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Retorno a la comunidad (el “mandar obedeciendo” por un vivir sustentable)

Gualberto Díaz González

Verónica Caraza Madrid

Resumen

Desde la perspectiva de larga duración histórica, el levantamiento neozapatista de


Chiapas que irrumpió el 1 de enero de 1994 se inscribe en el marco de la historia de
resistencia de los pueblos indígenas de México desde la Conquista española hasta el día
de hoy: representa una lucha contra la explotación económica, social y cultural del
capitalismo. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se inspira en el
zapatismo histórico de 1910 (defensa de la tierra, autonomía cultural), pero con distintas
estrategias de lucha (la palabra y el Internet) para exigir “libertad, democracia, justicia y
paz con dignidad”, por “un mundo donde quepan muchos mundos”. Bajo el concepto
del “mandar obedeciendo”, contrario al mando vertical de la lógica capitalista, del
dinero y del poder, proponen el consenso comunitario, la asamblea como máxima
instancia del poder comunal. Al cabo de 15 años se ha afianzado como un movimiento
social antisistémico que lucha contra la expoliación de los trabajadores y la negación de
los derechos humanos que genera el sistema-mundo capitalista. A esta novedosa forma
de hacer política “desde abajo”, se adhieren grupos, comunidades y pueblos de
resistencia antisistémica en México y el mundo. Ante el fracaso del desarrollo
capitalista, depredador de toda forma de vida en el planeta, los zapatistas mayas,
afianzados en la sabiduría de sus antepasados, nos proponen el camino que caminan: el
futuro del mundo tiene que sustentable.

El Estado de Chiapas, México, es una zona estratégica por sus recursos naturales, hecho
que en las últimas décadas ha inducido a las administraciones políticas a la inversión en
infraestructura, sin compartir los beneficios producidos con la población del Estado, en
particular con los indígenas, cuya población en el estado constituye la tercera parte

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(Tzotziles, Tzeltales, Choles y Tojolabales), concentrados sobre todo en la zona de Los
Altos y en las Cañadas de la Selva Lacandona.

Por este motivo, Chiapas sigue siendo uno de los Estados que presenta los
índices de pobreza más elevados de la República, caracterizándose por un alto nivel de
desigualdad social. Por ejemplo, cerca de 2000 ejidos y comunidades se reparten poco
más de la mitad de la superficie agrícola del Estado, mientras que las mejores tierras son
acaparadas por finqueros y ganaderos pertenecientes a una oligarquía heredera del
pasado colonial y del siglo XIX que la Revolución no desmanteló y que, en el transcurso
de los años, se ha consolidado apoyándose en las fuerzas represivas del Estado y
recurriendo impunemente a grupos paramilitares.

Liberación en la selva.

La Teología de la Liberación, bajo el auxilio de las ciencias sociales y buscando un


análisis crítico de la realidad bajo la reflexión católica, tiene como premisa la salvación
de Cristo no en el más allá, sino en la historia humana, en la lucha por una sociedad
más justa, un compromiso con la transformación de la realidad, una “teología política”,
iluminadora en los problemas concretos, también una teología misional en el mundo
indígena que insiste en el realismo de la reencarnación sociocultural, igual a la de
Cristo.

De acuerdo a lo establecido en el Concilio Vaticano II, el cristianismo debía


“adaptarse” a los moldes de la cultura indígena creando una iglesia autóctona. La
maduración de la visión socio-religiosa de Samuel Ruiz se dio con la participación a la
Conferencia de Medellín (1973) cuyos temas, cristianismo y justicia en América Latina,
enfocaron su análisis sobre la situación de los indios y de las minorías que vivían en el
continente. Se consideró necesaria la emancipación del indígena en el respeto de sus
derechos culturales y sociales, buscando la desaparición del indio en cuanto ser vencido
y colonizado. Y fue así como se comenzó a cuestionar la teología llegada de Europa con
la colonización española, buscando sustituirla por una teología “concreta” que se
inspiraba en la iluminación de la fe para la problemática real del hombre
latinoamericano.

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El Obispado de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, guiado por don Samuel
Ruiz, en los años 70 fue el eje alrededor del cual se desarrollaron los movimientos de
resistencia indígena. Samuel Ruiz comprendió que los indios eran producto de una
injusticia social y de un colonialismo interno, por lo que se necesario encontrar en las
entrañas de la cultura mesoamericana los mecanismos que les sirvieran para poder
relacionarse mejor con una sociedad de consumo; percibió además que la educación
elemental era necesaria para que hicieran conciencia de su identidad cultural y de sus
problemas históricos.

