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M. L. Andreasen

Misionero Emanuel (ahora Universidad de Andrews) y en la Universidad de


Michigan. Ella y su esposo, Bruno, el cual investigó de algunos de los últimos
capítulos de este libro, pasó la mayor parte de sus años de trabajo como
misionero en el extranjero.
Publicado en 1979 por la Review and Herald Publishing Association,
WashingtonVirginia Duffie Steinweg, la autora de este libro, fue una profesora
de idiomas por profesión. Nació en Battle Creek, Michigan, fue educada en el
Colegio, D.C.
Reproducido con permiso.
Todos los derechos reservados.

M. L. Andreasen (1876-1962) es probablemente mejor conocido por las generaciones actuales de


Adventistas debido a sus protestas contra los líderes de la iglesia durante los últimos años de su
vida. Esto no sólo es desafortunado sino que altamente irónico, cuando uno considera sus largos años
de activo y fiel servicio a la iglesia y su desaprobación a ese misma controversia pública que él mismo
agitó en sus últimos años.
Pero, grandemente perturbado por lo que él consideró ser falsas enseñanzas en el libro Los Adventistas
del Séptimo Día Responden Preguntas Sobre Doctrina, cuando sus primeras protestas a los líderes de la
iglesia no tuvieron los resultados que él esperaba, él escribió lo que se conoció como "Cartas a las
Iglesias", en las cuales él fuerte y públicamente expresó su disentimiento. La controversia así generada
resultó en el retiro temporal de sus credenciales. Infelizmente, aun cuando la ruptura entre él y los
líderes fue reparada, las controversias diseminadas por sus acciones no sólo no desaparecieron con su
muerte, sino que otros que tenían los mismos puntosa de vista le dieron una cada vez mayor circulación
y expresión.
Este libro, sin embargo, no se concentra en estos últimos seis años de su vida ni en controversias
teológicas, sino que más bien en M. L. Andreasen, la persona, descubriendo su vida en un "estilo
eminentemente fácil desde su niñez en Copenhagen, Dinamarca, a través de sus años como pastor,
evangelista, administrador, profesor de seminario, autor y decano de teólogos Adventistas en
Norteamérica".
Virginia Steinweg, la autora, ha entretejido hábilmente páginas de la propia autobiografía no concluida
de Andreasen con los resultados de su propia investigación para traernos una visión multifacético del
hombre, su vida, pensamiento, actitudes y relacionamientos.

Índice

Como Todo Comenzó ……………………………………………………………….. 02


Dinamarca 1876-1891 ……………………………………………………………….. 03
Canadá 1891-1894 ……………………………………………………………….. 09
Las Dos Mayores Decisiones de su Vida 1894-1896 …….………………………….. 13
Tomando la Tercera Decisión 1896-1897………….…………………………………. 18
"En la Obra" 1898-1899 ………………………………………………………….. 21
Battle Creek 1899-1900 ………………………………………………………….. 21
Chicago 1900-1905 ………………………………………………………………… 26
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Brooklyn 1905-1910 ………………………………………………………………… 27
La Familia ………………………………………………………………………. 33
Visitando el Hogar de Ellen White ……………………………………………………. 35
En Hutch 1910-1918 ………………………………………………………………… 38
Un Último Tributo para la Mensajera del Señor …..…………………………….. 43
Profesor del Union College 1918-1922; Washington 1922-1924 …………...……….. 44
La Asociación de Minnesota 1924-1931 ….……………………………………….. 48
Pastoreando el Rebaño ………………………………………………….……….…. 52
Union College 1931-1938 ……………………………………………………….. 57
El Presidente Andreasen ………….…………………………………………… 62
Acreditación 1934-1938 ……..……………………………………………..….. 66
Vísperas ………………….……………………………………………………..... 69
Seminario 1938-1949 ……….…………………………………………………….. 71
Secretario de Campo 1941-1950 ………………………………………………… 75
Retiro 1950-1956 ……………………………………………………………… 80
Nubes en el Horizonte …………….………………………………………………… 83
Palabras Finales ……………………..………………………………………………. 93
Poema: Obrero de Dios ………………………………………………………… 94

COMO TODO COMENZÓ


Estábamos sentados bajo nuestro árbol de guayaba en Lima, Perú, habiendo justamente terminado de
cerrar las tapas de Sus Iniciales Eran F.D.N., una biografía de Francis D. Nichol, un ex-editor de la
Review, cuando Bruno, mi esposo, dijo, "Me gustaría que pudiéramos hacer algo parecido por el
hermano Andreasen".

Geográficamente, el remoto Perú era el lugar menos auspicioso como para abordar un asunto como ese.
Además, nuestros contactos personales con M. L. Andreasen estaban limitados a haber pasado dos
periodos de 9 semanas en sus clases en el Seminario Teológico ASD en Washington, D.C., leyendo la
mayor parte de los libros que él había escrito, y recibiendo una media docena de pequeñas cartas de él
poco tiempo antes de su muerte. Sin embargo, una aspiración nació en ese día.

Cerca de dos semanas después de esa inspiración, yo estaba en los Estados Unidos visitando a un
pariente del hermano Andreasen. De esa fuente obtuve los nombres y direcciones de algunos ex-
estudiantes y asociados de él. Con estas direcciones en la mano, crucé el continente a través de un bus
Greyhound. Después de oír el propósito de mi visita, los amigos normalmente encontraban alguna
máquina de escribir en la cual yo podía anotar sus reminiscencias.

Pero entonces, durante nueve años las observaciones permanecieron sin ser usadas. Mientras tanto, yo
me había conseguido la autobiografía no terminada del hermano Andreasen, la cual fue de gran valor,
debido a que le permitía hablar por sí mismo. Esto, con las entrevistas que habíamos tenido
anteriormente, y con las recolecciones y reflexiones de los parientes del hermano Andreasen, han sido
nuestras fuentes de información. A partir de eso finalmente juntamos este libro.

Desde el comienzo, los últimos seis años de la vida del hermano Andreasen fueron un problema.
Parecía que esa historia no podría ser incluida, pero tampoco podía ser omitida, de tal manera que es
contada en este libro. Mi esposo se propuso investigar él mismo este periodo. Los líderes de la
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Conferencia General que visitaban Lima leyeron el resultado con interés. Uno comentó, "Eso es para la
posteridad".

A cada uno que ha contribuido tan voluntariosamente con este libro, va nuestra más profunda gratitud.
Se han incluido citas o información de entrevistas personales con Gladys Andreasen (la segunda esposa
de M. L.), Ida Axelson, Ruth Baldwin, Dr. y Sra. Oliver Beltz, R. R. Bietz, P. 0. Campbell, Andrew
Christensen, O. J. Dahl, Carlos Dammen, Esther Yost Dick, Dr. y Sra. Everett Dick, D. C. Duffield,
Anna Edwardson, Alice Fahrbach, R. R. Figuhr, Ida Gjording, James Hansen, P. G. Herwick, Lenore
Hill, Glen Hilts, Peter James, Duane Johnson, H. M. Johnson, F. M. Larsen, Dr. y Sra. Thomas Little,
Dr. y Sra. Carl Martinsen, W. G. C. Murdoch, Edward Nachreiner, N. C. Nelsen, J. N. Petersen, Sr. y
Sra. R. P. Rowe, D. K. Shilling, Sr. y Sra. C. P. Sorensen, Myrtle Thompson, Merwin Thurber, H. M.
Tippett, L. W. Welch, Thelma Wellman, y A. Werline. Cartas de Roger Altman, Iva Mae Lee, Donald
Madison, y L. H. Olson también han sido incluidas.

Si se nos preguntase cuál fue la mayor contribución de M. L. Andreasen, responderíamos. El desafío de


la última generación, presentada por primera vez en el Servicio del Santuario. Que esta historia pueda
inspirar a cada lector a hacerse parte de la última demostración al mundo de lo que el evangelio puede
hacer en y por la humanidad.

DINAMARCA 1876-1891
"Le presentamos a nuestros lectores a M. L. Andreasen a través de su autobiografía, algo publicado,
pero mucho que no ha sido publicado. Este material continua a lo largo de casi todo el libro y aparece
en itálico. Las primeras páginas de este capítulo, que son el resultado de una pelea de un niño con una
prima mayor, no sólo nos familiarizará con nuestro asunto y nos dará alguna idea de su personalidad y
de su estilo para escribir, sino que también nos proporcionará algunas ideas sobre su manera de pensar
y los poderes de raciocinio de una mente que establecería un hito importante en la IASD.

A pesar del hecho de que Carlos y yo éramos primos, no nos dimos muy bien juntos. Antes de que
estuviésemos jugando una media hora, ya estábamos peleando. Él tenía un hábito abominable de
fastidiarme, y cuando no podía soportarlo más, yo volaba hacia él y comenzaba la pelea. Esto era lo
que él realmente quería, porque él era mayor y más fuerte que yo, e invariablemente yo recibía una
paliza. Yo trataba de no llorar, pero a veces no podía impedirlo, porque me golpeaba hasta que
realmente me hería. Entonces me prometía a mí mismo que cuando creciera, las cosas se invertirían.
Yo tenía 8 años en aquella época, y parecía que yo estaba condenado a pasar toda mi vida recibiendo
diariamente una paliza. El futuro era oscuro. Carlos era simplemente demasiado grande y demasiado
fuerte para mi. A medida que pasaba el tiempo me volví un poco más fuerte, pero para mi disgusto él
también creció se volvió más fuerte. Yo no estaba consiguiendo nada.

Entonces sorpresiva e inesperadamente mi suerte cambió. ¡Carlos se enfermó! ¡Gloria! Si solo se


mantuviera lo suficientemente enfermo como para que yo lo pudiera alcanzar, el sol brillaría
nuevamente. Hasta hoy no he sabido la naturaleza de su enfermedad, pero era algo así como
tuberculosis. Yo no me preocupé con lo que era; lo único que me preocupaba era que durase tanto
tiempo como fuese necesario para que yo lo pudiera alcanzar. Todavía recibo algunas palizas, pero ya
no son tan duras como antes. Él se estaba definitivamente debilitando. Yo estaba haciendo animadores
progresos hacia mi blanco, y muy luego llegaría el día de la venganza. ¡Y qué día sería ese!
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Las cosas se estaban dando satisfactoriamente para mí: Carlos se volvía cada día más débil.
finalmente el doctor lo envió a la cama. Yo no tuve ninguna objeción para con esto, ya que así no
recibiría ninguna paliza más. Cuando Carlos se levantase, recibiría lo que merecía. Yo lo atacaría así
que él salga de la cama. Sería arriesgado esperar mucho tiempo. Él podría recuperarse muy rápido.
¡Y qué derrota recibiría! Apenas conseguía esperar que él se recuperase. Él no había sido indulgente
conmigo, y yo no lo sería con él.

Pero entonces mi suerte cambió. Sucedió algo muy desafortunado. Carlos no se recuperó. No se
levantó. Él murió. ¡No podía suceder algo así! No había contado con eso, y eso echó a perder todos
mis planes. ¿Qué podía hacer ahora? Si solo hubiese podido darle una buena paliza antes, no lo
habría sentido tanto. Ahora estaba defraudado. Vivo o muerto, Carlos tuvo lo mejor de mí. Yo recibí
palizas por nada, y yo lo sabía. Sentí el golpe profundamente.

El funeral fue efectuado en una pequeña capilla lateral que quedaba al lado de una de las antiguas
iglesias estatales de Copenhagen, mi ciudad natal. El sacerdote había evidentemente atendido otro
funeral importante, y vino con sus ropas oficiales. Yo estaba impresionado. Supuse que había hablado
apropiadamente y reconfortando a los dolientes, pero era demasiado alto para mí, y tranquilamente
dormité. Pero cuando él mencionó a Carlos como si ya estuviese en el cielo, desperté. Era evidente
que él no conocía a Carlos como lo conocía, o entonces no habría dicho que Carlos se había ido al
cielo. Carlos no se había ido al cielo; eso yo lo sabía. Si él realmente se hubiera ido a algún lugar, él
se habría ido al otro lugar. Yo conocía a Carlos, y yo sabía a dónde él pertenecía. El sacerdote no
sabía nada.

Un instante después el sacerdote aclaró su declaración, y dijo que era el espíritu de Carlos que se
había ido a la casa de Dios. Esto me confundió pero también me intrigó. Que yo sepa, Carlos no tenía
ningún espíritu. El sacerdote estaba errado nuevamente. Pero el clímax vino cuando él dijo que era
muy posible que Carlos estuviese en el mismo lugar donde nosotros estábamos. ¿Cómo podía ser eso
posible, si era su propio funeral? Pero si estaba presente y me estaba espiando, yo sabía lo que él iba
a hacer: él me haría morisquetas. Y él tendría la ventaja de poder verme, y yo no podía verlo a él. Eso
no era justo. Pero, entonces, Carlos nunca había sido justo. Él debió haber recibido una buena paliza
antes de morir.

Pero yo no me iba a frustrar porque no podía ver a Carlos. Yo podía hacer morisquetas tan bien como
él. Desde luego, yo no sabía dónde él estaba sentado, pero si yo hacía morisquetas para todos los
lados, eso me daría la seguridad de que él me había visto. Y comencé a hacer eso.

Infelizmente, mi mamá no había seguido mis pensamientos, y por lo tanto no apreció lo que yo estaba
haciendo. Yo había apenas cubierto la mitad de la sala cuando ella me descubrió. Horrorizada, ella
me dio un pellizcón que fue más fuerte que lo que debiera haber sido. Las mamás no siempre
entienden las cosas. Se me debiera haber permitido terminar mi ronda.

No teniendo nada en particular que hacer ahora, mi mente se volvió a las cosas que yo había
aprendido del cielo las pocas veces que había asistido a la escuela dominical. No me había
impresionado favorablemente con lo que había escuchado, y yo sabía que Carlos sentía de la misma
manera. El cielo parecía ser un hogar de gente de mucha edad, donde no habían niños que fuesen
saludados con entusiasmo. Estos eran muy ruidosos, y eran muy inquietos si las reuniones duraban
mucho tiempo. Muchas personas de edad habían estado ahí miles de años, y hace ya mucho tiempo
habían contado historias y reminiscencias, y ahora no tenían nada más que hacer que descansar. Era
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para eso que habían venido, y era eso lo que estaban haciendo. Ellos se sentarían debajo de su vida y
de su higuera, y entonces irían a la iglesia, y después de eso irían a su casa y se sentaría nuevamente.

Yo no estaba interesado en sentarme y permanecer quieto, y tampoco Carlos. Yo quería estar donde
las cosas estaban sucediendo, y en el cielo no pasa nada. Dudo que siquiera hubiese una única pelota
ahí. Era probable que fuese siempre domingo, y nadie puede jugar a la pelota en domingo. Por lo
tanto, el cielo no me llamaba la atención como para que fuese un lugar deseable para los niños. Para
las personas de edad estaba muy bien. Ellos habían vivido sus vidas y estaban cansados. Yo esperaba
no morir joven y tener que irme al cielo. Eso sería una calamidad.

¿Pero qué estaría sucediendo con Carlos? Él estaba ahora en el cielo de acuerdo con el sacerdote, y
no había nada que él pudiera hacer. Él no podía elegir nada. Cuando su funeral terminara, yo saldría
para jugar a la pelota. Pero Carlos tendría que volver al cielo y tendría que sentarse con las personas
de edad. Pensándolo mejor, decidí que eso era muy bueno para él. Se ajustaba al castigo que tenía que
recibir. Por más que me arrepintiera de no haber tenido tiempo para darle la última paliza antes que
muriera, su exilio al cielo era muy satisfactorio para mí. De hecho, al considerar la cosa más tarde, yo
creo que fue un mejoramiento de mi plan. Yo estaba contento con permitir que las cosas descansaran.
La vida era buena nuevamente.1

El joven Lauritz había comenzado el hábito de pensar bien las cosas, lo cual lo habilitaría para
transformarse en un educador, el cual enseñaría durante todo su camino, desde el kindergarten hasta el
Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día, y escribiera quince libros sobre asuntos doctrinales y
devocionales.

Él no haría cosas espectaculares durante sus casi 86 años de vida, pero la manera única en que él las
hizo, eso permaneció. Los que lo observaron eran constantemente estimulados debido a su manera de
aproximarse a los problemas, sus profundas perspicacias con los por qués, y su incansable sinceridad
para pasárselas a otros, especialmente personas jóvenes, lo que él había descubierto.

Milian Lauritz Andreasen (An-dree-uh-sen) nació en 1876, en Copenhagen, Dinamarca. Sus padres
eran ocupados sastres que le servían a la realeza. Tenían muy poco tiempo para cuidar a sus hijos,
siendo que casi todos ellos murieron o en la infancia o en la niñez. Una hermana llegó a la edad de 10
años, sólo para que su apéndice se rompiera, una calamidad para la cual no había remedio en aquellos
días. Lauritz, el nombre que le pusieron sus padres, vio como ella sufría y finalmente la vio morir
lentamente, mientras nada se podía hacer. Él tenía un medio hermano, Carl, con ocho años más de edad
que él mismo, el cual eventualmente huyó al mar. Carl se contactó con la familia algunos años más
tarde, y nuevamente al término de su vida, cuando fue cariñosamente cuidado por su sobrina.

La madre de Lauritz era una mujer de un carácter fijo y determinado. Su padre, nacido en Noruega, era
más retirado. Sin embargo él favoreció a Lauritz por sobre los demás niños y no quería ver que lo
castigaran. Él no tuvo los mismos miramientos si tenían que castigar a Carl.

Ocasionalmente los niños le pedía a su padre que les contara algunas historias de su niñez en Noruega.
Lauritz cuenta:

Cuando niño yo estaba grandemente interesado en escuchar a papá contarnos cosas de cuando él era
joven, y de las cambiantes condiciones de vida que sobrevino con la invención de la máquina de cocer.
Lo que más me interesaba, sin embargo, era la historia de la lámpara a parafina.
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Desde los tiempos inmemoriales las personas usaron velas para la iluminación, o un pequeño
recipiente aceite con una mecha. Las personas pobres, sin embargo, no se podían permitir comprar
ninguna de estas cosas, sino que hacían sus propias velas de los materiales que ellos poseían. Muchos
ni siquiera podían hacerse esas velas. Ellos usaban astillas de madera de ciertos árboles, las
impregnaban con trementina (resina que despide el pinto). Con un manejo cuidadoso esto podía durar
por algunos momentos. Las personas que vivían donde había madera tenían hogueras que proveían
algo de luz. Pero las personas pobres como mis abuelos, que vivían en ciudades o en regiones donde
no había leña, solo tenían astillas.

El trabajo de mi padre consistía en mantener estas astillas ardiendo, reemplazando las quemadas por
otras nuevas, de tal manera que mi abuelo pudiera hacer su trabajo. Era, desde luego, no muy a
menudo que el trabajo que requería esto fuese hecho en la noche, pero sucedía de vez en cuando, y
entonces mi padre tenía que trabajar arduamente para conseguir que hubiera una luz continua.

Entonces vino la lámpara a parafina ( kerosén). Para mi papá ese fue el mayor de todos los inventos,
con la posible excepción de los fósforos. La lámpara daba una luz débil, pero liberó a un pequeño niño
de una intolerable esclavitud. La vida comenzó a ser digna de ser vivida. La lámpara a parafina lo
logró.2

En el hogar de Andreasen en Copenhagen siempre había un pote con café en la estufa, y generalmente
algún tipo de sopa de frutas. La madre pasaba tan ocupada con la hechura de vestidos, que los
miembros de la familia tenían que servirse ellos mismos si es que querían comer algo. Esta casualidad
probablemente ayudó a explicar la alta moralidad de la familia.

Lauritz entendió temprano que no era destacado en apariencia, pero aprendió a hacer lo mejor con lo
que tenía:

Recuerdo bien una conversación en la cual yo era el sujeto cuando aun era un niño. Algunas de las
amigas de mamá me estaban analizando. Se suponía que yo no estaba escuchando ni entendiendo.
confieso que la conversación no fue muy halagüeña para mi, aun cuando fue hecha en buenos
términos. Después que esos amigos me analizaron por algún tiempo apuntando mis fallas físicas y
otras más, una de las mujeres dijo, "¿Han observado sus orejas? No están mal". Durante semanas yo
escuché esa observación y me lavaba cuidadosamente mis orejas todas las mañanas. Había algo de lo
cual me enorgullecía, no mucho, es verdad, pero lo suficiente. Yo no era una completa y total pérdida.
Mis orejas estaban bien.3

Con las orejas limpias o no, Lauritz era un niño, tal como lo demostró la historia del funeral de Carlos.

El hogar de Andreasen estaba frente a un canal, el cual distaba apenas una cuadra. Durante el invierno
servía perfectamente para el skate. Cuando era el tiempo en que Lauritz volviese a casa, su madre ponía
una bandera blanca en la ventana. Pero el skate de madera de Lauritz se deslizaba tan suavemente que
el niño de mejillas coloradas se demoraba un buen tiempo en ver la bandera y decidiese volver a casa.

A medida que Lauritz desarrollaba sus habilidades físicas, también desarrolló sus poderes para pensar.

Yo me eduqué en la iglesia estatal, y asistía a la escuela públicas, en la cual, además de las cosas
normales que se enseñaban, era dada una instrucción en religión. Fui en busca de una instrucción
religiosa adicional y busqué al sacerdote, estudié el catecismo, y fui debidamente confirmado un cierto
domingo a la edad de 14 años. Aparecí en la oficina del sacerdote el siguiente lunes, y le entregué el
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dinero que mis padres habían reunido en la comunidad, tal como ellos me lo habían indicado, y recibí
de vuelta un certificado de confirmación como prueba necesaria de que había pasado
satisfactoriamente la prueba. Ahora era un cristiano novato de acuerdo con la costumbre de la época,
y mi nombre fue inscrito como siendo uno de los que había pactado públicamente abandonar al diablo
y todos sus caminos. La confirmación (la primera comunión) fue la línea divisoria entre los días de
escuela y las realidades más severas de la vida. Fue una ocasión importante.

Tuvimos una gran celebración en mi hogar aquella noche, tal como era la costumbre. No creo que
haya sido una celebración cristiana. No pocos tuvieron que ser llevados a sus lugares de habitación
cuando todo terminó. ¡Pero yo era un cristiano! ¿No había prometido yo y todos mis compañeros de
clase que habíamos sido confirmados a abandonar el diablo y todos sus caminos? ¿Y no teníamos
nuestros certificados?

Pero yo tenía mis dudas.¿Era yo realmente un cristiano, un hijo de Dios? Yo tenía dudas conmigo
mismo, pero el estado y la iglesia evidentemente no tenían ninguna; ¿y quién era yo para dudar de su
sabiduría? El sacerdote era un buen hombre, y él me había confirmado y me había dado un certificado
confirmando ese hecho. ¡Probablemente yo era un cristiano sin saber cómo había llegado a serlo!

Me acorde de una experiencia de algunos años antes, que también me había confundido. Algunos
parientes quisieron hacer con que mis padres, y otros, fuesen padrinos de una pequeña niñita que
tenía que ser bautizada, y ellos querían que yo también fuese. Mi mamá me explicó la responsabilidad
que significaba ser padrino, lo cual significó muy poco para mí. Yo estaba más interesado en la
celebración que seguiría al bautismo. Pero cuando llegó el día, yo fui a la iglesia con los padrinos, y
fue muy interesante en los procedimientos.

Nunca me olvidaré de mi asombro cuando nos reunimos alrededor del baptisterio en la pequeña
iglesia, y el sacerdote, después de haber hecho algunas observaciones preliminares, se volvió hacia la
pequeña bebé, que tenía menos de dos semanas de edad, y le preguntó, "¿abandonarás al diablo y
todos sus caminos?" etc. Él la miró como si estuviese esperando una respuesta, y con la boca abierta
yo esperaba lo que la bebé iba a hacer. ¿Sería realizado un milagro y la bebé iría a responder? No
hubo ninguna respuesta. El suspenso fue terrible. Alguien quiso hacer algo. Finalmente alguien hizo
algo. Yo supongo que fue el padre el que respondió por la niña, pero en la excitación del momento yo
también exclamé, "Si quiero". Esto evidentemente fue un error, como lo comprendí muy rápidamente
al sentir un tirón. Pero había cumplido mi deber. No había entendido lo que estaba sucediendo, pero
algo le había sucedido aparentemente a la niña. Ahora era una niña de Dios.

Tal vez algo similar había sucedido en mi confirmación. Yo era un cristiano novato, pero yo no sabía
cómo había sucedido. Nunca antes de mi confirmación había actuado como cristiano, y yo no era
ahora diferente de lo que lo había sido antes. Y sin embargo era un cristiano. Todo el asunto no tenía
ningún sentido para mí; pero entonces, tal vez se suponía que los niños no tenían que entenderlo. Sería
mejor aceptar la situación sin hacer muchas preguntas. Tal vez lo pensase mejor y más
cuidadosamente, encontraría que después de todo sí era un cristiano. Me había unido al departamento
de jóvenes de la YMCA a la edad de 12 años, debido principalmente a que otros niños de mi edad lo
habían hecho. Teníamos privilegios en el gimnasio, habían buenas mesas de pool, la cerveza era
servida con las comidas, y se permitía fumar. Teníamos un buen lugar de reuniones donde no
estábamos bajo una supervisión tan estricta, y las reuniones de nuestro club eran ocasiones
interesantes. Yo no podía testimoniar que esto me había ayudado en mi experiencia cristiana, pero de
alguna manera yo me había vuelto ahora un cristiano, y al tratar de entender cómo eso había
sucedido, pensé que tal vez cada cosa pequeña importaba. Todo el asunto era un misterio para mi.4
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Lauritz recordó una persona para la cual el cristianismo tuvo algún significado.

Uno de los primeros recuerdos de la niñez es de haber visitado mi abuela, la cual entonces andaba por
los setenta. Su marido había muerto muchos años antes, y ella estaba viviendo sola en un pequeño
hogar en el país. Pasé muchos veranos deliciosos pasando vacaciones en su hogar, y me apegué
mucho a ella.

Recuerdo especialmente las tardes cuando nos sentábamos al lado de la chimenea antes de irnos a
dormir. Cuando las tardes eran frías, generalmente había un fuego ardiendo. Aun cuando ella no era
completamente religiosa, ella leía de su Biblia o de algún libro religioso, y cantaba algún himno. Ella
tenía un himno que ella incluía en sus devocionales más que cualquier otro. Era cantado en una llave
menor y tenía una fascinación peculiar para mí. Yo disfrutaba tanto de las palabras como de la
melodía. Yo he olvidado la mayor parte de la letra, pero no la melodía, y a veces me encuentro
tarareándolo. Pero las palabras del coro no las he olvidado. Literalmente traducido, ellas serían:

"Oh Tú, mi amoroso y precioso Redentor, ¿no vienes pronto, no vienes pronto?"

Esto puede sonar torpe una vez traducido, pero no era torpe cuando ella lo cantaba. Aun puedo ver la
frágil mujer, que no tenía muchos días más de vida en esta tierra, sentada con sus ojos cerrados,
cantando suavemente. La vida le había traído muchas penas, y ella deseaba ser liberada. Para ella el
canto debe haber sido la oración de su corazón, porque ella cantaba como si estuviese viendo a su
Maestro. A mí me parecía que ella estaba conversando con Dios. Tal vez lo estaba.5

Una parte de la experiencia en la niñez de Lauritz le dio un trasfondo de conocimiento bíblico.

Cuando era niño canté en un gran coro de niños de una de las iglesias estatales en mi país natal,
Dinamarca. La estructura era de apariencia imponente, construida en el estilo Gótico de las iglesias
medievales. El gran coro estaba en la parte trasera de la iglesia, bien alto encima de la congregación,
casi fuera de la vista de ésta. Pero nosotros, los niños, no estábamos fuera de vista o de escuchar
cuando el ministro subía la escalera que conducía al púlpito, la cual se sujetaba a uno de los macizos
pilares unos tres metros sobre las personas, cerca de la mitad de la iglesia. Aquí el ministro expondría
las Escrituras largamente, y en el transcurso de unos pocos años nosotros, los niños, ganamos un más
o menos claro concepto del contenido de la Biblia. En muchas ocasiones se nos permitía salir, así que
terminaba el himno preliminar y el sermón recién comenzaba, y oh, cuán quietamente bajábamos de
puntillas la larga y estrecha escalera hasta el piso. Pero teníamos que volver a tiempo para el himno
final. Para asegurarnos nuestra vuelta a tiempo, uno de los niños que estaba familiarizado con la
rutina y que podía reconocer la "primera", la "segunda", y la "tercera" parte del sermón, era dejado
como un espía para que nos notificara, de tal manera que pudiéramos volver a nuestros lugares a
tiempo, cuando la "última" parte del sermón era expuesta.

También muy a menudo yo era el escogido para quedarme de espía. Aun cuando eso era considerada
una posición de confianza, y así poseía un cierto honor ligado a ella, no equiparaba la pérdida que yo
sufría al no poder salir juntamente con el resto de los niños, haciendo proezas durante la hora o un
poco más que duraba el sermón. A modo de venganza, ocasionalmente yo llamaba a los niños antes de
tiempo para que volvieran antes de lo estrictamente necesario. Pero la mayor parte de las veces yo les
daba el beneficio de mi experiencia juzgando correctamente la duración de los sermones, y así ellos
escapaban de tener que escuchar mucho tiempo aquello que algunos de ellos no entendían y donde
muy pocos estaban interesados.
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Durante aquellos años gané un considerable conocimiento general de la Biblia, lo cual me dejó en una
buena posición para más tarde. No que yo haya tenido alguna fe especial en la inspiración de las
Escrituras, ya que aquellos serían los días de Ingersoll, y la infidelidad era especialmente atrayente
para las mentes jóvenes, pero obtuve una idea de los contenidos de la Biblia, de tal manera que podía
hablar en una forma razonablemente inteligente acerca de ella con otros.6

La muerte de mi primo Carlos puede muy bien haber sido ocasionada por la tuberculosis, porque no
muchos meses después, su madre también sucumbió. Su muerte aumentó los problemas de Lauritz a
respecto de una madre que casi nunca la había visto. El gran pasatiempo de la familia era el juego de
cartas. Cuando el padre de Carlos perdió a su esposa, Lauritz fue presionado para que trabajara.

Jugar a las cartas no le interesaba a Lauritz. Además, el alcohol y otras inmoralidades acompañaban las
diversiones en las tardes. Además, él era inexperiente y jugaba muy mal. El resultado de todo esto fue
un fuerte desagrado por parte del tío. De tal manera que cada vez que Lauritz tenía que jugar cartas, él
se frustraba tanto que prometía que huiría del hogar. Pero entonces reflexionaba pensando que no tenía
ningún lugar a donde huir, que no tenía habilidades para vender, y que por lo tanto iba a desear muy
luego estar de vuelta en su hogar.

Finalmente, una tarde se aventuró a hablarle a sus padres acerca de toda esa situación. Con desilusión
ellos entendieron que su hogar no era un lugar para tener a un joven. ¿Pero qué podían hacer? Algunas
semanas más tarde le dijeron a su hijo, que estaba con la boca abierta, que habían decidido que la única
cosa que se podía hacer era ir a Canadá, y ahí tener un nuevo comienzo. Por lo tanto, a pesar de las
protestas de amigos y parientes, ellos fueron a Canadá, primero la mamá, para echarle un vistazo a la
situación, y después el padre y el hijo.
1
M. L. Andreasen, "El Funeral de Carlos" (manuscrito no publicado).
2
M. L. Andreasen, "Nuestro Día en la Profecía, Signs of the Times, 4 de Marzo de 1952. Adaptado.
3
M. L. Andreasen, “Una Fe Para Vivir Por Ella” (Takoma Park, Washington, D.C.: Review and Herald
Publishing Association, 1943), página 160.
4
Ibíd., páginas 55-57.
5
M. L. Andreasen, "¿No vienes Tú pronto?" Signs of the Times, 1 de Enero de 1952. Adaptado.
6
M. L. Andreasen, “Una Fe Para Vivir Por Ella”, páginas 31-32.

CANADA 1891-1894
Después de un largo viaje por mar y otro en tren, Lauritz y su padre llegaron a Winnipeg, Canadá,
donde su madre había encontrado trabajo como una experta modista, y donde el Sr. Andreasen podía
trabajar como sastre. Lauritz asistía a la escuela pública.

Lauritz tuvo un excelente desempeño en gimnasia. En invierno él atraía a grupos de admiradores para
verlo girar y hacer divertidas piruetas en el hielo. En el verano él se revelaba en la natación. Su
entusiasmo para bucear en aguas desconocidas lo llevó a tener problemas varias veces. Una vez él
buceó muy hondo y se rompió el tímpano, lo cual lo afectó su oído para el resto de su vida. Cuando le
decían "Un vaso de vidrio" él entendería "Un matamoscas".1 En otra oportunidad él se zambulló en
poca agua, lo cual podría haber sido fatal. En esta ocasión él se lastimó la espalda. Él aprendió a
sobrellevar su resultante rigidez al cuello de una manera tal que aumentó su dignidad. Por eso es que no
creció más de 1,70 m y fue "joven durante mucho, mucho tiempo", lo cual se convirtió en una ventaja.
1
Nota del Traductor: Un juego de palabras en inglés.
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Fue en Winnipeg que Lauritz se volvió hombre.

Me acuerdo del primer pantalón largo que tuve. ¡Cuán orgulloso me sentía! Ahora yo era realmente
un hombre. Tenía 16 años. Me los puse en la mejor época, lo cual en aquel tiempo incluía un cuello
tieso levantado y una corbata. Era un domingo en la tarde, cuando todos los jóvenes desfilaban
alrededor del pueblo y a lo largo de la vía pública principal para ser admirados por el sexo opuesto.

Winnipeg era un pueblo comparativamente pequeño en aquellos días, aun cuando pretendía tener un
aire metropolitano. Aun cuando los años han pasado, para mí todo este evento está muy claro en mi
mente. A medida que andaba por la calle principal, pensé que era el motivo de muchos comentarios
favorables y de sonrisas, y yo sonreía de vuelta de la mejor manera posible. Yo estaba definitivamente
complacido conmigo mismo.

Entonces me golpeó un horrible pensamiento. ¿Las jóvenes mujeres que acababan de pasar me habían
sonreído o se habían reído de mí? ¿Había algo en mi apariencia que las divertía? Viré la esquina, y
ahí en una de las vitrinas había un espejo, el cual me reveló cómo era que yo estaba. Ellas se habían
reído y no me habían sonreído placenteramente. Descubrí que mi corbata, en la cual yo había gastado
tanto tiempo para estar seguro de que el nudo estuviera bien hecho, se había subido por sobre mi alto
y tieso cuello, ¡un imperdonable error de un sastre en aquellos días! Volví rápidamente a mi casa por
las calles menos conocidas.1

Aun cuando la mente inquiridora de Lauritz estaba siempre trabajando, él no hizo mucho progreso en
su pensamiento religioso. Él nos cuenta:

En Winnipeg prevalecían condiciones religiosas completamente diferentes que en Dinamarca y recibí


otro choque religioso. En aquel tiempo yo había decidido que la religión no era para que las personas
jóvenes la entendieran, que lo mejor que podían hacer era aceptar lo que decían los mayores, sin
preguntar nada. Yo era un cristiano, y yo había sido confirmado, y ese era el fin de toda la
controversia.

Pero en Winnipeg me vi súbitamente confrontado con diversas denominaciones, siendo que ninguna de
ellas, tenían ninguna utilidad para las demás, sino que cada una pensaba que la otra era hereje. Esto
era nuevo para mí. Yo había conocido sólo una iglesia Luterana, y ahora descubrí que por lo menos
había una docena de ellas. No era apenas una cuestión de ser Luterano. La pregunta más importante
era: ¿Qué tipo de Luterano? La iglesia a la cual yo asistía a veces, permitía que los laicos predicaran,
y ellos tenían reuniones de testimonio. En la opinión de algunos, nada podría ser peor.

Yo había pensado que mis dificultades religiosas habían terminado. Pero ahora veía que eso no era
verdad. Cualquiera que fuese la denominación a la cual decidiese juntarme, alguien estaría seguro de
advertirme de que yo estaba cometiendo un serio error. Me asombraba cómo un joven, y aun un mero
laico, podría decidir por la iglesia verdadera, cuando los eruditos diferían.

En este tiempo me familiaricé con algunos Bautistas. Cuando casualmente le mencioné esto a mi
sacerdote consultor, él se quedó visiblemente horrorizado. Malas como eran algunas de las ramas de
su propia iglesia, su error no era nada comparado con la herejía de los Bautistas. Toda su religión,
me aseguró él, se centraba en la cantidad de agua usada en el bautismo. Ellos creían que mucha agua
les garantizaba la salvación en el bautismo, mientras que un mero asperjar tendría poco valor. ¿Qué
buenos propósitos podría tener esa "religión del agua"? era la mayor de todas las herejías.
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Aquello cerró ese camino para mí. Los Bautistas no lo harían. Ellos creían demasiado en el agua. Y
sin embargo, a medida que escuchaba su punto de vista, me parecieron que estaban en lo correcto.
Pero, entonces, probablemente estaban errados. El sacerdote tenía mucho más educación que el
ministro Bautista. Sería mejor que tuviera cuidado.

Entonces estaban los Metodistas. Ellos parecían haber resuelto la cuestión del bautismo. En esa
iglesia una persona podía ser asperjada con un poco de agua o bautizada en mucha agua. Esa era una
solución muy feliz.

¡Pero, no! Mi consejero no vio mucha luz en unirse a una denominación que no tenía fuertes
convicciones sobre un asunto bíblico tan importante como ese y que sentía que un método de bautismo
era tan bueno como otro. Y, de cualquier manera, habían muchas clases de Metodistas, ¿y a cuál de
ellas me uniría yo? Yo estaba en un dilema. No sabía qué camino tomar. Finalmente decidí que lo
mejor era dejar la religión a un lado, y mantenerme alejado de todas las iglesias. Y eso fue lo que
hice. 2

En Winnipeg, las condiciones en la familia Andreasen fueron, al principio, muchos mejores que las que
habían tenido en Copenhagen. Gradualmente, sin embargo, las antiguas tardes de diversión volvieron.
Esto, y el hecho que el gran Oeste atraía a Lauritz, lo cual lo llevó a una decisión, y un día de verano él
simplemente comenzó a caminar hacia el Oeste. Trabajó en cualquier tipo de campo que encontró. El
mes de Diciembre lo encontró en el pequeño pueblo de Gretna, cerca de la frontera con Estados
Unidos, donde encontró trabajo junto a un sastre.

Teniendo mucho tiempo libre, leí mucho, especialmente literatura atea. Me encantaba cuando
encontraba algo que podía ser usado para confundir o perturbar la fe primitiva de algunas de las
buenas personas de la vecindad. Entre ellos había un joven ministro en el cual yo estaba
particularmente interesado. Yo creía que él era honesto y sincero. Él era una persona rigurosa en
cuanto a que las Escrituras no tenían errores.

Me acuerdo muy bien cuando por primera vez observé en la Biblia que Dios no sólo alimentó a los
Israelitas con maná durante los cuarenta años que estuvieron en el desierto, sino que preservó sus
ropas y sus zapatos de tal manera que no se gastaron. La lectura es esta:

“Durante 40 años os ha traído por el desierto. Vuestros vestidos no se gastaron sobre vosotros, ni
vuestras sandalias se envejecieron en vuestros pies”.2

Eso, desde luego, tuvo que ser necesario, porque no hubo ninguna oportunidad, durante los cuarenta
años, para que Israel pudiese restaurar sus vestuarios. Pero yo no había escuchado nunca esto antes,
y me pareció una excelente oportunidad para molestar a mi joven ministro amigo.

No me llevó mucho tiempo hasta que pude llegar a su residencia. Conduje la conversación alrededor
de la Biblia, lo cual siempre era algo que a él le gustaba. Entonces le dije mi nuevo "descubrimiento"
y le pregunté si acaso él creía en eso. Él se sorprendió un poco, porque nunca lo había leído antes.

"¿Dice eso en la Biblia?" dijo él.

Entonces leímos la declaración.

2
Deuteronomio 29:5.
Pág. 12
"Bien", dijo, "no se nada a respecto de cómo esto fue hecho, pero cualquier cosa que la Biblia diga, yo
la creo”.

"Usted realmente cree que ni siquiera los zapatos ni las ropas de los Israelitas se gastaron durante
cuarenta años?" le pregunté, para estar seguro que tenía una declaración no calificada por parte de
él.

"Si, yo creo todo lo que está en la Biblia", me respondió. "No puedo entenderlo todo, pero lo creo".

Entonces vino mi argumento coronador. Yo había concebido una brillante idea, y así se lo hice ver.

"¿Usted quiere hacerme creer que sus ropas no se gastaron durante cuarenta años? ¿Qué le suceden a
las ropas de un bebé recién nacido? ¿Yo supongo que a medida que él va creciendo, y sus ropas no se
desgastan, entonces las ropas tienen que crecer juntamente con el bebé? ¿Usted no me está realmente
diciendo que las ropas crecieron juntamente con el bebé? Dígame, ¿usted cree en eso?"

"Yo creo que si", me respondió débilmente, mientras su fe disminuía un poco.

Yo me fui muy contento. Había ganado una gran victoria. Había demostrado la falacia de la
incuestionable fe en la Biblia. Yo era un héroe.

Entonces, cuando comencé a pensar, un extraño sentimiento de hundimiento comenzó a apoderase


súbitamente de mi. Me acordé de cómo había sido en hogares que yo conocía. Cuando los niños más
crecidos tenían que dejar sus ropas (porque les quedaban chicas), los más pequeños las heredaban.
¿No habrían seguido los Israelitas la misma costumbre? En vez de que las ropas crecieran juntamente
con el niño, ¿no serían estas simplemente pasadas a los más pequeños? Mi "ingenio" que yo había
admirado tanto, no parecía ser tan ingenioso ahora. ¿Había simplemente demostrado cuán tonto era?
Aparentemente.

Ya no estaba tan feliz como cuando comencé. Pero había aprendido una lección, una muy efectiva, la
cual no iría a olvidar. ¡Y la solución para este problema en particular era tan ridículamente simple!
Tal vez en el futuro, no debía estar tan seguro de mi ingeniosidad; tal vez fuese mejor pensar un poco
antes de hablar. 3

La razón por la cual M. L., como lo vamos a llamar de aquí en adelante, tuvo tanto tiempo libre para
leer, fue que su trabajo no era del todo pesado. El "sastre" que aceptó sus servicios, a pesar de que M.
L. era apenas el hijo de un sastre y que realmente no conocía bien el negocio, tal vez sólo quería que él
cortase metros y más metros de seda y los pusiese en el forro de voluminosos abrigos de búfalo.
Entonces sus dueños tomaban un tren para cruzar la frontera hacia el pueblo de Neche, y ahí vendían la
seda.

