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para recorrerlo con prisa (…) El apu- ninguno de los tres poseemos una
ro en que siempre se le veía cuando biografía propiamente dicho; hemos
casualmente uno tropezaba con él en vivido y escrito, eso es todo.” En esto
la calle era su única salvaguardia. Sus tiene razón, aunque en realidad él sí
primeras palabras eran: ‘Tengo pri- vivió una vida dramática, tanto por su
sa’, y aunque lo decía en lugar del origen como por su capacidad, sus in-
saludo, siempre lo hacía de un modo tereses y, no en última instancia, impe-
amable. Movía los brazos, sus recor- lido por las circunstancias históricas.
tadas alas, como queriendo elevarse Hermann Broch nació el 1 de no-
en un vuelo, los sacudía un par de ve- viembre de 1886 como hijo de un en-
ces para luego dejarlos caer desalenta- cumbrado judío moravo, surgido desde
do (…). En algunas ocasiones lo seguía las condiciones de vida más pobres.
con la vista hasta que se perdía en El padre había adquirido algunas fábri-
alguna calle: su esclavina se levanta- cas, hilanderías; en fin, un pequeño
ba al viento cual dos alas. Todo esto imperio en la industria textil austriaca.
parecía ser algo muy rápido sin que en Un clan no por próspero menos difí-
realidad lo fuese.” cil. En 1949, en mirada retrospectiva,
Es probable que la economía de es- Broch escribía a su hijo: “Provienes
ta forma de desplazamiento sea difí- de una familia gravemente neurótica.
cilmente reconocible a primera vista. Un abuelo maníaco-depresivo, inconte-
Canetti, con fino olfato, percibe lo afec- nible y apático, con algunos destellos
tado de esta conducta, si bien por mo- de genialidad; la abuela, una neuróti-
tivos comprensibles declara inocente ca obsesiva de primer orden y, por si
la necesidad existente en su trasfondo. fuera poco, de escasa inteligencia, con
Es decir, que lo que obligaba a manías de poder, terca y vanidosa.
Broch a ese andar siempre de prisa Podría describir en detalle la situación
era algo más que una simple disposi- psicológica de la familia y no dejaría
ción psíquica. Tratábase de un intento de ser interesante; asimismo, de los
por encarar tensiones y antagonismos, Schnabel-Broch, en cada una de sus
por vivir con contradicciones pero sin épocas, podría escribirse toda una se-
ocultarlo. Era el intento por permane- rie de novelas Rougon-Macquart, una
cer a la altura de los tiempos. En una estampa infernal de mezquindad bon-
ocasión él mismo expresaba: “Hay al- dadosa y amorosa vileza.”
go que sí comparto con Kafka y Musil: De bondad o amor sólo se percibe
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muy poco de vez en cuando. A fines éxito y reconocimiento como director
de los años veinte, cuando ya Broch de la hilandería de Teesdorf; ascen-
había salido victorioso de sus tan fre- dería de la noche a la mañana a la
cuentes “escaramuzas de retirada” y condición de “dignatario industrial”,
las fábricas habían sido vendidas, su convirtiéndose “en eso que llaman un
hermano intentó escamotearle la heren- capitán de industria”, pero quedando,
cia paterna. Más bien predominaban al parecer, “prisionero para toda la vi-
la mezquindad y la vileza. La familia da”. Durante el día trabajaba en la
fue surtida con la herencia y para él no fábrica y por las tardes y las noches
quedó nada. No obstante, Hermann (entretanto ya se había casado) conti-
se sintió liberado: se había convertido nuaba enfrascado en sus estudios sobre
en escritor. En Los sonámbulos, libro temas lógico-matemáticos primero y filo-
que vio la luz por esa fecha, se mues- sóficos después. Cuando le fue posible,
tran, si bien de un modo nada auto- asistió a conferencias en la Universi-
biográfico, claros vestigios de su vida. dad de Viena o recibió clases de latín,
Por otra parte, jamás consiguió desa- y continuó siendo un autodidacta de
sirse totalmente de la familia. Durante por vida, hecho este que trató de com-
toda su vida se consideró víctima de la pensar con una avidez de trabajo in-
“crianza en una rancia familia judía”. saciable.
A Kind gehört gestraft (expresión En una carta a Kurt Wolff fechada
que en español, en traducción un tan- en 1942, justificaba sus penurias de
to libre, equivaldría a decir: “Los niños tiempo alegando que se trataba de una
son hijos del castigo”) era la máxima “agotadora y tenaz lucha contra el pro-
favorita del padre, la cual determinó pio diletantismo”, una “servidumbre”
toda una educación encaminada hacia que, “al margen del quehacer en la
lo pragmático: Realgymnasium (insti- universidad, lo ataba a la máquina de
tuto de bachillerato con predominio de escribir durante casi catorce horas dia-
una enseñanza orientada principalmen- rias”. No era exageración; solamente
te a las ciencias naturales, sin nada de la amplia correspondencia, que él lle-
latín, de griego ni de arte (profesión vaba muy concienzudamente, excede,
que nada daba, luego la formación co- sobre todo en los años de exilio, cual-
mo ingeniero textil y por último la in- quier volumen de trabajo normal.
corporación a la empresa familiar). Puede decirse con todas sus letras
De este modo llegaría a trabajar con que Broch se inmoló escribiendo. (Su
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correspondencia con Volkmar von
Zühlsdorff es una muestra de la serie-
dad con que asumió el “deber metafí-
sico” al que se veía sujeto.) Jamás
prescindió de su “doble oficio” ni de
las “terribles fatigas” vinculadas a él.
De este modo, consiguió eludir deci-
siones e ignorar alternativas. Una de-
bilidad personal, es cierto, pero que
al mismo tiempo constituye el funda-
mento de su fuerza, de su importan-
cia. Su “ambición por unificar todo”
se manifiesta allí de alguna manera.
En una tardía carta a Waldo Frank,
con fecha 12 de enero de 1950, seña-
laba este dilema: “El escribir novelas
me resulta tan fácil que se me dificulta.
Los conocimientos que me interesan
yacen en un nivel demasiado profun-
do como para ser expresados en for-
ma de novela, y si bien aparecen en lidad. Y ahí radica todo, en el sentido
mis obras —no hay ser humano capaz de la responsabilidad que se posea.”
de librarse del todo de sus proble- Con esto ya ni siquiera admite a Joyce;
mas, y éstos lo persiguen a uno en to- cuando más a Kafka, y eso porque a
das sus manifestaciones—, lo que les este último “Le preocupa un bledo lo
hago con incluirlos no es más que una técnico-estético y en su lugar echa ma-
injusticia.” Y continúa diciendo: “Cuan- no de lo ético justamente por su raíz
do me dedico a la filosofía política o a irracional”.
la teoría del conocimiento, cumplo en- Su manera de pensar —y obrar—,
tonces con las responsabilidades que radical y consecuente, llega a ser im-
me son impuestas tanto ante mí mis- presionante. No existe otro poeta de
mo como ante mi trabajo o ante el mun- este siglo que consiguiera discernir el
do; en cambio, al escribir novelas dilema con mayor claridad, ninguno
percibo una total falta de responsabi- lo describió con mayor rigor.
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En relación al exceso de trabajo en Las insuficiencias de la filosofía lo
Huguenau o la objetividad, le escribía llevaron a la literatura; las insuficien-
a Daisy Brody, esposa de su editor: cias de la literatura lo hicieron retornar
“No hay duda de que el ejercicio de siempre a las ciencias, a la filosofía.
la poesía tiene sus inconvenientes. Y Broch, por momentos, trasmuta los
no se trata solamente del constante acentos; pero si lo vemos en conjun-
temor que siento a que los escollos to, se observa en él un intento por ha-
externos menoscaben su calidad (eso llar un equilibrio a esta polaridad. La
sería infundado), sino que un temor de tensión se convierte así en el motor
esa naturaleza se sustenta en motivos de su quehacer. Consumió diez años
muchos más profundos: hacer poesía bien contados, diez años de intensísi-
es pretender conquistar el conocimien- ma labor en su Teoría de la locura de
to a través de la forma, y un nuevo masas, de la cual sólo dejó fragmen-
conocimiento sólo podría nutrirse de tos (una empresa comparable a la de
formas nuevas (…). La poesía que no Canetti en Masa y poder, y a los estu-
implique un nuevo conocimiento ha- dios sobre “Autoridad y familia” del
brá perdido su propio sentido, y por Instituto de Investigaciones Sociales),
tanto, vería necesariamente disminuir y al mismo tiempo escribió “La muerte
su calidad, lo cual la convertiría en al- de Virgilio”, ese relato breve, fabulo-
go que, tanto por razones externas co- so, que devendría más tarde la monu-
mo internas, jamás debió haber sido mental epopeya del mismo nombre.
escrito. La nueva forma, por el contra- Continuó trabajando en Los inocen-
rio, significa un mayor distanciamien- tes, ese ciclo de relatos relegado hasta
to del público, algo no comerciable, hoy a un segundo plano. En realidad,
pero además, ha de ser el viraje hacia el escribir novelas le resultaba muy fá-
un camino que ya ha sido vallado por cil; escribir podía cuando quería, sólo
Joyce.” que a la hora de narrar nunca quiso
Así es. Broch se movió desde un olvidar los escrúpulos que lo inducían
inicio en los marcos de este dilema, y a formularse una pregunta tan senci-
lo hizo desprovisto de todo compro- lla como legítima: “es todavía hoy la
miso. Esto lo diferencia de esos artis- poesía lícita como expresión de la vi-
tas del entretenimiento en nuestros da”, en presencia de un mundo que se
días, lo cual a su vez le reporta muy ha desquiciado y vuelto además “com-
pocas simpatías. plejo en tal extremo”, que está obligado
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EL SUEÑO DE LA ALDEA
poráneo esté haciendo lo suyo. Aun- te quedan grabadas para siempre: las
que hay muchos problemas porque se que haces entre los ocho y los 20
dividió en dos bandos, casi como Fe- años. Muchas cosas de tu escritura se
lipe Calderón quiso dividir al pueblo definen en esa etapa. Tengo esa teoría
mexicano: el bando de los buenos y el pero nunca la he comprobado. Estás
bando de los malos. Así se dividió en tan fresco y tan ávido. Recuerdo ha-
arte tradicional y en arte conceptual. ber leído muy niña los primero capí-
Y existe la misma guerra, sólo que no tulos de La divina comedia —y eso
hay armas de por medio; pero la vio- porque me dio hepatitis y tuve que
lencia con la que unos hablan de los quedarme en casa—. Noto que hay
otros es la misma, sobre todo el odio influencia: imágenes que viven conmi-
que se manifiesta desde la trinchera go. Las menciono cada vez que se
del arte tradicional —y digo “trinche- puede: siempre está el Virgilio que
ra” con toda la mala intención— con- me guía a lo largo de mis crónicas. En
tra lo que los artistas jóvenes están Cien freeways... siempre hay un Vir-
haciendo es tremenda, igual que la gilio que me lleva a la cárcel de muje-
incomprensión, la ausencia de deseo res, que me lleva con las prostitutas
de abrirse y recibir algo de los recién del Bar Bas en el D.F.; siempre hay
llegados al mundo del arte. alguien, como un taxista que me plati-
En el capítulo segundo de mi libro ca la vida de un niño al que maltrata
quise desaparecer del mapa como au- su madre o un rockero que me descu-
tora. Juego con la estructura: hay gen- bre el trasfondo del tianguis del Chopo.
te que ha leído el libro como si fuera —Pero se trata de un nivel extrali-
una serie de viñetas o notas, lo cual terario, pues no es algo que tú inven-
es absurdo, pues sólo en el segundo tes sino que simplemente ocurre.
capítulo recurrí a la cita directa sin —Así es. Lo uso menos porque ya
prolegómenos. Quise desaparecer pa- se volvió un lugar común dentro de mi
ra dar voz plena a la gente que fue escritura. La primera vez que me ocu-
afectada en su vida cotidiana. Lo que rrió, sí escribí “mi Virgilio” porque re-
está bien dicho no se vuelve a decir sultaba novedoso para mí. Claro que,
con tus propias palabras, por muy buen veinte años después, decir que tengo
autor que te creas: se edita y organi- a mi Virgilio estaría cayendo en un lu-
za. Pero es sólo mi opinión. gar común no sólo mío sino de toda la
Por otra parte, hay lecturas que se literatura.
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—Recientemente participaste en una briela Mistral sea la única mujer lati-
mesa sobre mujeres periodistas y cro- noamericana que ha ganado el premio
nistas en el Palacio de Bellas Artes, Nobel de Literatura?
¿no te molesta que la perspectiva de —Yo te daría una respuesta senci-
género siga dividiendo el trabajo pro- lla: es parte de la realidad. Así como
fesional? ¿Por qué no llamarles sim- tú, que al escribir el primer libro de
plemente cronistas? entrevistas te topaste sólo con hom-
—Sí, me molesta, y tuve la intención bres, no existía la noción de cuotas.
de comentarlo. Elsa Cross, en los años Por ejemplo, decidir que el Senado
sesenta, rechazaba participar en cual- tenga una cantidad de senadoras mu-
quier evento o conferencia a la que jeres. Eso ha sucedido en Mauritania,
fuera invitada y que dijera “Ciclo de en donde tuvieron la apertura, y el
Mujeres” o “Conferencia de Mujeres”. 45% de senadoras son mujeres. Es un
Y tenía razón. ¿Por qué seguimos di- país excepcionalmente abierto. Aunque
vidiendo al mundo en hombres y mu- la realidad es que todavía hay más es-
jeres? Me recuerda mi escuela primaria critores que escritoras, y aún hay gen-
de monjas. te que considera importante que haya
Me gusta mucho tu pregunta por- ciclos sobre mujeres —porque también
que esta situación estuve a punto de es una forma de llamar la atención
mencionarla en la conferencia, pero del público sobre un tema que nunca
después vi que la narradora Raquel termina de ser pensado.
Castro —la organizadora del ciclo— La respuesta es que sigue siendo
se entregaba tanto a su trabajo y esta- un reflejo de la situación actual. Si las
ba siendo tan honesta, que me pare- mujeres en los ochenta pensábamos
ció mal decirlo delante del público. que la situación para los noventa o los
Por otra parte, no soy tan extrema; dos mil iba a mejorar, de lo que te
las feministas del siglo pasado tenían das cuenta al encender la televisión
que ser radicales. Ahora hay otros lo- es que las mujeres somos más objetos
gros que no tienes que gritar. Obser- que nunca. Ponte a ver los videos de
va a algunas chicas de 25 años: ahora MTV, ¿qué imagen te dan de la mujer
ellas son las machas misóginas. No pue- en la música en general? Creo que nun-
do generalizar pero lo he visto. Esto es- ca como ahora se habían realizado tan-
tá cambiando para bien y para mal. tas cirugías plásticas, ni tantas mujeres
—¿A qué crees que se deba que Ga- se habían muerto en el quirófano. Por
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EL SUEÑO DE LA ALDEA
metiendo en la bolsa a gente que no tivo muy extenso, aunque ahora sea
escribe bien. un espacio más comercial. Está ubi-
—¿Las becas hacen escritores? cado cerca de la estación Buenavista,
—No fabrican escritores pero sí dan cerca de San Cosme, y encuentras no
un espacio para escribir. El que de sólo música sino performance, pintu-
verdad quiere escribir lo hace con beca ra, galerías improvisadas, conciertos,
o sin beca. En el 2000 me pidieron un producciones de disqueras, botas “Doc-
reportaje sobre becarios, y gente que tor Martínez” en lugar de las famosas
trabaja mucho como Magali Lara hizo “Dr. Martens”.
maravillas con su beca de tres años. Si le preguntas a un vendedor cuál
Pero hubo gente muy conocida y muy es el libro más vendido, casi te mien-
famosa —que ya murió—, la cual era ta la madre. Yo lo hice y me respon-
vista derrochando la beca por todos dió: “Oye, no estás en Sanborn’s.”
lados e incluso produjo muy poco. Entonces le dije: “Bueno, ¿qué es lo
Se han puesto muchos candados. Sé que te pide la gente?” Me dijo que los
de gente a la que se le ha retirado el anarcopunks piden muchos libros es-
apoyo porque no presentó un informe pecíficos, y que también están los mís-
suficiente el primer o segundo año. Lo ticos y los New Age como públicos
he visto —porque alguna vez me invi- particulares.
taron como jurado de los proyectos Llegar al Chopo fue una curiosidad
para realizarse durante estancias de del cronista. Por alguna razón que no
tres meses en otros países—: hubo un recuerdo, me subí a un camión en In-
caso en que la persona no pudo con- surgentes y encontré a dos alemanes
cursar porque entregó el informe de punks no mayores a los 25 años con
una beca anterior dos meses tarde. unos adornos increíbles en el cabello,
Ese autor, de quien tres jurados ha- el atuendo y el cuerpo. Comencé a ob-
bíamos dicho que presentó muy bue- servarlos y decidí seguirlos porque que-
na propuesta, se quedó sin su estancia. ría seguir viéndolos. Me di cuenta de
—De tu libro Cien freeways…, ¿cuál que se iban a bajar cerca del Tianguis
es la crónica que más te gusta? Cultural del Chopo.
—Me gusta muchísimo la del cum- En cinco minutos se me desapare-
pleaños número 25 del Tianguis Cul- cieron porque había mucha gente pe-
tural del Chopo, que es un lugar en ro al final, y luego de seis meses de
donde encuentras un mundo alterna- visitas sabatinas, encontré una cróni-
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una crónica. Finalmente se publicó
en la segunda edición de A ustedes les
consta, antología de la crónica en Mé-
xico. La antología de Carlos Monsiváis.
—¿Quiénes son tus cronistas favo-
ritos?
—Me gusta muchísimo Guillermo
Prieto, Manuel Gutiérrez Nájera. Me
gusta mucho, aunque nadie lo lee, Jo-
sé María Marroquí, que era un hom-
bre gordo —fue cónsul en España—,
obsesionado por conocer todas las his-
torias de las casas del centro de la
ciudad, y caminaba por todos lados.
Iba jadeando, aflojándose la corbata
por el calor y tocando los timbres de
las casas. Dejó tres tomos farragosos
pero muy interesantes sobre la Ciu-
dad de México. Yo viví en esa calle
entre los seis y los ocho años. Ya adul-
ca. Vi un performance: un artista de ta me di cuenta de que viví en una
fin de semana —los demás días es calle con el nombre de un cronista
mecánico— que utilizó un corazón de exhaustivo.
cerdo y un público de más de cua- Creo que ahí nació la cronista: el
renta personas exclamando: “ahh”, Barrio Chino estaba al lado, íbamos a
“ohh”, “uhh”. Los espectadores esta- los restaurantes chinos, me asomaba
ban asombrados porque él narraba desde el quinto piso y veía unas cuca-
una historia de amor con ese corazón rachas inmensas —perdón por aso-
y jugaba con un maniquí hecho con ciarlas con la comida china.
alambres y lo vestía de novia. Después Normalmente un cronista tiene mu-
citaba versos de Leopoldo María Pa- cho amor por la literatura. Tengo dos
nero, poeta español que vivió, o vive, vertientes de escritura y ambas tienen
en un psiquiátrico. Todo era muy que ver con la crónica: la vertiente de
Chopo. Ahí me di cuenta de que tenía cronista de los temas sociales y urba-
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EL SUEÑO DE LA ALDEA
nos, y la vertiente de cronista del ar- blia, pero parece que la intención fue
te, que tal vez suene a algo muy viejo, provocar que se hablara del error.
pero eso es lo que considero que hago El poder es sumamente retorcido.
yo aunque no siempre lo logre. Siem- Lo sabemos todos.
pre me ha interesado el arte.
—Cronista del arte, más que un tér-
mino viejo, me parece que refresca el
mundo del arte. Escribiste un libro
con Teresa del Conde.
—Ella hizo un capítulo de cincuen-
ta cuartillas y yo hice otro. Mi capítulo
se llama “Frida cyborg”, porque en- Nacer de nuevo en una
contré en Kahlo una parte cibernética segunda lengua*
y una teoría de lo que está ocurrien-
do actualmente. Como en la película C OSTICA B RADATAN
Crash, donde el erotismo se presenta Traducción de Armando Pinto
por medio de accidentes de autos. A
eso se le llama “la Nueva Carne”: por En su reflexión sobre la religión cató-
ejemplo, te ponen la córnea de otro lica, “Carta a un religioso”, escrita el
señor o implantan metales. año previo a su muerte en 1943, Simo-
—Si pudieras hacer una recomen- ne Weil señala en cierto punto que “el
dación a Peña Nieto, Felipe Calderón cambio de religión es para cualquier
y a Elba Esther, ¿qué libro les reco- hombre tan peligroso como el cambio
mendarías? de lengua para un escritor. Puede te-
—A Maquiavelo, porque se nota que ner éxito, pero también puede tener
no lo leyeron. Tengo un amigo escri- consecuencias desastrosas”. El filóso-
tor que considera que el error de Pe- fo rumano, Émile Cioran, quien fue uno
ña Nieto en el que no pudo nombrar de estos escritores, habló del cambio de
a los autores de los libros en la Feria lengua como una catástrofe en la bio-
de Guadalajara fue marketing del PRI, grafía de un autor. Y con razón.
porque necesitaba que se hablara del * Aparecido originalmente en The Stone,
candidato. Y eso no me suena descabe- The Opinion Pages de The New York Times,
llado, porque pudo haber contestado el 4 de marzo de 2013. Se publica con la au-
que había leído la Constitución o la Bi- torización del autor.
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Cuando se convierte uno en escri- abandonar su lengua nativa y adoptar
tor no lo hace en abstracto, sino en otra es desmontarse a sí mismo, pieza
relación con cierta lengua. Escribir es a pieza, y montarse después en una
echar raíces en esa lengua; conforme forma diferente.
mejor escritor se es, más profundas Para empezar, al cambiar de len-
son esas raíces. El virtuosismo litera- gua, el escritor desciende al punto cero
rio revela casi siempre una sensación de la existencia. Incluso hay un momen-
de inmersión profunda, confortable, en to, si bien breve, en el que cesa de
un suelo familiar. Si por alguna razón existir. Ha dejado la vieja lengua y la
el escritor tiene que cambiar de lengua, nueva no acaba de aceptarlo; está en
la experiencia es como una amenaza de el limbo, entre dos mundos, colgando
muerte. No sólo tiene que comenzar sobre el abismo. El cambio de lengua
desde el principio, tiene que desha- sucede generalmente cuando el escri-
cer todo lo que ha hecho durante casi tor se auto-exilia o es exiliado. Pero el
toda su existencia. Cambiar de lengua exilio físico se duplica entonces por uno
no es cosa de pusilánimes, tampoco de ontológico: un exilio en los márgenes
impacientes. del ser. Es como si, por un momento,
Dolorosa como es en un nivel estric- el ser del escritor, al pasar por un va-
tamente humano, la experiencia también cío —la estrecha fisura entre las len-
puede ser filosóficamente fascinante. guas, donde no hay palabras a las cuales
Rara vez tiene uno la oportunidad de agarrarse y nada puede ser nombra-
observar una rehechura más dramáti- do— desapareciese. La comparación
ca de uno mismo. Para el escritor, la con la conversión religiosa de Weil es
lengua, lejos de ser un simple medio de adecuada pues, justo como en el caso
expresión, es una forma de existencia del converso, el escritor que cambia de
subjetiva y un medio de experimentar lengua sufre una experiencia de muer-
el mundo. Necesita la lengua no sólo te y renacimiento. De un modo signi-
para describir cosas, sino para verlas. ficativo, esa persona muere y vuelve
El mundo se revela en cierta forma a luego como otra. “Cuando cambié mi
un escritor japonés, y de otra muy di- lengua, aniquilé mi pasado. Cambié
ferente a un escritor que escribe en mi vida entera”, dice Cioran.
finlandés. La lengua del escritor no es Cuando empieza a escribir en una
sólo algo que él usa, sino una parte nueva lengua, el mundo nace de nue-
constitutiva de lo que él es. Por ello, vo para el escritor. Pero el renacimien-
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to más espectacular es el suyo. Se
trata de un proyecto de reconstrucción
total del ser, en el que ninguna piedra
dejará de ser removida y nada pare-
cerá lo mismo otra vez. Su lengua na-
tiva, lo que fue él antes, le parecerá
cada vez menos familiar. Pero eso no
lo molesta para nada; de hecho espe-
ra el momento en que la pueda usar
como cualquier lengua extranjera. No
mucho después de adoptar el francés,
Samuel Beckett, un irlandés, se que-
jaba de su inglés nativo: “Lengua ho-
rrible, la conozco demasiado bien.” La
promesa ontológica de una renovación
completa es excitante.
