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EL CONCEPTO DE PROPOSICIÓN (λόγος ἀποφαντικὸς)

EN LA SILOGISTICA ARISTOTÉICA

Por: Carlos R. Gutiérrez Rueda


Universidad Autónoma de Tlaxcala
Seminario Mayor Palafoxiano

0. Introducción.
Se considera que Aristóteles (384-322 a. C.) fue el fundador de la lógica formal. Los
lógicos lo consideran como el padre de su disciplina por dos razones importantes: a)
fue el primero en proponer una disciplina autónoma –a la que él mismo llamó
‘Analítica’ y no ‘Lógica’- que toma como objeto de estudio a los razonamientos; y b) al
tomarlos aisladamente y estudiarlos, creó la primera teoría lógica, conocida hoy en día
como ‘teoría aristotélica del silogismo’ o, más brevemente, ‘silogística’. Ella es un
método para inferir una nueva proposición a partir de otras dos, constituida aquella por
dos de los tres términos que aparecen en estas.

Pero, el interés de Aristóteles por estudiar los razonamientos no es gratuito. Al


frecuentar la Academia Platónica (entre los años 367-347 a. C), tuvo que estudiar
disciplinas comunes en la época, nos referimos tanto a la dialéctica como a la retórica
-disciplinas que tienen como objeto de estudio a la discusión y a la persuasión.
Además, se vió envuelto en los ejercicios de discusión en los que se defendían y
atacaban diversas posturas. Y, aunque nunca fue un político, ni una figura pública, pasó
13 años, en una segunda etapa, en una Atenas (335-322 a. C.) en la que el debate y la
discusión eran partes importantes de la vida cotidiana de cualquier ciudadano. Todo
esto hizo que nuestro filósofo prestara especial atención al lenguaje y su relación con la
verdad: ¿en medio de tantos puntos de vista, ¿quién tiene la razón?, ¿quién habla con
verdad? Esta preocupación por el lenguaje y el rol que este juega en el proceso de
conocimiento llevó al Estagirita a emprender un viaje intelectual, en el que los
especialistas encuentran una ‘génesis’ que va desde el estudio de la Retórica hasta la
creación de la Lógica. En efecto, poco a poco, Aristóteles fue delimitando su área de
interés: primero se centró en el discurso que se contenta con producir convicción
(pístis), al que considera objeto de la Retórica; para, finalmente, centrarse en el discurso
que tiene como objeto a la verdad –discurso que llamará ‘apofántico’. Al centrar su
2

atención en el discurso que, de alguna manera comunica y resguarda a la verdad,


Aristóteles elaboró un conjunto de instrumentos (órgana) de análisis y exposición que
garantizarían al que los estudie, llegar al conocimiento verdadero. Es en este contexto
en el que surgieron los Tratados de Lógica que la tradición agrupó con total fidelidad
bajo el epígrafe de ‘Organon’.

Ahora bien, ¿cómo construyó Aristóteles la lógica que él mismo creó? ¿Cómo
llegó a la conclusión de que es formalmente válido afirmar que ‘si A se predica de todo
B, y B de todo C, entonces A se predicará de todo C’? En el presente trabajo, con el fin
de esclarecer y preservar una de las ideas que llevaron a Aristóteles a ser considerado el
‘padre de la lógica’, se intenta responder a estas preguntas, describiendo, con rigor
filológico, una de las concepciones creadas por él mismo. Es muy importante tener en
cuenta que, en tanto creador de una nueva disciplina, Aristóteles enfrentó el reto de
crear un léxico técnico que no existía. Él sólo contaba con palabras de uso común que
tuvo que convertirlas en el bagaje teórico-conceptual que diera soporte a sus propuestas
acerca de la ‘naciente’ lógica. De allí la importancia de tomar en cuenta el texto que ha
llegado a nosotros como SU obra, y analizarlos con los elementos filológicos con los
que contamos.

