el reino que viene es el reino que Dios prometió a Israel sustitución de clave sea inocente o eficaz. Está de por medio la
a través de su profetas y porque no tendría sentido anunciar a los inteligencia y la capacidad creadora de quien la sustituye.
pobres paganos la llegada de un reino del que nunca habían oído La segunda razón (por la que no debemos sorprendernos del
hablar. Porque además la urgencia de socorrer a los pobres tiene abandono de la clave política por parte de la primera Iglesia cris-
como lógico correlato la pobreza que está ante sus ojos y porque tiana) tiene que hacer frente a una instancia aún más exigente:
apunta a adversarios, también presentes, que usan la religión de ni siquiera en el tiempo que va desde la muerte de Jesús a la des-
Israel para hacer de la pobreza una situación merecida y justi- trucción de Jerusalén encontramos en Palestina nada parecido a la
ficada. .. predicación conflictiva del reino hecha por Jesús de Nazaret. Algo
Para nosotros, hoy el paso entre los-pobres-de-Israel y los tiene que haber sucedido ya en Pascua que explique ese cambio.
pobres tout court o, si se prefiere, los-pobres-del-mundo es sólo Antes de cualquier otra consideración tenemos que constatar
un asunto de adición o multiplicación, pero el dato más claro y se- algo importante: el planteamiento del problema sobrepasa con
guro sobre la «Iglesia histórica» (así como hablamos del «Jesús
histórico») es que a nadie entre quienes rodeaban a Jesús se le siempre «teórica» de Jesús con algunos paganos que se cruzan en su camino
ocurrió, ni siquiera después de Pascua, concebir tal extensión. (cf. Me 7,24-30 par.) y aun el reconocimiento de sus valores individuales (cf.
Mt 8,10; Le 7,9) y la conclusión de que muchos de ellos se sentarán junto
No tenían, por otra parte, conceptos apropiados para hacerla a Abrahán, Isaac y Jacob en el banquete escatológico (cf. Is 19,24), son
ni se los brindaba el mensaje histórico predicado por Jesús en el evidentes excepciones y no una teoría desarrollada sobre el destino de los
contexto de Palestina w . Sólo ciertos acontecimientos inesperados, paganos ni, menos aún, sobre el hombre como tal.
11
Cabría añadir que, de haber predicado Jesús en un contexto diferente,
10
hubiera empleado otra clave, dado que los instrumentos antiideológicos que
El supuesto universalismo de Jesús está lejos de ser un dato histórico usa (como su llamada a la auténtica comprensión de Yahvé) sólo tenían po-
compaginable con los que nos brindan los sinópticos. La bondad práctica, no der en tal contexto.
280 El Jesús histórico de los sinópticos
Algo más sobre la clave 281
mucho la pregunta por el abandono de la clave política, tan visible
mente de autojustificar mediante la Pascua a la comunidad reuni-
en la predicación de Jesús. Hay mucho más que eso: la predicación
da en torno a él. De ahí que sintamos algo auténticamente his-
de la Iglesia naciente en Jerusalén y pocos días después de Pascua
tórico cada vez que oímos cosas como éstas: «Jesús, a quien vos-
(si hemos de creer a los Hechos) no se parece prácticamente en
otros entregasteis y renegasteis... Dios lo resucitó de entre los
nada a la predicación de Jesús.
muertos, y nosotros somos testigos de ello» (Hch 3,13.15; cf. 2,
Se ha dicho que, si Jesús predicó la venida del reino, lo que
22-24; 4,10; 5,30; 7,51-52.56).
en realidad vino fue la Iglesia. Tal vez esta frase crítica pueda
ayudar, eliminada cierta exageración, a comprender este cambio. Ante el hecho de la resurrección, creer en que Jesús es el Me-
Tomemos como ejemplo los discursos de Pedro (Hch 2,14ss; sías de Israel, no ya el comprender y proseguir su crítica profunda
3,1 lss; 4,8ss) y de Esteban (Hch 7,2ss), por pertenecer al mismo a la ideología religiosa opresora, se llama ahora —con la palabra
contexto jerosolimitano y porque, por lo que a Pedro se refiere, central de la predicación pre-pascual— «conversión» (cf. Hch
se supone que fueron pronunciados inmediatamente después de 2,38) 12 . La «salvación» por «el nombre de Jesús» toma el lugar
que antes tenía el año de gracia, es decir, la realización sobre la
Pentecostés, es decir, cuando aún tenían que resonar en los oídos
tierra de los valores del reino transformando la suerte de los
de los presentes las palabras de la predicación misma de Jesús,
más pobres y explotados de la sociedad de Israel (cf. Hch 2,47;
muerto menos de dos meses antes.
4,10-12). .
Pero no se trata sólo de que haya desaparecido la clave polí-
tica, que, por otra parte, sigue presente muchos años después en Este nuevo acento llega así a desplazar, si no en el recuerdo
las catequesis de las comunidades cristianas recogidas en los sinóp- por lo menos en la concreta actividad pos-pascual de los discí-
ticos. Se trata de que la nueva predicación apunta a algo entera- pulos, la clave política en la que se expresó históricamente, si no
mente diferente. Pedro y Esteban predican a Jesús como Mesías. nos engañamos, el mensaje de Jesús de Nazaret, y nos permite
Si Jesús no se predicó a sí mismo, y menos como Mesías, éste comprender, aprobémoslas o no, las sorprendentes diferencias, evi-
parece ser el contenido fundamental de la predicación eclesial dentes para cualquier lector, entre la predicación de Jesús y la de
después de Pascua. la primera Iglesia cristiana. No es que el mensaje de Jesús se haya
Y aquí está precisamente la segunda razón de que no podemos perdido, y la mejor prueba la constituyen los mismos evangelios,
esperar de la primera comunidad cristiana una confirmación de la pero tenemos que llegar a él de manera indirecta.
clave política usada en la predicación de Jesús. En otras palabras: Pero, al mismo tiempo que estas dos razones explican por qué
las experiencias pascuales marcaron demasiado a la Iglesia naciente estamos privados de encontrar en esa Iglesia un apoyo para la
como para que podamos esperar, después de ellas, la reanudación hipótesis que nos ha guiado en el estudio del Jesús histórico, se
de los temas pre-pascuales de Jesús. presenta otra, esta vez de signo positivo, aunque también nos lle-
La cruz fue primero percibida como el mentís más radical que vará, a fin de cuentas, a medir a qué profundidad era menester
podía dar la historia a las pretensiones de una pequeña comunidad repensarlo todo para crear en otras circunstancias o, si se prefiere,
que quedaba privada de aquel que la guiaba y defendía. Inversa- para recrear el contenido fiel del mensaje de Jesús.
mente, las experiencias de Jesús resucitado constituyeron la con- Esta tercera razón es la oscura pero tenaz supervivencia en las
firmación más poderosa que la realidad podía brindar a una comu- Iglesias neotestamentarias de la idea central de que tolerar la
nidad aparentemente desbaratada, abatida, disuelta. indigencia —por lo menos de puertas adentro— en una comunidad
Resulta perfectamente natural, tengamos un juicio positivo
o negativo sobre ello, que este artículo, decisivo (stantis aut ca- Si Jesús tarda tanto —y sin un éxito decisivo— en formar el pequeño
dentis ecclesiae) si alguno hubo en la historia, centre la atención grupo que lo rodea para que comprenda lo esencial de su mensaje, cabe pre-
y la predicación de la comunidad cristiana en un punto diferente guntarse qué es lo que sacrifica, sin lugar a dudas, la primera comunidad
al que fue central para Jesús. Ahora, después de su muerte en cristiana cuando habla de fe, de conversión y de agregación a la comunidad
eclesial de miles de personas a raíz de una sola predicación, por más infladas
la cruz, aparentemente abandonado por Dios, se trataba perentoria- que estén las cifras (cf. Hch 2,38.41; 4,4; 5,14).
282 El Jesús histórico de los sinópticos Algo más sobre la clave 283

que invoca al Dios de Jesús no es otra cosa que una blasfemia irasladada fuera de los límites de Palestina por la predicación de
práctica (cf. 1 Cor 11,17-34; Sant 2,2-9). l'ablo, deje de estructurarse como una comunidad de bienes eco-
En esa misma dirección, no hay por qué quitar importancia, nómicos. No hay duda de que pudo tener su matiz político —aun-
en principio, a la estructura interna que, de acuerdo con los datos que sin el poder conflictivo inicial— formar, en una sociedad de
de Lucas, se da a sí misma la primera comunidad cristiana en Jeru- esclavos, una comunidad que, aun sin poder abolir por su insig-
salén: «Tenían todo en común: vendían sus posesiones y sus bienes nificancia esas diferencias en el exterior, las suprimía radicalmente
y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno» en su funcionamiento interno, como Pablo lo proclama en teoría
(Hch 2,44-45). «Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo (cf. Gal 3,28; 1 Cor 12,13) y lo exige en la práctica invocando
lo tenían en común... No había entre ellos ningún indigente, u Jesús (cf. Filemón).
porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían Pero no podemos engañarnos, y por eso la tercera razón coin-
el importe de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles, cide al final con las dos primeras. La clave política, central para
y se repartía a cada uno según sus necesidades» (Hch 4,32.34-35). comprender el mensaje de Jesús de Nazaret, no vuelve a reaparecer
Esta venta y reparto (de acuerdo con las necesidades), por como tal ni en la primitiva Iglesia de Jerusalén ni menos aún en
simples e ingenuos que puedan parecer hoy con el desarrollo actual las Iglesias cristianas situadas posteriormente más cerca del centro
del capitalismo, no dejaban de suscitar problemas. Para que se vea del imperio.
hasta qué punto la comunidad no quiere dejarlos de lado para pre- Además, lo visto hasta aquí hace presumir lo que ya deberíamos
dicar «la salvación» bastará recordar que la Iglesia primitiva de saber: si nuevas claves como la de Pablo o la de Juan darán al
Jerusalén tuvo que crear un equilibrio entre dos tareas cuya res- mensaje de Jesús insospechadas dimensiones creadoras, la comu-
ponsabilidad indivisa se iba percibiendo cada vez más como contra- nidad no siempre vivirá en esas cimas. Estará, con demasiada fre-
dictoria, la de los apóstoles, entregados a la divulgación del mensaje cuencia, sufriendo las tentaciones de la facilidad y la repetición
de Jesús o, mejor, del propio Jesús, y la de los ministros (o diáco- y deslumbrada por las realidades y problemas más exteriores.
nos), encargados de que la comunidad cristiana apareciera ante Constituye, por ejemplo, un dato histórico consecuente con
todos (cf. Hch 2,47; 4,33) como realizando ya, en la medida de sus esto que, ante su éxito pos-pascual, la Iglesia comienza a preocu-
posibilidades, lo predicado por Jesús. parse por su expansión y, por tanto, de las condiciones mínimas
en que podrá administrarse el bautismo, es decir, el signo de ini-
Por cierto, no hay por qué minimizar el aspecto político —al ciación a la nueva comunidad eclesial (cf., por ejemplo, Hch 8,5ss;
mismo tiempo que religioso— que esto podía tener en el contexto 8,36; 10,45-11,17).
palestino y jerosolimitano, sobre todo en una época y en unas
Esta preocupación se tornará bola de nieve cuando sea un
circunstancias donde no era común. Hay que tener en cuenta
hecho normal que los paganos crean en Jesús y pidan ser admi-
además que una comunidad no concibe normalmente sus tareas
tidos en su comunidad. ¿Qué exigirles como mínimo? Por más
o misión como un simple multiplicar las de su fundador por el
increíble que parezca, si se la compara con la de los evangelios,
número de sus miembros 13, sobre todo cuando, como en este caso,
esta pregunta constituirá la primera gran crisis de la Iglesia na-
el que la ha iniciado es una personalidad creadora, difícil de imitar.
ciente, generará las primeras divisiones y aun suscitará la primera
La comunidad tiene su propia manera de imitar al fundador con
decisión autoritaria tomada en común en la reunión llamada «con-
un seguimiento que no es el de acuñar indefinidamente la figura
cilio de Jerusalén» (cf. Hch 15).
inicial.
Para que se vea con toda claridad en este ejemplo cómo las
Hasta es posible reconocer un resto de la clave política que claves deben ser continuamente re-creadas para cerrar el paso
caracterizó el mensaje de Jesús, aun después de que la Iglesia, a la trivialidad, la comunidad cristiana, ante la pregunta inesperada
del mundo pagano, no encuentra como respuesta nada parecido al
13
«Como él, pero no de la misma manera. Porque Jesús era un hombre, mensaje de Jesús. Decide escribirles «que se abstengan de lo que
mientras que (ahora) se es una comunidad» (A. Myre, op. cit., p. 88). ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales
284 El Jesús histórico de los sinópticos

estrangulados y de la sangre» (Hch 15,20.29; véase la distinta SEGUNDA PARTE


versión que da Pablo en Gal 2,1-10) 14 .
En consecuencia, y al final de este periplo de reflexiones, es la LA CRISTOLOGIA HUMANISTA DE PABLO
coherencia interna del material que nos brindan los sinópticos,
pasando a través de los criterios de fiabilidad histórica, la que debe
decidir qué clave utilizar para la comprensión del Jesús pre-
pascual.
Con las limitaciones determinadas en el primer párrafo de este
anexo, y sin las escurridizas verificaciones estudiadas en el segun-
do, es aún la clave política, la utilizada en todos los capítulos de
esta primera parte, la que se nos presenta como más adecuada
para aproximarnos históricamente a las palabras y obras de Jesús
de Nazaret. Las cristologías habrán de partir de aquí.

14
En su versión, Pablo afirma que el único compromiso que él aceptó
—y cumplió— fue el de «tener presentes a los pobres» (Gal 2,10). Lo más
probable es que esto se refiera a las diferentes necesidades de las distintas
Iglesias —y especialmente a la pobreza de la perseguida Iglesia de Jerusa-
lén— pero no hay razón para desvincular este problema del que Jesús toca
en las bienaventuranzas, como se vio en lo estudiado en este capítulo sobre
el mismo tema de los Hechos de los Apóstoles.
INTRODUCCIÓN

EL PASO A LA «CRISTOLOG1A» EN PABLO

No es fácil después de habernos detenido tanto tiempo en una


encuesta sobre lo más fidedigno de la historia de Jesús —a través
de los evangelios sinópticos— penetrar en el mundo «cristológico»
de Pablo, es decir, para indicarlo en lenguaje llano, en la inter-
pretación que Pablo hace, aun antes de que se redacten los sinóp-
ticos, de Jesús de Nazaret.
Y no ayuda, por cierto, a salir de ese mundo extraño percibir
que ese paso es, en apariencia por lo menos, un anacronismo.
Ó sea que, de acuerdo a los documentos que poseemos, primero
está la interpretación de Pablo y luego el recuerdo consignado
en los evangelios. Cuando entramos en el mundo cristológico de
Pablo, por ejemplo, en Romanos, nos parece estar separados de los
sinópticos por un siglo de reflexión, cuando, en realidad, estamos
diez o quince años antes de la última redacción de aquéllos.
La realidad es, sin embargo, más compleja. Si bien es cierto
que detrás de la carta a los Romanos, por ejemplo, hay un proceso
de pensamiento creador en ese individuo indudablemente genial
que es Pablo, detrás de la última redacción de los sinópticos vislum-
bramos un largo proceso de fijación de la memoria comunitaria,
no exenta de creación interpretativa, pero cuyos orígenes nos llevan
muy cerca de los sucesos mismos de Jesús. No es, pues, un ana-
cronismo, y sí un interrogante, el percibir que los datos que los
sinópticos transmiten, y que Pablo conoció sin duda antes de
comenzar su trabajo interpretativo, parecen estar, de una manera
casi total, ausentes de los resultados de éste.
A menos de treinta años de los acontecimientos narrados por
los sinópticos sobre la vida y predicación, muerte y resurrección
de Jesús, Pablo se permite hacer una larga y profunda exposición
de lo que éste significa, reteniendo, al parecer, sólo los dos últi-
mos hechos «puntuales», la muerte y la resurrección. No se citan
288 La cristología humanista de Pablo El paso a la «cristología» en Pablo 289

sus palabras 1 , no se recuerdan sus enseñanzas. Han desaparecido Pero no es esto sólo. Donde Jesús hablaba de imitar al Padre
los términos claves que Jesús empleó para designarse a sí mismo, celestial que «hace salir su sol sobre malos y buenos y llover
a su misión y a los destinatarios inmediatos de ella: el Hijo del sobre justos e injustos» (Mt 5,45) y que «es bueno con los in-
hombre, el reino de Dios, los pobres... gratos y los perversos» (Le 6,35) Pablo dice tranquilamente de los
Se dirá, y no sin cierta razón, que no se debe confundir a Pablo paganos que, como no tuvieron a bien guardar el verdadero cono-
con una sola de sus funciones eclesiales: la epistolar. Además, que cimiento de Dios, éste «los entregó» a los apetitos de su corazón,
en la misión que Pablo asume fue probablemente acompañado por a pasiones infames, a su mente reproba... (Rom 1,24.26.28).
dos de los evangelistas sinópticos: Marcos y Lucas 2. Y, más aún, , Por supuesto que, después de lo visto en la primera parte, no
que Pablo supone, en todas las Iglesias a las que se dirige episto- vamos a caer en el extremo, sin sentido, de llamar a Pablo el
larmente, la existencia de una catequesis prolongada hecha precisa- «inventor del Cristianismo», pero tampoco cabe duda de que sus
mente a base de los evangelios (o por lo menos de los dos anterior- datos no pueden, sin más, ser adicionados a los de los sinópticos 4 .
mente mencionados) 3 . Sentimos que hay aquí una profunda diferencia de género lite-
Aun así, no es fácil ver cómo se podía pasar en esas comunida- rario, mucho mayor, por supuesto, que la que separa el género
des de la comprensión de lo que la carta a los Hebreos llama «La narrativo del epistolar. Perfilar un poco más esta diferencia ayu-
enseñanza elemental acerca de Cristo» (Heb 6,1) a las categorías dará a situar las coordenadas de nuestro propio, y necesariamente
abstractas con que Pablo, sin mayores explicaciones ni puentes, limitado, intento de interpretar a Pablo y, a través de él, a Jesús.
se refiere a Jesús de manera explícita, pero sin darle, al parecer, 1) Las cartas que comúnmente se consideran, del modo más
la más mínima importancia a los sucesos y a las enseñanzas que los i ncon tro vertido, como pertenecientes al Corpus Paulinum, o sea,
sinópticos se han tomado tanto trabajo en consignar y explicar. como provenientes directamente del pensamiento dictado y aun,
Es cierto que el mismo Pablo advierte: «Si conocemos a Cristo en partes, de la misma pluma de Pablo, se dividen en tres períodos.
según la carne, ya no lo conocemos así» (2 Cor 5,16); pero, inde- El primero, situado alrededor del año 50, comprende las dos
pendientemente de no estar seguros de a qué se refiere, tampoco cartas a los Tesalonicenses. El segundo, central, data más o menos
ello nos brinda datos sobre ese otro conocimiento «según el Es- del año 57 y comprende las cartas a los Corintios (primera y se-
píritu» y sobre sus mecanismos de creación y verificación, lo que, gunda), a los Gálatas y a los Romanos. El tercero se sitúa durante
por cierto, podría darnos luz sobre cómo interpretar a Pablo. el cautiverio de Pablo en Roma —años 61-63— y comprende las
Esta luz aparece tanto más necesaria cuanto que el tiempo cartas a los Colosenses y a Filemón. En un segundo plano de cer-
transcurrido nos permite lanzar hoy, con la teología, puentes tidumbre s , ya sea en cuanto a las fechas o a la directa autoría de
demasiado fáciles entre el Jesús de los sinópticos por una parte, Pablo, tendríamos las cartas a los Filipenses, a los Efesios y las
y por otra el «nuevo Adán», el que confiere la justicia decisiva 4
a los que creen en él, el que declara abolida la Ley, en una pa- Esto es lo que hacen, sin las debidas precauciones hermenéuticas, mu-
chas cristologías, entre ellas la de Jon Sobrino. Más aún, la noción misma de
labra: el Jesús de Pablo (y ello para no referirnos más que a los una cristología supone la posibilidad de tal adición, y una consiguiente, aun-
primeros capítulos de la carta a los Romanos). que soslayada y vergonzante, cristología «desde arriba». Ya hemos indicado,
y volveremos a repetirlo aquí, que la primera parte de esta obra no trata
de construir una cristología (que podría llamarse la cristología de los sinóp-
1
Con excepción de las pronunciadas sobre el pan y el vino en la última ticos). Ello sería tarea imposible, tal es la distancia que separa la cristología
cena (cf. 1 Cor ll,23ss). de Mateo de la de Lucas, por ejemplo. Nuestro intento en la primera parte
1
Esto vale si el Juan-Marcos de Hch 13,5; 15,36-39 (cf. 2 Tim 4,11) es ha sido el de aproximarnos a los datos más fiables sobre una historia de
el autor del segundo evangelio; y si el hermano «cuyo renombre, a causa del Jesús de Nazaret, desalojándolos, por así decirlo, de las diferentes cristolo-
evangelio, se ha extendido por todas las Iglesias» (2 Cor 8,18) es Lucas gías sinópticas en las que se hallaban engarzados.
5
(cf. Col 4,14; 2 Tim 4,11). La unanimidad, con todo, es difícil aun en este núcleo central. La fecha
3
Se ha comprobado, por ejemplo, que la típica estructura interna del de la carta a los Gálatas depende del significado exacto que tenga el término
Evangelio de Mateo apunta precisamente a esa función catequética. Véase geográfico de Galacia. Además, algunos exegetas tienen dudas sobre la auto-
sobre esto X. Léon-Dufour, op. cit., p. 157. ría de Pablo con respecto a Colosenses.
2í>0 La cristología humanista de Pablo El paso a la «cristología» en Pablo 291

llamadas Pastorales (a Timoteo y a Tito). Así, aunque es común No obstante esto se puede percibir, tal vez por lo reciente
atribuir al mismo Pablo la carta a los Filipenses, la alusión que de la fundación de la comunidad, por la breve estancia de un Pablo
allí se hace al presente cautiverio de Pablo depende de que si- siempre itinerante o por las circunstancias nuevas, complejas y aun
tuemos éste en Efeso —y en ese caso estaríamos en el período peligrosas de la inserción del mensaje de Jesús en contextos exte-
central, junto a Romanos, Corintios y Gálatas— o en Roma, lo riores a Palestina, que Pablo siempre encuentra ocasión para
que haría a Filipenses contemporánea de Colosenses y Filemón. expresar pensamientos —por fragmentarios que sean— concer-
Se discute, en cambio, la autoría directa de Pablo (podría haber nientes al significado de la vida, muerte y resurrección de Jesús.
utilizado un secretario, un discípulo, incluso haberse el discípulo Y diríamos que, a pesar de la escasez de esos datos, sobre
presentado bajo el nombre de Pablo) en cuanto a Efesios, que, en lodo para el primer período, tenemos los bastantes como para
todo caso, parece que data de la cautividad romana. A un período hablar de un proceso de creación cristológica.
todavía posterior —años 65-67—, que comprendería un segundo Las dos cartas a los cristianos de Tesalónica, que constituyen
cautiverio romano, pertenecerían las Pastorales de ser reconocidas el material propio y poco extenso de este primer período, represen-
como pertenecientes a Pablo, asunto sobre el que no existe una- tan probablemente los primeros documentos cristianos que hayan
nimidad 6. llegado hasta nosotros 7.
Tenemos así tres períodos seguros de actividad apostólica co- Por cierto, nada en ellos anuncia todavía las grandes síntesis
nocida separados por dos vacíos que comprenden de cinco a siete cristológicas de los dos períodos posteriores. Si no fuera un ana-
años de silencio, por lo que a nosotros concierne. cronismo, diríamos que Pablo depende aún de los sinópticos, y si
no de ellos en su última redacción, del material que ellos consig-
2) Ahora bien, es posible preguntarnos si esos tres períodos
naron y probablemente hallaron parcialmente escrito desde época
muestran «etapas» en la creación por Pablo de una cristología.
muy temprana.
A pesar de las limitaciones inherentes a los datos con que conta-
mos, parece evidente que la respuesta debe ser afirmativa. Y como Las dos cartas a los Tesalonicenses son las únicas de Pablo
en los capítulos siguientes nos ceñiremos al período central, es donde sentimos sin citas expresas ecos, y, por cierto, ecos directos,
interesante tocar aquí brevemente lo que nuestras limitaciones de enseñanzas de Jesús. En efecto, no sólo encontramos en ellas
dejarán forzosamente fuera. el término «reino de Dios» (2 Tes 1,5; cf. también 1 Tes 2,12),
sino asimismo alusiones a la semejanza entre las persecuciones que
Por lo pronto, estas limitaciones son las propias del género sufren los cristianos y las que sufrieron los profetas (cf. 1 Tes
epistolar. Con una sola excepción, y como siempre una excepción 2,15), a la venida del Señor como un ladrón en la noche (cf.
que confirma la regla, como luego veremos: las cartas de Pablo 1 Tes 5,2.4), a que nadie debe devolver mal por mal (cf. 1 Tes
tienen como origen los problemas particulares, a menudo ocasio- 5,15), a una justicia que convertirá la tribulación en gozo y vice-
nales y sobre todo prácticos (en un sentido amplio) de las comu- versa (cf. 2 Tes 1,6-7)8.
nidades que Pablo conoce. De ahí que, desde el punto de vista
Estos ecos no deben, sin embargo, llevarnos a pensar que el
de una doctrina global, sus cartas estén como desequilibradas por
primer período de la cristología paulina carezca de originalidad
urgencias y acentos más bien parciales. A veces esta parcialidad
o, por lo menos, que no haya necesitado de una transposición
es explicitada; a veces depende de nuestra capacidad de recons-
truir el contexto y sus correspondientes planteamientos. 7
Una semejante pretensión a propósito de la carta de Santiago debe ex-
plicar cómo éste puede ya referirse a la doctrina paulina de la justificación
por la fe sin las obras de la ley, doctrina que —todo lo indica así— está aún
6
Existe, en cambio, una unanimidad práctica en no atribuir a Pablo la en proceso de elaboración en el período siguiente cuando Pablo escribe a Gá-
carta a los Hebreos, que durante mucho tiempo llevó su nombre. Más difícil latas y Romanos.
8
resulta, frente a las opiniones divergentes, señalar los escritos del Nuevo Tes- Cabría añadir a éstos, ecos de datos pospascuales (consignados luego en
tamento donde podrían verse rasgos delatores de una influencia próxima de los evangelios o en los Hechos), como, por supuesto, la resurrección (cf. 1
Pablo. Además de la misma carta a los Hebreos, estaría, según algunos, en Tes 1,10; 4,14), el don del Espíritu (cf. 1 Tes 4,8) y, lo que constituirá el
ese mismo caso la primera carta atribuida a Pedro. tema central de ambas, la próxima y segunda venida de Jesús desde el cielo.
25*2 La cristología humanista de Pablo El paso a la «cristología» en Pablo 293
creadora. Todo lo contrario. El primer documento cristiano es ya, 4,6.13-18; 5,1-2.8-9.23; 2 Tes 1,5.6-10; 2,1-2) 10 . Encontramos
por necesidad, una aplicación a paganos de un mensaje que Jesús MÍ, y sobre todo en la segunda carta, un «pequeño discurso esca-
destinó obviamente a un auditorio judío. Porque, en efecto, habían tológico» (cf. 2 Tes 2,3-12) en el que percibimos también ecos
salido del paganismo la mayoría de los que formaban, gracias a la de los consignados por los sinópticos como profecías de Jesús.
evangelización de Pablo, la comunidad cristiana de Tesalónica. Si
no hubiera ya pruebas muy claras de ello en las cartas mismas, fisto, como ya tuvimos ocasión de ver (cf. supra, cap. VI), es-
tendríamos sobre ello el testimonio explícito de Lucas (cf. Hch taría más cerca del Bautista que de Jesús si no fuera por una nota
17,4). Hoy ese paso de lo judío a lo pagano —vía «el hombre»— de alegría que percibimos en las dos cartas y que, como asimismo
puede parecemos fácil y hasta natural, puesto que se trata, desde Ncñalamos, es propia de Jesús y parece en principio poco compa-
nuestro punto de vista, de quitarle sus límites a lo restringido tible con la idea de la «Ira inminente» y del «hacha puesta a la
para desembocar en lo universal, donde nos hallamos y desde iníz de los árboles».
donde, ingenuamente, creemos poder leer el mensaje de Jesús. Pero esa nota de alegría, típica de Jesús, se ha desplazado aquí.
Lo que en Jesús parece intrínsecamente unido a la felicidad próxi-
Pablo tiene además algo que, si más tarde será una fuente ma de sus amigos —los pobres y pecadores— toma, en las dos
adicional de riqueza, es en los comienzos el origen de mayores cartas que estudiamos, una dirección nueva que debe haber sido
dificultades. Es un fariseo convertido a algo que aún no tiene común a muchas —si no a todas— de las comunidades cristianas
nombre —y que mañana se llamará cristianismo— y que debe recientes: lo que para los demás es el día de la cólera es para los
hablar de ello a paganos de cultura griega. Los actuales medios discípulos de Jesús el día de la salvación y rehabilitación (cf. 1 Tes
de comunicación social, más o menos universales, nos han vuelto 1,9-10; 2,16.19; 4,14; 5,4.9.16-18; 2 Tes 1,5-12; 2,13-14) ".
insensibles, por lo menos dentro de la civilización urbana, a las
barreras culturales existentes en la Antigüedad. Difícilmente po- Tal vez sería interesante en este punto establecer una compa-
dríamos tener hoy una idea adecuada del abismo que separaba ración entre este Pablo de las dos cartas a los Tesalonicenses
a la cultura judía de la griega en el tiempo en que Pablo da ese y Lucas. De todos modos, nuestra intención no nos permite dete-
paso decisivo. nernos más en este primer período de la cristología paulina. Y no
sólo por la exigüedad de los materiales, sino porque lo hemos
¿Qué podía interesar de Jesús a estos últimos sin hacerlos pasar traído aquí con el único propósito de realzar la sorpresa con que,
previamente por todo el proceso de la tradición religiosa judía? unos siete años más tarde, abordamos, con la atención fija en el
Prácticamente nada de lo dicho por Jesús se refería a ellos, por lo mismo tema, las grandes cartas de Pablo, las que constituyen el
menos como globalidad. Había que inventar una transposición, segundo y central período en la formación de su cristología. El
y una que fuera fiel. percibir esa diferencia nos permitirá definir mejor, frente a este
A la altura en que nos hallamos, con sólo las dos cartas a los segundo paso de la cristología paulina, el objeto y el método pre-
cristianos de Tesalónica9 y alusiones de Lucas en los Hechos, no cisos de nuestra búsqueda.
sería prudente hacer hipótesis muy estructuradas sobre la predi-
10
cación que podría haber formado la base de la comunidad cristiana Este es igualmente el contenido, según Lucas, del discurso (truncado)
de Tesalónica. de Pablo a los atenienses en la misma época, el primer ejemplo que posee-
mos de una evangelización colectiva que prescinde en su trama del paso
Parece cierto, sin embargo, que Pablo debió poner un acento previo por la sinagoga (cf. Hch 17,22-34), paso que, por otra parte, Pablo
muy notorio en la inminencia del juicio escatológico, o sea, en la dio personalmente en Atenas (cf. Hch 17,17).
11
próxima venida de Jesús resucitado para salvar a los suyos de la có- De ahí el notorio vaivén entre el vocabulario del terror y el de la
lera venidera del juicio de Dios (cf. 1 Tes 1,10; 2,16.19; 3,13; alegría y acción de gracias. La sustitución de los «pobres y pecadores» por
los cristianos, como objeto de la felicidad del reino, aparecerá, como vimos,
9 en la redacción lucana de las bienaventuranzas (cf. Le 6,20-23). La ecuación
Y teniendo en cuenta que, por lo menos en esa época, la evangelización entre «salvación» y pertenencia a la comunidad de fieles (es decir, de quie-
comenzaba en las sinagogas y sólo a partir de ahí —del rechazo por parte de nes creen en Jesús) la encontramos en el comentario del mismo Lucas sobre
la sinagoga— se extendía a núcleos a los que debemos suponer más o menos la creación numérica de la Iglesia, en el comienzo de los Hechos: «El Señor
abiertos, si no ligados, a la religión judía (cf. Hch 13,43ss; 17,1-4). agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar» (Hch 2,47).
294 La cristología humanista de Pablo El paso a la «cristología» en Pablo 295

En este período nos salen al paso las cartas más extensas que está lejos de seguir una misma línea de argumento desde el prin-
poseemos de Pablo u. Es cierto que problemas ocasionales ocupan cipio hasta el fin.
parte de ellas (sobre todo en 2 Cor) sin conexión precisa con una Las protestas que hace Pablo de no conocer la comunidad cris-
cristología: cuestiones morales concretas, el orden de las asambleas, tiana de Roma, compuesta sin duda al mismo tiempo de judíos
para no citar sino algunos ejemplos. Pero algunos de los proble- y paganos convertidos, se deben en gran parte, con toda probabi-
mas que las comunidades han planteado directa o indirectamente lidad, a un artificio retórico, a una captatio benevolentiae, mos-
a Pablo, y a los que Pablo destina capítulos enteros, son precisa- trando su imparcialidad en los conflictos que pueden ya existir
mente puntos que han quedado oscuros en su predicación sobre en esa comunidad o que podían provenir del proyectado viaje de
el significado de Jesús. Pablo para visitarla.
Un ejemplo muy claro de ello es, en Gálatas, el planteado por Además, éste no es un pensador teórico. Si teoriza, lo hace a me-
la supuesta obligatoriedad de la circuncisión para los nuevos cris- dida que los problemas lo obligan a buscar una respuesta eficaz.
tianos, y que va a parar, en último término, al planteamiento cris- Y las idas y venidas de su argumentación en la carta a los Romanos
tológico por excelencia: ¿cuál es la diferencia y, por tanto, la no- son, más que otra cosa, los jalones de un diálogo que ya ha debido
vedad de Cristo con respecto a la revelación veterotestamenta- mantener con parecidos interlocutores en parecidos contextos de
ria? B . Lo mismo se puede decir del problema de la resurrección su praxis apostólica.
de Jesús y su relación con la resurrección escatológica de (todos) Así, si la carta a los Romanos es menos «circunstancial» en los
los muertos, al final de la primera carta a los Corintios, o, al prin- detalles y planteamientos concretos, no lo es en expresar ese hito
cipio de ella, la cuestión de cómo juzgar la inserción en la fe cris- alcanzado en el pensamiento (cristológico) de Pablo: la posibilidad
tiana de ideologías religiosas (en el sentido peculiar dado a la de emplear un lenguaje único y, por tanto, nuevo para hablar a ju-
palabra «ideología» en el tomo anterior) provenientes del paga- díos y paganos, es decir, a la humanidad en su totalidad, sobre el
nismo o, tal vez más radicalmente, de las tendencias mismas del significado del Cristo, Jesús de Nazaret.
hombre. Antes de comenzar a estudiar las características de ese lenguaje
Además, en este período central nos sale al paso una carta que, terminemos el recorrido del pensamiento cristológico paulino con
sin dejar de serlo, puede asimilarse en algunos aspectos a un unas breves indicaciones.
pequeño tratado: la carta a los Romanos. El tercer período comprende las cartas que escribe Pablo más
Es la única carta con mención expresa de haber sido escrita o menos un septenio después, desde su (primer) cautiverio en
por Pablo a una comunidad que él no conoce aún, por no haberla Roma.
fundado ni haberla visitado. Esto, en principio, debía permitirle Por una parte, son cartas breves, compuestas en su mayor
tratar de «su evangelio» en forma más libre de problemas ocasio- parte por exhortaciones que aluden tal vez a problemas prácticos
nales. Claro está que no hay que minimizar el conocimiento que precisos (aun sin tener en cuenta las Pastorales en esta reseña),
Pablo podía y debía tener de la comunidad de Roma y de sus pero que no desarrollan in extenso ninguna problemática determi-
eventuales problemas. Hay huellas de esto en la propia carta, que nada, como lo hicieron las anteriores.
Tienen, sí, estas cartas una gran importancia cristológica,
porque, unidas a la invocación de Jesucristo, hallamos en ellas
12
A veces, como ocurre con la segunda a los Corintios, la extensión sig- breves composiciones muy bien estructuradas sobre quién es y qué
nifica poco, por lo menos para nuestro propósito, dado el tipo de problemas significa Jesús de Nazaret, y en particular sobre sus relaciones con
—principalmente de relaciones personales entre Pablo y la comunidad de
Corínto—, para no hablar de los problemas que conciernen a la coherencia Dios mismo y su plan universal14.
del texto y a posibles desplazamientos o interpolaciones. 14
13 Plinio (el joven), como se sabe, escribe desde Asia Menor al empera-
Término (demasiado) cómodo para nosotros, pues «Antiguo> o «Nue-
vo» Testamento (o sea, Alianza) son producto de una cristología posterior dor Trajano (aunque bastante tiempo después) que en esos lugares los cris-
con la que cerramos los ojos a los planteamientos de la época por los que tianos cantaban himnos a Jesús como Dios. Precisamente Flp 2,6-11; Col 1,
tenían que atravesar las primeras comunidades cristianas. 15-20; Ef 1,3-14 (y aun pequeños fragmentos como Ef 5,14; 1 Tim 3,16)
296 La cristología humanista de Pablo
El paso a la «cristología» en Pablo 297
No sabemos con certeza hasta qué punto esas composiciones,
expresadas en una forma literaria particularmente poética y dota- butos y naturaleza de quien lo trae: Jesús, el Cristo (el Mesías de
das de un ritmo peculiar que las diferencia de la prosa ordinaria Israel). Es verdad que los himnos a que aludimos —el principal
—aun exaltada— con que escribe Pablo, se deben a éste o cons- elemento cristológico del tercer período, sean o no de la pluma
tituyen citas o transcripciones de himnos ya existentes entre las de Pablo— se refieren a ambas cosas. No dejan nunca de lado el
comunidades cristianas. En todo caso son documentos cristológícos plan divino dentro del cual hay que comprender a Jesús y sus
de primera importancia, ya que preceden incluso a la redacción relaciones con Dios. Pero su forma literaria es inconfundible y sin
de los mismos sinópticos. paralelos 16 en las grandes cartas: se trata de himnos, o como quiera
llamárselos, acerca de Jesús como, de alguna manera, identificado
Como no vamos a detenernos en ellos y sí estudiar la cristología
u la Divinidad.
del período central de las cartas de Pablo, conviene hacer aquí
brevísimas indicaciones para que se advierta el matiz cristológico En cambio, podemos ya adelantar que las cartas centrales
propio de este tercer período. cuando hablan de Jesús, y alguna vez hasta de alguno de sus atri-
butos («hijo de Dios», «hijo de David», «hijo de mujer, nacido
A grandes rasgos parecería que existe aquí un deslizarse del
bajo la ley»), lo hacen siempre en un contexto estructurado en
acento, paralelo al que tiene lugar si comparamos la predicación pre- torno a una pregunta más amplia o de otro orden: cuál es la trans-
pascual de Jesús con la pos-pascual de los discípulos, o la que existe formación que el hombre ha de esperar de Cristo. El matiz puede
entre los sinópticos (como bloque) con el cuarto Evangelio. Se ha parecer sutil, pero es inconfundible.
dicho que mientras Jesús predicó la llegada del reino lo que en
3) Volvamos ahora al período central y, más en particular,
realidad llegó fue la Iglesia. Pero la diferencia es más sutil. Com-
a la carta a los Romanos.
parando la predicación de Jesús, por un lado, y las de los dis-
Tenemos que hacer una opción. Decenas de tomos no bastarían
cípulos después de Pentecostés por otro, vemos que en la primera para explorar una por una las diferentes tentativas cristológicas
Jesús anuncia el reino, mientras que en las segundas los discípulos contenidas en el Nuevo Testamento ". Al decir (Introducción II)
predican a Jesús. En otras palabras: si Jesús pone la atención en la que nuestro intento era anti-cristológico apuntábamos precisamente
realización de un plan divino sobre el mundo, los discípulos la a la imposibilidad de reunir en un tratado significativo datos pro-
ponen en mostrar quién o qué es Jesús: Mesías, Hijo de Dios, venientes de diferentes intentos creadores por comprender a Jesús
Verbo de Dios, Dios (sin artículo) mismo. y hablar de él en distintos contextos culturales. Así se perdía, por
Pues bien: menos claro y concluyente, por cierto, tendríamos lo pronto, lo más valioso para nosotros: descubrir con qué meca-
un desplazamiento de acento paralelo entre el segundo (y aun el nismos mentales, con qué claves humanas, con qué géneros litera-
primer) período de Pablo y el tercero, como si en el período rios se hizo ese trabajo interpretativo creador, trabajo creador que
central lo decisivo fuera, con otro nombre, por supuesto :s , definir no está ya hecho de una vez para siempre y sin nosotros.
el reino de Dios, o por lo menos su plan sobre el mundo y la hu- De entre multitud de intentos, hemos optado por Pablo.
manidad, y la atención pasara en el tercero a identificar los atri-
16
Ello puede parecer algo exagerado, sobre todo para quienes admiten
podrían abonar ese testimonio si integramos Filipos de Macedonia en aquella que Filipenses pertenece al mismo período que Romanos, Gálatas y Corin-
área (cultural, si no geográfica) donde ese rasgo debió ser característico como tios. En este caso, Flp 2,6-11 sería como el despertar en Pablo (o en una co-
para ser señalado expresamente al emperador. Habría que añadir que, según munidad fundada por él, si se trata de una cita) de la curiosidad que llevará
algunos exegetas, el prólogo del cuarto evangelio (no totalmente asimilable durante siglos —desde Pascua hasta Calcedonia y más allá aún— a pregun-
a él) tendría el mismo origen: sería un himno proveniente de la misma área: tarse quién trae el mensaje del reino y cuál es, por así decirlo, su status
Efeso, en este caso. óntico.
15
Aunque el término de «reino» o «reino de los cielos» no esté total- 17
Recuérdese que en la primera parte de esta obra, y aun estudiando
mente ausente en este período de Pablo. Sólo que, con la excepción de 1 los sinópticos, no hemos analizado los elementos propiamente cristológícos
Cor 15,24, su uso aparece ligado a exhortaciones morales (perdiendo su ca- y, por cierto, muy diferentes, que nos ofrecían. Y si hemos entrado en al-
rácter dinámico de algo que se desplaza y llega): Rom 14,17; 1 Cor 4,20; guno de ellos, ha sido porque, mezclado con él, existía un hecho cuyo valor
6,9-10; Gal 5,21. histórico nos interesaba resaltar.
298 La cristología humanista de Pablo
El paso a la «cristología» en Pablo 299
Y como los dos períodos extremos (primero y tercero) no nos
ofrecen elementos suficientes para estar seguros del proceso se- luliano, serían sustantivos comunes. Casi convendría extender al
guido —aparte los sumariamente mencionados—, nos vemos obli- l'ablo de esta época la costumbre del idioma alemán de encabezar
gados a practicar un corte en ese proceso. Ese corte lo hacemos ion mayúsculas todos los sustantivos, aun los comunes. En efecto,
pasar no sólo por el período central, sino, más específicamente, Pablo dirige preguntas al personaje Muerte; contesta a una inte-
por los ocho primeros capítulos de la carta a los Romanos. Esta rrogación personal —¿quién?— con nombres como Gracia, Tribu-
elección merece algunas breves consideraciones. lación, Espada; atribuye intenciones ambiguas a Ley, o actos y re-
No se trata de que las cartas de este período nieguen de ma- acciones humanas a Pecado, así como órdenes ineficaces a Hombre
nera frontal la perspectiva de las dos a los Tesalonicenses (del interior... Para no hablar de la extensión a dimensiones univer-
primer período). Tenemos de ello un testimonio fehaciente en la sales y activas que sufren personajes individuales como Adán,
segunda a los Corintios, donde Pablo confirma su esperanza de Abrahán, Cristo. Y en esa lucha hay peripecias, escaramuzas, em-
asistir vivo, es decir, dentro de los términos de su existencia terre- boscadas, retrocesos estratégicos, contraataques, victorias a lo Pirro
na, a la parusía o (segunda) venida de Jesús (cf. 1 Cor 15,52). y victorias definitivas que, sorprendentemente, dan lugar a nuevos
Esto equivale a reafirmar el próximo fin de la historia, como algu- combates...
nos cristianos de Tesalónica habían hecho en el período anterior, Precisamente, la complejidad (causal) de esta lucha final ter-
lo que implicaría, en estricta lógica, que ya no tenía valor el mina por desplazar, casi por completo, la espera de un término
trabajo. inmediato puesto por Dios al juego complicado de tan grandes
Pero en lugar de la respuesta, relativamente superficial, apoya- y sutiles personajes, lo que significará aquí también, como veremos,
da en que lo último no es aún tan inminente, en que aún no han que los instrumentos históricos con que se perfilan sus papeles
sobrevenido las principales señales (previstas en el discurso esca- específicos terminarán por hacer comprender el valor «final» de
la historia, sus mecanismos y sus plazos.
tológico de Jesús) 18 , se da en este período central una respuesta
más de fondo. Como vimos en los sinópticos, la escatología abría 4) Por último, estas características que acabamos de describir
más y más lugar a la historia (cf. supra, cap. VI) no tanto porque nos hacen optar por un determinado método en nuestro análisis,
lil lector lo verá mucho mejor desarrollado en los capítulos que
se sintiera la tardanza del fin y la historia pasara a llenar esa laguna,
siguen, pero puede desde ahora comprender, en abstracto, algunos
sino porque se había descubierto algo más esencial: el reino que
de sus mecanismos y porqués.
Jesús predicaba tenía sus raíces y causalidad en este mundo. Otro
A diferencia de los sinópticos, donde nos encontrábamos con
tanto ocurre aquí cuando pasamos de Tesalonicenses a Romanos,
un material recordado fragmentariamente, reordenado de diferen-
o a Corintios, o a Gálatas. tes maneras y respondiendo a distintos objetivos, aquí nos encon-
Porque, a su manera, las cartas de esta época son un nuevo tramos con un pensamiento que procede según el ritmo propio
tipo de discurso escatológico y, aún más, una especie de «apo- de su creación. Allí procedíamos, como en círculos concéntricos,
calipsis», parecido en el fondo, aunque nadie lo pensaría así te- tratando de reunificar el material para darle un sentido histórico
niendo en cuenta sólo las apariencias, al que termina el Nuevo cabal. Aquí, la fidelidad al pensamiento de Pablo exige más bien
Testamento y es atribuido a Juan. seguir el proceso mismo de su argumentación. Y como ésta se halla
Allí, «el adversario» se personifica, multiplica y diversifica en más desarrollada y en forma más universal en Romanos, por las
imágenes de elementos y animales. Aquí, «el adversario» se muestra razones ya dichas, seguiremos el hilo de esta carta añadiéndole,
en una lucha, tanto o más compleja, donde tienen un papel propio cuando sea menester u oportuno, desarrollos suplementarios pro-
y personalizado diferentes entidades que, en nuestro lenguaje co- cedentes de algún pasaje de Gálatas o Corintios.
18 Asimismo, por las razones ya mencionadas de una indispensable
Entre esas señales no se hace mención de la ruina de Jerusalén (toda- limitación, tomaremos de la carta a los Romanos sólo los ocho
vía no ocurrida cuando escribe Pablo), lo que confirmaría su carácter pos-
pascual de profecía ex eventu, pero sí de la gran tentación de apostasía, aso- primeros capítulos. Por una parte, responden a una problemática
ciada con el Anticristo (cf. 2 Tes 2,1-12). más universal y teórica que los restantes (consagrados al proble-
300 La cristología humanista de Pablo
El paso a la «cristología» en Pablo 301
ma de la resistencia judía al cristianismo y a exhortaciones morales
cido, así como el lugar central de «los pobres». Los «pecadores»
y de orden eclesial). Por otra, esos capítulos precisos, al constituir
ya no apuntan, como término, a un rótulo ideológico con que se
la síntesis más acabada y compleja de Pablo sobre la significación
designa a un grupo social determinado; de ahí que todo el sentido
que tiene para el hombre Cristo Jesús, han interesado de forma
inesperadamente favorable de esa palabra en el mensaje de Jesús
fecunda en todos los tiempos a los pensadores cristianos. Convivi-
desaparezca en Pablo. Una vez más, y por si aún fuera necesario,
mos en una cultura donde cualquier lucha ideológica, por poco
osto no dice nada sobre lo acertado o no de la clave empleada
profunda que sea, tiene que tener en cuenta que en los siglos pasa-
para interpretar los sinópticos. Ni tampoco que Pablo inventó
dos se optó, polémica y explícitamente, por una u otra de las
un cristianismo a su manera o de su talante. Indica, sí, que utilizó
posibles interpretaciones de estos ocho capítulos. Autores tan co-
otra clave, otro plano de instrumentos mentales y literarios para
nocidos como Max Weber y Erich Fromm han insistido en la im-
pensar y comunicar a un género diferente de interlocutores el
portancia de dichas opciones para planos tan aparentemente ale-
mismo mensaje.
jados de la teología como el de los sistemas económicos,
¿Cuál puede ser esa nueva clave? Es evidente si tenemos en
Pretendemos, con todo, guardar una cierta libertad en ese cuenta esa personificación —teatral, en el buen sentido de la pa-
seguimiento interpretativo del pensamiento vivo, in fieri, de Pablo. labra— de las fuerzas en pugna, dentro de las cuales se deja com-
Dividiremos nuestra exégesis según las grandes unidades significa- prender el lugar único de Jesús, el Cristo, y su importancia para
tivas de su discurso, que coinciden a menudo, pero no siempre, el hombre.
con los capítulos en que se ha dividido artificialmente la carta 19.
Se personifican las fuerzas que intervienen significativamente
Y, dentro de esas mismas unidades, buscaremos otras más peque-
en cada existencia humana, las que todo hombre (por diversas
ñas, pero sin llegar a seguir nunca versículo por versículo el texto
que sean sus circunstancias y aun su origen religioso) observa
paulino 20 .
cuando dirige su mirada a la profundidad de su propia existencia.
Pero tenemos frente a nosotros un problema mucho más im- Pecado, gracia, justificación, ley, hombre interior y muchos térmi-
portante. Al tratar de reunir en un todo coherente los fragmentos nos semejantes más, nos obligan a ensayar en Pablo una clave
del mosaico sinóptico, el hecho mismo de que se ordenaran en ese antropológica o existencial. Y si una concepción determinada del
todo sugería el uso de una determinada clave, la verificaba, por así hombre merece el nombre de humanismo, el lector verá justificado
decirlo. Aquí la unidad está dada por el mismo Pablo y ello nos así el título de esta segunda parte: «La cristología humanista de
obliga a ponernos ya de antemano de acuerdo con su clave. No se Pablo».
trata de que mantengamos frente al texto una actitud pasiva. Se
trata, sí, de que Pablo nos dice mucho más sobre la clave que La puesta en práctica de esta clave interpretativa ayudará a pre-
utiliza. cisarla más y, en ese sentido, a llenarla más de contenido, porque
en nuestro lenguaje actual muchas veces el término «antropoló-
Por cierto, ésta no es la clave política que nos facilitó la lectura gico» o «existencial» se usa por oposición a lo histórico o a lo
de los sinópticos. Ni podía serlo. El término «reino» ha desapare- político (que es parte sustancial de lo histórico). Y precisamente
19
veremos que en Pablo lo existencial y antropológico se abre a la
No pretendemos que esta división sea hermenéuticamente inocente. causalidad histórica y a la política 21 por su mismo dinamismo
Pero, de todos modos, no existe inocencia hermenéutica...
20
La exégesis versículo por versículo tiene varios inconvenientes. El pri- interno y por fidelidad al Jesús de los evangelios.
mero es que establece una especie de nivelación engañosa: no todo tiene, en Y esto nos lleva a una observación importante para el lector
el texto paulino, la misma importancia y decisoriedad interpretativa, sobre acerca del orden de nuestra exposición en cada capítulo. Si hemos
todo cuando se lo lee desde un contexto diferente como es el nuestro. Pero optado por el estudio de la cristología de Pablo (en su período
existe un inconveniente aún mayor. El pretender esclarecer cada versículo
por sí mismo (o por los adyacentes inmediatos) escapa difícilmente a la ten-
tación de hacer de cada uno de ellos una tesis definitiva, a la cual se adaptan 21
después las siguientes, perdiéndose así la dialéctica tan obvia en el proceso En los lugares más inesperados, y no precisamente en aquellos donde
creador del pensamiento de Pablo. nos parece verla, como en sus recomendaciones de obedecer a las autoridades
o en su consejo a los esclavos de permanecer tales.
302 La cristología humanista de Pablo El paso a la «cristología» en Pablo 303

central) entre las muchas posibles en el Nuevo Testamento no ha justo a alguien y que, para evitar malentendidos, tendríamos que
sido porque ella represente para nosotros «la>? cristología prefe- traducirlo más bien por declarar justo, y en este caso, ciertamente,
rible, la mejor entre todas las restantes. Recuérdese que nuestro a alguien que no lo es. Por eso una frase de Pablo como «Dios
intento es sugerir que no se trata de hacer una cristología con justifica al impío» (Rom 4,5) es terriblemente ambigua, porque
todos los materiales disponibles acerca de Jesús. Lo que es de vida de inmediato nos lleva a pensar (en castellano) que ello debió
o muerte para nuestra existencia humana (y cristiana) hoy es ocurrir después de haberlo hecho justo. Pero, a no ser que Pablo
nuestra capacidad de crear cristologías, por una parte, válidas para haya creado un nuevo lenguaje en este punto —cosa que no es tan
nuestro contexto y, por otra, fieles a Jesús de Nazaret, al Jesús improbable y que habrá de ser estudiada—, la frase debería sig-
histórico. nificar que Dios, movido a compasión por el sacrificio, los méritos
Presentamos a Pablo como un ejemplo de creación cristológica. y la justicia de Cristo, declara en su juicio justo al que sigue
Por eso cada capítulo estará dividido en dos partes fundamentales siendo un impío 22 . ¿No sería entonces mejor, para sentir la misma
que no podremos nunca separar del todo, evitando todas las re- extrañeza que el lector del original (griego), traducir «Dios declara
peticiones. La primera estará consagrada a entender a Pablo y su justo al impío»?
creación cristológica. La segunda, igualmente importante, estará Las traducciones tienen, en general, la tendencia a facilitar
destinada a rastrear cómo hizo Pablo para llegar a tales conclusio- la lectura en las lenguas modernas. Ello las lleva muy a menudo
nes partiendo de los datos expuestos y estudiados en la primera a evitar las versiones «literarias» (más bien que literales) que hoy
parte de esta obra, los del Jesús histórico. Así, la primera nos dará serían inexplicables o incomprensibles o, lo que es peor, sistemá-
lo que Pablo creó; la segunda, cómo lo creó. Y podemos sospechar ticamente mal comprendidas. Así, los términos «carne» o «carnal»,
desde ahora, descontando el alto grado de creatividad de Pablo, centrales para el pensamiento de Pablo, son escamoteados en
que la segunda —prácticamente ausente de las cristologías, aun muchas traducciones porque en nuestras lenguas modernas se usan
de aquellas que más utilizan a Pablo— nos dará más quehacer como metáforas de sensualidad o lujuria. En Pablo significan algo
que la primera. así como una referencia a la «naturaleza» humana o, más aún,
Una última observación metodológica. El lector que se acerca a la «condición» de toda creatura. Pero cuando se traducen, una
a Pablo a través de una traducción de sus cartas a cualquier lengua vez por uno, otra vez por otro, de estos últimos términos o por
moderna no suele ser consciente de las trampas que la versión muchos otros posibles, se pasa de largo por uno de los más inte-
le tiende. Baste un solo ejemplo referente al término más contro- 22
vertido de estos capítulos, el que se traduce habitualmente por Frente a todas estas cuestiones de exégesis, no es por cierto el objeti-
vo de esta obra introducir al lector en la literatura científica acumulada du-
justificación si se trata del sustantivo o por justificar si se trata rante siglos a este respecto. Pero como esta obra puede caer en las manos
del verbo. Ambos términos se refieren a lo que Dios realiza con de un exegeta o, lo que es menos probable, puede excitar en el lector el
el que cree en Jesús. El lector inadvertido identificará ese término deseo de controlar científicamente los asertos que aquí hacemos en esta ma-
con el de salvación, ya que justamente alude al juicio de Dios teria, la única solución viable a nuestro alcance, sin recargar esta obra con
un peso ajeno a su finalidad, era remitirnos, en tales cuestiones, a una larga
donde, se supone, los justos serán asimismo salvos. Aunque esta tradición exegética, desarrollada durante ochenta años por The International
asimilación de justificación y salvación sea ya discutida (en nuestra Biblical Commentary. En 1895, W. Sanday y A. C. Headlam publicaron, den-
opinión, sin fundamento), aún queda lo más importante: ¿qué tro de esa colección bíblica, su comentario a la carta a los Romanos: A Cri-
significa en la existencia del hombre ser justificado por Dios? tical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Romans. Durante
ochenta años fue un comentario apreciado, utilizado y estudiado por cual-
Aquí el lector ingenuo pensará que si Dios «justifica» a alguien quier comentarista serio de esta carta, principalmente por presentar las di-
es porque reconoce que ese tal es justo. Pero como Pablo repite vergentes opiniones en el campo de la exégesis, antes de elegir la propia.
En 1975, C. E. B. Cranfield ponía al día, con el mismo título y para la
que todos somos pecadores, el problema vuelve. ¿Será que Dios misma colección, aunque totalmente rehecho, el comentario a la carta a los
hace primero al hombre justo y luego lo declara tal? Los exegetas Romanos, guardando las mismas valiosas características. Prácticamente remi-
nos advierten que en el lenguaje común (griego) el verbo que tiremos todas las cuestiones de exégesis a esas dos ediciones, citándolas, para
hemos traducido por «justificar» no significa nunca hacer o volver mayor facilidad: ICC1 o ICC2, seguido del número de página.
304 La cristología humanista de Pablo

resantes procesos del pensamiento paulino que ha ido haciendo CAPITULO PRIMERO
variar paulatinamente el sentido de la palabra.
Teniendo en cuenta estas dificultades, hemos querido facilitarle EL PECADO,
de alguna manera la tarea al lector. Al principio de cada capítulo ESCLAVIZADOR DEL PAGANISMO
de nuestra interpretación hemos puesto el pasaje paulino que co-
mentamos, traducido de la manera más «literal» posible 23, de ma-
nera que el lector — q u e puede consultar la traducción de cualquier
Biblia para tener una visión más comprensible del pasaje en
cuestión— tenga, aun con mengua del idioma castellano, una idea
lo más aproximada posible de las dificultades y riquezas del texto.
Por eso, y como ejemplo, aun pensando que Pablo forjó u n sentido Romanos 1,16-32
nuevo para la palabra «justificar», preferimos que el lector perciba
la dificultad traduciendo más literalmente el verbo por «declarar
...16no me avergüenzo del evangelio. Ya que es el poder sal-
justo» y dejando «carne» donde Pablo escribe «carne».
vador de Dios para todo el que cree, para el judío primero
Con estas observaciones metodológicas M — o aun sin ellas, y (también) para el griego. n Porque en el (evangelio) la justicia
¿por qué n o ? — emprendemos el estudio de la cristología paulina que procede de Dios está siendo revelada de fe en fe, como
tratando de desmontar sus mecanismos creadores. está escrito: «El que es justo por la fe, vivirá».
18
Porque la ira de Dios está siendo revelada desde el cielo
contra todo tipo de impiedad e injusticia de los hombres que
tienen presa a la verdad en la injusticia. 1 9 Ya que lo cognos-
cible de Dios está manifiesto en medio de ellos, porque Dios
se lo ha manifestado. ^ E n efecto, lo invisible de él se ve inte-
lectualmente desde la creación del mundo por (sus) obras, así
como su eterno poder y divinidad, de manera que no tienen
excusa, 21 porque, aunque han conocido a Dios, no lo glorifica-
ron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se han enredado
en sus razonamientos y se ha oscurecido su obtuso corazón.
22
Pretendiendo ser sabios, se han mostrado estúpidos a y
cambiado la gloria de Dios incorruptible por la semejanza de
la imagen del hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos
y de serpientes. ^ P o r eso los entregó Dios a los deseos de sus
corazones librados a la impureza de deshonrar entre sí sus
23
No obstante, y como cada lengua tiene sus propios mecanismos, que- cuerpos.
25
remos, de alguna manera, advertir al lector de las palabras que la gramá- Ellos han cambiado, en efecto, la verdad de Dios por la
tica o el sentido lógico nos obligan a añadir para mantener la significación mentira y adorado y dado culto a la creatura en vez de hacerlo
original. En el primer caso (el de las exigencias gramaticales) usamos el pa- al Creador, que es bendito para siempre, amén. ^ P o r eso Dios
réntesis; en el segundo (el de las exigencias del sentido lógico), usamos la los entregó a pasiones que deshonran, porque, por una parte,
cursiva. Ello por regla general, pues las dos categorías no tienen límites pre- sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las anti-
cisos. Se trata, en uno y otro caso, de que el lector no atribuya directamente naturales n y , por otra, los varones, habiendo abandonado las
al original palabras que éste no contiene.
24
Agradeceríamos a esos lectores que, cuando no estén de acuerdo con relaciones naturales con la mujer, han ardido en deseos los unos
la interpretación dada al texto, por razones de su competencia científica, di- por los otros, cometiendo, varones con varones, lo infame y re-
riman el pleito con sus congéneres y dirijan sus críticas a la escuela de co- cibiendo en sí mismos la debida consecuencia negativa de su
mentadores citada en la nota 22, p. 303. En caso de apartarnos nosotros de extravío.
28
ese comentario, indicaremos las razones que tenemos para ello. Y como no aprobaron reconocer a Dios, los entregó Dios
20
306 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 307

a una mente reproba, para que hicieran lo inconveniente, M re- blecida la acusación de que judíos y griegos estamos todos bajo
pletos de toda injusticia, maldad, atropello, llenos de envidia, el pecado» (3,9) 1 .
homicidio, pelea, engaño, malicia, chismosos, M acusadores, ene-
migos de Dios, insolentes, soberbios, fanfarrones, inventores de 1
maldades, rebeldes a sus padres, 31 insensatos, desleales, desamo- En realidad, esta conclusión general continúa desarrollándose en el ca-
rados, despiadados. 32 Conocen el decreto justo de Dios, según pítulo tercero (cf. 3,11-18.23, así como el singular «hombre» en 3,28). Apro-
el cual quienes practican tales cosas son dignos de muerte; vechamos la ocasión de esta primera nota para advertir al lector sobre una
anormalidad tipográfica que hallará muchas veces en el transcurso de esta
pero no sólo las hacen, sino que aprueban a aquellos que las segunda parte. Sabido es o, por lo menos, debe saberse que los primeros
hacen. manuscritos hallados del original griego del Nuevo Testamento son «uncia-
les», o sea, escritos enteramente en mayúsculas y sin nuestros modernos sig-
nos de puntuación (puntos, comas, signos de interrogación, etc.). Práctica-
Después de saludar a los destinatarios de su carta, Pablo esta- mente, esa situación dura hasta el siglo x por lo menos. Esto, que ya tiene
blece en una sola frase un principio de salvación que, aunque ciertas consecuencias para las traducciones de los sinópticos, las tiene aún
todavía resulte oscuro sin los desarrollos ulteriores, es evidente más cuando se trata de un discurso como el de Pablo, con períodos más lar-
gos y complejos. Dos ejemplos bastarán para dar una idea de algunas difi-
que queda basado en la fe. Parece claro además que Pablo espera cultades que todo esto causa a los traductores. Uno, a propósito de mayús-
que sus lectores suspendan su juicio y aun su curiosidad respecto culas y minúsculas, es cuando Pablo escribe que «el espíritu testimonia a
a este principio, ya que no pasa a explicarlo, sino que toma todo nuestro espíritu» (8,16). Frente al manuscrito, escrito todo en mayúsculas,
sólo podemos presumir que el primer «espíritu» debe ir con mayúscula en
el problema del hombre desde más atrás, desde su división religiosa castellano, porque debe referirse, de acuerdo al contexto, al Espíritu Santo;
básica en paganos y judíos. mientras que el adjetivo «nuestro» hace suponer que el segundo «espíritu»
debe ir con minúscula. En otras palabras, las mayúsculas o minúsculas de las
traducciones son productos de hipótesis exegéticas, algunas obvias, otras du-
dosas. Un segundo ejemplo, referente, esta vez, a la puntuación: Pablo escri-
be que «la creación fue sometida a la inutilidad por quien la sometió con \&
I esperanza de que también la creación sería liberada...» (8,20-21). Entre la
palabra sometió y la palabra con puede o no ir una coma; pero el manuscrito
no nos indica nada al respecto. De haber una coma, ese «con la esperanza»
Al hablar de principio de salvación (1,16), Pablo nos invita sería un complemento de «la creación fue sometida», y se le atribuiría esa
a examinar el contexto. A diferencia del uso corriente de esta pa- esperanza a la creación. De no haber coma, «con la esperanza» sería un com-
labra en los sinópticos, en Pablo no apunta a un acontecimiento plemento de «quien la sometió» e indicaría que éste sometió la creación a
meramente final o fuera de la historia. La misma frase, o el con- la inutilidad provisoriamente, es decir, esperando su liberación ulterior. De
ahí, en este último caso, la posibilidad de identificar a ese «quien», posibi-
texto, invitan a hacer la pregunta gramaticalmente obvia: salva- lidad que se elimina si la esperanza (sin coma) hay que atribuirla a la crea-
ción ¿de qué? ción misma. Frente a estos problemas, una solución científica, tal vez, pero
Y ese de qué es, en el capítulo primero de Romanos, el mundo impracticable, hubiera sido «imitar» los manuscritos y escribir todo en ma-
yúsculas sin puntuación... Lo único que resultaba viable aquí era una solu-
esclavo del pecado entre «los griegos», es decir, en el vocabulario ción media. En cuanto a la puntuación, ponemos la que parece obvia y, si el
paulino, entre los paganos o gentiles. caso lo requiere, discutiremos distintas posibilidades de puntuar una frase.
En cuanto a mayúsculas y minúsculas hemos optado por lo siguiente. Un la
No podemos negar que nos choca la descripción de ese mundo traducción que ponemos al comienzo de cada capítulo reservamos las mayús-
de pecado. Es verdad que no somos historiadores y no podemos culas a los nombres propios (Jesús, Jerusalén, etc.) y al nombre de Dios. En
precisar desde nuestro presente el grado de corrupción al que otros sustantivos comunes, aunque puedan designar a personas (Hijo, Espí-
podían haber llegado los paganos de aquella época en Roma, pero, ritu, etc.) preferimos usar minúsculas, pensando que el lector percibirá sin
dificultad que pertenece a la exégesis determinar si una mayúscula sería más
aun así, hay que tener presente que Pablo está hablando no de apropiada. Dentro del capítulo, en cambio, usamos mayúsculas o minúsculas,
casos extraordinarios de degradación moral, sino del comporta- según esté ya determinado y no como mejor corresponde. Eso nos permitirá,
miento del hombre ordinario y, casi podríamos decir, del pagano. por ejemplo, hacer honor a las «personificaciones» tan propias del estilo de
No hay que olvidar la conclusión general que, abarcando los dos Pablo. Así «el Pecado» aparecerá como algo muy diferente de «el pecado
de mentir», ya que, para Pablo, el primero constituye una personificación de
primeros capítulos, hace decir a Pablo: «Ya hemos dejado esta-
308 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 309

No podemos, sin embargo, despojarnos de la sospecha de que, Sin embargo, la misma persona, cuando tiene que juzgar la política
a pesar de esa acusación universal y de que arguya que los judíos global de ese país en relación con los países más pobres o «sub-
«hacen las mismas cosas» (2,1), Pablo ennegrece particularmente desarrollados», empleará la mayoría de los términos de Pablo: «re-
la tinta para describir los pecados de la idolatría pagana. ¿No pen- pletos de toda injusticia, maldad, atropello... insolentes, soberbios,
sará que, si bien es cierto que todos están bajo el pecado, ciertos fanfarrones... insensatos, desleales... despiadados...». Y la anti-
extremos de los paganos —por ejemplo, la generalizada inversión nomia es tanto más patente cuanto más democráticamente está
sexual largamente descrita (1,26-27)— no se daban entre los hijos hecha esa política.
de Israel? ¿Qué ha ocurrido para que esa persona emplee adjetivos que
En realidad, la primera pregunta que nos surge es todavía, le repugnaría usar en relación con las personas concretas que cono-
lógicamente, anterior: ¿por qué Pablo, ocupado como está en ció? Que entre un juicio y otro, o entre un plano y otro del mismo
mostrar que todos los hombres se hallan bajo la esclavitud del juicio, hay que reconocer la existencia de un mecanismo más
Pecado, escribe dos capítulos distintos —en la división artificial, o menos inconsciente e inevitable. Y, por cierto, un mecanismo
es cierto, que hoy tenemos, pero que responde a una sucesión de Pecado. Este deja, en cierta medida, a las personas en su relativa
temática obvia— en vez de una descripción global y unificada de bondad a un nivel, pero se introduce y obliga a ennegrecer el
esa esclavitud que se hace sentir igualmente en ambos grupos? cuadro cuando esas mismas personas forman parte activa —y no
A esta pregunta es fácil dar una respuesta provisoria, pero pueden dejar de hacerlo— del otro nivel.
válida. No se trata sólo de hablar a cada grupo de los destinatarios Se preguntará tal vez el lector si sólo la política revela este
de la carta con su propio lenguaje. Hay algo más. Si el Pecado es tipo de doble plano y de posibilidad de juego para un mecanismo
esencialmente el mismo, los mecanismos que usa para esclavizar desequilibrador entre ambos. La respuesta es no. La prueba, el
al hombre difieren notoriamente según éste tenga o no, reconozca mismo Pablo.
o no una ley exterior a sí mismo que le indica qué cosas son lícitas Si no supiéramos de él más que su éxito extraordinario en la
y qué otras son pecaminosas. Pablo distingue así entre los que conversión de paganos al cristianismo, ya podríamos conjeturar
«oyen» una ley que les llega, por lo mismo, desde fuera y los que que debía tener con ellos relaciones excelentes y cordiales. No es
la tienen «escrita en sus corazones», en su «conciencia», en sus apostrofando a todo el mundo (tal cual parece ocurrir en este
«internos pensamientos» (2,13.15). capítulo) como Pablo, sin duda, se hacía oír y querer. Lo atestiguan
Solucionada provisoriamente esta cuestión, resurge entonces además sus cartas dirigidas a cristianos convertidos del paganismo,
y recobra toda su fuerza la anterior: ¿no exagerará Pablo, en ese donde aflora no sólo el afecto mutuo, sino el aprecio. Y basta,
cuadro del capítulo primero, acerca de la conducta global de los por otra parte, leer lo que sobre él nos cuentan los Hechos.
paganos? Es decir, que el primer elemento que hay que tener en cuenta
Para responder a esta pregunta central creemos que habría es que Pablo no está haciendo una descripción sociológica. Trata
que tener en cuenta dos elementos importantes que no aparecen de mostrar un mecanismo, y un mecanismo de engaño y aliena-
a primera vista, pero que están, por cierto, presentes en la es- ción, lo cual explica precisamente que sean víctimas de él personas
tructura misma del capítulo. a quienes una experiencia corriente y concreta nos haría clasificar
Valga un ejemplo para comprender el primero. Cualquiera que tal vez como bien intencionadas...
haya viajado y pasado algún tiempo, sin especiales conflictos, en Entre el nivel personal espontáneo, donde Pablo reconoce (aun
un país de esos que hoy llamamos «desarrollados» puede dar tes- en esta misma carta; cf. 2,10.14-16.26) las virtudes de muchos
timonio de que la mayoría de las personas con quienes allí se de ellos 2, y la cultura del mundo pagano se ha introducido un
relacionó eran excelentes, sensibles, generosas, abiertas, sencillas...
2
¿A qué se refiere Pablo al decir que algunos paganos, por lo menos,
cierta fuerza antropológica a la cual se le atribuyen acciones «personales», cumplen naturalmente lo mandado por la ley? De acuerdo con el comentario
como esclavizar, matar... que tomamos como referencia, los teólogos «interpretaron los pasajes de san
310 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 311

mecanismo, un mecanismo ante el cual poco o nada puede la buena faltan en la lista los principales capítulos que espontáneamente
voluntad individual y ante el cual cede, quien más quien menos, incluiríamos (de acuerdo con el mismo decálogo veterotestamen-
consciente o inconscientemente, quien está inmerso en dicha cul- tario) bajo ese rótulo: ni falso testimonio, ni robo, ni asesinato,
tura. Resulta imposible, en efecto, vivir dentro de ella y de ella ni adulterio 3 ...
y no aprobar hasta cierto punto, como dice Pablo, lo que esa cul- Es digno de notarse además, en un dominio concreto como el
tura establece como normal, aunque allá en lo escondido se lo sepa de la sexualidad, bastante desarrollado en el capítulo, la ausencia
condenable y aunque quizá no se lo acepte individualmente. de los pecados que podríamos llamar más patentes e injustos:
Entre un nivel y otro —que desde ahora podríamos caracteri- la fornicación y el (ya mencionado) adulterio. Insiste, en cambio,
zar como el de la intención espontánea por un lado, y el de la Pablo largamente en la homosexualidad.
realización concreta por otro—, el Pecado, que para Pablo es Es indudable que nuestra sociedad puede habernos hecho intro-
siempre un mecanismo, no una violación aislada y consciente de la yectar, bajo las resonancias que comúnmente tiene lo «natural»
ley, pone en acción un proceso que deforma al hombre y cuyo y lo «antinatural», la sensación de que la práctica de la homo-
resultado es, por lo mismo, lo inhumano. sexualidad es algo mucho más grave que el adulterio. Pero no es
El segundo elemento que hay que tener en cuenta con respecto ése un juicio «moral», sino una evaluación comparativa de repug-
a la globalidad del capítulo tiene precisamente relación con el ad- nancias. Además, una moral cristiana, donde todo adquiere sentido
jetivo que (en forma sustantivada) acabamos de emplear: lo in- gracias al amor efectivo, está obligada por lógica a concederle
humano (o, si se prefiere, lo ¿«/ra-humano). mucha mayor gravedad al adulterio, y aun a la fornicación, que a la
homosexualidad.
En efecto, nos preguntábamos si Pablo no ennegrecería a sa-
biendas el cuadro de la conducta moral de los paganos. Pero, si Desde este mismo punto de vista, es relevante el hecho lite-
observamos más detenidamente lo que Pablo les atribuye, nos rario de que Pablo, al hablar de ese tipo de relaciones sexuales,
sorprende hallarnos frente a una característica más bien opuesta. emplee la categoría natural-antinatural (cf. 1,26-27)4 y no cual-
Porque, ¿qué es esa injusticia —«toda injusticia» (1,29)— de la 3
que los dice repletos? Es cierto que encontramos el «llenos... de homicidio», pero percibimos
de inmediato, por el contexto y por la fuerza misma del adjetivo «llenos»,
Es necesario reconocer que, de manera un tanto inesperada, que no se trata de que cometan continuamente homicidios, sino de la rabia
que lleva al deseo de matar. Es instructivo comparar esa lista del capítulo
Pablo sobre la religión de los paganos (por ejemplo, Rom 2,14) de acuerdo primero con otra lista de pecados que Pablo presenta como incompatibles con
con sus opiniones. Desde el tiempo de Agustín (De Spiritu et Littera, § 27) la posesión del reino: «...impuros, idólatras, adúlteros, afeminados, homo-
la interpretación ortodoxa aplicó este versículo, ya sea a los paganos conver- sexuales, ladrones, avaros, borrachos, ultrajadores, rapaces...» (1 Cor 6,9-10).
tidos, ya sea a unos pocos de entre ellos que gozaron de un favor divino extra- A pesar de algunas coincidencias, hay en la lista de Corintios una «materiali-
ordinario. Los expositores protestantes, para quienes (la frase) 'hacen natu- dad» (y oposición directa a la ley) que falta en la de Romanos. Lo que in-
ralmente lo mandado por la ley' no podía tener nunca un sentido literal, pre- dica que las dos apuntan en distintas direcciones. Y, en efecto, ha llamado
servaron cuidadosamente la interpretación agustiniana... Los racionalistas, la atención de los exegetas que en la lista de los vv. 28-31 constituye una
sin embargo, hallan la expresión 'naturalmente', en su sentido literal, per- laguna extraña el que no se haga mención de pecados sexuales (cf. ICC 2,
fectamente compaginable con su propia concepción y no tienen dificultad en 130). Como indicamos a continuación, esta laguna no se llena con el pasaje
suponer lo aceptable de esas obras y la salvación de quienes las practican» sobre la homosexualidad (cf. 1,26-27).
4
ICC 1,60 (cf. ib'ti., 106). Si prescindimos del término teológicamente peyora- «Antinatural» y «altamente inmoral» se han vuelto actualmente sinó-
tivo de «racionalistas», y positivo de «ortodoxos», el comentario pone de ma- nimos, sobre todo en el plano del lenguaje que refleja las reacciones afecti-
nifiesto cuál es el sentido obvio, de acuerdo a la lógica interna, del versículo. vas. Podríamos decir que, en el plano racional, esa sinonimia es ajena al pen-
Además, al entender «gentiles» como los ya convertidos al cristianismo, y samiento de Pablo, para quien el hombre es dueño del universo y de todas
ello por razones teológicas ajenas al texto (ICC 2,156), se pierde el hilo de sus fuerzas y poderes, ya que la libertad propia de Cristo lo libera para el
todo el capítulo segundo, sin hablar del primero, ya que ambos se refieren amor. Pero también es obvio que esta responsabilidad de construir el amor
obviamente a paganos y judíos precristianos. No se ve, por otra parte, cómo tiene que tener en cuenta «lo que conviene» o no a esa construcción (cf. 1
el «cumplir la ley» podría servirles de algo, como Pablo afirma, a quienes Cor 6,12; 10,23). Y precisamente el conocer la naturaleza y sus leyes o me-
ya están bajo un sistema donde el hombre es justificado «sin las obras de canismos debe ayudar a discernir lo que conviene o no a un proyecto eficaz
la ley». de amor. Pablo llama significativamente en el capítulo primero a esas reía-
312 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 313

quiera otra relacionada directamente con la oposición moral-inmo- cimiento divino por parte del hombre, entrega del hombre al
ral. En verdad, insiste no tanto en la ofensa hecha a Dios o al extravío de sus deseos y pasiones por parte de Dios, conducta
hombre cuanto en «la deshonra mutua de sus cuerpos» (1,24). deshumanizadora resultante en el hombre en lo que concierne a sus
Es decir, en que le quitan al cuerpo humano el honor que le es relaciones con los demás.
debido para relacionarse con los demás. Pablo insiste así en la El primer elemento sería, pues, el siguiente: «... aunque han
deshumanización del cuerpo. conocido a Dios 6 , no lo glorificaron como a Dios ni le dieron
En íntima relación con esto, encontramos también que pululan gracias, sino que se han enredado en sus razonamientos y se ha
en la lista actitudes que sólo hilando muy fino pueden tenerse por oscurecido su obtuso corazón. Pretendiendo ser sabios, se han
pecados serios: «llenos de malicia, chismosos... fanfarrones, inven- mostrado estúpidos y cambiado la gloria de Dios incorruptible
tores de maldades... insensatos, desleales, despiadados» (1,29-31). por la semejanza de la imagen del hombre corruptible, de aves,
Si hiciéramos aquí, como en el caso anterior, una evaluación de cuadrúpedos y de serpientes» (1,21-23). «Ellos han cambiado,
estrictamente moral, deberíamos decir que los hombres (paganos) en efecto, la verdad de Dios por la mentira y dado culto a la
han deshonrado sus relaciones interpersonales, que las han des- creatura en vez de hacerlo al Creador, que es bendito por siempre,
humanizado. amén» (1,25). «No aprobaron reconocer a Dios» (1,28).
En efecto, si tomamos «lo animal» como sinónimo de «lo sub- El segundo elemento, unido al primero por un lazo causal, con-
humano» (o infrahumano), la conducta pagana generalizada de que tiene la afirmación central en la palabra clave entregar: «Por eso los
habla Pablo constituye, más que una conducta humanamente in- entregó Dios a los deseos de sus corazones...» (1,24). «Por eso
moral, una vuelta a la conducta de la selva, el retorno a lo animal, los entregó (Dios) a pasiones que deshonran...» (1,26). «... como
a lo sub-humano, aunque se trate de relaciones entre personas no... los entregó Dios a una mente reproba» (1,28) 7.
y con poderes e instrumentos propios de los hombres 5. El tercer elemento es la descripción que hace Pablo de la con-
Teniendo en cuenta estos dos elementos, vayamos al plan- ducta de los hombre entre sí, una vez que se produce esa «entre-
teamiento central: ¿cuál es el mecanismo que produce como resul- ga», y del que ya hemos hablado.
tado ese cuadro de deshumanización y que Pablo caracteriza como 6
esclavitud con respecto al Pecado? Ó, si se prefiere, ¿cómo hace Pablo apoya esta primera afirmación de la siguiente manera: «Lo cog-
noscible de Dios está manifiesto en medio de ellos, porque Dios se lo ha
éste (siempre en singular) para apoderarse de la conducta de los manifestado. En efecto, lo invisible de él se ve intelectualmente desde la crea-
hombres (paganos) y degradarla? ción del mundo por (sus) obras, así como su eterno poder y divinidad, de
Literariamente hablando, la respuesta es o parece clara. Pablo manera que no tienen excusa...» (1,19-20). En cuanto a las posibles inter-
pretaciones de este conocimiento correcto de Dios que se atribuye a los
repite tres veces la misma estructura explicativa. Y en ella se pre- paganos (antes de que éstos lo corrompan y extravíen), cf. infra, nota 14 a
sentan, las tres veces, los tres mismos elementos. El lector puede la p. 317.
7
comprobarlo atendiendo al triple uso del verbo entregar (1,24. Algunos exegetas que desean disminuir la responsabilidad divina en
26.28). ese entregar aducen que hay que interpretarlo en sentido judicial, como una
sentencia en su significación más impersonal, esto es, como un mecanismo
En esta estructura, decíamos, figuran las tres veces los tres que actúa automáticamente (cf. ICC 1,45). Otra interpretación de ese «en-
mismos elementos, y en el mismo orden: desviación del recono- tregar, al tener en cuenta el contexto paulino de un vasto plan histórico de
Dios, tiene más verosimilitud: «Sugerimos que el sentido de Pablo no es ni
que esos hombres quedaron fuera de las manos de Dios como Dodd parece
ciones de homosexualidad «lo que no conviene» (1,28). Esta sobriedad ra- pensar [por eso habla éste de un proceso de causa a efecto sin intervención
cional contrasta con la «repugnancia moral» ante todo lo que viole «la na- voluntaria de Dios], ni que Dios se lava las manos con respecto a ellos; sino,
turaleza», que no es cristiana, pero que se ha incorporado a lo cristiano. Para más bien, que este 'entregarlos' es un acto deliberado de juicio y misericor-
Pablo, como para Jesús, la naturaleza no da hecha la moralidad, sino que in- dia de la parte de Dios que hiere para curar (Is 19,22)» (ICC 2,121). Con
fluye indirectamente en ella ayudándonos a juzgar la eficacia y la sinceridad todo, nos parece más verosímil aún que Pablo use un lenguaje mítico donde
de nuestros proyectos. «Dios» aquí representa, antropológicamente, la función que desempeña el
5 auténtico conocimiento de lo Absoluto en el hombre. En ese sentido, Dodd
El lector recordará lo dicho acerca del sentido que tiene la «posesión»
del hombre por parte de Satanás, en los sinópticos (cf. supra, pp. 211ss). podría tener razón. Cf. infra, pp. 318ss.
314 La cris tolo gía humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 313
¿Cuál es entonces el proceso lógico que une los tres elementos? criterio de lo que Pablo quiso decir en su época y con sus cate-
En otras palabras: ¿cuál es el mecanismo —religioso o antropo- gorías 9. Sólo puede tener valor como una invitación a la sos-
lógico— que lleva a tales resultados? pecha y a buscar si no habrá en el mismo Pablo indicios de que
El lector puede pensar que la pregunta ya no cuadra una vez su pensamiento profundo no es el que salta a primera vista, sino
que hemos establecido las fases de un proceso bastante claro: que va más allá del esquema idolatría-castigo-deshumanización.
desconocimiento de Dios hasta la idolatría, castigo divino 8 dejando Y es cierto que tenemos tales indicios. Los principales, es
al hombre librado a sí mismo y, finalmente, conducta extraviada verdad, van a ir apareciendo en los capítulos siguientes para cul-
y deshumanizada del hombre en sus relaciones con los demás. minar en la segunda parte del capítulo séptimo. Este llevará al
Por cierto, no puede caber duda alguna de que tal es la primera lector, creemos, a la convicción de que, a pesar de las apariencias,
lectura que puede y debe hacerse del capítulo. se impone otra lectura más realista de este primer capítulo. Sólo
La pregunta apunta, sin embargo, a la posibilidad y convenien- que, al no poder invertir el orden, nos referiremos aquí a los in-
cia de una segunda lectura. Digamos, por lo pronto, que ello no dicios presentes ya en este primer capítulo y trataremos de definir,
sería de extrañar en Pablo, quien, frecuentemente de acuerdo a su en base a ellos, la hipótesis alternativa de lectura.
mismo testimonio, comenzaba sus explicaciones usando expresiones En primer lugar, si bien se mira, no es cierto que la esclavitud
o razonamientos calificados por él mismo como «infantiles», donde, de los hombres (paganos) con respecto al Pecado comience con la
según la capacidad del oyente, éste podía entender las cosas en un idolatría10 o, en otras palabras, que el resorte inicial de su po-
nivel más superficial o alcanzar otro más profundo (cf. 6,18; 1 Cor derío sea la negación de rendir culto al Dios verdadero para ren-
3,1-2; 2 Cor 11,16-21, etc.). Sin embargo, aun en tales casos, dírselo a los ídolos o dioses falsos.
Pablo se preocupa de dejar establecidos los elementos necesarios Si así fuera, la impiedad, que es el pecado genérico contra
para una lectura más honda y madura (cf. 1 Cor 2,6) por parte Dios —que comprende todas las acusasiones de idolatría, como
de quienes estén capacitados para hacerla. las de sacrilegio, etc.—, no cedería el lugar primero a la injusticia
Este podría ser nuestro caso. El esquema, en tres fases, al que —que es el pecado genérico contra lo que se debe a cada hombre—,
hemos hecho alusión puede, sin duda, parecemos infantil al in- como vemos que ocurre aquí.
troducir la idea de un Dios que castiga las malas relaciones que el En efecto, la frase con la que Pablo resume la esclavitud con
hombre tiene con él —idolatría—, abandonándolo y permitiendo
así, como si estuviera cansado de retenerlo, que este último des-
haga su humanidad en sus relaciones con sus semejantes. Descon- 9
En realidad, Pablo, como Jesús mismo, habla de un «castigo» divino
fiemos, no obstante, de lo que hoy puede parecemos infantil. cuando Dios retira a una persona, grupo o pueblo, una responsabilidad que
Nuestra manera de pensar no puede por sí misma constituir el no ha sido bien empleada. Así Dios retira los «privilegios» que Israel tiene
por suyos (cf. 11,20-21; Me 4,11-12 par.).
10
Ni se ve por qué Dios daría una importancia tan grande a una ortodo-
8
Es cierto que en otras partes Pablo habla de la ira o indignación (có- xia meramente formal, ya que no se dice, en el segundo capítulo, que los
lera) de Dios. Y no hay que olvidar que el lenguaje sobre Dios está hecho judíos, a pesar de «la dureza e impenitencia de sus corazones» y de contri-
para iluminar al hombre. «La indignación contra la maldad es, sin duda al- buir a que «se blasfeme el nombre de Dios», hayan sido «entregados» por
guna, un elemento esencial de la bondad humana en un mundo donde el mal Dios a los deseos de sus corazones. Entre los exegetas hay, sin embargo,
moral está siempre presente. Un hombre que conoce, por ejemplo, la injus- quienes pretenden hacer derivar los pecados de «injusticia» de los pecados
ticia y la crueldad del apartheid y no se indigna de tal maldad, no puede de «impiedad», y para ello se recuerda que uno de los libros (deuterocanó-
ser un hombre cabalmente bueno» (ICC 2,109). Habría también que tener nicos) del Antiguo Testamento que parece haber influido en Pablo es el de
en cuenta la excelente observación de Bultmann de que, en el lenguaje bíbli- la Sabiduría (cf. ICC 1,51-52), y en él leemos: «La invención de los ídolos
co, cualidades o actitudes que se atribuyen a Dios y que parecerían atributos fue el principio de la fornicación» (Sab 34,12) (ICC 2,122). Pero sin duda
intemporales de su esencia, constituyen, en la intención de los autores bíbli- no se ha reflexionado en que, como lo señala acertadamente la Biblia de Je-
cos, referencias a actos divinos que modifican de alguna manera el destino rusalén, la palabra «fornicación» ya está allí tomada en su sentido metafó-
del hombre. Así la «gracia» o la «ira» de Dios apuntan más a los actos sal- rico clásico (como el dado a la palabra «adulterio») que no podía escapar a
víficos o al juicio divino que a cualidades «intemporales» (cf. R. Bultmann, Pablo, de infidelidad de Israel a su Dios, o sea, de idolatría, y no en su sen-
op. cit., I, § 32, pp. 288ss). tido literal de pecado sexual.
}¡6 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 317

respecto al Pecado entre los paganos " tiene dos miembros: «La piedad (o a la mentira), el papel protagonista. En el sentido etimo-
ira de Dios está siendo revelada desde el cielo contra todo tipo lógico de la palabra, el primer actor.
de impiedad e injusticia de los hombres que tienen presa a la Esto se confirma además con el paso de «piedad» a «verdad»
verdad en la injusticia» (1,18). o, para ser más exactos, de «impiedad» a «tener presa la verdad».
Como puede verse, en el primer miembro Pablo cita las dos En efecto, la impiedad es una categoría de lo pecaminoso, mientras
especies (posibles) de pecados que pueden ser, y son sin duda, co- que el aprisionar la verdad alude a un mecanismo en el plano del
metidos: los que conciernen a Dios —impiedad— y los que con- conocimiento o de la conciencia, señala un esfuerzo —ridículo—
ciernen a los hombres —injusticia—, para suprimir luego en el del hombre por engañarse a sí mismo. Así actúa el primer actor.
segundo miembro la mención de la impiedad y dejar sólo, como Y no es que este esfuerzo no sea culpable. Se trata, sí, de que la
mecanismo de la esclavitud al Pecado, la injusticia 12. verdadera culpabilidad no reside en el resultado visible: está en
De ahí la extraña oposición que se vuelve central en el primer el mismo esfuerzo que se hace por disfrazar y disculpar ese re-
capítulo: verdad-injusticia. No verdad-mentira (como en 1,25) ni sultado.
tampoco justicia-injusticia, las dos oposiciones obvias entre el bien No es de extrañar que ese tipo de pecador no se parezca en
y el mal. En realidad, aunque sólo tuviéramos esta extraña fórmu- nada a un Lucifer rebelde, sino que Pablo use para caracterizarlo
la como resumen —«tener presa a la verdad en la injusticia»—, expresiones más irónicas que indignadas: «se enredaron en sus
podríamos ya avanzar cautelosamente ciertas observaciones no razonamientos [obviamente justifica torios] y se oscureció su ob-
desprovistas de importancia. tuso corazón. Pretendiendo ser sabios, se han mostrado estúpi-
Por lo pronto, el poder esclavizador, la «prisión» o «quien dos...» (1,21-22). Ya está aquí presente algo que hemos visto
aprisiona» y somete al hombre al Pecado es la injusticia. Y, al caracterizar al resultado, lo sub-humano.
parecer, sólo ella. Hay, pues, que atribuirle a ésta, y no a la im- Así, el mismo «cambiar la verdad (de Dios) por la mentira»
(de los ídolos) aparece menos como un pecado grave que como un
11
Esa frase tendrá un paralelo casi exacto —en su extraña oposición— esfuerzo estúpido por engañarse el hombre a sí mismo 1J, un esfuer-
con otra de la segunda mitad del díptico y que comprende a los judíos (me- zo que, por increíble que parezca, tiene, no obstante, éxito. No
nos verosímilmente a todos los hombres): «... egoístas, indóciles a la verdad,
pero dóciles a la injusticia» (2,8). Esta frase tiene, sobre la primera, la ven- olvidemos que tiene detrás de sí la fuerza del protagonista, la
taja de la claridad: el resorte básico del pecado no es el pecar contra la injusticia.
verdad (cambiando de dios), sino el quedar libres para la injusticia (en las En segundo lugar, tendremos otro indicio complementario si
relaciones humanas). nos preguntamos a qué apuntaba ese ridículo intento del hombre
12
Los exegetas dan distintas explicaciones para esta especie de desapa-
rición de la «impiedad» en favor de la «injusticia». Veamos un ejemplo: por auto-engañarse acerca de Dios.
«De acuerdo con algunos intérpretes, 'la impiedad' y 'la injusticia' denotan Porque, en efecto, así lo presenta Pablo. Lo cognoscible refe-
aquí dos categorías distintas de pecados, o sea, una cubriría los cometidos rente a Dios está claro y manifiesto desde la creación (cf. 1,19-
contra los cuatro primeros mandamientos del Decálogo, y la otra los come- 20) M. ¿Por qué entonces ese esfuerzo gratuito por enredarse en
tidos contra los otros seis. Pero, teniendo en cuenta que un mismo adjetivo
'toda' comprende a la impiedad y a la injusticia, y el hecho de que en la
13
frase principal la injusticia por sí sola parece representar el sentido de las Por supuesto, es posible despojar a ese pasaje de su aparente profun-
dos expresiones, es más probable que se las use como dos nombres para didad antropológica: «En este versículo es tal vez más satisfactorio entender
la misma cosa... El que, al usar en este punto la injusticia por sí sola, Pablo por 'la verdad de Dios' la realidad que consiste en Dios en sí mismo y en su
quiera indicar que la impiedad tiene su fuente última en la inmoralidad (en autorrevelación, y por 'la mentira', la inutilidad global de la idolatría» (ICC
el más amplio sentido de la palabra) es muy poco verosímil» (ICC 2,111- 2,123). Pero se pierde de vista así la descripción del proceso de la «mentira»,
112 y nota). Como se ve, esta pretendida inverosimilitud no se basa en ra- o sea, de la mala fe, hecha por Pablo en 1,21: «Se enredaron en sus razo-
zón exegética alguna. Por el contrario, su fundamento es teológico (el pe- namientos (justificatorios) y se oscureció su obtuso corazón», así como la
cado contra Dios no podría tener como base el pecado contra el hombre) relación mediata de este «mentira» con la «inutilidad» del universo en
y la razón tendrá, pues, que ser discutida en ese terreno, ya que la más ló- 8,20-21.
gica razón literaria de la desaparición de la «impiedad» en la frase principal 14
«Desde» la creación del mundo, y no «por» o «a causa de» (cf. ICC 1,
llevaría de por sí a esa hipótesis (cf. ICC 2,134). 42; ICC 2,114). Además, si se acepta que la traducción mejor es «en medio
318 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 319

razonamientos que acaban oscureciendo el corazón —la sede del que, de acuerdo con el pasaje paulino, esa tendencia del hombre
juicio, según el lenguaje bíblico— y haciendo que el hombre adore a recaer en lo infrahumano estaría como atada o frenada por el
tontamente a «imágenes de hombres corruptibles, de aves, de reconocimiento de un Absoluto que le recuerda al hombre su
cuadrúpedos y de serpientes» (1,23)? deber-ser: Dios.
La única respuesta razonable implicará concluir que el deseo De este Dios, ideal suprahumano del hombre, es de lo que éste
de idolatrar no es el resorte de la actitud. El autoengaño que lleva tiene un conocimiento claro por poco que piense con sinceridad.
al hombre de la adoración de lo elevado y digno (de lo super- Es cierto que se ha querido ver en este pasaje de Pablo una es-
humano) a la de lo bajo e indigno (de lo ¿«/ra-humano) es medio pecie de «teología natural» —por oposición a la «revelada» en la
para otra cosa: para la injusticia, a la que apuntan realmente los Biblia— o de filosofía espontánea y acertada sobre lo divino basada
«deseos del corazón». En la idolatría que pinta Pablo, la intención en el hecho de la creación. Pero, en primer lugar, todo indica
real es, en el hombre, la de justificar desde lo divino las relaciones gramaticalmente que la creación es sólo el punto de partida tem-
deshumanizadas que quiere tener con sus semejantes. poral de las «obras de Dios». Pablo, a diferencia de Juan, no
Tenemos además, en tercer lugar, en relación íntima con lo parece adoptar nunca, a propósito de Dios, el punto de vista esen-
que precede, un indicio decisivo en cuanto al orden de los factores cialista de la cultura griega. Es difícil que entienda por «obras
que actúan. Lo que, de acuerdo a Pablo, está presente desde el de Dios» algo opuesto a la visión típicamente histórica del pensa-
comienzo, aunque como frenado, son los deseos y pasiones del miento hebreo y bíblico. Aquéllas significarían, por tanto, la ma-
hombre inclinado a lo infrahumano. nera de actuar de la providencia divina en los acontecimientos,
Cuando Pablo dice tres veces que Dios entrega al hombre en dejando transparentar una norma sobre la actuación humana. En
cierta medida a sí mismo, o por lo menos a lo que está dentro otras dos ocasiones Pablo señalará la armonía fundamental, no de
de él 1S , atestigua, por así decirlo, ese elemento pre-existente, sólo los deseos o pasiones del hombre (aun del pagano), sino de su yo
íntimo, con ese deber-ser (cf. 2,14-15; 7,16-22) 16 .
de ellos», y no «en su interior» (cf. ICC 2,113), el pensamiento se desplaza Un cuarto y último indicio nos viene de la lista de actitudes
desde lo que podría parecer una «teología natural» (por oposición a teolo- «injustas» del mundo pagano, caído en la idolatría. De acuerdo
gía «revelada») basada en la creación, hacia un conocimiento de Dios en su a los exegetas que parecen tener más razones a su favor, entre
obrar histórico (que pudo existir también fuera de Israel). Sería una mera
tautología pretender que las obras de Dios sólo se han vuelto visibles desde todas las características que se aplican a las relaciones del hombre
la creación. Parecería más lógico pensar que los hombres que siempre, de con sus semejantes aparece una (sola) que dice relación a Dios:
una manera o de otra, han atribuido a Dios (o a una potencia sobrenatural) «odian a Dios» (1,30) n . En esto hay algo más hondo que una
los acontecimientos, pueden saber, desde que el mundo existe, de acuerdo
a las características del actuar de Dios, qué valores representa y exige el
Dios verdadero. Y, por consiguiente, la idolatría se debería a una voluntad, hasta qué punto depende de una teología del «pecado original» que estaría
más o menos consciente, de escapar a la responsabilidad de cultivar tales ya presente, y con entera coherencia, en su pensamiento. Por lo pronto es
valores. Sería una excepción en todo el pensamiento paulino de Romanos muy difícil, exegéticamente, atribuir a Pablo lo que sí hay que atribuir a
introducir aquí un argumento no antropológico o moral (sino de teodicea), una teología posterior: el «dogma» del pecado original permite exonerar a
aunque, según los Hechos, tengamos un precedente fallido de ello en el Dios de que, por ejemplo, ya desde la creación, «los deseos del corazón»
discurso a los atenienses. Algunos comentaristas, queriendo prevenir esa es- del hombre vayan, por su propio impulso, hacia la injusticia y lo infrahu-
pecie de «teología natural» basada en la creación, se acercarían a este pare- mano.
cer en cuanto que la creación por sí misma sería incapaz de generar ese re- 16
En ambos casos la armonía con Dios radica en lo más íntimo del hom-
conocimiento debido al Creador, si no hubiera una «automanifestación de bre. Pero, en cuanto salimos de esa intimidad, aun «lo que habita» en el
Dios que ha tenido lugar ciertamente y está ocurriendo siempre» (ICC 2, hombre se apodera de sus intenciones, las desvía insensiblemente hacia la
116). Sin embargo, en nuestro comentarista esa especie de revelación fuera facilidad y, por ese autoengaño de que hablábamos, lleva al pensamiento del
de la Escritura parece continuar más ligada al acto creador que al acontecer hombre a forjar una justificación de ese desvío (cf. 7,17.20.22-23; 1,18).
histórico. 17
Esta traducción activa de «odiadores de Dios», si así se pudiera decir,
15
Esta concepción pesimista del hombre —o de lo que está «dentro de parece más probable a los exegetas que la traducción pasiva de personas
él»—• dada la flaqueza de la condición humana (de su «carne») aparecerá «odiadas por Dios» (Deo odibiles). Así, cf. ICC 2,131 y A Greek-English
cada vez más clara en Pablo hasta culminar en 7,14-25. Es difícil determinar Lexicón of the New Testament and other Early Christian Literature. Eng.
320 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 321

mera idolatría. La enemistad activa con respecto a la concepción deshumanización por otro que nos seguirá acompañando en los
cabal de lo divino tiene que tener una raíz más honda, la de que capítulos siguientes: deseo de injusticia, raciocinios justificatorios
el Dios verdadero molesta al hombre en la ejecución de sus deseos engañosos, creación de un ídolo infrahumano 18 que justifique la
injustos. injusticia y, finalmente, caída en relaciones mutuas infrahumanas.
Razón de más, por tanto, para pensar que la idolatría no es Es así como los hombres, y en este caso los paganos, tienen presa
origen sino medio, una pieza esencial en ese proceso de autoenga- a la verdad en la injusticia. En efecto, no habría esclavitud si el
ño por el que el hombre procura asegurarse en su empresa des- hombre fuera dueño de sus actos, por malos que éstos fueran.
humanizadora. Pero al taparle la boca a la verdad que les molesta se vuelven seres
¿Para qué, entonces, el hombre aprisiona a la verdad? Porque esclavos, movidos por un poder ajeno. Sus obras sirven a los
incomoda a lo que quiere hacer. Enredándose en sus razonamientos fines de otro, y ese otro es el Pecado, es decir, la negación del pro-
y oscureciendo su corazón, busca y termina fabricando un Absoluto yecto de Dios.
a la medida de sus deseos. En ese caso no es que Dios tome la
iniciativa de castigar, entregando al hombre a sus propios deseos.
Estos se desatan porque el hombre mismo se las ha ingeniado para II
desembarazarse de lo único que podía mantenerlos a raya, la norma
que reconocía como absoluta. Ahora nos preguntamos: ¿qué relación tiene este tipo de defi-
En la primera lectura, la infantil, Pablo parecía hacerle decir nición valorativa y, por cierto, tan negativa del paganismo con el
a Dios algo así como: ¿Con que no me queréis reconocer y rendir mensaje histórico de Jesús de Nazaret?
el debido culto? Pues bien: los voy a dejar librados a su juicio La respuesta, a primera vista, debería ser clara y terminante:
(corazón) codicioso, a pasiones infames y sobre todo a su propia ninguna. No sólo por el hecho de que en este capítulo, que versa
mente defectuosa (cf. 1,20-24.26.28). sobre la globalidad del paganismo, no se cita para nada a Jesús,
Y no es tanto el antropomorfismo lo que llama la atención. sino, y sobre todo, porque sería imposible hacerlo. En efecto,
Además, en las dos lecturas existe. Es el adjudicarle a Yahvé, al el que no encontremos en el mensaje de Jesús juicio alguno sobre
Dios «lleno de gracia y de verdad» o, si se prefieren las viejas la relación global entre los paganos y Dios (o el reino de Dios)
expresiones hebreas, de «misericordia y de fidelidad» una reacción no es fortuito. Su mensaje tiene siempre, voluntariamente, una
que mezcla el castigo con una baja venganza. explícita referencia al Dios de Israel, a los planes de ese Dios
Decimos venganza o castigo porque lo propio de éstos —y lo para Israel y a la situación de Israel ante Dios. Nada nos permite
que los diferencia de un mero resultado— es que no se percibe ya pasar, por mera adición, de los oyentes de Jesús a los hombres en
una relación intrínseca y causal entre una cosa y la otra. Cuando general.
esta cadena no se interrumpe, o sea, cuando el resultado, bueno
o malo, corresponde a las causas que se pusieron en juego, nadie 18
Si se sigue suponiendo, como vimos (cf. supra, nota 10 a la p. 315),
atribuye el suceso al castigo o a la venganza de otra persona, ni una influencia de Sabiduría 12-14 sobre el pensamiento de Pablo, todavía
siquiera sobrenatural. Así, nadie habla de castigo cuando al comer sorprende más (a no ser dentro de nuestra hipótesis) la ausencia en éste
mucho sucede una indigestión, pero sí se apela a esa noción cuando de toda alusión al culto idólatra de los astros. Así se expresa, en efecto,
a un avaro le viene dolor de muelas... Sab 13,1-2: «... no fueron capaces de conocer por los bienes visibles a aquel-
que-es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al artífice; sino que al fue-
Siguiendo, pues, los indicios aludidos hasta aquí, podemos y de- go, al viento, al aire sutil, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las
bemos sustituir el esquema aparente e infantil de idolatría-castigo- lumbreras del cielo los consideraron como dioses, señores del mundo». Sólo
hay allí una alusión a la idolatría hacia imágenes de hombre o «algún vil
animal» en Sab 13,13. Independientemente de esta cuestión precisa, otro
trans. and edit. of W. Bauer's, Griechisch-Deutsches Worterbuch... (The lugar donde puede notarse esta supuesta influencia del libro de la Sabidu-
University of Chicago Press, "1969); así como también M. Zerwick, op. cit., ría en Pablo es en la lista de pecados, muy semejante a la de Pablo, en
p. 338. Sab 14,25-26.
21
322 La cristolo gía humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 323

