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c[editar]c
Como casi todas sus demás posiciones filosóficas, el realismo bungeano es franco y audaz,
especialmente si se tiene en cuenta la difusión de los escepticismos de diverso cuño en las
últimas décadas. Como otros autores, Bunge distingue tres matices de realismo, uno
ingenuo, otro crítico y uno científico. El realismo bungeano es de este último tipo y se
caracteriza por ser una conjunción de siete tesis realistas que abarcan prácticamente todo su
pensamiento filosófico, de allí que también le valga el nombre de realismo integral. Más
importante aún es que estos diferentes aspectos del realismo bungeano se encuentran
enlazados entre sí por diversas relaciones, de tal modo que constituyen un sistema. De allí
que Bunge llame también hilorrealismo (o hylerrealismo, del griego hyle, material, materia)
a su especial versión del realismo científico, porque siempre va de la mano de la tesis
ontológica materialista. Además, y como veremos más adelante, el hilorrealismo bungeano
también es sistemista (tanto en lo ontológico como en lo gnoseológico) y emergentista.

Hay, sin embargo, algunos ámbitos en los que Bunge defiende posiciones diferentes al
realismo. En filosofía de la matemática, por ejemplo, opta por un ficcionismo moderado,[5]
en la estética lo considera solo una corriente más o, incluso, una perspectiva conservadora,
y en política (³Realpolitik´) lo rechaza de plano por considerarlo otro nombre para el
cinismo político.[6]

Los aspectos en que Bunge profesa el hilorrealismo científico, uno de los ejes principales
de su vasta obra, son: (i) ontológico, (ii) gnoseológico, (iii) semántico, (iv) metodológico,
(v) axiológico, (vi) moral y (vii) praxiológico.[7]

Antes de pasar a describir los diferentes aspectos del realismo científico de Bunge,
conviene advertir al lector que, tal como lo sugieren los párrafos siguientes, se trata de una
concepción ? 
?    
    ? , tan alejada como lo
puede estar la ciencia del conocimiento ordinario. Según Bunge, la ciencia describe y
explica (a) aspectos seleccionados de los hechos que le interesan y (b) lo hace ? 

?  (no pictórica). Más aún, para esta tarea resultan fundamentales las teorías
científicas, que no se refieren a los hechos reales directamente, sino que lo hacen de una
manera elíptica, indirecta, puesto que siempre hay de por medio un modelo más o menos
idealizado de esos hechos. En resumen, el realismo científico es tal porque consigue
"captar" ciertos aspectos objetivos de la realidad que nos rodea, en particular las relaciones
invariantes [descritas, típicamente, de manera matemática por enunciados legales (o leyes)]
entre variables que describen de manera simbólica (habitualmente cuantificada) aspectos
seleccionados de clases de hechos que resultan de interés científico.[8]

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Bunge sostiene que el mundo es exterior a la mente del sujeto, y existe por sí mismo. En
consecuencia, se opone al idealismo ontológico, es decir la escuela que sostiene que lo
único existente son los contenidos de la mente del sujeto. El realismo ontológico también se
opone al constructivismo, que sostiene que la realidad es una "construcción social". Queda
bien claro, pues, que Bunge distingue entre las cosas (objetos reales o concretos) y lo que a
ellas les acontece (hechos), por un lado, y las ideas (objetos conceptuales) entre las que se
cuentan los datos, hipótesis, modelos y teorías científicas que tratan acerca de los hechos,
por otro. El autor ofrece dos tipos argumentos a favor del realismo ontológico, pero aclara
que la ciencia no prueba la existencia de la realidad, sino que, y lo considera más
importante aún, la da por supuesta. Por un lado, están los argumentos que podríamos llamar
generales, por otro, los provenientes de las ciencias particulares. De los primeros, dice, el
más difundido es el del éxito de la ciencia y la tecnología. Ambos tipos de éxito (uno
gnoseológico y otro pragmático) constituyen un indicio de que ³allí fuera´ hay algo más
que nuestras ideas, pero la posibilidad de percibir o manipular los objetos que nos rodean,
no nos ofrecen argumentos convincentes contra el antirrealismo. ‘ ?   ?

?   ? 
       
