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Arturo Torrecilla disecciona el dilema de los profesores

por Mario Roche Morales | 25 de Febrero de 2011 | 11:15 am – View Comments

Arturo Torrecilla

Sugerir que la huelga de estudiantes del verano de 2010 convirtió al Recinto de Río Piedras en
un “parque temático” donde lo menos importante era el conocimiento o que en el “Primer centro
docente” se banalizó el principio de mérito, requiere un buen equipaje teórico y una notable
capacidad de riesgo. Arturo Torrecilla, profesor del Departamento de Sociología y Antropología
de la Universidad de Puerto Rico desde hace 31 años, lo hizo en su libro más reciente, La
Universidad de Puerto Rico: El Theme Park del intercambio imposible (Ediciones
Puertorriqueñas, 2010), una obra publicada recientemente en la que también efectúa una
radiografía del sector docente y de la vulnerabilidad de los intelectuales en estos tiempos
hipermodernos. Enigmático, agudo y provocador, Torrecilla conversó con 80 grados sobre su
libro y las ansiedades en la UPR.

La huelga estudiantil de abril y el verano pasado te llevó a producir una obra en la que
utilizas la metáfora del parque temático para interpretar las complejidades y las tramas de
la Universidad de Puerto Rico. ¿Por qué recurriste a la idea del theme park?

Cuando ocurre la situación huelgaria yo estaba investigando el tema de los parques temáticos.
Entonces propongo, para escándalo de unos y sorpresa de otros, que la huelga estudiantil de
aquel momento funcionó como una especie de “parque temático”. En términos sociológicos, para
que se constituya un parque temático es necesario que se manifieste una curiosidad ciudadana;
que haya una comunidad aburrida con su existencia y una sociedad en un estado de relativa
abundancia. También tiene que haber gente con tiempo libre. Todo lo anterior, sumado al
proceso de tematización de un carácter, como lo fue el caso de los estudiantes en huelga, y la
articulación de un hábitat (el campus), dio paso al parque temático de la Universidad. En Puerto
Rico ya tenemos la experiencia de las peregrinaciones a “Disney World”, donde la gente va a
disfrutar de las tonterías del simpático roedor (Mickey Mouse). Antiguamente teníamos el parque
temático en el “primer Hollywood de la crueldad”, la arena romana, donde se iba a observar el
suplicio y el tormento de los gladiadores en contra de aquellos que morían en favor de una fe,
como pasaba con los cristianos. Allí funcionaba una exhibición de la crueldad en función de un
destino que iba a reivindicar a las víctimas. Un parque temático hereda, pues, de ese mundo
antiguo. También de la primera modernidad, cuando lo excéntrico, lo raro, los circos y los
zoológicos llamaban la atención de las personas. A mi juicio, eso es lo que ocurrió con la huelga
del verano en la UPR: se articuló un parque temático en el cual los estudiantes se constituyeron
en figuras protagónicas.

En el “parque temático” de la UPR sugieres que el recurso de la huelga –que describes


como una “depresión colérica”-, se ha convertido en un fin en sí mismo. En un “objetivo”
que afecta la producción intelectual y académica en aras de un sentido sindical en el
espacio universitario. ¿Entiendes que ambos discursos, el intelectual-académico y el
sindical –en términos de la reivindicación de unos derechos laborales- no se pueden
compatibilizar?

Escribo el libro porque deseaba reflexionar sobre lo que es una huelga y sobre la deseabilidad de
que en la academia cohabite, como una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, un intelectual y un
militante en la versión que fuera: sindicalista, político o anarquista. La academia, que
históricamente nos permitió llegar al conocimiento desarrollado por los más antiguos, es un
vivero de saberes, de inteligencia, de creación cultural y científica. Se funda para que el
conocimiento acumulado sirva a las generaciones posteriores para que no repitan los errores de
los anteriores. Y cualquier tipo de paralización de ese vivero pone en riesgo la capacidad de
prodigar ese conocimiento. La huelga se ha convertido en un fin en sí mismo. De hecho, el
profesor Milton Pabón, a quien denominábamos como el “Rector moral”, sugirió en la década
del ochenta que poco a poco se había manifestado una migración del lenguaje sindicalista u
obrero al mundo de la academia en tanto cerebro social. Por otro lado, sobre la dualidad de los
profesores (¿intelectuales o militantes?) creo que somos, ante todo, profesores, pero profesores
producto de una historicidad, de un concordato (acuerdo implícito) que data de dos
generaciones. En la época de Jaime Benítez, que para muchos fue un “tirano ilustrado”, teníamos
una Universidad abierta al mundo, prestigiosa, con una gran editorial, gracias, en parte, a los
muchos académicos visitantes que se habían instalado aquí para buscar cobijo y producir obra.
Sin embargo, como consecuencia de una serie de factores sociales, políticos e institucionales
(como el desarrollo de las clases medias, por ejemplo), hubo una mutación: termina el período de
la Casa de Estudios y se pasa del académico-intelectual al profesor-militante. El “acuerdo”
–“concordato”- está relacionado con la búsqueda de una paz institucional que no pusiera en
riesgo el desarrollo del país. Un ejemplo de eso es el “melonismo”. En ese camino muchos
académicos cedieron unos principios ideológicos en aras de una estabilidad (plazas, espacio para
publicar, etc.). Es decir, muchos intelectuales militantes fueron cooptados. Y el ideario del
académico militante quedó como un culto de memoria… que de vez en cuando se reactiva. Bien
sea para negociar asuntos o para fortalecer el gremio. Pero para mí el último fin de la huelga,
siendo la UPR un santuario de la izquierda del país, es el reclutamiento de la militancia, no la
reivindicación. Porque un día puede ser la cuota y otro día el estacionamiento.

En el ensayo eres particularmente severo en torno al papel de los medios de comunicación y


de las representaciones que hacen del conflicto en aras del espectáculo. Y hablas del
conflicto universitario como un “reality show”, un “freak show” o un “living museum”, en
el que lo relevante se trivializa y se simplifica el problema. ¿Crees que se trata de una
responsabilidad exclusiva de los medios? ¿Acaso estos no se limitan a “mostrar” lo que ha
ocurrido en la institución?

El libro sugiere unas pistas al respecto. Fíjate, décadas atrás el imaginario que existía con
respecto al militante era el del héroe. Esto, a pesar de que los medios no reflejaban una imagen
positiva de los que protestaban. La prensa no favorecía la conflictividad. Por otro lado, en
aquella época los estudiantes militantes tampoco salían a las primeras de cambio a buscar a un
abogado. Pero ahora estamos en la época de la víctima. Y ahí hay dos actores fundamentales: el
campo de los medios de comunicación y el de los abogados. Hoy en día tanto la prensa como los
abogados buscan víctimas, tal y como hacen las compañías de seguros. El media se nutre de esas
“víctimas” para articular sus relatos. Eso lo saben los militantes, los abogados perversos y
algunos sectores de la prensa. Por eso tanto la huelga del verano pasado como el segundo acto
que hemos vivido en las últimas semanas es una especie de “Truman Show”, un “reality show”
que se ha mantenido por el foco mediático que ha recibido el conflicto. Ahí tienes, por ejemplo,
la versión interesada de los periódicos del clan Ferré Rangel (propietarios de El Nuevo Día y
Primera Hora), representantes de una burguesía global-provinciana muy nuestra. En resumen, el
modo en que los medios representaron el parque temático de la huelga generó, hasta cierto punto,
una simpatía generalizada, independientemente de algunos actos violentos de ciertos militantes.
Me llamó la atención la parte que dedicas a explicar cómo la
“lucha por lo igualitario” ha devenido en lo mediocre. Y sobre cómo, en términos generales,
la institución ha dejado a un lado el principio de mérito a la hora de considerar el trabajo
de acádemicos, estudiantes y hasta de los no docentes. Ahí hablas de la Universidad de
Puerto Rico como una “forma condensada” de Estado de Welfare. Sin ánimo de ser
sarcástico, ¿entonces estás convencido de que hemos pasado del principio de mérito al
“acomodo razonable” en nuestra institución? ¿Cuánta responsabilidad tiene la dirección
de la UPR en ello?

