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Las aportaciones del DR: Masi Elizalde


Las aportaciones de Masi Elizalde a la Homeopatía pueden resumirse
esquemáticamente así:

1- Adopción del esquema antropológico tomista como marco de


referencia para la mejor comprensión del hombre hahnemanniano
sano y enfermo. Básicamente la adopción del concepto de
“compuesto sustancial” y todo lo que ello implica.
2- Dinámica miasmática
3- Metodología para el estudio de la materia médica.

EL ESQUEMA ANTROPOLÓGICO TOMISTA

A lo largo de su artículo Concepto de enfermedad y curación [1] Masi


explica y argumenta su convicción de que el esquema antropológico
que Hahnemann sustentaba era el mismo que sustenta la filosofía
escolástica, en particular Santo Tomás de Aquino. En primer lugar, la
idea de que el hombre es un compuesto sustancial, es decir que sus
principios constituyentes (alma racional y cuerpo físico) conforman
una nueva realidad (hombre) que no es el resultado de la mera
aposición, mezcla o amalgama de los anteriores. Esta noción de
compuesto sustancial es la base y fundamento antropológico del
concepto psicosomático de enfermedad y curación, propio de la
homeopatía. También que el hombre, degradado por el Pecado
Original, ha perdido su privilegiada posición edénica, sufriendo un
merma en su naturaleza. En la actual situación el hombre sufre en la
profundidad de su inconsciente el dolor de lo perdido. (A esta
profunda sensación la llama psora primaria.)

Ese dolor, dice Masi, se argumenta de manera general, como se


aprecia en las patogenesias tomadas en su conjunto o en los
síntomas de consulta tomados en su conjunto, en unos temas
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fundamentales, los núcleos, que recuerdan intensamente el drama de


la Caída tal y como se relata en el Génesis:

Núcleo de la transgresión, la falta o la culpa.

Núcleo de la pérdida y el sufrimiento.

Núcleo del recuerdo y la nostalgia.

Núcleo del temor al castigo

Núcleo de la disculpa y la justificación.

Pero cuál sea la naturaleza de esa falta en un caso particular está por
determinar para cada medicamento y para cada paciente. De manera
que en cada medicamento y en cada enfermo encontraremos de
manera más o menos evidente los citados núcleos, argumentados de
diversas maneras de acuerdo con la temática particular.

2. DINÁMICA MIASMÁTICA

El concepto de dinámica miasmática es muy sencillo: para Masi los


miasmas no son entidades independientes, sino sólo aspectos
distintos del sufrimiento, tendencias morbosas, actitudes reactivas.
La psora es la única enfermedad, siendo sycosis ysyphilis
únicamente modos equivocados de defensa ante el sufrimiento
psórico. Estas defensas que se producen en clave de hipertrofia o de
destrucción lo mismo en el plano físico que en el psíquico,
componen, con el sufrimiento original (psora) un triángulo dinámico
cuya comprensión permite, no sólo explicar la sintomatología
conocida, sino también “predecir” actitudes que, no apareciendo en
la patogenesia (porque las patogenesias son necesariamente
limitadas), deben corresponder dinámicamente a lo que sí aparece.
Así, si en una patogenesia encontramos síntomas que muestran un
gran apego a la riqueza, al dinero, que calificamos de “sycosica”,
habremos de admitir que la psora correspondiente a esa sycosis será
la del temor de la pobreza, y en syphilis debemos adelantar el
hallazgo de una liberalidad desordenada; todo lo cual, naturalmente
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debe ser confirmado por la clínica. En los medicamentos bien


experimentados siempre se encuentran, más o menos desarrolladas,
las tres tendencias morbosas (miasmáticas), y sin excepción se
corresponden matemáticamente en sus argumentos.

3. METODOLOGÍA PARA EL ESTUDIO DE LA MATERIA MÉDICA

a) La organización de material patogenético

El material patogenético (igual que el clínico) puede organizarse, con


vistas a su mejor comprensión, de muy diversas maneras.

- En primer lugar, tenemos el protocolo patogenético, en el que los


síntomas aparecen agrupados por experimentadores y ordenados
según el momento de su aparición.

- Hahnemann y sus seguidores no conservaron las patogenesias


según los protocolos originales, es decir, los síntomas en su orden
de aparición, sino que los redistribuyeron por órganos y sistemas.
Esta es ya una primera manipulación que algunos autores han
considerado como muy grave, aunque a nosotros no nos lo parece
porque creemos que tal distribución ayuda al estudio de la materia
médica, y facilita su comparación con los síntomas de la clínica que
también solemos recoger por órganos y sistemas.

- También podemos reagrupar los síntomas, dentro de cada órgano


o sistema, por orden alfabético. De ahí los repertorios.

