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Solidaridad – Solidarité – Solidarity – Elkartasuna

‘El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí’

Nº 29, enero 2021

1. Cómo pasar de una mayoría social


(cristiandad) a una minoría activa, consciente
y feliz (fermento en la masa)

Después de casi dos mil años, en muchos países de Europa, como España, nos encontramos ante
una realidad que se parece bastante a la que tuvieron que vivir los primeros cristianos: comunidades
minoritarias, muchas de ellas en un medio urbano, dentro de una sociedad que tiene unos principios
y valores en ocasiones diferentes al Evangelio, donde la religión se reduce en muchos casos a la
esfera personal, como hijos de un dios menor.
Esta misma experiencia (o muy parecida) fue la que tuvieron las primeras comunidades cristianas, y
esto no les hizo caminar cabizbajas o con miedo, sino todo lo contrario, considerando esta situación
de minoría como la oportunidad de actuar como fermento en la masa. Algunos elementos que
contribuyeron a esta vitalidad fueron:
 la mezcla de una fuerte identidad creyente con una inserción plena en los contextos sociales,
sin encerrarse en sus propios espacios o instituciones, como si fueran guetos o invernaderos;
es más, es en esta integración social donde el testimonio personal y comunitario fue mucho
más eficaz. Esto suponía formar cristianos y cristianas adultos, capaces de dar razón de su
fe y con una gran conciencia de pertenecer al pueblo de los hijos e hijas de Dios;
 la importancia clave que tiene la comunidad como unión de las diferentes casas-familias que
la componen: el cristianismo primitivo llevó a cabo una peculiar combinación de familias
creyentes y pequeñas comunidades donde se compartía no solo la fe, sino el dinero, las
preocupaciones y la vida. Los sacramentos, cálidos, cercanos y vividos, ocupaban un lugar
central en esta vida comunitaria. Los procesos formativos, exigentes, personalizados y con
un largo acompañamiento a cargo de toda la comunidad, van a ser una experiencia común a
todos los creyentes, incluso de los propios ministros ordenados. La comunión de bienes
como expresión de este sentirse y vivirse como hermanos y hermanas en Cristo contribuye a
afianzar y concretar todavía más esta experiencia;
 la especial capacidad inculturadora que tuvo el cristianismo desde sus orígenes y a todos los
niveles: nacido en un contexto rural y localista, Palestina, muy pronto se convierte en un
fenómeno urbano y global inserto en multitud espacios sociales, en un peculiar mestizaje de
cultura de la élite y cultura popular que algunos historiadores
han denominado como «democratización» de los valores de la élite, que ahora podían ser
vividos por todos, y con un especial cuidado en la atención a las culturas locales, que
pudieron expresarse con sus propios lenguajes y formas, en medio del monopolio de la
«cultura imperial». Y todo ello a través de procesos de una inmensa creatividad, donde se
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‘El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí’

asimilaban los valores, instituciones y costumbres considerados como valiosos, procedieran


de donde procedieran, pero dándoles otro sentido, más cercano al espíritu evangélico.
En este sentido una de las mayores aportaciones que el cristianismo primitivo puede realizar a
nuestra realidad actual es la comprensión de la religión cristiana como una matriz de ideas, valores
y prácticas sociales alternativas que, empezando por ser pensadas y vividas por una minoría, acaban
por universalizarse al resto de las personas.
Pongo un ejemplo sobre esta cuestión: ante la realidad de las personas enfermas e indefensas, sin
medios ni personas para cuidar de ellas, el cristianismo generó una nueva institución, el hospital
que, poco a poco, fue universalizándose hasta que fue asumida como una función obligatoria por la
sociedad y el Estado en los siglos XVIII , XIX y XX.
La Iglesia, que inicialmente participó en la puesta en marcha, desarrollo y configuración a través de
la historia de los diferentes modelos de hospital, empezó a sentir que la sociedad civil, y más tarde
el Estado, le «hacía la competencia» en este terreno, hasta conseguir que el derecho a la salud forme
parte de nuestros derechos fundamentales.
Tras una fase de ciertos celos mutuos, hemos llegado a una especie de acuerdo por el que la Iglesia
se encarga no tanto de competir con el Estado o la sociedad, sino por mostrar algunos caminos
donde este derecho todavía no está desarrollado, bien porque todavía no ha llegado a ciertos
espacios y personas, bien porque la forma en que ha llegado olvida la dignidad de los seres
humanos en algunos aspectos o bien porque hay dimensiones y facetas en las que se puede
profundizar en este derecho.
Considero que aquí estaría hoy el papel de las comunidades cristianas, no solo en el mundo de la
salud, sino en muchos otros campos: hacer visibles las nuevas necesidades, ponerles nombre,
generar alternativas culturales y prácticas que las conviertan en tarea colectiva para así hacer
presente el Reino de Dios en nuestra historia, en campos como la dignidad del inmigrante, el valor
social de lo gratuito y del servicio, el papel de la mujer, un estilo de vida austero, el carácter
inclusivo, la preocupación por los más necesitados, la propuesta de una comunidad fraterna o la
preocupación de que nuestro mundo vaya siendo cada día más humano y habitable.

Qué se sabe de la vida cotidiana de los primeros cristianos


Relevancia actual del tema
Fernando Rivas Rebaque

Comunidad Padre Querbes Komunitatea

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