Para alcanzar nuestro objetivo, consultaromos dos de las seis obras que, en total,
componen al Organon aristotélico. De hecho, las obras en las que expuso sus ideas
sobre el razonamiento y el silogismo son dos: Sobre la Interpretación1, y la Analítica
Primera2. Ambos textos son importantes para nuestro estudio ya que el primer libro
sirve como introducción y preparación para el segundo, pues en aquel se presentan las
nociones que servirán de fundamento para el desarrollo de la teoría silogística y de la
demostración, tales como: proposición, nombre, verbo negación, afirmación,
composición, división, falso, verdadero, etc. Por su parte, la Analítica Primera, que es

1
El libro también es conocido, tanto por su nombre latino De Interpretatione; así como por el griego Perì
Hermeneías; “título atestiguado por primera vez en el comentario de Ammonio y en la traducción
armenia del siglo V d. C.” (Candel:1988; 35). Nuestro análisis sigue el texto griego editado por L. Minio-
Palluelo (1980) en la colección Oxford Classical Text. Colegimos nuestra lectura en griego clásico en la
traducción de Candel Sanmartin (1988) de la editorial Gredos. De ahora en adelante, para las referencias,
abreviaremos el texto con las siglas D.I.
2
Según los especialistas, es muy probable que este título si haya sido dado por Aristóteles a su obra.
Seguimos el texto griego editado por W.D. Ross (1980) publicada también por la prestigiosa editorial
oxoniense. Para el texto español, usamos nuestra propia traducción, aun sin publicar. De ahora en
adelante en las referencias será abreviado como An. Pr. Las citas de ambos textos se hicieron siguiendo la
ya clásica paginación de Bekker.
3

considerada la obra cumbre de la lógica aristotélica, es donde propiamente nos presenta


su teoría de la demostración lógica, así como nos da las instrucciones necesarias y
suficientes para obtener conclusiones válidas y verdaderas si nos apegamos a las 3
figuras silogísticas allí desarrolladas.

1. Delimitación y Primeros planteamientos:


Con el espíritu sistemático que le caracteriza, Aristóteles aclara, desde el inicio de sus
obras, qué es lo que se propone hacer y cómo lo hará. Por un lado, en Sobre la
Interpretación (17a:5-7), nos dice que el objeto de su “estudio (θεωρίας) es el

enunciado declarativo (λόγος ἀποφαντικὸς). Por otro, en la Analítica (Ἀναλυτικὰ),

el autor nos dice que ésta es una investigación (σκέψις) cuyo objeto de estudio es, tanto

la demostración (ἀπόδειξις), como el conocimiento demostrativo (ἐπιστήμη

ἀποδεικτική). Una vez establecido esto, Aristóteles propone comenzar su estudio


definiendo algunos conceptos que resultarán fundamentales para la disciplina que él
mismo está inventando; particularmente se refiere a: a) en Sobre la Interpretación:
nombre (ὅνομα), verbo (ρῆμα), negación (ἀπόφασις), afirmación (καταφασις) y

enunciado (λόγος); y b) en la Analítica hace mención de: proposición (πρότασις);

término (ὅρος); y silogismo (συλλογισμός), que, según nos describe, puede ser

perfecto (τέλειος), o imperfecto (ἀτελς).

2. Definición de Proposición:
Como ya decíamos en la introducción, Aristóteles estuvo interesado en el lenguaje, no
sólo como medio de expresión para convencer, sino particularmente como medio de
comunicación y preservación de la verdad. Por ello, se vio obligado a reflexionar
acerca de la relación entre el lenguaje y la verdad: ¿es posible que haya verdad en el
lenguaje?; si es así, ¿en qué tipo de expresiones lingüísticas hay verdad?; ¿cómo se da la
verdad en ellas? Para responder estas preguntas y comenzar así su teoría formal de la
lógica, creó lo que hoy llamamos ‘doctrina sobre la proposición’ que se encuentra
expuesta tanto en Sobre la Interpretación como en la Analítica Primera. Si bien, es en
el primer texto donde Aristóteles reflexiona más extensamente sobre la naturaleza y
estructura de las proposiciones, iremos usando indistintamente ambos trabajos para
explicar qué entiende Aristóteles por ‘proposición’ y cómo es que están formadas.
4

Para el Estagirita, “una proposición (Πρότασις) es un enunciado (λόγος) que

afirma (καταφατικὸς) o niega (ἀποφατικός) algo sobre algo (τινος κατά τινος)”
(An. Pr. I, 24a: 15-6). Pero la definición por sí misma no nos responde a las preguntas
que formulábamos en el párrafo anterior. Por ello, necesitamos revisar cómo es que
nuestro filósofo llegó a ella. Vayamos, pues, por partes.

