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Cómo motivar el cambio conductual

01 July 2014

1. Introducción
La conducta, el resultado de las acciones individuales o colectivas, es un elemento esencial para la salud de
las personas. Los factores de riesgo ligados al estilo de vida se encuentran entre los principales
contribuyentes a la morbilidad y la mortalidad en Europa. Las enfermedades crónicas más prevalentes en
Europa, entre las que se encuentran el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, la enfermedad
pulmonar obstructiva o la diabetes, están íntimamente ligadas al estilo de vida1. El hábito de fumar, el
sedentarismo, las dietas hipercalóricas y el consumo excesivo de alcohol provocan obesidad,
hipercolesterolemia e hipertensión, los cuales a su vez pueden desencadenar las enfermedades antes
citadas1. Existen pruebas contundentes de que un estilo de vida saludable basado en el ejercicio habitual,
una dieta equilibrada, una tensión controlada y la abstinencia del tabaco está asociado a una vida más
larga y saludable1.

A pesar de ello, las conductas que pueden dar lugar a dichas enfermedades son habituales y modificarlas
implica cambiar costumbres muy arraigadas. Muchas personas tratan de promover y fomentar cambios en
la conducta de otras personas y por supuesto también en la suya propia, para lo que pueden solicitar a su
vez la ayuda de otros. Por consiguiente, es esencial identificar estrategias y planteamientos efectivos que
motiven el cambio y consoliden las nuevas conductas saludables adoptadas.2

Este informe presenta distintos enfoques del cambio conductual y ofrece información sobre su eficacia. En
él se hace referencia al desarrollo de teorías sobre los procesos que configuran el comportamiento, a
estudios empíricos diseñados para evaluar su eficacia y a la investigación aplicada sobre la materia. Esta
última se centra especialmente en los medios para modificar la conducta en contextos y situaciones
cotidianas.

2. La teoría ecológica del cambio conductual


En el comportamiento intervienen multitud de factores personales, sociales y contextuales. La mayoría
pertenecen a uno de estos tres niveles:3

Personal o individual: creencias, conocimientos, actitudes, habilidades, genética


Social: interacción con otras personas, tales como amigos, familiares y miembros de la comunidad
Contextual: el ámbito en el que se desarrolla la vida de las personas, por ejemplo, la escuela, el
lugar de trabajo o los comercios y servicios locales, así como otros aspectos más amplios como la
economía (los precios, etc.) y la tecnología.

Para abordar los comportamientos relacionados con la obesidad es necesario tener en cuenta una red
compleja de factores sociales y biológicos4. A fin de promover el cambio conductual conviene emplear una

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combinación de intervenciones durante un largo periodo de tiempo y efectuar las modificaciones
oportunas en función de los resultados obtenidos. Las intervenciones que se centran exclusivamente en el
nivel individual e ignoran los condicionantes sociales y contextuales citados son poco probable que
funcionen. El enfoque ecológico «que identifica y aborda los factores que influyen en el comportamiento
en los tres niveles, es seguramente el más indicado para promover el cambio conductual»3. Asimismo,
parece ser la estrategia que ofrece una mejor relación coste-resultado.5

3. No basta con informar y aconsejar


El sistema tradicional, que aún se utiliza en algunas consultas médicas y campañas de los medios de
comunicación, se basa en ofrecer consejos e información de forma directa. Aunque la información es
importante para educar e informar a los consumidores, rara vez es suficiente para modificar conductas.
Este planteamiento parte de la premisa de que las personas no disponen de conocimientos (sobre lo que
deberían hacer) y que una mayor información dará lugar a un cambio de actitud, al infundir el deseo de
cambiar6. No se tienen en cuenta los muchos y muy complejos factores que condicionan el
comportamiento. Este método aconseja a la población que realice cambios con un estilo que bien podría
percibirse como «que le digan a uno lo que tiene que hacer». El personal sanitario puede hacer hincapié en
los beneficios del cambio sin contemplar en toda su dimensión las implicaciones personales para cada
paciente, lo que podría traducirse en resistencia al cambio7. Lo mismo puede ocurrir en muchos programas
educativos y campañas de sensibilización. Las estrategias basadas en facilitar información pueden atraer a
aquellos que desean saber cómo modificar su comportamiento, pero también pueden intensificar la
desigualdad en el ámbito de la salud, en detrimento de aquellos cuya conducta está más condicionada por
su entorno y que podrían tener un menor acceso a o interés por dicha información.8