La modernidad nos trajo la paradoja de la igualdad, de la sociedad de iguales. Pero ese intento de
homogeneizar los grupos sociales también trajo el peligro de la mediocridad. Yo creo que se
tiene que abrir la puerta a aquellos que son excelentes en lo que hacen, a aquellos que son
remarkable, extraordinarios, que pueden aportar en las artes, las ciencias o el deporte. Esa es la
distinción del mérito. El intercambio posible sería aquel en el que a partir de lo que uno aporta en
términos de conocimiento u obra recibe un premio. Y ese premio, simbólicamente, es el mérito,
es decir, la devolución del privilegio logrado a partir de un producto, de un gesto de creación. Y
eso es lo que hace loable una institución de selección de los mejores, como es la universidad.
Claro está, la selección de los mejores debe venir acompañada de un impulso democrático, pero
siempre desde la idea del mérito. Desde el punto de vista de la Administración, ésta participa de
una lógica que sugiere que uno puede tenerlo todo a la vez, cayendo en ese discurso del
“acomodo razonable”, literal y metafóricamente hablando. Es decir, que toda persona, no por el
mérito, sino por su condición tendría derecho a entrar a la educación superior, un enfoque
heredado del populismo del Partido Popular Democrático. Pero aquí el problema es que el mérito
se percibe como un elitismo. Para los “militantes” el mérito tiene que ver con el carisma de sus
líderes, no con la obra intelectual o la creación científica. Y ha habido una complicidad entre la
Administración, que apostó por un rol providencial, de Welfare, y el mundo de la militancia
estudiantil, que hizo lo mismo, abandonándose el principio del mérito. Sin embargo, fíjate que en
la huelga pasada vimos a los atletas estudiantes reivindicando el mérito (y las exenciones de
matrícula). Pero eso no es lo mismo que aquellos que estudian aquí con exenciones de matrícula
sólo porque sus padres son profesores o trabajadores. Pero insisto: el problema en la UPR es que
hoy en día el principio de mérito se ve como un elitismo.

Por otra parte, sostienes que hoy, más que nunca, el intelectual se encuentra en una
situación de gran fragilidad. ¿Intuyes alguna salida a ese problema? ¿Cuál debe ser la hoja
de ruta?

La opción es una convocatoria a pensar nuestra circunstancia. Reconocer el callejón sin salida
que significa querer ser profesor e intelectual y a la misma vez querer seguir siendo militante, un
“jacobino” (radical y exaltado). También reconocer sin complejos que uno es, ante todo, un
intelectual de la academia. Hoy más que nunca la sociedad contemporánea gira en torno al
conocimiento. No obstante, hay una gran contradicción: se reconoce el valor del conocimiento
pero hay mucho antiintelectualismo, incluso en la universidad. Los académicos también
enfrentamos el problema de tener como estudiantes a muchos jóvenes adultos que piensan que se
lo merecen todo, personas que pretenden acceder a un saber sin sacrificio y que nos ven a los
profesores como mayordomos. Por otro lado, la alta Administración tiene un concepción errónea
del aula, viendo al estudiante como un “cliente”. Eso es una aberración del ámbito universitario.

Tu libro es sugerente, provocativo e invita a la reflexión crítica. Sin embargo, a mi juicio tu


escritura es muy barroca y, hasta cierto punto, hermética. ¿Se trata de una apuesta
estética? ¿Acaso la “forma” pretende decirnos algo del “contenido”?

Tomo la pregunta con mucho agrado. Te diría que… es mi naturaleza, no puedo evitarlo. Lo más
difícil que hay en la vida es uno entenderse. Lo que yo puedo decir con respecto a esa selección
de escritura, es que se trata de una reacción a unos modos de redacción muy rígidos y lineales
sedimentados en el ámbito de las ciencias sociales. Por eso apuesto por una “ciencia de las
soluciones imaginadas”, por una “teoría ficción” o por la articulación de unos “cuentos teóricos”.
En el texto no identifico a los “santos”, pero sí describo “los milagros”. Por otro lado, desarrollo
un lenguaje en el que el oximoron (combinación de palabras que significan lo contrario, que
juntas brindan un nuevo sentido) está muy presente. Conceptos como “Narciso hinchapelotas”,
que uso para describir a los estudiantes militantes, están relacionados con ese deseo de
interpretar nuestra alucinante complejidad.

Finalmente, sé que muchas veces has tenido problemas con sectores de la academia por
expresar tus puntos de vista con respecto a la Universidad de Puerto Rico o en torno al
nacionalismo en la isla. ¿Cómo te sientes con respecto a ello?

¿Qué decirte? En Berlín viví la experiencia del Muro; también viví en Nueva York; en Europa
tuve que trabajar como obrero para poder estudiar; fui alumno de grandes maestros; es decir,
compartí con gente que arriesgó en favor de un saber. Cada humano tiene su estrategia de
inmortalidad. La mía sería aportar esa experiencia en el saber y la vida para que las otras
generaciones venideras, que también abrazan el intelecto, puedan fructificar la civilización y
hacer que en un país como este, con acceso a la tecnología y al mundo global, pero muy
provinciano, logre abrirse a la anchura del mundo. Si eso significa aumentar el número de
enemigos, pues, que al menos éstos sean de nivel.

• Ajamoros

Para un parque temático existir hace falta mucho, pero mucho mas que “una comunidad aburrida
con su existencia y una sociedad en un estado de relativa abundancia (no haria falta lo mismo
para el teatro, el “High Art”?). Hacen falta agentes innovadores, alto grado de desarrollo
tecnológico, no relativa abundancia sino super avit de abundancia, espíritu e iniciativa
empresarial, mobilidad social, tiempo para el ocio y la capacidad de reirse de uno mismo y de lo
possible y lo imposible a través de “las tonterías del simpático roedor” o de un Pedro
Picapiedras.

Habría que tener un tanto de cautela ante el elitismo típico del estereotipo de academia
contemporánea con su pizca de desdén hacia lo popular y sus formas predilectas de
entretenimiento, como si todas la soluciones de lo social y la innovaciones en general
provenieran de la Universidad. Pero cuando uno está mirando desde arriba, en una oficina
rodeado de libros, al resto de las pobres almas que hacen posible el financiamiento del ocio del
sector docente, sea en Puerto Rico o Wisconsin. En todo lo demás concuerdo. El resto es tratar
de meterle el agua al coco.

