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No existe ningún puto derecho, por tanto, no se reserva nada.

Esa nada no es nuestra, por eso la okupamos.


Omnia sunt communia

Editado por Fuga Nómada


Colección Feminismos criminales
fuganomada@subvertising.org

Impreso en cualquier parte, en el año 36 de la era Orwell


Tabla de Contenido

Prólogo.................................................7

Mi dulce amiga ................................. 15

CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO.

El amor como categoría cultural, de género,


de clase, de etnia.................................... 27

ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO
Y LAS AFECTACIONES LIBRES Y ALEGRES.

¿Jugás?................................................. 51

La manada de lobos aprende a preparar ex-


plosivos y a destruir la propiedad privada 57

Pequeñas intuiciones para una ecología ama-


toria libertaria. ....................................... 63

LA AMISTAD.

La amistad.......................................... 75
El amor es una mierda
o
Metete tu cariño en el culo
Prólogo
Crear una nueva ética, que no se sostenga por su no-
vedad, que no se concluya; sino que fluya y transmute
en el devenir de los cuerpos que se dan al encuentro,
que se agotan en el acontecimiento; una que nunca sea
coherencia sino consistencia (en su justa medida, en su
Kairós): Es el llamado a la criminalidad.

Hartas de que se nos diga cómo, cuándo y hasta


dónde pensar, sentir, callar, vivir, disfrutar, expresar
y dar es que nos vemos volcadas a la insurrección en
todas las formas que encontremos afines. Nos hemos
cansado de los códigos que definen nuestros gestos,
aspectos y cuerpxs; así entendimos que, como “Hay
que decir que el Estado no existe, para que no exista”,
debemos detonar aquellas torres de marfil instituciona-
lizadas en el Yo, el concepto y la Razón Humana, que,
autoritariamente, pretenden señalar los únicos caminos
posibles para transitar:

Decapitamos
Al Estado,
Al Dios,
Al Sujeto,
A el Padre,
A la Razón,
A la Patria,
Al Hombre,
A la Mujer
Y sí, al Amor.

7
EL AMOR ES UNA MIERDA.

“(…) decidimos asaltar en un acto insurrecto los de-


venires menores que desatan como bombas de re-
lojería la ética de la alegría ácrata. Intentamos por
todos los medios devenir amigas para danzar desnu-
das y manchar con nuestra luna las paredes llenas de
la condena de la modernidad y sus dispositivos de
captura.”1
Renunciamos a la creencia de antaño que nos orde-
na al Amor como único rostro y autoridad moral para
indicar cuándo se está bien relacionada, cuándo un
sentimiento es lo suficientemente grande y puro como
para justificar todos los actos que se desprendan de
él. Intentamos abolir esa necesidad absurda de buscar
siempre un/une/una acompañante, incluso dentro de
los “márgenes abiertos” del amor libre.

No queremos novies ni compañeres que se definen


mediante el encuentro sexual (restringido al aspecto
genital), ni tampoco llamamos a la camaradería que
se limita a la reproducción de roles, asumidos desde
una distancia corporal prudencial, que no interfieran
en la consecución del proyecto político. Queremos ser
amigues/amantes, cuerpas que se miran, se sienten, se
comunican y se entregan al constante devenir de sus
pasiones. Queremos sentirnos bien solxs y entender en
ello una postura subversiva. Aceptar la compañía que
llega, permanece o se marcha en completa libertad.
Convocamos entonces “la distancia infinita, esa sepa-
1 Así profesa el primer manifiesto que nos convoca a
la criminalidad en el reconocimiento y la creación de diver-
sos feminismos.

8
PRÓLOGO.

ración fundamental” que se acompaña de la anulación


de la dependencia relacional, aquella indeterminación
que solo en la amistad puede existir, como se perci-
be con Blanchot, para degollar los paternalismos que
nos entienden cómo cuerpas impotentes, necesitadas
siempre de un cuidado externo, de una protección y un
manto que nos cubra de las corrientes de la vida.

Pensar/Sentir: Vivir, amorosamente, nos condena a


territorializar nuestros deseos, a ponerles, antes de que
cualquier cosa pase, un límite y un destino. Es por esto
que un estudio feminista y atropológico del amor, des-
de lo que Mari Luz llama El pensamiento amoroso se hace
fundamental para poder combatir los dispositivos que
gobiernan nuestras fromas de ser/vivir en nuestras re-
laciones. El Amor proyecta entes abstractos (sin cuer-
po) a la promesa de felicidad, seguridad y estabilidad,
mientras los sujeta por el cuello y castra todas las po-
sibilidades que existen en unx cuerpx que se dispone
única y exclusivamente en sus encuentros. Es el Amor
la vara social por excelencia que, en la mayoría de los
tiempos, razas, etnias, encuentros sexo-afectivos, gru-
pos políticos, idiomas, etc. permite definir un grado de
aceptabilidad social y colectiva a los individuos que so-
mos llevadxs a conformarlos; puesto que es el Amor,
como la felicidad y la libertad, el considerado uno de
los Bienes mayores para el Hombre. Es nuestro gran
dominador, el Pater Potestas de la jerarquía relacional.

La Ética amatoria del deseo libertario es ya un clá-


sico dentro de lo que consideramos la propagación

9
EL AMOR ES UNA MIERDA.

de feminismoS criminales en sudacalandia. Esta es


una experiencia amatoria en la construcción del de-
seo, que se encuentra embistiendo lugares comunes en
los que quedamos capturadas bajo una identidad (fic-
ción realmente útil al heterocapitalismo), oponiendo
al Yo la inmanencia del cuerpo y del cómo opera. Las
prácticas que se exponen son de desobediencia a las
ideas regulatorias bajo las que la cuerpa se encuentra
sometida en la producción de un deseo que se impone
como propio. Generar la desprogramación del género,
objetarlo, a su vez nos conduce a la desnaturalización
de aquellos deseos que dicen nuestros, y profundizar
nuestra percepción de deseos únicos2 que crean afec-
ciones únicas en las que se deconstruyen nuestras sub-
jetividades: creando afecciones que, transgrediendo los
límites de lo humano y lo no-humano, desnaturalicen
una producción masificante de la vida que somete a los
cuerpos, sus deseos y sus devenires.

Las ludditas sexxxuales se hacen máquinas de gue-


rra y proyectan la destrucción de los dispositivos del
heterocapitalismo, que bajo las dudosas bondades de
los equipamientos de la heterosexualidad como régi-
men político (concepto apropiado de la filósofa Mo-
nique Wittig) se han asimilado en lxs cuerpxs, como
2 (únicos en el sentido de resultado directo de
experiencias, subjetividades, encuentros y sentires
específicos que los posibilitan. El deseo no puede
ser algo preestablecido sino devenido en el instan-
te mismo con todo, en el espacio-tiempo, que lo
engendra y lo escupe por nuestros poros.)

10
PRÓLOGO.

lo son la monogamia, la familia, el Amo(R) Román-


tico que se sacraliza y la noción misma de Amor, que
produce una distribución jerarquizada, paternalista y
dominadora de la vida.

La monogamia como dispositivo de la sexualidad,


descubierto y explotado hasta la exacerbación por la
iglesia para el control de las almas en la edad media
por medio del control de lxs cuerpxs, y afianzado por
los otros poderes del Estado como instrumento de la
natalidad, desempodera las cuerpas que se entregan
sin el menor resquemor al sometimiento de un deseo/
necesidad que las arroja a un control cotidiano, a un
poder embrionario que tranquiliza y anestesia. Una de
las formas de nombrarlo ha sido: Hetero Capitalismo
Global Cognitivo, concepto apropiado de la tradición
biopolítica desde Deleuze y Guattari hasta las femi-
nistas posestructuralistas. No se trata de que, a modo
de imperativo, estemos ofreciendo recetas de lo que a
cada une nos hará más libre, se trata más bien de que
cuando la monogamia no estimula las potencias que
nos permitan intensidades y afecciones alegres se hace
preciso el crearnos deseos que nos potencien. Desna-
turalizar nuestros deseos y hacernos cargo de ellos, es
desacralizar lo que se ha constituido como los mayores
bienes de una civilización decadente, profanar el valor
sagrado de la familia y la utilidad que brinda a una glo-
balización estéril.

Hacemos uso del llamamiento del Comité Invisible


cuando nos incita a encontrar aquellos antepasados

11
EL AMOR ES UNA MIERDA.

que nos hacen más libres. Entre estos antepasados


se encuentra el movimiento insurreccional ludita que
emerge como potencia destructiva, siempre horizon-
tal, siempre autogestiva, para la creación de otros de-
seos que permitan, no la anulación de los conflictos,
sino la expresión siempre expansiva del deseo que al
moverse cambia también su naturaleza y que no pue-
de nunca decirse sin traicionarse.

No acatar a la Norma que produce a nuestros de-


seos, develar la ficcionalidad de la máquina, su carác-
ter artificioso y su devenir histórico; y que en la era
del capitalismo se encuentra como uno de los cen-
tros de la gestión biopolítica. No buscamos descubrir
a modo de Freud el deseo como lo reprimido, sino
cómo puedo construir/me otrxs, cómo puedo no de-
jar de desear, esto es, cómo no dejar de crear mundos
posibles, mundos que incitan a la destrucción de lo
que te destruye.

12
Recuperar el fuego interno

@Impropia_
Mi dulce amiga
o
Metete tu Cariño en el Culo
Mi dulce amiga
o
Metete tu Cariño en el Culo

♥♥
♥♥♥
Algunas inflexiones en torno a las afectaciones li-
bres y alegres.
♥♥♥
♥♥

El condón es para el sexo anal,


para que la mierda no se meta por la uretra.
Toño

Se dice ciertamente que no hay que tomar «a la ligera» el


divorcio.
Pero ¿por qué no? Porque la ligereza es «pecado», porque se
trata de una «cosa sagrada».
¡No debe haber ligereza! Y así le va al egoísta al que le han
arrebatado su ligereza y que se condena a sí mismo a seguir
viviendo en una relación carente de interés, pero sagrada.
Max Stirner

15
EL AMOR ES UNA MIERDA.


Los enormes ojos de mi amiga no me miran. Son
amarillos al centro y verdes alrededor, como un girasol
sobre el cielo marino. Le pregunto si ella me ama. Me
dice que sí, sin pensarlo, mirando hacia delante com-
pletamente convencida… Aunque parece tenerlo muy
claro, nunca me ha dicho te amo; sólo me dice que
me quiere, que le gusta tenerme cerca y que me de-
sea siempre lo mejor. En otros idiomas no es tan clara
la diferencia entre el querer y el amar. En inglés, por
ejemplo, el I want you no equivale al te quiero del es-
pañol; no es un vocablo que designe la afección, sino
el deseo. Para el amor, para todo tipo de amor, se usa
la palabra love —o Love. Para nosotros los latinos, es
sumamente distinto querer, a amar a alguien; la diferen-
cia parece recaer en el grado de entrega: la gravedad, el
compromiso. Porque el Amor es algo enorme e incom-
prensible, fuera del alcance humano.

La cultura, la soledad y las hormonas del pollo, te


dicen que amar es duro, que pesa, pero que es una li-
viandad, una liberación; que amar es hermoso, pero se
vive como una condena, como una privación monásti-
ca; que amar es tremendo, pero entre más se aman las
parejas, más se repantigan en sus vicios, más se afian-
zan mutuamente en la comodidad, la mediocridad y el
aburrimiento estable y seguro que se procuran. Que
amar es entregarlo todo por otro, incondicionalmente,
pero cada año centenares de mujeres mueren acuchilla-
das por sujetos que las aman más de la cuenta.

16
MI DULCE AMIGA.


Está el Amor, el que es un dios, del que hablan las
canciones idílicas, las credenciales con flores y las tar-
jetas con perritos giordanos; el Amor de los mitos y
las tiendas de sentimientos; y está mi pequeño-amor,
el que nada-lo-puede: ínfimo, inseguro, mudable, una
nada imperfecta y amorfa que signa mi cuerpo en los
deseos del otro, del todo, del mundo. Este otro amor
no es inagotable, pero sí al menos cuantioso; hasta
ahora he amado con fuerza esta multiplicidad abruma-
dora en mi dulce-amiga, y no siento que esté cerca de
agotarse o de necesitar abastecimiento.


El cristianismo dice que Dios es Amor: un amor
moral (antiético), obligatorio (exterior), impersonal
(ajeno) y sin cuerpo (falso). Cristo sabía lo que era el
amor, el sentido práctico en que dios y amor son una
misma sustancia; pero al cristianismo nunca le ha im-
portado lo que el Cristo creyera. Amor de Dios: Temor
de Dios. Día del Amor: Día de la Ira.


El amor celestial aplasta los demás amores, sobre
todo al filial y al erótico. Si Dios es Amor, es única-
mente gracias a que no ama nada. Su amor es todo: es
nada. Un dios hecho de Amor debería ser a la vez el
dios del amor, pero esto ya no se cumple. «¿Qué falta
les hacía a los recensores judíos entrar a discutir sobre
el amor y el Dios que es amor, cuando hacía mucho
que escupían sobre Amor, el dios de los amantes?»1
1 Stirner, M. en Los Recensores de Stirner.

17
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Un Amor sin objeto, que no se entrega, que no toma


forma: que no se gasta ni se difunde entre los cuerpos.
Es este Amor el que lleva a papi-Estado a guardarte y
protegerte, el que lleva a los desposeídos a inventar un
Dios de ignorancia y rencor; el que conduce, a aque-
llos que no se bastan, a invocar su propia insuficiencia
bajo su santo nombre. Pero mi amiga y yo no tenemos
Estado, sólo sabemos de los estados orgánicos, subjeti-
vos, en que nos vamos encontrando a cada instante; no
tenemos un Dios severo, sólo los pequeños dioses del
agua, de la basura y de las piedras; tampoco tenemos
Amor, sólo el minúsculo don de ser tontos, sucios y
frágiles, que nos permite abrazarnos sin darnos cuenta.
Nuestro amor es pequeño y maleable como un niño de
pecho; es un amor que se olvida, un amor para infantes
y plantas.