Teorías y modelos de cambio conductual

Las teorías del comportamiento y los modelos de cambio conductual procedentes en gran parte de la
psicología y que contemplan los aspectos económicos y sociológicos, han suscitado un gran interés en los
últimos años9. Este tipo de planteamientos tienen en cuenta factores más amplios de carácter psicológico,
social y contextual como las emociones, los hábitos y las rutinas10. Las teorías del cambio contribuyen a las
intervenciones explicando cómo se desarrolla y modifica la conducta con el paso del tiempo. Los modelos
conductuales tienen por objeto ayudarnos a comprender el comportamiento e identificar los factores
subyacentes que influyen en el mismo. Para desarrollar estrategias de intervención eficaces es necesario
conocer ambas dimensiones.11

Se han identificado más de sesenta teorías y modelos sociopsicológicos del comportamiento, muchos de
los cuales se han empleado para diseñar y poner en marcha programas de promoción de la salud con
mayor o menor éxito11. Existe suficiente evidencia de que las intervenciones encaminadas a promover el
cambio conductual que se apoyan en teorías resultan más efectivas2,12. Sin embargo, en los estudios
publicados sobre la materia no suele ofrecerse información sobre la teoría aplicada. Según análisis
recientes, solo el 44 % de 34 ensayos controlados aleatorizados realizados con adultos con
obesidad especificaban la base teórica de las intervenciones conductuales 13, siendo el Modelo
transteórico y la Teoría social cognitiva (descritos más adelante) los enfoques más utilizados, aunque un

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tercio de los estudios contemplados no explicaban el motivo por el que se había optado por uno u otro. La
Teoría del comportamiento planificado también se ha aplicado con éxito en intervenciones basadas en la
actividad física y la dieta.14,15

Modelo transteórico (también conocido como el «Modelo de etapas de cambio»): clasifica a los
sujetos en segmentos y aplica intervenciones personalizadas en función de la etapa de cambio en la
que se encuentran: precontemplación, contemplación, preparación, acción, mantenimiento y
terminación.
Teoría social cognitiva: se basa en la importancia de observar a los demás y aprender de ellos, así
como en el refuerzo positivo y negativo de la conducta.
Teoría del comportamiento planificado: parte de la premisa de que la intención determina la
conducta, y puede predecirse estudiando las actitudes, la norma subjetiva (creencias sobre lo que
otros aprueban o desaprueban) y el control conductual percibido (creencias sobre lo que resulta
fácil o difícil de hacer).

Los modelos y teorías ofrecen técnicas para modificar la conducta. Las intervenciones suelen basarse en
distintas técnicas de cambio conductual16que pueden consistir en facilitar información (por ejemplo, sobre
las consecuencias de un determinado comportamiento) o estimular el establecimiento de metas
específicas y brindar oportunidades para la comparación social, entre otras medidas. Algunas de dichas
técnicas contemplan el manejo del estrés, la entrevista motivacional y la gestión del tiempo.17

4. ¿Cuáles son las técnicas de cambio conductual más efectivas?


No está del todo claro qué técnicas son efectivas y en qué circunstancias lo son. A la luz de los resultados
obtenidos, la autoevaluación y otras técnicas de autorregulación (establecimiento de metas, inducción,
autoevaluación, retroalimentación sobre resultados o revisión de metas) son herramientas eficaces de
cambio conductual18-20. Según una base documental de fiabilidad media-baja, las medidas más efectivas
para motivar el cambio dietético son:

provisión de instrucciones (enseñanza del comportamiento),


autoevaluación (registro de conductas, por ejemplo, haciendo anotaciones diarias de las comidas), y
prevención de recaídas (resolución de problemas e identificación de estrategias de gestión).