En 1974 se organizó en San Cristóbal el Primer Congreso Indígena de Chiapas,


bajo los auspicios de la diócesis de San Cristóbal bajo el mando de Samuel Ruiz, en el
cual participaron dos mil delegados representantes de mil comunidades. Durante las
conferencias del congreso, todas en lengua indígena, se trataron los siguientes temas:
tierra, salud, educación y comercio. Para la cuestión de la tierra se estableció un
objetivo a corto plazo: “despertar la conciencia proletaria de nosotros” para poner las
bases de otro objetivo: “el cambio del actual sistema hacia una sociedad en que no haya
propiedad privada de los medios de producción” (TELLO, 1998: 59). El congreso
potenció la creación de un movimiento indígena, poniendo en contacto las
organizaciones ya existentes alrededor de la Diócesis, la cual consideraba necesario
apoyar a los indígenas en su lucha por la libertad.

Nace el EZLZ.

En 1972 el Presidente Luis Echeverría promulgó el Decreto de la Comunidad


Lacandona, por medio del cual se asignaron 614.321 hectáreas a sesenta y seis familias
lacandonas negando los derechos de cuatro mil familias Choles y Tzetzales que vivían
en la misma zona. En virtud de este decreto, treinta y siete comunidades fueron
amenazadas de desalojo, a pesar de tener la posesión real y legal de las tierras. La nueva
presión del Gobierno sobre las comunidades funcionó como catalizador para que éstas
se movilizaran en la defensa de sus tierras.

En 1978 la situación de las comunidades empeoró por el decreto del Presidente


José López Portillo que instituyó la Reserva Integral de la Biosfera de Montes Azules,

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lo que provocó la reubicación de varias comunidades y la represión de las que se
resistieron al desplazamiento en 1979.

Por ese entonces en Chiapas empiezan a ser activas las Fuerzas de Liberación
Nacional (FLN), un grupo de inspiración marxista revolucionario que nació a finales de
los años 60. Las FLN, hasta aquel entonces, habían operado sobre todo en ambiente
urbano, cambiando su estrategia como resultado de la represión sufrida en los años 70,
la guerra sucia, sus células se había dispersado por la nación, llegando a Chiapas con la
intención de fundar el Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata que impulsara una
revolución anti-burguesa y crear un estado socialista.

En los 80s del siglo pasado las FLN comenzaron su labor de concientización de
los grupos indígenas, concentrándose en la comunidad de San Andrés Larráinzar, en los
Altos. Y en 1983 se abrió uno de los períodos más duros de la historia de Chiapas, a
causa de la política de represión llevada a cabo por el Gobierno del Estado, guiado por
el General Absalón Castellanos, quien procedió a la militarización de la región. En este
año, las FLN penetraron en las Cañadas para emprender su labor política y militar. En
octubre de ese año nace el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Con el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, la situación se exacerbó a causa de


la reforma al Artículo 27 de la Constitución Mexicana en 1992 y a la negociación del
Tratado de Libre Comercio con América del norte. Esto provocó una perdida de tierras
cultivables a disposición de las comunidades indígenas, obligando muchos campesinos
a emigrar hacia las grandes ciudades; muchos de los que decidieron quedarse pasaron a
engrosar las filas de la resistencia clandestina, se produjeron numerosas
manifestaciones populares de protesta contra la represión política, el TLC y la reforma al
27.

En 1993 los rumores de una inminente guerrilla se difunden por todo el Estado y
el Ejército Mexicano aumenta sus actividades de control en la zona de la Selva y de las
Cañadas; en ese momento se produce accidentalmente el primer enfrentamiento entre
núcleos guerrilleros y batallones del Ejército Mexicano, lo que provoca un cambio de
estrategia en los zapatistas acelerando sus planes de insurrección que explotarán con el
levantamiento del 1 de enero de 1994.

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La Teología de la Liberación impactó en la población indígena campesina; la
presencia de grupos de inspiración marxista que desde los años setenta consideran los
territorios chiapanecos de los Altos y de las Cañadas como base territorial para una
revolución nacional; la formación de grupos de resistencia indígena que, a lo largo de
los años, han unido sus esfuerzos y fusionado su ideología dando vida en 1983, al EZLN,
un movimiento inspirado en el zapatismo histórico, pero diferente por la utilización de
novedosas y posmodernas estrategias de lucha, como el Internet, un “movimiento
social” de “nuevo tipo”, antisistémico, que asume consciente el vínculo de su lucha con
la lógica global del sistema-mundo capitalista, un movimiento “de resistencia con
implicaciones y con significados globales” cuya lucha “es parte de una lucha que está
en Chiapas, lo mismo que en México, en América Latina y en todo el mundo…”
(AGUIRRE R, 2001: 30).

Los Acuerdos del San Andrés fueron firmados por el EZLN y el gobierno
federal el 16 de febrero de 1996, y establecían el reconocimiento de los pueblos
indígenas, su libre autodeterminación; ampliar representación política (local y
nacional); garantizar acceso pleno a la justicia; promover sus manifestaciones
culturales; asegurar la educación y la capacitación; garantizar la satisfacción de las
necesidades básicas; impulsar la producción y el empleo.

Características del movimiento neozapatista.