Eventualmente el "sastre" y otros dos hombres comenzaron un negocio realmente de contrabando. La


parte de M. L. era la de guiar un conjunto de caballos que tiraban un trineo lleno de mercadería hasta
un camino que quedaba exactamente en la frontera. En un tiempo ya predeterminado, a menudo a
media noche, los hombres del otro lado recibirían la carga y le darían la correcta cantidad de dinero. M.
L. se mantuvo a este lado de la línea, y los hombres se mantuvieron a su lado, de tal manera que
podían jurar que nunca habían atravesado la línea.
Pág. 13
Una semana, sin embargo, los hombres al otro lado de la línea le entregaron menos dinero en su pagos,
y muy luego dejaron de colocar pedidos de cualquier clase. A M. L. se le asignó la tarea de ver lo que
se podía hacer. Él nos cuenta lo que sucedió:

Yo fui a Neche y entré en un salón, porque creía que sería el mejor lugar para conseguir la
información que yo quería.

En poco tiempo un hombre se me acercó e inició una conversación conmigo. Evidentemente yo era un
extraño en el pueblo, él presumió, porque nunca me había visto antes. ¿Y qué es lo que me podría
haber llevado hasta allí? Yo le conté todo lo que sabía y cuán tramposos habían sido los hombres con
los cuales habíamos negociado, y cómo nos habían defraudado. Le conté todo acerca de nuestro
contrabando, sin tener una idea clara de que era un negocio ilícito. Él pareció estar interesado, y yo le
conté todo. ¿Cuáles eran los nombres de los hombres que yo estaba buscando? Yo le di los nombres
que ellos nos habían dado, pero que sospechábamos que no eran los verdaderos.

Cuando le dije que uno de ellos cojeaba un poco de la pierna derecha, él estaba seguro que lo
conocía. Entonces él me habló libremente y me dio una clase acerca del contrabando. Me dijo que yo
era evidentemente un "novato" y no un criminal, pero que me aconsejaba para que saliese
inmediatamente del pueblo, porque él iría a buscar a los culpables, y naturalmente yo sería agarrado
junto con ellos. Tuve miedo cuando descubrí lo que había hecho y de la seriedad de ello. Volví a
Gretna tan rápido como pude, reuní algunas de mis pertenencias, y esa misma noche partí en el tren
hacia el Sur.4

M. L. Andreasen iba a comenzar sus casi 70 años de residencia en los Estados Unidos.
1
M. L. Andreasen, “Una Fe Por la Cual Vivir”, páginas 166-167.
2
Ibíd., páginas 58-59.
3
Ibíd. páginas 32-34.
4
Andreasen, manuscrito autobiográfico.

LAS DOS MAYORES DECISIONES DE SU VIDA 1894-1896


Bajando de Canadá, M. L. gradualmente trabajó en Omaha, Nebraska. No encontrando ningún trabajo
ahí, él cruzó el río hacia Council Bluffs, Iowa, donde él encontró rápidamente un empleo. Muy luego
estaba trabajando para dos sastres, y muy luego aprendió el negocio. Los bolsillos en las vestiduras le
fascinaban, y en muy poco tiempo él estaba haciendo ropas en un tiempo record. Él estaba
especialmente orgulloso de los ojales para los botones que él hacía a mano, desde luego.

Fue en Council Bluffs que M. L. tomó sus dos más grandes decisiones: quien sería el Señor de su vida,
y quién sería la dueña de su corazón.

Encontré una pieza en el 618 de la Octava Avenida. Fue aquí que por primera entré en contacto con
los ASD y donde acepté la verdad. Habían varios otros jóvenes que vivían en el mismo lugar, y yo
comencé inmediatamente con mis discusiones sobre religión. No me llevó tiempo para "derribar" a
estos hombres, porque no tenían mucha religión y menos aun teología. Mis propias ideas de Ingersoll
nunca las habían escuchado, y pude impresionarlos fácilmente.
Pág. 14
Una tarde, yo estaba sentado leyendo cuando uno de los hombres me convidó para que nos
encontráramos con un compañero joven que acaba de llegar y quería encontrar un lugar para
quedarse. Ellos creían que él era un predicador. De tal manera que subí las escaleras y pude ver
inmediatamente que ellos estaban en lo correcto: él era un predicador. De qué tipo aun no lo sabía. Su
nombre era Anderson.

Muy luego estábamos en una animada conversación acerca de religión, y rápidamente percibí que él
sabía mucho más de la Biblia que cualquier otro hombre que hubiese conocido. Él respondió mis
"sabias" preguntas más bien cautelosamente, y me di cuenta de que si yo no era cauteloso podría ser
apabullado.

Él había sido enviado a Council Bluffs para efectuar reuniones campales y así ganar adherentes para
la IASD. Muy luego descubrí de que aun conocía las doctrinas de su iglesia, no sabía mucho más, y
que si lo mantenía lejos de su fe particular yo podría mantener la mía. Sobre literatura en general no
sabía mucho, ni de historia, fuera de su interés particular. Por otro lado, percibí que yo no sabía
absolutamente nada sobre historia profética. Aquí fue donde él se afirmó y yo me volví el estudiante.
Aprendí mucho en apenas unas pocas lecciones.

Asistí a sus estudios, los cuales eran realizados en hogares particulares. Después de las reuniones
íbamos a nuestra pensión, discutiendo todo el camino, y a veces hasta altas horas de la noche. Yo me
había impresionado mucho con su estudio en asuntos de los cuales yo no sabía nada. Pero cuando
descubría que el asunto que él estaba presentando era muy angosto, recuperaba mi equilibrio. Como
un todo, nos dimos muy bien.

Yo estaba muy impresionado con sus estudios, aun cuando pensaba que algunas cosas que él había
dicho eran puras tonteras. Después de un estudio yo quería criticarlo y ridiculizarlo. Me acuerdo que
una noche él habló sobre "La tierra se deterioró como un vestido". Yo me divertí con su manera de
hablar. Ciertamente, la tierra se pone más vieja todo otoño e invierno, pero cuando viene la primavera
es renovada.

Después de algún tiempo él terminó sus reuniones. Él creía que no había conseguido mucho, y eso era
probablemente verdad. Pero él me vendió un libro de Daniel y Apocalipsis, y eso valió la pena.
comencé a leerlo desde el mismo principio, marcando fielmente lo que yo creía, y también lo que no
creía. Cuando terminé, tenía más marcas positivas que negativas. El libro evidentemente era valioso.

Varios meses después el predicador volvió. Aun cuando habían cosas en las cuales todavía no creía,
estaba mucho más avanzado que cuando él me preguntó cómo me estaba yendo con el libro. Pude
decirle que estaba a favor de la mayor parte de lo que había leído. ¿Qué pasa con el Sábado? Sin
dudarlo le dije que el yo creía que el séptimo día era el Sábado. "¿Qué va a hacer usted con eso?".

Nunca se me había ocurrido en pensar en eso. El séptimo día era el Sábado del Señor. Nunca se me
había ocurrido que yo tendría algo que hacer con eso. Pero cuando lo volví a meditar esa noche, por
primera vez me pareció que había que hacer algo. Habiendo decidido eso, pude ver claramente lo que
era. Tenía que guardar el Sábado. Eso significaba que yo tenía que ser un ASD, y yo había decidido
hace mucho tiempo, que nunca lo sería. Yo había ido a la iglesia una vez para ver de qué se trataba.
Era una iglesia pequeñita de apenas una sala. Las ventanas estaban colocadas de tal manera que yo
podía ponerme a mirar hacia el interior sin que fuese observado. Pude ver cerca de una docena de
personas y un hombre hablando, aun cuando no pude oír lo que estaba diciendo. No me pareció que
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fuese una iglesia, y decidí que eso no era para mí. Si alguna vez tuviera que ser ASD, nunca
pertenecería a la iglesia.

Habiendo llegado a comprender que el séptimo día es el "Sábado del Señor tu Dios: en él no harás
ningún trabajo", decidí que cuando llegase el próximo Sábado, tenía que guardarlo. Y así cuando
llegó el Sábado, comencé a guardarlo.

¿Pero qué debía hacer el Sábado? Determinado a no ser un Adventista, tuve que guardar el Sábado
por mí mismo. De tal manera que no fui a trabajar, sino que tomé un libro y me senté en el jardín, a
leer. Muy luego eso comenzó a ser cansativo. Decidiendo a hacerlo lo más confortable posible, fui al
centro y compré una pequeña carpa donde podría guardar el Sábado. Nunca se me ocurrió que
comprar una carpa en Sábado fuese alguna transgresión del mandamiento. Me llevó algunas semanas
para poder llegar a esa conclusión. No fue mucho después que ya había levantado mi carpa cuando el
sol se puso, y por lo tanto ya había guardado mi primer Sábado.

Parecía un poco tonto de parte de Dios pedirme que pare de trabajar los Sábados y no hacer nada
más que sentarme por ahí, pero si esa era Su idea, yo estaba dispuesto a hacerlo. Varios Sábados más
tarde pensé en ir a la pequeña iglesia Adventista para saber lo que ellos hacían. Cuando llegué allá,
no entré, sino que miré desde afuera. Tal como lo había observado antes, las personas estaban
sentadas en sillas ordinarias, y un hombre parado adelante gesticulando como si realmente fuese
realmente un predicador y como si estuviese diciendo algo importante. A mí me pareció tan ridículo
que me fui disgustado. Probablemente tendría que guardar el Sábado y no hacer ningún trabajo en ese
día, pero no me pareció algo que tuviese un buen sentido.

Estaba claro para mí que no iba a llegar a ninguna parte con mi guarda del Sábado. `pero el
mandamiento era claro, "En él no harás ningún trabajo". De tal manera que, nuevamente, el próximo
Sábado, fui a ver cómo los Adventistas lo hacían en su iglesia, y estaban haciendo lo mismo que antes.

Pero entonces sucedió algo. Cuando estaba al lado de la ventana, se abrió la puerta y salió una mujer,
la cual se presentó como siendo la Sra. Shilling, con una de sus pequeñas hijas. "¿No le gustaría
entrar?" sin responder, entré, esperando que pareciera que era eso lo que había venido a hacer. Y así
me encontré en la clase de la Escuela Sabática por primera vez, sin saber nada a respecto de la
lección. Pero las personas eran realmente bondadosas, y la Sra. Shilling y el Sr. Ferron tomaron tal
interés en mí, que yo lo encontré razonable y fácil. Volví a casa con los Shillings para cenar y muy
luego amaba a toda la familia, todos los nueve, porque eran nueve hijos.

En dos semanas había sido elegido organista y yo escogía los himnos que eran más fáciles de tocar.
También me preocupé que la iglesia estuviera limpia. Estando sólo en la iglesia vacía en esas
ocasiones, comencé a predicarle sermones a las sillas, siendo que todas ellas permanecían
perfectamente tranquilas hasta que yo terminaba, lo cual no duraba mucho tiempo. Probablemente
ellas no entendían mucho mis sermones, pero yo si.

Todo esto fue hecho antes que fuera bautizado. El ministro no venía muy a menudo, y esta vez
permaneció sin venir durante tanto tiempo, que concluimos que el anciano local me bautizara. Y así el
hermano Corbaley llevó a cabo su primer bautismo en un bautisterio que no había sido usado durante
años y que no tenía escalas, pues la habían sacado porque se había podrido.

Sin embargo, no todo fue fácil para el joven M. L. Aun cuando no fue difícil continuar sin la cerveza a
la cual se había acostumbrado a beber, desde antes de sus días en el YMCA en Copenhagen, el tabaco
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era algo diferente. Uno de sus más tiernos recuerdos era la de su madre poniéndole una pipa con tabaco
en sus manos, y asignándole el trabajo de fumigar las plantas de la casa encendiendo la pipa, y entonces
dirigiendo el humo hacia las hojas. Así, desde la edad de 3 años él había estado fumando con
propósitos agrícolas, desde luego. Ahora que él había decidido hacerse un ASD, M. L. tuvo que
descartar la pipa que había fumado durante tantos años. Sin embargo, la victoria sólo fue parcial. Él
nunca fumó, ciertamente. Pero una y otra vez, durante años, él soñaría que iba a la ventana donde antes
estaba la pipa, la encendía, y salía de la casa, doblaba la esquina, sólo para encontrarse con algún
Adventista. entonces despertaría, y le agradecía a Dios porque era apenas un sueño. Él no fumó, pero
tampoco lo odió. Finalmente, un día, entendió que el tabaco se había vuelto desagradable para él.
¡Cuánto se alegró! Finalmente, en respuesta a su oración para que pudiera odiarlo. Dios le había dado
la victoria completa sobre el cigarro.

Temprano en su experiencia en la IASD, M. L. se familiarizó con los escritos de Ellen G. White. Él nos
cuenta cómo se relacionó con ellos:

Encontré que los libros eran muy instructivos y útiles de muchas maneras, pero yo tenía mis dudas de
que hubiesen sido escritos por una persona con tan poca educación como la que tenía la Sra. White.
Pero, a pesar de esta duda, conseguí mucho con ellos. Los tomé como estableciendo la doctrina de la
iglesia, y sentí que tenían que ser creídos de la misma manera que la Biblia. Esta opinión fue
confirmada en mi mente por la costumbre en la iglesia por uno de los miembros para conducir la
reunión, ya que no tenemos un ministro, simplemente leyendo una sección de uno de sus muchos
libros. A medida que leía esos libros durante la semana, y los escuchaba ser leídos en la iglesia el
Sábado, muy luego tuve una comprensión más completa de sus escritos y, tengo que confesarlo, fue
algo bueno. Pero, desde luego, también estaba seguro de que ella no había escrito los libros por los
cuales se le daba crédito.

De mi experiencia con los guardadores del Sábado, yo tomé aquellas doctrinas que no solamente
había que creer en ellas, sino que había que traerlas a la vida diaria. También tomé en forma muy
literal lo que había leído, tanto de la Biblia como de los Testimonios. De tal manera que cuando Cristo
le dijo a Sus discípulos no llevar ropa extra con ellos cuando viajaran, ni un par de zapatos extra, yo
tomé eso en una forma bien literal. Yo tenía tres camisas, de tal manera que dispuse de dos. Tenía
varios pares de zapato, de tal manera que dispuse de los extras.

Eso anduvo bien durante algún tiempo, pero un Sábado no funcionó. Yo había ido a una reunión de
jóvenes el viernes en la noche. Yo era prácticamente la única persona joven ahí. Estaba lloviendo, de
tal manera que me mojé cuando iba a la reunión. No había una vereda, y las calles no eran
pavimentadas en aquellos días, de tal manera que tuve que caminar en el barro. Cuando llegué a la
casa aquella noche, estaba mojado y embarrado, lo cual no habría sido ningún problema si yo hubiese
tenido ropas secas para cambiarme. Pero no tenía ninguna, ni tampoco un par de zapatos secos. ¿Qué
haría en la mañana siguiente cuando tuviera que ir a la iglesia? No me quería quedar en casa.

Llegó el Sábado, un día con sol brillante. Pero el sol no brillaba para mí. Llegué a la conclusión que
había algo errado con la Biblia, o conmigo. Yo estaba mojado y sucio, y todo era culpa de Dios. ¿Por
qué no podía tener ropa extra? Mis zapatos estaban mojados y sucios. Decidí que si Dios no había
querido calentar mis zapatos el Sábado, él debió haber calentado todos los viernes y Sábados, y si no
lo hizo, yo tendría que comprar otro par de zapatos, o yo tendría que secar los que tenía. Dios no hizo
su parte, de tal manera que compré otro par de zapatos.
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El siguiente Sábado me fui a la casa con el hermano Shilling a almorzar, y en la tarde él me aclaró mi
dificultad. Esta era mi primera lección para interpretar las Escrituras. Eso ha permanecido en un
buen pie durante todos estos años: yo tengo que emplear el buen sentido común para interpretar la
Biblia.

Mi llegada a la iglesia de Council Bluffs pareció darle una nueva vida. Habían algunos jóvenes que
habían crecido en la iglesia, pero no tenían ningún interés más en religión. Ahora comenzaron a
volver. Luego teníamos un coro y cantábamos selecciones especiales en el servicio de la iglesia. La
iglesia estaba despertando. Un Sábado, el hermano E. W. Farnsworth nos visitó y predicó sobre los
tiempos antiguos. Él llamó nuestra atención sobre algunos de los himnos en el antiguo himnario y
músicas que nosotros no conocíamos. Él mencionó el himno "¿Cuán Lejos de Casa?" pero como nadie
lo conocía, entonces se volvió hacia mí y dijo, "tal vez vuestro profesor de música lo cante para
nosotros". Yo jamás lo había escuchado y tampoco pude cantarlo, y tenía cerca de 18 años, supongo.
Y yo, ¡un profesor de música! Tuve el buen sentido común de no cantar.

Cuando se bautizó, Andreasen aun era un jovencito. Sin embargo, juntamente con otros pensamientos
profundos, también llegó una compañía. Su corazón y su mente se volvieron hacia la atractiva
insteructora bíblica de Council Bluffs, Annie Nelsen. Annie había nacido en Dinamarca pero había
emigrado a Nueva Inglaterra. Después de llegar allí, ella había aprendido acerca del Sábado y de la
cercanía del Advento, cuyas doctrinas ella había aceptado. Pero ella estaba perturbada con la enseñanza
de que la carne de cerdo no era alimento aceptable a la vista de Dios. En el campo en Dinamarca, ¿no
había su padre usado sus papas y la cebada para engordar a los cerdos, de tal manera que la familia
pudiese tener la mejor comida? (No sería hasta unos 25 años más tarde, durante la Segunda Guerra
mundial, que su país aprendería algo mejor. Cuando los Aliados forzaron a los Daneses a comer sus
papas y cebada, el índice de muerte bajó a niveles nunca más igualados, mientras las personas
disfrutaban de una excelente salud).

Mientras Annie estaba luchando contra la cuestión de los cerdos, ella se enfermó mucho. Ella le dijo al
Señor que si Él la sanaba, ella nunca más tendría nada más que ver con cerdos o puercos. Desde
entonces en adelante ella nunca más comió cerdo, o aun cualquier cosa que tuviera manteca de cerdo.

Después de su bautismo, Annie comenzó a vender libros religiosos. Un día mientras ella le colportaba a
una mujer en una casa, observó que la mujer la esquivaba nerviosamente, y que tenía una mirada
peculiar en sus ojos. Ella miró hacia atrás de la mujer a través de la puerta abierta hasta el dormitorio, y
vio que la cama se movía como si alguien estuviese sobre ella. Entonces Annie sintió dedos invisibles
que la tomaban por el cuello, tratando de estrangularla. Esta mujer tiene que ser espírita, ella pensó, y
los espíritus no quieren que ella aprenda nada acerca de la verdad. Sofocada, ella consiguió pronunciar
el nombre de Jesús, y los dedos se aflojaron de su cuello. Ella estaba muy agradecida de poder volver a
la calle.

El año anterior y el año posterior al Congreso de Minneapolis en 1888, el nombre de Annie Nelsen
apareció entre los estudiantes en el Colegio de Battle Creek.

Ahora Annie estaba en Council Bluffs, y M. L. reconoció su oportunidad. Habían varios años de
diferencia en sus edades, y Annie había rechazado varios hombres más jóvenes que ella, pero esto no le
importó nada a M. L. De alguna manera él sintió que esta era la mujer que necesitaba para su vida.

Contra la fuerza irresistible de convicción de M. L., nada podía oponérsele. La hermana de Annie, con
quien ella vivía, acostumbraba ser bien provocativa con este joven de 19 años que se sentaba frente a la
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puerta, y así era todos los días. Eventualmente, la propia Annie entendió que estaba en los planes de
Dios que ella le proveyese el equilibrio necesario a este joven de profundos pensamientos, que tenía un
enorme potencial para trabajar para su Maestro. Ella no podía prever que durante 52 años ella sería la
gran influencia estabilizadora de su vida. Ellos se casaron temprano en 1896.

TOMANDO LA TERCERA DECISIÓN 1896-1897


Encontrar el trabajo para el cual Dios lo había llamado le llevó más tiempo a Andreasen que su
conversión y que su matrimonio. Muchos elementos contribuyeron, él creía, cuando se acordaba de ello
años más tarde.

Mejoré mi educación yendo a la escuela un trimestre cada vez y había planeado terminar la escuela
secundaria y tal vez un poco más. Mientras tanto, la iglesia de Council Bluffs había crecido tanto que
la Asociación había enviado a un joven para pastorearnos por algunos meses. Él tuvo un buen sermón
con unas pocas palabras grandes metidas entre medio, y eso fue todo. Él no estaba interesado en
predicar; él quería ser un doctor. Había una Escuela de Medicina en Omaha ligada con la
Universidad, y el único requisito para entrar en aquellos días era tener la educación secundaria. Si
usted no tenía eso, usted podía terminarla más tarde. Nuestro joven ministro no poseía este requisito,
pero él entró de todas maneras, y eventualmente se convirtió en un doctor. Yo hablé una vez con el Dr.
Kress en una graduación de enfermeras, y le conté la historia. "Oh, si", dijo, "esa era toda la
educación requerida entonces. Estas enfermeras que se están graduando hoy saben más que el doctor
cuando éste se graduó".

Nuestro futuro doctor quería mucho que yo me enrolara con él en el curso de medicina. Pero mi
esposa se opuso; ella quería que yo fuese un ministro. Y por lo tanto traté de serlo. Me conseguí una
pequeña pieza en una casa vacía, algunas sillas, y le anuncié a todo el mundo que iba a hablar sobre
el hecho de tener toda la armadura de Dios, un sermón que yo le había escuchado decir a otro
ministro. No puedo decir que las personas se agolparon para escuchar el maravilloso sermón que yo
había preparado. Cinco personas vinieron, siendo una de ellas mi joven esposa. El discurso tuvo una
virtud y es que fue corto, no más de quince minutos. En mi próximo estudio vino mi joven esposa. No
hubo reunión. La serie terminó. Evidentemente sería mejor que fuese un doctor.

Mi esposa no desistió. Pero yo no hice más reuniones. Y en ese tiempo nos fuimos a Missouri Valley,
Iowa. No puedo dar la razón de por qué nos cambiamos a ese lugar. Puede haber sido un intento para
ocultar la vergüenza como predicador. Permanecimos ahí durante un año. Ahí vino a nacer mi
primogénito en una pequeña casa, que yo he visitado varias veces desde entonces. Después nos
volvimos a Council Bluffs, donde fui elegido como una especie de líder de iglesia y varias veces hablé
los Sábados. Eso me dio una práctica muy buena.

La iglesia de Council Bluffs estaba creciendo, de tal manera que los miembros decidieron que tenían
que tener un nuevo santuario. M. L. hizo una gran promesa, y los miembros se maravillaban de cómo
iría él a cumplirla. Él tenía su plan. Él fue a varias sastrerías e hizo grandes pedidos de géneros. Los
artículos que pudo hacer más rápido fueron los mejor pagados, y muy luego la promesa estaba
cumplida. Esa no fue la última vez que él usó sus habilidades para hacer ropas para proporcionarle
ayuda financiera a algún proyecto que él acariciara en su corazón.
Pág. 19
Volvemos a la autobiografía de M. L.:

Decidí que lo que yo necesitaba era más educación. De tal manera que fui a College View, donde el
Union College había recién comenzado. Ahí conocí a un hombre joven, M. E. Kern, que también
estaba comenzando su trabajo. Pero no le causé ninguna impresión, ni él a mí. Vi al hermano J. G.
Matteson, el cual estaba enseñando en aquel tiempo ahí, y le conté lo que quería hacer. Él estaba
sentado en el césped, y no se sentía muy bien. Yo le conté que quería ir a la escuela, que quería
terminar la secundaria en dos años y entonces me iría a trabajar. El mundo pronto llegaría a su fin, y
dos años era todo el tiempo que yo me podía permitir.

"¿Usted me está queriendo decir que vas a obtener tu grado en dos años?"

"Si, ese es todo el tiempo que yo me puedo permitir. El Señor viene muy luego".

Entonces él me preguntó qué tipo de trabajo yo había hecho que me capacitaría para terminar mis
estudios en dos años. Conversamos mucho, y él me dio su ultimátum. Tres años era lo mejor que podía
hacer para obtener mi grado, y eso sería un trabajo bastante arduo realmente. Yo creía que no me
podía permitir ocupar tres años estudiando siendo que el mundo se iba a acabar. El Union College
perdió un buen estudiante, pensé, pero ellos parecían sobrevivir. Y eso era muy malo.

Yo tuve una experiencia interesante durante los dos días y medio que estuve en el colegio. El profesor
M. W. Newton estaba en el jardín delantero con algunos de sus estudiantes técnicos, recorriendo los
jardines. No habían alcantarillas en la propiedad, y se usaban pozos abiertos. El profesor había
perdido un instrumento en uno de los pozos, y el problema era cómo recuperarlo. Ellos pescaron con
un alambre torcido, pero el instrumento los eludió. Entonces no había otra solución que alguien
entrara en el pozo y lo encontrara. Era un trabajo muy sucio, porque todos los baños del edificio
desembocaban ahí. Algunos de los estudiantes se ofrecieron como voluntarios, pero el Profesor
Newton calmadamente dijo, "He hecho una regla de mi vida que nunca le pida nada a alguien que yo
mismo no pueda hacer, si es que puedo hacerlo. Yo voy a bajar". Y bajó.

A través de todos los años he recordado ese incidente, y decidí tomar la misma resolución: nunca
pedirle a nadie que haga algo si yo mismo no puedo hacerlo bajo las mismas circunstancias. Puede
ser que usted no necesite hacerlo, pero tiene que estar dispuesto a hacerlo. Nunca use al hombre.

Y así dejé el Union College con la convicción de que ahí había un verdadero hombre.

Con el establecimiento del Union College y también de la Clínica Nebraska en College View, el lugar
se volvió una especie de centro de diversas actividades, y un conveniente lugar para que los ministros
realizaran sus reuniones y concilios. Fue apenas un asunto de 8 años hasta el famoso Congreso de
Minneapolis, y eso era asunto de frecuente discusión.

El antiguo hermano J. H. Morrison, padre del Prof. H. A. Mormon, vivía en Lincoln. Él había tenido
un papel prominente en las discusiones en Minneapolis y había escrito un libro sobre ese asunto. Él
era un personaje de la antigua escuela, un ortodoxo no comprometido conforme a la luz que tenía.
Aun cuando no siempre estaba del lado correcto, él estaba del lado que él creía que era el correcto. Le
gustaba mucho discutir y a mí me gustaba escucharlo. Yo me compadecía de aquellos que no estaban
de su lado, porque él podía "aplastarlos", y le gustaba hacerlo. Yo debiera añadir, sin embargo, que
nunca ocurrió algo indecoroso. La amargura de las primeras discusiones habían desaparecido, y
todos se reunían y partían como buenos amigos.
Pág. 20
Fue grandemente a través de la bondad del antiguo hermano Morrison que me fue permitido entrar en
las discusiones. Desde luego, yo estaba ahí para escuchar y no para hablar. Y no hablé. Pero aprendí
mucho. De hecho, era una escuela maravillosa. Yo sólo quería tener apuntes.

En retrospecto, dudo que las reuniones a las cuales yo asistí cuando estaban los ministros más
antiguos fuesen lo mejor para un joven convertido que ni aun era un Adventista. Yo lo llamaría de
comida fuerte. Ellos no pusieron casi ninguna atención en mí, pero tocaron un asunto del cual yo no
sabía nada. Pero muy luego comprendí, y estaba asombrado con la libertad con que ellos analizaban
las personalidades. Muchos de los hermanos más antiguos que habían conocido al hermano White no
estaban apegados a él, así parecía ser. En su opinión, él era muy testarudo como para que trabajara
bien con los demás.*

La posición de la hermana White no era una posición fácil. Como esposa del presidente de la
denominación, ella lo apoyó en su trabajo. Pero a veces vendrían palabras del Señor que hicieron
necesario que ella le diera mensajes de reproche. Y el hermano White a veces cuestionaba en su
propia mente si ella le estaba hablando a él como proviniendo del Señor. En algunas ocasiones esto
produjo tensión.

Este era a veces el caso cuando fue su deber aconsejar a otros. Mientras muchos para quienes fueron
escritos testimonios los aceptaban con gratitud, otros se volvieron contra ellos. No me asombra que
ella haya dicho que si pudiese escoger entre tener una visión y morir, ella elegiría la tumba.

Cuando, debido a problemas de salud, el hermano White tuvo que apartarse de sus muchas
actividades, otros fueron llamados para ser líderes. Habían ocasiones en que la hermana White
recibió mensajes para ellos, mensajes que normalmente eran bien recibidos. Pero hubo ocasiones en
que a ellos les pareció que los mensajes estaban mezclados con sus opiniones personales. Su propio
estado de salud no le permitiría a ella tomar muchas responsabilidades, y ella a menudo sintió que le
gustaría ser liberada de sus múltiples cargas.

Unos pocos líderes estaban esperando el día cuando habría un cambio en la manera en que la iglesia
estaba funcionando. Ellos pensaban que después de la reunión de Minneapolis se podía hacer un
cambio de ese tipo.

Yo he escuchado, muchas versiones de lo que sucedió en Minneapolis. Algún día, si es que tengo
tiempo, me gustaría contar la historia tal como yo la escuché ser contada en las reuniones hechas en
College View por los hombres que fueron los líderes que se opusieron a la hermana White. Ellos no
consideraron el mensaje de Jones y Waggoner como siendo el verdadero asunto. El verdadero asunto,
de acuerdo con mis informantes, fue que si se le permitiría a la hermana White gobernar a los
hombres que llevaban las responsabilidades de la obra. Fue un intento para derribar la posición del
Espíritu de Profecía. Y al parecer los hombres que estaban en la oposición salieron victoriosos.
Eventualmente ella se fue a Australia, donde estuvo nueve años. Ella estuvo allá debido a un plan de
organización el cual llamaba a las Asociaciones, el cual recibió sus bendiciones y que en 1901 fue
implementado a nivel de la Conferencia General. Según la interpretación de algunos, el Congreso de
Minneapolis fue una revuelta contra la hermana White. Si eso es así, eso arroja alguna luz sobre la
apostasía Omega.

Así, aun cuando Andreasen no tenía todavía mucha educación formal, él estaba reuniendo información
y estaba formando conceptos que le ayudarían en su manera de pensar en el futuro.
Pág. 21
* James White fue un hombre de fuertes y positivas características a quien Dios usó de muchas
maneras para construir la novata Iglesia Adventista. Es necesario recordar que una persona fuerte
puede desencadenar fuertes sentimientos en otras personas que también poseen fuertes características.

También se debe observar que las condiciones aquí referidas pertenecen a situaciones que estaban
surgiendo, la mayor parte de las veces, después que James White había tenido varios ataques. Es
sintomático de esa enfermedad que sus víctimas tiendan a ser de alguna manera irascibles. Para mayor
información, el lector puede ir al capítulo "Ataques en la Familia" en el libro James White, publicado
por la Review and Herald Publishing Association.

"EN LA OBRA" 1898-1899

Más o menos en este tiempo el hermano Luther Warren sostuvo una serie de reuniones en Omaha a las
cuales yo asistí. Aun cuando él tenía ciertas peculiaridades con las cuales nunca concordé, creo que él
es un gran hombre de Dios. Nunca había escuchado predicaciones como estas, ni tampoco había visto
el poder de Dios ilustrado como él lo hizo. A él le gustaban los niños, y cuando me convidó a visitar
una casa de niños, que él había establecido cerca de Omaha, yo acepté rápidamente. Él no recibía un
salario por eso. Todo era hecho bajo su propia responsabilidad. Y dudo que la Asociación haya sido
siquiera consultada. Yo tenía un poco de dinero guardado, y muy luego nos cambiamos a esa casa de
los niños. Yo no estaba "en la obra", pero de cierta manera sentí que sí lo estaba. Me gustaba trabajar
con niños, y parecía que teníamos un grupo inusual de niños contentos y dispuestos a trabajar. Yo era
feliz.

Nuestro hogar estaba situado cerca de 2,5 Km de la ciudad. En aquel tiempo quedaba en pleno
campo; ahora es un suburbio. Habían varios edificios pequeños, y el lugar era adecuado. Yo era el
único hombre del lugar, y por lo tanto tenía que hacer todo el trabajo pesado. Pero yo estaba
contento.

Habían muchas personas que querían que sus hijos estuviesen bajo las órdenes directas del hermano
Warren, porque él tenía la confianza de todos. Él tenía un profundo conocimiento de la Palabra de
Dios, y vivía todo lo que enseñaba. Medía 1,88 m, y vestía una especie abrigo eclesiástico abotonado
solamente arriba en el cuello. Con su oso negro, él se parecía a como nosotros nos imaginábamos a
Cristo. Y los niños lo seguían a dondequiera que él fuese. Él favorecía tanto a los mayores como a los
niños. Todos lo amábamos.

Teníamos cerca de 20 niños, y luego entraron unos pocos más. Con tantos niños, tuvimos que
arreglárnoslas para darles educación. Después de investigar un poco, encontramos a una joven
profesora. Pearl West, la cual se dispuso a ayudar sin recibir un salario. Ella era una devota y
cariñosa mujer joven, y se adaptó muy luego al grupo.

En el hogar, el hermano Warren comenzó unas charlas sobre reforma pro-salud, las cuales habían
sido negligenciadas, y él era el más estricto de los estrictos. Dos comidas al día era compulsorio para
los adultos y para los jóvenes, y teníamos algunos niños de sólo 3 años. Mi esposa era la cocinera y la
mamá de todos, y ella era la que verificaba si todas las reglas se estaban cumpliendo fielmente. Pero
no siempre era tan estricta como debiera haber sido. Ella no podía resistir la tentación de darle
algunas galletas a un niño que estaba llorando en la cama porque tenía hambre. Oficialmente, yo no
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sabía que esto estaba sucediendo. De acuerdo con las reglas, un hecho así era pecado y necesitaba de
arrepentimiento. Pero nosotros no nos arrepentimos.

La más dura regla que el hermano Warren quería imponer era la ducha diaria matinal. Teníamos una
vertiente que brotaba del lado de la colina, a una altura conveniente. Y ahí era donde los niños tenían
que meterse todas las mañanas. Mi esposa no quiso aceptar esta regla para los niños pequeños. Ella
ganó.

Varias cosas sucedieron en este hogar de niños que ciertamente fueron de ayuda para mí. Yo no había
tenido una instrucción cristiana completa, ni tampoco estaba bien informado de la fe Adventista. Mi
fuente principal de aprendizaje de las enseñanzas de la iglesia fueron las discusiones en College View,
las cuales a menudo tuvieron que ver con la controversia de 1888 y con los caracteres de los hombres
que habían tomado parte en los eventos de la Iglesia Adventista en el pasado. De vez en cuando todos
los líderes prominentes eran juzgados por los participantes en las discusiones, a los cuales no se les
escapó ninguno. Había una aceptación general de la hermana White como siendo una noble y buena
mujer, pero algunos expresaban su opinión de que su esposo a veces intentaba influenciarla. Que
fuese tan influenciada, ella lo negó firmemente. Cuando el hermano White finalmente murió, los
hermanos líderes en aquel tiempo, sintieron que la hermana White sería fácil de manejar. Pero en esto
ellos descubrieron que estaban equivocados. Ella permaneció en su terreno y no era fácil moverla.

La Biblia declara que algo tiene que ser recibido, "pero no en dudosas contenciones" (Rom. 14:1). Yo
había sido expuesto a "dudosas contenciones", y cuando uno de los grandes hombres eran
mencionados, yo fui influenciado por lo que oí. Yo necesitaba una nueva educación, y el hermano
Warren me ayudó en eso.

Durante el primer año en mi nuevo trabajo, estuve íntimamente asociado con el hermano Warren en
todas sus actividades. Descubrí que él vivía su religión tanto, que a veces pensaba que se iba a los
extremos. Él no hacía ninguna farsa, ninguna hipocresía, ningún engaño de ninguna especie. Él era
extremadamente conciente. Si se olvidaba de cerrar una puerta, volvía una cuadra con tal de cerrarla.

Entonces sucedió algo que me causó una profunda impresión tanto a mí como a los niños. Nuestra
profesora, Pearl West, una mujer devota y consagrada con cerca de 20 años, cariñosa, competente,
querida por todos, se enfermó de fiebre tifoidea y cayó bajo los cuidados de un médico. Yo entré un
día por la mañana para verla y la encontré muy deprimida. Apenas pudo girar la cabeza y me
preguntó si Dios podría sanarla. Yo no creía que Dios podría hacer algo así, pero cuando ella me
preguntó si Dios podría hacerlo, tuve que decir Si. "Busque al hermano Warren", dijo ella.
Rápidamente se esparció la noticia entre los niños que el hermano Warren estaba viviendo para sanar
a la Srta. West y que ella quedaría bien. Nosotros teníamos varias familias incrédulas viviendo cerca
del hogar, y los niños no perdieron tiempo en decirles que el hermano Warren venía para sanar a la
Srta. West. Fue una situación creada en apenas unos momentos, y nosotros no estábamos felices. Hay
ocasiones en que solamente la familia de Dios debiera estar envuelta, y esta era una de ellas. Pero era
demasiado tarde para hacer algo ahora. Vestimos a los niños con sus mejores ropas y esperamos al
hermano Warren.

Mientras tanto yo entré para ver a la Srta. West y la informé de la situación. Ella pidió que dos niñas
más adultas vinieran y le trajeran sus vestidos, de tal manera que pudiera ponérselos para poder
levantarse. También tuvieron que peinarla. Yo tenía mis dudas y quise decirles que sería mejor ver si
habría alguna mejoría, pero no lo hice.
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El hermano Warren llegó, y la pieza estaba llena de niños y de incrédulos. Él leyó un verso de la
Biblia y todos nos arrodillamos en oración. Al levantarnos de nuestras rodillas, el hermano Warren le
tomó la mano a la Srta. West, y ella se levantó. Un momento después el hermano Warren se inclinó
hacia mi y me dijo, "¿Dije yo en mi oración, ‘Sea hecha Tu voluntad’?". Yo le dije que no lo sabía.
"Bien” dijo él, "está todo bien. Estaba tan claro". Entonces nos sentamos para desayunar. Pero sólo
algunos de los niños más pequeños comieron. Estábamos tan llenos de admiración que ninguno de
nosotros quiso comer. La Srta. West comió.

Hubo una reunión campal en Lincoln en aquel tiempo, y el día anterior, yo había enviado un
telegrama hacia allá a uno de los médicos para que viniera. Esperábamos que llegara en el tren del
medio día. Mientras tanto la Srta. West había decidido que iría a la reunión campal y, después de
consultarle al hermano Warren, se decidió que yo la llevara a la estación. Esto significaba un viaje de
2,5 Km en un carruaje. Salimos por un camino de ripio que iba hacia la estación, justo a tiempo para
colocar a la Srta. West en el tren que iba hacia Lincoln.

Yo me quedé en la plataforma, transpirando debido a todo lo que había sucedido, cuando vi llegar el
tren que venía de Lincoln. En el tren venían dos médicos de los nuestros. Cuando les conté que yo
acaba de enviar a la Srta. West a Lincoln en el tren, ellos simplemente continuaron en el tren .¿No
sabía yo que era un asesinato lo que había hecho? ¡La Srta. West no viviría como para llegar hasta
Lincoln! En cierta etapa de la fiebre tifoidea, los órganos internos se adelgazan y se vuelven débiles y
cualquier movimiento inusual puede hacer con que se revienten. Y yo ciertamente sería encontrado
culpable. Yo no se si me dijeron la verdad, pero ciertamente estaba impresionado. Un par de días
después recibí un telegrama donde me decían que la Srta. West había llegado bien. Ellos la
examinaron e informaron que "no encontramos ninguna señal de fiebre tifoidea en ninguna parte. Si
ella tuvo fiebre tifoidea, entonces hubo un milagro".

Años más tarde, cunado fui al Union Collage, encontré el nombre de Pearl West en las "Cuerdas de
Oro". Algunos años más tarde aun, después que conté la historia en una reunión campal en el Sur, dos
jóvenes vinieron y dijeron que yo había estado hablando de su tía, que entonces estaba viviendo no
muy lejos de ahí.

BATTLE CREEK 1899-1900


Aunque el trabajo en el hogar de niños era compensador, no era exactamente lo que M. L. planeaba
para un trabajo de una vida. Él quería ser un predicador. Pero cuando él mismo se presentó ante el
comité como un candidato para el servicio, fue rechazado. Alguien le dijo, "usted nunca será un
ministro; pero usted puede ganar dinero. Haga eso, y deje que aquellos de nosotros que podemos
predicar, lo hagamos". Pero M. L. no iba a ser disuadido. Él continuó su camino:

Fue después de treinta años después de la Desilusión que se estructuró la primera escuela. El Colegio
de Battle Creek, surgió. Sin embargo, no era un colegio para niños. Era un colegio. Dios puede
atrasarse cinco años, pero no más. Los niños jamás crecerían como para llegar a ser misioneros e ir a
campos extranjeros, de tal manera que fue fundado un colegio para adultos, los cuales pasarían uno o
dos años preparándose antes de entrar en algún campo. Pasaron muchos años hasta que el colegio de
Battle Creek admitió estudiantes. La mayoría de los que asistieron habían apenas cursado el octavo
año.
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Un artículo en la Review del Prof. E. A. Sutherland llamando a hombres jóvenes para que vinieran a
Battle Creek para una corta preparación y después se fueran a la viña de Dios lo impresionó. M. L.
Andreasen sintió que era un llamado para él, de tal manera que la familia se fue hacia Michigan para
prepararse más definitivamente para la obra del Señor. Battle Creek no era nuevo para Annie. Ella
había asistido ahí entre los años 1887-1889. pero ahora no asistió a la escuela. Ella tenía una amorosa
niña pequeña a la cual tenía que cuidar, la cual en Mayo se regocijó en poder tener una niñera.

Esto sucedió cerca del último año de escuela (1899) antes que el colegio fuese trasladado al campo
cerca de Berrien Springs. Mientras los Profesores Sutherland y P. T. Magan estaban a la cabeza de la
escuela, A. T. Jones y Uriah Smith estaban entre los profesores.