Por su parte, las técnicas más adecuadas en lo que respecta a la actividad física son:

inducción (para estimular una determinada conducta a través de, por ejemplo, recordatorios
telefónicos),
autoevaluación (registro de conductas, por ejemplo, mediante anotaciones de la actividad diaria),
mensajes personalizados (adaptados a cada fase del cambio, a los recursos y al contexto),
establecimiento de metas (tales como marcarse un número de pasos determinado y controlarlo
mediante un podómetro)18

Las intervenciones dietéticas y de actividad física parecen ser más efectivas cuando se aplican

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simultáneamente18. Existen además pruebas fiables de que promueven la implicación del entorno social
(normalmente, los miembros de la familia)18

Resulta complicado mantener los cambios en la conducta a largo plazo. La evidencia señala que las técnicas
de gestión del tiempo, las cuales ayudan a introducir una actividad en la rutina diaria o semanal, pueden
ayudar a mantener niveles adecuados de actividad física. Fomentar el diálogo interior (es decir, hablarse a
uno mismo antes y durante la conducta planificada) es otra técnica que ayuda a mantener una actividad
física y llevar una alimentación sana.18

Teoría de la autodeterminación

Combinar el desarrollo de habilidades con una motivación y un aliciente subyacentes e intrínsecos se


considera esencial para lograr un cambio duradero. La motivación intrínseca no surge de la presión
externa, proveniente de las recompensas y la aprobación o el castigo y la censura del entorno y los
profesionales sanitarios. Es propia de cada individuo y deriva del interés o disfrute que cada uno encuentra
en la actividad propiamente dicha. Esta es la base en la que se fundamenta la teoría de la
autodeterminación. A diferencia de las recompensas o los incentivos, la motivación autoinducida se
considera estable y duradera21,22. La persona debe sentir que la conducta en cuestión es agradable o
compatible con su «concepto de sí misma», sus valores o sus metas vitales. Este sentimiento puede
estimularse analizando los motivos por los que se debe perseverar o cómo encaja la nueva conducta en los
objetivos globales22. Las personas necesitan percibir que eligen y se responsabilizan de sus acciones para
sentirse capaces de conseguir sus metas y merecedoras de la comprensión, los cuidados y el
reconocimiento de los demás.

La teoría de la autodeterminación inspiró un programa de control de peso de un año de duración en el que


participaron cerca de doscientas cincuenta personas con sobrepeso u obesidad. Este programa se sirvió de
técnicas de autorregulación y de información sobre el balance energético y la imagen corporal. Los
participantes podían elegir entre varias opciones para reducir su ingesta calórica y aumentar su gasto
energético. Se les animó a probar distintas actividades para que eligiesen las que más les agradaban. Al
final del estudio, la automotivación para realizar una actividad física era mayor en el grupo de intervención.
Por su parte, los niveles de actividad física aumentaron al segundo año y el control de peso lo hizo al
tercero. Asimismo, durante al tercer año las mujeres que se habían sometido a la intervención realizaban
casi noventa minutos más de actividad física entre moderada e intensa a la semana que las pertenecientes
al grupo control. La intervención influyó positivamente en los hábitos alimentarios.23

Existen numerosos paralelismos entre la teoría de la autodeterminación y la entrevista motivacional.23

Entrevista motivacional

La entrevista motivacional es un sistema de asesoramiento que combina varias técnicas de cambio


conductual y que ha demostrado ser significativamente más eficaz que las acciones puramente
informativas tradicionales. Este método directivo y orientado al usuario promueve la motivación intrínseca
explorando y resolviendo la ambivalencia y los obstáculos al cambio conductual24. Según este enfoque, el

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aleccionamiento y la confrontación no resultan útiles. La entrevista motivacional se apoya en los siguientes
fundamentos:8

Expresar empatía (mediante la escucha reflexiva)


Crear discrepancia (entre las metas de una persona y su conducta actual)
Evitar la discusión
Darle un giro a la resistencia (reconocer y explorar la resistencia de la persona para cambiarla, en
lugar de oponerse a ella)
Fomentar la autoeficacia

