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EL ECUADOR PREHISPÁNICO
Los caminos que seguirían en el subcontinente sur, desde Panamá, serían, por
la costa de Venezuela, por los valles del Magdalena y del Cauca, a través de
Colombia y por el Ecuador, Perú y Bolivia. Mientras por una parte seguirían
hacia la costa del Norte de Chile, por otra buscarían el Sur de Brasil, penetrando
en el Matto Grosso hasta llegar a Minas Gerais o, a través de las tierras altas de
Bolivia y del Chaco argentino, llegarían a Uruguay, la Pampa y la Patagonia,
alcanzando los territorios magallánicos y la Tierra del Fuego. Al menos tres
migraciones se produjeron hacia el continente americano, siendo dos únicamente
las que penetraron hasta Sudamérica:
En los orígenes culturales americanos, por tanto, se aceptan tres grandes etapas
iniciales dentro de la fase Paleolítica: la Cultura de nódulos y lascas (1.ª
migración), la Cultura de Cazadores Especializados (2.ª migración) y la Cultura
de Cazadores-Recolectores y Cultivadores (plenamente americana), siendo esta
última la que daría paso a la Revolución Neolítica, y al desarrollo de las culturas
agro-alfareras y, con el tiempo, de los grandes complejos socioculturales
ecuatorianos.
Los niveles inferiores de El Inga presentan unos materiales que han sido
definidos como de transición entre las dos fases citadas de cazadores incipientes
y especializados. Los instrumentos más frecuentes son buriles, perforadores y
raederas, así como algunas puntas, con retoque unifacial, que pudieran ser de
proyectil. El hueso y estas posibles puntas de proyectil son las que conceden al
conjunto su carácter transicional. Paralelos de estos conjuntos los encontramos en
los sitios colombianos de Tequendama y Tibitó.
Hacia el 6.000 a. C. comienza una fase de «óptimo climático» que debió influir
significativamente en una progresiva domesticación tanto de animales como de
plantas. Evidencias de este fenómeno las encontramos en todo Sudamérica, como
lo demuestran los hallazgos de Guitarrero II, Ayacucho-Jaywa, Huachichocana,
Tiliviche, Pachamachay, Telamarchay y Vegas, entre otros.
La cultura de Vegas, junto con Siches en la costa Norte del Perú y Cerro
Mongote en Panamá, representan una tradición común y sugieren una interacción
temprana entre los antiguos pobladores de lo que hoy es el Ecuador con otras
áreas del Nuevo Mundo.
Los rasgos comunes a esta tradición son una industria lítica orientada al trabajo
de la madera y a la labranza, por las hachas y azadas de piedra pulida que allí se
encuentran; el uso de cementerios para disponer a los muertos; y la explotación
de los recursos de los manglares, de los estuarios y del sublitoral, así como de la
caza de venados, perros salvajes y piezas menores de las planicies costeras.
Estos sitios de Vegas se encuentran localizados en las vegas de los arroyos que
drenan las terrazas de los 30 m de la Península de Santa Elena. Estos contienen
agua solamente algunos meses en los años de mucha pluviosidad. Cerca del sitio
Vegas se halló un sitio, básicamente precerámico, aunque contenía unos pocos
fragmentos de una cerámica muy ordinaria, que recibió el nombre de Achallán.
Resumiendo, podemos decir que estos grupos, en sus inicios, comparten rasgos
y características con sus homólogos euroasiáticos, aunque muy tempranamente
comienzan a aparecer rasgos de desarrollo autónomo. Fueron grupos que en la
Sierra eran nómadas, cazadores y recolectores y que, en la Costa, por la mayor
presencia de recursos alimenticios autorrenovables (mar y manglar), pudieron
desarrollar tempranamente el sedentarismo y la horticultura, además de la
tradicional cacería y recolección. Cabe señalar que existen evidencias de pesca,
tanto de especies de aguas someras como de aguas profundas, lo que demuestra
conocimientos de navegación.
Loma Alta, un yacimiento tierra adentro, 15 km río arriba del sitio epónimo, es
un asentamiento Valdivia en la floresta tropical húmeda que caracteriza a estos
valles costeros y sin ninguna orientación marítima. Las fechas por radiocarbono
de la fase Valdivia I en Loma Alta resultaron ser más antiguas que las que
fechaban el material San Pedro, en el sitio epónimo de Valdivia en la
desembocadura del río.
Esto podría indicar que Valdivia representa una cultura de tierra adentro que se
expandió por la costa y no, como inicialmente se pensaba, una adaptación previa
al litoral influenciada por pescadores del Neolítico japonés. Asimismo, la
localización en la pampa de San Pablo, por Zevallos y Holm, de maíz
carbonizado asociado a un plato Valdivia, unido a la evidencia de
representaciones de mazorcas y plantas de maíz en la cerámica de este período,
hizo que se propusiese una nueva interpretación de la sociedad Valdivia, más
como un complejo de agricultores que como pescadores-recolectores.