De acuerdo con los registros, los ramos de M. L. eran Biblia, historia, psicología, pedagogía, y la
siempre presente gramática. Esto más tarde incluyó una práctica en homilética, porque él nos cuenta:

Yo estaba predicando una noche y estaba hablando fuerte, siendo que mi asunto era la nueva tierra.
Mencioné las calles de oro, cuando una voz dijo, errado. Yo conocía esa voz. Era A. T. Jones. Paré,
perplejo. ¿Qué había dicho que estuviese errado? ¿No habían calles de oro en la Nueva Jerusalén?
No, no habían calles de oro en la ciudad. Pero yo sabía que estaba en lo correcto, y me viré para leer
el pasaje en Apocalipsis 21:21. y sin embargo el hermano Jones estaba en lo correcto. El texto decía
"Y la calle de la ciudad era de oro puro". "Calle". Singular. Hay sólo una calle de oro. El hermano
Jones estaba en lo correcto. Yo estaba errado. Así aprendí por el camino más duro.

Hubo otro caso cuando un antiguo ministro detuvo a un joven que estaba predicando y le dijo que no
había preparado bien el asunto y que él mismo le daría ahora la interpretación correcta. Yo no era la
víctima aquella noche, pero temblé un poco, porque yo habría dicho lo que el joven había dicho. Esto
fue problemático para el joven, pero hizo con que estudiara mucho más y creyera muy firmemente en
las doctrinas.

Yo tuve al hermano A. T. Jones como profesor por un tiempo. Él y el Dr. Waggoner fueron los
hombres prominentes en el Congreso de 1888, y Jones estaba lleno de ese asunto. Yo me acerqué
inmediatamente a é, y cuando él se dio cuenta de que yo no era totalmente ignorante acerca de ese
congreso, él habló libremente. A él le gustaba hablar y le gustaba estar envuelto en ese asunto, de tal
manera que pasamos todo el verano, todos los domingos, en el bello lago Goguac en un bote
discutiendo teología, y especialmente el Congreso de 1888. Él naturalmente se colocaba siempre a su
lado, pero yo ya había escuchado ambos lados en las discusiones de Omaha, de tal manera que estaba
capacitado como para juzgar lo que era historia y lo que era su interpretación. Él parecía querer ser
justo, pero él había tenido unas experiencias muy duras a partir de ese Congreso, diez años antes, y
estaba amargado con ciertos hombres. Pero el verano fue muy provechoso para mí.

Un domingo casi hubo una catástrofe en el lago Goguac. Un grupo de niños, la hija de 3 años de
Andreasen. Vesta, de alguna manera fue a un bote que estaba amarrado a un muelle. El bote se volcó
con todos los niños dentro. M. L. rápidamente demostró sus habilidades como nadador literalmente
pescando a los niños uno tras otro.

Otro hombre que tuve por algunos días como profesor fue Uriah Smith. Él no era un profesor regular,
sino que esporádico. Mientras Jones no era tan pulido, el hermano Smith era pulido y cortés. Él había
sido editor de la Review durante varios años, y había caído en el hábito de la mayoría de los editores,
pensar que él sabía todas las cosas y que los demás sabían muy poco, si es que sabían algo. Él lo
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hacía de una manera bien calmada, pero cuando hablaba daba la impresión de que nadie más sería
capaz de decirlo de una manera mejor.

Mientras estuve en Battle Creek también me familiaricé con el Dr. Kellogg, el cual me dio parte de la
correspondencia que él mantenía con la hermana White. Antes que él muriera yo pasé con él algunos
días y él muy amablemente me ofreció mucho de su material. Pero yo lo desagradé cuando él me pidió
que hiciera algo que yo no podía hacer, y entonces él retiró su oferta. También le pregunté sobre
algunas cosas que él había dicho, y como recompensa recibí algunos materiales muy valiosos. Pero no
recibí uno que sí quería. Lo leí, pero no pude obtenerlo.

Cuando dejé Battle Creek para comenzar a enseñar, había obtenido no sólo alguna educación, sino
que información de primera mano de muchas cosas en relación a asuntos controversiales y a la
manera de solucionarlos.

En 1877, solamente algunos meses después de haber aceptado la superintendencia médica del Hospital
de Battle Creek, John Harvey Kellogg comenzó la producción de granola como un alimento saludable
para sus pacientes. Este alimento listo para ser ingerido, encontró una aceptación pública y ya en 1889,
fuera de muchos otros alimentos, la Compañía Alimenticia del Hospital estaba vendiendo granola a
razón de dos toneladas semanales.*

Antes que el joven M. L. entrara en su experiencia como profesor, tuvo una experiencia inusual
relacionada con la granola. Él estaba vendiendo libros religiosos en aquel tiempo. En años posteriores
él volvió a contar la historia a algunas audiencias en varias oportunidades:

Yo acepté el Espíritu de Profecía sin cuestionarlo, y muy a menudo no paraba para pensar. Lo que
fuese que estuviese escrito, eso hacía. No siempre fui sabio al hacer esto, y me tomó algunos años
hasta que me acostumbrara a hacerlo. Pero permítanme explicarlo.

Yo creía en la reforma de salud. Yo vivía de granola. Algunos se burlaban de mí. Tal vez a usted no le
guste al comienzo, pero era muy buena. Colporté durante algún tiempo y vivía de granola. Mientras
colportaba llevaba mi pequeña bolsa de granola conmigo y me la comía con agua. Comía solamente
dos veces al día y tenía cuidado de no comer mucho.

Pero entonces alguien me dijo lo que la hermana White decía: "Usted come mucho". Generalmente
hablando, casi siempre comemos mucho. Yo tomé eso de manera personal, de tal manera que disminuí
mi ración justo por la mitad. Ahora no comía mucho. Pero cual no fue mi asombro al encontrar que
después que había disminuido a la mitad mi ración, la declaración aun estaba ahí en 2 T:374.

"Usted come mucho". ¿Qué debía hacer ahora? ¿Debía disminuir mi ración nuevamente por la mitad?
Pero no me haría ningún bien. Aun continuaría diciendo, "usted come mucho". Entonces me pareció
que tenía que usar el sentido común, y le agradezco a Dios por el pequeño sentido común, que
finalmente llegó. Yo era honesto y quería actuar correctamente. Pero no había aprendido a aprender a
hacer lo correcto, que cuando usted encuentra una declaración, primero, crea en ella. Pero recuerde
que en muchos casos son declaraciones equilibradas. Usted puede comer esto. Usted no puede comer
esto otro o aquello. Créala, pero también lea aquellas declaraciones equilibradas, no para alejar la
otra, no, sino que para fortalecerla. Entonces encontrará que estará sobre una base sólida.

Mientras estuve colportando con mi granola y agua, les puedo decir que me alegraba mucho cuando
llegaba el viernes. Entonces descansaba un día. ¿Pero qué debía hacer? Colportaba en un territorio
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donde no hubieran Adventistas. ¡Qué debía hacer el Sábado! En un lugar escuché que había un buen
ASD a 12 Km de distancia. Pensé. Aun si fuesen 30 Km, iré. Tengo que ver un ASD. De tal manera que
me fui caminando y finalmente llegué. Era un buena hermana anciana. Estoy seguro que ella estaba
asombrada cuando yo aparecí en su casa. Nunca la había visto antes, pero lo sentí como si así hubiese
sido. Usted es mi madre, yo podría quererla, y ciertamente la amo. No creo que le haya dicho eso,
pero creo que lo sintió. Yo estaba nostálgico. Y nunca había apreciado tanto a los hermanos y
hermanas en la iglesia. ¡Qué cosa maravillosa es llegar a casa!

* Richard W. Schwartz, John Harvey Kellogg, M.D. (Nashville, Tenn.: Southern Pub. Assn., 1970),
página 209.

CHICAGO 1900-1905

Después de su año en el Colegio de Battle Creek, se le pidió a M. L. que condujera un colegio de


iglesia de verano en Chicago. La sala de clases estaba localizada en un pasillo sobre un salón que
quedaba en la Avenida Milwaukee. Imaginen a los niños teniendo que asistir a la escuela en el verano,
cuando normalmente estaban en vacaciones.

Se llegaba a la sala de clases subiendo 23 estrechos peldaños, y para que no les robasen sus bicicletas,
los estudiantes tenían que subirlas por esa escalera.

La escuela comenzó siendo tanto un desafío para el profesor como para los alumnos. M. L. había sido
instruido por la mesa directiva de la escuela a usar solamente la Biblia como libro de texto, y se le
había dicho en Battle Creek que nunca le pegara a un pupilo debido a mala conducta.

M. L. muy luego aprendió que la última instrucción era impracticable, y así obtuvo permiso de la mesa
directiva de la escuela para usar la varilla. Cuando él quiso disciplinar un estudiante, el muchacho, al
tratar de escapar, saltó hacia fuera por la ventana, quedando a horcajadas en el letrero de la taberna. A
la mañana siguiente él llegó a la escuela blandiendo un revolver. M. L. lo enfrentó y lo amarró con un
manto. Entonces los niños le hicieron un juicio y lo condenaron a un merecido castigo, el cual fue
llevado a cabo. El verano transcurrió en forma satisfactoria después de eso.

La Asociación entonces le pidió a M. L. que le ayudara a L. H. Christian a conducir reuniones en una


tienda para Escandinavos en Chicago. Ambos llevaron a cabo un nuevo plan publicitario. Mientras el
hermano Christian estaba predicando, M. L., actuaba como si fuese un extraño, se levantaba y objetaba
algo que él había dicho y lo desafiaba a un debate. El predicador concordaba; el público estaba
encantado. A la tarde siguiente la tienda se llenaba con personas deseosas de ver a esos dos
predicadores enfrentarse nuevamente.

El lugar donde M. L. y L. H. habían colocado su tienda estaba justo al lado de la línea elevada del tren.
De acuerdo a los decibeles, en aquel tiempo de los 1900, era el equivalente a tener aviones a chorro
despegando sobre las cabezas a cada par de minutos. Ambos predicadores desarrollaron sus
capacidades pulmonares completamente, mientras competían con los trenes.

Muy luego la voz le dio problemas a M. L. Él desarrolló unas grandes amígdalas, las cuales fueron
removidas a través de una operación en la sala de un médico. Al volver a casa después de la operación,
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M. L. tuvo que permanecer en la plataforma posterior para poder botar la sangre. (Tuvo que hacerse
dos operaciones más, hasta que todo quedó bien).

Los ingresos de la familia eran provistos a través de las ofrendas que se realizaban los domingos en la
noche. Si estas excedían los dos dólares, el excedente iba para la Asociación.

La Era del Maní había comenzado en Battle Creek. La familia Andreasen, de acuerdo con los tiempos,
compró maní en cantidad y lo tostó, lo hirvió, lo mezcló con agua, y subsistió de él. Pero a pesar de sus
estómagos llenos, las pequeñas niñas sufrían de mala nutrición. Especialmente la pequeña Eunice de un
año de edad. Un médico de hospital le recetó huevos revueltos con granola. Vesta estaba agradecida de
poder recibir lo que la pequeña dejaba. Eunice se recuperó, pero pasaron años hasta que su estómago
volvió a lo normal. Nadie en la familia quería saber de mantequilla de maní otra vez.

Un poco después de la enfermedad de Eunice, la Sra. Andreasen experimentó una crisis de salud,
desarrollando una gran fiebre, la cual permaneció durante varios días. El Sábado en la mañana Annie,
la cual tenía una gran fe en las oraciones de Andrew Christensen, un hermano de la iglesia local de
Escandinavos, le pidió a su esposo para que lo buscara. M. L. le pidió que viniera durante el servicio de
la iglesia, de tal manera que ninguno de los miembros se enterara. De acuerdo con los relatos de
Christensen, una Sra. Bennie Iverson tuvo la idea de que algo iba a suceder, y se fue hacia el lado de la
cama de Annie en vez de ir a la iglesia. El hermano Christensen solemnemente ungió a Annie, y
entonces pidió que oraran. Mientras ella estaba débilmente arreglando la ropa de la cama, sus labios se
movieron para decir casi en forma inaudible, "Entonces me levantaré". Cuando las sinceras oraciones
del pequeño grupo terminaron, ¡cual no fue la sorpresa de M. L. al ver a su esposa sentarse en la cama
y comenzar a cantar! Ella estaba sanada. Todo lo que M. L. pudo decir fue, "Oh ustedes de poca fe".

No todas las experiencias terminaron en una forma tan feliz. M. L. escribe:

Una vez yo estaba predicando en Fullerton Avenue en Chicago. Teníamos un cuarteto de cuerdas
donde yo tocaba el cello, no muy competentemente, tengo que confesarlo, especialmente en vista del
hecho de que dos de los otros hombres eran profesores de música.

Una noche después que habíamos tocado, un hombre vino a la plataforma, parcialmente bajo la
influencia del alcohol. Con cierta dificultad me dijo, "¿Alguna vez ha tocado esa cosa antes?"
refiriéndose al cello. Admití que no lo había tocado mucho. "Préstemelo", dijo. Yo le dije que volviera
cuando estuviera sobrio, y yo se lo prestaría.

Él volvió. ¡Y cómo tocó! Él tocó hasta que las lágrimas rodaron por las mejillas de aquellos que
normalmente no son afectados por la música. Él continuó volviendo a nuestras reuniones una y otra
vez, y finalmente aceptó a Cristo.

Entonces un día recibí un mensaje urgente. El hombre había cometido suicidio. La botella había sido
demasiado para él. Él había tomado un trago, y la vergüenza y la desgracia por lo que había hecho lo
vencieron.

Fue uno de los funerales más tristes en el cual yo haya oficiado.1

M. L. cuenta esta historia, la cual posee un impacto emocional muy diferente:


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Yo estaba en Illinois cuando fue colocada la primera línea telefónica en cierto distrito rural. Un
campesino estaba escéptico con respecto a esa nueva idea. Él había escuchado antes que habían tubos
que hablaban (se refiere a las líneas telefónicas), pero estaba seguro que ningún tubo que hablara
podría funcionar a lo largo de tantos kilómetros. Su asombro fue mayúsculo cuando el aparato
realmente funcionó y cuando descubrió que el conductor no era totalmente hueco, como él había
pensado, ¡sino que era sólido! Él podía concebir un tubo que hablara. ¡Pero un conductor sólido!
¿Cómo era posible enviar palabras a través de un artefacto así? Era inexplicable, y él no tendría
ninguno.2

M. L. se las arregló para hacer más de una cosa a la vez durante toda su vida. Mientras estuvo en
Chicago él se metió en la universidad. Entre otros asuntos, aprendió un poco de Griego.

En 1902, a la edad de 26 años, M. L. fue ordenado. Finalmente podía sentarse en la plataforma. En


aquellos días, aun si un hombre iba a hablar, no se podía sentar en la plataforma a menos que fuese
ordenado. Tenía que sentarse en los asientos que estaban adelante.

La sesión de la Conferencia General de 1905 fue realizada en Washington, D.C. M. L. asistió. Camino
a Washington a comienzos de Mayo, Ellen White y otros delegados de California supieron de la
disponibilidad de la propiedad de Loma Linda. Durante el Congreso, iban y venían los telegramas y las
cartas, animando al comprador del sitio para un futuro centro de salud de la denominación.

En este Congreso en 1905 le llegó un inesperado aprendizaje a M. L. y a su joven amigo de Chicago, L.


H. Christian. Esto se conoció como el Juicio Ballenger. Más de medio siglo después M. L. recuenta la
historia:

El hermano Ballenger era bien parecido, y era un choque para todos nosotros cuando era citado como
hereje y se le citaba a un juicio, el cual fue realizado al mismo tiempo que se realizaba el Congreso de
la Conferencia General en Washington, D.C., en 1905, el primer Congreso realizado ahí. Se había
erigido una gran tienda para las reuniones en los terrenos de la escuela. Habían algunos edificios
pequeños, uno de los cuales fue usado para el juicio, el cual se conoció como el "juicio secreto"
porque solamente a los ministros más antiguos y prominentes se les permitió asistir a la audiencia.
Los hermanos Daniells, Evans, Haskell, Prescott, Gilbert, Shaw, y Spicer estaban constantemente
asistiendo. El hermano L. H. Christian y yo estábamos en el Congreso, y no podíamos entrar en la
audiencia. Aun cuando éramos ordenados, no éramos considerados lo suficientemente adultos.

Había una ventana al lado del edificio, siendo que el último vidrio de arriba era bajado cuando hacía
mucho calor adentro. Pero, ninguno de nosotros era lo suficientemente alto como para sacar alguna
ventaja de ello. Pero decidimos que si uno se podía sentar sobre las espaldas del otro, tendría una
buena visión, y podría escuchar. Así es que decidimos turnarnos para sentarnos o estar parados, y
funcionó satisfactoriamente. Sin embargo, la verdad me hizo compeler a que yo había estado más
parado que sentado. Pero obtuve un buen informe oral del hermano Christian. El arreglo era
satisfactorio.

El segundo día hicimos un arreglo con el hermano Ballenger, el cual no era duro, el cual ya estaba
siendo rehuido, y no era considerado seguro asociarse mucho con él. Estas entrevistas eran muy
provechosas, y para mí fue el comienzo de un gran interés en el santuario y en la expiación, el cual ha
permanecido durante toda mi vida.
Pág. 29
A partir de Ballenger yo obtuve ambos lados de los argumentos, ya que él me decía lo que estaba
sucediendo.

Pero un día el hermano Daniells pasó por ahí, y nosotros pensamos que nos habíamos metido en un
lío cuando él nos dijo que entráramos para conversar con nosotros. Pero lo único que le preocupaba a
él era que dos jóvenes ministros estaban sentados en sus sillas con los pies arriba de ellas. Esto era
malo, se nos dijo, y andar sin un sombrero, como siempre lo hacía el hermano Gilbert, y por lo cual él
había sido reprendido. El hermano Daniells andaba siempre bien vestido, y él quería que todos sus
ministros anduviesen igual. Ambos nos arrepentimos debidamente.

Hasta ese día yo estaba agradecido por esas conversaciones, porque me dio un curso preliminar sobre
estos asuntos tan importantes del santuario y de la expiación, los cuales han sido demasiado
negligenciados. ...

Tanto cuanto yo sepa, la hermana White no asistió al juicio personalmente. Pero le envió un mensaje a
los líderes, envolviendo al hermano Ballenger. Yo tengo eso delante de mí mientras escribo. Ella dijo:
"Las pruebas del hermano Ballenger no son confiables. Si son recibidas, destruirían la fe del pueblo
de Dios en la verdad que nos ha hecho lo que somos”.

Con este apoyo del Espíritu de Profecía y sus propias convicciones, los hermanos votaron sin
animosidad por la exclusión del hermano Ballenger del ministerio.3

Así, cerca del término de su primera designación denominacional, Andreasen centralizó su atención
sobre el santuario y la expiación, lo cual continuó siendo de especial interés para él durante el resto de
su vida, y que lo envolvió en una controversia con algunos de sus hermanos durante los últimos años de
su vida.
1
M. L. Andreasen, La Fe por la Cual Vivo, páginas 47-48.
2
Ibíd., página 138.
3
M. L. Andreasen, "Expiación VII", 19 de Enero de 1958.

BROOKLYN 1905-1910

Después de cinco años en Chicago, M. L. fue transferido a Brooklyn, Nueva York, donde continuó
trabajando entre los Escandinavos.

La primera cosa que observé cuando llegué a la iglesia para mi primer servicio en esta nueva
parroquia fue una señal en la iglesia (algo que tenía que ver con funerales). Estaba nítidamente
pintada, y daba información que sería necesaria si surgiese una emergencia. Yo concluí que uno de los
miembros estaba metido en eso, y que la iglesia le había permitido a él colocar esa señal como algo
acomodaticio para él. Sin embargo, después de investigar, encontré que no era así; fui informado que
las iglesias de todas las denominaciones tenían esas señales, y que era una de las costumbres de la
ciudad. En nuestra primera reunión de negocios pedí más informaciones, y sugerí que la señal fuese
borrada. Esto, sin embargo, los hermanos pensaron que no era bueno hacerlo.

Entonces vino mi primer funeral. Una pobre hermana había perdido a su esposo; el funerario en
cuestión fue llamado, y a mí se me pidió que predicara el sermón. Yo hice eso con mi mejor habilidad.
Pág. 30
En el camino a casa viajé junto con el agente funerario en una antigua carroza que se usaban en
aquellos días. Después de los debidos preliminares él me pasó unos billetes de algunos dólares. Yo le
pregunté para qué era eso, y él me dijo que eso era por mi parte en el funeral. Cuando le pregunté que
cómo se le ocurría pagarme a mí, él me dijo que era costumbre en la ciudad que el funerario incluyera
en sus servicios una cierta cantidad para el ministro. Él lamentó que el funeral no fuese un funeral
caro, y que por lo tanto cinco dólares era todo lo que me podía dar. Cuando yo indignado rehusé su
oferta, él me dijo que tal vez podría aumentar un poquito la oferta, pero no mucho, porque él mismo
estaba ganando muy poco con ese funeral. Él no sólo había tenido que pagarle a los conductores
(cocheros) del carruaje (esto era en los días de carruajes y caballos), sino que todos ellos esperaban
una propina especial. Si éstas no eran pagadas, eventos no deseados y tal vez aun accidentes podrían
suceder, y en poco tiempo su negocio estaría arruinado. Cuando le dije que yo no podía aceptar ese
dinero, porque era un principio, él me dijo que yo era un forastero y que muy luego aprendería.

Entonces comencé a pensar. ¿Qué debiera haber hecho? Todo lo que había hecho era aceptar los
cinco dólares del funerario. La viuda los había pagado. Yo los había perdido. El funerario los tenía.
Tal vez hubiese sido mejor aceptar el dinero. Se lo podría haber devuelto a la viuda. Ahora era
demasiado tarde, pero la próxima vez lo pensaría mejor.

La próxima vez fue el mismo funerario. Esta vez recibí diez dólares, y no puse ninguna objeción para
aceptar el dinero, pero sentí que era mi deber explicarle por qué había cambiado de opinión. Le dije
al funerario que yo le iba a devolver el dinero a la viuda. Esto, evidentemente, no debiera habérselo
dicho. Él me miró de reojo y no dijo nada; pero sentí que él no me creyó que le estaba diciendo la
verdad. Él pensó que yo era un hipócrita y un mentiroso. Otros ministros por lo menos eran honestos y
tomaban el dinero; pero yo estaba tratando de hacerle creer que yo se lo iba a devolver a la viuda. Me
sentí totalmente miserable. No era tan fácil ser un ministro honesto, como yo había pensado que fuese.1

Una de las primeras cosas que los miembros de la iglesia hicieron con M. L., fue proveerle un abrigo
Prince Albert, sin el cual ningún sacerdote Escandinavo podía estar correctamente vestido.
Naturalmente que él lo cuidó muchísimo.

Luego después que su familia se estableció en Brooklyn, M. L. comenzó una serie de reuniones
evangelísticas en una tienda erigida en un lote vacío, no muy lejos del muelle. Un día se hizo necesario
hacer algunas reparaciones en la tienda. Después que salió el sol de la mañana, él se sacó la chomba
que Annie le había tejido. Cuando estaba listo para volver a casa al medio día, la chomba no estaba en
ninguna parte. Él estaba solo con su camiseta. Entonces se acordó de su levita, que estaba en el closet
de un miembro de iglesia que vivía cerca. Muy luego tenía su abrigo Prince Albert colocado sobre sus
overoles, y con la solemnidad de un clérigo, se fue a casa.

El lugar donde él estaba realizando sus reuniones, era conocido como un área agresiva. Uno de sus
fastidios era que muchachos lanzarían piedras sobre la tienda durante las reuniones sólo para verlas
rodar por los lados inclinados. M. L. aprendió luego que necesitaría una protección policial:

Me dijeron que jamás lo conseguiría hasta que accediera "engrasar" las palmas de los policías. Me
dijeron que diez dólares serían suficientes. Decidí no pagar ninguna extorsión, y a medida que se me
aseguraba por el capitán de la policía de que iba a haber un policía ahí la próxima noche, pensé que
todo estaba bien. Pero no hubo ningún policía, y tuvimos más disturbios que nunca. Y lo mismo
sucedió la próxima noche, y las reuniones estaban a punto de ser arruinadas. Aun así, yo estaba
decidido a no pagar. Pero la próxima noche todo estuvo bien. No hubo disturbios. Yo había ganado,
pensé. Algunas semanas después, supe que uno de mis amigos le había dado a la policía el dinero
Pág. 31
necesario. Esta vez me había quedado claro que la vida de un ministro es bastante complicada. Decidí
que los ministros no están exentos de problemas.2

Las reuniones se efectuaron todos los días, menos los lunes. Las doctrinas fueron enseñadas
abiertamente, las bestias, el papado, todo. Muchos de los oidores Escandinavos eran tenidos por
Luteranos. Pero cuando decidieron cambiar, realmente lo hicieron. Varios de los que aceptaron el
mensaje en aquel tiempo, se volvieron obreros fuertes en la denominación.

M. L. completó dos importantes actividades seculares durante sus cinco años en Brooklyn. Primero, él
pasó los exámenes de los Regentes de Nueva York, lo cual lo calificó para ser aceptado en cualquier
universidad de Norteamérica. Dos de sus exámenes fueron agendados para el mismo tiempo. Él
terminó uno, y entonces fue a hacer el otro, terminando ambos dentro del tiempo permitido.

Entonces, el 17 de Junio de 1909, Milian Lauritz Andreasen se volvió un ciudadano de los Estados
Unidos de Norteamérica:

"Edad 33; altura 1,70 m; ojos grises; cabello café. Antes de su naturalización, un ciudadano de
Dinamarca".3

La naturalización depende considerablemente de la manera con que M. L. cuenta esta historia:

Cuando me puse a sacar mi ciudadanía, tuve que llenar papeles donde tenía que decir de dónde venía
y otras cosas más. El papel preguntaba en qué barco había llegado. Yo no había llegado en ningún
barco, yo simplemente había tomado el tren en Gretna, y eso era todo. Eso era muy ilegal, y habría
complicado las cosas. Yo tenía dos testigos que habían visto que yo había permanecido en el país el
tiempo necesario como para obtener la ciudadanía, dos ministros ASD. El abogado opositor rehusó mi
proceder e hizo un gran discurso contra mi procedimiento. Tuve que dar una prueba acerca de mi
conocimiento de la Constitución, el cual aprobé satisfactoriamente, pero mi abogado opositor no
estaba satisfecho. Tiene que haber algo errado con un hombre que sólo se sube a un tren y entra en los
Estados Unidos sin ningún permiso de entrada. De cualquier manera, ¿quién podría saber durante
cuánto tiempo yo había estado en los Estados Unidos? La ley requería que yo estuviese aquí durante
cinco años.

Fueron llamados mis dos testigos. ¿Sabían ellos el tiempo que yo ya estaba en el país? Ellos dijeron
que me conocían desde mucho más tiempo que el mencionado; ellos me habían visto en reuniones
campales y en otros lugares. El abogado se enfureció. Él no había preguntado cuánto tiempo ellos me
conocían. La ley requería que yo presentara pruebas de que yo estaba aquí hacía cinco años, esto es,
del 17 de Junio de 1904. hablándole a cada uno de mis testigos, él quería saber dónde me habían visto
a mí el 17 de Junio de 1904. Nadie pudo darle la información que él solicitaba. Ambos me habían visto
antes y después de esa fecha, pero el abogado pedía una prueba de que yo había estado aquí en esa
fecha en particular. De tal manera que él protestó solemnemente diciendo que yo no podía ser
ciudadano de los Estados Unidos.

El juez era una persona cariñosa y sensible. "Bien", dijo, "estos son todos ministros, y aparentemente
buenos hombres. Indudablemente hubo una irregularidad en su ingreso en la forma en que lo hizo,
pero de cualquier manera, nunca escuché que fuese necesario probar que un hombre tuvo que estar
aquí justo a cinco años de esta fecha y traer testigos para ese efecto, de tal manera que anulo la
objeción del consejo, y declaro que este hombre es un ciudadano legal". Cuando nosotros tres salimos
Pág. 32
de la corte aquel día, estábamos todos transpirando, y sentimos que habíamos tenido una gran
liberación.4

Un año después de haber llegado a Brooklyn, Andreasen fue hecho miembro del comité de la
Asociación. En 1908 fue Presidente de la Asociación. El Boletín de la Conferencia General de 1909
incluye una fotografía de una reunión campal que él condujo en Nueva York. Hay filas de tiendas de
familias y la gran tienda bajo la sombra del tremendo “rascacielos” de seis pisos de aquel tiempo. Un
carruaje y un caballo están pasando frente a las tiendas, y caballos y vagones están laborando a lo largo
de la calle.5

En Mayo de 1909, M. L. nuevamente asistió a un Congreso de la Conferencia General realizado en


tiendas bajo los árboles de un campus del Colegio Misionero de Washington (ahora Columbia Union
College). Él fue uno de los 199 delegados representando a los cerca de 60.000 miembros en
Norteamérica; otros 129 representaban los 24.000 miembros del extranjero. Los delegados dieron
informes de lugares como la Unión Alemana, La Asociación de Rusia, del corazón de África
(ilustrados con diapositivas), la Unión China, el Campo de India Oriental bajo los cuidados de
Australia, la Unión Escandinava, Japón, Corea, México, el Lago Titicaca, la Polinesia, y las Indias
Occidentales. Este fue el último Congreso al cual asistió la Ellen White. M. L. la escuchó hablar ocho
veces. Una vez fue sobre "Un Salvador Resucitado", las otras veces, ella habló de las diversas fases del
mensaje de salud, especialmente en el Colegio de Médicos Evangelistas, Loma Linda.6 En el Otoño del
año siguiente este colegio fue autorizado a otorgar el grado de médico.7

En el último día del Congreso M. L. vio subir a la Sra. White a la plataforma para darle la bienvenida a
los delegados, los cuales muy luego estarían volviendo a las cuatro esquinas de la tierra. Él no sabía
cuál sería ese último mensaje. Después de algunas palabras de cariño y de adiós, ella volvió al púlpito
donde había una Biblia. La abrió, y la sostuvo en alto con manos temblorosas debido a la edad.

"Hermanos y hermanas, les recomiendo este libro".

Ella cerró el libro y bajó de la plataforma. Le había dicho su última palabra a los delegados ahí
reunidos de la IASD.8

De especial interés para Andreasen y su cuerpo de trabajadores fue el memorial que ellos habían
preparado. F. C. Gilbert, un convertido de procedencia Judía, que trabajaba entre los Judíos, tenía que
leerlo a la asamblea: "Una gran proporción [más de la mitad de los 5 millones de habitantes de la
ciudad de Nueva York] ... ha nacido afuera. ... Se dice que en el Gran Nueva York debían establecerse
misiones donde pudiesen ser entrenados los obreros ... que debía hacerse un centro ahí, que el trabajo
hecho debía ser un símbolo del trabajo que el Señor quería que fuese hecho en todo el mundo ... y que
debía hacerse una especialidad de este campo. Vuestros conmemorados respetuosamente urgirían para
que esos pasos fuesen dados en esta Asociación, para que el Gran Nueva York fuese el extracto
descrito.... Con [dos excepciones] ... no tenemos ningún edificio de iglesia en toda la ciudad o en toda
la Asociación".9

M. L. y sus asociados no podían saber que pasarían casi 50 años hasta que se estableciera el Centro
Evangelístico Times Square, y que en 1977 cinco Asociaciones y dos Uniones cooperarían para
desarrollar el Ministerio del Metro.10
1
M. L. Andreasen, Una Fe Por la Cual Vivir, páginas 173-174.
2
Ibíd., páginas 174-175.
Pág. 33
3
"Certificado de Naturalización", el clérigo del Condado de King, Brooklyn, Nueva York.
4
Andreasen, de un manuscrito autobiográfico.
5
Boletín de la Conferencia General, 24 de Mayo de 1909.
6
Ibíd.
7
D. E. Robinson, La Historia de Nuestro Mensaje de Salud (Nashville, Tenn: Southern Pub. Assn.,
1943).
8
W. A. Spicer, el Espíritu de Profecía en el Movimiento del Advento (Takoma Park, Washington, D.C.:
Review and Herald Pub. Assn., 1937), página 30.
9
Boletín de la Conferencia General, 24 de Mayo de 1909.
10
Review and Herald, 21 de Julio de 1977, página 17.

LA FAMILIA

Se necesitaban volantes para atraer personas a las reuniones. Pero los volantes cuestan dinero, y él tenía
muy poco de eso. Sin embargo, pudo resolver ese problema. Él compraría una prensa manual. No
importaba si él no sabía nada de imprenta; esta sería la ocasión de hacerlo. De tal manera que muy
luego fue instalada una prensa manual y una fuente de tipos en el tercer piso del departamento de
Andreasen. ¿Pero dónde había que instalarla? En el living, desde luego. Esa no era la idea de Annie
para un living, aun en un departamento. En el primer invierno de M. L. en Brooklyn, él sostuvo
reuniones en un pasillo sobre una herrería. Pero ella entendió. La obra del Señor estaba primero. Y los
volantes que salieron de ahí eran atractivos, los cuales llevaron a muchos oyentes a las reuniones.

El próximo hogar para la familia Andreasen fue el departamento de un primer piso de un edificio de
dos pisos en Brooklyn, en la Calle 56. Cada pequeño dormitorio tenía una cama. Había una pequeña
cocina, y también un pequeño living. Desde luego, la prensa manual estaba ahí. Afortunadamente había
un pequeño patio enrejado donde Vesta y Eunice podía jugar cuando había buen tiempo.

El segundo hogar en Brooklyn fue en un segundo piso en la calle 76. En esta área todas las calles se
parecían, y las casas también. Todas estaban hechas con el mismo material de piedras cafés. Pero los
cuartos eran mayores que en su hogar anterior. Además, las calles llegaban hasta la playa, donde so
podían realizar bautismos. A este hogar M. L. un día llevó un dorado piano de roble.

Hasta antes de la compra del piano, el pequeño órgano de la familia era llevado en una caja de un lado
a otro desde el hogar al lugar de las reuniones. Tanto M. L. como Annie lo tocaban, aun cuando las
niñas no sabían decir quién les había enseñado. A las edad de 10 años, Vesta era capaz de tocar en las
reuniones si fuese necesario, y a los 12 ella ya no necesitaba saber los números de los himnos antes de
tiempo. Ella podía tocarlos casi todos.

No era siempre el órgano el que era usado para acompañar el canto. Los domingos en la noche un
grupo de jóvenes tocaba guitarra cuando M. L. se levantaba para cantar. Este grupo disfrutaba de las
necesarias horas de práctica, gracias a la inteligencia y a la habilidad de su joven pastor. Él siempre
tenía un grupo que cantaba o que preparaba música especial para sus reuniones, también.
Pág. 34
Mientras vivía en el hogar de la calle 76, Eunice se quemó mucho. Mientras ella estaba observando una
hoguera, sus vestidos se incendiaron con las brasas, y se quemó de la cabeza hasta los talones. Annie se
olvidó de su propio sueño tratando de calmar la agonía, la cual parecía ser aun más intensa en la noche
que durante el día. Cuando llegó el médico para cambiar las vendas, él tuvo que empaparlas para poder
soltarlas y así poder ponerle una nuevas. El dolor duró durante meses hasta que la niña finalmente
estuvo mejor. M. L. se refirió a menudo a esta experiencia como una ilustración de cómo Dios debe
sufrir cuando Sus hijos sufren.

A M. L. le gustaba sacar a sus hijas a caminar. Una vez sería Vesta, la próxima vez sería Eunice. En
vez de que la niña le tomara la mano, él le tomaba la mano a la niña. De vez en cuando mientras
caminaban, él levantaba a la niña y la hacía girar por el aire, todo eso tomándola de sus pequeños
dedos. Él comenzó con eso cuando ellas eran pequeñitas, y él aumentó en fuerza a medida que las niñas
aumentaban de peso, de tal manera que él aun las estaba haciendo girar cuando ellas ya eran muy
pesadas como para soportar todo su peso con sus dedos. Un día, cuando él estaba haciendo girar a
Vesta, la punta de su dedo se torció bajo el esfuerzo. Él encontró un alivio permanente solamente
algunos años después cuando le fue removida la punta de ese dedo.

Ocasionalmente M. L. él llevaba a una de las niñas al centro de Manhattan con él. Vesta se deliciaba en
meter su moneda en la ranura del tragamonedas, subiendo las escalas de madera hasta la línea elevada,
y parándose en la plataforma mirando con atención la huella de las luces de un tren eléctrico que se
acercara. Ella aun puede acordarse al ver los techos de las casas, viendo las ropas sucias que habían
sido lavadas y que colgaban de las cuerdas entre los techos mientras el tren pasaba.

La ciudad de Nueva York no tenía rascacielos en 1908, pero el puerto parecía la "octava maravilla del
mundo", el gracioso Puente de Brooklyn, con su parte suspendida de un quinto de kilómetro. Cuando el
tren elevado cruzaba East River en la parte superior del puente, M. L. le contó a Vesta la historia de esa
construcción. El inmigrante Alemán Roebling, que lo proyectó, murió de tétano, al recibir una herida
mientras supervisionaba la obra. Su hijo se convirtió en un inválido cuando fue descomprimido muy
rápidamente, al estar 12 horas comprimido bajo el agua en un compresor pionero, usado para colocar
los fundamentos. Durante los próximos 11 años de la construcción, él observó a través de binoculares
desde su cama, enviando instrucciones a través de su esposa. Finalmente una mañana en el mes de
Mayo de 1883, él observó con profundo interés cómo el recién terminado puente era inaugurado
oficialmente.*

Vesta observó cuidadosamente la estación, en la cual ella y su padre salieron del tren, qué dirección
tomaron desde el comienzo de las escaleras, y el edificio en el cual entraron, donde su padre arrendó
unos grandes lentes para proyectar sus diapositivas en el proyector que usaba en sus reuniones públicas.
Después de escoger las diapositivas que iba a usar en las próximas reuniones, se las dio a Vesta para
que las llevara a casa, mientras él se fue a su oficina a trabajar.

Cuando Vesta tenía 10 años, M. L. y Annie decidieron que era lo suficientemente grande como para
acompañar a su padre en un viaje en barco por el océano hasta Dinamarca. Él arregló su estadía cerca
del Hospital Skodsborg, en la casa de una familia, mientras él iba a Alemania para asistir al Congreso
de la División Norte-europea.

Debido a que M. L. estaba trabajando para Escandinavos en Brooklyn, todas las partes del servicio de
la iglesia estaban en Danés. Sin embargo, el Inglés era usado en la Escuela de la iglesia donde iban las
niñas. Queriendo que sus hijas hablaran Danés, y también Inglés, M. L. y Annie decidieron tomar dos
decisiones para alejar el Inglés normalmente usado en casa: ellos conducirían los cultos familiares de
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adoración usando la Biblia en Danés, y le pagarían a las niñas un penique por cada hora en que ellas
conversaran sólo en Danés. El plan funcionó, y el Danés de las niñas se salvó del olvido.

M. L. le enseñó a sus niñas a andar en skate en el hielo y a nadar. En aquellos días Coney Island no
estaba comercializado; tenía solamente un hotel, y las amorosas playas no estaban estropeadas. La
desventaja era el exceso de ropa que las niñas y las mujeres tenían que usar en el agua: mangas, y
faldas que cubrían unas largas bombachas. Un día el hombre que cuidaba la playa, vino y le dijo a
Vesta que tenía que usar medias en la playa y en el agua.

La familia Andreasen se separó durante 1909. tuvo que ver con la Escuela de la iglesia. No era posible
operar una Escuela de iglesia ese año, y M. L. y Annie ni siquiera consideraban enviar a las niñas a una
escuela pública de Brooklyn, aun cuando las escuelas de Brooklyn pertenecía a uno de los mejores
sistemas escolares del país. Finalmente ellos decidieron dividir las fuerzas. Annie y las niñas fueron a
South Lancaster, Massachusetts, donde había una buena escuela, y M. L. se arrendó una pieza en
Manhattan, cerca de su oficina, donde trabajaba como Presidente de la Asociación del Gran Nueva
York. Refiriéndose a este periodo de soledad temporal, M. L. acostumbraba decirle a sus estudiantes
acerca de cómo dejaba la loza sucia acumularse, hasta que tenía papel de lija para limpiarla.

* "Roebling, John Augustus y Washington Augustus", La Nueva Enciclopedia Británica, Macropedia,


Volumen 15.

VISITANDO EL HOGAR DE ELLEN WHITE


Había sido un Sábado tranquilo. Ahora que el sol se estaba poniendo detrás de las colinas que rodeaban
el pequeño valle. La abuela, los nietos, los tataranietos, los ayudadores en el hogar y en la oficina, y
unas pocas visitas estaban todos cantando juntos. La clara voz de soprano de la abuela era claramente
distinguible. Después que varios himnos fueron cantados ella comenzó una vívida descripción de cómo
era el cielo.1

M. L. se emocionaba al entender que él era un miembro de esta familia, aunque fuese sólo por algunos
días. Henry y Herbert White, los hijos gemelos de W. C. White, que estaban sentados cerca de él, lo
habían convidado a él esa mañana para cabalgar con ellos en su coche delante del de su padre, Willie, y
la abuela en su viaje de 5,5 Km hasta el Pacific Union College, donde la abuela tenía que hablar.
Durante la semana los niños se le habían arrancado hacia el establo para ver el nuevo becerro de la
abuela y para ver los polluelos de un día y a su madre comiendo granos. Ellos le habían dicho cómo el
pequeño Arthur había tratado de contar los botones que tenía el vestido de la abuela, pero los había
mezclado, y cómo ella había puesto sus delicadas manos alrededor de él y lo abrazó. Durante un corto
espacio de tiempo en la tarde después de la escuela, antes del tiempo para los coros, M. L. había
escuchado a los niños jugar béisbol en los grandes pastos. Más tarde los había encontrado en la casa
donde estaba el pozo, lavando y cortando los albaricoques que la abuela había traído para secarlos, para
después ser enviados a las familias de los ministros del Sur, y a los misioneros en el extranjero.