Para tener un mayor conocimiento de los factores que contribuyen a los buenos resultados, convendría
realizar nuevas investigaciones que contemplen las técnicas de la entrevista motivacional y la teoría de la
autodeterminación.25

La entrevista motivacional resulta especialmente eficaz cuando se combina con la Terapia cognitivo-
conductual (TCC)25. La TCC es una terapia cuyo propósito es resolver problemas emocionales y
conductuales ayudando a las personas a identificar y modificar pensamientos, asunciones y patrones de
conducta disfuncionales. Esta técnica examina todo un abanico de factores que influyen en nuestro
comportamiento, ya sean externos (como los estímulos del entorno y los refuerzos) o internos (por
ejemplo, los pensamientos). La TCC se basa en varias técnicas, como el establecimiento de metas y la
autoevaluación, y parte de la premisa de que el comportamiento es aprendido y puede revertirse. De la
revisión bibliográfica sistemática llevada a cabo por Spahn et al. se desprende que participar en un curso
intensivo de TCC (de entre seis y doce meses de duración) puede ayudar a prevenir o retrasar la aparición
de la diabetes de tipo 2 y la hipertensión. El potencial de esta intervención también queda patente en los
tratamientos de la obesidad en niños y adolescentes, ya que permite obtener una reducción de peso del 30
%, frente a un 9 % sin TCC.26

Cabe destacar que estos planteamientos basados en el asesoramiento dependen de que la persona en
cuestión se comprometa con el auto-seguimiento.22,25

5. La función del marketing social


El marketing social se inspira en algunos de los principios del marketing comercial y aplica la teoría del
cambio conductual para influir en el comportamiento por el «bien social»27. Se persigue un beneficio para
la sociedad, no para la organización que lleva a cabo la campaña. La segmentación del mercado permite
poner en marcha intervenciones dirigidas a determinados grupos sociales.

Un ejemplo destacado de marketing social es la campaña Change4life que se lanzó en Reino Unido en
200928. En ella participaron el Gobierno y los medios de comunicación, además de empresas y minoristas,
con el objetivo de suscitar un movimiento social y fomentar conductas más saludables haciendo que los
nuevos hábitos resultasen divertidos y alcanzables. El programa ofrecía asistencia continuada a las familias
a través del correo o de las redes sociales (por ejemplo, Facebook). Asimismo, 200.000 familias en situación
de riesgo recibieron paquetes de ayuda, 44.833 de las cuales mantenían su implicación después de seis

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meses. Más de un millón de madres participantes en la campaña afirmaron que habían logrado introducir
cambios en la conducta de sus hijos29. Otra evaluación de la iniciativa Change4Life mediante un ensayo
controlado aleatorizado por grupos demostró que el material sobre la campaña había aumentado su
visibilidad pero apenas había influido en las actitudes o la conducta de los participantes en el estudio30. Por
lo tanto, se concluyó que las campañas sobre obesidad infantil deben ser estar más dirigidas a contemplar
un menor número de conductas y grupos sociales, además de incorporar principios de la teoría del cambio
conductual y usar pruebas piloto formales.30

El marketing social como instrumento para modificar conductas se ha puesto en tela de juicio, ya que
resulta complicado promover los beneficios inmediatos de las elecciones propias de un estilo de vida
saludable. La conducta (por ejemplo, la actividad física) no es equiparable a un producto (como unas
zapatillas de deporte), y el marketing social no conlleva el intercambio de un bien de consumo entre un
productor y un consumidor. Por consiguiente, las intervenciones de marketing social no deben
considerarse el único medio para modificar conductas.31

6. Nudging
En los últimos años ha suscitado un gran interés una técnica conocida como nudging (empujón), inspirada
en la economía conductual32. Consiste en condicionar las elecciones de las personas haciendo que resulte
más sencillo decantarse por las opciones saludables en lugar de eliminando las opciones poco saludables.
Se trata, por ejemplo, de convertir la ensalada en la guarnición por defecto o hacer que las escaleras sean
una opción más atractiva que el ascensor. Otra manera de hacer nudging, o «empujar» a las personas, es
poner de relieve las normas sociales haciéndoles ver cómo es su comportamiento en comparación con el
de otros.