Cuando renace de esa manera es co-
mo si todas las posibilidades se abrie-
ran; tiene la oportunidad de moldearse
a sí mismo en la forma que elija. Es su búsqueda de un nuevo ser. Finalmen-
propio demiurgo: de ser nada, por de- te no se convirtió en Mallarmé, sino
cirlo así, puede ser todo. Cuando, en en Samuel Beckett —el autor francés
1954, le preguntaron a Beckett por qué de Molloy, Malone muere y Esperando
había decidido cambiar de lengua, con- a Godot—, quien es con toda probabi-
testó: por la necesidad de estar “mal lidad igualmente bueno. Y si no hubie-
armado”. Su respuesta es sumamente ra suficiente alienación en su adopción
astuta, pues si uno la escucha con aten- de una nueva lengua, se aliena él mis-
ción, su tono jactancioso es impactan- mo otra vez traduciendo al inglés su
te. Pues en francés la necesidad de obra en francés. En otra parte, Beckett
estar “mal armado” (d’être mal armé) sostiene que prefiere el francés porque
no suena distinta a la necesidad de le permite “escribir sin estilo.” Por su-
ser (otro) Mallarmé (d’être Mallarmé). puesto, escribir “sin estilo” es la cosa
Nada menor a un estatus de Mallarmé más difícil de lograr; realmente es nece-
sería suficiente para Beckett en su sario estar bien armado para hacerlo.
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sarios el entrenamiento riguroso, la au-
todisciplina y la práctica constante; des-
pués de todo, el arte es lo opuesto a
lo natural. Pero no importa cómo se
considere, hay una marcada percep-
ción de continuidad y crecimiento orgá-
nico en la trayectoria de este escritor.
Sin embargo, convertirse en escri-
tor en una lengua que no es la suya
por nacimiento va contra la naturaleza;
no hay algo orgánico en ese proceso,
únicamente artificio. No hay “instin-
tos” lingüísticos que lo guíen por esa
senda y el ángel guardián de la len-
gua rara vez susurrará a su oído; en
verdad irá bajo su propio riesgo. Dice
Cioran: “Cuando escribía en rumano
las palabra no eran independientes de
mí. Tan pronto como comencé a escri-
bir en francés, elegí conscientemente
cada palabra. Las tenía frente a mí,
fuera de mí, cada una en su lugar. Y
yo las elegía: te tomo a ti, luego a ti.”
Muchos de los que cambian para
ÉMILE CIORAN
escribir en una segunda lengua desa-
Hay algo de “natural” en el hecho rrollan una aguda conciencia lingüís-
de que uno se convierta en escritor en tica. En una entrevista que concedió
su lengua nativa. Habiendo alcanzado en 1979, unos siete años después de
la autoconciencia en esa lengua, ha- que dejara su nativa Rusia para vivir
biéndola asimilado junto con la leche en Estados Unidos, Joseph Brodsky
materna, por decirlo así, se encuentra habló de su continua “aventura amo-
uno en una posición privilegiada: sólo rosa con la lengua inglesa”. La lengua
necesita llevar a la perfección lo que es una presencia tan abrumadora para
ha recibido. Evidentemente, son nece- esta gente que llega a articular sus
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EL SUEÑO DE LA ALDEA
nuevas biografías. “El inglés es la úni- libros impresos están prohibidos, esa
ca cosa interesante que queda en mi gente ha dedicado su vida a preservar
vida”, dijo Brodsky. La necesidad de los “grandes libros” de la humanidad;
encontrar le mot juste comienza como cada persona le confía un libro a su
inquietud, se convierte en obsesión y memoria y pasa su vida recitándolo.
termina como modo de vida. Estos es- Esas personas son textos vivientes, len-
critores sobresalen en el arte de hacer gua encarnada. Aparte de las obras
de la necesidad virtud: la necesidad de maestras que los habitan, ellas no sig-
entender cómo funciona el nuevo len- nifican gran cosa. Sus cuerpos impor-
guaje los convierte en lingüistas maniá- tan tan poco como el papel en el que
ticos; la preocupación por la corrección se imprimen los libros. En cierta for-
los hace gramáticos compulsivos. ma, un escritor que ha cambiado de
Cuando se trasladó a Francia a la lengua no es muy diferente de esa gen-
edad de 26 años, el dominio del francés te. A largo plazo, debido a su preocu-
de Cioran era apenas decente, y sin pación por la precisión lingüística y la
embargo acabó siendo uno de los ma- perfección estilística, una especie de
yores estilistas de esa lengua. De modo colonización tiene lugar: la lengua im-
similar, Joseph Conrad aprendió in- pregna todos los detalles de la vida de
glés relativamente tarde en su vida, lo ese escritor, la remodela y le da forma,
cual no le impidió convertirse en uno proclama su dominio sobre ella, la
de sus más sofisticados representantes. ocupa. El ser del escritor está ahora
Vladimir Nabokov es sin duda otro de bajo la ocupación de un poder inva-
tales representantes, aunque él comen- sor: su propia escritura en una nueva
zó a aprender inglés a temprana edad. lengua.
El mismo patrón una y otra vez: todo En cierto sentido, entonces, podría
a partir de nada, de una vacilante ig- decirse que al final él no cambia real-
norancia a un modo de expresión de mente de lengua; la lengua lo cambia
primer orden. a él. A un nivel más profundo, más
Hacia el final de Farenheit 451, la personal, escribir literatura en otra len-
novela de Ray Bradbury, el lector se gua tiene una marcada dimensión per-
topa con algo cuyo significado excede formativa: al hacerla algo sucede en
los confines del relato. Es la escena en él, la lengua actúa sobre él. El libro
la que Montague conoce a la “gente que está escribiendo termina escribién-
libro”. En un mundo en el que los dolo a él. La consecuencia es una es-
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pecie de “fantasmización”. Pues cam- biado de lengua es en realidad un es-
biar de lengua, para un escritor, es su- critor fantasma: el único digno de ese
frir un proceso de desmaterialización: nombre.
antes de que se dé cuenta, es lengua Después de haber hecho todo eso,
más que cualquier otra cosa. Un día, después de haber pasado por el dolor
de repente, una intuición empieza a de cambiar de lengua y sufrir la ini-
asaltarlo, a saber, que ya no está he- ciación a la muerte y el renacimiento,
cho de carne, sino de versos y rimas, algunas veces recibe —como recom-
de estrategias retóricas y modelos na- pensa, por decirlo así— acceso a una
rrativos. Justo como la “gente libro”, visión metafísica de una extraña y sal-
él no significa gran cosa aparte de los vaje belleza: la noción de que el mun-
textos que lo habitan. Más que una do pudiera no ser más que una narra-
mujer o un hombre de carne y hueso, ción en proceso y que quienes la
es una encarnación de la lengua mis- habitamos no somos más que perso-
ma, un proyecto literario, como el libro najes, personajes en busca de un au-
que escribe. El escritor que ha cam- tor, es todo.
30
Patria
G ERARDO D ENIZ
35
De Orán a Casablanca hubo dos tandas sucesivas,
curiosa la primera, mirando andenes con mujeres moras
como fantasmas de mediodía
(pero al recomponerse la blanca envoltura
una de ellas dejó ver, un solo instante,
una larga falda verde lechuga alegre),
y el tren se fue atiborrando de facinerosos.
Me dormí entre los brazos de mi madre
y soñé con la línea de mi lago,
el huerto, los conejos, mi gata Feliciana y acaso el tango “Celos”
en los cafés al aire libre.
Al despertar mi padre nochempié me informó —con orgullo, supongo,
por tener un vástago tierno y geográfico—
que habíamos pasado por Fez de madrugada.
Fez, donde no muchos años antes
llevaron de vacaciones a Ravel, ya fulminado,
y el director del instituto de estudios islámicos,
ceremonioso y perifrástico le sugirió, cortés,
componer alguna obra de ambiente árabe,
y le fue respondido dificultosamente —ataxia, apraxia, agrafia,
alalia…—
“Si escribiese algo árabe, sería más árabe que todo esto”.
Lo dijo Ravel cubierto de gatos —“saben cuánto los quiero”—,
en tanto que a mí me habrían de llamar, en dos o tres editoriales,
aprovechando un título del odioso Drieu,
L’homme couvert de femmes
porque dieciséis secretarias cada mañana
pasaban a verme y por mi bendición,
36
mermando mi forzada labor en pro de la marxismo-leninismo-
castrolatría,
en tanto que otras muchas, en general más feas, apretaban el paso al
cruzarse conmigo.
Y es fácil entender tan opuestas reacciones
ante un señor nada mal y algo desconcertante
que pasa, anima sdegnosa, saludando apenas,
escucha pero nunca aconseja,
constelado de prestigios tan indiscutibles como insondables,
que cuando le preguntan evoca con aplomo la costa soleada de su
natal Turquía
—si bien otros dicen saber de buena fuente que es español aunque no
se le note,
así como también consta que timonea una pequeña familia común y
corriente.
¿Qué hacer ante él sino platicar un rato y, si no, persignarse y escapar
velozmente?
En su oficinita sobresale de la pared un pilar de cemento
que luce en rojo un montón de paralelas: son las estaturas
de algunas visitantes diarias y el científico lo explica en detalle a quien
soporta oírlo.
Sentada al pie de esta escala, una asidua le espetó estas memorables
palabras:
—Te envuelve un misterio que jamás podrás imaginarte.
—Ah, caray. Yo nada más me creí un visitador de caleidoscopios
competente,
avezado en los ritos y piruetas concomitantes.
37
En el aeropuerto de México
la luz verde me salvó de tener que abrir mi saco de viaje,
atiborrado de turrones y libros vascos
que hoy por hoy ya me han robado.
Recibido por cuatro de familia,
advertí un pelotón de mujeres, toda la lira,
acompañado por un quinteto de ancianos
que, con salterio y todo, empezó a tocar valses nacionales viejos.
Las reconocí a todas y del grupo se alzó un murmullo de frases
evocadoras:
(en primera fila una niña bonita sólo se agitaba,
con un chupón outsized entre los labios.)
Tienes mucho que dar pero no lo sabes ofrecer; Eres un apasionado
y eso no tiene objeto; Eres el colmo de los colmos del amor, sin ser
nada empalagoso; Sí, Joan, mucho, mucho… mucho, mucho; Eres
un cabrón tierno; ¿Así lo hacen de bien en esas tierras adonde vives?
El acento de esta última pregunta
me sorprendió y busqué con la vista a su autora. Inquirí:
—Y tú, ¿en qué vuelo has venido? Anteanoche nos despedimos para
siempre en Madrid.
—A lo mejor tengo una capa del supermán. Pero no te alarmes, que
esta misma noche tengo que volver.
Cierta nativa audaz se adelantó:
—¿Sabes cómo se llama este vals viejo?
—Sí. “Algo se pesca” (recordé Cambrils), y cuando oigo ese título me
acuerdo de ti.
—Desagradecido.
Saludé al grupo con una elegante inclinación de cabeza y una sonrisa
38
casi imperceptible.
Media hora más tarde comía yo en familia los tacos variados de la
medianoche al sur de la ciudad.
Contaba yo y contaba, y sin dejar de bromear sentí que todo aquello
se transformaba en Acapulco treinta años atrás, o mejor sólo veinte.
Nel mezzo
—porque acababa de escuchar el mejor elogio
en labios de la que me llevó a ver un Acapulco imposiblemente azul.
39
El Clan de los Estetas
A LEJANDRO B ADILLO
40
EL CLAN DE LOS ESTETAS
El estupor me dominó una vez que Javier terminó la historia. El hombre tie-
ne como fin supremo la preservación de la vida. ¿Cómo abolir esa ley? ¿Có-
mo la belleza, vinculada en el pasado con la virtud, puede asumir un papel
destructivo? ¿Cómo profetizar con ella? Nunca pude responder estas pre-
guntas. Sólo diré que un instinto atávico se apoderó de mi mente y me re-
veló una parte oculta para la mayoría de las personas. Javier me invitó a sus
devaneos en busca de víctimas ideales. Los muertos por enfermedad no ser-
vían pues su voluntad estaba predispuesta al final: no puede haber arte en
un lugar estéril, vacío. Merodeábamos afuera de los bares, de las fábricas
y de las tiendas de la periferia. Recuerdo el incontrolable temblor de mis
manos cuando maté por primera vez. Sin embargo, después del impacto ini-
cial, pude percibir la belleza de alguien que deja la vida. El pulso detenido,
como las hojas quietas en el verano, concentraba una sabiduría desconoci-
da para mí y que me acercaba a los esquivos designios del mundo.
La guerra se volcaba en la ciudad. El asfalto caliente recibía más eje-
cutados. Las razones se habían perdido: la sobrevivencia era un juego ciego,
46
EL CLAN DE LOS ESTETAS
La luz de las lámparas entra por la ventana y aviva las clavículas del torso.
Los pies descalzos, en débil equilibro sobre la silla, ya muestran un color
violáceo. La sangre se acumula y sigue cayendo lentamente, como la cera
derretida que desborda una vela. A pesar de mi probable derrota creo que
la memoria de los muertos perdura, que de alguna forma desea su asesina-
to al formar parte, inconscientemente, de una obra que se construye de mo-
do fragmentario pero que aspira a lo inmenso. Cada muerte, cada derrota,
es un grano en un reloj de arena. Algún día, no sé cuándo, quizás en el
límite del tiempo, se podrán observar, como un cuadro visto a la distancia,
los frutos conseguidos por el Clan de los Estetas.
tidos, nos habían transformado y, por lo tanto, hacía que el final de nues-
tras vidas adquiriera más significado. El camino que habíamos recorrido nos
había convertido, involuntariamente, en las últimas fichas del juego. Uno de
los dos tendría la respuesta o, al menos, una pista muy importante para lle-
gar a ella. Ahora cobraba sentido la profecía vista en los ojos del hombre
afuera de aquel bar y la forma en que Javier demoraba su muerte buscan-
do una pista más, una disposición en la luz o en el entorno que pudiera in-
terpretar. Tendríamos que apresurarnos pues encontramos en nuestras casas
un citatorio de la policía. Habíamos llamado la atención. Las miradas en la
redacción del diario confirmaron algo que ya sabíamos: el azar decidiría.
Javier llegó puntual un sábado por la noche con su traje negro y un
sombrero que no conocía y que atribuí a una antigua cábala. Habíamos
acordado jugar a las cartas. Pude observar la pistola que llevaba colgada del
cinturón y que serviría para poner el punto final. Fui por una consumida
botella de whisky, saqué la baraja y repartí el juego. Las blancas cartas re-
fulgían bajo la luz de las lámparas. Empezamos vacilantes, con la vista cla-
vada en las vetas de madera de la mesa. El nervio se evidenciaba cada segundo
pero no por el temor al balazo definitivo sino por lo que estaba en juego.
La partida se demoraba. Seguimos bebiendo. Conforme el alcohol per-
turbaba mis pensamientos, supe que yo era el elegido; el destino que pen-
saba en la gloria literaria y que presentí en aquellas cinco horas de viaje era,
en realidad, el deseo por entender el futuro acomodando las piezas, bus-
cando el orden y la belleza en el momento más íntimo del ser humano. Todo
eso era sólo para mí, para nadie más. Javier era el detonante, el guía que
debía asumir su papel secundario y abandonar el último trecho. Quizá lo pre-
sentía y por eso rectificaba, una y otra vez, el nudo de su corbata. El juego
terminó empatado: era claro que el azar, demasiado caótico, no serviría. Le
dije que iba a la cocina por otra botella mientras él reunía las cartas en un
mazo. Tenía un revólver en el fondo de un cajón pero decidí arriesgarme
con un cuchillo más fácil de ocultar. Me acerqué por la espalda pero erré
el golpe y sólo lo herí en la mejilla. Un hilo de sangre manchó la mesa.
Forcejeamos. Hubo un disparo que quebró el cristal y el bullicio de la no-
che aumentó con sus autos incendiados, como si nuestra lucha fuera un aci-
cate, un complemento. La pistola cayó al piso y mientras Javier trataba de
49
ALEJANDRO BADILLO
Miro una vez más el torso desnudo: la sangre brilla en el piso, como vino
recién derramado. El placer de la muerte me ha dejado un poco de som-
nolencia, una punzada hedonista que de nada sirve y que se disipa cuando
escucho una patrulla en la calle. Voy a la mesa. Se escuchan disparos cer-
canos. A estas alturas toda persona, por el sólo hecho de existir, es un ene-
migo. La ciudad se devora a sí misma, se canibaliza con su propio fuego.
El cielo nocturno me contagia su fiebre. Coloco la cabeza de Javier a un
lado y miro el juego que hace con el resto del conjunto. Quiero creer que
esas formas opacas, iluminadas a medias por amarillas franjas de luz, son
parte de un bodegón contaminado por la penumbra. Tocan la puerta, miro
una vez más la composición sobre la mesa y que aún no puedo descifrar.
No sé si alguien continuará y encuentre el significado que busqué yo y los
que me antecedieron. Quizá sea mi muerte, su instante que se expandirá en
mí, el triunfo definitivo de la belleza. Alargo la mano hasta el pálido reflejo
del cuchillo y espero.
50
Dos poemas 1
C LAYTON E SHLEMAN
Versión de Hugo García Manríquez
ACECHAMOS RESPLANDORES2
1
Del libro Mecha de enebros. La imaginación del paleolítico superior & la construcción
del inframundo, del poeta Clayton Eshleman, de inminente aparición.
2
SPARKS WE TRAIL // Profiled on whitish-ochre calcite: / 5 antlered stag heads, / necks va-
nishing into / an imaginary river, / file toward Lascaux’s depths // Bodies unsketched on
brown rock / as if river obscured // The first, head tilted, appears to be stepping up onto a
bank //
51
El segundo, con su frente erguida, debe estar caminando sobre el
lecho del río
52
que ha de ser colmado, súbito y total, vaciándose manifiesto vaciándose
oscilando de proa a popa en temblor
O esa otra luz que Jacques Marsal proyectó sobre las cabezas astadas
—yo luchaba por ver lo que había debajo: roca nublada, oscura, roca
sin agua, agua sin agua.
Su parte inferior: sin trazo
En ese inferior
un inferior más profundo aún
Lenguaje-cal cimbrando un lenguaje-ciervo
VENTANAS CURVAS3
Si ha de haber claridad,
que sea opaca, que la palabra sea
convexa, profunda
filled in, suddenly total, emptying manifesting emptying reverber- / ating fore and aft vibra-
tions // Suddenly noon—more suddenly, twilight // Or that other light Jacques Marsal spread
across the antlered heads / —I strained to see what was below: dark, cloudy rock, waterless /
rock, waterless water. Their below: unsketched // They are in the below / but there’s a deep-
er below // The limestongue off which stagstalk is struck
3
WINDING WINDOWS // If there must be clarity, / let it be opaque, let the word be / convex-
cavatious, deep /
53
con distancia, mosaico prístino
y denso. Incapaz de penetrar con la mirada,
mi turbación es circundada,
aislada, vigorosa a la deriva.
El deseo de imaginar el interior de la opacidad
crea ventanas curvas,
túneles tallados cuyo vértice continua.
La palabra, como un ser biológico,
alarga sus sensores, para ser
incluida en el continuum.
with distance, a clear / and dense mosaic, desiring / undermining. Unable to see through, /
my perturbation is enclosed, / isolate, powerfully adrift. / The desire to imagine inside opa-
city / creates winding windows, / engraved tunnels that keep turning. / The word, like a biolo-
gical being, / extends its feelers, to be / looped in continuum. // Here, what a word, site of /
a no-space the mind elects, a nowhere / fleshed with everywhere, a chair for anyone, colos-
sal / ear, grotto of homecoming, / place in psyche where I look out, / dead, talking the life
of being. // To see through is only to see / into, there is no unmodified clarity. / An animal
drawn on a wall /
54
coloca una ventana en el interior de ese muro,
una ventana imagen, como si el muro encendido
y el animal se fundiera—
como si el grabador hubiera conducido
al animal a través de la tierra y la piedra,
trayéndolo hacia él, y
el animal lograra casi
emerger, pero fuera detenido al
empujar dentro
del contorno de la superficie, línea completa.
¿Un muro viviente? No,
ya ido cada uno más de 50%,
grabador y animal
Idos en una cerca
de imágenes, un plano,
la presencia espectral del animal y hombre
acoplados al manganeso
puts a window into that wall / an image window, as if the wall lit / here, and the animal /
there, had fused— / as if the engraver has inducted / animal through earth and stone, / drawing
it to him, and / the animal had almost made it, / almost emerged, but was stopped as / it pu-
shed into / surface contour, completed line. / A living wall? No, / each having gone 50% of
the way, / animal and engraver / vanish into an image / enclosure, a temenos, / the ghost pre-
sence of animal and man / mated in manganese. // Prose goes to the end, as if plowing / a
rectangular field. / Poetry turns where /
55
el donde anhela, y el sí
irrumpe. ¿Acaso no imita también,
con su aserrado margen derecho,
la mente en su oscuro serpenteo
avanzando por el blanco,
incapaz de ensayar la estabilidad?
El contorno de la imagen
vibra volviendo a una plataforma originaria:
la separación que la persona
imagina ser su alimento.
Rostro de piedra, el alimento más frío,
contorno cercando la herida del matador.
Memoria de la separación incapaz de ser herida, empuja.
Cuando un contorno es tallado,
hiriendo la piedra
deviene satisfacción central
Hurgar la piedra
como si fuera carne de la separación
es imaginar que lo implacable
ha vivido.
the where yearns, the yea / breaks. Does it not also mimic, / with jagged right margin, / mind
in the dark of its meander, / moving through the blank, / unable to test stability? // The out-
line of image / vibrates back to a primal grounding: / separation from that which a person /
imagines to be his food. / Rock face, coldest food, / outline of a matador stab enclosure. /
The unwoundable memory of separation drives. / Once an outline is gouged, / wounding the
rock / becomes a central satisfaction. / To finger rock / as if it were the flesh of separation /
is to imagine the unyielding / as having lived. /
56
Este YO es ventana de sí mismo,
hasta el fondo, fundamento y marco.
This I is window to itself, / backgrounded, ground into its frame. // Beginning and end
should be / the pillars of a mental dolmen. / Then why do they lean, / as if inside our tem-
ples, / against unbreakable O? / The beginning stays to the right, / the end to the left. / I never
leave the window.