El amor no es dicotómico; es ambiguo, pero no
dual; es la unidad, es lo absoluto en su forma construc-
tiva, aun cuando su fuerza ocasione la destrucción. No
hay un love y un want, un amar y un querer, un amar
y un Amor. Es uno y el mismo, y esa unicidad es una
grandísima mierda. El amor duele, trastorna, evidencia
los horrores, las crueldades, las peores mezquindades
y egoísmos; incluso obliga, en la materia, la unión de
todos los átomos desordenados del universo. «L’amor
che move il sole e l’altre stelle»2.

2 Alighieri, D. En Divina Commedia. Paradiso, XXXIII, v.


145. «El amor que mueve el sol y las estrellas».

18
MI DULCE AMIGA.


Mi amiga es infinita, fragmentaria. Nunca se agota,
pero tampoco es la gran cosa; es pequeña e insulsa y
está rota, al igual que yo.

Mi amiga no puede nada en mí ni yo en ella; cho-


camos en el espacio interminable como si no chocá-
semos; como dos gases de distinta densidad e idéntica
composición. Mi amiga es mi enemigo, es eso-otro que
nunca seré, allí donde me pierdo en mismidad, en alte-
ridad; donde no me concibo ni me percato del ser. Ella
es lo que no sentiré ni obtendré jamás. Pero es mi úni-
co aliado —así, con o al final—: lo único que hace que
flote, en vez de naufragar entre mis propias heridas.


Mi amiga no es negra ni blanca ni amarilla. Mi ami-
ga no nació hombre ni mujer, ni es de ningún país en
particular. Mi amiga tampoco es abstracta, conceptual,
universal, etérea o metafísica; mi amiga es lo más real.
Es todo lo que tengo, porque no la tengo; es toda ella
carne y hueso y sonido, y latidos y gemidos y olores,
pero es todo esto sin una forma definida, de manera
indeterminada, como amiga imposible y múltiple; ami-
ga siempre en el presente, que es mi porvenir; nunca
mía, nunca del todo en mí; siempre potencia de amiga,
siempre potencia de amor. Amo a mi amiga porque
nunca se dejaría capturar. Antes moriría; antes se arran-
caría la pata con sus propios dientes. Amo a mi amiga
porque no es mía. «Yo canto a una novia que no ha de
ser mía…»3
3 Greiff, L. de, en Álbum Para Matilde.

19
EL AMOR ES UNA MIERDA.


Para las viejas teorías del inconsciente, amor signi-
fica carga. Amor es lo mismo que pulsión: una unidad
energética, una magnitud. En este sentido sí podría-
mos llamar amor al empuje bajo alguien que te mata,
que te aplasta, te mutila, te retiene. Visto así, todo el
consumo, y toda la destrucción que éste conlleva, com-
prenden los modos más potentes del deseo, del amor.
Amor como amor a la muerte, como amor al mal y a la
destrucción.


A veces, puede que mi amiga quiera adorar al Amor,
y se postre ante él como quien ha encontrado el mito
verdadero. Creyéndolo verdad, mi amiga podría espe-
rar que yo también rece a este dios de los enamorados.
Si acepto, nuestras almas quedarán petrificadas por la
opacidad de lo sagrado; si me niego, mi amiga deberá
decidir, elegir entre petrificarse ella sola, o abandonar
lo seguro para moverse siempre, para vagar por el pla-
no como un sin-dios lo haría.


Mi amiga es eterna en las amigas que ya fueron y
en las que no serán; todas las amigas que nunca tendré,
sus átomos inefables corriendo por mis arterias. Mi
amiga, a la que amo con locura, es lo otro, lo ominoso;
es lo reprimido y lo negado, pero también es esa niña
que acuno en mi pecho desde que nací. Mi amiga no
es mía porque me pertenezca. No son mías sus horas,
ni sus formas, ni su proceder; aun así, es mía porque

20
MI DULCE AMIGA.

late en mí; porque ella también es ánima de luz y calor


en mí vacío; es explosión en mi ruina; un recuerdo que
no tengo: el mito de mi-mujer-interior. Mi amiga no es
mía porque yo pueda mover su masa, es mía porque
es mi fratría, porque es mi manada, mi cónclave, mi
cofradía, mi rito, mi tribu y mi clan. No es mía porque
quiera fundar algo en ella, desde ella. No es una patria,
no es un refugio, no es tierra en la que pueda sembrar.
Mi amiga es mi exilio, es el vacío que me dio la libertad.
No es mía porque me deba, es mía porque así pasó,
porque nos encontramos y, la fuerza del misterio nos
hizo partes de un mismo efecto. Los ojos pardos de mi
amiga ven la espesura de la maraña. No me ven a mí,
pero me recuerdan. Mi amiga escribe que me recuerda,
pero que no me extraña. Juega con otros niños, otros
cuerpos mueren jovialmente con ella. Es feliz sin mí,
aunque amándome. Me ama, pero no me necesita. Me
dice que siempre seré lo que más ame, incluso si ya
nunca nos volvemos a ver. Nada terrible nos separa
ni nada espantoso nos une. Ella me ama porque así
le pasa, y yo, que quizás no lo merezco, la amo por
lo mismo, y aunque esto nos enturbie el pensamiento,
aunque este amor ya no sea cuerpo, lo recibo y celebro
con gran satisfacción.


Mi amiga me ama porque soy un cuerpo, ama el
peso de mi anatomía y su olor penetrante. Cuando
pienso en mi amiga y en cuánto la amo, siento vergüen-
za de amarla, siento vergüenza de que mis sentimientos
puedan ser falsos: algo que aprendí de otros, de los

21
EL AMOR ES UNA MIERDA.

libros, de la familia, o hasta otra cosa peor. Temo atra-


parla en la jaula de mis necesidades, pero de inmediato
me percato de que estoy pensando en ese otro Amor,
que está por fuera de mi mundo; ese Amor viejo y tira-
no del que huí.

Mi amor es pequeño y estúpido, es el amor de un


niño que se distrae con facilidad, una fuerza tan ausen-
te de todo poder, que nunca podría aplastar a nadie.
Mi amor no pesa, en esa medida mi amiga está segura
ante mi amor. Sin embargo, su propio amor, el que ella
siente hacia mí, ese no puedo sentirlo ni entenderlo,
porque es suyo, es completamente de ella, y podría lle-
gar a ser una carga para ambos. Mientras recordemos
que nuestro amor es triste, feo y pequeño, que agoniza
y se pudre; que no es único ni sagrado, sino conven-
cional y particular, que nace y muere a cada instante en
cada uno de nosotros; mientras recordemos que este
amor no es ningún dios, mientras perdure algo de esto,
podremos y deberemos conservar el fuego en que se
funda.

Los cristianos y los comunistas se asocian porque
suponen que algo sagrado los une. Mi amiga y yo nos
(se)paramos juntas gracias a la certeza de que nada es
sagrado; dado que sabemos que en cualquier momento
podemos dejar de amarnos, o explotar, o desaparecer,
cada una por separado o en comunión. Parafraseando
a Wittgenstein: mi amiga puede acaecer o no acaecer, y
el resto debería permanecer igual.

22
MI DULCE AMIGA.


Mi amiga me parió en una mañana fría, sobre una ca-
milla estéril, perfectamente desinfectada. Repté como
un gusano rasgando sus entrañas, desgarrando la pulpa
marrón de su vientre. Nací de su entraña, Yo-otredad,
enemigo y varón, carcomiendo la vida remota de su
seno. Entonces, condena de otro tiempo, los ojos de
mi amiga me vieron, y en esos ojos oscuros sólo hubo
abismo, sólo hubo un vértigo dulce, un terrible amor.
En una gruta, antes del tiempo, mi amiga me hizo, me
amasó con su carne y su miedo; me enseñó la ley del
deseo, me inscribió en la lengua de mis ancestros; lue-
go me lanzó a este mundo, para que muriera y rodara,
como todos los demás amantes y amados que murie-
ron y rodaron antes que yo.


Mi amiga no espera futuros, el amor no la aplasta,
no crea futuros ideales en su vientre, ni para ella ni para
los dioses ni mucho menos para mí. Mi amiga fulgura
en una constelación lejana, donde otros la han retrata-
do para que yo crea que sólo existe afuera del mundo.
Pero fulgura con más fuerza en mis entrañas, en los
poros de mis axilas sudadas y la bolsa hinchada donde
rezuma el semen de nuestro destino.


Los ojos negros de mi amiga me miran en la oscuri-
dad. Siente que quiero alejarme, cree que su dolor y su
espanto me asquean. Pero mi amiga no es un aparato,
no puedo abolirla ni repararla; no es de mi pertenencia:

23
EL AMOR ES UNA MIERDA.

no como un objeto; sólo es mía en la conjunción, mía


por intercambio temporal, por alianza, por afinidad,
por anomalía. La tristeza, el odio, el horror en mi amiga
no me espantan; ella no es un trasto desechable, ade-
más no me quedo a drenarla como un enfermero, no la
sobreprotejo, no curo ni alecciono a mi amiga; la dejo
estar rota a mi lado, ser abiertamente aquel despojo que
tiene todo el derecho a ser. Mi amor no es positivo, no
reclama la positividad. Ser lo que uno es, estar como
está, no merece condescendencia ni repulsión. No ante
el amor. A mí nadie me obliga, amo porque es mío ese
amor, porque amar es grande cuando es cosa mía; algo
personal, algo conquistado por mis imposibilidades. Mi
amorcito falible, fatigado, mortal, corporal, asqueroso
y pequeño; a veces entregado, a veces egoísta, a veces
utilitario, a veces distante y precario, pero nunca tirano,
nunca un enterrador; nunca algo impuesto, sagrado o
mayor a la vida en cualquier expresión.


Amo con esta lengua, con este pene, en cueros, cla-
vado como un cerdo en carnes desconocidas. Amo en
el baño, en las letrinas, cuando recuerdo los cuerpos
que fui por un segundo; pero también amo cuando me
olvido, cuando es la muerte lo que amo y dejo que flu-
ya libre en mi condenación. Por eso, no es de extrañar
que incluso pueda amar para llegar a ser el amo (de
mí-mismo), y que me sienta amo(r) cuando escucho,
cuando mimo, cuando cuido y propago en otro cuerpo
lo que soy. Amar no me hace menos único. A nadie
debe extrañar que cuidar lo que me afecta, que alimen-

24
MI DULCE AMIGA.

tar mi campo de afinidades, sea para mí una manera de


reservarme un bien insospechado, que considero más
grande que al amor.


Me gusta babosear a mi dulce-amiga. Me gusta la-
merla y acariciarla y decirle cosas cursis al oído. Esto
agrada a mi amiga, pero no lo necesita; necesita de mis
afectos tan poco como me necesita a mí; bien podría
meterme mis meloserías por el orto, y a ella le daría
lo mismo. No obstante, ella las disfruta; mi amiga es
un cuerpo y requiere contacto; yo soy un cuerpo, y le
brindo fluidos e interacción; no tengo nada más que
intercambiar. Las caricias se sienten lindo en su piel y
las valora porque son mías, porque son las dulces ni-
ñerías que brotan del amor de su amigo. Si hay algo de
malo en ello, que lo juzgue Dios, que lo juzgue Él con
todo su enmierdado-Amor eterno y magnífico.


Mi amiga me pertenece a mí lo mismo que le per-
tenece a cualquier otra criatura en su campo cercano
de afinidad. Esto no me da ni me quita nada. Mi amiga
es mía sólo dentro de nuestro conjunto, puestos en
relación, una ante la otra y nada más; no es mía en
los conjuntos exteriores a los que ella pertenece, que
no comprenden o excluyen mis afinidades. Mi libertad
monstruosa e infinita amplia la de mi amiga, a cada
momento y hasta límites insospechados.

25
EL AMOR ES UNA MIERDA.


Si algún día dejo de agradar a mi amiga, ella deberá
alejarse. No nos une la piedad ni la obligación. Si cui-
dar de mí no es cuidar de sí misma, mi amiga deberá
irse. El que me ame implica que compartimos cierta
responsabilidad sobre el otro, pero esa responsabilidad
termina en el punto en que nuestros límites se mani-
fiestan, natural y necesariamente. No le debo ninguna
fidelidad, ninguna comprensión, ninguna complacen-
cia a mi amiga, pero puedo ofrecerle alguna de estas
cosas, mientras eso sea lo que quiero, y sólo porque
ni ella ni nadie me lo está exigiendo. Podría dar todo
de mí mientras lo haga libremente, entonces obtendría
otro don, tendría la libertad más grande, haciéndome
indigno y esclavo a ojos ajenos.


Mi amiga me cabalga hacia la lejanía; entonces soy
su caballo, un animal de carga, un bruto, un trozo de
mierda que escupe; ella es mi mortaja, mi Señora, y
yo, menos que una cosa, aspiro a ser su esclavo y nada
más. Otras veces es ella mi montura, entonces es una
puta sin valor, una colonia de huecos húmedos que me
succionan; es mi objeto-puro, mi terrible profanación
de todos los afectos, de todas las limitaciones. Enton-
ces, exentos de cualquier tontería, hechos cuerpo puro
en estado salvaje, en soledad sublimada y completo
desarraigo material cabalgamos juntos hacia ninguna
parte; lejos de los infiernos inmateriales del placer y el
dolor infinitos.
Dannazio.