• Juan Duchesne

Me parece excelente que 80 grados haya acogido expresiones como la de Arturo Torrecilla en sus
páginas. Me identifico con muchas de las referencias intelectuales de este autor y amigo, y con
su uso original de las mismas, siempre en diálogo con el contexto desde el cual él habla. Después
de disfrutar el fino humor de las comparaciones del entrevistado, se me ocurren de momento,
como para el tipo de comentario improvisado al que invitan estos foros en-línea, dos temas para
rumiar e interrogar(se) un poco, para entretenerse pensando: 1) Discutir qué es el mérito, cómo
se constituye eso que llamamos mérito, desde dónde, por quienes, para quienes (mérito a cuenta
de qué y para qué); 2) Discutir de qué intelectual se habla. ¿Es que hay una absoluta congruencia
entre el académico y el intelectual?¿Es la academia todavía (si es que alguna vez lo fue) el foro
institucional primario y privativo del intelectual?
1) El principio de mérito – Hacerse merecedor o reconocer merecimiento es recibir u otorgar
bienes a cambio de unos “logros” en determinados escenarios y prácticas con reglas y
expectativas de cumplimiento, todo lo cual es histórico y relativo. La palabra “mediocre” hoy día
se aplica a quien no posee distingos de mérito, que no destaca en cumplimiento de unas
expectativas. Se será “mediocre” o no en relación a determinadas expectativas en un escenario
dado. Por tanto, distintos paradigmas de comportamiento, distintas esferas y entendimientos de la
práctica en cuestión (educación, deporte, política, etc.) tendrán sus criterios de mérito, es decir,
sus respectivos elencos de “destacados” y “mediocres”. No se trata sólo de que el mediocre en
matemática pueda ser excelente violinista o sociólogo, sino que determinadas prácticas de un
mismo campo responden a múltiples y diferentes sistemas de valoración. Para cierta práctica
interpretativa un violinista puede carecer de todo mérito, mientras los posee dentro de otra. En un
campo literario que valora el estilo y la gramática se canonizan unos dechados de mérito, en otro
campo literario en que la gramática letrada no cuenta el buen estilista (en el sentido gramatical)
será un mediocre. Claro, cada cual entonces deberá ser evaluado de acuerdo a la práctica en la
cual se inscribe. ¿Pero qué sucede cuando surge un diferendo o desfase crítico en el cual
diferentes prácticas compiten o se desplazan sin que haya consenso mínimo sobre cuál ha sido el
desplazamiento y según qué criterios se debe juzgar cada cosa?
2) Parece que esto es lo que está sucediendo con respecto a la Universidad en general. Es posible
que la universidad ya esté dejando de ser el foro institucional que valida la práctica intelectual.
Es posible que estén surgiendo otras concepciones no académicas y hasta anti-académicas de la
práctica intelectual. Cabría preguntar, ¿es la carrera académica el medio para producir
intelectuales y validar prácticas intelectuales en general? El sistema de méritos validador de un
académico puede haber seguido un rumbo de tecnificación del pensamiento, de reducción del
pensar a una serie de operaciones discursivas reglamentadas para producir ciertos resultados.
Pero existen prácticas del pensar que no sólo hayan su mejor medio fuera de las instituciones
académicas y universitarias, sino que son excluidas de la academia y tratadas como focos
infecciosos o tóxicos. Es el caso, por ejemplo, del pensamiento salvaje que no se ciñe a las reglas
indicadas para arribar a resultados positivos para la carrera académica.
Arturo Torrecilla invita a los académicos a reconocerse, a aceptar que su función en la institución
académica no es ser militantes. Es un viejo reclamo y tiene su historia. Pero el cambio social e
institucional existe gracias a que mucha gente no se ajusta a la función que les prescribe su
institución, el cambio existe gracias al exceso maldito del que se dedica a hacer cosas para las
que no ha sido contratado. ¿Son por fuerza mediocres todos los que no se ajustan al modelo de
conducta académico dominante? ¿Son por definición mediocres todos los militantes de la actual
huelga universitaria? Ciertamente hay que reconocer que muchas de las prácticas gestadas como
virus que contaminan la sana academia se pasan por buen sitio los criterios de mérito de esa
institucionalidad. Ahora se habla de una huelga, pero se puede hablar también de otras prácticas
culturales. ¿No será que se está produciendo otros modelos de mérito acordes a otras prácticas a
las que se quiere ver sólo como exceso maldito desde el punto de vista intelectual tradicional?
¿No se estarán produciendo otras prácticas intelectuales que sobrepasan, o dejan de lado a la
“figura” del intelectual. ¿Es que toda crítica o repudio al estatuto del intelectual viene de una
suerte de zona indefinible de lo “mediocre” habitada por derechosos e izquierdosos estalinistas?
¿No será que algunos de los rechazos a la cultura intelectual convencional vienen también de
otras prácticas emergentes de la intelectualidad que apuntan en una nueva dirección?
De la misma manera en que se puede reconocer que la función oficial del profesor no es ser
militante, lo cual se puede reconocer estratégicamente de muchas maneras sin ceder en la
militancia, también sería interesante reconocer que ya la academia no es foro validador de las
prácticas intelectuales. Que la vía idónea para ser un intelectual mediocre sería la de ser un
académico perfecto, a menos que se asuma estratégicamente que se va realizar una práctica
excesiva con respecto a la institucionalidad oficial. Hay personas que tienen vocación de vida (de
militancia, de estilo de vida, de creación y otras) fuera de su empleo. Su vida no es su empleo.
Escogen el empleo que menos interfiera con su vocación. Es posible que la universidad todavía
sea un empleo menos malo para quienes tengan determinada vocación de vida. Desde esa
perspectiva los principios de mérito se desplazan y cambian las prioridades. Es lógico. Cada cual
usa su estrategia. ¿Será que como implica Arturo Torrecilla todo eso se puede colocar en la
oscura zona de la mediocridad?

• Jorge Lizardi

El profesor Torreccillas es de los que una y otra vez ha promovido el acto de pensar sin
“barandillas” ideológicas. Por ello he leído ya parte del libro con entusiasmo, sin duda, trata de
sostener no sin pocos malabarismos ese difícil camino. El texto no es una defensa, como algunos
creen sin leerlo, de los privilegios de los intelectuales universitarios; allí nada hay de nostalgia
por la “Casa de Estudios” de Benítez. En todo caso un intento por “historiarla”, por demostrar
que no hay vuelta atrás, como tampoco es sostenible ya la propuesta de los 70 del “intelectual-
militante”. Incómodo es el adjetivo que me viene a la mente leyendo esta entrevista y repasando
las páginas ya leídas, pero creo que aún no representaría bien sus intentos de enunciar desde una
perspectiva poco contemplada, no maniquea, los recientes procesos universitarios. Por ejemplo,
afirmar que la huelga tiene que ver con el aburrimiento de una generación de estudiantes es, sin
duda, estridente. Como estridente es su disección de los convenientes usos discursivos de la
victimización, de la idea del “estudiante cliente”, de las miradas paternalistas hacia los
huelguistas, o de luchas igualitarias que han terminado en la condescendencia a la mediocridad
universitaria. No hay que estar de acuerdo con este texto, pero sí intentar, por un momento partir
de la premisa de que Torrecilla tiene mucha razón: ¿se aburren los estudiantes en la universidad y
por esto el Theme Park?, ¿se aburren de los profesores, fue una huelga contra los profesores?;
¿es la “universidad del pueblo” una receta para la mediocridad?; Si la universidad que
conocíamos ya no es, se desvaneció en el aire, y por anacrónicas no podemos regresar a ninguna
de sus versiones previas, ¿cuál sería, en especial para los “intelectuales”, el rol a seguir en la que
surja de las cenizas? Por último, tengo una gran preocupación respecto a las afirmaciones que
sobre el mérito académico se hacen en la entrevista. Por un lado, ciertamente es lamentable
escuchar algunos colegas docentes afirmar que evaluar en base al mérito es elitista. Sin embargo,
¿quién determina el mérito, cómo? ¿No es otra trampa discursiva como antes lo fue el
“intelectual privilegiado” y luego el “intelectual militante”? ¿Una barandilla? Cierto, la
universidad ya no es lo que era; tampoco parece que lo será, no hay barandillas, ni tampoco
aparecerán. ¿Cómo organizar un diálogo desde ese paisaje?