Como vimos, aunque se haya vuelto clásico hablar del pre- tan fácil de hacer —es apenas un primer esbozo de desmitologi-
sunto universalismo de aquél, lo más que se puede decir a ese zación—, está justificado además por el cambio de contexto cul-
respecto es que tal universalismo era virtual. En otras palabras: tural.
había que deducir, en forma creadora, lo que Jesús habría dicho Pero con ello estamos lejos de comprender el coeficiente crea-
de estar en la situación de Pablo, o sea, frente a la humanidad dor que la transposición hubo de significar. Por lo pronto, hay
desnuda de sus clásicas divisiones, como quiere Pablo que esté la un acento que se desplaza. El Pecado no será ya tenido por res-
humanidad de la comunidad cristiana de Roma. ponsable de los males físicos que se atribuían en los sinópticos al
Afinemos, pues, nuestra pregunta: ¿qué datos podían tener poder de Satanás.
relevancia significativa en la predicación (histórica) de Jesús en Esto puede parecer a primera vista muy secundario, pero tiene
cuanto a indicarnos con qué ojos consideraría el Dios de Jesús la importantes consecuencias. En primer lugar, cuando Jesús eligió
situación general de los paganos? 19. A nuestro entender, dos ele- discípulos lo hizo para mandarlos a predicar la buena noticia y les
mentos permiten la transposición hecha por Pablo. dio el poder consiguiente para expulsar demonios y curar enfer-
El primero es «el reino de Satanás», opuesto al reino de Dios medades. Estas curaciones y expulsiones eran, en efecto, los signos
que llega. Ya tuvimos ocasión de ver cómo, contrariamente a nues- de que Dios estaba de nuevo presente en la historia de Israel y de
tras ideas sobre lo diabólico como fuente de tentaciones para que su reino era inminente o comenzaba ya. Es interesante obser-
nuestra libertad, Jesús considera a Satanás como un «fuerte» que var, por lo mismo, cómo esa función antisatánica, en lo físico,
mantiene al hombre esclavizado en una situación infrahumana. desaparece en las Iglesias paulinas. En cambio, adquiere una im-
Esta va desde la privación de las funciones físicas de relación portancia destacada el carisma profético. El ejercicio de éste se
hasta la imposibilidad psíquica de establecer los más básicos nudos vuelve el signo de que «Dios está verdaderamente entre» los
sociales. Y, lo que puede ser sólo una coincidencia —pero quizá fieles. ¿Por qué? Porque otra necesidad básica del hombre que no
percibida y aprovechada por Pablo—, el relato sinóptico donde es la integridad física, pero que tampoco puede colmarse bajo la
esto aparece con más claridad es precisamente el de la «despo- esclavitud de Satán-Pecado, es así colmada: «será convencido por
sesión» de un pagano, lo que sin duda quiere decir que la lucha todos, juzgado por todos: los secretos de su corazón quedarán
entre los dos fuertes —el que esclaviza y el que libera— no se al descubierto» (1 Cor 14,24-25) 2I .
limita a las fronteras de Israel. En efecto, ya desde el primer capítulo de Romanos comproba-
Pues bien: así como el Satanás de los sinópticos no tiene re- mos cómo el conocimiento (juicio) sobre el Pecado y sus mecanis-
lación con el quebrantamiento voluntario de la ley, sino con una mos se identifica con el descubrimiento de la verdad sobre «el
especie de posesión o esclavitud, así tampoco el Pecado —perso- corazón» y «la mente» del hombre. Y con esto llegamos al se-
nificación (antropológica) de Satanás— significa en Pablo un acto gundo elemento.
en el que se escoge libremente un mal moral concreto, sino un Si lo que vimos al analizar los sinópticos es cierto y si la clave
poder que se posesiona del hombre y lo hace cosa suya, lo es- política funcionó abriéndonos el sentido, más o menos oculto, de
claviza 20. una buena parte de la predicación de Jesús, ésta estaba muy lejos
Mirado desde este punto de vista, el mensaje de Pablo aparece de ser ingenua. Jesús, mediante las parábolas y las controversias
en clara continuidad con el de Jesús. El paso de Satán a Pecado, directas con sus adversarios, sitúa el pecado radical —en oposición
19 21
Claro está que alguien podría decir que nuestra búsqueda es inútil Este deslizamiento de lo físico a lo existencial colocará a la doctrina
pues el mismo Pablo señala más adelante dónde encuentra él el puente entre de Pablo en un plano más «espiritual» y menos «material» que el de los
lo que vale para los judíos y lo que vale para los paganos: en Abrahán sinópticos. Y tendrá, como veremos, entre sus efectos, el que situaciones
(cf. el capítulo cuarto de Romanos). caracterizadas «materialmente», como la pobreza o la marginación, no ten-
20
Véase, por ejemplo, más adelante con qué insistencia Pablo, en casi gan en Pablo el mismo relieve que en la predicación histórica de Jesús. Lo
todos los versículos del capítulo sexto, habla explícita o implícitamente de cual no significa, en principio por lo menos, una infidelidad, sino una ex-
esta esclavitud (cf. 6,6.12.13.14.16.17.19.20.22). tensión complementaria.
'24 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 325
al superficial que puede ser atribuido a los pobres— en una utili- a una repetición de juicios tradicionales sobre el tema, lo cual es
zación ideológica de Dios y de su Ley para oprimir. En otras pala- significativo.
bras: la dureza del corazón22 paraliza la verdad para que ésta no En efecto, no es fácil sacar de la Escritura el análisis que hace
acuda en socorro de quienes sufren y la necesitan. Podríamos in- Pablo de la idolatría, es decir, uno que, en cierto modo, «iguale»
cluso decir que las acusaciones de Jesús a sus adversarios acerca la idolatría existente fuera y dentro de la religión de Yahvé.
del pecado son que «tienen presa a la verdad (sobre Dios) en la Podemos distinguir dos grandes períodos en el tratamiento bí-
injusticia». blico del problema de la idolatría. El primero, que va desde el
¿Qué tiene que hacer Pablo entonces para trasponer a los pa- comienzo hasta el exilio, se caracteriza por tratar el tema desde
ganos o, mejor dicho, a la humanidad compuesta al mismo tiempo el punto de vista de la monolatría. El segundo, desde el exilio
de judíos y paganos esa predicación básica de Jesús de Nazaret? en adelante, desde el punto de vista del monoteísmo. Es cierto
Sin duda dos cosas. Una, cambiar la clave política, válida para que, en ambos casos, la Biblia descubre motivos muy humanos
la sociedad de Israel, por otra antropológica. Y eso es lo que (no religiosos) en el mecanismo que lleva a la idolatría, pero esos
hace, pasando de la acusación de opresión a la más genérica de motivos son diferentes en uno y otro caso.
relaciones sociales desprovistas de verdad y humanidad. Para com- En el primer período, de implícito politeísmo, el peligro que
prender y constatar este cambio de clave se puede comparar la el yahvismo tiene que afrontar es la codicia del hombre, dispuesto
lista de epítetos que, según Mateo, Jesús dirige a los fariseos a quebrar la alianza con Yahvé (como se traiciona a un amigo
(Mt 23,1-32) a con la que Pablo dirige a los paganos en su glo- o a un esposo) siempre que otro dios prometa proveerlo más
balidad. abundantemente de lo que busca: «mi pan y mi agua, mi lana
La otra, más fácil en apariencia para el experto en Escritura y mi lino, mi aceite y mis bebidas» (Os 2,7) 24 . La fecundidad y la
que es Pablo, consiste en pasar de la utilización de Dios, mediante fertilidad, las victorias bélicas, es lo que se halla en juego en la de-
la interpretación errada de su Ley, a la idolatría (pagana). cisión por tal o cual dios, no, por cierto, la ortodoxia teológica 2S.
Hablamos de la Escritura en general, porque el Jesús histórico Cuando la crisis del exilio obliga a los profetas a profundizar
no parece haberse interesado por el problema de la idolatría en la concepción de que Yahvé es el único creador del universo
formal, lo cual es coherente con su intención de enderezar su y trascendente con respecto a todos los poderes de la tierra y del
mensaje a «las ovejas perdidas de la casa de Israel». Es imposible cielo (cf. el segundo Isaías en Is 40,l-18ss) se desarrolla una
saber a ciencia cierta qué fe merece el testimonio de Mateo de que nueva literatura sobre la idolatría. Esta ya no está dominada por
Jesús calificó a sus adversarios de «generación adúltera», lo que, los celos de Yahvé —rastro de un implícito politeísmo al que se
en términos bíblicos, no se refería al adulterio sexual, sino que opone la estricta monolatría yahvista—, sino por la ironía con que
constituía una conocida metáfora de «idólatra». Ciertamente, Jesús debe mirarse al hombre que a sabiendas forja con sus propias
criticó de la manera más dura su modo erróneo de interpretar manos una imagen que saca de él mismo su realidad caduca y luego
al Dios verdadero, lo que, en buenas y claras palabras, significaba es capaz de adorarla (cf. Is 40,19-20; 41,6-7; 44,9-20). Sin em-
que seguían a un dios inexistente, a un dios que, aunque ellos bargo, esta sátira sobre el origen material de toda idolatría no nos
siguieran identificándolo con Yahvé, era en realidad un ídolo, una
imagen (verbal) detrás de la cual no había nada. 24
Ya el relato yahvista del primer pecado, pese a la imaginación fanta-
No obstante la abundante literatura bíblica sobre la idolatría, siosa de exegetas aficionados, es la narración ejemplarizante de los terribles
el pensamiento de Pablo no se reduce, sobre todo en este capítulo, resultados del culto a la serpiente (forma de dioses cananeos) en busca de
«saber [hacer] el bien y el mal», es decir, en busca de poderes mágicos
22 universales.
La relación entre ésta y una distorsión del juicio, ya inconsciente o 25
Por eso los profetas en esta época denuncian a menudo una cierta
percibida sólo a medias, es evidente en los sinópticos. No en vano son allí idolatría práctica o implícita: cosas que, si bien se hacen en nombre de
palabras claves «dureza de corazón» e «hipocresía». Yahvé, no son reconocidas por éste como tales (cf. Jr 7,4-15; 22,1-9). Pero
23
O la que surgiría, como ya indicamos, de un resumen, en adjetivos, parece ser que es Yahvé quien asimila esas cosas a la idolatría (o a la gra-
de las parábolas polémicas. vedad de ésta). No aparece que sean idolatría o que lleven a ella.
326 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 327

dice ya nada sobre el mecanismo humano que lleva a ella. Más mensaje de Jesús, una prueba a contrario. Y es cuando Jesús en-
aún: tiene tanta más fuerza satírica cuanto más inexplicable resul- henaba que lo decisivo en esta relación verdadera con lo divino
ta este último. era el «corazón» blando, o sea, sensible, a lo que conviene al
Es necesario concluir entonces que el pensamiento de Pablo hombre, de acuerdo a los signos de los tiempos 28. Y como para
sobre la idolatría en el primer capítulo de Romanos no coincide itiibrayar el peligro, no de Dios, sino del uso de la reÜgión para
exactamente con ninguno de los tratamientos bíblicos del tema, «endurecer el corazón», citaba precisamente dos ejemplos de ma-
y eso aunque pueda tener ciertos rasgos de similitud, más aparente yor sensibilidad (que la del Israel contemporáneo) en un pueblo
que real, con el segundoZ6. y en un personaje paganos: los ninivitas y la Reina del Mediodía.
Lo que acontece es que este primer capítulo de Romanos está Esto confirma, claro está, la segunda hipótesis (véase párrafo
invisible pero íntimamente conectado con el segundo y como iman- itnterior) en cuanto a la precedencia de la injusticia sobre la ido-
tado por él. Pablo quiere mostrar a toda la humanidad «bajo el luiría. Pero es obvio igualmente que Pablo no podía dejar sin
Pecado» (Rom 3,10). Como no se trata de clasificar los pecados explicación, en un cuadro general del paganismo, el hecho cultural
por grupos, sino de mostrar la misma esclavitud, los mismos me- de primera magnitud consistente en la diferencia que existe entre
canismos inhumanos puestos por obra en «pecados» muy diferentes ln adoración de Yahvé (con ortodoxia formal), por corrompida que
(por sus objetos), Pablo hace ya, por necesidad lógica, en el primer csluviese, y la adoración de los ídolos paganos.
capítulo un análisis de la idolatría que pueda fundamentar la acusa- Incluir una explicación de este hecho suponía: a) mostrar
ción posterior a los judíos de «hacer las mismas cosas» (Rom 2,1). el carácter secundario de las desviaciones religiosas del paganismo,
Si consideramos las cosas desde este punto de vista, aparece líente al dato primario de una unanimidad religiosa básica y
ante nosotros un camino lógico mucho más cercano a Jesús de certera; b) mostrar que no Dios, sino el hombre, era el responsa-
Nazaret, la crítica de la ideología religiosa, o sea, del uso que hace ble de los males concretos que la idolatría representaba; c) mos-
el hombre de su relación con lo divino. irar que el Pecado no se apoderaba del conocimiento que era base
La búsqueda de ese sustrato común —«las mismas cosas»— de lo religioso, sino del uso que de lo religioso se hace (en nues-
a dos situaciones tan disímiles como el politeísmo pagano y el tro vocabulario: no de la fe, sino de la ideología religiosa).
monoteísmo judío implica para Pablo un primer cometido: des- Que haya en el uso de lo religioso (y en las actitudes relacio-
plazar el acento del plano en que las dos situaciones se oponen: nadas con él) mecanismos íntimamente ligados con el Pecado no
el de la ortodoxia. Esto lleva a Pablo a dar un verdadero salto es solamente algo que Jesús mostró en forma reiterada en sus
creador con respecto a la Escritura: a dejar entender que los pa- polémicas con los fariseos y en las parábolas; Pablo lo constata
ganos son, y de manera consciente, tan básicamente ortodoxos precisamente en esta época y en dos contextos concretos muy di-
en su conocimiento de la realidad divina (cf. Rom 1,19-21.25.28) ferentes: la comunidad de origen judío de los Gálatas y la comu-
y de los deberes morales (cf. Rom 2,14-15) como los judíos. nidad de origen pagano de los Corintios 29. Lo que quiere decir
Y es justamente en el paso de esa ortodoxia a la praxis donde
ambos se desvían, volviéndose esclavos del mismo Pecado, aun- en Pedro acerca de los judaizantes de Antioquía) frente a la idolatría en
que cometan pecados diferentes. Atenas. «Estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos»
Ahora bien, establecer esa ortodoxia básica en pleno paga- (Hch 17,16). Y luego, en su discurso ante el Areópago: «Atenienses, veo
que sois, por todos los conceptos, los más religiosos (de entre los hombres)»
nismo es un problema nuevo y difícil27. Pablo sólo tiene, en el (Hch 17,22).
26 28
Y decimos más aparente que real porque, en la medida en que nos Es decir, que las premisas ontológicas y epistemológicas (véase la ex-
representemos la idolatría como una gratuita negación práctica de la teolo- plicación de este vocabulario en el tomo anterior) con que se lee una pre-
gía natural (que se volvería evidente en la creación), la relación con el se- sunta declaración divina son más decisivas que la letra posterior que con-
gundo capítulo queda truncada, al mismo tiempo que se oscurece también signa dicha revelación, en cuanto de conocer a Dios se trata.
29
la relación de la idolatría con la injusticia, en la que tanto insiste Pablo. En la medida en que podemos hablar de un origen predominante, ya
27 sea desde el punto de vista cuantitativo, ya sea desde el de los problemas
Es interesante observar —aunque date del primer período de sus car-
tas— una cierta duplicidad de Pablo (parecida a la que él no puede sufrir que en ellas pasaban a primer plano.
328 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del paganismo 329

que ni siquiera el mensaje y las advertencias de Jesús inmunizaron Pablo usa varios términos para designar esa tendencia. Como ya
el uso de la religión en las primeras comunidades cristianas con- hemos visto, uno de esos términos, más bien vago, podría ser «lo
tra mecanismos antropológicos de pecado. humano». Y como el acto de designar debe tener en cuenta los
La diferencia de contextos entre Gálatas y Corintios es, sin términos opuestos, «lo humano» se opone en Pablo a «la gracia»,
duda, la causa de que no se haya reflexionado en el estrecho para- como cuando les dice a los Gálatas que quieren someterse de
lelismo del argumento paulino en ambos casos. Paralelismo que nuevo a la ley religiosa: «Habéis roto con Cristo todos cuantos
llega, como en seguida veremos, hasta el mismo vocabulario. buscáis la justicia en la ley. Os habéis apartado [¿habéis caído?]
En ambos casos, Pablo apela a una base que es también un de la gracia» (Gal 5,4).
comienzo: la predicación (que él hizo) de Jesús, aceptada en la Pero esas «designaciones» se eclipsan ante las verdaderas y
fe, es acompañada por la presencia del Espíritu de Dios (cf. Gal certeras definiciones. Porque aquí surgen dos nuevos personajes
3,1-2, etc.; 1 Cor 2,1-5, etc.). decisivos del combate antropológico: la Carne y el Espíritu. Ya
Pero, a partir de ese comienzo, algo ha tomado, en ambas hemos visto que el principio correcto de la fe religiosa, tanto en
comunidades, un rumbo errado. Y ello, para Pablo, no es fortuito. Corintios como en Gálatas, se fundaba en la presencia operativa
Tiene que haber una raíz antropológica, un mecanismo radical del del Espíritu. Ahora podemos ver que la desviada actitud religiosa
hombre, tendiente a llevar a éste a una situación inferior, más fácil, de ambas comunidades —el uso que hacen de lo religioso— se
«humana» y «natural» por cierto (cf. 1 Cor 3,3; 2,14; Gal 4,29). caracteriza, según Pablo, con el mismo epíteto: «carnal» (1 Cor 3,
Lo que, sin embargo, nos llama la atención es que esa situa- 1-4; Gal 3,3).
ción es igualmente —casi deberíamos decir «más»— religiosa. No es secreto para ningún exegeta lo que estos dos términos
¿Cuál puede ser, en efecto, ese extraño mecanismo (y que hoy significan en la Biblia, y siguen significando en Pablo o Juan. Por
juzgaríamos, erróneamente, ausente de nuestro mundo seculari- «carne» entienden los escritores bíblicos (sobre todo desde la
zado) que hace a Pablo dirigirse a los Gálatas en estos términos: época del exilio), el hombre, o cualquier otra creatura viviente,
«vosotros los que queréis estar sometidos a la Ley...» (Gal 4,21), dejado a sus propias fuerzas, a su sustrato creado en cuanto tal.
y ello innecesariamente? Por Espíritu se designa la fuerza de Dios, que actúa, ya sea solo,
A la inútil multiplicación de «observancias» a que conduce ya sea (lo que es más frecuente) dándole a lo creado tanto las
ese mecanismo en el caso de los Gálatas corresponde la inutilidad condiciones básicas para existir y sobrevivir, como las realiza-
de buscar «eficacia» religiosa —de «gloriarse en hombres»— y ciones más altas y características de las mismas cualidades huma-
prácticas humanas de los Corintios (cf. 1 Cor 3,21). Porque pre- nas. Así, cuando se quiere traducir «carne» a las lenguas moder-
cisamente las discusiones, que Pablo llama «infantiles» (1 Cor nas, se usan diferentes circunloquios de acuerdo con ese origen
3,1) 30 , de los Corintios versaban sobre los diferentes grados de bíblico 32 .
eficacia religiosa de las respectivas predicaciones y bautismos re- Pero con esto no estamos —y ahí se quedan muchos exegetas
cibidos de diferentes apóstoles (cf. 1 Cor 1,1 lss). sin ir más lejos— sino en el umbral de la comprensión de Pablo
Existe así un mecanismo antropológico que debe explicar la cuando usa tal término. En efecto, se trata de explicar debido
tendencia del hombre a ponerse «debajo de...» lo religioso31. a qué mecanismos lo que comenzó siendo una fe religiosa autén-
30 3a
La misma acusación de «infantilismo» religioso les hace Pablo a los Tomando como ejemplo dos traducciones castellanas del Nuevo Tes-
Gálatas (que se dejaban seducir por los judaizantes), tratándolos de volun- tamento de reciente publicación, una católica y una protestante, hallamos
tarios «menores de edad» (Gal 4,lss; 3,24) y ello por no comprender —o para el «sois carnales» de 1 Cor 3,3 y «con la carne sirvo a la ley del pe-
no querer comprender y asumir— como tampoco los Corintios, que eran cado» de Rom 7,25, respectivamente: «endebles en la fe» y «estando pura-
«dueños de todo» (Gal 4,1) o, lo que es lo mismo, que «todo era de ellos» mente natural» (F. de Fuenterrabía, Nuevo Testamento. Traducción de los
(1 Cor 3,21).
31
textos originales, Ed. Verbo Divino, Estella 51969); «puramente humanos»
Las imágenes relativas a estos diversos planos de iafeordinación son y «naturaleza humana» (Dios llega al hombre. Nuevo Testamento de Nues-
continuas y decisivas en Pablo. Compárese, por ejemplo, 1 Cor 3,21 con tro Señor Jesucristo. Versión popular, Sociedades Bíblicas en América La-
Gal 3,22-25; 4,2-5; 5,1. tina, 1966).
3)0 La cristología humanista de Pablo

tica tiende a degenerar en toda la humanidad —debido a algo CAPITULO II


que Pablo llama la Carne— en una religión «bajo el Pecado», si
hemos de creer los dos primeros capítulos de Romanos (paralelo EL PECADO,
el primero a la acción de la Carne en los Corintios; y el segundo,
ESCLAVIZADOR DEL JUDAISMO
a su acción en los Gálatas).
En efecto, en el Antiguo Testamento, «carne» era un elemento
de pecado sólo cuando llevaba a confiar en medios humanos, crea-
dos, políticos, históricos, en lugar de hacerlo en Yahvé (cf. Is
31,1-3). En cambio, cuando la creatura («carne») reconocía su
carácter de tal y su radical indigencia, sintiendo el profundo te-
rror y la total adoración que merece lo trascendente, el sentido
Romanos 2,1-28
de la palabra tendía a ser positivo. En otras palabras, «carne», en
cuanto sinónimo de condición de creatura, variaba de signo: ne- 1
gativo cuando se volvía un elemento de secularización, positivo Por todo eso no tienes excusa, hombre, quienquiera que
seas, tú que juzgas a los demás, ya que al juzgar al otro tú
cuando se volvía un elemento de religiosidad. mismo te condenas porque lo juzgas a pesar de hacer las mismas
Por eso mismo nos sorprende encontrar el término tanto en cosas que él. 2 Sabemos, sin embargo, que el juicio de Dios, de
Gálatas como en Corintios, apuntando a lo que podríamos llamar acuerdo a la verdad, está dirigido contra los que hacen tales
un exceso de religiosidad. Debemos pensar que el sentir profun- cosas. 3 Hombre que juzgas a los que hacen tales cosas, y haces
damente su condición de creatura lleva al hombre a poner lo reli- tú lo mismo, ¿piensas que escaparás al juicio de Dios? 4 ¿O no
gioso por encima de él, a usarlo como intermediario entre lo tras- tienes en cuenta la riqueza de su bondad, paciencia y grandeza
cendente inasible y la inseguridad de la creatura que pugna por de corazón, no queriendo reconocer que su bondad pretende
asirlo. Se comprende así que para Pablo la Carne es todo lo con- llevarte a la conversión? 5 A causa de la dureza y de la impeni-
tencia de (tu) corazón, te estás tú mismo atesorando ira en el
trario de una tendencia a la secularización. día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios
6
Precisamente la crítica de Jesús a la religión de los fariseos quien dará a cada uno según sus obras. 7 A quienes, con la
le permite al ex fariseo Pablo hacer esta revolución en el lenguaje perseverancia en obrar el bien, buscan gloria, honor e incorrup-
veterotestamentario. La Carne es el temor de la creatura a poner ción, (les dará) vida eterna. 8 Para quienes, por el contrario,
frente a Dios criterios (premisas ontológicas y epistemológicas) (son) egoístas, indóciles a la verdad, pero dóciles a la injusticia,
provenientes del hombre. De ahí que se oponga a una fe autén- (habrá) ira e indignación. 9 (Habrá) tribulación y angustia para
ticamente religiosa y busque usar lo religioso ideológicamente, toda persona humana que obra el mal, primero para el judío
poniéndolo así bajo la esclavitud (y los mecanismos) del Pecado. y (también) para el griego; 10 gloria, honor y paz, por el con-
trario, para todo el que obra el bien, para el judío primero y
Y es tanto más importante descubrir en qué consiste, concre- (también) para el griego. n Porque no hay parcialidad para
tamente, para la existencia humana ese mecanismo cuanto que, nadie de parte de Dios.
de lo contrario, su antídoto antropológico, es decir, la Fe, apare- 12
Así cuantos sin ley pecaron, también sin ley perecerán,
cerá ante nuestros ojos en el texto de Pablo como un elemento y cuantos pecaron en el sistema de la ley, serán juzgados por
meramente mágico, de eficacia sobrenatural y sin conexión alguna el criterio de la ley. 13Ya que no (son) justos ante Dios los
con una transformación del hombre entero. que oyen la ley, sino que sólo los que la practican serán de-
Pero no nos apresuremos. Otro personaje antropológico tiene clarados justos. 14 Porque cuando unos gentiles, sin tener ley,
que aparecer para encarnar y aclarar ese mecanismo que pone lo hacen naturalmente lo mandado por la ley, son ley para sí
religioso al servicio del pecado. mismos, aun sin tener ley. 15 Prueban con ello que tienen la obra
de la ley escrita en sus corazones, atestiguándolo su propia
conciencia con sus internos pensamientos que los acusarán y
aun los defenderán 16el día en que Dios juzgará los secretos
332 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 333

de los hombres por medio de Cristo Jesús, de acuerdo con mi ejemplos de pecados que, a pesar de ser juzgados como tales, son
evangelio. cometidos en el mundo judío: el robo, el adulterio y el sacrilegio.
17
Pero si tú te dices judío, y descansas en la ley, y te glorías En cuanto a la primera cuestión, se sabe que la división en
en Dios, 1S y conoces su voluntad, y disciernes lo esencial ins- capítulos de las cartas de Pablo es un artificio posterior y en gran
truido por la ley, 19 y pretendes ser guía de ciegos —luz para parte arbitrario. Normalmente señala un cambio de tema, más o
los que moran en tinieblas— x educador moral de desorientados, menos marcado, en la corriente de pensamiento del autor. En la
maestro de principiantes, porque tienes en la ley la expresión misma medida constituye un instrumento práctico y acertado para
misma del conocimiento y de la verdad... 21 bueno, enseñando su lectura.
a otros no te enseñas a ti mismo, predicando que no hay que
robar, robas, s diciendo que no hay que cometer adulterio, lo Pero es cierto asimismo que quien divide en capítulos una
cometes, pretendiendo aborrecer los ídolos, cometes sacrilegio. carta no puede menos de buscar longitudes más o menos equiva-
23 lentes para fijar sus límites. Sería escandaloso marcar como capí-
Gloriándote en la ley, pero transgrediendo la ley, deshonras
a Dios, 24 y así el nombre de Dios a causa de vosotros es blas- tulo tres líneas por el solo hecho de que las tres encierran un
femado entre los gentiles, como está escrito. tema diferente del que precede y del que sigue.
25
Porque es cierto que la circuncisión es útil si cumples la Ya hemos visto que la intención de Pablo en los primeros capí-
ley; pero si eres un violador de la ley, tu circuncisión se vuelve tulos de Romanos —o en el material que a ellos responde— es
incircuncisión. ^ Luego, si la incircuncisión guarda los justos mostrar que tanto paganos como judíos «estamos todos bajo el
preceptos de la ley, ¿no será acaso considerada su incircuncisión Pecado» (3,9). Debemos, pues, lógicamente, buscar en ese ma-
como circuncisión? 27 La incircuncisión física que cumple la ley
te juzgará a ti que, teniendo la letra de la ley y la circuncisión, terial una especie de díptico: un cuadro con dos paneles.
(eres un) transgresor de la ley. ^Porque no está en lo externo En el primer panel tendremos la descripción y prueba del
el ser judío, ni es circuncisión la externa en la carne, sino (que) pecado de los paganos («griegos»). Y, de hecho, así lo hallamos,
el (ser) judío (está) en lo interno, y la circuncisión del corazón como acabamos de ver. Nos percatamos de su particularidad al
(está) en el espíritu, no en la letra, y su estima no procede aparecer la acusación de idolatría a lo largo del capítulo primero.
de los hombres, sino de Dios. En el segundo panel, Pablo nos hablará del «judío» en cuanto
categoría religiosa caracterizada por la Ley revelada.
El capítulo segundo de Romanos, que trata sobre todo de la Ahora bien, la primera pregunta surge del hecho de que el
universalidad del pecado dentro del pueblo judío, parece, a pri- «judío» es nombrado sólo a partir de 2,17. Hasta entonces, el
mera vista, mucho más fácil de comprender. Tal vez demasiado capítulo segundo sólo ha usado el término genérico de «hombre»
fácil. (2,1.3.9). Cabe, pues, en principio, la posibilidad de que Pablo
siga hablando de los paganos hasta 2,12, por lo menos, para luego
pasar al juicio que hará Dios a paganos y judíos por igual (2,
12-16). Y sólo a partir de allí se dirigiría al judaismo 1 .
Al parecer, Pablo afirmaría en este capítulo que los que tienen Un indicio favorable a esta hipótesis (aunque luego, como
la Ley, esto es, la religión judía basada en la revelación bíblica, veremos, se tornará contra ella) podría ser la repetición, casi con
«hacen las mismas cosas» (2,1) que los paganos. Y que, además las mismas palabras, de la frase clave para el pecado del paga-
de ello, añaden un nuevo pecado: el de juzgar esas cosas desde nismo: «tener presa a la verdad en la injusticia». Una oposición
una pretendida superioridad religiosa (cf. 2,1-5.17-24). semejante, y entre los mismos términos, aparece igualmente cuan-
Pero para poder saber si esto es así y, en caso afirmativo, por do Pablo, dirigiéndose a hombres que no especifica, los trata de
qué lo es, tenemos, en una primera parte, que plantear dos cosas. «indóciles a la verdad, pero dóciles a la injusticia» (2,8).
La primera es la cuestión de los límites reales del «capítulo» en Sin embargo, es mucho más probable que quienquiera que
que Pablo se refiere al judaismo y a su esclavitud con respecto
al Pecado. La segunda es lo que Pablo quiere decir con los tres Cf. ICC 2,138.
334 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 335

haya dividido los capítulos haya estado acertado en identificar al paganos con los tres delitos (aunque se citen a modo de ejemplo)
«hombre que juzga» (2,1) con el judío, con lo que se iniciaría así atribuidos a los judíos. En efecto, si nos situamos en el terreno
el segundo panel del díptico. En efecto, en todo el resto del capí- sociológico, tenemos que confesar que, a pesar de esos pecados,
tulo, ese «juzgar a los demás» es la característica central a la que Pablo no presenta a la sociedad judía —o a los grupos judíos
Pablo apunta y el elemento más grave, por cierto, de la esclavitud dentro de la cultura griega— como profundamente corrompida
del mundo judío con respecto al Pecado. e inhumana. Casi cabría decir que la presenta como una sociedad
Lo que ciertamente ocurre —y explica la ambigüedad— es normal. Parecería, pues, que tiene que existir una clave que nos
que Pablo, para efectuar la transición entre el primero y el se- conduzca al nivel donde Pablo puede percibir una gravedad simi-
gundo panel, establece, sin referirse aún explícitamente al judais- lar a la que es obvia en su descripción del mundo pagano. Más
mo, que todos los hombres están sujetos al mismo criterio de aún, Pablo debe mostrar no que los judíos pecan, sino que son
juicio (cf. 2,11) y que, por lo tanto, no escapa al pecado que esclavos del Pecado.
domina al paganismo quien se reduce a condenarlo «haciendo las Una primera hipótesis sería que Pablo pone esos ejemplos
mismas cosas». Pablo habla entonces de ese juicio de acuerdo con porque estaban expresamente prohibidos en la Ley, esto es, en
un criterio justo y universal, que tendrá por cierto en cuenta las el decálogo mosaico. En efecto, Pablo toma como ejemplos una
diferencias —ley interior o revelada—, pero que no permitirá que falta directa contra el primer mandamiento, otra contra el séptimo
esas diferencias funcionen como privilegio (cf. 2,12-16). Con ello, y otra contra el octavo, según el orden en que se los encuentra
aunque de manera implícita, se está refiriendo al judaismo. Y, a en Ex 20,3.14-15. En otros términos, si Pablo describe el des-
partir de ahí, nombrará explícitamente al judío. orden global de la conducta de los paganos es porque debe mos-
Otra cuestión se presenta en relación con la terminación del trar su gravedad sin apelar a una ley explícita que, como es lógi-
capítulo. Y ello va a ser importante, como luego veremos. El ca- co, ellos no poseían. En el caso de los judíos, en cambio, puede
pítulo tercero continúa —hasta el versículo 20— el panel consa- uno pensar que bastaría llamarles la atención sobre cómo violan
grado al mundo judío. No hay solución de continuidad entre 2,28 directa y claramente los mandamientos de su propia ley, con letra
y 3,1. Más aún, la primera parte del capítulo tercero (3,1-20) le y todo. Y aquí también, uno de los que cita Pablo se refiere a la
permite a Pablo llegar a la conclusión que desea establecer, pro- impiedad, y dos a la injusticia.
veyéndolo de los elementos más relevantes. Precisamente sólo allí Estos ejemplos, aunque parezcan mínimos en relación con los
aparecerá claro cómo Pablo, en el segundo panel del díptico, repite que ilustraban la vida pagana, bastarían para sustentar el argu-
prácticamente la misma estructura que le sirvió para dibujar el mento básico de Pablo: «todos pecaron y les falta la gloria de
primero. Basta pensar que sólo allí hace la lista de la conducta Dios» (3,23). Pero, ¿bastarían para dejar sentada la otra conclu-
del judío correspondiente a la hecha a propósito de la conducta sión, que va más al fondo: «ya hemos dejado establecida la acusa-
de los paganos. ción de que judíos y griegos estamos todos bajo el Pecado» (3,9)?
La segunda cuestión a que nos referíamos —aunque ésta per- En efecto, a pesar de que —o precisamente porque— esos
derá mucho de su importancia con la incorporación al capítulo pecados son explícitos y conscientes (por lo menos es difícil verlos
segundo de 3,1-20— consiste en saber por qué, si el judío «hace de otra manera), no aparecería esa «esclavitud del Pecado» tan
las mismas cosas» (2,1), Pablo concretamente le atribuye tres esencialmente unida, en el argumento paulino, a tener «presa a
pecados, y precisamente tres pecados que no ha atribuido a los la verdad». Hasta tal punto es así que, cuando termina de expo-
paganos. Prescindiendo de que resulta muy difícil percibir cómo nerlo, vemos que ni siquiera los cristianos aparecen como libres
pueden haber sido característicos del mundo judío (aun en la para no pecar, sino a lo más, como liberados de la necesidad
diáspora). Se trata del robo, del adulterio y del sacrilegio (cf. 2, de ser esclavos del Pecado 2 .
21-22).
Por lo pronto, contrasta la «falsificación» inhumana de las 2
Si el mecanismo del Pecado de «tener presa la verdad» de Dios conduce
relaciones interpersonales o intergrupales que Pablo atribuye a los a un tipo semejante de idolatría a paganos y judíos y si se supone que el
336 La cristolo gía humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 337
Hay, además, dos razones suplementarias en contra de esta vada y adúltera» (Mt 12,39; cf. también 16,4; Me 8,38) no es
hipótesis. La primera es que en el mismo capítulo Pablo acusa a para acusarlos de ninguna idolatría formal, sino de desfigurar, en
los judíos de que, debido a su conducta, «el nombre de Dios es sus pensamientos y conducta, el rostro del Dios verdadero. Esto
blasfemado entre los gentiles» (2,24). Y parece difícil que, a menos es perfectamente compatible con la más estricta ortodoxia yah-
que fuera distintivo universal y constante del pueblo judío el robo, vista 3.
el adulterio y el sacrilegio y a menos que —lo que resulta aún Sería posible todavía, aunque muy poco probable, inter-
más inverosímil— los gentiles pudieran escudarse en una conducta pretar de manera análoga el pecado de robo. Jesús acusó a los fa-
mejor, ese tipo de pecados llevara a despreciar o a odiar al Dios riseos —o más probablemente a los escribas, por la función oficial
de Israel. de éstos de interpretar la Ley— de aprovecharse de la piedad y de
La segunda razón es que tal conducta no aparece (a diferencia la religión para apoderarse de los bienes de los débiles y necesi-
de la atribuida a los paganos en el capítulo anterior) atestiguada tados (Me 12,40) y, según Mateo, más en general, de usar lo reli-
históricamente. Quienes toman además la palabra sacrilegio en el gioso como un medio de opresión sobre la muchedumbre de los
sentido más estricto de saquear los templos de los ídolos no pa- pobres (Mt 23,4). Pero tales acusaciones están demasiado ligadas
recen percibir que no es históricamente verosímil que los judíos, a la estructura sociorreligiosa de Palestina para poder ser trasla-
alrededor de los años cincuenta de nuestra era, estuvieran, ya sea dadas sin más a los judíos de Roma.
en Palestina, ya sea en la diáspora, en condiciones de saquear con Sería más difícil aún buscar una interpretación metafórica para
frecuencia templos paganos. En una palabra: la exégesis no puede el tercer pecado mencionado, el sacrilegio, a menos que, tomado
ofrecer evidencia histórica de hechos que Pablo, por su parte, su- en el sentido estricto de «saquear los templos», se refiera a nego-
pondría umversalmente conocidos (por lo menos entre los Roma- cios de la población judía de la diáspora suministrando a precios
nos) y culturalmente influyentes y significativos. excesivos animales u otros elementos para el culto en los templos
Una segunda hipótesis explicatoria de estos tres pecados «ejem- paganos 4 .
plares» prefiere darles una significación figurada.
Ello no sería difícil en el caso del adulterio. Como se sabe, 3
En este sentido es importante el «por todo eso» de 2,1, que recubre
el uso de este término en lugar de idólatra es una metáfora abun- todo 1,18-32. Su importancia está en que sugiere que la idolatría práctica
dantemente empleada en la Biblia. Además, el uso de la misma (la del segundo díptico, o sea, la del segundo capítulo) no puede excusarse
metáfora en el Nuevo Testamento es tanto más interesante cuanto en su «ortodoxia» teórica. Razón de más para pensar que «las obras de
que en su época ya no se estaba como en la de Oseas, ante el pe- Dios» en el capítulo primero no aparecían como un argumento de la res-
ponsabilidad de los paganos en el capítulo ortodoxia (piedad/impiedad), sino
ligro de una idolatría real y generalizada en Israel. Cuando Mateo, en el capítulo ortopraxis (justicia/injusticia).
por ejemplo, pone en boca de Jesús la expresión «generación mal- 4
En todo caso, tanto en las dos hipótesis que preceden, como en la que
mismo mecanismo continúa actuando, por ser anejo a la «carne» humana, sigue, no es fácil comprender el sentido o el porqué de esos tres ejemplos
hasta en los cristianos, no se puede leer el capítulo segundo de Romanos o pruebas aducidos por Pablo. «Por eso algunos comentaristas, sintiendo la
como algo que se refiere meramente al pasado. «Entendemos estos versícu- necesidad de dar una interpretación a 'robas', 'adulteras' y 'cometes sacrile-
los como la revelación del juicio que hace el evangelio de todos los hombres, gio' que incluyen a todos los judíos, han entendido que se refieren a lo que
poniendo al desnudo no sólo la idolatría del paganismo tanto antiguo como los judíos, considerados como un todo, hicieron con Jesucristo y continúan
haciendo con sus seguidores. Otros han explicado —y ello parece más pro-
moderno, sino también la idolatría escondida en Israel, en la Iglesia y en
bable— que Pablo está pensando en los términos de una comprensión ra-
la vida de cada fiel» (ICC 2,106). Y es cierto que hemos de tener cuidado, dical de la ley (cf. Mt 5,21-48)» (ICC 2,168-169). Así este comentarista su-
porque tenemos una enraizada tendencia a considerar el cuadro que pinta giere que se entienda el adulterio en el sentido de Mt 5,27-32 (como adul-
Pablo del mundo judío, como los judíos considerarían el cuadro que Pablo terio de intención) y no que se vea en él una referencia al sentido religioso
pintaba del mundo pagano, es decir, juzgando desde una ilusoria superioridad del adulterio (idolatría, como en Os 1-3; Jr 3; Ez 16, etc.). Pero en cual-
privilegiada. Este segundo capítulo tiene, así, que ver con nosotros que, quiera de estas interpretaciones se pierde el paralelismo entre los dos capí-
muchas veces, más que la «filiación» en Cristo, hemos heredado del ju- tulos, es decir, entre los dos dípticos. Además, el mismo comentarista duda
de que se trate de pecados concretos contra la ley, ya que no parece que
daismo una nueva edición, más completa aún y más privilegiada, de la Ley
haya habido idolatría en ese tiempo en Israel, ni sacrilegios generalizados
de Moisés. (robando ellos o utilizando lo robado por otros) en templos paganos. «Una

22
338 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 339
Existe una tercera hipótesis: la incógnita de estos tres pecados ralelos, pero una pequeña búsqueda nos mostrará que los elementos
mencionados por Pablo se resuelve o pierde su importancia cuando están presente. Veámoslo.
se percibe el lugar que ocupan en el esquema global del capítulo Si hemos de comprender que también aquí, como se ha dicho
que repite, en sus grandes rasgos, el del capítulo primero.
a propósito del capítulo anterior, la injusticia está distorsionando
Con esto entramos en la segunda parte de nuestra exégesis. la verdad, es justo preguntarnos de qué injusticia se trata. Veremos
Tratemos de tomar como un todo el capítulo segundo añadiéndole, que en este caso, como en el anterior, esa injusticia no está cons-
como hemos visto que se debe hacer, la primera parte del tercero.
tituida por pecados conscientemente aceptados como tales 7, por
Así llegamos a la conclusión general ya mencionada y que repre-
graves que sean, sino por una deshumanización de las relaciones
senta la intención de Pablo en ese díptico sobre el Pecado en paga-
humanas.
nos y judíos: «hemos dejado establecida la acusación de que judíos
y griegos estamos todos bajo el Pecado» (3,9) 5 , es decir, sometidos Esto aparece desde el comienzo, cuando Pablo presenta al judío
a la esclavitud de ese personaje antropológico que no se confunde como alguien que «juzga», es decir —como el contexto lo muestra
con ningún pecado particular por importante que sea. sin lugar a dudas—, como alguien que desprecia al resto de sus
Pues bien: en la primera parte del capítulo segundo se le re- semejantes. Es obvio que el judío no percibe eso como pecado.
cuerda al judío que no puede aducir privilegio alguno porque «hace Ese desprecio va unido, por ei contrario, a la conciencia de haber
las mismas cosas» (2,1) que los demás y, como «Dios no da ven- sido privilegiado por parte de Dios con una norma revelada. Pablo
taja a nadie» (2,11), debe considerarse sometido al mismo juicio lo muestra al refutar tal pretensión (cf. 2,11 y, más en general,
negativo que sigue a todos aquellos que en su obrar son «indóciles 2,6-11).
a la verdad, pero dóciles a la injusticia» (2,8). Comenzamos a comprender así que, fundados en algo que les es
El lector recordará que el «tener presa a la verdad en la in- propio y exclusivo, los judíos llegan a caracterizarse por algunas
justicia» (1,18) 6 era el título, por así decirlo, que empleaba Pablo de las características que Pablo atribuye a los paganos. Podemos
para definir en qué consistía la esclavitud de los paganos con res- y debemos suponerlos «acusadores... insolentes, soberbios, fan-
pecto al Pecado. farrones... desamorados, despiadados» (1,30), porque todo ello va
A partir de aquí hallaremos en el material de este segundo incluido en ese «juzgar». La prueba de ello está en que, como dice
(y parte del tercer) capítulo elementos estrictamente paralelos Pablo, «el nombre de Dios a causa de vosotros es blasfemado
a los hallados en el primero, habida cuenta, claro está, de esa dife- entre los gentiles» (2,24), y esa acusación tan generalizada no puede
rencia que caracteriza religiosamente al judío —y a su respectiva tener otra causa que la odiosidad despertada por esa conducta
esclavitud—, o sea, la posesión de la Ley en su doble sentido de «religiosa» hacia los demás.
norma y de revelación positiva de Dios. Pero, y por si aún cupieran dudas, ello aparece con toda claridad
Es cierto que no nos hallamos aquí ante un capítulo ordenado y explicitado con el testimonio bíblico, en la parte que correspon-
en una forma tan obviamente estructurada en tres desarrollos pa- de, en este segundo díptico, a la descripción de la conducta «in-
justa», deshumanizada, de los paganos en el primero. Sólo que,
vez más, podemos suponer que Pablo piensa no sólo en una conducta abier- como ya indicamos, para hallar esa lista debemos rebasar los lími-
tamente sacrilega, sino en formas menos obvias y más sutiles de sacrilegio» tes del capítulo segundo.
(ICC 2,170). Pero ¿cuáles podrían ser éstas y cómo harían los Romanos, sin
conocer a Pablo, para identificarlas sin más?
5
O «que el mundo entero se presente como culpable ante Dios» (3,19). 7
De ahí que pierdan importancia significativa los tres pecados distin-
6
La diferencia con la expresión similar del capítulo segundo se explica, tivos que Pablo les atribuye: robo, adulterio y sacrilegio. Pueden ser meros
además, por el factor que constituye la diferencia del judío con respecto ai ejemplos abstractos de cómo la mala fe actúa tratando de quitar la paja
pagano: aquél no posee, como éste, una ley que le brota de dentro y a la del ojo ajeno sin reparar en el propio. En cambio, cobra importancia deci-
que hay que sofocar o aprisionar para dar rienda suelta a los deseos. El siva el que se pueda probar, con el comienzo del capítulo tercero, que «ha-
judío tiene una verdad enseñada por Dios, o sea, la ley. No la puede sofocar cen las mismas cosas» que los paganos, al final de todo ese proceso de auto-
ni aun desoír: sólo puede ser indócil a ella, oponerle la dureza del corazón. engaño.
340 La cris tolo gía humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 341

Hallamos, en efecto, en 3,9-19 una lista de conductas —otra Si bien se mira, el paralelismo es sorprendente 8 y no puede
vez más deshumanizadas que formalmente pecaminosas— que Pablo ser casual. Tiene que corresponder —en su selección entre mil otras
no va a buscar sólo en la realidad que observa, sino también en acusaciones bíblicas posibles— a «las mistnas cosas» que son igual-
una serie de pasajes bíblicos. mente el resultado último y el resorte inicial del mecanismo de la
La lista va precedida de la conclusión general: «Ya hemos de- esclavitud. Nótese, una vez más, que esas «mismas cosas» no son
jado establecida la acusación de que judíos y griegos estamos todos pecados conscientes y graves, sino elementos importantes de la
bajo el Pecado» (3,9). Pero, como si aún no estuviese esta acusación deshumanización de las relaciones mutuas entre personas humanas.
suficientemente establecida por la realidad observable, añade intro- Hacia eso, hacia esa ¿-«¿-humanidad tiende el hombre dejado a sí
duciendo la lista de pasajes bíblicos: «... como está escrito...» (3, mismo.
10). Es obvio que el recurso a esa lista bíblica, al documento de Pero para que exista una verdadera esclavitud con respecto
donde surge el «juzgar» —más bien que a la observación socio- al Pecado tiene que existir algo más que una lista de hechos. Es
lógica—, va encaminado a cerrar el camino a cualquier reclamación esencial, como vimos, que el hombre aprisione la verdad que lo
del judaismo a situarse en un plano más favorable ante el juicio liga con Dios, es decir, con un ideal de humanidad. Este era el
de Dios. Si la Biblia no es argumento para los paganos (y hay que segundo elemento que actuaba en el proceso que Pablo observaba
acudir a los hechos), lo es para los judíos. Por eso mismo, la lista en los paganos. También tendrá que aparecer en lo que concierne
termina con estas significativas palabras: «Nosotros sabemos, sin a los judíos para que los deseos, a los que acabamos de referirnos,
embargo, que cuanto dice la Ley [sinónimo, en este caso por lo se desencadenen.
menos, de la Escritura en su totalidad, o sea, de la revelación] Sólo que las relaciones del judío con Dios difieren, obviamente
lo dice habiéndoles a los que están en el sistema de la Ley [sinó- —Pablo discutirá si esa diferencia innegable es radical o no—,
nimo en este caso, en su sentido restringido, de la norma divina de las del pagano. Los judíos han sido objeto de una donación
dictada a Israel] para que toda boca se cierre...» (3,19). Es decir, por parte de Dios. Se les ha dado una Ley. En el doble sentido
para que Israel mismo, que hace de la Ley un privilegio, tenga que tiene esta palabra en su uso bíblico (y también en Pablo):
que reconocer su esclavitud con respecto al Pecado (cf. ib'td., 3,19). una revelación, y además una revelación normativa.
Estos dos elementos están claramente subrayados por Pablo
Ahora bien: es interesante e instructivo establecer un paralelo en el capítulo segundo y en la primera parte del tercero. «A su
entre esa lista bíblica y la de las conductas paganas. «No hay uno fidelidad se les entregó las palabras de Dios» (3,2). Esas palabras
que sea justo, no hay quien sea sensato» corresponde a «repletos constituyen el deber-ser correspondiente al querer de Dios, desti-
de toda injusticia... insensatos...». «No hay quien busque a Dios» nado a orientar al hombre en su actividad. De ahí que Pablo se
corresponde a «enemigos de Dios». «Todos se han desviado, todos dirija al judío: «... conoces su voluntad y disciernes (lo esencial)
juntos se han vuelto inútiles...» corresponde a «hacer lo inconve- instruido por la Ley» (2,18). Aquí está, en efecto, la única diferencia
niente». «No hay quien haga el bien, ni siquiera uno» corresponde entre el conocimiento de Dios que posee el pagano (cf. 1,19.21)
a «repletos de toda... maldad». «Una tumba abierta es su gargan-
ta, con sus lenguas están acostumbrados a engañar, veneno de ser- 8
Aun teniendo en cuenta pequeñas diferencias que tienen dos explica-
pientes bajo sus labios» corresponde a «repletos de... engaño, ciones. Pablo, dirigiéndose a los judíos, cita la traducción griega del Anti-
malicia, chismosos...». «Su boca está llena de maldiciones y de guo Testamento, la llamada LXX (que, estando ya establecida, no puede ma-
amargura» corresponde a «acusadores... insolentes, soberbios, fan- yormente cambiar), mientras que, para definir la conducta de los paganos
echa mano del griego habitual y espontáneo, más rico en matices y menos
farrones» y a «llenos de envidia». «Sus pies veloces para derramar estereotipado. En segundo lugar, falta, dentro de esa descripción de la con-
sangre» corresponde a «llenos de homicidio, pelea...». «Destruc- ducta judía (deshumanizada) el desarrollo que hace el primer capítulo acerca
ción y miseria se amontonan en sus caminos y no han conocido el de la homosexualidad. Sin duda se trataba de un rasgo sociológico que Pa-
blo aprovechó en el caso de los paganos y que no podía aplicar de la misma
camino de la paz» corresponde a «repletos de toda... maldad, atro- manera a los judíos. Prescindiendo de que le faltarían textos bíblicos que
pello... inventores de maldades... despiadados». hablaran de ese pecado como generalizado en Israel.
342 La cris tolo gía humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 343

y el que posee el judío. Pero esa diferencia es «mucha» (3,1) y cons- pues, el hombre a engañarse sobre la Ley, llevado de sus deseos
tituye, sin duda en sí misma o para el plan universal de Dios, una de injusticia? Tomándola como posesión que funda relaciones de
gran «ventaja» o «utilidad» (3,1). Se tendrá en cuenta, de todas desprecio —opresión ideológica— con los que no la poseen. Eso
maneras, esta utilidad cuando Dios juzgue a aquellos a quienes es lo que aparece desde el principio cuando Pablo apunta claramente
se les dio como norma (cf. 2,12). a la distorsión deshumanizadora con un solo verbo clave: «juzgar»
Lógicamente, si la Ley fue dada, lo fue originalmente, en pri- a los demás (2,1). Se oscurece así el corazón en su conocimiento
mera instancia, para ser cumplida, aunque, como veremos, Dios de Dios. Este es usado para dominar —o para resarcirse de la
tenía sus planes ulteriores con respecto a ella (cf. 3,4.20; 5,20; opresión oprimiendo a su vez en otro plano— mediante el despre-
Gal 3,19.22). Y el obrar de acuerdo con ella debería haber evitado cio, teniendo a los demás como «ciegos», «desorientados», «prin-
las conductas «injustas» cuya lista nos presenta Pablo. Por lo cipiantes» (2,19-20).
menos debía brindar «el conocimiento del Pecado» (3,20) 9 . Ahora bien: es importante que ese Dios, así usado por los
Precisamente, el Pecado esclaviza poniendo presa a esa verdad deseos injusto del corazón, termina siendo «blasfemado», y con
(revelada y normativa). Para ello tiene que oscurecer el corazón razón, porque, a pesar de toda la ortodoxia literal que se quiera,
del judío y hacerle enredarse en sus razonamientos 10. ¿Cómo reali- es en realidad un ídolo, es un dios que mira en sus juicios lo exte-
zar esto a impulsos de los deseos deshumanizadores? rior del hombre —su nación o su raza— y no su corazón (cf. 2,
De acuerdo con Pablo —en esta primera etapa de sus análisis 27-28), un dios que concede privilegios y ventajas odiosas (cf. 2,11)
de la Ley—, lo realizará desviando la atención del cumplimiento y que lleva así a los paganos a aborrecer su imagen vista a través
de la Ley al privilegio de la Ley. Así, ésta deja de proveer ese de la conducta que se le atribuye (2,24).
incómodo conocimiento del Pecado y, simultáneamente, permite Así, de manera paradójica, el judío, valiéndose de la misma re-
justificar las deshumanizadas relaciones mutuas entre los hombres velación normativa de Dios, consuma el mismo pecado de idolatría
de una religión y los demás. que los paganos y por las mismas razones: para liberar sus deseos
Pablo insiste así, en este primer momento por lo menos, en y deshumanizar sus relaciones con los demás. Engañador de sí
que lo importante era cumplir la Ley (cf. 2,13.25) ". ¿Cómo llega, mismo, termina enredado en su propio engaño y esclavo del poder
que lo maneja contra Dios, es decir, del Pecado.
9
Este conocimiento del pecado, transmitido a todos los hombres median-
te el testimonio de un pueblo cumplidor de la Ley, debería ser el plan origi-
nario que Dios se propone con ella, siempre en relación con el resto de la II
humanidad. Porque es la humanidad entera, en su conjunto, la que está en
el objetivo de Pablo al hacer esta descripción de los mecanismos antropo-
lógicos del Pecado. Pero, para lograr ese propósito, se necesitaba un pueblo Volvamos al trabajo creador de Pablo desde el Jesús de los
que mostrara en sí mismo el sentido, el espíritu, es decir, la utilidad hu- evangelios. Con el segundo capítulo de Romanos entramos, como
manizadora de esa Ley. Lo que el resto de la humanidad ve, en cambio, en dijimos, en el segundo panel de ese cuadro de la esclavitud uni-
la Ley, tal cual se la presenta el pueblo judío (distorsionándola) hace blas-
femar del Dios de Israel. Así, en lugar de unir a la humanidad, la separa versal que pesa sobre los hombres, la del Pecado.
religiosamente. Este tema será, como veremos, central para Pablo, así como Y como la humanidad, desde el punto de vista religioso de
será central para él cómo evitar que acontezca algo semejante con el cristia- Israel, se divide en dos —judíos y griegos—, le toca el turno al
nismo. judaismo para presentarse ante el juicio de Pablo, quien pretende
10
Aunque Pablo define más en este caso el autoengaño en términos de representar el de Dios.
orgullo e insensibilidad: «dureza e impenitencia del corazón» (2,5).
" Este argumento, sintetizado en «la circuncisión es útil si cumples la Pero aquí sucede algo sorprendente. Vimos con qué dificultad
Ley» (2,25) parece, conociendo ulteriores desarrollos de Pablo sobre la Ley,
sobre todo un argumento ad hominem. O sea que Pablo diría: supongo que carón, también sin ley perecerán, y cuantos pecaron en el sistema de la Ley,
si te glorías en la Ley, será por haberla cumplido, pues ésa es la función de serán juzgados por el criterio de la Ley» (2,12), a pesar de que el capítulo
toda ley. Dentro de este argumento, hecho a la medida del adversario, aun- tercero terminará negando que el juicio de Dios tenga en cuenta la diferen-
que éste sea falso, pondría Pablo la afirmación de que «cuantos sin ley pe- cia que significa la Ley (cf. 3,30).
344 La cristologia humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 345

y, por lo mismo, con qué cualidades creadoras era Pablo capaz de y en términos sociológicos, el pueblo judío de la diáspora debió
hacer un juicio «cristiano» sobre el paganismo, apoyándose en algo ocupar moralmente un lugar muy superior a la media del paganis-
muy básico, pero sólo implícito, en el mensaje de Jesús. Pues bien: mo. Es precisamente a pesar de esa superioridad como Pablo se ve
el segundo capítulo acerca de los mecanismos del pecado en el obligado a descubrir en sus obras «las mismas cosas» que Dios
mundo judío, a pesar de tener en el tratamiento que hacen de ello achacará a los paganos. En una palabra: debe mostrar que la su-
los evangelios, y en forma explícita, por cierto, un fundamento puesta moralidad que da al pueblo judío la Ley, que medianamente
de gran profundidad y riqueza, en comparación nos resulta franca- —diríamos— cumplen, lleva a los demás a «blasfemar» del Dios
mente pobre, muy inferior, sin lugar a dudas, al desarrollo que del de Israel.
mismo punto hemos seguido en el Jesús de los sinópticos. Si tenemos en cuenta estos dos elementos que impedían cual-
Más aún: el «hacer las mismas cosas» que los paganos, el co- quier transcripción literal del mensaje evangélico (y que desplaza-
meter robos, adulterios y sacrilegios parece una invención de Pablo ban su clave política), pareciendo cerrar el paso de Pablo hacia la
(y, por cierto, no particularmente creadora) frente a la profundidad conclusión pretendida de la esclavitud universal ejercida por el
y radicalidad con que Jesús apunta a los verdaderos pecados de Pecado, el segundo capítulo de Romanos deja de producirnos la
Israel. misma impresión de pobreza.
Nos parece que hay dos cosas que deben ser tenidas en cuenta Más aún: debemos reconocer que lo atraviesa una línea de pen-
y que han de corregir, por lo menos en parte, esa impresión. La samiento de origen claramente evangélico, la que conecta polémica-
primera es que Pablo no puede, respecto a los judíos (de origen) mente el fin de la parábola de los viñadores homicidas con la de los
de la comunidad de Roma, copiar meramente el juicio que hace talentos y la del sembrador: «Por eso os digo: se os quitará el reino
Jesús del pecado de los judíos de Israel. No se trata sólo de que el de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43;
pecado de aquéllos sea de otra naturaleza. Aunque valiera también 13,11-12; 25,29 par.) 12 . Y que ese «no rendir fruto» sea producto
para ellos la crítica de Jesús a sus contemporáneos de Israel, el de la mala fe, o sea, de una interesada deformación de la verdad
problema principal aquí es que ha cambiado el interlocutor. («indóciles a la verdad, pero dóciles a la injusticia» —2,8—), apa-
Porque el intento de Pablo no es, dirigiéndose sucesivamente rece en los mismos lugares de los sinópticos que consignan la
a cada grupo —pagano-cristianos primero, judeo-cristianos des- polémica (cf. Mt 21,38; 13,13-15; 25,24-27 par.).
pués—, convencerlos de su pecado con los argumentos válidos
Siguiendo esta línea, la argumentación de Pablo en este segundo
para cada uno. La carta se dirige a una comunidad compuesta si-
capítulo cobra sentido. Un sentido provisorio, sin duda, pues su
multáneamente por ambos, y ambos deben captar el único argu-
plena comprensión requerirá por parte de él unos análisis más
mento que los coloca en igual situación frente al juicio radical
hondos.
y universal de Dios.
Por eso Pablo, en lugar de argumentar como Jesús desde dentro El argumento sería el siguiente. La función de Israel es ser
de la «revelación» judía, apunta sus baterías mucho más directa- testigo universal de la divinidad de Yahvé. Se supone que es carac-
mente a la función que ejercen los judíos religiosos en el mundo. terística suya conocer la voluntad divina para poder discernir, en
Se separa de Jesús, que muestra que «blasfeman», para mostrar base a ella, lo bueno de lo malo.
algo que los paganos pueden constatar, puesto que les afecta: que Pero ¿qué ocurre? Ese testimonio, según Pablo, sólo puede
«hacen blasfemar». ser una fuente de atracción universal (hacia Yahvé) si la voluntad
Si comprendemos esta primera limitación que experimenta de Dios bien interpretada es cumplida totalmente. En otras pala-
Pablo, teniendo en cuenta la globalidad de sus interlocutores, com- bras: si un grupo de hombres, un pueblo, actúa como actuaría
prenderemos mejor su obligada originalidad con respecto al men- Yahvé sobre la tierra. Pero si sólo es cumplida a medias, en muchos
saje de Jesús en los sinópticos. casos, normalmente... pero no de manera total, lo que se genera
Pero también comprenderemos la creatividad que ha tenido
12
Pablo para vencer el segundo elemento limitante, el que, de hecho Este cambio de Pueblo es visto por Pablo como el precio que se hubo
de pagar por la universalización de (el sistema de) la Gracia (cf. 11,11-12).
J46 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 347
es una odiosa y contraproducente división religiosa que aleja al judíos, y todavía con mayor razón que de los paganos, que «lo
mundo de Yahvé. cognoscible de Dios está manifiesto en medio de ellos, porque Dios
Aquí hay que señalar dos cosas. La primera es que aún no sabe- se lo ha manifestado» (1,19).
mos, ni Pablo nos lo explica en este capítulo, por qué, contraria- Pero ¿qué ocurre aquí? Por más que ese suplemento de cono-
mente, como vimos, a lo que supone el Deuteronomio, los judíos cimiento sobre lo divino haya sido siempre «re-conocido» (1,28) de
no cumplen totalmente la ley. Por otra parte, no está en eso «su» manera formal en Israel, sin embargo, los mismos mecanismos que
pecado. Si ellos, como los paganos, están «bajo el Pecado», es por Pablo señala en los paganos y que sintetiza en «tener presa a la
algo que tiene que ver con la religión, la verdad y la justicia. verdad en la injusticia» actúan en los judíos «indóciles a la verdad
En este sentido puede ser que exageremos la importancia de pero dóciles a la injusticia» (2,8). Podríamos decir que «los deseos 14
los tres «pecados», es decir, quebrantamientos de la ley, que Pablo de sus corazones» (1,24) y «una mente reproba» (1,28) hacen de
pone como ejemplos. Tal vez ni siquiera fueran sociológicamente esa revelación divina un instrumento de injusticia y de egoísmo,
característicos. Quizá hayan sido tomados al azar de entre las pres- volviendo así odioso el nombre de Yahvé.
cripciones de la ley, para demostrar cómo, a pesar de las declara-
ciones de principio, siempre se cae en un quebrantamiento de ella. Si comparamos este argumento del segundo capítulo con el del
Incluso podría ser que hubiera que leer al revés la expresión pauli- primero, notamos, sin embargo, dos diferencias significativas.
na y decir: tú, si cometes adulterio, sigues pretendiendo que no hay La primera es que la desviación de la conducta, en el caso de
que cometerlo... los judíos, permanece en el plano religioso. Recuérdese que no son
La segunda cosa digna de notarse es que prácticamente todo el acusados por Pablo de cometer robos, adulterios y sacrilegios, sino
capítulo apunta no a la actitud interna del judío (ante sí mismo de juzgar, desde el punto de vista de su religión, a los demás, como
o ante su propia comunidad), sino a la que expresa frente al pa- si ellos no cometieran tales cosas. El acento no se desplaza, como en
gano basándose en la posesión de esa ley cumplida sólo a medias. el caso de los paganos, del plano religioso al campo de las relaciones
Precisamente aquí, siguiendo la línea evangélica, encontramos interpersonales de los hombres. Es verdad que, de acuerdo con lo
todas las características de un privilegio que ha perdido de vista implícito en Pablo, muchos de los adjetivos que se aplican a los
su responsabilidad, es decir, su funcionalidad hacia el exterior, paganos («acusadores, insolentes, soberbios, fanfarrones...») po-
hacia el resto del mundo: «juzgar al otro» (2,1); «pensar que se va drían también ser aplicados a los judíos. Pero, si así lo fueran,
a escapar al juicio de Dios» (2,3); «egoístas, indóciles a la verdad perderían su carácter genérico y secular (que tienen en el capítulo
pero dóciles a la injusticia» (2,8); «oyen la ley» (2,13); «te dices primero) y apuntarían a actitudes ligadas directamente con la con-
judío y descansas en la ley y te glorías en Dios» (2,17); «y preten- cepción y la práctica de la religión.
des ser guía de ciegos, luz para los que moran en tinieblas, educa- La segunda, relacionada con la anterior, es que, en el caso de
dor de desorientados, maestro de principiantes» (2,19-20); «glo- los judíos, se invalida la hipótesis que permitía tomar a la letra
riándote en la ley» (2,23) 13 . la explicación de las actitudes deshumanizadas dada en el capítulo
Teniendo en cuenta que la intención explícita de Pablo en estos primero. Según éste, el proceso de desviación (en términos míticos)
dos primeros capítulos es mostrar cómo las dos partes (religiosas) pasaría por tres estadios: el de la revelación (natural) de Dios, el
de la humanidad «hacen las mismas cosas», podemos decir de los del ¿«conocimiento teórico y práctico de esa revelación y, final-

13 M
Recuérdese, a propósito de estos dos «gloriarse», lo dicho por Pablo La palabra que se usa aquí, y que podría también traducirse por
a los Corintios que, al pretender «gloriarse» en lo religioso, en realidad se «concupiscencias», anuncia la introducción de un nuevo personaje en el aná-
gloriaban «en lo humano». La frase anterior de ser «guía de ciegos...», etc., lisis antropológico: la Carne, que, como vimos, juega un papel decisivo en
aparentemente alude a una responsabilidad, pero la ironía de las expresiones la actitud de Gálatas y Corintios y que, en el sistema de Pablo es, precisa-
apunta mucho más a la actitud de un privilegiado que se presenta como mente, la sede de las «concupiscencias» o «deseos», con tal de que se en-
espejo para otros sin aceptar de manera activa y eficaz el compromiso de tienda que éstos son los deseos fuertes y radicales del hombre, algo parecido
ayudarlos y mejorarlos. a lo que la psicología desde Freud llama «instintos».
348 La cristología humanista de Pablo El pecado, esclavizador del judaismo 349

mente, el castigo divino consistente en abrir las puertas del corazón medios con que se transmite esa revelación a otras generaciones:
del hombre a todas sus tendencias inhumanas. fórmulas de fe, autoridades de la comunidad religiosa, normas mo-
En lo que respecta a los judíos, el estadio intermedio, que rales, ritos y sacramentos.
haría inteligible el castigo, es decir, el cambio de dirección del mal La tendencia espontánea del hombre se dirige, sin embargo, no
—de la idolatría a la injusticia—, no existe. Y con ello se ve que tanto al proceso profundo de moldear los valores de la existencia
no es intención de Pablo que se tome literalmente la explicación de acuerdo con esa relevación, sino, por un cortocircuito 15, a apo-
dada en el primer capítulo. En efecto, Yahvé no pudo castigar el derarse, para los valores que ya se poseen o sirven, de la eficacia
desconocimiento de la revelación, pues formalmente ésta fue siem- supuestamente sagrada (value-free) de esos elementos humanos
pre reconocida, sobre todo en épocas sin sincretismo ni idolatría que acompañan necesariamente toda revelación de Dios.
como la de Jesús y Pablo. Sin embargo, «los deseos del corazón», El peligro específico de este sistema de eficacia consiste en que,
«las pasiones que deshonran», «la mente reproba» no dejaron por de acuerdo con el evangelio, ni siquiera puede quedarse en ese
eso de actuar en el mundo judío. Ellos fueron la causa de que se paso de usar medios (mágicos) supuestamente eficaces para llevar
desnaturalizara esa misma revelación, no el efecto. a cabo sus intenciones: los medios religiosos, al ser considerados
No puede tratarse entonces, ni siquiera en el primer capítulo, sagrados y ser puestos por encima del hombre, se absolutizan.
de una decisión de Dios que castiga una acción pecaminosa, volun- Y de esa manera el «corazón», sede del juicio práctico, se endurece
taria y consciente contra él en el plano religioso, con la desnatura- y cierra a los valores que nos desafían desde la historia (secular),
lización de las relaciones interhumanas. por más que se reconozcan teóricamente. La práctica de tales medios
El segundo capítulo parecería indicar que Dios no consiguió absolutizados desplaza, en el campo del quehacer humano dominado
nunca que su revelación fuera reconocida por Israel en su significa- por una necesaria economía de energías, todo otro tipo de intereses.
do cabal y auténtico. Por lo menos no se hace mención alguna de Y lo hace en nombre de Dios. Así «juzga», «descansa», «se glo-
tal período, lo cual, como decíamos, nos pone frente al muro de ría»...
una crítica de lo «religioso» como tal. Esta concepción crítica de la Ley, profundamente fiel al mensaje
Si tenemos en cuenta no tanto lo que Pablo critica en los Gála- de Jesús, históricamente comprobado, aparece así como centro sig-
tas que «vuelven» a algo religioso ya sin sentido, sino lo que ataca nificativo del segundo capítulo de Romanos.
en los Corintios, que, inmediata y como espontáneamente convier- La religión judía se vuelve estéril en la función universal que
ten en «medios religiosos» elementos que hubieran debido servir Dios quiso comunicarle, precisamente debido a todo el sistema re-
a la fe y a la revelación, tal vez comencemos a entender el meca- ligioso que se va acumulando bajo el nombre de la Ley. Ello no
nismo de que se trata. ocurre por casualidad ni porque el pueblo judío sea algo extraño:
Aquí es donde aparece ese nuevo personaje antropológico que es una tendencia profunda del hombre en cuanto tal la que, a partir
se volverá decisivo en la cristología de Pablo y que echábamos de de raíces de «egoísmo» e «injusticia», oscurece el juicio sobre la
menos al terminar el capítulo anterior: la Ley. «verdad» y, frente a la revelación destinada a plenificar al hombre,
Toda «religión» es un sistema de creencias o prácticas, de re- se apoderan no de la fe, sino de la religión 16. Y, claro está, la hacen
velación y de normas morales. Ahora bien: a eso se refiere precisa-
15
mente Pablo en este segundo capítulo bajo el nombre de Ley. Aquí Que Jesús pretendió evitar, en la medida de lo posible, con el llamado
comienza la discusión con este personaje complejo. «secreto mesiánico», como ya vimos.
16
Como ya hemos tenido ocasión de ver en abstracto, y lo com- Cabría preguntarse si esa especie de fe «natural» por la que se conoce
umversalmente —según Pablo— a Dios, a través de sus obras, resistiría tal
probamos en concreto al aludir a Gálatas y Corintios, una reve- vez más a ese mecanismo antropológico que vemos actuar en las religiones
lación de Dios al hombre no puede hacerse sino a través de medios «reveladas». Nada indica que esto sea así. Y, por lo mismo, debería impo-
humanos, del único lenguaje que el hombre entiende. Tales son los nerse la segunda hipótesis, que ve en la injusticia el origen antropológico
hombres que la expresan, las palabras y fórmulas que usan, los de la idolatría. Si se prefiere la primera hipótesis, habría que decir que, una
vez consumado el paso culpable de la revelación (natural) a la adoración «del
gestos que hacen. Y luego, más tarde, son humanos también los hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de serpientes», todo ese mun-
350 La cristología humanista de Pablo

de esta manera tan odiosa como cualquier acto equivalente de CAPITULO III
egoísmo o de injusticia, como cometer robos, adulterios o saqueos
de templos ajenos. ENTRE LA LEY Y LA FE
Lo que queda así claro, y Pablo lo dice explícitamente en este
segundo capítulo, es que Dios juzga al hombre no por su religión
(cf. 2,1), sino por lo que éste «busca» (2,7), es decir, como en el
evangelio, por su interior (cf. 2,25-28), por las intenciones que
salen del corazón y que no son luego desmentidas por las «obras»
(2,6).
Sólo desde este punto de vista de la interioridad (cf. 2,28) puede Romanos 3,1-31
entenderse el que la Ley, en principio —ya estudiaremos luego su
1
historia concreta—, pueda representar la je, es decir, la adhesión ¿Cuál es, entonces, la ventaja del judío?, o ¿cuál (es) la
del hombre a los valores que Dios le propone con su revelación. utilidad de la circuncisión? 2 Mucha desde todo punto de vista.
Esto vale tanto para paganos como para judíos (cf. 2,12-16) ". Primero, que entregó a su fidelidad las palabras de Dios. 3 Y
Así, termina el capítulo segundo de Romanos estableciendo la ¿qué, entonces? Si algunos fueron infieles, ¿acaso la infidelidad
plena universalidad del juicio de Dios, que, desde el punto de vista de ellos hace ineficaz la fidelidad de Dios? 4 ¡Jamás! Sea Dios
de la esclavitud del hombre bajo el Pecado, no ve ni hace distinción veraz y todo hombre mentiroso, como está escrito: «para que
seas declarado justo en tus palabras y triunfes al ser juzgado».
entre paganos y judíos. Ante el juicio de Dios queda ahora sólo 5
Pero si nuestra injusticia realza la justicia de Dios, ¿qué
el Hombre {ci. 2,1-3.7-11). tendremos que decir, entonces? ¿(Que) Dios es injusto cuando
Pero, anticipando, gracias al análisis hecho hasta aquí, pode- deja caer su ira? —estoy usando expresiones humanas—.
mos decir que Pablo ya ha preparado el camino, si no para la apa- 6
¡Jamás! Porque, si no, ¿cómo va a juzgar Dios al mundo?
7
rición (que ya ha tenido lugar), sí para el estudio del camino con- Pero si la veracidad de Dios se manifiesta todavía más, para
creto seguido en la historia por esos dos personajes antropológicos gloria suya, con mi mentira, ¿por qué se me juzga todavía como
fundamentales que encarnarán el primero, la revelación de Dios pecador? 8 ¿Y no será como algunos nos calumnian y dicen que
cuando en Jesús (y, aun antes, en Abrahán) es comprendida y asi- decimos: «hagamos el mal para que venga el bien»? La conde-
milada sin deformaciones, como fuente de valores que estructuran nación de esos (tales) es justa.
al hombre y su actuar: la Fe; y el segundo, lo religioso en su am- 'Entonces ¿qué? ¿Tenemos los judíos prioridad? No desde
bigüedad, al mismo tiempo fórmula de la voluntad de Dios e ins- cualquier punto de vista. Porque ya hemos dejado establecida
la acusación de que judíos y griegos estamos todos bajo eln pe-
trumento religioso del que se apodera el hombre para no ver- la cado, 10 como está escrito: «no hay uno (que sea) justo, no
verdad: la Ley. hay (quien sea) sensato, no hay quien busque a Dios. n Todos
se han desviado, (todos) juntos se han vuelto inútiles, no hay
quien haga el bien, ni siquiera uno. 13 Una tumba abierta es su
garganta, con sus lenguas están acostumbrados a engañar, veneno
sus labios. M Su boca está llena de mal-
de serpientes (hay) bajo 1S
diciones16y de amargura. Sus pies (son) veloces para derramar
sangre,
17
destrucción y miseria se amontonan en sus caminos,
do religioso (separado así doblemente de los valores humanos) queda dis- y no han conocido el camino de la paz, 18 no hay temor de
puesto de esa manera para que el hombre lo use para asegurarse en su ten- Dios ante sus ojos».
dencia a la injusticia frente a sus semejantes. 19
17
Si no se los entendiera así, estos versículos estarían directamente en Nosotros sabemos, empero, que cuanto dice la ley (lo dice)
contradicción con el que termina prácticamente el capítulo tercero de Roma- hablándoles a los que están en el sistema de la ley, para que
nos: «Si Dios es uno solo, él será quien juzgará la circuncisión de acuerdo toda boca se cierre y el mundo entero se presente como culpable
a la fe, y la incircuncisión por medio de la fe» (3,30). ante Dios. x Porque ninguna carne, mediante las obras de la
352 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 353

ley, será declarada justa ante él. Ya que con la ley viene el a la pregunta que, de alguna manera, vuelve — y volverá— una
conocimiento del pecado. y otra vez.
21
Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Ese es el tema aparente del tercer capítulo y lo que lo justifica
Dios se ha manifestado, según el testimonio de la ley y los pro- en cuanto tal. Sin embargo, como ya indicamos, una mirada más
fetas, a esto es, la justica de Dios por la fe en Jesucristo para atenta nos mostrará que la primera parte de él no hace sino con-
todos los que creen. Ya que no hay diferencia: B porque todos tinuar el tema de la esclavitud del judaismo con respecto al Pecado
pecaron y les falta la gloria de Dios, 24 siendo declarados justos
(3,1-20), mientras que la segunda (3,21-31) introduce lo que Dios
por el regalo de su gracia mediante la redención llevada a cabo
por Cristo Jesús s a quien Dios destinó a ser, con su propia opone tanto a esa esclavitud como a la de los paganos, es decir,
sangre, expiación mediante la fe, para probar la justicia de la Fe. Fe que le permitirá, como lo muestran los ejemplos de los
Dios al pasar por alto los pecados anteriores -20 durante la pa- capítulos siguientes, declarar justos a los que se hallaban así escla-
ciencia de Dios, esto es, para probar su justicia en la presente vizados.
oportunidad, de manera que él sea justo y (aun) declare justo Ello no obsta, por supuesto, a que tanto en la primera parte
al que cree en Jesús. como en la segunda Pablo se enfrente al problema de la función
27
¿Dónde (queda), entonces, el gloriarse? Ha sido eliminado. de la Ley ', aunque en forma diferente. En la primera parte, lidian-
¿Por qué ley? ¿La de las obras? No, sino por la ley de la fe. do con la pretensión de los judíos de que la Ley constituía un
28
—Nosotros sostenemos, en efecto, que el hombre es declarado privilegio y una ventaja. E n la segunda, negando que la decla-
justo por la fe independientemente de las obras de la ley—.
29
¿Acaso es Dios (Dios) sólo de los judíos, y no también de los ración de justicia que hace Dios pueda depender del cumplimiento
gentiles? (Por cierto) también de los gentiles. * Pues bien, si de la Ley.
Dios es uno (solo), (él será) quien juzgará la circuncisión de De ahí proviene tal vez la aparente unidad del capítulo. Sin
acuerdo a la fe, y la incircuncisión por medio de la fe. 31 Enton- duda se le constituyó e n tal por tratar, desde el principio al fin,
ces, ¿con la fe invalidamos la ley? ¡Jamás! Más bien la con- de la L e y 2 . Esa apariencia puede ser engañosa, pero no nos exime
firmamos.
1
De acuerdo con Mt 5,17, Jesús dice que ha venido a «dar cumplimien-
to», o sea, probablemente, culminación, a la Ley y a los Profetas, es decir,
Pablo llega aquí a un punto espinoso: ¿por qué entregó Dios a todo lo previsto por el Antiguo Testamento. Mt 5,18 debe, sin duda, en-
la Ley a Israel? En otras palabras: ¿cuál es la situación de la ley tenderse de la misma manera, aunque «el ápice de la ley» parezca apuntar
judía en el plan que Dios tiene concerniente al hombre? sólo a la parte normativa de la palabra de Dios en el Pentateuco. En cambio
Mt 5,19 pasa ya claramente a hablar de los mandamientos, esto ya no puede
«¿Cuál es, entonces, la ventaja del j u d í o ? . . . Mucha desde todo entenderse en referencia a los llamados «hechos salvíficos» o gestas históri-
punto de vista» (3,1-2). «Entonces, ¿qué? ¿Tenemos los judíos cas de Dios: se trata del Decálogo del Sinaí (en cualquiera de sus versiones).
prioridad? No desde cualquier punto de vista» (3,9). La forma Es significativa en este punto de la posible «culminación» la diferencia en-
tre el «más» exigido por Jesús según Mateo (5,20-48), y «la otra cosa» que
de pensar de Pablo, toda su creatividad, toda su intención de llegar, exige Jesús según Lucas (6,27-35). En Marcos (7,19), Jesús aparece declaran-
cueste lo que cueste, hasta el fondo de las cosas está presente en do explícitamente abolida por lo menos una parte de la Ley incluida en el
esta flagrante contradicción entre una afirmación y una negación Pentateuco: la referente a los alimentos.
2
situadas a sólo nueve versículos de distancia. Pablo usa el término «ley» en una gran cantidad de sentidos. Nuestra
Y como si eso fuera poco, nos encontramos al final del capí- traducción no puede diferenciarlos, entre otras cosas por no poder acomo-
darse a los matices con que el griego usa el artículo determinante. Para po-
tulo con una contradicción semejante, ¡esta vez a diez versículos ner un poco de orden, se señala, en regla general, que cuando ley lleva ar-
de distancia!: «Ahora, independientemente de la ley, la justicia tículo, se refiere a la Ley dada por Moisés; cuando no lleva artículo, se trata
de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo...» (3,21-22). de ley en general (por ejemplo 2,12-14; 3,20ss; 4,15; 5,13, etc.). Pero, por
lo pronto, hay que añadir un segundo significado de ley sin artículo: «Sig-
«Entonces, ¿con la fe invalidamos la ley? ¡Jamás! Más bien la nifica realmente la Ley de Moisés, pero la ausencia del artículo llama la aten-
confirmamos» (3,31). ción no hacia la procedencia de Moisés, sino hacia el carácter de ley... San
Así, tanto la contradicción que encabeza el capítulo como la Pablo considera el período premesiánico como constituido esencialmente por
que lo termina muestran que Pablo n o se siente cómodo frente la ley, tanto para los judíos como para los gentiles... su intención princi-
23
354 La cristología humanista de Pablo
Entre la Ley y la Fe 355
de examinar separadamente y de acuerdo a la lógica interna su
visible. De la misma manera que, como vimos, existían en este
primera y segunda parte. capítulo tercero dos contradicciones abiertas concernientes al papel
de la Ley. Y precisamente hicimos notar cómo parecía contradic-
I torio el que Pablo escribiera que Dios iba a emplear el criterio
de la Ley para juzgar a quienes estaban bajo ella (cf. 2,12), para
Es cierto que la primera parte del capítulo tercero ya ha sido, luego escribir que Dios en su juicio aplicará a todos el mismo cri-
hasta cierto punto, objeto de nuestro análisis. Forma, como diji- terio y que éste será independíente de la Ley (cf. 3,30).
mos, la continuación y conclusión del segundo díptico de ese gran Pero no nos apresuremos. El tema del juicio nos llevará a resca-
cuadro que muestra a todos los hombres —griegos y judíos— tar datos del capítulo segundo que dejamos pasar por alto para
sometidos a la esclavitud del Pecado. ir a lo que era central allí.
En la misma medida sería ocioso repetir aquí lo que ya se ha El primer dato es que el juicio de Dios no mostrará parcialidad
dicho como complemento del segundo capítulo, sólo que Pablo, al ni brindará ventajas a nadie. Eso es lo que significa la expresión
exponer su pensamiento, va entrando en temas nuevos que, a despe- «acepción de personas» cuando Pablo la niega en lo que concierne
cho de la continuidad, llaman su atención y a los cuales, tarde al juicio divino (cf. 2,11). Pues bien: para fundar esta negación
o temprano, vuelve. Pablo afirma de Dios que su juicio «dará a cada uno según sus
Decíamos que uno de ellos era el lugar que ocupaba la Ley obras» (2,6).
dada al pueblo judío en el plan universal de Dios, es decir, en ese Nótese que esto es más que una mera cita bíblica (Sal 62,13).
plan al que Pablo se refiere y que abraza a la humanidad entera. Es una constante preocupación en Pablo (cf. 6,19-23; 8,12-13;
Esto se une con otro tema de gran importancia que ya ha aflo- 13,8-10; 1 Cor 6,9-11). Y la prueba es que no se contenta con
rado en el capítulo segundo. Este tema podría oportunamente citar, sino que desarrolla inmediatamente su propio pensamiento:
resumirse con las palabras mismas de Pablo: «¿cómo va a juzgar «A quienes, con la perseverancia en obrar el bien, buscan gloria,
Dios al mundo?» (3,6). honor e incorrupción, les dará (Dios) vida eterna. Para quienes, por
Detalle significativo (de la unidad de ambos temas): a propó- el contrario, son egoístas, indóciles a la verdad pero dóciles a la
sito de ese juicio ya surgió en Pablo la primera contradicción injusticia, habrá ira e indignación. Habrá tribulación y angustia
para toda persona humana que obra el mal, primero para el judío
pal es mostrar que todos están bajo un 'sistema legal'» (ICC 1,58). Aunque
esta orientación gramatical es, como decíamos, generalmente correcta, olvida y también para el griego; gloria, honor y paz, por el contrario, para
algunas cosas importantes. La primera es que «la ley» designa también al todo el que obra el bien, para el judío primero y también para el
Pentateuco, no sólo en cuanto a su sistema legal, sino en cuanto a su inter- griego» (2,7-10).
pretación, previsión y profecía de acontecimientos salvíficos, incluso puede
llegar a designar la Escritura entera (c£. 3,19). La segunda es que «la ley», Y precisamente después de esta larga explicación, que hace del
dentro del mensaje cristiano, es cumplida o llevada a su cumplimiento y obrar el bien o el mal el criterio del juicio universal (y sin fron-
culminación de una manera que ya no puede identificarse simplemente con teras), es cuando Pablo afirma que Dios no da ventajas a nadie
la ley «de Moisés». La tercera es que constituye una excesiva simplificación (cf. 2,11).
hablar de que el período premesiánico está bajo un sistema «legal» (cf. 7,9;
4,10; 5,12, etc.). Pablo hace muchos esfuerzos para mostrar, en primer lu- Inmediatamente después afirma Pablo que Dios en su juicio
gar, que los paganos de ese período han tenido, individualmente, «fe», y tendrá en cuenta la Ley no para desequilibrar esa imparcialidad,
una fe salvadora, comenzando por Abrahán-padre. En segundo lugar, que sino precisamente para establecerla frente a situaciones que no
la ley mosaica introdujo un elemento (o sistema) nuevo que sólo alcanzó a son las mismas. A quienes se les dio mayor discernimiento para
los judíos y que, por ello, tuvo una determinada función positivo-negativa,
o sea, dialéctica, para que, con el período mesiánico, fuera concebible y po- hacer el bien (cf. 2,18) se les exigirá, con toda lógica y equidad,
sible una liberación de «la ley del Pecado». Este es un ejemplo de cómo la un bien mayor 3 .
filología no puede, sobre todo en pensamientos originales como el de Pablo, 3
suplir la interpretación teológica, es decir, la que se hace de acuerdo con el Así Pablo habla de que, ante el juicio de Dios, muchas veces se in-
desarrollo lógico del pensamiento. tercambiarán, de acuerdo al obrar, los títulos verdaderos de paganos y ju-
díos, o sea, de incircuncisos y circuncisos (cf. 2,25-29). La fuerza de estas
356 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 357

Esta preocupación de Pablo ante los Romanos por mostrar la un paralelo casi exacto de lo que escribe en Romanos, ya que aquí
absoluta universalidad e imparcialidad del juicio de Dios, hacién- muestra que, para hacer equitativo el juicio de un Dios que da una
dolo depender del único criterio que alcanza a todos —el bien Ley particular a un determinado pueblo, debe quedar establecido
obrar—, debe ser tenida en cuenta, sobre todo para la interpre- que esa Ley no cambia la situación de ese pueblo frente al criterio
tación de la segunda parte del capítulo tercero, cuando Pablo pa- del juicio: el bien obrar. Por eso Pablo continúa en Romanos:
rezca hacer de la fe en Jesucristo criterio de ese mismo juicio «Hemos dejado establecida la acusación de que judíos y griegos
divino. estamos todos bajo el Pecado» (3,9). Esto lo prueba después con
la lista, ya menciona, sacada de la misma Ley que constituye, reli-
Esta preocupación de que hablamos lleva a Pablo a una im-
giosamente hablando, judío al judío.
portante —para él y para nosotros— consideración sobre la Ley.
Para que Dios pudiese mostrar su manera de juzgar equitativa Un segundo dato se deduce implícitamente de lo que acabamos
para la humanidad entera tuvo que dejar la Ley (dada a los judíos) de ver y prepara el sentido auténtico de la segunda parte del ca-
librada a los mismos mecanismos de autoengaño que sometían al pítulo. Es cierto que Pablo lo explicitará posteriormente, y con
Pecado el conocimiento del querer divino dado «naturalmente» insistencia, pero ya está aquí presente entre líneas, especialmente
a los paganos. Así, después de afirmar que Dios entregó a los cuando tenemos en cuenta la última parte de lo dicho 5 .
primeros su revelación, continúa: «Sea Dios veraz y todo hombre
mentiroso, como está escrito: 'para que seas declarado justo en tus núa: «...a fin de que la promesa fuera otorgada a los creyentes mediante
palabras y triunfes al ser juzgado'» (3,4). la fe en Jesucristo». Sin embargo, en Romanos y en un contexto más amplio
Así, «nuestra» injusticia —la de los judíos que poseen la Ley— que el de Gálatas, Pablo, como prototipo de alguien que vivió, no según la
Ley, sino según la Promesa, presenta a Abrahán, quien no tuvo, obviamente,
«realza la justicia de Dios» (3,5). Porque lo que importa por en- fe en Jesucristo y cuya promesa fue la de tener descendencia y ser padre de
cima de todo es la equidad, una misma actitud de Dios hacia todos todos los hombres (cf. 4,10-12). Examinaremos más tarde el caso de la fe
los hombres. En Gálatas Pablo escribe: «Sí de hecho se nos hu- en Jesucristo propiamente dicha.
5
biera otorgado una ley capaz de vivificar, en ese caso la justicia Frente a esa imagen general, compuesta por las dos partes del díptico,
con la consecuencia de que todos por igual están bajo el Pecado, Pablo pa-
vendría realmente de la Ley» (Gal 3,21) y con ello el juicio de rece presentar otra que sólo tiene en común con la primera ese por igual en
Dios resultaría favorecer a unos en relación a los otros. «Pero, de que tanto insiste. Y es cuando, en el capítulo segundo, habla de «unos pa-
hecho, la Escritura encerró todo bajo el Pecado» (Gal 3,22) 4 . Es ganos (que), sin tener ley, hacen naturalmente lo mandado por la ley» (2,14).
A continuación, el v. 15 parece terminar en anacoluto, cuando habla de que
(estará) «su propia conciencia atestiguándolo con sus internos pensamientos
expresiones de Pablo es más grande de lo que aparece a primera vista. Si se que los acusarán y aun los defenderán...». El v. 16 es un complemento de
tiene en cuenta que la totalidad de la humanidad está representada por el tiempo (o de escatología): «... en el día en que Dios juzgará...». ¿Qué puede
binomio circuncisos/incircuncisos, de la misma manera que por judíos/grie- significar esta «defensa» ante el juicio de Dios por haber cumplido lo que
gos o yahvistas/idólatras, sin que nadie escape a esta clasificación por opues- ordena la ley escrita en el corazón de los paganos? Tanto más cuanto que
tos (que precisamente usa comúnmente ese tipo de binomios para designar esa defensa parece ser sistemáticamente vencida por la acusación, ya que la
la totalidad), Pablo dice, en primer lugar, que los judíos pueden ser y, por frase dice: «los acusarán y aun los defenderán». Una hipótesis consistiría en
lo menos, «algunos de ellos» son, paganos e idólatras en su interior (que es omitir o desplazar los w . 7-15, de manera que el v. 16 sea la continuación
el que Dios juzga). Por otra parte, el pagano que se vuelve «judío interior» natural del v. 6: «...el justo juicio de Dios, quien dará a cada uno según
por una actitud o circuncisión igualmente «interior», prueba que, aunque sus obras/el día en que Dios juzgará los secretos de los hombres por medio
ello fuera difícil y raro, era posible cumplir (con algo de) la Ley en su ver- de Cristo Jesús, de acuerdo con mi evangelio». En este caso, los pensamien-
dadera e íntima finalidad o espíritu. Este pagano, por otro lado, no puede tos (o juicios) que acusan y (aun) defienden, podrían no tener relación con
ser, como lo han supuesto algunos comentaristas, un pagano ahora conver- el juicio final de Dios, y la relación al día del juicio ser la continuación di-
tido al cristianismo, porque ello, además de anular el argumento, se opon- recta y natural del v. 6. Esta interpretación, por más que no pueda apoyarse
dría de manera frontal al pensamiento de Pablo para el cual con el cristia- en los textos tales como los poseemos, es tanto más tentadora para algunos
nismo termina la circuncisión. Contra esto, cf. ICC 2,172. comentaristas (cf. ICC 1,62) cuanto que permite seguir manteniendo que,
4
En la carta a los Gálatas que eran, en su mayoría, judíos convertidos al fuera de la fe, y de la fe en Cristo (cf. v. 16), no puede haber «defensa nin-
cristianismo, Pablo no se preocupa tan directamente de los paganos. Por guna para el pecador». La interpretación que nos parece más equilibrada y
eso, más que considerar la Ley como un privilegio no equitativo, la consi- coherente no acude a una deformación del texto, y sí a una diferencia que
dera como la negación de la Promesa. Y, así, en el mismo versículo conti-
358 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 359

Hasta 3,20 Pablo nos ha presentado, en un díptico que abarca La única forma lógica de resolver el problema consistiría en
dos capítulos y medio, esa esclavitud al Pecado que abarca a los convertir nuestro díptico, propuesto de manera estática en dos
dos componentes (religiosos) de la humanidad: griegos (paganos) cuadros simultáneos, en un proceso que ha pasado por dos etapas
y judíos. (aunque los representantes de ambas se mezclen en el tiempo de
Ya indicamos que no era desatinada la pregunta acerca de por Pablo), en un proceso que estaba a la espera de una tercera y de-
qué Pablo presenta en dos dípticos lo que podría ser el material finitiva etapa, la que será precisamente objeto de la segunda parte
de un solo cuadro. «Ya que no hay diferencia alguna: todos peca- de este tercer capítulo.
ron y les falta la gloria de Dios» (3,23). Y no es desatinado el Los hechos o personas que señalan el comienzo de cada una
planteamiento, porque, al equiparar una situación con otra —hacen de esas tres etapas del plan divino sobre la humanidad son: Adán,
las mismas cosas— y presentar actuando los mismos mecanismos Moisés y Jesús (cf. 5,14) 7 .
—la verdad presa en la injusticia—, no se sabe ya para qué pudo En la primera etapa (Adán-Moisés) Pablo ve una ventaja que
confiar Dios su Ley a un pueblo determinado, sobre todo cuando sólo se recobrará, como veremos, en la tercera, la universalidad.
sabemos, por lo que acabamos de ver, que no era su intención Por más que, sometidos al Pecado (éste es el aspecto negativo),
el que esa ley fuera cumplida en cuanto norma eficaz (cf. 2,5; todos los hombres están visiblemente confrontados con el mismo
5,20; Gal 3,19) 6 . criterio: obrar el bien o el mal. Nadie puede pretender poseer pri-
vilegios de parte de Dios. Y, si lo hace, sabe —por lo menos al
Pablo siempre admitirá: la que existe entre el Pecado y los pecados. Estar comienzo de esa tentativa justiflcatoria— que se engaña a sí mismo.
sometido al Pecado no significa que alguien sólo cometa pecados. Y el hecho Nadie puede, por tanto, «endurecer su corazón» basándose precisa-
de que los mismos paganos actúen con frecuencia bien, constituye un argu-
mento ad hominem contra los judíos que creen que el poseer la Ley les mente en aquel que sólo deja oír su voz interior para mantenerlo
permite juzgar negativamente al resto. abierto y sensible 8 .
6
Choca frontalmente contra esta proposición, así como contra todo el
panorama del capítulo segundo y primera parte del tercero, la pretensión de miento literal de la Ley. Y, no obstante, estar bajo el dominio del Pecado.
Pablo de ser «en cuanto a la justicia de la Ley, irreprochable» (Flp 3,6). La Precisamente esta esclavitud sería la que le habría cerrado el corazón para
contraposición podría ser aún más interesante si, como muchos exegetas no reconocer en Jesús la culminación de la Ley, convirtiéndolo en un per-
piensan, la carta a los Filipenses data de la prisión de Pablo en Efeso (no seguidor (cf. infra, nota 16, p. 472).
en Roma), es decir, más o menos un año antes de la redacción de Romanos. 7
Para mayor precisión, habría que excluir a Adán de la primera etapa,
Ello podría demostrar que en esos meses hubo una gran profundización teo- ya que éste, para Pablo, recibió en el Edén una especie de «Ley» mínima,
lógica en la interpretación de Pablo acerca del sentido y el poder del Pe- y su situación paradisíaca se asemeja así, en cierta medida, a la, muy poste-
cado. Para salir de esta antinomia encontramos interpretaciones que van de rior, de los judíos. Contentémonos con decir que la primera etapa comien-
un extremo al otro. En un extremo, y, lo que es más interesante, desde el za después del pecado de Adán (cf. 5,14). Convendría observar además que,
punto de vista protestante, un conocido exegeta de la actualidad, Krister para Pablo, «paganismo» o «gentilidad» no coinciden conceptualmente (aun-
Stendahl (en su excelente obra Paul among Jews and Gentiles, Fortress Press, que muchas veces sí en la práctica) con idolatría o religión errada. Paga-
Filadelfia 21978), acepta plenamente en su interpretación la afirmación de nismo y gentilidad se definen por la carencia de la Ley revelada y, por lo
Filipenses. Considera que, durante su vida entera, Pablo fue un hombre do- mismo, se identifica con el signo de la obediencia a esa Ley: paganos son
tado de una «robusta» conciencia (op. cit., p. 80), en nada parecido al así los incircuncisos como Abrahán (cf. 2,25-28; 4,10-13.16).
simul justus et peccator (al mismo tiempo justo y pecador) que han visto en 8
Tener la ley escrita en los corazones, como Pablo dice que acontecía
él Agustín, Lutero y, más en general, la «plaga introspectiva» propia de Oc- con los paganos (muchos o pocos), y no en un documento exterior, consti-
cidente (ib'td., 14). Él único pecado que Pablo reconocería en sí mismo, de tuye, por otro lado, una promesa escatológica, como puede verse en Jr 31,33.
acuerdo con Stendahl, sería el de haber perseguido a la Iglesia naciente Para algunos comentaristas, el tener los paganos la ley inscrita (por lo me-
(ibíd.). En el otro extremo figuran, por supuesto, quienes desechan como nos algunos de ellos) sería, por tanto, una señal (contradictoria) de que an-
falsas o irrelevantes las palabras de Flp 3,6 o les dan, de acuerdo con el tes de Cristo ya se había cumplido dicha promesa (cf. ICC 2,158-159). Pero
contexto (Flp 3,4-6), el carácter de un argumento ad hominem contra quie- basta pensar que esa promesa es de plenitud y totalidad y que, por Ío mis-
nes pretendían poner en duda su carácter de fiel expositor de la fe judía. mo, el que la fe —con la ley inscrita en los corazones— estuviera ya pre-
Nuestra interpretación, con la que nos encontraremos más adelante, queda sente de un modo incoativo, no va contra el cumplimiento sobreabundante
en un término medio y se relaciona con la nota anterior: Pablo pudo ser reservado a esta promesa escatológica que, de alguna manera, debía cumplir-
irreprochable en cuanto a la justicia (supuesta) que proviene de un cumpli- se en Cristo.
360 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 361