Otro ejemplo sería la reformulación de los productos para mejorar su valor nutritivo33. Esta estrategia
resulta efectiva para reducir la ingesta de sal. Los Gobiernos también pueden plantearse políticas fiscales
para influir en los precios de los alimentos «de tal manera que se fomente una alimentación saludable». No
obstante, estas políticas pueden interpretarse más como una imposición que como un «empujón», ya que
tratan de obligar a las personas a adoptar conductas contra su voluntad.

Por ello no es de extrañar que hayan surgido voces que cuestionan la validez ética de este tipo de
condicionamiento encubierto, así como su eficacia34. Un reciente informe de mucho peso en Reino Unido
concluye que la mejor opción es combinar el nudging con otros tipos de intervención.35

7. La tecnología como medio para modificar conductas


La era tecnológica nos brinda nuevas posibilidades para inducir el cambio conductual. Cada vez son más
habituales las intervenciones de sanidad electrónica a través de Internet. La principal ventaja que se les
atribuye es su buena relación coste-eficacia, pero no existen datos suficientes para constatar este extremo.
Las intervenciones a través de Internet más eficaces para modificar la conducta se sustentan
fundamentalmente en principios teóricos (especialmente en la teoría del comportamiento planificado) y se
sirven de una serie de técnicas. El cambio conductual se fomenta mediante métodos complementarios de

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comunicación, especialmente el envío de SMS (servicio de mensajes cortos) o mensajes de texto
motivadores a modo de recordatorio de los beneficios del ejercicio15. Por ejemplo, en un estudio de
intervención para la pérdida de peso se obtuvieron mejores resultados cuando los participantes recibían
además entre dos y cinco SMS personalizados al día con consejos y preguntas sobre distintos temas (así
como una llamada telefónica mensual de un consejero de salud cualificado)36. Estos usuarios adelgazaron
más (1,97 kg) que el grupo que solo recibió información impresa sobre el control del peso.

Los teléfonos móviles se perfilan como excelentes aliados para las intervenciones conductuales. Gracias a
los avances de la tecnología móvil es posible introducir sensores en los dispositivos para localizar a sus
usuarios y captar sus movimientos, emociones y grado de vinculación social, lo que parece la antesala de
un seguimiento continuo y automatizado de los comportamientos relacionados con la salud. Ello facilita la
aplicación de técnicas de autorregulación, como el establecimiento de metas y el seguimiento. Estas
intervenciones pueden resultar más económicas y prácticas o menos estigmatizadoras (ya que se
desarrollan en la esfera privada de las personas). Además, la conectividad permite compartir datos sobre
hábitos y salud con personal sanitario u otras personas, lo que podría facilitar el cambio conductual. Las
aplicaciones de los teléfonos inteligentes despiertan tanto interés como rápida es su evolución, aunque
apenas se ha comenzado a evaluar su eficacia. El aspecto más complicado es mantener el uso y la eficacia
del cambio conductual a largo plazo.37

Los videojuegos ofrecen otra plataforma atractiva para la población. Esta tecnología interactiva de carácter
lúdico posee la capacidad de influir positivamente en los comportamientos relacionados con la salud38. Por
ejemplo, un pequeño estudio en el que se combinó el uso de la bicicleta estática con videojuegos
interactivos, logró una mayor continuidad y mejores resultados en cuanto a estado de forma física y salud
que los sistemas tradicionales basados en este tipo de ejercicio39. Otro estudio reveló que la continuidad
era mayor cuando se escuchaba música, una opción más económica40. Por otra parte, los estudios
controlados (en el laboratorio) reflejan que con los «videojuegos activos» (los que implican interacción
física mediante movimientos corporales) el ejercicio realizado es de intensidad entre leve y moderada, y en
pocos casos se registran aumentos significativos41. Los videojuegos también resultan útiles para modificar
hábitos alimentarios, especialmente entre los niños. Las investigaciones encaminadas a averiguar cómo
diseñar videojuegos que ofrezcan los mejores resultados se encuentran aún en una fase temprana.42

