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De acuerdo a un tiempo donde los catedráticos tenían la firme seguridad de

que todo lo que ellos decían era la verdad absoluta y las voces del alumnado
no podrían hacerse sonar dentro del aula, en cualquier nivel educativo, aquí
era donde se nos presentaba la desigualdad y la injusticia. Quizá ahora
pensemos que no es así en nuestros tiempos, según supondríamos que la
desigualdad y la injusticia han desaparecido, pero no es así es ahora que
vemos más disfrazado este problema que ha teñido a los salones de clase
con el llamado curriculum oculto.

Se dice que el conocimiento es poder, pero en una nueva comprensión las


instituciones o catedráticos dominantes separan el conocimiento y pueden
perderse en simples tecnicismos o problemas del tipo personal y utilizan
estos recursos para dominar. Se deja de lado el concepto de relación maestro
alumno y se construye otra atención que generalmente no recibe atracción de
los programas educativos como los problemas que no sean de tipo
académico refiriéndome a los problemas de tipo de acoso personal.

Algunos autores han descrito la metodología que a ellos en su época les han
funcionado, pero hoy en día la seguimos viendo por ejemplo Jonh Dewey,
entiende el poder como “ la suma de condiciones disponibles para conseguir
el fin deseable”. Para Foucault, el poder viene de todas partes, de arriba y de
abajo; “está siempre ahí” y está inexplicablemente implicado en las menores
relaciones de dominación y resistencia.

La conducción, la organización del salón de clases, procedimientos


pedagógicos informales que los maestros usan en grupos de estudiantes, los
mensajes que se trasmiten al estudiante en el ambiente físico e institucional,
las presiones burocráticas institucionales, esto es lo que se viene afectando
cuando hay un error en la línea de enseñanza o de docencia. Son las
prácticas del curriculum oculto, pero no toda la responsabilidad cae sobre el
maestro. Los alumnos tienen gran influencia en el desempeño de la clase y la
seriedad que se le de a esta, pero a pesar que los alumnos “pueden decidir
sin represalias” existe el miedo quizá fundamentado a temer alzar la voz por
las consecuencias que pudieran tener sus actos.

Como todo grupo social el salón de clases nio se exenta de tener sus propios
individuos con patologías, temores, fobias, mas bien si decimos que al igual
que los catedráticos los alumnos tambien presentan estrés escolar y en el
caso de los catedráticos podemos encontrar en sindrome de Burnot.

Y no es para menos, pues el ambiente escolar es bastante pesado en cuanto


estrés colectivo, o podría surgir también por época de exámenes, que se ha
demostrado en estudios que no es un factor determinante, más bien es el
factor estresante (problemas del docente para llevar a la comprensión del
tema a los alumnos), Sin embargo, dadas las circunstancias similares, los
estudiantes reportan diferencias en los niveles de estrés percibido (Pau,
Croucher 2007). El estrés estudiantil se asocia con mayores tasas de
deserción escolar, el éxito académico y baja satisfacción de los estudiantes
(Pritchard & Wilson, 2003). Se requiere más investigación para comprender
las causas del estrés universitario (Alpay, 2009) y quizá esto nos ayude a
recopilar o proporcionar nueva información acerca del estrés y también se
podría crear un programa de intervención grupal a los alumnos. Pero esto es
otra historía.

La "Capacitación emocional para alumnos" es determinado por un estímulo


ambiental, su aparición provoca cambios en la parte somática, cognitiva y
conductual. Es por ello que para los personajes involucrados en el proceso
de enseñanza aprendizaje dentro del aula puedan estar percibiendo
emociones (falsas y reales) de lo que el otro siente.

Es aquí cuando nos topamos con los juicios anticipados, donde el maestro o
el alumno creen conocer a la otra parte con sólo la impresión de lo que les
hace sentir emocionalmente. En estos casos puede traer alguna báse de
conocimiento previa al alumno o al maestro que le mermará en el concepto
que tenga de él.
Para hablar de la emoción, sin embargo, a veces utilizamos otros términos
como "estado de ánimo", que define Galimberti, H. (2007) base del afecto.
Esta definición se refiere el estado de ánimo de fondo. Con las características
de durabilidad y relativa independencia, los estímulos de fuera.