26
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO.
El amor como categoría cultural, de género,
de clase, de etnia

Mari luz Esteban

El amor como categoría cultural, de género, de clase, de etnia


La verdad es que demasiadas personas en nuestra cultura no
saben lo que es el amor. Y este no saber es como un terrible secre-
to, una carencia que tenemos que ocultar (…) Es especialmente
preocupante que tantos libros publicados recientemente sobre el
amor sigan insistiendo en que las definiciones del amor son inne-
cesarias y carecen de sentido. O peor todavía, los autores sugieren
que el amor debería significar algo diferente para los hombres y
para las mujeres; que los sexos deberían respetar y adaptarse a
nuestra incapacidad de comunicación puesto que no compartimos
el mismo lenguaje. Este tipo de literatura es popular puesto que
no requiere un cambio en las formas establecidas de pensamiento
sobre los roles de género, la cultura o el amor. En vez de compar-
tir estrategias que nos ayudarían a ser más amorosos, nos incita a
adaptarnos a las circunstancias en las que el amor está ausente.1

El estudio del amor, como un complejo modelo de pen-


samiento, emoción y acción2 , nos conduce a diferenciar
dos niveles de la realidad que se suelen entremezclar y
cuyo solapamiento tiene consecuencias adversas, por
el riesgo de etnocentrismo y generalización: el amor
1 Bell Hooks (2001, pp. 11-12)
2 Tennov (1979)

28
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

como un potencial humano universal, por una parte, y


la construcción cultural que en un contexto geográfico,
histórico y social determinado se hace del amor o, más
en general, de las emociones, por otra.

El amor como capacidad universal sería una forma


de interacción y vinculación que comporta la idealiza-
ción y erotización del otro, y el deseo de intimidad y de
durabilidad de la relación. Una interacción que, como
cualquier acción social e individual, involucra al cuer-
po, ya que se compone de sensaciones, percepciones,
expresiones, movimientos, gestos, actitudes, sentimien-
tos, miradas, que articulan tiempos pasados y presen-
tes y hablan de futuro. Desde aquí se puede mantener
que la interacción amorosa está encarnada y que, por
tanto también, es des-encarnable y re-encarnable: las
sensaciones, las percepciones, se repiten pero se van
modificando, de manera voluntaria o involuntaria, de
forma que unas determinadas combinaciones pueden
dar paso a otras. Una forma de vinculación, la amoro-
sa, que, como digo, adquiere configuraciones concretas
y diversas según los contextos geográficos, históricos,
culturales.

Esta definición está basada en la que aporta William


Jankowiak cuando describe el amor pasional como un
tipo de amor perfectamente distinguible del resto, res-
pecto al que no existe acuerdo sobre cómo nombrarlo
(amor pasional, pasión amorosa, infatuación…)3, pero
que deber ser visto como una experiencia universal4.
3 Jankowiak, William. «Introduction». (1995a, p. 4)
4 El 88,5 por 100 de una muestra de culturas recogida por

29
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Pero yo estoy aplicando esta definición (idealiza-


ción, erotización, intimidad, durabilidad) al amor en
su globalidad aunque admito los distintos riesgos de
mi propuesta, incluido el etnocentrismo. Al margen de
la dificultad de definir nociones tan abstractas y cul-
turalmente determinadas como, por ejemplo, la inti-
midad, tenemos entre las cuatro características citadas
por Jankowiak una que a simple vista parecería no ser
generalizable a cualquier forma de atracción o afecto,
el erotismo, que suele asociarse por lo general al amor
sexual o de pareja. Pero yo lo estoy incluyendo conscien-
temente en el amor como genérico.

Lo singular de cada tipo de amor y de cada marco


histórico o geográfico concreto no serían tanto los ele-
mentos que constituyen las diferentes modalidades y
clasificaciones (erotismo, durabilidad… sí o no), sino
las formas que adquieren estos elementos, su combina-
ción y jerarquización, el acento que un grupo humano
pone en algunos o en todos ellos; es decir, no tanto su
composición como su organización y regulación con-
cretas. Todo lo cual condicionaría el aprendizaje y la
vivencia de los distintos tipos de amor. Desde esta idea
podríamos defender que la erotización5 está presente,
al menos en potencia, en cualquier vínculo afectivo, re-
laciones paterno-materno/filiales o de amistad inclui-
das, y que por tanto el incesto o cualquier otro tipo de
sanción cultural al respecto no hace más que regular
la interacción en una dirección determinada, lo que en
William Jankowiak y Edward Fischer (1992).
5 Que no sería más que la líbido, en términos psicoanalíti-
cos.

30
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

algunos casos implica la no o la des-erotización. Con


todas las transgresiones, adaptaciones y versiones po-
sibles, claro está.

Un concepto habitual cuando hablamos de amor es


el de amor romántico o romanticismo, pero es éste un tér-
mino que sería conveniente reservar, en mi opinión,
para la particular tradición amorosa, social y científica
desarrollada en Europa y Norteamérica en los últimos
siglos.6 Un tipo de ideología cultural, el romanticis-
mo, que aunque ha adoptado formas diferentes depen-
diendo de ámbitos científicos y artísticos, y contextos
sociales y culturales, tiende aquí y ahora a enfatizar el
amor por delante de otras facetas humanas y subrayar
el amor-pasión frente al resto; que incita a la búsqueda
de la trascendencia, incluso de la felicidad, a través del
amor, y se convierte así en la modernidad en un susti-
tuto de la religión; que vincula la pasión a la tragedia y
la muerte, y otorga el máximo valor a cualquier proceso
amoroso que implique superar dificultades; que idea-
liza la relación e hipertrofia la parafernalia amorosa.
Una configuración emocional e identitaria, la román-
tica, que jerarquiza las distintas interacciones amoro-
sas y donde, como veremos enseguida, el amor sexual
o de pareja queda absolutamente encumbrado7 y entra
6 De todas formas, hay que recalcar que tendríamos que ha-
blar de distintos tipos de romanticismos dentro de esta tradición.
7 Gayle Rubin señala que en la cima de la pirámide erótica
están solamente los heterosexuales reproductores casados. Justo
debajo están los heterosexuales monógamos no casados y agru-
pados en parejas, seguidos de la mayor parte de los demás he-
terosexuales. El sexo solitario flota ambiguamente. El poderoso
estigma que pesaba sobre la masturbación en el siglo XIX aún

31
EL AMOR ES UNA MIERDA.

en tensión con otros tipos de amores (como el mater-


no-filial), lo que posibilita a su vez la consolidación de
un determinado orden social, desigual.

Pero una dificultad relativa a la definición y clasi-


ficación de las diferentes formas de amor, o más en
general, de las emociones, identificada sobre todo por
historiadores y antropólogos, tiene que ver con su tra-
ducción terminológica y cultural. Como han señalado
autores como Catherine Lutz y Georges White8, o Pe-
ter Burke9, ¿cómo diferenciar la emoción misma de
la actitud consciente hacia ella, la emoción en sí de su
representación oral o escrita? ¿Cómo estar seguros de
que un término en cualquier idioma está representan-
do lo que en otro idioma denominamos miedo, cólera,
amor, deseo? Más aún, ¿qué sistema de representación
o perspectiva teórica es la más adecuada para analizar
las emociones o el amor, y qué implicaciones tiene
adoptar una u otra perspectiva?

permanece en formas modificadas más débiles, tales como la idea


de que la masturbación es una especie de sustituto inferior de los
encuentros en pareja. Las parejas estables de lesbianas y gays están
en el borde de la respetabilidad, pero los homosexuales y lesbianas
promiscuos revolotean justo por encima de los grupos situados en
el fondo mismo de la pirámide. Las castas sexuales más desprecia-
das incluyen normalmente a los transexuales, travestís, fetichistas,
sadomasoquistas, trabajadores del sexo, tales como los prostitutos,
las prostitutas y quienes trabajan como modelos en la pornografía
y la más baja de todas, aquellos cuyo erotismo transgrede las fron-
teras generacionales (1989, p. 136).
8 Lutz y White (1986).
9 Burke, Peter. «Is there a cultural history of the emotions?»
(2005).

32
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

Catherine Lutz y Lila Abu-Lughod, en su introduc-


ción al libro Language and the Politics of Emotions10, ofre-
cen una clasificación de las diferentes aproximaciones
científicas a las emociones, diferenciando lo que consi-
deran las cuatro grandes estrategias analíticas seguidas
hasta el momento: esencialización, relativización, his-
torización y contextualización.

La esencialización, característica sobre todo de la


mirada psicológica y psiquiátrica, desde la que se de-
fendería la universalidad de las emociones (en formas,
significados, procesos), lleva a un estudio de las emo-
ciones entendidas como estados biopsicológicos, que
deja en un plano absolutamente secundario el carácter
social y lingüístico de las mismas. Las otras tres estra-
tegias, la relativización, la historización y la contextua-
lización, por el contrario, se centran en la dimensión
socio-cultural. Los autores que han optado por el re-
lativismo, como Michelle Rosaldo11, han subrayado en
su trabajo la fragilidad de las categorías culturales en
torno a las emociones y la relación entre dichas catego-
rías y sistemas ideológicos o relacionales diferentes. La
historización de las emociones, de la mano de autores
de la relevancia de Norbert Elias12 o Michel Foucault13,
sitúa los discursos y las subjetividades en contextos so-
ciales e históricos particulares y atendería a sus cam-
bios. Por último, la contextualización no insiste tanto
en la reconstrucción del marco histórico general del
10 Lutz y Abu-Lughod (1990, pp. 1-7).
11 Rosaldo (1980).
12 Elías, Norbert. The History of Manners (1978).
13 Foucault, Michel. La historia de la sexualidad (1987).

33
EL AMOR ES UNA MIERDA.

problema sino en analizar meticulosamente la riqueza


de las situaciones específicas.

El hecho de que bastantes de los autores que se han


ocupado de las relaciones entre emoción, lenguaje y
estructura social, representaciones y prácticas, sociali-
zación y poder, hayan sido mujeres y feministas no es
casualidad y ha influido en la priorización del estudio
de las relaciones entre género y emociones en distintos
sistemas sociales y, en lo que respecta a las sociedades
europeas y norteamericanas, en las consecuencias que
una determinada especialización emocional conlleva
en el menor estatus de las mujeres14…Las cualidades que
definen la emoción definen también a las mujeres. Por esta razón,
cualquier discurso sobre la emoción es también, al menos implíci-
tamente, un discurso sobre el género15.

Lutz muestra, en su trabajo empírico con mujeres y


hombres norteamericanos, como los mismos discursos
cotidianos establecen conexiones implícitas o explíci-
tas entre las mujeres, la subordinación, la rebelión y
las emociones. Las emociones son consideradas des-
órdenes corporales, y las mujeres (y menos frecuen-
temente los hombres) hacen alusión continua en sus
14 Véanse, por ejemplo, Abu-Lughod, Lila. Veiled Sentiments
(1986); Abu-Lughod, L. y C. Lutz. Language and the politics of emotion
(1990); Eichenbaum, L. y S. Orbach. Qué quieren las mujeres (1990);
Lutz, C. «Engendered emotions: Gender, power, and the rhetoric of emotio-
nal control in American discourse» (1990); Comas d’Argemir. «Sobre
el apoyo y el cuidado. División del trabajo, género y parentesco»
(1993) y «Mujeres, familia y estado del bienestar» (2000).
15 Lutz, Catherine. «Engendered emotions: Gender, power,
and the rhetoric of emotional control in American discourse»
(1990, p. 69)

34
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

conversaciones al control (o a la falta de control) y a la


gestión de las emociones; lo que ella denomina la re-
tórica del control. Aunque las emociones sean recono-
cidas como debilidad y fortaleza a la vez, este modelo
cultural que enfatiza la necesidad de su regulación se
convierte en un control social general, una manera de
negociar el ejercicio del poder, que se focaliza sobre
todo en los sectores subordinados. La construcción cultu-
ral de la emoción de las mujeres puede ser por tanto vista no como
una represión o supresión de la emoción en los hombres (como
muchos juristas, terapeutas y otros expertos argumentan), sino
como la creación de la emoción en las mujeres. Porque la emoción
es construida como relativamente caótica, irracional y antisocial,
su existencia reivindica autoridad y legitima la necesidad de con-
trol16. Discursos científicos de todo tipo se hacen eco y
reproducen estas ideas17.

Para las mujeres feministas que he entrevistado


(todas ellas autónomas e independientes económica-
mente y con una dosis importante de rebeldía en sus
vidas), como para muchas otras mujeres que no se de-
finen como tal, el amor es algo fundamental, central,
independiente temente de que haya sido para ellas, en
momentos concretos o todo a lo largo de su biografía,
causa de satisfacción y plenitud o de sufrimiento, o de
todo a la vez18. La tendencia general, aquí y ahora, es
16 Ibidem, p. 87.
17 Lutz (1990).
18 Naomi Weisstbin escribe en la introducción al libro de
Shere Hite Mujeres y Amor: ¿Qué dicen las mujeres aquí sobre el
amor y qué ocurre en sus vidas? Básicamente, ya sean casadas o
solteras, dicen que no se sienten satisfechas, en el plano emocio-
nal, de sus relaciones con los hombres, y que, con frecuencia, des-

35
EL AMOR ES UNA MIERDA.

poner el amor de pareja por delante de las relaciones


materno-filiales, de amistad, vecindad, etc. Y cuando
digo poner por delante, me refiero a la preeminencia
que el amor romántico, sexual o de pareja tiene en po-
sitivo o negativo y, a nivel general, en los discursos y las
experiencias, lo que provoca incluso que la biografía de
cada cual se tienda a estructurar en base a los cambios
sentimentales.

