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Fecundación in vitro en Costa Rica: ¿Qué es –y cuándo se es- persona

humana?

El presente artículo tiene como objetivo problematizar –a propósito del proyecto


de ley sobre fecundación in Vitro y transferencia embrionaria1 (expediente N. º
17.900)- la noción de persona humana, ya que, en dicho proyecto, se define
ésta de manera muy particular.

En el Capítulo II (Protección de la persona humana), artículo 6 del proyecto se


señala lo siguiente: La persona humana gozará de todos los derechos
fundamentales a partir de la fecundación. Es decir que, para quienes
redactaron el documento, la mera unión de dos células (gametos) es ya una
persona humana. En lo personal me resulta una concepción en extremo
simplista y gratuita. Pero, entonces están derecho a preguntarme: ¿Cuándo se
es persona humana? ¿En virtud de qué y cuándo lo somos? Sin embargo, y
aún cuando les pueda decepcionar, me limitaré a exponer dos concepciones
extremas sobre este punto con el fin de ilustrar la imposibilidad de dar una
respuesta acabada –e inequívoca- a estas preguntas.

La primera concepción (de la que probablemente parte el proyecto de ley) parte


de la idea del alma, así que podemos llamarle animista. El alma que dios “nos
dio” es la que nos hace personas humanas (tal como se lee en Génesis, 2:7, sí,
el soplo de vida). Pero bueno: ¿Desde cuando “no es dada” esa alma? La
respuesta más aceptada dentro del catolicismo de “a pie” en la actualidad –ya
que esto no es un problema resuelto ni dentro de la teología católica- es que el
alma se infunde desde el momento de la fecundación, es decir, apenas el
espermatozoide –después de su ardua competencia- alcanza a fecundar el
óvulo. Ahora bien, ¿Les parece razonable que la mera unión de dos células
(gametos) sea ya una persona humana? A mi no. Tengamos en cuenta que
hasta hace muy poco tiempo eran apenas un óvulo y un –junto con muchos
otros que “perdieron la carrera”- espermatozoide separados, células vivas, sí,
mas no personas humanas2.

1
http://www.scribd.com/doc/49396944/LEY-SOBRE-FECUNDACION-IN-VITRO-17-900
2
¿Y la masturbación masculina? ¿Y el uso del condón? El Vaticano condena estas prácticas, pero ¿Quién
le hace caso? ¿Los diputados y diputadas? ¿Las magistrados y magistrados? ¿Monseñor Barrantes acaso?
La segunda concepción –que ubico en el polo opuesto de la que recién vimos-
es la que podríamos llamar sociologista. Ésta postura –grosso modo- sostiene
que la persona humana es una construcción social3, o en otras palabras, que la
persona humana no nace, sino que se hace. Desde esta perspectiva, dios no
es ya el garante de la condición humana, sino la sociedad. La persona así
entendida se acerca más a la propia etimología de la palabra (Del latín
persōna: “máscara, personaje”). Está asociada al desarrollo de la personalidad
y de la conciencia individual vía socialización.

Como vemos, estamos lidiando con un problema de orden inminentemente


ontológico (aunque también ético). ¿Puede la biología -a propósito de la FIV-
ayudarnos a resolver la cuestión? Veamos.

Los cigotos (células sexuales) de la especie homo sapiens poseen, tanto los de
la mujer como los del hombre, veintitrés cromosomas cada uno, al unirse
(fecundación) forman una nueva célula compuesta de cuarenta y seis
cromosomas llamada cigoto. Se sabe ahora –gracias a la ciencia- que las
células somáticas4 también tienen cuarenta y seis cromosomas; además, que
el código genético de los cromosomas de todas las células del cuerpo es el
mismo, y que ese código coincide con el de la que fue su primera célula, es
decir, con el cigoto. Esto quiere decir que desde la fecundación el cigoto cuenta
ya con la potencialidad –en virtud del código genético- de desarrollar tejidos,
órganos, sistemas, extremidades, ojos, etc... propios de las especie humana,
es decir, cuenta con lo necesario –a no ser que suceda algo en el camino que
lo impida- para desarrollarse, nacer, crecer, reproducirse (si quisiera) y morir, o
sea, para llegar a verse como usted o como yo.

