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PLATÓN – LA REPÚBLICA

GUÍA DE LECTURA DEL LIBRO VI

CAPÍTULO XVIII

1.- Adimanto pide a Sócrates que le diga qué es el bien. Hasta ahora Sócrates se
ha limitado a exponer lo que otros dicen del bien (en línea con su típica modestia)
puesto que él no lo conoce y sólo puede ofrecer su opinión. Los hay quienes sostienen
que el bien es el placer, otros el conocimiento. Pero Adimanto no quiere que Sócrates le
diga lo que piensan otros sino lo que piensa él mismo, ya que en otras ocasiones le ha
oído hablar de la justicia, la templanza y otras virtudes.

2.- Sócrates insiste en que lo que es el bien en sí le parece un asunto demasiado


elevado para sus fuerzas, y por ello propone hablar de algo semejante (análogo) al bien
con el fin de contentar a sus amigos: el sol.

3.- Sin embargo, Sócrates quiere dejar claras un par de cosas (en relación a la
Teoría de las ideas).
En primer lugar, que el mundo sensible es el mundo de la multiplicidad, y el
mundo de las ideas es el de la unidad. En el mundo de las cosas vistas hay pluralidad de
cosas de la misma clase, mientras que en el mundo de la inteligencia sólo hay una de
cada clase que pueda ser concebida. Por ejemplo, en el mundo sensible hay muchas
cosas bellas, pero en el mundo de las ideas sólo una belleza, “aquello que es”, esto es, la
belleza en sí misma.
Y en segundo lugar, lo plural lo vemos por la vista pero no lo conocemos por la
inteligencia, mientras que lo universal, las ideas, las conocemos por la inteligencia pero
no las podemos ver con los ojos.

4.- Pues bien, según Sócrates, sólo en el sentido de la vista se da algo especial
que no se da en ningún otro sentido: la necesidad de algo intermedio entre el órgano
sensorial y el objeto sensible. En el caso de la vista, entre el ojo y la cosa es necesaria la
luz, sin la cual ni se pone en marcha la facultad de la visión del uno ni la facultad ser
vista de la otra.

CAPÍTULO XIX

1.- Sócrates se ha preparado el terreno para hablar del sol, que es la fuente de la
luz sin la cual es imposible la visión.
Sócrates habla a Glaucón de cómo en el mundo sensible es del sol del que emana
la facultad del ojo para ver puesto que sin luz el ojo está ciego. Sin embargo el sol,
dando la visión al ojo, él mismo no es visión.

2.- Pues así mismo, explica Sócrates, se comporta el bien en el mundo


inteligible: del bien emana la facultad de la inteligencia para el conocimiento. Del bien
emana la verdad sin la cual la inteligencia no conoce. Sin embargo el bien, dando el
conocimiento a la inteligencia, él no es conocimiento.

3.- La verdad es la luz del bien, la cual ilumina el mundo de las ideas eternas y
causa el conocimiento del alma, de la inteligencia. Por eso, cuando el alma dirige su
atención a las cosas caducas del mundo sensible se muestra torpe y no puede dar más
que una opinión.

4.-; Por tanto, igual que decimos del sol que es causa de la luz y de la visión, y
que él mismo puede ser visto, podemos decir que el bien es causa de la verdad y del
conocimiento, y que él mismo es posible conocerlo. Pero el bien ni es verdad ni es
conocimiento, supera a ambos en categoría y belleza. Está claro que el bien no es el
placer, pero tampoco es el conocimiento.

5.- Y una cosa más. Así como el sol causa el mundo de la generación pero él no
se genera, el bien causa el mundo de las esencias pero él no es esencia. Es un principio
inefable y su conocimiento una intuición del alma. Por ello que Platón tenga que hablar
de él por medio de una analogía.

CAPÍTULOS XX y XXI

1.- Glaucón pide a Sócrates que por favor siga hablando del bien aunque sea a
través de la analogía con respecto al sol. Pero Sócrates cambia de recurso explicativo y
echa mano de una comparación: el Símil de la línea. Por medio de él va a plantear los
paralelismos y correspondencias entre la ontología y la epistemología.

2.- Sócrates pide a Glaucón que imagine una línea y la divida en dos partes, y
cada una de ellas en otras dos. De las cuatro resultantes, las dos primeras corresponden
al mundo visible y las otras dos al inteligible. Esta escala mide los grados de menor a
mayor claridad.

