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LA TORRE DE LA ALQUIMIA ESPIRITUAL

A mi hijo Guillermo

Acaecía el año del Señor de 1.039, cuando en la villa de Peratallada nacía Guillem del mismo
nombre, ya que su padre, rico-ome de esas tierras, recibía y daba nombre a las mismas. La villa
de Peratallada rendía vasallaje al condado de Pals, que se encontraba a escasa media legua 1, cuyo
castillo gobernaba el conde de Pals, llamado Arnaldo de Vilanova, que era devisero 2, en quinta
generación, de estas tierras que alcanzaban hasta el alfóz de Torroella.
La comarca de Pals se encuentra bañada por el Mediterráneo, aunque en esos tiempos, la mayoría
de sus habitantes lo ignoraban, porque su conocimiento tan sólo se extendía hasta las lindes de
sus cabnadas3, sin osar ser ampliado en un solo pie. Estas tierras eran prósperas, lo que en la
práctica significaba que el hambre hacía su periódica visita en ocasiones distantes en el tiempo,
por lo que la población crecía con cierta celeridad, incluso a pesar de la mortandad infantil, que
por aquellos años del Señor, se llevaba la inmensa mayoría de los infantes que nacían. Pero, la
naturaleza, sabia en esto como en casi todo, había hecho a las mujeres bien dispuestas, siendo
estupendas paridoras. También a los varones, buenos lúbricos, había dotado de desarrollados
órganos reproductores, por lo que la temible degollina infantil, era ciertamente superada con rijo y
partos.
Esta comarca y en concreto, la villa de Peratallada, que rendía vasallaje a su señor D. Dalmau de
Peratallada, a la sazón padre de Guillem, el reciente nacido del vientre de su dueña, Dña.
Encarnación, la abnegada esposa de D. Dalmau, tenía una gran singularidad, ya que existía y daba
cobijo a una torre llamada la torre de la espiral. La torre, aún se sigue encontrando dispuesta en la
parte frontal del castillo y su entrada se dispone en una de las esquinas del hermoso patio que da
luz a toda la edificación del mismo, envolviéndolo amorosamente. Aún hoy, casi mil años después,
se puede admirar esta construcción en la comarca del Baix Ampurdá, en la bellísima provincia de
Girona.
Esta torre tenía mucho de singular, porque como su propio nombre indica, se disponía en forma
espiral, pero no en una espiral cualquiera, sino en dinámica espiral 4. Esto en aquella época y aún
en esta, resultaba objeto de gran secreto, ya que había nacido como fruto directo de la alquimia
espiritual. La alquimia urdía el conocimiento de la transformación de una materia como el plomo,
para conseguir otra como el oro, más pura y valiosa. Y la alquimia espiritual se ufanaba en la
transformación de un alma o de un espíritu para conseguir otra u otro, también más pura. Este
tipo de alquimia había nacido de la mano y obra de los Caballeros de la Rosacruz, que habiendo
conocido los secretos de la alquimia de la materia, habían ido convirtiendo éstos en secretos del
intelecto, hasta llegar al techo de la evolución y en ese justo momento, empezaron a dar el salto
hacia los secretos del espíritu. Había sido un desarrollo de millones de años de la humanidad,
concentrados entre las paredes redondeadas de aquella misteriosa torre, que era llamada por ello,
la torre de la espiral, como pronto aconteceremos.
Físicamente la torre no se distinguía de cualquiera otra que pudiera haber por aquellos pagos, en
el medievo. Quizás se pudiera distinguir por su tamaño, pero no por otra razón. La torre se
componía de varias plantas a las que se ascendía por una escalera en espiral, que daba acceso a
cada una de ellas situadas a un lado de la torre.