- Otros autores seleccionan, entre los síntomas patogenéticos,


aquellos grupos de síntomas que recuerdan los síndromes de la
patología y tratan de establecer la semejanza entre dichos grupos de
síntomas y los mencionados síndromes.

- Finalmente algunos seleccionan, tanto en el paciente como en las


enfermedades, grupos de síntomas de acuerdo a su matiz miasmático
y establecen la semejanza entre ambos según determinadas series
numéricas.
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Ninguno de estos hace especulaciones metafísicas a propósito de la


esencia íntima de las enfermedades. Ninguno inventa los síntomas de
las patogenesias o del paciente. Todos dicen, y es un hecho cierto,
estar aplicando el principio de semejanza. Cada uno de ellos ha
utilizado un método para organizar los síntomas de las patogenesias
y los síntomas de la clínica de manera que puedan ser comparados
entre sí. Todos tratan de cumplir la ley.

En el método de Masi los síntomas se toman de las patogenesias, y


se comparan con los de la enfermedad, pero cuando estos síntomas
se organizan para su mejor comprensión, no se hace por orden
cronológico, ni alfabético, ni sistémico, ni sindrómico, ni por series
miasmáticas, ya que los miasmas [3] no son algo estático, sino que
se agrupan por temas.

No obstante, Masi y su metodología han sufrido permanentes ataques


que, como suele ocurrir, no se centran en los verdaderos errores que
pueda haber en sus planteamientos sino precisamente en lo
contrario, en lo que es incuestionable: se le acusa de especular en el
vacío, de ignorar los hechos, los síntomas. Pero lo cierto es que los
síntomas, tanto patogenéticos como clínicos, están en el centro de
toda la reflexión, no hay forma de escapar de ellos (ni siquiera hacia
la clínica convencional). Constituyen el núcleo de cada fase
metodológica, se los estudia desde diferentes puntos de vista:
antropológico, simbólico, lingüístico, y es preciso volver a ellos una y
otra vez.

Si miráis con detenimiento las materias médicas puras veréis, ¡ay!,


con dolor que son un verdadero galimatías, un inventario
interminable de síntomas que, salvo unos pocos, se parecen
terriblemente entre sí, de tal manera que tras varias páginas de
lectura es prácticamente imposible para una mente normal recordar
lo que ha leído. No digamos nada si nos adentramos sucesivamente
en las páginas de varios remedios distintos. Esta circunstancia
vuelve muy difícil la práctica de la homeopatía, y es lo que ha
inducido a los distintos autores a intentar reagrupar el material de las
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distintas maneras que hemos visto anteriormente.

Pues bien, si seguimos mirando con atención esos listados de


síntomas patogenéticos, observaremos la recurrencia de ciertos
temas, de ciertos argumentos. No me extenderé en este punto que
sólo la experiencia mostrará al lector con toda claridad. Así pues,
sabemos que los síntomas de una patogenesia suelen mostrar una
inusitada tolerancia a ser agrupados en temas, y también sabemos
que estos temas suelen ser coherentes, guardar cierta relación entre
ellos. Por consiguiente, aquí existe ya un principio de orden que
como digo no es cronológico ni alfabético ni anatómico, sino que es
temático.

Así, el primer paso en la metodología de Masi para el estudio de las


patogenesias es establecer en lo posible un orden temático. Este
orden temático no invalida los anteriores. Sólo es un nuevo modo, un
modo más de organizar los síntomas. Esto permite, como digo, un
principio de comprensión que es coherente con la condición racional
del médico y del paciente. Vemos así que el sufrimiento humano se
estructura alrededor de determinados argumentos, que se configura
argumentada mente. Cada persona (y cada medicamento) muestra un
determinado número de temas, siempre los mismos. Esto se refleja
en el refranero popular con la frase “cada loco con su tema”. Somos
así y es perfectamente razonable que esa condición de recurrencia en
ciertos temas, a la que estamos naturalmente inclinados, se refleje en
la manifestación de nuestra enfermedad.

Este hallazgo nos permite un nuevo modo de establecer la relación de


semejanza, abriendo la posibilidad de valorar ciertas
argumentaciones existenciales características del paciente que, no
correspondiendo a un síntoma concreto de la materia médica o del
Repertorio, no nos era dado utilizar anteriormente para la
prescripción.

Así, un paciente nos habla de su necesidad de bastarse a sí mismo,


de lo horrible que sería estar imposibilitado y depender de los demás,
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y esto lo relaciona con cada uno de sus síntomas, con sus deseos,
con sus proyectos, y sentimos que eso es más importante que un
mero síntoma porque impregna toda la vida del paciente. Otros
insisten en temas tales como el amor, la muerte, el dinero, el servicio
a los demás, la enfermedad, la seguridad, y estos temas cobran una
importancia tal que de ninguna manera podrían ser considerados
como meros síntomas. Por lo demás, en muchas ocasiones no hay
modo de incluirlos en una repertorización al uso.

