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¿Qué es ser
verdaderamente mujer?
Masculinidad y feminidad
Según una antigua historia, había un jovencito que vivía con sus padres en
medio del campo, y para alimentarse – cuentan – que cultivaban sus alimentos en
una huerta que tenían a unos cuantos pasos de su casa, no muy lejos. Toda su
vida habían vivido así, cultivando y comiendo las frutas y verduras que
cosechaban.
Pero fue así, que transcurridos unos años, los padres del muchacho
fallecieron, y ahora le tocaba cultivar solo: tenía las enseñanzas de sus padres,
pero ahora iba ser él el responsable del cultivo; si él plantaba tomates, iba a
comer tomates; si plantaba cebollas, tendría que comer cebollas; si no plantaba
nada, pues no comería nada…
No era una tarea fácil; era ardua, exigía sacrificio, y muchísima dedicación.
Habían plantas que darían sus frutos cada un año, otras que quizás tardarían en
crecer y darían sus frutos después de largos años; otras que, quizás, darían sus
frutos después de que el muriera. Lo importante, era perseverar…
Todo el esfuerzo del cultivo era un simple sacrificio comparado con el
regalo de comer, luego, de sus propios frutos.
Algo así sucede con ustedes, jovencitos…¿Y por qué? Porque a partir de la
juventud todas las personas empezamos a ser responsables de nuestras vidas, de
alguna manera nuestros padres mueren, en el sentido de que comenzamos a ser
responsables de nuestras propias vidas: son nuestras decisiones las que van a
decir cómo vamos a ser el día de mañana. Nuestros padres nos enseñaron a
cultivar, al menos lo básico, porque hay padres que son mejores que otros, pero al
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fin y al cabo son padres. Pero eso que nos enseñaron, no hace que nosotros
vayamos a poder cosechar los frutos; es necesario que nosotros mismos
plantemos con lo que nos enseñaron nuestros padres. Si plantamos una vida llena
de vicios, no podemos pretender cosechar una vida de felicidad; si plantamos
solamente una virtud, pues, solo cosecharemos una virtud…
Entonces, ¿qué tenemos que hacer?...plantar, y plantar buena semilla; y de
eso se trata esta pequeña charla, vamos a intentar mostrarles cual es la verdadera
semilla que tienen que plantar en sus vidas.
Cuando ustedes llegan a la adolescencia se produce un cambio gigante en
ustedes, en todos los aspectos, desde lo biológico hasta propiamente humano.
Este cambio, de alguna manera, nos prepara porque ya empezamos a hacernos
“grandes”. Una de esas cosas que empiezan a cambiar, es la relación con
nuestros padres, no en un mal sentido, sino en que dejamos de ser niños, y cada
uno de nosotros comienza a tomar decisiones que le marcarán la vida: decisiones
que tienen marcadas consecuencias; ya no van a ser nuestros padres los que
decidan por nosotros, sino que somos nosotros los últimos responsables de
nuestras decisiones. Claro, nuestros padres no nos dejan de un día para otro
solos, sino que de a poco uno va aprendiendo y tomando las decisiones más
importantes de la vida.
Así va a escribir San Alberto Hurtado: “el porvenir de un hombre depende
dos o tres sí, dos o tres no, que da un joven entre los quince y los veinte años”.
Una de estas decisiones tan importante es la de elegir quién quiero ser en
la vida: elijo mi ideal. “yo quiero ser como mi papá”, “yo quiero ser un santo”; “yo
quiero ser un chanta”… todas estas decisiones se empiezan a formar desde niños,
pero principalmente desde la adolescencia.
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¿Qué es la masculinidad?
Dice el diccionario: 1.Cualidad de masculino, varón. Es decir, es
esencialmente ser un varón, un varón con todas las letras, porque la masculinidad
encierra todo lo que hace al varón un varón.
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distintos, pero complementarios; no como rivales, sino como seres
destinados a ser una sola carne.
D. Espiritual
D. Animal
D. Vegetal
D. de Cosa
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ser el amor! Las demás cosas se entienden a la luz de esto. Claro, yo puedo ir al
gimnasio, pero siempre en razón de que así amo más a Dios.
El fin es Dios, el Amor, y el camino es la virtud. Y el conjunto de virtudes
que son propias del hombre y que lo hacen alcanzar ese fin es la masculinidad.