Los moradores, que eran muchos, recibían el nombre de "iniciados" y eran más iniciados, aún
siendo más finalizados, cuanto más alto en la torre vivieran. De hecho en las plantas inferiores

1
En España 5.575 m
2
en castellano antiguo, heredero de heredad dividida de ancestros con derecho de divisa
3
porción de terreno que ocupaba la casa del solariego
4
concepto desarrollado por Clare W. Graves (Spiral Dynamics)
vivían muchos más iniciados que en las superiores, cuyos finalizados habitantes, eran muy, pero
que muy escasos.
En estas circunstancias descritas, son en las que nació Guillem, hijo de D. Dalmau y de su dueña,
Dña. Encarnación, heredero de tierras y torre, solariegos e iniciados. El niño nació flacucho y débil,
pero los pechos de la madre obraron el milagro de la supervivencia del rapaz, por lo que al poco
despuntaba como uno de los más torzuelos 5 de aquellos parajes, que no era un gran mérito, ya
que sus conduchos6 eran la envidia del resto de los niños de Peratallada.
Cuando Guillem cumplió los dieciocho, su padre, que los excesos de carne y vino, estaban
pasándole factura, le llamó para ir allanando su camino a la tumba y de esta manera le habló: "Mi
muy amado Guillem, mi vida empieza a tocar a término. Mis enguerras 7 sufridas en mesas y
tálamos han dejado profundos livores8 en este cuerpo, que pide pronto descanso en la tierra. Pero
antes, he de contarte el secreto que alberga la torre de nuestro castillo. En la torre vive una
comunidad de alquimistas del espíritu. Disponen a su antojo de ella, dándoles nosotros alimentos y
devolviéndonos a cambio, sus excrementos por el emuntorio. Pero gracias a ella, ningún señor
quiere entrar en asonadas9 y apoderarse de este feudo, pues su secreto intimida al más valiente.
Cuando tenía tu edad, estas palabras de mi padre recibí y éstas mismas te transmito,. Lo que allí
dentro ocurre, no es de nuestro menester y si ello fuere la razón del paramiento 10 de nuestros
enemigos, bueno es y debemos redrarlo 11. Este encargo te doy y espero que lo cumplas hasta que
tú también lo hagas con tu hijo si es que no mueres mañero 12". Con estas palabras Guillem fuese a
su habitación, un cuartucho próximo a las cuadras, donde mandaba a golpe de látigo y de
pubescente cipote13, pero preterido14 totalmente a la torre, , ya que otros fueran sus menesteres.
Al cabo del tiempo, Guillem seguía en posesión de aquellas palabras y lejos de su olvido, habían
hollado en él una gran inquietud. Por ella, cierto día animose a llamar a la puerta de la torre, para
poder saber algo más de todo aquello tan misterioso. Un portero 15 le abrió la puerta, al que se
anunció como el heredero del dueño y señor de aquella torre, expresándole su intención de querer
ver al principal de aquel lugar.
El iniciado portero, le explicó someramente como era aquel lugar y que aquel que podía ser
tomado como principal, habitaba en lo más alto y para verlo, tendría que recorrer toda la espiral, a
lo que él, pobre portero, se prestaría muy gustosamente a enseñarle como hacerlo. Guillem sentía
tanta inquietud por el misterio, que no reparó en la afrenta a su prosapia y atento se dispuso a
recibir las explicaciones de boca del portero.
Los que allí habitaban eran alquimistas del espíritu, algo de lo que ya había oído hablar Guillem.
Eran los más sabios hijos de los Caballeros de la Rosacruz, que habiendo superado los
conocimientos de la materia y de la mente, profundizaban en los del espíritu, refugiándose en
aquella torre, desde hacía muchos años, viviendo de acuerdo con los principios de la más de las
alambicadas alquimias.
La torre estaba compuesta por varias plantas, a las que se ascendía formicante por una escalera
en espiral. Ascender significaba que la vida tenía un sentido hacia donde ir. Significaba que el
ascenso era una evolución. Que era un camino que recorrer hacia algún lugar más elevado. Los
maestros se hallaban en los niveles superiores y el dinamismo representaba la ascensión desde
estadios espirituales inferiores hasta los superiores.