Voy a denominar Pensamiento Amoroso a una deter-


minada ideología cultural, una forma particular de en-
tender y practicar el amor que surge en la modernidad
y va transformándose y reforzándose hasta nuestros
días. Una configuración simbólica y práctica que influ-
ye directamente en la producción de símbolos, repre-
sentaciones, normas y leyes, y orienta la conformación
de las identidades sociales y genéricas, los procesos de
socialización y las acciones individuales, sociales e ins-
titucionales. En este modelo emocional hegemónico y
concreto, dominante en Occidente hoy día, se produce
una construcción y una expresión cultural de las emo-
ciones que tiende a enfatizar el amor por delante, no
cubren se encuentran frustradas, con un sentimiento de enajena-
ción, de lejanía e incapacidad de abrirse camino hasta el interior de
un hombre, ciego con respecto a lo que les falta. Muchas mujeres
renuncian a esas relaciones, en tanto que otras siguen con ellas
aunque sólo a nivel físico, mientras buscan su conexión emocio-
nal primaria en otra parte, a menudo con amigas. La frustración
que la mujer siente en esas situaciones…; en realidad, el trágico
aspecto de varias relaciones, resulta asombrosa y profundamente
conmovedora (2002, pp. 40-41; en Hite, 2002). También hay algu-
nas respuestas felices en el Informe Hite: El 19 por ciento de las
mujeres describe una relación emocional auténtica, y en un plano
de igualdad con el hombre al que aman (Hite, 2002, p. 91).

36
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

solo de otras emociones, sino también de otras face-


tas humanas (solidaridad, justicia, libertad…), y que se
convierte en una forma dominante de representar lo
humano que se aplica de distintas maneras a mujeres
y hombres.

Este Pensamiento Amoroso es así el caldo de cultivo, la


matriz, en la que se constituye en la Era Moderna un
orden social desigual. De género, clase, etnia, sexuali-
dad… Un orden, asimismo, heterosexual, que implica
no sólo privilegiar una forma de deseo frente a otras
posibles, sino una forma de entender las relaciones en-
tre lo masculino y lo femenino absolutamente dicotó-
mica y complementarista. La forma de relación socio-sexual
que domina actualmente es una en la que el poder del amor de
las mujeres, entregado libremente, es explotado por los hombres19.
Pero que supone también una representación y una or-
ganización concreta del parentesco, de la familia y del
matrimonio, construcciones todas que van a la vez.

Para esta denominación de Pensamiento Amoroso me


estoy inspirando en el término El pensamiento hetero-
sexual, utilizado por Monique Wittig para dar título a
uno de sus más conocidos ensayos20, en el que en-
tiende la heterosexualidad como un hecho social total
(utilizando un término antropológico), previo a la cate-
goría de sexo, que no sería más que un producto de la
sociedad heterosexual21.
19 Jonásdóttir (1993, p. 314).
20 Véase su libro El pensamiento heterosexual y otros ensayos
(2006).
21 La categoría de sexo es la categoría que establece como
«natural» la relación que está en la base de la sociedad (hetero-

37
EL AMOR ES UNA MIERDA.

La relación heterosexual queda definida para Wittig


como la relación obligatoria social entre el «hombre» y la «mu-
jer»22, y el pensamiento heterosexual sería un saber, un
principio evidente, un dato anterior a toda ciencia, algo
ineluctable, que puede entregarse a una interpretación to-
talizadora a la vez de la historia, de la realidad social, de la
cultura, del lenguaje y de todos los fenómenos subjetivos.23

Un pensamiento que, al igual que el Amoroso, se


resiste en mi opinión al análisis. El concepto de hetero-
sexualidad iría, por tanto, mucho más allá de unas me-
ras prácticas sexuales: Los discursos que nos oprimen muy en
particular a las lesbianas, mujeres y a los hombres homosexuales
dan por sentado que lo que funda la sociedad, cualquier sociedad,
es la heterosexualidad24. Y en un símil con la teoría mar-
xista (donde se propone la dictadura del proletariado
como condición para la revolución), reivindica la figura
de la lesbiana, en cuanto que desertora de la clase de
las mujeres25.
sexual), y a través de ella la mitad de la población —las mujeres—
es «heterosexualizada» (la fabricación de las mujeres es similar a la
fabricación de los eunucos, y a la crianza de esclavos y de animales)
y sometida a una economía heterosexual. La categoría de sexo es el
producto de la sociedad heterosexual que impone a las mujeres la
obligación absoluta de reproducir «la especie», es decir, reproducir
la sociedad heterosexual (Wittig, Monique. La categoría de sexo
(ibídem, p. 26).
22 Wittig, Monique. «El pensamiento heterosexual» (2006, p. 51).
23 ibidem.
24 ibidem, p.49.
25 «El pensamiento heterosexual» finaliza con la conocida
frase de «las lesbianas no son mujeres», en el sentido de que las
lesbianas son desertoras de la clase de las mujeres y, por tanto,
pueden poner en cuestión la sociedad heterosexual, fundada sobre
la necesidad de un Otro, diferente.

38
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

Y al fin y al cabo, el amor romántico, al margen de


que haya sido motivo de recreaciones artísticas o litera-
rias homosexuales, está estrechamente ligado a la ideo-
logía heterosexual estudiada por autoras como Wittig.

De una forma general se podría decir que las so-


ciedades norteamericanas y europeas de los siglos xx y
xxi constituyen un régimen emocional concreto que pro-
duce (o más bien, pretende producir, en términos but-
lerianos26) Mujeres y Hombres como tipos de personas
opuestas, complementarias, jerarquizadas, a través de la
repetición de actos y discursos que son siempre encar-
nados, in-corporados y reproducidos.

Esto no significa, frente a lo que las teorías cien-


tíficas mayoritarias sobre el amor predican, que sean
la biología, las hormonas o las sustancias químicas en
general, quienes gobiernen y hagan evolucionar los
sentimientos y el deseo; o que éstos no puedan ser mo-
dificados. Sino que, sin negar la base fisiológica de las
emociones, son unas determinadas coordenadas cultu-
rales en las que se produce y se consolida este Pensa-
miento Amoroso las que sentimentalizan a las mujeres, que
son vistas como incompletas, particulares, dependien-
tes; mientras que los hombres son percibidos como
completos, universales, independientes, al margen de
que tengan o no detrás a alguien/es (normalmente mu-
jeres) que abastezcan sus necesidades físicas o emocio-
nales. Y luego esto se explica aludiendo a una supuesta
biología y fisiología diferencial, de modo que el amor
26 En el sentido de que no siempre se producirán o no del
todo.

39
EL AMOR ES UNA MIERDA.

se convierte (directa o indirectamente) en el centro de


eso que suele llamarse, dependiendo de las disciplinas,
identidad o subjetividad femenina.

El ideal —autoasumido y heteroimpuesto— para las


mujeres es, en palabras de Adrienne Rich, la «adicción
al «Amor» (en la carrera de una mujer se traduce en
la idea de abnegación), amor a través del sacrificio
como forma redentora27». Esta «sobredosis de amor»
femenino es apropiada por los varones, en un entor-
no que lo favorece y lo aprueba socialmente, condu-
ciendo a un déficit de igualdad que nos coloca en una
situación de inferioridad. La pendiente de la inferio-
ridad a la discriminación y de ahí al abuso queda así
prefigurada28.

Hablamos aquí de ideal amoroso en el sentido de un


esquema cultural que es internalizado por las personas,
lo que en términos psicoanalíticos significaría que no
es que forzosamente se atendrán al mismo en sus con-
ductas sino que experimentarán conflictos y desconciertos si no
lo hacen29.

Pero es un régimen emocional que compromete


directamente al cuerpo. La centralidad de lo afectivo,
y específicamente de lo romántico, es fomentada en
las mujeres desde muy pequeñas mediante un trabajo
27 Rich, Adrienne. Sobre mentiras, secretos y silencios (1983,
pp. 148-149). Habría que subrayar la importancia que la tradición
judeo-cristiana tiene también en esta idea del amor como sacrifi-
cio, como abnegación.
28 Raquel Osborne. «El poder del amor (o las formas sutiles
de la dominación patriarcal)» (2008, pp. 192-193).
29 Ibidem, p. 185.

40
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

corporal intenso que, basándonos en Loïc Wacquant30,


podemos definir como una manipulación intensiva del
organismo que organiza en una determinada dirección
la capacidad sensorial y cognitiva, y resalta unos ór-
ganos, unas habilidades sobre otras, siempre en estre-
cha interacción con el entorno. Es decir, se trataría de
un trabajo totalmente físico, práctico, que provoca un
sentido, una conciencia concreta de sí misma/o y del
mundo que te rodea; un mundo que es conformado a
su vez, siguiendo a Robert Connell31, a partir de dicha
modelación física y emocional.

Se trata de un proceso absolutamente ritualizado a lo


largo de toda la vida, aunque con momentos de mayor
o menor intensidad. Así tenemos los juegos en solitario
o en grupo (de fantasía, lectura, muñecas, maquillaje y
cuidado de la imagen, disfraces, juegos electrónicos…),
sobre todo en la infancia y juventud, además de todo
tipo de prácticas de interacción social y anticipación
(conversaciones, bailes, fiestas, citas, sms…). Rituales
sociales, en definitiva, donde se enfatiza la heterose-
xualidad y donde (sobre todo las mujeres) aprenden
lenguajes, técnicas y actitudes que tienen que ver con
la presentación de una misma y con la educación de
los sentidos, el movimiento y la ocupación del espacio,
la comunicación. Todo ello aderezado con dosis im-
portantes de artificio. La parafernalia y la ritualización
amorosa es todo lo contrario a la naturalidad. Una per-
30 Wacquant utiliza este concepto en su análisis de las trans-
formaciones vividas por los boxeadores en su entrenamiento.
Véase, por ejemplo, su artículo «Pugs at Work: Bodily Capital and
Bodily Labour Among Professional Boxers» (1995, p. 73).
31 Véase el capítulo «Men’s Bodies» de su libro Masculinities
(1995, pp. 45-67).

41
EL AMOR ES UNA MIERDA.

formatividad amorosa que se alimenta además de las


referencias infinitas recibidas en la familia, la escuela,
los espacios de recreo, la publicidad, el cine, la literatu-
ra, la música, la televisión.

La heterosexualidad obligatoria moldea a los cuerpos


por medio de la suposición de que un cuerpo «debe»
orientarse hacia algunos objetos y no hacia otros, ob-
jetos que se fijan como ideales a través de la fantasía
de la diferencia32.

La mujer, la más orgullosa, está obligada a presen-


tarse dulce y pasiva; maniobras, prudencia, astucia,
sonrisas, encanto, docilidad son sus mejores armas.
Me viene a la mente una joven a cuya puerta llamé
un día de improviso; la había dejado dos horas an-
tes mal maquillada, vestida con despreocupación,
con ojos tristes; ahora lo esperaba a él; cuando me
vio recuperó su cara de todos los días, pero durante
un instante tuve tiempo de verla, preparada para él,
tensa entre el miedo y la hipocresía; estaba peinada
con cuidado, un maquillaje insólito animaba sus meji-
llas y sus labios, una blusa de encaje de una blancura
deslumbrante la disfrazaba. Ropa de fiesta, armas de
combate. Los masajistas, los esteticistas conocen la
trágica seriedad que ponen sus clientas en cuidados
que parecen fútiles; hay que intentar para el amante
nuevas seducciones, hay que convertirse en la mujer
que desea ver y poseer33.
Esta cultura emocional moderna34 en la que vivimos
32 Ahmed, Sarah. The Cultural Politics of Emotions (2004, p.
144).
33 De Beauvoir, Simone. El Segundo Sexo (1998, p. 474).
34 Spurlock and Magistro. New and Improved. The Transforma-

42
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

bebe de tradiciones filosóficas y literarias antiguas, que


pueden remontarse hasta el tiempo de los griegos, pero
se desarrolla al compás de la sociedad de consumo, las
nuevas tecnologías de la información y el surgimiento
de un nuevo lenguaje (emocional y psicológico) en tor-
no a la vida humana35. Cultura de consumo y sociedad
industrial que, a través de un proceso de saturación
romántica, reformulan el yo, entendido como la conste-
lación de experiencias y expectativas que una persona reconoce
como integrante de su identidad, que dan significado a su vida y
que moldean sus relaciones con su sociedad y su cultura36, me-
diante la provisión de historias, imágenes e ideales que
favorecen la introspección (una determinada forma de
introspección) y permiten al individuo entender-se a
través de las emociones que va identificando37.

Hay, de todas formas (por ejemplo entre las mujeres


que yo he entrevistado), quienes dicen haber perma-
necido de jovencitas ajenas a toda esta tecnología ri-
tual de lo amoroso y haber estado enfrascadas en otros
intereses, otros sueños, otros proyectos (aventuras,
estudios, militancias…). Solas o en compañía. Y hay
también, cómo no, performativización y ritualización
lesbiana, o por utilizar un término actual, queer38, es de-
cir, a contracorriente.

tion of American Women’s Emotional Culture (1998).


35 ibidem.
36 Spurlock and Magistro (1998, p. 9).
37 Ibídem. (p.15)
38 En el sentido de traspasar las barreras al uso en cuanto al
género y la sexualidad.

