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24-01-2007

Ecología y socialismo
Michael Löwy
Rebelión
Traducción: Andrés Lund Medina

Cuando el tema es ecología y socialismo, lo primero a considerar es hasta qué punto la razón
capitalista está llevando a nuestro pequeño planeta -y los seres vivos que lo habitan- a una
situación catastrófica desde el punto de vista del medio ambiente, de las condiciones de
supervivencia de la vida humana y de la vida en general.

Se aproxima un desastre de proporciones todavía incalculables y las señales de eso son ya visibles.

Hoy se están produciendo tempestades tropicales que ya asolaron regiones de los Estados Unidos.
Especialistas en el tema plantean la posibilidad de que esos desastres llamados naturales tengan
relación con el recalentamiento del planeta y de las aguas oceánicas.

Los dramáticos resultados del desequilibrio ecológico provocado por la lógica destructiva de la
acumulación capitalista son evidentes ahora, y los sufriremos todavía más dentro de dos, diez,
cincuenta años. No es una cuestión para dentro de un siglo, ni siquiera a treinta años, es para
ahora; por lo tanto requiere una urgente respuesta política, ética y humana.

¿Cómo está enfrentando esos problemas la oligarquía dominante?

Su respuesta es lamentable. Los sectores ecológicamente más avanzados del capital internacional
-la burguesía europea y otros, como los japoneses- llegaron a un acuerdo para encarar el
problema que consideraban de mayor urgencia, que es el del efecto invernadero: el llamado
Protocolo de Kyoto.

De aquí a unos años, ese efecto invernadero va a provocar el derretimiento de las zonas glaciales,
con lo que se va a elevar el nivel del mar, llevando a hundirse bajo el mar a varias ciudades
costeras.

Este es un escenario bastante probable, y puede estar comenzando ahora mismo, con el ejemplo
más conocido de la tragedia de Nueva Orleáns.

La respuesta de los capitalistas más conscientes, más abiertos a la cuestión ecológica, se resume
en el Protocolo de Kyoto, que es absolutamente insuficiente. El Protocolo de Kyoto busca,
eventualmente, estabilizar el efecto invernadero para dentro de 10 ó 15 años, con base en un
mecanismo absurdo llamado "mercado de los derechos de contaminar". Los países más ricos
siguen contaminando el mundo, pero basados en la posibilidad de comprar de los países más
pobres el derecho de contaminar lo que ellos no utilizan. Transforman el derecho de polución en
mercadería. De este modo, las naciones continúan contaminando: tanto cuanto puedan o estén
dispuestos a pagar. Eso es lo más avanzado que la elite dominante consiguió producir. Ese acuerdo
mínimo, vacío, fallido, es perfectamente incapaz de responder al problema: los Estados Unidos,
que son el país más contaminador del mundo, se niegan a firmarlo y, mientras tanto, siguen
desarrollando su economía con la lógica de la destrucción y de la contaminación.

El Ecosocialismo

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Necesitamos pensar en soluciones radicales para ese problema. La solución de Kyoto es
absolutamente insuficiente y rechazada por los Estados Unidos. Si vamos a pensar en términos de
soluciones radicales, necesitamos pensar en la cuestión del socialismo. Por eso existe un
movimiento, una idea, un programa, que es el ecosocialismo.

El ecosocialismo parte de algunas ideas fundamentales de Marx sobre la lógica del capital y de
algunos de los descubrimientos, avances y conquistas científicas del movimiento ecológico y de la
ciencia ecológica. Marx no había planteado todavía la cuestión de la ecología en su análisis porque,
en su época, la cuestión era muy poco evidente. Pero él afirma, en El Capital, que el sistema
capitalista agota las fuerzas del trabajador y las fuerzas de la Tierra. Traza un paralelo entre el
agotamiento del trabajador y el agotamiento del planeta. Por lo tanto, el desarrollo del capitalismo
acaba con la naturaleza.

Las actuales fuentes de energía del capitalismo son nocivas y peligrosas; lo que es peligroso para
el medio ambiente, también lo es para la humanidad: ya sean las energías fósiles, en particular el
petróleo que se va a acabar dentro de a algunas décadas -y se sabe matemáticamente que se va a
acabar-, ya sea la energía atómica, que es una falsa alternativa, pues la basura nuclear es un
problema gigantesco, muy peligroso, y que nadie consigue resolver. Entonces, la transformación
revolucionaria de las fuerzas productivas pasa por la cuestión de las nuevas fuentes de energía,
por las llamadas fuentes de energía renovables. En lugar del petróleo contaminador y de la
energía nuclear devastadora, se necesita buscar energías renovables, como la energía solar. Pero
ella no les interesa a los capitalistas.

Porque es gratuita, es difícil de vender, no es mercancía.

El capitalismo no se interesa por la energía solar, no invierte en su desarrollo.

