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Resumen
El Estado de Chiapas, México, es una zona estratégica por sus recursos naturales, hecho
que en las últimas décadas ha inducido a las administraciones políticas a la inversión en
infraestructura, sin compartir los beneficios producidos con la población del Estado, en
particular con los indígenas, cuya población en el estado constituye la tercera parte
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(Tzotziles, Tzeltales, Choles y Tojolabales), concentrados sobre todo en la zona de Los
Altos y en las Cañadas de la Selva Lacandona.
Por este motivo, Chiapas sigue siendo uno de los Estados que presenta los
índices de pobreza más elevados de la República, caracterizándose por un alto nivel de
desigualdad social. Por ejemplo, cerca de 2000 ejidos y comunidades se reparten poco
más de la mitad de la superficie agrícola del Estado, mientras que las mejores tierras son
acaparadas por finqueros y ganaderos pertenecientes a una oligarquía heredera del
pasado colonial y del siglo XIX que la Revolución no desmanteló y que, en el transcurso
de los años, se ha consolidado apoyándose en las fuerzas represivas del Estado y
recurriendo impunemente a grupos paramilitares.
Liberación en la selva.
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El Obispado de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, guiado por don Samuel
Ruiz, en los años 70 fue el eje alrededor del cual se desarrollaron los movimientos de
resistencia indígena. Samuel Ruiz comprendió que los indios eran producto de una
injusticia social y de un colonialismo interno, por lo que se necesario encontrar en las
entrañas de la cultura mesoamericana los mecanismos que les sirvieran para poder
relacionarse mejor con una sociedad de consumo; percibió además que la educación
elemental era necesaria para que hicieran conciencia de su identidad cultural y de sus
problemas históricos.
Nace el EZLZ.
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lo que provocó la reubicación de varias comunidades y la represión de las que se
resistieron al desplazamiento en 1979.
Por ese entonces en Chiapas empiezan a ser activas las Fuerzas de Liberación
Nacional (FLN), un grupo de inspiración marxista revolucionario que nació a finales de
los años 60. Las FLN, hasta aquel entonces, habían operado sobre todo en ambiente
urbano, cambiando su estrategia como resultado de la represión sufrida en los años 70,
la guerra sucia, sus células se había dispersado por la nación, llegando a Chiapas con la
intención de fundar el Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata que impulsara una
revolución anti-burguesa y crear un estado socialista.
En los 80s del siglo pasado las FLN comenzaron su labor de concientización de
los grupos indígenas, concentrándose en la comunidad de San Andrés Larráinzar, en los
Altos. Y en 1983 se abrió uno de los períodos más duros de la historia de Chiapas, a
causa de la política de represión llevada a cabo por el Gobierno del Estado, guiado por
el General Absalón Castellanos, quien procedió a la militarización de la región. En este
año, las FLN penetraron en las Cañadas para emprender su labor política y militar. En
octubre de ese año nace el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En 1993 los rumores de una inminente guerrilla se difunden por todo el Estado y
el Ejército Mexicano aumenta sus actividades de control en la zona de la Selva y de las
Cañadas; en ese momento se produce accidentalmente el primer enfrentamiento entre
núcleos guerrilleros y batallones del Ejército Mexicano, lo que provoca un cambio de
estrategia en los zapatistas acelerando sus planes de insurrección que explotarán con el
levantamiento del 1 de enero de 1994.
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La Teología de la Liberación impactó en la población indígena campesina; la
presencia de grupos de inspiración marxista que desde los años setenta consideran los
territorios chiapanecos de los Altos y de las Cañadas como base territorial para una
revolución nacional; la formación de grupos de resistencia indígena que, a lo largo de
los años, han unido sus esfuerzos y fusionado su ideología dando vida en 1983, al EZLN,
un movimiento inspirado en el zapatismo histórico, pero diferente por la utilización de
novedosas y posmodernas estrategias de lucha, como el Internet, un “movimiento
social” de “nuevo tipo”, antisistémico, que asume consciente el vínculo de su lucha con
la lógica global del sistema-mundo capitalista, un movimiento “de resistencia con
implicaciones y con significados globales” cuya lucha “es parte de una lucha que está
en Chiapas, lo mismo que en México, en América Latina y en todo el mundo…”
(AGUIRRE R, 2001: 30).
