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PANDEMIA Y PROVIDENCIA

Romanos 8:28
El pasado 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró pandemia a la epidemia del coronavirus
(COVID-19) que en este momento se extiende a 184 países, con más de 267 000 casos confirmados, y por lo menos 11,
000 muertes. Estamos en una crisis global y todavía no conocemos las consecuencias a largo plazo.
Aun así, no le llega a los talones a las epidemias más letales de la historia, por ejemplo: el cólera, 1 millón; el SIDA,
25-35 millones; la viruela, 56 millones; y la peste negra, el 30% de Europa (200 millones).
¿Dónde está Dios ante estas terribles tragedias? ¿Está Dios ausente de este mundo? ¿Son males que se salen del
control divino? Una de las doctrinas más importantes de la Biblia se llama PROVIDENCIA, es decir el cuidado personal
que Dios da a toda su creación dirigiéndola hacia el cumplimiento de sus sabios propósitos.

1. EL VIRUS OPERA BAJO EL GOBIERNO DE DIOS


“El Señor hace todo lo que quiere en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos sus abismos.” (Sal 135:6). Dios
gobierna desde el más alto arcángel, hasta el más diminuto microorganismo (bacterias, virus, hongos). A eso le llamamos la
soberanía de Dios. Dios envió a un cuervo para alimentar a Elías; Dios envió la plaga de langostas a Egipto; Dios usó los
gusanos que mataron a Herodes; Dios envió a los ratones que causaron tumores entre los filisteos; Dios envió un gusano que
matara la planta que daba sombra a Jonás. No hay ser vivo que no se mueva por la voluntad de Dios (Hc. 17:28). La epidemia
cae o se evita por orden de Dios (Sal. 91).
Pero, ¿por qué permite el mal? Todo mal viene a causa del pecado. Esto dice la Biblia: “Por medio de un solo hombre el
pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque
todos pecaron.” (Ro. 5:12). Las epidemias nos recuerdan que somos criaturas frágiles, finitas, mortales, pecadores y que
necesitamos nacer de nuevo por la fe en Cristo para evitar la muerte eterna.

2. LA ENFERMEDAD VIENE POR VOLUNTAD DE DIOS


“¡Vean ahora que yo soy único! No hay otro Dios fuera de mí. Yo doy la muerte y devuelvo la vida, causo heridas y doy
sanidad. Nadie puede librarse de mi poder.” (Dt. 32:39). Si la muerte dependiera del infortunio, de la suerte, o del diablo, el
hombre tendría serias razones para vivir en la zozobra. La decisión de quién vive o quién y cuándo muere estaría sujeto a
caprichos ingobernables. Dios mismo dependería de ese ser cualquiera que fuere.
Pero, no es así. La enfermedad y la muerte dependen de un Dios sabio, amoroso, todopoderoso, que usa todas las cosas
para cumplir su justicia, para exaltar su gloria y para beneficio de los que lo aman. Las enfermedades prueban nuestra fe,
afinan nuestro carácter, nos alejan del pecado, reprimen la maldad, nos advierten del juicio de Dios, y a veces es usada para
llevarnos a Dios. Isaac no tenía ningún problema con morir en manos de su padre Abraham, porque sabía que nadie le amaba
más que su padre. Así cuando un creyente muere, muere sabiendo que está en las manos de un Padre lleno de amor y sabios
propósitos.

3. HAGA SU PARTE Y DEJE A DIOS HACER SU PARTE


“El edicto del rey facultaba a los judíos de cada ciudad a reunirse y defenderse, a exterminar, matar y aniquilar a cualquier
fuerza armada de cualquier pueblo o provincia que los atacara a ellos o a sus mujeres y niños, y a apoderarse de los bienes de
sus enemigos.”
No creemos en la suerte, el destino o el determinismo, creemos en un Dios sabio que es cien por ciento responsable de todo
lo que pasa, pero que permite al hombre también ser cien por ciento responsable dentro de sus actos de providencia.
Mardoqueo hace uso de su libertad para enfrentar el peligro de muerte en el que se encontraban los judíos durante el reinado
de Asuero, e intercede ante su prima Ester, para revertir la amenaza de muerte en que Amán había puesto al pueblo judío.
En obediencia a nuestras autoridades de gobierno hoy terminan nuestros cultos públicos y comenzaremos las transmisiones
vía electrónica. Eso es parte de la responsabilidad social que tenemos para cuidar la vida de nuestro prójimo.

4. OBTENGA INFORMACIÓN OBJETIVA SOBRE LA EPIDEMIA


“Algunos de los judíos que vivían cerca de ellos venían constantemente y nos advertían: «Los van a atacar por todos lados».”
(Neh. 4:12). Una de las armas más letales de las epidemias son los rumores.
Se cuenta que un rey árabe atravesaba el desierto cuando se encontró con la peste. El rey le preguntó preocupado: “Peste
¿para dónde vas?” a lo que la peste le respondió: “Voy a Bagdad a matar a 500 personas”. Días después volvieron a
encontrarse y el rey muy enojado le reclamó diciendo: “Peste mentirosa, me dijiste que ibas a Bagdad a matar 500 personas y
mataste 5 mil” a lo que la peste respondió: “Efectivamente yo maté 500 personas. Los demás se murieron de miedo.
Las epidemias se complican con la falta de información, la información falsa, o los rumores supersticiosos. No podemos
depositar nuestra salud, física y mental, en cualquier información que recibimos. Tenemos que cuidar de tener información
fidedigna, que nuestra conciencia apruebe, y después confiarnos en Dios, quien nos prometió: “Tomarán en sus manos
serpientes; y, cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y estos
recobrarán la salud».” (Mc. 16:18).

5. VEA EL MAL COMO UNA OPORTUNIDAD PARA HACER EL BIEN


Los males son oportunidades para hacer el bien, para ejercer la paciencia en medio de la prueba, para ser agradecidos con
Dios por todos los privilegios que eventualmente debido a la contingencia perdemos, para procurar la el bien y la seguridad de
los demás (evitar compras de pánico que causan desabasto), para dar esperanza a los desconsolados, para interceder en
oración por otros y para dar testimonio de nuestra fe en medio del dolor.
Use el tiempo en casa para la familia, hágase responsable usted mismo de su vida espiritual, aprenda a depender de la sabia
providencia de Dios y no de su trabajo o su eficiencia profesional. Aprenda a valorar el beso y el abrazo que ahora no puede
dar. El coronavirus ha hecho visible la unidad e interdependencia que tenemos como raza humana y la necesidad de ser
solidarios unos con otros. Dios dice: “siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la
familia de la fe.” (Gál. 6:10).
Pastor Moisés Brito / 22-Mar-2020

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