Mañana en la mañana M. L. estaría nuevamente a la mesa de la abuela, que ella tan graciosamente
presidía. Tal vez habrían "gemas" especiales de trigo integral o de trigo no cernido. Para la cena él
esperaba que fuesen colocados los platos favoritos de la abuela, un suflé de grano horneado, tomates y
macarrones, granos de mostaza finamente cocinados.
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¿Cómo sucedió que Andreasen estaba aquí en Elmshaven, siendo un convidado del hogar de Ellen G.
White? Él se acuerda de las razones para estar allá y lo que esta visita le significó a él y al trabajo de su
vida:

Mi contacto personal con la Sra. E. G. White estaba confinado a los últimos años de su vida y fue de
corta duración. Yo había leído sus escritos y de alguna manera los había estudiado desde el tiempo de
mi bautismo, cuando era joven en 1894, y me había encontrado con ella en diversas ocasiones.

No fue sino hasta 1909, sin embargo, que comencé q considerar seriamente lo que significaban los
Testimonios para la iglesia remanente. Yo era en aquel tiempo Presidente de la Asociación del Gran
Nueva York y había leído con interés los diversos mensajes relacionados con la obra que tenía que ser
hecha en las grandes ciudades del país. Yo estaba perplejo de que aparentemente se hubiese hecho tan
poco para cumplir con las instrucciones dadas. El hermano E. E. Franks había estado realizando
reuniones en Carnegie Hall con buenos resultados. Los hermanos S. N. Haskell, Luther Warren, G. B.
Starr, Dr. Kress, y el Profesor Prescott habían visitado y habían trabajado en Nueva York. La propia
Sra. White había visitado la ciudad, y se sentía que no se podría hacer mucho más en aquel tiempo.

Esto me llevó a considerar extensamente los mensajes enviados y cómo ellos habían sido aceptados y
manejados. Algunos de ellos parecían haber caído en buen terreno, mientras otros aparentemente
habían sido considerados un buen consejo, pero no de importancia obligatoria, y consecuentemente
fue negligenciado u olvidado.

Este estudio me llevó a revisar esa evidencia tal como yo la había recibido, llevando adelante la
cuestión del origen de los escritos de la Sra. E. G. White. Hasta ahí yo había aceptado los testimonios
de otros sin hacer ninguna crítica apreciable o sin ninguna convicción profunda, ya sea hacia un lado
o hacia el otro. Ahora, sin embargo, sentí que había llegado a un punto en mi vida donde tenía que
tomar decisiones por mí mismo. Esto se volvió lo más necesario, ya que fui llamado a dirigir el nuevo
seminario en Hutchinson, Minnesota, y tendría que lidiar con jóvenes que estaban entrando en el
ministerio. Por amor a ellos decidí que tenía que conocerlo por mí mismo y no depender de ninguna
autoridad secundaria, no importa cuán buena pudiera parecer.

Esto me llevó a considerar un viaje a Santa Helena, California, donde la Sra. White residía en aquel
tiempo. Quería obtener conocimiento de primera mano, tanto cuanto eso fuese posible. No quería ser
engañado ni tampoco engañar a otros.

Consecuentemente, a su debido tiempo llegué a Santa Helena y fui cordialmente recibido por la Sra.
White. Le di la razón de mi venida, la cual era obtener permiso para examinar sus escritos en
manuscritos antes que cualquier persona haya efectuado algún trabajo editorial sobre ellos. Yo había
traído conmigo muchas citas de sus escritos que eran de un supremo interés, ya sea por su
importancia teológica o por su belleza de expresión.

En mi propia mente estaba convencido que la hermana White nunca los había escrito de la manera en
que aparecían impresos. Ella podría haber escrito algo parecido a eso, pero yo estaba seguro que
nadie, con la limitada educación que tenía la hermana White, haya podido producir declaraciones con
expresiones tan bellas o pronunciamientos teológicos de tanta dificultad. Ellos tienen que haber sido
producidos por un individuo bien entrenado, versado no sólo en delicadezas teológicas, sino que
también en un bello Inglés.
Pág. 37
Tuve permiso y libre acceso al sótano donde eran guardados los manuscritos, y comencé
inmediatamente mi trabajo. Estaba abrumado con la cantidad de material colocado a mi disposición.
No parecía ser posible para un individuo producir tal cantidad de material durante una vida, siendo
que la mayoría era manuscrito. Yo había imaginado que la hermana White dictaba la mayor parte de
su material, porque tenía secretarias. Ahora encontraba que, aun cuando a veces había dictado, la
mayor parte de sus escritos fueron producidos por su propia pluma. Eran estos escritos en los cuales
yo estaba interesado y que examiné. Pasé varios días trabajando, y siendo un lector bastante rápido, y
con la asistencia del equipo de la oficina, terminé mi tarea.

Cuando terminé, estaba tanto asombrado como perplejo. Aquí había visto delante de mis ojos lo que
no creía que fuese posible. Verifiqué muchas de las citas que había traído conmigo. Vi con su propia
letra los escritos que yo creía que ella no podía haber escrito. Especialmente estaba chocado con la
ahora familiar cita en el DTG:530: "En Cristo hay vida, original, no prestada, no derivada". Esta
declaración en aquel tiempo era revolucionaria y obligaba a hacer una completa revisión de mi
anterior punto de vista, y la de la denominación sobre la Deidad de Cristo.

Había examinado muchos de los manuscritos en el sótano, excepto las cartas familiares. Aun cuando
el hijo, W. C. White, dudaba que podría obtener permiso para leerlas. La hermana White
inmediatamente me dio permiso. Y así las leí. Aquí estaban las cartas escritas de los padres para los
hijos y de los hijos para los padres, de James a Ellen y de Ellen a James. Las cartas de Ellen podían
comenzar con "Querido James" o "Querido Esposo", seguido de alguna observación o declaración de
carácter estrictamente personal, y entonces ella comenzaría un extenso recital de algún tópico
religioso con apropiadas amonestaciones y consejos. Si las observaciones introductorias eran dejadas
a un lado, toda la carta podía ser impresa en una página editorial de la Review hoy, ningún nombre
tendría que ser agregado, y muchos lectores reconocerían inmediatamente el origen de la
composición.

La misma fraseología distintiva, el mismo estilo e intensidad de deseo para un mayor conocimiento de
Dios, marcaban sus escritos, aun cuando en aquel tiempo las cartas no eran consideradas como
material para ser publicado.

Cuando estaba listo para dejar Santa Helena, la hermana White me regaló varios de sus libros,
inscritos con su propio nombre y también con una pequeña dedicatoria para que el Señor me
bendijera. El único libro que conservo con su nombre, es El Deseado de Todas las Gentes. También
me traje algunos de sus escritos no impresos, los cuales ella me regaló graciosamente. Algunos de
estos eran manuscritos, pero la mayoría eran copias hechas a máquina de comunicaciones que ella
había enviado, siendo que algunos tenían correcciones hechas con su propia mano.

Cuando la conocí, la hermana White era una anciana, pero en plena posesión de sus facultades. Ella
era graciosa, considerada, y amable, una verdadera madre en Israel. Yo la visité una vez temprano en
la mañana, pero a cualquier hora que yo fuese, ella ya estaba trabajando. Habían algunos que decían
que ella ya estaba chocha. Ella debe haber escuchado esto, porque una mañana ella me dio ocho
páginas para que las leyera de lo que ella había escrito esa mañana. Después de haberlo leído, ella
me sonrió y me dijo con una voz juguetona, "¡Es muy bueno, no es verdad, para una anciana ya
chocha!" y entonces ella se rió. La primera vez que vi reírse a la hermana White yo me quedé chocado,
porque no pensé que una persona en su posición podría reírse. Pero ella a veces se reía, una risa
dulce, calmada y joven, totalmente apropiada. Ella era una buena compañía y no siempre seca,
exigiendo, y con una personalidad mandona, como yo esperaba que fuese. Ella era una madre en
Israel, y aprendí a amarla.
Pág. 38
Cuando finalmente le pedí que me despidiera, fue con la profunda convicción que había estado cara a
cara con una manifestación y una obra que solamente podía provenir de la guía divina. Estaba
convencido que su obra era de Dios, que sus escritos fueron producidos bajo la guía de Dios, y que
ella tenía un mensaje tanto para el mundo como para el pueblo de Dios.

Al escribir esto, no estoy intentando "probar" nada. Apenas estoy dando mi testimonio de lo que se. Y
ese testimonio es claro e inequívoco. Yo creo que los escritos de la hermana White son verdaderos
mensajes de Dios para Su iglesia, y que nadie puede ignorarlos y desobedecerlos, excepto a un gran,
muy gran, costo.

Permítanme dejar esto claro. Yo no adoro a la hermana White o sus escritos. Yo adoro a Dios. Yo no
predico a la hermana White. Yo predico a Cristo. Yo no considero sus escritos como si fuesen otra
Biblia. Como un Protestante debo permanecer con la Biblia y solamente con la Biblia. No considero
sus escritos como una añadidura a la Biblia, presentando una nueva luz. Yo los uso como una lupa que
no crea una nuevas verdades, sino que aclara aquellas que ya han sido reveladas. En mi propia vida y
en mi pensar, las encuentro de un valor inestimable. Realmente se las recomiendo a otros.2
1
Grace White Jacques, "Mi Abuela Especial", The Youth's Instructor, 5 de Diciembre de 1961.
2
M. L. Andreasen, manuscrito no publicado.

EN HUTCH 1910-1918
En 1909 habían 1,8 millones de Daneses y Noruegos en Norteamérica, que hablaban su idioma aun
después de la cuarta generación, y había una fuerte tendencia a preservar la cultura Escandinava en los
Estados Unidos. La Universidad de Minnesota estableció un centro de cultura y literatura Danesa y
Noruega.

El Congreso de Otoño, realizado en College View, Nebraska, en Octubre de 1909, decidió que los ASD
tuvieran tres escuelas con idiomas extranjeros en Norteamérica, en vez de tratar de mantener varios
departamentos de idiomas extranjeros en el Union College.

Un comité de veinte escogidos para buscar un sitio para el seminario Danés-Noruego, encontró un
edificio y un campo en Hutchinson, Minnesota, que los Luteranos Daneses estaban ofreciendo a la
venta a un precio bastante bajo y atractivo. El gran edificio de cuatro pisos era de ladrillos prensados
con rocas en los fundamentos. Fuera de las salas de clases, poseía 46 salas de estudio para los
estudiantes, un agradable comedor, una capilla que tenía asientos para unas 400 personas, y un buen
gimnasio. Era calefaccionado con vapor, y tenía iluminación eléctrica y agua potable. El campo tenía
160 acres.

Cuando O. A. Olsen predicó el sermón de la graduación para el octavo año en la escuela de la iglesia
Escandinava en Chicago, él contó sobre la compra de la propiedad Luterana en Minnesota. Una de las
graduados, Ida Christensen, se volvió y miró hacia su padre, el anciano local que había orado por Annie
Andreasen, pidiéndole permiso para asistir a la nueva escuela. Él consintió.

Cuando la escuela abrió el 28 de Septiembre de 1910, los Andreasens y las otras familias convidadas a
hacer un trabajo pionero en Hutchinson, ya se habían trasladado hacia allá, y habían instalado algunas
habitaciones provisorias en la escuela "de una pieza". Los muchachos fueron asignados al piso
superior. En el piso inferior estaban las niñas. La oficina del Presidente, las salas de clases, la librería y
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la capilla, estaban en el primer piso. El gimnasio, el comedor y la cocina, la lavandería, y el horno
estaban en el sótano.

La primera cosa en la mañana durante algunos días, era que el jefe del campo, George Axelson, o el
estudiante, Nels Nelson, levantaría a todo el equipo e irían a la gran estación de tren Great Northern
para encontrar a los estudiantes con sus equipajes. Finalmente, fueron admitidos 82 estudiantes.

Vesta, que todavía no llegaba a los 14 años, e Ida Christensen, andarían juntas, regocijándose mucho.
M. L. acostumbraba decir que el único tiempo en que había calma en la escuela, era cuando Vesta e Ida
se enojaban y no se hablaban. Eunice era la encantadora niña pequeña, la cual iba a encontrar a
Axelson después del trabajo y volvía a casa cabalgando uno de los caballos.

Los profesores y sus familias comían en el comedor de los estudiantes en mesas de a ocho. La manera
en que se sentaban, era cambiada cada mes. La comida era servida al estilo casero. Para la cena había
compota de manzana, pan integral, y una jarra de jugo de sorgo, que se compraba por barriles, y una
espumosa leche desnatada.

No habían obreros pagados. Cada día, cuando terminaban las clases, los profesores y estudiantes se
ponían ropas de trabajo. Había que construir las casas de los profesores, había que cavar zanjas,
descargar el carbón, y había que cortar leña. Aun cuando había que limpiar las cloacas, M. L. estaba ahí
trabajando, era el "padre" de la gran familia. Aun cuando la escuela enseñaba solamente al séptimo,
octavo y noveno grado, en ese primer año, los estudiantes eran más cercanos a la escuela secundaria. El
único profesor certificado era el Dr. J. M. Petersen de Heidelberg, un nuevo Adventista, dedicado a
levantar las normas educacionales de la iglesia. Para comenzar, el profesor de aritmética del octavo
grado estaba estudiando álgebra, y el profesor de álgebra estaba estudiando geometría.

Durante sus ocho años en la escuela, M. L. era el gerente de negocios y también el director y el
presidente. Annie trabajaba como contadora y enfermera, "yendo de aquí para allá, ayudando conforme
fuese la necesidad". El primer año hubo un déficit de US$ 550; el segundo una ganancia de US$ 370. al
tercer años, la matrícula había llegado a 104 alumnos. Al octavo año de M. L., la escuela estaba
enseñando la secundaria, faltando sólo tres semestres para otorgar el grado correspondiente.

Todos los jóvenes ASD Daneses-Noruegos se suponían que estaban en esta escuela, y recibieron toda
su instrucción en ese idioma. Unos pocos, tales como Ida Christensen, que sólo había aprendido el
vocabulario Danés en la iglesia, no pudo obtener su graduación correspondiente. Fue de mucha ayuda
cuando M. L. concordó en enseñar historia general en Inglés.

Anna Paulson, que fue una estudiante en Hutchinson en 1912, se recuerda: "El Profesor tenía el hábito
de subir hasta el piso de las niñas para ver si todo estaba bien. Algunas veces él entraba y nos visitaba.
Yo dormía con Anna Sorensen en aquel tiempo, y el nombre de la esposa del Profesor era Annie.
'Nadie puede ser buena a menos que se llame Anna', decía el Profesor. Entonces me miró y dijo, 'Usted
nunca llegará a ser alguien a menos que se ponga a estudiar álgebra'. Yo me estaba divirtiendo tanto,
que no sabía si había aprobado o no álgebra. En años posteriores disfruté burlándome de él por
haberme reprobado en álgebra. Él me respondió igualmente feliz, 'Yo se de una cosa: si yo la
desaprobé, usted se lo merecía'. Yo no desaprobé ningún otro ramo". Otra Anna, una estudiante de más
edad que también enseñaba a coser, de alguna manera obtuvo bajas notas en álgebra y estaba en un mar
de lágrimas un día en clases. El Profesor no sabía qué hacer con ella, sino que anduvo valientemente
por la sala de clases. Al día siguiente trajo una postal y la puso en su escritorio. Era una foto de un niño
y de una niña pequeños, con un calcetín a medio caer en una pierna, desanimado y llorando. La leyenda
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escrita decía, 'Usted sabe que yo la quiero, pero no puedo estar diciéndoselo todo el tiempo'. Todos nos
reímos de buena gana.

"Se instaló una dobladora en el sótano. El Profesor llamaría a dos o tres de nosotros para ayudar.
Naturalmente dijo rápidamente, 'Bien, veamos quién puede hacer todo esto'. Él nos tuvo trabajando
como locos.

"Pero no era apenas el arte de plegar. Me acuerdo haberlo visto en el cajón de las papas junto a mí,
cortando rápidamente las papas para plantarlas. Él también estaba con nosotros cuando estábamos
recogiendo papas durante la cosecha. En años posteriores nos pusimos muy sofisticados para hacer eso,
y cómo lo extrañamos".

El segundo año en la escuela, Delia Jensen vino de Dakota del Sur. Muy luego estaba alternando con
Vesta para tocar el piano los viernes en la tarde. Delia recuerda: "El hermano Andreasen parecía tan
majestuoso bajando por el pasillo con su largo abrigo Prince Albert. Pero él podía desconcertante si él
pensaba que lo necesitabas. Él había instruido a Vesta y a mí, 'Siéntate en la silla de adelante, de tal
manera que cuando yo diga el número del canto, no tengas que venir desde atrás'. Una semana yo me
olvidé que tenía que tocar, de tal manera que cuando él anunció el canto, yo comencé a descender por
el pasillo. Cuando había recorrido apenas la mitad de la distancia, él dijo, 'Levantémonos y cantemos'.

"Una noche dos hombres jóvenes y dos niñas fueron a andar en bote. Si todo hubiese andado bien,
podríamos haber estado de vuelta antes del anochecer, y nadie habría notado la diferencia. Pero un
remo quebrado nos atrasó, y el bote se pasó mojando nuestras ropas. Cuando volvimos a la escuela, las
luces estaban apagadas, pero las puertas estaban abiertas. Ahí estábamos, todos mojados y andando en
puntillas por el pasillo. La linterna del Profesor nos siguió durante todo el camino, subiendo las
escaleras hasta nuestro cuarto, sin decir una palabra. Nos sentimos como ratones.

"Cuando fui por primera vez a Hutch, la escuela era nueva. Había un montón de jardinería que hacer.
Nosotros teníamos un caballo y una especie de camión. El Profesor dijo un día, 'Delia, ¿podrías ir a
buscar rosas? Usted es del campo. Usted se sienta y dirige, y yo iré atrás'. Era un día lluvioso y con
barro. De repente el caballo se tambaleó, y el Profesor cayó fuera del carruaje, el delantal volando, y
ahí estaba él en barro. 'Oh, lo siento', balbucié. Él nunca dijo nada, sino que se levantó, se subió
nuevamente al carruaje, y fuimos en busca de las rosas".

En el otoño de 1912, un hombre joven, F. M. Larsen, que más tarde fue un misionero enviado a la
China, llegó a la escuela a las 16:30 horas, después de haber tenido algunos problemas con el
transporte, sólo para encontrar la oficina cerrada. Fue tres días antes que la escuela comenzara, y
habían muy pocos estudiantes ahí. Él escuchó voces en el sótano, de tal manera que bajó y tocó a la
puerta, y el hermano Andreasen salió.

"¿De dónde viene?"


"Michigan".
"¿Cómo llegó aquí?"
"Vine en bicicleta".
"¿Todo el camino?"
"Desde Glencoe [distante 10 Km]".
"Bien, ¿qué es lo quieres?"
"He venido para prepararme para ser ministro".
"Bien, eso es bueno".
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Larsen tenía una carta de presentación de un amigo que M. L. había conocido en Michigan. "¿Quieres
trabajar?"
"¿Por qué? Claro que quiero trabajar".

M. L. abrió una puerta, y ahí estaba la cocina. Larsen se sacó su abrigo y comenzó a desempacar platos,
menos de 20 minutos de haber llegado.

Había una despensa al lado de la cocina. Un año el guardia nocturno comenzó a ir ahí en la noche, abría
el candado y sacaba fruta. M. L. decidió ponerle fin a eso. Él estaba escondido en la cocina cuando
escuchó que el guardia se acercaba cantando, "He llegado al país de los granos y del vino". El humor de
la situación era tanto, que M. L. no pudo hacer nada para atrapar al ladrón. Él subió las escaleras
riéndose. Él nunca pudo cantar ese canto nuevamente sin acordarse del incidente.

"Yo tuve al hermano Andreasen como profesor en dos clases", relata F. M. Larsen. "La mejor fue
historia Norteamericana. Él tenía una facilidad para mantener a sus alumnos atentos, contando cada
evento de una forma tan vívida, que casi podíamos ver cómo sucedían. Puedo acordarme cómo a las
diez de la mañana estábamos todos ahí sentados esperando. Él entró calmadamente, fue al pizarrón, y
escribió algunas preguntas. Nunca sabíamos lo que él iba a hacer con nosotros. Él tenía una manera de
mostrarnos las cosas en la lección, que los estudiantes normalmente ni lo percibían. Normalmente
siempre habían unas diez preguntas. 'Muy bien; escriban'.

"Durante mis dos últimos años yo era un estudiante externo. El último viernes en la tarde yo iba
caminando hacia la escuela para practicar con un cuarteto. Cuando llegó la hora de la cena, la Sra.
Andreasen invariablemente me invitaba a cenar. Ella era una maravillosa cocinera. Todos los viernes
en la noche teníamos los más deliciosos porotos al horno.

"En su hogar el Profesor me convidaba a su estudio, lleno de libros. En su dormitorio había una
pequeña mesa que se colocaba al lado de la cama con libros sobre ella. Él era un gran lector, y sabía
cómo aplicar lo que leía.

"Era siempre una alegría cuando el Profesor tenía el servicio del Sábado. Siempre traía algo valioso,
justo al punto, y siempre se detenía a las 12:00 horas (otros predicadores se pasaban unos 20 o 30
minutos)".

Un incidente en particular ilustra la política de M. L. de no pedirle a nadie para que hiciera algo, si él
mismo no era capaz de hacerlo.

Un verano los muchachos estaban pintando el cuarto piso del edificio de ladrillos, y habían planeado
terminar las ventanas, pero no tenían un equipo para el andamio. Los aleros tenían que ser
conquistados. M. L., fiel a su política, sabía quién los iba a pintar. Atleta que era, subió a los aleros
todos los días, con sólo una hendidura para apoyar el pie sobre las ventanas. Él terminó el trabajo sin
un resbalón. Un no Adventista escribió la hazaña en el Atlantic Monthly, no identificando al presidente
ni a la institución, sino que claramente era M. L.

Como niño, la ambición de M. L. era estar frente a una audiencia con la cabeza en alto. Algunas veces
durante las marchas en la noche del Sábado en Hutch, él entraba al gimnasio andando sobre sus manos.
Después de completar los 60 años, un ex-estudiante de Hutch le preguntó si8 aun caminaba sobre sus
manos. "Oh, si. Todos los días".
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M. L. siguió nadando en la última década de su vida. Él se unía a los muchachos para nadar un
kilómetro y medio hasta la isla del Lago Hook, cerca de la escuela. Entre la escuela y el pueblo había
un molino donde el agua tenía 6 m de profundidad. M. L. acostumbraba a sujetar una gran piedra la
cual lo mantenía bajo el agua mientras nadaba alrededor del aspa del molino.

Todos los estudiantes fueron animados a tomar parte en el skate sobre el hielo. M. L., vistiendo un
abrigo corto, una capa roja, y guantes, ayudaba a los niños a limpiar la nieve de la pista de hielo en el
río. Él andaba en skate en una forma tan fácil que era como una poesía el verlo. Una vez, después que
había juntado a todos los estudiantes para volver a casa, ellos le pidieron que les diera una pequeña
exhibición de sus habilidades. Mientras lo hacía, él se inclinó demasiado hacia atrás y se cayó. Todos
los estudiantes se rieron. M. L. se puso nuevamente en pie y muy luego se estaba riendo mucho más
fuerte que todos ellos.

Aun la lucha no estaba más allá del límite para M. L. Nels Nelson recuerda: "Un día en nuestro picnic
anual, él quiso saber cuánto era capaz de hacer en la lucha. De tal manera que él decidió que dos de
nosotros fuesen a un lugar recluido en el bosque y se midió con nosotros. Él perdió el juego. Dos de los
muchachos estaban mirando, y dieron una buena carcajada.

"El Profesor trajo la pequeña imprenta manual que tenía en Brooklyn con él hasta Hutch. Nosotros nos
preparamos para trabajar con ella, que nos había sido dada. No tenía un recipiente para la tinta, de tal
manera que el Profesor y yo ideamos un dispositivo para alimentar la tinta sobre los rodillos.
Trabajamos toda la noche en eso; la noche no era nada para él cuando algo especial estaba en juego.
Teníamos un nuevo invento. Aquella imprenta manual sirvió por algún tiempo.

"Lo siguiente fue comprar una imprenta con cilindro, la cual encontramos en un pequeño sótano. La
mesa directiva decidió que íbamos a imprimir el Cosechador de la Unión Norte, el cual salió todas las
semanas. El Profesor había salido, y el editor estaba ansioso por imprimir el próximo asunto en
Hutchinson. Trasladar todo desde Minneapolis en aquel tiempo tan corto, era algo que sólo un
ignorante o un tonto podría intentar, pero de alguna manera sacamos el próximo Cosechador a tiempo.
Cuando el Profesor volvió, él sacudió su cabeza. 'Nels, yo jamás me habría atrevido a hacer eso'.

"En 1914 George Axelson y yo fuimos escogidos para ir a Dinamarca. Ya habíamos comprado nuestros
pasajes desde Nueva York a Europa, los cuales costaron US$ 25 cada uno. Entonces la guerra paró
todo. El Profesor me urgió para que fuese a Hutch a trabajar por el resto del verano. Fue idea suya la de
colocar cerámicas en los pisos de los baños. Nadie de nosotros sabía nada sobre colocar cerámicas,
pero seguimos adelante. No había nada que él no se dispusiera a hacer. Él siempre estaba ahí para
respaldarlo con su propio trabajo.

"Otra vez estábamos colocando aceras al frente del edificio principal. El jefe del campo nos permitiría
usar el equipo y el vagón en la mañana, pero no en la tarde, cuando los estudiantes tenían que ejecutar
un trabajo. Nosotros teníamos clases en la mañana. El Profesor siempre salía con algo. 'Nels, usted
tiene dos horas libres. Usted sale y consigue el equipo y el vagón, y así que yo salga, saldremos a
buscar una carga de arena'. Creo que nunca vi dos palas trabajar tan rápido. Después devolví el equipo,
y nosotros volvimos a clases.

"Muchas personas se pasaban un buen tiempo tratando de entenderlo. Algunas veces hasta sus propios
amigos. Él era rápido para tomar una decisión y muy corto para dar una respuesta o dar una explicación
de por qué había hecho lo que había hecho. Una vez después que había administrado cierto castigo a
uno de los muchachos, el Profesor y yo estábamos trabajando juntos en la pieza de la imprenta. Yo le
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dije que no creía que hubiese tratado bien a Tom. Aquello despertó su espíritu luchador. Aun puedo
verlo dando pequeños escupitazos en el piso cuando me dijo, 'Yo ciertamente le he dado mi opinión a
alguien que me va a criticar por toda la ayuda que le he dado a Tom'. Desde entonces entendí que yo,
siendo un muchacho, estaba errado tratando de corregir al Profesor, el cual estaba en lo cierto. nuestra
amistad nunca se quebró. Yo creo que nos entendíamos el uno con el otro".

Aun antes de la primera graduación en 1914, los estudiantes que venían del Seminario teológico de
Hutchinson fueron reconocidos como los primeros llevadores de carga en sus iglesias. Para mencionar
sólo unos pocos: A. W. Johnson, presidente de colegio y secretario de Libertad Religiosa de la
Conferencia General; R. P. Rowe, jefe de la Pacific Press; Nets Nelson, superintendente de la Southern
Publishing Association; Carl Martinson, físico consagrado; Anna Paulson Edwardson, decana de las
enfermeras en La Sierra. Especialmente los estudiantes de Hutch brillaban como misioneros en el
extranjero:

Chris Sorensen, se casó con Delia, presidente de la División del Lejano Este; los Larsens en China; los
Dahls en Manchuria; los Gjordings en Manchuria, Shangai, y Singapur.

"A la Conferencia General le gustaba tener misioneros para los campos extranjeros de Hutchinson
porque estos jóvenes eran consagrados; también poseían una mente práctica. Si necesitaban una casa,
ellos construían una buena casa. Si necesitaban algo para comer, lo plantaban de manera que tenía una
variedad en su dieta. Las personas que iban a ayudar, recibían bien a estos jóvenes misioneros".

* H. M. Johnson, entrevista personal.

UN ÚLTIMO TRIBUTO PARA LA


MENSAJERA DEL SEÑOR
A través de todo su liderazgo en el Seminario Teológico de Hutchinson, M. L. Andreasen llevaba en su
mente los consejos de los Testimonios, los cuales traduciría para el Danés, mientras predicaba, y los
cuales siguió tal como él los entendía en el programa de la escuela. "Creedle a vuestros profetas, y
seréis prosperados",1 era lo que primaba en el programa de estudio del seminario.

Nadie que había tenido la oportunidad de conocer tanto a Ellen White como a sus escritos, obtuvo
dinero debido a ello. Cierto ministro que sabía que la hermana White "no era creída sino que modesta,
de corazón cariñoso, una noble mujer" y que había "estado en su familia [la de los White] una y otra
vez, algunas veces por algunas semanas",2 publicó un libro titulado Adventismo del Séptimo Día
Renunciado siete años antes que M. L. se hiciese un Adventista. En su libro el autor firmemente
invirtió su evaluación del carácter y de la obra de Ellen White. La cuarta vez (y la última) que D. M.
Canright se reconcilió con la iglesia antes de su última partida, él admitió que, "El verdadero problema
está cerca de casa, en un corazón orgulloso y no convertido, en una falta de verdadera humildad, y de
falta de voluntad para someterse a los caminos de Dios para encontrar la verdad".3 "Cuando los
hermanos Butler, White, Andrews, Haskell, u otros han dicho algo que ha herido mis sentimientos, he
permitido que eso destruya mi confianza en la verdad".4

M. L. nunca había enfrentado a este hombre cuyos escritos habían sido un desánimo para muchos
buscadores de la verdad durante los años. Sus caminos se cruzaron bajo circunstancias inusuales.
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El 16 de Julio de 1915, Ellen White fue a descansar a su casa de Elmshaven, donde M. L. la había ido a
visitar algunos años antes. El funeral se realizó en Battle Creek. M. L. estuvo presente.

Él vio las palmeras del hospital, los helechos, y los lirios que cubrían la plataforma del gran
tabernáculo donde James y Ellen White habían hablado tantas veces. Él admiró las arreglos florales
simbólicos que representaban una rueda quebrada, una columna quebrada, y una Biblia abierta con las
palabras, "He aquí que yo vengo luego; y mi recompensa está conmigo".5 M. L. estaba sentado cerca
del féretro, ya que había sido elegido para ser uno de los guardias de honor los cuales tenían que servir
de a dos al mismo tiempo, uno a la cabeza, y el otro a los pies. Fuera de M. L., estaban L. H. Christian
de Chicago, C. S. Longcare del Departamento de Libertad Religiosa de la Conferencia General, y
pastores de Grand Rapids, Indianapolis, y Chicago, completando así los seis.6

Durante dos horas más de 4.000 personas pasaron por ahí, dando una última mirada, dándole sus
últimos respetos.7 M. L. había especialmente observado a dos hermanos de edad, uno un Adventista, el
otro no. Ambos parecían estar muy emocionados. Cuando le tocó la vez a M. L. de tomar su lugar en la
guardia, él observó que ambos hermanos aun estaban atrás sentados en un banco de la iglesia.
Repentinamente uno de ellos se volvió hacia el otro y le susurró algo en el oído. Entonces ambos
fueron hacia el pasillo y nuevamente se unieron al gentío que se movía hacia adelante. Cuando
llegaron, el antiguo líder Adventista puso su mano a un lado del ataúd, y con lágrimas rodando por sus
mejillas, dijo con voz quebrada, "Una noble mujer cristiana se ha ido".8

D. M. Canright había dicho la verdad una vez más. M. L. lo escuchó. Dieciocho años más tarde,
cuando era Presidente del Union College, Andreasen escribió;

Yo era uno de los guardias de honor cuando el cuerpo de la Sra. E. G. White fue colocado en el
tabernáculo en Battle Creek, Michigan, y estaba de servicio cuando el Sr. Canright se aproximó al
féretro. Yo escuché las palabras dichas por D. M. Canright, y testifico de su exactitud.9
1
2 Crónicas 20:20.
2
D. M. Canright, "Una Conversación Clara con los Murmuradores", Review and Herald, 26 de Abril
de 1877.
3
????, "A Aquellos que Están en un Castillo de Dudas", Ibíd., 10 de Febrero de 1885.
4
Canright, "Ítems de Experiencia", Ibíd.. 2 de Diciembre de 1884. "Notas Biográficas de Ellen G.
White (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1915), páginas 462-463.
5
Notas Biográficas de Ellen G. White (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1915), páginas
462-463.
6
Ibíd., página 463.
7
Ibíd.
8
W. A. Spicer, El Espíritu de Profecía en el Movimiento del Advento, página 127.
9
Citado en W. H. Branson, Respuesta a Canright (Takoma Park, Washington, D.C.: Review and
Herald Pub. Assn., 1933), página 288.

PROFESOR DEL UNION COLLEGE 1918-1922


WASHINGTON 1922-1924
En 1918 M. L. dejó Hutchinson y se fue al Union College.
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En la reunión campal de Minnesota en 1918 el Profesor H. A. Morrison, el presidente del Union
College, pareció de alguna manera estar interesado en mi. Él me rodeó varias veces y me aquilató de
varios ángulos. Finalmente se aproximó de mí y me preguntó si estaría interesado en ir al Union
College e enseñar [Biblia e Historia]. Yo lo estaba, pero no tenía ningún grado. Sin embargo, al mirar
nuevamente mis créditos se encontró que tenía más de lo necesario para un grado. Tal me podrían dar
un grado un poco especial. Yo no quería eso, y les sugerí que iría a la Universidad [de Nebraska, en
Lincoln] y vería lo que ellos podrían hacer. Ellos no harían nada. De hecho me despedazaron el
corazón al rechazar la mayoría de mis créditos y me dejaron apenas con un años y medio de créditos
aceptados, lo cual significaba que tendría que hacer dos años y medio para poder obtener mi B.A. no
me sentí muy bien, pero habiendo puesto la mano en el arado, me matriculé. El trabajo era fácil para
mí, porque ya lo había realizado en otros lugares. De hecho, ya había enseñado lo que ahora me
tocaba aprender. De tal manera que en menos de dos años terminé los requisitos, me gradué, y recibí
mi B.A., para poder enseñar a tiempo completo en el Union College.

Años más tarde un colega explicó que M. L. estaba enfrentando problemas en su enseñanza:

"Como cabeza del departamento de Biblia en el Union, Andreasen sucedió a Camden Lacey. El
hermano Lacey era un Inglés. Era un buen estudiante de la Biblia, y también sabía muy el Inglés. Para
que Andreasen tuviera éxito con su acento Escandinavo y con su manera más bien no convencional de
aproximarse a la Biblia, era una empresa poco menos que imposible. Varios de la facultad expresaron
sus dudas de que él pudiera conseguir el respeto de los estudiantes, como lo había conseguido el
hermano Lacey".

Un estudiante de aquellos días recuerda, "La primera vez que lo vi fue en la reunión campal de Kansas,
y en aquel tiempo él vino al Union. Yo estaba sentado en la tienda durante una reunión la reunión de
los jóvenes una tarde, cuando los ministros fueron a la plataforma, juntamente con este hombre vestido
con un arrugado traje gris claro. Él tenía un caminar muy elegante, que lo llamaba de contorneo. Yo lo
tomé por un nuevo convertido en nuestra iglesia. 'Oh, ¿cómo podía él subir juntamente con los
ministros?' me preocupé por él, hasta que se levantó para hablar. Entonces muy rápidamente olvidé
todo lo relacionado con su traje, y su manera de caminar. Él realmente tuvo un maravilloso mensaje.

"Más tarde tomé Doctrinas Bíblicas con él. Estoy seguro que obtuve más de la clase de Biblia que de
cualquier otra, porque él era un excelente profesor y conocía su Biblia.

"él tuvo un interés personal en sus estudiantes. Un día recibí un mensaje que decía que un amigo mío
había muerto. Yo estaba muy abatido. Cuando terminó la clase, él dijo, 'Quiero hablar contigo un
momento. Algo te está perturbando. ¿Hay algo que yo pueda hacer por ti?' realmente aprecié eso.

"él convidó a todos los que querían ir a su casa para ver su librería. Él tenía muchos libros antiguos, las
primeras ediciones. Tenía varios autobiografados por la Sra. White".

M. L. tomó un interés en el bienestar de todos los estudiantes. Como jefe de un comité, él fue ante la
mesa directiva del colegio para solicitar un gimnasio y una piscina. La mesa directa procedió a trabajar
en el financiamiento, y los estudiantes lanzaron una campaña para completar su cuota. Muy luego los
caballos del colegio comenzaron a abrir y a cavar el hoyo para la piscina. Los muchachos prometieron
tres mil horas de trabajo gratis. Un profesor supervisionó el proyecto, y M. L. tomó a cargo la
construcción. Estudiantes y profesores donaron ropas de trabajo y trabajaron como si fuera una carrera
contra el tiempo.
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Una vez un gran grupo de muchachos trabajaron toda la noche mezclando concreto para las paredes de
la piscina. A media noche la matrona y un grupo de muchachas sirvieron sándwiches y cocoa caliente.
Cuando la estructura estaba ya bien avanzada, las muchachas donaron delantales de carpintero y
clavaron el áspero piso. El edificio fue abierto al uso al comienzo de año escolar de 1920-1921.1

En cuanto al ejercicio, M. L. mostró una decidida preferencia por el handball, un juego muy causativo
que separaba los hombres de los muchachos. Dos hombres tiraban una pelota contra tres paredes,
proveyendo mucho más trabajo que el volleyball. M. L. acostumbraba a ir al YMCA a jugar. Un año él
casi le gana al campeón del Estado de Nebraska.

Cuando él fue a jugar handball, M. L. llevaba un par de calcetines limpios para ponérselos después que
tomara baño. Una vez él fue directamente del handball a una reunión de oración. Durante el servicio él
metió su mano en uno de sus bolsillos para sacar el pañuelo. Y resultó ser un calcetín.

M. L. necesitaba este ejercicio vigoroso para compensar el pesado programa de estudio que él llevaba a
cabo fuera de su carga horaria como profesor. ¿Pero cuál fue la reacción a su estudio?

Yo tenía certeza que el Presidente Morrison sabía lo que yo estaba haciendo. Pero oficialmente él no
sabía nada. Pero Washington sabía. Yo era un quebrantador de la ley. Contra la clara ley yo había
ido a la Universidad. ¿Qué podía hacerse? La crisis vino cuando continué trabajando en mi grado
M.A. Yo no le había pedido permiso al presidente del colegio para ir a la escuela, porque yo sabía que
hubiera tenido que prohibírmelo. Pero Washington tenía sospechas y envió al Profesor Howell para
averiguar lo que estaba sucediendo. Yo no tenía nada que esconder, de tal manera que le conté toda la
historia y él fielmente se la informó a Washington. Entonces vino el propio hermano Daniells. Él llegó
a College View en un tiempo inconveniente. Yo tenía una clase en la universidad media hora después
que la capilla era liberada en el Union. Si yo salía de la capilla a tiempo como para tomar el carro de
la media hora, yo llegaría a mi clase a tiempo. Era algo bien sincronizado, pero la mayoría de las
veces lo conseguía. El día en que llegó el hermano Daniells, yo estaba corriendo para tomar el carro.
Yo no lo había visto hasta que me llamó. Yo le respondí que tenía una clase en la universidad, y que lo
vería más tarde. Aun puedo verlo parado en la calle desalentado, mientras yo estaba en las pisaderas
del carro alejándome rápidamente. No creo que me haya amado mucho en aquel tiempo. El carro ya
había andado varias cuadras antes de que me diera cuenta de lo poco cortés y poco cariñoso que
había sido. ¿Debía bajarme y volver? Pero sería un largo camino, y él ya se habría ido a aquella
hora. De tal manera que permanecí en el carro. Pero no aproveché mucho mi clase ese día.

Cuando vi al hermano Daniells más tarde ese día, le di las debidas disculpas. Pero era demasiado
tarde. Había cometido una lesa majestad, y yo lo sabía, y el hermano no estaba dispuesto a perdonar
entonces. Sabiendo que yo era culpable, no dije nada, y estaba debidamente arrepentido. Y realmente
estaba triste. Me llevó un par de años para que la amistas se restaurase.

Tal como sucedió, el padre y la hija mayor recibieron ambos su grado de M.A. el mismo día, el 13 de
Agosto de 1922.

Mientras tanto, habían llegado las dificultades al Union. M. L. lo explica diciendo que "había una
situación en el colegio que provocó una clara división entre un gran número de la facultad y de la mesa
directiva". Él le dijo a Annie, "Esto es complicado. Todo puede suceder. ¿Qué haremos si somos
forzados a tomar una posición firme?"

"Toma tu posición, y deja que las consecuencias sean las que fueren", fue su respuesta.
Pág. 47
Al final del año escolar, cerca de diez miembros de facultad dejaron el Union con el unánime
consentimiento de la mesa directiva. M. L. fue uno de los que renunció, pero fue hecho un arreglo a
través del cual muchos de ellos, incluyendo M. L., fueron transferidos al Colegio Misionero de
Washington, en Takoma Park, Maryland. M. L. permaneció ahí durante dos años.

El enseñar en el Colegio Misionero de Washington no le dio a M. L. la libertad que había disfrutado en


el Union. Él era infeliz en sus clases de Biblia, porque se sentía obligado a "enseñar de la manera en
que ellos enseñaban ahí". Pidió una clase de Historia Americana, el campo en el cual él había obtenido
su Maestría. En esa clase pudo ser él mismo. Pero la atadura teológica continuó. En la convención de
profesores de Colorado Springs, él le confidenció a un colega, "Mi conciencia no me permite más
enseñar Biblia". Aun cuando H. A. Morrison (que ahora era presidente del Colegio Misionero de
Washington) y los estudiantes estaban de su parte, Andreasen decidió irse.

En años posteriores una de sus estudiantes jóvenes resumió la manera en que Andreasen se aproximaba
al estudio de la verdad: "Ese hombre podía ir al centro de cada asunto. Él era honesto, absolutamente
honesto. Y él sentía que cuando uno había investigado, no debía partir de ninguna idea preconcebida,
que la verdad nunca tenía que ser defendida a partir de un punto de vista previo. La verdad es la verdad.
Si usted es capaz de aclarar su mente, de tal manera que pueda conseguir un proyecto investigador
viendo otros ángulos fuera de aquellos que usted mismo está buscando, si en este proceso usted
encuentra algo que parece ir en contra de lo que a usted le parecía la verdad, continúe la cacería, y todo
quedará claro. Así lo hacía M. L.".

Él usaba ese método aun en situaciones informales. A él le gustaba que los estudiantes pensasen algo
hasta el fin, para que llegaran a una conclusión por ellos mismos. Entonces él les mostraría cómo la
Biblia o el Espíritu de Profecía lo había dicho siempre así.

