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EDUCACIÓN, ÉTICA Y CORRUPCIÓN:

La delgada línea que las separa

Ante el vacío de temas centrales en el debate político, un hecho –aplaudido por unos y
rechazado por otros- nos lleva a plantear el tema del título.

Pruebas oficiales diseñadas para ser aplicadas a docentes que concursan por una plaza
para nombramiento y docentes que vendían la prueba. Actitud reñida con la ética, ante el
temor de no alcanzar la nota mínima.

Habiéndose hecho vox populi desde el viernes –la prueba se aplicaría el domingo 13- el
Ministro de Educación canceló el sábado 12 la aplicación de la misma, expresando en
una conferencia de prensa que “Existen suficientes indicios para sospechar que las
preguntas del cuestionario de la prueba que se aplicaría mañana domingo a 173 mil 223
mil docentes de todo el Perú, fueron sustraídas y vendidas por una banda organizada”
(Oficina de Prensa y Comunicaciones del Ministerio de Educación.12.02.11).

El domingo 13 en la mañana un noticiero de Tv daba cuenta de lo realizado por su unidad


de investigación, al haber detectado a docentes que comercializaban la prueba a cambio
de dinero. Todo ello fue filmado, denunciado a la policía y posteriormente entregado al
Ministerio. Los docentes fueron detenidos y llevados a la oficina de investigación
correspondiente.

A partir de entonces se tuvo la evidencia de lo que expresaba indignado el Ministro de


Educación. Sin duda había razón, pero la caridad empieza por casa. El Ministro nunca
antes prestó atención a las denuncias realizadas por los docentes en concursos
anteriores (robo de pruebas, venta de respuestas, etc.). Se informaba que se venía
investigando pero nunca se supo a qué conclusiones se llegó y se sigue esperando y se
dijeron muchos calificativos denigrantes en contra de los docentes. Sólo una falta fue
castigada, cuando un técnico de cómputo causó confusión en los resultados de una
prueba al haber digitado erróneamente la computadora ocasionando una “corrida de
notas” con el malestar consiguiente. El causante operativo fue separado del cargo. Por lo
demás se sigue esperando información.

Con este antecedente referido no queremos respaldar las declaraciones de una docente
comprometida en el acto al sostener que ellos no eran delincuentes. Todo lo contrario lo
sancionamos porque es un atentado contra la profesión, la ética y la educación nacional.
Además ¿qué persona es aquella que ejerce la profesión de docente, si no sabe distinguir
entre lo lícito y lo ilícito? Tratar de conseguir la obtención de una nota en la prueba del
concurso de cualquier forma, pensando sólo en el rédito personal y el de sus secuaces sin
importarle el resto de docentes que no contaban con recursos económicos. ¿Qué
educación pueden brindar personajes de esta talla? ¿Hasta dónde se ha llegado con el
relajamiento de la conducta ética en profesionales que tienen la responsabilidad de
educar y formar a niños y jóvenes?
¿Hasta dónde hemos caído en la formación de docentes que no se puede contar con los
mecanismos pertinentes para evaluar a quienes asumirán la profesión? ¿Qué celo se ha
tenido en la selección de los postulantes a docentes en las instituciones de formación
(Institutos y Facultades de Educación)? ¿Es acaso la nota 14 la que sirve para ello? ¿En
qué ha consistido tanta proclama de educación en valores, si estos se reducen a lemas, a
consignas, antes que en convicción y vivencia? ¿Esta es la educación de calidad que el
actual gobierno y candidatos promueven, que forma para “vivir” sin importarle la sociedad
donde viven, la cultura y la familia de la que proceden? Una vez más en nuestra
educación los políticos y gobernantes se fijan más en las formas que en el fondo; en el
ritual antes que en el contenido.

