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Porqué algunas personas, niños o adultos, logran salir adelante después de haber sufrido situaciones
adversas, traumatismos y amenazas graves contra su salud y su desarrollo en tanto otras quedan
seriamente afectadas para el resto de sus vidas?. Hace dos décadas esta pregunta produjo un cambio
radical en la manera de encarar las repercusiones personales y sociales que sufren los seres
humanos después de una crisis severa. Mas que una nueva forma de tratar el llamado estrés
postraumático, se trata de una mirada distinta acerca de la manera en que los diferentes seres
humanos afrontan las posibles causas de ese estrés: malas condiciones y vejaciones en la familia,
reclusión en campos de prisioneros, situaciones de crisis, como las causadas por la viudez o el
divorcio, las grandes pérdidas económicas o de cualquier otra índole.
En lugar de preguntarse por las causas de la patología física o espiritual que esas catástrofes
generan, el nuevo punto de vista supone indagar de qué condiciones está dotada esa minoría; porqué
y de qué manera logra escapar a los males propios de los llamados “grupos de riesgo”. De los
núcleos más expuestos se comenzó a trabajar con chicos de la calle y, dentro de ellos, con una
minoría libre de las patologías a las que la teoría y las estadísticas parecían condenarlos fatalmente
–alcoholismo, delincuencia, adicción a las drogas, etc.-. para convertirse, en cambio, en seres
predispuestos a llevar una vida de proyectos y realizaciones en personas integradas y normales.
Este fenómeno denominado “resiliencia”, es hoy objeto del creciente interés por parte educadores,
psicoterapeutas y sociólogos. Se apunta a las potencialidades del sujeto (aquello que puede hacer
bien) que a un pronostico que lo condena por sus “fallas de origen” y al que sólo se puede ayudar
rescatándolo de lo que hace mal.
3) El autosostén. Se puede resumir como un mensaje que la persona elabora para sí misma. “Yo sé
que esto me va a pasar”, se dice ante un mal trance. O sea:”Me quiero, confío en mí, me puedo
sostener en la vida”.
APRENDER DIVIRTIENDOSE
“La novedad que aporta la idea de resiliencia, corrobora la doctora Maria Cristina Chardon, que
investiga actualmente el tema de educación y salud, es que se dicta cursos a maestros y expertos en
pedagogía para que enseñen a vivir de otra manera. Es curioso que actualmente los docentes
consulten ahora como transmitir el sentido del humor, el gusto por el juego.”
La Resiliencia es más que resistir a los embates, al temor a los riesgos, es tomar cada circunstancia
adversa como un desafío que pone a prueba todas las potencialidades de un individuo. Reemplaza el
temor a no poder por el aliciente de pasar airosamente cada prueba. Toma ese reto como una
diversión, no como una desgracia que lleva a la consabida frase “Eso tenia que pasarme a mí”,
pasando por alto que a cualquiera le puede pasar de todo. El sentido de resiliencia ayuda a “abrir la
puerta para ir a jugar”. Vivir, como dice Leopoldo Marechal: “Con ese estricto sonido del juego que
suele hacer de la pena la rosa”.
Esta idea de diversión, bien entendida, se extiende a la escuela, a la hora de clase y a hacer la tarea.
Enseñar y aprender con una sonrisa no ha sido tomado hasta ahora como algo compatible con el
estudio tradicional, por algo llamado “serio”. Hay en la adquisición de conocimiento un goce que
suele ser robado al aula. Lo que el cambio de actitud intenta es evitar el estrés que con frecuencia
produce la escuela cuando es vivida como un riesgo y una amenaza (“¿Y sí me aplazan?”; “¿ Si me
llaman hoy a dar la lección?”; “¿Cómo me fue- o me irá- en la prueba escrita?”). ¡Cuantos adultos
han incorporado en su personalidad ese temor al fracaso escolar que muchas veces es responsable
de posteriores frustraciones! Resaltar las aptitudes del alumno sin hacer incapié sus carencias es
tema de estudios actualmente de la doctora Chardón. Otro aspecto de la capacidad resiliente llevada
al campo de la educación y la salud.
UN POCO DE HISTORIA
En 1982 dos investigadores norteamericanos que trabajaron en una localidad de Hawai, siguiendo la
evolución de 505 individuos desde su etapa prenatal(1955) hasta su adulto, o sea 32 años. Buena
parte de esos sujetos se crió en hogares sometidos al estrés de la miseria, la mala relación ebtre los
padres, el acoholismo y los abusos. A pesar de esas condiciones se observó que cerca de la tercera
parte de esos niños llegaban a adultos bien estructurados moralmente y con una visión optimista
acerca de su porvenir.
Se hablo primero de chicos invulnerables por causas que se consideraron genéticas. El afecto
recibido era siempre la clave de esas excepciones afortunadas. De allí surgió la necesidad de pasar
de la idea de invulnerabilidad a la de resiliente, aplicada al ser humano capaz de generar sus propios
recursos para salir fortalecido de situaciones que no son tomadas como la fatalidad de un destino
sino como un desafío que alecciona y estimula.