43
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Los relatos recopilados, como comprobaremos en


el capítulo correspondiente, son en conjunto una bue-
na muestra de la influencia de los mandatos culturales
en las personas, pero también de diferencias y matices
en unos itinerarios que se presentan como individuales
y que están al mismo tiempo lejanos y próximos entre
sí, puesto que se trata de personas que comparten o
han compartido intereses, referencias, quehaceres. Di-
ferencias que tienen que ver con contextos familiares,
sociales, económicos y culturales, pero también con
idiosincrasias individuales o colectivas. Lo cual nos ha-
bla de la necesidad de poner en relación lo global y lo
local de la experiencia, y profundizar en las particulari-
dades que una determinada cultura amorosa hegemó-
nica adquiere en circunstancias muy concretas.

En las conversaciones con las informantes se apre-


ciaba a menudo una brecha entre el amor vivido y el
amor idealizado, una colisión, podríamos decir, entre
la cultura emocional y las experiencias emocionales39, entre el
deseo de seguir los ideales culturales, y los sentimien-
tos y pasiones ambivalentes que experimentan o han
experimentado; tensión que singulariza asimismo esto
que llamamos las sociedades occidentales y, más en con-
creto, las vivencias de las mujeres en ellas. Pero todos
estos contrastes y contradicciones no suponen ningu-
na traba para que se haya cimentado y generalizado un
imaginario colectivo del amor como algo sublime, lo
más genuino del ser humano, el motor por excelencia.
Una idea también del amor como refugio, como si el
amor —eso que llamamos intimidad amorosa— nos
permitiera ser nosotros mismos más que cualquier otro
ámbito de la vida. Una representación que tiene y no
39 Spurlock and Magistro (1998).

44
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

tiene que ver con la praxis pero que de hecho dirige la


acción, y que provoca que la interacción amorosa (no
me refiero solo a la pareja) se convierta en un objetivo
supremo en la vida de mucha gente.

En esta misma línea, otro aspecto recurrente en las


entrevistas ha sido la referencia continua a la oposición
entre el amor y la razón, el amor como lo contrario a la
razón, algo que por definición escaparía al control hu-
mano y que nos obligaría a perder los papeles. El amor
se convierte así en un ámbito definidor de la esencia
humana precisamente (y una vez más, paradójicamen-
te) porque se sitúa más allá del raciocinio. E incluso
esto se puede llevar al extremo cuando se cataloga el
enamoramiento (en un ejercicio de metonimización
entre amor y enamoramiento) como un estado de ena-
jenación. El amor es una trampa para las mujeres, un
engaño. En esto coincide cualquier mujer que tenga un
mínimo de sensibilidad social. Pero las dos dimensio-
nes, el amor como lo sublime y el amor como engaño,
no se afectan, no se invalidan entre sí, sino que se en-
tienden como perfectamente compatibles. El resultado
es que persiste por un lado lo esencial, el amor como
nuclear en la definición (occidental) del ser humano, y
en otro nivel, secundario, las consecuencias negativas
que conllevaría para las mujeres (o incluso los hom-
bres). Un bucle que conlleva, en última instancia, una
dificultad intrínseca para abordar transformaciones o
cambios necesarios en la ideología y en la práctica de
lo amoroso.

45
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Paradoja de las paradojas (o no), los resultados de


las encuestas realizadas a mujeres que han manteni-
do relaciones heterosexuales ofrecen un dato curioso.
Muchas señalan que en el momento del enamoramien-
to el hombre deja de ser hombre, deja de comportarse
como tal.

Un hombre no está feminizado porque sea invertido,


sino por estar enamorado40.

Las mujeres se quejaban una y otra vez de que «la


mayoría de los hombres» y sobre todo las parejas
masculinas en relaciones estables, son egoístas, indi-
ferentes y emocionalmente distantes. En contraste,
describieron a los hombres que estaban enamorados
de ellas como cariñosos, dedicados y emocionales41.

Pero, en conjunto, la enculturación en un modelo


determinado de amor (en Occidente al menos) tiende
a generizar a los humanos, o sea, a convertirlos (inten-
tar convertirlos), clasificarlos y jerarquizarlos en Muje-
res y Hombres.

No son pocas las mujeres que despliegan su vida en


un «como si». «Como si» fueran respetadas, «como
si» se sintieran reconocidas, «como si» estuvieran a la
par de sus parejas en la vida que van construyendo
en conjunto. Este «como si» va instalando automá-
ticamente una situación de enorme vulnerabilidad42.
40 Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso
(2005, p. 46)
41 Langford (1999, p. 52).
42 Coria, Clara. El amor no es como nos contaron… ni como lo

46
CRÍTICA AL PENSAMIENTO AMOROSO: EL AMOR COMO CATEGORÍA

Pero, al mismo tiempo, el amor jerarquiza a ricos


y pobres, blancos y negros, heterosexuales y homo-
sexuales…

Y yo me pregunté cuántas veces a lo largo de mi


vida había presenciado el ritual de los hombres mos-
trándoles a las mujeres los pequeños riesgos particula-
res que entrañan sus trabajos (no presumen así cuando
el riesgo es grande). Quieren impresionarlas, quieren
que los admiren. Enseñarles dónde tienen que poner
el pie o adónde han de dirigir sus pasos es sólo un pre-
texto para retenerlas. Y además encierra otro placer. El
ritual exagera la diferencia entre mujeres y hombres, y
en esa exageración revolotean las esperanzas43.

inventamos (2001, p. 55)


43 Berger John. Aquí nos vemos (2005, p. 64).

47
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO Y
LAS AFECTACIONES LIBRES Y ALEGRES
@Bruja.dibuja
¿ Jugás?
Un encuentro sexual óptimo es el paradigma del juego pro-
ductivo; los participantes se potencian los placeres el uno al otro,
nadie cuenta los puntajes, y todxs ganan.
Bob Black

Oh Bataille, muero por sentir en común el vértigo


del abismo para subsanar la discontinuidad que nos
une. Si el Amor no es mi Amo puedo levantar la cabe-
za y dejar de pensar en vos como quien me da o quien
me quita. No es tu obligación, ni tu responsabilidad, ni
tampoco es algo que puedas: completarme. Sin embar-
go, como en la pulga del poema de John Donne, esta-
mos más que unidas: me uno a vos por una extremidad
de mi cuerpo, la patita al borde de la cama.

Esta resistencia, este aprendizaje socio-sexual-afec-


tivo de construcción desea redundar en una mayor ri-
queza sexual y en la destrucción de las normas sociales
que no será llevada adelante sin esfuerzo, sin apoyo
mutuo y especial-mente sin el deseo para deshacerse
de los privilegios de género que claramente producen
opresiones y exclusiones, cuerpos y subjetividades.
Apostamos a deshacer la lógica del Amor, que es una
lógica narcisista, porque habla funda-mentalmente del
Yo, para devenir capaces de desear.

50
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ¿JUGÁS?

Oh Bataille, sueño una manera de vivir que suponga


un concierto, sin que posiciones discontinuas se reduz-
can las unas a las otras. Me esfuerzo antálgicamente en
captar más allá de toda posibilidad de negar a la otra
parte una última posibilidad de convergencia. Olvidar
lo que nos espanta al mirarlo de frente -la soledad en
mi caso, pero también el extraviarse, la despersonaliza-
ción-. Sueño con el desierto y desde él: es una multitud
de lobos que dicen au-au. Me esfuerzo en producir de-
lirios, quimeras, cosas que no existen: una manada de
3 gatos y más de 20 plantas, un puñado de amigas de
múltiples expresiones de género a un tren de distancia
en mi imaginación y en mis manos técnicas. Invento
hordas, tribus, hija adoptiva: devengo en base a ustedes.
Afinidades, apoyo mutuo, principio de libre asociación.
Viejos conceptos vienen en mi auxilio. Los resemanti-
zo, los resignifico. Escapo a la dialéctica del ser esto vs.
ser esto otro para devenir multiplicidad, re-na-Ser. Re,
la nota musical en la que se afina la guitarra en el punk,
Na interjección guaraní exhortativa, Ser, jamás volveré
a decir soy estoy o soy aquello, canta Virginia Wolf.

En este juego te necesitamos para revisar nuestras


prácticas y para lograr formas más refinadas, más ele-
gantes, de afinidad y amistad, formas más profundas y
fluidas de fluir. La alegría no es la perfección misma,
del mismo modo que la afinidad no es la perfección
misma, sino un enérgico movimiento del deseo.

Si Spinoza tiene razón y un afecto no puede ser re-


primido ni suprimido sino por medio de otro afecto

51
EL AMOR ES UNA MIERDA.

contrario y más fuerte, los celos, la monogamia, la en-


vidia inmanente al Amor-romántico solo podrán ser
superados por algo contrario y más fuerte, por ejem-
plo, una buena amistad. El Zaratustra decía que quién
quiera tener un amigo tiene que querer también hacer
la guerra por él: para poder hacer la guerra hay que
poder ser enemigo.

¿Puedes acercarte mucho a tu amigo sin pasarte a


su bando?
¿Has visto dormir a tu amigo para conocer
cuál es su aspecto?

Y aquí nosotras hoy agregamos “amiga”: el hom-


bre, su idea, su iluminismo, tiene que ser destruido para
amar en vos los ojos firmes y la mirada de la eternidad,
y devenir aire puro, pharmakón, soledad, y alimento
para tu socias: el esclavo no puede ser amigo; el tirano
no puede ser amigo.

Amistad y ética amatoria, tener tesoros comunes a


compartir por todas, Diggers: un gesto con la mano,
una manera de mirarnos, una forma de encontrarnos
en los ojos y en los gustos y en los ascos, una canción,
un poema, caminar con vos por la calle y reírnos con
toda la boca y todas las venas, saber que no estamos
solas, plena de gracia infinita, tocás el centro mismo de
mi existencia. Percibo algo que me revela y me enseña
incluso en el mismismo instante de tu locura.

52
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ¿JUGÁS?

¿Cómo arribar, a través de las prácticas no


hetero-sexuales, a un sistema relacional?

Deseo: posibilitar los instrumentos para relacio-


nes polimorfas, variadas, sin programa, sin necesidad
ni apuro. El futuro no está escrito: Ser amigas, hacer
cosas por qué sí, por la pura pérdida, oponerse a la
dialéctica hegeliana de la dignidad del trabajo y de la
creación de un sujeto revolucionario.

¿Qué revolución? La lucha social es hic et nunc, y


nos oponemos a la dominación para vivir hoy como
nos gustaría vivir mañana, con la crítica a la utilidad de
las cosas y contra la metafísica productivista, mediante
relaciones de afinidad y de gusto en la boca. Forjar sin
sujeto un cuerpo lúdico (¿luddita?) sin sujeto, festivo,
ritual que anule a la pareja y al dos para recobrar la se-
riedad que de niñx tenía jugar. Me embellezco y rejuve-
nezco al desprenderme de las malas pasiones y trascen-
der lo humano. El cuerpo se ve afectado literalmente
y modificado. Por medio del pensamiento de algo que
nos afecta corporalmente tomamos encarnamos su es-
fuerzo. Este esfuerzo se llama apetito y es constitutivo
de lo humano que quiere librarse de sí. Cuerpo, apetito
y espíritu como un todo.

Deseos y placeres que serán mejores en la medi-


da que utilicemos la reflexión. Los cuerpos buscarán
el encuentro con una persona, con un libro, con una
música para devenir esa persona, ese libro, esa música.
Permito que me invadan y que mi territorio se amplíe

53
EL AMOR ES UNA MIERDA.

de esa manera. Una filo-sofía que funciona para resis-


tir, para aguantar los embates del mundo, para contra-
atacar, para borrarse y experimentar.

El Yo ese maldito gran traidor: difuminar en mí el


universal o la especie a la que pertenezco. Identidad:
contornos fijos, líneas duras del ser. Una afectación
corporal que me desterritorialice, que me nomadice
para que la vida circule y devenga: emprender líneas de
fuga: abandonar el campo de Marte, fuera de la lógica
binaria por la que somos o varón o mujer, o niño o
adulto, humano o animal. Hacernos múltiples, desha-
cernos, combatir el uno de nuestra identidad y arries-
garnos a una vida gozosa, una vida que se mueve por
deseos y por alegrías, que no se sustente edificada sobre
el resentimiento, ni sobre el odio, ni sobre las desgra-
cias; una alegría que no necesita la tristeza ajena para
existir. El Amor, romántico, meloso, individualista, es
una lógica narcisista que habla fundamentalmente del
Yo, yo, yo, mi, mi, mi, lalalala, e impide devenir capaces
de afectarse, chiquito, así, sin pompas, para componer
un cuerpo con otro, un proceso de deseo. Reseman-
tización constante, distorsión, desviación, contornos
de formas que todavía no podemos prever: la mascu-
linidad y feminidad no agotan los términos ni para la
identificación erótica ni para el deseo. Volverme más
susceptibles de placeres, nuevos y extraños placeres.

Deseo no abandonar la relación de inmanencia que


me une con otros seres, no negar la inmediatez animal,
negación que me conduce a la angustia y a la muerte en

54
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ¿JUGÁS?

vida, y reduce nuestra vida a pura subsistencia, mero


perdurar. Oh Bataille, disolverme así en la continuidad
con otras y poner(me) en cuestión la propia indivi-
dualidad, la propia razón, la idea misma de propiedad,
aunque hoy firmé esto y no logre ser otra. Mi deseo es
entregarme sin reservas, y perderme: ser artifex de mí
misma: jubilosa creadora por medio de una indiferencia
brutal del futuro. Me abro al juego incierto del azar que
este libro me propone y afirmo el presente: si el poder
es algo, la soberanía no es nada más y nada menos que
poder perder, renunciar y reivindicar la dimensión lú-
dica y estética de la existencia corporal conectado con
otros cuerpos que caen.