57
Ícaro en escorzo
A LEJANDRO F ERRERO
Personajes
IRENE, madre de Ícaro
ÍCARO
ESTEBAN, amigo de Ícaro
SAVERIO, guardaespaldas de Paolo Gamberrini
CLARA, madre de Ettore y Paolo Gamberrini
ETTORE GAMBERRINI
POLICÍA A
POLICÍA B
Casa de Irene.
× ALEJANDRO FERRERO 59
ALEJANDRO FERRERO
60
ÍCARO EN ESCORZO
61
ALEJANDRO FERRERO
Un parque público
7 a.m. Una leve brisa arrastra las hojas caídas. En una banca están senta-
dos Ícaro y Esteban. Permanecen, incómodos, en silencio.
ESTEBAN: Éramos amigos.
ÍCARO: Somos amigos.
ESTEBAN: Entonces, ¿por qué me evitas?
ÍCARO: Evito a todo el mundo.
ESTEBAN: Pero, dijiste que yo soy tu amigo.
ÍCARO: Mi único amigo.
ESTEBAN: ¿Y qué ha pasado?
ÍCARO: Nada. Quiero estar solo.
ESTEBAN: ¿Por qué? (Silencio.) ¿Ya no confías en mí?
ÍCARO: No quiero hablar.
ESTEBAN: ¿Por qué?
62
ÍCARO EN ESCORZO
63
ALEJANDRO FERRERO
ÍCARO: Ya no preguntes.
Silencio.
ESTEBAN: ¿Me dirás?
ÍCARO: ¡No! (Pausa.) No quiero corromper tu alma.
ESTEBAN: Te escucho.
ÍCARO: Estoy enamorado.
ESTEBAN (ríe) : ¿Es lo que no podías confesar?
ÍCARO: No te rías… por favor. No estoy enamorado. Estoy… cómo decirlo…
enajenado, enviciado, envilecido…
ESTEBAN: ¿Qué quieres decir?
ÍCARO: Eso que dije.
ESTEBAN: ¿Ofelia?
ÍCARO (sonríe) : No me he acordado de ella.
ESTEBAN: Entonces, ¿quién?
ÍCARO: Estoy seguro de que después de oirme te alejarás para siempre de mí.
ESTEBAN: No seas melodramático.
ÍCARO: En fin… (Pausa.) ¿Te acuerdas del licenciado Gamberrini?
ESTEBAN: ¿Paolo Gamberrini? ¿El benefactor? ¿El noble italiano?
ÍCARO: No se llama así. Su nombre es Pablo. Su madre, que se siente italia-
na, le cambió nombre y apellido. También a su hermano, el tal Ettore,
que en realidad se llama Héctor. Hasta al chofer le cambió el nombre:
Saverio… (Ríe.) ¿Puedes creerlo?
ESTEBAN: ¿Eso qué tiene que ver contigo?
ÍCARO: Escucha… Escucha bien porque no repetiré nada. (Pausa.) Paolo Gam-
berrini, el maldito abogado, me anduvo rondando por mucho tiempo…
Quizá tú no te diste cuenta… Acechándome en el colegio…
ESTEBAN: ¿Para qué?
ÍCARO: Fuera de mi casa, en la calle, como si fuese mi sombra. Fingía que el
azar nos juntaba en la cafetería, en el cine… Abordándome…
ESTEBAN: ¿Con qué fin?
ÍCARO: No me interrumpas. Colmándome de atenciones, como si fuese yo una
mujer… Avergonzándome delante de todos. Yo lo evadía, me mostraba
cortante y grosero pero él no desistía. Y continuó su persecución, supli-
cándome, haciéndome regalos que yo no aceptaba… No sabía cómo
64
ÍCARO EN ESCORZO
66
ÍCARO EN ESCORZO
ÍCARO: Te repites.
ESTEBAN: No puedo con esta angustia.
ÍCARO: Quisiste saber.
Silencio. Ícaro se levanta.
ESTEBAN: No quiero perderte. (Se incorpora.) ¿Te veré nuevamente?
ÍCARO: Sí.
ESTEBAN: ¿Pronto?
ÍCARO: No sé.
ESTEBAN: Me encontrarás sentado aquí. O en el colegio.
ÍCARO: Al colegio no volveré.
ESTEBAN: ¿Puedo abrazarte?
ÍCARO: Por supuesto.
Se abrazan.
ÍCARO: Es suficiente.
Se separan. Ícaro se aleja y desaparece. Esteban mira alejarse al otro.
Oscuro.
Casa de Irene.
10 p.m. Ante la puerta vemos a Saverio, que fuma mientras vigila. Viste un
traje azul marino, camisa blanca, corbata azul celeste y calzado negro bien
lustrado. Por la derecha entran los Policías A y B, trajeados con mal gusto,
se detienen ante Saverio.
POLICÍA A: Identifíquese.
Saverio permanece impasible.
POLICÍA B (abofeteándolo): ¿No oíste?
Saverio, sin perder la compostura, saca su cartera y el Policía B se la
arrebata, esculca, mira los documentos y se embolsa el dinero que en-
cuentra.
POLICÍA B (a su compañero) : Regístralo.
El Policía A obedece palpando los bolsillos de la ropa de Saverio, al
sentir un bulto en la bolsa interior del saco hace una señal al otro, éste
le apunta con su arma al guardaespaldas mientras trata de introducir
la mano en el saco. Saverio intenta detenerlo pero el Policía B le apun-
ta a la cabeza. Saverio desiste. El Policía B extrae una muñequita de
tela, la examina y la tiende al Policía A, éste la olfatea como si fuera
un perro, niega con la cabeza y el otro arroja la muñequita al piso.
Saverio trata de recogerla pero el armado, sin palabras, se lo impide.
POLICÍA B: ¿Qué haces aquí?
SAVERIO (seguro) : Vigilo.
POLICÍA A: ¿Y qué es lo que vigilas?
SAVERIO: La calle.
POLICÍA B: Fíjate bien en lo que contestas.
POLICÍA A (abofeteándolo) : ¿Qué es lo que vigilas? ¡Contesta, hijo de puta!
SAVERIO: La casa del licenciado Paolo Gamberrini.
El Policía B mira la fachada de la casa, coge del brazo al Policía A, lo
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ALEJANDRO FERRERO
Casa de Clara.
70
ÍCARO EN ESCORZO
CLARA: No seas impaciente. (Coge un cigarro de una cajetilla que está sobre
una mesita, lo enciende, arroja el humo sobre la cara de Ettore, da otra
chupada.) Tu hermano, tan generoso como es, ya lo sabes, tomó bajo
su protección a un joven estudiante de clase baja para impulsarlo en sus
estudios, guiándolo por el buen camino, relacionándolo con gente impor-
tante… (Fuma.) Yo conocí a ese muchacho porque Paolo lo trajo aquí
dos o tres veces. Le dije a tu hermano que tuviera cuidado con él porque
detecté en ese muchacho a un oportunista, quizás un ladrón, yo qué sé,
pero una madre no se equivoca. Pero…
ETTORE: ¿Por qué no vas al grano?
CLARA: Allá voy. (Fuma.) Ese muchacho desapareció, o al menos eso dicen,
y achacan esa supuesta desaparición a tu hermano. Todo es falso. A mí
me consta.
ETTORE: ¿Y cómo es que te consta?
CLARA: ¡Vaya pregunta! ¡Llena de insidia, de veneno! Tu hermano, lo sabes,
es incapaz de cometer algo de esa naturaleza.
ETTORE: Mamá, por favor… Los dos conocemos a Paolo y sabemos que es
un criminal.
CLARA: ¡Cómo te atreves a decir tal cosa!
ETTORE: No soy tonto ni ciego. Si Paolo no ha pisado la cárcel es debido a
sus amigos influyentes, pero todo el mundo conoce sus fechorías. Y en
este asunto que me cuentas, seguro estoy que Paolo ordenó su muerte.
CLARA: ¡Tus enemigos serán los de tu casa! Ya lo dice el refrán. (Fuma.) No
sé por qué te hice venir. Sabía que reaccionarías así. Odias a tu hermano.
ETTORE: No lo odio.
CLARA: ¡Claro que lo odias! ¡Envidias su apostura, su suerte, su riqueza, su
popularidad…!
ETTORE: ¿Y para qué me hiciste venir?
CLARA: ¡Para qué…! ¿Eres tan desnaturalizado? Para que apoyes a tu her-
mano. Llámalo y dile que estás con él para todo lo que necesite, que lo
apoyas moralmente… aunque sólo seas capaz de eso. (Fuma.) Debe
estar deshecho mi pobre hijo.
ETTORE: No lo haré.
CLARA: ¿Por qué no?
71
ALEJANDRO FERRERO
72
ÍCARO EN ESCORZO
Casa de Irene.
10:30 p.m. Oscuridad. Se abre la puerta y ahí vemos las siluetas de Irene y
Esteban. Entra ella y enciende una lámpara. Entra él y cierra la puerta.
Irene, agotada, se deja caer en el sillón. Esteban se queda de pie.
IRENE: Siéntate, muchacho.
ESTEBAN: Así estoy bien.
IRENE: Anda, debes estar tan cansado como yo.
Esteban alcanza el banquito y se sienta junto a ella.
IRENE: ¿Quieres un café?
ESTEBAN: No. Gracias. ¿Mañana dónde iremos?
IRENE: ¿Me acompañarás nuevamente?
ESTEBAN: Hasta que encontremos a Ícaro. Vivo o muerto.
Irene grita como si hubiese sido herida. Las palabras de Esteban le
suenan premonitorias. Y ese grito, entre animal y humano, rechaza esas
palabras que continúan taladrando sus oídos. Esteban se incorpora
asustado y se queda de pie, paralizado.
IRENE: ¡No digas eso! ¡No lo digas! ¡Te lo prohíbo!
ESTEBAN: Perdón.
IRENE: Siéntate.
Esteban, temeroso, se sienta.
IRENE: Perdóname… Es que… No quiero pensar que…
Silencio.
ESTEBAN: Tal vez sería mejor que…
IRENE: No. No te vayas aún… (Silencio.) ¿Por qué nos enseñan a ser humil-
73
ALEJANDRO FERRERO
74
ÍCARO EN ESCORZO
75
Tres poemas
TODO Y NADA
78
La ficción en una época de calamidades
G LENWAY W ESCOTT
Traducción de Armando Pinto
* Images of truth.
79
GLENWAY WESCOTT
sintió mucho afecto por mí, la cantó. Fue en la tarde. Habíamos hecho un
día de campo con sándwiches y manzanas, y una botella de cerveza, en la
cima de una colina junto a un pequeño lago en las afueras de la ciudad, y
nos quedamos para ver el atardecer. Como a mí no me gustaba la cerveza,
mi amigo se empinó toda la botella y se puso ligeramente ebrio. Sucedió que
yo nunca había visto a nadie de buen humor bajo la influencia del alcohol.
(Toda mi familia era abstemia, excepto mi abuelo en la última etapa de su
vida, pues sufría de un dolor estomacal provocado por la Guerra Civil y, por
órdenes del doctor, tomaba un poco de marsala o quizás madeira en una
cuchara. La familia estaba rodeada de inmigrantes alemanes de proceden-
cia campesina; pero todos ellos bebían de una forma desagradable, azota-
ban sus caballos y amedrentaban a sus hijos.)
Mi amigo se adelantó, bajando a zancadas la colina de regreso al pue-
blo y a lo largo de la acera estrecha y desigual que conducía a la mansión
de sus padres y la pequeña casa de mis abuelos. A medio camino entre la
tarde y el anochecer, en los patios y las calles los niños aún seguían en los
columpios y los amantes estaban ya en sus hamacas. Un perrito desconocido
se unió a nosotros meneando el rabo. Aparentemente nada de esto importa-
ba a mi amigo, absorto egoístamente en su misteriosa condición alcohólica.
No me ponía atención pero yo seguía pegado a él. Tenía doce años de edad;
él catorce o quince, y su voz había cambiado no mucho antes. Cantaba tan
alto como era capaz, en los tonos de su semimasculinidad aún inmanejables
o desacostumbrados, el estribillo de la Odisea, embriaguez y fatiga, incerti-
dumbre y añoranza, que sin duda había oído cantar a hombres y muchachos
más grandes cuando estaban atontados por la bebida.
En los años que han transcurrido desde entonces he visto una gran
cantidad de borracheras; de un modo u otro, eso ha sido importante para
mí. En circunstancias alegres de todas clases, me ha gustado que quienes
estuvieran a mi alrededor se intoxicasen casi al punto del vómito, casi a pun-
to de la violenta melancolía y el pésimo humor. Dos amigos míos han sido
auténticos alcohólicos, juerguistas e hipocondriacos, angustiados e incapaces
de parar. Por mi parte, nunca me ha importado beber o no; sin embargo,
hace una década, por razones de salud, tuve que dejar de hacerlo. En una
81
GLENWAY WESCOTT
para remediar las fallas e inequidades del modo general de vida que por
distracción o ignorancia no remediamos cuando teníamos el tiempo y los re-
cursos. Ciertamente, no la utopía, tal vez no pasos gigantes, sino una expec-
tativa de mejoramiento, una oportunidad de progreso. En muchos aspectos,
la vida en este mundo es irremediable, lo sabemos. Pero incluso las trage-
dias naturales absolutamente terrenales (entre las cuales la muerte es sin
duda la más grande) son más fáciles de soportar si vienen a nosotros en cir-
cunstancias de cierta estabilidad, en un contexto familiar y doméstico, con
la idea de que todo finalmente mejorará para nuestros descendientes y otros
amados jóvenes, si no es que para nosotros mismos; con cierto sentimiento
de inmortalidad, gracias a una continua y renovada tradición y la permanen-
cia de las estructuras del arte y la literatura, aunque no de la vieja religión.
No he olvidado mi tema; no es sobre las armas y el hombre, es sobre
la pluma fuente y la máquina de escribir, y los hombres, mujeres y niños,
puesto que el arte literario, y en especial el arte narrativo, en ellos se intere-
sa. Pero en estos tiempos modernos es difícil, si no imposible, considerar
cualquier aspecto de nuestra existencia, o de la realidad en general, separa-
damente de cualquier otro aspecto; tal vez ni siquiera es deseable hacerlo.
Es evidente que todo de hecho está conectado e implicado. Aprendemos a
pensar casi enteramente en contrastes y yuxtaposiciones, en las famosas an-
tinomias: bueno y malo, mar y tierra, noche y día, arte e incultura. Pro-
bablemente es el modo correcto de pensar. Si nuestros padres y abuelos a
principios de siglo hubieran mantenido la paz en sus mentes, lo mismo que
la guerra, podríamos haber mantenido el balance a nuestro favor. Sea como
sea: esos contrastes y antítesis son básicos en el arte. Lo que llamamos es-
píritu creativo en realidad no crea nada. Evoca, recuerda y relaciona. Es la
simple inclinación de nuestra disposición y buena voluntad el acercarnos al
mal para entenderlo. Es un destello de nuestra pequeña luz individual, lo
que mejor sabemos, en la oscuridad general.
Algunas personas (por la razón que sea) tienen una aguda sensación
especial de que la humanidad está en la oscuridad, en la inocencia o en la
ignorancia; de que algo se ha perdido, ya sea el significado de las pasadas
experiencias o la dificultad o el deseo del corazón de confrontarnos la si-
86
LA FICCIÓN EN UNA ÉPOCA DE CALAMIDADES
guiente ocasión, rumbo al futuro. Esas personas son las más dispuestas a
convertirse en artistas literarios, y bajo esa condición investigar la situación
en algún aspecto para aclarar las cosas un poco.
Es legendario que en la Guerra de Crimea, cuando la fuerza expedi-
cionaria aliada estaba a punto de invadir el lejano sur de Rusia, encontró
que carecía de mapas, un oficial desesperado, intentando descubrir su po-
sición geográfica y resolver sus problemas tácticos y logísticos, recurrió a la
ouija.
Ahora, ciertamente todos nuestros aliados, y al menos una de las pode-
rosas naciones que nos confrontan, con diversos sentimientos mezclados de
hostilidad, miedo y envidia, tienen suficientes mapas, incluidos algunos ma-
ravillosos hechos por cámaras electrónicas en vehículos espaciales no tripu-
lados zumbando en círculos en la estratósfera y enviando las imágenes a los
cuarteles. Pero nuestras clases gobernantes y jefes de Estado parecen no
tener mucho sentido de la dirección todavía, ya sea literal o figuradamente;
lo mejor que pueden hacer es buscar el camino a tientas en la terrible oscu-
ridad tal vez en curso de colisión. Naturalmente, el escritor se siente inclina-
do a sugerir que, en lugar de tablas de ouija, se lea más libros, comenzando
con la Ilíada y la Odisea.
Obviamente, en tiempos de guerra, donde y cuando sea, el mundo en-
tero es una Ilíada; cruel, compulsivo y convulsivo. Es todavía más notable
que en este tiempo de Paz (lo llamamos paz) el mundo entero sea una Odi-
sea, lo cual constituye una analogía clara e instructiva no demasiado inve-
rosímil. Pensad en cuántos hombres debe haber en todo momento errando
aquí y acullá por el mar, no sólo marineros, sino desgraciados marineros de
agua dulce también, como científicos, ingenieros, periodistas, agentes secre-
tos, mareados todo el tiempo, en barcos a menudo tan rudimentarios como
el de Odiseo; no sólo en el Mediterráneo sino en todo el inmenso océano
alrededor de la Tierra, el cual parece no tener ya un centro; no sólo en las
profundidades saladas sino también en el cielo, más allá de la barrera del
sonido, más allá de la atmósfera. Hemos extendido nuestro mundo un poco
pero sin ningún cambio básico o absoluto, no es diferente al de Odiseo. Los
elementos aún se entremezclan, la oscuridad y la luz del día, el fuego y el
87
GLENWAY WESCOTT
problemas; seguramente es una locura esperar que sepan cosas que les lleva
a los escritores toda una vida descubrir.
Una de las cosas mágicas y fantásticas del arte, tal vez en especial del
arte literario, es que hay una especie de salud y de mala salud en él, de co-
rrecto y erróneo, de perdición y salvación. Cuando algo va mal, cuando el
talento se acaba o se seca o se marchita o se vuelve doloroso, como regla es
un asunto de algo que no se entiende o de una forma que no se domina. Y,
como regla, la forma de salvarlo, la forma de que se salve a sí mismo —y la
forma de que salve a sus pobres practicantes de su calambre, su inhibición,
su impotencia, su vergüenza—, es por medio de una reorientación estética,
a menudo de un regreso a conceptos más simples, a estructuras de la lite-
ratura del pasado.
Casi cualquier tema que llega con enorme fuerza a la mente del es-
critor, o que se instala en su corazón, funcionará si su forma es correcta. En
esta era, ecléctica, vanamente filosófica, a la mitad de un siglo semienlo-
quecido por desórdenes más ominosos y onerosos que aquellos que azotan
a los escritores en particular, ha habido un enorme oscurecimiento y distor-
sión de la teoría literaria, en especial con respecto a la ficción. El modernis-
mo de los poetas parece simple comparado con el correspondiente concepto
del arte narrativo; pero los poetas han enredado las cosas con su influencia,
pues muchos de ellos han hecho una profesión, o vocación, de la reseña de
libros y han impuesto su ley sobre el resto de nosotros.
Yo mismo comencé como poeta, lo cual no es un antecedente favora-
le para una vida dedicada a la escritura de ficción. El arte de la poesía es
de palabra por palabra, de palabras enlazadas como encaje, ensambladas
como marquetería. Mientras que una historia contada como debe ser, espe-
cialmente una historia larga o una novela, debe proyectar un hechizo más
fácil, más suelto y de un alcance mayor, inclusive con alguna imperfección;
de modo que el lector pueda tomarla a su manera, como experiencia más
que como arte y, si le place, recontársela él mismo en sus propias palabras,
revivir algo de ella. El escritor de novelas no quiere que el lector de novela
haga muchas pausas al leerla para admirar una frase determinada, un pá-
rrafo o una página. El chiste es mantener su mente en movimiento, crédulo
92
LA FICCIÓN EN UNA ÉPOCA DE CALAMIDADES
mente descubre, casi sin pensarlo, una especie de conocimiento del mundo
que yace más profundamente y es menos susceptible a la perversión y al
cambio que todas las reglas inamovibles de la ética. La emoción de una his-
toria tiene un efecto más pacificador y fortificante en nuestro indómito co-
razón que cualquier sermón o enseñanza. Y a pesar de nuestra moderna
sofisticación, el orgullo de nuestra economía, política o ciencia, el desenfreno
de nuestro corazón es aún una de las cosas más importantes y problemáticas
del mundo. En ocasiones es nuestra recaída y a veces, si lo entendemos co-
rrectamente, nuestra salvación. Puede ser bueno o puede ser malo; puede
ser energía o sólo una fiebre pasajera.
Como he dicho, una buena parte de la ficción es un diagnóstico; y de
tanto en tanto, cuando alguna clase o profesión o familia humana ha estado
espiritualmente enferma, las novelas le han prescrito algo para curar o ali-
viar la enfermedad. En los grandes trabajos sanadores de este tipo puede no
haber mucha belleza, amabilidad o diversión como quisiéramos. El nove-
lista se sienta como Odiseo con su espada desenvainada y mantiene los sen-
timientos ordinarios de la humanidad un poco de lado; refrenando en su
propia persona, tanto como en su trabajo, una parte de lo que hace la vida
placentera e interesante.
Leer cuentos o novelas es un buen pasatiempo. Tal vez la mayoría de
las lecturas del público hoy no es más que eso. Personalmente, cuando quie-
ro recreación literaria, alivio de lo inmediato, liberación de la tensión, en-
sueño de segunda mano, prefiero mil veces Las mil y una noches o a Hans
Christian Andersen o Isak Dinesen, a cualquier clase de romance o fantasía
sobre la vida moderna. De las ordinarias, prevalentes, descuidadamente es-
critas prosaicas novelas uno necesita una nueva cada pocos días, como si fue-
ra un nuevo mazo de cartas sin marcas para jugar solitario. Naturalmente,
el orgulloso y muy trabajador escritor no quiere que con su obra se juegue
un rato, como un mazo de cartas, y luego se deseche. Pero eso pasa; los
pasatiempos pasan año tras año o mes tras mes. Incluso aquellas partes de
la Odisea destinadas a divertir los banquetes; esos catálogos de armamentos,
enumeración de príncipes y compendios de leyendas que eran un acertijo y
encanto para el público en general de los viejos tiempos, ahora suenan
97
GLENWAY WESCOTT
siones del día, o de acuerdo con el interés intrínseco del asunto y el efecto
más o menos mágico del cuento en sus diferentes etapas; pero noté a tres o
cuatro que permanecían encantados por una hora o más de un tirón con-
forme la tarde avanzaba.
Había dos de esos narradores mientras estuve ahí. El que me gustaba
más hablaba muy alto y nunca reía de sus propios chistes o se daba aires
de virtud o vanidad, pero amenazaba mucho, haciendo brillar sus ojos y lue-
go cerrándolos apretadamente, permaneciendo sentado en silencio durante
un rato para considerar el paso siguiente de la trama. Me hizo pensar en un
Homero ciego y me recordó el hecho de que, para un narrador, una espe-
cie de ceguera para todo, excepto para su historia es algo bueno.