3. Expresiones lingüísticas: significación y primera noción de ‘verdad’.


Aristóteles comienza Sobre la Interpretación (16a: 3-4) asumiendo que, las expresiones
lingüísticas (φωνὴ3) son símbolos (συμβολα) de las afecciones del alma. Tomando en
cuenta la información etimológica, notaremos que ‘símbolo’ significa: objeto con el que
se compara o representa otra cosa4. Por esto podemos asumir que las expresiones
lingüísticas son representaciones, o signos (σεµηια) de las nociones (νοηµα) que
tenemos en el alma. Pero además, el Estagitita sostiene que tanto en unas como en las
otras, puede o no haber elementos que sean verdaderos: “así como en el alma hay, a
veces, una noción sin que signifique verdad o falsedad (αληθευειν η ψευδεσθαι), […]
así también ocurre en el sonido” (íbid: 9-11). Por eso, concluye nuestro filósofo, no
todas las expresiones lingüísticas, y no todas las nociones mentales, son apropiadas para
la verdad.

Pues bien, que Aristóteles inicie su exposición apelando a este proceso de


representación, es importante porque le permitirá establecer dos puntos importantes:
a) el ‘límite inferior’ a partir del cual podrá decidir qué elementos lingüísticos
podrían formar parte de las proposiciones. En efecto, el requisito para que una
expresión lingüística sea el elemento más pequeño a partir del cuál formemos las
proposiciones es la significación, y las expresiones lingüísticas que la tienen son
los nombres (D. I: 16a 19-21) y los verbos (íbid. 16b: 6-10). Así, por ejemplo,
el nombre ‘hombre’ y el verbo ‘corre’ pueden formar parte de la proposición
como unidades mínimas porque representan algo por sí mismas. En cambio, la

3
literalmente: sonido; voz humana, sonidos articulados; facultad de hablar, uso de la palabra; habla,
lengua, idioma,
4
Etim. preposición ‘συν’ (con) + verbo ‘βαλλω’ (lanzar).= reunir, comparar. Por ello, símbolo significa
aquel objeto con el que se campara o representa otra cosa.
5

sílaba ‘bre’ o ‘co’, no representan nada (por lo que ya no son de interés para el
estudio de la proposición).
b) Al proponer que el lenguaje cumple una función de representación, ya sea de las
nociones que están en el alma, o ya sea de los objetos del mundo, Aristóteles
comienza a perfilar una primera ‘concepción de la verdad’. En efecto, al
proponer que, tanto las nociones en el alma así como los sonidos, ‘a veces
significan la verdad o la falsedad’, sugiere que en su concepción de la verdad
hay aspectos lingüísticos (lo que representa) y ontológicos (lo representado) que
están relacionados.5 Este punto es muy importante porque comienza a sugerirse
una concepción adecuacionista de la verdad, esto es: a medida que hay una
correspondencia (o adecuación) entre los nombres y aquello que nombran,
entonces el nombre será verdadero; y si no hay tal adecuación, el nombre será
falso. Una advertencia importante: aquí Aristóteles todavía no asume una
concepción de la verdad proposicional como la que sostendrá en el libro IV de su
Metafísica. Nuestro autor sólo sugiere, al hablar de la adecuación entre los
nombres y los objetos, un concepto de verdad más primitivo, de corte pre-
proposicional que únicamente apunta a la exitosa identificación y clasificación
de objetos.

Una vez que, en base a la representación se ha establecido, por un lado el límite


inferior, y por otro se ha perfilado una concepción de la verdad, se puede pasar al
problema de cómo distinguir cuáles de expresiones lingüísticas podrían ser verdaderas o
falsas y cuáles no. Para ello, Aristóteles (D.I: I; 16a 12-12). propone lo que hoy en día
los especialistas llaman ‘requerimiento de composición’: “[…] lo falso y lo verdadero
giran en torno a la composición (σύνθεσις) y a la división (διαίρεσις)”. En efecto,
para Aristóteles, sólo bajo estas condiciones podrían ser verdaderas o falsas las
expresiones lingüísticas. Cuáles son las expresiones lingüísticas que cubren tal
requisito y cómo lo superan?
5
Al proponer, que los nombres, en tanto unidades mínimas de significación, pueden significar la verdad,
Aristóteles sigue la concepción de la verdad que Platón propone en el Cratilo (385b- 385e). En efecto, a
lo largo las líneas aquí referidas, Sócrates y su amigo Hermógenes establecen que: a) como hay unos
discursos verdaderos y otros falsos, entonces b) se puede decir algo con verdad o falsedad; pero c) sólo
será verdadero aquel que dice las cosas como son y d) falso el que las dice como no son. Ahora bien, e)
como son los nombres las partes más pequeñas del discurso, entonces f) es el nombre el que se dice del
discurso verdadero.
Si la verdad no sólo existe en los nombres sino también en las proposiciones es un debate clásico desde
los griegos. A medida que Aristóteles avanza en la construcción de la lógica abandonará a los nombres y
tomará a los juicios apofánticos, la unión de nombres, como los que propiamente significan la verdad.
6