Obviamente, desde el punto de vista socialista, es absolutamente prioritaria la investigación


científica y el desarrollo tecnológico de la energía solar. No es la única pero, con seguridad, tendrá
un papel central en el proceso de transformación radical del proyecto ecosocialista.

Por eso, algunos viejos socialistas relacionan directamente nuestra utopía revolucionaria, el
socialismo, el comunismo, con el Sol, con la energía solar. Esa expresión de "comunismo solar" ya
aparece en algunos trabajos de ecosocialistas. Habría una especie de profunda afinidad entre la
energía solar y el proyecto comunista.

Los balances negativos

Otro tema que debe ser examinado es el balance negativo de lo que fue, a partir de la visión
ecológica, la experiencia del llamado "socialismo real" de la Unión Soviética y otros estados
burocráticos. Desde el punto de vista de transformación del aparato productivo, que avanzó muy
poco, los resultados fueron enormes catástrofes ecológicas. Esa experiencia es un camino que
nosotros no debemos seguir.

Otro balance negativo es el del reformismo verde. Los partidos verdes que se formaron en los
años sesenta y setenta, al principio con cierta perspectiva radical, terminaron casi todos, entrando
en gobiernos de centroizquierda y convirtiéndose al social-liberalismo.

Las soluciones que se requieren no pasan por una reforma ecológica aquí o allá; eso no resuelve
ninguno de los problemas. El balance de ese ecoreformismo verde es, por tanto, bastante
decepcionante.

Una utopía revolucionaria

Necesitamos enarbolar esa utopía revolucionaria, esa posibilidad que es el ecosocialismo, que es el

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comunismo solar. La probabilidad de una transformación radical de la sociedad implica la
expropiación del Capital. Pero quedarse sólo en la expropiación de los capitalistas no enfrentará la
cuestión del medio ambiente.

La perspectiva ecológica comprendida, en su radicalidad, como la propia perspectiva socialista,


implica la superación del capitalismo, la posibilidad de una sociedad más humana, justa,
igualitaria, democrática y capaz de establecer una relación armoniosa de los seres humanos entre
sí y con el medio ambiente, con la naturaleza. No basta con plantear ese objetivo, esa utopía
revolucionaria. Hay que comenzar a construir ese futuro desde ahora. Es necesario participar en
todas las luchas, inclusive de las más modestas; como, por ejemplo, la de una comunidad que se
defiende contra una empresa contaminadora; o la defensa de una parte de la naturaleza que esté
amenazada por un proyecto comercial destructivo.

Es importante ir construyendo la relación entre las luchas sociales y las ambientales, pues ellas
tienden a concordar, unidas alrededor de objetivos comunes. Por ejemplo, las comunidades
indígenas o campesinas que enfrentan a las multinacionales libran un combate antiimperialista,
pero también social y ecológico. La lucha por los transportes colectivos modernos y gratuitos es un
combate para avanzar en la solución del problema de la contaminación del aire. Conquistar una
red de transportes públicos gratuitos significa que la circulación de automóviles va a disminuir, que
la polución será menor, que el aire se tornará más respirable.

Necesitamos percibir cómo, en la práctica, con esa perspectiva radical, las batallas diarias se van
combinando, convergiendo, articulando.

Hoy el ecosocialismo es no sólo el trabajo de pensadores o revistas especializadas, está presente


en los movimientos sociales; aunque algunos de ellos no se llamen ecologistas o socialistas, está
presente en el espíritu, en la radicalidad, en la dinámica de los movimientos sociales, en particular
en naciones del Tercer Mundo como la India, los países africanos y los latinoamericanos.

Pero algunos ideólogos de la ecología plantean falsos problemas. Por ejemplo, que la degradación
del medio ambiente es culpa de nuestro consumismo, que cada uno de nosotros consume
demasiado, que es necesario reducir el consumo para proteger al medio ambiente. Eso
responsabiliza a los individuos y redime al sistema. Es verdad que el consumo de los individuos es
un problema, pero el consumo del sistema capitalista, del militarismo capitalista, de la lógica de
acumulación del capital es mucho mayor. Entonces, en lugar de pregonar la auto-limitación
individual, es necesario llamar a la organización para luchar contra el sistema capitalista; esa
debe ser nuestra respuesta.

Otra visión equivocada es aquella que declara que la culpa es del ser humano, que mediante el
antropocentrismo y el humanismo, se puso en el centro y despreció a los otros seres vivos. Creo
que esta concepción causa falsos problemas. Porque es de interés de la humanidad, de la
supervivencia de los seres humanos, de los hombres y de las mujeres, preservar el medio del cual
dependen inevitablemente. No se trata de contraponer la supervivencia humana a las de las otras
especies, se trata de entender que ellas son inseparables y que nuestra supervivencia como seres
humanos, depende de que se salvaguarde el equilibrio ecológico y la diversidad de las especies;
por tanto, desde el ecosocialismo estaríamos hablando de un humanismo biocentrista.

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