Triste escenario y qué pobre mensaje da este suceso. Pero no deberíamos permitir que
sólo se mire una parte sino es necesario ver el todo. Los delincuentes que hicieron el robo
y negocio son el terminal de una red enquistada en el sector y que no se quiere ver y
menos intervenir; y de otra parte quienes permitieron que ello suceda, es decir los “capos”
muy bien instalados en el poder, que hacen de la vista gorda, o simulan no saber nada
para no inquietarse. Sobre esto último no se ha escuchado nada. Todo está delegado al
Procurador. Ya sabemos que ello dormirá el sueño de los justos y tendremos resultados
¿será posible? Como el dicho popular “cuando San Juan baje el dedo”. Es decir nunca,
porque a los “de confianza” ni la sospecha debe cubrirlos pues pertenecen a instituciones
renombradas. ¿Seguirá la impunidad colonial? Al menos en este gobierno la pulcritud no
ha sido su emblema, menos la palabra empeñada. Debe tenerse cuidado en registrar este
hecho cuando se evalúe la eficacia y eficiencia en el desarrollo de la estrategia
desarrollada y se vea que no se han cumplido con las metas y se diga que fue por este
incidente delincuencial. No sólo se manipulan las cifras sino también los discursos y las
oportunidades.

Se proclama por calles y plazas, por auditorios, en conferencias y aulas el combate a la


corrupción, pero pocos hablan de la ética, uno de los principales valores que debe cultivar
el ciudadano democrático en esta sociedad del conocimiento, de la competitividad y
tantos adjetivos que se articulan.

La ética es la gran ausente en el discurso, en el compromiso, en el desempeño de una


función pública, en la vida cotidiana. La ley de la oferta y la demanda es la cuna de las
trampitas o anzuelos que pone la corrupción para ir penetrando en la cultura ciudadana.
Todo ello va formando la conciencia laxa en la ciudadanía, que cree que todo es
permisible siempre y cuando no se interponga a sus intereses, a su cuota de poder.

Nunca como antes se ha hablado de “lucha contra la corrupción”, la Defensoría del


Pueblo advertía con documentos e informes, las organizaciones e instituciones los
acogían y se plegaban. Sin embargo nadie quiere decir qué entiende por corrupción, ni
cómo combatirla.

¿Qué es la corrupción? ¿Un vicio?, ¿una mala costumbre que consiste en hacer aquello
que no se debe pero hay que hacerlo porque eso beneficia intereses personales? ¿Sólo
compete al gobierno, a las instituciones? No. Es un problema que compete a todos. Pero
¿quién ejerce el control social? Cuando no existen instituciones fuertes, observantes de la
ley, cuando no existen ciudadanos conscientes de su rol de ser servidores del Estado y no
personas que utilizan sus cargos o funciones para enriquecerse, es difícil pasar del
discurso a la acción. Tenemos nefasto recuerdo de la frase que sueltan los .gobiernos
ante los medios de comunicación “tolerancia cero”… y los resultados son magros.
No se quiere justificar lo injustificable de los tres docentes (que a nivel nacional deben ser
muchos más) al negociar con las pruebas sustraídas. Lo que nos preocupa y queda
demostrado que no basta que nuestros estudiantes reciban una educación integral y que
uno de sus aspectos es el referido a la formación ciudadana y cívica, que no da como
resultado un ciudadano ético como se podría deducir de lo que nos dice el Vice ministro
de Gestión Pedagógica. Sino en que luego se encasilla este propósito en el área
Personal-Social. De nada sirve que en Secundaria a partir del 2009 se enseñe mediante
un área curricular específica con dos horas obligatorias a la semana si se expresa que es
un eje transversal de todo el currículo y se entiende que todos los docentes tienen esa
responsabilidad; pero, dice la autoridad que esta responsabilidad está a cargo de un
educador especializado. (LA REPÚBLICA, Lima, 07.02.11). ¿En qué quedamos, es un eje
transversal o se ha convertido en un curso? ¿Con ello no se desnaturaliza el sentido y
contenido de lo que es formación cívica y ciudadana?
Habría que ver cómo se trata el tema de la formación ciudadana y cívica. Sólo
quisiéramos recordar que la ciudadanía es la condición del individuo como miembro de
una comunidad política a la que está legalmente vinculado por la pertenencia. Esto facilita
que acceda al disfrute de los derechos políticos y económicos reconocidos por la
colectividad estatal, por la sociedad. Esta relación entre ciudadano y estado además
implica que el primero debe cumplir con una serie de deberes morales hacia la comunidad
y el estado debe asumir el compromiso y responsabilidad de brindarlos. El civismo nos
lleva al cumplimiento de pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten
convivir en colectividad. Se fundamenta en el respeto hacia el otro, al entorno natural y los
objetos públicos; buena educación, amabilidad y cortesía.