4. El Enunciado: unión de nombres con la predicación.


Comencemos analizando la famosa definición que Aristóteles ofrece al inicio del
capítulo IV de Sobre la Interpretación (16b: 26-28): “Enunciado (λόγος) es una voz

humana articulada y significativa (σημαντικὴ), cualquiera de cuyas partes es

significativa por separado como enunciación (φάσις) pero no como afirmación”; y las
partes que forman al enunciado son el nombre (16a 19-21) y el verbo (16b: 6-10) pues
ambos son sonidos significativos (φωναι σημαντικαι).

Ahora bien, ya se ha mostrado que, aunque importantes, tanto la delimitación


inferior como la significación, por sí mismas, no superan el requerimiento de
composición porque no hacen que los nombres y los verbos sean verdaderos o falsos; en
efecto, una palabra puede tener significación, pero no por ello es verdadera o falsa. Por
ejemplo, el término ‘ciervo-cabrío’6, aunque tiene significación no es ni verdadero ni
falso.

Justo en este punto, Aristóteles hace una propuesta importante en el proceso de


construcción de su lógica. En el segundo capítulo de Sobre la Interpretación. (16b: 1-3)
afirma que “los nombres […] salvo que se unan por medio de ‘es’ o ‘era’ o ‘será’ no
dicen ni verdad ni falsedad”. Efectivamente, para el Estagirita, lo que permitirá que las
expresiones lingüísticas cubran el requerimiento de composición es la relación que
podamos establecer entre ellas; entonces, para construir una unidad mayor, este es el
enunciado, es necesario que los nombres y los verbos estén relacionados con el
verbo‘ser’, o ‘no ser’, (εἶναι ἢ μὴ εἶναι) conjugado en modo indicativo: “es, o son”

(ἐστί, εἶσί) y sin importar el tiempo. Esto lo indica claramente Aristóteles cuando

afirma: “lo falso (τὸ ψεῦδός) y lo verdadero (τὸ ἀληθές) giran en torno a la

composición y a la división sólo en el caso (ἐὰν) que se añada el ser o en no ser sin más
o con arreglo del tiempo” (D.I. 16a: 12-13).

Aquí es muy importante señalar que este verbo, al relacionar las expresiones
lingüísticas con las que componemos los enunciados, no es ‘usado’ en su sentido
6
Aristóteles recurre constantemente a la palabra Tragélaphos como ejemplo de término vacío porque se
trata de un animal fabuloso.
7

habitual, esto es, como afirmación de existencia; más bien es usado únicamente como
un signo de la ‘composición’ de estos enunciados (c.f. íbid. 16b; 20-25). Así, ‘hombre’
y ‘blanco’, unidos por el verbo ‘es’ forman el enunciado ‘hombre es blanco’; pues, por
un lado está compuesto por unidades lingüísticas significativas, y por otro, ellas están
relacionadas por el verbo ‘es’. Cuando Aristóteles usa el verbo en este sentido, utiliza
el verbo ‘καθηγορεω’7 –y que por influencia de los lógicos medievales, nosotros le
llamamos ‘predicación’. Por ello, en el ejemplo ‘el hombre es blanco’, decimos que
‘blanco’ se predica de ‘hombre’. (No perder de vista esta información que retomaremos
más adelante)

