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Una idea muy trillada sobre el amantazgo es denostarlo porque lleva implícito el
engaño y el daño que puede causar a un tercero. Son pocos los autores que a lo largo del
tiempo lo han defendido y, además, justificado, subrayando el papel trascendental que
puede asumir en determinadas circunstancias vitales, así también como el papel
protagónico en lo que ha sido llamado el “amor-pasión”. Porque tal vez de eso se trata, de
un tipo de amor que no está constreñido por normas sociales y religiosas, sino todo lo
contrario, librado a la libertad del deseo, trasgresor, creativo, impulsivo, arrollador...
Dos acepciones para amante de la R.A.E.: dos personas que se aman (dice H y M
pero hoy debemos incluir lo homosexual lo trans, en fin, lo queer), y la otra definición que
es la que constituye el amantazgo: dos personas que se aman en forma ilícita. Lo ilícito
sería la trampa (que se le hace a un tercero), el amor-pirata. Y precisamente porque está
teñido por lo prohibido, es que se hace atractivo para el deseo, de ahí su fuerza, su fuego
pasional. En la mayoría de los casos se corre el riesgo de que alguien (el/la tercero/a) salga
herido. Pero acaso ¿en el amor no se corre siempre el riesgo de que se acabe, que nos dejen
o dejemos de amar? Y cuando esto no es recíproco alguien sufrirá por ese desamor, ese
amor en fuga. Por lo tanto, en las “cosas del querer” siempre merodea el fantasma del dolor
(“amar-te duele”).
¿Se trataría sólo de deseo sexual y de ganas de romper con las reglas preestablecidas
como un acto de rebeldía, y no de amor verdadero? ¿Quién podría contestarlo y afirmarlo
taxativamente? Habrá que verlo caso por caso, porque en las cuestiones del amor todos los
papeles se queman (¿será por las mismas llamas con que se lo simboliza?).
Los triángulos amorosos existen desde tiempos inmemoriales. Más, diría que son
precisamente de los que se habla, que se los recuerda y trae a colación permanentemente.
Es decir que eso algún sentido tendrá. Creo que balizan la manera en que el amor puede
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desarrollar toda su intensidad, su fuerza vital. Son los amores que han dejado temas para la
reflexión, para extraer enseñanzas…
Amor y trasgresión
“La actuación transgresora puede ser entendida como pasaje al acto, constituyéndose en
la pretensión de eludir las demandas, regulaciones y las coacciones que el Otro de la
cultura impone al sujeto”.
Pero no siempre los “amores clandestinos” son trasgresiones del tipo mencionado
anteriormente. Algunas veces funcionan como “un antes y después” en la vida de las
personas, como un giro importante que modifica una vida rutinaria, monótona, vacía…
Algunas historias tienen buen desarrollo y mejor final, y otras son catastróficas, como la
ocurrida al filósofo Abelardo, que perdió los testículos por enamorarse de Eloísa, su
alumna adolescente.
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Triángulos amorosos que se remontan a los tiempos del Olimpo. Zeus sembró la
tierra de hijos legítimos, dioses o semidioses, que hacían tronar el reinado que compartía
con Hera, su esposa-madre-reina del hogar.
En el antiguo Egipto, Ramsés II, ya a los15 años tuvo esposa y doce concubinas.
Hasta llegó a casarse con una hermana y con tres de sus hijas. Lo que nos muestra el
carácter epocal y cultural de lo que será tildado como trasgresión y/o prohibido.
En El libro de arena, Borges narra una historia con visos autobiográficos sobre el
amor que vivió con una jovencita muy culta, que se truncó accidentalmente y que se
convirtió en un recuerdo imborrable y melancólico. El cuento —justamente, y en obvio
homenaje a Göethe— se titula: Ulrica. En todo caso, Borges no se contentó con fantasías
literarias y a los 75 años, con María Kodama de 25, las convirtió en reales.