Los Acuerdos del San Andrés fueron firmados por el EZLN y el gobierno
federal el 16 de febrero de 1996, y establecían el reconocimiento de los pueblos
indígenas, su libre autodeterminación; ampliar representación política (local y
nacional); garantizar acceso pleno a la justicia; promover sus manifestaciones
culturales; asegurar la educación y la capacitación; garantizar la satisfacción de las
necesidades básicas; impulsar la producción y el empleo.
La insurrección neozapatista es una guerra posterior a la caída del muro de Berlín, los
símbolos importan más que las armas, la comunicación juega un papel estratégico, así
como la correlación de fuerzas. Su impacto mediático contribuyó al re-encantamiento
del mundo, anclando la raíz de su lucha en una sociedad indígena, cuya destrucción y
esclavización fueron contemporáneas a la invención de la modernidad, hace más de
cinco siglos.
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Pueblos indios mayas con demandas universales, vinculados a la lógica global
del sistema-mundo capitalista, “muestran cuáles son las características actuales del
inacabamiento de la Conquista” (ECHEVERRÍA, 2001: 78). O como dice Castells: “un
movimiento campesino indio de los excluidos en lucha por la democracia, en nombre de
los derechos constitucionales, vía internet y los medios de comunicación de masas,
muestra la profundidad de la transformación de las sendas de liberación en América
Latina” (CASTELLS, 2003: 106). Así, el neozapatista se rehúsa a ser tratada como un
problema local o regional, pues cuestiona los preceptos políticos e intelectuales que hoy
son fundamentales en las sociedades modernas, la autodeterminación del individuo
como sujeto.
El grito de dignidad que sale desde las montañas del sureste de mexicano, no
contempla la toma de poder como objetivo de lucha, por lo que se distancia de los
movimientos marxistas-leninistas. Su objetivo va encaminado a la invención de una
democracia abierta a la participación de todos los actores sociales, tomando en cuenta
exigencias éticas y afirmaciones de identidad. El movimiento pone en el centro del
debate al indígena como imagen universalista de la modernidad: el indígena como actor
central. El sentido del neozapatismo proviene de un sector social y cultural (étnico) que
con un levantamiento armado se proyecta en la escena política nacional e internacional,
al ver agotadas todas las vías para ser escuchadas sus aspiraciones y sus demandas. Un
movimiento armado que intenta construir un movimiento político y civil para alcanzar
una democracia nacional y una sociedad de sujetos, individuales y colectivos, que se
reconozcan y se respeten en su diversidad, luchando por “un mundo donde quepan
muchos mundos”, demandando: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación,
independencia, libertad, democracia, justicia y paz con dignidad.
El neozapatista se quiere mexicano pero sin dejar de ser indígena, quiere ser
reconocido y escuchado. Abandera una palabra que viene caminando desde lo profundo
de la historia y que tiene su fuente en la memoria colectiva de los pueblos indios de
México. “No morirá la flor de la palabra” (EZLN, 1998: 87). Es universal, no a pesar de
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su identidad, sino a causa de ésta. Indios insurgentes que manejan a su modo lo
universal y que se expresan y actúan de otra manera. Se trata de personas y de pueblos
que si “no salen de indios es porque no les da la gana. Exigen ser respetados en su
identidad de indios...” (GONZÁLEZ C, 2006: 31-40).
Dice John Holloway que existen dos formas de entender el zapatismo, una es
términos de lo mediático, de los comunicados y la figura de Marco, y “la otra forma de
entender el movimiento es en términos del proceso mucho menos visible de
transformación de las relaciones sociales a través del trabajo cotidiano, a través de las
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Juntas de Buen Gobierno, a través de las luchas de todos los días de miles y miles de
campesinos” (2008: 4).
Caracol Madre de los Caracoles del Mar de Nuestros Sueños, conocido como
Caracol de La Realidad, que abarca los municipios San Pedro de Michoacán, Libertad
de los Pueblos Mayas, General Emiliano Zapata y Tierra y Libertad. Y otros cuatro
Caracoles tienen su sede en las comunidades de La Garrucha (zona selva Tzeltal),
Roberto Barrios, zona Norte), Oventic (zona de Los Altos) y Morelia (zona Tzots Choj).