Sin reposo alguno, sin esperar resultados, avanzan-


do siempre a tientas, nos perdemos en el fulgor del
éxtasis en la noche del no-saber: certeza es algo que
solo tienen los católicos. Un pensamiento libre que re-
nuncia a todo resultado práctico, a todo saber eficaz,
pensamiento que se asocia a la alegría y al dolor, un
pensamiento que se resuelve en la nada: el criterio no
es la utilidad, sino el debatir-compartir.

Me desnudo ante vos postpornográficamente hasta


las lágrimas o la risa, me comunico, tengo sexo. Renun-
cio a tener razón, renuncio a tener derecho, es decir
privilegios burgueses. Deseo una escritura como inútil
juego, unas relaciones basadas en el afecto mutuo, en
la inmediatez del deseo, en la entrega generosa de lo
que se posee. Deseo la Anarquía: búsqueda de una in-
timidad perdida más allá de la esclavitud del trabajo y

55
EL AMOR ES UNA MIERDA.

de la esfera de la utilidad donde la sabiduría del cuerpo


hable en una diversidad de lenguajes que no podemos
descifrar, pero sabemos que existen en las variadas
pulsaciones de nuestras pieles, en el latido radiante de
nuestros músculos, en los impulsos eléctricos de nues-
tros cerebros y en las respuestas emocionales genera-
das por la interacción de nervios y hormonas y fiestas.

Una verdadera música de las esferas resuena dentro


de cada existente. Nosotras: máquinas deseantes. He-
mos olvidado cómo ser organismos.

¿Estoy sola acaso?

Jamás pienses que estás sola. La alegría está en el


proceso, en el devenir, no existe una verdad sexual es-
condida debajo de una gran capa de represiones socia-
les. No confío nada en el deseo, no creo en absoluto
que haya un deseo anterior a un conjunto de normas
o acuerdos sociales del mismo modo que no hay una
identidad que precede a las interpelaciones normativas.
Por eso, en manada, desaprender nuestros “propios”
deseos, aquello que hetero-culturalmente aprendemos
a desear, es una especie de tarea muy larga pero funda-
mental. Ese, también, es mi deseo.

56
@Bruja.dibuja
La manada de lobos aprende a preparar ex-
plosivos y a destruir la propiedad privada

Una vez que nos hemos encontrado, debemos entender cómo,


de vez en cuando, perdernos, y luego cómo volver a encontrarnos.
Para quien piensa es desventajoso estar atada
a una persona todo el tiempo.
Friedrich Nietzsche

En el principio fue la acción:

Un sueño, alguien me deja, siento que me abandona


en 7 días. Después lo de siempre: el descontrol inter-
no, la tristeza infinita, tengo que dormir con amigas y
amigos, sola no puedo. Las amigas de mi vida vienen
a cuidarme. No son para siempre, son estrellas en el
camino, y como tales, dejo que me quieran. Más tar-
de, viajo intentando escapar, una amiga se desbarranca
delante de mis narices; otra miente, todas pero todas
derrapamos. La excusa es siempre la misma, un amor
que no funciona.

De repente, siento que devengo lobo, lobo entre


los lobos. Los lobos son intensidades, temperaturas,
distancias. El lobo es la manada, la multiplicidad apre-
hendida en un instante de acercamiento o alejamiento.
Deseando, deseando, deseando devenir la manada de
un lobo que lo cuestiona todo. Ensamblando a otros
lobos, a otros animales. Desterritorializo el corazón:

58
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: LA MANADA.

esta vez voy a ser libre. En mi sueño, es invierno, y


siempre hay luna llena: es amarilla, y está muy cerca de
la faz de la tierra; los lobos van en manada, corren por
la nieve. Unida a la manada dejo de ser sujeto. Subiec-
tum: ni consciencia operante ni dominada.

¿Tiene un número finito la manada? ¿Es peque-


ña? No son estas preguntas relevantes. Cada miembro
permanece sola a pesar de estar con las demás. Cada
miembro se ocupa de lo suyo, está adentro y al borde.
Algunos lobos aún no saben que devinieron lobos. Al-
gunas jamás lo serán. En mi sueño, las manadas son
pecas en mi rostro, muchachos dentro de mí que ha-
blan con mi voz de nena (muchachos que me habitan),
una camada de muchachas en mi voz. Soy el chico de
la cara de pecas que te gusta. Cada elemento no cesa
de variar y modificar su distancia respecto de las de-
más. Los elementos bailan, crecen, disminuyen, somos
tejido. La metáfora es literal. Compruebo que mi for-
mación implica al otro en mí. Si me herís, la herida
da testimonio del hecho de que soy impresionable, de
que estoy entregada de una manera que no puedo pre-
decir o controlar por completo. Me abro a las multi-
plicidades que nos atraviesan tras un severo ejercicio
de despersonalización salvaje. Por los surcos moteados
corren los lobos, la vida.

Aunque dejo de ser, alguien sigue pensando. ¿Quién


es? No lo sé, pero en mi sueño lee o dice o piensa que
seguramente, en esta moribunda sociedad del consu-
mo, el Amor sea el mejor Policía, el mayor vigilante de

59
EL AMOR ES UNA MIERDA.

un sistema que espera y gestiona y produce mentes dó-


ciles, inmóviles, quietas, adormecidas y engañadamente
satisfechas ante lo que contemplan, o mejor dicho, lo
que tienen ante sus ojos y no llegan a ver. La posesión,
el reclamar algo como propio, el tener algo que perder,
son las más duras cadenas, la aduana prohibida al paso,
el infranqueable muro. Una parte de mí siente que el
amor me va a consumir y como soy animal no sé aún
cómo usar el fuego: “En la ceguera del amor anida la
exigencia de no dejarse enceguecer”.

Otra quiere escapar, huir de todo esto. ¿Cómo lo-


grar sentirme con vos sin desesperación? ¿Cuándo me
nombrás, podés sentirme desnuda en la boca? El deseo
también tiene que devenir, dejar de ser falta o caren-
cia. La pareja y el Amo(r) romántico son otro de los
regímenes o mecanismos reguladores y disciplinarios
del poder formativo: producen una clase de amantes,
una clase de amor, más cara al capitalismo. Forman un
tipo de sujeto y un tipo de subjetividad. Su deseo es
el deseo del Estado. El apego al sometimiento es pro-
ducto de los manejos del poder. El sometimiento es un
poder asumido por el sujeto, una subordinación que el
sujeto se provoca a sí mismo. ¿De qué manera el some-
timiento del deseo exige e instituye el deseo por el so-
metimiento? ¿A qué estamos sometidas aquellas indivi-
dualidades biopoliticamente asignadas mujer? Cuando
las categorías sociales garantizan una existencia social
reconocible y perdurable, la aceptación de estas cate-
gorías, aun si operan al servicio del sometimiento, suele
ser preferible a la ausencia total de existencia social.

60
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: LA MANADA.

Obligadas a buscar el reconocimiento de nuestra exis-


tencia y darle un valor a la misma dentro de la trama
social, apelamos a términos y nombres que no hemos
creado, signos fuera nuestro, categorías sociales que
conllevan una existencia certera de subordinación. El
funcionamiento psíquico de la norma ofrece al Poder
regulador un camino más insidioso (yo diría efectivo)
que la coerción explícita. Su éxito permite su funcio-
namiento tácito dentro de lo social. Disciplinamiento
y control.

Pero el poder no siempre produce de acuerdo a sus


propósitos, o mejor dicho, su producción desborda o
altera sus propósitos. Quienes se desean podrán burlar,
superar, o transgredir su formación condicionante de
la misma manera que el delincuente o vándalo o lum-
pen pueden ser fuerza destructiva contra el Estado. Un
instrumento, previamente resignificado, puede asumir
propósitos y efectos para los cuales no fue pensado.
De allí la necesidad de que quienes se desean devengan
afines, células, manadas, jauría dejen de ser pareja.

En la vigilia de mi sueño, el deseo nunca es natural,


ni espontáneo. Una línea de fuga. Placeres y cuerpos.
Una permanente insurrección sexual. El deseo no es
dado, tampoco. Ensamblaje de elementos heterogé-
neos. Funcionan, rompiéndose. Un proceso, en con-
traste con la estructura. Un afecto. Emociones como
devenires, cambios en el cuerpo, mutaciones.

¿Dónde estás? ¿Dónde me he ido?

61
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Mis dedos se ensamblan a tus tobillos. No te des-


pierto. Desear: ejercicio de despersonalización en un
cuerpo a crear. Desear otra cosa distinta a nosotras,
entonces podremos alegrarnos con esa otra causa. Esa
otra causa deviene querida: alegría acompañada por la
idea de una causa exterior. Queremos, deseamos, nos
afectamos con eso mismo que alberga a quien desea-
mos. El deseo (cupiditas) es la inmanencia misma del
existente. Me doy vuelta, tuerzo la cintura y giro. Cuan-
do despierto estás al lado mío aunque no estás.

¿A qué se debe esta alegría repentina e imprevista


en el medio de la ruta?

Leo a Spinoza y me encuentro en su pensamiento


creado antes de mi existencia hace 400 años donde
también me veo habitar. Y pienso en vos como en una
amiga cercana e íntima, en nuestras prácticas de afini-
dad y de corporalidad, pero también en el intimar y en
la proximidad. Me alegro por vos y pienso en tu alegría,
y en otras amigas futuras, actuales y por venir y en las
nuevas y viejas afinidades, y sola, me sonrío.

Te deseo para revisar mis prácticas y para lograr for-


mas más refinadas, más elegantes, de afinidad. La ale-
gría no es la perfección misma, del mismo modo que
la afinidad no es la perfección misma, sino un esfuerzo
de obtenerlo: un enérgico movimiento del deseo liber-
tario.

Deseos y placeres que serán mejores en la medida


que utilicemos la reflexión. Deseando construir un ho-
gar, muchos hogares, tantos como amigas, deseando no

62
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: LA MANADA.

una familia que sustituya el horror de la mía, deseando


abolir el modelo para construir algo nuevo, deseando
otra cosa aún sin nombre. Deseando que el sentimen-
talismo femenino no se lo coma todo. Deseando tener
noches para mí sola, deseando poder estudiar. Desean-
do encontrar o construir otras formas de comunidad,
deseando una anti-sociabilidad. Deseando destruir el
Amo(r) romántico, deseando prácticas sexo-amatorias.

Excursus: ¿Por qué apreciar, anhelar, desear a la


otra persona en toda su intensidad debe ser un padecer,
un sufrimiento, un no entendernos jamás?

Deseando deconstruir mi humanidad. Deseando


que aquellas individualidades biopoliticamente asigna-
das como varones deconstruyan su masculinidad: he-
terocéntrica, heteronormativa, que le grita a mi femi-
neidad que en mi habita y me lleva al atraso. Deseando
construir masculinidades contrahegemónicas llenas de
cariño y dulzura.

Axioma: Los rasgos de la masculinidad heterocen-


trada y dominante son: no duda jamás.

Afirmar sin fisuras: Yo no te leo en estos términos,


dice, jamás duda que pueda estar en el error, fallarse.
No hay fisuras justamente grieta, tajo, vulnus=he-
rida=tajo. Cada vez que me sienten vulnerable, cada
vez que me construyen desde una pasión vulnerable, a
vulnerar, o desde una pasión vulnerante se agranda la
herida me vuelvo concha, biología, y me apresan en la
corporalidad standard. Me vuelvo víctima. Dejo de ser
sobreviviente. No me protejas más. Miedo a la fobia

63
EL AMOR ES UNA MIERDA.

heterosexual y masculina dominante, el macho alfa tie-


ne que dejar de ser muchos machos para ser lobo, tiene
que dejar de ser hombre, para perderse en la pluralidad
de la manada.

Illuminatio: Si acaso no te sale no es a mí a quien


no elegiste, sino que rechazaste tu potencia.

Te hablo de lo inefable y soy leída (es decir cons-


truida) como “mujer”. Quiero que los restos de mi
femineidad dejen de ser interpelados por tus actos.
Hablo y el espejo que me mira me devuelve biología,
iluminismo. Rechazo el cuerpo de la mujer, su lectura
como blando porque esa blandura es una construcción
a cambiar, una construcción milenaria, que invisibiliza
a los varones blandos. Encuentro especiales dificul-
tades para vivir mi feminidad bioasignada como una
fuente de libertad. Ese es el germen de ser construidas
como vulnerables, el tajo de nuevo emerge desde esta
idea de protección permanente a la que debemos es-
tar sometidas. Sujeta estoy doblemente (como mujer y
como persona) constituida por el sometimiento en su
manifestación material, el poder me forma y forma la
trayectoria de mi deseo, debilitada por su fuerza acabo
aceptando sus condiciones.

¿Cómo resignificar el multiverso afectivo de aquellas


personas biopoliticamente asignadas al sexo femenino
para que no gire en torno a eso
todo el tiempo?

64
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: LA MANADA.

Increíble capacidad femenina para:

1) sentirse mal por amor


2) dejarse absorber/arrastrar por ese sentirse mal
3) que la obsesión amorosa se lo coma todo
4) reverberar
5) brindarse auto-satisfacción instantánea
6) dejarse llevar por el drama
Dejarse arrasar por el tren del dar amor es más fácil
que la autoconstrucción de un ethos-otro.

¿Qué nos susurra nuestro ethos andrógino?

Deseando desde lo corporal la fealdad masculina


(la marginalidad sexual) de quienes no son ese hombre
músculo, ese opuesto a la mujer blanda cultural-men-
te hecha a fuerza de biología molecular y políticas del
cuerpo deportivo social.

Deseando vivir y disfrutar el cuerpo como espacio


de paso, como el puente y la máquina deseante, que
se alegra viendo correr las aguas, con pocos afanes de
identidad, viviendo -y muriendo- de la utilidad de es-
tar agujereado, cuerpo abierto con fisuras y sin sentido
abierto a las sorpresas.