• Ajamoros

Añado que saludo esta conversacion como buena y necesaria. Me parece que en el mundo
academico mismo, en especial en las ciencias sociales, hay un aparente “overlap” analitico en
desarrollo, el cual espero sea un renacimiento, donde se puede decir lo que dice el profesor sobre
el estado de “Welfare” de la universidad y a la misma vez un leve desentenderse de la realidad
economica.

Ese estatismo de beneficiencia de la UPR, que menciona el profesor, ha llevado a dos cosas:
1. al sentido de titularidad del cual se deduce un sentido falso de la universidad “autonoma”,
como si no dependiera del erario publico y su decir democratico, dejando la impresion de que la
universidad es una republica independiente. O el ultimo baluarte para defender el nacionalismo
de los que tienen la alternativa de irse a estudiar a Amherst o FIU si la cosa se tranca.

2. ese estado de welfare, al igual que en sociedades o paises de welfare a lo que ha llevado es a
una metafisica estatica de la vision social de los temas (ahi coincido con la analogia del parque
tematico), donde existe una plularidad de “trillitas”, pero no hay ninguna nueva. Es una
diversidad en apariencias. La innovacion se estanca cuando no hay influjo de capital externo, ni
ganancia producida (ambos en el sentido financiero e intelectual) desde adentro. La agenda se
convierte en una de defender el parque “porque si”. Lo mas peligroso es que se acabe el “fun”.

• Anamin Santiago

Un pequeño detalle. Cuando dice: ¨En términos sociológicos, para que se constituya un parque
temático es necesario que se manifieste una curiosidad ciudadana; que haya una comunidad
aburrida con su existencia y una sociedad en un estado de relativa abundancia. También tiene que
haber gente con tiempo libre.

NINGUNA DE LAS CARACTERISTICAS QUE DEFINEN EL PARQUE TEMATICO


ESTUVO EN LA HUELGA DEL 2010. NO HABIA CURIOSIDAD CIUDADADANA; LA
COMUNIDAD NO ESTABA ABURRIDACON SU EXISTENCIA Y NO HABIA ESTADO DE
ABUNDANCIA EN PR NI GENTE CON TIEMPO LIBRE EN LA UPR.

Este señor no es serio.

• Juan Duchesne

En afincamiento en la posición corporativa, profesionalista, de una parte del profesorado que


participa en el debate sobre la huelga de la UPR, da que pensar. Habría que ver cuánto peso tiene
la escena institucional del “salón de clases” hoy día en la generación de prácticas intelectuales..
También sería interesante reconsiderar el papel autoritario inmanente a la cultura letrada, a la
llamada investigación, a la estructura bibliográfica del conocimiento, el soporte disciplinario, etc.
Qué es un profesor hoy día. ¿Cuán relevante es? Ante la rigidez progresiva de la burocracia del
conocimiento académico, están surgiendo alternativas de cambio radical prácticas de activismo
social que incluyen aspectos intelectuales, pero no recortan una figura del intelectual en el
sentido universitario. Lo vemos en los movimientos sociales, en los movimientos indigenistas
que ante la universidad proponen una “cosmoversidad”. Hay universidades que dan cabida a esas
nuevas prácticas y con ello se transforman. Hay otras que cierran filas y siguen produciendo lo
que Deleuze y Guattari llamaron “ciencia de estado” (aquí el estado rebasa el gobierno, pues
incluye toda la sociedad civil que apuntala las relaciones de propiedad y producción material e
inmaterial existentes – lo que hace universidad de estado a cualquier institución convencional,
sea privada o no). Hay que tener cuidado con no defender un “conocimiento de estado” cuando
se defiende la universidad. Más bien se puede aprovechar la coyuntura para defender
epistemologías alternas, pensamientos salvajes.

• Salvador J. Antonetti

Sugiero cautela. La universidad existe porque el pueblo ha escogido dedicarle inmensas riquezas
de forma que facilite la transmisión, acumulación y desarrollo del conocimiento. Si, en efecto, el
profesorado contemporáneo ha dejado atrás el modelo de la Casa de los Estudios, y todavía mas,
ya no cree siquiera en la posibilidad de hablar sobre el mérito, entonces descubrirán que la
generosidad del pueblo mermará sustancialmente. Y esto no se trata de represión de puntos de
vista, sino de buena fe: la premisa implícita de toda institución es que hay tales cosa como
conocimiento, como mérito. Quien no crea en ello, no cree en la universidad. ¿Para qué,
entonces, trabajar en ella? ¿Solamente para cobrar un sueldo, como sugiere otro de los
comentarios? Eso no es actuar de buena fe, y no debe sorprender que a muchos en el país no les
interese pagar esos sueldos.

• http://www.facebook.com/hiposiko Jean M. Vallejo González

La explicación que nos da Torrecilla sobre el enfoque temático de su análisis, sobre la


Universidad y sobre la huelga, es muy deficiente. Parece que tenía el título antes de la idea. Pero
que buen título, ¿no? “La Universidad de Puerto Rico: El Theme Park del intercambio
imposible” es bastante catchy y lo suficientemente transgresor como para seducir al lector sin
tener que hacerlos pensar demasiado en el contenido… Es mas, en este caso, el título es el
contenido; una vez comienza a explicar que “para que se constituya un parque temático es
necesario que se manifieste una curiosidad ciudadana; que haya una comunidad aburrida con su
existencia y una sociedad en un estado de relativa abundancia” se revela la inherente vaciedad de
su argumento. Está basando toda su teoría en un precepto falso. No entiendo como alguien se
atreve a argumentar que Puerto Rico, o la Universidad misma, vive en un estado de “relativa
abundancia”. ¿Cómo puedo tomar en serio a alguien que piense así?

Es cierto que mi opinión es la crítica más fácil que se le puede hacer a Torrecilla, por lo menos
basándonos sólo en esta entrevista, pero no por eso está incorrecta. Este tipo de discurso (muy
popular entre la academia), que pasa tanto trabajo encajonando sus observaciones en un gimmick
comodificable en vez de elaborar las ideas en si mismas, es un tipo de mediocridad mucho mas
peligrosa que la llamada “lucha por lo igualitario”. No está mal que en lo social se aspire a unas
condiciones de vida mas homogéneas (y que consté cuando digo “condiciones” no me refiero a
“manera” o “estilos”), pero en el mundo de las ideas (sea arte o puramente intelectual) eso
conlleva al estancamiento.
• Lilliana Ramos Collado

He leído los comentarios con mucho interés y, sobre todo los de Juan Duchesne, me ponen a
pensar en cuán “primitiva” es todavía la universidad, cuán medieval. Cómo comenzó esta
institución que ya tiene mil años. Se trató en su origen de un ejercicio de concentración de
recursos mediante el cual los que sabían y los que querían saber se reunían en un lugar particular.
Con la explosión poblacional, con el desarrollo de los saberes, con la diversificación de intereses,
la universidad ha ido ampliando su cabida, y ha proliferado como estrategia de optimizar ese
“interface” entre los que saben y los que quieren saber. La universidad es una estrategia, antes
que nada, y sus edificios, servicios y equipamento sustentan su efectividad. Al inicio fue casi sin
paredes y las disciplinas mismas reclamaron un espacio de especificidad (laboratorios,
bibliotecas, aislamiento para la discusión “desinteresada”…). La estrategia funcionó lo suficiente
como para proliferar. Ahora mismo, creo que no hay países que no hayan recurrido a esta
“estrategia” por su fundamental efectividad. Hasta ahora, las protestas estudiantiles ya
planetarias reclaman que esa estrategia sea accesible a todos, que sea trasfronteriza, que
considere acomodar la cantidad creciente de interesados en ella. Si bien existen otras estrategias,
no sé si el consenso entre estos estudiantes víctimas del alza en el costo de operación de la
institución universitaria sea que ésta desaparezca o si, simplemente, deba coexistir con otras
estrategias precisamente porque la educación debe ser perpetua y abarcar cada aspecto y
momento de la vida. Las protestas masivas no piden que la universidad desaparezca, sino que no
desaparezca el acceso a ellas.

