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ABC 22 -2-2011.

Columnas / HAY MOTIVO

Justicia tuerta
http://www.abcdesevilla.es/20110222/opinion-colaboraciones/abcp-justicia-tuerta-
20110222.html

La corrupción en España se entiende como un mal menor. Poca cosa


siempre que el fulano tenga el carné del PSOE

TOMÁS CUESTA
Día 22/02/2011

ASÍ como hay cineastas absolutamente convencidos de que todas las dictaduras son de
derechas porque la izquierda es incapaz del más mínimo desmán, existe una categoría
de magistrados y fiscales en todas las instancias de la judicatura cuya argamasa es la
creencia de que la corrupción es un fenómeno intrínsecamente de derechas, sin vuelta de
hoja, redención o revisión posible. Para ellos, el trinque y el trile son excepciones en la
izquierda y aspectos muy generalizados en la derecha, a cuyo cobijo, sostienen, se roba
a manos llenas, sin pudor ni recato. Según esta corriente neozurda, casos como los eres
andaluces, los chanchullos extremeños o los tejemanejes catalanes no entran en el
capazo de la corrupción política, puesto que o son confirmaciones de la regla principal
(la izquierda no roba, redistribuye) o bien montajes de la derecha política, mediática o
sociológica. Maniobras, campañas y libelos que cuestionan patrimonios cristalinos,
honras impolutas y trayectorias impecables. A la contra, la derecha es sospechosa por
definición y por defecto. Tanto da que en el mapa de la corrupción en España la
mayoría de los escándalos se correspondan con el área de influencia del PSOE y los
nacionalismos.

Pese al peso de las pruebas, a pesar de las evidencias y contra la lógica misma de la
Justicia, tanto en Cataluña como en Andalucía jueces y fiscales, salvo honrosas
excepciones, se afanan en cribar las denuncias y tramitarlas por la vía del archivo,
papelera o dilación. A estas alturas, interesa poco el mercadeo sevillano y aún menos el
caso Palau o aquello de la operación Pretoria (con Prenafeta y Alavedra en papeles
estelares), un ejemplo esférico de componenda transversal mediante la cual
convergentes y tripartitos no conocen ni sus diferencias ni sus límites a la hora de hozar
en los caudales públicos, hermanados por la patria y por un particular sentido de la
redistribución de las rentas que el refranero doméstico acota en la sentencia de que el
que parte y reparte se lleva la mayor y la mejor parte. Ni que decir tiene que los choros
de la izquierda, que haberlos haylos y en abundancia, cuentan con una generosa
aplicación de la presunción de inocencia que consiste en que ni condenados son
culpables. Pelillos a la mar. Nada que ver con los casos de corrupción de derechas, una
de cuyas singularidades es la alarma social, lo que se sustancia en que resulta a todas
luces más grave dotarse de un fondo de armario que de un fondo de reptiles o andar por
los bares dando el «queo» a la Eta, lo que es otra forma de corrupción, la moral, menos
vistosa pero más consistente, de largo alcance y complejo seguimiento judicial.

Entre el doble rasero y el cambio de la venda de la Justicia por un parche pirata, la


corrupción en España se entiende como un mal menor, una cuota inevitable del sistema,
un viejo hábito de la derechona, un residuo literario de la tradición picaresca. Poca cosa
siempre que el fulano tenga el carné del PSOE o del sindicato.

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