Estas palabras no pudieron ser comprendidas por Guillem, persona que hasta la fecha había
estado más preocupado por ciertas apreturas de su calzón, que por metas espirituales, que había
siempre considerado fruslerías. Pero en él moraba un alma inquieta que le provocó más preguntas
y que al punto fueron contestadas. "Cada piso es un estado de la evolución del ser humano. Los
distinguimos por colores que nos indican los principios y valores sociales por los que se rigen sus

5
figurado, azor macho
6
provisión de los señores
7
daños
8
heridas
9
levantamientos en guerras
10
separación, alejamiento, división
11
defenderlo
12
estéril, sin sucesión
13
pene velludo
14
no hacer caso, hacer caso omiso
15
asistían en casas nobles y del rey a recibir y despedir
individuos. Cuando te inicias empiezas por el piso en el que nos encontramos, que lo nombramos
con el color beige. El beige es el color de la tierra y la tierra es el estado naciente de los humanos.
Nacemos de la tierra y al morir volvemos a ella, por eso en ese cotarro, damos tierra a todos los
habitantes de la torre, que como ves, está suficientemente capacitado. Si deseas unirte a nosotros
empezarás aquí viviendo y cuando mueras, también aquí hallarás descanso. A medida que tu
sabiduría de alquimista aumente, irás ascendiendo por la espiral hacia pisos de conciencia con
mayor elevación, cuyo único resultado y beneficio de ello será llegar a conocer nuestro secreto y
vivir permanentemente contenido en ello. Porque los que han llegado a lo alto de la torre, no se
han encontrado más que ese gran secreto. Y ello es sabido, por lo que nos dice quien ha llegado
alto, que el misterio que encierra esta torre es muy simple, pero muy dichoso". Guillem no tuvo
necesidad alguna de más palabras. Su brillante inteligencia le dijo que la fortuna le había hecho
tropezar con ese su sitio y se dispuso a vivir en la torre.
En su primer día en el nuevo habitáculo, recorrió el nombrado beige, dedicandose a reconocerlo y
a conocer a sus habitantes. En este piso había iniciados, pero también había extraño halo que
impregnaba toda la estancia, resultando inconfundible: el espíritu del beige. Cuando se llegaba a
una estancia no hacía falta preguntar lo que sentían sus habitantes, el espíritu impregnaba y se
hacia sentir claramente. Guillem percibió todo aquello que había visto en los campesinos de sus
tierras. Percibió la fame, la sede, la enfermedad, la pasión carnal. También pudo conocer el
regodeo de un estómago farto, la euforia de muchas jarras de vino, la alegría de sentirse sano y el
roncar tras una buena coyunda. Vio como los habitantes del beige luchaban por cosas muy simples
y bajas que podían ser resumidas en una sola palabra: sobrevivir. Veloz comprendió que ese nivel
de conciencia no era el suyo, ya que su cuna habíale procurado la satisfacción de esas ansias
primitivas y podía estar por encima de ellas. Por ello decidió ascender a la segunda planta, la del
color púrpura.
El púrpura casi no precisaba de un espíritu impregnador, ya que los símbolos utilizados por sus
moradores a las claras hablaban de cuales eran los valores por los que se regían. Colgados por
todas las paredes de la estancia se encontraban imágenes de brujas y magos, de dioses, de
espíritus malignos, de iconos reverenciales. Sus iniciados, con el estómago y otros agradecido,
temían que fuerzas sobrenaturales les robaran sus pertenencias y los mataran. Por lo que
realizaban complicados rituales para alejar tal funesta tribu, adorando a los antepasados como
modo y manera de defensa. Guillem siempre había sido incrédulo y cínico. Recordaba como se
mofaba de los solariegos cuando se acojonaban por las tormentas o por cualquier otro suceso
natural, esgrimiendo jaculatorias o maldiciones para protegerse. Definitivamente ese piso no era
el de Guillem. Su conciencia había ascendido por encima de este nivel, que creía haber superado
cuando infante las criadas le contaban historias de miedo. Por ello decidió ascender al tercer piso,
el del color rojo.