La insurrección neozapatista es una guerra posterior a la caída del muro de Berlín, los
símbolos importan más que las armas, la comunicación juega un papel estratégico, así
como la correlación de fuerzas. Su impacto mediático contribuyó al re-encantamiento
del mundo, anclando la raíz de su lucha en una sociedad indígena, cuya destrucción y
esclavización fueron contemporáneas a la invención de la modernidad, hace más de
cinco siglos.

El levantamiento zapatista se inscribe en la serie de movimientos de liberación


indígena surgidos en América Latina en las últimas tres décadas: 1990, levantamiento
indígena en la sierra de Ecuador; el Katarismo boliviano, el Consejo Regional Indígena
en Colombia; 1992, Rigoberto Menchú obtiene el premio Nóbel de la paz.

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Pueblos indios mayas con demandas universales, vinculados a la lógica global
del sistema-mundo capitalista, “muestran cuáles son las características actuales del
inacabamiento de la Conquista” (ECHEVERRÍA, 2001: 78). O como dice Castells: “un
movimiento campesino indio de los excluidos en lucha por la democracia, en nombre de
los derechos constitucionales, vía internet y los medios de comunicación de masas,
muestra la profundidad de la transformación de las sendas de liberación en América
Latina” (CASTELLS, 2003: 106). Así, el neozapatista se rehúsa a ser tratada como un
problema local o regional, pues cuestiona los preceptos políticos e intelectuales que hoy
son fundamentales en las sociedades modernas, la autodeterminación del individuo
como sujeto.

El grito de dignidad que sale desde las montañas del sureste de mexicano, no
contempla la toma de poder como objetivo de lucha, por lo que se distancia de los
movimientos marxistas-leninistas. Su objetivo va encaminado a la invención de una
democracia abierta a la participación de todos los actores sociales, tomando en cuenta
exigencias éticas y afirmaciones de identidad. El movimiento pone en el centro del
debate al indígena como imagen universalista de la modernidad: el indígena como actor
central. El sentido del neozapatismo proviene de un sector social y cultural (étnico) que
con un levantamiento armado se proyecta en la escena política nacional e internacional,
al ver agotadas todas las vías para ser escuchadas sus aspiraciones y sus demandas. Un
movimiento armado que intenta construir un movimiento político y civil para alcanzar
una democracia nacional y una sociedad de sujetos, individuales y colectivos, que se
reconozcan y se respeten en su diversidad, luchando por “un mundo donde quepan
muchos mundos”, demandando: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación,
independencia, libertad, democracia, justicia y paz con dignidad.

Primera guerrilla informacional con una habilidad para comunicarse con el


mundo: textos bien construidos y puestas en escena. “Como un auténtico fenómeno de
la posmodernidad, el EZLN disparó la diversidad, la multiplicidad, la imaginación, la
creatividad” (GALINDO, 2006: 39)

El neozapatista se quiere mexicano pero sin dejar de ser indígena, quiere ser
reconocido y escuchado. Abandera una palabra que viene caminando desde lo profundo
de la historia y que tiene su fuente en la memoria colectiva de los pueblos indios de
México. “No morirá la flor de la palabra” (EZLN, 1998: 87). Es universal, no a pesar de

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su identidad, sino a causa de ésta. Indios insurgentes que manejan a su modo lo
universal y que se expresan y actúan de otra manera. Se trata de personas y de pueblos
que si “no salen de indios es porque no les da la gana. Exigen ser respetados en su
identidad de indios...” (GONZÁLEZ C, 2006: 31-40).

Desde 1994 los zapatistas se constituyeron en el movimiento social más


avanzado de México, de América Latina y el mundo entero.

Comunidad, las Juntas de Buen Gobierno.

La crisis del actual sistema-mundo capitalista se agudiza. La idea racionalista de ver en


la naturaleza una fuente inagotable de recursos, ha llevado a someterla a los caprichos
del ser humano, a explotarla indiscriminadamente y reducirla a un mero instrumento,
símbolo de progreso. El individualismo de las sociedades racionales, hace que la
persona “participe cada vez menos en las decisiones públicas (…) su vida se reduce
cada vez más al papel de despreocupado consumidor que el sistema le otorga” y, aunque
el individualismo reconoce al individuo como persona y el liberalismo dio lugar a la
promulgación de los derechos humanos, también creó a la persona privada que defiende
su derechos y sus propiedades frente a lo comunitario; la sociedad ha dejado de ser un
espacio de concierto para convertirse en un mercado donde compiten los intereses
particulares (VILLORO, 1992: 98). La crisis del sistema, su fin inevitable, abre la
posibilidad al nacimiento de inventar otro mundo cuyo éxito depende de una
racionalidad más elevada que logre colocar al ser humano como parte integral y
armónica con el todo: no a la dominación y exclusión de los otros; no a la dominación
de la naturaleza, sino a la convivencia con ella, ya que “la naturaleza necesita del
hombre para serle grata, pero el hombre depende de la naturaleza para ser hombre”
(VILLORO, 1992: 107). Se trata de utilizar la razón y la técnica para reparar el desastre
ocasionado por la razón y la técnica.