La cultura es la organización del sentido interiorizado en esquemas y
representaciones sociales compartidas y objetivadas en formas simbólicas (telaraña de
significados) y se produce en contextos históricos específicos (JIMÉNEZ, 1998: 34). Si
la cultura es adaptarse a la sociedad, también la cultura “desafía la realidad”, pide
significación, justicia, libertad y bondad, individual y colectiva, al cuestionar, irrumpir,
trascender el presente inmediato: “la cultura es un modo de la praxis humana en el cual
el conocimiento y el interés son uno” (BAUMAN, 2003: 260). Y si la libertad de acción
y la praxis es un atributo de la comunidad al “trascender el orden natural o naturalizado”
y “crear órdenes nuevos y diferentes” (BAUNAM, 1999: 33), entonces en las
comunidades indígenas zapatistas se gesta ese orden nuevo y diferente al ejercer una
autonomía cultural que pone en práctica un gobierno democrático entendido como “el
mandar obedeciendo”, donde los puestos de gobierno son servicios desinteresados y que
todo individuo está obligado a participar; los funcionarios ocupan una función por
tiempo limitado sin goce de sueldo y las decisiones son tomadas en asambleas. En estas
Juntas de Buen Gobierno (JBG), cada miembro de la comunidad es un actor social que
asume la responsabilidad de sí mismo y de los demás; “la supeditación del beneficio
individual a un fin común: para todos todo, para nosotros nada” (VILLORO, 2003:30).
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En las JBG se practica una alta racionalidad que no pretende volver al pasado en donde
la suerte de las personas dependía de una voluntad divina, tampoco a la democracia en
la que se vive sujeto a la acción de quienes ejercen el poder del Estado, sino un mandar
obedeciendo, que significa reciprocidad de servicios y obligaciones entre quienes
mandan y quienes obedecen.
Las mujeres al interior de las comunidades indígenas libran una doble lucha: al exterior,
junto a los hombres, combinan las demandas de redistribución económica con las de
reconocimiento y no exclusión; y al interior, como mujeres indígenas zapatistas,
“luchan por poder heredar la tierra, cobrar iguales salarios, y por no ser discriminadas
como seres simbólicamente inferiores a los hombres” (ROVIRA, 2009: 59).
La Mayor Insurgente Ana María estaba a cargo de la tropa que tomó San
Cristóbal de las Casas el 1 de enero de 1994; la Comandanta Ramona participó en las
mesas de negociación con el gobierno a partir de febrero de ese mismo año y es un
símbolo de lucha dentro del movimiento; la Comandanta Esther tomó la palabra ante el
Congreso de la Unión en 2001. La participación de las mujeres indígenas en cargos de
responsabilidad armada del EZLN y en la organización civil de las comunidades,
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además de la Ley Revolucionaria de las Mujeres dada a conocer desde 1994, ha
generado expectativa, pero sobre todo un replanteamiento indigenista y feminista.
Las identidades colectivas surgen de un proceso social donde los actores interactúan,
discuten, negocian, toman decisiones, se organizan, se representan en líderes, utilizan
medios de comunicación y tejen una red de relaciones, pues lo medular en un
movimiento social es la transformación de una figura de sujeto en actor social bajo una
apuesta cultural que plantee una afirmación más que una impugnación, construir una
identidad colectiva con la “capacidad de diferenciarse de su entorno, definir sus propios
límites, situarse en el interior de un campo para mantener en el tiempo el sentido de tal
diferencia y delimitación” (TURAINE, 2003: 231). Los movimientos societales de los
años 60s del siglo pasado, por ejemplo, se caracterizaron por una apuesta cultural y
democrática donde la lucha por el poder era esencial, someterse a la autoridad de una
ideología y a una estrategia política.
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cómo transformar el mundo. Los marxistas estaban claros que la burguesía no permitiría
la supresión del capitalismo por la vía electoral, por lo que el reto consistía en cómo
lograr una evolución gradual al socialismo a través de un partido clandestino de cuadros
o por medio de una masa organizada legalmente: confrontación radical o vía
institucional.