En una segunda etapa (Moisés-Jesús) aparece la Ley, promul- Y ello ¿para qué? Para reunir en una etapa última lo positivo
gada por un «mediador» (Gal 3,10-20): Moisés. En los primeros de ambas: la universalidad de la primera con el nivel moral de la
capítulos de Romanos, el objetivo de Pablo es convencer a los segunda. Y sin los inconvenientes de ambas: la confusión moral
judíos de que ellos están también bajo la esclavitud del Pecado; de quien sólo depende de la conciencia subjetiva y el orgullo moral
esto hace que más bien se empeñe en desacreditar esa Ley (en de quien hace de su particularidad objetiva y sacral un privilegio
cuanto posibilidad de escapar a la suerte común de los hombres ante Dios.
y al criterio que los juzga). Así se destaca menos —y Pablo lo Este proceso dialéctico culminará, pues, en la tercera etapa,
percibe y lo dice— el sentido positivo de una etapa que parece la cristiana. De ella comienza Pablo a hablar en la segunda mitad
condenada de antemano al fracaso. del capítulo tercero, cuando escribe: «Pero ahora...» (3,21). Vea-
Existen, sin embargo, indicios importantes acerca de esa fina- mos ese «ahora».
lidad positiva. Por lo pronto, al atacar Pablo la distorsión que La segunda parte del capítulo tercero versa sobre lo que se
sufre el sentido de la Ley en el judaismo señala indirectamente ha llamado por parte de algunos exegetas «el sistema de Pablo».
lo positivo que Dios pretende con ella. Dios ha hecho oír su voz, Aunque mostraremos luego por qué no estamos de acuerdo con
desde el exterior del hombre, es decir, gracias a un «mediador», esa expresión, ella refleja sin duda la sorpresa con que nos encon-
para elevar el discernimiento moral. Ha exteriorizado, por así de- tramos al leer la carta: una manera nueva y extraña —e inédita
cirlo, su voluntad (cf. 2,18). Al hacer resonar esas palabras desde en el Nuevo Testamento— de concebir cómo Dios salva al hombre
fuera del hombre, Dios aclara la voz interior y eleva la preocu- que es esclavo del Pecado y, sin dejar de juzgarlo, consigue decla-
pación moral explicitándola y afinándola, o por lo menos eso es rarlo justo.
lo que pretende a través de aquellos a quienes hace responsables Nuestra sorpresa es tanto mayor cuanto que la novedad no sólo
de esas palabras, «entregándolas a su fidelidad» (3,2) 9 . concierne a la concepción de los demás escritores del Nuevo Testa-
Lo más importante para convencernos de que se trata de un mento, sino aun a lo que el mismo Pablo ha dicho y explicado por
proceso único y universal es que esta intención no fracasará: «Si extenso en el capítulo segundo: el juicio de Dios tenía como criterio
algunos fueron infieles, ¿acaso la infidelidad de ellos hace ineficaz único el determinar si el hombre obraba o no el bien.
la fidelidad de Dios? ¡Jamás!» (3,3). De ahí que los paganos que Aquí, en cambio, nos encontramos de repente, sin ninguna
se convierten a la fe lo hagan no asumiendo lo muerto de la etapa preparación o explicación, con un nuevo criterio: la fe. En otras
—la letra sin vida (cf. 2,27)—, sino su elemento de vida: en lugar palabras: Dios declara justo —eso es lo que significa normalmente
de las ramas cortadas del olivo original, son ramas de olivo silvestre el verbo griego justificar— a quien, siendo pecador, y todos lo son,
injertadas en aquel tronco (cf. 11,16-18). como acabamos de ver, cree en Jesús 10.
Pero esta segunda etapa, por necesaria que fuera, no podía ser 10
El lector habrá notado que, en nuestra traducción, no empleamos el
más que eso, una etapa, porque en el panorama universal introduce término «justificar», sino la expresión «declarar justo». Así como «declara-
un elemento negativo, su particularidad. Y una particularidad de ción de justicia» en lugar de «justificación». Lo acostumbrado es lo contra-
este tipo sacral es siempre provisoria y peligrosa. De ahí que su rio, o sea, el uso de «justificar» y «justificación», aunque el traductor entien-
cumplimiento (no el cumplimiento de su letra) será también su da que el verdadero sentido es el otro. Tal es el caso de nuestro comenta-
rista. «Nos parece fuera de toda duda que 'justificar', tal como lo usa Pablo,
terminación. simplifica simplemente "declarar inocente', 'conferir a alguien el status de
justo' y no contiene en sí mismo referencia alguna a una transformación
9
moral. Esa sería también la consecuencia de la estructura del argumento de
Habría que leer los magníficos estudios de Von Rad (Estudios sobre el Pablo en Romanos» (ICC 2,95). Eutimio (Zigabeno) interpreta tanto 4,5
Antiguo Testamento, trad. cast. Ed. Sigúeme, Salamanca 1975, pp. 283ss) como, más adelante 4,25, en lo que respecta al verbo «justificar» como sig-
sobre la Ley deuteronómica, para comprender la valoración positiva de una nificando «hacer justo». Pero el comentarista no acepta esta autoridad, a
Ley cuya comprensión es muy diferente de la atacada por Jesús en sus ad- la que cita —por otra parte— frecuentemente, para aclarar problemas del
versarios: fariseos y doctores de la ley. También esos artículos nos explican lenguaje griego. Y la razón para rechazar aquí la autoridad de alguien que
cómo se inicia el proceso de esa interpretación degenerada de la Ley. debía conocer las posibilidades de ese lenguaje son, no cabe duda de ello,
362 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Ve 363

Pablo escribe esto, como vulgarmente se dice, «por activa y por sentido del principio sentado por Pablo, los vv. 29-30 le quitarán
pasiva», en los diez versículos finales del capítulo tercero, pero, toda incertidumbre: «¿Acaso es Dios (Dios) sólo de los judíos,
lo que tal vez es más importante, lo escribe y repite en abstracto. y no también de los gentiles?». He aquí el rechazo de la particu-
En efecto, establece un principio y, antes de aplicarlo, lo recalca laridad. Y continúa: «Por cierto, también de los gentiles. Pues
varias veces. Los ejemplos quedarán para los capítulos siguientes. bien, si Dios es uno solo...», mostrando que la unicidad de Dios
De ahí la gran importancia, entre otros, del capítulo cuarto, que implica la unicidad correlativa del criterio con que habrán de ser
nos traerá a colación el caso de la fe justificadora de Abrahán. juzgados todos los que se presenten ante quien se cuida de todos
El lector se preguntará tal vez por qué o para qué necesitamos por igual. «El será quien juzgará la circuncisión de acuerdo con
de ejemplos cuando el principio es tan claro. Digámoslo honesta- la Fe y la incircuncisión por medio de la Fe». La Fe, he ahí, pues,
mente desde ahora. Por dos razones. La primera es la ya aludida el único criterio para el único ser presente ante el juicio del único
de que Pablo no parece, al establecer ese principio, ser coherente Dios: todo hombre.
con lo que ha escrito antes y con lo que escribirá después en otros Nótese bien que el principio en sí no concierne, al parecer, sino
sitios. La segunda es que los ejemplos que siguen mostrarán que a la humanidad a partir de lo que, en otra parte, Pablo llama «la
el principio, al parecer tan claro cuando se enuncia en abstracto, llegada de la fe» (Gal 3,25). Sin más datos por el momento sobre
resulta más complejo cuando se expone actuando en casos con- lo que realmente ocurrió en el tiempo de la «paciencia» de Dios
cretos. o en el tiempo de «la Ley», tenemos, por lo menos de manera
Dicho esto, volvamos a los diez últimos versículos del capítulo provisoria, que reducir la aplicación del principio a ese explícito
«ahora» (3,21) que marca el comienzo de la tercera etapa, es decir,
tercero, y analicémoslos como si fueran todo lo que tenemos. Sólo
la que empieza con Jesucristo.
buscaremos información suplementaria si los términos mismos del
principio allí establecido nos obligan, por su ambigüedad, a ello. En efecto, lo que haya ocurrido con el juicio de Dios a «los
De entre las diversas repeticiones de su enunciado, tomaremos justos» del Antiguo Testamento o a los llamados «santos paganos»
una, que consideramos más importante por el compromiso perso- antes de Jesús no nos lo dice el principio establecido por Pablo
en su enunciado abstracto. Hasta que analicemos, por ejemplo, en
nal, por así decirlo, que Pablo adquiere con ella: «Nosotros sos-
el capítulo cuarto, el caso tan especial de Abrahán, podemos pensar,
tenemos... que el hombre es declarado justo por la fe, indepen-
como decíamos, en «la paciencia de Dios» (2,4-5; 3,25-26) o en un
dientemente de las obras de la ley» (3,28).
juicio que, aun teniendo en cuenta la particularidad de la Ley, juz-
En primer lugar, se nos informa aquí sobre el juicio que Dios gará las respectivas responsabilidades de quienes la poseían y de
hace del hombre. No del judío o del pagano, sino del hombre, en quienes no la poseían (cf. 2,12-16). Pablo parece no decidirse.
toda su universalidad. Y, por el momento, tampoco nosotros podemos decidirnos y de-
Estamos, pues, como se ve, en esa tercera etapa donde la par- jamos planteada la cuestión.
ticularidad (odiosa) desaparece y toda la humanidad vuelve a ser
Sí queda claro que el «ahora» de Pablo significa que, por lo
tratada de la misma manera. Para quien dude de que éste sea el
menos después de Cristo, el hombre vuelve a ser juzgado, de
acuerdo a la fe, en su total universalidad recobrada.
de carácter teológico: «La evidencia es demasiado decisiva (cf. ICC l,30ss) En segundo lugar, ya hemos indicado que no hay razón alguna
de que 'justificar' no significa 'hacer justo' sino 'declarar un juez justo a a priori para modificar la significación normal que tiene el verbo
alguien'... Los teólogos griegos no tuvieron una idea clara de la doctrina griego traducido a menudo por «justificar» y que usa aquí Pablo.
d-í la justificación» (ICC 1,101). Expresiones tan tajantes y, además referi-
das a todo Pablo, llaman la atención por lo genéricas, aunque puedan ser En las lenguas latinas, «justificar» adquiere —gracias a su se-
justas en la mayoría de los casos (¿qué pasa con el «hacer justos» de 5,19?), gunda raíz, faceré, hacer— un sentido amplio que abarca en general
y porque sacrifica a una determinada corriente teológica las posibilidades toda clase de relaciones humanas y comprende todas las veces que
exegéticas de examinar, en cada caso, el uso que hace de esos términos un «se hace justicia» a los argumentos o alegatos de otros.
escritor que, como Pablo, se caracteriza por su poder creador con respecto
al lenguaje. En griego —donde está ausente la raíz faceré, hacer— el verbo
364 La cristología humanista de Pablo
Entre la Ley y la Fe 365
tiene un sentido más restringido (y menos apto para el lenguaje
figurado), más ligado aún a la función formal de juzgar en una razón de tal declaración de justicia a «la fe, independientemente
corte. Apunta a la declaración de justicia o inocencia que hace el de las obras de la ley» a.
juez de un inculpado. Esa sentencia no hace, obviamente, al reo Comencemos entonces por la Fe. En este caso lo mejor que
justo o inocente. Sólo lo declara tal. El lenguaje constata el hecho podríamos tal vez hacer sería suspender nuestro juicio, ya que,
y deja a la realidad establecer si esa sentencia era equitativa, piado- con excepción de la introducción de la carta (1,17) —que perma-
sa o corrompida... nece asimismo misteriosa por el momento—, esta es la primera vez
Por supuesto, Pablo, como cualquiera, puede modificar sin que nos topamos con el término.
previo aviso el sentido de una palabra introduciendo en su con- Estamos aquí, en realidad, en las antípodas de lo que veíamos
tenido algo que no es lo usual. Lo único que sostenemos aquí es a propósito del verbo «justificar»: el sentido de la palabra Fe
que no tenemos razones a priori para suponer que lo haya hecho se abre en todas direcciones, como en nuestras lenguas modernas,
y que no es razón suficiente, al menos por el momento, la aparente y tal vez más aún. Puede designar confianza en una persona, espe-
contradicción entre esta declaración de inocencia debida a la fe ranza en un futuro, certeza en la afirmación de ciertas verdades,
y la advertencia anterior, ampliamente apoyada, de que Dios juzga etcétera. Podríamos adelantar que Pablo usa de hecho, indistinta-
al hombre de acuerdo a si obra o no el bien. mente y sin advertirnos, todas esas acepciones. Sólo el contexto
Lo que sí importa señalar es que el contexto judicial del verbo, podrá orientarnos.
más claro aún en griego que en nuestras lenguas, apunta al juicio Ante esta primera aparición del término y, por tanto, sin con-
que Dios hace de todos los hombres determinando su suerte de- texto aún, lo único que podemos decir sin temor a errar es que por
finitiva " fe Pablo entiende algo opuesto —en el campo específico del juicio
Esta es, en efecto, la manera que tiene Dios, según Pablo, de divino— a «obras de la ley», lo cual, aunque parezca una perogru-
juzgar a toda la humanidad por el mismo rasero (cf. 3,29-30). En llada, puede iluminarnos, dado que Pablo se ha referido ya, en
esto consiste —en que se obtenga una declaración de justicia en ese buena medida, a tales «obras».
juicio— la redención (3,24) y la expiación de todos los «pecados Pero antes de buscar la significación de la fe recurriendo a su
anteriores» (3,25). Y esto significa que «estamos en paz con Dios» término opuesto conviene añadir una especificación que puede
(5,1) y que, por ello, seremos «salvados» (5,9), porque «ya no aclarar o hacer más confusa la palabra. En la frase que comenta-
hay condenación alguna para quienes están en Cristo Jesús» (8,1). mos, y que elegimos por ser aquella en la que Pablo parece contraer
Pero en realidad todas estas precauciones interpretativas, que un compromiso más personal, «la fe» —sin más— se presenta
pueden parecer extrañas o exageradas, se vuelven necesarias a causa como independiente de las obras de la ley. Sin embargo, la primera
de la última parte de la expresión de Pablo, la que atribuye la
vez que Pablo sienta su principio en este capítulo se trata más
11
A menos que adoptemos la hipótesis extrema, aunque no desprovista 12
Que en esto haya un peligro de malentendido, lo muestran las reite-
de razones y méritos, de K. Stendahl, a la que ya aludimos. Stendahl ha hecho radas advertencias de Pablo, mediante preguntas que él supone se le hacen:
dar un giro copernicano a la exégesis de Pablo, con el que explica el desco- 3,31; 6,1.15. «San Pablo fue acusado, sin duda por adversarios reales, de
nocimiento, durante los tres primeros siglos de la Iglesia, de una posible antinomianismo. Lo que él dijo fue: 'Ño se obtiene el estado de justicia me-
justificación por la fe. El que haya tenido virtualmente que esperarse a diante obras de la ley; es un regalo de Dios'. Y lo presentaron como si hu-
Agustín para ello, procedería de que durante esos siglos no se entendió la
«justificación» como el juicio salvífico de Dios, sino como el juicio que ha- biera dicho: 'Por lo tanto, no tiene importancia lo que un hombre hace',
cía Dios de los paganos convertidos, admitiéndolos, en la comunidad cristia- conclusión que él repudia con indignación, no sólo aquí, sino también en
na, para ser como «judíos honoris causa» (cf. op. cit., p. 5, así como Rom 2, 6,lss.l5ss». ICC 1,74. No habría que dar demasiado por sentado que es
15-16), es decir, justificándolos como verdaderos herederos de las promesas perfectamente comprensible la indignación de Pablo, antes de ver más claro
de Dios a Israel. Creemos, sí, que ésta es una preocupación dominante en cómo se las arregla para salir del malentendido. Porque si a Dios realmente
Pablo, pero no a punto de anular sus análisis antropológicos, en los que la no le importa, en el sentido de que el regalo se hace igual, y de que Dios
justificación juega un papel central. realiza todo su plan de salvación sin cooperación causal del hombre, todo
lo que se diga sobre la importancia de lo que éste haga no sobrepasa mucho
el nivel de una retórica piadosa y levemente demagógica.
366 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 367

específicamente de «la fe en Jesucristo» (3,22) y se supone que la Pero conviene saber desde ahora los extremos entre los cuales se
poseen «todos los que creen», alusión clara, si las hay, a la comu- mueve el sentido de la palabra.
nidad cristiana, es decir, a los que, como Pablo expresará más Lo que será más valioso aún para definir ese sentido no puede
tarde, «están en Cristo Jesús» (8,1). Esto es tanto más importante ser otra cosa, lógicamente, que lo que Pablo le opone, sólo que
cuanto que, singularizando el principio universal, Pablo, en el aquí nos encontramos de nuevo con una imprecisión que puede
mismo capítulo tercero, escribe que de esta «expiación mediante ser importante. En los diez versículos que analizamos encontramos
la fe...» (3,25) se sigue el que Dios «declare justo al que cree en la fe opuesta a tres términos o conjuntos de términos: a «obras
Jesús» (3,26).
de la ley» (3,28), a «obras» (3,27) y a «ley» (3,21) 15 .
Sólo podríamos añadir a esto, en el estadio en que nos hallamos
de nuestra investigación, los dos extremos, por así decirlo, de esa ¿Tratan las tres expresiones de la misma realidad? Ello parece
fe, el más vago y el más estricto. innegable, dado que los diez versículos en cuestión constituyen una
Pablo hablará, en efecto, de una declaración de justicia recibida serie de repeticiones del mismo principio fundamental.
por Abrahán porque creyó en Dios (4,3.17). He aquí el extremo Sí ello es así, ¿cuál de las tres será la mejor para seguir el
más vago de la fe, puesto que de ella se dice lo mismo, que le valió pensamiento de Pablo? Cabría acotar que no hay por qué escoger
a Abrahán una declaración de justicia, sin que, por otra parte, pueda y que tal vez sería mejor mantener las tres in mente en espera
tratarse de una fe «en Jesús». de ulteriores explicaciones y aplicaciones. Pero algunas puntuali-
El otro extremo, en cambio, lo encontraremos más adelante zaciones nunca sobran.
también, cuando Pablo hable de «la palabra de la fe que nosotros Podemos decir ya que la formulación más solemne —con el
proclamamos» (10,8). De ella escribe: «Si confiesas con tu boca «sostenemos»— del principio en cuestión es la que usa la termi-
que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de nología más explícita, «obras de la ley», y que lo más verosímil,
entre los muertos, serás salvo» (10,9) 13 . No cabe duda de que hasta prueba de lo contrario, será que tanto «obras» suponga «de
estamos ante la misma temática, por lo menos a grandes rasgos. la ley» como que «ley» suponga las «obras» que le corresponden,
Sin embargo, la especificación de la je en su sentido estricto llega y ello cada vez que nos encontremos ante el mismo tema.
aquí al máximo, pues hasta se le da un contenido —casi dogmá- Dos observaciones más pueden ser de importancia. La primera
tico— marcado por el que. Los exegetas están de acuerdo en que
se refiere a esa presunta contradicción entre el principio que Pablo
ese contenido fundamental, la fórmula «Jesús es Señor», fue una
sienta aquí y su pensamiento sobre el juicio universal de Dios
de las primeras y preferidas fórmulas de fe de la Iglesia primitiva.
expresado sobre todo en el capítulo segundo. En éste el criterio era
Con ella se distinguía a un cristiano. Y de esas pocas y simples
palabras hacía uso el mártir para señalar que perseveraba hasta el «obrar» el bien. Aquí el criterio se desplaza de «las obras» a la
la muerte en su fe 14 . fe. Ahora bien: obrar es un verbo que, de alguna manera, reduce
a un singular (verbal: el obrar) una serie de obras. Sobre todo
No será fácil decidir en cada caso si es lícito o no aplicar al porque se trata de obrar el bien, también en singular. En cambio,
término fe, usado por Pablo, un sentido más amplio o más estricto. el plural de «obras» —especificado más aún por el término ley,
13 que prescribe o proscribe numerosas obras— puede ser de impor-
Si se tiene en cuenta que en los dos elementos de esta fórmula de fe
están presentes los dos condicionamientos para entrar a formar parte de la tancia decisiva para resolver la aparente antinomia.
comunidad cristiana, y que, según Lucas, la primera comunidad de Jerusalén
entendió que la salvación dependía de esa participación («El Señor agregaba 15
cada día a la comunidad a los que se habían de salvar», Hch 2,47) se com- Entendemos que cuando Pablo dice que ha sido eliminado el gloriarse
prende que, aunque Pablo tenga un pensamiento menos mágico y más com- y luego se pregunta «por qué ley», afirmando que no es por la «ley de las
plejo, utilice esta «fórmula de fe» primitiva como argumento en su polémica obras» (3,27), ley significa aquí el mecanismo que elimina el gloriarse. Por
contra los judíos. Y que no la emplee nunca en los ocho primeros capítulos tanto, no tenemos en esa «ley de las obras» un cuarto conjunto de términos
de Romanos, donde encontramos su cristología. opuesto a la fe, ni, menos aún, un sinónimo de «obras de la ley» con los
14
Cf. R. Bultmann, op. cit., pp. 81, 125, 312. términos invertidos. Por otra parte, a diferencia de las otras tres expresiones
reseñadas, «ley de las obras» no volverá a aparecer en Pablo.
368 La cristología humanista de Pablo
Entre la Ley y la Fe 369
Tanto más cuanto que no sólo tenemos el capítulo segundo,
desde este punto de vista filológico. En la primera a los Corintios que tanto las buenas obras como los pecados se contabilicen
vuelve Pablo a escribir sobre «el día» del juicio de Dios y dice que (cf. 5,13).
allí «la obra de cada cual quedará al descubierto... y la calidad de Sin embargo, a pesar de reconocer el valor de los argumentos
la obra de cada cual la probará el fuego...» (1 Cor 3,13). Otra que sustentan esta objeción, creemos que «la ley» a la que Pablo
vez, por tanto, el pensamiento de Pablo concerniente al juicio se refiere aquí debe ir con mayúscula, por ser la de Moisés. Y ello
de Dios (y en este caso habla ya de los cristianos; cf. 1 Cor 3,11) por una razón muy simple. A paganos y judíos se les exige lo
vuelve hacia el obrar, pero no al plural «obras», sino al singular mismo, es decir, la fe 17. Sólo ella, de un modo que tendremos que
«obra». Vale la pena, creemos, tener esto en cuenta para compren- precisar más, es capaz de llevar al hombre, esclavo del Pecado,
der ulteriores desarrollos del pensamiento de Pablo. a una declaración de justicia y, por tanto, a una reconciliación con
La segunda observación se relaciona con el hecho de que hemos Dios. Si Pablo, pues, contrapone fe a algo, ese algo apunta sólo
escrito «ley» con minúscula, tanto cuando aparece sola como al judaismo en la medida misma en que sólo él tiene una manera
cuando lo hace en la expresión «obras de la ley». ¿Por qué, dado diferente de considerar el juicio de Dios. Sólo en él el pecado puede
que en el capítulo segundo y en la primera mitad del tercero hemos ser contabilizado de acuerdo a un recuento de las obras hechas
usado sistemáticamente la mayúscula, con una sola excepción w ? de acuerdo o no con la Ley (cf. 5,13).
La mayúscula, en castellano, por supuesto —los manuscritos grie- De esta manera, la parte positiva del principio —la declaración
gos más antiguos están escritos todos en mayúscula—, nos servía de justicia gracias a la fe— va a ambos destinatarios de la carta
para indicar que aquello de que el judaismo se había apoderado, (judíos y griegos), mientras que la negativa —la eliminación de
haciéndolo instrumento del Pecado, era la Ley, la revelación divina las obras de la Ley como criterio de juicio— atañe únicamente
normativa resumida y como concentrada en el Decálogo de Moisés a quienes podían alegar la Ley de Moisés como criterio que les era
o, en forma más amplia, en la revelación veterotestamentaria. propio. Así, Pablo podría haberse contentado, al tratar solamente
Cabe preguntarse, pues, y no suponerlo apresuradamente, si en con paganos (convertidos), con afirmar que la declaración de jus-
la expresión obras de la ley se trata de esa misma Ley —con ma- ticia se obtenía mediante la fe, sin más. Así lo hace, efectivamente,
yúscula—, o sea, de la revelación de la norma divina contenida en 3,30.
en la Biblia. A pesar de que esto es así exegéticamente sin duda, no pode-
A primera vista, uno estaría tentado de negarlo. En efecto, mos menos de plantearnos ante un principio así establecido una
después de establecer la esclavitud de todos los hombres con res- última pregunta. La fe, en cuanto opuesta a «las obras de la Ley»,
pecto al Pecado, uno esperaría que el nuevo principio que Pablo tiene una relación directa con el mecanismo que pone a los judíos
establece tuviera igual relevancia para paganos y judíos. Pero ocu- bajo la esclavitud del Pecado. Ahora bien: los paganos tienen
rre que el principio parece no modificar mayormente la situación también sus mecanismos propios para caer bajo una esclavitud
de los paganos, ya que la sustitución de «las obras de la ley» por semejante, al impulso de los «deseos de sus corazones». Hemos
la fe concerniría, si se tratara de la Ley, al resorte del Pecado visto además que en ambos casos esos mecanismos llevaban a la
que actúa exclusivamente en el judaismo. Son ellos los que «se esclavitud mediante la «prisión de la verdad», es decir, mediante
glorían» (3,27) de tenerla. Si nuestra observación anterior es exacta, el autoengaño. Cabe, pues, dejar aquí planteada la pregunta: ¿no
son también ellos los que se relacionan más con ese plural de tendrá también la fe de la que habla Pablo en su principio una
«obras», ya que se precisa una ley exterior, como la de Moisés, para oposición a los «razonamientos enredados» de los paganos, como
la tiene a las «obras de la Ley» de los judíos?
16
La de esa ley inscrita en el corazón de los paganos, que rige —aunque
la mayoría de los hombres no se sometan a ella, y la Muerte, gracias al Pe- " Aquí tenemos que hacer justicia a observaciones atinadas y a argumen-
cado, reine en ese período (cf. 5,12)— en la primera etapa del plan de Dios. tos presentados por la ya mencionada obra de K. Stendahl, tendiendo a pro-
Pero sería exagerado y tendencioso decir que esa ley prueba que, en ese pe- bar que la principal preocupación de Pablo fue mostrar que la je daba a
ríodo, los hombres se hallan bajo un sistema legal (cf. ICC 1,58). los paganos el mismo derecho que a los judíos para formar parte de la co-
munidad sucesora del pueblo de Israel.
24
370 La cristolo gía humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 371
Es evidente que nada explícito aparece en los versículos que empeño, porque, a fin de cuentas, unos y otros «hacen las mismas
examinamos a este respecto. Pero este planteamiento podría seguir cosas» y tienen «presa la verdad en la injusticia».
actuando inconscientemente en el pensamiento de Pablo y llevarlo Luego es obvio para Pablo que éste no era el plan, por lo
a desarrollos ulteriores, como los del capítulo séptimo. menos no el plan total de Dios, y que el supuesto error es, por
Sea de ello lo que fuere, con lo dicho aquí no hemos hecho tanto, parte de un plan más vasto y complejo.
más que abrir el camino al planteamiento fundamental: cómo Para descubrir este plan divino, Pablo tiene, como siempre
entender el principio básico que Pablo sienta aquí. Y a prevenir hasta aquí, que despegarse de la letra del evangelio —donde sólo
contra simplificaciones. encuentra el pensamiento ambivalente de Jesús respecto de la
Ley— y aun despegarse del sentido más literal de la Escritura
II veterotestamentaria que, después de la creación de los demás
pueblos, se orienta claramente al tema del pueblo escogido.
Por lo que hemos visto hasta aquí, en los dos primeros capí- Por lo pronto, la relectura que Pablo está interesado en hacer
tulos de Romanos Pablo ha podido rastrear, en el mensaje histó- para comprender a la humanidad entera en el plan de Dios tiene
rico de Jesús, la idea capital de que el Pecado ejercita su poder necesariamente que remontarse a la etapa que precede al Sinaí,
esclavizador universal haciendo que un elemento de mentira, ínsito o sea, a la formación y constitución «religiosas» del pueblo de
en la Carne, se apodere de toda revelación religiosa, la sistematice Israel mediante la promulgación de la ley de Moisés. Más aún:
y la haga servir a los intereses del hombre, con lo cual no sólo para el ex fariseo Pablo, circuncisión y ley van juntas. La primera
se convierte en un tipo de ideología, sino que su carácter de ideo- es el signo de la aceptación total de la segunda (cf. Gal 5,3).
logía «sagrada» va pervirtiendo el juicio del hombre hasta que, Y como, gracias a la retroproyección que hace la fuente sacerdotal
sin darse cuenta ya, usa naturalmente de lo religioso para justificar de la época del exilio a la de los patriarcas, la circuncisión vige
la injusticia de sus relaciones con sus semejantes. ya desde una parte de la vida de Abrahán (cf. Gn 17,lss), Pablo,
Entre los elementos religiosos que han sido de esta manera en realidad, no puede contar para su argumentación sino con la
puestos al servicio del Pecado, Pablo, tomando como ejemplar el etapa que va, en el Génesis, del capítulo primero al decimoséptimo,
caso de los judíos, elige uno para su demostración: la Ley. es decir, desde el origen del mundo y de la humanidad hasta la
A partir de aquí, le es más difícil a Pablo rastrear en los evan- circuncisión de Abrahán exclusive.
gelios (o, para ser más exactos, en los fragmentos que de ellos Esto es, sin embargo, adelantarnos al tema que Pablo va a des-
tendría en ese tiempo a su disposición) la continuación de su ar- arrollar de manera más explícita en los capítulos siguientes. Lo que
gumento antropológico. Tiene, en cierto modo, que arriesgarse queremos retener aquí es que Pablo, en una interpretación creado-
a seguir la propia lógica de las premisas establecidas. ra, se lanza —y debe hacerlo— a una relectura del plan de Dios
La primera conclusión que parece deber desprenderse de ellas que sólo al final del camino volverá a encontrar, para verificar
es que, si el plan de Dios era remediar la situación de los paganos el recorrido total, en Jesús de Nazaret.
mediante un suplemento de conocimiento (es decir, una revelación Volvamos, pues, al capítulo tercero de Romanos. Es obvio que
hecha al pueblo judío), mediante la Ley 18, falló totalmente en su en él, con mil precauciones, Pablo se ve obligado a adelantar una
hipótesis necesaria para su argumento de que el plan de Dios fue
18
Además de las dificultades que tiene Pablo para atribuirle un valor y desde siempre más vasto que el de una mera victoria de la Ley.
una función a la Ley en el plan de Dios, está la dificultad del vocabulario. Y esa idea escandalosa le permite suponer que a Dios le convenía
En este capítulo, «ley» tiene, por lo menos, tres acepciones diferentes. So- que la Ley fallase en hacer al hombre justo.
bre todo cuando va unida a «los Profetas», significa la revelación misma de
Dios consignada en el Antiguo Testamento. La ley, además, se aplica de un
modo más especial, a la parte explícitamente normativa de esa revelación, nalmente «ley» tiene el sentido «secular», diríamos, de mecanismo o expli-
así como a su amplificación «teológica» a lo largo de la historia de Israel. cación. Y así, en este capítulo, cuando se quiere saber cómo ha sido aboli-
En este sentido constituye un elemento central en la «religión» de éste. Fi- da la posibilidad de «gloriarse», Pablo presenta la alternativa: debe ser o
por la «ley» de las obras o por la «ley» de la fe.
372 La cristologia humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 373

De haber usado Pablo una clave política, la afirmación hubiera después) al testamento, codicilo por el cual se establecen las con-
parecido obvia, tan relacionada se halla con el destino mismo de diciones que el presunto heredero tendrá que cumplir para obtener
Jesús. Como ocurre con los grandes políticos, son grandes en la el regalo que el testamento le prometía. En otras palabras, bajo
medida misma en que luchan contra grandes vicios de la sociedad. la apariencia de un testamento —promesa y gracia— estamos, en
Si la ley religiosa de Israel hubiera conseguido edificar una socie- realidad, ante un contrato. Por lo menos, así, según Pablo, lo
dad coherente y justa, el interés suscitado por el hombre Jesús comprendieron los maestros de Israel en su interpretación de
no habría existido. la Ley.
Lo que fascinó en su destino fue su lucha contra los que fun- De ahí que la posibilidad, para Dios, de llevar a cabo su plan
daban en la Ley la justificación de una gran injusticia. Eso es lo primitivo y universal esté en que ese contrato no se pueda cum-
que dice, aunque en otra clave, no política, la frase de Pablo a los plir. Y por aquí nos explicamos la frecuencia con que Pablo usa
Gálatas: «Si de hecho se nos hubiera otorgado una Ley capaz de el argumento (que no valdría para una ley que no fuera conside-
vivificar, en ese caso la justicia vendría realmente de la Ley; pero rada como contrato) de que una sola infracción es bastante para
de hecho la Escritura encerró todo bajo el pecado a fin de que la que nada pueda ya esperarse de la Ley.
promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesu- En Gálatas, Pablo muestra lo ridículo de suponer que Dios
cristo» (Gal 3,21-22). hace primero una promesa incondicionada y luego, como alarma-
Pero precisamente lo que es obvio en una clave política, aunque do ante la imprudencia de una tal generosidad, cuatrocientos años
parezca un poco cínico, se vuelve difícil de expresar, áspero y es- después va y condiciona el regalo a cláusulas morales establecidas
candaloso en una clave antropológica o, si se prefiere, en una por ley. Pero si ello es así, ¿cómo se explica el que se haya caído
antropológico-religiosa. Decir que a Dios le conviene el pecado en esa ridiculez?
—con minúscula— por el que se quebranta la Ley, y aun el Pecado Y, una vez más, la respuesta es la misma: espontánea, natural-
—con mayúscula— por el que el hombre se esclaviza en su mala mente, el hombre no cree sino en aquello que controla. En aquello
fe, no es fácil. Y lo es aún menos decir que Dios actuó, de hecho, que puede calcular. Por eso lanza las redes de su cálculo hacia lo
siguiendo esa conveniencia. más poderoso: hacia lo religioso. Pues bien, desde que existe una
Lo que ocurre es que la Ley, entendida de manera espontánea ley, el pecado se vuelve calculable (cf. 5,13) y lo mismo la jus-
—«religiosa»— por el hombre, constituye un camino errado y ticia.
sin salida, y sólo cuando eso se comprueba puede partir el hombre Eso es precisamente lo que Dios tiene que destruir. Y no lo
en busca de otro significado, esta vez el verdadero —no el «natu- puede hacer, por así decirlo, «desde arriba», por medio de otra
ral»— de la Ley. «revelación» que caería igualmente bajo los mismos mecanismos
Este argumento, siempre de acuerdo con lo visto en el capí- deformantes. Es menester que el hombre recorra todo el camino
tulo anterior, está bien desarrollado en la carta a los Gálatas. de su error y se encuentre finalmente con éste.
Antes de ser circuncidado, Abrahán recibe la Promesa gratuita y El argumento de Gálatas está consignado brevemente y como
básica de Dios: la de ser bendición universal y sin límites para la por alusión en Romanos, en el capítulo que estudiamos, cuando
humanidad. Cuatrocientos años después, según el cómputo bíblico, Pablo proclama que «ninguna Carne, mediante las obras de la ley,
aparece, con Moisés, la Ley. será declarada justa ante él (Dios)» (3,20). El «medíante las obras
de la Ley» alude obviamente a la concepción de ésta como un
¿Cómo la recibe el hombre? Con su tendencia espontánea a
contrato, cuyas cláusulas, que han de ser puestas por obra, deben
no creer mucho en promesas vagas cuyo cumplimiento no es po-
ser cumplidas en su totalidad para que lo estipulado en el con-
sible controlar, concebirá a la Ley como un contrato: si haces esto,
trato, el «ser declarado justo», tenga lugar. Se alude asimismo,
alcanzarás la bendición.
usando Carne en vez de hombre, a la tendencia, propia de la crea-
Pablo usa una comparación legal. La Promesa era como un tura, que usa de lo religioso en un desesperado esfuerzo por apo-
testamento, es decir, la seguridad anticipada de un regalo. La Ley derarse, de manera calculable y segura, de los bienes divinos.
es comprendida erróneamente como un codicilo agregado (mucho
374 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 375
El que haya que esperar éstos de un regalo, según el argu- Ese parece ser el destino de toda revelación caída en poder de los
mento desarrollado en Gálatas, se expresa aquí cuando se dice mecanismos de la creatura, y muchas veces la lectura de Pablo nos
que eso mismo que se buscaba en la Ley, concebida como con- lleva a preguntarnos si no habrá en él un cierto pesimismo ra-
trato, es decir, la justicia, «ahora, independientemente de la ley... dical 19.
se ha manifestado... siendo (los hombres) declarados justos por Estamos, por cierto, aquí en un punto decisivo. ¿Qué función
el regalo de su Gracia» (3,21-24). Que esto no sea una sorpresa, positiva puede tener la Ley frente a la gratuidad de un regalo,
sino, como se decía en Gálatas, el cumplimiento de una Promesa, y que no sea condicionarlo, ya que dejaría, entonces, de ser lo que
está asimismo presente aquí cuando se alude a que lo acontecido es, o sea, un regalo?
sucedió «según el testimonio de la Ley y los Profetas», término También aquí la carta a los Gálatas puede iluminar nuestro
acuñado para designar la Escritura en general. En el capítulo camino. En ella, Pablo designa a la Ley con una metáfora: fue
siguiente, ese testimonio, concerniente a la promesa hecha a —es el judío el que habla— nuestro «pedagogo» hasta Cristo
Abrahán, será estudiado más largamente por Pablo. (Gal 3,24). Por supuesto, con la llegada de la Fe (el nuevo perso-
El seguro fracaso de la Carne para hacer funcionar la ley como naje decisivo que entra en escena precisamente en el capítulo
contrato se confirma así doblemente. Por una parte, por el acon- tercero de Romanos que estamos analizando) «ya no estamos bajo
tecimiento efectivo del regalo «independientemente de la Ley». el pedagogo» (Gal 3,25).
Por otra, por el fracaso de los intentos de justicia hechos de Bien, pero ¿cuál es nuestra situación actual respecto al «pe-
acuerdo a la Ley y juzgados de acuerdo a la misma revelación de dagogo»? Podemos suponer que no se ha desvanecido en la nada
Dios, en una larga lista de pecados de los que todos son culpables por el solo hecho de no estar ya bajo él. Deberíamos más bien
—aquí sí paralelos a los de los paganos—, pero, además, sancio- decir, y ya veremos que ése es el pensamiento de Pablo, que te-
nados por el juicio mismo de Dios, ya que se trata de citas de la nemos que encontrarle al pedagogo una función que, si es nueva
divina Escritura (cf. 3,10-18). para nosotros, es su función original. Y la principal característica
Ahora bien —y aun dejando de lado la falsa conclusión de de esa función, implícita en la misma metáfora (cuando se la lee
que debemos colaborar a ese proyecto divino con nuestros pro- en su contexto cultural) es la de estar él debajo de nosotros20. La
pios pecados o de que no podemos ser responsables cuando Dios Ley bajo el hombre, y no el hombre bajo la Ley... ¿Habrá quien
mismo nos quiere pecadores —queda la cuestión de saber si la no escuche aquí un eco evangélico insoslayable?
función de la Ley se reduce a mostrar un camino errado para que Pues bien, también aquí la primera carta a los Corintios com-
luego se tome el acertado. plementa la dirigida a los Gálatas. En efecto, enseña a convertir
A esta pregunta Pablo responde muchas veces con la negativa. la pregunta moral, pero infantil, por lo «lícito», en una pregunta
La Ley debe significar, y sin duda significó, un progreso. Diríamos madura por lo «conveniente» (cf. 1 Cor 6,12; 10,23). Y la razón
que Pablo parece dispuesto a poner ese progreso en cualquier
parte menos en una: no puede afectar al hecho de que todos esta- " Muy diferente, en ese caso, del toque de brío y alegría que distingue,
mos bajo el Pecado. si no el destino global, sí el mensaje y la predicación de Jesús de Nazaret so-
bre la venida del reino.
Podría parecer, a primera vista, que sólo un cierto atavismo 20
Aunque también el argumento vale en nuestra época, ya que con la
lo lleva a buscarle a la Ley otra finalidad que no sea la de enfren- mayoría de edad no nos desembara2amos lisa y llanamente de nuestros maes-
tar al hombre con el muro de su propia impotencia cuando pre- tros, se ha de tener presente que en el tiempo de Pablo la metáfora era aún
tende negociar con Dios y obtener de él, como un derecho adqui- más rica de contenido: el pedagogo era un esclavo encargado de la educación
de los hijos y, por eso, dotado de una cierta autoridad sobre ellos, para
rido, una declaración de justicia. luego seguir bajo sus antiguos alumnos con nuevas funciones cuando éstos
En realidad, no le es fácil a Pablo —y las dificultades del llegaban en la mayoría de edad a hacerse cargo de todos los bienes here-
pasaje lo manifiestan con excesiva claridad como para dudar de dados de sus padres. Poco importa, a este respecto, la discusión entre exe-
getas acerca de si el pedagogo enseñaba realmente, o sólo conducía a los
ello— atribuirle a la Ley valor alguno que no pueda ser desnatu- hijos de la familia a la escuela. En cualquier caso velaba por su conducta
ralizado por la Carne, como privilegio, como moneda negociable... en ese tiempo e impartía órdenes.
376 ha cris tología humanista de Pablo Entre la Ley y la Fe 377
es que, al no estar más bajo el pedagogo, o sea, bajo la Ley, «todo la causalidad histórica colocada al servicio del amor a los demás.
es lícito» 21. Volvamos ahora a Romanos y al capítulo tercero. Encontramos
Con la mayoría de edad, el que era «dueño de todo» (Gal el mismo argumento, pero expuesto de una forma tan sucinta, que
4,1), aunque sólo por testamento, es decir, en virtud de la Pro- puede dar origen al peor de los malentendidos.
mesa, entra efectivamente en posesión de su herencia: todo, el El que la Ley en sí misma represente una verdad, por más
universo (cf. 1 Cor 10,26). Y, como dueño, no es lógico que pre- que ésta sea deformada sistemáticamente por la Carne y no co-
gunte aún al pedagogo (que siempre estuvo a su servicio, aunque loque al judío en mejor situación en lo que al Pecado se refiere,
antes estuviera capacitado para darle órdenes) por lo que le es lo dice Pablo al afirmar que «a su fidelidad» fueron «entregadas
lícito hacer en su propia casa. La ayuda que el pedagogo puede las palabras de Dios» (3,2). Y como Dios es fiel, no se las retirará
continuar prestándole será la de contribuir a orientarlo en el pro- jamás, por grande que sea (aunque siempre parcial) su infidelidad.
blema de la «conveniencia» de los medios que se le proponen para Pero el que las hayan recibido mal, haciendo de lo que era
los fines que pretende. Promesa y Gracia un contrato, de méritos, premios y castigos,
Indudablemente, ello no quiere decir que lo enseñado antes ya lo hemos visto antes y no necesita ahora nueva confirmación.
por el pedagogo haya perdido todo su valor de orientación. Puede Esa es, ni más ni menos, la etapa «infantil» y «carnal».
seguir siendo verdadero (cf. 3,2; 7,12.14.16), una etapa indispen- La nueva etapa, inaugurada con Jesucristo, está aquí sólo
sable en el camino hacia la verdad, pero tal cual, una etapa «in- esbozada por el momento. Los capítulos siguientes nos permitirán
fantil», habida cuenta del educando. precisarla mejor.
Diríamos, con Pablo, que se trata de una «verdad» que se En Gálatas veíamos que la etapa nueva y definitiva era como
aprende con la Carne. Y ya hemos visto que, para él, carnal e el paso del heredero niño a la mayoría de edad y a la plena po-
infantil son sinónimos (cf. 1 Cor 3,1). Porque el mecanismo que sesión de la herencia. Ahora bien, esa nueva condición, ese nuevo
funciona en la comprensión de esa «verdad» es aún el miedo. status antropológico, lleva en Gálatas un nombre. Y con ese nom-
Quien pregunta por lo que es «lícito» tiene miedo no de hacer bre se designa un personaje decisivo más en esa galería de actores
algo contraproducente a sus propios proyectos, sino algo merece- que configuran, con sus tensiones y compromisos, la vida del
dor de castigo. O pretende obtener un premio como mérito de hombre, según Pablo. Es la etapa de la Fe. «Una vez llegada la
su conducta. fe, ya no estamos bajo el pedagogo» (Gal 3,25; cf. también 3,26).
Por eso la madurez de que habla la carta a los Gálatas no es Con idéntico nombre se llama a la misma etapa en Romanos:
un toque o una fecha mágica. Viene sí, a su debido tiempo, con «Ahora, independientemente de la ley [ya no estamos bajo el
Cristo; pero es un efecto del Espíritu que, opuesto a la Carne, pedagogo] la justica de Dios se ha manifestado... esto es, la jus-
libera al hombre del miedo y le da esa sensación de ser hijo (cf. ticia de Dios por la fe en Jesucristo» (3,21-22). Y, un poco más
Gal 4,4-7) mediante la cual puede aventurarse en el dominio de adelante: «¿Dónde queda, entonces, el gloriarse? Ha sido elimi-
lo conveniente, es decir, en el dominio de una praxis que no fun- nado. ¿Por qué ley?, ¿la de las obras? No, sino por la ley de
ciona por premios y castigos, méritos y contratos, sino mediante la fe. Nosotros sostenemos, en efecto, que el hombre es declarado
justo por la fe, independientemente de las obras de la ley» (3,
21
Pablo no exagera. Y no hay que olvidar que Marcos saca la misma 27-28).
conclusión de la predicación de Jesús (Me 7,19). Aunque la frase, que con- En esta apretada síntesis se corre un peligro, muy atenuado
cierne sólo a los alimentos (considerados puros o impuros en sí mismos por
la ley de Moisés), debe ser pospascual, el hecho, sin embargo, de haber sido en las explicaciones, tan cercanas al evangelio, de Gálatas y Co-
incluida como conclusión prueba que se la relacionó con la doctrina de Je- rintios. El de interpretar la Fe en un sentido mágico, mítico y,
sús según la cual nada exterior, ni siquiera una presunta ley de Dios con- por cierto, infantil, demasiado parecido a la interpretación mágica,
signada en la Biblia puede hacer que las cosas, en sí mismas (cf. la fórmula,
esta vez universal, de Pablo en Rom 14,14) sean etiquetadas moralmente. mítica e infantil de la ley: como un acto que Dios precisa o exige
El que la «licitud» se atribuya sólo a los alimentos en Marcos, viene sin para regalarnos algo, por precioso que sea, que permanece exte-
duda de la atracción que en la «parábola» ejerce el término de «boca». rior a nosotros y que no nos sería regalado sin ese acto.
378 La cristología humanista de Pablo Entre la Ley y la Ve 379

Si nos atenemos a Gala tas, comprendemos que lo que Dios yor neutralidad posible, las cláusulas de ese contrato que parece
quiere darnos no es una declaración de justicia que nos permita ser la ley. Jesús mostró claramente cómo era necesario haber
llegar a situarnos en un lugar donde no tenemos derecho a estar. vencido previamente ese miedo radical para entender lo que Dios
Lo que Dios le regala al hombre en Jesucristo es la posibilidad nos quiere decir y, aun sabiéndonos pecadores, lanzarnos a los
de una madurez coherente, es decir, de una plena realización problemas propios de la madurez, es decir, la creación de un amor
humana, y que supone la sustitución de los mecanismos de la históricamente inventivo y eficaz.
Carne por los del Espíritu. Si tenemos en cuenta estos tres sentidos que forman como el
No en vano la carta a los Romanos repetirá, casi palabra por espectro del significado de la Ve en Pablo, tal vez nos sorprenda
palabra, el pasaje decisivo de Gálatas sobre lo que el Espíritu el no hallar el término —por lo menos con el mismo sentido—
realiza en profundidad mediante la Fe: «En efecto, cuantos son en los sinópticos. Es decir, en los documentos más fehacientes
guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Porque no sobre el Jesús histórico. Pero, ¿y la misma cosa no estará presente
recibisteis un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino bajo otros títulos o imágenes?
que recibisteis un espíritu de filiación adoptiva con el que grita- Tomemos lo contrario de la Ve de acuerdo con el pasaje ya
mos: Abba, papá. El Espíritu mismo se une para testimoniar a estudiado de Pablo: las obras de la ley. Pues bien, recordará el
nuestro espíritu que somos hijos de Dios, y si hijos, también here- lector que, frente a la interpretación de la Ley hecha por escribas
deros...» (8,14-19). No se trata, pues, de asociarnos una justicia y fariseos, Jesús responde, tanto en las polémicas sucesivas que
inmerecida, gracias a los méritos de Jesucristo. En la Fe se trata recuerda Marcos como en (el cuarto grupo de) las parábolas, con
de que, por primera vez, el Espíritu ponga, frente a los mecanis- un ataque que la primera parte de nuestra obra nos reveló como
mos de la Carne, el principio de una existencia completamente central.
nueva, capaz de la audacia creadora que sólo es propia de hijos, Y en ese ataque aparecían cosas íntimamente relacionadas con
la única que puede obtener algo nuevo en la historia del universo, la doctrina de Pablo sobre las obras de la ley. El primer elemento
herencia del Creador. era el de cómo una cierta atención que se dirija antes que nada
Cabe preguntar, por último, y a raíz de este capítulo, por qué directamente a la Ley, para reconocer su letra, «endurece el co-
se le da a ese personaje antropológico el nombre de Ve, no rela- razón» e insensibiliza al hombre, permitiéndole engañosamente
cionado, a primera vista, con el vocabulario de los evangelios. justificar su desprecio y su desamor por sus semejantes.
Tenemos en Pablo tres respuestas implícitas, y las tres conver- El segundo elemento era que, de acuerdo a la polémica, di-
gentes. recta o por medio de parábolas, Jesús insinuaba que la única
En el primer sentido, Ve es el sí del hombre a la revelación manera correcta de interpretar la ley (en su Espíritu) era —des-
pura de Dios y, en la misma medida, libre del uso «religioso» preocupándose de sus obras— leerla desde las necesidades del
que la Carne pretende hacer de ella para procurarse ventajas, hombre. Y que la única manera de reconocer éstas era fiarse del
privilegios, gloria, seguridad. Si el término, en este sentido, parece impacto de los signos que la historia nos muestra, y juzgar por
faltar en los sinópticos, es porque Jesús ataca la «hipocresía» sin nosotros mismos «lo que es justo» hacer por el necesitado.
dar un nombre preciso y explícito a la actitud opuesta. El tercer elemento era, por consiguiente, la audacia para elevar,
En el segundo sentido, Ve es, no por cierto un acto, sino la ante la letra de la palabra de Dios, un criterio previo donde el
adhesión a la persona-mensaje de Jesús, por la cual aceptamos hombre se juega todo su destino obedeciendo los dictados de su
—tema central de las parábolas y de las controversias— nuestra corazón. Si la verdadera —no la engañosa— hermenéutica de la
condición de hijos del Padre y de herederos del mundo creado Ley exigía ese riesgo, sólo quien lo asumiera podía comprender
por él. el verdadero sentido de esa misma ley y sacar provecho de ella.
En el tercer sentido, Ve es la actitud que nos permite vencer Ahora bien, Jesús no nombra esa actitud decisiva. Pero si nos
el temor de la Carne, que nos lleva a querer negociar con Dios representamos al hombre que, frente a Dios, procede de esa ma-
una declaración de justicia, tratando para ello de leer, con la ma- nera, entiendo que lo único que cabe es caracterizarlo como un
380 La cristología humanista de Pablo

hombre de fe, en el triple sentido que, como acabamos de ver,


CAPITULO IV
tiene esa palabra en Pablo.
Así, y tomando todas las precauciones para no hacerle decir
ABRAHAN, PRIMERA SÍNTESIS DE LO CRISTIANO
a éste lo que no dice (en el pasaje que comentamos), podemos,
aunque no sea más que a título de hipótesis coherente, suponer
que la declaración de justicia gracias a la fe, que no parece tener
paralelo alguno en los sinópticos, comprendida en profundidad
y en clave antropológica, se revela como la actitud precisa y deci-
siva que el Jesús histórico enseñó a sus discípulos.
Romanos 4,1-25

1
Pues ¿qué diremos que encontró Abrahán, antepasado
nuestro según la carne? 2 Porque si a Abrahán se lo declaró
justo por las obras, tiene de qué gloriarse. Pero no es así ante
Dios. 3 En efecto, ¿qué dice la Escritura? «Y Abrahán creyó
en Dios y le fue contado como justicia». 4 Ahora bien, el salario
para el que trabaja no se cuenta como regalo, sino como deuda;
s
pero para el que no trabaja (y) cree en aquel que declara justo
al impío, su fe se le cuenta como justicia. 6 Así también David
habla de la felicidad del hombre a quien Dios le cuenta la jus-
ticia independientemente de las obras; 7 «Felices aquellos cuyas
iniquidades fueron perdonadas y cuyos pecados fueron cubier-
tos. 8 Feliz el hombre a quien Dios no le cuenta su pecado».
9
Tal declaración de felicidad ¿se aplica (sólo) a la circun-
cisión o también a la incircuncisión? Ya que decimos que (fue)
a Abrahán (a quien) se le contó la fe como justicia. 10 Vamos a
ver, ¿en qué circunstancias se le contó? ¿Cuando era circunciso
o incircunciso? No circunciso, sino incircunciso. H Y recibió el
signo de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que
tuvo en la incircuncisión, para poder ser él mismo padre de
todos los que creen procedentes de la incircuncisión —de mane-
ra que se les cuente como justicia— n y padre también de la
circuncisión, es decir, de los que no sólo proceden de la cir-
cuncisión, sino que siguen las huellas de la fe de nuestro padre
Abrahán aún incircunciso.
13
En efecto, no (fue) a causa de la ley, que (fue hecha) a
Abrahán y a su semilla la promesa de que su herencia sería el
mundo, sino a causa de la justicia de la fe. I4 Porque si la he-
rencia (se debe) a la ley, la fe es en vano y queda anulada la
promesa. l s Ya que la ley produce ira, pero donde no hay ley,
tampoco (hay) transgresión. Por eso (fue) a causa de la fe, para
que fuera gratuita y por ende segura la herencia de la promesa
para toda la semilla, es decir, no sólo para el de la ley, sino
también para el de la fe de Abrahán, que es padre de todos
382 La cristología humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 383

nosotros 17 como está escrito: «Te he hecho padre de una mul- dos de la comunidad de Roma, nos extraña, ya a primera vista,
titud de naciones» ante Dios, en quien creyó, al crer que da que el primer ejemplo de una declaración de justicia por la fe sea
vida a los muertos y llama a ser a lo que no es. 18 Esperando el de alguien que no pudo tener la fe exigida por Pablo en el
contra (toda) esperanza, creyó, con lo que llegó a ser padre de capítulo tercero, al sentar su principio: fe en Jesús. Pero no nos
una multitud de naciones, como se le había dicho: «Así será apresuremos a sacar conclusiones antes de analizar el contenido
tu semilla». 19 Y no flaqueó en su fe al considerar su propio del capítulo.
cuerpo ya como muerto —tenía cerca de cien años— y la muerte
del vientre de Sara. x Respecto a la promesa de Dios, no cayó
en la incredulidad, sino que se hizo fuerte en la fe 21 dando gloria
a Dios totalmente persuadido de que es poderoso para hacer I
lo que prometió. 2 Por eso (ello) se le contó como justicia.
23
Pero no se escribió sólo de él que «se le contó», M sino ¿Qué dice Pablo de Abrahán? Fundamentalmente —y a tra-
también de nosotros, a quienes se nos contará, (pues) creemos vés del pues con que comienza la división (artificial) del capítu-
en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesucristo nuestro lo— que Abrahán es un ejemplo de lo que sucede con nosotros
señor, B que fue entregado por nuestros delitos y resucitado (cf. 4,24), donde por «nosotros» hay que entender, por lo menos,
para que seamos declarados justos.
a los cristianos a quienes su fe se «les contará como justicia».
Dicho en otras palabras: Abrahán es un ejemplo ilustre de la apli-
El capítulo cuarto de Romanos es uno de los más acabados de cación a un caso concreto del principio que Pablo acababa de
la carta. Por otra parte, lo que los límites de los capítulos tienen enunciar y repetir: que Dios declara al hombre justo independien-
de artificial se halla aquí muy atenuado por el hecho de que el temente de las obras de la Ley.
capítulo comienza con la primera alusión a Abrahán y termina Comencemos por dos presupuestos o datos implícitos, sin los
con la última, sin abandonar nunca el tema de este central perso- cuales, fuera de contexto, no podríamos captar el argumento de
naje bíblico. Pablo.
Habría que añadir, por lo demás, que su contenido es más El primero es que se trata de una prueba bíblica 2 , fundada
claro y sigue un hilo más lógico de lo que es habitual en Pablo. en el contenido de la palabra de Dios tal como la presenta la
Es ya importante el hecho de que, no habiendo en la carta
división por capítulos, todo el material de éste está unido, con 2
Es decir, paradójicamente, basada en la Ley en cuanto término que se
un pues inicial, al enunciado del principio sobre el cómo de la usa normalmente para designar el Pentateuco e incluso la totalidad del Anti-
«declaración de justicia» que hace Dios del hombre, cuya escla- guo Testamento. «Si, como es menester pensar, el capítulo cuarto contiene
la prueba de la proposición sentada en este versículo (3,31), la ley debe equi-
vitud del Pecado ha sido descrita en los tres primeros capítulos. valer en último término y virtualmente al Pentateuco, no como a un deter-
El pues a que nos referimos indica, así, que es Abrahán el primer minado libro, sino como a la más conspicua y representativa expresión del
ejemplo y prueba de ese principio que le viene a la mente a gran sistema de la ley que prevaleció en todas partes hasta la venida de Cris-
Pablo K to. Los judíos miraban el Antiguo Testamento y veían en él ley, obediencia
a la ley u obras, circuncisión, descendencia de Abrahán. San Pablo les dice:
Y si este argumento, sacado de la Biblia, está lógicamente miren de nuevo, miren más a fondo, y no verán ley sino promesa, no obras
destinado a convencer, en primer término, a los judíos converti- sino fe, de todo lo cual la circuncisión es sólo el sello, y no la descendencia
literal sino la espiritual con respecto a Abrahán» (ICC 1,96). Pero el comen-
1 tarista olvida que 3,31 no está aislado ni es el único que habla de un posible
Con lo cual se confirma indirectamente el argumento que presentába- cumplimiento de la ley. En 8,4 se nos especifica que no se trata sólo de las
mos en el capítulo anterior, mostrando cómo la ley a la que se refería Pablo promesas contenidas en el o los libros de la Ley, sino del cumplimiento «del
al eliminar (en cuanto razón para la declaración de justicia) «las obras de justo precepto de la Ley» o, si se prefiere otra traducción, de «la justicia
la ley» era, en efecto, la Ley de Moisés. O, en otras palabras, que la parte de la Ley». Hay, pues, una manera de cumplir la Ley —un obrar de acuerdo
negativa del principio en cuestión («independientemente de...») concernía de con ella— compatible con la fe. Al formularlo con la sutileza y profundidad
manera exclusiva, por lo menos en lo formal, a los descendientes de Abra- que ello requiere, se ve la dificultad, complejidad y riqueza del análisis an-
hán. Sólo que Pablo hará de un Abrahán-judío un Abrahán-hombre, es de- tropológico de Pablo.
cir, sin particularidad étnica.
384 La cristología humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 385

Escritura y, más en particular, el libro del Génesis, especialmente pondiente a un determinado momento de la vida de Abrahán,
venerable por trazar los orígenes del universo, pero, más aún, los pudo haber previsto —y, por tanto, refutado implícitamente— la
del pueblo elegido, cuya historia comenzará precisamente con objeción que se le podía hacer y que, de hecho, se le hizo.
Abrahán. Dentro del Nuevo Testamento no es fácil situar cronológica-
Es, por cierto, el argumento que puede esgrimir un experto mente la llamada carta de Santiago. Hay quienes la hacen prece-
en la interpretación de la Escritura como lo es Pablo, educado der a Romanos. Sin embargo, ella contiene una alusión tan evi-
para ello, como fariseo, a los pies de Gamaliel. dente al principio de Pablo acerca de la «justificación por la fe
El argumento bíblico como tal tiene tres bases. La primera es independientemente de las obras» 3 , que difícilmente puede ser
el texto literal de un versículo del Génesis (15,6): «Y Abrahán anterior al año 57. Sea de ello lo que fuere, la carta contiene, a
creyó en Dios y le fue contado como justicia». Con otras pala- propósito de Abrahán, y lo que es más, a propósito del mismo
bras: la fe que tiene Abrahán en el cumplimiento de la promesa versículo en cuestión (Gn 15,6), una exégesis diferente y, en cierta
divina reemplaza con éxito, ante el juicio de Dios, una justicia medida, opuesta 4 .
que no tiene o que no basta. En efecto, para Santiago, Abrahán alcanzó su declaración de
La segunda base del argumento, y explícita por cierto, es el justicia «cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar» porque allí
lugar donde este versículo aparece. El Génesis lo trae, como vimos, su «fe alcanzó su perfección» (Sant 2,21-22). Y no cabe duda de
en el capítulo decimoquinto, es decir, dos capítulos antes de rela- que si, ya mucho antes, la actitud de Abrahán era la de quien cree
tar la circuncisión de Abrahán y de su familia por orden de Yahvé en la promesa de Dios que le aseguraba descendencia, esa fe tuvo
y para ratificar su alianza con él. Siendo para Pablo la circuncisión que llegar a su grado máximo, a su «perfección», cuando acepta
el signo de la aceptación de la Ley (cf. Gal 5,3), el momento en eliminar él mismo la única descendencia que tiene y que, de acuer-
que «se le cuenta la justicia» tiene una importancia simbólicamente do con todas las leyes, puede tener. «Y dio pleno cumplimiento
decisiva, aunque la Ley llegue, en realidad, «cuatrocientos treinta a la Escritura que dice: 'Abrahán creyó en Dios y le fue contado
años más tarde» (Gal 3,17) con Moisés. El simbolismo significa, como justicia' y fue llamado amigo de Dios» (Sant 2,23). Para
en efecto, la desvinculación total, la «independencia» de esa jus- Santiago, la fe es, pues, el resorte de obras (justas) que hacen
ticia otorgada, con respecto a la Ley. Y aun con respecto a esa del hombre un amigo de Dios. Para él, ese «se le contó» del ver-
prefiguración de la Ley que es la circuncisión. Abrahán, cuando sículo bíblico no apunta a una sustitución de las obras por la fe.
es declarado justo, no pertenece, por tanto, al pueblo de la Ley. No es una declaración sin fundamento en el obrar de Abrahán,
Técnicamente es un incircunciso, es decir, un pagano. ya que prevé y prepara el obrar que da cumplimiento y valor jus-
tificativo a la fe. El argumento de Pablo estaría, por el contrario,
La tercera base, implícita, del argumento bíblico sería que esa tal como lo ve Santiago, y no sin cierta razón, en la total inde-
justicia le es «contada» a Abrahán antes de que Dios pruebe su pendencia entre los capítulos 15 y 22 y entre los momentos res-
fidelidad, sometiéndolo a una «orden» precisa, que sería algo así pectivos de la vida de Abrahán.
como una «ley» reducida a su mínima expresión. Se le cuenta la
justicia, pues, antes de una de sus mayores «obras»: el sacrificio Es bien sabido que el tipo de exégesis bíblica usado por Pa-
de su hijo Isaac, que Dios le exige y que sólo le impide realizar blo, aunque común en su época, no es el que llamaríamos cientí-
in extremis. El Génesis, en efecto, narra este episodio en el ca- 3
Es significativo que el argumento de Santiago vale para la oposición
pítulo vigesimosegundo. Decimos que esta base es implícita por- fc-obras, y no para la oposición, mucho más estrictamente paulina, entre fe
que Pablo asimila, en efecto, ciertos preceptos particulares, con y obras-de-la-Ley (cf. Sant 2,14.17.18.20.21.22.24.25.26).
4
los que Dios prueba a un hombre, a la lista de preceptos contenidos Aunque, como se verá más adelante, no la consideramos opuesta en sus
en la Ley. Así, Adán, desobedeciendo la orden divina de no comer conclusiones. Diríamos que Santiago entiende a Pablo en un sentido estric-
tamente «luterano» y trata de refutar su argumento en esa medida precisa.
del árbol de la ciencia del bien y del mal, peca, según Pablo, «de El mismo Lutero lo percibió así. Si existiera otra interpretación más ajusta-
la manera» propia de aquellos que tienen Ley (5,14). Lo decimos, da (menos mágica, diríamos, interpretando a Santiago) del principio de Pablo,
además, porque Pablo, al insistir en el lugar del versículo corres- tal vez ambos estén diciendo lo mismo.
25
386 La cristología humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 387
fico en nuestros días. Pero no es eso lo que interesa; lo que tra- ma. Basta pensar que tanto el escritor Yahvista (Gn 12,10ss)
tamos de saber a ciencia cierta no es lo que ocurrió a Abrahán, como el Elohísta (Gn 20,lss) presentan a Abrahán actuando de
sino lo que Pablo piensa que le sucedió. Y ciertamente piensa, forma que suscita protesta por parte de lo que podríamos llamar
con su buena o mala exégesis, que Abrahán es un ejemplo al que la «ley natural»; actuación que, en todo caso, será prohibida más
se aplica el principio enunciado al final del capítulo tercero. larde por la Ley, es decir, por la «ley positiva».
Hay un segundo presupuesto tácito que es menester tener en En efecto, Abrahán miente sobre su parentesco con Sara para
cuenta para la interpretación del capítulo cuarto. Y es, en apa- no ser perseguido, de tal manera que aquélla entra en el harén
rente contradicción con lo que acabamos de decir, la gesta de del Faraón (o del rey Abimélek) y Abrahán recibe a cambio abun-
Abrahán. Pero no como se realizó de hecho, sino como la narra dantes presentes: «ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y
el Génesis y la recibe Pablo. No hay que olvidar, en efecto, que camellos» (Gn 12,16) 6 .
no se trata —para ningún judío— de una figura más o menos Se ve que estos antiguos escritores estaban ante una tradición
nebulosa del pasado de Israel. Se trata, como lo hace notar Pablo muy firme que no les permitía omitir ni paliar estos episodios.
repetidas veces, del padre del pueblo de Israel. Es el origen (su- Signo de esa firmeza es también que ni siquiera unificaran ambos
puestamente) físico, histórico, de la nación elegida, y elegida pre- relatos, como hacen en muchas otras ocasiones.
cisamente porque él fue elegido. Pablo mismo se define como «is- Es obvio que, si los escritores bíblicos consideraban tal vez
raelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín» (11,1). normal este tipo de episodios en tiempos en que los nómadas se
No es, pues, extraño que, no sólo en Romanos, sino también hallaban indefensos ante la poligamia en los núcleos urbanos, es-
escribiendo a los Gálatas —comunidad de origen o influencia pecialmente ante la ejercida por los reyes y poderosos, no por
judía—, Pablo coloque en un lugar central para la comprensión ello consideraban que esto fuera normal para el antepasado fun-
de todo el Antiguo Testamento y de sus relaciones con el Nuevo dador de Israel. Es «un pecado muy grande» (Gn 20,9), comenta
el tema de la justicia y de la fe de Abrahán «el creyente» (Gal 3,9 el Elohista. De ahí, en ambos casos, la ira de Yahvé y los castigos
y, más en general, Gal 3,6-29). que impone hasta que cese el hecho. Pero ¿sobre quién los hace
Esto significa que todo judío conocía con bastante precisión y recaer? Increíblemente sobre quien procedió «con corazón ínte-
en cierta manera vivía en carne propia esa gesta de Abrahán trans- gro» (Gn 20,6), es decir, sobre el engañado...
mitida por el Génesis. El «revisionismo histórico» paulino que Porque, a pesar de reconocer la inocente intención de la víc-
ve en Abrahán al padre de los incircuncisos «creyentes» no hu- tima, Yahvé está con el engañador 7 . Este es su «profeta» (a pesar
biera tenido fuerza alguna si la fe de Abrahán en Dios y el hecho de su falsía), y el castigo sólo será levantado cuando él ore por el
de que Dios lo considerara justo y lo tratara como amigo no rey engañado (cf. Gn 20,7).
correspondiera a una imagen profunda y generalizada del padre Así se percibe mejor la importancia significativa de que, al
común. final del Antiguo Testamento, un libro deuterocanónico (empa-
El libro de la Sabiduría, del que Pablo parece ser directa o rentado con la teología farisea y, al parecer, conocido de Pablo)
indirectamente deudor s , resume así —en la recapitulación que declare «irreprochable ante Dios» al causante directo de «un pe-
hace de la historia de Israel en sus relaciones con la Sabiduría— cado tan grande».
la figura de Abrahán: «Ella (la Sabiduría) se fijó en el justo, lo
conservó irreprochable ante Dios» (Sab 10,5). 6
Puede ser importante para nuestro propósito llegar a com- La Biblia de Jerusalén se siente obligada a acotar, en una nota a pro-
pósito de esta historia, que «lleva trazas de una edad moral en la que la
prender cómo una mentalidad legalista ve en Abrahán no tanto conciencia no siempre reprochaba la mentira y en la que la vida del marido
un justo cuanto un hombre «irreprochable»; algo que, semántica- valía más que el honor de la mujer. La humanidad, guiada por Dios, sólo
mente, apunta mucho más a una comparación entre obras y nor- por grados ha ido conociendo la ley moral» (op. cit., p. 22).
7
Es cierto que el Elohista (cf. Gn 20,12) hace un esfuerzo para disculpar
5 a Abrahán. ¡Este habría usado una restricción mental! Sara sería hermana
Cf. supra, nota 10 a la p. 315. dt> Abrahán por parte de padre, no de madre. El Yahvista ignora tal excusa.
388 La cristología humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 389

De todos modos, y cualquiera que sea la opinión que tuviera libre para resolver los casos morales de acuerdo a la conveniencia
Pablo sobre la irreprochabilidad de ese «creyente» y «amigo de (como deberá hacerlo el cristiano: cf. 1 Cor 6,12; 10,23). Pablo
Dios», es obvio que, para él, Abrahán no deja de ser un pecador. siente, sin lugar a dudas, la añoranza de una situación como la
No escapa a la situación común. Esto lo dice implícitamente al de Abrahán —la más cristiana antes de Cristo— hasta el punto
afirmar que el juicio de Dios vale para todos los seres humanos de experimentar como una muerte el pasar de esta magnífica liber-
(cf. 3,10). Pero, de manera más segura y explícita, alude Pablo tad madura, basada en la confianza en Dios, a la observancia del
a ello cuando dice, en este mismo capítulo, que Dios, al hacer lo precepto (cf. 7,9) 10 .
que hace con Abrahán, está «declarando justo al impío» (4,5). Teniendo en cuenta estos datos, más o menos implícitos, pase-
Y cuando afirma, en el siguiente, que la Muerte, consecuencia mos ahora a analizar el contenido mismo del capítulo cuarto y
del Pecado, reinó «desde Adán hasta Moisés» (5,14), período que su tema principal y único: la fe de Abrahán. Tres elementos prin-
abarca a Abrahán y lo coloca dentro de la totalidad de esa etapa, cipales nos ayudarán a comprender en qué consiste.
en la que «todos pecaron» (5,12). 1) Lo primero que se nos ocurre es ver si encontramos en la
¿Qué ocurre, entonces, con Abrahán, «creyente», «justo», fe de Abrahán rastros de la oposición tan claramente establecida
«irreprochable», «pecador», «amigo de Dios»? Permítasenos for- en el principio abstracto, al final del capítulo anterior. Es decir,
mular una hipótesis de orden general. Israel parece sentirse y de la que enunciábamos en su forma más completa: fe/obras de
comportarse ante Abrahán como un niño pequeño ante su padre. la Ley. Recordará el lector que otra formulación posible era fe/
Todo padre se permite cosas que al niño le están prohibidas. El obras.
niño, sin embargo, no juzga al padre por la norma a la que él Y no es extraño que encontremos la oposición. Ya hemos re-
mismo se somete. Aunque no lo exprese, cree en la madurez de petido que la distinción del capítulo es artificial. Así, nada más
una sabiduría que él, niño, no posee aún 8 . natural que el cuarto capítulo continúe repitiendo la formulación
Esta hipótesis que puede, en su generalidad, parecer vaga o que tantas veces aparece en los diez últimos versículos del capítulo
insuficiente por lo que se refiere al judaismo en su totalidad, se tercero. Sólo que esta vez será a propósito de un personaje histó-
vuelve más precisa y fehaciente cuando se trata de explicar una rico concreto, es decir, de Abrahán.
posición como la de Pablo, crítica frente al papel de la Ley. Pues bien, a primera vista, la oposición se centra entre fe y
La inequívoca devoción de Pablo por Abrahán, manifestada obras: «Si a Abrahán se lo declaró justo por las obras, tiene de
siempre que toca el tema de la Ley en Gálatas y Romanos, tiene qué gloriarse. Pero no (es así) ante Dios» (4,2) n.
una evidente relación con esa pre-evangelización9 que representa, 10
Más adelante, en 7,9-11, «Pablo usa una vivida expresión figurada...
según él la gesta de Abrahán. Recordemos que la Ley, para Pablo, Describe la situación previa a la Ley, primero en él mismo como si antes que
es típica de la edad infantil, cuando el hijo y heredero no se sabe la Ley se apoderara de él fuera un niño. Pero usa esa experiencia como típica
aún dueño de la propiedad paterna, es decir, del universo, y pre- tanto de los individuos como de las naciones antes de verse sometidos a
órdenes expresas. El 'hombre natural' florece. Hace libremente y sin dudar
gunta a sus propios criados por lo que le está permitido o prohibi- todo lo que se le ocurre; despliega toda su vitalidad, sin exámenes ni per-
do (cf. Gal 3,23-4,11 y Rom 8,14-16). Abrahán, en cambio, tiene plejidades de conciencia...» (ICC 1,180). Esta última es una hermosa des-
con Dios una relación filial adulta —que lo hace, a su vez, padre—, cripción de cómo ve Pablo a Abrahán. Ahora bien, por una parte se podría
decir que no se ve, entonces, el para qué de una Ley introducida por Dios
en una situación tan paradisíaca. Por otra, no encontramos aquí la descrip-
8
Cabría aquí, como en las películas cinematográficas, por basadas que ción del «hombre natural», sino más bien la del hombre a partir de la fe,
en su sentido más amplio. Esto es, en efecto, lo que la fe produce en ei
estén en historias reales, decir que cualquier parentesco entre esta hipótesis hombre (ya desde el paganismo, por lo menos en ciertos casos) como mues-
y el psicoanálisis debe ser tenido por puramente ficticio... tra el ejemplo de Abrahán, en el capítulo cuarto. Lo produce, es cierto, con
9
Pablo crea en griego esta palabra y la usa sólo una vez en relación con mayor fundamento y fuerza en quien acepta el mensaje de Jesús (que le da
Abrahán, cuya actitud, la Fe, es modelo de lo que traerá a los gentiles la las «razones» —o datos trascendentes— para actuar así).
justificación (cf. Gal 3,8). Pero no se trata de hacer «un acto de fe», sino 11
de «vivir de la fe», es decir, de una manera global de actuar basada en ella La última parte de la frase dice textualmente: «... pero no ante Dios».
(cf. Gal 3,9). ¿Significa esto que puede gloriarse ante otros? Sin duda no, pues tal decía-
390 La cristología humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 391

Parece obvio que Pablo no hubiera podido escribir aquí «obras «gloriarse» para la teología de Pablo. Lo que, dada su clave, sig-
de la Ley», porque Abrahán pertenece a esa etapa, desde Adán a nifica: para su antropología. Aun en lo que llevamos visto de Ro-
Moisés, en que no hay ley, por lo menos no la Ley externa que manos, ese verbo ha aparecido en forma repetida. El pecado de
permite «contar» o «computar» pecados y, sin duda, también los judíos, al que ya nos referimos, estaba caracterizado, entre
buenas «obras». otros términos, por el «gloriarse en Dios» (2,17) y el «gloriarse
Pero decimos a primera vista porque Pablo parece no tener en la Ley» (2,23). Y esto significa, como acabamos de ver, tomar
en cuenta aquí lo que dirá en el capítulo quinto sobre esa imposi- una cosa divina como posesión actual o de derecho, como una
bilidad, sin ley, de cómputos morales. Nos damos cuenta, en efecto, deuda. Pero eso es lo que ha sido suprimido radicalmente para
de que, al comentar el contenido exacto de la posición que esta- todos (3,27) y, por tanto, también para Abrahán (cf. 4,2) 12 .
blecía Pablo en su famoso principio, hemos dejado pasar un ele- Frente a este tipo de relaciones contractuales con Dios, Pablo,
mento. Y éste, que puede ser de importancia, reaparece aquí. hablando de Abrahán —y aunque no aparezca todavía en el tiem-
Analizando las posibilidades existentes —o, por lo menos, las po de éste aquello que dará más pie para pensar en un contrato:
que usa Pablo— para definir el segundo término de la oposición, la Ley—, pone entre él y Dios, como algo típico del carácter
hallábamos tres: obras de la Ley, Ley o (simplemente) obras. No abrahámico, una relación de «gratuidad» que, precisamente por
obstante, si bien se mira, en el pasaje analizado allí no encontra- serlo, abre paso a la universalidad de la Promesa: «Por eso (fue)
mos nunca «obras» sin más. En efecto, cuando este término apa- a causa de la fe, para que fuera gratuita y segura la promesa para
rece solo, lo hace en un contexto que tiene su importancia: «¿Dón- toda la semilla (de Abrahán): no sólo para el de la Ley (el judío),
de queda, entonces, el gloriarse? Ha sido eliminado. ¿Por qué ley?, sino también para el de la fe (el pagano)» (4,16).
¿la de las obras? No, sino por la ley de la fe» (3,27). Tenemos que confesar, sin embargo, que, para sugerir esa
Como se ve —y prescindiendo de que «ley» signifique aquí gratuidad, Pablo se vale de una imagen ambigua si no engañosa.
algo así como mecanismo, lo cual daría también materia de re- Comparatio non tenet in ómnibus, dice el proverbio latino, lo
flexión— tendríamos que especificar más lo que ha sido eliminado que quiere decir que no hay comparación que se aplique en todos
(por el mecanismo de la fe): no son simplemente «las obras», sus aspectos. Pero habría que añadir que aquí la comparación sólo
sino, para emplear una expresión idiomática poco usual, «las obras puede aplicarse en un cincuenta por ciento, lo cual no ha dejado
¿orlantes». En otras palabras, se ha eliminado el «gloriarse» en de provocar en la exégesis dosis no pequeñas de malentendidos.
las «obras». No pecamos de aventurados al deducir que no es el Para describir, en forma figurada, esa gratuidad con que obran
obrar lo opuesto a la fe, sino el contabilizar las obras para pre- Dios y Abrahán en sus relaciones mutuas, Pablo se vale de la
sentar el cómputo como argumento de una deuda. Deuda que, en imagen del salario. Se trata de una imagen desafortunada porque,
este caso, Dios tendría que pagar. Y como una deuda nace siem- quiérase o no, el salario lleva consigo implícitamente la idea de
pre de un contrato implícito o explícito —que, con respecto a la contrato. Y la consecuencia de ello es clara. Pablo escribe: «El
justicia de Abrahán, no podría ser otro que una ley—, también salario para el que trabaja no se cuenta como regalo, sino como
hallamos aquí que «gloriarse en obras» es sinónimo de «obras de deuda...». Si ello es así, la única manera de desembocar en la
la ley». gratuidad sería renunciar a la imagen del salario. Pero Pablo, que
En realidad, habíamos descuidado la importancia del verbo 12
La importancia del verbo (cf. R. Bultmann, op. cit., t. I, pp. 242ss)
está, además, subrayada por otros textos capitales como Gal 6,13-14 y 1 Cor
ración de justicia no es, históricamente hablando, conocida de los demás, y 3,21. Este último texto es tanto más significativo porque Pablo tiene que
Abrahán vive de una promesa cuyo cumplimiento es aún invisible. Por eso salir al paso de quienes pretenden «gloriarse» debido al uso de instrumen-
parece mejor, con algunos exegetas, suplir lo tácito y leer: «...pero no es tos religiosos ya «cristianos», como tal o cual bautismo o evangelización.
así ante Dios». Otra solución podría ser, ya que Abrahán no puede sentir Estamos, pues, frente a una tentación que va mucho más allá de la presencia
la tentación de «gloriarse» ante otros, que la imposibilidad de gloriarse de o no de la Ley de Moisés. Y es probable que Pablo piense en ella cuando
esa manera esté tomada en su sentido figurado o, más exactamente, ejem- habla de la declaración de justicia «independientemente de las obras de la
plar, por ejemplo, de 3,27. Ley».
392 La cristologta humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 393