El asesoramiento telefónico es un sistema novedoso de consulta individual que permite además


comunicarse con los usuarios a distancia. En Canadá existen servicios de telemedicina dedicados
específicamente a la dietética con una capacidad limitada de evaluación (Dial-A-Dietitian, EatRight
Ontario). Las primeras evaluaciones parecen indicar que este sistema dará buenos resultados, aunque es
necesario recabar más información antes de poder elaborar protocolos de actuación y directrices.43

Los investigadores están empezando a explorar cómo optimizar el diseño de estas tecnologías en la web44.
Dado su gran alcance y bajo coste, podrían facilitar el acceso masivo.45

8. La teoría conductual llevada a la práctica


Son muchos los intentos de fomentar y apoyar la incorporación de la teoría del cambio conductual al

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diseño de las intervenciones. El siguiente recuadro ofrece un ejemplo de ello:

El programa cíclico de los «Nueve principios»:10


1. Identificar los colectivos y las conductas objetivo. Cuando se trate de un
comportamiento complejo, desglosarlo en sus distintos componentes
conductuales y/o adoptar un planteamiento de pensamiento sistémico.
2. Identificar los modelos conductuales pertinentes (utilizar tanto modelos
individuales como sociales). Elaborar una lista preliminar de factores que
influyen en el comportamiento.
3. Seleccionar aquellos factores que, por su importancia, se van a abordar.
Utilizar dichos factores para formular objetivos y diseñar un borrador de
estrategia de intervención.
4. Identificar técnicas eficaces de intervención que hayan dado buenos
resultados anteriormente con los factores seleccionados.
5. Implicar a los grupos objetivo de la intervención para comprender la
conducta en la que se desea influir y los factores que la condicionan
desde su perspectiva.
6. Desarrollar un prototipo de intervención basada en lo aprendido
trabajando con los agentes implicados. Compararlo con los marcos
políticos e instrumentos de evaluación pertinentes.
7. Dirigir la intervención y realizar un seguimiento constante.
8. Evaluar los resultados y los procesos.
9. Aprender de los resultados de la evaluación.
Se trata de un proceso iterativo; para aprender de un principio puede ser
necesario volver sobre una asunción previa.

En el diseño y el seguimiento de las intervenciones deben tenerse en cuenta los diferentes efectos en
distintos segmentos de población, lo que implica un profundo conocimiento de su comportamiento. Las
intervenciones deben ser específicas y estar basadas en las características de los receptores en cuestión.
Implicar a los receptores de las iniciativas para que colaboren en el proceso de cambio, parece una
estrategia eficaz para alcanzar resultados duraderos. «El aprendizaje mediante la práctica» se considera un
elemento esencial del proceso de cambio.10,11

Cabe destacar que los modelos suelen incidir en los factores personales y sociales que intervienen en el
cambio. Puede requerirse un estudio complementario para identificar los factores de carácter contextual.3

El proceso de diseñar una intervención de cambio conductual comienza con la comprensión de la conducta
en cuestión y la elección del enfoque general, tras lo cual se puede proceder a diseñar las técnicas
específicas encaminadas a modificarla16. La «rueda del cambio conductual» (Figura 1) pretende ser una
guía para seleccionar las intervenciones más adecuadas. Por otra parte, se está desarrollando una
«herramienta de diseño de intervenciones"16

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Figura 1. «Rueda del cambio conductual»

Por último, algunos expertos en la materia recomiendan hacer hincapié en las prácticas sociales (los
patrones de actuación que reúnen distintos modos de «hacer y decir»)46. Por ejemplo, el hábito de picar
entre horas parece guardar relación con la práctica social de comer mientras se ve la televisión. Al observar
las prácticas, las actitudes, conductas y elecciones individuales quedan en un segundo plano y se destaca
como determinados estilos de vida son continuos, sin olvidar el papel que ejercen los Gobiernos y las
instituciones. Este tipo de análisis se centraría, por ejemplo, en los «entornos obesogénicos» y analizaría
los «aspectos sociales, institucionales e infraestructurales» que configuran los patrones de dieta y
ejercicio.46