5. El Enunciado Apofántico:
Hasta ahora vamos bien, pero, falta algo más para convertir a esos enunciados en
proposiciones pues, sin duda hay enunciados que no son ni verdaderos ni falsos, por
ejemplo, las plegarias o las exhortaciones. Por esto, Aristóteles identificó que, además
de la significación y la composición, el enunciado, para convertirse en proposición,
necesita del así llamado por los actuales estudiosos ‘requerimiento de apofanticidad8’. Y
al respecto, Aristóteles nos dice que “no todo enunciado es declarativo (ἀποφαντικὸς)
sino [sólo] aquel en que se da la verdad y la falsedad; y no en todos se da, […]” (D.I:
17a: 2-7). Estas palabras, sin duda importantes, establecen dos cosas: a) que sólo los
enunciados declarativos son verdaderos o falsos, y que por tanto, b) hay enunciados que
no son objeto de la investigación por él iniciada. Dejemos, pues, de lado a las plegarias
o a las peticiones9, por ejemplo, que son objeto de estudio más bien de la Retórica, y
centrémonos en los enunciados declarativos o aponfánticos (λόγος ἀποφαντικὸς).

En el muy importante capítulo 5 de Sobre la Interpretación (17a: 8-24),


Aristóteles nos da tres características del enunciado declarativo:
a) éste asevera algo’ (ἀποφαίνεσθαι τι); es decir,

b) afirma (καταφάναι) o niega (ἀποφάναι) algo de algo (τινος κατά τινος); y

7
Palabra que era comúnmente usada en los procesos judiciales; una de sus acepciones es, precisamente:
acusar, revelar; indicar, hacer visible; indicio signo revelador.
8
Para Alejandro Vigo (2006; 111) este requerimiento es fundamental para entender el concepto de
proposición pues señala “la necesidad de introducir la noción de fuerza asertiva” y por lo que él prefiere
llamarlo enunciado ‘asertivo’.
9
Delimitación con la que no estaría de acuerdo la pragmática contemporánea. Pero, como se señala en
nuestro texto, Aristóteles no sugiere que se abandone su estudio; más bien propone que son dignas de ser
estudiadas por otras disciplinas, igualmente importantes.
8

c) es afirmativo (καταφάσις) si algo se da (εἰ ὑπάρχει τι), y negativo

(ἀποφάσις) si algo no se da (μὴ ὑπάρχει τι).

Comentémoslas. Nótese que en la primera, Aristóteles usa el verbo


ἀποφαίνεσθαι que tradujimos como ‘aseverar’. Aquella viene del sustantivo

ἀποφάνσις que significa ‘revelación’, ‘manifestación’; y está relacionado con verbos

como ἀποφαίνω (mostrar, declarar, dar a conocer o revelar), y φαίνω (dar luz,
encender, hacer visible, mostrar, manifestar, etc). Por todo esto, podemos darnos una
idea de que, por enunciado apofántico (λόγος ἀποφαντικὸς), Aristóteles entiende algo
que se puede testificar, probar, verificar; y por ello, el enunciado puede ser verdadero o
falso al contrastarse con lo manifiesto, o por lo mostrado.10 Aquí, la verdad ya no es
-únicamente- una propiedad de los nombres, sino de los enunciados declarativos porque
“la función característica de tales enunciados consiste en ‘mostrar’ o ‘dejar ver’ a través
del enlace establecido por el verbo ‘es’, que algo ‘está’ o ‘se da’ en otra cosa, o que
‘está separado’ o ‘no se da’ en ella” (Vigo: 2006, 110). Así, al hacer una aseveración o
declaración, el λόγος ἀποφαντικὸς afirma o niega algo11.

Consecuentemente, Aristóteles define a la afirmación como “la declaración de


algo unido a algo (τι κατα τινος), y a la negación como la declaración de algo
separado de algo (τι απο τινος)” (D.I; 17a; 25-26). En éstas dos últimas definiciones,
no es un lujo insertar el texto griego, porque con las expresiones ‘τι κατα τινος ’ y
’τι απο τινος’ (literalmente ‘algo acerca de algo’ y ‘algo lejos de algo’) se insinúa la
posible etimología de las expresiones griegas correspondientes a ‘afirmación’
(καταφασις) y ‘negación’ (αποφασις): la afirmación sería la fusión de dos términos,
mientras que la negación sería la separación.