En los medicamentos encontramos los mismos temas, y en


ocasiones con la misma importancia. Esto requiere establecer, como
se ha dicho, un nuevo tipo de similitud.

b) La relación entre los temas

Los temas que hallamos en un medicamento pueden ser


aparentemente inconexos, pero un estudio más detallado suele
mostrar que están relacionados entre sí, resumiendo a menudo uno
de ellos, por así decir, la esencia del remedio.

En algún momento de todo este estudio vislumbramos un sufrimiento


nuclear que podría explicar toda la patogenesia, y que en sí mismo es
inexplicable. A este sufrimiento básico, del que toda la enfermedad va
a depender se le llama, en la metodología de Masi, “psora primaria”.
También me excusaré de abundar en este tema dado que por otro
lado será inexcusable su demostración práctica. Y es aquí donde
empezamos a tomar contacto con la antropología tradicional, la
antropología escolástica. Para Santo Tomás, la naturaleza humana
está mermada, caída. Esta merma, este déficit proviene del Pecado
Original, un acto en el que el hombre, envidiando la naturaleza divina,
quiso compararse a Dios, ser como Dios. A partir de ese momento
toda la estructura psíquica y orgánica del hombre se vio
comprometida, sobrevino el imperativo de la muerte y por lo tanto el
de la enfermedad. Y ese acontecimiento radical (por más que
simbólico), origen de lo que Masi llama psora primaria se manifiesta,
como corresponde a la ortodoxia hahnemanniano, en una sensación
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que por lo que sabemos se refiere básicamente a una pérdida, a una


minusvalía. La sensación de no ser feliz, la sensación de no ser
querido, la sensación de no ser comprendido, la sensación de la
proximidad de la muerte, la sensación de ser injustamente tratado,
etc.

Masi propone comparar la psora primaria con alguno de los aspectos


del relato del Génesis y establecer (simbólicamente) con qué aspecto
de la Divinidad se ha querido comparar ese individuo representado en
la patogenesia, o en su caso el paciente. A esto es a lo que llama el
drama metafísico. Adán quiso compararse con la totalidad de la
naturaleza divina, pero cada hombre en particular (o cada
medicamento) no tiene tanta capacidad, y se compara únicamente
con un aspecto de ésta.

La confrontación entre la naturaleza divina y la humana puede


parecer un poco fantástica, pero verdaderamente constituye, desde
una perspectiva simbólica, el meollo del drama humano. Hay que
pensar en ello sin prejuicios. Más allá de esto, en un terreno
meramente práctico, la necesidad de dicha comparación para
descifrar el daño, el sufrimiento que supone el drama metafísico, nos
obliga al estudio de la teología y de la antropología.

De Dios nada sabemos, salvo que es. Lo que de Él predicamos se lo


atribuimos, por eso decimos que son atributos: atributos divinos. Del
hombre conocemos sus capacidades. Estas capacidades no siempre
se realizan, no siempre están en acto. Por eso las llamamos
potencias.

Entre las potencias del hombre y los atributos de Dios no existe sólo
una diferencia de grado, sino por encima de todo una diferencia
cualitativa: en el hombre se da el movimiento, los mejores logros del
hombre requieren una actualización de sus potencias, un cambio, un
gasto, un devenir. En Dios todo es acto, sea cual sea el atributo al
que nos refiramos está presente en grado sumo sin un antes ni un
después, no hay nada que deba ser desarrollado, perfeccionado, o
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meramente realizado, en Dios no hay devenir, es acto puro. Por eso,


el intento del hombre de alcanzar por sus medios la naturaleza divina
puede considerarse una locura, una falta de previsión [4]. Y sin
embargo es eso precisamente lo que ocurre en cada momento de
nuestras vidas.