De ello podríamos concluir que la formación ciudadana y cívica que brinda nuestro
sistema educativo “…tiene por finalidad desarrollar un sólido quehacer ciudadano y cívico,
para afianzar la conciencia histórico-nacional y nuestra identidad peruana.” (LA REPÚBLICA,
Lima, 07.02.11) Sin embargo ¿Cuáles son los resultados? No podemos aventurar una
respuesta pues existen hechos como el de los docentes referidos que muestran que algo
está fallando en la educación ciudadana. Ellos son fruto de años de formación y
educación en el sistema educativo.

No se trata de contar con una frondosa exposición de motivos, de contenidos teórico –


prácticos, de actividades que deberían promover el diálogo, la reflexión y puesta en
práctica de fundamentos y principios. El problema es ¿cómo hacer para desarrollar el eje
transversal de formación cívica y ciudadana y no rigidizarlo poniéndolo como un curso de
dos horas semanales? ¿Por qué es un curso y no una filosofía del sistema educativo?

La formación ciudadana y cívica debería orientarse desde el aula a potenciar y fortalecer


la vida de la democracia no solo como sistema político, sino también, como el estilo de
vida que favorece una convivencia social justa y armónica. ¿Se educa con este enfoque?
No se trata de desarrollar unidades de aprendizaje de formación cívica y ciudadana para
una sociedad ideal, sino promover la construcción permanente del espíritu crítico,
solidario lo que formará ciudadanos conscientes, reflexivos, identificados y
comprometidos como miembros de una sociedad diversa, pero a la vez unida por
elementos que favorecen la afirmación de su identidad de peruanos preparados para vivir
en sociedad.

La débil línea que separa la educación, la ética y la corrupción, debe hacer que los
educadores estemos vigilantes del discurso de los autoridades que se desarrolla como
política educativa. No viene dando los resultados que se quieren. Lo sucedido debe hacer
sacar algunas conclusiones pedagógicas y políticas.
¿Cuál es la política de formación docente en el campo de la ética profesional? Al parecer
es muy débil la formación ciudadana que se brinda a quienes tendrán la responsabilidad
de formar y educar a los niños y niñas de las instituciones educativas. ¿No será que se
les forma en una cabina de cristal, no contaminada, en el cinismo ideal y no en el que se
va construyendo con sus contradicciones en el día a día escolar?

Finalmente la corrupción se sabe que está en el sector educación, no desde ahora, sino
desde décadas. ¿Pero qué se ha hecho para combatirla? ¿Se conoce alguna propuesta
inteligente para “luchar” contra un enemigo que está inserto en el ADN cultural de
determinadas personas? ¿No sabemos acaso de la injerencia de los políticos para
imponer sus caprichos a cambio sabe Dios de qué dádiva? Se escucha en los corrillos del
Ministerio, se habla en voz baja, pero no existe la suficiente entereza moral para combatir
esta manera de actuar de determinados funcionarios. El convivir con la corrupción sin
denunciarla es el caldo de cultivo de situaciones como las que hemos tenido en estos
días. Dicen que todo está en manos del procurador del sector y de la policía
especializada. ¿Hasta cuándo? ¿Habrá informes del avance de la investigación?

Un mal colofón para el equipo que conduce la educación del país en estos cinco años.
Pero quien siembra vientos (las denuncias realizadas por profesores en las pruebas
anteriores) cosecha tempestades. Es curioso y llama mucho la atención que ni los
periodistas en las entrevistas realizadas al Presidente de la República le han preguntado
su opinión sobre el tema. Y lo que es sorprendente, el mismo Presidente que es “tan
preocupado por la educación”, ni siquiera ha tratado el problema. ¿Por qué?
¿Favoritismo? Cuidado que el dicho popular no deja de tener razón cuando dice: “Más
rápido se coge al mentiroso que al cojo.” Que cada cual se ubique donde pertenezca y
que sea capaz de responder por sus actos. (19.02.11)

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