Dice John Holloway que existen dos formas de entender el zapatismo, una es
términos de lo mediático, de los comunicados y la figura de Marco, y “la otra forma de
entender el movimiento es en términos del proceso mucho menos visible de
transformación de las relaciones sociales a través del trabajo cotidiano, a través de las

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Juntas de Buen Gobierno, a través de las luchas de todos los días de miles y miles de
campesinos” (2008: 4).

En agosto de 2003, el movimiento zapatista da un paso importante en el ejercicio


de su autonomía con la creación de Los Caracoles, que significan el traspaso del poder
de EZLN a las comunidades bases de apoyo, la concreción de un autogobierno.
Reivindicando el significado del calpulleque (institución indígena cuya función es
vigilar, defender y repartir las tierras comunitarias y guiar políticamente a la
comunidad), en palabras del comandante Javier, los caracoles "abren nuevas
posibilidades de resistencia y de autonomía de los pueblos indígenas de México y del
mundo, una resistencia que incluye a todos los sectores sociales que luchan por la
democracia, la libertad y la justicia para todos" (CASANOVA C., 2006: 40).

Caracol Madre de los Caracoles del Mar de Nuestros Sueños, conocido como
Caracol de La Realidad, que abarca los municipios San Pedro de Michoacán, Libertad
de los Pueblos Mayas, General Emiliano Zapata y Tierra y Libertad. Y otros cuatro
Caracoles tienen su sede en las comunidades de La Garrucha (zona selva Tzeltal),
Roberto Barrios, zona Norte), Oventic (zona de Los Altos) y Morelia (zona Tzots Choj).
La cultura es la organización del sentido interiorizado en esquemas y
representaciones sociales compartidas y objetivadas en formas simbólicas (telaraña de
significados) y se produce en contextos históricos específicos (JIMÉNEZ, 1998: 34). Si
la cultura es adaptarse a la sociedad, también la cultura “desafía la realidad”, pide
significación, justicia, libertad y bondad, individual y colectiva, al cuestionar, irrumpir,
trascender el presente inmediato: “la cultura es un modo de la praxis humana en el cual
el conocimiento y el interés son uno” (BAUMAN, 2003: 260). Y si la libertad de acción
y la praxis es un atributo de la comunidad al “trascender el orden natural o naturalizado”
y “crear órdenes nuevos y diferentes” (BAUNAM, 1999: 33), entonces en las
comunidades indígenas zapatistas se gesta ese orden nuevo y diferente al ejercer una
autonomía cultural que pone en práctica un gobierno democrático entendido como “el
mandar obedeciendo”, donde los puestos de gobierno son servicios desinteresados y que
todo individuo está obligado a participar; los funcionarios ocupan una función por
tiempo limitado sin goce de sueldo y las decisiones son tomadas en asambleas. En estas
Juntas de Buen Gobierno (JBG), cada miembro de la comunidad es un actor social que
asume la responsabilidad de sí mismo y de los demás; “la supeditación del beneficio
individual a un fin común: para todos todo, para nosotros nada” (VILLORO, 2003:30).

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En las JBG se practica una alta racionalidad que no pretende volver al pasado en donde
la suerte de las personas dependía de una voluntad divina, tampoco a la democracia en
la que se vive sujeto a la acción de quienes ejercen el poder del Estado, sino un mandar
obedeciendo, que significa reciprocidad de servicios y obligaciones entre quienes
mandan y quienes obedecen.

En estas comunidades, la tierra no es una mercancía sino un bien común, el


trabajo es colectivo y las decisiones son tomadas en asambleas: “todos toman la
palabra y discuten: al final de la discusión un anciano interpreta y resume la decisión a
que se ha llegado. Anuncia: nosotros pensamos y decidimos… Se ha logrado un
consenso expresado por la palabra nosotros” (VILLORO, 2003: 30).

El planteamiento autonómico de los caracoles zapatistas es antisistémico en la


medida que la creación de municipios autónomos rebeldes rompe con la lógica
capitalista y fortalece la resistencia de los pueblos y su capacidad de reproducir un
sistema alternativo: “Más que una ideología del poder de los pueblos-gobiernos, los
caracoles construyen y expresan una cultura del poder que surge de quinientos años de
resistencia de los pueblos indios de América, y que se inserta en la cultura universal
para la construcción de un mundo tan variado como el que implica cualquier alternativa
multinacional, multicultural” (CASANOVA C., 2006: 41 ).

Cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede (Caracol de Oventik).

Las mujeres al interior de las comunidades indígenas libran una doble lucha: al exterior,
junto a los hombres, combinan las demandas de redistribución económica con las de
reconocimiento y no exclusión; y al interior, como mujeres indígenas zapatistas,
“luchan por poder heredar la tierra, cobrar iguales salarios, y por no ser discriminadas
como seres simbólicamente inferiores a los hombres” (ROVIRA, 2009: 59).