Durante las fases posteriores, estos montículos fueron reconstruidos siete veces
y cada vez se hicieron de mayor tamaño, revocándolos en cada ocasión con
arcilla blanco-amarillenta. Las edificaciones que coronaban cada montículo
fueron reconstruidas una vez antes de proceder con la destrucción y reedificación
del recinto ceremonial. Este paso, iniciado en la fase II, convertía a Real Alto en
una aldea con templos y a la sociedad Valdivia de la época en propulsores del
proceso hacia la revolución urbana en el área septentrional andina.
En la fase III, Real Alto alcanzó su mayor índice poblacional.
Aproximadamente 150 casas formaban barriadas alrededor de los tres lados de la
plaza central, ocupando un área de más o menos 600 x 400 m.
En las fases más tardías hay evidencias de conocimiento del uso del telar con
lizos. Los tejidos de algodón de Real Alto serían casi un milenio más antiguos
que los primeros tejidos hechos en telar y el cultivo de algodón en la costa del
Perú.
Para las fases VI y VII, la sociedad Valdivia se nos muestra como aldeana-
campesina (o urbana-campesina, según zonas). Aunque la sociedad Valdivia
debió permanecer igualitaria, las simientes de la estratificación social se pueden
adscribir a la creación de grupos de especialistas, que administraban el bienestar
material y espiritual de las comunidades en las aldeas con templo.
Coetánea con las fases más tardías de Valdivia, surge Cerro Narrío, en la
Sierra Sur ecuatoriana, sobre el 2.850 a. C. Este asentamiento presenta una de las
secuencias culturales de ocupación más largas de todo el Ecuador. La
arqueología del área nos revela que desde las épocas más tempranas del estadio
agro-alfarero hubo una gran relación entre esta región y la costa, así como con el
Oriente y con la región norandina de Perú.
La cerámica es, como ya hemos dicho, uno de los aspectos más notables de lo
que conocemos como cultura Valdivia, ya que es de una variedad de formas y
decoraciones realmente extraordinaria, sobre todo si tenemos en cuenta su
antigüedad.
FORMATIVO MEDIO (2.250 - 1.320 a. C.) Sin que estén muy claros sus
orígenes, aunque las últimas investigaciones apuntan hacia una lógica evolución
desde Valdivia, aparece, en el Suroeste del Ecuador, la Cultura Machalilla, a la
que podríamos considerar como una de las más influyentes expresiones en la
cerámica del Nuevo Mundo.
De ser ciertas estas influencias, sobre todo las mexicanas, podríamos apuntar
un amplio desarrollo de las rutas comerciales a corta, media o larga distancia, así
como los comienzos de lo que fue un precoz desarrollo de la navegación
prehispánica a lo largo de la costa del Pacífico. Se observa un cambio profundo
en las técnicas cerámicas: innovaciones en las formas, sobre todo en las figurillas
antropomorfas, que son tanto vasiformes y huecas como sólidas y macizas, así
como algunas de un tamaño considerablemente mayor que en Valdivia, cuya
tradición derivaba hacia el estilo Chacras, y que se ve interrumpido con la fase
Machalilla.
Rostros planos redondeados, con prominente nariz y ojos del tipo «grano de
café», decoración pintada en rojo y la aparición de orificios en las orejas, parecen
relacionarse más con una tradición septentrional en los Andes que con la propia
costa o sierra ecuatoriana.
Durante este período, en la Sierra Sur del Ecuador, Cerro Narrío temprano
continuaba sustentado por el maíz como base calórica de su dieta. En la Sierra
Norte, la gente que vivía alrededor de una laguna al Norte de Quito, en
Cotocollao, parece haber tenido fuertes contactos con la costa Norte de la
provincia de Manabí, así como también con sitios de la selva y sierra peruana,
como Tutishcainyo temprano y Kotosh Kotosh.
Las decoraciones que destacan son las incisas, las negativas (conseguida
mediante el ahumado de la vasija una vez cubierto el diseño decorativo con una
capa protectora, generalmente cera), y la pintura iridiscente, a base de pigmento
de hematites especular, que le da un brillo metálico cuando se ahúma.
Sumamente indicativas son las botellas con un alto y estrecho vertedero y asa
lateral, en la que es frecuente que se encuentre alojado un silbato que funciona
con el cambio de presión producido al llenar o vaciar la botella.
Por otra parte, en el Norte, una potencia sociocultural, política y religiosa ha ido
cobrando forma. Su centro más representativo será la isla de La Tolita, en la
desembocadura del río Santiago, cerca de la actual frontera con Colombia.