la ha aceptado, se ve obligado a continuar: «... pero para el que que aun el pasaje sobre la «alianza» 14 entre Yahvé y Abrahán
no trabaja y cree en aquel que declara justo al impío, su fe se le (cf. Gn 15,7ss) sigue, y no precede, al que narra la Promesa, la
cuenta como justicia» (4,4-5). le de Abrahán en ella y la consiguiente palabra de Yahvé, decla-
Es cierto que, para quien no trabaja, un «salario» es, en rea- rándolo justo.
lidad, un regalo. Pero nada más falso, sin embargo, y más alejado Podemos, pues, resumir este punto diciendo que la fe de
del pensamiento de Pablo que la idea de que Abrahán no trabajó. Abrahán se opone, en el pensamiento de Pablo, a un «gloriarse
Si hay alguien que, según la voluntad de Yahvé, esté en perpetuo en las obras», es decir, a obras que generarían derecho, lo que
movimiento —aun tomando como término ad quem el momento hubiera sido posible aun antes de la Ley de Moisés, si bien es cier-
en que, según la letra del Génesis, es declarado justo— es to que ésta se presta mucho más que cualquier otra situación a
Abrahán. provocarlas. En otras palabras, habría, entre la primera y la se-
La profesión de fe con que termina el libro de Josué hace gunda etapa de ese proceso de que hemos venido hablando, un
decir a Yahvé: «Yo tomé a vuestro padre Abrahán del otro lado lógico crescendo en el «gloriarse», a medida que los preceptos
del río y lo hice recorrer toda la tierra de Canaán» (Jos 20,3). permiten visualizar y contabilizar las obras y los pecados.
Y, en efecto, a los setenta y cinco años Abrahán oye la vocación No es, pues, correcto, exegéticamente hablando, interpretar
divina y sale hacia Canaán desde su Mesopotamia original, pasa este pasaje entendiendo que desvincula positivamente el juicio de
allí hambre en sus interminables correrías, baja a Egipto, vuelve Dios sobre Abrahán (y su justicia) de la simpatía que Dios tiene
de allí, se separa amigablemente de Lot, su sobrino, lucha contra hacia él. O pretendiendo, en otras palabras, que el regalo que
los cuatro reyes y rescata a Lot y su hacienda. Todo esto es lo Dios le hace es puramente arbitrario, sin que cuente para nada
que Pablo sabe de Abrahán, por haberlo leído en el Génesis, el modo de obrar de Abrahán. Pablo dice sólo que éste no puede
hasta el momento en que el patriarca recibe la promesa divina en atribuirse derecho alguno proveniente de sus obras, que no puede
la cual cree. gloriarse en ellas. Lo que no es lo mismo 15.
Caracterizar a Abrahán como «el que no trabaja» sería una
mera torpeza literaria y no tendría sentido a no ser que por «tra- cu los vv. 12-16 y 25-29. Y en cada uno de estos tres pasajes, lo que ofrece
bajo» se entienda ya esa relación contractual que liga al empre- especial dificultad es el elemento positivo (es decir, los vv. 7 y 10; los vv. 13b
y 14a; y el v. 26)» (ICC 2,153). Es interesante esta clara aceptación de que
sario con el trabajador y genera el derecho al salario. Abrahán, en allí se tropieza con un Pablo que no entra en los cánones de una determina-
la mente de Pablo, es, por excelencia, alguien que trabaja «por da teología, teología que se ha concentrado, por así decirlo, en algunos ver-
vocación». Busca una tierra y una descendencia. Procura, siguien- sículos. Y vale la pena presentar al lector reunidos los versículos que impi-
den la continuidad de esa teología, la que podemos suponer inclinada unila-
do las palabras algo extrañas del capítulo segundo: «gloria, honor teralmente en lo que concierne al pensamiento de Pablo: «A quienes, con
e incorrupción» (2,7) a. Desde este punto de vista es importante la perseverancia en obrar el bien, buscan gloria, honor e incorrupción (les
dará) vida eterna... gloria, honor y paz... para todo el que obra el bien, para
13
Para que esta afirmación del capítulo segundo tenga sentido, alguna el judío primero y también para el griego... sólo los que practican (la ley)
relación tiene que existir entre esa «búsqueda» activa y lo que se recibe, serán declarados justos, porque... unos gentiles, sin tener ley, hacen natural-
aunque lo que se reciba no sea «salario». Ahora bien, si pensamos en un mente lo mandado por la ley... si la incircuncisión guarda los justos precep-
juicio que dé a esa relación positiva una dimensión verdaderamente universal, tos de la ley, ¿no será acaso considerada la incircuncisión como circuncisión?».
14
sólo encontramos hasta aquí dos pasajes, pero de máxima importancia. En Exegetas de tanto valor como Von Rad previenen contra la idea de que
el primero, Pablo dice que «Dios dará a cada uno según sus obras: a quienes, la noción de «alianza» (tan central en buena parte del Antiguo Testamento,
con la perseverancia en obrar el bien, buscan gloria, honor e incorrupción, e incluso presente en el Nuevo) contenga semánticamente una cierta igualdad
les dará vida eterna» (2,6-7). En el segundo, dice que «si Dios es uno solo, entre los pactantes o una oposición a la noción de gratuidad. No obstante,
él será quien juzgará la circuncisión de acuerdo a la fe, y la incircuncisión aunque esa relativa igualdad no preexista como condición para la alianza, en
por medio de la fe» (3,30). Como se ve, si estos dos pasajes han de ser co- cierta manera es creada (gratuitamente cuando se trata de Yahvé) por la
herentes, no pueden presentar una alternativa obras/fe. Volviendo al capítulo alianza misma. Y ahí está el peligro de toda «alianza»: el de ser vivida como
segundo de Romanos, el comentarista señala: «Estamos ahora en condición «contrato» entre iguales. Es decir, como lo opuesto a gratuidad.
de considerar los w . 6-11 como un todo y de decidir cómo hay que enten- 15
Negar toda relación entre la obra del hombre y el juicio de Dios es
derlos. La dificultad que tenemos aquí, tendremos que enfrentarla también algo que deshumaniza profundamente la existencia de aquél. Pablo sería así
3'M La cristología humanista de Vahío Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 395
2) Otra característica fundamental de la fe abrahámica pro- de Dios. Porque el fin de la Ley es Cristo, para justificación de
cede de en quién o en qué está puesta. lodo el que cree» (10,1-4; cf. Gal 2,15-16; 3,4, etc.). En la fe
A este respecto, el texto del Génesis, citado dos veces por cu Dios de Abrahán tiene, pues, que haber otro ingrediente ade-
Pablo en el capítulo cuarto, es muy claro: se trata de que Abrahán más de una ortodoxia yahvista, que pasaría, con el tiempo, a ser
creyó en Dios. Ahora bien, como habíamos visto, el principio de
ortodoxia cristiana.
Pablo sobre la declaración de justicia que hace Dios la atribuía
Claro está que se puede echar mano de incontables teorías
dos veces (en los diez últimos versículos del capítulo tercero) es-
pecíficamente a la fe en Jesucristo (3,22.26) y una tercera vez a teológicas (posteriores) para borrar esa diferencia ostensible entre
la «redención llevada a cabo por Cristo Jesús» (3,24); esto, como «ie en Dios» y «fe en Jesús» y explicar que ambas tengan un mis-
se ve por el contexto —«mediante la fe» 0,25)—, es otra manera ino resultado: la declaración de justicia. Pero todas serían a des-
de decir lo mismo: la fe que produce la declaración de justicia es pecho de la exégesis, que no puede tomar muy en serio el que los
la fe en Jesucristo. diez versículos donde se afirma el principio en cuestión comien-
cen con un solemne «ahora, empero...» (3,21). Un «ahora» al
No es posible exegéticamente y sin mala fe minimizar la dife-
que, obviamente, Abrahán no perteneció.
rencia entre la fe en Dios de Abrahán y la fe en Jesucristo de un
cristiano, partiendo de la base de que sabemos que Jesucristo es En efecto, por más equilibrios teológicos que se pretenda ha-
Dios... Hay, por lo pronto, una diferencia cronológica decisiva cer, Abrahán pertenece a un «antes», e incluso al antes de la Ley,
que coloca, como veremos, a Abrahán en una etapa muy definida como lo mostrará in extenso Pablo en este capítulo cuarto (cf. 4,
del plan de Dios (la primera), diferente de la que ocupa el cris- 9-12.16).
tiano. Además, minimizar esa diferencia nos llevaría a un contra- Conviene, pues, examinar cuidadosamente qué es lo que Pablo
sentido muy grande: todo el judaismo «cree en Dios» y, sin em- puede tener en su mente al equiparar en sus efectos, la «fe» de
bargo, de acuerdo con Pablo, es esclavo del Pecado y busca en Abrahán con la de los cristianos, sean de origen pagano o judío,
un lugar equivocado —es decir, no obtiene— esa declaración de pues ambos resultan ser del linaje de Abrahán «el creyente»
justicia que alcanza, independientemente de las obras de la Ley, (Gal 3,9).
quien cree en Jesucristo. «Hermanos, el anhelo de mi corazón y En realidad, estamos pensando tal vez demasiado, sin querer,
mi oración a Dios en favor de ellos es que se salven. Testifico en en un contenido que sería algo así como el credo de Abrahán o el
su favor que tienen celo de Dios, pero no conforme al conocimien- de los cristianos. Pensemos más en la actitud de Abrahán ante
to adecuado. Pues desconociendo la justicia de Dios y empeñán- Dios. Esta está ampliamente descrita por Pablo en el capítulo
dose en establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia cuarto. Ya hemos visto que es una actitud centrada sobre la gra-
tuidad en el obrar (cf. 4,16). Es, además, confianza en una pro-
creador de un «sistema» de salvación en el que la eficacia y el sentido se mesa (cf. 4,21) a todas luces inverosímil o, si se prefiere, una «es-
divorcian. «Dentro del antiguo sistema, la única manera que quedaba al hom- peranza contra toda esperanza» (4,18), es decir, una esperanza
bre de obtener la justicia era el estricto cumplimiento de la Ley de Moisés; gratuita.
ahora, esa pesada obligación ha sido abolida y se la ha sustituido por un ca-
mino más corto, pero, al mismo tiempo, más eficaz: el método de adherirse Pero Pablo va más allá en la descripción de la fe de Abrahán,
a una persona divina» (ICC 1,83). Cuesta creer que Pablo se haya tomado llegando a exponerla, diríamos, casi en forma de credo. En efecto,
tanto trabajo, haya tenido que profundizar tanto en el análisis de la exis- de él escribe que «es padre de todos nosotros ante Dios, en quien
tencia humana, para explicar algo tan simple, elemental y ahumano, tan «ex- creyó (al creer) que da vida a los muertos y llama a ser a lo que
trínseco» al decir de los mismos que exponen de esa manera su posición y,
al mismo tiempo, tan frío y desolador para dos millones de años de huma- no es» (4,17). Esta creencia (que se va a realizar en Isaac) se
nidad que precedieron a la manifestación de esa persona divina y que apare- comprende aún más cuando se la opone a la experiencia verifica-
cerían, así, terriblemente desfavorecidos ante un Dios que, según Pablo, no ble, ya que «no flaqueó en su fe al considerar su propio cuerpo
da ventajas a nadie. No disculpa, obviamente, a Pablo el que, de acuerdo
con los datos bíblicos, acorte a cuatro mil años el tiempo de esa humanidad como muerto y la muerte del vientre de Sara» (4,19).
sometida al «antiguo sistema» y a su «pesada obligación». El acento de Pablo en esa fe en la vida que sigue a la muerte
(y que, por tanto, surge de lo que ya no es) no puede ser fortuito,
396 La cristología humanista de Pablo
Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 397
porque así termina también lo que escribe sobre Abrahán en este
capítulo, ligándolo con lo propiamente cristiano: «No se escribió milagrosa, precedida y seguida por un gran vacío. La idea misma
sólo de él que 'se le contó' (su fe como justicia), sino también tic «paternidad» indica, por lo menos hacia el futuro de Abrahán,
de nosotros a quienes se nos contará, (pues) creemos en aquel que una continuidad. Un posible discípulo de Pablo, el autor de la
resucitó de entre los muertos a Jesucristo nuestro señor, que fue curta a los Hebreos, hablando de la fe —y con un contenido que,
entregado por nuestros delitos y resucitado para que seamos de- podríamos decir, es exactamente el de Pablo—, señala otras figu-
clarados justos» (4,23-25). Nótese el paralelismo entre los conte- ras bíblicas semejantes a Abrahán, antes y después de él. El mismo
nidos, tanto más grande cuanto que la persona o sujeto en quien Pablo, en el capítulo quinto, hablará de una declaración de jus-
se deposita la fe, en el caso del cristiano, vuelve aquí a ser Dios. ticia distribuida en la humanidad entera con tanta o mayor pro-
El que resucitó a Jesús y no Jesús mismo. lusión que el pecado adámico (cf. 5,16-19).
Cada vez tenemos, así, más elementos para concluir que la je No es, pues, una pregunta desatinada la que versa sobre el
a la que Pablo se refiere es una actitud, pero una actitud que contenido mínimo que debería tener esa actitud de je en un hom-
implica un dato que le da sentido. Y vemos que ese dato, que bre para poder ser asimilada, en su ser y en sus resultados, a la
debe ser prácticamente el mismo para que la actitud lo sea tam- fe de Abrahán. Por supuesto que Pablo se imagina a Abrahán
bién, es la victoria de la vida sobre la muerte, que Dios hace po- como un yahvista ortodoxo. No piensa en las discusiones exegéti-
sible y promete. nis recientes, que tienden a pensar que tanto él como los patriarcas
En base a esto cabe preguntarse quién puede tener esa fe a la nómadas de Israel —los que precedieron a las tribus establecidas
que sigue la declaración de justicia. Y hacemos esta pregunta ate- yn en Canaán— creían más bien en «el Dios de los padres», iden-
niéndonos sólo a lo que sobre su contenido nos dice el capítulo tificado luego por los redactores bíblicos con Yahvé 16. Para Pablo,
cuarto. La respuesta no será difícil. En los cristianos, por supues- la pureza de la fe yahvista de Abrahán debió ser una certidumbre
to, esa fe debería llegar a su máximo desarrollo, ya que en ellos incuestionable.
se torna claro, universal y seguro lo que era vaga, particular y Pero, al declarar a Abrahán «incircunciso», usa un término
loca apuesta en el caso de Abrahán. técnico que lo relaciona con cualquier heterodoxia religiosa, por
Pero esa fe se da ya en Abrahán. Será, como hemos visto, una ejemplo, con la idolatría; e incluso, diríamos hoy, con el ateísmo,
especie de mini-fe, pero es bastante para suscitar el regalo de Dios: lín efecto, para el judío que divide a la humanidad en circuncisos
la declaración de justicia. Y Pablo insiste (cf. 4,9-12) en que ello e incircuncisos, la línea divisoria no pasa por la ortodoxia en el
no tiene nada que ver con la Ley que vendrá después. Es algo credo, como estamos tentados de pensar hoy. Se podía tener una
universal para todos los que «sigan las huellas de la fe de nuestro je —o, si se quiere, un credo— de una ortodoxia perfecta y ser,
padre Abrahán (aún) incircunciso» (4,12). no obstante, un incircunciso, sin pertenecer, por tanto, al pueblo
Obviamente, no pueden caber dudas de que siguen esas hue- de Dios 17. La expresión pagano o gentil, sinónimo del «incircun-
llas los paganos —así como los judíos— convertidos a la auténtica ciso» que, de acuerdo con la Biblia, Pablo aplica a Abrahán justi-
fe cristiana. Pero ¿hubo alguna posibilidad de seguir esas huellas ficado, no significa, pues, de por sí, una deformación religiosa.
entre Abrahán y Jesús? Más aún, aunque Adán sea el primer per- Pero tampoco la excluye en principio.
sonaje bíblico del que se dice que fue declarado justo en razón Podríamos, sin aventurarnos demasiado, decir que todo el que
de su fe y, en ese sentido, pueda ser declarado el primero y el
padre, ¿nadie pudo tener esa fe antes de Abrahán, en la primera 14
etapa de la humanidad, la que precedió a la Ley? Esos patriarcas no parecen haber tenido dificultad, en su vida nómada
por la tierra de Canaán, en practicar un culto sincretista (es decir, mezcla del
El que Pablo aproveche un versículo excepcionalmente apto suyo propio con el practicado en el lugar) cuando no veían en ello incompa-
para basar en un ejemplo el principio que acaba de sentar no sig- tibilidad. Así parece ocurrir en las relaciones entre Abrahán y Melquisedec,
nifica que pierda de vista su clave antropológica habitual. Es di- sacerdote de «el dios altísimo» (Gn 14,17-20).
17
fícil imaginarse que conciba a Abrahán como una figura única y Tal era el caso, como se sabe, de los llamados técnicamente «temero-
sos de Dios», lo que equivale a «adoradores de Dios» procedentes del paga-
nismo (cf. Hch 10,2.22.35; 13,16.26.43.50; 16,14; 17,4.17; 18,7).
398 La cristología humanista de Pablo
Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 399
actúe implicando en su obrar que existe en el universo un po-
der que puede dar vida a lo muerto y llamar a ser a lo que no es, versal de Dios. Ya hemos tenido ocasión, en efecto, de observar
comparte la fe de Abrahán. Es hijo de Abrahán «el creyente» todo ln importancia que daba Pablo al hecho de que nadie tiene venta-
ateo 1S, pagano, judío o cristiano, que renuncie a tener con lo JIIN ante ese juicio. Y que así debía ser, a pesar de la opinión con-
Absoluto relaciones de contrato y se fíe de la promesa inscrita en traria de quienes creían tener en la Ley un criterio nuevo y supe-
los valores humanos mismos que ofrece la existencia, luchando por rior para juzgar y ser juzgados. Ahora bien, la unidad de criterio
ellos como si la muerte no hiciera vana su lucha. pura todos los hombres era lo propio de la etapa en que está situa-
Pero para convencernos de ello necesitamos examinar un nue- do Abrahán. Ello está representado y subrayado aquí por Pablo
vo elemento. con la imagen de la paternidad universal de Abrahán. Así como
3) Repitamos la pregunta: ¿quiénes pueden ser esos «hijos» el único criterio del juicio es la fe (cf. 3,30), así el fundamento
del Abrahán» (aún) incircunciso y que siguen las huellas de su fe? de la paternidad universal de Abrahán es igualmente la fe (cf. 4,
11 16).
Por más tentadora y fácil que pueda ser la hipótesis de que
Pablo se refiere a los paganos convertidos al cristianismo, creemos I',n tercer lugar, si el cristiano, como vimos, tiene por antono-
que no resiste una exégesis seria del capítulo cuarto, para no hablar ii i, i:, i a la misma fe de Abrahán, y si ésta era accesible al resto de
de otros lugares de la carta que luego examinaremos. hi humanidad, aunque en versión reducida pero eficaz, Abrahán
En primer lugar, como ya insinuamos, esa hipótesis supondría Imi-de tener como descendencia a todas las naciones. En cambio,
que Abrahán habría sido objeto de un privilegio tal que, en rigor, M hubiera que saltar de Abrahán a la fe cristiana, ésta constituiría
lo habría hecho carecer de toda descendencia verdadera hasta la una nueva particularidad. Se volvería entonces contra Pablo todo
época cristiana. Por lo menos, de toda otra descendencia que no l<> que ha dicho sobre la particularidad de la Ley y sobre la nece-
fuera la física. Pero esa descendencia no sería salvadora ni valdría sidad de su superación. La fe tiene, por lo mismo, que ser una
a nadie después de él (durante siglos) una declaración de justicia. •ictitud accesible desde siempre a todo hombre. Como lo fue —y
Y ello choca con el tono general de todo el capítulo cuarto. Y ese más que accesible— la esclavitud con respecto al Pecado I9.
tono no es arbitrario: está dirigido a los judíos que veían en Llegamos así a la conclusión de que la fe es algo muy distinto
Abrahán el comienzo de un plan salvador. El argumento de Pablo de un acto específico, accesible a hombres específicamente situados
no consiste en decirles que no hubo tal plan salvador, sino en en la historia. La vemos como una manera de ser hombre. Como
mostrar dónde residía y a quiénes se extendía. Pablo no dismi- .il^o que hace pasar al hombre de la timidez infantil a la madurez,
nuye a Abrahán. Por el contrario, hace de él una especie de Adán ionio algo que remueve los cálculos mezquinos para hacer que el
positivo y hasta de pre-Cristo. hombre actúe de manera gratuita y creadora20. Ello significará,
En segundo lugar, habría una contradicción demasiado grande
entre esa hipótesis y lo que ya ha dicho Pablo sobre el juicio uni- " No anticiparemos aquí el argumento del paralelismo antitético entre
Adiíu y Cristo que Pablo trae en el capítulo siguiente. Pero es ineludible,
iii el análisis de este capítulo, una alusión a él, ya que Abrahán aparece, por
18 IIIIII parte, como un «eo-Adán o par-Adán y, por otra, como un pre-Cristo.
Sabido es que el ateísmo no es una categoría bíblica. Quienes dicen,
en los salmos (10,4; 14,1): «No hay Dios», no son propiamente ateos. Al I >klio en otras palabras, tiene para Pablo una dimensión antropológica, com-
decirlo, se refieren a la no interferencia de la justicia de Dios en la historia binando características de esos dos polos de la humanidad. Recuérdese, entre
(cf. Sal 58,12). Es difícil determinar cuándo (fuera de casos aislados, por iH rus cosas, que Abrahán recibe un «pre-evangelio» (Gal 3,8) de contenido
ejemplo, entre filósofos griegos) surge el ateísmo como fenómeno social per- universal: «todas las naciones».
ceptible. Ciertamente Pablo no lo tiene en cuenta. Para él, la humanidad '" De ahí la importancia de comprobar que la oposición que hace justicia
entera se divide —religiosamente— en judíos y griegos, circuncisos e incir- II todo el pensamiento paulino no es fe/obras, sino fe/'obras-de-la ley. Y que
cuncisos. Pero podemos extrapolar lo que dice Pablo y aplicarlo al ateo, re- «ley» —o sea un tipo de regla de cálculo para las relaciones Dios-hombre—
cordando que, según la Constitución Gaudium et spes, del Vaticano II, una riüit sobreentendida cada vez que Pablo, en un contexto semejante, habla de
de las fuentes del ateísmo es el falso rostro de Dios que los creyentes pre- obras (en plural). Hay que notar, a este respecto, que Pablo habla de manera
sentan. Y uno de esos falsos rostros es, sin duda alguna, el de un dios con diferente del «obrar» o de la «obra» (en singular) del hombre. Y que, por
quien se comercia la salvación. lo menos alguna vez (como en 2,6), el plural «obras» es meramente distri-
butivo: todos los hombres presentarán cada uno su «obra» (cf. 1 Cor 3,13);
400 La cristología humanista de Pablo
Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 401
claro está, la apuesta por un dato trascendente que los hombres
formularán de manera diferente, pero que será radicalmente el Lo que interesa señalar aquí, para rastrear sus orígenes evan-
mismo y aparecerá claro en la resurrección de Jesús 21. gélicos, es que en ese proceso hay una verdadera dialéctica, en el
Así, el hombre, aunque pecador, será un «irreprochable» co- sentido más propio de la palabra. Más aún, lo que comprobamos
laborador de Dios. Porque, una vez más, no existe antinomia al entender la última etapa como síntesis lo descubrimos, incluso
entre fe y obras. Todo lo contrario, sólo la fe hace posible un con mayor profundidad, constatando cómo Pablo prepara el mo-
obrar humano. vimiento dialéctico mediante la demostración de la ambivalencia
de cada una de las etapas precedentes, apuntando al resorte que
II las pone en conflicto y las obliga a moverse hacia Cristo. También
aquí el conflicto es provocado y decisivo.
Pablo ha estructurado así su proceso en tres etapas: la que Así, vemos cómo la Carne hace de la universalidad pagana
precede a la Ley (y comprende a todos los hombres), la que va una universalidad errónea —inhumana—, donde las pasiones del
de la Ley a Cristo (y comprende al pueblo judío) y la que sigue hombre sólo quedan libres para falsear todas las relaciones huma-
a Cristo (y vuelve a comprender a la humanidad en su conjunto). nas. Paralelamente, la Carne hace de la particularidad judía una
Es obvio que, si buscamos raíces concretas de esta concepción particularidad errónea —inhumana—, donde la preocupación mo-
paulina en el mensaje histórico de Jesús, sólo podremos verificar ral y religiosa dentro de una actitud de temor y comercio vuelven
lo que concierne a la última etapa 72. lo particular aborrecible y contraproducente.
Son, en efecto, las características esenciales de esta última La síntesis, decíamos, sólo se da, dentro del sistema de Pablo,
—y, en particular, la «libertad» introducida en la humanidad por en Cristo. Y como hecho —como nueva actitud diferente de
Cristo al desplazar la Ley de su pretendida ubicación por encima ambas— ello es verificable en los datos pre-pascuales de los evan-
del hombre— las que llevan a Pablo, frente a un auditorio en gelios. No, en cambio, como síntesis, puesto que éstos no hablan
gran parte pagano, a imaginar un plan universal de Dios que se de todo ese proceso antropológico que interesa a Pablo. Podríamos
propusiera precisamente tal resultado. Y que respondiera, además, añadir que el nombre que Pablo da a esa síntesis —la fe—, enten-
a lo que, al mismo tiempo, la Escritura y la experiencia le dicen diendo por ella la actitud rica y compleja que hemos estudiado,
sobre las situaciones respectivas del mundo pagano y del judío. conviene asimismo a la actitud que Jesús opone, como premisa
Es decir, sobre la primera y la segunda etapa, tales como Pablo epistemológica, a la de sus adversarios en las controversias sobre
las ve encarnadas en sus contemporáneos, como queda consignado la interpretación de la Ley consignadas en los sinópticos.
en los primeros capítulos de Romanos. Pero, como decíamos, en el capítulo cuarto de Romanos Pablo
trata de mostrar que el mismo comienzo de la revelación hecha
sólo en ese sentido hay que entender el plural «obras» cuando se dice que al pueblo judío ya implicaba —y prefiguraba o preevangelizaba—
Dios «dará a cada uno según sus obras» citando sal 62,13. Cuando sale de esa síntesis. Pablo hasta da la impresión a veces de que el movi-
la cita inmodificable, Pablo prefiere usar el verbo «obrar el bien». miento del proceso hacia esa síntesis hubiera sido como retardado
21
He aquí cómo el autor de la carta a los Hebreos, de alguna manera re-
lacionado con Pablo, muestra al cristiano acercándose, mediante la resurrec- por un crecimiento indebido de la antítesis —la particularidad
ción de Jesús, a lo escatológico y afianzando con ello el dato trascendente religiosa de la Ley— que, para dar lugar a la síntesis, habría
que posee. Dice de los cristianos que «fueron una vez iluminados, gustaron tenido que llegar primero a una culminación excesivamente nega-
el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, saborearon las tiva (cf. Gal 3,19; Rom 7,13).
buenas nuevas de Dios y los prodigios del mundo futuro...» (Heb 6,4-5).
22
Este es, en realidad, el último capítulo en que seguiremos la costumbre En otras palabras: ya en el pasado lejano existió otro momento
—de esta segunda parte— de examinar, en un segundo párrafo, los orígenes cumbre que hizo presentir la síntesis como cercana, un momento
del pensamiento de Pablo en el mensaje histórico de Jesús. En efecto, de de presíntesis —de síntesis prometida— encarnada en un pre-
ahora en adelante, Pablo pasará a pensar sobre el hecho y las consecuencias Cristo: Abrahán.
para el hombre del doble acontecimiento (sin palabras) de la muerte y resu-
rrección de Jesús. Probablemente Pablo ya está preparando en su mente el parale-
lismo antagónico entre el Pecado (Adán) y la Gracia (Cristo) que
26
402 La cris tolo gía humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 403
desarrollará en el capítulo siguiente. Sólo que en ese antagonismo 10 Habernos, es que Abrahán representa ya la Fe que obtiene la
antropológico ya no aparece la función especial, propia del pueblo 11 mi i litación en el juicio de Dios. La síntesis fe-justificación llegará,
judío. Pero como esa «propiedad» existió (cf. 3,2) y Pablo está i luco está, a su plenitud definitiva en Jesús, pero está ya, en cierta
escribiendo a una comunidad compuesta, en gran parte, por quie- numera, presente en Abrahán.
nes están estructurados por esa particularidad y en función de ella, Más aún: interesa señalar —o recordar con respecto al párrafo
era menester en su argumento esa presíntesis que mostrara, ya en iinlfrior— que las dos fuerzas antagónicas, los dos principales
el origen del pueblo judío, su peculiaridad funcional en relación personajes antropológicos están ya obrando, en cierta medida, en
con Cristo. ¿Quién mejor que Abrahán, el padre en la fe de los Abrnlián.
creyentes judíos, podría venir eventualmente en ayuda del racio- liste está, en efecto, «bajo el reino de la muerte» (5,14) como
cinio de Pablo? lujo que es de Adán, que introdujo el pecado en el mundo. Ello
No puede caber duda de que, para fundamentar su interpre- .lenifica que Abrahán está bajo el Pecado, aunque éste, previa-
tación de Abrahán, Pablo no se dirige al Evangelio, sino que se mente a la Ley, no pueda ser calculado, cuantificado, computado
vale de un tipo de exégesis bíblica común en su tiempo y que no id. 5,13). Por otra parte, está también bajo la Gracia en la medida
es la que hoy llamaríamos científica a . Es la que Pablo aprendió i n que ya ha sido objeto de una vocación particular, seguida igual-
durante su formación intelectual como fariseo. Pero, además de ser mente de una promesa particular —hecha a su persona— de cons-
la única que posee y la más eficaz para convencer a quienes están umir en el futuro una bendición universal concerniente al mundo
formados de la misma manera, sus resultados, como veremos, res- • ulero (4,13), aunque no esté aún orientado, como lo estarán sus
ponden a una lectura viva del mensaje de Jesús. lujos, por la (peligrosa) Ley de Moisés.
Indicamos ya antes en qué consistía el argumento de Pablo lis importante notar que Pecado y Gracia son en Pablo dos
acerca de Abrahán, basado fundamentalmente en la anterioridad i leinentos constitutivos de la Promesa. De no ser pecador, la
de Gn 15,6 con respecto a Gn 17 y 22. lieiulición no sería objeto de promesa, es decir, de gratuidad reci-
Pero ¿por qué decimos que Abrahán constituye una presíntesis I >iilu por adelantado. Y de no ser por la gracia, es decir, por el
en el proceso dialéctico de Pecado y Gracia? La respuesta global, icgnlo, Abrahán sólo podía prever las consecuencias «mortales»
de su actuación pecadora.
23 Ahora bien: ¿tenemos en los evangelios algo semejante a este
Ya indicamos brevemente que el método exegético de Pablo —y más lipo de síntesis?
que nunca tal vez en este capítulo— nos parece hoy, y con razón (científica),
artificial. Era el usual en el contexto donde el ex fariseo Pablo fue (bien) I) La relación trabajo-salario-regalo despierta inmediatamente
formado. Pero no existía otro, por lo menos en cuanto a la posibilidad y ni nosotros el recuerdo de una enseñanza de Jesús consignada
obligación que hoy sentimos de colocar cada pasaje en su contexto histórico. explícitamente en Mateo en la parábola de los trabajadores de
Es obvio que el autor de Gn 15 no piensa en una determinada teoría de la
justificación. Pero, lo que es más importante para la mayoría de los capítu- l.i viña.
los de Romanos que estamos comentando, lo que en la época de Pablo se La parábola habla de obreros contratados para trabajar toda
llamaba «Ley» depende de esa exégesis donde el contexto no actúa ya para l,i jornada por un salario fijo: un denario (tal vez un salario vital).
aclarar suficientemente el sentido original. Los diferentes «decálogos» —no Ahora bien, despidámonos de ellos, porque, para Pablo, nunca
todos son, propiamente hablando, decálogos, es decir, conjuntos de diez le-
yes— que aparecen en Éxodo, Deuteronomio y Levítico, puestos en su con- existieron en la realidad histórica del plan de Dios. Son el fruto
texto histórico, tienen mucho más de constituciones (cívicas en el sentido mo- imaginario— de un malentendido, o quizá un concepto límite
derno) que Yahvé fue dando sucesivamente a Israel, de acuerdo con sus pura comprender, por vía de contraposición, la situación real del
pasos desde el nomadismo a la monarquía y al exilio, que de una y única hombre ante Dios.
ley moral, que apuntara a regular el comportamiento íntimo del hombre
(cf. G. von Rad, op. cit., I, pp. 247ss). Aun la «corrección» que, sobre todo Tomemos a los trabajadores «de la última hora». Son llamados
según Mateo, Jesús habría hecho de esa «Ley», obedece al método exegético w trabajar porque durante el resto del día estuvieron «ociosos»
de ese tiempo y es, por lo mismo, en cierta medida, injusta, ya que se la co- (Mt 20,3) y sin que se haga contrato alguno con ellos. Sólo podrían
rrige en cuanto ley moral.
tener, a lo más, una promesa, y eso en el caso de que el dueño
404 La cristología humanista de Pablo Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 405
de la viña les haya dicho lo mismo que a los obreros de «la hora poco trabajo. Esto no lo comprenden a menudo los que observan
tercera»: «os daré lo que sea justo» (Mt 20,4). «•I fenómeno del trabajo desde los países ricos, con su introyectada
Pues bien: cuando los obreros de la última hora reciben un • >l «sesión por el trabajo como elemento de dignidad humana y de
denario, ¿qué se puede decir de ellos en relación con el dueño prestigio social. Pero para entender a Jesús en su contexto pales-
de la viña? Sin duda que han sido objeto de un «regalo» o «gracia». lino hay que abandonar los supuestos que vienen de un mundo muy
A ello alude lo que el dueño alega ante la protesta de los traba- diferente.
jadores contratados: hace «lo que quiere» con lo que es suyo. En segundo lugar, con tal motivación, la gracia estaría sola-
El denario no es, pues, una deuda que provenga de un salario. mente en el dueño: los obreros tomarían la promesa (o la convo-
Los obreros de la última hora han trabajado, es cierto, pero «no i nción sin promesa alguna) como el equivalente de un contrato.
han trabajado», según la expresión de Pablo, proporcionalmente Tendrían «fe» en el dueño sólo como «contratista». El trabajo,
a lo que han recibido. Abrahán encaja de manera perfecta en esta por más fe de este tipo que tuvieran, no pasaría de una «obra»
categoría, por lo menos tal como nos lo presenta la exégesis de hecha bajo contrato tácito o supuesto, y el denario recibido no
Pablo. plisaría tampoco de un «premio» extrínseco al trabajo hecho, de
En la parábola de Jesús, que es, como vimos, (políticamente) mi «salario aumentado».
polémica, los trabajadores contratados por un salario están ahí Por supuesto que cualquiera puede alegar que estamos exigien-
para representar al grupo de los que reclaman contra la presunta do demasiado de una parábola y que comparatio non tenet in
injusticia de un reino de Dios que, ignorando todo mérito anterior, ómnibus. Es cierto, pero sólo en apariencia, porque el problema
viene como regalo para pobres y pecadores. ¡intropológlco al que aludimos existe independientemente de ella:
Pero, cuando de la clave política pasamos a la antropológica, ¿qué esperar del trabajo «histórico» frente a un Dios «gratuito»
el primer grupo desaparece. No porque reclamen mal, sino porque (o «gracioso», como se dice con más tino etimológico en latín)?
ningún hombre fue puesto bajo contrato y recibió el salario con- Si hacemos esta pregunta crucial a los evangelios, encontramos,
signado en tal contrato. Es cierto que los judíos, tal como Pablo por cierto, una respuesta, aunque fuera del contexto imaginativo
los describe en el segundo capítulo de Romanos, lo han entendido de la parábola. ¿Por qué precisamente fuera? Por una razón muy
así, pero la causa de ello ha sido un malentendido sobre el sentido simple: el trabajo de un obrero, contratado implícita o explícita-
y la función de la Ley. Ante Dios, también ellos —como todos— mente, no tiene relación intrínseca —personal, de intención— con
han estado lo suficientemente «ociosos» como para no poder re- el proyecto del contratista. Este tiene un plan; el obrero otro.
clamar ya un salario debido a su trabajo. I,a coincidencia de que el trabajo pagado por uno y realizado por
Si Pablo tuviera que rehacer en su propia clave (antropológica) otro sirva a las intenciones de ambos se realiza mediante algo
la parábola de Jesús sobre los trabajadores de la viña, tendría que extrínseco: salario o premio, poco importa. A ese carácter extrín-
cambiarla por entero para serle, en el fondo, fiel. Y sobre todo seco para el obrero, que se manifiesta en su «ociosidad» previa,
tendría que explicar algo que la parábola no aclara bastante, pero responde el carácter extrínseco en el dueño de la viña, que usa
que, antropológicamente, es decir, en su clave, se vuelve decisivo: de su dinero «como quiere» sin relación con la viña misma.
¿qué motivo lógico podrían tener los obreros de la última hora Pues bien: ¿qué tenemos en el evangelio cuando suprimimos
para trabajar, es decir, Abrahán y sus hijos, los hombres «creyen- esa mediación que permanece extrínseca tanto al hombre que tra-
tes» todos? baja como a Dios que regala?
Se dirá tal vez que tenían del dueño la promesa de recibir Tenemos la actitud que Jesús espera de sus discípulos, según
lo justo, pero ello no concuerda en dos cosas ni con la parábola uno de sus más profundos logion, que «busquen más bien el reino»,
misma ni con la concepción de Pablo. que se asocien a su dinamismo, que trabajen para él. Si tuviéramos
En primer lugar, con tal motivación, la calidad y cantidad del que trasladar esto a la parábola, tendríamos que imaginar obreros
trabajo disminuirían en proporción de la suma irrisoria del «sala- que, olvidándose de la paga, se dejan entusiasmar por el creci-
rio» —puesto que volvería a ser tal— considerado justo por tan miento, florecimiento y resultado de la viña misma. Ahora bien,
406 La cristología humanista de Pablo
Abrahán, primera síntesis de lo cristiano 407
si la (clásica) «viña de Yahvé Sebaot es la Casa de Israel» (Is 5,7)
a la que anuncia Jesús la llegada del reino, para Pablo se trata limbos hechos, aunque colocadas por nosotros en diferentes planos
de extender ese reinado a los límites mismos del universo, para bien «Ir vcrificabilidad, son igualmente verdaderas para Pablo.
del hombre. Es la actitud de Abrahán que tiene como «herencia A medida que esta oposición básica vaya ocupando un lugar
el mundo» (4,13). «"lula vez más central en la clave antropológica de la reflexión de
Pero hay más. No sólo no existe ya mediación extrínseca entre l'uMo, volveremos a ocuparnos más en profundidad de su con-
el motivo para el trabajo realizado —por fallos que tenga—, por rrpción sobre la significación contenida en la muerte y resurrección
un lado, y el proyecto en que éste se inscribe, por otro. Existe tic Jesús.
también una Promesa de contenido universal: «... y todo lo demás En este momento queremos referirnos sólo a un primer hecho
se os dará (gracia) por añadidura». Pero, como ya tuvimos ocasión importante —que se desarrollará más tarde— acerca de esos dos
de ver, no a título de salario o de premio milagroso: el reino mismo nuevos personajes: desde un comienzo Pablo va más allá de un
realizado significa lo necesario para todos. Sólo que, para lanzarse inrro contraste físico entre muerte y supervivencia.
a esa búsqueda, hay que creer en la venida del reino. Únicamente Ya hemos tenido ocasión de ver que, a propósito de Abrahán,
esa fe puede librar al hombre de la preocupación por controlar I'iiblo llama muerte a la inutilidad de sus proyectos de procurarse
él mismo, cada día y cada hora, la satisfacción de todo lo que «li-scendencia a su edad y a la de Sara, así como llama creación
necesita. ul poder de Dios que infunde vida y existencia a ese mismo pro-
El trabajo por el reino, la búsqueda de éste en el laberinto yecto, a «lo que no es» (cf. 4,19.17).
de las causas históricas se convierte así, gracias a la fe, en el Es interesante señalar aquí a ese respecto, aunque no sea más
motivo intrínseco del trabajo mismo. Pablo, que, situado en otro iiuc a título de inventario, cómo la Muerte y la Resurrección se
contexto histórico, no habla aquí de reino, alude a la expectativa «iisputan en Pablo no sólo —o no tanto— a las personas (o indi-
de la creación entera que desea ponerse al servicio del plan de viduos), sino el futuro de sus proyectos, es decir, de lo que los
Dios y sus hijos, algo que veremos después más detenidamente hombres «buscan».
en capítulos posteriores. Así, volviendo al capítulo segundo de Romanos, recordemos el
Una vez más, observamos cómo Pablo es radicalmente fiel al iimincio que Pablo hace del juicio universal de Dios, «quien dará
Jesús histórico, aun en sus interpretaciones más creadoras. Hasta a cada uno según sus obras»: «a quienes buscan gloria, honor
cierto punto, en efecto, podríamos resumir, parafraseando el evan- <• incorrupción, vida eterna; para quienes, por el contrario, son...
gelio, lo que Pablo dice equilibradamente de la preevangelización indóciles a la verdad pero dóciles a la injusticia, ira e indignación»
de Abrahán: creyó que podía buscar la bendición de todos los (2,6-8).
hombres y que la justificación se le daría por añadidura. Y lo que Ahora bien: como prueban muchos pasajes de las cartas pauli-
creyó —colaborando la fe con sus obras— Dios lo hizo realidad nas, «buscar incorrupción» es algo más que reaccionar ante el temor
para él. «le la muerte personal. Es una característica de ciertos proyectos
2) Pero no podemos terminar el estudio de las raíces evan- o, mejor, de todos los verdaderos proyectos (que no caen bajo la
gélicas del capítulo cuarto sin tener en cuenta la introducción, mala fe que, en ellos, tiene presa a la verdad en la injusticia).
ya mencionada, de dos nuevos personajes antropológicos: la muerte Así, en dos de los pasajes que revelan más el anhelo espontáneo
opuesta a la vida, la corrupción y la inutilidad opuestas a la in- «le ese hombre que es Pablo encontramos una clara alusión a esa
corrupción y al poder creador; en una palabra: la Muerte frente exigencia de vida que va más allá de la propia persona. Leemos en
a la Resurrección. Y todo esto, por cierto, ya en Abrahán (cf. 4, la primera carta a los Corintios, precisamente a propósito de la
17-19.24-25), el pre-Cristo de la teología de Pablo. resurrección: «Es menester que esto corruptible se revista de in-
Es obvio que no se requiere excesiva imaginación para descu- corrupción y que esto mortal se revista de inmortalidad» (1 Cor
brir dónde puede estar enraizado este desarrollo cristológico: en I 5,53-54) M. Ya es claro aquí que «esto» designa una realidad más
la muerte y resurrección de Jesús, ya que las experiencias de " Literariamente es interesante aquí la presencia repetida de la palabra
«esto» (que algunas Biblias traducen lamentablemente por «este ser» o ex-
408 La cristología humanista de Pablo

vasta que el mero cuerpo o vida física de Pablo. Pero también


alude a lo mismo la expresión «ser revestido», es decir, la acción CAPITULO V
de colocar un vestido sobre otro ya existente.
Así, en el segundo pasaje, sacado de la segunda carta a los ADÁN, CRISTO Y LA VICTORIA
Corintios, nos enteramos de que Pablo quiere vida, inmortal e in-
corruptible, para su «tienda» 2S, es decir, su existencia entera con
sus valores y proyectos: «Sabemos que si esta tienda, que es nuestra
habitación terrestre, se desmorona, tenemos una casa que es de
Dios: una habitación eterna, no hecha por mano humana, que está
en los cielos. Y así gemimos (de angustia) en este estado, deseando
ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste... N o Romanos 5,1-20
es que queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, 1
para que lo mortal sea absorbido por la vida» (2 Cor 5,1-2.4-5). Por tanto, habiendo sido declarados justos por causa de la
fe, estamos en paz con Dios por nuestro señor Jesucristo, 2 por
De ahí que no sean las personas las que figuren como «some-
medio de quien hemos obtenido también acceso con la fe a esta
tidas a la inutilidad» (8,20), sino la creación entera, debido a «la gracia en la que nos mantenemos y nos gloriamos en la espe-
esclavitud de la corrupción» (8,21) que afecta a la libertad del ranza de la gloria de Dios. 3 Y no sólo eso, sino que nos glo-
hombre y que sólo desaparecerá visiblemente cuando ésta se ma- riamos hasta en las aflicciones, sabiendo que la aflicción produce
nifieste (cf. 8,21.19). «Esto» es lo que tiene que asumir, de acuer- resistencia, 4 la resistencia madurez, la madurez esperanza, y la
do con Pablo, la resurrección: la corrupción —es decir, la m u e r t e — esperanza no engaña, 5 porque el amor procedente de Dios ha
de los proyectos humanos. sido derramado en nuestros corazones por el espíritu santo que
se nos ha dado.
Pablo rescata así, mucho mejor que Pedro en los Hechos, el 6
problema de la muerte de Jesús. Este no se había predicado a sí Porque, cuando aún estábamos sin fuerzas, Cristo murió
mismo, sino la venida del reino. Y es el reino, no sólo Jesús, el que oportunamente por los impíos 7 —y eso que por un justo apenas
hay quien muera: por un hombre bueno tal vez alguno se atreva
tiene que resucitar en poder (cf. 1,4) para que la existencia de a morir— 8 pero Dios probó su amor hacia nosotros, ya que,
Jesús tenga sentido, tal como él mismo la vivió. Su muerte no des- siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Con mucha
acreditó su persona, sino su anuncio. A ese reino de Dios en mayor razón, habiendo sido declarados justos por su sangre,
poder, que alborea en Pascua, aunque Pablo use otros nombres se nos salvará, por él, de la ira. 10 En efecto, si siendo enemigos
para designarlo, apunta, desde el ejemplo de Abrahán, su cris- se nos reconcilió con Dios, con la muerte de su hijo, con mucha
tología. mayor razón, reconciliados ya, se nos salvará con su vida. n Y
no sólo eso, sino que nos gloriamos en Dios por nuestro señor
Jesucristo, gracias al cual hemos recibido ahora la reconciliación.
presiones equivalentes). Pablo no es (aquí) metafísico sino gráfico. Emplea 12
Por eso, así como por un solo hombre el pecado entró
una de esas expresiones que sólo se comprenden imaginando el gesto que en el mundo y, por el pecado, la muerte, y así la muerte alcanzó
debía acompañarlas, como cuando decimos: «¡Estoy hasta aquí de tus que-
jas!». Podemos suponer que ese «cuerpo» de 8,23 debe implicar el mismo a todos los hombres, puesto que todos pecaron 13 —porque antes
contenido que el «esto» de los otros pasajes citados y que no apuntaría al de la ley el pecado estaba ya en el mundo y, aunque el pecado
solo cuerpo de Pablo. Esto último lo dan a entender traducciones, a nuestro no se contaba no habiendo ley, 14 no obstante, la muerte reinó
juicio inexactas, que hacen desear a Pablo «librarse del cuerpo», en lugar desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron de
de la «liberación del propio cuerpo», cosa que parece mucho más relacionada la misma manera que Adán, que era figura del que había de
con la posibilidad de manejar sin resistencias la «ley de los miembros» (7,23), venir—...
lo que se relaciona no con el cuerpo sino con la coherencia y realización de 15
los proyectos del hombre. Pero nada de «cual el delito, tal el regalo». Porque si por
25
Cf. este mismo sentido amplio en el prólogo de Juan (1,14) donde re- el delito de uno (solo) murió la multitud, mucho más la gracia
encontramos como sinónimos «carne» y «tienda». de Dios y el regalo gratuito de un (solo) hombre, Jesucristo,
abundaron en la multitud. 1 6 Y nada de «cual el resultado del
410 La cris tolo gía humanista de Pablo

extravío de uno, (tal) el regalo». Porque el juicio (a partir) de


uno (solo) desembocó en condenación, mientras que la (obra I
de la) gracia, (a partir) de la multitud de los delitos, desembocó
en declaración de justicia. 1 7 En efecto, si por el delito de uno Es importante señalar desde el comienzo una diferencia de
(solo) reinó la muerte por causa de uno, mucho más quienes nivel entre el capítulo cuarto y el quinto. La argumentación de
reciben la abundancia de la gracia y el regalo de la justicia
Pablo en aquél presuponía la fe del judaismo en su propia Escritura.
reinarán en la vida por uno (solo), Jesucristo. 1S Así, pues,
como del delito de uno (solo) resultó para todos los hombres No se necesitaba menos, puesto que un problema concerniente
causa de condenación, así de la justicia de uno (solo) resultó a las relaciones del hombre con Dios no podía resolverse sin saber
para todos los hombres causa de justicia que lleva a la vida. lo que Dios pensaba al respecto. Y la fuerza del argumento paulino
19
Porque como por la desobediencia de uno (solo) la multitud estriba precisamente en que la Ley, es decir, lo que los judíos re-
fue hecha pecadora, así también por la obediencia de uno (solo) conocían como revelación de Dios, hablaba de esas relaciones en
la multitud será hecha justa. el caso de Abrahán, y no más, puesto que no se precisaba ningún
20
En cuanto a la ley, intervino para que aumentara el delito, argumento específicamente cristiano para sacar las conclusiones que
pero donde abundó el pecado, la gracia fue más abundante toda- Pablo saca de su exégesis.
vía para que, así como el pecado reinó en la muerte, así la
gracia reinará por medio de la justicia para vida eterna por E n cambio, el capítulo quinto está todo él basado en la fe
Jesucristo nuestro señor. cristiana. Su fuerza depende de que se haya aceptado el cristianis-
mo. Nótese que no decimos que el capítulo quinto se refiere a los
El capítulo quinto comienza con el primer versículo en que el cristianos. Esa será una cuestión interesante y tal vez decisiva que
pensamiento de Pablo se aparta del caso de Abrahán para inter- examinaremos más tarde. Decimos que supone la fe cristiana.
narse en otros temas. En realidad, el tránsito ya había comenzado En efecto, tanto si se piensa que Abrahán nunca fue débil, pe-
en el último versículo del capítulo cuarto, donde se establecía cador y enemigo de Dios y, por tanto, nunca fue «reconciliado»
que la justicia que «se le contó» a Abrahán se nos contaría también como si se considera que también él fue objeto de una «reconci-
a nosotros, entendiendo por «nosotros» a todos los que tienen fe liación» limitada a su persona — y expresada en que se le cuenta
en el Dios que resucitó a Jesús, es decir, obviamente, a los cris- su fe personal como justicia—, lo cierto es que, para Pablo, la
tianos. gran reconciliación tiene lugar con la muerte de Jesucristo, aunque
Así, el capítulo quinto no se separa bruscamente del cuarto; no nos atrevamos a decir que ese «con» tiene en Pablo un sentido
está ligado a él por una consecuencia lógica: «por tanto». Y esa estrictamente temporal.
consecuencia es, en concreto, la paz que sigue a la reconciliación Por eso decíamos que todo este capítulo quinto reposa sobre
entre Dios y el hombre pecador. Si seguimos las huellas de la fe la fe cristiana. Pero hay algo más, y, por cierto, importante. E n
de Abrahán, seremos, como él, transformados de débiles (5,6), el contenido temático del capítulo Pablo no se refiere a datos
pecadores (5,8) y enemigos (5,10) en amigos de Dios (cf. Sant precedentes a la reconciliación, provenientes de la fe en Jesús
2,23). (o de la fe en Dios que resucitó a Jesús). Parte de cero. El cero
Este tema de la reconciliación es tratado con cierta extensión cristiano explícito, desde donde Pablo comienza su argumento
en la primera parte del capítulo quinto, y de manera explícita sobre la reconciliación, es la reconciliación misma gracias a la
(cf. 5,1-11). Allí se trata del momento y de la junción de la recon- muerte (sangre) de Jesús.
ciliación. Pero el tema aparece igualmente, aunque de manera Es cierto que Pablo ya ha mencionado la resurrección al final
tácita, en el resto (cf. 5,12-20), donde se trata de su extensión. del capítulo cuarto (cf. 4,25), que es, como quien dice, el comienzo
Analicemos, pues, esas dos partes. de éste, pero ello no obsta a que, al referirse propiamente a la
reconciliación, Pablo hable de ella como de un acontecimiento-cero.
Se parece al relato de un acto «creador» por el que se nos hace,
de enemigos, amigos de Dios, sólo que el agente creador es en este
caso no la palabra divina, sino «la sangre» de Jesús (5,9).
412 La cristología humanista de Pablo
Adán, Cristo y la victoria 413
Ello no debe llevarnos a pensar, de ninguna manera, que Pablo
minimizara los datos referentes al Jesús histórico y a su lucha por ble, Dios «probó su amor hacia nosotros... con la muerte de su
el reino o que comenzara por la reconciliación la predicación de 1 lijo» (5,8.10), es decir, con lo mayor y más preciado que podía dar.
la fe a los paganos o aun a los judíos. Está escribiendo a una co- Así, «con mucha mayor razón...» (5,9.10), «quien no perdonó
munidad ya cristiana, que ha pasado por una evangelizacíón y una (o escatimó) ni a su propio hijo amado, ¿cómo no nos regalará
catequesis y se apoya en ellas. también todo junto con él?» (8,32).
Pero tampoco se puede eludir el hecho de que la clave antro- Y si con lo primero «hemos sido declarados justos» (5,9), ese
pológica que ha elegido Pablo y que se impone capítulo tras capí- regalo total hará que «seamos salvados» (5,9.10), es decir, que el
tulo lo lleva hacia los datos de Jesús que puedan tener, de manera regalo perdure y no fracase, llegando hasta sus últimas consecuen-
más directa, un sentido universal \ cias de gracia 2.
De todos modos es un hecho, más concreto aún, que en la ¿Qué pretende Pablo probar con este argumento? Que quien
carta a los Romanos el primer elemento de su argumentación que ve el mundo y su propio destino desde la fe cristiana no puede
se basa en la fe propiamente cristiana de manera expresa es el de (rc)caer en el temor o en la duda sobre la salvación, por lo menos
la reconciliación que nos valió la muerte de Jesús. No cabe argüir si es lógico. La reconciliación significó, en efecto, en el momento
que ya la afirmación de que la declaración de justicia se fundaba más crítico y, por decirlo así, inadaptado, un regalo de Dios que
en la fe en Jesucristo era uno de tales argumentos, porque allí comprende todos los regalos y, entre ellos, el de la justicia que
Pablo no argüía, sino que se limitaba a sentar un principio sin salva.
explicar de dónde extraía esa conclusión. Sin embargo, se preguntará: el cristiano que sabe de ello no
En realidad, la argumentación global de Pablo sigue una línea puede dudar de la salvación, ¿de quiénes? Obviamente, ello será
sutil, y es la que hemos visto siguiendo el hilo conductor de Abra- el tema explícito de la segunda parte del capítulo. Pero hay aquí
hán, argumento basado en la fe judía, como decíamos, pero relativo ya, en la primera parte, tres datos implícitos sobre ello que tienen
a un incircunciso, es decir, a un pagano. Hay así una línea que relación con la junción de este argumento en la carta de Pablo.
progresa a fortiori. Si, de acuerdo a la fe judía, al pagano Abrahán En primer lugar, Jesús muere antes de que podamos tener fe
se le contó como justicia una fe incipiente y vaga en un Dios que en él. Lo que era cronológicamente verdadero de Abrahán resulta
resucita a los muertos, cuánto más... En efecto, en el paso siguiente ser también verdadero de cualquier cristiano. Si para ser reconci-
Pablo apunta al mismo objetivo baterías propiamente cristianas. liados hubiéramos tenido que mostrar que creíamos «en el Dios

1) Entre ellas ocupa el primer lugar de la temática de la 2


primera parte del capítulo el momento en que Dios, por la muerte Existe un paralelismo decisivo entre los vv. 9 y 10. Es decir, entre
«habiendo sido declarados justos por su sangre, se nos salvará...» (v. 9) y
de Jesús, realiza la reconciliación de los hombres (¿cristianos?) «se nos reconcilió con Dios por la muerte de su hijo... (y) reconciliados ya,
consigo. Se presupone, como decíamos, que el creer en esta recon- .re nos salvará...-» (v. 10). Este paralelismo indica a las claras la sinonimia
ciliación forma parte de la fe de un cristiano. Veamos, pues, en que existe, para Pablo, entre «declaración de justicia» y «reconciliación»
qué afecta al argumento el momento de esa reconciliación. (cf. R. Bultmann, op. cit., I, pp. 285ss). Pero nuestro comentarista ve entre
los dos versículos una diferencia esencial, «el pasaje más claro que puede
Este es, lisa y llanamente, que cuando Dios reconcilió consigo ser citado para distinguir las esferas de la justificación y de la santificación:
al hombre la situación de éste era la peor en que podría encon- un versículo (expresa) un hecho objetivo cumplido sin nosotros, el otro un
trarse jamás. Fue, dice Pablo, cuando éramos «débiles» (5,6), «pe- cambio operado dentro de nosotros» (ICC 1,129). No obstante, y prescindien-
do de que «reconciliación» no es sinónimo de «santificación» (que no apa-
cadores» (5,8) y «enemigos» (5,10). En esa situación, la peor posi- rece aquí), si la declaración de justicia se cumple sin nosotros, ¿dónde queda
el «por medio de la fe»? Más aún, el argumento mismo queda invalidado
1
—aun suponiendo la imposibilidad de entender un efecto inmediato en nos-
«La existencia de Jesucristo no sólo determina la existencia de los fie- otros de la misma declaración de justicia—, pues los versículos 9 y 10 son,
les: es también el más íntimo secreto de la vida de cada hombre» (ICC 2, en esto, idénticos, estableciendo ambos un hecho objetivo introducido por
Dios en nosotros y que, como todo lo que Dios introduce en nosotros, debe
también volverse subjetivo, por lo menos a nivel cristiano.
414 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 415

que resucitó de entre los muertos a Jesucristo nuestro señor» que puede hacerse (antes) como condición o seguir (después) como
(4,24), estaríamos aún esperando la reconciliación, porque fue consecuencia posible de la reconciliación. Y si no es eso, la fe sólo
«siendo enemigos» cuando «se nos reconcilió con Dios» (5,10). puede ser una manera total de ser y actuar propia del reconciliado,
Además, Cristo muere «por los impíos» (5,6), epíteto que con- es decir, la manera de ser y actuar liberada del temor y del cálcu-
vendría mal incluso a Abrahán, con su vaga fe en el que «da vida lo, la de un Abrahán, por ejemplo.
a los muertos y llama a ser a lo que no es» (4,17), fe que, no obs- Cualquiera de las otras hipótesis posibles es inverosímil e im-
tante, ya le ha valido una declaración de justicia. Es obvio, pues, plícitamente negada por Pablo. Una sería que cuando Abrahán
que el regalo mayor en el peor momento fue hecho a todos los mostró su fe Dios tuvo que declararlo justo (lo que reconvertiría
hombres sin tener en cuenta su fe. Esta no pudo haber sido con- la gratuidad en salario). La otra que cuando Abrahán mostró su fe
dición previa, sino consecuencia del regalo, incluida en él 3 . Dios pudo no declararlo justo (lo que invalidaría el principio). La
En segundo lugar, al decir que la fe no puede ser una condición tínica hipótesis posible es que la fe era una actitud que hacía, en
previa del acontecimiento de la reconciliación, sino su consecuencia, rigor, de Abrahán un justo: la de marchar con Dios como recon-
tenemos que añadir que tampoco puede tratarse de una consecuen- ciliado.
cia eventual y secundaria, algo que venga después, y sólo a veces, Y ello, como vimos, porque se trataba de una actitud genérica
de haber sido reconciliados los hombres y que por lo mismo dis- de toda su vida, correspondiente ya, en su estadio primitivo, al
tinga, entre los reconciliados, a quienes van a recibir una decla- lipo de humanidad mostrado y avalado por el mensaje, la vida, la
ración de justicia. A este respecto es sumamente significativo el nuierte y la resurrección de Jesús de Nazaret.
paralelismo estricto que existe entre el «hemos sido declarados
justos por la fe» (5,1; cf. 3,21-30; 4,23-24) y el «haber sido de- Además, cuál sea concretamente esa actitud abrahámica accesi-
clarados justos por su sangre (la de Jesús)» (5,9). ble a todo hombre lo indica implícitamente Pablo cuando, en tér-
minos claramente antropológicos, muestra al comienzo del capítulo
La fe no puede ser, por consiguiente, para Pablo un acto (libre)
quinto las etapas de un desarrollo humano hacia la madurez,
I labiendo fe, la aflicción, los desafíos de la vida no derrumban,
3
Nuestro comentarista discute con Lighfoot sobre qué significa «recon- sino que producen resistencia y ésta, a su vez, hace del hombre
ciliación», si un cambio subjetivo de nuestra mente para con Dios o una un ser maduro. En esta madurez es la esperanza un componente
modificación objetiva de nuestra relación con él. Para Lighfoot, «este pasaje esencial, la apuesta certera, la que no falla ni engaña jamás. Eso
habla del pecador como reconciliado con Dios, no de Dios como reconciliado
con el pecador... Es la mente del hombre, no la de Dios, la que experimenta lo sabe especialmente el cristiano con lo que conoce acerca de la
un cambio...» (ibtd.). Es decir, subjetivo; pero el mismo comentarista no infalibilidad del amor, habiendo asistido en Espíritu a la muerte
está de acuerdo. Explica que los comentaristas en general no concuerdan con y a la resurrección de Jesús (cf. 5,3-5).
Lighfoot en este punto y continúa: «Concluimos que la explicación natural
de los pasajes que hablan de la enemistad y de la reconciliación entre Dios Todo hombre que alguna vez amó de veras pasó de alguna
y el hombre es que éstas no están constituidas de un solo lado, sino que son manera, por precaria que sea, por este proceso humanizador de
mutuas» (ibtd., p. 130). Y, por tanto, objetivas. El lector deberá notar so- la je (cf. 5,1-2).
lamente que, así, el argumento de que el v. 9 se refería a algo objetivo, y
el v. 10 a algo subjetivo, queda invalidado y, con esa diferencia, también la Resumiendo: a medida que del principio abstracto enunciado
prueba que el comentarista (extrapolando) pretende dar de la distinción real en la segunda parte del capítulo tercero pasamos a las realizaciones,
entre justificación y santificación. Más sutil es el lenguaje, aunque apunta ejemplificadas en el capítulo cuarto y primera parte del quinto,
a lo mismo, de otro comentarista: «La reconciliación de la que habla Pablo
no hay que entenderla como simplemente idéntica a la justificación (los dos vamos descubriendo que en el pensamiento de Pablo no es que
términos se entienden como dos metáforas diferentes que denotan la misma la je supla al obrar ante el juicio de Dios, sino que, por el contrario,
cosa), ni tampoco como una consecuencia de la justificación, como un re- entra en él, lo transforma, lo hace humano y maduro y, por ello,
sultado que sigue luego» (ICC 2,256). El lenguaje es críptico y queda duda
entre la identidad y la diferencia. Pero nos parece que tiende a probar que, recibe la aprobación divina en forma de declaración de una justicia
en ambos casos, se trata de un cambio que no modifica intrínsecamente al real, por imperfecta que ésta sea y compatible con muchos pecados.
beneficiado.
416 La cris tolo gía humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 417

2) La segunda parte del capítulo quinto no hace otra cosa el quinto retrocede con el tema sinónimo de la victoria sobre el
que explicitar estos dos elementos de la dimensión antropológica pecado hasta Adán.
que hemos visto aflorar claramente en la primera. Si Pablo tenía que hacer una exégesis un tanto rebuscada para
Como dijimos, esta parte responde de manera explícita a la mostrar cómo Abrahán comprendía a la humanidad, destruyendo
pregunta sobre la extensión de la reconciliación de que se habla la oposición (totalizadora) circuncisos/incircuncisos, Adán no ha
en la primera. ¿A qué seres humanos comprendió, comprende menester tales baterías exegéticas. Es por antonomasia padre de
todos los hombres que existieron, existen y existirán desde el co-
y comprenderá esa reconciliación, con su correspondiente declara-
mienzo al fin de la humanidad, de acuerdo, por supuesto, a la
ción de justicia y su resultante salvación, otras tantas expresiones
tradición bíblica monogenista, la única que Pablo tiene y puede
para el regalo divino que significó para nosotros la muerte de
tener en consideración.
Cristo?
Pues bien: el Pecado, que reinó en las dos primeras etapas
Como no podía ser de otra manera después de lo visto acerca a las que ya hicimos alusión —Adán-Moisés y Moisés-Jesús—, es
de la paternidad de Abrahán y de la universalidad implícita de la vencido, por lo menos en lo que a su poder esclavizador se refiere
reconciliación —dirigida a los «impíos»—, la respuesta es: a todos (cf. 5,12-14): «Donde abundó el pecado, la gracia fue más abun-
los hijos de Adán, es decir, a la humanidad entera 4 . dante todavía para que, así como el Pecado reinó en la Muerte,
Y si preguntamos: ¿dependiente o independientemente de la así la Gracia reinara por medio de la justicia para Vida eterna
fe?, otra vez tendremos que volver a la misma y decisiva distinción por medio de nuestro señor Jesucristo» (5,20).
hecha ya con anterioridad. Independientemente de la fe en cuanto En esta descripción de la tercera etapa, con su referencia ex-
ésta constituye un acto, una particularidad accesible sólo a algu- plícita a Jesucristo, no hay que olvidar, sin embargo, lo que ya
nos, sí. Independientemente de la fe en cuanto actitud vital que dijimos, y es que la tercera etapa vuelve a asumir la universalidad
pone su apuesta en la inmortalidad e infalibilidad del amor, no, de la primera (de manera dialéctica, y por su mismo fracaso y cul-
y no porque tal actitud preceda a la reconciliación, sino porque minación, la particularidad de la segunda). Esta universalidad apa-
forma parte de ella. rece en toda su extensión no sólo en el último versículo ya citado,
Surge, sin embargo, la eterna pregunta desconfiada: ¿en cuántos sino en cada una de las cinco comparaciones entre Adán y Cristo.
hombres encontrará o pondrá Dios esa apuesta a que el amor En efecto, Adán solo afecta a la humanidad entera. Lo mismo
vale la pena, ese esperar en él contra toda esperanza? Y, una vez —ya veremos después que Pablo dice «más», no «lo mismo»—
más, por si no fuera suficiente la primera parte del capítulo, la Jesús solo afecta a todo el género humano.
segunda responde: en todos los hijos de Adán. Así piensa Pablo, La forma de decirlo así no corresponde a la literalidad de al-
por más extraño que parezca después de todo lo que se ha especu- gunas de las comparaciones. Estas pueden engañar a quien no esté
lado sobre la cuantificación de premios y castigos eternos. familiarizado con el lenguaje bíblico, donde «muchos» o «la mul-
iitud» designan la totalidad. Así, aunque no lo indicara ya con
En primer lugar, es significativo que si el capítulo cuarto re- i oda evidencia la alusión a Adán, cuya actuación, en su efectos,
trocedía con el tema de la fe —y de su extensión— hasta Abrahán, «alcanzó a todos los hombres» (5,12), en dos de las cinco compa-
4
raciones se habla de «la multitud» (5,15.19) y, para evitar todo
La afirmación ya citada y referente a 5,12, de que «la existencia de error, una tercera habla expresamente dos veces de «todos los
Jesucristo no sólo determina la existencia de los fieles: es también el más
íntimo secreto de la vida de cada hombre» (ICC 2,269), es decir, el recono- hombres» (5,18). Así se expresa también Pablo cuando resume
cimiento de la significación plenamente antropológica de Jesús de Nazaret, de- este paralelismo antitético en la primera carta a los Corintios:
bería iluminar asimismo los versículos anteriores y llevar, lógicamente, a «Habiendo venido por un hombre la muerte, también por un
colocar en la vida de cada hombre algún sentido real para la afirmación que hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo
hacemos en el texto. Cada hombre debe recibir, con la reconciliación (in- modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en
condicionada) una especie de fe incoativa —la necesidad, en nuestro lengua-
je, de vivir según datos trascendentes cualquier sistema de valores— o de Cristo» (1 Cor 15,21-22).
pre-íz, aunque ya justificante, que sólo se vuelve explícita y plena en Jesús.
27
418 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 419
En segundo lugar, además de esta universalidad absoluta que Sabido es que Agustín dio una interpretación cuasimágica del
le compete a la influencia de Jesús, hay en ella, según Pablo, una primer pecado —o pecado original— de Adán, en gran parte
«superioridad», un «más» y aun un «mucho más» con respecto a la debido a una deficiente traducción latina de estos pasajes (especial-
de Adán. Jesús es un «supervencedor» como lo serán «por él» mente de 5,12). Cuando Pablo escribe que «la muerte alcanzó
aquellos a quienes él amó (cf. 8,37). ii lodos los hombres puesto que todos pecaron», la traducción la-
No le es fácil, y con razón, explicar a Pablo en qué consiste linu da a entender que «la muerte alcanzó a todos los hombres
esa desproporción en la victoria. Ello se nota, por lo pronto, en en el que todos pecaron», es decir, en Adán 6 .
que, al querer por primera vez introducir ese elemento, deja una Por más difícil que sea de concebir ese pecar «en otro», a no
frase sin terminar (cf. 5,14). Y, a pesar de afirmarla luego tres Ncr con rebuscadas categorías jurídicas, ello se volvió la explicación
veces (cf. 5,15-17), no la muestra de manera clara, contentándose clásica del hecho extraño de que todos los hombres (luego ¿también
por lo general con el paralelismo estricto de la antítesis Adán- los niños sin uso de razón?) fueran sistemática y aun biológica-
Cristo: así como, así también... mente pecadores 7 .
En realidad, sólo un versículo nos indica con claridad la razón En realidad es difícil saber mediante este pasaje lo que Pablo
de esa superioridad. Consiste en los «resultados». La Gracia (Jesús) pensaba sobre la relación exacta entre el delito de Adán y el «todos
obtiene el suyo «a partir de la multitud (totalidad) de los delitos» pecaron» (que parece ser, para él, la causa de la muerte universal).
(5,16). Es la victoria de uno contra la multitud. Existe, pues, una Se puede, verosímilmente, pensar que para Pablo (que no pensaba
desproporción cualitativa. El Pecado no puede desembocar en la probablemente en los niños) el delito de Adán «inauguró», por así
Muerte después de una sola Gracia, de un solo Amor, mientras decirlo, el reino del Pecado en el mundo y que a continuación
que la Gracia puede desembocar en Vida y en declaración de jus- lodos los hombres contribuyeron con sus pecados propios 8 . El
ticia después de la totalidad de los delitos.
Digamos desde ahora, aunque sólo sea para despertar la aten- * La traducción latina «in quo», invita, en efecto, más a entender «en
ción del lector, que esta desproporción cualitativa que Pablo, como quien» que «puesto que», aunque esto último sea lo que corresponde al
veíamos, tiene dificultad en explicar (aunque la afirma clara y re- original griego.
7
petidamente) aparecerá luego como clave para solucionar el pro- «Los comentaristas griegos en su mayor parte no agregan (a "todos
blema antropológico más hondo que Pablo planteará al final del pecaron') nada implícito (como sería '"en Adán'), sino que toman 'pecaron'
ni su sentido acostumbrado: 'todos pecaron en sus propias personas y por
capítulo séptimo, donde toda la apariencia indicaría que el Pecado propia iniciativa'. Así, por ejemplo, Eutimio Zigabeno... La objeción a ello
es en realidad el vencedor. es que así se destruye el paralelismo entre Adán y Cristo» (ICC 1,134). El
Aquí sólo podemos usarla exegéticamente para salir al paso de iii'gumento sólo valdría si —lo que obviamente supone el comentarista— la
justicia conferida por Cristo fuera meramente «imputada», no real, como
una interpretación teológicamente distorsionada del paralelismo an- «imputado», y no personal, es el pecado que Adán transmite a sus descen-
titético entre Adán y Cristo. Es obvio que Pablo usa ese paralelis- dientes (aun a los niños que no tienen ningún pecado voluntario). Si no se
mo con Adán para apuntar a la universalidad de la influencia (con- supone esa teología —y de que no hay que suponerla tenemos precisamente
traria) de Jesús sobre la humanidad. Ante este cuadro de salvación nquí un argumento— el paralelismo, lejos de destruirse, se confirma.
8
universal, la teología clásica busca una salida 5 . Y ésta se va a basar «¡Qué contraste sugiere esta última descripción (5,12-14) entre la caída
de Adán y la obra justificadora de Cristo! Existe ciertamente tanto parale-
en dos pasajes artificialmente conectados. lismo como contraste. Porque es verdad que, como Cristo trajo justicia y
5 vitla, de la misma manera la caída de Adán trajo pecado y muerte. Si la muer-
Tanto la católica como la reformada. De hecho, es Calvino —siguiendo, lc prevaleció a todo lo largo del período premosaico, ello no se debió sola-
claro está, a Agustín— quien planteará, después del redescubrimiento (hecho mente a los actos de los que murieron. La muerte es el castigo del pecado;
por Lutero) de la teología de Pablo en Romanos, el terrible problema de la pero ellos no habían pecado contra la ley como pecó Adán. La verdadera
predestinación a la condenación eterna. Cómo pueda ello compaginarse con causa (de la muerte) no fueron, entonces, sus propios pecados, sino el pecado
el paralelo antitético entre Adán y Cristo (en el que la teología de Lutero de Adán, cuya caída tuvo así consecuencias que se extienden más allá de él,
no insistió) es lo que aquí tratamos de establecer y, una vez establecida la rumo el acto redentor de Cristo» (ICC 1,130-131); cf. 132. Este comentario
incompatibilidad, no habrá más remedio que rechazarlo como un falso pro- sugeriría muchas reservas de haber sido escrito después de las discusiones
blema que no corresponde a la lógica paulina. en torno a la desmitologización. Porque es obviamente una interpretación
420 La cristología humanista de Vahío Adán, Cristo y la victoria 421

hecho de que Pablo considere a todos como pecadores (cf. 3,10) sultados, y ello en favor de Adán. Y con esta concepción calzaba
puede no tener como causa el pecado de Adán. Para establecer el como un guante otro pasaje de Pablo más adelante, donde se habla
dominio universal del Pecado, Pablo parece más inclinado a ba- de «los que fueron predestinados (por Dios) a reflejar la imagen
sarse en pecados reales tales como los descritos en el díptico que de su hijo» (8,29).
formaban los primeros capítulos de Romanos 9 . El que Dios predetermine así, con su ciencia divina, quiénes
Sea de ello lo que fuere, la teología clásica entendió que todos van o no aceptar la redención y salvación ofrecida a todos puede
los hombres habían pecado «en Adán» y que, por tanto, bastaba parecer monstruoso. Pero tiene, por lo menos a primera vista, la
nacer de la especie humana para contraer ese pecado verdadera- ventaja de parecer más lógico o compatible que el que Pablo se
mente «original». Ahora bien, partiendo de allí era extremadamen- aventure a predecir el uso que harán de su libertad los hombres
te difícil comprender cómo Jesús podía tener una influencia respondiendo al regalo de Dios. Sin embargo, es un hecho que
contraria que, siendo universal, pudiera tener resultados tan se- Pablo se aventura. No sólo habla de algo «ofrecido»: compara
guros. Si el hombre era declarado justo en razón de su fe, fuera los resultados o consecuencias que ello tendrá para todos los
ésta un acto o una actitud global, tenía, en todo caso, que ser hombres (cf. 5,16).
libre. Ahora bien, lo que se puede prever de la naturaleza no se La única hipótesis coherente sobre la base de una tal previsión
puede prever con el mismo grado de certidumbre de la libertad.
es que los hombres, por cierto, harán un uso imprevisible de su
¿Cómo podía, entonces, Pablo, hablar de una victoria de la
Gracia en todos los hombres? Aunque el ofrecimiento de la re- libertad; pero que en la necesaria mezcla de sus obras —influen-
dención y de la fe se hicieran a todos los hombres, había que supo- ciadas al mismo tiempo por el Pecado y por la Gracia— existirá,
ner que no todos los aceptarían. Con lo que el paralelismo entre como hemos visto, una desproporción cualitativa. Esa despropor-
Adán y Cristo quedaba desequilibrado, por lo menos en sus re- ción, ínsita en la obra misma, es lo que permite prever la victoria
mítica. Pero aun teniendo en cuenta la cronología, no hay que desdeñar el en todos.
que su aspecto mágico está ligado a una interpretación teológica, que así como Digámoslo en otros términos. Pablo ha dado ya a entender
fue antropológicamente profunda en el estudio del pecado, lo fue mágica y que el libre albedrío del hombre no es tal como para dirigir la
extrinsecista en su interpretación de la justificación que salva al hombre y existencia toda en una sola dirección. Los pecadores paganos pre-
le da su verdadero destino final. Así, el mismo comentarista declara con toda sentarán ante el juicio de Dios cosas «que los acusarán y aun los
crudeza: «Hay algo bastante sorprendente en esto. La vida cristiana está des- defenderán» (2,15; cf. 2,14-16). Y lo mismo debe ocurrir con
tinada a comenzar con una ficción. No es de extrañar que el hecho sea dis- los pecadores judíos (cf. 2,28-29; 3,3). Es decir, así sucede en
cutido y que se dé otro sentido a las palabras, es decir, que "justificar' se todo hombre.
usaría para significar no el mero distribuir la justicia en el plano de la idea,
Ahora bien, la previsión sobre el resultado final sólo puede
sino el impartir una justicia real. Sin embargo, los datos del lenguaje son
inexorables: hemos visto que 'justificar' tiene el primer sentido y no el se-
ser hecha si existe entre los elementos opuestos de la mezcla (ne-
gundo, que se dice de él correctamente que es una palabra 'forense', que cesaria) una diferencia tal que haga que todos los delitos no pue-
se refiere a un veredicto judicial y que no va más allá» (ICC 1,36). dan destruir una sola obra debida a la Gracia, mientras que, a la
5
Contra esto se pronuncia el comentarista: «Existe una corriente subte- inversa, una sola obra de ésta sea capaz de destruir o inutilizar
rránea a través de todo este pasaje, que muestra cómo hay algo más actuan- la totalidad de los delitos. En este caso, la previsión no se hace
do, amén de las culpas de los individuos. Ese 'algo' es el resultado del pe- en base a conocer de antemano el uso que cada hombre hará de
cado de Adán» (ICC 1,134); cf. ib'td., 135. Creemos que esa presunta «co- su libre albedrío, sino la cualidad intrínseca de los diferentes ele-
rriente subterránea» no es otra cosa que la suposición (teológica) de que a
una declaración de justicia hecha sin nosotros (por Dios) corresponde una mentos de la mezcla que es todo obrar humano. Y esto es lo que
transmisión del pecado efectuada igualmente sin nosotros. Además, la difi- dice Pablo en el paralelismo cuando afirma: «Y nada de 'cual el
cultad básica en admitir un pecado sin ley expresa, procede, de un modo aún resultado del extravío de uno, tal el regalo'. Porque el juicio a
más obvio, de presupuestos teológicos, y viene de que no se quiere admitir, partir de uno solo desembocó en condenación, mientras que la
a pesar de los claros pasajes de Pablo (2,7.14, por ejemplo), que los paganos
pudieran cumplir, por lo menos parcialmente (y sin dejar de ser esclavos obra de la Gracia, a partir de la multitud de los delitos, desem-
del Pecado), la ley impresa en sus corazones. bocó en declaración de justicia..., la multitud será hecha justa»
422 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 423

(5,16.19). Por eso la afirmación «donde abundó el Pecado, la vez. El lector recordará lo que dijimos a propósito del significado
Gracia fue más abundante todavía» (5,20) no depende de una normal en griego, tanto del verbo «justificar» como del sustantivo
previsión (cuantificada) del uso del libre albedrío 10. «justificación». Acotábamos que no significaba el verbo —como
Pero toda esta consideración, por importante que sea, nos etimológicamente suena en las lenguas latinas— hacer justo (o
lleva a examinar con más detención qué influencia se le atribuye justificación, la situación del que ha sido hecho justo), sino declarar
a ambas figuras del paralelismo. Allí encontraremos indicios aún justo. Las versiones bíblicas, sin embargo, y aun las que así lo
más ciertos de que no vamos desencaminados en nuestra hipótesis. entienden y hacen hincapié en ello (en notas o comentarios), usan
En tercer lugar, en efecto, el paralelismo antitético especifica sin vacilar los términos clásicos de justificar y justificación. Indi-
qué le ha dado a la humanidad Adán, inaugurando el reino del camos que, para no dar lugar a confusión —y para evitar toda
Pecado, y qué le ha dado Cristo, inaugurando el de la Gracia. sopecha de prejuicios teológicos— preferíamos la expresión más
En la primera línea encontramos, dentro de las cinco com- estricta. Y constantemente, no sólo en la traducción de cada capí-
paraciones, tres términos: pecado, muerte, condenación. Tres son tulo, sino en las citas y aun fuera de ellas, hemos usado las expre-
también los términos con que se describe la obra de la Gracia: siones declarar justo y declaración de justicia. Ese es, en efecto,
declaración de justicia, vida, justicia. Si añadimos a esto el para- el significado mínimo y, por lo mismo, el más seguro.
lelismo resumido de 1 Cor 15,21-22, se le atribuye de nuevo a Pero aquí nos encontramos con un hecho muy significativo.
Adán la muerte, y a la Gracia (de Jesucristo) la resurrección de La segunda comparación dentro del paralelismo Adán-Cristo se
los muertos (que alcanzará a todos los hombres, como se dice refiere al juicio de Dios. Y se dice que la influencia de Adán des-
allí explícitamente). emboca en sentencia de condenación, mientras que la de Cristo en
Es importante no dar ya por demasiado conocidos esos tér- declaración de justicia (5,16). Nada nuevo hasta aquí. Pero la
minos y, sobre todo, su conexión mutua. tercera sorpresivamente innova, porque describe el regalo que nos
Notemos, por lo pronto, algo que aquí aparece por primera viene de Cristo, no como declaración de justicia, sino como justicia,
sin más. Y lo mismo ocurre en la cuarta (cf. 5,17-18). Jesús, en
efecto, «causa justicia» (5,18), lo que no es fácilmente compatible
10
Valgan como ejemplo estas frases de Schubert M. Ogden: «La fe cris- con una mera declaración de justicia que dejara al hombre tan
tiana no pretende, por supuesto, que el amor de Dios pueda, en manera al- pecador como antes (cf. también 5,20). Pero por si todo esto fuera
guna, violentar la libre respuesta del hombre y, así, vencer al pecado. Per-
tenece siempre al hombre, como criatura libre y responsable que es, negarse poco, Pablo, como previendo el argumento que podía surgir del
a aceptar el que Dios la acepte, y continuar en una vida sin fe y esclavizada uso de un verbo que de por sí sólo significa declarar justo a alguien,
al pecado. El amor de Dios, siendo amor, tiene al mismo tiempo el extraño en la última comparación concluye que «la multitud (es decir, la
poder y la extraña debilidad del amor, y no puede jamás obligar al hombre totalidad) será hecha justa» (5,19) ".
a aceptarlo y a vivir bajo su luz y su poder» (op. cit., p. 227). Estas expre-
siones de Ogden son sobremanera justas y, a ese nivel, las únicas justas y Ello quiere decir que se precisa, se estrecha y se vuelve más
coherentes, por ejemplo, con pasajes paulinos como Rom 6,16ss. No obstan- realista el sentido de lo que la fe produce, de acuerdo con el co-
te, suponen todavía que fe, amor, gracia y vida por una parte y, por otra, ley, mienzo del capítulo: «Por tanto, habiendo sido declarados justos
pecado y muerte, se combaten, por así decirlo, en el mismo nivel solicitando
la elección del hombre, lo que haría siempre la victoria de una u otra parte 11
indecisa e imprevisible (o aun previsible, y no ciertamente en favor de la Claro está que siempre se puede negar la fuerza de estas expresiones
gracia, si se acepta el efecto mágico del pecado de Adán). Pero si la libertad agregándoles adverbios o modos adverbiales que indiquen exterioridad o,
del hombre está en poder realizar lo que quiere y, gracias a Dios, quiere lo que es lo mismo, la mirada de Dios que, pasando a través de la justicia
el bien, una sola realización de ese bien puede más que todo lo «ajeno» que de Jesús, ve como realmente justos a los que siguen siendo los mismos pe-
se acumule en su vida. Y así el amor vence cubriendo la totalidad de los cadores de antes. Respetamos estas interpretaciones, dado que, como ya he-
pecados, no por magia o falta de libertad, sino por la misma constitución mos dicho y repetido, no es posible interpretar sin presupuestos. Hemos ex-
antropológico-teológica del ser humano. Y, en tal caso, nada le impediría a plicitado el nuestro, al decir que todo lo visto hasta aquí nos lleva a pensar
Pablo proclamar con total certeza (a causa de la sobreabundancia de libertad) que la fe de que habla Pablo es la única actitud humana que puede darle al
la victoria de la gracia sobre el pecado en todos y cada uno de los hombres hombre una real, aunque limitada, justicia. Justicia que, por provenir de la
(cf. 5,20). fe, nunca podrá ser alegada como mérito.
424 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 425

por causa de la fe, estamos en paz con Dios por nuestro señor clidad. Pero ya hay en el paralelo entre Adán y Cristo dos elemen-
Jesucristo, por medio de quien hemos obtenido también acceso, tos que apuntan a una relación intrínseca entre los términos men-
con la fe, a esta gracia en la que nos mantenemos y nos gloriamos cionados, y que conviene señalar.
en la esperanza de la gloria de Dios» (5,1-2). El primero lo señalamos en el primer capítulo al distinguir
Pero esto aparecerá aún más claro si atendemos a una doble entre «los pecados», delitos o transgresiones, y «el Pecado», la
conexión de términos que también aparece por primera vez aquí: ^ran fuerza que mantiene esclavo al hombre haciéndolo caer pri-
la de Pecado-Muerte (cf. 5,12.14.15.17.20) y Justicia-Vida (cf. 5, mero en el autoengaño y en la mala fe.
17.18.20). Decíamos entonces que para alguien aprisionado en tal escla-
La primera vez que esto aparece —en relación con Adán— la vitud, los pecados mismos, por grandes que fueran, o precisamente
conexión entre Pecado y Muerte es en Pablo una reminiscencia en la medida en que eran grandes, operaban contra el Pecado.
bíblica: la del castigo que, según el Génesis, sigue al primer pecado (lomo los síntomas de una enfermedad. En la medida en que
(cf. Gn 2,17; 3,3.4.19) n. Con Adán, el Pecado entró en el mundo hacían imposible o, por lo menos, más dificultoso el autoengaño,
«y, por el Pecado, la Muerte» (5,12). En el relato primitivo del los juicios retorcidos con los que el hombre obnubilaba su juicio
Yahvista, la única conexión que puede establecerse entre el delito y llegaba a justificar su conducta inhumana.
de Adán y la muerte, es la de castigo, por la desobediencia come- Pues bien, Pablo tiene muy claro que el pecado de Adán fue
tida al quebrantar el único precepto que les fue impuesto a nues- la transgresión de un precepto 14. Por eso, la manera en que Adán
tros progenitores en el Paraíso: no comer del árbol de la ciencia pecó se parece más a la de aquellos que, frente a una ley, que-
del bien y del mal. brantan conscientemente uno de sus mandamientos. Sólo que «la
Ya indicamos, al hablar del primer capítulo de Romanos, que ley» que se le impuso a Adán contenía un sólo precepto: «no
el elemento que distingue un resultado de un castigo es, en este comerás...».
último caso, la interrupción de la relación causa-efecto. Así, por Pablo tiene esto tan claro que parece encontrarse con una
ejemplo, si un alumno saca malas notas, el enojo de su padre será lógica dificultad para decir que desde Adán —inclusive— en
un resultado; pero el que no se le compre la bicicleta prometida adelante «reinó el Pecado», ya que el quebrantamiento de ese
será un castigo. Lo que vale asimismo, como es obvio, de la rela- precepto que le fue impuesto no es un signo suficiente (por más
ción entre resultado y premio 13. que Pablo lo perciba tal vez como «enredado en sus razonamientos»)
Esta clara reminiscencia bíblica (que se impone en un paralelo de que el Pecado haya reinado sobre él I 5 . Por eso, sin duda, toma
entre Adán y Cristo) no debe, sin embargo, llevarnos a pensar
que Pablo no ve entre Pecado y Muerte sino una relación de cas- 14
Pablo no llama «pecado» al pecado de Adán, sin duda para que el
tigo. A la cual correspondería otra, de premio, entre Justicia y obligado singular no llevara a una confusión con «el Pecado» que esclaviza.
Vida (cf. 5,18). Lo llama «transgresión», ya que consistió en traspasar un precepto divino.
No podemos aquí adelantarnos a los capítulos siguientes, donde Pero es muy probable que los datos sobre el autoengaño de nuestros proto-
padres que aparecen en el Génesis sean los que lo llevan a decir que con
se verá tratado este tema por extenso y con mucha mayor profun- esa «transgresión», el Pecado se introduce en el mundo. El Pecado, de que
habla Pablo, no es algo que el hombre cometa (aunque Pablo utilice el verbo
12
No es exegéticamente claro que, para el Yahvista, la necesidad de que «pecar» para acciones humanas): es algo que esclaviza al hombre o a lo que
el hombre muera sea un castigo del pecado de Adán. Más bien se habla de éste se esclaviza. Está «debajo de» él, sometido a su servidumbre.
15
las dificultades de la vida del hombre, hasta que éste vuelva al polvo de Es probable que valga también para Adán lo que Pablo dice de la
donde fue sacado. En otra ocasión (Gn 6,3), el mismo Yahvista da una razón etapa que va de él a Moisés, con la promulgación de la Ley. En efecto,
semejante. Pablo pretende que, «no habiendo ley, el Pecado no se contaba» (5,13).
13
Sólo que aquí, como sabemos, Pablo introduce una subdivisión. Si no Algunas traducciones prefieren «...no se imputaba», lo que no parece co-
se trata de un premio, el resultado puede ser, o bien una deuda, como en rresponder, como si el pecado se cometiera pero luego no se supiera quién
el caso del salario (cf. 4,4), o bien el resultado mismo, sin más, cuando lo lo había cometido. Más correcto, dentro de la misma raíz, sería el moderno
que se hace se hace gratuitamente, sin otra intención que la que la obra mis- «no se computaba». En efecto, lo que Pablo niega, no es la responsabilidad
ma lleva en sí. ni la culpa, sino la posibilidad, sin ley, de llevar una contabilidad de lo pe-
426 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 427

el otro extremo del argumento y escribe que «reinó la Muerte» do, mientras dura todavía la vida física. Y de la que la muerte
(5,14), sacando de ahí, y no directamente de la desobediencia de física es sólo la culminación lógica.
Adán, la prueba de que en Adán reinó ya el Pecado. En realidad, De ahí el argumento contrario sobre la Vida o, si se prefiere,
la afirmación directa de esto último, para la primera etapa —sin la Vitalidad de los hombres de fe, como Abrahán. De los que
la Ley—, Pablo la hace derivar de las observaciones que él mismo buscan «incorrupción» y viven confiados en una Promesa, actuando
hace (en el capítulo primero) sobre los mecanismos del Pecado, gratuitamente, llevados por los valores que procuran y esperan
tal como los ve actuar en los paganos de su época, representantes obtener.
de aquella etapa. Ello equivale a decir que ya aquí tenemos la base de un argu-
Tenemos, además, en este mismo capítulo, un dato decisivo mento (que será desarrollado más tarde), según el cual no hay
que confirma la dirección que toma el pensamiento de Pablo. que pensar Muerte y Vida en términos de castigo o premio. La
Y está en el último versículo. El lector recordará que la segunda muerte es el resultado de una vida (física) manejada por el Pecado
parte del capítulo quinto está consagrada al paralelismo antitético a través de la contabilidad de «las obras de la ley». La Vida es el
entre Adán y Cristo. Es decir, en nuestros términos, a la compa- resultado de una vida (física) estructurada en su obrar confiado
ración entre la primera y la tercera etapa del plan universal de por la Gracia.
Dios. Compara las dos universalidades: la del Pecado y la de la Hay aquí algo que ya puede comprenderse en sus rasgos más
Gracia. importantes, aunque Pablo le dará mayor profundidad aún en la
Con esto resulta que Pablo deja de lado —en la comparación— segunda parte del capítulo séptimo. La «Muerte en vida» de que
toda referencia a la segunda etapa, la de la Ley. Y Pablo no quie- se habla no es otra cosa que la alienación del esclavo que ha sido
re, pensando en sus destinatarios judíos, terminar el tema del descrita en los dos (o tres) primeros capítulos de Romanos.
paralelismo sin fijar cuál puede haber sido la función de la Ley El hombre que así se autoengaña y se entrega al poder de otro,
y la de la etapa marcada por ella. Por eso, en el último versículo, del Pecado, pierde, como todo esclavo, sus propias obras, el resul-
recordando que entre Adán y Cristo Dios colocó un elemento lado y el sentido de su propia vida. Lo que produce no es suyo,
diferente en ese proceso, escribe: «En cuanto a la Ley, intervino sino de su dueño. Su vida activa y personal, en cuanto suya, no
para que aumentara el delito» (5,20). existe: se extingue a medida que se desarrolla. Siendo instru-
Así se supone que, por más paradójico que ello pueda pare- mento ajeno, es como algo muerto que funciona. Alienación y
cer, el aumento del «delito» constituye un factor positivo en la muerte son sinónimos, existencialmente hablando. Y alienación
derrota del Pecado por la Gracia. Ello se debe, sin duda, en el es el concepto que más nos puede ayudar hoy para comprender
pensamiento de Pablo, a que hace desesperar al hombre de lo la esclavitud humana de ayer. Este será un tema decisivo para la
que puede conseguir cuando pretende, con sus buenas obras (de antropología y cristología de Pablo, y ya lo vemos despuntar aquí
acuerdo a la Ley) volverse acreedor de Dios. en esa relación intrínseca —que Pablo es el único escritor neo-
De esta manera se supone que el hombre debe despertar de lestamentario en llevar hasta ese punto— entre el Pecado, no los
su engaño y buscar otra salida. Y ésta no puede ser sino la de la pecados, que esclaviza, y la Muerte.
fe, la entrega a la Gracia, la renuncia a una salvación negociada. Pero hay otro elemento —que es la otra cara de éste— que,
Esto nos conduce a la consideración de que una vida bajo la desde este capítulo quinto, nos lleva en la misma dirección: tiene
esclavitud del Pecado es como una vida sin esperanza y sin sentido relación con la unidad intrínseca que une a términos como Justicia
para cualquier actuación humana guiada por un propósito global. y Vida (resurrección). Esa relación es la misma, aunque contraria,
Es decir, una especie de muerte en vida. Una muerte al significa- ii la que liga Pecado, Muerte y Condenación (cf. 5,16-19). Y por
cierto que perdemos de vista la fuerza del argumento de Pablo
cuando tomamos esos términos en el sentido acostumbrado, vaga-
caminoso, de hacer de ello el centro de la preocupación al obrar. Nuestro
comentarista parafrasea así «'Tomar en cuenta' (Gifford), en el sentido de mente espiritual, con que nos referimos a las realidades últimas,
hacer una entrada en un libro de contabilidad» (ICC 1,135). negativas o positivas.
428 La cristología humanista de Pablo
Adán, Cristo y la victoria 429
Como dijimos, sabemos que, en la misma época de Romanos,
el Pecado. Si en un solo hombre el Pecado saliera victorioso, no
Pablo, escribiendo a los Corintios acerca de la resurrección de los
habría resurrección de todos los muertos (cf. 5,18; 1 Cor 15,22).
muertos, reasume —si esta última carta no es anterior a Roma-
Porque la alienación de la totalidad de una existencia no es com-
nos— el paralelismo entre Adán y Cristo: «Porque habiendo
patible, ante el realismo de Pablo, con la vida y, menos aún, con
venido por un hombre la Muerte, también por un hombre viene el «revivir» incorruptible.
la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán
Es, pues, algo decisivo que Pablo coloque esclavitud del Pe-
mueren todos, así también todos revivirán en Cristo» (1 Cor 15,
cado por una parte y Muerte por otra, en una relación estricta-
21-22). mente causal. Decíamos que ello ya se percibe aquí. Pero aún más
Si sumamos estos dos resultados a los del paralelismo del ca- claro resulta en el mismo capítulo de la primera a los Corintios,
pítulo quinto de Romanos, hallamos otra vez, en la parte negativa, cuando, escribiendo sobre lo escatológico por antonomasia, sobre
la Muerte. Pero, a la vida corresponde aquí la Vida en toda su «el fin», dice que Jesús debe reinar «hasta que ponga a todos sus
plenitud: la Resurrección de todos los muertos. Como se ve, existe enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será
en Pablo un realismo antropológico que nuestras espiritualizaciones la Muerte» (1 Cor 15,25-26). Y luego cita la Escritura a propósito
han perdido de vista. de esta victoria total: «La Muerte ha sido devorada en la victoria.
Estamos aquí, además, frente a uno de los pensamientos más ¿Dónde está, oh Muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh Muerte,
originales de la cristología de Pablo. Original ya con respecto a la tu aguijón?» (1 Cor 15,55). Y explica: «El aguijón de la Muerte
expectativa mesiánica y apocalíptica de su tiempo, según la cual es el Pecado, y la fuerza del Pecado, la Ley» (1 Cor 15,56). Es
la resurrección de los muertos era una condición para el juicio obvio que la imagen del aguijón es la de una causa. No se apunta
universal de Dios. Y original asimismo con respecto a los demás con ella a un «castigo». Así como, de acuerdo con lo visto, la Ley
autores neotestamentarios 16 y aun con respecto a la teología co- constituye el mecanismo gracias al cual la esclavtiud del Pecado
riente de hoy, que no sobrepasan en este punto la teología de los cobra su fuerza mayor, haciendo posible un autoengaño «revelado»
fariseos, ya presente en cierta medida y con diferentes matices, en y, por ello, sacral.
el libro de la Sabiduría (cuya escatología hasta parecería más Así pues, este segundo elemento confirma el primero. El hom-
«cristiana» que la de Pablo a este respecto. Cf. Sab 3,1-8; 4, bre esclavo vive y obra alienado. Sólo si, aunque sea al fin, se lo
20-5,16). libera de su amo, pero con todo lo que ha hecho, se podrá decir,
Más tarde, analizando el capítulo octavo, tendremos ocasión ele veras, que vive con vida propia. Y ante esa Vida, regalo de
de examinar qué comprende, en el hombre y en su existencia, esta Jesús, la Muerte deberá soltar su presa. Después de haberla sol-
resurrección. Pero en cuanto a su causa y a su extensión, ya tene- tado invisiblemente en el interior del hombre —haciéndolo actuar
mos aquí datos suficientes. La resurrección de todos los hombres como si fuera hijo y dueño, deberá hacerlo en el exterior devolvién-
se debe, según Pablo, a la victoria, en cada uno, de la Gracia sobre dole, junto con sus obras, su propia vida física, aunque superior
e incorruptible.
16
Incluso Juan, que parece indeciso ante la cuestión. A veces sobrepasa La resurrección universal de los muertos es presentada por
la esperanza escatológica común, cf. Jn 5,21-25; 6,39-40.47-51.58; 8,52; 11, Pablo como la derrota universal del Pecado, con sus causas y efec-
25-26) atribuyendo la resurrección a la fe en el Hijo de Dios. En otra, por tos. Y la importancia de esta —digamos— ecuación antropológica
lo menos, atribuye la resurrección a la necesidad que Dios tiene de juzgar a
buenos y malos: los primeros resucitarán para la vida, los segundos para será esencial para comprender la idea que Pablo tiene de lo que
condenación (o juicio), de acuerdo con Jn 5,29. No parece haber contradic- significa Jesús muerto y resucitado 17.
ción entre ambas series de afirmaciones, ya que la primera, y sólo la primera,
tendría relación directa con la resurrección de Jesús (vida gloriosa y triunfan- 17
A la teología cristiana, a pesar de leer reiteradamente a Pablo, le cos-
te). Pero, al recibir también la idea escatológica común de resurrección ge- tará enormemente sacar las consecuencias obvias del paralelismo antitético
neral —para juicio— Juan habrá de emplear ideas correlativas, como la de entre Adán y Cristo. Para aceptar la victoria universal de la Gracia, la teo-
una «segunda muerte» (Ap 2,11; 20,6; 21,8), muy alejadas, a nuestro pare- logía tendría que abandonar su papel ideológico de apoyo de una moral cí-
cer, de la concepción paulina. vica basada en premios y castigos.
Adán, Cristo y la victoria 431