  
?      . La razón que ofrece es que un subjetivista podría explicar
fácilmente por qué los científicos aciertan: porque construyen el mundo (fenoménico). En
cambio, ¿cómo explicará un subjetivista las discrepancias entre las teorías o hipótesis y los
datos?.[9] [10] Los argumentos de las ciencias particulares provienen de cuatro campos:
física, biología, neurociencia cognitiva e historia. La física muestra la existencia de cosas
concretas porque todas sus leyes fundamentales, entre ellas la segunda ley del movimiento
de Newton, son invariantes respecto de ciertos cambios en el marco de referencia. En
particular, un cambio de observador no modifica la descripción que ofrece la ley. La
biología apoya al realismo al afirmar que todo organismo necesita nutrientes y energía
(externos) para subsistir y desarrollarse y comenta Bunge que eso incluye ³a las bacterias y
los filósofos subjetivistas´. El argumento neurocientífico se basa en el descubrimiento de
que el cerebro necesita estímulos externos para desarrollarse normalmente, tal como han
mostrado experimentalmente los premios Nobel Hubel y Wiesel. Finalmente, el argumento
que surge de la historia es el siguiente. Las ciencias históricas dan por sentado el pasado, es
decir, suponen que su estudio no permite modificarlo.[11]

4c
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Esta posición, que presupone al realismo ontológico, se compone de dos tesis: (a) que la
realidad es cognoscible (o sea, que puede describirse y comprenderse), (b) que nuestro
conocimiento de ella no es perfecto y (c) que ese imperfecto conocimiento puede
mejorarse. Más precisamente, la tesis (b) puede subdividirse en tres subtesis: el
conocimiento fáctico es incompleto, indirecto y falible. De tal modo, se opone a los
escepticismos más o menos radicales, lo que incluye diversos relativismos y al
fenomenismo. La tesis (b) distingue al realismo bungeano del realismo ingenuo, que no
reconoce problema alguno en el acto de conocer.

La  ?   
   ?   de la realidad radica en que ese conocimiento
siempre se construye sobre aspectos seleccionados de los hechos de interés. En otras
palabras, las variables que se tienen en cuenta para describir un hecho son solo algunas de
las muchas posibles, más precisamente aquellas que se consideran pertinentes para la
descripción general, explicación y predicción del hecho dado. En consecuencia, el
conocimiento científico es abierto y no puede ser completo. Así, por ejemplo, un pión se
describe por medio de su masa, de su vida media y del hecho de que generalmente se
desintegra dando lugar a dos fotones gamma,[12] no de todas las variables posibles.
‘  ?       ?  
  . La razón de ello es que las teorías científicas
(una vez interpretadas) se refieren de manera inmediata a un modelo idealizado del sistema
cuyo comportamiento se pretende describir, explicar y predecir, no a la realidad. Las teorías
solo se refieren de manera mediata o indirecta a los hechos. Así pues, en ecología, el
modelo de Lotka-Volterra describe el comportamiento de un sistema de dos especies
(competidoras o predador y presa) en un entorno constante, lo cual constituye una
idealización. Los sistemas ecológicos son mucho más complejos que lo supuesto por el
modelo y, por lo general, en ellos el entorno dista de ser constante.[13] De modo semejante,
una importante parte de la realidad estudiada por las ciencias es inobservable, ya sea por
nuestras limitaciones tecnológicas actuales o en principio. El paleontólogo, por ejemplo,
nunca ve los animales extinguidos que estudia, por no mencionar su comportamiento. Solo
tiene contacto directo con algunos fósiles y otros vestigios. Tanto la anatomía como la
fisiología y el comportamiento de los organismos paleobiológicos tienen que ser
reconstruidos por medio de una compleja trama epistémica en la que se entretejen el
conocimiento previo, la experiencia, la razón y la imaginación de los investigadores.