En el rojo, el espíritu impregnador hacía radicar el poder en uno mismo. Era totalmente
egocéntrico. Sus habitantes se erigen en grandes señores todopoderosos. Aunque habiendo
algunos más poderosos que otros, se distribuían en bandas gobernadas por los más fuertes. Era el
piso de las tribus de saqueadores, de los señores de la guerra, de la fortaleza frente al enemigo,
del control omnímodo. Los grupos luchaban entre si para alcanzar el poder. Se cambiaban de
bando, se traicionaban buscando mejores posibilidades. En definitiva, si algo definía al rojo era el
poder del dios personal. Guillem solitario en su vida, salvo para las andanzas en las que era
menester compañía, arguyó que ese no era su lugar, por lo que decidió ascender al cuarto piso, el
del color azul.
El azul se caracterizaba por la ley, el orden y el equilibrio. Los iniciados eran muy civilizados que
habían superado los poderes egocéntricos y encontraban el equilibrio en el orden establecido de
las cosas. En el azul se veneraba la ley y en honor a ella podían ser sacrificadas vidas y haciendas.
La vida tenía una dirección, que estaba inexorablemente marcada, por lo que el orden era
imprescindible para el buen gobierno. Pero no todos los iniciados tenían la misma dirección, ni el
mismo sentido, existían muchos clanes que se regían por distintas normas, de modo que cuando
se llegaba al azul era necesario conocer todos los clanes para saber en cual vivir y con que normas
regirse. Pero Guillem no era precisamente muy conformista con los órdenes establecidos. Como
buen joven y mejor merino 16, entendía que no había mejor orden que el suyo y que para ello

16
Encargado de hacer justicia en lugar señalado
pondría su cuna en danza, por lo que decidió que el azul no era el suyo y se dispuso a ascender al
piso quinto, el del color naranja.
El naranja era muy cómodo, ya que sus habitantes vivían independientemente los unos de los
otros. Las relaciones se establecían por utilidad, interés y flexibilidad. Reglase por unas normas
básicas de buen convivir, pero podían ser éstas sacrificadas en aras de una mejor utilización del
tiempo, el espacio o el dinero. Como era un color inteligente y avanzado, los bienes materiales
sobraban e incluso podían ser vendidos a pisos inferiores, con pingues beneficios. Pero todo ello,
en muchos casos, para satisfacer el interés propio de cada individuo. Aquí Guillem, bien dotado de
órgano pensante, empezó a encontrase en su salsa, por lo que decidió que podía iniciarse en el
naranja. En los primeros días de su estancia fue comprendiendo los valores imperantes del
naranja. Las personas, bien individualmente, bien en grupos, barruntaban todo tipo de asuntos,
desde la comida de la torre, el sistema económico que regía y cualesquiera otro que pudiera dar
lugar a provecho. Había algunos que se dedicaban a guardar yantares 17 que luego venderían
cuando escasearan. Había otros que se asociaban a iniciados influyentes y conseguían más
grandes y mejores espacios para los habitáculos de los habitantes. Éstos los revendían a quienes
podían pagarlos. Había también prestamistas que se aprovechaban de las necesidades de otros
para poder aumentar sus caudales mediante la usura. Cierto era que en aquel color se respiraba
iniciativa y laboriosidad por los cuatro costados, de forma que sus iniciados eran una especie de
poseídos por el diablo del interés y la materialidad. Tras varios meses de estancia, Guillem, que
había sido criado en rico pañal, pero que ya gozaba de buenas intenciones, fue dándose cuenta
que ese sistema de vida traía como consecuencia el lucro personal a costa de los más débiles y
Guillem a estas alturas comenzaba a alcanzar la compasión 18, por lo que empezó a plantearse su
abandono. Así que un buen día a ello se decidió, ascendiendo hasta el sexto piso, el verde.