Deseando contra-sexualidades eternamente irre-


sueltas desbordantes que no puedan afiliarse a ningún
partido.

65
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Deseando una ética de los deseos y los placeres im-


pensables, sin que sepamos cómo o por qué se instala
precisamente en esas zonas de fricción con el mundo.

Deseando huir de las categorías simples de la iden-


tidad, que rechace los estigmas contra las sexualidades
múltiples y abiertas, que combata y suprima la violen-
cia impuesta por las normas corporales restrictivas. El
sistema de la heterosexualidad nos reduce la potencia
afectiva al sexo, a la diferencia sexual, y el psicoanálisis
lo subsume en ese gesto reductivo.

Periculum: quedarse en la política del reconoci-


miento, de la visibilidad, y perder de vista la introspec-
ción real en la materia corporal vivida desde “mi”.

Deseando el placer y el dolor, deseando la fractura


de la sociedad y del cuerpo individual.

Deseando todo el peligro de desear.

Deseando la disolución de esas formas de vida so-


cial regular que fundamentan el hetero-orden discon-
tinuo que somos para que nuestros cuerpos singulares
se apoyen mutuamente.

Deseando indistinción.

Deseando poner en peligro la vida en su organiza-


ción actual.
Deseando empezar a imaginar la reconfiguración de
los contornos de una nueva vida.

66
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: LA MANADA.

Deseando una fortaleza dentro de mí, deseando la


fortaleza de poder estar sola.

Deseando poder ser conmigo.

Deseando amistades por afinidad, deseando la ale-


gría de compartir los cuerpos y la sexualidad.

Deseando una sexualidad torcida, no heterosexual.

Desarrollando prácticas resistentes para compartir


y transmitir la información de la experiencia individual
hasta ahora intransferible a las demás individualidades.

Deseando encontrar un tropos (vueltas/formas/


maneras) de la sexualidad que funcionen ilimitadamen-
te por fuera de los límites de las versiones heterovulga-
res de la realidad: sexo/afinidad/cariño como espacio
de resistencia.

Un día vas a recordar que cada noche te metiste a


la cama llorando y como el guiño dorado de un gato,
resurgiste. Hago las cosas que hago, sobre todo, para
ser mejor compañera de mí misma. Sueño y despierto.
No hay diferencia. En la perrera a la vuelta de casa, los
perros aúllan durante toda la noche y toda la mañana.
Es esa idea de protección, de bienestar, de cuidado a
la cual nos oponemos. Correr expuesta por la calle es
preferible que dormir en una jaula de buenas intencio-
nes.

67
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Es medianoche, no sé qué me pasa, es medianoche,


no sé lo que tengo, es medianoche, el perro me habla,
es medianoche, creo que entiendo lo que dice, es me-
dianoche, que habrá una fiesta, es medianoche, todxs
estarán ahí, es medianoche, no puedo faltar, es media-
noche, una fiesta de lobos, au au.

68
Pequeñas intuiciones para una ecología
amatoria libertaria.
La manada de lobos en constante devenir.
Decirle que sí al sexo no es decirle que no al poder.
Michel Foucault

I
Como putxs estupendas creemos que el sexo y el
afecto sexual son fuerzas fundamentales, actividades
con el potencial de fortalecer los vínculos, mejorar
nuestras vidas, abrir la consciencia del espíritu, incluso
cambiar el mundo. Creemos que el uso reflexivo de los
placeres es una potencia afirmativa, activa y creativa en
las vidas de los cuerpos y sus ecosistemas. El sexo, hace
que el mundo sea un lugar más excitante.

II
Somos aventureras y nos preguntamos ¿acaso tener
menos sexo y con menos personas es más virtuoso que
tener mucho con muchas? Nuestra ética tortamarica no
se mide por el número de personas con las que hemos
tenido sexo, sino por el cuidado con la que las hemos
tratado y nos hemos dejado tratar. Nos juzgamos a no-
sotras mismas por nuestros intentos (muchos fallidos)
de vivir hoy de una manera más ética, más libre.

69
EL AMOR ES UNA MIERDA.

III
La economía que mueve al mundo nos hace creer
que no hay suficiente de nada para todas. Nos hace
creer que si algo es muy bueno -como el sexo con al-
guien- debo conservarlo solo para mí porque luego no
habrá más. Que si comparto lo que tengo, me resto
algo en mi economía individual.

Nosotras las putxs sabemos poco de economía,


pero tenemos intuiciones.

Suponemos que más sexo puede brindar más sexo,


suponemos que más sexo puede brindar más conexio-
nes, más cobertura emocional, más amistades. “Puede”
viene a significar “tiene el potencial de”.

Nosotras las putxs creemos en una economía que


sea holística, una ecología sexual colectivista del com-
partir los cuerpos y los sentidos, como deseo positivo
y opuesto a esta economía imperante de la hambruna
de la monogamia y del miedo. Nuestra economía se
mueve por afinidades, el mundo y la vida en él tiene el
potencial para que podamos construir múltiples com-
pañías, compañeras, y acompañantes. Un bosque de
fluidos palpitantes porque tenemos como transhuma-
nas la capacidad para que haya suficiente sexo, afinidad,
apoyo mutuo, contención y nutrientes alrededor de
nuestro suelo fértil que devengan relaciones afectivas
relevantes.

Las relaciones afectivas y las sexuales no son balan-


ces de contabilidad: no hay debe, no hay haber, no se

70
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ECOLÓGIA AMATORIA.

pasan bienes de una columna a la otra. Es solo recordar


lo que sí obtenemos en la ecología de la botánica afec-
tiva que entablamos con esos seres con quienes nos es-
trechamos. Recordemos lo conmovedor del encuentro
afectivo entre los seres y tratemos de afectarnos con
alguien más.

IV
Vivimos en una cultura que aún hoy considera acep-
table un crimen por pasión (es decir asesinar a alguien
por celos), que acepta como causal de divorcio que al-
guien haya obtenido placer sexual fuera de un vínculo
de pareja con una moral propiamente de la Inquisición.
Castigamos con duras penas a quien se le haya ocurri-
do delinquir despertando la más mínima inseguridad o
celos dentro de nosotrxs. Abandonamos hogares, rom-
pemos fotos, tiramos alianzas. Y esto no es algo que le
pasa al pequeño-burgués solamente.

Por otra parte, por amor prometemos mentiras,


mentimos situaciones, tergiversamos hechos, vivimos
en el engaño, falseamos datos. Por amor y por miedo a
la soledad, y al abandono y al castigo, vivimos presas.

V
Pero la monogamia no es la cura ni para los celos ni
para la inseguridad. ¿Quién no sintió celos de que al-
guien muy querido juegue mucho con la computadora,
vea una película a solas, o hable mucho por teléfono?

71
EL AMOR ES UNA MIERDA.

La territorialidad sexual es otra norma social a la


cual le oponemos la alegría del compartir y regalarnos,
puro potlatch.

Nuestros celos se combaten con la misma ferocidad


que combatimos al Estado y todos sus aparatos repre-
sivos y dispositivos de subjetividad como el género, la
familia, la escuela, las cárceles, y la policía y la hetero-
sexualidad.

VI
Las razones para tener sexo con muchas personas,
hasta incluso tratar de llevar adelante muchas relacio-
nes afectivas simultáneas son varias:
Hay distintos tonos y matices de intimidad.
Hay prácticas sexuales que placen a algunas, pero no
a otras personas.
Hay necesidades sexuales y físicas que no todas las
personas pueden o desean llevar adelante.
Hay deseos sexuales sin intentos amatorios o amo-
rosos constantes.
Hay deseos sexuales con diferentes géneros que no
pueden ser subsumidos a la especificidad de un solo
cuerpo.
Hay deseos sexuales con grupos.

Por eso, ¿no es acaso no sólo imposible sino tam-


bién cruel demandarle a una sola persona que cumpla
entonces con todo esto? Frente a esos múltiples place-
res creemos conveniente encontrar múltiples partenaires
con quien entablar vínculos sexo-afectivos éticos liber-

72
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ECOLÓGIA AMATORIA.

tarios.

Otro mundo es posible.

VII
Reclamamos también ser solas y volver a ser amicae,
amigas sexuales, para los placeres, y para la conexión
íntima y profunda del cuerpo. Y tener el potencial de
ser muchas otras cosas, compañeras de lucha, de ca-
mino, de andanzas, de aventuras, de carrete, robo, cri-
men…
Ser sola no es ser soltera, ni una condición tempo-
ral entre parejas, no es un período de sanación frente
a una ruptura traumática. Ser sola es una manera de
vivir, una elección, y una forma de construirnos para
no tratar de encajar mejor en la vida de nadie. Significa
aprender a vivir con una misma, y disfrutarlo.

Nuestra relación y nuestra amistad con nosotras


mismas es para toda la vida, hasta que decidamos que
nuestro tiempo llegó o hasta que ese tiempo llegue
efectivamente. Ser sola y afectarse no es excluyente,
sino la oportunidad de construirnos íntimamente y de
esforzarnos por nuestro propio devenir.

Vivimos en esta cultura que segrega, margina y se-


ñala a quien elige la aventura de la soledad, de la aso-
ciación libre por afinidad, de la espontaneidad. Cree-
mos que si ser sola no fuera un estigma, la pareja no
se desarrollaría como la “opción ideal”, infinitamente

73
EL AMOR ES UNA MIERDA.

sobrevalorada, tabla de salvación frente a la angustia, el


descontento, y las neurosis del capitalismo.

Ser sola podría permitir, aunque parezca paradójico,


el desarrollo de ecologías impensables hoy, inclasifica-
bles, múltiples formas de cariño, cuidados, y vincula-
ciones que hoy no podemos ni imaginar… Ser solas es
devenir lobos, es mover-se en manada, ser cazadoras,
jauría, disfrutar de la noche y de la mañana, y evitar el
gran mito de la completitud.

Ser sola es poder generar sexualidad con las amis-


tades sin que se vuelvan vínculos posesivos donde se
promete y se promete y se promete. Es vivir, funda-
mentalmente vivir, en el abismo del riesgo. Es enrique-
cernos con conocimientos ajenos.

VIII
Las solas debemos recordar, y debemos recordarle
a quienes disfrutan de la sexualidad con nosotras que:
Merecemos ser escuchadas y atendidas y respetadas
y asistidas en nuestros sentimientos. No somos ciuda-
danas de segunda del afecto frente a “los grandes amo-
res”.
Merecemos poder pedir lo que necesitamos, aunque
la persona a la quien le pidamos no pueda (que no es lo
mismo que no quiera) dárnoslo.
Merecemos ser honradas en nuestros acuerdos y
nuestros planes.
Merecemos que se nos cuide si estamos enfermas,
que se nos quiera, que se nos atienda si tenemos una

74
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ECOLÓGIA AMATORIA.

emergencia, que se nos asista si no podemos hacerlo


solas, como las amigas lo hacen las unas a las otras.

Merecemos ser incluidas y tenidas en cuenta en cual-


quier ecología donde nuestras amantes se encuentren.
No somos un secretito sucio.
Merecemos no ser consideradas un problema.
Merecemos ser apreciadas y amigablemente bienve-
nidas.
Merecemos no ser consideradas invulnerables.

Y la verdad es que todas todas todas las personas


con las que decidimos involucrarnos sexual y afectiva-
mente nos merecemos esto.

IX
Deseamos que nuestras amantes tomen juntas el
desayuno, que sean amigas, que se conviertan aman-
tes. Creemos que este ideal es materialmente realizable
aquí y ahora.

Nuestras amantes tienen mucho en común, ¿por


qué no pueden compartirse? Ser amantes mutuas for-
talece las posibilidades de crecer y desarrollarnos en
manadas. De abandonar el binomio macho/hembra, la
parejita, la monogamia que constriñe los sueños y los
deseos, y animarse a la aventura de a muchas. Las redes
afectivas se expanden y en algo recuerdan a nuevos de-
venires tribales de amor y apoyo mutuo.

Si nos tratamos entre amantes como amigas, y per-

75
EL AMOR ES UNA MIERDA.

mitimos que nuestros amores y nuestras amantes, nues-


tras afines y nuestros apoyos en la vida tomen la forma
que la espontaneidad les dicte en vez de aquellas nor-
mas sociales que forzamos en ellas, nuestros vínculos
se acrecentarán. Seremos más prósperas afectivamente.
Y menos temerosas de la soledad.

No debería ser raro que entre afines nos gusten las


mismas personas, o por lo menos no nos resulten ame-
nazantes, o espeluznantes. Si acaso este fuera el caso,
y la amante de mi amante me resultara insoportable
por razones de peso es momento de replantearse esa
afinidad. Y variar.

X
La recompensa por la abolición de celos, envidias
e inseguridades contra nuestras amigas-amantes y sus
amigas-amantes será nuestra propia libertad sexual.
Libertad sexual que encontrará su propia gimnasia y
agilidad con quienes deseemos correr mucho tiempo
juntas. Esas personas a las que deseamos hoy tan cerca
nuestro como el primer día, con ésas estableceremos
redefiniciones, resignificaciones y resemantizaciones
mutantes a lo largo de nuestro tiempo de vida (Aetatis
brevis tempus satis longum ad bene vivendum est).

No nacemos grandes amantes libertarias, nos con-


vertimos, devenimos. Y desaprender los celos, y las
inseguridades es, como todo entrenamiento, una tarea
dura que demanda disciplina, como toda gimnástica, o
tecnología del Yo.

76
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ECOLÓGIA AMATORIA.