Le gustaba sentarse con un pequeño grupo y hablar del cielo, lo que significaba, cómo sería. "Pongan
su mente a trabajar", diría. Los estudiantes hablarían con sus imaginaciones corriendo a toda velocidad.
Antes que terminaran, M. L. citaría un pequeño verso que dejaría todo claro.

"Escucharemos el canto que Pablo y Silas cantaron y que hizo con que la cárcel se cayera.
Escucharemos el canto de Moisés, el canto de Miriam. Y entonces escucharemos el canto de Dios. 'Él
se alegrará sobre ti con canto'. ¿Quién va a cantar un dúo con Dios?" Entonces él iría a sus archivos y
sacaría una tarjeta que le añadiría algo al pensamiento en cuestión.

M. L. quería que los demás recibiesen crédito. Una vez un amigo de él hizo una revista de Escuela
sabática. Cuando M. L. se levantó para proceder a pasar el estudio de la lección, dijo, "yo no se si usted
ya lo sabe o no, pero acaba de escuchar algo".

Mientras enseñaba en Washington, M. L. le sacaron el apéndice en una operación. En uno de los libros
él cuenta su experiencia cuando despertó de la anestesia:

Era la víspera de Navidad. Yo desperté después de la operación. ... Yo estuve conciente por un
momento, y luego me volví a quedar inconciente nuevamente. Pero en ese momento escuché cantar a
los ángeles "Noche Silenciosa, Noche Santa".

Estos "ángeles" eran las enfermeras de la institución que habían estado pasando por los pasillos
cantando este lindo canto de Navidad, el cual se ha vuelto el favorito en tantos países. Sus voces eran
dulces y apacibles, y en mi estado semi-conciente yo realmente pensé que estaba en el cielo.
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Cuando volví a estar conciente, ahora por un tiempo un poco más prolongado, nuevamente escuché el
canto. Yo estaba solo en la pieza; todo era paz; y el canto se venía acercando. A través de mis ojos
nublados vi figuras vestidas de blanco pasando por el pasillo y oí el canto de los ángeles alejándose
gradualmente. Ahora sabía que estaba en el cielo; todas mis pruebas se habían terminado; todo estaba
bien con mi alma; y en dulce contentamiento me hundí en la almohada y nuevamente estaba en el país
de la inconciencia. Nunca olvidaré la alegría y la paz que penetró todo mi ser cuando descansé en la
dulce conciencia de que mis pecados estaban perdonados y que la salvación estaba asegurada.

Cuando desperté por tercera vez, una enfermera estaba inclinada sobre mí y calmadamente me estaba
preguntando cómo me estaba sintiendo. ¿Sintiendo? ¿Qué me había sucedido? ¿No estaba en el cielo?
Ella tocó la venda. ¡La venda! ¡Tenía una venda puesta? Yo la sentí. Estaba ahí. Yo no estaba en el
cielo. Estaba en un hospital. La desilusión no era fácil de ser descrita.2

Como cabeza del departamento de Biblia en el Union College y del departamento de teología del
Colegio Misionero de Washington, Andreasen contaba a sus estudiantes por decenas. Entonces un día
se le dio la oportunidad de contar a sus estudiantes por miles. Se le pidió que preparara una serie de
lecciones para la mayor universidad del mundo, la Escuela sabática. Él aceptó el desafío. Ciertamente,
él no vería a sus estudiantes, y ellos ni siquiera sabrían su nombre, pero él podría ayudarlos a todos a
pensar las cosas hasta el fin a medida que estudiaran las lecciones alrededor de todo el mundo, que se
llamaban "La Vida Cristiana". En el tiempo en que las lecciones comenzaron a ser usadas durante el
cuarto trimestre de 1924, M. L. ya había comenzado a trabajar como presidente de la Asociación de
Minnesota.
1
Everett Dick, Union College, páginas 256-257.
2
M. L. Andreasen, La Fe Por la Cual Vivir, páginas 126-127.

LA ASOCIACION DE MINNESOTA 1924-1931


Aun cuando se me pidió que entrara en contacto con el Departamento de la Escuela Sabática de la
Conferencia General, y también se me había ofrecido la presidencia de un colegio establecido, yo no
acepté, y acepté el llamado para ser presidente de la Asociación de Minnesota. Yo esperaba que ahí
podría asistir a la Universidad de Minnesota, para continuar con mi trabajo escolar. Tendría más
libertad. Pero no salió así. Descubrí que no podía trabajar como presidente y también ir a la escuela.

La hija de M. L., Vesta, comenta: "Cuando papá aceptó la presidencia de la Asociación de Minnesota
[en 1924], él dijo que la había aceptado, pero que no estaría sentado en la oficina todo el día. Cuando
consiguiese terminar su trabajo [del día] él se iría. Tal vez se iría a la casa a escribir, o a la librería a
estudiar. Él no iba a desperdiciar todo un día en la oficina. Él nunca consiguió hacerlo. Si no había nada
más que hacer, estaba escribiendo.

"Cuando viajaba por Minnesota, llevaba una máquina de escribir con él en el auto, para escribir sus
sermones o para escribir. Aun cuando no era muy inclinado a la mecánica, él hizo una mesa para
escribir que bien pudo haber sido patentada".

M. L. consideró que una parte importante de su trabajo consistía en llamar a los miembros en sus
hogares, y también visitando las iglesias. Le gustaba que Annie lo acompañara en sus visitas siempre
que fuese posible. Él acostumbraba a decir, "Mamá, tenemos que hacer un viaje hoy. ¿Puedes estar lista
en 15 minutos?" Él sabía que ella podía estar lista.
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La mayor parte de las personas en Minnesota, incluyendo a los ASD, vivían en campos en la década de
1920. Dejas las comodidades de la ciudad y visitar las personas en el campo era como dar un paso atrás
al siglo XIX. Cuando M. L. y Annie iban a llegar a un hogar de un hermano de la iglesia un viernes en
la tarde, probablemente encontrarían a los niños bombeando agua para llenar los baldes que estarían al
lado de la puerta de la cocina. Temprano en el día ellos habían derramado parafina en las lámparas y en
las linternas, y habían sacado el hollín de la lámpara de la chimenea.

En su pieza, M. L. y Annie encontrarían un gran cántaro con agua y un lavatorio, ambos de un grueso
enlozado. Así se podían refrescar después de su pasada a través de las nubes de polvo que levantaban
las sucias ruedas. Y sucias que eran, especialmente las ruedas laterales. Sólo la décima parte de las
carreteras Estatales eran pavimentadas en 1924; un quinto ni siquiera tenían ripio.

Durante los cuatro o cinco meses en que la nieve caía sobre la tierra, los campesinos sólo podían Salir a
través de un trineo tirado por un caballo. Los niños a menudo caminaban dos o más kilómetros para
llegar a la escuela del condado. Aun cuando después de 1928 las principales carreteras tenían equipo
quitanieve, fue mucho más tarde que las carreteras y las calles secundarias quedaron abiertas para los
automóviles. En cada mes de Abril, cuando la nieve y el hielo se derretían en el suelo, las sucias
carreteras podían volverse inmensos hoyos llenos de barro. Los meses restantes, cada vez que llovía,
las carreteras se llenaban de charcos y surcos. Solamente en la década de 1930 fue colocado el ripio y
le colocaron una inclinación, quedando así para "todo-tiempo".

Cuando M. L. y Annie hacían sus visitas a las iglesias, a menudo encontrarían las carreteras cerradas
con una señal que decía "Desvío", que era la primera palabra que aprendían algunos niños campesinos
a leer. En su visita al año siguiente encontrarían que la carretera estaría con ripio, inclinada, y tal vez
alquitranada. En otro viaje podrían andar sobre una carretera con orillas, con curvas bien hechas,
reemplazando algunas de las 1.379 curvas cerradas que habían plagado las carreteras Estatales.
Nuevamente, estaban agradecidos de poder ver peligrosos cruces eliminados debido al nuevo trazado
de carreteras a un lado de la línea del tren.

Los miembros de iglesia muy luego descubrieron que los Andreasens eran fáciles de ser entretenidos.
Nada les gustaba más que ser tratados como campesinos. Ellos se deliciaban si podían comer sobre un
hule encerado sin el lujo de un mantel. Si M. L. pedía un vaso de agua, quedaba muy contento si le
decían dónde podía encontrarlo. Una vez cuando estaba haciendo una visita sólo, la familia se había
cambiado recién, y la dueña de casa se estaba disculpando. "¿Qué quiere usted decir?” le preguntó.
"Estamos comiendo en la parte de atrás de la cocina, ¿no es verdad?" Si habían muchos porotos para
comer, M. L. estaba feliz.

M. L. y Annie fueron capaces de nadar sobre carreteras pavimentadas entre su hogar en Saint Paul y el
campo durante su quinta reunión campal en Anoka. En aquel tiempo la ocupación de M. L. en
Minnesota terminó en 1931, y tres cuartos de las de los 4.400 Km de carreteras estatales estaban libres
de polvo, y 1.000 Km no lo estaban.*

Un mujer cuyo hogar los Andreasens visitaron varias veces había provisto cuadros personalizados:

"Él tenía una habilidad inusual para observar a todos los niños de una familia. Muy luego o estaría
jugando algún juego con ellos o haciendo cualquier otra cosa que fuese atractiva para ellos. Cada vez
que sabíamos que iba a venir, los niños estarían tan contentos como nosotros lo estábamos.
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"En una ocasión cuando ellos vinieron, nosotros teníamos una nueva guagua con grandes ojos cafés.
Los Andreasens aun no la habían visto antes. Cuando entraron, el hermano Andreasen dijo, 'Yo se que
sus ojos son azules'. 'No, no lo son. Son cafés', le respondí. Él tomó a su hermana de la mano, y fueron
hasta la cuna. La guagua estaba mirando hacia arriba con sus grandes ojos cafés. Él la miró, y dijo,
'Bien, los blancos son azules', y salió.

"Una vez alguien estaba golpeando en la puerta trasera. Era el hermano Andreasen. '¿Dónde está el Sr.
Andreasen?' pregunté. 'Bien, mi auto no quiere andar. Se detuvo como a cuatro cuadras de aquí. He
estado ahí casi durante media hora, tratando de hacerlo andar. Venía pensando que tal vez Will podría
ir hasta allá en su auto, a buscar a mamá, y traerla hasta aquí'. En apenas unos pocos minutos ambos
autos llegaron. El hermano Andreasen entró en mi cocina. 'No me parece que Hill sea muy
considerado'. '¿Qué quiere decir usted?' le dije. 'Bien, yo creo que él por lo menos pudo haber hecho
aparecer como si hubiese sido difícil hacerlo andar'".

En 1929 un joven ministro recién graduado fue llamado para ser líder de los jóvenes en la Asociación
de Minnesota. Su esposa nos cuenta sobre su primer año:

"Nosotros vimos cuán generoso era el hermano Andreasen con su hogar si alguien llegaba al pueblo y
quería pasar la noche, o si aparecía alguna persona necesitada. Cuando al principio él nos llamó para
Minnesota, nosotros vivimos con ellos durante casi un año. Nunca hubo el más leve roce entre
nosotros. Nosotros teníamos que usar todos los cuartos en forma compartida, menos los dormitorios.
Nosotros estábamos recién casados. El crédito fue para la Sra. A.

"La madre del hermano Andreasen estaba viviendo con nosotros. Ella era una mujer con tanta energía
que la Sra. A pasaba mucho tiempo tratando de mantenerla ocupada. Ella quería salir para barrer y
limpiar. La Sra. A tenía que ser diplomática en su trato. A la abuela le gustaba coser, de tal manera que
la Sra. A le compraba metros y más metros de material y le decía lo que tenía que hacer. En la tarde ya
lo había usado todo.

"Tuvimos nuestro primer árbol de Navidad después que nos casamos. Los árboles de Navidad eran
mirados entre ojos en la denominación. Nosotros no nacimos siendo Adventistas, y siempre habíamos
tenido un árbol en nuestros hogares. Dudamos en preguntarle al hermano Andreasen, pero no teníamos
ninguna duda al respecto. Podíamos tenerlo. Era un árbol pequeño que fue colocado sobre la mesa de
cenar. Él lo disfrutó con sus bolitas y sus oropeles; no tenía velas. Un día uno de los muy antiguos y
estrictos ministros vino a la casa de A durante la época de Navidad. Pudimos ver que había un poco de
preocupación en los As debido al árbol. Pero el hermano visitante tuvo su pequeña conversación con el
presidente y nunca dijo nada sobre el árbol.

"La Sra. A era una dueña de casa inmaculada, y una muy buena cocinera. Ocasionalmente hacía
pequeñas delicias. Las personas le pedían las recetas para hacer galletas".

Una vez, durante varias semanas, M. L. tomó a un ex-estudiante para visitar las iglesias y para que
hablara de sus experiencias en China. Todos los viernes llegaban para buscar a la esposa y a dos niños
pequeños para que estuvieran con ellos en alguna iglesia los Sábados. Durante la semana la familia
permanecía con Annie. M. L. dijo, "Si tú puedes quedarte con mamá, entonces puedes quedarte para
siempre". La esposa del misionero comentó, "Mamá era una muñeca, tan modesta y sin embargo tan
majestuosa. Ella era muy tranquila y sincera, atendía sus propias cosas, nunca andaba con chismes. Le
gustaban las personas".
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Mientras M. L. estaba alerta para que aun un misionero con permiso hiciese su contribución, él también
manifestó interés en la salud de los ministros que estaban a su cargo. Una vez él dijo, "Hermano Smith,
usted debiera tomarse el lunes de cada semana. Como presidente de la Asociación no debiera decírselo,
pero se lo estoy diciendo". En años posteriores, otro ex-estudiante estaba pastoreando una gran iglesia,
hablando en la radio cinco días a la semana. Un día M. L. le dijo, "Tienes que disminuir el ritmo".
entonces añadió humorísticamente, "Si no lo haces, yo voy a tener que oficiar el matrimonio de tu
viuda".

M. L. era cariñoso con los niños pequeños. La familia de un obrero estaba viviendo en un hogar casi a
dos kilómetros de los As cuando su hijo nació. Era un niño prematuro, y M. L. quería verlo. Fue a la
casa y se llevó el niño a su casa. Fue la primera salida del niño después de haber llegado del hospital.
Cuando ese hijo creció, le gustaba mucho tener al "Tío Andy" visitando la familia.

Un ministro nos cuenta cómo cuando era un niño pequeño, no podía ir a las reuniones campales muy a
menudo, de tal manera que era algo excepcional cuando conseguía ir. En la reunión campal, le gustaba
escuchar a M. L. porque hablaba muy distintivamente, de una manera medida y que los niños podían
entender. Sin embargo, una mañana en particular, M. L. estaba hablando sobre Abraham, Taré y Lot, y
cómo dejaron Ur de los Caldeos e iban hacia un lugar que no conocían. M. L. habló acerca del
relacionamiento entre los diferentes patriarcas y sobre la yuxtaposición de sus edades, la filosofía y la
enseñanza que ellos compartieron con varias generaciones. De la manera como él habló de Terá, el
muchacho supuso que había mucho más en la Biblia sobre él que lo que en realidad había. Cuando M.
L. se refirió a la parada de Abraham en Harán, él dijo varias veces que Taré murió en Haán, omitiendo
la r. El muchacho, que nunca había escuchado antes a un Neoyorkino, pensó, ¿cómo puede el hermano
Andreasen decir que Taré murió en el cielo (Haán es parecido con Heaven en inglés) cuando la Biblia
dice que nadie morirá en el cielo? Él aguijoneó a su madre, preguntándole qué era lo que M. L. estaba
exponiendo. Ella sonrió apenas un poquito y susurró, "Harán". Eso fue suficiente.

A M. L. le gustaba visitar a sus ministros individualmente mientras trabajaban juntos, armando carpas
para reuniones campales. Un predicador que entonces estaba justo comenzando su ministerio, relata,
"Él disfrutaba tomando un trabajador joven por sorpresa preguntándole algo que podía no ser fácil
responder inmediatamente. Él se acercó a mí y me preguntó, '¿Cómo definiría usted, en una palabra,
"alma"?' yo pensé un momento y le respondí, 'Personalidad'. Él miró hacia el piso meditativamente por
algunos momentos, y entonces respondió, 'No creo que puedan agarrarte en eso', y se fue, posiblemente
para tratar de hacerle la misma pregunta a otra persona".

A veces su trabajo le planteaba preguntas que M. L. no era capaz de responder. Una vez se le pidió que
le orara a una profesora que había vivido bajo el techo de Andreasen más de una vez. Ahora el cáncer
la estaba consumiendo. Parecía ser que aquí había un caso en que el Señor podía intervenir. Durante el
transcurso de su oración, M. L. dijo, "Padre, si Tú no puedes ver cómo responder nuestro pedido,
nosotros trataremos de entender. Pero no será fácil". Ellos tuvieron que aguantar, porque ella no se
recuperó.

M. L. algunas veces contaba una experiencia, que el sólo hecho de contarla lo hacía transpirar un poco.
Tenía que ver con una atractiva y joven instructora bíblica y un joven que demostró estar más
interesado en ella que en la Biblia. Él era un muchacho inteligente y trabajador, que había decidido que
la instructora bíblica sería su esposa. Ella le aseguró que no se casaría con una persona que no fuese de
su fe, pero él persistió. Finalmente ella dijo, "Si el hermano Andreasen efectúa la ceremonia, me casaré
contigo".
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M. L. fue muy tentado. Este era un joven ideal, y había demostrado tener un muy buen gusto al elegir a
una joven así. Pero le faltaba la calificación más importante. M. L. sabía que tenía que guiarlo por
principios. Por lo tanto en forma reacia declaró que no lo haría. Instantáneamente la muchacha dijo,
"Yo sabía que usted no lo haría". M. L. nunca se olvidó de cuán cerca estuvo de caer.

Algunos meses antes de la sesión de la Conferencia General de Milwaukee en 1926, Andreasen recibió
una invitación formal para presentar un sermón devocional a las 8:00 horas. Él se fue a casa muy
excitado. "Piensa, ¡he sido convidado para dar un sermón en la Conferencia General!"

Annie esperó un momento, y entonces dijo muy calmadamente, "¿Sólo uno?"

A M. L. le gustaba contar esa historia. "¡Eso fue lo mejor para mí!" terminaría él. Realmente, fue la
única vez en que él se encolerizó por algo y Annie le pinchó el ego, trayéndolo nuevamente a la razón.

Él llegó a casa y dijo, "Bien, mamá, ¿cómo encontraste el sermón de hoy?"

"Escogiste un buen texto, papá".

Una vez en una reunión campal, después que él predicó un sermón, preguntó, "Mamá, ¿cómo
encontraste eso?"

"No creo que haya sido muy bueno". En la tarde él habló nuevamente. Al término ella dijo, "Este fue
mejor que el otro".

Durante sus años como presidente de la Asociación de Minnesota, s ele pidió a M. L. para que
preparara las lecciones de la Escuela Sabática sobre Isaías, para tres trimestres. Él también escribió un
comentario, el cual fue publicado cada trimestre para acompañar las lecciones. Los jóvenes de 1928 y
1929 podrán acordarse de cómo querían aprender a pronunciar el nombre Andreasen que aparecía en
cada tapa de Isaías, el Profeta del Evangelio. Aun no sabiendo cómo se pronunciaba su nombre, aun
los jóvenes reconocieron que se trataba de un erudito.

* Informe del Comisario de Carreteras de Minnesota, 1923-1932.

PASTOREANDO EL REBAÑO
Usted no se puede permitir no estar presente este año. Espero encontrarlo en la reunión campal de
Anoka".* The Northern Union Reaper, publicado en Hutchinson, el cual llevaba este anuncio una
semana antes que M. L. y Annie dejaran el Colegio Misionero de Washington, para irse a Minnesota.
Durante un mes el presidente electo había estado animando a los miembros de iglesia para que
estuvieran ahí. "No es demasiado temprano para hacer planes para ir a la reunión campal. ... Tengamos
la mayor y la mejor reunión que jamás hayamos tenido", había escrito él. "Los tiempos lo demandan.
Dios espera que así sea". "Todos nosotros necesitamos un nuevo reavivamiento espiritual". "El
hermano Daniells ... tomará parte activa en la reunión. Dios lo ha usado grandemente los últimos años,
y nosotros esperamos grandes cosas".

Los lectores del Reaper (cosechador) estaban acostumbrados a ver artículos semanales de los
presidentes de las diferentes Asociaciones. Cada artículo cubría por lo menos una página, normalmente
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un poco más. M. L. era diferente. Raramente ocupaba una columna. Los pequeños artículos constituían
mensajes personales del pastor, y lo era, para cada miembro de su rebaño.

"Usted está cordialmente invitado a asistir del 19-29 de Junio". La próxima semana decía "Llamado de
último minuto: cuando usted esté leyendo esto, la reunión campal ya estará comenzando. ...

* Todas las citas y referencias en este capítulo son del Northern Union Reaper, ediciones fechadas
entre Abril de 1924 y Diciembre de 1929.

Si usted no ha podido venir hasta ahora, es mejor llegar tarde que no venir ... de tal manera que venga
si es que puede".

Durante el viaje de 950 Km desde Washington a Minnesota, siendo que la mayor parte eran caminos de
ripio, a menudo pasaba por la mitad de cada pueblo o ciudad, M. L. estaba pensando en el
campamento en el bello bosquecillo de árboles en la parte Sureste de Anoka, cerca de la línea
interurbana. Él casi no podía esperar hasta que las 200 familias con sus tiendas estuviesen erigidas en
filas, y la tienda Danesa-Noruega, la tienda Sueca, y las tiendas de los diversos jóvenes y niños, y el
gran pabellón sería izado entre sus polos centrales, y después sería bajado.

Las reuniones comenzarían el jueves. El miércoles en la noche M. L. y el cansado grupo de ministros


que habían trabajado tan fielmente, dejando todo listo, miraron el campamento, contentos. Podían tener
un buen sueño esa noche. Eran sólo los toques finales que quedaban para ser hechos mañana, y
entonces las familias comenzarían a llegar de todas las partes del Estado.

Mucho antes del término del día, comenzaron a caer pesadas gotas de lluvia sobre la lona y sobre las
cabezas de los ministros que estaban durmiendo. Ellos despertaron sobresaltados. Las gotas eran ahora
más gruesas; comenzó a llover. Cada hombre saltó fuera de su cama, se puso sus ropas y corrió hacia
fuera hasta colocarse en su puesto. No quería que nada cayese sobre su área.

Cuando todas las salvaguardas habían sido tomadas, los hombres mojados se juntaron en el pabellón.
El viento soplaba ahora como una ventolera. Repentinamente la lluvia cayó sobre los hombres. La luz
pestañeó.

"¡Oh, no!" gimió uno.


"¿Viste ese tremendo desgarro?" se lamentó otro.
"¡Y sus esquinas todas rasgadas!"
"¡Cuánto tendremos que trabajar para tenerlo todo listo antes de mañana en la noche!"
"Es inútil", suspiró un antiguo ministro. "El último verano apenas pudimos hacer pasar el hilo en un
pedazo rasgado bien pequeño. Con este inmenso desgarro la lona ya está muy débil debido a la edad
que tiene".
"Entonces tendremos que arrendar una tienda". Y así lo hicieron, y la tuvieron lista antes que
comenzara la reunión del atardecer.

Después de informar a respecto de la tormenta en el Reaper, M. L. hizo un apelo, "¿No hay muchos a
lo largo de la Asociación que disfrutaron tanto las reuniones en el antiguo pabellón, que no les gustaría
contribuir para poder comprar uno nuevo?" El domingo en la reunión de la mañana se reunieron US$
1.725 en apenas algunos minutos. M. L. escribió en el Reaper que iban a comprar una tienda más
grande para poder acomodar a las visitas del Sábado. "¿No hay más que quieran invertir algo en la
nueva gran tienda? Si fuese así, por favor envíelo a través de los canales regulares".
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Mientras los miembros de la iglesia aun estaban reunidos bajo el pabellón arrendado, M. L. estaba
ideando un plan para prever futuras emergencias. En vez de tener que hacer apelos especiales, tenía que
haber un camino para que cada familia hiciese contribuciones regulares en proporción a sus ingresos.
¡De repente se le ocurrió! ¿Por qué no diezmar el diezmo? El comité de la Asociación concordó.
Andreasen escribió: "Confiamos en que cuando usted pague su diezmo la próxima vez, no se olvidará
del Fondo del Uno por Ciento". Un par de semanas más tarde él insertó una observación, "A menos que
lo olvidemos: a menudo olvidamos hacer las cosas que realmente queremos hacer . La última vez que
pagué mi diezmo, casi me olvidé del Fondo del Uno por Ciento".

Un par de meses más tarde se pudo hacer un informe del uso del nuevo fondo. "Este fondo nos
permitirá comprar este año 100 nuevos catres metálicos de ¾ de plaza, sin resortes, para ser usados en
reuniones campales. Aquellos que han dormido, o que han tratado de dormir, en alguno de los catres
con doble resorte, que hemos tenido que usar en las reuniones campales apreciarán estos nuevos catres,
estamos seguros. El Fondo del Uno por Ciento lo ha hecho posible, y hay otras necesidades que
debieran ser suplidas con esto, de tal manera que manténganlo en mente cuando pague su diezmo".

Las siguientes reuniones campales durante los años 20 fueron realizadas en Harvest Ingathering, hechas
en otoño. Bandas de música y otros refinamientos fueron desatendidos. En vez de ello, los miembros
individuales salieron y visitaron a los amigos no Adventistas y a los vecinos, pidiéndole contribuciones
para las misiones. M. L. condujo su propia campaña de inspiración a través del Reaper.

P. "¿Por qué debiera ir a Harvest Ingathering?"


R. "(1) Se proveyeron fondos; (2) el conocimiento de esta verdad es llevada a mis vecinos".

P. "¿Cómo puedo ir?"


R. "Con un corazón consagrado, con el renovado fervor de mi primer amor, ... con oración".

P. "¿Cuándo debo ir?"


R. "Durante la campaña de seis semanas, por lo menos diez horas, 'porque él nos amó primero'".

Dos semanas más tarde él escribió: "Haga su parte ... Donde quiera que voy encuentro a nuestro pueblo
ansioso para ponerse a trabajar y para terminarlo en un tiempo corto".

Un año, cuando llegó el tiempo de Ingathering, M. L. hizo una aproximación diferente: "Cuando salgo
para ir a bañarme, temo mucho andar en las aguas poco profundas y mojarme de a poco. Yo preferiría
zambullirme primero de cabeza y terminar con eso. ... Vaya a trabajar; sea optimista, alegre, y el
trabajo será hecho".

El año de la quiebra de la bolsa en 1929, falló todo el optimismo. Cuando pasó Diciembre, Ingathering
quedó decididamente atrás. "Quedarse atrás el último año era nada menos que una calamidad. Y sin
embargo estamos en un peligro inminente de hacerlo. ... Apelo a nuestros obreros, a nuestros hermanos,
líderes, personas, jóvenes y antiguas, para que hagan un esfuerzo más. Esta es una emergencia. No
podemos fallar. Que todos tengamos una parte que hacer. Un dólar por persona en toda la Asociación
salvará la situación".

La Asociación de Minnesota fue notada por su fuerte laicicidad. De hecho, algunos de los laicos en el
comité de la Asociación se pusieron duros con cualquier presidente de Asociación que no hubiese
favorecido su parte del campo, o asegurarse que la academia de la Asociación le estaba dando una
debida consideración. Algunos presidentes de la Asociación habían gastado solamente un par de años,
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pero M. L. continuó año tras año. Siete veces tuvo que inspirar a los miembros para que salieran y
terminaran Ingathering. Algunos líderes estaban preocupados de que si ponían en juego todas sus ideas
para conseguir el objetivo un año, no tendrían nuevas ideas para inspirar a las personas el año siguiente.
Pero M. L. no estaba preocupado. Su mente siempre estaba procurando nuevas aproximaciones.

Un año él pensó en hacer un distintivo para cada miembro registrado en una reunión campal. Llevando
su nombre y dirección, el miembro pensaba que estaba asistiendo a una sesión de la Conferencia
General o a una convención profesional. También le ayudó a M. L. a llamar a cada miembro por su
nombre.

Un método típico que M. L. usó para asegurar la cooperación de los laicos era invitar a tantos como
pudiesen quedarse después de la reunión para ayudar a quebrar el campo de tal manera que los
ministros pudiesen llegar a su trabajo regular más rápidamente. "Ciertamente fuimos bendecidos con
buen tiempo para la reunión campal este año y también para desarmar el campo. La mayoría de las
tiendas estaban desarmadas y en el almacén el lunes por la tarde, y el terreno quedaba limpio el
miércoles en la tarde. La asistencia de los laicos que se quedaban después de la reunión campal y que
ayudaban en este trabajo era muy apreciada".

Cuando Michigan estaba llevando a cabo sus reuniones campales en los terrenos de una feria,
Minnesota ya había levantado un edificio permanente en su terreno. Hubieron miembros que objetaron,
pero M. L. había estudiado los Testimonios sobre ese asunto y consultó con los hombres de la
Conferencia General y de la Unión. La decisión fue tomada que un sitio permanente tenía que ser
llevado a cabo.

De acuerdo con el informe de las ofrendas per-capita de la misión enviado por la Conferencia General
para el primer trimestre de 1925, Minnesota era una de las más pobres Asociaciones en Norteamérica.
Al año siguiente ya estaba mejor, reuniendo casi 40 centavos semanales por miembro, dos tercios de
los 60 centavos semanales del blanco. "algunos pueden hacer un poco más. Y yo creo que hay
suficientes que pueden hacer un poco más para reunir todo el blanco, el último tercio. Un tercio más
para poder completar los tres tercios. ¿Quién ayudará? ¿Quién aumentará esta ofrenda? Esto puede ser
hecho. hagámoslo. Y comencemos temprano este año, ahora mismo. Minnesota juntará el último
tercio".

M. L. inventó el Día Cuadrado: "En esta campaña los dólares significan almas. ... Trabajo, oración, y
entonces trabajar un poco más. Al final del año quiero ver a todas las iglesias cuadradas con su blanco
de 60 centavos semanales. Que todos los obreros hagan su parte. Que todos los oficiales se hagan cargo
de sus responsabilidades. Que las mujeres se sumen al trabajo. Empujemos todos juntos, y entonces
Minnesota no se quedará atrás".

No importaba qué actividad especial estuviese prevista en el calendario, M. L. tenía por lo menos una
sentencia para ayudar en este sentido:

"La 'Cosa más Importante' ahora es la 'Gran Semana'".

"La campaña de suscripción de la Signs of the Times comienza el próximo Sábado. Apoyémosla todos,
y recordemos, 'Más Señales (Signs), más almas'".

"Suscríbase a la Review y manténgase informado con el mensaje".


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"Que el amor de Cristo, que lo dio por nosotros, nos constriña para darle un aporte liberal el próximo
Sábado en la ofrenda del decimotercer Sábado".

Los miembros más aislados del rebaño no fueron olvidados. Un año M. L. les envió todos los
programas de las reuniones de tal manera que "todos los que, por alguna razón no pueden venir a las
reuniones campales [puedan] unirse a nosotros buscando al Señor. El programa diario lo capacitará
para unirse de corazón con nosotros al mismo tiempo en que las reuniones están siendo realizadas en el
campo".

Las carreteras secundarias no eran limpiadas de la nieve al final de la década de 1920, de tal manera
que durante semanas, algunos miembros de iglesia quedaban aislados debido a la nieve. "Pero estos no
están privados de las bendiciones de la Escuela Sabática del hogar", escribió M. L. "Aun si hay sólo
una persona, él puede pertenecer al Departamento del Hogar. Que separe un poco de tiempo para la
Review y que estudie la lección. Que ore en forma audible o silenciosa. Que separe su ofrenda, la cual
podrá ser entregada en la primera oportunidad, y que guarde un registro fiel de ellas". "La alegría y las
bendiciones de la presencia del Señor, no necesariamente depende de los números o de la presencia de
un ministro. Él ha prometido estar con nosotros aun hasta el mismo fin, y no importa cuán aislados
podamos estar".

Las radios estaban comenzando a llegar a los hogares de Minnesota. En Marzo de 1929, tres años
después que H. M. S. Richards hizo su primer programa de radio, M. L. comenzó un programa
experimental de tres semanas en la radio "los Sábados en la tarde, para beneficio de nuestros creyentes
aislados, como también para los pequeños grupos que no poseen un pastor".

"Está planeado que el hermano Andreasen pase el sermón en el servicio de la tarde de la radio el
próximo Sábado. Muchos han escrito sobre vecinos que han escuchado estos servicios, y otros han sido
convidados a un hogar de un vecino para escuchar la programación. ... Asegúrese de seguir este interés
tan discretamente como sea posible, y esperemos que podamos obtener mucho bien de esta manera. A
las tres en punto".

Ese mismo año se hizo la primera reunión campal de jóvenes en Minnesota, dirigida por Frank Yost.
Eso sucedió tres años después que Michigan había realizado una obra pionera con la primera reunión
campal de jóvenes ASD. M. L. escribió, "Hay muchas cosas que tienen que ser consideradas al planear
una reunión campal de esta naturaleza, y no hay que cometer ningún error. Creemos firmemente que
este campamento será una gran bendición para los jóvenes que se van a beneficiar a sí mismos con este
privilegio inusual".

Cuando el año 1929 estaba llegando a su fin, M. L. sugirió un inventario personal: "¿Estamos mejor
preparados para enfrentar las luchas y las pruebas de los últimos días ahora que cuando estábamos
comenzando el año? ¿Hemos hecho algún progreso espiritual? ... ¿Se ha ganado alguna victoria
espiritual en 1929, o son las derrotas las más numerosas? ¿Somos más fieles en la observancia del
Sábado y en la devoción religiosa privada que hace doce meses atrás?

"El final de año debiera ser un tiempo cuando debiéramos hacer un balance financiero. ... Que en estos
pocos días que restan de 1929 sea un tiempo de inspección y examen del corazón y que con ese deseo
podamos redimir el tiempo y cuadremos todas las cosas con Dios y con el hombre".

En otras oportunidades los artículos serían solamente devocionales:


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"Porque para un hijo de Dios es indudablemente de gran importancia su propia relación con la
Divinidad. Como hijo de Dios, ¿exhibe él la semejanza de la familia y los rasgos de la familia que lo
identifican inmediatamente como habiéndose relacionado con Dios? Normalmente los hijos participan
tanto de las cualidades físicas y espirituales de los padres. Ellos pueden parecerse y actuar como el
papá o la mamá, y ellos a veces poseen 'actitudes' que son características de la familia. ...

"Apliquen esto espiritualmente. Damos por sentado que Dios no es irritable, impaciente, no cariñoso, o
sin amor. Él no habla mal de nadie, no trata a Su propia familia con exhibiciones de temperamento,
sino que cuidadosamente los protege de los demás. Él es invariablemente cariñoso y simpático y nunca
se sale del camino o dice alguna palabra que no sea cariñosa. Él es cariñoso con aquellos que no lo son,
paciente con aquellos que son desagradables, dispuesto siempre a perdonar y olvidar. Él es todo lo que
nosotros podamos concebir con respecto a algo valioso. ¿Cuánto exhibimos los rasgos familiares? Creo
que sería valioso si nos examináramos a nosotros mismos. Si otros nos ven en una explosión de
temperamento, ellos están bien concientes de nuestras limitaciones. ¿Y nosotros lo estamos?
Debiéramos estarlo. Mostremos las gracias de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a Su
maravillosa luz".

UNION COLLEGE 1931-1938


Como Presidente de la Asociación de Minnesota, yo era miembro de la mesa directiva del Union
College, y me reunía regularmente con ella (escribe M. L. en su autobiografía no publicada). El Union
College estaba teniendo problemas nuevamente, y fue necesario encontrar un nuevo presidente. Esto
no era fácil. Había algo que no estaba del todo bien con todos los candidatos sugeridos. Finalmente,
habiendo agotado toda otra posibilidad, ellos llegaron a mi nombre. ¿Aceptaría yo el trabajo? Yo me
reí. Apenas algunos años antes me habían puesto de patitas en la calle como miembro de la facultad.
Ahora se me estaba preguntando para que sirviera como presidente. Los días pasaron, y no fue
tomada ninguna decisión. Yo debiera haber dejado la sala cuando me analizaron a mí, pero yo no
podía quedarme afuera durante muchos días, de tal manera que me quedé adentro. Mi presencia no
les impidió hablar francamente. Yo disfruté de todo eso, porque sabía que no podía ser elegido, y no
me importé mucho con lo que fue dicho.

Pero al final la cosa se puso seria. Ellos no conseguían encontrar un hombre adecuado. La mayoría
estaba a mi favor, pero había una fuerte minoría en contra mía. El argumento final fue que la
Conferencia General nunca me permitiría trabajar. De tal manera que fue decidido que la
Conferencia General debía ser consultada. La respuesta fue que el Prof. C. W. Irwin, jefe del
Departamento de Educación, vendría.

Después de algunos días, él llegó al campus. Él fue enviado para decirle a la mesa directiva que yo no
podía ser elegido. Yo estaba sentado en la sala escuchando su informe, y él lo hizo bien, sin omitir
nada. Él me convenció de que yo no era el hombre. Pero la mesa directiva me eligió, y cuando a la
mañana siguiente recibí un telegrama de mi esposa diciéndome que aceptara, yo así lo hice.

La situación en el Union College no era buena. Habían sido introducidas extrañas enseñanzas que
afectaron tanto a los profesores como a los alumnos. El presidente había renunciado a la fe, y había
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influenciado a los profesores y a los estudiantes para que hicieran lo mismo. El jefe de los profesores
de Biblia había seguido al presidente, pero era evidente que no sabía lo que este había hecho. Él
murió muy luego, considerándose un buen Adventista, pero que había sido mal juzgado por sus
hermanos. Él era un buen hombre y un cristiano.

El Union College estaba en un mal camino. Había perdido la confianza del campo como siendo un
lugar seguro como para enviar a los jóvenes. El primer día del próximo año escolar, matriculamos
menos de 200 estudiantes. Estábamos con grandes deudas. Cada vez que el reloj daba las horas,
nosotros debíamos 5 dólares más. Y el futuro no se veía bien. Había que capear el temporal. El Union
tenía ahora un presidente no aprobado por la Conferencia General. El Union estaba sentenciado.

Yo tenía que colocar las cosas en orden, ser un reformista. Fue un año duro para mí. Tenía una
posición que no merecía y para la cual no estaba preparado. La facultad hizo bien en ajustarse a mí.
Gradualmente comenzaron a hablarme.

Aun cuando esta es la evaluación de M. L. sobre la situación, las expectativas no eran del todo
negativas. Este editorial apareció en el Central Union Outlook el 4 de Agosto de 1931, con una foro de
M. L.

"El Profesor Andreasen es un educador de larga experiencia y un orador público de inusual habilidad.
Su placentera y afable disposición le ha granjeado amigos en todas partes. El editor de este artículo
felicita al colegio para que sea capaz de retener a un hombre de tal fortaleza y experiencia como lo es
su presidente. La juventud que asiste al Union College bajo la administración del Profesor Andreasen
será inspirada por su entusiasmo, su fidelidad, su sinceridad, y su integridad cristiana".

El 1 de Diciembre, apareció este artículo de M. L. en el diario:

"Si algún esfuerzo va a tener éxito, tiene que ser planificado a largo plazo. Eso es lo que estamos
haciendo en el Union College. Estamos planificando para el segundo semestre, y también para el
próximo año, y para los próximos años. Si el Maestro se demora, tenemos que estar ‘ocupados’.

"Los estudiantes del Union College están ahora enviando cientos de cartas a posibles estudiantes, y
nosotros esperamos resultados bien definidos de esta campaña.

"Necesitamos más estudiantes. Una mayor asistencia ayudaría materialmente a resolver algunos de los
problemas que estamos enfrentando. Creemos que vamos a conseguir esa mayor asistencia. Nuestros
amigos por todas partes nos están diciendo que volverán a la escuela y que la apoyarán lo más que
puedan. Creemos que así lo harán.

"Todo el campo nos está apoyando. La facultad está trabajando duro. Estamos estirando cada nervio
para hacer del Union un mayor y mejor colegio el próximo año. Creemos que vamos a tener éxito.
Estamos tratando de merecer vuestro apoyo. Planifiquen para el próximo año, pero no se olviden de
que hay una excelente oportunidad para hacer un trabajo de medio año en el segundo semestre de este
año".

Las actividades escritas de los estudiantes han sido colocadas en la capilla el lunes antes del día de
Acción de Gracia. Agradecido de que el año había tenido un comienzo tan bueno, M. L. estaba sin
embargo ansioso para que vinieran más jóvenes para compartir las bendiciones. Él le pidió a los
estudiantes colocar en un par de palabras que "Mamá Union" quería identificarlos a ellos. Un
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estudiante tras otro se levantó para expresar su gratitud. A menudo varios estudiantes se levantaban al
mismo tiempo, esperando su oportunidad para testimoniar cómo el Union había bendecido sus vidas.

M. L. inclinaba su cabeza a medida que a cada estudiante le tocaba su turno: "Aprecio la placentera
asociación con profesores y estudiantes cristianos". "Estoy agradecido por el reconfortante espíritu
cristiano expresado en un interés personal en cada miembro de la familia de la escuela". "¡Cómo le
agradezco a Dios por mi progreso espiritual desde que llegué aquí!". "Quiero ser fiel al espíritu de
trabajo de los pioneros que fundaron el Union". "Conozco a jóvenes en mi iglesia que debieran tener el
privilegio de estar aquí. Yo quiero convidarlos".

M. L. resumió los sentimientos de los estudiantes: "Ustedes preguntan qué es lo que podemos hacer
para que el colegio aumente su utilidad. Es muy simple: Vayan y cuéntenle a sus amigos lo que el
Union ha hecho por ustedes".

El 5 de Abril de 1932, M. L. escribió lo siguiente: "Progreso en el Union College".

"Estamos, desde luego, duramente golpeados por las condiciones financieras. Estamos haciendo lo
mejor para economizar y lo estamos haciendo con algún éxito. Los profesores están cooperando de
todas las maneras posibles. Quiero enfatizar este punto, porque es un verdadero placer trabajar con un
grupo así de hombres y mujeres.