cuales se cuenta Pablo (cf. 1 Cor 15,3-8). Además, como podemos


II
apreciar en este capítulo, la primera parte de lo ñamado pascual,
Ha sido nuestra costumbre, hasta este punto de la cristología es decir, la muerte de Jesús en la Cruz, pertenece, por cierto, a lo
paulina, dividir cada capítulo en dos párrafos y consagrar el se- histórico y verificable.
gundo a investigar las posibles relaciones entre el pensamiento de Pero, a diferencia del mensaje y de la actividad pública de
Pablo y la vida y mensaje de Jesús de Nazaret. Jesús, su muerte es algo absorbido inmediatamente —en cuanto a
Ya señalábamos que, así como se han mezclado indebidamente interpretación se refiere— por su resurrección. No es tan fácil,
ambas cosas, así también se las ha separado como si la cristología en efecto, reinterpretar todo el mensaje de Jesús sobre el reino
paulina no tuviera prácticamente relación alguna con el Jesús de Dios y su venida, a la luz de las experiencias de Pascua. La
histórico 1S. muerte, en cambio, es un elemento que se desgaja inmediatamente
Para nuestro intento, que sigue siendo mostrar cómo surgen de ese todo histórico para injertarse en un plan de Dios donde la
del mismo fondo histórico de Jesús cristologías diferentes —es resurrección es lo buscado. O, por los menos, la clave de lo bus-
decir, interpretaciones distintas de su significado para la existencia cado. Es el resultado y, por tanto, la finalidad de la muerte y su
humana, era clave mostrar, al mismo tiempo, la creatividad y la sentido.
fidelidad de Pablo. Los capítulos siguientes de Romanos serán así, al mismo tiem-
Debemos, sin embargo, renunciar, a partir de este capítulo, po que la máxima profundización que hace Pablo de la proble-
a esa segunda parte (o párrafo) en el análisis de Pablo. No porque mática humana frente a la cual va a colocar a Jesús como res-
éste deje de ser fiel a Jesús, y menos aún porque se ponga a citarlo, puesta, una reflexión sobre la muerte y resurrección de Jesús.
sino porque, desde el capítulo quinto que comentamos, Pablo Y ello explícitamente, lo que nos exime de rastrear la relación
apoya su interpretación en el hecho pascual de Jesús. oculta. De ahí que, en los capítulos siguientes, prescindamos de
Por supuesto, que —ya lo hemos explicado largamente— lo buscar, en un segundo párrafo, el punto de continuidad entre
pascual (incluyendo la resurrección) forma parte del Jesús real, Pablo y el mensaje histórico de Jesús. El lector lo percibirá por
del que experimentaron y transmitieron los testigos entre los sí mismo. Y, lo que es más, lo evaluará. Porque es lógico suponer
18
Tal es, obviamente, el caso de Bultmann, quien escribe de Pablo: «Des- de antemano que, al centrar la clave de la interpretación en el
pués de su conversión no hace esfuerzo alguno para contactar con los dis- I íecho pascual, Pablo, como cualquier mortal, gana algo y pierde
cípulos de Jesús o con la Iglesia de Jerusalén para instruirse acerca de Jesús algo.
y de su ministerio. Por el contrario, proclama vehementemente su indepen-
dencia con respecto a ellos en Gal 1-2. Y, de hecho, sus cartas apenas mues- Conviene, sin embargo, hacer aquí algunas reflexiones genera-
tran trazas de la influencia de la tradición palestina acerca de la historia y les sobre esa interpretación que hace Pablo de Jesús a la luz de
de la predicación de Jesús. Todo lo que le importa de la historia de Jesús lo pascual. Estas consideraciones tienen su lugar aquí, porque
es el hecho de que Jesús nació judío y vivió bajo la Ley (Gal 4,4) y que
fue crucificado (Gal 3,1; 1 Cor 2,2; Flp 2,5ss, etc.). Cuando se refiere a ¡iquí comienza, como decíamos, a centrar todo su pensamiento en
Cristo como ejemplo no está pensando en el Cristo histórico, sino en el pre- lo pascual y porque, en consecuencia, lo que aquí veamos valdrá
existente (Flp 2,5ss; 2 Cor 8,9; Rom 15,3). Cita «palabras del Señor» sólo también, en general, para lo que sigue.
en 1 Cor 7,10s; 9,14, y en ambos casos se trata de reglas para la vida de la
Iglesia...» (op. cit., I, p. 188). En cada uno de los capítulos de esta segunda Como algo global podemos decir que Pablo ya ha mostrado
parte, hemos dedicado el segundo párrafo a mostrar que esto rio era así de suficientemente que los elementos básicos de su cristología están
ninguna manera. A nuestro parecer y a pesar de la polémica suscitada acerca enraizados en el Jesús histórico y, por cierto, en elementos muy
del uso de la fenomenología heideggeriana por parte de Bultmann, éste en
su exégesis está lejos de haber ahondado en los datos de una fenomenolo- precisos de su mensaje. Ello no impide, por supuesto, que también
gía existencial. Su método parece haber consistido, por lo general, en lo que se base, como los mismos sinópticos, en las experiencias pascuales.
hoy sería lo más parecido a una computadora: comparar el uso de cada pa- Y que éstas proyecten su luz sobre todo lo anterior. No se trata,
labra de Pablo con las demás, pero sin seguir ni, a veces, percibir la pro-
blemática antropológica de cada contexto. De ahí, tal vez, esa casi total se-
entonce, de pedirle a Pablo, como a ningún cristiano, que pres-
paración que encuentra entre el Pablo de esta época y los sinópticos. cinda de las experiencias pascuales en su construcción del signi-
ficado de Jesús.
432 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 433
Se trata, eso sí, de que esta proyección o, si se prefiere, retro- cobran dimensiones tales que las hacen incompatibles con resul-
proyección de lo pascual sea fiel. Y los pasos ulteriores serán fieles lados meramente humanos. No es que Pablo argumente de ma-
en la medida en que sean consecuencias lógicas de fundamentos nera contraria, ni siquiera de manera básicamente distinta, pero
fieles. Ya hemos evaluado esos fundamentos. Ahora la fidelidad el acento nunca se desplaza de lo antropológico a la persona indi-
no consistirá en nuevos datos cuyo origen pueda rastrearse hasta vidual de Jesús.
los elementos más fidedignos históricamente de los sinópticos. Ya hemos visto cómo la función de éste pasa por encima de
Se trata de una lógica interna para abrir el sentido de lo pascual. —o da cumplimiento a— las más grandes figuras veneradas por
Y no de una lógica abstracta, sino enfrentada a la problemática Israel: Abrahán, el padre de la fe y Moisés, el padre de la ley.
humana que Pablo está estudiando en la misma realidad que La reconciliación entre Dios y la humanidad entera tiene lugar «en
analiza. Jesús», «gracias a él», «por su sangre». Con su muerte, Dios
Pues bien, con este principio o criterio in mente analicemos «probó su amor hacia nosotros». El regalo por antonomasia —la
los nuevos desarrollos cristológícos, por cierto centrales, que nos salvación— se realiza «por él»...
ofrece el capítulo quinto de Romanos y que seguirán tejiendo su Todo esto sobrepasa, y con mucho, las posibilidades históricas
trama en los siguientes. de un mero hombre 19. Claro está que el situar con precisión a Je-
sús en su relación con Dios, y ello en un contexto casi diríamos
1) El primero es, sin duda, algo que aconteció (como vimos labiosamente monoteísta como el que hereda el cristianismo de
en el Anexo I) en todas las primeras Iglesias cristianas: un des- la religión de Israel, no será cuestión de meses ni de años, sino
plazamiento —producido sin duda por el deslumbramiento de la de siglos. Pero ya dentro del Nuevo Testamento vemos cómo las
resurrección— desde el tema central predicado por Jesús: la ve- más diversas imágenes son lanzadas al aire para captar esa relación
nida del reino de Dios, a la persona misma del predicador, es excepcional: hijo, imagen, figura, palabra (verbo), pontífice, gloria,
decir, a la pregunta de quién o qué es Jesús de Nazaret. O, más enviado, mediador, Dios hecho carne... 20 .
en particular, acerca de cuáles son sus relaciones con la Divinidad. Tenemos que recordar, además, y en apoyo del equilibrio que
Esto se percibe, sobre todo cuando renunciamos a separar arti- apreciamos en Pablo cuando trata esta materia, que éste desarro-
ficialmente los capítulos, en el versículo que puede ser el último lla mucho más las premisas, esto es, las transformaciones intro-
del capítulo cuarto o el primero del quinto. Allí, dejando de lado ducidas por Cristo en ese drama antropológico que vamos siguien-
los avatares del juicio que lleva a Jesús a la muerte en función do, que las conclusiones que ellas permitirían sacar sobre la natu-
de su predicación y acción en favor del reino, se lo presenta como raleza divina de Jesús. Esto ya quedaba dicho anteriormente, pero
aquel «que fue entregado por nuestros delitos y resucitado para debemos verificarlo aquí a propósito del tema que, en este capí-
que seamos declarados justos» (4,25). Ahí está el desplazamiento Kilo, irrumpe de manera central: el de la resurrección de Jesús.
de acento, aunque en Pablo sea, como dijimos alguna vez, particu- Por supuesto que esta resurrección es un dato fundamental en
larmente equilibrado. lodas las cristologías neotestamentarias. Y con justo título. Las
Así, ya hemos indicado que, si debemos dar entero crédito a cristologías, en efecto, no son obras de historiografía que deban
Lucas sobre la primera predicación de la Iglesia naciente de Jeru- ceñirse a los datos umversalmente verificables. Son construcciones
salén, concentrada en la persona de Pedro, vemos allí un despla- y explicitaciones de la fe, esto es, de una fe que tiene por tan
zamiento mucho más extremo. La comunidad, salida de los hechos 19
de Pascua, trata de defender a Jesús crucificado y de justificarse Podríamos hablar aquí de un origen evangélico y prepascual para estas
consideraciones paulinas. Porque, si bien es cierto que Jesús no se predicó a
a sí misma por haber puesto su confianza en alguien que, mediante sí mismo (ni como Mesías ni como Dios), indirectamente mostró —como lo
las experiencias de la resurrección, era el Mesías prometido a Is- subraya Pannenberg— en su vida y mensaje prepascuales «pretensiones»
rael, y no un iluso ni un embaucador. divinas (cf. op. cit., pp. 67ss).
20
Sobre el desarrollo de esta tendencia en el tercer período de Pablo
En Pablo, por el contrario, son las transformaciones mismas (cf. supra, Introducción a la segunda parte) y hasta las fórmulas dogmáticas
que Jesús (resucitado) introduce en la existencia humana las que de Nicea, Calcedonia, etc. (cf. infra, cap. I de la tercera parte, tomo II/2).
10
434 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 435
verdaderos los datos históricamente más fidedignos de la vida pre- • niño personajes, con el mismo o distinto nombre, a la nueva clave,
pascual de Jesús, como los datos trascendentes de su vida pos- '.on las que se siguen de entender como Jesús el Pecado, la Carne,
pascual (verificables tan sólo dentro de una decidida «parciali- 11 Ley, la Fe, la Gracia...
dad» por Jesús). «Entender como Jesús» no significa, claro está, usar material-
Pues bien, aunque sea en último lugar y ampliando tal vez el mente los mismos términos que Jesús ni aun la clave general en
sentido estricto de las «apariciones del Resucitado», Pablo se U que éste expresó su mensaje. Hay una transposición, pero,
introduce a sí mismo en la lista de los testigos que las han expe- Imbida cuenta del cambio de clave, podemos constatar que el sig-
rimentado (cf. 1 Cor 15,8). uilinido global y profundo pasa de una clave a otra.
Pero lo que Pablo extrae como consecuencia de la resurrección Cuando entran en juego las experiencias ^pascuales, que no
de Jesús y, sin duda, de su propio encuentro con él en Damasco elidieron ser puestas por el mismo Jesús en clave política, comien-
es algo que se relaciona con lo que es Jesús; pero que abarca, i a suceder algo extraño y, de alguna manera, se traslada la in-
y aun acentúa lo que éste transforma (sin duda gracias a lo que i-lición de las enseñanzas de Jesús a la relación intrínseca de su
es). Así, en la introducción de esta misma carta a los Romanos, persona con la divinidad.
Pablo dice de Jesús que «fue establecido Hijo de Dios en poder Tomemos el ejemplo que acabamos de mencionar. Pablo mis-
por su resurrección» (1,4). mo sugiere, de manera implícita, que lo que las experiencias pas-
Es obvio que el poder no tiene aquí significado en sí mismo 21, i miles mostraron sobre el «poder del reino» puede él decirlo del
si no es en vistas al proyecto anunciado por el mismo Jesús. Re- I-odor del Hijo de Dios» para realizar el plan divino. A primera
cordamos que éste, distinguiendo su propio anuncio y actividad vi si a, el cambio de clave se hará fácilmente y sin consecuencias
taumatúrgica, de la llegada cabal del reino, habló, en futuro, de desconcertantes. La instalación del reino de Dios sobre la tierra
la «venida con poder del reino de Dios» (Me 9,1). Sólo que Pablo, (de* Israel) en clave política es traducida por Pablo en clave antro-
como sabemos, no emplea nunca para designar el plan o proyecto pológica como la creación de una humanidad reconciliada, justi-
divino sobre la humanidad el término, consagrado por los sinóp- ficada y salvada (cf. 5,9-10.15-19).
ticos, de «reino de Dios». Y ello nos lleva al segundo elemento
Ahora bien, los tres participios que acabamos de citar —y que
de este desarrollo cristológico.
si n le tizan cabalmente los resultados descritos en este capítulo de
Koinanos— sólo pueden ser atribuidos a verbos cuyo sujeto activo
2) El lector habrá percibido ya la característica más saliente lógico es Dios. De ninguna manera a actos históricos del hombre
de los capítulos paulinos analizados hasta aquí. Sobre todo en Jesús de Nazaret, a menos que lo dotemos de poderes mágicos,
comparación con los sinópticos. Pablo, con los instrumentos de su Intimamente ligados a las intenciones y capacidades divinas. La
época, es cierto, realiza un profundo análisis de la existencia hu- cmisalidad histórica (no sólo la de los demás hombres, sino la de
mana y de sus principales elementos. Es lo que hemos llamado Cristo mismo), aun en la expresión que calificamos de «más equi-
su interés o clave antropológica. En otras palabras, para compren- librada» de Pablo, cede su lugar a otra muy diferente.
der a Pablo hay que internarse, con él, en la nueva región que Por ejemplo, ¿qué nos dice el versículo 24 del capítulo cuar-
él explora y reconocer los instrumentos con que lo hace. to, que relacionamos con todo el desarrollo del quinto? «Fue
Hasta aquí esos instrumentos, si no nos hemos engañado, han entregado por nuestros pecados y resucitado para que seamos de-
sido nociones sacadas de las enseñanzas de Jesús y trasladadas clarados justos». Sólo unas brevísimas indicaciones gramaticales
21
pura aclarar el sentido de esta doble afirmación.
Por lo menos en las grandes cartas de este período. Un caso contrario Es lógico suponer, sobre todo teniendo en cuenta que quien
lo hallamos en Flp 2,9-11, donde el poder de Jesús parece no tener otro
objeto que el de hacer doblar toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los resucita a Jesús es siempre Dios Padre, mediante el Espíritu, que
abismos. Este poder apuntaría así al reconocimiento del carácter divino de en ambas partes de la frase se trata del habitual pasivo divino,
Jesús —Jesús-Señor— aunque no se puede excluir totalmente que apunte o sea, de la forma acostumbrada para evitar la multiplicación in-
a la realización de un proceso cósmico (cf. 1 Cor 15,27-28). necesaria del nombre sagrado. En otras palabras, que el sujeto
436 La cris tolo gía humanista de Pablo
Adán, Cristo y la victoria 437
activo es Dios. Además, en nuestra traducción no se nota el es-
tricto paralelismo entre la finalidad de la entrega a la muerte Si pasamos, en cambio, a la clave antropológico-teológica, que
—nuestros pecados— y la finalidad de la resurrección —nuestra «soma ya en la doble afirmación de Pablo que acabamos de exa-
justificación—, ya que, por las razones de cautela indicadas en la minar, la perspectiva se invierte. Desde Jesús, comprendido en
Introducción a la segunda parte, preferimos a la ambigüedad que primer término como enviado consciente de un proyecto divino
tiene en español el sustantivo justificación, la significación más res- iodo cambia. El conflicto por el que murió se vuelve secundario,
tringida que tiene su uso griego y que sólo aparece en la construc- es decir: la ocasión histórica para que tuvieran lugar su muerte
ción verbal declarar justo a alguien (en un juicio). Finalmente, y y su resurrección, con sus consecuencias transformadoras de la
para acentuar aún más el paralelismo, Pablo usa, en las dos partes situación del hombre frente a Dios. Jesús es llevado a la muerte
de la frase, la misma proposición (diá con acusativo), cuyo sentido por Dios mismo y no por sus adversarios, adversarios también
es para, con vistas a, con el fin de, es decir, que apunta a un pro- del reino. Al morir así, asume una tarea referente a los pecados
pósito. La traducción de esa preposición griega por para tiene, de la humanidad y no a la felicidad de los pobres y marginados.
no obstante, el inconveniente de que debemos lógicamente suplir, Y, al ser resucitado por Dios, manifiesta la declaración de justicia
en la afirmación que contiene la primera parte de la frase, algo obtenida para nosotros, y no la fuerza (la dinámica, para ser más
como «perdón», «olvido», «remisión», ya que, obviamente, la I i cíes al original) que debe llevarnos a afrontar sin temor la con-
finalidad de la entrega de Jesús a la muerte por parte de Dios no II ¡envidad que necesariamente el reino seguirá provocando.
es causar, provocar o aumentar «nuestros pecados». Pero estamos tan habituados a este cortocircuito histórico,
Con todas las precauciones que acabamos de mencionar pode- realizado por las cristologías más clásicas y difundidas, que no
mos apurar el sentido de la frase, dándole la siguiente expresión: recibimos choque alguno al leer que «Cristo murió por nosotros»
Dios entregó a Jesús para (remisión de) nuestros pecados y lo (5,8; cf. 5,6-7), a pesar de conocer de memoria, a través de la
resucitó para nuestra justificación (o, mejor aún, para declararnos lectura de los sinópticos n , las causas históricas —no digamos
justos). reales— de su muerte.
Ahora bien —y prescindiendo de la localización cronológica ¿Por qué distinguimos las causas «históricas» de las «reales»
exacta de Romanos, Gálatas y Corintios (amén de Filipenses)—, en lo concerniente a la muerte de Jesús? Porque no podemos
una afirmación tal constituye un jalón de enorme importancia en negar a priori la posibilidad de que coincidan con las causas histó-
el trabajo creador de las cristologías, hecho posible precisamente ricas (verificables) otras que pertenezcan al plano que definimos,
por la respuesta dada a la cuestión acerca de la relación de Jesús a propósito de la resurrección, como «no histórico» —en el sen-
con la Divinidad. tido científico del término y verificabilidad objetiva—, pero ver-
En efecto, según la clave histórico-política de las narraciones dadero y «real».
sinópticas, Jesús no murió para algo. Su muerte violenta fue la Ya indicamos, además, al comienzo de este tomo, por qué una
consecuencia, en gran parte previsible, de ciertas características cristología «desde arriba» como la que despunta en este capítu-
conflictivas inherentes al reino de Dios. Su resurrección por parte lo quinto no tiene por qué oponerse a una «desde abajo», esto es,
de Dios no muestra que ese reino ya no es conflictivo —y sí re- estructurada desde los datos sobre el Jesús histórico. Normal-
conciliador— y que aquello que Jesús puso a su servicio, es decir,
su persona, su actividad y finalmente su vida, es más fuerte que
la muerte. Por supuesto que la resurrección no es una categoría 22
Es cierto que encontramos en Me 10,45 la afirmación de Jesús: «Tam-
histórica en el sentido científico que tiene de ordinario esa pala- poco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
bra; pero se refiere a lo que ocurre dentro de las coordenadas his- vida como rescate por muchos [todos]» (cf. Mt 20,28 que depende sin duda
tóricas, aunque no sea más que como atisbo escatológico de lo que de Marcos; Le 22,24-27 omite esta parte del logion sobre el servicio mutuo),
la causalidad histórica produce, por más que ello permanezca in- líl aislamiento de esta última parte en el conjunto de la enseñanza de Jesús
y la profecía ya interpretada dentro de una cristología (posterior) indican
visible para nuestros ojos hasta el fin. con suficiente claridad el origen pos-pascual y aun probablemente pospaulino
de lo añadido al servicio de Jesús.
438 La cristología humanista de Pablo Adán, Cristo y la victoria 439
mente deberían, al final, coincidir y, sobre todo, complementarse. de una víctima ofrecida en sacrificio en lugar del ofensor23. Como
Sólo que es muy difícil no sacrificar una a la otra en el proceso dice el autor de la carta a los Hebreos, «sin efusión de sangre no
de construcción. Si éste es o no el caso de Pablo, tendremos que luiy remisión» (Heb 9,22). Cabría añadir que en el caso del pe-
analizarlo de manera más detenida y profunda. cuelo de la humanidad entera (al que alude Pablo) sólo una «san-
En el punto que nos ocupa ahora tenemos que reparar una are» íntimamente vinculada a la Divinidad misma puede hacer
omisión voluntaria. Ya en el capítulo tercero de Romanos Pablo ilc rescate y obtener la redención. Pero, aunque preparada y puesta
había invertido el orden de las intenciones y causalidades. Se a disposición por Dios, la víctima debe ser ofrecida desde dentro
recordará que allí leemos que «todos pecaron y les falta la gloria ilc la humanidad como expiación que es de ésta. Y el experto en
de Dios, siendo declarados justos por el regalo de su gracia me- este legalismo cultual que es el autor de la carta a los Hebreos
diante la redención llevada a cabo por Cristo Jesús, a quien Dios dice que así, punto por punto, aconteció con Jesucristo (cf. Heb 5;
destinó a ser, con su propia sangre, expiación o propiciación me- 9,11-14, etc.).
diante la fe...» (3,23-24). Como no es ésta la única ocasión en que aparecen elementos
Tenemos aquí los elementos metafóricos más importantes que de este esquema cristológico, no haremos aquí sino algunas ob-
van a dominar el esquema imaginativo destinado a explicar y jus- servaciones básicas.
tificar la muerte de Jesús. Dentro, claro está, de una nueva clave Creemos que es fundamental distinguir aquí dos problemas:
a la que podríamos llamar cúltico-legal. O, si se prefiere, una uno, el de una cristología «desde arriba»; otro, el de la clave
clave legal que, al aplicarse a las relaciones especialísimas entre cúltico-legal. Es cierto que en la teología clásica, desde la Edad
creatura y Creador, se torna forzosamente cultual. Media sobre todo 24 , ambas cosas aparecen habitualmente unidas.
Pero basta pensar en un hecho histórico para hacer la debida
El pecado universal de los hombres —ya lo hemos visto— los
—c importante— distinción: una cristología «desde arriba» puede
ha colocado a todos, y permanentemente, en una situación de
utilizar otra clave que no sea la cúltico-legal ya mencionada. Así,
enemistad con Dios, por lo cual se ha hecho necesaria una recon-
por ejemplo, resulta claro, y no sólo debido al prólogo, que el
ciliación. Hasta aquí no parecemos haber salido del plano (antropo-
cuarto Evangelio o, más en general, la teología joánica, debe ser
lógico) de las actitudes y de su lógica. Podríamos añadir que, de
concebida como una cristología desde arriba, pero donde el hecho
acuerdo al vocabulario de los sinópticos, la conversión —la meta-
central es la Encarnación y no el complejo Muerte-Resurrección
noia— sería el factor básico y suficiente para tal reconciliación.
concebido como el pago de un rescate debido a Dios por el pe-
Pero si introducimos un planteamiento legal, sobre todo de cado B .
acuerdo a la idea más material de justicia propia de los pueblos a
primitivos, hay que «comprar» el perdón que nos volverá recon- Ese es el sentido más probable de la afirmación pos-pascual de Marcos
yn citada de que Jesús da su vida como rescate (lytrón) por (es decir, en
ciliados. Pagar el precio o «rescate» de la ofensa será entonces lugar de) muchos, es decir, la totalidad de sus hermanos los hombres.
una «expiación» del que ofende con la que se obtiene una «pro- 24
Se podría decir que la controversia medieval tomista-escotista sobre
piciación» —un volver propicio o favorable— del ofendido. «i Dios se habría encarnado de no haber pecado Adán (caso hipotético irreal)
haciendo a toda la humanidad pecadora, constituye un hito decisivo en esta
Así, y dejando de lado los argumentos metafísicos con que distinción. A grandes rasgos se podría decir que la posición escotista privi-
san Anselmo, siglos después, sistematizó esta operación judicial, legia la Encarnación como acontecimiento central del plan de Dios, mientras
desde el punto de vista teológico-legal, el ofensor re-compra que la tomista privilegia la Redención. Ambos son cristologías «desde arri-
(apolytrosis, redención) la relación que perdió con la ofensa, me- ba». Pero, a medida que se impone de hecho la posición tomista, aparece
!i> cristología desde arriba como naturalmente unida a la clave cúltico-legal
diante el pago de un precio (lytron, rescate), como si la relación i|iic desemboca en la noción de Redención.
amistosa fuera un rehén en poder del ofendido. Desde el punto 25
De todos los términos básicos de la clave cúltico-legal, sólo en dos
de vista teológico-cultual, el rescate por el que se expía una (K-asiones (1 Jn 2,2; 4,10) emplea el que tiene un sentido más lato: hilasmós,
ofensa hecha a Dios y se recobra su amistad volviéndolo propicio lo que vuelve propicio. En cambio, si seguimos, por ejemplo, una exégesis
como la de Dodd, cada narración joánica en el cuarto Evangelio es una ex-
(hilasterion, propiciación), es siempre la sangre —esto es, la vida— plicitación de la encarnación, incluidas muerte y resurrección.
440 La cristología humanista de Pablo
Adán, Cristo y la victoria 441
De las cristologías «desde arriba» volveremos a hablar. Y ya
hemos dejado sentado el principio importante de que, aunque sean depende, el reino de Dios o, su sinónimo en Pablo, la humaniza-
peligrosas por la tendencia que llevan consigo a minimizar la his- ción del mundo del hombre 2Í . Nótese bien que el escenario jurí-
toria (prepascual) de Jesús, no significan de por sí la negación de dico, como mundo o esquema simbólico, no ha desaparecido. El
las cristologías desde ahajo, o sea, desde el Jesús histórico. temor que se opondría a la fe si la muerte de Cristo no nos hubie-
Por lo mismo, el problema sobre el cual quisiéramos inclinar- se- liberado es, metafóricamente, el del reo que se ve frente al más
nos, aunque no fuera más que unos momentos, es el de la clave justo de los jueces, con solos sus pecados.
cúltico-legal. La diferencia, sin embargo, entre ambas «interpretaciones»
Sería una pregunta ingenua, pero no desprovista del todo de ili-l simbolismo es muy grande. En un caso, la muerte de Cristo
sentido, la de hasta qué punto Pablo cree en esa clave cuando la rs concebida no sólo como necesaria, sino como causa directa de
usa. La ingenuidad, con todo, desaparecerá en la medida en que una sentencia que declara justo a un hombre pecador. En el otro
percibamos que la adopción de un mundo o esquema simbólico :.c comprende la conveniencia de esa muerte para lograr, de ma-
determinado no implica una actitud idéntica hacia el simbolismo nera indirecta, esto es, por una modificación de nuestra actitud
en cuestión y hacia cómo manejarlo. Podríamos decir que existe que desemboca en mayor confianza y libertad, un obrar diferente
en esto un espectro que va desde una interpretación estricta y ilc aquel que se halla sometido al miedo de la Ley; obrar que Dios
cuasi literal de él a otra más amplia o lata. valorará en su justo juicio sobre nosotros.
Tomemos dos ejemplos. Cuando Pablo dice que «Cristo murió Lo mismo vale, como es obvio y no ha menester de ulterior
por nosotros» o que «por la obediencia de uno solo la multitud explicación, de la otra expresión de Pablo según la cual, «por la
será hecha justa» estamos frente a un mundo simbólico que pre- obediencia de uno solo, la multitud será hecha justa».
tende explicarnos el significado de dos actos simples: uno físico, Explicado así el blanco al que apuntaba nuestra pregunta,
morir; otro moral: la intención con que se muere o la obediencia veamos en virtud de qué sostenemos que Pablo usa el esquema
tul tico-legal en un sentido amplio, es decir, en el segundo de los
(al Padre). En ambos casos, el esquema simbólico es el mismo: el
mencionados anteriormente.
que hemos llamado cúltico-legal.
Cuando el simbolismo es tomado de manera más estrecha (sin El primer argumento es de orden general. Tomar la clave cúl-
tico-legal en un sentido próximo al literal anularía todo el análisis
connotación necesariamente peyorativa), realista y literal, imagi-
antropológico que ha hecho Pablo hasta aquí. Así como, a propó-
namos una sala de juicio donde comparece un reo convicto de
sito de los sinópticos (cf. supra, cap. VI, primera parte), mostrába-
pecado. El juez pregunta: ¿murió ya Cristo? Si la respuesta es
mos cómo una clave de escatología inminente era incompatible con
negativa, el reo, no habiendo pagado por su culpa, sigue siendo la clave política que habíamos puesto a prueba y verificado, aquí
declarado convicto. Si la respuesta es afirmativa, es declarado nos encontramos frente a la misma incompatibilidad.
inocente o justo (perdonado). En otras palabras: podemos enten-
En efecto, Pablo ha ido mostrando hasta este momento, si
der el simbolismo como que la muerte de Cristo fue la condición
nuestro análisis ha sido correcto, cómo ciertas actitudes humanas
y factor decisivo, inmediato y suficiente para que fuéramos recon-
fundamentales, procedentes básicamente del mensaje prepascual
ciliados con Dios.
Pero, dentro del mismo esquema simbólico, el que Cristo haya 26
En esta dirección parecería ir, en el tiempo de la Reforma, el reforma-
muerto por nosotros puede significar que, cuando comprendemos dor alsaciano Martin Butzer (Bucero), de acuerdo a Emile G. Léonard, His-
que, aun siendo enemigos, él consintió en ir a la muerte por amor toria general del protestantismo (trad. cast. Ed. Península, Madrid 1967) I,
a nosotros, se nos libera radicalmente de nuestros temores mora- p. 161, quien escribe: «Bucero se mostraba indeciso entre dos tendencias
opuestas. Su primer tratado, Que nadie viva para sí mismo (1523) le apar-
les y se nos da, así, una nueva posibilidad: la de que, siempre de tuba, empezando por el título, de Lutero. Mientras el alemán partía del pro-
acuerdo con nuestras limitaciones humanas, nos olvidemos de blema individual de la salvación, Bucero empezaba preocupándose del pró-
nuestro propio destino comprometido por el pecado y nos lance- jimo: el hombre —escribía— 'puede dejar de ocuparse de sí mismo, pues
mos, de manera creadora y libre, a edificar, en cuanto de nosotros (está) seguro que el Dios eterno y padre se ocupa de él como de su hijo
querido'».
442 La cristología humanista de Pablo
Adán, Cristo y la victoria 443
de Jesús, modificaban de manera intrínseca la existencia humana,
comunicándole —con una lógica sutil y compleja, pero coherente— resucite o no, no añade nada a los procedimientos necesarios para
nuevas posibilidades y madurez. Al tomar, en cambio, de un modo la reconciliación en términos legales o cúlticos. Ante el pago del
cuasi-literal la clave de la legalidad forense y del culto vetero- rescate, es decir, la muerte de Jesús, la sentencia de absolución
testamentario, la causalidad antropológica a que aludíamos sería viene de Dios, vuelto ya propicio a la humanidad.
de pronto sustituida por otra que, por así decirlo, desde el ex- Aunque supongamos que la resurrección de Jesús puede actuar
terior 27 y como milagrosamente, cambiaría, gracias a la muerte como «notificación» de la sentencia justificatoria, este hecho pali-
de Jesús, las relaciones entre el hombre y Dios. dece frente al otro, decisivo, de que hayamos sido declarados
Una vez más —entiéndase bien— es innegable que Pablo usa justos y de que, enterados o no de ello, se nos cuente efectiva-
esa nueva clave. Sería ir contra la evidencia pretender negar que, mente esa justicia, como ocurre en Abrahán. En otras palabras:
en varios lugares, parece darse a la fe en Jesucristo un poder mági- la resurrección, dentro del proceso y de su resultado, no es una
co o milagroso —en todo caso, exterior— que, dejando al hombre causa, sino, a lo más, un hecho concomitante que lleva la causa
como estaba, obtuviera para él una declaración salvadora de jus- a su culminación28.
ticia. Lo que pretendemos decir es que el uso de esa clave no Veámoslo de otra manera. Recordemos la doble afirmación
indica ya de por sí cómo la interpreta Pablo. Y que, obligados a de Pablo con que terminaba, dentro del esquema cúltico-legal, el
enfrentarnos a la alternativa que surge de todos los capítulos exa- capítulo IV, y que, con las aclaraciones debidas, sonaba como
minados hasta aquí, concluimos que la usa en una forma indirecta sigue: «Dios entregó a Jesús para (remisión de) nuestros pecados
y lata. Subordinada a —y no sustitutiva de— la clave antropo- y lo resucitó para nuestra justificación». Pues bien, el que la
lógica que predomina constantemente y da consistencia al con- resurrección de Jesús haya tenido lugar para nuestra justificación
junto de sus concepciones cristológicas en Romanos. es lo que no concuerda con el esquema simbólico, y así lo enten-
Es obvio que este argumento vale en la medida misma en que dió tácitamente la tradición teológica que siempre prefirió la
valgan las interpretaciones que ya hemos hecho (y las que haremos) muerte a la resurrección para establecer esa relación.
de Pablo. Por lo mismo, no tendría sentido aquí insistir en él. En otras palabras: en la clave cúltico-legal, la última parte
El lector será juez al valorar la totalidad. de la afirmación debería, como la primera, incluir algo sobre-
El segundo argumento es la importancia creciente, hasta vol- entendido. Por ejemplo, «noticia» o «notificación» de... En ese
verse central, que va tomando la resurrección en el sistema cristo- caso, Pablo habría querido decir: « . . . y lo resucitó para (notifi-
lógico de Pablo. Esto ya resulta obvio en toda la segunda parte carnos) nuestra justificación».
del capítulo quinto, dedicada al paralelismo antitético entre Adán
y Cristo. Ahora bien, la resurrección no juega ningún papel deci- 28
En la década de los cincuenta tuvo bastante eco en teología una obra
sivo en el esquema cúltico-legal. El precio de nuestra redención innovadora de F. X. Durwell, La Résurrection de Jésus. Mystére de Salut.
se paga con la muerte de Cristo. Las víctimas así ofrecidas en res- I'.I autor afirma que su intención en ella fue tomar en serio tres textos pau-
cate no resucitan, ni son devueltas (un posible sentido metafórico linos (1 Cor 15,17; 2 Cor 5,15; Rom 4,25) en que se le da a la resurrección
de Jesús una causalidad redentora. Como los otros dos textos pueden ser
de la «resurrección») a sus antiguos poseedores. El que Jesús bastante fácilmente interpretados en otro sentido, es obvio que el decisivo
es el que nos ocupa aquí: «Resucitó para nuestra justificación» (4,25). La
obra, muy rica por cierto teológicamente, desde el punto de vista exegético
27 no percibe la diferencia de claves existente en todo el Nuevo Testamento,
En la controversia suscitada por Lutero, se habló de justicia «forín-
seca» o «forense», aludiendo a la significación reconocida del verbo griego y aun dentro de Pablo: la distinción entre la clave cúltico-legal (secundaria)
que se suele traducir por «justificar», pero que en los ejemplos conocidos y antropológica (primaria). En efecto, parece imposible, dentro de la pri-
fuera del Nuevo Testamento y de Pablo significa más bien «declarar justo» mera, atribuirle a la resurrección de la víctima ofrecida en sacrificio una cau-
a alguien en un juicio, es decir, en el «foro». A esta cuestión se refiere el salidad en el resultado de éste. En cambio, el dato trascendente de la resu-
concilio de Trento cuando dice que, mediante el bautismo, «somos reno- rrección ocupa un lugar central en la fe y, por eso, en la liberación (reden-
vados en el espíritu de nuestra mente y no sólo somos declarados, sino que lora) que Cristo nos proporciona. Durwell es consciente de esta dificultad
somos llamados justos y realmente lo somos» (DS 799). (cf. La resurrección de Jesús. Misterio de salvación. Trad. cast. Herder, Bar-
celona 1962, pp. 43-45).
444 La cristología humanista de Pablo
Adán, Cristo y la victoria 445
Pues bien, tanto si admitimos como si rechazamos este sobre-
entendido, nos vemos igualmente obligados por la lógica a dar un untes de su muerte y resurrección: según los documentos que po-
sentido lato e indirecto a la relación (causal) entre resurrección Nc-cmos, la venida del reino de Dios.
y justificación. Y ese sentido lato apunta a la corroboración de la Veamos, pues, los pasos por los que Pablo recupera esta di-
je que aporta el dato trascendente de la resurrección. O sea, que mensión evangélica de la resurrección. No haremos, sin embargo,
volvemos a las grandes líneas de la clave antropológica. ¡iquí más que bosquejar esos pasos, ya que en los captíulos si-
Volviendo más atrás aún en el texto de Romanos tenemos un guientes de Romanos encontraremos más elementos, y muy im-
testimonio de ello cuando Pablo, en el capítulo tercero, habla ya portantes por cierto, relacionados con este tema.
de «la redención (llevada a cabo) por Cristo Jesús» (3,24). Y la La irrupción escatológica que tiene lugar en Pascua se carac-
describe como un plan de Dios que destina a Jesús a ser «expia- teriza, de acuerdo prácticamente con todos los testigos, por la
ción, con su propia sangre, mediante la je» (3,25). Como se ve, comprensión del nuevo y definitivo poder de Jesús 29. Marcos, en
también aquí el «medíante la fe», o sea, el paso por ese cambio particular, después de Pablo, identifica, en una predicción clara-
básico de actitud en el hombre interrumpe, por así decirlo, la mente pos-pascual, ese poder con la realización del proyecto divino
clave cúltico-legal que parece conducir el proceso hasta la palabra anunciado, predicado y preparado por Jesús: la venida del reino
sangre, es decir, hasta la muerte (excluida la resurrección). En de Dios (cf. Me 9,1)»
realidad, no la interrumpe, sino que nos muestra, por si ello fuera Pablo, como sabemos, no usa nunca ese título para el proyecto
aún necesario, que Pablo usa de ella en sentido lato y siempre de Dios por estar, sin duda, demasiado relacionado con el contexto
dentro de las grandes líneas de su clave antropológica, donde lo de Israel. Lo traduce en su propia clave. El reino de Dios signi-
decisivo serán siempre las actitudes del hombre. ficaba que Dios llegaba a Israel para luchar contra la situación
3) El último punto que este capítulo quinto de Romanos infrahumana en la que vivían los pobres, los desamparados, los
nos obliga a tocar —y que está, además, en íntima relación con marginados de la sociedad. El reino les habría de devolver su
las últimas observaciones que hacíamos— es el que corresponde condición de hombres: los humanizaría destruyendo el poder del
al origen de la concepción paulina acerca del paralelo Adán-Cristo. «hombre fuerte» que los deshumanizaba: Satán.
Como ya hemos indicado, está claro que este paralelo surge Pablo, en otra clave que no es la política, concibe igualmente
de la interpretación que hace Pablo de las experiencias pascuales. el proyecto de Dios como una lucha, coextensiva a la humanidad,
Estas, como es obvio, constituyen el punto de convergencia entre contra la condición infrahumana del hombre. Pero, en su contexto
el «abajo» y el «arriba» de las crístologías. Dijimos que la conexión y en su clave antropológica, quienes están en esa situación de
entre ambos era particularmente equilibrada en el pensamiento infrahombres son todos los que, paganos o judíos, por estar bajo
paulino. Y ello se muestra, como es lógico, aquí. la esclavitud del Pecado, sufren de infantilismo y mala fe. Es
decir, los que no han alcanzado la madurez humana, esa libertad
En el Anexo I veíamos cómo el género literario mismo de las
narraciones evangélicas acerca de Jesús resucitado indicaban, de 29
Cf. Mt 28,18; Rom 1,4 y, de un modo más implícito pero claro,
manera implícita pero clara, que la resurrección no debía ser com- Hch 2,24.33-36; 7,56.
30
prendida como un suceso más dentro de la cadena de la historia. Lucas, sin emplear el término reino de Dios, muestra cómo el «poder»
Era un atisbo, momentáneo y tangencial si se quiere, de la realidad concedido a Jesús resucitado debe pasar a los continuadores de su obra
escatológica. Tal vez el mejor ejemplo de esto lo tengamos en el (cf. Le 24,49; Hch 1,8; 4,38). Más aún, los efectos de ese poder (escatolo-
gico) los describe la primera comunidad cristiana en su predicación, en tér-
testimonio de Esteban: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo minos que tienen relación, por una parte con una nueva noción del remo
del hombre que está en pie a la diestra de Dios» (Hch 7,56). y, por otra, con algunos aspectos del pensamiento paulino, como veremos.
Vimos también cómo esto, centrando la cuestión en quién es Así se habla del «jefe que lleva a la vida» (Hch 3,15), de la «restauración
universal» (Hch 3,21); del perdón de los pecados (cf. Hch 3,19.26); de sal-
Jesús y en su relación íntima, esencial, con la Divinidad, podía vación (cf. Hch 4,12). Que esta interpretación del «poder» de Jesús o del
llevar a minimizar, esto es, a relegar, de manera desequilibrada, reino sea más o menos fiel al Jesús histórico o compatible con la de Pablo,
a un segundo plano lo que Jesús históricamente hizo y predicó no lo podemos verificar sin un estudio en profundidad de la cristología de
Lucas, cosa que queda fuera de nuestro propósito en esta obra.
446 La cristología humanista de Pablo
Adán, Cristo y la victoria 447
en la fe que lanza al hombre hacia una actividad creadora —sin
cálculos ni trabas— en el amor a sus hermanos. /ando en el capítulo quinto de Romanos. Garantía, por cierto, de
Pero aún hay mucho más camino por recorrer. La resurrección >|ue estamos en el buen camino de la exégesis.
—y su mundo escatológico— de Jesús «con poder» está íntima- De esta manera, la resurrección de Jesús constituye como una
mente relacionada en Pablo, sobre todo, con la resurrección uni- proyección visible en el presente de lo que sólo acontecerá visible-
versal de los muertos. mente en el futuro último, pero que afecta desde ahora la exis-
Esa relación es para él tan básica que una cosa no tiene sen- icucia de todos los hombres: «Y cuando esto32 corruptible se
tido sin la otra. Así, en 1 Cor 15,13, Pablo comienza su argumento revista de incorruptibilidad y esto mortal se revista de inmorta-
de una forma, en verdad, extraña; «Si no hay resurrección de lidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte
muertos, tampoco Cristo resucitó» 31. Para que el argumento valga ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu vic-
y no pueda ser simplemente marginado, aludiendo a un privilegio loria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la
único concedido a Jesús, el Santo de Dios (cf. Le 4,34; Hch 2, muerte es el pecado; y el poder del pecado, la ley. Pero ¡gracias
27), debe suponer Pablo que algunos en Corinto no solamente sean dadas a Dios que nos da la victoria por nuestro señor Jesu-
no creían que tal resurrección tendría lugar, sino que pensaban cristo!» (1 Cor 15,54-57).
que era imposible o contradictoria (cf. 1 Cor 15,35ss). No se le ha dado la debida importancia teológica y cristo-
Por supuesto que Pablo trata de deshacer las razones para esa lógica al hecho de que, para Pablo —a diferencia de todos los
presunta contradicción que, según él, no pasa de «estupidez» demás escritores del Nuevo Testamento 33 —, la resurrección uni-
(1 Cor 15,26). Pero su gran argumento contra tal imposibilidad versal de los muertos resulta así una victoria de Cristo. No se
es un hecho, del que él mismo, después de muchos otros, fue tes- nata apenas de una característica propia del ser humano, como
tigo: la innegable resurrección de Jesús (cf. 1 Cor 15,5-8.20). la inmortalidad del alma supuesta por la filosofía griega. Ni si-
quiera de una acción final de Dios destinada a defenderse o justi-
EÍ sentido de la frase aparecería tal vez mejor bajo la forma de un
ficarse a sí mismo (teodicea) por la falta de justicia en la historia,
condicional irreal: «si los muertos no pudieran resucitar, tampoco
lo que obligaría en cierto modo a Dios a resucitar a buenos y malos
Cristo habría resucitado». Pero Pablo prefiere dejar de lado la para poder dar a cada uno otra vida, conforme a sus obras. Así
cuestión de la posibilidad, para poder dar una vuelta de ciento pensaba una buena parte de la teología contemporánea de Jesús
ochenta grados y deducir que, si Cristo resucitó, ello implica tam- y, más en particular, la de los fariseos (cf. Sab 1-5).
bién el hecho (futuro) de la resurrección de (todos) los muertos: La resurrección universal es, pues, una victoria de Jesús sobre
«Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que los tres grandes adversarios antropológicos: la Ley, el Pecado y la
durmieron. Porque habiendo venido por un hombre la muerte, Muerte. En efecto, el poder (obsesivo) de la Ley llevaba a su
también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues cumbre al Pecado y el poder inhumano y esclavizador de éste, a la
del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos manera de un aguijón (no de un castigo), producía, comenzando
revivirán en Cristo» (1 Cor 15,20-22). En otras palabras: Pablo ya en la vida misma, una muerte que culminaba en la Muerte
no puede concebir la suerte de Jesús separada de la de su proyecto lísica: el esclavo perdía (alienaba) uno por uno sus proyectos en
humanizador. una muerte anticipada y preparatoria.
Y así vemos que la resurrección (única) de Jesús lleva a Pablo Por todo ello, en la primera a los Corintios Pablo saca inme-
a exponer, de modo más breve, pero casi con las mismas palabras,
un paralelo entre Adán y Cristo idéntico al que estamos anali- B
Cf. 2 Cor 5,4.
" Es interesante que, mucho después de Pablo, Juan parece fluctuar
31 entre las dos líneas. Por una parte, Jesús tiene, como el Padre, el poder de
Como se sabe, la creencia de Pablo en la resurrección general de los «hacer vida» (Jn 5,21); de ahí que promete a sus seguidores «resucitarlos
muertos no es, en cuanto tal, original. Es parte del mensaje pre-pascual de ni el último día» (Jn 6,39-40; 11,25). Por otra, se afirma una resurrección
Jesús y, más aún, creencia de todo el grupo fariseo con la que se oponen general en vistas a un juicio de donde saldrán vida o condenación (cf. Jn 5,
a los saduceos. 28-29).
448 La mitología humanista de Pablo

diatamente la conclusión antropológica de la resurrección universal


prevista en la resurrección primicial de Jesús, la misma que hallare- CAPITULO vi
mos, más distante, en Romanos: «Así pues, hermanos míos amados,
manteneos firmes... conscientes de que vuestro trabajo no es LA VIDA NUEVA DEL CRISTIANO
vano...» (1 Cor 15,58).
Bastará, por tanto, para rastrear el origen del paralelismo entre
el hombre que surge de Adán y el que procede de Cristo, recono-
cer que los mismos enemigos antropológicos aparecen vencidos en
Romanos por ese «más» universal que caracteriza el poder del
segundo (cf. 5,15,16.20). Asimismo, aquí la Ley es vencida por la Romanos 6,1-23; 7,1-13
Gracia (cf. 5,20) y, por tanto, el Pecado por la Justicia (cf. 5,18-19)
y, consiguientemente, la Muerte por la Vida (cf. 5,17-18). 1
¿Qué habrá que decir, entonces? ¿Que tendremos que per-
La resurrección de Jesús, como experiencia escatológica, le manecer en el pecado para que aumente la gracia? 2 ¡Jamás!
permite así a Pablo comprender que la realización del reino en Quienesi hemos muerto al pecado, ¿cómo viviríamos todavía
poder debe traducirse, en su clave antropológica, por una resurrec- en él? ¿No reconocéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo
ción que es la victoria en todos los hombres de la vida, de la Jesús, fuimos bautizados en su muerte? 4 Así, hemos sido se-
pultados junto con él por el bautismo en la muerte para que,
gracia que se recibe en la fe y de la eficacia de la libertad que se como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria
vuelve así creadora en el amor de los demás. del padre, así también nosotros actuemos en la novedad de la
Los capítulos siguientes llenarán de sustancia este esquema que vida. 5 Porque si fuimos asimilados a la forma de su muerte, lo
ya aparece estructurado en el capítulo quinto, y en sus dos carac- seremos también a la forma de la resurrección, é sabiendo esto:
terísticas, la fidelidad a la predicación de Jesús y la creatividad que nuestro hombre viejo fue crucificado con él a fin de que
de su transposición cristológica a un nuevo contexto. fuera destruido el cuerpo7 del pecado para que no fuéramos
más esclavos del pecado. Ya que a quien está muerto se lo
declara justo del pecado.
8
Pero, si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos junto con él 9 sabiendo que Cristo, una vez resucitado
de entre los muertos, ya no muere más (y) que la muerte no
domina más sobre él, 10 porque, muriendo, murió de una vez
para siempre al pecado y, viviendo, vive para Dios. n Así tam-
bién vosotros contaos (como) muertos para el pecado, pero
vivos para Dios en Cristo Jesús.
12
No reine, por tanto, el pecado en vuestro cuerpo mortal
de modo que obedezcáis a sus deseos, 13 ni ofrezcáis al pecado
vuestros miembros como armas de injusticia, sino ofreceos vos-
otros mismos a Dios como vivos de entre los muertosM y ofre-
cedle a Dios vuestros miembros como armas de justicia. Porque
el pecado ya no dominará más en vosotros, ya que no estáis
bajo la ley, sino bajo la gracia.
15
Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos bajo
la ley, sino bajo la gracia? ¡Jamás! 16 ¿No sabéis que cualquiera
que sea aquel a quien le ofrezcáis obediencia como esclavos, os
hacéis esclavos de él, ya sea del pecado para la muerte, ya sea
de la obediencia para la justicia? "Pero, gracias a Dios, vos-
450 La cristología humanista de Pablo ha vida nueva del cristiano 451
otros que fuisteis esclavos del pecado habéis obedecido de co- 12
Así, por lo tanto, la ley misma es santa y el precepto santo,
razón al modelo de la doctrina a la que habéis sido transferidos, justo y bueno. 13 Siendo así, ¿lo bueno se convirtió en muerte
18
y liberados del pecado os habéis hecho esclavos de la justicia para mí? ¡Jamás! Pero el pecado, para manifestarse pecado, por
—hablo en términos humanos a causa de la debilidad de la carne medio de algo bueno me produjo la muerte, a fin de que el pe-
en vosotros—. 19 Así pues, como ofrecisteis vuestros miembros cado, por medio del precepto, se volviera exageradamente peca-
(como) esclavos a la impureza y a la iniquidad, para vivir en minoso...
la iniquidad, así ahora ofreced vuestros miembros (como) escla-
vos a la justicia para vivir en la santificación. 20 Porque cuando
erais esclavos del pecado erais libres de la justicia; 21 (y) ¿qué El capítulo cuarto trataba de Abrahán —padre, en cierto modo,
fruto obtuvisteis entonces? (Cosas) de las que ahora os aver- «Ir toda la humanidad religiosamente dividida por la Ley— a partir
gonzáis. Ya que su fin es la muerte. a Ahora, en cambio, ha- ilc datos de la fe judía consignada en la Biblia. Asimismo, el ca-
biendo sido liberados del pecado y habiendo sido hechos esclavos pí lulo quinto trataba —siempre según el principio enunciado de
de Dios, tenéis como fruto la santificación y (como) fin la vida
muñera abstracta al final del capítulo tercero— de la humanidad
eterna. a Porque el salario del pecado (es) la muerte, mientras
que el regalo de Dios (es) la vida eterna en Jesucristo nuestro culera no bajo el rótulo de hijos de Abrahán, sino de hijos de
señor. Adán, pero basándose esta vez en datos de la fe cristiana.
Los capítulos sexto y séptimo tratan de la situación en que ese
mismo principio coloca a los cristianos o, para expresarse en los
7 ' ¿O acaso ignoráis, hermanos —estoy hablando a -personas lí'rminos técnicos de la época, a los «bautizados» en el nombre
que conocen leyes— que la ley (no) domina al hombre (sino) de Jesús. Y precisamente por eso extraña observar que estos ca-
mientras vive? 2 E n efecto, una mujer casada está ligada a su pítulos, sobre todo en lo que respecta a su orden general, sean los
marido (mientras éste) vive. Si muere el marido, empero, queda
nnis inconexos, titubeantes y débiles entre los ocho primeros que
libre de la ley del marido. i Así, mientras su marido vive, se la
tratará como adúltera si se vuelve de otro hombre. Pero si Hinlizamos \
muere el marido, queda libre de la ley (del marido), de manera
que no comete adulterio si se vuelve de otro hombre. 4 D e esa 1
Al decidir investigar la cristología paulina basándonos en la lectura y
manera, hermanos míos, vosotros habéis sido muertos a la ley ">mrntaiio de los ocho primeros capítulos de Romanos, hemos hecho, sin
por el cuerpo de Cristo, para volveros de otro —del que fue i|iiiTcr, una opción teológica, ya que no para todos es obvia la razón que los
resucitado de entre los muertos— y para fructificar para Dios. une entre sí y los separa de los restantes (y, en particular, de los capítu-
5
Porque cuando estábamos en la carne, las pasiones de los pe- lo» 9-11). «Por supuesto que se puede discutir en qué medida esos tres
ntpflulos (6-8) pueden ser incluidos con razón en la misma categoría de
cados, estimuladas por la ley, trabajaban en nuestros miembros ION anteriores. El Dr. Liddon, por ejemplo, resume su contenido como
de manera que fructificáramos para la muerte. 6 Ahora, en 'l.a justificación considerada subjetivamente y en sus efectos sobre la vida
cambio, se nos liberó de la ley por haber muerto a lo que nos y !n conducta. Consecuencias morales de la justificación: a) Vida de justi-
tenía atados, así que podemos servir en la novedad del espíritu iii'iu•ion y pecado (6,1-14). b) Vida de justificación y ley mosaica (6,15-7,25).
y no en la vejez de la letra. i') Vida de justificación y la obra del Espíritu Santo (8)'. El problema de la
7 lrn¡liin¡dad de este resumen está estrechamente ligado al problema del sig-
¿Qué habrá que decir, entonces? ¿Que la ley es pecado? nificado del término 'justificación'. Si justificación significa iustitia infusa,
¡Jamás! Con todo, yo no conocí el pecado sino por la ley. Por- m Irmas de iustitia imputata, entonces no hay por qué discutir el que se
que no hubiera llegado a saber qué era la codicia si la ley no |ioiiKiin los capítulos 6-8 bajo esa categoría. Pero, ya hemos dado las razones
dijera: «No codiciarás». 8 Pero el pecado, aprovechándose, por i|nr nos llevan a tener una opinión diferente. Los viejos teólogos protestan-
medio del precepto suscitó en mí toda clase de codicia. Porque Im distinguían entre justificación y santificación, y pensamos que tenían
sin la ley, el pecado (está) muerto. 9 Pero yo estaba vivo, sin itf/ún, tanto en la distinción como en referir los capítulos 6-8 al segundo
ley, en un tiempo. Sólo que, cuando llegó el precepto, el pecado liVinmo y no al primero» (ICC 1,38). Precisamente, constatar cómo queda-
l(n incompleto, superficial y sin sentido propiamente «antropológico» el con-
comenzó a vivir. 10 Y yo, por el contrario, morí. Y el resultado Icnido de los cinco primeros capítulos sin los tres restantes, es nuestro ar-
para mí fue que el mismo precepto dado para vida sirvió para uiiiiicnio de peso para rechazar la distinción de contenidos y hacer entrar
muerte. u Porque el pecado, aprovechándose, por medio del U justicia (o santificación) dentro del término «justificación» en el lenguaje
precepto me engañó y, también por medio de él, me mató. ilr l'ublo (como trataremos de mostrar al resumir todo este desarrollo en el
452 ha cristología humanista de Pablo
La vida nueva del cristiano 453
Decimos que es extraño porque parecería lógico esperar que,
llegados a la situación en que Pablo es, por así decirlo, el mayor nugiir sea el de rehacer en todo un capítulo (el octavo) el tema de
experto, esos capítulos reflejaran una especial maestría, fruto en Irt verdadera liberación.
parte de su experiencia única; pero no es así. lillo nos ha llevado a pasar esta vez por encima de la división
nilllicial de los capítulos y a tratar como un todo el capítulo sexto
El lector podrá comprobar esto y, al mismo tiempo, hacer un
IIUÍK líi primera parte (vv. 1-13) del séptimo, dejando para un aná-
descubrimiento importante: percibir, aunque sólo sea de manera
vaga, cuál es el punto donde Pablo tropieza con la dificultad: linis separado y posterior el resto del capítulo séptimo (vv. 14-25).
¿están los cristianos, los que creen en Jesucristo, más libres del líntremos, pues, en el capítulo sexto. La actual división por
Pecado que el resto de los hombres? mpílulos percibe con acierto que en 6,1 Pablo aborda un tema
mirvo. A raíz de la seguridad de victoria con que nos había dejado
Parecería que Pablo teme contestar que no. En efecto, entonces, I paralelismo del capítulo quinto, alguien, no muy desencaminado
¿para qué ser cristiano? ¿Cuál sería en ese caso el valor salvador i primera vista, podría concluir que valía la pena aumentar el pe-
y liberador de la fe en Jesucristo? Pero podemos suponer que
ii lo o permanecer en él para dar así mayor brillo a esa victoria
también teme responder que sí, reintroduciendo de ese modo un
I. r.contada de antemano (cf. 6,1).
privilegio, cuando su preocupación mayor ha sido mostrar a toda
A ello responde Pablo con un «¡jamás!» (6,2). Y la explica-
la humanidad en igual situación —sin ventajas— ante el juicio
• n"ni es, sin duda, que la Gracia vence tanto más cuanto más libera
de Dios.
11 vida y el obrar del hombre de la esclavitud del Pecado.
Sea como sea —ya nos ocuparemos de ello—, los capítulos Pero el argumento entra en un nuevo campo. Echa mano de un
sexto y séptimo forman una unidad bastante clara hasta llegar m'.iriimento distinto del utilizado en el capítulo anterior y propio
a 7,14. Si el bautismo es la puerta de entrada por igual de paganos l' la comunidad cristiana, el rito de iniciación por el que se pasa
y judíos convertidos a la comunidad de Jesús, Pablo muestra que 1
M.T miembro de ella, el bautismo. Paganos y judíos, una vez con-
ese bautismo apunta a la liberación del Pecado o, mejor, como él • nidos, pasaban igualmente por él.
dice y desarrolla, significa una «muerte» que libera del Pecado, Pues bien: aunque el rito actual del bautismo nos sugiera la
tema predominante en el capítulo sexto (destinado sobre todo a los lilni de limpieza, de un baño purificador reducido a la mínima
paganos), y que libera de la Ley, que es a su vez la «fuerza» del expresión de unas gotas de agua derramadas sobre la cabeza del
Pecado (cf. 1 Cor 15,56), tema predominante de la primera parte t'iilcaimeno, en la Antigüedad tenía (sobre todo en el mundo sim-
del capítulo séptimo (parte destinada sobre todo a los judíos). bólico del helenismo con sus religiones de misterios) dos impor-
¿Qué sucede con la última parte del capítulo séptimo, es decir, lnuics diferencias significativas.
con los vv. 14-25? Aunque se mantenga hasta allí esa indecisión Una surgía de la concepción cultural, hoy perdida, de que en
o ambigüedad que señalábamos, parecería que a partir del v. 14 rl ligua residía el origen de la vida; según la otra, el rito implicaba
Pablo se decide sin reticencias por el no. El hombre en cuanto nuil inmersión de todo el cuerpo, que sugería una especie de
hombre es puesto frente al Pecado y analizado en los mecanismos muerte o sepultura seguida de una emersión, imagen a su vez de
que en cualquier situación —pagano, judío o cristiano— lo llevan una vida nueva.
a hacerse esclavo de él. Pablo llega así a los enunciados de mayor lín otras palabras: si el bautismo fue usado por Juan (y por la
audacia y de mayor profundidad, aunque el precio que tenga que primitiva comunidad de Jerusalén; cf. Hch 2,38) en el sentido
dr un baño purificador de pecados, así como por el judaismo con
capítulo IX de esta parte). Por lo demás, basta fijarse en los detalles más l( is prosélitos para señalar la nueva pureza ritual 2 , en la comunidad
significativos para percibir que Pablo repite en estos tres capítulos (6-8)
la mayoría de los datos fundamentales de los anteriores; esto indica que no 1
Según Bultmann esta idea sería la que prevalecía en el mundo judío,
tiene conciencia de haber cambiado de contenido o de haber pasado a una romo acontece con el bautismo para la remisión de los pecados de Juan el
segunda parte. Está todavía frente al mismo planteamiento y al mismo Hiiiitista y aun de la primitiva Iglesia de Jerusalén (cf. Hch 2,38), así como
desafío de los primeros capítulos. en el bautismo que se imponía a los prosélitos del judaismo. Bultmann, no
til) razón (aunque no podamos seguir aquí su razonamiento que se refiere
454 La cristología humanista de Pablo La vida nueva del cristiano 455

cristiana de Pablo es apto como signo del gran acontecimiento, del La vida nueva residirá, pues, en no obedecerles, lo cual, por lo
dato trascendente propio de la fe cristiana: Jesús muerto y resu- mismo, debe ser algo posible. Y es sin duda importante y significa-
citado por Dios a una vida nueva y superior (cf. 6,4). El catecú- tivo que Pablo, después de establecer el principio abstracto con que
meno, por el bautismo, se adhiere a ese hecho y funda en él su termina el capítulo tercero —al que debemos suponer que per-
propia vida, se «asimila» al doble aspecto de muerte y resurrección manece fiel—, no saca, al llegar a los cristianos, la consecuencia
(cf. 6,5). que parecería más lógica: conservad la fe, defendedla, fortaleced-
Esta asimilación, como es lógico, debe transformar al hombre la. Y decimos que ello sería lo lógico si se piensa que ahí está lo
que pasa por ella, como Jesús mismo fue transformado, según las que, aun dejando al hombre esclavo real del Pecado, le abre las
experiencias que tuvieron de él sus discípulos. Y, si hay transfor- puertas de una justicia que le es «contada» jurídicamente a pesar
mación, hay algo pasado, «viejo», que se va, y algo nuevo que de que en rigor no la posee.
llega (cf. 6,6). Se dirá que Pablo, implícitamente, es cierto, hace esa exhor-
Ese «hombre viejo» que desaparece, que «muere» en el bautis- tación a la fe. Pero ello sería aún más valioso para nuestra hipó-
mo es precisamente el «esclavo del Pecado». El nuevo que nace tesis, porque estaría hablando de la fe cuando insiste a lo largo de
es el que «es declarado justo del Pecado» (6,7). Con esta «muerte» todo el capítulo en un proceder nuevo, que antes no era posible
se simboliza la vida nueva que derrota a la Muerte en la resurrec- y que ahora sí lo es. «No reine, por tanto, el Pecado en vuestro
ción (cf. 6,8.11). cuerpo 3 mortal de modo que obedezcáis a sus deseos, ni ofrezcáis
Y aquí comienza Pablo la división de su argumento. Se dirige ul pecado vuestros miembros como armas de injusticia, sino ofre-
primero a los paganos (6,12-23); después a los judíos (7,1-13) ceos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos
de la comunidad de Roma. y (ofreced) a Dios vuestros miembros como armas de justicia.
Porque el Pecado ya no dominará más en vosotros...» (6,12-14).
1) La primera parte, pues, trata de cómo la muerte y la resu- Decíamos al comenzar el análisis de este capítulo que Pablo
rrección de Jesús, significadas en el bautismo cristiano, afectan al parecía dudar de algo que, por otra parte, asegura aquí con un
hombre y lo liberan. No se hace prácticamente mención de la Ley futuro que sugiere certidumbre: el Pecado no dominará más, y ello
(con excepción de 6,14-15), pero se insiste en el resorte que lleva- en lo que toca a los cristianos. Veamos primero lo que parece
ba al hombre a engañarse a sí mismo, a enredarse en la idolatría
apoyar ese futuro y después lo que pone un signo de interrogación
y caer así en la esclavitud del Pecado que «tiene presa a la verdad
en él.
en la injusticia» (1,18). Ese resorte, como vimos en el primer ca-
pítulo, está constituido también aquí por «los deseos», epithymiai El texto que acabamos de citar es el más claro para mostrar
(6,12). que en el pensamiento de Pablo no es compatible que el hombre
siga esclavo del Pecado una vez que su fe en Jesús lo lleva al bau-
tismo. Muestra además cómo la preocupación de Pablo se centra
a otros aspectos) atribuye a Pablo una cierta tendencia a desritualizar, si
así podemos hablar, la comunidad cristiana. Así, convierte el bautismo, rito
de iniciación y purificación en el judaismo y en la primera comunidad pa- 3
«Algunos limitarían la referencia de 'en vuestro cuerpo mortal' al
lestina, en algo que es, al mismo tiempo, memorial de e incorporación a la cuerpo físico, pero es mejor interpretar que Pablo se refiere, con 'el cuerpo',
vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. De acuerdo con Bultmann, a la totalidad del hombre en su (naturaleza) caída» (ICC 2,317). A lo que
Pablo habría sacado del contexto helénico de las religiones de misterio la dice el comentarista podríamos añadir lo que Ortega y Gasset llamaría «la
imagen del agua como fuente de vida. De ahí que la inmersión completa y circunstancia» del hombre: lo que le rodea y forma parte integral de su
posterior emersión aparecieran como identificación del iniciado con la muer- vida humana. Ya indicamos que, como ocurre en varios lugares, lo más pro-
te y resurrección de Jesús (cf. R. Bultmann, op. cit., I, pp. 140ss). De todos bable es que Pablo no se atreva a usar demasiado una metáfora que la cul-
modos, la forma actual del sacramento, sin inmersión, y la diferencia cul- tura griega no comprendía —la de «carne»— y la sustituya por una palabra
tural que ya no asocia el agua con el origen de la vida, hacen casi impene- que, aunque puede dar origen a malentendidos, puede ser comprendida y
trable para el cristiano de hoy lo .que era fácil de percibir para el del tiempo corregida por el contexto. Sirva este ejemplo, por lo demás, para probar que
de Pablo. «los datos del lenguaje son inexorables» (cf. supra, nota 8 a la p. 419).
456 La cristología humanista de Pablo
ha vida nueva del cristiano 457
en el nuevo obrar que es posible desde entonces. Insiste en que
«actuemos en la novedad de la vida» (6,4). mismo. Ley de los miembros son también los mecanismos que
Pero hay más argumentos en esta línea: Pablo, en este capítulo, regulan las relaciones sociales, impidiendo al hombre servirse de
compara dos situaciones existenciales que difieren precisamente por ellas y llegando a servirse del hombre para consolidarse y valer.
un uso distinto de los instrumentos más directos que el hombre Pablo habla repetidas veces de esos comportamientos fijos, al pare-
tiene para obrar y que aquí, como en el capítulo siguiente (cf. 7,23), cer inconmovibles, que regulan las relaciones específicas que el
Pablo llama, de un modo genérico, «los miembros» (6,13.19). hombre debe tener con la mujer, el esclavo con el hombre libre,
Insistimos en que este término gráfico es sinónimo en Pablo el judío con el pagano, y que desafían su libertad y creatividad
(cf. 10,12 y sobre todo 1 Cor 12,13-14; Gal 3,28; Col 3,11).
de instrumentalidad en general. ¿Por qué? Porque siempre apa-
rece mediando entre la intención y la reaÜzación del hombre. Y ello Hay, pues, según Pablo, una novedad fundamental correlativa
no es propio únicamente de los miembros corporales. al bautismo y a lo que éste significa: la posibilidad de sacar la
Así, en este capítulo son llamados dos veces «armas de...», es instrumentalidad humana del servicio de la injusticia para pasarla
decir, instrumentalidad puesta al servicio de un proyecto o in- al servicio de la verdad, es decir, de las justas intenciones del
hombre (cf. 6,13-19).
tención. En otras dos ocasiones este capítulo muestra a «los
miembros» al servicio de la impureza o de la justicia, y Pablo añade Es interesante que Pablo, recordando la situación anterior, con-
«como esclavos», lo cual, se refiera a la persona que los posee firme la hipótesis que ya adelantamos sobre la relación intrínseca
entre Pecado y Muerte. Refiriéndose a una época en la que la
o a los miembros mismos, indica que en el hombre constituyen
instrumentalidad estaba puesta al servicio de la injusticia, pregunta:
la causa de lo alienable que afecta a la actividad. El «yo» no se
«¿Qué fruto obtuvisteis entonces?». Y contesta: «(Cosas) de las
puede vender o alquilar, pero sí la instrumentalidad que lo acom-
que ahora os avergonzáis. Ya que su fin es la Muerte» (6,21). El
paña. «avergonzarse» de la propia actuación tiene, en efecto, íntima
Esta especie de independencia, donde debería haber subordi- relación con lo que hoy llamaríamos alienación. Como actitud,
nación en la relación proyecto/realización, está aún más subrayada consiste en una tentativa de renegar de lo que se ha hecho para
en el capítulo séptimo, donde veremos que «los miembros», como que otros asuman la responsabilidad; en una palabra: poner dis-
todo instrumento, deben obedecer a dos imperativos o leyes distin- tancia entre el yo libre y la obra realizada. Sumemos esas «distan-
tas, aunque de hecho sirvan sólo a una de ellas. De esas dos leyes, cias», esos desconocimientos del propio obrar, y tendremos al fin
una procede de «fuera», por así decirlo, o por lo menos de fuera una vida vacía, la Muerte.
del «yo», es decir, de la libertad del hombre. La otra sería la del
Pero en los términos mismos en que Pablo establece esa re-
«hombre interior» del cual son precisamente miembros. lación íntima entre Pecado y Muerte encontramos un nuevo argu-
Esta última, sin embargo, constituye una especie de utopía mento del realismo con que considera la posibilidad de una nueva
que la realidad desmiente, la de un ser libre que dispone del uni- justicia. Decíamos que Pablo, lejos de desinteresarse —a causa de
verso para sus proyectos. Lo que realmente sucede es que los una gratuita «declaración de justicia» forense debida a la fe— por
miembros o instrumentos tienen su propia ley, la que les impone el resultado y la calidad del obrar humano, parecía medir la fe
no su supuesto dueño, sino la naturaleza. Es la naturaleza, en por el resultado (cualitativo) de ese obrar. Ahora bien: el término
efecto, y no el hombre, quien dictamina cómo se debe usar un empleado, «fruto», no es otra cosa que una metáfora para la pa-
martillo, porque los límites y características de su actividad per- labra resultado. Y cuando los resultados (o frutos) parciales se
tenecen a su esencia y son, en su inmensa mayoría, independientes suman, tenemos el fin, el resultado remoto y definitivo. Así, en
de quien lo maneje. Por eso, lo que Pablo llama en sentido estricto griego, la palabra karpós designa el resultado inmediato y telos
«ley de los miembros» es la sorda oposición que cualquier tipo el mediato y definitivo.
de instrumentalidad opone a las intenciones libres de una persona. Pues bien: el antes y el ahora (cristiano) se distinguen por sus
Eso hace, como decíamos, que el término «miembros» com- frutos y sus fines respectivos: «Cuando erais esclavos del Pecado
prenda mucho más que los instrumentos ínsitos en el cuerpo erais libres de la Justicia. ¿Qué fruto obtuvisteis entonces? Cosas
458 La cristología humanista de Pablo
La vida nueva del cristiano 459
de las que ahora os avergonzáis. Ya que su fin es la Muerte. Ahora,
en cambio, habiendo sido liberados del Pecado y habiendo sido rativos que exhortan a eso mismo que ha sido dicho en futuro
hechos esclavos de Dios, tenéis como fruto la santificación4 y como seguro e inevitable: «No reine, pues, el Pecado...» 6,12).
como fin la Vida eterna» (6,20-22) s . Y tenemos, aunque no aquí, una razón importante para pensar
Es, por tanto, significativo que tanto Muerte como Vida eterna que esa liberación, en efecto, no es inevitable y segura. Para com-
aparezcan, una vez más, como consecuencias del obrar. No se prenderlo conviene tener en cuenta que el tema de la liberación
menciona (explícitamente) la Fe, pero si el bautismo es su signo, la de la Ley, el Pecado y la Muerte no es, como vimos, privativo de
fe tiene que consistir en un modo de obrar que caiga dentro de Romanos. Aparece asimismo en Gala tas y en la primera carta a los
esa alternativa final. Se confirma así la hipótesis ya adelantada de Corintios, sólo que en Romanos el orden de esa liberación es dis-
que Pablo no entiende nunca por fe un sustituto del obrar del tinto del de las otras dos cartas.
hombre, sino un modo gratuito, audaz y creador de actuación, el El lector recordará el pasaje, ya citado en el capítulo anterior,
mismo que caracterizó a Abrahán y el único que, por su constitu- de 1 Cor 15,55-56, donde Pablo muestra cómo la resurrección
ción interna, antropológica, no está destinado a la alienación y a la significa una victoria sobre la Muerte (último enemigo) y, por
Muerte, sino a resucitar y a no morir más. tanto, sobre su «aguijón», es decir, el Pecado, y sobre «la fuerza»
A pesar de todo esto, no se puede negar que hay también en del Pecado, que es la Ley. Remontando, pues, el proceso de esa
esta primera parte argumentos contrarios que nos llevarían a pensar victoria liberadora, parece lógico haber comenzado por la libe-
que ni siquiera el bautizado está libre del Pecado, es decir, de ser ración de la Ley, para luego tratar la liberación del Pecado (en
o volverse esclavo del Pecado. su generalidad, con o sin Ley) y llegar así a la liberación de la
Sorprende en estos ocho capítulos doctrínales de Pablo —su Muerte.
carta de presentación teológica a una comunidad supuestamente De hecho es el orden que sigue Pablo en la carta a los Corintios,
no conocida—, en los que el género literario es, con toda lógica, cuando les enseña a liberarse de la Ley dejando de preguntar qué
expositivo, constatar que el capítulo sexto se vuelve en buena parte es lícito o ilícito para pasar a preguntar (como aquel que no está
exhortativo. ya bajo el pedagogo) qué es conveniente. Pero como el Pecado, aun
Es cierto que en una ocasión se usa, como vimos, el futuro • privado de su mayor fuerza, la Ley, puede todavía engañar al
para declarar que «el Pecado ya no dominará más en vosotros, hombre, Pablo añade que, si bien todo es lícito y hay que pregun-
ya que no estáis bajo la Ley sino bajo la Gracia» (6,14). Pero la tar por lo conveniente, él no se dejará dominar o esclavizar por
frase está rodeada, por lo menos desde el v. 11 al 19, por impe- cosa alguna (cf. 1 Cor 6,12). Aduce como ejemplo precisamente
uno de esos «deseos» del corazón del hombre que, aun sin Ley,
4
Esta palabra puede tener en Pablo dos significaciones. Una, la deriva- lo llevan a autoengañarse y a caer bajo la esclavitud o dominio
da del uso bíblico, donde «lo santo» es lo consagrado a Dios, o separado del Pecado.
para él (de lo profano). Otra, la derivada del uso más helenístico, que se El mismo orden sigue en Gálatas. Después de advertir que la
refiere más a la perfección moral. El argumento vale en ambos casos.
5
Tal vez sería mejor designar las dos causalidades respectivas como efi- Ley fue nuestro pedagogo hasta Cristo y que ya no estamos bajo
cientes, más bien que como finales. De todos modos, es importante y sinto- el pedagogo (cf. Gal 3,24-25) porque Cristo nos liberó para que
mático que el término griego telos —tan decisivo para comprender el resul- fuéramos realmente libres, añade la advertencia: «Sólo que no
tado final de la acción del hombre frente a la de Dios— no sea explicado toméis de esa libertad pretexto para la carne» (Gal 5,13). Enten-
por los comentadores que habitualmente seguimos. Habría que forzar mucho
el pensamiento y el vocabulario de Pablo para hacer que la «justificación» diendo por Carne el punto de origen de los deseos (cf. 13,14;
signifique sólo una declaración externa de que es justo alguien que, antro- Gal 5,16.24), comprendemos que, como ocurría en el caso de los
pológicamente hablando, sigue siendo el mismo de antes. Tampoco hay que paganos, el Pecado, aun privado de su fuerza mayor, la Ley, puede
pensar, como lo estamos viendo en el texto, que el hombre «justificado» se todavía seducir al hombre y esclavizarlo. Por eso Pablo pasa de la
vuelva automática y, sobre todo, totalmente justo. No obstante, Pablo es
claro en señalar que una línea de conducta justa comienza y se desarrolla liberación de la Ley a la del Pecado.
en él con fines —o resultados— inmediatos y mediatos. Al comenzar, en cambio, este capítulo —que continúa en
7,1-13— vemos que Pablo sigue el orden que le ha sido dictado
460 La cristología humanista de Pablo
La vida nueva del cristiano 461
por el comienzo de la carta. Allí establecía, en efecto, primero la
esclavitud del pagano, sin Ley, con respecto al Pecado, para pasar Pero, aun así, ¿existe seguridad? ¿Se trata de un proceso irre-
luego a la del judío, esta vez frente a la Ley. Así invertía el orden versible de liberación? La carta a los Gala tas indica claramente que
Ley-Pecado-Muerte por lo que se refiere a los dos primeros tér- no: «¡Oh insensatos Gala tas! ¿Quién os fascinó a vosotros, ante
minos. Ese es probablemente el orden en el que piensa cuando quienes fue presentado Jesucristo crucificado?... Comenzando por
comienza a tratar el tema de la liberación con respecto a la escla- Espíritu, ¿termináis ahora en Carne?» (Gal 3,1.3). Y explica luego:
vitud anterior. «Soy yo, Pablo, quien os lo dice: si os dejáis circuncidar, Cristo
no os aprovechará nada... Habéis roto con Cristo todos cuantos
También puede haber influido en esta inversión el deseo de buscáis la justicia en la Ley. Habéis caído de la Gracia» (Gal
respetar algo que es típico de Romanos, la explicación de las tres 5,2.4) 7 .
etapas temporales del plan de Dios sobre la humanidad.
En otras palabras: parece ser convicción de Pablo que la Ley
Lo cierto es que, al no comenzar con la liberación de la agrava o por lo menos pone más de manifiesto una tendencia ya
Ley, tiene probablemente una cierta dificultad (suplementaria) en ínsita en el hombre —en su Carne— a esclavizarse al Pecado en la
mostrar cómo la fe, a nivel cristiano, libera con seguridad al hombre medida misma en que no puede sobrellevar el peso de una con-
del Pecado. No hay que olvidar, en efecto, que Pablo usa el tér- ducta gratuita y libre.
mino fe en oposición a «obras de la Ley». Y aunque también la fe Sea lo que fuere con respecto a la Ley, Pablo parece indicar
haya actuado en el pagano Abrahán, ello no es demostrado (antro- aquí con sus exhortaciones que después del bautismo, aunque el
pológicamente) por Pablo, sino afirmado apoyándose en un versícu- Pecado pierda (sobre todo perdiendo el apoyo de la Ley) su fuerza
lo de la Biblia. Es cierto que, como dijimos, Pablo no emplea compulsiva y aunque toda la lógica existencia del bautismo y su
aquí explícitamente el término fe, pero se refiere a su signo exte- contenido simbólico apunte a una liberación de su antigua escla-
rior, el bautismo. Una razón más consiste en que la única frase vitud, ésta es aún posible. Queda en las manos del cristiano volver
que Pablo escribe en futuro y da señales de certidumbre en lo que a su yugo o salir de él.
se refiere a la liberación es también la única que menciona la Ley:
Y debe saberlo así: «¿No sabéis que cualquiera que sea aquel
«El Pecado ya no dominará en vosotros porque no estáis bajo
a quien ofrezcáis obediencia como esclavos, os hacéis esclavos de
la Ley sino bajo la Gracia» (6,14) 6 .
él, ya sea del Pecado para la Muerte, ya sea de la Obediencia para
la Justicia?» (6,16). Importa recordar que en el exordio de la
6
«La Ley es usada aquí en un sentido limitado: 'la Ley (en cuanto nos carta a los Romanos, Pablo ya habló de «la Obediencia de la Fe»
ordena)', "(la condenación de) la Ley'. Que éste sea el sentido que se pre- (1,5). A ella o, mejor dicho, a su contenido pleno se alude inme-
tende darle, queda sugerido por el modo como Pablo continúa su argumen- diatamente aquí, como indicando que Pablo sabe lo que de hecho
tación en 8,1 con 'por todo esto ya no hay condenación alguna para quienes
están en Cristo Jesús' (hay que entender 7,7-25 como una explicación ne- han escogido los cristianos de Roma: «Gracias a Dios, vosotros
cesaria de 7,1-6). Pero, tal vez el pensamiento sobre la ley vaya más lejos, que fuisteis esclavos del Pecado habéis obedecido de corazón al
en la medida en que, por un mal uso de ella, se convirtió en opresión. Que modelo de doctrina a que habéis sido transferidos...» (6,17).
—tengan paciencia muchos comentaristas— el sentido no es que se nos haya
librado de la ley simplemente, queda suficientemente claro en el v. 25b En otras palabras: parecería que los cristianos tienen, en la
(cf. w . 12 y 14a; también 3,31; 8,4; 13,8-10)» (ICC 2,338). La exégesis doctrina que hace de la vida, muerte y resurrección de Jesús el
es sutil y críptica. Daría la impresión de que, para el comentarista, la Ley modelo de toda existencia humana, datos más precisos y razones
debería conservar su imperio para que el hombre siguiera siendo pecador. más claras para hacer esa apuesta radical —obediencia a la fe—
Pero Pablo dice muchas veces que ya no estamos «bajo la Ley». Además,
en la primera parte del capítulo séptimo (vv. 1-13) muestra cómo, por la
muerte, quedamos simplemente —lo más simplemente que se puede estar nos, como hijos, «por encima» de ella. Obvio es decir que este simplemente
liberado— liberados de la Ley. Lo que sí habría que tener en cuenta es no equivale a fácilmente, como lo muestra la segunda parte del capítulo
que ese simplemente se refiere a «liberados», no a la desaparición o inuti- séptimo.
7
lidad de la Ley (cf. 3,31). Estamos liberados simplemente de la Ley en cuan- «Hemos caído en des-Gracia» traduce, de acuerdo al sentido, la Nueva
to la desplazamos, es decir, cuando de «debajo de ella» pasamos a situar- Biblia Española (loe. cit.). «Habéis sido degradados de la Gracia» sería
también una traducción correcta y literal.
462 La cristología humanista de Pablo La vida nueva del cristiano 463

que todo hombre en cualquier circunstancia pudo y podrá hacer Dijimos que el capítulo séptimo no era otra cosa que la con-
y que resplandece ya en el «pagano» Abrahán: considerarse y vivir tinuación del sexto, sólo que Pablo, después de haberse dirigido
«como vivo de entre los muertos» (6,13) o, lo que es lo mismo, a los cristianos de Roma procedentes del paganismo, pasa ahora
«creer en aquel que resucita a los muertos» (4,17). ¡i dirigirse a los convertidos del judaismo. No es extraño, pues,
Así, el plan de Dios consistiría en llevar a los hombres «de fe que en esa continuidad el bautismo cristiano siga ofreciendo razo-
en fe» a la justicia (1,17) y podríamos de esta manera abarcar de nes al argumento de Pablo. El tema bautismal —muerte y resurrec-
una sola mirada todo el proceso, desde su «tesis» universal, pasan- ción a una nueva vida— nos mostraba al «hombre viejo», con sus
do por su «antítesis» particular, hasta su «síntesis» donde la uni- deseos, crucificado, para revivir a una vida semejante a la de Jesús
versalidad recobrada se encarna en la singularidad de Jesucristo. resucitado, donde la Muerte, sin la base del Pecado, se desmorona.
Por supuesto que atribuir a Pablo estas sutilezas dialécticas Así, el bautismo continúa desempeñando en el capítulo sépti-
puede parecer pedante, cuando no desatinado. Lo es si se toman mo el mismo papel significativo. Siendo una muerte a lo viejo,
en cuenta los términos técnicos. Pero ello sólo prueba que el modo libera de los compromisos legales. Es algo obvio en muchos casos
de pensar dialéctico es más antiguo que Hegel y que está basado de la vida social; Pablo toma como ejemplo el matrimonio (cf. 7,
en una manera natural, para el pensamiento del hombre, de captar 1-3).
procesos. Por otra parte, cabría desafiar a cualquier exegeta a que El matrimonio de su tiempo en el Imperio Romano significaba
analizara, en forma que no fuera estrictamente dialéctica, el papel un contrato que ponía a la mujer bajo el dominio —o la ley—
que la carta a los romanos atribuye al otorgamiento de la Ley del marido mientras durase la vida de éste.
por parte de Dios y, consiguientemente, a la etapa que comienza Es interesante observar aquí lo que ya vimos a propósito de
y termina con ella. las relaciones trabajo-salario. Pablo comienza con el símil y termi-
La prueba de esto es que, al comenzar a estudiar la significa- na enredándose en él, pero no se detiene en minucias y sale ade-
ción de la fe cristiana a partir de la liberación del Pecado, y no de lante con su argumento dejando la lógica imaginativa por el ca-
la liberación de la Ley, le falta «fuerza» —la Ley es la «fuerza» mino. Aquí la lógica, de acuerdo con la imagen, llevaría a identificar
del Pecado— al argumento de Pablo en el capítulo sexto. «la Ley» (debido a su dominio) con «el marido» y al hombre do-
Parecería, en efecto, que hemos retrocedido de la certidumbre minado por ella con «la mujer», valga la paradoja. Pero precisa-
con que nos dejaba el capítulo quinto, con su paralelo entre Adán mente, de acuerdo con la imagen del bautismo, el que muere es el
y Cristo, y que, contrariamente a lo que se supone nos viene de hombre, asociado a la muerte de Jesús por su inmersión en el agua.
Adán, lo que nos viene de Cristo va a depender del uso que haga Es decir, que en los términos de la imagen original del matrimonio
aun el cristiano de su libre albedrío, con la consiguiente elimi- el que muere sería «la mujer»...
nación de una respuesta unánime y universal. Sin embargo, Pablo no se detiene por tan poca cosa. Para él,
Jesús, sujetándose a la Ley y muriendo a causa de ella (cf. Gal
2) La segunda parte comprende el desarrollo del tema de la 4,4; 3,13-14; 2,19), arrastra a la Ley en su muerte y así el hombre
liberación del cristiano frente a la Ley gracias a Cristo. queda liberado de ella, es decir, «del marido», a condición de some-
Aunque esta primera parte del capítulo séptimo (vv. 1-13) esté terse en el bautismo a una muerte semejante a la de Cristo, es
lejos de ser clara, aquí sí notamos de inmediato que la liberación decir, a aceptar audazmente la maldición de la Ley y no buscar
no admite dudas, por lo menos en teoría. ya en ella una servil aprobación.
La Ley y su obligación constituyen, en efecto, algo externo Podemos decir, pues, que, a pesar de sus peripecias simbólicas,
y jurídico. Probar que ya no estamos bajo su dominio parece el argumento de Pablo es aquí muy claro y concluyente. El cris-
mucho más fácil que probar que ya no estamos bajo el dominio de tiano debe considerarse «muerto a la Ley» (7,4), «liberado» de
los deseos de nuestro corazón. Pablo se vale de un argumento ella como la mujer de «la ley del marido» (7,3); en una palabra:
también jurídico para demostrar que la Ley ya no nos tiene bajo «se nos liberó de la Ley», pasivo divino que tiene por sujeto
su imperio. implícito a Dios (7,6).
464 La cristologta humanista de Pablo La vida nueva del cristiano 465
Todo es hasta aquí claro y cierto. La segunda etapa del plan la misma dificultad que nosotros para comprenderla, especialmente
de Dios cumplió su misión y pasó. Estamos en la tercera, a no en lo que tiene relación con el sentido del término «carne» en su
ser que... Y ésta es una hipótesis loca que unificaría la primera uso metafórico. Sólo a quienes ya conocían en su versión griega el
con la segunda parte, retrotrayéndonos a las incertidumbres de la Antiguo Testamento, la comprensión del término les podría resul-
primera: ¿no tendrán los deseos del corazón cierta connivencia tar relativamente fácil con tal de tener en cuenta las sutiles modi-
con la Ley? ficaciones que Pablo introduce. A falta de esa preparación, sólo
De todos modos notamos que aquí comienzan las dificultades, un cuidadoso examen del contexto hubiera podido orientarlo.
que irán creciendo a lo largo del capítulo. Podríamos decir que, Simplificando al máximo, «carne» es, en buena parte del An-
como en todo proceso dialéctico, la antítesis no desaparece. Siempre tiguo Testamento, sinónimo de creatura, un sustantivo que, extra-
queda algo de ella, lo positivo, pero también quizá la tentación ñamente, falta en el lenguaje hebreo veterotestamentario. Y es sinó-
de lo negativo... nimo de la totalidad de la creatura, mientras que Espíritu designa
Eso es, en primer lugar, lo que comprobamos aquí. Pablo no normalmente a Dios, y particularmente a Dios actuando con su
niega que Dios haya hablado y haya expresado su voluntad en la poder, creando, dirigiendo la historia, dando soplo de vida (espí-
Ley, no niega que la haya «escrito» (a través de un mediador, ritu = soplo) a todo cuanto alienta sobre la tierra (cf., por ejem-
Moisés; cf. Gal 3,19). plo, Sal 104,29).
¿En qué medida hemos sido liberados de la Ley? En la medida En principio, pues, la oposición Carne-Espíritu no indica una
necesaria para que «seamos capaces de servir en la novedad del dualidad de elementos componentes de la naturaleza humana como
Espíritu y no (más) en la vejez de la Letra» (7,6). cuando hablamos de cuerpo-alma. Es cierto que en el Antiguo
Sabemos que no debemos nada a la Ley, que no estamos bajo Testamento la «carne» sola no existe. Si algo existe y vive es
su poder «fascinante» (Gal 3,1), pero aún tenemos que distinguir porque el Espíritu de Yahvé actúa y mora en ello, como soplo
entre su «letra, que mata, y el Espíritu que da vida» (2 Cor 3,6). vivificador. Sin él, el hombre, como todo viviente, vuelve al polvo
Ahora bien: al separar «la letra» de la Ley de otra cosa que Pablo o a la nada.
llama «el Espíritu» (o el espíritu) nos deja suponer que ese Espí- Así, aunque el Espíritu no sea una parte del hombre, es, por
ritu —sea con mayúscula (lo más probable a causa de su poder así decirlo, lo que hace hombre al hombre. Comienza por darle
vivificador) o con minúscula— tiene íntima relación con la Ley las posibilidades más grandes y generales de todo ser vivo: existen-
y que incluso el cristiano debe tener relaciones «espirituales» con cia, conocimiento, voluntad. Pero también se le atribuyen al Es-
ella o, para emplear una fórmula que aparecerá después, relaciones píritu aquellas características que realzan esas cualidades genera-
con «la Ley espiritual» (7,14). De todos modos estas relaciones les: talentos originales, capacidades extraordinarias. Todo eso es
serán tanto más difíciles cuanto que el hombre —también el cristia- obra de Yahvé y, por lo mismo, hay que atribuirlo a su Espíritu.
no— es «carnal» (7,14), no «espiritual» como la Ley o su autén- «Carne» sigue designando a la creatura entera, pero precisa-
tica lectura. mente en cuanto dependiente de Yahvé, incapaz por sí misma de
nada importante y abrumada —cada vez más en la época de la
Es el momento de volver con más precisión a lo que Pablo
literatura sapiencial— por la trascendencia terrible que separa,
quiere decir con la oposición Carne-Espíritu y que a veces, por las
como por un abismo, a la creatura del Creador 9 .
razones ya indicadas, toma la forma de oposición Cuerpo-Espíritu,
con el mismo sentido 8 . En realidad, el lector griego debió tener
designar lo que metafóricamente designaba en hebreo basar, es decir, «carne».
En esos casos, Pablo fluctúa entre la traducción literal del término bíblico
8
Bultmann, por razones exegéticas que resultan difíciles de explicar, mismo, bastante incomprensible para el no iniciado, y el uso de un equiva-
comienza por un término relativamente claro como «cuerpo», en lugar de lente como «cuerpo», con sus ventajas e inconvenientes.
ir directamente al término más extraño de «carne». De ahí que, aunque fi- ' De ahí algo importante para nuestro estudio. En el Antiguo Testa-
nalmente sugiera su proximidad, no llega a ver cómo en muchas ocasiones mento, «carne» es un término cuyo contenido está en equilibrio entre dos
Pablo busca inútilmente en el vocabulario griego un término que le permita actitudes: una negativa y otra positiva. Llamaríamos a la primera, en len-


466 La cristología humanista de Pablo La vida nueva del cristiano 467

Volviendo a Pablo, descubrimos en él una gran influencia de En otras palabras: es cierto que la liberación de la Ley es un
ese concepto, al mismo tiempo que una notoria depreciación de hecho, más claro e irreversible, al parecer, que la liberación del
toda relación con Dios basada en la «carne», es decir, en el temor Pecado (de la que habló el capítulo sexto). Pero las dos situaciones
reverencial de la creatura. Es este temor «carnal» (Gal 3,3) el que tienden a asemejarse en una cierta ambigüedad, ya que es necesario
hace que los Gálatas, después de haber sido liberados de la Ley, el Espíritu para tener «vida y paz» (8,6) al descubrir el espíritu
intenten volver a subordinarse a ella en busca de seguridad. Cual- presente en la Ley y dejar de aferrarse a su letra.
quier lectura que haga la «carne» de la Ley, buscará su «letra», Cuál sea el espíritu de la Ley Pablo ya lo ha dejado entender,
su tenor literal, el único capaz de brindar una (falsa) seguridad hasta cierto punto, al hablar en capítulos anteriores de la fe. Esta
frente a lo trascendente. libera al hombre de la obsesión de negociar con Dios, mediante
De ahí que, en el fondo, en la oposición letra-Espíritu el primer «las obras» que se adaptan a la letra, su salvación. Lo libera para
término pueda ser sustituido por «carne» y el segundo pueda, en que sea dueño de sí en su actuar y no esclavo.
nuestras lenguas modernas, ir tanto con minúscula como con ma- Ahora bien: sí el hombre no se esclaviza a sus «deseos» en
yúscula. Puede, en efecto, señalar el «espíritu» de la Ley, lo que general ni a la «letra de la Ley» a causa de ese deseo particular
le da sentido y utilidad, pero al que «la carne» no se arriesga que es el miedo a la libertad y si, como hombre maduro, se pre-
nunca de por sí. Pero precisamente porque el hombre, con sus gunta, como le exige Pablo, por «lo conveniente», sería superfluo
solas fuerzas, rechazará ese «espíritu» en busca de seguridad, el preguntar a Pablo: conveniente ¿para qué? En efecto, estamos
«Espíritu» podrá ir con mayúscula, designando así la fuerza que frente al sentido o «espíritu» de la Ley, que Pablo define así:
Dios da para vencer (con la fe) el miedo del hombre y hacerle «Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que
descubrir el verdadero sentido de la Ley. ama al prójimo ha cumplido la Ley. En efecto, lo de 'no adultera-
Lo que sí es importante señalar en este punto es que, si bien rás, no matarás, no robarás, no codiciarás' y todos los demás pre-
la presencia del Espíritu de Dios en la comunidad cristiana cons- ceptos se recapitulan en esta fórmula: 'Amarás a tu prójimo como
tituye una experiencia de tipo similar a y continuación de la ex- a ti mismo'. El amor no hace mal al prójimo. El amor es, por
periencia original de cómo el Espíritu resucitó a Jesús de entre tanto, la Ley en su plenitud» (13,8-10). He aquí la base de la
los muertos (cf. 8,lss; 1,4; Gal 3,2-5), los cristianos siguen siendo actitud de fe cuya obra es el amor (Gal 5,6) ".
creaturas —«carne»— y, en la misma medida, sujetos a la tenta- Una vez más, comprobamos que la liberación de la Ley es un
ción de buscar apoyo frente al miedo en todo lo que parezca dar hecho irreversible para Pablo, pero no lo es en la vida concreta
seguridad ante Dios (cf. 1 Cor 3,1-4) ,0 . del cristiano. Ni puede serlo mientras esté «en la carne» y actúen
en él las fuerzas que asedian a toda creatura humana. Casi po-
guaje moderno, tendencia a la «secularización». En otras palabras: la cria- dríamos decir que caminar por esa senda entre dos abismos es
tura actúa como criatura buscando eficacia en lo creado. Así, el primer Isaías como hacerlo por el filo de una navaja. De un lado tendremos los
acusa a Israel de buscar ayuda en Egipto y no en Yahvé: «Egipto es hu- deseos en general; del otro, el deseo particular del miedo a la in-
mano, no divino, y sus caballos, carne, y no espíritu...» (31,3). En cambio,
el Antiguo Testamento aprecia la tendencia opuesta: la actitud «religiosa» seguridad (precio de la libertad).
con la que Israel, grupos y personas, sintiéndose creadas, adoran y temen En segundo lugar, y siempre en relación con una posible vuelta
la trascendencia del Creador. Así, la esperanza escatológica del Tritoisaías es: de la antítesis, nos encontramos con que Pablo, siguiendo con el
«De luna nueva en luna nueva y de sábado en sábado, vendrá toda carne a
prosternarse ante mí, dice Yahvé» (66,23). La originalidad de Pablo, aún tema de la Ley y antes del análisis que va a hacer del hombre di-
hoy, consiste en haber reunido bajo el mismo signo negativo las dos ten-
dencias de la «carne», la secularizante y la religiosa. 11
La fórmula más breve, clara y exacta de esta función de la fe la en-
10
Pablo, contrariamente a lo que parecen dar a entender versiones mo- contramos en R. Niebuhr (op. cit., I, p. 272) al señalar cómo el primero de
dernas, no dice que el Espíritu haga que sirvamos. De acuerdo con la gra- los presupuestos por los que, sin la fe, la relación yo-tú, básica para el amor,
mática griega, parece que hay que traducir «de manera que podamos servir» se torna imposible: «Si no se libera de la ansiedad, el hombre está tan
(cf. ICC 1,175), lo que acentúa el contenido antropológico: algo ha cambiado enredado en el círculo vicioso de su egocentrismo, tan preocupado por sí
y, así, somos ahora capaces de lo que antes no éramos. mismo, que no puede desbloquearse para la aventura del amor».
468 La cristolo gía humanista de Pablo La vida nueva del cristiano 469

vidido (en los vv. 14-25), entra en una extraña consideración sobre con lo anterior: por la Ley, el conocimiento del pecado. Pero
las relaciones entre Ley y Pecado, consideraciones que, por otra ¿dónde está el engaño mortífero?
parte, continúan uniendo cada vez más en un solo cuadro los dos Despejemos primero ciertas incógnitas. Pablo se refiere con
dípticos que dedicara antes a analizar los mecanismos del Pecado el «no codiciarás» al decálogo bíblico, es decir, a algo no super-
en paganos y judíos. ficial y legalista, sino central en el querer divino en lo que atañe
Decimos que esas consideraciones de la primera parte del capí- al obrar del hombre 12. No se trata de una tradición interpretativa
tulo séptimo son extrañas no sólo por su contenido, sino por dos y derivada, sino de una cita de la Ley en su expresión más directa
circunstancias principales: el lugar en que las sitúa y el carácter y resumida.
personal que les da, empleando como sujeto de ellas un «yo» Hay, con todo, en esta «aparente» cita algo que hace pensar
que no sabemos exactamente a qué o a quién corresponde, pero en un artificio sutil de Pablo para relacionar el Pecado bajo la Ley
que, de un modo u otro, tiene que ser Pablo. con el Pecado a secas, es decir, el Pecado de los judíos con el de
los paganos. En efecto, Pablo sabe que no existe, en realidad, tal
Tal vez la espontaneidad con que éste escribe reste importancia
precepto en el decálogo. O en los decálogos, ya que existen varios
a lo que podríamos llamar un desplazamiento temático. Puede tra-
(listas de unos diez preceptos similares), correspondientes a dife-
tarse de consideraciones que se le ocurren en el diálogo permanente
rentes épocas y tradiciones.
que mantiene con sus interlocutores y que le lleva a presentarlos
muchas veces haciéndole preguntas tan imaginarias como insidiosas. Desde el punto de vista exegético actual, esos «decálogos»
Esas preguntas pueden, es cierto, desviar por cierto tiempo la están lejos, en su origen, de constituir una ley «moral». No apun-
atención de Pablo del plan que, a pesar de tales meandros, va tan al interior del hombre y sí a regular sus relaciones sociales.
llevando adelante y que no carece, ni mucho menos, de unidad. Así varían siguiendo las distintas situaciones históricas por las que
pasa Israel (nomadismo, conquista de la tierra, monarquía). Po-
En todo caso, Pablo parece hacer, y en primera persona, un dríamos decir, sin temor a equivocarnos, que sólo el paso de la
último esfuerzo por mostrar cómo la Ley constituye una tentación independencia a la dependencia extranjera fuera de la Biblia y,
para el hombre. En efecto, el argumento no hace aquí mención dentro de ésta, la orientación ahistórica e interiorizante de la lite-
explícita del judío. Aunque sea éste quien tenga como caracterís- ratura sapiencial, han hecho de los decálogos una ley «moral».
tica la Ley, los argumentos de Pablo, especialmente aquí y en los Sin duda, Pablo no posee esta visión retrospectiva, particular-
versículos que siguen, se vuelven cada vez más antropológicos. mente importante para interpretar un precepto que, a primera
«El Pecado, aprovechándose, por medio del precepto me en- vista, «parece» moral, como el de no «codiciar» o desear. Pablo,
gañó y, también por medio de él, me mató» (7,11), podría ser la sin embargo, no podía ignorar que ningún decálogo bíblico prohibe
conclusión a que llega Pablo con respecto a las relaciones Pecado- «la codicia». Tanto más cuanto que la palabra que aquí traduci-
Ley. Pero si le preguntamos qué hizo concretamente el precepto mos por «codicia» no es otra, en griego, que la que ya hemos
(de la Ley) para engañarlo, Pablo responde: «yo no conocí el pe- encontrado varias veces: «deseo» (epithymia) 13. De ahí que nues-
cado sino por (el precepto de) la Ley» (7,7). Pero el engaño tiene
que estar en otra parte, porque ésa es precisamente la finalidad 12
A su obrar moral, de acuerdo con la exégesis corriente en el tiempo
esencial de la Ley en el plan de Dios: «la Ley no da sino el cono- de Pablo. Que los decálogos bíblicos fueran, más bien, lo que hoy podríamos
cimiento del Pecado» (3,20). llamar «constituciones» cívicas —breves y enunciando principios como la
norteamericana— y no verdaderas leyes morales y que, por tanto, «codiciar»
¿Cómo puede, entonces, infiltrarse el engaño —el autoenga- no fuera el pecado interno al que apuntaba el decálogo, sino que éste de-
ño— en ese conocimento proporcionado por Dios? Sigamos el fendiera con tal mandamiento la propiedad privada (cf. Miq 2,2), incluso de
ejemplo concreto que nos proporciona el mismo Pablo: «No hu- la mujer, contra conatos efectivos de robo, no pasaba ciertamente por su
mente. Sólo la exégesis moderna ha visto este punto con los elementos crí-
biera llegado a saber qué era la codicia si la Ley no dijera 'No neos de que hoy disponemos (cf. Von Rad, op. cit., I, pp. 347-354).
codiciarás'» (7,7). Esto, aunque no sea tan evidente como se po- 13
Así lo entiende correctamente Nueva Biblia Española (loe. cit.) tra-
dría desear, tiene, por lo menos, el mérito de una coherencia total duciendo «no desearás», lo que permite al lector captar lo extraño de la
470 La cris tolo gta humanista de Pablo La vida nueva del cristiano 471
tras versiones modernas de la Biblia traduzcan los preceptos rela- engañado, seducido, se vuelve esclavo no es nunca un pecado que
tivos a la «codicia» en el decálogo por «no desear los bienes aje- llamaríamos «luciferino». La Ley «fascina» porque ofrece al hom-
nos» o «no desear la mujer del prójimo». bre no rebeldía, sino facilidad y seguridad. La oposición de «las
Se trata de dos puntos importantes. Primero: lo que se prohibe obras de la Ley» a «la Fe» estaba precisamente fundada en la
en la Biblia es el deseo que se hace búsqueda, es decir, la relación carencia de audacia del hombre para actuar de manera gratuita14.
social que no respeta la propiedad ajena. Los decálogos bíblicos Todo ello nos lleva a buscar la explicación por otro lado, ensa-
nunca prohiben actitudes interiores. Precisamente el paso del acto yando un tipo opuesto de hipótesis. Si pensamos que Pablo, en
(externo) a la actitud (interna) es la clave de la nueva lectura que esta segunda parte del tema liberación, consagrada a la Ley, habla
Jesús manda hacer de la Ley, ilustrándola, según Mateo, en el ser- especialmente a los cristianos convertidos del judaismo, lo más
món de la montaña, con seis ejemplos (cf. uno de ellos en Mt 5, probable es que eche mano de sus propias experiencias cuando
27-28). fue educado, como fariseo, en la interpretación de la Ley.
Segundo: Pablo, al sacarle, de manera expresa e inesperada, Puesto que Pablo habla de la servidumbre a la letra de la
el complemento al deseo —complemento que apunta al respeto Ley —lo que, por otra parte, es un argumento más contra la hipó-
a la propiedad— establece una conexión obvia con aquello que tesis de la rebeldía— es más probable que evoque un problema
él mismo fijó como resorte de la esclavitud de los paganos al Pe- de su propia formación. En efecto, toda letra de ley que se pre-
cado: los deseos del corazón. Parecería que Pablo, preocupado tende convertir en código moral que acompañe al hombre «desde
como siempre del juicio universal de Dios, elige a sabiendas un que se levanta hasta que se acuesta» (Dt 11,19), resulta incapaz
mandamiento (manco), el único que le permite mostrar que, con de tener en cuenta las circunstancias infinitamente variables en
o sin Ley, el Pecado se apodera del hombre usando el mismo que debe ser aplicada y donde muchas veces un precepto entra
resorte fundamental. en conflicto con otro. Si no se mata a esa letra, la letra mata...
Pero ese resorte actuaba medíante el engaño. Volvamos, pues, ¿Cómo? La seriedad misma con que se la toma (y ello era
a éste. ¿En qué sentido puede Pablo decir que, sin el precepto una característica innegable de los fariseos) obliga a prever su
de no codiciar, no hubiera conocido lo que era la codicia? ¿O, si aplicación mediante una intrincada casuística. El hombre que,
se prefiere, que, sin el «no desearás», no hubiera llegado a saber despreocupado, sigue un proyecto, se encontrará, aquí o allá, con la
lo que era el «deseo»? (cf. en contra, 2,15). codicia que le acecha. Pero, el hombre ocupado escrupulosamente
La explicación normal y lógica, insinuada además por el con- en prever todas las acechanzas posibles de la codicia descubre un
texto, es que Pablo quiere decir que, sin el precepto, no hubiera mundo nuevo: sus infinitas variedades, sus innumerables y retor-
conocido toda la fuerza, toda la extensión o todo el atractivo de cidos caminos. Y no es que este descubrimiento suscite una codi-
la codicia-deseo. cia desenfrenada 1S. Aparentemente sucede todo lo contrario. El
Para explicar esto tenemos dos hipótesis. La primera, que
desechamos, es la bien conocida de la atracción especial por el 14
fruto prohibido. El precepto generaría, por reacción, en el hom- No hay que pensar que, por el mero hecho de prohibir una cosa, la
ley la vuelva atractiva (cf. ICC 2,350). La explicación de que el precepto
bre un apetito fundado consciente o inconscientemente en la re- limita la libertad del hombre y, por eso, le incomoda —explicación dada
beldía. Pero el lector que haya seguido a Pablo hasta aquí habrá por el mismo comentarista— parece ser, en palabras más sutiles, una tra-
comprendido, sin duda, que el Pecado del que el hombre auto- ducción exacta de la primera explicación rechazada. Otra explicación sería
una referencia implícita a la serpiente del paraíso (ya que aquí, como en
formulación del mandamiento de Pablo, así como su relación con «los deseos» casi todos los pasajes que se refieren a él, el Pecado, en singular, está como
que aparecían en el capítulo primero. En castellano, en efecto, el «codiciar» personalizado) que incita al hombre con falsos razonamientos a desobedecer,
ya posee un matiz referente a tener más, a tener lo que se ve que otro tie- oscureciéndole el corazón (cf. ibíd.).
15
ne, matiz que no es propio del verbo desear (o desear con fuerza) que co- «Es más sencillo entender que el pensamiento de Pablo es que, a pesar
de que los hombres realmente pecan en ausencia de la ley, no reconocen
rresponde al verbo griego que emplea Pablo y que, más que a un precepto de manera completa el pecado por lo que es (3,20) y que, aunque cierta-
del decálogo, apunta a un instinto incontrolado, a una pasión. mente experimentan la codicia por más que no conozcan los diez manda-
472 La cristología humanista de Pablo
La vida nueva del cristiano 473
descubrimiento de las omnímodas trampas de la codicia produce
el temor a caer en ellas. Y el temor paraliza. Con lo que el cum- nismos que pueden tornar a la esclavitud incluso al que acompaña
plimiento de la intención de la Ley pierde todas sus posibilidades. a Jesús en su muerte y resurrección.
El esclavo de la Ley es un «muerto» (7,11), esclavo asimismo del Pero algo cambia. Pablo se va acercando a un punto clave: la
Pecado que lo ha «engañado» 16. unificación de los mecanismos en uno solo. Porque el cristiano
Resumiendo lo visto sobre el capítulo sexto y la primera mitad sigue siendo «carne», su condición humana está hecha de tal ma-
del séptimo, encontramos paradójicamente que Pablo, al hablar nera que, sin Ley y, más aún con Ley, tiende a caer en la esclavitud
y, por ella, en la Muerte. Todo esto llevará a Pablo a su último y
de los bautizados, vuelve, en cierta manera, a reeditar los dos
definitivo análisis: el del hombre dividido, en la segunda parte
primeros capítulos. Allí constataba la esclavitud de jacto de paga-
del capítulo séptimo n.
nos y judíos con respecto al Pecado. Aquí, aun admitiendo la posi-
bilidad de liberarse de tal esclavitud, muestra los mismos meca- Explicábamos en el segundo párrafo del capítulo anterior por
qué en los siguientes prescindiríamos de un apartado que tratase
de rastrear, como lo hicimos sistemáticamente hasta aquí, el ori-
mientos, sólo a la luz del mandamiento reconocen a la codicia por lo que gen posible de lo que Pablo dice sobre el Jesús histórico. Y ello
es: la codicia que Dios prohibe, una desobediencia deliberada a la voluntad
revelada de Dios» (ICC 2,348-349). Tal vez sea más sencillo, como dice el porque, a medida que Pablo avanza, sus consideraciones se van
comentarista, pero quien siga ese camino se dará de bruces con todo lo que centrando cada vez más en el hecho pascual en su conjunto.
Pablo afirma sobre la libertad cristiana. Más vale tratar de mostrar cómo el Cabe, no obstante, terminar este capítulo señalando su rela-
haber «conocido» la codicia —a través de la letra de la Ley— hace caer al
hombre en mecanismos que le impiden «reconocer» su propia obra. Dicho ción global con la causa histórica de la muerte de Jesús de Naza-
en otras palabras: cómo la atención que se invierte en la codicia deja de ret. Muere asesinado porque, habiendo nacido sometido a la Ley
empujar hacia su realización los proyectos del hombre interior, con lo que (cf. 7,4; Gal 4,4), la letra de la Ley lo condena a morir. Pero, no
éstos terminan por caer bajo el dominio de los mecanismos impersonales de se trata tanto de la acusación de blasfemia que permite al Sanedrín
«lo exterior» (cf. 7,14-25).
16
Esto tal vez nos permita explicar algo de Pablo que dejamos pendien-
llevarlo a la muerte. Se trata de algo más profundo: Jesús es con-
te. Aunque sea un argumento ad homitiem, Pablo se gloría ante los Filipen- denado por haber atacado la interpretación literal de la Ley y,
ses de que, con respecto a la justicia de la Ley, él es «irreprochable». Es con ello, atacado el deseo de poder (secular) de las autoridades
decir, que la ha cumplido, lo que se supone era la intención de su yo, de religiosas de Israel; lo condenan por haber socavado su seguridad.
su «hombre interior»... Examinamos esta aparente contradicción al hacer la
exégesis de las grandes negaciones de Pablo: «Nadie será justificado por las Con ello, la muerte histórica de Jesús prueba el gran argu-
obras de la Ley», «no hay uno que sea justo»; o las afirmaciones correlati- mento antropológico que Pablo va preparando: la connivencia
vas: «Judíos y griegos estamos todos bajo el Pecado» o «sea Dios veraz y entre la letra (religiosa) de la Ley y los deseos (seculares) del hom-
todo hombre mentiroso...», en el capítulo tercero, Pero es aquí, en el sép- bre. Ambas tendencias no forman más que una, la que lleva a
timo, donde encontramos la solución de la antinomia. Aunque sea difícil y,
en general, no conveniente para el plan de Dios, la letra de la Ley puede deshumanizar al hombre, alienarlo y convertirlo en esclavo del
ser guardada irreprochablemente. Pero, ¿a qué precio? Al de no cumplir su Pecado y sujeto a la Muerte.
sentido o espíritu. Al de volver al hombre todavía más esclavo del Pecado. De esta convergencia -—histórica— entre los mecanismos secu-
Hasta el punto de no saber ya dónde se encuentra el sentido de la voluntad
de Dios con la Ley y la culminación de ésta: en Jesucristo. En otras pala- lares y religiosos del Pecado surge la necesidad que siente Pablo
bras: el autoengaño de buscar seguridad en la letra de la Ley lleva a ignorar de un último análisis global de la existencia humana: el que ocupa
la presencia del Dios que reveló esa Ley y su sentido. Pablo ha estado bajo la segunda mitad del capítulo séptimo.
el Pecado de la misma manera y por la misma razón que lo estuvieron antes
los fariseos que persiguieron a Jesús y a su grupo. De ahí que K. Stendahl
17
señale que el único «pecado» que pesa a Pablo en su conciencia es haber El capítulo séptimo —aunque más especialmente su segunda parte:
perseguido a la Iglesia de Dios (cf. 1 Cor 15,9; Gal 1,13-14). En la época vv. 14-25—, por su contenido de evidente introspección y profundidad an-
de Romanos y otras cartas contemporáneas, Pablo no se disculpa nunca de tropológica, constituye el argumento más fuerte contra la ya citada tesis de
ese pecado. Aducirá «ignorancia» (para su «blasfemia», término significativo) K Stendahl (como él mismo lo reconoce en cierta manera) o, por lo menos,
en una carta muy posterior (1 Tim 1,13) que se duda haya sido escrita por contra su exageración de que fue Occidente, con su maniática tendencia in-
él. La misma excusa podría indicar la mano de un discípulo. trospectiva, el que deformó el pensamiento de Pablo, centrado en la situa-
ción de los paganos admitidos en el interior de la Iglesia naciente.
CAPITULO VII

EL HOMBRE DIVIDIDO

Romanos 7,14-25
14
Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, pero yo soy
carnal, hecho esclavo del poder del pecado. 15 Porque no re-
conozco lo que realizó, ya que no practico lo que quiero, sino
que hago lo que aborrezco. 16 Ahora bien, si hago lo que no
quiero, estoy de acuerdo con la ley en que es buena. 17 Pero,
siendo así, no soy yo el que realizo eso, sino el pecado que
habita en mí. 18 Porque yo sé que el bien no habita en mí, es
decir, en mi carne, ya que querer está a mi alcance, pero rea-
lizar el bien, no. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino (que)
practico el mal que no quiero. -20 Pero sí hago precisamente lo
que no quiero, ya no soy yo quien lo realiza, sino el pecado que
habita en mí.
21
Descubro así la ley de que, queriendo yo hacer el bien,
es el mal el que está a mi alcance. s Me complazco, en efecto,
con la ley de Dios según el hombre interior, s pero observo otra
ley en mis miembros que milita contra la ley de mi mente y me
hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
24
¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
25
¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor! Así pues, yo
mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne,
a la del pecado.