La Mayor Insurgente Ana María estaba a cargo de la tropa que tomó San
Cristóbal de las Casas el 1 de enero de 1994; la Comandanta Ramona participó en las
mesas de negociación con el gobierno a partir de febrero de ese mismo año y es un
símbolo de lucha dentro del movimiento; la Comandanta Esther tomó la palabra ante el
Congreso de la Unión en 2001. La participación de las mujeres indígenas en cargos de
responsabilidad armada del EZLN y en la organización civil de las comunidades,

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además de la Ley Revolucionaria de las Mujeres dada a conocer desde 1994, ha
generado expectativa, pero sobre todo un replanteamiento indigenista y feminista.

Según Giomar Rovira, “las ONGs de mujeres mexicanas y extranjeras han


llevado –a Chiapas- proyectos dirigidos a las mujeres indígenas y han cuestionado su
propio papel” (Rovira, 2009: 60). Colectivos de mujeres migrantes en España, de
mujeres maltratadas, prostitutas y amas de casa de Londres y Estados Unidos, de
pedagogas y psicólogas dominicanas, peruanas y argentinas; revistas dirigidas por
mujeres como Marie Claire de Francia o Debate Feminista, dirigido por Marta Lamas
en México, han publicado manifiestos y reportajes sobre las mujeres indígenas
zapatistas, pero también han reivindicado la participación de las mujeres de todo el
mundo en la lucha contra la dominación masculina del capitalismo.

Hacer política a contrapelo, la Otra Campaña.

Las identidades colectivas surgen de un proceso social donde los actores interactúan,
discuten, negocian, toman decisiones, se organizan, se representan en líderes, utilizan
medios de comunicación y tejen una red de relaciones, pues lo medular en un
movimiento social es la transformación de una figura de sujeto en actor social bajo una
apuesta cultural que plantee una afirmación más que una impugnación, construir una
identidad colectiva con la “capacidad de diferenciarse de su entorno, definir sus propios
límites, situarse en el interior de un campo para mantener en el tiempo el sentido de tal
diferencia y delimitación” (TURAINE, 2003: 231). Los movimientos societales de los
años 60s del siglo pasado, por ejemplo, se caracterizaron por una apuesta cultural y
democrática donde la lucha por el poder era esencial, someterse a la autoridad de una
ideología y a una estrategia política.

Para Immanuel Wallerstein, el “movimiento social” nace en el Siglo XIX con la


Revolución Francesa, donde se asienta la base ideológica del mundo moderno
occidental: libertad, fraternidad, igualdad; laicidad, legitimidad social, soberanía,
nacionalidad; lo político organizado con base proletaria en pos de la conquista del
Estado. Pero es la Comuna de París (1871) donde se da el debate crucial entre
Proudhonianos (luchar fuera de las relaciones capitalistas), Anarquistas ( destruir al
Estado) y Marxistas (empresa de conquista del Estado). La cuestión, entonces, era:

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cómo transformar el mundo. Los marxistas estaban claros que la burguesía no permitiría
la supresión del capitalismo por la vía electoral, por lo que el reto consistía en cómo
lograr una evolución gradual al socialismo a través de un partido clandestino de cuadros
o por medio de una masa organizada legalmente: confrontación radical o vía
institucional.

Así se desarrollan los movimientos sociales en los “tres mundos”: en el occidente


industrializado surge en el siglo XIX la Socialdemocracia; en los países socialistas la
Tercera Internacional libra una lucha anticapitalista; y en la periferia, tercer mundo, los
movimientos nacionales libran luchas antiimperialistas en nombre de una
autodeterminación cultural. Y en los tres casos se conquistó de alguna manera el poder
del estado: se movilizaron a las masas, obreros, y se consiguió un Estado de Bienestar
(liberales y conservadores); el modelo marxista leninista se propuso la socialización de
los medios de producción; y en la época de la descolonización se buscó nacionalizar el
aparato estatal.

Pero lo que no se consiguió en ninguno de los casos, insiste Wallerstein, es dar el


siguiente paso, el más importante, transformar el mundo. Hasta ahora no se ha logrado
una verdadera transformación social, porque los progresos no han eliminado las
desigualdades, continúan las diferencias abismales de los de “arriba” y los de “abajo”,
las libertades son reducidas y su disfrute es abismalmente desigual. Sigue pendiente la
transformación del mundo, por lo que un movimiento social antisistémico debe platear
que “ni la libertad ni la igualdad pueden ser realidad dentro del sistema existente, y que
por lo tanto es necesario transformar completamente el mundo para que exista esa
libertad y esa igualdad” (WALLERSTEIN, 2008: 67).