Tenemos ya dos aspectos cardinales que nos permiten entender la concepción


que Aristóteles sostuvo sobre la proposición: por un lado, el concepto de verdad
10
En esta postura, Aristóteles sigue, otra vez, a Platón, quién en El Sofista (262b) afirma: “hay en la
expresión ‘el hombre aprende’ una indicación que hace referencia a cosas que son, o devienen, o fueron
o serán; se debe a que ella no se limita a nombrar, sino que realiza algo que tiene una perfección, al
entrelazar los nombres con los verbos”. Y sigue (en 363c): “Así pues, un entramado de verbos y nombres
que enuncie […] lo que es idéntico, como si fuera distinto, […] constituye real y verdaderamente un
enunciado (λογος) falso”.
11
c.f. D.I.: 17a: 8-9
9

aplicado a los nombres, se movió a los enunciados; y por otro, al hablar de ‘la estructura
del enunciado apofántico, y por ende de su ‘composición’ (y de paso de la ‘separación’)
queda cubierto el ‘requisito de composicionalidad’ que se había puesto como criterio
para distinguir los enunciados de las proposiciones. [En unos párrafos más volveremos
sobre este punto.] Por ahora, y antes de seguir adelante, habría que citar la definición de
enunciado apofántico que el propio Aristóteles nos ofrece en Sobre la Interpretación
(17a: 23-24): éste es “un sonido significativo acerca de si algo se da o no se da […]”. Y
éste es afirmativo si algo se da; y negativo cuando no se da.

6. La Proposición
En esta definición, además de los elementos ya señalados, aparece otro que resulta muy
importante y que vale la pena resaltar porque permitirá pasar el enunciado apofántico a
la proposición. Nótese que en la definición, Aristóteles ya no habla expresamente de
significación, ni de composición, sino que los supone. En cambio sí aparece
expresamente la relación entre algo y otro algo. Recuérdese que habíamos dicho que
esa relación, desde la lógica es concebida como una ‘predicación’, pero de hecho, en la
formulación griega del texto,aparece expresada en términos de ‘darse en’ (υπαρχειν).
Es más, compárese con la definición de proposición que aparece en los Analíticos
Primeros (cap II: 25a; 1) para comprobar que es perfectamente compatible con la
definición arriba citada: “toda proposición en algo que se da […]
(πασα προτασις εστιν του υπαρχειν)”.

Creo que este pequeño cambio es muy importante porque, con esta forma del
enunciado apofántico, es como expone su concepción de la lógica como una ‘teoría del
silogismo’ a lo largo de los Analíticos Primeros y Segundos. Los ejemplos abundan:
a) cuando define a las proposiciones universales (afirmativas y negativas) y
particulares (afirmativas y negativas): “Llamo universal a (darse) en todos o en
ninguno [λεγω δε καθολου µεν το παντι η µηδενι υπαρχειν]; y particular a
darse en alguno o o en no alguno [εν µερει δε το τινι η µη τινι υπαρχειν]”
(An. Pr: 24a; 18-19).
b) cuando define a la demostración: “la demostración […] consigue concluir algo
de algo que pertenece o no pertenece [ο αποδειξις […]συλλογιζεσται λαβων
τι κατα τινος υπαρχειν η µη υπαρχειν]” (íbid. 30-33).
10

c) cuando ejemplifica a las proposiciones particulares negativas: “hombre no se


da en algún animal [αντρωπος µη υπαρχειν τινιζωιωι]” (íbid: 14)
d) MUY IMPORTANTE: cuando comienza a usar letras representando cualquier
proposición (uso de variables), ¡¡inaugurando así la lógica formal!: “Sea
primero la proposición universal privativa A B. Así, si en ningún B se da A,
tampoco en ningún A se dará B [ει ουν µηδενι τωι Β το Α υπαρχει, ουδε
τωι Α ουδενι υπαρξει το Β]” (íbid: 25a: 14-15).
e) cuando formula sus silogismos: “supóngase que se da A en todo B y B en algún
C. entonces [..] es necesario que A se de en algún C (υπαρχετω γαρ το µεν Α
παντι τωι Β, το δε Β τινι τωι Γ […] αναγκη το Α τινι τωι Γ υπαρχειν]”
(íbid. 26a 23-26).

En pocas palabras: al adoptar la forma ‘algo se da en algo’, comienza a usar


técnicamente al enunciado apofántico como una proposición. ¿Cuál es, de manera muy
específica la diferencia entre el λογος αποφαντικοσς y la προτασις? La proposición
es un enunciado apofántico (una oración compuesta de elementos susceptible de ser
verdadera o falsa; afirmativa o negativa) pero que, además, es usada como parte de una
unidad mayor, éste es, del silogismo. Como se sabe, hoy en día, los traductores
prefieren la palabra ‘razonamiento’ para verter al español el original vocablo
συλλογισµος; pero en él se mantiene la raíz ‘λογ’ que comparte con λογος
(enunciado) –que es precisamente con una de las definiciones con las que arrancamos
este escrito. De alguna manera, la doctrina de la proposición sirve de fundamento para
la teoría de la demostración que Aristóteles elabora en sus Analíticos.