En otras palabras, las emociones son reacciones a un estímulo del medio


ambiente, son cortos, provocando cambios en tres niveles diferentes:
somática ( la respiración, la presión arterial, ritmo cardíaco, la circulación,
secreciones, la digestión), las expresiones de comportamiento conductual
(facial, tono de voz y reacciones), cognitiva (subjetiva, cambio o pérdida de
control de uno mismo y de las habilidades cognitivas).

Esto sí bien nos damos cuenta, es un arma de doble filo, ya que por un lado
puede haber empatía de las partes involucradas y hacer la labor docente más
sencilla y llevadera, así como los alumnos pueden prestar más atención,
podrían tener mayor comunicación y confianza para con el profesor y
solucionar los problemas que surjan en el grupo de clases. Pero cuando no
es así, y los conflictos abundan por alguna falta de empatía o de
comunicación, se puede salir de control y esto generando los problemas que
han de conflictuar al alumno.

Hace recordar la inteligencia emocional esta clase de conflictos, esta teoría


de Mayer y Salovey (IE); y haciendo un enlace de los temas; aparecen las
áreas de aptitudes (Robert Wood y Harry Tolley, 2006).

Autorregulación: ser capaz de manejar y controlar tu propio estado


emocional.

Autoconciencia: conocerte a ti mismo y saber lo que te dicen tus emociones.

Motivación: canalizar tus emociones para alcanzar tus metas.

Empatía: reconocer y leer emociones de los demás.


Habilidades sociales: relacionarse con los demás e influir en ellos.

Ahora, la pregunta es, ¿en verdad encontramos estas cinco aptitudes


necesarias en el aula, en los salones de nuestro instituto?
Es momento de creer que es responsabilidad de ambas partes y no solo de
una. Esto claro sí se quiere tener un “aula saludable“.

La preocupación viene cuando nos preguntamos ¿estos jóvenes que


obviamente muestran señales como: frustración expresada, agitación, manos
cruzadas en señal defensiva, petulancia, mordacidad, y de más rasgos de los
estados emocionales negativos por medio del lenguaje no verbal, estos
jóvenes serán la nueva generación de trabajadores de México?

Nos daría a pensar que las escuelas no se involucran tanto en el estado


emocional de sus alumnos, ni tampoco en el de los catedráticos, mas bien
sólo se encarga de la instrucción académica. O sea, han visto mas
importante la formación intelectual que la emocional de docentes y alumnos.

Mientras que se presentan los problemas en clase y los juicios anticipados y


se pueden apreciar ciertas conductas o manifestaciones:

- Actitudes incongruentes a la edad de los catedráticos para con los


alumnos.
- Indiferencia de los alumnos frente a los problemas académicos.
- Poco respeto entre docente y alumnado.
- Poca comunicación entre maestros y alumnos.
- Poca tolerancia a la frustración de alumnos y maestros dentro del
salón de clases.
- Poco compromiso para volverse activo en los problema de la
institución.
- Evaluación de la vieja escuela, dejando de lado a la evaluación por
competencias.
Saliendo del paradigma tradicional y de competencias, así como del
constructivista, sociocultural, psicogenético o conductista y sus formas de
trabajo, sería mejor que nos preocuparamos un poco más en:

- La relación que tiene la inteligencia emocional con el proceso de


enseñanza-aprendizaje.
- La forma de solucionar conflictos de manera asertiva.

REFERENCIAS:

Alpay, E. (2009). Lidiando con el estrés estudiantil. El Psicólogo, 22, p.94-95.

Galimberti, H. (2007). “L´ospite inquietante”. II nichilismo e i giovani. Milano:


Feltrinelli.

Pau, A. , Croucher, R. (2003). Emotional Inteligence and perccived stress in dental


undergraduates. Journal of dental educación, 71, 197 - 1028.

Pritchard y Wilson. (2003). Self projet background. Recuperado el 15 de diciembre


de 2010 de http://cite.nwmissouri.edu/ic/self/

Wood, R., Tolley Harry. (2006). Mide tu inteligencia emocional. Kairós: España

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