1968 fue un año axial para el rumbo que tomarían los nuevos movimientos
sociales, quienes reclamaban a los antiguos movimientos que habían llegado al poder
pero no habían cambiado el mundo, pues sólo se consiguieron conquistas parciales. Y el
debate se dirige a evaluar la toma del poder como método para transformar el mundo.
Desde el 68 se perfilaron por lo menos tres líneas de lo que serían los nuevos
movimientos antisistémicos: 1) de impugnación y contestatarios, una “contracultura”
contra la sociedad de consumo; 2) en contra los nuevos privilegiados: la burocracia o
los cuadros del partido; 3) crítica al proceso civilizador de Occidente, la teología de la
Liberación en América Latina (WALLERSTEIN, 2008: 70).

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Los nuevos movimientos antisistémicos dicen: “Ya basta”, no hay que sacrificar
el presente en aras de un futuro incierto, es indispensable nuevas estrategias y redefinir
los objetivos a mediano y largo plazo. Y contemplar el aspecto difuso del poder, la
conquista del Estado no es la clave, existen otros espacios de poder como las
instituciones, los mass media, la escuela, la casa, la calle... Como dijera Foucault, el
poder se ejerce. Y entre los objetivos y tareas que se plantean los nuevos movimientos
antisistémicos son la repolitización de las bases, repensar el tipo de organización
interna, construir espacios libres para la discusión colectiva bajo un nuevo sistema de
conceptos, el regreso a la asamblea, acabar con la idea de homogeneización del mundo,
prepararse para un proceso de lucha de larga duración, la desghetización de los
movimientos y, sobre todo, que la transformación antisistémica exige alianzas y el
retorno a la comunidad, porque si visualizamos la historia del movimiento
anticapitalista existen dos tendencias, la Estado-céntrica (tomar el poder) y la comuna
(organización en asambleas), y en los años que corren estamos viendo la expansión de
la tendencia asambleísta, rechazo al partidismo, más marcadamente
después de la caída de la Unión Soviética: altermundismo, diversidad
cultural… zapatismo mexicano.

Así, en medio de la crisis social por la que atraviesa el México de hoy, con una
clase política alejada cada vez más de los problemas de la gente, surge la iniciativa del
EZLN llamada La Otra Campaña, cuyo recorrido por el país el 1 de enero de 2006, a
contrapelo de las campañas presidenciales. Esta nueva iniciativa neozapatista intenta
evitar el estallido social dándole “otro cause, pacífico, organizado, y dirigido racional y
sensatamente hacia la construcción de otro país y otro sistema” (AGUIRRE R., 2006: 22).

La sociedad civil es la participación de los ciudadanos en la vida pública, es el


actor social que analiza, se organiza, confronta: el sujeto habla por sí mismo. La Otra
Campaña se presenta como de izquierda, con otra lógica distinta a la del sistema
capitalista (acumulación de capital y obtención de la mayor ganancia), alternativa y
antisistémica, dirigida ha la transformación radical, eliminando las relaciones de
explotación, despotismo y discriminación. Pretende ser la voz de las clases y grupos
subalternos, para concebir y ejercitar la política bajo el principio del que manda, mande
obedeciendo, tejer una red de rebeldía de abajo y a la izquierda, articular el abanico de
resistencias y rebeldías que reivindiquen al conjunto de las clases subalternas, uniendo
demandas de la lucha indígena (contra el racismo y la discriminación), con la lucha por

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el derecho a la diferencia y la diversidad sexual, de género, estudiantiles;
antiimperialistas, altermundistas... que apele a favor de los liderazgos colectivos, para
ejercer una democracia directa, concebida como el autogobierno del pueblo, donde
todos se manifiesten sobre todo.

“Los zapatistas buscamos unir nuestra lucha con todas las luchas justas que
realizan las sociedades civiles en México y el mundo, unir las fuerzas de todos, para
detener el avance del sistema económico neoliberal que está destruyendo a la
humanidad” (Mujer zapatista).

Así, “los “indios –dice Pablo González Casanova- se compenetran de su cultura


y de la cultura universal. Como indios participan en una lucha mundial al lado de otros
oprimidos y explotados de México y la Tierra, y de quienes se sumen a ellos respetando
su dignidad, su identidad y su autonomía” (2006: 42).

“Nosotros apostamos que allá abajo vamos encontrar a los pocos… y si cada
quien siente que su lucha es muy pequeña y no alcanza a oponerse a los que es muy
grande… pero si logramos unir esas fuerza ya no vamos a estar solos, escuchar al de
abajo y tomarlo en cuenta, porque se trata de otra política…”

Luchas que a su paso encuentra la Otra Campaña: defensa de la tierra y el


reconcomiendo de la diversidad (o el bote de la basura en que han convertido al
México de abajo).