En el verde los iniciados se caracterizaban por superar el interés personal por mor de la
comunidad. Generalmente eran iniciados que tras largos años en el naranja y tras haber madurado
en ese sistema, llegaban a comprender que el valor de la comunidad tenía que ser más importante
que el personal. Aquí el respeto por los débiles, por la naturaleza, por la libertad completa, era el
dios de culto. A este ambiente llegó un buen día Guillem y quedó encantado de lo que allí vio. Al
instante supo que aquel color era el suyo, era el modelo de vida que había estado imaginando
desde tiempo atrás. Así la vida le fue discurriendo lentamente y Guillem llegó a formar parte activa
del verde, incluso llegando a ser uno de sus líderes, a pesar que en ese estilo de vida los líderes
no eran bien recibidos. Tanto así, que empezaron a tener sus inquinas por haberse erigido como
hombre adelantado19. Todo esto comenzó a confundir a Guillem, que empezó a dudar de muchos
de sus vecinos. Algo que no podía comprender de ellos, era su afán por derribar todo aquello que
construían otros, sobretodo si venía importado de niveles inferiores, (azul y naranja) como
cualquier norma que facilitara la convivencia o cualquier creencia espiritual. Al cabo del tiempo
Guillem empezó a pensar que aquel verde en el que se había encontrado tan compenetrado, había
sido superado por su nivel de conciencia y conoció que estaba llegando el momento de partir hacia
el amarillo.
Cuando nuevamente se dispuso a subir, apareció de súbito el portero. Hacía tiempo que no le veía
e incluso, Guillem había echado de menos sus animadas pláticas, por lo que se sintió feliz por
volver a verle. El portero acercándose le dijo: "Guillem como supuse desde el principio cuando te
conocí, llegaste remoto y raudo. Pero ahora debes detenerte, pues para subir al amarillo debes
superar una sencilla prueba, pero imprescindible para poder ascender en tu evolución. La prueba
consiste en contestar una pregunta. La respuesta debe expresar la madurez de la persona para
subir. "¿Debes contestarme cuál de todos los colores es el mejor?. Pero antes, reflexiona
detenidamente sobre ello y extrae la contestación del fondo de tu alma, no de tu mente, si no de
tu espíritu, como un verdadero alquimista. La contestación de la mente te hará permanecer en el
piso verde. Deberá ser tu alma la que hable, para que te permita el ascenso". Con estas palabras
Guillem se retiró a pensar para encontrar la respuesta. "Cada vez que llego a un piso me siento
bien. Veo cosas buenas, aunque también cosas malas. Pero al pasar el tiempo, algo en mi interior
me dice que a aquel color le falta algo que puedo encontrar en el superior, como de hecho ocurre.
De manera que cuanto más asciendo de nivel, mayor es el desarrollo en el que me encuentro. En

17
provisiones de comida
18
sufrir con
19
gobernador de un lugar
ese momento se acordó de la recomendación del portero y dejó de pensar, para ponerse a
meditar desde el fondo de su alma. Al fin se levantó y fue a ver al portero, que permanecía
esperando en la escalera.
Guillem dijo: "He pensado y meditado la respuesta y mientras mi mente me decía que el verde era
el mejor de todos los que hube conocido, el espíritu hablome de distinta manera. Ningún color ha
de ser mejor que otro, todos son importantes y necesarios para la espiral. En cada color se ven las
cosas de distinta manera, por eso no se puede hacer juicios de las personas que hallándose en un
color inferior, se comportan distintamente para nuestros valores. La grandeza de la espiral es
contener todas las formas de vida, sin distinción y teniendo todas ellas su importancia".