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Comparando los señores entre sí, hay elementos suficientes para señalar
fronteras culturales porque tienen marcadas diferencias, pero también existen
varios rasgos en común. Los linderos culturales que determina la arqueología a
través de los vestigios materiales jamás permitirán hablar de fronteras exactas o
formaciones de lo que los antropólogos, hoy en día, consideran «nacionalidades».
CULTURA BAHÍA. Dentro de las culturas que, durante este período, se están
desarrollando en la costa ecuatoriana, la Cultura Bahía destaca por su carácter
preurbano, rasgo que anuncia a sus sucesores, los famosos manteños, de los que
hablaremos más adelante.
CULTURA GUANGALA. Esta cultura, que continúa la tradición Chorrera, se
desarrolla en una de las zonas más desérticas del Ecuador y, quizás, debido a
estas condiciones ambientales desfavorables no se observa el grado de urbanismo
de Bahía, estableciéndose la población con un patrón de aldeas dispersas.
En el altiplano del Sur de Colombia y del Norte del Ecuador, área en la que se
desarrolla esta manifestación cultural, la economía es predominantemente
agrícola, siendo un excelente complemento la caza en los bosques fríos.
Las tumbas son de pozo y cámara. El pozo, cilíndrico, podía llegar hasta los 20
metros de profundidad y la cámara ser una o varias, pudiendo estar conectadas
por pasadizos, bien entre ellas, o bien con las de otros conjuntos. Este tipo de
entierros es común en la zona serrana de Colombia, con la que la unen muy
estrechos lazos.
En cerámica, las copas de base tronco-cónica alta y los cuencos de base anular
son las formas preferidas para plasmar los diseños negativos. También son muy
populares las figurillas cerámicas, entre las que destaca un «pensador» sentado en
un banquillo y masticando coca.
Muy relacionada con esta cultura y sin que estén todavía muy establecidos los
límites entre ambas, se encuentra más al Sur y hacia el Oriente la Cultura
Panzaleo-Cosanga.
Las formas más típicas son las compo-teras, copas de base anular tronco-
cónica, y las jarras alargadas de fondo apuntado. La decoración es negra pintada
en negativo, acompañada del rojo y el blanco, siendo los motivos decorativos
geométricos simples y simétricos.
Sin embargo, al Sur del citado río, comienza a adquirir personalidad propia,
con sus principales fechas en torno al 700 d. C., la Cultura Atacames,
apreciándose un importante cambio en el patrón de asentamiento de toda la zona.
Sus habitantes, en esta fase temprana del sitio, se distribuían en una serie de
plazas contiguas de manera lineal, enmarcadas éstas por las «tolas» en las que se
localizaban las viviendas a lo largo de, al menos, dos kilómetros de costa,
haciendo uso abundante de los recursos marinos.
De una manera general se observa una mayor relación de Atacames con las
culturas de la costa Sur, aparentando ser, en estos momentos, el punto costero
más norteño al que llegan coletazos de los cambios producidos en la zona central
andina. En el Sur de Manabí, la cultura Bahía evoluciona hacia un mayor
urbanismo y anuncia lo que será la posterior cultura Manteña. En esta misma
provincia, más al Norte, entre Bahía y Atacames, encontramos la cultura Jama-
Coaque, conocida fundamentalmente por colecciones de museos, y en cuyos
asentamientos se están llevando a cabo excavaciones, sin que, por el momento, se
pueda determinar en qué grado podrían, o no, conformarse como una sola con la
de Atacames.
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Todo ello nos lleva a hablar de que en este período se ha producido un cambio
hacia la monumentalidad y los grandes proyectos, que implicaban mover
ingentes cantidades de tierra, piedras y otros materiales.
La Sierra Norte del Ecuador es famosa por los grandes sitios, con pirámides de
toba volcánica (cangahua), como el gran centro de Cochasquí, al Norte de Quito,
en el que destacan, junto a las grandes pirámides con rampa de acceso y cúspide
truncada (en las que se observa la existencia de huellas de las estructuras que las
coronan, así como restos de «canales» y marcas que nos hablan de posibles
observaciones y anotaciones astronómicas), la gran cantidad de montículos
habitacionales en la parte baja de la ladera en la que se asienta este gran conjunto
ceremonial.
Estas gentes, llamados chonos, vivían bordeando el Golfo y río arriba por el
Guayas hasta el área donde se encuentra Guayaquil. En la provincia de El Oro,
los chonos ocupaban el manglar del Jambelí y los tumbesinos el Sur de esa
provincia y el extremo Norte de la costa del Perú.
Los Cañari controlaban durante este período las mismas tierras que en épocas
anteriores habían sido ocupadas por la gente que dejó la huella de su existencia
en Cerro Narrío. Las culturas Capulí, Tusa y Piertal controlaban entonces la
Sierra Norte del Ecuador y se extendían al departamento de Nariño, en Colombia.