Al separar, para nuestra consideración, los vv. 14-25 del resto


del capítulo séptimo de Romanos, hemos tratado de corregir una
división arbitraria de capítulos que no hace honor al tema espe-
cífico que Pablo trata en esos versículos, aunque no tengan la
dimensión de un capítulo...
N o obstante, cualquier división de ésas, en una carta que se
escribió de un tirón, siempre llevará la impronta de la artificialidad.
Y aquí ésta queda patente en un punto, por lo menos, pero carac-
terístico y que ha llamado siempre la atención de los intérpretes
de Pablo. Nosotros establecemos la división entre los versículos 13
476 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 477
y 14; pero Pablo ha comenzado desde el versículo 7 a escribir
en primera persona del singular. «Yo estaba vivo, sin Ley, en un Desde el punto de vista de la exégesis hay también un argu-
tiempo...» (7,9). «El Pecado, por medio del precepto, me engañó mento de mucho peso: el contexto global de la carta. En los dos
y, también por medio de él, me mató...» (7,11). primeros capítulos, Pablo describió la esclavitud al Pecado de
A esta característica gramatical, que continuará hasta el final paganos y judíos, es decir, de todos. Al final del tercer capítulo
del capítulo, se suma otra, a un nivel más profundo y de mucha estableció el criterio salvador que tendría, para todos, el juicio
importancia, en relación con los capítulos anteriores: el pesimismo de Dios: la fe.
de Pablo. Se trata, es cierto, de un pesimismo sui generis. Cuando En los capítulos siguientes examinó casos donde, expresa o ta-
se remonta a lo general, al plan universal de Dios, Pablo se muestra ri lamente, esa fe producía efectos de salvación. Ya indicamos que,
optimista. Hasta estaríamos tentados de decir que se muestra loca- apoyándose en las creencias judías, el capítulo cuarto mostraba
mente optimista. Pero apenas desciende a análisis antropológicos Mimo ese criterio actuó en la salvación de Abrahán. Apoyándose
concretos resucita en él la veta pesimista: lo poco que puede la «•ii la creencia cristiana (fundada en la resurrección de Jesús), el
condición humana. Además, y contrariamente a lo que podría c apítulo quinto mostró ese mismo criterio actuando, para salva-
esperarse de alguien que ha subrayado, para los demás, la libe- i ion, en todos los hijos de Adán, o sea, en la humanidad entera,
ración que significa el ahora con respecto al antes, apenas comien- <k:I primero al último hombre.
za a usar la primera persona del singular parece perder la seguridad Yendo así «de fe en fe», Pablo llegó por fin, en el capítu-
de una victoria y admitir las enormes posibilidades que aún poseen lo sexto y en la primera parte del séptimo, a tratar, con los
la Ley, el Pecado y la Muerte. mismos elementos de la creencia cristiana, la situación de los bauti-
Esto aparece, sobre todo en los vv. 14-25, en tiempo presente, zados. Y observamos cómo, en ese mismo momento, parecía hallar-
lo que, desde el punto de vista de la gramática, indica reiteración se ante una dificultad. Los cristianos deberían hallarse libres de
o situación permanente. l.i Ley, del Pecado y de la Muerte. Pero, si esto fuera algo auto-
Sería inútil anotar que los exegetas han efectuado todo género mático o mágico, constituiría una «ventaja» del bautismo, casi
de acrobacias para mostrar que ese yo en presente, de Pablo, no idéntica a la de la Ley y tan peligrosa y contradictoria como ella.
puede designar su existencia de cristiano K A nosotros, en cambio, Si, por el contrario, el cristiano debía luchar, como cualquier otro
no nos cabe la menor duda de que sí la designa, así como la de liombre, para evitar con la fe esas esclavitudes escalonadas, ¿dónde
cualquier otro ser humano. es i ¡iba la superioridad de la fe en Jesucristo? Y aquí justamente
El argumento principal que tenemos para ello es muy simple empezaba Pablo a hablar de sí mismo: «yo...».
y muy poco relacionado con los intríngulis de la exégesis. El que Digamos todo esto de otra manera, en orden histórico. Ya
no se sienta retratado —sea cristiano o no— en ese análisis puede indicamos que, en una primera etapa de la humanidad, que va
salir en busca de otra hipótesis. Si el análisis le concierne, aun desde Adán (exclusive, por lo menos hasta su delito) hasta Moi-
siendo cristiano, será señal de que Pablo analiza aquí la situación sés, el juicio de Dios se ejercía en su plena universalidad e igual-
de todo hombre. dad: hacer o no el bien. Es cierto que los hombres conseguían,
engañándose a sí mismos con razonamientos idolátricos, huir de
1
«Es difícil pensar que sea ésa exactamente la propia experiencia de la libertad y gratuidad de la fe y lograr que divinidades infra-
Pablo: como cristiano parece por encima de ella; como fariseo, por debajo humanas les permitiesen las injustas relaciones humanas a las que
de ella, ya que la propia satisfacción estaba demasiado enraizada en el tem- tendían sus deseos.
peramento fariseo... Pero san Pablo no fue un fariseo ordinario... y su
experiencia como cristiano iluminaría con una luz chocante los días pasados Una segunda etapa comenzó con la Ley, confiada en exclusivi-
'de los cuales se avergonzaba ahora'» (ICC 1,183). En otras palabras, Pablo dad a Israel. Dios le mostró con ella al hombre un camino supe-
estaría describiendo en primera persona sus antiguas experiencias como fa- rior de humanización. Israel, poseedor de esa (necesaria) particu-
riseo a la luz de la fe cristiana. En el texto indicamos las razones por las
que no seguimos esa opinión. Opinión que no debe, por otra parte, con- laridad, tenía como cometido mostrar, a través de sus actitudes
vencer demasiado al comentarista, por lo que se verá en la nota siguiente. y realizaciones humanas, las ventajas de ese camino para todos.
I'ero los portadores de esa revelación normativa se engañaron
478 La cristología humanista de Pablo El hombre dividido 479
también a sí mismos, tomando esa particularidad como ventaja de un modelo. Pero Pablo es demasiado perspicaz y profundo
y convírtiéndola asimismo en un instrumento de deshumaniza- como para no darse cuenta de que ello es imposible.
ción y de idolatría (para los demás). Y así esta etapa, por necesaria Puesto que, por necesidad teológica, ha ahondado en lo antro-
que fuera, tenía que mostrarse pecaminosa y mortífera, para que pológico, ésto debe valer también para lo cristiano. Y es ahí
el hombre que vivía dentro de ella fuera arrancado a su propia cuando el «yo» de Pablo comienza, en plena descripción de la
seguridad de esclavo. existencia bautizada, a introducir esa importante nota de pesi-
Ahora bien, ¿cómo piensa Pablo la tercera y definitiva etapa? mismo a que aludíamos. Pesimismo, claro está, frente a las pers-
Esta no podrá menos de tener su particularidad, aunque sea una pectivas triunfales de capítulos anteriores. Realismo, en verdad,
antipartícularidad. Una vez que Dios comienza un proceso de cuando nos interrogamos sobre las constantes de nuestra propia
revelación, ya no puede abandonar la particularidad inherente a existencia, para no hablar de la historia general de veinte siglos
toda comunicación, ya que precisamente llamamos «comunicación» de cristianismo.
a una diferencia que hace una diferencia. Y para que esa comuni- Y llegamos así, con Pablo, a la constatación de que el cris-
cación verse sobre la anterior —la Ley— y no aparezca como una tiano, como cualquier otro hombre, es un ser dividido. Veamos
nueva particularidad rival, tiene que tener sus raíces en el mismo cómo Pablo analiza esa división, para luego preguntarle qué sen-
tronco: «el Hijo de Dios, que nació de la semilla de David según tido tiene, frente a ella, Jesús de Nazaret. Este último tema será
la carne» (1,3). Pero por otra parte, como veíamos, el contenido el del capítulo octavo.
global de esta nueva comunicación apuntará a devolver a toda
El planteamiento general de Pablo en términos antropológicos
la humanidad su estatuto común, sin ventajas, ante el juicio de
está claramente resumido en esta expresión: «no entiendo mi
Dios.
propia obra» (7,15) 2 . Y el descubrimiento que sigue al plantea-
Pablo no pone nunca en duda que el juicio de Dios verse sobre miento está igualmente resumido más adelante cuando Pablo
el amor mutuo y que ése sea «el espíritu» de la Ley, es decir, su muestra que la existencia del hombre está regida por dos meca-
pura y última dirección, la que quedó truncada por la particula- nismos opuestos, por dos leyes (cf. 7,21-23).
ridad con que se la pretendió entender. Pero cuando analiza el Conviene pues, para captar su pensamiento, estudiar dos as-
porqué de lo negativo de las dos etapas precedentes, llega a la pectos. En primer lugar, dónde se sitúa ese conflicto entre dos
conclusión de que el engaño que esclaviza tiene una sola fuente,
un solo resorte antropológico: el afán por seguir los propios deseos 2
Es el resumen del v. 25: «Así pues yo mismo con la mente sirvo a la
asegurándose de que están justificados. En otras palabras: el re- ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado», que ofrece mayor dificul-
chazo de la madurez humana y de sus riesgos: la falta de je. tad al comentarista para que pueda aplicarlo a Pablo cristiano. Parece des-
cribir «el estado de cosas anterior a la intervención de Cristo» (ICC 1,184).
Así, el amor, la fe que opera en el amor, o simplemente la je, No obstante, el pasaje anterior, con la excepción posible del v. 25 que, como
constituyen otros tantos términos, radicalmente sinónimos, para veremos, tal vez deba ser interpretado a la luz de la victoria que brilla en
designar el único criterio que usará Dios en el juicio al que some- el capítulo octavo, parece referirse, sin más, a la existencia humana. De ahí
terá por igual a toda la humanidad —a la de las tres etapas— que el comentarista note con acierto: «Aquí, ya sea que el momento descrito
ocurra antes o después de abrazar el cristianismo, en todo caso se hace
según el evangelio de Pablo. abstracción de todo lo cristiano. La ley y el alma han sido puestas cara a
Pero todo no termina en esta especie de triunfo del equilibrio. cara, y no hay nada entre ellas. Por lo menos hasta el v. 25 no hay entre
Pablo ya ha experimentado en las nuevas comunidades cristianas las expresiones usadas alguna que pertenezca al cristianismo. Y cuando una
de éstas se usa, es para señalar que el conflicto ha terminado» (ICC 1,186).
los dos tipos de autoengaño que detectó en paganos y judíos. O, tal vez mejor, que la descripción del conflicto ha terminado. Porque apa-
Y no podía ser de otra manera, so pena de que la singularidad rentemente seguimos frente —y la experiencia de cualquier cristiano lo con-
cristiana se volviera particularidad ventajosa o, un paso más atrás firma— a la primera frase del pasaje, que estábamos analizando: «No (re)-
aún, universalismo anómico. El entusiasmo inicial, los dones del conozco lo que realizo». Es decir, «no entiendo mi propia obra» o mi propio
«obrar». En efecto, el verbo que Pablo usa es katergádsomai, que tiene la
Espíritu, todo ello pudo, en un primer momento, hacer pensar misma raíz (ergon) que «obra», pero le añade, con el prefijo, un matiz de
que la síntesis cristiana podía lograrse y durar, como si se tratara realización: se trata de la obra llevada a cabo, realizada.
480 La cristología humanista de Pablo El hombre dividido 481

leyes o mecanismos. Y, en segundo lugar, cual es el resultado de «quiere» o «no quiere» (7,15.16.18.19.20.21). Pero también
esa lucha que divide al hombre o, si se prefiere, que divide a cada existe otro sujeto, impersonal y mítico, al que se le puede, con
hombre de su obra. razón, atribuir el obrar del hombre, especialmente en lo que
toca a prácticas y realizaciones acabadas. Pablo lo señala con la
1) En la primera parte es útil comenzar oponiendo los dife- expresión significativa «lo que habita en mí». Se trata, pues, de
rentes términos que usa Pablo para analizar la división del hom- una parte del ser del hombre no controlada por el «yo» y opuesta
bre. Cuáles quedan de un lado y cuáles de otro. Hacer una lista a sus decisiones, por lo menos en el sentido de ignorarlas. Como
de ellos en dos columnas no es difícil, ya que el vocabulario de decíamos, esa parte tiene nombres míticos que responden a esas
Pablo es aquí reiterativo y coherente. personificaciones de fuerzas antropológicas que tantas veces hemos
En primer lugar tenemos la oposición entre el «yo» y «lo que encontrado en Pablo. En este caso, esas fuerzas impersonales que
habita en mí», ya sea el Pecado, ya el Mal (cf. 7,17.18.20.21). actúan como sujeto son «el Pecado» (7,17.20.23) y, menos clara-
En segundo, la oposición entre «querer», que es posibilidad del mente, «el Mal» (cf. 7,19-10).
yo, y el «realizar» o «practicar», que se le escapa (cf. 7,15.16.17. Esta primera oposición carece, por sí misma, de equilibrio
18.19.20.21). En tercero, la oposición entre la «ley espiritual», interno. En la realidad, si no en la gramática, sólo existe un sujeto
que es «buena», o «el bien», y, por otra parte, «el mal», «el Pe- personal. Si advertimos, junto a él, fuerzas impersonales en acción,
cado» (cf. 7,14.16.19.21.22.23.25). Finalmente plantea la oposi- debemos suponer que a la oposición de sujetos gramaticales tiene
ción entre «el hombre interior» y «la ley de la mente», cuya que añadirse una oposición de verbos. Es decir, una oposición que
voluntad está de acuerdo con la ley de Dios por un lado y «los muestre lo que hay que atribuir, en la acción, al «yo» por una
miembros» o «la ley de los miembros», que obedece al Pecado, parte, y a «lo que habita en mí» por otra. No puede ser la misma
por otro (cf. 7,22.23). cosa o algo situado en el mismo plano, y esto es lo que sucede,
de forma muy clara. Lo que se atribuye al «yo» es el comienzo
Si logramos situar dentro de un esquema coherente estas cua- de la acción. Lo que se atribuye a «lo que habita en mí» es su
tro oposiciones con sus respectivos términos, se iluminarán asimis- resultado en la realidad. Así, es propio del «yo» querer, decidir
mo algunos otros que aparecen de manera menos destacada o de acuerdo a una valoración propia, proyectar (cf. 7,15.16.18.19.
clara en la trama de estos versículos. Tales son «carnal/espiritual» 20.21). Y es propio de «lo que habita en mí» (Pecado o Mal)
(7,14), «cuerpo de muerte» (7,24), «mente/carne» (7,25). dominar la realización final y acabada, la práctica concreta que
El análisis de esas cuatro oposiciones genéricas no es difícil. resulta de esa intención cuando es puesta por obra (cf. 7,15.17.
El método más simple para hacerlo es el gramatical. En efecto, 18.19.20).
tenemos una oposición entre sujeto y sujeto; otra entre verbo y Ya podemos sacar una conclusión evidente. El «yo» es equi-
verbo; una tercera entre complemento directo y complemento parado por Pablo a la intimidad del hombre, a su centro más
directo, y una última entre lo que podríamos llamar sujetos se- auténtico de ser dotado de libertad. Es «el hombre interior» (7,
cundarios que, desde el punto de vista estrictamente gramatical, 22). Pero la actuación del hombre, su obra, tiene que abrirse
son complementos circunstanciales que indican el instrumento camino desde esa interioridad de la decisión a lo externo de la
usado para la acción verbal. realización. Y en ese camino se pierde. Pablo nos indica que el
Siguiendo este hilo conductor, y aunque tengamos que modi- desgarramiento o división del hombre procede de que, en ese
ficar el orden de los elementos en la frase, situaremos de manera recorrido de lo interior a lo exterior, fuerzas impersonales se apo-
inteligible y coherente las oposiciones de Pablo. En otras palabras, deran de la actuación humana. En la misma medida en que ésta se
lo seguiremos en su análisis del hombre dividido. desplaza del yo que decide a la realidad en que debe quedar im-
En cuanto al sujeto, en el hombre actuando, pues de él se trata, plantada la decisión, los mecanismos de realización toman el pues-
se manifiesta, según Pablo, una oposición. Por una parte, el «yo» to del sujeto inicial. Y así resume: «Querer el bien está a mi al-
personal y real del hombre es sujeto de sus decisiones. Es él el que cance, pero realizar el bien, no» (7,18).
482 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 483
Esto aparece aún más claro si prestamos atención a los com-
plementos circunstanciales que apuntan a los medios o instrumen- evitable— dejarse arrastrar por la ley del instrumento que impo-
tos de la acción. Parecería que el «yo», en cuanto tal, carece de nerle a éste las propias intenciones. El hombre es un «creador»
instrumentos. Para realizar sus intenciones, proyectos o decisio- desvalido en un mundo ya hecho (a sus espaldas). En un mundo
nes, tiene que acudir a «lo que habita en mí». Pablo se refiere ajeno que funciona tanto más rápida y eficazmente, al parecer,
a esa instrumentalidad —que, como se comprende, es al mismo cuanto menos pretende intervenir una libertad. De ahí que, al
tiempo mía y no lo es— bajo el título de «miembros» o de «ley hacer el recuento, el «creador» no reconozca, en la realidad acaba-
de los miembros». Pero, indudablemente, no se refiere sólo al da, su propia «creación». No era eso lo que quería, o mejor, lo
cuerpo, aunque sea en éste donde la oposición se percibe más que quería hacer.
cerca y con mayor claridad. Entre las intenciones del «yo» 3 y lo Pero no nos detengamos aquí y pasemos al plano de los com-
que se logra realizar con el cuerpo queda una zona más o menos plementos directos, donde Pablo nos reserva sus mayores sor-
grande de opacidad o viscosidad, de algo que se escapa a la liber- presas y sus observaciones más profundas. ¿Qué es lo que quiere
tad porque tiene sus propias leyes. Lo que precisamente Pablo el «yo» por una parte y qué es lo que realiza «lo que habita en
llama «ley de los miembros». mí» por otra?
Valga un ejemplo tonto, pero expresivo. Cuando mi decisión Pues bien, contrariamente a lo que solemos pensar frente a
era hundir un clavo en la pared con un golpe de martillo, las un planteamiento así, el bien y el mal no se presentan de igual
leyes físicas (y aun psíquicas) que dominan mi brazo y mí mano manera en la fase del decidir y en la del realizar. Pablo distribuye
hacen que me dé un martillazo en el dedo... los dos términos como complementos respectivos del querer y del
realizar. El hombre quiere el bien y realiza el mal. Veámoslo.
Lo que parece haber captado la atención de Pablo es que, en
el camino de la libertad humana, en el que va del proyecto a la Pablo no entiende el ser libre para realizar el bien. Dice que
realización, existe una necesaria desviación debido a que todo ins- quererlo, sí, lo tiene a su alcance, pero no el realizarlo (7,18).
trumento, aun el más cercano al «yo», está ya dotado previamente Y ello porque lo que el «yo» quiere no tiene, por decirlo así, las
de su propia ley. Y resulta siempre más fácil —y a la larga in- fuerzas o el poder que deberían corresponder a la intención en
«lo que habita en mí». Extrañamente, las fuerzas o el poder de
3 realizar —lo que «está a mi alcance»— trabajan todas al mando
A eso llama Pablo «ley de la mente», es decir, el resorte del hombre del Mal, o sea, del Pecado (cf. 7,17.19).
interior. Nos es difícil traducir el término griego «nous» en nuestras len-
guas modernas (donde se confunden bastante los contenidos de «mente» y Y decimos extrañamente porque Pablo parece no tener en
de «razón» o «fábrica de pensamientos»). Podríamos decir que «mente» de- cuenta dos posibilidades que a cualquiera se le ocurrirían y que
signa en el original la interioridad misma del hombre en cuanto piensa y figuran sin lugar a dudas en nuestra antropología habitual: la de
decide a la vez. Se relaciona así con el término bíblico «corazón». Pero hay
un matiz importante de diferencia entre ambos términos. Parecería que la que el «yo» quiera el Mal y la de que, a veces por lo menos, la
mente, por su contenido semántico mismo, o por ser el punto de enlace del intención de «hacer el bien» se realice. Y una hipótesis para
yo humano con el Espíritu de Dios que obra en él, sólo escucha la voz del explicar por qué no las tiene en cuenta —la más clara— es que
yo más íntimo del hombre. Por lo menos, así la presenta aquí Pablo, y la hipó- precisamente no las tiene como posibilidades. Se diría que el
tesis de la conexión con el Espíritu (cf. 8,16) se confirma a contrario por
la posibilidad de tener una «mente reproba» (cf. 1,28). En cambio «corazón» rótulo «bien» está como adherido (esencialmente) a la intención,
aparece como situado un poco más en lo «exterior» (aunque, por cierto, tam- y el de «mal», a la realización. Como si fueran definiciones.
bién en el capítulo primero, donde Pablo describe la actuación del hombre Pero no nos adelantemos y contentémonos, por el momento,
en cuanto no guiado por el Espíritu). En efecto, en el «corazón», aunque sea
también sede de pensamientos y de decisiones, aparecen, con toda su fuer- con examinar si es cierto que Pablo no piensa que exista la posi-
za, «los deseos» (de la «carne», que aquí, en el capítulo séptimo, aparece bilidad de que el «yo» elija el Mal. Por ahí nos acercaremos,
como opuesta a la ley de la mente, cf. v. 25). Teniendo todo eso en cuenta, además, a la segunda parte, a saber, la de descubrir por qué
tal vez la mejor traducción sería espíritu, pero con minúscula, insinuando, caracteriza, casi por definición, toda realización como mala o como
pero no suponiendo necesariamente, la acción orientadora del Espíritu que
procede de Dios. realización del «mal».
En relación a que Pablo no se preocupa de la posibilidad de
i
484 La cristología humanista de Pablo El hombre dividido 485

que el «yo» pueda elegir el Mal, tenemos dos pruebas de ello. novedad introducida por Jesús. O, si se quiere, es el resultado
Una más indirecta, otra más directa y explícita. de ésta.
Comencemos por la prueba indirecta. Quien lee de corrido A ella se refiere, en este mismo capítulo, con una expresión
estos versículos percibe algo que le llama la atención. Por lo me- tal vez exagerada, cuando llama al período que precede a la Ley
nos en la medida en que no recuerda algo que hemos tenido «vida». Y aparece aún más claramente cuando, en la carta a los
ocasión de ver repetidas veces en Pablo: la diferencia y aun la Corintios, les enseña a modificar, de modo radical, sus planteamien-
oposición que existe para él entre el Pecado en singular y los tos morales, pasando de la pregunta por lo lícito a la pregunta
pecados en plural. Pablo nunca dice que la realización coincida por lo conveniente.
con un delito o, para ser más claros, que las realizaciones sean Decir de algo que es conveniente implica la existencia de un
pecados. Dice, sí, que están alienadas, en poder de Otro, «prisio- proyecto, ya que si lícito o ilícito son términos absolutos, lo con-
neras» como la «verdad» en los primeros capítulos. Sometidas, veniente sólo lo puede fijar quien relacione un proyecto con los
por tanto, «al Pecado» (7,25). Como se ve, Pablo teme más esa medios de que dispone para realizarlo. Y es típico de Pablo (y
distancia que pone el Pecado entre intención y realización que la ésto lo ha mantenido al margen de los manuales de la pretendida
posibilidad —si posibilidad existe —de que el «yo» elija pecar. «moral cristiana») el que no pase a continuación, y previendo
En otras palabras: teme por encima de todo que el hombre eventuales malentendidos, a especificar cuáles pueden ser los pro-
no sea libre. Que, cualquiera que sea el resultado en sí mismo, la yectos lícitos para un cristiano: los moralmente buenos, y que
actuación sea arrastrada por fuerzas ajenas al querer íntimo del justifiquen, por ello, el paso a los condicionantes de la eficacia.
hombre. La libertad no consiste, para él, en escoger entre el bien Claro está que, en esas ocasiones, alude, de una manera u otra,
y el mal. Consiste —o consistiría— en poder realizar lo que se al amor como criterio último de «lo conveniente». No insiste en
escogió. Como si dijera: si el hombre pudiese reconocer en lo que ello, como si diera por sentado que no pueden ser otros los pro-
realiza la primera intención que tuvo, entonces su realización sería yectos desde los cuales los cristianos se preguntan por lo conve-
necesariamente buena, porque sería asimismo libre. Y viceversa. niente. Pero no deja dudas al respecto, como cuando habla de
«construir» al hermano (1 Cor 10,23-24) o de no tener otra «deu-
Esta concepción de la libertad como necesaria y positivamente
da», es decir, no entregarse sino al amor de los demás (Rom 13,
moral 4 parecería descabellada en su optimismo si éste no naufra-
8). Pero identifica ese amor con todo proyecto que sea verdadera-
gara de inmediato en un pesimismo paralelo, al declarar Pablo
mente libre: «no me dejaré dominar por nada» (1 Cor 6,12).
que lo que se elige es imposible de realizar. Pero de esta imposi-
Y si alguien le preguntara si esto último no podría servir de pre-
bilidad hablaremos más tarde.
texto al egoísmo, Pablo contestaría sin duda que el egoísmo sólo
En cuanto a esa despreocupación de Pablo por la orientación surge de dejarse dominar por mecanismos que oponen su facilidad,
moral de las intenciones del «yo» o del «hombre interior», no es su ley del menor esfuerzo, a la intención original del «yo» (cf.
éste el único lugar donde aflora. Más aún, es un dato fundamental Gal 5,13).
de su antropología. Es lo que él llama la libertad cristiana, la
Pero tenemos, además, una prueba directa de esta identifica-
4
Aunque nada permita afirmar que esta necesidad proceda de lo que, ción del querer del hombre interior con el bien a secas. Y es la
en términos técnicos, llamaríamos la «naturaleza humana pura», sino del reiterada afirmación de Pablo de que el «yo», «el hombre interior»,
regalo de la Gracia. El que esa decisiva dimensión antropológica sea llamada está de acuerdo con, y sólo con, algo que Pablo llamará, según
«regalo» puede llamar la atención, porque estamos acostumbrados a llamar los casos, «ley espiritual» (7,14), «ley buena» (7,16), «ley de
así a lo que nos otorgan con «escasez», «algunas veces»... en oposición a lo
que tenemos siempre y con seguridad. Aquí se trataría de un regalo hecho a Dios» (7,22) o «el bien» (7,18.19.21; cf. 7,12).
«todos los hermanos» (8,29) y, por tanto, de una dimensión antropológica Sorprende, claro está, esta reaparición de la Ley en términos
gratuita. Sólo nuestra acostumbrada confusión entre «gracia» y «escasez» nos positivos, después de la definición negativa (en general) que da
llevará a ver en la «predestinación» de que habla el versículo siguiente (8,30), de ella en los vv. 1-13 (y especialmente 11-13). No pretendemos
una decisión restrictiva, en contra de la tendencia más clara del pensamien-
to paulino. escapar a esta antinomia aquí por el simple truco de escribir «ley»
486 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 487
ron minúscula. Pero tampoco podemos negar que Pablo, precisa-
Pero, y esto es un indicio más de que Pablo, con ese «yo» que
mente en estos versículos, en las nueve veces que usa el término
emplea, escribe desde su situación de cristiano, en el mismo capí-
ley, le da por lo menos tres sentidos diferentes.
tulo séptimo ha dicho a este respecto: «Ahora se nos liberó de
En primer lugar está el sentido al que acabamos de aludir, y la Ley, así que podemos servir en la novedad del Espíritu y no en
que se parece al que podría tener la Ley de Moisés, sólo que Pablo la vejez de la letra» (7,6). Parecería, pues, que, de acuerdo a esas
la califica, de modo poco acostumbrado en él, en términos posi- personificaciones a las que Pablo nos tiene acostumbrados, la Ley
tivos. (del Sinaí) es, como cualquier hombre o creatura, un compuesto
Tenemos, en segundo lugar, la palabra «ley» usada para de- de «carne» (o letra) y «Espíritu» (o espíritu). En cuanto «carne»,
signar la estructura global de la existencia. Como cuando Pablo su letra entra en connivencia con las tendencias de Pecado y
escribe que «descubro así la ley de que el yo quiera hacer el bien, Muerte y, por lo mismo, no tiene poder de vivificar y sí de matar
pero sólo encuentre a su alcance el mal» (7,21). (cf. 7,11).
En tercero y último lugar encontramos el término «ley» desig-
Pero, y en cuanto «espíritu», ¿qué puede ser la Ley? O, lo
nando los mecanismos o estructuras parciales que corresponden
que parece ser lo mismo, ¿a qué llama Pablo «ley espiritual»?
a cada una de las dimensiones humanas contrapuestas: «la ley
Aquí hallamos dos interpretaciones fundamentales que vale la
de la mente» (7,23.25), que parece obedecer a «la ley de Dios»
pena analizar.
(7,25), y, por otro lado, «la ley de los miembros» (7,23), que pone
al hombre bajo «la ley del Pecado» (7,23.25). La primera conecta la presencia del Espíritu en la Ley con la
presencia del Espíritu (y de sus fenómenos carismáticos) en la co-
De estos tres significados obviamente distintos, sólo el primero
munidad cristiana, experiencia atestiguada prácticamente por to-
—«ley» mayúscula o minúscula— parece desconcertante. ¿Por
dos los escritores neotestamentarios. Y conecta, a su vez, esta pre-
qué o cómo, después de todo lo que ha dicho de ella, puede aún
sencia del Espíritu con la promesa de los antiguos profetas de
Pablo declarar que la ley «es espiritual»?
derramar el Espíritu en abundancia, no ya sobre personas especí-
En el capítulo anterior indicamos ya el significado global de ficas —los profetas—, sino sobre la globalidad del pueblo esco-
la oposición carne-Espíritu en Pablo. De acuerdo con ello, el que gido. Más aún, Jeremías sobre todo asocia esta promesa escato-
la ley sea «espiritual», en estricto paralelismo semántico, significa lógica con una nueva alianza, diferente de la que quedó fijada en
que se trata de «la ley de Dios» (7,22.25). El Espíritu, en efecto, la Ley de Moisés, y que fue sistemáticamente violada por Israel:
es el agente de las obras de Dios. El que se trate, además, de una «Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré...
norma, de ese principio de «discernimiento» (2,18) que Dios otor- Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo, diciendo:
gó de modo particular al judío, como le otorga el soplo vital de 'Conoced a Yahvé', pues todos ellos me conocerán, del más chico
la existencia a la creatura, a «toda carne», está subrayado por el al más grande —oráculo de Yahvé— cuando perdone su culpa
término opuesto. En efecto, quien recibe ese don es un ser «car- y de su pecado no vuelva a acordarme» (Jr 31,31; cf. Heb 8,8ss;
nal» (7,14), es decir, una creatura frágil, lábil e insegura. 10,16).
Pero aquí viene el problema. Decir «ley espiritual» es, en el
Aquí se alude a una Ley (¿utópica?) sin letra y, por tanto, sin
vocabulario de Pablo, aludir a la Ley del Dios vivo, a la que trae
tentación para la carne. A una Ley que irá directamente de cora-
su Espíritu vivificador. Pero ¿cuál es esa Ley, que debe, sin duda,
zón a corazón y que, por lo mismo, se cumplirá espontáneamente
escribirse con mayúscula? Pablo nos dice claramente, por lo me-
(Jr 31,32.34) s . De acuerdo a muchos exegetas, a esta nueva alian-
nos de la Ley cuyo mediador humano fue Moisés (Gal 3,19), que
con ella no se nos dio «una ley capaz de vivificar» (Gil 3,21). Es 5
decir, no una ley «espiritual». Sabemos, además, que se nos dio A esto correspondería, en la interpretación que estamos estudiando, el
sentido que se le da a la complacencia del hombre interior en la ley: se tra-
una Ley cuya letra —que es como «la carne» en relación al «Es- taría de que, espontáneamente, el yo está fundamentalmente de acuerdo (y
píritu»— mata porque frente a ella el hombre «carnal» apela al no porque la letra de la ley lo diga) con los preceptos del decálogo. De por
temor, lo esclavo de él y aliena sus obras (cf. 7,5). sí le repugna matar, robar, mentir, adulterar. Eso sería lo que Pablo afirma
al escribir que «estoy de acuerdo con la ley en que es buena» (7,16).
488 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 489
za y a esta nueva actuación de «la Ley» se referiría Pablo, lo que
le permitiría escribir en el capítulo octavo: «Dios, habiendo en- ahora cristiano. Pero no porque los preceptos de la antigua Ley
viado a su propio Hijo en una carne semejante a la del Pecado cobren un atractivo espontáneo del que antes carecían, sino porque
y en orden al Pecado, condenó al Pecado en la carne, a fin de que en Jesús se descubre mediante el Espíritu (de Dios) el «espíritu»
la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que seguimos una de la Ley, algo opuesto a su Letra.
conducta no según la carne, sino según el Espíritu» (8,3-4). Y aquí Pablo se pliega a la gran corriente neotestamentaria
Esta hipótesis de interpretación, tan optimista y atrayente, según la cual la Ley del Antiguo Testamento apunta a (cf. Mt 25,
tiene, sin embargo, más de un defecto 6 . Y uno muy radical por 31ss), se reduce a (cf. Jn 13,34; 15,12.17), se cumple en (cf. Rom
cierto. Porque, si nos atenemos a los versículos ya analizados del 13,8.10) o finalmente «se recapitula» (cf. Rom 13,9) en el amor
capítulo séptimo, Pablo dice casi exactamente lo contrarío. hecho realidad de las relaciones mutuas entre los seres humanos
Por lo pronto, el que la Ley sea «espiritual», es decir, promul- (pues es en ellas donde se mide cualquier pretendido amor de
gada o animada por el Espíritu, y vivida no según su letra exterior, Dios: cf. 1 Jn 4,12.20).
sino después que el mismo Espíritu genera un acuerdo profundo Es de notar, además, que el verbo recapitular no es, en griego,
del «yo» con ella, no produce la posibilidad esperada de realizar un sinónimo de resumir, como el mismo texto de Pablo (Rom 13,
el bien. O la de liberarnos definitiva e irreversiblemente del Pe- 9) lo indica ya. «Poner una cabeza sobre» varias cosas —eso es
cado. Pablo lo declara sin ambages en el primer versículo (7,14) la recapitulación o anakefalaiosis etimológicamente— es dar sen-
y, por si ello fuera poco, ¡en el último! (7,25). tido a esas mismas cosas. Así, por ejemplo, en el fin del mundo
Ya veremos que Pablo, sin desconocer la profecía de Jeremías previsto por la carta a los Efesios, la recapitulación del universo
y el uso que puede hacer de ella, es mucho más complejo y sutil, en Cristo no significa, por supuesto, que el universo vaya a ser
por lo menos antropológicamente hablando, que el profeta vetero- «resumido»... (cf. Ef 1,10). Por lo tanto, con esa recapitulación
testamentarío. Baste con recordar lo que debe haber quedado claro de los preceptos de la Ley, Pablo habla de darles su verdadero
hasta este momento: cómo Pablo se preocupa ante todo por la sentido y valor y, por lo mismo, la auténtica medida de su norma-
humanización, madurez y creatividad del hombre. Y mucho menos tividad: servir al amor mutuo. De ahí la madurez que surge no
por las violaciones de la Ley, que hasta pueden tener para él un de «resumir» la Ley, sino de comprender cómo, cuándo y para
resultado positivo. Es obvio, por otra parte, que no participa del qué están cada uno de sus elementos.
optimismo de un Jeremías en cuanto a la posibilidad de un cum- Este sería, pues, el «espíritu» de la Ley. Y como ello hace de
plimiento espontáneo de los preceptos de la Ley. la Ley en el hombre una cosa viva —por oposición a la letra
Pero si no nos satisface esa hipótesis, aún nos queda por hallar muerta y mortífera— debe ser comunicado por «el Espíritu» vivi-
una interpretación de esa novedosa y extraña «Ley espiritual» que ficador. Sólo una Ley así comprendida merece el calificativo de
pueda valer como sustituto de la que acabamos de rechazar. «Ley de Dios» o de «Bien». Y sólo esta comunicación de sentido
Veamos. Parece claro que el adjetivo «espiritual» acoplado funda el acuerdo global del «hombre interior» con «la ley espiri-
a «la Ley» debe estar asociado (como en la hipótesis anterior) al tual». El «yo» que sigue ese espíritu/Espíritu, experimenta su
única vocación personal y creadora en el amor (que es don de sí)
6
y procura, frente a todas las leyes o mecanismos de la realidad,
Por lo pronto, difiere esencialmente de Pablo en cuanto desvaloriza lo que puede ser «conveniente» para realizar esa vocación o pro-
la libertad y la creatividad. El profeta Jeremías da a entender claramente que yecto.
el valor de la nueva alianza consistirá en el eficaz cumplimiento de la Ley
(o, mejor dicho, de su «letra», aunque purificada de glosas y casuística), qui- Pero, ¡oh sorpresa!, tampoco esta «ley espiritual», por con-
tándole al hombre ese difícil y peligroso paso intermedio de deliberar y de cordante que sea con el «yo», puede ser, por lo menos en general,
decidir qué es lo que Dios quiere. El hombre decidirá «espontáneamente»
lo que el precepto quería que se hiciese. Hasta esa nueva alianza el hombre puesta en práctica. Aquí es donde Pablo se aparta de las perspec-
sería un animal truncado. Truncado para hacer por una ley interior lo que tivas optimistas de la nueva alianza vaticinada por Jeremías. Y aquí
conviene a sus fines, inscritos en su naturaleza. es también donde su análisis antropológico se vuelve más hondo
y convincente.
490 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 491
El acuerdo entre la «ley espiritual», es decir, entre el proyecto
de amor creador, y «el hombre interior», el verdadero «yo», sólo psicosocial, todo ello entra en la misma categoría de «ley de los
afecta un nivel de la actividad humana. El nivel de los miembros, miembros». Y es interesante a este respecto que Pablo insista
de la instrumentalidad, sigue sometido a otra «ley». Que no es lanto en pasar creativamente por encima de categorías sociorreli-
mala en sí ni tiene atracción especial por el mal moral, sino que í;iosas que dividen y, finalmente, instrumentalizan a grupos de
está constituida por los mecanismos de un mundo ya creado. De personas: «ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre
un mundo que ignora la libertad creadora del hombre, que lo ni mujer...» (Gal 3,28; cf. Rom 10,12; 1 Cor 12,13; Col 3,11) 8 .
necesita para usarlo como instrumento y que cuenta, tanto fuera En la medida en que los mecanismos de lo ya creado —pri-
como dentro de él, con los mecanismos necesarios para instru- mera naturaleza (natural) o segunda naturaleza (cultural)— se
mentarlo. apoderen, mediante la facilidad, de nuestro obrar, toda nuestra
De ahí que sí la libertad creadora es el sentido y el valor del «carne» irá hacia la muerte. Seremos una cosa más en un conjunto
hombre, el Mal y el Pecado, no sean tal o cual resultado de su ile cosas o una pieza más de un mecanismo. Pasaremos como si
actuación (medido con una pauta extrínseca), sino la distancia no hubiéramos pasado. Y eso es lo que hace exclamar a Pablo:
misma que separa la intención de la realización, cualquiera que «¿quién me librará de este cuerpo (carne) de muerte?» (7,24).
ésta sea. Todo esto nos confirma en que la segunda interpretación pro-
Pero hay más: por aquí comenzamos a percibir por qué Pablo puesta para comprender lo que significaba la «ley espiritual»—
usa la palabra «ley» en tantos sentidos diferentes: es que, con i's la única que hace honor a la coherencia del pensamiento pau-
excepción de «la ley espiritual», todos los demás se reducen a uno: lino 9 .
la oposición de lo ya hecho, del camino ya trazado, a la libertad. Pero ¿cómo queda, entonces, ese hombre dividido entre una
En efecto, descubrir una «ley» en la conducta humana —bioló- coincidencia íntima con la «ley espiritual» y con las decisiones que
gica, psicológica, económica, política...— equivale a descubrir que apuntan a un amor creador y una ley que domina todo lo creado
no es la libertad o el hombre interior quien la domina, sino la y que desequilibra —en favor de la facilidad de sus mecanismos—
repetición de lo fácil, que da lugar a la estadística, es decir, a esa i oda la instrumentalidad que el hombre puede usar para poner en
expresión matemática de lo que en otro plano llamamos, con práctica esas decisiones?
mayor o menor propiedad, relación causa-efecto.
Además, «ley de los miembros» es una expresión de la atrac- 2) Dijimos que, en una segunda parte, no podíamos menos
ción que «habita» en la «carne» del hombre —en la condición de preguntarnos sobre el resultado de esa división del hombre,
humana— a renunciar sin darse cuenta, autoengañándose, a sus división que no cesa cuando éste se vuelve cristiano. Ya que es
proyectos más íntimos y justificar, ante sí mismo y ante los demás, allí precisamente donde la reconoce y la analiza Pablo.
el dejarse llevar por la ley del menor esfuerzo. Este comienza los versículos que nos ocupan afirmando: «no
Y esta atracción, como ya indicábamos, no está radicada, ni
mucho menos, (sólo) en el cuerpo. Nuestra psiquis, con sus me- 8
Esto no significa desconocer (ideológicamente) las diferencias que la
canismos congénitos y adquiridos; nuestra sociedad, con sus ideo- sociedad impone como cauces de facilidad para encubrir y justificar las re-
logías, prejuicios y costumbres 7; la misma Ley revelada, en cuanto laciones inhumanas entre los hombres. Significa relativizar la forma concreta
que toman, para crear otras nuevas más humanas.
sigue teniendo letra en la Biblia y, por tanto, autoridad exterior 9
Dijimos al comienzo de esta primera parte del capítulo que, además
de los términos y oposiciones capitales que analizamos, quedaban algunos
7
más, secundarios: «carnal/espiritual» (7,14), «cuerpo de muerte» (7,24),
Interesa a nuestro propósito señalar la ambivalencia de muchos de es- «mente/carne» (7,25). Pensamos que, con lo explicado, esos términos y opo-
tos términos, no sólo en el lenguaje técnico (super-ego, por ejemplo), sino siciones habrán quedado aclarados. Y que el lector podrá, por sí mismo, juz-
en el más común. En francés «moeurs» significa al mismo tiempo la con- gar lo desacertado de algunas traducciones, como la de Nueva Biblia Espa-
ducta que debe ser y la conducta que de hecho se da mayoritariamente. O sea, ñola, excelente en otras ocasiones, cuando traduce «carne» por «bajos ins-
tanto las actitudes que siguen la libertad como las que siguen las estadísticas. tintos» (7,18), «miembros» por «cuerpo» (7,23), «cuerpo» ( = carne) por
«este ser mío» (7,24) y «mente» por «razón» (7,23.25)...
492 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 493
reconozco lo que realizo, ya que no practico lo que quiero, sino
que hago lo que aborrezco» (7,15) 10 . Y decimos misteriosa porque Pablo, en este pasaje clave, no se
Pues bien, esta situación ¿es o no modificada al final por el toma el trabajo de explicar cómo, en qué medida, con qué efectos
acontecimiento de Cristo? Y aquí nos aguarda algo extraño, si concretos, tal liberación modifica la situación analizada. Además,
tomamos los dos últimos versículos del capítulo séptimo y les el pasaje podría tal vez explicarse recurriendo a otros temas tra-
añadimos el primero del octavo —ya que éste comienza por un lados anteriormente por Pablo en su carta. Pero ocurre que los
«por consiguiente», que se opone a cualquier solución de conti- versículos en una y otra dirección están intercalados u y unidos
nuidad —nos encontramos con cuatro afirmaciones, o semiafirma- por los elementos más inesperados. En efecto, después del «¡in-
ciones, que apuntan sucesivamente en dos direcciones aparente- leliz!», y sin que se haya indicado nada que modificara esa situa-
mente contradictorias. ción, viene un «¡gracias a Dios!». Y después de un «... con la
Leamos a Pablo. Después del descubrimiento de «la ley» glo- carne (sirvo) a la ley del Pecado» viene un «por consiguiente, ya
bal de su existencia, que consiste en estar sometido a dos leyes no hay condenación alguna...».
contrarias, la de su mente (interior) y la de sus miembros (exte- En honor a la sinceridad debemos decir que, con los elementos
rior), reflexiona y dice: a) «¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de que Pablo nos brinda al final del capítulo séptimo (incluyendo
este cuerpo de muerte?»; b) «¡Gracias a Dios, por Jesucristo o no el primer versículo del octavo), no comprendemos cuál es
nuestro Señor!»; c) «Así pues, yo mismo con la mente sirvo a la l>ara él la respuesta al angustioso planteamiento de la división
ley de Dios, pero con la carne a la ley del Pecado»; d) «Por con- antropológica, tan bien analizada, entre intención y realización.
siguiente, ya no hay condenación alguna para quienes están en Encontraríamos textos numerosos y explícitos de Pablo para
Cristo Jesús» (7,24-8,1). desmentirnos, tanto si pretendiéramos que el planteamiento des-
Si queremos aplicar a las cartas de Pablo el dicho español: embocara en una victoria como en una derrota. La sucesión de
¡adóbame esos candiles!, ésta es la ocasión. La antinomia es obvia. expresiones de derrota y victoria en sólo tres versículos nos parece
Por lo pronto, a) y c) expresan, de manera clara y resumida, la
situación del hombre irremediablemente dividido entre intención 11
y realización y, por lo mismo, sometido al Pecado y a la Muerte; Bultmann en su exégesis, y Nueva Biblia Española en su versión, no
dudan en acudir a la fácil solución de suponer que esos versículos se han in-
mientras que b) y d) aluden a una misteriosa liberación efectuada tercalado por error. La Nueva Biblia Española los ordena así: «En una pa-
en Cristo. labra, yo de por mí, por un lado, con mi razón, estoy sujeto a la Ley de
Dios; por otro, con mis bajos instintos, a la ley del pecado. ¡Desgraciado
de mí! ¿Quién me librará de este ser mío, instrumento de muerte? Pero
10
A primera vista, Pablo no sería muy original en esto. Bultmann cede ¡cuántas gracias le doy a Dios por Jesús, Mesías, Señor nuestro!». En con-
a la tentación de citar, a propósito de este versículo, el conocido verso de tra de esta hipótesis hay una primera razón que debería ser ya perentoria:
Ovidio: «video meliora proboque; deteriora sequor» (veo lo mejor y lo no hay, en los manuscritos —ni antiguos ni posteriores— el más mínimo
apruebo; pero sigo lo peor). Pero la semejanza es completamente falaz. Ovi- rasgo de duda sobre el orden de esos versículos. Y ello, nótese bien, a pesar
dio no pasa de la simple constatación de la distancia que existe entre el libre de que pequeñas modificaciones, adverbiales y otras, muestran que los co-
albedrío decidiendo en abstracto y la práctica donde se imponen las pasiones pistas y los Padres de la Iglesia que los citan han percibido la dificultad.
o lo que nuestro comentarista llamaría —con la versión a la que acabamos Es, pues, completamente inverosímil que una inadvertencia los haya colo-
de aludir en la nota anterior— «los bajos instintos». O, en otros términos, cado en el orden difícil en que hoy se encuentran. El principio de la lectio
a la escisión que existe en un hombre dividido entre espíritu y materia o difficilior tiene que ser respetado. Pero hay otra razón más profunda y sutil,
entre facultades espirituales e instintos materiales. Pablo, como hemos visto que desarrollamos en este capítulo y en el comienzo del siguiente. Y es que,
hasta aquí, dice algo, si no mucho más hondo, por lo menos muy distinto. de alguna manera Pablo tiene qué decir cómo la situación que describe an-
Para él se plantea en cada hombre la cuestión de saber qué sentido puede tes ha cambiado, para poder comenzar su capítulo sobre la victoria con un
tener una libertad con destino creador en un mundo (instrumental) ya crea- «por consiguiente». No basta para ello el «¡gracias a Dios!» sin especificar
do y provisto de mecanismos que funcionan por sí mismos, ignorando la li- por qué. No hay más remedio: el cambio debe estar, por difícil que sea
bertad como una anomalía y venciéndola con el enorme poder (estadístico) percibirlo, en ese resumen (diferente) que hace Pablo de la situación en el
de la facilidad que aporta todo camino ya transitado por la naturaleza o la v. 25, y el matiz tiene que estar contenido en esa afirmación de «servir con
sociedad. la mente a la Ley de Dios». Por tanto, quien desplaza ese versículo se pierde
nada menos que la razón de la victoria.
•Il>4 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 495
un signo de indecisión. Provenga ésta del pensamiento de Pabl Q
o de la realidad misma que analiza 12. similitud, ¿son idénticas ambas afirmaciones —la del principio
Sí se tratara de esto último, si la complejidad de la realída^ y la del fin— en su descripción de la realidad?
humana fuera la causa de esa indecisión en las expresiones, quij^ Hay un elemento que, sin lugar a dudas, permanece idéntico:
pudiéramos avanzar un poco nuestra exégesis y formular un^ el hombre, en cuanto es «carne», es decir, condicionado por la
hipótesis, que el capítulo octavo se encargaría de verificar o fals^ debilidad y los mecanismos extraños anejos a su condición humana,
ficar. sigue siendo siervo o esclavo del Pecado.
Esa hipótesis, en principio, es muy simple: ¿no podría tratarse> Pero, y aquí comienza la sospecha que lleva a nuestra hipó-
al mismo tiempo, aunque en distinto plano, de una victoria y d e tesis, ¿qué sucede con la «ley espiritual» o «ley de Dios»? En la
primera afirmación, Pablo parece dar por descontado que nada
una derrota? Al fin de cuentas, Jesús mismo, «modelo de la doe.
puede obtener del hombre, y ello a causa de ese componente car-
trina» (6,17) de Pablo que aquí está en juego, ¿no presenta a j
nal que, como acabamos de ver, sigue activo (y dominador) al final
mismo tiempo dos aspectos aparentemente contradictorios, pero
del pasaje. Mientras dura el análisis, Pablo no pasa de afirmar
compatibles cuando se los sitúa en dos planos diferentes: una de~ la coincidencia —ineficaz— con esa Ley del «yo» u «hombre
rrota verificable y una victoria inverificable, aunque experimerj. interior», gracias a un mecanismo que sólo abarca la «mente».
tada? ¿No descubre así Jesús de Nazaret, con su propia vida Sin embargo, en la última afirmación, la «ley de la mente» apa-
coherente con su fe, el lado oculto, es decir, el dato trascendente rece haciendo servir al hombre a la Ley de Dios.
clave para comprender la realidad que se le ofrece al hombre?
Se dirá sin duda que no hay apoyo textual alguno para esta En nuestra primera lectura no habíamos notado diferencia al-
hipótesis. Aunque esto fuera así, tenemos en lo ya visto de la carta guna. Ahora, en cambio, resulta que, de algún modo, el hombre
a los Romanos (y aun en la primera parte de este tomo) elemento s sirve —es decir, le entrega los resultados de su obra— al querer
de Dios. En efecto, servir en griego tiene un contenido aún más
de lógica interna que no pueden ser desdeñados y que apuntar»
Inerte que en nuestras lenguas modernas, en las que puede iden-
en esa dirección.
tificarse con «ser útil para». Aunque ya este contenido semántico
Pero de hecho, si bien se mira, los versículos finales del texto sería importante en nuestro caso, «servir» en griego es sinónimo
aparentemente tan difíciles de conciliar pueden, iluminados por de estar en forma total al servicio de, como es el caso del siervo
esa hipótesis, no ser tan caóticos como parecen. Veámoslo. o esclavo. En todo caso, significa algo mucho más realista que la
Hemos dado por sentado, tal vez demasiado rápido, que el mera complacencia (v. 22), el acuerdo (v. 16) o el simple querer
primer resumen de la condición dividida del hombre (vv. 14-15) sin realizar. Y así llegamos a lo que es clave para nuestra hipótesis:
y el último (v. 25) coinciden. El primero decía que «la Ley es la oposición final (v. 25) no está entre querer-en-principio y servir-
espiritual, pero yo soy carnal, hecho esclavo del poder del Pe- en-la-realidad, sino entre dos servicios reales. Y el hecho de que,
cado, porque no reconozco lo que realizo, ya que no practico lo ile alguna manera, se esté prestando servicio real a Dios justifi-
que quiero, sino que hago lo que aborrezco». En el último ver- caría el que se diga, en el primer versículo del capítulo octavo,
sículo, Pablo, después de dar gracias a Dios por Jesucristo y su como consecuencia de lo anterior, que «ya no hay condenación
liberación, resume la situación final: «Así pues, yo mismo con la alguna».
mente sirvo a la Ley de Dios, pero con la carne a la ley del Pe-
cado». Pues bien, la pregunta es simple. A pesar de la aparente Todo esto haría, indudablemente, mucho menos caóticos e in-
comprensibles, en su sucesión, los cuatro asertos que van de 7,24
¡i 8,1. Pablo resumiría, en una exclamación de dolor, todo el aná-
12
El lector recordará las múltiples y profundas razones exegétícas por lisis de la división verificable que corrompe el obrar del hombre
las que, a partir de la segunda parte del tercer capítulo (pero teniendo en (7,24). Pero, inmediatamente los tres versículos que siguen lle-
cuenta los primeros), excluíamos una solución de tipo mágico. El plantea- varían tres afirmaciones procedentes de la fe, datos trascendentes
miento es claramente antropológico y hay que pensar que la solución debe e inverificables, de manera externa e imparcial. Aunque los tres
serlo asimismo.
no formen más que uno. Por eso comienza Pablo con una acción
496 La cristología humanista de Pablo
El hombre dividido 497
de gracias y, a continuación, da razón de ella indicando que, aunque
con la «carne» siga sirviendo visiblemente al Pecado (con realiza- En segundo lugar debemos suponer que la resurrección de
ciones distanciadas de los proyectos), la «mente» (con una «ley» Jesús no significa que el reino haya llegado por fin, ni que esté
que supone un poder nuevo) es capaz de hacer un servicio real por llegar de un momento a otro, ni la estructura del «ya, pero
al amor que recapitula «la Ley de Dios». Y, como el que ama «ha todavía no» con que algunos teólogos hablan de una victoria ya
cumplido la Ley» (13,8), tanto la revelada como la escrita en los adquirida, pero cuyos resultados estarían aún por aparecer. Es
corazones, es evidente que «ya no hay condenación alguna» (8,1). que no se trata sólo de saber lo que Dios hizo o no hizo por sí
Pero sólo hasta aquí podemos llegar, por el momento, con mismo. El reino de Dios, cualquiera que sea el término que use
nuestra hipótesis. Es decir, a establecer su plausibilidad, aun te- Pablo para designarlo, es una obra común de Jesús con sus dis-
niendo en cuenta —o precisamente para tener en cuenta— el texto cípulos y de Dios con sus colaboradores (synergoi); su depen-
del capítulo séptimo. El octavo confirmará o no esta dirección de dencia con respecto a la obra de éstos debe formar parte de la
nuestra hipótesis. Y, en el caso de hacerlo, nos ayudará a compren- escatología. Algo debe, por tanto, quedar pendiente de la histo-
der mejor ese extraño balance paulino entre dos «leyes» que, de ria humana, sin que ello mengüe la gloria de Dios, ya que el Padre
alguna manera, vencen y se derrotan mutuamente. quiere la libertad creadora de sus hijos. Por tanto, Pablo reflexiona
Conviene, sin embargo, determinar desde ahora los criterios sobre cómo la resurrección de Jesús descubre el poder del reino
que, siguiendo la lógica, nos permitirán proceder a esa verificación, en el obrar de los hombres.
al examinar el capítulo siguiente. Si, como pensamos —además En tercer lugar debemos suponer, siguiendo el mismo hilo con-
de que el texto mismo lo insinúa— el resultado de este análisis ductor, que Jesús de Nazaret, «modelo de la doctrina» que debe
existencial hecho por Pablo coincide con una reflexión sobre la orientar a sus colaboradores, muestra que, a pesar de su resurrec-
significación de Jesús resucitado, y la resurrección de éste, pri- ción, dejó su reino visiblemente a merced de los poderes que
micia y garantía de la de todos los hombres al final de la historia, corrompen los proyectos humanos, como si la suya hubiera sido
constituyó una experiencia escatológica, los criterios de verificación también una «carne de Pecado». Ello se supone, primero, porque,
de nuestra hipótesis versarán sobre rasgos distintivos de la escato- de lo contrario, no necesitaría ya de colaboradores y los hombres
logía paulina. serían meros espectadores —hoy o al fin de la historia— de su
En primer lugar, debemos suponer que nuevas reflexiones so- victoria. Ello se verifica, además, en el análisis paulino del obrar
bre el sentido de la resurrección de Jesús llevan a Pablo a una humano, incluyendo en él el obrar cristiano. El que cree en Jesús
paulatina y profunda transformación de su concepción escatológica debe saber que no puede, ni con la ayuda del Espíritu, construir
reflejada en la primera época de sus cartas. La segunda venida de un reino distinto del que intentó y construyó Jesús de Nazaret.
Jesús, inminente, que constituye el centro de las cartas a los Tesa- Esto significa que, por más signos de su poder que coloque en la
lonicenses, no supone complejidad alguna antropológica, si es que historia, siempre existirá una distancia verificable entre las rea-
no implica su extrema simplificación, como en la escatología del lizaciones del reino y el reino mismo. Las leyes de facilidad de
Bautista. Aquí, en cambio, la riqueza y complejidad antropológica un mundo ya creado jugarán siempre contra el reino y, aunque con
innegable (de estos capítulos de Romanos) sólo pueden proceder paréntesis —que son «arras» que nos da el Espíritu—, lo derro-
de la entrada en escena de un elemento difícil de insertar en lo tarán ante cualquier investigación verificadora. Sólo así, la tarea
escatológico: la importancia y el sentido de la historia. De una de construir con Dios el paso siguiente proseguirá, con toda su
larga historia que es la arena de la actividad humana y la única radicalidad, enfrentando a cada hombre y a cada generación y soli-
dimensión en donde el hombre puede volverse creador. Pablo va, citando toda la creatividad de su amor.
así, recobrando el equilibrio histórico-religioso que caracterizó al En cuarto lugar debemos suponer que sólo los proyectos que
Jesús histórico que luchó y murió por construir el reino. De aquí asuman, en su realización, esa resistencia al amor, para vencerla
en adelante utilizaremos este término, aunque ya sabemos que —y de la manera más eficaz posible, constituirán un servicio definitivo
por qué— Pablo prefiere usar otras expresiones para designarlo. al plan de Dios, aunque parezcan vencidos por el peso de la rea-
lidad y de las estadísticas. En otras palabras: sólo un amor creador
498 La cristología humanista de Pablo

que, en forma realista, lucha contra los mecanismos naturales y


sociales, esperando contra toda esperanza, tendrá acceso a lo defi- CAPITULO VIII
nitivo. Eso es lo que muestra la resurrección. No la podremos usar
nunca para dispensarnos de planear, ni siquiera para planear de LA MUERTE VENCIDA
manera romántica y utópica. Toda escapatoria al realismo —como
lo es la lucha indiscriminada contra todas las absolutizaciones—
está condenada a la irrealidad definitiva. Ni siquiera Dios suplirá,
en la edificación de su reino, los resultados que no fueron procu-
rados de manera creadora y realista, procurando toda la eficacia
posible.
En quinto lugar debemos suponer que existe —y la resurrec- Romanos 8,1-39
ción de Jesús, unida a la de todos los hombres, da testimonio de
ello— una desproporción cualitativa que se identifica con el poder 1
Por consiguiente, ya no hay condenación alguna para quie-
del reino y que permite determinar dónde está la verdadera y nes están en Cristo Jesús, 2 ya que la ley del espíritu de la vida
definitiva victoria. Sólo el amor construye, y para siempre. El te liberó en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte.
3
egoísmo, objetivamente, no es otra cosa que la recuperación, por Porque Dios, habiendo enviado a su propio hijo en semejanza
parte de los mecanismos impersonales de la naturaleza y de la de una carne de pecado, y en relación al pecado, condenó al
sociedad, de la obra del hombre. Por lo mismo, sólo ejerce su pecado en la carne —lo que la ley era incapaz de hacer por ser
acción sobre los resultados impersonales. En la medida, pues, en débil a causa de la carne— 4 de manera que el justo precepto
que no entre subjetivamente a suplantar el proyecto de amor, de la ley se cumpliera en nosotros, que no procedemos según
la carne, sino según el espíritu.
mediante la facilidad, el irenismo fácil, la irrealidad romántica, la 5
espera utópica, no destruye lo que el amor, aun mezclado, llega Porque los que viven según la carne eligen lo de la carne,
y los que (viven) según el espíritu, lo del espíritu. 6 En efecto,
a construir. Pero esto último nunca será una deuda adquirida. Es la mentalidad de la carne es muerte, la mentalidad del espíritu,
inverificable, y sólo el fin lo manifestará al manifestar lo más va- en cambio, vida y paz. 7 Por eso, la mentalidad de la carne es
lioso de nosotros gracias al regalo de Dios: nuestra libertad. enemistad con Dios, porque no está sujeta a la ley de Dios, ni
Pues bien, si en el capítulo octavo encontramos estos elemen- es capaz de ello, en efecto, 8 y los que están en la carne no
tos, habremos verificado nuestra hipótesis. pueden agradar a Dios. 9 Pero vosotros no estáis en la carne,
sino en el espíritu, siendo así que el espíritu de Dios habita en
vosotros —si alguien no tiene el espíritu de Cristo, no es de
éste—. 10 Si Cristo, empero, está en vosotros, el cuerpo, cierta-
mente, (está) muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive
a causa de la justicia. n Y si el espíritu que resucitó de entre
los muertos a Jesús mora en vosotros, el que resucitó de entre
los muertos a Cristo Jesús va a vivificar también vuestros cuer-
pos mortales por su espíritu, que mora en vosotros.
12
Así que, hermanos, no somos deudores de la carne de ma-
nera que tengamos que vivir según la carne. 13 Porque si vivís
según la carne, moriréis; pero si con el espíritu matáis la praxis
del cuerpo, viviréis.
14
En efecto, cuantos son guiados por el espíritu de Dios son
hijos de Dios. 1S Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud
para recaer en el temor, sino (que) recibisteis un espíritu de
filiación adoptiva con el que gritamos: Abba, papá. 16E1 espí-
ritu mismo se une para testimoniar a nuestro espíritu que somos
500 La cristología humanista de Pablo La muerte vencida 501

hijos de Dios n y, si hijos, también herederos, herederos de salimos supervencedores por aquel que nos amó. 38 Porque estoy
Dios y coherederos con Cristo, dado que padecemos con él a convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principa-
fin de que seamos también glorificados con él. 18 Porque pienso dos, ni (lo) presente, ni (lo) futuro, ni poderes, 3 9 ni altura, ni
que los sufrimientos en la oportunidad actual no son dignos de profundidad, ni otra creatura alguna nos podrá separar de la
consideración en relación con la gloria futura que se va a revelar gracia de Dios (que está) en Cristo Jesús, nuestro señor.
en nosotros.
19
Porque la expectativa ansiosa de la creación anhela la ma-
nifestación de los hijos de Dios, ^ y a que la creación fue some- La primera impresión que recibimos al franquear ese umbral
tida a la inutilidad no por su propia voluntad, sino a causa de —arbitrario— del capítulo octavo de la carta a los Romanos es
quien la sometió, con la esperanza 21 de que también la creación
misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción para pasar que Pablo pierde el hilo conductor que lo guió de manera tan
a la libertad de la gloria propia de los hijos de Dios. 2 Sabemos, clara en la última parte del séptimo. Se dirá que debemos excep-
en efecto, que toda la creación unida gime y sufre dolores de tuar los dos últimos versículos, cuya oscuridad ya hemos tenido
parto hasta ahora. a Pero no sólo ella, sino también nosotros ocasión de mostrar.
mismos, teniendo las primicias del espíritu, gemimos en nuestro Lo que constituye, en todo caso, la razón fundamental para
interior, anhelando la filiación, es decir, la redención de nues-
establecer en Romanos un capítulo octavo es precisamente el tono
tro cuerpo, M ya que ha sido en la esperanza como fuimos sal-
vados; pero una esperanza que se ve no es esperanza, porque, de victoria que ya apunta, de manera inesperada y antinómica,
¿para qué esperaría el que ya ve? s Pero si esperamos lo que en los dos últimos versículos del séptimo. Con este tono victo-
no vemos, anhelamos con paciencia. rioso termina en la carta todo el desarrollo cristológico, ya que,
26
De la misma manera, también el espíritu ayuda nuestra ¡i partir del capítulo noveno y hasta el undécimo, Pablo va a tratar
flaqueza. Porque no sabemos siquiera qué debemos pedir, pero un tema diferente (aunque, por supuesto, no ajeno a la cristolo-
el espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos sin pa- gía), el destino de Israel. Concluirá la carta con contenidos de
labras, ^ y el que escudriña los corazones conoce la intención exhortación.
del espíritu, y que está intercediendo por los santos de acuerdo
con Dios. El conjunto temático que forman los ocho primeros capítulos
28 es harto evidente. Ello implica algo aceptado por la mayoría de
Y sabemos que todo coopera para el bien de los que aman
a Dios, de los que fueron llamados según su propósito. s Porque los exegetas: lo que hoy constituye el capítulo octavo constituye
a aquellos a quienes conoció de antemano, también los destinó asimismo la respuesta total y última que Pablo da a los plan-
de antemano a reflejar la imagen de su hijo para que éste sea teamientos que ha estado desarrollando y profundizando desde el
primogénito entre muchos hermanos, x y a los que destinó de comienzo de la carta.
antemano, también los llamó, y a los que llamó, también los Dentro de ese tono general de victoria, que unifica la materia
declaró justos, y a los que declaró justos, también los glorificó. del capítulo octavo, aparecen temas diversos. Y, dicho sea entre
31
¿Qué tendremos que decir, entonces, en vista de esto?
Si Dios (está) con nosotros, ¿quién (estará) contra nosotros? paréntesis, ello confirma la presunción de que el año 57, en el que
32
Quien no perdonó ni a su propio hijo amado, sino que lo Pablo escribe las cartas a los Romanos, Gálatas y Corintios, fue
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos regalará también todo un año clave en la teología «misionera» de Pablo, con la elabo-
junto con él? M ¿Quién será el acusador de los elegidos de ración correlativa de una cristología acorde con esa «misión».
Dios? Cuando Dios declara justos, M ¿quién (los) acusará? Es Es verdad que existe una gran unidad teológica entre las cartas
Jesucristo, que murió, más aún, que resucitó, que está a la de- que datan de ese año. N o obstante, observamos que — a no ser que
recha de Dios, el que también está intercediendo por nosotros.
35 se trate de una característica del estilo de P a b l o — falta en ellas,
¿Quién nos separará del amor que Cristo nos tiene? ¿Aflic-
ción, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligros, espa- sobre todo en la parte cristológica, esa continuidad lógica, esas
da? x Como está escrito: «Por tu causa se nos mata todo el día, conexiones oportunas que son propias de un pensamiento habitua-
se nos cuenta como ovejas (para la) muerte». 3 7 Pero en todo do a la exposición ordenada del tema y que tanto ayudan a su
clara comprensión.
502 La cristología humanista de Pablo ha muerte vencida 503
En todo caso corre por cuenta nuestra introducir esa claridad. Ley, entendida en su verdadero sentido o espíritu, se ha cum-
Lo mejor será comenzar por la mera enumeración de los temas plido en el hombre \
del capítulo: a) la Ley se cumple gracias al Espíritu (vv. 1-4); Es un asunto de fuerza, ya que se trata del Espíritu —fuerza
b) la resurrección es señal y garantía del Espíritu (vv. 5-13); c) el de Dios— que vence la debilidad de la Carne (cf. 8,3-4). Pero si
temor ha de ser sustituido por la experiencia de la filiación (vv. 14- Pablo agradece esa victoria al final del capítulo séptimo y después
18); d) estado y destino del universo creado (vv. 19-27); e) el la resume diciendo que con la mente (u hombre interior o yo)
plan divino de filiación y hermandad universal (vv. 28-30); f) la sirve a la Ley de Dios, pero con la Carne a la ley del Pecado
victoria de Cristo (vv. 31-39). (cf. 7,25), habrá que concluir que en materia de fuerza el hombre
Ahora bien: pensamos que basta releer el capítulo teniendo en sigue dividido y que el Espíritu vence sólo en cierta medida o as-
cuenta esta división temática para captar algo exegéticamente esen- pecto, mientras que la Carne lo hace en otros.
cial: el capítulo versa sobre la relación entre lo visible (histórico) Recordemos aquí algo importante. El Pecado, ya lo hemos
y lo escatológico, entre lo que constata el análisis y lo que se ma- visto innumerables veces, no era para Pablo el quebrantamiento
nifestará (cf. 8,17-18.18-21) al final. Pablo hace expresa men- simple y consciente de uno o varios preceptos de la Ley, leves
ción de la diferencia entre lo que se ve y lo que se espera o graves. Analizando los textos de Pablo habíamos llegado a la
(cf. 8,24-25). ineludible conclusión de que éste entendía por Pecado la distancia
A propósito del capítulo anterior, y sobre todo de sus últimos misma que separa —no sin autoengaño del hombre— la intención
versículos, nos preguntábamos sobre las posibilidades de una hi- o proyecto de su realización. Esa distancia es la medida misma
pótesis que resolviera la antinomia victoria/derrota que allí apa- del egoísmo real, ya que el proyecto de amor, el único que puede
recía sin salida aparente. Y esa hipótesis consistía precisamente provenir del yo u hombre interior, se pierde al ser arrastrado
en que no se trataba de un «o esto o aquello», sino de un «esto por la ley del menor esfuerzo —sea la letra de la Ley (revelada)
de Dios o los deseos lo que funcione como resorte—, y así la Carne
y aquello», con cada cosa a su propio nivel, uno de ellos iluminado
(los mecanismos de un mundo ya creado) facilita todo lo que es
precisamente por la luz escatológica contenida en la experiencia
natural en el sentido de impersonal y escamotea el resultado, la
de la resurrección de Jesús.
obra del hombre.
No sería extraño, por tanto, que lo verificable (históricamente)
y lo inverificable (a no ser por manifestación escatológica) consti- Si suponemos ahora que esto sigue siendo así aun en el cris-
tuyeran esos dos planos y que lo que parecía contradictorio fuera tiano, la victoria del Espíritu deberá, lógicamente, tener las carac-
terísticas que señalábamos al final del capítulo anterior, y sobre
la profunda riqueza de una dialéctica que los tuviera en cuenta
todo dos que, hasta cierto punto, las resumen todas: a) en algunos
a ambos. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.
momentos u ocasiones, la distancia (pecaminosa) debe ser abolida
Comencemos, en una primera parte, por estudiar la respuesta, o disminuida hasta el punto de que el hombre pueda sentir alguna
inverificable en el obrar cotidiano, que Pablo da a su propio plan- de sus obras como propia; b) aunque estos momentos sean excep-
teamiento en el capítulo anterior. cionales e inverificables objetivamente frente a la multitud de obras
Según los primeros versículos del capítulo octavo, «ya no hay que el hombre no reconoce como suyas, debe existir una despro-
condenación alguna para quienes están en Cristo Jesús, ya que la porción cualitativa —la misma que hemos descubierto al analizar
ley del Espíritu de Vida te liberó... de la ley del Pecado y de la 1
Muerte... de manera que el justo precepto de la Ley se cumpliera Una traducción más literal exigiría, en realidad, la voz pasiva: «Ha
sido cumplido». Se trata del llamado «pasivo divino», por ser Dios el agente
en nosotros, que no procedemos según la Carne sino según el Es- de la acción (la voz pasiva permite así introducirlo sin nombrarlo, respetan-
píritu» (8,1-2.4). do el nombre divino). En otras palabras, Pablo no dice que el hombre (cris-
Como puede verse, el que no exista condenación para quienes, tiano) cumpla la Ley, sino que Dios •—su Espíritu— cumple la Ley en el
gracias a Cristo, han recibido esa liberación no procede de ninguna hombre. Con lo cual se indica la fuerza gracias a la cual «lo que es imposible
al hombre por la debilidad de la carne» se vuelve posible con la ayuda de
declaración externa ni de un olvido divino: lo que mandaba la Dios.
504 La cñstologia humanista de Pablo ha muerte vencida 505
el capítulo quinto— que permita declarar victorioso algo que en esa mezcla inevitable de características positivas y negativas pre-
su verificación meramente cuantitativa parece derrotado, como la sente en toda obra humana 3 . Y esa visión, bien desarrollada, la
vida ante la muerte. tenemos en la primera carta a los Corintios: «Mire cada cual cómo
Detengámonos en la primera característica. El que dos meca- construye... Si uno construye sobre este cimiento (Jesucristo) con
nismos o leyes se disputen la autoría de cada obra humana, el que oro, planta, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada
se opongan dos términos que apuntan a una gradación como son cual quedará al descubierto; la manifestará el día, que ha de mani-
«fuerza» y «debilidad», todo hace pensar que a una simple opo- festarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la pro-
sición —como la que habría entre hacer algo enteramente bueno bará el fuego. Si la obra de uno, construida sobre el cimiento,
o enteramente malo, en servir con todas las fuerzas al Pecado o a la resiste, recibirá (con ello) la recompensa. Mas aquel cuya obra
Gracia— Pablo contrapone, y con razón, algo más realista, la quede abrasada sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo,
mezcla en cada acto humano de Pecado y Gracia, de egoísmo y de pero como quien pasa a través del fuego» (1 Cor 3,10-15).
amor, de alienación efectiva y de apropiación intencional. Notemos, aunque sea breve y sumariamente, algunos elementos
En realidad, esto es más que una hipótesis nuestra. Vale la de máxima importancia para nuestro tema en este pasaje.
pena comprobarlo. Con excepción de Pablo, todas las imágenes El primero es lo explícito de la referencia al juicio universal
que el Nuevo Testamento presenta del juicio que hará Dios del y escatológico de Dios. Pablo usa para designarlo el término clásico
hombre son dualistas. Diríamos literalmente dualistas. Así, por en la Biblia «el día», abreviación corriente de «el día de Yahvé»,
ejemplo, la imagen del juicio según el amor efectivo en Mt 25,31ss. y que manifiesta la creciente esperanza de Israel en un juicio di-
Allí se juzga al hombre según haya otorgado o rehusado su ayuda vino universal que restituya la justicia que la historia no produce
al hermano necesitado. De acuerdo con el resultado de esa en- en sus acontecimiento visibles (cf. Job, Ecl, Sab). A esto hay que
cuesta, se le llamará bendito o maldito. Y está muy claro, por añadir el signo metafórico asociado siempre al juicio, el fuego con-
cierto, lo que la parábola quiere decir: no habrá otro criterio sino sumidor de lo que no tiene valor (cf. Mt 3,10-12).
el amor mutuo ofrecido, en su eficacia concreta, aun a los más El segundo elemento puede, a primera vista, parecer común
pequeños. a las imágenes del juicio de Dios que presentan todos los demás
Tal vez si Pablo hubiera escrito esa parábola en alguna de sus escritos del Nuevo Testamento: el criterio del juicio se aplica a la
cartas se hubiera disculpado, como hace con los Romanos y los Co- totalidad de la actuación del hombre. Pablo usa para designar esa
rintios, de hablar «al modo humano», es decir, simplificando las actuación global el término —en singular— obra, tanto más im-
cosas o las imágenes para tener en cuenta un cierto infantilismo portante porque lo encontramos como clave del principio que en
en la manera de comprender de sus destinatarios. Porque, si se el capítulo tercero de Romanos Pablo estableció para que Dios
quiere forzar la comparación en la parábola mencionada, ¿qué declarara justo a alguien, aunque allí apareciera en plural. No obs-
gigantesca computadora sería capaz de decidir entre esos dos extre- tante, hay algo diferente en la imagen paulina en relación con los
mos, siendo así que la vida de cada hombre es un tejido de amor otros escritores neo testamentarios. Mientras que en los demás es
y de egoísmo, de actos en los que se ofrece ayuda y en los que el hombre el objeto del juicio divino y de sus resultados buenos
se la rehusa? Más aún: ¿cómo sería posible separar el amor del o malos —aunque para juzgar se examinen sus obras o, si se pre-
egoísmo dentro de un mismo acto si en el mundo real prestar fiere, su obra en su globalidad—•, en Pablo hay un significativo
ayuda a uno significa negarla a otros? 2. desplazamiento del acento, que pasa del hombre a su obra. Es ésta
Como decíamos, Pablo es el único escritor neotestamentario la que es juzgada y la que, de acuerdo al juicio, será destruida
que intentó una visión del juicio de Dios que tuviera en cuenta o subsistirá (porque el fuego no es elemento de castigo, como en las

2
La parábola del trigo y la cizaña puede aludir a esto, pero no versa tanto 3
A pesar del dualismo latente en otras afirmaciones o imágenes relati-
sobre el modo como se efectuará el juicio de Dios, sino sobre la necesidad vas al juicio, aunque no tengan la importancia (contextual) ni el desarrollo
de tolerar el mal hasta que llegue lo escatológico. de 1 Cor 3,10-15. Véase, por ejemplo, 1 Cor 6,9-10.
506 La cristología humanista de Pablo
La muerte vencida 507
otras imágenes, sino el elemento «que aquilata»). El hombre su-
frirá o no según sea su obra 4 . De este modo se elimina toda noción El cuarto elemento consiste en que lo decisivo de la obra
de premio o castigo como resorte del obrar y se pone lo decisivo del hombre —en singular— por oposición a sus obras —en
en el resultado causal —aunque éste resulte visible en la meta- plural— tiene íntima relación con la declaración de justicia que
historia a raíz del juicio divino— de la actuación de cada hombre. Dios hace del hombre gracias a la fe. En efecto, si Pablo enten-
El tercer elemento viene dado por el contexto próximo y tiene diera lo mismo por obra y obras, esta imagen de la primera carta
relación con algo decisivo en la moral paulina. Al juzgar lo que a los Corintios estaría en oposición abierta con el principio enun-
es «conveniente», el hombre tiene que tener en cuenta lo que es ciado en Romanos (3,21ss). Pero ya hemos visto que «obras», en
«constructivo» para el hermano (Rom 14,19-20; 1 Cor 10,23-24). plural, apunta, en el vocabulario de Pablo, a una contabilidad que
En eso consiste el amor, en colaborar con Dios en la obra de cons- sólo puede tener lugar frente a la letra de la Ley y que es por ello
truir una existencia humana para el hombre. De ahí la importancia resultado de la Carne, temerosa y negociante. Pero obra, en sin-
de la obra: es —parcial y secundariamente, sin duda— la de Dios gular, es algo muy diferente. Pablo entiende por ella la prolon-
mismo (cf. 14,20) en favor de la humanidad, obra de la que somos gación libre del hombre mismo en la realidad gracias al único
cooperadores o coautores (synergoi; cf. 1 Cor 3,9) 5 . proyecto verdaderamente libre, el que lo une a Dios en el amor
efectivo al hermano. Para olvidarse de sí y de los temores natu-
rales de la creatura y dejar de lado la contabilidad esterilizante
* Hasta terminar el pasaje con un versículo de exégesis muy difícil don- en relación con la propia salvación se hace necesaria la fe, es decir,
de parece restar definitividad a ese juicio en lo que concierne a la persona la confianza en la gratuidad de la promesa. Así desecha el hombre
misma del hombre (o tal vez del cristiano, puesto que el contexto se refiere
explícitamente a éste, cf. 1 Cor 3,4-9.11), ya que se afirma que aun aquel la preocupación por sí mismo —que lo hace presa fácil de los
«cuya obra quede abrasada» «quedará a salvo, pero como quien pasa a tra- mecanismos naturales y sociales— y pasa a concentrar todas sus
vés del fuego» (1 Cor 3,15). Esta concentración del juicio sobre «la obra» energías en el proyecto que tiene entre manos. En otras palabras:
del hombre aparece también en otro versículo, importante porque confirma como ya habíamos presentido (y observado en el caso de Abrahán),
(cf. supra, p. 391) que algunas imágenes de Pablo son exageradas, sí las
tomamos en su literalidad. Como aquella que llevaría a pensar que Abrahán fe no se opone a obra. Por el contrario, sólo la fe hace posible la
no trabajó, ya que la Promesa que recibió no era un salario. Aquí, en cam- obra del hombre, es decir, la obra libre, la que lleva su sello, la que
bio, Pablo, hablando del juicio de Dios, dice que «cada cual recibirá el sa- desafía a la muerte.
lario según su propio trabajo» (1 Cor 3,8). La palabra salario es la misma
que en el pasaje sobre Abrahán; en cambio, lo que allá era «trabajar» o, El quinto elemento es el más obvio en la imagen: la obra del
más exactamente, «obrar» es aquí trabajar, pero con un matiz que el cas- hombre, junto con Dios, es también, por parte de aquél, un edificio
tellano no posee y sí otras lenguas modernas que distinguen tvork/labor, donde entran y se combinan materiales de diversa calidad y resis-
travail/labeur, trabalho/labuta; los términos que van en segundo lugar indi-
can un trabajo penoso y normalmente no recompensado en proporción a la tencia. Pablo hace una lista de seis, supuestamente descendente
fatiga. Aquí, si volviéramos a tomar literalmente la imagen en su totalidad, de acuerdo a la física de su época. La imagen de la prueba que el
estaríamos ante la exageración opuesta. Pero todo el contexto nos advierte fuego hará de la obra total se presta además a otro mecanismo
que también aquí se trata de un trabajo «vocacional», es decir, no hecho con simbólico. Ya hemos visto a lo largo de nuestro análisis el énfasis
vistas a la paga. Y lo que Pablo quiere decir es que el resultado no se pierde
si el trabajo es bueno: tiene la misma seguridad de un salario. Importa se- de Pablo en unir causalmente (no sólo a título de castigo) Pecado
ñalar esto, no sólo porque, de lo contrario, Pablo diría cosas estrictamente y Muerte. Aquí la calidad aquilatada por el fuego es la resistencia.
contradictorias, sino porque cuando hablábamos antes de exageración en la Resistencia ¿a qué? Sin duda a la destrucción y a la muerte que
imagen, se podía pensar que lo hacíamos desde posiciones teológicas pre- aporta el fuego a la dosis de material combustible que encuentre
concebidas y no desde el punto de vista estrictamente exegético.
5
Es importante señalar que, como resto negativo de las controversias
del tiempo de la Reforma, algunos teólogos luteranos consideran el «siner- Theologica: «Concilium», junio 1974. Sin lugar a dudas, Lutero redescubrió
gismo» (cooperación) que Pablo hace explícitamente suyo, como desviación aspectos centrales de la teología paulina; pero su concepción jurídico-mágica
teológica. Así, por ejemplo, J. Moltmann en su Carta abierta a J. Míguez de la justificación por la fe lo llevó a una concepción, a nuestro parecer fran-
Bonino sobre la teología latinoamericana, pero refiriéndose expresamente a camente antipaulina, de la «soli Deo gloria», como si la gloria de Dios se
las últimas afirmaciones de nuestro artículo Capitalismo-socialismo: Crux protegiese tanto más cuanto menos entrara la causalidad humana a colabo-
rar con los planes divinos.
508 La cristología humanista de Pablo
La muerte vencida 509
en la construcción. La mayor o menor resistencia de ésta medirá
la mayor o menor libertad con respecto al Pecado, ya que es éste entregar su proyecto a la corrupción, al desencanto y a la muerte,
quien, esclavizando al hombre, aliena sus obras y, en cuanto propias como si estuviera bajo el dominio del Pecado 6 . Su misma resu-
de él, las destruye. Como en el obrar del hombre «todo lo que no rrección, cuando es despojada de su carácter al mismo tiempo esca-
procede de la fe es Pecado» (14,23), éste no llevará consigo a lo tológico e histórico, aparece como una triste revancha religiosa,
definitivo más que la dosis que Dios encuentre en él de «fe obran- olvidada del reino.
do por el amor» (Gal 5,6). Sólo lo inverificable y escatológico de las experiencias pascua-
Con este último elemento podemos volver al capítulo octavo les muestra que Dios «condenó el Pecado en la Carne» (8,3) no
de Romanos. Según lo visto, la historia, mientras dure, mostrará para dar a Jesús el premio de un poder individual, sino para con-
siempre al hombre dividido entre sus proyectos y sus realizaciones, lerir a su proyecto del reino la fuerza necesaria para convertirse
y la victoria del Espíritu no se efectuará en forma maniquea. Im- en realidad 7 . En el dominio de lo verificable, es decir, sin acudir
perceptible algunas veces, la distancia entre intención y realización a dato trascendente alguno, el proyecto de Jesús, aun después de
en un proyecto de amor casi desaparecerá. No hay aquí «verifica- su «triunfo religioso», aparece como condenado a Muerte por los
ciones» milimétricas: sólo atisbos de una realidad que se mani- mecanismos del universo y de la sociedad, por «la Carne» de un
festará más tarde en otra dimensión, la trascendente. En lo veri- inundo ya creado que ignora y borra la libertad como una ano-
ficable seguirán apareciendo nuestros proyectos bajo «la esclavitud malía. Y la victoria real de Jesús, sin cambiar esa «apariencia»,
de la corrupción» (8,21) debido a «la Carne», que es lo verificable consiste en una realidad más honda que la verificable, en la que
en nosotros (cf. 7,25). es preciso creer como se cree en su resurrección, primicia y arras
Si analizamos la historia, veremos que el progreso se tuerce i!e la nuestra y de la de todos los hombres.
y se vuelve contra el hombre; que las revoluciones, aun las más Podríamos resumir este aspecto diciendo que, si el Espíritu
humanitarias y prometedoras, se desvían; que el consenso social, da al hombre la capacidad de construir, a pesar de todas las resis-
prenda de toda democracia, tiene ínsita una fuerza masiva aplas- tencias «externas», lo definitivo, la Carne sigue haciendo que esa
tante; que las ideologías de libertad, hermandad y amor se escle- construcción no pueda ser verificada. Y, si no es verificada, no
rotizan y burocratizan; que los martirios se pierden en el olvido puede ser calculable ni servir al hombre para negociar con Dios
y la incomprensión, que los sacrificios, a largo plazo, se hacen en seguridad alguna. La escatología de Pablo hace posibles y nece-
vano... sarias estas dos afirmaciones: el mundo cambia radicalmente para
el hombre gracias a Cristo y el mundo no ha cambiado en lo más
¿Qué es esto en realidad sino una meditación sobre el destino mínimo con Cristo. El reino ha llegado ya con poder y el reino no
«verificable» del mismo Jesús y de su proyecto, el reino de Dios? llegará jamás con poder a la historia 8.
No es una casualidad que lo visible y controlable de ese destino
6
haya sido, como dice Pablo, el envío por parte de Dios de su Y ¿por qué no? La misma conflictividad acentuada de Jesús, su aspe-
propio Hijo «en semejanza de una Carne de Pecado» (8,3). ¿Qué reza con sus adversarios, la estrechez nacional de su misión y de su mensaje,
quiere decir Pablo con ello? No que «la carne» de Jesús sea iluso- todo parecería indicar que, cualquiera que fuese su inocencia subjetiva, su
obra sucumbió «visiblemente» a los mismos mecanismos objetivos del Pecado.
ria. Es, sí, que lo carnal, es decir, lo visible y verificable en la vida 7
Es menester acotar algo muy importante. Esa «semejanza de una carne
de Jesús y en su proyecto, es «semejante» a un destino dominado de pecado» no desaparece con ei supuesto triunfo del cristianismo y de la
por el Pecado. No porque Jesús parezca haber quebrantado la Ley, Iglesia. Ya lo da a entender Pablo con su continuo vaivén entre la afirma-
sino todo lo contrario: «la ley» parece haberse apoderado de su ción y la negación de que el cristiano esté libre del Pecado, como vimos al
comentar el capítulo sexto.
proyecto, haciéndolo caer en la incomprensión, en la falsa expecta- 8
Esto se asemeja demasiado en los términos a formulaciones de la esca-
tiva multitudinaria, en los mecanismos de la envidia primero y del tología clásica, como las que emplea, por ejemplo, O. Cullmann hablando
triunfalismo después. El mismo Hijo de Dios no puede extirparlo de un «ya, pero todavía no». Creemos, sin embargo, que, no obstante las
de esa ley. Su muerte en Cruz es desconcertante porque parece apariencias, la diferencia con lo que aquí decimos es profunda. Por presu-
puestos teológicos o ideológicos, el «ya, pero todavía no...» no aparece como
dimensión antropológica del actuar en la historia. Se nos dice: Cristo ha
510 La cris tología humanista de "Pablo
ha muerte vencida 511
Pero tratemos de seguir adelante en el análisis del capítulo
octavo, es decir, en la comprensión de la victoria de Cristo sobre ¿Por qué y cómo extrapola Pablo la experiencia que ha tenido
la condición del hombre dividido. tic la resurrección de Jesús, convirtiéndola en victoria universal
Esta, como dijimos, constituye un dato trascendente sobre lo sobre la Ley, el Pecado y la Muerte?
que podemos esperar de la existencia (cf. 8,24-25). Ahora bien: En cuanto al porqué, la respuesta es simple. Pablo, a pesar
los datos trascendentes no son susceptibles de verificación en el i le no usar por regla general la expresión «reino de Dios», propia
sentido estricto (o científico) de la palabra, lo cual no quiere decir del Jesús histórico, centra de nuevo en él el mensaje de Jesús. Es
que sean arbitrarios o irracionales. Como hemos tenido ocasión de la Promesa, como aquella que hacía vivir y actuar a Abrahán.
ver en el volumen anterior, son, por un lado, extrapolaciones cohe- Interpreta correctamente ese reino como la intención divina de
rentes —gracias al trabajo de la razón— de una dimensión más llevar al hombre a su más cabal hominización, a su madurez de
universal, de experiencias verificables con las que podemos contar, persona libre, creadora, decidida en su cooperación con el Dios
y, por otro, supuestos lógicamente necesarios para que los valores creador (cf., por ejemplo, Gal 3,23-4,7). De ahí también que sitúe
que nos atraen tengan capacidad de realización y sean, por tanto, IM cualidad decisiva del hombre no tanto en el amor —que es
razonables... resultado—, sino en el mecanismo interno capaz de volcar todas
Esto último es lo que acabamos de ver en lo que antecede. Los IMS energías del hombre en el proyecto creador de amor, la je
valores de que dio testimonio concreto Jesús de Nazaret con su U-í. Gal 5,6) 9 .
vida y mensaje sólo pueden realizarse si, teniendo en cuenta la di- La experiencia preescatológica de la resurrección de Jesús es
visión insoslayable de la condición humana —la de una libertad nsí asociada al proyecto que fue el centro de su vida y mensaje.
creadora que debe funcionar en un mundo ya creado—, el yo de (iristo no pudo triunfar sin que triunfara asimismo el proyecto por
cada uno tiene fuerza para realizar un proyecto, al mismo tiempo i-I que entregó su vida. El Espíritu, es decir, la fuerza de Dios
propio y definitivo, que, sí es libre, sólo puede ser el de un amor que lo saca del dominio de la muerte, debe, por tanto, sacar
que sea don de sí. De no tener esa fuerza «espiritual», la fe antro- liimbién de la muerte su proyecto de humanizar plenamente al
pológica puesta en Jesús de Nazaret carecería de sentido, sería 1 lumbre 10. He aquí el fundamento —el porqué— de la extrapola-
irracional y contradictoria.
¿Qué experiencia puede extrapolar Pablo que dé fundamento '' El Espíritu, según Pablo, tiene como obra propia «la paz». Esta «men-
a esa esperanza? Sin duda, la de la resurrección de Jesús. El ca- talidad espiritual» parece tener un sentido antropológicamente importante,
pítulo octavo lo dice con toda claridad a continuación del pasaje relacionado con «la vida» (8,6), es decir, con el desbloqueo del hombre pa-
ralizado por la ansiedad. Paz significa, así, la seguridad necesaria para actuar
que acabamos de examinar: «Si el Espíritu que resucitó a Jesús por el valor intrínseco de lo que se hace, y no para sumar puntos en un
de entre los muertos mora en vosotros, el que resucitó de entre libro de contabilidad sobre la salvación. «Paz, como vimos, significa no sólo
los muertos a Cristo Jesús va a vivificar también vuestros cuerpos el estado de reconciliación con Dios, sino el sentido de esta reconciliación
mortales por su Espíritu que mora en vosotros» (8,11). La expe- que difunde en todo el hombre un sentimiento de armonía y tranquilidad»
(ICC 1,196). Creemos que la paz, en cuanto liberación de la ansiedad, me-
riencia extrapolada es, pues, doble: la que Pablo mismo ha tenido recería una atención más profunda, como la que le concede R. Niebuhr en
de la resurrección de Jesús y la que tienen los cristianos de la las frases citadas anteriormente (cf. nota 11 a la p. 467).
10
presencia del Espíritu en ellos. Detengámonos en la de Pablo. Más Volvemos así, en su realización más cabal, a la esperanza de un Abra-
adelante examinaremos la de los cristianos. liiín. «Esperar contra toda esperanza» significa esperar la resurrección, en su
Nenüdo más amplio, es decir, antropológicamente, esperar el paso del Peca-
do, en cuanto genera inutilidad y corrupción, a la fe en la obra de la Gracia
triunfado ya, pero no vemos aún las consecuencias de esa victoria. Es como i|iie da al amor utilidad, vida e incorrupción. «Esta resurrección tiene dos
si tales consecuencias estuvieran ocultas en el misterio de Dios y, por tanto, aspectos: no es sólo física, un volver en el futuro a la vida física, sino que
no afectaran radicalmente, al compromiso histórico del hombre. Más bien es también moral y espiritual, un resucitar, en el presente, de la muerte del
parecen dispensar de él. Y si el hombre debe comprometerse todavía, ello pecado a la vida de la justicia» (ICC 1,117). Lo justo de este comentario
se debe a un deber moral, consecuencia indirecta de la justificación (cf. infra, piircce perderse en una insustancial irrealidad espiritualizante por el solo
nota 19), y no a que la victoria necesite tal compromiso. agregado de «en el presente». En el presente no es visible cambio alguno
(cf. 8,24-25).
512 La cristología humanista de Pablo La muerte vencida 513

ción paulina: Cristo no pudo ser resucitado por el Espíritu sin que produce esa división procede, como él dice, de «la Carne»,
que éste resucitara «los cuerpos mortales» de todos los hombres u . otro término que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testa-
En cuanto al cómo de esa victoria universal, la respuesta es mento designa la totalidad del hombre (cf. 7,14.18.25; 8,3). Otra,
más rica y compleja de lo que la exégesis señala la mayoría de las más general, la atracción semántica que sufre en el griego de Pablo
veces, y más rica, sobre todo, que la imagen clásica que recibimos Ja palabra «cuerpo» por parte de la palabra bíblica «carne» (cf. 8,13
tradicionalmente de «la resurrección de los muertos». y, más en general, 8,5-13). Ya hemos indicado que en el contexto
Esta, en realidad, no sólo se ha simplificado, sino infantilizado. hebreo del Antiguo Testamento (de donde saca Pablo la metá-
Ha sido puesta al servicio de los ritos consoladores que la Iglesia fora), «carne» era sinónimo de la totalidad del ser de la creatura
dispensa a los amigos y familiares del difunto. Ya indicamos que y, más en particular, del ser humano en cuanto creatura. Pero hay
la resurrección de los cuerpos —propia del pensamiento hebreo que añadir, y ello es importante para entender lo que sigue, que,
que nunca separó de ellos las almas para pensar en su probable de acuerdo con un uso literario más antiguo 13, la metáfora «carne»
inmortalidad— era, para la escatología reinante en tiempo de Jesús, rebasa en su contenido los límites del ser individual y comprende
el medio de que Dios disponía para poner a todos los hombres todo lo que forma parte afectivamente de la existencia del hombre.
frente a su tribunal y ejercer en presencia de todos un juicio que Carne del hombre son así, en los viejos escritos de la Biblia, sus
reestableciera una justicia ausente en la tierra. familiares, amigos y compatriotas (cf. 2 Sm 19,13; Jue 9,2, etc.).
Como para este propósito ya servía la idea griega —mucho Lo que afecta al hombre pertenece a su «carne». Y el formar una
más civilizada y menos bárbara— de la inmortalidad sustancial del sola carne alude a la posibilidad de compartir toda la afectividad,
alma, la resurrección total pasó a ser un dogma sin demasiado sen- de tal manera que lo que afecta o toca a uno afecte y toque igual-
tido (cf. 1 Cor 15,12ss; 35ss). Poco a poco, su uso casi exclusivo mente al otro.
consistió en consolar más eficazmente frente a la muerte de los Con estas observaciones in mente, veamos más de cerca cuál
seres queridos con la certeza de que los volveríamos a encontrar es concretamente la esperanza de Pablo acerca de la resurrección.
tales como habían sido, accesibles a nuestros sentidos. Ya hemos tenido ocasión de recordar cómo Pablo alude a la
Por cierto, Pablo parece no ir más allá de esto cuando afirma, realización total del reino, y de manera explícita. Ello acontecerá
como vimos, que el mismo Espíritu que resucitó a Jesús «resucitará cuando todos los enemigos —de Jesús y del hombre— sean venci-
vuestros cuerpos mortales» (8,11). Esperamos «la redención de dos (cf. 1 Cor 15,23.25). Entre éstos, siguiendo el orden de la
nuestro cuerpo» (8,23) n. causalidad, están la Ley, el Pecado y la Muerte (1 Cor 15,26.55-56).
Pero, una vez más, ¿qué quiere decir Pablo con la palabra Pero precisamente ese nexo de causalidad, que une a los tres
cuerpo? Recordemos dos cosas a este propósito: una, la utilización principales enemigos, nos advierte que la Muerte no es sólo ni
que hace Pablo del término en la queja con que concluye el aná- principalmente la física, la que afecta al hombre destruyendo, en
lisis del hombre dividido no entre cuerpo y alma, sino entre pro- nuestro lenguaje moderno, su cuerpo. En Pablo destruye mucho
yecto y realización de su ser total: «¿Quién me librará de este más, destruye el sentido mismo de la vida del hombre, privándolo
cuerpo de muerte?» (7,24). Nadie duda de que se refiere allí a la —mediante la Ley y el Pecado— de su obra.
totalidad de su condición humana. La prueba es que la debilidad Habrá, pues, que pensar la resurrección como afectando radical-
mente al sentido de los proyectos humanos o, en otras palabras, en
11 términos históricos y no antihistóricos como es costumbre.
Y decimos de todos, porque Pablo, aunque ya el paralelo entre Adán
y Cristo lo da suficientemente a entender, lo reafirma explícitamente en el Veamos algo de esto en las dos cartas de Pablo a los Corintios.
resumen de ese paralelo en 1 Cor 15,22-23.
12
Así es como se presentan los principales manuscritos, intercalando la " Por ejemplo, cuando el Yahvista, en su narración etiológica de los
«filiación adoptiva». Ello refuerza nuestro argumento, ya que «filiación adop- orígenes del matrimonio, dice que los esposos, separándose de sus respecti-
tiva» y «redención de nuestro cuerpo» no pueden ser sinónimos a no ser vas familias, «serán una sola carne» (Gn 2,23-24) no se refiere a la vida
que se dé a «cuerpo» el sentido de «carne», comprendiendo así todo el ser marital, sino a la completa unidad afectiva donde todo es común y donde
humano y lo que lo rodea. se siente lo del otro como propio (cf. Ef 5,28-31).
514 La cristología humanista de Pablo La muerte vencida 515