Al igual que la universidad tiene su historia, la tiene el intelectual, y no siempre hemos visto al
intelectual ubicado exclusivamente en la universidad. En su famoso “On Heroes and Hero
Worship, and the Heroic in History” (1840), de Tomas Carlyle, el autor pondera, entre otros
asuntos, cómo el intelectual perdió su prestigio en el siglo XIX luego de una notoriedad
“heroica” que duró hasta la Revolución Francesa. Lo sabemos: antes de la eclosión de las
universidades a finales del siglo XIX, los intelectuales desempeñaban un importante papel de
críticos y pensadores en la sociedad, incluso como promotores de importantes cambios hacia una
creciente democracia (nada más recordar la importancia de los “enciclopedistas”" en dar
momentum a un movimiento igualitario que desembocó en la Revolución Francesa). Su lugar no
era la universidad, sino la corte, la academia, la sociedad científica, la buhardilla conspiratoria, el
anonimato del panfletarismo y del libelo… De hecho, la censura de libros surje como síntoma de
esa pujanza del intelectual, que debía ser castigado por lo que Susan Stewart ha llamado, tan
aptamente, “crimes of writing”. La existencia misma de la censura habla de la importancia del
intelectual como contrapeso a la acción de las instituciones hegemónicas del estado o afectas al
estado. Hasta muy recientemente, las universidades echaban de sus aulas a los profesores
“censurables”. Lo que ganó la universidad tardomoderna fue la idea de la “libertad de cátedra”,
del “mérito” y del “espacio universitario” como lugar protegido contra la censura social y estatal.

Según el propio Carlyle, la pérdida de estima social por el intelectual en el siglo XIX convirtió la
universidad en un refugio, y restringió la intectualidad a la docencia. Claro está, las
universidades florecieron al recibir en su seno a estos intelectuales realengos, y aún se sigue
tratando de allegar a los mejores, precisamente por ser todavía una excelente estrategia de juntar,
en cantidades cada vez mayores, a los que más saben con los que quieren saber. Pero esto a costa
del intelectual olvidar otras palestras posible que deben a hacerse vigentes. Y ese trabajo de
reconstitución de su labor en la sociedad es una tarea que nos toca como intelectuales en
momentos en que el pensamiento crítico está de capa caída. Se necesitan intelectuales militantes,
sobre todo militantes en la divulgación de conocimiento en otros espacios ADEMAS de la
universidad. En eso estoy absolutamente de acuerdo con Juan Duchesne. Nuestra tarea no
empieza ni termina en el aula.

No obstante, debo señalar que no es hasta que los profesores de la Universidad de Puerto Rico
hemos reclamado un espacio de especificidad en la discusión del estado presente de la
universidad que se ha comenzado a cuestionar la idoneidad de la institución universitaria como la
conocemos. Técnicamente, la guerra para eliminar la cuota presupone el deseo de mantener una
universidad accesible, y no el deseo de eliminar esta institución. Esta circunstancia es
preocupante porque acusa una denigración del saber que el profesor ha acumulado, de trabajo, de
su capacidad para comunicar lo que sabe. Hay comentaristas que se han burlado de las
publicaciones de algunos colegas restándole mérito a su contenido y al hecho mismo de publicar,
como si eso fuera elitista. Esto es para mí incomprensible, porque no se habla de que el profesor
se reubique, sino de que el profesor desaparezca. Si el inteectual es el profesor desde hace unos
170 años al menos desde que Carlyle llorosamente se dio cuenta, estamos ante un azote
antiintelectualista que data de al menos 170 años que ni siquiera contempla la participación del
intelectual que quiere ser reconocido como tal.

La lucha por eliminar la cuota, el reclamo de una universidad gratuita, la vehemencia de las
protestas planetarias por garantizar el acceso universal a la universidad no me suenan como una
invitación a linchar esta universidad que encarna la estrategia de juntar a los que saben con los
que quieren saber, sino todo lo contrario, como una apremiante exigencia de preservarla para
poder compartirla con cada vez más gente. Y coincido plenamente con Juan Duchesne en que
esta institución no puede seguir siendo un refugio el intelectual. Creo que esa es la lección que
debemos aprender de esta coyuntura. Tenemos que estar en el mundo… y en la universidad
también, porque ella es parte importante de este mundo. Eso es lo que he hecho yo,
personalmente, desde que estoy en la universidad: estar aquí y fuera de aquí, a la vez. No es fácil,
pero se trata de una grata dificultad.

• Giselleduchesne11

Creo que lo más importante que dice el profesor Torrecilla aquí es esto, “Y ha habido una
complicidad entre la Administración, que apostó por un rol providencial, de Welfare, y el mundo
de la militancia estudiantil, que hizo lo mismo, abandonándose el principio del mérito. Sin
embargo, fíjate que en la huelga pasada vimos a los atletas estudiantes reivindicando el mérito (y
las exenciones de matrícula). Pero eso no es lo mismo que aquellos que estudian aquí con
exenciones de matrícula sólo porque sus padres son profesores o trabajadores. Pero insisto: el
problema en la UPR es que hoy en día el principio de mérito se ve como un elitismo.”
Es gracias a una actitud generalizada, desde abajo y desde arriba, que la UPR se ha convertido en
otro modo de Bienestar Público. La actitud de ir a la UPR para recibir algo, no para dar algo.
Una actitud en donde el estado benefactor convierte a la universidad en otro bien de asistencia
pública. En donde el individuo, y su mérito como individuo no es el factor determinante para
adquirir una educación universitaria. El estado benefactor así anula toda búsqueda por la
excelencia en la mayoria de los casos.
La academia queda enajenada de unos factores económicos necesarios para la excelencia y la
productividad intelectual.