Finalmente, la      ?       viene dada por la imposibilidad de


verificar o refutar de manera concluyente las teorías científicas. Por un lado, está el
problema de la inducción y la falacia de afirmación del consecuente, popularizados
principalmente por Karl Popper. Estos conocidos problemas impiden la verificación
definitiva. Por otro lado, la ineludible intervención de supuestos metafísicos e hipótesis
subsidiarias y auxiliares en las puestas a prueba, elimina la posibilidad de alcanzar tanto
verificaciones como refutaciones concluyentes. No hay más que echar un vistazo a la
historia de la ciencia para advertir que la mayoría de las teorías científicas acaban
mostrando que son erróneas en alguna medida. Pero Bunge no deja solo al falibilismo, una
posición escéptica, sino que lo complementa con un ³ismo´ optimista, la tesis (c) o
meliorismo, es decir la idea de que las hipótesis y teorías científicas pueden mejorarse. En
otras palabras, el meliorismo sostiene que esas ideas científicas parcialmente erróneas
pueden corregirse para aproximarlas más a la verdad[14] (la tesis meliorista también es parte
del realismo semántico, como veremos a continuación).

4c
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El realismo semántico está compuesto por tres tesis: (a) que algunas proposiciones tratan de
hechos (y no sólo de ideas), (b) que algunas de esas proposiciones fácticas son
aproximadamente verdaderas y (c) que toda aproximación a la verdad es perfectible. La
tesis (a), sobre la referencia de las proposiciones científicas, se apoya en toda una teoría de
la referencia desarrollada por Bunge en el primer volumen de su célebre ³Tratado de
filosofía´. ã
 

  

?        
 
 
!

        
 
 ? 

 
    
?
   

 

 . Sólo se considerarán
referentes genuinos de la teoría aquellos hechos descritos por variables incluidas en las
leyes de la teoría de interés.[15] Así, por ejemplo, la aplicación de esta teoría a la mecánica
cuántica indica que esta no se refiere a sujetos de ningún tipo (pues no aparecen en sus
leyes) y que la interpretación de Copenhague de la misma es errónea.[16] La tesis (b) se
afirma en la   ?  
   , a la que Bunge considera en el
camino correcto, aunque de momento vaga, incompleta en tres aspectos: (1) en lo referente
a las proposiciones negativas y generales, (2) porque no hace lugar a las verdades parciales
y (3) porque no tiene en cuenta la importancia de la coherencia externa (o sistemicidad) de
las proposiciones.[17] Pero quizá lo más sorprendente de la teoría de la verdad de Bunge es
que los valores de verdad de las proposiciones solo emergen con la puesta a prueba. Es
decir, las proposiciones no poseen un valor de verdad inherente, sino que este les es
atribuido tras las comprobaciones pertinentes y puede cambiar en el curso de la
investigación: ³«una pizca de constructivismo se justifica respecto de los
constructos«´.[18] Finalmente, la tesis (c), también llamada ³? 
? ´ ya fue comentada
en el punto (ii).

4c  c[editar]c

El realismo metodológico posee dos componentes: el cientificismo y la exigencia de


controlar empírica y racionalmente las ideas sobre la realidad. El cientificismo en versión
bungeana (diferente de la de Hayek o Habermas, por ejemplo) es la tesis de que la
estrategia más eficaz para "explorar el mundo" es el método científico. Esta afirmación o,
mejor dicho, el énfasis de la misma, distingue al realismo bungeano de otros realismos
críticos que no ven en el método científico la única herramienta cognitiva posible o una que
resulte particularmente ventajosa. Por otra parte, su cientificismo le ha valido a Bunge
numerosas acusaciones de ³positivista´ provenientes, principalmente, del campo de las
humanidades.