1968 fue un año axial para el rumbo que tomarían los nuevos movimientos
sociales, quienes reclamaban a los antiguos movimientos que habían llegado al poder
pero no habían cambiado el mundo, pues sólo se consiguieron conquistas parciales. Y el
debate se dirige a evaluar la toma del poder como método para transformar el mundo.
Desde el 68 se perfilaron por lo menos tres líneas de lo que serían los nuevos
movimientos antisistémicos: 1) de impugnación y contestatarios, una “contracultura”
contra la sociedad de consumo; 2) en contra los nuevos privilegiados: la burocracia o
los cuadros del partido; 3) crítica al proceso civilizador de Occidente, la teología de la
Liberación en América Latina (WALLERSTEIN, 2008: 70).
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Los nuevos movimientos antisistémicos dicen: “Ya basta”, no hay que sacrificar
el presente en aras de un futuro incierto, es indispensable nuevas estrategias y redefinir
los objetivos a mediano y largo plazo. Y contemplar el aspecto difuso del poder, la
conquista del Estado no es la clave, existen otros espacios de poder como las
instituciones, los mass media, la escuela, la casa, la calle... Como dijera Foucault, el
poder se ejerce. Y entre los objetivos y tareas que se plantean los nuevos movimientos
antisistémicos son la repolitización de las bases, repensar el tipo de organización
interna, construir espacios libres para la discusión colectiva bajo un nuevo sistema de
conceptos, el regreso a la asamblea, acabar con la idea de homogeneización del mundo,
prepararse para un proceso de lucha de larga duración, la desghetización de los
movimientos y, sobre todo, que la transformación antisistémica exige alianzas y el
retorno a la comunidad, porque si visualizamos la historia del movimiento
anticapitalista existen dos tendencias, la Estado-céntrica (tomar el poder) y la comuna
(organización en asambleas), y en los años que corren estamos viendo la expansión de
la tendencia asambleísta, rechazo al partidismo, más marcadamente
después de la caída de la Unión Soviética: altermundismo, diversidad
cultural… zapatismo mexicano.
Así, en medio de la crisis social por la que atraviesa el México de hoy, con una
clase política alejada cada vez más de los problemas de la gente, surge la iniciativa del
EZLN llamada La Otra Campaña, cuyo recorrido por el país el 1 de enero de 2006, a
contrapelo de las campañas presidenciales. Esta nueva iniciativa neozapatista intenta
evitar el estallido social dándole “otro cause, pacífico, organizado, y dirigido racional y
sensatamente hacia la construcción de otro país y otro sistema” (AGUIRRE R., 2006: 22).
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el derecho a la diferencia y la diversidad sexual, de género, estudiantiles;
antiimperialistas, altermundistas... que apele a favor de los liderazgos colectivos, para
ejercer una democracia directa, concebida como el autogobierno del pueblo, donde
todos se manifiesten sobre todo.
“Los zapatistas buscamos unir nuestra lucha con todas las luchas justas que
realizan las sociedades civiles en México y el mundo, unir las fuerzas de todos, para
detener el avance del sistema económico neoliberal que está destruyendo a la
humanidad” (Mujer zapatista).
“Nosotros apostamos que allá abajo vamos encontrar a los pocos… y si cada
quien siente que su lucha es muy pequeña y no alcanza a oponerse a los que es muy
grande… pero si logramos unir esas fuerza ya no vamos a estar solos, escuchar al de
abajo y tomarlo en cuenta, porque se trata de otra política…”
Yucatán: “Por ser gente pobre, no se nos reconoce nuestros derechos, el derecho a un
trabajo digno… ha llegado la hora de que seamos tomados en cuenta… no es con dinero
como se deben de respetar los derechos” dice una mujer indígena, vendedora de
artesanías en la zona arqueológica de Chichen Itzá ante el subcomandante Marcos. El
gobierno quiere quitar lo que ensucia, lo que hace feo el lugar, y por eso quiere quitar a
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los indígenas mayas artesanos de Chichen Itzá, que muestran valor, dignidad y rebeldía
al organizarse para defender sus derechos.