• Juan Duchesne

Profesores e intelectuales ante la huelga de la Universidad

Es cierto que hay mucho antiintelectualismo en el ambiente. Hoy día las cosas están como para
protestar que no hay nada malo con ser profesor o ser intelectual, y como para proclamar: “Soy
profesor, y qué” en el tono con que antes se decía, “Soy cafre, y qué”. De pronto este sector tiene
que consolarse, darse cariño y sobre todo, reivindicarse. Pero igual, si se toma en cuenta la
condición real del profesor o intelectual, se verá que tampoco hay necesariamente nada malo en
ser antiintelectual, por lo que se explica que del mismo modo alguien sostenga con perfecta
racionalidad, “Soy antiintelectual, y qué”.
Por supuesto que, en principio, no hay nada malo con ser profesor ni con ser intelectual. Para
empezar, se puede ser profesor sin ser intelectual y viceversa. La coincidencia de ambas figuras
en una persona es eso mismo, explicable coincidencia de funciones que tienen en común el
manejo de libros u otros depósitos de conocimiento para asumir la posición de quien “está
supuesto a saber”. El profesor se puede coolear diciendo, no yo no soy un intelectual elitista de
esos, mientras el intelectual puede asumir una pose distinguida y repudiar a los “maestritos” o a
los “militantes mediocres” como les dicen. Muy pocos intelectuales optan hoy día por una
práctica no-académica o un antiacademicismo consecuente, porque la verdad es muy difícil
hacerlo si no hay mucho empleo fuera de la academia para quienes quieren ejercer la
“intelectualidad” a horario completo. La persona con vocación intelectual se ve en la situación,
entonces, de tarde o temprano asumir el academicismo profesoral como fuero corporativo que
garantiza su supervivencia y convertir en una vida con encanto la práctica burocrática del
conocimiento, con todas sus jerarquías y procedimientos dirigidos a reducir el conocimiento a
códigos de poder. Pero esto no plantea grandes disyuntivas ni dolores de pecho, pues el
intelectual hoy día, trabaje o no trabaje para un institución estatal es ya casi siempre intelectual
de estado. (Dentro del estado están las corporaciones privadas, la sociedad civil, las leyes, no
sólo el aparato gubernamental: ahora mismo, por ejemplo, las universidades privadas practican el
conocimiento de estado con más rigor que las mismas universidades públicas y el fulcro
decisional del estado está en las corporaciones y sus gabinetes legales.)
Los actuales sistemas occidentales de conocimiento, no importa su variedad o sus aparentes
divergencias (modernos, posmodernos, positivistas o fenomenólogos), convergen con una
fidelidad pasmosa en la función estatal de legitimar y reproducir las desigualdades y exclusiones
existentes. El intelectual que ha asimilado y se ha asimilado a las epistemologías occidentales
dominantes está ya entrenado para producir conocimiento de estado. Su profesión es el estado, lo
que significa mantener el estado de cosas tal cual, si es preciso cambiando las cosas para que
todo siga igual. La universidad codifica y recodifica con especial intensidad el conocimiento de
estado y en ella el intelectual encuentra su lugar natural. La figura del intelectual entonces recibe
dardos antiintelectuales de aquellos que creen que no cumple suficientemente con su encomienda
estatal y de quienes creen que la cumple demasiado bien. También recibe críticas de quien
medita sobre la desigualdad fundamental que hace posible la figura del intelectual de estado tal
como se la conoce hoy día. Quienes hablan de elitismo tienen su punto, hay que aceptarlo. El
antiintelectualismo, hay que decirlo, no viene de una sola dirección, no viene solo de los
“mediocres”. La propia posición estructural del intelectual, la división del trabajo entre quienes
detentan un capital de conocimiento y quienes carecen de él, la desigualdad y la exclusión
implícitas en la existencia misma de esa posición monopólica del que “está supuesto a saber”,
genera una inconformidad real y legítima que se manifiesta como antiintelectualismo.
Pero éste es un fenómeno generalizado que trae larguísima historia, con sus ciclos y todo. La
huelga de la Universidad de Puerto Rico sólo lo ha traído a flote entre tantas cuestiones más. Un
importante sector del profesorado de la UPR se ha unido a los sindicatos de la comunidad
universitaria para apoyar la huelga estudiantil. Otro sector se acomoda con la administración
universitaria (que responde directamente al gobierno). Surge además un sector tercerista, que no
apoya a los estudiantes pero tampoco quiere identificarse completamente con la administración.
Este sector asume los fueros corporativos y profesionalistas de la academia universitaria
contemporánea en nombre del rol que les asigna el conocimiento de estado: fungir como
docentes. Apela a una identidad dura del profesor-intelectual y asume las prerrogativas de
monopolio del conocimiento y el saber que esta identidad concede. Erige el salón de clases en
escena inaugural del conocimiento. Equipara conocer a saber, quien conoce más sabe más y
mejor, por lo que el salón de clases de la universidad es el foro donde, como dice la profesora
Liliana Ramos, los que saben se juntan con los que quieren saber, es decir, con los que no saben.
Así, quien atenta contra ese foro sacro del salón de clases, es decir, los huelguistas, se convierten
en enemigos del saber y de la Universidad. Son los huelguistas quienes han profanado y violado
el salón de clases, según este discurso tercerista. Es por eso que, a pesar de que los terceristas
reclaman no identificarse con la administración ni el gobierno, sus mayores ataques van dirigidos
a los estudiantes en huelga y contra los otros profesores que apoyan a los huelguistas. Los
profesores terceristas optan por no asumir la posición de los profesores favorecedores de la
militancia estudiantil, pues alegan que estos mezclan lo que deben ser sus demandas de grupo
profesional, con sectores que por definición tienen demandas diferentes. Así, según este discurso,
los profesores solidarios pecan de seguidismo, les dan un cheque en blanco a sectores cuyas
demandas no son las suyas. Algunas defensas de este alegato han sido tan sinceramente elitistas
como para cuestionar que quienes “están supuestos a saber” mezclen sus reivindicaciones con
quienes no saben, es decir, los estudiantes.
Hay que apuntar aquí que una de los aspectos más subversivos de la huelga estudiantil es que
quienes supuestamente no saben han asumido una autonomía de acción inusitada, dejando de
lado a quienes “están supuestos a saber”. Estos últimos, por supuesto, resienten la autonomía
estudiantil, la capacidad de actuar y por lo tanto de producir un saber importantísimo, de aquellos
que tenían que limitarse a venir al salón de clases a recibir el saber de quienes “están supuestos a
saber”. Resulta que los estudiantes sí saben, que producen saber, independientemente del capital
de conocimiento que otros detentan. Saben rebelarse, que ya es saber mucho, saben sostener una
lucha frente a la represión estatal durante meses, que es saber otro poco más. Y saben que no
quieren la privatización de la educación pública, puesto que fortalece la hegemonía del estado de
desigualdad imperante, hoy centrado en el sector corporativo que asume la reproducción del
estado capitalista-colonial de Puerto Rico. Saben muchísimo los estudiantes.
Volviendo a la postura del profesorado tercerista, me pregunto por qué me interesa bastante esta
postura, hasta el punto que dedico un largo rato a garabatear esta pantalla, independientemente
impacto específico que de hecho tenga este debate en la situación actual. Creo que mi interés se
explica por el hecho de que muchos de ellos son autores reconocidos en el país y amigos que han
venido manejando una serie de referencias intelectuales y filosóficas que personalmente he
compartido. Han constituido hasta cierto punto una intelligentsia disidente con la cual me he
identificado. Me pregunto por qué ante el mismo acontecimiento reaccionamos de manera
diferente. ¿No debería estar yo hablando igual que ellos, como admirador y cómplice gustoso
que he sido de los enunciados “posmodernos”, hasta el punto que por creer en actuar según
hablo, he asumido en el pasado posiciones anti-huelga? En verdad todos los por qué son
imponderables e inescrutables. Pero algo tiene que ver con esta divergencia el poder del
acontecimiento mismo para hacer saltar todos los supuestos y premisas. La huelga universitaria
de Puerto Rico ha sido un acontecimiento histórico poderoso en que han surgido nuevos sujetos
que demuestran que como dice el bolero uno no “sabe nada de la vida”. No es cuestión de
renegar del conocimiento ni del saber letrado ni de la crítica posmoderna en sí. Sino de recordar
ponerlos en su lugar. Ser leedor y escribidor empedernido, haber acumulado una experiencia en
estas actividades, es decir, un conocimiento que se le puede transmitir humildemente a otros,
para lo que les pueda servir, no significa saber más ni saber mejor. Por otro lado, la crítica
posmoderna, si va a tener sentido radical y transformador, tiene que proseguir en su demolición
de los presupuestos de la modernidad hasta derribar también los presupuestos mismos de la
civilización occidental que reproduce esa modernidad es decir, desterritorializar el avatar del
estado, ello es, atentar contra la desigualdad y la exclusión.
Dadas estas consideraciones, uno se inclina a pensar que la posición del profesorado tercerista es
la defender el conocimiento de estado, es decir, la actual estructura de desigual acceso al
conocimiento y sus prerrogativas. Es cierto que no se identifican con la actual administración
universitaria ni con el gobierno de turno. ¿Quién se va a identificar con eso? Pero asumen,
posiblemente con mayor solidez y compromiso que quienes simplemente se acomodan al aparato
administrativo de turno, la defensa del estado en el sentido amplio de la palabra. Hay que
agradecerles a los profesores terceristas la claridad y coherencia de su discurso, pues da buen pie
para cuestionar cosas muy cuestionables como el rol del intelectual-profesor, la centralidad del
salón de clases, la epistemología bibliográfica y su codificación del poder, la cultura letrada, la
literatura, las humanidades, las ciencias, la tecnología, las bellas artes, en fin todo el
conocimiento en cuanto conocimiento de estado que desplaza y suprime los saberes alternos
emergentes. Ese cuestionamiento se hace particularmente interesante cuando se percibe que hay
vida tras la epistemología occidental, que hay una cosmopraxis de la inmanencia radical en la
cual de hecho, convergen críticas profundas inmanentes a esa misma epistemología, que la
destruyen desde adentro, cual el pensamiento presuntamente posmoderno de Guy Debord,
Deleuze y Guattari y Pierre Clastres. Y también hay procesos que vienen de afuera del sistema de
conocimiento que mejor conocemos y las que toca conocer urgentemente, como las
epistemologías amerindias y otras. Todo lo cual le enseña a uno cuestionarse, a salirse del medio
y dedicarse a ayudar en lo que pueda.