Dostoievsky tenía 40 años y muchas deudas cuando se casó con su taquígrafa Ana
Grigorievna, de 20. Está debidamente probado, que este matrimonio fue la condición
necesaria y suficiente para que el maestro ruso produjera una de las más grandes obras
literarias de todos los tiempos. En especial, porque la jovencita Ana era mucho más sensata
que él para la sobrevivencia en general y para las negociaciones con los editores en
particular.
Fue tildado como una aberración que Edgar A. Poe se casara con su prima Virginia
Eliza Clemm. Pero el revuelo no se debía sólo a la condición incestuosa de la relación (con
esto ya había bastante, sin embargo): Poe tenía 27 años, y Virginia 13. El vínculo sanguíneo
y la pre adolescencia de ella representaban una combinación intolerable. No obstante, la
admirable y generosa suegra-tía consintió de buen grado la unión, que se caracterizó por el
más profundo y tierno amor que pueda profesarse en un matrimonio. Desgraciadamente
duró apenas once años porque, inesperadamente, Virginia falleció de tuberculosis. Poe no
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se repuso nunca de esta pérdida y se volvió alcohólico. Su obra refleja la tragedia en varios
cuentos y poemas bellísimos, hoy clásicos de clásicos.
A Petrarca le bastó ver una sola vez a la dulce Laura de 12 años para inspirar todos
sus sonetos. Y quizás no fue casual que Dante estaba a punto de descender a los infiernos
(para escribir La Divina Comedia) cuando se enamoró de Beatriz, quien todavía no había
soplado más de 9 rosadas velitas.
Pedro Abelardo era un prestigioso intelectual del siglo XII, y era rico. Tenía unos 35
años cuando aceptó transmitir en forma particular sus conocimientos a la talentosa Eloísa, a
la sazón, menor de edad. Ella se despidió amorosamente de sus padres y emprendió un
largo viaje para hospedarse en la casa de su tío, quien la cuidaría mientras estudiaba con el
filósofo. Pero, la alumna y el profesor, se enamoraron. Como también era previsible, el tío
se enteró. De inmediato, le prohibió a Eloísa seguir con las clases y empezó a preparar las
valijas para regresarla con sus padres. Desesperados, los amantes se encontraron
clandestinamente. El tío se enteró otra vez. Reunió a unos compinches, esperaron que
Abelardo quedara solo, de madrugada se dirigieron a la casa, lo sorprendieron durmiendo,
lo aferraron entre cuatro y lo castraron. Los gritos de Abelardo se oyeron en toda la
comarca francesa. Eloísa se ordenó monja. Abelardo se internó como laico en un
monasterio; no volvió a crear un sólo libro de lógica y, antes de abandonar para siempre la
poesía, escribió su última obra, autobiográfica: Historia calamitatum.
Son llamados también “amores prohibidos”, esas relaciones de pareja que se inician
previa existencia de condiciones particulares: diferencias de religión, económicas,
culturales, sociales, étnicas y hasta de edad, y por eso se mantienen en el secreto, la
clandestinidad y reciben, por lo general peyorativamente, el nombre de amantazgo.
Se calcula que cada año miles de sacerdotes católicos en todo el mundo abandonan su
oficio a fin de formar o tener abiertamente pareja.
Ya OVIDIO en el siglo uno A.C. se refería a estos temas: “…Aquella es casta que
no lo es por miedo, y la que no peca por falta de ocasión, es como si pecara. Si tu vigilancia
preserva el cuerpo, su mente se goza en el adulterio, y nadie alcanza a vigilar a la que
rechaza los guardianes. Aunque asegures bien los cerrojos, no aprisionarás el pensamiento,
y después de despedir a todos, el adúltero se quedará dentro de casa. El que puede faltar sin
miedo, falta menos, y sus apetitos languidecen por la misma libertad que goza. Óyeme, cesa
de irritar el vicio con la persecución; lo vencerás más fácilmente con una obsequiosa
complacencia”