En cuanto al método científico, otro tema central en gran parte de las obras es este autor, se
trata de una estrategia general de adquisición de conocimiento sobre la realidad que
involucra tanto la experiencia, como la razón y la imaginación. Los ejes principales de su
práctica son, sin duda, las teorías fácticas, es decir los sistemas hipotéticos deductivos de
proposiciones con los cuales los científicos intentan describir, explicar y predecir el
comportamiento de los sistemas en los que están interesados. Un aspecto importante del
método es que esas teorías no surgen únicamente de la experiencia por medio de
procedimientos inductivos. En el desarrollo de las ideas científicas interviene de manera
esencial la creatividad del científico, pues sus conjeturas acerca de aspectos no observables
de la realidad ocupan un lugar central en la construcción del conocimiento científico y esas
conjeturas, son producto en buena parte de la imaginación, aunque desde luego, no de la
imaginación descontrolada, sino guiada y constreñida por el conocimiento antecedente y
diversas consideraciones metodológicas. Las proposiciones conjeturadas y controladas
desde su nacimiento por la coherencia externa (sistemicidad o compatibilidad con el
conocimiento científico disponible) luego tienen que ser puestas a prueba contrastándolas
con los datos empíricos provenientes de observaciones o experimentos. Esta contrastación
es global, es decir que no afecta solo a una proposición sino a toda una teoría y, además, de
requiere hipótesis auxiliares que relacionen lo observable con lo inobservable. En otras
palabras, las comprobaciones afectan a las teorías como totalidades (incluidos sus diversos
supuestos) y requieren, además, la utilización de hipótesis indicadoras. Un aspecto central
del realismo metodológico de Bunge es que no se contenta con la descripción de
regularidades o incluso de leyes, sino que demanda que tales regularidades sean explicadas
por medio de la descripción de los mecanismos (procesos específicos) de los que surgen
esas regularidades. Bunge ha llamado a este modelo de explicación científica, ³explicación
mecanísmica´.

4c c[editar]c

El realismo axiológico sostiene la 


   
  
" 
 
 
 
  

  

 
. En consecuencia, estos valores pueden
defenderse (y atacarse) de manera racional y con ayuda del conocimiento científico
pertinente. Son valores objetivos la salud, el conocimiento, la seguridad, la intimidad y la
paz, entre otros. Como esta lista deja ver, no se trata de valores absolutos, sino que en
ocasiones pueden surgir tensiones o conflictos entre ellos. Por ejemplo, la intimidad y la
seguridad no siempre son igualmente compatibles. Bunge distingue entre valores
individuales (como la libertad) y sociales (como la seguridad) y entre primarios y
secundarios. Un valor primario es aquel que contribuye a satisfacer una necesidad básica,
en tanto que uno secundario es el que contribuye a la satisfacción de un interés legítimo
(vale decir, uno que no impide a otros la satisfacción de una necesidad básica).  
  
   ? #   
$ (la de confundir el ser
con el deber ser) aduciendo que si bien el ser y el deber ser son diferentes, la brecha entre
ellos puede cruzarse y de hecho se cruza cada día por medio de la acción: cada vez que
realizamos una acción porque la consideramos un deber. El papel de la acción como puente
entre el ser y el deber ser sugiere un aspecto ingenieril de la ética: una buena regla moral es,
además de otras cosas, eficiente en la consecución del fin que se propone [véase el punto
(vii), más abajo]. Las condiciones o criterios de evaluación de una teoría ética también han
sido elaborados por Bunge en diferentes trabajos y son: consistencia interna y externa,
capacidad para explicar códigos morales viables y utilidad para la realización de reformas
sociales proilustradas, para el análisis de conceptos y principios morales, así como para la
identificación, tratamiento y resolución de problemas morales.[19]

4cc[editar]c

El realismo moral afirma que (a) hay hechos morales, así como (b) afirmaciones morales
verdaderas (y falsas). â  ? 
  ?     ?   ?
?  
    ? . â  ?? 
  
         ? 

   . Además,  
  
? 


  #?  ?
 $ 


     ?  
 . (En el caso de la ética bungeana o
³agatonismo´ este principio es %
    
  .) Esta
dependencia de un principio moral superior hace que las verdades morales sean relativas (o
contextuales o situacionales), lo que las distingue de las verdades morales absolutas
predicadas, por ejemplo, por Tomás de Aquino. Sin embargo, esta relatividad de las
verdades morales no es la de los relativistas, pues hay ciertos principios, derechos y deberes
que todos los códigos morales comparten.[20]

4c  c[editar]c
Finalmente, el realismo práctico consiste en la tesis de que hay pares medios-fines
objetivos, es decir que hay medios objetivamente más eficientes que otros para lograr un
determinado fin. Sin embargo, puesto que nuestras acciones pueden afectar a terceros, no
podemos guiarnos solo por la búsqueda de la eficiencia, sino que también debemos tener en
cuenta las consecuencias previsibles de tales acciones. En consecuencia, para ser
íntegramente realista, el realismo práctico tiene que someterse a un principio de
responsabilidad. Un aspecto importante del realismo práctico es que presupone los
realismos ontológico, semántico y gnoseológico. Al incluir el principio de responsabilidad,
el realismo práctico también supone el realismo moral.[6]