Lo anterior es, para quienes parten de la idea del alma, prueba suficiente de
que la misma es infundada desde el momento de la fecundación, sobre todo
porque el cigoto posee un código distinto del de las células de sus padres,

3
No sólo en tanto concepto, lo que resulta obvio; sino desde un plano ontológico. *Valga decir que estoy
–intencionalmente- caricaturizando un poco la postura sociologista, ésta es –generalmente- mucho más
compleja.
4
Aquellas que forman el crecimiento de tejidos y órganos.
razón por la cual se le atribuye ya individualidad (particularidad, identidad, etc.).
¿Resuelve esto ya el problema de cuando se es persona humana? Pues no.

Traigo ahora a colación una diferenciación que apuntó el Dr. Antonio Marlasca,
durante una mesa redonda organizada el año pasado en la escuela de filosofía
de la UCR a propósito de la FIV, entre vida humana y persona humana. Según
Marlasca, el conocimiento producido desde la biología nos dice que el cigoto es
ya vida humana, mas de ello no se sigue que sea ya persona humana; no
obstante su potencialidad de llegar a serlo. Así Marlasca establece –siguiendo
a Aristóteles- una diferencia entre ser en potencia y ser en acto, en donde la
vida humana es la potencia de llegar a ser persona humana; sin embargo, su
actualidad –por ejemplo al momento de la fecundación- es la de ser un cigoto
propio de la especie humana. Por este motivo decía Marlasca que le
corresponde a la teología y a la filosofía –y no a la biología- aclarar lo que
efectivamente es la persona humana y a partir de cuándo se empieza a ser tal.
Sin embargo, considero que tampoco le corresponde –exclusivamente- a estos
dos quehaceres/saberes dirimir el problema, sino que deberían ser incluidas en
el debate diferentes visiones de mundo y formas de ser que tengan –o puedan
tener- alguna palabra al respecto, pienso, por ejemplo, en los grupos y
organizaciones que luchan por los derechos humanos, por reivindicaciones
sociales y culturales, pero también en las comunidades indígenas, o en
religiones marginadas o no dominantes, etc.

La idea es que la definición de persona humana, con efectos en proyectos de


ley como el que nos ocupa o como el de sociedades de convivencia, sea
producto de un verdadero diálogo, y por supuesto de la discusión, entre
diferentes actores y actrices sociales, y no, como el actual proyecto de ley, en
donde se privilegia y opta por una visión particular –y no muy convincente- de
la persona humana. Lograr un diálogo efectivo, sobre todo con actores que
generalmente no dialogan y que además gozan de mucho poder, como la
jerarquía de la I.C, es el verdadero desafío y uno de los mayores obstáculos a
vencer.
Por último, me parece deseable que como cultura -y desde ella- le concedamos
un valor especial a la vida humana en cada una de sus fases, por ejemplo en el
caso del cigoto, ya que finalmente es una forma de estar concientes del
proceso vital que nos hace ser lo que somos: una totalidad biológica, cultural,
“espiritual”, etc. No obstante, y sin afán prescriptivo, considero que en lugar de
tratar de decidir cuándo se empieza a ser persona humana –en donde me
ubico más del lado sociologista- deberíamos tratar de discernir cómo entender
y valorar la vida humana en cada una de sus etapas, a sabiendas que cada
una de ellas tiene sus particularidades y, en virtud de ellas, ameritan una
valoración también particular, única5. Estas valoraciones buscarían evitar que la
razón instrumental, que prima –sobre todo cuando hay dinero de por medio
¡SIEMPRE!- en las prácticas tecno/científicas, se imponga como único criterio
de valoración de la vida humana6.

En un segundo artículo ahondaré en aspectos más específicos del proyecto de


ley sobre FIV, aunque siempre en relación con lo tratado en el presente, por
ahora me doy por satisfecho.

Andrey Pineda Sancho


Investigador del CICDE-UNED

5
En todo caso, la persona humana podría ser una figura intermedia entre la concepción animista y la
sociologista, una suerte de reconocimiento cultural de un momento muy valioso y específico de la vida
humana. Por ejemplo: el o la nacida CON vida. Aunque, de nuevo, sospecho de la capacidad de los y las
animistas para aceptar un “justo medio”.
6
Como tampoco lo deben ser las morales rígidas (a priori). Una ética moderna debe tener en cuenta las
situaciones particulares y, por supuesto, la diversidad de valoraciones éticas –y modos de ser- que existen.

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