3.- En el segmento inferior del mundo sensible hay que situar las sombras,
imágenes de cosas reflejadas en el agua u objetos brillantes, dibujos de cosas, etc. Y en
el segmento superior del mismo mundo sensible las cosas, animales y plantas de las que
las anteriores eran reflejo.

4.- En el segmento inferior del mundo inteligible hay que situar los objetos
matemáticos. Y en el segmento superior del mismo mundo inteligible las ideas.

5.- En este punto del diálogo es en donde se trata una de las cuestiones más
complejas de la epistemología platónica: la diferenciación entre la dianoia y la noesis, o
sea, entre el proceder propio del matemático y el del dialéctico en la investigación de
sus objetos.
Para Platón, el matemático en sus investigaciones procede de la siguiente
manera: parte de supuestos (axiomas) como si fueran hipótesis probadas (cuando en
realidad no lo son) para llegar a través de sucesivas deducciones a conclusiones
(teoremas).
Sin embargo, el dialéctico en sus investigaciones parte de hipótesis que toma
como tales, es decir, algo no demostrado que por ello debe ser cuestionado y criticado.
Así, de un modo intuitivo se van proponiendo nuevas hipótesis que se cuestionan y
critican nuevamente con el fin de ir despejando el camino de errores, de falsas opiniones
y aproximarse cada vez más a la verdad. La verdad es un principio no hipotético, el fin
de la investigación, no ya lo que le parecía a uno u otro, lo cual se tomó como hipótesis
del trabajo dialéctico, sino la esencia, la cosa en sí.
Además hay otra distinción importante. Mientras el matemático se apoya en
representaciones sensibles de sus objetos en la investigación de los mismos, el
dialéctico no recurre a los sentidos.

6.- De ahí que Platón considere que el conocimiento dialéctico es más claro que
el matemático. El matemático no investiga la naturaleza de sus objetos, los usa sin
preguntarse qué son, no se remonta al principio, no adquiere conocimiento de los
mismos. Por eso en lugar de conocimiento propiamente dicho le da el nombre de
pensamiento.

7.- Finalmente, Sócrates sitúa en cada segmento de la línea cada una de las
operaciones del alma de menor a mayor claridad de la siguiente manera: imaginación,
creencia, pensamiento e inteligencia.

GUIA DE LECTURA DEL LIBRO VII

CAPÍTULO I

1.- Según las palabras iniciales del Libro VII, la alegoría representa el estado de
la naturaleza humana cuando no tiene educación y cuando la adquiere. Podríamos
hablar, por tanto, de dos formas de estar en el mundo, dos modos de pasar por la vida.
El relato se inicia con la descripción de la escena.

2.- Sócrates pide a Glaucón que se imagine unos hombres inmovilizados


viviendo en el fondo de una caverna. Su vida transcurre mientras contemplan sobre la
pared del fondo de la caverna las sombras de unos objetos que llevan otras personas que
desfilan tras ellos.
De acuerdo con la afirmación de Sócrates, ante la extrañeza de Glaucón por tan
raros prisioneros, éstos representan a los hombres que vivimos de espaldas a la verdad.

3.- La alegoría continúa con el supuesto de que uno de esos prisioneros fuera
liberado, obligado a levantarse, darse la vuelta y mirar hacia los objetos que había tras él
teniendo de fondo la luz de una hoguera que arde a lo lejos. Por supuesto, estaría tan
confundido y cegado que a las preguntas que se le hiciesen sobre lo que entonces
contempla no sabría qué responder.
CAPÍTULO II

1.- La segunda parte de la alegoría requiere que imaginemos qué ocurriría si al


prisionero se lo llevaran de la caverna a la fuerza y lo sacaran al exterior. Tendría los
ojos tan ofuscados que no podría ver nada de momento. Es claro que necesitaría
acostumbrarse. Primero tendría que dirigir la mirada a las sombras y reflejos de las
cosas, luego ya a la cosas mismas; finalmente de noche la luna y las estrellas para
terminar de día pudiendo contemplar directamente el sol. Después descubriría que el sol
es la causa de todo cuanto existe, incluso de todo lo que había en su antigua vivienda.