No obstante la sobriedad del cuentacuentos marroquí, parte de lo que
contaba era evidentemente divertido. El círculo de hombros se sacudía con
la risa, y uno que otro de los oyentes de piel oscura hacían el gesto típica-
mente africano de abrazarse a sí mismos; pero sin un sonido, para no per-
derse ni una frase. Sus rostros, divertidos, pronto se calmaban y fijaban sus
ojos en el narrador para ayudar a sus oídos. Cuando sus expresiones se in-
tensificaban y endurecían, reflejaban, creo, algo patético o algo sensual en la
trama. Nunca se miraban unos a otros. Tal vez, de momento a momento,
eran totalmente inconscientes de la colectividad a su alrededor; cada uno
de ellos absorto por el arte de contar una historia, o entre ellos y el hilador
de historias, como si el placer de escuchar fuera una especie de amor.
¡Cómo hubiera querido saber de qué trataba la historia! El rostro esfor-
zado, exaltado, del narrador, y el círculo de los otros rostros, crédulos e in-
quietos pero complacidos, picaban y confundían mi imaginación. Cuando
era niño en Wisconsin, mi tío y tía de Chicago me dieron un libro de cuen-
tos de Las mil y una noches, ilustrado a color. Tal vez el tema de esas tardes
en Marrakech provenga en cierta medida de esa obra maestra del Cercano
Oriente, como fue heredada y alterada por sucesivos narradores y gradual-
mente exportados a Occidente cuando pasaron los siglos. Pero la inspira-
ción y las técnicas de los dos moros o bereberes con las piernas cruzadas
en el mercado contando y recontando las historias, con improvisaciones y
cambios y reinterpretaciones para adecuarse a cada sucesiva ocasión y lugar
100
LA FICCIÓN EN UNA ÉPOCA DE CALAMIDADES
A BRAHAM N AHÓN
En sus esculturas
las sombras se vuelven signos
o luz sedimentada,
terrosas imágenes que palpitan
hermanadas a sus innumerables
ausencias.
102
b
103
Evo Morales
R ICARDO L ISIAS
Traducción de Blanca Luz Pulido
1. La primera vez que tomé un café con Evo Morales, él todavía no era pre-
sidente de Bolivia y yo estaba muy lejos de conquistar el título de campeón
mundial de ajedrez. Me acuerdo perfectamente del momento en que suce-
dió: mi mamá había regresado de Australia, adonde había ido a visitar a mi
hermano. Su vuelo llegaría a Brasil después de hacer una conexión en Bue-
nos Aires. Me di cuenta, poco antes de la hora en que estaba anunciado el
aterrizaje, de que el vuelo venía retrasado casi dos horas. Decidí tomar un
café para pasar el tiempo. En la barra, cuando estaba a punto de pedir una
segunda taza, observé a un tipo curioso que estaba junto a mí.
Era un gordito muy simpático, vestido con un poncho, que estaba ha-
ciendo bromas a la mesera. Incómoda, la chica se le escapó en cuanto pudo.
La única alternativa del platicador fue entonces volverse hacia mí y pregun-
tarme hacia dónde me dirigía. Le expliqué que estaba esperando a mi mamá
y de inmediato le regresé la pregunta: ¿y usted, es de Perú?
Me di cuenta de que él entendía portugués bien. No, me respondió, soy
boliviano. Como si se diera cuenta de mi curiosidad (recuerdo muy bien eso,
incluso hoy), me dijo que tenía la intención de competir por la presidencia de
su país y que había ido a Brasil a reunirse con los líderes de algunos movi-
mientos sociales. Evo parecía especialmente impresionado con los trabaja-
dores sin tierra.* Me acuerdo de cómo sonrió al recordar el asentamiento
que había visitado.
* El autor se refiere a un movimiento popular brasileño, MST, Movimiento de los Tra-
bajadores sin Tierra. (N. de la T.)
104
EVO MORALES
Luego quiso saber más sobre mi profesión. Le conté que, desde muy
niño, empecé a jugar ajedrez porque, según una psicóloga, un deporte me
ayudaría a resolver mi problema de timidez. Yo era muy solitario, no logra-
ba hacer amistades en la escuela y prefería pasar el tiempo jugando, ence-
rrado en mi recámara. Si saliera, me vería obligado a hacer contacto con
otras personas.
Al principio mis papás, lo recuerdo bien, intentaron el futbol y después
el basquetbol, por mi estatura. Pero fue mi abuelo, un inmigrante libanés
que se hizo rico vendiendo telas y abriendo varios talleres de textiles, quien
me enseñó a mover las piezas y muy pronto se dio cuenta de mi enorme ta-
lento. Después empecé a tomar clases de ajedrez y a los nueve años parti-
cipé en mi primera competencia.
Evo mostró un gran interés en cuanto le contaba y, cuando nos despe-
dimos, me deseó buena suerte y me dijo que en la siguiente ocasión en que
nos viéramos le gustaría aprender a jugar ajedrez. Creo que hablaba en
serio.
que lo hace aún más chistoso, sólo preguntó si había yo engordado. Su pre-
gunta me sorprendió, y se disculpó diciendo que le parecía que mis cache-
tes estaban más grandes.
Estando ya en su departamento, antes de acostarme, noté que en ver-
dad mis cachetes habían crecido un poco. Sin embargo, no le di mucha im-
portancia al asunto. Al día siguiente, Dvoretsky me dijo que su hinchazón
debía de ser la causa de mi notable progreso en el ajedrez desde nuestra
última sesión de entrenamiento. Según él, mi capacidad de análisis había
aumentado todavía más. No me sería difícil conquistar la Copa Mundial.
Cuando anocheció, a pesar del frío, insistí en que saliéramos a tomar un
café a alguna parte.
sarios, algunos de los jugadores más poderosos del mundo, suelen tener un
desempeño mucho mayor cuando lo que está en juego es el derecho a desa-
fiar al campeón mundial. Aunque yo era el número uno del ranking, me fal-
taba obtener el título principal. Vladimir Kramnik seguía siendo el rey.
Pasé los dos meses siguientes sin salir de Brasil. Y después, de nuevo,
decidí no llevar a ningún asistente. Me dirigí muy confiado a México, donde
sería la sede del torneo, y mi seguridad de obtener el triunfo aumentó cuan-
do vi a Evo Morales saludándome en la sala de espera del aeropuerto, des-
pués de mi desembarque.
10. Evo, tal vez no recibiste el telegrama que mandé la semana pasada, si
mal no recuerdo. Le di a mi mamá instrucciones muy precisas. Pero ella
debe de haberse equivocado. Estoy casi seguro. Ahora voy a escribir una
carta más larga. Mi mamá prometió mandarla por DHL. Así llegará más
rápido. Además, es más seguro. Creo que nos desencontramos en París.
Amigo mío, tienes que comprenderme. Tuve un problema en Barcelona y
todos insistieron en mandarme a Roma. No acepté, creo recordar, pero por
toda esa confusión se atrasó mi abordaje. Tal vez, amigo mío, te preocupas-
te. Traté de avisarte, pero en el aeropuerto de Barcelona el servicio de infor-
maciones no es de los mejores. Sabes, amigo mío, cómo disfruto de nuestros
cafés. Tiene que suceder algo muy grave para que yo deje pasar la oportu-
nidad de platicar contigo. Como deportista, siempre participé en concursos,
asistí a eventos y conocí a muchas personas. No puedo decir que he estado
solo. Pero los verdaderos amigos, tú lo sabes, no se encuentran en cualquier
lugar. No he olvidado mi compromiso con el ajedrez boliviano. Pronto deja-
ré este lugar y entonces volveremos a vernos. Te vas a alegrar de volver a
ver mis cachetes en su sitio. Habían crecido mucho. Mi mamá me internó
para que me operaran. No es nada grave, no te preocupes. No tienes que
venir a verme, a menos que lo consideres verdaderamente necesario. Por
supuesto, no me opondría a ello. Pero muy pronto me darán de alta, si mal
no recuerdo, poco después de la operación. Entones, Evo, podremos tomar
un café juntos y ver lo del ajedrez en Bolivia. No me he olvidado de eso. Si
tuvieras mucha prisa en ese asunto, tal vez una visita sería útil. Antes de mi
operación, podemos empezar a pensar en eso. Pero no hay prisa. No quiero
causarte molestias. Y además, hay otra cosa. Sé bien que puedo ser direc-
to contigo: el café aquí es horrible. No es como en el aeropuerto, como te
puedes imaginar. Pero la sola plática contigo, amigo mío, sería algo increí-
ble, si mal no recuerdo.
113
RICARDO LISIAS
12. Amigo Evo, todo sigue igual. Mi operación todavía no tiene fecha, y ayer
mi mamá me dijo que tal vez sea necesario esperar un poco más. Está bien.
Aunque no me gusta mucho este lugar. En realidad, estoy un poco aburri-
do. Tengo una habitación para mí solo y puedo andar por donde se me anto-
je. Hasta en el jardín. Pero no me dejan salir a la calle. No tengo ganas de
platicar con los otros pacientes. Siempre que digo que tengo problemas con
los cachetes, inmediatamente me miran a la cara y aseguran que sí, que
crecieron demasiado. Como si no lo supiera. Hay algunos que no pueden
hablar. Tal vez estén esperando para ser operados de la garganta o de la
lengua. Estoy seguro de que dos o tres pacientes están aquí por razones
psiquiátricas. Me da un poco de tristeza. Pero no es eso lo que me hace sen-
tir como un peso dentro del pecho. Hay veces en que no tengo ganas de
pararme de la cama por culpa de eso, me parece recordar. El otro día, por
primera vez, sentí como que me faltaba el aire. Tal vez sea el aislamiento.
Como sabes, nunca he sido un solitario. Toda la vida estuve en torneos, en
competencias de diversos tipos, viajando de aquí para allá. Tengo tanta fa-
cilidad para convivir con las personas que, a veces, llego a hacer amistades
en los aeropuertos. Aquí, mi mamá y mis hermanos me vienen a visitar con
frecuencia. Pero no se quedan mucho tiempo. Y la mayor parte de las ve-
ces me miran de un modo raro. Mi hermano me sigue diciendo maestro.
¿Cómo va todo, maestro? Pero siento que ha cambiado conmigo. Bueno, pe-
ro no quiero preocuparte, amigo mío. Aunque tardará un poco, no pueden
dejarme aquí para siempre. Apenas me operen los cachetes, me iré directo
a La Paz. Enviaré un email con el horario de mi llegada y el número de
vuelo.
13.Mi querido Evo, me siento un poco más animado hoy. Decidí levantarme
de la cama. Mi mamá me dijo que ya pronto debo ver al médico. Tal vez lo
115
RICARDO LISIAS
rales. Evo Morales. Cachetón. Cachetón. Cachetón. Así es, Evo, y si vienes,
opératelos. Pero no le deseo esto ni siquiera a mi peor enemigo, mucho
menos a ti, como bien lo sabes, amigo mío. Pero no estará nada mal, Evo,
si decides operarte un día. Mi mamá me dijo que puede apartar la fecha
pronto. Y como te estaba diciendo, cachetón, aquí vas a tener mucha com-
pañía. Solo, solito, no te vas a sentir. Claro, sé que hay muchos cachetones
en el mundo. Yo mismo soy uno de ellos. ¿Acaso lo he negado alguna vez?
Pero no como tú, Evo. Un cachetón nunca se queda solo, eso lo aprendí
aquí. Lo que es solo, solito, de soledad, nadie se queja de eso aquí. Yo
nunca estuve muy solo, lo sabes, si no mal recuerdo, mi Evo. Evo, nunca
fui muy solitario, pero aquí, aquí, estoy seguro, ningún cachetón se queda
solo nunca. Y mucho menos tú, el rey del cachete, el cachetudo, cacheta-
zo, el tipo más cachetón que nunca pisó un aeropuerto, y tomó ahí café, el
Evo. Solo, solito, aquí nadie se siente, te lo garantizo, Evo, te lo aseguro,
eso sí que te lo garantizo, y mucho menos con esos cachetes que tienes, si
puedo hablarte así, Evo, y decirte que eres el tipo más cachetón del mundo.
117
Tres poemas
TOP SECRET
COSA DE NADA
119
La poética de shock
122
LA POÉTICA DE SHOCK
(1) algo es ofrecido como original y diferente (de acuerdo con los requerimientos
de la estética moderna); (2) estamos conscientes de que este algo está repitiendo
algo más que sabemos de antemano; y (3) sin embargo, mejor, simplemente por
el hecho mismo nos gusta (y lo compramos).1
De las formas de repetición que expone Eco para explicar esta estrate-
gia de la posmodernidad se puede decir que Cervantes ejecuta en gran par-
te de su obra un diálogo intertextual con el trabajo de autores inconfundibles
en sus estilos —incluso nombrados por el propio Cervantes— y aun con obras
y poéticas igualmente distinguibles. La construcción en abismo de Regimien-
to de nieblas es una estructura bien identificada con Ficciones, de Borges;
los poemas amorosos del mismo volumen son una saga del poeta y la mora
que aparecen primero en Cantado para nadie, y aun, el remake de los poe-
mas de amor cortés y las cantigas de amor y de amigo medievales; algo muy
parecido a un retake es su poema dedicado a Inés de Castro, como si éste
pretendiera sumarse a las numerosas canciones y romances compuestas a
su leyenda. Tal vez la serie sea la única forma de repetición que no se ma-
nifiesta de manera explícita, pero cabe preguntar si acaso la costumbre de
Cervantes de cerrar los poemarios con un homenaje a la cultura portugue-
sa no sea una forma de seriación.
Un fenómeno paralelo a esta seriación es que la percepción del tiempo
se modifica: de ser un continuo devenir, se ve obligado a volver sobre sus
propios avances reiterando el pasado hasta que a fuerza de repetición pier-
de su significado y se constituye en un presente perpetuo. La percepción del
presente se amplifica como espacio —y no tiempo— de iteraciones de lo ya
acontecido que volverá a suceder. Bajo esta circunstancia, se dificulta la
ilación coherente y diacrónica del discurso y sucede la fragmentación en
referentes aislados, en discontinuidades que provocan en el sujeto una refor-
zada y obsesiva experiencia del presente como único asidero del significa-
do. Esta circunstancia de pérdida de la percepción temporal sugiere un
modelo de interpretación de las estéticas de la posmodernidad que Fredric
Jameson asemeja con un estado esquizofrénico.2
1
Umberto Eco, De los espejos y otros ensayos, Lumen, España, 1988, pp. 40-41.
2
Jameson atribuye este estado a un ethos peculiar de las sociedades posmodernas. Dice:
123
JOSÉ MANUEL VELÁZQUEZ HURTADO
“la ruptura de la temporalidad libera súbitamente a este presente del tiempo de todas las
actividades e intencionalidades que podrían centrarlo y convertirlo en un espacio de praxis;
al aislarse así, ese presente envuelve de pronto al sujeto con una viveza indescriptible, con una
abrumadora materialidad de la percepción que pone eficazmente el poder del significante
material —o, mejor, literal— aislado. Este presente del mundo o significado material se sitúa
ante el sujeto con una intensidad realzada, portando una misteriosa carga de afecto que aquí
se describe en los términos negativos de la ansiedad y la pérdida de la realidad, pero que del
mismo modo cabría imaginar en los términos positivos de la intensidad intoxicante o aluci-
nógena de la euforia”. Frederic Jameson, Teoría de la posmodernidad, Trotta, España,
2001, pp. 48-49.
124
LA POÉTICA DE SHOCK
poética del “decir distinto y ajeno” es la praxis de una condición que Walter
Benjamín señala como necesaria para la conformación de dicha imagen dia-
léctica: “Para que un fragmento del pasado sea alcanzado por la actualidad,
no puede haber ninguna continuidad entre ellos.”3
Para Jorge Bustamante García, la obra de Francisco Cervantes es rara
porque el autor es raro. Este comentario condensa en mucho los juicios de
extrañeza que pesan sobre el autor queretano (el mismo Bustamante sucum-
be a la tentación de armarlo caballero) y que simplifican el problema de
fondo en el momento de la crítica objetiva de la obra. No obstante, sirva la
observación para interpretar esta poética desde la dimensión humana y on-
tológica que la suscita. En efecto, como apunta Bustamante, Cervantes se
puede considerar como un “poeta extraviado en un mundo raro”, o bien un
autor “de todas partes y ninguna, un auténtico exiliado que pertenece a va-
rios territorios”, con la salvedad de que ese mundo raro que señala el crítico
no es el que Cervantes alude en sus poemas medievalizantes. Que el poeta
acuda a dicho pasado se interpreta así como una consecuencia de la condi-
ción histórica real y material que contextualiza su obra; esa circunstancia en
que “los productores de la cultura sólo pueden dirigirse ya al pasado: la imi-
tación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces al-
macenadas en el museo imaginario de una cultura que hoy es global.”4
El exilio de Cervantes señalado por Bustamante también es una conse-
cuencia de un dilema estético y ontológico puesto que “el problema de la
expresión se vincula estrechamente con una concepción del sujeto como un
recipiente monádico, que siente las cosas en su interior y las expresa pro-
yectándolas hacia el exterior. (...) cuando constituimos nuestra subjetividad
individual como un terreno autosuficiente y cerrado, nos cerramos a todo lo
demás y se nos condena a la ciega soledad de la mónada, enterrada en vida
y sentenciada a una prisión sin escape posible”.5
Y Cervantes pone nombre a esa contradicción. Toda su obra es un
cantado para nadie; en efecto, un exilio pero no de la poesía mexicana o la
3
Walter Benjamin, Libro de los pasajes, Akal, España, 2005, p. 472.
4
Fredric Jameson, Op. cit., p. 39.
5
Ibidem, p. 36.
126
LA POÉTICA DE SHOCK
6
Idem.
127
JOSÉ MANUEL VELÁZQUEZ HURTADO
7
Apunta Fredric Jameson: “Esta aproximación al presente mediante el lenguaje artísti-
co del simulacro, o del pastiche del pasado estereotípico, dota a la realidad actual y al ca-
rácter abierto de la historia presente del hechizo y la distancia de un brillante espejismo.
Pero este hipnótico nuevo modo estético surgió a su vez como síntoma preciso del declive
de nuestra historicidad, de nuestra posibilidad vital de experimentar la historia de modo ac-
tivo. No se puede decir, por tanto, que produzca esta extraña ocultación del presente por su
propio poder formal; más bien, habría que decir que sólo demuestra las enormes proporcio-
nes de una situación en la que cada vez somos más incapaces de forjar representaciones de
nuestra propia existencia actual.” (Fredric Jameson, p. 42)
129
JOSÉ MANUEL VELÁZQUEZ HURTADO
8
Walter Benjamin, Op. cit., p. 465.
130
Tres poemas
D ANIEL F ALB
Versiones de Daniel Bencomo
1. den phasenübergang hätten wir gerade verpasst. vom kristall zum flüssig-
kristall, ein blinzeln. eine schmelze, nämlich die topologien und ländereien,
in denen wir gebogen liegen. / 2. und wie sie geplant sind. jene hundertschaften von
partnern, die nur aus lippen und haut bestünden. / 3. die anordnung der kleinen
käfige wäre in perspektivischer darstellung aus- zuführen. überflüssiges ließen wir
weg. / 4. dasjenige, das wir die augen nannten und das sich auf allen gliedmaßen
unkontrolliert und kreisförmig vermehrte. / 5. und dasjenige, das hier als die knochen
oder doch als gesteil fungierte, den intelligenten einkaufswagen. unser Warenkorb
sackte entsprechend schnell in sich zusammen. /
131
6. al mismo tiempo queríamos seguridad para la bestia, yacíamos
informes y enrojecidos, en el negocio de camas.
7. de los tejidos, justo de la líquida urdimbre y de los kleenex, ya
se formaba un nuevo objeto. una calidad multidimensional,
superada por sí misma, mientras nosotros despertamos y
fuimos al refri.
8. todo eso cobraba, como nuestra amistad, escasos elementos
espaciales, especial- mente mi voz pertenecía a ello.
6. gleichwohl wollten wir sicherheit bekommen für das tier, lagen formlos und gerötet
im bettenstudio. / 7. aus den tissues, eben dem flüssigen gewebe und den kleenex
formierte sich so bereits ein neues objekt. eine qualität, die sich mehrdimensional
erhob, indem wir aufstanden und zum kühlschrank gingen. / 8. das alles nahm wie
unsere freundschaft nur wenige raumelemente ein, zu- mal meine stimme selbst
dazu gehörte.
fragen der verarbeitung, gestellt an die einkäufer dieser apparatemedizin: mit herbstlichen /
und wettermetaphern zitierte shopper. als der nordamerikanische markt / einbrach und man
an den handel mit getreide dachte. als dein dialysegerät / verzehrt werden musste und
sofort weg war. sich keimig fühlen —schlecht gebaut sein— /
132
el final de la desintoxicación. extra me había procurado un
permiso
para entrar en el puerto, armar ahí una fiesta para una amiga.
no fue posible deshechar los filtros. pensé en el contenido
estomacal
de históricos cadáveres animales, presas terrenales, tonos de tez. en
la disolución que
nosotros —ambos inmigrados— siempre ocuparíamos. entonces
ocurrió la transacción, era
notorio, al sentirse lastimado. lo vimos sí, lo que era embarcado a lo
lejos, todavía gastamos
bromas a causa de las aguas sucias de la bahía, aplaudimos
sigilosos en el muelle.
das ende der entgiftung. ich hatte mir extra eine genehmigung zum betreten / des hafens
besorgt, da ein essen organisiert, für eine freundin. / ließen sich die filter überhaupt entsor-
gen. ich dachte an den mageninhalt / historischer tierkadaver, erdige beute, teints. an die
auflösung, die wir – beide / eingewanderte – immer wieder brauchen würden. noch fand
umsatz statt, man merkte das, / wenn man sich verletzte. wir sahen ja, was drüben verschifft
wurde, machten noch witze / von wegen des verunreinigten wassers im hafen, klatschten
sacht an den kai.
die menge der schaulustigen beobachtete sich wartend selbst, zu der wir vorliefen. //
133
quizá el riesgo se dejaba concentrar en una sola región.
la lluvia permanente lo cubría.
vielleicht ließe sich das risiko auf eine region konzentrieren. darauf der landregen. // meine
übernächste hausärztin wurde gerade geboren. ich kon-trollierte meinen lippenstift. // in der
knautschzone umherschweifen. das war morgen. unsere sachbearbeiter existierten bereits ir-
gendwo. // fließend der übergang zwischen erster hilfe und zweiter natur. nur krankenwa-
gen verunglücken. // vielleicht muss das ticken ununterbrochen wahrgenommen werden,
damit die detonation ausbleibt, ein singspiel. // was mir zustieß, war, mit der wucht eines auf-
pralls, eine police. die zukunft unserer möbel.// exit erste hilfe. der wind dreht nur als ganz-
er. die maschinen landeten regelmäßig über dem stadtgebiet.
134
Pollos de perro
De un tiempo para acá a doña Trinidad le aterra la máquina con que rosti-
zan a los pollos. Es un miedo que ella no puede explicarse, originado sabrá
Dios por qué pesadilla o tropiezo de su agotada mente. Las aves muertas
girando ante el soplo de las llamas del infierno, la presencia del armatoste
como un hocico inhumano y giratorio, el fantasmagórico calor que emana
tanto animal sacrificado.
Y ella que juraba que ya se había quedado sin imaginación. Se siente
apenada y estremecida a la par.
Son las nueve de la noche, el rosticero lleva ya un rato apagado. Su
esposo está de pie al lado de la caja registradora, hace cuentas mentales.
Ella barre y piensa en dónde colocaría las trampas para ratas. La cortina de
acero está abajo. El letrero luminoso que da a la calle está apagado. Pronto
subirán ambos a la habitación donde les espera su catre iluminado por un
foco de luz pajiza. Luego se recostarán hasta conseguir el sueño. Casi no se
hablan. Se comunican a quejidos, a miradas de pistola, a carraspeos y tos.