"Estamos tratando de permanecer fieles a la fe una vez dada a los santos. En una escuela donde hay
cientos de estudiantes con mentes activas, cuyo principal trabajo es estudiar, sería extraño si no
surgieran dificultades teológicas y otros problemas. No debemos tomar la actitud de que los estudiantes
no deben pensar. Eso sería fatal. Pero mientras seamos guiados por las enseñanzas de la Biblia y por los
escritos del Espíritu de Profecía, no nos desviaremos. Que la experiencia de los años recién pasados nos
sirvan de advertencia, de tal manera que seamos muy cuidadosos para no dar la impresión de que
estamos temerosos de que alguien piense. Ese fue un miedo que algunos tenían cuando comencé a
trabaja r en esta escuela. La ortodoxia no depende del no pensar. Las doctrinas ASD están hechas para
ser profundamente examinadas. Una manera clara de pensar sólo hace con que la verdad brille más.
Hemos tenido y tenemos algunos estudios interesantes, y yo creo que estamos consiguiendo un bien.

Entre estos estudios está la Organización y el Espíritu de Profecía".1

M. L. reconoció la gran depresión como siendo una oportunidad:

"No hay un tiempo como este para prepararse para el futuro. Hay poco trabajo para hacer y no mucho
dinero como para ahorrar. Debiéramos aconsejar a cada joven y mujer que pueda juntar algún dinero,
para que venga a la escuela este año. Las tasas han sido reducidas y se está haciendo todo esfuerzo
posible para ayudar a los estudiantes. Nunca hemos tenido una mejor facultad, y existe una
determinación por parte de todos para cooperar y hacer de este año un éxito. No sabemos si alguna vez
van a venir tiempos mejores; y si vienen, aun cuando sean cortos, será útil tener la preparación como
para hacer un trabajo eficiente cuando los tiempos mejoren un poquito".2

Un artículo apócrifo en la misma edición anunciaba:

"En una reciente reunión en la mesa directiva del Union College fue decidido que el Presidente
Andreasen, adicionalmente a su trabajo de presidente, asuma las responsabilidades de jefe del
Departamento de Biblia. Esto se hace posible debido a la reorganización en el trabajo administrativo
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del colegio, a través del cual muchos de los deberes anteriormente llevados a cabo por el presidente,
serán ejecutados por el decano ejecutivo".3

El decano nos cuenta su experiencia en llevar a cabo este arreglo: "Cuando el Presidente Andreasen me
preguntó si quería ser decano, no tenía claro lo que quería decir. Entonces fuimos a la Universidad de
Chicago para saber lo que otras personas pensaban. Concluimos que a medida que enumerábamos
diversas responsabilidades, virtualmente todas ellas eran consideradas como responsabilidades del
decano y no del presidente. M. L. preguntó, '¿Qué es lo que le queda por hacer al presidente?'. 'Si es un
buen presidente y tiene un buen decano, puede salir y jugar golf'. Salimos a una plaza que tenía unos
bancos y nos reímos bastante, pero él tomo esto bien en serio. Él había tenido serios problemas para
convencer a la mesa directiva, pero él adoptó esta posición y fue leal con la situación. Y yo también
traté de ser leal. Esto demuestra que él no era una persona egoísta.

"En aquellos años ellos no mantenían a un presidente por mucho tiempo. Hubieron 5 durante mis 16
años y medio en el Union. Él fue un buen presidente. Estábamos todos muy juntos el uno del otro, aun
cuando él era mayor que yo por varios años. Él acostumbraba hablar en la capilla acerca de los amigos
que eran capaces de explotar los reinos del silencio juntos, y nosotros podíamos hacer eso. No
necesitábamos hablar durante todo el tiempo. Puede parecer presuntuoso que yo lo diga, pero para mí
éramos espíritus afines intelectual, espiritual y teológicamente. Mi admiración por él era ilimitada, aun
cuando no concordáramos en todo.

"Más que cualquier otro presidente anterior, él consideraba que la facultad, no el presidente, era la
autoridad en asuntos educacionales".

Otros profesores recuerdan: "Él sentía que las reuniones de facultad era tiempo valioso, y que no debía
ser desperdiciado. No era un lugar como para considerar cosas insignificantes, las cuales también
podían ser manejadas a través de procesos administrativos. Él estaba interesado en la filosofía total de
la instrucción y con el curriculum completo del colegio".

"Él nos hacía sentir que éramos un equipo, que él era uno de nosotros, simplemente el jefe del grupo".

"De vuelta del Concilio de Otoño, él convidó a miembros interesados de facultad para que escucharan
un pequeño informe acerca de los planes y sentimientos. Lo que él sabía, nosotros lo sabíamos.
Nosotros no estábamos trabajando para él, nosotros estábamos trabajando con él".

La supervisión de M. L. incluía lo que algunos pueden haber considerado un asunto puramente


personal: "Él era muy franco en relación con las obligaciones de los profesores con relación al diezmo.
Él verificaba los libros de la iglesia. Él no aceptaba a un profesor que no diezmara".

El decano de M. L. recuerda, "Yo siempre estaba impresionado por la humanidad de sus acciones
disciplinarias. Recuerdo a un hombre joven que se metió en serios problemas y los negó durante
bastante tiempo. Su padre había apelado a Andreasen para que vea si lo podía conducir en forma
constructiva y para que lo ayudara, de tal manera que no arruinara la reputación del joven para el resto
de su vida. Yo como decano y él como presidente trabajamos con el joven hasta que finalmente
conseguimos que confesara. Él tenía que recibir algún castigo, y fue administrado de tal manera que no
fue apenas una palmadita en la espalda, sino que fue de tal naturaleza que nadie se dio cuenta.
Andreasen le aseguró que tanto él como yo jamás se lo mencionaríamos a nadie, y nunca lo hicimos.
Algunas veces el crimen es tan público, que el castigo también tiene que serlo.
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"Otro joven había hecho algo que, si hubiese sido conocido, habría sido expulsado y habría quedado
incapacitado para conseguir un trabajo durante mucho tiempo. Mi inclinación era ser mucho más duro.
Pero aprendí algo de Andreasen. Él acostumbraba decir que cuando un miembro de una facultad o un
ministro o un estudiante hacía algo malo, tenía que haber una conspiración de silencio en relación a
eso. No tenía que salir a la luz. Él creía firmemente que una mala acción no tenía que salir a la luz
pública, a menos que haya sido pública en su origen. Muchas malas acciones no son públicas. Cuando
había alguna situación delicada, él no dudaba en ignorar a los inspectores, que eran los miembros
regulares del comité de disciplina".

El propio M. L. nos cuenta otro de sus principios que lo guiaban:

"Algunos padres y profesores tenían la costumbre de decir No a cualquier requerimiento, a menos que
hubiesen buenas razones como para poder garantizarlo. Yo considero que debiera tomar la posición
opuesta. En vez de decir o pensar, '¿Por qué debería esto ser garantizado?' yo diría, '¿Por qué no
debería ser garantizado?' Cuando yo seguía esta línea, yo obtenía inmediatamente la buena voluntad del
niño o de la persona joven, y aun cuando a veces yo era compelido a negar un pedido, él aun me
consideraría como su amigo y volvería nuevamente en busca de consejo. Él sabía que yo pesaría bien el
problema, que lo miraría desde su punto de vista, y que trataría de ayudarlo".4

Un profesor comenta: "Una de sus políticas era que cuando algún joven venía al Union College, el
equipo tenía que reconocer que ya no estaban más en una academia, y que debían llamarlo de 'joven' o
de 'señorita'. Tenemos que demostrar que tenemos confianza de que ellos, por lo menos en un punto,
llegarían a los normas establecidas, sin ser amontonados ni acorralados todo el tiempo. Desde luego,
eso no eliminaba la disciplina. Aquellos que cometían infracciones eran castigados.

"Engañar en los exámenes era completamente tabú. Cualquiera que engañara, M. L. lo consideraba
como habiendo fallado. Tuvimos algunos casos donde esto fue realmente aplicado. Una niña fue
enviada de vuelta a su casa por haber engañado, y ella nunca volvió".

Muchos estudiantes vinieron al Union para quedarse. Pero en el Otoño de 1935, bajo el lema "Gran
Matrícula en el Union", M. L. escribió:

"no son los números los que cuentan. Estamos agradecidos por tener tantos estudiantes como los que
tenemos, pero estamos más agradecidos en saber que la gran mayoría está aquí para trabajar, y para
trabajar duro. ... También estamos agradecidos por poderles dar trabajo a todos. Es la opinión unánime
de los profesores que los estudiantes están aquí para trabajar, que estudian cada vez más y que trabajan
cada vez más. Así debiera ser. Los tiempos ciertamente no parecen prometer mucho, y hace parte de la
sabiduría prepararnos para el futuro. Hacemos del deseo de todos la oración del Union".5

Durante el año escolar de 1935-1936, dieciocho exestudiantes del Union comenzaron a trabajar afuera.
Esto no fue un accidente, porque el Union era conocido como el "Colegio de las Cuerdas Doradas". En
la pared frontal de la capilla colgaba un gran cuadro del edificio del colegio, del cual salía una cuerda
dorada que alcanzaba a cada estudiante que ya había salido a trabajar como misionero. Las cuerdas
estaban sujetas a las placas a cada lado del cuadro, representando el hemisferio a donde cada uno había
ido a trabajar.

Un viernes en la mañana durante el servicio en la capilla, M. L. le entregó tarjetas a todos los


estudiantes que estuvieran dispuestos a ir a trabajar como misioneros al extranjero, si Dios los llamaba.
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Él no hizo ningún apelo; era apenas una presentación de las necesidades y una oportunidad para que los
estudiantes supieran que estaban disponibles. Ciento veinte y cinco firmaron esas tarjetas.

El viernes en la tarde, una semana después, las cuerdas colgaban de cada uno de los 18 misioneros que
habían salido a trabajar ese año. Entonces los 125 que habían firmado las tarjetas, solemnemente fueron
adelante para ofrecerse a sí mismos para trabajar en el extranjero.6

Las oportunidades de trabajo del Union no llegaban espontáneamente, tal como se observa a partir de
observaciones que aparecían de tiempo en tiempo 1934 en el Central Union Reaper:

"Industrias que han crecido mucho. ... Más tierras arrendadas para plantar. ... Fabrica de escobas para
ser construida. ... Imprenta Capitol City, una de las industrias del Union, ha recibido un gran pedido de
varias partes del Estado por miles de libros para ser re-empastados, necesita cuatro obreros más. ... La
lechería del Union College obtuvo un conteo de bacterias de 3.000, contra la cantidad normalmente
certificada de 10.000 a 12.000. La Gerencia se ha visto obligada a aumentar el establo para acomodar a
67 nuevas vacas. En la lechería trabajan alrededor de 13 estudiantes, sacando leche, crianza de ganado,
y trabajo en el establo; embotellamiento de la leche; manufactura de queso, mantequilla, y crema. ... El
Union había pasado el temporal y había pagado una suma substancial para reducir su deuda.

Otras noticias durante el año tocaban asuntos académicos:

“Curso de Medicina, en consulta con la Conferencia General. ... Las charlas del Dr. Schilling sobre los
'Misterios de la Luz y de la Electricidad'. ... El hermano Andreasen consultó a la Conferencia General
para enseñar teología sistemática en la escuela avanzada de Biblia, a ser realizado durante seis semanas
este verano en el P.U.C.".

El 31 de Octubre de 1936, se recogió una ofrenda especial de los 25.000 miembros de la Unión Central
para poder tener una nueva librería para el Union College. Cada uno de los presidentes de Asociación
escribió un artículo acerca de eso en el Reaper. La contribución de Andreasen decía:

"La nueva librería no es una necesidad común que tal vez podríamos manejar y que podríamos
continuar sin ella si no consiguiésemos los recursos. Es una necesidad imperiosa, una de las cosas
necesarias para poder continuar como un colegio. ... Significa mucho, me siento impresionado a decir
que lo significa todo, para el Union College ... en este tiempo. Creemos ... que nuestro pueblo va a
responder no sólo liberalmente, sino que de su propia necesidad. Este proyecto no puede y no va a
fallar. ... Nuestra gran Unión Central está por detrás de este movimiento como un hombre; Dios está
yendo delante de nosotros; y la victoria está adelante. Hermanos, oren por el Union College ... su
facultad, y sus estudiantes. Mucho depende de las próximas pocas semanas".7

La nueva librería fue construida, alcanzando así uno de los urgentes prerrequisitos para la acreditación
del Union College.
1
Central Union Reaper, 5 de Abril de 1932.
2
Ibíd., 23 de Agosto de 1932.
3
Ibíd.
4
M. L. Andreasen, Una Fe por la Cual Vivir, página 181.
5
Central Union Reaper, 22 de Octubre de 1935.
6
Ibíd., 3 de Diciembre de 1935.
7
Ibíd.., 13 de Octubre de 1936.
Pág. 63

EL PRESIDENTE ANDREASEN

No hay muchas personas de las cuales usted podría escribir un libro", recuerda una de las niñas
estudiantes de M. L. "La mayoría son personas normales. Él era tan diferente; nunca había alguna
monotonía".

M. L. esta bien conciente que su apariencia personal no impresionaba. Él dijo, "Yo se lo que usted está
pensando: ¿Qué es lo que está haciendo ese pequeño renacuajo aquí?" A pesar de sus cortas piernas, él
tenía "una manera de caminar por la cual era conocido".

A pesar de (o tal vez debido a) su figura no impresionante, él tenía que mandarse a hacer su ropa de
acuerdo a su figura. Él nunca usó pantalones con bastilla. Eso era considerado afectado cuando él
comenzó su ministerio.

M. L. era un rápido conductor. En una ocasión él convidó al presidente de la Unión Central para que lo
acompañara en su Modelo Ford A, a una reunión en la que ambos tenían que ir en California. El
presidente pensó que iba a demorar mucho, de tal manera que se fue en tren. Cuando el tren llegó a
Denver, M. L. estaba en la plataforma. Cuando el tren llegó a Reno, ahí estaba M. L. Cuando llegó a
Riverside, una vez más M. L. estaba en la plataforma, esperando para conducir al presidente a la
reunión en Loma Linda.

M. L. normalmente llevaba dos cosas consigo: una tablilla con sujeta papeles para apuntar sus ideas, y
un gorro en su bolsillo para proteger su cabeza en caso que el tiempo se volviera frío. Él decía que
siempre tenía un pañuelo en su escritorio listo para pasárselo a una niña que comenzara a llorar cuando
él encontraba que tenía que amonestarla.

Él creía que tenía que mantenerse en contacto con todo lo que estaba aconteciendo alrededor del
colegio. Si había un programa de cualquier índole, él estaba ahí antes de la hora para asegurarse que
todo estuviera en orden. Su oficina estaba a un par de pasos de la capilla, de tal manera que podía ver a
los estudiantes a medida que entraban, y también estar ahí cuando eran liberados.

M. L. consiguió un nuevo grabador para el departamento de predicaciones. Una vez, cuando tuvo que
alejarse de la capilla, él concibió la idea de grabar su predicación para después poder escucharla. Esto
era una tremenda novedad en aquellos días, antes que los grabadores se hicieran populares. "Aquí estoy
yo viajando por los caminos de Oklahoma y les estoy hablando a ustedes que están en la capilla".

En la parte superior de una pizarra, en uno de los pasillos principales había una sección de 23 x 63 cm.,
donde M. L. mantenía una pequeña cita. Cada semana le decía a su secretaria que copiara una nueva
cita, la cual los estudiantes siempre miraban.

En algunas ocasiones M. L. usaba con efecto la expresión "Y eso no es bueno", decía a través de la
nariz. Si algún estudiante pedía algo en lo cual él no veía nada bueno, él decía simplemente No, y
mantenía una expresión inquebrantable en su cara, hasta que el suplicante desistía.
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"Si usted le hacía una pregunta, él podía sentarse un minuto antes de responder", se acuerda un
estudiante. "No ayudaba en nada apurarlo. Usted tenía que hacer la pregunta y esperar. Muy luego él
comenzaría a hablar".

Otros recuerdan: "Yo me maravillaba en las predicaciones de la capilla que él daba todos los lunes,
miércoles y viernes, cuando él estaba en el pueblo. Las predicaciones eran cortas, de veinte a treinta
minutos. Incluían una rica información. Él tenía un material interminable".

"Él era un predicador dinámico, y sin embargo sólo hablaba. Era diferente. A todos les gustaba
escucharlo". Una vez en una reunión campal, M. L. comenzó a la una de la tarde. Él dijo, "Lo siento
por Dios". Después de eso, nadie durmió.

Los que le escuchaban por primera vez, tenían que acostumbrarse a sus sentencias cortas, su falta de
resonancia, y su forma directa de decir las cosas. Pero muy luego se acostumbraban con eso, y
comenzaban a decir que él hablaba "poesía en prosa con un ligero acento".

M. L. tenía una manera muy simple para mantener las normas. Él colocaba su lengua detrás de los
dientes y decía, "Eso no se hace en el Union". Eso resolvía todo. En Hutchinson él trató, tanto cuanto le
fuese posible, dramatizar los textos bíblicos. Algunas veces tenía estudiantes vestidos de la manera en
que las personas se vestían en otros países, para mostrarles eso a los oyentes. Los estudiantes quedaban
impresionados. Pero cuando él estaba en el Union, fue criticado por algunos líderes por hacer eso.

Después que M. L. se volvió presidente del Union College, la asociación entre hombres y mujeres
estudiantes fue considerablemente liberalizada. Un estudiante recuerda cómo su pololeo había sido
reprendido porque ella había sido acompañada unos dos kilómetros a lo largo del boulevard hasta el
hogar donde ella trabajaba. M. L. llamó al joven para saber más detalles. Para el asombro del joven, M.
L. dejó la impresión que parecía pensar que era una delicadeza que el joven no permitiera que su polola
saliera sola a la calle cuando ya estaba oscuro. Desde luego que M. L. no era siempre tan indulgente.

"Yo creo que él debe haber sido uno de esos jóvenes Adventistas muy severo e inflexible", dijo alguien
que estaba familiarizado con él. "Yo creo que fue después que él desarrolló su tolerancia y sentido de
comprensión sobre la importancia de las demás personas. Las personas son más importantes que las
reglas".

Uno de los profesores tenía en su corbata un pequeño distintivo de la universidad donde había obtenido
su Ph.D. M. L. dijo, "El campo lo criticará a usted por eso". El profesor sabía que era él que lo
criticaba.

Un año hubo una gran discusión si los profesores deberían usar adornos en una graduación. Cuando fue
tomado el voto, la mayoría estaba a favor. M. L. dijo, "Yo veto eso".

Él había efectuado bastante trabajo en inglés como para obtener su Ph.D., de acuerdo con un asociado,
pero no dio sus exámenes. Al final de su vida M. L. dijo que si tuviera que hacerlo todo de nuevo,
habría terminado su doctorado. No que hubiera cambiado su trabajo ni un ápice, pero habría removido
cualquier excusa para que los más jóvenes criticaran su escolaridad.

Un amigo recuerda: "Él me dijo una vez que si no hubiese tenido una educación Escandinava, habría
preferido ser un profesor de Inglés. Él creía que podía combinar todas las cosas que eran importantes
para él para enseñar Inglés, coronando todo con la grandiosidad de la Biblia. Él me contó cuándo
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floreció en él la belleza de la literatura. '¿Usted se acuerda de la lectura de Shakespeare, El Mercader de
Venecia, "Cuán dulcemente duerme la luz de la luna sobre este banco"? Fue una luz que explotó e
iluminó mi vida desde entonces. Puedo entender la poesía, el arte, todo'. Fue el Presidente Andreasen
que por primera vez usó la expresión, 'Para algunas personas, la música de violín es apenas un rasquido
de crines de caballo sobre una cuerda de tripa'".

M. L. esperaba una buena escolaridad en cada fase de estudio. No importaba qué tipo de curso fuese,
vocacional, educación, educación física, él quería hacer lo mejor, de acuerdo con la norma.

En relación a los grados, M. L. simplemente rindió su grado; no había más discusiones. En cuanto a
que los estudiantes hablaban sobre los grados entre ellos mismos, él dijo, "Un estudiante del tipo A es
simplemente muy humilde como para mostrar su grado, y el estudiante pobre está muy avergonzado
como para mostrar el suyo". De tal manera que no habían comparaciones de grado entre los
estudiantes. Los grados (notas) recibidos de M. L. eran normalmente decepcionantes. Recibir una C de
él era excelente. Recibir una A era simplemente fuera de este mundo.

Las notas definitivamente no se recibían los Sábados. "Un Sábado él vino a mi oficina en el 'Castillo',
en el quinto piso de nuestro edificio administrativo", se recuerda un exestudiante. "Yo estaba sentado a
la máquina de escribir, trabajando en el libro de Isaías, el cual estábamos estudiando en clases. Él me
reprendió severamente por estudiar mi lección durante el Sábado. Yo argumenté un poco con él. Era mi
lección de la Biblia, de tal manera que, ¿cuál era la diferencia? Pero eso no le hizo cambiar un ápice".

Otro estudiante recuerda: "Varios Sábados en la tarde lo encontré andando a través del pasillo del
dormitorio para ver a quién encontraba. Una vez estábamos teniendo una discusión en nuestra pieza y
lo convidamos para que nos ayudara. Fue una de mis experiencias más maravillosas de mi vida
estudiantil. ¡El honor de haber tenido al presidente en nuestra pieza dándonos su ayuda!"

M. L. era altamente respetado por los estudiantes y era muy popular en el campus. Él fue convidado
por la clase del 32 para que fuera su patrocinador. Él estaba muy ocupado como para darnos la
supervisión que necesitábamos, escribe un miembro del curso. "Me acuerdo que nuestra clase estaba
entretenida en su hogar. Vesta estaba ahí. Teníamos bebidas y jugábamos juegos de mesa.

"Mientras él estuvo en el Union hizo arreglos para tener música el Sábado en la tarde en el comedor.
Solamente instrumental, no lenta, sino que música buena, feliz. Él a menudo expresaba el pensamiento
de que el Sábado debía ser un día de felicidad".

Varios estudiantes escogieron casarse en el hogar de Andreasen. "Él casaba a las personas en su hogar,
que quedaba a una cuadra de la esquina", escribe uno. "Mi suegra y mi cuñado, y mi hermana, mi
polola y yo éramos los únicos presentes. Yo había estado trabajando todo el verano como un cantante
evangelista. Fuimos casados a la una de la tarde, y volví inmediatamente a mi trabajo. Esto fue durante
la depresión. Yo había colocado un billete de diez dólares en un sobre, el cual se lo entregué al
Presidente Andreasen cuando salimos de la casa. Él se lo pasó a mi esposa, y dijo, 'Aquí está su primer
dinero para comprar en el almacén'".

Otro se acuerda, "En el día de nuestra boda, él tomó a mi marido y salió buscando a otros estudiantes.
'Hemos andado muy ocupados. John se va a casar hoy en la noche', le decía a las personas. Y entonces
continuaría hablando y hablando. Él mantuvo a John hasta la hora de la cena, y nosotros salimos en el
tren de las nueve aquella noche. Los Andreasens nos dieron un gran baúl como regalo de bodas.
Nosotros íbamos como misioneros hacia el Oeste".
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M. L. trataba de actuar con imparcialidad: "Después que el Presidente Andreasen nos casó, vivimos en
una gran casa que costaba más de lo que nosotros podíamos permitirnos, y el horno no funcionaba bien.
Los Andreasens estaban viviendo en una antigua casa con un departamento en el segundo piso, el cual
lo arrendaban, de tal manera que nos trasladamos hacia allá. Pero en la parte más difícil de la
depresión, el gerente comercial insistió que todos los miembros solteros de la facultas y todos los
miembros casados de la facultad, pero que no tenían hijos, se trasladaran al dormitorio (de la escuela).
A pesar del interés en el negocio del Presidente Andreasen y de nuestra amistad, tuvimos que
trasladarnos al dormitorio para que todo estuviera bien. Nos costó bastante dinero hacer eso. Teníamos
que comer en el comedor. La campana sonaba a las 5:00 a.m. Teníamos que usar el baño de las visitas
al otro lado del pasillo. Pero él no quería ninguna imparcialidad".

M. L. tenía una política de no aplicar favoritismos con ninguno de sus amigos. Si había alguien con el
cual le gustaba estar más que con otros, cuando llegaba donde aquellos profesores que querían obtener
algo especial, él haría todo lo posible para que no lo obtuvieran. Si un hombre estaba tomando trabajo
de la universidad, su salario sería disminuido, sólo para demostrarle que eso no hacía parte de su
trabajo regular, sino que M. L. "quería que continuara con su educación.

M. L. no quería que su hija trabajara en ningún lugar donde él estuviera. Eso habría sido nepotismo,
sentía él.

El año en que Vesta estuvo enseñando, fue un último recurso.

Él era generoso con su dinero. Si un amigo le pedía ayuda, él sacaría el dinero de su bolsillo. Cuando
más tarde el dinero le era devuelto, él actuaría como si estuviese sorprendido, haciendo como que
aparentemente lo había olvidado.

M. L. mantenía su puerta cerrada, de manera que cuando alguien llamaba, él apretaba un botón y la
puerta se abría automáticamente. Un día él presionó el botón para abrir la puerta. M. L. nos cuenta la
historia: "Una señorita comenzó a entrar. Así que ella entró, yo debo haberme inclinado levemente
hacia adelante, y mi peso hizo con que la silla se diera vuelta, lo cual me dejó sentado en el piso con mi
mentón colgando del escritorio. Nunca tuve certeza, pero creo que la silla debe haber sido interferida
por algún bromista".

Un profesor recuerda: "Una mujer adulta, un miembro de la iglesia, pero un poco confundida, que vivía
al frente de la calle del colegio, decía que era una profetisa. Ella tomó el Clock Tower (un diario) que
contenía un cuadro de la facultad y nos dio todos los nombres de los profetas de la Biblia. Creo que yo
era Amós. Ella tenía un esposo, también Adventista, más o menos bajo su influencia, al cual ella envió
a Andreasen con un gran canasto con las primeras frutas. El Presidente Andreasen no encontraba qué
hacer con eso. El hombre decidió entregarlo de todas maneras, y lo colocó sobre la mesa en la
recepción. Andreasen se opuso fuertemente a eso, pero las niñas que estaban en la oficina no tenían la
misma idea, e hicieron con que la fruta desapareciera".

Su libro más importante, El Servicio del Santuario, salió en 1937. El libro del Dr. Everett Dick, El
Césped Delantero de la Casa, salió al mismo tiempo. En la capilla un día M. L. le habló a la escuela
acerca del logro del Dr. Dick con su resplandeciente libro, que fue comentado en The New York Times,
y que su colega había pasado a ser un autor conocido en todo el país. Entonces dijo, "Sucedió de tal
manera que mi propio libro había sido recién publicado, pero yo no escuché que nadie lo comentara,
por lo tanto asumí que mi logro personal, si no fue una falla, fue casi totalmente eclipsado por el de mi
colega". Más tarde, muchos reconocieron que El Servicio del Santuario era realmente una joya.
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Más de un estudiante nos cuenta de cómo él camino alguna distancia corta junto con Andreasen,
mencionando haber leído su libro, y le escucharon preguntar, "¿Usted cree realmente que es así?"

Los estudiantes reconocieron la íntima relación entre M. L. y su esposa. "Annie Andreasen era la que
sostenía a la familia". "Él respetaba mucho, mucho". "Ella era una gran influencias estabilizadora para
él. Él lo sabía y estaba orgulloso de eso. Los estudiantes lo sabían". Cuando llegó el tiempo en que M.
L. se despidió del Union College, los estudiantes hicieron que su esposa se subiera a la plataforma con
él, sentada en una mecedora. El programa terminó con el Presidente y la Sra. Andreasen dejando la
plataforma, siendo que ella llevaba un gran canasto de flores. Tomados del brazo ellos caminaron por el
pasillo y salieron de la capilla.

ACREDITACIÓN 1934-1938
Un día al comienzo de su presidencia en el Union College, M. L. llegó a la librería y vio un conjunto de
literatura que venía de la Asociación Central Norte. "¿Quién gastaría dinero para enviar esos informes
de la Asociación Central Norte?" exclamó. Pero cuando llegó el problema de la acreditación algunos
años más tarde, esos informes pasaron a ser las herramientas más útiles.

El Diccionario Webster define acreditación como el "reconocimiento de [una institución educacional]


como manteniendo normas que califican a los graduados para ser admitidos en instituciones superiores
o más especializadas o para una práctica profesional". En este asunto M. L. pudo decir, "Siento que fue
una desgracia para la denominación darle a los estudiantes un curso pre-médico en una escuela no
acreditada".

El 5 de Junio de 1934, él le escribió al campo: "Como bien lo se, durante algunos años ha habido un
definido movimiento en esta denominación para el acreditamiento de nuestros colegios. Durante varios
años el Union College ha sido acreditado con el Estado y con la Universidad [de Nebraska] como un
colegio de 16 años, y ha ... tenido una acreditación con la Asociación Central Norte [la entidad cuya
acreditación total era crucial]. Las normas de la Asociación Central Norte son muy altas, y se pide
mucho. Nosotros creemos, sin embargo, que las normas pueden ser alcanzadas sin violar ningún
principio que la denominación apoya. De acuerdo con eso hacemos una aplicación este año a la
Asociación Central Norte para una total acreditación". *

En respuesta a la aplicación, el inspector de la Asociación visitó el Union ese mismo año. En su


informe él comentó favorablemente la actitud de los estudiantes y de la facultad, del curriculum, de la
librería y de los laboratorios, y de la condición general de la planta física y de otros aspectos del
colegio. Él terminó comentando, "El Union College está haciendo un muy trabajo, con una gran calidad
de estudiantes". Con esto en mente, la mesa directiva votó extender el tiempo de la acreditación.

Un profesor recuerda, que M. L. "trató de encontrar cuáles serían los colegios afectados. Realmente
trató de convertirlo en universidad, uno que pudiera soportar el escrutinio del mundo. Él encontraría lo
que sería necesario [para la acreditación]. La facultad estaba con él, los estudiantes estaban con él. La
mesa directiva no siempre lo estaba. Hay muchos colegios en los cuales el presidente piensa que la
facultad son los siervos del presidente. Pero él no, porque si así hubiese sido el colegio nunca habría
sido acreditado. Él los trataba como seres humanos. Si usted permite que las personas lo ayuden a
decidir la política, ellos sienten que hacen parte de ella. Si no lo hace, ellos no se sienten participantes".
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Otro profesor recuerda: "Luchar por la acreditación, él no quería que fuese una escuela de
cumplimientos escolásticos, sino que una con un excelente programa de trabajo para los estudiantes. El
decano elaboró un sistema de graduación para su trabajo. Si un estudiante llegaba atrasado cinco
minutos para realizar un trabajo, perdía un punto, lo cual a su vez reducía su tasa horaria. Este
entrenamiento sistemático de los estudiantes en responsabilidad para con el trabajo fue una de las
excelentes contribuciones hecha a favor de la acreditación".

M. L. resume su cuenta:

La facultad tenía que familiarizarse con el objetivo de la escuela. ¿Qué estás haciendo para
calificarte? Los miembros de la facultad tenían que estar listos para responder cualquier pregunta que
surgiera en el comité de acreditación. No podían responder con generalidades, porque la Asociación
era muy estricta.

Los hombres de la Asociación Central Norte eran muy considerados. ... Uno, miembro de la Iglesia de
los Hermanos, dijo, "Ustedes tienen que hacer ejercicios de capilla para conseguir algo. Creen un
objetivo. Trescientos estudiantes debieran recibir algo en una hora de capilla. La capilla no debiera
ser meramente para pasar el tiempo. ¿Están consiguiendo lo que quieren obtener? Son los estudiantes
mejores Adventistas cuando salen que cuando llegaron? ¿Permanecen en la denominación después de
haberse graduado?" Él nos trajo un desafío. "Ustedes tienen que hacer diagramas que muestren si
están consiguiendo lo que se han propuesto. La Central Norte no les está diciendo qué es lo que
ustedes tienen que enseñar, sino que está preguntado, ¿Están haciendo un buen trabajo en lo que han
emprendido?" No teníamos registros de lo que habíamos hecho, ni los objetivos declarados que
queríamos alcanzar. Teníamos las cuerdas doradas como símbolo y tradición, pero eso era un
miserable informe de los cincuenta años de trabajo. Cuando fue hecho, yo pensé que habíamos hecho
algo, algo que yo no había hecho, y que tampoco había sido hecho antes.

Una secretaria recuerda, "Estábamos sintiendo más o menos nuestro camino. Tuvimos que trabajar
todas las horas de la noche y del día, dormir en la escuela si fuese necesario, copiando informes y otras
cosas. Teníamos que tenerlo listo para las reuniones. M. L. me pondría en aprietos durante varios años,
recordándome de los días en que podíamos reírnos o llorar cuando teníamos que trabajar durante tantas
horas".

M. L. nos cuenta la historia:

Reunimos nuestras fuerzas; trabajamos, oramos, estudiamos. Un grupo aprendió a usar la regla de
cálculo e hizo todo tipo de cálculos, estadísticas, gráficos, comparaciones, porcentajes, etc. Toda la
facultad pasaba la semana entera informando y analizando, algunos se quedaban hasta altas horas de
la noche.

Los inspectores vinieron y se reunieron con la facultad e hicieron varias preguntas, y la facultad trató
de dar las mejores respuestas posibles. En la tercera inspección del colegio por los inspectores de la
Asociación Central Norte, ellos hablaron con los profesores y estudiantes, desafiándolos. "¿De dónde
es usted?" le preguntaban a un no graduado. "Minnesota".

"¿Puede usted dar alguna razón por la cual pasó la Universidad de Minnesota y ha venido a un
pequeño e insignificante colegio como el Union College?"
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Ellos no podían haber conseguido mejores estudiantes. Ellos hablaron con muchos de ellos y
quedaron muy impresionados.

M. L. también fue interrogado: "Ellos le hicieron una pregunta. Él pensó un instante y respondió,
'Francamente, caballeros, debo decirles que no se la respuesta'. Y la respuesta que obtuvo fue, 'Bien,
Reverendo Andreasen, nosotros tampoco sabemos la respuesta'".

Finalmente vino la reunión con la Central Norte, en la cual se tomaría la decisión. Andreasen nos
cuenta : Y así tuve que ir a Chicago. La noche anterior a que fuese anunciada la decisión, no dormí. El
presidente de nuestra escuela gemela, que también iba a tener que enfrentar la decisión, me había
informado que había escuchado que su escuela sería aceptada, y que el Union sería rechazado, pero
que yo no tenía que preocuparme. Él tomaría nuestros estudiantes. Era bueno saberlo, pero no era
reconfortante.

Habían siete escuelas esperando la decisión: "Albion College, Albion, Michigan, con una aplicación
de acreditación como un colegio de 16 años", llegaron las palabras dichas muy lentamente y con
pausas deliberadas e irritantes. "Aplicación ... denegada". Nuestra escuela gemela era la próxima.
nuevamente las largas palabras y pausas, y entonces, "Aplicación . ... denegada". Mi corazón se
hundió. ¿Qué esperanza había para nosotros? El Union era el séptimo y el último. Me parecía que no
iba a vivir lo suficiente como para escuchar nuestra condenación. "Union College, Lincoln, Nebraska,
aplicación para una acreditación como escuela de 16 años", una pause que pareció durar una
eternidad, y entonces las palabras: "Aplicación ... garantizada". Fue un momento terrible. Fue el
momento supremo de mi vida.

El Union era la última escuela, y fue la única aceptada. Cuando llegué, pedí inmediatamente para
reunirme con el comité. Quise pleitear por nuestra escuela gemela, porque esta era la última
oportunidad para aplicarlo por varios años, y ser derrumbado significaba que los graduados que
presentaran un año serían descalificados por la escuela de medicina y no podrían comenzar a trabajar
como médicos.

Entonces envié un telegrama y volví a casa en el primer tren. Llegué a la capilla la mañana siguiente
justo después que el programa había comenzado. Fui alegremente escoltado hasta la plataforma para
recibir los aplausos de la asamblea. Y en medio de todo eso, lloré.

Les dije a los estudiantes que debíamos estar contentos, pero decentemente contentos, no jactándonos
de nosotros mismos. Yo estaba feliz de que los estudiantes de medicina no serían perjudicados debido
a haber terminado su curso pre-médico en una escuela no acreditada.

* Central Union Reaper, 5 de Junio de 1934.

VÍSPERAS
Uno de los colegas de M. L. le preguntó cuál había sido su mayor contribución al Union College. "'Mi
contribución fue la reunión de los viernes en la tarde'. Él planificó las bellas reuniones de los viernes en
la tarde, que consistían de diferentes números dirigidos por el Prof. C. C. Engel, un quieto cantante sin
acompañamiento de cuerdas, la lectura de ciertas escrituras al unísono, y pequeñas conversaciones, las
cuales teníamos todos los viernes en la noche, en los cuales él estaba en el pueblo. Era el consenso que
este era un factor espiritual extraordinario en la administración de Andreasen".
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"Las reuniones de los viernes en la noche eran su tiempo favorito", se recuerda otro colega. "Él quería
que fuese así. Comenzarían con una música suave, para que todos comenzaran a meditar. El conjunto
Engel tocaría Bach o Beethoven durante unos 20 o 30 minutos. Entonces los ministros subirían a la
plataforma. (Nosotros habíamos ensayado un nuevo canto, el cual tendríamos que tocar en pianísimo
cuando terminara la oración). Normalmente había un dúo vocal o un solo o un cuarteto. Entonces, con
su voz trémula, M. L. nos cantaría el 'Bello Valle del Edén' o tal vez ‘Dulce Hora de Oración'. Nos
conocíamos esas canciones de memoria y nunca nos cansábamos de ellas. La última estrofa era cantada
sin acompañamiento, y M. L. cantaría como bajo. Entonces el hermano Andreasen nos daría el
mensaje, el cual no excedía los 20 minutos. Podía ser del libro de Hebreos o de la vida de Cristo o una
ilustración de alguna cualidad que tuviera que ser enfatizada en nuestras vidas. A menudo había un
testimonio o un llamado, pero no muchos. La manera que tenía el hermano Andreasen para ilustrar las
verdades de la Biblia, y su manera interesante de presentarlas, sería el apelo. La respuesta de los 400
estudiantes era tan espontánea que siempre ocuparía todo el tiempo permitido. Serían como las nueve o
las nueve y cuarto cuando salíamos, habiendo comenzado a las siete y media o a las siete treinta y
cinco".

Parecía ser que los estudiantes del Union College de los años de Andreasen recuerdan sus vísperas de
los viernes en la noche más que cualquier otra cosa. Otros han tratado de imitarlo, pero nadie ha
conseguido hacerlo en la forma quieta y calmada en que eso era hecho.

Veinte años después que M. L. dejó el Union, un grupo de exestudiantes le pidieron que condujera un
programa de vísperas típico en Minneapolis. Este fue grabado. Siguen algunos trechos de la grabación:

"Fue una revelación para mi cuando supe que los violines no sólo pueden tocar sino que alabar. ... Hay
sonidos tan puros, tan maravillosos, en música, que me llevan a mi más interno ser, y digo, 'tengo que
ser un hombre mejor'.

"Es muy malo que no me acuerde de todos los estudiantes. ... Me acuerdo de los malos. Los tenía
grabados, de tal manera que los conozco muy bien. Pero se me ha olvidado todo, y todos amamos
igualmente al Señor ... y eso es maravilloso.

"Los viernes en la tarde me traen dulces recuerdos. Me acuerdo del comienzo de mi experiencia como
un ASD. En aquellos días el cielo era bien real. Creíamos en la vida venidera. Estábamos en el primer
amor de la verdad, y nos amábamos los unos con los otros y al Señor. Y así nos juntábamos,
cantábamos un poco, y orábamos un poco. Una y otra vez leíamos aquellas declaraciones relacionadas
con lo que había que hacer, las cuales aun leo en la noche . 'Él me mostraba un río puro con el agua de
la vida, claro como el cristal'. En nuestra igual a la de un niño, tomamos esto como real, y aun creo que
es real Leemos en el Salmo 23, 'Él me conduce a aguas quietas'. Nosotros entendíamos eso tal cual está
escrito, que llegará el tiempo cuando el propio Señor nos conducirá, y yo creo que eso es verdad en un
sentido muy literal. ...

"Yo creo que el Dios en el cielo mira hacia abajo con cariñosa compasión sobre nosotros, aun ahora
mismo, en esta tarde. Infieles como hemos sido, sin ningún valor como somos, el Señor nos ama. Y ese
amor es maravilloso. Me asombro de cómo algunas personas me puedan amar, y supongo que ustedes
se asombran de cómo algunos pueden amarlos, y todos nos asombramos de cómo Dios puede amarnos,
cuando Él conoce nuestras muchas fallas y nuestros muchos defectos. Así como Dios conoce y ama.
Dios entiende. ...
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"Si solo pudiéramos aprender a ser un poquito más semejantes a Dios, un poquito más semejante a
nuestro Maestro, bondadoso y entendedor, misericordioso. Si pudiéramos aprender a mirar las cosas
buenas en vez de las malas. Tendríamos un pequeño cielo aquí en la tierra. Eso es lo que estoy teniendo
esta noche. Estoy teniendo un poquito del cielo.

"Podemos pensar en cómo será cuando, en la nueva tierra, nunca nos separaremos. Usted dirá, 'Eso no
es tan bueno, si no tenemos que separarnos nunca. Yo puedo ser bueno durante un momento. Pero si
permanezco contigo durante un tiempo largo, no estoy seguro de que usted estaría convencido de mi
bondad'.

"Por lo tanto es necesario, si es que vamos a estar todos juntos para siempre, que aprendamos a vivir
aquí, ahora, de tal manera que el amor de Dios pueda prevalecer en nuestros corazones. El cristianismo
es amor. Cristianismo es entenderse. Cristianismo significa adaptación. Significa renunciar a nuestros
propios caminos y ser dulces. Y así es ahora, el viernes en la noche. Viernes en la noche en la historia
del mundo también. El sol se está poniendo silenciosamente. Pasará apenas un poquito de tiempo y el
que ha de venir, vendrá, y no tardará. ... No podemos esperar que las cosas continúen siendo pacíficas
por mucho tiempo más.

Y cuando las calamidades de los últimos días estén sobre nosotros, cuando miles caigan a nuestro lado,
y diez mil a nuestra diestra, ¿seremos escondidos a la sombra del Todopoderoso? Esos son
pensamientos solemnes, pero valiosos, aun hoy, en este viernes. Gracias le sean dadas a Dios, que
tenemos Uno que está sobre todas las penas y calamidades terrenales, y que puede cuidar y proteger a
Su pueblo. Y es eso lo que se nos ha prometido.