2.- Cuando se acordara de su vida anterior no sentiría ninguna pena sino al revés,
se alegraría enormemente y por nada del mundo querría volver allí.

3.- La tercera parte del relato nos pide que imaginemos al prisionero liberado
obligado a volver al lugar del que salió, otra vez cegado (ahora por falta de luz) y
mostrándose torpe ante sus antiguos compañeros cuando tuviera que opinar sobre lo que
contemplan.
Sócrates considera que incluso querrían matarlo si intentara liberarlos.

CAPÍTULO III

1.- Sócrates ofrece a Glaucón una breve interpretación de la alegoría:


a/ la caverna es el mundo sensible y la hoguera el sol
b/ la salida del prisionero de la caverna representa la ascensión del alma al
mundo inteligible
c/ obviamente, el exterior de la caverna es el mundo inteligible
d/ el sol es la imagen del Bien, productor de verdad y conocimiento, aquello que
tiene que verse para conducirse sabiamente tanto en la vida privada como en la pública

2.- El hombre que ha alcanzado la sabiduría ya no se interesa por las cosas


mundanas.

3.- Y cuando se ve obligado a discutir con el ignorante sobre los asuntos que a
éste le ocupan es normal que el sabio que se ha retirado del mundo se muestre torpe (su
ámbito de interés es otro). Ahora bien, una vez acostumbrado de nuevo a la vida social
conocerá mejor que el resto todo aquello que se vea obligado a tratar. El que conoce la
Justicia en sí puede reconocer y juzgar mejor tanto las imágenes de la misma (una ley
justa, por ejemplo) como una sombra de ella (una acción justa que intenta acomodarse a
la ley).

4.- Sócrates advierte que son dos las maneras por las que los ojos pueden verse
ofuscados: al pasar de la luz a la oscuridad y viceversa. Igualmente, una persona puede
mostrarse torpe tanto al comienzo de aprender como de enseñar. Por eso, una persona
razonable no debería de burlarse nunca de ninguna de las dos situaciones o sentidos en
los que se da la educación.
CAPÍTULO IV

1.- Se critica el concepto sofista de educación. Para Platón la educación no


puede consistir en dar ciencia al que no la tiene.

2.- Platón defiende que educar es orientar la razón, la inteligencia, hacia lo


inteligible teniendo como meta el conocimiento del Bien y apartándose del mundo
sensible.

3.- Pero la parte racional del alma no debe recorrer sola ese camino. Necesita
que el resto de las partes del alma la acompañen.

4.- El hombre que busca la sabiduría debe desarrollar virtuosamente también sus
facultades irascible y apetitiva (armonía del alma = justicia).

5.- Por tanto, al niño hay que educarlo corrigiendo sus malos hábitos (gula,
pereza, etc.), de lo contrario será un hombre que usará su inteligencia para hacer el mal.

6.- De lo dicho se sigue que los no educados y apartados del Bien no son aptos
para gobernar una ciudad.

7.- Pero tampoco lo son aquellos que han alcanzado la sabiduría y la felicidad
por sus propios medios, porque no se puede interrumpir su modo de vida retirada.

8.- Es necesario que sea el propio Estado el que se responsabilice de seleccionar


a sus mejores ciudadanos y les dé una especial educación; así se les podrá pedir que se
ocupen de la vida de los demás.

CAPÍTULO V

1.- A los hombres sabios de la ciudad, pero formados por ella misma, no se les
puede consentir una vida tranquila y feliz de retiro, estudio, etc.

2.- Todos los ciudadanos de un Estado deben ser felices, pues en eso consiste la
armonía o justicia social. La ley velará porque eso suceda, y para ello utilizará los
medios necesarios. En primer lugar tratando de convencer a todos que participen de los
trabajos de su comunidad, pero si no es así será por la fuerza.

3.- El bien común y la unidad del Estado requiere el esfuerzo de todos. La


educación servirá para poner a cada uno en el lugar donde más útil sea.

4.- Los más capaces en el estudio, en el trabajo y hayan alcanzado mayor virtud
deben servir a su comunidad como dirigentes de la misma. Es lo justo.

5.- El verdadero filósofo, el hombre más rico en bondad y juicio, no ama ni


desea el poder. Pero precisamente por ello es el hombre más indicado para ese puesto.

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