Allí, como en Gálatas, el conocimiento directo de la comunidad • •miso, sistemáticamente, la espiritualidad cristiana clásica). ¿Cómo
a la que destina la carta da al estilo de Pablo un matiz más per- tiiiicnta Pablo la muerte? «Sabemos que si esta tienda, que es
sonal que el que observamos en Romanos. niK'stra habitación terrestre, se desmorona, tenemos una casa que
Pues bien: cuando Pablo habla de la transformación que se es ile Dios, una habitación eterna, no hecha por mano humana, que
operará gracias a la resurrección universal usa expresiones litera- ishí en los cielos. Y así, gemimos en este estado deseando ardiente-
rias que, podríamos decir, sólo quienes imaginaran a Pablo acom- mente ser revestidos de nuestra habitación celeste, si es que nos
pañando con gestos sus palabras podían comprender cabalmente: encontramos vestidos y no desnudos. Sí, los que estamos en esta
«Y cuando esto H corruptible se revista de incorruptibilidad y esto lienda gemimos oprimidos. No es que queramos ser desvestidos,
mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra i no más bien sobrevestidos, pata, que lo mortal sea absorbido por
de la Escritura: 'La Muerte ha sido devorada en la victoria'» l,i vida» (2 Cor 5,1-4).
(1 Cor 15,54). Al principio parecería que Pablo entra en los lugares comunes
Podríamos notar ya la presencia significativa del verbo «reves- i leí contemptus mundi y de la sustitución de la vida terrestre por
tirse» en lugar de otros que nos parecerían más apropiados, como Iii celestial. La primera está figurada en la tienda, la habitación
«volverse» o «ser sustituido por», pero preferimos pasar de inme- provisoria del nómada. La otra en una casa eterna. Una, hecha
diato a la pregunta: ¿qué comprende ese «esto», del que se dice l>Di- mano humana, es corruptible y, por tanto, se desmorona. La
que es corruptible y mortal? ¿Qué gesto haría Pablo para desig- i'lia, de fabricación divina, está en los cielos, pertenece a lo defini-
narlo? ¿Apuntaría a su nariz, a sus ojos, a su estómago o a su uvo y es, por tanto, inmune a la muerte. ¿Se trata entonces de
cabeza? ¿Abriría los brazos abarcando su contorno vital junto con • imbiar la una por la otra? Por más raro que suene a nuestros
el de sus amigos, su comunidad, sus proyectos? • idos, no. Y otra vez, de modo significativo, aparece el verbo
No se trata de adivinar. Además de lo que se insinúa ya aquí, •• vestir o aun sobre-vestir, para ser más exactos, ya que Pablo
la segunda carta a los Corintios nos dará una respuesta muy per- '»» se contenta aquí con el verbo simple y común que ha empleado
sonal y sentida. •n la primera carta. Quiere insistir para que no quede la menor
Pero antes de pasar a ella notemos algo cuya importancia se 'luda de que no se trata de una sustitución, sino de una añadidura.
verá cabalmente entonces: el término que usa Pablo para la resu- Así, la imagen que resulta es curiosa: quiere que le pongan
rrección —el revestirse de incorruptibilidad e inmortalidad— indi- li casa por encima de la tienda 16. El hombre no puede contentarse
ca que, cualquiera que sea el objeto que resucite, adquiere una i c ni el trueque tierra/cielo. Pablo pretende que a lo temporal,
cualidad que ya no debe luchar contra la anterior porque la do- histórico y perecedero se le cambien las propiedades para que lo
mina 15. Incorruptibilidad e inmortalidad insinúan una despropor- mismo entre en lo definitivo.
ción cualitativa. Por pequeña que sea la «cantidad» que pase así Hay además algo importante en la imagen. La «tienda» del
de una calidad a otra, será necesariamente victoriosa. hombre no es meramente el cuerpo 1T: es la totalidad de la existen-
Volvamos a la pregunta central. Esa cualidad se le agrega con- i ¡a con sus relaciones y proyectos. A todo eso, a todo lo que en
cretamente ¿a qué? Aquí es donde adquiere importancia —para ••esto» vale y se mostrará intrínsecamente resistente (cf. 1 Cor
definir el «esto» de la primera carta-— uno de los pasajes más *, I 3-14) se le inyectará una vida cuyas propiedades por el mo-
humanos de la segunda carta a los Corintios (del que ha hecho caso mento, mientras dure la historia, permanecerán (casi) invisibles.
En efecto, Pablo da a entender que esa invisibilidad no es
14
Desgraciadamente la mayoría de las versiones bíblicas hacen de este
lenguaje, en gran parte icónico, una expresión digital y aun metafísica: " Algo así como el Jesús resucitado que nos presenta Juan conserva en
«Cuando este ser corruptible...» Biblia de Jerusalén (loe. cit.). mi propio cuerpo glorioso las heridas de los clavos y de la lanza...
15 17
Y es interesante notar que este revestimiento no es la imagen que Pa- Como no lo es en el pasaje clave del prólogo de Juan donde se afirma
blo usa cuando, argumentando contra los que negaban la posibilidad de una ln encarnación: «y el Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros»
resurrección corporal, más bien insiste en la sustitución de un cuerpo «natu- (Jn 1,14). Es decir, su existencia humana entera, a la que se refieren tanto
ral» por otro «espiritual» (cf. 1 Cor 15,35-44). «enrne» como «tienda», desde diferentes puntos de vista.
516 La cristología humanista de Pablo ha muerte vencida 517

total. Por eso termina el pasaje sobre el revestimiento de lo his- Las comunidades a las que Pablo se dirige están insertadas en
tórico por la vida, con estas palabras: «Y el que nos ha destinado una doble tradición. Por una parte, la suya propia —cristiana—,
a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el 'Espíritu» (1 Cor 5,5). por la que se transmiten mutuamente experiencias interpretadas
He aquí el modo cómo una experiencia, que no será científica e im- que las estructuran y les dan su atractivo y razón de ser en cuanto
parcialmente verificable (cf. Hch 2,13), pero que no deja de ser estructuras (premisas ontológicas y epistemológicas). Tal es el caso
una experiencia, aparece como apoyo razonable de la esperanza, de la resurrección de Jesús, o de la encarnación de Dios, o del
que deja así de ser un mero deseo para transformarse en una pre- envío del Hijo, con todos lo que ellas significan para la reflexión
misa estructuradora de la existencia. ile la Iglesia naciente. Por otra, aun en comunidades de origen
De esta manera y con esta concepción de la resurrección de mayoritariamente pagano, Pablo no se deshace nunca del marco
Jesús, Pablo termina de establecer el dato trascendente que domina de referencias de la tradición judía, reinterpretándola, por supuesto,
su cristología y con el que responde al planteamiento de la última aunque sin perspectiva histórica (ausente de la exégesis de enton-
parte del capítulo séptimo. ces), pero liberándola de su principal contenido opresor para que
su riqueza ilumine mejor el significado mismo de Jesús de Nazaret.
Pero el capítulo octavo no termina ahí. En una segunda parte Podríamos decir, a grandes rasgos, que los dos datos trascen-
—que hasta cierto punto invade la primera y se conecta con ella— dentes que refuerzan y garantizan el primero y central serían el
Pablo parece tocar diferentes temas cuya unión a primera vista no de la ¡iliación y el de la hermandad. Filiación con respecto a Dios,
es fácil de precisar. Es cierto, como dijimos, que en todos ellos hermandad con respecto a Jesús.
se percibe un tono de victoria, lo que permite suponer que Pablo Veamos el primero de ellos. Todo dato trascendente extrapola
ve en ellos un refuerzo de la respuesta que acaba de dar o, en otras experiencias. Pablo se refería a que el Espíritu que resucitó a Jesús
palabras, algo que añade fuerza, verosimilitud o racionalidad a la «moraba» en los cristianos (8,11). Los cristianos tenían en ese
solución que da a ese planteamiento con sabor a derrota que dejó Lspíritu presente garantizado el comienzo, las «arras» de la resu-
establecido el capítulo anterior. rrección (2 Cor 5,5).
Ahora bien: si tenemos en cuenta que la respuesta principal Ambas expresiones aluden a experiencias existenciales de las
se basó en la exposición del dato trascendente de una resurrección comunidades cristianas primitivas. Pablo continúa refiriéndose al
interpretada, como vimos, en relación con la historia, podemos contenido de dichas experiencias: «cuantos son guiados por el Es-
suponer que, de alguna manera, los temas que hemos ñamado de píritu de Dios son hijos de Dios» (8,14).
refuerzo versarán igualmente sobre la historia. No se trata de nada forense o mágico. La experiencia de ser
El lector preguntará tal vez cómo se refuerza un dato trascen- hijos se expresa en un contenido existencial muy claro, la libera-
dente. La respuesta no es difícil: mediante otros datos trascenden- ción de una relación con Dios en que impera el temor —con su
tes logrados por el mismo procedimiento que el primero y que sumisión a la contabilidad de la Ley— para pasar a otra de abso-
«encajan» racionalmente con él de tal manera que constituyen, luta confianza: «No recibisteis un espíritu de esclavitud para recaer
como hemos tenido ocasión de comprobar, una suerte de «rehenes». en el temor, sino un espíritu de filiación adoptiva con el que gri-
O todos perecen juntos o todos se salvan. Y, precisamente, la po- tamos: Abba, papá. El Espíritu mismo se une para testimoniar
sibilidad efectiva de traer a colación otros datos trascendentes a nuestro espíritu que somos hijos de Dios» (8,15-16).
y formar con ellos una trama razonable y fidedigna es lo que pro-
exponiendo la condición de la humanidad, de tal manera que la proclama-
porciona una tradición 18. ción de la obra salvífica de Dios se vuelve una cuestión sobre la que hay
que decidir (un planteamiento-decisión)... La unión de los creyentes en un
18
Bultmann se refiere a ello, desde su peculiar punto de vista y sin soma (cuerpo) con Cristo tiene ahora su base, no en que ellos participen de
sacar de ello todas las consecuencias fenomenológicas, cuando escribe: «El la misma sustancia sobrenatural, sino en el hecho de que, en la palabra de
(Pablo) —a diferencia de los tratados herméticos con sus enseñanzas cosmo- la proclamación, la muerte y resurrección de Cristo se convierte en una po-
lógicas iniciales— no comienza presentando el acontecimiento salvador, cuya sibilidad de existencia en relación con la cual hay que tomar una decisión»
credibilidad tendría que ser reconocida primero. En lugar de eso, comienza (op. cit., I, pp. 301-302).
528 La cristología humanista de Pablo
La muerte vencida 519
La paternidad universal de Dios no es, en sí misma y en tér-
minos generales, una novedad para la tradición bíblica veterotes- fórico y restringido, pero, aun así, real. Ahora bien: la realidad
tamentaria. Pero Pablo insiste en dos elementos que sí son nuevos que en el hombre-hijo puede asimilarse de alguna manera a la idea
y fundamentales (en los que reaparece, aunque sin ser nombrada, de «creación» es la libertad, entendida como lo hace Pablo, que
la fe como actitud decisiva). El primero es que la confianza espe- insiste básicamente en ella en toda su cristología 21.
cial 19 a la que aquí se alude y a la que están llamados los cristianos Pero ya vimos que no la entiende como una especie de péndulo
corresponde a la madurez del hijo y no a cualquier situación de entre el bien y el mal, sino como capacidad para llevar a cabo los
filiación. El texto que acabamos de citar está copiado —si no es a la proyectos que el yo u «hombre interior» decide realizar, proyectos
inversa, lo que poco importa— de otro (Gal 4,6) donde se compara que, por lo menos en esa fase primera en que surgen de la inte-
la actitud del hijo niño, sujeto a sus propios servidores e incons- rioridad personal, serán los de un colaborador en la «construcción»
o «cultivo» de Dios, términos que en Pablo equivalen a «reino
ciente de que «es dueño de todo» (Gal 4,lss), con la del hijo
de Dios» en los sinópticos, el plan de humanizar al hombre.
maduro m que recibe consciente y efectivamente su herencia (cf. Gal
4,7). Al hijo que siente no deber cosa alguna a nadie sino «al También aquí estamos frente a una realidad escatológica, pero
amor mutuo» (13,8), para el cual dispone de todo lo existente siempre de acuerdo con la manera precisa como Pablo concibe la
(cf. 1 Cor 3,21-22). escatología, como acciones históricas que, aunque parezcan errar
su objetivo y entrar en la corrupción y en la muerte, están cons-
Sin embargo, y aquí estamos frente al segundo elemento, esa
truyendo lo definitivo. Eso definitivo —que no se hará sin la li-
filiación, como experiencia espiritual, no es verificable, manifiesta bertad creadora de los hijos— tendrá al fin su manifestación o, lo
ni gloriosa. No es visible como la filiación «carnal» con respecto que es lo mismo, su plena visibilidad positiva, su gloria.
a Abrahán. Pablo coloca junto a «hijo» el término «heredero»,
Pablo, de acuerdo con su costumbre, inventa una nueva perso-
cosa que la exégesis corriente suele pasar por alto, como si se
nificación. Esta vez le toca a la creación entera, que aparece así
tratara de algo que no necesita aclaración. ¿Quién, cristiano o no,
«anhelando la manifestación de los hijos de Dios» (8,19). Si pre-
tiene experiencia de poder actuar como heredero del mundo, como guntamos por la característica que ha de ser manifestada (escato-
dueño de todo? lógicamente), ya que no es aún visible y genera la «expectativa
¿Qué puede significar en concreto ser heredero de Dios, a con- ansiosa» del universo, Pablo precisa que se trata de «la gloria
tinuación de Jesús (cuya vida histórica limitada hemos investiga- de la libertad de los hijos de Dios» (8,21). En efecto, para que
do), en el dominio del mundo? esta libertad, en su similitud con el Padre creador, pueda ser glo-
Padre e hijo tienen una relación de semejanza y continuidad. riosa, es decir, manifiesta, es menester que los proyectos que el
Y cuando se trata de Dios esta relación tiene que conectarse con un hombre quiso inscribir en el universo «sean liberados de la servi-
plan divino que comienza en la creación. El Padre es creador. dumbre de la corrupción» 72. Es decir, de acuerdo con el análisis
El hijo y heredero no puede ser creador sino en un sentido meta-
21
La madurez se manifiesta en la fe (Gal 3,23-25), es decir, en la actitud
19 de Abrahán que no por casualidad lo hace «heredero del mundo» (4,13).
«No se requiere nada más de nosotros, sino gritar al único verdadero Véase a este respecto el capítulo siguiente.
Dios: Abba, Padre, con total sinceridad y seriedad. Que esto incluye nece- 22
Cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre la autoría directa
sariamente procurar con todo nuestro corazón ser, pensar, decir y hacer lo de la carta a los Efesios, no se niega, por lo general, en ella, la influencia
que a él le place y descartar lo que no le place, es ocioso decirlo. En el cum- paulina. Pues bien, aunque corresponda a una etapa posterior de su cristo-
plimiento de esta obra de obediencia se cumple 'el justo precepto de la ley' logía (cf. supra, Introducción a la segunda parte), esta idea de que la creación
(cf. 5,4) y se establece la santa ley de Dios» (ICC 2,401-402). Sólo notamos entera —los cielos, es decir, probablemente la creación angélica, y la tierra—
que el «se incluye» se refiere a una conclusión moral, exhortativa. El co- espera su sentido único y definitivo, y que «el designio benévolo» de Dios es
mentarista no parece ver allí una situación antropológica distinta. ciárselo «recapitulándola» (cf. supra, pp. 489ss) en Cristo (Ef 1,9-10), aparece
20
El vocabulario filiación-paternidad, e incluso el distintivo «Abba» claramente como algo que debe tener lugar en «la plenitud de los tiempos»
(papá) para dirigirse al Padre, pertenecen ya al vocabulario de Jesús. Pablo (Ef 1,10). Pero esta «plenitud de los tiempos», coincidente con la madurez
no inventó esa actitud de madurez filial con respecto a Dios, pero la des- y la libertad del hombre, se supone ya actual (aunque no manifestada glo-
arrolló y llevó a consecuencias a las que no llegan aún los sinópticos. riosamente) en Gal 4,3-4.
520 La cristología humanista de Pablo La muerte vencida 521

realizado en el capítulo anterior, sean liberados de la Muerte (co- Hasta ese punto llega en Pablo lo definitivo del «sinergismo»
rrupción) y, consiguientemente, del Pecado y de la ley, de todos propio de los hijos, la necesidad de su cooperación creadora. Poco
los mecanismos que los alienan y los obligan a servir a otros pro- importa la forma mítica o poética en que este dato fundamental
pósitos. se expresa. Lo cierto es que «la creación fue sometida a la inuti-
Pero lo razonable de este dato trascendente —los hombres se lidad, no por su propia voluntad, sino a causa de quien la some-
revelarán hijos y herederos del Dios creador— reside en su co- lió24 con la esperanza de que también la creación misma sería
nexión lógica con la extrapolación de una experiencia existencial, liberada de la esclavitud de la corrupción para pasar a la libertad
común en el ámbito de la familia, de la amistad y del amor. Es de la gloria (propia) de los hijos de Dios» (8,20-21).
aquí donde aparece el rehén. Si el dato trascendente de que aca- Tenemos, pues, un extraño rehén de la resurrección de nuestros
bamos de hablar fuera falso, Dios perdería la única paternidad que proyectos de amor y humanización: «los sufrimientos en la opor-
puede tener sobre todos los hombres. i unidad actual» (8,18). Dios mismo habría creado en vano un
En efecto, un verdadero amor personal se caracterizará siem- mundo (que no lo honra directamente), si el hombre no hiciera
pre por dar importancia decisiva a la libertad del ser amado. Por de ese dolor, sentido y resorte de su libertad. De lo que puede
hacer depender de sus decisiones libres nuestra propia realización loilavía ser llamado «creación» en un mundo ya creado: la apari-
y felicidad. Pero esto, a su vez, supone dos cosas. La primera, que ción de un nuevo ser, la construcción del hermano, el «parto» que
dejamos a su libertad algo inconcluso y decisivo. La segunda, que da sentido al dolor. Si la libertad del hombre no llegara alguna
asumimos como mejor para él y para nosotros el riesgo, el dolor vez a poner el sello de su intención, personal y única, en sus rea-
que supone lo inconcluso, dependiendo honradamente de sus de- lizaciones, Dios mismo habría fracasado.
cisiones. Algo concluido no puede ser decisivo, como tampoco lo Pero hay aquí algo más, si nos atenemos a la lógica del argu-
puede ser algo indoloro o indiferente. El mejor de los mundos mento de Pablo. Este parece no pretender otra cosa que mostrar
posibles significaría la pérdida total de sentido y valor para nuestras romo vale la pena «incomparablemente» pasar por esa aparente
existencias s . derrota y muerte de nuestros proyectos «en relación con la gloria
Pues bien, nuestro «rehén» es la suerte de la creación entera lutura que se va a revelar en nosotros» (8,18).
de Dios. Eso significa ser «heredero» no de algo adquirido, sino Sin embargo, esto implica algo que ya hemos visto en otros
de algo inmensamente valioso, por hacer. Y que la creación esté pasajes de esta carta y de sus contemporáneas: el redescubrimien-
aún «por hacer» lo gritan sus «dolores de parto» (8,22). Si tienen, io del tema —si no del término— del reino de Dios realizándose
pues, que manifestarse los hijos de Dios en la gloria de su libertad
es porque, de lo contrario, todos los mecanismos del universo 24
Los exegetas discuten acerca de la identidad de ése que «sometió la
creado seguirían girando hacia la inutilidad. creación a la inutilidad». Cualquiera de las respuestas que pueden y suelen
23 durse —Dios, Satanás, Adán (o el hombre)— conviene a nuestro propósito.
La idea de una creación incompleta, condenada por el momento a la Pitra algunos, en efecto, ese sujeto es Dios mismo y, con ello, tendríamos
inutilidad, no buena en sí misma, parece ser original de Pablo (a quien mu- lógica y directamente sentada nuestra tesis. Para otros se trataría de Sata-
chas veces se supone afín a los estoicos). La idea de que la creación o la nás o de Adán, en todo caso del Pecado en cuanto poder esclavizador, ha-
naturaleza representa el bien, mientras que sólo en la libertad del hombre ciendo irrupción en el plan de Dios, desbaratando, por así decirlo, su pri-
reside la posibilidad del mal, domina el Medievo «cristiano». En Las moscas, mer designio y obligándolo, en su misericordia, a buscar por otros medios
Jean-Paul Sartre hace que Júpiter (imagen tomista de Dios) responda así a ivcncaminarlo. En este caso, la esperanza, de que habla Pablo, no sería ya
Orestes, después de que éste ha matado a Clitemnestra y a Egisto: «...El la de Dios, sino la que, a pesar de todo, guarda la creación (personificada)
mundo es bueno, lo he creado según mi voluntad y yo soy el bien. Pero tú, niin en su sometimiento. En este caso convendría, en la versión castellana,
tú has hecho el mal y las cosas te acusan con sus voces petrificadas. El bien colocar una coma entre «sometió» y «con la esperanza», ya que habría di-
está en todas partes... tu cuerpo mismo te traiciona pues se acomoda a mis ícrencia de sujetos. Nótese, no obstante, que, aun en este caso, Dios habría
prescripciones. El bien está en ti, fuera de ti... él es el que permite el éxito dejado su creación pendiente de la decisión humana, ya que el mismo Sa-
de tu mala empresa... Y ese mal del que estás tan orgulloso, ¿qué es sino linas es incapaz de someterla a la inutilidad sin la decisión libre del hom-
un reflejo del ser, una senda extraviada, una imagen engañosa cuya misma bre. Lo cual se ve también en el hecho de que sólo la manifestación glo-
existencia está sostenida por el bien?... Vuelve, hijo mío...». riosa de la libertad de «los hijos de Dios» devuelva a la creación su utilidad.
522 La cristología humanista de Pablo ha muerte vencida 523
en su dimensión histórica. Se ha pretendido oponer importancia comenzando por la mente divina y terminando en la manifestación
histórica a escatología. Es, para no citar más que un ejemplo, el de la realidad escatológica: «A aquellos a quienes conoció de ante-
argumento de Marx contra la religión en general y el cristianismo mano, también los destinó de antemano a reflejar la imagen de su
en particular. Ya hemos estudiado este problema en lo referente hijo... y a los que destinó de antemano, también los llamó, y a
al Jesús histórico. los que llamó, también los declaró justos, y a los que declaró
Pero el cambio de clave en Pablo —lo antropológico, por justos, también los glorificó» (8,29-30).
lo menos en apariencia, es menos histórico— nos replantea el Las etapas son, pues, suficientemente claras en sí mismas. La
problema. Pues bien, la respuesta escatológica de Pablo al plan- primera consiste en estar incluido en el proyecto divino. A este
teamiento del capítulo séptimo contiene una revalorización de lo proyecto sigue su realización histórica mediante una «vocación».
histórico. Se trata precisamente del único tipo de escatología que Si se responde afirmativamente a ella, llega la declaración de jus-
puede respaldar el compromiso con los problemas de la causalidad ticia en el tiempo presente **, y luego, la manifestación o gloria
y de la eficacia en el tiempo. Y ello porque la escatología no es ilc esa justicia (todavía encubierta) en la realidad escatológica.
para él la supresión o sustitución de la libertad humana, sino su Pero hay dos cuestiones que merecen consideración. La pri-
manifestación. mera se refiere a cuál es, con exactitud, ese proyecto divino de que
Se dirá que si esa manifestación fuera simultánea a la acción «r habla. La segunda concierne a quiénes engloba en su realización.
histórica, se vería aún más la importancia de ésta. Pero no es así, La respuesta al planteamiento inicial nos llevaría de nuevo,
por lo menos en el plano de la lógica. Si la entropía universal —la ii primera vista, al tema de la filiación. En efecto, se trata de hacer
tendencia mayoritaria a la degradación y corrupción— no parecie- hombres que «reflejen la imagen del Hijo», lo que equivaldría a
ra entregar a la desviación y a la muerte los proyectos humaniza- decir, hombres que se comporten como él y, por tanto, como hijos
dores del hombre, éste, a medida que transcurriera la historia, se ii NU vez. Y volveríamos, así, al tema del «heredero» de la creación,
iría encontrando con problemas cada vez más intrascendentes y dueño de un universo que Dios ha dejado, incompleto, en sus ma-
superficiales. La creación se iría irguíendo y completando a ex- nos para que imprima en él proyectos creadores, libres y origi-
pensas del significado del hombre y de la decisoriedad de su nales.
historia. No cabe duda de que los dos proyectos no constituyen, en el
¿Estará este pensamiento presente, de modo más o menos Iniulo, más que uno. Pero Pablo insiste aquí en la fraternidad,
consciente, en Pablo? No lo sabemos. Pero ciertamente es una rn la comunidad de hermanos. Probablemente, así como en el
pieza que forma parte de ese dato trascendente relativo a la filia- pusuje de la filiación coloca al hombre frente a su dimensión his-
ción creadora, de la que depende el sentido y la «utilidad» del tórica, en el de la hermandad lo enfrenta a su dimensión social.
universo. Por cierto, no hemos de engañarnos. Pablo no manifiesta ni
El segundo dato, complementario del de la resurrección, era, remotamente la misma sensibilidad que Jesús de Nazaret ante la
como lo recordará el lector, el de la hermandad (universal). injusticia y la opresión encarnadas en las estructuras sociopolíticas.
Pablo se refiere a un plan o «propósito» (8,28) divino, en ín- Se ni por defecto o por estrategia, pero ello es así.
tima relación con el de la filiación: hacer a los hombres verda- Sin embargo, y en el plano antropológico que es el suyo, hemos
deros hermanos de Jesús. Y al decir «verdaderos» nos referimos VÍNIO aparecer y reaparecer muchas veces un tema que, desde aquel
a que no se trata de una relación meramente legal, sino de hacerlos pimío, toca lo social. Se trata del peligro de toda «religión» —que
a todos «conformes a la imagen de su hijo». Así, independiente-
mente de la flecha del tiempo, el que fue formado primero, el
" Hultmann insiste, y con mucha razón, en que Pablo ve la justifica-
modelo, será «el primogénito entre muchos hermanos» (8,29), es i'lrtn o «declaración de justicia» como ya presente (cf. op. cit., I, pp. 274ss).
decir, según el uso bíblico, entre todos los hermanos (hombres). Srtlo que ese presente se vuelve fácil, demasiado fácil, cuando se hace de la
Este plan o propósito se ve como ya desarrollado entre todos |ii»lií¡i nción un acontecimiento (mítico) forense (cf. ib'id., p. 276). ¿En qué
«los que aman a Dios» (8,28), pero siguiendo sus etapas lógicas, tliifilii ese acontecimiento cuando, desmitologizado, se le vuelve a la dimen-
«Irin milropológica en que se mueve Pablo?
524 La cristología humanista de Pablo
La muerte vencida 525
usa instrumentos supuestamente «sagrados» —de marginar seres
humanos en nombre de la Divinidad. pregunta, es decir, a quiénes engloba ese plan de hermandad en
Hemos visto, en efecto, cómo Pablo establece el principio torno a Cristo como primogénito de la totalidad de hermanos,
—paradójico para una religión que quiera competir y tener, por hallamos dos respuestas posibles 2! .
tanto, sus propias ventajas y límites— de que «Dios no da venta- Una es que Pablo, prescindiendo aquí de la cuestión del con-
jas a nadie» (2,11). De ahí la manifiesta preferencia de Pablo por tenido, por así decirlo, cuantitativo de ese plan, esboza sólo las
la situación del hombre en la primera etapa cuando Dios juzgaba etapas de su realización. De hecho, nada se opone en el texto a
a todos los hombres según idéntico criterio. De ahí también la que, ante una nueva pregunta sobre ese contenido humano cuan-
acusación que dirige específicamente al judaismo en su interpre- titativo, se responda que el plan de Dios comprende a toda la
tación de la Ley. De ahí asimismo la vuelta, con la fe, al criterio humanidad. El «quiénes» de todas las frases puede abrazar a
único y universal. todos.
Más aún, esa básica unidad de los hombres ante Dios es, para Más aún, tenemos elementos importantes para acercarnos a
Pablo, un resultado pleno de consecuencias concretas. Se trata esa posición. Una de las etapas de ese plan divino es la de «ser
de abolir todos los criterios más o menos religiosos que propor- declarados justos» (8,30). Ahora bien, sabemos que en la victoria
cionen a unos hombres pretexto para encaramarse por encima de (desproporcionada) de Jesús sobre Adán, «la multitud —es decir,
otros. Todas las cartas de esta época testimonian el mismo interés la totalidad— será hecha justa» (5,19; cf. 5,16-18). Por tanto,
de Pablo en este dominio. La fórmula de Gálatas: «ya no hay quienes fueron «pre-destinados» a ser declarados justos son, cuan-
judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que titativamente hablando, todos los hijos de Adán.
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28; cf. también También sabemos que, gracias a una actitud de fe que no
Rom 10,12; 1 Cor 12,13; y asimismo Col 3,11) constituye un puede identificarse formalmente con la fe en Jesucristo, Abrahán
punto central en la cristología de Pablo. «fue declarado justo» y padre de todos los creyentes, tanto cir-
cuncisos como incircuncisos, lo que, otra vez, sugiere una univer-
Constituye, además, un punto crítico. Porque el aceptarlo de-
salidad total. Ahora bien, si debemos suponer que Abrahán se
pende de la fe que renuncia a toda seguridad y privilegio. Y el
introduce en ese plan, ¿qué principio puede usar Pablo para res-
rechazarlo significa lo contrario de la fe, es decir, el gloriarse (cf.
tringir la entrada de cualquier otro hombre, por poco que su
2,3) en algo que parece divino, pero que es sólo humano (cf. Gal
actitud sea semejante a la de Abrahán?
6,13; 1 Cor 3,21; cf. asimismo 2 Cor, passim) 26. Y tan crítico
es que, aun aceptando la abolición de la Ley en cuanto privilegio Por tanto, si paganos anteriores a Jesús y, por otro lado,
y separación, los elementos o instrumentos humanos de la misma según otro pasaje, todos los hijos de Adán, entran en una de las
fe cristiana hecha comunidad con rasgos propios son casi automá- etapas, la decisiva, de la declaración de justicia, podemos sentar
ticamente erigidos de nuevo en pretexto de separación, discordia la hipótesis de que toda la humanidad entra en el proyecto total
y privilegio. Y, para que se vea hasta qué punto ello es humano, sobre la hermandad en torno al primogénito Jesús. Aunque quizá
Pablo tiene que comprobarlo y atacarlo nada menos que en una todos no hayan pasado por todas las etapas. Y esto nos lleva a la
Iglesia fundada por él, y de origen pagano, como es la de Corinto segunda posibilidad.
(cf. 1 Cor 1,10-11; 3,3-4). 27
Desechamos la tercera, la que pasó a la teología con el nombre tris-
Comprobamos así que sería totalmente falso decir que Pablo temente célebre de teoría de la predestinación, según la cual, Dios, en su
no es consciente del posible y probable uso de la religión como preciencia, destinaría voluntariamente unos hombres a existir para ser decla-
ideología para la explotación del hombre por el hombre. rados justos y, por tanto, salvos, y a otros, en cambio, a existir para ser
Si, con esta constatación fundamental, pasamos a la segunda declarados culpables y, por lo mismo, condenados. Por más sustento especu-
lativo que pueda tener tal teoría (conocimiento intemporal por parte de Dios
de lo que ocurre en el tiempo y decisiones correspondientes), nada la jus-
26
Convirtiendo así los elementos humanos necesariamente asociados a tifica como exégesis de Pablo, ni siquiera virtual. Toda la cristología de éste
la fe cristiana en un sistema de eficacia (ideología) religiosa. se opone, a veces explícita, a veces implícitamente, a semejante concepción,
como creemos haberlo mostrado (por ejemplo con respecto a 5,6-9).
526 La cristología humanista de Pablo La muerte vencida 527
La otra respuesta posible, es decir, la otra hipótesis, es que, Resumiendo: la hipótesis de que, con el proceso global del
si bien todos los hombres se introducen en ese proceso entrando plan de hermandad, Pablo se refiera de manera específica (no
en una de sus etapas, éste, en su globalidad, se da en los miembros exclusiva) a los cristianos, en el sentido de que sólo ellos llegan
de la comunidad cristiana. hasta la última etapa en su experiencia presente, nos parece la más
En este sentido es interesante observar que todos los pasajes verosímil.
mencionados anteriormente sobre que ya no hay barreras (espe- Y esto nos lleva, una vez más, a escudriñar qué experiencia
cialmente religiosas) entre los hombres, son pasajes en que Pablo humana, extrapolada más allá de los límites de lo verificable, fun-
se dirige directa y explícitamente a la comunidad cristiana. Así, damenta el dato trascendente. Que, en este caso, es el proyecto
en Gálatas, el pasaje va precedido de la mención «todos los bauti- divino de la hermandad universal.
zados en Cristo...» (Gal 3,27); y en la primera, a Corintios, por A nuestro juicio, esa experiencia en Pablo es la hermandad
«...en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados para...» visible de la comunidad cristiana, superando todo lo que divide
(1 Cor 12,13). En Romanos, el pasaje es precedido por una decla- a los hombres y, sobre todo, lo que, en esa división, se le atribuye
ración significativa que, de acuerdo a algunos exegetas, no sería a Dios. En otras palabras, se trata de una extrapolación de lo que
de Pablo mismo, sino una fórmula de fe usada por las comunidades se vive en la Iglesia. O, por lo menos, de lo que se practica en las
cristianas28: «Si confiesas con la boca que Jesús es Señor y crees Iglesias de origen paulino.
en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás No es, por cierto, una empresa fácil hacer que una comunidad
salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia y con particular refleje significativamente la hermandad universal en un
la boca se confiesa para conseguir la salvación» (10,9-10). inundo dividido.
Hay otro argumento de tipo gramatical: el aoristo (tiempo Por lo pronto, la caída de esas barreras debe ser vivida plena-
pasado, en griego, pero correspondiente a una acción ya ocurrida), mente30 dentro de la comunidad. El cristiano de origen pagano
con que se afirma, de los que están comprendidos en ese plan, que debe ser tratado con los mismos derechos que el de origen judío.
Dios «los glorificó» (8,30). Aunque hay exegetas que entienden Y sobre esto versa, en realidad, toda la carta a los Romanos 31. El
que ese pasado no es en realidad un pasado, sino la certidumbre esclavo debe ser tratado como el hombre libre (cf. Flm 16) y,
que lleva consigo «el propósito ya hecho de Dios» ** del futuro siendo «liberto del Señor» (1 Cor 7,21), ha de aprovechar su
escatológico, lo más verosímil es que ese pasado se refiera a algo nueva condición, aunque ésta no exceda los límites de la comuni-
ya ocurrido. Y ¿dónde puede haber resplandecido ya esa gloría dad. Igualmente, y por más que lo separen importantes diferen-
de los que han sido declarados justos (no por la Ley)? Obviamente, cias de opinión con la Iglesia de Jerusalén, Pablo toma como algo
en la glorificación de Jesús resucitado. Lo que se experimenta en i central de su ministerio hacer que las Iglesias fundadas por él
la resurrección vuelve pasado, en cierta manera, algo que ya se ha participen de sus bienes a la Iglesia madre (cf. 2 Cor 8-9).
atisbado en su realidad básica. Pablo pretende además que la comunidad cristiana renuncie a
juicios apresurados y permanezca como lugar abierto donde con-
28
Este es uno de los raros textos de Pablo que apuntarían a una decla- vivan y maduren los que son aún débiles en la fe (cf. 14,1-15,2)
ración de justicia de tipo mágico (y que Abrahán, por ejemplo, no hubiera junto a los fuertes que han comprendido la relación entre la fe
podido obtener). No parece concordar con el pensamiento global de Pablo y la libertad cristiana. Y pretende que toda esta significación de
y con la hondura de su antropología. Coincidimos con muchos exegetas
—Bultmann, por ejemplo (cf. op. cit., I, pp. 81 y 125)— en que la forma 30
Parecería, no obstante, que, aun dentro de la comunidad cristiana, Pa-
literaria misma de la frase hace pensar que Pablo cita aquí una especie de blo no logra superar las barreras sociales que marginan a la mujer (cf. 1
«credo» o fórmula de fe que no procede de él, sino que ya la encuentra Cor 14,34; ll,3ss). He aquí un ejemplo de las limitaciones ideológicas de
en uso en la Iglesia. Por otra parte y en apoyo de lo mismo, esta fórmula toda fe.
estaría mucho más de acuerdo con la concepción religioso-apocalíptica de la 31
De ahí que, aunque la circuncisión no constituya nada malo, Pablo la
resurrección de Jesús que observamos en la primera Iglesia de Jerusalén desaconseje a los Corintios (cf. 1 Cor 7,18-19) y se la proscriba a los Gálatas
(cf, Hch 2,38 y supra, parte I, anexo II, pp. 279ss). (cf. Gal 5,2-4) en cuanto signo de que se sigue esperando la justicia de «las
29
M. Zerwick, op. cit., p. 349. obras de la Ley».
528 La cristología humanista de Pablo
ha muerte vencida 529
fraternidad sea vivida en medio de los hombres, no en el desierto,
por más riesgos que esta convivencia pueda implicar en los débiles característica general de este capítulo octavo en cuanto respuesta
(cf. 1 Cor 5,9-13). al planteamiento hecho en la segunda mitad del séptimo.
En cambio, no piensa que la universalidad significativa pueda Esa característica es una aparente laguna en lo que podríamos
ser eficaz si no se excluye drásticamente de la comunidad todo llamar la curiosidad de Pablo. Ya hemos visto que, en ciertos pro-
aquello que la hace incompatible con su función de construir una blemas, el planteamiento que hace está hecho explícitamente en
humanidad madura en el amor. De ahí su severidad —que llega a nombre del «hombre» sin más (cf. 2,6-16; 5,6-10, etc.). En otros
la exclusión— con quienes pueden hacer odioso el nombre de casos, en nombre de un «yo», «hombre viejo», «hombre inte-
«hermano» (1 Cor 5,11) y reeditar el pecado del judaismo de rior», etc., expresiones todas que aluden, aunque menos explícita-
hacer «blasfemar el nombre de Dios». Igual severidad muestra mente, al hombre en toda su generalidad. Finalmente, la clave
contra todos aquellos que, dentro de la comunidad cristiana, mar- antropológica que usa de modo tan claro a lo largo de esos capí-
ginan a otros a causa de su pobreza, y ello cuando la comunidad lulos hace que sus planteamientos deban ser referidos a los hom-
está recordando la muerte del Señor (cf. 1 Cor 11,19-22.27-32). bres de todas las épocas y de todos los credos.
O contra todos los que marginan en nombre de una particularidad Pero si esto es verdadero de los planteamientos, no lo es de las
religiosa« carnal», como es la circuncisión (cf. Gal 1,8-9; 5,12). soluciones. Estas, con la dudosa excepción de Abrahán, están dadas
He aquí el segundo rehén. La obra maestra de una Iglesia al desde el ahora cristiano. Y se podría pensar que no engloban sino
servicio de la hermandad universal centrada en el primogénito sólo a los situados en ese ahora. Cabe, por tanto, la pregunta:
Jesús, fallaría, quedaría sin sentido y desaparecería en la nada de ¿cómo puede un problema, si es verdaderamente antropológico,
su inutilidad, si a todos los hombres, a lo largo de la historia, no ser resuelto en el mismo plano —es decir, para todos los hom-
les diera Dios, de una u otra manera, la dignidad y la función bres— en una época dada o a partir de ella?
de «hermano». Aunque esto sea vivido con particular claridad y De ahí que al leer a Pablo surja espontáneamente en el lector
garantías en la Iglesia, también aquí se trata de un dato trascen- la tentación de entender que, cualquiera que haya sido la suerte
dente que afecta a todos los hombres en su calidad de tales. de los hombres anteriores a Cristo, una vez que toda la humanidad
Así, ante estos datos trascendentes, comprendemos cómo han se haya hecho cristiana, el problema de la condición humana que-
perdido todo poder intrínseco decisivo, aunque no lo hayan per- dará resuelto para todos. Como si no existieran los anteriores.
dido extrínseca y visiblemente, todos los elementos que compo- O como si Pablo no pensara que muchos de sus contemporáneos
nían la «ley de los miembros» y que separaban la obra del hombre y del futuro irían a rechazar la fe o la comunidad cristiana por
de su intención de amar: «Aflicción, angustia, persecución, ham- razones valederas, o —sin culpa— por razones erróneas, o por
bre, desnudez, peligros, espada...» (8,35). Todos los objetos de simple carencia de información.
temor, que nos desvían por caminos de seguridad y facilidad, han Hay exegetas que no dudan en atribuir esta «despreocupación»
sido vencidos en su raíz. Y esto, por más que los instalemos ile Pablo a una posición —inconsciente o consciente, y, en este
—religiosamente— por encima del hombre llamándolos con esos último caso, profunda o superficial —según la cual todo ese sistema
nombres altisonantes que apuntan a realidades sobrehumanas: gratuito y salvador para la declaración de justicia que desarrolla
muerte, vida, ángeles, principados, lo presente, lo futuro, poderes, en estos capítulos comenzaría a actuar con Jesucristo. Y sólo
altura, profundidad... (cf. 8,38-39). desde entonces se aplicaría —de manera normal— a los que creen
en Jesucristo. Tal vez con alguna excepción semejante a la que,
•¥ * *
en el pasado, significó el caso de Abrahán.
Antes de poner punto final, con el capítulo octavo, a este aná- Si el pensamiento profundo e inconsciente de Pablo fuera ése,
lisis de la cristología contenida en los ocho primeros capítulos de nuestra exégesis de estos capítulos sería, por cierto, errónea. El
Romanos —y de intentar, en el capítulo siguiente, una recapitula- lector debe haber percibido, en efecto, que con frecuencia acudía-
ción de los resultados obtenidos—, conviene atender a una última mos a la lógica interna, que es otra manera de mencionar un pen-
samiento que, sin ser explícito, debe ser profundo e inconsciente.
530 La cris tolo gia humanista de Pablo La muerte vencida 531
Sí hemos, pues, usado esa lógica para colocar en su lugar las piezas Pues bien, si le hiciéramos a Pablo esa pregunta, tomando
del mosaico y luego se revela que el pensamiento profundo de lodas estas precauciones, es posible que su respuesta fuera un no
Pablo sigue otro camino, nuestra exégesis no puede menos que ser (cf. Hch 2,47; 4,12; 16,30-31; 1 Cor 1,18-21)33. Y, en este caso,
errónea. estaríamos dentro de la alternativa de saber si ese no sería o no
Porque es verdad que el mismo Pablo no llega a colocar algu- coherente con un examen más profundo de la pregunta. En ese
nas piezas en ese mosaico. Y una de las que no coloca es precisa- caso, Pablo mismo podría descubrir que la única respuesta apro-
mente la que ahora examinamos: cómo actúa la fe o cómo se rea- piada no sería el no, sino el sí.
liza y en quiénes la declaración de justicia que parte de Dios. En En lo que a nosotros respecta, no creemos que Pablo hubiera
otras palabras, qué sucede con el principio de Pablo en relación respondido con un simple no, aun a ese nivel superficial de una
a la multitud de los que no tuvieron, no tienen o no tendrán pregunta hecha de improviso. Por lo menos no lo creemos del
relación alguna histórica con Jesús de Nazaret y aun ignorarán su momento en que escribe la carta a los Romanos. No nos parece
existencia. verosímil, en efecto, que Pablo no asociara inmediatamente la
Podríamos ensayar otro medio de exploración distinto de la pregunta con datos tan cercanos y centrales de su pensamiento
lógica interna. O, por lo menos, no comenzar, sino terminar con como, por ejemplo, el paralelismo entre Adán y Jesús, donde se
ella. Suponiendo que Pablo tiene una respuesta consciente para explica la victoria del segundo en un plano de extensión coexten-
ese planteamiento, podríamos imaginar que le hacemos una entre- ivo a la humanidad entera.
vista y le preguntamos directamente acerca de si piensa que po- Sea de ello lo que fuere, lo importante, en el caso de una
drían salvarse los que, en su tiempo, rehusaban adherirse a la fe respuesta de ese tipo, no es tanto si el pensamiento espontáneo de
cristiana y formar parte de la comunidad correspondiente s . l'ablo se habría inclinado por el sí o por el no en lo que toca a la
Debemos, con todo, ser cautelosos. Cuando hacemos a una posibilidad de una declaración de justicia y de una salvación para
persona, que tiene sobre diferentes aspectos una concepción global los hombres no relacionados con Jesús. Decíamos que nadie tiene
determinada, una pregunta específica y recibimos de él una res- respuestas espontáneas coherentes a cualquier tipo de preguntas
puesta igualmente específica, tendríamos que tratar de determinar repentinas, aunque lógicamente estén ligadas a puntos importantes
si se ha planteado seriamente la pregunta en cuestión. Y si sos- <!e su pensamiento. Necesita reflexión para conectarlas con ellas.
pechamos que hemos obtenido una respuesta sobre un problema I ,o que sí importa es determinar cuál hubiera sido la respuesta de
que no se ha planteado específicamente, existe la posibilidad de l'ablo de haberse planteado el problema al mismo nivel de profun-
que una tal pregunta obtenga una respuesta desconectada del didad que otros, ya examinados.
sistema y determinada por elementos circunstanciales de superficie. Y, a ese nivel, debemos decir que ni el simple sí ni el simple
Es decir, sin tomarse el trabajo nuestro interlocutor de comprobar no nos satisfacen cabalmente. Una vuelta a la lógica interna de
si su opinión encaja o no con otros datos más determinantes y l'ablo (desde su pensamiento consciente) parece exigir una res-
profundos. puesta más compleja.
32
K. Rahner, en un pasaje de su obra Misión y gracia, se hace esta pre- Cuando se habla de planes de Dios, hay que tener en cuenta
gunta, en el mismo contexto que aquí proponemos y responde o, mejor, hace que el género literario mítico —como el onírico— no está sub-
responder a Pablo, con la negativa, aun explicando que esa negativa espon- ordinado al orden temporal 34 . Tomemos como ejemplo (aunque
tánea no valdría hoy. Nosotros, sin embargo, no estaríamos tan seguros en
cuanto a esa presunta negativa —irreflexiva— de Pablo. He aquí el pasaje 33
Podría actuar en favor de ello algo sociológicamente probable, aunque
de Rahner: «No es posible ya a los cristianos que viven en el siglo actual circunstancial: el período de la rápida expansión de la comunidad cristiana
de la historia de la Iglesia, compartir sobre la salvación de los no cristianos primitiva, especialmente en el mundo pagano, así como la primera invasión
las ideas pesimistas que San Pablo podía tener dentro de la óptica religiosa de una cristología «desde arriba», con todo el conjunto de ideas tales como
de su tiempo... En el pensamiento de Pablo, los hombres que no llegaban expiación, redención, reconciliación, etc., asociadas cronológica y causalmen-
al bautismo estaban perdidos. Es verdad que Pablo no ha enunciado ningún ic con la muerte de Jesús de Nazaret «por nuestros pecados».
dogma sobre este punto. Pero en la práctica era para él una evidencia» 34
El mito suele definir lo original refiriéndolo a algo ocurrido o que
(K. Rahner, Mission et grace, Mame. Tours 1962, I, pp. 214ss). está ocurriendo después. El antes mítico no es un antes temporal: es el ele-
La muerte vencida 533
532 La cristología humanista de Pablo
del hombre desde Adán, y hacia el futuro, para ser meta vivifica-
no sea el único: cf. Col 1,15) los dos planes que se atribuyen a dora de toda la humanidad (cf. 5,15-17; 1 Cor 15,21-22).
Dios en el capítulo octavo de Romanos. Ambos, de alguna manera, ¿Por qué, entonces, asociar lo que comprende a la humanidad
presentan a Jesús como el modelo o molde según el cual serán entera con la fe y el bautismo cristianos? Porque en el proceso
hechos los otros «hijos» o los otros «hermanos» (cf. 8,14.17.29)- que sigue el plan de Dios llega un momento en el que el plan, que
Si siguiéramos un orden temporal, ese molde o modelo sólo ya ha estado actuando eficazmente basándose en el empuje ingenuo
podría haber comenzado a producir «hijos» o «hermanos» a partir ile la esperanza, de la buena fe y del amor del hombre, se revela,
de la época de Jesús. Los modelados suceden al molde. Con lo i-n cuanto plan, con toda su magnitud. Si Jesús define así el signi-
cual los análisis antropológicos de Pablo dejarían de ser antropo- íicado del hombre de todos los tiempos, esa definición se vuelve
lógicos, ya que existiría una especie humana con ciertos caracteres aparente y garantizada a partir de las experiencias de su resurrec-
constitutivos antes, y otra con caracteres diferentes después. Pero ción, iluminadas por su tradición, su vida, su mensaje, su lucha
eso sería lo de menos. El mismo texto nos sugiere qué modelo v su muerte .
o molde se refieren a la «imagen» (8,29) que Dios toma para La diferencia entre el antes y el ahora es grande. Y, de alguna
formar al hombre desde el comienzo. Jesús es llamado «primogé-
manera, no puede dejar de visualizarse en la conducta de quienes
nito de muchos (todos) hermanos», y aunque esto, en rigor, podría
(icen en ese dato trascendente. No pueden éstos, lógicamente,
valer de los hombres a partir de la existencia histórica de Jesús,
.ictuar lo mismo que si no incorporaran en su actuación el dato
ya hemos visto que esa primogenitura implica la «declaración de
justicia», que, de acuerdo con Pablo, comienza a ser recibida siglos 11 ascendente que forma parte de su fe. Pero no se trata de un
antes del nacimiento o de la muerte de Jesús (cf. 4,5,11-12). Jesús . .imbio antropológico. El hombre no se vuelve justo por ello ni
es el molde según el cual fue hecho Abrahán. <• le facilita el bien. Como con todo conocimiento significativo,
MI actuación adquiere modalidades y responsabilidades nuevas.
Hablando de la filiación, escribe Pablo que «cuantos son guia-
(lonocer el plan de Dios debe servir para iluminar y facilitar su
dos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (8,14). Es cierto
rontinuidad en la humanización histórica del hombre 36 .
que alguien podría pensar que ese Espíritu comienza a guiar hom-
Una vez más, no pretendemos que Pablo haya pensado cons-
bres sólo a partir de la época de Jesús. Pero ello no es verosímil.
Aunque haya, también aquí, una implícita referencia a Abrahán, ciente y explícitamente todo esto. Pero sí la mayoría de esto.
el plural indica que son o fueron muchos quienes han experimen- Pretendemos que, de haberle hecho la pregunta de marras, y de
tado esa guía. Ahora bien, Pablo es el menos indicado para des- haber él examinado a la luz de su propia cristología la respuesta
conocer u olvidar a todos los personajes bíblicos «guiados por el apropiada, sólo podría haber dado una, muy superior, por su-
Espíritu» y anteriores a Jesús. Señal de que el modelo o el molde puesto, pero parecida a ésta.
funcionó igualmente de Jesús hacia el pasado.
35
De la misma manera, muchos han amado a Dios antes de Je- Ese es el oficio de la «palabra» que se agrega a lo que ya opera en
sús. Y Pablo dice que, a «cuantos aman a Dios», ya éste los des- la realidad. Un ejemplo de ello es lo que dice Pablo de la «reconciliación».
tina, desde su mente divina, a «conformarse a la imagen de su (lomo hemos visto, ella va de Jesús, no a los cristianos, sino a «los impíos»
I 1">,6). Pero a ese Dios que «está reconciliando el mundo consigo» (2 Cor 5,
hijo» (8,28-29). I )), en una acción que no puede tener límites, porque el único posible se-
La resurrección de todos los hombres, y no sólo de los muertos ría el pecado del hombre, y Dios está reconciliando precisamente a los pe-
cristianos, es otro elemento entre mil que nos muestra siempre ladores e impíos, se le agregan, en vista de la misma finalidad, los que tie-
lo mismo: la seriedad y el rigor con que Pablo maneja la clave nen «la palabra de la reconciliación» (ibíd.) y el «ministerio» respectivo,
que no puede ser otro que el que hoy llamaríamos «concientización»: volver
antropológica propiamente dicha. En ella, Jesús se desplaza de consciente lo que ya se realizaba sin llegar al conocimiento.
su lugar histórico hacia el más extremo pasado, para ser molde 36
Las consecuencias, deberes, responsabilidades y servicios que emanan
de nuestro papel en ese plan y que constituyen la esencia misma de una
comunidad cristiana, puede verlas el lector discutidas en nuestra obra Esa
mentó que hace comprender lo original por contraposición. Algo así como comunidad llamada Iglesia (Ed. Carlos Lohlé, Buenos Aires 1968).
el engarce de una joya.
CAPITULO IX

CONCLUSIONES: CRISTO Y EL HOMBRE

Hemos seguido paso a paso los vaivenes del pensamiento de


Pablo en estos ocho primeros capítulos de Romanos, los centrales
pura esbozar su cristología. Con ello tal vez hayamos podido ilu-
minar, de forma paulatina, por similitud o por contraste según
los casos, términos antropológicos claves de esa cristología, tales
i onio Carne, Espíritu, Ley, Idolatría, Obras, Obras de la Ley,
I lombre interior, Ley de los miembros, Pecado, Gracia, Fe...
Hemos tratado igualmente de mostrar cómo, en esa libre
construcción cristológica, Pablo es profundamente fiel a lo que
fl Jesús histórico expresó, con sus obras y su mensaje, acerca del
i cilio. Sólo que Pablo, como lo hacen por cierto todos los escri-
loics neotestamentarios, ve al Jesús histórico como éste mismo
no podía verse: iluminado ya por el dato decisivo que aportan
Iiis experiencias pascuales.
Lo intrincado, sin embargo, de las relaciones que median entre
• sos personajes antropológicos, así como las vueltas que da Pablo
modificando a menudo el sentido de las palabras de acuerdo a las
necesidades del argumento que desarrolla, hacen que, llegados a
> sic punto, nos sea probablemente difícil encuadrar lo visto en
i ni todo coherente. Nada más normal. Cuando de Pablo se trata,
no hay que pensar que sus lectores hallasen claro lo que nos re-
nlta hoy a nosotros abstruso y complicado. En sus cartas, como
nos advierte ya el autor de la segunda epístola de Pedro, «hay
cosas difíciles de entender...» (2 Pe 3,16).
Por todo ello se impone aquí una mirada general y recapitula-
Jora. Y pensamos que en esos ocho capítulos hay dos términos,
Jos personificaciones antropológicas que pueden servir de hilo
i «inductor para esa mirada. Sobre todo porque hacen algo más
importante aún que ocupar todo el desarrollo del pensamiento
IKiulino en Rom 1-8: se disputan toda la existencia humana hasta
• •I punto que Pablo puede usar más tarde, pero en estrecha relación
con lo visto, esta expresión lapidaria: «Todo lo que no procede
5j£ La cristologia humanista de Pablo
Cristo y el hombre 537
de la fe es pecado» (14,23). Sean, pues, el Pecado y la Fe las guías
de nuestras conclusiones y resumen. Pero, de pronto, el pensamiento de Pablo vuelve a él. Desde
Tal vez el lector que haya seguido con cuidado el examen de un aspecto que, diríamos, es más radical. Muestra, en efecto, cómo,
los capítulos de Pablo —y, sobre todo, el del séptimo— esté aun en el cristiano, el Pecado vuelve incomprensible e irreconocible
dispuesto a hacer desde ahora la tentativa azarosa de definir esos al hombre su propia obra o acción. Es, en realidad, el «habitante»
dos conceptos antagónicos. No en términos esenciales, sino, en la del hombre, el que, de manera imperceptible, desvía la intención
línea de Pablo, de acuerdo a sus respectivas funciones existen- buena de su interioridad más auténtica y hace que, al pasar el
ciales. proyecto por los instrumentos destinados a su realización, la obra
En efecto, podríamos decir que, después de muchos desarrollos, final realizada le resulte extraña, ajena, a su mismo autor. Así,
vericuetos y aparentes contradicciones y vueltas atrás, el Pecado de acuerdo al capítulo séptimo de Romanos, es el hombre, todo
y la Fe parecen medir la distancia que resulta siempre entre lo hombre. Por eso Pablo concluye que él mismo «con la Carne»,
que el hombre intenta y lo que el hombre realiza. En otras pala- es decir, con la condición humana que cada hombre lleva en sí,
bras, la que separa el proyecto humano, tal como surge del «hom- «sirve a la ley del pecado».
bre interior», del que finalmente se lleva a ejecución, una vez Inesperadamente, sin embargo, el capítulo octavo nos muestra
que, en el camino hacia la realidad, hay que hacerlo pasar por «la otra vez a los cristianos, es decir, a quienes reciben la influencia de
ley de los miembros». El Pecado' tiene como resultado la distan- Cristo en la Fe, «libres de la ley del pecado...». Y este último
cia mayor, la que vuelve incomprensible su actuar al propio hom- desaparece así, vencido nueva y definitivamente al parecer, del
bre; la Fe, la menor, la que, en alguna manera y en cierta medida, conjunto de los ocho capítulos centrales de la cristología de Pablo.
le devuelve al hombre sus propias obras. Vemos, pues, cómo el tema (implícito y explícito) de la Fe
Pues bien, retrocediendo, comprobaremos que el tema del ocupa los intersticios que, en los ocho capítulos, va dejando el
Pecado reina sin discusión desde el comienzo hasta la mitad del tema del Pecado. Ello no puede menos de ser sintomático.
capítulo tercero de Romanos. Se nos advierte que la intención Por lo pronto —en una probable alusión a la progresión
de Pablo hasta allí ha sido la de «dejar establecida la acusación de Abrahán-Cristo— el intrincado encabezamiento general de la te-
que judíos y griegos [la humanidad entera] estamos todos bajo mática en el capítulo primero nos presenta nada menos que cuatro
el pecado». La Ley, lejos de vencerlo, sólo lo revela, en su esencia veces el término Fe2: «No me avergüenzo del evangelio. Ya que
sin duda, pero también en su extensión universal, ya que «todos es el poder salvador de Dios para todo el que cree [el fiel], para
pecaron». el judío primero y también para el griego. Porque en el evangelio,
A partir de ahí, hay una realidad opuesta —la Fe— que se la justicia que procede de Dios está siendo revelada de fe en fe,
muestra primero en su mecanismo abstracto, luego en su pre- como está escrito: 'el que es justo por la fe vivirá'».
realización en Abrahán, más tarde en su plenitud en Cristo (por A partir de este encabezamiento, el tema de la Fe desaparece,
oposición a Adán) y finalmente en el cristiano. hasta que vuelve, como dijimos, a ocupar un lugar central desde
Este cambio de enfoque no destierra el tema del Pecado, pero la segunda mitad del capítulo tercero hasta el comienzo del quinto,
presenta a éste como vencido en cuanto poder de esclavizar al para volver a desaparecer luego en forma explícita dentro de los
hombre como tal. Vencido en toda la descendencia de Adán, ven- ocho primeros capítulos 3 . Cabría, no obstante, afirmar que el
cido en el bautismo cristiano, vencido al fin en su poder de impo- capítulo octavo, el de la victoria sobre el pecado, constituye im-
nerse a la voluntad de los que creen en Cristo. plícitamente en su totalidad una definición descriptiva de la Fe,
aunque el término no sea empleado.
1 2
Repitamos aquí lo que queda dicho antes: debemos distinguir en Pa- Comprendiendo en ese número el adjetivo «fiel», o sea, la designación
blo el Pecado, en singular y con artículo determinado —he hamartía—, de de quien posee la Fe.
3
pecados, en plural, o de otros términos equivalentes (en singular o plural) Y aun en lo restante de Romanos aparece pocas veces con el mismo
como delitos, transgresiones, etc. sentido y en la misma relación con la salvación o justificación: 9,30-31 y
10,4-10.
538 La cristologta humanista de Pablo
Cristo y el hombre 539
Sigamos, a manera de resumen, esta alternancia temática del
Pecado y de la Fe, para preguntarnos después, en tercer lugar, que ignora los dictados del hombre interior, como los ignora la
cuál es el tipo de existencia humana que surge, como consecuencia naturaleza entera, dotada de leyes y mecanismos propios que, aun
lógico-existencial, de esta interacción conflictiva. en el hombre, funcionan como si la libertad humana no existiera 4 .
¿Cómo se solucionan, entonces, y en favor de quién, por lo
menos en la inmensa mayoría de los casos, estos continuos con-
I llictos entre lo que percibe, evalúa y decide el hombre interior
por una parte y las apetencias del corazón por otra? Mediante un
El Pecado habita en el hombre. Es su habitante «total». No mecanismo de mala fe, título moderno para lo que Pablo llama
así los pecados (en plural) que, en cierta medida, son su fragmen- el «enredarse en raciocinios (justificativos) que oscurecen el cora-
tación visible, pero que, precisamente en cuanto visibles, llegan zón», o en lenguaje bíblico, la sede de los juicios de valor. Los
a constituir una fuerza opuesta. El Pecado no es, por cierto, el deseos ponen en funcionamiento un proceso de mentira, con el
hombre en su interioridad, pero sus mecanismos no son tampoco que el hombre se engaña y termina cayendo en las redes de su
exteriores: pertenecen a su propia «carne», es decir, forman parte propio engaño. Así, el Pecado reina, y se establece con él la máxima
de su condición humana. separación entre la orientación del hombre interior y la realiza-
En la primera aparición que hace el Pecado en Romanos, Pa- ción efectiva de sus proyectos.
blo lo muestra sobre todo en su extensión. Y esta extensión, es Es importante que Pablo muestre de este modo la esclavitud
decir, lo que mantiene bajo su dominio y esclavitud, es universal. del Pecado y no mediante delitos graves y conscientes. Estos alar-
Que imponga su servidumbre al mundo pagano es, en cierta ma- marían al hombre y tendrían tal vez la posibilidad de sacarlo de
nera, fácil de demostrar. Pero como Pablo, ya desde el comienzo, su autoengaño. Pero la mala fe resiste incólume la degradación
apunta a mostrar lo mismo a propósito del pueblo que posee la paulatina de todas las relaciones humanas. La injusticia que des-
auténtica revelación normativa de Dios, la Ley, y que está, sin humaniza no llama la atención porque ha sido neutralizada y apri-
duda superficialmente, por encima de los parámetros morales del sionada la verdad interior.
paganismo greco-romano, Pablo se ve de entrada frente a la nece-
sidad de afinar la comprensión de ese concepto fundamental de Pablo brinda además un ejemplo significativo de esa confusión
Pecado. en el raciocinio moral: el entendimiento se desplaza de un absoluto
Piensa en éste como en un elemento esclavizador. Y sigue pen- conocimiento natural y, tal vez, históricamente, a otro inexistente
sando así a lo largo de los ocho capítulos que estudiamos. El hom- que avale con lo religioso la conducta inhumana. La idolatría
bre es un esclavo, obligado a entregar sus obras a otro, a quien brinda así ese instrumento decisivo para entenebrecer el corazón 5.
tiene poder sobre él. Y así apunta desde el comienzo la cualidad 4
negativa que se explicitará cabalmente en el capítulo séptimo de Al decir naturaleza debemos incluir aquí lo que a menudo se llama «se-
Romanos: la distancia que establece el Pecado entre las decisiones gunda naturaleza», es decir, la creada por el hombre, la sociocultural. Pablo
se interesa, en efecto, por las diferencias (de actitudes) que se han así in-
del hombre interior y sus realizaciones. troducido entre judíos y griegos, esclavos y libres, hombres y mujeres (cf.
Para lograr ese poder esclavizador y enajenante, el Pecado Gal 3,28; Rom 10,12; 1 Cor 12,13; Col 3,11; Ef 4,24).
5
debe contar con una complicidad procedente del hombre mismo. Ya indicamos el porqué de nuestra preferencia por esta segunda hi-
pótesis, en el comentario del primer capítulo, para explicar las relaciones
Algo en el hombre, y muy cercano por cierto a la fuente de sus entre impiedad e injusticia. Podríamos añadir aquí la importante observación
actos, se presta a esa esclavitud y con ella gana. siguiente. Los «deseos», obviamente, preexisten a la opción idolátrica. Pero
Según el primer capítulo, ese cómplice son «los deseos», las están como contenidos por el reconocimiento de un absoluto que les pone
«apetencias del corazón», algo muy semejante a lo que hoy llama- freno. Al cesar este freno con el autoengaño idolátrico del hombre, y sin ne-
cesidad de una intervención punitiva de Dios, el hombre queda «entregado»
ríamos instintos. Desde el comienzo aparece que éstos, por próxi- (por su propia mala fe) a esas fuerzas que habitan en él. Esa es la «entre-
mos que estén a la interioridad, al verdadero yo, siguen una ley ga» forzosa que Dios hace del hombre a los mecanismos que le oscurecen
el corazón.
H'IO La cristológía humanista de Pablo

De acuerdo con tales mecanismos, no podía esperarse que Cristo y el hombre 541
cambiara radicalmente la situación del hombre con la promulga-
ción de una ley divina, es decir, con la revelación normativa hecha es muy claro en su respuesta: «nadie será declarado justo por las
al pueblo elegido, a Israel. obras de la ley».
El primer aspecto, a simple vista positivo, de esta Ley se reve- Más aún, una ley exterior deja intacta la estructura de la exis-
la pronto como negativo, según el proceso del pensamiento de tencia humana. Los mismos «deseos» que, en el pagano, se abrían
Pablo. En efecto, la Ley es un principio de «discernimiento» 6. paso oscureciendo el corazón, se apoderan asimismo de la Ley y
Con ello eleva, por decirlo así, el coeficiente ético de la existencia la hacen servir al mismo fin: la deshumanización de las relaciones
humana en quienes la reconocen. Se multiplica, amplía y afina la humanas. Sólo que aquí no son tal vez necesarios para tal oscure-
preocupación moral. La Ley, así, permite, mediante prescripciones cimiento los raciocinios retorcidos. Basta el afán del hombre por
que cubren todas las áreas de la vida, «conocer el Pecado». asegurarse en algo absolutamente firme. Y su tipo de conducta
Pero, no obstante todo esto, la Ley da sus órdenes u orienta- encuentra en la letra de la Ley las garantías supremas que busca.
ciones al hombre desde el exterior. Pablo acentúa de muchas ma- No hay el paso (relativamente difícil) a la heterodoxia idólatra.
neras este carácter peyorativo de la Ley, decisivo para comprender La idolatría es una forma de vivir la misma ortodoxia.
sus resultados. Dios no puede orientar, o de hecho no orienta, al Lo inhumano que se sigue de aquí no es menor que en el caso
hombre desde su interior mismo. La Ley debe ser «mediada», de los paganos. Unos y otros, paganos y judíos, usan a un dios
aparecer en una «letra» que envejece al mismo tiempo que cam- que no es, para defenderse del Dios que quiere al hombre plena-
bian las circunstancias mismas para las que se promulgó. No es mente humano. Pero hay una diferencia. Lo inhumano es aquí
una «vida», una «fuerza» que robustezca al hombre interior en menos burdo, más sutil, como también lo es la conversión de la
sus opciones. ortodoxia teórica en idolatría práctica, siguiendo el camino de la
No es de extrañar, entonces, el que la aparición y multipica- Ley. Más sutil y más profundo a la vez. Es más sutil porque ni
ción de los preceptos se traduzca, ante todo, en la imposibilidad las formas de la idolatría ni los delitos que ésta autoriza son tan
de cumplirlos. La «multiplicación del delito» es, así, el primer aparentes. Más profundo, en cambio, porque se trata de otro tipo
resultado de una Ley que dispersa en vano las energías del hombre, de deshumanización más difícil de desarraigar: el orgullo y la
sobre todo cuando éste se persuade de que en su cumplimiento mala fe de «descansar» en un privilegio que lleva un sello divino
está la garantía de su justicia y, por tanto, de su salvación. Pablo y que descarga al hombre de la responsabilidad de amar y lo lleva
a despreciar a los demás y a tener con ellos relaciones dominadas
6
por ese desprecio.
Y, en la misma medida, está hecha para ser cumplida «obrando el
bien». Respecto de Rom 2,7, nos dice el comentarista: «La expresión "obrar Así, también aquí, y sobre todo aquí, el hombre interior que
el bien' ha sido interpretada de diferentes maneras. Algunos entienden que quiere el bien y confía su realización a la letra de la Ley se en-
Pablo significa con ella una cualidad (buena) tal de vida que pudiera ser cuentra que sus obras, «indóciles a la verdad, pero dóciles a la
un verdadero cumplimiento de la ley de Dios y merecer la salvación, pero injusticia», sirven nada menos que para «hacer blasfemar de Dios»,
que aquí se habla desde un punto de vista preevangélico (es decir, sin tener
en cuenta la revelación de la 'justicia de Dios' a la que se refieren 1,17; 3, tal y tan potente es su contenido deshumanizador.
21ss) e hipotético (de hecho no se encontraría tal cualidad entre los hom- En cambio, el segundo aspecto de la Ley, el negativo, se reve-
bres). El propósito para hablar así sería contribuir a destruir las pretensio- lará como el más esperanzador y positivo. La inútil preocupación
nes de los judíos. Otros interpretan que Pablo se refiere a la fe, al hablar del hombre por negociar con Dios mediante el cumplimiento de
del 'obrar el bien' requerido por la ley. Y otros —y es tal vez la interpre-
tación más probable— piensan que la referencia es a la cualidad de vida, lo prescrito por la Ley, entendido como cláusula de un contrato,
pero no como mérito para el favor de Dios, sino como expresión de fe. Es al multiplicar los delitos debería llevar al hombre al umbral de
de notar que Pablo habla de los que buscan gloria, honor e incorrupción, una desesperación e inseguridad capaces de abrir el camino a la
no de los que merecen tales cosas» (ICC 2,147). Esta última interpretación actitud opuesta: la que Cristo le propone con su vida y con su
es, en efecto, la que hace justicia al sutil análisis antropológico de Pablo y
al lugar que ocupa en él la Fe. mensaje y que Pablo sintetiza bajo el nombre de la Fe.
Pero no hay que pensar que el hombre, por haber hecho un
acto de fe en Jesucristo y penetrado en la comunidad cristiana,
542 ha cristología humanista de Pablo
Cristo y el hombre 543
c s té
—en cuanto al Pecado se refiere— en una situación totalmente
diferente a la de quienes participan de su misma condición huma- persona libre y creadora. La Muerte se apodera ya de su vida antes
na, es decir, de su misma «carne», aunque no de su credo. de la muerte.
Por una parte, sabemos que lo amenaza la tentación de re- Pablo añade un nuevo elemento, por cierto central, a la expli-
editar, dentro mismo de esa comunidad cristiana, una actitud de cación de esa mala fe y, con ella, de la pérdida fáctica de la liber-
temor y comercio con Dios, no sólo volviendo al yugo de la Ley, tad. Es que el hombre es una libertad que pretende plegar a sí
sino usando —de la misma manera que los judíos la Ley— las y a sus proyectos un mundo que tiene sus propias leyes y sigue
estructuras religiosas incorporadas a la Iglesia para «gloriarse», sus propios mecanismos. Los «miembros» del hombre, sus instru-
mentos de realización, están ya provistos de dinamismos propios.
esto es, para «descansar» y «juzgar» a los demás, tomando la salva-
De dinamismos que les vienen de la primera naturaleza o de la
ción como un «salario», difícil de obtener, sin duda, pero al que
segunda, cultural y social. La ley del menor esfuerzo, en un uni-
se tiene derecho 7.
verso donde las energías son contadas, termina siempre por im-
Por otra, Pablo, aun después de anunciar las transformaciones ponerse. Hay una «corrupción», una «muerte» latente en el mun-
que, en orden a la madurez humana, aporta la vida orientada por do que, de una u otra manera, en una u otra medida, separa
la fe en Cristo, se aplica a sí mismo una nueva y más profunda siempre la intención de la obra.
definición descriptiva del «reino» del Pecado. Y como ésta no hace
alusión alguna a lo cristiano y sí a elementos existenciales comu- Si la creatura humana no fuera más que eso, es decir, «carne»,
nes a todos los hombres, ello nos obliga a pensar que tales meca- pasaría como si no hubiera existido (en cuanto persona) frente a
nismos siguen actuando a pesar de la llegada de la Fe. los mecanismos naturales de un mundo ya creado con sus propias
En ese breve y patético análisis del hombre dividido, Pablo leyes. La Muerte se iría apoderando, de este modo, de todas sus
realizaciones, fueran o no conformes a los preceptos de la Ley.
hace al Pecado explícitamente responsable de la pérdida de la
libertad, es decir, de la incomprensible distancia que separa la Y este proceso de «corrupción» en vida sería tanto más rápido
obra realizada de las intenciones inicales del hombre interior. Este y fatal cuanto más centrado estuviera el hombre en sí mismo y
último no reconoce en lo que lleva a cabo su intención primigenia buscara, prescindiendo de sus hermanos, asegurarse con garantías
y auténtica. Lógicamente, también aquí la ínautenticidad, la mala más sagradas. Porque no hay seno más seguro que el de la natura-
leza y sus leyes, sobre todo cuando se les da a éstas un carácter
fe del hombre está implícita en ese inconsciente escapársele de las
divino y se subordina a ellas la libertad.
manos el proceso de realización.
El Pecado borra así, inexorablemente, las obras del hombre. Claro que, para dejarse llevar en esta dirección, el hombre
Este pasa por el universo como si no hubiera pasado en cuanto liene que acallar su voz más íntima y justificar su dimisión con
razonamientos intrincados que oscurecen su juicio y, en último
7
La misma subordinación de la justificación a la Fe, mal entendida, po- término, apelan a un dios inexistente —el ídolo de la mala fe—
dría hacer de esta un nuevo «instrumento» sagrado y llevar a una obsesión y adoran lo inhumano.
paralela de cumplir el precepto, Sólo que ahora éste estaría reducido a creer.
Así el comentarista escribe respecto a 3,27: «Podemos, por lo tanto, enten-
der que el sentido de Pablo es que la respuesta correcta a la pregunta '¿por
qué tipo de ley (ha sido excluido ese gloriarse)?' es 'por la ley de Dios (o II
sea, por la del Antiguo Testamento), es decir, por la ley de Dios no mal in-
terpretada como una ley que lleva al hombre a buscar su justificación como No parece, a primera vista, existir una oposición exacta entre
premio para sus obras, sino correctamente interpretada como imponiéndole
al hombre el precepto de la fe' (cf. 9,31ss)» (ICC 2,220). Todo está perfecto, el Pecado y la Fe, a pesar de que vimos cómo se repartían prác-
pero ¿para qué darle al hombre ese precepto? Si la justificación o salvación ticamente, como temas principales, los ocho primeros capítulos
fueran mágicas, no necesitarían ni de la fe siquiera. Y si no lo son y si la de Romanos.
fe es requerida porque implica un cambio radical de conducta, una nueva En nuestras lenguas modernas esperaríamos que al Pecado se
actitud «antropológica», ¿cuál es ésta? ¿Qué existencia humana hace posible
la Fe? opusiese la Virtud u otro sustantivo por el estilo. Y aun en
Pablo, la oposición más lógica parecería existir entre el Pecado,
544 La cristología humanista de Pablo Cristo y el hombre 545

que caracteriza la acción del hombre, y la Gracia, que caracteriza podemos responder a esta pregunta con una definición sacada de
la de Dios. O, si se prefiere, entre el Pecado y la Justicia, de acuer- un tratado filosófico o teológico sobre el tema. Ni siquiera nuestra
do a un lenguaje bíblico más clásico, en cuanto posibles opciones tentativa, en el volumen anterior, de redefinir la fe frente a las
fundamentales del ser humano. ideologías, mediante un análisis fenomenológíco, tenía en cuenta
Más aún, si lo que se tiene más en cuenta en el desarrollo del el uso griego y paulino de la palabra. Veremos, por otra parte, que
pensamiento de Pablo es el papel de las «actitudes», de acuerdo nuestra definición por un lado y ese uso antiguo de la palabra por
a la clave antropológica que adopta, lo que se llama Pecado es otro no coinciden sino parcialmente a lo más.
un concepto universal que cubre una multitud de actitudes particu- Tampoco nos ayuda mucho aquí la filología, pues tanto el
lares. En cambio, la Fe, por complejo y rico que sea el contenido sustantivo griego correspondiente a fe —pistis— como el verbo
que Pablo le dé, no pasa de ser una actitud particular. Y si puede griego creer —pistéuo— abarcan un espectro bastante amplio de
decirse que el Pecado va contra la voluntad de Dios en cuanto actitudes, que van desde el aceptar como verdaderas cosas que,
que, cualquiera sea su objeto, representa una forma de egoísmo, por cualquier causa o circunstancia, no se pueden constatar per-
¿por qué no oponerle la actitud que, según el mismo Pablo y los sonalmente (sentido de creencia o credo) hasta el confiar cualquier
evangelios, recapitula esa misma voluntad de Dios, y que es el bien y aun la propia vida a alguien (sentido de confianza o con-
amor? fiar), pasando por toda previsión favorable para un futuro incógnito
Es que, en realidad, Pablo opone dos procesos antropológicos. (sentido de esperanza).
Y mientras nombra al primero por su resultado, apellida al se- Si queremos entender a Pablo, amén de tener presentes las
gundo por su origen. De ahí el sentido obvio de su expresión ya posibilidades señaladas, convendrá, pues, atenerse a sus propias
citada: «todo lo que no (procede) de la fe es (como resultado)
pecado». » todo mérito humano, a todo establecer el hombre reclamaciones ante Dios
Teniendo esto en cuenta, podríamos decir que, en nuestro (cf. 3,20-22.28; 4,2-5; 9,32; Gal 2,16; 3,2.5). Para Pablo la salvación del hom-
lenguaje actual, la oposición resulta perfecta. Acotemos, además, bre es completamente —no casi completamente— obra de Dios; y la fe de
que en el origen del proceso que lleva a la esclavitud del Pecado que aquí se habla es la apertura al evangelio, apertura que Dios mismo crea,
la respuesta humana de rendirse al juicio y a la inmerecida misericordia de
aparecía como decisivo lo que llamamos, usando la expresión mo- Dios... Y, no obstante, esta fe, como obra de Dios en el hombre es, en un
derna, la mala fe. No es extraño, entonces, que en el origen del sentido real, una decisión personal del hombre más verdadera y completa
que lleva a la Justicia aparezca la «buena» Fe. que cualquier otra que éste tome por sí mismo; porque es la expresión de
la libertad que Dios restauró en él, la libertad de obedecer a Dios. Pero no
Pero ¿qué es lo que Pablo llama Fe? 8. Por supuesto que no es sino en el capítulo octavo donde se revela este secreto de la fe» (ICC 2,
89-90). Es característico, sin embargo, que, en un comentario de versículo
8
Desde el momento en que aparece en Romanos por primera vez la pa- por versículo, esta nota aparezca la primera vez que se enscuentra la palabra
labra «fe», creen algunos comentaristas poder definir con precisión qué es fe en Romanos y no donde, de acuerdo con la misma nota, estas caracterís-
lo que significa, aunque nada en el contexto lo sugiera aún. «Con razón pre- ticas se revelan. En cambio, cuando se llega al capítulo octavo, lo que Pablo
vino Nygren contra la posibilidad de pensar en la fe como en algo 'anterior puede decir sobre la fe ha perdido buena parte de su importancia para el
al evangelio e independiente de él. La fe sólo se produce cuando uno se en- comentarista, dado que hasta se duda de que los tres últimos capítulos que
cuentra con el evangelio'. No es una calificación que algunos hombres ten- aquí comentamos sean la continuación de los cinco primeros que explicarían
drían ya en sí mismos de manera que, cuando les llega el evangelio, los en- el problema de la justificación y, por tanto, de cómo ha de entenderse la fe.
cuentra capaces de recibir sus beneficios. La fe, en el sentido en que aquí «El hecho de que no se mencione la santificación como el eslabón que une
(1,16) es usada, sólo puede existir como respuesta al evangelio (o a su figura la justificación a la glorificación, no significa ciertamente que aquélla no sea
en el Antiguo Testamento). Y también se la concibe erróneamente cuando importante para Pablo: la primera parte de este capítulo (octavo) —para
se piensa en ella como en la respuesta del hombre al evangelio, una con- no mencionar el capítulo sexto, el duodécimo (w. 1-5) y el decimotercero—
tribución por su parte que, al cumplir una condición impuesta por Dios, constituye una evidencia de lo contrario... Tal vez pensó que 'serán glori-
capacita al evangelio para salvarlo. En este caso, la fe misma sería, al fin ficados' cubría tanto el sentido de santificación como el de glorificación»
y al cabo, una obra humana meritoria: el hombre establece su reclamación (ICC 2,433). Y, ¿no es mucho más lógico pensar que ese sentido —de san-
ante Dios en virtud de algo que pertenece al hombre. Por el contrario, per- tificación— estaba ya presente en los capítulos que trataban de la justifica-
tenece a la verdadera esencia de la fe como la entiende Pablo, el oponerse ción, a no ser que se tengan especiales razones teológicas para no hacerlo?

35
546 La cristología humanista de Pablo
Cristo y el hombre 547
aplicaciones o explicaciones de la palabra. Pero aun así tenemos
que precavernos contra el apresuramiento. La segunda parte del no hacerlo así, tendríamos que enfrentarnos con los pasajes —muy
capítulo tercero de Romanos nos presenta sucesivamente, en forma explícitos— de Pablo donde éste, sin negar lo misericordioso y
abstracta, la Fe como opuesta a tres cosas, que pueden o no ser gratuito del juicio de Dios, lo hace recaer sobre la obra u obras
una y la misma. Fe se opone a «la Ley», a «las obras» y a «las del hombre con vistas al amor.
obras de la Ley». Esto debe hacernos recordar un hecho impor- Pero, como decíamos, constituye un error metodológico co-
tante, verificado con anterioridad en nuestro análisis de Pablo. menzar el análisis de lo que Pablo entiende por Fe por los pasajes
Mientras que no hallamos en él expresión alguna que nos haga donde habla de ella en abstracto. Como ocurre con frecuencia, es
dudar de la oposición de la Fe a la Ley o a «las obras de la Ley», el ejemplo concreto el que nos introduce mejor en el contenido
encontramos por cierto, y en lugares muy importantes de Roma- del concepto. Y ese ejemplo es el de Abrahán, y el de un Abrahán
nos (y otras cartas contemporáneas, especialmente la primera a los que ni es cristiano, ni siquiera judío, sino pura y exclusivamente
Corintios), afirmaciones muy claras mostrando que el juicio de Dios I lombre.
apunta a «la obra» o a «las obras» del hombre, como, por otro Pues bien: todo el capítulo cuarto de Romanos dedicado a
lado, lo harán los evangelios sinópticos en lo que representa, sin Abrahán muestra que, para Pablo, el personaje del Génesis, el
duda, un dato que remonta al Jesús histórico 9 . padre del pueblo de Israel, es más que una mera ocasión de acudir
Sería, por tanto, prudente sospechar que, cuando la oposición lorzadamente a un versículo bíblico para probar que a un hombre
se establece entre la Fe y «las obras», Pablo sobreentiende siem- que tuvo «fe» se le contó ese hecho —en su instantaneidad soli-
pre la Ley, es decir, obras contabilizadas pata, apoderarse de una taria— como si fuera justicia.
justicia legal10. De todos modos, y aunque nos obstináramos en Por lo pronto, la fe de Abrahán es definida explícitamente por
l'ablo como esperanza. En segundo lugar, como esperanza depo-
' Aunque la obra citada de K. Stendahl ataque la clave antropológica de %itada en un futuro y en un futuro que supere a la muerte. En
nuestro comentario, es muy neta su observación sobre la importancia de i creer lugar, ese futuro gratuito no es prometido a Abrahán como
este argumento histórico: durante los tres siglos que siguieron a Pablo na- i ni premio, aunque tampoco sea un salario: es el cumplimiento
die pensó en oponer fe a obras y en atribuir a la primera el papel decisivo
ante el juicio de Dios (cf. op. cit., pp. 16-17). más cabal de su proyecto humano (amenazado de muerte), el de
10
Por ejemplo, respecto a 2,5-11, los presupuestos teológicos de lo que icner una descendencia y de legarle la tierra. En cuarto y último
Pablo no puede querer decir, obligan a comentaristas a ensayar nada menos lugar, la muerte anularía esa promesa si no existiera Alguien capaz
que diez interpretaciones de este pasaje, de las cuales la primera es muy <lc llamar de la nada inicial, y sobre todo de la nada final, al
significativa, porque consiste, lisa y llanamente, en suponer que Pablo se
contradice: «Los vv. 6-11 han sido interpretados de manera diversa. Al pa- hombre y su proyecto.
recer, hay por lo menos diez posibilidades dignas de consideración: a) Que
Pablo se contradice y que, mientras por una parte sostiene que Dios justi- le, y de la misma manera con las 'obras' en el v. 6 a la conducta de cada
ficará 'por la fe' o 'por medio de la fe' (3,30) y que nadie será justificado liombre como expresión ya sea de la fe o de la falta de fe. Las interpreta-
en razón de sus méritos, aquí expresa el pensamiento de que el juicio final nones e) y f) entienden que la referencia de los vv. 7 y 10 incluye tanto
se hará de acuerdo a los méritos de los hombres y que habrá algunos (tanto a los creyentes del Antiguo Testamento como a los cristianos y, por otro
entre los judíos como entre los gentiles) que se habrán ganado la aproba- lado, están de acuerdo con c) y d) respectivamente, g) y h) entienden que
ción de Dios por la calidad de sus vidas, b) Que Pablo habla aquí hipoté- hi referencia de los vv. 7 y 10 incluye, además de los cristianos, no sólo a
ticamente, sin tener en cuenta el evangelio y arguyendo desde los presupues- los creyentes del Antiguo Testamento, sino también a algunos gentiles pa-
tos de los judíos con los cuales discute (así es como —de acuerdo a los jinos que, de algún modo misterioso, creen con una fe conocida únicamente
presupuestos de los judíos— será el juicio), para mostrar que su conducta pre- de Dios; y en lo demás concuerdan respectivamente con c) y d). Y final-
sente (cf. vv. 3-4) aun desde sus propios presupuestos les acarreará un de- mente i) y j), que están de acuerdo también con c) y d) respectivamente
sastre, c) Que Pablo entiende por "obras' en el v. 6 fe o falta de fe, y en en cuanto a 'obras', 'obrar el bien' y 'el bien', entienden que los w . 7 y 10
los w . 7 y 10 se está refiriendo a los cristianos, significando con el 'obrar el se refieren a los creyentes del Antiguo Testamento y a esos misteriosos cre-
bien' del v. 7 y 'el bien' del v. 10, la buena obra de la fe. d) Que Pablo yentes entre los paganos, pero de ninguna manera a los cristianos... Parece
en los vv. 7 y 10 se refiere a los cristianos y que, con el 'obrar el bien' y probable que hay que elegir entre d), f) y h). Globalmente nos inclinamos
'el bien', no se refiere a su fe, sino a la conducta que es expresión de su ¡i pensar que d) es la más probable y que en los vv. 7 y 10 Pablo proba-
blemente está pensando solamente en los cristianos» (ICC 2,151-152).
548 La cristología humanista de Pablo
Cristo y el hombre 549
Cualquiera que sea, desde nuestro punto de vista actual, el
valor que le atribuyamos al método de exégesis bíblica usado por Ahora sí que podemos pasar del ejemplo concreto de éste al uso
Pablo, el ejemplo de Abrahán tiene el mérito indudable de hacer- que hace Pablo en abstracto de la expresión «Fe en Jesucristo»,
nos ver lo que éste entiende por Fe en un caso no sólo indepen- porque esta última no tiene otro contenido que el mismo dato
diente de la Ley, sino independiente aún de cualquier contenido trascendente accesible a toda la humanidad desde el comienzo, pero
cristológico. La fe de Abrahán está presentada como una actitud esta vez explicitado, precisado y afirmado por el mensaje, la vida,
posible antes de Cristo. Más aún: si nos atenemos al resultado la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret.
de esa actitud, se ve al comienzo del mismo capítulo cuarto que Por eso ya la primera parte del capítulo quinto de Romanos
Pablo la sitúa en cualquier «hombre», en «todos aquellos» a quie- se centra en lo que el cristiano sabe (y es el único en saber), así
nes, antes de Cristo, «se les perdonaron sus maldades y les fueron como en el impacto que este saber está llamado a producir en el
cubiertos sus pecados». actuar: «Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra declaración de
Ya hemos indicado en nuestro comentario por qué razones justicia... nos gloriamos hasta en las dificultades, sabiendo que...
nos guiamos en la alternativa exegética que aquí nos sale al paso n . la esperanza no falla...» 12. No en vano el capítulo cuarto, destina-
La clave antropológica que adopta Pablo, sus otros escritos de la do en su totalidad (en la división actual de la carta) a Abrahán,
misma época y —¿por qué no?— el origen evangélico de su cristo- termina con una alusión a «nosotros», cristianos, «que creemos
logía, todo nos lleva a dar a la Fe de que habla un contenido com- en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro señor».
patible con la situación de cualquier hombre, antes y después de Más aún: la garantía del dato trascendente en cuestión no re-
Cristo. side tan sólo en el triunfo escatológico del amor que se vivió en
Si volvemos a la fe de Abrahán y a su contenido concreto, ve- las experiencias pascuales. Reside en tomar conciencia del momento
remos que en ella, de acuerdo a nuestra terminología, se va dibu- en que comenzó históricamente a funcionar el mecanismo del rehén:
jando un dato trascendente. Es, por cierto, un dato trascendente «Siendo [todavía] enemigos, se nos reconcilió con Dios, con la
a la medida del hombre común, aún impreciso, no elaborado ni muerte de su hijo...». En efecto, es de fundamental importancia
formulado tal vez en términos claros, sobre todo en sus fundamen- que el dato trascendente tenga en cuenta lo que el capítulo séptimo
tos y garantías. de la carta pondrá de manifiesto: ni siquiera los cristianos pueden
Se trata de algo así como de la afirmación global de que «vale escapar, en cierta manera y medida, a los mecanismos del Pecado.
la pena amar», cueste lo que cueste el don de sí y aun la muerte I Y el sentirlo así podría, con toda lógica, debilitar la fuerza de ese
que el amor, de una u otra manera, exige; que no vale la pena | dato decisivo, llevándonos a pensar que nuestros pecados pueden
vivir arrebatando y menos aún cuidándose de la muerte. '' invalidar la redención prometida y realizada. Pero el argumento
Es una «esperanza» contra toda esperanza, en el sentido de de Pablo no tiene réplica posible: la gran Promesa fue hecha y cum-
apostar por un futuro que la experiencia parece desmentir en lo plida cuando los hombres estaban bajo la servidumbre del pecado,
verificable y que no puede venir sino de Alguien que aprecie, por líl precio pagado por el rehén comprende, pues, cualquier pecado
encima de todo el universo, esos rehenes que el amor crea con sus del hombre.
proyectos y obras, es decir, con el don de sí, por imperfecto y mez- . Es precisamente después de haber profundizado en los meca-
ciado que éste sea. Tenemos así reunidos todos los componentes nismos de Pecado que siguen actuando en el cristiano (segunda
que Pablo incluye en la Fe de Abrahán.
El texto entero sobre el «saber» cristiano es de un valor antropológico
La de considerar la Fe —pero ¿qué fe?, ¿la fe en Dios?, ¿la fe en Je- aún mayor: «...sabiendo que la aflicción [la pena que debe valer o no, se-
sucristo?—-como una condición fijada arbitrariamente para pasar una es- gún el dato trascendente que aceptemos] produce resistencia [cualidad del
ponja (mágica) sobre el pecado del hombre, o la de considerarla una actitud actuar que apunta a la permanencia], la resistencia madurez [señal de la
decisiva por sus resultados en el obrar humano y, por tanto, en el juicio ul- etapa antropológica cristiana], la madurez esperanza, y la esperanza no en-
terior —gratuito sí, pero no arbitrario ni mágico— por el que Dios decla- gaña, porque el amor (procedente) de Dios [la fe antropológica en nuestra
rará justos o impíos a los hombres. terminología, la que busca y apoya el dato transcendente que la justifica a
su vez] ha sido derramado en nuestros corazones...» (5,3-5).
550 La cristología humanista de 'Pablo
Cristo y el hombre 551
parte del capítulo séptimo) cuando Pablo consagra el capítulo
octavo en su totalidad al examen del contenido y de la influencia Pablo que esa libertad —no el mero libre albedrío— no existirá
del dato trascendente explicitado y reafirmado en la Fe cristiana mientras la separación efectiva entre la intención y la realización
(aunque el término «fe» no esté allí mencionado). enajene sistemáticamente (en pro de un universo impersonal) toda
En primer lugar, Pablo añade a la fuerza de ese dato dos nuevas creación humana.
razones, dos razones que aumentan, diríamos, el valor del rehén En segundo lugar, esta explicitación, hecha en Cristo, del dato
y garantizan su liberación, es decir, la infalibilidad de nuestra es- trascendente ya presente en la humanidad modifica la fuerza que
peranza. éste ya poseía en cada ser humano M. Esa fuerza que es, antes
El primer argumento es que, si el Pecado lograra enajenar todas y después de Cristo, regalo de Dios —Gracia— lleva en Pablo
las obras del hombre, nada menos que el universo entero, creado su clásico nombre bíblico de Espíritu. El hombre nunca estuvo,
por Dios, habría fracasado en su finalidad intrínseca; en otras pa- por cierto, abandonado a su Carne, es decir, a su pura condición
labras: en sí mismo y para Dios. Todos sus mecanismos habrían humana, pero con Cristo ese regalo se hace fuerza consciente y ra-
funcionado en vano. Sólo quedaría el dolor mudo de un parto zonada, pasa el umbral de lo reflejo.
que no dio a luz nada. La Muerte, en su sentido más hondo —de Por eso, el fruto antropológico del Espíritu, el que sigue, con
corrupción y de inutilidad en los proyectos vitales—, habría borra- lógica existencial profunda, a ese dato trascendente así reafirmado
do al hombre y a sus obras, y con ello Dios, el Creador, habría en Cristo, es «alegría y paz». Así, el vivir «según el Espíritu», evi-
fracasado 13. tando los extravíos del «temor» egocéntrico por la salvación y la
El segundo argumento está íntimamente ligado a éste y procede dispersión de energías en una frustrante contabilidad moral, con-
de otra manera de expresar el plan de Dios. La infalibilidad de la centra el poder del «hombre interior» en sus proyectos, permitién-
esperanza colocada en el amor está asociada de otro modo al éxito dole asimismo poner en ellos parte de los «deseos» que de otra
de ese plan divino. En efecto, lo que Dios «predeterminó» fue que manera, sin dueño, buscarían acomodarse a esa ajena y fácil «ley
Jesús, su Hijo, fuera «primogénito entre muchos [totalidad] her- de los miembros», dando por tierra con la libertad creadora del
manos», haciendo a éstos «reflejar la imagen» de (o sea, ser «con-
formes» a) «su propio hijo amado». Ahora bien: aunque Pablo 14
no tenga in mente la imagen del Hijo creando el universo, el reflejo Un ejemplo del más o el menos de esa fuerza del dato trascendente
en un no cristiano que rehusa -—metódicamente, diríamos— creer en la re-
de que habla no puede dejar de incluir lo que ya incluyó en Abra- surrección de Jesús, pero se ve en cierta medida impulsado por lo que lla-
hán: heredar efectivamente el mundo. El que el hombre sea «due- mamos su je antropológica a llegar a esa misma conclusión, la tenemos en
ño de todo», el que «todo sea suyo...». En otras palabras: el plan un pasaje de Posesos, de F. Dostoievski, pasaje que el lector haría bien en
comparar, por su analogía, con el de los «rehenes» de Proust (cf. supra, ane-
de Dios sobre el universo no puede tener éxito hasta que «sus xo I, párr. II) y con lo que ya dijimos a propósito de la extraña importancia
hijos se manifiesten como tales» o, lo que es lo mismo, hasta que atribuida por un ateo como M. Machovec a la fe en la resurrección de Jesús
se manifieste «la libertad... de los hijos de Dios». Sabemos por (cf. el tomo primero de esta misma obra, páginas 161ss). El pasaje de
Dostoievski (Kiriloff se dirige a P. S. Verkhovensky) dice así: «Escucha
13
una gran idea: hubo una vez un día en que se levantaron tres cruces en
Esto aparece claramente en el resumen o prolongación que hace Pablo medio de la tierra. Uno de los crucificados tenía una fe tal que dijo al
del paralelismo antitético entre Adán y Cristo (en el capítulo quinto de Ro- otro: 'Tú estarás hoy conmigo en el paraíso'. El día terminó. Los dos mu-
manos) escribiendo en la primera a los Corintios: «Habiendo venido por un rieron y no hallaron paraíso ni resurrección. La profecía no se realizó. Es-
hombre la muerte, también por un hombre vino la resurrección de los muer- cucha: ese hombre era el más grande de toda la tierra, ésta le debe todo lo
tos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos que la hace vivir... Si es así, y si las leyes de la naturaleza no han respetado
revivirán en Cristo» (1 Cor 15,21-22). Podríamos añadir, así, que para que a Ese, si no han tenido ni siquiera piedad de su (de ellas) obra de arte, sino
Cristo no fracase frente a Adán es menester que en todos los hombres el que lo han hecho vivir también a él en medio de la mentira y morir por una
Pecado y la Muerte sean vencidos. Y ya hemos visto que ello no puede ser mentira, entonces es que todo el planeta es una mentira y reposa sobre una
si el hombre —un solo hombre— pasa por la existencia sin poder reconocer mentira, sobre una burla estúpida. Por consiguiente, las leyes de la natura-
sus propias obras o, como veremos, por lo menos alguna de ellas (cf. infra, leza son en sí mismas una impostura y una fuerza diabólica. ¿Para qué vivir,
párrafo III). entonces? Responde, si eres un hombre» (Les Possédés, trad. franc. Plon,
París 1927, II, pp. 337-338).
552 La cristología humanista de Pablo
Cristo y el hombre 553
hombre, es decir, poniendo la consabida distancia entre intención
y realización. esa existencia humana afectada por el conocimiento de los hechos
Ciertamente, no podemos esperar que el Espíritu suplante a la que se centraron en torno a la existencia —terrena y escatológica—
Carne. En otros términos: la Fe no produce, ni puede producir de Jesús.
jamás, la perfecta coincidencia entre intención y realización que Si queremos informarnos, por tanto, sobre las posibilidades
sólo el Creador posee en un mundo sacado de la nada, que es otra y realidades de la existencia humana cuando ésta no tiene relacio-
manera de decir suyo. Como dijimos, la fuerza del Espíritu, me- nes aparentes o conscientes con ese núcleo de acontecimientos,
diante la Fe, reduce la distancia entre ambas, y el hombre sabe hemos de acudir al pensamiento implícito de Pablo, especialmente
—no porque lo vea, sino en «esperanza»— que parte de sus obras en los capítulos cuarto, quinto y octavo de Romanos.
le pertenecen; que ha construido algo que, aun aquilatado por el En efecto, Abrahán, la victoria de Cristo sobre Adán, la utili-
fuego, llevará su nombre y su sello en la creación definitiva; que dad de la creación entera recobrada merced a la libertad humana,
no estaría allí si no fuera por él; que estará libre para siempre son elementos importante y claves. Nos hablan de una posibilidad
de la corrupción y de la frustración de la inutilidad 15. gratuita (pero no por eso rara) de ese regalo hecho por Dios
a todos los hermanos de Cristo y que superará, con sus «consecuen-
cias», las del Pecado en todos los descendientes de Adán. Pero el
III cómo y el cuándo de ese regalo no están precisados con la misma
claridad.
¿Cuál es, pues, el cuadro final que traza Pablo de la existencia Si nos atenemos al dato más obvio que Pablo nos aporta en
humana a la luz de Cristo? esta cuestión, el paralelo antitético entre Adán y Cristo nos brin-
Un primer problema, al que hemos aludido anteriormente, es daría la solución deseada: Adán afectó a todos los hombres cuando
el de la situación de los hombres que aparentemente no están bajo pecó y por haber pecado, mientras que Cristo afectó a todos los
esa luz, los que se ven separados de Cristo por barreras infran- hombres cuando «obedeció» y por haber obedecido al Padre dando
queables de tiempo (los del pasado) o comprensión (los del presen- su vida por los hombres. Lo mismo sugieren otros pasajes de Pablo.
te y los del futuro).
Ahora bien: ya indicamos nuestra dificultad —típicamente «mo-
Indicamos ya que, por más que la clave de Pablo sea antropo- derna»— en atribuir a ese legendario personaje de Adán, «el
lógica sin duda alguna, su estudio y análisis del hombre se efectúa hombre», una causalidad, que no podría ser sino de orden mágico
a la luz del acontecimiento Cristo. Su interés está en bucear en y mítico, sobre sus descendientes. Indicamos además que el inte-
15
rés antropológico de Pablo parece percibir en cierta medida esta
La Constitución Gaudium et spes del Vaticano II es, a nuestro enten- dificultad aun en su época, dándole al pecado de Adán no tanto
der, el primer documento del magisterio que asume, en toda su extensión
histórica, el pensamiento de Pablo sobre la resurrección escatológica: «En- una causalidad, sino lo que podríamos llamar un efecto de inaugu-
tonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que ración. Así, después de Adán, señala Pablo, «todos pecaron», sin
fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá duda por su propia cuenta.
de incorruptibílidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres
de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas que Dios creó pensando Pero, al fin y al cabo, la influencia de Adán, por mágica o mí-
en el hombre... Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y tica que parezca, se ejerce en el sentido correcto: hacia la huma-
la libertad, en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y nidad futura que surgirá de él, es decir, en la dirección natural
de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Es- del tiempo y a caballo de la causalidad biológica. Con la influencia
píritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos,
limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue de Cristo no acontece lo mismo, sino todo lo contrario. Para poder
al Padre el Reino...» (GS 39). Nótese que, al poner «caridad», el Concilio ser equiparada a la de Adán, buena parte de ella tiene que haberse
se refiere al amor, pero pretende mantener (en latín y castellano), sin tener ejercido hacia atrás, hacia el pasado, ya que el paralelismo no exis-
en cuenta el sentido moderno de «caridad», la distinción existente en griego
entre amor-don de sí y amor-atracción (ágape y eros). tiría (ni sería favorable a Cristo, como afirma repetidas veces Pablo)
si no fuera cierto que desde Adán a Jesús «donde abundó el Peca-
do, la Gracia fue más abundante todavía».
554 La cristología humanista de Pablo
Cristo y el hombre 555
En otras palabras: si ya parecía mágica la influencia de Adán
sobre el destino de sus sucesores o descendientes (supuestamente Pues bien: ocurre igual, y con mayor claridad aún, cuando de
provenientes de él en su totalidad), lo es mucho más la de Cristo la influencia de Cristo se trata. Vimos cómo Pablo le da un alcance
sobre sus predecesores (y colaterales en la condición humana). por lo menos tan universal como a la de Adán. Para ello Jesús
Claro está que en principio no se le puede negar a Dios la debería haber sido el primer hombre. ¡Y precisamente Pablo lo
posibilidad de pasar por encima de las leyes que él mismo inscribió afirma así! El, tan consciente de que esa influencia proviene del
en el seno del universo. Pero ya vimos que el mismo Pablo, en acontecimiento de que Dios «no perdonó a su propio hijo, sino que
una época en que lo milagroso no parecía incomodar como hoy lo entregó por todos nosotros» en un tiempo histórico preciso bien
(al mismo pensamiento religioso), es más cauto en recurrir a Dios enraizado en el tiempo, declara al Hijo de Dios «primogénito entre
en busca de explicaciones directas 16, explicaciones que no explican muchos [todos] hermanos».
nada, sino que sólo remiten a una misteriosa acción divina lo que No perdemos de vista que el título de «hermano mayor» no
se trataba precisamente de dilucidar. La misma clave antropológica es una metáfora honorífica. Es una expresión técnica. En el origi-
que usa Pablo le obliga en cierta manera a esa cautela. nal, por si ello no quedara ya claro en castellano, apunta al herma-
Pablo no puede superar en su época, sin embargo, ciertas limi- no que fue engendrado primero: protótokos.
taciones del pensamiento, y en especial el fijismo. La concepción Decíamos que Pablo sentía la falta de categorías adecuadas
obligada de una creación instantánea, realizada de una vez para para expresar ciertos aspectos importantes de su pensamiento. Hoy
siempre, pesa sobre la antropología, forzándola, por ejemplo, a des- manejamos algunas de esas categorías. Y aquí la más importante
cargar en Adán la responsabilidad de una condición humana —de es la de una creación evolutiva. De ahí el tour de forcé paulino
una Carne— que no podía haber salido así de las manos mismas de atribuirle a una misma realidad —Cristo— dos tiempos dife-
del Creador. rentes de existencia y causalidad, el del comienzo absoluto y el de
Señalamos ya cómo Pablo es, a pesar de todo, sensible en cierta la irrupción histórica.
medida a esa falta de categorías más propias para expresar cosas Si en el primer caso esa categoría actual nos permite afirmar
importantes de su pensamiento. La relación entre el «pecado» de que el hombre apareció, desde el primer momento de su existencia
Adán y el de «todos» sus sucesores humanos es en él mucho más como tal, con la «carne» que siempre le caracteriza, debemos igual-
fluida y compleja que en la inmensa mayoría de los teólogos cris- mente afirmar que apareció (en cuanto destinado a ser hermano
tianos posteriores. del Hijo de Dios) con el «Espíritu», que también desde el comien-
zo y en forma primordial hizo posible la actitud salvadora y libe-
u radora de la Fe. Testigo de ello es Abrahán, aunque, como vimos,
La clave antropológica de Pablo no le impide a éste, de acuerdo con la precisión y el afianzamiento del dato trascendente contenido
la cultura de su época, emplear un lenguaje que hoy tendemos a separar del
puramente antropológico: el lenguaje religioso. Sobre todo al pasar del aná- en ella apunten históricamente hacia un acontecimiento y una fecha
lisis existencial (Pecado, Fe) al dato trascendente basado en las experiencias dada 17.
pascuales que constituyeron a Jesús «Hijo de Dios en poder» (Rom 1,4),
el lenguaje haría pensar que sólo quienes están ya colocados en un plano
religioso y aceptan (por fe o raciocinio) la existencia de Dios, podrían seguir " Se dirá que con ello no hacemos más que proyectar el milagro al co-
el desarrollo del pensamiento paulino y apropiarse sus conclusiones. Contra mienzo de esa creación (o al de la humanidad en ella), por más evolutiva
este malentendido —o lugar común de nuestra cultura— ya advertimos que la pensemos después. Pero, aun admitiendo eso, eí desplazamiento me-
largamente al lector en el tomo I de esta obra. El nombrar o no a Dios recería dos consideraciones que no podemos desarrollar aquí. La primera
no es lo que abre o cierra la puerta para que un hombre de hoy pueda apre- es que no hay que minimizar el paso de una explicación meramente extrín-
ciar en qué le concierne el significado de la cristología paulina. La «tras- seca, como es la mágica, a otra de carácter intrínseco, como la evolutiva,
cendencia» de ciertos datos contenidos en ella es más importante que la con las analogías que la mente descubre entre esa transformación antropoló-
explícita mención o aceptación de Dios. Esta dejaría intacto el problema, gica y otros procesos similares de la naturaleza. La segunda es que la idea,
tan vital para Pablo, de saber qué contenido se le da a esa palabra. Sobre por vaga que sea, de alguien ligado por amor a ese rehén que es el hombre
la atribución a Jesús de la «divinidad» reflexionaremos en la Introducción inmerso en su historia, se nombre o no a Dios, es un dato trascendente pre-
a la tercera parte. sente de manera tácita en todo compromiso con valores que afrontan la
muerte con esperanza, y esperan por encima y a despecho de ella.
556 La cristología humanista de Pablo Cristo y el hombre 557

Este primer problema —el de los hombres no relacionados his- es precisamente en razón de la invisibilidad de lo que afirmamos,
tóricamente con Jesús— nos lleva al segundo: aun suponiendo la de aquello por lo que apostamos. Y eso que esperamos tiene en
adhesión plena del hombre a la Fe en su sentido cristiano correcto, Pablo muchas y diversas formulaciones, convergentes todas me-
¿en qué queda la victoria de Cristo sobre el Pecado en lo que toca diante analogía con lo que ya constatábamos era el contenido de la
a la existencia concreta de ese hombre? Fe en Abrahán.
Todos los desarrollos anteriores tienen que habernos preparado Ello quiere decir que no podemos ver nuestra condición de
para una respuesta compleja. En esa complejidad yace lo más «hijos» y, consiguientemente, de «herederos del mundo»; ni las
original y profundo del pensamiento paulino Is. realizaciones de nuestra Übertad poniendo un dique a la imperso-
Precisamente por ello, la escatología simplista con la que co- nalidad, a la Muerte y a la «inutilidad» del universo; ni, finalmente,
mienza a estructurarse el pensamiento crístológico de Pablo se va ver asegurada la victoriosa unidad de nuestro «hombre interior»
transformando desde el interior (aunque no siempre él mismo lo y «la ley de los miembros».
perciba exteriormente) en una escatología compleja que apela —en El plano de lo manifiesto sigue caminando, aun después de
gran medida de manera infructuosa, debido a la época— a cate- Cristo, «contra toda esperanza». Sólo el dato trascendente sobre
gorías evolutivas. Con ello sigue Pablo probablemente un proceso las últimas posibilidades de la existencia humana que se reveló
paralelo al de la propia conciencia de Jesús en lo relativo a la ve- y afianzó en Jesús nos aporta esa «alegría y paz» que en contadas
nida del reino. En otras palabras: ambos piensan, según las catego- ocasiones nos permite sospechar que nuestra obra humana puede
rías comunes del ambiente, en una venida inminente, mientras que resistir quizá mejor de lo que pensábamos el embate del Pecado.
ambos por igual, en el fondo y de manera creadora, sientan las Por eso es necesario un plano, igualmente dinámico pero posi-
bases para una comprensión más compleja y a largo plazo de la tivo, caracterizado por «la manifestación» de lo que en el otro
historia y de su función en esa escatología. plano permanecía oculto, es decir, por «la gloria» no de los hijos
Sea de ello lo que fuere, el lector comprenderá que estamos de Dios, sino de «la libertad de los hijos de Dios». Nuestra obra
aquí en los límites mismos del pensamiento explícito de Pablo «cooperando» en «la construcción de Dios», aquilatada según «la
y que lo único que cabe hacer es reunir elementos dispersos y po- calidad» de su propio dinamismo interior, pasará mediante el juicio
nerlos a trabajar según su lógica interna. Esta es, por otra parte, lo de Dios al plano de lo visible.
suficientemente clara como para garantizar la fidelidad de las con- Este volverse visible, en cuanto escatológico, concierne, pues,
clusiones. directamente a lo metahistórico, pero concierne igualmente a lo
Observamos varias veces, y especialmente en el capítulo octavo histórico en su dimensión oculta y actual. Su «manifestación» no
de Romanos, que Pablo coloca en la categoría de lo real cosas que debe concebirse como si alguien cambiase una realidad (histórica)
pertenecen a dos planos diferentes de realidad, y, por cierto, de por otra (no histórica), sino como quien presencia de qué manera
realidad dinámica. Esos dos planos son, obviamente, el de lo in- se inyecta por fin vida suprahistórica a lo que se realizó en la his-
visible y el de lo manifiesto. toria, porque, como dice Pablo, no queremos ser «desnudados»
de esta existencia, sino «sobrevestidos», para que «lo que hay de
Pablo recalca que, tratándose en la Fe de una actitud de «es-
corruptible y mortal en ella sea absorbido por la vida».
peranza», «no podemos ver» lo que esperamos. Si hay esperanza
Lo gloria de Dios, la defensa de lo Absoluto, no consiste en
18
Debemos a Lutero y, de un modo especial, a su concepción del hom- relativizar lo histórico para hacer sitio a la irrupción de Dios solo .
bre simul iustus et peccator (al mismo tiempo justo y pecador) haber per- 19
cibido la radical oposición del pensamiento de Pablo a toda reducción sim- Como parece continuar siendo la tentación teológica de una interpre-
plista del problema del Pecado. En esto supera a Agustín. En nuestra opi- tación que adopta sin reparos, como premisa indiscutida, lo que fue una
nión, no es deudor a éste del carácter introspectivo de su interpretación conclusión —y desequilibrada por cierto— de la clásica teología de la Re-
(como lo pretende K. Stendahl), sino de la tendencia legalista o, mejor di- forma. Ya citamos, como ejemplo, la «premisa» bultmanniana definiendo,
cho, jurídica (no hebrea, sino típicamente romana) que le proporciona una antes de cualquier intento exegético, el reino de Dios, como «un suceso ma-
solución fácil para una antinomia que hubiera merecido, teniendo en cuenta ravilloso que será llevado a cabo por Dios solo sin la ayuda de los hombres»
a Pablo, mejor suerte. (subrayado nuestro: op. cit., p. 4).
55(V La cristología humanista de Pablo Cristo y el hombre 559
La gloria de Dios está en hacer, y en serio, a los hombres solidarios Frente a este tipo de intención cristológica, forzando un poco
de una construcción común y en darles todo lo que precisan para el término, calificábamos nuestra propia tentativa como una anti-
esa cooperación sin la cual Dios solo nada hará. El sello personal cristología. Se trata, para nosotros, de desmontar el aparato, si no
y creador de cada uno de esos cooperadores —Pablo los llama de todas, por lo menos de algunas cristologías, de aprender una
en griego synergoi, los que ponen su energía en común con la de metodología creadora, de aprender a hacer cristología hoy. Por
Dios— se probará en el amor, en el «mutuo servicio», y, así pro- eso no nos sirven cristologías entreveradas donde afloran sólo
bado, quedará insertado en lo definitivo de la única manera en que datos y se ha perdido de vista la vía original por donde se llegó
puede hacerlo una libertad finita: luchando, como el cincel del a ellos 20.
escultor, contra la abrumadora y dolorosa solidez de materiales La segunda razón, menos pragmática, es más relevante desde
que se oponen a ella, pero con la invisible esperanza de ser do- el punto de vista del conocimiento certero en materia cristológica.
minados y de convertirse así en parte del nuevo cielo de Dios y de La mezcla de datos provenientes de diversas cristologías, cada una
la nueva tierra del hombre, es decir, de la nueva creación, obra con su propia clave, lejos de contribuir a la interpretación del
común del Padre y de los hijos. significado que Jesús de Nazaret tuvo y puede tener para el hombre,
lo reduce.
En efecto, ya hemos indicado que no todo en el Nuevo Testa-
IV
mento posee la misma hondura y equilibrio. Las conclusiones que
los Hechos sacan de la resurrección de Jesús, por importantes que
Llegados aquí cabría preguntar si podemos ir más lejos todavía
luyan sido históricamente, son menos equilibradas y profundas
en la cristología de Pablo sin sobrepasar el período que en su obra
que las que la concepción paulina saca de esas mismas experiencias
hemos elegido para nuestro estudio, es decir, si podemos hallar
pascuales. Una cristología desde arriba se impone demasiado rápida-
todavía en lo estudiado nuevos elementos que continúen indicán-
mente en el primer caso, y por justificada que esté en principio
donos el significado que Pablo le atribuye a Jesús para la existencia
invade en exceso la cristología desde abajo vivida hasta Pascua,
del hombre.
donde el proyecto, no la persona de Jesús, constituía el primer dato.
Se impondría una respuesta negativa si por ir más allá impli- Así, combinar los datos cristológicos del período central de Pablo
cáramos el procedimiento frecuente en las «cristologías» de sumar con los de la Iglesia de Jerusalén proporcionados por los Hechos
a lo visto datos provenientes de otras tentativas cristológicas, es- empobrece la cristología resultante en lugar de enriquecerla.
pecialmente de las del Nuevo Testamento.
Indicamos ya por qué nos negamos a hacerlo, pero tal vez Aún nos espera un caso más ejemplar cuando, a propósito de
convendría recordarlo brevemente. No se trata de un «purismo pau- la resurrección, por ejemplo, la mezcla se hace entre la concepción
lino» interesado, por razones meramente históricas, en no mezclar paulina y la joánica. La profundidad con que Juan ve el aconteci-
pensamientos disímiles y de otras fuentes. Si sólo nos interesa miento de la resurrección de Jesús está fuera de duda y es superior
Pablo y su acontecimiento Cristo, es por dos razones, íntimamente ¡i la primera reacción que los Hechos nos transmiten. ¿Por qué no
ligadas por otra parte. ¡igregar entonces a lo que acabamos de ver en Pablo, ya que pare-
La primera razón, de la que ya hablábamos en la introducción ce que encajan muy bien, expresiones joánicas de profundidad
general de este tomo, consiste en que con esa mezcla tales innegable como las palabras atribuidas a Jesús: «Yo soy la resu-
tentativas están apuntando, implícita o explícitamente, a terminar,
20
por decirlo así, la interpretación de Jesús, cualquiera que sea la Por supuesto que admitimos la tremenda limitación que significa para
humildad del que las realiza. Por eso tienden las cristologías nuestro propósito el pasar de la investigación sobre el Jesús histórico a una
a reunir todo lo que de Jesús se piensa y se dice en las fuentes sola de las cristologías neotestamentarias. Por rica que sea la cristología
paulina, un método no se aprende con un solo ejemplo y en una sola tenta-
más autorizadas, por lo menos dentro de la Escritura, en el Nuevo liva. Pero todo es limitado. Así lo es también nuestra vida misma, y tenemos
Testamento. que sugerir a otros el asociarnos en ese trabajo común. Sólo en equipo po-
drá quedar cubierta esa laguna cristológica que hoy percibimos.
560 La cristología humanista de Pablo
Cristo y el hombre 561
rrección y la vida; quien cree en mí, aunque muera vivirá, y todo
el que vive y cree en mí no morirá jamás» (Jn 11,25-26)? Como en la cuarta parte de este trabajo trataremos de aportar
Sucede que el pensamiento joánico tiene su propia lógica, de- algunas categorías de pensamiento (propias de una concepción
pendiente, claro está, de su propia clave21. Esto se hace continua- evolutiva del universo) a la clave antropológica de Pablo, dejamos
mente visible en la oposición —de alguna manera conectada con para entonces lo más importante de esta búsqueda de lo virtual
la cultura platónica— entre el mundo perecedero y falaz que se en la cristología paulina. Sólo insinuaremos ahora lo que, de modo
ofrece a nuestros sentidos y el mundo inmóvil, eterno y «verda- más directo, parece surgir casi explícitamente de lo estudiado en
dero» de las ideas y de lo divino. «Yo soy la resurrección y la vida» ella hasta este momento.
constituye así una afirmación sobre el mundo divino presente en Pablo parece situar la existencia del hombre sobre dos planos:
Jesús que, lejos de converger con la cristología paulina y de enri- uno caracterizado por su visibilidad y otro por su realización in-
quecerla (por lo menos de manera directa), le quita lo que, para visible hasta su «manifestación» última. El primero está caracteri-
Pablo, es central y decisivo en ella, la relación entre la resurrección zado por la distancia mayor entre intención y realización, es decir,
y la victoria sobre el pecado en la historia. por el Pecado. El segundo, por el contrario, se caracteriza por
reducir esa distancia devolviéndole, en cierta medida, al hombre
Por tanto, no es en esa dirección adonde se dirige nuestra
sus obras, pero sólo es vivido en la esperanza, es decir, en la in-
pregunta sobre la posibilidad de ir más allá en el pensamiento
visibilidad de la Fe.
paulino. Nuestra atención va, en cambio, a lo que Pablo podría
haber dicho de manera sólo virtual. Como dejándonos el trabajo Esto es verdad, sin duda, en su globalidad. Pablo, sin embargo,
de rescatar esa virtualidad. nos ha dado mil pruebas en los ocho capítulos estudiados de Roma-
Por lo pronto, aun a riesgo de repetir lo dicho en este mismo nos de que no piensa en soluciones de tipo mágico, lo que sería
capítulo, parte de esas «virtualidades» han quedado como tales, es en este caso una «manifestación» súbita del segundo plano, mera-
decir, sin actualizar, en el caso de que nuestra hipótesis sea justa mente futura y sin impacto alguno sobre la historia presente.
no por el hecho de haber usado Pablo una clave antropológica Pablo ha insistido en que la Fe tiene ojos que ven el mundo
y de residir lo virtual en realidades que sólo otras claves podrían y la existencia de otra forma, de una forma tan «realista» como
abrir, sino por las limitaciones que su época imponía a esa misma para transformar la conducta del hombre, por lo menos en cierta
clave. Hasta tiempos muy recientes —y el mismo existencialismo, medida, lógica y perceptible a la vez.
casi contemporáneo, es un testimonio de ello—, casi todos los aná- En nuestra terminología eso significa que, sin lugar a dudas,
lisis de la existencia humana subrayaron lo absolutamente extraño alude a la Fe como a un cambio de premisas epistemológicas. Se
y único del hombre y su destino en relación con el resto de la transforma así el modo como observamos, conocemos e interpreta-
naturaleza 22. mos (no más subjetivamente que con las premisas contrarias) las
secuencias de acontecimientos que ocurren en nuestra historia .
21
Aunque existen interpretaciones muy diversas acerca de la clave uti-
lizada por el autor (o autores) del cuarto Evangelio (cf. R. E. Brown, El soledad y angustia de la condición humana dentro del aparente orden de
Evangelio según Juan [Ed. Cristiandad, Madrid 1980] pp. 58ss), la que la naturaleza.
23
más nos satisface, en términos generales, es la de la obra, que se ha vuelto Cuando, en el capítulo octavo de Romanos, escribe Pablo que «en to-
ya clásica, de C. H. Dodd, Interpretación del cuarto Evangelio (Ed. Cris- das las cosas interviene Dios para bien de los qu e [0 aman», alguien podría
tiandad, Madrid 1978). pensar que nada ha cambiado en el conocimiento y que sólo la esperanza
22
Sólo cabe señalar, hasta cierto -punto, como excepciones, el materia- pone su fuerza en confiar que las cosas saldrán de otro modo o aparecerán
lismo (no dialéctico) de los siglos XVIII y xix y su primo hermano, el posi- distintas en otro plano por ahora totalmente invisible y, en cuanto concier-
tivismo de los siglos xix y xx. Pero, si decimos que ambos constituyen ex- ne a la realidad histórica, inexistente. Pero todo Pablo —véase, por ejem-
cepciones sólo «hasta cierto punto», es porque la inmersión que ambos in- plo, lo que dice sobre la liberación del hombre con respecto a la Ley— apun-
tentaron hacer del hombre en el marco general de la naturaleza constituyó, ta a mostrar que hay aquí un cambio en la manera de interpretar los acon-
a falta de categorías más sutiles y dialécticas, un reduccionismo tan obvio tecimientos, es decir, en el modo de conocerlos; se trata de una premisa que
que el pensamiento filosófico más serio continuó insistiendo en la extrañeza, se va identificando con el hombre y que, mediante la actitud de «alegría y
paz», le hace ver las cosas de otra manera, sacar conclusiones diferentes de
ni
562 La cristología humanista de Pablo Cristo y el hombre 563

¿Cómo vemos, según Pablo, esa continuidad de hechos por la Para ello Pablo nos hace ver que una y otra cosa —acumula-
que avanza, toda existencia humana? Como un extraño campo con- ción y emergencia— no están en el mismo plano. Que el plano
flictivo donde luchan dos tipos de acumulación. Mejor dicho: donde de lo definitivo sólo acumula lo libre, es decir, el amor. Y que lo
lucha una acumulación contra una emergencia. que parece destruirlo con su acumulación impersonal no lo des-
En efecto, el gran mérito de Pablo es el de pintar la existencia truye en efecto, sino que se destruye por sí mismo. Que «la espe-
del hombre sin hacerse ilusiones. Aún después de Cristo y de la Fe, ranza no falla» porque un solo acto de amor vence la multitud (to-
la abrumadora mayoría de nuestras obras siguen, como es «natu- talidad) del Pecado. Y que eso es lo que explica el «más», la vic-
ral», la pendiente de la facilidad, es decir, los mecanismos que toria de Cristo sobre Adán.
separan la intención de la realización. Ese es el plan de Dios en Jesús, de acuerdo, por lo menos, a
Por otra parte, ¿como cerrar los ojos al hecho de que aquí lo virtual del pensamiento de Pablo. Y ahora pensemos un ins-
y allá, en nuestra propia existencia, en la de algunas personas que tante: ¿cómo hubiéramos planeado nosotros las cosas?
sobresalen y hasta —lo sospechamos— en cada ser humano si lo ¡Qué fácil sería, con nuestro pensamiento espontáneo, irrefle-
pudiéramos conocer a todo lo largo, ancho y hondo de su vida, xivo, enmendarle la plana a Dios y corregir su mundo! Pero es
emerge algo que es profundamente humano y personal, algo donde necesario tener en cuenta ciertas cosas.
se ha volcado significativamente una existencia, algo donde se ha Sólo un mundo hecho a medias y entregado al hombre en esa
dado una vida? Si el «servicio mutuo» es, según Pablo, la señal forma que implica dolor y muerte, puede dar un valor irreempla-
de la libertad (que acorta distancias entre intención y realización), zable y definitivo a la responsabilidad humana, a las manos que
¿cómo no reconocerlo cuando surge en mil formas variadas y dife- lo van completando en lucha con todos los elementos dolorosos
rentes proporciones? que afectan a Dios mismo. Sólo así, llevamos todos en nuestras
Claro está que, si ambas cosas opuestas estuvieran en un mismo manos el destino de todos, incluso el de Dios mismo que se her-
plano, la mayoría de la primera terminaría por imponerse a la manó con nosotros.
segunda. Nuestro veredicto en ese caso no podría hacer sino otor- Sólo un mundo donde el Pecado sea acumulable, sea Ley y ca-
gar la victoria, por amplio margen numérico, a lo que al hombre rezca de sentido por sí mismo —como la Muerte— puede impe-
se le escapa, a lo que Pablo llama Pecado. El servicio mutuo, el dir que el logro de una generación disminuya la importancia y la
don de sí, el amor podrían ciertas veces aparecer como vencedores definitividad de la que sigue. Si el Pecado fuera cuantitativamen-
momentáneos. Pero la ley de los miembros está instalada en el te vencido, a medida que la humanidad avanza en la historia, los
hombre. Un instante más tarde ya podríamos observar cómo un hombres se volverían inútiles y vagarían en balde por el mundo.
proceso de corrupción y muerte se ha apoderado de lo que parecía Sólo un mundo donde la creación, el amor y la vida triunfan
una victoria. Hubiéramos jurado que el mundo ya no iba a ser el cualitativamente transformando de manera irreversible la realidad
mismo después de aquello, pero lo impersonal parece volver a im- —sin escapar nunca a la victoria cuantitativa del Pecado— puede
ponerse, a igualarlo todo... hacer que valga la pena la existencia humana, puede poner Fe en
Pero precisamente el dato trascendente que Pablo nos está pro- el corazón del hombre, energía concentrada en su compromiso his-
poniendo de mil maneras, basadas todas en lo que significó para tórico, por pequeño que parezca, y toda la fuerza de Dios en su
él Jesús de Nazaret, es la paradoja de que las razones de nuestro interioridad creadora de hijo.
corazón tenían razón... Que lo que se acumula es, paradójicamen- Si estos elementos toman en nosotros su honda y verdadera
te, lo emergente. Y si es así, ¿dónde está, oh Muerte, tu victoria? dimensión estaremos probablemente capacitados para captar lo
esencial de lo que Pablo llama su «evangelio», la buena noticia
los acontecimientos, «puntuándolos», como dice Bateson, de otro modo que, interpretando la significación de Jesús, quiere comunicarnos.
como ya hemos indicado en el primer volumen de esta obra, atribuyendo a
esta nueva «puntuación» de las secuencias de eventos propia de la fe una
poderosa influencia en lo que él llama la «ecología de la mente», que otorga
título a su libro.
Sobre la clave de Pablo 565

ANEXO A LA SEGUNDA PARTE mera parte de esta obra donde examinamos la historia de Jesús
de Nazaret con una clave política. El segundo aspecto implica si-
SOBRE LA CLAVE DE PABLO tuar la clave antropológica de Pablo en nuestra propia circuns-
tancia.