La otra noche ella rompió el silencio:
—Ya me da pena estar viva.
Eso fue lo que dijo. Él no supo qué responderle. Hubiera querido
abrazarla o medirle la temperatura, decirle que no están tan viejos, que está
exagerando. En cambio, sacó la caja de galletas que esconde debajo de la ca-
ma y puso ahí las ganancias del día. Igual que todas las noches. Cierra la
135
GABRIEL RODRÍGUEZ LICEAGA
136
POLLOS DE PERRO
II
III
137
GABRIEL RODRÍGUEZ LICEAGA
dinero con qué ayudar a su abuela. Nadie sabe si tiene un retraso mental o
sólo se hace. Destierra el polvo de la cuadra. A veces, justo a la hora de ma-
yor clientela, el niño entra a la pollería y grita con todas sus fuerzas: “¡Aguas,
esos pollos son de perro!”
El marido sabe que aquello es sólo una travesura. Los clientes rara vez
se asquean o reaccionan. Habría que estar muy pendejo para confundir la
carne de pollo con la de perro. Ni siquiera tiene nada que ver una cosa con
otra. “Si en cambio dijera que la salsa es agua del caño…”
—Dame dinero para comprar trampas para las ratas —le dice su espo-
sa en voz baja, interrumpiendo sus pensamientos—. Urgen.
—El domingo las compramos juntos —le responde él tajantemente. Y
le indica que regrese a su sitio detrás del mostrador.
Ella obedece. Ora en voz bajísima. Sólo sus labios se mueven casi sin
querer. Intenta no pensar en el niño. Trata de evitar observar a los pollos
girando. ¡Esa boca del lobo! Ya algunos clientes se han quejado de que los
pollos no están saliendo tan suaves. Se debe al miedo que Trinidad ha desa-
rrollado por el rosticero. ¡Esas fauces! Ya no los moja en sus propios jugos,
no los escucha ni huele ni voltea.
IV
Ella le dice:
—Te lo suplico. También parte de ese dinero es mío.
Pero por respuesta él sólo hace una mueca arisca y se cruza de brazos.
—Es sólo un niño.
—Ya deja de estar chingando, mujer. Vístete, ándale.
Trinidad cierra los ojos, apretando ambos párpados como si fueran pu-
ños. Se coloca su camisón. Se acuclilla para rezarle al clavo en la pared
donde antes estaba un Sagrado Corazón.
—Ya vente a la cama. Le haces mucho al cuento.
Ella acata la orden. Boca arriba, en su flanco de dama, rezará hasta
quedarse dormida. “Tú eres el perro”, alcanza a pensar.
No tardan en comenzar a brotar las zetas de su boca. Una tras otra,
cuesta arriba. Él las observa con malhumorado encanto. Las letras flotan
138
POLLOS DE PERRO
—¿Qué pasó con el billete falso con que nos pagaron hace unos meses? —le
pregunta doña Trinidad a su marido.
—¿Otra vez con eso?
—Estaba aquí, doblado en el espejo. Pero ya no lo encuentro.
—Me deshice de él.
139
GABRIEL RODRÍGUEZ LICEAGA
—¿Cómo?
—Pagando el gas. Los del camión no se dieron cuenta.
—Ah —responde ella y baja la mirada.
No hay clientela esa tarde, día flojo. Él abandona el local, se queda
parado a la mitad de la calle. La banqueta luce más sucia que de costum-
bre. Es por culpa de tanta construcción alrededor. ¡No, no es culpa de las
obras! Mira a la gente que pasa, observa el piso lleno de cucarachas muer-
tas y colillas de cigarro, chicles aplanados o basuras de inexplicable origen.
La gente que pasa. El mundo girando a su propia velocidad alrededor de
un sol inclemente. Ya quiere que se haga de noche, ya quiere que todo se
esfume excepto su pequeña habitación arriba del negocio y su esposa dur-
miendo. Una lágrima le parte el cachete en dos. Todo lo que le queda en
esta vida es su Trinidad. Y ahorrar para la muerte.
Al regresar toma un billete de doscientos pesos. Se lo entrega a su
esposa.
—Y que se den de santos…
Ella no sonríe. Toma la cifra y apresurada cruza la calle rumbo a los
caldos de enfrente.
A las nueve de la noche bajan la cortina, apagan el letrero luminoso,
suben las escaleras y se colocan sus atuendos de dormir. En esa ocasión él
no guarda billetes en la caja de galletas. Ella duerme sin inconvenientes.
Manan las letras zeta. El entiende que ya sus huesos y músculos no le darán
la posibilidad de matar a las arañas que habitan las esquinas de su techo.
VI
141
De corporis resurrectione
J OHN B URNSIDE
Versión de Juan Antonio Montiel
a George Soule
Vuelve la nieve
DE CORPORIS RESURRECTIONE // for George Soule // The snowdrops are here; // and some-
times the dead we have washed / and buried: // the sweet mouthed, arthritic mothers we
rarely noticed / polishing spoons in the small hours / polishing mirrors; // the men in our
kitchens blurring with silicosis; / the gradual dead / drifting between the trees like gusts of
wind //
142
y toman forma visible,
color aproximado:
acónito, verde agua, vermellón, azul Prusia;
disolviéndose en el vidrio
como el recuerdo de una piel—,
144
que aguardan vivos en el dorado membrillo de flor,
prestos a aparecer
alive inside the gold japonica / and waiting for the moment to arrive // when song begins;
the black / transformed to green.
I thought he would come at dawn: / dark feet crossing the yard or a lukewarm / shadow in
the angle of the wall, // dew trails and traces of frost in a downstairs / cupboard, or an after-
thought of myrrh / fading to mist in the mist of the bathroom mirror; // and, even now, when
everything is cause /for doubt, I still imagine a return, / though never quite the god they talked
about // in Sunday school: more atmosphere than flesh, / this almost taking form as frequency, /
145
estática, al ruido rosa de la radio:
like static, or the fuzz of radio // that might have been the voice in everything: / a music I
was promised in the sleep / of childhood, when the first snow reached the edge // of waiting
and the constancy of this / —the still to come, the gracile revelation— / hovered between the
looked-for and the given.
We weren’t prepared for this: / a shimmer of eyes / and the shore road blurring with sand /
in the evening wind; // just as we’re never prepared / for the soul, when it happens: / the owl
face stitched to the dark; the sudden burn; //
146
la escalera que se llena, ciertas noches despejadas,
de una especie de aliento contenido o de voces
a punto de hablar.
147
en los que el tiempo desemboca en la nada,
sólo eso
recordaremos:
una música que se filtra hasta los huesos,
una frecuencia de búhos, estática.
where the nothing that happens in time / is the one thing we have // for keeps: / the seep of
music through the bone; / a wavelength of owls, where everything is static.
148
Sí se culpe a todos
F ERNANDO DE L EÓN
149
FERNANDO DE LEÓN
150
SÍ SE CULPE A TODOS
SÍ SE CULPE A TODOS *
JUAN RULFO
Gente que no conozco, gente que ya no existe. Yo sólo sepulto a gente que
no conozco. Siento que ése es mi trabajo: no conocerla. Hace poco trajeron
a mi madre muerta. Hacía tiempo que no la veía pero no la había olvidado.
La reconocí por su cabello que todavía parecía estar vivo, que se movía con
el viento y se encogía con la lluvia. Cuando la vi le dije a mi ayudante que
a ella yo no la iba a enterrar y supo clarito que ella algo me llamaba, pues
yo no sepulto gente conocida.
Un día decidí que ya no volvería a hacerlo. El día en que sepulté a mi
hijo. Fue tan fácil meterlo en su cajita. Estaba ligerito. El agujero que cavé
no fue grande ni profundo; no era necesario. Pero cuando arrojé sobre él la
última palada de tierra me dije “Ya no. Ya nunca”. Y lo he cumplido: todos
los días sepulto a alguien y me pagan por eso. La gente que no conozco y que
ya viene muerta es la mejor gente del mundo: por enterrarla alguien más me
da para comer, sin hablarme me distraen y los difuntos tampoco se aburren
cuando les hablo.
Una vez que llegué de malas al cementerio, al otro, al de la ciudad en
la que antes trabajaba: fue la vez en la que Pilar rompió su promesa de ya
no ser mujer de la calle. Claro, yo la conocí por las calles de esa ciudad, y no
llevábamos ni tres veces de vernos cuando ella me dijo que le siguiéramos
juntos; con lo que yo ganara de sepulturero estaba bien, que nos alcanzaría
para vivir, pero dos meses después de que nació nuestro bebé llegó la noche
cuando se rindió y se fue de nuevo a las calles a buscar clientes y volvió con
dinero diciéndome que lo único que me pedía era que la dejara dormir de
día y que no le reprochara nada. Por la mañana, en el cementerio, no se
me quitó el coraje hasta que saqué a un fulano de su cajón y lo agarré a
patadas: el muerto me aceptó el berrinche y cuando lo bajé de nuevo a su
fosa yo ya me sentía más tranquilo. Hablar con un vivo, incluso uno que se
dijera mi amigo, nunca fue tan consolador como aquello. La gente muerta
es la única que se deja querer.
* “Sí se culpe a todos”, Diorama de la Cultura, Excélsior, 2 de septiembre de 1962, p 14.
151
FERNANDO DE LEÓN
153
1989
D IMITRIS A NGELÍS
Versión de Virginia López Recio y Pedro Mateo
154
cia cogió el primer vuelo para ir a Berlín y tocar su chelo fren-
te al Muro).
Con esta materia surgió el esqueleto del poema, cuyo títu-
lo primero fue “Ritsos frente al televisor” y su tema: cómo un
poeta-ideólogo ve el mundo y sus símbolos (el martillo oxidado
por la hoz y el martillo, la multicopista para las convocatorias
ilegales, los estandartes, etc.); cómo aquello a lo que había ser-
vido durante toda una vida —incluso también “en campamen-
tos flotantes”, en alusión al exilio— se desmoronaba.
Aunque está claro que lo que cae es un sistema totalitario
e inhumano (Siberia, el psiquiátrico, el partido en todas partes),
pese a que el poeta era conocedor de lo que regía tras el lla-
mado “telón de acero” (“lo sabía pero no hacía nada, yo lo
sabía”), el objeto del poema no es humillar al anciano poeta,
sino mostrar su frustración y soledad, discriminar al mundo en-
tero que festeja al ideólogo solitario que llora y, ante todo, se-
ñalar que el hecho de la fe —independientemente si aquello en
lo que creemos resulta una alucinación, una mentira o, aún peor,
una mentira homicida— es lo que salva la integridad del hom-
bre, profundiza su memoria y confiere esencia a su existencia.
Por eso, el poeta confiesa al final de su poema que “la
única revolución que existe es el Otro”. Promete regresar, aun-
que mientras tanto se pierde dentro de un televisor: la realidad
icónica reemplaza la vida, el mundo utópico de la ideología es
sustituido por el mundo improcedente y de falsas ilusiones del
consumismo. En el nuevo medievo, cuyo comienzo marca el
final de la fe (1989) —y no solo de la política, sino de cada tipo
de fe—, no hay ya riesgos morales, por eso “la manta de cua-
dros en el suelo” resulta “una tabla de ajedrez vacía”. Posi-
blemente tampoco antes existieran tales riesgos, pero sí el deba-
te y el conflicto en torno a ello. Ahora tenemos que esperar
la nueva “primavera del cuerpo”, frase de Marcus Minucius
Felix que deja abierta al final del poema la perspectiva de la
esperanza, ya que el poeta entra en el mundo de la televisión
prometiendo que va a regresar. Hasta entonces…
[Virginia López Recio]
155
Aquel invierno, en la misma Roma y sus alrededores ocu-
rrieron muchas cosas sobrenaturales: un niño de seis meses,
nacido de padres libres, gritó “¡Victoria!” en el mercado
de verduras; un buey se había subido a la tercera planta de
un edificio en la zona del mercado y, entonces, espantado por
el alboroto de los vecinos, se lanzó al vacío; en Lanuvio un
cuervo revoloteó en el templo de Juno y se posó sobre su
lecho; y en Piceno había caído una lluvia de piedras…
Tito Livio, XXI, 62
dijo el anciano despertando del letargo (que allí habían ido a buscarlo
con linternas, antorchas y armas)
recogió del suelo la manta, se la echó sobre las piernas, tenía frío
“igual que entonces”, un cuerpo desembarcado pudriéndose
en campamentos flotantes, columnas inacabables y fajinas junto a las
alambradas
—todos ellos estarán ahora decididamente muertos en una probable
San Petersburgo, hasta hace dos horas Leningrado, si lo hubieran
sabido
si Pedro, Juan, Elías lo hubieran sabido entonces
157
no pasaríamos hoy lista a los enterradores, tampoco contaríamos profetas
remunerados
se enciende y apaga la memoria, sube y baja vaguadas, se defiende
y en la fotografía estás tú sonriendo con toda la familia del zar,
detrás y al fondo
los pavorreales
(quédese su mansión deshabitada)
que a nosotros nos heredarán
otras aves
más humildes
—power off
en lugar de pedir perdón
—televisión
—anuncios
160
La vigilia de la aldea
E DUARDO C HIRINOS
La cita del poema que da título a este promete la condición del poeta, cuya
nuevo libro de Luis Arturo Guichard1 función también es percibida como ino-
habla de campanas “que bajan de lo al- perante:
to de las iglesias / cansadas de la altura
y de los techos /y cavan en la tierra fuer- Soledad de la campana.
temente: / se transforman en campanas Le dice adiós al tañido.
Último son de su bronce,
subterráneas”.2 Estos versos pueden ser flecha ardiente en el silencio.
leídos como la queja de un instrumen- Vaga en busca de los ecos
to cuya función (dar la hora, anunciar —pero nadie le contesta.3
nacimientos y muertes, el advenimien-
to de alguna festividad o alguna catás- Situadas en las alturas donde transmi-
trofe) es ahora inoperante y ha decidido tían la belleza de su canto, las campanas
anunciar sus sones debajo de la tierra. deciden habitar los reinos subterráneos
Leída al lado del poema 23 de Escena- en busca de la verdad, transformándo-
rios, de José Emilio Pacheco, la queja se en una alegoría del poeta de nuestro
adquiere un sentido simbólico que com- tiempo. ¿Desde dónde cantar sino en la
soledad de las profundidades, sin espe-
1
Guichard ha publicado anteriormente rar a que nadie conteste?
Los sonidos verdaderos (México, 2000), Na- Cada uno de los siete poemas de Cam-
die puede tocar la realidad (Béjar, 2008), panas subterráneas plantea el conflicto
Versión aérea (Barcelona, 2010) y la antolo- entre “palabra pensante” y “palabra
gía personal Lo demás queda al azar (Cáce-
res, 2011). 3
José Emilio Pacheco y Vicente Rojo, Es-
2
Estos versos pertenecen al poema “Or- cenarios, Galería López Quiroga, México,
den de cosas”, de Rafael Courtoisie. 1996.
161
poética” que desgarra la poesía con- convivan estas cuatro poéticas? Esto es
temporánea. Si, como recuerda Giorgio precisamente lo que ocurre en Campa-
Agamben, “la escisión de la palabra se nas subterráneas.
interpreta en el sentido de que la poe- Esta convivencia afecta las imágenes
sía posee su objeto sin conocerlo y la del libro, particularmente a dos que lo
filosofía lo conoce sin poseerlo”,4 este recorren obsesivamente: la piedra y el
libro se propone como un escenario don- círculo. “Se trata de caer, de hacerse
de un hablante-filósofo se enfrenta a piedra y buscar las piedras del fondo
un hablante-poético. Pero lo inquietan- porque en el fondo está lo pesado y en
te es que no se trata de dos hablantes la superficie lo liviano.” Estas palabras,
diferenciados, sino de un solo hablante que dan inicio al primer poema, funcio-
desgarrado y único. nan como una declaración de princi-
El conflicto enunciado por Agamben pios, pero también como una definición
nos sitúa ante dos oposiciones que atra- del movimiento al que aspira el hablan-
viesan y articulan este libro. El prime- te: la piedra en estos poemas abando-
ro tiene que ver con la propuesta de na su condición muda e inmóvil para
Northrop Frye en La escritura profana: adquirir vida propia:
la poética del ascenso frente a la poéti-
ca del descenso. Si la primera conduce Darle la vuelta a la piedra porque esta-
al artista a las alturas en busca de la mos en la hora de los/círculos, aunque las
piedras, ya se sabe, no nacieron para el/
belleza, la segunda lo obliga a internar- círculo (tampoco nacieron) se les da sólo
se en las profundidades subterráneas la línea, el ángulo/no es su hábitat, gol-
en busca de la verdad.5 El segundo se pean recto y sin swing, no se adaptan/
encuentra vinculado con las reflexiones bien a los puntos suspensivos, no tienen
filosóficas de Gastón Bachelard acerca matices, pues, sólo/grietas caprichosas que
de la imaginación aérea (que de algún cuentan una vida complicada, como/vale
modo se vincula con la poética del as- la pena, sólo aristas de carácter volátil
que golpea sin/dialogar: ya te he visto,
censo) y la imaginación acuática (que
buzo, carnada del hipotálamo que/está
se vincula con la poética del descenso). allá arriba, en la cama, rendido de ante-
¿Es posible que en la obra de un poeta mano a sus/círculos, buzo, sumérgete y
pelea.
4
Giorgio Agamben, Estancias. La palabra
y el fantasma en la cultura occidental, Trad. Este fragmento del primer poema
Tomás Segovia, Pre-Textos, Valencia, 2001. (“Noche abajo”) resume la condición
pp. 11-12. simbólica de la piedra: de ellas se enun-
5
Northrop Frye, La escritura profana, cia que están fuera del universo donde
Trad. Edison Simons, Monte Ávila Editores, habitan círculos y ángulos, que “se les
Caracas, 1992. da sólo la línea” y que no se adaptan
162
LA VIGILIA DE LA ALDEA
bien a los puntos suspensivos. Estos Los “números que no quieren suma”
enunciados, sin embargo, son desmen- son equivalentes a las palabras que no
tidos en el subtexto, pues la piedra es quieren sintaxis, que se niegan a in-
perfectamente capaz de crear círculos gresar a un orden regido por la culpa:
(cuando cae en el agua por ejemplo), del los puntos suspensivos que “numeran” los
mismo modo que el tañido de la campa- fragmentos escapan a cualquier orden
na genera la imagen del sonido como y se ofrecen figurativamente como una
círculos concéntricos. Por otro lado, su sucesión lineal de piedras. ¿Se trata,
falta de adaptación a los puntos suspen- acaso, de poemas “independientes” que
sivos se encuentra en entredicho con reclaman ser leídos fuera del orden
la curiosa manera de numerar los frag- que propone el libro? Nada de eso. Los
mentos que componen estos poemas: siete poemas de Campanas subterráneas
en vez de la esperada numeración ordi- dialogan entre sí reclamando una lec-
nal hay puntos (un punto para el primer tura en conjunto, pero esa lectura está
fragmento, dos puntos para el segundo, ensamblada por un complejo sistema
etc.) de modo que nos hallamos ante una de ecos, círculos concéntricos y espe-
puntuación cuyo suspenso crece confor- jos textuales con los que hay que estar
me avanza la lectura. Este reemplazo muy atentos.
implica una concepción particular del El proceso de ensamblaje de estos
número en relación al modo en que es- poemas cuenta con dos personajes que
tos poemas desean ser leídos. En el poe- encarnan el sistema de oposiciones al
ma ··· de “Planetas” el hablante se que me he estado refiriendo: el buzo, que
pregunta “¿qué hacer con unos núme- se interna en las profundidades acuáti-
ros que no quieren suma?” La pregunta cas, y Simón el Estilita, que busca la
no tiene respuesta, pero sí presuposicio- ascensión a través de una columna de
nes: se trata de números que rechazan piedra. Que el buzo y Simón son dos ca-
su condición cuantitativa y aspiran a un ras de un mismo personaje se revela
valor cualitativo, como ocurre con las pa- en el intercambio de particularidades
labras en los poemas. En el fragmento que definen las oposiciones, que distan
· de “Duermen furiosamente”, el ha- mucho de ser rígidas. A muchos sor-
blante ordena a su atribulado interlocutor: prenderá que sea en las profundidades
el agua (y no de la tierra, como cabría
Ven a la sintaxis y ordénate, el mundo te esperarse) donde el buzo se sumerja
está esperando/para que vueles en torno
en busca del saber, y que el ascenso de
a nuestras culpas. No hay/colores, sólo hay
orden en los números —si es que el cero/ Simón se dé a través de la piedra (que
no está suelto— y como ya lo dijo Parra asociamos normalmente con el mundo
—o no lo dijo, pero lo pensó— las letras subterráneo). Esta sorpresa está auna-
tampoco tienen orden, son hormigas. da con el hecho de que ambas búsque-
163
das también se intercambien: el buzo del ojo. Estas imágenes provienen tan-
persigue la belleza en la forma actua- to de la experiencia diaria como de la
lizada de Narciso y sus dobles. No se experiencia cultural. O, mejor dicho,
trata de la contemplación individual de hace que la experiencia cultural no se
su belleza, tampoco de la belleza del distinga de la experiencia diaria. Por
mundo de la cual él es el centro. Lejos esa razón, ambas se entremezclan libre-
del Narciso de Bachelard por el cual mente a lo largo del libro. El poema
“es todo el bosque el que se mira, todo ······ de “Noche abajo” empieza con la
el cielo el que viene a tomar concien- curiosa imagen del buzo que llega a un
cia de su propia imagen”,6 este buzo- café “con la escafandra llena de li-
Narciso no busca el agua-espejo, sino que bros”. Estamos frente a un buzo que lee
cae en él “por costumbre o por oficio”: y mira, pero no habla: la creación del
discurso de otro que lo sentencia y de-
No, el agua no te busca,/tú caíste, por fine.
costumbre o por oficio todos caen o qui-
zá sólo/porque en el fondo saben que
La contraparte del buzo es Simón el
verán algo, un espejo, una/pantalla, lo que estilita. En él se suman los símbolos (en
sea cóncavo que hay adentro, los colores/ apariencia contradictorios) de la piedra
enloquecidos, la flama, una bandada de y el círculo, del ascenso y del descenso,
cotorros, lo que/hayan perdido en el cami- del saber divino y la docta ignorancia.
no, los juguetes, los desvanes,/los pelos
erizados, sí, estamos hablando del fondo No pidió el privilegio de la piedra. Simón
del ojo,/el cristalino, sí ¿adónde más crees vio en la arena la/única materia válida
que caen las/cosas buzo imbécil? para el amor, la humilde, la siempre vi-
(Fragmento ··· de “Noche abajo”) va./Se confió en ella con la fe provisional
del eremita, del que no/cree en las ban-
La profundidad acuática está en el deras que arrastra por el desierto. Simón,/
ojo que la ve, en el cristalino donde se Simón, ese fue el nombre que le dio la
hunde el buzo sin saberlo. La mención arena. Del anterior, su/nombre de nacido
al cristalino (parte del ojo que permite bajo el sol, ya no se acuerda. La arena
lo/llevó a su trono, le mostró el camino
enfocar objetos ubicados a diferentes
hacia arriba y le dio la/columna. Simón,
distancias) le otorga a la máscara del Simón, le dijo un día más claro que otros,
buzo no solamente su cualidad de zoom, no/hay nada fuera del desierto, esto es to-
sino su capacidad para fijar imágenes do lo que hay que/saber. Toma tu cuer-
y permitirles “caer” en la interioridad da y sube. Aquí arriba está todo: estás
ya/tú y no lo sabes.