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La concepción sistemista de Mario Bunge, si bien divisible en 10 tipos de sistemismo,[21]
tiene dos aspectos principales, uno ontológico y otro gnoseológico. El sistemismo
ontológico que Bunge defiende postula que el mundo es un sistema de sistemas, es decir
que toda cosa concreta es un sistema o un componente de algún sistema. Un sistema es, en
efecto, un objeto complejo estructurado, cuyas partes están relacionadas entre sí por medio
de vínculos (estructura) pertenecientes a un nivel determinado. Además, los sistemas se
caracterizan por poseer propiedades globales (emergentes o sistémicas) que sus partes
componentes no poseen.[22] Por ejemplo, en el nivel microfísico, un átomo es un sistema
 ? 
 por protones, neutrones y electrones   
por fuerzas físicas (nucleares y
electromagnéticas). Una sociedad humana, en cambio, es un sistema  ? 
 por
personas y diversos subsistemas sociales unidos entre sí por   
de varios tipos:
biológicos, políticos, económicos, etc.

Una consecuencia gnoseológica del sistemismo ontológico de Bunge es que para conocer
un sistema, sea este físico, químico, biológico, psicológico o social, resulta conveniente
aplicar el enfoque CESM. En otras palabras, la investigación de un sistema concreto
requiere la construcción de un modelo que consiste en la descripción de la composición
(&), el entorno (‘), la estructura ( ) y el mecanismo () del sistema.[22]

!c ãc  
de un sistema es la    


(protones, neutrones y
electrones en el sistema atómico; personas, empresas, clubes y  de amigos en
el sistema social) y se las llama componentes.
!c c

 es la    

 ?    
 ?  


? 
 
 ?   
 
, pero que no pertenecen a la composición
(fotones que excitan al átomo de interés y el trigo que el hombre convierte en pan).
!c ãc   es la     
o vínculos que establecen los
componentes. Los vínculos que se dan entre los componentes de un sistema
constituyen la endoestructura, mientras que los establecidos entre los componentes
y elementos del entorno conforman la exoestructura del sistema.
!c c 
 es la     

que se dan dentro de un sistema y que lo
hacen cambiar en algún aspecto (el mecanismo de radiación electromagnética de un
átomo es un proceso en el que un electrón cambia de estado de energía, el comercio
es un mecanismo económico de los sistemas sociales humanos). Más precisamente,
si bien el conocimiento de un sistema concreto radica en la descripción de los cuatro
aspectos mencionados, la explicación científica del comportamiento del mismo la
brinda la descripción de su(s) mecanismo(s), es decir de los procesos de los cuales
resultan la emergencia, la estabilidad, el cambio y la desintegración de un sistema.

Puesto que un sistema se caracteriza por poseer propiedades que sus componentes no
poseen (vale decir, propiedades globales o emergentes), el sistemismo de Bunge es también
emergentista. En otras palabras, la ontología bungeana es monista con respecto a la
sustancia y pluralista respecto de las propiedades. Dicho de otro modo, todo lo que existe es
material, pero las propiedades de los existentes son diversas: las hay físicas, químicas,
biológicas, psicológicas y sociales. Estas propiedades emergentes de los sistemas materiales
(o concretos) permiten distinguir diferentes niveles ontológicos (físico, químico, biológico,
etc.) relacionados por una multitud de procesos, pero irreducibles unos a otros.

