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¿Por qué enseñar morfología?

El uso del análisis morfológico como un recurso de aprendizaje representa muchas


oportunidades para trabajar la adquisición de vocabulario nuevo, la ortografía y, en general,
un dominio de habilidades metalingüísticas a las que los estudiantes pueden recurrir durante
sus procesos de lectura y escritura.

Un primer principio para trabajar la morfología con ellos corresponde a la adaptación y


transposición didáctica necesaria para utilizar esta herramienta. De este modo, los tres
criterios de clasificación que hemos explicado en este libro no son aptos para ser enseñados
como contenidos ni corresponden a conceptos fáciles de comprender. Por ello, a partir del
nivel de los estudiantes y de las prácticas de lectura y escritura que se vayan a trabajar, estas
clasificaciones pueden adaptarse como diferentes sistemas de análisis:

Ofrezca una taxonomía razonable para identificar las unidades mínimas que
constituyen las palabras. Por ejemplo, puede utilizar una taxonomía que incluya las
siguientes categorías: morfema de base léxica, morfemas gramaticales de género y número, y
morfemas derivativos como prefijos y sufijos. Aplique dichas categorías a ejercicios de
reconocimiento de morfemas exclusivamente en sustantivos y adjetivos. Con esta taxonomía
puede realizar actividades como las siguientes:

1. Apoyar la adquisición de nuevo vocabulario mediante el trabajo de las familias de


palabras. Una vez que los niños dominen los tipos de morfemas, ofrézcales una palabra
como “amor” y desafíelos a crear la mayor cantidad de palabras a partir de esta base:
“amoroso”, “amorosa”, “enamorado”, “amar”, “enamoradizo”, “desamor”, “desenamorarse”,
etc. Luego, analicen los procedimientos usados y los tipos de morfemas involucrados en la
creación de dichas palabras. Inventen algunas (ej. “desenamoradizo”) y analicen los
procedimientos usados para crearlas.

2. Apoyar la adquisición de la ortografía. La ortografía puede apoyarse desde el análisis


morfológico de diversas maneras, siempre basadas en la identificación de patrones
sistemáticos. Así, por ejemplo, al identificar sufijos frecuentes como “-izo” y
“-oso” en “enamoradizo” y “amoroso” se puede reconocer un patrón para seguir la norma
ortográfica en otras palabras, como “enfermizo” o “antojadizo”, que siempre llevaran “z”,
mientras que “goloso” o “vergonzoso” siempre llevarán “s”. Utilice la identificación de los
morfemas como clave nemotécnica para evitar errores frecuentes.

Una técnica similar, aunque más compleja, puede emplearse respecto de la base léxica. Al
dudar en cómo escribir palabras como “decisión” o “inmersión” puede guiar la reflexión hacia
otras palabras de la misma familia cuya ortografía puedan recordar, como por ejemplo
“indeciso” o “inmerso”. El caso de la ortografía de “decisión” mediante la transformación de la
base a “indeciso” es particularmente útil, ya que si fuese con “c”, la derivación sería
“indesico”, que no existe.

La ejercitación con este tipo de actividades estimula un razonamiento metalingüístico que,


una vez adquirido, puede apoyar toda clase de procesos en los estudiantes, como guiar
inferencias basadas en el vocabulario al leer, o adquirir mayor fluidez y repertorio léxico al
escribir. Procure vincular estos ejercicios con actividades de producción y comprensión, para
hacerlas significativas.

Meneses, A., Hugo, E., Acevedo, D. y Ávila, A. (2017). Gramática para profesores. Consideraciones
metalingüísticas para el aprendizaje. Santiago, Ediciones UC. (Fragmento.)

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