Entonces, todas esas virtudes y características, que me hacen plenamente varón,
plenamente hombre, se llaman masculinidad.
Hay virtudes que son propias del hombre, o que de alguna manera valen
más en el varón, por el hecho de que son las que más nos cuestan a los varones
como varones. Pues, por el pecado original los hombres fuimos heridos por el
pecado, o desordenados, de distinto modo que la mujer. Para que se entienda
mejor, es como si hay dos guerreros y después de la batalla son llevados al
hospital por sus heridas, y uno fue heridos por la espada en la rodilla, y al otro le
cortaron el brazo; entonces, al primero le costará caminar, y al segundo, le costará
mover el brazo, y todas aquellas actividades que impliquen el miembro superior,
se verán dificultadas por el hecho de que tiene dañado el brazo. Y para volver a
ser normal tendrá que practicar y esforzarse en todas esa actividades que se le
dificultan por haberse lastimado el brazo: entonces, tendrá que dibujar, escribir, ir
a este médico o al otro, con el fin de sanar aquella herida del brazo. Lo mismo le
va a suceder al que fue herido en la pierna, solo que este tendrá que ejercitarse en
otras actividades que le llevarán a mejorar la rodilla que fue herida. Ambos luchan
para estar sanos, pero de distintos modos, porque tienen distintas heridas.
Los mismo sucede con el varón y la mujer, ambos fuimos heridos por el
enemigo, pero en distintos lugares. El varón tiende más a lo fácil y placentero, y se
desordena en lo que se relaciona con eso: principalmente en la lujuria. El varón
más varón es aquel que es más casto.
Por eso nosotros jóvenes estamos llamados a ser los varones más varones.
¿Y por qué hablamos del hombre? Para que puedan conocerse, es esencial saber
qué somos para poder llegar a lo que tenemos que ser, de lo contrario es
imposible.
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aplica perfectamente a nosotros, porque hoy en día Cristo nos llama a
mantenernos firmes en la brecha de la falta de verdaderos varones, a reproducir la
imagen de Cristo en nuestros tiempos.
La brecha de nuestro tiempo, es la brecha de la masculinidad. Es llegar a
ser perfectos como Nuestra Padre es perfecto. Antes la brecha se presentaba de
otra manera, de otro modo, eran necesarias trabajar otras virtudes que quizás no
se veían tan atacadas por el mundo, como lo están hoy.
(añadir un poco los modelos de antes)
Y son precisamente los santos lo que nos enseñan dónde está la verdadera
masculinidad: ellos supieron llegar, ¡¿por qué nosotros no?! Hay santos de todos
los nombres y que cada uno se destacó en tal o cual virtud, por ejemplo (poner los
ejemplos del artículo-pág.8). ¡Nunca debemos pensar que la santidad y el valor
son cosas del pasado!
¿Y cómo hacemos para ser estos hombres?
Esta es la gran pregunta que cada uno se tiene que hacer, no podemos
solos: somos responsables, pero solos no podemos, necesitamos de otras
personas.
En primer lugar debemos arraigarnos en Dios (dimensión espiritual). Esto
es lo más importante, porque si el hombre fue dañado a buscar lo placentero,
buscar a Dios requiere de una grandísima renuncia. La piedad, la oración, la
frecuencia en los sacramentos, en las practicas religiosas, la Santa Misa… y
tantas otras cosas que Dios nos regala y de las cuales nosotros tendremos que
dar cuentas a Dios de cómo hemos utilizado de ellas.
En segundo lugar, necesitamos de los demás (dimensión humana), ya que
nosotros nos relacionamos, somos seres sociales por naturaleza. Y en esto
necesitamos de sanos y excelentes amigos (“el primer amigo es Cristo”).
Necesitamos de nuestra familia, necesitamos del grupo de la parroquia…
necesitamos de la ayuda de las jovencitas. Y en esta dimensión, surgen
innumerables virtudes que nos ayudan:
- Intelectualidad: Prudencia, estudiosidad…trabajo (laboriosidad)
- Propia imagen: humildad
- Relación con los demás: caridad en el trato
- Esfera afectivo-sexual: castidad, pureza
- Voluntad: responsabilidad,
- Religiosidad: caridad con los demás, apostolado, piedad
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