ãc   ccc
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Bunge ha atacado vigorosamente al psicoanálisis en numerosas oportunidades. Las razones
que ha ofrecido pueden agruparse en dos tipos: razones metodológicas y pruebas empíricas.
Las primeras constituyen una crítica al modo de proceder de los investigadores que han
desarrollado el psicoanálisis, desde Freud hasta nuestros días. Ese modo de proceder,
afirma Bunge, está reñido con los requisitos mínimos aceptados por la comunidad científica
internacional para considerar que una investigación es científica. En otras palabras, los
psicoanalistas no utilizan la estrategia general de indagación conocida como método
científico. Las razones del segundo tipo muestran que los datos no apoyan las ideas
psicoanalíticas.[23] [23] [24] [25] Bunge considera que el psicoanálisis es una pseudociencia.[26]

Las razones metodológicas que Bunge ofrece pueden resumirse así:

El psicoanálisis contiene hipótesis irrefutables La ciencia intenta describir y explicar cómo


es el mundo y lo hace a través de datos, hipótesis, modelos y teorías. Los científicos ponen
a prueba sus ideas (hipótesis, modelos y teorías) acerca de la realidad utilizando dos tipos
principales de control: el más conocido de ellos es el control empírico, vale decir la puesta
a prueba de las ideas por medio de datos empíricos.[27]

Para poder ser sometida a contrastación empírica una idea debe ser  . Es decir, ha
de ser posible imaginar un dato empírico que, si resultase verdadero, refutaría la idea en
cuestión. Pues bien, una de las críticas al psicoanálisis más difundidas ²y que Bunge
comparte² es que gran parte de sus hipótesis son irrefutables. Estas hipótesis están
formuladas de tal modo que, por principio, no puede haber datos que las pongan en
entredicho. Bunge provee el ejemplo de la hipótesis del contenido sexual ²manifiesto o
latente² de los sueños.[27]

Esta hipótesis es irrefutable porque si un sueño determinado contiene elementos sexuales


está claro que la hipótesis se confirma. Pero también ocurre que cuando el sueño no
contiene ningún elemento sexual ostensible, el psicoanalista lo da por supuesto y justifica
su actitud recurriendo al supuesto de que el contenido sexual está latente. Desde luego, lo
latente es muy difícil de registrar empíricamente.
Utro ejemplo es el de la atracción sexual de los niños por los padres del sexo opuesto y la
correspondiente represión. Para el psicoanálisis, sostiene Bunge, tanto da que uno haga A o
B. Si hace A, es prueba de que se siente atraído sexualmente por, digamos, su madre. Si
hace B, no significa que la atracción no exista, simplemente está reprimida. Claramente, la
latencia y la represión funcionan ?   contra la experiencia a las hipótesis del
contenido sexual de los sueños y la atracción por el padre del sexo opuesto
respectivamente. U sea, no hay ningún dato imaginable que pueda refutar estas hipótesis
psicoanalíticas.

@ cc 
 
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Contra lo que suele pensarse, la principal crítica de Bunge al psicoanálisis no es que éste
sea irrefutable (la crítica de, por ejemplo, Karl Popper), sino que, a diferencia de las
disciplinas científicas genuinas, el psicoanálisis no cumple el importante requisito de
consistencia externa. Las diferentes disciplinas científicas interactúan apoyándose las unas
a las otras tanto en sus aspectos teóricos como empíricos. La intensidad de estas
interacciones, obviamente, varía según los campos de los cuales se trate, pero hay un
mínimo: las ideas científicas tienen que ser compatibles (consistentes, congruentes) con el
grueso del conocimiento confiable pertinente.

El grave problema del psicoanálisis, sostiene Bunge, es que se trata de una disciplina
aislada del resto del conocimiento (no interactúa con disciplinas obviamente pertinentes,
tales como la psicología experimental y la neurociencia cognitiva). Más aún, el
psicoanálisis no es congruente con las ideas desarrolladas por estas disciplinas. Según
Bunge, la biopsicología (término con el que engloba las disciplinas científicas
mencionadas) no ha hallado nada que pueda apoyar al psicoanálisis, sino que más bien ha
provisto información que lo contradice (por ejemplo, que los niños no tienen su órgano
sexual más importante ²el cerebro² lo suficientemente desarrollado como para
experimentar los deseos que el psicoanálisis les atribuye).

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El tema clasico de la relacion mente cerebro (alma-cuerpo en la tradicion filosofica), objeto


de estudio de ese ensayo, es tan fascinante como complejo y dificil, pues ya la mera
seleccion, clarificacion terminologica y formulacion de planteamientos adecuados hacen
que este estudio resulte muy labioroso y hasta a veces muy confuso.