9. Evaluación de las intervenciones de cambio conductual


A pesar de que la importancia del cambio conductual es un hecho indiscutible y de que existen multitud de
estudios sobre la materia, no hay una opinión unánime en lo que respecta al mejor modo de promover
determinados comportamientos. Para facilitar una evaluación es necesario utilizar y documentar los
modelos y las teorías de forma más coordinada35. A fin de comprender mejor la eficacia de las
intervenciones de cambio conductual, la OMS ha hecho un llamamiento para que todas estas iniciativas se
sometan a una evaluación exhaustiva.47

Lo ideal sería que la teoría y el proceso de evaluación formasen parte integral de la intervención desde el
inicio de la fase de planificación. Dado que el cambio conductual es un proceso que necesita tiempo, para
averiguar si una determinada intervención ejerce un efecto duradero en la conducta, la evaluación debe
realizarse a largo plazo. Ello implica destinar fondos suficientes a esta cuestión35. Cuando sea posible, es

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conveniente emplear ensayos controlados u otros métodos altamente cualificados. Aunque no siempre son
factibles, los ensayos controlados aleatorizados se consideran el instrumento más adecuado para realizar
dichas evaluaciones. Alternativamente, puede recurrirse a «experimentos naturales», según los cuales el
investigador no controla quién recibe el tratamiento y se basa en la variación natural por la exposición al
evento, la intervención o la política en cuestión (como por ejemplo, un cambio en las normativas que
regulan el valor nutricional de los menús de los comedores escolares)35. Por otra parte, lo ideal sería que la
evaluación contemplase entre los resultados la conducta en sí, no solo indicadores del grado de aceptación
de la intervención o los cambios en la salud que se pretende lograr como consecuencia del
comportamiento inducido12. Es esencial que dichos indicadores sean los mismos para todos los estudios y
que se realicen informes suficientemente detallados de las intervenciones.

Las evaluaciones permitirán establecer si las intervenciones han surtido efecto y, de ser posible, por qué
motivo. Asimismo, ofrecen información útil para valorar posibles mejoras de las mismas. Por otra parte,
deben reflejar la relación coste-eficacia de la intervención e indicar si ha resultado rentable en este
sentido35. Es esencial divulgar las pruebas de su efectividad entre los investigadores, los responsables
políticos y los profesionales del sector para evitar duplicar esfuerzos de investigación y reducir costes.

10. Conclusion
Saber qué medidas resultan eficaces para promover el cambio conductual en el ámbito de la salud es
esencial para mejorarla y prevenir enfermedades. En los últimos años se ha avanzado mucho en este
sentido y se han realizado numerosos estudios para determinar qué planteamiento resulta más adecuado.
Existe una extensa base documental que demuestra que introducir fundamentos teóricos en el diseño y la
aplicación de los programas de promoción de la salud mejora su eficacia. Sin embargo, son menos las
pruebas recabadas sobre qué técnicas resultan más adecuadas. Además de abordar las conductas
directamente, las intervenciones deben estimular la creación de comunidades y entornos adecuados para
el cambio. La evaluación exhaustiva de las intervenciones es esencial para comprender el cambio
conductual en materia de salud.

La formación y el desarrollo profesional continuo (DPC) deben reflejar este cambio de enfoque que
propone abandonar las estrategias basadas exclusivamente en realizar recomendaciones y adoptar otras
que contemplen la complejidad de la conducta y la relación entre el profesional de la salud y el paciente. Es
primordial infundir en los profesionales la confianza necesaria para emplear técnicas de cambio
conductual. Por otro lado, convendría que estos recibiesen formación oficial en la materia para
familiarizarse con los principios del cambio conductual eficaz y practicar las principales técnicas.

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