El portero pleno de orgullo díjole que había contestado perfectamente, demostrando que su
conciencia estaba madura para continuar el viaje. "Ciertamente, ningún color ha de ser mejor que
otro, ya que todos constituyen la espiral por la que asciende la conciencia del ser humano, por
ello, debemos respetar todos los colores y valorarlos en su justa medida. Querido Guillem, has
terminado una parte del viaje y ahora comienzas una nueva etapa de tu alquimia. Hasta ahora has
vivido con la conciencia de primer grado. Esta conciencia piensa que su color es el único y
verdadero, despreciando al resto de colores. Ahora asciendes al segundo grado y te encontraras
en el amarillo, donde verás como se amplia tu visión y tu conciencia".
El amarillo integra todas las corrientes del espíritu, tal y como le había relatado el portero. Lo
iniciados que habitaban el amarillo eran conscientes de la existencia de la espiral, por ello se
mostraban integradoras y esta circunstancia les hacía ser enormemente compasivos. Guillem
comenzó tímidamente a pasear, saludando a todos los que encontraba en su camino. Encontró
todo tipo de personas, sin estilos de vida definidos, porque en ese color la flexibilidad y la libertad
eran la norma. Existía una jerarquía entre los iniciados, pero no era una jerarquía impuesta, como
ocurría en el rojo o rígida, como en el azul, sino que la autoridad jerárquica emanaba del
consenso, de la compasión y del equilibrio. Nunca nadie mandaba en todo, sino que la sociedad de
iniciados distribuía la jerarquía entre todos sus miembros, en un equilibrio perfecto de fuerzas. De
igual modo que el sistema solar se encuentra en equilibrio entre los planetas y el sol.
En este color Guillem vivió muchos años de su fecunda vida atisbando aquello que, aunque todavía
no presenciaba totalmente, impregnaba misteriosamente toda la torre. La conciencia de segundo
grado dota al alquimista de una espiritualidad universal y cósmica, dando como resultado la
adopción de la humildad universal, donde nadie es superior a nadie, ni a nada, que es la gran
madre de la compasión universal.
En este color existía un rincón donde algunos de los iniciados amarillos se reunían para hacer
algunas prácticas, que de lejos, se antojaban secretas. Un buen día Guillem, curioso, le inquirió al
portero por ellas. El portero le indicó que en aquel rincón se iniciaban los verdaderos alquimistas
del espíritu. Le dijo, que la espiral que había conocido no era más que un inicio de una
extraordinariamente larga, que muy poca gente había experimentado, ya que el resto de los pisos
de la torre no podían ser vistos por el ojo humano y para verlos eran precisas muchas vidas.
Guillem insistió en conocer el resto de la espiral, pues tenía una percepción muy clara desde que
aquel lejano día, en el que había abandonado el castillo y se había adentrado en la torre. El
portero no se hizo de rogar e invitó a Guillem a la próxima reunión de iniciados.
Acababa de amanecer y seis iniciados acompañados por el portero se sentaban en unos cojines en
el rincón secreto. Guillem tomó asiento con ellos, sin saber a ciencia cierta lo que allí ocurriría. El
portero se sentó a su lado y le hizo las siguientes observaciones: "Hoy, por ser tu primer día te
acompañaré en el inicio del viaje que comienzas, pero quiero que sepas, que este viaje ha de
hacerse solo, ya que es el viaje que iniciaste solo cuando naciste y que terminarás solo cuando te
mueras. Tres naturalezas tiene el hombre, que han sido estudiadas por los alquimistas, sólo
nosotros conocemos el secreto de la naturaleza espiritual y es nuestra misión revelarla a otras
personas que consideremos preparadas para ello. Algunos de nuestros maestros han partido para
el oriente a compartirla con religiosos que se llaman así mismos budistas, pues siguen unas
enseñanzas muy parecidas, creadas por un tal Buda. Parte de sus discípulos se están adentrando
en el gran reino de la China desarrollando una forma de alquimia llamada chan, que en el Japón,
esto mismo recibe el nombre de zen. Entre todos únicamente nos hemos impuesto una obligación
elemental, que es mostrarle al mundo el camino del gran secreto. Incluso algunos de los nuestros,
un tanto cabezatados20, lo hacen contando cuentos, para según ellos, facilitar su compresión. Lo
20
locos
cierto es que tú, a partir de hoy, empiezas a formar parte de nuestra hermandad de alquimistas
espirituales y tan sólo debes comprometerte con ello. Ahora un consejo he de darte,
comprométete contigo mismo, se tú mismo y aquello que sientes, vívelo hasta el límite y no
renuncies a ello, por nada, ni por nadie, pues como decía Jesús el Cristo, eres como el mercader
de perlas que encuentra la perla más perfecta y maravillosa, por lo que vende todo cuanto tiene
para conseguirla. Así tú, has encontrado la perla, por lo que debes vender todo cuanto posees
para poder conseguirla y en tu renuncia a todo, debes empezar por renunciar a ti mismo".