Adquirir un mínimo de nociones escolásticas sobre los atributos


divinos y las potencias humanas requiere un esfuerzo. Es esto lo que
ha desanimado a muchos de los que se han interesado por las ideas
de Masi. Algunos de éstos proponen un método abreviado, a saber,
tomar los temas de la patogenesia y los temas del paciente, y
simplemente establecer la posible semejanza entre unos y otros, con
lo que obtendríamos todas las ventajas del método sin tanto trabajo.
Sin embargo, los temas tal y como los obtenemos de las
patogenesias no siempre son útiles, pueden ser equivocados, una
simple fantasía del que investiga, una mera coincidencia de algunas
palabras. Para que estos temas puedan ser utilizados como
elementos de comparación en una homeopatía tan profunda, deben
adquirir significado antropológico, deben poder integrarse dentro de
una visión del hombre en su drama. No pocas veces he visto a
principiantes (y no tan principiantes) enumerar en el estudio de una
patogenesia temas sin la menor utilidad y sin el menor sentido. Tal
vez una persona que haya profundizado algo más en la naturaleza
humana pueda, de entrada, elegir los temas adecuadamente, pero
siempre necesitará situarlos en el terreno en el cual el sufrimiento se
genera, el hombre en el mundo, para adquirir su últimos significados;
quedarse en la superficialidad del enunciado de los temas, por muy
bien elegidos que éstos resulten, comporta el mismo peligro que
quedarse en el enunciado de los síntomas, a saber que, llegado el
decisivo momento de la consulta, el paciente no nos los diga con las
palabras con que nosotros los hemos formulado, y no podamos
entenderlo.

Una vez establecida la hipótesis de cuál puede ser el drama


metafísico que resume el sufrimiento de tal determinado remedio, nos
aguarda el trabajo de explicar, con base en esa hipótesis, todos y
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cada uno de los temas y todos y cada uno de los síntomas


significativos del remedio. Para esta tarea nos ayudamos de los
conocimientos a los que podamos recurrir, especialmente la
simbología, la lingüística y la sabiduría popular, todo ello en el marco
de la antropología escolástica, naturalmente. Si la hipótesis es
acertada, debe poder explicar a plena satisfacción de cualquiera la
totalidad de la patogenesia. La experiencia demuestra que estas
explicaciones adquieren tal grado de evidencia que suele arrancar
exclamaciones de asombro y alguna que otra risa nerviosa.

Ahora tenemos unos temas, que generalmente son muy pocos, en


ocasiones sólo uno, tenemos unas hipótesis sobre cuál ha podido ser
el sufrimiento básico manifestado en la patogenesia, y que es de
índole metafísica [5], y hemos podido explicar con dicha hipótesis la
totalidad de la patogenesia, dinámica miasmática incluida. Debemos
pues comprobar su utilidad clínica. Para ello será necesario que con
los síntomas del paciente realicemos un trabajo análogo hasta que
podamos descubrir en su sufrimiento un significado central que
explique todo lo demás y que sea semejante al significado que exhibe
un determinado medicamento. Generalmente si ello es posible,
también lo será establecer la semejanza de los síntomas, y podremos
hacer la prescripción con todas las garantías: semejanza de los
síntomas repertorizables, semejanza de los temas y semejanza del
drama metafísico, del núcleo de sufrimiento, de la psora primaria.
Siguiendo un caso así podremos verificar que la curación comporta,
además de la desaparición del cuadro clínico que trajo al paciente a la
consulta, la desaparición también de ese sufrimiento radical que
(como hipótesis) habíamos establecido en la base de todo el edificio
morboso.

[1] Alfonso Masi Elizalde. Concepto de enfermedad y curación. Actas


del Instituto Internacional de Altos Estudios Homeopáticos “James
Tyler Kent”. Nº 1 al 7.

[2] Huelga decir que, en esta imputación de la enfermedad al Pecado


Original, Masi no hace (como él mismo lo señala) sino ponerse a la
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cola de una larguísima tradición religiosa, filosófica y médica, que


también han compartido explícitamente, como no podía ser de otro
modo, muchos de los grandes clásicos de la homeopatía. Por otra
parte, desde un punto de vista puramente clínico, el concepto de
psora primaria constituye el núcleo de la comprensión de la
enfermedad psicosomática. La expresión “psora primaria” es original
de Masi y, al contrario de lo que algunos piensan, jamás fue utilizada
por Hahnemann. Denomina una profunda sensación de sufrimiento,
una angustia sin referencias, un desasosiego casi inconsciente, que
el método puede, hasta cierto punto, objetivar y relacionarlo con el
conjunto de la enfermedad, reconociéndolo como su causa.

[3] Las relaciones del autor con el concepto hahnemanniano de


“miasma crónico” se ha deteriorado mucho en los últimos años. A
este respecto, cfr. Fundamentos de nosología homeopática. Dilema,
2004. “Los errores de Hahnemann en la teoría de los miasmas
crónicos”, pp. 237-245.

[4] Al hilo del concepto de “imprevisión” “imprudencia”, es dado


recordar que un drama análogo queda recogido en el mito de
Prometeo y Epimeteo.

[5] El drama metafísico representa, en última instancia, una


equivocada relación del hombre con Dios. Hablando con propiedad,
desde el punto de vista de Masi (que es un punto de vista religioso)
debería llamarse “drama espiritual”.

Autor: Dr. Emilio Morales.

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