• Anónimo

“They talked about sex all afternoon as if they were getting ready for an orgy. Instead, the big
deal is a fish pie!” (The Decline of the American Empire- Denys Arcand, 1986)

• Jorge Silva Jetter

“Relativa abundancia” me parece un termino sumamente acertado para describir la situación


actual de Puerto Rico y de la Universidad de Puerto Rico. Entiendo que demuestras suma
ignorancia al proponer esto. Tu argumento no tiene mucho sentido.

Además, atreverte a criticar todo el contenido del libro con sólo una entrevista es bastante
descabellado.

• Jorge Silva

Me parece que comentarios como este son el problema con esa llamado “El movimiento
estudiantil”(“movimiento” por su liquidez y dificultad de definirlo claramente, reconociendo la
diversidad que lleva).

Hay, en este comentario y en el ‘movimiento’ en general, un afán por defender al movimiento en


sí mismo. “El gobierno, la administración, el presidente siempre están mal, los estudiantes
siempre están bien”. No hay ningún interés por ir más allá de lo obvio, de lo tradicional, de ir
más allá de lo que siempre se ha dicho. Este comentario es un ejemplo perfecto. No hay ningún
tipo de cuestionamiento serio. El argumento es “ESTO ES ASI. YO ESTOY BIEN. TU ESTAS
MAL. HUEGLA!!!!!! LUCHA SI, ENTREGA NO!!!”. Aquí el antiintelectualismo que comenta
Torrecilla es totalmente cierto.

Sugiero que el “movimiento estudiantil” y la institución universitaria, comience a profundizar un


poco más en el asunto (que entiende que es uno de los objetivos de este libro).
Para evitar un comentario subsiguiente, quiero aclarar. Hay excepciones. Sería una perdida
lamentable de bytes ver un comentario explicándolo.

• Giselleduchesne11

Lo que los estudiantes en huelga ignoran es algo tan elemental como el hecho de que el ELA está
en la bancarrota. Lo que ignoran es algo tan básico como que una universidad pública excelente
requiere de un estado próspero y un estado próspero requiere de una clase media contribuyente
próspera. La deuda y el déficit no fué inventado, ha sido el producto de una crisis fiscal mundial
que a su vez ha tenido repercusiones mayores en la Isla por su condición de dependencia. No
todo lo que parece protesta es legítimo por el mero hecho de ser protesta, y tampoco es radical en
naturaleza. Recuerden que los estudiantes en huelga de la UPR llevan a cabo una huelga con la
beca PELL de garantizadora. Que están asegurados por los fondos federales y que sí hay una
relativa abundancia, si consideramos que una gran mayoría no solo recibe la beca PELL sino que
además a cambio del estudiante de Estados Unidos (recordemos además que aunque no nos
interese que comparen a la Isla con Estados Unidos, la beca PELL está subsidiada por los
contribuyentes de Estados Unidos) que tiene un déficit enorme al recibir la beca PELL, el
estudiante puertorriqueño de la UPR tiene un sobrante ya que las matrículas son tan bajas. Se
puede decir que el desastre de la huelga es por una injusticia imaginada en las mentes de los
estudiantes que ignoran o quieren ignorar la realidad económica de bancarrota y de dependencia.
Es bien común que en todos los análisis de la huelga y de la UPR, se ignore la cuestión
económica, como si ésto no les concierne. Puerto Rico es una isla no solamente sin economía
propia (una tercera parte de la economía está subsidiada por Estados Unidos) sino peor aún sin
consciencia económica, sin proyectos económicos, sin fórmulas económicas. Se concibe como
radical a quién le quiere sacar más jugo al estado colonial, no a quién se propone proyectos de
iniciativa propia como modo de una existencia más digna. Se evade convenientemente el factor
dinero, se evade convenientemente el factor de dependencia que se ha creado y que se sigue
promoviendo. Hay tantas otras cosas por las cuales los estudiantes de la UPR deben protestar de
una manera productiva, en vez de formar parte del estado de bienestar público en que se ha
convertido la UPR. ¿Porqué no se protesta para modernizar unos programas de estudio arcaícos?
No, porque ser radical en Puerto Rico se ha convertido en pedir más fondos federales y estatales.

• Anonimo, porquoi pas?

No habia curiosidad ciudadana? Me habre imaginado toda esa gente que venia a mirar desde
afuera de los portones? Lo de aburrimiento no se como se determinaria de un lado o de otro
conclusivamente, pero dentro de la huelga se hacian y planificaban eventos de diversion.
Pasarelas, paradas literalmente de Disney y ciertas fiestas en las duchas del complejo deportivo.
Con tanto afan por diversion, ¿como negar el aburrimiento?

No habia tiempo libre? Se creó. 62 días de tiempo libre. Salió en las noticias y todo. No se a que
se refiere Torrecija con estado de abundancia relativa, pero evidentemente habian suficientes
recursos para hacer todo ese espectaculo mediatico , para conseguirle audiencia y para seguir
intentando repetirlo una y otra vez a traves de los semestres.

• Lilliana Ramos Collado

Dije “los que saben y los que quieren saber” —y no “los profesores” y “los estudiantes”— a
propósito. Sabía que pensarías así, que me refería a los que saben como los profesores, y los que
quieren saber (y no “los que no saben”, esa frase es tuya), a los estudiantes. Al contrario, quité
“profesores” y “estudiantes” porque en un salón de clases verdaderamente “sagrado”, esos roles
son dinámicos y equívocos. Quisiera entender bien tu propuesta: se trata de abolir la universidad
y de lanzarse el profesor a la calle a hacer cosas que no quedan claras de tu comentario? Yo hace
rato me tiré a la calle a hacer otra cosa con lo que sé y con lo que quiero saber, y me pregunto
cuándo de tirarás tú, o si lo que dices es sólo algo teórico y no una clara propuesta de lanzarnos
(nótese la primera persona plural) a la calle y dar la espalda a la Universidad de Pittsburg y a la
Universidad de Puerto Rico. Para mí es importante saber si se trata de una propuesta
“pragmática” y no sólo del acto de quedarse “in corpore” en la universidad y estar “in mentis” en
otra parte. Este mind/body split que pareces estar proponiendo está chévere pues implica que
aprovecharemos lo mejor de dos mundos: un salario kool y pocas horas de trabajo docente, y una
renuncia cómoda (secreta, de hecho, pues está en la mente) a las responsabilidades que implica la
labor del profesor. Conozco mucha gente que está en esa onda, Juan. Y me pregunto si te entendí
bien… O quizás es que la única universidad tercerista de estado es la Universidad de Puerto
Rico? Aclárame esto: soy de las que quiere saber!