XI
Ni los celos ni las inseguridades son crímenes a es-
conder como ropa sucia. No hay porqué negar que los
tenemos del mismo modo que no hay por qué negar
que se nos ha asignado biopoliticamente a un sexo a
partir del ideal regulatorio de un género. Pero todo
-menos la muerte- se puede des-hacer. La experiencia
del padecimiento romántico que deviene libertad se-
xual y afinidad afectiva no es del orden moral: nadie
puede acusarnos de “esto está bien” o “esto está mal”.
Más aún, aquella que sienta dolor (devenir/modificar-
se/mutar duele) que se trate indulgentemente. Las va-
ras y los azotes son para las prácticas consensuadas de
los juegos sexuales llamados S/M, no para la gimnasia
del devenir amantes libertarias.

XII
Sin embargo, quien sienta el compromiso de modi-
ficarse en lo amatorio debe mirar de frente a los dio-
ses, osar. ¿Qué imagen es la que nos asusta más? Poder
verla en toda su dimensión para conjurar al fantasma.
¿Tiene un nombre? ¿Se llama soledad? ¿Belleza? ¿Ju-
ventud?

Poder invocar la imagen que concita el odio pasio-


nal, traerla y amigarse con ella -hasta, quién sabe, po-
dríamos masturbarnos pensando en esa imagen-.

XIII
Aprendamos a disculpar, no cristianamente, sino li-

77
EL AMOR ES UNA MIERDA.

bertariamente, nuestros desaciertos para volver a em-


pezar. Al fin de cuentas somos solo principiantes en el
mar de los sargazos.

Quizás la única manera de poder construir nuestra


propia homeostasis sea cruzar los límites, desestabili-
zarnos. Con pequeños pasos, el dolor de la mutación
puede ser mínimo: ninguna luchadora elonga en frío,
ninguna elonga lo mismo al comienzo de una práctica
que al estar ya más avezada en su ejercicio.

No estamos diciendo reformismo, sino cuidados


mutuos, afectividades, y afinidades. La aspiración no es
la reforma, no es poder alcanzar “yo no pregunto, vos
no me contás”, sino poder llegar a la colectivización de
nuestro propio cuerpo.

XIV
Un ejercicio: dejar de pensar psicoanalíticamente: lo
que no está, lo que me falta, lo que se fue a otra parte.
Oponerle a ese pesimismo un deseo activo, un opti-
mismo de la voluntad: lo que si está, lo que si viene, la
energía que me envuelve.

XV
Es esforzado. Lo sabemos. Pero la monogamia lo es
más y brinda mucho menos. Nuestra aspiración: eman-
ciparse del concepto propietario sobre otros seres y
sus cuerpos, y eso incluye no solo animales y ecosis-
temas, sino la biología de los vínculos sexuales y por

78
ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO: ECOLÓGIA AMATORIA.

afinidad. Pero somos capaces de enfrentar nuestros


temores, y desaprender lo aprendido, somos capaces
de administrar nuestras emociones en una ecología vi-
tal de disfrute y proliferación. Difundamos el mensaje,
repitámonoslo cuando el pánico nos quiera capturar:
Somos capaces, somos potentes. Possest: somos lo que
podemos.

XVI
La afectación es algo que también experimenta-
mos en situaciones donde no hay otro ser humano.
¿Quién no sintió que se le cortaba la respiración y tenía
palpitaciones frente a la belleza del mar despejado de
turistas en una playa desierta? ¿O en la cima de una
montaña desde donde vemos un bosque y a la cual nos
ha costado ascender? ¿O frente a un plato de comida
que nosotras mismas cocinamos y nos salió delicioso?
¿Frente a palabras escritas que juzgamos acertadas en
un poema, una carta o un ensayo? ¿O ante la insurrec-
ción popular y las barricadas ardientes? ¿Ante gestos
de cariño de extrañas y extraños? Alguien que nos in-
dica y nos ayuda a llegar a un sitio en una ciudad que
no conocemos. Alguien que nos hace compañía com-
partiendo su libro en un viaje. Alguien que parte su
comida o comparte lo que tiene. Y en estos momen-
tos de profunda intimidad no existe desesperación, ni
deseo basado en la ausencia, ni compañía que sea un
remedio contra la soledad. Porque ni la desesperación
ni el miedo que concita son buenos amigos a la hora
de elegir acompañantes.

79
EL AMOR ES UNA MIERDA.

XVII

¿Y si fallamos? Fallamos. Nada pasa. Volveremos a


intentar. Nuestras derrotas no nos demuestran equivocadas. Y
el dolor por el fracaso amoroso duele, y cala hondo, su
herida no cicatriza pronto. Pero cicatriza, y del dolor
de un desenlace amoroso que no deseábamos puede
resurgir una nueva amistad de otro tipo. Porque esa
persona con la que nos relacionábamos de determina-
da manera y con quien ahora es menester relacionar-
se de determinada otra -excepto en casos de violencia
extrema- sigue siendo la misma persona con quien te-
níamos comprometido el corazón. ¿Por qué entonces
dejar de quererla?

80
LA AMISTAD.
La amistad
Blanchot.

¿Cómo aceptar hablar de este amigo? Ni para ala-


banza ni en interés de alguna verdad. Los rasgos de su
carácter las formas de su existencia, los episodios de su
vida, incluso de acuerdo con la búsqueda de la que se
sintió responsable hasta la irresponsabilidad, no perte-
necen a nadie. No hay testigos. Los más cercanos no
dicen más que lo que les fue cercano, no lo lejano que
se afirmó en esa proximidad, y lo lejano cesa en el mo-
mento en que cesa la presencia. En vano pretendemos
mantener, con nuestras palabras, con nuestros escritos,
lo que se ausenta; en vano le ofrecemos el señuelo de
nuestros recuerdos y una cierta figura nueva, la dicha
de permanecer en la luz, la vida prolongada con una
apariencia verídica. No pretendemos más que llenar
un vacío, no soportamos el dolor; la afirmación de ese
vacío. ¿Quién consentiría en aceptar su insignificancia,
tan desmesurada que no tenemos memoria capaz de
contenerla y necesitaríamos deslizamos en el olvido
para llevarla, el tiempo de ese deslizamiento hasta el
enigma que representa? Todo lo que decimos no tiende
sino a ocultar la única afirmación: que todo debe desa-
parecer y que no podemos permanecer fieles más que
velando por este movimiento que desaparece, al que
algo entre nosotros, algo que rechaza todo recuerdo,
pertenece desde ahora.

83
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Sé que están los libros. Los libros permanecen pro-


visionalmente, aun cuando su lectura debe abrirnos a la
necesidad de esa desaparición en la que se retiran. Los
mismos libros remiten a una existencia. Esta existencia
porque ya no es una presencia, empieza a desplegarse
en la historia, y la peor de las historias, la historia litera-
ria. Ésta, investigadora, minuciosa, en busca de docu-
mentos se apodera de una voluntad difunta y transfor-
ma en conocimientos su propia aprehensión de lo que
le ha tocado en herencia. Es el momento de las obras
completas. Se quiere publicarlo «todo» se quiere decirlo
«todo»; como si no hubiera ya más que una prisa: de-
cirlo todo; como si el «todo está dicho» debiera por fin
permitirnos detener una palabra muerta detener el si-
lencio lamentable que viene de ella y retener firmemen-
te en un horizonte bien circunscrito lo que la equívoca
espera póstuma mezcla aún ilusoriamente con nuestras
palabras de vivos. Durante tanto tiempo como exista el
que nos es próximo y con él, el pensamiento en que se
afirma, su pensamiento se abre a nosotros, pero pre-
servado por esa relación misma, y lo que lo preserva
no es sólo la movilidad de la vida (sería poco), es lo que
en ella introduce de imprevisible la extrañeza del fin.
Y este movimiento imprevisible y siempre oculto en
su inminencia infinita — el de morir quizá— no viene
de que el término no puede estar dado por adelanta-
do, sino de que no constituye nunca un acontecimiento
que sucede, incluso cuando ocurre, nunca una realidad
capaz de ser captada: inaprehensible y manteniendo
hasta el final en lo inaprehensible a aquel que le está
destinado. Es ese imprevisible el que habla cuando él

84
LA AMISTAD: LA AMISTAD.

habla, eso lo que oculta y reserva su pensamiento en


vida lo separa y lo libera de toda confiscación tanto
la de fuera como la de dentro. Sé también que en sus
libros Georges Bataille parece hablar de sí mismo y con
una libertad sin coacción que debería dejarnos libres
de toda discreción, pero que no nos da derecho a po-
nernos en su lugar ni a tomar la palabra en su ausencia.
Y ¿es seguro que habla de sí? Ese «Yo» cuya presencia
parece aún manifestar su búsqueda en el momento en
que aquélla se expresa, ¿hacía quién nos dirige? Evi-
dentemente, hacia uno muy diferente del ego que los
que lo han conocido en la particularidad feliz y desdi-
chada de la vida desearían evocar, a la luz de un recuer-
do. Todo lleva a pensar que esta presencia sin nadie que
está en entredicho en un movimiento así e introduce
una relación enigmática en la existencia de quien pudo
decidir hablar de ella, pero no reivindicarla como suya,
aún menos hacer de ella un acontecimiento de su bio-
grafía (más bien una laguna en la que ésta desaparece-
ría). Y cuando nos hacemos la pregunta: «¿Quién fue
el sujeto de esta experiencia?», esta pregunta da quizá
ya respuesta, si es bajo esta forma interrogante como
se afirmó en el mismo que la planteó y sustituyendo al
«Yo» cerrado y único por la apertura de un «¿Quién?»
sin respuesta no que eso signifique que le haya bastado
con preguntarse: «¿Qué es ese yo que soy yo?» sino,
mucho más radicalmente recuperarse sin descanso, no
ya como Yo»; sino como un «¿Quién?», el ser descono-
cido y deslizante de un «¿Quién?» identificado.

85
EL AMOR ES UNA MIERDA.

Debemos renunciar a conocer a aquellos a quienes


algo esencial nos une; quiero decir, debemos aceptarlos
en la relación con lo desconocido en que nos aceptan,
a nosotros también, en nuestro alejamiento. La amis-
tad, esa relación sin dependencia, sin episodio y donde,
no obstante, cabe toda la sencillez de la vida, pasa por
el reconocimiento de la extrañeza común que no nos
permite hablar de nuestros amigos, sino sólo hablarles,
no hacer de ellos un tema de conversación (o de artícu-
los) y sino el movimiento del acuerdo del que, hablán-
donos, reservan, incluso en la mayor familiaridad, la
distancia infinita, esa separación fundamental a partir
de la cual lo que separa se convierte en relación. Aquí,
la discreción no consiste en la sencilla negativa a tener
en cuenta confidencias (qué burdo sería, soñar siquiera
con ello), sino que es el intervalo, el puro intervalo que,
de mí a ese otro que es un amigo, mide todo la que
hay entre nosotros la interrupción de ser que no me
autoriza nunca a disponer de él ni de mi saber sobre
él (aunque fuera para alabarle) y que, lejos de impedir
toda comunicación, nos relaciona mutuamente en la
diferencia y a veces el silencio de la palabra.

Cierto es que esta discreción llega a ser, en un mo-


mento dado la lisura de la muerte. Podría imaginarme
que, en un sentido nada ha cam­biado: en ese «secreto»
mutuo capaz de tomar asiento entre nosotros sin inte-
rrumpirlo, en la continuidad del discurso, existía ya en
el tiempo en que estábamos en presencia uno de otro,
esa presencia inminente, aunque tácita, de la discreción
final, y es a partir de ella como se afirmaba sosegada-

86
LA AMISTAD: LA AMISTAD.

mente, la precaución de las palabras amistosas. Pala-


bras de orilla a orilla, palabra que responde a alguien
que habla desde la otra orilla y donde quisiera realizarse
desde nuestra vida y la desmesura del movimiento del
morir. Y, no obstante, cuando viene el acontecimiento
mismo, aporta este cambio; no se profundiza la cesura,
sino que se desvanece no se ensancha, sino que se nive-
la y se disipa ese vacío entre nosotros en que antaño se
desarrollaba la franqueza de una relación sin historia.
De manera que, en la actualidad, lo que nos fue cerca-
no, no sólo ha dejado de acercarse, sino que ha perdido
hasta la verdad de la extrema lejanía. De esta forma la
muerte posee esa falsa virtud de parecer devolver a la
intimidad a aquellos a los que han dividido grandes
discrepancias. Ocurre que con ella desaparece todo lo
que separa. Lo que separa lo que pone auténticamente
en relación, el abismo mismo de las relaciones en que
se mantiene con sencillez, el entendimiento siempre
mantenido de la afirmación amistosa.

No debemos, con artificios, fingir que proseguimos


un diálogo. Lo que se ha desviado de nosotros, nos
desvía también de esa parte que fue nuestra presencia,
y tenemos que aprender que cuando la palabra se calla,
una palabra que, a lo largo de los años, se ofreció a
una «exigencia sin miramientos», no es sólo esta pa-
labra exigente la que ha cesado, es el silencio que ella
hizo posible y desde el que volvía, según una invisible
pendiente, hacia la inquietud del tiempo. Sin duda, aún
podremos recorrer los mismos caminos, podremos
dejar venir imágenes, apelar a una ausencia que nos

87
EL AMOR ES UNA MIERDA.

figuraremos, por una consolación falaz, que es la nues-


tra. Podemos, en una palabra, recordar. Pero el pen-
samiento sabe que uno no recuerda: sin memoria, sin
pensamiento, lucha ya en lo invisible donde todo recae
en la indiferencia. Ahí radica su profundo dolor. Es
preciso que acompañe a la amistad en el olvido.

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