Estos grupos parecen haber tenido una influencia norteña, aunque en Capulí
encontramos rasgos típicos de las tierras bajas, tales como la masticación de coca
y los «bancos de chamán». Esta influencia amazónica ha sido demostrada,
afectando a la cultura Panzaleo, que cubrió los territorios de las provincias de
Tungurahua, Cotopaxi y Sur de Pichincha, cuya cerámica en decoración y formas
tiene una temática explícitamente selvática. Los figurines se encuentran sentados
en «bancos de chamán» y el jaguar reina como elemento supremo entre los
animales representados.
Entre las gentes que poblaron la provincia de Carchi y los Panzaleo existió un
grupo que muchos autores han llamado Cara, que construyeron complejos
ceremoniales - administrativos, compuestos de grandes pirámides construidas en
bloques de toba volcánica o cangahua, a cuya cúspide se accedía por
descomunales rampas. Los Caras controlaban la provincia de Imba-bura y Norte
de Pichincha. Su centro principal era Cayambe, pero el centro regional mejor
conservado es el de Cochasquí, que aparentemente controlaba el valle de
Guayllabamba.
Los Caras fueron los últimos en resistir el avance de los incas en el Ecuador y
después de una fiera y tenaz lucha se derrumbaron, permitiendo su avance hasta
el Sur de Colombia. Los grupos que habitaban la provincia de Chimborazo
posiblemente continuaron siendo una de las principales avenidas de contacto
entre la costa y la sierra. De las culturas serranas en el Período de Integración,
Carchi, Caras, Panzaleo y Puruhá formaron sociedades no muy bien estructuradas
a nivel de jefaturas locales, las que posiblemente se unían en confederaciones en
su área cultural, en respuesta a estímulos externos, como serían el resistir el
embate guerrero de otros pueblos. Ese no fue el caso de los Cañari, porque si
analizamos la historia de la conquista Cañar por el Inca, solamente una bien
estructurada Jefatura regional, desarrollada casi hasta los niveles de Estado, es
posible dadas las características de la sociedad Cañari.
Habría que hacer notar que para estas fechas se observan ciertos cambios, los
cuales parecen estar indicando que los pueblos de esta zona tienen establecidos
fuertes contactos de carácter comercial con los grupos manteños y participan de
la red de intercambio organizada en torno a las demandas incaicas de spondylus.
En el año 1583, don Hierónimo Puento, como cacique principal del pueblo de
Cayambe, presentó una probanza en cuyo interrogatorio se incluye, en una de sus
preguntas, la afirmación de que sus abuelos Maxacota Puento y su padre
Quiambia Puento «antes y después que los incas los subjetaren, sus pasados e
ellos fueron señores e mandaban los pueblos de Cayambe, Cochisque e Otavalo y
sustentaron la guerra contra los incas tiempo de diez años poco más o menos, sin
ayuda de otros naturales, e impedido, los dichos pasaron a la conquista y así
fueron muertos y vencidos los dichos caciques de Cayambe».
Es cierto que el centro más importante del pueblo cañar tomó el nombre
quechua de Tumibamba o Tomebamba, y que éste constituyó la referencia más
frecuente a todo lo que en las crónicas del siglo XVI se consigna sobre él. Sin
embargo, tampoco hay ninguna duda de que Tomebamba se hizo sobre las bases
de una ocupación Cañar muy anterior, a cuyo valor estratégico se unía el de su
prestigio religioso.
Nada se sabe con certeza del nombre de la Tomebamba preincaica, salvo las
referencias muy imprecisas a las tradiciones antiguas que recogieron después
algunos cronistas, y entre las que no figura la de Gaupdondélic, mencionada en
un documento colonial de 1582. Según Sarmiento de Gamboa (1573), estaba
asentada al pie de un cerro llamado Guasano, que para el clérigo Cristóbal de
Molina (1575) era Huacayñán. Ambos autores señalan este cerro como el lugar
mítico del origen de los Cañaris, en el cual encontraron un refugio seguro contra
el diluvio porque su altura se elevaba a medida que subía el nivel de las aguas.
Los cañaris, a juzgar por la persistencia de sus tradiciones y por las referencias
a sus guerras con los incas, habían alcanzado, en su prolongado asentamiento en
la región Sudecuatoriana, un notable nivel de desarrollo sociocultural, y su
organización política debió ser comparable a la de sus vecinos norteños. Una
confederación de sus cacicazgos pudo surgir para oponerse al empuje de los
ejércitos incaicos. El cronista Cabello Balboa consigna los nombres de tres de
estos caciques, que después de haber sido sometidos por Tupac Ynga Yupanqui
intentaron rebelarse contra él: Pisac Cápac, Cañar Cápac y Chica Cápac, que tras
ser derrotados sufrieron grandes castigos, obligándoles a colaborar en la
construcción de una fortaleza.
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Bibligrafía: Infopedia en español