• http://www.facebook.com/profile.php?id=501692026 José Bayoán Santiago Calderón

Sacar fuera del contexto la lucha que es por el proyecto de país y el acceso a una educación
pública accesible y de calidad para entretener el discurso político de que la UPR es un santuario
de la izquierda del país y que el movimiento estudiantil es uno stalianizado es soberano
disparate. Qué diga que los que protestan en Wisconsin, Chile, Reino Unido, Grecia son todos
izquierdistas. Utilizar la capucha de intelectual para deslegitimizar una lucha que es vital para el
país es un pecado a la cátedra. La UPR es una inversión necesaria para el capital humano, el
progreso científico, social, cultural y humano. El dejarla sin los fondos necesarios, que la dirija el
Estado a través de la junta de síndicos (ineficientes, irresponzables y contraproducentes hacia la
comunidad universitaria) que desconocen lo que es la UPR, tengan declarada una guerra contra
el estudiantado y tengan intereses económicos en su destrucción es destruir a Puerto Rico.

• Luis Muñoz

Otro self serving pajero mental parasiteando en las dificultades del presente para posar de sabio.

• Juanduchesne
¿Por qué concluir que “hay que tirarse a la calle” como si se dijera “tirarse al desperdicio”?
Transformar la universidad es una manera de abolirla, ¿no? Muchas transformaciones se gestan
desde adentro de las instituciones, con prácticas y actitudes diferentes. Se ha propuesto el
concepto de “cosmoversidad” o “pluriversidad”, independientemente de que se siga usando la
vieja palabra “universidad” para esos nuevos conceptos. Existen en América Latina (Bolivia)
“universidades” ya integradas por personas con prácticas múltiples que rebasan los roles del
intelectual y el estudiante tradicionales (activistas, militantes, creadores, personas con otros
oficios), donde, por supuesto hay lecciones y reuniones, pero se rebasa la estructura del salón de
clases en función de proyectos de cambio social y cultural. Se ha tomado como plataforma las
instituciones “universitarias” existentes, desfasándolas poco a poco, sin aspavientos (un poco
burdo pensar que hay que cerrarlas y pasarles tractor).
No veo por qué para argumentar sobre esto haya que traer referencias a las particulares
situaciones laborales de los interlocutores. ¿Cuál es el punto?

• http://www.facebook.com/profile.php?id=805805421 Orializ Marie

Fijate que, ademas de eso que no me queda claro, el no es el primero en decir que Puerto Rico es
un showcase, antes el showcase de la democracia estadounidense, ahorala gran mayoría de las
personas piensan que esto es un circo, asi que no se pq tanto revuelo por el título de su libro y la
línea de pensamiento que parece llevar en el. Te aseguro que si lo hubiese escrito el Gangster o
Silverio Pérez habría mucha más aceptación. Creo q en algunos comentarios que hacen de la
entrevista se le ve la costura del antintelectualismo a la gente, que si lo dice un profesor lo
cuestionan y lo aborrecen pero si lo dice Funky Joe en el Bayú(o whatever como se llame ahora)
tiene toda razón y es gracioso.

• Giselleduchesne11

Nadie ha mencionado que los profesores de la UPR son servidores publicos, y que sus salarios
son pagados por una mayoria de contribuyentes del pueblo de Puerto Rico. Y como tal, tienen un
compromiso con el pueblo de Puerto Rico. No es dificil investigar si la inmensa mayoria del
pueblo de Puerto Rico esta de acuerdo con los 700 huelguistas y sus portones cerrados.

• Alejandro Carpio

Gracias, profesor. Con respecto a las posturas que usted identifica, creo que amerita preguntarse
(lo que no debería confundirse con antiintelectualismo): what does it all amount to?

• Freddie Marrero

Sr. Juanduchesne; Este comentario me parece clave. Ojalá que lo pueda trabajar más fondo y
republicar como artículo ya sea en este foro y otros más. Lo más que reververó en mí es su
entendimiento de eso que llaman “posmoderno” como algo contestatario que privelgia los
“bordes” y que alguimia rara se ha dado para que algunos profesores identificados con asumir y
teorizar esa condiciǿn de época, ahora con sus hechos avalan el posicionamiento del
conocimiento por y desde el estado neoliberal. Por favor, siga garabateando en la pantalla.
Publique esto no como un comentario sino como un artículo completo ya que sí tiene un impacto
en el debate actual.

• JSV

“Desde el punto de vista de la Administración, ésta participa de una lógica que sugiere que uno
puede tenerlo todo a la vez, cayendo en ese discurso del “acomodo razonable”, literal y
metafóricamente hablando. Es decir, que toda persona, no por el mérito, sino por su condición
tendría derecho a entrar a la educación superior, un enfoque heredado del populismo del Partido
Popular Democrático. Pero aquí el problema es que el mérito se percibe como un elitismo. Para
los “militantes” el mérito tiene que ver con el carisma de sus líderes, no con la obra intelectual o
la creación científica”

Super de acuerdo con este punto. Una parte del estudiantado ha caido en el error de pensar que la
beca es un derecho y no un privilegio. No entienden que vivimos en un sistema democratico y no
socialista, en el cual cada persona es responsable por si misma y el estado se convierte en un
FACILITADOR de los derechos y no un proveedor como en un sistema socialista. A muchos les
han dado la mano, y ahora quieren coger el brazo entero. Se creen que el Estado les deberia
pagar todo y cuando le dejan de dar de comer, se molestan y hasta exigen mas. Pienso que es una
pena la implantacion de la cuota, pero en luz de varios cambios politicos, economicos e
institucionales en el pais, se ha convertido en algo indeseable, pero necesario. Si todos dicen
“Esta es mi Universidad, yo amo la UPR”, pues reconoce que estamos pasando por unos tiempos
economicos bien malos en los que el Gobierno ya no puede darte lo que te daba antes, ahora
tienes que poner un poco mas de tu parte, como sesupone que sean las cosas y son en muchas
partes del mundo, y no por eso es injusto. Esto, siguiendo al Profesor Torrecillas, pienso que es
una mentalidad producto del populismo heredado del Partido Popular Democratico y una
mentalidad DEPENDIENTE y que inhibe la toma de responsabilidad personal de cada
puertorriqueno. Es una pena que ahora tengamos que pagar mas y pagar por algunos “errores”
(como le llaman algunos) del Gobierno, pero es a lo que hemos llegado y el dinero no crece en
los arboles, para nosotros ni para el Gobierno.

• Aabyegrat

me pregunto ¿hasta que punto ciertos respetables academicos como Torrecilla se adentran tanto
en su universo conceptual que suelen terminar distorcionando y hasta encubriendo la
complejidad de lo real? ¿desde donde se posicionan para dar cuenta de un evento tan variado y
complejo como la pasada huelga si lejos de exponerse a un multiperspectivismo que requiere
diversos grados y angulos de aproximacion a los procesos mas bien se distanciaron, lo asumieron
como algo muy profano y caricaturesco como para exponer su endiosada persona a los eventos y,
contrariamente, terminaron por un analisis caricaturizante de lo que recojieron en la pantalla y
los medios? ¿cuanto puede haber de resentimiento ?

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