6
Gastón Bachelard, El agua y los sueños. (Fragmento · de “Simón el estilita”)
Ensayo sobre la imaginación de la materia,
Trad. Ida Vitale, Fondo de Cultura Econó- A semejanza del buzo, Simón se en-
mica, México, 1978, p. 44. cuentra atado a la superficie por un
164
LA VIGILIA DE LA ALDEA
165
perior; segundo, el descenso a un mun- que me atesoran” (Fragmento ·). Aquí
do inferior; tercero, la ascensión a un la vista de Linceo atribuida a Simón y
determinado mundo a partir del mundo el cristalino del buzo son reemplaza-
inferior; y cuarto, la ascensión hacia el dos más biográficamente por las gafas.
mundo superior.” El ascenso de Simón O tal vez las gafas sean la nostalgia de
se inscribe en el movimiento vertical a una vista perdida (o por perderse) y un
un mundo aéreo (divino) a partir de un Erzast de la máscara del buzo. De ser
mundo inferior del que no puede des- cierta esta suposición, las gafas y la men-
prenderse porque es allí donde lleva a ción a la visita al quirófano para que le
cabo el aprendizaje de sí mismo. Este quiten las dioptrías cumplen una fun-
mundo inferior es el reino donde está ción clave para encontrarnos con el au-
la campana, la “piedra más volátil” que tor oculto detrás de las palabras. Una
tal vez no sea otra cosa que la arena pista se encontraba en la declaración
del desierto. de su edad (“treinta y siete círculos”)
El vértigo de Simón lo hace ver círcu- al final del fragmento ··· de “Simón el
los, y en el remolino de esos círculos estilita”, y otra en el fragmento ······ de
es incapaz de saber si asciende o cae. “Planetas”, donde se permite mencio-
“Estar arriba no es diferente a estar nar su nombre propio y el de un amigo
cayendo”, dice en el fragmento ··· ci- de la infancia (“Planeta Tomás, plane-
tando, no sabemos si voluntariamente, ta Arturo, tantos/planetas de nombres
la pregunta de Vallejo “¿No subimos, que no recuerdo flotando por ahí/ lejos
acaso, para abajo?” (Trilce, LXXVII) y de esta noche”). Estos cameos son im-
la escena de la película Simón del de- portantes, no tanto porque satisfacen
sierto de Buñuel donde el demonio, en una curiosidad biográfica, sino porque
la figura de una joven que juega con el deseo de incluirse como personaje de
un aro (con un círculo), tienta a Simón su propio libro revela otro deseo todavía
a bajar de la columna. El remolino se más radical: el de ocultarse para con-
muestra como un círculo en movimiento, vertirse él también en literatura. De este
la forma pura del cero que se angosta modo, la actividad filológica y acadé-
hasta el punto donde todo desaparece. mica del autor (las menciones a Plotino,
La imagen del círculo tiene en “Pla- a Catulo, a Heródoto, a la Hypneroto-
netas” su dimensión más abarcadora. machia) se alían con sus gustos literarios
Versión magnificada de las piedras que (Hahn, Juarroz, Lihn, Kozer, Caeiro)
numeran los fragmentos de este libro, sin entrar en entredicho con las circuns-
los planetas son círculos que protegen tancias personales, algunas de ellas clí-
y a la vez oprimen: “Noche abajo veo nicas (como las que aparecen al final
planetas dando vueltas en círculo. A/ve- de “Duermen furiosamente” y en “Bar-
ces pienso que me oprimen, a veces, cos, laberintos”), otras familiares, como
166
LA VIGILIA DE LA ALDEA
167
bajo imaginativo. A pesar de la fideli- busca impactar al espectador no con la
dad a esta línea hay varias diferencias pirotecnia visual tan socorrida en mu-
entre estos dos libros, la más evidente chas películas sino alimentando el sus-
es la extensión de los textos —mucho penso, dando vida a elementos extraños,
mayor en Maquetas del universo— y aparentemente inofensivos, cuya mal-
una decantación en el lenguaje. En Mo- dad yace escondida y se revela lenta-
tel Bates la prosa es más concentrada mente en la penumbra hasta explotar
y busca ganar por un párrafo cuyo im- por completo. La narrativa también pue-
pacto y tensión se resuelven casi de inme- de usar este artificio dejando huecos,
diato. En la primera obra, al contrario, espacios en blanco, extrañezas que, a
hay un regodeo en la acumulación de lo largo de los párrafos, crean una at-
efectos fantásticos: las historias parecen mósfera de incertidumbre que afecta al
sacadas de la chistera de un mago de la lector en un nivel mucho más profun-
cual puede salir cualquier cantidad de do que cualquier truco que se diluye
cosas siempre y cuando cumplan con su una vez usado. De la misma forma, Yu-
cuota extravagante o su vínculo con al- ssel Dardón enseña poco a poco, viñeta
gún icono pop o fílmico. El riesgo que tras viñeta, minificción tras minificción,
asumió el autor era muy claro: cerrar lo que existe en el motel y, para ello, se
el juego, limitar las posibilidades a una vale de un tríptico conformado por “Mo-
sola reinterpretación superficial, mover tel Bates”, “Detrás de cámaras” y “Ocho
las fichas en un escenario que necesi- estampas para hacer de lo extraño el
taría cada vez más de un lector pro- contenido más trivial”. La primera par-
totipo, un cómplice dispuesto a bucear te es un recorrido por los cuartos del
y, sobre todo, entender a plenitud el cú- motel, una especie de caja de sorpre-
mulo de referencias cinematográficas, sas en la que convergen lo fantástico y
musicales y fantásticas. la muerte. La segunda es una aproxi-
En Motel Bates, Yussel Dardón su- mación, un ejercicio en el que los acto-
pera el riesgo de volver críptica su es- res, director, camarógrafo, entre otros
critura sin renunciar a sus obsesiones: artífices de la película, se convierten
abre el juego y utiliza la fragmentación en protagonistas de su propio asesina-
para crear mundos diminutos que es- to. La última parte es un homenaje a
tablecen lazos, puntos de encuentro cuyo otras películas de Hitchcock como La
origen parte de Psycho, clásica pelícu- ventana indiscreta, La soga o Los pá-
la de Alfred Hitchcock filmada en 1960. jaros.
Aquí vale la pena mencionar la impor- Hecho este repaso, conviene anali-
tancia de esta cinta y las razones por zar cómo el autor construye sus textos.
las cuales el director inglés revolucio- En primer lugar hay que destacar que
nó el terror en la cinematografía: se evade uno de los peligros de la ficción
168
LA VIGILIA DE LA ALDEA
breve: el chiste cuyo filo se desgasta a finalizar el libro. Con esta estructura el
las primeras de cambio o la repetición espectador abandona la pasividad y se
de fórmulas que vuelven predecibles convierte en un paseante que indaga de
las historias. Yussel Dardón no plantea cuarto en cuarto como si se internara
un anzuelo, es decir, un misterio que en una atracción de feria, una casa de
se resuelve en la última línea o, inclu- los espejos. De esta forma, el recorri-
so, en la última palabra; lo que hace es do no es sólo narrativo, es decir, no se
construir la tensión desde la primera basa solamente en la efectividad del len-
frase y, desde ahí, desarrolla una viñeta guaje o de las historias, sino que apela
cuya solvencia radica en una utiliza- a una conciencia visual, a un orden que
ción interesante de elementos fantásti- imita los pasos de un espía, un voyeur
cos que se unen a reflexiones sobre el que abre una puerta para encontrarse
tiempo y el espacio. En cada uno de con algo extravagante, una muerte que
los cuartos de Motel Bates hay un pro- se encadena a otra hasta visitar todos
tagonista sacado de la película que ge- los cuartos.
neralmente se enfrenta a un desafío, Otro aspecto destacable es la inclu-
una amenaza que termina de diferen- sión de un cuento más extenso, “Extra-
tes formas: una muerte absurda, una ños en la noche”, en el que se cuenta
transformación surrealista que termina la vida de un vendedor de tapetes que
de repente. El autor mueve a los per- es despedido. Después de platicar con
sonajes como las figuras en un diora- su exjefe, maneja mientras la lluvia se
ma cuyo aspecto exterior es el famoso estrella contra el parabrisas de su au-
motel y crea pequeñas ficciones para to. Entonces encuentra un cadáver en
cada cuarto: “La habitación de la mujer el asfalto, le roba unas monedas y si-
que gira”, “La habitación del equívo- gue su camino hasta observar, a un lado
co”, “La habitación de las voces”, “La de la carretera, un letrero que indica
habitación de las cuerdas”, entre mu- que ha llegado al Motel Bates. El per-
chas otras. También, intercalados en- sonaje pronto se convertirá en la pró-
tre las habitaciones, hay letreros de xima víctima. Quizá se advierta cierto
advertencia que llevan el título de “Aten- desequilibrio entre este cuento y el res-
to aviso”. Esta vertiente se separa de to, sin embargo, si se enfoca al perso-
los textos con acciones y secuencias naje como el guía que va de cuarto en
claras y se involucra más con otros gé- cuarto, se logrará un efecto más redon-
neros de lo breve como la sentencia o do al tener en mente la probable voz de
el aforismo. Todas las advertencias con- un hombre —exvendedor de tapetes—
tribuyen al ritmo de la lectura y sirven que incluso después de muerto sigue
como pasajes intermedios que redon- reflexionando sobre la vida y la muer-
dean la atmósfera dejada al lector tras te, sobre las decisiones en apariencia
169
inofensivas pero que, en cualquier mo- necesario conocer al detalle personajes
mento, pueden desembocar en una tram- que gravitan alrededor de Norman Ba-
pa. Mientras tanto —en otros breves tes como Marion Crane o Arbogast; in-
párrafos— Norman Bates observa y atien- cluso a las personas reales que estuvieron
de la recepción esperando el momento atrás de la película como el director y
adecuado para intervenir. camarógrafos cuyas decisiones en la
La tercera parte del libro, “Ocho es- producción forman parte de la leyenda
tampas para hacer de lo extraño el y de la especulación. Cada texto busca
contenido más trivial”, es quizá la que su autonomía con un lenguaje preciso
necesita un conocimiento más amplio y, al mismo tiempo, imaginativo, en el
del lector sobre Hitchcock, al referirse que se confunden la áspera realidad de
directamente a películas que, a pesar de un cuchillo entrando en la carne y la
ser clásicos como Los pájaros o La soga, posibilidad de mundos cuyas reglas cam-
no tienen la capacidad de penetración bian constantemente y que parecen ex-
en el imaginario cultural de Psycho. Uno traídos de un sueño o, mejor dicho, de
de los puntos que unifica estos textos una pesadilla.
evitando que sean satélites puestos por
capricho radica en que se mantiene la
línea macabra de los capítulos anterio-
res. Así, tenemos a los actores partiendo
de algún símbolo o de alguna secuen- Un tránsito entre dos tierras
cia conocida y cayendo ellos mismos,
después de un fugaz desarrollo, en el E DUARDO S ABUGAL
papel de víctimas.
Quizás alguien quisquilloso podría Luis Jorge Boone, Tierras insólitas,
considerar excesiva la dependencia del Almadía, México, 2013, 214 p.
libro con el universo de Hitchcock. Sin
embargo —y esto lo puedo asegurar En un cuento de Horacio Quiroga titu-
porque a pesar de haber disfrutado la lado “El ocaso”, al hablar del destino
película no me considero un experto en de un personaje se dice que “No vio o
ella— los capítulos incluidos en Motel no pudo ver su camino de Damasco”;
Bates parten de un personaje, una esce- después, aquel hombre terminará en-
na famosa, pero no se limitan sólo a la frentándose a un extraño fenómeno de
intertextualidad, o a ser un remake, al doppelgänger en relación a una mujer.
contrario, cada texto privilegia su fun- Al margen de aquel cuento y de aquel
cionamiento interno y toma a Psycho hombre, resulta interesante recuperar
como punto de partida o complemen- el concepto “camino de Damasco”. La
to. De este modo no es absolutamente Biblia refiere que, justo en ese camino,
170
LA VIGILIA DE LA ALDEA
Saulo (perseguidor de los cristianos) ex- no sólo como una aventura hacia lo des-
perimentó un suceso sobrenatural en conocido sino como un extrañamiento.
el cual sufrió una conversión que lo de- Son diecisiete cuentos los que con-
jó ciego tres días y le cambió definiti- forman esta antología. De ellos, no to-
vamente la vida. Dicho suceso lo hizo dos escapan al lugar común y muchos
transformarse en Pablo, el futuro após- desembocan en lo anecdótico banaliza-
tol de Jesucristo. De ser perseguidor se do, recurriendo a temas o imágenes sa-
convirtió en perseguido. Así, los perso- cados de la televisión o del cine de terror
najes de los cuentos fantásticos suelen y de ciencia ficción. Aunque podría ha-
experimentar su propio camino de Da- ber cierto interés en ver cómo dialogan
masco, que suele ocurrir de múltiples esos cuentos con soportes no literarios,
formas. En Tierras insólitas, ese cami- terminan por aburrir al apelar a un ima-
no —ese pasaje o ese puente— permite ginario colectivo saturado de viajeros en
justamente hacer que los habitantes de el tiempo, reencarnaciones, demonios,
una realidad (una diégesis, una dimen- vampiros, monstruos, dragones y fan-
sión) sean trasladados a otra mediante tasmas. En algunos de ellos se cree que
la imaginación, el sueño, el deseo, la basta con decir lo sobrenatural o impo-
culpa, la obsesión o la magia. sible, en lugar de pensarlo o problema-
El reto de un cuento fantástico no es tizarlo. Casi siempre las tierras insólitas
tanto describir lo insolitus sino confi- recreadas en este libro tienen que ver
gurar un rito de paso, un camino hacia con pares de opuestos a partir de tierras
lo insolitus y narrar ese deslizamiento, conocidas; así tenemos: Vigilia/Sueño,
ese viaje o vaivén entre lo insólito y lo Vida/Muerte, Visible/Invisible, Huma-
no insólito. Una de las virtudes del es- no/Inhumano, etc. Sin embargo, dichas
critor de cuento fantástico es la capaci- oposiciones han terminado por reducir-
dad para descubrir un tránsito entre se en fórmulas demasiado utilizadas en
dos tierras (la lógica, habitual y firme) la historia de la literatura fantástica.
y la insólita que, según su etimología Por lo demás, el descuido del len-
latina, designa algo raro y extraño, y al guaje en algunos de los cuentos convier-
mismo tiempo algo desacostumbrado. te las tramas en ocurrencias contadas
Romper lo cotidiano, lo acostumbrado, al vuelo o con un tono equívoco. Sin em-
lo habitual y familiar, para volverse otra bargo se cuecen aparte seis cuentos que,
cosa. Lo siniestro en Freud no es algo además de su calidad literaria, consi-
ajeno y extraño en sí mismo, sino que guen “expandir los lindes del cuento
es lo familiar, lo ya conocido, converti- fantástico” y logran “hacer honor a un
do en extraño. En ese sentido, el tran- género laberíntico”, como escribe Luis
sitar hacia tierras insólitas, hacer el Jorge Boone en la nota previa que abre
camino de Damasco, deberá entenderse el volumen.
171
En “Mogo”, de Alberto Chimal, la pedado en un viejo departamento ati-
capacidad de traslado hacia otra tierra borrado de secretos. Una puta de nom-
insólita ocurre mediante el sencillo ges- bre Praga, un muro que es al mismo
to infantil de cerrar los ojos: en los ojos tiempo una ventana, el satanismo de la
cerrados existe otro mundo. El cuento música, un entorno solitario y decadente,
contrapone el territorio del recinto fami- conforman este cuento redondo, cons-
liar al de la calle y el de la ceguera lú- truido con un gran manejo del lenguaje
cida al de la videncia cotidiana. El tono y de voces, un cuento simétrico y dio-
sencillo y la focalización desde el per- nisiaco, como un jardín interior.
sonaje niño, además de hacer interesan- En “Regalos”, de César Silva Már-
te el cuento, encubren temas profundos quez, los libros son la frontera fantas-
como el de la incomprensión de los adul- mal entre dos terrenos aparentemente
tos hacia los niños y el del abuso infantil incomunicados. Los lomos de los libros,
(el personaje siniestro de Mogo somete el diálogo epistolar abandonado entre
y maltrata a los niños). ¿Por qué cie- sus hojas, lo inconcluso del diálogo en-
rran los ojos algunos niños? Chimal tre los amantes más allá de la muerte,
parece contestarnos fantásticamente sin se imponen sutilmente poco a poco en
renunciar a la denuncia de un hecho una atmósfera hogareña, cotidiana. En
cruel y alarmante para la sociedad. este cuento se olfatea el cigarro de un
En “Carne”, de Omegar Martínez, difunto que regresa a la parte preferi-
hay una eficacia narrativa que demues- da de su librero y una cita velada a esa
tra que la brevedad puede ser más con- Leonor que nunca más podrá ver el
tundente que la verborrea que opera hombre atormentado. Los libros como
por acumulación. Lo pornográfico y la anclas y pasaportes, amurallando el con-
tecnología tejen la patología de un ex- tacto con los otros.
celente simulacro. Obsesión de pantalla, “Mar de la tranquilidad, océano de
explorada inteligentemente, para crear las tormentas”, de Bernardo Esquinca,
la sensación de irrealidad o de realidad explora de forma fantástica el suicidio,
imposible. Fatal como una película de la esquizofrenia y la locura, dotándolos
David Lynch, el cuento se resuelve jus- de otra realidad. El cambio de parala-
to al final, obligando al lector a rebobi- je le permite a Esquinca dimensionar
nar los acontecimientos y a explicarse la ausencia, el no-ser, y reducir a bo-
algo desde la lógica de otro territorio. cetos borrosos el lado visible de las co-
En “El jardín interior”, de Luis Jor- sas. Las metáforas visuales (telescopio
ge Boone, resuena Kafka y sus odradek, de voyeur y de astrónomo) construyen
pero también los doppelgänger malig- narrativamente un camino a Damasco
nos que resucitan de un pasado para en donde el lado oscuro de la luna ejer-
seguir acosando a un violonchelista hos- ce una influencia insospechada para que
172
LA VIGILIA DE LA ALDEA
opere un cambio, una transformación. de luz) pero vistas desde otro sitio: nue-
Un par de hermanos gemelos y un astro- vo cambio de paralaje. Pablo, la som-
nauta pintor contrapuntean la obsesión bra de Saulo. Las ventajas y desventa-
por contar que Esquinca y su narrador jas de saber descifrar las sombras son,
despliega conforme avanza el cuento. en el protagonista, hechos narrados casi
Aunque no aparece la palabra lunático, de forma neutral. Sin embargo, adverti-
está siempre presente en el delineado mos en el narrador en primera persona
del personaje. Aquí no hay monstruos una lógica mental digna de algún perso-
ni vampiros, ni navegantes de aguas oní- naje de Allan Poe. El conflicto aparece
ricas, aquí sólo se insinúa (y por eso es con una urgencia, la de atrapar la som-
mucho más eficaz) aquello que quizás bra de una mujer. Esta empresa se im-
existe en el lado oculto de la luna y que pone como tarea obsesiva y lunática en
telepáticamente emite comunicaciones la mente insólita del hombre.
con la Tierra. Lo fantástico aquí es hu- Queda hecho el llamado para entrar
mano, demasiado humano: Armstrong, en el camino hacia estas Tierras insó-
el primer hombre en alunizar, tal vez litas. Dependerá de los lectores juzgar
nunca regresó pero sabe secretamente si, en efecto, las piezas que conforman
lo que se sabe en la oscuridad. ¿Somos esta antología logran renovar los mol-
acaso una plaga contenida en un pla- des de la tradición de esa larga y rica
neta? ¿Algo o alguien aguarda en el la- genealogía de la literatura fantástica.
do oculto de nuestro satélite natural?
Los intentos de la carrera espacial de
la raza humana son leídos casi como
apuntes pictóricos en la mente de un
loco y, al mismo tiempo, como metá- De mero idealismo
foras de nuestra incertidumbre imagi-
nativa y conspirativa. R OSANA R ICÁRDEZ
La misma profundidad, que provie-
ne de pensar el lado oscuro de la luna, Guillermo Fadanelli, El idealista y el perro,
aparece en “Atrapar una sombra”, de Almadía, México, 2013, 146 p.
Francisco José Amparán, en donde un
hombre posee un extraño don metafísi- Poca relación podría establecerse, a prio-
co para leer las sombras, don que es- ri, entre un idealista y un perro cual-
conde una maldición. Lo interesante de quiera. Menos aún si los artículos, en
este cuento es que aquí las sombras no lugar de indefinidos, fueran definidos
son demoniacas ni metafóricas, son sim- pues la especificidad desconcertaría: el
plemente lo que sabemos que son (un idealista y el perro... ¿De quiénes se tra-
efecto de la interrupción de una fuente taría? Fadanelli establece tal relación.