"El cuarto capítulo de Isaías se me ha vuelto muy precioso. Habla del tiempo, justo antes de la venida
de nuestro Señor. Aquel tiempo en que todos estamos interesados. Cuando se cierre la puerta de la
gracia y el pueblo de Dios pase por el último sufrimiento, el tiempo de la angustia de Jacob. Leo, 'En
aquel día el renuevo del Señor será hermoso y glorioso'. Ese es el pueblo de Dios. 'Y el fruto de la tierra
será excelente y atractivo para aquellos que escaparon de Israel. Y sucederá, que el que quedare en
Sión, y el que permaneciere en Jerusalén, será llamado santo, hasta aquel que quede registrado como
vivo en Jerusalén'. ¿Pueden ver el zarandeo ahí? Tenemos que esperar un zarandeo, y muchos serán
lanzados fuera. ... Algunos ya están siendo lanzados fuera, pero aquellos que permanecen, que
permanecen fieles, todos esos serán llamados santos. 'Cuando el Señor haya lavado las manchas de las
hijas de Sión ... a través del espíritu de juicio, y a través del espíritu de fuego'. Dios limpiará a Su
pueblo a través del espíritu de juicio y por el espíritu de fuego. 'Y el Señor creará sobre todo lugar de
habitación del monte Sión ... una nube y humo de día, y el brillo de una llama de fuego en la noche'.
Ustedes han leído cómo, durante la última batalla, cuando venga la persecución, algunos del pueblo de
Dios tendrán que huir. ... Algunos serán encarcelados, aun en mazmorras, solos, y aparentemente
olvidados. Yo he dicho, 'Señor, sálvame de eso. No creo tener la fortaleza para poder atravesar esa
experiencia'. Pero puedo tener coraje, porque se que, 'así como son los días, así será Tu fortaleza'. De
tal manera que no necesito preocuparme con eso. Pero a la mayoría del pueblo de Dios se le permitirá
estar juntos en pequeños grupos. Ese pensamiento ha sido una maravillosa bendición para mí. Puedo
permanecer en pie cuando se que hay alguien que me ama. Eso le da a un hombre coraje y esperanza.
Si se nos permite estar juntos en pequeños grupos, qué cosa gloriosa será".

La opinión de M. L. sobre su mayor contribución para el Union College probablemente estaba correcta.
Su reputación de ser capaz de proveer inspiración espiritual fue establecida ahí. "Nunca me voy a
olvidar de las vísperas del hermano Andreasen; eran de un gran valor espiritual para mí" ha sido el
sentimiento de muchos.
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Sus sermones eran igualmente de ayuda. "Me acuerdo de un sermón que él predicó, que me ayudó a
eliminar mis dudas"; "Me acuerdo de un sermón que él predicó sobre el Espíritu de Profecía, que
afirmó mi fe en eso, el gran don de la iglesia". Sin lugar a dudas, M. L. sabía cómo hablarle a los
corazones y a las mentes.

SEMINARIO 1938-1949
La acreditación del Union College produjo algunas repercusiones en Washington. Tal vez yo no fuese
una pérdida total. Contra tremendas probabilidades el Union College se había acreditado, el
electorado estaba comenzando a correr hacia la escuela, y la misma ciudad estaba conciente de la
existencia de la escuela y de la necesidad de apoyarla. El Union College estaba en su camino, y
mientras nosotros sabíamos muy bien que eso era el resultado de un trabajo en equipo, aun así, yo,
como cabeza de la escuela recibí algún crédito.

Yo debía dar un testimonio público de aquellos que habían ayudado en esta batalla por la
acreditación. Comencé haciendo una lista de nombres de aquellos que merecían alguna mención
especial. Pero tuve que desistir. Porque mientras uno merecía un gran crédito, habían otros que
merecían lo mismo. Y había entre los estudiantes aquellos que merecían la más alta alabanza. Algunos
se pasaron las noches sentados haciendo valiosos diagramas y cálculos importantes, y nunca
recibieron ni un penique por su valiosísimo trabajo. Ningún hombre merecía un crédito especial por el
éxito de la acreditación. Un centenar sí lo merecían.

Las cosas comenzaban a verse educacionalmente bien en la denominación, y la necesidad de una


escuela avanzada para jóvenes ministros se estaba comenzando a sentir. Muchos jóvenes estaban
llegando al ministerio, pero no había ningún lugar donde ellos pudieran ir donde pudieran hacer
algún trabajo de avanzada. También, cada profesor de Biblia enseñaba lo que a él le habían
enseñado, y no todos enseñaban lo mismo.

Diferentes puntos de vista sobre algunos asuntos eran colocados, y esto conduciría a dificultades. No
necesitábamos una universidad. Eso ni siquiera era mencionado. Pero necesitábamos una escuela
avanzada de Biblia. ¿Pero quién enseñaría en una escuela así? Sus responsabilidades serían grandes.
Tenía que ser ortodoxa.

No trataré de contar la historia o de cansar al lector. Pero finalmente la cosa cayó sobre mi persona.
Yo tenía algunas de las calificaciones requeridas; ¿pero era yo "seguro"? ¿Se atreverían ellos a
colocarme en un cargo así y dejar la educación bíblica de todos los jóvenes ministros a mi cargo?
¿Qué enseñaría yo sobre diversos asuntos, algunos de los cuales estaban en disputa? Después de un
largo aconsejamiento, fue decidido llevar a cabo una especie de escuela de prueba, donde solamente
profesores de Biblia y oficiales generales pudiesen asistir.

El Central Union Reaper, del 3 de Julio de 1934, informa: "El Presidente M. L. Andreasen,
acompañado por su esposa e hija, está a camino del Pacific Union College, Angwin, California, donde
él instruirá en la escuela avanzada de Biblia durante el segundo periodo de verano. Poco antes de su
partida la escuela de verano del Union Collage, la facultad y los estudiantes le dieron un sorpresivo
picnic en Pioneer Park en honor a su cumpleaños [58]".

El Reaper, del 14 de Agosto: "Escuela Avanzada de Biblia:


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La matrícula de 33 hasta esta fecha. ... Los estudiantes son profesores en nuestros colegios y
academias. ... Todas menos dos de nuestras Asociaciones en Norteamérica están presentes, y cuatro
divisiones extranjeras. M. E. Kern es el secretario. ... W. W. Landeen y G. M. Price [están
enseñando], ... Las clases [han sido dadas] por A. G. Daniells, W. A. Spicer, William Branson, L. E.
Froom. ... Muchos están expresando su esperanza de que la idea de una escuela avanzada de teología
pudiera ser llevada mantenida, y que la escuela pudiera convertirse en una característica permanente de
nuestro sistema educacional".

M. L. resume su punto de vista:

Yo tenía que conducir una escuela así de la misma manera en que lo hice cuando la escuela fue
establecida. Los estudiantes, los oficiales denominacionales, se sentarían en los bancos de la escuela,
y levantarían sus manos, como lo hacen otros estudiantes, cuando quisieran hablar. Pero podrían
hacer cualquier tipo de pregunta que se les ocurriera y podrían presentar sus puntos de vista.
Decidimos que daríamos oportunidad de expresión, tomaríamos la Biblia como nuestro libro guía, y
determinaríamos si podíamos hablar libremente sobre asuntos bíblicos y al final salir todos juntos
como ASD. Las mayores herejías podrían ser propuestas, y la analizaríamos libremente,
expresaríamos nuestras opiniones, pero nos reservaríamos el derecho de cambiar nuestros puntos de
vista si veíamos que estábamos errados, sin ningún constreñimiento.

Era una clase interesante, llevada a cabo en el Pacific Union College en el verano. Ahí no había una
escuela de verano. ... Era interesante ver a esos estudiantes, y debo admitir que me era interesante
verme como profesor de un grupo así. Cuando me portaba mal, ellos me enviaban para que
permaneciera de pie en la esquina. Yo también podía enviarlos a ellos a la esquina. Pero nadie fue
enviado a la esquina. Pasamos un tiempo muy bonito, y luego de un primer constreñimiento en los
primeros días por parte de algunos al encontrarse nuevamente en la escuela, todos se dedicaron de
corazón al programa de la escuela. Prevaleció la perfecta libertad, y nadie ofendió a nadie si estos no
concordaban con su punto de vista. Una y otra vez orábamos cuando tocábamos ciertos puntos de
doctrina, y en pocos minutos todo se retractaban. Un día un veterano habló sobre la Creación. Otro
veterano llamó al orden, y dijo en efecto y en palabras, "Hermano X, he escuchado atentamente todo
lo que usted ha dicho, y debo confesar que no veo ningún sentido en sus ideas". Nosotros nos pusimos
un poquito aprensivos, porque el primero que había hablado era una especie de autoridad. Para
nuestro asombro, él se levantó, y, mirando al segundo que había hablado, sin dudar le dijo: "Eso es
justamente lo que estaba pensando", y, retractándose completamente, continuó con su discurso.

Otro negó la deidad de Cristo y usó algunos argumentos comunes. Un profesor de Biblia se levantó
cuando el primero ya había terminado, y dijo, "Los argumentos que usted ha usado son los mismos
que Satanás usó en el cielo. Ahora se lo que usted es: usted es un Luciferiano". Al día siguiente él se
disculpó, y no hubo ningún problema.

Otro veterano se levantó un día y dijo, "Hermano Andreasen, yo no creo en lo que usted está diciendo
ahora. He predicado lo opuesto durante 40 años, y usted es el primero que me ha dicho que yo estoy
errado". Yo dejé pasar el asunto, pero después en la clase me volví hacia él y le pregunté si aun
mantenía su opinión. Él me dijo que si. Yo seguí con mi materia, y una vez más cuando estaba
terminando la clase, le pregunté nuevamente si estaba de acuerdo con lo que yo había dicho. Esta vez
él golpeó con su puño el escritorio y dijo, "Siempre he creído y he predicado esto, y siempre lo haré".
Yo sabía que cuando ese hombre había golpeado su puño, él estaba siendo sincero. Le llevó tres días
volver al mismo asunto. Entonces se levantó y dijo que había estado errado, y que nosotros éramos
buenos amigos nuevamente. Nosotros aprendimos en aquella clase que podíamos no estar de acuerdo,
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pero que podíamos continuar siendo amigos. Fue un tiempo maravilloso aquel, y muy provechoso.
Cada día nos acercábamos más el uno al otro y a la verdad, y al final del instituto fue decidido que yo
era "seguro" y que yo podría enseñar en la nueva escuela. El editor de la Review aun colocó en su
revista, "Andreasen es siempre ortodoxo".

Así es que la escuela comenzó con el hermano M. E. Kern como director y yo como profesor de Biblia.
Fue todo bien primitivo, pero muy luego se demostró que una institución así era necesaria. Mientras la
escuela estuvo localizada en California y que funcionó sólo en el verano, yo continué como presidente
del Union College, y cada verano iba hacia el Pacific Union. Después de tres veranos en el Pacific
Union College, este fue cambiado a Washington, D.C., donde fue instalado en la cafetería del edificio
de la Review and Herald.

Una secretaria se acuerda: "Cuando teníamos una adoración en familia aquel verano, nosotros salíamos,
y él tomaría un libro de filosofía teológica o algo que estuviese leyendo. Él leería alguna sentencia,
pensaría un poco sobre la misma, expondría su manera de pensar y luego continuaríamos. Eso
desarrolló en mi un interés por la teología".

Un estudiante de Seminario comenta: "Nosotros lo encontramos por primera vez en el Seminario de


1937. Nunca había estado a los pies de nadie que me hubiese hecho pensar tanto como él lo hizo. Él
tomó mi mente y la estiró hasta que pensé que se iba a quebrar". Realmente, al lado del escritorio del
hermano Andreasen en el edificio del Seminario que muy luego fue construido, había una frase muy
clara, "Piense las Cosas Hasta el Fin". Él le pedía a las personas que pensaran y que apreciaran lo que
descubrían.

M. L. tenía su propia manera de enseñar. Una era su manera de acercarse a la verdad. Haga todas las
preguntas que usted desee hacer, pero sea capaz de responder sus propias preguntas, si nadie más puede
hacerlo. Él tomaba esa actitud con las preguntas que él mismo hacía: "Nunca le haré una pregunta, a
menos que yo mismo la pueda responder". Él no pretendía responder todas las preguntas de los
estudiantes, pero, podía responder sus propias preguntas. Los estudiantes del Seminario a veces se
quejaban con las preguntas que no eran respondidas, pero esas eran las de ellos mismos.

Él comenzaba su clase lanzando una pregunta provocativa, la cual parecía no tener una respuesta;
entonces hacía preguntas complementarias hasta que conseguíamos ver la respuesta.

Él acostumbraba decir, "El límite de un profesor es la capacidad de sus estudiantes".

Con respecto a los escritos de Ellen White, M. L. observaba, "Cuando no consigo entender algo que
ella dijo, tengo que archivarla y colocar las citas junto con aquello hasta que consiga entenderlas".

Él siempre iba directo al asunto. Sin historias, sin subterfugios. Él iba directo al grano.

M. L. siempre llegaba a sus clases en la mañana pulcramente vestido, se sentaba a la mesa de su


pequeña plataforma, debajo de la frase "Piense las Cosas Hasta el Fin", juntaba sus manos, e inclinaba
su cabeza. "Padre", su voz temblaba. Entonces su oración continuaba con algunas sentencias más
conversando con Aquel que ya había estado conversando dulcemente aquella mañana (en su casa).

Desde su niñez, M. L. había reconocido el hecho de conversar razonablemente en la oración: "He


observado que algunos predicadores generalmente poseen una 'voz gritona' que usan cuando oran, y
algunos la usan aun en sus predicaciones. Esto me parece extraño, pero no consigo ver a Dios siendo
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afectado o siendo movido a cambiar con esas tácticas. ¿Por qué no puedo hablar con Dios como lo
hago con un hombre? Creo que a Dios le gusta que yo le hable así".1

Un estudiante recuerda: "En clase me acuerdo de su tendencia de presentarnos un problema y de ver


cuáles serían nuestras soluciones. Un día él entró, se sentó en su escritorio, juntó sus manos, y esperó
un poco, con una chispa en sus ojos. Todos nosotros estábamos sentados muy quietamente, porque
sabíamos que algo vendría. Entonces él dijo, 'Ustedes saben, que siempre he devuelto cuidadosamente
mi diezmo. Al final del mes siempre lo calculo exactamente, y entonces añado algunos centavos.
entonces le entrego todo a mi esposa, y ella hace lo que tiene que ser hecho. Ella efectúa alguna
corrección que tenga que ser hecha, y entonces ella añade algunos centavos. Pero ustedes saben,
cuando yo voy a la siembra de papas, y no he estado ahí durante algunos días, encuentro las plantas con
un montón de bichos. Ahora, ¿cómo explica usted eso?' La discusión que se siguió resolvió en mi
propia mente el problema del diezmo y mi entendimiento de la declaración de Malaquías acerca del
mismo". Una expresión que M. L. usaba ocasionalmente probablemente arrojaría alguna luz para la
respuesta: "La oración no es substituto para las matemáticas". Y realmente, en ocasiones apropiadas, él
añadiría, "O para el trabajo". Reclamar las promesas de Dios no puede reemplazar el hecho de que hay
que sacar los bichos de las papas.

Un decano del Seminario Teológico ASD, le preguntaron en una entrevista, si él había conocido al
hermano Andreasen. Él respondió: "Él fue mi profesor en el Seminario. Yo apreciaba su mente incisiva
y su profundo sentimiento teológico, y su sentido de justicia y su agudo sentido del humor, un sentido
inusual del humor. Sus palabras eran pocas, pero siempre muy bien escogidas. Lo que él escribía era
corto pero al punto. A él no le gustaban las cartas largas subrayadas con rojo. Sus sermones y clases
siempre eran interesantes. Él creció familiarizado con esto. Su personalidad no era la de una
familiaridad casual, sino que pasaba por la prueba del tiempo. Mientras más uno lo conocía, mayor era
la admiración. Su capacidad de conocimiento sobre muchos asuntos parecía ser ilimitada; él tocaba la
vida de muchas maneras. El hermano Andreasen combinaba la calidad de un administrador con aquella
del estudiante investigador, una rara combinación. Él tenía un profundo respeto por los escritos de
Ellen G. White y por ella personalmente, habiendo vivido en su hogar. Él no pretendía responder
preguntas con las cuales no estaba familiarizado y no especulaba con problemas teológicos, donde la
revelación es el silencio".2
1
M. L. Andreasen, Una Fe por la Cual Vivir, página 62.
2
W. G. C. Murdoch.

SECRETARIO DE CAMPO 1941-1950


Durante un periodo de ocho años, M. L. Andreasen ocupó dos puestos distintos en los cuarteles
generales. En 1941 fue convidado a ser secretario de campo para la Conferencia General. En la sección
del Seminario de la iglesia, en el año 1945 del Libro del Año él aparece como instructor visitante en
Biblia y en teología sistemática, de lo cual él había sido previamente profesor. Realizar dos trabajos no
era nada nuevo para él. De vuelta en los días de Council Bluffs el trabajó, no sólo para un sastre, sino
que para dos. Después, él siempre estaba haciendo por lo menos dos cosas al mismo tiempo. Por esa
razón, varios profesores del Seminario que tenían otras responsabilidades, eran apenas llamados para
hacer un ramo durante nueve semanas durante un año dado.

Durante años, el escribir había sido la segunda ocupación de M. L. En Takoma Park, cuando no podía
dormir en la noche, él bajaba al sótano y comenzaba a escribir en su gran escritorio. Las niñas que
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vivían en el departamento del sótano, escuchaban el tipeo (de la máquina de escribir) a cualquier hora.
Era ahí que él preparaba las lecciones de la escuela sabática para los tres trimestres del año 1948. Para
acompañar estas lecciones, él escribió su libro más erudito, El Libro de Hebreos, un comentario
versículo por versículo repleto de lecciones espirituales.

Nuevamente, M. L. nos cuenta su propia historia: Después que dejé el Seminario, pasé algunos años
viajando, visitando campos misioneros. Lo que aprendí podría llenar todo un libro. Encontré algunos
misioneros que estaban viviendo de la grasa del campo y que me imploraron que yo no contara nada.
Pero la gran mayoría eran siervos verdaderos y fieles de Dios, los cuales en algunos casos sufrían
verdaderas privaciones y nunca murmuraron, sino que hicieron fielmente su parte. Vi trabajadores
nativos que merecían algo mejor, y para quienes no tenía un "trato justo". Pero habían pocas quejas.
Como un todo, yo estaba orgulloso de nuestro trabajo y de nuestros trabajadores nativos. Dios había
bendecido maravillosamente los esfuerzos que habíamos hecho.

Yo estaba en Noruega inmediatamente después de la guerra, cuando los hermanos se juntaron un


viernes en la tarde para adorar. Era la primera reunión que se realizaba ahí después de muchos años,
sin la intervención de la policía ni de los militares. Así es que comenzamos a cantar "Bello Valle del
Edén". Algunos pueden pensar que la melodía de aquel canto no se compara con la norma de los
grandes himnos antiguos. Yo estoy seguro que no. Pero me traía recuerdos especiales, porque lo
usamos para cantar los viernes en la tarde, cuando recién estaba aprendiendo la verdad en Iowa.
Ahora, en Noruega, lo estábamos cantando.

Nunca terminamos ese canto, porque esta era una ocasión tan solemne, la primera reunión después de
la guerra, cuando nuestros creyentes de Noruega podían estar juntos en paz y seguros. Y así, algunos
comenzaron a llorar quietamente, a llorar de alegría, y entonces otros se le unieron en el llanto, y
antes que pudiéramos terminar de cantar, estábamos todos llorando juntos. Se suponía que yo debía
hablar esa noche, pero no lo hice. No podía. Estábamos ahí sentados y llorábamos todos de alegría. Y
entonces terminamos la reunión.

A M. L. le gustaba ser secretario de campo de la Conferencia General, y aun cuando se estaba


aproximando a los 70, él quería ser re-elegido por otro periodo, de tal manera que pudiera continuar su
trabajo. No creo que haya habido ningún obrero en el campo que no haya sentido que sus reuniones
eran muy benéficas. Él fue a las Filipinas, a Alemania, Noruega, tratando de aclarar nuestras doctrinas.
El hermano Branson utilizó sus habilidades especiales al enviarlo al extranjero.

Sus propias cartas escritas durante este periodo nos dicen mucho:

"Manila, Filipinas, 17 de Diciembre de 1947

"QUERIDO DOCTOR Y ESPOSA,

"Gracias por su amable carta. Si, me gustaría ir a Europa con usted. Me gustaría volver a Europa.
Porque cuando salga de Singapur estaré exactamente a mitad de camino de la tierra. No hay ni siquiera
60 Km de diferencia, y el pasaje es el mismo. Si puedo, iré por barco.

"Estuve en un accidente el otro día. Chocamos a un hombre y le quebramos la pierna. Él se levantó con
la otra pierna y sacó un revolver calibre 45 para dispararle al conductor. El bus quedó vacío en un
instante. Yo no tuve el sentido común como para arrancar inmediatamente. El conductor se arrastró por
el piso por debajo de los asientos, y como el hombre armado no podía moverse, el conductor escapó.
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"Nuestra clínica aquí, un gran edificio de concreto, fue casi completamente demolido por los
Japoneses. Cuando ellos se fueron, colocaron una bomba de tiempo en el ducto del ascensor, y cuando
se fueron, el edificio colapsó. Están tratando de restaurarlo, pero requerirá unos cientos de miles de
dólares. Tenemos tres médicos aquí.

"Estoy conduciendo una escuela aquí para los obreros, con cuatro sesiones diarias. A. V. Olson llegó
hoy. Mañana llegarán los hermanos Bradley, Cossentine, y Armstrong.

"Y nuevamente, cariño y saludos y una Feliz navidad y un buen Año Nuevo,

M.L.A. "Y denle saludos especialmente al abuelo. Y, oh, a los 'corderos', también".

"Shangai, 8 de Enero de 1948

"QUERIDOS AMIGOS,

"Parece que ha pasado una eternidad desde que estuve ahí. Y ustedes tienen un nuevo presidente.
espero que él lo haga bien.

"Aquí en China es mucho más limpio que en Manila. También, las personas están mejor vestidas y
mejor alimentadas. Desde luego, que he visto apenas una pequeña parte, pero otros dicen que aun
cuando hay pobreza y hambruna en las provincias cercanas, en China misma no es tan malo.

"Ellos tienen dificultades aquí con los obreros Chinos, los cuales demandan salarios iguales a los
Norteamericanos. Sus normas son diferentes de las nuestras, de tal manera que le hemos pagado lo que
los Chinos le pagan a sus obreros, sólo que más liberalmente. Pero ellos no están satisfechos. Uno pidió
un refrigerador, y lo recibió. Él lo usó para hacer cubos de hielo para vender, y nunca colocó alimentos
en él. Nuestros hombres no saben que hacer, pero supongo que se harán algunos ajustes.

"El hermano Detamore hará un esfuerzo en Shangai en Inglés. Ciertamente hay personas suficientes, y
hay varios diarios en Inglés. Hay algunas fallas proféticas, pero existe una enormidad de jóvenes
Chinos que conocen algo de Inglés, de tal manera que no debiera faltar audiencia".

"Washington, D.C., 10 de Mayo de 1948

"QUERIDOS,

"Muchas gracias por su amable y buena carta. Ciertamente nos alegraremos si nos visita por algún
tiempo.

"Nuestras escuelas están todas andando por el camino errado, financieramente. Están entrando en
deudas, patas arriba. Berrien ha sufrido menos. Para eso el [Presidente] Johnson debiera recibir el
crédito. Hemos aprendido algo nuevo:

Como los estudiantes cuestan más que lo que pagan, mientras más estudiantes, más cuesta hacer andar
correctamente una escuela financieramente. Nosotros pensábamos que muchos estudiantes nos
ayudarían. Pero cada uno de ellos cuesta más que lo que ellos nos pagan. De tal manera que mil
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estudiantes es peor que quinientos. Eso es algo nuevo. Y por eso todas nuestras escuelas están entrando
en deudas.

"Fui convidado a tomar la dirección de Ooltewah, La Sierra, y del PUC. Las rechacé todas. La Fe de
Jesús [segunda edición] saldrá en dos volúmenes. El primero, de 650 páginas, está listo para ser
impreso. Me han pedido que prepare un libro sobre el Sábado para nuestros evangelistas, para un uso
amplio. Muy luego tendré otro libro listo sobre nuestras doctrinas, y uno sobre oración. Hebreos ha
vendido ahora 40.000 ejemplares, lo cual es un record, dicen ellos, para ese tipo de libro.

"A pesar de mi protesta, han puesto mi nombre en el nuevo catálogo del Seminario. Eso es muy malo.
Los estudiantes en la India y en China lo leen y llegan a conseguir ciertos cursos. Yo protesté el año
pasado, y ellos prometieron que no sucedería nuevamente. ¡Fue un error!"

"Honolulu, Hawai, 14 de Diciembre de 1948

"QUERIDOS AMIGOS,

"Continuo escribiendo este menú porque pensé que tal vez Mary pudiese estar interesada en ver el tipo
de comida que ellos sirven. El problema es, que lo perdieron, porque sirven porciones tan grandes, y
todo es perfecto.

"Tuvimos un buen pasar y ciertamente una tremenda bienvenida. Este fue el primer barco que llegó en
tres meses, y todo el pueblo estaba ahí para ver sus banderas, tela para banderas, bandas, música,
cantos, bailes, etc. Yo recibí siete ramos de flores, y algunos eran simplemente maravillosos. A Vesta
le gustó mucho. Esto le gana a California. Es como el jardín del Edén. Si mamá y tú hubiesen estado
aquí, todo habría sido perfecto.

"Ellos ya tienen un programa completo hasta el 16 de Enero. Dos o tres reuniones diariamente, con los
laicos y los obreros. Entonces la escuela y las islas cercanas. Estaré en Honolulu dos semanas, y
después visitaré las islas. Vesta probablemente se quedará aquí. Vivimos en un pequeño hotel a una
cuadra de la famosa playa de Waikiki. Nadamos todos los días y el agua es tibia".

"Hilo, Hawai, 29 de Diciembre de 1948

"QUERIDOS,

"Ahora estoy en Hilo, un pueblo en la isla de Hawai, a 140 Km de Honolulu. Aquí todo es más verde
que en Oahu, la isla donde está Honolulu. En Honolulu caen entre 760 y 2.000 mm de agua por año;
aquí caen 3.800 mm anuales. Este año ha sido húmedo, de tal manera que ya han caído 4.300 mm. Eso
es mucha agua. Yo creo que en Minnesota caen unos 500 mm. Eso significa que aquí llueve todos los
días, y también en la noche. Pero es maravillosamente verde y hermoso. Hace dos años atrás hubo una
ola gigante que se llevó la mayor parte del pueblo, puentes, y la estación del tren. Hay cráteres en la
isla, y erupcionan a menudo. Donde estoy sentado puedo ver la nieve en una de las grandes montañas.
Tiene cerca de 4.200 m de altura y la nieve permanece ahí la mayor parte del año. La montaña es
accesible, y las personas suben para esquiar.

"Cuando llegué aquí ayer, entre otras cosas, recibí un ramo de orquídeas. ¡Maravilloso! Tuve que
ponérmelo mientras predicaba. Eso es un problema, tienes que ponerte lo que te regalan.
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"Ves se quedó en Honolulu, pero yo creo que va a llegar el viernes. Está a una hora y media en avión".

En 1948, mientras aun estaba envuelto en estos viajes, M. L. y Annie compraron un lote en Loma
Linda y en Mayo decidieron cambiarse para California. "Ahora estamos en los últimos días para irnos
al campo. Mamá ha decidido no volver al Este, sino que quedarse en California. De tal manera que se
está llevando todo".

El segundo viernes de Noviembre M. L. y Annie estaban a camino a unas reuniones especiales en el


Pacific Union College. Habían parado para pasar la noche en Mountain View en el hogar de unos
estudiantes del antiguo "Hutch", cuyo anfitrión había trabajado en la oficina con Annie. Cuando los
Andreasens estaban por irse, M. L. dijo, "Vamos, anda con nosotros hasta San Francisco, para que
podamos estar juntos un tiempito más". Los amigos colocaron todo en el vehículo y los acompañaron
un poco, diciéndoles adiós en el centro de la ciudad. Al llegar de vuelta a casa, los amigos encontraron
que Annie había perdido una zapatilla, la cual planearon hacérsela llegar en la primera oportunidad.

Pero la oportunidad no llegó. M. L. nos cuenta la historia en una carta:

"Santa Helena, 14 de Noviembre de 1948

"Estoy sentado al lado de la cama de mi esposa en la clínica. Ella fue ayer a la iglesia en la mañana,
como de costumbre, entonces almorzamos en la casa de los Campbell, y todo estaba bien. Después de
levantarse de la mesa mi esposa tuvo un ataque, pero no nos dimos cuenta de ello, ya que continuó
andando. Pero cuando no pudo contestar las preguntas, descubrimos que no podía decir ni una palabra.
Un médico vino inmediatamente, y la llevamos a la clínica. Tres médicos decidieron que era una
trombosis o una hemorragia cerebral, probablemente esto último. Gradualmente todo el lado derecho
del cuerpo se vio afectado, aun cuando ella aun movía sus extremidades. Ella está con drogas, de tal
maneras que casi nunca está conciente. Ella obedece las órdenes del médico, pero no responde a una
presión de la mano. No se ve bien. Estamos orando y esperamos que se recupere.

"Vesta llegará a San Francisco esta mañana a las 6:30 (ahora son las 5:00)".

Eunice estaba ahí cuando Vesta llegó. Esa era la última mañana de Annie Andreasen. M. L. no esperó
hasta que Annie se hubiese ido para traerle sus flores. Uno de sus exestudiantes, a quien M. L. y Annie
acostumbraban visitar, recuerda: "Una vez estuvimos juntos en San Francisco, caminando por la calle.
El hermano Andreasen dijo, 'apenas un minuto'.

Estábamos pasando por una florista. Él entró y le compró a su esposa un lindo ramillete. No era su
cumpleaños ni nada especial. Era apenas su constancia y devoción por ella. Yo creo que ellos se
escribían todos los días cuando él estaba afuera".

Casi diez años antes que muriera su esposa, Andreasen le había dedicado su libro de 571 páginas. La
Fe de Jesús, para "mi esposa y fiel ayudadora de tantos años". En este libro Annie había tenido el
placer de leer el siguiente tributo:

A algunos no les gusta pensar en casarse o en un hogar como instituciones educacionales; pero en el
plan de Dios estas son así. Allí el esposo puede aprender ... la preciosa lección de poder dar, aprender
a ceder graciosamente (o de otra manera), de encontrar aquella fuerza corporal superior no es un
criterio seguro de superioridad mental. Ahí él puede aprender a cooperar, a trabajar juntos, a
modificar sus opiniones a la luz de la experiencia. Ahí él puede aprender a entender cómo funciona
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una mente del sexo opuesto, que siempre le causa confusión y perplejidad, y que sorprendentemente
descubre que a menudo el otro tiene la razón y no su propia lógica, y que si él es sabio, él confiará
más en los consejos recibidos en casa que en la sabia opinión de sus vecinos. En retrospecto él estará
agradecido de los tiempos en que fue salvado de tomar decisiones erradas al dejar de escuchar los
consejos de su esposa, y él se acordará tristemente cuántas más veces pudo haber sido salvo si hubiera
estado dispuesto a escuchar su consejo. Le agradecerá al Dios del cielo, sobre sus rodillas, por
enseñarle lecciones tan preciosas, y sabrá que si alguna es salvo, en el reino de los cielos, la mayor
parte del crédito será para aquella que ha prometido amar, honrar y estimar. ...

Pocos son los hombres que tienen éxito en la vida pública que no posean una esposa fiel a la cual
tengan que agradecerle por su éxito. Muchas son las esposas que no sólo tienen hijos para criar, sino
que además poseen un esposo a quien también tienen que criar. Muchas esposas aprenden muy luego
que la idea del esposo sobre la división del trabajo, es que él se lleva la mayor parte de la gloria y ella
es la que tiene que hacer la mayor parte del trabajo. Pero aun esta lección es bueno aprenderla. Hay
muchas personas que están dispuestas a trabajar sólo si van a ser debidamente reconocidas y que
puedan recibir un reconocimiento público. Son pocos los que quieren trabajar anónimamente, reciben
sólo el reconocimiento que los ángeles registran. Pero para estar dispuesto a hacer esto, hay que tener
una verdadera religión. En los libros del cielo, si algún esposo pudiera leer los registros, se quedarían
sorprendidos al ver cómo Dios mantiene esos libros. Eso los haría un poquito más humildes, y más
apreciadores del trabajo no egoísta de sus compañeros.*

En público a M. L. le gustaba referirse a la experiencia de Ezequiel cuando el Señor le dijo que tenía
que continuar dando su mensaje, a pesar de la súbita muerte de la delicia de sus ojos. De tal manera que
él continuó haciendo sus reuniones. Una típica Semana de Oración es recordada por un estudiante de lo
que ahora se conoce como la Universidad de Andrews:

"Don y yo fuimos a una Semana de Oración de Andreasen, usted sabe. Aun puedo ver a Bill Brown
(usted conoce su padre, un gran periodista). Hasta él fue persuadido. Me hubiera gustado tener cintas
magnéticas de algunos de esos sermones. '¿Es su vida una máquina de coser que no tiene hilo?' El
cielo, y, desde luego, y la reforma de salud, suplicando de la mitad de la calle. ... Eso fue realmente una
pieza de arte, algo que nunca se puede olvidar. 'Permanezca en el Barco', revisando las diversas crisis
que él había visto a la iglesia enfrentar, y suplicando una y otra vez para permanecer en la iglesia, no
importa lo que pueda suceder, hasta triunfar".

Muy luego después de esto, M. L. escribió esta carta:

* M. L. Andreasen, La Fe de Jesús (Washington, D.C.; Review and Herald Pub. Assn., 1943), páginas
315-316.

"Washington, D.C., 22 de Abril de 1949

"QUERIDOS AMIGOS,

"Mi trabajo del viernes está casi hecho. Cortar y rastrillar el pasto, barrer la vereda, ordenar la cocina
(lo necesitaba), lavar la loza de la mesa (también los cuchillos, los tenedores y las cucharas), y lavarlos
y secarlos y colocarlos de vuelta en el cajón. Limpiar las alfombras con la aspiradora en todas las
piezas; hacer la cama; rechazar dos invitaciones para predicar el Sábado y aceptar otra; escribir dos
páginas de manuscritos; hacer cuatro cartas, para Etiopia, Singapur, Nueva Inglaterra, y California,
todas firmadas "con amor" excepto una; tener una olla con porotos en el fuego después de tenerlos
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remojando toda la noche, y no olvidarse de poner la cebolla. Nada de porotos, ni Sábado. Dejar lista mi
ropa (una camisa); planchar mi ropa de Sábado; lustrar mis zapatos (dos pares); comprar los necesarios
comestibles para el Sábado; asistir a una reunión de comité de la Conferencia General; hacer un viaje
especial al pueblo para buscar unas ropas que había enviado a la lavandería para Vesta, de las cuales
me había olvidado y ahora estoy sentado escribiendo una media docena de cartas.

"Estoy llegando a California a tiempo para la última parte de la reunión de Lynwood. La reunión de
Lodi y la de Lynwood son al mismo tiempo, y primero voy a la de Lodi. Voy hacia el Oeste en dos
semanas, en auto, si es que el cacharro me lleva hasta allá. Voy a ir a Iowa, Minnesota, y a Nebraska
durante un par de semanas y dejaré mi auto en College View mientras vuelvo hacia South Lancaster
para asistir a una reunión del 5 al 10 de Junio. He tratado de no ir a esta reunión, pero no lo he
conseguido. Y así he resuelto volver en tren a Lincoln, y llegar a Lodi el 15 de Junio. ¡Qué itinerario!
Pero es lo mejor que puedo hacer. Me quedaré en California hasta Septiembre, pero estaré ocupado la
mayor parte del tiempo. Entre medio, haré un viaje a Idaho".

Este es el hombre que luego sería jubilado (retirado).

RETIRO 1950-1956
Muy luego M. L. cumpliría 74 años. Tenía que encontrar a alguien que lo cuidara en su vejez. Los
amigos en cuyos hogares Annie había estado afligida sentían una carga especial. Ellos le trajeron una
candidata, Gladys Grounds. M. L. la describe al escribirle a unos amigos en el campo misionero: "Bien,
ella es una maravillosa mujer. Ella debe estar por los cincuenta, un poco al costado. Ella tiene cuatro
hijos. Yo creo que a ustedes les gustará. Quiero que se encuentren con ella algún día". "Ella es una
enfermera, agradable, y aun tiene sentido del humor, más de lo que yo merezco".

Gladys le dio la bienvenida al privilegio de casarse con un hombre tan honorable, y resolvió hacer todo
lo posible que esté a su alcance para ministrar sus necesidades y deseos. La vida parecía tan rosada para
M. L. que escribió "Recién Casado" en su registro en la Conferencia General de 1950 en Exposition
Building en San Francisco.

Aun cuando M. L. tenía toda la razón para esperar que su nombre fuese escogido para que lo retiraran
(jubilaran), aun así, ningún oficial de la Conferencia General se lo había dicho, y él esperaba que se
permitiera ser uno de aquellos que continuarían sirviendo por lo menos durante un año más, como
pocos robustos lo habían conseguido. Pero, el 14 de Junio, mientras estaba escuchando un informe del
Comité Nominador, escuchó su propio nombre al comienzo de una lista alfabética de 14 ministros que
serían retirados. Antes de que se diera cuenta de lo que eso significaba, ya había sido votado.

M. L. sabía que muchos de hombres eran mayores que él; uno tenía 85 años, otro 83 años. El 16 de
Julio él leyó el texto completo del informe en el boletín de la Review:

"Parece estar de acuerdo con este informe el mencionar públicamente los nombres de aquellos obreros
más antiguos, quienes, debido a la edad o a la salud, deben dejar las pesadas cargas que han llevado
durante los años, y busquen el retiro y el descanso que tan justamente merecen.

"Estos obreros son un grupo honrado entre nosotros. Ellos han ocupado puestos de responsabilidad con
honor y distinción. Sólo la eternidad revelará la contribución que ellos le han hecho a la causa de Dios.
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Sus valiosos consejos y advertencias, como sus otros servicios que pueden ser considerados prudentes,
serán siempre procurados y apreciados. Los siguientes son recomendados para el retiro:

"M. L. Andreasen, H. M. Blunden, H. H. Cobban, Claude Conard, Frederick Griggs, W. K. Ising, M. E.


Kern, C. S. Longacre, Meade MacGuire, J. J. Nethery, G. A. Roberts, R. Ruhling, J. A. Stevens, Dr. E.
A. Sutherland."1

Cuatro días más tarde, justo antes de la clausura de la sesión de la Conferencia General de 1950, el
veterano ministro Carlyle B. Haynes se levantó para hablar, lo cual quedó registrado en la Review:

"Hermano Presidente, ya que aun quedan algunos minutos ... quiero hacer una moción. Ha estado hace
algún tiempo en mi mente, y yo creo que tiene que ser hecho antes que esta reunión termine. ...

"Yo me he referido al informe del Comité Nominador de la Conferencia General, el cual recomendó el
retiro de una larga lista de nombres. No estoy levantando ninguna pregunta acerca de la prudencia o de
la propiedad del retiro, sino que sólo la manera en que fue hecha. Yo creo que los hombres tienen que
retirarse, y debieran considerar el retiro, pero no creo que su retiro debiera ser forzado ante ellos,
delante de cinco mil personas. Estoy inclinado a creer que los administradores deben enfrentar el
desagrado de la tarea al lidiar con hombres de esta naturaleza, y lidiar con ellos francamente en la
quietud de sus oficinas.

"Yo se que los hombres se están yendo de esta reunión con dolor en sus corazones, hombres a quienes
no queremos herir. Hombres que han dado esfuerzos sinceros, fieles, por más de medio siglo, y se están
yendo de esta reunión sintiendo que han sido tratados injustamente.

"Estamos estableciendo un padrón que se transformará en nuestra práctica en los días venideros, y yo
preferiría no tener establecido ese tipo de padrón ... Quiero que esta acción sea borrada de los registros
permanentes de esta conferencia".

Esto fue debidamente votado.2

El resultado fue que, el retiro de M. L. significó que él estaría ahora más disponible para las iglesias
que quisieran escucharlo. Cuando Gladys dejó su trabajo en la Clínica Glendale a las 3:00 p.m., ella lo
llevaría a unos 125 Km a una reunión en la tarde. Los Sábados a menudo su agenda estaría ocupada
para unos cuatro sermones en la tarde y en la noche, y también dos en la mañana. Tal como él lo
resume algunos años más tarde: Desde mi retiro en 1950 estuve ocupado cada minuto. Los primeros
cinco años, continué mi trabajo, como si aun estuviese empleado, y compartí mi trabajo. Pero al no
tener un campo asignado, tenía más tiempo libre que el que había tenido durante mucho tiempo. De
tal manera que estudié como nunca lo había hecho antes, y conseguí leer mucho.

Cuando fue preparado el Libro del Año en 1953, M. L. y Gladys estaban viviendo en Gold Gulch, un
área de casas privadas cerca de los bosques de secoya de Santa Cruz. Cuando llegaba una visita, la
primera cosa que M. L. haría, sería sacarlo afuera para que viera los grandes árboles. Él dijo que el
cielo estaría en esos bosques de secoya.

Su casa de dos dormitorios tenía un living-comedor y un porche adjunto que M. L. usaba como oficina.
Había una chimenea externa, usada por los Andreasens y por sus vecinos. Construida en una colina, la
casa no sufría cuando había un diluvio. Era la única casa blanca en el área. Cuando un amigo
comentaba, "Sobresale como un pulgar", M. L. replicaba, "Bien, se le puede cambiar el color".
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Durante unos tres años los Andreasens vivieron en el bosque de secoyas, durante el verano y el
invierno. Durante ese tiempo M. L. dedicó mucho tiempo a escribir. Cuando él sufrió un ataque al
corazón, decidió que sería bueno cambiarse a Glendale, donde Gladys tenía un hogar algunas cuadras
de la Clínica Glendale.

Una razón por la cual el ataque al corazón de M. L. no sucedió antes en su vida, fue debido a su actitud
en relación a la comida. Temprano en su vida de Adventista él había aprendido las lecciones de una
dieta equilibrada, tal como fue comprobado con la historia de la granola. Él aprendió a gustar de la
comida simple.