Cancún: Campesinos en lucha organizados en el colectivo “Isla M”, cansados de mirar


cómo las autoridades se dedican a vender las mejores tierras a los grandes inversionistas
americanos y españoles, recuperan la tierra que “nuestros antepasados nos dejaron”,
dicen, “nos tuvimos que volver rebeldes porque ellos (el gobierno) nos hicieron así,
rebeldes… aprendimos de los zapatistas”

Yucatán: “Por ser gente pobre, no se nos reconoce nuestros derechos, el derecho a un
trabajo digno… ha llegado la hora de que seamos tomados en cuenta… no es con dinero
como se deben de respetar los derechos” dice una mujer indígena, vendedora de
artesanías en la zona arqueológica de Chichen Itzá ante el subcomandante Marcos. El
gobierno quiere quitar lo que ensucia, lo que hace feo el lugar, y por eso quiere quitar a

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los indígenas mayas artesanos de Chichen Itzá, que muestran valor, dignidad y rebeldía
al organizarse para defender sus derechos.

Oaxaca: Campesinos del valle de Oaxaca se organizan para defender su tierra ante la
embestida empresarial que pretende tapizar al istmo de ventiladores, y exigen respeto a
la voluntad del pueblo: “Los ventiladores aquí ya no los queremos, la base que sostiene
a cada ventilador lleva 60 toneladas de cemento, y ya no va crecer alrededor de esas
bases, el cemento absorbe la humedad…”

Nayarit: No está decretado como puerto turístico sino como puerto pesquero, sin
embargo los manglares están siendo arrasados por las grandes compañías inmobiliarias.
El gobierno despoja de sus tierras a los campesinos para vendérselas a extranjeros: “No
le pedimos al gobierno que nos de la mano, nomás que nos quite la pinche pata del
pescuezo, pues ya nos tiene hasta la madre…”

Colima: En el Rancho el Jabalí, el hotel San Antonio se ha ido apropiando de más


terrenos, que el mismo gobierno les ha ido facilitando; son 25000 hectárea de una
compañía trasnacional de Hong Kong, donde el hospedaje de cada noche tiene un costo
entre 2,550 y 3,100 dólares… Ante esta privatización, la gente de La Yerbabuena resiste
y lucha para que no les sigan arrebatando sus tierras… y exigen “que nadie haga nada
en ningún lugar sin que la gente que lo habita esté de acuerdo”.

Michoacán: “Les pedimos que se organice, no que se hagan zapatistas o que se hagan de
otra organización, ustedes mismos en sus comunidades; no les vamos a pedir que se
vayan para otro lado, les vamos a pedir que peleen aquí por sus tierras, que no dejen que
se privatice las playas, los montes, el agua, los bosques…”

Guerrero: El Río Papagayo es la vida de los pueblos, y la comunidad de Agua Caliente


reivindica la dignidad de la tierra y dice: “No a la presa La Parota”, “la presa de la
muerte”; son los intereses trasnacionales los que están detrás de la presa, sobre las tierra
ejidales que no se vende: “la tierra nunca ha tenido signo de pesos, y si permitimos que
se instale aquí la La Parota serían afectados 25 mil habitantes por la inundación que
provocaría, más de 36 pueblos afectados bajo el agua, 16 mil hectáreas que se verían
perdidas…”

Estado de México: FPDT, San Salvador Atenco, su lucha detuvo un proyecto del
neoliberalismo: la construcción de aeropuerto. “El maíz, trigo, cebada, frijol, para la

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fiesta o algo que celebrar, si nos quitan el territorio nos quitan todo, nos quitan nuestras
costumbres, pues qué festejaríamos en tiempo de la cosecha… no festejaríamos nada…
desaparecería nuestra identidad… ya no como pueblo existiríamos… seríamos un
cinturón de miseria más de la ciudad de México… lo que nos quitarían no sería la tierra
sino la dignidad, y la dignidad no se da a ningún precio…”

“No estamos dispuestos a que el gobierno haga lo que quiera, porque el gobierno
somos nosotros cuando estamos juntos, cuando estamos bien organizados…”

Ciudad de México: La disidencia sexoservidora en la otra campaña. “Ahora resulta que


el solo existir, el estar, el ser como uno es, sea como indígena, sea como lesbiana, sea
como homosexual, sea como transgénero, significa allá arriba una agresión. No se trata
de que a estos compañeros y compañeras, la sociedad (incluso en las organizaciones que
se dicen de izquierda) les digan pinches indios, pinches indias, pinches putos, pinches
putas. Se trata de que todo este clima de racismo y homofobia empieza a cobrar vidas, y
no se trata que los mates, que los torturen por ser seres humanos. Los matan, las matan,
los torturan y las torturan simplemente porque son diferentes”

Coordinadora Democrática de Mercados Públicos: “Las empresas trasnacionales


han ido ganando mayor terreno en nuestro país, imponiendo modelos de una vida ajena
a nuestra cultura con sus tiendas de autoservicio, situación que está provocando el cierre
de pequeños comercios locales, por esto los comerciantes de los mercados públicos nos
hemos adherido a la Otra Campaña”.