173
El idealista y el perro, de Guillermo por cierta soltura, el texto goza de ma-
Fadanelli (Ciudad de México), es una yor madurez. Si bien existen algunos
segunda vagancia por su pensamien- descuidos-erratas en la forma (así es el
to, continuidad del elogio publicado en vagar), Fadanelli los justifica al decir
2008, aunque recargado pese a mediar, que la perfección y la obsesión son pre-
de él mismo, Insolencia, literatura y mun- tensión. La limpieza no le va. Más allá:
do (Almadía, 2012). Se trata de un libro acusa a aquellos autores demasiado cui-
de ensayos, cada uno a la Michel de dadosos de pedantes y advierte que des-
Montaigne del siglo XVI; un segundo va- confía de ellos: “A ojos de un idealista
gar por el pensamiento, quizá porque la esencia de las cosas o su sentido no
se le hizo costumbre intentar conversar se altera por la presencia de unos cuan-
con el lector para que dejara de ser só- tos accidentes en la superficie: el idea-
lo espectador, quizá porque se le hizo lista sale en busca de su perro y no le
costumbre dejar de lado las notas al pie importa si el camino que debe tomar pa-
de página que la modernidad (y la Santa ra ello es el de la razón, la beatitud o
Academia) ha hecho con el ensayo, qui- las artes.”
zá porque, cansado de las citas riguro- Pero sus descuidos-erratas se deben,
sas, hace lo que le place, o quizá por quizás, a un descuido adrede para jus-
mera madurez. tificar el constante errar en el mundo,
En Elogio de la vagancia (Lumen, nuestro errar; el andar sin rumbo que
2008) advierte ya que el lector tiene en- se traduce en el vagar que, por fuerza,
tre sus manos una introducción. ¿A qué? significa equivocarse sin morir en el in-
A su mente, tal como vaga en el baño tento ya que sólo la muerte, gran tema
o en la cocina, en un parque cualquie- de la literatura, aniquila el error.
ra o cuando corre por Chapultepec y, Para el lector juicioso este compendio
lejos de pensar en los temas profundísi- de vagancia resultará curioso a prime-
mos de la humanidad, se interpela sobre ra vista, en tanto los ensayos no se di-
el desquicio del tránsito, la contamina- viden en capítulos —ese lector juicioso
ción, las mujeres, los engaños, las men- se dará cuenta que no hay índice— si-
tiras y la literatura; a su pensamiento no en subtítulos: dieciséis. (Imposible
arbitrario y vago que pasa de un tema evitar pensar en el Monólogo de Molly
a otro sin mayor justificación que la Bloom, en ese paseo por el pensamien-
voluntad; a su deseo de hablar un min- to vago.)
uto sobre la (inexistente) demencia de Retomo la idea de madurez en su
los bebedores y el otro de la libertad escritura. Paradójicamente, leo en Fada-
de los juicios, de la novela o de la téc- nelli y en su vagancia cierta precisión
nica. No obstante, lo que sucede en El en el lenguaje, mayor holgura y despar-
idealista y el perro es peculiar pues, pajo al no justificar la inclusión de un
174
LA VIGILIA DE LA ALDEA
tema, pero exactitud al hablar de él, a no hubiera previsto: “La literatura ayu-
sabiendas del lugar al que desea llegar. da un poco en tales cuestiones. De lo
Los temas abarcan desde seres vivos contrario estaríamos refiriéndonos a un
(mujeres, jóvenes, perros) hasta la con- oficio inútil. Es diligente adelantarse a
dición humana (pedantería y antipatía), los males físicos antes de que éstos ocu-
pasando por sustantivos escalofriantes pen la casa del cuerpo. (…) Es bueno
que también reflejan esa condición hu- abrir las ventanas y escuchar el sonido
mana (soledad, olvido, soltería, breve- que produce la olla donde seremos co-
dad, placer, censura), sin dejar atrás la cinados.”
literatura y la muerte, ésta de alguna El escritor piensa: mujer-muerte-li-
manera en binomio mujer-muerte. teratura, y descortesía sería no hacerlo
Tal vez sea por cuestión de género si esta mujer-muerte piensa en uno to-
que resulto propensa a hablar de las do el tiempo. La literatura es la invita-
constantes referencias a la mujer —y da para allanar el camino, para dejar
con ello no imploro a las feministas, si- atrás la estupidez humana como una he-
no todo lo contrario—. Resulta curiosa rencia irrebatible; para tener memoria,
la forma en que apela a ella: Fadanelli arma necesaria para enfrentar a los ti-
reconoce su audacia, la que Eva atri- ranos; y para aceptar que lo amado nos
buyó a la serpiente —a fin de cuentas es misterioso y así vivir al menos con
ésta también en femenino—. En “Un co- algunos cuantos cominos de decoro.
mienzo” apunta: “las mujeres pueden El libro es, como todo ensayo, una
hacer el mal desde la quietud o la cal- disección del autor: “le otorgo un gran
ma”; en “Mujeres”: “Con qué ligereza valor al hombre mediocre que no hace
son capaces de declarar su amor a una daño a nadie y que considera que su
persona a la que no ven desde mucho presencia casi todas las veces es inne-
tiempo atrás. Escriben a hombres idea- cesaria”. ¿Falsa modestia? ¿El autor se
les, que no concretos” y “Si creemos tira para que el lector lo levante? Des-
en la existencia de las mujeres, tene- conozco la respuesta, pero no en vano
mos en consecuencia que depender de coloca estas palabras en el apartado ti-
la muerte”. tulado “Mujeres”, precisamente en el
Mujer-muerte-literatura, en trinomio, fragmento donde describe la relación
más arte. ¿De qué más podría hablar que existe entre el hombre inclinado al
un escritor? La literatura en tanto ma- bien con sus obsesiones personales, en
nifestación artística capaz de plantear la descripción del vanidoso, el cobar-
escenarios y de permitir que el escritor de, el fantoche versus el humilde, el
se camufle, por minutos, de pitonisa. bueno, el que pasa desapercibido. ¿Se
Humillación resultaría ser objeto de des- trata de Fadanelli? Claramente sí y no:
gracias que, a través de la literatura, sí, porque es la descripción que hace de
175
un hombre bueno cuya humildad mere- lo escuche y quizás asienta para con-
ce reconocimiento. No, porque perte- cluir dándole la razón. Porque, ¿qué es
nece al idealista y no al real, pertenece un ensayista si no un afanoso con áni-
a la descripción del que ha reflexiona- mos de convencer al otro de su razón?
do y, concienzudamente, define el obje- A diferencia del francés en la edición
to, sin el vacilamiento del vagar, sin la de sus Ensayos completos, este mexica-
desmesura del impulso, sin la origina- no no advierte al lector que lo que tiene
lidad del que se enfrenta por vez pri- en las manos “es un libro de buena fe,
mera a lo desconocido, sin el ímpetu hecho para hallar en él rasgos de su
irreverente del primerizo que se avien- condición y humor, con defectos e im-
ta por no quedarle opción de recular. perfecciones y modo de ser, sinceri-
Sin duda —ahora que lo pienso, me dad”, pero más vale que el lector esté
gustaría creer que es sin duda— el lec- consciente de la falibilidad de un libro
tor apreciará la ausencia de citas rigu- de ensayos.
rosas y, a la vieja usanza, el uso de la
memoria de Fadanelli cada vez que el
tema le refiere una lectura o un autor. A
eso llamo madurez, a la ausencia de mie-
do por justificar pues para ello está la
Academia (y aún así). En la literatura, el Ensayar la nada
lector confía en el autor, una vez signa-
do un pacto que compromete a enunciar
no sólo verdades sino verosimilitudes. I SAURA L EONARDO
Me parece que el desparpajo de Fa-
danelli en el ensayo es similar al “no Brenda Ríos,
os afanéis por el día de mañana, por- Empacados al vacío. Ensayos sobre nada,
Calygrama, México, 2013.
que el día de mañana traerá su afán.
Las canciones pop hacen pop en mí.
Basta a cada día su propio mal” de Ma-
Ensayos sobre lo cotidiano, lo superfluo y
teo (6:34), afán acusado ya por Séneca
lo ridículo, Instituto Veracruzano de
en la epístola 98 cuando apunta: “Des- Cultura, México, 2013.
graciado es el ánimo al que el futuro
inquieta.” Y justamente por ello, Fada- Yo estaba empeñado en no ver
nelli no se ofusca si a alguien no le lo que vi, pero a veces,
gusta su estilo. El libro está más hecho la vida es más compleja de lo
para él que para los demás, para es- que parece.
tablecer una conversación con él, aun- Jorge Drexler
que, como todo ensayista, albergue la
esperanza de que del otro lado alguien Brenda Ríos (Acapulco, 1975) ha publica-
176
LA VIGILIA DE LA ALDEA
do este 2013 dos libros con dos editoras que es el blog virtual de notas frente a
diferentes, Empacados al vacío. Ensa- su hermano mayor, el libro impreso, y
yos sobre nada, con Calygrama (Que- que le dificulta a la propia Brenda Ríos
rétaro) y Las canciones pop hacen pop ceñir sus márgenes genéricos.
en mí. Ensayos sobre lo cotidiano, lo No es superficial que la autora aso-
superfluo y lo ridículo, con el Instituto cie a su escritura el término pop y que
Veracruzano de la Cultura. Comienzo considere sus textos ensayos sobre el
a leer Las canciones pop… y siento que ridículo, la nada, el aburrimiento y la
ya lo he leído. No, no es la sensación cotidianidad.2 Frente a la solemnidad y
que da un déjà vu ni la resonancia de especialización del ensayo académico,3
estilos e influencias que pudiera reco- Ríos antepone la rutina, el pensamien-
nocer en el estilo de Ríos (aunque los to suelto, la libre asociación, el apunte,
hubiera y aunque pudiera reconocer- la miscelánea, el pensamiento a ras de
los), es que de hecho ya he leído algu- presente y tedio, con momentos de po-
nos de los textos. Brenda Ríos sostuvo derosa lucidez y decidida belleza. Visi-
en solitario durante muchos años el blog tar “Calle Alta 25” era visitar, en efecto,
“Calle Alta 25: Acapulco Sunset Room”, un laboratorio de escrituras cotidianas,
del que fui fiel seguidora, y que ahora simples, breves, profusas de actualidad,
se ha mudado a la plataforma Tumblr pero poéticas, indudablemente literarias
(http://callealta25.tumblr.com/ page/3), y profundas de un modo que va de lo
y también mantuvo junto con el escri- superfluo al existencialismo más duro:
tor Ernesto Priego (radicado en Lon- desprovistas de pretensión e hiperre-
dres) una especie de epistolario virtual flexividad.
o un proyecto de diálogo/escritura a El de Brenda no era un blog perso-
cuatro manos en tiempo real, llamado nal en sentido estricto, sino la estruc-
“Los reduccionistas” y que se puede vi- tura expuesta de una libreta íntima pa-
sitar en Wordpress (http://losreduccio- ra ser leída, el diario de una escritora.
nistas.wordpress.com/), y todo esto me Un Work in progress, un hermoso edi-
parece necesario resaltarlo. Ver esos tex- ficio en construcción de esta urbe que
tos reunidos en un volumen en papel la seduce y agota. Y todo eso está en
me alegra, me congratula, no porque ha-
yan abandonado el formato “líquido, 2
Como tampoco lo es el epígrafe de Ri-
breve y temporal”1 donde surgieron, si- cky Martin que abre uno de los volúmenes.
no sobre todo porque no perdieron la 3
En el que Brenda Ríos se mueve con
huella impúdica de ese formato menor bastante autoridad. Véase su Del amor y otras
cosas que se gastan por el uso. Ironía y si-
1
Parafraseo impunemente a Zygmunt Bau- lencio en la obra de Clarice Lispector (Fondo
man, de Modernidad líquida (FCE, 2003). Editorial Tierra Adentro, 2005).
177
Las canciones pop..., sin que en su blog como laboratorio de escritura, por
crossover haya sacrificado la impronta un lado. Pero también el aburrimiento
de momento de luminosidad que de su- de nuestras vidas deslavadas de ciuda-
yo le pertenece. Verdades como peces danos del Occidente civilizado, y en
siguen nadando por el libro como na- apariencia inmune al hartazgo, como
daban antes en su no-lugar virtual: “No materia viva de la escritura literaria;
te dije que no creía en nada. Pero sa- sin depurar, sin filtro pero con trabajo,
lieron de mí las verdades como perros con tachaduras, reescrituras y silencios.
liberados”, “La seducción es un ejer- Ambas cosas entrecruzadas, como no-
cicio de voracidad”, “Esto que te es- sotros nos entrecruzamos en el punto
cribo/te digo es un conjuro. Porque las donde convergen las redes sociales y
palabras mueven cosas.” la vida. La vida que editamos para ser
“No podría escribir sobre el amor. Es vista por otros y la vida que musitamos
un concepto gastado por las orillas, por a diario donde nadie nos oye, donde na-
arriba, por abajo, desde el centro has- die nos ve. Antes de rayar en el cliché,
ta afuera. Es más, no sabría por dónde porque camino por el filo, estos libros
empezar. Podría describir la atmósfera de Ríos me han puesto a pensar en dón-
de los amantes, podría”, nos dice, es de es que surge la escritura, quiero de-
decir, nos dice que no puede escribir y cir: ¿estos textos de verdad surgieron
escribe cómo no puede hacerlo. Las can- en el blog como dije arriba o existían
ciones pop… son este laboratorio-trampa, antes, acumulados, en el músculo don-
este rodeo, esta imposibilidad encarna- de se gestan las palabras del poeta, del
da que es la escritura, un simulacro y escritor?
ahí precisamente radica su valor. Este Este mismo tema es el que sobrevue-
libro es sus propias orillas, aquello que la los textos de Empacados al vacío :
en otro tiempo, otro formato, otra ciu- ¿dónde nace la escritura?, ¿para qué?,
dad habría sido filtrado para dar lugar ¿importa? Tomo este fragmento de Em-
a una prosa de lo que debe y puede de- pacados…: “Los escritores se alimen-
cirse, de aquello digno de ser escrito y tan de sueños diversos: los propios y los
publicado, una narrativa ficticia en el ajenos (…) Hay dos tipos de escritores:
más estricto sentido de la palabra, pero los que uno lee y los que uno desea co-
no personal y ni siquiera propia. Porque nocer. (…) Creemos en la persona-obra.
uno puede poseer lo que se inventa o No aprendemos a separar al que crea
despojarse de lo que vive. y al que es. Y vamos por ahí pensando
Brenda Ríos escribe parada en un que los escritores son buenas personas
vórtice que todavía no alcanzamos a porque hacen personajes, o que viven
comprender, que vivimos todo el tiem- bien porque hablan de la vida, o que res-
po pero que no hemos asimilado. El piran y visten de una forma sublime.”
178
LA VIGILIA DE LA ALDEA
A Ríos le preocupan las figuras del ar- “Vivir es caminar las mismas calles
tista y del intelectual, la inquietan esos durante mucho tiempo”, Ríos lapida con
personajes anacrónicos y macabros a la sus sentencias, condena, contra todo he-
vez y los canibaliza: “Quizá, entre la hor- raclitanismo posible, a una vida de diario
da de jóvenes y viejos de jeans y tenis acontecer, de rutina, de caos cotidiano,
converse o botas de montaña (aptas para pero ilumina y desplaza con un poco de
la lluvia) y sus anteojos de pasta, que dis- humor (tan poco ejercitado en la litera-
cuten y discuten el qué del arte, el cómo tura actual): “Antes de despertarme la
del arte, quizá haya verdaderos, simples, angustia ya está lavando los trastes…”
despojados artistas. Quién sabe.” Y de En fin: estos dos volúmenes de Bren-
este modo, en esta ironía, quizás ella da Ríos pueden ser leídos a partir de
misma exorciza sus propios temores. varias notas; sin embargo, en ambos ca-
Sus ensayos indagan, desde el sitio sos se trata sobre todo de gestos que
personal, acerca del mundo cotidiano, extienden un diálogo iniciado en otros
del escritor y su oficio y compromisos, soportes o incluso fuera de la escritura.
de lo femenino, de lo que la rodea. En Ríos, como gran sustentadora de ese
un tono que parece siempre trivial (tri- viejo y noble arte de la conversación
vializado), se lanza sobre lo que la inco- está, en todo caso, conversando; pone
moda: “Hay quienes creen vivir la ciudad en la mesa lo que muchos ocultarían, y
de cafés y restaurantes lounge de Po- eso, al menos para mí, los dota de un
lanco o de La Condesa, la ciudad de la inusitado valor.
clase ilustrada, egresados de escuelas
activas, blancos en su mayoría y bilin-
gües si no políglotas. La ciudad del li-
gue los viernes en la noche, chic, de los
excesos que una familia comprensiva y Una manera de contar
tolerante perdonará, una familia nacio-
nal, católica, ¿quién cuestiona los grados V ÍCTOR H UGO M ARTÍNEZ B RAVO
de la fe? La ciudad de la clase trabaja-
dora, cuya segunda o tercera genera- Enrique Serna, La ternura caníbal,
ción nace en el Distrito Federal y tiene Páginas de Espuma, Madrid, 2013, 270 p.
acceso a las universidades públicas. La
ciudad de universitarios de periferismo En el número 152 de esta misma revista
tangible: viven en las orillas o en las apareció un excelente texto de Enrique
colonias proletarias, saben de las rutas Serna (Ciudad de México, 1959) titula-
de los peseros, dónde están las canti- do “Los misterios desnudos”. En él, el
nas que no salen en las revistas de La autor muestra cómo la invención de enig-
Condechi.” mas ha sido un fenómeno constante en
179
la historia cultural del hombre. Un per- En “Los misterios desnudos” se men-
petuo gusto por estimular el desconcier- ciona tanto a Mario Bunge como a Ru-
to, una voluntad de crear laberintos que dolf Carnap, filósofo positivista lógico,
también ha acompañado a la escritura, integrante fundamental del círculo de
la cual podría haber comenzado en el Viena. Serna recurre a Carnap para mos-
ocaso del Egipto faraónico, con la insti- trar que la dificultad de comprender El
tución del jeroglífico destinado a cubrir ser y el tiempo no es sólo consecuencia
de incógnitas los textos religiosos para de la ilegible traducción de José Gaos al
así confundir al lector. Invención de se- español, sino también de la escritura de
cretos que luego abrazan los románticos; Heidegger y sus frecuentes sucesiones
defensa de lo incomprensible y oculto caprichosas de palabras que, además de
por parte de Schlegel. Gusto por lo inin- carecer de significado,2 no constituyen
teligible que cruza más tarde la poesía proposiciones debido a que se agrupan
hermética de los siglos XIX y XX y llega como “secuencias de vocablos lógica-
incluso a los discursos filosóficos oscu- mente ilegítimas”.
ros de Hegel y a las deliberadamente La importancia de Carnap en el en-
indescifrables y frecuentemente huecas sayo radica también en recordarnos una
frases de Heidegger. En muchos filóso- distinción básica pero muy importante
fos esta oscuridad es consecuencia no que debería hacerse cuando uno escri-
de un pensamiento superior inaccesible be y se sitúa en los márgenes de la ló-
a los profanos, sino simplemente de una gica: no es lo mismo ubicarse fuera de
pésima prosa y una carencia de lógica
discursiva. Heidegger, contra quien Ser- eso? Las frases de Heidegger son propias
na arremete con virulencia pero también de un esquizofrénico. Pero no estaba loco:
era un pillo que se aprovechó de la tradición
con mucho tino, es el paradigma de la
académica alemana según la cual lo incom-
retórica torcida, maquillada de una su-
prensible es profundo’.”
puesta genialidad impenetrable.1 2
En el ensayo de Serna se critican los es-
tériles y pretensiosos neologismos del filóso-
1
Dice Serna: “Otro experto en demolicio- fo: “en otra obra de Heidegger, ¿Qué es la
nes, el filósofo y físico Mario Bunge, opina de metafísica?, hay un frase que ha sido un que-
Heidegger lo mismo que Goethe y Schopen- bradero de cabeza para varias generaciones
hauer pensaban de Hegel: ‘Heidegger tiene de exégetas: ‘¿Cuál es la situación en torno
un libro sobre El ser y el tiempo ¿y qué di- a la Nada? La Nada misma nadea.’ Carnap
ce sobre el ser? El ser es ello mismo. ¿Qué califica de palabra hueca el verbo ‘nadear’
significa? ¡Nada! Pero la gente, como no lo y agrega: ‘nos encontramos aquí ante uno de
entiende, piensa que debe ser algo muy com- esos casos singulares en los que se ha intro-
plejo. Vea cómo define el tiempo: Es la ma- ducido una palabra nueva que desde su ori-
duración de la temporalidad. ¿Qué significa gen mismo careció de todo significado’.”
180
LA VIGILIA DE LA ALDEA
la lógica cuando uno cree moverse en mar discursos herméticos de falsa pro-
el campo de lo verdadero y lo falso (la fundidad, convertidos más tarde en mo-
filosofía, la teoría) que cuando uno cree das teóricas en el campo de la filosofía,
hacerlo en el campo del arte (la poesía, el psicoanálisis o el arte, y frecuente-
la narrativa). La solución para aquél in- mente influyen en la creación y recep-
merso en el campo de la teoría se en- ción de la poesía y en cierto tipo de
cuentra mejorando la prosa, volviéndola narrativa.
inteligible, abrazando los ideales de la Según Ángel Rama, desde la Colo-
Ilustración: sencillez y claridad comu- nia el dominio de la palabra escrita por
nicativa sin perder el rigor y la profun- parte de los letrados (religiosos, admi-
didad; respeto por el “lector común” nistradores, escritores y educadores) fue
mediante el humilde pero complicado fundamental para someter. Instituidos
ejercicio de la buena divulgación, ancla- como una burocracia estatal que redac-
da en el uso correcto de la gramática y taba y ejecutaba las órdenes de la Coro-
la lógica. Como sugiere Serna, arrancan- na, los letrados, guardianes de la palabra
do los velos a lo misterioso, no colocán- escrita, fueron el medio a través del cual
dole más encima. se escribieron y legitimaron leyes, edic-
Todo lo anterior tiene que ver con el tos y códigos; se registró y administró
libro de cuentos La ternura caníbal, por- la riqueza, se jerarquizó a la población
que, a pesar del límite que establece y las ciudades se ordenaron. Si el im-
Carnap entre teoría y literatura, tanto perio de la gramática y la lógica, si el
en este libro de cuentos como en la no- buen uso de la retórica, si el dominio
vela Miedo a los animales (1995) y en sobre la palabra escrita se emplearon
Los misterios desnudos, Serna mani- en la Colonia para crear distancia en-
fiesta preocupaciones similares, inquie- tre letrados e iletrados, para someter a
tudes relacionadas, sobre todo con el una población analfabeta, en la moder-
poder. Un poder que no se limita a lo nidad, podría argumentar Serna, el sin-
gubernamental, judicial o económico, sentido discursivo vestido de enigma, la
sino que se estructura y ejerce también gramática retorcida, sirve a algunos filó-
dentro de las esferas artísticas, intelec- sofos y escritores para adquirir autori-
tuales, académicas y literarias, y donde dad frente a aquellos lectores ávidos de
se crean sutiles estrategias para preser- novedad literaria o teórica, ansiosos del
varlo y reproducirlo. Muchas de éstas próximo modelo filosófico o narrativo oto-
nacen de la palabra escrita y generan ño-invierno. Luego comienza un círculo
relaciones de control y autoridad a par- vicioso en el que, con sus frases impe-
tir del dominio de la retórica, estable- netrables, el halo de misterio que el
ciendo una distancia entre “el culto” y escritor va adquiriendo le otorga mayor
“el iletrado”. Otras sirven para legiti- capital simbólico para seguir legitimán-
181
dolas ante el lector, para hacer que es- rridas en un asfixiante campo cultural
te último perciba en ellas hondura y no de provincia, donde el prestigio del es-
vacuidad. critor protagonista depende de mostrar
Otra crítica más de Serna hacia el a los otros escritores una carta elogiosa
poder se remonta a los años en los que enviada por Octavio Paz (“La vanaglo-
el PRI, mediante becas, puestos públi- ria”); se muestra el egoísmo de un pro-
cos y apoyo económico a las institucio- fesor y la tortura a la que lo somete su
nes culturales, supo echarse a la bolsa esposa (“La incondicional”), la vanidad
a gran parte de la intelligentsia mexi- misántropa de un académico mexicano
cana. Después, escritores e instituciones (“Soledad Coronada”) y se exhibe la
culturales aprendieron a emular muy pedantería de un par de artistas (“Los
bien esas estrategias que, si bien pali- reyes desnudos”). En este cuento, una
decen ante aquellas empleadas por la pareja francesa de artistas adinerados,
clase política, manifiestan, además de esnob y sin talento, se empeña en de-
una endeble autonomía de la esfera cul- dicarse, ella, a las artes plásticas y, él,
tural y literaria en México, un modelo a la música, con el puro objetivo de
“partidista” de operar y un tácito códi- obtener reconocimiento social.3
go de conducta gansteril en el mundo El machismo ligado al poder es otro
de la cultura. de los temas recurrentes en la narrati-
En los textos que he leído de Serna, va de Serna. En “Entierro maya”, “Dra-
además del puro “objetivo estético”, 3
se busca siempre desenmascarar al im- En algún momento del cuento a uno de
postor, bajarle los humos al pedante, los artistas se le revela el engaño en el que
han vivido su esposa y él: “Y Nadine, preten-
ajusticiar al tramposo, e incluso, diría,
ciosa, guapa, refinada, engreída, lo superaba
moralizar, en el mejor sentido de la pa-
quizá en materia de ceguera autocomplacien-
labra. Para ello, Serna recurre casi siem-
te. La verdadera subversión, la verdadera
pre a la burla. Tanto en Miedo a los pasión por el arte, no se da en gente como
animales como en algunos cuentos de nosotros, admitió con tristeza. Los artistas ge-
La ternura caníbal, Serna satiriza la nuinos son inadaptados rabiosos, chamanes
charlatanería artística, el esnobismo in- desafiantes en diálogo con el cosmos. Sólo
telectual y la pedantería de muchos círcu- ellos pueden tener verdaderos hallazgos y ver
los literarios y académicos en México. Si detrás de las apariencias. Nosotros, en cam-
en Miedo a los animales se critica la co- bio, buscamos en el arte un adorno prestigio-
rrupción y los modos ruines de operar so, un mísero relumbrón que nos ennoblezca
de algunos órganos culturales, institucio- ante los demás. Nadine y yo debimos haber
nes literarias y escritores en México, en puesto juntos una boutique de alta costura,
los cuentos de La ternura caníbal se re- en lugar de invadir un terreno en el que nun-
tratan rencillas, disputas y envidias ocu- ca pasaremos de ser diletantes.”