Guillem absorto escuchando estas palabras no se percató del silencio y meditación en la que
habían caído sus compañeros. Exhalaban una respiración profunda y sobre ellos se sentía aquella
rara impresión que Guillem llevaba sintiendo desde el primer día de su estancia en la torre. Aquella
percepción se había convertido en un claro sentimiento. En aquella estancia se respiraba una paz
tan intensa, que traspasaba las paredes y llegaba hasta la planta baja. Ahora empezaba a conocer
el verdadero secreto de la torre y de los alquimistas: tras transformar la materia, tras
transformar la mente, tras transformar el alma, la verdadera piedra filosofal es convertir nuestras
vidas en felicidad pura. A partir de aquí sólo se encontraba felicidad y nada más y este era el más
de los simples secretos.
Cierto día paseaba Guillem por la terraza, que era el piso de los espirituales puros o de la
conciencia de tercer grado. Esta conciencia llegaba a ver y vivir continuo con el espíritu cósmico
del que somos una parte y por el que se entiende la fraternidad universal y la íntima unión con
Dios. Y paseando se encontró con el portero. Guillem llevaba tiempo queriendo hacerle una
pregunta muy evidente, pero por algo que no alcanzaba a entender, no se había decidido a ello.
Aquel día no se lo pensó más y le disparó a bocajarro la pregunta. "¿Cómo siendo el portero me
has servido de maestro y me has llegado hasta la terraza?. El portero con una inmensa ternura
cogió del brazo a Guillem y le dio su última lección: "He estado esperando este momento desde
hace muchos años. Casi desde tu llegada. Te voy a dar mi última enseñanza y a partir de hoy, tú
serás el portero de la torre. El último piso de esta torre no es la terraza donde nos encontramos,
sino que es la portería. Cuando un iniciado se convierte en maestro, como te está ocurriendo a ti
en este momento, debe bajar a buscar al resto de seres humanos y vivir entre ellos, lo que
nuestros hermanos orientales llaman volver al mercado. Todos los maestros vuelven a sus lugares
de origen, a vivir con sus familias y solo uno tiene el privilegio de quedarse en la torre con el oficio
más humilde pero más importante, el de portero, que es el que recibe y acompaña a los iniciados
y ayuda en la ascensión de la espiral, hasta que encuentra a su sustituto y debe marchar a su
"propio mercado", a vivir entre los suyos y ser uno más entre iguales. Con esta última enseñanza
de ti me despido. Solamente te deseo que encuentres un portero tan bueno como el que yo tuve
la suerte de encontrar".
Y así con estas palabras el antiguo portero se despidió de Guillem dejándole al frente de aquella su
torre, que ahora sería más suya durante un tiempo, hasta que enseñara el camino a otro portero
permitiendo que muchos más seres humanos asciendan hasta la terraza, donde se vive la felicidad
plena y desde donde se ve claramente a Dios21.

21
Para una mayor información: “Breve historia de todas las cosas” (Ken Wilber)

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