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Familias y escuelas. Interacciones: encuentros y desencuentros. Construcción de acuerdos y consensos.
Colección Ensayos y Experiencias. Volumen n° 36. Novedades Educativas.
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Niños pequeños, grandes desafíos. Educación y Atención en la Infancia Temprana. Primera edición en
español 2002 FCE-OCDE-OEI
Es por esto que cuando hablamos de la educación de los más pequeños,
estamos hablando de que es necesario tener en cuenta algunas situaciones
para poder pensar en instituciones educativas en las cuales se desarrollen
propuestas de enseñanza que sean adecuadas a los niños teniendo en cuenta
su contexto, incluyendo lo relacionado con los cuidados básicos desde la
intencionalidad pedagógica , porque actualmente no podemos desconocer que
desde la más primera infancia no hay posibilidades de pensar a la educación
disociada del cuidado, ya que estos aspectos no se contradicen sino que se
complementan, porque son parte del mismo proceso. Es tarea de la escuela
pensar en una educación adecuada que integre el afecto y el cuidado a la
enseñanza de los conocimientos reconocidos como válidos y pertinentes desde
lo cultural, lo social, lo moral.
La educación inicial trazará las huellas del recorrido que la infancia transitará
en su proceso educativo; iniciando el acercamiento al conocimiento que influirá
en sus posibilidades de aprender, de comunicarse y de expresarse. Para ello
es necesario generar propuestas que respeten las peculiaridades de la
institución educativa y de los niños que allí asisten. Esto es, diseñar y
desarrollar tareas sobre la base de relaciones basadas en el afecto y el
respeto, partiendo de la observación de los niños, para así lograr que se
favorezcan sus aprendizajes y posibilidades de desarrollo. Para esto es
necesario tener en cuenta los tiempos individuales y grupales, de cuidado y
descanso, las diferentes modalidades de intervención docente, que favorezcan
el contacto con diversos objetos, las distintas acciones e interacciones que
permitirán el aprendizaje tanto individual como grupal.
En esta línea, reconocer al Jardín Maternal, como parte del Nivel Inicial, dentro
del sistema educativo formal implica resignificar, también el lugar el juego en
este nivel, ya que en palabras de Chateaux (1958), “un niño que no sabe jugar
será un adulto que no sabrá pensar. La infancia es el aprendizaje necesario
para la edad madura”. El niño se desarrolla por el juego y por el juego hace
actuar las posibilidades que emanan de sus estructuras, realiza las potencias
virtuales que afloran, las asimila y las desarrolla, las une y las complica,
coordina su ser. Así es que desde sus primeros meses, el niño reitera diversos
movimientos (golpea con el pie su cuna, gorgojea, toma y deja caer objetos,
etc.).
Gracias al largo período que ocupa la infancia, el juego según es apreciado por
Wallon (1974), es la vida misma del niño, es lo que hace posible una etapa de
plasticidad en la que el niño puede experimentar, probar, imitar.
El niño que juega, investiga y necesita realizar esa experiencia sin que lo
interrumpan, esa experiencia debe ser respetada. Si el adulto interfiere o
irrumpe en su actividad lúdica, a veces queriendo llamar la atención hacia otro
estímulo o interés, puede perturbar el desarrollo de la experiencia que el niño
eligió y que está realizando al jugar.
Este marco permite establecer dos tareas simultáneas. Por un lado reflexionar
sobre la propia práctica para poder tomar conciencia del lugar que el juego
ocupa en cada escuela. Poder rescatar información acerca del juego de un
modo ordenado para reconocer las posibilidades y limitaciones de cada
experiencia. En otros términos evaluar cuándo, cómo y a qué se juega en cada
escuela. Por otro lado instalar una zona de construcción de consenso. Una
manera de pensar acerca del juego que fundamente propuestas sobre el juego,
el jugar y los materiales de juego compatible con la intencionalidad educativa
del jardín de infantes.
Hoy sin lugar duda, es sabido que los primeros años de vida son
fundamentales para el futuro, porque es allí donde se sientan las bases para
las capacidades y las posibiliades que se tendrán en el transcurso de la vida,
por lo tanto pensar en una gestión compartida y en mecanismos de asociación
para reflexionar juntos diversas alternativas, puede ser una salida política,
social y educativamente más acorde a los tiempos que vivimos.