Dualismo mente-cerebro: Esta tesis ontológica afirma que cerebro y mente son cosas
separadas y está presupuesta por los estudios psicoanalíticos y la práctica psicoterapéutica.
Tal presuposición sale a la luz al analizar cómo investigan los psicoanalistas y descubrir
que no se interesan por estudiar los mecanismos cerebrales que subyacen a la conducta
humana (y que, en cambio, están siendo estudiados con gran éxito por las neurociencias).
De igual modo, el intento de la psicoterapia de tratar las enfermedades mentales sólo
mediante palabras traiciona el mencionado dualismo. Desde luego, para Bunge la mente no
es algo separado del cerebro. Más precisamente, la tesis que defiende es la de la identidad
psiconeural, la cual es, según el autor, uno de los presupuestos de la investigación científica
de la mente humana; eso que llamamos mente no es una sustancia sino que se trata de una
propiedad que emerge cuando se "encienden" ciertos subsistemas neuronales. U sea, la
mente es una propiedad emergente del cerebro de ciertos animales "superiores", entre ellos
el animal humano. No es que el cerebro cause la mente (en cuyo caso serían dos cosas
diferentes), sino que la mente ES el cerebro en funcionamiento.

c 
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Aunque algunas de las hipótesis fundamentales del psicoanálisis son irrefutables, vale
decir, inmunes a los ejemplos desfavorables, también contiene hipótesis que sí pueden
ponerse a prueba. A pesar de ello, sus practicantes no se ocupan de contrastarlas
empíricamente. Por ejemplo, los psicoanalistas no utilizan la estadística para cuantificar
objetivamente los efectos de sus tratamientos y tampoco realizan experimentos para
averiguar si es cierto que los bebés pueden experimentar deseo sexual.

Según Bunge, esta falta de control muestra que la "teoría" psicoanalítica no es concebida
por sus cultores como un cuerpo de ideas falibles que deben ser controladas (tanto
conceptual como empíricamente) para conocer cuál es su valor de verdad. En otras
palabras, el psicoanálisis no es un cuerpo de conocimientos científicos.

Con respecto a las pruebas empíricas desfavorables, Bunge destaca, por ejemplo, que los
estudios de Michael Rutter han mostrado que los seres humanos no quedamos marcados
para siempre por los recuerdos de la niñez, sino que, antes bien, somos bastante resilientes a
las vivencias de esa etapa y que nos desarrollamos y reconstruimos toda la vida. Con
respecto a la famosa hipótesis del complejo de Edipo (su versión femenina, el complejo de
Electra), el argumento reconstruido por Bunge es así:

1.c deseo sexual infantil


2.c atracción del niño hacia padres y hermanos
3.c tabú del incesto como construcción social
4.c represión del deseo que se acumula en el inconsciente
5.c manifestación de la represión como odio al padre (Edipo) o a la madre (Electra)

Los datos y argumentos que refutan la hipótesis edípica, según Bunge son:

1.c el sexo depende del hipotálamo y en los niños éste no está completamente
desarrollado
2.c debido a lo anterior, no puede haber atracción sexual en los niños
3.c el antropólogo social Edward Westermark afirma, apoyándose en datos empíricos,
en su þ
  þ ?  , que los humanos no nos sentimos atraídos
sexualmente por las personas con las cuales nos criamos desde la infancia. Datos
parecidos provenientes de los kibutzim israelíes muestran que los niños que se crían
juntos casi nunca se casan entre sí.

También Arthur Wolff ha llegado a conclusiones similares tras analizar el éxito sexual de
dos clases de matrimonios tradicionales en Taiwán. En una de ellas, los futuros consortes
viven juntos desde la niñez, en la otra se conocen recién cuando van a cohabitar. Estos
últimos resultaron significativamente más exitosos utilizando como indicadores de
avenencia sexual el número de hijos, los divorcios y el adulterio.

En resumen, si no hay deseo sexual infantil, no hay atracción por los padres y, por ello, no
hay Edipo ni Electra. Por otra parte, si los niños que crecen juntos desarrollan cierta
aversión, antes que atracción sexual, parece que la atracción entre hermanos no es algo
natural para nuestra especie y que el tabú del incesto no es una mera construcción social.
Sin deseo incestuoso, no hay represión del deseo incestuoso.

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