Sería inútil repetir para el lector que no lo hubiera compren-


No es nuestra intención volver a discutir el porqué de nuestra dido hasta aquí que, al aplicar a la vida histórica de Jesús una cla-
opción por la clave antropológica para interpretar la cristología ve política, no le hemos quitado un ápice de su posible carácter
de Pablo. Creemos que el lector tiene en todo lo que precede ele- de revelación de Dios. Simplemente especificamos el tipo de len-
mentos más que suficientes para juzgar. A fin de cuentas, la prue- guaje —tomando esta palabra en su sentido más amplio— que
ba más fehaciente de una «clave» es justamente lo que abre. En usó para esa revelación.
otras palabras, su capacidad de explicar no lo fácil, sino lo difícil. Tomando así en cuenta, por un lado, el sistema de valores
Y así es —¿quién podría negarlo?— el pensamiento de Pablo. que quería revelar como formando parte del corazón de su Dios
No somos insensibles a muchos argumentos serios de K. Sten- y Padre y del plan de éste sobre el hombre y, por otro, los medios
dahl sobre una clave que procedería del interés que tiene Pablo teóricos y prácticos de poner tales valores en la realidad concreta
en fundar su misión. Es decir, en justificar que admitiera como y visible de la Palestina del siglo i, la vida de Jesús aparece en
miembros de pleno derecho en la comunidad cristiana a los paga- todo su sentido (el que Jesús mismo le dio), pero también en toda
nos convertidos, sin exigirles otra cosa que la fe. Nos negamos, su limitación.
sin embargo, a sacar las conclusiones extremas que esa hipótesis Esa vida, considerada en sí misma, es decir, separada de la tra-
pretende extraer: que el análisis existencial en Pablo sea sólo el dición del Antiguo Testamento, nos llama la atención como una
resultado de esa pretendida «plaga occidental», la tendencia a la hermosa y trágica aventura humana. Pero no más. Ni la mejor
introspección. ni la única.
La introspección no es algo que se le haya aplicado a Pablo Como todo lenguaje, forzado a usar elementos de experiencia
desde fuera. Esta inequívocamente presente en él. No hay por qué humana, el de los hechos históricos de Jesús es limitado. Y ello,
negar que haya sido inspirada en gran parte por su intención mi- nótese bien, no se debe a que hayamos interpretado esos hechos
sionera. Pero no hay que olvidar que el derecho de los paganos en una clave política. En primer lugar, si no nos equivocamos,
convertidos a formar parte de la comunidad cristiana no era una fue el Jesús histórico mismo el que quiso ser interpretado así. En
mera cuestión de «derecho». Supone toda una cristología y no segundo lugar, cualquier otra clave que hubiese usado habría
puede establecerse sin ella. En otras palabras: persiste el proble- planteado el mismo problema: para ser significativa, para decirnos
ma de saber con qué clave interpretó Pablo el significado de Jesús algo tenía que decirnos algo limitado, algo importante en un sector
de Nazaret, fuera o no su propósito final defender el camino de determinado de nuestra existencia y relativo a un contexto fijo.
los paganos al cristianismo. Ya hemos tenido ocasión de mostrar que todas las tentativas
Lo que en este anexo nos interesa, porque tiene íntima rela- de olvidar esa limitación son falacias, que, lejos de dar más im-
ción con una cristología creadora, es estudiar brevemente un do- portancia y significado a Jesús, lo vacían de sustancia y lo entregan,
ble problema: el de las limitaciones y el de la oportunidad de una más inerme aún, a los embates del tiempo.
clave antropológica para hacer cristología (ya sea en general, ya Decir, por ejemplo, que en Jesús aparece el-hombre-para-los-
dentro de un contexto particular como el latinoamericano). El demás, esto es, el hombre en su más exaltada posibilidad (de
primer aspecto del problema implica una comparación con la pri- altruismo), no pasa de ser un malentendido fatal, consciente o no.
566 La cristología humanista de Pablo Sobre la clave de Pablo 567

Veámoslo en un ejemplo que puede parecer ridículo y hasta nificar esos valores) que deben ser juzgados frente a un determinado
irreverente, pero que también puede arrojar mucha luz sobre esta contexto, en razón de su eficacia históricamente situada. Quien
cuestión. Si se tratara de ser «el hombre para los demás» de esa hiciera «lo mismo» que Jesús en otro contexto se engañaría grave-
manera caracterizada por su ilimitación, Kant estaría por encima mente si creyera que su acción estaría así orientada según el sig-
de Cristo. En efecto, su filosofía se preocupa por todos los hombres nificado de la existencia de Jesús. En este último sentido, cristiano
por igual. Su imperativo categórico es el mismo para todos los no es quien generaliza los medios usados por Jesús para luchar
seres humanos, cualquiera que sea su religión, raza o cultura; la por los pobres y marginados de Israel.
la prohibición de usar a una persona, sea quien fuere, como medio, La segunda, que la relevancia y aun la unicidad de Jesús no
muestra hasta qué punto alguien puede ser, de manera positiva, radica en la perennidad o inmutabilidad de su ideología concreta.
el hombre que piensa en todos los demás. Ello no es así por la mera razón de que lo hayamos interpretado,
De inmediato se elevarán voces indignadas para recordarnos de acuerdo a los documentos que poseemos, en clave política.
que no hay comparación posible entre la desbordante actividad Cualquier clave hubiera mostrado el mismo componente ideo-
benéfica de Jesús y la frialdad metódica de Kant. Se nos hará lógico.
confesar además que éste no murió por causa de esos hombres Es obvio que los conocimientos acerca de la eficacia que pueden
a quienes su pensamiento pretendía defender. brindarnos los medios a nuestra disposición (en la naturaleza o en
Es claro, sin embargo, que no podemos verificar así la seriedad la sociedad) son indefinidamente perfectibles. Desde Jesús acá debe
subjetiva de cada una de esas dos entregas. La de Kant, metódico haber medios nuevos y sobre todo conocimientos más exactos
y frío, pudo ser, no obstante, total, pudo estar dispuesto a dar y complejos sobre su funcionamiento. No tiene, pues, sentido pre-
su vida por su pensamiento humanitario y no encontrar a nadie tender establecer —ni aun acudiendo a su divinidad— la superiori-
que lo matara por él... dad permanente de Jesús de Nazaret en materia política (como en
Es en el plano objetivo donde la comparación puede y debe cualquier otra clave en la que se hubiera expresado el significado
hacerse. En este plano, si Kant no murió por sus ideas, fue porque de su vida y mensaje). No sólo porque cualquiera puede saber
éstas no incomodaron bastante a nadie como para que fuera asesi- más hoy sobre cómo realizar valores análogos, sino también porque,
nado por ellas. Si Jesús, en cambio, fue ajusticiado (políticamente), basado en tales conocimientos, alguien podría razonablemente pre-
fue en proporción inversa de la «universalidad» o ilimitación de su tender que, aun en el contexto de Jesús, sabiendo lo que ahora
mensaje. Fue asesinado por tomar partido, y de manera eficaz, sabe, podría haber actuado con más eficacia que éste en favor de
por unos contra otros, porque sus opciones fueron limitadas y, por los mismos valores. De la misma manera que, para poner un ejem-
tanto, conflictivas, porque fue el-hombre-de-Israel-para-los-pobres- plo más banal, un cirujano actual podría alegar que en tiempo de
de-Israel. Jesús podría haber salvado de la muerte a muchas más personas
atacadas de apendicitis.
En otras palabras: su revelación (divina) nos impacta en razón
de la ideología que la encarna 1 y que le da carne humana con esa No hay ninguna irreverencia en tales comparaciones. La hay,
tridimensionalidad hecha de límites. sí, larvada, en negarse a hacerlas, absolutizando y quitando sustan-
Esto significa dos cosas que van contra nuestra rutina mental. cia histórica a los medios que Jesús puso en práctica para realizar
La primera, que —aun para el cristiano— los hechos y dichos de en la historia los valores que revelaban cómo pensaba y juzgaba
Cristo no son valores en sí mismos, sino medios (de realizar y sig- Dios lo que estaba aconteciendo 2 .
2
1
Ocioso sería reiterar aquí al lector las advertencias que hemos venido Esto no quita, como ya hemos tenido ocasión de repetir (y lo veremos
haciendo sobre el vocabulario (fe, ideologías, datos trascendentes) que em- con detalle en el cap. I de la tercera parte, tomo II/2), el carácter de
pleamos y que está explicado y, a nuestro parecer, justificado por lo escrito «revelación divina» y su correspondiente garantía de verdad a la vida y al
en el tomo I de esta obra. Allí se llamaba ideología —en sentido neutro mensaje de Jesús. Pero sí nos obliga —para ello y no a pesar de ello— a
(no peyorativo)— a todo sistema de medios referidos a la realización de insertarlos en ese proceso de aprender a aprender, o sea, de aprender en
una determinada constelación de valores. segundo grado, que es la totalidad del Antiguo y Nuevo Testamento y que
568 ha cristología humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 569
Lo dicho hasta aquí debería valer también para la cristología
de Pablo, pero conviene examinarlo y reafirmarlo ante el cambio Pues el que recibió la llamada del Señor siendo esclavo, es un
de clave que éste supone. liberto del Señor» (1 Cor 7,21-22).
Tenemos, en efecto, la impresión de que la clave empleada por Lo primero que esto nos lleva a comprender es que la clave
antropológica no es un expediente para separar la significación
Pablo logra superar, por lo menos en gran medida, las limitaciones
de Jesús de sus limitaciones «ideológicas». Pablo está frente a un
de la clave política del Jesús histórico. Esta obliga a Jesús a inter-
problema de eficacia, de opción concreta y limitada, es decir, de
narse en conflictos que separan a grupos de hombres y a usar
cálculo de energías. Si la «preocupación», es decir, el costo ener-
medios (ideologías) que inscriben su acción dentro de un contexto gético que hace el esclavo, se coloca en obtener su liberación civil,
determinado por esos conflictos. Esto, si por una parte realza su Pablo entiende que, en términos de humanización, ese costo es
significación concreta, le quita, por otra, universalidad. demasiado elevado.
Pues bien: lo contrario parece acontecer con la clave antropo-
Nosotros tal vez, deslumhrados por un contexto como el de
lógica de Pablo. Esta se presenta como válida para todo hombre, Jesús, donde se esperaba el reino de Dios y donde las estructuras
en cualquier situación en que se halle. sociales respondían a una determinada interpretación religiosa, no
De hecho esto es así, por lo menos en cierta medida, como percibimos que el contexto ha cambiado. Y con ese cambio ha
puede verse en la forma en que Pablo se dirige a los esclavos desaparecido el poder de que disponía Jesús. En otras palabras:
dentro de la comunidad cristiana. Puesto que el esclavo es un copiar para los esclavos del Imperio Romano lo que dijo Jesús
hombre, la revolución humanitaria y humanizante propuesta por a los pobres de Israel sería un pecado de «idealismo». Pablo opta
la cristología paulina le es accesible. La madurez, la libertad (an- —y su opción es, por supuesto, limitada, teniendo en cuenta los
tropológica, a la que Pablo se refiere), los dones del Espíritu que instrumentos transformadores de que efectivamente dispone— por
transforman al hombre en un ser nuevo, todo eso está tanto al humanizar desde el interior al esclavo con una concepción de su
alcance del esclavo como del «hombre libre» de la sociedad greco- existencia de hombre 4 que le diera ya toda la libertad y la madurez
romana. El significado de Jesucristo ha suprimido de raíz el muro humanas compatibles con su condición social. Hay que tener en
que separaba a los hombres de acuerdo a esa oposición social bá- cuenta además que el «en Cristo no hay esclavo ni libre» no era
sica esclavo/libre. sólo, de manera inmediata, un consuelo para lo que no se podía
De ahí que comprendamos mejor, situándolo en la historia cambiar, sino, de modo más mediato y a largo plazo, el estableci-
concreta, algo que ha constituido a menudo un obstáculo para miento de un ideal que fuera hasta las mismas estructuras de la
apreciar el pensamiento de Pablo. Un punto, por otra parte, en sociedad y las volviera de acuerdo con el principio practicado dentro
el que parece ponerse en las antípodas del compromiso de Jesús de la comunidad cristiana. Volveremos a este punto en los párrafos
con los pobres. Pablo aconseja a los esclavos permanecer tales 3: siguientes, al comparar diferentes claves posibles de la cristología
«Que permanezca cada cual tal como lo halló la llamada de Dios. con los problemas específicos del contexto latinoamericano.
¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y aunque Lo segundo que comprendemos es que, supuesta la fidelidad
puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo. al mensaje y a los datos originales de Jesús de Nazaret, las dife-
rentes claves no se excluyen ni anulan mutuamente.
no termina con éste (cf. tomo I de esta obra, cap. III, párr. II, así como Lo que Pablo dice a los esclavos no es, pues, la negación del
nuestra Liberación de la teología, op. cit., cap. IV, § 4,4, pp. I35ss). compromiso de Jesús y sus discípulos de cooperar con Dios en la
3
No parece que el consejo se deba, por lo menos totalmente, a la inmi- venida de un reino que suprima la inhumana situación de los
nencia escatológica (cf., en un mismo contexto, 1 Cor 7,36.39, etc.). La bre- pobres. En otras palabras: el consejo de Pablo no es una aprobación
vedad de la vida del hombre parece constituir un resorte suficiente para im-
pulsar a Pablo en este capítulo a calcular las energías que las distintas si- de la esclavitud. Ni siquiera es neutro con respecto a ella. Si la
tuaciones sociales del hombre implican como costo, frente al que implicaría 4
Que, además, debía ser realizada, respaldada y «significada» en el com-
la transformación humana propia de su cristología. De ahí la comparación portamiento de la comunidad cristiana, so pena de que ésta perdiera su ca-
entre diferentes «preocupaciones» (cf. párr. III de este anexo). racterística (cf. 1 Cor 11,17-22; Flm).
570 La cris tolo gía humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 571
libertad cristiana reside en el servicio mutuo por amor, si en Cristo
ya no se admite diferencia alguna entre esclavo o libre, si cada Ahora bien: si hay algo que ha envejecido como instrumento
uno vive y actúa para los demás y no puede poner obstáculos de comprensión, son, ciertamente, las categorías de la filosofía pla-
(morales, sociales o de cualquier clase) en su camino, todo eso tónica. Cabría añadir que la actualidad (cristiana) que aún conser-
implica virtualmente la abolición de la esclavitud como estructura va, lee y cree entender y gustar el cuarto Evangelio, está en pro-
social. porción inversa al conocimiento de su verdadera clave, o por lo
Se dirá que Pablo pospone indefinidamente el compromiso por menos de elementos muy importantes de ella.
la causa sociopolítica concreta. Pero el adverbio «indefinidamen- Pablo ha tenido más fortuna si se quiere, pero ya notamos
te» no es adecuado. Lo pospone, sí, de hecho, en las circuns- que sería una falsa buena fortuna si se entendiera que la super-
tancias que lo rodean y que él no puede cambiar. Lo pospone vivencia de muchas categorías de Pablo hacen de su cristología
después de un cálculo —no podemos ponerlo en duda— donde un sistema atemporal y, por lo mismo, actual de interpretación
entran, por un lado, los medios de que dispone (o no dispone) de Jesús, dispensándonos así de la tarea creadora tantas veces
y, por otro, los valores que pretende realizar. Cualquier clave nece- mencionada en este tomo.
sita de ideología, es decir, de un sistema calculado de eficacia. Pero, sin llegar a ese extremo, es obvio que Pablo, por lo menos
Pero esto nos lleva a comprender, en tercer lugar, que la clave en el período de sus grandes cartas y a pesar de sus oscuridades,
antropológica de Pablo tiene sólo la apariencia de ser menos limi- logra en buena medida salir incólume de la prueba del tiempo
tada que la clave política de Jesús de Nazaret. Es que lo limitado transcurrido. Una vez atravesada la barrera de un lenguaje a pri-
no es una característica de lo político, como a menudo se piensa mera vista extraño y de una lógica que desorienta hasta que se
cuando se pretende minimizar esa clave de la historia de Jesús percibe su carácter dialéctico, su análisis de la existencia del hombre
en nombre de lo universal o ilimitado de su mensaje. En otras resulta extraordinariamente moderno. Y ello no es poco para un
palabras frecuentemente usadas: para librar de ideologías la ínterj hombre cuyas cartas se escribieron hace dos mil años.
pretación de Jesús. Es muy probable, por ejemplo, que el lector haya percibido
Pero ninguna clave puede liberar un mensaje, transmitido en la la similitud de ciertos temas paulinos con tópicos centrales del
historia, de sus limitaciones ideológicas. La clave sólo puede indi' psicoanálisis que alcanzan el nivel de lo antropológico5. Varias
carnos dónde se harán más visibles. veces en el curso de estos comentarios hemos resistido la tentación
Es obvio que en Pablo las limitaciones se manifiestan, como ya de establecer puentes muy factibles entre nociones paulinas como
hemos tenido ocasión de comprobar, en los instrumentos que posee la de ley, hombre interior, deseos, pecado, muerte y vida, etc., con
(o, mejor, en los que no posee) para su análisis del comportamiento otras que ya forman parte de la cultura hoy en el terreno psico-
de la existencia humana, de sus mecanismos y tendencias, así como lógico (tanto individual como social: ego, superego, inconsciente
del impacto que tiene o debería tener sobre todo ello la revelación instintivo, represión, instinto de muerte, eros, etc.).
de Jesús. Esta curiosa modernidad de Pablo es digna de dos consideracio-
nes fundamentales, de dos toques de atención tendentes a evitar
Constituye un hecho indudable que, entre los escritores neo-
aquí dos malentendidos que desvirtuarían el trabajo hecho en esta
testamentarios, Juan ha envejecido más que Pablo. Tampoco pa-
segunda parte.
recen caber dudas fundadas sobre ciertas características de su clave
La primera trata de evitar que se valore la cristología de Pablo
cristológica. Por más hebreo y veterotestamentario que sea el ori-
en razón de los falsos entusiasmos que pueden surgir de esas su-
gen de su pensamiento —como lo observamos también en el caso
ejemplar y tal vez ligado de Filón—, parece obvio que pretende
5
dirigirse, como adversarios o como interlocutores, a griegos de un Para no hablar de tópicos existencialistas, ya que éstos están, en cierta
nivel cultural superior al de los destinatarios de las cartas pauli- manera, «ingénitamente ligados a Pablo puesto que su origen pasa a través
de esa línea que va de Pablo a Agustín, de Agustín a Lutero, de Lutero a
nas, y que ello lo lleva a introducir en su clave presupuestos de Kierkegaard y de éste a los existencialistas, aun ateos, de nuestros días, como
origen más o menos directamente platónicos. J. P. Sartre.
572 ha cristología humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 573
puestas —y tal vez parciales— coincidencias (o concordismos) con
ideologías modernas en el plano antropológico. lógica, constituye una ideología que explora el mundo interior
Por lo pronto es obvio que el psicoanálisis no es un todo com- (no individual) del hombre en función de una salud psíquica con-
pacto y coherente. Su estatuto científico es discutido, por lo menos cebida de manera tan diversa como diversos son los datos trascen-
en sus alcances. No todas sus escuelas, sobre todo las más «orto- dentes admitidos, la mayor parte de las veces tácitamente, por
doxas», estarían de acuerdo con lo principal del análisis paulino. quienes lo practican y manejan.
Precisamente, el hecho que más nos interesa aquí es que Freud Es allí donde tiene importancia el pensamiento cristológico de
parta de una práctica terapéutica y que, desde allí, trate de siste- Pablo, aunque su análisis pueda, en comparación con otros, ser
matizar las concepciones antropológicas (metasicológicas) corres- tenido por obsoleto. No se trata de que el criterio procedente de
pondientes. Si ello da lugar a un cierto encuentro con Pablo, éste Pablo sea una cristología aplicada tal cual a la evaluación de los
tiene lugar en la parte más ambivalente y, por así decirlo, titubean- logros de la terapéutica psicoanalítica, por ejemplo. Aquí vuelve
te de Freud, en un freudismo libre, expuesto a discusión y siempre a aparecer la necesidad de la tarea creadora. Aprovechando la doble
más o menos heterodoxo, como el de un Fromm, un Marcuse, un apertura —la del pensamiento antropológico del psicoanálisis por
Ricoeur. una parte y la afinidad de ciertas categorías del pensamiento pauli-
Ahora bien, nada nos dice que en esa cierta coincidencia o con- no por otra—, la evaluación y el enriquecimiento mutuo pueden
vergencia el pensamiento de Pablo deba salir bien librado de la ser realizados.
comparación. Ni siquiera su cualidad, para los creyentes, de cons- Los descubrimientos terapéuticos no tienen por qué, es cierto,
tituir una «revelación divina» lo hace acreedor a todos los premios. estar directamente ligados a los datos trascendentes de una «tra-
Categorías más exactas y sutiles que las suyas pueden aparecer dición espiritual», como llama Machovec a ese proceso de aprender
y proveernos de elementos de análisis más completos y satisfac- a aprender o de aprender en segundo grado*. Pero como no hay
torios, sin hablar de metodologías prácticas más eficientes en la investigación objetiva de lo real que sea neutral, tampoco aquellos
lucha por un hombre más maduro y libre. pueden estar a priori cerrados a ellos, cerrados por lo menos a una
Ya indicamos el error que significaba, en el plano político, discusión de los datos trascendentes que han sido ya aceptados,
pretender que no se necesita a Marx (ni a ninguna otra ideología) tal vez inconscientemente, en el curso mismo de la investigación
porque se posee a Jesús y al evangelio. Igual debe decirse aquí. considerada «científica». Y el enriquecimiento mutuo no se hará
Afirmar que el cristiano no necesita a Freud (o a la ideología ni repitiendo a Pablo en sus propias categorías de hace dos mil
psicológica llamada psicoanálisis) porque tiene a Pablo constituye años ni reduciéndolo a constituir un hipotético pre-Freud.
una aberración semejante. En otras palabras: no se puede «descansar» en Pablo como,
La segunda consideración fundamental en este terreno es, en según el mismo Pablo, sus adversarios descansaban en la Ley.
cierto sentido, la opuesta. Colocado Pablo de nuevo dentro del Ni «gloriarse» en Pablo, porque él es el primero en prevenirnos
proceso de aprender a aprender de la tradición judeocristiana (bí- de que es «humano» y, como tal, sujeto a la erosión del tiempo
blica), su importancia capital no está en que al cabo de dos mil y a la ambigüedad de las culturas que lo encarnan.
años pueda superar toda ideología concurrente con la clave utili- El lector nos disculpará el repetir aquí lo que ya fue dicho
zada por él, pero sí está en que, a través de esa clave y dentro al comienzo de este volumen. Es que así lo exigía, frente a la apa-
de ese proceso, proporciona datos trascendentes invalorables para rente sobriedad del Jesús histórico examinado en la primera parte,
vivir la fe (antropológica) transmitida por la cadena de testigos el vuelo antropológico y, por tanto, aparentemente atemporal de
que llega hasta nosotros. la cristología paulina.
No se trata de crear una terapéutica psicoanalítica a partir de
Pablo. Claro está que ello no puede declararse, en principio por
lo menos, imposible. Pero no está ahí el aporte específico de Pablo.
El psicoanálisis, tanto en su versión terapéutica como antropo-
Sobre la clave de Pablo 575

II do de la teología y, en nuestro caso, el de la teología acerca de


Jesús.
Pero la clave de la cristología de Pablo suscita, más que la Pero el mecanismo secular de esta disciplina, esotérica para
tentación de tomarla por la (única) válida, la tentación opuesta, la i-l lego, exigía fundamentar este desplazamiento de acento. Esa
de desecharla como no respondiendo a la interrogación auténtica I undamentación se hizo, como era de suponer, en dos direcciones
del hombre latinoamericano. Nuestra obra no pretende negar que
inevitables, la del argumento de razón (histórica) y la del argu-
fue pensada, mucho antes de ser escrita, en diálogo con hombres
determinados. Situada así, la clave usada por Pablo se enfrenta mento bíblico.
con dos problemas fundamentales. Se argumentó así, en primer término, que con la interdepen-
dencia creciente de los hombres entre sí (comunicaciones, econo-
El lector sabe que este libro no quiere ser un libro de teología.
Más aún: que atribuye a un devastador malentendido, a uno de los mía y política ligadas a escala planetaria, etc.) el único mandamiento
más falsos lugares comunes de la cultura, que el significado para cristiano, el del amor, tenía que pasar cada vez más (independiente-
el hombre de Jesús de Nazaret haya sido acaparado por un campo mente de cualquier dato bíblico expreso), para ser eficaz, es decir,
esotérico de técnicos en religión, como si ésta —con todo su apara- amor real, por mediaciones políticas6, y que la teología, interpre-
to propio— fuera el único o el principal camino hacia esa signi- tación de la fe, no podía quedar de espaldas a esta transformación
ficación. inevitable, repitiendo fórmulas del pasado sacadas de un contexto
Ahora bien: aunque estemos de acuerdo en que ello no debería mucho más privado (o meramente interpersonal y grupal), «espi-
ser así, no podemos desentendernos del hecho consumado y de sus ritual» e intimista 7 y ligando la fe al mismo tipo de problemas
consecuencias. Y precisamente una de ellas es que hoy en América a los que se aplicó, por ejemplo, en el Nuevo Testamento.
Latina la cristología que se ha ocupado de estudiar y hacer conocer Precisamente, el segundo argumento, el bíblico, mostró cómo,
esa significación humana de Jesús de Nazaret está íntimamente por lo menos en el comienzo del Antiguo Testamento, el descu-
ligada a la teología, y más concretamente a la teología de cuño brimiento y asentamiento de la fe yahvista en Israel estuvo unido
y postura más insertos en la crítica realidad continental, la llamada a una dimensión de liberación política y de creación de estructuras
teología de la liberación. sociales justas y liberadoras en esa sociedad que Yahvé había
No es éste, claro está, el momento de exponer en qué consiste elegido para sí.
tal teología. Nos referiremos tan sólo a los aspectos que pueden El éxodo de Israel desde Egipto se volvió así el paradigma teo-
arrojar luz sobre los caminos por donde ese significado de Cristo lógico indiscutido para la teología de la liberación (por lo menos
llega al hombre latinoamericano, en oposición a otros caminos de al nivel de su vulgarización) y aun se pretendió ver en él la clave
la teología que en el pasado transmitieron cristología a este con- para leer la Biblia entera, y muy en especial las partes aparente-
tinente. En otras palabras: la teología de la liberación se halla mente más apolíticas de ella como el Nuevo Testamento en gene-
íntimamente ligada a las claves usadas en esta obra para captar ral y, dentro de él, Pablo.
el sentido del Jesús histórico y de la cristología de Pablo. Y, hasta
cierto punto, llega hasta emitir un juicio sobre ellas. 6
Cf. Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas (CEP,
Al desplazar hacia la historia y sus tareas humanizadoras el Lima 1971) cap. III y passim.
acento que la teología (mal llamada clásica) venía poniendo en la Esta denuncia ha conducido a que muchos, llevados de analogías su-
salvación ultramundana, la nueva corriente advirtió que la libe- perficiales, clasifiquen a la teología de la liberación como una rama de la
ración del hombre de su condición infrahumana, por lo menos en teología política (europea) y aun, en trabajos de erudición, afirmen la de-
pendencia cronológica de la primera con respecto a la segunda. A este ana-
este continente, debía atacar el factor más decisivo en ella, el de las cronismo ha contribuido el error de situar el origen de la primera en la
estructuras políticas tanto nacionales como internacionales. Se afian- aparición del libro de G. Gutiérrez acabado de citar, el que, casi un decenio
zó así cada vez más —y no siempre, como veremos, de manera después de la aparición de los grandes temas de esa teología, la sistematiza
equilibrada— la tendencia a verter en moldes políticos el conteni- y le da un titulo que haría fortuna, permitiéndose citar en su obra a los
teólogos de la teoría política europea, desconocidos en la época de las pri-
meras discusiones, artículos y obras de la nueva teología latinoamericana.
576 La cristologia humanista de Pablo Sobre la clave de Pablo 577
En efecto, si el mismo Jesús transmitido por los sinópticos pa- Así, siempre en principio, la desprivatización del campo teo-
recía escandalosamente insensible a la problemática política plantea- lógico (encargado, repetimos, indebidamente de la exclusividad
da por las estructuras del Imperio Romano 8 , Pablo iba, a primera en la tarea de investigar la significación de Jesús para el hombre
vista, mucho más allá en la dirección equivocada: su concepción de hoy) debe ser aceptada, lo cual no implica, como es lógico
apolítica desembocaba en consignas netamente conservadoras 9 , sin y veremos a continuación, que cualquier forma de concebir y des-
duda debidas a su preocupación prioritaria por una transformación arrollar tales implicaciones sea la correcta.
interior del hombre en Cristo.
En cuanto al argumento bíblico, resulta paradójico que una
¿Qué pensar de esta doble argumentación? Del primer argu-
teología así politizada haya continuado por mucho tiempo leyendo
mento cabría decir que es en principio irrefutable. Si, a pesar de
(o dejando de leer) el evangelio sin percibir en él la clave política
su aceptación teórica en el Vaticano I I 1 0 , le cuesta extraordinaria-
necesaria para interpretar de manera seria y lógica la vida pública
mente a la Iglesia admitir las implicaciones políticas de la fe,
de Jesús. Sólo muy recientemente se ha advertido esa posibilidad
mientras entra sin dificultad en otros campos para orientarlos de
y se ha insistido en ella u. Y exegetas ligados a esa corriente teo-
acuerdo a lo que entiende ser exigencia del evangelio (plano de la
lógica se niegan aún, sin duda por el malentendido tantas veces
conducta individual, familiar y aun social o socioeconómico), la
señalado, a ver en el Jesús de la historia a un «político» 13.
causa de su sorprendente negación a sacar consecuencias (conse-
cuencias prácticas y concretas como en los otros planos) de la fe
cuando se penetra en el terreno de las opciones fundamentales para chos casos ex professo, el plano de la licitud moral con el plano de la coer-
el destino del hombre social no hay que buscarla, por cierto, en que ción social). Estas posiciones llevan al partidismo, cuando los partidos se
dividen en torno a estas cuestiones. El mismo Vaticano II retrocede ante
estas últimas presentarían un carácter particularmente ambiguo una de las conclusiones más lógicas en cuanto a la función de lo específico
o esquivo. No hay que escarbar mucho en la superficie para com- de la Iglesia: la fe. Dice: «La misión propia que Cristo confió a su Iglesia
prender que lo que se teme es el impacto de los medios coercitivos, no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden
asociados al poder político, sobre la conducta de las multitudes religioso...» (GS 42). Es obvio que la conjunción del adjetivo «propia» su-
cesivamente con cada uno (y por separado) de los planos señalados puede
en el plano religioso " . salvar esta frase desdichada que se viene repitiendo incesantemente desde
entonces para las opciones más apolíticas, es decir, conservadoras. Y, no obs-
8
De ahí que la reacción contra la pretendida apoliticidad de Jesús haya tante, hablando de la función de este elemento propio de la Iglesia, que es
buscado salir de ese impasse procurando establecer, en base a la inflación la fe, el concilio se había atrevido a decir que «orienta la mente hacia so-
de datos mínimos, una posible connivencia entre Jesús y los zelotas (cf. luciones plenamente humanas» (GS 11). Y ¿dónde estarán los problemas
O. Cullmann, El Estado en el Nuevo Testamento [Madrid 1966] y, sobre que demandan soluciones plenamente humanas sino en el «orden político,
todo, jesús y los revolucionarios de su tiempo [Madrid 1973]). económico o social»? Sobre este especial temor de sacar conclusiones polí-
5
Como las que se relacionan con los esclavos o con la debida obedien- ticas concretas de la fe, cf. nuestra Pastoral latinoamericana. Sus motivos
cia a las autoridades públicas, suponiendo —grave falta de acriticidad— que ocultos (Ed. Búsqueda, Buenos Aires 1972) pp. 41ss.
12
su función teórica es la que realmente desempeñan. Podría también, hasta Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino nos parecen los teólogos latinoame-
cierto punto, considerarse «política» su discriminación práctica de la mujer, ricanos que lanzaron decisivamente la teología y la exégesis por el camino
aunque teóricamente declare que, con Cristo, llega a su fin todo fundamen- del Jesús histórico y de la clave política para interpretarlo. Cf., por ejem-
to para discriminarla. plo, I. Ellacuría, Teología política (Ed. SSI, San Salvador) cap. II. Desgra-
10
«La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva univer- ciadamente, a nuestro parecer, busca la significación histórica de Jesús, a la
salización hacen que el bien común se universalice cada vez más e implique zaga de exegetas europeos, en su posible conexión con los zelotas.
13
por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano» (GS 26). «Existe, tanto del lado de los exegetas como de los teólogos de la
«Luchen con energía contra cualquier esclavitud social o política...» (GS 29). liberación, una cierta inseguridad en cuanto a la interpretación de la Biblia
«Cuanto más se unifica el mundo, tanto más los deberes del hombre rebasan en el ámbito de la teología de la liberación». Después de criticar la copia
los límites de los grupos particulares y se extienden poco a poco al universo del éxodo como solución actual, el autor, el exegeta J. Konings, continúa:
entero» (GS 30). «Y probar que Jesús de Nazaret fue directamente un libertador político es
11
Así, cuando este impacto no está en juego, como en el caso de leyes una tarea que la casi totalidad de los verdaderos exegetas rehusarían... Fe-
referentes a divorcio, aborto, control de natalidad, etc., se adoptan posicio- 1 lizmente los 'grandes' de la teología de la liberación son más circunspec-
nes claras y concretas en materia política (confundiendo, sin duda en mu- tos...» (J. Konings, Hermenéutica Biblica e Teología da Libertacao: «Revista
Eclesiástica Brasileira», fase. 157, marzo 1980, p. 5).
578 La cristología humanista de Pablo Sobre la clave de Pablo 579
Sin embargo, el peligro de fondo reside, a nuestro juicio, no Existe, sin embargo, también en lo que concierne al campo
tanto en esta negativa, sino en la forma en que se presenta muchas cultural una tendencia que podríamos llamar maniquea; a saber:
veces la afirmativa, porque si la erudición tiene una particular aler- la de convertir en oposiciones drásticas y en alternativas claras
gia a la clave política en lo que a Jesús se refiere, «en muchas zonas fronterizas donde no existe solución de continuidad, por lo
charlas teológicas esa visión es aceptada como un dogma...» • menos perceptible. Así, el marxismo se cree obligado a desacre-
En efecto, descubrir el hecho de que la clave política y la ditar el psicoanálisis fundándose en la oposición nítida entre expli-
conflictividad correspondiente en favor de los pobres es lo que cación social y explicación individual. Lo mismo cabe decir de mil
arroja más luz sobre los hechos y dichos más «fiables», histórica- otras, como reformismo y revolución, acción asistencial y concienti-
mente hablando, de Jesús de Nazaret se convierte con demasiada zadora, cambio de estructuras y conversión del corazón, evolución
facilidad en dogma. Pasa de hecho concreto a teoría abstracta e in- y dialéctica...
temporal. Así, la única interpretación de Jesús que haría justicia Es indudable que algo en la realidad misma, y sobre todo
a su significado auténtico sería la política. Por lo mismo, y con cuando se exageran las polarizaciones, justifica estas oposiciones y el
toda lógica, se descalifica a Pablo en cuanto se percibe, y ello no que se las tenga por verdaderas alternativas. No son puramente
tarda mucho, que su clave no es ya política, sino antropológica, arbitrarias y a menudo el sumergirlas en la ambigüedad puede
y que no le presta la misma atención a los factores político-sociales tener peores consecuencias y provocar más fáciles escapatorias que
de la deshumanización del hombre. el acentuar demasiado su separación. Al fin y al cabo, si el mani-
Claro está que, así como la elección de una clave no puede queísmo es una exageración deformante, más deformante aún
provenir de un dogma intemporal, tampoco constituye algo arbi- sería borrar la distinción entre el bien y el mal.
trario o indiferente, como lo muestra, dentro del Nuevo Testamen- Todo ello no impide el que la excesiva división de la cultura
to, la estrecha relación entre las diversas claves utilizadas y las en campos separados provoque esa destrucción de la ecología hu-
necesidades de las diferentes Iglesias. mana (primero mental, luego real) que hemos estudiado en el
En el proceso de aprender a aprender es de prímerísima im- volumen anterior. De manera inconsciente e indirecta, la división
portancia el dirigirse al ámbito, plano o campo donde las crisis de la cultura en compartimentos (falsamente) estancos lleva con
de crecimiento se producen y donde los respectivos planteamientos frecuencia a la escalada sin esperanza de los medios y éstos, a su
adquieren relevancia. Y las condiciones inhumanas en que vive vez, a la destrucción de la complejísima ecuación que es una cultura.
la mayoría de los hombres en un continente que lleva ya cuatro No vamos a insistir en ello aquí. Sólo queremos sacar de esto
siglos siendo «cristiano» apuntan al uso, durante ese largo pasado, una consecuencia que atañe a nuestro propósito en este anexo.
de claves erróneas en la interpretación del significado que Jesús La indivisibilidad fundamental de una cultura hace que el hombre,
tiene para el hombre. No erróneas en sí mismas, pero sí en su ese «animal político», como fue definido desde la Antigüedad,
aplicación a los contextos donde ese significado tendría su más sea político en todas sus dimensiones y actividades y que no pueda
obvia relevancia. dejar de serlo por más declaraciones de neutralidad que haga, ni
En otras palabras: en América Latina hay que sospechar nece- tampoco por más necesidad que tenga de esos instrumentos habitua-
sariamente de toda clave cristológica que no desemboque en conse- les en que suele expresarse lo político cuando se reserva este ape-
cuencias políticas tan conflictivas y concretas como las que se lativo al uso de los medios más directamente enderezados a la
atrevió a sacar Jesús de su concepción de Dios. Y sospechar que toma, mantenimiento o ejercicio del poder del Estado.
constituyen una escapatoria (por cierto, una escapatoria culpable). A pesar de las apariencias, la creación de un nuevo lenguaje,
Las dimensiones del Pecado son por lo demás evidentes como para así como, por el contrario, el consentimiento pasivo dado a la
que éste pueda pasar inadvertido y quedar así disculpado el que destrucción interesada del existente, se perciba o no su impacto,
se ponga el acento en otra cosa. son, por lo menos a la larga, ejemplos de actos políticos. La edu-
cación que el niño o el adolescente reciben en la familia o en los
" Ibíd. institutos de enseñanza, aun cuando enmudezca sobre temas como
Sobre la clave de Pablo 581
580 La cristología humanista de Pablo

partidos, revoluciones o sufragios, es intrínsecamente política y no reserva de factores existenciales que en un momento dado serán
dejará de tener, a corto o largo plazo, implicaciones en ese plano. recordados, recreados y corregidos, y entrarán a formar parte de
El sano equilibrio entre entusiasmo y crítica, como lo señalaba soluciones a unas crisis que hoy ni siquiera podemos prever.
Bateson, no es sólo un problema de higiene mental para el indi- Por otra, todo el proceso no provocaría nuestra fe global si
viduo: es un elemento decisivo para la formación del agente polí- no sintiéramos que uno o varios de los anillos de esa cadena nos
tico e influirá en las estructuras de la polis, aunque ese agente no atañen vitalmente hoy y aquí, es decir, en nuestro contexto. Si la
llegue nunca a posiciones «influyentes» en las decisiones del Estado. fe (antropológica) que posibilitan esos testigos no presentara de
manera concreta un camino posible para una vida humana más
La teología de la liberación vigente en América Latina ha sido madura y feliz a partir de la situación en que nos encontramos,
demasiado proclive tal vez a ese tipo de separación que confina si este encuentro no se realizara, todo el proceso pasaría a nuestro
lo político al área de las relaciones directas entre el individuo y el lado como todas esas «tradiciones espirituales» que no llegamos
Estado 15, tomándolas casi como única clave compatible con una a apreciar porque nunca entraron de modo vivo en nuestro entorno
comprensión de Jesús válida para nuestro continente. existencial.
Una respuesta más equilibrada a este planteamiento podría
De estos dos elementos, la teología de la liberación ha privi-
surgir, por lo menos en principio, de concebir la Biblia como un
legiado netamente el segundo en detrimento del primero. Lo ha
proceso de aprender a aprender, de un aprender en segundo grado.
hecho aludiendo a esa innegable necesidad, la de construir una
La «selección» interesada que ha hecho la teología de la liberación
teología significativa para la praxis. Y esto concierne directamente
de ciertas partes de la Biblia, menospreciando otras (casi como
a nuestro problema: ¿tiene sentido en el contexto latinoamericano
incompatibles), viene en gran parte del hecho de que esta teología,
una lectura de la cristología paulina una vez que se ha percibido
siguiendo a la europea, sigue tomando la Biblia como un proceso
en ella el paso desde la clave política del Jesús histórico a la clave
de aprender en primer grado, es decir, de aprender respuestas
antropológica?
hechas, entre las cuales, claro está, hay que elegir, ya que continua-
mente varían en el interior de la Escritura.
Un proceso de aprender a aprender debe mantener un difícil III
equilibrio entre dos de sus elementos constitutivos. Por una parte,
el enriquecimiento y madurez que se supone debe producir depende La teología latinoamericana llamada de la liberación no escapa,
del paso por múltiples experiencias que ensanchen el horizonte como no era de esperar que escapara —no lo hace ninguna otra—,
más allá de lo que la experiencia de cada uno puede realizar por sí a simplificaciones y superficialidades. Y una de ellas es precisa-
misma. Muchas de ellas deberán ser vividas artificialmente, a hom- mente la que la hace «surgir» de la praxis.
bros de otros, dado que sus contextos no son los nuestros hoy. El que la teología sea esencialmente (y no parcialmente) prác-
Sólo de esta manera puede llamarse a la historia «maestra de la tica y no una «ciencia» o teoría sobre lo divino es algo que no
vida». De ahí precisamente la importancia decisiva del lenguaje debería extrañar a nadie, y menos aún al lector que haya leído el
icónico. Este nos permite en gran medida recrear contextos, de un primer volumen de esta obra.
modo vital, que no son los nuestros, experimentar como nuestras Pero, si bien es cierto que alguna praxis o, por mejor decir,
crisis ajenas y recibir el impacto de soluciones que fueron huma- práctica 16 precede siempre en el ser humano a cualquier reflexión
nizadoras y liberadoras en otras circunstancias. Así se forma una sobre el significado global de la existencia y hasta sobre el signi-
ficado de esa misma actuación que se presenta primero como espon-
15 tánea e instintiva, no constituye un asunto simple trasladar esa
En su descargo cabe señalar que fue llevada a ello muchas veces por las
increíblemente superficiales (e ideológicas) dicotomías que se le oponen: de 16
Aunque práctica sea la traducción castellana del griego praxis, cuando
nada valen los cambios de estructura sin la conversión del corazón, defensa esta última palabra se usa en nuestro lenguaje se quiere por lo común acen-
de los derechos humanos sin lucha de clases, revolución en libertad por con- tuar que se trata de una práctica fundada en una teoría y que, a su vez,
sentimiento mayoritario y no con una violencia que engendra siempre una realimenta esa teoría con nuevos elementos descubiertos en la experiencia.
violencia mayor...
582 La cristología humanista de Pablo

precedencia a la teología o a una simple discusión de cualquier Sobre la clave de Pablo 583
grupo de hombres sobre el significado de Jesús de Nazaret.
En efecto, dijimos que la reflexión es siempre un acto segundo; E n el párrafo anterior manteníamos que en un proceso de
aprender a aprender es necesario equilibrar dos elementos, el de la
también es verdad que las experiencias que nos preceden en el
conexión con el contexto donde se desarrolla nuestra praxis y el
tiempo exigen asimismo cierta precedencia por el hecho de cons-
de la riqueza y autonomía de una tradición que, sin nosotros, en-
tituir o de haber constituido una globalidad con su propia unidad
sayó diferentes claves —con sus diferentes aportaciones y limi-
intrínseca independiente de nuestra práctica actual. N o podemos
taciones— para comprender el significado de ese personaje his-
desprender de ella fragmentos aislados y digerirlos a medida que
tórico que es Jesús de Nazaret.
nos llaman la atención en relación con nuestro actuar. Por eso todo
Pues bien: la interpretación llevada a cabo en la segunda parte
conglomerado histórico importante exige de nosotros una cierta
de este volumen está lejos de haber sido un ejercicio erudito o un
gratuidad, un poner entre paréntesis nuestras urgencias pragmáti-
trabajo de laboratorio acerca de la cristología de Pablo. Fue de
cas durante el plazo necesario para captar a través de sus varios
hecho una lectura emprendida y realizada por un grupo humano
elementos su importancia y significado global.
concreto en el contexto latinoamericano actual, consciente, por su-
Con esto no estamos negando que sólo preguntas lanzadas desde puesto, de sus limitaciones y particularidades. Tal vez el referirnos
nuestra problemática pueden guiar una hermenéutica que nunca aquí a esa experiencia ayude a reflexionar sobre la importancia
será neutra y que, desde esa perspectiva, nuestra problemática que cabe dar hoy a la clave usada por Pablo para interpretar
siempre comienza siendo práctica 17. E n otras palabras: debemos a Jesús y a responder así, dejando atrás las abstracciones, a los
decir que el significado de Jesús no surge de la praxis, pero sí que requisitos fijados en el párrafo anterior.
se conecta necesariamente con ella, lo sepamos o no, y, por supues- Debe quedar claro desde el comienzo que la experiencia a que
to, que se hace mejor interpretación cuando esa relación es cons- nos referimos fue hecha en una situación donde se percibía, en
ciente. El hecho de que la teología clásica haya olvidado el vector forma básica y abrumadora, el poder de lo que se ha dado en
práctico (y aun político) de las viejas discusiones cristológicas no llamar el «pecado estructural» que aqueja a nuestras sociedades
debería, sin embargo, llevarnos hoy al extremo opuesto de buscar por una parte, y por otra a la falta de los usuales instrumentos po-
una conexión pragmática inmediata entre los problemas que van líticos a los que siempre se acudió en el pasado cercano para com-
apareciendo en nuestro horizonte práctico y soluciones que nos batirlo 19.
brindaría para ello la vida o el mensaje de Jesús 18.
construcción de ideologías, sino a no aceptar la dosis de gratuidad (pragmá-
17
A ello conduce, por ejemplo, el método de reflexión usado por gran tica) que todo proceso educativo profundo implica.
19
número de grupos cristianos como el único compatible con ese primado de Esta situación es, por otra parte, general, y mucho más general, por
la praxis sobre la teología que es acto segundo: la «revisión de vida». La cierto, de lo que muchos teólogos están dispuestos a aceptar. De hecho, se
inconexión de los problemas supuestamente presentados por la praxis, así ha propuesto la necesidad de construir una teología del cautiverio. Claro está
como la manipulación y selección subjetiva de los pasajes bíblicos emplea- que, como alternativa a una teología de la liberación, ello debe ser rechazado.
dos para exponer el punto de vista de la fe, construyen sólo una parodia Nadie pretende canonizar la cautividad por el hecho de que la liberación
de la función que G. Gutiérrez, en el primer capítulo de su Teología de la se aleje. Pero la propuesta cobra cierto sentido al constatar el triunfalismo
liberación, define acertadamente como «una reflexión crítica sobre la pra- con que ciertos teólogos latinoamericanos hablan de la liberación como si
xis». En efecto, praxis no es el flujo ingenuo y superficial de acontecimientos fuese algo al alcance de la mano, mientras que la realidad global latinoame-
y problemas, así como tampoco critica significa escoger un trozo bíblico —se- ricana, el aplastamiento creciente de los pobres, su desorientación evidente
parado no sólo de su contexto inmediato, sino del proceso entero— para y situaciones (y previsiones) de una represión y opresión aún mayores están
confirmar la opción propuesta. exigiendo un puente entre la teología y la realidad. Confesamos que ya desde
18 el título —y a pesar de muchas mises au point críticas— ésta es la impre-
El fracaso que este exceso produce es una experiencia generalizada en sión que nos produce la selección de trabajos de G. Gutiérrez titulada La
América Latina. Y llamamos fracaso a una irrelevante crisis de fe provocada fuerza histórica de los pobres (CEP, Lima 1979). ¿A qué fuerza se refiere?
por la trivialización de las respuestas que de ella llegan cuando se buscan ¿Dónde se ha escondido esta fuerza durante los cuatro siglos pasados desde
en Jesús ejemplos, normas y soluciones que llevan, no sólo a dejar de lado la colonización occidental o desde el siglo y medio de vida independiente?
la verdadera praxis con su exigencia de una apropiada autonomía para la ¿Por qué no analizar, entonces, el cómo, el porqué y el hasta dónde de la
debilidad histórica de los pobres?
584 La cristología humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 585
El grupo percibía además, comparando un pasado relativa-
mente reciente con la actualidad, la tendencia, sin duda facilitante, nos era —como el suicidio político— una manera disimulada de
a dejarse manejar en gran medida por un factor externo: lo que huir de la libertad, de deponer las propias responsabilidades.
se nos permitía hacer. Así, la libertad política pasada y el compro- Desconfiar de nuestra crítica no era, por cierto, renunciar a
miso y actividad que habían tenido lugar en ese campo habían ella o a sus argumentos. Era equilibrarla con un proyecto creador.
llevado frecuentemente a un activismo carente de reflexión, o por Y, para ello, sacar fuerzas de flaqueza y comenzar por destruir ese
lo menos de reflexión seria; dicho en otras palabras: con un nivel compartimento estanco de la política que parecía cerrado para nos-
teórico marcado por la prisa, el pragmatismo y la superficialidad. otros. Reconocer que todo en el hombre es, virtualmente, política
La represión política, por el contrario, traía una vuelta a la re- y que en cada uno de nosotros había posibilidades latentes, mucho
flexión, pero a una reflexión sin manos. Los medios de actuar más radicales, que la costumbre nos impedía percibir y esgrimir.
parecían haber desaparecido y el pensamiento, en consecuencia, Con esa clave hermenéutica nos aproximamos a Pablo, precisa-
se limitaba a reafirmar con nuevos argumentos una crítica que, si mente porque, al desplazar su cristología la política por la antropo-
bien era apreciada probablemente como sello de inocencia, también logía, apuntaba en la dirección que nuestra praxis necesitaba.
se caracterizaba por su ineficacia, a la espera de que «llegara el No es que todo se haya abierto o haya quedado claro de pronto.
cambio». Fue penoso ir y venir por los vericuetos de un pensamiento com-
¿Sería ello el signo de un compromiso mayor, o tal vez del plejo y de un vocabulario que ya no era el nuestro. Esa dificultad
único posible, o una escapatoria y justificación de nuestra pasi- queda estampada en los capítulos de esta segunda parte. Pero
vidad, de nuestra falta de imaginación, de nuestro propio pecado sentimos poco a poco surgir de nuestro itinerario una buena no-
«estructural» como grupo? ticia, algo importante que si por una parte abría nuevos campos
En otras palabras, nace una sospecha radical. ¿Sería ése el ver- a nuestra esperanza, también señalaba nuevos caminos a nuestra
dadero estado de la situación entre nosotros y el pecado? El Jesús responsabilidad creadora.
que habíamos visto actuar dentro de la clave política, ¿qué buena Algunos puntos particulares de esa lectura merecen señalarse
noticia o qué llamada a la conversión nos traería hoy? Es difícil aquí. El lector notará que, en cierta medida, repiten lo ya dicho
imaginarse a un Jesús mudo ante la realidad que hoy nos toca vi- a propósito de la interpretación cristológica de Pablo. No podía
vir. Pero también es difícil imaginarse a un Jesús que desafiaría ser de otra manera. Aunque íntimamente ligados a nuestra praxis
por principio y sin realismo el poder constituido ante y sobre nos- (o falta de ella), es obvio que no «surgen» de ella. Más aún, ni
otros, a riesgo de que su propia pasión o muerte no fuese ni si- siquiera surgen, como tales, de los hechos o dichos de Jesús. Su
quiera «martirio», en el estricto sentido de la palabra, a falta de origen es por lo demás patente: vienen de la interpretación hecha
tiempo para conseguir oyentes y de medios para trasmitirles su por Pablo de la significación para el hombre de Jesús de Nazaret.
mensaje. El saberlo así deja libre el paso para releer a Pablo en su
Basta haber echado una ojeada al Nuevo Testamento para per- espíritu, no en su letra. Exactamente como él mismo nos enseña
cibir que, por difícil que sea el acceso a su pensamiento, es Pablo a hacer con el resto de la revelación bíblica. Y ese «espíritu» no
el autor que se halla en una situación más parecida a la nuestra se nos da sino en función del contexto práctico en que nos halla-
y cuyo mensaje asume muchas de las características contextúales mos enraizados y comprometidos. Contexto político por cierto,
que acabamos de mencionar. Y fue así como llegamos a Pablo como vimos en el párrafo anterior. En ese sentido lato, y sólo en
desde la política. ése, la interpretación de Pablo (y de Cristo fundando a Pablo)
Pero se llegó a su lectura con una hipótesis hermenéuticamente surge de nuestra praxis, es decir, de nuestra problemática global
decisiva y que acabamos de esbozar: que el pecado estructural no de cara a la historia.
estaba sólo fuera de nosotros. Que, a pesar de nuestras protestas
de inocencia, ese pecado «moraba» en nosotros, que éramos de 1) Contrariamente a lo que suponen muchos lugares comu-
alguna manera parte de él y sus cómplices. Que la crítica sin ma- nes, la conciencia del juego de mecanismos inhumanos y esclavi-
zadores a escala supraindividual (y aun supranacional) se torna
586 La cristología humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 587
cada vez más corriente en esta región del mundo. Para no hablar
más que de las últimas décadas, correspondientes a una generación 2) Un segundo paso dado en la lectura de Pablo nos llevó
entera, hemos ido entrando cada vez más en una división radical a preguntarnos por los mecanismos que nos habían vuelto incons-
y despiadada entre los ideales esbozados para nuestras sociedades cientes, insensibles y, por tanto, destinados a ser coautores de ese
—ideales modestos y equilibrados— y las posibilidades de insta- Pecado.
larlos en la realidad. En nuestra realidad. Esta pregunta nos acuciaba de manera particular en la medida
Parecería que todo ha sido ensayado, de mil maneras, por mil misma en que lógicamente pretendíamos que el mensaje antropo-
caminos, y el resultado, lo llevado a cabo por una ley inflexible, lógico de Jesús tuviera relevancia en las «premisas ontológicas y
ha sido siempre el mismo, sólo que agravado por el paso del tiem- epistemológicas» con que percibíamos y evaluábamos los aconteci-
po: la imposibilidad de ser medianamente libres, de elegir la forma mientos históricos que afectaban nuestra realidad.
de sociedad y de convivencia que querríamos y, finalmente, aun Y precisamene constituía algo terrible y misterioso a primera
la de discutirla, no digamos la de luchar por ella. Cada día que vista el que los grupos más en contacto con esa tradición que pa-
pasa se cierra, aquí o allá, un camino que todavía ayer parecía saba por Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso estuvieran entre los
abierto. más faltos de equilibrio, entre los más ciegos en esa evaluación
No siendo absolutamente estúpidos ni ingenuos, no asistimos respectiva del Pecado y de los pecados. De los mecanismos de
a ese fenómeno con la boca abierta, aunque sí con el corazón apre- esclavitud y mala fe con su inmenso poder de muerte por una parte,
tado. Descubrimos la lógica que une todos los poderes, todas las y de las simples debilidades o explosiones pasionales de los indi-
tácticas, y a quienes las usan, en un sólo propósito y en una sola viduos por otra.
eficacia. También aquí Pablo, a pesar de su aparente apoliticidad, cons-
tituyó un descubrimiento y, por cierto, uno «político». El de que
No se ha inventado, pues, un pecado nuevo, al hablar de estruc-
en dos planos superpuestos algo que podríamos llamar ley consti-
turas políticas o sociales de pecado o, lo que es lo mismo, de
tuye un elemento adicional, si se quiere, pero decisivo en esa dis-
pecado estructural. Porque no se trata de atribuirle a sistemas o
torsión de nuestros juicios valorativos. Es decir, en esa esclavitud
estructuras abstractas e impersonales un término como el de «un estructural.
pecado», que sólo es justo aplicar a individuos. Pablo precisamente
Existe, en efecto, una ley moral —digamos laica para no entrar
nos enseñó a salir de la trampa (política) de confundir el Pecado,
en las discusiones que suscita el término ley natural— vigente
estructura deshumanizadora que esclaviza y cosifica, con los peca-
tanto en el campo individual como en el social, destinada a poner
dos que el hombre, mientras está enmarcado en la Carne, comete. un dique a nuestros instintos (destructores), al parecer incapaces
En otras palabras, constatamos que el problema central para de autorregulación. Por encima de nuestra persona y sus proyectos
nuestra condición humana, hoy y aquí, es que se han creado y se —superego—, la sociedad, a través de sus miembros más cerca-
continúan creando estructuras y poderes destinados a impedir to- nos a, e importantes para, nosotros, nos transmite un deber ya
das las formas eficaces, públicas y aun privadas, de amar a nuestros establecido y que es fundamentalmente expresado en forma nega-
semejantes y a nuestros prójimos. No se trata, pues, de esos peca- tiva, de represión: no hacer esto o lo otro.
dos de debilidad —aun los conscientes de quien explota a otros Mucho antes de saber, o de determinar por nosotros mismos,
seres humanos— que tendrán, al fin y al cabo, perdón y olvido. para qué vivimos y actuamos, sabemos lo que en ningún caso
Se trata de un ídolo que se levanta sobre y contra todo lo que es debemos hacer. Porque nadie negará que existe una enorme des-
humano, de un poder global que se establece para durar y escla- proporción entre lo claro y eficaz de la información que recibimos
vizar, que priva al hombre de su libertad para crear, que lo inuti- en términos de prohibición, y la que la educación nos brinda en
liza, que lo mata, a veces físicamente, las más de las veces en todos lo que concierne a proyectos y creaciones, es decir, en todo lo
y cada uno de sus proyectos más significativos y esperanzadores. relativo a transformaciones de la realidad existente.
Aunque el proceso de nuestra madurez nos debería llevar a
dudar críticamente acerca de los valores que esa ley absolutizada
588 La cristología humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 589
y negativa representa, es mayor la comodidad que sentimos, la
mayoría de las veces, enmarcándonos dentro de esas normas. Nues- cualesquiera que sean las circunstancias que los disfracen. Y como
tro mismo lenguaje, con sus definiciones ya hechas, nos provee toda ley es coercitiva, aunque se prescriban ciertas categorías de
con innumerables y, al parecer, decisivos argumentos sobre lo bien actos en forma positiva, siempre se entenderá mejor su formula-
fundado de esos deberes. ción inversa, negativa, o sea, la que atrae la sanción.
Pero a este plano, de que se compone toda educación, se super- El mandamiento de «honrar padre y madre», por ejemplo, no
pone a veces otro: el de una Ley en sentido religioso. En otras posee la misma eficacia normativa que el de no matar o no robar,
palabras, el de una norma considerada de procedencia divina, y o aun la de su inmediato antecesor: «no maldecir al padre o a la
que refuerza, amplía y sanciona la anterior. madre». Honrar padre y madre puede significar tantas cosas, puede
Se dirá que no es así como se presenta el panorama dentro del abarcar un mundo tan complejo de consecuencias y escapatorias,
cristianismo. Muy por el contrario, Pablo en primer término, pero que, a menos que se vuelva a su formulación más antigua, negativa
antes que él el mismo Jesús, previnieron contra tal concepción y ligada a la sanción —«quien maldiga a su padre o a su madre
como deformante de lo que se debe pensar de Dios y de lo que morirá»— tendrá poca influencia concreta sobre la conducta.
el hombre debe hacer de sí mismo. En la misma medida, puede Pero precisamente la prohibición unida a la sanción desplaza de
parecer casi un misterio cómo el Pecado a que nos estamos refi- nuestra atención las acciones u omisiones que, de manera indirecta
riendo haya podido pasar incólume a través de comunidades obli- pero segura, producen males mucho mayores. La prohibición de no
gadas, al fin y al cabo, a leer continuamente en Pablo y en los matar no nos dice, así, nada sobre nuestra activa o pasiva con-
evangelios esa crítica radical. nivencia con la muerte de muchas personas, aun cercanas a nos-
Pero hay que tener en cuenta dos hechos. El primero histó- otros, y que han debido padecerla por el mero hecho de nuestra
rico, el segundo antropológico. Es obvio que Pablo no podía co- falta de coraje, de espíritu crítico, de sensibilidad histórica, de
nocer el primero y que se limita a desarrollar el segundo. imaginación creadora.
No obstante, el primer elemento determinante de la situación Y los razonamientos que nos disculpan son tanto más eficaces,
que analizamos lo hallamos virtualmente en su lectura, combinada engañadores y esclavizadores cuanto más nos persuadimos de que
con la visión histórica que hoy poseemos. La liberación con rela- el rechazo de lo prohibido nos comunicará, mediante la religión,
ción a la ley, aun religiosa, situándola no por encima del hombre, la buena relación decisiva con lo Absoluto.
sino a su servicio, constituye un factor central de madurez. Señala Es cierto que, de un tiempo a esta parte ha aparecido en el
el umbral de esa etapa y es, por tanto, esencialmente minoritario. vocabulario religioso (y aun litúrgico) el signo de un cierto reco-
Todo lo que tenemos de masivo funciona fuera de esa madurez. nocimiento de este pecado que se filtra a través de todas las prohi-
Ahora bien, las circunstancias históricas especiales en que el cris- biciones: se llama omisión. Esta —íntimamente relacionada con
tianismo hubo de actuar en Occidente después del vacío dejado el dominio de la Ley— no es contabilizable. No puede, como las
por la caída del Imperio Romano lo obligaron a convertirse de otras «obras» introducirse como un dato u obtenerse como resul-
nuevo en el «pedadogo» de masas humanas y a intervenir en la tado de una computadora moral. No puede «añadirse» como un
creación de una moral cívica de tipo «infantil». En nombre de la pecado más, grande o pequeño, precisamente porque no tiene
religión cristiana se volvió a lo que el cristianismo había supe- límites. Si existe una posibilidad de luchar contra ella es saliendo
rado —por definición—, es decir, al decálogo bíblico, base de la del dominio de la Ley. A campo abierto. Frente a todo dolor
moral cívica de Israel. A un decálogo que, por otra parte, según humano.
la opinión mayoritaria de los exegetas, fue redactado en un co-
mienzo en forma de prohibiciones básicas, es decir, de preceptos
negativos. 3) Pero un tercer paso en la lectura de Pablo nos mostró
que «omisión» era sólo un título superficial para una estructura
Una ley, por detallada que sea, sólo es eficaz en cuanto permite de Pecado que no solamente nos enfrenta a un enemigo exterior,
señalar y clasificar sin lugar a dudas los actos a que se refiere, sino que apunta a mecanismos internos que juegan un papel deci-
sivo dentro de nosotros mismos.
390 La cristología humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 591
En efecto, descubrimos por la lectura de Pablo que aun el re-
conocimiento de que no combatíamos eficazmente el mal cuando sión que alcancen un ámbito exterior al de una estricta y cuida-
éste se nos presentaba bajo la forma de lo-que-no-se-hacía no con- dosa privacidad. «Privada» también de proyectos y aferrada a la
seguía devolvernos el sentido y la eficacia de un compromiso (po- mera afirmación interior, esperando «que las cosas cambien».
lítico) ligado a nuestra fe. Independientemente, sin embargo, de la ineficacia elusiva (u
Constatamos, es cierto, la fuerza aterradora de la «omisión», «omisiva») de esta búsqueda de «justicia» propia, mantenerse en
resultado de una subordinación inmadura a la ley, fuera ésta laica ella se vuelve en muchos casos imposible. Y uno de los ejemplos
o religiosa. Comprobamos, por ejemplo, que las razones que no más claros lo plantea el problema ineludible de la educación de
encontrábamos para matar, las encontrábamos a montones para las nuevas generaciones.
dejar matar, para permitir inactivos que otros matasen y, lo que Prescindamos teóricamente, en beneficio de la claridad, del
era aún peor, para dejar que miles y millones muriesen sin que control ejercido por el sistema imperante sobre todas las organi-
nadie hubiese tomado conscientemente la decisión de matar a nadie. zaciones educativas (no olvide el lector que estamos leyendo a
Pero ¿qué oponíamos a esa fuerza de Pecado, de engaño des- Pablo dentro de un régimen de intensa y ubicua represión) públi-
humanizador? Una tendencia fácil a la pureza intachable, hecha cas y privadas. Dejemos igualmente de lado, por más irreal que
de crítica y rechazo. Un ponerse fuera del Pecado. Mediante un ello sea, el impacto que generan esas instituciones controladas
no que, si era incapaz de transformar nada, nos permitía «des- sobre el mismo seno familiar, el ámbito educacional más privado
cansar» en la certidumbre de la inocencia y volvernos, sólo en y, por lo mismo y en cierta medida, el más libre.
teoría, por supuesto, «guías de ciegos»... Tomemos para nuestro ejemplo este último ámbito como si,
Pero precisamente la lectura de Pablo sobre el hombre divi- en efecto, estuviera librado a la creatividad materna o paterna 20 .
dido terminó con esta pretensión engañosa de adquirir una actitud Preguntémonos solamente qué podrá hacer la educación de los
monolítica y pura frente al Pecado. La crítica puede ser, en efecto, padres para comunicar a sus hijos una actitud crítica, es decir, un
la expresión más íntima de lo que pensamos y queremos y, no sistema de valores en oposición al impuesto de manera coercitiva
obstante, todo lo que comienza a transitar desde esa interioridad a la sociedad global.
hacia la realización acaba siendo recuperado por el sistema, por Una respuesta frecuente, de acuerdo con la escapatoria men-
las estructuras esclavizadoras del Pecado y termina sirviendo a éste. cionada, es la tendencia de los adultos a trasladar su crítica a la
Nuestros miembros, prolongados en los instrumentos de nues- educación de los niños y jóvenes. Pero tampoco aquí los resultados
tra cultura y en cualquiera que sea la actividad que desempeñemos responden a las esperanzas. Por la simple razón de que, si el
en el ámbito social, muestran una connivencia irremediable con el adulto puede soportar intensas dosis (o períodos) de crítica, esa
Pecado, connivencia que hace irreconocible el resultado final de misma dosis se vuelve destructiva y aun contraproducente dentro
nuestras intenciones llevadas a la práctica. de un proceso educativo.
La lectura de Pablo nos iluminó dolorosamente —pero tam- Bastará concretar un poco más el ejemplo para percibirlo. Una
bién higiénicamente, diríamos— sobre la sutileza y el poder in- buena parte de la base crítica del adulto, o sea, de la ecucación
contrastable de esos mecanismos que moran en nosotros. Y sobre energética que le permite ese gasto de energía (cara) que es la
lo fútil de varios tipos de escapatoria que solemos ensayar para respuesta crítica, está basada en el acopio de energía (barata) que
librarnos de ellos. significa su patriotismo. Se puede decir que si es «despiadadamen-
te» crítico, es en razón directa de su «piedad» patriótica, es decir,
Una de esas vías de escape consiste en la ya mencionada ten-
porque le interesa visceralmente —acríticamente— su país. Ello
dencia a recortar y aun mutilar nuestra actividad, nuestras reali-
zaciones. A no usar nuestros miembros efectivos para no caer bajo 20
Eliminemos igualmente —y de manera asimismo artificial— vehículos
su ley. A una especie de parálisis de toda actividad social que no importantes de información y valoración inconsciente tales como la percep-
sea la estricta y privada expresión de nuestra negativa crítica. ción, por parte del niño o del adolescente, de la sumisión de sus padres a
«Privada» porque no se le abren, al parecer, caminos de expre- las estructuras sociales, con todo lo que ello significa de renuncias prácticas
repetidas a los criterios que se le enseñan a respetar.
"-"- La cristología humanista de Pablo Sobre la clave de Pablo 593
implica que hicieron un fuerte impacto en él, cuando niño o joven, En otras palabras, se busca un poder supuestamente cualitativo
Jos instrumentos sociales destinados a provocar esa actitud. Ins-
trumentos que comprenden hasta la actitud emotiva asociada con que sea capaz —en virtud de su carácter igualmente cuantitativo—
ia presencia de los símbolos nacionales, como la bandera o el de dar la vuelta finalmente a esa aparente desproporción de fuer-
himno. zas que juega a favor de lo meramente cuantitativo y poderoso.
Que detenga el proceso de «corrupción» de los proyectos humanos
Cuando el adulto se percata, sin embargo, de que los mismos en el plano político.
instrumentos son usados para introyectar en sus hijos la solida- Desde un tiempo a esta parte, esa utopía paralizante e irreal
ridad afectiva, pero esta vez con el orden impuesto que él des- ha invadido, por ejemplo, la teología de la liberación que, so pre-
aprueba, el camino más fácil para reaccionar a esa maniobra texto de supuesta apoliticidad, se resiste a la lectura profunda de
como (mal) educador— consiste en trasladar su crítica al edu- Pablo. En este caso, ese poder cualitativo y cuantitativo a la vez
cando. Lo cual implicará relativizar y aun mostrar su disgusto es el pueblo o, más precisamente, «los pobres» Z2.
hacia esos mismos símbolos.
A nuestro juicio, éste, y no el ateísmo o el secularismo, es el
Sin embargo, disociar el símbolo (con su contenido) del uso verdadero peligro de premisas marxistas o análogas, no evaluadas
que de él se hace es capacidad característica del adulto. Sin tal por los datos trascendentes cristianos. No se trata, ni mucho me-
disociación, la actitud provocará, en el niño o en el adolescente, nos, de atacar esa tendencia porque «caiga» en la lucha de clases
un choque con su básica necesidad de seguridad y solidaridad
afectivas. o porque eleve —con otro nombre— el proletariado a sujeto y
agente privilegiado de la historia. Se trata, sí, de una escatología
Y de ese choque surgen consecuencias desconcertantes para
ios padres-educadores. Van desde la actitud conservadora del hijo
3 u e s ^ rebela contra la crítica paterna o escapa de mil maneras a que pretende no necesitar ideologías pertenece, en rigor, a la misma catego-
ella, hasta otra actitud más sutil de rechazo: se admite la crítica ría de fenómenos.
22
paterna en un nivel consciente y racional, pero surgen inesperados Hay mucha retórica en fórmulas superficialmente brillantes que están
y de moda en el contexto latinoamericano, como la que invita a ponerse «al
> ~ parecer, desligados conflictos psicológicos. En otras palabras, servicio del pobre» o la que exalta, a despecho de la trágica historia latino-
el desequilibrio procedente de una dosis de angustia excesiva. americana, la impenetrabilidad del auténtico «pueblo» a las ideologías de la
Otro de los ejemplos más conspicuos de la misma tendencia clase dominante. El mismo G. Gutiérrez usa, en forma matizada es cierto,
un argumento brillante que luego será empleado en su forma más realista
velada a la renuncia frente al poder esclavizador del Pecado es el y demagógica: «... la inteligencia del intelectual, del teólogo que piensa la
que consiste en erigir, en plena irrealidad, una fuerza Anti-Pecado fe a partir de aquellos a quienes precisamente el Padre escondió su reve-
con la cual consubstanciarse, perdiéndose en ella como en un pro- lación: "los doctos y prudentes' (Mt 11,25). Aniquilación de esa inteligencia,
ector (pero mortífero) seno materno. Se le atribuye a esa fuerza pero no de la que viene de los 'pequeños', los pobres, porque sólo a ellos
les fue dada la gracia de acoger y comprender el reino. A los pequeños, a
o solo el cometido de mantener incólume la esperanza contra los los que no pueden o a quienes no se deja hablar, a ellos les es dada la pa-
embates de la realidad, sino también el mucho más arriesgado de labra de Dios para que anuncien su reino. La locura de la cruz es muerte
iscernir las ideologías eficaces que, a corto o largo plazo, habían para la inteligencia de los doctos, aquellos que no entienden la palabra. Una
, e .quedar victoriosas. Y mostrar así que nuestras dudas y ansie- reflexión sobre la fe que no pase por esa locura, por esa muerte, así como
por la revelación a los pobres, equivoca su camino» (La fuerza histórica de
7j e f a n so ^° ^ P r °ducto de una reflexión intelectual hecha a los pobres, op. cit., p. 175). Cabe añadir que aun métodos de concientiza-
espaldas del partido, de la Iglesia o de la clase21. Es decir, de la ción procedentes, claro está, de minorías y formadores asimismo, por su con-
autentica fuerza histórica liberadora. tenido, de minorías, como el de Paulo Freiré, han debido disculparse de su
falta de aprecio por el pueblo, y hablar de una «concientización mutua» a
U
despecho de lo que Bateson, siguiendo a Russell, llamaría «la diferencia de
a au u ^ e n ° m e , n o común y no particularmente latinoamericano la crítica niveles lógicos» de esa pretendida reciprocidad. Si constituye una paradoja
de t/rare n e ulS -,- uscan así> P° r ejemplo, en el partido comunista oficial una especie el que una teología de la liberación no haga, por lo común, una lectura polí-
ro "3 "Zadora certidumbre de tipo religioso y que tienen por más segu- tica de los evangelios, la razón debe buscarse, en gran parte, en que éstos se
el v imenos Pr°Wematizador aceptar sus directivas contradictorias. Pero en resisten a las tendencias populistas, como lo percibió Pablo y lo expresó en
oiumen anterior hemos visto cómo cierta concepción de la fe religiosa su propia clave.
^8
594 ha cristología humanista de Pablo

simplificada y errónea que, así como conduce a falsas esperanzas, Sobre la clave de Pablo 595
produce igualmente, a más largo plazo, la escalada de la desespe-
ración. ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, es un acto
político.
4) En relación con esto, y en un cuarto paso, descubrimos Pablo no escapaba a este plano, para refugiarse en lo «privado»
en la lectura de Pablo la complejidad de su escatología, fiel, por cuando daba prioridad, en su contexto, a la madurez humana que,
otra parte, a la línea más profunda del Jesús histórico. Su com- aun bajo el status deshumanizador del esclavo, podía éste adquirir
plejidad nos confundió. Y tardamos en descubrir que era la única adhiriéndose a la fe (antropológica o religiosa) en Jesús y a los
capaz de dar un verdadero sentido a la historia humana y a la datos trascendentes aportados por éste.
dialéctica de la libertad que había que poner en ella23. Pero es obvio que cuando leemos en Pablo esta construcción
Ahora bien, renunciar a la idealista e irreal tarea de invertir de un cimiento político (bajo las condiciones impuestas en este
las relaciones (energéticas) de poder entre calidad y cantidad (en plano por su contexto) que llevaría, tarde o temprano, también
lo político como en el resto de la cultura), aceptar que sólo la se- ¡i la caída de la esclavitud organizada en sistema social7A, estamos
gunda se acumula visiblemente a lo largo de la historia y domina no introduciendo, pero sí acentuando una dimensión política que
—como ley de los miembros— toda instrumentalidad humana, Pablo probablemente sólo veía de forma vaga y en lontananza,
y que la verdadera y definitiva eficacia, la que no promete triunfos lisa aportación no es una infidelidad. Es que esa dimensión plan-
ni provoca triunfalismos, radica en la creatividad puesta al servicio tea hoy y aquí problemas prioritarios y dirige la lectura de quienes
del amor y de la humanización, único destino con sentido de la pretenden conocer las enseñanzas de Pablo sobre el amor, la libera-
libertad, nos llevó a encontrar en Pablo algo que puede ser una ción y la humanización.
visión más amplia y ecológicamente más sana de lo político. Com- No nos engañamos ni pretendemos engañar a nadie sobre el
prendimos este plano como más enraizado en —y dependiente contexto desde el que leemos a Pablo. Sabemos que es el nuestro
de— el resto de la cultura. v que es limitado. Pero de ahí viene precisamente la experiencia
de riqueza y de liberación que nos brindó esa lectura.
Se abría así un ámbito político humanizador que ninguna re-
presión podía controlar y menos inutilizar. Al fin y al cabo, aun- * * *
que terriblemente importantes, los resortes políticos a los que
estábamos acostumbrados, y que eran implacablemente controla-
dos por el Estado, eran relativamente modernos en la historia de Esta especie de narración in extenso de una experiencia hecha
cómo construir sociedades —de hacer polis— para seres más y con la cristología de Pablo no debería engañar al lector en algunos
más humanos.
24
No ignoramos de ninguna manera el plazo terriblemente largo y las
Es imposible dar una idea, en este terreno concreto y depen- condiciones extrañas de cómo se llevó a cabo en Occidente. En la mayoría
diente de las posibilidades de cada uno, de las implicaciones des- de los países latinoamericanos hubo que esperar al siglo xix para asistir a
cubiertas en esa lectura. Basta pensar que la búsqueda de una l¡i abolición formal de la esclavitud. No hay, sin embargo, que cometer ana-
transformación creadora y transformadora del lenguaje es, me- cronismos. Ya hemos indicado el hecho y las causas de la parálisis de la
creatividad político-moral «cristiana» durante los siglos en que hubo de
diante la cultura, un acto político. Llevar de manera coherente proveer a las masas de una moral cívica sustentadora de las instituciones del
al lenguaje la afirmación paulina de que en Cristo no hay ni judío listado. Esto tiene como consecuencia el que sea una corriente, por lo me-
nos en apariencia, no cristiana la que empuja hacia la abolición de la escla-
23
vitud. Ello se ve, por ejemplo, en la Revolución francesa. Y la comunidad
Sin esta dialéctica se dejaría pasar la necesaria base cuantitativa de cristiana no reconoce en ella sus propios principios. Pero no siempre mejora
toda transformación cualitativa, elemento importante muy poco estudiado la situación del esclavo cuando, de ser propiedad (comprada) de otro, pasa
hasta aquí en las elaboraciones cristológicas. Entonces sí se cae en ese eli- a alquilar su fuerza de trabajo (lo que hace que su misma muerte no eleve
tismo con que erróneamente se pretende designar —y rechazar— toda fun- el precio de la operación, como en el caso anterior). Basta leer a este res-
ción minoritaria. pecto el tomo I de El Capital. Y también aquí son aparentemente fuerzas
no cristianas y aun anticristianas las que salen a buscar ideologías eficaces
para implantar algunos valores cristianos básicos acerca del hombre.
596 La cristología humanista de Pablo
Sobre la clave de Pablo 59?
puntos cruciales, a los que se ha aludido ya en el volumen ante-
rior. Bastará recordarlos ahora en relación con el último párrafo. podría pensar que el resultado de esa lectura fue «una política» t
En primer lugar, la narración hecha aquí de esa experiencia una determinada línea política, una ideología política que podría
no es suficiente para valorar el cambio producido por ésta. Se limita —y debería— aceptar la prueba de una comparación con las res-
a describirlo, de manera resumida y, por otro lado, sumamente tantes.
«digital» (o sea, abstracta), que no permite captar sus resultados Aquí es necesario ser precavidos. Por cierto, la lectura de que
humanos concretos. Siempre ocurrirá así con la transcripción (o hablamos ejercerá su influencia en el discernimiento que habrá
elucidación transmitida) de una experiencia ajena relativa a un que hacer entre el abanico de ideologías que se presentan para
dato trascendente. Qué se vivió y qué se hizo con él depende afrontar una situación como la descrita. Pero no es una ideología
siempre de un mundo de valores y posibilidades anejas a grupos entre las demás. De hecho lanza a quien pasa por ese proceso a la
o individuos. creación o al uso de ideologías para transformar la realidad, aun-
Así, por ejemplo, el dato trascendente a que hicimos alusión que no en cualquier sentido. Decimos que da elementos de evalua-
en el tomo anterior, y que se sintetizaba en aquellas simples ción en cuanto se refiere a lo que se puede o no esperar en último
palabras: «... no esperes nunca una mano, ni una ayuda, ni un término de la realidad26. Pero no juzga en definitiva —ni posee
favor», puede, según los casos concretos, justificar las frustraciones criterios para hacerlo— si los datos objetivos y científicos de un
más superficiales e innecesarias, o transformarse en profunda y sistema x de eficacia política son o no verdaderos o los únicos dig-
trágica obra de arte o detino vital. nos de tenerse en cuenta en vista de la realización histórica de
En este mismo volumen hemos indicado, en la línea de lo que determinados valores.
precede, que la significación de la resurrección de Jesús —de Para decirlo con otras palabras, si cada ideología debe ser juz-
acuerdo a los sinópticos y a Pablo— sólo pudo ser percibida y gada —como cada fracaso-— desde dos puntos de vista o dimen-
aquilatada por quienes se adhirieron desde el principio a su per- siones complementarios: el de los valores que se pretenden obte-
sona y a sus valores y, luego, frente a su muerte, se preguntaron ner y el de la verdad objetiva sobre la eficacia de los medios que
perplejos por las posibilidades últimas que tales valores tenían se emplean para ello, el juicio deberá ser complejo y ninguna
de ser realizados. En sí misma, la resurrección es irrelevante. formulación (digital) puede reducirlo a una fórmula fácil. Los
Y no sería extraño, sino, por el contrario, perfectamente nor- ejemplos podrán ser aquí más ilustrativos. Y bastará con apor-
mal el que la experiencia a la que aquí nos referimos, y que tuvo tar dos.
lugar con la lectura de Pablo, pareciera igualmente irrelevante a El primero es que si alguien piensa que vale la pena destruir
quien se asoma a nuestra «narración» desde un horizonte valora- la mitad del planeta para invertir esa especie de debilidad con-
tivo diferente. O aun, tal vez, a quienes, desde el mismo horizonte, génita de la calidad frente a la cantidad —el origen de la «corrup.
leen algo que no estaba hecho para ser leído, sino meditado y ción» de los proyectos políticos—, la lectura hecha de Pablo juz-
vivido largamente. gará esa ideología negativamente. No en base a que sea falsa la
Por otra parte, y en segundo lugar, el haber mostrado cómo ecuación física para provocar las explosiones nucleares. Ni, menos
se podía hacer, en un determinado contexto político, una lectura
de los datos cristológicos que Pablo nos brinda en clave antropo- quier fe, aun antropológica). Se teme entonces, y con toda razón, que a con-
lógica podría llevar a falsas comparaciones 25, El lector inadvertido secuencia de tal comparación —que viola igualmente el principio de los ni.
veles lógicos de Russell— surja la preferencia por la ideología, interesada
25
en problemas de eficacia, y se abandone una fe que adquiere falsamente el
Precisamente la consabida aversión a una presentación de Jesús en carácter de una ideología inoperante.
26
clave política procede en gran parte también del miedo a que se establezca Nótese la diferencia que existe entre determinar el camino por donde
una comparación (falsa) a la que nos tiene habituados un lugar común de debe aparecer en cada caso la aportación específica de lo cristiano (o, mejor
nuestra cultura denunciado en el tomo anterior: la que se hace entre una fe dicho, en nuestro caso, específicamente paulino), y el determinar de antema.
(que es, sí, presentada mediante ideologías concretas, pero que las trascien- no en qué consistiría éste concretamente en cualquier circunstancia. Cf. ^
de) y una ideología (que se presenta como tal y como independiente de cual- este respecto, nuestra Liberación de la teología, op. cit., cap. III, § 4,
pp. 104ss.
598 La cristología humanista de Pablo Sobre la clave de Pablo 599
aún, en base a esos slogans que, reduciendo el proceso bíblico (d e Quien haya seguido, sin embargo, la lectura de Pablo que
aprender en segundo grado) a datos presuntamente trascendentesj aquí resumíamos y concuerde con ella, sospechará la trampa
como «la violencia no es cristiana» o «la violencia engendra siem... ideológica que supone la espera —y aun la noción— de un «pue-
pre una violencia mayor», sino en base a haber resituado la debi. blo totalmente consciente», es decir, la inversión, dentro de lo
lidad irreversible de lo cualitativo en una imagen coherente —aun. empírico, de calidad y cantidad y ello como base para un sistema
que sujeta a la fe— de la realidad donde ya no es sinónimo de eficaz de liberación.
derrota, sino de victoria final. Compréndase, pues, que el último párrafo de este anexo no pre-
Obviamente eso no significará tampoco ni cejar en la búsqueda tende sustituir —lo que sería vano— una experiencia de fe (antro-
de lo cualitativamente mejor en lo que concierne a su eficacia ni, pológica o religiosa) por una descripción de sus «resultados» váli-
por tanto, desatender la dimensión cuantitativa, buscando siempre dos. Es sólo una advertencia contra los que, frecuentes en América
esa realización esquiva, inestable, corruptible, pero realización al Latina, consideran que lo decisivo en la lectura de la Biblia está
fin, de lo cualitativo aprovechando las oportunidades que lo cuan- en adoptar la clave mejor. Y que ésta, por ejemplo, en nuestro
titativo no puede menos de abrir a la cualidad, en nuestro caso, contexto, deberá ser la que aparentemente responde mejor al tipo
al amor. de opresión humana que aquí se sufre: la política.
El segundo ejemplo tiene mucha relación con este último pun- Sólo hemos querido mostrar, aportando una prueba que juz-
to, pero tiene lugar dentro de esa disciplina creada para la inves- gamos válida, cómo la realidad humana está mucho más vitalmente
tigación del significado que tiene para el hombre la vida y el men- intercomunicada que lo que suponen tales afirmaciones, por des-
saje de Jesús de Nazaret: la teología. gracia corrientes.
Ya nos hemos referido en este anexo a la tendencia (engen-
drada por la desesperación) a descargar en el «pueblo» la creación
de las únicas ideologías que serían liberadoras de ese mismo pue-
blo. Siguiendo la línea de esta tendencia se ha llegado a decir que
no existirá una verdadera teología de la liberación hasta que ésta
sea creada por el pueblo (?) o aun hasta que todo el pueblo —o
hasta que «el último de los pobres»— adquiera su propia voz, su
propia expresión, volviéndose sujeto histórico y protagonista cons-
ciente de su misma liberación. En el campo de la interpretación de
Jesús como en cualquier otro 27.
27
Reseñando el desarrollo de un congreso teológico celebrado en febre-
ro de 1980 en Sao Paulo (Brasil) sobre comunidades eclesiales de base, un
órgano de la prensa señalaba que el P. Libanio «contó que, en las comu-
nidades populares, el proceso de concienciación se da en tres etapas: la pri-
mera consiste en el descubrimiento de que pueden interpretar la palabra de
Dios por sí mismos. 'Es la conquista de la palabra', afirmó Libanio». Es
cierto que la prensa suele simplificar. Una formulación más matizada de
esto la encontramos en uno de los ensayos coleccionados de Gustavo Gutié-
rrez sobre La fuerza histórica de los pobres: «El evangelio leído desde el
pobre, desde la militancia de sus luchas por la liberación convoca a una Iglesia
popular, es decir a una Iglesia que nace del pueblo, de los 'pobres del país'.
Una Iglesia que echa sus raíces en un pueblo que arranca el evangelio de se, sin embargo, de que Gutiérrez no se pregunte por qué Jesús no consi-
las manos de los grandes de este mundo, e impide su utilización como ele- guió en su tiempo el que su propio pueblo, el de los pobres, arrancara de la
mento justificador de una situación contraria a la voluntad del Dios libera- misma manera «la Ley y los Profetas», es decir, la revelación de Dios, de
dor» (op. cit., p. 382). Desde el punto de vista hermenéutico cabe extrañar- las manos de los grandes de Israel.

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