Orizaba: Colectivo Feminista Cihuatlahtolli. Hace ya aproximadamente 15


años un grupo de sociólogos y aldeas militantes de izquierda después
de la conmemoración del 8 de marzo decidimos conformar el
Colectivo Feminista Cihuatlahtolli que en Nahual significa Palabra de
Mujer, los objetivos: difundir, promover y defender los derechos
humanos de las mujeres de nuestra región, Orizaba, llevar a cabo
actividades en las fechas clave del movimiento feminista que son el 8
de marzo y el 25 de noviembre.

Nadie tiene que dejar de ser lo que es para ser aceptado


socialmente, a las trabajadoras y los trabajadores sexuales tienen
similitud con la lucha de los pueblos indios: a ambos los discriminan a

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los indios por su idioma, a ambos los despojan de sus productos y
riquezas, y a las trabajadoras sexuales las autoridades, los padrotes y
todos los que a ellas y a ellos se acercan y finalmente son
invisibilizados a los pueblos indios en las políticas publicas, en las
plataformas de los partidos políticos, etc. Así fue como nos
integramos al movimiento zapatista.

En la defensa de los derechos de las mujeres buscamos no


hacerlo meramente como una actividad asistencial, sino que
promovemos la organización para que sean ellas, las mujeres,
quienes se organicen y vayan luchando por sus derechos.

Para una vida sustentable.

El desarrollo sustentable representa una refundación de la relación


del ser humano con la naturaleza y la comunidad. De acuerdo a la
OCDE, el criterio para evaluar el desarrollo sustentable son los
siguientes: coherencia con la cultura local de los objetivos de
producción y sistemas de producción locales; utilizar capacidades y
conocimientos locales; que ofrezcan beneficios reales en términos de
los recursos utilizados; que sean de bajo impacto ecológico.

La mayoría de los análisis sobre la problemática ambiental


parten de una perspectiva técnica, reducidos a problemas como:
contaminación, depredación y exceso de población. Pero la
humanidad nunca se enfrenta al medio como un todo, pues antes de
alcanzar cualquier contradicción externa, antes de toparse con límites
físicos, se enfrenta a contradicciones sociales. Es decir, cualquier tipo
de depredación o contaminación implica ventajas para unos (grupos,
clases, países) y desventajas para otros.

Los problemas ambientales de la sociedad humana surgen


como resultado del sistema mundo-capitalista que fomenta el
privilegio y la exclusión. Por lo que es necesario reconocer que la

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sociedad humana es diferenciada, diversa, conflictiva, que interactúa
con su entorno a partir de clases y grupos sociales en alianza y en
oposición, con posibilidades e intereses diferentes y muchas veces
encontrados. Es decir, que mientras no resolvamos las
contradicciones sociales, será difícil llevar a cabo una vida
sustentable.

Una cultura de sustentabilidad implica fomentar estilos de vida


que resuelven necesidades actuales para certidumbre de las nuevas
generaciones, un sistema urbano o rural que no sobrecargue los
recursos fundamentales de los que depende; satisfacción de
necesidades humanas esenciales, reconocer lo diverso, conservar y
aumentar la bases de recursos, desarrollar tecnologías no
contaminantes y de bajo consumo adaptadas a lo local. Desde otra
forma de hacer política, mandar obedeciendo.

Conclusión: grietas y rebeldías.

Las lecciones de los zapatistas mayas son que, para construir otro mundo, hay que
romper con la lógica del capital. Los zapatistas son una muestra de lo que puede ser una
grieta en el recio muro de la estructura social: la grieta que se necesita para enfrentar la
dominación capitalista es rebelarse contra las leyes del mercado capitalista. El
movimiento de la APPO en Oaxaca, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Sal
Salvador Atenco… son otras grietas, y están ahí. Los estudiantes y los profesores
pueden crear grietas desde su realidad social. El cambio quizá sea a través de la
creación, expansión y multiplicación de grietas sociales: vincular la ciencia con la lucha
por la supervivencia humana, aquí y ahora, formulando un pensamiento crítico por una
vida sustantable.

Epílogo.

“Hace muchos años, cuando yo llegué a la Selva Lacandona, un día un hombre muy
sabio, que le decíamos el viejo Antonio, alguna vez platicando con él, le decía yo,

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porque no entendía muchas cosas, que ¿cómo era posible que después de tantos años,
tantas guerras, tanto caudal de conquista y destrucción, los indígenas mayas se
mantuvieron resistiendo?; él me dijo que el secreto estaba en la tierra, que podían
destruirnos a unos o a otros, pero que mientras la tierra estuviera, los árboles, las aguas,
lo que se conoce pues como la tierra o naturaleza, eso podía volver y a hacer crecer y a
nacer una y otra vez a los hombres y mujeres de maíz. Esta sobrevivencia como cultura,
como pueblos indios, depende también de la sobrevivencia de la naturaleza” (Sub
Comandante Insurgente Marcos, documental ¡Viva México!: 2009).

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