Oaxaca: Campesinos del valle de Oaxaca se organizan para defender su tierra ante la
embestida empresarial que pretende tapizar al istmo de ventiladores, y exigen respeto a
la voluntad del pueblo: “Los ventiladores aquí ya no los queremos, la base que sostiene
a cada ventilador lleva 60 toneladas de cemento, y ya no va crecer alrededor de esas
bases, el cemento absorbe la humedad…”
Nayarit: No está decretado como puerto turístico sino como puerto pesquero, sin
embargo los manglares están siendo arrasados por las grandes compañías inmobiliarias.
El gobierno despoja de sus tierras a los campesinos para vendérselas a extranjeros: “No
le pedimos al gobierno que nos de la mano, nomás que nos quite la pinche pata del
pescuezo, pues ya nos tiene hasta la madre…”
Michoacán: “Les pedimos que se organice, no que se hagan zapatistas o que se hagan de
otra organización, ustedes mismos en sus comunidades; no les vamos a pedir que se
vayan para otro lado, les vamos a pedir que peleen aquí por sus tierras, que no dejen que
se privatice las playas, los montes, el agua, los bosques…”
Estado de México: FPDT, San Salvador Atenco, su lucha detuvo un proyecto del
neoliberalismo: la construcción de aeropuerto. “El maíz, trigo, cebada, frijol, para la
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fiesta o algo que celebrar, si nos quitan el territorio nos quitan todo, nos quitan nuestras
costumbres, pues qué festejaríamos en tiempo de la cosecha… no festejaríamos nada…
desaparecería nuestra identidad… ya no como pueblo existiríamos… seríamos un
cinturón de miseria más de la ciudad de México… lo que nos quitarían no sería la tierra
sino la dignidad, y la dignidad no se da a ningún precio…”
“No estamos dispuestos a que el gobierno haga lo que quiera, porque el gobierno
somos nosotros cuando estamos juntos, cuando estamos bien organizados…”
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los indios por su idioma, a ambos los despojan de sus productos y
riquezas, y a las trabajadoras sexuales las autoridades, los padrotes y
todos los que a ellas y a ellos se acercan y finalmente son
invisibilizados a los pueblos indios en las políticas publicas, en las
plataformas de los partidos políticos, etc. Así fue como nos
integramos al movimiento zapatista.
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sociedad humana es diferenciada, diversa, conflictiva, que interactúa
con su entorno a partir de clases y grupos sociales en alianza y en
oposición, con posibilidades e intereses diferentes y muchas veces
encontrados. Es decir, que mientras no resolvamos las
contradicciones sociales, será difícil llevar a cabo una vida
sustentable.
Las lecciones de los zapatistas mayas son que, para construir otro mundo, hay que
romper con la lógica del capital. Los zapatistas son una muestra de lo que puede ser una
grieta en el recio muro de la estructura social: la grieta que se necesita para enfrentar la
dominación capitalista es rebelarse contra las leyes del mercado capitalista. El
movimiento de la APPO en Oaxaca, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Sal
Salvador Atenco… son otras grietas, y están ahí. Los estudiantes y los profesores
pueden crear grietas desde su realidad social. El cambio quizá sea a través de la
creación, expansión y multiplicación de grietas sociales: vincular la ciencia con la lucha
por la supervivencia humana, aquí y ahora, formulando un pensamiento crítico por una
vida sustantable.
Epílogo.
“Hace muchos años, cuando yo llegué a la Selva Lacandona, un día un hombre muy
sabio, que le decíamos el viejo Antonio, alguna vez platicando con él, le decía yo,
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porque no entendía muchas cosas, que ¿cómo era posible que después de tantos años,
tantas guerras, tanto caudal de conquista y destrucción, los indígenas mayas se
mantuvieron resistiendo?; él me dijo que el secreto estaba en la tierra, que podían
destruirnos a unos o a otros, pero que mientras la tierra estuviera, los árboles, las aguas,
lo que se conoce pues como la tierra o naturaleza, eso podía volver y a hacer crecer y a
nacer una y otra vez a los hombres y mujeres de maíz. Esta sobrevivencia como cultura,
como pueblos indios, depende también de la sobrevivencia de la naturaleza” (Sub
Comandante Insurgente Marcos, documental ¡Viva México!: 2009).
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