182
LA VIGILIA DE LA ALDEA
183
como Paradiso, Gran Sertón Veredas, tiempo de quitar hojarasca y, como sos-
Tadeys y casi todo Lamborghini, El ju- tiene Serna en “Los misterios desnu-
guete rabioso, Ferdydurke y tantas otras, dos”, de rechazar el resabio oracular,
sin el regodeo en el lenguaje? ¿Habría la añoranza del misterio religioso con-
que rechazar la experimentación de Ma- tenido en la escritura críptica. Son el
cedonio Fernández, Machado de Assis, resultado de intentar afinar su lengua
Cortázar, Perec y el Vargas Llosa de para comunicar mejor sus pensamien-
Conversación en la Catedral por tratar tos, para narrar mejor antes que idear
de evidenciar una “voluntad de esti- un lenguaje personal que no comunique,
lo”? ¿Y dónde colocar a escritores como que sirva de distintivo social, de título
Joao Gilberto Noll, César Aira, Michel nobiliario.
Houellebecq, Fernando Vallejo e inclu-
so Thomas Bernhard, que en lugar de
desaparecer de los textos, han busca-
do, a partir de una “voluntad de estilo”,
jugar con su imagen pública, hacerse El incierto principio
visibles como escritores dentro de la
narración? J UAN C ARLOS R EYES
Fuera de algunas palabras y frases
que creo que resaltan por su artificiali- Alberto Chimal, La torre y el jardín,
dad o inverosimilitud dentro de los cuen- Océano, México, 2012, 420 p.
tos,5 La ternura caníbal funciona muy
bien dentro de la poética que defiende Tal vez se deba a que Alberto Chimal
Serna. Son buenos cuentos a la mane- (Toluca, 1970) es uno de los escritores
ra “clásica” del genero. Tienen una “es- más populares de su generación, o a que
tructura cerrada”, son divertidos, ágiles su última novela, La torre y el jardín,
y están escritos con una prosa clara y está publicada en un nuevo sello de
sencilla. Parecen el resultado de mucho Océano —Hotel de Letras— que ya se
pueden encontrar en muchas revistas y
5
Por ejemplo: “Tiranuelos como Larry en Internet decenas de opiniones y re-
Flesher me cerraron las puertas de todas las señas sobre el libro: algunas que discu-
palomillas a las que hubiera querido perte- ten la pertinencia de la publicación, otras
necer” (p. 33), “¿Qué sabrá ese franchute de la materialidad y diseño de los libros
nuestro carácter?” (p. 36), “Pues irás solo. de la colección, unas más que afirman
Esas cenas de políticos me aburren a muer- no haber podido terminar el libro por exce-
te” (p. 126) o “Confiesa, pillín, que al prin- so de ciertas preposiciones. En general,
cipio me querías sólo para una aventura” el lector que se dedicara a ello podría
(p. 260). encontrar opiniones evidentemente en-
184
LA VIGILIA DE LA ALDEA
contradas: precisas, aduladoras, mora- suma poco más de seis millones de ca-
listas, implacables o, de plano, triviales. racteres —equivalente a casi tres mil qui-
Sin obviar la responsabilidad de la enun- nientas páginas—. En Internet, Chimal
ciación, aquí me interesa, además de no sólo funciona como un gran promo-
emitir un juicio crítico, hablar también tor de su propia obra y proyecto litera-
de ciertos temas y acertijos para el lec- rio, sino que también emplea la red de
tor que encuentro en el texto, algunos de un modo que Henry Jenkins llamaría
manera muy explícita y, otros, escondi- “transmediático”, es decir, expande sus
dos en alguno de los innumerables cuar- historias —como el tumblr que tiene su
tos de la multitud de pisos que compo- personaje Horacio Kustos—3 y mantie-
nen esta torre que Chimal construye con ne contacto con sus lectores, quienes en
420 páginas. Si, como lo dice la contra- ciertas ocasiones se ven en condiciones
portada, ésta es “una de las novelas más de sumar a la obra que el escritor se en-
ambiciosas de la narrativa latinoameri- cuentra construyendo, como lo es el caso
cana reciente”, o si Chimal es “el Henry del apartado especial en su página en el
James de su generación”, me parece que los visitantes podían proponer ver-
irrelevante. Perderse en ello sería igno- sos de poemas para dar nombre a los
rar los recovecos del mundo editorial y pisos del edificio protagonista de La to-
la mercadotecnia. Sé entonces pocas co- rre y el jardín.
sas: que el autor es el Alberto Chimal Recientemente nominada al XVIII
de su generación y que, dentro de su Premio Rómulo Gallegos, La torre y el
propio proyecto literario sobre la “ima- jardín cuenta tres historias que compo-
ginación fantástica”, sin duda la nove- nen una mayor: la de un edificio tan
la es exigente consigo misma y con su fantástico como su diseñador, la de un
autor; si cumple con sus propias ambi- grupo de viajeros excepcionales y la de
ciones, es imposible saberlo. un conjunto de sucesos tan inauditos co-
Me parece necesario en un princi- mo fabulosos. En una serie de capítu-
pio también, por la relevancia que esto los con títulos que incluyen la hora de
tiene en la actualidad, hacer mención de lo narrado cuenta a lo largo de toda una
la presencia y promoción que Chimal noche —específicamente, de las 23:59 a
tiene y realiza en Internet. Entre su vas- las 5:15 de la madrugada— el viaje de
ta vida en la web se cuentan su página Kustos y Molinar por “El Brincadero”.
personal1 y su twitter,2 en donde tiene En capítulos más cortos narra piezas de
casi 82 mil seguidores, y en el que ha las peculiares historias de los persona-
escrito más de 43,500 “twitts”, lo cual jes, y sus aparentemente incompatibles
vidas, y ocupa un espacio temporal que
1
http://www.lashistorias.com.mx
2
https://twitter.com/albertochimal 3
http://kustos.tumblr.com
185
va de 1957 a 2010. Valga decir que si lo toy seguro que a Chimal nunca le pa-
fragmentario en la literatura es un esti- saron inadvertidos.
lo cada vez más recurrente, Chimal logra El edificio en el que se encuentra
desmarcarse de muchos lugares comu- “El Brincadero” —ahora ya sabido bur-
nes utilizando recursos que hacen de su del en el que se practica la zoofilia y el
novela una propuesta interesante: de bestialismo— da claras muestras duran-
algunos personajes sólo escuchamos lo te toda la novela de ser un lugar mági-
que dicen, con medidas y reservadas co, inimaginable, casi vivo. Un edificio
anotaciones del autor; otras secciones del que no se sabe el número exacto de
las cuenta un narrador cuya identidad pisos o cuartos que lo componen; una
se va descubriendo con el tiempo, y el torre que es más grande por dentro que
cual decide por medio de particulari- por fuera, cuyos pasillos, pisos y puer-
dades tipográficas qué cosas pueden tas cambian de forma, decorado y lu-
escuchar los personajes de la novela y gar a placer. Como lo dice el narrador:
cuáles son reservadas sólo para el lec- “su número de pisos, si bien no es infi-
tor. Como su anterior novela Los escla- nito, sí es tan grande como para que
vos (2009), La torre y el jardín explora todavía, tantos años después de su fun-
temas relacionados con la manifestación dación, queden algunos que no se han
física y psicológica del poder, con el usado nunca, aún con sus puertas se-
sometimiento absoluto del ser amado. lladas por el equipo de construcción ori-
En este caso, las relaciones de poder no ginal”. Éste es el lugar en el que Chimal
sólo ocurren entre humanos, sino que decide establecer a sus personajes: por
éstas son también establecidas con ani- cierto, la arquitectura dramática que lo-
males de casi cualquier especie —de los gra le es muy favorable gracias a que las
elefantes a los piojos, pasando por pe- personalidades de éstos se combinan.
lícanos, gallinas, nutrias, gatos, koalas, Con ello me refiero a que no sólo el lu-
tigres, hormigas, focas, caracoles, or- gar es fantástico, sino que aquellos que
nitorrincos, sapos, caballos, cucarachas, dentro del lugar se desenvuelven —clien-
corderos y orangutanes entre muchos tes, visitantes y empleados— tienen ca-
otros—. Con toda claridad, la novela ex- racterísticas muy particulares. Kustos
plora el tema de la zoofilia y el bestialis- busca resolver un misterio para cuya
mo, pero siempre detrás de la trinchera, respuesta tal vez no esté preparado; Mo-
ya que el tema es el pretexto para apun- linar pende de un viejo recuerdo para
tar la mira hacia otros lugares. Desde recuperar algo que no sabe si es verdad
mi lectura, considero que detrás de di- o únicamente un sueño lejano; Isabel,
chos tópicos subyacen asuntos con ma- ya acostumbrada a toda clase de perver-
yor amplitud y simbolismos que, debido siones, dolores y deleites, maneja un ne-
al empleo de recursos en el texto, es- gocio herencia de su padre, don Emilio
186
LA VIGILIA DE LA ALDEA
—fiel empleado del Viejo Constantino, y que los personajes están de alguna
dueño original del lugar—; don Cruz, manera conscientes de que pueden dia-
arquitecto de lo fantástico y lo imposi- logar con el edificio: “Oiga, usted, quien
ble, hace un edificio que protege en sus sea…, sea lo que usted sea… Al rato
más recónditas entrañas un secreto des- venimos, ¿eh? Dígale a la señora Isabel
tinado a pocos elegidos. Es seductor que no vamos a hacer ningún destro-
que el edificio actúe también como un zo.” Por su parte, Molinar tiene su pro-
personaje más de la novela, pues de es- pia historia, es hijo de Ricardo Molinar,
ta manera funciona como un laberinto un antiguo encargado de hacer esque-
que complejiza la relación que los per- letos mecánicos para algunos animales
sonajes tienen como viajeros hacia tan en “El Brincadero”. Cuando Francisco
incierto destino. Como en todo laberin- es pequeño y busca a su padre dentro
to, los personajes buscan la salida, pero del edificio, se pierde y es hallado por
al mismo tiempo buscan el centro ocul- Isabel, quien para entonces también es
to, algo que no está fuera, algo para lo una niña. Ella decide mostrarle un se-
que no se necesita salir del caos sino creto y lo lleva al preciado jardín: de
internarse profundamente en él, con el ahí parte la búsqueda de tan enigmáti-
peligro de perderse en el camino: “Por- co espacio, de la sombra de un viejo re-
que el de la torre es el Incierto Prin- cuerdo según el cual algún día estuvo
cipio.” en un lugar que necesita reencontrar.
A Horacio Kustos, personaje central Los claros antagonistas de toda la no-
de la novela, “lo han llamado explora- vela son “el joven Constantino”, hijo
dor, periodista, viajero, naturalista, in- adoptivo del dueño del lugar y a quien
vestigador”, un hombre cuya búsqueda la zoofilia practicada en el edificio le pa-
nunca cesa, un héroe dispuesto a ma- rece una perversión, y su “socia” Edith
tar al Minotauro aunque le cueste la Barba, encargada de lo que juntos lla-
vida. Kustos encuentra un balance en man “el verdadero jardín”, un lugar en
su compañero de aventuras, Francisco el que realizan experimentos con seres
Molinar, proctólogo común y escépti- mecánicos parecidos a animales para los
co, que funciona como un escudero con que tienen un plan que de tan apoca-
el que el diálogo se mantiene por pági- líptico se torna un poco insensato. Nun-
nas enteras que revelan sólo lo necesa- ca se hace explícito, pero parece que el
rio. El resto de la narración lo lleva el joven Constantino y Edith Barba tienen
propio edificio con una voz omnipresen- también una relación íntima que sólo
te que puede ir de lo benevolente a lo queda esbozada en la novela: “Su nom-
violento en una cuantas líneas. Even- bre es Edith Barba y llegó a la torre ha-
tualmente nos enteremos de que Nata lla- ce más de diez años y cuando el joven
ma al edificio con el nombre de Zenhya Constantino se va ella se encierra en sus
187
habitaciones —le toca un piso entero, máximo secreto de “El Brincadero”, el
o tal vez más— y no permite que la vea cual ha sido confiado a muy pocos. Un
nadie.” lugar que don Cruz parece haber escon-
Otro particular elemento fantástico dido en los cimientos de tan fantástico
dentro de la novela es el “libro azul”, edificio para protegerlo, para enterrar-
especie de objeto mágico en poder de lo y negar el acceso a cualquier extraño
Isabel. La relación de la figura del libro que no pudiera lidiar con los secretos que
con el saber y el conocimiento es evi- tan paradisiaco lugar resguarda. El jar-
dente, así como su color, que en la tra- dín representa una especie de paraíso
dición simbólica representa la verdad, perdido, la tierra mejor, un principio
el intelecto, la sabiduría y la revelación femenino protector que nutre al que en
de los secretos. El libro es una especie de él se interna: “en el fondo sólo hay un
objeto infinito y única guía a través de los sitio, en todo el mundo, que nos permi-
innumerables vericuetos y pisos del edi- te hacer algo distinto que sólo huir para
ficio. Como lo dice la misma Isabel, re- siempre” —le dice Isabel a su padre en
firiéndose al contenido del libro: “Son una carta que tardó mucho en poder es-
indicaciones para que entendamos me- cribir refiriéndose claramente al jardín.
jor de lo que estamos haciendo.” El li- El propio Chimal ha dicho, en mu-
bro azul contiene el nombre de cada uno chas entrevistas sobre La torre y el jar-
de los pisos del edificio: “Abril es el dín, que tardó cerca de ocho años en
mes más cruel”; “Vivo sin vivir en mí”; escribir la novela. En esos ocho años,
“Dadme mi arco de oro ardiente”; “Si Chimal siguió desarrollando varios pro-
ves un monte de espuma”; “Y abando- yectos que seguramente nutrieron su
nar mi mano sobre tu hombro izquier- novela con tonos, parte del argumento,
do, y nada más”; o “He hecho de mí lo el propio personaje principal y, por qué
que no sabía”, entre muchos otros. Con no, algunas tramas secundarias que apa-
un poco de perspicacia y paciencia se recen en el libro. Por ello me atrevo a
puede deducir, o descubrir, que los nom- decir que algunas secciones menores de
bres de los pisos son versos de poemas la novela parecen eso, anécdotas o pe-
de autores como santa Teresa de Ávila, queños relatos separados del argumen-
T.S. Eliot, William Blake, José Martí, to central. Por ejemplo, la sección en
sor Juana Inés de la Cruz, William Sha- la que el joven Constantino y Edith Bar-
kespeare, Ramón López Velarde, Rai- ba muestran el “falso jardín” a Kustos:
ner María Rilke, Leonard Cohen, Marina es muy pequeña y queda casi aislada de
Tsvetáieva o Raymond Carver, entre otros la novela, a pesar de que podría fun-
tantos que dejo por descubrir al lector. cionar como un contrapeso con mucha
Contrapuesto al edificio encontramos, mayor fuerza a la “verdadera” finalidad
desde el título de la novela, “El jardín”: del edificio. Si bien en ese capítulo se
188
LA VIGILIA DE LA ALDEA
intenta una “moraleja” sobre la deshu- los que menos cambios padecen en sus
manización contemporánea, ésta se des- vidas al salir del edificio. En cambio,
dibuja entre tantas páginas. No se puede aquellos cuya búsqueda es interna, que
negar también que la novela contiene exploran la torre con un afán de encon-
excelentes digresiones que ayudan a en- trar sus secretos más celosamente guar-
tender a los personajes y sus historias dados, son aquellos que no podrán volver
personales, así como sus temores, de- al mundo “real” de la misma manera en
seos y obsesiones. La mayoría de ellas la que entraron. Aquí habrá que men-
funciona cumpliendo este propósito, pe- cionar la enorme capacidad de Chimal
ro me parece que una o dos no dan en para mantener una constante intriga
el blanco preciso. Por ejemplo el capí- urdida a lo largo de la novela, la cual,
tulo “Mente abierta”, en el que Isabel junto a refinadas descripciones de los
comparte algunos tragos y luego va a cuartos o el edificio entero, mantiene un
casa de un hombre que vive con dos pulso dramático constante que no estan-
mujeres, es difícil de conectar a la trama ca la lectura.
central del libro. Otro ejemplo sería el Encuentro también en la novela dos
episodio en el que unos narcotrafican- temas que funcionan como círculos con-
tes intentan usar de bodega el edificio, céntricos deliberadamente cargados de
el cual queda un poco sobrado ya que considerable significado. El primer tema
no se desarrolla y ni aporta mucho a la del que considero se desprende el se-
historia. Sucede algo parecido con la “so- gundo es la oposición existente desde
ciedad secreta de la torre” —“la única hace siglos entre “cultura y naturaleza”.
tarea de todos ellos, al margen de lo No podemos perder de vista que la idea
que ya debían hacer en el negocio, era de cultura es un concepto moderno que
cuidar el jardín”—, pero que aparecen tiene su propia historia, y ahora no es
en la trama a treinta páginas de que ter- lugar ni momento de comentar, pero sí
mine la novela y, por ello, su pertinen- habría que decir que la cultura se en-
cia decrece. tiende como un proceso dialéctico en
El de La torre y el jardín no es un donde su concepción más subjetiva cons-
mundo mágico simplemente, o un lugar tituye una acepción relativa a la educa-
donde pasan cosas extravagantes o fue- ción, el aprendizaje y una separación
ra de lo común, sino uno en donde lo axiológica de lo “natural”. Por otro la-
maravilloso toca la vida de los perso- do, la naturaleza se considera el estado
najes para transformarlos radicalmente. puro del mundo, en donde es necesaria
Pareciera que aquellos que entran a “El una transgresión —bíblica, mitológica o
Brincadero” con intenciones de satis- progresista— para que la cultura irrum-
facer algún deseo sexual con animales pa en el mundo natural e intente do-
son los personajes menos importantes, minarlo, subsumirlo y transformarlo.
189
Explicado el camino, puedo decir que El jardín el que representa la naturale-
en La torre y el jardín esta idea apare- za en esta dicotomía, pero no de manera
ce en el fondo de gran parte de su trama. simplista y falta de fuerza y argumentos.
El edificio protege en sus cimientos la En la iconografía pictórica los jardines
naturaleza, el paraíso impoluto, aquel siempre han representado la imagen
jardín edénico en el que los animales y idílica del mundo; a su vez, los árboles
las plantas no han sido colonizados y ex- —regularmente en su centro— represen-
plotados por el hombre. Por el contra- tan un eje conector con el mundo fe-
rio, el edificio encarna todo lo inverso: menino y protector, infundido de un
en él ocurre la mayor dominación sobre poder fertilizante para el nacimiento y
la naturaleza, se emplean animales para crecimiento de lo que en el mundo na-
uso, placer y hasta maltrato. Georges tural habita. En la novela de Chimal,
Bataille o René Girard estarían tal vez cuando finalmente los personajes lle-
de acuerdo en la pregunta: ¿qué mayor gan a “El jardín” en los cimientos del
sumisión y control que el sacrificio se- edificio, en efecto se encuentran con un
xual de una víctima propiciatoria? Por jardín edénico en el que detrás de una
ejemplo, en el falso jardín, donde Edith reja existen animales de los que es im-
Barba y el joven Constantino intentan posible distinguir especie: la naturaleza
reproducir máquinas que provoquen el libre, sin dominio ni clasificación algu-
fin de la especie humana, hay un letre- na. Ese mundo lo habitan también al-
ro que dice: LA FINALIDAD ES ARRANCAR LA gunos protohombres que no se distinguen
FLOR HUMANA. Kustos pregunta la razón como distintos o separados de la natu-
de dicho nombre, a lo que Edith Barba raleza, sino como parte de ella.
responde: “Éste debería ser el nombre Como ya lo anunciaba, considero que
del piso (…) Como usted sabe, la flor el otro tema que se desprende de esta
que queremos plantar es otra.” Barba y relación dominante con la naturaleza
el joven Constantino buscan un mundo es el de la zoofilia. Cuando terminé La
de absoluta “desnaturalización”, porque torre y el jardín, no pude evitar volver
la naturaleza es incontrolable, imprede- a ver Zoo (2007), un documental de Ro-
cible y por lo tanto indomable y peli- binson Devor en el que se cuenta la
grosa. Dice Barba: “Y todo puede ser muerte de un hombre por una peritoni-
muy rápido: limpiar la tierra entera, tis provocada al ser penetrado por un
dejarla sin plantas, animales, ni micro- caballo. Lo traigo a colación porque Chi-
bios (...) para que éstos, y señaló a las mal se vale de una estrategia narrativa
criaturas [completamente mecanizadas] y estilística que Devor emplea en su
del piso inferior, tengan el campo libre. documental, con las obvias diferencias
Para que pueda existir un mundo mejor.” al ser Zoo un documental y la otra una
Como ya se imaginará el lector, es fantasía. Ambos se alejan de la impre-
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LA VIGILIA DE LA ALDEA
sión fácil, de la descripción grotesca o cado que tienen muchos de los anima-
perversa para nutrir el morbo de su au- les que se mencionan en la trama. Los
diencia; no buscan el impacto sencillo animales son en la novela claros re-
que se grabe en la memoria sino un re- presentantes de la vida instintiva, de la
corrido que, sin obstáculos moralistas, fertilidad y la vida exuberante. Como
logre sortear el camino que un tema ta- lo plantea el diccionario de símbolos de
bú presenta. Lo que no puedo dejar de Cooper, “Cuando los animales se han
señalar es que algunas de las descrip- de sacrificar o domar en el mito y la
ciones de las prácticas zoofílicas o de leyenda, se simboliza el control de los
bestialismo son muy logradas, pero otras instintos del hombre”.
caen en lo romántico, otras más en lo La novela de Chimal recuerda en-
absurdo y las menos en un juego de in- tonces un viaje a lo desconocido, el ca-
ventiva casi gratuito. Pero, con mucho mino del héroe que decide buscar el
pulso, Chimal plantea que, quienes van tesoro y jamás perderlo o permitir su rui-
a “El Brincadero”, lo último que bus- na. Como lo dice Peter Sloterkijk: “A
can es una simple relación que satisfa- la conciencia humana se le plantea des-
ga sus instintos sexuales: buscan algo de el principio la elección entre el ca-
más, una relación más profunda que, mino corto y el camino largo, entre la
si bien pasa por el placer, lo supera. odisea y el paseo.” Así, los personajes
“Cómo es sabido, a un buen burdel no de Chimal eligen la odisea, eligen el ca-
se acude jamás para tener un coito, por- mino largo, aquel del que es difícil al-
que un coito puede lograrse en cual- canzar la meta. La torre y el jardín está
quier sitio, deprisa, simplemente con escrita y pide ser leída bajo el peligro
un poco de cautela o de abandono. No de olvidar el rumbo en sus entrañas, de
hace falta mayor esfuerzo ni cabe espe- nunca desdeñar el laberinto al que hay
rar mayor recompensa.” Me parece que que entrar dispuesto a perderse, a en-
el tema tiene también una resonancia contrar lo insignificante, lo grotesco, lo
importante: la idea de la naturaleza al impoluto, lo inasible y, sobre todo, lo fan-
servicio del hombre debido al signifi- tástico.
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