Él a menudo hablaba de la edad del maní. "¡Yo creo que si tiene buen gusto, está errado! Hay un texto
que dice, 'Como todo lo que es bueno, y permite que tu alma se delicie en la hartura'. Eso no quiere
decir aquello que le guste, sino lo que es bueno. A mi no me gustaban las aceitunas, pero eran buenas.
La Biblia dice que hay que comer aquello que es bueno. De tal manera que aprendí a comer aceitunas".

Uno familiarizado recuerda: "Cuando lo veía venir, ponía una gran olla con porotos sobre la cocina,
porotos Lima, todo tipo de porotos".

M. L. le escribió caprichosamente a un amigo en los trópicos una vez: "Aun cuando el comité vote en
un año o dos, que una vez más estoy tratando de andar en tu camino, voy a estar muy gordo en aquel
tiempo como para entrar en las ropas tropicales que acabo de comprar, de tal manera que son una
pérdida total". En realidad él tenía cuidado con sus calorías. Cinco años después que escribió esa carta,
fue convidado a almorzar un Sábado. Él rodeó las galletas de nueces hechas especialmente para él y
para su esposa, e insistió en comer sólo la décima parte de lo que comían los demás.

El ejercicio era otra precaución de salud que M. L. mantenía. Sólo dos años antes de su muerte, él le
escribió a unos amigos, "Voy a nadar prácticamente todos los días. Le agradezco a Dios por mi salud".

En Glendale, M. L. estaba más disponible para sus amigos. A él siempre le gustó tener exestudiantes
que lo visitaran. Él apreciaba especialmente tener algunos de ellos con él y orar con ellos en
Escandinavo. A otros les gustaba escuchar música con él. A él le gustaba escuchar a los Cosacos del
Don con las luces apagadas. Cuando terminaba el disco, él siempre oraba.

Una secretaria relata: "Una vez cuando él estaba en el salón de entrada de la Asociación del Sur de
California, él se detuvo para leer un periódico. Yo entré y vi que estaba leyendo Ann Landers. Yo dije,
'Ella parece tener una respuesta para todo'. 'Ella es una hábil mujer', respondió él. Entonces, lentamente,
'Ella es una mujer sabia y una buena mujer. Sería peligroso para mí casarme con una mujer así'".

Cuando M. L. se cambió de vuelta a Glendale, la Asociación del Sur de California le dio el título de
secretario Ministerial. Este reconocimiento oficial le dio una nueva vida. Él fue de iglesia en iglesia,
dando reavivamientos de diez días, basados en el santuario y en el Espíritu de Profecía. Él habló en
reuniones campales. Dondequiera que aparecía, él era, como siempre lo había sido, un reunidor de
multitudes. "Nadie dormía cuando él predicaba".
1
Review and Herald, 16 de Julio de 1950.
2
Ibíd.., 21 de Julio de 1950.

NUBES EN EL HORIZONTE
Pág. 84
Cierta mañana en el otoño de 1956, M. L. dedicaba, como lo hacía normalmente, su vida al Salvador
que había servido durante más de sesenta años. A medida que lo hacía, no sospechaba que al leer cuatro
páginas ese día, una reimpresión de un artículo de Donald Barnhouse en la revista Eternity, ocasionaría
una serie de reacciones de su parte que lo harían sobrevivir.

¿Qué fue lo que leyó en aquellas cuatro páginas? Barnhouse, un erudito evangélico, estaba dando su
evaluación del ASD de aquella época. M. L. tomó esta evaluación como siendo de un forastero, y no
esperó ninguna confirmación.

Una frase cautivó la atención de Andreasen: "Se percibió inmediatamente que los Adventistas estaban
negando fuertemente ciertas posiciones doctrinales que antes se les atribuían a ellos".1

¿Bajo qué circunstancias? preguntó Andreasen. Él leyó el marco: Dos años antes, a un investigador,
Walter Martin, se le había pedido que escribiera un libro sobre los ASD, los cuales eran considerados
por los evangélicos como siendo una religión no cristiana. Para obtener información de primera mano,
el Sr. Martin había hecho contacto con líderes Adventistas en sus oficinas principales.

Más adelante M. L. leyó, "Esta idea es totalmente repudiada". ¿Qué idea era esta? Ninguna otra sino la
que él consideraba el concepto básico del santuario y de la expiación, el asunto sobre el cual él había
centrado su forma de pensar durante todos esos años.

Cuando se le concedió el privilegio de pasar algún tiempo en el hogar de Ellen White, él examinó
especialmente el asunto de la expiación y copió una gran cantidad de citas que más tarde usó en sus
clases. De los quince libros que había escrito, dos se referían directamente a este asunto, como también
muchas de las lecciones de la escuela Sabática que se le había pedido que hiciera a lo largo de los años.

Ahora leía esta sentencia: "Ellos no creen, tal como lo enseñaban alguno de sus antiguos profesores,
que la obra expiatoria de Jesús no estaba completa en el Calvario, sino que él estaba llevando a cabo un
segundo ministerio a partir de 1844".2 ¿Qué es lo que ellos creen? Preguntó él. "Ellos creen que desde
Su ascensión, Cristo ha estado ministrando los beneficios de la expiación que Él completó en el
Calvario".3

¡Qué descubrimiento! A través del simple dispositivo de usar la frase "beneficios de la expiación"
describiendo la obra de Cristo en el cielo, se podría implicar que la expiación había sido completada en
el Calvario. El único problema era que Ellen White había escrito, "El gran plan de la redención, que
dependía de la muerte de Cristo, fue así llevado a cabo".4

¿Pero por qué estarían los hermanos tan ansiosos para redefinir la doctrina básica Adventista? M. L.
encontró la respuesta en otra página del artículo:

"La mayor área de desacuerdo es sobre la doctrina del 'juicio investigador' ... una doctrina sostenida
exclusivamente por los ASD. Al comienzo de nuestros contactos con los Adventistas el Sr. Martin y
yo pensamos que esta sería la doctrina en la cual sería imposible llegar a ningún acuerdo, lo cual podría
permitirnos incluirlos entre aquellos que podrían ser contados como siendo cristianos en la obra
terminada de Cristo".5

¡Así que esa fue la razón por la cual tiene que haber una redefinición! El "juicio investigador" tiene que
ver con la obra expiatoria de Cristo en el santuario celestial. Los primeros escritores Adventistas habían
quedado tan impresionados con la importancia de esta doctrina distintiva, que no le aplicaron la palabra
Pág. 85
"expiación" al sacrificio de Cristo en la cruz.6 M. L. podía ver que la tendencia actual era irse al otro
extremo, limitando la expiación a la cruz, y llamando la obra celestial de meramente la "aplicación de
los beneficios de la expiación". En realidad, tal como es confirmado por las Escrituras y es confirmado
por Ellen White, ambas fases constituyen la expiación.

M. L. sabía que Ellen White había usado la frase, "los beneficios de Su expiación"7, para referirse a la
obra de Cristo en el cielo. Pero él también sabía que en el mismo libro que ella había escrito, "así como
el sacerdote entraba al Lugar Santísimo una vez al año para purificar el santuario terrenal, así Jesús
entró en el Lugar santísimo del celestial, al término de los 2300 días de Daniel 8, en 1844, para hacer
una expiación final por todos los que pudieran ser beneficiados por Su mediación, y así purificar el
santuario".8 "Esta expiación es hecha por los justos muertos y también por los justos vivos".9

En relación al sacrificio de la cruz, ella había escrito, "El resplandor de la gloria del Padre, y la
excelencia y la perfección de Su santa ley, sólo pueden ser entendidos a través de la expiación hecha en
el Calvario por Su querido Hijo".10 "La intercesión de Cristo a favor del hombre en el santuario
celestial es tan esencial para el plan de salvación como lo fue Su muerte sobre la cruz. Por Su muerte Él
comenzó esa obra y después de Su resurrección Él ascendió para completarla en el cielo".11

En casi todos los 15 libros M. L. había escrito sobre teología, y había dedicado los últimos capítulos
para describir, de diversas maneras, la obra final de la expiación. Por ejemplo:

"Al fin de los 2300 días [1844] se levantará un pueblo que poseerá luz sobre la cuestión del santuario,
que sigue a Cristo por fe al Lugar Santísimo, que tiene la solución para quebrar el poder del misterio de
la iniquidad, y que va hacia adelante para pelear por la verdad de Dios. Ese pueblo es invencible.
proclamará la verdad sin miedo. Hará la suprema contribución para con la religión en la promoción de
la verdad del santuario".12

"La demostración final de lo que el evangelio puede hacer en y por la humanidad aun está en el futuro.
Cristo mostró el camino. Él tomó un cuerpo humano, y en ese cuerpo demostró el poder de Dios. Los
hombres tienen que seguir Su ejemplo y probar que lo que Dios hizo en Cristo, Él puede hacerlo en
cada ser humano que se somete a Él. El mundo está esperando esta demostración (Rom. 8:19).

Cuando se haya cumplido, vendrá el fin. Dios habrá cumplido Su plan. Él habrá demostrado que es
verdadero y que Satanás miente. Su gobierno permanecerá vindicado".13

Como si M. L. no hubiese sido suficientemente zarandeado, él leyó otras declaraciones en el artículo de


Barnhouse que lo perturbaron: "La posición de los Adventistas nos parece a algunos de nosotros en
algunos casos ser una nueva posición; para ellos puede ser meramente la posición del grupo
mayoritario del liderazgo sano, la cual está determinada a frenar a cualquier miembro que trate de
sostener puntos de vista divergentes de aquel que sostiene el liderazgo responsable de la
denominación".14 "Frenar" y "puntos de vista divergentes" le sonó a M. L., escribió él más tarde, como
un retorno a los días de la Inquisición. Él no debía estar leyendo correctamente.

M. L. volvió a la primera página de la reimpresión y volvió a leer una declaración relacionada con
diversas enseñanzas de la iglesia sobre la marca de la bestia y sobre la naturaleza humana de Cristo. En
relación a estas enseñanzas, los hermanos Adventistas eran descritos como habiéndole dicho al Sr.
Martin "que ellos tenían entre ellos a ciertos miembros que eran una 'franja lunática' así como existen
irresponsables similares en cada campo de la cristiandad fundamental. Esta acción de los ASD era una
indicación de pasos similares que fueron tomados subsecuentemente".15
Pág. 86
Esta última sentencia Andreasen aparentemente la consideró un llamado a un deber de centinela.

Muy luego la revista The Ministry anunció aquellas grandes respuestas a las preguntas del Sr. Martin
diciendo que estaban en proceso de ser preparadas y que serían publicadas en una firma de un libro:

"Esta oficina del editor en el edificio de la Conferencia General comprobó una santa reunión donde seis
hombres sinceros, algunas veces fueron más de seis, se sentaron alrededor de una mesa investigando la
preciosa Palabra de Dios. ... Muy luego se entendió que si estas preguntas y respuestas pudiesen ser
publicadas, ayudaría grandemente para aclarar nuestra posición sobre las fases más importantes de
nuestras creencias".16

Un artículo subsiguiente explicó el proceso usado para preparar el libro:

"Probablemente ningún otro libro publicado por esta denominación ha sido tan cuidadosamente leído
por un grupo tan grande de hombres responsables de la denominación antes de su publicación que este
que estamos considerando. Cerca de 250 hombres en Norteamérica y en otros países recibieron copias
del manuscrito antes que fuese publicado. El manuscrito preliminar hecho por un grupo de cerca de 14
individuos, ha sido tan cuidadosamente preparado, que sólo una mínima parte de sugerencias para
mejorarlo, fueron hechas. Hubo, sin embargo, un extraordinario coro de aprobación".17

¿Quiénes fueron esos 250 hombres que recibieron copias antes de la publicación? Andreasen se
asombró. La respuesta estaba en The Ministry.

"El manuscrito, después de haber sido cuidadosamente estudiado por un gran grupo aquí, fue enviado a
nuestro liderazgo en todas las divisiones del mundo. Además, le fue enviado a los profesores de Biblia
en nuestros colegios superiores y a los editores de nuestros mayores diarios. También fueron enviadas
copias a nuestros líderes de Uniones y Asociaciones en Norteamérica".18

De acuerdo con los amigos de M. L., lo que más lo molestó fue que nadie pensaría que si alguien ha
hecho o ha participado en un gran número de eventos, esto pudiera indicar que ellos son expertos. Ningún
puesto en la iglesia hace de un hombre automáticamente un teólogo. No era la tarea de hombres cuyo
mayor trabajo era la administración, meterse a arbitrar sobre la verdad.

Esos hombres fueron elegidos para ver que los negocios de la iglesia fuesen llevados a cabo de una
manera efectiva. Un administrador no tenía más derecho de asumir el papel de un teólogo que un
teólogo para asumir el papel de un administrador. Aun cuando la habilidad pudiera estar presente, el
entrenamiento y la experiencia, en la mayoría de los casos, estaba ausente. De tal manera que los
asuntos teológicos era para aquellos que habían sido capaces de estudiar completamente el asunto
durante muchos años. En cuanto a los profesores, M. L. había escuchado que algunos habían admitido
no haber estudiado la expiación.

Una cosa M. L. sabía: aquel que probablemente pudiera haber detectado serias dificultades en la
presentación de la expiación y de la naturaleza humana de Cristo no se le había dado la oportunidad.
Aun una única palabra mal escogida en una exposición escrita de la verdad, puede causar problemas.

M. L. consideró por qué él no había estado entre los 250 lectores del manuscrito. Él no podía negar su
edad. Habían pasado seis años desde que su nombre había sido leído para ser retirado en aquel día de la
Conferencia General de 1950. él había escrito en aquel tiempo, "El servicio activo no ha cesado. No
Pág. 87
tengo ninguna discapacidad". Realmente, había sido su esposa más joven, la que lo había mantenido
después de su retiro. Él había sido constantemente solicitado para predicar. Ella lo conducía a casi
cuatro reuniones los Sábados.

Más de dos años después que M. L. se retiró, un editor de la Review hizo algunos comentarios tardíos
bajo el título "Nuestros Estadistas":

"Estos héroes vivientes de la fe que se quedan atrás de nosotros en el ocaso de sus vidas, y que nosotros
estimamos sus consejos como una inapreciable herencia del pasado. ... Nosotros pensamos de la vasta
reserva de sabiduría, creada por la experiencia, en el amplio círculo de la Fraternidad del Retiro. Las
mentes de los hombres no se retiran en el tiempo en que son elegibles para ser sustentados. ¿Por qué no
nos acercamos más a menudo y sistemáticamente a esta reserva de sabiduría y de experiencia buscando
consejo para enfrentar los problemas de hoy?".19

Algunos han pensado que otra posible razón para que M. L. no estuviera entre los 250 lectores, se
remonta al tiempo en que él fue por primera vez al Seminario en Washington en 1938. él fue convidado
para llevar a cabo clases en las tardes sobre el servicio del santuario, a las cuales asistieron empleados
de la Review and Herald y de la Conferencia General y a los cuales les gustaron estas clases. ¿Pudiera
ser que otros eruditos que no fueron convidados a dar estas clases en las tardes en sus especialidades
hayan sentido un poco de envidia de su popularidad como profesor?

Más recientemente, en relación con su preparación de las lecciones de la Escuela Sabática para los dos
primeros trimestres de 1957, a M. L. se le pidió que actualizara su comentario, Isaías, el Profeta del
Evangelio. Cuando el manuscrito estuvo listo, se le dijo a M. L. que no iba a ser publicado. El jefe del
Departamento que había hecho el contrato se había retirado, y los gerentes de Libros y de Biblias
habían votado no publicar más ayudas para las lecciones por algún tiempo, posiblemente debido a que
aquellas de los años recientes no se habían vendido. Si M. L. no hubiese sentido eso como un asunto de
principio el insistir que la casa publicadora le reembolsara los US$ 3.000 que él había solicitado por el
tiempo que le había dedicado al asunto, la ayuda de algunas secretarias, y otras cosas, los hermanos
habrían estado más dispuesto a ayudarlo.

Cuando el libro “Los ASD Responden Preguntas Sobre Doctrinas” salió de la imprenta, M. L. leyó las
720 páginas del volumen con cuidado. Él estaba contento que un adjetivo que él había objetado en un
artículo de Ministry, final,20 aplicado a la expiación en la cruz, había sido omitido. Pero no pudo
encontrar ninguna declaración reafirmadora, tal como había aparecido en el artículo, diciendo que el
ministerio actual de Cristo en el cielo hace parte integral de la expiación.21 En ves de una clara
presentación, encontró esto: "Cuando, por lo tanto, uno escucha decir a un Adventista, o lee en la
literatura Adventista aun en los escritos de Ellen G. White, que Cristo está haciendo expiación ahora,
debiera ser entendido que nosotros queremos simplemente decir que Cristo está ahora haciendo
aplicación de los beneficios de la expiación sacrificial que Él hizo en la cruz".22

Esta sentencia apareció tan grande en la evaluación de M. L., que a él no le impresionó la alta erudición
evidenciada en el resto del libro, incluyendo aquellos asuntos especiales de 42 páginas sobre
"Campeones de la Inmortalidad Condicional", las 38 páginas sobre "Principios Básicos Sobre la
Interpretación Profética", y dos capítulos sobre el macho cabrío.

Otros asuntos perturbaron a M. L., tales como la omisión de una lección de la Escuela Sabática sobre el
Apocalipsis en el estudio de la marca de la bestia. Él relacionó esto con los contactos del Sr. Martin con
los hermanos. Entonces un día, mientras estaba visitando un ex-jefe de los Fideicomisarios de E. G.
Pág. 88
White, una copia de cortesía de último minuto llegó. Su anfitrión se la pasó a M. L. para que la leyera,
sin haberla él mismo leído antes, solamente como un asunto de interés. Los ojos de M. L. captaron una
frase acerca de anexar unas pocas observaciones a ciertos escritos de Ellen G. White, que explicaban
"nuestro entendimiento de las diferentes fases de la obra expiatoria de Cristo".

Así como un pequeño temblor puede desencadenar un terremoto, M. L. temió lo que podría suceder
después. ¿No podrían esas observaciones socavar la autoridad de los escritos de Ellen White? preguntó.

En la actualidad, los hombres que han trabajado con los evangélicos han descubierto que la frase en
Primeros Escritos relacionada con "los beneficios de Su expiación" ha sido de gran ayuda para esos
eruditos para entender la ministración del santuario. Los hermanos por lo tanto, han sugerido que este
pasaje puede ser usado como un apéndice o como una observación al pie de la página en uno o dos
lugares en el Conflicto de los Siglos. El jefe de la mesa directiva iba a viajar en un par de horas hacia el
extranjero, pero pasó más de un cuarto de año hasta que la mesa directiva decidió no anexar esas
observaciones.

Mientras tanto, M. L. había estado intercambiando cartas con las oficinas generales. Él no estaba
satisfecho con las respuestas que incluían, 'He analizado esto con los hermanos que están preocupados,
y vamos a dejar el asunto hasta aquí". Nuevamente, "He considerado el asunto al cual usted se refiere,
como encerrado".

A partir de esto, M. L. concluyó que él había agotado el envío de cartas a los líderes de Washington.
Bajo la fuerte convicción de que algo tenía que ser hecho, él comenzó a mimeografiar una serie de
cartas sobre la expiación, las cuales envió a exestudiantes, y posiblemente a otros a los cuales también
les envió sus correos.

M. L. se recuerda que durante sus primeros meses como Adventista, cuando aun no cumplía veinte
años, había estado expuesto a discusiones con los de la "banda de Iowa" de ministros. Él comentó una
vez, "En retrospecto dudo que las reuniones a las cuales asistí fuesen las mejores para un joven
convertido. ... Yo estaba sorprendido con la libertad con que ellos discutían los asuntos de las
personalidades". Ahora, en sus propias discusiones escritas, él mismo se encontró usando sentencias
como: "Nuestros líderes están en el camino errado". "Oren por los líderes. Ellos están tomando sobre sí
mismos más responsabilidad que la que pueden llevar". "Están muy próximo a dar el último paso. Que
Dios salve a Su pueblo".23

Para M. L. los eruditos, el gran punto focal de la iglesia, era la sana doctrina, que emanaba de Cristo, el
Camino, la verdad, y la Vida. Desde el punto de vista administrativo, el gran punto focal de la iglesia
estaba expresado por el presidente de la Conferencia General en su conversación abierta en el Concilio
de Primavera de 1957, en el cual él declaró principios que necesitaban ser enfatizados en este tiempo:

"¿Qué es lo que mantiene a nuestra denominación junta? No podemos por la fuerza mantener a ningún
individuo en la iglesia. Todo es voluntario. Nuestro pueblo está unido porque ellos creen en la iglesia
de Dios y en el liderazgo, ya sea el presidente o el pastor de iglesia. Tenemos que retener esta
confianza a través de nuestro ejemplo, a través de la vida que vivimos, de la manera como vivimos, de
la manera como actuamos, a través de lo que decimos, y de la manera como lo decimos. ... Tenemos
que ser sinceros, pero nunca extremistas, ni fanáticos ni muy liberales".24

Así, para la administración, cualquier palabra dirigida contra el liderazgo constituía una amenaza a la
verdadera unidad de la iglesia.
Pág. 89
No se espera que un administrador sea un experto en todos los asuntos. Él está rodeado de especialistas
a los cuales él les da algunos asuntos, confiando en que todos tomarán los debidos cuidados. Por lo
tanto, cuando el administrador jefe recibió varias cartas de M. L., él analizó su contenido con sus
especialistas y entonces le respondió que él consideraba el asunto encerrado, y lo conminó
sinceramente a deponer su agitación.

M. L. ofreció ir a Washington para una audiencia, con la condición de que pudiese obtener una copia
de los procedimientos. Se sugirió una cinta grabada, y él entendió que iba a recibir una. Sin embargo, la
correspondencia posterior reveló que no sería prudente darle una cinta grabada. M. L. decidió entonces
que una audiencia era imposible.

Otras personas fuera de M. L. estaban preocupadas acerca de Questions on Doctrine (Preguntas Sobre
Doctrinas). Uno de ellos afirma que fue autorizado por M. L. para imprimir y hacer circular "Cartas a
las Iglesias", reescrito a partir de los mensajes sobre la expiación. Esto indudablemente aumentó el
número de lectores. Otros más las reimprimieron y las hicieron circular sin la autorización de M. L., lo
cual hizo aparecer como si él estuviese instigando ese movimiento.

A través de todo esto, sin embargo, M. L. no quería nada de aquello. Se nos informa que un día un
comité fue a su casa en Glendale. Ellos querían que él fuese el líder de su grupo. Tan pronto como él
entendió su misión, se levantó y con toda dignidad le mostró la puerta a los visitantes.

En Junio de 1958, la Conferencia General se reunió en Cleveland, Ohio. M. L. brillaba por su ausencia;
él no era un delegado. Pero aparentemente él estaba en los pensamientos de los oradores. El sermón de
apertura fue sobre "La Bendición de la Unidad". Otro fue sobre "El Ministerio Intercesorio de Cristo".
El primer Sábado, cerca del final de su sermón sobre "La Fe Una Vez Entregada a los Santos", el
presidente reelegido de la Conferencia General dijo:

"Sólo la esperanza de nuestra salvación, Cristo, Su sacrificio expiatorio en el Calvario, la última fase de
Su ministerio expiatorio que ahora se realiza en el santuario celestial, tiene que ser proclamado
claramente a través de la palabra y de la voz al mundo de tal manera que las personas entiendan y
aprecien esta fundamental enseñanza bíblica. El sacrificio y el ministerio de nuestro Señor y Salvador
no ha sido claramente entendido, ni tampoco ha sido profundamente apreciada, aun por nuestro propio
pueblo. A través de una mejor comprensión de ello, la preciosidad de nuestro Señor, como nuestro
relacionamiento personal con Él, será grandemente aclarado y mejorado".25

Un mes antes de la sesión de la Conferencia General, la Review había colocado un artículo de un editor
asociado, "¿Puede la Verdad Puede Ser Popular?"

"Las verdades distintivas proclamadas por los ASD durante más de siglo, nunca han sido populares en
los círculos teológicos, y es fútil esperar que lo serán. ... Si los ASD cedieran sobre sus enseñanzas
distintivas para poder ganar y llevar el signo de respetabilidad teológico, sin duda que serían aceptados
por otros cuerpos cristianos. Pero al hacerlo, serían traidores a las verdades que los han convertido en
un pueblo. ... No serían más ASD".26

El editor jefe continuó con el mismo asunto nueve meses después:

"Existe una sutil tentación enfrentando a los Adventistas hoy; donde tenemos una creciente
popularidad, para pensar que podemos reformular un poquito nuestras creencias, colocándolas de una
manera menos problemáticas, podemos tener más fraternidad en todos lados. ... Grande sería el mal si
Pág. 90
alguien tratara de persuadirnos para caer en esa trampa. ... El mensaje del Advento es extraído del
pensamiento de las modernas religiones que nos darían una especie de emoción inspiracional ofuscada
como un substituto para las escabrosas doctrinas, y aquellos conceptos agudos grabados de Dios y de
Sus requerimientos, que son vitales para la verdadera religión".27

El 5 de Enero de 1960, a la edad de 83 años, M. L. escribió en una carta personal, "Aun puedo ver un
poco, escuchar un poco, pensar un poco. Voy a nadar prácticamente todos los días. Le agradezco a
Dios por mi salud. También predico regularmente, pero lo que más hago es escribir".

Parte de sus escritos fueron matizados con el espíritu crítico que él había observado en algunos que
habían estado en la Conferencia General de 1888. El editor jefe escribió en la Review en Julio de ese
mismo año:

"Es increíble que los críticos procuren encontrar en los profetas bíblicos y en los escritos de la Sra.
White un precedente para su crítico curso de acción. Ellos son culpables de presunción al colocarse
ellos mismos en un mismo plano con los profetas. ... No, los críticos no son hombres inspiradores".28

M. L. había estado actuando como un crítico porque "yo sabía que era tiempo como para hacer sonar la
alarma. ... Yo recibí mis órdenes de Dios, ENFRÉNTALO, ENFRÉNTALO. Y yo tengo que serle fiel a
mi Señor".29

Su fiel esposa por más de 52 años no estaba más a su lado para recordarle que los profetas bíblicos
tenían que entregar su mensaje, "ya sea que escuchen, o que desistiesen". Una vez que lo entregaban,
tenían que volver a casa. "Annie lo habría fortalecido en dos minutos", fue observado, "pero no quería
irse a la casa". En vez de ello, él se levantó y gritó con mucha fuerza.

Durante los años de controversia, cinco de los libros de Andreasen fueron regularmente listados en la
Librería del Hogar Cristiano, donde el anuncio decía: "Cada libro de esta serie era bueno ayer, es bueno
hoy, y será igualmente bueno mañana. Cada uno de ellos es digno de tener un lugar permanente en los
estantes de vuestra librería". Después del 17 de Noviembre de 1960, este anuncio continuó apareciendo
en la Review, pero sin que los títulos de Andreasen fuesen incluidos en la lista. (El libro Oración se
incluyó nuevamente en la lista durante el cuarto trimestre de 1966).

A pesar de sus dificultades, el veterano no había perdido su espíritu de lucha ni su sentido de humor.

Es una cosa maravillosa vivir en un tiempo como este y bajo circunstancias como estas. Yo estoy
disfrutando la vida como nunca antes. "Estar vivo es sublime". De tal manera que continuaré haciendo
lo que he hecho hasta aquí: escribir un poco, descansar un poco hasta que mis buenos amigos piensen
que ya he desistido, que estoy enfermo, o que me he ido. Entonces vuelvo a la vida, y continuo mi
trabajo.30

Pero la denominación no podía condonar las actividades de M. L. Por lo tanto, el 6 de Abril de 1961,
los miembros del comité de la Conferencia General reunidos en Spring Council reaciamente votaron
quitarle sus credenciales ministeriales. Esto fue hecho por (1) traer discordia y confusión a las filas a
través de la voz y de la pluma, y por (2) rehusarse a responder favorablemente a los apelos para hacer
una declaración de sus diferencias con la Conferencia General, excepto en sus propios términos
particulares.31 "Fue una reunión triste, muy triste. Todos honrábamos al hermano Andreasen. Lo
amábamos".32
Pág. 91
En una carta personal, Andreasen escribió, "Como usted debe saber, me han ‘suspendido’ mis
credenciales. ... Yo no supe de ellos sino más tarde. Pero yo soy un ASD ... Tengo bastante coraje.
'Quedarse en el barco es duro cuando te arrojan afuera". Él había escrito anteriormente, "Tres veces
escuché a la hermana White repetir eso, 'Permanezcan en el barco'. Buen consejo".

Aquel verano, dos exestudiantes vinieron a visitarlo, resueltos a no mencionar sus problemas. La
primera cosa que él dijo fue, "Bien, ellos me han quitado mis credenciales". Con lágrimas en sus ojos
añadió, "Yo no he abandonado a la iglesia. No tengo intención de dejar la iglesia".

Pero a pesar de la devoción de su segunda esposa para darle el mejor cuidado físico posible, el cuerpo
de M. L. no pudo resistir la pena que lo asaltó, especialmente durante las largas noches. Él aun le
escribió cartas a Dios. No se le permitió más predicar, ni siquiera un sermón en Sábado. Que su celo
por lo que él entendía era la causa de Dios lo haya conducido a esta situación, era algo mayor que lo
que él podía soportar. Él desarrolló una úlcera duodenal que eventualmente comenzó a sangrar. Menos
de una semana antes de su muerte, la cual ocurrió el 19 de Febrero de 1962, fue llevado al hospital. Su
corazón no estaba lo suficientemente fuerte como para resistir una operación.

Él pasó su última noche en casa orando y llorando debido a su triste situación relacionada con el
ministerio del cual él había formado parte durante casi 60 años. Su esposa le envió algunas palabras al
presidente de la Conferencia General, el cual estaba en la vecindad en aquellos días, explicándole que
M. L. quería verlo. Él fue, acompañado por el presidente de la Asociación de la Unión del Pacífico.

Los tres se habían juntado antes en otras ocasiones, cuando los resultados habían sido insatisfactorios.
Ahora hablaban juntos francamente acerca de las experiencias y acciones pasadas. M. L. dejó claro que
aun cuando él divergía en relación a algunos procedimientos seguidos en relación a su caso, él quería
estar en paz con sus hermanos y con Dios. Él no quería animosidades. El presidente respondió en forma
amable. Entonces cada uno oró. La amargura fue eliminada. Finalmente el antiguo guerrero estaba listo
para dejar todo el asunto en las manos de Dios. Habían lágrimas de gratitud en sus ojos cuando las
vivitas se fueron. "Ahora puedo morir en paz", le dijo a su esposa.

El 1 de Marzo de 1962, el Comité de la Conferencia General votó devolverle las credenciales


ministeriales a M. L. y colocar su nombre de vuelta en el Libro del Año juntamente con otros. Pero M.
L. nunca supo de esta acción; él ya se había ido al descanso.

Ocho meses después que murió M. L., la siguiente "Carta de Nuestro Presidente" apareció en la
Review:33

"La verdadera fe en Dios nos conducirá a creer que cuando hemos traído la atención de algunos bajo
convicciones personales, entonces Dios puede actuar para arreglar cualquier error que los hombres o
los comités puedan haber cometido. Es desafortunado para cualquiera tomar una posición de que si su
punto de vista no es aceptado, los hermanos entonces tienen que estar errados; y es más errado aun que
una persona comience a diseminar su punto de vista en un intento de obligar la aceptación de aquello.
Cuánto mejor es descansar en Dios para que Él arregle las cosas después que hayamos hecho lo mejor
que podamos. Tal como alguien ha dicho, 'si Dios no puede gobernar, Él gobierna en contra'. Más de
una vez hemos visto esto acontecer. Pero muy a menudo somos tentados, como Pedro, a pelear con
nuestras armas humanas, para defender lo que creemos que está bien. El resultado normalmente es la
confusión y el daño para la obra que amamos. ...
Pág. 92
"Sería tonto para cualquier líder decir que él está por sobre cualquier error o que cualquier mesa
directiva asuma que es infalible. Pero 'Dios guía de una manera misteriosa Sus maravillas' ...

"La oración de fe es un arma poderosa en las manos del cristiano fiel. Debiéramos emplearla más. Los
diversos oradores sinceros del pueblo de Dios a favor de Su obra y de los líderes de la iglesia, nosotros
creemos sinceramente que son escuchadas en el cielo. Él responde a Su manera divina, a veces aun
guiando a Su iglesia en lo que parece ser la dirección errada. Pero podemos confiar en Él para guiar a
Su pueblo triunfalmente hasta la Tierra Prometida".

Aun cuando la literatura denominacional haya adoptado la frase "los beneficios de Su expiación", ha
sido hecho todo el esfuerzo para dejarle claro al mundo que los ASD creen que una parte importante de
la expiación está sucediendo ahora en el santuario celestial. Un poco más de un año después de la
muerte de M. L., F. D. Nichol escribió Respuestas a las Objeciones, lo cual M. L. había dicho que
colocaba correctamente la posición de la iglesia sobre el asunto de la expiación, y fue publicado en una
nueva edición compacta, con un precio barato para que pudiera ser fácilmente vendido. En 1969, siete
años después de su muerte, cuatro de los libros de Andreasen fueron re-publicados para comenzar una
nueva librería llamada la Serie Shield. Los títulos fueron: El Servicio del Santuario, La Fe de Jesús, El
Sábado, y Una Fe por la Cual Vivir.
1
Donald Barnhouse, editor, "¿Son los ASD cristianos?" Eternity, Septiembre de 1956.
2
Ibíd.
3
Ibíd.
4
Ellen G. White, Testimonios (Mountain View, Calif: Pacific Press Pub. Assn., 1948), vol. 2, p. 211.
5
Barnhouse, op. cit.
6
"... cuya expiación, al haber sido hecha en la cruz, lo cual era el ofrecimiento del sacrificio, es la
última parte de su obra [de Cristo] como sacerdote" ("Principios Fundamentales", Signs of the Times, 4
de Junio de 1874; citado en L. E. Froom, Movimiento de Destino [Washington, D.C.: Review and
Herald Pub. Assn., 1971], p. 514).
7
White, Primeros Escritos, p. 260.
8
Ibíd.., p. 253. (Itálicos suplidos).
9
Ibíd.., p. 254.
10
White, ST, 25 de Agosto de 1887 (citado en L. E. Froom, Movimiento de Destino, p. 514). (Itálicos
suplidos).
11
El Conflicto de los Siglos (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1888), p. 489 (citado en
Los ASD Responden Preguntas Sobre Doctrinas [Washington, D.C.: Review and Herald Pub. Assn.,
1957], p. 682). (Itálicos suplidos).
12
M. L. Andreasen, El Servicio del Santuario (Washington, D.C.: Review and Herald Pub. Assn.,
1937), p. 274.
13
Ibíd.., p. 279.
14
Barnhouse, op. cit.
15
Ibíd..
16
R. A. Anderson, "Los ASD Responden Preguntas Sobre Doctrinas", The Ministry, Junio de 1957, p.
24.
17
R. R. Figuhr, "Questions on Doctrine," The Ministry, Enero de 1958, p. 29.
18
Anderson, op. cit.
19
Raymond F. Cottrell, "Nuestros Estadistas", Review and Herald, 16 de Abril de 1959.
20
"Ese es el tremendo alcance del acto sacrificial de la cruz, una expiación completa, perfecta, y final
por el pecado del hombre". L. E. Froom, "La Aplicación Sacerdotal del Acto Expiatorio", The
Ministry, Febrero de 1957. (Itálicos suplidos).
Pág. 93
21
"La expiación consta de dos partes; primero un acto simple y comprensivo, y después un proceso
continuo o trabajo de aplicación. ... Es necesario tomar ambas partes para tener una expiación
completa, efectiva y aplicada. ... Estos son dos aspectos complementarios de una sola expiación
indivisible". Ibíd..
22
Questions on Doctrine, pp. 354-355.
23
Andreasen, "Expiación VII", 19 de Enero de 1958, p. 7.
24
Figuhr, "'Un Sonido del Cielo'", The Ministry, Junio de 1957, p. 26.
25
Figuhr, "La Fe Una vez Entregada a los Santos", Review and Herald, 23 de Junio de 1958, p. 56.
26
Cottrell, "¿Puede la Verdad Ser Popular?" Review and Herald, 15 de Mayo de 1958.
27
Francis D. Nichol, "Lecciones de Advertencia de Falsos Libros", Review and Herald, 26 de Febrero
de 1959.
28
Francis D. Nichol, "¿Están las Críticas También Entre los Profetas?" Review and Herald, 21 de Julio
de 1960.
29
Andreasen, "Historia de Suspenso", p. 1.
30
M. L. Andreasen, "El Testigo Viviente", p. 5.
31
Minutos del Concilio de Primavera colocado en los archivos de la Conferencia General.
32
Arthur White, carta a Thomas A. Davis, 23 de Octubre de 1978.
33
Figuhr, "Una carta de Nuestro Presidente," Review and Herald, 4 de Octubre de 1962, p. 5.

PALABRAS FINALES
Las personas que asistieron al funeral de M. L. Andreasen el 23 de Febrero de 1962, escucharon no
solo lo que esperaban oír, sino que también algunas cosas que no esperaban.

"La lámpara de la esperanza fue una influencia guiadora en la vida de nuestro hermano", dijo el
hermano R. R. Bietz en el sermón del funeral. "Me gustaría referirme a un cierto párrafo de su libro
Oración, en la página 17. Se titula 'Volviendo a Casa':

"'Cuando tenemos una clara visión del gran corazón de amor del Padre, nunca más podemos ser
descorazonados o desanimados. Dios se alegra por nosotros cantando, esperando ansiosamente el
tiempo cuando todos los hijos lleguen al hogar. Aun ahora mismo Él se está alegrando anticipadamente
por aquello que va a suceder. Él está feliz en Su amor, y se está preparando para aquel gran evento de
las edades, la vuelta a casa de todos los hijos de Dios tanto en la tierra como en el cielo. Aun para Dios
este es un gran día. Mientras estamos esperando la venida de Cristo. Dios está esperando que
volvamos. Y Su amor y Su deseo es aun mayor que el nuestro. Él ha esperado durante mucho tiempo.

"'Y así oramos porque necesitamos a Dios, necesitamos Su amor y su compañía, necesitamos Su
cuidado y guía. ... No oramos para obtener lo que nosotros queremos, sino que para saber lo que Él
quiere. No oramos para que Él cambie Su manera de pensar, sino para que nuestras mentes sean
cambiadas. No oramos para que Él cambie Sus planes en relación a nosotros, sino que para pedirle que
nos ayude a aceptar voluntariamente Sus planes. No oramos para esquivar el dolor, sino que por fuerza
para soportarlo. No oramos para ser sacados del mundo, sino que para mantenernos fieles mientras
estamos en él. No oramos para escapar del sufrimiento o de las pruebas, sino que por paciencia para
enfrentarlas'.
Pág. 94
"En mis muchas conversaciones con el hermano Andreasen a través de los meses y años, él siempre
reconoció la bondad del Señor. Justo algunos días antes de su muerte, algunos de nosotros lo visitamos
en el hospital. Su esperanza en Cristo era evidente por la manera en que él habló con relación a la
muerte. Él sabía que podía morir en cualquier momento. Aun con pensamientos de muerte en su mente,
él era un hombre alegre. Aun su sentido de humor no se quebró durante aquella hora".

"Pocos, muy pocos, han hecho un impacto en el pensamiento y en la fe de los ASD que las enseñanzas
y los escritos del hermano Andreasen han hecho", dijo T. J. Michael, el cual fue el que leyó el
obituario. "Y sin embargo, este hombre de Dios, que alcanzó tanto en su vida, escribió de si mismo
apenas algunas horas antes de morir, que la del era una vida común, que él no había venido de ninguna
parte en especial, que no realizó hazañas de fuerza o de sabiduría, sino que era un mero hombre que
vivió una vida tranquila sin ostentación ... que no dejó huellas en la arena del tiempo. Tal como él
declaró, él no era un Colón, un Einstein, o un Edison. Pero para los cientos que lo conocieron y lo
amaron, él era más que eso, él era un amigo en el que se podía confiar, un sabio consejero, y una fuerza
espiritual. Él tenía una íntima familiarización con Dios, y él se propuso compartir esta amistad con
todas las vidas que él tocó. ...

"Para cerrar este obituario, yo les traigo aquí a ustedes que hoy están aquí reunidos, y también a
aquellos otros incontables en las filas del Movimiento Adventista que lloran su partida, un mensaje de
adiós escrito por el propio hermano Andreasen. Esto es lo que el mensaje dice:

"Parece calzar en esta ocasión que yo debiera decirle algunas palabras a mis amigos aquí reunidos.

"Dios ha sido bueno conmigo durante todos estos años; la vida ha sido buena para mi; mis amigos
han sido buenos conmigo; mi familia ha sido buena conmigo. Como yo creo que la vida aquí nos es
dada para que demostremos como la vamos a usar, dejo mi testimonio de que amo la vida, que aprecio
el privilegio de que se me haya permitido vivir durante todos estos años, en asociación con mis
queridos amigos.

"La vida y el amor son maravillosos, y yo he podido compartirlos. He tenido un gusto por la vida y por
el amor, y estoy mirando hacia la otra vida, interminable, con mis amigos y queridos, donde no habrá
partida, ni un triste adiós.

"Así, queridos, sean fieles y verdaderos, hasta el fin. Descansaré en la esperanza, esperando el día de
la alegre reunión. Amo a mi Dios. Muy luego lo veré. Los amo a ustedes que están hoy aquí; amo la
música; amo las flores; y aprecio vuestro amor.

"Adiós, entonces, hasta que nos encontremos nuevamente.

"M. L. Andreasen"

OBRERO DE DIOS
Obrero de Dios, Oh no pierdas el corazón,
sino que aprende a conocer a Dios;
y en el oscuro campo de batalla
sabrás donde golpear.
Pág. 95

Tres veces bendito es aquel a quien le es dado


el instinto que puede decir
que Dios está en el campo, cuando Él
es casi invisible.

Bendito, también, es aquel que puede ser divino


donde la verdad y la justicia mienten,
y no se atreve a tomar el lado que parece
errado a los ojos ciegos de los hombres.

Aprende a despreciar la alabanza de los hombres,


y aprende a perder con Dios;
porque Jesús ganó el mundo a través de la vergüenza,
y te atrae a Su camino.

Porque lo correcto es correcto, así como Dios es Dios,


y lo correcto ganará el día;
y dudar será deslealtad,
y fallar será pecado.

Frederick W. Faber, 1849

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