7. Consideraciones Finales:
Como en el trabajo tuvo como objetivo hacer una presentación sistemática de la
doctrina aristotélica de la proposición y nunca se quiso hacer una interpretación de ella,
únicamente presentamos dos breves consideraciones sobre los temas aquí tratados.

Primero. El concepto de proposición, como ya habíamos señalado, sirve como


fundamento para el posterior desarrollo de la silogística de Aristóteles. En efecto, con
el silogismo, Aristóteles crea un mecanismo que, independientemente de la semántica
de los términos concretos, haga posible, por su misma estructura, el conocimiento de la
11

verdad de la última proposición. La garantía de que tal proceso funciona, es el concepto


de proposición con toda su riqueza y dificultad aquí revisada. En resumen, éstas son: a)
todas las proposiciones son unidades compuestas de expresiones lingüísticas; b) las
expresiones lingüísticas que componen a las proposiciones están relacionadas con la
función de la predicación; c) esa función de predicación permite ubicar la verdad en el
enunciado y no en los nombres; por ello toda proposición es verdadera o falsa; y d) toda
proposición es afirmativa o negativa

La segunda consideración es acerca de uno de los temas de más dificultad


tratado por El Filósofo y que de alguna manera está implícitamente tratado a lo largo de
nuestras líneas, nos referimos a las concepciones de la verdad sostenidas por él. Pues
bien, al presentar cada una de las características que tiene la proposición aristotélica se
supusieron dos concepciones de la verdad que resultan complementarias. En primer
lugar, Aristóteles hace, en su explicación, una asunción básica acerca de la isomorfía
que se supone que existe entre los elementos que componen a la proposición (los
términos) y la articulación ontológica de los objetos. A esta asunción, se le podría
denominar “concepto de verdad pre-proposicional”, y nos remite a las funciones
clasificatorias y de identificación con la que los nombres designan objetos del mundo.

En segundo lugar, Aristóteles intenta explicar la estructura de la verdad del


enunciado que tradicionalmente ha sido llamada ‘teoría adecuacionista de la verdad’ –
aunque, de hecho, Aristóteles nunca la llamó así. Se trata de una concepción
largamente estudiada y defendida en distintas épocas por filósofos importantes. Y,
según esa tradición, habría dos formulaciones de ella. La primera, define la verdad
como una adequatio rei et intellectus, procede originariamente de una interpretación de
un pasaje de D.I (16a, 6 y ss) en la que Aristóteles caracteriza a los παθηµατα της
ψυχης (contenidos de la mente) como οµοιωµατα (similares) a las cosas. Sin
embargo, Vigo (2006) menciona que el propio Heidegger (1927) llamó la atención
sobre el hecho de que en dicho pasaje el Estagirita no pretende, en modo alguno, ofrecer
una definición de verdad.

El lugar en el que Aristóteles define explícitamente la verdad es en el libro Γ


(VII; 1011b: 25-29) de la Metafísica: “[…] es claro para los que, definiendo qué es lo
12

verdadero y lo falso, decir, en efecto, que el ser no es, o que el no ser es, es falso; y
decir que el Ser es y que el no-ser no es, es verdadero”.12 Y en el libro ∆ (VII; 1017a: )
une el concepto de verdad con el de significación al afirmar: “Además, ‘ser’ y ‘es’
significan que algo es verdadero, y ‘no ser’, no verdadero, sino falso”13.

Quisiera finalizar con una pregunta: ¿cuál es la relación entre el concepto de


verdad y la proposición? Pregunta que requiere una investigación futura.

12
δηλον δε πρωτον µεν ορισαµενοις τι το αληθες και ψευδος. το µεν γαρ λεγειν το ον µη ειναι
η το µη ον ειναι ψευδος, το δε το ον ειναι και το µη ον µη ειναι αλητες, ωατε και ο λεγων ειναι
η µη αλητευσει η ψευσεται [...]
13
Ετι το ειναι σηµαινει και το εστιν οτι αλητες, το δε µη οτι ουϕ αλητες αλλα ψευδος.

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